87
Argumento De pequeña, todos la conocían por Bibi. Entraba y salía por las casas de la urbanización como si fueran suyas. Los vecinos se compadecían de ella por ser huérfana de madre y porque su padre, además de no trabajar, se pasaba gran parte del día borracho. El carácter alegre y abierto de la niña pone en el relato un fondo amable a un problema social duro, al que el autor ha sabido buscar solución sin provocar desgarros ni amarguras. BIBIANA había nacido en un pequeño pueblo tan próximo a Madrid que con el tiempo se había convertido en un barrio de la capital, muy elegante, con casas rodeadas de jardines. De pequeña, todos la conocían, la llamaban Bibi, entraba y salía por las casas como si fueran suyas, y en la pastelería tomaba dulces sin pagar. Los vecinos se compadecían de ella por ser huérfana de madre y porque su padre, además de no trabajar, se pasaba borracho gran parte del día y todas las noches sin excepción. Tenía entonces cinco años, y, de saberlo, se hubiera asombrado de la compasión que sentían por ella. De lo de su padre no se daba cuenta, ya que pensaba que todos los padres eran así: por las mañanas, serios y quejumbrosos; por las noches, muy alegres. Como veía que en las casas eran las mujeres las que cuidaban de los hombres —les daban de comer, les lavaban la ropa...—, aprendió a hacer estos trabajos para su padre. La enseñó la señora Angustias, una vecina muy mayor que, de acuerdo con su nombre, siempre estaba angustiada. Cuando veía a Bibi hacer los trabajos de la casa, largaba unos suspiros estremecedores y no se recataba de mirarla compungida: —¡Pobre hija! Al decirlo, se le llenaban los ojos de lágrimas; pero esto no le extrañaba a Bibi, porque también lloraba con las novelas de la radio y las series de televisión. La señora Angustias le suplicaba al padre de la niña: —¡Rogelio, tenga compasión de este pobre ángel! El ángel era Bibi, y entonces, por la noche, su padre se compadecía y la acariciaba en forma de cosquillas, muy suavecito, hasta que se dormía. También le contaba cuentos. Unas veces eran divertidos y otras tristes, pero todos tan buenos que los chicos del colegio se quedaban embelesados cuando ella, a su vez, se los repetía. La profesora le preguntaba:

biblioword.files.wordpress.com …  · Web viewArgumento. De pequeña, todos la conocían por Bibi. Entraba y salía por las casas de la urbanización como si fueran suyas. Los vecinos

Embed Size (px)

Citation preview

Argumento

De pequea, todos la conocan por Bibi. Entraba y sala por las casas de la urbanizacin como si fueran suyas. Los vecinos se compadecan de ella por ser hurfana de madre y porque su padre, adems de no trabajar, se pasaba gran parte del da borracho.

El carcter alegre y abierto de la nia pone en el relato un fondo amable a un problema social duro, al que el autor ha sabido buscar solucin sin provocar desgarros ni amarguras.

BIBIANA haba nacido en un pequeo pueblo tan prximo a Madrid que con el tiempo se haba convertido en un barrio de la capital, muy elegante, con casas rodeadas de jardines.

De pequea, todos la conocan, la llamaban Bibi, entraba y sala por las casas como si fueran suyas, y en la pastelera tomaba dulces sin pagar. Los vecinos se compadecan de ella por ser hurfana de madre y porque su padre, adems de no trabajar, se pasaba borracho gran parte del da y todas las noches sin excepcin.

Tena entonces cinco aos, y, de saberlo, se hubiera asombrado de la compasin que sentan por ella. De lo de su padre no se daba cuenta, ya que pensaba que todos los padres eran as: por las maanas, serios y quejumbrosos; por las noches, muy alegres.

Como vea que en las casas eran las mujeres las que cuidaban de los hombres les daban de comer, les lavaban la ropa..., aprendi a hacer estos trabajos para su padre.

La ense la seora Angustias, una vecina muy mayor que, de acuerdo con su nombre, siempre estaba angustiada. Cuando vea a Bibi hacer los trabajos de la casa, largaba unos suspiros estremecedores y no se recataba de mirarla compungida:

Pobre hija!

Al decirlo, se le llenaban los ojos de lgrimas; pero esto no le extraaba a Bibi, porque tambin lloraba con las novelas de la radio y las series de televisin.

La seora Angustias le suplicaba al padre de la nia:

Rogelio, tenga compasin de este pobre ngel!

El ngel era Bibi, y entonces, por la noche, su padre se compadeca y la acariciaba en forma de cosquillas, muy suavecito, hasta que se dorma. Tambin le contaba cuentos. Unas veces eran divertidos y otras tristes, pero todos tan buenos que los chicos del colegio se quedaban embelesados cuando ella, a su vez, se los repeta.

La profesora le preguntaba:

Dnde aprendes esos cuentos?

Me los cuenta mi padre contestaba Bibi muy satisfecha. Se quedaba asombrada de que la seorita Tachi, en lugar de admirarse y alabrselos como hacan los nios, endureciese su rostro y musitase:

Ms le vala cumplir con su obligacin como los dems padres.

Bibi no entenda lo que quera decir con eso. Los padres de los otros nios no saban contar cuentos y, adems, estaban casi siempre muy enfadados. Algunos, incluso, pegaban a sus hijos. Para colmo, la mayora de ellos se pasaban el da fuera de casa porque trabajaban en Madrid. En muy pocos aos, el pueblo se haba convertido en un barrio de la capital, rodeado de urbanizaciones preciosas, con jardines, edificios y chals de gente que lleg de Madrid, que estaba tan slo a catorce kilmetros.

En cambio, su padre siempre estaba a su disposicin: o bien en su casa o, lo ms lejos, en la taberna.

Qu vergenza se lamentaba la seora Angustias, que esta pobre nia tenga que ir a buscar a su padre a la taberna!

A Bibi no le importaba hacerlo tendra ya unos diez aos, porque la taberna estaba a dos manzanas de su casa. Tampoco le gustaba demasiado, porque no todos los borrachos eran como su padre. Algunos gritaban, peleaban, decan palabras horribles, incluso blasfemias. Su padre, apenas la vea entrar en la taberna, le deca:

Esprame fuera, Bibi; enseguida salgo.

Y cumpla su palabra. Sala rpido, aunque fuera tambalendose.

Desde que iba al colegio, saba que su padre era un borracho porque se lo dijeron varios nios de la clase. Pero no estaba segura de si eso era bueno o malo. O pensaba que los haba de una y otra clase y que su padre era de los buenos. Una noche, cuando era pequea, se lo pregunt:

Pap, qu es un borracho?

El hombre se qued perplejo, como cogido en falta.

Era una noche en la que estaba muy simptico. Le haba contado unos cuentos muy interesantes y, adems, haba rezado con ella las oraciones de antes de dormir, cosa que no siempre haca.

Es que... te han dicho que yo soy un borracho?

S, claro. Lo saben todos.

El hombre se qued pensativo y le aclar:

Mira, hija, yo no es que sea, propiamente, un borracho. Lo que ocurre es que tengo como un dolor aqu se seal el corazn que slo se me pasa cuando bebo.

Entonces, ests enfermo del corazn, no?

Bueno balbuce el padre, no exactamente. Slo he dicho que tengo como un dolor.

Y... por qu no vas al mdico?

Es que son dolores que no los pueden curar los mdicos.

Entonces, quin los puede curar?

Yo creo que nadie.

Lo dijo con una tristeza tan grande que se la contagi a Bibi. El hombre se dio cuenta y, como para tranquilizarla, le dijo:

La nica que me cura ese dolor eres t.

Cuando soy buena? se interes Bibi.

Siempre. Aunque seas mala. Oye, pero ahora caigo en la cuenta de que t nunca eres mala. Y eso tampoco puede ser.

A Bibi le hizo gracia que su padre quisiera que alguna vez fuera mala.

Bueno, pap, ya procurar serlo.

Aquella noche no slo le hizo cosquillas para dormirla, sino que se durmi l antes, sobre la cama de Bibi, y la nia procur no moverse para no despertarle.

Cuando se hizo un poco mayor, se dio cuenta de que lo del dolor del corazn era un truco de su padre. Pero nunca se atrevi a desenmascararle. Adems, pensaba que si beba sera por alguna pena muy grande que tena y que ella no saba cul era.

Bibi saba repetir tan bien los cuentos de su padre que se hizo famosa. Incluso tena una habilidad que le faltaba a Rogelio: variaba el modo de contarlos segn la edad de los nios que la escuchaban.

Su profesora, la seorita Tachi, se dio cuenta de ese don, y cuando en los das de lluvia los nios del jardn de infancia no podan salir al recreo, le peda a Bibi que los entretuviera contndoles cuentos. Eso la haca muy feliz, pues senta tal admiracin por la seorita Tachi que, cuando sta le peda un favor, se atragantaba de la emocin.

La seorita Tachi era una mujer mayor treinta aos, soltera, plida, con un aire distante y entristecido. Pero muy guapa y elegante.

Pero... cmo puedes decir que es elegante? le increp Elena Manzaneda a Bibi. Es una hortera!

Bibi apenas se atrevi a discutir este punto con Elena Manzaneda, que era la hija del Poderoso Industrial, una chica mayor, tan atractiva, tan importante, que hasta los profesores la respetaban.

Sabes tan siquiera cmo se llama? continu Elena.

Pues... Tachi contest Bibi, sorprendida de la pregunta.

Que te crees t eso! Se llama Anastasia, y para disimularlo se hace llamar Tachi.

Oye, pues hubo una duquesa, hija del zar de Rusia, que tambin se llamaba Anastasia.

Pero qu pedante eres, hija! se molest Elena.

No, si lo s porque lo he visto en una pelcula, en la tele de la seora Angustias admiti humildemente Bibi.

Bibi no sola ser humilde; incluso tena mucho genio, y hasta los chicos la respetaban porque, si se terciaba, no le importaba pegarse con ellos. Pero con Elena Manzaneda haba que hacer una excepcin. Su padre, el Poderoso Industrial, era el hombre ms rico de la zona, y con gran diferencia, desde siempre. Tena muchas tierras de labor, la granja avcola, la fbrica de piensos, el almacn y la tienda de venta de automviles. Eso, antes de que el pueblo se convirtiera en un barrio de Madrid. Porque cuando esto sucedi, la mayora de sus tierras de labor se transformaron en solares sobre los que construyeron los edificios ajardinados y las urbanizaciones de chals con sus praderas y sus piscinas. En fin, algo tan maravilloso que era lgico que Elena Manzaneda fuera tambin maravillosa y respetada.

El Poderoso Industrial era tan rico que construy y regal unos campos polideportivos al colegio. Por eso los profesores procuraban no suspender a sus hijos. Con Elena era cosa fcil, pues se defenda en los estudios; pero con su hermano pequeo, Quincho, resultaba imposible, porque era el ms vago del colegio, con diferencia. La prueba era que, aunque tena trece aos, estaba en la misma clase de Bibi que slo tena once por haber repetido dos veces curso.

Bibi tena decidido ser profesora, como la seorita Tachi, cuando fuera mayor.

SU FAMA DE NARRADORA de cuentos le vino muy bien, porque la empezaron a llamar de las casas para que entretuviera a los nios pequeos mientras las madres iban a la compra o a la peluquera.

Al principio apenas le pagaban porque iba a casas de seoras del pueblo, que la conocan de siempre. La compensaban dndole de merendar o de cenar, o le regalaban frutas y dulces para que se los llevara a su casa. Alguna vez le preguntaban:

Qu te apetece llevarte hoy, guapa?

Pues preferira llevarme cigarrillos.

Cmo dices? se asombraba la seora. Pero luego caa en la cuenta y se escandalizaba: Ser para tu padre, no?

S, seora.

Si estaba el marido delante, era corriente que se echara a rer, porque Rogelio sentaba muy mal a las seoras, pero entre los hombres tena buenos amigos.

Oye, Bibi intervena el marido, y no quieres llevarte un poco de vino tambin?

