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Revista Paideía, nº 101, septiembre – diciembre 2014
José Segovia Pérez.
Catedrático de Filosofía de Instituto. Jubilado. Ex-Director de Instituto. Ex-Director
General de Enseñanzas Medias del MEC. Gran Cruz de Alfonso X El Sabio.
El marxismo hoy: lo que queda del pensamiento de izquierdas
Resumen:
El marxismo es el último gran sistema de Historia de la Filosofía, pero, de
acuerdo con sus principios básicos, fue también una praxis. Durante 73 años inspiró la
política de la Unión Soviética. También las de Cuba, China, Yugoslavia… ¿Qué restos
quedan de aquellos naufragios? Las praxis políticas fracasadas, ¿significan igualmente
el fracaso de la teoría que las inspiró? ¿Qué sentido tienen hoy el materialismo
dialéctico, el materialismo histórico, la plusvalía, la clase social, la conciencia de clase,
el trabajo asalariado, la alienación…? Albert Camus es uno de los hilos conductores del
análisis que se ofrece en este artículo.
Palabras clave:
Materialismo dialéctico, materialismo histórico, capital, trabajo asalariado, plusvalía,
conciencia de clase, alienación, libertad.
Marxism today: what is left from the left-wing ideology
Abstract:
Marxism is the last whole system in the History of Philosophy. However, in accordance
with its basic principles, it was also its practice. Marxism inspired politics in the Soviet
Union for 73 years, as well as those of Cuba, China, Yugoslavia… What is left from
those shipwrecks? Does the fact that a determined politic system collapse, mean that the
ideas that inspired such system have also failed? What is the meaning today for
dialectical materialism, historical materialism, capital gain, social class, a social class
conscience, fairly paid-salary, alienation…? Albert Camus is one of the drivers
concerning to the analysis that is debated in this article.
Key words:
El marxismo hoy: lo que queda del pensamiento de izquierdas. José Segovia Pérez.
Dialectical materialism, historical materialism, capital, paid-salary, capital-gain (surplus
gain), social class conscience, fairly paid-salary, alienation.
El marxismo hoy: lo que queda del pensamiento de izquierdas1.
La época de Marx: Libertad y Organización2.
Tendemos a incurrir en el etnocentrismo al creer que toda la historia ha tenido como fin
llegar a nosotros y en nosotros acaba. Es un error craso porque la historia no tiene
objetivos. Solo discurre. Los sucesos tienen una explicación causal a posteriori. Al
menos eso creen los historiadores y los que defienden el carácter científico de la
historia, ciencia peculiar porque no permite predecir acontecimientos como la física o la
química, pero eso se debe a que la historia no es paradigmática, es una ciencia de
“complexos”; frente a los hechos que analizan las ciencias de la materia, que son
“holísticas”) las ciencias sociales se ocupan de “complexos”, fenómenos que ocurren
una sola vez (la revolución francesa, la revolución soviética…) por lo que resulta
imposible elaborar con ellos enunciados universales y necesarios del estilo de los de la
física…
El futuro nos considerará con la misma objetividad que nosotros utilizamos para
los tiempos pasados, así que posiblemente refutarán la idea de Fukuyama ( Fukuyama,
Francis, 1999) de que con nosotros acaba la historia (al menos muchos pensamos que
esa afirmación es un error burdo). Y, sobre todo, no mereceremos un juicio muy
considerado porque con los medios y recursos materiales e intelectuales que poseemos
en nuestro siglo XXI, hemos sido incapaces de eliminar la guerra y el hambre del
mundo. La objetividad nos debe llevar a considerar nuestra época como un hito más de
la historia, entre el pasado y el futuro.
Nunca en la historia humana se ha vivido una aceleración de los procesos
históricos y de los cambios tecnológicos como ahora y tenemos dificultades para
integrar los eventos en los esquemas de interpretación válidos hasta ahora.
El siglo XIX es un siglo violento dedicado a asimilar los cruentos conflictos que
surgen como resultado de la revolución industrial y de la revolución francesa, así como
los cambios políticos y sociales que ambas acarrean: por una parte, el empobrecimiento
de buen número de artesanos que pasan a engrosar las filas de una nueva clase, el
proletariado; por otro lado, la clase capitalista, surgida del pequeño número de artesanos
que se enriquece con las fábricas, símbolo de la nueva época, y que en unión de una
2
El marxismo hoy: lo que queda del pensamiento de izquierdas. José Segovia Pérez.
parte de la aristocracia, que se suma a las filas de la burguesía triunfante, protagonizará
el siglo XIX.
La necesidad de surtir a las fábricas de las materias primas que escaseaban en
Europa abrió las puertas a una de las aventuras coloniales más cruentas y vergonzosas
nunca vistas, cuyas consecuencias perduran todavía hoy de manera trágica: el expolio a
que Estados Unidos y Europa sometieron a los continentes de Asia y África (incluido el
comercio de esclavos, abolido en teoría en el siglo XIX), el auge del tercer estado3 tras
la Revolución Francesa, hacen que el siglo XIX sea un siglo que se mueve entre el
desarrollo de las libertades conquistadas y la necesidad de organizar la sociedad
convulsionada por los cambios.
Malthus en su Ensayo sobre la población (1798), fruto, sin duda, de la explosión
demográfica que se produjo en el siglo XVIII, causa y efecto, a la vez, de la revolución
industrial, afirma que mientras la producción de alimentos crece en progresión
aritmética, la población crece en progresión geométrica, de modo que la tierra no
bastará para alimentar a todos y se producirá una lucha por la supervivencia, en la que
triunfará el más fuerte. Esta tesis influyó en Marx: la historia de la humanidad es la
historia de la lucha de clases; la posibilidad de supervivencia está en resolver la lucha
mediante la eliminación de las clases.
De hecho, la situación actual no dista mucho de esta predicción maltusiana: si
toda la especie humana tuviera el mismo nivel de vida que los Estados Unidos de
América, la población que podría alimentar la tierra no pasaría de 2500 millones, muy
lejos de los más de 7000 millones que hoy poblamos la Tierra (el 9% de la población
consume el 20% de los recursos). Esto revela la profunda desigualdad entre los hombres
y la existencia de hecho de una sociedad dual, en la que una parte de esa sociedad
adquiere niveles cada vez más satisfactorios de renta y calidad de vida a costa de la otra
parte.
El siglo XIX, en la nomenclatura de Mumford, es la época llamada paleotécnica
(Mumford, 1971) o de la vieja técnica, que, desde el punto de vista del desarrollo de los
derechos humanos o de la calidad de vida, es difícil ver como un progreso. Marx (1856)
señala con nitidez la contradicción entre el progreso industrial y la miseria obrera:
"Nos hallamos en presencia de un derecho característico del siglo XIX... Por un lado, han
despertado a la vida unas fuerzas industriales y científicas de cuya existencia no hubiese podido
sospechar siquiera ninguna de las épocas históricas precedentes. Por otro lado, existen unos
síntomas de decadencia que superan en mucho los horrores que registra la historia de los últimos
3
El marxismo hoy: lo que queda del pensamiento de izquierdas. José Segovia Pérez.
tiempos del Imperio Romano. Hoy día, todo parece llevar en su seno su propia contradicción.
Vemos que las máquinas, dotadas de la propiedad maravillosa de acortar y hacer más fructífero
el trabajo humano, provocan el hambre y el agotamiento del trabajador. Las fuentes de riqueza
recién descubiertas se convierten, por arte de un extraño maleficio, en fuentes de privaciones.
Los triunfos del arte parecen adquiridos al precio de cualidades morales. El dominio del hombre
sobre la naturaleza es cada vez mayor; pero, al mismo tiempo, el hombre se convierte en esclavo
de otros hombres o de su propia infamia. Hasta la pura luz de la ciencia parece no poder brillar
más que sobre el fondo tenebroso de la ignorancia. Todos nuestros inventos y progresos parecen
dotar de vida intelectual a las fuerzas materiales, mientras que reducen a la vida humana al nivel
de una fuerza material bruta. Este antagonismo entre la industria moderna y la ciencia, por un
lado, y la miseria y la decadencia, por otro; este antagonismo entre las fuerzas productivas y las
relaciones sociales de nuestra época es un hecho palpable, abrumador e incontrovertible, (Marx,
1856).4
Es difícil resistirse a establecer un paralelismo con los momentos actuales,
primer tercio del siglo XXI: la dualización creciente de la sociedad, la globalización, la
deslocalización, la capacidad del capitalismo para sobrevivir a su mayor momento de
crisis, la “financiarización” de la economía… Mientras las naciones no han sido capaces
de recaudar 22.000 millones de euros, costo estimado de la eliminación del hambre en el
mundo, los bancos han subsumido, nadie sabe dónde, billones de dólares aportados por
sus propias víctimas, pero siguen sobreviviendo contra toda ética y toda decencia
posible. La actualidad de estas líneas de Marx, 140 años después de pronunciadas, es
estruendosa. Nuestra época necesita con vehemencia y urgencia la reedición de una
interpretación materialista de la historia y, además, el rearme de unos valores éticos por
encima de la grosería y estupidez del imperativo de los mercados en toda la vida social;
el diagnóstico acerca de la vigencia de una teoría como la de Marx, en aspectos
cruciales de la misma, ya está hecho.
