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HISTORIA DE ELDA

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HISTORIA DE ELDA

Coordinada por

ANTONIO M. POVEDA NAVARRO Y

JOSÉ R. VALERO ESCANDELL

AYUNTAMIENTO DE ELDA

CAJA DE AHORROS DEL MEDITERRÁNEO

2006

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La presente obra ni es la historia de-finitiva de la ciudad de Elda, ni lopretende ni sería bueno que así

fuera; no lo fueron tampoco las que laprecedieron ni lo serán aquellas que lacontinúen y superen. Toda historia nosólo refleja la vida del pasado, es tam-bién parte de la vida presente, de lamanera en que una sociedad abordasus raíces y se pregunta sobre aquellosproblemas concretos que le preocupanen el momento que le ha tocado vivir:toda historia es también historia delpresente.

La obra que nos ocupa, a diferen-cia de las anteriores historias localeseldenses –las de Lamberto Amat y Al-berto Navarro– es una obra colectiva.Ello supone evidentes ventajas perotambién notables inconvenientes: pue-de disponer de los aportes de especia-listas en las distintas épocas y temas,pero a costa de perder parte de la ho-mogeneidad, de la coherencia internade las obras de un único autor. En nues-tro caso, se ha recurrido además, y vo-luntariamente, a colaboradores de di-versos planteamientos ideológicos, dedistintas concepciones metodológicasy –reconociendo la preeminencia delos historiadores– se han buscado lasaportaciones de geógrafos, economis-tas, filólogos y otras ramas del cono-cimiento; el resultado es, necesaria-mente, desigual, pero gana en plurali-dad y permite una visión poliédrica deuna realidad heterogénea.

Como resultado de la diversidadmetodológica y de la heterogeneidad delos planteamientos, salvada la coordi-nación mínima exigible, algunos au-tores han optado por una redacciónpreocupada esencialmente por la ca-pacidad divulgativa y otros han prefe-rido no renunciar a la nota precisa o lamatización concreta (las notas de aque-

INTRODUCCIÓN GENERAL

ANTONIO M. POVEDA NAVARRO

JOSÉ RAMÓN VALERO ESCANDELL

Coordinadores

El más antiguo escudo de Elda según J.Montesinos.

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llos capítulos que las utilizan se en-cuentran al final de cada volumen); al-gunos se han ceñido específicamente alespacio concreto de la ciudad y otroshan integrado los problemas localesen una perspectiva más amplia; unos sehan volcado en la interpretación globaly otros han preferido los límites delhecho concreto. Por nuestra parte, he-mos pretendido integrar tanto al es-tudioso local como a quien realiza sulabor en el ámbito universitario, man-teniendo un cierto predominio de losinvestigadores de la ciudad pero abrien-

do las puertas de par en par a quienespueden observar desde fuera la realidadeldense; hemos centrado nuestro inte-rés en integrar en esta obra a estudio-sos nacidos o residentes en los muni-cipios vecinos, aquellos que compar-ten actualmente la misma realidad vitalque los eldenses.

Se ha optado por trasladar al fi-nal de cada volumen la bibliografía uti-lizada en los distintos capítulos delmismo, para aligerar el ritmo de lec-tura y para evitar reiteraciones, dado queeran numerosos los autores que com-partían buena parte de las fuentes; seha tratado de reflejar exhaustivamen-te aquella bibliografía centrada en elestudio concreto de la ciudad y de re-ducir notablemente la de carácter másgeneral, que puede seguirse en granmedida gracias a las notas y matiza-ciones de los propios textos. Tambiénse ha buscado, siempre que ha sido po-sible, la ilustración complementariaque enriquezca y potencie los aportesde lo escrito, habiendo contado para ellocon la colaboración de revistas y enti-dades locales, que nunca lograremosagradecer suficientemente.

Finalmente, muchos autores hanquerido dedicar su colaboración a dis-tintas personas, casi siempre familiares,casi siempre eldenses, muchas veces fa-llecidos. Sirvan estas líneas para re-cordarles a todos ellos, símbolos pa-tentes de las raíces irrenunciables quenos atan a una ciudad y unas gentes.

Actual escudo de la ciudad de Elda.

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I.S.B.N.: 84-87962-20-3 (Obra completa)

I.S.B.N.: 84-87962-21-1 (Tomo I)

Depósito Legal: A-119-2006

Editan:

AYUNTAMIENTO DE ELDA. Concejalía de Cultura

CAJA DE AHORROS DEL MEDITERRÁNEO. Obras Sociales

Diseño y maquetación:

ESTUDIO DAC, S. L.

Impresión:

QUINTA IMPRESIÓN, S. L.

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HISTORIA DE ELDA

TOMO IDe las cabañas a la villa

(desde la Prehistoria hasta el siglo XVIII)ANTONIO M. POVEDA NAVARRO

Coordinador

COLABORADORES:

IRINA AGULLÓ MARCOS

REMEDIOS BELANDO CARBONELL

MARÍA T. BERNÁ GARCÍA

LUIS FERNANDO BERNABÉ PONS

JOSÉ VICENTE CABEZUELO PLIEGO

ARTEMIO CUENCA PAYÁ

FRANCISCO JAVIER JOVER MAESTRE

JUAN CARLOS MÁRQUEZ VILLORA

ROSARIO NAVALÓN GARCÍA

JESÚS PEIDRO BLANES

ANTONIO M. POVEDA NAVARRO

JESÚS PRADELLS NADAL

JOAQUÍN SAMPER ALCÁZAR

MARÍA DOLORES SOLER GARCÍA

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El lector que tenga en sus manoseste primer volumen de una nue-va Historia de Elda, que no es la pri-

mera ni será la última, va a adentrarse enuna etapa muy lejana en el tiempo peroen la cual se forjaron las característicasprincipales de la cultura y la vida quelos eldenses hemos heredado en el pre-sente, sin embargo, muchas de las cues-tiones que aquí vamos a encontrar hansido olvidadas con el paso del tiempo, detal modo que cuando ahora se lean laspáginas de esta obra muchos de los lec-tores se sorprenderán de lo mucho e in-teresante que hubo en la historia pasa-da, en los muchos siglos transcurridosdesde la nebulosa fase prehistórica has-ta los momentos de la Elda exultantedurante su capitalidad de un Condadoque, efímeramente, encumbró a la po-blación como nunca.

El contenido de esta parte de la His-toria de Elda combina varios capítulosque retoman cuestiones ya conocidaspero que se presentan con una ópticaactual, que sea suficientemente atracti-va para todo tipo de público, especial-mente para el no especializado con estostemas. Sin embargo, una de las mayoresaportaciones que se pueden observar esel tratamiento que se hace de algunosasuntos nunca hasta ahora tenidos encuenta. Del mismo modo, la documen-tación gráfica que se presenta en mu-chos de los capítulos es en buena medi-da inédita, o desde luego extraña al pú-blico en general. Por otra parte, unigualmente importante valor añadidoes que la bibliografía que aparece al finaldel tomo es la más completa que se hapodido confeccionar hasta la fecha, demodo que cualquier persona que desee

conocer qué trabajos se han escrito so-bre el más diverso aspecto de la historiaeldense, podrá saciar ampliamente esa cu-riosidad, cuando no necesidad; igual-mente, con ese apartado se puede con-templar el numeroso elenco de buenoshistoriadores e investigadores que hadado la ciudad de Elda, o que tambiéndesde fuera de la misma se han interesadopor la evolución histórica de sus tierrasy sus gentes.

Una característica constante en elconjunto de esta parte de la obra es quese ha primado el contraste de investiga-ciones diversas, pero que tenían como ob-jeto un mismo tema o época, de modoque se ha respetado al máximo la teoríao hipótesis de cada autor, dando lugara que en ocasiones encontremos maticeso apreciaciones que con sus posibles dis-crepancias enriquecen la búsqueda dela verdad histórica, ofreciendo al lectordiversas opciones de entender la histo-ria de Elda. Ello ha sido voluntariamentepermitido por el coordinador en detri-mento de su propio cometido, pero el re-sultado creo que será bien valorado portodos.

El capítulo dedicado al medio físi-co y ecológico del Valle de Elda teníagran dificultad, pues presentar ciertos da-tos de cómo se formó y evolucionó y desus diversas características no era fácil ala hora de aproximarla al lector profano,sin embargo, es un apartado de auténticolujo para la obra. Las huellas dejadaspor las primeras comunidades huma-nas y su evolución durante la Prehisto-ria es también una gran aportación, puessu autor ha debido sintetizar en la me-dida de lo posible una ingente cantidadde nuevas informaciones que nos ac-

INTRODUCCIÓN

ANTONIO M. POVEDA NAVARRO

Coordinador

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De las cabañas a la villa

tualizan todo el conocimiento sobre eltema. Varios de los capítulos, los dedi-cados a la cultura ibérica y la romana, hanservido para presentar la gran riqueza queposee el patrimonio arqueológico el-dense, destacando, como no podía ser deotro modo, la figura y el papel que jugóel principal centro urbano de la comar-ca, El Monastil, la antigua población deEllo según algunas fuentes latinas anti-guas. La importancia de la cristianizacióndel territorio del Valle también tiene unprotagonismo especial, y seguramentesorprendente para propios y extraños. Laetapa medieval es quizá de las más ri-cas en sus numerosos capítulos a elladedicados, pero sobre todo por el río denuevas aportaciones llegadas desde elcampo de la arqueología y de los textosescritos, documentos de los principalesarchivos históricos del país. Con todoello se ha conseguido un salto cualitativoy cuantitativo increíble respecto al co-nocimiento que teníamos hasta ahora dela fase medieval, siendo muy notable laaparición novedosa de trabajos que pro-fundizan en la cultura islámica del Va-lle. Pero no menos atractiva e intere-sante es la última parte del libro, la de-dicada a la fase moderna. El ampliodesarrollo de todos los aspectos queconstituyeron el Condado de Elda re-valoriza con mucho la historia de la Eldade ese momento, cuando la que prontosería villa de Elda se dotó de una infra-estructura que tardaría mucho en serrenovada o substituida, fue entoncescuando aparece un palacio en el castillo,aparece la primitiva iglesia de Santa Ana,ermitas, hospital, convento, pantano,etc…, cuyos restos lamentablemente hoyhan desaparecido en su mayor parte.

Por ello es valiosísima la aportación, porlo que tiene de recuperación gráfica yde la memoria, del capítulo dedicado alarte de aquella sociedad eldense, es ade-más, la primera vez que se realiza un tra-bajo sobre este aspecto lo cual compor-taba una gran dificultad, que parece ha-ber sido convenientemente superada porsus autores. También de la citada fase con-dal es reseñable el capítulo dedicado congran acierto a la relación de Elda conlos sucesos de la Guerra de Sucesión. Lafaceta de la cultura, las creencias y las de-vociones populares no podía faltar enesta parte de la obra, y por suerte hasido investigada y presentada con una in-formación muy clara y satisfactoria, queayudan también a hacer más rico y atrac-tivo este tomo.

Retrato de Lamberto Amat ySempere, autor de la primerahistoria de Elda.

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Introducción

Es evidente que el paisaje ha presen-tado a lo largo de la historia distintas for-mas y modos de relación entre sus com-ponentes. A una realidad en la que úni-camente existían elementos naturales,abióticos, como las rocas, la circulación delas aguas y las condiciones atmosféricas,se sumaron los factores bióticos, comolos suelos, la vegetación y la fauna, que in-corporaron nuevos elementos al paisaje,conformando el medio natural primarioen el cual se basan los rasgos del paisaje.En estos medios y de ellos vive el hombre,por ello más que un medio natural o me-dio físico deberíamos hablar de un medioecológico.

En interacción con los elementos queconfiguran el medio natural se superpo-ne la actuación humana y ésta completael cúmulo de factores que nos permiteinterpretar la realidad actual del paisaje quecontemplamos, como la suma complejade elementos naturales y culturales enpermanente relación.

Corresponde a este capítulo el estu-dio del medio ecológico de Elda, a partirdel cual obtener una información sufi-ciente que nos permita comprender me-jor las formas actuales del paisaje muni-cipal y su evolución a lo largo de la historia.Por todo ello, abordaremos el análisis a par-tir de argumentos explicativos sobre los fac-tores y procesos que han propiciado elmosaico de usos del municipio y la dis-tribución de las actividades humanas.

La estructura de los paisajes natura-les es resultado de la concurrencia de va-

rios componentes del sistema físico queinteraccionan entre sí de forma dinámicaen varias dimensiones. Por una parte, el pai-saje vegetal está íntimamente relacionadocon la naturaleza de las rocas y con lascaracterísticas del suelo, pero tambiéncon la disponibilidad de recursos de aguay con el contexto topográfico que le en-vuelve. Por otra, los rasgos de los cursosfluviales son el resultado de las caracte-rísticas climáticas de un área, de la dis-posición morfoestructural de los ele-mentos montañosos y de la cubierta ve-getal, así como de los tipos y usos delsuelo. Es evidente pues, la existencia de unaclara interdependencia entre los diferen-tes elementos ambientales que intenta-remos tratar de forma sintética en las pá-ginas que siguen.

Entendiendo el paisaje del Valle deElda como un sistema complejo, abor-daremos en primer lugar el estudio de loselementos de tipo abiótico, como el re-lieve, el clima, y las formas resultantes,para analizar posteriormente los de tipobiótico. Entendemos, no obstante, quees necesario jerarquizar todos estos factoresque confieren complejidad para hacermás comprensible la realidad del territo-rio, intentando aproximar las relacionesy subordinaciones que existen entre es-tos elementos.

Situación y contexto

Situado en el SE de la PenínsulaIbérica, en la comarca alicantina del Me-dio Vinalopó, el municipio de Elda dis-fruta de un clima de rasgos mediterrá-

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Paisaje y medio ecológico en Elda

ARTEMIO CUENCA PAYÁ

COPUT de la Generalitat Valenciana

ROSARIO NAVALÓN GARCÍA

Universidad de Alicante

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neos y de un paisaje que se estructura entorno al curso medio del río Vinalopó,que actúa como verdadero eje vertebra-dor de la vida en la comarca. El prota-gonismo histórico de este curso fluvialviene implícita en reiteradas referenciasal «Valle de Elda» que sitúan a la ciudadcomo centro de un conjunto formadopor una espacio llano y fértil, circun-dado por la Sierra de Camara, Sierra dela Umbría, Sierra del Caballo, Sª delCid, Monte de Bateig y Monte de Bolón,además de otros cerros de menor di-mensión.

Puede decirse, por tanto, que el ejea partir del cual se estructura el paisajemunicipal es el río Vinalopó, que discurrepor una de las líneas tectónicas maestrasmás importantes del relieve alicantino.Esta fractura, con una alineación NO-SE ha constituido un corredor de pasonatural que a lo largo de la historia haconectado el espacio interior de la Me-seta con el litoral mediterráneo.

En la descripción del paisaje el-dense, de manera sintética partimos dela distinción de un espacio claramentedual, entre el llano aluvial y los espa-cios de montaña, con diferente signifi-cación para el poblamiento y el uso hu-mano. Se ha descrito la importancia delrío como elemento articulador del te-rritorio municipal en torno al cual se dis-ponen los diferentes relieves. Este ele-mento central ha polarizado histórica-mente la actividad humana de lalocalidad, pues en torno a él se distri-buyen los espacios de topografía másrelajada y, por tanto, en principio los

más aptos para el cultivo. La llanurafluvial tiene su máxima amplitud en elespacio más meridional del municipio,donde se encuentran las partidas deCampo Alto, Estación de Monovar, LaJaud y Almafrá, pero también está pre-sente en el extremo septentrional delmunicipio, tras la Sierra de Camara yla unidad de La Torreta-Monastil, encontacto con el territorio sajeño, dondeencontramos los llanos de Camara y lapartida del Chorrillo.

En torno al valle las unidades mon-tañosas del municipio tienen su mayorprotagonismo en el Norte y Oeste delmismo, donde se ubican la sierra de Ca-mara, máxima altitud eldense, con 838m y la Sierra de la Umbría que afectasólo parcialmente al municipio y quesupera la isohipsa de 800 m. Además, entorno a la Sierra de Camara se dispo-nen otras dos unidades menores, queconforman el conjunto montañoso no-roccidental: inmediatamente al Sur delalto de Camara, las Lomas de Prats al-canzan en el Picacho los 635 m. y encontacto con ellas, hacia el Este, en-contramos las Crestas de Marín, conpendientes notables y una cota de 696m. Cerrando el conjunto montañososeptentrional y actuando como portillonatural con los territorios del norte, seencuentra la unidad de La Torreta-Mo-nastil, que no alcanza los 600 m. de al-titud, pero que resulta de fácil identifi-cación por estar ceñida por el río Vina-lopó y por alcanzar pendientes superioresal 30 % en buena parte de su extensión.

En los terrenos de la margen occi-dental del río, quedan por destacar al-gunos relieves de menor importancia, porsu altitud reducida, como son el Cerrode la Melva y Altico el Gordo, inferioresa 500 m. de altitud, a los que hemos deañadir el Monte de Bolón, que alcanzalos 656 m. Finalmente, en el espaciomeridional del municipio, de forma in-dependiente, aparece la Sierra de Bateigque, con sus 552 m de altitud, se ex-tiende hasta el término municipal deNovelda.

Origen del Valle de Elda

Todos estos relieves se han ido ori-ginando a través de la historia geológicadel Valle, que se inicia en el denomina-do Periodo Triásico, hace unos dos-cientos millones de años, con la roturadel único continente que existía en

14 H I S T O R I A D E E L D A

Localización y contexto delmunicipio de Elda.

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aquel momento, el llamado Pangea. Poruna de esas fisuras avanzó un brazo demar estrecho y poco profundo, seme-jante al actual Mar Rojo, incluso en cli-ma, en cuyas márgenes se depositaronarcillas rojas y materiales evaporíticos,tales como yeso, anhidrita y sal gema.Actualmente, estos sedimentos se lo-calizan a todo lo ancho del valle, apor-tando ese tono rojizo al terreno, y has-ta un cierto rendimiento económico,ya que, en su momento, se explotaroncanteras de arcilla y de yeso. Como cu-riosidades mineralógicas, cabe citar laesporádica presencia de cuarzos bipi-ramidados, conocidos como Jacintosde Compostela, y de maclas de aragonito.Los afloramientos más extensos apa-recen bordeando Bolón de Norte a Su-roeste, por Los Corrales, Las Cañadas,El Derramador y Las Canteras, así comoen la zona de La Tafalera y el entorno deBateig.

El resto de la Era Secundaria es tes-tigo de un mayor dominio marino, conaguas bastante más profundas, a medidaque los continentes se separan, y apareceel Mar de Tethys en lo que hoy es laCordillera Bética. Obviando algún aflo-ramiento aislado, los únicos testigosde ese largo periodo, en lo que a TérminoMunicipal se refiere, se encuentran enla ladera Norte de Camara. Allí, casi si-guiendo el límite con Sax, aparecenunas calizas margosas, de edad jurási-ca, en las que son frecuentes los restosde Belemnites y moldes de Ammoni-tes. Ladera arriba, se pasa a unas mar-gas de tonos verdosos y amarillos, queya corresponden al Cretácico Inferior yMedio, substrato que ha sido coloni-zado por un agradable bosque de pi-nos, e inmediatamente surgen los acan-tilados en calizas dolomíticas del Cre-tácico Superior, que continúan por laladera Sur hasta desaparecer bajo lasCrestas del Marín y las Lomas de Prats,ya de edad eocena.

Como curiosidad, puede apuntar-se que en esa zona deben encontrarse lashuellas del impacto meteorítico quemarcó el final de la era de los dinosau-rios, hace sesenta y cinco millones deaños, aunque hasta ahora no se ha en-contrado, cosa que sí ha ocurrido en lavecina Agost.

Dentro ya del terciario, y más con-cretamente del Periodo Eoceno, cuyomejor representante es el Cerro de Bo-lón, se aprecia una paulatina retirada del

mar, quedando el territorio emergidohasta que hace entre veinticinco y trein-ta millones de años, entre finales delOligoceno y principios del Mioceno,retornan las aguas, y dejan como testi-gos de su paso las formaciones de mar-gas blancas, coronadas por areniscas ycalcarenitas, de lo que hoy es la Sierrade la Umbría, la alineación de crestas en-tre La Torreta y El Monastil, así comoBateig, último relicto del postrero epi-sodio marino en la zona.

Esa definitiva retirada del mar tie-ne su origen en la actividad tectónicaque, entre mediados y finales del Mio-ceno, plegó y levantó los sedimentos

formados en el antiguo Tethys, al pro-ducirse la colisión entre las placas tec-tónicas Ibérica y Africana. A partir de esemomento, los relieves formados se venfuertemente atacados por los agenteserosivos, lo que lleva a una excavaciónde los materiales blandos, tales como lasarcillas triásicas y las margas miocenas,respecto a los más competentes, las ca-lizas, calcarenitas, etc. que comienzana resaltar en el relieve.

En esas primeras etapas de la emer-sión no existía un sistema fluvial ca-paz de arrastrar los detritos erosionados,por lo que estos se van acumulando enlas zonas deprimidas, de forma que elValle de Elda presentaría un aspectosemejante al de zonas próximas de di-

15Paisaje y medio ecológico en Elda

Principales topónimos ydistribución del relieve eldense.

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fícil drenaje, como las de Salinas y Pládel Maña. Los pocos relictos que restande ese episodio, aparecen hoy como ca-pas aluviales colgadas a unos cientoveinte metros sobre el cauce actual delVinalopó, en puntos muy concretos,como La Tafalera.

No hay fechas seguras para la an-tigüedad de estos aluviones, pero esmuy probable que ya se ubiquen en elPeriodo Pleistoceno, dentro de la EraCuaternaria. La datación mediante ESRde unos fragmentos de huesos fósiles delas proximidades de Guardamar, y co-rrespondientes a una formación coetá-nea a la aquí citada, proporcionaronuna fecha de cuatrocientos noventa milaños, pero con una imprecisión de +30%y -20%.

Aparecen entonces los primeros in-dicios de actividad fluvial, ya que esosrellenos son excavados por unos caucesque se encajan hasta una profundidadde entre cuarenta y cincuenta metrosaproximadamente, formando un nue-vo manto aluvial que hoy aparece a unaaltura media de setenta y cinco metrossobre el Vinalopó. Se carece de cual-quier tipo de datación de esta terraza,pero Cuenca y Walter, analizando for-maciones más recientes y bien fecha-das por C-14, encuentran que hay unaelevación de la corteza terrestre en estazona que se produce a la velocidad de25 centímetros por milenio, lo que da-ría a los aluviones colgados a cientoveinte metros una antigüedad de cua-trocientos ochenta mil años, en muybuena concordancia con la dataciónESR, resultando para estos más recientesuna edad de trescientos mil años.

Durante el penúltimo periodo gla-ciar, la denominada Glaciación del Riss,

casi la totalidad de esas dos terrazasanteriores son erosionadas, formán-dose una extensa plataforma a 30-35metros sobre el actual cauce, que desdehace ciento cuarenta mil años, a co-mienzos del interglacial Riss-Wurm, yhasta hace unos cuarenta mil, se va re-llenando con aluviones y algunas cos-tras calcáreas, formando unos glacisque recordarían a los actuales del Alti-plano de Jumilla, por poner un ejemplopróximo. Sobre ellos se asentará, mile-nios después, el actual casco urbano ylas zonas de huerta.

A continuación se produce el últi-mo interestadial de la Glaciación delWurm, con un clima relativamente cá-lido y húmedo, que origina el desarro-llo de una red fluvial según un trazadoprácticamente similar al que puede ver-se actualmente. Este proceso, que co-mienza hace cuarenta mil años, alcan-za hasta el inicio del deterioro climáti-co introducido por la última fase glacialwurmiense, diez milenios después.

Los datos disponibles indican queel río dejó de fluir, aunque algo de aguase filtraba entre los aluviones, de formaque en las zonas bajas de La Jaud exis-tieron charcas con algo de vegetación,tal y como indican los paleosuelos en-contrados. Las dataciones radiocarbó-nicas de elementos asociados a estospaleosuelos indican que ese episodioseco se produjo entre hace veinticua-tro mil seiscientos y quince mil qui-nientos años, cubriendo el periodo másfrío del pleniglacial (todas las datacio-nes C-14 según Cuenca y Walker).

