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 · Icaria, cuyo nombre se deriva de Icaro, ... se cuenta la aventura siguiente. ... y así era el lugar adonde los Empe

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COMPENDIO

DE LA HISTORIA UNIVERSAL,

ó

P I N T U R A H I S T Ó R I C A

D E T O D A S L A S N A C I O N E S ,

S U O R I G E N , V I C I S I T U D E S Y P R O G R E S O S H A S T A

N U E S T R O S D Í A S .

OBRA ESCRITA EN F R A N C É S

Por Mr. Anquetil, miembro de varias Academias literarias.

T R A D U C I D A

POR EL PADRE DON FRANCISCO VÁZQUEZ,

Clérigo Reglar de San Cayetano.

T O M O III.

M A D R I D EN L A IMPRENTA R E A L .

POR B. PEDRO JULIAN P E R E V R A , IMPRESOR DE CAMARADE S. M

A N O B E l 8 0 I . A ' / '

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COMPENDIO

D E L A H I S T O R I A U N I V E R S A L .

ZAS ISLAS GRIEGAS.

L a s divisiones generales de las islas gr ie­

gas son dos: las Cic ladas, así llamadas de una

palabra griega que significa círculo, le for­

man al rededor de Délos isla de A p o l o . Las

Esporadas tienen este nombre de otra pala­

bra griega que significa sembrar, porque dis­

tantes del círculo de D é l o s , están como sem­

bradas confusamente por la superficie del mar.

Algunas hay que no debian nombrarse si la

historia griega no hiciera mención de ellas

algunas veces.

Proconeso sobre la costa de T r a c i a , en­

frente de C í c i c o , es conocida por sus bellos

mármoles, que son los que reciben el pul i ­

mento mas fino. N o quiso Constantino otros

para hermosear su nueva ciudad de Cons-

tantinopla.

Bésbisco, cerca de C í c i c o , se cuenta en-

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4 , C O M P E N D I O

tre las islas que se ¿cuacaren de la tierra

i r m e .

T é n e d o s , enfrente de la antigua Troya,

tendrá nueve leguas de boxeo. D e esta is­

la salieron las serpientes de largos y tortuo­

sos enroscados, que tragaron á Laoconte y á

sus hijos : djtras de ella se ocultáion los

G r i e g o s , fingiendo levantar el sirio de T r o ­

ya : sus habitadores eran tan justicieros, que

pasó á proverbio la justicia teñe di ana, para

decir justicia severa. Produce el vino mos­

catel mas delicioso de levante. Justiniano la

hizo un pósito para los trigos que se lleva­

ban á Constantinopla. Esta fue de los Per­

sas , de los Atenienses, de los Lacedemonios,

de los Romanos , y por último es de los

Turcos .

Lesbos puede tener ciento veinte leguas

de boxeo : en ella nació Arion , tenido por

e l inventor de la l i ra : Teofrasto, x*efe de la

filosofía peripatética después de Aristóteles:

Pi taco, uno de los siete sabios de G r e c i a : A l -

f e o , poeta lírico: Safo , llamada la musa dé­

c i m a : Tepsandro, que dio á la lira la sép­

tima cuerda : Helamio , célebre historiador:

Calías , laborioso comentador de AlJeo y de

S a f o : Dio ianes , famoso retoiico, y otros mu-

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D E T.A H T S T O U I A U N I V E R S A L . $

chos. Tiempo hubo en que los Romanos, q u e

se querían perfeccionar en la bella literatu­

ra , se retiraban á R o d a s , á Atenas o Mitile*

ne , capital de Lesbos.

El vino de Lesbos sirvió un día á Aris­

tóteles para apreciar el mérito de dos gran­

des hombres. Le preguntaron á quien daba

la preferencia entre Menedemo de Rodas , y

Teofrasto de Lesbos Hizo que le echasen vi- 1

no de estas dos islas, le gustó, y dixo : „ A m ­

bos son excelentes; pero el vino de Lesbos

es superior."

A esta isla la poblaron colonias como á

otras; v los xefes que las conducian se ha­

dan Reyes. Después se estableció la demo­

cracia : con el tiempo todas las ciudades afec­

taban superioridad sobre sus vecinas, y de

aquí las guerras civiles que paraban en t i­

ranía. A Pitaco, que habia echado fuera á un

tirano de Mirilene , le- suplicaron los habita­

dores que tomase el ce tro : este gobernó con

grande prudencia , y muchos de sus juicios

fueron grabados en las paredes del templo de

Apolo en D e l f o s , como oráculos de justicia.

U n a de sus leyes parecerá severa: en esta

determinaba que todas las culpas cometidas en

la embriaguez fuesen doblemente castigadas.

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Los Lesbios entraron en todas las guer­

ras de los Persas, en las de los Atenienses y

Lacedemonios, y en las de Mitrídates y los

Romanos. E n quanto á las costumbres tenian

mala fama los hombres, y peor las mugeres.

Para decir vida estragada se decia en gene­

ral una • vida lesbia. A esta isla la llaman

M e t i l e n a , y tiene al rededor muchas islitas

de poca importancia.

Los • atributos principales que se hallan

en las medallas de Q u i o ó Escio son rela­

tivos al vino , como vastagos, toneles y co-.

pas. A los poetas no les pareció exageración

llamarle néctar ó ambrosía. Si se cree á los

habitadores, esta deliciosa bebida calentó la

imaginación de H o m e r o , que dicen haber na­

cido entre ellos. Muestran tina especie de an­

fiteatro que llaman su escuela, y está colo­

cado en e l mejor viñedo. Era preciso repetir,

para hablar del gobierno de Q u i o , lo que se

ha dicho de otras c iudades, monarquía, re-,

pública,- tiranía y sujeción á los vecinos isle­

ños, ó á los imperios grandes. Siempre seria

volver al- círculo sin rasgo alguno de impor­

tancia. Solamente se advierte que habiendo

adquirido por traición y con sacrilegio un ter­

ritorio m u y férti l , hicieron por mucho tiem-

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po escrúpulo de emplear en los sacrificios e l

producto de aquella t ierra ; y así tenian los

frutos y trigo que producía por profanos y

por indignos de ser ofrecidos á los dioses; pe­

ro no l legó el escrúpulo á no aprovecharse

de aquel territorio. Q u i o es e l centro de otras

ocho ó diez islas pequeñas.

Icaria , cuyo nombre se deriva de Icaro,

tiene buenos pastos. Patmos excelentes puer­

tos : toda se compone de rocas , y servia

para destinar los desterrados. Leros daba e l

áloe. Fármaco y L u d o eran retiro de piratas.

Estos hicieron allí prisionero á Jul io César.

Esculapio, dios de la medicina, tenia un

hermoso templo en C o o , y le honraban con

un culto particular. E n ella nació Hipócra­

tes, restaurador de esta ciencia. Homero hon­

ra esta isla con el epíteto de bien poblada,

y no existían aun Hipócrates, Sennio y otros

famosos médicos que allí se formaron. X e -

nofonte, médico del Emperador C l a u d i o , que

se tenia por descendiente de Esculapio, con­

siguió de este Emperador que eximiese de

toda contribución el lugar de su nacimiento:

mucho debió C o o á la . medicina. Se gloria­

ba esta isla del nacimiento de A p e l e s , y en

ella hizo la magnífica pintura de V e n u s sa-

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liendo del mar. E l gobierno fue monárquico;

democrático ó aristocrático hasta que fue de

los Romanos. Se fabricaba en C o o una tela

tan fina que era del todo transparente. Las

damas romanas la estimaban mucho, y las her­

mosas tenían el gusto de creerse vestidas sin

estarlo. D i c e n que Nisnia , que es una pe­

queña isla, es una separación que el mar hi­

zo en C o o . Cárpato , que apenas es mas gran­

d e , dicen que tenia tres ciudades. Otras mu­

chas que hay por allí mas deben contarse por

su pequenez como rocas que como islas: no

obstante , la benignidad del clima y la fer­

tilidad de la poca tierra que tienen atraen

habitadores.

Tera , cerca de C r e t a , debe su nombre

á T e r o Lacedemonio, que l levó allí algunos

descendientes de los Argonautas, y de estos

se cuenta la aventura siguiente. Los l levó el

mar de aquí para a l lá , y llegaron al terri­

torio de Esparta : fueron bien recibidos de

los habitantes, que no solo les dieron tierras,

sino mugeres también. Estos aventureros cons­

piraron contra los propietarios, queriendo ha­

cerse dueños de todo el pais. Se descubrió

la trama , y cogiéndolos á todos, los conde­

naron á muerte. U n dia antes que se execu-

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tase la sentencia pidieron las' mügeres per­

miso para entrar á despedirse de sus mandos;

y concedida esta gracia, entraron, cambiaron

con ellos de vestido, y de este modo los sal­

varon. U n R e y de Esparta , llamado Teras,

que después de haber renunciado la corona

se cansó de ser vasallo, pensó en reunir es­

tos extrangeros y transportarlos fuera de las

tierras de la república. Se hizo pues su ca­

pitán , y desembarcó en una is la, á la que

dio el nombre de Tera.

Tan poblada estaba la isla de C e o s , que

se hizo una ley que mandaba que todos los

que pasasen de sesenta años tomasen veneno

para dexar á los otros de que subsistir. Es

verdad que era permitido á los que no que-

rian sujetarse á esta ley salir de la isla; pero

no podian llevar consigo cosa alguna. Los

habitadores de J u l i a , ciudad de C e o s , vién­

dose sitiados por los Atenienses, se propu­

sieron quitar la vida á todos los niños para

que la obligación de cuidarlos no los dis-

rraxese de los trabajos de la defensa. Sa­

biendo los Atenienses esta resolución el igie­

ron antes levantar el sitio. E n Ceos nació

Simónides, el primero que hizo versos pa­

ra cantarlos en los funerales. En C i t o , cer-

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ca de C e o s , hay baños calientes.

Serifa está erizada de rocas y llena de

minas de cobre , que son las que hacen mal

sano el ayre. Su principal producción son ce­

bol las, y así era el lugar adonde los Empe­

radores enviaban á los que querían castigar

con el mas penoso destierro. Preguntó uno de

estos desterrados á un serifiano, qué delito

era el que podia tener por pena ser dester­

rado de Serifa; y le respondió, que el per­

j u r i o : y así haz presto un juramento falso, y

te desterrarán de un lugar tan execrable. A

esta isla envió Augusto á un orador que ha­

blaba con demasiada libertad , porque diez y

siete años de destierro en Creta no le habían

curado de este mal.

Si hubiera ateístas, podría tener para ellos

alguna estimación; porque fue patria de D i á -

goras , el primero que negó la existencia de

los dioses. L o que de esta isla se apreciaba

era su alumbre , su miel y sus a g u a s , que

curaban la sarna, bien que daban la hidropesía.

Sífano y Argentera tenían minas: la pri­

mera de plomo, y la segunda de plata: di­

cen que hoy las ocultan los habitadores, te­

miendo que los Turcos los hagan trabajar en

ellas. Turnefort describe las cavernas de Olea-

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to , mas conocida por el nombre de Antípa-

ros. Parece que en su origen son canteras de

mármol , y también las que han dado luces

sobre la vegetación de las piedras.

F u e Naxós una isla floreciente, guerre­

ra , fértil en excelentes vinos, y tuvo un so­

berbio templo en honor de Baco. Sus frutas

son deliciosas, y sus llanuras están cubiertas

de naranjos, o l ivos , viñas, higueras y mora­

les: también tiene cedros. S u mármol mas es­

timado es el verde , cortado con venas blan­

cas. Los Atenienses la subyugaron , los echa­

ron de el la, y aun volvieron. Por últ imo, los

Romanos la hicieron sufrir la misma suerte

que á las demás.

Paros es nombrada por sus mármoles. L o

selecto de la materia convidaba á los artífi­

ces , porque pocos parages hay en donde se

encuentren tantos restos de columnas, arqui-

traves y pedestales. Los muros de Parrequia,

edificada sobre las ruinas de Paros , todos se

componen de estos restos. E n lo antiguo se

llamaba la isla opulenta, poderosa, feliz. Es­

taba m u y soberbia por su riqueza, y ahora

se reduce al producto de un pequeño co­

mercio. F u e patria de Arquí loco, el poeta sa­

tírico mas mordaz. .

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Esciros abundaba en v i n o , trigo y otros

comestibles. Su ayre es muy sano. F u e patria

de Feréc ides , uno de los mas sabios filóso­

fos de la antigüedad , maestro de Pitágoras,

y discípulo de Pitaco. Dicen que fue el pri­

mero que escribió en prosa , observo las re­

voluciones de la luna , pronostico los eclip­

ses , y enseño el dogma de la inmortalidad

d í l alma con el disparate de la transmigra^

cion que aprendió de los Fenicios. Micon,

A n d r o s , C i r o s , Teos y otras islas adyacentes

no nos ofrecen mas que sus excelentes vinos

y bellas ruinas.

Tres templos se veían en la isla Délos:

el primero consagrado á Latona, el segun­

do á D i a n a , y el tercero á Apolo. Este úl­

timo era uno de los mas soberbios edificios

del universo. Los oráculos que se daban en

él eran muy estimados ; decian de ellos que

eran mas claros que los que daba en Delfos,

porque estos eran obscurísimos ; no obstante

pensaban que se podian aplicar con mas se­

guridad. Ocupaba el templo de Apolo gran­

de parte de la isla, y aun toda ella era asi­

lo no solo para los particulares, sino para las

naciones. Hubo ocasión en que estando en

esta isla exércicos enemigos entre sí , ninguna

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hostilidad hicieron por respeto al lugar en que

se hallaban. Todos los Griegos concurrieron

á la construcción de este templo y de sus mag­

nificas galerías, en cuyas ruinas se le n aun los

nombres de muchos Reyes que contribuye­

ron. Enviaban sus ofrendas y dones muchas

veces con personas solamente diputadas para

este solo fin. En el dia van muchos cuiiosos

á buscar vestigios de los antiguos monumen­

tos : y tan cubierta está la tierra de escombros,

ruinas y espinas que no es posible cultivarla,

ni hay en ella un habitador. V e aquí lo que

es Délos antigua y moderna.

Después de ver á Esciros, en donde es­

tuvo Aquiles disfrazado en trage de muger

en la corte de Licómedes, se pasan quatro is­

las pequeñas para llegar á Lemnos consagra­

da á V u l c a n o , y habitación de los pi ¡meros

herreros. También invocaban á Juno madre

de este dios , y todos los años la sacrificaban

una muger joven. Una tierra, que llaman si-gilata por el sello de los sacos en que la

traen, se ha tenido siempre por excelente re­

medio contra la ponzoña, mordeduras de ser­

pientes , heridas y fluxo de sangre; y es una

especie de calizo que iban á buscar con ce­

remonias religiosas , y lo mismo hacen los

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Griegos modernos quando la recogen. Una

grande parte de esta tierra se envia al

G r a n S e ñ o r , y la restante se vende por su

cuenta : no pueden los habitadores reservar­

se nada de ella sopeña de muerte. También

habia en Lemnos un laberinto, edificio mag­

nífico. Imbros y Taxós tenian minas de oro.

L a isla de Samotracia era famosa por los

honores que en ella se hacían á los dioses

Cabiros. N o concuerdan entre sí los sabios en

e l origen de esta palabra ni en su significa­

do ; pero parece que por ella entendían los

m u y poderosos dioses. E l juramento mas sa­

grado era el que se hacia por los dioses de

Samotracia. N o se deben pasar en silencio

las ceremonias de la iniciación : pues se ha­

llará en ellas alguna semejanza con las que

dicen practicarse en una asociación de nues­

tros dias. Colocaban al que habia de ser ad­

mitido en una especie de trono : le ceñían

con cintas de color de púrpura: le coronaban

de l a u r e l ; y después danzaban al rededor de

é l los Sacerdotes y los espectadores. Concluía

la danza con execraciones contra los que re­

velasen lo que pasaba en sus asambleas. D e ­

be notarse que el atributo de un C a b i r o , se­

g ú n se ve en las medallas, era un martillo.

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D E L A H I S T O R I A U N I V E R S A L . I £

Por demás seria buscar hoy en Corcira

los jardines del R e y A l c i n o o ; pero á un la­

do de una tierra arenisca y estéril se ve otra

abundante en árboles frutales, ol ivos, higue­

ras y viñas, con bellas casas, y estos son los

bellos jardines. L o mismo hay en Leucada y

Citéra. E n quanto á las Estrofadas, Equina-

das y una multitud de islas parece que la

naturaleza, quando las repartió sus mas pre­

ciosos adornos, quiso hacerlas asilos de la fe­

licidad y la p a z , y no obstante casi siempre

han sido los teatros de las guerras extrange-

ras , ó de las turbaciones domésticas, ó inva­

didas por los piratas.

Era Egina una tierra pedregosa; pero la

industria de los habitadores la hizo férti l , por

haber conseguido á fuerza del trabajo, y mo­

viendo mucho la tierra, fecundizarla. F ingie­

ron los poetas que después de una peste que

desoló el pais, hicieron los dioses unos hom­

bres conocidos con el nombre de Mirmido­

nes (hormigas) , esto e s , que á los holgaza­

nes sucedieron los laboriosos. Solón era de

Salamina.

Concluiremos la larga enumeración de las

islas griegas con E u b e a , isla hermosa y gran­

de , que como las otras tuvo guerras intesti-

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ñas y exteriores. Todas estas islas han sufri­

do horribles desolaciones, incendios y subver­

siones totales de las ciudades mas florecientes.

Estos isleños, alternativamente opresores y opri­

midos, se arrancaban la palma de la libertad

cjue regaban con sangre , así de sus vecinos,

como de sus mismos ciudadanos. En la actua­

lidad con el sello de la servidumbre baxo el

gobierno turco , en pagando el tributo pasan

una vida dulce y tranquila. Los viajantes, que

los han examinado mas de cerca, han halla­

do en ellos la delicadeza y urbanidad de los

antiguos G r i e g o s , y en las mugeres las gra­

cias atractivas de sus mayores : en sus fies­

tas la decencia y la alegría ; y si se ha de

juzgar por la historia, mejor están en la de­

pendencia presente que en aquella libertad

siempre agitada y sangrienta.

MACEDONIOS.

E n el fondo del golfo que contiene este

archipiélago se halla la Macedonia. Sus lí­

mites han variado , según que la fortuna ha

sido contraria ó favorable a sus Príncipes.

Se formó en reyno con la agregación de

muchos pueblos pequeños , cuyos nombres

todavia se conservan, y no se sabe guando

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prevaleció el de Macedonios, ni si viene de

un R e y llamado Macedo , descendiente de

D e u c a l i o n ; o de M i g d o n i a , provincia de la

que se derivó Macedonia.

En este reyno son muy comunes las mon­

tañas y el monte Atos pasa por uno de los

mas altos de la tierra. E n él habia antigua­

mente muchos altares consagrados á diferentes

dioses, y ahora tiene muchos monasterios. E l

monte Pangeo encierra en sus entrañas minas

de oro y de plata. N o solamente los montes,

toda la Macedonia produce maderas de cons­

trucción , y muy estimadas para carpintería. E n

otro tiempo no se conocian en este pais de­

siertos : ahora por estar menos poblado faltan

algunas veces los víveres. N o se ha aprove­

chado como pudiera para el comercio de los

mares que bañan sus costas, ni para la nave­

gación y transporte de los rios que le riegan.

N o se conocen allí animales extraordinarios,

ni otras cosas raras naturales ó artificiales; pe­

ro su ayre es muy sano, y se ven muchos an­

cianos vigorosos. Las llanuras cercanas al mar

dan trigo y aceyte , y son mas fértiles que

e l resto del pais, el que generalmente es mon­

tuoso y lleno de selvas; pero criaba muchos

y excelentes caballos,

T O M O I I I . B

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l 8 C O M P E N D I O

Los antepasados de estos hombres, que lle­

garon poco á poco á ser dueños de la Grecia

y después del Asia , eran los Argivos. Llegando

á este pais baxo la conducta de un xefe des­

cendiente de H é r c u l e s , extendieron sucesiva­

mente su dominación, así con la prudencia co­

mo con el va lor , sin erigir trofeos de sus vic­

torias , y tratando como hermanos á los que

subyugaban. Todos aquellos pueblos se fun­

dieron en u n o , por decirlo así, haciendo una

sola nación, cuyo carácter y distintivo era la

valentía, y el desvío del luxo y la pereza.

E n ninguna parte como en Macedonia nos

dan los antiguos mas perfecta imagen de la mo­

narquía templada: mas libertad gozaban ellos,

sujetos á sus R e y e s , que la mayor parte de

las repúblicas de Grecia. Como vasallos fieles,

y aun zelosos, eran muy afectos á sus Príncipes,

como que hicieron adoptar una ley de la Persia

que disponía, que no solamente los conspirado­

res , sino también sus parientes fuesen extermi­

nados. Pero este afecto á sus Reyes no era una

especie de idolatría, antes bien hablaban con

ellos y los saludaban con el ósculo ; porque

los miraban con amor mas que con miedo : á

nadie se le quitaba la vida no interviniendo el

juicio de los tribunales ó del exercito.

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D E L A H I S T O R I A U N I V E R S A L . I O,

Eran los Monarcas de Macedonia muy mo­

destos en los ornamentos que significaban su

dignidad. Unas armas magnificas y una silla

de respeto era todo lo que los distinguia de

los vasallos. Su educación era severa ; y tem­

plaban la magestad del trono con una benig­

na familiaridad: comian con sus a m i g o s , ad­

mitían los vasallos á su presencia, y juzgaban

sus causas, aun las que no eran de la mayor

importancia. Estas no fueron costumbres de un

solo R e y , sino unas virtudes perpetuadas en

e l trono de Macedonia por muchos siglos.

Los Macedonios profesaban la misma re­

ligión que los Griegos. Sus principales dioses

eran Júpiter , á quien honraban como protec­

tor : Hércules como dios tutelar de los hom­

bres valientes ; y Diana como diosa de la ca­

z a , que era su ocupación favorita. Eran muy

supersticiosos: los mismos Reyes eran los que

exercian las funciones sacerdotales: erigían es­

tatuas y altares, é inmolaban víctimas. Solo

en los grandes convites se apartaban de las re­

glas de la sociedad, y en estos no eran ad­

mitidas las mugeres: los jóvenes no tenían

asiento hasta haber muerto un jabalí en bue­

na g u e r r a , esto e s , con la lanza, y sin ha­

berle armado redes. ISo solamente les gusta -

B 2

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2 0 C O M P E N D I O

ba la caza, sino sus peligros. En presencia de

sus capitanes se les daba en los campos lec­

ción de fortaleza y destreza; y ex-ícutaban una

danza militar que no dexaba de tener gus­

t o ; mas siendo soldados atrevidos eran tími­

dos marineros.

Las leyes dimanaban del Príncipe ; pe­

ro debían ser conformes á la equidad natural.

E l acusado se presentaba atado, y sin nin­

guna divisa de su dignidad de qualquiera cla­

se que él fuese ; pero nunca se le privaba

del derecho de defenderse. E n caso de duda

se permitía dar tormento ; y el suplicio mas

ordinario era apedrearle. E l año de los M a -

cedonios era de doce meses desiguales, resul­

tando de ellos tantos dias como nosotros con­

tamos en el nuestro: y es cosa notable que en

cada quatro años tenían un bisiesto. N o tene­

mos tan claras noticias de sus conocimientos en

las demás ciencias: solamente se observa que

eran excelentes numismáticos. Sus medallas tie­

nen por un lado el busto del Príncipe, por otro

e l nombre de la ciudad en donde las acuñaron,

lo que es muy del caso para la historia. En su

e x é r g o , que está muchas veces en lengua ma­

cedónica , se ve que esta era del todo diferen­

te de todos los dialectos de la lengua griega.

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D E L A H I S T O R I A U N I V E R S A L . 2 I

E l valor era una prenda natural en los

Macedonios, y aun añadieron á esta una ex­

celente disciplina , con la mezcla feliz de es­

píritu y docilidad que al fin los hizo invenci­

bles. N o obstante, algunas veces no fueron

tan poderosos como sus vecinos , aunque siem­

pre tan valientes como e l los ; pero desde que

el genio de sus Príncipes les abrió el cami­

no á grandes conquistas, le siguieron con un

ardor sin i g u a l ; y para que saliesen bien sus

proyectes se sujetaron á la mas severa disci­

plina. Desde entonces fue para ellos la guerra

una ocupación nacional : todos nacían soldados,

y no tenían otra educación sino la de los

exércitos.

El de Macedonia, en el tiempo de su

felicidad y de su gloria , se componía de M a ­

cedonios en las dos terceras partes, y no te­

nían mas sueldo que el botin. L a otra terce­

ra parte era de auxiliares ó G r i e g o s , mante­

nidos por sus repúblicas, y de mercenarios pa­

gados por el R e y . En la infantería habia unos

ligeramente armados, otros no tan á la l igera,

y otros con pesada armadura: estos eran los

que hacían la famosa falange: cuerpo tan ter­

rible en el ataque , inmoble en la resistencia,

y al mismo tiempo temible por la regulan-

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2 2 C O M P E N D I O

dad y presteza en sus movimientos quando ha­

cia alguno , y por la solidez de su masa quan­

do se fixaba.

Aunque la mayor parte de la caballería

era de extrargercs , también habia algunos

"cuerpos de Macedonios. Quando un soldado

perdia su caballo en el combate, tenia el ca­

pitan obligación de darle otro de su caballe­

riza , por la máxima de que la utilidad pú­

blica es primero que el fausto del particular;

Hrbia premios establecidos para los enfermos

y los veteranos.

Todas las armas ofensivas y defensivas de

los Macedonios consistian en escudos y capar

cetes de cuero c r u d o , espadas, estoques, p u ­

ñales y picas. Quando mandaba el R e y , lo que

casi siempre sucedia, no se distinguía por la

'magnificencia del equipage ó del vestido, ni

por la níesa espléndida y suntuosa, porque

vivia como un simple soldado; y no era'esta

la frugalidad dé uno ú otro , sino la de todos

los Reyes desde el primero al último.

L a falange acampaba en el centro, la ca­

ballería en una ala, y la tropa ligera en otra;

y este orden se observaba en las marchas en

quanto era posible : quando rompían al ene­

m i g o , acudía la tropa ligera y la caballería

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D E L A H I S T O R I A U N I V E R S A L . 23

á perseguirle: siempre se quedaba la falange

en el campo de batalla para no permitir la

reunión. Durante la acción los oficiales y el

mismo R e y dirigían sus palabras á los solda­

dos , y tenían cierto grito de guerra que to­

dos levantaban al mismo tiempo al atacar.

N u n c a acampaban sin abrir al rededor e l

foso, y cada tienda solo tenia dos soldados: to­

das eran de cuero que se podian coser y l le­

nar de ayre para servir de barcas en caso de

necesidad. E l R e y tenia dos tiendas, una para

descansar, y otra para recibir. N o seguían al

exército, mugeres , niños ni equipages de l u -

xo. Los carros eran pocos, porque cada solda­

do llevaba lo que necesitaba. Tales eran las

tropas, que saliendo de un rincón de la E u ­

ropa sujetaron parte de e l l a , y dilataron su

dominio hasta el África después de haber so­

metido á su imperio toda el Asia conocida.

A Macedonia l l egó de Argos Caranno con

una colonia ( 2 2 0 5 ) . Estaba el pais poblado, y

le empezó á conquistar para formarse un reyno,

erigiendo trofeos según la costumbre de los

vencedores. Una feliz casualidad le curó de va­

nidad tan inútil. Supo Caranno que u n león,

saliendo de los bosques del monte O l i m p o , aca­

baba de destruir uno de estos monumentos, y

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2 4 C O M P E N D I O

lo tuvo por aviso de los dioses que no querían

que irritase á sus vecinos eternizando su ver­

güenza. Desde entonces estableció una regla,

que pasó á sus sucesores, de no tratar á los

pueblos conquistados como á enemigos, y mi­

rarlos como á vasallos.

Precedieron á E ropas cinco R e y e s : ganó

este una batalla estando todavía en la cuna.

C o n ser los Macedonios tan valientes siempre

los vencían los del Ilírico , y les asolaban el

pais. Creyeron pues que pelearían con mejor

fortuna animados con la presencia de su R e y ,

aunque era niño de pecho. L e hicieron los

xefes traer á la batalla ; y bien fuese ardor

nacional ó la honrosa vergüenza de abando­

nar un niño, pelearon con tal obstinación que

derrotaron á los Ilirios.

Reynando Aniintas sucedió la aventura ya

referida de los jóvenes señores Persas , que

precisaron á este Principe á introducir sus hi­

jas con ellos en las libertades de un convite;

y A lexandro , hijo del R e y , vengó la violen­

cia hecha á su padre , y libró á sus herma­

nas de la afrenta que las amenazaba.

Este Alexandro, sucesor de su padre Amin-

tas, hizo durante su reynado el papel de me­

diador, entre e l R e y de Persia y las repúbli-

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D E 1 A H I S T O R I A U N I V E R S A ! . 25

cas griegas. Estas le echaron muchas veces en

cara que en las negociaciones obraba con do­

blez. También le dixéron que procedería con

mas nobleza y le convendría mas declararse

por el partido que defendía la libertad de los

G r i e g o s , que sujetarse al vergonzoso y u g o del

Monarca Asiático ; pero su conducta equivoca

le procuró la ventaja de libertar su reyno de

las desolaciones de la guerra , y de enrique­

cerle con el paso de las tropas. N o obstante

se conjetura que estaba mas inclinado á favor

de los G r i e g o s , pues hallándose en el exér-

cito persiano les avisó que iban los Persas á

atacarlos: noticia sin la qual los hubieran sor-

prehendido y derrotado. „ Espero , les dice,

que tendréis presente á un hombre que por

amor á los Griegos da un paso tan peligro­

so. E l interés que tengo en esto es la con­

servación de la Grecia , como que yo soy-

Griego de origen."

Pérdicas, hijo de Alexandro , se hal ló

quando subió al trono entre los T r a c e s , na­

ción bárbara, Persas, Lacedemonios y A t e ­

nienses, que procuraban atraerle cada uno á

sus querel las , siendo todos enemigos sordos ó

declarados. D e unos y otros se deshizo, y a

empeñándolos unos contra otros, ya socorriera

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2 6 C O M P E N D I O

d o l o s , y ya abandonándolos. L e acusaban de

perfidia , y él recriminaba con falsas impostu­

ras , y todos tenían razón. N o hubo suerte de

guerra que no experimentase , invasiones, ata­

ques no previstos, campañas regulares, y guer­

ras c iv i les ; pero se nota que siendo guerre­

ro hábil y valiente , prefería la pluma á la

espada, y la negociación á las armas.

N o se sabe á qué titulo le sucedió A r -

q u e l a o , pero le dexó un reyno poderoso. Se

aplico á fortificarle con plazas de defensa, y

pasó una vida cómoda y tranquila en sociedad

con los sabios , á quienes amaba. V i o morir

en su corte á Eurípides, y le levantó un mag­

nifico sepulcro. También pretendió la amistad

de Sócrates ; y dicen que este filósofo no la

admitió por causa de las crueldades cometidas

en el principio de su rey nado para asegurarse

en la usurpación del trono. C a y ó de é l , co­

mo habia subido , por una conspiración en que

perdió la vida. N o por esto dexó de pasar la

corona á su hijo Orestes, todavía niño.

T u v o la felicidad de hallar un pariente

llamado E r o p e , que durante su niñez gober­

nó el reyno con prudencia á título de protec­

tor , y entregó después el cetro á su pupilo.

E n su r e y n a d p , volviendo de Asia Agesi lao,

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D E I A H I S T O R I A U N I V E R S A L . HJ

R e y de Esparta, con un cuerpo de tropas, p i ­

dió permiso para pasar por la Macedonia: res­

pondió Erope , que lo reflexionaría; y dixo

el altivo Macedonio , que reflexione, pero no­sotros marchemos. Esta firmeza admiró al pro­

tector , y envió órdenes para que le recibie­

sen todos bien ; y con esta precaución libro a

la Macedonia del pillage con que trataban los

Esparjtanos á otros paises menos condescen­

dientes.

A q u í se cubre de obscuridad la serie de

la historia con las catástrofes, que ponen y

quitan Príncipes hasta Amintas , que aseguró

el trono en su familia, y le dexó pacíficamen­

te á su hijo Alexandro. E n estos dos R e y e s

se puede notar la diferencia que hay entre la

política y la falacia. L a sagacidad de Amintas

no le quitó la estimación de sus vecinos ni

el amor de sus vasallos, siendo así que la fal­

sedad de Alexandro solo sirvió para quitarle

la confianza de aquellos con quienes trataba,

y el amor de los Macedonios. Se mostraron

estos muy indiferentes quando una muerte vio­

lenta le arrancó del trono siendo todavia jo­

ven. Uno de sus parientes, llamado Pausanias,

quiso invadir la corona con perjuicio de los

dos hermanos del difunto Pérdicas y F i l ipo .

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28 C O M P E N D I O

Consiguió este usurpador el favor del pueblo;

pero Euridice, madre de los dos Principes, ha­

l l ó contra Pausanias el recurso en el afecto

de Pe lapidas, General Ateniense. L e hicieron

arbitro los pretendientes al cetro, y él se le

adjudicó á Péidicas. Temiendo que se reno­

vasen las inquietudes con su partida de M a ­

cedonia , pidió que los competidores diesen

rehenes.

A Eurídice la pidió á su hijo Fi l ipo ; y

esta tierna madre sintió la mayor repugnancia

en entregar á un extrangero un hijo tan que­

rido , y solo la consolaba la grande opinion

que habia formado de Pelópidas, y así le en­

comendó con instancias su educación. Este gran­

de hombre la prometió cuidarle mucho, y cum­

plió su palabra. Pasando por Tébas puso á es­

te joven en manos de su amigo Epaminondas,

que tenia consigo un filósofo pitagórico de gran­

de reputación , y de este aprendió Fi l ipo las

ciencias que pueden formar bien el espíritu.

Epaminondas le enseñó el arte de la guerra,

y halló el joven Príncipe en su casa exem-

plos de una actividad infatigable, de constan­

te firmeza de alma , de templanza y amor á

la justicia, de desinterés y candor; pero le

acusan de no haber usado sino de aquellas vir-

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D E X A H I S T O R I A U N I V E R S A ! . 29

tudes que eran favorables á sus designios.

Mientras se formaba en la escuela de Epa-

minondas ( 2 6 3 9 ) S U P ° ^ a m u e r t e de su her­

mano Pérdicas en una batalla contra l o s T l i -

r ios , enemigos hereditarios de los Macedonios.

Solo dexaba este Príncipe un hijo muy joven

llamado Amintas. Fi l ipo fue á Macedonia con

el mayor secreto y dil igencia, mas ya habia

dos competidores sostenidos por los Ilirios y

los Traces; y asi quando l legó se halló con

un desorden horrible en el gobierno, un p u e ­

blo abatido y sin unión, dividido en opinio­

nes sobre quién tenia el derecho de reynar:

unas tropas extrangeras, llamadas por los r i­

vales, y ningún exército que oponer á los ene­

migos de su patria. ¡ Q u é circunstancias estas

para un joven de veinte y dos años!

Entonces se valió F i l ipo de los grandes

talentos que le habia dado la naturaleza para

negociar y para combatir : sosegó las turba­

ciones domésticas, ganando al pueblo con su

afabilidad , á los Grandes con inmensas pro­

mesas , en las que nunca fue escaso , y á las

gentes de guerra con testimonios de estima­

ción y afecto. Desaparecieron los pretendien­

tes al trono, unos satisfechos con algunas rein­

tegraciones, y otros vencidos. Sobre tan feli-

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JO COMPENDIO

ees sucesos le ofreció la nación la plaza de su

sobrino, ó se la dexó tomar, y á muy pocos

años l legó Fi l ipo á ser el Monarca mas po­

deroso , y el mas envidiado en esLa parte del

mundo.

Los zelos de los estados vecinos merecen

perdón respecto de un 1 rincipe en quien no

podían menos de conocer proyectos ambicio­

sos por mas que los ocultase con la mayor des­

treza ; pero siempre tenia pretextos. Si ataca­

ba á Anfipolis , ciudad que le convenia, en­

viaba á decir á los Atenienses que solo habia

ido á poner paz entre sus habitadores. Poti-

dea y Pizne , ciudades fuertes, no las tomo,

decia é l , sino por quitarlas la guarnición ate­

niense , y darlas á los de Olintia , á quienes

deseaba tener favorables. A aquellos coi tésanos

que se admiraban de su generosidad les de­

cia : Es preciso obligar á los que no se puede

v e n c e r ; pero á Olintia la l lego su tiempo. Se

apoderaba F i l i p o del pais entre el Neso y el

Estemion , y decia : ÍS'o lo hago por acercar­

me á las minas de oro y plata que hay en

é l , sino para socorrer á los habitadores contra

los vecinos inquietos que les amenazan. Poco

le importaba que se descubriesen sus ardides

después del suceso, con tal que no los ia-

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D E L A H I S T O R I A U N I V E R S A L . 3 1

utilizasen durante el curso de la empresa.

Uno de los principales motivos de su odio

contra Demostenes fue que este orador le

adivinaba, le leia los pensamientos, y decia

con tanta claridad á los Atenienses los moti­

vos de las acciones de Fil ipo , y el fin á que

se dirigían, que hubiera sido muchas veces po­

sible arruinarlas si hubieran querido abrir los

ojos á las luces que Demostenes les presen­

taba. E l recurso de F i l ipo fue pagar orado­

res contrarios; pero bien reconocía la superio­

ridad de Demostenes, y aun decia: „ A ese no

le doy yo sueldo ; pero si le quisiera recibir le

señalaría de buena gana mas renta que la de

todos los que componen mi casa." Para carac­

terizar la eloqiiencia victoriosa de este orador

solia decir: „Isócrates pelea con florete, y D e ­

mostenes con espada.''

E l orador se desquitaba por su p a r t e , y

le pintaba de modo que le hiciese temer. „ Y ó

os haré ver á F i l i p o con quien estamos en

g u e r r a : yo os le haré ver cubierto de heri­

das , perdido un ojo, estropeado de una pier­

na y una mano; pero desafiando nuevos p e ­

ligros , y dando ocasión á la fortuna para que

todavía le prive de otros miembros; mas siem­

pre con la esperanza de que con el resto de

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3 2 C O M P E N D I O

su cuerpo vivirá con honra y gloria. Este •!

es F i l i p o , Atenienses." Es notable la circuns­

tancia en que perdió un o jo , para que se vea

que á nadie se debe despreciar, y que no hay

enemigo pequeño. L e presentaron en el sitio

de Meton á Aster io , excelente tirador , que

no erraba , dec ian, á un páxaro en el mas \

rápido vuelo. „ A í u y bien, respondió Filipo, \\

quando yo haga la guerra á los vencejos en- \

trará á servirme.'' Se retiró Asterio á la ciu- j

dad picado de esta burla. Y estando Filipo

algunos dias después en los trabajos avanzados,

le hirió una flecha, en la que estaba escrito:

Al ojo derecho de Filipo; y acertó en el blan­

co, l i i z o el R e y arrojar otra en la ciudad con

esta inscripción: Si Jbilipo toma la ciudad, él liara que ahorquen a Msterio ; y cumplió la

palabra. Supuesto que le habia provocado le

debiera perdonar, como le sucedió en otra

circunstancia menos g r a v e , pero picante para

un R e y . Los del Peloponeso , á quienes ha­

bia hecho servicios, silbaron su carro en los

juegos Olímpicos, que era el mayor insulto

que se podia dar. Algunos cortesanos le ex­

citaban á castigar aquella insolencia, y él res­

pondió noblemente : Si nos silban quando les

hacemos buenos oficios, ¿qué--harían si les hi-

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L,im.^'.\ Ism..r.J:ii '

Í Filipo v su vasalla.

.-///Л/Л/ í/r tvrnrr Ft/уг у/л//л/' Jtirrm/nr /l '

i'.l/t'il ,/' tifiti Tit.'////l Slll/,l, ,/i/r ,;>/!. ч,/г/,

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j //,-.i•//}//л///«• /'/•<•/Л/,'//<//г,г Aty/vv//////iiyA<juieu?

; A l'ihpo en avunas / ; : у / л / < ' <т#/y/i>/M////<y//,v//

I / ' .r,v ,/r i'/¡7/./<•/:•;• г/ Л'/;/;///,', /i <•//<' ////<•/<'.//,'-

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D E L A H I S T O R I A U N I V E R S A L . 33

ciéramos mal? Todavía se halla mayor gran­

deza en lo que dixo de los oradores de A t e ­

nas: „ Mucha obligación tengo á esos señores,

que indicándome mis defectos, me dan ocasión

para enmendar me.

N o debe omitirse esta preciosa carta es­

crita á Aristóteles. „ Bien sabes que tengo un

hi jo , por lo que doy gracias á los dioses, no

tanto de habérmele dado, como de haber dis­

puesto que haya nacido tu contemporáneo.

Cuento con que le harás digno de sucederme

y de gobernar la Macedonia.' ' Este hijo era

el Grande Alexandro. E l discípulo de Epami­

nondas, y de un filósofo de su elección acer­

tada, conocía bien el precio de la educación.

E l respeto de Fi l ipo á la justicia se debe

atribuir á los buenos principios grabados des­

de la infancia en su corazón. Por este respe­

to sufrió con paciencia la viva réplica de una

muger á quien habia juzgado acabando de

comer. „ A p e l o , exclamó ella ; y dixo el R e y :

¿ A quién? A Fi l ipo en ayunas." L a oyó de

n u e v o , y la envió contenta. N u n c a hacia es­

perar á los pleyteantes, persuadido de esta ver­

dad , que el que se hace culpable de una di­

lación de justicia, abdica por lo mismo su au­

toridad. N i n g u n a atención humana le detenia.

T O M O I I I . c

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34 C O M P E N D I O

Intercedían sus cortesanos fuertemente por un

hombre que habia de ser condenado, y le de­

cían : Si el juicio sale contra él será deshon­

rado. „ M u y bien, respondió : mas quiero que

él sea deshonrado que no y o . "

Solia decir F i l ipo que no habia ciudad

inexpugnable si podia entrar en ella un asno

cargado de oro ; y así lo habia experimenta­

do ; pero lo dexaba este soberano á sus enemi­

gos , y no quería que se emplease para con

él . Escribió á su h i jo , que derramaba pródi­

gamente riquezas en sus cortesanos : ¿ C ó m o

podrás, ó j o v e n , persuadirte á que te servirán

con fidelidad los que cada dia corrompes con

tu dinero ? C o n esa conducta te expones á que

los Macedonios no te miren como á su Rey ,

sino como á su tesorero : créeme, que por

bien que te manejes en este último empleo,

no pasarás de un Príncipe mediano.

Hizo Alexandro su primer ensayo de ar­

mas á los quince años de edad. Se hallaba en

una frontera que pretendían invadir los veci­

nos turbulentos; y sin dar aviso á su padre

junta tropas, se pone á su cabeza , y no so­

lo libra á la Macedonia de hostilidades, sino

que las lleva al pais enemigo. Se alegro mu­

cho Fi l ipo con la primera prueba de valor

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D E L A H I S T O R I A U N I V E R S A L . 3$

que su hijo habia dado. N o obstante, reze-

lando que el demasiado ardor le precipitase

en alguna empresa temeraria, le l l a m ó , y l e

tuvo á su lado en la batalla de Queronea,

aquella famosa batalla que decidió la suerte

de la Grecia.

Ciertas negociaciones entre Fi l ipo y los

Atenienses, en las que no presidia la buena

f e , tenían suspensa por mucho tiempo una e x ­

plosión peligrosa. A l principio querían los A t e ­

nienses el imperio de la G r e c i a ; y a después

se reduxéron á no verle pasar á las manos de

F i l i p o , y para esto se valieron, unas veces del

ardid, y otras de la fuerza. F i l ipo siempre ca­

minaba á su fin: este era que le considerasen

los Griegos como protector de los débiles, y

enemigo de la tiranía, aunque fuese la de

las repúblicas. Siempre estaba dispuesto á sos­

tener los intereses de los que le reclamaban:

no faltó á entrar en la guerra sagrada: así

llamaron la que incendió toda la Grecia por

un poco de terreno quitado al templo de D e l -

fos. F i l ipo se habia declarado contra los sacri­

legos, pero no de modo que diese fuerzas á

los falsos devotos.

N o quisieron los Atenienses que ignora­

se el R e y de Macedonia que le conocían. Se

c 2

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3 6 C O M P E N D I O

habían escrito cartas muy agrias , y con un to­

no afectuoso. Los Atenienses se quejaban, F i ­

lipo respondía con reprehensiones. Quejas y

reprehensiones eran bien fundadas; pero un

R e y , que en su persona tenia al mismo tiem­

po su Secretario, G e n e r a l , Ministro y T e ­

sorero , llevaba muchas ventajas á una repú­

blica , cuyas elecciones siempre están sujetas á

la intriga. Como elegian todos los años diez

G e n e r a l e s , decía F i l i p o : ¡ Q u é pueblo tan di­

choso! ¡qué fortuna la de hallar diez Genera­

les en cada año, quando yo en toda mi vi­

da no he encontrado sino u n o ! Este era Par-

menion. Pero una república tiene algunas ve­

ces mas influencia para los de fuera por la

multitud de sus agentes ; y así formó Atenas

una liga formidable, cuyas fuerzas se desple­

garon en los campos de Q u e r o n e a , cerca de

la Tébas de Beocia.

A l l í chocaron entre sí los dos cuerpos mas

dignos de combatirse, el batallón sagrado, y la falange macedonia: el primero se compo­

nía de lo escogido de la juventud tebana, to­

dos hermanos de armas, que hacian voto de

morir juntos. La falange bien conocida es. Man­

daba Alexandro el ala izquierda; y el R e y , que

mandaba la derecha, advirtió de una mirada,

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D E L A H I S T O R I A U N I V E R S A L . 3 7

propia de G e n e r a l , que los Atenienses por

haber conseguido alguna ventaja se entregaban

á perseguir , y dixo : Estos no saben vencer; y cargando sobre ellos los derrotó. Las primeras

expresiones del contento fueron algo ridiculas.

Pero un muchacho que ve su frente corona­

da con el primer laurel académico : un G e ­

neral , á quien sus soldados levantan en los pa-

veses victoriosos, y una muger en el primer

momento de su triunfo de un corazón que

otras rivales la disputaban: todos estos expe­

rimentan unas sensaciones que no dan lugar á

la reflexión, y una especie de embriaguez c u ­

yas faltas merecen perdón.

Fi l ipo hizo cantar irónicamente en su pre­

sencia el decreto que habia conseguido D e ­

mostenes excitando á los Griegos contra e l

R e y , y habló con desprecio de los prisione­

ros. Pero una palabra de D é m a d e s , que era

uno de estos, le hizo entrar en razón. ¡ O R e y !

exclamó. Si el cielo te ha dado el papel de

Agamenón, ¿ qué gusto tienes en hacer e l

de Tersites? A l punto le dio el R e y la l i ­

bertad con la de todos los prisioneros. V i e n ­

do que los trataban tan b i e n , se determina­

ron á pedir cada uno su bagage. E l R e y

respondió con risa: ¿ Piensan estos que hemos

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q 8 COMPENDIO

peleado por chanza? Y después les concedió

lo que pedian. Se hallo Demostenes en Q u e -

ronea: h u y ó y arrojó las armas para correr

mas ligero : se le agarró del vestido una zar­

za , y dio un grito diciendo dame la 'vida, creyendo que le cogia un enemigo. ¿Quántos

oradores, muy valientes en la tribuna, le imi­

tarían en el combate?

Se consternaron los Atenienses, y creye­

ron que ya estaba el enemigo á las puertas, y

que iba á entrar en su ciudad, y sin duda

podia; pero fuese por generosidad ó por po­

lítica , les ofreció la p a z , y se la concedió con

condiciones ventajosas para ellos. Este modo

de proceder le grangeó los aplausos de toda

la Grecia. Habia Fi l ipo movido un armamen­

to que se hacia contra la Persia, y le hicie­

ron Generalísimo. Los G r i e g o s , llamados de

los que competían entre sí por el imperio per-

siano, habían entrado en él en grandes des­

tacamentos ; advirtiendo el mal gobierno, la fla­

queza militar, y mas que todo el rico botín

que se podia ganar. Por esto concibió Agesilao,

simple R e y de Esparta, el proyecto , si no de

trastornar el trono de Persia, quitarle á lo me­

nos los estados que viniesen bien á la Grecia.

N o se sabe hasta donde llegaba el proyecto de

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D E L A H I S T O R I A U N I V E R S A L . 39

F i l i p o ; pero él se hallaba á la cabeza de una

confederación poderosa, y de un exército ex­

celente con buenos C a p i t a n e s , y un grande

General en su persona ¿que no debiera espe­

rar? Una negación de justicia frustró todos es­

tos proyectos.

Por particular disposición de la Providen­

cia , que se puede mirar como castigo, F i l i ­

p o , que siempre habia fomentado las turba­

ciones en la Grecia , se halla en su palacio

entre divisiones domésticas. N o se sabe por

que repudió á O l i m p i a , madre de Alexan­

d r o , é hija de Neoptolemo, hermano de Arim-

bas, R e y de Epiro. La habia querido tanto,

que cometió por servirla la injusticia de dar

la corona de Epiro , muerto Arimbas, á un

hijo de Neoptolemo llamado Alexandro , y

hermano por consiguiente de Olimpia , con

perjuicio de Eácidas, hijo de Arimbas. Era

Olimpia cavilosa, altiva y vengativa, y des­

pedida por su marido se retiró á Epiro. F i ­

lipo se casó con Cleopatra , sobrina de Áta­

lo , un señor macedonio. Mientras se celebra­

ba la ceremonia del casamiento hubo una qui­

mera muy grande entre Átalo y Alexandro.

E l primero se dexó decir : Por últ imo, ten­

dremos un legítimo sucesor de la corona. ¿ Soy

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4 O COMPENDIO

yo bastardo ? gritó el hijo de Olimpia; y le

arrojó á Átalo un vaso á la cabeza : este le

correspondió con otro. Sacan las espadas: á

F i l i p o se le olvidó que era coxo : quiere acu­

dir á detener á su hijo, y cae. Y a tienen ahí,

dixo Alexandro , un xefe en buen estado pa­

ra pasar de Europa al A s i a , quando no puede

de una mesa á otra sin riesgo de romperse la

cabeza. Después de este dicho insolente se re­

tiró á Epiro con su madre.

A l fin se reconciliaron el padre y el hi­

jo , y volvió Alexandro á la corte. Sin duda

no vio con gusto en ella á Átalo , y se pue­

de conjeturar que los que tenían quejas del

tío de la nueva Reyna hallaban con quien

consolarse en Alexandro. Entre los malconten­

tos estaba un cortesano joven , llamado Pau-

sanias, á quien Átalo habia afrentado. Estaba

continuamente pidiendo al R e y justicia; y Fi­

lipo , por no dar que sentir á su esposa, cas­

tigando á su t i o , andaba dilatándolo , y con­

tentando á Pausanias con promesas. Y a creyó

que le tenia sosegado con haberle hecho C a ­

pitán de sus guardias. Pero este favor, en vez

de sofocar en el ofendido el deseo de la ven­

ganza , solo consiguió hacerle mudar de ob­

j e t o , dándole proporción para dirigir el gol-

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D E L A H I S T O R I A U N I V E R S A L . 4 1

pe destinado al culpado contra el que le ne­

gaba la justicia.

Entre tanto ocurrieron circunstancias dig­

nas de notarse, y la primera es la seguridad

de Fi l ipo mantenida por su t i o , y la lisonja

de un poeta. Decidida la empresa de Persia,

envió á consultar sobre el éxito á la Sacer­

dotisa de D e l f o s , y esta respondió: „ Y a es­

tá el toro coronado : su fin se acerca: ya va

á ser muy presto sacrificado." Desde luego

entendió el R e y de Macedonia en este orá­

c u l o , que el Monarca de Persia era el que

se iba á ofrecer como una víctima á los dio­

ses de la Grecia. Todavía se dexó engañar

mas con los versos de una tragedia, en la que

se habia de representar con nombres supuestos

á Fi l ipo como dueño y señor de Asia, y el

poeta decía: „ T u s soberbias esperanzas se ele­

van hasta los cielos. T ú quisieras dilatar tus

dominios hasta los fines de la tierra ; pero tu

vida tiene términos , aunque no los tiene tu

ambición: ya llega el momento de tu caida, ya

está cerca, y nada podrá librarte del golpe fa­

tal que te amenaza." E l Monarca de Macedonia

hizo que le repitiesen muchas veces estos ver­

sos , y se saboreaba con el deleyte de ver como

en una profecía la certidumbre de sus triunfos.

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4 2 COMPENDIO

Otro objeto digno de notarse es el peli­

gro que hay asi en dar consejos como en re­

cibidos. T a l vez no pretende alguno sino que

admiren su talento quando dice una cosa ex­

traordinaria , y suele ser causa de un crimen

por la disposición del que lo oye. Esta refle­

xión se puede aplicar al sofista Hermócrates

y á Pausanias. Este joven, atormentado con

funestos pensamientos, teniéndose por deshon­

rado mientras no se vengaba, preguntó á Her­

mócrates: ¿ Q u é d e b e r á hacer un hombre pa­

ra hacerse famoso ? Y el sofista le respondió

muy sentenciosamente : Quitar la vida á aquel

que haya hecho cosas grandes; y añadió con

mucha gravedad la razón; porque nunca po­

drá menos de traer á la memoria al autor de

su muerte la reputación de aquel á quien qui­

tó la vida. ¡Horrible fama!

F i l i p o , rodeado de prosperidades, estaba

muy distante de pensar en lo que le amena­

zaba. Estando para partir á Persia , dio la pom­

posa audiencia solemne á los embaxadores de

G r e c i a , que iban á presentarle los votos de

la nación por la felicidad de sus armas. L e

pareció del caso al Monarca celebrar unos

juegos á honor del himeneo de su hija C leo-

patra, hermana de Alexandro, á quien casa-

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D E L A H I S T O R I A U N I V E R S A L . 43

ba con el R e y de E p i r o , hermano de O l i m ­

p i a , y el mismo Fi l ipo hacia parte del espec­

táculo. Empezó pues por una magnífica pro­

cesión , en la que llevaban las doce grandes

divinidades de la G r e c i a : á estas se seguia la

imagen del R e y como una tercera divinidad:

presunción bien contraria á lo que por su or­

den le decia todos los dias un R e y de armas:

Fili-po', acuérdate de que eres mortal. Por úl­

timo , iba él solo vestido de blanco, y con la

corona en la cabeza. Sus guardias se retiraban

para dexarle ver , y para manifestar que me­

jor que ellos le guardaba el afecto del pue­

blo. Se aprovechó Pausanias de esta circuns­

tancia, y adelantándose hacia el R e y sacó su

puñal que llevaba debaxo de la túnica, le atra­

vesó el costado izquierdo, y cayó muerto á

sus pies. H u y e el asesino : ya llegaba á los

caballos preparados para escaparse, quando tro­

pezó en un vastago ó v i d , cayó y le mata­

ron : su muerte ocultó el misterio del asesi­

nato : hasta hoy se duda si su delito procedió

de conjuración, ó fue el de un fanático del

honor y la venganza.

N o pasaba Fil ipo de quarenta y siete años:

bien conocidos son sus talentos políticos. Era

gracioso y afable en el trato particular, y te-

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4 4 COMPENDIO

nia gusto en decir tales cosas que se llevaban el

afecto de todos. Levantándose un dia muy tar­

de , dixo frotándose los ojos delante de su cor­

te : Esta noche he dormido bien, pero sabia que

Antípatro velaba. Tampoco se negaba al pla­

cer de un chiste quando se ofrecia la ocasión.

Dos hombres que le habian entregado una

ciudad llegaron á quejarse de que sus solda­

dos los llamaban traidores. Dexadlos hablar,

respondió, son una gente sin crianza, y acos­

tumbrada á llamar las cosas por su nombre.

Por último, conocia las delicadeces de la de­

cencia , y sabia apreciarlas. Estando en su tri­

bunal sentado, inmodestamente descubierto, pi­

dió un esclavo que le permitiese hablarle en

secreto; y dexándole acercarse , le dixo : Se­

ñor, dexad caer la falda de la ropa. Q u e se

le dé á este hombre la l ibertad, dixo : no sa­

bia yo que era mi amigo. Si pudiera disimu­

larse que la intemperancia que llena una cor­

te de escándalos es un vicio no perdonable en

un Príncipe , porque mata las costumbres, y

que la ambición que vierte la sangre de los

pueblos es un crimen , tendríamos á Fil ipo

por uno de los mejores Monarcas. D e x ó dos

hijos de cada una de sus mugeres legítimas,

y otros muchos de sus concubinas , y aun

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D E L A H I S T O R I A U N I V E R S A L . 4 $

de una danzarina llamada Larisa.

Alexandro es buena prueba ( 2 6 0 5 ) de

que se puede ser hombre grande á los vein­

te años. Apenas tenia mas quando su pa­

dre le dexo el trono de Macedonia. T u v o

por Gobernador á Leónidas , pariente de la

Reyna , hombre de costumbres maduras y aus­

teras. Lisímaco, recomendable por su mode­

ración y dulzura , exerció las funciones de su

preceptor. Aristóteles le infundió un gusto mas

particular de las artes y las ciencias. Bebió en

los poemas de Homero , que continuamente es­

tudiaba , los elevados sentimientos que distin­

guen á los héroes, de los grandes Príncipes;

pero recibió de la naturaleza el ingenio que

abraza lo mas vasto de un objeto : un en­

tendimiento exacto que dirige una empresa, y

aquel discernimiento con que se eligen los me­

jores medios.

Quando subió al trono le rodeaban los

Ministros y Generales de su padre : siempre

los consultaba; pero habiéndolos oido , por

sí mismo decidía y executaba rápidamente.

N o le faltaron dificultades que vencer ; por­

que así sus vasallos como los extrangeros le

miraban como á un muchacho, incapaz de

executar los grandes proyectos de Fi l ipo. Los

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4 0 C O M P E N D I O

Atenienses sobre todo habían formado esta idea,

y la esparcían. Empezó el R e y joven por ha­

cerse temer en su propia corte , persiguiendo

vivamente á un conspirador , aunque le acon­

sejaban que le sobrellevase. Admiró á los Ma­

ce donios , y ganó la confianza de aquel pue­

blo guerrero con victorias señaladas contra los

habitadores de la Tracia , nación valerosa y

tenaz. Los persiguió entre los mayoies peli­

gros , hr c ta que le pidieron la paz. Llegaron

á hablarle en el campo los embaxadores; y

el joven vencedor, lleno de la alta opinión

que creía haber inspirado, les preguntó , con­

tando con que le darían una respuesta lisonjera:

¿ Q u é era lo q u e mas temían en el mundo ? Y

ellos le respondieron : Nosotros solo tememos

que se caygan el sol y los astros. Esta respues­

ta valiente le agrado m u c h o , y los estimó

mas , y los trato con honor.

Y a acababa Alexandro esta gloriosa cam­

paña, quando supo que toda la Grecia iba á

caer sobre su r e y n o , y toda esta tempestad la

cai>saba Demostenes , enemigo irreconciliable

de la Macedonia. Entraron en esta liga mu­

chos estados, porque se habia extendido la

noticia luisa de que Alexandro habia muerto

en su última expedición. C o n este rumor los

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P E L A H I S T O R I A U N I V E R S A L . 4 7

Tebanos, que en tiempo de Fil ipo se obliga­

ron á recibir en su ciudadela guarnición de

Macedonios, atrayendo á los dos comandantes

á la plaza de la c iudad, los degollaron. C o n

esta novedad marchó Alexandro á T e b a s , y

d i x o : „Demóstenes en sus arengas me llamó

niño quando y o pacificaba la I l ir ia , y joven

mientras hacia la guerra en Tesal ia ; pero al

pie de las murallas de Atenas y o le haré ver

que soy hombre hecho."

Se defendió Tébas con tenacidad, y por

lo mismo fue mas infeliz. L a ofreció Alexan­

dro el perdón general si le entregaban los

culpados. Los habitadores no lo consintieron,

y como republicanos presuntuosos insultaron

á los sitiadores. T o m ó la ciudad por asalto,

hizo vender en pública subasta todos los que

escaparon de la matanza, y mandó .que nadie

diese hospitalidad ni socorro á los Tebanos que

se hubiesen podido salvar por la fuga. Se di­

ce que se arrepintió de este r igor , y que trató

después con mucha humanidad á los fugitivos

que cayeron en sus manos.

Este terrible exemplar asustó á los Gr ie­

gos , y los hizo dar el Generalato al que le

pudiese prender. Enviaron los Atenienses sus

diputados, y los recibió b ien , pero exigien-

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4 8 C O M P E N D I O

do que le entregasen á Demóstenes , y otros

ocho oradores, como autores de todas las in­

quietudes de la Grecia. N o obstante, sufrió

que dexasen escapar á los o c h o ; pero persi­

g u i ó á Demóstenes hasta que se vio reduci­

do á envenenarse, que es la suerte ordinaria

de los alborotadores, quando no perecen con

muerte mas cruel. Recibió Alexandro el G e ­

neralato de la Grecia en Corinto , y allí vio

á Diogenes , aquel Cínico que tal vez por

la visita de este Príncipe se hizo mas famo­

so que lo que merecía. Están divididos los pa­

receres sobre la respuesta que dio al R e y de

Macedonia, y sobre la reflexion de este Prín­

cipe. Preguntó el R e y al filósofo, qué era lo

que le pedia; y el Cínico le dixo: Que no me quites el sol. C h o c ó á los cortesanos, porque

lo tenían por insolencia; pero Alexandro, mi­

rándole gravemente , le dixo : Si yo no fuera Alexandro, quisiera ser Diógenes. ¡Pero era

laudable indiferencia hacia las riquezas la de

D i o g e n e s , ó era complacencia en la soberbia

de no admitirlas? ¿ F u e en el Monarca admi­

ración del desprecio de las vanidades, ó deseo

de hacerse ilustre de qualquier modo que

fuese ?