En ese momento de la historia, siglo XIX, eran grandes las diferencias entre la
vida de la aristocracia, las clases medias de las ciudades, los obreros industriales, los
granjeros y los braceros. Las causas se encuentran en las innumerables guerras que
alteraban la vida normal, el empobrecimiento de buena parte de la población tras la
desaparición casi total del artesanado ante el empuje de la fábrica, el escaso acceso de la
población a la cultura y a la educación, elementos de desclasamiento social, etc.
Freud señala que el conflicto es la esencia de la vida humana en el ámbito
personal; Marx lo proyecta a escala social: las contradicciones entre clases (lucha de
clases) y entre nacionalidades (la llamada eufemísticamente “geopolítica”). El
pensamiento utópico de Marx había previsto que sería imposible una guerra mundial
4
El marxismo hoy: lo que queda del pensamiento de izquierdas. José Segovia Pérez.
porque las guerras son siempre fruto de intereses capitalistas, y la clase obrera,
vinculada entre sí a través de las fronteras por la solidaridad de clase, por encima de la
pertenencia a un grupo nacional, haría imposible esa guerra. La realidad sería muy
diferente y los dos últimos siglos han asistido al auge de los nacionalismos que resaltan
los instintos primarios de pertenencia a un grupo étnico – tribal - por encima de la clase
social.
Las reivindicaciones que persigue la clase obrera a lo largo del siglo (la
revolución de 1848, la Internacional Obrera de 1864 o la Comuna de París de 1871) son
un desarrollo de la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano de la
Revolución Francesa: la reducción de la jornada de trabajo, la desaparición del trabajo
de los niños, la mejora de la salud e higiene, la defensa de los derechos de reunión y de
sindicación, el sufragio universal, el voto de la mujer, etc.
En este siglo cristaliza de manera sólida la que será rival de la economía
marxista, una estructura económica genérica denominada “liberalismo”, término
confuso y polisémico donde los haya, como refleja Melvin Rader:“En un uso general del vocablo, el liberalismo implica un espíritu abierto y crítico; tolerancia
respecto a las opiniones heterodoxas…, oposición a todo uso arbitrario e injustificado del
poder…, liberación de situaciones sociales opresivas…, rechazo de toda forma de
discriminación… Son los valores de la razón y de la simpatía en cuanto que se oponen al odio y
a la violencia… Sin embargo, en un sentido más restringido, el liberalismo es la filosofía
ultraindividualista de las clases medias en su marcha ascendente hacia el poder… El elemento
decisivo que influyó en su génesis fue la profunda revolución económica que supuso el tránsito
del feudalismo al capitalismo del laissez faire…[Adam Smith y David Ricardo] elaboraron una
detallada teoría de un orden económico que se regula y equilibra a sí mismo y que está
gobernado no por planes o propósitos globales sino por los factores «impersonales» de la libre
competencia… Al creer que un orden económico competitivo se mantendría por sí mismo, los
liberales defendieron negativamente la libertad como la ausencia de toda restricción y se
opusieron a la intervención del estado en los asuntos económicos. Con ello esperaban conseguir
lo que Adam Smith llamó «el sistema evidente y simple de la libertad natural»” (Rader, 1975,
págs. 319-321).
Este breve resumen sintetiza la que será una de las dos ideologías dominantes en los
siglos XX y XXI que dará lugar hace unos años a pretender constituirse, con Fukuyama,
a través de los “neocons” y los ultraliberales5, en paradigma de toda actividad política,
como la ideología triunfante utilizando el Estado como un mero instrumento, reducido a
la mínima expresión, al servicio del mercado y del capital, de manera que será frecuente
asistir al sorprendente espectáculo de que sean los detractores de ese Estado burgués, los
5
El marxismo hoy: lo que queda del pensamiento de izquierdas. José Segovia Pérez.
socialistas, anarquistas, y, más adelante, los comunistas, quienes, empujados por la
renuncia a la revolución y la determinación de ir poco a poco por la vía reformistas,
defiendan ese Estado como el garante de las libertades conquistadas.
Será la utilización del singular o del plural de la palabra “libertad” la que defina
la ideología del que habla. Los liberales hablarán de “libertad”; la izquierda genérica
preferirá hablar de “las libertades”, acompañadas de una alusión inaplazable a la
“igualdad”, término de una profunda abominación por parte de los liberales, quienes se
irán adscribiendo a posiciones reconocidas como “la derecha”, excepción hecha de la
peculiar adscripción política de los dos partidos de Estados Unidos, donde ser liberal es
sinónimo de demócrata, frente al carácter de las facciones neocon y ultraliberal de los
republicanos, cuya máxima obsesión es la rebaja de impuestos, la reducción del Estado
al mínimo imprescindible y una sacralización taumatúrgica y fetichista de “el mercado”.
Lejos del progresismo del liberalismo en el momento de su aparición, se
convierte ahora en el instrumento único del pensamiento de la derecha más extrema que
pretende, desde una perspectiva muy diferente a la del siglo XIX, la instauración de una
especie de darwinismo social en el que la supervivencia del más fuerte viene dada por
las omnipotentes leyes del mercado reguladas por la OMC, el FMI y el BM. Dice
Coetzee (2007), el premio Nobel de literatura: “mi madre me enseñó que el mercado es
una oscura y siniestra máquina que trituraba y devoraba cien destinos por cada
individuo afortunado al que recompensaba” (Coetzee, 2007, pág 136)6.
Ese parece ser el nuevo darwinismo social imperante en la sociedad posmoderna
y “neocon” del “fin de la historia” con el que se enfrenta ahora el residuo de la opción
marxista que queda en nuestra sociedad.
La situación política en la primera mitad del siglo XX. Civilización y barbarie7.
Las dos primeras décadas del siglo XX están determinadas por la I Guerra Mundial y la
revolución soviética. A partir de 1922 comienza la ascensión del fascismo y sus
imitadores según el modelo de sociedad cerrada de Platón que exalta al Estado frente al
individuo, que solo es un trozo de ese Estado. Lo mismo sucedía como consecuencia de
la revolución soviética, esta vez a través de las purgas leninistas y estalinistas, que
eliminaron toda disidencia ideológica y convirtieron la primera revolución socialista en
una burla sangrienta respecto de los ideales utópicos de la humanidad y en un mero
capitalismo de Estado del que quedaba marginada la clase obrera, algo que hubiera sin
6
El marxismo hoy: lo que queda del pensamiento de izquierdas. José Segovia Pérez.
duda horrorizado a Marx. El inicio de la crítica de las democracias europeas a la
dictadura estalinista tardaría en llegar como comprobaremos más adelante con el
ejemplo de la Francia liberada de la ocupación nazi.
El final de la 2ª guerra mundial, tras los tratados de Yalta y Postdam, dibujó un
mapa político que duraría hasta la caída del régimen soviético en 1990. Esos cuarenta y
cinco años de guerra fría entre los dos bloques hegemónicos, de la mano de los dos
bloques militares correspondientes –el Pacto de Varsovia y la OTAN– se vieron
alterados por momentos de agudización del conflicto que sumieron al mundo en la
amenaza real de una tercera guerra mundial.
En Europa, los logros políticos más notables de aquella época son los intentos
de construcción de la unidad europea, tras las huellas del gobierno mundial preconizado
por Kant, y la conquista del estado de bienestar que surge en la segunda mitad del siglo
XX como un compromiso entre las democracias cristianas de ideología liberal y los
partidos socialdemócratas. Los primeros aceptaron un mayor intervencionismo estatal, y
los segundos respetaron la estructura básica de la economía liberal de mercado. Ambos
constituyen mutuamente elementos correctores del liberalismo y del estatalismo. El
gobierno de un Estado debe ejecutar políticas sociales que garanticen el “bienestar” de
los ciudadanos y cubran sus necesidades básicas, como la sanidad, la educación y la
“seguridad social”, mediante la financiación estatal a través de los impuestos, como un
sistema de redistribución de riqueza. El liberalismo neocon denuncia que este Estado
del bienestar, “grosso modo”, es un paternalismo que frena las ansias expansionistas del
mercado y se empeña con verdadero denuedo en derribar sus últimos restos.
