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X. Congreso Español de Sociología
Grupo de trabajo 27. Sociología del Tiempo
Comunicación definitiva
El tiempo como ámbito de intervención: potencialidad, desarrollo y alcance de
las políticas de tiempo desde una perspectiva de género1.
Matxalen Legarreta Iza. Universidad del País Vasco
matxalen.legarreta@ehu.es
Hablar de tiempo, en vez de horario, como lo hacemos en la propuesta de ley de
iniciativa popular Las mujeres cambian los tiempos, no es una sutil distinción filosófica.
Cordoni (1993:221)
Introducción
Las políticas de tiempo nacen en Italia a finales de 1980, a partir de una
propuesta de ley desarrollada y promovida por las mujeres del Partido
Comunista. La iniciativa marca un hito en este terreno; no hay texto ni
conferencia donde se hable de políticas de tiempo que no haga mención a ella.
No obstante, las diferentes experiencias que se han llevado a cabo en este
sentido, tanto en Italia como en el resto de Europa, se caracterizan por tener una
trayectoria relativamente corta, fragmentaria y desigual. Se puede afirmar, por
tanto, que las políticas de tiempo no han desarrollado todo el potencial que
engloba la propuesta inicial para avanzar hacia unas relaciones sociales más
equitativas e igualitarias. Por ello, resulta oportuno ofrecer una reflexión sobre
su origen y trayectoria, puesto que todavía puede parecer costoso percibir todas
las posibilidades que ofrece el tiempo como ámbito de intervención.
1 Agradezco a Mitxel Villacorta que haya compartido su pasión por el tiempo conmigo, sus reflexiones y sugerencias me han ayudado a clarificar y desarrollar algunas de mis intuiciones y me han servido de gran ayuda a la hora de afinar y depurar algunas partes de este texto. Quiero dar las gracias, asimismo, a los participantes de la red de intercambio Instinto Precario que me han asesorado con las traducciones. No obstante, la responsabilidad última de lo presentado es exclusivamente mía.
1
La comunicación que se presenta a continuación, nace de la inquietud que
plantea esta constatación y surge con el objetivo de realizar un esfuerzo por
sacar a la luz, en la mayor media posible, el potencial y las posibilidades que
ofrecen las políticas de tiempo desde una perspectiva de género. En esta línea, se
sostiene que la propuesta de ley italiana presenta una riqueza y un potencial que
no han sido suficientemente reconocidos ni desarrollados hasta el momento y,
por consiguiente, se propone una relectura de la misma, a partir de las
posibilidades que ofrece, principalmente, en relación a la redistribución y
valoración del trabajo doméstico y de cuidados.
Con esta finalidad, el texto se divide en cuatro apartados. El primero analiza
la propuesta de ley Las mujeres cambian los tiempos, que se halla en el origen
de las políticas de tiempo, incidiendo en los tres aspectos temporales que abarca:
el tiempo en el arco de la vida, el tiempo en el trabajo y el tiempo en la ciudad.
En el segundo epígrafe se aborda el desarrollo de la propuesta en Italia y la
puesta en marcha de políticas de tiempo en el conjunto de Europa, para analizar
el desarrollo práctico que ha tenido el planteamiento italiano. El tercer apartado,
se detiene en una experiencia concreta relacionada con las políticas de tiempo, el
banco de tiempo, por ser probablemente la que mayor impacto ha tenido tanto en
nuestro contexto más cercano como a nivel internacional. El cuatro, tiene como
objetivo subrayar la importancia de las políticas de tiempo en el contexto actual,
mostrando la riqueza analítica y conceptual de la propuesta italiana, así como su
gran potencial para la intervención política y social con perspectiva de género.
Por último, se ofrece una reflexión final a modo de conclusión.
Antecedentes: la propuesta de ley Las mujeres cambian los tiempos
La mujeres cambian los tiempos (Le donne cambiano il tempo) es una
propuesta de ley de iniciativa popular impulsada por las mujeres del Partido
Comunista Italiano a finales de los años 80. Se termina de redactar el 4 de Abril
de 1990 y cinco días después, da comienzo la recogida de firmas para llevarlas
ante el Congreso. La iniciativa logra un eco importante en la sociedad italiana y
en octubre del mismo año se presentan 300.000 rubricas. La acción tiene como
objetivo último incentivar un proceso debate sobre los fundamentos en los que
2
se basa la estructura social para, de esta forma, convertirse en una “hipótesis de
cambio” de la manera de entender el tiempo, el trabajo y las funciones de
hombres y mujeres en la sociedad (Cordoni, 1993:223). Por primera vez, se
reconoce que el tiempo es un problema político: la definición de tiempo y la
configuración social de la ordenación temporal vigente se problematizan,
poniendo de manifiesto las relaciones de poder sobre las que descansan, así
como su carácter social, histórico y contextual. El tiempo se identifica como una
construcción social sobre la que se puede intervenir. La iniciativa se convierte,
de esta forma, en la antesala de las políticas de tiempo.
La propuesta de ley promueve un reparto igualitario de derechos y deberes en
la sociedad, partiendo de la relevancia de las actividades desarrolladas
tradicionalmente de forma no remunerada por las mujeres en el entorno
doméstico-familiar. Con ello, se pretende sacar a la luz dichas ocupaciones, para
darles la centralidad que se merecen en la vida social, económica y política y
dotarlos, de esta forma, de valor y reconocimiento. Desde esta perspectiva, se
reclama una nueva organización social y económica basada en un renovado
pacto social que promueva el equilibrio entre hombres y mujeres en todos los
ámbitos de la vida. Asimismo, se cuestiona una ordenación temporal
fundamentada en la centralidad del trabajo retribuido que, reemplazando los
ritmos circadianos, estructura el día de forma lineal y predecible, en una
secuencia dividida en tres momentos: ocho horas de trabajo, ocho horas de
tiempo libre y ocho horas de descanso.
Esta organización temporal invisibiliza la existencia de otros tiempos -no tan
fácilmente programables ni previsibles (Legarreta, 2008 y 2009)- dedicados a la
reproducción de la vida: a cubrir las demandas y necesidades del ámbito
doméstico-familiar. Por eso, la propuesta de ley reclama tiempo de vida, como
una reivindicación política que conlleva un cambio radical de la organización
social y de su cosmovisión temporal hegemónica, que en la actualidad se
fundamenta sobre una estricta división de los roles de género: el hombre
participa en el mercado laboral, mientras la mujer se hace cargo del trabajo
doméstico y de cuidados en el hogar y, si desempeña también un trabajo
remunerado, éste es considerado como subsidiario. El planteamiento de las
3
italianas apuesta por “afirmar la dignidad de todos los tiempos y revalorar la
vida cotidiana, modificando actitudes, comportamientos y relaciones de poder
entre hombres y mujeres” (Cordoni, 1993:225).
