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clasicos.librosmexico.mxclasicos.librosmexico.mx/sites/default/files/pdf_libros/17479-2... · U n día de Fiesta. m 1, ... auxiliares oficiosos, echaban á vuelo hs tres ... mita

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  • LOPEZ V COMP., EDITORES.

    LA BOLA NOVELA ORIGINAL

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  • (PROPIEDAD DE LOS' EDITORES.)

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    U n da de Fiesta.

    m 1, pu~blo de San Martn de la Piedra .~ despert aquel da de un modo inusitado . ~ Al alba los chicos saltaron . del lecho, merced al estruendo de 168 cohetes voladores en que .el Ayuntamiento .haba extendido la ~ranqueza hasta el . despilfarro; los ancianos, prendados de la novedad, soporta.han la int~rrupcin del 8ueti.o, y escuchuban con cierta animacin nerviosa el martilleo de la diqna,

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    maldi tamen te aporreada por el tambor A tana-sio en la nica callede San Martn; ItlS mucha-chas sultaban de gusto, y to

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    Tom calle abajo, con el doble objeto J~ in-corporarme In banda ele msica y de pasar por lns ventana.s de Remedios, fiado en que su alborozo la habra levantado 'ya; pero de fruud6 mis esperanzas, sin duda por el temor que la infunda el celoso argos que la guar . daba, bajo el nombre y robusto fsico de su to el Sr. Comandante D. Mateo Cabezudo. Y si he ~e decir verdad, no acierto decidir si n;li afn era ver . Remedios 6 que eila me viera. con aquel traje tan mono.

    Un buen grupo de hombres del pueblo, en-tre los que ya ~e veun algunos galancetes con puntas y rjbetes de educaci6n, semejantes m, rodeaba,n 108 msicos, mientras 8tOS in-flaban los carrillos, soplando sus respectivos instrumen tos y causando la admiraci6n de los chicos paradus frente ellos. Los msicos de pueblo se han envanecido siempre con esa ad-miraci6~1 infantil, que no comprende c~o se

    . pueden mover con tanta habilidad los dedos; pero creo que ningunos como los de la banda de mi tierra. Concluida la.pieza que sc:ejecuta-ba, 108 toca~ores hablaban entre s con. cierta gravedad cmica, mirando alto y sacudiendo el instrumento C0n la boquilla hcia abajo,

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    :acto al cual dan una importancia verdadera-mente seria.

    Hoy me ro de esa simple vanidad; pero en .nquella poca me cargaba, porque me pare-ca qu.e aquellos tontos me suponan tambin su admirador; mas todo lo perdonaba yo con tal de que me hicieran el gusto de pasar por las ventanas del Comandante, : tocando una danza que se llamaba No te olvido; porquo caminando yo cerca del clarinete, y dirigien-do una mirada Remedios de cierto modo, de fijo coniprendera q ne yo habia hecho tocar la danza para dedicarla ella el ttulo.

    Perd6nenseme estas pequeas digresiones referentes mi persona; mas por una parte, estn justificadas con el he~ho de tener yo tan principal parte en 10s ncontecimientos que voy referir, y por otra, justo es que al recordar mis afios juveniles, la memoria Be derrame sobre tll campo de mis ms ntimos sentimientos, y la pluma escriba lo que con tanta viveza se presen'ta mi imaginaci6n. Forzando, sin embargo, esta mi inclinaci6n natural y justa, dir, para beneficio del lector, lo menos que pueda de mi persona, y pasan-do rpidamente los insignificantes pormeno-

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    res de uquella madl'ugada, referir solamente que al regresn.r con la msica v Remedios, que la ealud de un modo imperceptible, que not su admiraci6u por mi azafranaua envol-tura, y que llegando la plaza, la msica se in~ta16 en rueda cerca de la iglesia " y toc6 haBta las siete de la maana.

    Ya ellect.or, (apuBionndo de las novelas co-mo uebe do ser para t.ener en sus manos la. p"resente), ad.ivin6 sin duda que aquel da era el 16 de Setiembre; y digo que lo adivin6, y cierto estoy de ello, porque chico en lo chico y grande en lo grande, as ee celebra la aurora. de ese sol en toda :nuestra naci6n, por un acuerdo t citode once millones de pareceres, que han convenido en que nada hay mejor que el repique de campanas, redoble de tambores, estruendo de cohetes y bufidos de latones.

    Sea de esto lo que sea, el caso es que mi pueblo y yo eatbamoscontent08como nunca, y ha~ta admirados de la -gracia y maa que la comisi6n del Ayuntamiento se haba dado pa-ra prreglar los festejos con acierto y aun con cierta novedad. El templeter colocado en el portal de 108 Gonzaga~, (nico ell su gnero)

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    no tena por fondo dos sobrecamus como en el .ao anterior, elino lai cortinns del altar de las Animas, que el seor Cura prest6 la comi-"1Si6n bondadosamente; en el centro se vea el retrato del Padre HidalgO', asentado. sobre ':seis bayonetas artsticamente cruzadl1s en for-ma de abanico, y rodeado de banderitas trico-lores de papel; los lados del cuadro y una 'Vara de distancia, colgaban dos anchas fajas con los colores nacionales, y coronando el re-trato del libertador desplegaba atrevidamente las alas una guil de papel recortado,pintada porelmaestro de escuela, que.pura esto de mo-jar los pinceles era un primor y se perda de vista; y por ltimo, am hos lados del guila y en papeles de colores fuer tos, se lean dispersos

    , los nombres de Morelos, Allende, Abasolo, Mina, Rayon, Galeana y cuantos ms anlogos hubo el ilustrado d6mne al alcance de su fe-

    , liz lI!emoria.

    Tal como lo rezaba el bando, las nueve de la maana me present en la casa munici-pal y sala de cabildos, para acompaar las autoridades al paseo cvico de costumbre. El

    ' maestro de escuela estaba ya en 'su puesto, conteniendo y atajando con fruncimientos de

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    ceo y aun con Ciel'ta8 airudus voces, la. nntu-ral tendencia de los chico al desorden, los cuales formaban en tiradores, apoyado un extremo de la lu@:l .. en la puerta de la sala del Ayuntamiento. La murmuracin hizo cundir en aquella indisciplinada tropa el d~scontento, pU6S alguno de ellos expres la idea de que si Pepe Gurca llevaba In. bande-ra, lo deba que era sobrino del Jefe pol-

    . tico. De all el culebreo de la lnea, que ape-nss poda moderar la constante trompeta del irritado ped~gogo.

    Poco tard en llegar el Jefe poltico D. Jacinto Coderas, vestido de negro con.una le-vita que no cesaba yo de mirar, como se ve al nico competidor posible; en seguida: se pre-sent. dndome bondadosamente la mano, mi vecino D. Justo Llamas, cubierta la ancha calva con antiqusimo somhrero de seda y copa, prenda que slo tomaba 801 en das de gran-de regocijo; asom despus su hermano Don Agustn, y-casi juntos penetraron en la sala el Recaudador de Contribuciones, el Administra-dor del Correo, los dos Gonzagus del portal, el Presidente del Ayuntamiento y cinco con-cejales, incluso el sndico D. Alonso Ca.as.

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    Pas

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    . ' ~PU(,8 no, seor~ no hay remdio; Juanillo no~ hal'ii el favor ......

    Pero gracias Dios, Severo lleg el ("ste tiempo con el cabello muy Ilsen1udo, In ropa aderezada convrnientemente y el [lire grave de BU eterna y fastidiO'Bu pedantera, y tO(l08 callaron }al'a saludarle.

    Otros vecinos distinguidos del puehlo hn-bian8e agrupado la puerta, y numerosos ciu-dadanos de arado y yunta esperaban en la plaza. Eran las diez en punto cuando el SI'. Comandante D. Mateo Cabezuelo se present6 en la sala, vestido de paisano, y llevmrdo en la rada solapa una medalla plateada y una cinta, claros blasones de su valor y sus ser-vicios. Salud cQrtesm~nte al Jefe poltico y dems personas, y pregunt:

    -Ya est.amos listos? -Parece que s, contest Coderas. -Pues vamos. y el Comandante se dir jgi tomar ro. hap-

    . dera que eBt~ba sob~'e la mesa ...... y aqu fu Troya.

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    El pueblo y sus gentes.

    1 el lector quiere conocer el t.eatro de es-~~ tos notables sucesos, no tiene sino llegar-~, se al Ro de los Vena.dos, cl'uzarlo en el

    paso del Aguilar, dos leguas abajo del raneho de la Guayaho, subir un poco por la mnrgEln derecha, y alencohtrar el arroyo del Pedregal que confunde BUS aguas con la3 del ro, sub'ir y subir hasta una media legua por entre 1011 frescos bosques, que llegan hasta el pequeo y pintoresco vallecito en que San Martn se asienta:

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    Ignoro porqu esta cabecera de distrito no figUftl en las cartl'.s geogrfi("tls del Sr. Gur-0u Cubus, ni 0n los numerosos trata.dos de Geogrnfu mexicann que se han !>uhlicado hasta hoy, pues tanto su condicin :H.IlHluis-tra.tivu de cabeceru, COIllO la importancia que se ha grangeado en la polticu, hucen de aquella omisin un enur garrafal, si cs error, y una injust.icia palmaria si ('8 desprecio. Pe-ro el pueblo existe, como existo yo, que cn su parroquia tengo mi f de bnntismo.: y me creer el ms afortunado y til de sus hij06, si este libro puede vindicar sus fueros, y sa-carle de la oscuridad en que con mengua de la verdad geogrfica histrica. yace hun-dido.

    Al salir del bosque que sombrea alllrroyo del Pedregal, hay dos eminencias ambos ludos d('l camino, q ne de prolJ to no dejan ver el pueblo; p~ro andando tres minutos ms, se pasa Elntre elluR, y htenos de munos boca con San Martn de In Piedra. Ala entrada, -casucas de puja que forman una calle irregu-1211'; despus casnsde mejor apariencia, ulgu-nas blullqueadus y todas cubiertas con tejas

    . rojizas, y 0n seguida calle empedrada, estre-

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    cha, y formada por dos hileras de habitacio-nes ' ms confortables y cucas 'que las otras, aunque siempre en mayora el rojizo tejado. Se entra en la plaza, y desde luego .sev una fuentecilht en el centro, circundada de muje-res del pueblo que van por agua y se pierden las horas en charlas unimadas por ms por mnoB. Al Norte se levanta el primer edifi-'cio de la cabecera, la Iglesia, con su peque-o atrio sobre la plaza; al Occiden te la ti en';' da y portal de los Gonzagas; comerciantes fuertes en concepto del pueblo; al Sur la Je-fatura y la tienda de Arenzana, espaol ene;" mist.ado con aquellos; y al Oriente el caser6n destartalado, que dividido en d0s salas, ocu-pan pOl' una part.e el Ayuntamiento y por la otra el maestro de escuela con su 'ulborota-dora gentecilla. De la pllolza, rumbo Orien-te, la misma gradaci6n, en sentido inverso, comenzando con easas de adobe y teja, y con-cluyenno con las humildsimas 'de paJa.

    El arroyo pasa al Sur del pueblo y tuerce luego la izquierda, pero tan cerca, que ca-sa!3 hay que se ven en peligro cuando la. Hu-

    , vitls de la lejana sierra aumentan el caudal de la cristalina corriente. Y entonces es dp,

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    verse el a.fn del Ayuntumiot'lto para salvar vidas y hnciendas del sinip,st.ro, y de :lquel ac-cidente sede materia. para. conversaciones y comentarios que. duran todo el tiempu de aguus, en la tertulia de Don Just.o Llamas en la que los domingos por la. maana se J'ene en el portal despus de la miso.

