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Para mi hijo Víctor en su doceavo cumpleaños

con todo mi amor.(Madrid, 18 de marzo de 2013)

Notas:En este libro encontrarás pruebas, retos y desafíos mentales. Puedes leer todo el libro seguido sin pararte a pensar en las soluciones, o puedes atreverte a solucionar los retos antes de que lo hagan los protagonistas. Ambas opciones son válidas, pero te recomiendo la segunda, porque sólo los valientes conquistarán el mundo…

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Esta obra es de ficción. Cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia… Y si no me crees, léelo y verás…

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ÍndiceCapítulo I. El examen "sorpresa"

Capítulo II. Una mañana desastrosa

Capítulo III. El papel maldito

Capítulo IV. La tormenta terrible

Capítulo V. El fantasma

Capítulo VI. Códigos secretos y otros descubrimientos

Capítulo VII. Piratas y pirámides

Capítulo VIII. Criaturas y tierras lejanas

Capítulo IX. El túnel tenebroso

Capítulo X. Reyes y artistas

Capítulo XI. Un accidente y una prueba muy dura

Capítulo XII. La trampa maldita

Capítulo XIII. La recompensa

Capítulo XIV. El partido

Capítulo XV. La Fiesta Sorpresa

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Prólogo18 de marzo de 2033

La historia que te voy a contar ocurrió hace muchos, muchos años. Bueno, tampoco tantos, no vayas a pensar que te voy a hablar de la Edad Media, tampoco hay que exagerar. La verdad es que sucedió hace exactamente veinte años. Tal día como hoy, el 18 de marzo de 2013, el día que cumplí doce años.Nunca olvidaré lo que aconteció ese día, ni cómo mi vida cambió radicalmente a partir de ese momento. Todavía se me ponen los pelos de punto al recordarlo…Vale, vale, no insistas más, te lo contaré…, pero que quede claro que lo que voy a relatar aquí es un secreto de Estado. Nadie podrá nunca saber lo que sucedió ese día, ni siquiera tu mejor amigo, ni tus padres, ni mucho menos los profesores de tu colegio. Lo que vas a leer a continuación es escalofriante y puede que no estés preparado para asimilarlo. Si eres de esos chavales que se asustan con cualquier peliculilla de terror del estilo de Viernes 13, o si eres de los que miran cada noche debajo de la cama antes de acostarse para ver si hay un zombi escondido, o aún peor, si eres de los que llaman a su mamá cuando tienen una pesadilla en la que les persigue un vampiro sediento de sangre, tal vez deberías dejar de leer ahora mismo antes de que sea demasiado tarde.Si, a pesar de mis advertencias, sigues leyendo estas líneas sólo caben dos opciones:Opción 1: Eres una persona valiente, ávida de aventuras y que no teme a nada. Si es así, felicidades, puedes seguir leyendo.

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Opción 2: No eres demasiado valiente, ni especialmente aventurero, pero aunque te dan miedo muchas cosas, tienes las suficientes agallas como para afrontar tus temores, o tal vez la curiosidad es más fuerte que la aprensión. Si este último es tu caso, ¡adelante!; sólo las personas más inteligentes son capaces de reconocer que tienen miedo. Sigue leyendo.

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Capítulo I. El examen "sorpresa"

Todo empezó, como te digo, el día de mi doceavo cumpleaños que, para mi pesar, no tuvo otra ocurrencia que ir a caer en el peor día de la semana: en lunes.Pero eso no fue lo más desastroso, no creas. Ese día, por alguna extraña conjunción de los astros, coincidieron varios hechos catastróficos que a punto estuvieron de hacerme desistir de celebrar mi cumpleaños en lo que me restara de vida, y eso que esa misma tarde lo iba a celebrar en la bolera con mis amigos y mis primos, que era lo que más me gustaba en el mundo.Para empezar, y por extraño que pueda parecer, a mi familia se le olvidó por completo que hacía doce años que había llegado a este mundo, y ni mi madre, ni mi padre, ni mi hermano Álvaro, ni tan siquiera mi abuela —que mira que eso es raro— se acordaron de felicitarme, ni mucho menos de obsequiarme con regalo alguno. Ni que decir tiene que salí de casa ya bastante cabreado, porque no podía dar crédito a lo que estaba pasando: yo estaba entrando en el momento más complejo de mi vida, la adolescencia, y mis padres ni siquiera se acordaban ya de mí. Cuando bajé las escaleras vi a mi amigo Dani que, como cada día, estaba esperándome en el portal para ir a clase.—¿Qué pasa Víctor, tío? —preguntó él cuando me vio.—¡Ey! —dije yo por toda respuesta, sorprendido de que tampoco él se acordara de mi cumpleaños, a pesar de

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que hacía ya una semana que había repartido las invitaciones para la bolera.—¿Qué tal llevas el examen de "Cono"? —preguntó.—¿Qué examen de "Cono"? ¿Es que es hoy? —grité yo asustado, como si acabara de ver al mismísimo Barrabás.—¡Pues claro, tío! No me digas que no has estudiado.—¡Yo creía que el examen era el lunes que viene! —Pero ¿cómo va a ser el lunes que viene si es Semana Santa? —rió él.—"Joer" colega. Ya verás la bronca que me echa mi madre, siempre dice que estoy en el limbo y que no me entero de nada… —me quejé.—Venga, tío. No te preocupes, seguro que te lo sabes. La parte de Geografía se te da muy bien. Eres la única persona en el mundo que se sabe la altura de todas las montañas terrestres.—Sí, pero lo malo es la parte de Historia; la Edad Moderna es horrorosa, no sé cómo la pueden llamar "moderna" con lo antigua que es.—Si quieres te dejo copiar, ya sabes que la Historia se me da muy bien —ofreció él.—Gracias, tío, eso es ser un buen amigo, pero no creo que pueda copiar sin que me pillen y además entonces te catearían a ti también. Mi madre siempre me cuenta la historia de cuando a ella la suspendieron por dejarse copiar… ¡qué pardilla!, ja, ja.

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Al llegar a la puerta del colegio nos encontramos con Paula Rodríguez y Paula Artacho que, además de olvidarse ellas también de felicitarme, ahondaron aún más en mi miseria al recordarme que esa misma tarde se celebrarían las pruebas de diagnóstico de 6º de Primaria —unas pruebas odiosas de cultura general que se había sacado de la manga la Comunidad de Madrid para torturar a todos los preadolescentes—, y que, por supuesto, yo también había olvidado repasar.Las "Paulas", como las llamábamos coloquialmente, eran dos chicas muy listas, amigas desde infantil; siempre iban juntas a todas partes como si fueran siamesas, se reían de las mismas cosas y, curiosamente, eran expertas en sacar las mismas notas en todo.

Afortunadamente, no todo era negativo en aquel día aciago, y cuando entramos en el colegio y empezamos a subir las escaleras, cargando a la espalda los dos mil quinientos quilos de libros que abarrotaban nuestras mochilas, coincidimos con Erik Rojas, que nos espetó: —¡Eh tíos! Acordaos de que esta tarde es el partido contra el "Enriqueta". ¡Les vamos a machacar! —dijo

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mientras hacía el símbolo de la victoria con los dedos índice y corazón de su mano derecha.Era cierto, esa misma tarde jugábamos el partido de vuelta del campeonato de baloncesto en el que participaba nuestro colegio: el CEIP Jovellanos. Y nos enfrentábamos nada más y nada menos que a nuestro rival más fuerte: El colegio "Enriqueta Aymer", donde jugaba mi vecina Lucía y algunos ex-compañeros del Jovellanos que se habían cambiado de colegio hacía unos años, como era el caso de Adrián y de Gema; unos chaqueteros que no merecían piedad.Erik era un chaval inquieto y travieso, pero también alto, guapo y simpático que se llevaba de calle a todas las chicas de la clase y yo diría que de todo el barrio. A pesar de eso, en el último curso nos habíamos convertido en buenos amigos, así que le perdoné que tampoco él se hubiera acordado de mi aniversario, porque a fin de cuentas la efectividad de Erik encestando triples, junto con la altura de Paola y mi velocidad con el balón eran las únicas armas con que contábamos para derrotar a las "croquetas del Enriqueta".Al llegar a clase, José Carlos, el director del colegio —que era además nuestro profe de "Cono" y la única persona en el mundo a la que le sentaba bien el bigote—, nos mandó a Juan y a mí a hacer unas fotocopias de mapas del mundo en Secretaría para el maldito examen. Juan era otro de mis mejores amigos. Nos conocíamos desde los tres años y además éramos casi vecinos, porque vivíamos en portales contiguos, lo cual facilitaba

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que quedáramos para jugar a la Play casi todas las tardes.Era muy extraño que Juan se olvidara de mi cumpleaños, porque era una de esas personas con una memoria prodigiosa, pero yo estaba demasiado preocupado por el examen que estaba a punto de suspender como para tenérselo en cuenta.—Juan, tío; creo que voy a catear —gemí, mientras esperábamos en el pasillo a que Ana Belén, la profe de Plástica que además era la secretaria, nos hiciera las fotocopias.Juan estaba alucinado, mirando a la profesora con la boca abierta como si estuviese contemplando la octava Maravilla del Mundo.—Juan, ¿me estás oyendo?Nada, que no reaccionaba el tío. Es verdad que Ana Belén era probablemente la profesora más guapa que el colegio había tenido nunca, y seguramente la más guapa que tendría jamás, ya que era alta, delgada, con una sonrisa roja que albergaba una hilera perfecta de dientes blanquísimos y con un pelo largo y negro cuyas ondas brillaban como en los anuncios de champú. Pero

no era menos cierto también que era super exigente, y que con ella ni Velázquez ni Picasso habrían conseguido un sobresaliente en la vida.Pero estaba claro que mi amigo Juan se encontraba cegado por su belleza, y aunque no reconocería ni muerto

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que le gustaba, lo cierto es que todo el colegio sabía que se moría por sus huesos. —Juan, ¡te estoy hablando!—¿Qué has dicho? —balbució él cuando volvió en sí. —Jo, tío, es increíble que babees así por una profesora que te saca veinte años —le recriminé.—Yo no babeo, ¿vale? Estoy harto de que digáis que me gusta, pero si me gustara, que sepas que el amor no tiene edad.No quise discutir con él, así que me limité a coger las fotocopias calentitas y a tirar de la camiseta de mi amigo que había vuelto a quedarse hipnotizado mientras veía a la profesora alejarse por el pasillo.En ese momento nos cruzamos con José Camacho, otro gran amigo experto en videojuegos de Pokémon, que estaba en quinto curso y que también sufría de amnesia en lo que a cumpleaños se refiere. José era un chaval alegre de sonrisa perpetua, pero ese día nos dio la peor noticia de nuestras vidas:—No sé si vais a poder jugar esta tarde el partido porque se acercan unos nubarrones que te pasas.—¡Lo que nos faltaba! —exclamé— No sólo voy a suspender por primera vez en mi vida, sino que además también van a suspender el partido.—¿Qué vas a suspender? —preguntaron José y Juan a coro— ¡Venga ya!Nadie me creyó en ese momento, pero yo sabía que por muy bien que me supiera la altura del Everest, del

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Aconcagua y del Kilimanjaro, no había nada que hacer con las fechas de los viajes de Cristóbal Colón y mucho menos con los reinados de los Austrias y de los Borbones en España. Era como una de esas pesadillas angustiosas en las que te enfrentas a un examen "sorpresa" para el que no has estudiado, pero sin el "como".Aunque, hablando de pesadillas, ninguna de las que he tenido a lo largo de mi vida ha sido tan espeluznante como la que me hizo "cagarme" de miedo aquel lluvioso día de marzo.

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Capítulo II. Una mañana desastrosa

Hice lo que pude. Coloqué sobre el mapamundi todos los accidentes geográficos que recordaba, aunque empezaba a dudar de si los Montes Apalaches estaban en América o en Albacete. Con la parte de Historia, no me quedó más remedio que echarle imaginación y ordenar a todos los Carlos, Felipes y Fernandos a boleo esperando que el azar jugara a mi favor por una vez en la vida, y maldiciendo la monotonía de las monarquías españolas que durante siglos han sido incapaces de ponerse nombres originales y han tenido que copiarse unos a otros sólo para fastidiar a todos los estudiantes del planeta.Tras el examen llegó una interminable clase de matemáticas en la que Ovidio, nuestro tutor, intentó sin éxito hacer entender a la clase el cálculo de porcentajes con ejemplos cotidianos de descuentos en El Corte Inglés.

Claro, que la clase de lengua que siguió tampoco fue mucho mejor, y eso que hicimos una de las cosas que más me entusiasmaba por aquel entonces: una competición de tiempos verbales. Generalmente este tipo de actividades me divertía muchísimo, porque si había algo en el mundo que me gustaba más que comer con los dedos era conjugar el verbo "competir". Pero en esta ocasión quedé eliminado nada más empezar por confundir el modo indicativo con el subjuntivo, (una tontería de nada, ya ves tú); de manera

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que tuve que tragarme toda la clase observando cómo César, el niño más listo del colegio y probablemente de toda la Unión Europea, iba derrotando a todos y cada uno de mis compañeros.

Pensé que el recreo me daría una tregua y que mi mala racha terminaría en cuanto metiera unos cuantos goles en el partido de fútbol que siempre jugábamos la clase de 6º B contra la de 6º A.

Ahora que lo veo desde la perspectiva que me dan mis 32 años recién cumplidos, puedo asegurar que el patio de recreo de un colegio de Primaria es como una maqueta a escala de la vida adulta.Para empezar, hay una clara división entre lo que prefieren hacer los niños (jugar al fútbol como única diversión imaginable), y lo que hacen las niñas (cualquier cosa que NO sea jugar al fútbol), lo cual da una idea bastante clara de la diferente complejidad de unos y otras. Claro, que siempre hay excepciones, como era el caso de Katy, la única niña de 6º que se

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divertía más chutando a portería y lanzando "corners" que ensayando coreografías, y hay que reconocer que lo hacía bastante mejor que muchos de sus compañeros.También había excepciones entre los chicos, claro está, ya que por ejemplo Izan y Juan preferían cambiar los balonazos en la nariz y los patadones en las espinillas por prácticas más seguras para su integridad física, como podía ser jugar al escondite, al pilla-pilla o al rescate con Alba, Marta, Clara, Silvia y Patricia Valentina.Otras chicas preferían, en cambio, pasar el recreo practicando el último baile que se hubiera puesto de moda en Internet, de manera que no era raro ver a Cristina, a Vanesa a Tiffany o a Patricia García siguiendo el ritmo del "Oppan gangnam style", del "Nosa Nosa" o del "Zumba". No en vano, algunas de ellas como Patricia García complementaban sus actividades dando clases de danza española en el Centro Cultural del barrio en el que a mí me torturaban con las clases de piano que mis padres se empeñaban en que recibiera.

Luego había otras, como Inês, Roxana, Halima, Sandra o Adriana, cuya mayor diversión era meterse con los chicos y chincharnos todo lo que podían. Aunque, para ser honestos, a muchos de nosotros nos gustaba ese rollito y no perdíamos ocasión de devolverles las puyitas en forma de broma o de chiste malo.

