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UNIVERSIDAD DE MEXICO 7 El corazón ya l/O puede con tal/fo bosque furioso. desdecirme. No le busque más pies al gato, tiene bastantes. Ya te dije que te quiero, ¿ basta repetirlo? Lo escribió otro, y de esa misma tierra: A E T ¿ Quién me consolará de no verte, después de tantos alíos de gozarte? Ese agrado tuyo, ese brío, ese galán despejo, esos regalos de tu boca, cuyo primer bozo naciú en mi aliento, ¿qué Indias los podrán suplir, qué oro, qué diamantes? (Dorotea de Fernaudo; Acto r; escena 3a.) Por Sergio FERNANDEZ P. D. Pensándolo bien, en nada afecta al pecado original. El no rozar la ojotodo·· xia -en mi caso por 10 menos- es siem- pre un consuelo: el que te empeña en no C ON recelo, no sin cierto desgano, se acerca el lector moderno a la voluminosa obra -teatro para ser leído-, en cinco actos, escrita por el poeta en 1588, no publicada sino cua- renta y cuatro años más tarde. Bien cono- cida por el nombre, es raro aquel que hoy día la lee completamente, ya que son otras (el teatro represen table) las obras que de Lope de Vega continúan en boga. Se sospecha que el autor, en una espe- cie de introducción al libro (que firma un tal Francisco López de se vale ele este truco para hacer el elogio del mis- mo, asegurando que CUI11!1le el propósito que ha perseguido. ¿ Cuál es por tanto su "alar y su meta? El de aventajar, con mucho, a otras producciones antiguas y modernas; el que en La Dorotea, vivas, se levanten las pasiones de los amantes, "los trazos de una tercera. la hipocresía de una madre interesable. la pretensión de un rico, la fuerza del oro, el estilo de los criados; y para el justo ejemplo. la fatiga de todos en la diversidad de sus pensamientos, porque conozcan los que aman con el apetito y no con la razón qué fin tiene la vanidad de sus deleites y la vilísima ocupación de sus engaños". El libro, como todos los libros, tácita o explícitamente contiene una enseñanza. Si hemos de creer en Lope, es e'la el cas- tigo de la vanic!ad, el escarmiento del ape- tito y la exaltación ele la razón. aun cuan- do ya veremos que 10 que le importa, ;11e- dularmente es otra cosa y no una moral en primer 'plano. Por eso en estas pági- nas introductorias quedamos asombrados no ante la meta, no frente al"ropósito, si- no ante el contenido: la var·icdad -ya lo dice claramente López de Aguilar- dC'! pensamiento. En efecto, pocas obras tan sutiles, .tan matizadas. tan complejas, COI11(") vlep pero actual D01'ofea de Lope. Apasionan- te inmisericorde inaaotable como docu- , ,h . mento humano que muestra. en un eje principal y directo, la elel samiento del ser y su 1I1cognlta. ¿ Que o R H 1 STORI A N A t'-1 OR INADO Lope de Ve.qa o La b:'b1iotera d.. 1.0,"1.' D guel de Cervantes. Ten en cuenta que siendo los siglos en todas partes idénticos, aquí se pueden contar con la vista. Quéde e todo bajo las alas del que la razón y sus engarces son harina de otro cos- tal. Sólo una vez te lo aseguro: cortó una rama. la dejó en el suelo y, vuelta víbora, echó a caminar. Así fue, estoy dispuesto a dejarme arrastrar -yo también- antes de O LA O E U IMA G bajos? ¿ Qué nuevos colores no co- bra así el mimetismo? ¿ Quién se asimila las apariencias, la plantas o los animales? ¿ Se defienden enga- ñando o engañando se defienden? Mimetismo viene de mimo. Siempre imitamos a alguien. ¿ A quién yo? A ti, porque te quiero. j Qué fácil -ahora- colegir por- que no hay hoja, viva o muerta, o rama, con las que no se las pueda confundir! Píntanse con la perfec- ción del natural, no hay quien las conozca o reconozca, et pour cau- se ... ¿ A quién imitan si no a sí mismas siguiendo sus propios ejem- plos? Se amoldan a lo que fueron, no va mucho a lo que son. Haz prue- ba: corta una rama proporcionada y espera; todo es cuestión de pacien- cia y trasladar la representación. Aquélla -la otra- esperó la ocasión. Se la dieron, la aprovechó. Pocas sierpes suelen andar por los árboles, gústales más arrastrarse y dormir; es animal para poco. Aho- ra bien, si lo que... vi es lo cierto -¿ por qué vaya dudar?: Santo To- más, auténtico abogado de los posi- bles, me ampare-, el origen, como siempre, lo explica todo. Jo te rías, no soy más racista que el Papa. Tal vez fue yedra trepadora que se en- roscaba a cuanto árbol le venía a raíz. Ahora fíjate: toda trasforma- ción deja huella, poso, raigambre, tail vez resentimiento. La vara ·-la mía- tenía frutos, unas bolitas co- loradas que aquí llaman manzanitas. 0, a lo mejor, se la ofreció sin ma- las intenciones. Si lo sabía, si esta- ba enterada, el caso sería distinto; plantearía problemas nuevos que no tengo ganas de abordar ahora. Además el propio Jesucristo . , ¿ cuántas veces fue representado por la serpiente? ¿ Quién dijo que "aquel que había sido vencido por el leño iba a su vez ser vencido por el leño mismo"? ¿ o pidió el propio Jesu- cristo que fueran prudentes como ella? ¿ No escribió San Ambrosio que la misma imagen de la Cruz era "la serpiente de bronce"? Y, ¿ no queda todo más claro si la serpiente fue antes leño? Acabo de verlo, lo tengo que creer. Que hagas igual porque te lo digo es otro cantar. Pero me co- noces bastante -tiempo y espacio- para saber que soy incapaz de men- tir. El aire preña, díganlo si no los dioicos: ando muy dispuesto a acep- tar cualquier explicación. Te escribo ésta desde la casa del cura de Tla- cochahuaya, y no digo más, que sue- len decir los personajes de don Mi-