Con el final de la glaciación llega unperiodo de grandes aguaceros que arras-tran hasta el valle una ingente canti-dad de aluviones desde los relieves cir-cundantes, creando un manto que pue-de seguirse en numerosos afloramientos,siendo el mejor expuesto el que apare-ce al final de la Rambla de Bateig, pocoantes de su confluencia con el Vinalo-pó, lugar este en el que también puedenapreciarse los paleosuelos antes cita-dos. Este episodio ha sido datado entredoce mil doscientos y once mil años.

En parte de Europa, y especial-mente en el entorno mediterráneo, sepasa entonces a un clima extremada-mente seco, que convierte los cursosalto y medio del Vinalopó en un paisa-je sahariano, sin faltar los campos de du-nas, como los del noroeste de Villena, ycon capas de varios metros de espesor

16 H I S T O R I A D E E L D A

Vista de cerro testigo delprimitivo valle durante el

Pleistoceno Medio, localizadoentre la autovía Madrid-Alicante

y el norte de la Loma Badá.

Imagen de paleosuelos conaluviones del último período

glaciar, situados en la Ramblade Bateig.

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de arenas eólicas rellenando los valles yremontando las laderas. Hay dos fe-chas radiocarbónicas del máximo deese periodo seco, una de las cuales pro-cede de una terraza al pie del Monastil,que indica una edad de ocho mil nove-cientos años, y otra de la Rambla deCaprala (Petrer) ocho mil doscientos.

Los famosos Arenales del vecinoTérmino de Petrer, uno ya desapareci-do por la explotación a que fue some-tido, tuvieron su origen en aquellosmomentos, y se han mantenido allí du-rante ocho milenios, hasta que la manodel hombre ha destruido uno y ame-naza al otro.

El final de ese periodo tan extre-madamente seco llega bruscamente conun paso a temperaturas altas y abun-dantes precipitaciones, que conviertenlos valles de los ríos mediterráneos dela Península, Vinalopó incluido, en ver-geles con abundante vegetación y unarica fauna. Las fechas C-14 indican queestas condiciones perduraron desdehace algo más de siete mil quinientosaños, hasta hace cinco mil, momento enque retorna la sequía durante un mile-nio, con el río bajo mínimos, pasandodespués a un régimen pluviométricoalgo más elevado que el actual, y con pre-cipitaciones más regularmente repar-tidas a lo largo del año. La fecha C-14para el inicio de ese milenio seco está encuatro mil setecientos años, y la máspróxima a su final es de tres mil nove-cientos.

El Vinalopó fluía entonces por la su-perficie de su terraza actual más baja, yaque no se había producido esa incisiónde entre ocho y diez metros de alturaque, a modo de foso, delimitó durantesiglos el casco urbano por el Norte y elOeste. No se tiene constancia de cuan-do se produjo ese encajamiento que lollevó a su morfología actual, pero al-gunos indicios apuntan a que ocurrióen época romana o más reciente, ya queen la zona de Aspe hay tumbas ibéricasexcavadas por el río, y La Alcudia (Elche)parece que estaba rodeada por sus aguas.A la vista del registro geológico, pareceque esos procesos de encajamiento delcauce ocurren durante el paso de unaépoca fría a otra más cálida, por lo quepuede plantearse la hipótesis de queeste último ocurriera en circunstanciassimilares, lo que nos llevaría a los si-glos VIII o IX de la Era Cristiana que escuando se inicia un ascenso térmico

general conocido como Pequeño Neo-termal o Pequeño Óptimo Climático, yque perdura hasta el siglo XIII. Peroesto no es más que una conjetura, sinbase científica por ahora.

Como final, puede indicarse quela morfología actual del solar eldense esel resultado de un proceso milenario, quea escala humana se nos presenta comouna foto fija, pero que seguirá evolu-cionando y modificando el paisaje du-rante muchos milenios más, cuando yaElda no sea más que una ruina prehis-tórica para nuestros paisanos de en-tonces, si es que los hay.

Rasgos climáticos actuales

Los rasgos del clima de la provin-cia de Alicante están íntimamente re-lacionados con su situación en el es-

pacio meridional de la gran zona pla-netaria de circulación general del Oestey con su posición en la cuenca del Me-diterráneo occidental, que propicianun comportamiento de característicaspropias. A sotavento de los vientos deloeste, tras las elevaciones de las cordi-lleras béticas, la comarca del Medio Vi-nalopó se halla además bajo la influenciade las altas presiones subtropicales, quese concretan para esta área en el anti-ciclón de Azores, cuyo balanceo esta-cional interviene en el libre paso o en elbloqueo de las familias de borrascas deprocedencia atlántica. Pero además lacercanía del mar Mediterráneo, gigan-

17Paisaje y medio ecológico en Elda

Arenas eólicas a escasos metrosaguas abajo de la presa delpantano de Elda, donde seobtuvo una muestra de C14.

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tesco reservorio de agua y calorías ro-deado de elevadas cordilleras, permiteuna elevada evaporación pero tambiénun efecto suavizador de las tempera-turas de los territorios aledaños, a cau-sa de la inercia térmica de las aguas ma-rinas, superior a la de la tierra, que per-mite un efecto atemperador de losterritorios ribereños. Por otra parte, esde resaltar también la eficaz influen-cia de los relieves en los rasgos climáticos,pues pueden afectar a elementos comola dirección de los vientos, la precipi-tación, la temperatura, la humedad,nubosidad e insolación, entre otros, ca-paces de crear un auténtico mosaico declimas locales.

Condicionado por estos factores ycomo resultado de ellos, el área de es-tudio se inserta en el dominio del climamediterráneo, caracterizado por in-viernos suaves y veranos calurosos y se-cos; las precipitaciones son escasas eirregulares, con predominio de lluviasequinocciales que puede producir unaacusada aridez estival, aunque con va-riaciones locales, según la exposicióny orientación respecto a los vientos hú-medos.

El espacio del municipio de Elda sehaya a medio camino entre un climacontinentalizado, que caracteriza losterritorios de la comarca del Alto Vi-nalopó, donde no son extrañas las he-ladas invernales, y el clima del Bajo Vi-nalopó con elevadas temperaturas y

mayor humedad. Así pues, en el cursomedio del río podemos hablar de unadesnaturalización del clima medite-rráneo litoral, debido a su mayor altitudy a su posición más alejada del mar, loque se traduce en valores térmicos algomenores y una mayor amplitud térmi-ca anual.

Elda no posee un observatorio me-teorológico que, de manera continua-da, ofrezca datos sobre las condicionesclimáticas del municipio, aunque sí po-demos contar con una serie de datostermopluviométricos recogidos entre1944 y 1973, a partir de los cuales se harealizado el climograma municipal.

En ausencia de datos fiables, nos ba-saremos en los datos del observatoriometeorológico de Monóvar, cuya pro-ximidad y disposición geográfica res-pecto a los diferentes factores climáti-cos, como la latitud, altitud y distri-bución de los relieves, hace posible laextrapolación de datos numéricos sin de-masiadas distorsiones.

Temperaturas

La temperatura media es uno delos principales parámetros climáticospara definir los rasgos de un área y enésta, como ya se avanzaba anterior-mente, intervienen factores como la la-titud, altitud y proximidad al mar, en-tre otros. Estos dos últimos son los ele-mentos que permiten definir unastemperaturas suaves para el entornodel Medio Vinalopó, con registros me-dios anuales entre 14 y 16 ºC (14,1ºCpara Monóvar), en transición hacia losespacios de inviernos fríos y rasgos máscontinentalizados del Alto Vinalopó.

La altitud es el principal factor queexplica la distribución de las isotermasmedias en el área, que siguen un traza-do similar al de las curvas de nivel delmapa topográfico, como muestran losmapas adjuntos de temperaturas delmes de julio y enero, en las que es visi-ble el dibujo de una cuña de valorestérmicos algo más elevados afectandoal territorio eldense, coincidentes con elValle del Vinalopó.

Puede afirmarse que las altas tem-peraturas de los meses estivales res-ponden, entre otros mecanismos, a laabundancia de cielos despejados y de ho-ras de sol, próximo a 2800 horas /anua-les, pero también, esporádicamente, alsoplo de vientos de poniente e invasio-

18 H I S T O R I A D E E L D A

Climograma de Elda.Fuente: Observatorio

climatológico de la Caja deAhorros de Alicante y Murcia

(1944-1973)

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nes de aire cálido y seco del norte afri-cano, que pueden llegar a ocasionar si-tuaciones de ola de calor. En relación conlos factores citados, los registros más ele-vados se dan en los meses de julio yagosto, con datos medios que superanlos 25 ºC y máximas absolutas que pue-den rebasar los 40ºC (para el mes dejulio en Monóvar 42ºC de máxima ab-soluta en el periodo 1961-1990).

En el contexto del medio Vinalopó,la relativa lejanía al mar hace que la in-fluencia suavizadora de la brisa marinasea poco importante. A pesar de ello, elefecto de la marinada puede calificarsede moderado en este tramo del valle,debido a la disposición de los relieves enforma de corredor que favorece el trán-sito de vientos húmedos y frescos varioskilómetros hacia el interior. Lo que sinembargo no impide que las tempera-turas sean más elevadas que en la cos-ta causando una mayor sensación deestrés térmico.

Las temperaturas más bajas se ob-tienen en enero, con registros medios en-tre 8 y 10º C, relativamente suaves (enMonóvar 6,9º C), que constatan la in-fluencia dulcificadora del mar en el es-pacio municipal, como espacio de tran-sición entre la costa, que presenta in-v iernos muy benignos y mediassuperiores a 10º C, y los registros del AltoVinalopó, debido a la altitud, pero so-bre todo a la continentalidad, que leaproxima al duro invierno manchego.Ha de tenerse en cuenta, también el ele-mento de la altitud, pues según el gra-diente térmico altitudinal, que se cifraen 0’6º C de disminución de la tempe-ratura cada 100 m de ascenso, pode-mos encontrar en el entorno municipalsensibles variaciones en las temperatu-ras según se trate de los espacios lla-nos, que predominan en el conjuntocon cotas entre 300 y 400 m, o de lasáreas montañosas circundantes, dondepodrían encontrarse registros inferiores.

Precipitaciones

Un rasgo define el clima del SE es-pañol y este es la aridez. La situación enla Península Ibérica de la provincia deAlicante, la existencia de montañas quela sitúan a sotavento respecto a losvientos húmedos y la disposición delos relieves costeros explican la esca-sez de precipitaciones en el Sur valen-ciano y en la comarca del Medio Vina-

lopó. Esto se debe sobre todo a la des-favorable exposición de este entornorespecto a la trayectoria de los vientoscapaces de generar precipitación, que

19Paisaje y medio ecológico en Elda

Temperatura media del mes dejulio.

Temperatura media del mes deenero.

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en este área proceden del N y NE pro-vincial.

Así pues, las precipitaciones sonparcas y sometidas a una fuerte irre-gularidad anual, con una media en elperiodo 1961-1990 de 321,1 mm. parael vecino municipio de Monóvar, dis-tribuida en apenas 35 días de lluviaanual de promedio. Se trata, en gene-ral, de lluvias de fuerte intensidad ho-raria y estacional, concentradas fun-damentalmente en los meses de oto-ño y primavera, que acaparan la mayorparte de las precipitaciones (cerca del65%). A esta aleatoriedad anual se sumaademás una irregularidad interanualbastante acusada que hace posible que,algunos años, en pocas horas de llu-via pueda llegar a caer cerca de la mi-tad del volumen anual medio.

Los meses estivales suelen ser secos,en especial julio y agosto, de forma quedescribimos un ritmo estacional de lasprecipitaciones OPIV (otoño, prima-vera, invierno, verano), en el cual losmínimos de lluvia coinciden con lasmáximas temperaturas, potenciandouno de los principales rasgos del cli-ma de la comarca, la aridez.

Escasez de precipitaciones y ele-vada irregularidad anual disminuyenbastante la eficacia de las lluvias, que

se hallan lejos del óptimo ecológicopara el desarrollo de una cubierta vegetalimportante o de una agricultura de re-gadío rentable. De hecho, la escasa agri-cultura que puede encontrarse en elmunicipio eldense se relaciona funda-mentalmente con especies leñosas de se-cano como el almendro y el olivo. Porotra parte, la fuerte intensidad horariaen las precipitaciones, hace que el sue-lo sea incapaz de retener siquiera unafracción suficiente del agua de lluvia alrebasarse la capacidad de campo delsuelo, lo que disminuye más aún sueficacia.

Red hidrográfica

La configuración del relieve y losmateriales que lo forman, junto a los ras-gos del clima, ofrecen información fun-damental para caracterizar la red hi-drográfica que atraviesa un paisaje yque le aporta una serie de rasgos bási-cos para entender los procesos y usos hu-manos que sobre el territorio se asien-tan. En el caso de Elda, como en otroslugares, el relieve condiciona el modo enque se produce la escorrentía superficial,que constituye un agente modeladordel paisaje de primer orden al sumarloa la naturaleza de los materiales. Mereceespecial atención para el Valle de Elda,la existencia de materiales triásicos delKeuper, formados por yesos y arcillas ro-jizas cargadas de sales, que facilitan laescorrentía concentrada y la erosión li-neal, dado el carácter deleznable de es-tos materiales. Si a ello unimos la exis-tencia de la ya citada gran línea de frac-tura del Vinalopó, que favoreció elasomo de estos materiales blandos, en-tenderemos mejor el encajamiento delrío a partir del portillo de la Torreta-Mo-nastil y su orientación NO-SE, contra-ria a las directrices de los relieves béti-cos.

La red hidrográfica del Valle deElda se organiza en torno al eje del ríoVinalopó, del que son tributarios la ma-yor parte de los barrancos y ramblasdel municipio. Se trata, en general, deun organismo fluvial de escasa impor-tancia al no ofrecer aportes hídricos niabundantes, ni continuos para abaste-cer al consumo humano. Su denomi-nación de río-rambla se haya íntima-mente relacionada con los rasgos cli-máticos de la zona de condicionessemiáridas, con intensa sequía estival y

20 H I S T O R I A D E E L D A

Precipitación media anual.

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máximos equinocciales, sobre todo enotoño, cuando se registran las mayo-res crecidas, causantes de inundacio-nes y efectos catastróficos, como losacaecidos en octubre de 1982. Precisa-mente, para evitar la repetición de las no-civas consecuencias de inundaciones yavenidas del río de las que histórica-mente se tenía constancia, se planteó lacanalización y artificialización del cau-ce a su paso por el casco urbano.

En este contexto de penuria en la ali-mentación hídrica, pero de irregulari-dad notable y conocidas crecidas, enun entorno topográfico donde no sonescasas las pendientes superiores al 15%e incluso al 30%, no es de extrañar lamención reiterada en textos históricosa las tareas de prevención de las aveni-das fluviales, tal y como expresa Lam-berto Amat:

«La industria de los labradores ha ido es-tableciendo en todas las vertientes pequeñassuertes de tierras sostenidas por toscos pero vis-tosos y seguros márgenes de piedra, a fin deutilizarlas quitándole el peligro de los arras-tres de las lluvias torrenciales y reduciendoa éstas a que corran por sólo tres ramblas, queson la de Caprala al NE, la de Petrel al E yla del Cid al SE, salvo dos o tres insignifi-cantes barrancos que unos y otros desaguanen el Vinalopó»

Al hilo de lo expresado, los caucestributarios del río Vinalopó en el espa-cio eldense, no son más que ramblas yramblizos que llevan agua tan sólo deforma esporádica, con ocasión de laslluvias de alta concentración horariatípicas del ámbito mediterráneo. Sutrayecto es corto y sus fondos suelenser pedregosos y poco jerarquizados engeneral. De hecho, pocos de estos ram-blizos llegan a desaguar al río Vinalopó,pues buena parte de ellos acaban per-diéndose por infiltración en los mate-riales aluviales y coluviales de los glacis.

Algunos de estos elementos, losmás relevantes, siguen líneas estructu-rales, coincidiendo con el sistema defallas inversas al pie de la Sª de la Um-bría, y con las fallas que demarcan lasLomas de Prats y Crestas de Marín. Setrata de la Rambla del Sapo y Ramblade la Melva que, desde la faldas de Ca-mara, discurren en dirección SE hastaencontrarse con el río Vinalopó. Porotra parte, en el espacio oriental delmunicipio, el Barranco del Derrama-dor presenta una dirección SE, de laque son tributarios una red de canales,

barrancos y paleocanales entre la Sª deUmbría y el conjunto del alto de Ca-mara, hasta que se infiltra en los ma-teriales aluviales del valle. Finalmentecabe citar la Rambla de Bateig de di-rección NE que, encajada en materialesblandos, tanto triásicos como cuater-narios, llega a conectar con el río al piéde la sierra del mismo nombre.

Tras lo expuesto en relación conlos rasgos climáticos y con la red hi-drográfica, parece evidente que a lo lar-go de la historia el hombre ha debido

21Paisaje y medio ecológico en Elda

Canalización del río Vinalopó asu paso por el casco urbano deElda.

Aspecto actual de la presa delpantano de Elda.

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realizar un esfuerzo importante paraincrementar los recursos hídricos delvalle para su empleo en la agricultura yen el abastecimiento humano. Si a ellounimos la preocupación cierta por lasposibles avenidas del río, es obligadala mención a la construcción de em-balses para retener parte de las aguas co-rrientes en este capítulo, dedicado almedio físico como condicionante delpaisaje humano del área.

De forma alargada y más 49,5 Hade extensión, el Pantano de Elda se ha-lla en la vertiente septentrional de laelevación de la Torreta-Monastil, don-de se encaja. Fue construido en el sigloXVII para contener las aguas de arroyaday regular el caudal del río, con una al-tura inicial de 13 y 9 m de grosor en laparte más alta. La ausencia de alivia-deros y la desprotección de los cimien-tos hizo que en 1793 la presa se rom-piera, tras unas lluvias otoñales de fuer-te intensidad. En 1890 se inició lareconstrucción de la presa con una me-

nor altura (3,96 m) pues con una di-mensión igual a la que poseía inicial-mente el agua embalsada podría inun-dar la vía del ferrocarril, ya construida.Con dos portillos, uno para salida deagua de regadío y un aliviadero, juntoa la presa se construyeron también ca-nales, acequias y pasos elevados paraconducir agua hasta los espacios dehuerta y hasta la central hidroeléctrica.Las condiciones climáticas, funda-mentalmente por lo irregular y espas-módico de las lluvias, junto a la capa-cidad de arrastre de sedimentos de lasramblas y ramblizos aledaños, entreotros factores, propició que en la ac-tualidad el embalse se halle colmata-do y aterrado. Esta circunstancia, sinembargo, ha tenido su faceta positiva yaque en este paraje se ha ido desarro-llando vegetación palustre y de riberagracias a la humedad constante del áreay a la escasa intervención humana. Susrasgos, paisajísticamente representati-vos de los «Embalses de fluctuación es-casa» de la región, con un importantevalor natural, patrimonial y etnográfi-co, le han hecho merecedor de ser in-cluido en el Catálogo de Zonas Húme-das de la Comunidad Valenciana, endesarrollo de la Ley 11/1994 sobre Es-pacios Naturales Protegidos, favore-ciendo así una mejor conservación pai-sajística de este enclave de indudablevalor, a partir del reconocimiento téc-nico y social.

Poblamientos vegetales

Con el ánimo de completar la ca-racterización paisajística del municipio,se ha abordado el análisis de la cubier-ta vegetal, a partir de la diferenciación deuna serie de unidades paisajísticas, to-mando como base tanto el relieve y la na-turaleza de los materiales del substra-to, como las condiciones climáticas ge-nerales y particulares de cada área, queen algunos casos son determinantes dela distribución de las especies. Así ocu-rre, por ejemplo, en los espacios más ele-vados de naturaleza caliza, en las áreasde afloramientos yesíferos y salinos, o enlos cauces de circulación esporádica queconstituyen, además de unidades de pai-saje, algunas de las principales agrupa-ciones vegetales presentes en Elda.

A pesar de la escasa dimensión delterritorio de análisis podemos hablar decierta variedad en las especies vegetales

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Vegetación potencial de laprovincia de Alicante.

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del municipio, debido a la diversidad deambientes antes citados. Pero tambiéndebemos hablar de una cubierta vege-tal escasa y dispersa, que se relaciona conlas alteraciones del municipio que elhombre ha ocasionado y con los dife-rentes usos del suelo que se han ido su-cediendo (cultivos, ganadería, urbani-zación y construcción de infraestruc-turas, repoblación, etc.) y que handeterminado mutaciones en la vegeta-ción primitiva que ha respondido deun modo u otro, según la intensidadde los cambios.

El punto de partida para la carac-terización del actual paisaje vegetal vie-ne definido fundamentalmente por lascaracterísticas climáticas del entorno,en este caso fuertemente condicionadaspor la escasez en las precipitaciones ypor unos registros térmicos en generalsuaves, sin que deba obviarse la existen-cia de contrastes entre diferentes secto-res municipales según la exposición alos vientos húmedos, como clave para ladefinición de dominios de vegetaciónpotencial en el área. Pero a este mosaicoresultante debemos además unir los con-dicionantes vinculados a las caracterís-ticas litológicas, edáficas y topográficasdel terreno, que condicionan la existen-cia de vegetación de ecótopos singulares,como es la rupícola, la ruderal y la deramblas y barrancos.

Según los rasgos físicos definidospara el territorio eldense1, podría iden-tificarse el dominio del coscojar conti-nental (Rhamno lyciodi-Quercetum coccife-rae) en los sectores más elevados de lassierras del espacio noroccidental ali-cantino, entre 400 y 800 m de altitud, conunos rasgos climáticos algo continen-talizados. A este dominio que podríaasimilarse con la umbría de la Sª de Ca-mara en su sector más elevado y con elespacio más septentrional de la Sª de laUmbría, correspondería una formaciónen la que predomina la coscoja (Q. Coc-cifera,), junto a la cual se encuentran es-pecies como el espino negro (Rhamnus ly-cioides), sabina mora (Juniperus phoenicea)y enebro (Juniperus oxycedrus), ademásde lentisco (Pistacea lentiscus). El matorraldegradado se caracteriza por la presen-cia de romero (Rosmarinus officinalis) yotras especies heliófilas (Helianthemum sp),pasando por último a un pastizal en elque predomina el espartizal (Stipa tena-císima, Lygeum spartum y Brachypodium re-tusum).

Hacia el sur, las mejores caracte-rísticas térmicas y el predominio deunos rasgos semiáridos, que podemosencontrar en las vertientes meridiona-les de Camara y la Umbría, junto a lasCrestas de Marín, Lomas de Prats y Bo-lón, permiten el desarrollo del domi-nio del coscojar sublitoral (Querco coc-ciferae-Pistacieto lentisci). De carácter másabierto que el anterior, en este dominioa las especies anteriores se añaden otrasmás termófilas, como pueda ser el len-tisco (Pistacea lentiscus) y el acebuche(Olea europeae var sylvestris), al que de-bemos sumar el pino carrasco (Pinushalepensis), especie dominante en las ele-vaciones eldenses, a pesar de no apare-cer en el diseño inicial de los dominiospotenciales. Los matorrales pertenecena diversas asociaciones de la alianzaRosmarino Ericion, con una última eta-pa regresiva de pastizales que corres-pondería a gramíneas del género Brachy-podium y uña de gato (Sedum sediforme).

Por otra parte, en los espacios mu-nicipales en los que se dan afloramientosdel Keuper, la distribución de la vege-tación no sigue pautas climáticas sinolitológicas, con especies asociadas a sue-los yesosos y salinos. A ella aludimoscomo vegetación ligada a margas yesí-feras, con especies como el arnaldo(Ononnis tridentata), Heliantenum squa-matum, Teucrinum libanitis, Gypsophilastruthium, así como la albada (Anthylliscytisoides) o el escobón (Salsola genistoides).

Algunos de estos géneros tambiénaparecen en especies vinculadas a la ve-getación de ribera y cauces de barrancosy ramblas, como ocurre en las márgenesdel río Vinalopó, en ramblas y barran-cos, así como en el Pantano de Elda.En este dominio las formaciones másabundantes son las constituidas porbosquetes de taray (Tamarix sp), indi-cadores de cierta salinidad, y adelfas(Nerium oleander), además de zarzas (Ru-bus sp), juncos (Juncus sp) y cañas (Arun-do donax).

Es este un escenario modélico enel que definimos los dominios y áreas devegetación primitiva, pero que en algu-nos casos distan mucho de asemejarsea la vegetación actual, como resultadode las modificaciones introducidas porel hombre a lo largo de la historia, bienpor agricultura, abandono, pastoreo otalas. Todo ello ha modificado de formasustancial la composición florística delas formaciones vegetales iniciales has-

23Paisaje y medio ecológico en Elda

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ta llegar a la situación presente en laque, de forma predominante, encon-tramos formaciones subseriales o esta-dios regresivos de los dominios poten-ciales que, de forma progresiva o regre-siva ocupan el territorio.