La nia deca que s, y entonces era cuando el marido y la mujer rean; porque estaba claro que en el pueblo no se crean lo de que su padre tuviera que beber por aquel mal del corazn que no podan curar los mdicos.

Pero cuando lleg el verano, las cosas cambiaron de modo muy favorable para Bibi. La seora Angustias, que cada da estaba ms gorda y ms triste, un da, despus de regalarse con un suspiro quejumbroso, le dijo:

Oye, en una de las casas a las que voy a asistir quieren que vayas el sbado a cuidar de los nios.

Bibi se qued recelosa, porque la seora Angustias era una asistenta antigua e importante, que slo asista en los chals de las urbanizaciones elegantes. La seora Angustias se dio cuenta y la tranquiliz:

No te preocupes, irs conmigo. Son buena gente. Los padres, claro, porque a los nios no hay quien los aguante.

Esto ltimo, en cambio, no le preocupaba a Bibiana, porque era impensable que ella tuviera dificultades con nios pequeos.

Se visti muy elegante, con un pantaln vaquero de peto, una blusa amarilla y zapatillas del mismo color. Bibi no tena nunca problemas de ropa porque se la traa la seora Angustias, regalada, de las casas a las que iba a asistir. Un da le dijo Bibi:

Oiga, y no podra pedir tambin algo de ropa para mi padre?

Se lo pregunt porque Rogelio andaba siempre muy desastrado y a Bibi se le daba regular lo de lavarle y coserle la ropa.

A la seora Angustias, que era una viuda honrada, con una sola hija, casada con un ferroviario de Monforte, le sent muy mal la pregunta:

Pero t qu te has credo? Cmo voy a pedir yo ropa para un hombre! Estara bueno! Qu pensaran de m? Eh? Qu crees t que pensaran?

Era una pregunta que Bibi ya saba que no tena que contestar. Bibi era una nia que iba por la vida tanteando; no era fcil saber lo que les iba a parecer bien o mal a las personas mayores, pero, cuando ocurra lo ltimo, con callarse, la cosa se solucionaba.

Tomaron un autobs que llamaban el circular porque circulaba por todas las urbanizaciones y llegaba hasta Madrid. Pero se bajaron en una parada que slo estaba a cinco minutos del pueblo. Bibi pens que la prxima vez ira andando y se ahorrara las veintisiete pesetas que costaba el billete.

El chal al que fueron se pareca a los que salan en las pelculas. Tena una pradera de csped y, en medio, una piscina. Alrededor de ella haba hamacas para tomar el sol, y en una de ellas, efectivamente, la seora de la casa lo tomaba en baador. Estaba tan cansada que no se pudo levantar cuando entraron ellas. Se limit a mirarlas, ponindose una mano como visera para protegerse del sol. Era muy delgada, estaba muy morena, y luego Bibi se enter de que tena fama de ser muy guapa y muy elegante. En traje de bao no se le notaba.

Hola, Angustias, ya est usted aqu. Menos mal.

Y dio un suspiro muy largo. Angustias le contesto con otro de los de su especialidad, y Bibi se dio cuenta de que la seora y la asistenta se entendan muy bien en ese lenguaje.

Les he dado de desayunar a los nios y me han dejado agotada.

Otro suspiro. Luego, mir a Bibi y pregunt:

Y esta nia tan guapa?

La seora Angustias movi la cabeza con pena, porque comprendi que a la seora le extraaba que una nia tan bien vestida tuviera que ganarse la vida aguantando nios.

Es la chica que cuida nios. Ya le dije que poda probar usted.

Tanto se extra la seora, que se incorpor en la tumbona; y a poco se le ve un pecho, porque llevaba sueltas las tiras del traje de bao para que, al tomar el sol, no le dejaran marca. Bibi estaba fascinada.

Caramba! Yo crea que era mayor. Cuntos aos tienes, guapa?

Tena la voz lnguida y cansina, pero pareca simptica.

Once aos.

Pues ests muy alta para tener once aos, pero yo esperaba una chica ms hecha. Ya sabe usted cmo son mis hijos...

Esto ltimo lo dijo dirigindose a la seora Angustias, que movi la cabeza apesadumbrada ya que tena muy mal concepto de los nios.

Pero tiene mucha prctica, la pobre, con los nios tranquiliz la seora Angustias a la duea de la casa. Sobre todo cuando les cuenta cuentos.

A M ESA TA no me cuida!

Esto lo dijo un chaval que estaba a la sombra de la hamaca de su madre y que, de primeras, no se le vea. A la seora se le contrajo el rostro dolorosamente y suspir:

Rafa, por favor, no empecemos...

Rafa se puso de pie; era un chico de unos siete u ocho aos. Volvi a repetir:

Que a m esa ta no me cuida!

A Bibi le pareci una observacin lgica, pues no entenda por qu un nio de siete aos tena que ser cuidado, cuando ella, a su edad, ya cuidaba de su padre. No era sa la opinin de la seora, que, sacando fuerzas de flaqueza, le conmin:

Si no te vas ahora mismo con... se dio cuenta de que no saba su nombre y se lo pregunt: Cmo te llamas, guapa?

Bibi.

Bibi?

S, seora, me llamo Bibiana, pero me llaman Bibi.

Bueno, pues si no te vas con Bibi, llamo a tu padre a la oficina ahora mismo. T vers qu prefieres.

El chaval inclin la cabeza cabreado, para que quedara claro que obedeca bajo amenaza.

LA SEORA ANGUSTIAS los condujo a una zona del jardn, a espaldas de la casa, sombreada, en la que haba un montn de arena para jugar, un columpio y un pequeo tobogn.

Del interior de la casa sac dos nios ms. Uno muy pequeo, como de dos aos, al que llamaban Tino.

Con ste le advirti Angustias ten mucho cuidado. Todo lo que coge se lo mete en la boca y se puede ahogar la mujer se le qued mirando muy fijo y suspir: Lo que no s es cmo no se ha ahogado ya.

Luego, le seal a una nia de unos cinco aos y le coment sin demasiado convencimiento:

sta te dar menos guerra. Bueno, segn le d.

La nia se qued encantada con Bibi nada ms verla, y le ense un cochecito que tena para dos muecas gemelas. A Bibi le seguan gustando las muecas y se interes mucho por ellas; eran preciosas.

Empezaron a jugar a vestirlas y desvestirlas, y Bibi slo se preocupaba de echar un vistazo al nio pequeo para que no se tragara nada.

A Rafa se le vea con ganas de armar bronca, para que se supiera que segua all a la fuerza.

Oye le dijo a Bibi, t no ests aqu para jugar con muecas sino para cuidarnos.

La nia de cinco aos, que se llamaba Rosa, le aclar a Bibi:

Es que est enfadado porque hoy no nos dejan baarnos en la piscina porque vienen invitados.

A Rafa le sent muy mal la explicacin de su hermana y le grit:

T, calla, asquerosa, estpida!

Al mismo tiempo hizo intencin de tirar al suelo el cochecito de las muecas gemelas, pero Bibi, que estaba muy atenta, le cort el movimiento agarrndole muy fuerte del brazo. El chico intent soltarse, sin conseguirlo.

Sultame, asquerosa!

Como Bibi no le hiciera caso, quiso llamar a gritos a su madre:

Ma...!

No le dio tiempo de gritarmamporque, apenas abri la boca, Bibi, con la mano libre, se la tap violentamente.

Rafa era un nio bastante alto, muy vigoroso, y que, adems, iba a un colegio donde le daban clases de judo. Fue una lucha muy difcil, y cualquier nia que no estuviera tan preparada para la vida como Bibi hubiera llevado las de perder.

El chico logr morder la mano que le tapaba la boca, pero ya estaba tan interesado en la pelea que no se le ocurri seguir llamando a su madre.

Los otros dos nios tambin estaban entretenidos con la lucha. Sobre todo Rosa, que, mientras Bibi y Rafa se revolcaban por el suelo, le deca a su hermano:

A sta no la puedes, chulo, que eres un chulo.

Bibi le sacaba ms de la cabeza al chico, pero ste le echaba zancadillas y llaves que la ponan en verdaderos apuros. Una de las zancadillas le sali mal a Rafa, y Bibi, con todo su peso, cay encima de l, sobre el montn de arena. Lo tena sujeto tan fuerte que, por muchos trucos que supiera, pareca imposible que pudiera soltarse. Pero entonces fue Bibi la que tuvo que pedir la paz.

Oye... le dijo a Rafa, jadeando. Tenemos que parar.

Por qu? se extra el chaval, tambin jadeante. Yo no me he rendido.

Es que se me ha roto el pantaln.

Bibi le solt. Se levant y vio que el pantaln de peto tena los tirantes rotos y, lo que era peor, descosida la costura trasera, por la que se le vea todo. Esto le dio mucha risa a Rafa, pero no renunci, por ello, al asunto y le exigi:

Bueno, arrglatelo y seguimos luchando.

No pienso le contest Bibi.

Pues eres una cobarde.

Lo dijo Rafa por decir, sin convencimiento, porque Bibi haba luchado muy bien.

Para coser el pantaln tuvieron que pedir ayuda a la seora Angustias, que, al ver de aquella guisa a Bibi, pregunt alarmada:

Pero que ha pasado?

Rafa se qued receloso, pero Bibi, sin dudarlo, contesto:

Me he enganchado en el tobogn.

Angustias lanz un suspiro de los suyos, lamentndose:

A ver si vamos a tener que cuidar tambin de ti!

EL DA TERMIN muy bien, aunque Rafa y Rosa rean mucho entre ellos. No saban jugar juntos y Bibi se tuvo que dividir entre los dos. Un rato jugaba al ftbol con el chico, y a continuacin, con la nia, a las muecas. En cuanto a Tino, el nio de dos aos, era una exageracin de la seora Angustias el que se fuera a ahogar. Ciertamente, acostumbraba a llevarse a la boca todo lo que encontraba, pero Bibi comprob que lo saba escupir a tiempo. Por tanto, apenas daba trabajo.

Cuando termin la jornada, la seora de la casa, que se llamaba Poln y por eso el rtulo de la entrada pona Villa Poln, estaba agotadsima de atender todo el da a los invitados; casi no poda hablar, pero tuvo fuerzas para decir a Bibi:

Has sido un encanto, cielo; no nos hemos enterado de que haba nios en la casa. Toma.

Y le dio un billete de quinientas pesetas. Bibi a poco se desmaya de la emocin.

Eso fue el comienzo de un verano muy interesante. Villa Poln formaba parte de un conjunto de chals, todos muy parecidos, con su jardincito y su piscina, ocupados por matrimonios con nios pequeos que, cuando se enteraron de la maa de Bibi para cuidar nios, la empezaron a llamar.

Cuando alguno de estos matrimonios tena una fiesta por la noche o, simplemente, queran ir al cine despus de cenar, le pedan a Bibi que se quedara a dormir, por si algn nio se despertaba. En tal caso le pagaban mil pesetas.

Bibi no se lo poda creer, porque ni su padre ganaba tanto dinero.

La verdad era que Rogelio no ganaba ms dinero que el que consegua jugando a las cartas. Porque no poda tener trabajo fijo. Tena muchos amigos que se lo procuraban, pero lo acababa dejando, por causa de la bebida. Hasta el alcalde, compaero de Rogelio desde nios, lo coloc en el Ayuntamiento. Pero al mes lo tuvo que echar.

Rogelio le dijo, mientras sigas as, no puedes trabajar en una oficina. Es que no puedes dejar de beber? Pero t te das cuenta de cmo vas vestido? Si pareces un vagabundo...!

Rogelio agachaba la cabeza y no deca nada.

No podras intentarlo por tu hija?

Rogelio era muy pacfico hasta que le mencionaban a su hija. Entonces se encrespaba:

Deja a Bibi en paz! Mi hija est mejor cuidada que todas las vuestras. Adems, quin te ha dicho que yo quiero trabajar en una oficina? Voy a poner un huerto y as no tendr que depender de ninguno de vosotros!

