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... Y los laicos también Evangelizaron América Latina Mariano Carrillo
Editorial Claretiana
~ 2 ~
...Y los laicos también Evangelizaron América Latina
Mariano Carrillo
Diseño Gráfico: Emilio Buso
Queda hecho el depósito que marca la ley
Impreso en Argentina
Printed in Argentina
© by Editorial Claretiana
I.S.B.N. 950-512-208-X
EDITORIAL CLARETIANA
Lima 1360 -1138 Buenos Aires
República Argentina
Tels.: 27-9250/26-9597
Editorial Claretiana / 1991
~ 3 ~
Prólogo Si estudiamos detenidamente la historiografía de la evangelización de
América, podremos observar que la mayoría de las obras pertenecen a
miembros de órdenes religiosas.
En estas obras encontramos un común denominador, como es la escasa
información sobre la labor del laicado y aun de los componentes del clero
diocesano1.
Dentro de ellas, encontramos una idea principal, que consiste en la
división del campo entre malos y buenos, donde éstos serían los componentes
del estado religioso y los primeros, los laicos; pensamiento que subyace y por
qué no decirlo, en las obras del, por tantos títulos benemérito, padre Las
Casas2.
Sirve este trabajo para reivindicar, por medio de la gran cantidad de
documentos existentes, el importante papel que le cupo al laicado en la
evangelización de América; y también para hacernos tomar conciencia del
rico pasado, lleno de virtualidades, que posee la presencia seglar en la acción
apostólica en tierras americanas.
Antes de comenzar veamos que: “Por el nombre de laicos se entiende a
todos los fieles cristianos a excepción de los miembros que han recibido un
Orden sagrado y los que están en un estado religioso reconocido en la Iglesia,
es decir, los fieles cristianos que, por estar incorporados a Cristo, mediante
el bautismo, constituidos en pueblo de Dios, y hechos partícipes a su manera
de la función sacerdotal, profética y regia de Jesucristo, ejercen, según el
puesto que les corresponde, la misión de todo el pueblo cristiano en la Iglesia
y en el mundo” 3.
Para concluir, diré que no puedo ocultar mi emoción al rastrear las
huellas de la presencia de Dios, que se hallan implícitas en una gran
cantidad de documentos, cartas y libros en los cuales tratará este laico de
encontrar la forma de ejercer el compromiso apostólico que le fue conferido
en el Bautismo.
En San Vicente, Año 1987
Centenario de la Coronación de Nuestra Señora de Luján
1 Guarda, Gabriel: Los laicos en la cristianización de América. Introd. pág. 9 2 Ídem 3 Concilio Vaticano II: Constitución Dogmática sobre la Iglesia, cap. V, 31
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Contexto histórico Ya que la Iglesia hispano-americana encuentra sus raíces más profundas
en la España de los Reyes Católicos, sería bueno recordar, brevemente, el
panorama histórico de ese tiempo.
Para comprender el espíritu de España en esa época y por qué se convirtió
en propagadora de la fe y defensora del catolicismo, podemos citar cuatro
hechos fundamentales: Reconquista de Granada y expulsión de los moros;
descubrimiento de América; expulsión de los judíos y labor de la Inquisición
(reconociendo sus abusos pero también el gran servicio hecho a la verdadera
piedad, castigando y cortando severamente los abusos de los herejes)4.
Todo esto hecho posible mediante la unificación de Castilla y Aragón con
el matrimonio de Fernando e Isabel.
Este espíritu, católico y evangelizador, así como también enérgico, es el
que guiará la conquista y colonización de América, donde también hubo, es
justo reconocerlo, infidelidades, pero éstas no empañaron el sentido misional
de la conquista, que habrá de prevalecer sobre las faltas de los hombres.
En este sentido el testamento de la Reina Isabel es claro y preciso cuando
expresa que: “... nuestra principal intención fue, al tiempo que lo suplicamos al
Papa Alejandro VI, de buena memoria, que nos hizo la dicha concesión de
procurar inducir y traer los pueblos a ellas, y de convertir a nuestra santa fe
católica, y enviar a las dichas islas y tierra firme, prelados y religiosos, clérigos
y otras personas devotas y temerosas de Dios para instruir los vecinos y
moradores de ellas a la fe católica y las doctrinas y enseñar buenas costumbres,
según más largamente en letras de dicha concesión se contiene”; concluyendo
con un categórico mandato: “...que así lo hagan y cumplan y que éste sea su
principal fin”.
Expresada queda aquí la misión de los laicos, de los fieles activos, en los
orígenes de la evangelización de América.
Tarea nuestra es por lo tanto demostrar que ese mandato fue cumplido,
en general, por los españoles venidos a esta tierra.
De este rico pasado, debemos los laicos argentinos tomar conciencia y
profundizar en él para encontrar nuestras raíces, pues “...sólo España será
siempre la clave suprema de América y los americanos que no intenten esta
explicación entrañable permanecerán desconocidos para sí mismos”5.
4 LLORCA, Bemandino: Manual de Historia Eclesiástica, pág. 614 5 GÓMEZ DE LA SERNA, Ramón
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Compromiso Evangelizador de los Monarcas Españoles
Bueno sería, al estudiar la presencia seglar en la evangelización de
Hispanoamérica, tener bien presente, el lugar capital, que por razón de
descubrimiento y donaciones pontificias ocupó la autoridad secular.
“Desde los primeros tiempos de la conquista de estos gentiles —dice un
cronista mirando retrospectivamente la Historia Americana en pleno siglo
XVIII— fueron nuestros católicos monarcas penetrados de un santo celo de
conversión y su real munificencia no se ha tenido en dispendios de su erario
para ver cumplidos sus ardientes deseos de la salvación de aquellos bárbaros”.6
Al margen de entrar en el análisis de esta actualización, debemos decir
que “ella es un hecho real, característico del caso hispanoamericano, y que
encuentra en la institución del Regio Patronato su expresión más propia”.7
Este último hecho nos lleva a afirmar, como claramente lo expresa el
padre Constantino Bayle, “no fue la mera piedad; fue la obligación del cargo la
que impulsó a los monarcas españoles; y en ello se distinguen de las demás
dinastías y, sólo pueden compararse a la de los Pontífices, de quienes recibieron
esa especie de investidura espiritual, esa delegación en la obra, esencialmente,
de propagar el Evangelio”.8
Ese compromiso laical, nos demuestra a las claras cuán comprometida
estaba la autoridad secular en la evangelización hispano-americana;
compromiso que fue asumido y cumplido por los reyes, dentro de sus
posibilidades, dada la distancia existente entre las tierras americanas y la
metrópoli.
Respáldome para demostrar ésto en el célebre testamento de la Reina
Isabel, que anteriormente cité, y en una carta escrita por Fernando El Católico
a Diego Colón que dice: “Agora, a los principios se debe tener mucho cuidado
en hondear las cosas de manera que sean mejor doctrinados los yndios de
aquella ysla... en las cosas de nuestra Santa Fe Catholica: y pues esto es el
cimiento principal sobre que fundaremos la conquista destas partes, visto es lo
que principalmente se deve proveher...”.9
Pero no fueron sólo los Reyes Católicos los que cumplieron con este
compromiso. También los Austrias se encargaron de recalcar la importancia de
la evangelización por sobre cualquier otro objetivo.