Partiendo Alexandro á su grande expedí-

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D E L A H I S T O R I A U N I V E R S A L . 4 9

cion, distribuyó á sus soldados y cortesanos to­

dos los bienes patrimoniales, é hizo infinidad

de liberalidades. Perdícas, á quien queria ha­

cer un presente, le preguntó: ¿ Y qué reser­

váis para vuestra persona ? Y él respondió:

La esperanza. D i x o Perdícas, no recibiendo su

presente: Ahora bien, Señor, permitid que en­

tre los que os acompañan en los peligros ha­

ya uno que os acompañe en la esperanza. Pa­

sando por Delfos quiso consultar al oráculo;

y no queriendo la Pitia sentarse en el trípo­

d e , se esforzaba Alexandro á colocarla en é l ;

y ella le dixo: Hijo m i ó , no se os puede re­

sistir. Basta, replicó Alexandro, lo acepto por

buen agüero. Todos saben la destreza con que

se desembarazó del nudo Gordiano quando

no pudiendo desatar cortó.

Llegando á las ruinas de T r o y a hizo

Alexandro inmolar víctimas en honor de los

héroes sepultados al rededor de Ilion , y en

particular de Aqui les , de quien se tenia por

descendiente. A q u i l e s , decia , fue dos veces

dichoso, una por haber tenido un amigo co­

mo Patroclo ; otra por un poeta como H o ­

mero , que le cantó sus hazañas. Efestion, fa­

vorito de A l e x a n d r o , coronó de flores el se­

pulcro de P a t r o c l o , aludiendo á la amistad

T O M O I I I . D

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;¡ O COMPENDIO

del R e y . A imitación de A g a m e n ó n , que co­

mo él habia sido Generalísimo de los Grie­

gos , dio el Macedonio á su exército fiestas y

juegos fúnebres, á los que presidió acompa­

ñado de un Sacerdote ó Adivino , que tenia

para con él la plaza de Calcante.

Después del paso del Gránico hizo A l e ­

xandro que la ciudad de Halicarnaso, defen­

dida por los Persas, sufriese la suerte de T é -

bas , porque la reduxo á cenizas, y la arra­

só hasta los cimientos. Los Marmarios, habi­

tadores de una ciudad pequeña en los con­

fines de la L ic ia , eludieron los esfuerzos del

conquistador; pero de un modo muy cruel.

Habían sufrido dos asaltos: los ancianos les

exhortaban á rendirse. „ ¿ N o queréis ? ex­

clamaron, pues quitadnos las vidas con vues­

tras mugeres y niños, y abrios paso por me­

dio de los enemigos.' ' Demasiado les obede­

cieron , porque cada uno de los guerreros se

fue á su casa , dispuso un festín á su mu-

ger y á sus hijos, y concluida la comida, cer­

ró la puerta y puso fuego ; y quando ya el

incendio era general salen de la ciudad, pa­

san por el campo de los Macedonios, y se

salvan. {Crueles extremos, en los que son tan

culpables los que los causan como los que

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D E L A h i s t o r i a u n i v e r s a l . $ i

á ellos se entregan! N o hallándose todavia

Alexandro muy distante de su reyno envió

á los Macedonios, que se habían casado aquel

año, á quarteles de invierno con sus esposas.

Y a entonces empezó á distribuir reynos, reem­

plazando á una Reyna de Caria llamada A d a

en el trono que la habia quitado un prote­

gido de Darío. Por no tener otros medios

quiso reconocer este servicio enviándole pla­

tos delicados, y aun ofreciéndole excelentes

oficiales para su mesa; pero él la respondió:

„ M i Gobernador me ha provisto de cocine­

ros mas hábiles que quantos me puedan dar.

Andar mucho desde que sale el sol , me pre­

para buena comida: y comer con sobriedad,

me dispone una cena también exquisita."

E l hombre que hubiera recorrido tantos

países como Alexandro conquistó, podría pa­

sar por gran viagero. Desde la Macedonia

costeó el Mediterráneo , se adelantó á E g i p ­

t o , se entró por los arenales de la L i b i a , vio

el mar Roxo y el grande Océano Pérsico,

penetró por la India , atacó á los Escitas, y reconoció el mar Caspio y la laguna Meotis.

Por ú l t imo, recorrió por todas líneas lo in­

terior de aquella vasta parte del mundo, to­

mando ciudades, dando batallas, saltando ro-

D 2

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g 2 c o m p e n d i o

c a s , desafiando igualmente al áspero frió de

las montañas, y á los abrasados calores de los

v a l l e s , sufriendo con paciencia el hambre, la

s e d , las fatigas, y el dolor de las heridas, á la

cabeza de un exército intrépido con su exem-

plo , é invencible como él. Supuesto que la

opinión ha vinculado la idea del heroísmo á

lo grande, numeroso y difícil de las hazañas,

se puede decir que ninguno fue tan héroe

como Alexandro, sobre todo considerando que

tuvo bastante con diez años para formar un

imperio de los mas dilatados que ha habido.

Pero á la admiración sucede una sensa­

ción penosa, y una especie de indignación

quando se pregunta , ¿ qué fin ni qué motivo

tuvo para sus expediciones guerreras, ó qué

rabia por atacar á las naciones pacíficas por

asolar los campos, abrasar ciudades, y arras­

trar á la cautividad á sus infelices habitado­

res? Estos juegos de los héroes son muy abo­

minables á los ojos de la razón ; y mirado

así Alexandro, no fue mas que un azote del

género humano, cuya memoria debiera bor­

rarse de los anales del mundo. A q u í se habia

de concluir su historia, si no presentara al­

gunos rasgos menos sensibles que estas atro­

cidades sanguinarias que llaman conquistas.

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DE LA HISTORIA UNIVERSAL. 53

Después de la batalla de Iso pudo sos­

pecharse que Alexandro perdería fácilmente

las costumbres austeras de la Macedonia, y

no seria insensible al regalo y luxo asiático.

D u e ñ o del campo de Darío , se complació

de verse rodeado del fausto de los vencidos.

V a m o s , d i x o , á refrescarnos en los baños de

Darío. Después del baño y un suntuoso con­

vite le llevaron á una magnífica sala , y ad­

mirado del esplendor y las riquezas, que en

ella se habían prodigado, no pudo menos de

decir con una especie de éxtasis : Esto se llama ser Rey. Semejante observación se pue­

de hacer con el motivo de su viage al tem­

plo de Júpiter Amon. Expuso su exército

á perecer en los abrasados arenales por so­

la la satisfacción de hacerse declarar por hi­

jo del dios que allí se adoraba. N o se ale­

gró su madre Olimpia de que la vanidad

de su hijo renovase las antiguas sospechas,

que quisiera mas ver olvidadas, y así le es­

cribió , que le suplicaba no la enemistase con

Juno. V i v í a Olimpia en Macedonia muy re­

galada, pero sin autoridad. Antípatro, á quien

Alexandro habia dexado como Gobernador,

sufría bastante por contener en los límites

prescritos á una madre imperiosa y altiva,

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54 COMPENDIO

muy segura del tierno afecto de su hijo. Un

dia daba al R e y muchas quejas en una car­

ta muy larga, y Alexandro, después de ha­

berla leido, d ixo: „Antípatro no sabe que una

sola lágrima de mi madre borraría mil cartas

como esta; pero siempre le mantuvo Gober­

nador. "

Sus inquietudes por los objetos distantes

nada eran en comparación de las que le cau­

só una facción conjurada contra su vida , y

las conseqüencias que tuvo. E l descontento

iba siendo contagioso en su exércíto: de los

xefes , á quienes las prodigalidades desigua­

les del R e y tenían envidiosos unos de otros,

pasaba á los soldados, que no se hallaban con

el premio suficiente. Sabiendo Alexandro es­

tas disposiciones se contentó con decir: „ Es

propio de los Príncipes hacer b ien, y tener

quejosos." Entre los malcontentos hubo un

hombre atrevido que no parándose en la mur­

muración , concibió el designio de matar al

R e y , y aun dio parte á algunos amigos. F u e

circulando esta confianza, y l legó á un hom­

bre que asustado con el proyecto fue á bus­

car á Fi lotas , hijo de Parmenion , le descu­

brió el secreto, suplicándole que le propor­

cionase una audiencia del R e y . Filotas le dio

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DE LA HISTORIA UNIVERSAL. $J

la entretenida hasta tres dias, y este fue á

verse con otro que se lo dixo al R e y . L a

indiferencia de Filotas en oir la denuncia­

ción , su dilación en hacerla saber, causaron

inquietud en Alexandro. Preguntado Filotas,

respondió, que le parecía el proyecto tan mal

concertado, que le consideró impracticable,

y no creyó que debia asustar al R e y . A l e ­

xandro tomó ó pareció que tomaba par bue­

na la excusa de Fi lotas , y aun le convidó á

su mesa.

Era este Señor un oficial val iente , gene­

roso, y aun pródigo con sus amigos. Se dice

que llegando uno de estos á pedirle presta­

da cierta cantidad, le dixo el mayordomo que

no habia dinero en la casa, y él respondió:

¿No tienes mi vaxilla y mis vestidos? vénde­

lo todo, antes que ver á mi amigo en la ne­

cesidad. Por otra parte era soberbio , altivo,

muy lleno de su mérito , é imprudente en

sus palabras, si es cierto lo que de él se cuen­

ta , pues dixo un dia : ¿ Sin Parmenion, qué hubiera sido Filipo ? Y su padre sintiendo la

altivez con que se e levaba, y previendo su

caída, le solia decir: Hijo mió, hazte pequeño. Nunca faltan envidiosos en las cortes, y

según era el carácter de F i l o t a s , no podia

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5 6 COMPENDIO

menos de ser e l blanco de sus tiros. Aviva­

ron pues las sospechas de A l e x a n d r o , y así

l e hizo arrestar y aplicarle al tormento. C o n ­

fesó la conspiración, nombró los cómplices,

y cargó á su mismo padre; pero entregado

al tribunal del exército, según la costumbre

de los Macedonios , retractó su confesión, di­

ciendo , que se la habia arrancado la fuerza

de los dolores: mas no por esto dexáron de

quitarle la vida. Bien fuese que el R e y cre­

y ó que Parmenion era culpable, ó bien que

era arriesgado dexarle sobrevivir á su hijo,

envió á asesinarle en su gobierno, en donde

vivía retirado y tranquilo.

N o todos creyeron el delito de Filotas,

y mucho menos perdonaron á Alexandro la

muerte de su padre. Suponían que este Prín­

cipe resuelto á que le diesen los honores que

la altivez macedonia no podía sufrir, se ha­

bia valido de la ocasión para deshacerse de

aquellos que se podían oponer á sus intentos;

y confirmó esta sospecha lo que después su»

cedió.

L a corte de Alexandro era en extremo

brillante por el concurso de los Grandes, Se­

ñores , Príncipes y aun R e y e s , que iban á

solicitar sus favores. C o n sus lisonjas enve-

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DE XA HISTORIA UNIVERSAL. $7

nenáron el espíritu del Monarca, encantado

con sus excesivas alabanzas y adoraciones.

L l e v ó á mal que no le tratasen los M a -

cedonios con las mismas demostraciones de res­

peto ; porque estos, muy al contrario, quan-

to mas le veían abandonado á la pereza per­

siana , y dando oidos á unas adulaciones que

le elevaban sobre la humana naturaleza, ha­

cían mayores esfuerzos por reducirle á la aus­

teridad de sus primeras costumbres, y sacar­

le del corazón la levadura de orgullo que

fermentaba en él . Dichosos hubieran sido si

hubiesen sabido mezclar en sus advertencias

los lenitivos propios para curar aquel espíri­

tu herido de la vanidad.

Pero la franqueza militar no entiende de

estas atenciones. C l i t o , aquel soldado que en

el paso del Gránico le había salvado la v i ­

da , hallándose á la mesa del R e y , y oyendo

que le ensalzaban sobre Castor y P o l u x , y

aun sobre Hércules, nó pudo contener la im­

paciencia , y levantándose con precipitación,

d i x o : „ N o puedo y o oír palabras tan insen­

satas , ni sufrir la afectación de insultar á los

dioses, y despreciar á los antiguos héroes por

lisonjear los oidos de un Príncipe que v i v e . "

A esto añadió otras reprehensiones que pica-

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5 8 COMPENDIO

ron á Alexandro en lo v i v o , y exclamó, que

le arresten; pero ninguno se movió. ¡Con que

ya e s t o y , dixo el R e y despechado, con que

y a estoy como Darío aprisionado por Beso,

y no tengo mas que el vano título de R e y !

y al mismo tiempo cogió la javelina de uno

de sus guardias, traspasó á C l i t o con e l la , y

cayó muerto. N o bien habia cometido el de­

lito quando se' arrepintió A lexandro , lloran­

do á gritos su desgracia : todo era dar vue l ­

tas en su quarto como un loco : no quería

comer ; y si consintió en vivir fue á repeti­

das súplicas é instancias de todo el exército.

T u v o en esta circunstancia la infelicidad de

que sosegasen sus remordimientos las lisonjas

y discursos aparentes de un sofista llamado

A n a x á r c o , falso filósofo , que l legó á decir­

le : „ ¿ E s este aquel Alexandro sobre quien

todos los pueblos tienen abiertos los ojos, y

ahora se deshace en lágrimas como un hom­

bre d é b i l , esclavo de la opinión del mun­

do ? ¿ E l que es la suprema ley de sus va­

sallos podrá temer las reprehensiones de nin­

g u n o ? ¿Habéis olvidado que Júpiter se re­

presenta sentado en un trono con la ley á

un lado y la justicia á o tro , para dar á en­

tender que todas las acciones de un Sobera-

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DE XA HISTORIA UNIVERSAL. 59

no son siempre justas y legít imas?" ¡Oh li­sonjeros , veneno de los Príncipes, y azote del pueblo! exclama con justo sentimiento de do­

lor el Historiador de Alexandro.

Estos odiosos principios ahogaron presto

las semillas del arrepentimiento, y aun se

trató de que fuesen los Macedonios á do­

blarle la rodilla, como acostumbraban los P e r ­

sas. Esta idea se formó entre baxos corte­

sanos , poetas , aduladores , sofistas , y otros

hombres que trafican con el juicio por el

favor de los Grandes. Resolvieron que fue­

se Alexandro un dios, y se le rindiesen h o ­

nores divinos: esta proposición se hizo á la

mesa por el mismo Anaxárco , aquel desca­

rado adulador. Calístenes, amigo de Aristó­

teles , y afecto desde la infancia á Alexan­

dro , viendo que los Macedonios pasmados

se quedaban en silencio , toma la palabra,

distingue los honores que se deben á los dio­

ses y á los hombres, por grandes que sean.

„Templos , altares, l ibaciones, sacrificios y

himnos son de los dioses ; á los hombres

se deben los elogios, ¿No se irritarán con jus­

to motivo los dioses si á unos simples mor­

tales se les tributa adoración , quando no la

tuvo Hércules hasta después de su muerte,

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6 o COMPENDIO

y aun se esperó á que la declarase el orá­

culo de Delfos? A l e x a n d r o , no olvidéis la.

Grecia . ¿Podréis por ventura quando allá vol­

váis forzar á los hombres libres á que os ado­

ren como á un dios ? Si me decis que Ciro

fue adorado por sus vasallos, y que desde

entonces se ha conservado esta costumbre en­

tre los Monarcas Medos y Persas, cuyo tro­

no ocupaba, traed á la memoria como los Es­

citas , pueblo rústico y pobre, reprimieron su

orgullo quimérico , y como otros Escitas hi­

cieron conocer á Darío que no era mas que

un hombre. X e r x e s , Artaxerxes , Reyes hon­

rados de sus vasallos como dioses, no se les

ha visto huir delante de los exércitos grie­

gos como ahora nuevamente Darío de Ale­

xandro."

E l amor propio del R e y padecía infinito

oyendo discurso tan atrevido: mas no quiso ó

no se atrevió á precisar á los Macedonios sus

convidados, y hubo una especie de composi­

ción , por la que se decidió que aquellos á

quienes el R e y hiciese la honra de brindar,

debían levantarse, saludarle , y acercarse á que

les diese un beso. Empezó Alexandro por los

Señores Persianos, que le saludaron á su mo­

do con adoración. D e los Macedonios unos

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DE LA HISTORIA UNIVERSAL. 6 l

eludieron la ceremonia, otros abiertamente se

burlaron. A un Persa que tocaba la tierra

con la frente postrándose, le dixo un Mace-

donio: Da mas fuerte. Y a l legó su turno á

Calístenes; y como no se postró, le rechazó

Alexandro con aspereza, y Calístenes se vo l ­

vió diciendo : Yo he perdido un beso ; mas

pagó bien caro este chiste.

Los que pretenden excusar á Alexandro

dicen que no era tan necio que se tuviese

por dios, y aun citan estas palabras que le

hizo decir el dolor curándole una herida:

Me llaman hijo de Júpiter , pero la herida dice á gritos que soy hombre. D i c e n pues que

su intención era familiarizar á los Griegos

con las costumbres persianas para que solo

hiciesen un mismo pueblo , y con el mismo

fin hizo instruir á los Persas jóvenes en la

táctica macedonia. Pero esto á los ojos de

los vencedores era un delito , y se indigna­

ban de que se les quisiese igualar con los

vencidos. Esta disposición de los espíritus pro­

porcionó á Hermolao , uno de sus guardias,

cómplices para vengarse de una injuria particu­

lar. V i e n d o este joven en la caza que un ja­

balí iba derecho al R e y , se puso delante, y

le atravesó con la lanza. Irritado el R e y de

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6 2 COMPENDIO

que la precipitación del guardia le quitase la

ocasión de mostrar su valor y destreza, le hi­

zo azotar públicamente, y ordenó que le qui­

tasen su caballo. Sus compañeros, testigos de

la afrenta, la sintieron con é l , y así fue fá­

cil que abrazasen su resentimiento; y convi­

nieron en matar al R e y mientras dormía. H u ­

bieran consumado el delito á no ser por una

casualidad extraordinaria.

Habia en el campo una m u g e r , natural

de Sir ia , que seguía al exército , y hablaba

y hacia como si tuviese perdida la razón. Su

profesión era pronosticar lo venidero; pero

vendía sus profecías tan extraña y ridicula­

mente , que todos la tenían por una insen-

sata: tal vez habia correspondido el suceso á

sus profecías; y el R e y , que era inclinado

á la superstición, quiso que esta adivina tu­

viese entrada hasta su persona. E n la misma

noche que los conspiradores señalaron para

executar su pensamiento , Alexandro se reti­

raba del largo convite con sus amigos á su

quarto. L a tal siria le cerró el camino, y como

agitada de movimientos convulsivos, le man­

dó que se volviese, y pasase la noche en be­

ber. Los conspiradores se vieron confusos, y

uno de ellos reveló el secreto. Arrestaron á

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j

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DE LA HISTORIA UNIVERSAL. 63

Hcrmolao y sus cómplices, y dixo delante de

los jueces: „ U n hombre constante y valeroso no

sufre, sin deseo de vengarse, el indigno trata­

miento que se me ha hecho , y no soy y o

solo el que ha experimentado el injusto fu­

ror. M i patria ha sufrido sangrientos ultrajes.

E l infeliz Filotas fue condenado á muerte

sin haberse dado suficientes pruebas contra é l :

¿hubo ni aun pretexto para justificar el ase­

sinato de Parmenion? ¿Quántas víctimas han

sido sacrificadas por simples sospechas? Hemos

visto últimamente matar á C l i t o en un fes­

tín , los usos y vestidos de los Griegos reem­

plazados por los de los Medos y los PersaSj

y unos edictos que ordenan adorar como dios

á un hombre que se sepulta en la embria­

guez , la luxuria y otros vicios tan vergon­

zosos para é l , como funestos para sus vasa­

llos. Para libertar á los Macedonios y á mí

mismo quería yo dar la muerte á un tira­

no tan odioso." Estas palabras de recrimina­

ción, mas que de justificación, precipitaron el

suplicio de Hermolao y sus cómplices, ape­

dreados por los soldados. A l mismo tiempo ar­

restaron á Calístenes, como compañero en la

conspiración, y parece que contra él no h u ­

bo mas que presunciones fundadas en haber

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64 COMPENDIO

sido amigo particular de Hermolao. Pero su

delito fue la estimación y crédito que tenia

entre la juventud macedonia, á la que sos­

pechaban que inspiraba sentimientos contrarios

á los deseos del R e y sobre los honores divi­

nos. N o se sabe el género de su muerte , mas

siempre fue c r u e l , pues la diferencia está en­

tre haberle dado tormento y crucificado , ó

en haberle cargado de hierro, llevándole tras

del exército en un carro descubierto, donde

murió.

Desde este tiempo se hizo muy agrio el

carácter de Alexandro. Y a no mostraba otra

pasión que la de asolar, subyugar y destruir

quanto se le oponía. Se le vio emplear el

incendio como el h ierro, gustar de los pe­

l igros , y arrojarse á ellos con una especie de

ciego furor. A la verdad , muchas veces de­

bió á su temeridad sucesos no esperados; por­

que sus soldados animados con su exemplo, y

temiendo dexarle p e r e c e r , hacían esfuerzos

mas que humanos. Por entre estos peligros

l l e g ó á las fronteras de la India, y halló dos

R e y e s , cuya conducta ha conseguido elogios,

según el género de mérito que cada uno es­

tima mas. Aquel los que estiman mas que todo

la fiereza y altivez , llamándola magnanimi-

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DE LA HISTORIA UNIVERSAL. 6$

dad, se admiran de P o r o , que se atrevió á re­

sistir al ímpetu de Alexandro. Los que apre­

cian las virtudes benignas, y la política sua^

ve y útil á los p u e b l o s , prefieren á T a x i l o ,

que abrió sus estados al torrente-, y le dexó

correr con menos daño de su reyno. ,, Señor»

le d i x o , ¿para qué permitiría yo destruir á

mis vasallos, pues no intentáis llevarnos los fru­

tos y el a g u a , que son las cosas necesarias pa -

ra conservar la v i d a , y por consiguiente las

únicas que merecen que peleemos para q u e

no nos las quiten? En quanto á lo que llaman

riquezas, si yo tengo mas que v o s , me haréis

el gusto de querer partir conmigo ; pero si

vuestras riquezas exceden á las mias , no ten­

dré la soberbia de negarme á estaros obl iga­

do , ni la baxeza de pagar vuestros beneficios

con la ingratitud." Alexandro •, movido de la

franqueza del Monarca indio, se hizo su ami­

go , y dexó sus vasallos en paz. Poro desple^

gó sus fuerzas, fue derrotado , perdió dos hi­

jos en la batalla, él salió herido; y si no vio su

reyno desolado, fue por generosidad del vence­

dor, que se picó de corresponder á la noble

entereza del vencido. L e preguntó Alexandro:

¿ Cómo queréis que yo os trate ? Como á R e y ,

respondió Poro ; y no solamente le YQIVÍQ sus

TOMO xih x

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66 COMPENDIO

estados, sino que le añadió provincias, é hi­

zo de é l un fiel aliado.

A l e x a n d r o , á quien abrasaba el ardor de

las conquistas, meditaba otras nuevas. Pare­

ce que nó pretendía detenerse hasta los lí­

mites del m u n d o ; pero no eran estas las dis­

posiciones de sus soldados, los que en lugar

de aspirar á otras victorias, solo pedían salir

de aquellos climas extraños para volverse á su

patria ; y conociendo las intenciones de Ale­

xandro , rompió en e l exército el desconten­

to , y decían : „ ¿ Somos acaso de hierro para

sostener las fatigas que se nos preparan? Nos

traían como á perros, mantenidos para soltar­

los contra otros que se pretende despedazar.

N o : ya no pasamos de a q u í ; y serán muy ne­

cios los que quieran sacrificar su vida por el

capricho de un hombre solo." Sabiendo el Mo­

narca estas murmuraciones arengó al exército,

presentándole los motivos de gloria que le de­

bían animar, subyugada el A s i a , á no dexar

las armas hasta haber conquistado el univer­

so. Era Alexandro eloqüente, y m u y querido

de los soldados; y no obstante, ninguna im­

presión hizo en ellos su discurso, y se que- :

dáron en un triste silencio.

V o l v i e r o n sus ojos á un Oficial llamado

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DE LA HISTORIA UNIVERSAL. 6 /

C e n o , cuyo mérito conocía el exército y e l

mismo R e y . E s t e , movido de la tristeza de

los soldados, tuvo la generosidad de abogar

por su causa. Hizo presente al R e y que los

hombres no se determinaban á pasar grandes

fatigas sino con la intención de gustar algún

dia la dulzura del descanso. „ Y a el exército,

Señor, no es tan numeroso, y todos los q u e

le componen sostienen con pena el peso d e

las armas: dignaos pues de mirarlos como á

inválidos. Esperan de vuestra bondad que en

consideración de sus antiguos servicios los l l e ­

véis á su patria : en ella hallareis una juven­

tud, que inflamada con el exemplo de vues­

tras virtudes, estará pronta á seguiros en las

lluevas expediciones que queráis emprender."

Nada agradó este discurso á Alexandro,

y así rompió la asamblea. E n otra que con­

vocó al dia siguiente declaró su resolución de

marchar adelante con los soldados que quisie­

sen seguirle , y d i x o : „ Los que tanto desean

su pais nat ivo , vuélvanse á Macedonia. I d

pues soldados, id á decir que habéis dexado

á vuestro R e y en medio de sus enemigos."

Tampoco le salió bien esta tentativa, porque

ninguno se presentó. Alexandro se cerró ir­

ritado en su t ienda, y se estuvo así dos dias

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68 COMPENDIO

sin querer recibir á sus mas íntimos amigos.

A l tercer dia salió con ayre g r a v e , y dispu­

so un sacrificio. Declaró el Arúspice que los

augurios ó agüeros no eran favorables. „ ¿ Con

que es preciso volvernos, dixo el R e y , pues

los dioses y mi exército piden que no pase­

mos de aquí?" D e una profunda tristeza pasó

e l exército á los extremos del contento, y ex­

clamaron los soldados: „ Bendito sea para siem­

pre , pues siendo invencible para el resto del

universo, se ha dexado vencer de nuestras sú­

plicas." E l buen continente de un exército que

»e muestra ya cansado, pero con respetuosa

constancia, sin quejas*ni amenazas, aquella sen­

sibilidad del soldado que siente verse precisa­

do á desagradar á su G e n e r a l , y el gozo da

haber recobrado su buena gracia, me parece;

un suceso mas glorioso para Alexandro que '<

sus mas bellas victorias.

Se puso á la cabeza del exército para vol­

ver ; pero no le l levó por el camino mas cot|

to ni el de menos pel igros , procurando reti

xarse por donde tuviese pueblos que combatir,

y aun él mismo pensó perder la vida en loí

muros de O x í d a q u e , á los que se precipita

temerariamente, y le sacaron con trabajo y

medio muerto. Fueron las marchas largas y pe?

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DE ZA HISTORIA U N I V E R S A ! . 69

nosas, sufriendo los soldados ya la escasez de

víveres, y y a la falta de a g u a , y tal vez uno

y otro. Después de un día de calor, con un

sol que abrasaba en una árida l lanura, alam­

pándose el exército de sed, llevaron al R e y

en el hueco de un morrión un poco de agua

cenagosa como un precioso presente ; la re­

cibió agradecido, y la derramó á la vista de

los soldados. Penosa extremidad; pero priva­

ción que á todos alentó.

Volviendo á pasar por los parages en don­

de habia estado quando los sujetó , examinó

la conducta de los Gobernadores. Castigó á

u n o s , premió á otros, se informó de la jus­

ticia , de la hacienda, ordenó que se hermo­

seasen las ciudades, trazó caminos, hizo cons­

truir puentes , y en todo manifestó una su­

perior inteligencia en punto de - gobierno.

Quanto mas se acercaba á Babilonia, en

donde se cree quería fixar su habitación, hacia

mas esfuerzos para incorporar á los Persas con

los Macedonios, deseando hacer de las dos na­

ciones una sola. C o n este fin se casó con dos

Princesas de la sangre real. Estatira era hija

de Darío ; y antes habia tomado por esposa

una Persiana, llamada Roxana, de singular her­

mosura. Dio por muger á Efestion otra hija

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7© COMPENDIO

de D a r í o ; é imitando sus favoritos el exem-

plo se vieron hasta ochenta doncellas de las

mas nobles familias de Persia casadas con ellos.

Todos estos casamientos se celebraron en un

mismo dia. Hizo el R e y muchos presentes á

los esposos, y lo mismo executó con los sol­

dados que tomaron mugeres Persianas en nú­

mero de diez mil y aun mas. P a g ó el R e y

todas sus deudas. Se pusieron contadurías, en

donde se daba dinero sin preguntar de qué se

d e b í a , para que la vergüenza que podia nacer

de ciertos gastos no les impidiese para pedir.

M a n d ó después de los votos generales repar­

tir coronas de oro á los que mas se habían dis­

t inguido, é hizo pasar en su presencia revis­

ta á treinta mil jóvenes Persas, que por su

orden habían instruido en los exercicios mili­

tares ; y quedó muy contento. A estos los lla­

maron epígonos, que quiere decir sucesores.

Esta denominación no era política, sino dat

á entender á los Macedonios, que si no esta­

ban contentos ó querían retirarse, habia tro­

pas para reemplazarlos. Se señalaron claramen­

te sus sospechas quando arreglados los asun- :

tos de Pers ia , y antes de pasar á la Media,

quiso el R e y escoger en cierto modo sus tro- •

pas. Publ icó pues que. los que ya no quisie- «

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DE LA HISTORIA UNIVERSAL. 7 1

sen servir por su edad, por sus heridas ó en­

fermedades ó por otras razones, podían reti­

rarse ; pero que recompensaría noblemente á

los que continuasen en las armas. Una grande

parte del exérc i to , zelosa de ver los favores

que se dispensaban á los Persas, dixo que se

quería volver. Supuesto , dixéron, que á so­

los los bárbaros concedéis vuestras buenas gra­

cias, sean ellos los que os ayuden á subyugar

las naciones. Algunos añadieron con insolen­

cia : Podéis hacer la guerra con vuestro padre

Amon ; porque nosotros estamos resueltos á

no servir mas.

Se arroja Alexandro precipitadamente de

su trono, hace coger los principales del mo­

tín , señalándolos él mismo, y manda arrastrar

al suplicio, hasta t r e c e : los otros se queda

ron mudos y consternados. Les dixo dos pa­

labras sobre su ingratitud, y se entró sofoca­

do en la t ienda, en la que se estuvo dos días

sin recibir á nadie: al tercero se presentó, y

admitió á besarle la mano á los Persas ya por

alianza sus parientes, y los elevó á los prin­

cipales puestos de su exérci to: se esparció al

mismo tiempo el rumor de que iba á ex­

tinguir la guardia Macedonia, y establecer

otra de Persas. T o d a la guardia amenazada

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7 % COMPENDIO

acudid en tropel á la tienda del R e y , ofre­

ciendo entregar los autores de la rebelión.

V i e n d o que no les responden, arrojan las ar­

mas , y protestan no retirarse hasta conseguir

e l perdón. Sale en fin Alexandro de su tien­

da ; y viendo su arrepentimiento, ni él pu­

do contener las lágrimas, ni ellos tuvieron

fuerzas para hablarle. Pasados algunos momen­

t o s , Eat ino , Oficial distinguido, tomó la pa­

labra en estos términos: „ Vuestros Macedo-

ji ios, ó R e y , se hallan penetrados del mas

v ivo dolor; porque excluyéndolos á e l los , ha­

béis permitido á los Persas llegar á besaros

l a mano, y por haberlos tratado como á pa­

cientes." „ Todos vosotros sois mis parientes,

repl icó el R e y , y quiero que en adelante

m e miréis como tales." Entonces presentó su

mano á los Macedonios, que fueron apresu­

rados á besarla; y después dio un convite, al

que asistieron ocho mil convidados. Hizo po­

ner á su lado á los Macedonios, después los

Persas, y al lado de estos los soldados de otras

naciones. Toda esta numerosa asamblea brindó

en una copa de oro á la salud de Alexandro,

y á la prosperidad y unión de todos los pue­

blos cuyo Soberano era.

C o n estos favorables auspicios, y con la

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HE XA HISTORIA UNIVERSA!. 73

esperanza de un reynado venturoso por la con­

cordia general , l l e g ó Alexandro á Babilonia.

A l l í formó tres proyectos : primero , el de

secar las lagunas que habia al rededor de la

ciudad: segundo, hacer los rios Tigr is y E u ­

frates navegables con galeras cavando un puer­

to : tercero, hacer guerra á los Árabes. O c u ­

pado con ardor en estos proyectos presidia

por sí mismo á los trabajos de los ingenieros

llamados para secar las lagunas. E n un viage

que hizo por el rio adquirió las luces nece­

sarias para la navegación que queria estable­

cer. L e venían de las provincias reclutas, me­

jor diremos tropas ya formadas, con que com­

puso el exército destinado contra Arabia.

Quando todo le prosperaba le acometió una

enfermedad, que se declaró fiebre ardiente.

Estuvo peleando con el mal sin dexar de asistir

á los sacrificios, ni de continuar con sus amigos

en los placeres de la mesa, los que tomados fue­

ra de tiempo, fueron el veneno que le abre­

vió los dias, por mas que sin prueba alguna

se sospechen otros. Grande fue la pena de

los soldados acostumbrados á su presencia

quando esta les faltó. Pidieron que les per­

mitiesen verle , y fue un lastimoso espectá­

culo el de aquellos guerreros ya ancianos que

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7 4 COMPENDIO

se acercaban á su cama con la timidez del

respeto para ver á un Monarca tan grande y

tan joven luchando con la m u e r t e , cuya som­

bra ya le rodeaba. L a voz y la vista de sus

compañeros de armas le animaron un poco.

S e apoyó sobre e l c o d o , y les dio á besar su

mano desmayada , pegaban á ella sus labios

con la ternura del d o l o r , y espiró casi en

sus manos á la edad de treinta y dos años.

S e dice que habia dispuesto que le sepulta­

sen en el templo de Júpiter A m o n ; pero

T o l o m e o L a g o , dueño del E g i p t o , por cuyos

estados habia de pasar e l convoy fúnebre, le

d e t u v o ; y levantó después un magnífico se­

pulcro en Alexandria , ciudad que é l mismo

fundó.

C o n haber sido tan extraordinarias las ac­

ciones de Alexandro no faltaron escritores que

las exageraron indiscretamente aun viviendo

e l héroe. T a n regular es en el hombre la li­

sonja. Estaba oyendo leer una relación de sus

h e c h o s , y volviéndose á Lisímaco, uno de los

Capitanes que mas le habia acompañado, le

dixo : 5, j En dónde estaba y o quando hacia

cosas tan bellas? Quisiera volver después de

muerto por ver lo que pensarán los venide­

ros de estas historias." Pero contentándose

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DE L A HISTORIA U N I V E R S A ! . 7$

con lo verdadero ó lo verisímil, la misma pos­

teridad ha echado el sello á su reputación,

presentándole siempre como uno de los hom­

bres mas asombrosos que han existido, y aun

ha llegado á ser su nombre para los guerreros

título de elogio.

N o se sabe qué disposición dexó Alexan­

d r o , ni si la hizo ( 2 6 7 6 ) . E n caso que no,

dudó que respetasen su última voluntad, pues

d i x o : Mis funerales serán sangrientos. T u v o

de fiarsina un hijo llamado Hércules , que vi­

vió poco : de la hermosa Roxana nació un

postumo que tuvo su mismo nombre. V i v í a

un hermano s u y o , A r i d e o , hijo de la danzari­

na F i l e n e , y otro que se llamaba T o l o m e o :

este, aunque era verdaderamente hermano, no

se escudó con este t í tulo , porque quando F i -

lipo dio á Arsinoe su madre por esposa á L a ­

go , ya estaba en cinta. También era su her­

mano Cerauno, hijo de Cleopatra , la rival d e

O l i m p i a ; y aun vivia su hermana T e r a , q u e

casó después con Casandro. H e contado esta

genealogía por ser necesaria para entender lo

que se sigue.

Alexandro dio al morir su anillo á Per-

dicas , uno de sus mas íntimos confidentes.

Pudiera haberse creído que este favor era u n

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7 6 COMPENDIO

derecho á la corona : mas Pérdicas tuvo la

modestia de tomarle como título de protec­

tor de la familia r e a l , que al principio esta­

ba reducida á A r i d e o , entre tanto que se es­

peraba e l parto de Roxana. Si exceptua­

mos alguna confusión , efecto inseparable

de la sorpresa , hubo bastante unión en­

tre los Capitanes. Se distribuyeron estos las

provincias como Gobernadores, baxo la inspec­

ción de Pérdicas, que como protector presi­

dió á la repartición, bien que no era mas que

ilusorio este t í tu lo ; porque lleno de ambición

tenia como preso á Arideo quando parecía de­

fenderle. A este Príncipe, débil de cuerpo y

de espíritu, le habían aconsejado que se va­

liese de M e l e a g r o , comandante de la falange

macedonia; y Pérdicas zeloso de toda auto­

ridad que él no gobernase, hizo asesinar á

M e l e a g r o , aunque refugiado al pie del altar.

Esta fue su primera maldad. L a segunda fue

la muerte de Estatira y la de D r i p e t i s , que

eran las dos últimas esposas de Alexandro.

Estas muertes fueron solicitadas por Roxana,

rezelosa de que estuviesen en cinta. L a ter­

cera la matanza de un cuerpo de tropas grie­

gas asalariadas, hasta veinte mil infantes y tres

mil caballos, que mirándose como libres del

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DE L A HISTORIA UNIVERSAL. 7 7

servicio volvían con tranquilidad á su patria.

L a quarta el asesinato de Cinane , hermana

de Alexandro, que habia ido á proponer e l

casamiento de su hija A d a ó Eurídice con Ari-

d e o : bien que aun muerta la madre se v e ­

rificó el casamiento. Poco faltó para que Pér-

dicas cometiese el quinto crimen quitando la

vida á Antígono , cuyo crédito le ofuscaba;

pero se salvó á tiempo en Macedonia con e l

amparo de Antípatro. N o quedó al lado de

Pérdicas ninguno de los que estimó Alexan­

dro sino Eumenes su secretario , persona d e

mucho mér i to , y tan experimentado en la

guerra como hábil en el consejo; y si estaba

con el protector era por haberle creído sin­

ceramente afecto á la familia real. Para obli­

garle mas fue e l mismo Pérdicas á la cabe­

za de un exército á poner á Eumenes en po­

sesión de la Capadocia , dándole e l título d e

Gobernador, después de haber quitado la v i ­

da á Ariarates que era el R e y .

Pérdicas daba las órdenes ( 2 6 8 8 ) y dis­

tribuía reynos á nombre de Arideo y del ni­

ño A l e x a n d r o , hijo de R o x a n a ; pero se sa­

bia que todo esto eran rodeos por donde su­

bir con mas seguridad al imperio. N o se i g ­

noraban sus proyectos , y así se unieron con-

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7 8 COMPENDIO

tra el todos los que tenían motivos para te­

mer por su ambición; bien que él se resol­

vió por su parte no dexarse sorprehender

dando los primeros go lpes , y los dirigió á

T o l o m e o , que era el rival mas poderoso, y

nombrado Gobernador de Egipto por el mis­

mo Alexandro : persuadiéndose á que abatido

este caerían los otros por sí mismos. Era T o ­

lomeo un Príncipe que con su prudencia, cle­

mencia y justicia tenia á Egipto en una pro­

funda paz. Se habia fortificado tan bien, que

quando fue Pérdicas á atacarle, le halló en

u n estado de defensa temible. Habia entre los

dos Generales esta diferencia : T o l o m e o , dul­

ce y agradable, era adorado de sus soldados;

y Pérdicas, fiero é imperioso, tenia los suyos

descontentos con sus altiveces intempestivas.

H u b o no obstante en Egipto y sobre las mis­

mas riberas del rio una batalla sangrienta. L a

falange macedonia quedó maltratada , y atri­

b u y ó su desgracia á las malas disposiciones

de Pérdicas; por lo qual fueron los soldados

corriendo á su tienda y le mataron.

A Pérdicas le sucedieron dos tutores- ó

protectores, á los que se opuso Eurídice , mu-

g e r del R e y A r i d e o , que según parece que­

ría sacar á su marido de tutela. C o m o esta

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DE ! A HISTORIA UNIVERSA!.. 7 9

iba acreditándose en las tropas, la opusieron

Antípatro, que reunió en sí solo la autoridad

de protector. Repart ió de nuevo las provin­

cias , y Egipto se quedó con T o l o m e o : á S e -

leuco el gobierno de Babilonia: Antípatro tu­

vo la Susiana: Casandro la Caria : Ant ígono

la grande F r i g i a , con el mando de las t r o ­

pas de la casa real. Estos fueron los princi­

pales Generales que levantaron sus tronos d e

las ruinas del de Alexandro.

Antígono fue e l primero que manifestó

en su conducta que no seria por mucho tiem­

po vasallo. Arrastró á su favor con sus l ibe­

ralidades los mejores soldados de Alexandro,

y compuso un exército que le estaba abso­

lutamente sacrificado. Había muerto Ant ípa­

tro , y le sucedió Polispercon en las funcio­

nes de protector. Este formó, por decirlo así,

una especie de cruzada de todos los G o b e r ­

nadores y Comandantes particulares, llamán­

dolos á la defensa de la familia real contra

Antígono. A la cabeza de estas tropas puso

á E u m e n e s , cuyo afecto á la real familia era

muy conocido. Polispercon quiso juntar con

el título de General grandes sumas, honores

y dignidades; pero Eumenes le respondió, que

todo hombre que quiere ser fiel á su Sobe-

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8 o COMPENDIÓ

rano no necesita de grandes riquezas ni de

títulos eminentes.

D o s campañas, en que estos dos excelen­

tes Generales desplegaron sus talentos, y to­

dos los recursos de la guerra , se concluye­

ron con una batalla decisiva. Antígono tenia

seguridad de su exército: el de Eumenes, que

se componía en grande parte de soldados cu­

yos xefes solo se habían unido por una espe­

cie de pundonor, no miraba con afecto su

causa. Todos hacian justicia al mérito y ca­

pacidad de Eumenes, por lo que juzgaban ne­

cesaria su presencia mientras duraba el com­

bate ; pero habia envidiosos que convinieron

en deshacerse de él después de la batalla,

como quiera que saliese el suceso, para dar

fin á aquella g u e r r a , porque le tenían por el

principal apoyo é incitador de ella. Supo Eu­

menes estas horribles ideas; y aunque pudie­

ra haberse retirado á Capadoc ia , reflexionó

que dexar el mando de la tropa era aban­

donar la familia de A lexandro; y se determi­

nó á morir antes generosamente. t

Tomada esta resolución, salió de su tien* I

d a , y exhortó á los soldados á que hiciese I

cada uno su deber. L a mayor parte , ignoran*!

do la traición de sus xefes , le respondiéroaj

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DE LA HISTORIA UNIVERSAL. 8 l

con aclamaciones de gozo. Se manifestó sen­

sible á aquellos testimonios de benevolencia;

mas no pudo menos de decir á los amigos

que tenia al rededor, que vivía entre bestias

feroces, que tarde ó temprano le habían de

tragar. N o fue decisiva la batalla; pero tuvo

un incidente mas funesto para Eumenes que

la derrota. Durante la acción destacó A n t í -

gono una parte de su caballería, la que to­

mando un rodeo sorprehendió el campo ene­

migo , y se l levó m u g e r e s , niños y botín.

C a y ó la mayor pérdida en los Argiráspides,

antiguos soldados de A l e x a n d r o , llamados así,

porque les habia dado escudos de plata. Quan­

do estos se vieron sin lo que mas querían, y

sin el fruto de sus trabajos, se enfurecieron

tanto, que quisieron matar los Generales. Ten­íame su comandante suspendió su furor ^ di-

ciéndoles, que esperaba de su antigua amis­

tad con Antigono reducirle á restituirles el

botin. L e enviaron diputados, y respondió que

con toda voluntad le restituiría, con la condi­

ción de que le entregasen la persona de E u ­

menes.

E u m e n e s , que hablaba bien, arengó á los

soldados, les representó la injusticia de su pro­

ceder, las funestas desgracias que se seguirían,

TOMO III. F

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8 2 COMPENDIO

y la infamia que iba á recaer sobre ellos.

Quitadme la vida antes que entregarme á

A n t í g o n o , mi antiguo enemigo y vuestro. Y a

se iban moviendo quando los Argiráspides gri­

taron : Dexemos aparte esos bonitos discursos,

que nosotros no queremos perder nuestros hi­

jos y mugeres ; y le llevaron al campo ene­

migo. Aquel los á quienes le entregaron di-

x é r o n , que cómo quería que le guardasen; y

é l respondió : C o m o á un elefante , ó como á

un león. Sobre la suerte de este ilustre cautivo

h u b o en el consejo de Antígono dos pare­

ceres. D e m e t r i o , hijo del mismo Antígono,

sostenido de la juventud del exército, desea­

ba que le salvasen la v i d a , como prometiese

no hacer mas por la familia real. Los ami­

gos del padre y los políticos estaban fuertes

en la opinión de deshacerse de un hombre

que tal vez era el único que podia atravesar

las intenciones de Antígono. Entre tanto ha­

cia este tratar á su prisionero con los respe-

tos posibles, permitiendo que le sirviesen los

criados y le visitasen los amigos. Y a Eume-

nes estaba cansado con la incertidumbre en

que v iv ía , y dixo: Y o me admiro de que An­

tígono me tenga tanto tiempo en la prisión,

y no determine quitarme la vida como á su

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PE LA HISTORIA UNIVERSAL, 83

enemigo, ni precisarme á ser su amigo dán­

dome la libertad. Poco duró su incertidum-

b r e , porque venció el partido menos genero­

so , y le dieron la muerte en la prisión. A n ­

tigono y todo su exército le hicieron un fu­

neral magnífico, pusieron sus cenizas en una

urna de p l a t a , y las enviaron á Capadocia

á su muger y á sus hijos. Insigne testimonio

de estimación y respeto á la fidelidad de u n

hombre que pereció víctima de su afecto á la

familia de su bienhechor.

Era Antigono muy político y sombrio, que

calculaba á sangre fria en su gabinete las

ventajas de una muerte mandada á propósito.

E l ardid, el disimulo y la mala fe nada le

costaban quando queria atraer á sus lazos á

aquellos que queria matar , y para esto em­

pleaba todo el tiempo necesario. E n uno de

sus exércitos, retirado en la frontera , habia

un General llamado Pistor , de quien sospe­

chaba queria hacerse independiente. Otros mu­

chos tenían de él la misma i d e a , y de esto

se hablaba en la corte abiertamente. A n t i ­

gono defendía vivamente su partido : manda­

ba que no se hablase mal de un hombre que

él estimaba , y estaba tan lejos de dar fe á

las calumnias, que le destinaba para el man-

F 2

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84 COMPENDIO

do de la alta A s i a , que era el mejor de sv

gobiernos. Pistor, creyendo estas disposiciones

obedeció gustoso á una orden del R e y , qu

le llamaba á la corte ; y no bien habia lie

gado quando le hizo Antígono acusar de a]

ta traición en un consejo de guerra , y en e

mismo dia fue juzgado, condenado y execu

tado. Otro rasgo veremos de execrable cruel

dad. C l e o p a t r a , hermana de A l e x a n d r o , si habia puesto en camino determinada á dar 1;

mano á Tolomeo. Temiendo Antígono quf

con este matrimonio lograse algunos derecho

e l Gobernador de E g i p t o , la hizo detener er

Sardis, y dio orden de quitarla la vida. Es­

te delito fue executado por las mismas da­

mas que servían á la Princesa ; y dixo des­

pués Antígono que le habían cometido sin

su noticia: manda cortar la cabeza á las que

habían sido instrumento de su barbarie, y ce­

lebra los funerales de Cleopatra con la mayor

magnificencia.

Era muy notable el contraste entre An­

tígono y su hijo D e m e t r i o , porque este era

h u m a n o , c lemente, de un carácter franco y

abierto , tan incapaz de la perfidia ó la trai­

c ión, que su mismo padre con ser tan suspi­

caz vivia con él en la mas íntima confianza,

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DE LA HISTORIA UNIVERSAL. 8$

y se honraba con tal hijo. Demetrio á todas

horas se acercaba á su padre con sus armas,

lo que rara vez se sufría en aquellos tiem­

pos ; pero Antígono hizo que lo notasen los

embaxadores á quienes daba audiencia, y les

d i x o : Cuidado con contar á vuestros Señores

como vivimos mi hijo y yo. Los embaxado­

res eran de T o l o m e o , de Casandro y de L i -

símaco, con los quales repartió Antígono todo

e l imperio de Alexandro, reservándose el Asia

para sí, conservando Tolomeo el E g i p t o , de-

xando á Casandro la Macedonia , y á Lisí-

maco la Tracia , porque las ciudades griegas

debían guardar su libertad. Esta disposición,

según la carta de su tratado, no era mas que

provisional. Estos Generales se reconocían so­

lamente por depositarios hasta que la fami­

lia de Alexandro pudiese sostener sus dere­

chos. Bien presto desapareció esta sombra de

condescendencia , porque cada uno tomó el

título de R e y en aquella parte que le habia

tocado.

Antígono trató á sus pueblos con mas

suavidad que antes ( 2 6 9 8 ) , desde que se

declaró R e y , dando por razón que queria

conservar por bien lo que había ganado por

fuerza; pero en quanto á los impuestos es-

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86 COMPENDIO

taba m u y distante de la moderación de A l e ­

xandro. A la advertencia que sobre esto le

hicieron respondió : „ A m i g o s , Alexandro se­

g ó toda la A s i a , y yo no hallo sino que es­

p igar . " D e lo que se sigue se puede inferir

que era justiciero. Tenia que juzgar un asun­

to en que habia intervenido su hermano. Q u i ­

so este Príncipe hablarle en particular , sin

duda por no exponerse á la vergüenza de ser

condenado. „ Hermano, le dixo con firmeza,

en público te o i ré , porque debo hacer justi­

cia sin distinción de personas." V i v i a pacífi­

camente con su familia , amaba á su muger

y á sus hi jos, y era de ellos amado con sin­

ceridad. A los dichos memorables de Antígo-

no se puede añadir este chiste delicado y ale­

gre. E n un viage habían alojado á su hijo

en casa de una viuda que tenia tres hijas no­

tables por su hermosura : envió á buscar al

aposentador, y le d ixo: „ A m i g o , te pido que

tengas la bondad de sacar á mi hijo de ese

mal paso , "

Los nuevos R e y e s del reyno hereditario

y de las conquistas de Alexandro no tarda­

ron mucho en hacerse la g u e r r a , porque la

incertidumbre de sus derechos y límites pre­

sentaban suficientes motivos. Antígono sobre

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Muerte, de A n t i g o n o .

Â'/л•//,'/</<> / / ; » ( У Л ' / / 4 / / / ' // ii////>trav~i\ л1 /viyvi.v ^////i/iV/r t/v/iitir ti 'Jr/oiiiiw If/tit/' /:>Yr йvi Ai.i't-

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DE LA HISTORIA UNIVERSAL. 87

esto tenia deseos de vengarse de T o l o m e o ,

que habia dado asilo y protección á Seleuco.

Este siendo simple Gobernador de Babilonia

inspiró temores á A n t í g o n o , el qual quiso ha­

cerle arrestar, y Seleuco se salvó en Egipto .

Pronosticaron los Adivinos á Antígono , que

e l "fugitivo llegaría á ser para él un pel igro­

so enemigo. Se cumplió la profecía , y tal

vez por culpa de A n t í g o n o , porque Seleuco,

sofocado de ver la porfía de su enemigo en

perseguirle, al principio ayudó mucho á T o ­

lomeo para rechazarle, y después formó una

liga de todos los Príncipes y Sátrapas á cuyos

estados amenazaba la ambición de Antígono.

Lisímaco y Seleuco por una parte ( 2 6 9 8 ) ,

y por otra Antígono y Demetr io su hijo, ca­

da uno con poderoso exército, se encontraron

cerca de Ipso en las llanuras de la Fr ig ia .

D e la batalla que iba á darse pendía el des­

tino de la Asia. F u e muy sangrienta entre

Capitanes igualmente hábi les , y tropas igual­

mente aguerridas. Se declaró la victoria por

Seleuco. Antígono, penetrado de heridas, mu­

rió en el campo de batalla á los 84 años de

edad. Demetrio h u y ó hasta G r e c i a , pero muy

mal acompañado, y sufrió el infeliz humilla­

ciones de la república de A t e n a s , que en su

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88 COMPENDIO

prosperidad le habia sido pródiga en lisonjas.

Seleuco se vio de repente dueño del Asia,

y Demetr io reducido á la Cil icia por único

asilo, y aun se estableció en ella por sorpre­

sa. Mientras andaba errante en las costas de

G r e c i a , manteniendo con el botin su peque­

ño exército, Se leuco , que le habia despojado,

le pidió por esposa á Estratónice su hija, Prin­

cesa de grande be l leza , y procuró que á él

le diesen á Tolemaida , hija de Tolomeo.

V i é n d o l e suegro del Soberano de A s i a , y

yerno del de E g i p t o , parece que Demetr io

lograría alguna corona con estas alianzas; pe­

ro las pretensiones le pusieron mal con Seleu­

co : Tolomeo le miró con indiferencia, y no

le quedó mas recurso que su exército.

D o s competidores se disputaban la M a ­

cedonia ; y A lexandro, hijo de Casandro, lla­

mó á Demetrio por auxiliar ; y quando iba

á socorrerle se acomodaron entre sí los dos

rivales. Temiendo Alexandro entonces á D e ­

metrio mas que antes le deseaba, le salió

al encuentro para que no entrase en sus es­

tados; mas ya era tarde: Demetr io iba avan­

zando. N o sabiendo Alexandro como desem­

barazarse de él , determinó hacerle asesi­

nar. Y a estaban dadas las órdenes: D é m e -

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DE I A HISTORIA UNIVERSAL. 89

trío descubrió el proyecto ; y cayendo con

lo mas escogido de sus tropas sobre las guar­

dias de Alexandro, le quitó la vida en medio

de e l l o s , y exclamaron los Macedonios: Por un dia nos ha ganado. Esperaba el exército

de Alexandro que le a t a c a d D e m e t r i o ; pe­

ro se sorprehendió agradablemente quando pi­

dió permiso para justificarse en su presencia de

la muerte del R e y . Defendió tan bien su cau­

sa, que todos los soldados á una voz le pro­

clamaron R e y de Macedonia.

Colocado ya Demetrio en un trono pen­

só en ganar el de Asia que le habían quita­

do. Se le debe el haber sido el primero que

hizo construir naves de una grandeza, fortaleza

y magnificencia no conocidas hasta entonces.

Sus mismos preparativos advirtieron á los que

pretendía combatir, y así le ganaron por la

m a n o , y le suscitaron enemigos en todas par­

tes : contra él se formaron partidos en su rey-

no ,- y se le quitaron los Macedonios con la

misma facilidad que se le dieron. L e quedaba

no obstante un exérci to , que aunque poco

numeroso se componía de buenos soldados. Cre­

y ó pues que con este auxilio podia penetrar

á As ia , que era el objeto de sus esperanzas.

T u v o buen éxito en algunos encuentros; pe-

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9 O COMPENDIO

ro estrechado con numerosos exércitos, pidió

paso libre para ir á establecerse en alguna

nación bárbara, en donde pudiese acabar con

algún reposo sus dias. Se valió principalmen­

te de su yerno S e l e u c o , que tuvo alguna com­

pasión de su tr i4i estado, y le dio víveres

para sus soldados, que y a no los tenían. Mas

hubiera hecho por él á no haber sido por Pa-

troclo , su primer Ministro, que le hizo pre­

sente quanto era lo que arriesgaba en fomen­

tar un Príncipe tan ambicioso y emprende­

dor , y que era un león que no prometía se­

guridad mientras no estuviese encadenado.

Persuadido Seleuco con estas razones, re­

fuerza su exérc i to , envuelve por todas partes

á D e m e t r i o , y le estrecha en las gargantas

del monte Tauro. Demetrio , viéndose redu­

cido á la desesperación, hace e l último es­

f u e r z o , y se abre camino á Siria. Una fiebre

ardiente le precisa á detenerse, y sus soldados,

perdida ya la esperanza, desertan en grande

número. N o bien había convalecido quando vi­

vamente apretado de Se leuco , le gana una mar­

cha y dexa el exército de su yerno muy atrás.

Entonces formó el proyecto de sorprehender el

campo de su e n e m i g o ; y su intención hubie­

ra tenido buen éxito si no le hubiera hecho

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DE l A HISTORIA UNIVERSA!. 9 1

traición un desertor. Y a no le quedaba á D e ­

metrio otro medio que arriesgar un golpe da

desesperación. D i o sobre la vanguardia enemi­

g a , y al primer choque la arruinó; pero acu­

dió S e l e u c o , y se presentó á los soldados ven­

cedores á la cabeza de su numeroso exército

dispuesto á combatir : les hizo presente que

solo habia diferido el ataque por no derramar

su sangre inútilmente : les exhortó á rendir

las armas, y á no exponerse por un Príncipe

ciego de ambición, y sin fuerzas para resistir

mas. Aquellos soldados respondieron con aplau­

so á su discurso, y repitiendo las aclamacio­

nes de viva el R e y S e l e u c o , abandonaron al

desgraciado Demetr io .

Se retira este á un espeso bosque con los

pocos que le habían quedado. Durante la no­

che , Sosígenes, uno de sus antiguos amigos,

le l levó una suma de dinero : probó á sal­

varse con la intención de llegar á la ribera

del m a r , mas estaban bien guardados todos

los pasos: no viendo recurso alguno su pe­

queña escolta, se dis ipó; y si algunos se que­

daron , fue con el fin de entregarle á Seleuco;

pero este les p r e v i n o , y envió á su yerno

diputados, que le hallaron en la mejor dispo­

sición de ánimo; y así d ixo: „ M a s favorece

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9 2 COMPENDIO

la fortuna á los intereses de mi gloria que á

Demetr io , pues no hay victoria que pudiera

serme mas gloriosa que el acto de clemencia

q u e me proporciona."

Constante Seleuco en estos principios en-

Xrió ú Demetrio las personas que creyó le se­

rian mas agradables. A este cortejo se añadió

la multitud de cortesanos, creyendo que el

genio del suegro iba á tomar el mayor as­

cendente en el corazón de su yerno. Los M i ­

nistros formaron la misma idea, y Patroclo

principalmente procuró avivar las sospechas y

temores que habían desaparecido al primer es­

fuerzo de generosidad. Entre las enhorabue­

nas se ve Demetr io rodeado de una guardia

numerosa: esta no le l levó á la presencia del

R e y , como él se habia lisonjeado, sino á cus­

todiarle en un castillo situado en una penín­

sula ; bien que no le faltaba ninguna de las

comodidades y delicias de la vida , pues po­

día salir á cazar en un parque muy dilata­

do , aunque por otra parte estaban bien pre­

venidos sus deseos. L e consolaban con la es­

peranza de que solo aguardaban á Estratóni-

ce su hija y otros parientes para arreglar las

condiciones con que se le habia de dar la

libertad.

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DE LA HISTORIA UNIVERSAL. 93

Por algún-tiempo descansó con esta es­

peranza ; mas viendo las dilaciones, y que no

podia conseguir ver á S e l e u c o , aunque no

cesaba de pretenderlo, se entregó á los pla­

ceres que se le presentaban, y en particular

al rega lo , por parecerle el mejor medio de

distraer su pesadumbre , y no echar menos la

grandeza pasada. Se creyó que estaba resig­

nado con su suerte, y tal vez él mismo lo

creyó , pues tenemos una carta suya á A n t í ­

gono su hi jo, que viene á ser una renuncia

de quanto podia aficionarle á la vida. L e po­

ne en sus manos los derechos á los estados

que aun poseía en la Grecia : le exhorta á

observar constantemente con sus vasallos las l e ­

yes de justicia y moderación. „ Considérame,

le dice , como muerto : no procures rescatar

mi libertad con el sacrificio de ciudades ó pro­

vincias ; y en este punto no creas á carta al­

guna , aunque esté escrita de mi mano ^ s e ­

llada con mi sel lo."

Experimentó Demetr io que quando fal­

ta la esperanza, son muy débil recurso los

placeres contra una desgracia: sumergido en

una sombría tristeza, le fueron inútiles los

cuidados que se tomó por libertarse ; y sus

esfuerzos en este punto le causaron una en-

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94 COMPENDIO

fermedad, que á la edad de cincuenta y quatro

años le l l e v ó al sepulcro. F u e Príncipe gran­

de en una y otra fortuna, el mas hábil in­

geniero de su s ig lo , de dulce y agradable com­

pañía , amante de las letras, noble en sus pro­

cederes , generoso , benéfico , y adorado de su

familia. N o debe omitirse que tuvo quatro mu-

geres que vivieron á un mismo tiempo en

su compañía, y ni é l ni ellas se dieron el

menor motivo de queja.

Su hijo A n t í g o n o , modelo de la piedad

filial, como lo habia sido su padre , se ofre­

ció en rehenes por é l , y propuso dar por su

libertad los estados que poseía en Grecia. Aun­

que no le admitieron la proposición, siempre

insistió en pedir su l ibertad: se vistió de lu­

to , no asistió á convites ni funciones en to­

do el tiempo que su padre estuvo prisionero.

"Viendo que habia m u e r t o , y que le llevaban

las cenizas, salió á recibirlas con muchas na­

ves , y las guardo en una urna de oro. Quan-

do volvió al puerto de C o r i n t o , que era el

lugar de su residencia, hizo colocar esta urna

sobre la popa de su galera, y cubriéndola coa

u n dosel de púrpura, puso encima su corona,

y él en persona, vestido de l u t o , y bañados

los ojos en lágrimas se estaba arrimado á tan

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DE LA HISTORIA UNIVERSAL. 95

preciosa urna. Casi todas las ciudades de G r e ­

cia enviaron guirnaldas para coronarla, y di­

putados que asistiesen á la ceremonia de los

funerales. D e Corinto trasladaron las cenizas

de Demetrio á D e m e t r i a d a , edificada por é l ,

y las guardaron en un magnífico sepulcro. R a ­

ra vez se han visto sentimientos iguales en los

herederos de los tronos.