Efectivamente, con la ayuda de don Toms, el cura, puso un huerto en la parte trasera de su casa. Era una casa hermosa, grande, pero muy abandonada. Bibi justo poda limpiar la parte que ocupaban, que era el comedor, la cocina y una habitacin muy espaciosa. A veces iba la seora Angustias a echarle una mano, pero vea tanto polvo acumulado de aos, que se pona a lanzar unos suspiros tan dolorosos que Bibi tena que acabar consolndola.

La seora Angustias era como una madre para Bibiana, y sta la quera mucho. Pero, de tener madre, hubiera preferido que no fuera su vecina.

Bibiana era hurfana, pero de una manera especial porque no haba conocido a su madre y nadie le hablaba de ella. A tal extremo que, cuando era pequea, lleg a pensar que quiz no haba necesitado de una madre para nacer.

EL CASO ES QUE don Toms, el cura, que era de los que tambin tenan gran paciencia con Rogelio, le ayud a plantar el huerto. Le ayud no slo por caridad, sino por ser muy entendido en labores del campo. l mismo tena un huerto, con rboles frutales de todas las especies, famoso en la regin.

Pasaron, por tanto, un verano de maravilla, porque el huerto, con la ciencia que le aplic don Toms, era imposible que no diera cosecha.

En el trabajo de Bibiana hubo cambios, tambin a mejor. En la urbanizacin que se llamaba La Chopera, una madre celebr el cumpleaos de su hija de cinco aos, y la fiesta hubiera sido un desastre de no haber sido por Bibiana.

La pequea haba invitado a ms de veinte nios y nias que apenas se conocan entre s, y se limitaban a mirarse unos a otros, sin hablarse, hasta que algunos empezaron a llorar diciendo que queran irse a su casa.

Entonces fue cuando a Bibiana cuya nica obligacin aquella tarde era cuidar a un nio de meses se le ocurri organizarles juegos: el escondite ingls, el sencillo, la bsqueda del tesoro, la pelota salta y bota, la zapatilla por detrs tris tras, piata, concursos...

Se hizo de noche y los padres que venan a recoger a sus nios no podan llevrselos porque todos estaban pegados a Bibiana, fascinados. Uno de aquellos padres coment:

Esta nia es una autntica animadora social!

Bibiana no entenda lo que significaba eso, pero lo cierto es que, desde aquel da, siempre que se celebraba una fiesta de nios la llamaban a ella para organizarla.

Cuando lo saba con antelacin, las organizaba muy bien. Porque le daba tiempo de comprar chucheras que le servan para preparar los concursos, la piata y la bsqueda del tesoro.

Un da la llamaron a una fiesta que organizaba el Poderoso Industrial y le dieron cinco mil pesetas. Como era un billete de los nuevos, de tamao pequeo, crey que eran quinientas pesetas; y aunque le pareci poco, no coment nada porque, en cambio, en otras casas le daban mucho ms de lo que crea merecer. Fue Quincho el que la sac del error cuando vio el billete:

Ja! Qu suerte! A m no me da cinco mil pelas mi padre, haga lo que haga.

Pero t ests seguro de que son cinco mil pesetas? se asombr Bibi.

Pero el chico estaba pensando en lo suyo y se limit a comentar:

Bueno, a m tambin me las dara mi padre si estudiara. Pero eso es imposible.

El qu? se interes Bibi.

El que yo estudie.

Eso era cosa sabida en el colegio, y a Bibi le pareci normal la reflexin del chico, que, por cierto, la haba estado ayudando a entretener a los amigos de su hermana pequea. A lo mejor no serva para estudiar, pero vala paraanimador social,como ella. Le hubiera ofrecido una parte del billete de cinco mil pesetas por la ayuda, pero le dio vergenza.

En cambio, cuando ya al final de la fiesta de nios lleg Elena Manzaneda, Bibiana le coment el asunto:

Oye, Elena, tu padre me ha dado cinco mil pesetas por la fiesta. No se habr equivocado?

Se lo pregunt no por escrpulos de conciencia de cobrar aquel dineral, sino porque el seor Manzaneda tena fama de mal genio y, caso de que se hubiera equivocado, poda reclamarle el dinero en pblico y de malas maneras.

Elena apenas se lo pens.

Qu pasa? Te parece mucho?

S.

Elena tena quince aos, pero vesta ya como una mujer, con zapatos de tacn y con una ropa tan elegante que Bibiana pens hablar con la seora Angustias para ver si le consegua lo que ya no usara Elena. Tena que ser mucho; la hija del Poderoso Industrial estrenaba ropa y zapatos continuamente.

Pero qu desgraciada eres, Bibi! le dijo Elena en un tono que sonaba como despectivo. Despus de que has estado dos das pringando para preparar la fiesta, y hoy toda la tarde aguantando nios, encima te parecen mucho cinco mil pesetas?

Bibi asinti con la cabeza.

Adems continu Elena, que buena falta os harn, no?

Elena deca todo con tono de superioridad, pero era tan evidente que la tena que no haba por qu molestarse que la manifestara. Claro, que tambin saba hacer elogios, como el que le dijo a continuacin:

Te advierto que a m tu padre me cae muy bien. Es un cachondo. Cuando se afeita, est guapsimo.

LA CUESTIN DEL AFEITADO era muy discutida en casa. Cuando Rogelio se dejaba barba de varios das, pareca un hombre sucio y viejo; eso disgustaba mucho a Bibi, que, para evitarlo, hasta aprendi a afeitarle con navaja barbera. Pero el padre se resista a dejarse afeitar, entre otras razones porque Bibiana le daba muchos cortes y una de las veces casi le lleva una oreja con la navaja.

Se acab! grit un da. Me dejo la barba y hemos terminado. No lleva barba el alcalde? Pues yo tambin!

Fue una buena idea, porque le sali una barba hermosa, muy negra, que le daba aire de persona respetable.

Rogelio tena treinta y cinco aos, y, como beba mucho y coma poco, estaba muy delgado y tena un aire tan melanclico que, un ao, todas las chicas de COU del Instituto se enamoraron de l.

Fue un ao en que Bibiana no saba por qu todas las nias mayores queran ser sus amigas y le hacan pequeos regalos.

Pobrecita! le decan. Y la acariciaban como si fuera su hija. Quiz porque pensaban en casarse con su padre...

SE TERMIN EL VERANO y las cosas cambiaron a peor. Bibi empez de nuevo el colegio y le volvi a tocar la clase de la seorita Tachi. Qu suerte! Se fijaba con mucho detalle en todo lo que haca su profesora porque, cuando fuera mayor, quera ser exactamente como ella.

En ese aspecto, por tanto, el curso empez bien. Lo malo es que apenas tena tiempo para ir a cuidar nios, y ganaba muy poco dinero. En cuanto al huerto de su padre, as que lleg el otoo, dej de producir. Don Toms le dio consejos a Rogelio para que organizase plantaciones que dieran verduras de invierno, pero el hombre se emperez, no hizo los trabajos a tiempo y, para cuando se quiso dar cuenta, su huerto estaba yermo. Se puso muy triste por este nuevo fracaso y bebi ms que de costumbre.

Bibi se entristeca mucho con aquella pena de su padre que le obligaba a beber, pero no se le ocurra ninguna solucin. Como les haca mucha falta el dinero, empez a faltar al colegio para poder ir a las casas de La Chopera, en las que siempre encontraba trabajo bien pagado.

La seorita Tachi, que cuando faltaba un alumno a clase le exiga justificante de sus padres, no le hizo ningn comentario a Bibi, pero se le puso cara de nublado.

La profesora, sin preguntar demasiado, se enteraba de todo. Conduca un coche pequeo que le daba un aire de independencia. Fuera de las clases hablaba poco con los alumnos, pero si al venir al colegio se encontraba con alguno que marchaba cargado de libros, lo recoga en su coche. Los alumnos decan de ella:

Es simptica segn le d.

En cambio, a Bibi se lo pareca siempre.

Es que a ti te tiene enchufe le comentaban los otros.

A Bibi, ser la preferida de Tachi le pareca algo maravilloso.

Una tarde, casi anochecido, iba Bibiana a Villa Poln a cuidar a Rafa, a Rosa y a Tino, cuando par junto a ella el coche de la seorita.

Sube le dijo. Adonde vas?

A Villa Poln.

Tachi ola muy bien y Bibi cay en la cuenta de que a ella nunca se le haba ocurrido echarse colonia.

No te da miedo andar casi de noche por aqu?

Se lo pregunt porque entre el pueblo y aquella urbanizacin haba un descampado muy mal iluminado.

No le minti Bibi con todo descaro. Pero la verdad era que pasaba un miedo terrible que intentaba disimular o bien cantando, o bien rezando o, en todo caso, cuando ya no poda ms, echando a correr para llegar cuanto antes.

Y cmo vuelves a tu casa? insisti la seorita.

Me trae el padre de los nios en coche.

Bueno. Oye, tenemos que pensar en la funcin de Navidad.

Tan pronto? se extra Bibi.

No creas. Falta poco ms de un mes. Hay que prepararla bien.

La seorita hablaba con aire distrado, como si estuviera pensando en otra cosa.

Bibi, me gustara hablar con tu padre.

A la nia le entr una alegra muy grande porque era normal que los padres hablaran con los profesores. Menos el suyo.

Cundo? pregunt ilusionada.

Haban llegado frente a Villa Poli y Tachi par el coche. Mir con extraeza la ilusin de la nia.

Cuanto antes, mejor le contest procurando sonrerle. Si puede ser, maana.

Vale! asinti Bibi ms encantada todava.

Tachi, contra su costumbre, la tom por el cuello y la atrajo un poco contra su hombro. Bibi se qued embargada por el perfume de su seno. Adems, la seorita le acarici el pelo con su mano larga y fina; a Bibi le hubiera encantado cogrsela y besrsela.

AQUELLA NOCHE esper levantada a que llegara su padre, y en cuanto entr le dio la buena noticia:

La seorita quiere verte.

Rogelio vena simptico a ms no poder, cosa que le ocurra con frecuencia por las noches.

Qu seorita? le pregunt en tono festivo. Porque son muchas las seoritas que quieren ver a tu padre. Qu te parece?

A Bibi le pareca muy natural que hubiera mucha gente interesada en ver a una persona tan simptica como su padre.

Pero... continu el padre a m slo me interesa una seorita, que se llama... Bibiana. La conoces?

A pesar de lo mayor que era, cuando Rogelio le deca estas cosas, Bibi daba un salto, y su padre era tan alto y tan fuerte que la poda coger en el aire y estrecharla entre sus brazos.

La que te quiere ver le explic es la seorita Tachi, mi profesora.

As que mencion este nombre, se aflojaron los brazos que rodeaban su talle. Su padre la dej en el suelo, la mir con rostro receloso y le pregunt con un tono de voz cambiado:

Para qu quiere verme?

Supongo que ser para hablarte de la funcin de Navidad fue lo primero que se le ocurri a Bibi.

Rogelio se la qued mirando con aire escptico, bostez y se limit a decir:

Bueno, vamos a dormir. Maana ser otro da.

Era una frase a la que Rogelio era muy aficionado, por pensar que de un da para otro las cosas se arreglaban solas. A veces tena razn, pero no estando por medio el inters de su hija en que hablara con su profesora.

Por eso, al da siguiente, a la hora de comer, apareci Bibiana y le dijo:

Arrglate, pap; la seorita Tachi te espera a las tres.

Rogelio slo tena una nebulosa de lo que haban hablado la noche anterior, pero, a pesar de todo, tuvo reflejos para decirle:

Lo siento, Bibi, hoy no puedo. He quedado con don Toms para hablar de un asunto.

Qu asunto? le pregunto Bibiana, mirndole muy fijo.

Pues mira balbuce Rogelio, que tema aquellas miradas de su hija, me ha recomendado que ponga una granja de conejos en la huerta. Es un gran negocio en invierno y en verano. Adems, t me ayudaras a cuidar de los conejitos. Yo creo que ser ms divertido que cuidar nios. Ja, ja, ja! Qu te parece?