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Aquel día, sin embargo no estábamos para demasiadas bromas. Habíamos formado ya los equipos, con Erick Morales en el puesto de portero de 6º A y Carlos en el de 6ºB. En mi equipo, Jorge estaba sembrado ese día y consiguió regatear a Jose a Alín a Mario y a Alexis —demostrando que la altura muchas veces está sobrevalorada—, y marcar el primer gol nada más empezar a jugar. Pero justo después, y cuando yo había conseguido robarle el balón a Iván Ferreira —el chaval más rápido sobre la faz de la Tierra—, el cielo se rebeló contra nosotros lanzándonos el diluvio universal y haciendo que tuviéramos que guarecernos deprisa y corriendo en la sala de informática en la que, como no podía ser de otra manera, no pudimos tocar ni un solo ordenador porque la tormenta había provocado un cortocircuito que duró justo hasta la hora de comer.

Tras el improductivo recreo nos esperaba una clase de inglés con Leonor, quien también hacía las veces de Jefa de Estudios, y era la encargada de presentar todos los Carnavales, fiestas de la Paz y celebraciones de la Constitución en el patio del colegio, donde —a falta de un salón de actos en condiciones por escasez de presupuesto— los padres se pelaban de frío sin perder por ello la sonrisa al ver a sus cachorros disfrazados de osos, de dioses griegos y hasta de racimos de uvas. Y es que hay que reconocer que los profesores del Jovellanos compensaban la falta de subvenciones públicas con un alarde de imaginación que ya querrían

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para sí muchos políticos que intentan socavar la Educación Pública.Pero sigamos con el relato, que se me va el santo al cielo y como sigamos así vas a pensar que te he engañado vilmente cuando te decía que esta es una historia terrorífica. Lo es, te lo aseguro, pero primero quería ponerte en situación para que no te pierdas.Pues eso, lo que te decía, que cuando llegamos a la clase de inglés sucedió una nueva catástrofe sólo comparable con que el Real Madrid pierda la final de la "Copa del Rey" ante el Barça:Cuando Leonor me pidió el cuaderno de inglés en el que había traducido unas frases para practicar el vocabulario de las profesiones, me quedé petrificado.—Víctor, por favor, pásame tu cuaderno y sal a la pizarra a corregir las frases que os mandé el viernes —pidió ella.—No puedo —respondí yo al tiempo que apretaba el cuaderno contra mi pecho para que nadie lo viera.—¿Cómo que no puedes? ¿Es que no has hecho los deberes? —inquirió ella sorprendida, porque yo otra cosa no sería, pero a empollón no me ganaba nadie.—No, Leonor, no es eso. Pero no te puedo enseñar el cuaderno —repliqué con un hilo de voz.—¿Y se puede saber por qué? —siguió extrañándose ella.—Porque no te va a gustar lo que vas a ver —le advertí yo, mientras mis compañeros se miraban unos a otros entre risas.

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—Anda Víctor, trae para acá, que seguro que no es para tanto— pidió ella al tiempo que alargaba los brazos para arrebatarme el cuaderno de la discordia.No podría describir la cara que puso Leonor cuando vio mi cuaderno. Fue una mezcla de susto y de incredulidad: La boca abierta, las cejas levantadas y una cierta mueca de asco en la comisura de los labios. Y es que la página en la que con tanto esmero había traducido las frases la tarde anterior se encontraba totalmente cubierta por pegotes de pintura de dedos que mi hermanito de tres años había distribuido a diestro y siniestro por todas las hojas del cuaderno, eso sí, en una composición policromática digna del mismísimo Miró. Y es que mi madre dice que mi hermano ha heredado los genes de nuestro abuelo, que era pintor, y que tenemos que dejarle que exprese toda la creatividad que lleva dentro. Claro, que ya me gustaría a mí ver cómo reaccionaría mi madre si al artista de la casa se le ocurriera expresar su "creatividad" en las paredes del salón, en los sofás o en las mismísimas cortinas recién lavadas.Cuestiones familiares aparte, ni que decir tiene que mi único deseo de cumpleaños a partir de ese momento era que ese horrible día pasara lo más rápidamente posible y si no, que al menos me tragara la tierra para no tener que soportar más humillaciones.La tierra no me tragó, pero mi estómago me advirtió con unos cuantos rugidos que como yo no tragara algo comestible pronto iba a ser imposible escuchar las voces de Paola, Tiffany y Dani hablando en inglés de lo que querían ser de mayores.

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Llegamos al comedor con más hambre que un maestro de escuela —nunca mejor dicho—, y dispuestos a repetir tres veces por lo menos; pero cuando vimos que el menú del día consistía en espinacas salteadas y filete de hígado no nos quedó más remedio que disimular la

comida tirándola por debajo de las mesas cuando no miraba Isabel, nuestra cuidadora del comedor —todos menos Izan, que estaba muy bien educado y siempre se comía todo lo que

había en el plato—, y esperar que el mísero yogur que hacía las veces de postre acallara los aullidos de nuestros doloridos estómagos.

Claro, que eso no era nada comparado con los aullidos de terror que daríamos nosotros sólo unas cuantas horas después.

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Capítulo III. El papel maldito

Por fin llegó la tarde. El sol había logrado ganar la batalla a las nubes y ahora resplandecía en lo alto del cielo como si estuviera burlándose de nosotros, que sólo podíamos pensar "A buenas horas mangas verdes". Pero bueno, al menos el partido de baloncesto estaba salvado. Sólo quedaba una hora y media para que terminara nuestro suplicio y pudiéramos salir a la cancha a comernos a las "croquetas del Enriqueta" como si fuéramos los leones del Coliseo Romano.Pero antes teníamos que enfrentarnos a la aburridísima prueba de diagnóstico que nos estaba esperando boca abajo en nuestras mesas nada más entrar en clase.Ya estábamos todos sentados, esperando a que Ovidio nos diera permiso para dar la vuelta al examen, cuando noté unos golpecitos en el hombro y la voz susurrante de Katy diciéndome: "Toma, pásale este papel a Adriana de parte de Erik, pero no lo leas".Erik, que estaba sentado en la última fila de la clase, le había pasado la nota a Katy para que me la pasara a mí y que yo se la pasara a Juan para que a su vez se la pasara a Adriana, que se sentaba en la primera fila.Miré para atrás con disgusto y le hice un gesto negativo a Erik con la cabeza, a lo que él respondió con una cara suplicante ante la cual no pude oponer resistencia; de manera que repetí los toquecitos en el hombro de Juan, que se sentaba delante de mí, y le pasé la nota para Adriana. El examen acababa de comenzar, cuando una Adriana radiante de felicidad se dio la vuelta para encontrar los

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ojos de Erik clavados en los suyos, y le pasó nuevamente una notita a Juan para que se la pasara a Erik, pasando nuevamente por mis manos, y por las de Katy. Estaba empezando a hartarme de tanta correspondencia amorosa, así que cuando llegó la tercera notita de Erik a mis manos no pude evitar la tentación de abrir el papelito cuadriculado cuidadosamente doblado, y en esas estaba cuando de repente Ovidio me interpeló:—Víctor, ¿qué tienes en la mano? ¿No será una chuleta?El susto fue tan grande que se me cayó el papelito al suelo, sin haber tenido tiempo si quiera de leerlo, mientras respondía: —No Ovidio, no es ninguna chuleta.

Ovidio llegó hasta mi sitio, cogió el papel del suelo y, sin dejar de mirarme a los ojos, lo desdobló parsimoniosamente y lo leyó. En aquel momento no sabía lo que ponía en el papel, pero debía de ser algo extremadamente fuerte, a juzgar por la cara que puso y por lo que sucedió a continuación:—¿Esta nota es tuya? ¿Para quién es?—inquirió él con cara de pocos amigos.

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Yo miré a Erik con el rabillo del ojo y vi que hacía un gesto de negación con la cabeza. Luego miré a Adriana para comprobar que el gesto se repetía también en su cara. Me encontraba ante un dilema tremendo: tenía que escoger entre delatar a mis amigos para salvar mi pellejo, o mentir a Ovidio y cargar yo con toda la culpa de algo que no había cometido.No te voy a engañar, el dilema no me duró más de cinco milésimas de segundo, y antes de que Ovidio tuviera tiempo de volver a formular la pregunta, le solté toda la verdad con pelos y señales:—La nota no es mía, es de Erik para Adriana; yo sólo he hecho de intermediario, lo mismo que Juan y Katy.Erik y Adriana me miraban con una cara de odio que nunca antes había visto; claro que las caras de estupefacción de Juan y Katy tampoco se quedaban cortas.— Ah, ¿sí? —replicó Ovidio.— Pues estáis todos castigados. ¡Los cinco! ¿No sabéis lo importante que es esta prueba? ¿Pensáis que podéis estar haciendo el tonto a estas alturas del curso? Pues que sepáis que no vais a hacer el examen, vais a ir a la sala de ordenadores y os vais a quedar allí hasta las 6 de la tarde haciendo un trabajo sobre Jovellanos. Ya hablaré yo con vuestros padres para avisarles de que llegaréis más tarde y de que, por supuesto, esto va a afectar a vuestras notas de esta evaluación. De momento tenéis un cero en todas mis asignaturas. Todo depende de cómo hagáis ese trabajo y de vuestro comportamiento hasta final de curso.

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—Pero Ovidio —me quejé yo—, esta tarde tenemos partido de baloncesto contra el Enriqueta. ¡No nos puedes hacer esto, es tremendamente injusto!—Eso, haberlo pensado antes de estar jugando a pasaros papelitos durante un examen. A ver si así aprendéis para cuando estéis en el instituto— contestó él.¡No me lo podía creer! Ovidio era un profesor con un aspecto bastante serio y riguroso, pero todo el mundo sabía que en el fondo era un pedazo de pan. ¿Qué podía poner en esa nota que fuera tan grave como para merecer semejante castigo?Mi curiosidad no se hizo esperar, y así se lo solté a Erik en cuanto salimos por la puerta de la clase:—¿Se puede saber qué ponía en la notita de las narices? —pregunté yo.—¡No te lo pienso decir en la vida pedazo de chivato!—replicó Erik con los ojos inyectados en fuego vivo. —¿Qué querías? ¿Qué cargara yo con toda la culpa? —me defendí.—No, claro, es mucho mejor que nos pringues a todos—respondió Juan—. A ver a cuento de qué tenías que meternos a Katy y a mí en este marrón, si no hemos hecho nada.—Ni yo tampoco he hecho nada, chaval —protesté—. Aquí la culpa de todo la tienen Erik y Adriana.

—Bueno chicos, ¡basta ya de discutir!— medió Katy, la más sensata de todos

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los que estábamos involucrados en esa historia—. Lo que tenemos que hacer es bajar a la sala de informática e intentar hacer el trabajito lo más deprisa posible, a ver si terminamos antes de las 4 y podemos convencer a Ovidio de que nos deje ir al partido. Katy tenía razón, de nada servía seguir peleando entre nosotros. Teníamos que darnos prisa. Cuando pasamos por delante de la clase de 6ºA para ir hacia la escalera, Lourdes, la tutora, que nos vio pasar nos llamó sorprendida:—Eh, chicos, ¿dónde vais? ¿No estáis haciendo la prueba de diagnóstico?—No —contestamos todos a coro—, Ovidio nos ha castigado con hacer un trabajo de Jovellanos en la sala de informática.—¿Y eso? ¿Qué ha pasado? —inquirió ella con cara de extrañeza.—¡Díselo tú Víctor, venga, traicióname otra vez! —ironizó Erik.—Nada, sólo que nos hemos pasado una notita unos a otros. Pero no era ninguna chuleta —respondí.—Pues muy tremendo tiene que ser lo que ponía en esa nota para que Ovidio os haya puesto este castigo… —se siguió sorprendiendo ella— debe de ser la úlcera, que le está volviendo a molestar y está muy irascible.—Lo peor es que dice que tenemos que quedarnos hasta las 6 para terminar el trabajo —se lamentó Katy— y esta tarde tenemos partido de baloncesto.

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—¿Esta tarde es el famoso partido contra las "croquetas del Enriqueta"? —se burló ella—. Eso son palabras mayores. No os preocupéis, intentaré hablar con él a ver si os puede levantar el castigo a las 4, veré qué puedo hacer pero no os prometo nada ¿eh? Eso sí, ya podéis daros prisa en hacer el trabajo ese y hacerlo bien. ¡Hala, corriendo que es gerundio!—¡Gracias Lourdes!— gritamos todos mientras corríamos escaleras abajo hacia la sala de informática. Lo que no sabíamos por aquel entonces es que lo que nos esperaba en esa sala sería lo más escalofriante que nos había sucedido jamás.

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Capítulo IV. La tormenta terrible

Una vez en la sala de informática, encendimos unos cuantos ordenadores para empezar a buscar entre todos información por Internet sobre el maldito Jovellanos y terminar lo antes posible.La anunciada tormenta estaba volviendo a acercarse poco a poco; nos dimos cuenta cuando toda la sala se oscureció y los primeros truenos empezaron a retumbar en la lejanía.Katy y Adriana empezaron a buscar en la Wikipedia datos sobre la biografía de Jovellanos, mientras yo buscaba imágenes, y Juan copiaba los datos en un archivo de Word.—Erik —dije— ¿por qué no enciendes otro ordenador y te pones a copiar tú también?—Chicos, yo paso de hacer ese trabajo absurdo —contestó él—, me marcho ahora mismo a la calle.—Sí, ¡claro! encima de que estamos aquí por tu culpa ¿te vas a marchar? —contestó Juan— No puedes irte.—Ah ¿no?— replicó Erik desafiante— ¿y quién me lo va a impedir? ¿tú? Y continuó diciendo: Adriana, ¿te vienes o te quedas aquí con estos pardillos?Adriana se quedó un rato pensativa, hasta que finalmente se levantó y salió por la puerta de la mano de Erik.

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Se oían sus risas por el pasillo y sus pasos acelerados hacia la puerta de salida.

—¡No me lo puedo creer! —exclamé— de verdad que no les entiendo. ¿Cómo se pueden enamorar con doce años?

En ese momento, a mí me parecía que los enamoramientos preadolescentes en los que estaban cayendo mis compañeros eran la mayor chorrada del mundo y que ni por lo más remoto me podría a mí suceder algo parecido: Esas notitas románticas, esas miradas embelesadas, esos besos mal dados en los labios ¡Puaj! ¡Qué asco!—Jolín Víctor —dijo Juan— ¡Cómo se nota que nunca has sentido mariposas en el estómago!—Déjales —contestó Katy, tan juiciosa como siempre— ellos sabrán lo que hacen. De momento lo que tenemos que hacer es terminar el trabajo entre los tres.Ya habíamos descubierto que Gaspar Melchor de Jovellanos, no sólo había tenido unos padres muy cachondos capaces de ponerle semejante nombre al pobre hombre, sino también que se trataba de un escritor y político ilustrado español del siglo XVIII, nacido en Gijón y muy importante durante el reinado de Carlos III, cuando de repente escuchamos a alguien correr hacia nosotros como alma que lleva el diablo.Eran Erik y Adriana, que entraron en la sala jadeando y con la cara más blanca que la teta de una monja.