Los desastres deplorables de las conquis­

tas de Alexandro en Asia nos preparan esce­

nas mas sangrientas aun en Macedonia. H a ­

bia dexado el gobierno á A n t í p a t r o , Ministro

muy estimado de su padre F i l ipo . Era de una

familia i lustre, y amigo particular de Aristó­

teles , que le inspiró mucho gusto por las cien­

cias. A todas sus acciones acompañaba cierto

ayre de grandeza. E n el ordinario modo de

vivir y en sus vestidos era tan sencillo, q u e

parecia un simple particular, al mismo tiem­

po que daba órdenes á lbs Reyes . Bien p u e ­

de decirse que ó era e l mayor h o m b r e , ó e l

mayor hipócrita de su tiempo.

E l gobierno que le confió Alexandro tenia

una dificultad mas que los otros ( 2 6 7 6 ) , y era

vivir con Olimpia sin dexarla tomar demasiada

autoridad , y sin que el hijo le pudiese recon­

venir de que se causaba sujeción á su ma-

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96 COMPENDIO

dre. Este era un papel delicado, y Antípatro

debió desempeñarle largo tiempo con aproba­

ción de A l e x a n d r o ; mas en el instante en que

se cambiaron las costumbres de este conquis­

tador , se cree que el inflexible amor de A n ­

típatro á la verdad empezó á desagradarle,

y que quando murió pensaba hacer que ex­

perimentase una ruidosa desgracia, aunque pue­

de decirse que en cierto modo le debia A l e ­

xandro sus conquistas. Porque si el Gobernador

no hubiera mantenido la paz en Macedonia,

no solo le hubieran faltado al R e y las reclu­

tas que Antípatro le enviaba y sostuvieron su

exército , sino que se hubiera visto precisado

á dexar el Asia para no arriesgar por espe­

ranzas su corona hereditaria.

L a noticia de la muerte de Alexandro sus­

citó grandes cuidados en Antípatro ; porque

parte de las ciudades de Grecia echaron de sí

la guarnición macedonia , y le fue preciso ne­

gociar con unas , y usar de rigor con otras.

Los Atenienses sobre todo le dieron mucho

que h a c e r : le reduxéron , viéndose bloquea­

d o , á la precisión de pedir la p a z , mas no qui­

sieron oirle si no se rendía á discreción. Salió

Antípatro de este mal paso, y l legó su tiem­

po de pedir á los Atenienses la misma condi-

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DE LA HISTORIA. UNIVERSAL. 97

cion que le habían impuesto. Tuvieron que sufrirla , mas no quiso abusar de su victoria; y así se contentó con obligarlos á desterrar los peligrosos oradores que seducían aquel pueblo ligero y volátil. A esta guerra la llamaron da~ miaca , por haberse dado la batalla principal cerca de una ciudad llamada Damia.

Pasó Antípatro al Asia , llamado del de­seo de servir á la familia de Alexandro: allí tuvo el título de protector, y á poco tiem­po volvió con él á Macedonia, en donde mu­rió de ochenta años. Su pundonor no le per­mitió dar el gobierno á Casandro su hi jo , que aunque joven le hubiera desempeñado, y nom­bró á Polispercon, el mas antiguo Capitán de los de Alexandro. Este sucesor de Antípa­tro , con el título de Gobernador general de Macedonia , y de tutor de los R e y e s , tenia muy medianos talentos, y su hijo Alexandro no era mucho mas hábil. Empezaron su ad­ministración con un desacierto contra los con­sejos de Antípatro, y fue llamar á Olimpia á Macedonia. Esta muger artificiosa se apoderó del corazón de Polispercon, y le aconsejó acer­ca del gobierno de las ciudades ciertas varia­ciones que descontentaron. Daba sus órdenes con altivez á nombre de A r i d e o , hermano de

TOMO I I I . G

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p 8 COMPENDIO

A l e x a n d r a , reconocido ya por R e y con el pe­

queño Alexandro hijo de Roxana.

Arideo estaba casado con Eur ídice , nieta

de F i l ipo ; y bien fuese que el derecho á la

corona de esta Princesa ofuscase á Ol impia, ó

por haber entre ellas rivalidad y autoridad, ó

por envidia, que entre mugeres no es rara, no

solo manifestaron separación entre sí , sino tam­

bién aborrecimiento y deseo de hacerse daño.

A Olimpia la sostenía Polispercon: Eurídice

buscó el apoyo de Casandro hijo de Antípa-

t r o : este no miraba sin inquietud la inclina­

ción de Polispercon á O l i m p i a , enemiga de­

clarada de su padre : comunicó sus temores á

sus amigos, y juntó un poderoso partido. N o

saliéndole bien los primeros esfuerzos para su­

plantar al Gobernador, se vio precisado á huir

á la Asia ; y muy lejos de dexar su preten­

sion, levantó un exército con el auxilio de los

Principes, que envidiaban la autoridad de Po­

lispercon ; y quando estaba para entrar en Ma­

cedonia le llamó Eurídice á socorrerla.

Estaba entonces la guerra civil encendida

en Macedonia. Las dos heroinas, cada una á

la cabeza de un exército , se mostraban re­

sueltas á aventurar una batalla. La natural co­

municación entre los habitadores del mismo

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PE 1 A HISTORIA UNIVERSAL. 99

p a í s , aunque de partidos opuestos, fue favo*

rabie á Olimpia. Los soldados de Eurídice se

la habían unido voluntariamente, y con todas

las señales de zelo y afecto; pero presentándo­

se á ellos Olimpia en el momento de la acción,

su ayre magestuoso, y la idea de que iban

á pelear contra la viuda de Fi l ipo , madre

de Alexandro , les quitó las armas de las ma­

nos , y abandonaron á la infeliz Eurídice y á

su marido. Ol impia , dueña de su suerte, los

mandó encerrar en un lugar tan estrecho que

no se podian revolver sin gran trabajo , y allí

mandó sustentarlos con los alimentos mas or­

dinarios. C o n estos dos infelices cayeron en

manos de Olimpia muchos partidarios de C a ­

sandro , y entre otros su hermano Nicanor.

A este le quitó la vida con cien amigos su­

yos. Quiso al mismo tiempo que abriesen ei

sepulcro de D i o l a s , otro hermano de Casan­

dro , y arrojasen á las aves carniceras los res­

tos de su cuerpo.

Estas crueldades empezaron á excitar la

compasión en favor de Arideo y de su espo­

sa ; y temiendo Olimpia las conseqüencias re­

solvió salir de ellos. Entraron pues por orden

suya en la prisión del R e y algunos Traces ar­

mados con p u ñ a l e s , y le penetraron con mu-

G 2

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I O O COMPENDIO

chas heridas. U n momento después envió á

ofrecer á Eurídice con un mensagero un p u ­

ñal , un c o r d e l , y una copa de veneno. Los

dioses, dixo la desgraciada Princesa , ofrezcan

algún dia á Olimpia otro igual presente ; y

rasgando su pañuelo limpió las llagas de su

esposo que acababa de dar el último aliento:

le cubrió con algunos vestidos, y sin mani­

festar la menor flaqueza, ni explicarse en que­

ja a lguna, presentó el cuello al fatal cordel, y

murió ahorcada.

Casandro l legó muy tarde para impedir

estas crueldades, pero muy presto para casti­

garlas. Entró en Macedonia, en donde Olim­

pia pasaba de ciudad en ciudad, escoltada de

una corte magnífica. Llevaba consigo á R o ­

xana y al pequeño Alexandro, creyendo que

la vista de la v i u d a , del hijo y de la madre

de aquel conquistador, cuyas victorias daban

tanto honor al nombre macedonio, alistarían

los mejores soldados baxo sus estandartes; mas

no por esto crecía su exército. Siempre per­

seguida por Casandro tuvo precisión de en­

cerrarse en Pisna , en donde Casandro la si­

tió por mar y por tierra. L l e g ó á ser el ham­

bre tan horrible , que los soldados comian los

cadáveres de sus compañeros. Olimpia , des-

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DE LA HISTORIA UNIVERSAL. I O I

pues de muchas tentativas inútiles para esca­

parse , se rindió á discreción. Los padres de

los que cruelmente habia hecho matar la acu­

saron en la asamblea de los Macedonios, y

sin oiría la condenaron á muerte. Entonces C a -

sandro la ofreció una embarcación para llevar­

la á Atenas ; mas no la admitió, temiendo que

en estando en alta mar la arrojarían á las

olas. D i x o pues que quería justificarse en otra

asamblea, y á Casandro le pareció peligroso

concederla este permiso. C o n efecto , doscien­

tos hombres enviados á quitarla la v i d a , se

vieron tan confusos al ver su ayre magestuo-

so, que volvieron sin executar la orden. ¡ Quán-

to mas hubiera movido á la mult i tud, en la

que siempre hay gentes inclinadas á la p ie­

dad! N o hallaron otro medio de salir de ella

que el de entregarla á los parientes de los

que habia muerto. Estos la degollaron, y aun

al morir excitó con su constancia la admira­

ción de sus verdugos. Así murió la madre de

A l e x a n d r o : inútil seria dibuxar aquí su carác­

ter , pues le pintan bastante sus acciones. Casan­

dro envió á Roxana y á su hijo á Ant ípatro, se­

parándolos de los que les solían acompañar, y

ordenó que al Príncipe le criasen como á un

particular. D e allí los hizo trasladar á un cas-

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1 0 2 COMPENDIO

til lo aislado; y quando ya los Macedonios se

iban olvidando , se deshizo de e l l o s : dexó el

nombre de protector , y tomó el de R e y .

S i l o s talentos militares ( 2 6 9 8 ) , las vic­

torias , y un gobierno prudente y moderado

pudieran justificar la usurpación, merecería

Casandro el trono. E l restituyó á Macedonia

la abundancia y la p a z : reedificó las ciudades

destruidas: añadió á su corona la del Epiro;

sostuvo con esplendor la guerra contra Antígo­

no , dueño de Asia : impuso leyes á los Etolios

y á los I l ir ios: se hizo señor del Peloponeso,

y en medio de sus triunfos murió de natural

enfermedad, dexando tres hijos, F i l i p o , Antí-

patro y Alexandro: el primero le sucedió, y

murió muy presto: Antípatro se hizo aclamar

R e y , y Alexandro se opuso á su instalación sos­

tenido de un partido poderoso y de la Reyna

su madre , aunque en secreto , como se lo per­

suadieron á Antípatro. Este Príncipe desnatura­

lizado , temiendo la preponderancia del voto de

su madre entró en la habitación de esta con.

verdugos , y por mas que le pedia gracia , con­

jurándole por los pechos que habia mamado, se

quedó inflexible, y la hizo quitar la vida en su

presencia. D e este rasgo de la mas horrible bar­

barie no se halla exemplar en la historia.

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DE LA HISTORIA UNIVERSAL. I 0 3

Después de mucho tiempo de guerra, en

la que entraron los extrangeros ( 2 7 0 5 ) , y

fue muy funesta para el r e y n o , le repartieron

entre sí dos hermanos. Alexandro, el mayor,

fue suplantado por D e m e t r i o , á quien que«

ría matar. D e m e t r i o , á lo que parece, no aten­

dió al carácter de sus nuevos vasallos, pues

manifestó en el trono de Macedonia un gus­

to por el luxo que pudiera agradar en Asia,

y aun sufrirse en G r e c i a , en donde se hon­

raban las artes; pero le repugnaba demasiado

la sencillez agreste de los Macedonios. Pare­

cía que en este reyno se portaba como en un

pais conquistado, pues mandaba con a l t ivez , y

rechazaba las representaciones y quejas con un

ayre de desprecio mas enfadoso que la nega­

tiva. Se cansaron sus vasallos, y dieron la co­

rona á P i r r o , R e y del Epiro ; y así la M a ­

cedonia, que en tiempo de Casandro añadió

á sus estados el Epiro , se vio añadida al E p i ­

ro y sujeta á Pirro. Este la dexó para hacer

conquistas en I ta l ia ; y antes de salir la re­

partió con Esímaco, soberano de T r a c i a , e l

que se apoderó de todo durante su ausencia.

Las intrigas de mugeres llenaron su cor­

te de funestas disensiones. Arsinoe, con quien

se casó teniendo mucha e d a d , le inspiró sos-

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IC>4 COMPENDIO

pechas odiosas contra Agatoc les , su hijo ma­yor , Príncipe generalmente amado y estima­do. L e pusieron en prisiones sin oirle , y le dieron veneno. Lisandra su v i u d a , hija de T o ­lomeo , se salvó con sus hijos y con su her­mano Cerauno en la corte de Seleuco. A r ­mase este Príncipe á favor de esta desgracia­da familia : presenta á Esímaco una batalla, en la que el R e y de Macedonia murió con trece hijos suyos. Y a el vencedor iba á colo­carse en el trono , quando el protegido le ase­sina , y á pesar de delito tan atroz, tuvo ma­ña de hacerse proclamar R e y por los mismos Macedonios. Entonces pensó en vengarse de A r s i n o e , que habia dado la muerte á su cu­ñado Agatocles. Se habia esta retirado á C a -sandria, plaza muy fuerte : la engañó Cerau­no con la esperanza de casarse con ella y adop­tar sus hi jos , con lo que abrió las puertas de Casandria. E n el dia señalado para las bo­das hizo Cerauno degollar los dos hijos en presencia de su madre, y la desterró á la Sa-motracia, sin mas compañía que dos mugeres para servirla. Ella se salvó en Egipto , agra­dó á Tolomeo F i l a d e l f o , hermano de T o l o -meo C e r a u n o : la tomó por m u g e r , y vino á. ser cuñada de aquel, á cuyo cuñado había

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DE LA HISTORIA UNIVERSAL. I O ¡J

ella muerto , y asesinado sus hijos. ¡ O h qué

alianzas!

En tiempo de To lomeo Cerauno los G a u -

las, nación hasta entonces desconocida en aque­

llos paises, hicieron una irrupción en Mace­

donia , sin otros fines que la codicia del bo­

tín , ó el deseo de hallar tierras y habita­

ción mas ventajosa para dexar sus bosques, por

lo qual empezaban robando; y si el lugar les

contentaba, se establecían en él. D e qualquier

modo eran infelicísimos los paises invadidos.

Cerauno los esperaba en la frontera con un

poderoso exército; pero fue vencido y muer­

to. Entonces se esparcieron por todo el rey-

no como una inundación , y por hallarse los

Macedonios sin xefe hacian sus robos con la

mayor facilidad.

En el primer momento de la sorpresa el i­

gieron los Macedonios á Meleagro , hermano

de Cerauno; pero se mostró tan incapaz, que

le depusieron dos meses después. Antípatroy

nieto de Casandro , que sucedió á M e l e a g r o ,

solo reynó quarenta y cinco dias. Sostenes, un

señor de Macedonia, juntó sus compatriotas es­

parcidos , los instruyó en la disciplina; y sien­

do su Capitán venció en muchos reencuen­

tros á los bárbaros. L e ofrecieron la corona, y

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T O 6 COMPENDIO

no la admit ió , contentándose con el título de

G e n e r a l , que desempeñó gloriosamente por

dos años. U n nuevo enxambre de Gaulas en­

tró á reforzar los primeros: Sostenes y su p e ­

queño exército fueron oprimidos por la mul­

titud. Estas dos invasiones acabaron de arrui­

nar la Macedonia: la abandonaron los G a u ­

las para ir á pasear sus furores por la Grecia.

N o por hallarse este reyno en estado tan

miserable dexó de excitar la ambición de tres

concurrentes, Antígono Gonaro , llamado así

por el lugar de su nacimiento: este era hijo

de Demetrio : Antíoco Soter, hijo de Seleuco

(cuyos padres habian tenido la corona de Ma­

cedonia) ; y P i r r o , que habia vuelto de la ex­

pedición de Italia. Ayudados de sus propias

tropas, y otras que estaban á su sueldo , se

disputaron las ruinas de este asolado reyno.

P i r r o , digno por sus ideas caballerescas de

mandar á los G a u l a s , de los quales tenia mu­

chos en su exército, ofreció un combate á An­

tígono en campo cerrado; y le respondió : Si

Pirro está cansado de la v i d a , él hallará mil

ocasiones de perderla. C o n efecto , le mataron

en Argos por mano de una muger que le dio

un tejazo en la cabeza. Se vio Antígono due­

ño único de la Macedonia: se fue insensible-

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DE LA HISTORIA UNIVERSAL. I 0 7

mente deshaciendo de los Gaulas que toda-

via la infestaban, y empezó un reynado que

por su benignidad y justicia debiera haber

agradado á sus vasallos; pero estos se deslum­

hraron con el valor brillante de Alexandro,

hijo de P i r r o , que fue á recobrar los derechos

de su p a d r e , y casi todos los Macedonios se

pasaron á su partido. Antígono abandonó aquel

pueblo- ingrato, y se retiró á sus estados de

G r e c i a ; pero D e m e t r i o , su hijo , se sostuvo

en un rincón del reyno , y sus hazañas atra-

xéron á los Macedonios enamorados de la va­

lentía , y le siguieron; venció p u e s , y vo lv ió

á llamar á su padre Antígono. E s t e , que era

nieto de Antígono el que murió en la ba­

talla de I p s o , e hijo de Demetr io e l que

murió prisionero, no se olvidó de las mudan­

zas de la fortuna que tantas veces habia e x ­

perimentado. Quando mataron á Pirro el hi­

jo de Antígono , en medio del júbilo que sin­

tió al momento que se ganó la victoria, pre­

sentó á su padre la cabeza del R e y de E p i ­

ro ; y e l de Macedonia apartó sus ojos con

horror, y dixo : „ ¿ Crees tú , infeliz , que un

Príncipe cuyo abuelo murió como ese, y cu­

yo padre murió entre cadenas, sentirá placer

con el espectáculo que me presentas? R e c i b i ó

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I O8 COMPENDIO

con toda bondad al hijo de Pirro que el su­

y o le t raxo; y viéndole con mal vestido, di-

xo para responder á su hijo que se le reco­

mendaba : „ Mas me gusta ese proceder que

e l que tuviste concluido el combate; pero to­

davía no haces lo que debes, porque el trage

en que le traes es propio para deshonrar la

victoria que has ganado."

Demetrio segundo ( 2 7 5 6) , hijo y suce­

sor de Antígono ( 2 7 6 2 ) , tuvo la felicidad

de verse en tal situación que pudiese imitar

las dulces costumbres de su padre mas bien

que sus militares talentos. Su reynado fue tran­

quilo , pero muy corto : su muerte fue muy

sentida, y aun lo hubiera sido mas sin las be­

llas propiedades de su hermano Antígono D o -

son, que le reemplazó al principio, como tu­

tor de un hijo que dexaba su hermano, pero

de menor edad, y después como R e y , casán­

dose con la viuda. E l cuidado en la educa­

ción de su sobrino, el afecto que siempre le

mostró prueban que si tomó la corona no fue

por quitársela, sino para dársela mas brillan­

te. Prosperó la Macedonia con su gobierno,

porque era tan buen guerrero como hábil po­

lítico. Sabia este Antígono bien el arte de

prometer , como se ve en su renombre Do-

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DE LA HISTORIA UNIVERSAL. I 0 9

son, que quiere decir el que dará. M u r i ó es­

cupiendo sangre á causa del grande esfuerzo,

que hizo por animar en una batalla á sus sol­

dados. Antes de dar el último aliento suplicó

al exército que guardase fidelidad constante á

Fi l ipo su sobrino y p u p i l o , que iba en tan

corta edad á ocupar el trono.

F i l ipo ( 2 7 7 8 ) , como su predecesor, era

alentado , eloqüente , y versado en los conoci­

mientos que un R e y necesita, pero sospechoso

y cruel: estos dos defectos fueron la causa de

las desgracias del r e y n o , que envenenaron su

vida y deshonraron su reynado. Antes de lle­

gar á la edad madura intentó un descubri­

miento que tal vez es el mas difícil, y prin­

cipalmente para un R e y , esto e s , distinguir los

falsos amigos de los verdaderos. C o n el des­

pecho de no poder lograr esta satisfacción qui­

tó la vida sin distinción á todos aquellos cor­

tesanos con quienes habia tenido íntimo trato.

También le hacen culpado en la muerte de

A r a t o , aquel que era xefe muy estimado de

los A q u i v o s , dándole veneno, y á su hijo un

bebedizo que le puso loco. T a l fue el padre

de Demetrio y Perseo, ambos célebres, el pri­

mero por su a fec to , y el segundo por su an­

tipatía á los Romanos.

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1 1 0 COMPENDIO

Y a estos republicanos habian llevado sus

armas á G r e c i a , y en ella se valian de aque­

lla artificiosa política que los hizo por último

dueños del m u n d o , y consistía en ayudar á

los flacos contra los fuertes. Quando tenían

abatido el poder de un R e y , y le habian qui­

tado algunos paises, y parte de sus medios de

agresión-; con pretexto de reintegrarle , le da­

ban otro pais que conquistar para consumir

sus fuerzas. D e este modo quando obligaron á

F i l ipo á entregarles sus navios, y le prohibie­

ron continuar en las conquistas principiadas, le

permitieron atacar á los T r a c e s , los que no

ignoraban ser difíciles de conquistar y aun de

vencer. Otro ardid de los Romanos era pedir

en rehenes los hijos de los Soberanos ó de los

Grandes para criarlos en sus principios, é ins­

pirarles la admiración por su república : esto

es lo que practicaron con Fi l ipo. L e pidieron

en rehenes á su hijo Demetr io , y le volvie­

ron á enviar lleno de estimación hacia ellos, y

de un afecto que no podia agradar al Rey

de Macedonia después del modo imperioso con

que se le trataba.

Tenia Demetrio un hermano mayor na­

cido de una concubina, y este se llamaba Per-

seo. El vicio del nacimiento no le quitó el j

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DE L A HISTORIA UNIVERSAL. I I I

deseo del trono, ni la esperanza de llegar á

conseguirle. Demetrio no perdía ocasión de

sosegar el resentimiento de su padre contra

los R o m a n o s ; y tomándole por la parte de

su interés, le hacia presente el grande poder

de estos republicanos comparado con el suyo,

y quanto arriesgaba en irritarlos: que lo me­

jor era procurar ganarlos, procediendo con ellos

con franqueza, y no pretender engañarlos con

ardides, que tarde ó temprano habían de des­

cubrir. Bien conocía F i l ipo la solidez de este

discurso; pero le oia con un despecho que le

inclinaba tal vez á creer que su hijo no tan­

to miraba las ventajas de su padre como su

inclinación á los Romanos. Perseo no dexaba

de animar las sospechas; y aunque F i l i p o ama­

ba á Demetrio , Príncipe adornado de un g e ­

nio insinuante, alegre y acariciador , en a lgu­

nas ocasiones la identidad en el modo de pensar

daba la preferencia á Perseo, hombre de na­

tural sombrío, artificioso y maligno,

Se presentó una ocasión que dio á cono­

cer estos dos caracteres. Quiso F i l ipo divertir

su corte con una especie de torneos, en los

que entraban los dos Príncipes como xefes de

dos partidos, compuestos cada uno de dos ami­

gos. Pero bien presto el combate, que era

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1 1 2 COMPENDIO

un j u e g o , se hizo serio, y aun fue necesaria

toda la autoridad del R e y para que cesase.

Los dos hermanos convidaron después cada uno

á sus campeones. Algunos partidarios de Per-

seo se introduxéron en la sala del festín de

D e m e t r i o ; y los convidados, mirándolos como

espías los echaron fuera. Demetrio manifestó

á sus cortesanos descontento por la afrenta que

habían hecho á su hermano; y para reparar-*

la de algún modo propuso ir amigablemente

á sorprehenderle á la mesa , creyendo que es­

ta señal de confianza le sosegaría. E l lo era

una imprudencia, y sus amigos procuraron que

la conociese: principalmente los que habian

despedido las espías verdaderas ó imaginadas,

no se querían exponer ; pero Demetrio insis­

tió , aunque no se opuso á la precaución de

que llevasen puñales ocultos para defenderse

en caso de ataque. Bien fuese porque Perseo

temió , ó porque pensó en aprovecharse de la

ocasión para hacer odioso á su hermano , quan?

do vio acercarse la tropa, cerró la puerta y

dio gritos, al asesino, al asesino. E l R e y , á

cuyo juicio se sujetaron los dos partidos, re­

prehendió la imprudencia de D e m e t r i o , pero

condenó las sospechas de Perseo. E n quanro

á los torneos no quiso decidir qual de los dos

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DE LA HISTORIA UNIVERSAL. I I 3

partidos habla empezado á convertir la fiesta

en carnicería, y se contentó con encomendar

la unión, y prohibir con un tono absoluto que

jamas turbasen su tranquilidad con semejan­

tes escenas.

Siempre sé quedó en duda sobre qual era

el culpado; mas para su mayor desgracia pres­

to salió de la incertidumbre por los resortes

que movieron. Por uno de aquellos ardides que

Demetrio le aconsejaba que dexase, habia F i -

lipo desagradado mucho a los Romanos. Por

pretensión de los habitadores de Maronea, ciu­

dad marítima de Trac ia , le mandó el senado

sacar de allí la guarnición macedonia. Después

de muchas tergiversaciones obedeció F i l ipo;

pero tomo sus medidas de modo que al mis­

mo tiempo que la guarnición salia de Maro­

nea entran los Traces apostados, roban, sa­

quean , y exercen las mas horribles crueldades.

N o se ignoró en Roma esta v i leza: mandaren

á Fi l ipo que fuese á justificar su conducta de­

lante del senado, y que enviase el comandan­

te de la guarnición para averiguar la verdad.

Fi l ipo le hizo partir, y darle veneno en el

camino. V i e n d o que no podia resistir á las

fuerzas que se preparaban, encargó á D e m e ­

trio que desviase la tempestad. Quando este

TOMO III. II

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I I ¿j. COMPENDIO

joven Príncipe l l egó á Roma se admiró , y

cayó de ánimo al ver las pruebas acumuladas

contra su padre. Procuró justificarle , y qui­

sieron admitirle sus razones; pero en la carta

que el senado escribió á su padre le dixo ex­

presamente que aquellas excusas no se habian

considerado valederas sino por respetos á su

hijo.

Esta restricción desagradó á F i l i p o , y de

ellas sacó conseqüencias contra la fidelidad de

D e m e t r i o , creyendo que tenia inteligencia con

los Romanos para sostenerse contra su padre,

y tal vez para invadir el trono. Perseo animó

esta sospecha con cartas falsas que hizo venir

de R o m a , en las que los supuestos proyectos

de Demetr io se presentaban tan verisímiles que

e l R e y se e n g a ñ ó : dio orden de arrestar á su

h i j o , y confió este encargo á un tal Didante.

Este era un partidario secreto de P e r s e o , y

lo executó con tal apariencia de sentimiento,

que el joven Príncipe puso en él su confian­

za. L e confesó que si podia conseguir la li­

bertad , tenia intención de salvarse en Roma

para evitar los efectos de la mala voluntad de

su hermano. Didante dio cuenta al R e y , y

este mandó darle veneno , pero con discreción,

para que no llegasen á sospecharlo los Mace-

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DE LA HISTORIA UNIVERSAL. I I J

donios ni los Romanos, que igualmente le es­

timaban y querían. Didante echó veneno en

la comida del Pr ínc ipe; mas viendo que el

efecto tardaba, y que los violentos dolores que

agitaban á Demetr io empezaban á dar sospe­

chas , le hizo ahogar.

Así que Demetrio murió mudó Perseo

de conducta: ya no procuraba hacer la corte

a su padre como antes, y no pudo ocultar su

alegría con la muerte de su rival. F i l ipo re­

cibió la mas viva pesadumbre , y empezó á

creer que le habían engañado. Para asegurar­

se se valió de un pariente suyo llamado A n -

t ígono, cuya probidad era pública. Este dixo

francamente al R e y , que tenia por inocente

á D e m e t r i o , y le puso en el camino de des­

cubrir mas. E l que habia contrahecho las car­

tas confesó su de l i to ; y confirmada su confe­

sión por otros, cayó el R e y en una desespe­

ración mortal. Todos los culpados que se p u ­

dieron prender fueron condenados á muerte.

Perseo se salvó estableciendo su residencia en la

frontera, y esperando ver presto el día en que

le había de hacer dueño de la corona. N o tar­

dó mucho t iempo, porque F i l i p o , devorado

de remordimientos, acabó entre los sentimien­

tos del mas doloroso arrepentimiento una vida

H 2

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I I 6 COMPENDIO

que su carácter asustadizo habia hecho infeliz para él y para los demás

E n su última enfermedad reveló la con­ducta infame de Perseo ( 2 8 2 1 ) para con su hermano, y encomendó á sus vasallos que re­conociesen por R e y á A n t í g o n o , hijo de D e ­metrio ; mas ya Perseo habia tomado sus me­didas. Supo á tiempo la muerte de su padre; y llegando á la cabeza de un cuerpo de tro­pas , se apoderó del trono, y quitó la vida á Antígono. L o demás de su reynado correspon­dió perfectamente á este principio. D i f c i l se­ria hallar en la Historia otro hombre que con tanta facilidad cometiese los homicidios, y po­dríamos decir con mas espontaneidad , si fuese permitido aplicar este término á semejantes ac­ciones. Espere el lector ver á Perseo desde que se sentó en el trono en guerra con los Romanos. N o hay duda que estos republica­nos le trataron con el mas altivo desden. Se habia obligado Fi l ipo en un tratado á no ha­cer la guerra sin el permiso de R o m a , y ex­tendieron esta cláusula hasta pretender que Perseo no tenia derecho para armar sin su aprobación contra sus vasallos rebeldes. Gene­ralmente procedieron con él como se hace con un hombre á quien se pretende irritar. T o -

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DI. LA HISTORIA UNIVERSAL. I I J

das sus acciones eran para ios Romanos sos­pechosas : si tenia diferencias con sus vecinos, ]e reprehendían de hombre de carácter in­quieto , enemigo de la p a z : si vivia en bue­na inteligencia con e l los , le acusaban de que quería aumentar su poder con alianzas secre­tas para poder hacerles la guerra.

Esta última acusación no era sin funda­mento ; y si á Perseo le hubieran creído, pu­dieran los G r i e g o s , oprimidos por el poder de R o m a , haber arrojado de su pais los exér-citos de esta ambiciosa república , que solo contaba por amigos á los que se sujetaban en­teramente á su voluntad. Perseo , á fuerza de representaciones, sublevó algunos estados grie­gos contra los Romanos, formó alianzas con los Reyes vecinos, hizo paz con los Traces con la condición de que le enviasen tropas, acumuló una prodigiosa suma de dinero, com­pró víveres para muchos años, y levantó un exército muy fuerte. Eumenes , R e y de Per-gamo , zeloso del crédito que daban á Perseo entre los Griegos estos preparativos, le denun­ció al senado. E l R e y de Macedonia envió contra él asesinos. L e esperaron estos en un barranco, y le oprimieron con tal granizo de piedras que creyeron habsrle muerto ; pero

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I I 8 COMPENDIO

volvió sobre s í , y consiguió pruebas de que

Perseo era el autor de la empresa formada con­

tra su vida. Las pesquisas de Eumenes halla­

ron otro descubrimiento: y fue que Perseo

había encargado á un hombre que fuese á

Roma á envenenar á los senadores que se mos­

traban mas contrarios á sus intereses.

Las hostilidades fueron inmediatas á las

provocaciones respectivas. Los Romanos que­

daron derrotados en la primera batalla; pero

no supo Perseo aprovecharse de la victoria, y

así se prolongó la guerra entre sucesos poco

decisivos. E n una de estas alternativas temió

que la grande cantidad de dinero destinada

para construir una armada en el puerto de

Tesalónica se la tomasen los Romanos, y en­

vió orden á Andrónico y Nisias, que allí man­

daban , para que abrasasen el arsenal y los

materiales de la armada, y echasen el dinero

al mar. Obedeció Nis ias; pero á Andrónico

le pareció diferirlo , y se vio que tuvo ra­

zón. N o l legó allá el General Romano; y Per-

seo , saliendo del susto, hizo llamar buzos que

sacasen los tesoros. Para recompensar á Andró­

nico por su prudencia, por su obediencia á

N i s i a s , y por su trabajo á los b u z o s , los hi­

zo matar á todos.

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DE LA HISTORIA UNIVERSAL. I I 9

A l lado de estos hechos de crueldad se

pueden poner dos insignes engaños , que tal

vez aplaudirán cierta especie de políticos. E u -

menes , R e y de P é r g a m o , gozaba de grande

estimación entre los Romanos, y por consi­

guiente de grande crédito en Grecia. Perseo

pensó en quitarle uno y otro con una fingi­

da negociación de neutralidad que chocase á

la soberbia de la República , y la entibiase

en la estimación de Eumenes. L e propuso

pues una considerable suma de dinero, si que­

n a quedarse neutral en la guerra que en la

actualidad tenia con Roma. Eumenes cayó en

e l l a z o ; y quando ya Perseo tuvo suficientes

pruebas para comprometer al R e y de Pérga­

mo , dio esta noticia á los Romanos , con lo

que le quitó su amistad, y guardó su dinero.

L a misma perfidia, aunque en otra forma, usó

con G e n c i o , R e y de Iliria. Este estaba neu­

tral , y trataba de que se declarase contra los

Romanos para hacer diversión. Perseo ponia

como siempre sus tesoros por delante , pero

con ánimo de no soltarlos. Estipula pues con

Gencio que al punto que haya recibido la

suma convenida romperá abiertamente con los

Romanos: le envia diez talentos como pren­

das de la totalidad: manifiesta á sus embaxa-

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l i o COMPENDIO

«lores las caxas selladas con dirección á G e n -

c i o , diciéndoles que allí estaba el resto, y las

hace salir con ellos ; pero con orden á los

conductores de ir poco á poco y con lentitud.

Gencio , recibidas las prendas, y sabiendo que

e l resto se acercaba á sus fronteras, rompe sin

mas ceremonias con los Romanos, y hace ar­

restar á los embaxadores de estos. Perseo, ase­

gurado de que con esta violación del dere­

cho de gentes estaba ya el R e y de Iliria em­

peñado sin poder volver atrás, hace que se

vuelvan los que llevaban las caxas, y de es­

te modo l o g r ó , casi sin desembolsar, una di­

versión ventajosa.

Y a vemos que los Romanos ( 2 8 3 2 ) las

habían con un enemigo fecundo en recursos,

y que merecía toda su atención , y así envia­

ron contra él el mas hábil de sus Generales,

que era el famoso Paulo Emilio. Baxo las ór­

denes de este decidió de la suerte de Perseo

y Macedonia una operación bien combinada.

Cubría su reyno este Príncipe con un buen

exército atrincherado detras del monte Olim­

po. Solo podían los Romanos atacarle fortifi­

cándose en este monte ; pero se tenia por im­

posible subsistir allí por falta de agua. Paulo

Emilio pensó que un sitio abundante en yer-

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DE LA HISTORIA UNIVERSAL. 1 2 1

ba , y adornado de hermosos árboles, preci­

samente contenia en su seno manantial. L l e v ó

pues su exército, y le hizo cavar pozos que

dieron agua en abundancia : al mismo tiempo

envió por un desfiladero un cuerpo de tropas,

que rodeando sorprehendió á los Macedonios,

y los precisó á abandonar sus trincheras. Ba-

x ó Paulo Emilio á la l lanura, y todo se dis­

puso para una batalla general.

E l exército macedonio asustaba con el or­

den de su disposición. Los T r a c e s , los asala­

riados y los auxiliares formaban diferentes cuer­

pos de tropas escogidas ; pero la falange era

el cuerpo mas notable. La belleza de los hom­

bres que le componían, la riqueza de sus ves­

tidos , todos de escarlata , el resplandor bri­

llante de sus armas hacían una vista que pas­

maba. Nada faltaba á este exército sino u n

buen General. N o se sabe quien le mandaba,

ni si Perseo se quedó en Pisna, desde don­

de se veia la p e l e a , ó si se halló en la ba­

talla. La opinión mas común es que el día

antes le habia herido un caballo, y que á pesar

del dolor se puso á la cabeza de sus tropas,

y fue levemente herido. Pero generalmente

convienen en que fue el primero que h u y ó :

que dobló su manto de grana baxo el arzón

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1 2 2 COMPENDIO

de la s i l la , y se quitó la diadema para no

ser conocido. F u e corriendo hasta P e l l a , su

capita l , en donde entró á media noche con

poco acompañamiento, porque la mayor par­

te de los señores de su corte , sabiendo que

no reparaba en castigar en los otros las fal­

tas que é l cometía , mas quisieron caer en ma­

nos de los Romanos que seguirle. Bien p u ­

dieron darse la enhorabuena de su prudencia

quando supieron que por querer darle conse­

jos sobre las circunstancias dos criados fieles,

se enfureció tanto contra e l los , que los mató

con su propia mano. T o d o el mundo le aban­

donó entonces, no le quedó sino un cuerpo

de Cretenses, no tanto por afecto á su per­

sona , como por la esperanza de tener parte en

sus tesoros, que este infeliz llevaba siempre

consigo, poniendo en ellos sin cesar los ojos.

D e ciudad en ciudad se retiró Perseo á Sa-

motracia, en donde había un templo muy

respetado, dedicado á Castor y Polux .

A l l í le siguió Evandro, uno de aquellos

que sirvieron á Perseo al principio de su rey-

nado para hacer apedrear á Eumenes , R e y de

Pérgamo. Así é l como su señor temblaban que

los Romanos no respetasen su asilo. Los ha­

bitadores de Halicarnaso, viéndose rodeados de

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DE LA HISTORIA UNIVERSAL. I 2 3

armadas y de exércitos romanos, no estaban me­

nos inquietos sobre la conservación de sus pri­

vilegios. Entre tanto que estaban conferencian­

do se introduxo un joven Romano en la asam­

blea , y les preguntó con ingenuidad : „ ¿Es ver­

dad que la isla de Samotracia es una isla sa­

g r a d a ? " Sin duda, exclamaron á un mismo

tiempo los asistentes. „ ¿ Pero creéis, continuó

e l j o v e n , que quedaría manchada si sirviese

de asilo á un asesino infame ? " Todos dixé-

ron que sí. Ahora b ien , añadió: „ E n vuestro

templo se halla actualmente Evandro con Per-

seo ; " y les contó la historia. Se estremecie­

ron de oiría; y decidieron sobre la marcha: que

salga Evandro del asilo, y vaya á justificarse.

Se vio Perseo muy dudoso con esta resolución.

¿Permitiría Perseo que fuese á justificarse? ¿pe­

ro podia hacerlo sin acusarle á él ? L e aconsejó

pues el R e y , y esto amigablemente, que pri­

mero eligiese quitarse la vida. A Evandro no

le gustó la proposición ; y fingiendo que lo

b a r i a , dixo que mas quería tomar veneno que

morir á hierro. Perseo , rezeloso de que eli­

giese el veneno para dilatarlo, y tal vez pa­

ra cargarle á é l , tomó el mas pronto expe­

diente , y mandó á sus criados que le matasen.

C o n esta atrocidad huyeron quantos po-

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1 2 4 COMPENDIO

dian serle út i les , y se vio rodeado de mise­

rables, solamente propios para hacerle traición.

Se ajustó con un Cretense , capitán de em­

barcación , que se encargó de pasarle á C r e ­

ta con su familia y sus tesoros. Perseo envió

al anochecer lo mas precioso que tenia, y

fue en persona como á media noche á la ri­

bera del mar como se habían convenido; mas

ya el Cretense se habia hecho á la vela. Se

ocultó el infeliz en un pequeño bosque, de

donde envió á decir á Paulo E m i l i o , que él

se le rendía.

L e recibió el Cónsul en su pabellón abier­

to , rodeado de lictores, y de todos los atri­

butos de la grandeza romana. Se presentó el

Príncipe vestido de l u t o , como oprimido con

su desgracia. Después de algunas reprehen­

siones, bastante moderadas, sobre su conducta

para con la república, le dixo : , ,E1 pueblo

romano no es menos célebre por su clemen­

cia que por su valor : esperad, Príncipe, y

aseguraos que no será menos generoso con vos

que con otros muchos Príncipes que se han su­

jetado á su dominación." Estas palabras con­

soladoras se las dixo en griego á Perseo ; y

volviéndose á los Romanos les habló así en

su propia lengua. „ Jóvenes Romanos, ya veis

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DE LA HISTORIA UNIVERSAL. I 1 IJ

la inconstancia de las cosas humanas: aprove­

chaos de la lección que os da un exemplar

tan eficaz. Aprended que no se puede asegu­

rar la prosperidad con la soberbia ni la vio­

lencia , y acordaos que pudiendo cambiarse

nuestra suerte de un instante á otro , no hay

que contar jamas sobre la felicidad presen­

te. E l verdadero valor es el que no se en­

salza en la fortuna, ni se abate en la ad­

versidad."

N o correspondieron las conseqiiencias á las

esperanzas que el Cónsul habia dado. Supo

Perseo que le destinaban para el triunfo de

su vencedor, y envió á suplicar que le ex­

cusase la vergüenza de verse hecho espectá­

culo de los Romanos. „ L a gracia que pide

está en su mano, respondió con frialdad Paulo

Emilio : él mismo se la puede procurar.'' E n

esto le quería decir que era dueño de qui­

tarse la vida. ¡Buena está la indulgencia des­

pués de las promesas y el buen tratamiento

que le habia hecho ! Salió pues en el triun­

fo con dos hijos suyos, Alexandro y F i l ipo ,

y una hija de poca edad , acompañado de los

oficiales de sus casas. Todos bañados los ojos

en lágrimas saludaban al pueblo suplicándole,

y enseñaban á sus jóvenes Príncipes á exten-

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I 2 6 COMPENDIO

der á é l sus manos inocentes. £1 R e y de Ma­

cedonia en trage de luto caminaba solo des­

pués de e l los , y seguido de muchos Macedo-

nios , que en su triste continente manifestaban

las señales del dolor y la desesperación: ade­

mas de los tesoros de Perseo, y los ricos des­

pojos de sus soldados, se vieron los de to­

do el m u n d o , porque los R e y e s de Asia ha­

biendo robado muchas veces la Grec ia , habían

llevado á su tierra las obras mas primorosas

de la industria , y los mas estimados monu­

mentos de las artes. Alexandro los había en­

viado á Macedonia, y ahora Paulo Emilio se

había llevado de todas las ciudades para en­

riquecer á Roma todo lo mas precioso que

tenían. L a suma del dinero que puso en el

tesoro de la república fue tan considerable,

que por muchos años dispensó de la necesidad

de poner impuestos en el pueblo romano. Pa­

sado el triunfo metieron á Perseo en un in­

festado calabozo con los malhechores mas vi­

les destinados al suplicio. Muchos dias se pa­

saron sin darle alimento a l g u n o , y se le pe­

dia á los compañeros de su miseria que quisie­

ron repartir su porción con él . L e ofrecieron

una cuerda y una espada, y no las admitió.

Unos dicen que murió en esta prisión: otros

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DE LA HISTORIA UNIVERSAL. 11J

que le pasaron á otro lugar mas cómodo, en

e l que vivió dos años; pero que no pudien-

do sus guardas sufrir su mal h u m o r , se desen­

frenaron de modo que no le dexaban dormir,

hasta que murió por falta de sueño. Los dos

hijos y la hija que le acompañaron en el triun­

fo eran de corta edad. F i l ipo y la Princesita

murieron, y Alexandro entró por aprendiz

en casa de un carpintero. Después se aplicó

á escribir, y fue oficial y secretario del se­

nado. A l mismo tiempo estaban presos en R o ­

ma G e n c i o , R e y de I l i r ia , con su muger y

sus hijos; pero no los trataban con tanta du­

reza. Por últ imo, las ciudades de Italia y G r e ­

cia sujetas á los Romanos vieron dentro de sus

muros las principales familias macedonias que

tuvieron orden de dexar su pais; y no se sabe

si las conservaron las rentas de los bienes que

las quitaron.

En quanto á la misma Macedonia decla­

ró Paulo Emilio que la hacia l ibre; pero vea­

mos en que consistía esta libertad. D i v i d i ó

e l reyno en quatro gobiernos, prohibió con

rigurosas penas que los habitadores de un

gobierno tuviesen e l menor comercio con los

del otro , les dio nuevas l e y e s , les quitó las

riquezas mas preciosas, intimó á los grandes

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1 2 8 COMPENDIO

la obligación de dexar su patria en llegando á la edad de quince años, y les prohibió be­neficiar las minas mas ricas. D e doscientos ta­lentos que los Macedonios pagaban á sus R e ­yes , el Cónsul romano no exigió mas que ciento para su república; pero aquellos doscien­tos se consumían en el r e y n o , y en é l de-xaban la ut i l idad; y los ciento que se ex­traían todos los años, se perdían para los Ma­cedonios. Esta fue la libertad que les dio el Cónsul . N o hay duda que P e r s e o , hombre odioso y despreciablej merecía castigo; pero sus hijos, su familia, los principales señores ¿por qué? ¿Por qué el pueblo sufrió en sus leyes y costumbres, y se le pusieron trabas en sus correspondencias comerciales, saquea­do metódicamente por Paulo , y del modo atroz que hemos contado ? Ahora pueden ve­nir alabándonos la moderación de la república romana.

Después de Paulo Emilio envió el se­nado sus comisionados con el encargo de dar alguna forma á esta república compuesta de partes incoherentes, porque las ciudades se gobernaban sin conexión alguna entre s í , del mismo modo que los quatro gobiernos. Las guarniciones que habían dexado los Romanos

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DE LA HISTORIA UNIVERSAL. J 2 Q

á título de protección, y al parecer sin de­

recho alguno en el gobierno civil , influían

con la fuerza ó la persuasión en las elecciones

de los magistrados y de otros oficiales civi­

les , y no eran los que se elegían los mas

capaces y honrados , sino los que se mostra­

ban mas afectos al pueblo romano. E l cuer­

po de la nación, realmente esclavizada con

una sombra de libertad , atormentado con la

memoria de su antigua grandeza, suspiraba

por el momento de verse independente, y

solo el gobierno monárquico, administrado con

prudencia, les podia agradar.

E n estas disposiciones vio con gusto pre­

sentarse un pretendiente al trono. Este decía

que era hijo de Perseo, y que le habia te­

nido de una concubina llamada Cir tesa , y le

habia criado en secreto para que quedase al­

gún pimpollo de la familia rea l , en caso de

que él fuese desgraciado en la guerra con­

tra los Romanos. Este falso Príncipe se lla­

maba Andisco, y quando se presentó se pu­

so el nombre de Fi l ipo : igualmente es co­

nocido por ambos nombres. N o le salió bien

su primera tentativa, y se retiró á Siria en

casa de Demetr io Soter , que se habia casa­

do con una heimana de Perseo. A lo que

TOMO I I I . I

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I 3 0 COMPENDIO

parece no tuvo "por suficientes las prue­

bas de su nacimiento , y para no perder la

amistad de los Romanos se le entregó. Es­

tos , bien fuese oprobrio ó bien indiferencia,

l e miraron con desprecio. Andisco se salvó

en Trac ia , juntó algunas tropas, y entró en

M a c e d o n i a , en donde se aumentó su exér-

c i t o , y conquistó el reyno en tan poco tiem­

po como empleó Paulo Emilio en subyugar­

le . La prenda principal de Andisco era una

valentía que ya llegaba á intrepidez, que era

l o que mas agradaba á los Macedonios; y te­

nia por otra parte todos los vicios de Perseo,

crueldad, avaricia, orgullo en la prosperidad,

y baxeza en las desgracias.

Después de haber conseguido algunas

ventajas cayó como Perseo en la impruden­

cia de exponer su corona á la aventura de

una batalla general : la p e r d i ó , le prendie­

ron , y adornó el triunfo de Cecil io Mételo

su vencedor. L a opinión mas probable de es­

te falso F i l i p o , como le llamaban los Ro­

manos , le cuenta con los impostores ; y el

haberle abandonado Demetrio boter, y la re­

solución de este en entregarle á los Roma­

nos parece una prueba que concluye contra

él . Todavía le sucedieron otros dos preten-

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DE LA HISTORIA UNIVERSAL. I 3 I

dientes. E l último tomó también el nombre

de F i l i p o , y halló en el odio de los Traces

contra los Romanos y en el descontento de

los Macedonios recursos que le sostuvieron

por algún tiempo ; mas al fin pereció en una

batalla. Este fue e l último que sublevó los

Macedonios contra sus vencedores con inten­

ción de restablecerlos en su libertad, ó de ha­

cer valer sus derechos á la corona como hijo

de Perseo, ó como descendiente de los anti­

guos Reyes de Macedonia.

Esta l legó á verse provincia romana, y

entonces fue mas feliz que quando era alia­

da. T a l era la conducta de los Romanos: pa­

ra sí eran adoradores de la l ibertad, y para

los otros estaban tan distantes de quererla

que la perseguían: mas como conocían el im­

perio de esta palabra libertad sobre los es­

píritus vulgares , la proclamaban con fausto

en sus conquistas, y al mismo tiempo ponían

tales condiciones y restricciones, que la ha­

cían importuna y peligrosa. Sucedían quere­

llas entre los ciudadanos y entre las ciudades

vecinas y aun tal vez guerras civiles, en las

quales las guarniciones protectoras interponían

su mediación o sus fuerzas. También sobre­

venían defensas ó resistencias que se trataban

í 2

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I 3 2 COMPENDIO

de rebeldías: iban los exercitos romanos, sub­

yugaban el pa ís , y los que eian aliados se

hallaban vasallos. Y a entonces los trataban con

la mayor suavidad : á los que iban á gober­

narlos se les encargaba que les hiciesen ama­

ble el y u g o ; y asi , llamaban muchas veces á

los Procónsules menos hábiles, y castigaban á

los culpados.

E n la misma historia de los Macedonios

hay un exemplar de esta severidad. Se portó

con ellos mal Jul io Silano, hombre de ilustre

nacimiento: dieron quejas de su conducta, to­

da exacciones y crueldades, y mandó el se­

nado á Silano comparecer. Manlio Torquato,

su p a d r e , pidió que se le permitiese juzgar

la causa de su hijo. E l senado, que sabia su

integridad, le concedió esta gracia. Compare­

ce este h i jo , se ve convencido, es condena­

do y arrojado de la casa paterna como infa­

me , y él mismo se ahorcó desesperado. N o

se movió mas su padre quando supo la ca­

tástrofe que si hubiera pasado con un descono­

cido. Hizo abrir las puertas de su casa, y se

entregó á sus ordinarias ocupaciones, mirando

á Silano como si no perteneciera á su familia

desde que se apartó de la virtud. Bien pudiera

Manlio haber sido magnánimo sin ser insensible.

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DE XA HISTORIA UNIVERSAL. I 3 3

Las vicisitudes del reyno de Macedonia

son muy notables. D u r o como setecientos años:

empezó por una colonia de l o s A r g i v o s , que

se formaron un imperio en un centro rodea­

do de bárbaros que poco á poco se fueron

juntando con ellos. L a política de los prime­

ros Reyes en no declararse contra la Persia

los conservó en paz al mismo tiempo que se

abrasaba en guerras la Grecia. D e este mo­

do los tesoros de las ciudades acometidas abun­

daron entre ellos como en un asi lo; y los

Monarcas persianos aumentaron el reyno de

Macedonii para aficionársele mas Muchas ve­

ces turbaron de envidia su paz las repúbli­

cas griegas; pero después Fi l ipo inquietó á

estas repúblicas, y se apoderó del supremo

dominio en la G r e c i a , y esto le sirvió para

facilitar á su hijo la conquista del Asia. M u e r ­

to Alexandro volvió á reducirse la Macedo­

nia á sus primeros límites; y aun se fue es­

trechando con las guerras extrangeras infeli­

ces y con las civi les, hasta que siendo pro­

vincia romana, se quedó este estado en la cor­

ta extensión que habian poseído los Argivos

sus fundadores, tanto que por último ha per­

dido el nombre en manos de los Turcos.

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1 3 4 COMPENDIO

LA ASIA DESPUÉS DE ALEXANDRO.

JBaxo los Seleucidas se llamó Siro-Media.

Los Seleucidas fueron los Reyes suceso­

res de Alexandre , y se llamaron así de Se-

leuco , que fundó en la Siria y la alta Asia

este imperio con el nombre de Siro-Macedo­

nio ( 2 6 8 7 ) . JEra S e l e u c o , hijo de Antioco,

uno de los principales Capitanes de Fi l ipo ,

padre de A l e x a n d r o , y siguió á este Monar­

ca en sus conquistas de Asia ; le hizo co­

mandante en xefe de los elefantes, que era

u n cargo de la mayor consideración en e l

exército. M u e r t o Alexandro le nombraron los

protectores General de la caballería, y des­

pués Gobernador de Babilonia. En esta plaza

pensó en hacerse Soberano como los otros C a ­

pitanes del conquistador: para esto trabajó S e ­

leuco con gran destreza, contemporizando con

los rivales encarnizados entre sí. Descubrió

Antigono su intención, y quiso arrestarle; pe­

ro se salvó en E g i p t o , hasta que volvió con

un pequeño exército á Babilonia. Desde es­

te centro se extendió por la Media, y mien­

tras estaba en estas conquistas, D e m e t r i o , hi-

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DE LA HISTORIA UNIVERSAL. I 3 $

jo de A n t i g o n o , le tomó á Babilonia, y la sa­

queó con inhumanidad. C o n los excesos de

este Principe echaban menos los Babilonios á

S e l e u c o , que los habia tratado siempre con

benignidad. L e llamaron pues, y volvió á sa­

lir para extender sus dominios, á los que ade­

mas de la Media añadió la Bactriana , la

Hircania, y todas las provincias que antes ha­

bia invadido Alexandro. Por estas conquistas

le llamaron Nicanor, que quiere decir ven­cedor. T o m ó el título de R e y de Babilonia

y Media. C o n la jornada de I p s o , en la que

mataron á Antigono , consolidó para siempre

su imperio.

Hasta diez y seis ciudades grandes edifi­

có este Príncipe , las principales son Ant io-

quía en la ribera del Oronte , Seleucia , A p a -

mea, Laodicea, llamadas así por los nombres

de su muger y de sus hi jos: á otras menos

importantes las dio el de otras personas de

su estimación: atención que señala quanto se

complacía este Príncipe en la ternura de su

a m o r , pues deseaba perpetuar la memoria.

F i x ó su habitación en Antioquía sobre el Oron­

te. La elevación del suelo en que corría el

Eufrates fue causa de que sus a g u a s , exten­

diéndose por las llanuras de Babilonia, for-

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I 3 6 C O M P E N D I O

masen lagunas que la hicieron inhabitable, has­

ta que no quedaron mas que los muros En

e l quarto siglo de nuestra era servían de cer­

ca á un parque en donde no habia mas que

fieras. Ahora apenas se pueden distinguir ves­

t ig ios , y aun se disputa en qué sitio existió

Babilonia.

Tenia Seleuco un hijo llamado Antíoco,

al que amaba tiernamente. A este Príncipe

le sobrevino una enfermedad de consunción

sin saberse la causa. Erasistrato , su médicoj

que se había aplicado á conocer las enferme­

dades del alma , talento mas necesario en un

médico que lo que se piensa , descubrió que

la de Antíoco venía de la pa'ion del amor,

c u y o objeto era su madrastra Estratonice, la

muger mas hermosa de su tiempo. Así se lo

confesó el enfermo, diciéndole que siendo in­

útiles todos sus esfuerzos para sanar de su

amor , estaba determinado á morir. Erasístra-

to entro á ver al R.ey , y le dixo : , .Que el

mal de Antíoco no era mas que amor 5 pero

que no tenia remedio . pues era igualmente

imposible gozar del objeto amado y vivir sin

él." ¿Cómo qne es imposible poseer el ob­

jeto amado? respondió el R e y . ¿Quién es este?

M i esposa, respondió Erasístiato j y á la ver-

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D E T A H I S T O R I A U N I V E R S A ! . I 37

dad no me veo con ánimo de cederla. ¿Pues

q u é , replico S e l e u c o , mi querido Erasístrato,

tendrás corazón para ver morir un hijo que

es mi única esperanza, negándole tu muger?

¿ Q u é afecto es el que me tienes? E l medi­

co repl icó: S u p o n e d , Señor, que el Príncipe

amase con pasión á Estratonice: ¿ se la cede-

riais ? ¿ tomaríais para vos el consejo que

dais? ¡ O dioses! exclamó el padre. Si yo pu­

diera comprar la vida de mi hijo con el sa­

crificio de Estratonice, al punto la cedería con

todo mi imperio por una vida tan amable.

Entonces Erasístrato tomándole la palabra,

le dixo : „ Solo vos podéis salvar á Antío-

co , porque el objeto de su amor es Estra­

tonice." Nada se detuvo Seleuco, al momen­

to le cedió su muger. ¿Pero le hubiera ce­

dido su amiga?

Y a solo habían quedado Seleuco y L i -

símaco de treinta y seis Capitanes de A l e -

xandro ( 2 7 1 9 ) . Los bellos restos de aquel

vasto imperio que poseían no les parecieron su­

ficientes, y así aspiraron á quitarse unos á otros

porciones ; que si las hubiesen abandonado á

sus poseedores, hubieran tenido una vejez pa­

cífica ; pero la ambición los armo unos con­

tra otros hasta la muerte. Li&írnaco pereció

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I38 COMPENDIO

en una batalla : Seleuco le sobrevivió poco,

asesinado por Tolomeo C e r a u n o , al que que­

ría señalar en Macedonia un pequeño estado.

Este Monarca se distinguió entre todos los

R e y e s de su siglo no solo por sus prendas

guerreras, sino por su amor á la justicia, por

su clemencia, y por su respeto á las cere­

monias de su religión. Era amante de las be­

llas letras , y animó mucho á los sabios. L a

soberbia biblioteca que Xerxes habia quita­

do á los Atenienses se la envió á estos Se­

leuco , y decia : „ S i los hombres supieran

quan penosas son las obligaciones de una co­

rona , ninguno habria tan necio que la acep­

tase , ni aun la quisiese recoger hallándola

en el suelo y á sus pies."

En tiempo de Antíoco Soter , su suce­

sor ( 2 7 8 5 ) , los Gaulas llamados por Nico-

m e d e s , R e y de Bitinia , entraron en Asia , y

formaron un estado que llamaron Galo-Grecia

ó Galacia. Setecientos años después, según di­

ce un autor contemporáneo , se hablaba to­

davía en aquellos paises la misma lengua que

en las cercanías de Tréveris . E l R e y de Si­

ria tuvo pesadumbres domésticas: se le su­

blevó uno de sus hijos, y fue castigado con

la muerte. N o se sabe si la causa de su re-

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DE I-A HISTORIA UNIVERSAL. I 3 9

belion fue la predilección del padre en el h i ­

jo de Estratónice que nombró por su sucesor.

Este subiendo al trono tomó el nombre de

T e o s , que quiere decir dios. Es verdad que

ya le habian tenido su padre, su abuelo y sus

m u g e r e s ; pero á lo menos fue después de

su muerte. E n su reynado vivió Beroso, His­

toriador de Babilonia, que le dedicó su obra.

E l amor y sus furores ocasionaron la guer­

ra entre Antíoco y Tolomeo Fi lade l fo , R e y

de Egipto. M a g o , R e y de Cirene y de L i ­

bia , habia prometido al hijo del Egipcio á

Berenice y sus estados en dote. M u r i ó , y

Aparnea, su viuda , no quiso cumplir una

obligación que se habia contraído á pesar

suyo : llamó pues para su hija á Demetrio ,

hermano de un R e y de Macedonia. Este Prín­

cipe , que era el hombre mas hermoso de su

tiempo , agradó á la viuda , y esta resolvió

tomarle por esposo en perjuicio de Bereni­

ce. Asegurado del corazón de la madre , no

puso mucha atención en la h i ja , y manifes­

tó poco respeto á los cortesanos y ministros.

Todos resolvieron deshacerse de é l , y la mis­

ma Berenice llevó los conjurados al quarto

de su madre en donde mataron á Demetrio,

á pesar de los esfuerzos de la Reyna , que

#1

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I40 C O M P E N D I O

le cubría con su cuerpo por ampararle con­

tra los golpes de los asesinos. Berenice fue

á concluir su casamiento, y el R e y de Egip­

to se apoderó de su dote. Apamea se retiró

con Antíoco T e o s , y le excito á que no de-

xase en manos de su yerno los estados que

Berenice habia llevado en dote.

D e aquí se originó una furiosa guerra,

aunque suspendida por la parte de Antíoco

con el motivo de la sublevación de los Par­

tos y Bactrianos ( 2 7 4 1 ) : los primeros baxo

la conducta de Arsaces , señor joven del

pais: los segundos baxo de Teodoto , su Go­

bernador por el R e y de Siria. E l aprieto en

que le pusieron los rebeldes le forzó á una

paz sellada con un casamiento , pero con fu­

nestas conseqiiencias. Tenia dos hijos de Lao-

dicea su esposa y su hermana. N o obstante

se sujetó á repudiarla por casarse con Bere­

nice , hija del R e y de E g i p t o , que traia al

matrimonio grandes riquezas. Mientras el pa­

dre vivió miró con estimación Antíoco á su

hi ja, tan amada de Tolomeo , que la envia­

ba hasta Antioquía agua del Ni lo que se

creia convenir á su salud. Por desgracia de

Berenice murió Tolomeo dos años después de

haber casado su hija. A l punto la repudió

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D E L A H I S T O R I A . U N I V E R S A L . 1 4 1

Antíoco, y volvió á tomar á Laodicea. Entró

esta en la corte con sus hijos, Se leuco , An­

tíoco y Haxiarax, con la firme resolución de

no experimentar otra vez la inconstancia de

su marido, y tomo un medio bien seguro, que

fue el de darle veneno. T o d o estaba ya pre­

visto para que su delito fuese útil. Hizo po­

ner en la cama del difunto á un tal A l t e -

m o n , semejante perfectamente al R e y en e l

rostro y en la voz. E l impostor encomendaba

á los señores que iban á visitarle el cuidado

de Laodicea y sus hijos: procuró también que

en nombre de su marido, al que el pueblo

contaba por v ivo , se hiciese una proclamación

en la que S e l e u c o , su hijo mayor , se nom­

braba por sucesor de la corona.