Felipe II escribía en sus instrucciones secretas al virrey de Toledo: “En lo
que toca a la orden que se tiene y deve tener en la conversión de los indios y en
los cathecismos y diligencias que para ynstruir a los adultos se hacen..., os
6 GUARDA, Gabriel: op. cit. cap. 1, pág. 13 7 Ibídem, pág. 14 8 BAYLE, Constantino: La expansión misional de España, Cap. 1, pág. 9 9 Ibíd., pág. 13
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encargamos mucho que vos allá lo tratéis con los prelados... y tengáis muy
particular quenta con lo que esto se hiziere: que por tocar tanto al servicio de
Dios y descargo de mi conciencia, nos desplacería mucho que oviese en ello falta
o descuydo alguno; y pues lo confiamos a vuestra Solicitud y cuydado, vos lo
tenéis segund que la materia y calidad de los negocios lo requiere”.10
Felipe III: “Por el gravamen en que me hallo de la propagación de la ley
evangélica en haquellos dominios... deseando cumplir, en cuanto pueda ser de
mi parte, con obligación tan justa y precisa... he resuelto... dar la presente por
la cual encargo a mis Virreyes, Audiencias y Gobernadores, y a los Arzobispos,
Obispos y prelados de las Religiones... que cuiden muy particularmente de la
manutención y aumento de las Misiones... en inteligencia de que este punto es
el que en mi real atención tiene preeminente lugar sobre todas las importancias
e intereses temporales de aquellos vastos dominios”.11
Estos testimonios revelan el celo apostólico de los reyes españoles y sirven
para demostrar el acierto del Papa Alejandro VI al redactar las Bulas de
donación en las cuales concedió a los monarcas hispanos el derecho de
evangelizar, basado en última instancia en los mandatos apostólicos recibidos
con el Sacro Bautismo.12
Pero ellos, los monarcas, no se detuvieron solamente en redactar cartas,
decretos o disposiciones en lo que a tierras descubiertas se refiere, prueba de
ello son el millón de pesos anuales (10.000.000 de pesetas) que en tres siglos
harían 3.000.000.000 de pesetas, gastados entre otras cosas en edificar iglesias,
costear el viaje y la manutención de miles de misioneros, surtidos de
ornamentación, campanas, aceites para la lámpara del Santísimo y vino para
las misas, medicina para ellos y sus neófitos, y, a veces, ropas y víveres, y
tantas otras cosas que hacen a la difusión de la Fe.13
Sirvan estas breves líneas, y breves no precisamente por escasez de
documentación, para comprobar el empeño puesto en lo concerniente a la
Evangelización por los reyes españoles, que en última instancia fueron laicos
que de esa forma cumplieron su compromiso apostólico.14
10 Ibíd. pág. 18 11 Ibíd., pág. 14 12 Colección JUAN G. DURÁN: Serie 1 (Siglo XVI), Cuaderno 13. (este mismo compromiso es retomado
por el Con. Vat. II, “LUMEN GENTIUM”, cap. IV) 13 BAYLE, Constantino, op. cit. cap. I, pág. 21 14 La tipografía en bastardilla es nuestra
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Importante Rol del Estado Militar (descubridores, conquistadores y soldados) en la Propagación de la Fe
En el siglo XV comienza, junto a la llegada de los primeros cristianos, la
tarea evangelizadora.
Gabriel Guarda, al referirse a los comienzos de esa tarea, dice:
“Circunscripta a sus justos límites la colaboración prestada a la empresa por
los conocidos eclesiásticos amigos de Colón, por ser su gestión, iniciativa y
realización, obra de seglares, quiérase o no, se hace necesario reconocer el
hecho de que, en consecuencia, fueron los seglares los primeros que introdujeron
la fe cristiana en el nuevo mundo”.15
Testimonios de la época así lo certifican, tal vez el más elocuente, éste,
perteneciente a un soldado de la conquista de México: “...todas estas cosas por
mí recontadas —dice el cronista Bernal del Castillo— quiso Nuestro Señor
Jesucristo que con su santa ayuda nosotros, los verdaderos conquistadores...
que lo descubrimos y conquistamos y desde el principio... les dimos a entender
la santa doctrina, se nos debe el premio y el galardón de todo ello, primero que
a otras personas, aunque sean religiosos”.16
Con respecto a la violencia atribuida a conquistadores y soldados leamos
detenidamente este documento: “Por este capitán —corrobora no otro soldado,
sino un misionero refiriéndose al conquistador de México— nos abrió Dios la
puerta para predicar su santo evangelio, y éste puso a los indios que tuviesen
reverencia a los santos Sacramentos y a los ministros de la Iglesia en
acatamiento”.17
Seguramente que habrán existido abusos, pero sería audaz querer
descalificar la intención de evangelizar, no sólo de los conquistadores sino del
pueblo español, dice el padre Bayle al respecto, que: “...la conquista espiritual
de América no fue obra privativa de los frailes ni de la Iglesia jerárquica, sino
del pueblo español que le desbrozó el paso con la espada de sus conquistadores,
la difundió por sus religiosos, y la puso firme y ordenada por sus leyes. De las
leyes y misioneros no hay duda: de los conquistadores no se acuerdan muchos
sino para llamarlos tigres y chacales, que se regodeaban en acuchillar o
quemar, o por el deleite de ver torturas, o por codicia de rebuscar oro en las
entrañas hendidas de los pobres indios”.18
15 GUARDA, Gabriel: Op. cit. cap. 1, pág. 16-17 (la tipografía en bastardilla es nuestra) 16 Ibíd., pág. 17 17 Ibíd. pág. 17-18 18 BAYLE, Constantino: op. cit., cap. III, pág. 59-60
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“Hay numerosas pruebas de la religiosidad que presidia sus aventuras, y
esto está muy por encima de lo común en la soldadesca y de lo que creen quienes
no reparan sino en el resultado militar o político”.19
Gabriel Guarda, escribe al respecto: “Cuando Diego Velázquez firma en
1549 sus célebres instrucciones a los conquistadores de México, traza en ellas
un verdadero programa apostólico: «...pues sabéis que la principal cosa porque
sus altezas permiten que se descubran tierras nuevas —escribe— es porque
tanto número de ánimas, como de innumerable tiempo acá han estado y están
en estas partes perdidas de nuestra Santa Fe por falta de quien de ella les diere
verdadero conocimiento, trabajareis por todas maneras del mundo... como
conozcan a lo menos faciéndoselo entender por la mejor vía que pudiereis, cómo
hay un sólo Dios creador del cielo y de la tierra, y de todas las otras cosas que
en el cielo y el mundo son, y de decirleis todo lo demás que en este caso pudieres
y el tiempo para ello diere lugar, y todo lo que más y mejor os pareciere y al
servicio de Dios Nuestro Señor y de sus altezas conviene»”.20
Para resaltar la profunda fe y la buena intención, no exenta de las
debilidades humanas, que tenían los conquistadores, nada mejor que las
palabras de Fray Motolinio, sobre el que tal vez haya sido más cruelmente
atacado, por el padre de Las Casas y la mayoría de los historiadores, Hernán
Cortés: “Aunque como hombre fuese pecador, tenía fe i obras de buen cristiano,
i muy gran deseo de emplear la vida i hacienda por ampliar la fe de Jesucristo
i morir por la conbersión destos gentiles; i en esto hablava con mucho espíritu,
como aquel a quien Dios havía dado este don i deseo, i le había puesto por
singular capitán desta tierra de Occidente..., traía por bandera una cruz
colorada en campo negro en medio de unos fuegos azules i blancos, i la letra
decía: «Amigos sigamos la Cruz de Cristo, que si en nos huviere fee, en esta
señal venceremos»”.21
“Adviértase —dice Constantino Bayle con respecto a esto último— cómo
la Cruz para los españoles no fue serial muerta símbolo mudo al sentimiento
cristiano; la miraban y la erigían tal cual es; instrumento de salud para todos,
evangelio de la redención, aurora del nuevo día que alboreaba en las almas de
los infieles, y que ellos procuraban esclarecer con los rudimentarios discursos
de los intérpretes”.22
Otro ejemplo: “Soto, elegante capitán de Pizarro, el descubridor de la
Florida, terreno de la adversa fortuna, que mató de hambre y fatiga a su
cuerpo, sepultado en el Misisipí, y entenebreció su nombre por la pluma biliosa
de Las Casas, quien con su proverbial caridad y justicia puso su alma en los
infiernos: Soto, en su desatinado correr entre pantanos, arenales y nieves,
19 Cfr. - Ibíd. pág. 60 20 GUARDA, Gabriel: op. cit. cap. I, pág. 19 21 BAYLE, Constantino: op. cit. cap. III, pág. 56 22 Ibíd., pág. 55
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dondequiera que con alegos y golpes traía de paz un cacique, lo primero era
levantar la Cruz y enseñar su adoración y significado”23.
Podría seguir citando testimonios con respecto a la religiosidad de los
conquistadores, pues no son pocos los escritos referentes a este aspecto24, pero
quisiera retomar el tema, falseado tergiversado, de la violencia atribuida a los
componentes del estado militar.