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—¿Qué pasa? —pregunté— ¿os habéis arrepentido?—Chicos —dijo Erik con cara de susto— ¡no os lo vais a creer! ¡están todas las puertas cerradas y no hay nadie en todo el colegio!—¿Qué dices? —preguntó Juan— ¿cómo no va a haber nadie?—De verdad —intervino Adriana— están todas las clases vacías, y hemos subido al despacho del director y tampoco está. Ni Leonor, ni siquiera está Victoria, la conserje.—¡Venga ya! —dije yo— Si es una broma, la verdad es que no tiene ninguna gracia. —Que no es broma, joer —protestó Erik cada vez más nervioso— venid a verlo con vuestros propios ojos.Y así lo hicimos. Salimos de la sala y recorrimos el pasillo hasta la clase de infantil de mi hermano: completamente vacía, ni siquiera estaba Ana, la profesora. El resto de clases de ese lado del colegio también estaban desiertas, como desierta estaba la clase de Tere, nuestra antigua profesora de infantil. Probamos a abrir la puerta de cristal del lado izquierdo pero estaba cerrada a cal y canto. Lo mismo ocurría con la puerta principal, y con las puertas pequeñas laterales. Todas cerradas. Subimos corriendo al primer piso. Nadie en los despachos, nadie en Secretaría, nadie en nuestra clase, ni en la clase de Lourdes, que hasta hacía diez minutos estaban repletas de gente.

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Nadie en la clase de Mª Jesús, ni en la de Félix, ni en las de cuarto, ni en las de tercero… Empezamos a ponernos nerviosos y a llamar a gritos a José Carlos, a Ovidio, a Leonor, a Victoria… no hubo ninguna respuesta. Parecía como si hubiera habido una evacuación, como en esos simulacros de incendios que hacíamos cada año. Pero en ese caso, nos habríamos dado cuenta. No se puede evacuar a trescientos niños revoltosos sin hacer el más mínimo ruido.Intentamos asomarnos a las ventanas para llamar a alguien, pero estaban también completamente cerradas y, lo que es más curioso, a través de ellas no se veía a ningún ser humano ni siquiera un solo animal, ni un perro, ni un pájaro, ni un mísero mosquito.No tardamos en sacar nuestros teléfonos móviles para intentar llamar a nuestros padres o a la policía o a alguien que nos sacara de allí, pero por algún extraño motivo no había cobertura en ningún lugar del colegio. Todo aquello era muy extraño. Demasiado extraño para ser real.Por unos segundos pensé que se trataba de un sueño, de una pesadilla para ser exactos, pero Erik me sacó de dudas definitivamente con un par sonoras y dolorosas bofetadas en sendas mejillas, que me devolvieron a la realidad al tiempo que decía:— Víctor, tío, reacciona, que te has quedado alelado. A punto estuve de devolverle las bofetadas —que no estaba yo tan seguro de que hubieran sido sólo para hacerme reaccionar y que más bien parecía su venganza por el chivatazo de aquella tarde—, cuando

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de repente cayó sobre el tejado del colegio el rayo más poderoso que había visto en mi vida, seguido de un trueno que hizo retumbar todos los cristales del colegio, y los de mis gafas también. A continuación empezó a llover torrencialmente como si no hubiera mañana; el diluvio universal se quedaría corto al lado de la tromba de agua que cayó en ese momento. Pero lo peor no fue eso. Lo peor fue que el rayo provocó un auténtico apagón en todo el edificio.

Nos quedamos completamente a oscuras. Sólo conseguíamos ver algo a un par de metros de distancia gracias al resplandor de nuestros móviles. Nuestros rostros parecían espectrales al estar bañados por aquella luz azulada, y en ellos se reflejaba el miedo más intenso que habíamos sentido jamás.Un miedo que se convirtió en pavor cuando, de repente, vimos que al fondo del pasillo, de la sala de informática salía un haz de luz blanca y se oía una voz ronca que nos llamaba:

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¡Venid, chicos. Veniiid!

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Capítulo V. El fantasma

Allí estábamos los cinco, muertos de miedo en el pasillo, avanzando lentamente hacia la sala de informática, intentando escondernos tras la espalda de nuestros compañeros.—Tengo miedo— dijo Adriana temblando.Es increíble lo que puede hacer el amor preadolescente. Apenas unos segundos antes, al escuchar aquella temible voz, Erik se había acurrucado detrás de Juan tapándose los ojos con las manos entreabiertas, como si estuviera viendo una película de miedo; pero ahora tenía que demostrar a su "novia" quién era el más valiente del grupo, así que, ni corto ni perezoso y sacando pecho, dijo:—No te preocupes preciosa, no te va a pasar nada; yo te protegeré— dijo en tono paternalista mientras le pasaba un brazo por encima de los hombros.—Y si eres tan valiente, ¿por qué no vas a ver qué hay en la sala de ordenadores? —dije yo desafiante, y por qué no decirlo, con más miedo que vergüenza.—Yo me quedo aquí protegiendo a las chicas —contestó Erik, al tiempo que pasaba el brazo que le quedaba libre por encima de los hombros de Katy— ¿por qué no vais a verlo Juan y tú?—Yo de aquí no me muevo —protestó Juan— al fin y al cabo, si estamos aquí es por tu culpa, así que eres tú el que deberías ir a mirar.

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—Ah, ¿sí? —se quejó Erik— pues si no fuera por el chivato de Víctor no estaríamos aquí ninguno, así que lo justo es que sea él el que vaya.En ese momento volvió a sonar la temible voz que nos llamaba desde la sala: ¡Venid, chicos. Veniiid!Katy que, aparte de estar ya harta de discusiones, tenía más agallas que nosotros cuatro juntos, se zafó del abrazo de Erik y con un gesto de desesperación dijo:—No os preocupéis, ya voy yo, que parece mentira que seáis una panda de gallinas.Y con las mismas empezó a andar con paso firme por el pasillo en dirección a la sala. Los demás la seguimos, claro, como no podía ser de otra manera, porque por mucho miedo que tengas, si hay algo que no se puede soportar en el colegio es que te llamen "gallina", y que encima la que lo dice sea una niña más bajita que tú.Pero está claro que la estatura y el sexo no tienen nada que ver con la valentía; aquella tarde Katy nos lo demostró, porque al llegar a la sala y ver que no había nadie, y que la luz provenía de uno de los ordenadores que por algún curioso motivo estaba encendido a pesar del apagón, no sólo no se achantó, sino que gritó con todas sus fuerzas:—¿Dónde estás? ¿Quién eres? ¿Qué quieres de nosotros?—Estoy aquí —respondió la voz que procedía del ordenador encendido— acercaos, por favor.

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Nos fuimos acercando poco a poco, con menos miedo ya, al percatarnos de que todos nuestros temores procedían de una simple pantalla de ordenador, en la que una figura humana, lo que parecía un hombre de la ilustración, nos hablaba como si de una conversación por Skype se tratara.—¡Es Jovellanos! —gritó Erik, al comprobar que el hombre que nos hablaba desde el ordenador era calcadito al tío que aparecía en nuestras agendas escolares, con su casaca gris y su pañuelo blanco anudado al cuello, con ese mismo aire de hastío, el codo apoyado sobre una mesa y la cabeza descansando sobre la mano, como si estuviese aburrido de esperar a que llegáramos.

—Efectivamente —contestó el hombre del ordenador—. Mi nombre es Gaspar Melchor de Jovellanos, y he venido desde el siglo XVIII, más concretamente desde la época de la Ilustración para "ilustraros" sobre el camino que debéis seguir.—¿Esto es una broma? —preguntó Adriana.—Nada más lejos de mi intención, ¡pardiez! ¿por quién me tomáis bella doncella? Mi único objetivo es inculcaros la importancia de la educación en vuestro futuro, un futuro que espero esté pleno de satisfacciones y felicidad.

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—¿Eres un fantasma? —preguntó Juan, un tanto incrédulo.—Si lo queréis llamar así joven caballero… yo preferiría que me llamarais "el espíritu ilustrado".—¿Y por qué está pasando todo esto? —dije yo inquieto— ¿por qué nos has encerrado aquí ¿qué ha pasado con nuestros compañeros, con los profesores, con todos los niños?—No temáis, jovenzuelo impetuoso. No voy a haceros ningún mal, ni a vosotros ni al resto de integrantes de esta escuela. Tomad asiento, por favor, os contaré el motivo de mi visita: Desde hace años me he dedicado a guiar a jovencitos como vosotros en el camino de la educación. Sabed que para mí la formación tiene una importancia extraordinaria en la felicidad de las personas, por eso quiero enseñaros cuál es el mejor camino para llegar a ser felices en vuestras vidas.

Como os digo, llevo décadas intentando transmitir este mensaje a chavales como vosotros, pero hasta ahora ninguna de las generaciones anteriores de vuestro colegio consiguió pasar la prueba a la que os voy a someter a vosotros hoy.—¿Qué prueba? —inquirió Katy.—Todo en la vida requiere un esfuerzo, de eso ya os habréis dado cuenta a estas alturas, de manera que para conseguir el secreto de la sabiduría necesitaréis superar una serie de retos.

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A partir de este momento tendréis exactamente una hora para responder correctamente a diez preguntas que os iré haciendo a través de vuestros teléfonos móviles o de otros medios. Las preguntas no serán demasiado complicadas, pero irán en ocasiones ligadas a pruebas de lógica, de cálculo o de resistencia física.Debéis responder a cada pregunta siguiendo las indicaciones que recibiréis, y eso sí, es fundamental que trabajéis en equipo para superar cada una de las pruebas.Si lográis las diez respuestas en el plazo indicado y respetando las normas, conseguiréis el mayor premio que podáis soñar.—¿Y si no? —pregunté yo.—Ay, mis queridos niños… si no lo lográis, permaneceréis en la ignorancia hasta que otra generación consiga salvaros. Ya os digo que no es tarea sencilla. Ningún alumno de este colegio lo ha conseguido aún… pero no os desaniméis. Os daré mi primera lección: "En la vida TODO es posible".—¿Y qué pasa si no queremos hacerlo?— protestó Erik.—¿Y por qué precisamente nosotros?— se quejó Adriana.—Yo quiero marcharme a mi casa— se lamentó Juan, pero no hubo más respuestas. La pantalla del ordenador se apagó súbitamente y nos quedamos ahí como cinco tontos mirándonos unos a otros en estado de shock hasta que Katy dijo:

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—Chicos, no hay tiempo que perder, ya lo habéis oído: tenemos una hora; sesenta minutos. Sincronicemos los cronómetros de nuestros móviles. Tenemos que superar la prueba.—¿Y para qué? Si ni siquiera sabemos qué vamos a ganar con esto— dijo Adriana. —Ya, pero ¿qué otra alternativa tenemos?—respondió Katy.—¿No hacerlo?—añadió Juan.—Tíos —intervine yo—, me parece que se os olvida el pequeño detalle de que estamos encerrados y que no podemos salir de aquí. Y además, que no sé si os habéis dado cuenta de que acabamos de comunicarnos con un fantasma, tíos, ¡un FANTASMA! No sé vosotros, pero yo casi que le haría caso…En ese momento sonó la melodía de mensaje del móvil de Juan, que casi se cayó de culo de la silla en la que estaba sentado del susto.¡El reto acababa de empezar!

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Capítulo VI. Códigos secretos y otros descubrimientos

—¿Qué dice el mensaje? —preguntó Katy. A lo que Juan respondió leyendo en voz alta:PRUEBA Nº 1: Debéis ir lo más rápidamente posible hasta el despacho del director, encender el ordenador e introducir la contraseña. Para averiguarla bastará con que sepáis cuál es el resultado de calcular el cuarenta por ciento de la suma de las fechas del Descubrimiento de América y de la Revolución Francesa.—¡Ya lo tengo!—dijo Juan—, el Descubrimiento de América fue en 1492. Lo sé porque mi madre tiene una camiseta de la Expo'92.—¡Y la Revolución Francesa en 1789!— exclamó Adriana. Es muy fácil de recordar, como van los números seguidos… 7, 8, 9.—Ahora sólo hay que sumarlo —dijo Erik, sacando un papel de su cuaderno y escribiendo la operación—: 1492+1789… ¡Ya está!: 3281—Sí, lo difícil va a ser calcular el 40 por ciento— añadió Katy— a mí los porcentajes se me dan fatal. ¿Alguien ha entendido la clase de Ovidio de esta mañana?—Es muy sencillo —dije yo, presumiendo de que para mí los números no supusieran ningún misterio—. Sólo hay que multiplicar por 40 y dividir por 100, lo que equivale a multiplicar por 4 y dividir por 10: 3281*4= 13124, y ahora movemos una posición la coma de los decimales y ya está: 1312,4.

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—¡Genial! Vamos corriendo al despacho de José Carlos— dijo Katy.Cogimos el papel con el resultado, y salimos pitando escaleras arriba hasta llegar a la primera planta.Una vez llegamos al despacho del director, encendimos el ordenador, que tardó unos segundos eternos en reaccionar, e introdujimos la contraseña en el hueco correspondiente.—¿Cuánto tiempo nos queda?—pregunté entretanto, sin aliento.—Según mi cronómetro —dijo Adriana— quedan exactamente 55 minutos y 20 segundos, 19, 18, 17…—¡Genial!, dije yo. Si son diez preguntas y tenemos una hora, eso significa que podemos utilizar un máximo de 6 minutos para cada pregunta, y en esta primera sólo hemos consumido 5, así que vamos bien de tiempo.—¿Cómo sabremos si hemos acertado con la contraseña?—dijo Juan.No tuvimos que esperar mucho para averiguarlo. En unos pocos segundos la pantalla del ordenador del director se encendió y apareció un mensaje con la siguiente pregunta que leyó Erik en voz alta:

PRUEBA Nº 2: Para superar esta prueba deberéis descifrar la pregunta a través de un código secreto cuya clave encontraréis debajo.

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Una vez sepáis la respuesta tendréis que correr hasta la clase de Tere, la profesora de Infantil, y escribirla en la pizarra.¡Ojo! es posible que necesitéis este código secreto para otras pruebas más adelante, pero ya no dispondréis de la clave, así que tendréis que memorizarla, o bien averiguar cuál es la lógica que se esconde debajo de los símbolos.

Clave: Pregunta:

,

—A ver chicos, esto es fácil; vamos a ponernos a ello—dijo Erik.Trabajamos en equipo descifrando cada una de las letras, hasta que dimos con la pregunta.—¡Corred! —dije yo. Tenemos que llegar hasta la clase de Tere y escribir la respuesta, antes de que pase más tiempo, que ya hemos perdido bastante descifrando el código.

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—Ya, pero recuerda que tenemos que memorizar la clave para las siguientes pruebas— recordó Katy.—¡Eso es imposible!—exclamó Adriana —¡hay 26 letras! ¿Cómo nos vamos a acordar de todos los símbolos? Si al menos descubriéramos cuál es la lógica que utilizan…—No pasa nada —dijo Katy— ¡somos cinco! Sólo tenemos que memorizar 5 símbolos cada uno, menos uno que tiene que acordarse de 6; No son tantos. —Venga vale —respondió Adriana—: Yo voy a memorizar de la A a la E; Juan de la F a la J; Erik de la K a la O; Katy de la P a la T; y Víctor de la U a la Z. —¡Ya lo tengo! —se alegró Erik— ¡Son las iniciales de cada palabra! la K de Koala, la L de león…—Sí, claro, y la A de manzana, ¿no? —me burlé yo— y la B de pájaro, no te digo…—Bueno, vale —protestó Erik—, tampoco hace falta que te pongas tan chulito.—Sí, soy chulo, lo sé, ¿qué pasa? —pregunté yo desafiante— I'm sexy and I know it!