Berenice se ausentó y fue á D a f n e , l u ­

gar delicioso casi á las puertas de Antioquía,

en donde habia un templo de Apolo respe­

tado por inviolable , llevarído consigo un hi­

jo de pecho ( 2 7 7 0 ) . L a cruel Laodicea no

tuvo mas atención para con la inocencia de

su rival que la que habia tenido á los sa­

grados lazos de Himeneo, y así la hizo qui­

tar la vida á ella y al niño. Acudió el R e y

de Egipto á la cabeza de un exército , y

aunque l legó tarde para impedir la muerte,

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14% COMPENDIO

no para castigar á Laodicea quitándola la vi­

da. Seleuco y A n t í o c o , dignos hijos de esta

f u r i a , casi todo el tiempo que vivieron se

estuvieron disputando el trono ocupándole al­

ternativamente, hasta que por una circunstan­

cia notable murieron ambos entre cadenas:

Antíoco en E g i p t o , quando iba á escapar de

la prisión; y Seleuco cautivo de Arsaces, R e y

de los Partos. L e dieron, por ironia, el sobre­

nombre de Calínico el astuto, porque nada le

salia bien. A Antíoco le llamaron Y e r a s , ó

e l M i l a n o , porque toda especie de presa la

apetecía. S e l e u c o , hijo de Cal ínico, se llamó

por antífrasi C e r a u n o , que quiere decir ra­

y o , porque tan débil era en el cuerpo co­

mo en el entendimiento. Solo reynó tres

años, y en tan corto espacio fue el objeto

de los pérfidos esfuerzos de una conjuración

que estuvo ya para derribarle del t rono, y

se sostuvo con los consejos de un primo su­

y o hijo de Andrómaco, hermano de su ma­

dre. Pero este pariente fiel, llamado Aca-

c o , no le pudo librar del veneno , aunque

castigó á los culpados. L e ofrecieron la co­

rona con perjuicio del hermano del difunto

R e y , mas no la admitió, y aplicó su cuida­

do á asegurarla para Ant íoco , joven de cator-

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DE LA HISTORIA UNIVERSAL. I43

ce años, á quien tomó baxo su tutela.

Este Príncipe, á quien la historia da eí

nombre de Grande ( 2 7 7 5 ) , t a n t o l e P u e ~

de merecer por sus bellas acciones como por

sus y e r r o s , tanto por sus prosperidades co­

mo por sus desgracias. Entre estas se puede

contar la ciega confianza que por largo t iem­

po hizo de Hermias , Ministro de su padre

Cerauno. Hermias era obstinado, envidioso

de un favor exclusivo, cruel , imperioso, ene­

migo de quantos talentos pudieran ofuscar e l

s u y o : no sufria contradicción ni advertencia;

pero era en supremo grado hábil en el arte

de cautivar el espíritu de su señor.

E n las disposiciones que hizo al princi­

pio del reynado se encargó Acaco de las

provincias del Asia menor : envió á Molón

á la Medía por Gobernador, y á Alexandro á

Persia, dos hermanos y hábiles Generales. Epí-

genes , tan experimentado como e l l o s , hom­

bre de juicio profundo , y de una probi­

dad intacta, se quedó con el joven Monarca

por comandante del exército , aplicado á su

persona. Estas bellas calidades le atraxéron el

odio y la envidia de Hermias. También se

cree que la altivez y vexaciones del Minis­

tro provocaron la sublevación de Molón y

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1 4 4 C O M P E N D I O

A'.exandro , la que rompió á tiempo que An~

tíoco entraba en guerra con Tolomeo t i ' . o -

paror , R e y de Egipto. Parecía lo mas pru­

dente sujetar los rebeldes, y pacificar su rey-

no antes de atacar al de otro. Este era el

pensamiento de Epigenes, y por lo mismo no

fue Hermias de esta opinión. D i x o que no

debia Anticco mediise con los sublevados, que

este cargo solo convenia á su Teniente , y que

el R e y solo con Reyes d.bia pelear. Esta

fanfarronada venció sobre las buenas razones

de Epígenes , y aun tuvo el Ministro hi;bi­

lí J ad para dar á la perseverancia de Epíge­

nes en su parecer, un barniz de colusión con

los culpados. D e x r n d o pues Antíoco á su T e ­

niente para que obrase contra los rebeldes,

fue él en persona á atr.car al R e y de Egip­

to ; pero este no se dignó de oponerle sino

sus Tenientes Generales , los que no le de-

xáron acercarse á las fronteras.

Durante esta vergonzosa expedición se

fortificaron los rebeldes, y ganaron una bata­

lla. Se controverrio otra vez en el consejo

si el R e y debia ir contra ellos en persona,

ó continuar en atormentar á Egipto. Hermias

y Epígenes fueron en esta disputa de con­

trario paiecer : prevaleció el de Epígenes,

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DE LA HISTORIA UNIVERSAL. I45

mas no tardó Hermias en vengarse de la pre­

ferencia. L a inútil expedición contra Egipto

habia agotado el tesoro , y quando se trató

de marchar no habia dinero: murmuraron las

tropas, y se halló el R e y en grande estre­

cho. Entonces Hermias le ofreció pagar el

exército con su propio dinero, si quería des­

pedir á Epígenes. A esta insolente proposi­

ción la dio color con el pretexto de que des­

pués de la disensión que habian tenido ja­

mas podrían concordarse , y los negocios lo

padecerían. C o n grande sentimiento suyo de-

xó Antíoco á Epígenes en A p a m e a , con or­

den de no salir de allí. N o se contentó Her­

mias con el simple arresto, y después de la

partida del R e y hizo llevar á Epígenes á la

ciudadela, cuyo Gobernador estaba á su dis­

posición. L e encargó que buscase algún de­

lito contra su prisionero. Suponer cartas de

inteligencia con los rebeldes , acusarle á su

tribunal, condenarle y executar el castigo fue

para el Gobernador negocio de un dia, y pa­

ra Hermias fue el de un instante conseguir

la aprobación del R e y .

Antíoco batió á los rebeldes: Molón se

mató después de una batalla desgraciada: un

hermano s u y o , llamado M o l o , se escapó, y

TOMO III, K.

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I/j,6 COMPENDIO

l levó á A lexandro , también hermano suyo , la

noticia de la derrota. Viéndose sin recurso»

quitaron la vida primero á su madre , después

á sus hijos y mugeres , y en fin á sí mismos.

Estas crueles tragedias eran muy comunes en

Asia , en donde el vencedor no perdonaba á

persona alguna de la familia de los venci­

dos para que no quedasen vengadores, y re­

miendo que esta destrucción se hiciese en­

tre muchos tormentos, elegían mas bien los

infelices exterminarse á sí mismos. A las pro­

vincias que Antíoco acababa de reconquistar

pensó añadir la Media , rey no limítrofe, ha­

bitado de pueblos belicosos. A l principio se

opuso Hermias á esta expedición , en la que

podia perecer el R e y , de quien tenia toda

su autoridad ; mas sabiendo que la Reyna

acababa de parir un hijo, apresuró vivamen­

te al R e y para que emprendiera la guerra,

esperando que muriendo en ella le nombra­

ría á él por tutor del nuevo Príncipe. A q u í

le engañó la esperanza, porque las preten­

siones ambiciosas de Antíoco se reduxéron á

un tratado de p a z , que el R e y invadido, de­

bilitado con la edad, prefirió al riesgo de las

hostilidades.

Hermias reynaba siempre con tan inso-

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Page 171:  · Icaria, cuyo nombre se deriva de Icaro, ... se cuenta la aventura siguiente. ... y así era el lugar adonde los Empe

DE LA HISTORIA UNIVERSAL. I47

lente despotismo , que hasta con su Señor le

exercia. L e sucedió algunas veces hablar á An-

tíoco en un tono muy distante del respeto.

Estos modales habían suscitado en el espíri­

tu del R e y desconfianzas contra su Ministro,

mas no se atrevía á declararse con nadie. Para

el R e y fue algún alivio que Apolófanes , su

médico , diese algunos pasos , hasta ponerle

en el caso de explicarse. Reconoció con él la

obstinación, la crueldad y el orgullo de Her-

mias, y ademas de esto hizo Apolófanes que

advirtiese el R e y que era exponer su per­

sona dar tanta autoridad á semejante Minis­

tro. N o fue necesario mas para resolver su

perdición. L e l levó Antíoco á un parage se­

parado , y le hizo asesinar por medio de sus

guardias. Toda la Siria manifestó con su muer­

te una alegría extremada. Quando l l egó la

noticia á Apamea corrieron furiosos los habita­

dores á la casa en que habitaba su m u g e r , y

allí la apedrearon con todos sus hijos.

Uno de los mayores delitos de Hermias

fue haber hecho culpado á A q u e o , y cruel

á Antíoco. Porque A q u e o , fiel á su pupilo

á quien había procurado el imperio, se apli­

có á hacer floreciente su gobierno del Asía

menor, y emprendió expediciones muy feli-

K. 2

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I48 C O M P E N D I O

e e s contra los vecinos usurpadores , y estas

mismas felicidades excitaron la envidia de Her-

mias. Emprendió este la perdición de Aqueo

en e l espíritu de A n t í o c o , suponiendo miras

ambiciosas y conexiones de liga con T o l o -

meo : delito irremisible para el R e y de Si­

ria , siempre enemigo de Egipto. Supo A q u e o

que se daba crédito á la calumnia; y le pa­

reció que los enredos del Ministro exigían las

mas grandes precauciones para asegurar su

v i d a , y para esto no halló mejor medio que

tomar la corona que antes habia rehusado, y

se hizo proclamar R e y de Asia.

D e este modo lo que era supuesto l l e ­

g ó á ser realidad ( 2 7 8 2 ) . Aqueo hizo liga

con T o l o m e o , que era el que le podia sos­

tener , y se vio Antíoco con una guerra de

importancia sobre sí. L e ayudó poderosamen­

te Teodoto de E t o l i a , á quien las intrigas

de la corte habían precisado á dexar el go­

bierno de Celesiria que tenia de Tolomeo,

y entrar en el exército de Antíoco. Este era

no solamente hombre de consejo , sino de

execucion, como se ve por el siguiente ras­

go . C o m o estaba habituado á la lengua y

costumbres egipcias, le vino la idea de ven­

garse contra e l R e y de Egipto hasta de las

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DE LA HISTORIA UNIVERSAL. I 4 9

injusticias experimentadas de parte de su mi­

nisterio. Se introduxo una noche en el cam­

po acompañado de solos dos soldados, y l le­

gó hasta la tienda del R e y . Por fortuna ha­

bía salido Tolomeo ; y no hallándole T e o -

doto , quiso dexar á lo menos señales de su

atrevimiento. Mató á su médico, é hirió pe­

ligrosamente á otras dos personas. Esta acción

intrépida asustó á todo el exérci to , y á fa­

vor de esta turbación se retiró Teodoto sano

y salvo.

L a batalla de R a c i a , en la que Ant ío-

co sufrió grandísima pérdida, debia arrastrar

la de toda, la Sir ia , si el negocio le mane­

jara un Príncipe menos indolente , y menos

entregado á los placeres que el Monarca

Egipcio. Parece que no quiso este ni pre­

tendió de la victoria mas que el triunfo.

Después de haber paseado sus laureles en

muchas provincias que se le sujetaron, entre

otras Palestina, hasta llegar á Jerusalen, c u ­

y o templo visitó, ansioso de entregarse á la

molicie en su palacio , concedió á Antíoco

una paz ventajosa, que fue u n golpe mor­

tal para e l infeliz Aqueo . T u v o su antiguo

pupilo el tiempo y los medios que quiso

para perseguirle , y así le obligó á enccr-

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I ^ O COMPENDIO

rarse en la ciudadela de Sardis, de donde le

sacó una traición hábilmente urdida por tres

Cretenses, Estos le entregaron por dinero:

Antíoco le vio, dexó correr algunas lágrimas,

y mandó cortarle la cabeza. Se aplicó des­

pués á restablecer el imperio de Siria en su

antiguo esplendor : arrojó de la Media á los

Partos: los persiguió en su pa is : obligó á

su R e y Arsaces á huir hasta Hircania, cuya ca­

pital tomó, y le concedió la paz. D e allí pasó

á la Bactriana, y la hubiera reunido á su im­

perio á no haberle parecido mejor dexar-

la baxo la dominación de un R e y , para

que le sirviese de barrera contra las insur­

recciones de los Escitas. En estas guerras, que

duraron siete años, mostró Antíoco tanta in­

teligencia como valor. En ellas fue herido,

hizo marchas trabajosas á la cabeza de su

excrc i to , sufrió como sus soldados el hambre,

la sed , los fríos penetrantes de las montañas

de Armenia , y el calor sofocante de los de­

siertos. Por esta expedición, que debe po­

nerle en el número de los famosos guerre­

ros , consiguió el nombre de Grande , y le

hubiera conservado con gloria hasta el fin de

su vida á no haber emprendido una guerra

contra los Romanos.

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BE 1.A HISTORIA UNIVERSAL. I 5 I

Esta guerra parece fue justa de parte de

la república ( 2 7 9 7 ) . A l principio los R o ­

manos solo fueron en ella protectores, pri­

mero del hijo de Tolomeo Filopator , niño

de poca edad , cuyos estados quería invadir

Ant íoco , aliándose para esta injusticia con F i -

l ipo, R e y de Macedonia: después fueron pro­

tectores de las ciudades libres de la Asia me­

nor , y sobre todo del reyno de Pergamo, que

e l R e y de Siria codiciaba. La primer conquis­

ta que se propuso fue la de la Tracia ; y los

Romanos pretendían que era suya como de­

pendiente de la Macedonia, y como reinte­

gración de los gastos de la guerra contra F i -

lipo. Antíoco fundaba su derecho en la con­

quista de esta provincia por Seleuco su bis­

abuelo, contra Lisimaco, uno de los suceso­

res de A l e x a n d r e Si los unos y los otros

hubieran querido hablar claramente sin enre­

darse en altivos discursos que se admiran,

aunque en el fondo no pasan de disputas de

arrogancia , hubiera dicho Antíoco : Y o necesi­

to la Tracia para llegar á Grecia , y asegurar

el imperio que pretendo establecer á mi gus­

to ; los Romanos hubieran respondido : „ T ú

podrías desde Grecia avanzar á la Italia , y

así no sufriremos que pongas e l pie en E u -

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I J t COMPENDIO

r o p a . " Este era en dos palabras el motivo

de la guerra que proporcionó á los Roma­

nos la entrada en Asia, y con el tiempo los

l l e v ó por aquel vasto pais mucho mas le­

jos de lo que habían pensado.

L a guerra de Egipto se suspendió ó se

concluyó con una promesa de matrimonio en­

tre dos muchachos de quatro á cinco años,

e l pequeño Tolomeo y una niña de Antío-

co. L a menor edad del Príncipe se vio tur­

bada con la sublevación de Escopas Eto-

lio. D e simple xefe de las tropas auxiliares

aspiró al trono; pero se le previno en tiem­

po , y fue castigado, D i c e a r c o , uno de los prin­

cipales cómplices, no conocía la buena fe ni

e l pudor , y se gloriaba de esto. Habiéndole

puesto F i l i p o , R e y de Macedonia, á la ca­

beza de una expedición contraria á un trata­

do solemne , hizo levantar dos altares á la

injusticia y á la impiedad ; ofreció sacrifi­

cios á la una y á la otra, y así adoraba pú*

blicamente las diosas que tenia en su co­

razón.

A n t í o c o , que había suspendido la guer­

ra de Egipto ( 2 8 0 4 ) , hubiera tal vez dife­

rido la que meditaba contra los Romanos, si

Aníbal no hubiese fixado su incertidumbre.

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DE LA HISTORIA UNIVERSAL. I 5 3

Este gran G e n e r a l , arrojado de los restos de

Cartago por el odio de R o m a , se refugió á

la corte de Siria. Advir t ió á Antíoco los ar­

dides del senado, y le hizo ver que los R o ­

manos no intentaban mas que divertirle con

embaxadas: que todas sus proposiciones eran

capciosas, y que nunca se separarían del par­

tido que una vez habían tomado de oponerse

á sus armas y sujetarle á sus leyes. Bien lo

conocía Ant íoco , y hacia grandes preparati­

vos : solo dudaba sobre e l modo y tiempo de

emplearlos.

Pero aquel A n i b a l , que tanto conocía las

astucias romanas, se dexó burlar de sus em-

baxadores. Fueron estos á verse con él en

Efeso, donde esperaba al R e y para decidir

sobre la g u e r r a : le trataron de todos mo­

dos con grande cortesanía y señales de defe­

rencia : se quejaron amigablemente del odio

arraigado que conservaba contra la república:

le dixéron que los Romanos pensaban de él

m u y distintamente : que nunca en Roma se

pronunciaba su nombre sino con el mayor

respeto y excesiva admiración, y que su prin­

cipal deseo era qUe se ofreciese ocasión de

obligarle. Estas lisonjas lograron su efecto; y

A n i b a l , bebiendo con gusto el veneno de los

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I $ 4 COMPENDIO

e log ios , buscaba con ansia á los que se le da­

ban. Se gloriaba de sus continuas visitas; y

para no perder un instante de tan dulces con­

versaciones , les dio un quarto en su misma

casa. Sucedió lo que los pérfidos querian y

tenian previsto , porque Antíoco entró en sos­

pecha : creyó que el Cartaginés estaba reconci­

liado con los Romanos, y le quitó su confianza.

Aníbal conoció su y e r r o , y con gran tra­

bajo abrió para con el R e y un paso que le

cerraban la envidia y los enredos de los em-

baxadores. ,, Príncipe , le d i x o , desde la edad

de nueve años tengo jurado sobre los altares,

en manos de mi padre A m i l c a r , no entrar

jamas en alianza con los Romanos, y aborre­

cerlos hasta la muerte. E l deseo de cumplir

un empeño tan solemne y de concurrir á su

ruina me hizo dexar á Cartago , y venir á

Siria. Si os dignáis de que yo ofrezca mi bra­

zo , iré á todos los lugares en donde hay ar­

mas y soldados, y suscitaré enemigos á R o ­

ma : yo la aborrezco tanto como ella me abor­

rece. Si insistís en declararla la guerra , no

tenéis mayor amigo que A n í b a l ; pero si os

„ inclináis á la p a z , nada esperéis de m í : yo

no respiro mas que guerra ; y si no la puedo

fomentar a q u í , iré por donde pueda encen-

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PE LA HISTORIA UNIVERSAL. I 5 £

der sus fuegos." E m p e z ó después á explicar

el modo de hacerla. „ E n donde los podéis

combatir con felicidad no es en G r e c i a , sino

en Italia. A l l í encontrareis naciones enteras

que impacientes con su y u g o alimentarán vues­

tros exércitos. Os lisonjeáis de que les será

difícil transportar al Oriente sus legiones; p e ­

ro ellos saben vencer los obstáculos, y dentro

de poco los veréis inundar vuestro reyno co­

mo un torrente quando rompe los diques. L o

que aquí os digo en particular, lo sostendré

si es necesario en presencia de toda vuestra

corte. N o me pertenece á mí mostrar á vues­

tros Generales cómo se debe hacer la guer­

ra á los Romanos. Siempre me hallaron in­

vencible estos republicanos mientras yo los

combada en Italia ; pero tuvo Cartago la im­

prudencia de llamarme á la Áfr ica , y me vi

en precisión de rendirme á un vencedor que

no se atrevia á hacerme cara en Italia. Seguid

mis consejos: llevad vuestras tropas al mismo

pais de los Romanos, y contened en su fuen­

te la inundación que os amenaza." T r a z ó des­

pués Aníbal un plan de ataque combinado

con los G a u l a s , los Cartagineses, sus aliados

de Áfr ica , y las ciudades griegas desconten­

tas , que el enemigo de los Romanos se pro-

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t $6 C O M P E N D I O

ponia poner en movimiento. Co locó los exer-

citos y las armadas: fixó los puntos de apo­

y o , y explicó una invasión general , que sin

duda hubiera estrechado mucho á los Roma­

nos si la hubieran adoptado toda entera, y da­

do principio con celeridad á las operaciones.

Pero Ántíoco ( 2 8 0 8 ) dio lugar á que

se le anticipasen. A la edad de cincuenta años

se enamoró de una hermosa calcidiana , y se

divirtió con el motivo de las bodas; y mien­

tras se olvidaba en los placeres, el Cónsul

Ac i l io forzó el paso de Termopi las , le ganó

una batalla , y le obligó á volverse al Asia.

Poco tiempo después le derrotaron la armada,

y entonces la tierra y el mar igualmente abrie­

ron el camino libre á los Romanos. E l R e y

de Siria creyó retardarlos con sus excursio­

nes y correrías al pais de sus aliados, y en­

tre otros el del R e y de P é r g a m o , cuyos es­

tados saqueó; pero ellos no se dexáron enga­

ñar , y continuaron siempre su camino dere­

cho á él . A n d u v o muy inquieto suscitándo­

les enemigos, y decía á Prusias, R e y de Bi-

tinia: Estos despóticos republicanos son los mas

terribles enemigos de los Monarcas, y á to­

dos los quieren derribar de sus tronos. D a n d o

color á su injusticia con el pretexto especio-

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DE LA HISTORIA UNIVERSAL. 1 ^ 7

so de dar á los pueblos la libertad, los empe­

ñan en sublevarse contra sus legítimos Sobe­

ranos. Después de haber sujetado la Tracia y

la Macedonia vienen á atacarme á m í ; y si y o

no tengo la fuerza suficiente para resistirles,

esperad que los veréis entrar en la Bit inia."

Este discurso era justo y fundado en la expe­

riencia ; pero Antíoco se iba retirando, y los

Romanos siempre avanzando : á estos dio P r u -

sías la preferencia , y aceptó su alianza.

Ant íoco, desesperado de ver que se mul­

tiplicaban sus derrotas, no sabia qué partido

tomar, y decia en su dolor : „ Y o no sé qué

dios ha echado un velo sobre mis ojos: e l

éxito de mis designios siempre es funesto: el

cielo se obstina en perseguirme , y todo me

presagia una próxima ruina." Entonces tenia

contra sí á los dos Escipiones: el Africano se

había alistado gustoso baxo su hermano menor

para una guerra en que habia de tener á Aní­

bal por contrario; pero tan gran General no

gozaba de la perfecta confianza de Antíoco,

y nunca este le proporcionó medirse con ar­

mas iguales contra su antiguo rival. Todas las

predicciones del Cartaginés se realizaban, y los

Romanos, que hubiera sido preciso contener

en su misma casa, pasaron el Helesponto, y se

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I 5 8 C O M P E N D I O

hallaron en e l Asia. Antíoco perdió el color

con el susto de verse ya para ser acometido

en el centro de sus estados, y expuesto á aven­

turar la suerte en una batalla.

Fuese política ( 2 8 0 9 ) , ó fuese la bon­

dad que le era muy natural , había tratado

con mucha atención y cuidado al hijo de Es-

cipion el mayor , que todavía era joven , á

quien su padre se vio precisado á dexarle en­

fermo en una ciudad que después cayó en las

manos de Antíoco. Sabiendo que el padre es­

taba en cama por una indisposición, le envió

su joven prisionero; y la presencia de un hi­

jo tan querido dio la salud al Africano. H a ­

bía acompañado al R e y su presente con pro­

posiciones de paz ; pero Escipion no las ha­

l ló aceptables. INO obstante, le envió á decir

qi-e lo que por entonces le podia aconsejar

era que no pensase en dar la batalla hasta

que él en persona llegase al campo. Sin du­

da se sentía con alguna compasión hacia este

Pr íncipe , y se lisonjeaba de poder , sin per­

juicio de los intereses de los Romanos, pro­

porcionar al R e y alguna composición. Pero e l

otro Escipion temiendo que si esperaba á su

hermano se llevase este toda la gloria de la

conquista de A s i a , presento la batalla en la

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DE LA HISTORIA UNIVERSAL. I g O .

llanura de Magnesia. L a aceptó A n t í o c o ; y

su exérci to , aunque infinitamente mas nume­

roso , fue derrotado enteramente. Escipion el joven no debió la victoria tanto á su habili­

dad y sus esfuerzos como á los de Eumenes,

R e y de P é r g a m o , cuyo reyno Antíoco ha­

bía asolado; y así combatió como enemigo

que se v e n g a , y los Romanos como ven­

cedores soberbios con sus antiguos triunfos.

Hallaron en los Asiáticos soldados dignos de

oponerse á los Romanos; pero estos debie­ron la ventaja á su exacta disciplina. E l sa­

queo del campo, tal vez el mas rico que se

había visto , dexó poderoso al exército triun­

fante ; y el botín sacado de las ciudades, que

se rendían á porfía, formó una masa de teso­

ros tan grande , que la misma Roma se vio como sobrecargada, y así dice uno de sus poe­

tas : „ E 1 luxo adornado con los despojos de

Asia entró en Roma triunfando, y arrastran­

do tras sí todos los vicios. Mas daño hizo á

los Romanos que la guerra mas c r u e l , y ven­

gó él solo al universo conquistado."

E l infeliz Antíoco se vio precisado á fir­

mar un tratado, que puede ser no haya ha­

bido otro de mas abatimiento entre quantos

se han impuesto á una potencia grande. Se

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I Ó O COMPENDIO

le exig ió que ademas de renunciar á sus dere­

chos , entregase los elefantes, las galeras, las

naves con toda la chusma, diez proscriptos,

uno de los quales habia de ser A n í b a l : vein­

te rehenes de diez y ocho á quarenta y cinco

años, los que los Romanos el igiesen, y entre

estos su propio hijo : quinientas quarenta mil

medidas de trigo : quince mil talentos repar­

tidos en doce años como un tr ibuto; pero los

dos mil quinientos de contado por los gastos

de la guerra. También se puso término á su

navegación , al número de sus tropas, á sus

relaciones con los vecinos y á sus alianzas.

A todo se sujetó Antíoco, dexó tomar sus na­

v e s , y asistió al sacrificio que debia poner el

sello al tratado. E l rito de esta ceremonia era

este: cada uno de los contratantes heria una

víct ima, y decia : „ Si yo violare el tratado,

Júpiter me hiera como yo doy el golpe á

esta víctima."

Desde entonces Antíoco anduvo errante

por su reyno , pasando de ciudad en ciudad

como si temiera fixar, si se detenia en alguna

parte , los vestigios de su vergüenza. Se dice

que el fin principal de andar así fue juntar

la primera suma de dinero que debia á los

Romanos. También se cree que se ocultó de-

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DE L A H I S T O R I A U N I V E R S A L . l 6 l

tras del monte T a u r o en unos países delicio­

sos que allí h a y , para entregarse libremente

á toda suerte de excesos : recurso infame, pe­

ro muy ordinario en una vejez desgraciada.

Si allí le mataron sus propios oficiales , á los

que un dia habia maltratado después de be­

ber con exceso, ó si le quitó la vida el pue­

blo irritado, viéndole llevar los tesoros de sus

templos para pagar á los Romanos, es lo que

hasta ahora no se sabe. Este Antíoco el Gran­

de acabó como aquellos ríos que después de

haber corrido magestuosos se pierden ignomi­

niosamente al fin en las arenas.

Seleuco Filopator ( 2 8 1 2 ) , hijo y suce­

sor de Ant íoco, casi imposibilitado para dar e l

tributo que su padre habia prometido , pasó

casi todo su reynado en buscar dinero ; y así

la santa Escritura le llama el Colector. E n su

tiempo sucedió la aventura de Hel iodoro, T e ­

sorero del R e y de Siria. L e envió este á to­

mar las cantidades considerables que decian

que habia en el templo de Jerusalen. Pero

un poder celestial le rechazó; y molido con

los azotes que le dieron los ángeles , se volv ió

sin él. „ S i tenéis, le dixo al R e y , algún

enemigo , enviadle allá seguro de no volver­

le á ver ; porque el que habita en el cielo

TOMO I I I . L

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I 6 2 C O M P E N D I O

se ha declarado defensor del templo contra to­

do temerario que se atreva á profanarle. E s ­

te mismo Hel iodoro , castigado por sacrilego,

no temió exponerse de nuevo á la venganza

del cielo por un homicidio. D i o veneno á S e -

leuco con el fin de usurparle la corona, y tal

v e z se la hubiera ceñido á no haber l legado

A n t í o c o , hermano del difunto.

A este Antíoco ( 2 8 2 3 ) le habia dado

su padre en rehenes á los Romanos. Se le p i ­

dió su hermano entregándoles en cambio su

hijo Demetrio. Supo al volver qual era e l

delito de Heliodoro y sus proyectos: también

le informaron de que tendria un concurrente

en Tolomeo , R e y de E g i p t o , sobrino del di­

funto R e y . Por fortuna Eumenes , R e y de

P é r g a m o , le proveyó de un exército, le lle­

v ó por sí mismo á Asia , y le colocó en el

t rono , aunque por la ley de la sucesión es­

taba reservado para Demetrio.

D e este nuevo Rey hacen los historiadores

un retrato extraño. Gustaba , dicen, de recor­

rer las calles de Antioquía con dos ó tres cria­

dos : pasaba los dias enteros en las tiendas de

grabadores y plateros , entreteniéndose en e l

exercicio de su arte , porque creia saberle me­

jor que ellos. Si encontraba corrillos de gente

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D E L A H I S T O R I A U N I V E R S A L . 1 6 3

popular se introducía en conversación con ellos:

bebia con los vasallos mas desconocidos, y en­

traba en las partidas de diversión de los jó­

venes, danzando y cantando sin respeto a lgu­

no á su misma dignidad. Estas eran culpas

contra la decencia : ved aquí las ridiculas: le

veían algunas veces vestido á la romana ir

corriendo de casa' en casa como se hacia en

Roma en los comicios: instaba á los ciuda­

danos para que le diesen su v o t o , á unos les

alargaba la mano, y á otros los abrazaba: ya

pretendía la plaza de tribuno, ya la de edil i y según la que había conseguido hacia pre­

sentarle las causas de plaza y ventas sobre me­

nudencias poco decentes, y las juzgaba con

afectada gravedad. Gustaba de beber y rega­

larse con exceso ; y quando estaba ya embria­

gado tiraba unas veces dinero á manos llenas,

y otras piedras de que iba prevenido, hacien­

do antes provisión. A este Príncipe le dieron

el nombre de Epífanes el I lus tre ; y mejor le

hubieran llamado el insensato. N o obstante,

como hay cabezas en que todo se junta , es

preciso confesar que este Antíoco supo mez­

clar grandes cosas con estas pequeneces.

Quatro expediciones que hizo contra Egip­

to todas las preparó con destreza , y las go-

L 2

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1 6 4 COMPENDIO

bernó con valor y habilidad. Envió espías con

e l título de embaxadores á examinar de cer­

ca las fuerzas del reyno, el estado de las tro­

pas , el carácter del Ministro durante la me­

nor edad del R e y , y de qué modo se ma­

nejaban los asuntos. Quando supo que no ha­

bía mas que descuido, falta de disciplina, vi­

da regalada, con pretextos que nunca faltan

entró en el r e y n o , tomó ciudades, y ganó ba­

tallas. E l joven R e y se arrojó aturdido entre

sus brazos: era su pariente muy cercano, y

se llamaba Tolomeo Filometor. Antíoco le re­

cibió b i e n , pero le l levó prisionero; y al mis­

mo tiempo cargó con todo quanto pudo sa­

car de aquel opulento reyno o r o , plata y

vasos preciosos. Y a iba juntando para pagar

e l tributo debido á los Romanos. Siempre que

se le enviaba anadia alguna de las raras pre­

ciosidades de E g i p t o , para que el senado co­

nociese las razones que había tenido para aco­

meterle. E l senado recibió sus presentes, pe­

ro no descubrió su modo de sentir acerca de

la expedición, por lo qual todavía se deter­

minó Antíoco á hacer otra , la que , gracias al

saqueo de las ciudades marítimas, también fue

lucrativa.

Entre tanto los Egipcios no esperando

1

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DE L A H I S T O R I A U N I V E R S A L , I Ó J

ver libre de las prisiones á Tolomeo Fi lome-

tor, colocaron en el trono á su hermano me­

nor , llamado Tolomeo E v e r g e t e s , ó Fiscon

el Panzudo : con esta ocasión volvió Antíoco

á entrar en este reyno. E l consejo del nue­

vo R e y pensó en implorar la protección de

los Romanos para un menor a quien perse­

guía un pariente suyo. Ensoberbecidos estos re­

publicanos, y aspirando al título de protecto­res de los Reyes , que después tomaron , en­

viaron embaxadores para que examinasen los

motivos de la desavenencia , y estos se e x p u ­

sieron solemnemente en el campo de Ant ío­

co. Este Príncipe se resolvió á entrar en una

composición, pero dixo que para arreglar los

tratados y para ciertas explicaciones le faltaban

dos hombres: estaban estos entonces muy dis­

tantes , y no podían llegar en mucho tiempo.

L e dieron en rostro los arbitros con que de es­

te modo hiciese la desecha, y entonces dixo:

Dexémonos de discursos: Egipto pertenece á

Tolomeo Fi lometor, que es el hermano ma­

yor : llámesele pues , y póngasele otra vez en

el trono, y así se acabará la guerra.

Esperaba él que no querrian ceder los dos

hermanos; que se enredarían entre s í , y le

llamarían el uno ó el o t r o , y entonces se

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l 6 6 COMPENDIO

aprovecharía de la ocasión de perder á los dos:

con efecto , hubo entre los dos discordias; pe­

ro C l e o p a t r a , su común hermana, sofocó la

semilla de los disgustos haciéndoles consentir

en gobernar juntos. Esta unión fue motivo de

grande alegría en los Egipc ios , y del mas vi­

vo despecho en A n t í o c o , e l que se apresuró

á ir á turbarla ó combatirla; pero todavia en­

contró en el camino á los antiguos arbitros,

y nunca la magestad romana resplandeció mas

brillante. Tres embaxadores llegan con un cor­

tejo sencillo, sin armada y sin exército: el prin­

cipal era P o p i l i o , á quien Antíoco habia co­

nocido estando en rehenes en Roma. Se ade­

lantó y le presentó la mano: „ N o puedo y o

prestarme, le dixo el Romano, á esa señal de

amistad hasta que hayáis leido el decreto del

senado." Este le prohibía hacer la guerra : le

l e y ó Ant íoco, al parecer sin conmoción, y di­

x o : „ Q u e daria respuesta en consultando á su

consejo." P o p i l i o , que tenia una vara en la

mano, trazó un círculo en la arena al rede­

dor del R e y , y d i x o : „ N o saldréis de este

círculo sin haber declarado si aceptáis ó rehu­

sáis las proposiciones contenidas en el decre­

to : espero que respetareis las órdenes del

senado y pueblo romano."

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D E L A H I S T O R I A U N I V E R S A L . l6j

Las respetó, y con circunstancias que pi­

caban en baxeza. E n v i ó Antíoco á Roma em-

baxadores que^ hiciesen á la república humil­

de homenage de su obediencia. Dixéron en su

nombre: „ E l Egipto estaba pronto á recono­

cerme por su Soberano: vos lo habéis prohibi­

d o , y y o he obedecido á vuestras órdenes como

á las de los dioses inmortales." Popilio y los de-

mas embaxadores fueron llevados por el mis­

mo Antíoco con pompa á sus estados de Asia.

Les hizo todos los honores que puede imagi­

nar la mas baxa adulación : en todas partes

por donde pasaban, eran ellos los únicos sobe­

ranos. Les cedia sus palacios, y ni aun se atre­

vía á alojarse allí con ellos.

Por lo común se desconfia, y con razón,

de estas deferencias excesivas. Supieron los R o ­

manos que disponía armamentos; y Tiber io

G r a c o , enviado por el senado á visitar á los

R e y e s , repúblicas y ciudades libres de G r e ­

cia , creyó que debia pasar á Antioquía , y

examinar de cerca la conducta de un Prínci­

pe cuyo poder podia llegar á ser temible.

A l R e y de Siria por su parte le pareció que

debia divertir con fiestas á los Romanos; pe­

ro esto no era conocer la severidad de Gra­

co. Antíoco pues hizo venir á su corte los

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l 6 8 COMPENDIO

mas célebres actores, los mejores artífices de

Europa y Asia , y atraxo una multitud innu­

merable : dio espectáculos y convites. L o que

mas le deshonró , aun para los ojos menos de­

licados, fue haber tomado papel en una di­

versión, lisonjeándose de hacer reir al p u e ­

blo con bufonadas é indecencias que chocaban

al pudor. E l embaxador parecía en todos los

instantes el objeto de su adoración y de su

c u l t o : no sabia cómo probarle su extremado

afecto, y así l legó á ofrecerle su diadema. Gra-

co la rehusó con desden , y volviendo á R o ­

ma d i x o , que según lo que habia visto po­

día asegurar que no habia que temer al R e y

de Siria.

Los principales ornamentos que se vieron

en esta fiesta, los vasos de oro y de plata y

las telas preciosas eran los despojos de los

Judíos. Antíoco vendía al que mas daba la dig­

nidad de gran Sacerdote, á la que estaba vin­

culado el supremo poder ; y el que la conse­

guía sacaba del pueblo el dinero que habia

adelantado: causa inevitable de la ruina. E l

cisma traxo disensiones y guerras , en las qua-

les tomó partido Antíoco para sostener á los

que compraban su protección. Se encendió en

e l zelo de los cismáticos: zelo homicida y des-

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D E L A H I S T O R I A U N I V E R S A L . I 6 C>

tructor, que ve con gusto manchar los obje­

tos de su veneración, con tal que sus contra­

rios rabien de despecho. T o m ó á Jerusalen,

pasó quarenta mil hombres á cuchi l lo , y ven­

dió otros quarenta mil por esclavos. Introdu­

cido por M e n e l a o , falso Pontífice, penetró has­

ta el santuario, llamado el Sancta sanctorum, lugar prohibido á todos los mortales: hizo sa­

crificar en el altar de los holocaustos una cer­

da , animal mirado con horror de los Judíos;

y con el agua en que la habían cocido hizo

regar el templo para hacerle impuro: todo se

lo l levó , altar de los perfumes, mesa de los

panes de proposición, candelero de siete bra­

zos; y para complemento de la infelicidad es­

tableció este vencedor por Gobernador un F r i ­

gio , llamado F i l i p o , tirano, opresor y feroz.

Las violencias con que trataron á los J u ­

díos forzaron á estos á tomar las armas. Los

Macabeos se pusieron á la cabeza del pueblo,

y lograron muchas ventajas contra Lisias, buen

G e n e r a l , y hombre de confianza para A n t í o -

co. L e habia enviado este Príncipe á -Judea

con un exército que tuvo por suficiente para

sujetar á los sublevados, pero fue vencido. C o n

esta noticia entra Antíoco en furiosa cólera,

jura que ha de exterminar hasta el último de

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I70 COMPENDIO

aquella nación rebelde y porfiada , aniquilan­

do el culto del Dios que adora. Y a marcha­

ba con precipitación á executar su designio,

quando se siente herido de los mas vivos do­

lores en las entrañas; pero la violencia de ellos

no bastó á apagar su ardiente deseo. Hizo apre­

surar sus caballos, y lo rápido del movimien­

to le precipitó de su carro. Sus carnes moli­

das con la caida se pudren y caen á peda­

zos , saliendo de ellas gusanos, y un olor in­

fecto que le hacia insoportable á sí mismo.

Viéndose hecho presa de los mas penetrantes

dolores reconoce el dedo de D i o s , promete,

si se restituye á su salud, reparar los daños

causados á los Judíos , volver á presentar en

el templo los vasos sagrados, y aun abrazar

la ley de los Hebreos. Arrepentimiento in­

útil ; porque este malvado, como le llama la

Escritura , muere para exemplar de los im­

píos atrevidos, y de los que recurren tarde á

la penitencia.

Antíoco dexó nn hijo de poca edad lla­

mado Antíoco Eupator , y tenia también un

sobrino llamado D e m e t r i o , que estaba en R o ­

ma en rehenes ( 2 8 3 6 ) . Este Príncipe, sabien­

do la muerte de su t i o , pidió licencia para ir a

recoger la herencia de su padre S e l e u c o , de

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D E L A H I S T O R I A U N I V E R S A L . 1 7 1

la que se habia apoderado Antíoco quando á

él le habian enviado á Roma en lugar de su

tio. Propuso que su primo Eupator fuese á

suplir su plaza , mientras él iba á sentarse en

el trono que Antíoco dexaba vacante con su

muerte. L a pretensión del Príncipe joven era

justa; pero los Padres conscriptos, quando se

expuso al senado p l e n o , consideraron que con­

venia mas á la república mantener el Asia en

poder de un m e n o r , que ponerla en manos

de un Príncipe vivo y ardiente, que en cono­

ciendo sus fuerzas podría inclinarse á em­

plearlas. Negaron pues la pretensión de D e ­

metrio , declararon que tomaban á Eupator

baxo su protección , y se dieron á sí mismos

la tute la , nombrando tres hombres de expe­

riencia que desempeñasen este empleo. N o se

reduxo la política del senado á solo mante­

ner en el trono un niño, sino que encomen­

dó á los tutores que gobernasen el reyno del

modo mas propio para debil itarle, quemando

las naves y desjarretando los elefantes. O c ­

tavio , que era el primero de los tres tuto­

res , salió sobre la marcha, tomando el cami­

no por la Capadocia.

L l e g ó á aquel país: reynaba en él Aria-

r a t e , el que se admiró de verle sin tropas,

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1J1 COMPENDIO

sin guardias y sin precaución, determinado á

entrar en el Asia para tomar el gobierno de

un pueblo que no le había llamado, y prin­

cipalmente , sabiendo que el joven Monarca

tenia ya un tutor llamado Lisias, hombre há­

bil , astuto , poco escrupuloso , que sin d u ­

da no se hallaria en disposición de permitir

que le quitasen su empleo. Ariarate se ofre­

cía á acompañar á Octavio á la cabeza de un

exército , dexándole á él la comandancia , y

á lo menos le instó á que recibiese una es­

colta. ¿Pero qué escolta valia para el sober­

bio republicano tanto como el nombre de

Roma ? N o la admitió , y entró en la Siria

sin otra comitiva que la que tenia en Italia.

Sin dignarse ni aun de participar al R e g e n ­

te su l l e g a d a , va derecho á Laodicea , ha­

ce quemar las naves en su presencia y des­

jarretar los elefantes. U n proceder tan im­

perioso indignó al p u e b l o : un asesino envia­

do por Lisias se aprovecha de la ocasión, y

mata á Octavio. Imprudente fue su conduc­

ta ; pero en las repúblicas se necesitan hom­

bres entusiastas, y así en Roma le levan­

taron una estatua entre las de los hombres

grandes que habían derramado su sangre por

la patria.

s

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D E L A H I S T O R I A U N I V E R S A L . 1 7 3

C r e y ó Demetr io que el senado irritado

con esta muerte le concedería fácilmente l i ­

cencia para ir á destronar al pupilo de L i ­

sias, autor del asesinato. L a pidió segunda

vez contra el parecer de Polibio e l historia­

dor , uno de los mas grandes políticos de su

tiempo. L e decia este al Príncipe: „ C r e e m e ,

y no vayas á tropezar en la misma piedra.

¿ N o tienes acaso mas que un medio de pa­

sar á Siria? Un Príncipe de tu edad y ex­

periencia se ha de someter como un niño á

la voluntad de u n senado de hombres injus­

tos y ambiciosos: rompe tus gri l los , y serás

R e y . " L e negaron la licencia, como Polibio

habia previsto'; y entonces tomó sus medidas

para escaparse : la víspera de su partida dio

un gran festin á los jóvenes que ordinariamen­

te le acompañaban. Esta fue una especie de des­

pedida sin decirles su secreto. Pol ibio , temien­

do que el joven Príncipe se dexase arrastrar

al placer, á que tenia la mas viva inclinación,

para no perder la ocasión de executar su de­

signio le envió una carta toda compuesta de

máximas de los antiguos sobre el valor , el

secreto, y la sobriedad necesaria para des­

empeñar las mayores empresas. Esta caí ta

quando cayese en manos enemigas no pedia

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1 7 4 C O M P E N D I O

comprometer á su autor. D e m e t r i o , que la

entendió, se hizo el enfermo , dexó la comi­

d a , y partió. Quando se v io en lugar seguro

escribió al senado mil gracias, excusas y pro­

mesas. E l senado hizo del indiferente , y

dexó reñir á los dos rivales. N o fue muy

largo el combate , porque con la fama que

extendió Demetr io de que iba enviado por

los Romanos, se le juntó todo el p u e b l o , se

deshizo de Lisias y de su pupi lo , permitien­

do que les quitasen la v i d a : subió al trono,

y los Romanos le reconocieron por R e y de

Siria.

Se nota en la vida de Demetrio Soter que

favoreció una impostura, y fue victima de

otra. Ariarate , R e y de Capadocia , se habia

casado con Antíoquisa,. hija de Antíoco el Gran­

de. Por haberse casado esta Princesa quando

apenas habia salido de la infancia no tuvo en

muchos años hijo alguno , y creyó que era

estéril. Temerosa de que esta falta pudiera

hacerla perder el afecto de su esposo y el de

sus vasallos, fingió por dos veces que esta­

ba en cinta, y tuvo modo de dar al R e y dos

hijos supuestos; pero después se hizo real­

mente embarazada, y parió sucesivamente dos

hijas y un hi jo : entonces declaró á su espo-

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D E 1 A H I S T O R I A U N I V E R S A L I 7 5

so la suposición de los otros d o s , y este los

envió fuera del reyno con una pensión con­

veniente. E l mayor ,• que era Ariarate , fue á

R o m a , y como hombre de poco valor y ta­

lento no pensó en su fortuna. E l segundo,

llamado Holofernes , activo y emprendedor,

fue en este punto mas sensible : á este le en­

viaron á Jónia con prohibición de poner los

pies en Capadocia.

M u r i ó Ariarate , y su verdadero hijo de

este mismo nombre sucedió sin dificultad á

su padre : Demetrio le ofreció á su hija L a o -

dicea por esposa. Era esta viuda de Perseo,

aquel R e y de Macedonia humillado por los

Romanos. N o agradó al R e y de Capadocia

esta alianza, y así no la admitió. L o l levó á

mal el R e y de Sir ia , y atendió á las preten­

siones de Holofernes, las animó, y le colo­

có en e l trono de Capadocia. Reconquistó

Ariarate su corona, y Holofernes hal ló asilo

en la corte de su bienhechor. Demetr io li­

bre de cuidados se habia entregado en los

retiros mas obscuros á una vida disoluta que

le hacia el oprobrio y desprecio del pueblo.

Advirtiendo Holofernes estas disposicio­

nes , se resolvió á subir al trono de Sir ia , des­

honrado por u n Príncipe envilecido. F o r m ó

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Ij6 C O M P E N D I O

una conjuración, á la que debian favorecer

Á t a l o , R e y de P é r g a m o , y T o l o m e o , R e y de

Egipto . Se descubrió la' intr iga; y por esta

v e z escapó del peligro en que le habia pues­

to su declaración .en favor de un impostor;

pero él se preparaba otro riesgo que también

fue efecto de la impostura, y de este no sa­

lió libre.

Y a se habían hecho enemigos suyos los

dos R e y e s , el de Pérgamo y el de Egipto,

y á estos se juntaba naturalmente el de Ca-

padocia. Entre tanto que buscaban con ansia

medios de molestarle, se presentó un hombre

que tenia que vengar la muerte de un her­

mano y su propio destierro : este se llama­

ba Heráclides. T imarco , su hermano, era G o ­

bernador de Babilonia quando Demetrio su­

bió al trono , y él era Tesorero de la pro­

vincia. Los dos tuvieron la estimación de A n -

tíoco Epífanes, y por consiguiente conserva­

ban grande afecto á Eupator su hijo. Bien

fuese por este afecto, ó por mala versación

reprobada del p u e b l o , Demetr io mandó cor­

tar la cabeza al Gobernador , y desterró al

T e s o r e r o , el qual se retiró á Rodas. C o m o

habia sabido los secretos de la corte de Si­

ria , y tenia tanto conocimiento de sus usos

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DE L A H I S T O R I A U N I V E R S A L . 1JJ

y modales, busca un hombre mozo que por

su espíritu y presencia fuese propio para des­

empeñar el papel que debia hacer , y le ha­

l ló en un tal Bala. L e impuso, le instruyó,

y le dio el nombre de Alexandro : ganaron

á Laodicea, verdadera hija de Epifanes, y es­

ta le reconoció por hermano. Contando con

el apoyo de tres Reyes motores y confiden­

tes del proyecto , Heráclides l levó este dis­

cípulo á R o m a , y le presentó al senado.

¡ Q u é comedias representan muchas ve­

ces aun los hombres graves! ¡ con qué gusto

procuran engañarse! Heráclides recordó á los

Padres conscriptos su alianza con Antíoco, sus

sospechas contra D e m e t r i o , y su repugnancia

á abrirle el camino para subir al trono. T o -

davia ignoráis , les dixo , que Antíoco Epífa-

nes dexó ademas de E u p a t o r , el que fue

cruelmente asesinado, otro hijo que aun v i ­

ve ; y volviéndose á Bala exc lamó: „ N o te­

mas presentarte , ilustre descendiente de los

primeros Reyes de Siria. Y o te he sacado

de la miseria en que estabas sepultado , pa­

ra traerte al tribunal mas justo y poderoso.

Habla por t í , en la persuasión de que te­

niendo tu causa tanta justicia , no dexará de

ser atendida y amparada de esta augusta asam-

TOMO I I I . M

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I 7 8 COMPENDIO

blea que nos o y e . " Toda la arenga de Bala

se versó en pocas palabras sobre el antiguo

afecto de su padre á los Romanos, el futu­

ro reconocimiento del h i jo , y la inalterable

unión que se establecería entre Roma y la

Siria.

A u n q u e el senado aparentó indiferencia

en la evasión de Demetr io , siempre había

conservado un secreto resentimiento, y por

otra parte se interesaba la república en que

los paises distantes tuviesen siempre alguna

semilla de discordia que los pusiese en tér­

minos de reclamar su protección. Por esto,

con admiración de toda la ciudad que cono­

cía la impostura de Bala , dio su decreto el

senado en estos términos: „Habiendo ¿ido el

senado y pueblo romano la demanda de A l e -

xandro y Laodicea , hijos de Antíoco Epífa-

n e s , R e y de S ir ia , amigo y aliado de la re­

pública , permiten que el hijo haga valer los

derechos que le da su nacimiento, y le re­

comendamos á nuestros aliados para que le

auxilien en esta empresa." Esta última cláu­

sula autorizó á Bala para juntar tropas, y

al mismo tiempo suscitó contra Demetrio una

multitud de enemigos , y uno de estos fue

Jonatás, cabeza de los Judíos aliados de los

V

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DE L A H I S T O R I A U N I V E R S A L . I 7 9

Romanos, y su prudencia y valor dieron gran

peso á la balanza de las fuerzas. Demetrio,

conociendo la superioridad de su contrario,

envió sus dos hijos Demetrio y A n t í o c o , para

asegurarlos, á la casa de un amigo que vi­

vía en la C a r i a , y se resolvió á dar una

batalla decisiva. Su ala izquierda desordenó

á las tropas que se la opusieron, y por des­

gracia Se empeñó en perseguirlas. E l Prínci­

pe sostuvo por largo tiempo el choque del

centro y de la otra ala del enemigo, espe­

rando á que la suya volviese. Y a por últi­

mo manda la retirada, y se queda de los úl­

timos á cubrirla. C a e su caballo en un pan­

tano, y le desamparan sus soldados al pun­

to que los enemigos le embisten. Pelea so­

lo y á pie con la multitud que le cercaba,

y rodeado de muertos cae sobre ellos pene­

trado de flechas.

N o podía el R e y de Egipto ignorar la

impostura de Bala, y no obstante le dio por

esposa á su hija Cleopatra ; porque siempre

se apetece poner un cetro en su fami­

lia , sea qualquiera la mano que le gobier­

ne. C o n la prosperidad tomó vuelo el ca­

rácter vicioso del nuevo R e y : se entregó pues

á una vida estragada é indecente , y aban-

M %

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l 8 2 ... COMPENDIO

imprudencia de quedarse sin su mejor defen­

sa , inspiraron á un atrevido la facilidad de

quitar al R e y el trono.

Este se llamaba Diodoto , y después le

dieron el nombre de Trifon : era de un na­

cimiento ordinario ; pero Bala le habia he­

cho Gobernador de Antioquía. N o se sabe

si conservó esta dignidad en tiempo del su­

cesor ; mas se ve su habilidad en que Laste-

nes no le puso en el número de los des­

graciados , y es verisímil que ganó por el con­

trario la confianza del Ministro , y que le

cerró los ojos para que no viese que exer-

citaba la piratería. Consistía esta en mante­

ner cierto número de naves que recorrían las

costas de A s i a , recogiendo esclavos, que Dio­

doto vendia por grande precio á los Roma­

nos, que entonces hacían gala de llevar gran­

de séquito de criados. C o n este tráfico ate­

soró Diodoto muchas riquezas, y l legó á con­

siderarse tan seguro de la impunidad, que

edificó cerca de Antioquía una especie de for­

taleza en donde encerraba sus tesoros. N o

parece que ni el R e y ni su Ministro sospe­

charon nada, pues no despertaron de su des­

cuido hasta que Diodoto dio el golpe.

Habia dexado Bala un hijo de su muger

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DE I.A H I S T O R I A U N I V E R S A L . I 8 3

Cleopafra, que todavía era muchacho. Se pre­

sento repentinamente Trifon con este joven

Ant íoco, y publico un manifiesto de las pre­

tensiones del Pr inc ipe , cuyo tutor se decla­

ró. Con esta noticia todos los soldados que

Demetrio habia despedido sin razón, y una

multitud de otros descontentos se agregaron

al pretendiente. Sorprehendido Demetr io se

vio precisado á encerrarse en Seleucia. Se

apoderó Demetrio de Ant ioquía , de los e le­

fantes, que entonces hacían la principal fuer­

za del exército en Asia , del dinero de los

tributos, é hizo proclamar á su pupilo. T a m ­

bién tuvo destreza para atraer á su partido

á Jonatás, xefe de los Judíos , que antes ha­

bía sido muy afecto á B a l a , y así creyó sin

duda que debía seguir las banderas del hijo.

Mal le pagaron su fidelidad.

Se presume con fundamento qu e no em­

prendió Trifon tanto trabajo por conservar la

corona en la cabeza de un muchacho , sino

por verla en la suya. Quandb ya vio la ma­

yor parte de la Siria sujeta á su obediencia,

se deshizo al mismo tiempo de Jonatás, que

sabia era afecto á la sangre de Bala y á su p u ­

pilo. Padecia este Príncipe joven de mal de

piedra, y no hubo mas que no hacerle bien

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1 8 4 COMPENDIO

la operación, y así m u r i ó , y se ciñó Trifon la corona. Fueron freqüentes los combates en­tre él y Demetrio , y no cesaron hasta que este tomó una extraña resolución. Solicitado por los habitadores del pais situado entre la India y el Eufrates , expuesto á las correrías continuas de los Partos , se determinó á ha­cer la guerra á estos pueblos , creyendo que si volvía victorioso fácilmente reconquistaría de Diodoto el resto de su reyno. A l princi­pio logró grandes ventajas; pero le dispu­sieron los Partos una emboscada y le hicie­ron prisionero. Mitrídates, su R e y , después de pasearle como cautivo por las provincias disputadas, para que perdiesen la afición á un R e y esclavo, le trató con la mayor atención, y le señaló la Hircania por lugar de su re­sidencia : también le dio por esposa á su hi­ja R o d o g u n a ; mas siempre le tuvo preso.

C o n la noticia de su cautiverio se habia retirado su esposa Cleopatra á Seleucia con los dos hijos que de él tenia. Temiendo que fuese á sitiarla T r i f o n , escribió á Antíoco, hermano menor de Demetrio , para que la socorriese, y le ofreció su mano y la corona: sin duda tomó esta resolución por la noticia que tuvo del casamiento con Rodoguna. An-

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DE L A H I S T O R I A U N I V E R S A L . I S J

tíoco Sidetes, ó el Cazador, l l e g ó , se casó,

subió al trono , peleó con Tr i fon, y le der­

rotó el exército. D i c e n que quando huia iba

sembrando dinero por el camino para entrete­

ner á los que le perseguían. N o se sabe si

le mataron en el asalto , si preso fue conde­

nado á muerte por Ant íoco, si se quitó á sí

mismo la vida , ó si pereció en las llamas que

consumieron la ciudad de Acosia en donde es­

tuvo sitiado.

Sidetes gobernó con justicia y suavidad, y

se concilio en el mas alto grado el amor y

estimación de los subditos : solo tenia un de­

fecto, que era la excesiva pasión por la caza,

lo que le hizo presente un paisano , cuya ca­

bana le sirvió de asilo un dia en que se ex­

travió persiguiendo algunas fieras, bien que

este hombre no le conocía. Hizo Antíoco con­

versación acerca del R e y , y dixo el rústico:

„ Es muy buen Príncipe; pero la violenta pa­

sión por la caza no le dexa aplicarse todo á

los negocios, y se ve obligado á descansar en

unos cortesanos que no siempre obran según

sus miras." Plutarco, refiriendo esta anécdota,

d i c e : , , R e y e s , no esperéis oir la verdad , ni

saber el concepto que merecéis á los vasallos

mientras os rodeen aquellos cortesanos , cu-

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I S 6 COMPENDIO

ya principal ocupación es engañaros."

Este Principe hubiera sido feliz y reyna-

do con g lor ia , si no hubiese pensado en tornar

las provincias de que se apoderaron los Par­

tos. Para pretexto de la guerra publicó la in­

tención de sacar á su hermano del cautiverio,

como si fuese creible que desease con ansia

romper las prisiones de un Monarca cuya

muger y reyno poseía. Por sus preparativos

se juzga que si le gustaban las comodidades

propias, no se las negaba á los otros. D e x ó que

se llenase su campo con el aparato del luxo.

V i v a n d e r o s , cocineros, comediantes, músicos,

mugeres y muchachos de su comitiva eran tan­

tos , que siendo el exército de ochenta mil

combatientes, había en él mas de trescientas mil

personas. T o d o fue bien mientras pudieron pa­

searse en el verano por las mas bellas llanu­

ras de la Media y la Babilonia: entonces ga­

nó Antíoco tres batallas; pero quando fue pre­

ciso tomar quarteles de invierno, la necesidad

de alojar tanta gente dividió el exército en

pequeños cuerpos. Los Partos, activos y vigi­

lantes, se fueron introduciendo en los interva­

los ; y los naturales del pais , cansados de tan

fastidiosos huéspedes, concertaron con los Par­

tos una matanza general. E n un mismo dia

V

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P E 1 A H I S T O R I A U N I V E R S A L . 1 8 7

degollaron ó hicieron prisioneros á todos los

Siros: con ellos pereció Antíoco , llevándose

el resentimiento de sus vasallos.

Las derrotas que sufrió el R e y de los Par­

tos le habían hecho tomar el partido de dar li­

bertad á Demetrio para lograr alguna diversión

con la concurrencia de los dos hermanos; mas

con la catástrofe de Sidetes mandó que pro­

curasen alcanzarle; pero el Príncipe, rezelan-

do esto mismo, habia apresurado su partida, y

así no pudo darle pique la caballería que sa­

lió tras él. V o l v i ó pues á entrar en su reyno,

y halló en él á su muger Cleopatra. L a cau­

tividad de nueve años, por haberse metido im­

prudentemente en una guerra extrangera, no

le escarmentó ; y así entró en nuevas quere­

llas entre Tolomeo Fiscon, R e y de E g i p t o , y

Cleopatra , su muger repudiada. Esta propu­

so á Demetrio el trono y su mano. N o dexó

de tentarle la oferta, é hizo una invasión en

Egipto ; mas quando sitiaba á P e l u s i o , los ha­

bitadores de Antioquía , Apamea y otras mu­

chas ciudades se sublevaron irritados con su

gobierno tiránico, y recibieron con aclamacio­

nes un hijo de Alexandro B a l a , que les en­

vió el R e y de Egipto . Era el impostor hijo

de un ropero de Alexandría , y se llamaba

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188 COMPENDIO

Z e b i n a , y se condecoró con el renombre de

Alexandro. Era tanto el descontento contra De­

metrio , que se halló Zebina de repente á la

cabeza de un exército. E l R e y , precisado á

huir después de una derrota, creyó hallar bue­

na acogida en Tolemaida , residencia de Cleo-

patra su esposa; pero esta mandó cerrar las

puertas al esposo de Rodoguna , y él se re­

fugió á T i r o , en donde le mandó matar el G o ­

bernador que él mismo habia puesto: por en­

tonces se vio el reyno de Siria dividido entre

Z e b i n a y Cleopatra.

Se leuco , á quien esta habia tenido de D e ­

metrio N i c a n o r , tomó el título de R e y en las

provincias confinantes con las que su madre

gobernaba. Temiendo Cleopatra que este Prín­

cipe quisiese extender su dominio, y tal vez

vengar la muerte de su padre , en la que no

estaba ella muy inocente , le convidó á una

conferencia sobre un asunto de importancia; y

quando él menos lo pensaba le atravesó el pe­

cho con un puñal. Esta Fur ia traxo á su lado

otro h i j o , esperando que por su poca edad

estaria ocupando el trono sin pensar en el go­

bierno. Se llamaba este A n t í o c o , y le llama­

ron Grifo , aludiendo á su nariz aguileña. L a

Siria, repartida entre Cleopatra y Z e b i n a , go-

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DE L A H I S T O R I A U N I V E R S A L . l8o,

zaba de bastante tranquilidad.

Era Zebina benigno, c lemente, justo , y

con la fidelidad en sus promesas inspiraba la

confianza. Se sublevaron tres de sus principa­

les oficiales, y para atraerlos no se valió de

otro medio que de darles esperanzas de con­

seguir el perdón y volver á sus empleos; y

así dexáron las armas sin pedir otra seguridad

que su palabra, y el R e y vivió con ellos co­

mo antes, sin darles en rostro con su delito.

