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Poemas de
Viviendo y amando
Editado por Dennis C. Villanueva Díaz
Distrito Escolar de Cabo Rojo
Notas de Cesáreo Rosa-Nieves
El modernismo en Puerto Rico se extenderá, más o menos, desde 1907 a 1921. Se incorpora
a nuestra poesía dentro de una dirección de arte por el arte, pero a este clima del verso puro,
se le añaden los elementos sentimentales del postromanticismo a la manera de las rimas
becquerianas, y además el movimiento apunta con firmeza los asuntos puertorriqueñistas:
paisaje, costumbres, campesinaje, flora y fauna.
Viviendo y amando se da a la luz en 1912 en Bayamón. Los poemas recogidos en este
volumen fueron redactados entre 1907 y 1912, precisamente cuando se libraba aquí, la batalla
entre la vieja y la nueva poesía: romántico-parnasianos y modernistas.
La poemática de Virgilio Dávila adquiere después de su libro Patria (1903), una tonalidad
ecléctica, en cuyos versos, lo becqueriano se alía con las características parnasianas, amén de
los aires recién llegados de Rubén Darío y sus seguidores. El poeta puertorriqueño no rechaza el
modernismo de plano, sino que va de lo de ayer a lo de hoy, tímidamente, aunque lo que más
se advierte en este poemario es una fuerte simpatía hacia las formas clásico-románticas. Este
panorama lírico de Dávila, en su órbita estética, se extiende desde los lindes de Bécquer hasta
la aurora misma del modernismo en Puerto Rico. Pertenece Virgilio Dávila, dentro de esta zona
temporal, a la generación de los iniciadores del nuevo ritmo de la poesía, que en Europa
llamaron decadentistas, por el uso preferente que ella hacía de los temas raros. En Viviendo y
amando, en un estilo de agradable sencillez, el poeta logra una dulce emoción literaria de cala y
adornismo.
Las fragancias del modernismo hispanoamericano se ven fácilmente cuando observamos
cómo el poeta recurre a los vocablos que usaban los rubendarianos (bulbules, azul, pompadour,
perlar, stambul) y las frecuentes alusiones a los mitos y a las piedras preciosas. Además,
advertimos inmediatamente los clásicos ritmos remozados por los modernistas, tales como el
eneasílabo, el dodecasílabo, el alejandrino; y también el uso del serventesio, la quintilla, el
rondo francés, la sextina de arte mayor, el soneto de final sorpresivo y un vocabulario luciente
que cubre el sonetino de fáciles armonías en tono menor.
Los asuntos preferentes en estos poemas son el amor, la religiosidad, el paisaje narcista, los
motivos campesinos de jibaridad lírica y su ambiente pintoresco, usando la técnica de estampas
eglógicas. Lo que más llama la atención de este poemario es su ancho optimismo. Es un
breviario de alegría, en donde la angustia es flor exótica. Todo el volumen nos revela un canto a
la esperanza, a ese vivir y amar más allá del tedio y de la pena: azul aurora del júbilo, canción
regocijada de pájaro, yerba y melodía. Canción a campo abierto, en donde sonríen el cielo, la
tierra y el agua, a pleno sol, a plena luna.
Quijote
Una mujer a don Quijote inflama,
haciéndole brillantes narraciones,
y así lo induce a conquistar regiones
de las que un tiempo fue señora y ama.
También la Poesía, gentil dama,
despierta en mí sublimes ambiciones,
y me lleva, por campo de ilusiones,
a conquistar los reinos de la Fama.
¿Y qué me importa que resulte vano
lo que realice mi labor de artista?
Es noble mi afanar, y ya es bastante.
¡Salud, manchego ilustre! ¡Soy tu hermano!
¡Yo voy también de un mundo a la conquista!
¡Yo soy también un caballero andante!
Amor
Ama a la flor la gota de rocío;
al suelo mira con amor la estrella,
y en él dejando su amorosa huella,
va al río la fuente, va a la mar el río.
Ama la yedra al murallón sombrío;
ama al doncel la púdica doncella,
y un ósculo de amor es la centella,
que dos nubes se dan en el vacío.