ser · una penetración psicológica que la hace ser el antecedente de la novela moderna, ... canzan una cumbre dentro de la prosa del. tiempo, sino también, intercalados en ellos,

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UNIVERSIDAD DE MEXICO7

El corazón ya l/O puedecon tal/fo bosque furioso.

desdecirme. No le busque más piesal gato, tiene bastantes. Ya te dijeque te quiero, ¿basta repetirlo? Loescribió otro, y de esa misma tierra:

AET¿Quién me consolará de no verte,

después de tantos alíos de gozarte?Ese agrado tuyo, ese brío, ese galándespejo, esos regalos de tu boca, cuyoprimer bozo naciú en mi aliento, ¿quéIndias los podrán suplir, qué oro, quédiamantes?

(Dorotea de Fernaudo; Acto r;escena 3a.)

Por Sergio FERNANDEZ

P. D. Pensándolo bien, en nada afectaal pecado original. El no rozar la ojotodo··xia -en mi caso por 10 menos- es siem­pre un consuelo: el que te empeña en noC!an~le.

CON recelo, no sin cierto desgano,

se acerca el lector moderno a lavoluminosa obra -teatro para serleído-, en cinco actos, escrita por

el poeta en 1588, no publicada sino cua­renta y cuatro años más tarde. Bien cono­cida por el nombre, es raro aquel que hoydía la lee completamente, ya que son otras(el teatro represen table) las obras que deLope de Vega continúan en boga.

Se sospecha que el autor, en una espe­cie de introducción al libro (que firma untal Francisco López de A~;'ui'ar), se valeele este truco para hacer el elogio del mis­mo, asegurando que CUI11!1le el propósitoque ha perseguido. ¿ Cuál es por tanto su"alar y su meta? El de aventajar, conmucho, a otras producciones antiguas ymodernas; el que en La Dorotea, vivas,se levanten las pasiones de los amantes,"los trazos de una tercera. la hipocresíade una madre interesable. la pretensiónde un rico, la fuerza del oro, el estilo delos criados; y para el justo ejemplo. lafatiga de todos en la diversidad de suspensamientos, porque conozcan los queaman con el apetito y no con la razón quéfin tiene la vanidad de sus deleites y lavilísima ocupación de sus engaños".

El libro, como todos los libros, tácitao explícitamente contiene una enseñanza.Si hemos de creer en Lope, es e'la el cas­tigo de la vanic!ad, el escarmiento del ape­tito y la exaltación ele la razón. aun cuan­do ya veremos que 10 que le importa, ;11e­dularmente es otra cosa y no una moralen primer 'plano. Por eso en estas pági­nas introductorias quedamos asombradosno ante la meta, no frente al"ropósito, si­no ante el contenido: la var·icdad -ya lodice claramente López de Aguilar- dC'!pensamiento.

