34 domingo B - Jesucristo, rey del universo

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Jesucristo, Rey del Universo

34º domingo ordinario - B

Preguntó Pilato a Jesús: ¿Eres tú el rey de los judíos? Jesús le contestó: Mi reino no es de este mundo. Si mi reino fuera de este mundo, mi guardia habría luchado para que no cayera en manos de los judíos. Pero mi reino no es de aquí…Juan 18, 33-37.

Pilato, inseguro y presionado por los judíos, pregunta a Jesús si es rey. Es la acusación que le lanzan los sacerdotes para provocar su condena a muerte. Pero Jesús responde con

palabras trascendidas: mi reino no es de este mundo.

La respuesta de Jesús refleja su misión. Su

trabajo es anunciar un reino que va más allá de

los criterios lógicos del mundo. Un reino, no

basado en la riqueza ni en el poder, sino en el servicio y el amor.

Un reino por el cual está dispuesto a morir…

La ambición es el reino de las tinieblas. El reino de Dios es un reinado de luz, de vida, de amor. En este

reino, el pobre y el desvalido son especialmente amados. El rey dobla su rodilla para poner su corona

a los sencillos de corazón.

Este rey muestra su realeza entregándolo todo, hasta su

propia vida. Soberano del mundo, su misión es salvar

toda la humanidad y el universo entero.

No es rey por lo que quita, sino por lo que da.No posee ejércitos, ni propiedades, ni tierras. Su único

territorio es el corazón humano.

En el reino de Dios no hay luchas ideológicas, sino servicio, entrega y generosidad.

El poder, allí donde se forja, siempre acaba siendo corrupto, incluso dentro de la Iglesia, en las familias, en el matrimonio, en la empresa… Detentar el poder

es una forma de jugar a ser dioses, dominando todo y a todos.

Cristo nos propone abandonar toda ambición de poder. El Dios todopoderoso solo lo es en el amor. Jesús no necesita el poder. Profundamente libre, dio su vida por amor. Cristo

Rey es el gran pedagogo de la libertad, y nos invita a seguirlo.

Jesús nos invita a abandonar los afanes de riqueza y poder y a aprender a ser libres. La renuncia al dominio nos da fuerza interior y la alegría inagotable de saber que nada

nos ata: solo nos queda el amor para entregarnos.

Textos: Joaquín Iglesias Arandahttp://homilias.blogspot.com

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