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ensayo sobre pensamiento gerencial emergente, modernidad, posmodernidad, trasmodernidad.
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El devenir humano del proceso de Transición de modernidad, posmodernidad a la trasnmodernidad
Del siglo XXI
El siglo XXI se inserta en el devenir humano, social y organizacional con condiciones muy
diferentes al inicio del siglo XX, lo que lleva a pensar en el proceso administrativo y
organizacional, pero sobre todo a repensar los supuestos sobre los cuales se construyeron los
pilares del pensamiento administrativo moderno. Conocimiento y aprendizaje. Al inicio del siglo
XXI, presenciamos a una profunda transformación de las sociedades influenciada por las
nuevas y diversas tecnologías, basada en el desarrollo de nuevos sistemas de información y
comunicación, la creciente participación de los servicios en las economías desarrolladas, el
fuerte interés ecologista, entre otras transformaciones en nombre del crecimiento económico, el
empleo y la competitividad. En menos de diez años se ha pasado de una sociedad dominada por
la información a una donde el centro de atención es el conocimiento; en esencia, la información
ampliamente disponible por el desarrollo de las tecnologías de la información y la comunicación,
tiene valor solamente si es transformada en conocimiento. En esta sociedad en creación, el
conocimiento está pasando a ser el factor de producción más importante. Estas nuevas
condiciones influyen en el comportamiento de las organizaciones y de las personas que las
conforman; exigen capacidad para generar conocimiento, absorberlo, transmitirlo y utilizarlo. Es
fácil observar que los sectores económicos y sociales que más crecen son aquellos que
desarrollan nuevas ideas, emplean nuevos procesos, fabrican nuevos productos y ofrecen
nuevos servicios. Las actividades relacionadas con el conocimiento como lo son la Investigación
y Desarrollo, el capital social, el software, la calidad, y el servicio, contribuyen directamente al
desarrollo de los sectores industriales y de servicios. Esta Sociedad del Conocimiento se
caracteriza por unos aspectos básicos que explican su estructura y complejidad y justifican su
evolución: a) la continua creación de conocimiento; b) las diferentes dimensiones que se
observan en el conocimiento poseído por personas, grupos y organizaciones; c) el papel de las
tecnologías de la información y de las comunicaciones en la difusión y gestión del conocimiento;
d) el papel de las actividades intangibles, basadas en conocimiento en acción; y e) la necesidad� �
de incorporar talento, imaginación e innovación en los procesos sociales y en la actividad
económica. Bajo esta perspectiva se ve la necesidad de orientar a la sociedad de la información,
teniendo en cuenta sus problemas, riesgos y orientaciones; de sustituir el principio de
competitividad por el principio y la práctica de cooperación; en suma, la búsqueda de un nuevo
contrato social mundial, es inevitable. Las organizaciones hoy procesan volúmenes crecientes
de información mientras el contenido de información de bienes y servicios que comercializan se
incrementa. Las economías de escala, la estandarización de procesos de producción y la
globalización han contribuido a formar organizaciones con la función principal de gestionar
amplios y complejos sistemas de decisiones y de asignación de recursos, de entre los cuales, el
conocimiento se convierte en el punto central de la decisión y de la competitividad. La
organización moderna e industrial del siglo XX ha dejado espacio a empresas intensivas en
conocimiento. La ilusión de una información compartida y globalmente disponible empuja a las
organizaciones a considerar el conocimiento como un stocky su aprendizaje como una�
acumulación de confianza y cooperación, entender a la organización como un sistema complejo
conduce administración y organizaciones, cuando se habla de la generación de confianza en la
economía, No podemos simplificar el desarrollo de una organización a términos económicos, con
la utilización de criterios de medida productivistas; tampoco se trata de cultivar valores de
manera instrumental, es decir, de aparentar ser ético para tener buena reputación y alcanzar el
éxito económico. Se trata más bien de entender la organización, la sociedad del conocimiento,
en términos de redes, se trata de replantear el vínculo entre la ventaja competitiva de las
organizaciones y la riqueza ética de las mismas, que se da cuando descubrimos que los valores
posibilitan las prácticas y las acciones sociales, sean éstas económicas, profesionales,
asociativas o políticas. La esencia de la competitividad de las organizaciones en el nuevo siglo
se construye desde la confianza, para compartir información y conocimiento, para crear nuevo
conocimiento, innovar y ser creativo; para plantear nuevas formas de gestión y de organización,
para reconocerse a sí mismo y al tiempo reconocer en el otro no sólo su humanidad, sino su