    Hacia el lado del arroyo se carga ms, Rin embargo, la poblucln; de ~ll l) rj- e que aqu~lla parte viven unos mil y pico de p ed'eos, y slo unos seiscien tos en el Barrio

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    deuda en un sombrero jarano, ojos taimados, y duro de semblante por las anchas cejas y rocio bigote entl'ecano que lo caracterizaban, (!omo pura no consenti!' en que aquel hom-hre fuese nunca confulHlido con ningn otro de los seres vivientes, Nacido (le una mujer del pueblo, que sola desempeflar en mi casa los oficios de lavandera, (y est.o 110 es reba-jarle), tomlc mi padre alguna aficin, y ]e ense t leer y escribir cuando yapusaba de los veinticinco aoR; ha tando de coloctl.rle despus en la tienda de Gonz:lga, padre de mis conocidos; pero un da caye) de leva, J\Ia-.teo, y se vi() en el caso de tomar 1as armas, no s, (ni l tampoco), si en favor en contra de Su Altf>7,u Serensima, Pasados algunos aos, yolvi San Martn con presillas de cubo, despus de haber conocido todo el mun-do~ 8(~ glll lile eontaba ms tllrde, cuando yo nndabn en los sietB abriles, y me daba el tra-tamiento de nio por va del }'espeto qua siempre tuvo mi padre, muerto ya en ese tiempo, Se dedic t. los oficios del campo, sin . maldita la gana de volver la interrumpida -carrera de las Urllll\S; pero su conocimiento del mundo y las penalidades que le afligen,

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    su renombre de va.liente, que nadie negaba porque l lo deca, y su calidad de militar, en lo cual era nico en San Martin, comen-zaron t. darle ciel'ttl superioridad sobre 108 rudos habit:.mt2s del barrio del Arroyo, cu-yos fueros defenda con ferocidad en el Ayun-tamiento, pues concejal le elevaron aqu-llos en una de tan tas elecciones.

    Un nuevo movimiento revoluci~nario lleg sus noticias, y sintindose inspirado por el dios del xito, arm de machetes y garro-chas una docena de pedt'eos, tom de pro-piu uutoridau el grado de teniente, sali de S. Mnrtn~ y se incorpor la primera fuerza 'organizada que encontr su paso, sin averi-guar si era de tirios troyanos. Creo que nun-ca lleg ' saberlo; slo supo que triunf su partido, que hizo maravillas de valor yestra-tegia, y que volvi Sun :Martn un ao des-PUi, con el despacho de Comandfmte de es-cuadrn,de autenticidad no comprobada, y con el nombramiento de recaudador de con-tribuciones que atl'ap sabe Dios cmo. ': y 'a se comprender cunto creci su im-

    portancia en el barrio del Arroyo; pero Sll 2

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    influencia lleg ser decisiva, cuando por no s qu hablilla abofetel) en la plaza nI jefe poltico, el cual poco fu sustituido con

    . otro que trat de ganarse la volunt.ad de .aquel hombre temible. Enton('es ya era yo I un muchacho flprovechano en primeras letras, y recuerdo bien que los Gonzagas, los J.Jla-mas, el espaol y dems gentes v;ibles del barrio de las Lo:nas, comenzaron hablar m uy bien del Coman(lante y llamarle sus tertulias, difundindose as la influencia de D. }lateo por todo San lVIartn. Posteriormen-

    . te, ls jefes polticos que se sueedieron fue-ron am igos forzados del militar, yestableCIe-ron la costumbre de cederle el honor ele llevar la bandera en las fiest.as nacionales, atenta su calidad de soldado y la circunstancia. de ser l una gloriapedrea, de que el pueblo y aun el distrito estaban verdaclerumente envaneci-dos. Razones eran estas de mucha cuentu y peso; pero habb adems, la de que D. :Mnteo, aporreando dos tres personas, despus de aquel jefe poltico, cobr renombre de valien-tsimo; y la de que en cierto reparto de tie-rrasy algunos asuntos de desamortizacin logr tan buena y principal parte, que 108

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    mismos GOJ1r.aghs so consideraban pobres . su la(lo.

    El Comandante no era u.n hombre malo do entraas ni mucho menos; protega la gent.e buena ue San MoflTtn y tambin la

    o mala. por natural generosidad y sin reparar . en quines la merecan y quin es n. Su ds-cerllimi~nto, moral era romo aptiGo, y tena por iguales todos sus eonterraneos, fa-vorecindolos o golpendolos sin distincin de ningn g nel' (') ., En el fondo, su . prepon-deran cia brutal soLre Sa.n ~fal'tn le .pu

    EnJos alu s que . mi o narracin se refiere parece que el Gobier.no, :rp.as hostil que nun-ca al Comandante,aunque dndole ostensi-bles muestras de confianza, se haba propuesto hacer sentir su accin en aquelle-juno distri-to; y con esta mira envile como jefe pol-tico Don Jacinto Coueras, tambin coman-

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    dante de la Guardia Nacional, hombre duro .i los hay y de pocas ningunas pulgas, mala farria y peor catadura, que segn las miste-risas y reservadas hablillas, tena instruccio-nes del Gobierno para someter de grado por fuerza al cacique. N o se vean bien los dos comandantes, y ambos parecan dispuestos reventar el mejor da, aunque D. :Mateo en ms de una ocasin di muestras ele pru-dencia, con mengua de al! fama y satisfaccin cuidadosamente ocultada del barrio de las Lomas.

    Tres meses iban corridos de tal situacin, y ya D. Mateo hablaba sin embozo de las arbitl'ariQdades de Coderas, tan to como Co-deras de las que D. Mateo cometa, abusando de la sumisa condicin de los pedreos. N un-ca San Martn las habia visto tan gordas. Los de los Lomas se frotaban las manos muy en reserVl1; los del Arroyo est.aban ra-biosos y provocativos.

    Algo grave tenia que suceder.

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    SuceSJ grave.

    , OR aquellos dias andaba la poltica de .. ~ compuesta y la situacin delicada, en ~ virtud de que el descontento cunda en ,

    las poblaciones IDtlS importantes del Estado; la tempestad se anunciaba con un murmullo sordo, y el mar revuelto de la opini6n pblica ibu alzando olas que alteraban, aunque debil-mente, el tranquilo estero de San Martn. :Ms de una vez o en la tienda de 108 Gonzagas la

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    voz proftica de Seve~o; que con "hilios de'" si:l.bio previsor, crea y afirmaba que antes de mucho se armara la hola; que el dis-trito X. no soportaba su jeftl poltico; que el distrito Z. se mor':! de hambre por la escasez de maz, y sin embargo, no se dismi-nua el impuesto sobt'e:-el

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    la esposa del jefe pultico, porque ste as lo dispuso. Tena yo una hermosa letra inglesa" d la que haba en uquel tiempo poqusimos ejempla1'0~, y sola yo poner las primeras palabras de las actas con letra gtica que no dejaba que pedir. Adems, me saba como el Padre nuestro la gramtica de Quiroz, la arit-mtica cmnf~rcial que el'utexto enSan ~{artn, 'y haba leclo diez quince veces el Instructor y otras tantas el Periquillo; con todo lo cual tena formado . un caudal de iI!struccin, que abrazaba retazos de ciencias naturales, tajadas de Historia, girones de Geografa, y aun ciertos mer ... drugos de Nutica y Dere-cho natural.

    Ahora bien; pesar de todo esto, Severo me mil'aba siempre desde arriba,comosi estuviera encaramado en la torre de la Iglesia y yo meti-do en el fondo

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    que yo me esforzaba en declarar interiormen-te que aquel fatuo era un ignotantp., le ad-miraba en realidad y le envidiaba, sobrf' todo sus conocimientos literarios, que pesar d~ mi resistencia me cautivaban, y avivaban en mi alma el corrosivo v~meno de la envidia. En verdad nada eaba, pero tena ese desplan-te para decir desatinos, que aun en nuestra culta capital se sobrepone con frecuencia la verdadera instruccin y al posit.ivo talento.

    N o me le haca menos antiptico su fsico. Era hombre como de treinta y cinco aos, bajo de cuerpo, de mengulda frente, mirar sooliento, labios delgados rodeados de es-casos y gruesos pelo!1 semirubios y piernas ms que medianamente encorvadas, que mo-va en paso largo, lento y acompasado, como corresponda un hombre de sus talentos y fama. Aunque todo el pueblo tena por l sentimientos los mos semejantes, era bien aceptado en todas partes: paradoja que se comprende fcilmente, C011 s610 saber que era el tinterillo de San :Martn. Nada me-nos que segua un pleito contra el tende-ro espaol y oomo apoderado de los Gon-~agas, por no s qu negocio que ambs

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    casas . comerciales hicieron en participacin . . Tal era' el hombre que anunciaba la proxi-

    midad de la. bola, y que en el da de . la -p~tria tena el alto encargo de. hablar al pueblo.

    Realmente, las noticias de lacapi.tal eran alarmantes, y se saba que' las remociones.qe empleados l5e hacan frecuentes; como suc~e siempre que llega las alturas del poder el r.u-mor de prximas borrascas. En San Martn, mientras tanto, se procuraba no tener opinin por lo expuesto que es formularla antes de que se sepa el resulta.do probable del negocio; pero yo que oa las conversaciones. y . atis-baba las palabras y los gestos, y aun alguna descuidada franqueza, me persuad desqe en-tonces de que eh este pas la opi1'tin . est siem-pre en favor del desorden, d donde diere, y sin neceflidad de averiguaci6n verdad :su-puesta y buena fe guardada.

    Oyendo aqu y platicando all, un da en el portal, otro en el atrio de la iglesia, una noche . en la tertulia de los Llamas, fu for-mando un conjunto de noticias, suposiciones y comentarios que me dieron la suficiente instruccin en esta especial chismografa que se contagia, que embriaga y que envicia. Poco

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    tieinpo bast para que yo la tomara aficin decidida, y sola ya con frecuencia meter mi nucharada en glosas y profecas.

    Era un hecho: el licenciado Prez Gaviln era un grande hombre; por supuesto; como que la iba a1Jnar contra los abusos y dcs-mane~ del poder. Era. sin ' duda un ' grande hombre, digno de. regir los intereses del Es-tado.EI Gobierno deseaba arrojarle del Con-gresO; pero no haba manera de conseguirlo, y adems se tema que tal proceder hiciera estallar la. mina. T~st.abi de uquerdo con tres militares d 3 importancia; no c;l.ba duda! El jefe poltico del distrito H. era su ~omp tdre, IUIJ30 01 distrit ) era suyo en cuel' -po y alma. N o haba que calentarse la C

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    el otro confiaba la parte militar del asunto. ,Por supuesto que de todas estas indudables

    hiptesis tomaba yo nota tnl un corro para soltarlas en otro; mas debo declarar que no hablaba yo de la m1sma manera entre los ' de las' Lomas que en ruedas del bcl.rJ'io del Arro-yo. Ambos, sin: desmentir a raza, deseaban que hubt'era lumbre, pero los de las Lomas hacan vtos interiormente porque D. Ma-teo se lo llevaran loe d~inurrios; mientras los del Arroyo estaban impacientes porqu~ su jefe diera la voz de alarmu para ponerse su lado y entrar en la zambra. Yo no tena o~ 101' determinado, y era por W miS1110 igual-mente aceptado por unos y ',.{otros; pero co-menz divulgarse mi . inclinacin Reme-dios, y esto sobr para que en mi presencia se hablase con cuidado de no lastimar ni remo-tamente Don Mateo. Lo comprend y no quise hacer ' tun mal papel entre 108 de las Lomas; dej de freouentar el prtal; pero procur que t~tmpoco me tomasen por ene-migo. Tal era la delicadsima 'siturici)n de S. Martn cuando lleg el 16 de Setiembre, que como antes he dicho, se celebraba aquella vez con nuevo y no conocido lujo. Y sabido todo

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    e~to por el lector, calcule la . trascendencia. del desgraciado suceso de aquel da, que pa~m, ~onfundi6 y alarm al ytl asustadizo ve-cindario.

    Fu el cs~o, que habiendo tomado lo. ban-dera Don .Mateo para prebidir el paseo cvi-co de costumbre, Coderas se interpuso en su camino, se la quit de las manos, y con: voz desde luego irritada dijo:

    -Esto me toca . m. El hroe de San Martln se qued de pron-

    to estupefa0to, ms que de corrido de admi-rado al encontrar horbre capaz de cometer-le desacato tan 19-verosmil. Pero en seguida la sangre acudi agolpada su cabeza, man-chsele el semblante de un color rojo amora-tado que le di un aspecto de ferocidad ,es-pantosa, y cerrando los puos grit!

    - -A vd!. ..... Cmo vd! Coderas estaba ya en la plaza. -S, seor, replic; yo soy la primera au

    toridad poltica del distrito .. ~y yo!. ..... -Ud. aqu no es nada! y el jefe poltico, haciendo un gesto ' de

    grosero desdn, inici la marcha grave y pau-

  • -2a -sadamente al son del tambor, V suavemente atariciado por el lienzo tricolol' que el vien-to echaba sobre su cueeza. Cuanllo D. Mateo quiso lan'zurse sobre l, segn su costumbre, dos otres amigos suyos y yo le detuvimos, procurando calmarle.