Tras lo expuesto, definimos ahoralos rasgos de la vegetación actual con unadoble distinción del territorio eldense:

-Por una parte, los espacios dondeel grado de transformación humana esmás acusado, como espacios de culti-

vo y áreas urbanizadas, que se identifi-can con una vegetación ruderal o ar-vense. Ésta ocupa fundamentalmentelos espacios llanos, que coinciden con es-pacios de glacis, abanicos aluviales, te-rrazas y laderas margosas. En el caso deElda se hallan en el área central y su-doccidental del municipio, donde en-contramos matorrales de característi-cas semiáridas y escasa biomasa. Próxi-mo a los espacios serranos de Camara yla Umbría, pueden todavía encontrarsealgunas áreas de cultivo, en pequeñas de-presiones intramontanas y laderas fa-vorables en las que, además de cultivosde secano, como el almendro y el olivo,se encuentran también algunas forma-ciones arbustivas y de matorral en lasmárgenes de ribazos y bancales.

-Como segundo gran dominio de ve-getación actual, encontramos las áreasmenos humanizadas en las que se de-sarrolla vegetación de carácter espon-táneo o semiespontáneo. Su ubicaciónpredominante se da en las elevacioneseldenses, con formaciones vegetales queen su mayoría podemos denominar de«matorral», con porte arbustivo, su-barbustivo y herbáceo. Están formadaspor una asociación en la que se inclu-ye una variedad notable de unidadesde vegetación, como romerales (alian-za Rosmarino-Ericion), aulagares (Ulexparviflorus), estepares, coscojares, to-millares (Thymo-Siderition) y matorra-les gypsícolas (de yeso). Estas agrupa-ciones de matorral han sustituido teó-ricamente a los carrascales y coscojarespotenciales, y son las formaciones do-minantes en solanas y umbrías mode-radas de las sierras, donde las calizasestán cubiertas por derrubios de esca-so espesor. No presentan una cubiertade suelo muy densa, en general infe-rior el 50%, excepto en los espacios decampos de cultivo abandonados dondeadquieren mayor espesor, especialmenteen el contacto entre las sierras y los gla-cis. También cabe citar los espartizales(Stipa tenacísima, Lygeum Spartum y Brachy-podim retusum), con especies como elesparto, albardín, bufalaga y tomillo,como formación herbácea abierta, si-tuada en las laderas de solana de laselevaciones eldenses, donde adquierecierto espesor.

En los sectores de mejor exposi-ción a los vientos generadores de pre-cipitación y mayor humedad en la Sie-rra de Camara, Crestas de Marín, la

24 H I S T O R I A D E E L D A

Imagen de la umbría deCamara, donde encontramos

una vegetación más frondosa ymayor abundancia de especies

de porte arbóreo.

Consolidación de lasrepoblaciones forestales en la

vertiente septentrional de launidad de La Torreta, donde

también se aprecia la vegetaciónde las laderas de solana propias

del municipio.

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Umbría y vertiente norte de Bolón, su-perpuesto a estas formaciones arbus-tivas del dominio de matorral, encon-tramos áreas de pino carrasco (PinusHalepensis), que es la vegetación arbóreapredominante en el municipio, aunquepuede encontrarse algún ejemplar decarrasca en la Sierra de Camara. En al-gunos casos la cubierta de pino carras-co se relaciona con repoblaciones fo-restales, realizadas en distintos mo-mentos y que han ido prosperandoadecuadamente en diferentes espacioscomo la umbría de la Torreta, Bateig omonte de Bolón.15

Debe distinguirse igualmente comovegetación actual dominante en Eldala relacionada con espacios de natura-leza salina o vegetación halófila, queencontramos en las áreas donde afloranlas margas yesíferas del Keuper, en lasproximidades Vinalopó. También pró-ximo al río-rambla, pero asociada a lahumedad de los cauces del municipio,podemos encontrar vegetación ripíco-la, de riberas y cauces de barrancos yramblas, habitualmente secos y cu-biertos de cantos. Esta formación ve-getal se compone fundamentalmentede cañaverales (Arunda donax) y tara-yares, pero también de baladres o adel-fares (Nerium olander), zarzas y juncos.En Elda podemos encontrarla situadaen las márgenes no artificializadas delrío, así como en cauces de ramblas y

barrancos tributarios de éste y, creandoun espacio de indudable calidad am-biental, también en el paraje del Pantanoeldense.

La vegetación es quizás el compo-nente del sistema natural más expresi-vo de los rasgos del medio ecológico,pero también es el más vulnerable porsu dinamismo y adaptación a las con-diciones climáticas, edáficas y geo-morfológicas16 y sobre todo a las mo-dificaciones humanas. Por ello, resultade especial interés analizar las unidadesvegetales como síntesis que permiteidentificar las diferentes unidades delpaisaje local.

25Paisaje y medio ecológico en Elda

Aspecto de un bosque de taraysen el entorno del pantanoeldense.

Fotografía aérea de la mitadnorte del municipio donde seobservan las principaleselevaciones eldenses y la escasacubierta vegetal de éstas,concentrada sobre todo en lasvertientes septentrionales.

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A todos los miembros de la Sección deArqueología del Centro Excursionista

Eldense

Aún estamos muy alejados de reali-zar una propuesta debidamentecontrastada sobre el desarrollo

histórico en el Valle de Elda y en las tie-rras meridionales valencianas para losmomentos prehistóricos. No por el ob-jeto de análisis. Ni siquiera por la esca-sez de base empírica, que la hay, sinomás bien, por la necesidad de elaborarun conjunto de hipótesis, lógicas y con-catenadas, y empezar a dejar en un pla-no secundario las aburridas descrip-ciones de evidencias materiales con lasque los arqueólogos llenamos un im-portante número de páginas, sin plan-tearnos realmente cuál fue el procesohistórico en estas tierras.

Asumiendo el riesgo que suponeelaborar una propuesta basada en hi-pótesis, no podemos iniciarla si no es es-tableciendo el marco referencial sobre elque podremos argumentar nuestro es-tudio.

En primer lugar, es fundamentaltener presente cuál es la calidad de lainformación arqueológica disponible,tanto en lo que actualmente ocupa el so-lar de Elda, como de la cuenca del río Vi-nalopó y áreas colindantes, ya que enellas reside la posibilidad de poder validaro refutar muchas de las hipótesis que po-damos plantear, especialmente las re-ferentes o relacionadas con posiblescambios en la esfera de lo social.

Los conocedores de la informacióngenerada en estas tierras, estarán de

acuerdo en que las bases arqueológicascon las que contamos para el Valle deElda son muy escasas, al no haberserealizado en la zona, ni prospecciones deforma sistemática, ni excavaciones ex-tensas. Los trabajos de campo realizadospor los miembros del Centro Excursio-nista Eldense hace varias décadas, jun-to a la publicación del año 1997 sobreel poblamiento prehistórico en el Vallede Elda de G. Segura y quien firma estetexto, siguen siendo la base con la queafrontar algunas de nuestras propues-tas, al menos para los momentos prehis-tóricos. La excavaciones realizadas enel asentamiento calcolítico de la Torre-ta-El Monastil en 1999 se debieron auna actividad de urgencia y las efec-tuadas en El Monastil, fueron realizadasen los años 1960 por miembros del Cen-tro Excursionista Eldense, y en las másrecientes, desde mediados de la décadade los 80 del siglo XX, bajo la direcciónde A. M. Poveda Navarro1.

No obstante, algo mejor articuladay elaborada encontramos la informa-ción disponible para el resto de las zo-nas colindantes, destacando por su ca-lidad la generada en el corredor de Vi-llena. La prospección del territorio y laexcavación de yacimientos han sido lastécnicas fundamentales a partir de las quese ha obtenido información de calidad.Se han realizado buen número de tra-bajos que han servido, en buena medi-da, para evaluar la información gene-rada y escrita con anterioridad.

Las prospecciones de superficie decarácter sistemático realizadas hasta lafecha se han centrado fundamental-

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La ocupación prehistóricaen el Valle de Elda

FRANCISCO JAVIER JOVER MAESTRE

Universidad de Alicante/Museo Arqueológico

y Etnológico Municipal de Petrer

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mente en la cuenca alta del río Vinalo-pó, mientras que las cuencas media ybaja del Vinalopó, aunque muy pros-pectadas, no han sido objeto de estu-dios sistemáticos. Las únicas excepcio-nes se corresponden con la prospecciónrealizada por J. R. García Gandía enAspe, Hondón de los Frailes, Hondón delas Nieves y La Romana. El diferentegrado de prospección muestra la exis-tencia, en el Alto Vinalopó, de una den-sidad de enclaves algo mayor, especial-mente para momentos como la Edaddel Bronce. En este sentido, aunque sonvarios los yacimientos conocidos enElda, especialmente, los de adscripciónprehistórica, es necesario en breve es-pacio de tiempo, iniciar la prospecciónsistemática del término municipal asícomo emprender alguna excavación,que a buen seguro, deparará interesan-tes aportaciones.

Ahora bien, en la misma línea ar-gumental, también debemos señalar laslimitaciones que ofrecen los reconoci-mientos superficiales, especialmente losefectuados en las tierras llanas y de fon-do de valle, aunque éstos sean sistemá-ticos. Como ejemplo indicaremos que elárea donde se localizó el yacimiento cal-colítico de La Torreta-El Monastil, jus-to en la terraza situada en la margenderecha del río Vinalopó, fue prospectadasistemáticamente con anterioridad a suexcavación, siendo totalmente nula la lo-calización de evidencias. Solamentecuando se realizaron sondeos mecánicosse pudo empezar a definir.

Por esta razón, únicamente paralos yacimientos emplazados en altura (so-bre cerros, estribaciones montañosas)como suele ser común en estas tierraspara periodos como la Edad del Bron-ce y siempre, con ciertas reservas, po-demos considerar que las prospeccio-nes aportan una información algo másajustada a lo que pudo ser la ocupaciónreal del territorio.

Otra cuestión es la informaciónobtenida a través de la realización de ex-cavaciones arqueológicas en yacimien-tos de la cuenca del Vinalopó. Son va-rios los yacimientos de adscripciónprehistórica que han sido excavados enlas últimas décadas. La documentaciónarqueológica obtenida de yacimientosneolíticos como Lédua (Novelda) o laCova Sant Martí (Agost); calcolíticoscomo La Torreta-El Monastil (Elda),Cova del Cantal (Biar), Les Moreres

(Crevillente); de la Edad del Broncecomo Caramoro I (Elche), El Monastil(Elda), Tabayá, La Horna (Aspe), LlomaRedona (Monforte del Cid), Peña deSax (Sax), Barranco Tuerto, Terlinquesy Cabezo Redondo (Villena); del Bron-ce Final como Caramoro II (Elche) oPenya Negra (Crevillent), constituyen labase empírica con la que poder con-trastar las diversas hipótesis que aquí va-mos a sustentar, aunque de casi nin-guno de ellos ha sido publicada toda lainformación obtenida.

A continuación vamos a realizar unrápido repaso a la ocupación prehistó-rica de estas tierras, tratando de anali-zarlo en un proceso secuencial.

La primera presencia humana:los grupos humanoscazadores-recolectores

Poco podemos comentar sobre laexistencia o no de grupos humanos de basecazadora-recolectora en el Valle de Elda.Por el momento, no tenemos constanciaarqueológica de su presencia, aunque síse localizan evidencias claras en las tierrasdel entorno inmediato. Yacimientos comoel Barranco de la Coca en Aspe o la Cue-va del Cochino en Villena muestran laocupación del Vinalopó por parte de gru-pos de Homo neanderthalensis con una an-tigüedad superior a los 35.000 años; losrestos materiales documentados en Covadel Sol (Hondón de las Nieves) o CuevaGrande de la Huesa Tacaña (Villena), conevidencias de ocupaciones del Paleolíti-co superior y por grupos de Homo sapiens,así lo atestiguan. No sería de extrañarque la realización de prospecciones sis-temáticas en el Valle de Elda permitieralocalizar algún yacimiento de similares ca-racterísticas, o al menos, correspondien-te a grupos predadores. En este sentido,las piezas retocadas procedentes de larambla de los Colegiales en Petrer po-drían ser un indicio nada desdeñable.

La reciente confirmación de una ocu-pación humana durante el VIII milenioaC en la Cova Sant Martí en Agost, jun-to a las ya conocidas del Fontanal (Onil),La Cueva del Lagrimal y Pinar de Ta-rruella (Villena) evidencian una ciertacontinuidad en la ocupación de la cuen-ca que se mantuvo hasta la irrupción delas primeras comunidades productoras dealimentos, como así parecen atestiguar-lo yacimientos como Casa de Lara en Vi-llena.

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5000-3500 AC: los primeroscampesinos en el Valle de Elda

Como hemos visto con anteriori-dad, el poblamiento del río Vinalopó porparte de las primeras comunidades deHomo sapiens tuvo lugar al menos, des-de hace algo más de 20.000 años. No obs-tante, la ocupación humana más esta-ble del valle se tuvo que producir mileniosmás tarde, con la irrupción de comuni-dades campesinas, ya que por el mo-mento, todos los estudios indican quelas especies domesticadas (trigo, cebada,cabra, oveja, cerdo, etc.) fueron introdu-cidas en la Península Ibérica por gruposhumanos procedentes de otros lugares dela cuenca mediterránea, siendo el deno-minado modelo dual, la explicación máscercana a la realidad en la actualidad, aldar mayor contenido al registro arqueo-lógico disponible.

Este modelo –el conocido comodual–, se ha ido enriqueciendo y perfec-cionando durante más de veinticincoaños, ya que sus primeras formulacio-nes cuentan ya con más de un cuarto desiglo. No obstante, no hemos de olvidarque se trata de una simplificación de unarealidad que con total seguridad fue in-finitamente mucho más compleja.

Hacia el 6000/5500 aC en el Levan-te peninsular se empieza a constatar la pre-sencia de comunidades humanas con unmodo de vida agropecuario, desconoci-do hasta el momento en estas tierras,que durante un período de tiempo algoimpreciso convivieron con grupos indí-genas con un modo de vida cazador-re-colector.

En efecto, durante los primeros mo-mentos del desarrollo de la fase neolíti-ca –Neolítico Ia en la secuencia regio-nal–, asistimos a la convivencia de dosgrupos culturales con distintos modos devida. El substrato indígena, compuesto porcomunidades con un utillaje clasificadocomo epipaleolítico geométrico, se ca-racteriza por un modo de vida cazador-recolector y una economía predadora.Testigos de sus formas económicas sonel predominio de armaduras de sílex, queen ningún caso presentan lustre de cereal,la ausencia de vestigios vegetales que in-diquen la práctica de la agricultura y lainexistencia de una cabaña doméstica; aesta caracterización podríamos añadirla presencia de algún objeto relaciona-do con las comunidades agropecuarias –ce-rámica y piedra pulida–, pero su escaso nú-

mero podría ser explicado gracias al in-tercambio. Yacimientos con estas carac-terísticas los tenemos en el corredor de Vi-llena, en concreto en Casa de Lara, nohabiéndose constatado su presencia, porel momento, en el Valle de Elda.

Contemporáneo a este modo de vida,encontramos otro radicalmente distinto,el modo de vida agropecuario, propio delas comunidades campesinas que llegaron,al parecer, a la zonas levantinas en tornoal 5800/5600 aC, ocupando buena par-te del área de la Montaña Alicantina, ycuyo yacimiento más cercano al Vinalo-pó es la Cova de la Sarsa en Bocairent. Éstese caracteriza por la presencia de un uti-llaje agrícola desarrollado en el que las ar-maduras de hoz representan su rasgomás característico, acompañadas de un ins-trumental de piedra pulida relacionadocon la práctica agrícola, complementadocon los molinos y morteros destinados ala transformación de alimentos, formascerámicas cerradas, un importante ins-trumental óseo –cucharas, espátulas, etc.–y una manifestación gráfica rupestre –elMacroesquemático y también el Esque-mático– que ha sido tradicionalmentevinculado con los cultos a la fertilidad pro-pios de las comunidades productoras.

Sobre el 4800/4500 aC comienza avislumbrarse cierta homogeneidad en elregistro arqueológico, donde las dife-rencias visibles durante los primeros añosde coexistencia de dos modos de vida y cul-turas diferentes empiezan a diluirse en lorelativo a la materialidad social. Es éste elmomento en el que se iniciaría, siguien-do a Guilabert, Jover y Fernández, el sur-gimiento de un modo de vida agrope-cuario de base mixta, basado en el desa-rrollo de prácticas agrícolas y ganaderas,pero con una destacada relevancia de losmodos de trabajo predadores –caza y re-colección–, patente en la disminución delas armaduras de hoz con lustre, el pre-dominio de las armaduras geométricas,la progresiva aparición de formas cerá-micas abiertas –indicando un cambio enla dieta alimenticia–, acompañadas porla desaparición de las cucharas y tubos so-bre hueso y, sobre todo, por el gran de-sarrollo del arte rupestre levantino, un artefigurativo con motivos propios de gruposagropecuarios donde las actividades pre-dadoras siguen jugando un papel desta-cado presente, sobre soporte mueble, in-cluso en la Cova de l’Or, y que coexistirácon el arte esquemático, reforzando laidea de ese modo de vida donde se com-

29La ocupación prehistórica en el Valle de Elda

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binan las actividades productoras de ali-mentos y la predadoras.

Aunque la base empírica disponi-ble en la actualidad es escasa y frag-mentaria, su lectura deja entrever dosformas distintas en las que se pudo de-sarrollar el proceso de neolitización enesta cuenca. Por un lado, encontramoslos yacimientos ligados a las áreas en-dorreicas del corredor de Villena y máscercanas al núcleo principal de comu-nidades agropecuarias, en los que el con-tacto con los grupos campesinos se re-alizaría sobre una base industrial tar-denoide como es el caso del yacimientode Casa de Lara.

Por otra parte, se sitúan aquellosyacimientos que carecen de indicios deocupaciones del substrato geométricoanterior y que, por lo tanto, debieroncrearse ex novo. Es el caso de los yaci-mientos del Chorrillo-Chopo en Elda-Pe-trer y l’Almorxó en Petrer, Ledua en No-velda, la Cova Sant Martí en Agost, LaCova dels Calderons (La Romana), la Al-cudia en Elche y la Cueva de la Arañadel Carabassí en Santa Pola. La lecturade los materiales cerámicos de estos ya-cimientos, con decoraciones con relieves,inciso-impresas y peinadas y de instru-mentos pulidos con filo en el caso delChopo-Chorrillo les colocaría a partirde momentos avanzados del neolíticoantiguo o neolítico medio. A un mo-mento más avanzado, podríamos atribuirel yacimiento de las Terrazas del Panta-no de Elda, ya que algunos materiales de-positados en el Museo ArqueológicoMunicipal de Elda, en concreto algunos

geométricos de pequeño tamaño y frag-mentos de cerámica, plantean la posi-bilidad de su ocupación desde momen-tos neolíticos, aunque hasta la fecha, sehaya considerado una cronología más tar-día.

Con todo, a raíz de la base empíri-ca disponible en la actualidad, el pano-rama general que parece dibujarse en elVinalopó es el de la presencia de gruposde base cazadora-recolectora –substratogeométrico tardenoide– en su curso alto–más concretamente en la cubeta de Vi-llena– sobre el que llegan las primeras in-fluencias y/o expansión de grupos pro-ductores cardiales, careciendo en toda lacuenca de conjuntos arqueológicos sig-nificativos que se asocien a este com-plejo. En un momento cronológicamenteposterior, en torno al 5000/4700 aC–Neolítico IA2-IB de la secuencia regio-nal– se produciría una ocupación o pro-ceso de colonización efectiva de la cuen-ca, en dirección a su desembocadura,con asentamientos al aire libre, muy dis-tantes entre sí, situados en las zonas demayor potencialidad agrícola como es elcaso de la zona del Chorrillo-Chopo enElda-Petrer. De esta forma, al igual queocurrió en muchos otros lugares de la Pe-nínsula Ibérica, a partir del 4700/4500aC se iniciaría un proceso de colonizaciónde las tierras de mayor rendimiento agrí-cola cercanas siempre a cursos de agua,que hasta ese momento no habían sidoocupadas por comunidades humanas.

Esta situación encaja bastante biencon la idea de una progresiva segregacióny expansión por parte de comunidadesfamiliares extensas que ocupan prefe-rentemente las áreas más óptimas parael desarrollo de la agricultura, sin que elloimplique que su economía estuviese ba-sada fundamentalmente en la producciónde alimentos. Así se explican las ocupa-ciones detectadas en la partida del Cho-po-Chorrillo, l’Almorxó y, con ciertaprobabilidad, en las Laderas del Panta-no. El primero y el tercero en la margenizquierda del río Vinalopó y el segundoen la margen izquierda de la rambla deCaprala.

Quizás el aspecto más significati-vo sea la colonización efectiva pero de bajadensidad de los diferentes tramos en losque se divide la cuenca. Se puede apre-ciar la llamativa ubicación de cuatro delos yacimientos al aire libre en las tie-rras cuaternarias de los fondos de losvalles, muy próximas al discurrir del cau-

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Vista general de la partida delChopo-Chorrillo (Foto del autor).

Hacha de piedra pulidaprocedente del Chopo (Foto del

autor).

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ce fluvial, reproduciendo el mismo pa-trón observado en otros yacimientos alaire libre en la cuenca del Serpis.

Carecemos de evidencias construc-tivas claras para estos yacimientos. Los son-deos practicados en una actividad ar-queológica de urgencia efectuada bajola dirección de A. M. Poveda en el Cho-po-Chorrillo en el año 1997 no docu-mentaron ninguna construcción, ni ele-mentos de las mismas. Los restos de im-prontas y pellas de barro correspondientesa fragmentos de paredes y techumbresde viviendas señalados para Casa de Lara,en Villena, no se pueden fijar cronológi-camente con exactitud al proceder de unregistro de superficie, mientras que laúnica excavación sistemática practicadaen la partida de Lédua en Novelda tan sólodeparó una pequeña capa de piedras aso-ciada a unos escasos fragmentos de ce-rámica. En definitiva, las alteracionespost-deposicionales han afectado de ma-nera importante a unos yacimientos cuyoconocimiento, en la mayoría de los casos,se debe al estudio de materiales proce-dentes de superficie.

Otro de los aspectos importantes enlos que actualmente empezamos a pro-fundizar es el referente a sus prácticasfunerarias. La documentación de evi-dencias funerarias de estos momentos, yano se reduce a las parciales evidencias dela Cova de la Serreta la Vella en Monóvaren la que se hallaron restos de diversos ca-dáveres inhumados junto a un ajuar com-puesto por materiales cerámicos que de-notan cierta antigüedad, como son frag-mentos en los que se combinandecoraciones impresas con incisas y aca-naladas, sino que, por primera vez, y apartir de las evidencias documentadasen la Cova Sant Martí en Agost, pode-

mos inferir que aquellas primeras co-munidades neolíticas inhumaban a susdifuntos –adultos y niños– en cuevas y deforma colectiva.

Por último, en cuanto a la presenciade manifestaciones gráficas en la zona,cabe decir que la cuenca del Vinalopó seha caracterizado especialmente por lainexistencia de arte rupestre postpaleo-lítico, mientras que a escasos kilómetros,tanto en las comarcas de l’Alcoià como enel propio corredor de Yecla-Jumilla, sonvarios los yacimientos de arte Levantinoy Esquemático que han sido documen-tados. La única evidencia de arte rupes-tre la tenemos en la sierra de Camara enElda, en concreto en el conocido comoAbrigo de la Sangre. Se trata de un pe-queño abrigo situado en la vertiente sep-tentrional de la sierra, descubierto porparte del grupo «Amigos de la Historia»

31La ocupación prehistórica en el Valle de Elda

Vista de las Terrazas del Pantano(Foto del autor).

Vista de la entrada al Abrigo dela Sangre (Camara) y detalle delas pinturas rupestres (Archivodel Museo ArqueológicoMunicipal de Elda).