En efecto, pocas obras tan sutiles, .tanmatizadas. tan complejas, COI11(") ·~sta vleppero actual D01'ofea de Lope. Apasionan­te inmisericorde inaaotable como docu-, ,h .

mento humano que muestra. en un ejeprincipal y directo, la v~rie;lacl. elel pen~samiento del ser y su 1I1cognlta. ¿Que

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H 1STORI AN A t'-1 O R

INADO

Lope de Ve.qa

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La b:'b1iotera d.. 1.0,"1.'

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guel de Cervantes. Ten en cuentaque siendo los siglos en todas partesidénticos, aquí se pueden contar conla vista. Quéde e todo bajo las alasdel entendimi~nto, que la razón ysus engarces son harina de otro cos­tal.

Sólo una vez má te lo aseguro:cortó una rama. la dejó en el sueloy, vuelta víbora, echó a caminar.Así fue, estoy dispuesto a dejarmearrastrar -yo también- antes de

O LAO E U

I M A G

bajos? ¿Qué nuevos colores no co­bra así el mimetismo? ¿Quién seasimila las apariencias, la plantaso los animales? ¿ Se defienden enga­ñando o engañando se defienden?Mimetismo viene de mimo. Siempreimitamos a alguien. ¿A quién yo?A ti, porque te quiero.

j Qué fácil -ahora- colegir por­que no hay hoja, viva o muerta, orama, con las que no se las puedaconfundir! Píntanse con la perfec­ción del natural, no hay quien lasconozca o reconozca, et pour cau­se ... ¿A quién imitan si no a símismas siguiendo sus propios ejem­plos? Se amoldan a lo que fueron,no va mucho a lo que son. Haz prue­ba: corta una rama proporcionaday espera; todo es cuestión de pacien­cia y trasladar la representación.

Aquélla -la otra- esperó laocasión. Se la dieron, la aprovechó.Pocas sierpes suelen andar por losárboles, gústales más arrastrarse ydormir; es animal para poco. Aho­ra bien, si lo que... vi es lo cierto-¿ por qué vaya dudar?: Santo To­más, auténtico abogado de los posi­bles, me ampare-, el origen, comosiempre, lo explica todo. Jo te rías,no soy más racista que el Papa. Talvez fue yedra trepadora que se en­roscaba a cuanto árbol le venía araíz. Ahora fíjate: toda trasforma­ción deja huella, poso, raigambre,tail vez resentimiento. La vara ·-lamía- tenía frutos, unas bolitas co­loradas que aquí llaman manzanitas.0, a lo mejor, se la ofreció sin ma­las intenciones. Si lo sabía, si esta­ba enterada, el caso sería distinto;plantearía problemas nuevos que notengo ganas de abordar ahora.

Además el propio Jesucristo. ,¿cuántas veces fue representado porla serpiente? ¿ Quién dijo que "aquelque había sido vencido por el leñoiba a su vez ser vencido por el leñomismo"? ¿ o pidió el propio Jesu­cristo que fueran prudentes comoella? ¿No escribió San Ambrosioque la misma imagen de la Cruz era"la serpiente de bronce"? Y, ¿noqueda todo más claro si la serpientefue antes leño?

Acabo de verlo, lo tengo quecreer. Que tú hagas igual porque telo digo es otro cantar. Pero me co­noces bastante -tiempo y espacio­para saber que soy incapaz de men­tir.

El aire preña, díganlo si no losdioicos: ando muy dispuesto a acep­tar cualquier explicación. Te escriboésta desde la casa del cura de Tla­cochahuaya, y no digo más, que sue­len decir los personajes de don Mi-

Dibu.jos de MigHel Prieto

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causa, qué origen, qué motor primariohacen al hombre impenetrable en muchosaspectos de sú existencia? ¿A qué se de­be el que esté sujeto a cambios ontológi­cos tan sorprendentes? ¿~or qué el amor,-misterio en el misterio que es el hom­bre- lo desorbita, haciéndolo sa~tar suspropias barreras, y lo aleja de sí mismo,para luego formarle un ambiente caóticoque lo desvía de su ruta de vida? Marcoamplio hay en La· Dorotea en donde sedespliegan estas interrogantes como posi­bilidades y realizaciones. Nada debe puesextrañarnos en un panorama tan ricamen­te presentado como no sea la fecha en quese escribió, pues La Dorotea es la primeraobra que nos entrega al hombre visto conuna penetración psicológica que la haceser el antecedente de la novela moderna,cuyo primer acierto lo constituye, sin du­da, La princesa de Cléves en la literaturafrancesa.

