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Cuentos para educar en valores. Cuentos para entender las emociones. Cuentos para el desarrollo de la inteligencia espiritual a través del lenguaje simbóloco de los cuentos.
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“Cuentos de educación en valores”
Arquetipos para entender las emociones
Autora: Lola Fernández Chinchilla
“Brillando en la oscuridad”
Erase una vez un hada alegre
y traviesa. Era muy joven y un
poco inexperta.
Una noche, sentada al borde de
un estanque, se entretenía
tocando su flauta a la que
arrancaba extrañas y bellas
melodías mientras sus pequeños
pies jugaban con las cristalinas
aguas…
A la que no le gustaba que la molestaran durante la
noche la oía refunfuñando palabras
amenazadoras…
La bruja, que no era muy paciente, al ver que la
música no cesaba decidió ir a ver quién era el
responsable de aquella melodía que no la dejaba
dormir.
Se acercó sigilosa al estanque y enseguida pudo distinguir entre los
juncos una lucecita que brillaba con
fuerza en la oscuridad de la noche.
_Hadas…-pensó- molestan de todas
las formas… Rompen el silencio,
rompen la oscuridad… ¡Bah!
Preparó uno de sus mejores conjuros y
descargó sobre el hada toda su furia.
La pequeña criatura quedó tendida en el
suelo, apagada y sin saber qué había
pasado.
La bruja, indiferente y sin conciencia se
marchó riendo mientras en su mano
sujetaba la luz que le había robado a
aquel ser inocente…
El hada asustada consiguió
levantarse y huir de allí.
Se sentía muy triste y muy
cansada y tardó un rato
todavía en darse cuenta de
que la risa chillona
pertenecía a la bruja de la
que alguna vez había oído
hablar.
Con alguno de sus hechizos
había conseguido robarle su
luz…
Se acercó a la cabaña
donde habitaba la bruja
justo a tiempo de ver
como la vieja metía
dentro de un frasco de
cristal el brillo azulado
que le acababa de robar.
Pero no sabía cómo
recuperarlo y se alejó
triste…
Durante días vagó por el
bosque sin saber qué
hacer. Quería recuperar su
brillo. Pero pensó que no
tenía poder para
enfrentarse a tantos años
de maléfica sabiduría…
De pronto se le ocurrió una idea.
Ya que no tenía medio de acercarse
al frasquito que contenía su
resplandor, decidió que podría
brillar de otro modo.
Una noche de hermosa luna vio
unas gotas de rocío
resplandeciendo como diamantes
sobre las hojas y las flores. Así es
que cogió una a una las gotitas y
fue cubriendo con ellas todo su
cuerpo hasta que todo él quedó
hermoso y reluciente…
Durante un rato fue muy feliz con
la ilusión de haber recuperado su
antiguo aspecto. Pero la ilusión
duró poco tiempo. Las gotitas se
evaporaron al amanecer y el brillo
desapareció.
No importaba. Durante un rato
había sido feliz, y se puso a buscar
incansable un nuevo modo de
brillar.
No tardó mucho en encontrarse a
un grupo de luciérnagas que
revoloteaban ajenas e inocentes,
como ella lo había sido no hacía
mucho…
Ideó una estratagema y con
dulces y engañosas palabras
consiguió atrapar a varias de
ellas. Las ató a su espalda y
brilló con una luz que no era
suya. Mientras las diminutas
luciérnagas enfadadas gritaban
y golpeaban la espalda del hada
en un intento cada vez más
desesperado de liberarse.
Finalmente el hada no pudo
soportar más sus gritos ni el
dolor de su espalda y no tuvo más
remedio que dejarlas marchar…
Rápidamente comenzó a idear
una nueva manera de brillar.
No soportaba estar apagada.
Justo en ese momento escuchó
un coro de vocecitas que
lloraban y suspiraban.
El sonido procedía del hueco
de un enorme tronco…
Al entrar en aquel mundo
subterráneo descubrió con sorpresa
decenas de pequeñas hadas a las que,
como a ella, la bruja había robado su
luz.
Todas estaban apagadas y muy
tristes y todas vivían pegadas a algo,
unas a un candil, otras a una
luciérnaga que enfadada protestaba,
otras a una pequeña piedra de
cristal. Ninguna de ellas era feliz…
¡Cuántas hadas sin luz! Se marchó
para no ver el lamentable espectáculo
de tantos seres como ella, apegados a
una luz que no les pertenecía.
No quería acabar así…
Ya no estaba triste, estaba
verdaderamente enfadada por
primera vez en su vida.
Sin pensarlo dos veces se fue hacia la
cabaña de la bruja. Quería recuperar
su luz natural. Y lo haría.
Ya no tenía miedo…
Antes de enfrentarse con ella
decidió darse un baño en las
aguas mágicas del estanque
que tanto le gustaba. Allí
nadando entre lotos y juncos
pensó la manera de vencer a
la malvada vieja…
Al salir encontró su flauta que aún
estaba tirada en el suelo y la cogió.
Fue a ver a sus amigas las abejas
y les pidió un poco de cera para
tapar sus oídos. No quería que los
terribles conjuros que la bruja
pronunciara hicieran su efecto.
Por último cogió una enorme tela
de araña resistente y pegajosa y
esperó a que se hiciera de noche
cerca de la casa de la bruja…
Cuando empezó a oír sus atronadores ronquidos entró en la
cabaña y envolvió en un santiamén a la bruja con la tela de
araña, especialmente las manos y la boca para que no
pudiera pronunciar ningún conjuro.
Echó al fuego su libro de hechizos y empezó a tocar la
flauta alegre por haber conseguido vencer su miedo…
No sabía si de aquel modo llegaría a recuperar lo que aquella
criatura le había arrebatado quizás por ignorancia o tal vez
por infelicidad pero la música le hacía sentir bien.
La vieja protestaba y se
revolvía sin poder
pronunciar palabra. Tal
fue la furia que se desató
en aquel ser incapaz de
compasión que al
instante desapareció
convertida en una nube de
polvo y fuego…
En ese momento
su brillo volvió a
ella.
Aún le latía el
corazón con
fuerza y le
temblaban las
manos y apenas
podía creer que la
bruja que tanto
daño había hecho
ya no existía...
Al salir de nuevo alegre y feliz
descubrió que todas las hadas a
las que la bruja había robado su
luz volaban libres y felices por el
bosque que desde entonces
recuperó el alegre bullicio de sus
risas.
Fin
La luz del amor, de la bondad, de la sabiduría, de lo auténtico,
de lo que llena nuestro corazón de alegría no es comparable con
nada material y externo, fama, poder, riqueza…
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