    Ls asistentes se habian quedado de una pieza, deseando en su mayora convertirse en ratones y escapar por cualquier agujero, para no verse en el fatal compromiso de quedarse con Ql comandante seguir Code-ras; pero su vacilacin no poda ser larga, porque el Jefe poltico se iba alejando, y los ms tomaron el partido de ir con l. Los Lla-mas creyeron encontrar el medio justo: sa-liendo de la sala, se escurrieron pegados la pared ha'sta la esquina, y tomaron buen pa-so el rumbo de su habit,aci6n; resultando de aqu que D. Mateo creyese que habian ido con Coderas, y ste que se habian quedado

    con aqul. Yo no me mOv ...... por no moverme.

  • IV

    Los festeios. \oi

    ~ QUELLA situacin embarazosa dur ~ poco, pues D. Mateo empujado por su ~~ fiera clera sali de la sala municipal

    vociferando, y agotund o en sus palabras cuan-to la germana de cuartel tiene de ms enr-gico y vigoroso; de tal suerte? que de 108 di-versos grupos de gente que htlba en la pla-za, buen nmero de personas se aglomer6 tras l, para informarse de lo que le ocuna y acomjiLarle su casa.

  • - 31 =---Yo, no sabiendo que hacer, no hice nadn, y

    me qued en la sala estupefacto y atado por tan imprevisto y grave acontecimiento,. has-ta que vino despabilurme una voz conmo-vda que dijo mi espalda:

    --Qu feo ha estado esto!. ..... Volv la eara y me p.Tl(lontl' frente Ber-

    mejo, el Recauddor, hombrc ligado con cier-ta intimidad D. :Mateo; .peroque cuidaba corno cosa propia el emplello y trataba siem-pre de nadar entre dos aguas. Entramos en serias consideraciones sobre el caso, y Bermejo llt~g decirm8 que aquello haba sido una imprudencia del J efe poltico, y que el Comandan te no se quedara con el desai~e que pblicamente sufriera. De fijo que ms tara':' asent en ulgn corro lo contrario; pe-ro m, no tu vo reparo en manifestarme con su franqueza de costumbre, que conceda en todo la razn al to de Remedios.

    Llevbamos larga la hebra ' cuando apare ci por la esquina el irritable Coderas con su comitiva, precedida por la extensa columna de chiquillos de l~ escuela. El puseo conclua

    . y tuvimos queapre~urarnos para llegar al portal ntes de que Severo comenzara su

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    discurso cvico; pero toda nuestra prisa.no nos sirvi ms que para tomar lugar entre el pue-blo que se apiaba en derredor, pero 'buena . distancia ,de la tribuna . .

    El Jefe poltico haba colocado la bande-r en el temp~tc, un lado del retrato dd Libertador, sentndose' despus, con la gra-vedad deL caso, en el descuadernado sill6n pre-sidencial. Las dems autoridades ocupaban las pocas sillas que rodeaban el alt(w de la patria,'y la gentecilla menuda de la escuela se haba de propia autoridad posesionado de uiulS cuatro bancas que la previsi6n munici-pa.l agregara para los parUculares.

    U n campanillazo seco anunci' que el ora-dor oficial se' encaramaba en la trihuna; yen efecto, el busto de Severo, tranquilo~ serio y dormiln, apareci6 destacndose sobre el fon-d oscuro de las cortinas de las Animas.

    Si yo hubiese tomado de memoria 'el discurso ntegro del fatuo tinterillo, quiz no pudiera resistir ' la tentaci6n de estamparlo aqu; pero tranquilcese el bondadoso lector: no conservo sino frases sueltas que llegaban 'mi ' oido, cuando el orador, en BUS lentas y majc.st.uosas oscilaciones 'volva el -postro ha-

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    cia el lugar en que yo me encontraba. :Mi SI-tio estaba distante de la tribuna, y el orador se volva hacia l pocas veces.

    Tosi, puso el manuscrito sobre la baranJi-Ha, derram una mirada sobre su atento au-ditorio y lanz el grito sacramental:

    -" Conciudadanos!" y los conciudadanos se volvieron todo o-

    dos y le miraron de hito en hito. N o pude or sino palabras sueltas del exor-

    dio; pero comprend que trfttaba largamente de su insuficiencia y del alto honor que se le haba hecho, nombrndole para J'ecordar en aquel da los nombres y hazaas de sus hroes al olvidadizo pueblo de la Cabecera. Con fre-cuencia miraba, sin ver, un punto vago del espacio la barandilla de la tribuna, atis-bando el primer rengln del prrafo que deba lanzar: se detena un momento; pero una vez atrapado el susodicho rengln, sala el prrafo entero, con toda la gallarda que es compatible con el trab~o de hablar de me-moria.

    Yo aguzaba el odo, pero el ruido de la plaza, en que aquel da haba vendimias ex~

    3

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    traordinarias y el de los muchachos, que haciendo poco caso de la oracin cvica, juga-ban poca distancia al toro y las C~tat1'O es-fjHinas, no me permita or cuanto quisiera. Por fin alcanc esta frase:

    -':Tres centurias sufri Anhuac el yug ominoso de b. tira,na."

    El orador volvi la cara y no pude or mas. A poco se dign permitirme que aproyecha-l'U esta otra:

    _,Y aquel humilde anci :tno arroj el guante los til'uno&, danelo el grito de liber-tad el 15 de Setiembre de 1810."

    Ms tarde fu ms feliz, pues atrap todo esto:

    -"Morelos ... Allende ... AIGlama . .. Abaso-lo ... Guerrero .... Mina .... Rayn ... Bravo .. . y tantos y tan.tos otros, que regaron con su sangre el rbol sagrado de la libertad."

    Esta metfora me produjo un salto de co-razn y cierto encrispamiento de nervios, mezcla confusa de arrebato entusiasta J de invencible envidia. Yo no la habra imagina-d o. Despus la he odo en boca de todos lo~ oradores de portal y alameda, pero dQ fij o la han tomado del discurs

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    N ot despus que la voz del tinte rillo de-caa, hacindose como pastosa y pesada; pa-saba de media hora el t.iempo eonsagrado aquel punto del programa, y la, oracin toca-ba su fin. Seyero estaba en el momento crtico en que la elocuencia decae, por ser el que corresponde las deducciones lgicas de las premisas asentadas. Sin embargo, me pa-rece que Severo ni haba asentado premisas ni deduca cosa alguna; aunque puede d arlo entender este otro perocloque cog al aire:

    "Imitemos [l los hroes que ti costa de su sangre nos dieran patr ia .

    "Reunamos nuestros esfuerzos y levante-mos del abatimiento b. esta patria hendi ta tan digna de mejor sue1'te!"

    Aqu abr los ojos, sorprendido por la no-vedad de la idea; y an no acababa de sabo-real' la bonita frasecilla, cuando hiri mis oidos la voz del orador, que pulmn lleno gritaba:

    -"Viva la libertad! Viva la independen-cia! Viva la patria!"

    y baj de la tribuna. El Jefe poltico se levant del silln pre-

    sidencial, llegse al orador, y le di uno de

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    esos abrazos serios, correctos y frios qu~ se usan en el teatro y dems sitios de comedia; el Juez de 1 ~ Instancia hizo lo mismo, y tras l los otros circunstantes por orden de ge-rarquas.

    Retirme yo mi casa, en donde mi ma-dre me esperaba eon impaciencia y afliccin, pues tuvo noticia de que ambos comandantes se haban roto sendos huesos en trabada ri-a, estando yo de por medio; y aun se le se-gur que el pueblo irritado estara en armas de un momento otro. As corren las noti-cias en los tiempos nublados. Tranquilicla yo, refirindole. lo ocurrido, y no obstante esto, casi me prohibi salir la calle.

    Hasta las cinco de la tarde obedec este decreto, y permanec en casa pensando ya en las consecuencias del hecho que presenci, ya en lo que sera de Remedios si vena la bola, ya en que la patria, . segn Severo, era digna de mejor suerte. Esto ltimo me preo-cupaba ms, tanto por la envidia que desper-taba en mj alma tan peregrina frase, como por que jams me haba ocurrido que aquella tierra y aquellas gentes mereciesen mejor suerte que la que sufran. Despus, tanto lo he

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    odo repetir en discursos, y tantas veces lo he ledo en artculos de fondo de los diarios, que me he convencido de que es cierto. Vaya vd. oponerse la corriente de la opinin .general!

    N o se me tilde y note de prosaico (que al fin no invento sino refiero), si digo que por la tarde la diversin patritica consista en un alto morillo enclavado en tierra y cubierto con una capa de jabn de pulgada y media de espesor, por el cual habra de subir el desgra-ciado que quisiera apoderarse de dos paue-los y un zarapejo que flameaban all como -ocho mE:ltros de altura.

    Todos los que asistieron esta singular di-versin .lograron lo que yo: un buen rato de aburrimiento y un dolor tenaz en el cervi-guillo.

    Por la noche volv la plaza, en donde bajo el nombre de serenata se daba un cence-rrada, que mi no me lo pareca. Algn gru-po en el portal, tres cuatro en la puerta de Arenzana, y varias familias en el atrio de la iglesia, componfan la concurrencia de gente V1:sible; la invisible llenaba las cercanas de la fuente, y en derredor de sta, los msicos se

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    envanecan justamente de llevar aquellos pul-mones que soplaban sin tasa desde haca veinticuatro horas . .

    Sentme yo en el umbral de la sala de ca-. bild03, Y me entregu mis pensamientos.

    D. Mateo, Remedios y la pat ria se empujaban en mi imaginacin tratando de prevalecer en mis reflexiones. Yo los content todos, lign-dolos en mis desvaros.

    -Este disgusto entre el Jefe y el Coman- . dante podra dar lugar y motivo para que la cosa se armara por aqu, puesto que D. Ma-teo no se qlledara barlado. De seguro que D. :Mateo se pronunciara y el barrio del Arroyo ira tras l; pero tendran que salir del pueblo, porque Coderas no se dejara sor-prender, .... Y qu sucedera con Remedios? Este hombre no haba de ser tan brbaro que la dejara expuesta al furor de sus ene-migos. Y que stos eran! ........ Tambin yo podra cuiJarla, y ntes me mataran que to-carla un cabello. jOh! en cuanto eso s que no caba duda; yo sera un tgre!.... . . .. Bien visto el caso, la revoluci6n era justa y legti-ma; se trataba de derrocar la tirana y la ti-rana es abominable. Yo no saba cules eran

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    los abusos del poder; pero que el Gobierno a.busaba, era cosa fuerd de toda duda y ui s-CUSlOn. Hombre! y es bonito el papel del que acaba con los tiranos; algo hay de eso en el In8t J' llctO}' que he ledo con particular atencin .

    - Supongo que me pronuncio; que me pel'-sigue Cocleras y no me atrapa; me voy la montaa y all se me reunen hasta cien pe-dreos, armados de cualquier modo. Vengo sobre S . .i\I artn; Coueras ha reci bido auxilios del Gobierno y me espera sobre las lOInas; pero yo le ataco con un bro extraorc1inario y le ar rojo de ::ms posiciones, le quito las at' '' mas, se me pasan sus soldados, y tres di as despus marcho sobre el di st ri to ir..mediato y ......

    Un estruendo repentino rompi el hilo ele aquellos pensamientos que me estaban po niendo nervioso y agitFl.do. D un salto, cre-yendo que Coderas reorganizaba sus disper-sas tropas y volva sobre m; pAro no haba tal: eran las I!ueve de la noche, y comenza-ban quemarse los fuegos pirotcnz'cos anun-ciados en el programa del Ayuntamiento.

  • v

    Remedios.

    !Vi OT,VI(l cAda cosa ~ su lugar; es decir, ~ el Padre Hidalgo la Jefatura, la tribu-~ na al sal6n de la escuela, el guila y los

    papelones de colores la gaveta del dmine, la tienda de los Gonzagas los cajones vacos que sirvieran de armazn al templete, y las

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    cortinas pasaron del altar de la patria al de las Animas.