Son múltip!es los personajes que inter­vienen en la trama misma. Algunos sonabstractos, como la Fama; otros -tra­sunto griego- son los Coros del Amor,del Interés, de los Celos, de la Venganzay el Ejemplo. Junto a ellos, co'mo se sabe,aparecen como principales Dorotea y Fer­nando, los amantes; Gerarda, la alcahue­ta, descendiente de la demoníaca Cele.sti­na. Después los otros comp!etarán el juegohumano que se ventila: Don Bela, el ricoindiano enamorado de Dorotea; Marfisa,amante desdeñada por Fernando y lossecundarios - puente de unión entre elpensamiento de los grandes personajesdel libro, y el lector.

La Dorotea está escrita en prosa. Ungusto incontenible por el diálogo hace aLope llenar múltiples páginas, no todas,por desgracia, felices. Pero en esa marañafecunda de giros formales se encuentranno sólo extraordinarios diá~ogos que al­canzan una cumbre dentro de la prosa del

. tiempo, sino también, intercalados en ellos,poemas de una categoría de primer orden.El sabor popular que Lope imprime a lamayor. parte de sus producciones estápresente aquí, combinado con la tendenciabarroca de la época, que hac€ a la obraser· algo así como un continente de losmás variados gustos literarios del tiempo.Solamente Looe, con su indiscutible p'eniodramático, es ~apaz de resumir en s(mis­mo, como lo hace en La Dorotea, '~an va­riados clImas de estilo.

Pero a! hablar de los amores de Doro­tea con Fernando, de las hechicerías dela alcahueta, del carácter de la obra en ge­neral, se nos viene en seguida a la menteLa Celestina de Fernando de Rojas. N'oes ninguna novedad la comparación; sinembargo, el hacerla se impone, porque en_tre una y otra producciones dramáticasha sucedido algo tan fundamental en eltrato de ten1a'S humanos (y particular­mente dentro de ',.111 terreno :lmoroso).que bien vale la pena reflexionar sobrela naturaleza de su cambio.

La Celestina, genia! como obra de con­junto (forma e idea); genial también co­mo creación de ese personaje fabuloso(por lo demoníaco) que es la propia al­cahueta, tiene, en cuanto al en foque delamor de Calixto y Melibea Ulla sola di­mensión. Varios factores c~ncurren paraello. Primeramente la extrema juventudde los amantes, su irreflexibilidad; luegoel tiempo. No 10 hay, no 10 tienen para

pensar acerca de la naturaleza de su amor;les falta para vivir su pasión; es cortocuando, juntos, se olvidan del mundo. Sesabe que Calixto, a escondidas, ha visto aMelibea durante un mes aproximadamen­te, pero no se dice qué es lo que han ha­blado entre sí. Probablemente nada, puesno 10 necesitan; están unidos yeso es bas­tante. Engolosinados con la mutua entre­ga, Calixto y Melibea se han' fundido ydejado de ser ellos mismos para formarese complejo extraordinario que bien po­dría llamarse Melibea-Calixto. El amantees la amada: "Melibeo soy" -; la aman­te es el amado: "que me comen este co­razón serpientes dentro de rni cuerpo",dice cuando no 10 ve.

Sin embargo, ¿qué piensan uno delotro?; ¿por qué no se les ocurre huir pa­ra vivir alejados de 10 que los separa?Pero por otra parre ¿hay algo en realidadque los aleje? Creemos que nada. ¿ POrqué entonces no piensan en el matrimo­nio ?; ¿es sólo la inmediata p0sesión la quelos interesa? Nada se sabe. Su trágicodestino los lleva juntos a una muerte bru­tal e insospechada. Melibea, al igual queJulieta, ha amado de golpe, como de golpeha muerto. Sin embargo, no extraña quesea as! su caso (como tampoco el <;le Isol­da), pues por influencia de Celestina ysus conexiones con el diablo, se ha do­blegado en su voluntad definitivamente.Poderes superiores 10 han querido asi;Melibea queda derrotada por amor y jus­tamente esto, y su muerte, la hacen in­mortal en la expresión de su apasionadaentrega.