Para que podamos juzgar objetivamente los hechos, debemos tener
presente el pensamiento corriente de los teólogos de la época: “A la conversión
de las Indias debe preceder la conquista... la espada ha hecho este servicio
inapreciable al evangelio... el conquistador ha desbrozado el camino al
misionero”.25
Es por ello que Guarda señala el error hecho al responsabilizar la acción
del conquistador, como cristiano, si se aparta del pensamiento teológico de la
época, sostenido por los eclesiásticos.26
Si hubo abusos, no es mi intención aquí desconocerlos o ignorarlos, ellos
no empañaron (lo demuestran los datos citados anteriormente) el sentido
misional que tuvo la conquista y colonización hispanoamericana.
Pasemos ahora a analizar la actuación de los soldados, laicos que en
general poseían una formación religiosa y moral poco valorada en nuestros
días, y que era el fruto de una cultura con profundas raíces cristianas.
Analizando el caso del soldado Francisco Núñez de Pineda Bascuñan,
podremos observar el grado de formación y del evidente deseo de hacer conocer
las verdades de la fe católica.
El personaje al cual me refiero, fue cautivado por los indios, en su extremo
en las fronteras de Arauco, más tarde rescatado, siguió luego una brillante
carrera militar y llegó a ocupar los cargos de Maestre de campo general del
reino y de gobernador de Valdivia.
Recordando su cautiverio escribió un libro titulado: “El cautiverio feliz y
razón de las guerras dilatadas del reino de Chile”; que es un testimonio de
excepción en cuanto a la manera de conducirse un seglar en su actuación
espiritual y apostólica.27
“Al narrar el momento mismo en que es cautivado. Pineda Bascuñan nos
descubre sus sentimientos en relación a la gravedad del peligro en que se
encuentra, del cual pende su vida como de un hilo... «con arto dolor de mi alma
fue en su compañía poniéndola bien con Dios y ajustándome a la obligación
23 Ibíd. pág. 53 24 Cfr. BAYLE, Constantino, op. cit. cap. III 25 GUARDA. Gabriel: op. cit. cap. V, pág. 182 26 Ibíd. pág. 184 27 Ibíd. pág. 42
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cristiana lo mejor que pude; y de verdad que en aquel trance estaba bastante
animado a morir por la fe de nuestro Dios»”.28
Superado este difícil trance, el cautivo descubre una misión insospechada;
sin vacilar emprende luego una consciente labor de evangelización. Sus
devociones religiosas, que concitan el interés de los naturales, son las vías de
entrada para esta tarea.
Para llegar a explicar a Dios, comienza por enseñar lo que es el espíritu,
como para mostrar la grandeza del creador se vale de la imagen del Sol.
“De eso podéis colegir —les dice— lo que será Dios, pues que sus obras y
hechos aún no las podemos comprender ni mirar con los ojos del cuerpo”. Luego
les enseña a rezar el Padrenuestro, el Ave María y el Credo; y cuando ve que
están preparados, procede a realizar un digno bautismo; “me arrimé a la mesa
con los muchachos, a quienes hice hincar de rodillas y repetir las oraciones que
sabían y después les pregunté si querían ser cristianos y respondieron todos
que sí. Expliquéles lo esencial del Credo y llamé primeramente al que había
sido instrumento... y a quien con tanto fervor me había solicitado para ello;
llegóse a la mesa donde yo estaba e hice que se persignase y que rezase solo las
oraciones en alta voz, que era contento escucharles; acerquéle a la mesa y en
alias voces le pregunté tres veces si quería ser cristiano y seguir la ley de Dios...
respondió que de muy buena gana y que no fallaría de lo que yo le dijese y de
seguir mi doctrina; con que le hice bajar la cabeza”.
Elegido el nombre de Ignacio, “bajó la cabeza, como se lo había ordenado,
y tomando un cántaro de agua en las manos, le bauticé en el nombre del Padre
y del Hijo y del Espíritu Santo, bañándole la cabeza con agua”.
Luego bautiza a los demás que se habían preparado y, como se presentan
unos muchachotes ya casados opta por hacer la ceremonia, pero no pone
intención de Bautizarlos.
Pineda de Bascuñan efectúa una catequesis sería y una preparación
adecuada para el bien morir; su obra, en fin está adornada de expresiones y
poemas devotos, citas escriturísticas y patrísticas en proporción abrumadora,
muestra archielocuente de la rica formación recibida.
Acompaña dicha obra con un testimonio personal de vida, que lo acercan
al modelo ideal de caballero cristiano y la concluye haciendo una profesión de
fe y amor a la Iglesia desde su condición de seglar, que nos ahorra de todo
comentario: “…Porque en el discurso de estos escritos —dice— he tocado
algunas cosas que no son de mi prefesión ni estado, digo que si en alguna cosa
han disonado o disonaren, parecido o pareciesen no estar ajustados y ceñidos a
los que nos encamina y enseña nuestra santa fe católica y a lo que cree y tiene
nuestra madre la Iglesia Santa de Roma, desde luego me retraigo,
subordinándome con toda humildad y reverencia... porque mi intención no ha
sido llevada de otra cosa que de la razón, de la justicia y del celo fervoroso”.
28 Ibíd. pág. 43
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El caso de Pineda de Bascuñan no es inédito en la historia del apostolado
seglar de América; Hernandarias Saavedra, en el Río de la Plata, ferviente
defensor de las Misiones indígenas, o Vasco de Quiroga, oidor de la Audiencia
de México que predicaba a los naturales desde la mañana a la noche, son
ejemplos altamente representativos; contrariamente a lo que se cree de una
realidad bastante común.29
29 Ibíd. Pág. 43-47
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El pueblo Español: Su participación en la Histórica Empresa
“Pretendo dejar sentado que la expansión misional de España, o en otros
términos, la conquista espiritual de América, no fue privativa de los frailes ni
de la Iglesia jerárquica, sino del pueblo español, que les desbrozó el paso con la
espada de sus conquistadores, la difundió por sus religiosos y la puso firme y
ordenada por sus leyes”.30
En este capítulo trataré de reivindicar la importante labor que le cupo a
todos los sectores sociales, aun los marginales y delincuentes31, de la España
de esa época, que llegaron a estas tierras americanas, para progresar, obtener
tierras, riquezas, con ansias de aventuras, pero teniendo también como
motivación la propagación de la fe.
Siendo tan vasta la presencia de los integrantes del pueblo español en la
evangelización americana, voy a dividirlo de manera que podamos comprobar,
observando la acción de cada uno de estos sectores, la grandiosidad de la obra,
no sólo religiosa sino también moral, de extensión, de integración social e
intelectual, realizada por España toda y nunca igualada en la Historia de la
humanidad.
1º El simple Español
Si observamos el accionar del laicado español, en general veremos, que
éste tenía carácter específicamente distinto al del sacerdote, pero en última
instancia, debía complementar al de este último.32
“Su cauce de acción era el simple contacto, o sea, la ‘conversación’ entre
españoles e indios”. Al producirse luego la comunicación, los primeros, por la
persuasión, la exhortación o simplemente el buen ejemplo, ejercían una
influencia religiosa benéfica, que a la postre complementaba la acción
netamente evangelizadora del religioso.33
Esta postura se encuentra respaldada por numerosos testimonios que
demuestran que aunque pecadores, los españoles tenían muy presente el
compromiso de propagar la fe.
Cito el caso de los diez españoles, reconocidos como públicos delincuentes
que acompañaron a Colón en su tercer viaje a América.34
30 BAYLE, Constantino: op. cit. cap. III, pág. 59-60 31 GUARDA. Gabriel: op. cit. cap. I, pág. 21-23 32 Ibíd. pág. 21 33 BAYLE, Constantino: op. cit. cap. III, pág. 21 34 Ídem
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Este experimento resultó positivo; el muy exigente padre Las Casas lo
testimonia al indicar: “Destos conocí yo en la isla (La Española) algunos, y aún
algunos desorejados, y siempre les conocí hartos hombres de bien”.35
“Ahondando en el estudio de cada región en particular, es frecuente
encontrar casos en que las primeras noticias del cristianismo fueron recibidas
por los aborígenes a través de desterrados o prófugos de la justicia. Estos
sujetos no sobrevivieron aislados, sino incorporados al mundo indígena
realizando esta integración a través de la mujer.