Dicha reivindicación trastoca la división de roles, de tareas, de
responsabilidades y, sobre todo, de tiempos, así como su jerarquización. De esta
forma, se subraya el valor social de los cuidados, para proponer una relación
bidireccional en torno a ellos: todas las personas en todos los momentos de la
vida tienen el derecho de prestar y recibir cuidados. Éste se constituye como un
derecho universal de toda la población, y se erige como un aspecto medular de la
ciudadanía, desestabilizando así la centralidad y los privilegios de la población
con empleo. Desde esta perspectiva, se proclama el derecho y la capacidad de
todas las personas de dar y recibir cuidados, en todas las etapas del ciclo vital y
se dota de voz propia a la población más frágil (niños y niñas, población
anciana, y otras personas que precisan especial atención) que, hasta el momento,
“han sido representadas por medio de las mujeres” (Cordoni, 1993:225).
Asimismo, a partir de este postulado se pone en tela de juicio la dicotomía que
se establece en torno a la autonomía y la dependencia, pudiéndose entrever
cierta relación entre la propuesta italiana y los debates más actuales y novedosos
que se están desarrollando hoy en día entorno al care2, que apelan a una noción
extensa e inclusiva de vulnerabilidad, rompiendo así con el mito de la autonomía
plena (Paperman, 2004; Adan, 2010).
Desde esta perspectiva, se reivindica el derecho de todas las personas de
hacer uso de la capacidad para decidir y negociar sobre su propio tiempo. De
modo que se pretende superar la actual organización social que conlleva una
vida a “tiempo único” regida por las demandas y necesidades del mercado en el
caso de los hombres y por las exigencias del entorno doméstico-familiar en el
caso de las mujeres. La autogestión del tiempo propio se convierte en un potente
2 El concepto care (una noción que hace referencia a los cuidados pero que, por los matices que contiene, es de difícil traducción a otros idiomas) hace referencia a una línea de investigación que nace en el ámbito anglosajón pero que está teniendo un amplio calado también en otros países, de modo que se ha llegado a afirmar que el care “pertenece ahora al lenguaje comunitario europeo” (Letablier, 2007: 65). Se ofrece una reflexión interesante sobre la conceptualización del care y su evolución en Europa en Letablier, 2007.
4
postulado político, puesto que lo que está en juego es la capacidad de acción y
empoderamiento de todas las personas, sea cual sea su situación vital.
Los fundamentos en los que se concreta la propuesta de ley se dividen en tres
apartados que engloban un total de 32 artículos. Cada apartado, o Título, hace
referencia a un ámbito de intervención concreto: el tiempo en el arco de la vida,
el tiempo en el trabajo y el tiempo en la ciudad. Se puede constatar, por tanto,
que cada Título se constituye sobre una concepción de tiempo diferente, pero
complementaria con el resto, de modo que la propuesta apela a una definición
del tiempo amplia y multidimensional. De este modo, se abordan desde los
aspectos temporales más íntimos y personales, hasta los externos y estructurales,
pasando por un nivel intermedio en el que el tiempo se concibe como un recurso
del que eventualmente se dispone para poder obrar. La propuesta de ley aborda,
por tanto, el tiempo desde tres perspectivas diferentes3:
a) El tiempo encarnado: es el tiempo del cuerpo, relacionado con la edad
y el ciclo vital.
b) El tiempo como recurso: es un tiempo del que se dispone (o no) para
poder hacer con él lo que se quiera (o pueda): comprarlo, venderlo,
regalarlo, compartirlo, donarlo…
c) Y, por último, el tiempo como marco: es el tiempo percibido como
algo externo, impuesto, ajeno a las personas y a las relaciones entre
ellas, pero que estructura y posibilita su cotidianidad.
A continuación, se aborda cada uno de los Títulos de la propuesta de ley, con
la intención de mostrar la diversidad y riqueza de los planteamientos que
engloban.
3 Estas tres perspectivas (tiempo como recurso, tiempo como marco y tiempo encarnado) se desarrollan con más precisión en la propuesta tiempo donado, una apuesta conceptual que pretende ofrecer aperturas analíticas para el estudio del trabajo doméstico y de cuidados desde la centralidad del tiempo, superando antagonismos metodológicos, aparentemente irreconciliables, entre la perspectiva distributiva y la estructural (Legarreta, 2008, y 2009).
5
“El tiempo en el arco de la vida”
El primer Título de la ley se denomina “El tiempo en el arco de la vida”. En
él se cuestiona la linealidad del modelo de desarrollo vital que se articula desde
la centralidad del tiempo dedicado al mercado. El tiempo de trabajo remunerado
es el que estructura la trayectoria vital masculina, de modo que el ciclo vital se
estructura según una ordenación temporal lineal que, desde la centralidad de la
lógica mercantil, define una secuencia (previsible) compuesta de tres etapas
vitales: niñez y juventud-formación (preparación para el mercado laboral), edad
adulta-participación en el mercado laboral y vejez-jubilación (retirada del
mercado laboral). Esta perspectiva no contempla el tiempo dedicado al ámbito
doméstico-familiar, ni la importancia de los ritmos biológicos, como por
ejemplo, la edad reproductiva de las mujeres. Este enfoque además, omite que
las experiencias de las mujeres en relación al mercado no se definen por su
linealidad, sino por la intermitencia, por las entradas y salidas, y la necesidad de
compatibilizar (simultanear, sincronizar) constantemente los tiempos laborales y
los tiempos de cuidados.
Por todo ello, la ley contempla la necesidad de poner el foco de atención en
las edades y el ciclo vital, subrayando la importancia de todas las etapas de la
vida: desde el momento del nacimiento hasta la vejez. Se coincide, de esta forma
con otros trabajos que subrayan que los ritmos del cuerpo son inseparables del
ser humano, del bienestar y de los ritmos sociales de la vida cotidiana (Adam,
1999:45). Este apartado de la propuesta de ley tomo como eje vertebrador el
tiempo del cuerpo, un tiempo encarnado, incorporado, que es parte esencial del
ser humano. Es el nivel más micro al que hace referencia la propuesta. El Título
se configura, asimismo, a partir del derecho universal de dar y recibir cuidados,
de forma que se reconoce el derecho a prestar cuidados también a las personas
que no tienen una relación formal con el mercado laboral. Para ello, se propone
una renta básica garantizada por el Estado.
Teniendo en cuenta todo ello, la propuesta defiende un modelo de trayectoria
vital en el que sea posible compaginar la etapa escolar y el trabajo retribuido, y
en el que se puedan tener momentos para la formación y el estudio, excedencias
6
parentales y familiares y por asuntos propios en el trascurso de la vida laboral.
Con esta finalidad se proclama el derecho de hombres y mujeres a separase
temporalmente del mercado, para estudiar, para ocuparse de las hijas y los hijos,
para cuidar de una persona enferma, para el trabajo comunitario o, simplemente,
para tener más tiempo para sí. No obstante, con el fin de que estas medidas no
reproduzcan ni refuercen los roles de género, ni el papel de la mujer como
responsable del ámbito doméstico-familiar, la propuesta de ley plantea,
paralelamente, la necesidad de idear propuestas y actuaciones que favorezcan el
desarrollo de una revolución cultural que posibilite un reparto equitativo de los
cuidados entre hombres y mujeres.