Lope, sin duda inspirado en de Rojas,presenta en su tablero humano personajesen cierto sentido parecidos a Celestina,Melibea y Calixto (ya para no hablar dealgunos más, los secundarios). Fernandoy Dorotea se aman y se corresponden enla naturaleza de su amor. El ha dejado dequerer a otra mujer -Marfisa-, por labella hija de Teodora. Pero Dorotea noes, ni con mucho, tan ingenua o tan jovencomo Melibea. Casada, ha permanecidolejos de su marido -que se halla en In-

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dias- y encontrado a Fernando, con elcual tiene amores desde hace ya cincoaños. Estas circunstancias la colocan enun plan distinto. Sabe lo que es, 10 queti~ne y 10 que expone; conoce de cierto laindole engañosa y mutable de los senti­mientos humanos y está al acecho. Com­prende que Fernando no le pertenece porentero pues que tiene muchas más cosasen la vida que 10 llaman y 10 complemen­tan: su amistad con Marfisa, a la que noabandona del todo porque la necesita; japoesía, el gusto por los viajes. Pero Fer­nando, por su parte, vive también en :>:0­zobra constante. Quiere a Dorotea por­que "lo ha subido a sus ojos", porqueellos emanan 10 mismo felicidad que tris­teza; dulzura que aborrecimiento; calmaque violencia. La quiere porque desconfíade sus lágrimas y sabe que sus gustos pue_den mentir; la quiere porque está hechi­zado; porque los "regalos" que de ellarecibe 10 aseguran; 10 hacen confiado susfavores y lo enloquecen sus celos; la quie­re por sensual, por tierna, por apasio­nada. Porque no ha acabado de entregarsenunca. Es éste el atractivo del misterioamoroso.

Tem'e perder a Dorotea -o lo que deella tiene- porque Don Bela, asiduamen­te, la persigue, valiéndose de Gerarda, lavieja comadre; se ngustia cuando piensaen la posibilidad de que, de Indias, régre­se el esposo. Por lo que se ve, los dostienen su juego, y ponen en él todas suscartas. En ellos se cuenta con la variedaddel pensmniento, con las mutaciones es­pirituales, con el análisis de las circuns-

tancias al igual que con las introspeccio­nes. Ha habido, quizás, un enamor¡lmientorepentino, pero cinco aIlOS de trato hanhecho matizar las relaciones; se aman y,justamente por ello, saben que el amores una enemistad de la que desgraciada­mente no pueden apartarse porque les esontológicamente indispensable, tanto quela separación les produce una mortal as­fixia. El ciclo, no cabe duda, es fatigoso,y Lope lo conoce a perfección. El amores finito y mayor es su precipitación al

UNIVERSIDAD DÉ MEXICO ,

. , . personajes pa'reGidos a Melibeq y Calixto . ..

ratea se sostiene porque se sabe amada.Segura de sí misma opina que "Fernandome quiso en Madrid y me querrá en Se­villa, y si se le olvidare, yo le enviaréallá mi alma que se lo recuerde." Sabe,intuitivamente, que su sola ausencia in­Camará la pasión de Fernando, y espera.Sin embargo. la paciencia tiene siempreun límite y llega el momento en que deci­de escribirle. Para fortuna suya, es en­tonces cuando sabe que Fernando ha 're­gresado y con habilidad y cazurro aplomodecide cortar su impulso: "Detente, amor;!lue pues Fernando viene, mejor es fingirctescuido q'ue mostrar cuidado". i Qué le­jos estamos ya de Melibea! Mientras éstase rinde por la intervención del demonio,Dorotea sucumbirá por sí misma, por )qindómito de su amor.

La naturaleza de Dorotea está pues con­dicionada por las relaciones que tienecon sus dos amantes. Es una con DonBela; otra -totalmente distinta- conFernando. Sabe tender hilos, trampas.Persigue sin hacerlo notar y al mismotiempo se hace perseguir. Sin embargo,desgraciadamente para ella, Fernandotambién ha escapado de la pluma de Lopede Vega y el enemigo por 10 tanto es dig­no del combate.