Antes de la consumación de este matrimonio de tipo natural,
invariablemente bautizaban a los indios, creando con los hijos una familia que
independientemente de las faltas que justificaban la exótica existencia del
padre en aquellos lugares remotos, de hecho constituía una célula cristiana a
la que se incorporaban no sólo sus hijos, sino parientes y allegados”.36
Para que comprobemos la fuerza de la fe, podemos citar a Miguel Díaz de
Axu, por ejemplo, del cual relata Fernández de Oviedo que “ovo palabras con
otro español, e con un cuchillo diole ciertas heridas e aunque no murió de
ellas,... ausentóse de temor al castigo, e con él, siguiéndole e fasciéndole
amigable compañía, cinco o seis cristianos... E huyendo de la Isabela... fuéronse
adonde agora está aquesta ciudad Santo Domingo. E aquí tomó este Miguel
Díaz amistad con una cacica, que la llamó después Catalina, e ovo con ellas dos
hijos... e rogóle que ficiese que los cristianos que estaban en la Isabela... los
llamase e se viniesen a esta tierra”.37
En Santa Cruz de la Sierra, es “un soldado de ruin vida y fascineroso” el
que levantando una cruz (de allí el nombre de la ciudad), hace conocer a los
indios, la cristianidad, y luego, estos llaman a los misioneros.38
Tal vez no tengamos que socavar en casos tan extremos para comprobar,
“la confianza en cierta erradiación apostólica del simple español”, concretada
en numerosas medidas prácticas.39
En 1503 se recomendaba a los españoles a casarse con las mujeres indias,
y a las cristianas con indios, “porque los unos y los otros se comuniquen y
enseñen, para ser doctrinados en las cosas de nuestra Santa Fe Católica”.40
Los monjes jerónimos, escribían a España, en 1518 sobre la urgente
necesidad de que los naturales se asentasen “cerca de los pueblos de los
españoles, porque según se cree, por otra vía no podrán ser cristianos, ni
políticos”.41
35 Ídem 36 Ibíd. pág. 22 37 Ídem pág. 22 38 Ídem 39 Ibíd. pág. 23 40 Ídem pág. 23 41 Ídem pág. 23
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En la década de 1530, se produce un vuelco fundamental, en cuanto a estos
principios, pues de fomentar el contacto de las dos razas llamada teoría del
buen ejemplo, se pase a afirmar que son numerosos los casos de españoles que
producían efectos apostólicos negativos, o sea la llamada teoría del mal
ejemplo.42
Con respecto a ambas teorías diremos que “no pueden formularse de
ninguna manera como tesis de valor absoluto —ni siquiera como hipótesis—,
sino como diversos aspectos de una misma realidad, la cual se había planteado
en ton de controversia ya desde los primeros momentos de la evangelización.”43
Pero por sobre todas estas discusiones permanece incólume la conclusión
de que “el laicado español como masa en América no iba a dar justamente... un
ejemplo de moralidad, de vida perfectamente cristiana, pero sí de fe en Cristo,
de religiosidad a pesar de sus múltiples y graves defectos”.
“La fe de esta sociedad, en parte oficial, en su mayoría la fe más sencilla
del brusco pueblo que allá se trasladó buscando mejorar su condición social, y
la moral social, bien como aspiración aun de los mismos que la transgredían,
bien como realidad, con todas las mermas que se quiera, contribuyó
indiscutiblemente a difundir por impregnación o por lo menos a conservar el
cristianismo entre los indios”.44
2º La Mujer
Contrariamente a lo que en general se piensa, la mujer española no estuvo
excluida de la responsabilidad apostólica.
Lo demuestra la presencia en América de varias terciarias franciscanas, o
la de “aquellas ocho de «vida honesta y cristiana» venidas al nuevo Continente
en 1534 con el preciso fin de encargarse de la educación y evangelización de los
naturales”.
Pero donde podemos comprobar en forma clara esta aseveración es en la
Constitución 80 del II Concilio Límense (1567). Esta constitución prohibía
“terminantemente la intromisión de las mujeres en el adoctrinamiento de los
naturales”, testimonio fehaciente de que hasta entonces “se hacía con todo
desembozo”.
“De hecho, la intervención de la mujer en diversos servicios espirituales
estaba específicamente reglamentada —parteras, señoras y dueñas de casa—,
42 Ibíd. pág. 24-25 43 Ibíd. pág. 27. Algunos historiadores han incurrido en este error, bien contribuyendo a formar la
“leyenda Negra” o lo que podríamos llamar “Leyenda dorada”; actualmente debemos aspirar a una posición equilibrada, como la que sugiere el Santo Padre, al expresar que: “La Iglesia quiere acercarse
a celebrar este centenario con la humildad de la verdad, sin triunfalismos ni falsos pudores; para dar gracias por los aciertos, y sacar del error motivos para proyectarse renovada hacia el futuro...
superando así prejuicios políticos, ideológicos y aun religiosos que han querido presentar no sólo
negativamente la historia de la Iglesia en este continente” (Juan Pablo II, discurso a los obispos del CELAM; II, 3 L’Osservatore Romano, 21-10-84, pág. 11)
44 Ibíd. pág. 28
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cabiéndole una actuación mayor precisamente en sus obligaciones familiares
de dar instrucción y velar por la salud espiritual de la prole y sus allegados”.
La mujer española colaboró también en las obras religiosas; los ejemplos
de las apoderadas y sindicas apostólicas de la misiones de Perú y Chile, a fines
del período español, son muestra más que elocuente, del grado de compromiso
de estas gentes de la evangelización en América que desafiando todas las
penurias y adversidades y la vida difícil en aquellas tierras, eran verdaderos
ejemplos que nuestras mujeres de hoy tienen la obligación de conocer y hacer
conocer a la América toda.45
3º Los maestros de escuela
Otro importante cauce de la acción seglar es precisamente el que se refiere
a la acción de maestros de escuela.
Guarda nos señala que “en una sociedad de lo que se ha convertido llamar
tipo teocrático, la enseñanza de la doctrina cristiana y de la lectura y escritura,
van paralelas, se hallan íntimamente ligadas y son dadas a menudo por los
mismos maestros”.
Partiendo de este esquema y tomando como base que no siempre fueron
las religiosas las que se desempeñaron como maestras estamos en presencia de
un amplio campo de acción laical, tal vez muy poco explorado.
Volviendo como en casos anteriores, a las fuentes, vemos que ya en el
Concilio Limense se velaba porque los curas encargasen a los maestros de
escuela que impartiesen la catequesis a sus educandos. También el Sínodo de
Alday prescribió que los párrocos velasen porque “haya maestros de escuela
aprobados por ellos que, con las letras, enseñasen a los párvulos la doctrina”.46
4º Los encomenderos
Tal vez sea ésta, una de las principales causas por la cual los seglares, en
su condición de cristianos han sido más duramente atacados.47
Como en el resto de esta obra, no queremos desconocer los excesos
cometidos, que por cierto los hubo y han sido, a lo largo de los siglos, “caldo de
cultivo” para los detractores de España; sólo aspiramos a que se reconozca
también el gran aporte hecho a la evangelización por los encomenderos que
obraron según las leyes. También es interesante observar, en cuanto a los
excesos, las numerosas composiciones, restituciones y legados que existen al
respecto.
45 Cfr. Ibíd. pág. 29 46 Ibíd. pág. 57 47 Ibíd. pág. 210
~ 16 ~
Así llegaremos a la conclusión de que “la generalización es exagerada y
que, despojada la crítica de tales generalizaciones es posible admitir la
compatibilidad de la “especie” “encomendero con cristiano”.48
Para evitar confusiones, comenzaremos por definir lo que era la
encomienda en sí.
Ella parte de la base de que el indio es un hombre libre, sujeto de derechos
y vasallo del rey, y que, de igual modo que antaño tributó a sus caciques o
monarcas, debe hacerlo ahora a la corona española. La encomienda consiste
entonces en la cesión que esta última hace a un benemérito de Indias del
derecho a percibir los tributos por un grupo determinado de aborígenes: con
cargo, por parte del beneficiario de proveer a su cuidado y evangelización y
defender la tierra.49
Enraizada con la encomienda, se encuentra entonces, la evangelización.