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de Sax. Este hallazgo supone un verdaderoavance en las investigaciones en la co-marca, ya que se trata del primer abrigode pintura rupestre esquemática, aun-que no podamos determinar si se trata deuna manifestación prehistórica. Las pin-turas aparecen agrupadas en un solo pa-nel sobre la pared occidental del abrigo.Los motivos representados son un cru-ciforme de unos 12 cm. y dos grandesmanchas, muy degradadas y oxidadas, y

todo ello realizado con tinta plana y tonorojizo. No cabe duda que su hallazgodeja las puertas abiertas a futuras inves-tigaciones que puedan documentar másabrigos con arte rupestre que no planteedudas sobre su adscripción cultural.

3500-2500 AC: elafianzamiento de lascomunidades campesinas

Siguiendo con la secuencia regionalpropuesta por J. Bernabeu, el Neolítico IIse desarrolla entre el 3500 y 2600 aC. Setrata de una fase arqueológica bastantebien conocida gracias a los trabajos rea-lizados en yacimientos alicantinos comoJovades, Niuet y Cendres y complemen-tado para el Vinalopó, por los trabajos deJ. M. Soler García, las excavaciones en elyacimiento de La Torreta-El Monastil(Elda) y por algunas trabajos de síntesis.

Dado que los registros manejadospara la cuenca del Vinalopó procedenfundamentalmente de colecciones de su-perficie, con la excepción del yacimientode la Torreta-El Monastil, es lógico con-siderar la continuidad de ocupación enalgunos de los enclaves previamente ocu-pados, al menos en la zona del Chopo-Chorrillo.

En primer lugar, comparándolo conmomentos anteriores, constatamos un au-mento considerable de asentamientos alaire libre –que no en cueva–. La cifra se cua-driplica, pasando de 6 a 26 enclaves. To-das las cubetas geográficas están ocupa-das en estos momentos. Los núcleos dehábitat se ubican en el fondo de las mis-mas, próximos al discurrir del río Vina-lopó o en los márgenes de zonas endo-rreicas, emplazándose en las mejores tie-rras cuaternarias. Mientras en el corredorde Villena se observa una clara conti-nuidad en el emplazamiento de los nú-cleos, y es posible que también puedaocurrir lo mismo con respecto al Cho-po-Chorrillo, aunque los sondeos efec-tuados recientemente no proporciona-ron evidencias; en la cabecera y desem-bocadura del Vinalopó es donde se observauna ocupación de forma intensa, de lasmejores tierras para uso agrícola de todala cuenca.

Por otro lado, asistimos a la multi-plicación de evidencias constructivas deasentamientos al aire libre cercanos al cur-so del río Vinalopó, destacando la do-cumentación de algunas fosas, silos, po-sibles fondos de cabañas y segmentos

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Planimetría del Abrigo de laSangre y reproducción de laspinturas rupestres (dibujo E.

Cortell). XXIV Congreso Nacionalde Arqueología (Segura, G. y

Torregrosa, P., 1997).

Emplazamiento del yacimientode la Torreta-El Monastil (Foto

del autor).

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de foso. Toda esta serie de construccio-nes han sido registradas por primera vezen las excavaciones efectuadas en el ya-cimiento de La Torreta-El Monastil. Setrata de construcciones y estructuras amodo de fosos y fosas excavadas en elsubstrato pleistocénico, y levantadascon materiales muy endebles, hechascon barro y materiales fácilmente de-leznables y con la necesidad de un man-tenimiento constante. Ello permite plan-tear que la ocupación de los asenta-mientos era poco estable y durarera. Enla Torreta-El Monastil, ubicado en unaterraza de la margen derecha del río Vi-nalopó, una vez pasadas las estribacio-nes orientales de la sierra, se pudo con-trastar la presencia de un amplio nú-mero de fosas de muy variada morfología,un posible fondo de cabaña, del que úni-camente se excavó la mitad y, todas ellas,contenidas en un área delimitada porun foso de gran tamaño –más de 28 mde longitud, sobre 3 m de anchura y 1,20m de profundidad–. En prácticamente to-das las estructuras existían restos de ma-teriales arqueológicos, aunque especial-mente en el segmento de foso, desta-cando la presencia de un diversorepertorio de vasos cerámicos realiza-dos a mano, alguno decorado en sus pa-redes con triángulos incisos rellenos depuntos, puntas de flecha de sílex, lámi-nas retocadas molinos y molederas y pe-llas de barro de paredes o techumbre deconstrucciones. No obstante, solamen-te se documentó la presencia de semillasde trigo, cebada y acebuche enla estructura nº 2, interpreta-da como fondo de cabaña en laque, además, se localizaba unfragmento de molino.

También contamos, a par-tir del estudio antracológico,de la primera información so-bre el paisaje durante el III mi-lenio aC. Los diferentes taxonesdocumentados nos indican eluso y selección de pino carras-co en su mayor parte, enci-na/coscoja y carrasca, madro-ño, acebuche, lentisco, torviscoy sauce. Aunque la muestra esescasa, debemos señalar la di-versidad y coherencia florísticadel conjunto de las especiesque vienen a definir la existen-cia, a nivel paleoecológico, dedos medios claramente dife-renciados: en primer lugar la

ripisilva caracterizada por la presenciade sauce, y claramente localizada en lasmárgenes del río; y por otro lado un ma-torral abierto dominante con el resto delas especies, donde el pino carrasco apa-recería como un elemento integrante delencinar/carrascal o formando rodales.Este paisaje es muy parecido al que hemosconstatado en la zona de Villena para laEdad del Bronce, aunque aquí, se cons-tatan otras especies como el fresno, tarayy romero.

En otro orden de cosas, a tenor delas evidencias de cultura material regis-

tradas, se podría inferir queen esta fase se produjo unareducción del uso de las cue-vas como lugares de hábitat yun uso casi exclusivo comolugar de enterramiento. Así,una de las características se-ñaladas para estos momentosen el levante peninsular es lageneralización del uso de lascuevas como continentes fu-nerarios y siempre con un ri-tual de carácter múltiple. Esteaspecto se constituye comouna práctica social generali-zada, donde los ajuares fune-rarios alcanzan un alto gradode normalización. Frente a lasescasas evidencias de prácti-cas funerarias en la fase ante-rior –Cueva de la Serreta laVella de Monóvar y en la CovaSant Martí en Agost–, se han

33La ocupación prehistórica en el Valle de Elda

Estructura 9 del yacimiento dela Torreta-El Monastil (Foto delautor).

Foso de delimitación delasentamiento de la Torreta-ElMonastil (Foto del autor).

Cerámica decorada de laTorreta-El Monastil (Foto delautor).

Lámina retocada de la Torreta-ElMonastil (Foto del autor).

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registrado más de 20 cuevas de enterra-miento en la cabecera del Vinalopó, co-rredor de Villena, Valle de Novelda yElda. Todos ellos se ubican en las pro-ximidades de asentamientos al aire libre,por lo que sería fácil poder realizar unaasociación entre lugares de hábitat y suscontextos funerarios. Es el caso de laCueva de la Casa Colorá y el yacimien-to de la Torreta-El Monastil. Al menoscuatro individuos fueron inhumadosen estas grietas próximas al asenta-miento, cuyos ajuares –vasos cerámicosde formas simples, diez puntas de flechade sílex, una lámina retocada, una azue-la y un hacha, un punzón óseo de secciónaplanada, dos valvas de Glycymeris Gly-cimeris y un punzón de cobre corres-ponden a estos primeros momentos.No obstante, la presencia de un pun-zón de bronce permite deducir que al-gunos de los cadáveres acompañado delmismo, puedan corresponder a un se-gundo momento de uso de la cavidad du-rante la segunda mitad del II milenioaC y asociado al asentamiento de El Mo-nastil.

En definitiva, el conjunto de lasproposiciones observables nos permi-ten plantear que a partir del 3500 aC seinició un proceso de consolidación y ex-pansión demográfica de pequeñas co-munidades campesinas que conllevó laocupación de los fondos cuaternariospróximos al discurrir del río Vinalopó,proceso generalizado en otras cuencas delmarco peninsular.

Es muy probable que estas eviden-cias de densa ocupación de los fondos delvalle, se corresponda con la presenciade diferentes comunidades familiaresextensas, que estarían implantadas encada una de las cubetas geográficas. Es-tos grupos basarían su subsistencia enel cultivo de diversas especies vegetalescomo el trigo, cebada y legumbres y enla cría de una pequeña cabaña de vacas,cerdos, cabras y ovejas, jugando toda-vía un destacado papel la recolección yla caza. Estas unidades familiares, a la vezque el crecimiento demográfico les obli-garía a segmentarse, irían trasladando sulugar de residencia a lo largo de las riberasdel río y dentro de la cubeta geográficadonde estaban implantados, una vezque las tierras puestas en explotacióndel entorno inmediato en donde estabanasentados se agotaran. La disponibilidadde tierras libres, facilitaría el traslado ysu puesta en explotación.

2500-2100 AC: laconsolidación grupal y lasprimeras actividadesmetalúrgicas

A partir del 2500 aC se constata entodo el ámbito regional una serie detransformaciones en el registro arqueo-lógico que debemos poner en relación concambios en las estrategias económicas yen la relaciones de producción de aque-llos grupos.

En efecto, durante la fase campani-forme y después del amplio número deenclaves registrados en la fase anterior,se constata la presencia, en el Valle del Vi-nalopó, de una reducción del númerode asentamientos en general de peque-ño tamaño, posiblemente integradospor familias extensas, que muestran unpatrón de distribución agrupado res-pecto de cada una de las cubetas geo-gráficas. Ocupan, tanto enclaves en elllano cercanos al río o a zonas endo-rreicas –Terrazas del Pantano en Elda oCasa de Lara en Villena–, como diver-sas crestas en los umbrales montaño-sos existentes a lo largo del corredor –ElMonastil o El Canalón en Elda, Peñón dela Zorra y Puntal de los Carniceros en Vi-llena– que constituyen los primeros asen-tamientos en altura conocidos en el va-lle. Algunos asentamientos como la To-rreta-El Monastil, de gran importancia,fueron totalmente abandonados, tras-ladando su lugar de residencia, con mu-cha probabilidad, a la zona más elevadadel yacimiento de El Monastil.

Estos enclaves, además, se hallanprotegidos, en algunos casos constata-dos, por muros de considerables di-mensiones que evidencian la necesidadde proteger sus bienes subsistenciales. Ésteno parece ser el caso de El Monastil,aunque las transformaciones producidaspor ocupaciones posteriores pudieronhacerlas desaparecer. Las únicas evi-dencias de su ocupación se reducen aalgunas fragmentos cerámicos con de-coración incisa y pseudoexcisa de estilocampaniforme, un conjunto de puntasde flecha de pedúnculo y aletas prolon-gadas documentadas en las excavacionesrealizadas por el Grupo ExcursionistaEldense y una producción laminar des-tacada documentada en las recientes ex-cavaciones efectuadas en torno al área dela Basílica por parte de A. M. PovedaNavarro (c.p.).

34 H I S T O R I A D E E L D A

Puntas de flecha integrantes delajuar de los individuos

inhumados en la Cueva de laCasa Colorá (Foto del autor).

Cerámica campaniformeprocedente de las recientes

excavaciones efectuadas en ElMonastil (Foto del autor).

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No obstante, sí podemos hablar deun yacimiento empleado como lugar deenterramiento, como es la Cueva del Ha-cha, situado en la margen izquierda delrío Vinalopó, justo en el paraje conocidocomo Pantano de Elda, que nos muestralas prácticas funerarias de algunos deaquellos grupos familiares asentados enla Laderas del Pantano, en el Canalón oen el propio yacimiento de El Monastil.

Esta cavidad de escasas dimensio-nes, sirvió para inhumar al menos a cua-tro individuos. Siguiendo la informaciónya publicada, todos los cadáveres esta-ban orientados con las cabezas situadasal fondo, colocando como ajuar, a lospies de los mismos, un hacha y una azue-la de piedra pulida elaboradas sobre dia-basas, una varilla-punzón de hueso y unpunzón de cobre arsenicado.

También se han documentado unapunta de Palmela adscrita a estos mo-mentos en un lugar indeterminado de lasfaldas de la sierra del Cid. Este hallazgofortuito, como muchos otros, no per-miten asegurar la presencia de lugares dehábitat más allá de los ya conocidos.

Ahora bien, la aparición de los núcleosde hábitat ex-novo en altura aludidos, a lolargo de la cuenca del Vinalopó, respon-de a toda una serie de transformacionesque desde finales de la fase anterior sepueden observar en el registro arqueo-lógico del ámbito regional y que, consi-deramos que podemos relacionar con ladefinitiva consolidación del modo devida campesino de base cerealista.

La consolidación del modo de vidacampesino de base cerealista y las evi-dencias de procesos de intensificación dela producción agrícola a partir de estosmomentos, basados en la mejora de losmedios de trabajo, generaron un au-mento demográfico en las agrupacio-nes de asentamientos existentes en cadauna de las cubetas que integran el co-rredor del Vinalopó, en función de los me-canismos de reproducción social que ac-túan en el seno de los grupos de econo-mía doméstica.

Al mismo tiempo, la conformaciónhacia el 2300-2200 a. C. de la sociedad ar-gárica al sur de la sierras Crevillente-Ne-gra-Tabayá hubo de repercutir necesa-riamente en la dinámica interna de losgrupos ubicados al norte de la misma, es-pecialmente en el Valle del Vinalopó,con consecuencias no sólo en cuanto ala propia articulación del territorio, sinotambién en relación al acceso a los re-

cursos metalúrgicos y otras materiascomo el marfil.

Ante la necesidad de intensificar unaproducción agropecuaria y desarrollarlas fuerzas productivas, los grupos de lacuenca del Vinalopó se vieron abocadosa superar esta situación, las cuales con-ducían, respectivamente, hacia la con-centración poblacional –es decir, hacia

35La ocupación prehistórica en el Valle de Elda

Cueva del Hacha (Foto delautor).

El Canalón (Foto del autor).

Fragmento de cráneos de dosindividuos inhumados en laCueva del Hacha (Foto del autor).

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la agrupación de la fuerza de trabajo y delos medios de producción– y hacia unnuevo nivel de jerarquización interno ca-paz de superar los instrumentos políticosdesarrollados a través de las relacionesde parentesco que caracterizan a la so-ciedades de tipo segmentarias.

Como expresión de la resistencia delgrupo ante cualquier amenaza que su-ponga la particularización de la propie-dad comunal de los medios de produccióny, por tanto, la aparición de disimetríasentre los distintos linajes o familias, la su-peración de estas dos contradicciones sedio, muy contrariamente a la concen-tración poblacional, mediante la divi-sión del grupo –comportamiento porotra parte característico de las comuni-

dades de tipo segmentario– que parale-lamente condujo a un cambio en el patrónde asentamiento y al desarrollo de unpatrón de asentamiento característicode la fase arqueológica conocida comoEdad del Bronce. Muchos de los asenta-mientos campaniformes se abandona-ron. Es el caso de Les Moreres en Crevi-llente, Peñón de la Zorra y Puntal de losCarniceros en Villena y, con mucha pro-babilidad, El Monastil.

2100-1100 AC: los inicios de lasdesigualdades sociales durantela Edad del Bronce

Como ya hemos indicado, aproxi-madamente a partir del 2100 aC, tanto enel patrón de asentamiento, como en la fe-nomenología material, se observa unaprofunda transformación, proceso de-sarrollado a una escala en la que pare-

cen estar involucrados buena parte del Le-vante peninsular, e incluso, de la parte me-ridional de la Península Ibérica.

Las excavaciones efectuadas en Ter-linques (Villena) y las dataciones aportadaspor otros yacimientos, evidencian queen torno al tránsito del III al II milenio aCse produciría la fundación de toda una se-rie de enclaves estables, ocupando prin-cipalmente cerros y estribaciones mon-tañosas distribuidas a lo largo del Vina-lopó, que constituirían los núcleos apartir de los cuales se estructuraría el po-blamiento.

Los núcleos de asentamiento, muypróximos a lo que actualmente podemosentender como caseríos, estarían integra-dos por viviendas de gran tamaño, endonde se realizarían todo tipo de activi-dades productivas como expresión deuna comunidad autosuficiente que al-macena, procesa y consume la produccióngenerada por su trabajo en el campo y elpastoreo de ganado y que, a través delintercambio o por medio de relaciones dereciprocidad diferida obtendrían metal yalgunos otros materiales foráneos.

Carecemos de datos sobre las unida-des de asentamiento de similar cronologíaen el Valle de Elda, ya que ninguno de ellosha sido excavado. Ni tan siquiera sabe-mos si alguno de los asentamientos do-cumentados en esta zona, especialmente,Catí-Foradà (Petrer) por su tamaño –0,20Ha.– o El Monastil podría estar habitadoen estos momentos. Cabe la posibilidad deque el grupo humano que ocupó El Mo-nastil durante el campaniforme, lo aban-donase, a tenor de los conjuntos materia-les documentados hasta la fecha.

De este modo, tomaría cuerpo el pa-trón de distribución uniforme de losasentamientos, vinculado a la consecuciónde una garantía de mantenimiento y fun-cionamiento de la comunidad bajo rela-ciones sociales de carácter igualitario,impidiendo la concentración de los me-dios de producción –la tierra especial-mente– y buscando la plena autosufi-ciencia de cada unidad familiar, pero cu-briendo además otros dos objetivos: laconsolidación territorial y un mayor gra-do de cohesión grupal.

Hacia 1900-1800 aC se empiezan aobservar algunos cambios en el registroarqueológico de yacimientos como Ter-linques, que permiten plantear a su vezuna cierta transformación en la organi-zación socioeconómica y en la gestiónterritorial.

36 H I S T O R I A D E E L D A

Vista desde las terrazas delpántano del yacimiento de El

Monastil (Foto del autor).

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Probablemente, el modelo de fisiónde la comunidad pudo reproducirse has-ta el momento en que todas las tierras deóptimo agrícola de las distintas cubetasestuvieron ocupadas. A partir de enton-ces los distintos núcleos se vieron abo-cados, o bien a plantear un conflicto conlas demás familias asentadas en el terri-torio y con las que ocupaban las cuencasvecinas por el dominio de sus tierras decultivo óptimo; o bien a asumir y soste-ner, internamente, cada una en sus pro-pios territorios de producción, el incre-mento poblacional.

El desarrollo de las fuerzas produc-tivas que se empezaron a generar en aque-llos grupos es observable a partir de di-versos indicadores:

a) Con la creación de nuevosasentamientos que, segregándosedesde las unidades principales, cons-tituirían grupos familiares más pe-queños, pero dentro del territoriode producción propio de cada uni-dad de asentamiento nuclear. En loque respecta a estas tierras, se cons-tata una plena ocupación del cursodel río Vinalopó. Es muy probable quelos yacimientos del Peñón del Tri-nitario y Pont de la Jaud en Elda,Sambo en Novelda-Monóvar, Mira-buenos, Alt del Perrió y Lloma deCastell de Petrer, ubicados en la mar-gen izquierda de la rambla de Puça,fuesen creados dentro de este proceso.Atendiendo al tamaño del Peñón delTrinitario o del Pont de la Jaud queno parecen superar los 500 m2, es-tamos ante núcleos unifamiliaresasentados en las proximidades delrío Vinalopó, en cuyas laderas culti-varían cereales y criarían un peque-ño rebaño de cabras/ovejas, cerdos yvacas. De todo el conjunto de yaci-

mientos de la Edad del Bronce en elValle de Elda, el único del que pose-emos una mayor cantidad de infor-mación es el de Catí-Foradà en Petrer.Podemos plantear que al menos es-tuvo ocupado en estos momentos,como así lo evidencia la fecha ra-diocarbónica obtenida a partir decebada carbonizada –3500±150 BP/2202-1442 aC–. Es posible que enesas fechas Catí-Foradà alcanzara sumáximo tamaño –0,20 Ha.–, estan-do integrado por una comunidadde varias familias extensas. En esenúcleo de tipo caserío, además de lasprácticas subsistencias agropecua-rias, se realizarían actividades meta-lúrgicas –hay atestiguadas escorias decobre– y del intercambio, constata-do en la presencia no sólo de cobrecuyos afloramientos más cercanosse ubican en la Sierra de Orihuela,sino de cerámica con desgrasante deflogopita para el que se señala una po-sible procedencia de la zona de For-

37La ocupación prehistórica en el Valle de Elda

Panorámica del Peñón delTrinitario (Monte Bolón) (Archivodel Museo ArqueológicoMunicipal de Elda).

Distribución de yacimientos delBronce Pleno en el Valle de Elda(Ilustración de Fco. Javier JoverMaestre).

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tuna (Murcia) y de azuelas elabora-das sobre una roca metamórfica,cuyo origen debemos relacionarlocon zonas del sureste, alejadas delVinalopó.

b) La intensificación sobre los re-cursos y el posible desequilibrio eco-nómico que se tuvo que producirante el aumento de la presión de-mográfica, supuso necesariamente unserio riesgo de entrada en conflictoentre núcleos, lo cual estimuló elcontrol más estricto de los territoriosde producción. En relación con elloha de ponerse la creación de enclavescon una clara función logística parael control del territorio frente a otrosgrupos, e incluso tal vez también a ni-vel intragrupal, tales como el Puntaldel Ginebre en Petrer o el Peñón de

la Zafra en Monóvar, desde donde secontrola visualmente, no sólo la cu-beta de Elda, sino buena parte de lade Novelda y el corredor hacia Vi-llena.Pero también, en la propia estruc-

turación interna de los asentamientos,es posible advertir modificaciones en eltamaño de las unidades habitacionales yen las fórmulas de gestión de las áreasde actividad como ya ha se evidenciadoen la zona de Villena.

Esta serie de grupos de carácter fa-miliar seguirían enterrando a sus difun-tos en cuevas o grietas cercanas a sus lu-gares de hábitat. Es el caso del Peñón delTrinitario y las cuevas nº 3, 4 y 6 delmonte Bolón, emplazadas en las proxi-midades del asentamiento y donde fue-ron localizados restos humanos, ademásde algunos fragmentos cerámicos.

Finalmente, a todo ello habrá queañadir además el hecho ya mencionadode que, establecidos a pocos kilómetrosde la frontera argárica, estos grupos se ha-llaban integrados inevitablemente en unadinámica centro-periferia respecto delgrupo argárico cuyo incremento en suintensidad se expresa, por ejemplo, en lapresencia de algunas joyas de oro y pla-ta de clara filiación argárica en necrópo-lis como la del Cabezo de la Escoba o Ca-bezo Redondo, cuyas primeras eviden-cias de ocupación podrían remontarse,precisamente, a este momento en fun-ción de las fechas de Carbono 14 obtenidasa través de una muestra de carbón de unposte del Departamento VII de Cabezo Re-dondo –c. 1870 aC–.

Hacia el 1500 aC este panorama pre-senta una radical transformación. Esta or-ganización, que partía de unas relaciones,al menos en apariencia, de carácter igua-litario, no pudo reproducirse sin cam-biar sus relaciones sociales de produc-ción, superando de este modo las rela-ciones de explotación intergrupalestablecidas con el ámbito argárico. Eldesarrollo de las fuerzas productivasconstatado llevó, o bien a la integraciónde estas comunidades en el ámbito ar-gárico, o bien a la constitución de una nue-va entidad social, aprovechando un mo-mento de crisis de los principales núcle-os argáricos. Todo ello imbricado en unproceso generalizable al menos a todo elSureste y que claramente se gestó y de-sarrolló a una escala macrorregional.

La documentación arqueológica ge-nerada en los últimos años en la cuenca

38 H I S T O R I A D E E L D A

Puntal del Ginebre en Petrer(Foto del autor).

Peñón del Trinitario y elinvestigador eldense Antonio

Sempere. Historia de Elda, TomoI (Navarro, A., 1981).

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del Vinalopó, nos evidencian que esta-mos ya en la constitución de una socie-dad clasista.

El abandono de gran cantidad deasentamientos y la concentración de la po-blación en un número reducido de núcleos–algunos de ellos al parecer de nuevacreación– generó un cambio sustancial enel modelo de explotación del territorio.En el Valle del Vinalopó este proceso denuclearización poblacional alcanza sumayor expresión, conformándose unasentamiento de gran tamaño en la cu-beta de Villena –Cabezo Redondo– que so-brepasa las 2 Ha de extensión superfi-cial y desapareciendo prácticamente latotalidad de los asentamientos señala-dos en el Valle de Elda, con la excepciónde El Monastil, que parece que vuelve aocuparse.