Destrozado, tratando de olvidar unamor que lo enloquece, ha tratado de huirde sí mismo, más que de Dorotea, a Se­villa. Se va para intentar ser nuevamen­te. Pero la ausencia de Dorotea lo llagay regrc a. Nacla ha servido como remeclioa tan execrable y espantoso mal. ¿ O noes acaso una enfermedad eso que es como"una in fección de la sangre, que, comofascinación metida en las entrañas, per­manece oprimiendo el corazón cpn aquelgrave cuidado, porque de él pasa a las ve­nas, de las venas a los miembros, y hastaque del todo se templa, es imposible quecese la inquietud?" El viaje, SeviIla, lamorena de ojos inquietantes; todo, en una

sigue la muerte, ha sido má bien comomedio de darse a sí misma una satisfac­ción y no realmente el que~er dejar devivir. En esta forma -si bien peligrosa--

qneda 'limpia ante sus propios ojos de to­da responsabilidad: la de haberlo alejado,la de no haber podido doblegar su volun­tad. Extraña a Fernando, como es natu­ral, pero no _mueve un dedo para quevue~va. P.ersiste en el coqueteo con Donnela y hasta se llega a hablar de un po­sible entendimiento con él. Gerarda ponetodo su empeño en tal unión, pues ¿ paraqué pierde su tiempo, su belleza y su ju­ventud_ son un pobre estudiante? Si almenos .Juviera dinero... Claro que Do-

aun cuando los dos últimos versos encie­rren, en su presunta soberbia, sólo unaironía a la soledad.

Dorotea lucha porque ama, pero no cs­tá ciega. La alimenta el saberse casada;la idea de tener un esposo, aunque lejano,la tranquiliza. Además, necesita verse cor_tejada y el juego que tiene con Don Bela("el caballero indiano (que) bebe losvientos desde que la vio en los toros lasfiestas pasadas"), es sutil y engañoso.Por eso, cuando la va a ve·r, ella dice quese siente tan nerviosa, tan fuertementeimpresionada con su presencia, que "elcorazQn no halla lugar 'en qué afirmarse".Con esta actitud logra dos cosas: sentirsesegura de sí misma al saberse deseada yno entregarse -o por lo menos no hacerver. que se ha entregado-- plenamente aFernando. Así retiene al estudiante, pueséste, insaciado, jamás podrá evadirse delvértigo amoroso que lo aprisiona.

Fernando por su parte, abusando delamor que por él siente Marfisa, saca elmejor provecho. Acepta ayuda -joyas odinero-- eada vez que su precario estado

A mis soledades voyde mis soledades vengoporque para anda'r conmigome bastan mis petls<lInietltos,

vac.íü m-ientms más g-rande ha sido la.cimaestalad.a. Un desengañü vi<;llento y- amar­go aparece en la obra desde elpi-imerITIo!nentb. Por eso Fernando, cuando.,::stásolo, se consuela diciéndose

lo requiere; esto le permit€ una facilidadde movimientos al propio ti€mpo que.,larelación en sí lo respalda, es.piritualmen­te, frente a Dorotea: hay alguien que loquiere, no se encuentra solo. Están losdos en igualdad de circunstancias. El en­granaje es complicado. Cuando, por ma­los entendimientos, se separan y Fernan­do parte a Sevilla, el disparad~ro. de lasreacciones de los dos es sorprendente yextraordinario. Dorotea intenta un sui­cidio aunque sospechamos que, si no con-

palabra, como a un conjuro mágico, que­da convertido para Fernando en Dorotea.Lo que no sabe aún es que esa Doroteaes otra, distinta, a la que él ha dejado en_.Madrid. Con la distancia los labios y losojos y la piel de la amada se transfor­man, se embellecen hasta el ideal, se tru~­

can hasta el disparate; con la distanClaDorotea sufre tal mutación que acaba pordejar de ser ella para conv~rtirse en ot:aJ

imaginaria, perfecta, maravIll~sa, qu~ soloexiste conformada por las mejores vIven­cias que emanan de Fernando. Doroteadeja de ser realidad para convertirse enrealidad poética, que alimenta y nutre alamante, pero que no acaba por satisfa­cerlo. El retorno se hace inevitable, e ine­vitable, igua!mente, la desgracia.

Se trata ahora de ensamblar realida­des; se intenta poner a ambas Doroteasjuntas y fusionarlas. El encuentro --enel Paseo de San Jerónimo, en Madrid­es una escena estructurada simbólicamen­te. Fernando, al hablar con Dorotea y su .criada -desconociendó la identidad deaquélla, ya que está cubierta con un ve­10--, descubre a las desconocidas su vio­lento amor por la hija de Teodora. Esdecir, frente al misterio (el amor veladoencubierto) la pasión se desboca impe­tuosa. Pero Dorotea se descubre, se quitael velo; revela su amor. Y por ese sólohecha la "descristalización" se presentaen Fernando. Al verla entregada, sumisa,arrepentida; al saber que odia a su madrepor separarla de él ; que no quiere al in-