    Psose tambin cada persona en su ante-rior y propio sitio, del cual muchas no qui-sieran haber salido durante aquel da de tan trascendentales sucesos: y mientras Coderas volva la polvorienta oficina, y el pedagogo al ruinoso saln, teatro y santuario de sus afa-nes y s9.crificios, los Llamas se dedicaban de nuevo al cuidado elel rancho ele la Guayaba, por las maanas, y las lecturas por la tar-de de las feroces novelas que formaban su encanto. El Sndico atendi otra Y8Z la ma-tanza de reses que constitua su ejercicio; el Recaudador continu en su recaudacin, y aun el mismo Severo, no obstante el deslum-bramiento que le produjera la conquistada gloria, volvi al Juzgado roer expedientes, acusar rebeldas y promover recursos malicio-sos y frvoj03.

    Hubo, sin embargo, cosa que quedara fue-ra de sus naturales y acostumbradas vas, y esta cosa fu la poca sensatez que entre to-dos los pedreos se pudiera reunir. La tal sensatez, de escaso cuerpo y solidez mengua-

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    da, no volvi en mucho tiempo encausarse, y usurp su lugar el frenes de la curiosidad medio alegre y meClio temeros~ que se apo-dera de nuestros villorrios y aun de nuestras ciudades, cnando los hombres de cuenta, mal aV8nids con el estado de la cosa pblica, se proponen armar la gorda para defender los ultrajados derechos del pueblo.

    N adie pona ya en duda que Don Mateo estaba en inteligencias con el licenciado P-rez Gaviln, con aquel genio inquieto, tur-bulento y levantisco que era, el alma de la bola prxima y que se atrevera con cuanto su paso" se opusiera. El chasco d0 la ban-dera era un filn explo table, ms bien dicho, era una causa determinante sobrada para em-pujar al ri1bioso comandante, 'sin necesidad de los amuos del revoltos0 diputado; pero vino un hecho concluir la obra, comproba-cin de que Prez Gaviln era hombre que saba sacudir el rbol cuando la fruta estaba madura, prim"era y prjncipal dote que los agitadores populares han menester. Reciban los Llamas, Don Mateo y Severo, sin haber-le pedido n:i pagar un centavo de suscricin, el semanario t itulado La Conciencia Pblica,

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    peridico nuevecito que llevaba dos meses de nacido, y que, dirigido por el jefe de la re-vuelta, era el rgano autorizado de los des-contentos. Qu artculos de fondo censuran-do las contribuciones y olvidando los gstos de la Administracin! Qu sonetos pintando los errores de la tirana. y lamentando la hu-millacin del pueblo! Qu prrafos de ga-cetilla, echando en cant al Ayuntamienlo de la capital del Estado, los malos pisos de las calles, y tal y cual abuso de un agente de polica.

    Pues bien~ este peridico en su nmero diez, correspondiente al trece de Setiembre, y que lleg S. J\fartln el diez y siete, public en primer lugar de &u gacetilla el siguiente p-rrafillo que tomode la coleccin que conservo:

    " Larnentable.-El Sr. Oomandante D. Ma-teo Oabezudo, que tan justamente apreciado es en el pueblo de San .Martn, se encuentra postrado en el lecho elel dolor, consecuen-cia de un reumatismo, segn se nos asegura. Por el bien de aquella importantsim!t frac-cin del Estado, que en el ~r. Oabezudo tie-ne cifrados su ms legtimQ'orgullo y su ms halagadora esperanza, deseamos que el dig-

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    no y pundonoroso militar recobre cuanto an-tes la salud."

    Don Mateo no haba estado en tal lecho del dolor, ni con tales reumas, y habra po-dido regalar un poco de . ~~lud al Sr. Gaviln sin menoscabo de la suya; pero esto importaba un comino las intenciones aviesas de La Oonciencia P ,blica. Y es un hecho que yo ve-rifiqu d~spus, que el percance de la ban-dera y este maldito prrafo, fueron caUba de que Don Mateo llegara comprender de un modo claro, que el puelo estaba oprimi do y que l deba ayudarle sacudir el mi-noso yugo de la tirana, como se dijo en la proclama que das despus escribi esta ma-no pecadora.

    Algunos:pedreos, en desproporcionada mi-nora, lamentaban . y teman los desrdenes con que se vean amagados; yesos eran, en pri-mer lugar, los que tenan que pagar los gastos de la revolucin, yen segundo los que tenan que seguirla, improvisando ;instintos belico-sos. Despus de todos estaba yo, que aunque senta cierto antojo de desorden y de emocio-nes, vea nuevas dificultades para Remedios, y liras torno 8eguro de mis clculos y esporan-

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    zas respecto la duea de mis pensamientos. Si digo que Remedios era una muchacha

    tmida, dulce y delicada, no por ello tema el lector de juicio, que vaya tomarme el tra-bajo de inventar, adornar y pintar una he-rona con tubrculos, ni que quiera seguir hilo por hilo y lamento por lamento la historia tris-te de un amor escrofuloso. N o; Remedios va-la ms que esas desgraciadas heronas de :ba tos; luca sobre la blanca tez de sus mejillas los colores de las rosas que regaba en sus ties-tos por la maa:na; la roja y ardiente sangre se trasparentaba en sus labios con vivo color; y la redondez escultrica de brazos, hombros y cuello, todo suave, sedoso y nacarado, reve-laba la fresca salud que el ejercicio domsti-co engendra y la pureza de las costumbres hermosea. Alta y esbelta, airosa con natural y no aprendida elegancia, habra sido una lu-garea en el aspecto, si la fortunct no hubie-ra puesto en sus ne~ros y grandes ojos, an-tes rayos de luna que h3.ces de luz solar: Su mirada, en efecto, era dulce y triste y pare-ca derramar sus resplandores sobre la tersa y pensadora frente: esto es lo que m me hizo rendir el alma~ y lo que no olvido ni olvi-

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    dar jams. Qu me importaba que se la ta-chara d,e no tener In. boca ms pequea? He leJdo despus en algn libro de Zola que las bocas como aquella 'son sensualQs; pero la ver-dad es que Remedios era ms dulce y afectuo-sa que ardiente y apasionada.

    Cumplira en Diciembre los 17 aos, pero haba sido vctima de dolores que la hirieron desde su infancia, abatiendo en cierto modo _ su espritu infantil y dndola precozmente reflexin, prudencia y madurez. N o haya te -mor de que, ignorados sus padres, resulte lue-go hija del Sultn de Marruecos enla penl-tima pgina de este libro; nada menos que tal cosa: sus padres eran, y bien lo saba San 1\1:artn, D~ Andrea Cabezudo, hermana ya di-funta de D. Mateo, y D. Camilo Sori, Jefe poltico que fu del distrito, aos atrs, y que encontr modo y coyuntura de dar al traste con el brillo no empaado del claro linaje de los Cabezudos.

    Cuando la nia vino al mundo, D. Mateo era Mateo secas, y por tanto no tena el de-ber de indignarse, ni quiz el derecho.

    Sorja dej6 la Jefatura cuando el Gobierno lo tuvo bien, y se ausent6 de San Martn sin

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    volver acordarse de Doa Andl'ea ni de su hija, pero durante su adminish'acin hizo ta-les y tan rigurosas econolp.as, que al sali r del empleo tenu comprada una regubr finca de campo diez l~guas de la cabecera, y ella se retir para gozar tranquilamente elel [r"uto de sus afanes y pri vacones, Andando y rodando el tiempo, Sora contr~o matrimonio con una mujer que poco result una harpa celosa y endemoniada, la cual logr dOlllWl' con abso-luto imperio su marido, que en verdad yen justicia era otra fiera . M:uri D ~ Andrea, de -jando remedios de cinco aos, y la harpla , en odio D. Mateo, y por una 8.herracin de los celos, cuyo estudio remito los psiclogos novelistas, oblig, apremi y forz Soria que recogiera la chiquilla, quiz para ven-gar en ella el desliz d su marido.

    Cinco aos sufri Remedios los ms atroces tratamientos de la peor de las madrastras, so-metida n duros y bajos oficios, soportando constantes y envilecedores ultrajes, ciencia, paciencia y aun gusto del monstruo que tuvo por padre;' y tal grad.o baj la condicin mo-ral de la desventurada nia., que lleg ver co-mo cosa comn y corriente aquella vida mise-

  • - 4S.--

    rabIe, y aun {t creer de bu~r.a fe que no era acreedora otra mejor, ni deba aspirar conseguirla: .

    Pero he aqu que :Mateo se torna D. Mateo, y adquiere por ende la obligacin de tener ver-genza y el derecho de lucirla; ya monta bue-nos caballos, abofetea Jefes polticos, posee terrenos y tiene medallas; . ya lee peridicos, y platica ele t t con los ms empingorotados personajes del pueblo: no puede meno& que in-dignarse al recordar el ultraje de su nombre clarsimo, y despertando en l con mayor vi-veza el fondode bondad de su brusco carcter, siente amor la pobrellia que conoce apenas y cuyas desventuras oye contar alguna vez.

    Peps;,rlo y hacerlo todo fu uno; que en hombres tales no cabe poner distancia entre el propsito y la ejecucin. Cala el jarano de ms galones, apercibe las armas y mon-tando en el retinto quemado, se dirige al pue-blo de San Gel'imoRioseco, en donde se celebra la fiesta del Santo Patrn la cual Soria y familia deben ele haber asistido. Y como all estn, en efecto, requiere Soria en plena plaza para que le entregue la ni-a; eniran en dimes y diret

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    las primeras de cambio, y poco D. ~iateo aporrea su sabor al ex-jefe, da con l en tierra, le enloda, le abruma coces, y to-manJo la nia, se la lleva enmeclio del es-tup

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    par la sazn y tiempo 0l'0rtunoR, el Coman-dante le envi un recadillo duro, que le hi-zo l'enunCIar el poder. Era aquel un artculo de previo pronunciamiento no previsto por los autores.

    N o pudo el tiempo gustar los filos p.el odio 'implacable de Soria y esposa hcia el Co-mandante, y mes pul' mes y da pOlO c1a,_ jura-ban voz en grito ' que le 1iablan de quitar la mocosa desvergonzada, y tomaran de l

    , la vellgunza correspondient.e al a.gravio. Y como SOl'iu. era un mal hombre, con cierta gente de su parte y bastan te fama de temi-ble, la l>obre nia viva siempre con sobre-salto, y yo no las tena todas conmigo.

    La. r e volucin era peligrosa en aqUl:~llus circunstancias; y tanto pell S~ 8001'0 esto, que UlI da acab por imaginar el lll~ 1ST1gul~r desatino: CURarme con RemeJios en una se-mana. Burlse lui madre de tal pensamiento deprollto, pero lleg a enojarse cllal~do le tom por lo srio, al comprender la. formn.-lid ud Je mi consulta. Estaba ella n..s q ne yo enamorada de Remedios; pero nos tena por un par de mueco8, ill~apaces de juicio y sn-' satcz. Dme yo ~ p~nsar sobIe ' la oposiciOll

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    de mi madre; . declar y . resolv que aquello n'o era sino el amor maternal rebelado con-tra otro amor que le inspiraba celo: y como supiera qUE" D. ~Iatco miraba con buenos ojos' mi inclinacin por S11 sobrina, un da me entr' en su casa' algo plido y tembloro-so,ypor estudiar !pucho la manera de de-larurme, hube de pspetarle de golpe y po-rrazo la declara.cin ms breve, franca y brus-ca de riii amor Remedios.

    A fuer de buen militar, el Comandante sufri el asalto' sin inmutarse y entr6 en ma-teria.

    N o le pareca. mal, si ambos nos queria-mo~, y si la seora (mi madre) estaba confor-lIile. Antes que nada era necesario el acuer-do de la seora. Contaba yo con l? Cor-riente; pues no habra dificultad. Pero en esos das las cosas andaban mal; e~peraramos un 'poco. Canasto! al fin eramos ambos muy jovenes y podramos esperar aos enteros. Las cosas se arreglaran pronto y bien, y 'entonces t;eran de otro modo; porque as aebart se'r. Por otra parte, yo no era nada hasta entonces, y un hombre debe hacerse ulgo antes de casarse; por ejemplo, recauda-

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    dor de con tribuciones. Y lo alcanzara. yo, canasto! 6 el Comandante se quitara el nom-bre. Pero bien visto no era. necesario aque-llo, pues al fin era yo hijo de la, seora, y eso bastaba, puesto que la 8eol'I.1 era para l lo primero, y la memoria del seor (mi padre) tena un lugar en su COI'r,Z()n,., Sin embargo, era mejor espel'a.' un poco, que las cosas andabdll mal.