Quiere romper la cárcel que lo encierra,
cuando en las noches iracundo brama,
el mar, que siente amores por la tierra;
hace el éter caricias a la llama,
como el árbol al sitio en que se aferra…
¡Todo es amor…! ¡El Universo ama!
Notas
I
Cuando hallamos más límpido el espacio,
más aroma en la flor,
más dulzura en las notas del salterio
y más brillo en el sol,
es que sentimos algo que aletea
en nuestro corazón…
¡Es que forma su nido en nuestras almas
el ave del amor!
II
Yo vi a dos amantes en mísera choza,
Con los pies descalzos, los trajes raídos
y dos corazones muy grandes,
y dije al mirarlos: -¡Qué ricos!
Yo vi a dos amantes en regio palacio,
con trajes de seda, lacayos y coches
y dos corazones muy chicos,
y dije al mirarlos: -¡Qué pobres!
III
Cuando dos sus amores se dicen
y es muy noble el concepto amoroso
por temor de que el labio lo empañe,
brota en hilos de luz por los ojos.
IV
En materia de amor, la que es honrada,
da todo el corazón, o no da nada.
Venus criolla
No surgió, cual la griega, de la espuma,
al horrísono estruendo de los mares:
nació en cojín de flores singulares
que dieron a su ser fragancia suma.
Del alborear en la rosada bruma,
coronada la frente de azahares,
bajo el glauco dosel de los palmares
su silueta magnífica se esfuma.
Llevó, por gracia, la inmortal Poesía
dulcísimos ensueños a su mente;
puso Dios en sus labios ambrosía,
todo el brillo estelar bajo su frente,
y para obrar le dio el Deber por guía,
y para amar, un corazón ardiente.
Como la noche
Como la noche soy. Lloro, cual ella,
de un sol- la Libertad- los desamores,
y destrozan mi alma los dolores,
como al nocturno velo la centella.
Yo soy como la noche. La flor bella
de la ilusión me brinda sus olores,
y luce en mí, con mágicos fulgores,
la llama del amor, como una estrella.
Yo soy como la noche silenciosa;
y, cual la noche al imperar el día,
no dejaré de mi existencia rastros.
¡Asómate a mi alma, niña hermosa,
y verás como tiene el alma mía
rocío, olor, relámpagos y astros!
Astral
Noche esplendente. En la serena altura
el diamante de un astro refulgía.
La luna junto al astro se veía
como un arco de luz cándida y pura.
Pasó ante mí tu angélica figura,
y quedé deslumbrado: parecía
que de todo tu ser se desprendía
como una casta emanación de albura.
Quise dar a tu pecho y tu cabeza
tributo digno de tu real belleza;
luego, morir de rabia y de despecho,
al ver dignos de ti, tan solamente,
el astro aquel para adornar tu pecho,
y el arco aquel para adornar tu frente.
Stella matutina
Llegaba el alborear. Sólo se oía,
dominando en el monte y la llanura
cual la voz de un gigante que murmura,
el sordo ruido precursor del día.
Yo a Venus vi que en el espacio ardía,
bañando el cielo con su lumbre pura…
¡Rico fanal de espléndida hermosura!
¡Fanal alado que al zenit subía!
¡Ya viene el sol! Su lampo refulgente
pronto será la dotación más bella
con que engalane sus dominios Flora.
Van a abrirse las puertas de Oriente…
¡Temblando de pudor la blanca estrella,
se rebuja en el manto de la aurora!
Grito lúbrico
Quiero ahogar de mi pecho las querellas,
bebiendo mieles en tus labios rojos;
quiero vivir ante tus pies de hinojos,
para extasiarme con tus formas bellas.
Quiero mi alma constelar de estrellas
con chispas de la luz que arde en tus ojos,
y venciendo tus púdicos sonrojos,
tentar tus pomas y besar en ellas.
¿No ves la fiebre que mi ser devora,
huérfano de tus ósculos y abrazos?
¡Oye la voz que tu piedad te implora!
¡Cúbreme con el haz de tus cabellos,
y apriétame después entre tus brazos,
para morirme de placer en ellos!
Rosas y espinas
Del jardín del amor en un arbusto
dos yemas encontramos,
y una en tu corazón y otra en el mío
solícitos sembramos.
Un sol de fuego fecundó mi entraña;
la tuya, el sol del polo,
y dio mi arbusto flores solamente,
y el tuyo, espinas sólo.
