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Filosofía, Agronomía y Política
Ariel Arsuaga *
Tengo encuadrado en mi biblioteca algo que dijo Mujica:
“Este país necesita muchos veterinarios, muchos agrónomos, muchos
especialistas en ciencias biológicas, necesita un tipo de humanismo que haga soñar con
el Quijote, pero sabiendo matemáticas y biología, porque el arte no se separa de la
ciencia y menos de las manos”
Mi abuelo fue muy importante en mi vida y en mi educación. Era médico y decía
que si un médico dice que sólo sabe de medicina, seguramente no sabe ni siquiera
medicina. Yo creo firmemente en la educación humanista y no he dejado de ganarme la
vida por pensarlo. Hoy pensaba en las materias que consideraba importantes y empecé
por biología porque es mi vocación, pero salté a la astronomía porque entender al
universo es imprescindible, por lo tanto hay que saber de física y de matemáticas, pero
para describir tanta belleza es necesaria la literatura y el arte. No fue difícil llegar al
amor al conocimiento, es decir, a la filosofía.
Últimamente he estado preocupado en aspectos relativos a mi profesión, la
agronomía, vinculados a la necesidad de conservación de los recursos naturales, el suelo
en particular. En medio de las chacras, viendo problemas y tratando de solucionarlos, es
inevitable llegar al pensamiento de personas como James Lovelock, autor de la hipótesis
de Gaia. Es fascinante su idea de que La Tierra, el punto azul pálido de Sagan, funcione
como si fuera un organismo vivo, en el cual la vida genera las regulaciones que la hacen
posible. Este descubrimiento nos ubica como parte de la vida, nos exige humildad y
responsabilidad y nos señala claramente que vamos juntos en la construcción y
conservación de algo que no sabemos hacia dónde va, pero como dice Borges, intuimos
que obrando bien contribuimos a lograr los fines que no conocemos.
Esta visión de La Tierra es casi panteísta, donde todo es creador y todo es
necesario para ejecutar la sinfonía. Parecería que el judío pulidor de cristales -vaya
oficio metafórico- tenía razón en buscar a Dios en todas las cosas.
Cuando uno se afana en la defensa y el buen uso de los recursos naturales, cuya
propiedad en sentido estricto “es un robo”, inmediatamente piensa en la ética, desde su
etimología, considerando nuestro comportamiento, hasta llegar a la noción del bien y
del mal.
¿La ética es obligatoriamente dinámica y vinculada al tiempo o hay imperativos
éticos absolutos? Kant diría que los hay. Yo estoy convencido de que sí los hay y que
observarlos no es una mera moneda para negociar la ayuda mutua.
Sin embargo, lo que experimento en mi trabajo es que la razón es insuficiente
como elemento de convicción. Se puede tener razón y ser un paria porque existen
fuerzas no racionales o con racionalidad no razonable que son superiores. En una
economía monetaria dirigida por el beneficio abunda la razón no razonable.
Cuando analizo los aspectos económicos del modo actual de producción
relacionados con el uso del suelo, del agua, la contaminación y la necesidad de producir,
me indigno por el abuso. Luego trato de adoptar una posición pragmática y no juzgar en
términos éticos la inmoralidad de nuestro tiempo. El capitalismo es esencialmente
inmoral, por lo que carece de sentido pedirle que haga lo que no va a hacer; no está en
su naturaleza. La acumulación de capital depende del abuso sobre los recursos naturales
y sobre los hombres. No es posible plantear un sistema ético sobre esas bases. A lo
sumo se puede llegar a honrar contratos o a concebir una ética alienada del trabajo por
el trabajo y no por la necesidad.
¿Qué implicancias tiene esta afirmación? Podría suponer que solamente hay que
esperar a que las contradicciones del sistema lo destruyan mecánicamente, en una suerte
de determinismo obrado por el materialismo histórico que no está en mi mano
modificar. Cuando los suelos estén destruidos, la población sea imposible de alimentar,
las aguas estén contaminadas y no haya a quien venderle algo adicional para seguir
creciendo, entonces se terminó. No querría estar en ese momento e imaginarlo, duele.
