Cantos de parida sefardíes

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Universidad Complutense de Madrid

Facultad de Filología

Sección de Filología Románica

MEMORIA DE LICENCIATURA:

Cantos de parida sefardíes

Autora: Mª Ángeles Cuéllar BravoDirector: Dr. Don Manuel Alvar López

Madrid, septiembre de 1977

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Índice

1 Introducción………………………………………… 4

2 Las costumbres de nacimiento sefardíes

2.1 Creencias y supersticiones relativas a la gestación,

El embarazo y el parto…………………… 7

2.2 La noche de viola……………………………… 11

2.3 La circuncisión……………………………………… 11

2.4 El regmimiento ……………………………………… 11

2.5 El fadamiento ………………………………………… 12

2.6 Conclusiones………………………………………… 13

3. Estudio de los Cantos de Parida

3.1 Reseña bibliográfica………………………… 16

3.2 Criterios de clasificación………… 20

3.3 Clasificación……………………………………… 22

3.4 Conclusiones…………………………………… 42

3.5 Notas……………………………………………… 52

4. Bibliografía…………………………………………… 58

5. Apéndice I: textos aljamiados... 70

5.1 Dos versiones del canto 3 Las edades del hombre

5.2 Tres versiones del canto 4 Nacimiento de Abraham

5.3 Tres versiones del canto 5 ¡Oh, qué nueve meses!

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5.4 Reproducción de los textos

6. Apéndice II: Textos inéditos ...... 111

6.1 Una versión del canto 4 Nacimiento de Abraham

6.2. Una versión del canto 9 Parida está la parida

Con este documento pretendo dar a conocer la memoria de licenciatura presentada en 1977. He transcrito del texto original, con leves correcciones, la introducción y Las costumbres de nacimiento sefardíes (apartados 1 y 2). El resto de los apartados está escaneado: presenta la tipografía de la máquina de escribir y la numeración original. Por eso hay doble paginación en el 2 y el 3.

Ruego disculpas por todos los errores que puedan aparecen tanto en la versión original como en esta "reimpresión".

Este trabajo no se podría haber llevado a cabo sin la ayuda de Jacob

Hassan, entonces director del Instituto Arias Montano.

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1. Introducción

En la poesía tradicional judeo-española existen unas canciones de

circunstancias que acompañan a los acontecimientos más señalados del

ciclo vital, entre las que destacan las referidas al nacimiento y a

las ceremonias religiosas del mismo. De cara a este trabajo, he creído

oportuno agrupar estas canciones sefardíes relativas al nacimiento

bajo el epígrafe genérico de Cantos de parida para evitar problemas de

denominación, ya que la mayoría de los autores que las recogen,

emplean indistintamente canto o cantiga de nacimiento, de parida, de

viola o de circuncisión, sin que por ello quede claro el momento

concreto en que se cantaban.

Mientras que otros aspectos de la literatura sefardí de carácter

tradicional, como los romances, los cantos de boda o las endechas –

estos últimos relacionados también con el ciclo vital- han sido más

estudiados, los Cantos de parida, tal vez por ser inferior el número

de textos conservados o por revestir menor importancia para la

comunidad los festejos en que se cantaban, han permanecido en un

segundo plano a los ojos de los investigadores. Además, aunque están

concebidos con la misma técnica de la poesía tradicional española, su

relación con ella no es tan evidente, manifestándose como una obra

original propia de los judíos españoles.

La principal dificultad que he encontrado es el hecho de los cantos se

hallen dispersos por distintas colecciones, así como la falta de un

estudio monográfico que abarque tanto la tradición de Oriente como la

de Occidente, habiéndose limitado la mayor parte de los autores a

recoger y editar los textos. En base a esto, la intención del presente

trabajo es lograr, mediante la presentación de materiales, una

5

aproximación al estudio de los Cantos de parida. En primer lugar, he

procedido a la recopilación de los cantos a través de las diversas

colecciones, comenzando por la de A. Danon que publica por primera vez

en 1896 cuatro cantos, hasta las tesis más recientes realizadas en

universidades americanas, muchas de ellas todavía inéditas. Al mismo

tiempo, he realizado la transcripción de dos textos aljamiados de

Marruecos que me ha cedido amablemente el Dr. D. Manuel Alvar,

director de la tesis. Una vez hecha esta recopilación, los he agrupado

y clasificado, basándome fundamentalmente en el tema, la estructura y

la métrica que presentan. En ningún momento he pretendido hacer un

estudio literario ni de sus variantes ya que, debido a la complejidad

de los textos y a los problemas que presenta la tradición oral,

rebasaría con mucho la finalidad del trabajo.