capacidad; en esencia, la confianza para entender que generar empleo, así sea mal� �
remunerado, no es la única obligación social de la organización, sino que ella, al estar inscrita en
un proceso de construcción social continuo, debe no sólo inscribirse en él a partir de la entrega
de productos y servicios, sino que debe participar activamente en la formulación de políticas y
programas de desarrollo sostenido, de sostenimiento de ecosistemas, de mejoramiento de la
calidad de vida de la población y, en especial, de la supervivencia del planeta, de las especies y
del mismo ser humano, para quien supuestamente existe. En esencia, el nuevo siglo se abre� �
ante sus ojos con características que lo diferencian y lo llevan a entender el mundo
organizacional desde diversas posibilidades: Nuevos sistemas de información y comunicación,
Creciente participación de los servicios, Fuerte interés ecologista, Competitividad, Conocimiento
como factor de producción y Continua creación del conocimiento. Sin embargo, los
conocimientos adquiridos durante el siglo pasado aún siguen vigentes en los procesos
económicos, administrativos y organizacionales actuales, incluso sociales, y conducen a una
paradoja entre una organización innovadora, auto-organizada, dispuesta al aprendizaje continuo,
capaz de adaptarse a las contingencias del medio, del mercado y del mundo y a su vez la
aparición de modas efímeras recetas mágicas que intentan globalizar, sintetizar, minimizar y� �
unificar los problemas organizacionales y administrativos y sus soluciones Es en este sentido�
que se plantea un reto para la administración del siglo XXI, después de haber participado y
recorrido toda una época del pensamiento clásico y contemporáneo de pensamiento
administrativo, es posible concluir que estamos ante una gran paradoja, al iniciar el siglo XXI.
Mientras tenemos organizaciones innovadoras, auto-organizadas, dispuestas al aprendizaje
continuo, capaces de adaptarse a las contingencias del medio, del mercado y del mundo, en
otras palabras, mientras tenemos sistemas complejos auto-organizados, capaces de adaptarse
al caos y a la incertidumbre a través de procesos continuos de retroalimentación y aprendizaje
organizacional: insistimos en dirigir estas organizaciones con modas efímeras, recetas mágicas,
que, lejos de entender la complejidad y la emergencia de las estructuras organizacionales,
intentan globalizar, sintetizar, minimizar y unificar los problemas organizacionales y
administrativos y sus soluciones. De ahí que el nuevo siglo nos plantea interesantes retos en el
ámbito administrativo y organizacional: revisar el paradigma mecanicista imperante;
redimensionar la importancia de la cientificidad, de la racionalidad y de la productividad;
replantear la defensa y el reconocimiento del ser humano no solo como un ser individual, sino
como un ser colectivo que determina la existencia de la organización y, finalmente, plantear
teorías, modelos, métodos y herramientas, que respondan a condiciones específicas en espacio
temporales.
En este mismo orden de ideas podemos continuar con lo que respecta a la modernidad es
un cambio ontológico del modo de regulación de la reproducción social basado en una
transformación del sentido temporal de la legitimidad. En la modernidad el porvenir reemplaza al
pasado y racionaliza el juicio de la acción asociada a los hombres. La modernidad es la
posibilidad política reflexiva de cambiar las reglas del juego de la vida social. La modernidad es
también el conjunto de las condiciones históricas materiales que permiten pensar la
emancipación conjunta de las tradiciones, las doctrinas o las ideologías heredadas, y no
problematizadas por una cultura tradicional. En términos sociales e históricos, no se llega a la
modernidad con el final de la Edad Media en el siglo XV, sino tras la transformación de la
sociedad preindustrial, rural, tradicional, en la sociedad industrial y urbana moderna que se
produce con la Revolución industrial y el triunfo del capitalismo. La superación de la sociedad
industrial por la sociedad postindustrial se ha dado en llamar "posmodernidad". La crisis de la
modernidad comenzó hacia el final de la Primera Guerra Mundial cambiando la mentalidad y las
conciencias así como otros profundos cambios sociales que derivaron en cambios políticos.
En lo que refiere a la posmodernidad o postmodernidad designa generalmente a un
amplio número de movimientos artísticos, culturales, literarios y filosóficos del siglo XX, definidos
en diverso grado y manera por su oposición o superación de las tendencias de la Edad Moderna.
En sociología en cambio, los términos posmoderno y posmodernización se refieren al proceso
cultural observado en muchos países en las últimas dos décadas, identificado a principios de los
'70; esta otra acepción de la palabra se explica bajo el término posmaterialismo. Las diferentes
corrientes del movimiento postmoderno aparecieron durante la segunda mitad del siglo XX.