—Jolín Víctor —intervino Adriana—, últimamente no paras de cantar esa canción.—¿Qué canción? —preguntó Katy mientras bajábamos las escaleras de dos en dos para no perder ni un segundo más.—Pues qué canción va a ser: la de I'm sexy and I know it! —volví a cantar yo, más chulo que un ocho—. Significa: "Soy sexy y lo sé".

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—¡Es verdad! ¡Eso es!—exclamó Katy parándose en seco.—Vaya Katy —bromeé yo—, ya sé que soy irresistible, pero lo que no sabía es que te morías por mis huesos…—Que no, pedazo de bobo —se defendió ella—, que no es que me parezcas sexy; lo que quiero decir es que ahí está la clave del código secreto: las letras corresponden a las iniciales de los dibujos, como decía Erik, pero no en castellano sino EN INGLÉS. —¡Es verdad! ¿Cómo no hemos caído antes? —se lamentó Juan— A de apple, B de bird, C de clown…—¡Joer! después de lo que nos ha costado memorizarlo… —protestó Erik mientras entraba en la clase de Tere— ya nos podíamos haber dado cuenta antes… sólo quedan 48 minutos…—Tenemos que darnos prisa en escribir la respuesta en la pizarra— dijo Juan— ¿Cuál era la pregunta? ¿os acordáis?—Sí —contestó Katy—: preguntaba las capitales de BÉLGICA…, y otros dos países más.—El segundo era SUECIA —añadí yo—. ¿Y cuál era el tercero?—¡GRECIA! —gritó Erik mientras cogía una tiza para escribir las capitales correspondientes y en el orden correcto: BRUSELAS, ESTOCOLMO y ATENAS.—¿Estará bien la respuesta? —preguntó Adriana al cabo de unos segundos—, como no llega ningún mensaje…

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—A ver si nos hemos equivocado en algo —dijo Juan preocupado—. A lo mejor era Suiza en vez de Suecia…—Que no, que no —negué yo—, que estoy seguro de que los países eran esos, y las capitales están correctas. Os lo dice un chico irresistiblemente sexy.—Pues sexy no sé —ironizó Adriana—, pero lo de "i-rresistible" te aseguro que es cierto, porque no creo que haya nadie en el mundo capaz de "resistir" estar contigo cinco minutos seguidos.En ese momento el teléfono móvil de Katy recibió un mensaje, señal de que la segunda prueba había sido superada y, tras respirar aliviados, todos nos apresuramos a hacer un corrillo a su alrededor para averiguar el contenido de la siguiente misión.Sólo quedaban 46 minutos…

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Capítulo VII. Piratas y pirámides

PRUEBA Nº 3: Una buena alimentación es fundamental para estar sanos, sobre todo en la época estudiantil.Debéis llegar lo antes posible a la cocina del colegio y preparar una bandeja que contenga alimentos con los siguientes nutrientes: hidratos de carbono, proteínas, vitaminas, fibra, grasa y azúcares, en la proporción saludable que se recomienda en la pirámide alimentaria adjunta.A continuación, debéis llevarla a la sala de informática sin derramar nada por el camino.P.S. No os olvidéis de algo fundamental para poder digerir los alimentos.

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Salimos pitando por el pasillo, atravesando el comedor y entrando en una cocina hasta entonces desconocida para nosotros, ya que las cuidadoras del comedor jamás permitían que ningún alumno sobrepasara esa infranqueable barrera que nos separaba de sus guisos y quién sabe de qué mejunjes secretos.—¿Dónde estarán las bandejas? —preguntó Juan—¿Y la comida? —añadió Erik.—Lo mejor será que nos organicemos —sugirió Katy—: Yo buscaré en los armarios de abajo. Erik, tú que eres el más alto puedes mirar en los de arriba. Adriana y Juan se pueden encargar de las cámaras frigoríficas. Y tú Víctor, encárgate de buscar una jarra para llenarla de agua.—¿De agua? El mensaje no decía nada de agua…—Claro que sí —me contradijo Juan—: decía que no olvidáramos algo para digerir los alimentos, y en la base de la pirámide hay 8 vasos de agua…—Yo he encontrado pan y cereales —gritó Erik—, con eso tenemos cubiertos los hidratos de carbono…—Y yo he visto una botella de aceite de oliva virgen extra: voy a coger un poco para tener grasas saludables —dije yo.

—¡Aquí hay fruta, zanahorias y zumo! —exclamó Katy— así que ya tenemos las vitaminas y la fibra.

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—Yo he encontrado yogur y un trozo de queso manchego que huele que alimenta —dijo Juan haciéndosele la boca agua.—Y aquí hay huevos cocidos —añadió Adriana—: ¡proteínas conseguidas! Pero Víctor, ¿qué estás haciendo con ese bizcocho?—Perdón —balbucí con la boca llena—; es que tenía un hambre de muerte, como hoy en el comedor la comida estaba asquerosa…—Vale, vale, pero comparte un poco con los demás, no tengas morro— me reprochó Erik al tiempo que se llenaba la boca con las dos manos.—Bueno, pero dejad un trozo para la bandeja, que sólo nos faltaba el dulce— dijo Katy limpiándose las migas que resbalaban por su boca.—Ya, pero como esto de los bollos no es muy saludable, con que pongamos un trocito pequeño va que chuta —dijo Juan masticando a dos carrillos.La bandeja estaba lista y nuestras fuerzas recuperadas gracias a la glucosa del bizcocho que, puede que no fuera tan saludable como las espinacas de aquella mañana, pero qué duda cabe que estaba infinitamente más rico… Prueba de

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ello es que lo habíamos devorado como si llevásemos semanas sin probar bocado. Ya sólo faltaba llevar todos los alimentos hasta la sala de informática —vete tú a saber con qué fin—, para lo cual tuvimos que organizarnos de nuevo, repartiéndonos el pan, la fruta, el yogur, el huevo, el queso, los cereales, el zumo y la jarra de agua entre todos, y cuidando que no se derramase ni una migaja.

Cuando llegamos nuevamente a la sala, dispusimos todos los alimentos en la bandeja sobre una mesa, y corrimos hacia el ordenador que acababa de encenderse de nuevo, cuando sólo restaban 40 minutos para el final del reto.PRUEBA Nº 4: En esta ocasión tendréis que llegar hasta la clase de una antigua profesora que ya no está en el colegio: Conchi, vuestra tutora de tercero y de cuarto.Una vez allí tendréis que desplegar todas vuestras dotes interpretativas para recitar el poema de mi colega José de Espronceda, cuya pista os dejo aquí cifrada:

No tardamos ni medio segundo en empezar a descifrar el mensaje gracias a nuestros vastísimos conocimientos de la lengua de Shakespeare.—Penguin —dijo Juan—Ice-cream —dijo Katy

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—Rainvow—dije yo—Apple— dijo Erik—Tulip?— preguntó, dubitativa, Adriana—Apple— volvió a decir Erik—PIRATA—dijimos todos a coro.—¿Y cuál es el poema del pirata? —preguntó Adriana, mientras volvíamos a subir las escaleras hacia la antigua clase de Conchi.—¿Tendrá algo que ver con los "Piratas del Caribe"? —preguntó Katy.—¿Cómo va a tener que ver con los "Piratas del Caribe" si ha dicho que es del Espronceda ese que debe de ser más antiguo que el mear? —respondió, irónico, Erik.—Pues a mí no se me ocurre nada con piratas —añadí yo—, nada más que la canción esa del "Pirata cojo" que le gusta tanto a mi madre: "La del Pirata cojo con pata de palo, con parche en el ojo, con cara de malo, el viejo truhán, capitán de un barco que tuviera por bandera un par de tibias y una calavera…"

—¡Esperad! —nos interpeló Juan al tiempo que entrábamos en la clase—, ¿no os acordáis que en Cuarto, cuando estábamos con Conchi, nos disfrazamos todos de piratas en carnaval y que recitamos una poesía?—¡Es verdad! —gritó Katy entusiasmada—: "La Canción del Pirata".

Y comenzó a recitarla, seguida de todos los demás:

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Con diez cañones por banda,viento en popa, a toda vela,no corta el mar, sino vuelaun velero bergantín.

—No recuerdo cómo sigue— dijo Katy.—Yo tampoco— negué yo.—Ni yo —se sumó Erik.—A mi no me miréis— se lamentó Adriana.

Pensábamos ya que estaba todo perdido, que habíamos conseguido superar sólo las tres primeras pruebas, pero que habíamos fracasado estrepitosamente en la cuarta pregunta, cuando de repente Juan, sin mediar palabra, sacando pecho y con la cabeza bien alta, se encaramó en una mesa y, con su memoria prodigiosa, recitó de corrido y casi sin respirar:

Bajel pirata que llaman, por su bravura, el Temido,

en todo mar conocidodel uno al otro confín.

La luna en el mar riela,en la lona gime el viento,

y alza en blando movimiento

olas de plata y azul;

y va el capitán pirata,cantando alegre en la

popa,Asia a un lado, al otro

Europa, y allá a su frente Estambul:

«Navega, velero mío,sin temor,

que ni enemigo navío

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ni tormenta, ni bonanza tu rumbo a torcer alcanza,

ni a sujetar tu valor.

Veinte presas hemos hecho

a despecho del inglés,y han rendido sus

pendonescien naciones a mis pies.

Y en ese momento nos unimos todos a coro:

Que es mi barco mi tesoro,que es mi Dios la libertad,

mi ley, la fuerza y el viento,mi única patria, la mar.

Los cronómetros marcaban ya 36 minutos cuando el móvil de Erik empezó a vibrar.

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Capítulo VIII. Criaturas y tierras lejanas

PRUEBA Nº 5: Corred a la sala de audiovisuales. En la pantalla gigante os espera el próximo desafío que tiene que ver con el artículo nº 14 de la actual Constitución Española, que dice lo siguiente:" Los españoles son iguales ante la ley, sin que pueda prevalecer discriminación alguna por razón de nacimiento, raza, sexo, religión, opinión o cualquier otra condición o circunstancia personal o social".

En vuestra clase hay muchos compañeros de distinta raza, religión y país de origen, pero este colegio tiene la suerte de ser un ejemplo de integración. Ahora tenéis la oportunidad de demostrarlo situando en un mapa-mundi los países de origen de todos vuestros compañeros de padres extranjeros.Eso sí, para acceder a la pantalla debéis introducir la contraseña correcta en el ordenador, que no es otra que el año de la entrada en vigor de nuestra actual Constitución. —¿Quién se sabe el año? —preguntó Juan mientras volábamos hacia la sala de audiovisuales de la planta baja.—Yo sé que es en mil novecientos setenta y algo —dijo Katy—pero no recuerdo la fecha exacta.—Tiene que ser después de la muerte de Franco, y eso fue en 1975 —afirmé yo—; lo sé porque mi madre siempre cuenta que ella tenía dos años.—¡Ya lo sé! —chilló Adriana— me acuerdo porque son los mismos números de la Revolución Francesa pero colocados en otro orden.

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Y si dijimos que la Revolución Francesa era de 1789, la Constitución Española está claro que es de 1978.

—¡Genial! —se alegró Erik— voy a introducir la contraseña.Y efectivamente era correcta.En la pizarra interactiva apareció un mapa-mundi en blanco, y al lado de él las siluetas de 9 países, que debíamos colocar en su lugar correcto.

BOLIVIARUMANÍA

CUBA

MARRUECOS

RUSIA

ECUADOR

PORTUGAL

VENEZUELAR. DOMINICANA

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Los países en cuestión eran, efectivamente, los originarios de nuestros compañeros de clase: Bolivia, Rusia, Ecuador, Marruecos, Rumanía, Venezuela, Portugal, República Dominicana y Cuba.Katy no tuvo ningún problema en colocar Ecuador, el país de sus padres. Ni tampoco su vecina Venezuela, la patria de Patricia Valentina.Juan situó fácilmente en el mapa Rusia, de donde procedía Alexis, y también Marruecos, la nación de Halima.Erik hizo lo propio con los lugares originarios de Roxana e Inês: Cuba y Portugal.Adriana se atrevió con Bolivia, la tierra de nuestro amigo Carlos.Sólo quedaban por colocar Rumanía, el lugar natal de Alín y la República Dominicana, la tierra de Paola, lo cual no era tan fácil, pero la silueta de los países me sirvió de ayuda, gracias a lo cual conseguimos superar el reto en menos de tres minutos, recuperando así parte del tiempo malgastado en las pruebas anteriores.

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En cuanto terminamos de disponer los países del mundo mundial en los lugares correspondientes del mapa, apareció un nuevo mensaje en la pantalla gigante que decía lo siguiente:PRUEBA Nº 6: Corred a la clase de Mª Jesús, vuestra profesora de primero y segundo. Allí encontraréis una tabla dibujada en la pizarra que deberéis completar con la información que deduzcáis por el camino.—¿Por el camino? —se extrañó Erik. Claro que su estupor duró poco, porque nada más salir escopetados de la sala de audiovisuales, empezaron a sonar las melodías de todos nuestros móviles a un tiempo.—¡Qué raro! —dijo Adriana, ¿por qué suenan todos a la vez?

BOLIVIA

RUMANÍACUBA

MARRUECOS

RUSIA

ECUADOR

PORTUGAL

VENEZUELA

R. DOMINICANA

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Cada uno de nosotros leyó su mensaje y en seguida comprendimos lo que sucedía: en el enunciado del mismo se nos advertía que para superar esa prueba tendríamos que responder individualmente, a través del teclado del móvil, a cada una de las preguntas que se nos formulaban, sin consultar con los compañeros, y que sólo si lográbamos responder correctamente a todas las preguntas podríamos poner las respuestas en común para resolver el sexto reto.En la pantalla del móvil de Erik se leía: "Primera persona del singular del presente de indicativo del verbo cacarear" El teléfono de Adriana preguntaba:"Tercera persona del plural del pretérito imperfecto de indicativo del verbo relinchar"El de Katy cuestionaba lo siguiente:"Tercera persona del singular del pretérito perfecto simple de indicativo del verbo nadar"En mi móvil apareció:"Segunda persona del plural del futuro simple de indicativo del verbo croar"Y por fin en el de Juan:"Segunda persona del singular del condicional simple del verbo arrastrarse"No te voy a engañar. En ese momento volví a dar la prueba por perdida. Es cierto que habíamos estudiado los verbos hasta la saciedad durante todo el curso, que hasta hacíamos competiciones, como ya te comenté, y

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que debería estar chupado; pero en esas circunstancias, con los nervios a flor de piel y con la presión añadida del tiempo que se escapaba cada vez más rápido a través de nuestros cronómetros, lo cierto es que yo no daba un duro por las respuestas de mis compañeros, ni por la mía tampoco.Cuando llegamos a la clase de Mª Jesús y terminamos de teclear nuestras respuestas, vimos con horror que en la pizarra no había nada escrito, lo cual no era muy buen augurio. Nos miramos a los ojos unos a otros en silencio, con la desazón grabada en nuestras pupilas, cuando de repente un nuevo rayo de la tormenta, que no había cesado ni por un minuto, provocó por segunda vez un apagón que nos dejó a oscuras durante unos segundos. Cuando volvió la luz, busqué de nuevo los ojos de mis compañeros y lo que vi en ellos me obligó a girarme muy despacio para mirar la pizarra y observar que, ahora sí, y como por arte de magia, se había dibujado una magnífica tabla a todo color que me hizo soltar el mayor grito de alegría que he dado en mi vida.¡Estaba equivocado! No tenía que haber dudado de la capacidad verbal de mis compañeros ni de la mía propia. ¡Lo habíamos conseguido! Nos abrazamos dando saltos de alegría durante un breve instante, hasta que Juan dijo: ¡Venga tíos! —vamos a poner en común las respuestas.—Vale —respondió Erik eufórico—: Yo he contestado " Yo cacareo".—Yo he puesto: "Ellos relinchaban"—añadió Adriana.