    Me d al demonio con esta con versaci6n .. de la cual nada saqu en limpio, sino que D. Mateo estaba en un perodo de vacilaciones que revelaba la agitaci6n interna que le do-minaba,

  • VI

    La Conciencia Fu blica.

    '

    .DITORIAL.-HEl pueblo, en ejerci-cio de sus inalienables derechos, por

    . tan t O tiempo conculcados, ha resuelfo al fin romper las cadenas de la odiosa tir&-: na de los magnates que han credo ser . dueos del pas y que han querido tratar 108 ciudadanos como un rebao de ove-jas. Este resultado vena preparndose des-de hace tiempo, y pareca que los mismos interesados en contenerlo 8~ empeaban en

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    precipitar los ~contecimientos que vemoS hoy realizados. El pueblo r\jivindica sus de-rechos usurpados, y sigue los pundonorosos caudillos que le ensean el glorioso camino de la libertad. Cada uno de esos hericos hijos de las montaas, que secundando l . Plan de Venta-quemadl1, abandonan el ho-gar para acudir en favor de la dignidad na-cional vejada, colocarn sobre su frente los in-marcesibles laureles que se cien los hroes, la corona de siempreviva de los mrtires."

    As comenzaba, continuaba y terminaba el editorial: el artculo de fondo, que La Con-ciencia Pblica llev San ~1:artn en su n-mero 14, correspondiente al 10 de Octubre de aquel ao, y que puso en todos los ni-mos suspensin y espanto. Los tres ejetopla- , res que se reciblln en la ~ab~cera, iban de una otra casa pa.ra; ser ledos en voz, alt~, emnedio siempre de un considerable grupo , de personas. Muchas de eUl;ls segun al ejem~ pIar en su peregrinacin, para oir tres y cua-tro veces aquellas estupendas noticias y la altisonante , jerga en que estaban ,escritas.

    y haba otro documento que comenzaba as:

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    "Plan libertado..1'.-H aqu las bases y pro-grama de In rovolnci6n iniciada por el ilus-tre General en la ranchera de Venta-que-mada.

    "Ls suscritos ciudadanos, rE'unido~ para deliberar sobre la situacin que guarda el Estado, dada. 1;1, apata de los hombres que le gobiernan~ y el ultraje constante que sufren lvs inalienables derechos del pueblo;

    Considerhnd-o: que el Gobierno elel Estado, ha conculcado .esos derechos, sin respetar los que gara.ntizan nuestras leyes constitutivas, dspreciando toda ley y todo ...... etc., et~/'

    Seguail diez considerandos, que termina-ban con cinco 6 seis dec.laraciones relativas la supremaca de las leyes cGRstitutivas, por centsima vez decla.rada y proclamada; y la organizaci.n de la zambra, de la que era Jefe el general aquel de que hablaba La Con-ciencia. Los derechos del pueblo quedaban en el Plan bien aseguraditos contra toda concul-cacin), y diez veces reconocida su '(~aliclad in-portantsima de inalienables. La soberana quedaba devuelta al m{smo caballo blanco, el I!!ufragio "venerado en el santl,lario de las ur-nas de l~ liberta

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    decidas para lo porvenir; pero sustlt,uidas en tanto por los prstamos forzosos, en virtud de las imperiosas necesidades de la revolu-ci6n. :Muy bien hecho: al que quiera 3zu1 ce-leste, que le cueste.

    Pero quiz ms que lo que c0piado fielmen-te llevo, asombraban, movan' y agitaban los ciudadanos de San Martn algunos parra-fiitos de gacetill?-, que quiero trasladar aqu para mejor ilustraci6n del que lea.

    "Inicua arbUrariedad .-Se ha libr'ado 6r-den de aprehensi6il cont~ra el ilust.re diputado Lic. Jos 1. Prez Gaviln y sus tres valientt:s compaeros, s610 pr el g;'ave delito de haber sostenido inc6lumes en el CongrE;so del Est.a-do, su dignidad y 108 fueros de In ' ley. La indignaci61l pblica ha n egado su colmo. Los diput.ados perseguidos se hn' ocultado por temor de ser vctimas de un ' atropello."

    ".Adelante.~El General Baraja al frente de seiscientos hom1res Sp- mueve ya sobre la cabe-cera del distrito de X. El Jef~ poltico ha abandonado la poblaci6n, segn se dice. El cabecilla indgena Juan Pablo ha secunda-do el J>hm con cien bom bres de 11:1 Cinega."

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    Con fecha posterior y con caracteres borro-8(JS ininteligibles; acompnaba al peridico el necesario alcance.

    "Atentado ina'udito!!- ji La Prensa . amor-dazada!!- Un redactor vejado!! .. :etc., etc:

    As comenzaba aquella hoja que me rehuso copiar por su extensin excesiva. Baste sa -ber que refera menudamentecmo el da mismo en que saliera la luz pblica el l-timo nmero de La Conciencia, la polica in-vadi la imprenta y redaccin, atrup al ga-cetillero, que no pudo como sus compaeros ponerse tiempo en cobro, y le condujo chirona como responsable de artculos sub versivos. Refera tambin, que la imprenta haba sido embargada por supuestos acreedo- . res, y mandamiento de un juez dcil y aco-mod-aticio; terminando por manifestar que, resueltos proseguir en la .defensa del pue-blo, no call1:1l'an pesar de los atent&dos -de que eran vctimas, y que La Conciencia con-tinuara apareciendQ, aunque menguada . y con borrones, en la pequea y deficiente imprenta que haban habido mano.

    Si el lector ha vivido en algn San . Mar-tn de la Piedra,tendr acaso por excusada

  • -r,s -

    demasa la pint.ura de lo que en aquella oca-sin pasabaell mi puehlo. -Qllii~ no' ha vis-' to en casos tales al J fe poltico, ponerse serio y engestadD, como si cada vecino fuera un r~voluc'onario peligr08o; ' escribir muchas co- ' municaciones; de'spuchar correos extra Olrl i-llarios ,. has -hol~S de }" noche; llamar !..las

    . :.mtorid-ades y sus- parciales, y mostrarse ms ' arbitrario que 'nunca? Quin no ha visto log Cuhezudos hacerse misteriosos y dar , eli-tender qu.e todo se lo saben y de todo estn nI cabo; convocar ' sigilosam~nte sus compa- ' (lres, ahijados, sobrinos y dems deudos para exponerles la 'situacin, y asumir una actitud que los haglol ms y ins importantes y temi-bles? Quin no ha visto los -tibios ence-rrarse, los tmidos hacerse los enfermos, los indgp.l1uS huir de la leva y los acomo-dados del prstamo? Quin, por ltimo, no ha visto cmo la gente escasea en las calles; qlle stas entonces se ven frecuentadas por losperros .que abundan; quelas mugeres van aprisa y 'que 19S chic0s bullen con mayor con-tento, como previendo priima vacacionf

    . Pues ' digan y afirmen todos que vieron Sari Martn, Coderas" D. :Mateo y todos

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    lm~ pedreos, en , aquellos das de .lpretado y temeroso trance.

    Como el distrito que tuvo la gloria de ser cuna de la revolucin, y de abrazar y corn-pr.~nd(>r en sus trminos la ya famosa l'tlnche~ ra de Vent~-.que.mada, eTa rayano del nues-tro, aquel1a misma noche se aseguraha 'con pavor que los' pronunciados estaban las go- ' teras de San Martn; sin que faltara al mismo Coderas la simplicidad bustante para . ser de los que tal temieron. En tal virturl, desde luegQ aument la guarnicin de la plaza con veinticinco hombre,s tomaelos de .don,de bien tuvo, dispuso retenes., dobl las _ centiI)elas, . a~~uvo caballo, instruy polica. secreta y dux;mi 'eu, la Jefatura, que tambin haca d~ . cu.arte!.

    1\ii madre me tom cargo y nO .cesaba de sermpnearme;, me encQrr, l~s seis de la tar--de mal de mi grado, y llena de afliccin IDe decia:

    -Hijo, que no salgas; por el amorde.Dios que te ests qllieto, si no quieres matarme de co~go-ja. Mira que ya anda la leva y que 'e1 Sr, Coderas no ha de quererte mucho, por lo mismo que todOSi te- ti-eoon .po.r partidario de

  • - ~o-D. Mateo. Si te llevan al cuartel me vuelvo loca. Que no salga~!

    Yo prometa y juraba no salir de mi cnsa en ocho das, para calmar la agitacin de mi buena madre: pero tena en realidad el pro-psito de escaparme lo mejor, porque re-sueltamente era preciso que yo hablara con Remedios para saber qu pensaba el Coman-dante y resolver, sabido, lo que conviniera la seguridad de aquella nia.

    Durante dos das no pude burlar la vigi-lancia dp mi celoso guardin, quien tena el ms escrupuloso cuidado de encerrarme las seis de la farde y de esclavizarme y some-terme con s~s cari osas splicas. Pero la tercera noche, establecida la confianza que gar~ntzaba mi sumisin, mi madre entr6 en su cuarto para rezar tranquilamente sus largas oraciones, y yo me encerr en el mo so pretexto de arreglar las ya atrasadas cuen-tas del rancho que constitua nuestro patri-monio.

    Seran las nueve cuando logr separar un barrote de mi ventana, despus de . cortado por el extremo inferior, de tal suerte que poda volverse colocar en su sitio sin que

  • -61-

    fuese facilmente notado mi delito. Stl, cui-dando de no hacer ruido y dejar.do encendida la vela; cerr por fuera, atraves la plaza, to-inando rumbo la casa de Remedios; p~ro para no pasar frente la. Jelatlll'l, y evitar un retn, cruc diagonalmente, pasando por un ngulo de la iglesia. Mas antes de con-cluir la vuelta que era necesaria para sa-lir la calle principal, frente la. casa. d~l sndico Caas me detuvo un obstculo que-me enfri6 sbitamente la sangre, pues las circunstancias, la oscuridad de la noche y la soledad de la calle no eran para menos. El tal obstculo consista en un caba.llo que, es-torbando. con su cuerpo lns de la mitad del estrecho espacio transitable, me revelaba la proximidad de u~ hombre -.;on quien yo no quera encontrarme, y me expona al peligro de recibir un par de coces si me atreva pa-sar por detrs de la bestia. Mas ad virtiendo que la puerta del Sndico estaba casi enteramente cerrada, atrevme pasar por debajo del pes-cuezo del animal sigilosamente. Puesta por obra la determinacin, cre que me caan tres retenes encima, al oir, aunque baja y caute-losa, la: voz de Soria que hablaba con Caftas.

  • .El caballu se ech espantado hcia"atrs, ce-rrando de golpe la perta que estliba ata-do, y yo con no menor 8u~to llegu en tres sultos la calle principal y dobl la esquina~ Mueho me empujaba la curiosiJad 'y un el legtimo inters volver la casa del sndi~ co para procurar 'enterarme de alguna parte de su conversacin, pero un prudente recelo l.qe apart y distrajo de semejan te idea.

    Preocupado y temeroso por la presencia del ex-jefe en San }Ial'tn '! talhra t en tal compaa, segu mi caminoy negu sin ru"s tropiezos la casa: 'del Comandante. 'Llame suavemente la ventana de Remedios, y ,po-co despus la voz de la nia pregunt:

    ~Quin es?

    -Soy yo, contest~ en voz buja! Abr:ise la ventana un dedito no 'ms, por

    donde pude ver apenas uno d~ los hermosos ojos de, la encan tadora morena. '

    . -Juan, por,amor de Dios, qu huces aqu? me dijo angustiada. N o ves que te expones mil COsas? '

    -Lo veo;~ero tus peligrt)l:J me irnportan : m-.s . .

  • - G3-

    -Yo no corro ninguno, Juan: vete, hazme ese favor por lo que ms estimes.

    -S lo corres, repliqu, hablando conpre-cipitacill para ahorrar tiempo; lo corres sin duda, si tu t.o tiene determinado meterse en b bola. Qu sabes de esto? slo para pre-guntrtelo he venido.

    -Yo no s nada . . Pero, Juanito, te suplico que te vayas! Yo estoy bien; te aseguro que estoy bien.

    --lVlira, dije para interesarla; acabo de ver tu Vadl'c .