Otro de los objetivos propuestos, que creo imprescindible para llegar

a comprender la significación de estas composiciones, es la

realización de un breve resumen del marco folklórico en el que se

desarrollan: las costumbres, ritos y creencias relativas al

nacimiento, así como el momento y las ceremonias religiosas en que se

cantaban.

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2. Las costumbres de nacimiento sefardíes

En todas las comunidades el curso de la existencia humana se

desenvuelve en virtud de una continua trama de formas tradicionales

que estructuran los llamados “ritos de tránsito”, expresión que sirve

para designar el conjunto de ritos y ceremonias que acompañan a las

sucesivas fases por las que ha de pasar el individuo para integrarse

en la comunidad, y que hace referencia no sólo a los ciclos vitales

(nacimiento, madurez, reproducción y muerte), sino también a cualquier

cambio de lugar, de estado, de situación social y de edad. Estos ritos

comprenden tres estados: de agregación, de espera o matrimonio y de

separación, y están agrupados en relación a un mismo fin: el paso de

un estado social o afectivo a otro, generalmente considerado mejor1.

Así el advenimiento de un nuevo miembro a la comunidad se rodea

tradicionalmente de una serie de ritos protectores de carácter mágico

y religioso.

En este capítulo, siguiendo fundamentalmente a Molho2 y Attias3,

pretendo hacer un breve resumen del ritual sefardí que acompaña al

nacimiento y en que se inscriben Los Cantos de parida, ilustrándolo

con algunas costumbres españolas que puedan estar relacionadas4.

2. 1 Creencias y supersticiones relativas a la gestación, el embarazo y el parto

1 Véase A. Van Gennep, Les rites de passage (Paris, 1909; reimpresión, 1969).2 Usos y costumbres de los sefardíes de Salónica (Madrid-Barcelona, 1950) ps. 49-90.3 Romancero sefardí: romanzas y cantos populares en judeo-español (Jerusalem, 1956) ps. 294-297.4 En España la bibliografía es más abundante, la Sección de Ciencias Morales y Políticas del Ateneo de Madrid repartió en 1901 un cuestionario que, aunque no ha sido publicado, ha sido aprovechado por diversos autores; T. de Aranzadi y L. de Hoyos lo recogen en Etnografía, sus bases, sus métodos y sus aplicaciones a España (Madrid, 1927) ps. 212-218. Como solo he anotado las costumbres españolas que pueden guardar cierto paralelismo con las sefardíes, en la bibliografía final se incluyen todas las obras consultadas.

7

Entre los sefardíes el nacimiento de un hijo suponía un acontecimiento

de gran importancia; significaba la continuación de la familia, la

ocasión de poder cumplir con el precepto de la circuncisión y, en la

situación de exilio, la esperanza del futuro. Los hijos eran

considerados como una bendición y un honor para el padre; pero

mientras el nacimiento de un hijo varón era acogido con gran alegría,

el de una hija lo era discretamente, diferencia que reflejan algunos

proverbios de Salónica: “quen niño cría, ora fila”; “quen niña cría,

lana fila a la fin de año o poliada o podría” y “la hija en la faja,

el ajugar en la caja”. Esta preferencia por el hijo varón se recoge

también en algunas regiones españolas, que incluso atribuyen al parto

de una hembra mayores peligros y dificultades: “mala nit y parir noia”

(refrán tradicional catalán).

La falta de sucesión era considerada como un castigo del cielo5, para

combatirla se realizaban una serie de prácticas de carácter simbólico

y mágico6; una de las más frecuentes entre los sefardíes tangerinos

consistía en ir de romería a la sepultura de los santos rabinos. En

oriente la mujer que ha dado a luz un hijo después de mucho tiempo de

estar casada recibe el nombre de Rahamin (del hebreo “piedad”: Dios ha

tenido piedad de ella) y en occidente al hijo único o nacido después

de muchos años de esterilidad se la llamaba deseado o regalado.