Frente a las 2 Ha de Cabezo Redon-do, asentamientos comos la Peña de Sax,de nueva creación, Portitxol, El Negret oLa Esparraguera no superarían los 1.500-3.000 m2. Estos asentamientos de menorrango parecen seguir siendo plenamen-te autosuficientes en la esfera producti-va, pues en casi todos se constata pro-ducción metalúrgica, textil y agropasto-ril. Los únicos asentamientos en lacomarca fueron La Llometa en Monó-var y El Monastil, del que no podemos de-terminar sus dimensiones, pero la pre-sencia de restos cerámicos en una am-plia área de la meseta superior, podríaplantear un tamaño similar a los ante-riormente señalados.

En este nuevo patrón de asenta-miento, interesa ahora la ocupación nosólo de tierras de buen rendimiento agrí-cola, sino un control riguroso de los pa-sos y los corredores, estableciéndose asíuna ocupación ordenada del territorioen la que ahora encontramos los asen-tamientos separados por distancias deentre 11 y 15 km. Paralelamente, el registroevidencia la llegada de un mayor núme-ro y variedad de productos alóctonos–cobre, estaño, oro, cuentas de pasta ví-trea, marfil, ámbar– de lo que se deduceuna notoria ampliación de los circuitosde intercambio a escala macrorregional.

Así mismo, se advierte un mayor gra-do de especialización laboral de carácterartesanal. Específicamente nos estamosrefiriendo a la actividad metalúrgica, conun importante desarrollo de la orfebre-ría del oro y de aleaciones; y a la alfarera,distinguiéndose ya, con total claridad,la aparición de diversos tipos de pro-

ducciones con varios grados de elabora-ción.

Otro cambio fundamental se pro-duce en este momento respecto a las prác-ticas funerarias, apareciendo las primerasevidencias claras de inhumaciones indi-viduales en el interior de las áreas de ha-bitación de Cabezo Redondo, algunosacompañados de ajuar. Aunque la prác-tica del enterramiento múltiple en cova-cha no se abandona, se constata la pre-

39La ocupación prehistórica en el Valle de Elda

Punzones de hueso de ElMonastil (Foto del autor).

Fragmento cerámico condecoración de boquique de ElMonastil (Foto del autor).

Meseta superior del yacimientode El Monastil (Archivo delMuseo Arquelógico Municipal deElda).

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sencia de cistas de mampostería y fosasen el interior de las unidades habitacio-nales, así como enterramientos infanti-les en urnas.

Por último, parece obvia la existen-cia de un acceso restringido a determi-nados recursos y productos por parte deun grupo social dominante, residente enCabezo Redondo, enclave que parecemostrar una capacidad de centralizaciónincluso superior a la de los núcleos ar-gáricos.

En este sentido, se advierte una no-toria concentración –incluso por pri-mera vez atesoramiento– de gran canti-dad de adornos de oro en Cabezo Re-dondo, frente a otros asentamientosexcavados como Tabayá en Aspe, Illetadels Banyets (El Campello), Peña de Sax,o El Monastil en donde no hay eviden-cias de oro, ni de los otros productos dealto valor social existentes en el yaci-miento villenense.

Cabezo Redondo parece convertirseasí en un centro redistribuidor asimétri-co, donde un grupo dominante pasó aapropiarse del excedente de un buen nú-mero de comunidades campesinas am-pliamente repartidas por estas tierras.Un centro, desde el cual se controlaría, ade-más de la circulación de una amplia va-riedad de productos entre el sureste y laszonas más septentrionales –la meseta,norte peninsular y levante–, una ampliared de caminos custodiada por una seriede enclaves distribuidos estratégicamentesobre el territorio, como es el caso de ElMonastil. Junto a éste último, la impor-tancia que parecen cobrar enclaves costeroscomo la Illeta dels Banyets o Cap Prim evi-

dencian además la intensificación de lacirculación de productos en el Medite-rráneo más occidental, alentada por laexpansión de la esfera comercial micé-nica que implica ahora estrechos con-tactos con la Península Itálica y el Medi-terráneo central.

1100-700 AC: hacia laformación de los gruposiberos

Sin embargo, hacia el 1200-1100 aCo incluso unos años antes, parece pro-ducirse el colapso de Cabezo Redondo.Aún lejos de poder explicar las causasque llevaron a su abandono, es eviden-te que no se trata de un reajuste en la or-ganización territorial comarcal, sino quelos cambios en el patrón de asentamientoafectaron a todo el sureste peninsular. Fac-tores como la intensificación de las ru-tas comerciales por vía marítima, el es-tablecimiento de factorías semitas en elMediterráneo occidental, la configura-ción de Tartesos en el suroeste de la Pe-nínsula Ibérica, o la expansión de laspoblaciones de Campos de Urnas desdela Europa continental, debieron incidirconsiderablemente.

Todos los yacimientos del BronceTardío de la cuenca del Vinalopó fue-ron abandonados con la excepción deTabayá en Aspe, que parece mantenersedurante la primera fase del Bronce Final.Es significativo que después de muchosaños de prospecciones arqueológicas,los únicos yacimientos adscribibles alBronce Final Pleno se localicen exclusi-vamente en el tramo final del curso del

40 H I S T O R I A D E E L D A

Zona norte del Valle de Elda conEl Monastil y Camara (Archivo

del Museo ArqueológicoMunicipal de Elda).

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río Vinalopó, bien en las estribaciones me-ridionales de la Sierra del Tabayá –Tabayá,Caramoro II–, bien en las llanuras lito-rales –La Alcudia–, bien en el piedemontede la Sierra de Crevillente –La Fonteta delSarso, El Bosch o Penya Negra–, evi-denciándose una clara articulación delpoblamiento hacia las zonas litorales.

Esta nueva situación, que conllevóun cambio tan brusco en el patrón deasentamiento, se podría explicar si te-nemos en cuenta que el intercambio porvía terrestre desde el Sureste hacia LaMeseta o el Levante, utilizando el co-rredor del Vinalopó, pasó a ser secundariofrente a la circulación por vía marítima.De este modo, Cabezo Redondo, quehabía funcionado como un centro re-distribuidor de productos y materiasprimas de primer orden, perdió su si-tuación de privilegio frente a las zonascosteras. Es muy probable que en los si-glos de tránsito entre el II y el I milenioaC, buena parte de las tierras del Vina-lopó estuviesen deshabitadas y espe-cialmente, el Valle de Elda. El Monastilparece ocuparse nuevamente en mo-mentos indefinidos de los siglos VIII-VII aC, momento en el que se produjo unaumento en el número de asentamien-tos de nueva creación.

Quizás, además de la cuenca del Ser-pis, el territorio mejor estudiado sea laVega Baja del Segura y el Camp d’Elx, es-pacio geográfico en el que se localiza,sin lugar a dudas, el yacimiento más im-portante del ámbito regional para estosmomentos, tanto por su tamaño, comopor las áreas de actividad localizadas.Nos estamos refiriendo a Penya Negra.Además, en su entorno se han localiza-do un amplio número de asentamientosen el llano, ocupando las tierras cuater-narias de la zona –El Bosch, Camí deCatral, La Alcudia, Hacienda Botella,etc.–, y enclaves en altura en el entornode Penya Negra, dentro de la Sierra de Cre-villente. Se trata de núcleos pequeños ycon evidencias de restos murarios deconsiderable tamaño –Les Barricaes,Cantal de la Campana–, que vienen amostrarnos la importancia del enclave,de sus recursos y del contingente po-blacional existente en esos momentosen la zona. Estaríamos por tanto, ante unproceso que supuso necesariamente unafianzamiento demográfico en las zo-nas litorales, para al mismo tiempo, ini-ciar la consolidación de Penya Negra y delgrupo social dominante allí residente,

convirtiéndose en el principal núcleodel ámbito regional, ya desde momentosprevios a la creación del puerto comer-cial de La Fonteta. Los grupos domi-nantes consolidaron su situación, arti-culando en las zonas fértiles de su en-torno, a un amplio número de unidadesagropecuarias de las que extraer exce-dentes, y creando una serie de fortines ensus proximidades, para asegurar el con-trol de la población y del territorio.

La cuenca del río Vinalopó no fue aje-na a este proceso, habiéndose constata-do la ocupación de enclaves como LaAlcudia, de especial transcendencia parafechas posteriores, asistiendo a la fun-dación en el Valle Medio del Vinalopó,de dos nuevos sitios –El Monastil en laSierra de la Torreta y Camara en la sie-rra homónima– y posiblemente un ter-cero, si consideramos las evidencias ce-rámicas documentadas en el proceso deexcavación del Chorrillo en Petrer.

Es muy probable que a partir del si-glo VII aC, El Monastil vuelva a ser ocu-pado nuevamente, al tratarse de un lu-gar con excelentes condiciones para el de-sarrollo de prácticas agropecuarias y serun punto de paso obligado en las co-municaciones entre la costa y el interiorpeninsular. Del mismo modo, el yaci-miento de Camara se ubica en lo altode la sierra de Camara, en un lugar de di-fícil acceso y con alto valor estratégico,desde donde se controla buena parte delas cubetas de Elda y Salinas.

En estos enclaves se constata unaimportante presencia de productos fe-nicios, en especial de ánforas –recipien-tes y contenido–, que serían redistri-buidos con mucha probabilidad desdePenya Negra. A ello, debemos sumar lasprimeras evidencias de escritura en nues-tras tierras. Se trata de grafías fenicias queaparecen incisas en las ánforas y que, se-gún los especialistas, se trata de la inicialde un antropónimo, que se corresponde,bien con el nombre del propietario de lasánforas, bien con su contenido, o in-cluso, la posible marca numérica comomedida del producto contenido.

No obstante, la articulación del po-blamiento y su desarrollo histórico a lolargo de toda la Prehistoria, únicamen-te se podrá ampliar y conocer con el de-sarrollo de un proyecto sistemático deprospecciones y excavaciones, ademásdel desarrollo de planteamientos mu-cho más amplios que den cuenta delproceso histórico en su globalidad.

41La ocupación prehistórica en el Valle de Elda

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Durante los últimos veinte añoshemos podido intuir y com-prender cuál ha sido el proceso

de evolución cultural desarrollado en elcorredor fluvial del Vinalopó, en la eta-pa histórica transcurrida entre el mo-mento terminal del Bronce Final y elHierro Antiguo, que se caracteriza por lapresencia del fenómeno orientalizantecomo paso previo a la aparición de unatemprana iberización de la zona, a par-tir de la cual se produciría una acusadainfluencia cultural y comercial púnica,acompañada por la presencia de ciertosindicios de helenización, principalmen-te en el ámbito artístico.

Hasta la década de los 80 del sigloXX, se desconocía el origen y la forma-ción de la iberización de las tierras del Vi-nalopó, incluso no se planteaba la exis-tencia de una fase ibérica anterior al si-glo IV a.C. Sin embargo, ésta situaciónse va superando en la actualidad graciasa nuevas prospecciones y excavaciones ar-queológicas, la identificación de es-tructuras arquitectónicas de hábitat yla reinterpretación de los materiales dealgunas antiguas excavaciones.

En estos momentos, tenemos cla-ramente documentada la formación dela cultura ibérica in situ, a partir de asen-tamientos humanos indígenas de la zona,que cuando están saliendo de la faseprehistórica recibieron influencias cul-turales y comerciales del Mediterráneooriental. Por otra parte, no parecen exis-tir indicios reales de la presencia de re-laciones con la cultura de los Campos deUrnas, pues en las comarcas meridio-nales de la Comunidad Valenciana (Vega

Baja: Saladares, Orihuela; Bajo Vinalopó:Tabaià, Aspe, Cara Moro II, Elche, y PeñaNegra, Crevillente) son escasas y desna-turalizadas las piezas que se pueden aso-ciar con ella.

43

Iberos en el Valle de Elda

ANTONIO M. POVEDA NAVARRO

Universidad de Alicante

Museo Arqueológico Municipal de Elda

3

El Mediterráneo occidental enépoca Plena Ibérica.

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El poblamiento en las fasesfinales del bronce

A finales del II milenio, en las cuen-cas Alta y Media del Vinalopó se rees-tructura el espacio habitado en dos gran-des poblados ocupados con anteriori-dad, el Cabezo Redondo (Villena) y elTabaià (Aspe), además de otros secun-darios como Laderas del Castillo (Sax), Llo-meta (Salinas), Peñón del Trinitario y ElMonastil (Elda), El Portixol (Monforte delCid) y la Horna (Aspe). El patrón de asen-tamiento y estructuración del territoriocambia sustancialmente. La gran mayo-ría de los poblados de la Edad del Bron-ce Valenciano, Antiguo y Medio, desa-parece en el Vinalopó, la nueva dinámi-ca de poblamiento aconsejó que el hábitatse distribuyese en el eje fluvial, buscan-do lugares de mejores condiciones edá-ficas y unas áreas de fáciles comunica-ciones, especialmente con la costa.

Durante el primer tercio del I mile-nio este territorio presenta un modestoy reducido número de enclaves humanosde la Edad del Bronce Final, que en ge-neral no están suficientemente conoci-dos: Tabaià (Aspe), El Portixol (Mon-forte del Cid), la Esparraguera (Novelda)y El Monastil (Elda).

Prácticamente toda la zona cono-cerá un significativo desarrollo de la me-talurgia de bronce, gracias a la impor-tación de materias primas desde el áreapróxima de Cartagena-La Unión, Sierrade Orihuela y Sierra de Crevillente. Estacircunstancia debió mantener o inten-sificar las relaciones estrechas existentescon el Bronce del Sureste, al menos des-de el Bronce Tardío, en momentos avan-zados del II milenio a.C. De esta forma,ya en el Bronce Final del Vinalopó, en lafase precolonial, era un hecho la expe-riencia metalúrgica en sus diversas acti-vidades o manifestaciones (adquisiciónde metales, fundición, elaboración y co-mercio).

La metalurgia tendrá un gran augeen el Bronce Final gracias a redes de su-ministro de materias primas, basadasen alianzas entre élites locales de unasociedad en pleno proceso de expansiónpolítica y económica.

Precisamente, en esas redes comer-ciales el río Vinalopó es fundamental,pues es una vía de penetración hacia ellitoral desde la Prehistoria, comportán-dose muchas veces como frontera entregrupos culturales. En el norte de dicha

cuenca fluvial está Villena, en situaciónestratégica por ser confluencia de ca-minos entre la Meseta, Andalucía y lacosta mediterránea. Su conocido tesoro,siempre interpretado como de uso per-sonal, ha sido entendido recientementecomo reflejo de un proceso de mercan-tilización dentro de la sociedad del Bron-ce Final. De modo que el caso de Ville-na podría ser un ocultamiento con laidea de ser recuperado. Las diversas pie-zas que lo componen, concebidas ini-cialmente, en los ss. XIII y X a.C., comoobjetos con valor de poder y prestigio, sehabrían convertido, según esa interpre-tación, en materias primas o «chatarras»para su comercialización, ya en el s. VIII.La mayoría de ellas habrían viajado des-de el Atlántico hacia Levante pasando porla Meseta y llegando por la llanura de Al-bacete hasta la comarca de Villena, en loalto del Vinalopó, donde serían intro-ducidas en el comercio internacionalque conecta el Atlántico con el Medite-rráneo central, en un momento en elque los fenicios están instalándose enlas costas de Iberia, y lo que más nos in-teresa, en la desembocadura del río Se-gura, que en la antigüedad evacuaba jun-to a la del río Vinalopó, donde se han do-cumentado dos asentamientos feniciosrelacionados entre sí, La Fonteta y el Ca-bezo Pequeño del Estaño, que parecen es-pecializarse en la fundición metalúrgicay el control de su comercialización.

El «depósito» de Villena se oculta-ría en una zona de nadie, neutral, crucede caminos en la cabecera de un corre-dor fluvial que es la mejor salida al mar,en un lugar donde no se conoce hábitatalguno entre los ss. IX y VII. Un territo-rio de esta naturaleza permite conver-tirse a un objeto considerado de presti-gio, en su área de origen, en una merca-dería dentro de una transaccióncomercial.

El establecimiento de factorías fe-nicias en la costa suralicantina pareceresponder a la lucha por el monopoliocomercial en el Mediterráneo, lo que po-dría explicar la ocultación de Villena, enel retropaís de esta zona litoral, en el in-terior del Vinalopó, donde sus núcleosindígenas del Bronce Final se vieron afec-tados por la penetración de la cultura yla dinámica comercial y metalúrgica fe-nicia, conociendo una importante faseorientalizante, que tendrá sus mejoresejemplos en la Cuenca Media, en los ya-cimientos de El Monastil y Camara (Elda),

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situados a tan sólo 35 km. de la actuallínea de costa y a 25 km. de la antigua,lo que les permitirá controlar directa-mente el paso por ese corredor.

Esta relación fenicio-indígena ten-drá la gran ayuda, como intermediario,de un importante establecimiento indí-gena, Peña Negra (Crevillente), que recibióuna población oriental tan importantey significativa como para originar la apa-rición de un barrio colonial, desde don-de se irradiará la cultura fenicia haciael interior del Vinalopó durante el s. VIIy primera mitad del VI, hecho que pro-vocará el surgimiento de una etapa orien-talizante intensa que desembocó en laaparición de la cultura ibérica desde mo-mentos muy tempranos.

El poblamiento en la faseorientalizante de formaciónde la cultura ibérica

En el Tabaià (Aspe), una de las sie-rras ubicadas al norte de la gran gar-ganta del pantano de Elche, se originóuna comunidad indígena protohistóri-ca orientalizante. Su posición era muy es-tratégica, pues constituía la auténticapuerta de entrada para ascender por elVinalopó desde la costa, que la teníaante sí. El asentamiento había tenidouna fase de la Edad del Bronce, con lasfacies Tardía y Final, cuyos herederosentran en contacto directo con las gen-tes coloniales asentadas en sus proxi-midades, en Peña Negra y la desembo-cadura del Segura. Además de algunas ce-rámicas de este horizonte cultural, destacaen el lugar la aparición de dos barrasplanas de cobre, utilizadas como lingo-tes premonetales, pertenecientes a unpatrón utilizado por agentes fenicios ensus relaciones comerciales terrestres ymarítimas. Es evidente que esas piezas sonfruto de una relación comercial directaentre los indígenas de este sitio y sus ve-cinos orientales. El poblado muestra al-gunas construcciones que hasta la fe-cha no pueden adscribirse a una fasehistórica concreta.

Ascendiendo aguas arriba, a pocomás de 20 km. de este yacimiento, se en-cuentra el asentamiento fundamentalde El Monastil, que ocupa las estriba-ciones orientales de la Sierra de la Torreta,rodeadas por un gran meandro del Vi-nalopó, y que controla estratégicamen-te su mejor vado en la zona, en el nortedel Valle de Elda. Esta circunstancia le

convierte en uno de los hitos principa-les de la cañada ganadera ancestral quepartiendo desde la Serranía de Cuenca lle-ga por el corredor de Almansa para en-trar en el del Vinalopó, y tras pasar porla Sierra de Crevillente acceder a la cos-ta. El Monastil es un hábitat originadoen el tránsito del Calcolítico campani-forme a la Edad del Bronce, de la que setiene constancia de sus facies Tardía y Fi-nal. En un momento impreciso, pero entodo caso en la etapa de Peña Negra II,se produce el contacto con el horizonteorientalizante del Bajo Segura, surgien-do durante los ss. VII y VI un panoramacultural y comercial ligado a esa co-marca, y especialmente a aquél asenta-miento de la Sierra de Crevillente, delque dista alrededor de 25 km. Presentasus niveles preibéricos orientalizantesentre las cotas 430 y 420 m.s.n.m., don-de se han registrado estructuras de ate-rrazamientos con ángulos rectos y enalgún caso con un bastión trapezoidal,que se levantan directamente sobre laroca madre y la tierra virgen. Junto a un

45La ocupación prehistórica en el Valle de Elda

Vista aérea de la situación de ElMonastil (Archivo del MuseoArqueológico Municipal deElda).

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pequeño lote de cerámicas fenicias (án-foras, cuencos-trípodes, platos grises y ce-rámica de engobe rojo) destaca la abun-dancia de cerámicas indígenas que imi-tan a aquellas, sobresaliendo las pintadasbícromas y monócromas, y las que pre-sentan la pasta y textura, incluso marcasy grafitos fenicios, semejantes a los de lascerámicas de Peña Negra. Se observa,por tanto, durante los ss. VII y VI, una evi-dente relación comercial entre el asen-tamiento crevillentino, especialmenteen su fase IIB, y los indígenas del nortedel Valle de Elda. Este fenómeno expli-ca bien la presencia en El Monastil de fí-bulas de bronce de doble resorte y unapunta de flecha de bronce de arponcillolateral. Otro dato de interés es que conestos materiales se han recogido restosóseos de bóvidos y escoria de fundiciónde hierro.

Sobre un pequeño cerro a 1,5 km. alnorte de El Monastil, se ha exhumado unedificio de estructura rectangular, con pa-redes levantadas a partir de postes demadera, que más adelante comentaremos,que pertenece a un extraño lugar ibéri-co, cuyo origen está en una etapa ini-cial, de los siglos VII y VI a.C., pues hanaparecido algunas cerámicas realizadasa mano cuya procedencia puede ser delúltimo momento del Bronce Final, ade-más de un exiguo lote de cerámicas in-dígenas pintadas bícromas y monócro-mas y ánforas orientalizantes de las lla-madas A1/R1. El yacimiento,denominado el Chorrillo (Elda-Petrer-Sax), ha sido recientemente excavado ydemuestra, por su localización junto a unvial que circula paralelo al río, que suobjetivo era controlar una rica zona agrí-cola y la principal vía de comunicacionesde la zona.

Otra nueva comunidad indígena yorientalizante se encuentra sobre unade las sierras más elevadas de la comar-ca, Camara (Elda), en cuya cima, a 800m.s.n.m., hemos localizado una estruc-

tura fortificada, con un bastión semi-circular, un ángulo recto, y 1,60 m. de gro-sor. Su distancia es de 5 km. respectode El Monastil y 3 km. respecto del Cho-rrillo. Entre el material recogido en va-rias prospecciones arqueológicas, des-taca la enorme presencia de ánforas lo-cales, del tipo A1/R1, tanto indígenasde Peña Negra como otras indígenasque posiblemente se han fabricado sobreel lugar o áreas próximas, sobresaliendoque en ambos casos hay grafitos feni-cios y marcas semejantes a las de Peña Ne-gra y El Monastil. También se ha docu-mentado la presencia de cerámica feni-cia, como ánforas y un plato de barnizrojo, además de tinajas y platos grisesindígenas orientalizantes. La relacióncon el último asentamiento es clara yobvia, pero es más importante la evi-dente asociación comercial que ostentócon el primero, del que dista tan sólo25 km. recorriendo una antigua ruta na-tural de gran importancia ganadera, queles une directamente. La altura y posiciónorográfica de Camara debió resultar cla-ve para el control visual del territorio ysus vías de comunicaciones, pues con lavista se alcanzan las tierras situadas a30 km. al interior y a otros tantos de laSierra de Crevillente, por tanto donde es-taba la antigua línea litoral. Es un pobladode gran interés para las comunicacio-nes, pero sobre todo para controlar elcomercio de la sal y el esparto, materiasabundantísimas en la zona, pero tambiénde la carne, pues a los pies de Camara seubica una gran laguna salada, con granriqueza cinegética (hasta al menos el s.XV d.C.), y es el punto donde coincidenlas veredas ganaderas de la Alta Andalucíay de la Meseta.

Aproximadamente a 5 km. al nortede Camara se ubica la necrópolis del Pe-ñón del Rey (Villena-Sax), que ocupa lacresta rocosa más septentrional de laSierra de Picachos de Cabrera, a 710m.s.n.m. Muy probablemente es la úni-ca necrópolis localizada en el interiordel Vinalopó que se pueda asociar a estafase histórica, al menos a su fase final. Enla parte más elevada del lugar se pudo ori-ginar el hábitat, pues existe una planiciedonde se conservan restos de muros y ce-rámicas pertenecientes a la Edad delBronce, cuyo asentamiento no sabemossi pudo tener alguna relación con la pos-terior etapa cultural, la orientalizante.

Los enterramientos de esta necró-polis consisten en colocar las cenizas di-

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Cerámicas fenicias (El Monastil)(Archivo del Museo Arqueológico

Municipal de Elda).

Asas de ánforas orientalizantescon marcas y grafito (El

Monastil) (Archivo del MuseoArqueológico Municipal de

Elda).