El fin del siglo XX ha estado dominado por la polémica sobre el fin de la
historia. Esa tesis de Francis Fukuyama (1989) es la interpretación más afín a la
ideología ultraliberal. Parte del supuesto de considerar las ideologías de modo similar a
los fenómenos físicos, donde rige el universal contrafáctico, que consiste sencillamente 1Notas y referencias bibliográficas
? Las líneas básicas de este artículo se encuentran en José Segovia, Filosofía para pensar por la calle. La Filosofía que nunca me enseñaron, Visiónlibros, Madrid, 2011 y José Segovia, Albert Camus: cien años de honradez desesperada, La hoja del monte, Madrid, 2013, 2 El título de este epígrafe está tomado del libro de Bertrand Russell, traducido por León Felipe y publicado por Espasa (Madrid, 1970), que se refiere al carácter antitético de esos dos términos como los que mejor explican las paradojas del siglo XIX: la libertad conquistada y la organización necesaria para mantener el orden social y la justicia en la ciudad.3 Recuérdese que el tercer estado, protagonista en buena medida de la Revolución Francesa, está compuesto por todos aquellos que no eran ni sacerdotes, ni nobles terratenientes, ni servidores reales, es decir, el “pueblo” en sentido amplio.4 Marx, Karl (1856), People's Paper, 19 de abril de 1856. Discurso pronunciado por Karl Marx el 14 de abril de 1856.5 Más adelante señalamos las diferencias que establece John Gray entre ambos grupos.6 Coetzee, John Maxwell, (2007) Diario de un mal año, Mondadori, Barcelona, pág.136.7 Título del libro de Gabriel Jackson que pretende expresar las dos caras de la situación mundial.
7
El marxismo hoy: lo que queda del pensamiento de izquierdas. José Segovia Pérez.
en admitir que la Tierra se mueve o está quieta, pero no ambas cosas a la vez, y así
sucesivamente. La idea viene del principio de no-contradicción que enunció Parménides
(entre el ser y el no-ser no hay término medio), luego popularizado por Leibniz y el
principio de “tercero excluido” aplicado ahora a los fenómenos físicos. Si el problema
se aplica a las ideologías o los modelos políticos, la conclusión parece obvia para
Fukuyama: solo hay dos ideologías, el liberalismo económico de la sociedad capitalista
y el modelo de economía planificada y estatalizada de la Unión Soviética. El
hundimiento de esta significa, automáticamente, la confirmación de la economía liberal
como el modelo único –el pensamiento único– que existe, porque ya la historia ha
acabado dado que ha conseguido “su propósito”.
Aparte del animismo que supone afirmar que la historia “tiene un propósito
discernible”, es decir, es “finalista”, parece difícil aceptar que la historia se haya
acabado. La refutación más evidente de esta pseudotesis es la contemplación asombrada
de la historia humana desde 1990 hasta hoy. Volveremos brevemente sobre este aspecto
cuando comentemos las críticas de Camus al estalinismo.
El desajuste del mundo8. La caída del sistema soviético
La solución de los conflictos sociales, que en el siglo XX, tras las dos guerras, se habían
ido encauzando hacia la vía del pacto y de la negociación, sobre todo entre las
organizaciones de las dos clases sociales antagónicas que se enfrentaron en el XIX
(patronales y sindicatos), tiene un largo camino que recorrer. Por ello, la política de
pactos sociales se ha ido forjando a través de la evolución de esas organizaciones
sociales y del paso de una mentalidad revolucionaria a una mentalidad, en general,
reformista. La última revolución social violenta como tal se produjo en Rusia, en 1917
(no incluimos aquí la larga lista de golpes de Estado o de pronunciamientos violentos
que se han producido a lo largo del siglo, pero ninguno con la repercusión de la
revolución rusa), y la caída de ese mismo régimen soviético ocurrió en la última década
del siglo XX de una manera sorprendente, no prevista y sin derramamiento de sangre.
Los conflictos raciales, la lucha política y la emigración económica serán las fuentes de
la violencia en Estados Unidos, Europa, Asia y África.
La perspectiva de que el hambre no es un problema de las naciones que la
padecen, sino de toda la humanidad, y el problema de cómo integrar en los países de
8 Título del libro de Amin Maaluf, Alianza, Madrid, 2009.
8
El marxismo hoy: lo que queda del pensamiento de izquierdas. José Segovia Pérez.
acogida a los ciudadanos de los países del tercer y cuarto mundo que huyen del hambre,
la explotación y la miseria serán algunos de los grandes desafíos del siglo XXI, junto
con el problema de los refugiados, de los desarraigados por sus ideas políticas o
creencias religiosas. La crítica de fundamentalismos y racismos, y la lucha por la
integración frente a la segregación serán dificultades que nuestra especie deberá superar,
según criterios de racionalidad y de solidaridad. La estancada evolución de las ideas
frente al imparable desarrollo tecnológico es el mayor desafío del siglo XXI.
Es en esta perspectiva, parecida a la del tiempo de Marx, en la que hay que situar
las posibilidades de evolución de un sistema teórico que pretende ser práctico como el
marxista, pero que debe luchar contra el desarrollo despiadado y sin rival,
aparentemente, de la peor versión que el capitalismo sabe dar de sí mismo, estructura de
base de la actual crisis y de la sorprendente desaparición de la escena política del
pensamiento de “la izquierda”.
El último gran sistema de la historia de la filosofía: Karl Marx
Como sucede con los estudios históricos, Marx será más certero en el análisis de la
realidad y su explicación multicausal que en la extrapolación hacia futuros paraísos
humanos perdidos para siempre y cuyo deseo de consecución es fútil. Cualquier
interpretación que suponga que en un futuro desaparecerán las ansias de dominación y
explotación de un hombre sobre otro, que desaparecerán los instintos primarios
descritos por Freud, no será una utopía sino una estupidez fundada en el
desconocimiento radical de la naturaleza humana.
A pesar de las críticas furibundas que el revisionismo (Berstein, etc.) recibió de
la escolástica leninista dominante, no parece que haya una actitud intelectualmente más
válida que la de revisar continuamente los resultados que el análisis de la realidad vaya
aportando. Quizá el problema surja de que cuando en la ortodoxia (soviética o de
cualquier otra etiqueta) se dice que se ha logrado “un análisis científico de la realidad”,
sin duda por una comparación mal entendida con la física u otra ciencia de la materia, se
esté pensando en obtener una visión tan “fijista” de la realidad como la que Aristóteles
estableció para las especies vivas. Y ya se sabe en qué quedó esa pretensión.
El sistema de Marx es muy diverso. Veamos algunos aspectos relevantes.
1. Teoría de a la alienación
9
El marxismo hoy: lo que queda del pensamiento de izquierdas. José Segovia Pérez.
Marx ofrece una de las primeras definiciones “técnicas” de lo que es el trabajo
(Marx, K., 2012): "un proceso entre la naturaleza y el hombre, proceso en que éste realiza, regula y controla
mediante su propia acción su intercambio de materias con la naturaleza. En este proceso, el
hombre se enfrenta como un poder natural con la materia de la naturaleza. Pone en acción las
fuerzas naturales que forman su corporeidad, los brazos y las piernas, la cabeza y la mano, para
de ese modo asimilarse bajo una forma útil para su propia vida, las materias que la naturaleza le
brinda. Y a la par que de ese modo actúa sobre la naturaleza exterior a él y la transforma,
transforma su propia naturaleza, desarrollando las potencias que dormitan en él y sometiendo el
juego de sus fuerzas a su propia disciplina” (Marx, 2012)9.
Esta definición de trabajo es compartida por Camus, con el añadido importante de la
creatividad que evita que el trabajador se convierta en un esclavo, la cosificación que
denunciará Marx. Aunque es cosa de preguntarse cuántos trabajadores de hoy ven esa
creatividad en su trabajo como elemento liberador. Es más realista Chaplin en Tiempos
Modernos.
En El Capital (Marx, K., 2012) se lee que “la producción es únicamente
producción para el capital"10 y que "el fin del capital no es satisfacer necesidades, sino
producir beneficios". La historia de la producción lleva al concepto de alienación como
la situación en que se encuentra la clase obrera. La alienación es la pérdida del ser
humano mismo, que se convierte en mercancía para poder subsistir, o se esclaviza, en
definitiva (Manuscritos XXIII y XXIV). Dice Marx que la forma de encubrir la
alienación es la ideología como forma errónea de conciencia que interpreta la realidad
con el lenguaje propio de la clase dominante y como toda lengua es una forma de vida,
dirá Wittgenstein, la ideología es la concepción de la realidad de esa clase dominante.