Aunque de baxo nacimiento tenia la grande­

za en el alma : jamas quiso sujetar su reyno

á un tributo , ni aun al simple homenage que

el R e y de Egipto exigía. E l E g i p c i o , de bien­

hechor que era, se convirtió en su persegui­

dor. Armó á Grifo contra é l , y por arras de

su venganza dio al Monarca Siró por esposa

á Tricena su hija. Apretado por todas partes

se vio Zebina rendido ; y perdida una batalla

entró en una nave del corso para huir á G r e ­

cia. E l patrón le entregó á G r i f o , y este le

quitó la vida. Otros dicen que murió en un

combate. D e qualquiera modo que haya sido

fue generalmente sentida su falta, y es de los

pocos á quienes la usurpación no haya hecho

temibles, despreciados ó aborrecidos.

L a guerra contra Zebina sacó de alguna

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1 9 ° COMPENDIO

manera á Grifo de la tutela de su madre.

Sintiendo esta que se substraxese de su auto­

ridad resolvió que pasase el cetro á otro ter­

cer hijo que habia tenido de Antíoco Sidetes.

Era de poca edad, y así esperaba ella que la

dexase disponer por mucho tiempo. Val iéndo­

se de un momento en que Gri fo entraba en

su palacio después de un violento exercicio,

le presentó de beber como por atención: al­

gunos dicen que ya estaba advertido; y así,

con pretexto de deferir, quiso empeñarla en

que bebiese la primera: ella lo rehusa: él in­

siste , y aun declara en presencia de su corte,

que solo por este medio destruiría las sospe­

chas de que pretendía darle veneno. El la tra­

g ó la c o p a , y murió. Habia sido Cleopatra

esposa de tres R e y e s , y madre de quatro: cau­

só la muerte de dos esposos : mató con su

propia mano á un hijo , y quiso envenenar

á otro. A u n entre los hombres se hallarán po­

cos tan malos.

Por ocho años fue bastante sosegado el

reynado de Grifo. Y como digno hijo de Cleo­

patra , para asegurar esta tranquilidad quiso

dar veneno á su hermano, hijo de su propia

m a d r e , y de Antíoco Sidetes. Este Príncipe

se puso en defensa, viendo amenazada su vi-

V

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D E L A H I S T O R I A U N I V E R S A L . I () l

da : la feliz casualidad le dio el remedio no

esperado. L a t i l o , hijo de Fiscon, R e y de E g i p ­

to , se habia casado con su hermana Cleopa­

tra; y aunque este Príncipe amaba tiernamen­

te á su esposa, le obligó su madre á repu­

diarla, y á casarse con Selene, su hermana

menor. Una y otra eran hermanas de Tr ice-

na , muger de Grifo. Viéndose libre la P; 'n~ cesa repudiada , ofreció su mano á Ciciceno,

y le l levó en dote un exército. Este fue der­

rotado: se salvó el esposo, y la esposa cayó

en manos de Grifo. Tricena su hermana pi­

dió la prisionera á su marido para tener e l

gusto de hacerla matar. E l R e y , irritado con

esta súplica, reprehende en su muger la cruel­

dad , y protesta que jamas la concederá seme­

jante cosa. Tricena creia que estaba viendo en

esta constancia de su marido la certidumbre

de su amor que ya sospechaba. Se habia re­

fugiado su infeliz hermana en un as i lo; y

mientras el esposo insistía en persuadir á T r i ­

cena , esta envió los asesinos ; los quales no

pudiendo arrancar á Cleopatra del altar que

tenia abrazado, la cortaron las manos. A l fin

espiró pronunciando mil execraciones contra

los autores de su muerte, y pidiendo al dios

cuya estatua estaba en aquel a l tar , que ven-

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ig2 COMPENDIO

gase con exemplar castigo la sacrilega muer­

te que hacían á su vista. N o parece sino que

estas execraciones traxéron todas las plagas de

la venganza del cielo sobre la familia infe­

liz de los Seleucidas; porque ya su historia

es una molesta mezcla en que solo se ve el

horror de todos los delitos : venenos, asesina­

tos , incestos y fratricidios. Cinco hijos de G r i ­

fo reynan y perecen sucesivamente de muer­

te violenta. Ciciceno espira entre las llamas,

víctima de una sedición. Se divide el reyno

reconociendo una parte á Antioquía por ca­

pital , y la otra á Damasco. Algunas ciudades

se erigen en repúblicas, otras se sujetan al po­

der de t i n o solo , á quien llamaron tirano. Las

m u g e r e s , las hermanas de los Monarcas se

forman por usurpación diferentes especies de

p. incipados, y los traspasan por casamientos.

D e dos se sospecha haberse casado hasta con

su propio hijo. Por últ imo, la confusión y el

desenfreno l legó á ser tal que se cansaron los

mismos Siros , con ser tal vez el pueblo me­

nos delicado en punto de costumbres: echa­

ron fuera todos estos Reyeci l los encarnizados

unos contra otros, y llamaron á Tigranes, R e y

de Armenia, para que los gobernase.

Los Romanos , reclamados muchas veces

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DE L A H I S T O R I A U N I V E R S A L . I 9 3

por los competidores, siempre se guardaron de

dar á ninguno auxilios preponderantes, y así

recibían las embaxadas, aceptaban los presen­

tes , y dexaban que se arruinasen unos á otros.

Y a l legó el punto de coger el fruto de su po­

lítica. Pompeyo venció á Tigranes. Quando el

Armenio recibió de los pueblos el cetro de Si­

ria , S e l e n e , viuda de Grifo , se habia hecho

un pequeño estado , en donde criaba dos h i ­

jos que habia tenido de Antíoco el Ciciceno:

e l mayor se llamaba Antíoco el Asiático, y

el otro Seleuco Cibiosacto. Tigranes dispersó

esta familia: á la madre la quitó la v ida: los

dos hijos, que no se podían medir con tan p o ­

deroso Príncipe, se sostuvieron como podían,

ya en una parte del reyno , ya en otra, l i ­

sonjeándose que por los presentes que hacían

á los senadores quando iban á Roma , conse­

guirían la benevolencia de la república. Pero

quando el Asiático l legó á proponer á Pom­

peyo sus pretensiones y esperanzas, después

de haber reprehendido con bastante dureza el

General Romano al Siró por la negligencia en

seguir sus derechos , le dixo : „ E 1 reyno de

Siria ya era de Tigranes : nosotros le hemos

vencido , y por consiguiente hemos entrado en

todos sus derechos: de este modo ya el im-

TOMO I I I . N

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1 9 4 C O M P E N D I O

perio de la Siria pertenece á la república ro­

mana , la que sabrá defenderle mejor que v o ­

sotros.'' D e este modo el reyno de Siria, tan

rico y poderoso, y una de las mas bellas jo­

yas de la corona de Alexandro, l l egó á ser una

provincia romana. D e los dos hermanos, úl­

timos renuevos de los Seleucidas, Antíoco mu­

rió de consunción, y Seleuco casó con Bere-

n i c e , Reyna de E g i p t o , su parienta. Esta

Princesa se cansó de é l , y tomó el medio mas

pronto para deshacerse de un marido desagra­

dable , que fue el de disponer que le mata­

sen. D u r ó el imperio Siro-Medio doscientos se­

senta y tres años. Entregado á continuos mo­

vimientos y agitaciones, no fueron turbulencias

sino trastornos los que sufrió. Parece que el

centro de A s i a , la parte mas hermosa y rica de

aquel vasto pais, que es de las quatro partes

del mundo la mejor , estaba destinada á revo­

luciones perpetuas. N i ñ o , Semíramis y sus su­

cesores paseaban sus sangrientos estandartes por

las llanuras que riegan el Tigris y el Eufra­

tes : estos conquistadores dieron principio á la

Monarquía de los A s i d o s , que se dilataba por

los Medos y los Persas. Entró el impetuoso

Alexandro , tronando , asolando , dispersando;

y antes de haber consolidado su conquista, la

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DE LA HISTORIA UNIVERSAt. 19 J

dexó á sus. Capi tanes; y á fuerza de destruir­

se unos á otros, se quedó uno solo por dueño

de los reynos asiáticos. Sus descendientes, co­

nocidos con el nombre de Seleucidas, se des­

truyeron entre s í , y sus mismas divisiones en­

tregaron este imperio á los Romanos, que fue­ron los que sacaron el f r u t o , gobernándole

por medio de Pretores , Procónsules y G e n e ­

rales , hasta que sin ser el centro del impe­

rio de Oriente, fue la porción mas r ica, y

ha pasado después como tributario y sujeto a

los Otomanos, que son los que al presente l e

poseen.

EGIPTO.

Quando murió Alexandro se hallaba T o - ,

lomeo L a g o Gobernador de Egipto ( 2 6 9 8 } .

Dicen que Arsinoe su madre estaba en cinta

quando F i l i p o , R e y de Macedonia, de quien

era concubina, se la dio en casamiento á L a ­

g o , señor macedonio. N o queriendo tener es­

te en su casa un niño de quien no era padre,

expuso el hijo que parió su esposa; pero una

águila cuidó de é l : le abrigó con sus alas,

y le dio en lugar de leche la sangre de los

animales que cazaba. C o n este prodigio, inven­

tado para mover el corazón de L a g o , se con-,

N 2

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IQ6 COMPENDIO

siguió que le hiciese traer y le criase: por

esto parécia haber sido hermano de A l e ­

xandra , y así le quiso siempre m u c h o , y le

manifestaba amistad de preferencia L e ele­

v ó á los primeros grados del exército , y él

los merecía por su valor. Por úl t imo, le con­

fió el gobierno importante del Egipto. Ha­

llándose en la muerte del Monarca del Asia,

distante del sitio de las intrigas, se supo apro­

vechar de su situación, y de las circunstan­

cias oportunas para pasar de la segunda pla­

za á la primera , y mantenerse en ella. T o -

lomeo L a g o fue la cabeza de la dinastía M a ­

cedonia reynante en Egipto. Instituyó á hon­

ra de su hermano un orden mil i tar , que es

e l primero que se conoce.

A Tolomeo se le debe el testimonio de

que jamas hizo guerras que no le fuesen pre­

cisas y forzosas. En esto fue diferente de mu­

chos de los antiguos R e y e s sus antecesores,

que mas aspiraban á la admiración de los

pueblos en sus monumentos que á su utili­

dad. Los suyos al mismo tiempo eran suntuo­

sos y útiles. Entre los principales se cuenta la

ciudad de Alexandria, fundada por Alexandra

en la costa del mar, en disposición propia pa­

ra reunir en sus muros el comercio de las tres

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DE L A H I S T O R I A U N I V E R S A L . I 97

partes del mundo. La habia edificucio .Alexan­

dre con esta intención , y Tolomeo .ila, hizo

con su población, riquezas y •magnificencia de

edificios,, la ciudad Je las ciudades, y l&rey-na del Oriente. Levantó en ella aquel-famoso

faro, modelo de tantos¡otros. Era este una

torre de mármol blanco prodigiosamente alta,

en la que se encendían fuegos para guiar á

los marineros en la obscuridad de la noche, y puso en ella esta inscripción: El Rey Tolomeo á los dioses salvadores para benefìcio ^de los navegantes. Pero el arquitecto, que qu,erja per­

petuar su nombre, puso estas palabras, en la

primera capa del edificio: esta cayó con el

t iempo; y mientras duró el faro se le tan es­

tas ; Sostrato el cindano d los dioses salva­dores ère.

i Tolomeo se aplicó á formar la famosa bi­

blioteca de Alexandria , juntando basta qua-

trocientos mil volúmenes, y la colocó en un

soberbio edificio baxo la inspección de muchos

sabios, los quales vivían juntos en un palacio

adornado de pórticos y de jardines, en don­

de los aficionados á las letras hallaban en to­

das las estaciones el recreo y la instrucción. A

lo que parece vivían en común á. costa del

público, que los proveía de una subsistencia

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J 98 ' COMPENDIO

honrada. <Comían á la misma mesa, y les ser­

vían con suficiente abundancia para excitar la

envidia y las sátiras de los que no eran ad­

mitidos á ella. Es muy notable esta institu­

ción ; y ' así se deben á Tolomeo los órdenes

militares y las comunidades de sabios. A u n ­

que esta-biblioteca era tan numerosa tenia un

suplemento de trescientos mil volúmenes, al

que llamaban la hija. L a madre se consumió

por un fatal accidente , y la hija fue entre­

gada á las'llamas por el fanatismo de Ornar.

A este -quando tomó á Alexandria le suplica-yon que 'saltase'la biblioteca, y él respondió:

„ 0 estos libros contienen la misma doctrina

q u e ' e l A l c o r á n , y entonces son inútiles; ó in­

c luyen doctrina contraria, y así son peligro­

sos." Convencido de este discurso los entregó

á los baños públicos, que eran muchos, y sir­

vieron para calentarlos por seis meses.

Ademas del sobrenombre de L a g o dieron los Ródios á Tolomeo el de Soter ó Salvador,

reconocidos á que los habia librado de los fu­

rores de Demetrio Poliorcete. Sus propios va­

sallos pudieran haberle dado epítetos no me­

nos honoríficos, si hubiesen de expresar todas

sus bellas calidades. Era benigno, benéfico, y

de fácil acceso : siempre quiso que dexasen

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D E L A H I S T O R I A U N I V E R S A L . I Q O ,

acercársele las gentes del pueblo. Estos, de­

cía é l , son mis amigos, y los que me descubren verdades que los cortesanos me disfrazan. Este

Príncipe tenia una moderación rara para con

los burladores, y principalmente con los bur­

ladores provocados. U n gramático con quien se

habia chanceado le dio una respuesta pican­

te : todos los asistentes con los ojos clavados

en el R e y esperaban algún castigo , temblan­

do el que vendria sobre el imprudente. T o ­

lomeo les dixo : Un R e y zeloso de su respe­

to no debe poner á nadie en el caso de fal­

tarle. Y o fui el agresor, y tanto derecho tie­

ne él para no estar contento con mi pregun­

ta , como yo con su respuesta; y así todo debe

quedarse entre nosotros como estaba." Junta­

ba muy gustoso ,los vasallos á su mesa; y si

les faltaba vaxilla se la prestaba, acompañan­

do así la economía con el p lacer , el qual se

goza mejor quando no va acompañado con re­

mordimientos de profusión.

E n quarenta años que reynó Tolomeo mu­

dó casi toda la faz del Egipto . Los R e y e s

antiguos le habían cargado de colosos y mo­

numentos gigantescos. E l brazo de hierro del

soldado, mas que la mano del tiempo , hizo

menudas piezas estas masas, y sus. restos cu-

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2 0 0 COMPENDIO

brian las ciudades, cegaban los canales, y en lugar de barbechos substituían estériles escom­bros. Tolomeo hizo salir ciudades de entre estas ruinas: hizo canales para la navegación : pre­paró tierras para la agricultura, y juntó en sus edificios lo delicado de los Griegos á la solidez egipcia. Abr ió puertos en el mar R o -x o , y con su cuidado fueron mas seguros los del Mediterráneo. A Delta, la bella parte de su imperio en que habitaba , la hizo centro del comercio ; y así dexó muy floreciente un reyno que habia hallado destruido con las tem­pestades de una larga anarquía.

Sus sucesores, llamados casi todos T o l o -meos como é l , se distinguen por renombres que expresaban sus virtudes, sus vicios, ó los defectos naturales. Filadelfo , amante de sus hermanos : Evergetes , bienhechor : Filopator, amante de su padre : Epífanes , ilustre : F i -lometor , el amante de su madre: F iscon, el panzudo : Látiro , el garbanzo : A u l e t e s , to­cador de flauta. Sus esposas, q u e , según el uso del pais, eran casi siempre sus hermanas, se llamaban Arsinoes, Berenices , Cleopatras. Era creíble que estas alianzas perpetuadas en la familia debieran ser una permanente prenda de concordia y amistad; pero fueron por el contra-

V

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DE LA HISTORIA UNIVERSAL. 2 0 1

rio la semilla de los odios, que no solamen­

te ensangrentaron el trono, sino también cau­

saron la infelicidad de los pueblos arrastra­

dos por sus Príncipes á guerras civiles fré­

quentes. También hubo guerras con extran-

geros, de las que daremos algún diseño ; de­

litos y virtudes , acciones ruidosas , sucesos

políticos que cambiaron la suerte de las na­

ciones , y particulares catástrofes que pudiera

la historia ofrecer igualmente al pincel de los

pintores y al entusiasmo de los poetas.

Tolomeo Soter dos años antes de morir

asoció á su corona á Filadelfo su segundo

hijo , con perjuicio de C e r a u n o , que era e l

mayor. A vista de las malas calidades de este

parece que de la parte del Príncipe no fue

tanto predilección, quanto una previsión pru­

dente. Cerauno se refugió en Macedonia con

el R e y Se leuco , al que asesinó habiéndole

recibido bien. Despues de este regicidio se

casó con la viuda llamada Arsinoe , que era

su hermana, y señora de la capital del rey-

no. Para merecer su mano la prometió cui­

dar como padre de sus hijos, y á todos los

degolló casi entre los brazos de la madre el

dia del casamiento. L a indignación del pue­

blo hizo otra vez viuda á Arsinoe: no se sa-

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2 O 2 COMPENDIO

be si esperaba estos sucesos para casarse con

su hermano F i l a d e l f o , á quien se habia re­

fugiado escapando de los brazos de Cerauno.

Era de mas edad que Filadelfo , y no obs­

tante tomó y conservó hasta la muerte un

imperio absoluto sobre su corazón.

E l hijo de Soter representó grande par­

te de las virtudes de su padre , y es famoso

por su habilidad en e l gobierno. Arreglaba

con proporción los impuestos y sus generosi­

dades. Siempre con armas y usándolas poco

engañaba á sus vecinos, y se hizo entre ellos

su arbitro y reconciliador. Extendió la na­

vegación , hizo florecer e l comercio , atraxo

los extrangeros con los privilegios que le pa­

recieron oportunos para fixarlos en sus esta­

dos. E n Alexandria habia muchos Judíos, que

la habitaron por tan largo t iempo, que olvi­

daron suüengua originaria. Para que e l Egip­

to les pareciese mas agradable , y para que,

si fuese posible , no se acordasen de Judea,

hizo traducir la Biblia en griego ; y así se

debe á este Tolomeo la Version de los Se­tenta.

Protegió Fi ladelfo las ciencias y á los que

las cultivaban , y así tuvo muchos sabios en

su corte: A r a t o , encargado del aumento de la

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DE 1 A H I S T O R I A U N I V E R S A L . 2 0 %

biblioteca de Alexandria; Aristófanes, que ha­

bia leido todos los libros; Teócr i to , Licofron-

te con otros cinco comentadores llamados las

siete plevadas ; Aristarco gramático severo;

Meneton historiador; Conon É Hiparco mate­

máticos ; Erodoto e l primer comentador de

H o m e r o ; y dos hombres que no merecen po­

nerse en esta lista, Sotades poeta obsceno, y

Z o y l o un satírico, cuyo nombre ha l legado

á ser injuria. F i lade l fo , aunque se divertía

algunas veces con su malic ia , no les mani­

festaba estimación' ni aprecio. Murieron estos

dos poetas , e l uno de .miseria, y e l otro de

muerte violenta, cargados del odio y desprecio

del público. Se reprehende en Filadelfo e l

no haber perdonado á Demetr io Falereo e l

consejó que este DIO'á su padre de colocar en

e l trono al hijo mayor ¿ que era C e r a u n o , y

que no diese esta preferencia al menor , por­

que é l la tenia por injusta: de nada le sir­

vieron, con Filadelfo las prendas de sabio É ilus­

t r e , ni el haber sido Ministro y confidente de

S o t e r , porque le puso en un castillo; y quan-

do iba á condenarle á. muerte , le ahorró este

delito al Monarca u n áspid que picó al en­

carcelado.

S u penetración le hizo preveer la futu<-

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2 0 4 COMPENDIO

ra grandeza de los Romanos. Envió á estos

sus embaxadores, y los recibió de su parte.

Estos fueron Fabio G u r g e s , Quinto Ogul ino,

y C e n e y o Fabio Pictor. Merece conservarse la

memoria de la conducta discreta y noble que

observaron. A l concluirse un espléndido convite

ofreció á cada uno el R e y una corona de oro.

Ellos las aceptaron, y al dia siguiente aparecie­

ron puestas en las estatuas del R e y que es­

taban en la plaza pública. Este desinterés y

este modo de hacer la corte dio á los Egip­

cios una alta idea de los Romanos. Filadelfo

redoblo sus presentes, y quiso que se los lle­

vasen ; pero ellos quando llegaron á Roma

los pusieron en el tesoro público. La políti­

ca del Egipcio le mantuvo siempre en equi­

librio entre Romanos y Cartagineses. Le pi ­

dieron estos dinero para sostener la guerra

contra los primeros, y respondió : No puedo yo ayudar d un amigo- contra otro amigo.

Generalmente se nota una prudente cir­

cunspección en el gobierno de Fi ladel fo; mas

no se le aprobará el haberse propasado tanto

en las precauciones respectivas á conservar la

p a z , que se deshizo de dos hermanos porque

pudieran turbarla. Por esta acción le dieron,

por ironia, e l sobrenombre de F i l a d e l f o , ó

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DE L A H I S T O R I A U N I V E R S A L . 2 0 $

amante de sus hermanos. Uno de estos, lla­

mado M a g o , se escapo de esta cautela cruel

apoderándose, á titulo de R e y , de la Libia y

la Cirenaica que gobernaba, y con la diade­

ma desafiaba las amenazas y esfuerzos del her­

mano. A Filadelfo reconocen por su funda­

dor muchas ciudades. Erigió tantos y tan so­

berbios monumentos , que los venideros l la­

maban filadelfianas á las obras de extraordina­

ria grandeza y precioso gusto. Mantuvo arma­

das considerables en e l Mediterráneo y en el

mar Roxo.

Construyó este Príncipe un canal que

juntaba las aguas del N i l o con las del mar

R o x o , á excepción de un corto espacio que

se í asaba en camellos, y por él se transpor­

taban las producciones de A r a b i a , de la In­

dia , Persia y Etiopia hasta Alexandria , que

mantuvo por diez y siete siglos el mayor co­

mercio del m u n d o , y aun ahora seria fácil

restituírsele. Pensó en el modo de tener un

ataúd de hierro suspendido por medio de un

grande imán en la bóveda de un templo, y

por haberle sobrevenido la muerte no hizo

la experiencia en honor de Arsinoe su her­

mana y esposa muy querida." Aunque no era

muy belicoso, siempre tenia un exércico de

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2 o 6 COMPENDIO

doscientos mil infantes, quarenta mil caballos,

trescientos elefantes, dos mil carros de guer­

ra , y un arsenal para armar trescientos mil

hombres, con un tesoro suficiente para sur­

tir á los gastos necesarios. D i c e n que todas

estas tropas estaban mal disciplinadas, y en­

tregadas como su R e y á la vida regalada.

Desde muy mozo se enervó con los deley-

tes , y murió viejo entre los mismos pla­

ceres.

E l reynado de Antíoco Evergetes , su hi­

jo ( 1 7 8 5 ) » empezó por una guerra feliz con­

tra la Siria, de la que sacó muchos ídolos

que Cambises habia quitado á los Egipcios,

y los volvió á colocar en sus templos. C o n

esta acción ganó el amor del p u e b l o , el qual

le dio el nombre de E v e r g e t e s , que quiere

decir bienhechor. Una inscripción que se ha

conservado le da con la sober? de Egipto

la de Siria, L i b i a , Fenic ia , C i d p r e , el I l í -

rico , Caria , las islas Cicladas , y dice que

sujetó las provincias de la otra parte del E u ­

frates , la Cilicia , la Panfilia, la Trac ia , la

Mesopotamia, la Persia y la Media hasta la

Bactriana. Añaden á esto las dos costas del

mar R o x o y de las provincias de Etiopia. Si

esta enumeración es exacta, pocos Monarcas

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DE L A H I S T O R I A U N I V E R S A L . loj

ha habido tan poderosos: y siendo así, ¿quien

habrá que se admire de que estuviese e x ­

puesto á la adulación?

S u esposa Berenice viéndole partir á la

expedición de Siria , hizo voto de consagrar

sus cabellos, que eran muy hermosos, á los

dioses si volvía sano y salvo. Entró victorio­

so en su r e y n o , y Berenice, en cumplimien­

to de su voto se cortó el cabello, y le p u ­

so en el altar de V e n u s , en el templo que

habia edificado Filadelfo en Alexandria en

honor de Arsinoe su querida esposa. Poco

tiempo después, por descuido de los que guar­

daban el t e m p l o , se desapareció e l cabello.

Iba el R e y á castigarlos irr itado, y Conon,

Astrónomo hábi l , se presentó á prima noche

al Príncipe, y le d i x o : , ,Levantad los ojos,

y mirad aquellas siete estrellas que están en

la cola del dragon: son el cabello de Bere­

nice que han quitado del altar, y le han co­

locado en el cielo como una constelación fa­

vorable." N o hay duda que quiso el R e y de-

xarre engañar, pues fue m u y familiar en los

Tolomeos el conocimiento de las estrellas, y

fueron los autores de una era que tiene su

nombre. Los cortesanos, con e l exemplo del

R e y , se mostraron persuadidos al milagro, y

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2 0 8 COMPENDIO

los poetas, otra peste de las cortes de aquel

t i e m p o , le celebraron en sus versos. Todavía

tenemos sobre el cabello de Berenice un him­

no de Calimaco traducido por Catulo,

Evergetes no solo fue amante de las cien­

cias , sino autor de las memorias históricas que

eran muy estimadas. C o n su cuidado se aumen­

tó la biblioteca de Alexandría, y en el tiempo

de sus conquistas hacia trasladar á ella lo mas

precioso que hallaba: quando volvió á su rey-

no envió por todas partes hombres instruidos

con el encargo de buscar libros á qualquier

precio : si no los podía- conseguir mas que

prestados, hacia como su padre Filadelfo sa­

car soberbias copias para enviarlas, y quedar­

se con los originales.

V o l v i e n d o de su expedición de Siria pa­

só por Jerusalen , y ofreció, queriendo ver

las ceremonias, sacrificios al Dios de Israel.

E l colector de sus impuestos era un Judío

llamado Joseph, que puede considerarse co­

mo el patriarca de los tratantes. Era- sobrino

del gran Sacerdote Onias: iba á Egipto á ex­

cusar con el R e y á su t ío , contra quien ha-

bian dado algunas quejas. En su viage se en­

contró ricos arrendadores que iban á la cor­

te á ofrecerse por fiadores de la renta de los

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DE L A H I S T O R I A U N I V E R S A L . 2 0 0,

impuestos de Celesiria. Viajaban estos sun­tuosamente , y Joseph con mucha sencillez, por lo que la modestia de su equipage dio lugar á sus burlas. C o m o en el punto prin­cipal les pareció de buena composición, le ad­mitieron en su compañía. E l los escuchó, pe­netró sus proyectos, descubrió los medios, in­convenientes y recursos: se presentó á la adju­dicación, hizo su mejora, y se l levó la pre­ferencia. Sin duda en el cobro de las rentas se valió de tales astucias que no agradaron á los contribuyentes, supuesto que el R e y tu­vo que darle dos mil hombres de guardia que le sostuviesen. E l se enriqueció prodigiosa­mente ; y quando se habia llenado bien , se restituyó á Judea á gozar de su fortuna, dis­tante de la maldición de los pueblos que ha­bia arruinado.

E l espíritu fatigado con los horrores de la Siria ha podido descansar en estos tres rey-nados egipcios, aunque no del todo libres de lunares ; pero los reynados que se siguen preparan nuevas angustias al lector. To lomeo F i l o p a t o r , ó amigo de su padre por ironía, es sospechoso de haberle quitado la vida por reynar quanto antes; y si la sospecha no tie­ne fundamento, es á lo menos una prueba de

TOMO n i . o

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2 I O COMPENDIO

que no se tenia al amor filial por su virtud

favorita. También le llamaron Tri fon, el afe­

minado , notándole de infame lascivia. Tenia

un hermano estimable, llamado Magas , á quien

temia , y le mató. Por algún tiempo estuvo

suspensa la cuchilla sobre la cabeza de este

infeliz por las advertencias de Cleómenes, R e y

de Esparta, á quien Evergetes habia dado asi­

lo en Egipto ; porque la prudencia y raras

calidades de este Príncipe le hicieron temi­

ble á Sosibe, que era el Ministro y favorito

de Tolomeo. Los esfuerzos que hizo con ra­

zones y súplicas para salvar á Magas, le sir­

vieron al envidioso Sosibe de ocasión para

perder en el corazón del R e y al Monarca re­

fugiado ; y siguiendo el delito á la sospecha,

fue sacrificado Cleómenes.

U n hombre sacrificado es sin duda gran­

de crimen; pero uria nación entera condena­

da al abatimiento ó á la muerte es lo que

caracteriza de monstruo al hombre que se

burla del honor y de la vida de los otros.

Por una cosa que negó á Tolomeo el gran

Sacerdote de los J u d í o s , y fue la entrada

en el templo de Jerusalen, resolvió vengar'

se en todos los Judíos de sus estados de la

afrenta que le parecia haber recibido en J u -

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DE L A H I S T O R I A U N I V E R S A L . 2 1 1

dea. Eran los Judíos muchos, sobre todo en

Alexandria, y mandó con un edicto solemne

que adorasen á los dioses, ó se dexasen se­

ñalar en la frente con un hierro ardiendo que

imprimiese la figura de una hoja de yedra,

símbolo de Baco. T o d o s , menos trescientos,

prefirieron esta ignominia á la apostasía. Irri­

tado con esta resistencia casi genera l , ordena

que todos los Judíos residentes en E g i p t o

sean transportados á Alexandria cargados de

cadenas. Los encerraron hasta mas de quaren-

ta mil en el lugar destinado á los espectá­

culos , en donde entrando los elefantes debian

reventarlos con sus manos, y y a estaba seña­

lado el dia y la hora. E l p u e b l o , siempre de­

seoso de espectáculos sangrientos, rodeaba la

barrera de la plaza, y por dos veces los h u ­

mos de la embriaguez sepultaron á Tolomeo

en e l sueño , y suspendieron la execucion.

T u v o Filopator el suceso por una adverten­

cia del c ie lo , y envió los infelices Judíos á

sus casas, bien convencidos de que debian su

libertad y la vida á un milagro obrado en

premio de la fidelidad á la ley. de sus pa­

dres ; pero echaron á perder tan bella acción

quitando después la vida á los trescientos que

doblaron la rodilla á los ídolos. A u n con el

o 2

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2 1 2 COMPENDIO

perdón general se cuenta que murieron en solo Alexandria mas de quarenta mil Judíos.

Por desgracia tenia el R e y en Sosibe e l Ministro mas propio para servir á sus furo­res contra qualquier objeto. Arsinoe, muger y hermana de Fi lopator, le habia seguido en sus expediciones d e ' g u e r r a , arengando á los soldados y peleando con ellos. Esta , después de muchos años de esterilidad, dio un hijo á su esposo, y su fecundidad la hizo atrevi­da para pedir gracias, tanto que ya era im­portuna: se quejó el R e y , y manifestó el de­seo de deshacerse de ella. Tenia Sosibe un asesino de oficio llamado Fi lamon: le destacó contra la R e y n a , y la mató. Las criadas de la infeliz Princesa se aprovecharon de una conmoción para dar sobre el asesino, y le qui­taron la vida á palos y pedradas.

Por sesenta años tuvo Sosibe las riendas del gobierno, y fue el Ministro mas picaro y corrompido que hubo jamas. N o hacia escrú­pulo de valerse de los delitos mas horribles por conseguir sus intenciones. Asegura el his­toriador P o l i b i o , que fue el autor de las muertes cometidas en las personas de Síma-c o , hijo de T o l o m e o ; de M a g a s , hermano del R e y ; de Arsinoe , hija de Símaco j de

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DE L A H I S T O R I A U N I V E R S A L . 2 I J

Cleómenes , R e y de Esparta ; y por último, de la Reyna Arsinoe: y después de un mi­nisterio tan largo, señalado con tantas cruelda­des , murió tranquilamente muy v ie jo , lo que es un hecho tal vez único en la historia. A lo que parece dexó sus empleos antes de la muerte del R e y , y aun se cree que el pue­b l o , indignado por haber quitado la vida á la R e y n a , pidió la desgracia de Sosibe, lo que fue castigo poco proporcionado á sus de­litos. Tolomeo pasó una vida obscura entre e l cieno de los infames placeres, entregó su reyno á hombres corrompidos y mugeres sin vergüenza, que distribuían en su nombre los empleos civiles y militares á otros tales co­mo ellos. Este mal Príncipe, fuese por escrú­pulo ó por vanidad, hizo limosnas y edificó templos : dexó un hijo en la edad de cinco años.

Parece que después de la desgracia de Sosibe el pueblo y los Grandes le habían hecho al R e y como por fuerza dar el mi­nisterio á Tlepolemo , que era Ministro de Hacienda. E l Príncipe joven fue entregado para su educación á un tal Agatocles. A g a -toclea, su hermana, y Oenanta su madre, que vivían en palacio , fueron las primeras que

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2 1 4 COMPENDIO

supieron la muerte del R e y , y la tuvieron oculta hasta haber sacado el o r o , plata y joyas preciosas; y de la guardia del Principe quisieron elevarse á la regencia del reyno. Agatocles se presentó al público , teniendo e n brazos al Príncipe, y vertiendo lágrimas. A r e n g ó á los cortesanos, imploró su protec­ción para con aquel niño encomendado , de­cía , á sus cuidados por el R e y difunto , y aun tuvo atrevimiento para asegurar que T l e -polemo aspiraba al trono. L a calumnia reca­y ó sobre sus autores : se sublevó el pueblo indignado, arrancaron el joven R e y de los brazos de A g a t o c l e s , le llevaron al hipódro­m o , y le colocaron en el trono. A Agatocles, Agatoclea , su hermana , y Oenanta, su ma­dre , \as presentaron ante él como para ser juzgadas, las condenaron en su nombre, y se executó la sentencia á la vista del Príncipe. L a baxa plebe arrastró sus cadáveres sangrien­tos por las calles de Alexandr ia , los hicié-Ton pedazos, y todoí, \os pamnte,* y paluda­rios de esta familia sufrieron la misma suerte.

Los señores Egipcios no estuvieron acor­

des sobre la regencia, y les pareció del ca­

so referirse en este punto á Jos jRomanos. N o

despreció el senado tan bella ocasión de ha-

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DE L A H I S T O R I A UITIVERSAL. 2 I J

« r s e honor, y envió á Marco Lépido á E g i p .

to á tomar la tutela de Tolomeo. N o la con­

servó por mucho t iempo, porque la encargó

á Aristómenes, natural de Acarnania, hom­

bre muy experimentado. Gobernó el Regen­

te con general aprobación; y llegando T o l o -

meo á los catorce años, que era entre los

Egipcios la edad íixada para la mayor edad

de los R e y e s , le entregó el reyno en el es­

tado mas floreciente. E n vano se procura sa­

ber por qué le llamaron Epífanes ó el Ilustre,

pues apenas gozó de su autoridad, guando la empleó en dexar caer todo en grande des­

orden. Aristómenes le quiere dar consejo, y

él le envenena : sus vasallos se sublevan , y

é l los apacigua á fuerza de promesas; mas

apenas se vio dueño de la acción, h izo , con­

tra su palabra, espirar los rebeldes en los

tormentos. T a l vez contribuyó á su muerte la

L e oian sus cortesanos hablar muchas veces de una guerra que meditaba; y no viendo

sacarle , y él respondió: Mis amigos son mi dinero. Entendieron que sin du¿a contaba

con hacer la guerra á su costa, y le dieron

veneno.

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2 I 6 COMPENDIO

Tolomeo Filometor dexó dos hijos, uno

de su nombre ( 2 8 2 9 ) , y otro Tolomeo F i s -

c o n , con una hija llamada Cleopatra, baxo

la tutela de Cleopatra su madre. Esta Prin­

cesa cumplió gloriosamente con los deberes

de la regencia. D e Fiscon se sospechó que

la habia apresurado la muerte ; y el pueblo,

que se sublevó furioso contra é l , le hubie­

ra exterminado á no haberle tomado Filome­

tor baxo su protección. Este consiguió tan

honrado sobrenombre por su amor y reconoci­

miento á su madre. Sostuvo una guerra infeliz

Contra el R e y de Siria, en la que le hicie­

ron prisionero. Desesperando los Alexandri-

nos de volver á verle, dieron la corona á Fis­

con. E l Siró , cuyo objeto era subyugar e l

E g i p t o , l levó á F i l o m e t o r , le entregó su

r e y n o , le dio tropas para oponerse á su her­

mano ; mas se quedó con la plaza de Pe lu-

s o , llave de Egipto por aquella parte, para

entrar fácilmente quando viese muy deteriora­

dos á los dos hermanos. E l engañador se vio en­

gañado , porque se conformaron entre sí, me­

diando Cleopatra su hermana, y reynáron al­

g ú n tiempo con buena inteligencia. Si se di­

ce que la concordia entre hermanos es rara,

lo es mucho mas entre hermanos coronados.

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D E L A H I S T O R I A U N I V E R S A L . 217

Fi lometor , e l hombre mas d u l c e , atormenta­do por Fiscon , en lugar de exponer sus p u e ­blos á los horrores de una guerra c i v i l , re­currió al arbitrio de los Romanos. Filopator, padre de estos Príncipes, discípulo , por de­cirlo así, de la repúbl ica, siempre habia man­tenido con ella estrecha conexión. Los regalos que envió á Roma en el curso de su reynado eran tan considerables y á tales tiempos que po­dían pasar por tributo. Filometor fue allá en persona, l legó á pie sin comitiva, y con un mal vestido se hospedó en casa de un pintor de Alexandria. Así que el senado supo su veni­da , le hizo alojar, amueblar y servir, como correspondía á su clase: le envió á visitar por sugetos distinguidos, y le admitió á defender su causa. Era muy fácil la decision; porque correspondiendo el reyno de Egipto al her­mano mayor, se le debia dar todo entero á Filometor ; pero el senado, atendiendo á que Fiscon habia ya reynado, y todavía mas á la razón política de que convenia al interés de la república que no estuviese todo el reyno en una sola mano, adjudicó el Egipto á F i lome­tor , y la Cirenaica á Fiscon. E s t e , deseoso de que le añadiesen la isla de C h i p r e , fue tam­bién á Roma á pedir esta gracia; y aunque tal

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2 I 8 COMPENDIO

desmembración podia debilitar al mas fuerte

de los dos hermanos, se le concedió.

Fi lometor no se resolvió sin sentimiento

á verse despojado de tan bella posesión. D i ­

lató el desprenderse de ella: contemporizó con

la esperanza de conservar esta is la, porque

F i s c o n , ocupado en otra parte , no se hallaba

en estado de apoderarse de ella. Sus excesos

y crueldades le habían hecho tan odioso á los

habitadores de la Cirenaica, que se sublevaron;

y atacándole personalmente, le dexáron por

muerto. Fiscon , juzgando del corazón de su

hermano por el suyo , le tuvo por autor de

la sublevación. V o l v i ó á Roma á quejarse, y

revindicar la isla de Chipre . Se restituyó á

E g i p t o con embaxadores encargados de hacer

á Filometor que cediese ; y como este se elu­

dió , por ambas partes levantaron tropas, y los

Romanos los dexáron pelear. Fiscon fue ven­

cido y preso: su hermano, siempre indulgen­

te , no solo le dio la libertad, sino también el

reyno de Cirene , y una indemnización por la

isla de Chipre. L l e v ó después la guerra á Si­

r i a , y murió de sus heridas en el seno de la

victoria. Es cosa que pasma ver que un Prínci­

pe que murió peleando haya dexado mala idea

<de su valor. Esta es la única tacha que le p o -

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D E L A H I S T O R I A U N I V E R S A L . 219

nen, fundándola en que en una batalla se man­

tuvo distante del peligro ; pero en esto se ve

que su valor era de G e n e r a l , y no de simple

soldado ; y aun se infiere que tenia de todo,

«ruando se expuso tanto que recibió heridas

mortales.

C o n la muerte de Filometor ( 2 8 5 8 ) se

manifestaron dos partidos: uno á favor de

C l e o p a t r a , que quería colocar en e l trorio un

hijo todavía niño: y otro á favor de Fiscon.

Se concordaron entre sí con la condición de que

Fiscon casaría con su hermana, viuda de su

hermano , y reynaria con ella el resto dé sus

dias; pero quedando declarado el hijo de F i ­

lometor por heredero de la corona. A q u í em­

pieza el reynado de Fiscon en E g i p t o : escri­

biremos con la mayor brevedad las acciones

de este tirano , como quien va pisando car­

bones encendidos.

Se casó Fiscon con su hermana , y en e l

mismo dia de las bodas degolló á su sobrino

en el regazo de su madre. T u v o un h i jo , al

que llamó Menfitis , porque se hallaba él en

Menfis ocupado en ciertas acciones religiosas

quando su esposa le dio á luz . Aunque ya

tenia el sobrenombre de Fiscon, que signi­

fica el P a n z u d o , para denotar esta deformi»

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2 2 0 COMPENDIO

ciad, le llamaron Cacoergetes, hombre inclinado

á hacer m a l ; y lo mereció bien. Q u i t ó la

vida á todos los que le habían sido contrarios

quando recibió la corona. Esto no admira en

un monstruo ; pero trató del mismo modo á

los que le habían sido favorables, porque ha­

biendo sido poco fieles á su sobrino, podrían

serlo con él. N o será ponderación decir que

las calles de sus dos capitales Alexandría y

C irene rebosaron muchas veces sangre. E x e -

cutaban sus bárbaras órdenes soldados extran-

geros , gentes feroces, que no conocían mas que

á é l , y bien pagadas le obedecían ciegamen­

te. Sus temores y sospechas le inspiraban re­

soluciones atroces; y como habia hecho tanto

mal á la ciudad de Alexandría, á cada instan­

te formaba aprehensión de sublevaciones. Para

privarla de la fuerza principal hizo matar la

juventud mas distinguida quando esta se ha­

llaba junta en el hipódromo para exercitarse.

i o s padres , madres y parientes iban huyen­

do en tropel : entonces llamó el tirano á to­

dos los que quisieron i r , y los puso en pose­

sión de todo quanto era de los fugitivos. A q u e ­

llos nuevos huéspedes conocieron en el rigor

de los impuestos, y en las vexaciones de to-

da espec ie , la confianza que se puede fun-

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D E L A H I S T O R I A U N I V E R S A L . 2 2 1

dar en los beneficios de un malvado.

L a Reyna tenia de Filometor una hija

llamada Cleopatra como ella : tuvo esta Prin­

cesa la desgracia de inspirar pasión en Fiscon:

la violentó pr imero; y repudiando á su ma­

dre, se casó con ella. Después de la cruel ma­

tanza de Alexandría se retiró á Chipre con

su joven esposa para dexar que se sosegase

e l furor del p u e b l o , y este hizo que la R e y ­

na repudiada tomase por fuerza la corona. C o n

esta noticia le pareció al R e y que ya veia l la­

mar á su hijo Menfitis para coronarle: le hi­

zo venir á su presencia y quitarle la vida.

Quando esta atrocidad se supo en Alexandría

se redobló contra el tirano el odio del pue­

blo. L e maldicen, despedazan sus estatuas, y

le declaran irrevocablemente derribado del tro­

no. Compadecidos los Alexandrinos del dolor

de la madre miran como obligación el conso­

larla con los mas solemnes testimonios de su

afecto. Fiscon, que supo estos excesos de amor

hacia e l l a , y de odio hacia é l , creyó que su

antigua esposa era la causa de tan señalada in­

dignación del pueblo. Justamente en este tiem­

po debía celebrarse el nacimiento de Cleopa­

tra ; y como si el R e y quisiera reconciliarse

con e l l a , la envió una caxa que decían con-

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2 2 2 COMPENDIO

tener u n rico presente. L a abren, y ¡espan­

toso espectáculo! eran los miembros de su hijo

puesta su cabeza encima.

Parece que se habia empeñado la natura­

leza en hacer á Fiscon de todos modos un

monstruo: talle corto, vientre excesivamente

g r u e s o , mirar feroz. C o n ser así que habia

mostrado en Roma por dos veces su abomina­

ble figura , los embaxadores romanos envia­

dos á su corte no le pudieron mirar en el

trono sin una admiración mezclada de horror.

Iban estos encargados por la república de v i ­

sitar la Grecia y la Macedonia sujetas á su

dominio , y debían pasar después sucesivamen­

te á las cortes de E g i p t o , Siria, Pérgamo y Bi-

t inia, para examinar en qué estado se halla­

ban estos reynos. Eran muchas las utilidades

que de estas embaxadas sacaba Roma ; por­

que en ellas iban muchos jóvenes que por este

medio se acostumbraban á los negocios: el se­

nado , instruido por sus relaciones, formaba

juicio de lo que sucedía en aquellos reynos

como si hubiera estado en e l los : los envia­

dos con sus modales honrados y nobles, coa

su espíritu conciliador, con ofrecerse á servir,

y realizarlo algunas v e c e s , propagaban la es­

timación del pueblo romano, y proporciona-

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DE L A H I S T O R I A U N I V E R S A ! . 223

ban las naciones para el y u g o cjue tenían que

llevar. Recibió Fiscon á los embaxadores con

la mayor distinción : procuró con demasiada

complacencia que advirtiesen sus riquezas y la

hermosura de su r e y n o : los Romanos todo lo iban recorriendo como curiosos interesados, y

quedaron convencidos de que Egipto podia,

ser uno de los mas poderosos estados del mun­

do si le hubiera gobernado otro Príncipe mejor.

Para ser malo no se necesita grande e n ­

tendimiento ; pero el que es en extremo

malo debe tenerle muy grande para no pa­

rar en mal. Era Fiscon hombre de mas q u e

mediano ingenio; y en los intervalos de sus

excesos cultivaba las ciencias y las bellas ar­

tes : dicen que era muy sabio , y que ha­

blaba fácilmente en todos los asuntos. L a his­

toria de su tiempo que él escribió era m u y

estimada. Comentó á Homero, aumentó la bi­

blioteca de Alexandria, y muchos sabios ex­

perimentaron su generosidad ; pero hace e l

contraste mas particular ver que en su reyna­

do empezaron las ciencias á huir de Egipto .

Quando asustadas con las guerras de los su­

cesores de Alexandro abandonaron el As ia , la

Grecia y las islas del Archipié lago, hallaron

asilo entre los Tolomeos. Gramáticos, M é d i -

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2 2 4 COMPENDIO

cos , Pintores, Arquitectos, Poetas y Filósofos

todos acudieron á Alexandría, en donde se fran­

queaba una magnífica biblioteca; y en los gran­

des pórticos de un museo soberbio se junta­

ban los hombres deseosos de instruirse, y se

facilitaba la comunicación de los conocimien­

tos. Pero todas estas ventajas se inutilizan quan­

do falta la libertad bien arreglada. Fiscon, ti­

rano suspicaz, no solo quiso cautivar las pa­

labras , sino también mandar en los pensamien­

tos ; y esta violencia despobló las academias

de Alexandría, y causó en E g i p t o , patria de

las artes y las ciencias, una esterilidad que no

ha hecho mas que ir creciendo hasta nues­

tros dias.

Fiscon ( 2 8 8 7 ) , monstruo de crueldad,

vivió setenta y tres años, y murió de muer­

te natural en medio de Alexandría, á la que

había inundado de sangre humana. T u v o de

Cleopatra su sobrina dos hijos, Látiro y A l e ­

xandra , con tres hijas, Cleopatra , Selene y

Trifene. E n pocas lineas se pudiera escribir

la historia de esta familia, diciendo : Fiscon,

dexa el trono á su v i u d a , con la libertad de

colocar en é l , después de sus dias, al hijo

que mas quisiese. Esta elige á Alexandra, que

era el menor, como mas fácil de ser domi-

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DE L A H I S T O R I A U N I V E R S A L . 22 5

nado. Látiro se refugia á Chipre . E l pueblo, descontento por la injusticia de la madre, ha­ce llamar á Látiro ; pero la madre no le de-xa acompañarla en el trono si no repudia á Cleopatra, su hermana mayor, á quien amaba, y se casa con Selene , á quien él miraba con indiferencia; pero su madre la creia muy á propósito para sus designios. C o n nuevas ma­niobras arroja á Látiro del t r o n o , y v u e l ­ve á colocar á A l e x a n d r e Se hacen la guer­ra los dos hermanos: descubre Alexandra que su madre le quiere asesinar, y él la previe­ne. Esta acción subleva á los E g i p c i o s , que los destronan, y llaman á Látiro. Matan á Alexandre, que queria entrar de nuevo en C h i p r e , y dexa un hijo de su propio nom­bre. Por ú l t imo, muere L á t i r o , y dexa una sola hija llamada Cleopatra ó Berenice.

Pudiera llenarse este quadro no de be­llas acciones, que ya no se veian en Egipto , sino de guerras, en las quales harian los J u ­díos un gran papel. Cleopatra los quería , y tenia por principales Ministros dos Israelitas, grandes exactores. Látiro los aborrecia, y por esta aversion provocó Cleopatra el odio del pueblo contra su h i j o , y hizo arrojarle de Egipto ; pero veamos con qué astucia infer -

TOMO III . p

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2 26 COMPENDIO

nal. Consiguió de dos eunucos suyos que se

dexasen herir y ensangrentar: estos se presen­

taron en la plaza pública gritando que se

veían en aquel infeliz estado por defender á

su señora, á quien su hijo habia querido vio­

lentar. C o n estar Egipto tan acostumbrado á

ver crímenes, este excitó la indignación g e ­

neral , cuya víctima fue Látiro.

E n la guerra que hizo á los Judíos se

cuenta una acción atroz. Estaban sus tropas

acantonadas en ciertos pueblos de cuya sumi­

sión sospechaba: juntó mugeres y niños: los hi­

zo despedazar y cocer en calderas, como si h u ­

bieran de servirse en la comida de su exér-

cito : todo con el fin de inspirar tal espanto,

que no tuviesen los habitadores la menor ten­

tación de atreverse á nada contra huéspedes

tan terribles. Látiro no perdonaba tampoco á

sus vasallos, pues por un alboroto que hu­

b o en T é b a s , que después de Alexandría era

la mas hermosa ciudad de su r e y n o , la des­

t r u y ó hasta los cimientos. Tales fueron los

hijos legítimos de Fiscon : de los dos varones,

el uno mató á su madre, el otro degolló in­

distintamente á extraños y vasallos, y las tres

hijas se mataron una á otra : solamente un hi­

jo ilegítimo , tenido en I r e n e , concubina, lia-

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D E L A H I S T O R I A U N I V E R S A L . 2 2 7

mado Apion , no se pareció al padre. Se es­tuvo en la C i r e n a i c a , cuyo R e y le habia hecho F i s c o n , y nada se mezcló en los asun­tos de E g i p t o , por lo que aquel pequeño rey-no se hizo con su gobierno floreciente : en él se contaban cinco ciudades principales bien edi­ficadas , muy pobladas y comerciantes. Cerca de una de estas, llamada Berenice, cuyo pri­mer nombre habia sido Hesperis, estaba e l jardín de las Hespérides, célebre por sus bellas frutas, y el rio L e t e o , tan famosos por las fic­ciones de los poetas. Después de un reynado de veinte años, creyendo Apion que hacia la felicidad de sus pueblos , dexó por testamen­to su reyno á los Romanos. Mas no se cum­plió su deseo , porque la república solo tomó lo que la acomodaba, dexando el resto á discre­ción de los tiranos, que se apoderaron de el lo, y de las facciones que la anarquía produxo. Los Romanos tuvieron alguna compasión de aque­llos infelices, y enviaron á L u c u l o para que todo lo ordenase : ellos le pidieron un plan de gobierno , y les dio esta respuesta de P la­tón á sus mayores: Un pueblo tan rico como •vosotros, nunca podrá sujetarse á la autori­dad de las leyes.

Látiro ( 2 9 2 3 } dexó solamente una hija p 2

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2 28 COMPENDIO

legítima llamada C leopatra , á la que le die­ron el trono los Alexandrinos; pero tenia es­ta un primo, hijo de A l e x a n d r o , hermano de L á t i r o , del mismo nombre que su padre. Ojian­do su madre Cleopatra se vio precisada á de-xarle quitar la corona de E g i p t o , envió al joven Alexandro con grandes riquezas á la is­la de C o s , fecunda en sabios, para que le die­sen la mejor educación. Mitrídates tomó esta is la , y l levó al Príncipe con sus riquezas á su reyno del Ponto. Alexandro fue testigo de vista de la facilidad con que Mitrídates se des­hacía sin el menor pretexto de sus propios hi­jos , y así temió lo que á él podia sucederle con mas fuerte razón por sus riquezas. Se sal­v ó pues en el campo de S i la , y este le en­v ió á Egipto quando se supo la muerte de Látiro en Roma. Y a habia seis meses que su prima cenia la corona , y solo tenia diez y siete años. Entre los dos se manejaron según la costumbre de sus mayores, y se casaron; pe­ro el efecto no desmintió á los usos antiguos, porque á los diez y nueve dias de las bodas, Alexandro quitó la vida á su m u g e r , ó por­que no la halló como la quería , ó por no tener esposa con el tirulo de compañera en el trono. Este crimen ocasionó una sublevación

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D E L A H I S T O R I A U N I V E R S A L . 2 2 9

en Alexandría: dicen unos que le mataron los

habitadores: otros que escapó de sus manos,

y reynó muchos años; pero fueron tantas sus

crueldades, y se entregó á tantos excesos, que

le echaron fuera sus vasallos, y murió en T i ­

ro , adonde se habia refugiado, llevando por

delante grandes riquezas.

Esta última opinion ( 2 9 2 8 ) es la mas ve­

risímil , pues sobrevivió Alexandro al asesina­

to de su muger el tiempo suficiente para ver­

se con un concurrente que los Egipcios le

opusieron. A falta de Príncipe legítimo nom­

braron un bastardo de L á t i r o , llamado T o l o -

meo A u l e t e s , esto e s , tocador de jlauta. A l e ­

xandro envió sus quejas á Roma , y murió

antes de ver el éxito ; pero habia hecho un

testamento en que nombraba por heredero al

pueblo romano , menos por afecto, que con

el fin de suscitar un enemigo á su contrario.

Este testamento excitó grandes debates en e l

senado. Bien deseaban los Romanos la heren­

cia, mas como acababan de adquirir la Cirenái-

ca por el testamento de A p i o n , y la Bitinia por

el de Nicomedes, temian que si aceptaban el

Egipto no dexarian de penetrar su codicia y

ambición. Decidieron pues que se llevasen á

Roma las riquezas que Alexandro tenia en Tiro ,

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2 3 0 COMPENDIO

y en quanto al reyno le dexáron á Auletes, sin dar por eso ni consentimiento ni renuncia.

E l primer cuidado de este Principe fue procurar que le reconociese la república por R e y de Egipto. La negociación que tuvo que hacer con este motivo produxo una gran­de suma á Jul io César , que entonces era C ó n s u l , y muy empeñado: otra á Pompeyo, de cuyo crédito necesitaba para hacer pasar en el senado la decisión. Por medio de vein­te y seis millones consiguió el título de alia­do del pueblo romano. Otro bastardo de L a -tiro , llamado Alexandro, que se había apo­derado de la isla de C h i p r e , por no haber tenido habilidad , como A u l e t e s , para com­prar el consentimiento de los Romanos, fue de­clarado depuesto de su reyno por un decreto del senado. Pidió socorro á su hermano, y es­te por no desagradar á los Romanos se le ne­g ó . Indignados los Egipcios por esta cobardía le arrojaron á él del trono de Egipto , y co­locaron á Berenice su hija; y por mas que la buscaron un esposo capaz de sostenerla , le encontraron malo. Se leuco, el pariente mas cer­cano , Príncipe de la familia de los Seleuci-das, que fue á quien la dieron, era tan feo y tan asqueroso, que le pusieron el nombre de

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D E L A H I S T O R I A U N I V E R S A L . 23 I

Cerdo. E l alma correspondía al cuerpo : v ioló

el sepulcro de Alexandro M a g n o , y á la caxa

de oro en que estaba su cadáver substituyó

una de vidrio. L l e g ó á ser tan odioso é inso­

portable á la Reyna , que le hizo ahogar con

un cordel. Es verdad que era un monstruo,

mas no pertenecía á su muger limpiar de este

monstruo á la tierra. Le reemplazó Arquelao,

que se decia hijo del gran Mitrídates; pero

era hijo de su primer teniente , gran Sacerdote

de Comana en el Ponto, capitán excelente , y

dotado de virtudes verdaderamente regias.

Quando esto pasaba en Egipto iba A u l e -

tes á solicitar socorro en Roma. Supo estando

en Rodas que se hallaba allí C a t ó n , y no se

le podía presentar mas á tiempo el medio de

instruirse en el estado de las cosas, y en las

medidas que debía tomar. Envió el R e y á de­

cir á Catón que deseaba hablarle: pensaba que

el Romano iria apresurado á verle ; pero res­

pondió C a t ó n , que venga. F u e Aule tes , y vio

un hombre vestido con la mayor sencillez, y

en el equipage mas modesto. L e recibió el re­

publicano sin alterarse mas que si fuera un

hombre ordinario, y le oyó con atención. N o

causará molestia el ver la Roma de aquel

tiempo pintada por mano de Catón. „ ¿ C o m o

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COMPENDIO

es posible, le d i c e , que abandones el pais mas

bel lo de la tierra por ir á sufrir en Roma mil

tratamientos indignos de paite de los Gran­

d e s , tan avarientos como partidarios? D e b o

decírtelo con franqueza : todas las riquezas

de Egipto no serian capaces de saciar su co­

dicia. Cuenta con que un Príncipe que no

l leve mas que miseria y quejas nada consegui­

rá de ellos; y si llegas á lograr algunos pro­

tectores, hallarás en ellos otros tantos dueños

nuevos. V u é l v e t e á E g i p t o , y procura con un

gobierno prudente y moderado ganar el afec­

to de los vasallos, que perdiste por tu impru­

dencia." Se ofreció Catón á acompañarle , y

á emplear con los Egipcios quantos medios

pudiesen obligarlos á recibirle ; pero resolu­

ción tan noble y generosa estaba mal emplea­

da en Auletes. D u d ó no obstante, mas con­

tinuó su viage á Roma.

Por la conducta del Egipcio se puede

juzgar que lo que mas le movió en lo que

dixo Catón fue que la venalidad estaba triun­

fante en R o m a , y así se propuso aprovechar­

se de estas l u c e s , y el éxito excedió á sus es­

peranzas. Figurémonos que este Monarca l le­

g ó á Roma precedido de la reputación de

que llevaba consigo todas las riquezas de su

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DE L A H I S T O R I A U N I V E R S A L . 2 3 3

imperio. L e recibe Pompeyo magníficamente

en su casa, y los senadores de mas nombre

Gabinio , Búbulo , Marcelino se apresuran

á acompañarle. Envían los Alexandrinos em-

baxadores para defender su causa; pero en­

carcelan al orador, y asesinan al que ha­

cia cabeza con muchos de sus compañeros. A

los autores de estos delitos los persiguen en

los tribunales, y estos los absuelven: los jue­

ces iniquos fueron acusados, y los declararon

por inocentes. Para asalariar todos estos de­

litos se necesita dinero, y se agotan los te­

soros : entonces se anuncian clandestinamente

los usureros, y proponen operaciones de ga­

nancias. E l senador es caución del caballero,

este saca interés del dinero que toma del te­

soro público que está á su cuidado. E l mis­

mo Pompeyo ayuda á los empréstitos, se obli­

ga por el R e y ; pero sin riesgo, porque aquel

dinero no hacia mas que pasar por las ma­

nos de Auletes para caer en las suyas. Por

entonces estaba César en las Galias.

L a corrupción era pública ; pero eran

tantos los que en ellas se interesaban que

nadie se atrevía á quejarse. Se veía T o l o -

meo en el momento de conseguir un exér-

ci to; y los grandes Capitanes de la repú-

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2 34 COMPENDIO

blica , y entre ellos Pompeyo , pretendían la

comandancia como inagotable fuente de ri­

quezas; quando algunos hombres honrados del

senado , por no tener otros medios recurrie­

ron á la superstición. Porcio Catón abrió e l

libro de las Sibilas, y leyó ó fingió que leia

estas palabras: Si un Rey de Egipto os pide socorro, ayudadle ; pero no le deis tropas. Es­

te oráculo arruino de un golpe las esperanzas

de Auletes. Gastados ya cincuenta millones de

su r iqueza, salió de Roma perseguido de sus

acreedores, y no sabiendo qué hacer, se ocul­

tó en un asilo. Pero la codicia, que siempre

es activa y vigi lante, trabajó por él. Los par­

tidarios que tenia en R o m a , los que habian

prestado , y no querían perder sus dineros,

escribieron á los Generales de la república

mas vecinos á E g i p t o , que seria un buen

golpe y una fortuna asegurada para el que lo

consiguiese, restablecer en el trono á Tolomeo.

Les indicaban los medios de eludir el orácu­

l o , y de emplear en esta expedición los exér-

citos de la república. Muchos se negaron;

pero Gabinio , comandante en Siria , lo tomó á

su cargo por unos sesenta millones que le se­

rian pagados en habiendo restituido el trono á

A u l e t e s . Entró en E g i p t o llevando al R e y en

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D E L A H I S T O R I A U N I V E R S A L . 2 3 5

su e x é r c i t o , y tuvo rápidas felicidades. La

primera ciudad que tomó fue Pelusio : qui­

siera el Egipcio pasar á cuchillo los habita­

dores ; pero el General romano se opuso á un

acto tan impolítico y cruel.