“El tiempo en el trabajo”
El segundo Título es el llamado “El tiempo en el trabajo”. Aborda la gestión
de los horarios y de las jornadas laborales, subrayando que el remunerado es tan
sólo uno de los trabajos sobre los que se sostiene la sociedad. Las reformas
propuestas en relación al tiempo dedicado al mercado laboral vienen aquí de la
mano de una redistribución del trabajo doméstico y de cuidados, basado en la
corresponsabilidad. Se puede afirmar que, desde esta perspectiva, el tiempo es
considerado un recurso que se vende y se compra en el mercado laboral, pero
que interactúa inevitablemente en el día a día con un tiempo de trabajo
doméstico y de cuidados que opera en una lógica distinta (pero no
necesariamente opuesta) a la del mercado4. Se reivindica así la existencia de un
tiempo de cuidado que, en el caso de las mujeres, no debe ser identificado como
tiempo libre, pues el cuidado es ante todo trabajo.
4 En otros trabajos (Legarreta, 2008 y 2009), se propone que el ámbito doméstico opera según una lógica más cercana a la reciprocidad y el intercambio que conlleva el don. Una relación que se sostiene sobre una paradoja, pues supone que bajo la forma de regalos realizados aparentemente de forma altruista, la circulación de dones (intercambio de tiempo de trabajo doméstico y de cuidados, en este caso) tiene carácter obligatorio y supone un interés. Lo que se dona es aquello que no se vende, ni se compra, pero tampoco se regala: el don comporta aceptación y retorno. Conceptualizar el tiempo de trabajo doméstico y de cuidados como tiempo donado permite realizar un análisis de las relaciones del entorno doméstico-familiar desde la centralidad del tiempo, a partir de una concepción amplia y multidimensional que incluye aspectos que escapan a la cronometrización y que, por tanto, no se pueden estudiar a través de otros medios, como por ejemplo, las Encuestas de Empleo del Tiempo: responsabilidad, disponibilidad, implicación, tiempo de presencia, aspectos morales, relacionales, afectivos y relaciones de poder, entre otros.
7
Partiendo de este enfoque, se propone la reducción de las horas de trabajo
remunerado, así como la flexibilización y articulación de las jornadas laborales
tanto para mujeres como para hombres, de modo que ambos puedan disponer de
más tiempo para los cuidados, y no sólo con el fin de lograr más tiempo de ocio
o tiempo libre. En este sentido, una vez más, se insiste en que la flexibilización y
articulación de las jornadas laborales debe ir acompañada de medidas
encaminadas hacia un reparto equitativo del trabajo doméstico y de cuidados,
que promueva la corresponsabilidad en el hogar, para evitar que se reproduzcan
y refuercen los roles tradicionales de género.
La propuesta toma en consideración también la proliferación, en las
sociedades de servicios, de trabajos remunerados con jornadas no estandarizadas
(horarios nocturnos y jornadas laborales de fin de semana, por ejemplo) y sus
demandas específicas. Por ello, propone la mejora en la calidad de las
condiciones de trabajo de dichos empleos, a través de una regulación más
adecuada de las jornadas laborales: alternar los horarios de noche con horarios
de día y una jubilación anticipada para las personas con ocupaciones
especialmente fatigosas y pesadas, entre otros. Subraya asimismo, que el trabajo
extraordinario ha de ser una excepción y no la regla, y que ha de tener
ineludiblemente carácter voluntario. Las medidas que se engloban bajo este
Título conllevan no sólo la liberación de un tiempo para el no mercado, sino
también la creación de empleo. Todo ello, sin descuidar el papel de los
sindicatos como mediadores entre los empleados y empleadas y la patronal, a la
hora de impulsar un mayor equilibrio entre los derechos individuales y
colectivos de los hombres y las mujeres con empleo.
Desde esta perspectiva, se descartan como solución otras estrategias que
proliferan principalmente en los países del norte de Europa, como el part-time o
el job-sharing5, por considerar que este tipo de empleo, fundamentalmente
femenino, no es más que una vía para que las mujeres puedan conciliar el trabajo
5 El part-time hace referencia al empleo a tiempo parcial. El job-sharing, por su parte, es una modalidad de empleo en la que dos personas que trabajan a tiempo parcial comparten el mismo puesto de trabajo y realizan el trabajo que desempeñaría una persona con una jornada completa, en este caso, la remuneración es también compartida. A menudo, en este tipo de empleos la reducción de tiempo de trabajo viene acompañada de una reducción del salario y de los derechos y beneficios laborales.
8
remunerado y sus responsabilidades doméstico-familiares. La propuesta de ley
va más allá en sus planteamientos pues tiene como objetivo “la superación de
la hipótesis de la conciliación de los papeles y, por tanto, de la concepción de la
familia como lugar elegido para satisfacer, a través del trabajo invisible y
gratuito de las mujeres, las necesidades y los derechos no reconocidos”
(Cordoni, 1993:225; la cursiva es mía).
0.1. “El tiempo en la ciudad”
El tercer y último Título se denomina “El tiempo en la ciudad” y trata los
aspectos temporales desde una perspectiva que va más allá del empleo que las
personas hacen del tiempo. En la ciudad los ritmos colectivos cobran vida propia
y se desligan de las individualidades que las componen. Por ello, se puede
representar el tiempo de la ciudad siguiendo la imagen de un marco o un
entorno en el que se desenvuelve la vida cotidiana. Es un tiempo externo,
impuesto, que organiza y ordena, y que permite a las personas, con mayor o
menor éxito, planear y regular su vida diaria en él. Este Título, por lo tanto, se
ocupa de la planificación y organización de los tiempos de las ciudades y otorga
el poder de regularlos a los Ayuntamientos locales.
La propuesta parte de la constatación de que la desincronización de los
horarios de los servicios y la falta de correspondencia entre éstos y los horarios
laborales, afecta de forma más acusada a las mujeres que a los hombres. Son
ellas las que, al asumir tradicionalmente las responsabilidades doméstico-
familiares y de cuidados, se hacen cargo de la mediación entre las demandas y
necesidades de los miembros de la familia y los servicios públicos y privados
que las cubren. Se convierten así en protagonistas de la gestión y coordinación
de los diferentes horarios de la ciudad, y ésta se organiza sobre el hecho de que
ellas se hacen cargo de dicha mediación como parte de sus ocupaciones y
deberes doméstico-familiares. De esta forma, se naturaliza tanto el papel de las
mujeres como mediadoras entre la familia y los servicios, como la asunción por
parte de ellas de las ocupaciones, deberes y responsabilidades del entorno
domésico-familiar, al tiempo que no se toma en consideración que, cada vez en
mayor medida, participan también en el mercado laboral.
