6 - Pasos de Renuncia

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En Los Pasos de Jesús

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Dios había creado a la criatura para que viviera para siempre. Lamentablemente el ser humano eligió de manera caprichosa

y voluntaria rechazar la vida de Dios y transitar un camino de pecado y de

autodestrucción.

I. Salvó a otros y no a sí mismo

Llegaron a un lugar llamado Gólgota, le crucificaron.

“Le dieron a beber vinagre mezclado con hiel…

Repartieron entre sí sus vestidos, echando suertes”.

Los “soldados se sentaron y le guardaban allí”…“El título

que pusieron sobre su cabeza”.

“Entonces crucificaron con él a dos ladrones, uno a la

derecha y otro a la izquierda”

“Cristo podría haber descendido de la cruz. Pero

por el hecho de que no quiso salvarse a sí mismo tiene el

pecador esperanza de perdón y favor con Dios”

(El deseado de todas las gentes, p. 696).

II. Sintió la separación del Padre

El corazón de Jesús estaba en tinieblas separado de la luz, y de la presencia del

Padre por causa de nuestros pecados. Mientras la tierra le negaba una gota de agua, el cielo le negaba un rayo de

luz.

Y como si todo eso fuese poco, se burlaron hasta de su

clamor, “A Elías llama” veamos si viene Elías a

salvarle (v.49). “Deja, es decir, no le prestes ninguna ayuda

ni consuelo; que se las arregle él con Elías”.

III. Pagó mi rescate con su vida

Jesús fue clavado en la cruz entre la hora tercera y sexta, es decir, entre las nueve y las doce de la mañana, y murió

poco después de la hora nona, esto es, entre las tres y

las cuatro de la tarde.

“Y habiendo inclinado la cabeza entregó el espíritu”.

Los demás mortales inclinan la cabeza como efecto de la

muerte, pero Jesús la inclinó antes de morir.

“El velo del templo se rasgó en dos, de arriba abajo”.

Conclusión

“El Cielo contempló con pesar y asombro a Cristo

colgado de la cruz, mientras la sangre fluía de sus sienes heridas y el sudor teñido de sangre brotaba en su frente.

De sus manos y sus pies caía la sangre, gota a gota, sobre la roca horadada para recibir

el pie de la cruz…

... Las heridas hechas por los clavos se desgarraban bajo el

peso de su cuerpo. Su jadeante aliento se fue

haciendo más rápido y más profundo, mientras su alma agonizaba bajo la carga de los pecados del mundo...

... Todo el cielo se llenó de asombro cuando Cristo ofreció su oración en medio de sus terribles

sufrimientos: “Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen”. Lucas 23:34. Sin embargo, allí estaban los hombres formados a la imagen de Dios uniéndose para destruir la vida de su Hijo unigénito. ¡Qué espectáculo

para el universo celestial” (El deseado de todas las gentes, p. 708).