. diana; que es suya, que no hay barreras,que todo su contenido espiritual y afec­tivo a él pertenece; al ver esto, Fernan­do deja de quererla. Jo ha podido fundira las dos Doroteas en una sola: Es bienclara 10 que le ha acontecido. Al dejar-

, la, acosado por celos y deseos de vengan­za, ambos factores acrecentaron su amor.La desorbitación de la imaginada mujer.mató a la otra. Con cruel y minucioso re­lató describe Fernando este proceso suyoque lo enga9-ó: "No me pareció que eraDprotea la, que yo imaginaba ausente; notan hermosa, no tan graciosa, no .tan bienentendida; y como quien para que unacosa se limpie le baña de agua, así 10 que­dé yo en sus lágriq¡as, de mis deseos. Loque me abrasaba era pensar que estabaenamorada de Don Bela; 10 que me qui­taba el juicio era imaginar la conformi­dad de sus voluntades, pero en viendoque estaba forzada, violentada, afligida,que le afeaba, que le ponía defectos, quemaldecía a su madre, que infamaba a Ge­

.rada, que quería mal a Celia yque a míme llamaba su verdad, su pensamiento, sudueño y su amor primero, así se me quitódel alma aquel grave peso que me opri­mía, que veían otras cosas mis ojos y es­cuchaban otras palabras mis oídos: de

.: suerte que, cuando llegó la hora de par­tirse, no sólo no me pesó, pera ya 10 de-

," seaba". Por eso Fernando dice, para com­pletar el relato de su desencanto, que alpaso que Dorotea "me iba descubriendosu pecho, iba yo sosegando el mío, y comome abrazaba en mis brazos de aquellosantiguos deseos, yo me helaba en los su­yos". Después ¿ qué le importa, una vez

.' Dorotea reducida a sí misma, decir de ella

... las más· terribles cosas que nadie puedehablar de una mujer? Sus lágrimas -nos

.. dite- son lágrimas y no perlas; su ros­'.;tro-,"sólo eso y no jazmines y claveles.

¿ Cómo pudo creer"en el amor de Dorotea,cuando esta fuerza diabólica "es nudoperpetuo y cópula del mundo, innoble sus­te to de sus partes y firme fundamentode su máquina?".

'La imagen se ha despedazado; nadaay ya que pueda volver a construir eldificio del amor:

Oh gusto de amor traidoressueños ligeros y vanos,gozados, siempre peqllei¡os,y grandes, imaginados.

Aquí sí sabemos qué piensan uno deotro los amantes. Los procesos interioresse ventilan y los personajes están vistosal través de una lente psicológica que loshace humanos en toda su complejidads'entimenta1. Ya basta -parece decir Lo­pe-, que el malo sea cabalmente malo yel bueno siempre bueno. Un nombre tie­ll.e, en sí, una serie de posibilidades quepueden, con un determinado estímulo, rea­li2arse. -Un'hombre, por ello, es el conti­nepte de todo el universo, arreglado deuna' única y especial manera. En esto'Parece coincidir con Leibnitz. Un hombrepuede ser él solo bueno y malo y sublime, nefasto, y santo y condenado..: En La Dorotea no es pues el amor de'golpe, sin matices, brutal y contundente--como la propia muerte- que sientenCalixto y Melib~a. El. paso de La eeles-

,. tina. a esté libro de Lope es nada menosque el ir, en este sentido, de 10 externoa la interioridad del individuo. No es oca­sional.· que Quevedo, algunos años des­pués, diga que la muerte no es un esque­leto con guadaña, pues eso son los muer­tos. La muerte, afirma, no se conoce por­que se lleva dentro de uno mismo. Tam­poco 10 es que, el Herodes, de Calderóndiga que él es los celos; o que en ~egis­

mundo se declare una batalla terrible en­tre la razón y el instinto, entre el hombrey la fiera. Estamos, con Lope y su Do­ratea, en los umbrales del XVII, siglo en elcual se incorpora a la cultura el mecanis­mo complicado de las pasiones dé loshombres. .