Que es mentira le contesto Bibi, muy seria.

El qu? se asombr Rogelio, El que sea ms divertido cuidar conejos que nios?

No, el que tengas que ver hoy al seor cura. Te lo acabas de inventar.

Pero, nia! Cmo te atreves a hablar as a tu padre? se escandaliz Rogelio.

Adems continu Bibiana sin inmutarse, tienes que lavarte, arreglarte la barba y cortarte el pelo.

No! rugi furioso Rogelio.

S! le replic en el mismo tono la nia.

Rogelio, indignado por la actitud de su hija, cogi su vieja chaqueta y se dirigi a la puerta de salida de la casa. Pero Bibi se le anticip, cortndole el paso.

Pap, por favor le suplic, al tiempo que se le llenaban los ojos de lgrimas.

EL CASO ES QUE a las tres en punto estaba Rogelio a la puerta del colegio, con su mejor traje que era tan solo bastante regular, la barba recortada, el pelo arreglado y Bibiana cogida de la mano para que no se arrepintiera a ltima hora.

Entraron en el gran vestbulo y Bibiana le pidi:

Espera aqu un momento que voy a avisar a la seorita.

Luego, le repas con la mirada y se qued tan encantada que le dijo, de corazn:

Qu guapo ests, pap!

Cobista! le contest Rogelio, que, si estaba all porque no poda soportar ver llorar a su hija, segua receloso por la entrevista que le esperaba.

Bibiana desapareci, momento que Rogelio aprovech para sacar del bolsillo trasero del pantaln una botellita de coac, de la que ingiri un largo trago para tomar fuerzas. Justo le dio tiempo de guardar la botella, y ya estaba de vuelta Bibi, que le acompa hasta una clase vaca en la que Tachi correga ejercicios. Lo dej en la puerta y le rog por lo bajo:

A ver si ests simptico, pap.

Y le dio un empujn. Rogelio no tuvo tiempo de ensayar su simpata, porque Tachi, en tono glido, le orden:

Sintese.

Obedeci y se sent en una silla, que mas bien era de pupitre de nio pequeo, de manera que quedaba un poco ridculo, en una postura muy rara, tocndose, casi, la barbilla con las rodillas.

Sin tan siquiera darle las buenas tardes y apenas mirarle, Tachi sac una carpeta de un cajn, la abri y le espet a Rogelio:

Tiene usted muy buenos amigos en este pueblo.

Rogelio hizo un gesto de asentimiento con la cabeza, aunque ya se daba cuenta, por el tono de la frase, que la profesora no se contaba entre ellos. Y si alguna duda le quedaba, se disip cuando la seorita le dijo:

Por eso no est usted todava en la crcel.

Lo deca con gran tranquilidad, como si fuera la cosa ms natural del mundo el que Rogelio tuviera que ir a la crcel. ste, justo pudo balbucear:

Pe... pero, oiga...

igame usted a m! le interrumpi con gran decisin Tachi. En cualquier momento le van a aplicar a usted la Ley de Vagos y Maleantes...

Pe... pero..., cmo se atreve?

Me atrevo a decirle lo que dice este expediente y le ense la carpeta que haba sacado del cajn, que est detenido en el Ayuntamiento porque el alcalde es amigo suyo. Pero bien claro queda que es usted un vago, porque no trabaja. Y es usted un maleante, porque siempre est borracho. Es usted un peligro para la sociedad!

Rogelio sinti miedo de aquella mujer fra, distante, amenazadora, e intent reaccionar:

Eso no es cierto; ahora voy a empezar a trabajar en un negocio.

En qu negocio? se interes irnica la profesora. Porque hasta ahora el nico negocio que se le conoce a usted es el de vivir del dinero que gana su hija cuidando nios.

Menos mal que se haba tomado el trago de coac antes de entrar, porque si no, ante tan cruel acusacin, Rogelio se hubiera derrumbado. Haciendo un esfuerzo, adopt un tono enrgico para defenderse:

Eso no es cierto! Ahora voy a montar un negocio de cra de conejos con el seor cura.

El seor cura! coment la profesora en tono despectivo. Otro que tal, que se empea en defenderle a usted!

Rogelio se qued tan perplejo ante semejante falta de respeto a un sacerdote, que decidi cambiar su lnea de defensa.

Y en cuanto a lo de que alguna vez est borracho, tampoco es cierto.

La seorita Tachi se le qued mirando muy fijo, como escrutndole por dentro, y despus de pensrselo le dijo con gran suavidad:

Yo no le he dicho que alguna vez est borracho. Le he dicho que lo est siempre!

Y al decir lo anterior, acerc su rostro, fino, plido, al de Rogelio, como si fuera a besarle, cosa que, naturalmente, no ocurri, sino que husme con su nariz y coment con gran seguridad:

Ahora mismo apesta usted a alcohol.

Rogelio, como nio cogido en falta, se tap la boca con la mano y se arrepinti del trago de coac que se haba tomado antes de entrar en el aula. Tachi, con aire de tranquilizarle, le dijo algo muy poco tranquilizador:

Pero no es a m a quien le corresponde meterle en la crcel, porque yo no soy ni el juez ni el alcalde.

Con la misma tranquilidad, tan inquietante para Rogelio, se levant y se dirigi pausadamente a la ventana. Desde ella se vea a Bibiana, que, en la calle, esperaba la salida de su padre hablando con otras nias.

Pero s me corresponde continu Tachi ocuparme de Bibiana, porque soy su profesora.

En ese momento, de espaldas a Rogelio, a travs de la ventana, vio a Bibi, la cual, como si sintiera la mirada, levant sus ojos hacia Tachi y le dirigi su sonrisa ms clida. A la seorita se le encogi el corazn, pero tuvo fuerzas para seguir hablando con Rogelio:

Y no puedo consentir que esa nia viva en situacin de peligro con un hombre como usted!

Rogelio, ante tan sorprendente frase, se limit a balbucear:

Y... eso... qu quiere decir?

Quiere decir que le denunciar a la Junta de Proteccin de Menores!

Y... eso qu significa? le sali a Rogelio en un hilo de voz.

Que le quitarn la nia.

Con tal seguridad se expres la profesora, que Rogelio, aterrorizado, grit:

Qu me va usted a quitar la nia?

Tachi, quiz para no amedrantarse ante aquella reaccin, se apart de la ventana, se dirigi a Rogelio y le hizo frente para replicarle en el mismo tono de voz:

Yo no se la voy a quitar! La cogern y se la llevaran a un internado en el que est debidamente cuidada!

Rogelio, hundido en aquella silla de nio pequeo, pareca disminuido, sin fuerzas para articular ninguna frase razonable. A tal punto, que Tachi estuvo a punto de sentir compasin de l. Pero retuvo su corazn porque ms pena le daba la pequea Bibiana en manos de aquel hombre alcoholizado.

FUE LA PRIMERA VEZ en su vida que Rogelio tuvo miedo a un ser humano. Hasta entonces slo haba tenido miedo a Dios, que le haba demostrado diez aos antes, cuando se qued viudo, cmo poda quitarle lo que ms quera: su esposa.

Ahora, aquella mujer fra, terrible, de ojos centelleantes, le anunciaba otro castigo semejante: la prdida de su hija. Cuando sali del colegio, sinti que la seorita Tachi poda ser tan temible como Dios.

Pap! le grit Bibiana, que esperaba anhelante su salida. Qu le ha dicho la seorita?

Le tuvo que gritar, porque Rogelio sala tan atontado que, sin hacer caso de su hija, caminaba calle adelante. Como no contestaba nada, la nia insisti:

No te ha dicho que voy a ser la encargada de la funcin de Navidad?

S, s, claro... balbuce su padre.

De repente, la nia se puso seria, triste, cosa inslita en ella; y temerosa, le exigi a su padre:

Pap, no me engaes, dmelo todo.

Qu quieres que te diga, hija? le contest Rogelio desarmado, temiendo que la nia tambin conociese la amenaza que pesaba sobre ellos.

Lo de las matemticas. Te ha dicho lo de las matemticas?

Rogelio no sala de su asombro.

Cmo dices? pregunto a su hija.

He suspendido las matemticas. Odio las matemticas!

En tales circunstancias, aquella noticia era la mejor que poda recibir Rogelio. Pero, claro, tuvo que disimular.

Oye, oye, eso no est bien. Hay que estudiar de todo, aunque no guste.

Si no fuera por la terrible amenaza de la profesora, Rogelio se hubiera sentido feliz de que su hija tuviera una pena en la que l no tena culpa alguna. Una pena tan maravillosa como un suspenso en matemticas! Una pena de tan fcil solucin, porque seguro que a la siguiente evaluacin recuperaba. Y all estaba l, que saba muchas matemticas, para ayudara a conseguirlo. Por eso aparent ponerse ms serio todava:

Bien, hablaremos esta noche de eso. Pero no te tolero un suspenso!

Bibiana estaba encantada de que su padre le riera delante de las nias, a la puerta del colegio. As se daran cuenta de que era un padre como los dems.

ROGELIO, cuando se qued solo, estuvo dudando si irse a la taberna o a la iglesia, y decidi lo segundo. En realidad, l iba a ver a don Toms, cuya casa se hallaba junto a la iglesia. En sta haca tiempo que no entraba Rogelio. Y si el cura estaba en ella, esperaba a que saliera, como sucedi en esta ocasin.

Qu pasa? le pregunt molesto don Toms. Tienes miedo a entrar en la iglesia?

No vengo a ver a Dios, sino a verte a ti.

Don Toms y Rogelio eran amigos desde pequeos, se trataban con gran confianza, y cuando hablaban pareca que siempre terminaran riendo.

Pues mientras prefieras ver al cura antes que a Dios, ests perdiendo el tiempo le replic don Toms.

No vengo a ver al cura sino al amigo. Y como me sueltes un sermn, la prxima vez me voy a la taberna.

A la taberna? Qu mejor taberna que mi casa? Pasa, pasa.

Don Toms se lo dijo de malos modos, pero Rogelio hizo caso de la invitacin y entr en la casa porque estaba deseando echar un trago. Adems, le convena no darse cuenta del enfado de su amigo, porque necesitaba contarle la conversacin que haba mantenido con la seorita Tachi. El cura le escuch con atencin y al final le manifest su preocupacin:

Esto es grave, Rogelio. No es la primera vez que esa mujer lo intenta. Hasta ahora hemos conseguido parar el expediente, pero a medida que Bibiana se va haciendo mayor es ms difcil.

El pesimismo del cura era de mal augurio para Rogelio. Pero ste no perdi los nimos del todo, porque se haba trasegado un par de vasos de vino, y de momento se le haba quitado aquella pena del corazn que tanto preocupaba a Bibiana.

Y por qu es ms difcil? T crees, de verdad, que yo soy un maleante?

A don Toms se le puso cara de duda:

Yo creo que no..., pero lo pareces...

Don Toms sinti a su amigo tan triste, tan desamparado, tan incapaz de solucionar su vida, que decidi animarle un poco:

Pero no eres un maleante, ni mucho menos.

A Rogelio se le llenaron los ojosde lgrimas.

No s lo que me pasa, Toms. Pienso que no puedo ser de otra manera. Lo nico que s es que no podra vivir sin Bibiana. Si me la quitan, me morir.

Lo dijo muy sentidamente, como a punto de echarse a llorar, por lo que el cura, para dejarle en libertad de hacerlo, se levant de su asiento y se puso a mirar por la ventana. Rogelio aprovech para servirse un tercer vaso de vino y bebrselo de un trago. Por unos momentos recobr el nimo y le pregunt a su amigo:

Y... qu podemos hacer?

Hombre, yo, poco le contest el cura. Pero t puedes hacer varias cosas. Por ejemplo, cumplir lo que acabas de decir y morirte cuando te quiten la nia.

Rogelio se lo pens y le contest, muy serio:

No me parece bien.

Por qu no?