    . -A. mi Vaare! exclam espanti lda, -Si; en la casa de Caas, que es un bri-

    bn de mar"a. All se trama algo contra tu to, y por lo mismo c~ntru t, eS decir, con-tra in. Pero dime qu sabes de lo que pien-se D. Mateo, dmelo pronto, pronto, porque no tenemos mueho tiempo.

    -N ada s, J ua. ni to, nada . . Vers: esta 'ma-' ana sali un rato y me dijo: "Si viene mi compadre P euro ~Irtn, dile que me espe~ re." Pedro vino y le espere) . . Hablaron un buen espacio y al despedirse mi to dijo: "lIa-: bl C()l1 los muchachos, y en .cuanto. regrese 0.1 cQITeo le m-andar avisos .puru que me vea.

  • - 64--

    -Lo que yo tema, dije con desalielJto.; eso quiere decir que ya trata de levantar su g~nte entre los del Arroyo, para entrar en la revolucin.

    -J eSlls, Mara! -Eso no tiene remedio, hija ma; pero es

    necesario pensar en lo que ser de t. Si D. Mateo se mete es fcil que t8nga que aban-donar el pueblo tarde temprano, y en tal caso, t quedas expuesta qU6 ese Sr. So.ria cumpla su capricho de llevarte su casa.

    -N o lo permit.a Dio.~, J uun.! N o. me asus-tes. - . -N o temas nada. Yo te juro que nada te pasur;porque aqu estoy yo para -cuidarte!, Si tu to se va, yo me quedo.; y antes que ..;o.n-sentir en que se , te to.que un cabello. co.nsen-tir en que me aho.rquen.

    Oimo.s pisadas de caballo. distancia; em-puj la ventana para abrirla algo. ms, estre-ch la mano. tembloro.sade Remedio.s y dije precipitadamente: '

    --Procura averiguar y tenerme al tanto. de lo que piense tu _to., porque importa. Adis.

    Escurr el bulto. rozando. . la pared, po.rque la o.scuridad de lano.che -no. era tal que el

  • -65--

    ginete, ya cercano, p1,1diera- pasarein' verme; dobl la primera esquina y haciendo un lar-go rodeo pude sin novedad ll~gar mi Cf..sa y entrar por donde hab salido.

    Nada haba sentido n~i mudre, y queriendo yo justificar mi encierro, trat de hacer algo en mi libro de cuentas. ,La partida simple se torn aquella noche partida triple por lo menos, pues en cada asiento asentaba yo tres disparates, confundiendo ' este deudor con Soria, al otro con el Comandante, la cosecha con la revoluci6n, y la ordea con los prs-tamos forzosos.

    lIe acost al fin, despus de emborronar el libro lamentablemente. Soria, su mujer, Re-medios y su to, bailaban caprichosas danzas ~n mi imaginacin; y no s ei en la pesadilla del sneflO en -el delirio de la calentur adi-vin dos ti,pos q.ue ,despus conoc:, el M,aes-tro. de E,s~uelll y _la IJo~4uzu.

  • 'VII ,

    'T~.mbien yO!

    "

    MANEoro' el d{ : Si'g.uiit~,. y :cou"l . mis inquietudes y " i,o~obraB"., ~,~'uhal~o , 'grado puestas, que 'nO pareca , sm~ que

    me 'estaba encbni~bd~l~ I ,patte' "poltla 'y maosa de la revohlci6rt: y"c~: Ii'~' s~ra ' mi ' sobresalto, cuando mi madre, ms blanca que esta hoja de papel, me anunci que el seor Jefe poltico me llamaba su oficina, con la advertencia de que pasara por all , sin pr dida de tiempo.

  • - 67-

    Mi niadre me di las noticias que circula-ban como nuevas en San Martn, en tanto que yo me 'vesttt toda prisa. ~fadrugaha,n, por ciert.o, las l1(wedades, pue~ apenas seran la.s siet.e de la nuana; y eran aquellas, que Coderas no haba pegado los ojos en toda la noche, pues un correo del Gobierno le trajo .. papeles importantsimos y muy numerosos; sobre todo muy numerosos, pues los pOlti.-cos de San ~1:artn no comprendan una alar-ma sin su resma de papel florete. Decan tambin lU8 lenguas mejor movidas y ms resbalosas, que entre aquellos pliegos los ha-ba que comunicaban reBcrva~amente una de-rrota . sufrida por el Gobierno, y la orden para imponer una contribucin extraordina-riacn aquel distrito tan digno de mejor suer-t~, como deca Severo. I

    8in desayunarme acud al llamado del Jee poltico, si no ps que puedan entrar en la ca-

    . tegora de desayun.o las mil prevenciones, consejos y rdenes conque.mi madre me con-min que tomara un hilo de conducta tal, que haba de conducirme al ovillo de la bue-naurmona con todo 'el mundo.

    Entr en.1a J eatura, la cual para oficina

  • -68-

    tena todos los legajos y polvo suficientes, y un secretario que por su aspecto y condicio-nes fuera bastante para caracterizarla, aun . cmlTIdo el escudo de madera colocado sobre la puerta principal, no lo denotase con su ins-cripcin y su guila y su nopal. Frente una mesa de antiguo cuo y que pareca deserta-da de refectorio de domnicos, parada sobre el menor nmero de pis en que el equilibrio estable era medianumell te posible, se encon-traba sentado con malsimo semblante el te-mible Coderas; el secretario, colocado en el extremo til de la mesa, dejaba volar su ejer-citada p]uma, escribiendo la centsima circu-lar que se diriga los presidentes munici-pales del distrito; y el Sndico Caas, viejo chiquitn, esculido, con ancha calva, ele con-ducta y carcter escurridizos, la djestra de

    .la autoridad administrativa, recoga los pr-pados para leer desde su asiento lo que el se-cretario 'escriba y l dictaba.

    El Jefe poltico me sa]ud\< con la mano desde 'lejc,s, con una t amililll'idad afectuosa la cual no estaba yo acostumbrado; Caas se puso de pi, y ~Ol1riendo hasta plegar toda la .cara, me recibi dando dos pasos al frente.

  • -69-

    , -Sintese vd.; Sr. Quiones, dijo Coderas. y yo obedec, cad'a vez ms perplejo. Cod~ras poco listo para todo aq uel1 o en

    que el ingenio fuera cosa esencial, abord6 el asunto ..

    -Le he llamado ' vd. para un negocio importante. Como las cosas se han puesto feas, h? y yo tengo que cumplir con mi de-ber, porque el del)er es lo primero, he dis-puesto que el Sr. Currasco, mi secretario, se haga cargo de una compaa de voluntarios; y como yo necesito un secretario porque es necesario y adems mlly til en la Jefatura, pues he dispuesto nombrarle vd. para que venga en lugar del Sr. Carrasco.

    N o se requera una letra ms pal"8 hacer-me sudar fro.

    -Yo creo que vd. no se r .. egar, continu6 el Jefe poltico, porque se trata de servir al Gobierno, y adems de que este es nuestro de-ber, h? adems ele que este es nuestro de .. ber, pues tambin el Gobierno sabe .. recom-pensar los buenos servidores que le .... que le .... es decir, los buenos servidores que sir-ven y que se rifan en estos casos y que no tie nen miedo.

  • -70-

    y 0, que m~ldito si q u,era 1'ifarme y que vea llegar una secretara, precisamente cuan-do no la deseaba ni la poda ver sin horror, me qued de una piezn.

    -Ciertamente, Juanillo, dijo meloaamen-te el. Sndico, con un chacoloteo de poladar que me pareci de vbora de cuscabel;en est08 casos es cuando se abre para los jvenes co-mo vd. un buen pOl'ven~r. Yo le doy el buen consejo de que ni vacile; tanto porque as mejora la posicin dvd., como porque se prepara para la viclu pblica, que siempre co-~ienza por poco. S, seor Comand3ute, est vd. seguro de que Juanillo acepta; es hom-bre que lo hered de su padrE' que fu muy amigo mo; yo creo que puede vd. mandar que se le extienda el nombramiento. Ver-dad, Juan? S, seor; que se le extienda.

    Por fin pude abrir la boca, aunque no muy dueo de ella. Me excue tmidamente con las circunstancias de ser nico scstn de mi madre:. se me contest que nada quitaba el que yo continuara sndolo; arg que mis peligros la hacan sufrir extraordinariamen-te: se me replic que no corra yo ningunos; rtlvent al fin, manifestando que ambos ar-

  • ---: 71,-

    gumtmto~ Tn~s descansaba~l en la , ~ittlaei6n actual, iI.ltr~nq~ila, . incierta y peligrosa, y ja-

    . ' li1~ lodjera ........ 1 :Coderas lanz6 to ternCl, se pus cIlc~~dido. de cl~ra,cerr61oepuo8, y. dej~J?do ?,aer; : \iIt. de . 'e1l9s sopre Jadestar-

    '. , hl~aaa'~esa,~ grit.: . ~, . ' . . ~ ... . " ~re~' qu(Cre~ v~. q1.le ~In me hacen ~lgb. ~~~os. l~o,~sos?J?ues . q~: cree 'vd~ que

    :y()..Ie~ teg.o m~\d.o 6 que .nQ deshago en un ' ''nloqll~~to ~',est~, ' p_~nta , de . marranos! ' Pues

    '

  • -72-

    lector el de subrayar coanto guste en el p-rra fo.' an terior.

    En vano Caas el poltico, el fino, el ma oso, el sutil, quiso contener el desbordado -torrente de quell~ hrutal elera: compren-diendo el mal e~ecto que dehla prc.(lucirllle y el resultao que de ni] conferencia l~on ellos -haba: de esperarse' despus de tul descHg-a. Hubo al fin de inclinar la cabeza hasta quP, "Coderascall,.que fu luu'ndo le di6 la, gana

    Coderas' se paseaba- en la sala lo largo; -lanzand'O de VPZ ,,n; cundo esoS sordos ca-rrasp'eos; que son e'oDio las ltimasamenazs -del pel'r'o que ladr6con fitria. Detvose re-pentinamente, mirme con ojos de tigre he--ndo y dijo: '

    --Por fin, ftooptavd. n6! Yo mir -Oaascomo quen ' dice una ' pIe

    gana. As el que lucha. \:OD 18& aguas de un ,o que le ahog, se agarra de una ortiga si . no hay otra cosa! Y la- ortiga me abras6 la mano y se escurri entre mis dedos.

    -Eres un nio! vocifer6 en airado tono. El seor Comandante tiene razn de enojar-

    , 'Be. Pues qu has.; creid t de- eltOS reY ()lto-_ B08 que andan escandalizando ~l pas! Pero

  • -73-

    merec~s perdn, porque eres deveras una c~iatura. Vamos; dj'ate de tonterus y acepta el . fnvor que el seor Jefe quiere hacerte. Yo bien s que eres amigo del Gobierno? pues as era tu padre; pero si vienes con las necedadf>s de e&'ta gente, tldrr que repren-derte como debo.

    Lejos de ser este el lnguaje que Caas usaba habitualmente conmigo, era entera-mente opuesto; aquel veleta, que pr ad.ular alguien era capaz de adularse s mismo, siempre meloso y blando, tena costumbre de halagarme con elogios y esperanzas para lo porvenir.

    Senta yo las me.iilIus ahra88das y las ore-jas como ascuas, pues he tEnido siempre la. dlCha de sentir muy vivnmt1nte la indigna-cin; pero confieso que siendo aqul1a la vez primera que me vea humillado por una vo-luntad imperiosa y amenazado con violencia, no tuve l valor necesario para rechazar con energa el emple que de tal modo se me ofreciera.

    Coderas no le mova de la posicin que ha-ba tomad:o, y clavando siempre los irritad;oIJ 'ojos en 108 mos, inMsti con grosera.

  • -74-

    -Pr fin acept? . -Ser, coutest; n.o tiene vd. mtivo pa-

    ra incmodarse, pues nada he dich que lo merezca; yo n.o sy partidari de la revlu-

    cin ..... . -Eso es, intercal Caas: -Ni de ningun, cntinu; pe: en to-

    d . cuso, si vd. cree necesaris . mis . servi-cios ..... . ~ Es es, es es, repi ti el Sndic~

    . . -:-Y ;u teng incnveniente. Slo deseo que me permit.a vd. hablar sbre est ' ~i madre; prqul~ smetido sieinp~e . ella y res-petand sus cnsejs y dispsicines, n.o qui-siera dar este pus sin cnsultrsel.o.