Es éste el gran triunfo de Lope: 10 hu­mano. Por eso cuando pretende hacer demago, cuando quiere ponerle un puntomás a Celestina creando a la alcahueta'Gerarda, fracasa. ~oño es el personajesi 10 comparamos con su antecesora. Tanhumano es Lope, que no olfatea los pro­blemas metafísicos. En cuanto a Celes­tina, no se sabe qué sea 10 más fuerte yextraordinario en ella: si es que el demo­nio, perdida ya su gran dignidad medie­val, acaba poc ser menos poderoso queel ser humano o si, por 10 contrario, es

¡tan fuerte, que ha acabado por meterse enlos hombres, y éstos -perdida toda idea,de' su dimensión- terminan por retario'y amenazarlo. "Conjúrate, triste Plutón",-dice Celestina- ... a que "vengas sin'tardanza a obedecer mi voluntad" ... "Sino 10 haces con presto movimiento, ten­drásme por capital enemiga; heriré conluz tus cárceles tristes y escuras; acusarécruelmente tus continuas mentiras; apre­miaré con mis ásperas palabras tu horri­ble nombre". Pero sea una cosa o la otra,Fernando de Rojas acierta en todas for­mas. Se tutea con los poderes del infiernoy, digno heredero de toda la Edad Me­dia, la compendia en la demoníaca mujeral propio tiempo que. la mata con ella.

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Las posiciones de Gerarda y de Celes­tina frente a sus mundos son parecidas. eigualmente difíciles. Ambas en el tray~c­

to de sus vidas -primero de licenciosadisipación, luego de egoísmo y maldad-,se ,crearon enemigos. Teodora utiliza aGerarda como Alisa 'soporta a Celestina,pero no las aman; Dorotea desprecia aaquélla tanto como Melibea'a Celestina.Fernando odia a la alcahueta' (la mandamatar, aunque no lo consigue), al igua ~

que Cempronio y Pármeno detestan a 'lavieja comadre, hasta que consuman el ase­sinato. Las dos se sostienen exclusivamen­te por su gran fe en sí mismas; las 'ani!Tlasu desmedida codicia y' las defienden sushipocresías. Pero Gerarda -con ser taniguales sus circunstancias a las de Celes­~.~na-;- no tiene su altura dramátiéa: Esevidente que Lope ya no cree con tantafidelidad en los poderes del mal, meta­físicamente hablando, y que, de no serasí, más le importan las fuerzas del hom­bre en ,cuanto hombre, independientemen_te del demonio. Carece del elemento. satá-nico; otro es su alcance. .

Por 10 demás es cierto que la .()J;¡r,a tie­ne una moral católica que el dramaturgoa cada paso nos recuerda. Pero' se' 'per­cibe que no es la lección. reli~iQsa, .sinola que queda implicada en las' accioneshumanas la que le preocupa. Y así .el gr~npersonaje de La Dorotea, su máxima ex­presión, es el amor.

Lope ha tenido que recurrir a la pro­sa y no es ocasiona! o involuntario. Lapoesía, bien lo sabe, no le sirve en);!, des­cripción de tan complicadas relaciones;en cambio, eso sí, lo ayuda en su concep­ción estética.

'c Finalmente, volviendo .~ los amantes,diremos que no es -que Fernando deje aDorote'a por convicción moral .( recuerde­se que es una adúltera) ; la abandona sim­plemente porque el amor se agota. N o esque se entregue a la guerra porque tratede heroificarse, o porque sus apetitos es­tén mal encauzados, sino porque ya nolos tiene. Por eso pued@ analizar tan biensus pasiones, porque hatl dejado .de estaren él definitivamente. ."

La obra tiene una secuencia ?- .tal gradomoderna, que aun cuando prapia.h1ente suinterés termina en el momentá'fmsmo enque el amor se ha quebtad(), sigue' Lopeplanteando el porvenir de· suspr.incipalespersonajes: que si Dorotea se mete a mon­ja; que si Gerarda se mata al caer de unaescalera; que si Marfisa esperará o no aFernando. Lo que está claro es que alhacer esto nos indica que la,.yida siguem curso; que, 'dramáticaméi1te'ttot:t.~::y seva, y que no se detiene ante ná'da."Noim­porta el tracaso de Dorotea con Fernan­do; tampoco la muerte de la vieja alca­hueta. César el astrólogo y los criados yTeodora seguirán su ruta que, por ser devida, será amenazante y azarosa; peroque, también por ello, será privilegio' yposibilidad.. La Dorotea es, pues, segúnnuestrÓj-ui­¿io,la primera gran obra española quenos enseña el amor 'como un procesO';. '110

como una esencia. En ello, en .su'·· genialconcepción psicológica; está .·su fuer,zadramática y su valor. Después de. escr-Íta

· queda, abierto, de par enpa.r, 'd "camino· que., conducirá al ser humane .haci·a laposesión gradual de sí mismo; ·de :SU"COin-

· pleja:interioridad...· . ;" ':,