9
La propuesta de ley critica también la falta de coordinación entre los diversos
agentes que participan en la toma de decisiones en torno a los horarios de los
servicios públicos y privados: guarderías, medios de transporte, oficinas
administrativas y servicios sanitarios, entre otros. Por ello, propone que se
otorgue a los Ayuntamientos el poder de ordenar y coordinar los horarios que
regulan las actividades y el ritmo de la ciudad, a través de los planes de
ordenación de los tiempos. Asimismo, se apunta que dichos planes deben tener
en consideración las opiniones y demandas de todas las partes implicadas
(administración pública, comercio, empresas privadas, sindicatos, ciudadanos y
ciudadanas…) a través de la creación de una comisión para la consulta
permanente sobre tiempo, que garantice que los derechos de la población
involucrada no sean vulnerados. Se establece que las mujeres han de tener un
protagonismo especial en dichos foros porque, hoy por hoy, siguen asumiendo
su tradicional función de mediación entre las familias y los servicios.
La propuesta de ley plantea también otra serie de medidas que contemplan,
entre otras, agilizar los trámites administrativos, así como la posibilidad de que
los Ayuntamientos cobren tasas para mejorar y ampliar los servicios que ofrece
la ciudad, y que dichas tasas puedan ser abonadas por la ciudadanía, al menos en
parte, en términos de tiempo y no de dinero (por ejemplo, realizando algún
trabajo que aporte un beneficio a la comunidad).
Desarrollo y alcance de las políticas de tiempo
La propuesta italiana no llega a constituirse como ley en su totalidad, pero
sirve para impulsar interesantes experiencias y normativas, tanto en Italia como
en el conjunto de Europa, en relación, sobre todo, a las políticas de tiempo de la
ciudad. Una de las primeras es la iniciativa llevada a cabo en 1987 en la ciudad
de Módena por su alcaldesa, que cuenta con medidas destinadas a la mejora de
algunos horarios de la ciudad, como por ejemplo, de las guarderías (Recio,
2009:40-41). Tres años después, se aprueba en Italia, la ley 142/90 que conlleva
una reforma de las autonomías locales y que, en el artículo 36, reconoce a los
alcaldes y alcaldesas la posibilidad de administrar de forma autónoma los
horarios públicos y privados de su ciudad, según las exigencias de la ciudadanía.
10
Ciudades como Florencia, Milán, Roma o Turín activan este tipo de planes
(Bonfiglioli, 2008:94; Boccia, 2003:5)
Asimismo, el 8 de Marzo del año 2000, Livia Turco, una de las personas
determinantes a la hora de elaborar e impulsar la propuesta de ley, logra aprobar
en calidad de ministra de lo social, la Ley 53/00, conocida también como Ley
Turco. Dicha ley regula tres aspectos básicos de la vida cotidiana, que se
incluyen por primera vez en una misma normativa: las bajas por maternidad y
paternidad, las bajas por derechos al cuidado y a la formación, y la coordinación
de los horarios dentro de las ciudades. A partir de este momento, se instituyen
las oficinas del tiempo en todas las ciudades italianas mayores de 30.000
habitantes, y se promueven los bancos de tiempo. Se puede afirmar que la Ley
Turco fija las bases del desarrollo de las políticas de tiempo en Italia. A partir de
ella, se le suman a la legislación de ámbito nacional las leyes regionales,
principalmente, en zonas del centro-norte del país, la mayor parte de ellas
inciden en el tercer Título de la propuesta de ley (el tiempo en la ciudad) y no
actúan de forma transversal6.
Las políticas de tiempo se desarrollan también en el resto de Europa, si bien
de momento, no se puedan encontrar iniciativas que abarquen en su totalidad la
riqueza y potencialidad de la propuesta Las mujeres cambian los tiempos.
Siguiendo otros trabajos7, se puede afirmar que, las políticas de tiempo en
Europa se caracterizan por un desarrollo parcial y desigual. No todas las
experiencias que se han llevado a cabo en este terreno cumplen de forma integral
con los objetivos con los que nacen dichas políticas, ni contemplan la
perspectiva de género.
El enfoque relacionado con el ciclo vital ha sido el que ha tenido un arranque
más tardío y, en la actualidad, se concreta únicamente en el ámbito de la
investigación y el estudio, y no tanto en la puesta en marcha de actuaciones y
medidas específicas. El ejemplo paradigmático en este sentido lo constituye la
6 Se ofrece una relación de las leyes aprobadas en Italia en Bonfiglioli (2008:94-95).7 Se realiza un análisis más exhaustiva del desarrollo y alcance de las políticas de tiempo en Europa en: Boccia (2003), Bonfiglioli (2008 y 2009), Boulin y Mückenberger (1999), Boulin (2006), Mückenberger (2007 y 2008), Recio (2009) y Torns, Borrás, Moreno y Recío (2008), entre otros.
11
línea de investigación que se crea bajo el auspicio de la Fundación Europea para
la Mejora de las Condiciones de Vida y Trabajo (EUROFOUND) que, hasta el
momento, se ha traducido en la materialización de en cinco informes (Klammer,
Muffels y Wilthagen, 2008). Dichas investigaciones se fundamentan en una
perspectiva diacrónica del tiempo de trabajo remunerado y de las trayectorias
laborales, tomando como punto de referencia la mención que se hace en el
acuerdo de Lisboa del año 2000 a la necesidad de repensar la distribución de los
periodos de trabajo, ocio, formación y cuidado de las personas durante el ciclo
de vida laboral. Se ha de advertir que las propuestas que se desarrollan en esta
línea no siempre se identifican como políticas de tiempo, ni coinciden
necesariamente con los ejes de actuación desarrollados por la propuesta de ley
italiana. Pese a ello, su relevancia reside en que incorporan al análisis una
dimensión temporal relacionada con el ciclo vital con el fin de procurar una
mejora en la calidad de vida y el bienestar a la población empleada (Torns,
Borrás, Moreno, y Recio, 2008:83).
Las políticas de tiempo de trabajo, han tenido una trayectoria mucho más
dilatada, que se concreta en normativas y medidas implementadas tanto a escala
nacional (la semana de 35 horas en Francia, el modelo Finlandés 6+6 y las
medidas Work & Life Balance en el Reino Unido, por ejemplo) como a nivel
europeo (las políticas de conciliación). En otros trabajos (Torns, Borrás, Moreno
y Recio, 2008: 79-80) se pone de manifiesto que, en la mayor parte de los casos,
dichas políticas, no han tenido el éxito esperado, porque tropiezan con esquemas
y representaciones mentales que priman una cultura del trabajo presencial y una
reducción de la jornada laboral diacrónica y acumulativa, frente a la disminución
sincrónica y cotidiana de horas8. Asimismo, se subraya que las iniciativas no
ponen en tela de juicio la centralidad del tiempo dedicado al mercado ni su
carácter cronométrico y, en este sentido, están dirigidas a la regulación de las
jornadas laborales de la población con empleo y repercuten principalmente en
aquella parte de la población asalariada que goza de mayor estabilidad y mejores
condiciones laborales.8 Una reducción de la jornada laboral sincrónica y cotidiana puede suponer, por ejemplo, trabajar una hora menos al día durante toda la semana, de lunes a viernes; mientras que una reducción de la jornada diacrónica y acumulativa puede conllevar, trabajar las mismas horas todos los días pero librar viernes, sábado y domingo (o trabajar también el viernes pero tener más días de vacaciones).