Vamos a citar algunos testimonios que demostrarán que hubo encomendadores
que sirvieron fielmente a la causa de Cristo.
Guarda cita la opinión del jesuita Felipe Gómez de Vidaurre con respecto
a ciertas ordenanzas de Pedro de Valdivia que citaremos a continuación y que
muestran la otra cara de la encomienda. “Yo estoy persuadido, dice, que
ninguno habrá reflexionado a las sobredichas reglas con que él las instituyó,
lejos de vituperar ésto, hallará mucho, así en lo cristiano como en lo político,
que ensalzar en Valdivia; lo cierto es que por este medio se vio en brevísimo
tiempo abrazar la religión católica a todas aquellas gentes”.50
Otros testimonios nos hablan de Bartolomé Flores, “vecino encomendero
de Santiago, de quien se alaba el cuidadoso trato dado a sus indios, al extremo
de decirse de él que, ante Dios hallará el bien que en este mundo hiciese”; de
Alonso Benítez, se dice que en su encomienda en Valdivia durante la hambruna
de 1556 juntó en su casa más de doscientos indios para alimentarlos con las
“raciones diarias” y “andaba visitando los pueblos y casas de encomienda,
recogiendo todos los enfermos e necesitados para los curar e darles de comer
ansí fue cresciendo el número de gente que sustentaba, de manera que
ordinariamente daba ración a más de seiscientas ánimas dos veces cada día
por tiempo y espacio de ocho meses e a las criaturas pequeñas que no sabían
comer les mandaba hacer ordinariamente poleadas de harina con que las
alimentaba e sustentaba y los unos y los otros instruía e doctrinaba en las cosas
de nuestra santa fe católica”: de doña Esperanza de Rueda, una de las
encomenderas más caracterizadas del reino, como viuda que era del
Adelantado Jerónimo de Alderete, abundan testimonios referentes al
extraordinario interés por sus indios, de la información de los méritos rendida
en 1561 por Bautista Ventura, vecino de Osorno, se infiere que desde la
48 Ídem 49 Ídem 50 Ibíd. pág. 212
~ 17 ~
fundación de la ciudad no sólo no había recibido tributo alguno de sus indios,
sino “gastado muchos pesos en oro en los sustentar y doctrinar...”51
Estos testimonios, todos pertenecientes a encomenderos de Chile, dan por
tierra con la generalización en cuanto a abusos cometidos, en la tarea de estos
seglares.52
También los encomenderos ayudaron materialmente a la tarea de
evangelizar.
“A juicio de Gómez de Hoyos, no fue del todo negativa la aportación de los
encomenderos a la evangelización: construyeron Iglesias, sostuvieron el culto
y a los ministros de la doctrina y facilitaron las reducciones. Por lo cual resume:
“no se les podría negar a los encomenderos algún relativo mérito en la obra
cristiana de los indígenas”.53
Con todo esto, no pretendemos crear una “leyenda dorada” con respecto a
este tema, sólo mostrar “la otra cara de la moneda”. En cuanto a los excesos
cometidos, “lo importante respecto de estos últimos —señala Guarda— es ver
si la conciencia de los culpables permaneció indiferente o si, por el contrario,
tuvo la delicadeza de procurar una justa reparación”.54
Para demostrar que en algunos casos, no en todos por supuesto, se trató
de remediar el mal ocasionado, podemos citar las bulas de composición,
conseguidas ante el Sumo Pontífice, por los colonizadores de Santo Domingo
en 1505 y de Nueva España entre 1528 y 1529. En las numerosas cartas
enviadas al Pontífice, tendientes a obtener las “bulas de composición”, se puede
apreciar el interés de los colonizadores por lograr una justa reparación y
quedar así, en paz con sus conciencias.55
Sin embargo, Guarda afirma que “los datos más interesantes para
calificar la efectividad práctica de nuestros seglares, son sin duda los
innumerables casos conocidos de restituciones”.56
“No cabe duda —dice Guarda— que las restituciones a los naturales de
aquellos bienes que habían sido mal habidos por parte de los conquistadores,
fue un movimiento general, puesto que la postura teológica que los prescribía
fue general, y general su publicación en todo el continente”.57
A continuación, cita numerosos testimonios, disposiciones y testamentos
de personas que atentas a esa postura teológica, procuraron una justa
reparación, ya sea mediante el pago de sumas de dinero, donación íntegra de
fortunas, devolución de tierras mal habidas, o cediendo haciendas, vestidos y
en algunos casos pagando un censo anual a los naturales damnificados. Entre
51 Ibíd. pág. 212-213 52 Cfr. cap. V, 6 53 CAPMANY, José: Las Iglesias de España en la Evangelización de América, pág. 10 54 GUARDA. Gabriel: op. cit. cap. V. pág. 215 55 Cfr. Ibíd. pág. 217 56 Ibíd. pág. 220 57 Ídem
~ 18 ~
las personas que cumplieron lo escrito anteriormente podemos citar a Hernán
Cortés, el capitán Lorenzo de Aldana, Lope de Mendieta, Rodrigo Niño, Juan
Bautista Pastene, el mariscal Martín Ruiz de Gamboa, doña Marina de Gaete,
Nieto de Gaete, doña Esperanza de Rueda (viuda de Jerónimo de Alderete), el
gran gobernador don García Hurtado de Mendoza, y muchos otros españoles
más.58
Queda así demostrado que toda crítica generalizada en torno de la labor
de los encomenderos es sólo producto de lo que se conoce como “Leyenda
Negra”, y que la “especie” encomendero y cristiano son perfectamente
compatibles.
58 Cfr. Ibíd. pág. 222-228
~ 19 ~
Los Indígenas y la Evangelización “Finalmente hemos de anotar que también los indios fueron agentes de la
evangelización. Las conversiones auténticas dieron el fruto connatural de un
ansia de evangelizar a sus propios pueblos. Algunos de los primeros Concilios
americanos hablan de “Los fiscales” indios, con funciones eclesiásticas
parecidas a las de los diáconos casados de nuestros días. Las comunidades de
creyentes que se formaron en “las doctrinas” de los indios han de contar
también entre las primitivas comunidades cristianas de América”.59
Esté comentario de José Capmany sirve para sintetizar el contenido de
este capítulo, en el cual trataremos de rescatar testimonios casi olvidados, que
hablan del importante papel que les cupo a los naturales en la evangelización
de América.
Hemos hecho una división, de acuerdo a las responsabilidades apostólicas
de los indígenas en:
Apostolado no institucionalizado
Fiscales
En estas dos formas de apostolado encontramos las raíces de la acción
laical de hoy en favor de la evangelización.
1. Apostolado Indígena no Institucionalizado
Este objetivo estuvo presente en la mente de los colonizadores, desde el
momento mismo del descubrimiento de América. Prueba de ello son los
naturales tomados por Colón, llevados a España, bautizados y luego devueltos
a su lugar de origen, con vista a propagar la fe.
Ya en Cuba, hacia 1514, antes de la llegada de los religiosos, indios
bautizados se dedicaban a convertir a sus hermanos de raza.
También los misioneros, conviviendo con los naturales, supieron del
interés de éstos por aprender las cosas de la fe, para luego enseñarlas a sus
hermanos. “Me acaeció tener uno —cuenta el P. Mendieta, destos apóstoles—
que me ayudaba en cierta lengua bárbara y habiendo yo predicado a los
mexicanos en la suya... entraba él vestido de roquete y sobrepelliz, y predicaba
a los bárbaros en la lengua lo que yo a los otros había dicho, con tanta
autoridad, energía, exclamaciones y espíritu, que a mí me ponía hasta envidia
de la gracia que Dios le había comunicado”.60
Un caso por demás interesante es el de un jefe aborigen de Lamparaz,
cerca de Cuzco, convertido en 1547, que luego de recibir el bautismo, “abandonó
la iglesia exultante de alegría proclamando en alta voz su condición de
cristiano; llegado a su casa, le prendió fuego, puso en libertad a sus concubinas,
repartiendo sus bienes entre sus hermanos y parientes: una vez desprendido
59 CAPMANY, José: op. cit. pág. 15 60 GUARDA, Gabriel: op. cit. Cap. I, pág. 31-32
~ 20 ~
de todo esto optó libremente por dedicarse exclusivamente al apostolado, ya
evangelizando a los indios junto a la Iglesia, ya predicando desde un púlpito
que armó junto a una cruz; el fruto obtenido mediante su constancia y fervor,
según Cieza de León, fue óptimo”.61
Otro caso notable es el de Baltasar, natural de Cholula; este indígena
organizó un pueblo entero en la vida cenobítica, según el modelo de los monjes
de la antigua Tebaida.62
Estos y otros testimonios más, que cita Gabriel Guarda en su libro, nos
ayudan a comprender, en parte la tarea de los indígenas en la evangelización,
digo en parte porque si estos casos tienen un tinte y sabor a epopeya, cuánto
más lo tendrán la conformación en esos tiempos tan difíciles, de grupos de
naturales con tareas apostólicas.63
“En Tlaxcala, grupos de familias indígenas cristianas se trasladaron a
vivir entre los recalcitrantes chichimecas a fin de convertirlos según el método
de conversación. Será el mismo Felipe II quien escribirá en enero de 1593, una
conceptuosa carta a los indios principales de aquella región agradeciendo estos
envíos de comunidades apostólicas”.