A r q u e l a o , marido de la R e y n a , se pre­

sentó, y vencido en batalla campal , quedó

prisionero. Bien pudiera Gabinio dar fin á la

guerra sobre la marcha; pero no quería perder

otra grande suma que Arquelao le ofreció; y

después con pretexto de que este Príncipe

se habia huido sin ser v is to , pidió á T o l o -

meo nuevas cantidades para continuar la guer­

ra. Y a estaba pronto en el campo con sus

caudales Rabirio , caballero romano : este

prestó al R e y á un interés considerable e l

dinero que el Monarca derramó en las ma­

nos del General. V o l v i ó á empezarse la guer­

ra con nuevo vigor , y se concluyó con una

batalla, en que Arquelao perdió la vida.

Así que Auletes se vio dueño de A l e ­

xandria , sacrificó á su resentimiento á Bere­

nice su hija, porque, aunque por fuerza, ha­

bia llevado la corona durante su destierro.

Hizo matar después á todos los ciudadanos ri­

cos con el pretexto de que habian sostenido

á los r e b e l d e s , y sus bienes confiscados le

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2 3 6 COMPENDIO

sirvieron para pagar á Gabinio. Los Alexan-

drinos saqueados y arruinados estaban en estado

de desesperación; pero por mas deseos que tu­

viesen de romper, las tropas romanas que de-

x ó Gabinio les hacían la centinela como á las

demás ciudades que igualmente tenian en­

frenadas. N o obstante, estos mismos Alexan-

drinos, que tratándose de defender sus bienes

temblaban de la sombra de un Romano, se

volvieron leones desencadenados, porque un

soldado había por descuido muerto á un ga­

to , é hicieron mil pedazos al infeliz.

Todas las concusiones de Auletes no bas­

taban para cumplir con Rabirio ; y estre­

chando este al R e y , le dixo A u l e t e s : „ N 0

hallo otro medio de satisfaceros, sino el de

consentir que administréis mis rentas , y os

reembolséis de este modo poco á poco por

vuestra m a n o . " N o conoció Rabirio el lazo.

D e caballero romano, se hizo colector de im­

puestos, y quando habia de dar cuentas halló

Auletes suficiente pretexto para hacerle arres­

tar. Rabirio exclamó ¡qué injusticia! Pompeyo,

que le habia servido al R e y de caución en

R o m a , sintió mucho este proceder; mas co­

mo habia poco que esperar, y mucho que te­

mer de un Príncipe cruel y avaro, se tuvo

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D E L A H I S T O R I A U N I V E R S A L 2 3 7

Rabino por muy dichoso en que le dexasen huir de la prisión , y salir de Egipto : de este modo pagó Auletes sus deudas. Este fue el último acto de un reynado de treinta años, demasiado largo para sus p u e b l o s , ignomi­nioso para el R e y , y nada honorífico para los Romanos. Es verdad que estos quisieron cas­tigar á los dos culpados, y Gabinio y Rabi­n o , volviendo á R o m a , sufrieron un proceso criminal. L a eloqüencia de Cicerón libró á Rabirio de la pena, pero no de la vergüen­za. Gabinio fue desterrado; pero los que le habían incitado y se habían aprovechado de sus depredaciones no dexáron de andar por Roma con su cabeza levantada. Descarada im­punidad , ordinaria precursora de la ruina de los imperios.

Auletes tuvo dos hi jos , ambos llamados Tolomeos, y dos hijas, la una fue aquella C leo-patra que ha llegado á ser tan célebre, y A r -sinoe la otra ( 2 9 6 6 ) . Dispuso de la corona en favor de los dos mayores con la condición de que se casasen el uno con la otra. Tenia Cleopatra diez y siete años , y su hermano trece. Recomendó Auletes sus hijos al p u e ­blo romano , y le suplicó en su testamento que fuese su tutor. Recibió el senado este

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2 3 8 COMPENDIO

cargo honorífico, y dio el desempeño á Pom-

peyo. Nombraron primer Ministro á Potino,

y por comandante de las tropas á Aquilas.

N o acomodaba á estos dos hombres una

P e y n a cuyas disposiciones no solamente eran

para no dexarse mandar, sino para gober­

narse por sí. C o n amenazas ó malos trata­

mientos obligaron á Cleopatra á dexar la cor­

te ; y fue á sublevar la Siria y la Palestina: vol­

v ió muy altiva á presentar batalla á su ma­

rido y á los dos Ministros delante de los

muros de Pelusio. Quando se estaban obser­

vando los dos exércitos apareció en el mar

Pompeyo que volvia vencido en Farsalia, y

esperaba hallar asilo en Egipto. Envió á pe­

dir á T o l o m e o , su pupilo , el permiso para

entrar en Egipto. Se examinaron en el con-,

sejo estas preguntas: „ ¿ S i seria bueno reci­

birle á peligro de desagradar al vencedor:

si negándole la entrada se le pondría en

precisión de ir con su desgracia á otra par­

te , y ponerse á riesgo de que cesando esta,

aspirase á la venganza : ó si se le habia de

quitar la vida para conseguir la amistad de

César? Prevaleció este último parecer, y ase­

sinaron á Pompeyo : lo que íue un delito,

una torpeza, y una ingratitud del sucesor de

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D E L A H I S T O R I A U N I V E R S A L . 2 3 9

A u l e t e s , á quien el mismo Pompeyo habia

puesto en el trono. Es verdad que se rebaxa

mucho de la alta opinion de los servicios de

P o m p e y o , quando nos acordamos de que habían

sido interesados. C é s a r , que iba persiguiendo

á su rival , l legó en el mismo tiempo á A l e ­

xandria. Aquilas creyó darle gusto presentán­

dole la cabeza de su enemigo; pero él apar­tó Jos ojos con horror, y vertió lágrimas so­

bre la suerte de su contrario.

H.aV\Ó toda \a ciudad de Alexandria " i n ­dignada con el asesinato de P o m p e y o , y p o ­co dispuesta á su favor; pero supo sosegar­la con bellas palabras , bien que sin olvidar sus intereses, y así exigió con rigor el res­

to del dinero que Auletes le debia desde que

le proporcionó el título de aliado del p u e ­

blo romano , y llevaba consigo las obligacio­

nes que habia firmado. Potino , que quisiera

ver muy lejos un acreedor tan incómodo, se

aprovechó de esta ocasión para hacerle odio­

so ; y para que la exacción pareciese mas ri­

gorosa sacó el oro y la plata que habia en

los t e m p l o s , y reduxo al R e y y á los seño­

res á comer en vaxilla de barro ó de ma­

dera , para insinuar que César se habia apo­

derado de todo. E l pueblo , dispuesto así á

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2 4 0 COMPENDIO

la murmuración, se preocupó fácilmente con­

tra C é s a r , por haber dado orden de que T o ­

lomeo y Cleopatra fuesen á su presencia á

justificar su causa, y que despidiesen las tro­

pas. Se irritaron los Alexandrinos con esta or­den , como que les parecia un atentado á la

autoridad real. Todavía los apaciguó César

haciendo leer públicamente el testamento de

A u l e t e s , en el que daba la tutela de sus hi­

jos á la república, y d i x o , que como Dicta­

dor estaba personalmente á su c a r g o ; pero

que queria obrar como arbitro. Esta explica­

ción tranquilizó los espíritus, y se nombraron

abogados de una y otra parte.

C l e o p a t r a , mas confiada en el atractivo

de sus gracias que en la eloqiiencia de los

abogados, dexa secretamente su exército, se

embarca en un pequeño bote , llega al po­

nerse el sol á las puertas de Alexandria. Es­

taba la dificultad en entrar sin ser reconoci­

da , pues entonces las tropas de su esposo la

hubieran detenido , y en penetrar después

hasta el palacio. Apolodoro , hombre á lo

que parece muy robusto, la envolvió en

sus vestiduras de modo que parecia un pa­

quete de ropas, se la echó al hombro , en­

tró sin dificultad por todas partes, hasta que

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DE 1 4 HISTORIA UNIVERSAL, 2 4 I

dexó la carga á los pies del juez.

Este modo de presentarse á César valió para con él mas que una entrada triunfante. To lomeo, que lo supo y previo las conseqüen-cias, sale furioso de palacio , grita que le han hecho traición y condenado, se quita la dia­dema y la pisa. L e rodea el p u e b l o , se com­padece , acude á las armas; pero los soldados romanos cogen al joven Príncipe, le vuelven á l l evar , y al dia siguiente no solo reconci­lió César á los dos esposos, sino también ca­só á Tolomeo el menor á la edad de once años con Ársinoe , su hermana algo mayor , y les dio el reyno de Chipre . Donación que solo hizo por entretener al p u e b l o , pues no se puede presumir que la república se despren­diese de esta isla.

N o duró mucho la buena inteligencia, porque Potino , autor de la primera discor­dia , tenia interés en renovarla , así para no ser castigado, como para gozar del imperio que tenia siempre sobre su discípulo. Se entendió con Aquilas que mandaba el exército; y el Dic­tador se halló sitiado en el quartel que ocupa­ba con la familia real. Nunca se vio este G e ­neral en tan grande riesgo, pues tenia pocas tropas, no solo contra un exército entero, mas

TOMO I I I . Q

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2 4 2 COMPENDIO

también contra toda la ciudad sublevada. E n uno de estos combates se abrasó la famosa bi­blioteca de Alexandria. Potino se quedó con e l R e y , y daba secretamente aviso á Aquilas de las medidas que se tomaban: se descubrió su traición , y le castigaron con la muerte. E l mismo fin se temió Ganimedes, eunuco del palacio, á quien habian confiado la joven Ar-sinoe, por ser cómplice de P o t i n o ; pero él se salvó en el campo de Aquilas llevándose su dis-cípula. Los Egipcios se alegraron de tener en su exército una persona de la familia real que pudiese gobernarle, y así la proclamaron R e y -n a , nombrando por General á Ganimedes en lugar de A q u i l a s , á quien tuvo modo de qui­tar la vida. Este eunuco era el mas á propó­sito para el caso , porque dicen los autores que tenia actividad, maña, penetración, y nin­guna probidad.

M u c h o dio que hacer á C é s a r , y poco faltó para conseguir que é l con toda la corte y los soldados perecies-en de sed por la des­treza con que introduxo el agua del mar en las cisternas del quartel de C é s a r , corrompien­do así la del N i l o , que era la única que ha­bia en Alexandria. Pero César hizo abrir p o ­zos , que felizmente le proveyeron de agua

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DE LA HISTORIA UNIVERSAL. 2 4 3

dulce. Ganimedes multiplicó los ataques por

mar y t ierra; y después de derramada mu­

cha sangre, se juntaron, como suele suceder,

á conferenciar. Dixéron los Alexandrinos que

solo pedían volver á ver su R e y ; y el D i c ­

tador consintió en entregarle, dándole antes

buenos avisos sobre el gobierno de su reyno,

y exhortándole á poner fin á la guerra, unién­

dose sinceramente con su esposa. T o d o lo pro­

metió el Principe joven , y lo juró con lágri­

mas en los ojos; pero así que se víó libre de

las manos de César volvió á empezar la guer­

ra con mas furor que antes.

Llegándoles á los Romanos refuerzos de

todas partes, dio el Dictador la batalla, y lo­

gró una completa victoria. E l R e y joven se

anegó huyendo, en un brazo del N i l o ; y en­

trando César sin dificultad en Alexandria, co­

locó de nuevo en el trono á C leopatra , y la

hizo casarse con su hermano , muchacho de

once años. Prendieron después de la derrota

á la joven Arsinoe; y C é s a r , amante de su

hermana, tuvo la crueldad de llevarla á R o ­

ma , y de hacerla ir en su triunfo con cade­

nas de oro en las manos. Después la puso en

libertad , mandándola que jamas volviese á Egipto. Se retiró ella á A s i a , en donde no

Q 2

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244 COMPENDIO

estaba tan distante de su cruel hermana, quan­do esta la hizo quitar la vida. También se deshizo Cleopatra con veneno de su joven es­poso , y de este modo se halló única Sobera­na de Egipto. A q u í detuvo el amor al ven­cedor de Farsalia mas que lo que permitía su propio interés; pero la ambición rompió sus cadenas, le arrancó de los brazos de la en­cantadora, y la dexó un hijo que se llamó Cesarion.

Después de la muerte de César abrazó Cleopatra abiertamente el partido de los Triun­viros ; no obstante, sospecharon que habia en­viado tropas á Casio para manejarse entre las facciones. Por esta acción, como por las quejas de sus vasallos y de los Príncipes vecinos, la citaron á comparecer en el tribunal de Antonio, que iba al Asia á asegurar la autoridad de los Triunviros. Tenia entonces Cleopatra veinte y cinco años, edad tan propia para los negocios como para la galantería. E l espíritu, la astu­cia , la alegría y las gracias acompañaban á los vivos encantos que habia recibido de la natu­raleza. L a sorpresa que preparó á Antonio no era semejante á la que postró á César; mas por ser menos precipitada, no fue menos vic­toriosa. Tenia el Triunviro su tribunal en T a r -

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DE LA HISTORIA UNIVERSAL. 2 4 5

so de C i l i c i a ; y llegando Cleopatra á la em­bocadura del C i g n o , dexó la nave , y fue su­biendo por el rio en una galera que tenia pre­parada. Resplandecía el oro en toda la popa: las velas eran de púrpura, los cables de seda: una dulce sinfonía arreglaba los movimientos de los remeros, los quales manejaban en caden­cia sus remos guarnecidos de plata. E l ayre estaba embalsamado con los perfumes abundan­tes que se quemaban en las dos opuestas ri­beras. La cobertura del tillac era un pabe­llón de tisú rico y brillante, recogido con ele­gancia. A l l í se veia á la Reyna recostada , al rededor de ella jugueteaban doncellas egipcias, vestidas á la ligera de nereydas y de gracias. L a diosa V e n u s , cuyos atractivos recordaba, de la que habia copiado el cortejo é imitado e l adorno : la misma V e n u s en su triunfo no es­taría mas hermosa.

Por este espectáculo abandonó el pueblo el tribunal del T r i u n v i r o , y acudió apresura­do á la ribera. L a envió Antonio á suplicar que le acompañase á la cena, y ella respon­dió con una sonrisa lisonjera : Decidle que yo le espero en mi tienda. Era e l convite es­pléndido : soldados, capitanes, así auxiliares como Romanos, todos se vieron alabados, acá-

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riciados y cargados de presentes con aquellas

atenciones que precisan á la admisión. E l G e ­

neral , objeto de las mas delicadas expresiones,

se embriaga de admiración y de placer : su-

pónese que ya no se trató mas de acusacio­

nes ni de réplicas. T o m ó Cleopatra un impe­

rio absoluto sobre el infeliz Antonio. Cada

día inventaba nuevos placeres; y como otra

Circe le daba á beber incesantes deleytes, por­

que la copa en que los brindaba era inagota­

ble, E l por su parte en nada pensaba, sino

en lo que podia agradar á su querida.

Y a desde entonces solo por sus ojos veia,

y solo por sus consejos se gobernaba. Porque

ella quiso colocó en el trono de Egipto en su

compañía á Cesarion, que había tenido de C é ­

sar , añadiendo á este reyno la Cirenáica , la

isla de Chipre , la Celes ir ia , la Fenicia y

la mayor parte de la Cilicia. A los tres hijos

que tuvo de ella les asignó reynos enteros,

unos ya conquistados, otros que se lisonjeaba

conquistar; pero jamas pudo conseguir de él

que quitase la vida á algunos Reyes de los es­

tados prometidos.

Esta distribución de reynos se hizo des­

pués de un triunfo , en que Antonio l levó

atados 3 su carro en los muros de Alexandría

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á Artabazo, R e y de M e d i a , con su muger y sus hijos. Los presentó después á Cleopatra, que estaba elevada en un trono de o r o , co­locado sobre un estrado de plata. L a noticia de este espectáculo desagradó mucho á los Romanos , porque creian que el privilegio del triunfo pertenecía exclusivamente á su c iu­dad. Fomentaba el descontento O c t a v i o , que sabiendo la mala conducta de su colega , no aspiraba á menos que á apropiarse el imperio del mundo que ellos poseian en común. T u ­vieron debates sobre los límites de la domina­ción de cada u n o : los apaciguaron sus ami­g o s , creyendo que cortarian la raíz de la dis­cordia , uniéndolos con el casamiento de A n ­tonio con Octavia , hermana de Octavio. Pero esto fue justamente lo que los enredó de modo que no habia esperanza de reconciliación. Bra­maba Cleopatra con la noticia de un casamien­to que iba á privarla de su amante ; y fue tanto lo que h i z o , que Antonio suspendiendo des­de luego la llegada de su esposa que ya estaba cerca, envió después á Octavia una carta de di­vorcio, y al hermano una declaración de guerra.

Debiera Antonio haber apoyado procede­res tan violentos con un repentino y fuerte ata­que ; pues Octavio no estaba prevenido, y él lo

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estaba; y conservaba todavía, á pesar de sus fla­quezas, el amor de los soldados y la estimación de sus amigos; mas perdió un tiempo tan pre­cioso en sus delicias. La historia no ha tenido á menos informarnos de la habilidad de Cleopatra en variar las diversiones. La pesca en el N i -lo la dio ocasión para una chanza bien pican­te. Hacia pundonor Antonio de coger los pe­ces mas grandes , y para esto tenia nadadores que iban á clavárselos en el anzuelo. Astucia contra astucia. También la Reyna envió na­dadores ; y echando la cuerda Antonio sacó un gran pez salado. Se quedó cortado el pes­cador oyendo la risa universal. L o advirtió Cleopatra , y viendo que no le gustaba mu­cho el juguete , se arrojó á su c u e l l o , y le d i x o : „ M i G e n e r a l , dexa la caña para los otros R e y e s ó Reynas de Faro ó de Canopo, que vuestra pesca es tomar ciudades , reynos y R e y e s . "

L e sucedió á esta R e y n a , amiga del faus­to , y pródiga sin duda , en uno de aquellos festejos en que la razón se pierde , quitarse de la oreja una per la , cuya compañera se esti­maba en dos ó tres millones, hacerla des­hacer en v inagre , y tragarla. Iba á hacer lo mismo con la otra, quando la detuvo uno de

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DE LA HISTORIA UNIVERSAL. 2 4 9

los convidados, y ella se la dio. Aserrada en

dos todavía pareció de suficiente hermosura pa­

ra servir de ornamento á una célebre estatua

de V e n u s . Dexemos á los químicos que averi­

güen qué especie de vinagre era el que po­

día deshacer una concreción tan sólida sin per­

juicio de la salud de quien la tragaba.

Sin duda hacia tan extraños sacrificios pa­

ra cautivar al amante crédulo , y persuadirle

que le prefería á lo mas precioso que podía

tener. Bien fuese por insinuación de a lguno, ó

por reflexiones que Antonio hacia sobre el ca­

rácter pérfido de su amiga , la manifestó zelos;

y la R e y n a , sin pararse á asegurarle con pro­

testas, le convidó á comer. E n uno de aquellos

instantes de alegre desenfado se quitó como al

descuido una flor de la corona que tenia en

su cabeza, y la echó en la copa del convi­

dado : la toma este con presteza, y quiere l le­

varla á su boca: Cleopatra le detiene , y ha­

ce que traygan un condenado á muerte por

sus delitos : bebe el infel iz , y cae muerto,

porque la flor estaba envenenada. Si me fuera

pos ib le , le dixo entonces, vivir sin t í , ya

ves que no me faltarian medios de realizar

tus sospechas.

L a prudencia aconsejaba que huyese Anto-

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a J O COMPENDIO

nio de una muger tan diestra en dar venenos;

pero la pasión discurre de otro modo: y así esta

prueba de fidelidad, bastante equívoca, apre­

tó mas que nunca los lazos de su unión. Pa­

recía que Antonio no podia sufrir por un mo­

mento su ausencia : y Cleopatra por su par­

te no le dexaba de día ni de noche , acom­

pañándole en sus v iages , en el exército, y

hasta en su tribunal quando juzgaba las cau­

sas. Igualmente extraviados por su presunción

se alimentaban uno y otro de las mas brillantes

esperanzas. Esta ambiciosa R e y n a , para afir­

mar alguna cosa , usaba ordinariamente de es­

te juramento : Como yo espero dar ley en el capitolio. ¡Sueño lisonjero, cuyo despertar fue

terrible!

Después de muchos combates indecisos

entre los Tenientes Generales de Antonio y

de Octavio , se encontraron los dos exércitos

que habían de decidir del imperio del mundo,

mandados por sus dos x e f e s : los de mar en

e l golfo de Ambracia : los de tierra formados

en batalla en el promontorio de A c c i o , mi­

rándose unos á otros. Estaba Antonio en la

esquadra, y á pesar de las advertencias de sus

capitanes, dexó que le acompañase la R e y n a

de E g i p t o , y esta fue su perdición. C l e o p a -

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DE LA HISTORIA UNIVERSAL. 2 § I

t r a , perseguida de los remordimientos, vien­

do que balanceaba la victoria , y temiendo

caer en las manos de O c t a v i o , á quien cruel­

mente habia ofendido en el repudio de su her­

mana , h u y ó con toda su esquadra, y así que­

dó decidida la derrota de Antonio. Bien po­

día este entrarse en su exército de tierra , y

tentar nueva fortuna con las legiones, que mas

de una vez le habian sacado triunfante; pero

¡funesto encanto! sigue á su pérfida amante.

Sentado tristemente en la popa de la nave,

con la cabeza apoyada sobre ambas manos, y

tal vez ( t a n grande es la fuerza de la pa­

sión) mas ocupado de Cleopatra que de sus

desgracias, jura no volver á v e r l a ; mas con

todo eso la s i g u e , y l lega con ella al puer­

to. Procura mantenerse firme, y en la inten­

ción de evitarla: la sirena consigue que la

escuche, y le hace oir sus pesares dexando

correr las lágrimas. A l fin se rinde.

N o obstante, le fue preciso arrancarse de

las dulzuras de la reconciliación para juntar

fuerzas contra el enemigo que se acercaba.

Antonio las hubiera hallado si hubiera queri­

do ayudarse á sí mismo : é l era mas amado

que O c t a v i ó , y solo á mas no poder le esca­

seaban la estimación de que habia gozado en

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2 $ 2 COMPENDIO

otro tiempo. Herodes , R e y de J u d e a , l l egó á ofrecerle sus servicios, y á ver por sí mis­mo si aquella alma , que en los tiempos di­fíciles habia mostrado grandeza y fortaleza, es­taba todavía susceptible de alguna energía. N o halló en él mas que flaqueza y desmayo,' y siempre aquella infeliz pasión á que referia' todas sus miras y acciones. Aquellos á quie­nes buscaba A n t o n i o , sus antiguos capitanes y sus amigos, hicieron el mismo juicio que Herodes , y le abandonaron. Y a no tuvo otro recurso que el de volver á Egipto. Tenia la Reyna naves , soldados y tesoros, y se decia él á sí mismo : D e todo esto me serviré , mas no la veré ni oiré. ¿Pero podria lisonjearse de conseguir de sí mismo semejante victoria en Alexandría y en la habitación de Cleopatra? Por esto Antonio se alojó fuera de la ciudad en una agradable casa que habia hecho edifi­car en la ribera del mar. H u b o mensages de parte de C l e o p a t r a , y citas por mediadores: después los comunes intereses los precisaron á visitarse. Se ocupaban en ver como habían de tratar con Octavio que venia avanzando; y después de muchas proposiciones despreciadas, y a se reducía Antonio á pedir que el vence­dor le permitiese vivir con la Reyna en A t e -

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DE LA HISTORIA UNIVERSAL. 2 5 3

lias como un simple particular, y que ase­

gurase a los hijos que habia tenido de ella,

los tronos que se les habian distribuido. O c ­

tavio no daba mas que respuestas equívocas,

como que su objeto era tener en su poder á los

dos amantes. A l paso que iba avanzando siem­

pre negociaba, sin omitir los medios de fuer­

za y de sorpresa. Poco le faltó á Antonio pa­

ra caer en sus redes divertido con esperan­

zas. Entonces, semejante á un animal feroz,

perseguido en su último refugio , se arroja fu­

rioso sobre los que querían embestirle, los apar­

ta , y hace en ellos grande carnicería : este

fue el termino de su resistencia. Ademas de

la negociación , que era común á Octavio y

á Cleopatra , la mantenía particular la R e y n a

con Octavio : este le insinuaba que abandona­

se á Antonio , y aun tal vez que le entrega­

se. A este precio la prometía quantas venta­

jas pudiese desear; y entre tanto ya pedia una

ciudad , ya otra : por último , las mejores pla­

zas de Egipto. La Reyna , engañada ó sedu­

cida, se las ponía en las manos. Furioso al ver

esta traición ya le parece á Antonio que no

puede dudar , y quiere sacrificar á la pérfida.

Esta se habia retirado á los sepulcros de los

Reyes de E g i p t o , en donde estaba encerrada

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a 5 4 COMPENDIO

con dos mugeres y un esclavo. Desde allí ha­

ce que digan á su amante que se habia da­

do la muerte. C o n esta noticia, de los furo­

res de la cólera pasó al mas vivo dolor. In­

capaz de sufrir la idea de vivir sin su que­

rida , llama á un esclavo, cuya fidelidad cono­

cía bien , le pone un puñal en las manos, y

le dice : Mírame por la última v e z , y hiére­

me. Toma el esclavo el p u ñ a l , se hiere á sí

mismo, y cae. Antonio vuelve á tomar el pu­

ñal , y se hizo una grande her ida , cayendo

también bañado en su sangre: acuden sus ami­

gos , y él los suplica que le acaben. A todos

los sobrecoge el horror y la compasión, y le

dexan palpitando al lado del esclavo muerto.

Supo Cleopatra su desesperación, y tam­

bién que no habia muerto : le envia pues su

esclavo á decirle que está v i v a , y desea ver­

le : con este recado se reanima el moribundo:

permite que le curen la herida, y manda que

le l leven adonde está su amada. Esta no se

atrevia á abrir, porque no la sorprehendiesen

los emisarios de Octavio; pero echó unas cuer­

das con que le ataron; y la R e y n a , con e l auxilio de las otras dos m u g e r e s , le levantó

hasta una ventana. E l extiende sus brazos des­

fallecido , y ella le l leva á su habitación. L o s

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DE LA HISTORIA UNIVERSAL. 255

gemidos y fúnebres clamores, que se oyeron

algún tiempo después, manifestaron á los A l e -

xandrinos que habian llegado de tropel al es­

pectáculo, que el infeliz habia sobrevivido po­

co al gusto de ver por la última vez á la

que adoraba.

L a Reyna se obstinó en permanecer en

su sepulcro. Habia hecho llevar allá materias

combustibles, aromas y maderas preciosas para

consumirse allí si intentaban violentarla. Q u e ­

ría conseguir la corona para sus hijos, y te­

mía mas que la muerte verse atada al carro

de Octavio , y que la arrastrasen en el triun­

fo. Para conseguir lo uno y evitar lo otro

miraba como la cosa mas importante perma­

necer en su asilo , adonde á ninguno dexa-

ba entrar; y si hablaba á los enviados de Oc­

tavio era á puerta cerrada. Pero mientras uno

de ellos la entretenia á la puerta haciéndola

proposiciones, entró otro por la misma ventana

que habia servido para Marco Antonio. V i é n ­

dose sorprehendida arrancó el puñal que lleva­

ba á la cintura, y quiso herirse. L a detuvie­

ron , y tomaron las precauciones necesarias con­

tra su desesperación.

Pidió que la dexasen ver á Octavio: dicen

que tenia intención de enamorarle, y en este

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2 ^ 6 COMPENDIO

punto nada debe admirarse en Cleopatra. Quan-

do se presentó el General se arrojó ella a sus pies

con bien concertado desorden. Este la levantó,

y la dixo con frialdad: Señora, no os desesperéis, que no os liaran mal alguno. Mientras ella le es­

tuvo hablando no se atrevió á mirarla, y estuvo

con los ojos clavados hacia la tierra. Tanta dis­

creción , tanto temor, ó fuese desprecio de sus

gracias, la dieron claramente á conocer lo que

debia rezelar, y así se preparó con resolución á

evitar la suerte vergonzosa á que la destinaban.

Dispuso un magnífico convite, al que lla­

mó á sus amigos, y los agasajó con su ale­

gría y gracias ordinarias. Escribió después un

billete á Octavio dando el encargo de llevar-

le prontamente al mas incómodo de sus cen­

tinelas , y se pasó á lo mas retirado de su ha­

bitación con dos de sus criadas. Para enga­

ñar la vigilancia de sus guardias se habia he­

cho llevar en una cestilla llena de higos una

especie de serpiente particular de E g i p t o , ó

un áspid, cuya mordedura introduce en las

venas un veneno que causa sueño letárgico, y

mata prontamente sin dolor. Se echó la Rey­

na de Egipto en una cama como á descansar,

é hizo que el áspid la picase : acudió Octa­

vio asustado con el b i l l e te , y abriéndole la

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DE LA HISTORIA UNIVERSAL. 2 5 7

puerta, la halló ricamente vestida , y adorna­

da como para un dia de fiesta. Una de sus

criadas estaba muerta á sus pies del mismo

veneno , la otra estaba espirando. Se mani­

festaban tan poco en el rostro de Cleopatra los

horrores de la muerte , que Octavio creyó que

estaba dormida; pero todos sus esfuerzos por

reducirla á la vida fueron vanos. Ordenó que

se la hiciesen las exequias reales, y que co­

locasen su cadáver en el mismo sepulcro con

Antonio , como lo habían deseado estos dos

amantes. C o n Cleopatra se sepultó toda la

gloria de E g i p t o , el que fue desde entonces

una provincia romana; bien que le veremos

mas envilecido en el dominio de los Turcos.

A R MENI A.

Los países situados entre la Arabia desier­

ta , el Ponto E u x í n o , la Tartaria asiátjca, la

N ó m a d a , la India y la Persia eran poco co­

nocidos antes de Alexandro ; y aun después

de sus conquistas lo serian, si muchos Monar­

cas de aquellos pequeños reynos no hubieran

tenido contra los Romanos las guerras que los

hicieron célebres.

A la grande Armenia la separa de la pe-

TOMO I I I . &

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2 5 8 COMPENDIO

quena el monte Cáucaso: una y otra están eri­

zadas de montañas, de donde salen el Tigris ,

e l Eufrates , y otros grandes rios. Los bos­

ques y las lagunas hacen muy frío este pais,

y no se extraña ver la nieve que de repen­

te cubre los campos en los meses mas calien­

tes. Este destemple perjudica á la fertilidad.

S e cree que los antiguos habitadores descen­

dían de J a f e t ; y supuesto que el arca de N o e

se quedó sobre uno de sus montes, sin duda

son los primeros que se conocen después del di­

luvio . Entre los Armenios volvemos á ver co­

mo ceremonias religiosas los sacrificios humanos

y las prostituciones. Sus costumbres eran agres­

tes y selváticas; pero las de los Armenios mo­

dernos se han suavizado con el comercio , en

e l que muestran singular habilidad. Ellos son

los factores del Oriente. Usan de los carac­

teres siriacos, y hablan dos lenguas , la del

pueblo y la de los sabios. Esta segunda di­

cen que no tiene analogía alguna con las

lenguas orientales, y es notable por su par­

ticular energía , y por los términos de arte

y de ciencia que contiene. Esta es de la que

se valen en la liturgia ; y el que la posee es

mirado en aquellos pueblos como un hombre

admirable : es necesario saberla para ser admi-

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DE LA HISTORIA UNIVERSAL. 259

tido entre los Vertabies ó Sacerdotes, á quie­

nes respetan los Armenios con profunda vene­

ración. E l gobierno siempre ha sido monárqui­

c o ; y es tan propio para el p a i s , que quan-

do han faltado los R e y e s , por m u e r t e , e x ­

pulsion ú otras causas, siempre se han visto

hombres que han levantado los tronos abati­

dos , colocándose y manteniéndose en ellos.

Los sucesores de Alexandro ( 2 8 3 4 ) con­

fiaron la Armenia á dos Gobernadores. E n tiem­

po de Antíoco el G r a n d e , Zoldriades y A x -

tarsias, que exercian este e m p l e o , se con­

cillaron entre s í , y levantaron juntos el es­

tandarte de sublevación, haciéndose cada uno

R e y de su gobierno. Sostuvieron la g u e r ­

ra con felicidad , y añadieron á sus estados

muchas provincias vecinas, con las que h i ­

cieron un reyno considerable. Entonces se di­

vidieron : la grande Armenia cayó por suer­

te á Axtarsias, y la segunda á Zoldriades.

Antíoco no los dexó hacer tranquilamente sus

conquistas y repartición; mas permaneciendo

unidos, tuvo que ceder y entrar en un trata­

do en que los reconocía por Reyes . Para qui­

tarle toda tentación de inquietarlos tuvieron la

precaución de hacer alianza con los Romanos.

Estos aliados ( 2 9 1 4 ) los inquietaban á

R 2

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2 Ó O C O M P E N D I O

m e n u d o ; y T igranes , llamado el Grande, y que

lo era verdaderamente en la felicidad , aunque

pequeño en las adversidades, formo subiendo al

trono el atrevido proyecto de juntar una con­

federación para poner límites á la ambición de

aquellos peligrosos republicanos. Halló en M i -

tridates, R e y del Ponto, un Príncipe bien dis­

puesto á favorecerle. Por un decreto del se­

nado se acababa de adjudicar á Ariobarzanes

la Capadocia que Mitrídates habia vuelto á ganar. Este fue el motivo de la g u e r r a ; y los

R e y e s del Ponto y Armenia arreglaron las con­

diciones de modo que el primero se llevase

las conquistas, y el segundo los esclavos y

los despojos. L a mano de la hija de Mitrída-

t e s , dada á Tigranes, fue el sello de este tra­

tado ; y no costó mucho el buen éxito , por­

que Ariobarzanes h u y ó á Roma abandonando

sus estados: uno de los hijos de Mitrídates fue

colocado en su trono, y Tigranes se l levó u n

botin inmenso.

Y a hemos visto que durante la anarquía

que desoló el imperio espirante de Siria, fue

convidado Tigranes por los pueblos á tomar

e l ce tro : por diez años le empuño con g lo­

ria , y en este tiempo aumentó su rey no de

Armenia con las partes que se agregaban de

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D E LA HISTORIA UNIVERSAL. 2 6 1

la Siria. Pero Mitrídates perdió la Capadocia:

se la quitaron los Romanos , y la dieron á Ariobarzanes. Tigranes la reconquistó, y se la

dexó á su suegro. C o n d u x o sus tropas victo­

riosas contra los Gr iegos de A s i a , sacando de

ellos grandes riquezas y trescientos mil pri­

sioneros. A estos los empleó en fundar á T i -

granocerta, y la hizo su capital.

Mitrídates, siempre con ansia de suscitar

enemigos á los Romanos, envió á su yerno

una embaxada, cuyo objeto era no hacerlos

ya guerra indirecta como antes, inquietando á

sus aliados, sino acometerlos á ellos mismos.

A la cabeza de esta embaxada estaba M e t r o -

doro su consejero , mas bien amigo suyo que

vasallo, en quien tenia entera confianza. Q u i ­

so Tigranes antes de resolverse tener con él

una conferencia particular, en la que le su­

plicó le dixese qual era su parecer sobre es­

ta guerra. Metrodoro, cediendo á sus instan­

cias , le d i x o : „ Como cabeza de la embaxa­

da os debo aconsejar que abracéis el partido

de Mitrídates contra los Romanos; pero como

hombre particular pienso que será lo mas pru­

dente conservar la amistad de un pueblo te­

mible y poderoso." A Tigranes le encantó la

sinceridad del embaxador. Creyendo que M i -

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2 0 2 COMPENDIO

trídates en sabiendo la conversación y la res­

puesta de Metrodoro le estimaría mas, se la

comunicó ; pero Metrodoro murió de repen­

te á la v u e l t a , y se sospecha que le dieron

veneno. D e aquí se pueden inferir dos cosas:

la primera , que nunca se debe encargar una

negociación á hombre que no esté persuadi­

do á lo mismo que va á decir: la segunda, que

es peligroso creer que mirarán otros con los

mismos ojos lo que uno halla ventajoso pa­

ra sí.

Tigranes se aprovechó del consejo, y no

quiso entrar en aquella guerra , á lo menos

abiertamente; pero á instancias de su esposa

dexó que algunas tropas suyas pasasen al ser­

vicio de su suegro. E l R e y del Ponto fue

vencido , y tuvo que retirarse á la casa de

su yerno. Este no le negó el asilo , ni todas

aquellas comodidades que se pueden procurar

para un infeliz refugiado ; pero no quiso ver­

le , y se entregó á hacer conquistas, en las

que sujetó la Mesopotamia, la Fenicia y los

países marítimos de Asia hasta las fronteras

de Egipto . Bien sea que sus victorias inquie­

tasen á los Romanos , ó que los tesoros de

A r m e n i a , aumentólos con las riquezas de tan­

tos países opulentos y subyugados, tentasen la

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DE XA HISTORIA U N I V E R S A ! . 2 6 3

codicia de Luci l lo , este General romano, que

habia invadido el reyno del Ponto, formó que­

rella del R e y de Armenia sobre el asilo que

habia dado á Mitr ídates , y pidió que se le

entregase. Esta violenta pretensión unió mas

al yerno con el suegro.

Convinieron los dos en un plan de ata­

que y de defensa; pero la prontitud de L u -

culo desconcertó todas sus medidas cayendo

como un rayo sobre la A r m e n i a ; y desde en­

tonces ya no fue Tigranes aquel gran G e n e ­

ral que subyugaba los imperios. N o solamente

se le v io retirarse á presencia de los Romanos,

sino también dar muchas veces en sí mismo á los soldados el exemplo de la fuga. E n varios

reencuentros fue batido y perdió dos batallas,

con lo que sus ciudades y su capital fueron

tomadas y sus tesoros saqueados. A u n q u e to­

davía podía disponer de exércitos inmensos, ar­

rojando su manto r e a l , quitándose la diade­

ma , y ocultándola, iba huyendo de tan pocas

tropas, que él mismo un dia se chanceó de

su audacia, y comparando sus doscientos mil

hombres con los once mil del General roma­

no , viéndolos venir con denuedo Contra él ,

dixo : „ Si estos son embaxadores son muchos;

pero si vienen á acometernos son muy pocos."

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2 6 4 COMPENDIO

D e tal modo se habia apoderado de Tigra-

nes el susto, y suspendido todas las faculta­

des de su alma , que ni aun pensó en apro­

vecharse de la disensión que se introduxo en

las tropas de L u c u l o . Advirtieron estas que

su General solo pensaba en su fortuna parti­

cular , sirviendo ellas solamente como instru­

mentos de su codicia. Después de muchas ex­

pediciones infructuosas para sus soldados, un

dia que quiso hacerlos marchar á una nueva

conquista, no le dieron mas respuesta que

mostrarle los bolsillos vacíos. N o obstante , los

sosegó , y ya no marchaba á nuevas victorias,

sino á nuevos tesoros, quando supo que ve­

nia Pompeyo á reemplazarle. Viéronse los dos

G e n e r a l e s : L u c u l o dio en cara á Pompeyo

con su ambición , y Pompeyo á L u c u l o con

bu avaricia ; y de uno y otro dicen los au­

tores que tenían razón.

Todos convienen que en el estado de de­

bilidad en que Tigranes se hal laba, casi re­

ducido á algunas ciudades , ya no le queda­

ban á Pompeyo hazañas dignas de tan gran

G e n e r a l ; pero todavía se aumentó la facilidad

de su expedición con la desgracia que le so­

brevino al R e y de Armenia. Un hijo suyo

del mismo nombre se rebeló tan abiertamente

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D E 1 A H I S T O R I A U N I V E R S A L . 2 6 5

que l levó á Pompeyo tropas contra su padre.

Este último golpe oprimió al infeliz T i g r a -

nes , y le hizo tomar la resolución de poner­

se en manos de Pompeyo abandonado á su

generosidad.

F u e u n espectáculo bien lisonjero para

los Romanos el ver á este R e y de Armenia

que se hacia servir de R e y e s , y quando da­

ba audiencia tenia á los dos lados de su tro­

no dos Monarcas, á quienes mandaba estar en

la postura mas sumisa; v e r l e , d i g o , l legar al

campo sin guardias. D o s lictores le hicieron

echar pie á tierra con pretexto de que no era

permitido entrar á caballo. E l les puso su es­

pada en las manos: Pompeyo salia á verle á pie ; y así que Tigranes le conoce, se quita

la corona, y se postra. P o m p e y o , movido á compasión, le recibe en sus brazos, y le vue l ­

ve á poner la corona en la cabeza. A todo

esto estaba presente su hi jo , á quien Pompe­

y o , con el fin de intentar una reconciliación,

convidó á cenar con su padre; mas el hijo no

quiso asistir, sosteniendo la ferocidad de su ca­

rácter. Esta conducta, mas que indecente, dis­

puso á Pompeyo para favorecer al padre. A l

dia siguiente oyó á los dos , defendiendo ca­

da uno su causa ante su tribunal. D i o el juez

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2.66 COMPENDIO

á Tigranes la Armenia y la Mesopotamia con

la condición de pagar una suma estipulada pa­

ra los gastos de la guerra. E n quanto al hi­

jo no consiguió mas que dos provincias de

poca importancia , pero despojadas antes de las

riquezas que en ellas se habían juntado , y el

"vencedor las destinó para desquitar en parte

las sumas que debia pagar e l R e y .

Esta sentencia desagradó al Príncipe vien­

do tan mal pagada su rebelión ; y no permi­

tiéndole salir del campo, envió personas de su

confianza para que empeñasen á las provincias

que le habian tocado en no dexar salir sus

tesoros. Pompeyo le hizo cargar de cadenas,

y aun en este estado enredaba: excitó baxo

mano al R e y de los Partos , cuya hija tenia

por esposa, á caer sobre los Romanos: tam­

bién se supo que habia tramado una conspi­

ración contra la vida de su padre. Indignado

justamente el General romano con estas per­

fidias , le hizo partir á Roma como un vil pri­

sionero. Tigranes permaneció toda su vida fiel

á los Romanos, y este afecto no parece que

fue de política, sino muy sincero, pues l legó

hasta negar el asilo á Mitrídates vencido por

P o m p e y o , y aun prometió Tigranes premio

á los que le llevasen su cabeza. ¿ Q u i é n sabe

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DE I A HISTORIA UNIVERSAL. 2 6 7

si fue deseo de obligar á los Romanos , 6 ven­ganza de las desgracias en que su suegro le habia precipitado? M u r i ó este R e y en una larga y feliz ancianidad en la edad de ochenr ta y cinco años.

E l reynado de Artuasdo ( 2 9 6 2 ) su hijo fue muy corto: se declaró la guerra entre é l y el R e y de M e d i a , y consiguió que entrase en ella e\ Triunviro Marco Antonio -, pero los dos Reyes hacen la paz : e l de Armenia na­da advierte al Romano su aliado ; por e l con­trario le empeña en atacar e l reyno de M e ­dia , y se ofrece á servirle de guia para pene­trar en el reyno de Artuasdo : y , á lo que pare­ce , estaba concertada esta perfidia entre los dos Monarcas como condición de sus paces. E n con-seqiiencia va Artuasdo con una numerosa es­colta en calidad de guia á la cabeza de la vanguardia de A n t o n i o , que era de veinte mil hombres, mandada por Estasiano su Tenien­t e , y la lleva por tan horribles países, que bagages y máquinas de guerra todo quedó por aquellos caminos. L legando á la Media, desnuda y escabrosa, se hal ló esta vanguardia con los Partos y los M e d o s , que hicieron en ella gran carnicería. Marco Antonio fue v o ­lando á socorrer á sus soldados: juntó los fu-

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•2 6 8 COMPENDIO .

gitivos que p u d o , y él mismo se libró con

bastante trabajo de las manos de los vencedo­

res. A l fin volv ió con su exército á la A r ­

menia después de una marcha desastrada.

Artuasdo se le presentó con un exército

floreciente; N o era tiempo para Antonio de

manifestar su resentimiento, y así disimuló, y

le hizo mil expresiones de amistad. A fuerza

de caricias: y promesas consiguió que le die­

se quarteles de invierno en! Armenia ; y quan-

do sus tropas se hallaron bien restablecidas

Volvió á E g i p t o , y desde allí escribió á A r ­

tuasdo que fuese á verle para concertar jun­

tos la campaña próxima. E s t e , atendiendo á la

justa desconfianza, no tanto como debiera, res­

pondió : „ Q u e no podia dexar su reyno por

negocios importantes que necesariamente le

retenían en é l . " Antonio no por esto se reti­

ró , antes le propuso el casamiento de A l e -

x a n d r o , á quien habia tenido de Cleopatra,

con la hija del R e y de Armenia. Se multi­

plican las citas para hablar le , y Antonio v u e l ­

ve á su exército , renovando sus instancias, sus

confianzas y súplicas á Artuasdo sobre que va­

y a á ayudarle con sus consejos. C e d e , se pre­

senta en el c a m p o , y sobre la marcha se ve ar­

restado, y precisado, para evitar los tratamien-

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DE LA HISTORIA UNIVERSAL. 2 6 9

tos mas rigurosos, á declarar en donde ocul­

taba sus tesoros. E l General romano se apo­

dera de ellos : l leva al infeliz Monarca con

su muger y sus hijos, cargados de cadenas de

o r o , á los pies de Cleopatra que estaba en

Alexandria. Les habia mandado que la l la­

masen la R e y n a de los R e y e s ; pero ni é l

ni otro alguno de los prisioneros de su nación

quisieron saludarla con este título. D i o A n ­

tonio la corona de Armenia á su hijo A l e ­

xandra , y mandó cortar la cabeza á Artuas-

d o , justo castigo de su perfidia. Este exem­

plar debe citarse á las personas que se fian de

aquellos á quienes han engañado cruelmente.

Los Reyes de Armenia ( 2 9 6 7 ) llegaron

á verse tan pequeños delante de los Genera­

les romanos que gobernaban el Or iente , que

se los puede considerar como verdaderos fan­

tasmas de la regalía. Los Emperadores se bur­

laban de sü cetro ; y aunque Augusto hizo

que sucediese á Tigranes su sobrino Artuasdo,

los Armenios le quitaron la corona por ser

elección de los Romanos, á quienes detesta­

ban. C a y o , hijo adoptivo de Augusto , que

le restableció , se vio precisado á abandonar­

le , concediendo á la Armenia á Ariobarzanes

que esta le pedia. Los Partos la subyugaron:

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COMPENDIO

Tiber io sostuvo contra ellos á Mitrídates y

Bero , hermano de Farasmanes, R e y de Ibe­

ria. C a l í g u l a destronó á este Mitrídates, y

le hizo llevar a Roma cargado de cadenas;

C l a u d i o le dio la libertad, y tropas para echar

de su reyno á los Partos que se habian apo­

derado de é l : en cuya empresa le ayudó po­

derosamente Farasmanes; pero le hizo pagar

caros sus servicios.

Tenia Farasmanes un hijo llamado Rada-

misto , Príncipe de grandes esperanzas, lleno

de aliento y valor. A estas calidades brillan­

tes acompañaba una ambición, cuyos efectos

temió su mismo padre. Los sugetos de estos

caracteres necesitan de un objeto en que po­

der exercitarse, y así Farasmanes volvió la

ambición de su hijo hacia la Armenia , dicién-

d o l e : Y o no hice bien en dexar á mi herma­

no Mitrídates ese reyno que conquisté de los

Partos , y así, hijo mió, te pertenece á tí. C o n ­

ciertan pues Farasmanes y Radamisto el mo­

do mas fácil de efectuar sus intenciones, y pa­

ra esto publican una especie de división "en­

tre sí. E l hijo se queja de su padre y de los

artificios de una madrastra que le atormenta,

pidiendo á su tio un asilo para vivir con tran­

quilidad. Recibe el crédulo Mitrídates á esta

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DE LA HISTORIA UNIVERSAL. 1JI

serpiente, y la abriga en su seno. Radamisto

emplea el tiempo de su habitación en A r m e ­

nia en fomentar el descontento de algunos se­

ñores, y en preparar una rebelión. Quando

ya todo estaba dispuesto, aparenta que se ha­

bia reconciliado con su padre , y se volv ió

con él .

Entonces con uno de aquellos pretextos,

que nunca faltan, entra Farasmanes en A r ­

menia : rompe al mismo tiempo la sublevación,

y Mitrídates turbado, creyendo que estaba ro­

deado de traidores, se encierra en una forta­

leza guardada de una guarnición romana. L e

sitia Radamisto, se ve precisado el tío á sa­

lir á conferenciar con su sobrino fuera de los

muros: jura Radamisto por todos los dioses que

no tiene que temer Mitrídates ni el hierro

ni el veneno. Cerca de allí habia un bosque

sagrado adonde el sobrino l levó al tio para

consagrar su juramento con la ceremonia usada

en Armenia. Esta consistía en atar fuertemen­

te e l pulgar de los contratantes, picarle y chu­

par la sangre el uno del otro. A l punto que

Mitrídates presentaba la mano á la ligadura

le derribaron, y le ataron con la misma cuer­

da que habia de servir al rito religioso, y

arrestaron con él á su familia que estaba pre-

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27I COMPENDIO

senté. L l e g a Farasmanes, sabiendo el buen

éxito de la perfidia, reprehende á su herma­

no de haber impedido que los Romanos le so­

corriesen en una guerra contra los Albanos;

y en castigo de este falso delito le condena

á muerte. Radamisto se hizo executor de es­

ta cruel sentencia; y como habia jurado que

no tenia que temer del hierro ni del veneno,

l e hizo ahogar en su presencia. L a muger de

Mitr ídates , hija de Farasmanes, y por consi­

guiente hermana de Radamisto , con muchos

hijos que tenia, sufrieron la misma pena.

Esta barbaridad no se quedó sin castigo,

porque V o l o g e s o , R e y de los Partos , que

pretendía tener derecho á la Armenia, sabien­

do la muerte funesta de Mitrídates, y los al­

borotos que se habían de seguir , creyó que

era e l tiempo propio para hacerle valer. Dio

la corona de Armenia á su hermano Tirida-

t e s , y apoyó este presente con un exército

que é l comandaba en persona: defendió mal

Radamisto su usurpación , y le persiguió el

R e y de los Partos hasta la I l ir ia , en donde

se refugió con su padre. Las desgracias que

sucedieron al exército de Vologeso por la

intemperie de las estaciones le hicieron aban­

donar después la Armenia. V o l v i ó á ella R a -

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DE L A H I S T O R I A U N I V E R S A L . 2 7 3

damisío, y furioso porque le habían abando­nado los Armenios, los gobernó con cetro tan pesado, que se formó contra él una conspira­ción tan secreta, que le sorprehendiéron en su palacio. Estaban ya sus guardias desarma­dos antes que él tuviese noticia de lo que pa­saba, y solo tuvo tiempo para montar á ca­ballo y escapar.

Cenobia, su m u g e r , embarazada de mu­chos meses, no le quiso abandonar; pero no permitiéndola su estado ir con tanta prisa co­mo é l , y temiendo caer en poder de sus va­sallos sublevados, suplicó á Radamisto que la matase. E l bárbaro enternecido por un mo­mento procura animar el valor de la fugiti­va ; mas viendo que la faltaban las fuerzas, y temiendo dexarla en posesión de o t r o , la hirió con su espada. C a y ó en tierra, y tuvo valor para llevarla á un rio que estaba cerca, y allí la abandonó á su suerte. Viéndola los pastores sostenida en el agua con sus vesti­dos, la sacaron. N o estaba muerta: la curaron la herida: Tiridates la hizo ir á su corte, en donde la recibieron con los mas grandes ho­nores , y sin duda poco cuidadosa de volver con su mar ido , del qual nada mas dice la historia.

TOMO 111. s

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2 7 4 COMPENDIO

Las guerras que se siguieron presentan un caos de expediciones militares y de intri­gas. E l principal papel le hacen los Roma­nos, ya como agresores, ya como auxiliares, y algunas veces Romanos contra Romanos, se­mejantes á las fieras carnívoras que se dispu­tan la presa. Los infelices Armenios dexados, saqueados, y desgarrados por codiciosos pro­tectores, y por los vecinos no menos deseosos del b o t i n , piden Señor á los Emperadores. Nerón les dio á Alexandro , nieto de Hero­des , R e y de J u d e a ; pero Tiridates, siempre apoyado por V o l o g e s o , no abandonaba sus pretensiones. Este le sostuvo con grandeza contra Corbulon vencedor, y trató con aten­ción á Preto vencido. T a n noble proceder le mereció la estimación de los Romanos; y N e ­rón , abandonando su fantasma de R e y , que era A lexandro , quiso poner la corona por sí mis­mo en la cabeza de Tiridates. Esta ceremo­nia se hizo en Roma con la mayor magnifi­cencia , y Tiridates hizo feliz á la Armenia. Los que le sucedieron, mas bien que Reyes fueron vasallos del imperio , hasta que Tra-j a n o , uniendo la Armenia con la Mesopota­mia , la hizo provincia romana. En la deca­dencia del imperio volvieron á aparecer R e y e s

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DE LA HISTORIA UNIVERSAL. 2 7 $

reconocidos por feudatarios de Constantino y sus sucesores. Los Armenios han sido sujeta­dos sucesivamente por los Sarracenos, por los Turcos y por los Tártaros, y baxo el domi­nio de todos se ven en la' Armenia vestigios de regalia. A u n entre los Persas se hallan, por mas que causaron enorme despoblación transportando muchos Armenios á Z u l f a , ar­rabal de su capital Ispahan. Estos parten es­te reyno con los T u r c o s , los quales llaman á su división Turcomania; pero hasta en nuestros dias han vuelto á aparecer Reyes ó Príncipes de Armenia , que han inquietado á los dés­potas invasores.

E n quanto á la pequeña Armenia , que es lo mas agradable y fértil de las dos, abun­dante en frutas, aceyte y vinos estimados, no ha estado por mucho tiempo separada de la grande. Después de haber tenido tres R e ­yes sucesores de Zadriades, se halló envuel­ta en las desgracias de la grande Armenia, y entregada á las depredaciones de los Reyes vecinos, ó de los Romanos que se la dispu­taron. Pompeyo en el tiempo de su gran po­der la dio á Deyotaro , R e y de Galacia, cuyo reconocimiento á este General le hi­zo de su partido en la guerra contra C é -

s 2

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W/6 COMPENDIO

sar , el qual le perdonó á súplicas de Bru­to. Quando este Romano mató al Dictador, envió Deyotaro tropas á los conjurados y com­pañeros de Bruto. Los Triunviros con una grande multa , y con quitarle algunas provin­cias , le hicieron pagar su afecto al partido des­graciado. Durante las facciones se sostuvo con dignidad , fue íntimo de Cicerón , y esto no obstante estimado de Octavio , y l legó á una extrema ve jez ; pero su familia se extinguió en su hijo y sucesor. L a corona, así de A r ­menia como de Galac ia , pasó á los hijos de la hermana del últ imo, y de estos á un R e y de M e d i a : después á un R e y del Ponto , á los Príncipes de Capadocia y del Bosforo, á Aristóbulo , nieto de Herodes llamado el G r a n d e , y á Tigranes. E n tiempo de V e s -pasiano fue provincia romana, perteneció al imperio de Oriente , y después á los Persas, á quienes se la han quitado los Turcos , que hoy la poseen con el nombre de Genech.

EL PONTO.

E l Ponto contiene muchos lugares que

son famosos en la historia antigua y en la

moderna. Amasia, edificada sobre el Iris, por

donde llegan los navios grandes hasta las for-

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DE LA HISTORIA UNIVERSAL. 2 7 7

ralezas de la ciudad , era en los últimos si­glos la habitación prescripta al primogénito del Gran Señor. Sebaste suspendió las con­quistas de Tamerlan ; y fue castigada su re­sistencia con el suplicio de doce mil habita­dores , que el bárbaro hizo enterrar vivos. E l rio Termodonte vio sus riberas habitadas por

las Amazonas, que inventaron el hacha, de armas. D e la ciudad de Ceraso nos vinieron las primeras cerezas. E l árbol que las l leva crece naturalmente en los bosques. L a miel del Ponto, según dice Aristóteles, descompo­ne el cerebro de los que están buenos , y restituye la razón de los que están locos. X e -nofonte, General de los diez mi l , fue el que experimentó por la enfermedad de sus solda­dos lo peligroso del uso de esta m i e l , por­que les causó una especie de embriaguez y furioso frenesí: sanaron, y volvieron á su jui­cio. Por último, Trebisonda, ciudad todavía comerciante y opulenta, fue la habitación de los Emperadores de la casa de Comenes. E l ayre del país es bueno, y los habitadores por tener muchas costas de mar tenían por dios principal á Neptuno. L e enviaban todos los años quatro caballos blancos, y los ahogaban en el mar. /<.

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2 7 8 COMPENDIO

L a serie de los Reyes del Ponto empieza desde el persa Artabano, que se cree fue ele­vado al trono por Darío , hijo de Histaspes. Después de él reynáron nueve Príncipes, casi todos de su familia, llamados Mitrídates y Far-naces, vencidos ó vencedores , hasta Mitrí­dates sexto que fue asesinado por sus favo­ritos. Habia sido aliado muy afecto de los Ro­manos , tanto que ni ofertas ni promesas pu­dieron conseguir que abandonase el partido de la república, quando todos los Príncipes de Asia se declararon contra ella. E l senado le dio en reconocimiento la grande Frigia; pero se la quitó á su hijo Mitrídates sép­timo que quedó en menor edad; y es el gran­de Mitrídates, enemigo implacable de los Ro­manos , que les hizo la guerra por quarenta y seis años, y les causó mas pérdidas que P i r r o , A n í b a l , y todos los Reyes de Siria y Macedonia juntos.

Desde su juventud se pudo conjeturar lo que habia de ser algún dia (2900) . Q u e d ó baxo la tutela de su madre ; esta le tuvo muy sujeto, y él la hizo morir de consun­ción y encerrada. Sus Gobernadores, temien­do su genio crue l , le dieron un dia para que montase un caballo que tenían por indómito;

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DE LA HISTORIA UNIVERSAL. 2?<)

pero le manejó y trabajó con tal destreza, que le reduxo á sujeción. Pasaba Mitrídates me­ses enteros en la caza para robustecerse, acos­tándose por la noche en el suelo , y a lgu­nas veces sobre la nieve. También dicen que se fue acostumbrando de tal modo al vene­n o , que no le hacia impresión ni el mas vio­lento : bien que este hecho no es fácil de persuadir á quien conoce la estructura del cuerpo humano, y lo delicado de nuestras fi­bras y membranas. Mejor pudiera creerse que impidió la actividad de los venenos previ­niéndose con contravenenos tomados de ante­mano como preservativos. Se conjetura que se valia del famoso remedio ó fármaco llamado de su nombre Mitrídates, del qual se dice haber sido inventor.

Se casó con Laodicea , su hermana , se­gún costumbre del Or iente , y poco después la dexó para recorrer los diferentes estados del continente de Asia. Los visitó, y no con mucha comitiva: observó las costumbres de los habitadores, estudió sus l e y e s , aprendió hasta veinte y dos lenguas, y formó exacta idea de sus fuerzas. Tres años duró este via-ge : corrió la voz de que habia muerto; y Laodicea, preocupada de pasión por un se-

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2 8 0 COMPENDIO

ñor de su corte , se dexó con mucho gusto

persuadir á que su marido ya no existía.

T u v o un hijo en su ausencia, y el mejor

medio que halló de ocultar su culpa ó de

evitar el castigo fue presentar á Mitrídates

una bebida emponzoñada: esta no produxo

efecto a l g u n o ; y asegurado el R e y de su

doble perfidia, la quitó la vida con todos los

cómplices de sus desórdenes.

Poco tiempo después empezó á executar

sus grandes proyectos. Invadió la Paflagonia,

y la partió con Nicomedes, R e y de Bitinia,

su aliado y vecino. Llevaron muy mal los

Romanos que se apoderase de un pais que

estaba baxo su protección ; pero él respon­

dió á los embaxadores , que la Paflagonia

le pertenecía por título de herencia , y por

otra parte , añadió : no sé yo por que se mez­

cla la república en las querellas que sobre­

vienen entre los Príncipes de Asja, L e ame­

nazaron con la guerra , y la respuesta que

les dio fue apoderarse de la G a l a c i a , á la

que ellos también protegían. Desde allí p u ­

so la mira en la Capadocia, cuyo Soberano,

llamado Ariarates, era su cuñado , y pasaba

pos- su íntimo a m i g o ; pero nada hay tan sa­

grado 4 que no se atreva un ambicioso: M i -

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DE L A H I S T O R I A U N I V E R S A L . 2 8 1

trídates le hizo asesinar por un hombre mal­vado llamado Gordio. C r e y ó Nicomedes, R e y de Bitinia, que podia sacar provecho de es­te delito , entró en Capadocia , destronó al hijo del R e y difunto, y se casó con la viuda.

¡ Despojar al hijo de su hermana! Esta acción la trató de horrible crimen Mitrídates que habia muerto á su cuñado y amigo: se armó en favor del huerfanito , á cuyo pa­dre habian quitado la vida por su orden, aun­que esta orden estaba oculta : y puso á su sobrino en el trono, pero muy contra su v o ­luntad ; y solo por salvar las apariencias hi­zo este acto de justicia. Siempre era la C a ­padocia el objeto de su ambición, mas se in­terrumpían sus intenciones con la ausencia de Gordio desterrado por su delito. E l R e y del Ponto exhorta á su sobrino á que llame al asesino de su padre ; y porque el joven mos­traba repugnancia á semejante proposición, le ­vantó Mitrídates un exército de noventa mil hombres; pero halló prevenido al R e y de Capadocia, y tan fuerte como él. L a suerte de una batalla era incierta , y así se valió Mitrídates de un medio mas seguro y pronto de llegar á sus fines. Pidió á su sobrino una conferencia entre los dos exércitos : se pre-

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2 8 2 COMPENDIO

sentó el Príncipe sin desconfianza; y el tío, que había escondido el puñal entre los plie­gues de su ropa, traspasó con él al sobrino. Esta horrible acción causó tal espanto á los Capadocios, que arrojaron las armas, y así no tuvo el R e y del Ponto dificultad en apode­rarse del r e y n o : dio la soberanía á uno de sus hijos de menor edad, baxo la tutela del infame G o r d i o : también se apoderó del tro­no de Bitinia, que habia quedado vacante por muerte de Nicomedes.