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rectamente entre los huecos de la roca na-tural, cubrirlas con cerámicas y todo ellodejarlo protegido con una serie de pie-dras. Para su investigadora, L. Hernán-dez, tienen evidentes paralelos en las se-pulturas del grupo E de Villaricos, conuna cronología desde el s. VII al IV, en am-biente claramente feniciopúnico, en Fri-giliana y en necrópolis del norte de Áfri-ca (Motya, Rachgoun, etc.). No obstan-te, existió otro modo de tumba, pueshay referencias a la presencia de fosasde planta rectangular, que cavadas enla roca son remontadas con muretes depiedra. Igualmente, los paralelos de lascerámicas empleadas en las tumbas, bá-sicamente platos grises, se encuentran enyacimientos que recibieron nítidos ytempranos contactos fenicios: Peña Ne-gra, El Monastil o Villares de Caudete delas Fuentes. Estamos pues ante cerámi-cas locales indígenas cuya inspiraciónes totalmente fenicia, orientalizante. Losajuares son escasos, un pequeño lote deobjetos metálicos: una fíbula anular debronce, de resorte tipo charnela en bisagray puente de timbal; una punta de fle-cha de bronce de tipo Palmela; un frag-mento de un posible cuchillo afalcatadode hierro, de igual metal se recogieron va-rios fragmentos en forma de barritas yun botón o remache de igual material.Para esta investigadora y merced a lapresencia de la fíbula, la necrópolis da-taría del s. V a.C., hacia su mitad, segúnotros investigadores se podría fechar enla primera mitad de esa centuria. Sinembargo, teniendo en cuenta que hayfíbulas anulares ya entre los ss. VII y VIy que las cerámicas tienen un aire clara-mente orientalizante, hemos propues-to subir su cronología a pleno s. VI ypensar que pudo estar en uso hasta el pri-mer cuarto del V, datación por la quetambién se decantan C. Mata y H. Bonet,quienes plantean una fecha entre el 575y el 475 a.C.

Un último lugar merece ser men-cionado, es el yacimiento arqueológicodenominado Peñón del Trinitario, si-tuado en las laderas meridionales deMonte Bolón, a menos de un kilóme-tro del oeste del casco urbano de la ciu-dad de Elda. Es una zona donde se tie-ne documentada la existencia de un po-blado de la Edad del Bronce Pleno yTardío, junto al que se hallaron diversascuevas de enterramiento, que en algunoscasos presentan materiales esporádicosde una posterior época ibérica, eviden-

ciando que el lugar siguió siendo fre-cuentado para algún tipo de uso no biendeterminado. Ya en un momento fe-chable entre el final de la fase prehistó-rica y la época preibérica, orientalizan-te, parece que hubo cierta actividad enel lugar, así lo indica la presencia en unade las tumbas de dos cuentas de collar depasta de vidrio, una elipsoidal, negra,decorada con líneas blancas, y la otra deforma de tonelete, negra decorada con lí-neas blancas en espiral, que han sidoidentificadas como piezas fabricadas entalleres egipcios y que habrían llegado anuestras tierras a través del comerciomicénico o poco después, con las pri-meras visitas fenicias precoloniales. Enlas áreas cercanas al Monte Bolón, en lanecrópolis de Les Moreres, en Peña Ne-gra (Crevillente), se ha documentado lapresencia de objetos parecidos fechados

47La ocupación prehistórica en el Valle de Elda

Fíbula de doble resorte y puntade flecha de bronce (El Monastil)(Archivo del Museo ArqueológicoMunicipal de Elda).

Vista de un tramo de muralla deCamara (Archivo del MuseoArqueológico Municipal deElda).

Grafitos y marca sobrefragmentos de ánfora (Camara)(Archivo del Museo ArqueológicoMunicipal de Elda).

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en el Bronce Final, mientras en la Covade la Pastora (Alcoy) aparece uno de es-tos objetos acompañado de ánforas fe-nicias. Por lo tanto, creemos que entreesos momentos del Bronce Final y la co-lonización fenicia pudieron llegar lascuentas del Peñón del Trinitario, lugarque era proclive a la llegada de excep-cionales piezas del comercio de la épo-ca dado que se ubicaba en la principal víacomercial del momento, la que sería usa-da para la proyección económica y cul-tural fenicia hacia las poblaciones indí-genas del interior del Vinalopó y del ini-cio de la Mancha.

Precisamente a una fecha inmedia-tamente posterior, entre los siglos VII yVI a.C., pertenece otra interesante piezahallada en superficie en Bolón, a pocosmetros al este del Trinitario, es una pla-ca de bronce de cinturón de tipo «célti-co» que parece ser indicio del contactocon la Meseta oriental, área ganaderapor excelencia desde donde llegaba su ga-nado a través de la Vereda de los Serra-nos, que partiendo de Cuenca discurríaa los pies de Camara pero también deMonte Bolón. Es muy probable que estapieza esporádica, pero significativa, pue-da asociarse a algún miembro del grupoque traía los animales por dicha ruta,cuyo final era llevarlos hasta la zona fe-nicia de la costa.

La aparición de la culturaibérica durante su faseantigua (ss.VI-V a.C.)

Entre mediados del s. VI y el V a.C., seva a producir una nueva reestructuracióndel territorio, que tendrá que ver con la cri-sis del control comercial fenicio de Iberia,con el comienzo de una helenización cul-tural de los ambientes tanto fenicios comoindígenas y con la aparición de la cultu-ra propiamente ibérica. Es un momentoen el que la comarca al sur del Vinalopóy en la Vega Baja del Segura, desaparecenasentamientos tan fundamentales de la eta-pa anterior como Los Saladares (Orihue-la) y Peña Negra (Crevillente), mientrasotros lugares adquieren o inician un de-sarrollo excepcional, caso de El Oral (SanFulgencio) y La Alcudia (Elche). De formaparalela, en el Valle de Elda y el resto delinterior del Vinalopó se produce un pro-ceso semejante.

Importantes centros de la etapa an-terior son abandonados, según nos ilus-

tran los casos de Tabaià (Aspe) y Cama-ra (Elda), y otros perdurarán por un cier-to tiempo, como ocurre con la necró-polis del Peñón del Rey (Villena-Sax) (dehábitat desconocido), o se irán consoli-dando progresivamente, según se evi-dencia en las zonas más bajas y próximasa las márgenes del Vinalopó, las más ap-tas para la agricultura y por donde pa-san los principales viales de comunica-ción, sus mejores ejemplos son El Cho-rrillo y sobre todo El Monastil, queseparados por tan sólo 1,5 km. de dis-tancia están directamente relacionadoscon el control y la explotación de unmismo territorio, en el que parece con-centrarse la población ibera de ese mo-mento, quizás debido a la llegada de loshabitantes de los otros asentamientosahora abandonados. Un nuevo hábitatparece formarse entre Monforte del Cidy Novelda, también junto a los márgenesdel río, donde se encuentra el yacimien-to de La Algualeja-El Campet, al quepertenecía el Arenero en el que se halla-ron varias esculturas de bóvidos (cin-co), restos arquitectónicos (pilar, plintoy caveto o nacela) y tres posibles busta re-pletos de cenizas, uno perteneciente aun gran monumento funerario del tipopilar-estela, y dos de otros tantos basa-mentos o plataformas funerarias, cuyosrestos pueden asociarse a las losas que for-man una estructura exhumada por L.Abad en las proximidades del mismolugar. En cuanto al área donde se ubicaríala habitación propiamente dicha no setiene ninguna certeza de su localización.

El Monastil

En esta etapa de consolidación del sis-tema urbano su constatación parece re-ducirse a El Monastil en la parte centraldel Vinalopó, donde ofrece indicios de ha-ber sido el asentamiento principal de lafase anterior, que jerarquiza todo el te-rritorio en aproximadamente 20 km. a sualrededor y que ahora estaría en franca ex-pansión ante el empuje que comenzabaa tener su clase dirigente, su núcleo aris-tocrático, que se permite crear una ne-crópolis cuyos indicios esporádicos nosllevan a pensar que estaría situada entrela parte baja del poblado y el río, junto ala vía de comunicación que lo circunda.La información de ella depende hasta lafecha de hoy de hallazgos fortuitos deelementos escultóricos y arquitectóni-cos, ya que no se ha efectuado excava-

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Placa de cinturón de bronce detipo «céltico» (Monte Bolón) y

dos cuentas de pasta de vidriode origen egipcio (Peñón del

Trinitario) (Archivo del MuseoArqueológico Municipal de

Elda).

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ción arqueológica alguna. Los principa-les objetos recuperados son la esculturade una sirena y el ángulo de una golacon gran voluta de un pilar-estela, su es-tilo es jónico, con cinco pétalos, en cuyabase comienza la arista de la nacela, pie-zas que hemos datado entre la primeraparte y la mitad del s. V a.C. Respecto ala escultura hay que indicar que es uncuerpo de sirena de influencia heleni-zante, al que le faltan la cabeza, las patasy la cola, sus alas aparecen plegadas ypegadas al cuerpo, quedando visiblestoda una serie de plumones sobre el mis-mo. La forma de la escultura es muy es-tilizada y rectilínea, sobre todo si se com-para con las otras dos sirenas halladas enla Península Ibérica, en Mogente (Va-lencia). En los flancos se aprecian doshendiduras que parecen ser la huella deuna abrazadera metálica de sujeción dela figura, quizá de un momento en elque ya no se tenía en pie. De la misma cro-nología serían varios sillares con relie-ves, que pudieran haber formado parte dela ornamentación de un hipotético he-roon levantado en el interior del poblado.Se trata de un gran bloque de piedra so-bre el que se ha esculpido la testa de untoro que la presenta girada hacia la po-sición del observador. El otro bloque esmás pequeño y muestra una potnia theronque con su mano diestra toca la testuz deun équido, de factura muy tosca, mien-tras con la siniestra levanta una serpiente.Son temas iconográficos que se puedenasociar con los cultos guerreros y de fe-cundidad que acompañan a las típicas he-

roizaciones conocidas entre la elite ibe-ra. Una última pieza (inédita) fue halla-da recientemente, muy arrasada y for-mando parte del umbral de una puertaen la muralla, junto al torreón rectan-gular conservado, en este caso es un granbloque de piedra que presenta una la-bra muy esquemática con la que se harepresentado una figura femenina, almenos la zona entre su busto y el cuello,se observa que tiene los brazos pegadosal cuerpo, pues así es como aparece elderecho, que inmediatamente detrás tie-ne parte de un ala; posiblemente este-mos ante una divinidad ibérica alada o unafigura mitológica del tipo esfinge.

De la estructura urbanística y arqui-tectónica del oppidum de ésta época no seconoce nada, pues las construcciones es-

49La ocupación prehistórica en el Valle de Elda

Plano topográfico del oppidumde El Monastil (Archivo delMuseo Arqueológico Municipalde Elda).

Parte de una escultura de unasirena y parte de un sillar convoluta de la zona superior de unmonumento funerario (ElMonastil) (Archivo del MuseoArqueológico Municipal deElda).

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tán ocultas por las posteriores levanta-das en nuevas fases ibéricas y romanas.No obstante, la aparición de materiales ar-queológicos muebles, mayoritariamentecerámica ibérica pintada con motivos ge-ométricos simples, cerámicas grises y án-foras, que se recuperaron entre las cotas420 y 424 m.s.n.m., permiten ubicar elasentamiento de los ss. VI-V en su zona baja.

El Chorrillo

El otro yacimiento arqueológicocon una etapa adscribible a este mo-mento es El Chorrillo (Elda-Petrer-Sax),al menos es lo que deducimos de la pre-sencia de un grupo de cerámicas ibéri-cas pintadas y grises datables en estafase, que se encuentra en ambas már-

genes del río, lo que permite suponer queel extraño edificio ibérico erigido so-bre el pequeño cerro del lugar pudoexistir ya entonces, y lo que es más in-teresante, que la escultura ibérica deun toro hallado a principios de siglo, enfrente, en la orilla derecha, y cuya ti-pología le hace ser catalogado en el gru-po B o 1 de T. Chapa, fechado entre fi-nales del s. VI y comienzos del V, permiteconfirmar la existencia de este asenta-miento ibérico en esas fechas. La es-cultura es de gran importancia pues seasemeja a varios de los toros del citadoArenero de Monforte del Cid (en la Al-gualeja), que como éstos se levantaría so-bre un monumento funerario del tipotúmulo o plataforma. El toro de El Cho-rrillo (mejor que las denominacionestradicionales y erróneas de Sax o de Pe-trel) está acostado, con boca entrea-bierta que deja ver sus dientes, la colasobre los cuartos traseros y sus cuer-nos y orejas postizos, que al desapare-cer han dejado cuatro orificios. El tipoescultórico le hace pertenecer a un gru-po artístico típico del Vinalopó, conposible taller en Ilici (Alcudia de Elche).La ausencia de otros restos arquitectó-nicos y de indicios fehacientes de tum-bas nos hacen dudar de la existenciareal de una necrópolis, que por otrolado tampoco tiene una auténtica zonade hábitat, al menos ésta es la idea quepodemos deducir después de las exca-vaciones y las prospecciones arqueoló-gicas que hemos realizado en el yaci-miento. La segura pertenencia del asen-tamiento a una clase dominante, noshace plantear su muy probable depen-dencia del grupo aristocrático con sedeen El Monastil, del que solamente lesepara 1,5 km.

50 H I S T O R I A D E E L D A

Fragmento de escultura de unafigura femenina alada (El

Monastil) (Archivo del MuseoArqueológico Municipal de

Elda).

Dos sillares con relieves, unocon la representación de una

divinidad femenina con caballoy serpiente (superior) y otro con

la cabeza de un toro (inferior) deEl Monastil (Archivo del Museo

Arqueológico Municipal deElda).

Vista panorámica del cerro de ElChorrillo (Archivo del Museo

Arqueológico Municipal deElda).

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La eclosión de la culturaibérica: la fase del ibéricopleno (ss. V-III a.C.)

Durante la segunda mitad del s. Va.C. la cultura ibérica refleja, en todas susáreas peninsulares, que se ha producidouna transformación en su sociedad yen su economía, circunstancia fácil derastrear en sus ámbitos urbanos, pro-ductivos y funerarios.

Los cambios son también evidentesen el territorio del Vinalopó, que mues-tra un mayor número de zonas habita-das ibéricas, al menos a partir del últi-mo tercio del s. V, entre las que ademásvan a aparecer centros de gran impor-tancia y otros menores, con los que se vaa diseñar un tipo de organización te-rritorial en la que surgirá un lugar cen-tral o hegemónico, que paulatinamen-te impondrá un cierto nivel de jerar-quización.

Avanzada la segunda mitad de esesiglo surgen nuevos asentamientos tan-to en áreas de llanura como de monta-ña, es el caso del Puntal (Salinas), laMolineta (Salinas), Batoy-La Torre (Sax)y Caprala (Petrer). Otros núcleos siguende la etapa anterior incrementando suimportancia, como ocurre con El Cam-pet-La Algualeja (Novelda-Monforte delCid), con El Chorrillo y El Monastil.Esa tendencia a ocupar mayores exten-siones del territorio para aumentar su ex-plotación y el control de las mejoresvías de comunicación, parece tener re-lación con la consolidación del poder dela aristocracia dominante en la zona,que después de organizar socioeconó-micamente el hábitat consigue obtenerexcedentes productivos, que totalmen-te o en parte quedan a su disposición.

Como consagración de dicha ten-dencia en el s. IV a.C., surgen nuevosasentamientos junto a los anteriores:Castillo del Río (Aspe), Castillo (Mon-forte del Cid), El Charco (Monóvar)(inédito), Bolón (Elda), El Mirador (Pe-trer), Zaricejo (Villena) y La Tejera (Vi-llena).

Monte Bolón: un posiblelugar sacro

En esta fase es cuando parece queexistiría algún tipo de hábitat modestoen la ladera sur de este monte, pues te-nemos varios indicios de ello. Por ejem-

plo, en la cueva nº 1 del grupo de lascuevas de enterramiento asociadas al yacitado Peñón del Trinitario se localizó unenterramiento infantil, al menos un crá-neo completo de un niño; un vaso ibé-rico caliciforme, realizado a torno y condecoración pintada del tipo geométricosimple, de finos filetes de color siena;un fragmento de pasta de vidrio verde,de un objeto indeterminado; un peque-ño colgante de marfil decorado con in-cisiones; una aguja para el cabello, dehueso, decorada con incisiones en retí-cula y entre molduras, con la cabeza aca-bada en un apéndice redondeado. Esteconjunto de piezas de cronología ibéri-ca aparecían en la cueva junto a otros ob-jetos cerámicos y líticos de la Edad delBronce, por lo que parece posible una reu-tilización de la necrópolis prehistórica enla fase ibérica. Las piezas de esta cultu-ra depositadas en una cueva que tiene cer-ca manantiales de agua hoy secos, que enalgún caso surtían de agua templada ocálida, y la presencia de un caliciformehan hecho pensar que podemos estarante una cueva santuario de las típicasde la zona levantina. En este sentido esinteresante destacar la noticia antigua re-cogida por E. A. Llobregat de que se ha-lló en esa zona un exvoto ibérico de bron-ce, que representaba una figura oferen-te masculina, con túnica corta y decaluatio,es decir, con la típica tonsura de los sa-cerdotes, por lo que quizás en nuestrocaso se trate de un sacerdote. De estemodo cobra fuerza la idea de encon-trarnos ante un área sacra ibérica por

51La ocupación prehistórica en el Valle de Elda

Dibujos de la escultura de torohallada en El Chorrillo (segúnHerrero Ochoa, 1964).

Enterramiento funerario (Peñóndel Trinitario) (Archivo delMuseo Arqueológico Municipalde Elda).

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modesta que la misma sea, al menos enlo conocido hasta hoy.

De igual modo que los lugares de ha-bitación son más numerosos ahora, tam-bién ocurre igual con las necrópolis, queen este momento reflejan la presencia deun importante cuerpo social compues-to por guerreros, que son enterrados,por lo general, en fosas o huecos del te-rreno con busta, donde destaca la apari-ción de armamento y ajuares cerámicosen los que sobresalen las piezas de bar-niz negro ático, es así en las tumbas deEl Campet-La Algualeja (Novelda-Mon-forte del Cid) (cuatro enterramientos,de los siglos IV-II), en Botay-La Torre(Sax) (tres enterramientos, del s. IV) yen el Puntal (Salinas) (treinta y siete en-terramientos, de los ss. V-IV). Es intere-sante destacar que en el primer lugarestá documentado el uso de pebeteros deltipo «cabeza de Tánit», lo que le rela-ciona con necrópolis murcianas y de lazona costera alicantina. En cambio, pa-rece haber desaparecido o ser más rara latumba monumental con esculturas. So-lamente conocemos la cabeza de leóndel Zaricejo, incluido en el grupo re-ciente de T. Chapa, que tiene una cro-nología avanzada dentro del s. IV y quepresenta rasgos de influencias helenís-ticas. Salvo en el caso del Puntal, no estáclara la adscripción del resto de las ne-crópolis a un hábitat específico.

La población parece concentrarseen torno a unos pocos oppida de peque-ñas dimensiones, pues a excepción deEl Monastil, que cuenta con algo más de3,5 ha., y el Puntal, con cerca de 0,4 ha.,por tanto a gran distancia de aquel, el res-to de asentamientos tiene entre 0,1 y 0,3ha. De todos ellos, usan las zonas mon-tañosas como elemento defensivo el Pun-

tal, el Mirador, el Castillo de Monfortedel Cid y el del Río, los demás se ubicanen llanuras o piedemontes. El único lu-gar auténticamente fortificado es el Pun-tal, que cuenta con una muralla reforzadacon varios torreones y un foso exterior,sin embargo, también existía un recintoamurallado en El Monastil y en El Char-co (Monóvar), que básicamente era unmuro perimetral no excesivamente po-tente.

El oppidum de El Monastil

Del escaso urbanismo ibérico do-cumentado en el Vinalopó, al menos enEl Monastil y en el Puntal se observaque son poblados cuyas estructuras seadaptan a las curvas de nivel. Por otra par-te, ambos controlan los dos mejores ac-cesos del territorio, el primero junto alvial que corre paralelo al río Vinalopó, yel segundo en el paso junto a la lagunade Salinas. Probablemente esta circuns-tancia les permitiese adquirir una mayorimportancia frente al resto del hábitat,especialmente en el caso de El Monastil,que parece asumir el papel de lugar cen-tral o de oppidum hegemónico, como re-fleja la documentación arqueológica quenos informa de su aspecto socioeconó-mico.

Efectivamente, en el s. IV a.C. seconstruirían algunos edificios, de losque hemos de destacar un complejo ar-quitectónico en su parte baja, que pa-rece corresponder a la familia o grupo do-minante de la urbe y su zona territorial.Se trata de una gran estructura com-puesta por cinco potentes muros para-lelos, de dirección norte-sur, delimitadospor otros dos de dirección este-oeste,que en ningún caso llegan a entrar en con-

52 H I S T O R I A D E E L D A

Figurilla de bronce (MonteBolón) (Archivo del Museo

Arqueológico Municipal deElda).

Dos vistas generales deestructuras de almacén

sobreelevado (El Monastil)(Archivo del Museo Arqueológico

Municipal de Elda).

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tacto con aquellos. Sus mejores parale-los morfológicos y funcionales son ungrupo de edificios muy característicos in-terpretados como almacenes sobreele-vados, horrea, entre los que destacan losaparecidos en Ullastret, Tornabous, Alor-da Park, la Moleta del Remei, Illeta delsBanyets, La Balaguera, Torre de Foios yEl Amarejo, que en algunos casos se pue-den relacionar con edificios considera-dos palacios o templos, con los que for-maría un conjunto de estructuras que ide-ológica y funcionalmente serían herederasde las construciones del tipo palacio-santuario, de matiz orientalizante, do-cumentadas en Cancho Roano y la Mue-la de Cástulo. Un indicio de la posible exis-tencia de un edificio que fuese la sede deun palacio/templo, o con seguridad deuna estructura arquitectónica de prestigio,es el hallazgo de una basa de columna,muy desgastada por la erosión, que apa-reció en la reconstrucción posterior quesufrió el muro que delimitaba por elnorte el almacén. La existencia de unpórtico con dos columnas in antis enconstrucciones sacras del área siriopa-lestina, y lo que es más interesante paranosotros, que en La Illeta dels Banyets,en Ullastret, en Tornabous o en Alcoresde Porcuna, se documente la presenciade posibles edificios sacro-políticos condos columnas en su pórtico y en lugarespróximos o asociados a edificios singu-lares, nos permite plantear la muy pro-bable existencia de un área privilegiada,de la clase aristocrática dominante del op-pidum, que ofrecería de esta forma unaclara jerarquización urbana. En todocaso, estamos ante una infraestructurasocioeconómica que sirve de instru-mento para almacenar, bajo el dictado dela clase dominante, todos los excedentesobtenidos con la explotación intensivadel territorio jerarquizado por El Mo-nastil, que dispondría de este modo deuna importante materia de intercam-bio comercial, principalmente, y en estecaso, las cosechas de cereales y aquellasotras producciones obtenidas en el agrocircundante.

El Chorrillo: un asentamientodependiente

Existe un pequeño asentamientoinmediatamente al norte de El Monas-til, aguas arriba del Vinalopó, que lesune directamente. Se ubica en una delas zonas del Vinalopó consideradas

como más aptas para la explotación agrí-cola. La única estructura localizada yexhumada está en la cima y al sur deuna pequeña elevación rocosa junto al río,

53La ocupación prehistórica en el Valle de Elda

Vista y planta del edificio de ElChorrillo (Archivo del MuseoArqueológico Municipal deElda).

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controlando el camino existente entre am-bos. Se trata de los restos de un edificiomuy particular, que tiene 9,3 m. de lon-gitud por 11 m. de anchura, muy arra-sado y en parte desaparecido. Está le-vantado directamente sobre la roca basedel cerro. Su planta parece ser triparti-ta, destacando la estancia central porser de mayores dimensiones (8 X 3,6 m.)que las otras dos que le flanquean, y porposeer restos de un rústico hogar en suángulo sureste. La construcción se halogrado intercalando postes de made-ra, con los que se han fabricado las pa-redes. De todo ello solamente se con-servan los orificios, que atraviesan laroca e incluso los sillares que forman el

zócalo de arranque del edificio. Dichosorificios están alineados a lo largo delas distintas fachadas, sin embargo, exis-te otra alineación en diagonal que cru-za desde el ángulo noroeste hacia el su-reste. Posiblemente, alguno de los orifi-cios no tengan finalidad constructiva ypuedan relacionarse con ciertos actosrituales, no hay que olvidar que junto alas cenizas que acompañan al citado ho-gar se hallaron las dos astas de un torojoven, además de que en el nivel super-ficial de la estancia grande se recuperóuna campanilla ibérica de bronce, quizásperteneciente a una posible víctima ani-mal sacrificada, por ejemplo el citadotoro (también se halló la punta quema-da de otra asta de bóvido). A todas estascaracterísticas especiales hay que unirque estamos en una construcción to-talmente aislada, en lo alto de una cimaque es el lugar hegemónico de la geo-grafía llana que constituye su territorio.Además, se ubica en el epicentro y par-te más baja de una zona con abundan-tes asentamientos ibéricos, uno de los cua-les, El Mirador, presenta una altura yunas dimensiones que nos hace pensarque sea una atalaya que al estar frente aEl Monastil y El Chorrillo sirve de in-termediario visual, pues éstos no tienencontacto directo. Por otro lado, en las tie-rras situadas frente al promontorio, alotro lado del río, es donde se halló la es-cultura ibérica de toro, cuya relación

54 H I S T O R I A D E E L D A

Campanilla de bronce y astas detoro (El Chorrillo) (Archivo del

Museo Arqueológico Municipalde Elda).