Porque sera dejar a Bibiana hurfana de madre y de padre. Pobre nia...

Ya! le dijo el cura con sorna. Tambin podras irte a vivir con Bibiana a un sitio donde no te conociera nadie. Quiz al mismo Madrid.

Qu horror! Qu iba a hacer yo en una gran ciudad?

O si no continu don Toms, podras matar a la profesora y asunto terminado. O, quiz, lo ms sencillo sera cambiar de conducta, dejar de beber y volver a un trabajo como el que tenas antes...

De todas las soluciones, la que ms me gusta es la de matar a la seorita Tachi.

Aunque hablaba en broma, don Toms se qued triste de que su amigo no aceptara la posibilidad de cambiar de vida.

EN CAMBIO BIBIANA, aquella misma tarde, tom la decisin de cambiar de vida a mucho mejor. Cuando sali del colegio fue, como todos los das, a La Chopera a cuidar nios. Aunque ya era casi invierno, la tarde estaba muy templada. A todos los chicos les haba dado aquel da por montar en bici. Incluso se ech la noche y los nios v las nias seguan haciendo carreras a la luz de los faros, sin hacer caso de sus madres que los llamaban a casa porque ya era tarde.

Bibiana haca uno de los trabajos ms fciles y divertidos: pasear a un beb en su cochecito. Era como jugar a las mamas, pero de verdad. Tanto es as que las otras nias le rogaban:

Anda, Bibiana, djame llevar un poco el coche.

Ella no les haca caso porque la madre del nio, cuando lo sacaba a pasear, siempre le adverta lo mismo: No vayas a dejar el coche a nadie, eh?. Bibiana comprenda que la seora tena razn porque, aunque las otras nias fueran tan mayores como ella, slo queran el coche para andar sacando y metiendo al nio, manosearlo, hacerle rer a fuerza de cosquillas e, incluso, darle de comer cosas peligrosas; por ejemplo, chicle.

Pero una nia de diez aos que se llamaba Marta le hizo una propuesta muy concreta:

Si me dejas dar una vuelta al nio, yo te dejo mi bici.

Era una bicicleta de gran lucimiento, nueva, con faro, que serva tanto para andar por las calles como por el campo. Las ruedas no se podan pinchar nunca.

Bibi se qued mirando fascinada la bici, pero con pena tuvo que decir la verdad:

Es que yo no s montar en bici...

Venga ya! No vas a saber montar en bici? le dijo Quincho Manzaneda, el hijo del Poderoso Industrial, que andaba por all. Era cosa sabida que en cuanto apareca Bibiana, Quincho sala de su casa y se pegaba a ella.

Marta se qued pensativa agarrada a su bici, y Bibi a su cochecito.

Pero t has montado alguna vez en bici? insisti Quincho.

No confes un poco avergonzada Bibiana.

Pues entonces cmo sabes que no sabes montar en bici!

El razonamiento del chico sonaba un poco raro, pero a Bibiana no le dio tiempo de pensrselo porque, por su cuenta, Quincho hizo el cambio: le quit la bici a Marta y el coche a Bibi. sta advirti a la otra:

Pasalo por esta acera y no cruces la calle!

No pudo decir nada ms, porque se encontr montada sobre la bici y empujada por Quincho.

Al principio fue penoso; iba en un continuo zigzag,pero no se cay al suelo porque todo lo que tena Quincho de torpe para los estudios lo tena de hbil para los deportes; por eso fue capaz de llevar corriendo a Bibiana sobre la bici y, al mismo tiempo, impedir que sta se ladeara demasiado.

Pedalea fuerte! No mires al suelo! gritaba el chico mientras la sujetaba.

Que no puedo! Que no puedo! replicaba aterrada Bibiana, pero con un terror maravilloso, porque de repente oy que Quincho le deca:

Que no puedes? Pues ya vas sola!

Aunque fuera increble, era verdad. Quincho segua corriendo junto a ella con los dos brazos extendidos, como amparndola, pero sin sujetarla.

Sigue! Sigue! No te pares! No mires al suelo! Ms deprisa!

De tal modo le hizo caso que, pese a las formidables zancadas del chico, ste no pudo seguirla y Bibiana, en cuestin de minutos, se encontr al final de la urbanizacin. Como no saba frenar, meti la bici en un prado y la hierba amortigu la velocidad hasta parar del todo.

Al poco tiempo lleg Quincho, sudando, jadeando, y le dijo con gran seguridad:

Ya nunca ms te caers. Ya has aprendido. Ya lo vers.

Bibiana estaba embelesada. Jams hubiera podido pensar que montar en bici fuera algo tan extraordinario.

O...ye... jade el chico. No he visto a nadie que aprendiera tan pronto a montar en bici. Y cmo corras! Qu ta!

Luego, se sac un cigarrillo y con esfuerzo lo encendi.

Pero t fumas? se asombr Bibiana.

Hombre, claro le contest Quincho, que era dos aos mayor que ella.

Y tu padre te deja?

Qu va! Si me ve, me mata. Por eso fumo aqu.

As que dio la primera chupada, entre el jadeo que le quedaba por el carrern y el humo que se le iba por mal sitio, le entr tal ahogo y tal tos que Bibiana le tuvo que dar golpes en la espalda.

Bueno se disculp el chico, la verdad es que estoy aprendiendo. Lo que pasa es que es mucho ms difcil que aprender a montar en bicicleta. Ya llevo dos meses y a nada que me descuido agarro cada mareo...

Bibiana no hizo mucho caso al problema de Quincho porque se senta embelesada con la proximidad de la bicicleta. Era preciosa, tan suave de acariciar, brillando a la luz de los faroles, con un delicioso olor a aceite de engrasar, tan silenciosa al pedalear... Qu maravilla!

El camino de vuelta fue muy distinto. Quincho, que era un excelente maestro, la oblig a ir despacio, frenando de cuando en cuando, indicndole cundo tena que girar para un lado o para el otro, cmo deba evitar los montoncitos de arena en los que poda resbalar, etc.

El chico la segua con un trotecillo perruno, dicindole a cada momento:

Lo haces muy bien, sigue as.

Aquella tarde fue cuando cay en la cuenta de que, quiz, Quincho Manzaneda no fuera el ms burro de la clase, como decan los otros chicos.

POR LA NOCHE tard en dormirse. No se le quitaba de la imaginacin la sensacin de deslizarse en la bici un poco cuesta abajo, sin apenas tener que pedalear, como si tuviera alas, escuchando los ruidos de la noche y aspirando el aroma de la tierra mojada.

Pero es que, adems, se dio cuenta de que su vida con una bicicleta cambiara totalmente. Nunca ms necesitara tomar el autobs que recorra las urbanizaciones. En cuestin de minutos podra ir a cualquier casa de La Chopera. Y cuando fuera mayor, incluso podra ir en bici hasta Madrid.

Fue una de aquellas noches en que su padre, como la supona dormida, entraba sin querer hacer ruido y lo haca ms que nunca.

Pap... susurr Bibiana.

Qu pasa, hija? No duermes? le contest en el mismo tono. Era curioso, pero, aunque vivan solos, cuando la nia estaba ya en la cama, siempre hablaban con un tono de voz muy quedo, como si temieran despertar a alguien.

No, pap y despus de pensrselo le dijo: T sabes lo que ms me gustara de este mundo?

El qu, hija?

Tener una bicicleta.

Rogelio encendi la luz pequea, la que estaba junto a la cama de la nia. Se sent en la cama y empez a hacerle cosquillas en forma de caricias.

Como despus de dejar a don Toms haba seguido bebiendo, haba tomado precauciones antes de entrar en su casa. Para que no se le notara lo borracho que estaba, haba metido la cabeza durante largo rato en la fuente de la plaza; luego, se haba secado y peinado con esmero, incluso la barba. As arreglado y con los colores en las mejillas por efecto del agua fra, estaba muy guapo. Por eso las chicas mayores del colegio, por temporadas, se enamoraban de l.

Esas noches de vino y arrepentimiento le ponan muy melanclico, y era entonces cuando le contaba los mejores cuentos a Bibiana.

Quieres tener una bicicleta? Claro, claro, no me extraa. Es lo mejor del mundo. Cuando yo tena catorce aos, tena una bici...

Cuando su padre era chico haba tenido una bicicleta, con la que haca misteriosas excursiones a ros lejanos donde pescaba en primavera y se baaba en verano. Encaden historias preciosas que Bibiana escuchaba fascinada. No slo por lo bien que las contaba su padre sino porque en todas ellas quedaba patente lo importante que era tener una bicicleta, y la cantidad de cosas que se podan hacer con ella.

Cuando termin, le pregunt a Bibiana:

Pero cmo no se te ha ocurrido antes eso de tener una bici?

La nia se qued perpleja, sin saber qu contestar, porque de sobra saba que ellos no tenan dinero suficiente para comprar una bici.

A Rogelio, pasado el efecto del agua fra de la fuente, le entr un sueo muy grande y comenz a dormitar en la misma cama de la nia. sta, en cambio, de emocionada que estaba, tema que no podra dormir.

Oye, pap se atrevi a decirle, pero una bicicleta debe de costar mucho dinero...

Bueeno bostez Rogelio, pues se la pides a los Reyes Magos.

T crees? se sonri la nia.

Na...tu...ral...mente bostez de nuevo. No te has fijado que las bicicletas siempre las traen los Reyes?

Y se puso a roncar.

AL DA SIGUIENTE, lo primero que hizo la nia fue contrselo a la seora Angustias.

Que vas a pedir una bicicleta a los Reyes? suspir la vecina sin dar crdito a sus odos.

Bibiana, acostumbrada como estaba a los suspiros de la seora, asinti con la cabeza.

Pero... pobre hija ma! Cmo te van a traer a ti una bicicleta los Reyes?

Me lo ha dicho mi padre.

Bibi no era tonta y saba que los Reyes eran los padres, pero le apeteca tomarle el pelo a la seora Angustias, que, a veces, la trataba como a una nia pequea.

Ay, seor, seor! se desesper la seora, a punto de romper a llorar. Cundo cambiar ese hombre?

Tena comprobado Bibiana que todo el mundo, menos ella, estaba deseando que su padre cambiara. Como es lgico, a ella no le importara que cambiara en algunas cosas, por ejemplo en el vestir, e incluso, que le desapareciera esa pena del corazn que le obligaba a beber. Pero tena miedo de que, si cambiaba demasiado, pudiese convertirse en un padre como el de algunos nios que conoca. Sin ir ms lejos, como el de Quincho, el Poderoso Industrial, que era un padre terrorfico al que nunca jams se la haba visto sonrer. A tal punto que, el da de la fiesta, cuando le dio las cinco mil pesetas, ella las recibi con miedo.

LO CIERTO ES QUE BIBIANA ya no poda vivir sin bicicleta. Por eso, aunque aquel da no tena ningn encargo de cuidar nios, se fue a La Chopera para volver a montar.

Encontr las calles desiertas porque por la tarde haba habido un amago de tormenta y los nios, por lo visto, se haban encerrado en sus casas. Bibiana se encamin muy sola en la urbanizacin. Miraba por encima de las tapias de los jardines y vea bicicletas arrinconadas, casi abandonadas, como si a sus dueos no les importara que se pudieran mojar o se las pudieran robar. Cuando ella tuviera su bicicleta, la guardara en su casa asegurada con candados.

Pese a su timidez, no pudo resistir la tentacin y llam al timbre en casa de Marta. Cuando sali la nia, le pregunt Bibiana:

Hoy no montis en bici?

Hoy? se extra la otra. Pero si ha llovido...!

Luego, se lo pens un poco y le dio una mala noticia:

Es que ya empieza el invierno y en invierno no montamos en bici.

Era una mala noticia, porque Bibiana haba pensado que, hasta que tuviera su bicicleta, podra montar en las de los nios de La Chopera.

Bueno, gracias se despidi.

Oye le dijo Marta, si quieres puedes dar una vuelta en la ma...