Aunque se aplica a corrientes muy diversas, todas ellas comparten la idea de que el proyecto
modernista fracasó en su intento de renovación radical de las formas tradicionales del arte y la
cultura, el pensamiento y la vida social. Uno de los mayores problemas a la hora de tratar este
tema resulta justamente en llegar a un concepto o definición precisa de lo que es la
postmodernidad. La dificultad en esta tarea resulta de diversos factores, entre los cuales los
principales inconvenientes son la actualidad, y por lo tanto la escasez e imprecisión de los datos
a analizar y la falta de un marco teórico válido para poder hacerlo extensivo a todos los hechos
que se van dando a lo largo de este complejo proceso que se llama posmodernismo. Pero el
principal obstáculo proviene justamente del mismo proceso que se quiere definir, porque es eso
precisamente lo que falta en esta era: un sistema, una totalidad, un orden, una unidad, en
definitiva coherencia. Se suele dividir a la postmodernidad en tres sectores, dependiendo de su
área de influencia. Como un periodo histórico, como una actitud filosófica, o como un movimiento
artístico. Histórica, ideológica y metodológicamente diversos, comparten sin embargo un
parecido de familia centrado en la idea de que la renovación radical de las formas tradicionales
en el arte, la cultura, el pensamiento y la vida social impulsada por el proyecto modernista,
fracasó en su intento de lograr la emancipación de la humanidad, y de que un proyecto
semejante es imposible o inalcanzable en las condiciones actuales. Frente al compromiso
riguroso con la innovación, el progreso y la crítica de las vanguardias artísticas, intelectuales y
sociales, al que considera una forma refinada de teología autoritaria, el posmodernismo defiende
la hibridación, la cultura popular, el descentramiento de la autoridad intelectual y científica y la
desconfianza ante los grandes relatos.
Escuela de la Bauhaus.
Las principales características del pensamiento posmoderno son:
Antidualista: Los posmodernos aseveran que la filosofía occidental creó dualismos y así excluyó
del pensamiento ciertas perspectivas. Por otro lado, el postmodernismo valora y promueve el
pluralismo y la diversidad (más que negro contra blanco, occidente contra oriente, hombre contra
mujer). Asegura buscar los intereses de "los otros" (los marginados y oprimidos por las
ideologías modernas y las estructuras políticas y sociales que las apoyaban).
Cuestiona los textos: Los post modernos también afirman que los textos -históricos, literarios o
de otro tipo- no tienen autoridad u objetividad inherente para revelar la intención del autor, ni
pueden decirnos "que sucedió en realidad". Más bien, estos textos reflejan los prejuicios, cultura
y era particulares del escritor. El giro lingüístico: El posmodernismo argumenta que el lenguaje
moldea nuestro pensamiento y que no puede haber ningún pensamiento sin lenguaje. Así que el
lenguaje crea literalmente la verdad. La verdad como perspectiva: Además, la verdad es
cuestión de perspectiva o contexto más que algo universal. No tenemos acceso a la realidad, a
la forma en que son las cosas, sino solamente a lo que nos parece a nosotros, y a si tenemos en
la actualidad a la Transmodernidad es un concepto puesto en circulación por vez primera por la
filósofa española Rosa María Rodríguez Magda (www.rodriguezmagda.com) en 1989 en su libro
La sonrisa de Saturno. Hacia una teoría transmoderna (Barcelona, Anthropos), desarrollado en
El modelo Frankenstein. De la diferencia a la cultura post (Madrid, Tecnos, 1997) y concretando
su teorización en Transmodernidad (Barcelona, Anthropos, 2004).
La cultura transmoderna parte de la percepción del presente común a diversos autores y a la
que han denominado de diferentes maneras ofreciendo también respuesta variadas, como
puedan ser “el capitalismo tardío” de Jameson, “la Modernidad líquida” de Bauman, o “el desierto
de lo real” de Zizek. Mientras algunos constatan lo que tiene de ruptura con la fase moderna y
postmoderna, no dejan otros de postular una continuidad, lo que, según Rodríguez Magda,
empaña la percepción del cambio de paradigma que debe servirnos para perfilar las armas
conceptuales con las que enfrentarnos a nuestra contemporaneidad.
Resulta caduca la afirmación postmoderna de la imposibilidad de Grandes Relatos, si existe un
nuevo Gran Relato: la Globalización. Un Nuevo Gran Relato, que no obedece al esfuerzo teórico
o socialmente emancipador de las metanarrativas modernas, sino al efecto inesperado de las
tecnologías de la comunicación, la nueva dimensión del mercado y de la geopolítica.