    -:-Es' es, dijo Caas cl~ . nu~;y. .. S~, ~.eor; bien puede vd. permitrselo; segur de que~a Sra. Doa Fran~isca, ~: dejar de cnsentir en ell.

    ~Bueno, c~tst el Cmandante, e.st b~no; . pel~ .o 'ya ' s,qbe vd. que de tdos rnd~s ha de ' ser' vd. el secretari, prque 1.0 prjme,-r es el 'deber y m n.o me espant.a . ~~die h? Le dy ds horas. para que .vaya y y~elva, y si las dos hras n.o ha regresad,le mand .traer ~~ una oreja y le pngo de 8.01-

  • -75-

    dado raso. "Me 'entiende? BueJi~; pues ya se puede ir y mnchouidado.

    Cuando sal de la Jefatura lus lgrimas de la debilidad' ultrajada indignamente brotaban de mis ojos. Tom el 'camino" de mi casa; pe-ro ciego y sin tino, dobl la, primera (;'sq uina que alcanc y haciendo uwrcdeo me dirig" casa e D. }{ateo Cabe1;udo.

    Entr. D. 'Mateo habla.baen la sala con el indio Pedro :Martn en V07. bl:lja, y al veI1ne se sinti contrariado. Se levant del viejo si-lln ete vaqueta en que estaba sentado y sali con forzada y escasa cortesa mi encneritl'o; pero debi de Ilotar algo ,extrao en mi sem-blante, pues 111e pregunt con cierla inquie-tud: ~Qu tiene vd? Laseol' est maj? - "':N o, seor; respond casi con las Llgri-

    mas en los ojos, y sintiendo an que me zum-baban los odos. Quiero hablar con vd. en este momento, y como creo que Pedro es tambin de los pronunciados, no hay incon-veniente en que me oiga. Yo tambin entro en 'la bola . . El Comandante se qued estupefacto y

    mir Pedro con aire de consulta.

  • -7fi -

    --Pero, Juanito, me dijo: eso de la bola 110 es cosa hecha ... yo no lb.e he metido ...

    --N o me diga vd. eso, porque yo lo e todo; todo lo s y quiero tomar las armas y acabar (;on estos bandidos.

    - Pero la seora ... . .. - Yo soy ya hombre y no debo consult.ar-

    la. Seor Comandante, hgame vd. favor de admitirme entre sus soldados y de pronun-ciarse hoy mismo ..... .

    N o hubo medio de .calmarme. Me hizo to-mar asiento su lado, refer lo ocurrido en-tre las exclamaciones de ira de uno y otro 'evolucionarios, y admitido resueltamente co-mo partidario til y provechoso, se deter-min que mientras se conclua la organiza- -cin de los muchachos, me ocuItara yo en el rancho de la Guayaba, en donde estara bien, dada la discr~cin y miedo de los Llamas. Desde luego D. ~{ftteo me diput por el ms adecuado para servir su secretara de campa-a, y me encarg que en mi escondite fragua-ra, concertuTa y puliera aquella famosa pro-dama que tantos elogios mereci de 108 pe-dreos, y que atribuyeron de pronto la cas-tiza y atrevida pluma del tinterillo orador'

  • -77-

    j Cuu otro 'me ~ent despus de todos est.os arreglos! Yo secretario! yo traman-do revueltas! yo perseguirlo! yo haeiendo proclamas! Luego era honrbre hecho y de-recho.

    Los escrpulos del Comandante r(~spl'cto la seora, y oun los mos, {}p.sllparecieron por esta sola consideracin: ele no ' metc-rmc en la bola, tena que acept.ar la. secretara de la Jefatura, lo cual -era meterme contra la bol,; pues si tudo d"ba lo mismo para perder la tranquilidad, ms vala. estar en la revolll-cin, supuesto que ella deba de vencer, dados sus poderossimo~ elementos. D. 'Mateo fu encargado de persuadIr mi madre de que haba yo hecho muy bien.

    Quedaba, pues, resuelto que yo me ocul-tara en el rancho de los Llamas; pero mien-tras tanto, las dos horas que Coderas me se-al estaban prximas espirar, y de un momento otro me mandara traer de una oreja 'para hacerme soldado raso. Pues nada; me escondera all mismo, en lo ms oculto de la casa hasta la noche, entrada la cual, montara en un caballo de segunda orden de los del Comandante y meescapal'a cautelo-

  • -78-

    samente, llevando un~ carta paralosdue'os del rancho. ' D ~ ~Iatco sali, advel'tido de que- mima-

    dre deba. dceirl..l:.quc yo haba. partido :ya, . fin elc evi tal" unlt i 1ll prudencia; y 80ft porque no 'tena medio de. evitarlo porque las cesas del da le preocupaban, liO tom ninguna c.s-losa providencia para evitarme ver y . hablar Remedios; 'pues debo manifestar para que

  • - 7~c--

    vida ~cogi () en eUa 'con' amor pursini.~ 1:\, tet-nu'ra que la ofre~a, '~o tena e ll h tier;:t ms qtlG dos sere$ en quienes derrurnal' 'el ,r1qu5i~ mo tesoro de su cario: y 'Ql bos egof"tas, vn~ nidos os, ingn1'tos, iban ,ab:m(l'l1larl:..i sin pied~d :,en la s?f~dad ' del alm~ y .enmedio de sus enemigos jn:rados. Qu ' sera de ellas? IJa pobr~ an.~i~~a iba orrer locn. por el pueblo 1,>uscando su hijo para sustraerle del pelig~o en qu.esirt duda su lucida i~ntlginaci~ de ~a~re le vea ya renrdoy'Cspirante: ah! y quiz las gentes sin piedad se burla-ran de su dolor" La nifin derramara desola-da y idligl(la, abundautes lgl'imas~ f si la suerfe nos ~r~ , a.av'ersa y la ,revolucin se v~{a derr'C)tada batida de' pront.o, c3.era sin du-da en poder de . lo~ fieras- q.u'e, ,por un oelio salvaje, ho perderan la ocasi.n de s:wi}1r en ella sus ' horribles rehcores.

    Volaba ' a~ mi imuO'inacin calenturienta, " . ' " o . , arrastrndome &. contemplar los ms dolotos,s cU'adl~os~ dejme "c~er co~ ~esulicn to y fro en el silln de vaqueta, y desde el 'fon~' de mi 'alina: atribulad~ )7 arrepentida, m'uldije la ~o- . la una 'y' ~ veces.

    D prOnto se 6per? eil mi espritu' una ,

  • -80-

    reacdn vig~rosa. Qu ,me impoTtahan ~ m aqllellus cosas! Por qll~ haba de herir' tan profundamen te los dos seres, para quienes quera vivir, y nicos por quienes debiera ju-gar mi existencia? Poda ocultarme sin au-sentarme, y sobre todo, sin meterme con unos ni con otros, sustrayndome simple-mente la persecucin de Coderas. Perm/lo necera en lugar conocido por mi ,madre y Remedios., y aUll vendra S~l1: Martn ocul-tamente algunas noches para informarme de su situadn y cuidarlas.

    Poco cuso ,haca yo en aquel momento del compromiso contrado con D. Mateo y Pedro }Iartn. Qu obligaciones podra yo tener con aquel par de locos? Olvid en_medio de mis amargas imagin.aciones aun el lugar en que me hallaba, desaprovechando la ' ocam.l de ver Remedios, rlecirla una palahra 'ca-riosa y estrechar dulcemente ~u mano d-eli-~ada. .' "

    Don Mateo al salir me haba reco.mendado que estuviese cuidados~ y desconfiado,cy ,que en caso de necesidad corriese 'al so,tabau(fo del ltimo cuarto de la casa, depsito del

    . ag1lf,Lrdiente que produca su ala,mhique, en

  • , -81-

    donde no sera fcil encontrarme; pero su previsin revolucionaria se , extendi tambin mandar ensillar el caballo que me desti-nara, para que mi fuga en ltimo extremo no tuviera tropiezo alguno.

    Cuando yo, ms hundido en mis pensamien-tos y dolorosas consideraciones, me propona romper m,is recientes ligas con los revolucio-nnrios, ausentarme de S. Martn, pero per-mrmecer poca distaneia y comunicarme des-de all con mi madre y Remedios, entr sta brusca y precipitadamente en 1ft sala, vinien-do del patio, y dirigindose su cuarto. Es-taba lvida y con los ojos extraviados de es-panto, y al verme, olvi~ada su timidez y ven-cido su recato, se refugi en mis brazos cmo cordero que persigue el lobo. '

    El coraZn me dijo lo que pasaba, y lo con-firm el g~uido de fiera que al mismo tiem-po. o en el patio. Empuj . Remedios vio-lentamente hacia el rincn de la sala que te-na yo detrs, y ciego, agitado, fuera de m, me lanc hacia la puerta, llevando en las manos no s qu: creo que era una silla tos-ca, slida manufactura pedrea. Al salir de

    , 6

  • ~82-

    la $ala encontr 'algui~n q~ieri no v; 'ch-qu con l porque arp.bos corramos; , vucih~ mos los dos punto de caer; otl'O ~ 'hombre surgi6 delante clem, di6 un grito 'horrible j cay al suel~, en tanto que 'Xo levlntaba ,eil alto un pedazp de la silla rota en inis inanos. En aquel mismo instante sent que una ' ma-'no de acero me apret6 rudamente la gargan'-ta; perd el equilibrio, iba cae't; perv la muno aHoj6 sus tenazas ' y otra nis brs,a me di un fuerte empujn hacia adelante, ' tiempo que o la voz de Pedro M,artn:

    -Monte y vyase! Sonaron d,os detonaciones mi espalda y

    'llegaron mi oido dos 6 tres palabras ' pro-nunciadas por el Comandante Cabezudo~ que no so~ para escritas, pe,ro que pueden adivi-narse sin dificultad.

    . '

  • VIII

    Los Llamas .

    . ~ 1, rancho de la Guayaba pareca creado ~para el idilio por un poeta de buen gus-'t' to, y de ingenio superior los ms de los

    . que hoy se usan y estilan. La naturaleza, re-velndose contra los sueos clsicos, que cl-SiC0S y todo, son ms desatinados que las fie-brea romnticas de mayor intensidad; la natu-raleza, digo, enseaba all 108 excelentes LlaIl)ascmo se ferja el idilio americano, y c-

    . mo le habra soado y revestido el poeta de , las buclicas, si hubiera nacido en nuestro si

  • ~ 84-

    gl. yen nuestros climas. All no haba pas-t.oras ni oVE;jas; las Galateas eran desconoci-das, tanto como los Batilos y Filenos, los ra-beles y las za;;lpoas; pero maldita.la falta que hacan.

    El ro de los Venados golpeaba sus abun-dantes aguas contra lds enormes piedras que interrumpan el ancho cauce, y mientras una ligera capa de niebla, como agua pulveriz!\da, se meca sobre la superficie espumosa del ro, el ronco estrpito de la corriente contrasta-da y revuelta llen ba el espacio con rumor sonoro y majestuoso, Ancho y verde bosque cea y encauzaba la impetuosa corriente, y el viento del otoo pareca gozurse en las altas copas de los ~rb()les, que se mecan su impulso, lanzando . como un suspiro pro-

    . longado y dulce. En seguida y sobre la mar-gen izquierda comenzaba una ancha pradera no enteramente desprovista de rboles, y fre-cuentemente interrumpida. por grupos de r-bustos que formaban pequeos oasis. Y all donde el bosque pareca, co~ rboles gigan-tescos avanzados, querer invadir los dominios de la llanura, y sta pugnaba por llevar sus zacatf\les al interior del bosque, se mostraba

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    humilde y seneiHa la desgarbada casuca de 108 Llama;, la cual rendan culto y vene-racin hasta media docena de Jacales apoya dos en los gruesos troncos de los rboles, 6 guarecidos bajo su fresca sombra. A cincuen-ta varas de la casa, un corral con unos cua-renta becerros; cuatro 6 cinco vacas al derre-dor. consolvndo los tiernos prisioneros y lamindolos por entre las estacas de la cerca, entre uno y otro mugido carioso; cantos de -pajarillos en el bostIue que regresan ya al nido; dos tres mozas que tararean sones extraos orillas del ro mientras llenan los cntaros; trabajadores que vuelven de los l!Ienlbrad',J b con la azada al hombro yel ciga-rro en la boca; y todo esto alumbrado por un 801 poniente que dora.lus lomas, fingiendo con ayuda del viento en los zacatales olas inquie. tas sobre un -ma' ele oro lquido, eh tanto se alza -como nica digna de cantar tanta be-lleza la ronca voz uniforme y soberbia del desatado ru, Y si esto no es idilio no es :verdad, que baje Dios y lo diga,

    El pastorcillo de graride ingenio y sonoro 'fabel, y la zagaleja de fosados talones y ma-,nos def!.lgodn, no se cran en el rancho de

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    la Guayaba: slo pueden vivir y medrar en el gabinete de estudio del desalmado helenista, que trueque de parecerse 108 antiguos mo-delos, no rehusara valal'se el yelmo de Mam-brino ni aun tomar el blsamo de Fierabrs. El es el temible desfacedor de agravios, ende-reza~or de tuertos, amparo de viudas y tutor de pupilos que sobrevivi Cervantes; p~ro ahora. rompindose prodigiosamente la" ligas que pusieran entre al.QO y escudero la locura del uno y la simplicidall del otro, D. Quijote embraza su lanzn contra Sancho, y Sancho re su sabor y menudea las burlas.

