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CUMBRE AMAZÓNICA
Leticia (Colombia), septiembre 06 / 2019
Muy gentil, gracias, hermano Iván (Duque), presidente de la
querida nación colombiana. Gracias a Leticia por la hospitalidad,
tan característica de todo el territorio colombiano. Un saludo
cariñoso a los compañeros Martín (Vizcarra, presidente de Perú), Evo
(Morales, presidente de Bolivia), a las delegaciones que están acá.
Como bien decía Martín, aquí existe no solo una preocupación,
sino también una responsabilidad compartida. Creo que es
momento de dejar de actuar como víctimas y pensar que todos
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somos partícipes de lo que está ocurriendo, ya sea por actos de
omisión o por acción directa.
Si alguien no se sintió afectado y dolido por los incendios de la
Amazonía, seguramente hace rato perdió de vista lo
verdaderamente importante. Ayer, mientras observaba desde el
avión el río Amazonas, recordaba el concepto de las tribus
nativas de que no es un río, sino una gran anaconda que es vida,
y a la vez es muerte.
Como decía Antoine de Saint-Exupéry en labios de El Principito,
lo verdaderamente importante no se ve con los ojos. Algún
momento hay que cerrarlos y, de repente, nos encontramos con
que no vemos un río, sino una gran serpiente originaria: principio
y fin de todas las cosas.
Yo nací en esta vibrante Amazonía. Soy hombre de selva y vibro
en la misma frecuencia que vibran los ríos, que vibran las olas del
mar, que vibran las fases de la luna o el crepitar del fuego para
calentar y dar sosiego al ser humano, no para depredarlo, no
para acabar con la naturaleza. Vibramos en la misma frecuencia
del viento y de los insectos en la selva. Y, en un momento, da la
sensación de que el ruido es tan grande que no nos va a permitir
dormir. Lo mismo pasa con las olas del mar.
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A veces las neurosis, las tensiones de la vida cotidiana, nos dicen:
“parece que no voy a poder dormir” mientras las olas golpean la
playa, “no voy a poder dormir” con el ruido de los insectos. Y no
es verdad. Porque alguna vez fuimos ellos. Porque alguna vez en
la era Arcaica fuimos fuego, fuimos viento, fuimos un reptil, un
anfibio, un insecto. Fuimos un ser primitivo que habitaba la
tierra. Algún momento lo fuimos. Hemos sido absolutamente
todo. Por eso llevamos en nuestro ser la capacidad de vibrar.
Nací en la Amazonía. Conocí el guachanso, la ayahuasca, el
guanto. Conocí las hojas de achira, que permiten hacer estos
techos lindísimos. Y las tribus primigenias saben cómo cuidar
para no dañar la naturaleza.
Nos bañábamos en el río. Era la diversión de las tardes. No había
iPad, ipod. Nos divertíamos despreocupados en un río que tenía
pirarucús, paiches, jandias, que tenía carachamas y pangoras. En
una tierra maravillosa que tenía capironas, cucardas, la flor de
oro.
Y de repente nos topábamos con animalitos como el tigrillo,
como el tigre, al cual le teníamos pavor. No como las serpientes,
a las cuales no les teníamos miedo. Jugábamos con ellas, así
como lo hacían en la antigüedad las sociedades griegas, que
tenían dentro de sus casas serpientes que jugaban con los niños
y no les afectaban en nada. 3
Vibrar en esa frecuencia necesitamos quienes hemos equivocado
el concepto de evolución, y usamos el aire acondicionado en vez
de darnos el sabrosísimo aire de una guairachina. Ese es el
nombre amazónico de este implemento que nos provee un aire
sabroso y, además, nos permite hacer un poco de ejercicio de
brazo.
El poeta, amigo querido, Joan Manuel Serrat, compuso hace
unos cuarenta años una canción. Y algún momento me decía que
ojalá no hubiera tenido que cantarla. Yo estoy de acuerdo con él.
Como la canción está escrita en catalán, idioma originario de
Joan Manuel Serrat, la voy a traducir. Porque, como él mismo
dice, por si acaso hay alguna persona que no hable catalán.