Globalización económica, política, informática, social, cultural, ecológica…, donde todo está
interconectado, configurando un magma fluctuante, difuso, pero inexpugnablemente totalizador.
Es necesario, por tanto, contemplar la configuración del presente con sus modificaciones a partir
de un nuevo paradigma. Mas que el prefijo “post” sería el de “trans” el más apropiado para
caracterizar la situación, dado que connota la forma actual de transcender los límites de la
Modernidad, nos habla de un mundo en constante transformación, basado no sólo en los
fenómenos transnacionales, sino en el primado de la transmisibilidad de información en tiempo
real, atravesado de transculturalidad, en el que la creación remite a una transtextualidad y la
innovación artística se piensa como transvanguardia. Así pues, si a la sociedad industrial
correspondía la cultura moderna, y a la sociedad postindustrial la cultura postmoderna, a una
sociedad globalizada le corresponde un tipo de cultura que Rodríguez Magda denomina
transmoderna.
La Transmodernidad no es una meta sino la descripción de la situación en que nos hallamos, un
punto de no retorno ante nuestras antiguas certezas, pero también una asfixia que pugna por
salir de la banalidad. Tiene pues una vertiente descriptiva, cuya constatación no hemos elegido,
de análisis de los fenómenos sociales, gnoseológicos, vivenciales; una exigencia de
conocimiento y un anhelo de ir más allá en la superación de los límites que hoy nos atrapan.
La eclosión de lo virtual nos sitúa, tras la muerte de la antigua metafísica, en los retos de una
nueva ciberontología, de la hegemonía de la razón digital. Pero no se trata de la celebración
eufórica, sin compromiso ético y político, de una supuesta muerte de la realidad, sino de la
necesaria consideración de cómo la realidad material ha sido amplificada y modificada por la
realidad virtual. Ello no puede recluirnos en el reino de los signos; tras las aportaciones de la
semiótica, que leía la realidad como conjunto de significantes, debe abrirse todo un campo a la
“semiurgia” o análisis de cómo los signos generan realidad, desarrollando igualmente una
“simulocracia”, esto es, el estudio de cómo los simulacros producen espacios y efectos de poder.
El prefijo trans connota no sólo los aspectos de transformación, sino también la necesaria
transcendencia de la crisis de la Modernidad, retomando sus retos pendientes éticos y políticos
(igualdad, justicia, libertad…), pero asumiendo las críticas postmodernas.
Otras acepciones
Posteriormente a la teorización de Rodríguez Magda podemos encontrar a otros autores que
han utilizado el término, si bien con un sentido distinto.
El filósofo mexicano Enrique Dussel, en su libro Postmodernidad, Transmodernidad (1999) lo
sitúa en el contexto de la teología de la liberación y la indagación sobre la identidad
latinoamericana, entendiendo por teorías transmodernas aquellas que, procedentes del tercer
mundo, reclaman un lugar propio frente a la Modernidad occidental, incorporando la mirada del
otro postcolonial subalterno.
Por otro lado, ha aparecido la noción de “Transmodernidad” esporádicamente en el marco de
encuentros relacionados con la cultura de la paz, el diálogo intercultural o la filosofía del
derecho. Especialmente Marc Luyckx ha reiterado el concepto, utilizándolo a partir de 1998 del
seminario “Gouvernance et Civilisations” que coordinó en Bruselas, organizado por La Célula de
Prospectiva de la Comunidad Europea, en colaboración con la World Academy of Arts and
Sciences. Según él lo aplica, la Transmodernidad pretendería una síntesis entre posturas
premodernas y modernas, constituyendo un modelo en el que se acepta la coexistencia de
ambas, con el fin de compatibilizar la noción de progreso con el respeto de la diferencia cultural
y religiosa, intentando superar el rechazo, principalmente de países islámicos, a la visión
occidental de la Modernidad. En este mismo sentido de diálogo entre culturas lo han utilizado
también Ziauddin Sardar, Etienne Le Roy o Christoph Eberhard.
Un tercer ámbito donde se ha pretendido desarrollar una cierta teorización al respecto es el de la
arquitectura. En 2002 el Austrian Cultural Forum de Nueva York programó en 2002 la
exposición: “TransModernity. Austrian Architects”. Y Marcos Novak, que codirigió con Paul Virilio
entre 1998 y 2000 la Fondation Transarchitectures de Paris, ha potenciado la noción de
transarquitectura como la arquitectura líquida del nuevo espacio virtual.
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