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—Yo he escrito: "Él nadó" —puntualizó Katy.—Y yo: "Vosotros croaréis" —dije yo. Sólo faltas tú Juan.—Chicos, me vais a matar—dijo él—; creo que se me ha olvidado…—¿Cómo se te va a olvidar? —me disgusté—, ¿Por qué no miras la bandeja de salida de tu móvil?—Ya lo he hecho, pero se ha borrado el mensaje… —gimió él.—Bueno chavales, no importa —intervino Katy—; vamos a mirar la tabla a ver si así podemos deducir la respuesta de Juan, o a ver si se le refresca la memoria mientras tanto. En la pizarra de la clase de Mª Jesús había aparecido la siguiente tabla rubricada por las palabras: "Relaciona los animales de las frases con la clasificación de los vertebrados y pega en la tabla el dibujo de abajo que corresponda."

MAMÍFEROS

AVES REPTILES ANFIBIOS PECES

FRASE

ANIMAL

DIBUJO

—¡Ya me acuerdo! —chilló Juan—: era un reptil: "Tú te arrastrarías".

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—¡Genial! —dijo Erik— Ya podemos completar la tabla, rápido.

MAMÍFEROS

AVES REPTILES ANFIBIOS PECES

FRASE Ellos relinchaban

Yo cacareo

Tú te arrastrarías

Vosotros croaréis

Él nadó

ANIMAL Caballo Gallina Serpiente Rana PezDIBUJO

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Cuando terminamos de pegar los animales quedaban sólo 25 minutos…

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Capítulo IX. El túnel tenebroso

A pesar de que ya estábamos cada vez más acostumbrados a la dinámica del juego, la melodía de mensaje nuevo de mi móvil nos volvió a sobresaltar.Estábamos nerviosos y el cansancio empezaba a hacer mella en nuestros músculos, de tanto subir y bajar escaleras a toda velocidad. A pesar de todo, aún me quedaba suficiente energía como para leer el siguiente mensaje a la mayor velocidad de la que eran capaces mis labios y mi lengua.PRUEBA Nº 7: En el despacho de la jefatura de estudios encontraréis la siguiente prueba. Se trata de encontrar cinco nombres de ríos de España en una sopa de letras y de situarlos en un mapa interactivo.La contraseña del ordenador en este caso equivale a la altura de la montaña más alta del mundo.—¿Cuál es la montaña más alta? —preguntó Adriana.—¡Lo sé, lo sé! —grité entusiasmado mientras corría como una bala hacia la jefatura de estudios—; Por fin van a servir para algo mis conocimientos de geografía. Mis padres siempre me decían que aprenderme la altura de las montañas no me iba a servir para nada más que para ganar en el Trivial, pero ya sabía yo que se equivocaban. Esto es cosa del destino, seguro…—Bueno, venga, no te enrolles tanto y dinos cuál es la respuesta —apremió Erik nervioso.—Pues es el Everest, y su altura es de 8.848 metros —presumí—; es muy fácil de recordar porque son tres

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ochos y la mitad de otro…—Jolín Víctor, a veces eres repelente, pero cuánto me alegro de que lo seas —dijo Erik al tiempo que tecleaba la cifra de cuatro dígitos en el teclado del ordenador.—Gracias tío, tú tampoco me caes mal del todo— reí.Tal y como había vaticinado el mensaje, en la pantalla del ordenador apareció la siguiente sopa de letras:

K O V J R V O M K N X AI Z O U I D O R E U D LR A P I V I O L S K W SB R Q H I T Y R F A E GC S L G U A D I A N A DG S E Y Q W N W U D W IG E S Q L B T N O U H BU D D X A J A M U R O PL L F O D U J W I V B DG V K U A P O C U B N EP Y K K U O Z W C S Q FM F V X G C V L M O F G

—Venga colegas, tenemos que encontrar las palabras rápido, sólo quedan 23 minutos— nos apremió Juan.—¿Por qué no hacemos una cosa para ganar tiempo? —improvisó Adriana— Podemos mirar cada uno en una dirección distinta: Yo miro de arriba a abajo, Juan de abajo a arriba, Erik de izquierda a derecha, Katy de derecha a izquierda y Víctor en diagonal, ¿vale?—¡Buena idea! —dijo Katy.

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En menos de dos minutos habíamos conseguido resolverlo: Adriana encontró el río Tajo, Juan encontró el Guadalquivir, Erik el Guadiana, Katy el Duero y yo el Ebro.

K O V J R V O M K N X AI Z O U I D O R E U D LR A P I V I O L S K W SB R Q H I T Y R F A E GC S L G U A D I A N A DG S E Y Q W N W U D W IG E S Q L B T N O U H BU D D X A J A M U R O PL L F O D U J W I V B DG V K U A P O C U B N EP Y K K U O Z W C S Q FM F V X G C V L M O F G

Una vez resuelto el crucigrama, sólo quedaba completar el mapa correspondiente, que la verdad es que estaba tirado:

GUADIANA

TAJO

DUERO

GUADALQUIVIR

EBRO

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19 minutos nos separaban ahora del fin de nuestra aventura, y la siguiente pregunta no se haría esperar. En la misma pantalla de ordenador en la que con tanto acierto habíamos colocado los ríos que nos sabíamos de memoria, pudimos leer lo siguiente:

PRUEBA Nº 8: Las nuevas tecnologías son un avance innegable, sólo un necio se negaría a reconocerlo, pero qué duda cabe de que están haciendo que se pierda el uso de otros medios de información que tantas satisfacciones nos dieron antaño. Me refiero a la consulta de los libros: esos objetos condenados a extinguirse para siempre con la llegada de lo que en vuestro siglo denomináis tabletas, y que nada tienen que ver con ese delicioso manjar que es el chocolate. Por ese motivo os invito a acercaros hasta la Biblioteca y resolver allí una prueba de documentación cuyo enunciado encontraréis en un sobre lacrado. Por cierto, un consejo: Recordad que en la vida no todo es lo que parece. Estad siempre atentos y con los pies en el suelo. —Vamos rápido —dije yo, saliendo al pasillo en dirección a la escalera central. Pero cuando llegamos al piso de abajo nos percatamos de una cosa.—Oye —apuntó Erik, una vez en el vestíbulo—: ¿cómo se supone que vamos a ir hasta la biblioteca si está en el otro edificio y las puertas están cerradas?—A lo mejor ahora están abiertas—supuso Adriana.

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Pero para nuestro pesar, al intentar abrir la puerta central pudimos comprobar que seguía cerrada a cal y canto.—¿Y ahora qué hacemos? —gritó Juan. Estamos perdiendo un tiempo precioso.Era cierto, los cronómetros seguían su curso imparable dejándonos ver que sólo faltaban 17 míseros minutos para llegar al final.Tras volver a probar inútilmente con el resto de las puertas comprobado que todas y cada una de ellas era igual de impenetrable que las anteriores, y cuando la desesperanza se estaba apoderando de nuestras mentes, Adriana tuvo una ocurrencia:—Espera un momento, ¿qué es lo que decía el mensaje al final?—Decía que no todo es lo que parece— respondió Katy.—Y que tengamos los pies en el suelo —completó la información Erik, para después añadir— ¿Qué habrá querido decir con eso?—Yo creo que hablaba en sentido metafórico —dije yo—; querrá decir que seamos realistas…—¿Y si no era una metáfora? —continuó Adriana. ¿Y si hablaba en sentido literal?Nos miramos los pies en un acto reflejo y de repente lo vimos: Allí, en el suelo del vestíbulo, en el rincón en el que Victoria, la conserje, guardaba los objetos perdidos, (un montón de chaquetas, bufandas, guantes y gorros huérfanos que jamás serían rescatados por sus dueños, y que permanecerían en ese rincón por los siglos de los

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siglos…), allí mismo donde antes sólo había baldosas había aparecido como salido de la nada una especie de trampilla con un tirador que nos apresuramos a levantar.Parecía increíble, pero al levantar la puerta de la trampilla pudimos observar que había una escalera que se perdía en la oscuridad antes de llegar a lo que parecía un pasillo subterráneo que intuíamos conducía

al otro edificio.—Esto está muy oscuro— dijo Juan mirando hacia el hueco del túnel misterioso.—Podemos usar las linternas de los móviles para iluminarlo —añadió Erik.—Vale, pasa tú delante —siguió Juan, empujando a Erik para que bajara el primero por las frías escaleras de piedra.

—¿Qué dices?, tío, ¡ni de coña! —ponte tú el primero, o que se ponga Víctor.—¿Y por qué yo? —protesté. —Vamos ver, chicos —se enfadó Adriana—: no sé si os estáis dando cuenta de que nos quedan sólo 15 minutos. No hemos llegado hasta aquí para rendirnos ahora. Sólo nos quedan 3 pruebas por superar. Tenemos que seguir hasta el final, y no nos vamos a echar atrás por una mierda de túnel. ¡Vamos allá! ¡No podemos perder más tiempo!Y dicho esto, encendió la linterna de su móvil y empezó a bajar las escaleras con determinación, seguida de cerca por Katy, haciéndonos sentir un tanto

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avergonzados, al comprobar nuevamente que las chicas en las situaciones extremas tenían mucho más arrojo que nosotros, que corrimos tras ellas con los ojos semi-cerrados y, por qué no decirlo, con los huevecillos de corbata.Las paredes del túnel estaban húmedas y llenas de telarañas que se agarraban a nuestros cabellos como si quisieran atraparnos, pero la energía que nos había contagiado Adriana, junto con nuestras ganas de llegar al final, nos impedía pensar en otra cosa que no fuera salir de allí lo más rápidamente posible. Y así lo hicimos. Al final del túnel había otra escalera que conducía a una segunda trampilla que iba a dar, como habíamos supuesto, al vestíbulo del edificio de la Biblioteca.Una vez allí, repuestos ya del susto que habíamos pasado en el túnel subterráneo, encontramos un sobre lacrado sobre una mesa, en cuyo exterior se leía: ¡Bravo valientes!

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Capítulo X. Reyes y artistasLa nota del interior del sobre rezaba:Mi gran amigo Carlos III fue un estupendo monarca del siglo XVIII que se esforzó por modernizar Madrid con la construcción de monumentos como la Puerta de Alcalá, el Jardín Botánico o el Museo del Prado. Precisamente en este museo se encuentra el cuadro de al lado, en el que podréis apreciar que este rey no sólo era terriblemente elegante, sino también rabiosamente atractivo.Este cuadro fue obra de uno de los mejores pintores españoles de todos los tiempos, quien también realizó una pintura de un famoso juego infantil. ¿Cuál es el nombre del pintor y de la obra en cuestión?—¡Venga, vamos! —dijo Katy—, tenemos que buscar en las enciclopedias. —Yo miraré en la enciclopedia de la Historia de España a Carlos III, para ver si encuentro el cuadro —dijo Juan.—Yo intentaré encontrar información del Museo del Prado en estos libros de Arte—dijo Erik.—Y los demás podemos ir buscando libros de pintores famosos—añadí yo— : yo buscaré a Velázquez.

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—Yo a Picasso— dijo Adriana.—Y yo a Goya —concluyó Katy.Tardé poco tiempo en darme cuenta de que era imposible que el pintor en cuestión fuera Velázquez, ya que era del siglo XVII. Adriana llegó a la misma conclusión, al percatarse de que Picasso pertenecía al siglo XX. Por su parte, Katy, Erik y Juan llegaron prácticamente al mismo tiempo a la respuesta correcta: GOYA. El cuadro en cuestión aparecía tanto en la enciclopedia de Historia como en la del Museo del Prado y por supuesto, en la biografía del autor.Ahora sólo quedaba saber a qué cuadro que reflejaba un juego infantil se refería la pregunta. No tardamos en averiguar la respuesta: "LA GALLINA CIEGA".—¡Es verdad! —dijimos todos al verlo.Y es que, no en vano, habíamos estudiado ese cuadro el año anterior, durante la conmemoración del bicentenario del la muerte de Jovellanos, y nos habíamos tenido que disfrazar de goyescos en el carnaval de ese año imitando a sus personajes.

En ese momento empezamos a escuchar una melodía que procedía de la planta de arriba… Era una música muy conocida, pero no

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recordábamos a qué correspondía, ni mucho menos entendíamos por qué nuestros pies empezaron a caminar hacia ella como si tuvieran vida propia…

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Al llegar a la planta de arriba nos dimos cuenta de que el sonido procedía, como era lógico y normal, de la sala de música.En la puerta de la sala había un cartel colgado que decía:PRUEBA Nº 9: La música amansa a las fieras, o eso es al menos lo que debió pensar Ludwig van Beethoven en 1824 cuando compuso la "Novena Sinfonía" que está sonando en estos momentos; y tuvo mucho mérito, ya que por aquel entonces ya hacía siete años que Beethoven estaba completamente sordo. Esto es una muestra de que en la vida se puede conseguir casi cualquier cosa si uno se lo propone, y que las personas "discapacitadas" están muchas veces mucho más "capacitadas" que los demás. Esta penúltima prueba no consta de instrucciones, simplemente debéis entrar en la sala, dejaros llevar por la música y averiguar cuál es el otro nombre con que se conoce popularmente a esta pieza.Entramos en la sala un tanto desconcertados. Hasta ahora habíamos sabido lo que teníamos que hacer en cada momento, pero, llegados a este punto, no teníamos la menor idea de lo que se esperaba de nosotros, ni mucho menos del nombre de la cancioncita, y los cronómetros no perdonaban, sólo quedaban 9 minutos.

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Es verdad que la melodía nos sonaba mucho, de hecho yo había tocado alguna vez un trocito en mi teclado, (de algo tenían que servir las clases con las que me torturaban mis padres…). Así que no se me ocurrió otra cosa que sentarme al piano de la sala y empezar a tocar torpemente las notas que me sabía.Juan me siguió con la flauta, Erik con los crótalos y Katy hizo lo propio con un xilófono.Adriana no sabía qué instrumento coger así que, sin pensárselo dos veces, se puso a cantar a ritmo de la música, haciéndonos descubrir a todos que tenía una de las voces más dulces y melodiosas que jamás habíamos escuchado.

