View
14
Download
0
Category
Preview:
Citation preview
Portada del mes Año 28 No. 12 Marzo de 2010
Una de las razones por la que en nuestro artículo anterior discutimos acerca de las limitaciones conceptuales de los términos Aborigen e Indígena, fue la de justificar el ámbito teórico de sostener la existencia de Indígenas postcolombinos, es decir aquellos grupos, cuya existencia sólo pudo ser posible por la confluencia de elementos societales producidos por el encuentro‐choque de los indígenas con los europeos, con los africanos‐negros y con los africanos‐blancos (canarios).
De lo anteriormente mencionado parte que podamos hablar con propiedad de la existencia de diversos grupos indígenas postcolombinos, entre los cuales quiero destacar la variada presencia de numerosos Indígenas Negros, producto de distintos grados de fusión y sincretismo entre africanos‐negros y comunidades indígenas, pero utilizando como matriz la raíz indígena.
Es bueno señalar que la condición clave que permitió la creación de estas comunidades de Indígenas Negros, fue la definición arraigada en la estructura de parentesco de los Indígenas americanos, de cooptar e incorporar al extraño en su seno luego de un proceso de humanización entendido como de indigenización.
Cuando los indígenas capturaban a un miembro de otra tribu, o a un esclavo negro fugado, los mismos eran sometidos a un proceso de esclavitud durante un tiempo, hasta que finalmente eran incorporados a la sociedad indígena como miembros plenos. Muy al contrario de la práctica esclavista traída por los europeos, en la cual el esclavo era convertido en un no‐humano, en palabras de Aristóteles “en un animal que habla”, los indígenas lo humanizaban, lo indigenizaban y lo convertían en uno de ellos.
Cuando estos procesos de indigenización de los negros se hicieron a gran escala, permitieron la aparición de comunidades estables de Indígenas Negros las cuales siguen existiendo hasta hoy, como es el caso en Venezuela de los Indígenas Wayüu, habitantes del Estado Zulia especialmente de la Península de la Guajira que compartimos con el hermano país de Colombia.
Miguel Acosta Saignes ya había señalado que los Wayüu, quienes pertenecen al tronco lingüístico Arawak, presentan un conjunto de rasgos de parentesco, de cultura y hasta fisionómicos, que los hace señaladamente
diferentes de la mayoría de los grupos indígenas venezolanos. Por ejemplo su organización clánica sólo matrilineal –incluyendo la herencia‐ con predominio marcado del avunculado (el tío materno es el Padre social).
En lo cultural la danza de la Yonna (mal llamada Chicha‐Maya), que se ejecuta con un tambor tipo redoblante, es una danza de parejas de hombre y mujer, en la cual esta embiste y persigue al hombre hasta tumbarlo al piso, coreografía que no se encuentra emparentada con las danzas de los otros grupos indígenas, las cuales son colectivas –no de parejas‐, entrelazadas y girando formando círculos en dirección contraria al reloj, con un claro sentido de relación con el sol y su movimiento en la bóveda celeste.
Desde el punto de vista fisionómico, los wayüu suelen ser predominantemente de tez oscura, aunque con el pelo lacio y no ensortijado. Miguel Acosta Saignes adelantaba la hipótesis de que los wayüu fueron incorporando en su seno, numerosos esclavos africanos‐negros huidos de la costa caribeña de la actual Colombia.
Situaciones parecidas se dieron en los EEUU con los Apaches (recordar los evidentes rasgos de ascendencia negro‐africanas de su célebre Jefe Gerónimo) y con los Seminolas, quienes fueron obligados a emigrar de sus lugares de origen hasta el actual Estado de Florida, en donde se convirtieron en los “aborígenes del lugar”.
Pero quisiera detenerme un poco en grupos de Indígenas Negros, cuya historia no sólo fue algo distinta a las anteriores –pues no se conformaron únicamente a partir de fugas precisas, sino colectivas‐ sino que además, tenemos la suerte que, al menos parte de ella está documentada y fechada. Me refiero a los Caribes Negros de la costa Atlántica de Centroamérica que provenían de la isla de San Vicente.
Seguiremos el clásico libro de “Las Américas Negras” de Roger Bastide, para reconstruir la historia. A la llegada de los españoles al Caribe, estos exterminaron a la mayor parte de los indígenas de origen Caribe y Arawak, pero una parte de los primeros consiguió refugio en las pequeñas islas de San Vicente y Santa Lucía entre otras. Luego en 1635 dos buques españoles cargados de esclavos negros naufragaron cerca de San Vicente, lo que
aprovecharon los esclavos para matar a los marineros blancos y huir a la isla, en donde serán esclavizados por los Caribes durante un tiempo, hasta asimilarlos por completo.
Igual situación ocurrió en 1672 con un buque negrero inglés, e idénticamente fueron esclavizados los negros sobrevivientes y finalmente incorporados plenamente a la comunidad indígena. De esta forma asistimos a la creación de una nueva comunidad indígena: los Caribes Negros, cuyos rasgos fisionómicos son de evidente ascendencia africana, incluyendo en la mayoría el pelo ensortijado.
Pero la historia no termina ahí, pues al ser retomada definitivamente San Vicente por los ingleses, estos acusaron a los Caribes Negros de haber estado aliados a los franceses, por lo que fueron castigados desterrándolos a las costas de Centroamérica, desde la Península de Yucatán hasta Nicaragua. Son los actuales Caribes Negros de Honduras y Belice y los Indígenas Mískitos de Nicaragua.
Y para seguir mostrando la maravillosa presencia africano‐negra en la construcción de América, en el próximo artículo responderemos la siguiente pregunta: ¿de cuáles lugares de África vinieron los esclavos negros venezolanos?
01 de marzo de 2010
Enrique Alí González Ordosgoitti, doctor en ciencias sociales
Recommended