Padre, decidme qué le han hecho al río que ya no canta. Resbala como un
barbo muerto bajo un palmo de espuma blanca.
Padre, que el río ya no es el río. Padre, antes de que vuelva el verano
esconda todo lo que tiene vida.
Padre, decidme qué le han hecho al bosque que no hay árboles. En
invierno no tendremos fuego ni en verano sitio donde resguardarnos.
Padre, que el bosque ya no es el bosque. Padre, antes de que oscurezca
llenad de vida la despensa.
Sin leña y sin peces, padre tendremos que quemar la barca, labrar el trigo
entre las ruinas, padre, y cerrar con tres cerraduras la casa y decía usted,
padre, si no hay pinos no se hacen piñones, ni gusanos, ni pájaros.
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Padre, donde no hay flores no hay abejas, ni cera, ni miel. Padre, que el
campo ya no es el campo. Padre, mañana del cielo lloverá sangre.
El viento lo canta llorando. Padre, ya están aquí... Monstruos de carne con
gusanos de hierro.
Padre, no tengáis miedo, decid que no, que yo os espero. Padre, que están
matando la tierra. Padre, dejad de llorar que nos han declarado la guerra.
(El Presidente entona la canción en su idioma original: catalán)
Realmente hermoso hablar de la Amazonía, acá, en plena
Amazonía. En esta Amazonía tan vibrante, integrada por
aproximadamente el 20% de las selvas que existen en el planeta.
Gracias a esta Amazonía, disminuye el CO2 que consumimos en
nuestro concepto errado de desarrollo, y que se está
convirtiendo en esa capa de CO2, con un efecto invernadero
terrible que calienta la Tierra.
Por eso los casquetes polares se han empezado a derretir; por
eso a nuestras montañas las vemos cada vez con menos nieve.
Estamos matando la Tierra, y somos responsables de aquello.
Que nadie actúe como víctima. Todos somos un poco
corresponsables.
Decía que me enorgullezco de mi origen selvático. Me
enorgullezco de un padre y una madre que, con vocación de
maestros, fueron creando escuelas en la Amazonía, hasta llegar
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al sitio del río Napo en la frontera con el hermano Perú. Ahí nací
yo. A treinta días en canoa hasta el primer sitio poblado. Ahora,
en canoa de motor hasta Iquitos me decían que demora tres
horas y media.
Nuestras tribus primigenias les ponen a los árboles nombres de
personas, y los tratan como hermanos. Es el hermano río, el
hermano animal, la hermana selva, el hermano árbol, la hermana
planta. Y por cierto, es el hermano ser humano también.
Bien lo decía el hermano Evo Morales: en Ecuador, la
Constitución tiene un acápite maravilloso que habla de defender
los derechos de la naturaleza. La naturaleza es sujeto de
derechos. Sujeto de derechos que pueden ser reclamados por
cualquier persona en cualquier momento, exigiendo ese
cumplimiento que permite la maravillosa exuberancia de nuestra
Amazonía.
En la Amazonía de Ecuador tenemos tal cantidad de etnias, como
los Secoyas, los Iwias, los Naporunas, los Shuaras, los Achuaras,
los Cofanes, los Záparos, los Tagaeri, los Taromenane, los
Oñamenane. Y con toda seguridad, en la Amazonía de ustedes
también existe una cantidad inmensa de tribus primigenias que
merecen que las respetemos, que merecen inclusive su proceso
de evolución. Si quieren o no integrarse, debe ser una cuestión
decidida por ellos.6
Nosotros hemos manifestado desde el primer momento la
solidaridad con los pueblos afectados por esta quema
indiscriminada de nuestra querida Amazonía. Hemos enviado
tres brigadas de especialistas en fuego, en desastres
ambientales, para que puedan colaborar, porque eso es un
problema de todos.
Por eso creo que es importante dar el salto ya. Cambiar el
concepto de evolución y desarrollo. Lo hemos equivocado, lo
hemos vuelto egoísta, depredador, consumista. En reemplazo de
ello deberían estar los conceptos de solidaridad, de conservación
de responsabilidad con el medio ambiente.