“La fama de estos grupos misionales de indígenas novohispanos fue tal,
que producido el descubrimiento y colonización del Perú, se solicitó al monarca
autorizara, si viniesen cincuenta frailes, que vengan cien indios de los de
Nueva España... de los más enfinados e informados en nuestra fe y de mejores
obras, y que hagan en cada pueblo o asiento principal de indios un monasterio
y que tengan el mesmo estilo y exercicio que se tubo en la Nueva España...”.64
2. Los indios fiscales
“Los fiscales o mandones —dice el Pbro. José de Jesús López de Lara—
eran indios que tenían a su cargo la comunidad cristiana de un barrio o pueblo
donde no había sacerdote de planta, con funciones concretas y determinadas,
pero siempre sujetas al misionero.
Las palabras ya indicaban algo de la tarea que estos sujetos habían de
desempeñar. Son Fiscales que tienen a su cargo supervisar, acusando lo que
está bien. Son Mandones y tienen verdadera autoridad sobre las gentes del
pueblo para llevarlas a la práctica religiosa”.65
También recibieron estos indios los nombres de Tequitlatoque, que quiere
decir supervisor, y Tepique, guardianes o conservadores del templo”.66
61 Ibíd. pág. 33-34 62 Ibíd. pág. 35 63 Ibíd. pág. 34 64 Ídem 65 CELAM, Ministerios Eclesiales en América Latina: Sección II, “Los indios Fiscales” por José de Jesús
López de Lara, pág. 163 66 Ibíd. pág. 163-164
~ 21 ~
Según se deduce de una carta de los franciscanos de México a Carlos V, su
creación ocurrió en 1532 y en el Virreinato de Nueva España.
La institución de los fiscales encuentra sus orígenes en los colegios para
indígenas, especialmente para niños de la aristocracia, que se venían fundando
desde 1502, tal vez el más famoso de ellos el de Fray Pedro de Gante, fundado
según el propio Gante por iniciativa de Hernán Cortés.67
Para tener una idea cabal de la tarea de los fiscales vamos a citar un
informe de los Franciscanos de la provincia del Santo Evangelio al visitador
del Consejo de Indias en el año 1569.
“El documento distingue dos clases de fiscales: los tepixques o tequitlatos,
que son los mandones” y “los tepixques de las iglesias”. Separadamente
describe las responsabilidades de cada categoría, aunque dice que se ayudan y
vigilan unos a otros.
Los “Mandones” tienen indios a su cargo, con los cuales deberán cumplir
con estos oficios:
1. Hacerlos oír Misa los domingos y Fiestas de precepto.
2. Cuidar que los niños sean llevados a bautizar.
3. Manifestar al Misionero si hay algún adulto que no esté bautizado.
4. Estar pendientes tanto de la confesión anual de todos como de la
confesión oportuna de los enfermos.
5. Cuidar de que no haya desposorios clandestinos ni fiestas nupciales
antes del matrimonio in Facie Ecclesiae.
6. Vigilar para dar noticia al misionero tanto de los esposos que no
cohabitan y de las personas que viven en amasiato, como de los que
lleguen huyendo de otro pueblo, de los borrachos y taberneros, de los
hechiceros y supersticiosos.
7. Tener cuidado de que todos los que están a su cargo, niños y adultos,
sepan la doctrina y den cuenta de ella.
Estos mandones, cuando no puedan con buenas maneras hacer que los
indios cumplan con sus deberes, avisarán al misionero para “que sean
castigados y compelidos”.
“Los Tepixques de las Iglesias” serán, en cada pueblo o aldea, “un par de
indios de confianza, que sepan leer y escribir, los cuales se mudan a semanas
y la semana que le cabe a cada uno de ellos asiste en la Iglesia para atender en
lo que le toca a su oficio, que son las cosas siguientes”:
1. Guardar con limpieza y reverencia los ornamentos y otros aparejos de
la iglesia.
67 GUARDA, Gabriel: op. Cit. Cap. II, pág. 61
~ 22 ~
2. Guardar las limosnas, asentarlas en un libro, con consejo de los jefes
del pueblo, emplearlas en lo más necesario para la misma iglesia.
3. Llevar registros de bautismos, matrimonios y defunciones, así como el
patrón anual de las defunciones.
4. Juntar diariamente a los niños en la Iglesia y enseñarles la doctrina
cristiana hasta que la sepan.
5. Avisar a las gentes oportunamente los días de ayuno y las fiestas de
guardar.
6. Bautizar a los niños en peligro de muerte, cuando no sea posible
recurrir al sacerdote.
7. Consolar y ayudar a los moribundos.
8. Enterrar a los difuntos, organizando los rezos y cantos, si el pueblo
está lejos del monasterio.
9. Tener cuidado con todas las cosas que se encomiendan a los mandones,
para avisarles y ayudarles.
Además podemos citar como tarea de los fiscales el descubrir y denunciar
la idolatría.
Como en capítulos anteriores, citaremos algunos testimonios que nos
hablan de cómo cumplían los fiscales con sus tareas.
“Fray Rodrigo de la Cruz, en carta que escribe al Emperador el 4 de mayo
de 1550, desde Ahuacatlán, parece indicar que tienen los frailes centros de
formación especiales para fiscales: “También tenemos escuelas en que
enseñamos a los indios a leer y escribir y contar, y que sepan decir las Horas
de nuestra Señora, y para esto traemos indios de la comarca, de un pueblo
cuatro, de otro seis, y de cada uno como es. Y después que ya saben rezar el
Oficio de nuestra Señora, enviámoslos a sus pueblos para que allá recen en la
Iglesia el Oficio de nuestra Señora y la gente venga a la doctrina y con oír allí
decir algo, vienen mejor y tienen más devoción. Y porque nosotros no podemos
ir allá, tenemos indios que hacen venir a los otros a la doctrina”.68
Pero aún más interesante, resulta “el caso de los mártires del pueblo de
san Francisco de Caxones, ultimados el 14 de septiembre de 1700 en este lugar,
perteneciente a la alcaldía de Villa Alta (México).
Los dos fiscales del lugar, el cacique don Juan Bautista y el principal don
Jacinto de los Ángeles, en razón de su oficio, delataron al párroco Fr. Gaspar
de los Reyes, que ciertos naturales proyectaban un acto de idolatría en una
junta programada en casa de uno de los lugareños.
Descubierto el hecho y amonestados los cómplices por el cura vicario, los
objetos de la idolatría fueron trasladados al convento dominico, al cual
pertenecía el párroco citado. Al día siguiente los indios del pueblo, unidos a los
68 CELAM, op. cit.: Sección II, “Los indios Fiscales”, pág. 165-168
~ 23 ~
de otros lugares vecinos, la sitiaron, mientras alcanzaban a refugiarse dentro,
con los padres, los dos fiscales indígenas; los alzados no pedían la devolución
de los ídolos, sino la entrega de los aborígenes. Quebrantadas las puertas de la
casa por los sitiadores y destechada la habitación donde se mantenían a los
Fiscales, contra la protesta de los frailes, los dos indios fueron aprendidos,
aunque con promesa formal de que no se atentaría contra sus vidas.