12
Las políticas relacionadas con el tiempo de la ciudad, por su parte, se
desarrollan en Europa en los últimos años con cierto éxito, llegando a
consolidarse en Barcelona, en febrero de 2009, una Red de Ciudades Europeas,
con el fin de avanzar hacia una definición conjunta de políticas de tiempo y su
implementación9. Se puede afirmar, por tanto, que son las que han logrado tener
un mayor impacto, aunque no cuentan con el nivel de desarrollo que se observa
en Italia, pues a menudo se trata de proyectos piloto que, por diferentes razones,
no llegan a implementarse de forma definitiva (Mückenberger, 2007: 16). Las
propuestas y proyectos son diversos y no en todos los casos se crean en
condiciones similares, ni se desenvuelven en la misma dirección10.
Este tipo de iniciativas parten de una concepción del bienestar cotidiano
fundamentado en un modelo urbano caracterizado por la proximidad y la
accesibilidad, y tienen como objetivo avanzar hacia la consecución de una
mayor armonía y sincronización entre los ritmos colectivos de la ciudad y los
ritmos individuales de sus habitantes. Por ello, se puede afirmar que, en cierta
medida, superan el determinismo mercantil que caracteriza a las políticas de
tiempo de trabajo, si bien a la hora de evaluar su impacto efectivo, se ha puesto
de manifiesto que las políticas urbanas de tiempo no consiguen romper con la
división sexual del trabajo ni con las desigualdades de género, sobre todo en
relación al reparto de la carga global de trabajo (Torns, Borrás, Moreno y Recio,
2008:83). No plantean medidas específicas destinadas a promover un reparto
equitativo del trabajo doméstico y de cuidados entre hombres y mujeres basado
en la corresponsabilidad. Además, no siempre nacen con la pretensión con la que
se constituyen en la propuesta de ley de Italia y, a menudo, su desarrollo no
9 En la reunión fundacional de la Red de Ciudades Europeas participan más de cincuenta representantes provenientes principalmente de ciudades y regiones de Italia y Francia, pero también de Holanda, así como de numerosos ayuntamientos españoles (sobre todo catalanes). Se ofrece más información sobre este encuentro en la siguiente página web: http://www.jornadausosdeltemps.net/es/red_ciudades.10 En Alemania, por ejemplo, ciudades como Bremen o Hamburgo cuentan con iniciativas de este tipo; en Francia, se despliegan más de cien programas en el marco del proyecto Eurexter; también en Holanda y, en cierta medida, en el Estado español se han comenzado a desarrollar políticas en esta dirección (Boulin, 2006: 193-206, Mückenberger, 2007). No obstante, no en todos los países se implementan de igual manera ni con la misma orientación. En Alemania han sido promovidos principalmente desde la sociedad civil, mientras que en Francia se han apoyado en mayor medida en las decisiones políticas, y en Holanda, si bien siguen una línea fundamentalmente vertical en su comienzo, han sido acompañadas paulatinamente de iniciativas impulsadas por la sociedad civil (Mückenberger, 2007: 15-17).
13
depende tanto del éxito efectivo que hayan podido tener sino de otros factores
externos, como por ejemplo, las fuentes de financiación (Mückenberger, 2008).
En el Estado español, las políticas de tiempo han tenido un desarrollo tardío.
La Ley Orgánica de 3/2007, de 22 de Marzo, para la igualdad efectiva de
hombres y mujeres, en el Artículo 22, otorga a las corporaciones locales el poder
de establecer Planes Municipales de organización del tiempo de la ciudad, para
avanzar hacia un reparto equitativo de los tiempos entre mujeres y hombres. En
este sentido, según la ley, el Estado podrá prestar asistencia técnica para la
elaboración de estos planes. La mención a esta disposición supone una
invitación explícita a la implementación de políticas de tiempo y un primer paso
para su desarrollo. No obstante, el Estado español cuenta todavía con una
trayectoria exigua en este campo, pues no son muchas las ciudades o
Comunidades Autónomas que realicen una gestión sensible a la dimensión
temporal11. La excepción más representativa en este sentido, la constituye la
Concejalía Nuevos Usos Sociales del Tiempo (NUST) de Barcelona, creada a
finales de 2003, la primera concejalía de tiempo que existe en el Estado12.
Los bancos de tiempo
Los bancos de tiempo se constituyen probablemente como las iniciativas que
mayor eco han tenido en el marco de las políticas de tiempo, tanto en nuestro
contexto más cercano, como a nivel internacional. Son sistemas locales de
intercambio que toman como unidad de valor y de cambio el tiempo y se
instituyen como experiencias desarrolladas por un conjunto de personas, que
participan en los mismos con el fin de intercambiar prestaciones y servicios. El
valor del trueque se establece en relación al tiempo empleado para desempeñar
la actividad. Los primeros bancos de tiempo comienzan a funcionar en Estados
11 Se realiza una reflexión más exhaustiva sobre las políticas de tiempo en el Estado español en (Legarreta, en prensa)12 En sus siete años de andadura, la Concejalía NUST ha llevado a cabo diversas experiencias que han tenido muy buena acogida tanto en la ciudad como a nivel regional. No obstante, cabe señalar que las investigaciones, experiencias piloto y medidas de intervención que ha desarrollado se engloban en dos ámbitos de actuación principales: las relacionadas con el tiempo de la ciudad y las que tienen que ver con el tiempo de trabajo en las empresas. No se desarrolla la perspectiva temporal relacionada con el ciclo vital. Para más información sobre la Concejalía NUST, se puede visitar su página web: http://www.laboratorideltemps.org/
14
Unidos en la década de los 80 tomando como referente la idea de dólar de
tiempo (time dollar) de Edgar Cahn. En Europa, Italia ha sido pionera en este
sentido13, pero los bancos de tiempo también se han extendido por el Reino
Unido y Portugal. En el contexto español, los primeros se crean en Barcelona y,
en los últimos años, se pueden encontrar cada vez más experiencias de este tipo
a lo largo de todo el Estado que, en algunos casos, constan de financiación
europea y están enmarcadas dentro de proyectos EQUAL (Méndez y Altés,
2009:61, 67).
El banco de tiempo es un recurso que está al alcance de todas las personas y,
por ello, se caracteriza por una forma de funcionar que no presenta grandes
dificultades14, pues se basan en la idea de que cualquier persona, sean cuales
sean sus capacidades y cualidades, puede ofrecer alguna prestación o servicio.