El primer parto era siempre el que guardaba mayores peligros, era el

más esperado y, a la vez, el más temido. Una vez que la madre se

encontraba en estado, tenía que tomar precauciones y satisfacer sus

antojos en la creencia de que, de este modo, evitaba un parto

prematuro. Una costumbre para evitar un parto prematuro consistía en

colgar un candado en el vientre de la embarazado, candado que cerraba

un niño diciendo estas palabras: “igual que cierro este candado, que

se cierre tu vientre”.

Cuando llega el noveno mes la familia sefardí se prepara para el gran

acontecimiento, antes había que visitar el cementerio para orar en las

tumbas de los rabinos y la mujer encinta tenía que tomar un baño con

el objetivo de facilitar el parto. Al sentir la embarazada los

primeros dolores, se llamaba a la comadrona, si éstos se prolongaban

5 Véase el romance de la madre de Samuel, Attias op.cit., núm 726 Algunos de estos remedios fueron recogidos por A. Galante en Les Juifs deIzmir (Istambul, 1937) cp XXXII

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demasiado, se entonaban salmos y se pedía la intervención del marido,

que golpeaba ligeramente el vientre de su compañera, pronunciando la

siguiente fórmula: “yo te he cargado, que Dios te descargue”. Otras

costumbres para facilitar el parto consistían en llevar a la sinagoga

para alimentar el tamid (lámpara que arde continuamente en el

Tabernáculo)., abrir todas las llaves de las puertas, ventanas y

armarios y, en las comunidades de Bulgaria, dar a la parturienta agua

con ceniza. En España también se mezclaban la devoción religiosa y la

superstición. Casad Gaspar ha recogido una plegaria que voceaban a dúo

la parturienta y la comadrona en Gran Canaria:

Alúmbrame, madre mía,

Que aunque estoy alumbrando

No estoy parida.

Y la comadrona a cada esfuerzo decía:

Ayúdame, madre mía,

A salvar a esta parida7.

En Galicia, como ayuda mágica, solía colocarse una llave debajo de la

almohada y se recitaba: “O que sirva para abrir as portas debe servir

para abrur as oirtas da vuda ó vai nacer”.

Después del feliz acontecimiento del parto, el padre de un niño

recibía las palabras tradicionales de besimán tob (heb. “Que sea en

buen augurio”) y sí nacía una niña mazzal tob (heb. “suerte feliz”).

Aunque la sinónima es perfecta (señal auspiciosa), nadie empleaba la

primera cuando se trataba de una niña8. La madre y el recién nacido,

como seres más débiles, se hallaban expuestos a grandes peligros. Ocho

días estaban consagrados a la madre sefardí, su madre y sus familiares

la rodeaban, la servían y la cuidaban sobre todo de noche, ya que,

según la creencia, los "espíritus dañinos", que envidiaban a aquellas

madres que habían sido agraciadas con un hijo y podían así cumplir el

precepto de la circuncisión, buscaban ocasionarles daño. Las mujeres

guardaban la vigilia al lado de su lecho encabezadas por la madre y

entonaban las canciones de parida. Además, para conseguir su

protección se utilizaban diversas fórmulas9 y objetos. Larrea10 recoge

en Marruecos la costumbre de colocar sobre la puerta de la alcoba la

7 Costumbres españolas de nacimiento, noviazgo, casamiento y muerte (Madrid, Escelicer, 1947) p. 161.8 J. Benolíel, Dialecto judeo-hipano-marroquí o hakitía, BRAE, XIV (1927) p. 161

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cabeza de un gallo y unas hojas de papel blanco, llamadas semat, donde

estaban escritos versículos de la Ley o sagrada escritura y aparecían

los nombres de los ángeles protectores de la madre y el hijo. La ruda

era también muy estimada como protectora tanto entre los sefardíes

como entre los españoles, un refrán dice: "en casa donde hay ruda, no

muere criatura11".