2. Materialismo histórico
Materialismo histórico o "concepción materialista de la historia" es la teoría original que
propuso Marx. No dejó un escrito con su elaboración formal, pero sí suficientes
indicaciones en varias obras. Es tan propia de Marx que mientras se suele aceptar la
pobreza teórica11 del materialismo dialéctico como sistema metafísico que intenta
explicar “científicamente” la realidad, se llega a identificar "marxismo" con
"materialismo histórico”, al que define como “la ciencia de las formaciones sociales”,
teniendo en cuenta que cada “formación social” viene a su vez definida y configurada
9 Marx, Karl , (2012), El capital, I, sección III, capítulo V, 1, Gredos, Madrid, 2012. (La primera edición data de 1867)10 Íb., sección v, capítulo. 14.
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El marxismo hoy: lo que queda del pensamiento de izquierdas. José Segovia Pérez.
por sus modos de producción y por las relaciones sociales de producción que se dan en
ella. Cuando se alude a la historia como “ciencia” ha de hacerse la salvedad que se
refiere al carácter del estudio de objetos que son “complexos” distintos de las ciencias
“holísticas” o de la “totalidad” como lo son las ciencias empíricas de la materia.
El término “material” o materialista se contrapone a “ideal” o “espiritual”.
Materialismo es el sistema que atribuye el máximo de importancia al principio físico
sobre el “idealista” en la realidad. Así, en Grecia se concibe lo espiritual como lo
“teórico”, la theorein o contemplación, algo elevado a lo que se accede a través de la
mente o el espíritu, mientras que lo práctico, lo manual, aparece devaluado porque es el
campo de acción tradicional de los no aristócratas ni ciudadanos libres de la polis, los
esclavos. Esa exacerbación de la separación entre lo espiritual y lo material había
llegado en tiempo de Hegel al idealismo absoluto: la Historia no tiene otro objetivo que
ser el escenario del despliegue temporal de la Idea hasta convertirse en Espíritu
Absoluto.
Esta sugerente imagen, que sedujo de manera superficial y patente a Fukuyama
en 1989, sirviéndole de andamiaje a su tesis de “el fin de la Historia”, padece un defecto
básico: la Historia no tiene propósito alguno discernible, “no tiene espíritu”, es material,
son las cosas que suceden porque suceden y la finalidad de todo estudio histórico es
intentar explicar a posteriori ese por qué, pero no profetizar, porque eso pertenece al
campo de la nigromancia, la adivinación o lo que se quiera y la Historia aspira a ser una
ciencia.
El materialismo de Marx es histórico; es la “ciencia” de las formaciones
sociales, de sus leyes, por eso afirma que la Historia de la humanidad es la Historia de la
lucha de clases12. Materialismo, porque parte del mundo físico que se modifica mediante
el trabajo de los hombres, es decir, sus modos de producir recursos para vivir. Histórico,
porque discurre a través del tiempo y constituye su esencia. El modo de producción y
las relaciones que en él se forman condicionan la vida humana, y no las ideas
(idealismo) o la conciencia.
11 Sobre todo después de las críticas de El Círculo de Viena (Víctor Kraft, Taurus, Madrid, 1966), Rudolf Carnap (en Ayer, A.J., El positivismo lógico, FCE, Méjico, 1965) o el capítulo que dedica Karl R. Popper a la crítica de la dialéctica en El desarrollo del conocimiento científico. Conjeturas y refutaciones, Paidós, Buenos Aires, 1967, págs. 359- 386.12 La “clase” viene determinada por la posición que ocupa un grupo de individuos en una sociedad en relación con el proceso de producción. En el nivel inferior están los proletarios, y en el superior, los dueños de los medios de producción, o capitalistas. La situación económica está relacionada con la situación política y cultural. Marx no descubrió las clases. Su aportación fue que las clases dependen del desarrollo histórico de la producción, y que la lucha de clases acabará aboliéndolas todas para vivir en una sociedad sin clases.
11
El marxismo hoy: lo que queda del pensamiento de izquierdas. José Segovia Pérez.
En el siglo XIX el trabajo, que determina a la esencia de la especie humana, era
trabajo alienado. Los hombres producían objetos en los que se expresaba realmente su
actividad humana, que se hacían independientes de quienes los habían producido. Así,
los productos esclavizaban al trabajador, en lugar de hacerlo libre. Libres eran otros, los
que obtenían los beneficios, la plusvalía, mientras que el trabajador se vendía a ellos a
cambio de poder subsistir y seguir proporcionándolos, lo cual constituía la condición
para la reproducción continua de las circunstancias de la alienación humana.
Había que transformar ese orden social injusto; destruir el orden existente -lo
que sólo puede hacerse con la violencia, ya que la clase dominante no va a eliminarse a
sí misma-, es para el proletariado ganar el mundo. Por eso el Manifiesto Comunista
(Marx, K., 2013)13 termina con el grito de lucha de las clases explotadas contra la
explotadores: “¡Proletarios de todos los países, uníos!". El paso siguiente es la
revolución proletaria para conquistar el Estado y superar las relaciones sociales de
producción14 entre productores y propietarios de los medios de producción y, por tanto,
relaciones entre clases.
A Marx le preocupaba, primero, la plusvalía, los beneficios del trabajo social en
la economía capitalista, quién se los lleva, cuáles son las causas de esta apropiación y la
posterior acumulación de los mismos. Segundo, en virtud de qué actúan los hombres y
tienen la clase de vida que llevan. Tercero, la imparable extensión de la
industrialización con la organización de la sociedad industrial del futuro y el papel que
jugará en ella la clase de los trabajadores.
Marx insiste en que el no propietario tiene que vender su capacidad de trabajo,
haciéndose así mercancía de la misma manera que los productos del mercado. Las
mercancías son el fruto del trabajo, que demanda la sociedad a través del mercado. Así
que la mercancía se convierte en objeto de culto. A primera vista, es un objeto trivial
para ser usado (valor de uso), satisfaciendo una necesidad humana. Marx llama a esto el
fetichismo de la mercancía15.
13 Marx, Karl y Engels, Friedrich, El manifiesto comunista, Nórdica, 2013.14 Modo de producción. Resulta de la combinación entre las fuerzas productivas de una sociedad, en un momento determinado, y las relaciones de producción que se establecen entre ellas. Marx distingue como modos de producción la comunidad primitiva (paleolítico), el asiático (en Egipto y Mesopotamia), el antiguo (Atenas y Roma, caracterizado por el esclavismo), el feudal (típico de la sociedad medieval), el capitalista (vigente desde la aparición de la burguesía como clase dominante) y el socialista (propio de una utópica sociedad sin clases). Las relaciones de producción son las que se establezcan entre las distintas clases sociales en el proceso de producción y vienen determinadas por la propiedad o no propiedad de los medios de producción. 15 Fetichismo de la mercancía. Es un engaño (fetiche) asignar a la mercancía un valor, que sólo es resultado del trabajo humano. El precio de ese valor no es natural e independiente del productor, sino sólo social. De esta forma, la mercancía adquiere un poder real en la sociedad (por ejemplo, el poder del dinero o del oro), que oculta otros defectos menos aceptables. Así, el salario esconde la explotación en la economía capitalista. Tal explotación, que es consecuencia de una relación social, se justifica como natural.
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El marxismo hoy: lo que queda del pensamiento de izquierdas. José Segovia Pérez.
La función que cumple este fetichismo no es otra que la de encubrir su
fundamento. La economía burguesa defiende que el capital debe producir beneficios; de
lo contrario desaparecería. Más esto es sólo apariencia: parece que tiene que ser así. En
cambio, la realidad es lo que se oculta, es decir, que los beneficios son producidos por
las plusvalías. Cuando se habla de relaciones entre objetos y su valor, se oculta que en el
fondo no son “naturales” sino que lo que les da valor son las relaciones sociales de las
que han salido.
La acumulación de beneficios no tiene límites. Para ello se incrementará la
producción, reduciendo, al mismo tiempo, los costos. El excedente de producción
necesita nuevos mercados. Las industrias se fusionan y centralizan para tener más poder
de competir, abaratando el producto mediante la disminución de salarios. Esto origina
una mayor frustración entre los obreros, que ven cómo se concentran los capitales,
mientras aumenta la miseria y la explotación. La toma de conciencia de todo esto desde
las asociaciones sindicales originará la revolución social.
Pero Marx no previó las continuas adaptaciones del capitalismo a las
circunstancias en pro de su supervivencia y garantizando continuamente el incremento
de sus beneficios. El siglo XXI asiste a algunas de esas medidas espectaculares como la
continua deslocalización de las empresas en busca de salarios cada vez más bajos, las
continuas “reformas” del mercado laboral, eufemismo utilizado para rebajar la
estabilidad de los contratos de trabajo y la facilidad del despido, la utilización de la
globalización (transnacionalización) del mercado laboral en su propio beneficio, cuando
no la recepción directa por parte de los bancos de los cientos de miles de millones de
dólares aportados por los gobiernos para tapar sus agujeros financieros vulnerando de
manera flagrante y desvergonzada el axioma que siempre ha utilizado el liberalismo
contra todas las políticas sociales de redistribución de rentas para fomentar la igualdad y
la cohesión: la libertad de mercado16. La utopía marxista suponía que cuando la clase
explotadora sea superada por el dominio del proletariado, desaparecerán las clases y
llegará la emancipación de los trabajadores.