Selección de materiales halladosen El Chorrillo (Archivo del

Museo Arqueológico Municipalde Elda).

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con el edificio nos escapa actualmente.Los mejores paralelos del uso y disposi-ción de orificios como los de El Chorri-llo los tenemos en varios asentamien-tos fechados entre los ss. VII y IV a.C.Algunos ejemplos se observan en el Cas-tellar de Librilla (Murcia), en el TemploA de La Encarnación de Caravaca de laCruz (Murcia), pero sobre todo en el surde Francia, en Lattes, en una viviendaurbana datada entre los años 375 y 350a.C., momento en el que nuestro edifi-cio está totalmente en uso y al que per-tenece la mayor parte de los materialesmuebles recogidos en su excavación. A pe-sar de todo lo dicho no tenemos nin-guna idea segura sobre el significadodel edificio y del asentamiento. No obs-tante, su relación directa con El Mo-nastil nos parece fuera de toda duda.

El Monastil oppidum centraldel interior del Vinalopó

Respecto a la organización territo-rial de las zonas habitadas y explotadas du-rante la fase ibérica en el interior del co-rredor del Vinalopó creemos posible lasiguiente propuesta. Por un lado debe-mos partir de un oppidum hegemónico,El Monastil, desde donde parece organi-zarse la producción, el comercio y en ge-neral la administración y la economía dela zona, al menos hasta una distancia de15/20 km. a la redonda. En este ámbito es-pacial encontramos dos pequeñas atala-yas, una al este, El Mirador (Petrer), que conEl Monastil cierran el paso natural que co-munica el Alto con el Medio Vinalopó, laotra altura vigía está al sur, en Monte Bo-lón, cuyo pequeño núcleo ibérico de su ver-tiente meridional tutela, ante sí, el des-censo desde el tramo anterior y el des-censo por el otro vial existente en lascomunicaciones norte-sur, es decir la rutaque pasa al pie del Puntal (Salinas), cuyasfortificaciones y foso reflejan su carácterde vigilante de ese acceso, de modo que esteoppidum, más modesto que El Monastil,complementaría el control y la organiza-ción del territorio. Por otra parte, a esca-samente 2 km. a su norte se encuentrauna zona agraria de llanura, La Molineta,junto a la laguna de Salinas, en cuya ex-plotación de sal pudo especializarse, dan-do sentido a este asentamiento y todavíamás al Puntal, auténtico guardián de la ex-plotación de un elemento comercial cla-ve en la antigüedad como era la sal. En elnorte se localiza Batoy-La Torre (Sax) que

explota otra zona agropecuaria de interés,en un corredor transversal al Vinalopó ycon tierras altamente aptas para la agri-

55La ocupación prehistórica en el Valle de Elda

Mapa del Alto y Medio Vinalopócon los asentamientosorientalizantes e ibéricos.

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cultura y paso de una importante vía pe-cuaria ancestral, desde la que se accede alterritorio de Alcoy (La Serreta, El Puig,etc.) y a Valencia. Entre aquel asenta-miento y el de El Chorrillo existe un lugarestratégico por disponer de abundantesacuíferos y ser un hito en otro paso pe-cuario, en este caso de montaña y con ri-queza forestal, este enclave no es otro queel caserío ibérico de Caprala (Petrer). Algomás al norte quedan el Zaricejo y la Teje-ra (Villena), en una zona claramente ce-realística y de gran importancia para la in-troducción del ganado en el corredor delVinalopó. Hacia el sur de El Monastil y deBolón se sitúa otro caserío, que está for-tificado, El Charco (Monóvar), que de-fiende junto al vial fluvial una encrucija-da donde se unen los caminos de Murcia(procedentes de Jumilla y del Medio Segura)y el que desciende hacia Elche y la Vega Bajadel Segura. Más al sur, a unos 20 km. deEl Monastil surge otro valle especializadoen las explotaciones agrarias, donde se

asienta El Campet-La Algualeja (Novel-da-Monforte del Cid), que contaría con unaatalaya-fortín en el Castillo del Río (Aspe),que defiende otro vado y cruce de cami-nos sobre el mismo cauce del Vinalopó.Otro asentamiento vigía, en el Castillode Monforte del Cid, tutelaba el acceso des-de el río hacia oriente, hacia las tierras deAgost y Alicante.

La cultura ibérica ante lallegada de Roma

Desde finales del s. IV y los iniciosdel III, se desencadena una crisis dentro dela cultura ibera, que además de detectar-se por nuevas destrucciones de esculturas,monumentos y otras construcciones ar-quitectónicas en los poblados, se docu-menta por la desaparición de muchos deellos. Vemos como los asentamientos deBotay-La Torre, la Molineta, el Puntal,Caprala y el Chorrillo no llegan al s. III a.C.,y dentro de esa centuria se extinguen tam-bién el Zaricejo, la Tejera, el Mirador yBolón. Es decir, que dos tercios del totaldel hábitat del Vinalopó han sido aban-donados, lo que implica una clarísima re-organización del territorio, que segura-mente tendrá que ver con las luchas entrelas propias aristocracias locales y con lasinterferencias de los conflictos púnicos. Alo largo de este proceso de reestructuraciónse produce una disminución y concen-tración del hábitat ibérico. Entonces seobserva como en el norte del Vinalopósurge un poblado, en lo alto de la Sierrade San Cristóbal (Villena) que comienzasu actividad a partir de finales del s. III a.C.y entrará en contacto con la cultura ro-mana, ya que su abandono será en el s. Id.C. En el sur de la Cuenca se concentra-rá la población entre El Campet-La Al-gualeja, que perdurará hasta el s. V d.C.,consagrándose como zona de explota-ción agraria, y el Castillo de Monforte delCid, pequeño asentamiento de los ss. II-I a.C. y el Castillo del Río que funcionarácomo un pequeño oppidum hasta el finaldel s. I a.C., según ilustran los hallazgos nu-mismáticos romanos. Sin embargo, enlas tierras centrales del Vinalopó se con-solida e incrementa la importancia de ElMonastil, que en pleno siglo III a.C. supoblación se «encastilla», pues es cuandoconoce un desplazamiento de gran partede ella al sector alto del asentamiento,momento en el que se reestructura el há-bitat al dotarse de una muralla de másde 2 m. de grosor y torreones rectangula-

56 H I S T O R I A D E E L D A

Mapa con las ciudades ibéricasvalencianas y sus territorios(según Mata Parreño, 2002).

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res, al menos dos, consiguiendo de esta for-ma fortificar el oppidum en su vertientemeridional. De modo que cuando única-mente se conocía de El Monastil su zonaelevada, se proponía una fecha para suorigen en el s. III a.C., o que como muchose aceptase que ya existía algún núcleohabitado en el IV. En cambio, en la partebaja, la más antiguamente poblada, parecenproducirse abandonos y destrucciones,al menos esto se deduce de la destruccióny amortización del almacén ibérico, fe-nómeno que parece ya consumado en elsiglo II a.C.

Por tanto, cuando tomen los roma-nos el sudeste ibérico, al apoderarse deCarthago Nova en el año 209 a.C., en el Vi-nalopó existen tres modestos pobladosen lo alto de otras tantas sierras, San Cris-tóbal, Castillo del Río y Castillo de Mon-forte del Cid, y un gran oppidum central,El Monastil, que parece alcanzar sus ma-yores cotas de poder, y que se ubica tam-bién en la cima de una montaña. Por suparte, las únicas zonas de llanura o tierrasbajas que parecen en explotación son ElCharco (Monóvar) y El Campet-La Al-gualeja (Novelda-Monforte del Cid).

Conclusiones: El Monastil ysu territorio

Fue el interior del Vinalopó un te-rritorio indígena bien dotado de fuentesnaturales de riqueza y bien comunicado,que permitiría la formación de ciertosasentamientos del Hierro Antiguo quecomo ostentadores de esos elementoseconómicos, serían necesariamente vi-sitados por las gentes orientales ubica-das en la costa vecina, junto al Segura, des-de donde llegarían para comerciar y ase-gurarse el aprovisionamiento de materiasprimas ya mencionadas. De esta mane-ra es como se formaría una etapa indí-gena orientalizante, entre el s. VII y elVI a.C., que desembocó en la aparicióntemprana de la cultura ibérica, hacia lamitad de esa última centuria, que al me-nos, en El Monastil, ya tenía un grupoaristocrático, de elite, que pudo sacarpartido económico de su relación con lasgentes coloniales.

El desarrollo y la evolución de aque-llas comunidades dieron paso al naci-miento de núcleos ibéricos, en época an-tigua, en El Monastil, el Chorrillo, Peñóndel Rey y la Algualeja. Las esculturas detoros de la Algualeja (Arenero de Mon-forte del Cid) y de El Chorrillo y la sire-

na de El Monastil, nos indican clara-mente cómo a finales del s. VI y la primeraparte del V, existen grupos aristocráticosque están sufriendo una helenizacióncultural y un enriquecimiento que lespermite enterrarse bajo imponentes ylujosos monumentos funerarios, del tipopilar-estela o plataformas escalonadas. Laspropuestas anteriores no contemplabanuna fecha anterior a los siglos V o IVa.C. Además, con la nueva informaciónaquí presentada es necesario revisar losplanteamientos argumentados por al-gunos investigadores, como es el casode J. Blánquez, que defiende una mayorantigüedad para los asentamientos ibé-ricos de la Alta Andalucía y el surestede La Meseta respecto a los de Murcia yAlicante, sin embargo, al menos en elcaso del Valle del Vinalopó, vemos queello no es así. Para nosotros podría exis-tir una unidad cronoibérica en un te-rritorio que incluiría desde la desembo-cadura del Segura, el corredor del Vina-lopó, el sureste de la Meseta y la AltaAndalucía, gran área que toda la inves-tigación considera excelentemente co-municada, al menos así lo ilustra la dis-tribución de cerámicas griegas y de es-cultura ibérica. Este último elementoartístico ha permitido, precisamente,defender la importancia de ese vial, en estecaso relacionado con la helenización desu territorio.

Posteriormente, en el Ibérico Plenose produce un aumento considerabledel número de asentamientos ibéricos entoda la cuenca del Vinalopó: La Tejera,El Zaricejo, El Puntal, La Molineta, La To-rre, El Chorrillo, Caprala, El Monastil, ElMirador, Bolón, El Charco, El Campet-La Algualeja y Castillo del Río, relacio-nado con un interés económico de am-

57La ocupación prehistórica en el Valle de Elda

Olpe decorado con un animalmitológico (grifo) y kalathosdecorado con un águila (ElMonastil) (Archivo del MuseoArqueológico Municipal deElda).

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pliar y mejorar las explotaciones agro-pecuarias. Por ello sus hábitats apare-cen en las zonas llanas junto a cursosde agua, en tierras altamente aptas parala agricultura, o en alturas que contro-lan las mismas y las comunicaciones delterritorio, de modo que se fiscalice tam-bién la comercialización del producto.Esta organización interesada depende-ría de la aristocracia dirigente de la zona,que sería también la responsable de pla-near y ejecutar las obras de fortificaciónque ahora se detectan, cuyo mejor ejem-plo es el Puntal de Salinas, pero sobretodo, destaca un grupo aristocrático queparece hegemónico en la parte central delVinalopó, es la clase dominante de ElMonastil, que construye un almacén so-breelevado y otras estructuras de prestigioque permiten hablar de una estrategiaproductiva para crear excedentes, al me-nos de cereales, para comercializarlosen los mercados del litoral próximo. Sur-girá así una clase poderosa con una eco-nomía de base principalmente agrope-cuaria, que con la riqueza obtenida fo-mentará la aparición de nuevas tumbasmonumentales, pues a esta fase perte-necen otras dos volutas escultóricas delas que ornamentarían sendas nacelasde pilares-estelas, una de ellas es de es-tilo jónico y presenta una excelente de-coración vegetal; junto a ello llegaríantambién otros productos suntuarios y deprestigio, como las cerámicas griegas yel vino griego, que junto a otros obje-tos del ámbito comercial púnico, en-contrarán un buen mercado en los oppidaibéricos del Vinalopó, especialmente enEl Monastil y en el Puntal. Durante el ibé-rico antiguo, etapa de las primeras im-portaciones de piezas griegas, no se re-gistra ninguna en toda la cuenca flu-vial. Sin embargo, a partir de finales dels. V y hasta finales del IV, sobre todo en-tre los años 375 y 350 a.C., aparecen ma-sivamente las cerámicas griegas, áticasmayoritariamente, que se distribuyen alo largo de prácticamente todo el Vina-lopó, desde Santa Pola y La Alcudia deElche hasta Villena. En este momento delibérico pleno vemos, tanto en poblados(principalmente en El Monastil) como ennecrópolis (principalmente en el Pun-tal), una amplia gama de vasos áticosde figuras rojas (sobre todo crateras decampana, copas del Pintor de Viena 116,del Pintor Q, del Pintor del Ceal, escifosdel «Fat Boy», plato de pescado), cerámicade estilo Saint-Valentin, copas Cástulo

o «inset-lip» y de la clase «delicada», y unbuen número de bolsales. Como acer-tadamente ha puesto de relieve F. Sala en-tre esa vajilla predomina la relacionadacon las libaciones y los banquetes ri-tuales. Es decir, revela la costumbre arrai-gada entre las clases más poderosas de lazona, de realizar actos sacro-socialesdonde es necesaria la presencia de otroclaro producto de prestigio, el vino, cuyallegada deberíamos detectar en la do-cumentación de ánforas, que son esca-sas, en todo caso son más frecuentes laspúnicas, entre las que se identifican al-gunas ibicencas y también del círculodel Estrecho de Gibraltar, pues hay unejemplar del tipo Mañá-Pascual A4 en elPuntal, en El Chorrillo y otro en El Mo-nastil, cuyos habitantes, por tanto, de-bieron consumir salazones o salsas de pes-cado. De las más escasas ánforas grie-gas únicamente conocemos un ejemplarde un envase greco-siciliota del Puntal yotros dos de ánfora corintia del tipo B deEl Monastil (inéditos), ambos hallazgosconstatan la llegada del vino de ámbitosgriegos hasta el interior del Vinalopó,bien a través del comercio púnico o másimprobable con el griego. Otras ánfo-ras importadas, aunque de áreas ibéricas,como el tipo I3 de Ribera, están presen-tes en El Monastil, en el Chorrillo y enel Puntal.

Es en esta fase cuando El Monastilparece adquirir el papel hegemónico te-rritorial, pues de entonces data el alma-cén para recoger los excedentes de laproducción agropecuaria, que permiti-rá a la clase dominante del oppidum ac-ceder a muchos de aquellos bienes omercancías de prestigio socioeconómi-co, que han de importarse del Medite-rráneo. Su nivel económico y comercialle facilitaría establecer relaciones diver-sas con otros núcleos ibéricos de gran im-portancia, lógicamente y en primer lugarcon la vecina Ilici (Alcudia de Elche), dela que importó grandes cantidades desu mejor cerámica indígena, la decoradacon motivos pictóricos, pero tambiénsobresale la llegada de varios ejempla-res de un tipo de olpe con decoración es-tampillada típica de Coimbra del Ba-rranco Ancho (Jumilla, Murcia). Y to-davía más excepcional es el hallazgo enEl Monastil de un exvoto de bronce ibé-rico donde se representa a una sacerdo-tisa encapuchada, su técnica y tipo ha-cen pensar que se trajo desde las tierrasde Jaén, donde se fabricaron para ser de-

58 H I S T O R I A D E E L D A

Fragmento de sillar con volutade un monumento funerario (El

Monastil) (Archivo del MuseoArqueológico Municipal de

Elda).

Selección de cerámicas griegasde figuras rojas (El Monastil)

(Archivo del Museo ArqueológicoMunicipal de Elda).

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positados en sus importantes santua-rios ibéricos. Como ya se señaló otro ex-voto de bronce se encontró a tan sólo 1,5km. más al sur, en las laderas de MonteBolón, se trata de la figura de un oran-te o sacerdote. Ambas piezas votivas sonexcepcionales por demostrar una im-portación para el culto, que debía serhasta cierto punto costosa por ser debronce, material inusual en la región (lonormal son los exvotos de terracota), ypor su procedencia lejana, de algún lu-gar de la Alta Andalucía.

Al margen de los pebeteros de «Tá-nit» aparecidos en las tumbas de El Cam-pet-La Algualeja, que reflejan la presen-cia del culto a una divinidad indígenasincretizada con aquélla, los únicos da-tos de religiosidad ibérica nos llevan denuevo a El Monastil, donde ya indica-mos la posible presencia de un templo alque se asociaría el mencionado almacén,y sobre todo donde se descubrió el ya ci-tado sillar con el relieve de una diosa lo-cal del tipo Potnia Theron, que aparecedanzando ante un équido y mostrándouna serpiente, tema perfectamente rela-cionable con la aristocracia guerrera y laprotección y heroización de uno de susmiembros principales, pues en esa divi-nidad se identifican cultos dinásticos deinfluencia oriental que se sincretizaronentre los iberos. Tenemos así constatadasalgunas de las principales manifestacio-nes de un poder claramente establecidoen El Monastil, y en el territorio centraldel Vinalopó que jerarquiza.

Cuando J. A. Santos analiza la si-tuación del Segura entre fines del s. IV yla primera mitad del III, explica la recesiónobservada con varias razones que cree-mos aplicables, también, al Vinalopó,como el expansionismo cartaginés en lazona, los tratados con Roma, desequili-brio entre oferta y demanda, guerras deSicilia y la propia crisis interna. A conti-nuación, durante la segunda parte del IIIa.C. los efectos de las guerras púnicas pa-ralizan en gran medida las importaciones,hasta que con el final del siglo se pro-duzca la victoria final de Roma (201 a.C.).

A pesar de todo ello, se evidencianavances en la organización interna de laeconomía ibérica en los principales há-bitats del momento. Apreciamos cómoel sistema de pesos y medidas está cla-ramente introducido, hecho que ilus-tran bien los ponderales de bronce y deplomo hallados en El Monastil, el Pun-tal y Sierra de S. Cristóbal.

Por otra parte, la presencia de cerá-micas pintadas con ornamentación com-pleja de estilo vegetal y narrativo, indi-ca el oppidum central de una comarca.De este modo se confirmaría para ElMonastil ese papel, pues en sus excava-ciones han aparecido numerosos ejem-plos de esos tipos cerámicos que en al-gunos casos se fabricaron en el propio

59La ocupación prehistórica en el Valle de Elda

Conjunto de ánforas ibéricas (ElMonastil) (Archivo del MuseoArqueológico Municipal de Elda).

Dibujos de una figurilla debronce de Bolón (izquierda) yotra de El Monastil (derecha)(según Navarro Pastor, 1981).

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asentamiento, mientras en el resto del Vi-nalopó solamente se conocen de formatestimonial.

Si nos atenemos a la distribuciónde esculturas ibéricas del taller de Ilici, lascerámicas ibéricas pintadas de éste mis-mo centro o la posterior difusión de susemisiones monetarias romanas, se evi-dencia que el corredor del Vinalopó for-maba parte del norte del territorio dedicha urbe, auténtica capital económi-co-cultural del sur de Contestania. En sustierras encontramos una organización,como ya hemos visto, a partir de un op-pidum principal, El Monastil, que estáacompañado de otros oppida menores, ca-seríos y atalayas, sistema que recuerda cla-ramente al documentado en Edetania.

Hemos visto hasta ahora como losdatos de ubicación geográfica central, laexistencia de monumentos funerarios

con esculturas de prestigio, la presenciade un almacén que da apoyo a exce-dentes de la producción controlada porla clase dominante, la cantidad y calidadde productos importados, la circula-ción numismática, la fabricación en ellugar de cerámicas ibéricas pintadas conescenas y motivos complejos que pare-cen indicar un carácter «poliado», deoppida desarrollados, nos permiten iden-tificar en El Monastil al asentamiento ibé-rico que capitaliza y jerarquiza una co-marca, cuya importancia sobresale delresto de núcleos de hábitat ibérico. Aesas características que reflejan un pa-pel hegemónico en el territorio se pue-den añadir dos criterios propuestos porJ. A. Santos, para argumentar la im-portancia central de Ilici, pero que tam-bién son aplicables a nuestro caso. En pri-mer lugar, hay que tener en cuenta la ex-tensión del hábitat, que en El Monastiles de 3,6 ha., de modo que supera conmucho la de otros centros del Vinalopó.En segundo lugar, la continuidad de supoblamiento, que parece ininterrum-pida desde el Calcolítico hasta el trán-sito del mundo antiguo al medieval, demodo que cuando los romanos deci-dan ocupar un centro indígena impor-tante en la zona, decidirán asentarse enEl Monastil, único oppidum que se ro-manizó y luego atrajo el interés de bi-zantinos y visigodos.

60 H I S T O R I A D E E L D A

Pesas de bronce (El Monastil)(Archivo del Museo Arqueológico

Municipal de Elda).

Vista general de las viviendas dela zona alta de El Monastil

(Archivo del Museo ArqueológicoMunicipal de Elda).

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I. El río y el valle, caminos deRoma

Para contar la historia romana delvalle es imprescindible tener presen-tes los condicionamientos geográfi-cos: la aportación del río y su curso,agua y camino, vía de comunicaciónprivilegiada enmarcada por modestosrelieves terciarios y con tierras cuater-narias aprovechables para cultivos. So-bre este escenario físico y sobre la tra-dición ibérica se proyectó la dinámicahistórica de Roma y de su actuación enla Península Ibérica.

La localización geográfica del Va-lle de Elda, en el curso medio del co-rredor del río Vinalopó, fue clave ensu evolución histórica. Reformadas yampliadas, bajo el dominio romano secontinuaron utilizando vías ya exis-tentes en la época ibérica. El caminoprincipal del valle fue la via Augusta.Esta calzada de primer orden a escalapeninsular, activa desde inicios del Im-perio, comunicaba Roma con Gades(Cádiz), siguiendo un itinerario a lolargo de la costa mediterránea hispana.Un tramo de la calzada seguía el cursodel Vinalopó, utilizando sustancial-mente como base un antiquísimo ca-mino que aprovechaba en gran medi-da el trazado del valle a través de las es-tribaciones montañosas de los sistemasbéticos. Con la mejorada vía romana sehicieron posibles unas óptimas comu-

nicaciones con el litoral, especialmen-te con varias de las principales ciuda-des del sureste, como Ilici (La Alcudiade Elche) y Lucentum (Tossal de Mani-ses, Alicante), así como con diversosasentamientos costeros situados en elárea de influencia de la ciudad por-tuaria de Carthago Nova (Cartagena).El corredor del Vinalopó, comparti-mentado en varias cubetas naturales, fa-vorecía, hacia el interior, las relacionescon las tierras meseteñas, enlazando ala altura de Ad Turres (probablemente,Fuente La Higuera) con la via Heraklea,también denominada Camino de Aní-bal, que conducía a través de las alti-planicies manchegas hacia la Alta An-dalucía y la rica provincia Bética.