Don Juan Bautista exclamó: «Vamos a morir por la ley de Dios»: como yo
tenga a su divina Majestad no temo nada ni he menester armas. Don Jacinto
de los Ángeles pidió confesión y comunión, haciendo declaraciones de fe en
idénticos términos que su compañero. Acto seguido fueron maniatados y
azotados, siendo llevados al vecino pueblo de san Pedro, donde se les indujo a
idolatrar. Su resistencia la pagaron con sus vidas”.69
Y sigue Guarda citando gran cantidad de testimonios al respecto, tal vez
el más importante, el de un Fiscal de Valdivia “que instituido en su oficio antes
de la destrucción de la ciudad el último año de aquel siglo, continuó ejerciendo
su ministerio espiritual en forma independiente, a pesar de la pérdida de todo
contacto con los misioneros desde el alzamiento general de 1598. Acordándose
puntualmente de la doctrina recibida y a pesar de las burlas y presiones de las
que debió ser objeto, continuó catequizando a los suyos hasta su muerte”.70
Debemos señalar también el caso de muchos indios que “se valían de su
posición privilegiada para no reportar el mayor fruto entre los indígenas, sino
para justificar sus abusos”.71
Con todo esto, podemos afirmar que “el ejemplo de Nuestra Iglesia, que en
el siglo XVI encontró una excelente forma de confiar a los seglares ministerios
sencillos y eficaces para ayudar a vivir a los hombres la vida de la fe y de la
gracia, tiene que ser estímulo y motivo de confianza para buscar, de acuerdo
con las circunstancias concretas de hoy, la forma conveniente de hacer que los
seglares asuman sus responsabilidades en la tarea de toda la comunidad
eclesiástica”.72
69 GUARDA. Gabriel: op. cit. Cap. II, pág. 65 70 Ibíd. pág. 69 71 CELAM: op. cit., Sección II. pág. 171 72 Ibíd. pág. 178
~ 24 ~
Los Niños y la Evangelización Por considerarlo un tema fundamental, vamos a tratarlo en un capítulo
aparte.
Corrobora lo dicho la repetida frase del Obispo de Tlaxcala o Tlascala que
expresa: “Nos, los Obispos, sin los frailes somos como alcones sin muda; así
fueron los frailes sin los niños”.
Este testimonio, que citan Bayle y Guarda, y que se apoya en las
experiencias de Jerónimo Mendieta nos exime de todo comentario, tan sólo
debemos recordar que estos pequeños también fueron laicos comprometidos en
extender el Evangelio.
Tarea nuestra, es por tanto, reivindicar esta gran obra, injustamente
ocultada o subestimada.
Seguramente que al profundizar en este capítulo descubriremos, por qué
prendió tan rápidamente el Evangelio en tierras americanas, y, por qué no
decirlo, la causa principal de la actual crisis que vive el catolicismo.73
1. El niño español
Al igual que la mujer, el niño español desarrolla un papel preponderante
en la cristianización de América, en la mayoría de los casos mezclándose entre
los indios, sirviendo de intérprete al misionero y contribuyendo al aprendizaje,
por parte de estos últimos, de las lenguas autóctonas.
Entre las crónicas que comprueban esta aseveración, podemos tomar una
de Mendieta que cita el caso de un niño, Alonso de Medina, que en 1524,
mezclándose con otros niños indígenas, permitía a los misioneros lograr el
dominio de la lengua aborigen. “Este fue el primero que sirviendo de intérprete
a los frailes, dio a entender a los indios los misterios de nuestra fe y fue ministro
de los predicadores porque les enseñó la lengua”.74
Otro caso es el de Alonso de Trovar, madrileño que a los 12 años se
trasladó a tierras americanas para dirigirse a doctrinar a los muchachos de
Cajamarca. Sobre este hecho, existe una Real Cédula del 22 de febrero de 1570,
en la cual Felipe II pide a los oficiales de Sevilla que dejen pasar al Perú al
niño Alonso de Trovar, de doce años.75
Es interesante observar cómo Felipe II, máxima autoridad de
inconmensurables dominios, se ocupaba con tanto ahínco de estos asuntos que
parecen a simple vista inapropiados para un monarca.
73 GUARDA, Gabriel: op. cit. Cap. I, pág. 38 - Cfr. BAYLE. Constantino: op. cit. Cap. V, pág. 104 (la
tipografía en bastardilla es nuestra) 74 Ibíd. pág. 29 (La tipografía en bastardilla es nuestra. Demuestra a las claras que no fue un caso
aislado el de Alonso de Molina, sino que se encuadra dentro de un método de trabajo de los misioneros, en el cual los niños eran factor fundamental)
75 Colección DURÁN, Juan G.: Historia de la Iglesia Latinoamericana
~ 25 ~
Constantino Bayle, nos habla de “dos muchachillos españoles que,
habiéndose criado entre los naturales, fueron cedidos por su madre a los
franciscanos para que éstos pudieran aprender la lengua Azteca”.76
Estos ejemplos hablan por sí solos de la importancia de los niños
españoles, y aún más de los indígenas, como veremos más adelante, como
puente de enlace entre misioneros y naturales, y, en algunos casos, como
agentes activos de la evangelización.
2. El niño indígena
Podemos decir que fueron ellos, junto a los religiosos, que eran sus
maestros en el conocimiento de la doctrina de Cristo, los principales
responsables de que el Evangelio se difundiera con tanta rapidez en el Nuevo
Mundo.
Corrobora lo dicho, Mendieta, al expresar que: “De la misma manera que
el Señor quiso convertir al mundo antiguo por medio de unos pescadores sin
letras y desprovistos de todo valor humano, así también quiso que se hiciese la
conversión de este Nuevo Mundo, que en número de gentes ha sido mayor de
la que hicieron los apóstoles, no por otro instrumento sino de los niños, porque
niños fueron los maestros (en las lenguas indígenas) de los evangelizadores,
niños fueron también los predicadores y niños los ministros de la destrucción
de la idolatría”.77
“Estos niños, que los frailes criaban y enseñaban, salieron muy bonitos y
muy hábiles, y tomaban tan buena la doctrina, que enseñaban a muchos: y
además desto, ayudaban mucho, porque descubrían a los frailes los ritos e
idolatrías y muchos secretos de las ceremonias de sus padres...”78
Ellos rastreaban las idolatrías o concubinatos y lo delataban a los frailes
para que pusiera remedio; ellos ayudaron a derrocar a los cues o templos,
quitando el temor a los mayores, pasmados de que no lloviesen castigos, y
menospreciando después a quienes así se dejaban hollar, y los papas, a quienes
cerraban la boca con sus razones, los muchachos”.79
Estos testimonios tomados por Bayle de Molina y Mendieta, reafirman lo
dicho anteriormente. Podemos decir entonces, que los niños fueron verdaderos
“ministros de la destrucción de la idolatría”.
Otro religioso de esa época, Fray Pedro de Gante, escribía en una de sus
cartas: “Mi oficio es predicar y enseñar día y noche. En el día enseño a leer,
escribir y cantar; en la noche enseño la doctrina cristiana y predico. Por ser la
tierra grandísima poblada de infinita gente, y los frailes que predican pocos
para enseñar a tanta multitud, recogimos en nuestras casas a los hijos de los
76 BAYLE, Constantino: op. cit. Cap. V. pág. 104 77 GUARDA, Gabriel: op. Cit. Cap. I. pág. 38 78 BAYLE, Constantino: op. cit. Cap. V, pág. 103 79 Ibíd. pág. 105
~ 26 ~
señores principales para instruirlos en la fe católica, y que después enseñen a
sus padres. Aprendieron estos muchachos a leer, escribir, cantar, predicar y
celebrar el oficio divino a uso de la Iglesia. De ellos tengo a mi cargo en esta
ciudad de México al pie de quinientos o más, porque es cabeza de la tierra.
He escogido unos cincuenta de los más avisados y cada semana les enseño
aparte de lo que toca hacer o predicar la dominica siguiente, lo cual no me es
corto trabajo, atento día y noche a este negocio, para comprometerlos y
concordarles sus sermones.
Los domingos salen estos muchachos a predicar por la ciudad y toda su
comarca, a cuatro, a ocho o diez, a veinte o treinta leguas, anunciando la fe
católica, y preparando con su doctrina a la gente para recibir el bautismo.