"Escucha hermanola canción de la alegría

el canto alegre del que espera un nuevo día.

Ven canta sueña cantado vive soñando el nuevo sol

en que los hombres volverán a ser hermanos"

—¡Ya está! ¡Ya lo tenemos! —dijo Juan — la "Novena Sinfonía" de Beethoven es el "Himno de la Alegría". —¡Eso es! —grité yo, contento. —¡Qué bien cantas Adri! —exclamó Katy. —Te podrías dedicar a esto…—Si es que tengo una novia que no me la merezco —añadió Erik orgulloso.

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—Pero, ¿es que sois novios? —pregunté yo—, pensaba que eráis sólo amigos… El alboroto de hacía un instante se convirtió con mi pregunta en el silencio más sepulcral que jamás habíamos presenciado hasta entonces. El aire se podía cortar. Adriana se puso roja como un tomate, y miraba a Erik con el rabillo del ojo al tiempo que agachaba la cabeza.Erik se puso nervioso y empezó a tartamudear:— ¿Eh?, hummm, so-so-somos amigos, ¡claro!El sonido del móvil de Adriana le salvó el pellejo.—¿Qué dice el mensaje? —preguntó Erik, cambiando de tema y dando gracias al cielo por que el último mensaje hubiese llegando en un momento tan oportuno.

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Capítulo XI. Un accidente y una prueba muy dura

Adriana leyó el siguiente mensaje en voz alta:

PRUEBA Nº 10: Para resolver esta última prueba tendréis que utilizar tanto vuestras habilidades mentales como las físicas.El ejercicio físico es algo fundamental para mantenerse en forma. Por este motivo, tendréis que llegar hasta el gimnasio de este mismo edificio y superar el siguiente reto:Debéis escoger a un único miembro de vuestro equipo para escalar por una cuerda que se encuentra colgada del techo en el centro del gimnasio. La persona escogida, sin ser ayudado físicamente por ningún otro componente del equipo, tendrá que llegar hasta lo más alto, donde encontrará enganchado un sobre con las instrucciones para la última parte de este reto.¡Ánimo, chavales! Hasta ahora lo habéis hecho muy bien. Podéis conseguirlo, No os rindáis nunca, ni aun cuando penséis que está todo perdido. ¡Seguid luchando hasta el final!¡Sólo quedaban 6 minutos!Salimos de la sala de música tan rápido como nos lo permitían nuestras piernas, y nos encaminamos hacia la escalera para llegar a la planta baja, donde se encontraba el gimnasio. Erik bajó las escaleras de tres en tres y llegó el primero abajo, pero cuando los demás nos disponíamos a seguirle, Juan tropezó en un escalón,

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yo tropecé con Juan, Adriana tropezó conmigo y Katy con Adriana.Empezamos a rodar los cuatro escaleras abajo hechos una maraña de manos, pies, y cabezas. Al llegar al final, nos fuimos levantando poco a poco, frotándonos los doloridos cuerpos. Todos menos Juan, que se quedó sentado en el suelo frotándose el tobillo con las manos y con cara de sufrimiento.—¿Estás bien? —le preguntamos.—¡Qué pregunta más tonta! —protestó él —¿Cómo voy a estar bien si me acabo de torcer un tobillo?—¿Te duele mucho? —preguntó Katy.—Sí, me duele un montón; creo que no voy a poder andar,—se quejó, reprimiendo las lágrimas. Seguid sin mí —añadió.—¿Cómo vamos a seguir sin ti Juan? —exclamamos a coro.—¡De eso nada! —exclamé— tú has resuelto las pruebas como el que más, no vamos a dejarte ahora en la estacada. —¡Claro que no! —me secundó Erik—, te cogeremos entre Víctor y yo. Apoya los brazos en nuestros hombros.—Pero, os voy a retrasar. Es mejor que sigáis vosotros solos —gimió él.

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—¡Ni hablar! —añadió Katy, vamos a terminar esto juntos, o si no, no lo terminaremos.—Además, recuerda lo que dijo Jovellanos—concluyó Adriana— tenemos que ser un equipo, no vamos a dejarte solo.—Muchas gracias chicos, este detalle no lo olvidaré nunca —dijo Juan emocionado mientras se apoyaba en nuestros hombros para seguir adelante.Por fin llegamos al gimnasio, con el pobre Juan cojeando, y no tuvimos ninguna duda de quién tendría que intentar la prueba subiendo por la cuerda. El único que había salido indemne del tropezón: Erik. —Vamos, Erik —le animamos—, tú puedes conseguirlo.Erik agarró la cuerda con las dos manos y empezó a intentarlo.

Visto desde abajo parecía fácil, pero no lo era en absoluto.Erik lograba subir las piernas en un primer salto, pero luego se le resbalaban las manos y tenía que volver a sujetarse en el suelo. Lo intentó varias veces, mientras nosotros mirábamos impasibles, sin saber qué hacer para ayudarle.

Erik estaba ya agotado y ni siquiera había conseguido subir ni un palmo.Así que decidí mirar mi móvil, para ver si tenía cobertura de Internet. Y curiosamente, la tenía. ¡Qué

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bobos habíamos sido! Resulta que habíamos tenido esa posibilidad a lo largo de todas las pruebas pero no se nos había ocurrido utilizarla, aunque también era cierto que no nos había hecho falta, habíamos logrado resolver todas las pruebas con las únicas armas de nuestros conocimientos, lo cual tenía mucho más mérito. —Pero, a lo mejor no podemos usar Internet— nos previno Katy. Ya sabéis que el mensaje decía que no podíamos ayudar a la persona escogida.—Ya —dije yo, pero lo que decía el mensaje es que no le podemos ayudar físicamente, pero no dice nada de la ayuda verbal.

De manera que me apresuré a busqué en mi móvil "cómo subir por una cuerda", y aunque el único vídeo que encontré estaba en inglés, entre todos logramos entender las explicaciones que daba una chica muy atlética sobre las mejores técnicas para lograr subir por la cuerda.La clave estaba en dar un primer salto lo más arriba posible y, a partir de ahí, cruzar los pies sobre la cuerda con la suela de las zapatillas, para poder así empujar lo suficiente como para subir otro tramo de cuerda, y así sucesivamente.Erik volvió a intentarlo. Seguía sin ser fácil, pero al menos ahora había logrado subir un poco más sin caer al suelo. No lo hacía tan rápido como la chica del vídeo, claro está, pero lo estaba consiguiendo. No era tanto una cuestión de fuerza como de coordinación, y de eso

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Erik sabía un rato. Su experiencia jugando al baloncesto le estaba sirviendo ahora para dosificar sus fuerzas y para coordinar brazos y piernas al ritmo justo para poder avanzar por la cuerda lento pero seguro.—¡Venga Erik, que tú puedes! —le gritábamos desde abajo —¡Lo estás haciendo muy bien!Todos estábamos sufriendo viendo cómo Erik se esforzaba por llegar arriba. Nos habría gustado poder ayudarle, pero ahora estaba todo en sus manos. La prueba dependía exclusivamente de él.Cuando llegó a la mitad se paró en seco, y con la frente sudorosa y jadeando dijo: —¡No puedo más!—Claro que puedes Erik— gritó Katy —, recuerda el mensaje de Jovellanos; ¡no te rindas!—¡Vamos, Erik! —dijo Juan— tú antes me has dado fuerzas para seguir a pesar de mi torcedura, y yo he hecho el esfuerzo de levantarme a pesar del dolor, ahora tienes que hacerlo tú.—Acuérdate de que hoy es el partido contra el Enriqueta —le intenté animar yo—; imagínate que es el último minuto del partido y que ganarlo depende de tu esfuerzo. ¡Vamos Erik!Nada parecía hacer efecto. Erik seguía allí, parado en mitad de la cuerda, resoplando, cuando de repente Adriana soltó:—Erik, puedes hacerlo, yo confío en ti. Llevamos todo el año ocultando nuestros sentimientos ante los demás, pero ya no me importa que lo sepan, no me importa lo

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que digan, no me importa nada, sólo me importas tú y ya no me da vergüenza reconocerlo: ¡Te quiero Erik! Fue mágico. Unos segundos antes parecía que estaba todo perdido, pero las palabras de Adriana devolvieron la fuerza justa a los brazos y a las piernas de Erik que, como si estuvieran embrujadas, comenzaron a moverse, lentamente primero y mucho más enérgicamente después, hasta que en menos de diez segundos Erik logró llegar a lo alto de la cuerda y coger el dichoso sobre, lanzando un grito de victoria que se podría haber escuchado hasta en la estratosfera.Todos nos unimos a ese grito, saltando y abrazándonos y hasta habríamos manteado a Erik nada más bajar de la cuerda si no hubiera sido porque el tiempo apremiaba. Sólo nos quedan 3 minutos…—Corre Erik, ¿qué dice la nota del sobre? —preguntó Katy— Erik sacó la nota lo más rápido que pudo, con los dedos algo agarrotados aún por el esfuerzo de la cuerda y leyó:

¡Muy bien, muchachos! Volad de nuevo hasta la sala de informática, pero sabed que para abrir la trampilla del suelo tendréis que resolver esta prueba de lógica:Colocad los números del 1 al 5 en la cruz numérica para que la suma de los números colocados en el segmento vertical coincida con la suma de los números colocados en el horizontal.

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Fuimos hasta la trampilla andando lo más rápido que podíamos, ayudando a Juan que se apoyaba sobre nuestros hombros, mientras íbamos pensando en la posible solución del problema.—¿Cómo vamos a resolverlo? —dijo Erik, nos podemos tirar horas probando todos los números en cada una de las casillas.—Tiene que haber alguna lógica sencilla para resolverlo rápido —añadió Katy.—Yo creo que la clave está en el número de la casilla del centro —apuntó Juan—. Si averiguamos cuál es ese número, el resto seguro que sale solo.—No os preocupéis colegas —les tranquilicé yo, tan chulo como siempre —, yo sé la solución.—¿La sabes? —se sorprendió Adriana.—¡Claro que sí! —seguí— a mi padre le encantan los problemas de lógica y tiene un libro lleno de ejercicios como este. De hecho, este es uno de los más fáciles…—¿Ah, sí? —rió Katy—, al final va a tener razón Erik en que eres un poquito repelente, pero qué suerte que lo seas.

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—Es muy sencillo —continué—, sólo hay que colocar los números del 1 al 5 en fila: 1 2 3 4 5Si te fijas en los extremos (1 y 5), verás que su suma da como resultado 6. (1+5 = 6).Lo mismo que si sumas los dos extremos siguientes (2 y 4). El resultado también es 6. (2+4=6)De forma que el número que tiene que ir en el centro es el 3, ahí está la clave, como bien decía Juan. Los otros números sólo hay que colocarlos enfrentados dos a dos como os he dicho: El 1 con el 5 y el 2 con el 4. Y ya está. La suma siempre es 9:1 + 3 + 5 = 9 2 + 3 + 4 = 9

—¡Qué listo eres, tío! —dijo Juan —corre, anota los números en la pantalla de la trampilla a ver si se abre.Y efectivamente se abrió.Quedaba exactamente un minuto para atravesar el túnel subterráneo, recorrer el pasillo y llegar hasta la sala de ordenadores antes de que expirara el tiempo.No podíamos correr demasiado con Juan lesionado, pero si lo hacíamos lo suficientemente rápido podíamos conseguir el reto.

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Estábamos ya dentro del túnel, convencidos de que lo íbamos a lograr, cuando sucedió la catástrofe…

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Capítulo XII. La trampa maldita

La trampilla de salida por el edificio principal, la misma por la que habíamos entrado hacía unos minutos estaba cerrada.No nos lo podíamos creer, ¡estábamos encerrados! ¿Qué podíamos hacer? Intentamos abrirla empujando los cinco a la vez con todas nuestras fuerzas, pero era inútil. Tampoco podíamos usar los móviles, ni llamar a nadie, de sobra sabíamos que nadie nos iba a socorrer en esa situación tan surrealista. El tiempo se estaba agotando: 30 segundos, 29, 28, 27…Estábamos ya desesperados cuando, con los nervios, a Adriana se le cayó el móvil al suelo, y la linterna se quedó apuntando en una dirección que anteriormente, al estar a oscuras, nos había pasado totalmente desapercibida. Resulta que a la derecha de la trampilla de salida, el túnel se bifurcaba por otro camino en dirección a lo que suponíamos debía de ser la sala de informática.Cogimos el segundo camino sin dudarlo un instante. Parecía más estrecho que el túnel principal, y era, si cabe, más oscuro y tenebroso, pero el miedo ya no tenía cabida en nuestras mentes, tras todo lo que

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habíamos luchado por conseguir superar todas y cada una de las pruebas.Avanzamos por el túnel, pero no encontramos otra salida, el tiempo se agotaba. No sabíamos qué hacer. No había ninguna trampilla…Se nos escapaban los segundos: 15, 14, 13…—¿Qué hacemos? —preguntó Erik. 12, 11…—No lo sé —contestó Katy. 10, 9…—A lo mejor es como en esa película, la de "Dentro del Laberinto" en la que hay salidas pero no se ven a simple vista, porque las piedras hacen un efecto óptico que te confunde—advertí—. ¡Tenemos que tocar las paredes! 8, 7…—¡Qué asco! ¡Están llenas de telarañas y puede que haya bichos! —protestó Juan. 6, 5…—¡No importa! —grité, lo fundamental ahora es encontrar la salida. 4, 3… —¡Buscad la salida!2, 1, 0. Los cronómetros empezaron a pitar todos a la vez. Se había acabado el tiempo, nuestras esperanzas de lograr el reto se habían esfumado.—¡No es justo! —chillé, lleno de rabia, como cuando jugábamos un partido de fútbol o de baloncesto y Ovidio no pitaba las faltas que a mí me parecían imperdonables. Claro que en ese momento mis rabietas por perder un partido me parecieron una chiquillada comparadas con lo que nos acababa de suceder.