3. La visión de Albert Camus de Marx y el marxismo.
Por las circunstancias en las que se desarrolló, el contexto en el que surgió y las
consecuencias que derivaron de él, el debate surgido en Francia durante e
16 El mejor análisis que se ha escrito a comienzos del siglo XXI acerca de los esfuerzos del capitalismo para sobrevivir, es El Informe Lugano de Susan George, editorial Icaria, Barcelona, 7ª edición, 2001.
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El marxismo hoy: lo que queda del pensamiento de izquierdas. José Segovia Pérez.
inmediatamente después de la segunda guerra mundial, fundamentalmente entre Albert
Camus y Jean Paul Sartre, es probablemente el más interesante, o cuando menos, el
primero de una larga serie, por sus repercusiones ideológicas y prácticas17. Sobresalen
los aspectos relativos a la militancia de Albert Camus en el PCF durante 20 meses hasta
su expulsión (“En la experiencia que intentaré, me negaré siempre a poner entre la vida
y el hombre un volumen de El Capital”18), la publicación de El hombre rebelde (1951)
que provocó la virulenta respuesta de Sartre y los sartrianos, la positiva valoración que
se hace de la figura de Marx, la crítica a las ideologías utópicas – laicas y religiosas, el
marxismo entre ellas - que en nombre de una felicidad futura siembran el mundo de
terror, la defensa de Camus del realismo político frente a esas utopías criminales, el
rechazo a la dictadura estalinista (sobre todo en relación con el pacto germano-
soviético, la prohibición de toda disidencia en la URSS), las invasiones de Polonia y
Hungría, el debate sobre la pena de muerte, la disparidad de criterios sobre el problema
de Argelia (con el telón de fondo del nacionalismo), etc. Probablemente, la salida del
leninismo-estalinismo hacia el eurocomunismo en Italia, Francia y España tenga su base
en los problemas que aquí se mencionan. Albert Camus es el primero que en el siglo
XX inaugura la crítica a la esperanza de un paraíso para la humanidad, sea la parusía
divina, el pléroma del cuerpo místico de Cristo o la sociedad comunista sin clases.
Camus es un realista político, porque desposeído de la esperanza en algo ajeno a
esta Tierra y repudiando el asesinato como arma política, cree que lo que podamos
conseguir en ella bajo principios tan elementales como el de que jamás se puede
interponer un capítulo de El Capital entre la justicia futura y la vida de un hombre,
limitará nuestra acción política al restringido ámbito de lo posible por la vía de una
violencia controlada y monopolizada por un Estado sometido a los mandatos explícitos
de la sociedad civil, lejos, por ejemplo, de la “posse comitatus Act” que en realidad es la
puerta abierta al libre asesinato por parte de “los escuadrones de la muerte”, las policías
paralelas, los servicios secretos. En este realismo político iniciado por Maquiavelo,
Hobbes, Locke…, le seguirán John Gray, Umberto Eco, el propio cardenal Martini…
La refutación más terrible que puede hacerse de las utopías totalitarias –laicas o
religiosas– es que todas han optado por el asesinato para intentar su realización, porque
el problema, desde la relativamente laica Ilustración, es que las revoluciones sagradas
son sustituidas por revoluciones laicas igual de utópicas y lastradas desde el comienzo
17 Las líneas siguientes se inspiran en el libro de José Segovia, Albert Camus: cien años de honradez desesperada, La hoja del monte, Madrid, 2013, capítulo 5, págs. 141 – 176.
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El marxismo hoy: lo que queda del pensamiento de izquierdas. José Segovia Pérez.
por sus raíces religiosas, con semejante número de víctimas a sus espaldas. Obsesionado
por la idea de que toda rebeldía acaba convirtiéndose en asesinato – casi siempre de
inocentes - y, por tanto, desvirtuando y deslegitimando su tarea, Albert Camus publica
en 1951 El hombre rebelde. El libro generó opiniones para todos los gustos, porque
tocaba asuntos sensibles; sobre todo, la actitud que había que mantener ante el
comunismo y el estalinismo (incluso Sartre llegó a plantear a sus discípulos ¡hasta qué
nivel de crítica se debía llegar!), la socialización de los medios de producción, el
centralismo democrático, la represión, la relación entre justicia, seguridad y libertad…
(Camus, 2010) 19. Su publicación desencadenaría la ruptura entre Sartre y Camus. Como
era de esperar, tuvo una mejor acogida entre sindicalistas y anarquistas y en amplios
sectores de intelectuales como en el caso de los Nobel Czeslav Milosz y Octavio Paz,
quienes apoyaron sin ambages a Camus cuando, por ejemplo, Simone de Beauvoir llevó
a cabo “ese ejercicio encarnizado de denigración” (Todd, Olivier, 1997)20 de Camus que
es Los Mandarines, que proporcionó a su autora el premio Goncourt.
El realismo político de Camus le obliga a denunciar que “A los pueblos que
desesperaban del reino de los cielos les prometieron el reino del hombre… Pero el reino
se ha alejado…, la sangre de los rebeldes ha cubierto los muros de las ciudades y la
justicia total no se ha acercado. La pregunta del siglo XX, por la que murieron los
terroristas de 1905 y que desgarra al mundo contemporáneo, se ha precisado poco a
poco: ¿cómo se puede vivir sin gracia y sin justicia?... La voluntad de poder ha venido a
tomar el relevo de la voluntad de justicia, aparentando al principio que se identificaba
con ella y relegándola luego a alguna parte del final de la historia” (Camus, 2010)21.
Este es el tono de denuncia de El hombre rebelde no solo al marxismo, sino a todas las
utopías laicas y religiosas. Muerto Dios, es sustituido por el hombre divinizado, la
iglesia, el paraíso sin clases… Es decir, otras alienaciones, otras renuncias a la
secularización y la laicidad. Ni Dios ni la historia. Ninguno de los dos es válido. Dios,
porque es lo que dice Hécuba, una aparente necesidad de la debilidad humana. La
historia tampoco, porque la admisión de que tiene un proyecto o un fin es otra
manifestación de una necesidad humana: la de tener una certeza, una seguridad que un
“sprit fort” no busca: ¡sólo el hombre!, lo demás es alienación.
Camus denuncia que el racionalismo hegeliano extremo – “todo lo real es
racional y viceversa”, la dialéctica interna de la historia, el despliegue de la idea hasta
llegar al espíritu objetivo… – lleva al nihilismo absoluto; sin embargo, en el análisis del
21 Camus, Albert (2010), El hombre rebelde, O.C., T. 3,Alianza, Madrid, 2010, pág. 265.
15
El marxismo hoy: lo que queda del pensamiento de izquierdas. José Segovia Pérez.
materialismo histórico valora la introducción de conceptos nuevos como los de
plusvalía, alienación, trabajo asalariado, capital, estructura y superestructura, etc., pero
deja de ser “científico” cuando profetiza lo que será el futuro de la humanidad basado
en la desaparición de las clases sociales, la desaparición del Estado, la propiedad
colectiva de los medios de producción…, de la mano de un hombre nuevo, ateo pero
irreal como el hombre nuevo de Pablo de Tarso, mistificaciones ambos de una
esperanza fútil e irreal.
Camus es sensible a la situación de explotación de la población que surge de la
quiebra de la cohesión social con la revolución industrial: “durante ciento cincuenta
años, salvo en el París de la Comuna… el proletariado no ha tenido otra misión histórica
que la de ser traicionado... Sin embargo, esta lucha ha constituido su dignidad” (Camus,
2010)22.
Lo peor es la constatación de que la revolución soviética no ha mejorado la
situación del trabajador: “El socialismo industrial no ha hecho nada esencial en favor de
la situación obrera porque no ha tocado el principio mismo de la producción y de la
organización del trabajo... /… No es ya la forma política de la sociedad lo cuestionable,
sino los credos de una civilización técnica de la que dependen igualmente el capitalismo
y el socialismo. Todo pensamiento que no haga adelantar este problema apenas toca a la
desdicha obrera” (Camus, 2010 pág. 265.Cf. la misma nota 22)
Camus reconoce que la originalidad de Marx está en afirmar que la historia, al
mismo tiempo que es dialéctica, es economía; la historia de la humanidad es la historia
de la lucha de clases, la lucha entre los poseedores de los medios de producción y los no
poseedores. En tiempos como los de ahora la estructura de la sociedad sigue siendo la
economía, aunque desde una perspectiva distinta; si entonces la economía estaba ligada
a la producción, hoy lo está a la especulación financiera, la “financiarización”; la
producción ha sido sustituida por el mercado y este por la especulación. No se puede
afirmar hoy que la política tenga en cuenta a la economía; es que la economía ha
invadido la política y la ha subsumido. Viene a cuento recordar a Polanyi: cuando la
economía suplanta a la política, no tarda en hacer su aparición el fascismo.