Era corriente que después del nacimiento se invitara a los parientes y

vecinos. En España, Violant Simorra recoge en el Pirineo12 una comida

ritual llamada "fer furnigóns", que puede ser paralela a la zemmita o

plato ritual que simboliza la fecundidad con la que se obsequiaba a

los visitantes de la parida marroquí. Y Amades13, en Cataluña, la

costumbre de preparar una mesa con algunos dulces, adornar la alcoba y

dejar fuego en el hogar con objeto de que los genios y las hadas que

venían a visitar al recién nacido, al ser tratados con toda

diferenciación y atención, lo protegiesen.

Cuando el niño se desmejoraba a causa de una enfermedad cualquiera, se

tendía a atribuir su estado a los efectos del mal de ojo, a los malos

espíritus o a la envidia de los vecinos; un remedio contra el mal de

ojo o ainará consistía en llevar siempre un diente de ajo como

amuleto14.

Tradicionalmente el tránsito del nacimiento se tiene como un acto

impuro, seguramente por los trastornos fisiológicos que representa. Se

creía que la madre y el hijo debían evitar el contacto con el resto de

la sociedad para no extender su impureza; éste es el origen remoto de

la cuarentena vigente en casi todo el mundo y que debe su nombre a los

cuarenta días que desde los tiempos bíblicos15 ha prevalecido en el

encierro de la parida. Entre los sefardíes, la mujer que había tenido

9 A. Galante, Appendice a l´Histoire des juifes de Rhodes (Istambul, 1948) p. 25 10 Canciones rituales hispano-judías (Madrid, 1954) p.12411 J. A. Sánchez Pérez, Supersticiones españolas (Madrid, 1948) p.261. Véase también S. C. Armistead y J. H. Silverman, The judeo-Spanish Ballads Chapbooks of Yacob Abraham Yoná (Berckeley.- Los Ángeles-London, University of California Press, 1971) p.262, nota 7.12 El Pirineo Español (Madrid, Plus Ultra, 1949) p. 2513 Folklore de Cataluña (Barcelona, Selecta, 1969) vol.III, p.2214 La creencia del mal de ojo estaba muy difundida en España; en Toledo se utilizaba como amuleto una mano de azabache que, según Ismael del Pan , Folklore toledano (Toledo, 1932) ps. 82-83 puede ser de origen judío. 15 Lev. 12, 2-5

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un hijo permanecía alejada de su marido siete semanas y si había

tenido una hija tres meses.

2.2 La noche de viola

La noche de viola es la noche que precede a la circuncisión; se llama

así porque en toda la casa no se dormía para velar el sueño del niño y

de la parida. También se usa para denominarla la palabra hebrea

semirá. Se festejaba invitando a todos los parientes y vecinos. Un

conjunto musical, consistente en un violín, un laúd y una pandereta,

tocaba cantos hebraicos, donde repetidas veces se nombraba al profeta

Elías16, y judeoespañoles.

Un paralelo a esta costumbre en la tradición española pueden ser las

veladas de parida que se hacían en Canarias, el testimonio más antiguo

que poseemos es un Documento sobre desórdenes cometidos en las

llamadas velas de paridas del Cabildo de Fuerteventura17, pero no se

teniente noticia de que en ellas se entonasen cantos.

2.3 La circuncisión

La enorme difusión de la circuncisión ha hecho pensar que su origen

pudo ser independiente del significado religioso. Como signo de

iniciación fue el momento culminante de un conjunto de ritos,

banquetes, libaciones y danzas. El hecho de practicarla la mayoría de

los pueblos durante la pubertad inclina a interpretarla como un rito

de preparación al matrimonio, iniciación a la vida común del clan y

signo de madurez sexual; en Israel debió de tenerlo también

originalmente. Su significación religiosa estricta está explicitada en

la práctica como rito sacrificial de ofrenda a Dios, como evocación

ritual del paso de la muerte a la vida, a cuyo simbolismo contribuye

el derrame de sangre, o como rito de fertilización, de purificación y

segregación. Israel lo adoptó como símbolo religioso nacional, sobre

todo cuando la operación comenzó a practicarse a los pocos días del

nacimiento; la idea religiosa se afirmó lentamente y llegó a su

madurez ideológica en tiempos de la cautividad, bajo la tradición

sacerdotal. La circuncisión fue el signo distintivo de la pertenencia

16 I. Levy, Antología de liturgia judeo-española, tomo IV (Jerusalem, 1969) y VIII (1976)17 Roberto Roldán Verdejo, Acuerdos del Cabildo de Fuerteventura (La laguna de Tenerife, 1966) p.294.