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Con todo lo que nos habíamos esforzado, con todo lo que habíamos corrido, todo el esfuerzo mental y físico que habíamos hecho no había servido para nada… ¿O tal vez sí?La rabia me empujó a dar una patada a la pared que tenía en frente, y entonces, sólo entonces me di cuenta de que no había pared, había dado una patada al aire: ¡Ahí estaba la salida!Efectivamente, tal como había imaginado, las sombras de las paredes ejercían un efecto óptico que engañaba a nuestra vista. —¡Aquí está la trampilla! —grité—. ¡Corred, vamos a salir!—¿Y para qué vamos a correr si ya se ha acabado el tiempo? —dijo Juan, cabizbajo.—Es verdad —dijo Erik con los ojos brillantes, a punto de llorar—, ya no merece la pena.—Pero ¿qué estáis diciendo? —se enfadó Katy— ¿No os acordáis de las palabras de Jovellanos? Dijo que no nos rindiéramos, ni siquiera cuando pensáramos que estaba todo perdido, como ahora.—¡Es cierto! —añadió Adriana—, y también dijo al principio que en la vida TODO es posible. ¡Tenemos que completar la prueba aunque sea fuera de tiempo!—Tenéis razón, ¡vamos, deprisa! —dijo Erik con energías renovadas, agarrando de nuevo a Juan.Empujamos la trampilla del segundo túnel y comprobamos que nuestros cálculos no estaban

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equivocados. Habíamos salido justo frente a la puerta de la sala de informática.Entramos corriendo y encontramos que estaba todo apagado: las luces, los ordenadores… Todo estaba como al principio de la tarde, cuando se produjo el apagón.Nos dimos media vuelta apesadumbrados para marcharnos de allí, cuando de pronto escuchamos un sonido que provenía de algún lugar en la oscuridad de la sala. Era algo así como un crujido, como si alguien acabara de dar un mordisco a una manzana o algo así.Encendimos la linterna para apuntar al lugar de donde procedía el ruido y allí estaba…

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Capítulo XIII. La recompensa

¡No dábamos crédito! Era el mismísimo Gaspar Melchor de Jovellanos de carne y hueso quien estaba allí recostado en una silla, con los pies sobre la mesa y masticando una de las manzanas que habíamos traído desde la cocina junto con el resto de la comida.De hecho, en la bandeja, que estaba frente a él, no quedaban más que algunos restos de zumo, unas cuantas migas de pan, y las cáscaras del huevo.—Disculpadme muchachos —dijo cuando pudo hablar, ya que tenía la boca llena—, es que llevo más de doscientos años sin probar bocado y tenía un poco de gusa… espero que lo comprendáis.—¿Cómo has salido del ordenador? —dijo Erik.—¡Qué curiosos sois los jóvenes; Vive Dios! —rió él—, pero tendréis que comprender que los fantasmas no podemos revelar todos nuestros secretos. Ya lo averiguaréis cuando llegue el momento. Ahora lo importante es daros la enhorabuena.—¿La enhorabuena?—se sorprendió Juan— ¿Por qué?—¿Cómo que por qué muchacho? ¡Por haber superado todas las pruebas! —Pero, si lo hemos hecho fuera de tiempo —susurró Katy.—¿Fuera de tiempo?, ¿fuera de tiempo? —volvió a reír, y sacando del bolsillo de su casaca uno de esos relojes antiguos sujetos con una cadena, añadió—: Según mi

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reloj aún os han sobrado cincuenta segundos. Es lo que tiene la tecnología relojera del siglo XVIII, que atrasa un poco, ja, ja, ja. Así que, mis queridos amigos, tengo el placer de anunciaros que sois la primera generación del Colegio Jovellanos que ha superado el "Gran Reto".Los gritos de alegría que soltamos sólo eran comparables con que la Selección española de baloncesto ganase a la de Estados Unidos en una final olímpica.Estábamos pletóricos, lo habíamos conseguido. Nos abrazamos, nos besamos, nos manteamos, y hasta hubo algún que otro "primer beso de amor" entre Erik y Adriana, despojados ya de cualquier resquicio de vergüenza.Estábamos tan orgullosos y satisfechos, que ni siquiera se nos ocurrió preguntar cuál era la recompensa por semejante hazaña.—Bueno, jovencitos —continuó Jovellanos—. Veo que aún no sois conscientes de la magnitud de esta proeza, así que os explicaré qué es lo que habéis conseguido superando este reto: La sabiduría.A lo largo de todas las pruebas habéis tenido que utilizar distintos tipos de inteligencia: algunas pruebas requerían destrezas matemáticas, para otras era necesario un gran dominio de la lengua, otras eran pruebas intrínsecamente corporales, en otras había que aplicar conocimientos de historia, de ciencias, de música, de arte… y en todas ellas teníais que tener muy

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claro vuestras propias capacidades y las de vuestros compañeros.La enseñanza que debéis extraer de esta vivencia es que todos los seres humanos tenemos algún tipo de inteligencia más desarrollada, y que todos los tipos de inteligencia son igualmente válidos.Juan, por ejemplo destaca en las habilidades lingüísticas y memorísticas; Adriana tiene un don especial para la música, además de una lógica aplastante a la hora de recordar fechas ; Víctor posee una inteligencia matemática especial; Erik ha demostrado con creces su capacidad física, para lo cual también ha tenido que utilizar un gran control mental; y Katy ha expresado en todo momento una gran inteligencia emocional, a través de sus habilidades para resolver conflictos, para mediar en discusiones y para ver siempre el lado positivo de las cosas. Esto no quiere decir que vuestra inteligencia sea únicamente de un tipo, en absoluto. Todos tenemos en mayor o menor medida casi todos los tipos de inteligencia. Lo importante es saber qué es aquello que se nos da mejor, aquello para lo que tenemos más facilidad, y utilizarlo en nuestro beneficio y en el de los demás.También habéis comprendido lo importante que es trabajar en equipo para lograr metas. En la vida os sucederá lo mismo. Si os aisláis es bastante probable que fracaséis, porque no hemos sido creados para estar solos, sino para vivir en comunidad, y ya habéis visto que juntos tenemos mucho mayor potencial que si estamos solos. Todo el mundo necesita de los demás,

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aunque sólo sea para rascarse la espalda (siempre hay algún punto al que es imposible llegar por uno mismo). Pedir ayuda a los demás cuando lo necesitas no es ninguna deshonra, todo lo contrario, es un signo de inteligencia. Al igual que lo es ofrecer ayuda al que lo necesita, siempre que haga falta y sin esperar nada a cambio.A lo largo de vuestra vida estudiantil escucharéis a muchas personas que os dirán que el objetivo de vuestra formación es que de mayores tengáis un trabajo en el que podáis tener éxito, equiparando el concepto de "éxito" al hecho de ganar mucho dinero. Sabed que están equivocados. Todo el mundo sabe que una vez cubiertas las necesidades básicas de alimento, hogar y vestido, todo lo demás es superfluo y no os va a dar la felicidad.Si vuestro objetivo en la vida es ser felices, dejadme que os dé tres consejos: 1º Amad mucho, amad a los que os rodean, a vuestras familias a vuestros amigos, a vuestras parejas. Amadles de verdad, y demostrádselo. De nada sirve querer a los demás si ellos no se sienten amados. Hay muchas formas de demostrar el amor: con palabras, con besos, con caricias, con acciones o simplemente con una mirada o una sonrisa. 2º Buscad siempre la alegría. Reíd, y haced reír a los demás. La alegría es una garantía de futuro. Está demostrado que la gente alegre y optimista vive más tiempo y sufre menos enfermedades; además de disfrutar bastante más de la vida que los pesimistas, los serios y los aburridos.

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3º Buscad en vuestro interior aquello que se os da bien, aquello que os gusta, que os apasiona y dedicad vuestra vida a ello. No importa lo que digan los demás, no importa que no sea lo que se espera de vosotros, si de verdad es vuestro sueño, tenéis que luchar por ello. Nadie dice que vaya a ser fácil conseguirlo, por supuesto que no, pero si es algo que realmente deseáis, la recompensa estará no en el propio objetivo sino en el camino que recorráis para conseguirlo.Es cierto que en vuestra vida tendréis que afrontar muchos momentos difíciles: problemas con los estudios, problemas familiares, enfermedades, discusiones con amigos, rupturas sentimentales, la muerte de un ser querido… No os voy a engañar, en esos momentos se pasa mal, se sufre y hasta a veces se cae en la desesperanza. No temáis, todo eso es normal, es sólo un síntoma de que estáis vivos y de que tenéis sentimientos hacia los demás. Pero tenéis que saber también que de todo se sale, que de todo se aprende y que los problemas se llaman así porque tienen solución. No perdáis nunca la esperanza, ni las ganas de seguir adelante. Apoyaos en las personas que os quieren, hacedlo por ellas. La vida es lo único que tenemos y tenéis que aferraros a ella con todas vuestras fuerzas porque la vida puede ser maravillosa, sólo depende de vosotros. Alguien dijo una vez que en la vida no podemos elegir lo que nos pasa, pero sí podemos elegir cómo vivir lo que nos pasa.Nunca permitáis que nadie os diga que no sois capaces de hacer algo. Hoy habéis aprendido que en la vida TODO es posible, y que nunca jamás hay que tirar la toalla por muy mal que vayan las cosas, porque, al

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contrario de lo que piensan muchas personas, el mundo SÍ se puede cambiar; de hecho el mundo está cambiando constantemente, y vosotros podéis perfectamente ser los artífices de ese cambio.¿Os habéis parado a pensar alguna vez en lo difícil que es llegar a estar en este mundo? Me refiero a que las probabilidades de nacer en principio son pequeñísimas. Vosotros habéis estudiado la reproducción humana y habéis visto que para que se produzca una nueva vida es necesario que se unan un óvulo y un espermatozoide, pero además tienen que encontrarse en el momento justo y en el lugar preciso de las trompas de Falopio para que se produzca la fecundación, lo cual tampoco es tan sencillo… (Y con esto no quiero decir que no tengáis que tomar precauciones cuando iniciéis vuestras relaciones sexuales, porque aunque la probabilidad es pequeña, se producen embarazos todos los días y a todas horas). Además, el número de óvulos en una niña recién nacida es de un millón, pero a la edad de 12 años se reducen a 300.000, de los cuales solo cerca de 400 alcanzan su madurez total. Si sois capaces de calcular el porcentaje, veréis que sólo el 0,1% de los óvulos iniciales llega a la madurez, y que de esos sólo uno o dos llegarán a formar parte de un nuevo ser humano, lo que supone un 0,0007%.Claro, que si tenemos en cuenta al hombre, las estadísticas no son mucho mejores, ya que un hombre normal y sano produce cada mes un mínimo de 10.000

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espermatozoides, lo que multiplicado por doce meses y por una media de 78 años da un total de 9.360.000 espermatozoides, de los cuáles nuevamente sólo uno o dos generarán una vida. Lo cual da un porcentaje de 0,00001%Lo que quiero haceros entender con esta guerra de cifras no es solamente la importancia de aprender a calcular porcentajes, (que también), sino sobre todo a que os deis cuenta de que la vida es prácticamente un milagro, y que de los millones y millones de combinaciones posibles de óvulos y espermatozoides, habéis salido vosotros; que sois únicos e irrepetibles, y que si habéis tenido la inmensa suerte y el tremendo privilegio de estar aquí será por algo, o más bien para algo.Yo tuve la fortuna de encontrar mi misión en la vida: la educación. Ahora os toca a vosotros encontrar la vuestra, y una vez que lo hayáis hecho, no la dejéis escapar y luchad por ella hasta el final.Por cierto, no olvidéis transmitir estos conocimientos a todos los que os rodean; cuanta más gente se beneficie de vuestra sabiduría, muchísimo mejor.En fin, no quiero aburriros más con sermones paternalistas. Creo que por hoy ya ha terminado la lección. Además tengo que marcharme, porque hay un colegio en Gijón, mi tierra natal, donde también necesitan de mi ayuda.Ha sido un placer conoceros, muchachos. Y ya sabéis… en la vida TODO es posible.

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En ese momento el fantasma de Jovellanos se introdujo de nuevo en el ordenador, y toda la sala empezó a girar y a girar, como si un ciclón acabase de entrar en el colegio.Giraban las mesas, giraban las sillas, los ordenadores, mis compañeros, giraban las imágenes de Jovellanos, de Beethoven, del apuesto Carlos III, y hasta giraban las orlas con las caritas de todos los niños de generaciones anteriores a la nuestra que habían pasado por el Colegio Jovellanos, entre cuyos rostros acerté a

distinguir los de mi prima Andrea y mi primo Daniel.Estaba empezando a marearme, los giros eran cada vez más rápidos, como una de esas atracciones de feria en la que piensas que vas a perder el

conocimiento… … hasta que lo perdí.

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Capítulo XIV. El partido

Cuando recobré el conocimiento, tardé un buen rato en darme cuenta de dónde me encontraba.Estaba en mi clase, sentado en mi sitio y con la prueba de diagnóstico de 6º esperando boca abajo en mi mesa.De repente noté unos golpecitos en el hombro y la voz susurrante de Katy diciéndome: "Toma, pásale este papel a Adriana de parte de Erik, pero no lo leas".Me giré bruscamente. Cogí el papel que me pasaba Katy y le pregunté:—Katy, ¿qué ha pasado? ¿por qué estamos aquí?—¿Cómo que por qué estamos aquí? —respondió ella, sorprendida—, pues porque tenemos un examen.—Pero, ¿cómo hemos llegado hasta aquí? ¿Dónde está Jovellanos? —seguí preguntando.—¿Qué dónde está Jovellanos? —volvió a extrañarse ella—, pues me parece que está muerto… Víctor, tío ¿qué te pasa hoy? ¿Estás bien?—Pero, ¿es que no te acuerdas de nada? ¿De las pruebas, del pasadizo subterráneo, de la caída por las escaleras?— me exasperé.—¿Te has caído por las escaleras? A ver si te has dado en la cabeza…Era inútil, Katy parecía no recordar nada, así que probé con Juan.—Juan, tío —le llamé—: cuéntale a Katy lo de Jovellanos que no se acuerda de nada…

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—¿Qué es lo de Jovellanos? —me preguntó él.—¿Tú tampoco lo recuerdas? —me enojé—: lo de las diez pruebas, que recitaste de memoria la "Canción del Pirata", que Adriana cantó el "Himno de la Alegría", que te torciste el tobillo… —¿De qué me estás hablando Víctor? No entiendo nada de lo que dices; yo no me he torcido ningún tobillo…En ese momento se acercó Ovidio a mi mesa y me preguntó: —Víctor, ¿qué tienes en la mano? ¿No será una chuleta?No me lo podía creer. La historia se estaba repitiendo. Se me volvió a caer el papelito al suelo del susto y respondí:—No Ovidio, no es ninguna chuleta.Ovidio llegó hasta mi sitio, cogió el papel del suelo y, sin dejar de mirarme a los ojos, lo desdobló parsimoniosamente y lo leyó.—¿Esta nota es tuya? ¿Para quién es?—volvió a preguntar.Yo estaba cada vez más confuso. ¿Qué había pasado? ¿Había sido todo un sueño? No podía ser… todavía sentía en mi cuerpo los moratones causados por la caída por las escaleras.Miré a Erik con el rabillo del ojo y vi que hacía un gesto de negación con la cabeza, igual que antes. Luego miré a Adriana para comprobar que el gesto se repetía también en su cara.