Y a empezaron los Romanos á rezelar de que se engrandeciese tanto el R e y del Pon­to. Se concertaron sus Generales , y embistie­ron su reyno. Pero él atravesó la l ínea, y después de haber puesto en desorden á los que le rodeaban, se extendió como un torren­te por los países de los Romanos, y los hi­zo evacuar la F r i g i a , la Media , la Caria , la L i c i a , la Panfilia, la Bitinia y la Paflagonia. Por todas partes los pueblos, que siempre se encantan con la mutación, le llamaban padre, libertador, d ios , y único Monarca de Asia. Hizo que le traxesen al Procónsul Opio car­gado de cadenas, y precedido en tan infeliz estado de sus l ictores, con el fin de ridi­culizar el orgullo de los Romanos. Aqui l io ,

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DE LA HISTORIA U N I V E R S A ! . ' 2 8 3

otro comandante romano , de quien creia te­ner la queja de haber excitado la C a p a -docia á sublevarse , sufrió un castigo en que la crueldad se juntaba con la burla. L e llevaba tras de sí montado en un asno, ó atado por un pie á un público malhechor, y en este estado triste le hacian decir á gri­tos : Yo soy Manlio Aquilio. L legando á Pér-gamo le hizo azotar con varas, le mandó p o ­ner en el tormento ; y por último le echa­ron oro derretido en la boca para dar en rostro así á él como á los Generales Roma­nos con la insaciable avaricia con que tragaban todas las riquezas de Asía.

Este era el preludio de la suerte que Mitrídates destinaba á todos los Romanos. Mientras quedase uno de estos en los países que acababa de conquistar no se tenia por se­guro. Los miraba como otras tantas espias pa­ra informar á la república de todos sus pa­sos , y los trató como á tales. Todos los G o ­bernadores y Magistrados de las ciudades del Asia menor recibieron de él una orden se­creta de matar en el día que les señaló á to­dos los Romanos con sus m u g e r e s , hijos y domésticos, y aun prohibió que se les diese sepultura. Todos sus bienes se debían repar-

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2 8 4 ' COMPENDIO

tir en dos porciones, una para el R e y , y otra para los asesinos. Concedía Mitrídates la li­bertad á los esclavos que degollasen á sus dueños : perdonaba la mitad á los deudores que quitasen á sus acreedores la vida. A l mis­mo tiempo declaró que qualquiera que ocul­tase uno de estos proscriptos, por qualquier pretexto que fuese, seria sobre la marcha cas­tigado con la muerte.

Quando l legó el día del alboroto y hor­ror , cerraron las puertas de las ciudades, p u ­sieron soldados en todos los parages , y pu­blicaron las órdenes del R e y , que causaron la mas horrible consternación no solo entre los Romanos, sino entre los habitadores que habian conservado algún sentimiento de hu­manidad. Pero como los Romanos se habian merecido el odio de los Asiáticos con su so­berbia y codicia, y el deseo de vengarse se afilaba con el atractivo de la ganancia, se executáron puntualmente las órdenes del R e y , y en un solo dia se vio el Asia hecha el tea­tro sangriento de la mas horrible carnicería. Entre los rasgos de crueldad con que se es­tremece la naturaleza, ninguno puede citar­se mas bárbaro que el de algunos Caunios, á quienes acababan los Romanos de hacer

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buenos servicios. H u b o entre ellos algunos tan inhumanos , que ponían en tormento á los niños en presencia de sus madres: de estas unas murieron de dolor , y otras per­dieron el juicio. Casi todos los historiadores hacen subir el número de los Romanos muer­tos en aquel dia á ciento cincuenta mil hom­bres , y los mas moderados á ochenta mil. N o hay duda que los executores fueron atroces ; pero los que imaginan semejantes horrores forman el p l a n , y calculan tran­quilamente los efectos. ¡ O h qué monstruos! Infeliz nación la que produce semejantes hombres.

Esta matanza tuvo por conseqüencias otras infinitas, y fueron terribles las represalias de Cimbria y de Sila: de Sila que jamas conoció la compasión: de Cimbria, digno contrario de Mitrídates en la destreza y crueldad, era para sí el hombre mas duro, como para los otros el mas severo. A g e n t e , fuera de R o m a , de los enemigos de Sila que estaban en ella estrechó de muy cerca al R e y del Ponto, le ganó una batal la, le precisó á la f u g a , y por muy po­co no le hizo prisionero. Se salvó Mitrída­tes en una ciudad en donde el vencedor le s i t ió , mas no podia embestirle por mar no

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teniendo naves; y así escribió al General que mandaba la armada romana , el qual por ser del partido de Sila no quiso contribuir al triunfo del partido contrario. Se aprove­chó Mitrídates de esta mala inteligencia, y se libró. Sus tenientes vencieron en mu­chos parages ; pero también experimentaron grandes reveses. A estas hazañas acompañaban matanzas horribles. Ciudades y exércitos en­teros degollados, provincias abrasadas, nacio­nes arrancadas de las tierras de su nacimien­to errantes , dispersas, víctimas de la ven­ganza de una república al t iva, y de la ra­bia de un Monarca obstinado en no sufrir al rededor de sí Romano alguno. N o obstante, convinieron en dar á los infelices pueblos al­gún descanso.

Mitrídates ( 2 9 1 4 ) , el mas maltratado, por haber perdido su armada al mando de Arquelao , y ciento diez mil hombres al de T a x í l e s , fue el que dio los primeros pasos para hacer la paz. E l Romano consintió en tratar de paz : los que la negociaban pro­pusieron condiciones que fueron arregladas y admitidas; pero antes de ratificarlas pidió el R e y del Ponto que se viesen particularmente él y el General Romano. A l ver á este se ade-

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DE L A HISTORIA UNIVERSAL. 2 8 7

iantó para abrazarle; pero el Romano dio algunos pasos atrás, preguntándole si acepta­ba todas las condiciones. Con algunas expli­caciones, respondió el Monarca. Los ojos de Sila miraban centelleando; y al oír explicado* nes, se pintaron en su rostro todos los sínto­mas de una cólera terrible; con lo que Mi-trídates asustado se sujetó á todo. Entonces se acerca Si la , y se presta á sus abrazos. Si-la , de este campo de paz mas honorífico pa­ra él que un campo de victoria , salió cor­riendo contra Cimbria. Los soldados de este le abandonan; y Cimbria, desmintiendo en es­te aprieto su generosidad, quiere que maten á su enemigo ; pero el asesino quedó corta­do al tiempo de dar el golpe , y le pren­dieron. A pesar de esta traición hizo Sila pro­posiciones ; y no viendo Cimbria mas que la alternativa de ceder ó de pe lear , d i x o : Y o sé otro medio mas sencillo para ahorrar la sangre romana; y entonces se traspasó con su\ espada, y murió.

Las condiciones prescritas imperiosamen­te á Mitrídates no eran de tal naturaleza, que este Príncipe las observase fielmente, porque perdía provincias enteras, sacrificaba grande parte de sus naves , se sujetaba á verse ro-

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288 COMPENDIO

deado de Romanos, enemigos tan cruelmen­

te ultrajados por é l , que se habían tan fiera­

mente vengado , y de los que no podia es­

perar sino el odio , que él les estaba jurando

en el fondo de su corazón. N o era pues es­

ta paz mas que una tregua para tomar alien­

to , y volver á la guerra con mayor rigor.

E l R e y del Ponto la exercitó desde luego

con algunos pueblos que se habian declara­

do contra é l , y los primeros que atacó fue­ron los de Cólquide. Estos se sujetaron, y

le pidieron á su hijo por R e y : así lo con­

cedió ; pero descubrió después que á instan­

cias de este mismo hijo se habian sublevado

contra él ; y aunque este Príncipe le habia

hecho grandes servicios en la última guerra,

le mandó atar con cadenas de oro, y le con­

deno á muerte.

Por los grandes preparativos de Mitrída­

tes por mar y tierra advirtieron los Roma­

nos que no pensaba en dexarlos gozar por

mucho tiempo de los despojos que le habian

quitado. También les dio aviso de sus pro­

yectos Arquelao su antiguo Almirante, á quien

el Monarca culpaba de las condiciones h u ­

millantes del tratado de paz. E s t e , conocien­

do que el terrible Mitrídates no dexaria de

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BE LA. HISTORIA UNIVERSAL. 2 8 9

castigarle , creyó que no debia esperar los

efectos de su indignación : se puso en salvo,

y fue á descubrir á los Romanos los proyec­

tos del R e y del Ponto. Entre los recursos de

este Monarca contaba no poco con los albo­

rotos de R o m a , ocasionados de las dos fac­

ciones de Mario y Sila. Recibió en su exér­

cito á Marco Mario , á quien Sertorio le en­

vió desde España. Se presentaba este Roma­

no precedido de lictores como si hubiera si­

do Cónsul , y se llamaba General en xefe.

E l R e y del Ponto , menos envidioso del ho­

nor que deseoso del provecho , sufría esta va­

nidad que le proporcionaba el auxilio de los

pueblos sujetos á la república, á los quales

mostraba el estandarte de las águilas romanas

entre sus banderas.

A L u c u l o , que después fue tan famoso

por sus riquezas, le envió Roma contra M i ­

trídates , y en una batalla que ganó hirió á es­

te Principe un Promano que tenia en sus mis­

mas tropas. Después que sanó de la herida e l

R e y del Ponto , juntó todos los Romanos que

Servían en sus exércitos, los unió en un cuer­

po , y los hizo matar desde el primero hasta

el último. Solo un acto de clemencia sé sabe

de él para con un Romano que se llamaba

TOMO I I I . T

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2 9 0 COMPENDIO

P o m p o n i o , á quien los soletados de Mitrída-

tes habian hecho prisionero. Este Príncipe, con

intención de experimentar su constancia, le pre­

g u n t ó si concediéndole la vida se podría lison­

jear de conseguir su amistad. S í , le respondió

P o m p o n i o , como tú seas amigo de los Roma­

nos ; pero si continúas en hacerlos la guerra,

no cuentes conmigo. Los cortesanos, no acos­

tumbrados al perdón de parte de su señor, se

disponían á quitar la vida á Pomponio ; y M i -

trídates los detuvo diciendo: Aprended á res­

petar el valor aunque desgraciado.

Estremece el ver á qué calamidades ex­

ponen á los pueblos las derrotas y victorias

alternativas de los ambiciosos que hacen cam­

po de batalla el pais en que habitan; porque

tomándolos hoy unos dueños, y volviendo ma­

ñana otros á conquistarlos, quando mudan de

señores por lo común solo mudan de ladro­

nes y verdugos. Las infelices provincias de Asia

experimentaron bien esta funesta suerte. Las

ciudades de Cícico , Amisia y Heraclea se

vieron entre los horrores del hambre, y abra­

sadas de las l lamas: las aguas del Halis ó del

Termodonte se pusieron de color de sangre, y

mas de doscientos años después levantaba la

reja del arado las corazas, capacetes y espadas

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C E L A H I S T O R I A U N I V E R S A L . 29 I

de los soldados sepultados en aquellos cam­

pos. L u c u l o y Mitrídates se vieron reducidos

á la misma extremidad en esta g u e r r a , mal

obedecidos de sus soldados, que tal vez se ne­

garon al servicio en las ocasiones mas impor­

tantes , y aun desertaron.

L a desgracia mayor en este género es la

deserción de todo el exército de Mitridates:

pues temiendo que le iba á abandonar el x e -

f e , le abandonó primero. Estuvo á riesgo de

perder la vida Mitrídates por querer desen­

gañar á los soldados y detenerlos; pero no tu­

vo otro partido que abrazar sino el de la fu­

ga. L u c u l o le estrechaba muy de cerca ; y

é l viéndose á cada paso en peligro de que le

cogiesen, iba sembrando por el camino dine­

ro , vasos y muebles preciosos: y el cuidado

de los soldados en ir recogiendo estas alha­

jas los iba deteniendo, y suspendió del todo

e l alcance por haber hallado en medio de la

tropa mas avanzada una muía cargada de oro

y plata , y entre tanto que repartieron estas

riquezas tuvo tiempo de ponerse en salvo el

R e y del Ponto. Habia este dexado en la ciu­

dad de Farnacia sus m u g e r e s , hermanas y

concubinas para que no cayesen en poder de

los Romanos, y envió allá un eunuco llama-

T 2

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2 9 2 . COMPENDIO

do Báquide , con el encargo de quitarlas la

vida. Las presentó el bárbaro cordeles, ve­

neno y espadas. L a hermosa Mónima, que era

una de sus mugeres, que se habia casado á dis­

g u s t o , quiso ahorcarse con su diadema, y ex­

clamó : Banda fatal, sírveme d lo menos pa­ra ayudarme á perder la vida ; pero rom­

piéndose esta banda se frustró su deseo, y al

punto presentó el pecho á la fatal cuchilla.

Otra de sus esposas, llamada Berenice, y dos

hermanas del R e y , Roxana y Estatira, tomaron

veneno. Roxana al beberle maldixo la cruel­

dad de su hermano con mil imprecaciones: Es­

tatira por el contrario encargó al eunuco que

le diese las gracias, porque viéndose en los

mayores peligros no se habia olvidado de l i­

brarlas de la brutalidad del soldado.

Mitrídates se retiró á Armenia con su

suegro T i g r a n e s ; y Pompeyo , General de es­

ta g u e r r a , y sucesor de L u c u l o , propuso al

R e y del Ponto condiciones de paz. Una de

las principales era que entregase los deser­

tores y los Romanos que se habían pasado á

su exército ; pero estos amenazaron á Mitrí­

dates si las aceptaba; y el soberbio Monar­

ca estaba muy distante de firmarlas. En una

junta solemne les aseguró con los mas terri-

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V4>

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DE LA HISTORIA UNIVERSAL. 2 9 3

bles juramentos que mientras él tuviese una

respiración de vida no pensaria en hacer alian­

za con los Romanos. V o l v i ó pues á empezar

una guerra que fue como un desafio de muer­

te , menos ruinosa para los pueblos que las

anteriores por la generosidad de Pompeyo. D o s

batallas fueron suficientes para que Mitrídates

se viese sin remedio , y así le arrojaron del

reyno del Ponto ; y Pompeyo tomó las mas

importantes ciudades, los tesoros y los pape­

les , en los que halló preciosos registros sobre

las fuentes de que sacaba sus r iquezas, el es­

tado de los impuestos, su cobro, y e l modo

de levantar tropas. Presentaron al vencedor

muchas de sus mugeres y concubinas: la ma­

yor parte eran hijas de los señores de la cor­

te de Mitrídates, y así las trató con respeto,

y las remitió á sus padres. Una de e l las , lla­

mada Estratónice, entregó á los Romanos la

fortaleza de Simforia y los tesoros que allí ha­

bia , pidiendo solamente la vida de su hijo

Xifares, que estaba con su p a d r e , si por des­

gracia caia en manos de Pompeyo. Este se la

promet ió; y siempre generoso regaló á Es­

tratónice los tesoros, quedándose solo con la

ciudadela.

Todos estaban muy lejos de creer que

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2 94 COMPENDIO

Mitrídates ni alguno de quantos le acompa­

ñaban volviese á parecer. Y a no se hablaba

de e l l o s , ni se sabia qué. se habia hecho des­

pués de su fuga. D o s años duró la incerti-

dumbre sobre su suerte; y durante este tiem­

p o se habia estado oculto en casa de un Prín­

cipe E s c i t a , cuyos estados confinaban con la

laguna Meotis. Desde aquel retiro espiaba el

momento favorable de entrar otra vez en su

reyno : tomó también las medidas, y con tan­

to secreto, que no supieron los Romanos su

l legada hasta e l momento en que se presentó

á la cabeza de un exército formidable. D e s ­

de luego se adelantó hasta la fortaleza de Sim-

foria; y Estratónice, que la habia entregado

con la condición de conservarle la vida á su

hijo , v io desde lo alto de las murallas al in­

feliz Xifares abandonado por su padre á los

v e r d u g o s , que le dieron una muerte cruel.

E n v i ó después á proponer la paz á Pom-

p e y o , y respondió el General romano: Ti-granes vino d pedirla en persona; replicó M i ­

trídates : ITo primero perderé la vida que su­jetarme d esa humillación. A q u í fue quando

concibió e l proyecto aventurado de sublevar

e l universo contra los Romanos. Les buscó

enemigos entre los Escitas, envió sus emisa-

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PE LA HISTORIA UNIVERSAL. 2 9 5

rios á todos los Príncipes de As ia , y en par­

ticular á los Par tos , y formó una confedera­

ción con los G a u l a s , que sabia estar en guer­

ra con los Romanos. Tenia que atravesar la

Escitia y la Panonia, é ir á las Galias pa­

ra juntar su exérci to , con el que presumía

que le estaban esperando para caer todos jun­

tos sobre Ital ia , y asustar la república con

tanta audacia.

Fueron muchos los obstáculos que se o p u ­

sieron al buen éxito de esta empresa que pa­

recía gigantesca; pero después de lo que ha­

bía hecho Aníbal no perdía la esperanza. Por

desgracia quatro hijos de Mitrídates, cuyo va­

lor pudiera ser de un gran socorro, fueron en­

tregados por traición á los Romanos. Muchas

hijas que enviaba á ser esposas de los Prín­

cipes Escitas para ganarlos, tuvieron la misma

desgracia. Por úl t imo, F a m a c e s , el hijo que

mas quería, y que destinaba para la corona,

sublevó su exército, y arruinó los proyectos

de su padre con la mas odiosa perfidia.

A lo que parece ( 2 9 3 5 ) fue concertada

la traición con los Romanos. Estos tenian emi­

sarios empleados en sembrar l a murmuración

y descontento. Representaban á los soldados

el riesgo de una expedición en que el me-

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2 9 6 COMPENDIO

ñor peligro era privarlos para siempre del gus­

to de volver á ver su patria. También susci­

taban quejas personales contra el R e y los mis­

mos oficiales; porque solo consultaba esclavos

y lisonjeros v i l e s , pues se habia hecho insu­

frible y cruel para el que se atrevía á de­

cirle la v e r d a d , y no entraba servilmente en

sus ideas; y con efecto, habia castigado con la

muerte la sinceridad de su hijo Exípodrato

por haberle dicho su parecer con franqueza

de soldado sobre la expedición proyectada.

Poco tiempo antes del dia señalado para

la partida , Mitr ídates , cuyo exército estaba

acampado al pie de los muros de una ciudad

en donde estaba alojado, despertó muy tem­

prano con un ruido confuso que venia de su

campo. Envió un criado á saber la causa, y

se le respondió sin ceremonias, que el exér­

c i t o , indignado de verse gobernado por un

R e y decrépito, abandonado á los consejos de

viles eunucos, habia proclamado otro mas jo­ven que merecía toda su confianza. C o n esta

noticia , creyendo Mitrídates que todo no era

mas que un t u m u l t o , que se sosegaría con su

presencia , monta á caballo acompañado de sus

guardias ; mas apenas habia salido de la ciu­

dad quando Je abandonaron: tiraron contra su

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DE LA HISTORIA UNIVERSAL. 2 9 7

persona, le mataron el cabal lo , y no tuvo

mas recurso que volverse á la ciudad. L e acon­

sejan sus amigos que pida un salvoconducto

á Farnaces para él y para ellos. Convino en

esto; pero los que envió , bien muertos, ó bien

arrastrados del torrente de la sublevación, no

volvieron mas.

Mitrídates no por esto perdió las esperan­

zas , y así hizo la última tentativa. Subió al

m u r o ; y dirigiéndose á Farnaces le traia á la

memoria con fuertes voces la ternura que siem­

pre le habia manifestado , y quanto le habia

distinguido en sus favores con preferencia á

los demás hermanos: al mismo tiempo procu­

ró darle á conocer quan grande era la indig­

nidad de entregarle sin defensa á los R o m a ­

nos sus crueles enemigos. A lo menos, le de­

cía , ábreme algún camino para buscar asilo

adonde poder retirarme. Pero esta tan tierna

escena no hizo la menor impresión en el co­

razón de Farnaces; y viéndose el desgraciado

Monarca sin esperanzas, levantó al cielo los

ojos bañados en lágrimas, y prorumpió en im­

precaciones contra su hijo , diciendo por ú l ­

timo : Los dioses permitan que experimentes al­gún dia la perfidia de un hijo desnaturaliza­do ¡ y sientas los tormentos que padece un pa-

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2 9 8 COMPENDIO

dre amoroso con semejante ingratitud. V o l v i é n ­

dose después á los que le acompañaban, les

dio gracias por su afecto, y les aconsejó que

se sujetasen á las circunstancias, y reconocie­

sen á su hijo ; porque yo, les d i x o , no pudien-do ya "vivir en la humillación en que me ha puesto un hijo tiernamente amado, sabré bien substraerme de sus funestas intenciones.

C o n esta triste despedida entra en el quar-

to de sus mugeres , toma una copa de vene­

no ; y bebiendo su l icor, le hizo también tra­

gar á sus dos hijas Nisa y Mitrídata, que es­

taban en vísperas de casarse, una con el R e y

de C h i p r e , y otra con el de Egipto. T a m ­

bién presentó la copa fatal á sus concubinas,

y bastó un instante para sepultar á todas en

e l sueño de la m u e r t e ; pero é l , familiarizado

con el uso del veneno desde la infancia, no

sintió efecto alguno. Entonces se hirió con su

espada : el golpe no era morta l , y dieron, no­

ticia de esto á Farnaces. Manda este que le cu­

ren la herida, con intención, á lo que se cree,

de entregarle á los Romanos, y ganar su amis­

tad con aquel presente; pero no tuvo esta in­

digna satisfacción. U n soldado llamado Bitoco,

que habia ido al palacio con el ansia del bo­

t í n , penetra hasta el quarto de Mitrídates, que

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DE LA HISTORIA UNIVERSAL. 2 9 9

abandonado de todos, y bañado en su sangre,

estaba luchando con la muerte. Y a se retira­

ba respetando el ayre de grandeza que rey-

naba todavía en la persona del Monarca. L e

llama Mitr ídates , y le pide que acabe con

aquel resto de v i d a , que le servia solamente

para prolongar sus desgracias. L e hizo Bi to-

co este último servicio ; pero experimentando

en sí repentinamente una sensibilidad m u y ra­

ra en un soldado, se retiró triste sin pensar

en el botin que había ido á buscar.

Así acabó Mitrídates. Brillaron en su per­

sona las calidades mas admirables que forman

los grandes R e y e s ; pero los vicios que los

deshonran, sobre todo la crueldad , disminu­

yeron el resplandor de unas prendas que le

hubieran inmortalizado. Las señaladas victorias

que ganó le dan lugar distinguido entre los

mas famosos capitanes de la antigüedad. Es

verdad que también padeció sangrientas der­

rotas , y que vio muchas veces despedazados

sus exércitos, arrasadas sus fortalezas, y aso­

lados sus dominios; pero como si se aumen­

tasen sus fuerzas con las mismas pérdidas, v o l ­

vía siempre á presentarse en campaña mas for­

midable que antes. Por ú l t imo, á pesar de

los esfuerzos de sus enemigos para tenerle en

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3 0 0 COMPENDIO

su p o d e r , -murió voluntariamente en su reyno,

y le dexó á sus descendientes.

L a prueba menos equívoca del mérito de

este Príncipe es la alegría universal que ma­

nifestaron el senado , los pueblos y el exér­

cito romano con la noticia de su muerte. Es­

ta se la l levó á P o m p e y o , que estaba algunas

leguas de a l l í , un correo despachado por F a r -

naces. Impaciente el General romano de co­

municar la novedad á sus soldados, no esperó

á que le levantasen un trono de céspedes pa­

ra arengarlos , como se hacia en semejantes

ocasiones; y así le formaron con toda prisa de

los bastos de las acémilas. Recibió el exérci­

to la nueva de este suceso con los mayores

extremos de alegría, expresándola con festines,

danzas y sacrificios. N o fueron en Roma me­

nos ruidosas las demostraciones de contento:

porque C i c e r ó n , que por entonces era C ó n ­

sul , ordenó doce dias de fiestas para dar gra­

cias á los dioses inmortales por haber librado

á la república de un enemigo tan poderoso y

temible. Los Tribunos hicieron que se deci­

d iese , q u e á Pompeyo por los grandes servi­

cios que habia hecho en esta guerra , se le

autorizase para asistir á los juegos del circo con

corona de laurel y ropa de triunfo, y á los

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DE I A HISTORIA UNIVERSAL. 3 0 1

espectáculos ordinarios con vestido de púrpura.

' E l vil Farnaces, ya que no pudo entre­

gar vivo su padre á P o m p e y o , á lo menos

le sacrificó su cadáver conservado con aromas.

L e habian armado de pies á cabeza; y quan-

do todos los oficiales del exército y los sol­

dados rasos quisieron v e r l e , manifestó Pompe­

yo su sensibilidad con este espectáculo, y apar­

tó la vista, diciendo: C o n la muerte de este

grande Príncipe debe cesar el odio de los R o ­

manos. Después ordenó que se le hiciesen

magníficas exequias, y que le llevasen al se­

pulcro de sus mayores. Distribuidas las pie­

zas de sus armas, quisieron lograr alguna mu­

chos R e y e s , y las compraban por grande pre­

cio. Su turbante vino á manos de un Roma­

no , cuyos descendientes le conservaron por

largo tiempo como una preciosa herencia.

Los tesoros que Farnaces entregó á P o m ­

peyo , ó se los manifestó para que los toma­

ra , sorprehendiéron al General romano; y la

simple y compendiosa descripción de las pie­

zas principales pasmará á los lectores. E n la

ciudad de Telaura , que Mitrídates llamaba su

guardaropa, habia dos mil copas de ágatas

cornerinas ú ó n i x , guarnecidas de cercos de

oro y de p lata : las sillas y frenos esmaltados

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3©2 COMPENDIO

de diamantes fueron tantas que los comisa­

r/os- de h república tardaron treinta aYas'en

hacer el inventario. En un castillo tenia nue­

ve salvillas de oro macizo, guarnecidas de pie­

dras preciosas de exquisito trabajo, con tres

grandes mesas del mismo m e t a l , y estatuas de

oro macizo de M i n e r v a , Apolo y M a r t e , he­

chas por el mejor gusto : un tablero de juego

hecho de dos piedras preciosas que tenia tres

pies de ancho y quatro de largo, con las dife­

rentes piezas de la misma piedra, y una luna de

oro que pesaba treinta libras. E n una fortaleza

de las montañas se guardaba una estatua del

R e y de ocho codos de alto, toda de oro maci­

zo , con su trono, su cetro, y la cama de D a ­

r ío , hijo de Histaspes. L a mayor parte de estos

preciosos objetos habia pasado de mano en ma­

no en los saqueos de Siria á E g i p t o , de Eg ip­

to á Grecia. Ademas de este medio del sa­

queo , Mitrídates, hombre de gusto , y que

se preciaba de magnífico, habia ido juntando de

todas partes grande cantidad de cosas raras en

su largo reynado. Todas sirvieron al triunfo de

P o m p e y o , que duró dos dias. E n él se vieron

cinco hijos y dos hijas de Mitrídates, y tres­

cientos diez y siete cautivos de la primera dis­

tinción. Era Pompeyo dueño de su v i d a ; pe-

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DE 1 A HISTORIA UNIVERSAL. 3 0 3

ro aunque algunos triunfadores de los antiguos

usaron cruelmente de este derecho, é l los vol­

v ió á enviar á su patria, á excepción de los

hijos del R e y , que se quedaron custodiados

en Roma.

T a l vez ( 2 9 3 0 ) por no dar zelos F a r ­

naces , que se gobernaba como vil adulador de

los Romanos, declaró que habia resuelto no

tomar el título de R e y hasta que se lo per­

mitiesen ; pero esta baxeza no le valió mas q u e

para conseguir una pequeña parte de los es­

tados de su padre, llamada el reyno del Bos­

foro. Aunque arrastrando en presencia de los

mas fuertes, como en otro tiempo delante de

su padre Mitrídates, no le faltaba valor pa­

ra la guerra. Se aprovechó de las disensiones

civiles de Roma para ponerse en posesión de

la Armenia y la Capadocia. Por entonces es­

taba César ocupado en Egipto. Supo Farna­

ces que algunos motivos urgentes llamarían al

Dictador á la África en desembarazándose de

la expedición de Alexandría ; y así procuró

entretenerle con proposiciones de paz ; pero

César , poniéndose á la cabeza de mil caba­

llos , se presentó quando menos le esperaban,

y dio sobre los soldados de Farnaces gritan­

do : / Qué! ¿ no se habia de castigar d un par-

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3 0 4 COMPENDIO

ricida tan bárbaro? y logró una completa vic­

toria. Esta fue la ocasión en que escribió á

sus amigos aquellas tres célebres palabras: Vi­ne, id, vencí.

Farnaces se puso en salvo encerrándose

en una ciudadela, en donde Domicio , T e ­

niente de C é s a r , le sitió. Pidió capitulación

sin otras condiciones que la de retirarse al Bós^

foro con los que voluntariamente le acom­

pañasen. L e concedieron su pet ic ión; pero

como el salvoconducto en que se hablaba de

los caballeros no expresaba los caballos , le

hicieron la afrenta de matárselos. 'Se retiró á

pie entre los Escitas; y a l l í , juntando algu­

nas tropas que le dieron esperanzas, se atre­

vió á atacar á Asandro , á quien los Roma­

nos habian dado la investidura de R e y , y

pereció Farnaces en el combate. Desde en­

tonces el reyno del P o n t o , desmembrado unas

v e c e s , y reunido otras, según el capricho de

!'-s partidos republicanos, y después el de los

Césares , fue entregado sucesivamente á mu­

chos xefes , algunos de los quales apenas me-

•:en el nombre de Reyes . E n tiempo de

í -alígula se nota un cierto Polemon , que

; -ti la noticia de la hermosura de Berenice,

i ja de A g r i p a , R e y de los-Judíos, se cir-

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DE L A H I S T O R I A U N I V E R S A L . 3 0 5

cuncidó para conseguirla. F u e tan poco el

efecto que hizo en sus costumbres la conver­

sión, que su esposa le d e x ó , cansada de ver sus

desórdenes. E n tiempo de Vespasiano se hizo

el Ponto para siempre república romana, y no

salió de su obscuridad hasta el tiempo de las

Cruzadas, quando los Príncipes Commenos es­

tablecieron el imperio de Trebisonda. M a h o -

met segundo derribó este trono, y agregó al

imperio turco el de Trebisonda con el reyno

del Ponto. Apenas se encontrarían hoy ob­

jetos dignos de atención en las ruinas que

cubren aquellos paises, habitados en grande

parte por aquellos descendientes de los dege­

nerados Griegos de la edad media.

CAJPADOCIA.

L a Capadocia , del mismo modo que el P o n t o , era parte del imperio de Trebisonda. H o y está como él sepultada en la barbarie; esto es , sin artes ni ciencias, y corno salió de las manos de la naturaleza, á excepción de que en vez de estar cubierta de bosques, se halla por todas partes llena de los escom­bros y restos de las ciudades que algún tiem­po la adornaron. Se nota entre las que exís-

TOMO in» v

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¡306 COMPENDIO

ten Cesárea , que era la capital , y aun se

distingue por su comerc io; y Comana, en

donde habia un templo magnifico dedicado á

Beiona. Seis mil personas así del uno como

del otro sexo estaban empleadas en el culto

de esta diosa , y el gran Sacerdote era por

lo común de la familia r e a l , señor de to­

dos los países cercanos, y por su dignidad la

segunda persona del estado. Después se se­

guía e l gran Sacerdote de Júpiter , que te­

nia baxo su dominio seis mil personas, un tér­

mino redondo, y una renta proporcionada. N o

se sabe la clase á que pertenecía entre los dos

e l gran Sacerdote de D i a n a , el qual igua­

laba en el poder , riquezas y luxo á los pri­

meros señores del reyno. E n su templo se

hacian los juramentos, y se ratificaban las obli­

gaciones para lograr las seguridades auténti­

cas. Estos establecimientos denotan que el

culto de las divinidades se miraba entre los

Capadocios como un punto muy importante,

y á lo que parece debia ser su religión un

compuesto de la de los Griegos y de la de

los Persas, que por mucho tiempo los domi­

naron. Es verdad que el esplendor exterior

de las ceremonias no siempre denota Ja re­

forma interior, pues al mismo tiempo en que

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DE LA HISTORIA UNIVERSAL. 3 0 7

existían estos suntuosos establecimientos, es

dec ir , quando los Romanos los conquistaron,

un Capadocia quería decir un hombre sin cos­

tumbres ni religión.

E l pais es muy montuoso, y por consi­

guiente no puede ser generalmente férti l ; pe­

ro no le faltaba lo necesario á la vida. Siem­

pre fueron muy estimados los caballos de C a -

padocia, y aun ahora son un ramo muy con­

siderable de comercio ; pero no se sabe qué

se han hecho las minas que se hallaban en

este país, así de plata como de alumbre , co­

bre y hierro , ni el alabastro, cristal y jaspe

que cambiaban con los pueblos vecinos.

Se cuentan los Reyes de Capadocia des­

de Farnaces. Ciro le compuso este pequeño

reyno en agradecimiento de que en la caza

le habia salvado de la furia de un león que

le iba á despedazar. E l poco poder de estos

Monarcas hacia que fácilmente los sujetasen.

Muchas veces miran los mas poderosos la

oposición que se les hace como si fuera un

insulto. Por esto los esfuerzos que hicieron

algunos Reyes de Capadocia por salir de la

opresión se consideraron como sublevaciones,

y fueron castigados como tales. Pérdicas, uno

de los capitanes sucesores de Alexandro, co-

v 2

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3 0 8 COMPENDIO

metió la barbaridad de hacer crucificar al R e y

Ariarates segundo y á todos los Principes de

la sangre real que cogió en una batalla , á

excepción de un niño que escapó del estra­

g o . Subió este al trono de su padre, y tu­

vo por hijo á Ariaramne segundo, cuyo rey-

nado no ha sido famoso por batallas ni con­

quistas ; pero le hicieron muy estimable su

amor á la justicia , y otras mil bellas calida­

des por las que le querían y respetaban to­

dos los Príncipes vecinos como si fuera su

padre. Jamas habia estado tan floreciente la

Capadocia como en tiempo de su administra­

ción. L a paz que conservó siempre con los

otros Reyes l levó á sus estados todos los bie­

nes que la acompañan.

Después de haber sufrido los Régulos de

Capadocia el y u g o de los Persas, gimieron

baxo del de los Romanos. Ariarates sexto en­

vió á Roma una corona de oro por haberle

hecho la república algunos favores, y el se­

nado le correspondió con una cadena de mar­

fil , que fue el presente mas distinguido que

h i z o , y solo hacia esta expresión con los ami­

gos zelosos y constantes. Destreza es digna

de elogios saber dar por medio de Ja opi­

nión un precio grande á las cosas pequeñas.

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DE LA HISTORIA UNIVERSAL. 3 0 9

Ariarates sexto fue muerto sirviendo á

los Romanos ( 2 8 4 0 ) , y dexó seis hijos baxo

la tutela de su madre Laodicea ; y esta, se­

gún iban creciendo, los iba envenenando por

conservarse en su autoridad. Quando se des­

cubrió este delito ya no habia quedado mas

que u n o ; pero el pueblo asesinó á la cruel

madrastra. N o tardó mucho Ariarates sépti­

mo , que era el único que habia escapado, en

caer en la suerte destinada á esta desgracia­

da familia, porque Mitrídates, su suegro, le

envenenó por mano del malvado G o r d i o , á

quien el mismo Mitrídates mató un hijo con

su propia mano. Después de la funesta muerte

de Ariarates octavo quisieron los Romanos dar

á los Capadocios lo que llamaban libertad,

esto e s , un gobierno republicano ; mas ellos

respondieron que no podían pasarse sin R e y .

Extrañó mucho el senado esta proposición;

pero les concedió que ellos mismos le eligie­

sen. Tuvieron la prudencia de escogerle á

gusto de los Romanos en Ariobarzanes; y es­

te Príncipe los gobernó por largo tiempo pa­

cíficamente , traspasando en vida la corona á

su hijo para acabar la suya con tranquilidad.

Si es que le mataron , como dicen algunos

autores, y que su hijo no le vengó , se le

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3 I O COMPENDIO

podrá contar en el número de los Prínci­

pes que tuvieron motivo de arrepentirse de

la abdicación del cetro en favor de sus su­

cesores.

A r q u e l a o , que fue el último R e y de

Capadocia , debió su elevación á la pasmosa

belleza de su madre Glaf ira, que supo agra­

dar á Marco Antonio. Era Príncipe de exce­

lente carácter, buen p a d r e , buen señor y

buen amigo , dotado de las virtudes civiles

y domésticas. Estas calidades no eran propias

para agradar al Emperador T i b e r i o , así co­

mo las de Tiberio desagradaban sin duda á Arquelao. Bien fuese esta la razón, ó por

otros motivos, el R e y de Capadocia manifes­

tó alguna indiferencia acerca de este Prínci­

pe quando en tiempo de Augusto vivía en

Rodas en una especie de desgracia. Se acor­

dó de esto el desterrado quando se vio en

e l trono de los Césares , y llamó á A r q u e ­

lao á Roma. F u e este allá baxo la palabra

de T iber io , que le prometía buen recibimien­

to ; pero el Emperador afectó manifestarle

tantos desprecios, que A r q u e l a o , demasiado

sentido, murió de pesadumbre, aunque otros

dicen que se quitó la vida. Hizo una obra

sobre la agr icul tura , y muerto él quedó la

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DE LA HISTORIA UNIVERSAL. 3 H

Capadocia reducida á provincia romana, go­

bernada por los caballeros.

j» É R G A M o.

E l rey no de Pérgamo tomó su nombre

de una ciudad de la provincia de Misia que

fue su capital ( 2 7 1 5 ) . Nunca tuvo límites

fixos. Sus Reyes de una clase muy mediana

llegaron á un poder extraordinario, y fueron

los apoyos principales de los Romanos en Asia.

Después fueron los protegidos de aquellos

mismos á cuyos esfuerzos opresivos habían da­

do favor, y por último sus vasallos. H a y una

cosa notable, y hasta ahora particular en e l

reyno de P é r g a m o , y es, que el fundador de

esta monarquía fue un eunuco. Este de G o ­

bernador de Pérgamo se hizo R e y , para que

no le sacrificase Símaco al odio de Arsinoo

su m u g e r , y le sucedió un hermano suyo

llamado E u m e n e s , de quien heredó e l cetro

su hijo Átalo. Estos dos nombres Eumenes

y Á t a l o fueron casi siempre los nombres de

los Reyes de Pérgamo alternativamente.

Este Átalo es el primero que hizo alian­

za con los Romanos. E n su tiempo hallaron

los Decenviros una predicción de las Sibilas,

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3 1 a COMPENDIO

en que dec ian, „ que todos los extrangeros que quisiesen atentar contra la libertad de la I tal ia , serian vencidos y arrojados fuera, si se pudiese colocar en Roma la imagen de la gran madre de los dioses del monte I d a , que habia caido de los cielos." Fueron cinco di­putados á suplicar á Átalo que les diese aquel paladión que se hallaba en sus estados. E l les envió el objeto de veneración que con tanta ansia buscaban, y no era mas que una piedra informe. Átalo primero fue conquista­dor y sabio ; pero todos convendrán en que fue un poco cruel con un mal murmurador de Homero llamado Dáíilas, á quien hizo pre­cipitar de un peñasco.

M u c h o debieron los Romanos á Eume-nes segundo, que miraba por sus intereses en lo que 'tenia cerca , como por los suyos pro­pios. Este fue el que les dio aviso de los proyectos que formaba contra ellos Antíoco e l G r a n d e , y así se vieron sus estados ex­puestos muchas veces á las insurrecciones y hostilidades , sin otra causa que su afecto á la república, y aun su misma capital tuvo que sufrir un sitio que no procedió de otro motivo. N o solamente aventuró Eumenes sus tropas, sino también su persona por los R o -

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DE LA HISTORIA UNIVERSAL. 3 1 3

manos en la batalla de Magnesia , y la v ic­

toria se debió principalmente á su valor, bien

que le recompensaron aumentándole su rey-

no con algunas provincias que quitaron á A n ­

tioco. N o se duda tampoco que por el afec­

to de Eumenes á los Romanos suscitó A n í ­

bal contra él á Prusias , R e y de Bitinia , y

cuentan que este Príncipe ganó en el mar

una completa victoria que debió á la astu­

cia de los Cartagineses , quando por consejo

de estos hizo juntar en vasos de barro una

prodigiosa cantidad de serpientes, y de otros

venenosos insectos, de que proveyó muchos

navios. Se acercaron al de Eumenes , y le

introduxéron aquellos enemigos de nueva es­

pecie. L a necesidad en que se vieron los de

Pergamo de trabajar por verse libres de sus

mordeduras puso tal desorden en la armada,

que fue derrotada enteramente. Se mezcló el

senado en la diferencia de los dos R e y e s , y

se compusieron entre sí.

Dio Eumenes una grande prueba de su

afición á los Romanos quando fue personal­

mente á Roma á descubrirles las intenciones

secretas de Perseo, R e y de Macedonia. Quan­

do volvió le tenia Perseo preparados los ase­

sinos, que creyeron haberle muerto á pedra-

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3 I 4 COMPENDIO

das; pero le libraron algunos criados fieles,

y le hicieron curar. F u e bastante secreta y

larga la cura , y así le tuvieron por muer­

to ; por lo que Á t a l o , su hermano , sin ha­

cer muchas averiguaciones tomó la corona, y

se casó con Estratónice su muger. V o l v i ó

Eumenes á su casa , y sin duda conocían la

benignidad de su carácter, porque ni el her­

mano ni la muger se ocultaron , antes bien

salieron á recibirle. E l los abrazó tiernamen­

te , y dixo á Átalo al oído : „Otra vez si

quieres casarte con mi m u g e r , espera por lo

menos á que yo haya muerto."

Era muy creible que la conexión y en­

lace entre Eumenes y los Romanos, fundada

en los recíprocos servicios , nunca hubiese

faltado; pero tal vez basta una bagatela pa­

ra desavenirse los amigos antiguos. E l C ó n ­

sul Marcio , por altanería ó por otros moti­

vos , no quiso permitir al R e y de Pérgamo

que se acampase con los que le seguían en

los atrincheramientos de los Romanos. Esta

afrenta le hizo retirarse sobre la marcha , y

volverse á llevar las tropas á sus estados.

Perseo se aprovechó de esta ocasión para pe­

dir á Eumenes su alianza ; y las razones que

daba el embaxador de Macedonia se reducían

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DE L A HISTORIA UNIVERSAL. 3 I $

á decir que nunca puede haber verdadera

amistad entre un R e y y una república. „ L o s

Romanos, decia, son enemigos irreconciliables

de todos los R e y e s ; pero tienen la destreza

de no combatirles sino uno á u n o , valiéndo­

se de los tesoros del primero para arruinar

al segundo, y esta será su política hasta que

á todos los haya destruido." C o n esta razón,

y mucho mas con una grande suma de dine­

ro que prometió Perseo á Eumenes, le com­

pró por lo menos su inacción; pero los R o ­

manos no perdonaron á su aliado antiguo es­

ta especie de deserción. Derrotado Perseo

quiso el R e y de Pérgamo excusarse, y para

esto envió á Roma á su hermano Átalo. Era

tan vivo el resentimiento contra Eumenes,

que le quisieron empeñar en que pidiese la

corona de su hermano , bien que se resistió

generosamente á estas pérfidas intimaciones.

C r e y ó Eumenes que su presencia podría

lograr que mudasen en su favor de opinión.

F u e á Ital ia, y apenas puso en ella el pie

quando le envió el senado á d e c i r , que no

le darian audiencia, y así que se volviese.

Restituyéndose á su reyno muy apesadum­

brado, envió todavía á Ariarates, con otro her­

mano , procurando apartar el golpe que le

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3 I 6 COMPENDIO

amenazaba de parte de sus antiguos amigos;

pero estos se mantuvieron duros. ¿ Quando

conocieron jamas atenciones aquellos republi­

canos ? Tuvieron la crueldad de enviar al

Asia dos comisionados, precediendo primero

una pública exhortación á todos los que tu­

viesen que dar quejas contra Eumenes , para

que fuesen á representárselas en Sardis, en

donde oyeron con tranquilidad todas las acu­

saciones que intentaron contra el R e y de Pér-

gamo. Eumenes sintió vivamente el insulto

de este proceder; pero temiendo excitar una

guerra peligrosa por sí misma, y que su edad

hacia mas temible , envió por tercera vez á

Roma á su hermano Átalo , no pidiendo á

sus inexorables amigos sino que le dexasen

acabar en paz sus dias; y lo consiguió sin

d u d a , porque murió. Tenia un solo hijo de

poca edad, y entre tanto que llegase á la de

poder ocupar el trono, resignó en su hermano

Á t a l o y su muger Estratónice su corona. Es­

te presente no tenia ya para el nuevo Prín­

cipe la gracia de la novedad. Eumenes fue

e l que estableció la hermosa biblioteca de

Pérgamo , que competia con la de Alexan­

dria. V i v i a en buena inteligencia con sus tres

hermanos, de los que se servia sin zelos, y así

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DE LA HISTORIA UNIVERSAL. 3 1 7

habitaban en su corte sin t e m o r ; lo que fue

una fraternidad que tal vez no tuvo otro exem­

plar en Asia.

Otra singularidad fue que Átalo segun­

do siempre miró la corona como un depó­

sito que le habían confiado ( 2 8 4 0 ) . T u v o

una fuerte guerra con Prusias, R e y de B i -

t in ia , y este fue tan afortunado que l l e g ó

á apoderarse de Pérgamo. Es bien admira­

ble la conducta de los Romanos en las guer­

ras de estos Príncipes del Asia menor. H a ­

bían llegado á tal crédito que sin exérci-

to propio daban la ley . Enviaban á los ve­

cinos de las partes beligerantes embaxado-

res que les mandasen levantar tropas, y que

marchasen contra e l que querían sujetar , y

después de algunos años de guerra que los

arruinaban á todos, iban otros embaxadores á

hacer las paces. Esta conducta fue la que

observaron entre Átalo y Prusias. Este últi­

mo fue destronado por su h i j o , favorecién­

dole Átalo. E l proyecto de este h i j o , llama­

do Nicomedes, se formó en Roma. Es im­

posible que no tuviese el senado noticia; pe­

ro dexó pelear al padre y al h i jo , y quan-

do Nicomedes dio parte en Roma de que

ocupaba el trono de Bitinia, fueron m u y bien

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3 1 8 COMPENDIO

recibidos los embaxadores, sin que se digna­

sen de preguntar por su p a d r e , á quien ha­

bia quitado la vida. Esta liga con un parri­

cida es una fea mancha en la vida de Áta­

l o , por mas que Prusias mereciese de algún

modo su desgracia por haber querido matar

á su hijo por puros zelos. Aunque Átalo te­

nia dos hijos quiso que la corona de Pérga-

mo recayese en su sobrino, como se lo ha­

bía prometido á su hermano. D i o á este Prín­

cipe una educación digna de su clase. Este

Átalo mantenía en su corte sabios, y gusta­

ba mucho de su conversación.

D e poco sirvió la distinguida educación

de Átalo tercero ( 2 8 6 2 ) contra las malas

qualidades que por naturaleza tenia. Si fue

tirano ó insensato, ó al mismo tiempo las

dos cosas, se juzgará por sus acciones. H i ­

zo quitar la vida á la mayor parte de sus

parientes ó amigos de su familia; á los unos

como acusados de haber abreviado los días de

su madre Estratónice , siendo así que murió

vieja, y á los otros como culpados en la muer­

te de Estratónice su muger , á la que l levó

al sepulcro una enfermedad incurable. A la

muerte de los infelices seguia la de sus mu-

g e r e s , hijos y familia. Para estas execucio-

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DE LA HISTORIA U N I V E R S A ! , 3 1 9

nes llamaba Átalo soldados extrangeros, co­

mo lo hacen todos los que ordenan cruel­

dades, para que no conociendo los verdugos

á las victimas, ninguna escape por conmise­

ración.

Después de haber derramado el R e y de

Pérgamo arroyos de sangre cayó en una tris­

te melancolía: se estuvo encerrado en su pa­

lacio , se vistió de ropas muy gastadas, se

dexó crecer el cabello y la barba , sin cui­

dado del menor aseo. L u e g o se reduxo á vi­

vir en una h u e r t a , cavando por sí mismo la

tierra , y sembrando toda suerte de yerbas,

muchas de ellas venenosas. Siendo cruel has­

ta en sus diversiones, exprimia el suco de es­

tas plantas venenosas en los bálsamos que re­

galaba á las personas de quienes tenia sos­

pecha. Viéndose aislado en su palacio, y que

huian de él sus parientes, amigos y cortesa­

nos temerosos de sus furores, le vino el pen­

samiento de exercer e l oficio de fundidor;

pero fue tanto lo que se fatigó en fundir

una estatua de su madre, en un dia de grandí­

simo c a l o r , q u e sobreviniéndole una calentura

le quitó la vida. A este R e y se le debe co­

locar entre los que escribieron de agricultu­

ra. Entendía perfectamente la medicina, y era

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3 2 0 COMPENDIO

m u y versado en el conocimiento de los sim­

ples. E l gusto de las ciencias parece haber

sido hereditario en los Reyes de Pérgamo.

L a última locura de Átalo fue su testa­

mento , en el que puso esta cláusula: Sea el pueblo romano el heredero de mis bienes. Aris-

tónico , hijo bastardo de E u m e n e s , á quien

según la costumbre de Asia debia pertene­

cer el reyno á falta de legítimo heredero,

decia que la palabra bienes solamente sig­

nificaba los muebles del difunto , pero no el

r e y n o ; mas el senado quiso que se entendie­

se uno y otro. Favorecían los de Pérgamo

á Aristónico, porque acostumbrados, dicen los

autores, al gobierno monárquico, temían el

despotismo republicano. Licinio , Craso , y

L u c i o V a l e r i o Silaceo , gran Sacerdote de

M a r t e , se disputaban la ventaja de hacer la

guerra á Aristónico , por las grandes rique­

zas que esperaban de la victoria. Craso con­

siguió el mando, y contra sus esperanzas le

vencieron y le hicieron prisionero. Para no

sobrevivir á su deshonra provocó con insultos

á uno de los que le guardaban , hasta que

le mató. Perpenna, enviado en su lugar , ha­

l l ó á Aristónico muy confiado con la victo­

r ia , disfrutando tranquilamente los placeres de

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DE LA HISTORIA UNIVERSAL. 32 I

una vida regalad-a, como si ya no tuviera que

temer. L e sorprehendió el General romano, y

después de un desgraciado combate se retiró

Aristónico á una ciudad, cuyos habitadores le

entregaron.

Tenia por consejero ó ministro un filóso­

fo llamado Blosio, que tenia amistad particu­

lar con Tiberio G r a c o , y aun se cree que

fue quien inspiró á este Romano el deseo

de que se recibiese la ley agraria. M u e r t o

Graco le citaron en justicia, y le pregunta

el Cónsul : 1 Por qué seguiste el partido de

un tribuno sedicioso? E l respondió: Porque me

parecía el partido mas justo. ¿ Q u é motivo te

empeñaba, insistió el juez , en ser su agente?

N o tuve otro , rep l i có , mas que su mérito.

L u e g o si Graco lo hubiera ordenado pondrías

fuego al capitolio. C ó n s u l , replicó el filósofo,

respetad su memoria, porque una empresa tan

extravagante no le podia venir al pensamien­

to. N o obstante , si él me lo hubiera man­

dado , yo executaria su orden en la persuasión

de que no podia dexar de ser conforme al

bien público. A q u í tenemos un hombre en­

tusiasmado , como le piden las facciones. B lo­

sio dexó á R o m a , despreciando aquel pueblo

cobarde que habia dexado quitar la vida á su

TOMO I I I . x

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3 2 2 COMPENDIO

amigo. Habiendo caido con Aristónico en las

cadenas de Perpenna, exhortó al Príncipe á

preferir una muerte voluntaria á la vergon­

zosa esclavitud , y sobre la marcha le dio el

exemplo. Aristónico en no imitarle solo ganó

una ignominia mas, porque le arrastraron al

tr iunfo, y le mataron después en la prisión

por orden del senado.

Los de Pérgamo continuaron por largo

tiempo su defensa contra los Romanos; y Aqui-

l i o , enviado para dar fin á esta guerra , tu­

vo precisión de sitiar la mayor parte de las

ciudades sucesivamente. Por estar muchas de

ellas situadas en altos montes, no podian reci­

bir el agua sino por aqiieductos; y el Gene­

ral romano , en vez de cortarlos, que es un

medio que no excedía al funesto derecho de

Ja g u e r r a , envenenó las fuentes, y de este

modo entró la desolación y la muerte en las

plazas que él sitiaba. N o parece que pudo

Roma ignorar este modo cruel de hacer la

g u e r r a ; pero no le extrañó, supuesto que dio

á este envenenador el reyno para que le go­

bernase y le reduxese á provincia.

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DE LA HISTORIA UNIVERSAL. 3*3

T RAC I A.

E n la Tracia estaba Bizancio, actualmen­

te Constantinopla, y esto baste para fixar la

posición de este pais. Tomado en general , le

llamaron reyno algunas veces, aunque no era

mas que un conjunto de provincias indepen­

dientes unas de otras. Entre estas hubo Prín­

cipes que reunieron baxo su cetro á sus v e ­

cinos , y se ciñeron diadema , pero rara v e z

pasó á sus herederos. Se presume que si es­

tos pueblos valientes, sobrios y duros en la

fatiga se hubieran podido concordar en sus con­

sejos , habrían llegado á ser la nación mas po­

derosa de la tierra. E l interior del pais es frió

y poco fért i l , porque sus montes están cubier­

tos de nieve la mayor parte del año ; pero

las provincias marítimas producen toda espe­

cie de granos y frutas. E l temperamento en

estas es benigno, y la habitación en ellas tan

agradable como la de qualquiera otro de los

mas bellos paises de Asia. Los Traces anti­

guos eran feroces y crueles , y casi siempre

eran ellos los soldados que empleaban los ti­

ranos en las execuciones sangrientas. S u re­

ligión era la de los G r i e g o s , y sus inciensos

X 2

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3 2 4 COMPENDIO

se gastaban con preferencia á honra de Mar­

te y de Mercurio , que eran los dioses de los

Valientes y de los ladrones.

Los Traces lloraban quando les nacia al­

g ú n hijo , y se alegraban en la muerte de

los parientes: ¡tan mala idea tenian de la vi­

da ! En los cantones en donde se estableció

la poligamia se disputaban entre sí las mu-

geres qual habia sido la mas amada, con el

fin de que el pariente mas cercano las sacri­

ficase sobre el sepulcro de su esposo. V e n ­

dían los hijos, y guardaban muy poco á las

hijas, pero eran zelosísimos de sus mugeres.

Para ellos tenia la ociosidad cierto ayre de

dignidad y de grandeza , y ponían su gloria

en vivir de rapiña.

Los nombres solamente de las diversas tri­

bus de Traces harian una lista muy grande, y

con dificultad se la podría llenar de hechos que

fuesen importantes. En la historia de los Dolon-

ces se halla un ardid muy diestro para apode­

rarse de un trono sin violencia. E l R e y de este

país , situado en el Quersoneso , m u r i ó , y su

hermano fue desde Atenas, en donde vivía, con

intención de sucederle. V i e n d o quando l legó

que los Quersoneses no pensaban en darle la

corona, hizo una vida muy retirada con pre-

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DE LA HISTORIA UNIVERSAL. 3 2 5

texto de llorar la muerte de su hermano. Los

T r a c e s , acompañándole en su aflicción, envia­

ron los principales de cada ciudad á cumpli­

mentarle en nombre de la nación. E l afligi­

do los arrestó á todos, y con estas prendas se

hizo reconocer con [acuidad por Soberano del pais que su hermano habia gobernado.

Los B asios , habitadores del monte H e m o ,

que tenian por capital á Adr ianópol i , y eran

los Traces mas feroces, á pesar de la aspere­

za del pais y de su valor , fueron subyugados

por los Romanos. Estos republicanos les de-

xáron sus R e y e s ; pero Pisón, Gobernador de

Macedonia, ofendido á lo que parece de uno

de e l los , le sorprehendió por traición, y man­

dó cortarle la cabeza en públ ico: la nación

irritada sacudió el yugo de los Romanos. U n

sacerdote de B a c o , llamado V o l o g e s e s , se hi­

zo un partido poderoso con pretexto de reli­

gión , y dio bien que hacer á los Romanos,

que no querían otra superstición mas que la

de la libertad.

Pondré aquí un axioma de un Monarca

de Tracia. Decía este que un R e y enamora­

do de la paz no se diferenciaba de un pala­

frenero , y no obstante murió á los ochenta y

dos años, habiendo hecho la guerra toda su

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326 COMPENDIO

vida. A la verdad con mas razón se podrá

decir que mas vale un buen palafrenero que

semejante R e y . Se saben los nombres y la si­

tuación de los diez y ocho aduares tracios , los

nombres y la sucesión de una docena de Reyes ,

ó por mejor decir , capitanes de salteadores , y

como á tales los trataban los Romanos. Estos los

ponian en el trono, los hacian dexarle , los en­

viaban á destierro, y los destinaban á la pri­

sión ó al cadalso; pero no despreciaban sus te­

soros; antes muchas veces fueron presa de sus

codiciosos Generales. Este pais, tan erizado de

ignorancia , p r o d u x o , no obstante , al filósofo

Demócrito y al historiador Tucídides.

E P 1 R O.

E l E p i r o , pais desigual hasta en sus gar­

gantas y en las cumbres de sus montes, te­

nia grande multitud de ciudades, y en mu­

chas de estas bien conocidas bañaba el mar las

murallas. Todas contenían habitadores guerre­

ros ; pero no se nombra cosa particular en

sus producciones sino los perros de los Mo-

losos , animales fuertes y reñidores. También

se estimaban mucho los caballos del Epiro. Es­

te reyno se formó con la reunión de diez pue-

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DE LA HISTORIA UNIVERSAL. 3 2 7

blos diferentes , y se cuentan como mas anti­

guos los Se l l i s , que eran los que servian en

el templo de D o d o n a , dedicado á Júpiter P e -

lasgo. Homero los llama sacerdotes.

Ce lebró este poeta las hazañas de Pirro,

aunque tal vez no fue el primer R e y de aquel

pais; pero el reynado de los otros está cubier­

to de mucha obscuridad. Era Pirro hijo de

A q u i l e s , y vengó la muerte de su padre que

perdió la vida en el sitio de Troya. Después

de haber sacrificado á Priamo al pie de los al­

tares, precipitó de lo alto de una torre á A s -

tianacte , hijo de H é c t o r , haciendo su concu­

bina á Andrómaca su madre, y degolló sobre

el sepulcro de Aquiles á Pol ixéna, hija del

desgraciado Priamo. Después del sitio de T r o ­

y a conquistó el E p i r o , capitaneando á los M o ­

josos, que fueron sus primeros vasallos. A Pir­

ro le llamaron también N e o p t o l e m o , que quie­

re decir joven guerrero, y conservó este nom­

bre en su vejez, hasta que le asesinaron en las

gradas del altar del templo de Delfos quan-

do iba á saquearle, así como él habia quita­

do la vida al infeliz Priamo. D e su muerte

nació aquel proverbio: Venganza neoptolcmica. La danza pírrica, muy célebre entre los an­

tiguos , por ser de hombres armados, tomó de

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3 2 8 COMPENDIO

este R e y el nombre , porque la habia practi­

cado al rededor del sepulcro de Aquiles,

Los sucesores de Pirro, que descendían de

é l , son Moloso , Pielo y Almeto : este dexó

un hijo de poca edad, llamado Terimbas. C o n ­

fiaron los Epírotas su educación y tutela á Sa-

b i l in to , sugeto de alto nacimiento y grande

probidad , que crió á su pupilo en Atenas á

su vista, y procuró que se aplicase al estudio

de las bellas letras, por lo que Terimbas es

tenido por uno de los Príncipes mas sabios de

su t iempo, y fue el que introduxo en Epiro

las artes y las ciencias: por las sabias leyes

que dio le cuentan entre los legisladores. Des­

pués de dos Reyes , llamados Alecto y N e o p -

t o l e m o , tuvieron los Epírotas la felicidad de

obedecer á un apasionado por las ciencias, por­

que Aribas comunicó este gusto á los hijos de

su hermano , cuya corona tenia en depósito, y

la dio al morir á Alexandro, que era el ma­

yor de sus sobrinos. Su sobrina Olimpia fue

la madre de Alexandro el Grande.

Por desgracia le entró á Alexandro de

Epiro el espíritu de emulación respecto de

Alexandro de Macedónia. Eran los dos casi

de una misma edad ; pero al mismo tiempo

que triunfaban las armas del Macedonio en

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DE LA HISTORIA UNIVERSAL. 3 2 9

O r i e n t e , l levó la desgracia á este R e y de

Epiro hacia el Occ idente , habitado de pue­

blos belicosos; y así solía decir con despecho,

que su sobrino habia ido á pelear con muge-

res , y él por el contrario siempre habia ha­

llado hombres por contrarios. Perdió la vida

en su desgraciada expedición sin dexar hijos,

por lo que le sucedió Eácides, de una rama

colateral, pero que descendía de Pirro. Se por­

tó mal Eácides con sus pueblos , y así le der­

ribaron del trono, y dieron la corona á su

hermano Alecto. N o debió gobernarse mejor

que el desterrado , pues sus vasallos le- qui­

taron la vida con dos hijos suyos.