La edad, el lugar de procedencia o el nivel de estudios son características que no
inciden a la hora de participar en estas redes de intercambio; se disuelven, por
tanto, las diferencias y desigualdades entre personas y grupos sociales. Este tipo
de experiencias pretende fomentar una relación basada en la paridad y, al mismo
tiempo, promover la reciprocidad y la solidaridad social. Personas que han
quedado fuera de la economía de mercado, por no generar recursos económicos,
ni contar con una capacidad de consumo relevante, pueden ser acogidas en estas
redes de reconocimiento mutuo (Gisbert, 2009). La población mayor o la
adolescente, personas con diversidad funcional, población desempleada o
población inmigrante, entre otras, pueden redefinirse a sí mismas como
productoras y contribuyentes, y no simplemente como receptoras de ayuda.
A través de los bancos de tiempo se promueve, por tanto, la capacitación y el
empoderamiento de todas las personas, pues se fomenta la idea de que todos y
todas realizamos una contribución a la comunidad. Partiendo de este mismo
principio, se promueve también otro aspecto importante: el reconocimiento de la
13 Los bancos de tiempo se han consolidado en Italia de tal forma que hoy en día cuentan con un observatorio nacional: Observatorio Nazionalle sulla Banche del Tempo (www.tempomat.it)14 El intercambio de tiempo se lleva a cabo generalmente a través de un talonario personal de cheques con el que cada persona obtiene los servicios y prestaciones de otras. Para ello, las personas que participan en los bancos de tiempo tienen a su disposición un listado informativo con las ofertas y demandas de los y las demás participantes para poder seleccionar los servicios a su disposición, identificar a quienes los ofrecen, ponerse en contacto con ellos, y concretar un intercambio (Méndez y Altés, 2009:64-65).
15
propia vulnerabilidad, que sale a luz a la hora de demandar una prestación o
servicio, pues no siempre resulta fácil pedir ayuda. Mediante estas experiencias
se desdibujan las líneas de demarcación y las jerarquías entre la autonomía y la
dependencia.
Estas iniciativas sirven, asimismo, para reforzar los vínculos comunitarios,
generando una actividad situada y contextualizada, que se desarrolla en estrecha
relación con el entorno en el que se establece. Se fomenta un proyecto
comunitario de participación común, abierto a todas las personas. En este
sentido, cabe subrayar el potencial de los bancos de tiempo como herramienta
para impulsar la integración de la población en situaciones difíciles como, por
ejemplo, la población inmigrante, sobre todo en relación a las mujeres, así como
para promover las relaciones intergeneracionales15. Las edades y el ciclo vital
cobran todavía especial relevancia en nuestras sociedades a la hora de clasificar
y estructurar la población, por ello, con este tipo de iniciativas se pretende
incentivar también la diversidad y las relaciones de intercambio de prestaciones,
servicios, conocimientos y saberes entre géneros y generaciones.
A través de los bancos de tiempo se logra también una mejora de la calidad
de vida, de la autoestima y la autorrealización, porque mediante este sistema no
se intercambian únicamente actividades necesarias para la vida cotidiana, sino
también aquellas que proporcionan bienestar y satisfacción (Méndez y Altés,
2009:63), como por ejemplo, hacer la manicura o dar un masaje.
Con estas experiencias, además, se disuelven las desigualdades y jerarquías
entre los tiempos, las actividades y las ocupaciones. Al emplear una magnitud
estandarizada de tiempo como unidad de intercambio (las horas) se dota a todas
las prestaciones y servicios del mismo valor. Todas las actividades y
ocupaciones se intercambian por el tiempo (como magnitud cuantificable) que se
tarda en llevarlas a cabo. Mediante los bancos de tiempo, el trabajo doméstico y
los cuidados cobran el mismo valor que las actividades que tienen mayor
reconocimiento desde una perspectiva productivista-mercantil (relacionadas,
15 Pueden servir de ejemplo la experiencia de la Asociación Socio-Cultural Ibn Batuta en Barcelona o el banco de tiempo de la Universidad de Sevilla que cuenta con un voluntariado de “abuelos/as adoptivos/as”.
16
entre otros, con la formación, asesoría y gestión). Recoger a una niña o a un niño
del colegio, o cocinar un guiso, tienen el mismo valor que hacer la declaración
de la renta o dar una clase de informática. Se logra, de esta forma, hacer visible
el trabajo desempeñado tradicionalmente por las mujeres de forma gratuita en el
ámbito doméstico-familiar, y dotarlo de valor y reconocimiento social.
Cabe señalar, no obstante, que es importante que los intercambios que se
desarrollen tengan carácter eventual, pues con estas iniciativas no se pretende
reemplazar la labor de los servicios sociales. Se trata de una relación de trueque
que no requiere profesionalización por parte de las personas que prestan los
servicios, ya que el objetivo final es reforzar los lazos sociales y revalorizar las
actividades de la vida cotidiana. Por ello, los intercambios tienen carácter
multilateral y multirecíproco, lo que significa que las personas participantes en
el banco de tiempo ofrecen uno o varios servicios a la totalidad de participantes
y solicitan el servicio que necesitan a la persona que lo ofrece, sin ser
necesariamente la misma de la que ha recibido un servicio anteriormente
(Méndez y Altés, 2009:64).
En este sentido, se ha de subrayar que los bancos de tiempo no se crean como
un objetivo en sí mismo, sino que se definen por su carácter instrumental. Esto
es, se han de entender como una herramienta cuyo funcionamiento ayuda a
lograr otros objetivos como: crear y reforzar lazos sociales (interculturales e
intergeneracionales, entre otros) promoviendo la reciprocidad y la paridad;
fomentar la capacitación y el empoderamiento de la población a través del
reconocimiento de la propia vulnerabilidad; y dotar del mismo valor y
reconocimiento a todas las actividades y ocupaciones de la vida cotidiana,
poniendo de manifiesto la relevancia del trabajo doméstico y de cuidados en la
sociedad.
A pesar de todo ello, cabe advertir que los bancos de tiempo descansan
sobre una paradoja: se crean como un modo alternativo de intercambio que
funciona al margen del mercado, pero la concepción de tiempo sobre la que
descansan está ineludiblemente ligada a la lógica productivista-mercantil. En los
bancos de tiempo el intercambio se realiza tomando como unidad de valor y de
17
cambio la duración de las actividades, y ésta se concreta en un tiempo
cronométrico (magnitud cuantificable). El tiempo que se toma como referencia
para el intercambio es, por lo tanto, una unidad abstracta y estandariza, muy
arraigada en las sociedades occidentales contemporáneas, familiar y fácilmente
reconocible por cualquier persona: horas y minutos. De esta forma, se facilita y
promueve la participación de todas las personas en los bancos de tiempo, sea
cual sea su situación vital, pues se toma como referencia para el intercambio
algo que es por todos y todas conocido, y habitualmente utilizado.
Esta concepción de tiempo, sin embargo, no es universal ni a-histórica, sino
que surge y se consolida a través de un desarrollo histórico concreto y
contextualizado -esencial en la trayectoria de las sociedades occidentales
contemporáneas- como parte constituyente de los procesos de industrialización y
urbanización del siglo XIX, y del avance y afianzamiento del capitalismo
industrial. Supone una forma de pensar y utilizar el tiempo que responde a una
concepción mercantilista del trabajo, de la economía y, por extensión, de las
relaciones sociales.