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a Israel y a Iahvé que posibilitaba la participación en el culto

divino. 18Garantía de la salvación, fue el signo de la alianza de Dios

con su pueblo.

La circuncisión judía se realiza a los ocho días del nacimiento del

hijo varón, a primera hora de la mañana siguiente a la viola. Un día o

algunas horas antes el niño es examinado por el mohel o circuncidador;

si el niño es débil o malformado se retrasa hasta que esté en

condiciones de realizársela. La ceremonia comenzaba entre los

sefardíes con la invitación del bedel de la sinagoga; "¡Venga el niño,

venga la madre del parido!" y si se trataba del segundo hijo varón:

"Venga el niño, venga la madre de la parida!". El padrino, sandac,

sentado en una silla era el encargado de sostener al niño entre sus

rodillas, a su lado se colocaba una silla que permanecía vacía y que

según la leyenda estaba destinada al profeta Elías. En Salónica el

padre del niño confiaba al rabino operador los instrumentos de la

circuncisión dándole de este modo el encargo de circuncidar a su hijo

en su lugar, ya que, conforme a la interpretación literal de las

recomendaciones bíblicas, el padre sería el encargado de realizar la

circuncisión a su hijo, como hizo el patriarca Abraham con Isaac. En

Marruecos, la profesión de mohel es honorifica y hasta se dan casos de

pagar dinero por desempeñarla. Para la operación se empleaba una

cuchilla pequeña, afilada como una navaja de afeitar y, para mayor

seguridad, se utilizaba además un aparato de plata de forma

cilíndrica19.

Después del acto, se celebraba una fiesta parecida a la de los

bautizos cristianos, en la que los asistentes, acompañados de una

orquesta, cantaban canciones apropiadas en hebreo y judeoespañol.

Entre los cristianos, como entre los judíos, el simple hecho del

nacimiento no hace al niño miembro de la comunidad, por eso es

necesario bautizarlo. El bautismo es, al igual que la circuncisión, un

rito de agregación y de iniciación, que tiene como significado pasar

de lo profano a lo sagrado y que vincula a la familia y a la

comunidad.

2.4 El regmimiento

18 Ex. 12, 43-49.19 M.L. Ortega, Los hebreos en Marruecos (Madrid, 1919) p.164.

12

Esta ceremonia estaba destinada al primer hijo varón, a condición de

que no perteneciera a las familias de la clase sacerdotal (Cohén o

Leví). Todo recién nacido de una primeriza que no hubiese abortado

anteriormente era "rescatado" a los treinta días de su nacimiento. El

rescate tiene sus orígenes en las costumbres idolatras de los pueblos

orientales que exigían el sacrifico a los dioses de los primogénitos,

tanto hombres como animales. Estas costumbres estaban también

extendidas entre los judíos de Palestina. El Profeta20, portavoz del

Creador, combate con energía esta costumbre y grita al pueblo elegido

que el Dios no quiere sacrificios humanos. Para combatir estas

costumbres idolatras, la religión judía ordena a los padres rescatar a

su hijo entregando cinco monedas a una persona que lleve el nombre de

Cohén21.

Entre los sefardíes, un cohén acumulaba objetos preciosos sobre la

mesa y se aseguraba si la mujer o el marido no habían tenido nunca

hijo, si el niño era suyo y si no era adulterino; luego decía al padre

que escogiese entre el dinero o el niño. El padre se decidía por el

niño y el cohén hacía como que se llevaba el dinero. A esta ceremonia

eran invitados, sobre todo, los parientes y vecinos femeninos, y a

ella asistía ya la parida. No hay canciones particulares, se cantaban

las de nacimiento y circuncisión.