    Tdo esto lo pienso ahora; pues en aque-llos das preados de inqu-ietudes y peligros~ lo que menos me ocurri lu hacer idilioij ni deslizar la imaginacin por el s~ero camino de la crtica literaria.

    Qu haba sucedIdo'! A quin haba yo matado! Quines dispararon pistolas mis espaldas? Haba muerto Soria 5acDran D. :Mateo y Fedro la peor parteZ Yo, una vez sobre el cabu~(lo, sal la calle por la puerta que daba al Norte, y v salir Remedios y su vieja criada Pepa, acompaadas por tres hom brea del barrio del Arroyo; supe que la

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    l,le.vaban una casa del arrabal y la segu. All me detuve, no obstante las splicas

    de Remedios, que, plida y nerviosa, tema ms por m que por ella. V reunidos en un momento m.s de treinta hombres armados .~e ffiache:tes, garrochas y algunas escopetas, y tom ,el rumbo del rancho, haciendo el .uecsari? rodeo, slo cuando recib orden tor-m.al de h~cerlo, que en nombre de D. Mateo se me comunic, aunque sin decirme su esta-do y paradero; y cuando me persuad de que Remedios, bien escoltada y bien montada, to-maba el camino de la hacienda ms prxima del Comandante: San Bonitacio. .

    En el corredor de la casuca que daba tren-~e ~il ~o, refre~~ado por una enramada aa-Jilla la altra de la solera, tenan los Lla-mas su ornedor; y estahan en la mesa toman-

    .. ~? . los pl'im~rOB sorbos de un buen caldo, y refirindose recproc

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    ronas, y todos se atropellaban hacindome estas preguntas:

    -Qu milagrp? -06mo tanto bueno por aqu? -Vamos, dijo D. Justo, que era siempre

    el que al fin predominaba, como mayor en edad, saber y gobierno; llega vd. tiempo, pues comenzbamos comer; y aunque pla-titos de pobre, vd. sabr disimularlos y gus-tar de alguno ..... .

    -Gracias, interrump; continen vdes.; yo no como.

    Por de contado que no tuve la energa ne cesaria para dominarme y .ser fino con aque-lla buena gente.

    -Pero, hombre, de seguro que vd. no co-mi en ~an Martn.

    -N o, ciertamente. y recordf ~ntonces que no me"haba desa-

    yunado tampoco. -Pue! coma. vd., hombre, coma vd., me

    grit D. Agustn, que era homBre que gri-taba siempre, sobre todo si se trataba de de mostrar la superioridad de Athos sobre los dems mosqueteros.

    Yo me sent y no dije una palabra Mi es-

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    pritu no estaba an ejercitudo en tan rudss impresiones y combates.

    -Est vd. malo, Juan?me pregunt lJo-a Sabina agituda.

    - Deveras, Juan, vd. tiene algo; aadi su herma.na alargando el pescuezo hacia m.

    Contest negativumente y procur que co~ mieran; pero no fu posible, incapaz ya de re~istir sus reitertldas instancias, entregu D. Justo la carta del Comandante. Palp l exteriormente lus bolsas de la chaqueta-y el pantaln, mirando con inquietud el sebre, y hubo de encontrar los anteojotl al ('abo de tres minutos. Ley con cierta dificultad los renglones de palotes escritos por D. Mateo, repasndolos algunas veces, y fuse pin tan do en susem hIante una lerie de diver-sas impresiones interiore-s, que los hermanos seguan /con angustia, mirndole de hito en hito. Dotados de buen olfato,los Llamas se haban trasladado la Guayaba tan luego como La Conciencia Pblica les haba anun-ciado prxima tempestad, ignoraban de todo punto lo ocurrido aq.uel da.

    Mientras la carta pasaba las mano~ de D. Agustn, y las .solteronas, colocadas su

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    ~~palda, la lean tambin ,por e~cima de l~ cabeza de aqul, D. Justo,vacil~n,t~,i;nde~is9 y tartamu.dQ me. diriga estas palabras: .

    -Es decir, que la revolucines ya un be-~ho en Sal} ; Martnf : Es decir, . que ya los hombres trabajadores y honrados, yamos . (:omen.z~rsufI'il' .de nuevo los estragos de la gente des.ordenada y sin oficio~ Lo. mismp Iu hace pocos aos, yeso que la -gente de San 1\lartn ~o se ha metido en todaa las bo-as .. Maana echarn un prstamo los de la revolucin y pasado ma~.tDa lo~ del Gobier-no, yesos mejor se debieran llamar ddivas ,rob~s, puesto que nunca s.e los l'ugan uno.

    Al buen vi~jo casi se l~ sal~ahan l~s lgr~~ mas.

    ~S,seor, continu9; yo he contrado com-promisos para mejorar algo este rancho, ag.re gndole un peJzo d.e . tierra que -perteneca . Cerro-verde; y 96 una verdadera picarda .que porque. al Sr. Gaviln se le antoja ,tras-_tornar el pas, yo no pueda . pagar mis deu-.das y realizar un beneficio,.para mi finca, porque unos y otros necesitan de mi' dinefo, ,de mis caballos, de ~is toros y hasta '4e mi ;~~8a, para matarse y perjudicarse recp~Qca~

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    mente! Pues n, seor; que fusilen. que ahor-quen eae Sr. Gaviln,.y todo querlaren paz~ De seguro que el tal Gaviln no tiene n en qu caerse mu('rto~ ni tumpoco gunu8 de tra-bajar, y por eso arma estus bolas f}\le en na da pueden perjudicarle ......

    -..Es claro, grit D. Agustn, tirando la carta sobre la mesa; es cluro q!le ese 1 iCt'n-ciado no tiene nada, ni siquiera pleitos. El hombre trabajador se interesa. por la paz, y este seor ha sido siempre inquieto y amigo de las revueltas. Pero no; lo que es ahora va t llevar eha,,( ~o: porque el puehlo est cansado-de mobnes y desrdenes y ya no quiere ms .. ... ,

    -E:so es la verdad, dijo I). Justo. , - ...,-Ya no quiere, ya no quiere! cl~maron do las angu~tia.dlJs seoras. : -EM cLaro que no, cocluy el de los gri-

    . tos. ' 'En aquel tiempo se crea de buena f que

    nuestro pueblo era capuz de ca11sure-e! Cuntas cosas dijeron! CUIliadoetrina

    'acumularon, sano y sentenciosa, y cunta cen sura reunieron, acre y punzante contra re-voluciones y ~fes de revueltas! Cmo se

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    marcaban en aquellos cuatro semb'laritElB la ira y el temor, el despecho y la angustia, la desesperacin y el abatimiento! Y cmo sus cortas inteligencias confundan la :J;evoluci6n con la bola hlmentablemente, al modo que en sus juicios pesaban en la misma balan. ZIl Al'tugnan y al Cid, Milady y Mara Stual'do!

    -En todo, les dije cuando me dejaron ha-blar, tienen vdes: mucLa razn, y veo, y com-prendo que mi presencia en su cusa los pone en peligros que no tienen por qu corl'er~ .Estoy avergonzado de mi jmprudellcia ,(y era la v6rdad) y voy retirarme, rogndoles sclamente, qu recojan las curtas noticius que para m venga.n, mientras doy aviso mi madre del lugar en que haya de perma-necer.

    Estupor generul. Vacilacin brevsima en que los Llamas se descnciertan y vuelven sobre sLDesorden en seguida, pu-es todos cuatro se disputan el derecho de darme una aatislacci6n.

    -Paro, hombre, qu est~ vd. creyendo! -No nos ha entendido vd.! -~S.i yo no he dicho eso! .

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    -i'N o fHItaha ms que le dejramos 'j;! -Vaya un Juan! -Ah qu Juap-ito! -N o, ho.mbre de Dios! Entindarros vd.

    -Esto 'que le decimos se refiere ... .. .. se refiere as...... las revolucines en general; es decir, no quisiramos que hubiera ninguna; porque sufrimos justos por pecadores; pero. en esta vez .... ' .. pues en esta vez deseamo.s que triunfe, por muchos motivo~, principal. mente po.r nuestro. buen amigo D. Mateo./ que merece estar muy alto. y que es vctima de muchos abusos. N o, seor; no se ir vd. y aqu le ocultaremos. Le vi vd. entrar algn terrazguero. de la finca!. Hueno. Pues no. hay cuidado. Los criados son seguro.s; su caballo. de vd. permanecer siempre ensilla do en 81 patio. de adentro.. Vd. se encierra en el cuartito. de Sabina y no. saje para nada. AH hay no.velas para que se distraiga.

    Resist, sin embargo., devo.lvindoles BU8 propio.s argumento.s y consideraciones; pero. los cuatro hermano.s contestes y unsono.s me

    . venciero.n. -Se queda vd. y muy que se qu~da. -Pues me quedo..

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    I~l cuartito ele Doa. Sabinil, que e.omo la m~nos envejecida y ms frescachona,' era la nia. mimada de la familia, tena, relativa-mente algunacomoclidad y mejor aseo. No faltaban siquiera ni el aguamanil de . por9e:-lana corriente, ni la mesita de carpeta azul que daba la-- seora . el ambicioso nomb"e de escritorio.

    All me encerr con el alma atribulada y congojosa, acosado de las .ms terribles imagi-.naciones que no me era dado vencer ni .rno-derar. Saba yo de lo que eran capaz los Co-deras despechados y furio~os; y si la suerte .de Remedios poda inquietarme, mucho, ms meaftigla la que mi madre probara tal vez, desconsolada y enloquecida con mi ausencia y mis p~ligroB y quiz ultrajada y aun mal-tratada por aquella bestia fer6z . . ' . ,No s cuanto tiempo permanecL sentarlo frente la mesita con los brazos cruzados 'so-bre ella y la cabeza entre los brazos. Una mano abri6 la puerta del cuarto, 'y luego vi-no posarse sobre mi hombro. Alc la fren-te y apenas pude reconocer D. Justo; pues casihn.l~'a oscurecido por completo; pero bas-Mme oir BU voz recatada, seria y .pastosa,

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    para comprender ' que estaba vivamente afec-tad'. Lleg en el moment en que E!lndome las cavilaciones insoportables, me neterrni ... naba como buen ' bolista desobedecer mi jefe; largndome para San Martn en busca de mi madre: '

    -Me voy, le dije anticipndome. "' -Qu ha de irse vd.! contest6 el propie-tario, dominado por el mal humor. Tenga yd. esto; y espere aqu al correo que quiere hablarle.

    Tom la carta que se me daba y romp el nenia con ' precipitacin. Doa Sabina me llev una vela y le lus garabatos del Coman-dante, '-que se" reducan decirme que escri-"biera " inmediamente la' proclama en un tono como el de La Oonciencia si era ' posible tanto, y se la ' mandara desde luego con el 'mismo " corre, "pina repartirla manuscrita, niientrs ee imprima. 'Despus de la firm'a deCa:

    ":A:umento.-N o se mueva de allL' / Val."

    , Laorden no poda ser, ni ms terminante 'ni 'ms lacnica. En la carta 'que escribi6 D. Jusfo le deca: "No me deje salir Juan/'

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    y . nada de' explicar aquella orden tirnica. Llam al correo, y v s~r Antonino, mozo

    del barrio del Arroyo, quien conoca yo bas-tante, como todos los de