A través de una identificación metonímica aparentemente sencilla16, el
tiempo se instituye como “un valor de cambio abstracto, descontextualizado y
asituacional que permite que el trabajo sea traducido en dinero” (Adam, 1999:9).
El trabajo se reduce a actividad, la actividad a tiempo y el tiempo a dinero y,
puesto que el dinero es un medio cuantitativo, el tiempo que se intercambia por
dinero ha de ser, inexorablemente, de tipo cuantitativo. Este proceso conlleva
una doble implicación: por un lado, la reducción del trabajo a dinero (trabajo
igual a empleo) y, por otro, la identificación del tiempo con el dinero a través de
su relación con el trabajo-empleo (“el tiempo es oro”). De esta forma, siguiendo
esta lógica, las actividades que conforman el trabajo se desligan de quienes las
realizan y del contexto en el que se realizan, pues se identifican con el tiempo
que se emplea en llevarlas a cabo, un tiempo que ha sido previamente vaciado de
16 La consolidación del tiempo cronométrico en las sociedades industriales modernas tiene lugar a través de un desarrollo gradual y no siempre armónico. Las disputas entre mercaderes y clérigos en la Baja Edad Media representan las primeras desavenencias de un proceso que además de la cronometrización, supone una “laicización del tiempo”: la Iglesia acusa al mercader de usura porque considera que vende el tiempo, que según las creencias teológicas, sólo pertenece a Dios (Le Goff, 1983).
18
contenido y, por consiguiente, es predecible, programable, homogéneo y
estandarizado17.
No obstante, a pesar del ineludible sesgo que conlleva la cuantificación, la
utilización del tiempo cronométrico como unidad de valor y de cambio, resulta
la forma más factible de poder establecer relaciones de intercambio no
jerarquizadas y en términos de equidad, pues al emplear una unidad de tiempo
abstracta, homogénea y estandarizada para cuantificar el valor de todas las
actividades, se neutralizan los matices con los que nacen y se desarrollan, así
como sus particularidades, y se disuelven las jerarquías entre tiempos y
actividades. Recurrir a una concepción de tiempo cuantitativa y cronométrica
plantea, por tanto, un dilema de difícil solución18: por un lado, surge el peligro
de naturalizar esta forma de concebir el tiempo, limitando así la posibilidad de
pensar otras temporalidades y otras formas de temporalizar las relaciones
sociales, más allá de la lógica productivista-mercantil; pero, por otro lado, sólo
recurriendo a la cuantificación se hace viable equiparar los tiempos de trabajo
doméstico y de cuidado con otros tiempos de mayor prestigio social para poder
avanzar hacia su revalorización y reconocimiento social, económico, y político.
1. Potencialidad de las políticas de tiempo
Las políticas de tiempo se constituyen como una forma de intervención muy
interesante y con un alto potencial que, por su relativamente reciente formación
y corta trayectoria, no han sido suficientemente desarrolladas todavía. Como se
ha expuesto anteriormente, han tenido un corto desarrollo y se han
implementado de forma desigual en unos países y otros; no obstante, en su
origen emergen como una propuesta con una gran riqueza analítica y conceptual
y con un gran potencial político y social. La propuesta inicial, por tanto, puede
17 En este sentido, resulta muy sugerente la reflexión de Mitxel Villacorta en relación a la idea de intervalo. Villacorta sostiene que la manera de concebir el tiempo en el modelo social moderno-industrial se tipifica en la idea de intervalo: la unidad que hace del tiempo un espacio vacío y medible entre un principio y su finalidad (telos) de modo que lo que sucede en él se hace programable. Esto es: al vaciarlo (desposibilitarlo) de otro contenido que no sea el previsto, el tiempo y la acción que subsume se hacen controlables y, por lo tanto, susceptibles a ser inscritos con arreglo a un programa.18 Esta misma disyuntiva emerge al analizar el empleo que se hace de las Encuestas de Usos de Tiempo para cuantificar el volumen de trabajo doméstico y de cuidados que se realiza en un determinado contexto, y su desigual distribución (Legarreta, 2005, 2008, 2009 y en prensa).
19
servir de ejemplo para completar y mejorar las experiencias que se han llevado a
cabo en este terreno hasta el momento.
Las políticas de tiempo surgen con el objetivo final de avanzar hacia una
distribución más equitativa del tiempo, que supere el esquema tradicional de
jerarquización establecido por la división sexual del trabajo en torno a las
dicotomías producción/reproducción, público/privado, masculino/femenino, y
que tome en cuenta las distintas necesidades de mujeres y hombres a lo largo de
todo el ciclo vital. Con esta finalidad, promueven una intervención trasversal,
que atraviesa todos los aspectos de la vida cotidiana, cuestionando la centralidad
del tiempo del mercado como eje estructurador. De esta forma, parten de una
definición amplia de lo temporal que contempla tanto la edad y el ciclo vital,
como el tiempo de trabajo (remunerado y no remunerado) y los ritmos
colectivos de la ciudad. En este sentido, van más allá de las políticas de
conciliación de la vida laboral y familiar, y no sería correcto reducirlas a este
ámbito.
La conciliación parte de una perspectiva que prioriza el mercado, y dirige la
intervención a la regulación de la jornada laboral. Se fundamenta, por tanto, en
una definición de trabajo y de tiempo marcadamente mercantilista: el trabajo se
reduce a empleo y el tiempo a su dimensión cronométrica. Como se ha
argumentado en otros análisis, las políticas de conciliación se constituyen
principalmente con el objetivo de fomentar el empleo femenino (en un contexto
de flexibilización y desregularización laboral) y de incentivar la natalidad entre
la población ocupada, para paliar la baja fecundidad que afecta a los países de la
Unión Europea (Torns, 2005:15-33 y Torns, Borrás, Moreno y Recio, 2008:77-
84). Están dirigidas principalmente a las mujeres con empleo, y no a la
población en su conjunto, puesto que son ellas las que, desde este enfoque,
tienen problemas para compatibilizar el tiempo dedicado al mercado laboral y el
empleado en el ámbito doméstico-familiar. En este sentido, no ponen en tela de
juicio la división sexual del trabajo ni los roles tradicionales de género: son las
mujeres las que deben asumir la responsabilidad de procurar y garantizar el
bienestar familiar.
20
Las políticas de conciliación, por tanto, no promueven un reparto de tiempos
y de trabajos equitativo en el ámbito doméstico-familiar ni fomentan la
corresponsabilidad. Las políticas de tiempo, sin embargo, nacen precisamente
con esa pretensión: lograr una mayor igualdad y equidad de género en todos los
ámbitos y en todos los momentos de la vida. Con este objetivo, parten de una
definición amplia del trabajo (que incluye el trabajo doméstico y de cuidados) y
una perspectiva multifacética de tiempo (que no se ciñe a la gestión de horarios),
de forma que ponen el foco de atención en las necesidades de todas las personas
(independientemente de su relación con el mercado laboral) y, especialmente, en
las demandas de mujeres, criaturas, población mayor y otras personas frágiles.