Ecuador promueve la bioeconomía, es decir vivir en armonía con
la naturaleza, un tema que con seguridad va a ser tocado hoy y
será incluido en este plenario y en las conclusiones de esta
Cumbre de Presidentes por la Amazonía, que le hemos
denominado el Pacto de esta querida ciudad de Leticia.
Queremos reconocer el derecho de nuestros hermanos indígenas
a seguir viviendo, a seguir procesos de desarrollo como ellos
deseen hacerlo. En Ecuador hay tribus que todavía no están
contactadas, y hemos tenido el respeto de no molestarlos, de
respetar inclusive su ciclo de vida. Su carácter errante, que en
ocasiones nos puede parecer un poco primitivo, para ellos
significa la vida, el permitir que la felicidad de la naturaleza 7
vuelva a cobrar vida y esté ahí, para que ellos vuelvan a utilizar
sus servicios y los productos que ella provee.
El hermano Martín Viscarra manifestaba que esto no solamente
es una responsabilidad de todos, sino que además debe
convertirse en una convocatoria para acciones que
definitivamente frenen la depredación de la Amazonía. Y El
hermano Evo Morales manifestaba que la naturaleza no nos
necesita. Y es verdad. Pero nosotros no podemos prescindir de
ella, precisamos de ella de manera continua.
Por eso se ha dicho con toda razón que, si solo una especie a la
cual nosotros no le prestamos mucha atención, como los
insectos, desaparecería de la tierra, el ser humano no
sobreviviría más allá de diez años. Pero. ¡oh diferencia!, si el ser
humano desparecería de la Tierra, ésta volvería a tener su
exuberancia y la felicidad, feracidad y los ciclos naturales que
siempre tuvo.
El desarrollo sostenible no es una noción que deber ser
únicamente inventada y desarrollada en los foros. El desarrollo
sostenible es una práctica cotidiana. No podemos vivir en la nube
de los conceptos. Debemos aterrizarlos, debemos poner el oído
en la tierra y saber lo que necesita y lo que desea, para seguir
proveyéndonos toda la maravillosa diversidad de la que
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permanentemente disfrutamos, en su paisaje, en su diversidad
preciosa de fauna, de flora.
Debemos aprender a convivir con la naturaleza, respetándonos
mutuamente. La naturaleza, decía el hermano Evo, es una
energía viva. Debemos abandonar la creencia de que todo debe
tener una explicación materialista. ¡No es verdad!
Por eso, cuando sobrevuelen la Amazonía y vean un río,
procuren ver lo importante, como decía Antoine de Saint
Exupéry. Que vean esa anaconda. Cierren los ojos para poder ver
lo importante. Lo importante que son la conservación, una
bioeconomía y el vivir con armonía de esa naturaleza fecunda.
Quizá porque la madre naturaleza es tan generosa, los
amazónicos consideramos la selva como nuestra casa grande, en
donde todos viven y ayudan a vivir, respetando el espacio de
cada uno, reconociéndonos diversos, complementarios y
necesarios. ¡No somos suplementarios, somos complementarios!
¡Debemos aprender a vivir con ella!
A ello los investigadores y científicos le llaman equilibrio, le
llaman resiliencia, le llaman sostenibilidad. Para los amazónicos,
todo eso viene en nuestros genes. Los amazónicos ponemos
nombres de personas a la gente, a los animales, a las plantas y
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ríos. Porque todos somos parte de la misma casa, de la misma
familia, de la misma vida.
Termino con el pensamiento de un cacique sioux, que algún
momento manifestaba:
Somos hermanos del siervo, somos hermanos del bisonte,
somos hermanos de la tierra que habitamos, aquí en esta tierra
están enterrados los espíritus de nuestros antepasados, somos
hermanos del río. El momento en que ninguno de ellos exista, el
momento en que la naturaleza desaparezca, el momento en
que el último árbol se extinga, el momento en que el último
animalito desaparezca, el ser humano morirá de una
ineluctable y terrible soledad.
Muchísimas gracias.
LENÍN MORENO GARCÉS
Presidente Constitucional de la República del Ecuador
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