Marx acertó mucho, pero comparto con Juan Grompone que se equivocó en
creer que la revolución la harían los obreros porque no tenían nada que perder. Ahora
tienen mucho para perder, aunque no tengan el poder y la historia enseña que los
oprimidos no son los que hacen las revoluciones. ¿Cuál revolución y por quiénes se
estará gestando? ¿Nos dará el tiempo, antes del desastre ecológico, para entender que la
equidad es el camino para convivir y que para durar hay que conservar? Yo creo ver que
la revolución está en ciernes, desde la hipótesis de Gaia hasta el Proyecto Venus que
imagina una economía no monetaria basada en los recursos. ¿Seremos capaces de salir
de una economía de la escasez que justifica el precio y las clases y que necesita crecer
indefinidamente para sortear la ley de la plusvalía decreciente? ¿Podremos inventar una
economía de la abundancia que nos conduzca a la equidad?
Yo creo que sí y que vamos hacia ahí. El capitalismo inevitablemente va a
cumplir su etapa histórica y no va a desaparecer antes de tiempo como ya fue duramente
demostrado, pero hacer explícitas sus contradicciones y trabajar para superarlas, es una
manera de acelerar el proceso. Quijano señalaba la necesidad del socialismo para lograr
la supervivencia de la humanidad. Creo que la disyuntiva es evidente: o avanzamos
hacia formas sociales más equitativas y respetuosas de los recursos y del ambiente, o
nos destruimos como civilización. ¿Quiénes sobrevivirán?
La discusión sobre la razón es por demás interesante. Hay una razón razonable,
que siendo refutable es la que mejor explica la realidad de hoy a la luz de nuestro
conocimiento y hay otra, que diría Vaz Ferreira es una razón no razonable. Ésta es la
que priva hasta que la razón razonable llega a su masa crítica y provoca el cambio.
Duele que para ese tránsito sea necesaria tanta infamia como combustible de la
historia.
Lo malo de pensar y actuar es que uno nunca está cuando se recoge la cosecha.
Sin embargo, a veces, se siente la alegría de haber optado por la duración de la especie y
su entorno y no por la apropiación de un tiempo efímero y vano cuando es individual.
Yo creo que no es descabellado pensar que lo que conviene a la especie humana y al
mundo que habita, también nos conviene como seres individuales y diversos. Estoy
convencido de que de esta dialéctica depende el futuro.
En el caso de los organismos no humanos es posible que la selección natural y el
predominio del más fuerte conduzcan a la armonía visible como epifenómeno resultante
del combate permanente en la naturaleza. En el caso del hombre, dada su capacidad de
alterar el ambiente, no es posible que el predominio de los fuertes conduzca a nada
bueno, porque antes de lograrlo el mundo estará hecho pedazos. Parecería que la
naturaleza sabiamente, nos dotó de capacidad de altruismo y de funcionar como especie.
También nuestro desmesurado cerebro es capaz de razonar y de tener conciencia. Por lo
tanto, quizá la esperanza tenga base biológica y no sea un mero sentimiento tonto e
infundado. Parece absurdo que la herramienta humana de adaptación, la inteligencia, sea
simultáneamente factor de destrucción.
Hace un tiempo que leí que hay muchos seres humanos fieles a su familia,
bastantes fieles a su tribu, pero pocos fieles al universo. De eso se trata: entender que el
ciclo de las algas regula la lluvia y decir con el pobre de Asís:”hermano sol, hermana
luna, hermano lobo”. Nos va la vida en entenderlo.
Puedo aceptar que la tecnología y el modo de producción condicionen la
ideología, pero también puedo concebir que las consecuencias del modo de producción
produzcan pensamiento nuevo capaz de modificar la tecnología en un juego dialéctico
hacia el progreso.
Por aquí termino. He dejado en apretada síntesis buena parte de lo que me
importa, me angustia y me motiva a obrar. Solamente queda esperar que estas
reflexiones sean buenas para la discusión.
* Ingeniero Agrónomo
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