Procuran así alejar al mercado de su posición privilegiada.
En esta línea, las políticas de tiempo se desarrollan en una doble dirección,
para avanzar hacia una redistribución equitativa del trabajo doméstico y de
cuidados tanto en los hogares (nivel micro) como entre la sociedad, el mercado y
el Estado (nivel macro). Para ello, plantean la necesidad de diseñar actuaciones y
medidas que fomenten la corresponsabilidad entre géneros y generaciones en el
ámbito doméstico-familiar y, paralelamente, proponen el aumento y
universalización de los servicios y recursos dirigidos a cubrir la demanda de
cuidados, así como una organización más flexible de la jornada laboral que
permita a la población con empleo disponer de más tiempo para el ámbito
doméstico-familiar. Se constituyen, de esta forma, como una intervención que
reivindica la centralidad de los cuidados y su relevancia social, económica y
política y, en este sentido, se puede observar cierta similitud con las propuestas
más recientes y novedosas desarrolladas en torno al concepto social care19. El
social care, rompe con la identificación del cuidado como actividad adscrita al
ámbito privado, para reivindicar su carácter social, y propone una aproximación
que contempla también una doble vertiente: el nivel macro, por un lado, que
pone el acento en la división del trabajo, de la responsabilidad y de los costes del
cuidado entre la familia, el mercado, el Estado y la comunidad (sociedad civil), y
el nivel micro, por otro, que arroja luz sobre el contenido y el contexto del
19 Social care (que puede ser traducido como cuidado social) es un concepto acuñado por Jane Lewis que se define como las actividades implicadas en satisfacer la demandas físicas y emocionales de adultos/as y niños/as, así como la normatividad, los costes y los contextos sociales dentro de los cuales este trabajo es asignado y llevado a cabo (Lewis, 1998:6).
21
trabajo realizado en los hogares principalmente por las mujeres, así como sobre
la distribución del trabajo doméstico y de cuidados entre hombres y mujeres y
las condiciones en las que se lleva a cabo (Lewis, 1998:7). En esta línea, tanto
desde una perspectiva del social care como de las políticas de tiempo, se apela
al derecho y a la capacidad de todas las personas de prestar y recibir cuidados.
A través de las políticas de tiempo, se dota de protagonismo a la población
más frágil (criaturas, población mayor y personas que precisan una atención
especial) y se redefine su papel en la sociedad, ya no como sujetos dependientes,
pasivos, sino como agentes sociales activos, con capacitación y con voz propia.
En este sentido, las políticas de tiempo se sitúan en la misma línea que los
actuales debates sobre el care que subrayan la necesidad de desdibujar las líneas
de demarcación entre la autonomía y la dependencia, para “reconocer de manera
más realista de lo que lo hacen las teorías sociales y morales «mayoritarias» que
la dependencia y la vulnerabilidad no son accidentes del camino, que solo les
pasan a los demás (a los «otros»)”, sino que son rasgos inherentes a la condición
humana (Paperman, 2004:427). Una perspectiva del tiempo diacrónica como la
que se plantea en las políticas de tiempo, que contempla el ciclo vital y los
ritmos biológicos (el tiempo del cuerpo), permite aprehender algunos aspectos
relevantes del care que resulta complicado percibir desde una perspectiva
sincrónica, puesto que, tal y como subrayan otras autoras, “las relaciones
sociales establecidas en torno a la dependencia y la vulnerabilidad se despliegan
a través de un tiempo prolongado, a menudo el tiempo de toda una vida”
(Dammame, 2009).
Asimismo, las políticas de tiempo se constituyen, como políticas de
participación, porque activan procesos de debate, de negociación y de acuerdo
entre las necesidades personales y las exigencias colectivas, y actúan
transversalmente en todos los aspectos de la vida cotidiana, entremezclando
distintos ámbitos y diferentes formas de declinar las vivencias de los diversos
grupos sociales (Boccia, 2003:4). En este sentido, se dirigen hacia la creación y
consolidación de tiempos colectivos y de sociabilidad, para superar la
desincronización característica de las sociedades contemporáneas. Se ha llegado
a afirmar además, que por su carácter trasversal, así como por la relevancia que
22
otorgan al diálogo social, se convierten en elementos clave para avanzar hacia
una “nueva forma de gobernabilidad” (Boulin, 2006:201). Son políticas que
buscan el consenso social, e impulsan la sensibilización a través de procesos de
debate y negociación, para crear formas más democráticas de pensar y vivir el
tiempo, así como de temporalizar las relaciones sociales.
En este sentido, algunos trabajos apuntan también el potencial que encierran
las políticas de tiempo de la ciudad para el desarrollo de nuevas redes europeas
de intercambio de buenas prácticas y de cooperación. Las trasformaciones del
Estado de Bienestar pueden llegar a originar nuevas formas de cohesión social y
de gobierno, basadas particularmente en una nueva relación entre el espacio y el
tiempo. En este contexto, las políticas urbanas de tiempo pueden constituir un
componente muy significativo de la “Europa de las regiones” o de la “Europa
como proceso de aprendizaje” y, en gran medida, representan una alternativa a
la Unión Europea concebida meramente como entidad burocrática, como
mercado, o como moneda única (Boulin, 1999:6-7). En este sentido, resultan
representativas la creación de la Red Europea de Ciudades, citada anteriormente,
y la constitución de una red de universidades que trabajan aspectos relacionados
con las políticas de tiempo de forma interdisciplinar (Boccia, 2003:7,
Bonfiglioli, 2008:94).
Por todo lo expuesto hasta el momento, se puede asegurar, por tanto,
parafraseando a Teresa Torns, que las políticas de tiempo se presentan en la
actualidad, como “un nuevo reto para el Estado de Bienestar” (Torns, 2004).
2. A modo de conclusión…
Para finalizar, únicamente queda subrayar que el tiempo, por su carácter
multifacético y trasversal, constituye un ámbito de intervención con un alto
potencial transformador que, hasta el momento, no se ha llegado a desarrollar en
su totalidad. Por ello, resulta conveniente volver al origen de las políticas de
tiempo y profundizar en sus múltiples facetas pues, como se ha observado en la
práctica, a menudo, se confunde la parte con el todo y se identifican como
políticas de tiempo sólo aquellas que tienen que ver con los tiempos en la
23
ciudad, sin tomar en consideración que, en su origen, emergen con la pretensión
de abordar el tiempo desde una perspectiva multidimensional (ciclo vital, tiempo
de trabajo remunerado y no remunerado, y tiempo de la ciudad), para avanzar
hacia una nueva organización temporal más equitativa e igualitaria entre géneros
y generaciones, tanto en el entorno laboral y de participación social, como en el
ámbito privado y en el doméstico-familiar.
24
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