2.5 El fadamiento

Si una mujer daba a luz una niña, se organizaba modestamente un

pequeño banquete, al que se convidaba a un rabino. Después de la

comida se llevaba a la recién nacida para imponerle un nombre y, una

vez terminada la bendición, se la hacía pasar sucesivamente por todos

los asistentes, que le deseaban salud y larga vida. En esta ceremonia

no se cantaba, se leían algunos pasajes de la Biblia y se recitaban

formulas litúrgicas.

2.6 Conclusiones

Como hemos visto a lo largo del capítulo, todo el ritual del

nacimiento sefardí giraba en torno a la idea mágico-religiosa de la

protección de la madre y del hijo varón, protección que se lograba

20 Mi. 6, 6-8.21 Ex.13,13; y Nu. 18,16.

13

también con la entonación de unas canciones que tenían la virtud de

alejar a los malos espíritus y que se cantan durante los ocho primeros

días después del parto, sobre todo en la viola o noche que precede a

la circuncisión. Estos cantos eran entonados por cantantes que se

acompañaban de un conjunto musical, y en ellos se cristalizaron y

conservaron creencias y tradiciones mantenidas durante siglos. Los

cantos de parida se presentan, por tanto, como parte integrante del

ritual sefardí relativo al nacimiento y, al mismo tiempo, como un

reflejo de las costumbres que lo acompañaban.

Otro de los puntos planteados fue la relación que podía haber entre el

ritual sefardí y el peninsular con vistas a un posible entronque. En

este sentido, hay que hacer constar que la bibliografía existente,

tanto en España como entre los sefardíes, es muy escasa y bastante

parcial, anotándose costumbres sin establecer ningún tipo de relación

entre ellas, problema que se acentúa a la hora de hacer una

comparación, ya que la mayoría de las veces faltan datos para

realizarla. Aun así, después de este breve repaso y a pesar de sus

limitaciones, podemos decir que existen costumbres, ritos y creencias

muy parecidas entre los sefardíes y los españoles, pero que no indican

una relación estrecha entre ellos, sino que pertenecen a un sentir

común a todas las civilizaciones: el nacimiento considerado como un

tránsito de gran peligro. No ocurre así con los preceptos religiosos

que son distintos, aunque muchas costumbres relacionadas con la

religión judaica pasaron al cristianismo, como son la importancia del

primer hijo varón, la purificación de la madre y el paralelismo entre

la circuncisión y el bautismo como ritos de agregación.

Ahora bien, parece que esta afinidad no se da en lo relativo a las

canciones: no he encontrado ningún testimonio de composiciones de este

tipo en España. Algunos autores, entre ellos Martínez Ruiz22,

probablemente basándose en la existencia de un villancico

descristianizado en Oriente, han dicho que los Cantos de parida pueden

estar relacionados con la tradición peninsular de cantigas,

villancicos y canciones de cuna que tienen como tema la Natividad. En

mi opinión, lo único que tienen en común es que están referidos al

nacimiento, su significado es totalmente distinto en las dos

tradiciones, ya que está relacionado con la religión y con una

concepción del mundo distinta. Sin embargo, esta relación que, en una

22 Poesía sefardí de carácter tradicional, XIII, ps. 203-204.

14

primera aproximación, no resulta evidente, tal vez pueda manifestarse

en posteriores estudios literarios más completos sobre temas, motivos

y recursos que aparecen en estos cantos. Donde sí se da un paralelismo

claro es en las canciones de cuna que en un primer momento tuvieron

también un sentido mágico, como afirma Casas Gaspar; "Las canciones de

cuna tal vez tuvieron en su origen en conjuros y fórmulas hechiceras

para alejar de la cabecera de las cunas a los diablos y almas aviesas,

robadoras de niños, y después se transformaron en reclamos de sueño,

finalidad alcanzada merced a una educación auditiva de siglos23".

Puesto que no existen Cantos de parida en hebreo, puede afirmarse que

las canciones en judeoespañol tienen que ser específicamente

sefardíes, sin negar la posibilidad de que sean consecuencia de los

siglos en los que convivieron en España judíos y cristianos, de ahí

que surjan tanto en las comunidades de Oriente como en las de

Occidente. Otra cuestión que habría que dilucidar, vista la posible

interrelación de estos poemas con temas análogos en la literatura

española, sería la relación que pueden tener con el folklore balcánico

y turco.

23 Op.cit., p. 91

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