Quiero de ti lo que a brindarme alcanzas:
la espina dolorosa…
¡Por cada espina que mi pecho hiera,
te ofrendaré una rosa!
Acuarelas
VI
Mientras la anciana en el sillón dormita,
aquel buen viejo de la testa cana
vuelve los ojos a la noble anciana,
en otros tiempos su ilusión bendita.
Y al ver pálida, y mustia, y cieguecita
a la que fue de sol, jazmín y grana
añora goces de su edad temprana,
y una perla en su párpado se agita.
Deja el sillón, al despertar, la vieja,
y cada nieto sus quehaceres deja
para ponerse de la anciana al lado;
mas el buen viejo a todos se adelanta,
y con febril solicitud que encanta,
corre a prestarle su senil cuidado.
¡Ella!
Perdonaré la mano que me hiera;
dispensaré, por única venganza,
al que me desaliente, la esperanza,
al falso amigo, la amistad sincera.
¡Todo lo doy por bien! Como bandera
en esta lucha a que el vivir nos lanza,
tengo mi corazón. Su afecto alcanza
a cobijar la humanidad entera.
¡Que me abandonen mis amigos fieles!
¡Que mi voz no obedezcan mis lebreles!
¡Negadme, estrellas, vuestra limpia llama!
¡Negadme vuestro canto, ruiseñores!
¡No perfuméis a mi redor, oh, flores!
Todo lo doy por bien… ¡Ella me ama!
Para hacer un soneto
Lucha primero con fervor constante
para anular lo que te estorbe el paso:
y luego que a la cima del Parnaso
te lleven tus anhelos de gigante,
elige el verbo culto y elegante
que diera prez a Lope y Garcilaso,
y forja el verso, el apolíneo vaso
de esbeltas curvas y cristal brillante.
En molde de tan mágico atavío
has de verter idea tan hermosa
que el mundo, al contemplarla, mire en ella
algo como un cambiante de rocío,
algo como el perfume de una rosa,
algo como el fulgor de alguna estrella.
La jibarita
Por la vereda angosta que baja de la sierra,
y con el calabazo terciado en el cuadril,
poblando viene el aire de rústicas canciones
la jibarita anémica, la jibarita triste,
como una flor escuálida de malogrado abril.
¡Y es bella! Son sus ojos humedecidas murtas
prendidas en jirones de cielo tropical;
su talle y pie menudos; sus labios fueron hechos
de la rosada pulpa que brinda la guayaba,
y son sus blancos dientes botones de azahar.
Allá en la verde cumbre levántase el bohío
de yaguas, superpuestas a débil armazón;
en él jamás penetra la luz de la alegría;
lo bañan a su antojo las lluvias torrenciales,
y mécelo a su antojo del ábrego el furor.
Y allí ¡la pobre! habita… Su traje es un harapo
que cubre a duras penas su cuerpo virginal;
algún jergón le sirve de lecho miserable,
y raros son, muy raros, los venturosos días
en que sus labios tocan el codiciado pan.
Por eso en sus canciones se nota el dejo amargo
del que la ausencia llora de un suspirado bien;
por eso cuando ríe parece que solloza
la bella adolescente de talle y pie menudos
que alberga en sus montañas la pobre Borinquén.
Simbólica figura de esta región tendida
entre apacibles mares y cielo de zafir,
allá va con su carga por la vereda angosta
la jibarita anémica, la jibarita triste,
como una flor escuálida de malogrado abril.
Luz y aroma (A la memoria de Hostos)
¿Quién escaló jamás cima tan alta?
¿Qué más noble misión que la del vate
que cuando tiene que exaltar, exalta,
y si es preciso combatir, combate?
El verso ha de ser luz a cuyos lampos
la muchedumbre se despierte y vea
lo que discurre en los celestes campos,
lo que en el sucio muladar rastrea.
Quien da a los aires la canción insulsa,
quien solamente en lo trivial se inspira,
¡suelte la lira que su mano pulsa,
porque es indigno de pulsar la lira!
Si es que te anima la esperanza ¡oh bardo!
de redimir al pueblo que sucumbe,
sea tu lira al par clarín y dardo:
¡clarín que aclame y dardo que derrumbe!
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