Nosotros con ellos vamos a la redonda destruyendo ídolos y templos por una
parte, mientras ellos hacen lo mismo por otra, y levantamos iglesias al Dios
verdadero. Así y en tal ocupación empleamos nuestro tiempo, pasando toda
manera de trabajos de día y de noche, para que este pueblo infiel venga al
conocimiento de la fe de Jesucristo”.80
Pero Gante no fue precisamente un francotirador; Guarda cuenta que: “En
Chile se observó igual método desde principios de la conquista hasta fines del
periodo español. Grande fue, en este aspecto la acción del colegio de Naturales
de CHILLAN”.81
Los niños indígenas fueron también intérpretes de los misioneros ante los
indios, Fray Jerónimo de Mendieta escribe que: “Tanta fue la ayuda que estos
intérpretes dieron, que ellos llevaron la voz de la palabra de Dios, no sólo en
las provincias donde hay monasterios y en la tierra de cada uno de ellos, donde
de ordinario se predica y visita, más a todos los fieles de Nueva España que
está conquistada y puesta en paz, y a todas las otras partes adonde los
mercaderes naturales llegaban”.82
También escribe a continuación: “No faltaron algunos censores en aquel
tiempo a quienes les parecía mal esta diligencia de sacar de las iglesias la
doctrina y llevarla a casas seglares y también que fuesen predicadores los
niños, y así como lo murmuraban, así también lo contradecían, no estibando en
otro fundamento, sino en el que están los que de ordinario los aniquilan,
diciendo: “Al fin son indios”.83 Por lo visto no sólo Bartolomé de las Casas
defendió al indio y su condición humana.
Podríamos seguir citando incontables testimonios de la actividad pastoral
de los niños seglares, pero, quisiera terminar este tema con unas palabras de
Constantino Bayle, en torno a las cuales deberíamos reflexionar
profundamente los católicos de este tiempo: “El método para abrir la
evangelización no pudo escogerse con más tino: es ciertamente el único,
80 Colección DURÁN, Juan: op. cit. cuaderno 15 (a), pág. 11 81 GUARDA. Gabriel: op. cit. Cap. I, pág. 40 82 Colección DURÁN, Juan: op. cit. cuaderno 15 (b), pág. 4 83 Ídem
~ 27 ~
máxime entre bárbaros que lleva a buen fin; no hay cristiandad firme sino en
las generaciones que la embeben desde la niñez”.84
84 BAYLE, Constantino: op. cit. Cap. V. pág. 102
~ 28 ~
Conclusiones Repasando con tranquilidad esta monografía, veo que debo hacer una
advertencia a los lectores: podremos comprender mucho mejor los testimonios
que en ella cito, y toda fuente histórica en general, si tratamos de introducirnos
en la época histórica de que proceden; este debe ser el punto de partida de todo
análisis que pretenda ser objetivo (lo que en historia llamamos “Forma
mentis”).
Al hacer este ejercicio, en lo personal, me han resultado aún más
valorables y ricas las experiencias vividas por algunos laicos españoles en la
Evangelización de América; empresa que si bien estuvo acompañada de
violencia (¿en qué conquista no estuvo presente?) tuvo un fin bien claro y
concreto, que prevaleció sobre las faltas de los hombres: la propagación de la
Fe.
Quiero decir también que no podemos justificar la violencia en el anuncio
del Evangelio, pero entiendo que si hubo casos en que se cometieron excesos,
en otros se actuó en defensa de la integridad física de los misioneros y aun en
defensa de la propia vida.
Podría seguir extendiéndome en mi opinión del pasado, pero considero
mucho más importante reflexionar sobre el presente.
Aún hoy, existen personas que continúan fomentando la bien llamada
“Leyenda Negra” y que bajo el aparente objetivo de reivindicar al indio, sólo
buscan lucrar con su figura y estar de moda atacando a España y a su pueblo
(realizadores, en parte, de la empresa evangelizadora), y a la Iglesia Católica,
que cuenta con casi 380 años (desde Montesinos en adelante) de incansable
lucha por los derechos de los aborígenes.
Lamentablemente los católicos, por ignorancia, complacencia o temor al
“¿qué dirán?”, no defendemos, en general, la faz positiva que tuvo la
EVANGELIZACIÓN de AMÉRICA.
Con este pequeño trabajo, basado en dos libros editados (Los laicos en la
Cristianización de América, de Gabriel Guarda y la Expansión Misional de
España, de Constantino Bayle) y enriquecida con otras publicaciones, pretendo
entonces rescatar del pasado a grandes olvidados, que debemos conocer si
aspiramos los laicos argentinos, a un verdadero y profundo cambio de
esquemas mentales, tal como lo pide el CONCILIO VATICANO II.
Quisiera finalizar con un fragmento del mensaje pronunciado por Juan
Pablo II a los Obispos del CELAM, en Santo Domingo en el año 1984, que
sintetiza el espíritu que guió esta obra y el pensamiento de su autor:
“La Iglesia quiere acercarse a celebrar este centenario con la humildad de
la verdad, sin triunfalismos ni falsos pudores; para dar gracias a Dios por los
aciertos y sacar del error motivos para proyectarse renovada hacia el futuro...
superando así prejuicios políticos, ideológicos y aun religiosos que han querido
presentar sólo negativamente la historia de la IGLESIA en este Continente”.
~ 29 ~
Bibliografía
A. fuentes Editadas
Bulas de donación del Papa Alejandro VI; en Cuadernos de Historia
de la Iglesia Latinoamericana, colección Juan G. Durán.
B. Bibliografía
BAYLE, CONSTANTINO: La Expansión Misional de España,
Barcelona, 1936.
BRUNO, CAYETANO: Historia Argentina, Bs. As., 1977.
CAPMANY, JOSÉ: La Iglesia de España en la Evangelización de
América, Cuadernos BAC, 86, Madrid, 1985.
CONSTITUCIÓN DOGMÁTICA DE LA IGLESIA: Documentos
completos del Vaticano II, Bilbao, 1966.
DURÁN, JUAN G.: Cuadernos de Historia de la Iglesia
Latinoamericana, Facultad de Teología, U.C.A.
GUARDA. GABRIEL: Los Laicos en la Cristianización de América,
Santiago de Chile, 1973.
LÓPEZ DE LARA, JOSÉ DE JESÚS: Los Indios Fiscales, Sección II.
Pág. 153; en Ministerios Eclesiales en América Latina, CELAM,
Colección DEVYN, Bogotá, 1976.
LLORCA, BERNARDINO: Manual de Historia Eclesiástica,
Barcelona, 1942.
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Índice
Prólogo .............................................................................................................. 3
Contexto Histórico ............................................................................................ 4
Compromiso Evangelizador de los Monarcas Españoles ............................... 5
Importante rol del Estado Militar en la Propagación de la Fe ...................... 7
El Pueblo Español: Su participación en la Histórica Empresa ................... 12
1º El simple Español ............................................................................... 12
2º La mujer .............................................................................................. 14
3º Los maestros de escuela ..................................................................... 15
4º Los encomenderos .............................................................................. 15
Los Indígenas y la Evangelización ................................................................ 19
1. Apostolado Indígena no Institucionalizado ....................................... 19
2. Los indios fiscales ............................................................................... 20
Los Niños y la Evangelización ....................................................................... 24
1. El niño español ................................................................................... 24
2. El niño indígena ................................................................................. 25
Conclusiones ................................................................................................... 28
Bibliografía ..................................................................................................... 29
Impreso en agosto de 1991 en Color Efe,
Paso 192, Avellaneda, Argentina
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Se ha escrito mucho sobre la
evangelización de América a
través de los misioneros,
principalmente de las Órdenes
Religiosas: franciscanos, jesuitas,
dominicos, mercedarios, etc.
Pero es bastante escasa la
información sobre la labor
evangelizadora del laicado.
Sirve este trabajo para
reivindicar, por medio de la gran
cantidad de documentos
existentes, el importante papel
que le cupo a los laicos en la
evangelización de América; y
también para hacernos tomar
conciencia del rico pasado, que
posee la presencia seglar en la
acción apostólica en tierras
americanas.
Editorial Claretiana
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