27 domingo ordinario A - Los viñadores

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27 domingo ordinario A - Los viñadores

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Los viñadores

27º domingo Tiempo Ordinario - A

Y cuando vuelva el dueño de la viña, ¿qué hará con aquellos labradores? Le contestaron: Hará morir de mala muerte a esos malvados y arrendará la viña a otros, que le entreguen los frutos a su tiempo. Y Jesús les dijo: ¿No habéis leído nunca en la Escritura: la piedra que desecharon los arquitectos es ahora la piedra angular, es el Señor quien lo ha hecho? … se os quitará a vosotros el reino y se dará a un pueblo que produzca sus frutos.

Mt 21, 33-43.

Israel, la viña del Señor

La viña en la Biblia siempre ha sido una imagen del pueblo de Israel. Los profetas también utilizan la

palabra esposa para referirse a Israel como amada del Señor: «Voy a cantar en nombre de mi

amigo un canto de amor a su viña» (Is 5, 1).

Dios quiere un pueblo fecundo que dé frutos.

Como buen viñador, cava, cultiva y siembra su tierra con buenas cepas. Pero a la hora de la cosecha, recibe una amarga decepción: la viña ha dado agrazones.

Los hombres de Judá son la viña, el plantel favorito, del que Dios esperó justicia y obtuvo violencia y lamentos…

El profeta Isaías se lamenta: el pueblo escogido se aparta del camino de Dios y sufre las consecuencias del alejamiento. Dios ama a su jardín y lo entrega a los hombres para que lo cuiden. Pero la ambición y el afán de poder los apartan del deseo de Dios. Los criados que van a buscar el fruto de la vendimia son los profetas, que predican la conversión. Pero el pueblo los rechaza.

La lectura del Antiguo Testamento termina con una amenaza: el Señor abandona su viña y será devastada por los enemigos.

Pero Dios no deja huérfano a su pueblo. En este contexto situamos la parábola de Jesús, explicada ante los sacerdotes y letrados.

Dios sigue amando a su pueblo y, por fin, envía a su hijo, pensando que lo respetarán…

Pero los viñadores matan al hijo para apoderarse de su herencia. Con esta parábola, Jesús está anticipando su propia muerte. Él es el hijo enviado por el Padre. Los

sacerdotes son los labradores que lo rechazan y buscan su muerte. Jesús les advierte: el amo de la viña les

quitará el campo y lo entregará a otros.

La piedra desechada será piedra angular.

Aquí encontramos algo más que en el Antiguo Testamento. Hay una promesa: Dios no abandonará su viña. Jesús morirá a manos de su propia gente, pero Dios lo resucitará y lo convertirá en piedra angular de un nuevo edificio: la Iglesia. Esta será su nueva viña, el nuevo pueblo de Dios, que se extenderá por todo el mundo.

La viña del Señor, hoy

Dios nos ofrece un jardín: el mundo. Lo ama y nos lo entrega para que lo cuidemos y cultivemos. Ese jardín

también es la humanidad.

Vivimos en una época de secularización. Muchas personas apartan a Dios de sus vidas. La viña cae

abandonada, pasto de las zarzas y la destrucción: es una viva imagen de lo que sucede en el mundo cuando

la humanidad decide prescindir de Dios.

Muerte, injusticia, catástrofes ecológicas… Cuando el hombre mata a Dios y se adueña del mundo, su

primer endiosamiento termina en sangre y lamentos. La justicia degenera en guerra y asesinatos. Este es el panorama del mundo que ha querido barrer a Dios.

Más que nunca, los cristianos tenemos una misión:ser labradores del reino de Dios. Hemos de cultivar el campo de la Iglesia, unidos a Cristo, sacando el mejor jugo espiritual de nuestras vidas. Hemos de trabajar

para que la semilla de la palabra de Dios dé fruto.

Hoy se nos pregunta: ¿qué fruto ofrecemos a Dios?

En la Iglesia también hay orgullo, autosuficiencia, falta de escucha. Cuántos mártires han derramado su

sangre, cuántos santos han dado testimonio por amor. Y aún y así, no nos hemos convertido. Quizás no

matamos a los profetas, pero sí los ignoramos o los rechazamos.

También nos cuesta estar unidos a la comunidad. Nos gusta ir por libre, somos críticos e intolerantes

con los demás. Olvidamos que Jesús es la vid y nosotros los sarmientos. Solo unidos firmemente a él

podremos dar buen fruto.

¿Qué hará el dueño de la viña si no somos fecundos?

Se la dará a otros.

No temamos, pero tampoco nos durmamos.

Dios nos ofrece la salvación y no se cansará nunca de esperar y de darnos oportunidades. Cuando nos

abramos a él, daremos los frutos deseados.

El vino, fruto de la vid, es una alusión a la eucaristía.

El agua es purificación, el vino es fiesta, magnificencia de Dios hacia su criatura.

Cuando ponemos nuestro trabajo en manos de Dios, él transforma nuestro esfuerzo en fuente de gozo y vida

plena.

Textos: Joaquín Iglesias Aranda

http://homilias.blogspot.com