A Bibiana le dio tanta vergenza que hubiera adivinado sus intenciones, que ech a correr al tiempo que le menta:

No, no, gracias, si no vena a eso...

POR LA NOCHE se qued despierta esperando a su padre.

Rogelio nunca iba a cenar. Ella cenaba sola. A veces la acompaaba la seora Angustias, que se asomaba a la puerta y le preguntaba:

Qu te has hecho hoy de cena?

Bibiana, generalmente, se sola hacer una tortilla a la francesa, que le sala muy bien.

Solo eso, hija ma? suspiraba la seora, entristecida. Y le daba algo que haba trado de su casa: sopa o acelgas..., es decir, las cosas que menos le gustaban a Bibiana. Anda, tmatelo, que est caliente v ests en la edad de crecer.

Bibiana se daba cuenta de que su vecina la compadeca, pero no entenda por qu, va que ella se alimentaba muy bien. Por las maanas se tomaba el caf con leche bebido, pero luego, en el colegio, se hinchaba a comer. El Ayuntamiento le haba concedido una beca que comprenda no slo los estudios sino tambin la media pensin. Eso le daba derecho al bocadillo de la maana y a la comida del medioda. Adems, si tena hambre, se poda comer varios bocadillos, porque haba nios que ni los probaban. Elena Manzaneda, la hermana de Quincho, siempre deca:

Qu asco! Bocadillo de mortadela!

Y lo apartaba como para no mancharse las manos. Elena Manzaneda pareca antiptica, pero no lo era tanto. A Bibiana le sola decir:

Hola, mona! Cmo ests?

Y le pasaba la mano por la cabeza, y a veces le preguntaba por su padre. Haba das en que Elena, pese a tener solo quince aos, pareca tan mayor como una profesora. Pero mucho ms elegante. Adems, era tan guapa y distinguida que resultaba muy natural que nole gustaran los bocadillos de mortadela.

Elena Manzaneda solo perda la distincin y la elegancia cuando discuta con su hermano Quincho. Se ponan ambos tan feroces que a Bibiana le daba miedo verlos.

INTENT QUEDARSE DESPIERTA esperando a su padre, pero no lo consigui porque lleg muy tarde.

Rogelio haba pasado una tarde amarga porque su amigo, el alcalde, le haba confirmado los malos presagios del cura: la seorita Tachi estaba empeada en denunciarle ante la Junta de Proteccin de Menores, por vago y por borracho.

Lo malo es que, adems, haba reido con el alcalde porque le haba preguntado:

Oye, pero t no creers que yo soy un vago y un borracho, no?

Y el alcalde le haba contestado:

Mira, Rogelio, yo no s si sers un borracho. Lo nico que s es que te bebes un par de litros al da. Y en cuanto a lo de vago, la verdad es que... cuidado que es difcil verte trabajar!

Como eran amigos se enfadaron, porque para eso estn los amigos. Pero Rogelio se qued angustiado, pues se dio cuenta de que si no contaba con la ayuda del alcalde iba a resultar muy difcil que no le quitaran la nia.

Por eso lleg tan tarde y tan preocupado a su casa. Pero as que entr, se despert Bibiana, que se haba dormido con la preocupacin de hablarle.

Pap le susurr como de costumbre.

Qu pasa, hija?

Que lo de pedir la bici a los Reyes Magos no es serio, no te parece?

Rogelio, como era incapaz de enfadarse con Bibi, descarg su clera contra los Reyes Magos.

Pues no les pidas la bicicleta! Qu se han credo? No tienes t tus ahorros? Pues te la compras con ellos y se acab!

Bibiana, ciertamente, a veces tena ahorros, pero duraban muy poco porque los necesitaban para comer. Y en ms de una ocasin su padre los coga sin darle explicaciones. Por eso dej de guardarlos en una hucha de barro, porque cuando se la encontraba rota y vaca se le entristeca el corazn. Ahora, cuando sobraba un poco de dinero en la casa, lo guardaba en una cajita de madera que tena llave; pero la dejaba puesta. Si el dinero desapareca, no le dola tanto como la imagen de la hucha rota.

Era tal la necesidad de tener una bici, que Bibiana decidi creer a su padre.

De verdad, pap, puedo ahorrar todo el dinero que traiga a casa?

Naturalmente! se encresp Rogelio, que estaba furioso con todo el mundo menos con Bibi. Pues no faltara ms! No ganas t el dinero? Pues tuyo es!

Al da siguiente se fue Bibiana a la cacharrera y se compr la hucha de barro ms grande que encontr.

Piensas llenar toda esta hucha con dinero? se extra la duea de la cacharrera.

S, seora.

Y para qu quieres ahorrar tanto dinero?

Para comprarme una bici le contest la nia con formidable decisin.

Una bicicleta? se compadeci la duea. Pobre hija...!

Estaba tan acostumbrada Bibiana a que la compadecieran, que este triste comentario no le quit la ilusin de llegar triunfante a casa y colocar la hucha encima del aparador del comedor.

Pap! le dijo a su padre. La hucha! T crees que cuando est llena habr suficiente dinero para comprar la bici?

Lo que falte te lo pongo yo! le contest.

Rogelio era capaz de decir cosas asombrosas que slo se las crea Bibiana.

VINIERON DAS TRANQUILOS. El otoo se alarg y el tiempo, todava en noviembre, era templado. Como haba llovido mucho, los campos que rodeaban el pueblo estaban muy bonitos, con florecillas azules.

Las tardes de sol se dejaba caer Bibiana por La Chopera, con la esperanza de que los nios sacaran las bicicletas. Pero estaba claro lo que dijo Marta: de cara al invierno se olvidaban de las bicis.

Ella las miraba melanclica, abandonadas en los jardines, pero sin excesiva envidia: porque su hucha se iba llenando muy deprisa. Trabajaba cuanto poda cuidando nios, animando fiestas con sus juegos y sus cuentos, y todo lo que ganaba lo echaba en la hucha. No se compraba ni unchupachups.Calculaba que en un par de meses se podra comprar la bici.

Pensaba comprrsela muy buena, aunque tardara un poco ms, y con un faro que iluminase muy bien. Esto ltimo era importante, porque para volver de La Chopera a su casa estaba el descampado oscuro que tanto miedo le daba atravesarlo. Cuando llegaba a l, corra hasta alcanzar un edificio en construccin que la tranquilizaba por estar cerca de su casa y alumbrado por los faroles de la calle.

Sin embargo, el susto ms grande de su vida se lo llev en ese edificio aparentemente tranquilizador.

Volva una noche oscura y cerrada, sin luna ni estrellas, en la que lloviznaba, un poco ms tarde que de costumbre y, por lo tanto, ms asustada que de costumbre.

De repente oy a sus espaldas el ruido ms acogedor que conoca. El ronroneo del motor del pequeo coche de la seorita Tachi. Le haca tanta ilusin montar en el coche de la profesora que aguzaba su odo para sentirlo venir. Tachi recoga a casi todos los nios que se encontraba en su camino, y a Bibiana con toda seguridad.

Efectivamente, a los pocos momentos la iluminaron los faros del coche, y la voz inconfundible y adorable de Tachi la llam:

Bibi! Anda, sube. Qu tarde andas...!

Lo que sucedi a continuacin nunca lo entendi bien Bibiana. El coche se haba parado junto al edificio en obras, desierto a aquellas horas, en una zona oscura a la que apenas llegaba la escasa iluminacin de la calle. Bibi se acerc a la portezuela abierta por la profesora y le lleg su perfume, el mismo que pensaba usar cuando fuera mayor.

Tachi, como si presintiera lo que iba a suceder, la urgi:

Anda, corre; monta, que es muy tarde.

Iba a obedecer la nia, cuando Tachi le susurr:

Cuidado...!

Los faros del coche alumbraron a un hombre joven, con barba, plido, muy mal vestido. Llevaba algo en la mano.

De primera intencin, la seorita le orden que montase rpido. Pero cuando ya tena Bibi un pie dentro del coche, cambi de opinin y le grit:

Corre! Escapa!

Esto fue porque del edificio sali otro hombre, parecido al anterior, que, metiendo una mano por la ventanilla, cogi el volante. La seorita Tachi logr acelerar el coche, pero el hombre aquel no solt el volante y el vehculo se par unos metros ms all.

Bibi, al arrancar el coche, perdi el equilibrio, cay al suelo todo lo larga que era y en esa posicin se qued, aterrada, sin atreverse a mover un pelo. Para su fortuna, cay en una zona tan oscura que los hombres no la vieron.

Le pareca que se quedara en aquella postura para siempre. Notaba las piernas rgidas.

Danos la pasta oy que deca uno de los hombres. Y ese anillo, y la cadena...

Se dio cuenta de que eran ladrones y empez a rezar para que terminasen de robar pronto.

Oye! Qu guapa es! dijo en un tono horrible un ladrn. La metemos dentro del edificio?

El otro se ri con un risa que fue la pesadilla de Bibi durante varias noches y coment:

Eso. Vamos a meterla dentro del edificio y as la registramos bien, no vaya a ser que nos esconda algo.

Hasta Bibi lleg la voz temblorosa, desconocida, de la seorita Tachi:

Por favor! Os dar todo lo que tengo, pero dejadme ir.

Oy un grito sofocado y Bibi tuvo el valor de levantar la cabeza. Vio que el segundo hombre abra la portezuela del coche y tiraba de la profesora, agarrndola por el cuello, al tiempo que intentaba taparle la boca. El otro ladrn vino en su ayuda y la sacaron del coche.

La luz de los faros ilumin la escena y la nia pudo ver cmo Tachi forcejeaba con los dos hombres. Uno de ellos dio un rugido porque la seorita logr morderle la mano.

Socorro! grit Tachi.

En aquella soledad slo oy el grito Bibiana, pero le lleg tan dentro quele desapareci la parlisis. Se levant como un rayo y, sin dudarlo, corri en busca de ayuda hacia su casa, que estara a unos trescientos metros.

Los hombres seguan luchando con la seorita y ni la oyeron. Bibi, segn se alejaba, oy que la pegaban y la insultaban. Eso le dio tales fuerzas que en menos de un minuto lleg a su casa.

NO SLO LE DIO FUERZAS sino tambin lucidez para darse cuenta de que si las luces de su casa estaban apagadas, era seal de que su padre se encontraba en su lugar favorito: la taberna. Y sin perder tiempo, all se encamin y entr:

Pap! grit sin dudarlo. Corre! Han robado a la seorita Tachi!

Rogelio jugaba su partida de cartas con gran atencin, ya que ltimamente vivan de lo que l ganaba en el juego. En cuanto oy el grito de su hija, se levant de su asiento.

Qu pasa, hija?

Que a la seorita Tachi le han robado, ah, en el edificio en construccin!

Qu es lo que le han robado?

Rogelio le pregunt esto demudado; no porque le importara un pito la seorita Tachi, sino por ver tan asustada a su hija.

La han robado a ella misma! le explic la nia.

Y para qu la quieren? se extra su padre.

Rogelio, a diferencia de su hija, tena tan mal concepto de la seorita Tachi que no entenda que nadie la pudiese querer para nada.

Para matarla! solloz la nia.

No me extraa.

Intent calmar a su hija acaricindole la cabeza, pero por lo bajo les dijo a sus compaeros de juego:

No me extraa que la quieran matar. Menuda bruja!

Sus amigos, que saban el problema de Rogelio con la profesora, comprendieron lo que quera decir y se echaron a rer.Lo hicieron tambin porque estaban bastante borrachos. Adems, dudaban de que el relato de la nia no fuera una fantasa.

Rogelio, que conoca bien a su hija, procur despejarse y le hizo contar lo sucedido. Todos se dieron cuenta de que era verdad y de que el asunto poda ser grave.

El tabernero se acerc y coment:

Esos hombres deben de ser los mismos que esta tarde han robado en la farmacia. Iban buscando droga. Pueden ser peligrosos.

Pero para qu quieren llevarse a la seorita? pregunt angustiada Bibiana.