Quando se sublevaron los Epírotas contra

Eácides y le arrojaron del trono , en poco es­

tuvo que también el niño Pirro , que aun es-

ba en la cuna, fuese víctima de su furor; pe­

ro le salvaron dos señores principales del pais,

y le llevaron á la corte de Elaucias , R e y de

Iliria , que estaba casado con su tia. A l prin­

cipio se negaba á recibir al niño Príncipe , te­

miendo suscitarse una guerra de parte de los

enemigos de los Eáeidas; pero los que llevaban

al Príncipe, después de haber empleado las sú­

plicas mas eficaces para con el t io , dexáron el

niño á sus p i e s ; y como si ya conociera sus in*

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3 3° COMPENDIO

tenciones fue arrastrando, y abrazó las rodillas

del R e y . N o pudo Elaucias resistir á estas ino­

centes caricias, por lo que se rindió : juró de­

fenderle , aunque fuese con peligro de su vida,

y le entregó á su muger para que le criase co­

mo á sus hijos. Unos dicen que quando ya tenia

doce años le l levó él en persona á E p i r o , y

le puso en el t rono; y otros cuentan que le

llamaron sus propios vasallos. A los diez y sie­

te años de su edad perdió la corona por una

imprudencia; porque creyendo estar bien ase­

gurado pasó á Iliria para asistir á las bodas

de un hijo de Elaucias con quien se habia

cr iado; y durante su ausencia se sublevaron

los vasallos, y dieron la corona á Neopto le-

m o , su tio segundo. Esta desgracia fue ven­

tajosa para Pirro , porque le dio ocasión pa­

ra irse formando y proporcionando lejos del

trono y de los aduladores que le rodean.

Despojado de sus estados se retiró á casa de

Demetr io Poliorcetes, esposo de su hermana,

y en la escuela de este grande capitán apren­

dió el oficio de la guerra : se distinguió en la

batalla de Ipso con un valor poco común, y

tuvo modo de conservar á su cuñado después

de su derrota las ciudades de Grecia que es­

te le habia entregado. N o fueron estos los úni-

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DE LA HISTORIA UNIVERSAL. 3 3 1

eos servicios, porque concluida la paz entre

Demetrio y T o l o m e o , R e y de E g i p t o , con­

sintió Pirro en ir á este pais en rehenes; y

su moderación y destreza en todo género de

exercicios le merecieron la estimación de aque­

llos pueblos; y la Reyna Berenice , pren­

dada de sus bellas calidades, le dio por es­

posa á su hija Berenice, y consiguió que su

esposo Tolomeo diese á su yerno un exérci-

to para reconquistar la corona de Epiro. L a

repartió pues por composición con su tio N e o p -

tolemo; pero el malvado v ie jo , descontento

por no tenerlo todo, quiso darle v e n e n o , y

Pirro , que lo supo á t iempo, libró su trono de

este usurpador , y le ocupó solo. Sus guerras

de Macedonia le dieron una brillante reputa­

ción , y con las de Italia colocó su nombre en

los fastos de la gloria al lado de los Romanos.

Esta guerra ( 2 7 1 9 ) se suscitó porque

los habitadores de Taranto , ciudad de Italia,

por la reputación de P i r r o , á quien llamaban

el libertador de la Grecia , enviaron á pedirle

su auxilio contra la opresión de los Romanos.

Pero el verdadero motivo y el objeto del R e y

de Epiro están claramente expresados en su

conversación con su ministro Cíneas. Este no

solo entendía bien la g u e r r a , era al mismo

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3 3 a COMPENDIO

tiempo uno de los mas profundos políticos, y

de los mas eloqiientes oradores de su tiem­

po. D e este decia Pirro: Los discursos persua­

sivos de Cíneas me han conquistado mas ciu­

dades que las que yo he podido ganar con

la fuerza de las armas. Solicitado por los T a -

rantinos, aunque en el fondo de su corazón

encantado con la ocasión de medirse con guer­

reros dignos de su valor , consultó á Cíneas

sobre los vastos proyectos que le hacia formar

su imaginación exaltada con el deseo de la

gloria , y dixo :

„ Los Tarantinos me llaman, y si yo triun­

fo de los Romanos, todo el Occidente va á

sujetarse á mi poder. Ahora pues es cierto que

me es fácil vencerlos, porque la Etruria los

atacará por su lado, y los pueblos que ha­

bitan los países mas acá del Tíber están pron­

tos á marchar baxo mis órdenes. ¿ Q u é te pa­

rece de esta empresa?" Cíneas , en vez de

responderle directamente , le preguntó: „ ¿Des­

pués de haber vencido á los Romanos, hacia

dónde volvereis vuestras armas? Vencidos es­

tos pasaré á Sicilia , en donde todo se halla

en desorden con la muerte del R e y Agato-

c l e s ; y bien sabes quanto importa la conquis­

ta de esta isla." ¿ Y qué haréis , replicó e l

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DE LA HISTORIA UNIVERSAL. 333

ministro , dueño ya de Sicilia? „Entonces no

hay cosa mas regular que pasar á la África.

Agatocles con una pequeña armada pudo ven­

cer á los Cartagineses, y le faltó poco para

llegar á ser su R e y . Vencidos estos, no se me

m podrán escapar la Macedonia , dominio mió

ant iguo, ni toda la G r e c i a . " „ Y quando to­

do lo hayamos conquistado , dixo Cíneas, ¿qué

haremos? ¿ Q u é haremos? V i v i r con descanso,

y no pensar mas que en divertirnos." „ ¡ A h ,

señor, exclamó el sabio ministro! ¿quién os

quita vivir desde hoy con descanso , y gozar

á gusto de las dulzuras de la vida? ¿Para qué

será buscar tan lejos una felicidad que tenéis

ya en la mano , ni comprar tan caro lo que

vos mismo os podéis dar sin trabajo?" N o es­

peraba Pirro esta salida, y así se alteró un

p o c o ; pero disfrazándose á sí mismo su ambi­

ción, d i x o : , ,Es ya costumbre hereditaria en

mi casa dar auxilio á los infelices: no siem­

pre se ha de hacer la guerra por la propia

utilidad.' 5 Y con este pretexto dio las órde­

nes para ir á socorrer á los Tarantinos.

Cíneas marchó el primero con una van­

guardia de tres mil hombres , y poco faltó

para ver acabada la guerra antes de haberla

empezado, porque ya los Tarantinos estaban

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334 COMPENDIO

tratando de paz con los Romanos; pero el mi­

nistro de Epiro interrumpió las negociaciones:

hizo que le entregasen la ciudadela; y ponien­

do buena guarnición , esperó con tranquilidad

al R e y , el qual l legó muy presto, pero en

estado muy diferente del que se creia. Ade­

mas de sus tropas habia recibido otras de los

Príncipes vecinos, y juntamente embarcaciones,

pero con el fin de debilitarlos, de modo que

no le pudiesen hacer daño, y de interesarlos en

e l buen éxito de sus armas; mas le asaltó una

tempestad que dispersó la armada. E l se vio

en grandes pel igros , y quando ya su navio se

iba á pique se arrojó al mar nadando con sus

guardias, y pasó toda la noche luchando con

las olas sublevadas por la mas furiosa tormen­

ta. A l fin l l e g ó , aunque algo distante de T a ­

ranto , adonde fue por t ierra; y sus tropas se

fueron reuniendo sucesivamente.

L e recibieron los Tarantinos con genera­

les aclamaciones de gozo. N o pensaron mas

que en divertirse, creyendo que Pirro por sí

solo daría fin á aquella guerra , y que no lle­

varía al combate sino sus epírotas; pero la

intención del Monarca era muy diferente. Así

que se vio el mas poderoso de la ciudad man­

dó cerrar los lugares de las diversiones y los

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Pirro cu I m e n t o !

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DE LA HISTORIA UNIVERSAL. 33 J

jardines públicos, adonde los habitadores iban

á contar las noticias, y arreglar en el paseo

los negocios de estado. Prohibió los convites

y espectáculos por ser tan peligrosos, como

las juntas de los pensadores políticos. Hizo el

R e y que los jóvenes tomasen las armas : los

enseñó á manejarlas: los incorporó en sus tro­

pas , y era muy severo en las revistas, é inexo­

rable sobre los que se ausentaban ó no c u m ­

plían exactamente con su obligación. Por es­

te rigor dexáron los habitadores la ciudad, y

Pirro los declaró reos de muerte del mismo

modo que á los que no iban á la revista. T e ­

nia espías que introduciéndose en las concur­

rencias le daban cuenta de quanto pasaba ó se

decia , y de este modo quitaba secretamente

los alborotadores, y los enviaba con diferen­

tes pretextos á Epiro para que allí los detu­

viesen. También se valió de las calumnias con­

tra aquellos cuya influencia temia, y contra

los que quería hacer sospechosos al pueblo.

L o mas ordinario y seguro era persuadir al

mismo pueblo , que quanto se hacia para su­

jetarle todo se practicaba á instancias y por

consejo de los que él tenia antes por amigos /

lograban su confianza. Este arte pues de enga­

ñar al pueblo j y hacerle besar las cadenas que

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3 3^ COMPENDIO

le ponen hasta aborrecer á sus protectores y

adorar á sus verdugos: este arte, con todas sus suti lezas, no es tan nuevo como se piensa.

L a guerra de Pirro con los Romanos nos

presenta un carácter nuevo en la historia, y

es haberla hecho con ciertas atenciones hasta

entonces desconocidas. Debemos decir en elo­

gio de Pirro , que fue el primero que en sus procederes se valió de las lisonjeras atencio­

nes que denotan estimación del mismo enemi­

go con quien se pelea ; pero también los R o ­

manos le imitaron con el mayor cuidado. T e -

nian estos grandes Generales que no eran pre­

suntuosos en la victoria, ni abatidos en las

derrotas. Tenían senadores amantes de la pa­

t r i a , y exemplos del pueblo en la frugali­

dad , desinterés y pureza de costumbres. T a l

v e z pudiera decirse que la guerra de Pirro

fue el mas bello momento de la república.

Empezó por una especie de desafio, y pol­

las dos partes se empleó la arrogancia. Escri­

bió Pirro al Cónsul Levino : Sé que estáis á

la cabeza de un exérciro destinado para hacer

la guerra á los Tarantínos : despedidle quan-

to antes , y venid á exponerme qué preten­

siones son las vuestras: en oyendo yo las ra­

zones de ambas partes daré mi sentencia , y

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DE LA HISTORIA UNIVERSAL. 337

procuraré que la respeten. Respondió Levino: Sabed, P i r r o , que la república no os llama á ser arbitro, ni os teme por enemigo. ¿ C o a qué derecho seréis j u e z , habiéndola ofendido introduciendo vuestras tropas en Italia sin con­sentimiento suyo ? N o queremos mas arbitro que Marte , de quien descendemos, y presto se verán los dos exércitos uno á otro. Se ad­miró el R e y de Epiro de la noble firmeza de los Romanos, y se puede decir que en la primera acción los vencieron los elefantes. Jamas se habían visto estos animales en Ita­lia : los caballos no pudiendo sufrir su olor, y espantados con el ronquido de su trompa y su penetrante g r i t o , se llevaron á los ca­balleros y dexáron descubiertas las leg io­nes : Pirro consiguió romperlas ; pero á costa de tantos muertos y heridos, que d i x o : He logrado esta victoria, y estoy perdido. Después de la batalla enterró indistintamente Romanos y Epírotás, y mirando los cadáveres de los pri­meros observó que ninguno había recibido las heridas por la espalda, que todavia guarda­ban su lugar en las filas con la espada en la mano, y que aun después de muertos mani­festaban en el rostro el ayre del valor , y ex­clamó : „Si Pirro tuviera á sus órdene9 sol-

TOMO I I I . Y

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338 COMPENDIO

dados romanos, ó estos tuvieran á Pirro por

G e n e r a l , podian conquistar el universo."

C o n esta victoria le fue fácil á Pirro ex­

tenderse en la provincia de Campania; pero

no formó establecimientos ni volvió á tomar

quarteles de invierno en Tarento. Reflexio­

nando allí la valentía y habilidad de los Ro­

manos , quedó convencido de que su ruina

era inevitable si no conseguía terminar la

guerra con una paz honorífica; y no es fá­

cil expresar su grande satisfacción quando su­

po que los Romanos le enviaban una emba-

xada; porque en su concepto venia sin duda

á tratar de composición. ¡ Q u é placer sentía

vienclo á aquellos soberbios republicanos á sus

pies para poder decirles: Yo os doy la paz! E n esta confianza recibió la embaxada con

grandes honores, y se componía esta de tres

hombres del mayor mérito : Cornelio D o l a -

v e l a , famoso por sus victorias: el virtuoso

F a b r i c í o ; y Emil io , de invencible probidad.

C o n impaciencia, mezclada de g o z o , espera­

ba Pirro oir la proposición de los embaxa-

dores ; pero se quedó pasmado oyendo que

solamente pedian el cange de los prisioneros

iguales , ó que aceptase el rescate de los que

excedían en número ó en dignidad. Disimuló

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l ' u r o l ' o n l ' a l u n n o .

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DE LA HISTORIA UNIVERSAL. 339

el Monarca su sorpresa, y señaló día para

responder.

En este intervalo trató á los embaxado-

res con excesiva cortesía, porque su objeto

era empeñarlos en que procurasen hacer al

senado favorable á sus deseos. Para esto se

dirigió principalmente á F a b r i c i o ; pero e l

Romano se mostró inaccesible á los ofreci­

mientos mas atentos. N o pudiendo Pirro ga­

narle , quiso ver si tenia tanta intrepidez co­

mo virtud. Hizo pues ocultar uno de sus ma­

yores elefantes en donde habia de tener la

conferencia con Fabricio. Baxáron el tapiz, y

de repente apareció el elefante levantando la

trompa sobre la cabeza del embaxador, y ar­

rojando con ella un grande grito. E l Roma­

no intrépido se volvió hacia el Monarca sin

la menor señal de susto , y dixo : E l gran

R e y , que no me ha podido doblar con sus

ofrecimientos, ¿piensa por ventura espantarme

con el grito de una bestia? Admirado el M o '

narca de semejante constancia , le convidó á

la mesa, y durante la comida se movió ques­

tion sobre la filosofía de Epicuro , cuyo sis- «

tema debia exaltar Pirro como favorable al

regalo y los placeres. F a b r i c i o , cuya auste­

ridad de costumbres no era incompatible con

y 2

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3 4 ° COMPENDIO

l a urbanidad, le hizo este delicado elogio: „ ¡ O x a l á que Pirro mientras esté con los Ro­manos en guerra ponga la felicidad en la in­dolencia tan alabada de E p i c u r o ! "

L l e g ó el dia de dar respuesta, y el R e y concedió generosamente la libertad de los pri­sioneros sin rescate. Despidió los embaxado-res con palabras muy honrosas para la repú­blica , y determinó que los acompañase C í -neas con el encargo de tratar de paz. Las proposiciones que habia de hacer eran que los Tarentinos fuesen comprehendidos en el tratado: que la república restituyese la liber­tad y sus privilegios á las ciudades griegas de Ital ia, como también á los Samnitas y otras naciones latinas, ofreciendo Pirro por su par­te que con estas condiciones cesaría toda hos­tilidad , y pasaría é l en persona á Roma a jurar la paz. Cíneas, que habia sido discípu­lo de Demóstenes, hizo en el senado un dis­curso digno de su maestro. Y a una parte de los senadores se inclinaba á aceptar las pro­posiciones ; mas por estar muchos ausentes se dilató la conclusión para el dia siguiente, en el que A p i o Claudio , que por su mucha edad y la falta de vista habia .muchos años que se mantenia encerrado en el seno de su

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familia, hizo que le llevasen al senado; y es­te respetable anciano advirtió con tal eficacia á los senadores quánto habia que temer para la gloria y seguridad de Roma por este tra­tado vergonzoso, que todos unánimes decre­taron en estos términos : „ Se continuará la guerra contra Pirro: se dará orden á sus ern-baxadores que salgan hoy de Roma : se ne­gará al R e y de Epiro la entrada en la ciu­dad ; y se le dirá á su primer embaxador, que la república no empezará negociación alguna con su amo mientras no salga de Italia."

Cíneas fue muy admirado á dar esta res­puesta á su R e y . ¿ , ,Qué te parece ese sena­do , dixo Pirro ? Y o cre í , le respondió , que estaba en una junta de R e y e s . " F u e preci­so pues volver á las armas. Q u e d ó el R e y peligrosamente herido en un combate, en que su valor hizo la suerte indecisa; pero los R o ­manos ganaron el campo de batalla. Mien­tras los Cónsules se disponían para empeñar­se en otra acción, recibieron una carta de N i c i a s , médico de Pirro , en la que ofrecía el traidor darle veneno, si le prometían una grande recompensa. Horrorizados con propo-

sjdaa ¿m hd/gna, escribieron al'Monarca en

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34^ COMPENDIO

estos términos: „ C a y o Fabricio y Quinto Emi­l i o , C ó n s u l e s , al R e y de E p i r o , salud. Pir­ro , os han hecho traición. E l mismo, cuya fidelidad debiera ser invencible, ofrece daros v e n e n o : esto os advertimos no por conseguir la amistad, sino porque no se diga que te­nemos parte en un delito que nos escanda­liza. Poner fin á la guerra con una traición lo miramos como un atentado horrible, y ja­mas emplearemos para esto otros medios que los que prescriben el honor y la probidad." Tanta generosidad penetró al R e y del mas vivo reconocimiento, y al punto les envió los prisioneros que habia hecho en diferentes oca­siones ; pero los Cónsules juzgaron que no debían recibir presentes por no haber come­tido una acción infame, y solo los aceptaron con la condición de enviarle igual número de Epírotas. Las pérdidas del R e y le hacían desear la paz sinceramente, y así envió á C í -neas á Roma por ver si podia doblar la te­nacidad del senado ; pero le halló constante é inmoble en la resolución de no oir á Pir­ro hasta verle fuera de Italia.

Por fortuna proporcionaron los Siracusa-nos á este Príncipe el pretexto para salir, porque le llamaron en su auxilio contra los

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DE LA HISTORIA UNIVERSAL. 343

Cartagineses. A l principio tuvo buen éxito,

después le abandonaron los S i c i l i a n o s y por

grande felicidad suya , estrechado por los C a r ­

tagineses , logró para abandonar la Sicilia el

mismo pretexto que habia tenido para dexar

la I t a l i a ; y fue que los Tarentinos, amena­

zados por los Romanos, volvieron á llamarle.

Todavia midió otra vez sus armas con ellos;

pero con fuerzas desiguales, porque ya los

Romanos se habían aguerrido contra los ele­

fantes , y no los temían, antes bien en la ú l ­

tima batalla sacaron grande partido de estos

animales. Hirieron á un elefante nuevecito,

los gritos de su trompa llegaron hasta su ma­

dre , y esta saliendo de las filas corria por

entre los soldados derribando quanto encon­

traba al paso, y así causó una confusión hor­

rible en el exército de los Epírotas. V o l v i ó

Pirro á Tarento , y procuró que creyesen que

habia enviado tropas, y que estaba resuelto

á seguir la guerra con mayor actividad; mas

á la verdad solo pensaba en retirarse , bien

que sin dexar la intención de volver. D e x ó

pues una buena guarnición en la ciudadela,

y orden al Gobernador de defenderse bien

en caso de ataque, y para empeñarle le en­

vió un recuerdo terrible: este era una silla"

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344 COMPENDIO

cubierta con la piel de Nicias su pérfido mé­

dico ; pero con otros proyectos se olvidó de

T a r e n t o , y se apoderaron los Romanos de

esta ciudad. Pirro pasaba con facilidad de un

proyecto á otro : de la Italia fue contra la

Macedonia , y allí venció á los G a u l a s , y

levantó un trofeo con esta inscripción: El Rey de los Molosos Pirro sacrifica d Miner­va "las armas de los intrépidos Gaulas que él venció. C o n este suceso ya imaginó la po­

sibilidad de hacerse dueño de la Grecia. C r e ­

y ó que debia empezar por Esparta; pero le

salió mal esta empresa, y , según su costum­

bre , fingió que abandonaba el sitio de L a -

cedemonia no porque le fuese preciso, sino

porque le llamaban en su auxilio los ciuda­

danos de Argos contra dos tiranos que se dis­

putaban la soberanía. A q u í le estaba espe­

rando la muerte sin haber disfrutado el re­

poso que Cíneas le habia aconsejado, y pereció

porque entendieron mal una orden suya. Se

había entrado con imprudencia en la ciudad,

y perseguido de calle en cal le , envió á decir

á su hijo, que mandaba el exército, que no le

enviase socorro ; pero que tuviese la puerta

libre. E l mensagero no se supo explicar, y

pidió por el contrario un refuerzo. Esta nue-

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DE LA HISTORIA UNIVERSAL. 345

va tropa se halló enfrente de la del R e y que

llegaba á la p u e r t a , allí se estorbaron unos

á otros, y mientras Pirro gr i taba, y se in­

quietaba por hacer que retrocediesen los que

entraban, se le cayó el capacete á tiempo

que una muger arrojó desde el tejado una

teja sobre la cabeza de Pirro, y le mató.

Si el voto del enemigo, y enemigo ilus­

trado, acredita el mérito de un hombre, nin­

guno tuvo mas talentos militares que Pirro,

porque los mismos Romanos le reconocían por

maestro, sobre todo en el arte de acampar­

se. Pirro y A n i b a l , dice Cicerón , vinieron

con mano armada á disputar á los Romanos

la soberanía de la Italia. También se habla

con elogio de la probidad del primero, y del

segundo con execración por su horrible cruel­

dad. Tenia no obstante Pirro algunos defec­

tos ; porque le devoraba la ambición, y la

inconstancia podia mucho sobre su espíritu.

N o pretendía subyugar los pueblos por los

jicos despojos, ni por aumentar su tesoro: su

único modelo era el grande Alexandro, y se

había propuesto borrar la fama de sus pren­

das ó acercarse á ellas. M u c h o daño le hizo

su excesiva inconstancia, como se ha visto en

algunos rasgos de la historia de su vida , pues

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346 COMPENDIO

no bien habia medido sus fuerzas con un

enemigo, quando le abandonaba prontamente

para pelear con otro, y antes de concluir la

expedición se cansaba, é iba á otros reynos

para empezar otras nuevas. Quando sujetaba

un pais , por mas gastos que le hubiese cos­

tado la conquista, sacaba de él muy presto

sus tropas; por lo que le comparaba Ant í -

gono con un jugador afortunado que gasta sin

reparo todo quanto gana. También le culpan

de una ciega temeridad , porque se exponia

en el combate como el último soldado, y no

es este el valor conveniente á un General ,

pues solamente debe cuidar de la seguridad

y conservación de su exército.

A q u í tenemos el retrato de Pirro dibu-

xado por la mano de un maestro : solo aña­

diremos un rasgo que no desgracie la pintu­

ra. M u r i ó uno de sus cortesanos llamado Ero-

p o , cuyo zelo tenia muy experimentado, y

quando el R e y supo su muerte derramó lá­

grimas , y dixo en la amargura del senti­

miento : „ N 0 me entristece su muerte : al fin

habia de pagar como todos el tributo á la

naturaleza : lo que me aflige es el haberle

despreciado, por decirlo así , y no haber re­

compensado 'á tiempo los servicios que me ha

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DE LA HISTORIA UNIVERSAL. 347

hecho, dexando escapar las ocasiones de ma­

nifestarle lo que mi corazón sentía en favor

s u y o . " Nada se dice de sus virtudes domés­

ticas ; pero tan buen amigo no podía menos

de ser buen esposo y buen padre: piense ca­

da uno si un guerrero tan grande podría ser

para sus pueblos un R e y excelente.

También su hijo Alexandro era aficiona­

do á la g u e r r a ; pero tuvo la prudencia de

contenerse para gozar , después de muchas

conquistas, del reposo que su padre no quiso

conocer ( 2 7 2 7 ) . Tres sucesores suyos no h i ­

cieron mas que ocupar sucesivamente el tro­

no hasta Deidamia, que murió doncella, y de-

xó á sus vasallos en el testamento el dere­

cho de escoger el gobierno que tuviesen por

conveniente. Estos se hicieron república; pe­

ro el gobierno republicano fomentó, introdu-

x o , y mantuvo entre los Epírotas las turba­

ciones que les conduxéron á ser provincia

romana. Notable era una costumbre que t e ­

nían en tiempo de sus R e y e s : todos los años

en una junta general se hacían mutua pro­

mesa el R e y y el p u e b l o , el uno de respetar

las l e y e s , y reynar según ellas : y el otro de

obedecerle , si él fuese fiel á su palabra. A u n ­

que esto se quedase en ceremonia , se podia

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34§ COMPENDIO

emplear útilmente para que no se olvidasen

los pueblos y los Reyes de sus obligacio­

nes recíprocas.

S I T I N I A.

L a Bitinia está enfrente de Constanti-

nopla , y empieza en Calcedonia , ciudad de los ciegos, así llamada por haberla colocado

sus fundadores en Asia , y en terreno ingra.-

t o , con situación desagradable , en lugar de

edificarla en el extremo de E u r o p a , en don­

de hoy está Constantinopla , enriquecida con

todas las ventajas que faltan á Calcedonia.

Este reyno es un pais fértil, cubierto de opu­

lentas ciudades, entre las que hoy se distin­

g u e Bursa, que fue la corte de los Empe­

radores Otomanos antes de establecerla en

Constantinopla. Penderachi de los Griegos,

llamada por los Turcos Eregr i , en el Ponto

E u x i n o , todavia presenta una ciudad á la que

no falta gente y comercio; pero es muy di­

ferente de la famosa Herac lea , cuyas ruinas

la sirven de cimiento.

Heraclea , fundada por los Beocios , era

de un poder marítimo formidable, y cuya

alianza se disputaban igualmente los Reyes

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DE LA HISTORIA UNIVERSAL. 349

y las repúblicas de G r e c i a ; porque enviaba

sus armadas adonde quería que se inclinase

la victoria. Se habla de un navio que salió

de sus puertos con ochocientos remeros en

cada banda, y mil doscientos soldados, que son

muy pocos en comparación de los remeros;

pero dexemos á los marinos que conjeturen

lo que podia ser esta máquina. E l gobierno

de esta ciudad era aristocrático ó de los no­

bles ; pero el pueblo los echó fuera; y bien

fuese casualidad, ó que creyesen en Heraclea,

que cometido este exceso contra la nobleza,

solo pudiesen defenderse de su furor por al­

guno de este orden , llamó el pueblo á su

ciudad á un noble llamado C l e a r c o , á quien

antes habia detestado y desterrado por sus

malas calidades. Revestido del poder supre­

mo trató como á nobles á todos los ricos, des­

terró ó quitó la vida á la mayor parte de

ellos apoderándose de sus bienes. Las poten­

cias vecinas, reclamadas por los infelices pros­

criptos, se armaron contra él. Para defender­

se obligó á las hijas y mugeres de los fugi­

tivos á casarse con los esclavos, y estos h e ­

chos propietarios de las esposas y los bienes,

llegaron á ser los seguros defensores del ti­

rano , porque en toda revolución no hay de-

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3 $ O COMPENDIO

fensa porfiada y tenaz sin propiedad usurpa­

da. A todos los nobles que caian en sus ma­

nos les quitaban la vida con los mas crueles

tormentos. E l pueblo por su parte entró en

la misma crueldad, porque presentaba con su

mano la cicuta á los pasageros que encontra­

ba para que la bebiesen, y ya ninguno se

atrevía á salir sin llevar el contraveneno. Es

preciso admirarse con la noticia de que este

monstruo reynó doce años, hasta que dos jó­

venes determinados le mataron sentado en su

tribunal.

N o se sabe como pudo suceder que el so­

berano poder quedase en manos de su hermano

Sát iro, que le igualó en crueldad; y es cosa

no menos notable que hiciese este de dos sobri­

nos suyos Timoteo y Dionisio, hijos de Clear-

c o , dos Príncipes famosos por su justicia, mo­

deración , y otras muchas calidades estimables.

E l primero reynó quince años sin título de

R e y : el segundo le tomó, y cumplió sus obli­

gaciones. Se dice que Dionisio era excesiva­

mente r e p l e t o , por lo que le sobrevenía al­

gunas veces un letargo de que no podia des­

pertar hasta que le clavaban en la carne unas

agujas largas hechas á propósito ; pero este

remedio, indicado de los médicos para hom-

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DE LA HISTORIA UNIVERSAL. 3 $ I

bres cargados de excesiva gordura , no pro­

longó los dias de Dionisio mas que hasta

los cincuenta años. L a mala sangre de Clear-

c o , que se quedó suspensa en sus venas, vo l ­

vió á circular en las de sus dos hijos, que die­

ron la muerte á su madre; pero Lisímaco, su

padrastro, limpió de estos monstruos la tier­

r a , y se hizo señor de Heraclea; y sus habi­

tadores, después de suplicarle con la mayor

tranquilidad que dexase la corona, viendo que

no pensaba en esto , se la quitaron: le pusie­

ron en la cárce l , y arruinaron su ciudadela.

Recurrieron á Seleuco para librarse del resen­

timiento de Lisímaco; y no admitidos de este

Príncipe, se valieron de Mitrídates, y al mis­

mo tiempo de los Romanos para mayor se­

guridad. Con motivo de la guerra que se l e ­

vantó entre el R e y del Ponto y la repúbli­

ca , les fue preciso elegir. L a armada de M i ­

trídates, llevada por Arquelao al puerto de

los Heracleos, f\.~ ra que los determinó. C o n

el exemplo del aliado , á quien habian dado

la preferencia , quitaron la vida á todos los

Romanos que hallaron dentro de sus murallas.

T r i a r i o , teniente de C o t a , castigó esta hor­

rible perfidia de Heraclea, arruinándola hasta

los, cimientos. Reprehendió el senado este ex-

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3 5 2 COMPENDIO

ceso de venganza, diciendo á Cota : La or­

den que llevabas era tomar á Heraclea, y no

arruinarla. Enviaron allá una colonia roma­

na ; mas apenas empezaba á florecer, quando

un R e y de G a l a c i a , sostenido por Marco An­

tonio, la destruyó de nuevo. Octaviano l levó

en triunfo al que la destruyó, y le quitó la

vida ; mas con todo esto no perdió Heraclea

todo su esplendor, y se quedó con el de

una ciudad mediana baxo e l dominio de los

Romanos.

Los R e y e s ( 2 7 1 8 ) que señalan de Bi-

tinia, sujetos á los Medos y Persas, duran

desde N i ñ o hasta Alexandro. Baso venció á

C a l e n t ó , General del conquistador imieedonio,

y permaneció en el trono cincuenta años, has­

ta que le dexó á su hijo Cipoctes. Dicen que

murió de alegría por haber ganado una ba­

talla , pero tenia a tenta y seis años. D e

tres hermanos que tenia su hijo Nicomedes se

deshizo de los dos, y el tercero, llamado C i ­

poctes como su padre , se acantonó sobre la

costa , y consiguió del R e y de Siria que le

apoyase. Nicomedes llamó con el mismo fin

á los G a u l a s , y les abrió el Asia. Con el

auxilio de estos quitó el trono á su hermano,

pero le ocuparon los Gaulas en su lugar , y

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D E 1 A HISTORIA U N I V E R S A ! . 3 5 3

á este pequeño reyno le llamaron Galacia ó Galogrecia.

Algunas veces fueron los Gálatas unos

vecinos molestos para los R e y e s de Bitinia,

y se hicieron sospechosos á Z e l a , nieto de

su introductor en Asia. Juntó sus xefes con

pretexto de un convite ; y quando Z e l a los de­

bía matar á todos, ellos le quitaron la vida

antes del festin. Su hijo Prusias le v e n g ó

cruelmente desolando la Galacia , sin perdonar

á edad ni á sexo. Este i - rec ipe es particular­

mente conocido por sus baxezas para con los

Romanos; y por haber consentido en entre­

gar Aníbal á estos se ve su nombre manchado

con un oprobrio eterno, y de esta misma i g ­

nominia participan los Romanos por haberle

pedido el Cartaginés, que con una muerte

voluntaria salió de su persecución.

Después de la derrota de Perseo envia­ron los estados de Grecia embaxadores á R o ­

ma para felicitar á la repúbl ica; y Prusias fue

allá en persona. Si no lo afirmaran todos los

historiadores, con dificultad se podia creer has­

ta qué exceso de adulación se abatió. Se hi­

zo cortar el cabello , se puso gorro de l i­

berto , y con este equipage se presentó en

la plaza pública , y dixo al Pretor que allí

TOMO I I I . z

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354 COMPENDIO

se h a l l a b a : „ A q u í me veis en trage de l i­

berto , porque solo me puedo considerar co­

mo uno de vuestros esclavos , á quien por

bondad excesiva habéis dado la libertad." A l

entrar en el senado se postró , besó el um­

bral de la p u e r t a , y llamó á los senadores

sus dioses salvadores. Por ú l t i m o , el R e y de

Bitinia se envileció tanto , que á pesar de la

estimación que se hace de las adulaciones, jus­

tamente reprehendida en las juntas, parece que

se avergonzó el senado de sus lisonjas: pues

T i t o L i v i o , tan cuidadoso de recoger quanto

puede hacer honor á los Romanos, calló parte

de ellas. Grande servicio hace á la memoria de

Prusias el que dice que algunas veces perdía e l

juicio. Era muy f e o ; y creyendo que disfraza­

ba su fealdad , se vestía algunas veces de mu-

g e r , siendo este el mejor medio de hacer re­

saltar su deformidad. Nada ha perdido la

ciencia, la filosofía ni las letras, porque se­

mejante hombre no las c u l t i v ó , y aun las

despreció. L e sucedió Nicomedes I I , hi­

jo digno de tal padre, pues regó las gra­

das de su trono con la sangre de sus her­

manos. Algunos dicen que subió pisando el

cadáver de su p a d r e , á quien habia hecho

asesinar ; y si esto es a s í , merece notarse

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DE LA HISTORIA UNIVERSAL. 355

que su hijo Nicomedes I I I desempeñó la

misma obligación. Las conexiones íntimas de

Nicomedes I V con Jul io César obscure­

cen e l lustre de su reputación, como si los

Nicomedes de Bitinia no pudiesen estar sin

algunos vicios aborrecibles y vergonzosos. E s ­

ta familia acabó en el quarto N i c o m e d e s , con

el que tuvo fin e l reyno de Bi t in ia , y se

incorporó en la república romana.

LA CÓLQUIDE.

L a Cólquide , llamada Mingrel ia , fue

poblada desde el tiempo de Sesostris por una

colonia egipcia : á lo menos se supone así,

porque los Colquidianos se parecían á los Egip­

cios en el cabello negro y crespo , en e l len-

guage y en la circuncisión. Pero hay apa­

riencias de que esta colonia hal ló ya otros

habitadores, que se dice haber venido de la

Armenia. D e la Cólquide traxéron los fay-

sanes, llamados así de una pequeña isla en

e l F a s i s , en donde habia muchos de ellos.

Algunos de sus rios llevaban pajitas de

oro , las que se detenían en la lana de los

vellones que los habitadores colocaban en e l

fondo del a g u a , y de aquí nació la historia

z 2

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3 5 6 COMPENDIO

d e l V e l l o c i n o de o r o ; porque las naciones co­

merciantes iban á traficar para sacar sus teso­

ros : se habla de la expedición de los Argo­

nautas mercaderes ó corsarios, y tal vez uno

y otro. Jason, capitán de la n a v e , agradó

á la hija del R e y : esta le allanó las dificul­

tades del robo ó del comercio, y se escapó

con é l : esto es lo mas verdadero que se halla

en la historia de aquel famoso viage. En los

tiempos mas modernos fue Dioscoria una fa­

mosa ciudad por su comercio y opulencia: á

e l la abordaban los mercaderes de todas partes

en grande número. Plinio dice afirmativamente,

y en tono de hombre que quiere ser creído,

que se hablaban en esta ciudad trescientas le­

guas diferentes, y que los mercaderes de R o ­

ma , que traficaban en C ó l q u i d e , necesitaban

tener ciento treinta intérpretes en Dioscoria.

Mitrídates tuvo un hijo R e y de C ó l q u i d e , y

P o m p e y o l levó á otro atado al carro de su

triunfo. También se halla en tiempo de Tra-

jano un R e y de Cólquide. Después la admi­

nistraron los Pretores de la Bitinia y del Pon­

t o , pero sin incorporarla á sus provincias.

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DE L A HISTORIA UNIVERSAL. 3 5 7

IBERIA.

L a Iberia es aquella parte de la Georg ia

que los Persas, á quienes hoy pertenece, lla­

man Gurgistan. Está tan pobre de rios como

abundante la Cólquide. A u n se saben y per­

manecen los nombres de muchas tribus de los

antiguos habitadores. Es difícil creer que la

España, llamada Iberia por los antiguos, t u ­

viese este nombre por esta Iberia asiática, ni

que los Argonautas transportasen los Iberios

suficientes para poblar este grande pais de E u ­

ropa. L o que se dice de sus antiguos habita­

dores nos indica una nación estimable, pues se

dividían en qnatro clases, la nobleza, los sa­

cerdotes, los soldados y los labradores. D e la

primera clase se tomaba el R e y , y siempre era

el pariente mas antiguo del difunto. L a edad

influía también para colocar por presidente d e

la justicia ó comandante del exército a lgún

Príncipe de la sangre real. Los sacerdotes, ade­

mas del exercicio de su ministerio, eran igual­

mente jueces. Por labradores se contaban los

que entendían la agricultura : los empleados

e» las ciudades en la industria, y los que v i ­

vían en las montañas, algo rústicos y groseros.

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35 8 COMPENDIO

Formaba esta nación como dos pueblos , una

parte era semejante en la rudeza á los Esci­

tas y á los Sármatas; y los que habitaban las

llanuras podían compararse por la nobleza de

sus modales á los Medos ó á los Armenios.

U n o de sus R e y e s , llamado Artaces, hizo fren­

te á P o m p e y o ; pero e l valor mal arreglado

cedió al gobernado con buena disciplina. Sin

e m b a r g o , los Iberios , aunque derrotados, no

quisieron rendirse, y retirándose á un bosque,

penetraban á los Romanos con sus flechas des­

de las copas de los árboles, hasta que ponién­

dolos fuego perecieron todos abrasados. Por

mucho tiempo tuvieron los Emperadores á la

Iberia como una muralla contra la invasión de

los bárbaros, y por esto sostuvieron por mu­

cho tiempo R e y e s en esta provincia como mas

interesados que las pequeñas confederaciones

en no permitir la disminución de sus estados.

Todavía se saben los nombres de muchos de

sus Príncipes hasta el rey nado de Vespasiano,

pero se ignoran sus acciones.

ALBANIA.

Los Persas, señores de la Albania, la lla­

man la provincia de Esquirvan: es muy fértil,

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li

t'

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BE LA HISTORIA UNIVERSAL. 359

y produce excelente vino. Sus pueblos vivieron

por mucho tiempo en la simplicidad, que aun

h o y se alaba; pero se acercaba á la estupidez,

pues no sabían contar mas que hasta ciento, y

no conocían pesos ni medidas. También se di­

ce que entre ellos era prenda de las m u g e -

res el v a l o r , porque descendían de las A m a ­

zonas ; ¿ pero acaso la sangre de aquellas

guerreras no corría también por las venas de

los hombres ? Se puede atribuir á la salu­

bridad de los ayres la flor de salud que bri­

lla en el rostro de las Albanesas. E n este pais

eran muy respetados los ancianos; y dicen au­

tores antiguos que se hablaban en él veinte

y seis leguas correspondientes al número de

las pequeñas soberanías, y que un Príncipe

las juntó , y formó un reyno : con este mo­

tivo desapareció tanta diversidad de lenguas.

U n Soberano de este pais, llamado Oroeses, re­

sistió también á P o m p e y o , mandando el exér-

cito un hermano suyo llamado C o s i s , al que

no pudo vencer el General romano hasta que

le armó una estratagema; y aun sorprehendi-

d o , no cedió la victoria hasta perder la vida,

quitándosela Pompeyo en un combate cuerpo

á cuerpo en el centro de la pelea. Los R e ­

yes de Albania fueron mas ó menos bien tra-

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3 6 0 COMPENDIO

tados por los Emperadores de Oriente , según

las circunstancias; y esto es lo que se sabe

por noticias bien imperfectas, aunque por ellas

se percibe que la Albania tuvo R e y e s hasta

Justiniano segundo.

Los tres reynos de C ó l q u i d e , Iberia y

Albania forman hoy la parte mas considera­

ble de la G e o r g i a , y algunos viageros mo­

dernos los describen de modo que encantan al

lector , por su pureza de ayres , excelentes fru­

tos , deliciosos vinos, y graciosos rostros: las

Georgianas , dice C h a r d i , son altas, despeja­

das , no muy gruesas, y muy delicadas de cin­

tura. Tournefort dice: A mí no me admiraron

las mugeres de G e o r g i a , como que yo espe­

raba ver perfectas hermosuras. A la verdad

no son desagradables, y comparadas con las

Curdes pueden pasar por bellezas. Y a se ve

aquí un elogio bien d é b i l ; y solo se pueden

concordar estos dos observadores diciendo que

en G e o r g i a , como en todas partes, hay her­

mosas, medianas y feas.

BOSFORO.

N o se puede indicar mejor quales eran

los estados de los Príncipes del Bosforo que

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B E 1 A H I S T O R I A U N I V E R S A ! . 3 6 1

diciendo : la Crimea era el centro; y partien­

do desde esta península, y alargándose por sus

cercanías, por unas partes comprehende la la­

guna M e ó t i d e s , y por otras no. D e este mo­

do se explica que no faltaron á la verdad los

autores quando dixéron unos que el reyno

del Bosforo estaba cubierto de bosques con

eterna niebla , que no permitía entrar los ra­

yos benéficos del s o l ; y otros que era fértil,

agradable , con llanuras deliciosas entre las

montañas bien pobladas de árboles. L a misma

diversidad se halla en las costumbres de sus

habitadores: aquí son tratables, allí agrestes,

y en las relaciones de su comercio, floreciente

en una parte , y ninguno en otra , ó en la

pintura topográfica del p a i s , y a adornado de

populosas ciudades, ó ya habitado con chozas

esparcidas, y casi sin dueños. Por ú l t imo, en

los fragmentos de la historia de sus R e y e s , unos

débiles, otros poderosos, unos conquistadores,

y otros conquistados. Parece que es la suerte

de este pais la perpetua mutación , pasando

sucesivamente de sus R e y e s á los Romanos, de

estos á los Traces, Escitas y Sármatas, después

á los Genoveses en el tiempo de las Cruzadas;

de Jos Genoveses á los Tártaros; de estos á

Jos Turcos, y de ¡os Turcos á los Rusos.

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362 COMPENDIO

E n los tiempos m u y antiguos hubo en el

Bosforo R e y e s que tenían íntimas conexiones

con los Atenienses; y e l lazo principal de su

amistad era el comercio. E l que habían esta­

blecido en e l Bosforo les era tan lucrativo

que consagraron su memoria con monumentos

religiosos. D o s de los Reyes del Bosforo rega­

laban á Demóstenes todos los años mil medi­

das de trigo ; y los Atenienses creían sin du­

d a , quando el orador favorecía en sus aren­

gas el comercio del Bosforo , que solo por

interés hablaba á sus conciudadanos. D e este

modo se conducen las repúblicas. Por entre

las lagunas ó vacíos de la historia de los R e ­

yes del Bosforo se leen guerras sangrientas,

ruinas de los pueblos , intrigas de corte , ase­

sinatos y muertes de familias enteras, y tal

v e z se ven algunos Príncipes de buen natu­

ral , ó que después de haber sido malos fue­

ron buenos, como E u m e l e s , que hizo inhuma­

namente degollar á dos hermanos suyos suble­

vados y á sus hijos y amigos: quiso el pue­

blo , irritado con esta barbaridad, echarle del

t rono; pero é l le apaciguó descargándole de

todos los impuestos, prometiendo gobernar con

moderación y justicia, y cumplió su palabra:

de m o d o , que dicen que no hubo reynado

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DE L A HISTORIA UNIVERSAL. 363

semejante en el Bosforo. L a historia de sus

Príncipes se pierde en las turbaciones del im­

perio romano quando cayó la república: por­

que cada partido tuvo alternativamente en su

exército Reyes del Bosforo , con sus tropas,

muy estimadas por su v a l o r , y aun muchas

veces tuvieron comandantes principales. Se ha­

bla de un tal Asandro, que ocupaba una de las

primeras plazas en el exército de Augusto ; y ha­

biéndole hecho un agravio el Emperador, m u ­

rió de pena; bien que tenia noventa y tres años.

LA MEDIA ATROPÁRTELA.

D e esta Media se hace mención mas co­

mo de una cosa singular que como de un rey-

no. Esta era una desmembración de la gran­

de Media que resistió á los esfuerzos de A l e -

xandro, y se quedó libre , baxo un G o b e r ­

nador llamado Atroparte , por lo que tuvo e l

nombre de Atropartena. Se sostuvo contra los

sucesores de A l e x a n d r o , siendo Gaza su ca­

pital. Esta provincia ó pequeño reyno tenia

fuerzas por mar y por t ierra, y los R e y e s

vecinos no miraron su posición como indiferen­

te. Los Partos fueron los que por mas tiem­

p o la gozaron. Sus R e y e s daban la corona á

Jos hermanos menores.

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3^4 COMPENDIO

S AC T R I A.

L a Bactria ó Bactriana , hoy el Corasan,

pretende haber dado al mundo moral el fa­

moso Zoroastro; pero seria cosa singular que

un legislador tan humano hubiese nacido en

un pais en donde las doncellas y mugeres no

conocían la castidad, y se mantenían perros

llamados Sepulcrales, destinados á devorar á

los que vivían demasiado t iempo; pero tal vez

el vicio y horror de estas costumbres pudo

sublevar contra ellas el alma sensible de Z o ­

roastro, y enamorarle de la virtud con el mis­

mo contraste, pues algunas veces del exceso

del mal suele nacer el bien. En la física de

la Bactriana se tocan los extremos, como se

supone que se tocaron en la moral , de unas

regiones regadas por el rio O x o , admirables

por su fertilidad y producciones, en las que

la vista se recrea sin cesar en los esmaltados

prados, donde retozan numerosos rebaños: si

se va entrando hacia el mediodía, se cae en

unos desiertos en donde solo de noche se pue­

de viajar, siguiendo la dirección de las estre­

llas , y á riesgo de verse sepultado baxo mon­

tañas de arena.

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DE LA HISTORIA UNIVERSAL. 365

Los Bactrianos fueron siempre muy be­

licosos , y sus R e y e s hicieron uso favorable

de las inclinaciones guerreras de los pueblos.

E l primero después de Alexandro es T e o d o ­

ro , que de Gobernador l legó á ser Monarca.

A este le destronó su hermano E u t i d e m o , á

quien sucedió, pero sin violencia, otro ter­

cer hermano llamado Menandro; es te , aun

con ser conquistador, tal vez porque el honor

que adquino á su reyno cubrió los horrores

de la g u e r r a , fue adorado de sus vasallos,

que le lloraron amargamente; y porque todas

las ciudades querían tener su cadáver, se las

distribuyeron las cenizas para evitar discordias.

Cada una las colocó en un monumento que

igualmente daba testimonio del mérito del Mo­

narca y del amor de los pueblos. Uno de

sus sucesores tuvo la imprudencia de confiar

á su hijo el gobierno del reyno durante una

expedición distante de su corte; y este joven,

acostumbrado ya á la autoridad , no pudo su­

frir que volviese su padre , y le asesinó; pe­

ro no se aprovechó de su delito por haber

sembrado con él entre sus vasallos la división.

Algunos de estos llamaron á los Partos , los

quales dando muerte al parricida, se apode­

raron de la Bactriana. Pasó esta de sus manos

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366 COMPENDIO

á la de los Escitas, después á los Hunos , y

últimamente á los Persas que hoy la poseen.

EDESA.

E l reyno de Edesa consistía en una ciu­

dad y un territorio de alguna extensión, al

que hizo rico y famoso un templo dedicado

á la diosa Siria. Los xefes que gobernaban

este pequeño estado, llamados ya R e y e s , y y a

Príncipes, todos tenian por nombre Abgaro.

N o se desdeñó Pompeyo de hacer alianza con

uno de e l los , de la que sacó grandes servicios,

así en consejos como en grandes socorros de

víveres. L a retirada de un Abgaro con sus

tropas causó la derrota de un exército roma­

no que peleaba con los Partos. Trajano hacia

grande estimación de Abgaro sexto, Prínci­

p e respetable por su virtud. Caracalla acabó

con este pequeño r e y n o , arrestando y llevan­

do prisionero á Roma el último Monarca, y

reduciendo el estado á provincia romana.

E MES A.

E l primer R e y de Emesa , situada en la

S i r ia , en las riberas del Oronte , era un A r a -

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DE LA HISTORIA UNIVERSAL. 367

be que levantó y conservó este pequeño rey-

no , aprovechándose de la desunión de los

Seleucidas. Eran estos Monarcas unos R é g u ­

los á quienes los Romanos honraban con su

alianza quando los necesitaban; y en pasando

e l tiempo de la necesidad los miraban con

desden. E l Emperador Octaviano despreció al

R e y llamado A l e x a n d r o , y no le dexó gozar

tranquilamente de su pequeña Monarquía: la

debia este á A n t o n i o , y fue suficiente moti­

vo para que A u g u s t o le acometiese, y des­

pués adornase con él su tr iunfo, y le quitase

la vida. En algún tiempo habian tenido alian­

zas los Emesios y los Judíos. También los

Árabes poseyeron á Emesa con el nombre de

Itúreos.

ADÍA VENE.

L a Adiavene era u n pequeño r e y n o , que

debió su nacimiento á la decadencia de los

Seleucidas. E n él habia un R e y llamado M o -

nobaces, que se casó con su hermana Elena,

y tuvo de ella dos hi jos, á Monobaces, que

era el m a y o r , y á Hizates , que fue e l que

se l levó toda la afición del R e y . C o m o esta

predilección causaba turbaciones en la corte,

que estaba poblada de otros muchos hijos del

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368 COMPENDIO

Monarca , envió este á Hizates á perfeccionar

su educación en la corte de un Principe ve­

cino ; mas viéndose avanzado en edad, deseó

ver á su hijo Hizates antes de morir. V i n o

pues este hijo querido , y después del mas

tierno recibimiento le regaló su padre una

provincia perpetuamente perfumada de plan­

tas aromáticas, en la que vivió hasta la muer­

te de su padre. Apenas el Monarca cerró los

ojos, junto Helena , su viuda, á los grandes del

reyno , y les d i x o : „ Hizates es el escogido

de su padre para sucederle; mas antes de

proclamarle quisiera saber vuestras intenciones,

porque estoy persuadida que no podrá un

Príncipe reynar tranquilamente si no tiene la

felicidad de agradar á sus vasallos." A l oir

este discurso se postró cada uno de e l l o s , y

juró que reconocería por sagrada obligación

el obedecer á H i z a t e s , diciendo: „ R e y n a ,

mandad , que si rezelais ó teméis por los de-

mas hijos del R e y , estamos prontos para des­

haceros de el los." Moderad esa precipitación,

respondió la clemente H e l e n a , y no se derra­

me sangre sin que lo ordene el nuevo R e y .

Pidieron los señores que á lo menos fuesen

puestos en buena y segura guardia aquellos

Príncipes, y la suplicaron que eligiese entre

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BE LA HISTORIA UNIVERSAL. 369

sus dos hijos á aquel en quien reconociese ver­

dadero zelo del bien público. ¿ Q u i é n lo cre­

yera ? E l e n a , que habia manifestado tan cla­

ramente su inclinación á Hizates , nombró no

obstante por R e y á su hijo mayor Monoba-

ces , y le dio la corona , el cetro , el anillo

y el manto real con el supremo poder. ¿ Q u i é n

creería tampoco , que corona , cetro , ani­

llo , manto real y el supremo poder , todo

lo puso Monobaces en las manos de Hizates

quando l legó ? Viv ieron estos dos hermanos

en grande conformidad de pareceres, aun en

punto de religión ; porque ambos abjuraron

la idolatría , que era la de sus mayores , y

abrazaron la de los Hebreos á exemplo de sü

madre Elena. Monobaces, muy lejos de apro­

vecharse de las inquietudes que lá mutación

de religión ocasionó en el r e y n o , ayudó á

Hizates para sosegarlas. Mur ió el R e y , y aun­

que tenia hijos, dexó la corona á su her­

mano , el qual no pudo ponerla en manos de

sus sobrinos, porque T i t o los habia llevado

á R o m a , conquistada Jerusalen, en donde su

abuela los habia criado en la rel igion.de los

Judíos. N o se sabe si se restituyeron á su

pais 5 pero todavía se hallan después R e y e s

de su familia y de sus nombres hasta e l rey-

T 0 I . Í 0 1 1 1 . A A

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3 7 0 COMPENDIO

nado de S a p o r , segundo R e y de Persia, que

se apropió la Adiavene.

EZ.ZMAIDA.

L a Elimáida constaba de tres provincias, y

e l origen de este reyno se toma desde la de­

cadencia del imperio de los Persas. Sus habi­

tadores eran buenos soldados , nombrados por

su habilidad en arrojar las flechas. N o pudie­

ron sujetarlos los Partos ni los Siro-Macedo-

nios , y asi siempre los gobernaron R e y e s na­

cidos en su mismo pais ; bien que solo se sa­

ben sus nombres insertados en los tratados que

hicieron con otros Monarcas. Apenas serian co­

nocidos los mismos habitadores de Elimáida, á

no haber tenido templos con grandes tesoros

que incitaron la codicia de muchos Príncipes.

U n R e y de los Partos sacó grandes riquezas

de sus templos; pero Antíoco Epífanes fue

rechazado de un templo de D i a n a ; Antíoco

e l Grande también lo fue del de Júpiter , y

los profanadores fueron vergonzosamente der­

rotados.

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PE I A HISTORIA UNIVERSAL. 37 I

CORACENA.

Los Árabes fundaron el pequeño reyno de Coracena, que apenas se extendía mas allá de la ciudad de C o r a x , llamada antes A l e x a n ­dria por el nombre de su fundador, y des­pués Antioquía por haberla reparado Antío-co. E l nombre de C o r a x , que significa mue­l le , le tomó de un R e y Árabe , el que con un muelle de legua y media de largo liber­tó de las inundaciones del Tigris á esta ciu­dad y todo el pais. Todos tres nombres nos traen á la memoria beneficios que recibió esta c iudad; y solo se sabe que de los dos R e ­yes de C o r a c e n a , que han.l legado á nuestra noticia , el uno vivió ochenta y cinco años, y el otro noventa y dos.

COMAGENA.

Después de dos R e y e s , pasado el tiem­

po de Pompeyo , pues la historia no hace

mención de otros anteriores, Antíoco segun­

d o , que habia logrado el trono por gracia de

A u g u s t o , d e x ó , reynando Tiberio , sin due­

ño su corona. Queria el pueblo R e y , y los AA 2

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3 7 2 COMPENDIO

grandes pedían un magistrado romano que los

gobernase. Fácilmente se da á conocer el mo­

tivo de esta diferencia de pensar, porque el

pueblo desapasionado ve su tranquilidad en

la autoridad de uno solo que pueda reprimir

las vexaciones de los grandes; y estos pre­

ferían un representante de alguna distante po­

tencia , al qual ellos gobiernan , y así parti­

cipan de su poder. V e n c i ó la opinión de los

grandes ; pero duró poco su triunfo, porque

C a l í g u l a dio R e y á la Comagena, y después

se vio reducida á provincia romana en el rey-

nado de Vespasiano.

CAZCIDENA.

Calcis era la capital del pequeño reyno de Calcidena. Su situación la hizo muchas veces ser el campo de batalla de los Reyes de Sir ia , de Damasco , de Celesiria , de J u -dea y de Egipto . U n Tolomeo que reynó allí se fió de Fil ipion , su hijo , para que fue­se á traerle á Alexandra, hija de Aristóbulo, R e y de los Judíos , hermosísima Princesa, de quien estaba enamorado. C r e y ó el hijo que tenia tan buen gusto como su padre , y ss casó en el camino con ella ; pero así que l ie-

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DE LA HISTORIA UNIVERSAL. 373

gó á la corte le quitó el padre la vida , y

tomó su viuda por esposa. Entre Lisias ,• su

sucesor, y Pacoro, R e y de los Partos, se ha­

lla un tratado en el que se lee esta cláusu­

la singular : Que el Parto le dará tropas con­tra un Rey de Judea por una grande suma de dinero y quinientas mugeres.

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ERRATAS.

Tág. Lín. 1 0 3 2 3 1 0 4 8 1 4 1 1 8 3

* 5 ° 2 5 3 267 3 3 '

í I 1 0 1 4 J 7

8 2 0

Dice. Esímaco Esímaco Yeras Demetrio dar ley le y el Rey Taranto

Debe decir. Lisimaco. Lisimaco Hierax. Diodoto. dar Ja ley. la. y otro Astuardo Tarento.

33 {,1

{2J 333

/ 1 8 3 3 4 \ 2 0

>Tarantinos Tarentinos.

Taranto

>Tarantinos

Tarento.

Tarentinos.

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T A B L A G E O G R A F I C A ,

Y DE LAS MATERIAS DEL TOMO TERCERO.

J-rAS ISLAS GRIEGAS J Proconeso id. Besbisco id. Ténedos 4 Lesbos id. Quío, ó Escío. 6 Icaria 7

Cóo , Nisnia , Cdrpato érc id. lera 8 Céos 9 Sérifa zo

Sí/ano y Argentera id. Antiparas zz

Naxós id. Paros id. Esciros zz

Délos id. Lemnos zj

Samotracia x 4 Corcira z$

Leucada id-Citera id-

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3 7 6

Egina , id. Salamina id. Eubea id. J Í A C E D O N I A . Entre el mar Egeo , la Te­

salia , el mar Adriático y el Estrimon. 16 Terreno , IJ

Habitantes 18 Gobierno......... id. Usos y costumbres IQ Leyes y ciencias 2. o Disciplina militar..... Ü X

Reyes , , aj Car ano id. Trofeos id. Eropas , 24 Amintas primero id. Alexandro primero , id. Pérdicas primero -25

Cr estes s. 6 Amintas segundo 27 Alexandro segundo id. Pérdicas segundo ¡¡8 Füipo &9 Alexandro tercero el Grande , 45 Interregno , 7 5

Sucesores de Alexandro id. Tolomeo.,,, . , . . . . . . . . „ , . . . 7 7

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3 7 7 Eumene s 79

Antigono 8$ Batalla de Ipso #7

Demetrio 8g Macedonia 95 Casandro JOO

Muerte de Olimpia ioz Demetrio primero x oj Pirro id. Lisimaco id. Cerauno 104. Invasion de los Gaulas Z 0 5 Meleagro id. Antipatro id. Antigono Gonaro 106 Demetrio segundo 108 Antigono Doson , id. Filipo -Top

Perseo n ò Derrota de Perseo 120 S I R O - M E D I A , ó la Asia despues de Ale*

xandro , baxo el dominio de los Se­leucidas 134

Antioco 136 Estratónìce id. Antioco Soter 138 Invasion de los Gaulas id.

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3 7 8 Antioco Teos ijg Partos , 140 Seleuco Calinico 1^.2 Antioco Utierax id. Seleuco Cerauno id. Antioco el Grande z ^ j Seleuco Filopator 161 Antioco Eptfanes 162 Demetrio Soter 170 Alex andrò Baia / 7 7 Demetrio Nicanor 18 x

Antioco Sidetes 18$ Z ebina 18 y Cleopatra 188 Antioco Grifo id. E G I P T O . Baxo el dominio de los Tolomeos.. ig$ Tolomeo Lago id. Nombres y cualidades de sus sucesores.... 200 Filadelfo a. 01 Gobierno 203, Ciencias id. Romanos 2 03 Evergetes 206 Cabellos de Berenice 2 07 Literatura 208 Filopator -2 og Sosibe 2x0

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379 Epífanes 2 13 Tolomeo Filometor 216 Fiscon 2 up Ciencias 22$ Látiro y Alexandra 224 Cirenàica , 5 5 7 Alexandro segundo 228 Tolomeo Auletes 225 Tolomeo 2,37 Cleopatra id. X A S DOS A R M E N I A S . Entre la Mesopo­

tamia , la Capadocia, la Iberia, la Albania, la Media y la Siria 557

Territorio id. Costumbres 258 Tigranes 260 Artuasdo 267 Radamisto 5 7 0

Cenobia 5 7 3 I L P O N T O . Entre el Tonto Euxino, la

pequeña Armenia , la Cólquide, y el 1 rio Halts 276 !

Reyes 278 Mitrídates id. Paz 286 Farnaces 3 ° 1

C A F A D o c i A . Entre el Ponto, la Licao-

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3 § 0

nía y la pequeña Armenia , la Gala-da y el Eufrates 30$

P Í R G A M O JIZ

Átalo primero id. Eumenes segundo 31%

Átalo segundo 317 Átalo tercero 318 T R A C I A . Entre el monte Hemo, el mar

Egeo , el Ponto Euxíno , el Helespon-to, la Propóntide, la Macedona y el rio Estrimon 3^3

E P I R O . Entre los montes Ceraunios , el golfo de Ambracia, la Tesalia, la Macedonia y el mar Jónio 320

Tarimbas 3*& Aribas id. Alexandro •• id. Edcides 329 Pirro segundo id. Pirro en Italia 331

Alexandro , su hijo 347 B I T I N I A . Entre el Bosforo de Tracia,

la Propóntide, el monte Olimpo y el Ponto Euxíno 348

Erdclea id. Reyes 35 2

Prusias.... 353

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3 8 i

C Ó L Q U I D E . Entre la Iberia, el Ponto Eu-xino, la Armenia, el Ponto y la Sar-macia 3$$

I B E R I A . Entre la Cólquide, el Ponto, el Caucaso , la Albania y la Media 3$ 7

A L B A N I A . Entre la Iberia, el mar Cas­sio, el Caucaso y la Armenia $¿¡8

E L BOSFORO. Entre la Cólquide, el Pon­to Euxino y el Tañáis 360

M E D I A A T R O P A R T E N A 3 6 3

B A C T R I A . Entre la Margiana, el rio Oxo, la Escitia asiatica y los Ma-sagetas 364

EDESA. En Mesopotamia 366 EMESA. En Siria id. A D I A V E N E . En Siria 367 ELiMAiDA. Entre la Media y el rio

Pèrsico 3jo

C O R A C E N A . Sobre el golfo Pérsico, entre el Tigris y la Eubea 371

C O M A G E N A . En Siria id. C A L C I D E N A . Al pie del monte Líbano 372,

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