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No podía volver a delatar a mis amigos, no ahora que había aprendido el verdadero significado de la palabra "amistad". De manera que respondí:—Sí, Ovidio, la nota es mía, pero no te puedo decir para quién es…Ovidio me miró fijamente a los ojos y sonrió al decirme:—Toma, anda, guarda la nota para después de clase,

que ahora tenemos que hacer la prueba de diagnóstico.Era increíble cómo había cambiado la actitud de nuestro tutor; ahora sí que parecía él mismo.Erik me miró sonriente, y me hizo un

gesto con el dedo pulgar hacia arriba al tiempo que Adriana me guiñaba un ojo.Cuando di la vuelta al examen de diagnóstico casi me caí del asiento. ¡Todas las preguntas estaban basadas en nuestra aventura con el fantasma de Jovellanos!Nos pedían que ordenásemos las fechas del Descubrimiento de América, de la Constitución Española y de la Revolución Francesa.Nos preguntaban cuáles eran las profesiones de Goya, Espronceda, y Beethoven…Nos pedían que escribiésemos las capitales de Bélgica, Suecia y Grecia…Nos hacían clasificar ciertos alimentos, curiosamente los mismos de la bandeja que se comió Jovellanos, según el tipo de nutriente…

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Nos decían que situásemos 5 ríos en un mapa, justamente los 5 ríos de nuestra sopa de letras…Nos pedían que clasificásemos unos animales…Y hasta el texto de lectura versaba sobre la vida de Carlos III…Me puse a contestar el examen sin dar crédito a lo que estaba pasando. De hecho, me pareció incluso que mi mano se movía sola, escribiendo todas las respuestas a una velocidad increíble, casi sin darme tiempo a pensar.Levanté la cabeza para mirar a mis compañeros y observé que a todos les estaba sucediendo lo mismo: todos estaban escribiendo como locos; sus manos moviéndose a un ritmo frenético como ajenas al resto del cuerpo, mientras ellos se miraban unos a otros y sonreían al darse cuenta de que, por algún misterioso motivo, sabían todas y cada una de las respuestas del examen.No me preguntes cómo sucedió, pero de alguna forma nuestra experiencia con el fantasma de Jovellanos había logrado que todos los conocimientos que nosotros cinco habíamos adquirido se traspasasen como por ósmosis a los cerebros de todos y cada uno de nuestros compañeros de clase, y hasta a los del otro grupo de sexto.Terminamos el examen en media hora, para asombro de Ovidio, que no podía creer lo que veían sus ojos. Cada vez que uno de nosotros le entregaba el examen se ponía a leer las respuestas, entre alegre y extrañado al comprobar que estaban todas correctas.

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No era posible que hubiésemos copiado todos, y tampoco era probable que hubiéramos podido conseguir el examen de antemano, porque las pruebas de diagnóstico se guardan bajo siete llaves.La alegría de Ovidio y de Lourdes, e incluso la de José Carlos y Leonor fue aún mayor cuando, a los pocos días de la prueba, el Colegio Jovellanos recibió una medalla acompañada por la correspondiente subvención, por haber sido el único centro de la historia en el que todos los alumnos de sexto de primaria habían sacado un DIEZ.Salimos del examen exultantes y llenos de energía nos dirigimos hacia la cancha para batirnos con las "croquetas del Enriqueta".Se notaba en el ambiente que algo había cambiado en nosotros, y hasta lo percibió nuestro entrenador, que nos dijo que ese día rebosábamos energía positiva. Y era cierto.Antes de comenzar el partido, y mientras estábamos calentando, Lucía, mi vecina, (que como te comenté jugaba en el Enriqueta), se acercó hasta donde yo estaba y me dijo algo que me volvió la cabeza del revés.Y es que no me lo esperaba. Lo podía haber esperado de mis padres, de mi abuela, de mi hermano, de mis amigos…, pero nunca imaginé que ella sería la única persona en el mundo que se acordaría...—¡Felicidades Víctor! —me dijo al tiempo que me plantaba dos besos en sendas mejillas—; Que tengas suerte en el partido, aunque no pienso ponértelo fácil.

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Me quedé alucinado. Era la primera vez que veía a Lucía como algo más que esa vecina divertida y responsable con la que compartía juegos prácticamente desde que nací. No en vano, Lucía cumplía los años solamente cinco días después que yo. Pero hasta entonces jamás había sentido como entonces que fuésemos almas gemelas. Ahora sí lo sentía.El partido comenzó. Erik se hinchó a meter triples. Paola casi llegó a hacer algún mate. Juan defendió como nadie. Katy robó más balones que nunca. Adriana hizo un par de contraataques perfectos. Iván corrió a la velocidad de la luz. Carlos las coló desde todos los

ángulos. Mario parecía tener muelles en los pies. Y yo, para qué negarlo, me lucí haciendo entradas por la derecha, por la izquierda, de bandeja, de gancho y hasta

alguna que otra de espaldas… No es por chulearme, pero ese día podría haber cantado sin ningún pudor aquello de "I'm sexy and I know it".

Jugamos muy bien, esa es la verdad. Pero no es menos cierto que los chicos del Enriqueta también estaban sobrados ese día: Gema se colaba por todos los huecos, Adrián corría como un demonio y Lucía saltaba como una gacela.El partido estuvo muy reñido durante todo el tiempo, hasta que me hicieron una falta en el último segundo.

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Íbamos un punto por debajo del Enriqueta y me tocaba lanzar dos tiros libres. Tenía en mis manos la oportunidad de ganarles. Todo dependía de mí, no podía fallar. Todos mis compañeros estaban ahí animándome.

Las "Patris" y las "Paulas" no paraban de cantar: "Ese Víctor, cómo mola, se merece una ola".Sandra, Alba, Vanesa y Roxana fueron un paso más allá gritando: "Víctor, Víctor, Víctor es macanudo. Como Víctor no hay ninguno"Y hasta mis padres, mi abuela, mi hermano, mis tíos y mis primos estaban también diciendo a voz en grito: "Este partido lo vamos a ganar. Este partido lo vamos a ganar". La tensión se mascaba en el ambiente.Me situé en la línea de tiro libre, respiré hondo y, cuando estaba punto de tirar, escuché una voz que decía:—¡Venga, Víctor, que tú puedes! ¡Os merecéis ganar!La cosa no habría tenido mayor misterio, de no ser porque la voz que había pronunciado esas palabras no pertenecía a ningún compañero de mi equipo, ni siquiera a nadie de mi colegio.La persona que me había dedicado esas palabras de ánimo no era otra sino la "croqueta" de Lucía. Tengo que reconocer que me descolocó el hecho de que alguien pudiera animar a su rival, sin importarle

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perder. Pero mucho más me desencajó el brillo que percibí en los ojos de Lucía, una mirada que no había visto nunca antes, y una sonrisa de perlas y un pelo sedoso y negro que voló al viento en cuanto ella lo soltó de la coleta en la que estaba sujeto, y que me hizo sentir por primera vez en mi vida mariposas en el estómago. Una sensación rara, como de vértigo, desconocida por mí hasta aquel día, pero una sensación que me volvió loco… Ahora empezaba a entender a Juan y su atontamiento cada vez que veía a la profe de plástica. Y también a Erik y a Adriana que habían aprovechado durante todo el partido cualquier momento para hacerse arrumacos entre canasta y canasta.

Ahí estaba yo, preparado para lanzar el primer tiro libre, escuchando de fondo a Cristina, Inês, Marta y Silvia chillando: "La vas a meter. La vas a meter. La vas a meter".No metí el primer tiro, se me quedó demasiado corto, y el balón no pudo sino rebotar en el aro y volver a mis manos. Me preparé para el segundo. Cogí aire profundamente. Oí a Tiffany, a Clara y a Halima gritando: "Venga Víctor, tira, que estás solo".Estaba decidido, iba a meterlo y a empatar el partido, podía hacerlo, estaba seguro. Pero justo en el momento en que iba a lanzar vi que Lucía se tropezaba con los pies de Adrián y que iba a caer al suelo de cabeza.

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Fue algo instintivo. Lancé el balón al aire de cualquier manera y salté como si fuera Casillas parando un balón para frenar el batacazo de Lucía, que cayó en mis brazos sin hacerse un solo rasguño.El balón llegó en una parábola perfecta hasta el aro, giró en el borde del mismo y finalmente salió escupido fuera de la red haciéndonos perder el partido, pero con la satisfacción de haber hecho la mejor obra de mi vida. Mis compañeros se disgustaron un poco, era normal. Y mucho más se disgustó mi madre cuando vio el agujero provocado por el placaje en la rodilla de mi

pantalón; claro que luego se le pasó, al percatarse de que la pérdida del partido no sólo no me hizo salir de allí gruñendo de rabia, y dando patadas a las piedras, (como solía hacer siempre que perdíamos), sino

que era la primera vez que encajaba una derrota con una sonrisa de oreja a oreja en la cara.A partir de ese momento, Lucía y yo nos hicimos inseparables…

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Capítulo XV. La Fiesta Sorpresa

Pues nada, ya te he contado mi historia. Ahora te tengo que dejar porque mi mujer ha preparado una fiesta de cumpleaños "sorpresa" para mí. ¿Qué cómo lo sé? Pues porque mi hermano Álvaro es incapaz de guardar un secreto. Es lo que tienen los artistas, que no saben mentir, sobre todo él, que está todo el día de museo en museo exhibiendo sus cuadros y eso vuelve la cabeza loca a cualquiera. Dicen que es el Miró del siglo XXI; si es que tenía razón mi madre cuando le dejaba pintar en mis cuadernos de inglés... ¿Qué quién va a venir a la fiesta? Pues va a venir mi familia, claro, mis amigos y todos mis antiguos compañeros del Colegio Jovellanos.Voy a hablarte de ellos mientras termino de recoger las probetas y los matraces. Y es que has de saber que las enseñanzas de aquel día de hace veinte años han dado su fruto. Todos mis compañeros han buscado en su interior y han luchado por dedicarse a aquello que les apasiona. Todos intentamos cada día cambiar poquito a poco el mundo que nos rodea para hacer un lugar mejor. Y creo que lo estamos consiguiendo.Y lo mejor de todo es que hemos mantenido la amistad intacta hasta hoy mismo, siguiendo los consejos de Jovellanos de expresar siempre nuestro cariño a los demás. Verás: Katy se ha convertido en jugadora de fútbol profesional, nada menos que del Real Madrid, y ha conseguido que por fin el fútbol femenino se equipare totalmente al

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masculino, tanto en repercusión mediática como en salarios.Juan es hoy en día uno de los poetas españoles más reconocidos, y hasta ha ganado el Premio Cervantes el año pasado. Es lo que tiene estar casado con tu antigua profesora de Plástica, que saca tu vena artística… ja, ja.Adriana canta en el grupo de rock más famoso del momento. La llaman Ad-Rihanna.Erik, que ahora es su marido, juega de pívot en "Los Angeles Lakers", y ya ha superado a Pau Gasol consiguiendo tres anillos.Mi amigo Daniel es catedrático de Historia de la Universidad de Harvard; espero que llegue a tiempo a la fiesta en su jet privado…Paula Rodríguez y Paula Artacho son en la actualidad la Presidenta y Vice-Presidenta del Gobierno de España. Juntas han logrado sacarnos de la crisis económica, acabar con el paro y fomentar una enseñanza pública basada en la Teoría de las Inteligencias Múltiples que nos enseñó Jovellanos.Pero no te creas que son las únicas que se han dedicado a la política; mi amigo Carlos es el actual Presidente de Bolivia y Halima es la Jefa de Estado de Marruecos. Juntos han conseguido un pacto de estado internacional para acabar de una vez por todas con el hambre en el mundo y erradicar el trabajo infantil.Mi amigo Iván Ferreira es un reconocido atleta que superó el récord de 100 metros lisos de Usain Bolt en las Olimpiadas de Madrid 2020.

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Patricia García es una prestigiosa bailaora de flamenco y Patricia Valentina, que es la actriz más internacional que tenemos, y no precisamente de culebrones venezolanos, ha ganado ya tres Óscars de Hollywood.Mi gran amigo José Camacho es actualmente el mejor diseñador de videojuegos del mundo y Paola cambió el mundo del baloncesto por las pasarelas de moda de Milán, Londres y París, ya que se ha convertido en la nueva Naomi Campbell.Mi amigo Alín es hoy en día un reputado filósofo que escribe libros de auto-ayuda, Sandra trabaja como detective privada y Tiffany es una conocidísima diseñadora de modas.Vanesa estudió psicología y ahora trabaja en un programa de televisión para niños fomentando su inteligencia emocional. Erick Morales es piloto de Fórmula 1 y está a punto de ganar el Gran Premio de Mónaco por tercera vez y Roxana se ha convertido en la primera mujer astronauta española.Silvia es una fantástica chef de un restaurante de cinco tenedores con dos estrellas Michelin y Clara es una buenísima abogada que lucha por causas nobles.Alba se ha convertido en una gran directora de cine, con siete Goyas en su poder, y Mario es un atractivo presentador de telediario que está prometido con la Infanta Leonor, (la historia siempre se repite…).Marta estudió medicina, se especializó en cirugía pediátrica y se dedica a trabajar en una ONG operando a niños en países en vías de desarrollo.

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Mi amigo Alexis es un traductor de ruso excepcional y Cristina estudió arqueología y se dedica a estudiar los yacimientos de Atapuerca.Inés es una prestigiosa locutora de radio con dos premios Ondas a sus espaldas y Jorge es un gran violinista de la Orquesta Filarmónica de Viena.Izan es un estupendo médico nutricionista que ha conseguido que todos los niños del mundo disfruten comiendo espinacas y Jose es un gran Jefe de Bomberos que ayuda a todo el mundo que se ve en dificultades y adiestra perros de rescate.Pues nada, ya está, ya he terminado de recoger el laboratorio. Te parecerá una tontería, pero el orden y la limpieza en un laboratorio de microbiología es fundamental para que los experimentos tengan éxito. A ver si no ¿cómo crees que he conseguido yo el Premio Nobel de Química este año?Pues con mucho esfuerzo, mucho tesón y muchísima pasión por el trabajo que realizo. Y es que descubrir la vacuna contra el cáncer no ha sido tarea sencilla. Eso sí, nunca lo habría conseguido de no haber sido por el descubrimiento de las partículas sub-atómicas provocadas por la fisión del Bosón de Higgs que hizo mi amigo César, a quien por cierto también han otorgado este año el Premio Nobel, en este caso de Física.Perdona, discúlpame que creo que me llama mi mujer por teléfono.—Hola, mi amor. Sí, ya voy para allá. Que no, no te preocupes que no tardo ni quince minutos. Un besito.

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Pues sí, era mi mujer, Lucía, que desde que es Directora del Colegio Jovellanos es la persona más feliz del mundo, porque siempre le apasionaron los niños. Además ahora nosotros también estamos esperando uno. ¿Qué digo uno? ¡Van a ser dos: Gemelos! ¿A ver si adivinas cómo se van a llamar?¡Efectivamente!: Melchor y Gaspar Alonso.No, no nos hemos vuelto locos, es que es lo mínimo que podíamos hacer para honrar la memoria del fantasma de Jovellanos, le debemos tanto…Por cierto, se me olvidaba… creo que al final no te conté lo que decía el famoso papelito de Erik para Adriana, ¿verdad?¿No tienes curiosidad?Pues aquí lo tienes, lo ha guardado como un tesoro desde entonces; y que sepas que estas palabras también van dedicadas por la persona que escribe estas líneas a la persona que las está leyendo en este

momento:

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Quedan rigurosamente prohibidas, sin la autorización escrita de los titularesdel copyright, bajo las sanciones establecidas en las leyes, la reproducciónparcial o total de esta obra por cualquier medio o procedimiento, comprendidosla reprografía y el tratamiento informático y la distribución de ejemplares de ellamediante alquiler o préstamo públicos.

Diseño de cubierta: Patricia Aranda

Este libro se terminó de imprimir en Madrid el 18 de marzo de 2013

Primera edición. 2013

© Editorial Arandahnas. S.L. http://arandanhas.wordpress.com/author/arandanhas/ISBN: 183-20-001-2001-1Impreso en España –Printed in Spain