Los hombres se miraron unos a otros y no dijeron nada. Al poco, uno de ellos coment:

Hay que avisar a la Guardia Civil.

Bibiana, entre sollozos, se agarr a su padre y le suplic:

Tienes que ir ahora mismo a salvarla! La estn pegando! La van a matar!

Bibi estaba convencida de que su padre poda hacer cualquier cosa, si quera. Incluso salvar a la profesora de dos hombres tan peligrosos.

Rogelio la apart y se meti detrs del mostrador del bar. Abri un grifo y puso la cabeza debajo para despejarse. Mientras tanto, el tabernero insista:

Hay que avisar a la Guardia Civil. A ver, uno de vosotros, que vaya al cuartelillo.

Pero Bibiana, en quien confiaba era en su padre. Por eso le dijo:

Pap, por favor...

A Rogelio le hubiera parecido muy bien que quitasen a la profesora de en medio y, con ella, la amenaza permanente de privarle de Bibi. Pero no supo negarse a la splica de su hija.

Est bien, ir.

Sus amigos le dijeron que no hiciera locuras, que esperase a la Guardia Civil que ya haba sido avisada. Rogelio neg con la cabeza y se dirigi a la puerta. El tabernero le cogi por un brazo y le advirti:

No vayas, Rogelio. Si son los que yo digo, irn armados. Espera a que vengan los guardias.

Rogelio se puso muy melanclico, como si le importara muy poco la vida, y contest al tabernero:

Bibiana cree que puedo hacerlo. Quiz sea la nica persona en este mundo que confa en m.

El tabernero, que era su amigo, le comprendi.

Perdona que no te acompae se disculp el hombre, pero ya estoy muy viejo para esas aventuras.

Efectivamente, el tabernero era un hombre muy mayor y con mucha barriga. Le costaba trabajo moverse.

Sus compaeros de juego le miraron salir, un poco avergonzados de no acompaarle. Para justificarse, comentaron entre ellos:

Este Rogelio cada da est ms loco Qu le pasa ahora? Quiere hacerse el hroe?

ROGELIO NO TENIA el ms mnimo inters en ser un hroe. Lo que le importaba era conservar el aprecio de su hija, que era lo nico que le compensaba en la vida.

Para conseguirlo, decidi hacer las cosas bien. Y empez por echar a correr para llegar a tiempo de salvar a la profesora. Pese a la oscuridad de la noche, como se conoca muy bien el camino, en menos de un minuto lleg al edificio en construccin.

El coche de la seorita, con las luces encendidas y las puertas abiertas, ofreca un aspecto preocupante. Rogelio par su carrera y ah fue su asombro, porque a sus espaldas oy pisadas. Eran de Bibiana que le haba seguido corriendo.

Qu haces t aqu? le dijo furioso, pero sin alzar mucho la voz para que no le oyeran.

Vengo a ayudarte.

A Rogelio le hubiera hecho gracia la respuesta si no fuera por lo peligroso de la situacin.

Ayudarme, t? Lrgate inmediatamente!

Me da miedo dijo la nia en un susurro.

Cmo dices? se extra Rogelio.

Que me da miedo le explic la nia volver por la oscuridad.

Y no te da miedo estar cerca de esos dos criminales?

Estando contigo, no le replic la nia con gran naturalidad.

A Rogelio no le dio apenas tiempo de emocionarse con la respuesta, porque del interior del edificio salieron gritos sofocados, ruido de lucha y como un lamento.

Es ella, pap! se desesper Bibiana. Est ah dentro.

Rogelio ya se lo figuraba y, sin dudarlo, se meti en el edificio. Y Bibiana detrs porque le daba miedo quedarse sola. Rogelio no se haba dado cuenta de esto ltimo hasta que la nia le advirti:

Estn ah!

Bibiana tena una vista maravillosa. Por las noches, cuando les cortaban la luz por falta de pago, era capaz de seguir leyendo con la escasa iluminacin que entraba de la calle. Por eso fue la primera que los vio, al plido reflejo de los faroles callejeros. Al principio no se asust demasiado, porque se dio cuenta de que la seorita segua viva. Pero cuando sus ojos se acostumbraron a la penumbra, se qued aterrada: Tachi estaba de rodillas y uno de los hombres la sujetaba por el cuello. Tena el rostro ensangrentado y la blusa desgarrada. Gema.

Soltadla! grit Rogelio con gran autoridad.

El hombre que la sujetaba, asustado por aquella repentina aparicin, obedeci y retrocedi unos pasos.

Rogelio haba cogido una barra de metal y, quiz, los hombres, en la oscuridad, creyeron que era un guarda con un fusil. La sorpresa le permiti dominar por unos momentos la situacin.

La seorita Tachi ofreca un aspecto tan lastimoso con la blusa rota, semidesnuda, con un zapato sin tacn, despeinada, sangrando, que Rogelio estuvo a punto de sentir compasin de ella. Pero se dio cuenta que de aquella no se mora, y pens para s: Bicho malo nunca muere.

Levntese le dijo a la mujer, encantado de poder dar rdenes a la que tanto miedo le meta con sus amenazas de quitarle la nia.

Tachi obedeci con gran presteza y se puso junto a l. En ese momento fue cuando uno de los hombres se dio cuenta de que Rogelio no era un guarda, ni aquello que llevaba en la mano un fusil. Rpidamente silb a su compaero, al tiempo que sacaba una navaja larga y afilada. El acero reluci en la noche y, al verlo, Bibiana cerr los ojos. Oy que su padre gritaba:

Escpese!

Cuando abri los ojos, vio que la seorita obedeca la orden y se diriga a trompicones a la calle. Su padre, con la barra en la mano, cerraba la salida, impidiendo que los hombres pudieran seguirla. Pero stos no parecan ya interesados en la mujer sino en Rogelio.

Te vamos a matar! le dijo uno de ellos, tomando posiciones para atacar, navaja en mano.

La situacin haba cambiado. Antes queran matar a su seorita, y ahora a su padre. Bibiana, dentro de su terror, estaba un poco ms tranquila porque saba que su padre se poda defender mucho mejor que la profesora.

Rogelio era muy alto y procuraba ponerse en posicin de defensa frente al de la navaja. Al otro hombre no se le vea. La nia se haba pegado contra una de las paredes, medio escondida detrs de una columna, y el miedo le impeda moverse.

Deja eso, muchacho, no hagas tonteras.

Su padre se diriga en tono conciliador al hombre de la navaja, pero ste, como si le hubiera molestado el consejo, intent clavrsela. Rogelio evit el pinchazo y golpe con la barra al hombre, que cay al suelo.

Quieto! le conmin Rogelio amenazndole con la barra.

Estaban pasando las cosas tal y como se las haba figurado Bibiana, cuando sucedi lo peor.

Son un tiro y, al mismo tiempo, desde la calle lleg una voz:

Alto a la Guardia Civil!

Bibiana pens que el tiro lo haba disparado la Guardia Civil que acababa de llegar. Se oa el abrir y cerrar de puertas de coches. Voces. Pisadas. Ella se apart de la pared, liberada del miedo ante la llegada de refuerzos. Oy que su padre deca, con un tono de voz muy tranquilo:

Pero... qu has hecho? Ests loco?

Result que el tiro lo haba disparado el otro hombre, que estaba al lado de Rogelio, plido, convulso, con una pistola en la mano.

Rogelio, de pie, se apretaba al costado por el que le haba entrado el disparo.

El hombre cado en el suelo fue el primero que se apercibi de la llegada de los guardias y se puso a blasfemar y gritar:

Maldita sea! le increp a Rogelio. Como nos cojan los guardias, le matamos a usted!

Al decir esto ltimo, sac otra pistola. Rogelio, que hablaba con esfuerzo, contest a la amenaza:

Bastante les importa a los guardias que me matis! Es ms, creo que mucha gente se alegrara.

El hombre, sin hacer caso de la observacin, grit a los de la calle:

Tenemos un hombre prisionero! Cmo no nos dejis ir, lo matamos!

Rogelio, que no se poda tener en pie, se cay pesadamente junto a una columna. Pero le quedaron fuerzas para advertir a los hombres:

Como no os busquis otro rehn mejor que yo, vais buenos.

DESPUS, CUANDO LO CONTABA, la gente se asombraba de la serenidad que haba tenido su padre. Bibiana no, porque ya saba que era as.

La realidad fue que, tan convencido les deca a los ladrones lo que su vida no le interesaba a nadie, que stos dudaron, desistieron de matarlo y, para cuando se quisieron dar cuenta, la Guardia Civil los haba rodeado y detenido.

A Rogelio le condujeron, en una ambulancia, al hospital. Fue cuando peor lo pas Bibiana. No la dejaron acompaarle, y pens que se haba muerto.

La llevaron a casa de la seora Angustias y tard mucho en dormirse. Llor hasta hartarse, pensando en su padre. A la maana siguiente la despert la seora Angustias. Antes de hablarle, lanz un suspiro de los peores; a Bibiana se le encogi el corazn.

Han llamado del hospital. Ay, Dios mo! hizo una pausa de muy mal augurio y continu: Han dicho que tu padre est bien. Ya le han sacado la bala. Esta tarde, si quieres, puedes ir a verle.

Volvi a lanzar otro suspiro. Tan doloroso, que daba la impresin de que le pareca una mala noticia que Rogelio no se hubiese muerto.

Todava estaba en la cama, cuando apareci la seorita Tachi. Ms guapa que nunca. Tena una ceja cubierta con una tirita y el ojo correspondiente, morado. Un labio, partido e hinchado. Cuando se sent en su cama y, sin decirle nada, le cogi la cabeza entre las manos y la estrech contra su pecho, Bibiana, sin saber por qu, se puso a llorar suavecito, sin ruido.

La seorita no le deca que no llorase. Se limitaba a estrecharla ms fuerte. La blusa era de seda, muy suave, y el perfume tena aroma de fresa. A Bibiana le hubiera gustado quedarse as para siempre. O, por lo menos, dormirse en aquel regazo como si fuera una nia pequea. Pero la seora Angustias, que las estaba mirando, intervino:

El padre no se ha muerto.

Es decir, que no vala la pena seguir llorando sin motivo. La seorita Tachi movi la cabeza como indicando que ya saba la buena noticia, aunque, tal y como la deca la seora Angustias, no se saba si era buena o mala.

La seorita Tachi apart un poco a Bibi y le pregunt:

Vas a ir a ver a tu padre?

La nia asinti.

Bien continu la profesora, pues te llevar en coche.

Lo dijo con rubor, porque era un pretexto para visitarle tambin ella. No le quedaba ms remedio que dar las gracias a Rogelio por haberla salvado, pero le resultaba muy violento, por la bronca que haban tenido pocos das antes a propsito de la nia.

Rogelio estaba en un hospital de Madrid, en una sala grande, con otras personas. La enfermera que las condujo les advirti:

No le conviene hablar mucho. Todava est dbil.

Primero entr sola Bibiana. Y aunque le impresion ver a su padre en la cama, con todo el pecho vendado, no le dio por llorar. Tampoco supo qu decirle. Se limit a sonrerle, y Rogelio hizo lo mismo.

Oye, pap, la seorita quiere verte.

A Rogelio se le quit la sonrisa y se le puso la misma cara de recelo que la otra vez.

No ser para hablarme de la funcin de Navidad?

Lo pregunt con sorna, pero la nia no lo entendi y se limit a decir:

No creo, pap. Le digo que pase?

El hombre acept resignadamente. Cuando entr Tachi con el rostro deformado por los golpes, se le puso una cara divertida.

Caramba! le dijo Rogelio a modo de saludo. La han dejado a usted peor que a m.

La mujer neg con la cabeza, incmoda por la situacin.

Lo mo no es nada coment. Qu tal est su herida?

Muy bien. La bala, segn dicen, entr entre dos costillas. Pero no me ha daado ningn rgano importante.

Bibiana se haba sentado al borde de la cama. La seorita Tachi se dirigi a Rogelio:

Quera darle las gracias por haberme salvado de aquellos hombres.