22 Íb., pág.235.
16
El marxismo hoy: lo que queda del pensamiento de izquierdas. José Segovia Pérez.
Estas contradicciones de la economía no se dan solo ahora. La contradicción que
denuncia Camus es que la estructura económica de los dos bloques hegemónicos de la
guerra fría era idéntica. Habermas (1986)23 defiende que la ciencia moderna y la técnica
surgida de la revolución industrial, lejos del mito de su neutralidad, son los soportes del
capitalismo. Camus muestra que también lo fueron de la estructura económica de la
Unión Soviética.
Una limitación de Camus es que hace un uso casi unívoco de los términos
“marxismo”, “comunismo” y “socialismo”. De Marx habla en tono crítico en ocasiones,
pero también en tono laudatorio; no obstante, el marxismo es objeto de críticas casi
siempre que lo menciona, aunque no parece distinguir entre el marxismo como sistema
teórico, y su clara intención de no limitarse a ser un discurso “idealista” acerca de la
realidad alienada de la miseria de muchos, porque eso sería, literalmente, “la miseria de
la Filosofía”; su objetivo es convertir esa teoría en praxis, en un sistema político para
hacer con esa miseria de muchos lo único que cabe hacer: eliminarla. Relata Camus en
el prólogo a Moscou au temps de Lénine de Alfred Rosmer, a quien admiraba, que el
citado libro “Da cuenta… del Congreso de la III Internacional donde Lenin, al anunciar
la NEP [Nueva Política Económica], declara que el capitalismo de Estado es la antesala
del socialismo e invierte acaso con ello el curso de la historia revolucionaria, y de
nuestra historia” (Camus, 2010, pág. 445)24.
Camus dedica a Marx un elogio derivado de su crítica al capitalismo: “Su
esfuerzo más fecundo consistió en desvelar la realidad que se oculta detrás de los
valores formales de… la burguesía de su época… Su teoría de la mistificación es
todavía valedera, porque es válida universalmente… La libertad que veneraba el señor
Thiers era una libertad del privilegio consolidada por la policía; la familia ensalzada por
los diarios conservadores se mantenía sobre un estado social en el que mujeres y
hombres eran bajados a la mina medio desnudos y atados a la misma cuerda; la moral
prosperaba sobre la prostitución obrera. Que las exigencias de la honradez y la
inteligencia hayan sido colonizadas con fines egoístas por la hipocresía de una sociedad
mediocre y codiciosa es una desdicha que Marx, desmitificador incomparable, ha
denunciado con una fuerza desconocida antes de él” (Camus, 2010, pág. 247)25.
23 Habermas, Jurgen (1986), Ciencia y técnica como ideología, Tecnos, Madrid, 1986. 24 Camus, Albert, (2010) Crónicas 1948–1953 (Actuelles II. Ecrits politiques (1953), , Creación y libertad, O.C., T.3, Alianza, Madrid, 2010, pág. 445. 25 Camus, Albert (2010), El hombre rebelde, op. cit., pág. 247.
17
El marxismo hoy: lo que queda del pensamiento de izquierdas. José Segovia Pérez.
Al margen de errores de previsión en el desarrollo del capitalismo (nacimiento
de los pequeños accionistas, los conflictos con la población campesina, etc.), Camus se
plantea el porqué del fallo de las predicciones marxistas. “¿Cómo un socialismo que se
decía científico ha podido chocar así con los hechos? La respuesta es sencilla: no era
científico. Su fracaso se debe, por el contrario, a un método lo bastante ambiguo como
para querer ser al mismo tiempo determinista y profético, dialéctico y dogmático. Si el
espíritu no es sino el reflejo de las cosas, no / puede adelantarse a la marcha de éstas
sino mediante la hipótesis. Si la teoría está determinada por la economía, puede
describir el pasado de la producción, pero no su porvenir, que es solamente probable. La
tarea del materialismo histórico no puede ser otra que la de formular la crítica de la
sociedad presente” (Camus, 2010, págs. 259/260)26.
Lo que es respeto hacia la persona de Marx y sus ideas se compagina con la
crítica a muchos de los elementos de su sistema filosófico. Pero con referencia al
leninismo-estalinismo, la crítica es mucho más fuerte y prácticamente ausentes los
aspectos de coincidencia con una ortodoxia casi eclesiástica. Por ejemplo, denuncia que
“el Instituto Marx–Engels de Moscú interrumpió en 1935 la publicación de las obras
completas de Marx, cuando aún quedaban… más de treinta volúmenes; su contenido no
era, sin duda, bastante «marxista»” (Lottman, Herbert, 1994, págs. 521/522)27.
El episodio verdaderamente incomprensible fue el que protagonizó la izquierda
intelectual francesa ante supuestos afanes expansionistas de la URSS en Europa. Es
asombroso que aquella “intelligentsia”, unida heroicamente en la Francia ocupada
contra los nazis, entrara en pánico ¡ante una posible ocupación soviética de la propia
Francia! Espejo en el que se miraban los intelectuales franceses comunistas, Rusia
genera un miedo en Francia que hace pensar cómo podían tener aquellas personas como
modelo a un país que les producía tal pánico. “Los chinos estaban interviniendo en la
guerra de Corea desde el mes de noviembre de 1950; en enero se había ordenado la
evacuación de Seúl. La fiebre de la guerra se había apoderado de Francia. Los
intelectuales franceses consideraban una eventual invasión soviética y ocupación de su
país. Simone de Beauvoir relata que Francine Camus, cuando salían juntas de un
concierto de Bartok, le confesó: «Yo, el día en que los rusos entren en París, me mato
con mis dos hijos». En la clase de un instituto, apunta también Simone de Beauvoir, los
alumnos habían llegado a un pacto de suicidio colectivo en caso de «ocupación roja»…”
(Lottman, Herbert, 1994, pág. 477)28. Texto significativo por lo que refleja del ambiente
de la época en personas de la talla de las que se citan en él.
18
El marxismo hoy: lo que queda del pensamiento de izquierdas. José Segovia Pérez.
En aquellos años de guerra fría, la inexplicabilidad de la política interior y
exterior de Rusia abrió la caja de los truenos, más aún tras la invasión soviética de
Checoslovaquia en 1948, y, en el mismo año, el bloqueo de Berlín y la expulsión de
Yugoslavia del bloque comunista. La cuestión llegó al extremo de que Sartre, Malraux,
Albert Camus y Koestler debatían cuál debía ser el nivel de crítica a la URSS (Lottman,
Herbert, 1994, pág. 477)29 y fue importante el debate entre Camus y la CNE (Comité
Nacional de Escritores, de obediencia directa al PCF) en torno a la condena a muerte a
los franceses colaboracionistas con los nazis y el problema ético de fondo: si el fin
justifica los medios.
El triste destino de la República española no se vio ajeno al debate de Camus con los
comunistas, con la libertad como asunto explícito. Señala con toda dureza que “Donde el comunismo no prospera es en los países donde la libertad es una práctica nacional a la
vez que una doctrina. Nada le resulta más fácil, en cambio… que calcar sus pasos sobre los del
fascismo. Ciertamente en España es donde el comunismo tiene menos posibilidades porque se
enfrenta con una verdadera izquierda popular y libertaria y con todo el carácter español. En las
últimas elecciones libres, en 1936, los comunistas sólo consiguieron 15 escaños de los 443 de las
Cortes” (Camus, 2010, págs. 441-442)30.
La crítica de Camus al PCUS y al PCF coincide en el tiempo con la de Popper,
quien, además de la mencionada al materialismo dialéctico, aborda directamente la
cuestión en La sociedad abierta y sus enemigos. La libertad no existe en los Estados
totalitarios. Pero en una sociedad “abierta” el Estado solo existe en función de los
ciudadanos y el bien común es su único objetivo; esta breve contraposición aristotélica a
la República platónica es la idea central de esa obra de Popper. La revolución soviética
tomó medidas que contradecían la doctrina de Marx porque en el terreno de la estrategia
política era imposible suponer que Marx hubiera firmado un pacto germano–soviético o
le hubiera espetado como Lenin a Fernando de los Ríos: ¡libertad!, ¿para qué?