Pareci que Rogelio no iba a contestar nada, pero, de repente, el rostro se le ensombreci y dijo en un tono sordo:

Si lo hice, fue porque me lo pidi Bibiana.

A sta le pareci muy lgica la respuesta de su padre porque saba que era verdad, pero a la seorita se le puso la cara roja.

Ya lo supongo le contest, pero de todos modos se lo agradezco.

Y all se termin la entrevista.

ROGELIO ESTUVO en el hospital quince das, que fueron felicsimos para Bibiana. Iba a verle todas las tardes, y estaba de tres a siete, que eran las horas de visita. La seorita le dispensaba de ir al colegio.

Fueron unos das felicsimos porque a Bibiana, el jugar a enfermeras, le entusiasmaba ms que ninguna otra cosa; a tal punto que, si de mayor no fuera maestra, sera enfermera. Aquellos das no es que jugara a enfermeras, sino que durante el tiempo que estaba en el hospital, haca de enfermera de verdad de su padre.

La monja encargada de la planta le dejaba que le diera la merienda y, a partir del tercer da, tambin, ponerle el termmetro.

Qu bien lo haces le deca la monja. No te gustara ser enfermera de mayor?

A Bibiana le entraba apuro decirle que pensaba ser maestra, y se limitaba a sonrer.

A su padre le daban de comer cuatro veces al da y, encima, todos los conocidos del barrio se empeaban en que le llevara paquetes de comida. La seora Angustias no fallaba ningn da.

Toma, toma le deca, llvale este filete empanado. Ya que no se ha muerto, que se reponga lo antes posible.

De nada serva explicarle lo bien que le daban de comer, pues la seora estaba convencida de que la comida que servan fuera de casa no alimentaba.

Un da le dijo su padre:

Oye, en lugar de traerme todas estas porqueras, agencate una botella de vino.

La nia obedeci y llev a su padre lo que le haba pedido. La botella se la dio con disimulo, cuando no miraba la monja, pues ya tena comprobado que los mayores no comprendan que su padre tuviera que beber para aliviarse de aquella pena del corazn.

LA VUELTA DE ROGELIO a casa fue estupenda para Bibiana. No lo tena que compartir con las enfermeras y monjas del hospital, y se poda lucir cuidndole en su convalecencia. Le haban dicho que le vigilase la temperatura slo por las tardes, pero ella le pona el termmetro cada vez que vena una visita, para presumir. Rogelio tena gran paciencia con su hija y se dejaba.

Los visitaban todos los del barrio, la mayora de ellos con regalos. En cambio, la seorita Tachi no volvi por su casa. De vez en cuando le preguntaba a Bibiana por su padre, pero no hizo ademn de visitarle.

Un atardecer, cuando Rogelio se encontraba casi bien del todo, vinieron a visitarle sus amigos de la taberna. Eran muy simpticos con Bibiana, pero a la nia le daban un poco de miedo porque tena comprobado que eran de humor muy desigual. Tan pronto rean como rean. A veces, diciendo palabras horribles. Si su padre se daba cuenta de que ella estaba delante, los haca callar.

Aquella tarde se pusieron a jugar a las cartas y se les hizo de noche. Bibiana se quiso hacer la enfermera delante de los jugadores, y a las diez le dijo a su padre:

Pap, es hora de dormir. Ya sabes que el mdico ha dicho que tienes que acostarte temprano.

Los amigos se echaron a rer, pero a su padre, en lugar de hacerle gracia como otras veces, le sent mal y la mand a la cama. Quiz porque iba perdiendo a las cartas.

Bibiana se durmi oyendo las voces de los jugadores, destempladas, con risas y palabrotas. Se despert temprano, procurando no hacer ruido, porque era verdad que a su padre le haban recomendado dormir mucho.

Era tal el desorden que haba en el cuarto de estar, que de primeras no se fij en la hucha rota. Cuando la vio, se le hizo un nudo en la garganta. La cogi con la esperanza de que no faltara el dinero o, por lo menos, que no faltara todo. Vana esperanza. No quedaba ni la calderilla...

Nunca haba pesado tanto la hucha como aquella vez, aunque haba tenido ms billetes que monedas. ltimamente, casi no poda meter Bibiana el dinero y estaba a punto de comprarse otra hucha. Haba calculado que con hucha y media tendra bastante para comprar la bici. Sopesaba en su mano la hucha rota, vaca, que apenas pesaba, y no se lo poda creer. Por mucho vino que necesitase su padre, era imposible que se hubiera gastado todo el dinero en comprarlo.

No le faltaba razn. La culpa no haba sido del vino. O, por lo menos, no toda la culpa. El vino haba influido en que Rogelio, con la mente oscura por el alcohol, decidiera, en una jugada en que crea tener muy buenas cartas, jugarse todo el dinero de la hucha. La rompi, pensando: Como voy a ganar en esta partida mucho dinero, maana mismo le compro la bici a Bibiana.

Pero como no gan, la nia perdi toda esperanza de conseguir la bici. Ante la hucha vaca pens si podra seguir viviendo sin la ilusin de tener algn da su bicicleta.

En ese momento se despert Rogelio. Tena la puerta de la habitacin abierta y a travs de ella vio a su hija. Esta sinti su mirada y correspondi con otra. Luego, la nia le dijo:

Oye, pap, yo creo que ser mejor que pida la bici a los Reyes, no crees?

Se lo dijo como un amargo reproche. Pero Rogelio estaba tan triste por lo que haba hecho, con tanto dolor de cabeza por el vino y con tanto dolor de corazn por comprender que no tena remedio, que ni tan siquiera se puso a despotricar contra los Reyes Magos, como en ocasiones anteriores.

CAMINO DEL COLEGIO, para consolarse, se hizo las siguientes reflexiones: Ahorrar pareca difcil mientras a su padre no se le curara aquella locura que le obligaba a beber y jugar. Por lo tanto, lo mejor era pensar que el invierno estaba ya encima y que durante l no se montaba en bicicleta, como ya le haba explicado Marta.

Para qu, entonces, necesitaba ella una bici?

Estaba a punto de consolarse con esta ltima reflexin, cuando, maldita sea!, pas junto a ella Elena Manzaneda.

Elena Manzaneda, adems de guapa, rica y elegante, era tan mayor estudiaba COU! que cualquier da se sacara el carn y conducira con gran distincin uno de los muchos coches que tena el Poderoso Industrial.

Por eso Bibiana se qued asombrada cuando Elena pas a su lado montada en bicicleta! Pero, adems, en una bicicleta ms bien antigua, despintada y roosa.

A su paso la salud Elena:

Adis, mona.

Se la vea de mal humor porque la bici, desengrasada, chirriaba. Encima, el camino del colegio terminaba en cuesta y Elena no estaba para sujetar los libros y al mismo tiempo empinarse sobre la bici para pedalear.

Quiz Elena haba sacado la bici para llevar la contraria a los que decan que no era tiempo de bicicletas. O para lucir unos pantalones que se estrechaban en los tobillos y parecan muy propios para pedalear. Lo cierto es que no se la vea a gusto. Por eso, cuando cien metros despus de rebasar a Bibi se le sali la cadena y casi se cae, solt un taco como los de los chicos.

Se qued mirando la bici con desprecio y, sin pensrselo dos veces, la arroj con rabia contra unos arbustos.

Mierda de bici! dijo con gran convencimiento, al tiempo que tomaba sus libros y echaba a andar hacia el colegio.

Para ir a la escuela, muchos nios, entre ellos los Manzaneda y Bibiana, tomaban un atajo, que era un camino forestal bordeado de pinos y arbustos de retama.

Pasaron tres nios, de los pequeos, de los que siempre iban corriendo. Y as que vieron la bici tirada, uno de ellos intent montarse con ayuda de los otros dos. Entre que la bici le vena grande y que tena la cadena fuera del pin, apenas camin unos metros y la volvi a abandonar; un poco ms apartada del camino.

Pas junto a ella Bibi, despacio, mirndola detenidamente. Pens que quiz su error haba sido empearse en tener una bicicleta nueva. Si se hubiera conformado con una como aqulla, de ocasin, seguro que ya se la habra podido comprar.

DURANTE LA CLASE le pregunt a Quincho:

Oye, t crees que venden bicicletas de ocasin?

Y eso qu es? se extra el chico.

Quincho Manzaneda se sentaba siempre junto a Bibiana. l deca que era para copiar en los exmenes, pero los dems chicos saban que era un pretexto para estar cerca de ella, porque estaba enamorado. En la clase, sobre este tema, haba divisin de opiniones. Unos decan:

Pero cmo Bibi, que es una de las chicas ms guapas y ms listas del colegio, le va a hacer caso a ese imbcil que, adems, es un vago?

Otros, por el contrario, opinaban:

Pero cmo Quincho, que es hijo del hombre ms rico e importante de toda la regin, va a hacerle caso a la hija del to ms golfo del pueblo?

No se ponan de acuerdo. Ni falta que haca.

Pero no sabes lo que es una bici de ocasin? le insisti Bibiana.

Como al chico le daba vergenza saber tan pocas cosas, decidi inventarse una contestacin a ver si acertaba.

Pues supongo que ser una bicicleta que te regalan en alguna ocasin. Por ejemplo, con ocasin de tu cumpleaos.

A Bibi le entr la risa, pero a Quincho no le import que se riera de l, porque la chica tena los dientes muy bonitos y una risa muy graciosa.

No, hombre le aclar Bibi, te digo comprar una bici de ocasin. Por ejemplo, comprrsela de segunda mano a un chico que ya no la quiera.

Yo no conozco a ningn nio que no quiera tener bici fue la respuesta de Quincho, y a Bibi le pareci que tena razn.

Se qued pensativa pensaba en la bici abandonada en el camino forestal y volvi a preguntar a Quincho:

Y... t crees que a los Reyes Magos se les puede pedir una bici de ocasin?

El chico tambin se lo pens y le contest:

Yo creo que los Reyes son una buena ocasin para pedir una bici...

A Bibi le hizo gracia que el chico siguiera en sus trece y volvi a rerse. Quincho continu:

... pero si t crees en los Reyes Magos (esto se lo dijo con retintn), es mejor que se la pidas nueva. No te parece?

La seorita Tachi los vio hablar y le ech una ria a Quincho. A Bibiana no haba cuidado de que le riera. Ni aunque, como aquel da, se pasara la clase entera sin atender, porque no poda dejar de pensar en la bici de Elena Manzaneda que, bien pensado, no era una bici tan vieja. Lo que le ocurra era que estaba despintada y tena las llantas un poco roosas.

A LA SALIDA del colegio tom el camino forestal que llevaba a su casa. Vio cmo Elena Manzaneda se montaba en el asiento trasero de la moto de un chico mayor y le entr la curiosidad de saber cmo recogera su bici.

De momento all segua, en el sitio donde la dejaron tirada los nios, pero en peores condiciones porque otros chicos, de los medianos, estaban haciendo puntera, con piedras, contra la bici abandonada.

Cada vez que una piedra acertaba en el metal, sonaba como una campanilla. Ese sonido animaba a los chicos a tirar las piedras con ms fuerza. A Bibi le entr una indignacin natural porque no le caba en la cabeza que algo tan admirable como una bicicleta fuera apedreado.

Dejad esa bici, animales! les grit Bibiana.

Los chicos la obedecieron porque saban que la chica, si era necesario, poda pegarse con ellos. Adems, estaba protegida por Quincho, que era muy bruto, y por la seorita Tachi, que era una de las que ms mandaban en el colegio.

Tambin le hicieron caso porque Bibiana no era mala y, si poda, te haca un favor.

De todos modos, antes de abandonar la pedrea, la insultaron, y uno de ellos la amenaz con una piedra. Pero como Bibi ni se inmut, echaron a correr. Segn se iban, le tiraban piedras; pero cuidando de no darle.

Bibi se qued mirando muy fijamente la bici y se confirm en la idea de que no era tan vieja. Se trataba de una bicicleta muy buena cosa l