El último aspecto relevante del leninismo–estalinismo que reclama la atención
de Camus es la crítica a los intelectuales comunistas por su no–oposición frente a la
represión de la disidencia: “Me he visto forzado a señalar que he nacido en una familia obrera… El periódico donde usted
me respondió y otros que intentan rivalizar con él en la mentira me han presentado tantas veces
como hijo de burgués, que es preciso que, una vez al menos, les recuerde que la mayoría de
ustedes, intelectuales comunistas, no tienen ninguna experiencia de la condición proletaria y que
no son los indicados para tratarnos de soñadores ignorantes de la realidad…No se tiene mérito 29 Íb., pág.477.30 Camus, Albert (2010), Crónicas 1948–1953 (Actuelles II. Ecrits politiques (1953), Creación y libertad (España y la cultura), O.C., T.3, Alianza, Madrid,2010, pág. 441/442
19
El marxismo hoy: lo que queda del pensamiento de izquierdas. José Segovia Pérez.
por el nacimiento sino por las acciones…/… Reconozca… que en su sistema no se admite la
oposición de un obrero como tampoco la disidencia de un intelectual” (Camus, 2010, págs. 741-
742)31.
Esta breve visión y crítica de Camus respecto de la interpretación que de Marx
hace el leninismo-estalinismo termina aquí con la anticipación que el propio Camus
hace del previsible fracaso del sistema soviético: “La revolución hecha por los
trabajadores triunfó en 1917 y entonces alumbró… el alba de la libertad real y la mayor
esperanza que este mundo haya conocido. Pero esa revolución… se armó, se proveyó de
una policía… La revolución se ahogó poco a poco mientras que la policía se reforzaba,
y la mayor esperanza del mundo se atascó en la dictadura más eficaz del mundo... Lo
que mataron los procesos de Moscú y de otros lugares, y los campos de concentración
de la revolución, lo que asesinaron cuando fusilaban, como en Hungría, a un ferroviario
por faltas profesionales, no es la libertad burguesa, es la libertad del XVII... Cuando se
deja entrar en el palacio de la cultura a Franco, el amigo de Goebbels y Himmler, a
Franco, el verdadero vencedor de la segunda guerra mundial, a quienes protestan y
dicen que los derechos del hombre inscritos en la carta de la UNESCO son ridiculizados
cada día en las cárceles de Franco, se les responde… “que Polonia también está en la
UNESCO” (Camus, 2010, pág. 454)32.
El marxismo después de Marx
A Marx se le suele juzgar con más severidad que a otros porque no quiso ser sólo
interprete de la realidad, sino también transformar el mundo. En su descargo debe
decirse que no fue responsable del simulacro de socialismo de Lenin y Stalin (un
capitalismo de Estado), ni de los Gulags, ni de… En realidad, el triste destino del
marxismo después de Marx cabe situarlo en el momento de esa canallesca anécdota de
Lenin, cuando afirma: ¡Libertad!, ¿Para qué?33 El desplome definitivo de la revolución
de 1917, en 1991, se considera el fin de aquel mal llamado comunismo donde la clase
obrera no fue nunca propietaria colectiva de los medios de producción.
Respecto de la mujer, Simone de Beauvoir (1908-1986) ha puesto de manifiesto,
desde los años 50 su alienación a lo largo de la historia. En El segundo sexo (1949)
estableció que el ser de la mujer ha sido conformado por las sociedades: “no se nace
mujer”. Que la mujer consista en ser lo inesencial y lo Otro es la expresión de los deseos
32 Camus, Albert (2010), Crónicas 1948–1953 (Actuelles II. Ecrits politiques (1953), O.C., T.3, Creación y libertad , op. cit., pág. 454.
20
El marxismo hoy: lo que queda del pensamiento de izquierdas. José Segovia Pérez.
de la sociedad. Eso no es más que su condición social, aunque su verdadera condición
sea la de la igualdad con el hombre.
Desde la 1ª internacional en 1864 y tras el fracaso de la Comuna de París en
1871 el movimiento obrero se escindió en dos sectores el marxista y el bakuninista o
anarquista. El marxismo siguió dos direcciones antagónicas. La primera fue
revolucionaria, estableciendo así el denominado "socialismo real" comenzando por “un
solo país”, Rusia en 1917. La segunda, la socialdemocracia, que trata de alcanzar los
fines humanos propuestos mediante intervenciones reformistas, es, en definitiva, el
socialismo democrático, también llamado "de rostro humano". Mediante una u otra,
muchos seres humanos se han visto afectados por las orientaciones marxistas. Desde
luego, sería imposible entender sin ellas el siglo XX, y hasta parece que el socialismo
sigue siendo la alternativa al capitalismo para quienes no creen en el final de la historia.
De hecho, el marxismo como tal ha sido tildado imprecisa e inexactamente como
el sistema político “socialista” de Rusia, China, la ex-Yugoslavia, Cuba… Difícilmente
aceptaría Marx el calificativo de marxistas y socialistas para estos regímenes políticos,
todos ellos, además, dictaduras, a los que en ningún caso se les puede hacer
protagonistas del acceso de las clases trabajadoras a la propiedad de los medios de
producción; no fueron – o son – más que burdas mistificaciones de aquella primitiva
idea. No hicieron más que sustituir a la vieja clase capitalista burguesa por un nuevo
propietario, el Estado, quien situó al frente de la dirección del aparato estatal y de su
economía una “nomenklatura” que no fue más que el germen de una nueva clase34
oligárquica que siguió explotando a la clase trabajadora.
El hecho de que haya finalizado una determinada interpretación del marxismo
obliga a reflexionar nuevamente sobre él. Con esto seguimos en su misma raíz, que es
una crítica de la economía política, fundamentalmente. Hay que preguntarse si el fin del
"socialismo real”, es el fin del humanismo marxista. No hace falta contestar
expresamente. Basta con contemplar la situación mundial para descubrir si se han
superado la explotación y las desigualdades en el espacio social. La teoría de la
alienación fue la respuesta de Marx a la sociedad industrial, sabiendo ver con lucidez
que industrialización y proletariado van de la mano, así como salarios, plusvalías y
clases en lucha.
34 “La nueva clase” es como denomina el disidente yugoslavo –cuando existía Yugoslavia – Milovan Djilas a esa nueva burocracia que hereda los privilegios de la antigua clase capitalista, con el resultado de la perpetua exclusión del pueblo del acceso a la propiedad de los medios de producción, base de la revolución socialista.
21
El marxismo hoy: lo que queda del pensamiento de izquierdas. José Segovia Pérez.
Si la vida social tiene un fundamento económico, según el marxismo, habrá que
seguir explorando rigurosamente la economía. Hay que decidir cuál debe ser la función
del Estado, si se mantiene al margen del mercado para dejarlo absolutamente libre, o si
reivindica la función social más clásica para distribuir rentas solidariamente e intervenir
en las condiciones de trabajo. En definitiva, aunque parezca simple, esta pequeña y lábil
frontera es en definitiva la que distingue a los partidos de “izquierdas” –llamémosles así
con benevolencia – de los partidos de derechas (como decía Marx, muchos no merecen
el nombre de partidos, sino el de Consejos de Administración), que se resisten a ser así
denominados porque prefieren un eufemismo que no tiene significado lingüístico
ninguno: centro reformista; no tiene sentido que un partido se denomine de centro si no
hay un partido a su izquierda y otro a su derecha
En cuanto a las condiciones de producción, para una parte – solo una parte - de
la población, ya no son aquellas denunciadas por Marx hace siglo y medio, como
jornadas de 14 horas durante seis días por semana, salarios de miseria, carencia de
seguridad social, ninguna vacación, jubilación o subsidio, y el despido libre, entre otros
abusos35. Sin embargo, tampoco hemos pasado del "reino de la necesidad" al "reino de
la libertad", como Engels deseaba. Unos pocos disfrutaban entonces, como ahora, de la
libertad a cuenta de la mayoría productora asalariada y alienada.
Ahora, sin embargo, pasamos por otro fenómeno. Ante la posibilidad de que el
trabajo desaparezca, preferimos agarrarnos a cualquier servidumbre. También existe la
miseria moral y social en las sociedades del capitalismo liberal.
¿Hay todavía clases en el Estado liberal? Naturalmente, su sentido es ya muy
distinto, pero viene a la mente aquel ejemplo que ponía Levi-Strauss sobre el concepto
de estructura y función: sean cuales sean las diferencias entre ellos, la canoa y el
trasatlántico sirven para navegar. Pues bien, sean cuales sean los lugares, circunstancias,
etc., continúa la explotación del hombre por el hombre. Las situaciones se han
modificado a un ritmo rápido desde que las clases, tomadas en su sentido originario,
adquirieron conciencia de su condición, por parte de una organización social que
degradaba a los seres humanos, y se unieron para superarla. Salvando lo que haya que
salvar, muchos siguen apostando por un compromiso político en favor de la
emancipación. Algunos creen, incluso, que esta es la forma de completar el proyecto de
la modernidad, supuesta utopía que muchos persiguen sin saber en qué consiste.
35 Esto es verdad si excluimos de esta lista los millones de niños esclavos que trabajan para las multinacionales de ropas deportivas, a los inmigrantes “sin papeles” para los que no rigen las leyes laborales de los países de acogida, si olvidamos que el salario de las mujeres viene a ser un tercio menos que el de los hombres en igualdad de condiciones…
22
El marxismo hoy: lo que queda del pensamiento de izquierdas. José Segovia Pérez.
El trabajo es base y fundamento de la dignidad humana, además de ser una
maldición embrutecedora para muchos y mediante él se ha construido la cultura. Somos
un producto social, idea que fue una constante en la historia de la filosofía, pero que
quizás nadie expresó más nítidamente que Marx. Y en esa sociedad de explotadores y
explotados nos seguimos encontrando.
La nueva legitimación del capitalismo.
Cuando las interpretaciones se escapan a la intersubjetividad y se hacen acríticas es
cuando se las puede definir como “formas erróneas de conciencia” porque se convierten
en “hipóstasis” (posiciones subyacentes) que enmascaran pretensiones de dominio por
parte de determinadas minorías; es en ese sentido en el que la ciencia y la técnica
pueden convertirse en “ideologías” en el sentido peyorativo del término:“Las legitimaciones resquebrajadas son sustituidas por otras nuevas, que, por una parte, nacen de
la crítica a la dogmática de las interpretaciones tradicionales del mundo y pretenden por tanto
tener un carácter científico, y que, por otra, mantienen funciones legitimatorias [sic], poniendo
así a las relaciones de poder existentes a resguardo tanto del análisis como de la conciencia
pública. Sólo así surgen las ideologías en sentido estricto: sustituyen a las legitimaciones
tradicionales del dominio al presentarse con la pretensión de ciencia moderna y justificarse a
partir de la crítica a las ideologías” (Habermas, 1986, págs. 79-80)36.
De hecho, la actitud de los Estados desde fines del siglo XIX es, coloquialmente
hablando, esquizofrénica: es intervencionista y abandonista, es decir, interviene cada
vez más para controlar e interviene cada vez más para no controlar. Quiere “desregular”
el empleo y “deslocalizar” la producción para acudir a donde los sindicatos no tienen la
fuerza que en Europa, por ejemplo, y así abaratar los costes y los salarios hasta el límite
de la esclavitud. Tanto los neoconservadores como los ultraliberales fustigan cada
intervención del Estado, pero acuden a él para “refundar el capitalismo”, refundación
que ha consistido desde 2008 y 2009 en una inyección a los bancos de cientos de miles
de millones de dólares por parte de esos gobiernos a los que tanto fustigan, cosa que
sirve para que el rector del propio Banco Central europeo se lamente (El País,
21/3/2010) de que tal refundación no se ha llevado a efecto a pesar de los dólares
insuflados pero no se han encontrado unos pocos millones para eliminar el hambre del
mundo.
Habermas denuncia ya hace medio siglo el carácter cada vez más depredador del
nuevo capitalismo, lejos de los valores del liberalismo del siglo XIX y señala que el
36 Habermas, J., (1986), Ciencia y técnica como ideología en Ciencia y técnica como ideología, Tecnos, Madrid, 1986, pág. 79-80.
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El marxismo hoy: lo que queda del pensamiento de izquierdas. José Segovia Pérez.
sistema de ciencia y tecnología no solo no es inocente, sino que ha transformado su
altruista misión en una legitimación ideológica del capitalismo. “Desde el último cuarto del siglo XIX se hacen notar en los países capitalistas avanzados dos
tendencias evolutivas: 1) un incremento de la actividad intervencionista del Estado, tendente a
asegurar la estabilidad del sistema, y 2) una creciente interdependencia de investigación y
técnica, que convierte a las ciencias en la primera fuerza productiva. Ambas tendencias
destruyen esa constelación de marco institucional y subsistemas de acción racional con respecto
a fines que caracteriza al capitalismo de tipo liberal. Ya no se cumplen determinadas condiciones
para la aplicación de la economía política en la versión que Marx le había dado, no sin razón, al
centrar su análisis en el capitalismo liberal. A mi juicio, la tesis fundamental de Marcuse de que
la ciencia y la técnica cumplen también hoy funciones de legitimación del dominio nos
proporciona la clave para analizar esa nueva constelación” (Habermas,1986, pág. 81)37.
La internacionalización (“trasnacionalización”) del capital, la precarización del
empleo, la globalización (uniformización) de las culturas en pro del “pensamiento
único”, o mejor, en pro de la desaparición del pensamiento, la elitización del capital y la
política llevan a un proceso masivo de despolitización, de falta de participación, de
consumismo, y por tanto propician una marcha acelerada de las masas hacia la
alienación, la analfabetización funcional lingüística que lleva a otra analfabetización, la
de la ética, lo cual cierra el círculo de la no participación y la lejanía de las masas de
toda intervención en política salvo para votar, en cada vez más escaso porcentaje, cada
cuatro años.
Dado además que cada vez se imponen en mayor medida “decisiones técnicas” ,
o mejor, dado que la política se ve reducida cada vez más a esas “decisiones técnicas”
que no puede tomar cualquiera, sino “los expertos”, “los técnicos”, la lejanía de las
masas respecto de las decisiones pertinentes es cada vez mayor. No solo las masas se
alejan cada vez más de las decisiones. Lo propio le sucede a la mayor parte de los
gobiernos. Lo denuncia Susan George (2001), la vicepresidenta del movimiento
ATTAC (antiglobalización): “En virtud de las normas de la OMC [Organización Mundial del Comercio], sus Estados
miembros ya no pueden poner trabas al comercio. Si intentan hacerlo, se harán acreedores de
sanciones permanentes. Como expresó The Wall Street Journal con admirable franqueza, la
OMC «representa otra estaca en el corazón de la idea de que los gobiernos pueden dirigir las
economías»” (Apud Sendón, Victoria, http://www.nodo50.org ) 38.
Manuel Vázquez Montalbán (apud George, Susan, 2001) dice: “no hay sistema
de dominación totalitario, utilice el partido único o utilice la dictadura del mercado, que
no mistifique los patrimonios fundamentales: la memoria, el lenguaje y la esperanza en
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El marxismo hoy: lo que queda del pensamiento de izquierdas. José Segovia Pérez.
el sentido de virtud laica. Si el marxismo y otras consciencias de la izquierda elaboraron
una imagen crítica del mercado, la situación actual marcada por una dictadura
economicista quiere liberar a la palabra de toda significación negativa, al contrario, la
revolución conservadora presenta al mercado como el gran legitimador de toda clase de
conductas: desde la economicista hasta el orden sagrado y el matrimonio”39.
José Segovia
20-5-2014
18 Desde Tipasa, el 21 de agosto de 1935. Apud Lottman, Herbert R., Albert Camus, Madrid, Taurus, 1994. pág. 115. Carta a Jean Grenier. 19 Camus, Albert (2010) Crónicas 1948–1953 (Actuelles II. Ecrits politiques (1953) , Cartas sobre la rebelión,O.C., T.3,Alianza , Madrid, 2010, pág. 391. 20 Todd, Olivier (1997), Albert Camus. Una vida, Tusquets, Barcelona, pág.605. 26 Íb., págs 259/260. 27 Lottman, Herbert R. (1994), Albert Camus, Madrid, Taurus, pág. 521/522.28 Íb., pág.477.31 Camus, Albert (2010), Crónicas 1944–1948 (Actuelles I. Ecrits politiquesDos respuestas a Emmanuel D’Astier de la Vigerie, ), O.C., T. 2, Alianza, Madrid, 2010, pág.741/742. 33 En 1920, y como miembro de la Comisión Ejecutiva del PSOE, Fernando de los Ríos, junto con Anguiano, viajó a la URSS a estudiar la posibilidad de su partido de afiliarse a la Internacional Comunista. Allí se vio con Lenin. Preguntado por el socialista español sobre cuándo traería el régimen bolchevique la libertad para los ciudadanos, el dictador soviético le contestó indecentemente: “¿Libertad para qué?”. De aquel viaje salió la escisión que dio lugar al nacimiento del PC español en 1921.3737 Ib., pág. 81.38 Citado por Victoria Sendón, Mujer y globalización: el planeta de los simios locos. Consultado (10-5-2014). ( http://www.nodo50.org )39 Vázquez Montalbán, Manuel, (2001), apud George, Susan,Informe Lugano, Icaria, Barcelona, 7ª edición, prólogo, págs. 8-9
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