El camino romano del valle estabajalonado por la presencia de asenta-mientos que actuaron como focos deromanización y que fueron claves en eldesarrollo económico general y en la di-fusión de ideas durante la presenciaromana. El Itinerario de Antonino, a ini-cios del siglo III d. C., señala las para-das –mansiones– más significativas de laruta hacia el sureste peninsular. La cal-zada, desde Ad Turres, tras recorrer unasmillas, se internaba en el Valle Alto delVinalopó, pasando probablemente porla actual colonia de Santa Eulalia (qui-zá la parada o posta citada como Ad Ello)y dirigiéndose desde aquí hacia Ello (ElMonastil), en un enclave estratégicoque controlaba el acceso entre los Va-

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La romanización del Valle de Elda: El Monastil

ANTONIO M. POVEDA NAVARRO

Universidad de Alicante

Museo Arqueológico Municipal de Elda

JUAN CARLOS MÁRQUEZ VILLORA

Universidad Nacional de Educación a Distancia

Museo Arqueológico Municipal de Elda

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lles Alto y Medio del río. Ya en estazona, el tramo principal y más rápidoy directo seguiría hacia Ilici a través deAspis, quizá situada en el Castillo del Río(Aspe), o más posiblemente entre éstey El Campet, en las fértiles tierras de laconfluencia de los cursos del Vinalopó,del Tarafa y de la rambla de Orito. Des-de Ilici, un auténtico eje viario y crucede caminos, el acceso al mar era rápi-do siguiendo un camino hacia el Por-tus Ilicitanus (Santa Pola), pero la prin-cipal calzada seguía hacia el sur, pa-sando por la mansio Thiar (San Ginés dela Horadada) en dirección a CarthagoNova, la capital conventual y principalciudad del sureste peninsular bajo el do-minio de Roma. Un ramal secundario,

relacionado con la controvertida cita enel Itinerario de Celeri/Celeret, se diri-gía desde el curso medio del valle, en-tre Aspe y Monforte, hacia Lucentum, pa-sando por La Alcoraya y Fontcalent,para finalmente girar de nuevo y en-caminarse hacia Ilici, desde donde laruta volvía a ser la misma en direccióna Carthago Nova.

Si los Valles del Vinalopó favore-cieron las comunicaciones entre el li-toral y el interior peninsular, hay quedestacar, paralelamente y de forma sig-nificativa, la situación de la cubeta ge-ográfica de Elda en el entorno de los ca-minos que habían comunicado tradi-cionalmente Saiti (Xàtiva) y su área deinfluencia con los altiplanos murcianosde Yecla y Jumilla a través de las ac-tuales tierras de Monóvar y El Pinoso,con una serie de hitos claves en El Mañáy El Fondó. También desde la ibérica Sai-ti, futura Saetabis Augusta, varias rutasatravesaban la Hoya de Castalla y pa-saban al Alto Vinalopó por Sax, Salinasy el piedemonte de la Sierra de la Um-bría. En ambos casos, estos itinerariosestuvieron asociados, probablemente yaen época antigua, a las principales ve-redas y rutas ganaderas vinculadas ala trashumancia que conectaron lastierras del sur de la Celtiberia con la AltaAndalucía, y que han permanecido has-ta la actualidad como vías pecuariasde primer orden.

Los asentamientos romanos delValle de Elda se situaban, pues, a mitadde trayecto entre la costa contestana yel borde suroriental de la Meseta Cen-tral. La via Augusta fue la referencia cla-ve para la articulación en el valle deuna red secundaria de caminos difícilde detectar, aprovechando piedemon-tes y ramblas en torno a las que dis-currieron vías pecuarias y rurales. Al-gunas de estas vías han permanecido fo-silizadas en varios topónimos y tramosaún existentes. La situación mediane-ra entre costa e interior y la localizaciónen un importante valle transversal con-dicionaron favorablemente la activa-ción de ciertos elementos de la dinámicahistórica. La plena inserción de losasentamientos del Valle de Elda en lared general de vías, constatada por lainformación que muestran las fuen-tes escritas, aceleró y favoreció la im-plantación de Roma y la integración dela población autóctona en el modo devida romano.

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Mapa con las principales vías,ciudades y mansiones romanasde la Comunidad Valenciana. El

Monastil se situó en lasinmediaciones de Ad Ello.(Adaptado de F. Arasa, «El

territori, vies i centuriacions»,Romans i visigots a les terres

valencianes, 152, 2003,Valencia).

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II. La fase final de la culturaibérica y los inicios de laromanización en el valle

La mayoría de los especialistas coin-ciden en señalar, de una manera casi tó-pica, una rápida romanización de lospueblos de la costa ibérica, en general, yde los contestanos en particular, aun-que sin duda hubo episodios de resis-tencia frente a Roma, así como lógicaspervivencias de la cultura local. En elcuadrante suroriental peninsular lasfuentes clásicas latinas no mencionanhechos ni circunstancias que nos in-duzcan a pensar en dificultades signifi-cativas de aceptación del dominio ro-mano tras las Guerras Púnicas. En tér-minos globales, se puede decir que elmundo ibérico local estaba habituado ala presencia de gentes de ultramar, conintereses y aspiraciones que iban desdela actividad comercial al dominio terri-torial. El importante peso de esa tradi-ción de vínculos y contactos mediterrá-neos, en todos los órdenes de la vida delas comunidades locales, facilitó la tareaa Roma. Las antiguas relaciones de pue-blos y tribus ibéricas con griegos, feniciosy cartagineses habían situado a la Iberiaoriental en el seno de las altas culturasmediterráneas desde siglos atrás. La pre-sencia de Roma, que, en definitiva, fueuna potencia ultramarina representati-va de la koiné helenística, pudo ser asu-mida inicialmente sin grandes traumas,siempre con la prudencia que acompa-ña a los argumentos ex silentio.

Frente a la experiencia ibérica deeste proceso, la perspectiva romana de lasituación fue algo diferente. Los roma-nos se instalan en estas tierras comoconsecuencia de un conflicto militarcon Carthago. Este enfrentamiento es re-sultado, a su vez, de su propia política im-perialista y del expansionismo cartaginéstras la Primera Guerra Púnica. Resueltala guerra a su favor a finales del siglo IIIa. C., el objetivo prioritario de Roma enHispania es la explotación sistemática desus recursos naturales y humanos, y asíinicia una larga, desigual e irregular con-quista que finalizará casi dos siglos des-pués en la cornisa cantábrica. En el áreade nuestro interés, las tierras del Vinalopóestuvieron situadas en la amplia área deinfluencia de la Qart Hadasht púnica–convertida posteriormente en CarthagoNova– y cercanas a la posible base car-

taginesa del Tossal de Manises (Alican-te), la posterior Lucentum. Con esos an-tecedentes, los asentamientos del valle en-traron sin duda rápidamente en la órbitaromana durante las campañas de Esci-pión en la zona, culminadas con la tomade la capital púnica en el 209 a. C. En po-cos años, El Monastil, entre otros nú-cleos, quedó encuadrado dentro de lajurisdicción administrativa romana de laprovincia Hispania Citerior.

Apenas disponemos de noticias di-rectas de actuaciones concretas de Romaen el Vinalopó durante el primer siglo ymedio de su presencia. Pero se pueden es-bozar algunos rasgos distintivos de estafase de la microhistoria del valle y su en-torno. En un territorio pacificado, pron-to convertido en una lejana retaguardiade otras guerras peninsulares, y apa-rentemente sin grandes recursos agrí-colas y mineros que ofrecer a la depre-dación económica romana, los asenta-mientos del valle durante el períodofinal de la cultura ibérica, que coincidecon la llegada de Roma, debieron expe-rimentar ciertas transformaciones. Losinicios del dominio romano coincidencon el final de un proceso en el que el op-pidum de El Monastil ya había consoli-dado, en el siglo III a. C., su papel centralen el Medio Vinalopó. De manera para-lela a esta consolidación, ciertos datosapuntan el abandono de algunos asen-tamientos indígenas de pequeña enti-dad. Probablemente en este mundo ibé-rico final hubo cambios de emplaza-miento de la población, surgiendomodestos núcleos habitados y unida-des de explotación cercanas al río y las tie-rras más fértiles, o bien pequeñas atala-yas. En el Alto y Medio Valles del Vina-lopó, estos nuevos núcleos de menorentidad están representados por yaci-mientos como El Charco (Monóvar) o lasierra de San Cristóbal (Villena). Sinduda detrás de estos cambios hay que bus-car las primeras connivencias entre losgrupos dirigentes indígenas y los nuevosconquistadores, que tantean los ajustesterritoriales necesarios para los interesesde Roma.

En esta etapa se observan los prime-ros reflejos materiales de una romaniza-ción incipiente que se manifiesta, sobretodo entre los siglos II y I a. C., en la in-tegración en una dinámica económicanueva que da paso a un dilatado procesode asimilación y aculturación. En todo elvalle se constatan los primeros signos evi-

63La romanización del Valle de Elda: El Monastil

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dentes de esta romanización. En Ilici des-taca especialmente el denominado mo-saico helenístico, que muestra nombres ibé-ricos escritos en caracteres latinos. Es la eta-pa de la llegada de los primeros yheterogéneos elementos de población deorigen itálico: personas en busca de fortuna,comerciantes, emigrados a una especiede tierra prometida con posibilidades deenriquecimiento, refugiados políticos opublicani (arrendadores de impuestos yexplotaciones). Este contingente demo-gráfico, minoritario, se establece sobretodo en las principales ciudades y en el en-torno de los grandes negocios, especial-mente en Carthago Nova y sus alrededores,dada su pujanza portuaria y minera.

III. El Monastil iberorromano

La influencia de RomaA partir de la conquista romana, el

papel de Carthago Nova sería intenso ydeterminante en el proceso de roma-

nización de un amplio territorio. Eneste marco geográfico se sitúa El Mo-nastil, a pocas jornadas de la principalciudad del sureste peninsular a travésde un tramo de la via Augusta.

Entre la conquista romana y losprimeros años de la época de Augustoel oppidum ocupó buena parte de lazona más elevada de El Monastil. En-tre la segunda mitad del siglo III a. C.y mediados de la siguiente centuria sepodría situar la principal fase de ur-banización del asentamiento. Adap-tándose a la irregular orografía de la co-lina se disponen varios conjuntos dedepartamentos articulados por una ca-lle central que recorre el yacimiento endirección este-oeste. Estos departa-mentos, excavados mayoritariamente en-tre los años cincuenta y setenta del si-glo pasado por miembros de la Sec-c ión de Arqueología de l CentroExcursionista Eldense, proporciona-ron un amplio repertorio material quese sitúa entre los siglos III a. C. y I d. C.

64 H I S T O R I A D E E L D A

Plano del área 5 de El Monastil,correspondiente al antiguo

oppidum iberorromano que fuereocupado en la época

tardorromana (Archivo delMuseo Arqueológico Municipal

de Elda).

Fotografía de variosdepartamentos del área 5 de ElMonastil tras su consolidación

(2004) (Archivo del MuseoArqueológico Municipal de

Elda).

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Durante esta larga fase, especialmentedurante los siglos II y I a. C., el oppi-dum probablemente funcionó comouna más de las múltiples comunida-des peregrinas de la Península Ibéricabajo el dominio romano, reforzandosu papel central entre el Medio y AltoVinalopó respecto a la anterior etapa ibé-rica.

El Monastil muestra varios signosde la influencia romana en el campo dela construcción. En los últimos años seha identificado una serie de muros for-mados por sillares rectangulares. Unode ellos muestra evidencias del uso dela técnica del almohadillado. La cro-nología de esta obra se sitúa en la se-gunda mitad del siglo I a. C., según in-dican los restos materiales (cerámicasigillata aretina y ánfora campana) ha-llados en su cimentación. Paralela-mente, diversos testimonios arqueoló-gicos hallados en el yacimiento mues-tran un mundo en transición, híbrido,en el que empieza a consumirse vino itá-lico envasado en ánforas de origen ti-rreno y apulo, y a utilizarse vajilla ce-rámica procedente del centro y sur deItalia (cerámica de barniz negro de laEtruria, del Lacio y de la Campania,vasos de paredes finas, lucernas), asícomo del Oriente helenístico (bolescon decoración en relieve). En pocosaños comienzan a llegar productos deorigen surhispano, como salazones y sal-sas de pescado elaborados siguiendopatrones y procedimientos romanos.La numismática confirma esa influenciay relación económica. En el avance dela economía monetaria circulan asesacuñados en Roma, de la serie Jano bi-fronte y proa de nave. Asimismo, se halocalizado un importante conjunto deacuñaciones romanas preaugusteas deCarthago Nova.

Las pervivencias indígenas

Durante las dos centurias anterio-res al cambio de era, y también en la pri-mera etapa del Principado, las tradicio-nes ibéricas continúan presentes de for-ma significativa en la zona. Las monedasde esta época localizadas en El Monas-til, originarias en ciudades como, espe-cialmente, Saiti (Xàtiva), además de Arse(Sagunto), Kese (Tarragona), Kelse (Veli-lla de Ebro, Zaragoza), Bilbilis (Calata-yud, Zaragoza) u Obulco (Porcuna, Jaén),muestran la circulación de piezas acu-

ñadas en cecas ibéricas de la costa orien-tal, del Valle del Ebro y de la Alta Anda-lucía, precisamente las zonas mejor co-nectadas con el valle por las vías de co-municación terrestres y marítimas.Probablemente los once proyectiles –glan-des de plomo– hallados en El Monastilpertenezcan a esta fase inicial de con-tacto entre la potencia militar romana yel asentamiento indígena, seguramen-te entre el siglo II a. C. y el principado deAugusto.

A lo largo de esta estapa, en el Va-lle de Elda se consolidan unos fuertesvínculos materiales con la Ilici ibero-rromana que se mantendrán en perío-dos sucesivos. En este proceso se cons-tata el elevado peso del sustrato y las tra-diciones indígenas. La alfarería es unejemplo de estas pervivencias. Una par-te importante de las cerámicas de esteperíodo muestra la fuerte improntaibérica desde un punto de vista técni-

65La romanización del Valle de Elda: El Monastil

Piezas arqueológicas importadasde El Monastil en la etapaiberorromana (siglos II-I a. C.):fragmentos de boles helenísticosde relieves, de lucernas itálicas yvaso de cerámica de Ampuriasque imita la terra sigillataromana (Archivo del MuseoArqueológico Municipal deElda).

Vasos cerámicos de la etapaiberorromana (siglos II-I a. C.):kalathos con escena de domaecuestre; caliciforme y urna condecoración de motivos vegetalesy geométricos. La primera de laspiezas corresponde al estilodenominado del Maestro de ElMonastil (Archivo del MuseoArqueológico Municipal de Elda).

As ibérico de Saiti (Xàtiva)(Archivo del Museo ArqueológicoMunicipal de Elda).

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co y decorativo, como reflejan las de-coraciones de vasos cerámicos del estiloElche-Archena hallados en El Monas-til. Un interesante conjunto de estaspiezas cerámicas con decoración figu-rada (animales y figuras humanas) pre-sentan unas características específicasque permiten plantear la existencia deuna producción local propia, la deno-minada del taller del maestro de El Monastil.Las características de este taller son laoriginalidad, sencillez y esquematis-mo de las representaciones que adap-tan los temas o tipos del estilo Elche-Archena u Oliva-Liria.

Algunas de las piezas merecen aten-ción por las escenas y símbolos quemuestran en un auténtico ejemplo dearte vascular característico de la últimaetapa ibérica, ya bajo el contacto y con-trol romano. Significativamente, se tra-ta de un período en el que también seproducen cerámicas romanas en El Mo-

nastil, como demuestra la apariciónde un horno del que posteriormentese hablará. El primer vaso cerámicoque destacamos es un kalathos o som-brero de copa que presenta decoraciónpintada de bandas horizontales y ele-mentos vegetales entre los que apare-ce una escena de doma ecuestre. Se tra-ta de un personaje masculino que sepresenta con cuerpo frontal y cabeza deperfil cubierta parcialmente con ungorro. Porta una vestimenta muy típi-ca en la cerámica de El Monastil: unatúnica o jubón de franjas verticales; es-cote cerrado sobre el cuello; brazos al-zados, con el izquierdo empuñandouna fusta. A continuación surgen dosfiguras de animales: un lobo o carniceroy un esbelto caballo que corre hacia laderecha perseguido por la fiera anterior.La escena puede interpretarse como lade un hombre que sujeta las riendasdel caballo que doma, mientras que unperro pastor de formas parecidas a unlobo persigue a otro caballo; el restode la historia se ha perdido. Hay que te-ner presente que el caballo era suma-mente importante en las culturas me-diterráneas, así como el domador defieras o civilizador, que se asociaba conuna antigua divinidad masculina pro-tectora de los équidos.

Una segunda vasija de este tipomuestra una escena esquemática y tos-ca donde se aprecia, de izquierda a de-recha, un caballo de largo cuello que estárelinchando. Su cuerpo aparece conrayas verticales y parece estar cami-nando. Sobre su espalda se posa unave con alas explayadas. Debajo del ca-ballo aparece parcialmente el cuerpode un pez. A continuación, delante deléquido se sitúa un guerrero que cami-na de perfil hacia la derecha mientraslevanta en su mano derecha un escudocircular o elíptico, la caetra; su indu-mentaria aparece rayada como es típi-co en este taller local. Del costado iz-quierdo destaca una espada –falcata–que parece estar en el cinto. La escenaha sido relacionada con una represen-tación tardía de la heroización de un di-funto, que se presenta como un guerreroacompañado por su caballo en el viajeal Más Allá, hacia donde se dirigenguiados por un animal alado.

Una tercera pieza de cerámica des-tacable es la que muestra una escena pordebajo de algunas bandas horizontales.Se trata de una figura masculina que

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Vista general de la primeraterraza (área 1) situada en la

zona más llana de El Monastil(Archivo del Museo Arqueológico

Municipal de Elda).

Vista del horno romanocerámico de El Monastil durante

su proceso de excavación(Archivo del Museo Arqueológico

Municipal de Elda).

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mira a la derecha, donde tiene a una mu-jer de la que está cogido de la mano. Susropas están decoradas con el típico ra-yado; del tocado de la representaciónfemenina pende hacia atrás una trenzacon borla en su extremo. Sobre las ma-nos entrelazadas de la pareja se ha di-bujado un pez de cuerpo también raya-do. Interpretamos que estamos ante unapequeña parte de una escena que mues-tra un baile o danza contestana, dondeun grupo de hombres y mujeres iríandanzando cogidos de las manos al sonde la música que estarían tocando otrosmiembros de la comitiva que no se hanconservado. Este tipo de danzas son tí-picas y conocidas en varios pueblos ibé-ricos, como los oretanos, edetanos y lospropios contestanos, y se suelen rela-cionar con bailes propiciatorios de la fe-cundidad, de la abundancia y del buencurso de la naturaleza.

Otras vasijas cerámicas completas ofragmentarias presentan más figuras,por regla general guerreros ibéricos, aun-que también suelen aparecer elementosfitomorfos –vegetales– y zoomorfos. Enconjunto, todas estas escenas o elementossimbólicos parecen decorar la cerámicaibérica de la fase romana republicana,como expresión de un nuevo tipo formaly ornamental en respuesta a la llegada delas cerámicas y el arte de los romanos. Sinembargo, los mensajes parecen seguirsiendo los mismos de la cultura ibéricade la etapa antigua y media.

Del oppidum a la civitas: unproceso inconcluso

El viejo oppidum indígena experi-menta importantes transformacionesa finales del siglo I a. C. Estos cambiosson consecuencia del fin de las guerrasciviles en Roma, la instauración delPrincipado y la consiguiente estabilidadgeneral del Imperio. El Monastil con-tinúa su conversión en asentamientohispanorromano. Siguiendo una di-námica observada en amplias zonas dela Península Ibérica, se generalizan losestablecimientos en llanura que reco-gen parte de la población de los antiguosoppida ibéricos. Sin embargo, pareceque, en El Monastil, este proceso nodesembocó en la conversión del asen-tamiento iberorromano en un núcleourbano durante el Alto Imperio. Laparte alta se pudo comenzar a aban-donar en una fase avanzada del prin-

cipado de Augusto, en un proceso cul-minado ya en la época julio-claudia.La parte llana, en las terrazas meridio-nales de la colina en dirección al río, re-cogió parte de la herencia del oppidumy se transformó en un tipo de asenta-miento todavía poco conocido que pro-bablemente se podría relacionar conun vicus o una villa del territorium de larecién fundada colonia de Ilici, a una jor-nada de distancia en dirección sureste,siguiendo la via Augusta.

El papel de El Monastil en el Me-dio Vinalopó y en el principal caminode estos valles durante el período ro-mano se ha relacionado tradicional-mente con algunas referencias en tex-tos latinos romanos y medievales. ElItinerario de Antonino cita la existen-

67La romanización del Valle de Elda: El Monastil

Plantas y secciones del hornoromano cerámico de El Monastil(Archivo del Museo ArqueológicoMunicipal de Elda).

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cia del topónimo Ad Ello, interpretadocomo el nombre de una mansio de lavia Augusta. En opinión de varios espe-cialistas, este enclave de la ruta entre elinterior peninsular y la costa se pudosituar en El Monastil o en su área de in-fluencia. De ahí derivan los nombres EdElle y Eloe, recogidos respectivamente,en épocas muy posteriores, por el Anó-nimo de Ravenna y la Guidonis Geographica.

La intervención romana al piedel oppidum

La terraza inferior de El Monastil,en la zona más llana del yacimiento

(área 1), ha proporcionado desde 1988un interesante conjunto arqueológicoen el que se aprecia la importante hue-lla de la presencia romana. Destacanlos hallazgos producidos en un área deproducción artesanal que contó, al me-nos, con dos hornos –uno cerámico yotro metalúrgico– activos desde me-diados del siglo I a. C.

Especialmente significativo es elhorno cerámico de planta cuadrangu-lar construido con barro, adobes y cu-bierta de material cerámico. Forma par-te de un grupo de hornos romanos quese distingue por la presencia de un ta-bique central de forma oblonga en el in-terior del hypocaustum, sin llegar hastasu pared trasera. La parrilla o pavimentodel laboratorium presentaba 27 toberas.Respecto a los productos elaboradospor el taller, afortunadamente se do-cumentaron dos ejemplares de ladri-llos de la última hornada, ubicados taly como fueron dispuestos en el ángulonoreste de la cámara de cocción. Porsus características, estos ladrillos se po-drían relacionar con construcciones tí-picamente romanas como las termas, demodo particular para las suspensurae ocolumnas de ladrillo usadas en el hy-pocaustum de estancias termales. Algu-nas evidencias halladas hacen pensarque el horno probablemente produjotambién morteros.

En el interior del horno se encon-traron dos inscripciones sobre cerá-mica. La primera es un grafito realiza-do antes de la cocción en el fondo de unmolde de lucernas. En la marca apare-ce el texto L(ucius) Eros. Es evidente quenos delata la presencia de un libertopropietario, de origen romano, más

68 H I S T O R I A D E E L D A

Materiales arqueológicos, conmarcas de alfarero, hallados en

el horno romano cerámico de ElMonastil (Archivo del Museo

Arqueológico Municipal deElda).

Ladrillos romanos fabricados enel horno cerámico de El

Monastil (Archivo del MuseoArqueológico Municipal de

Elda).

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concretamente un posible suritálicode ascendencia griega. El segundo gra-fito, en el que se lee C. Ap( ), está reali-zado también antes de la cocción sobreel hombro y parte externa de una ce-rámica común romana local. En estecaso se podría asociar a un trabajadorde igual origen heleno-latino. Diver-sos vestigios cerámicos permiten si-tuar su funcionamiento al menos des-de el tercer cuarto del siglo I a. C., qui-zá algo antes. El abandono de suactividad se produjo poco después delcambio de era. El horno y su conjuntomaterial, son una evidencia del uso detécnicas, hábitos y procedimientos ca-

racterísticos de la presencia romana.Ladrillos, lucernas, morteros y otraspiezas de cerámica común de las ca-racterísticas halladas forman parte dela generalización de las costumbres ro-manas a través de la cultura material.

Por su parte, el cercano horno me-talúrgico fue construido en adobe,con planta en forma de botella, y fuedestinado a la producción de objetosde hierro. Junto a un potente estratode cenizas asociado a la combustión delhorno, se han recuperado una pileta deenfriamiento, la impronta de un crisoly un lingote de hierro para el trabajoy la elaboración de objetos férreos.

69La romanización del Valle de Elda: El Monastil

Horno metalúrgico romano deEl Monastil durante suexcavación (Archivo del MuseoArqueológico Municipal deElda).

Fragmentos de molino de cerealy de base de prensa dealmazara. Ambas piezas hansido halladas en El Monastil(Archivo del Museo ArqueológicoMunicipal de Elda).

Vista general de lasconstrucciones de época romanadel área 1 de El Monastildurante su excavaciónarqueológica (Archivo del MuseoArqueológico Municipal deElda).

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Sin minimizar la relevancia de laactividad artesanal, la actividad eco-nómica de El Monastil en el períodoiberorromano y los primeros tiempos delImperio estuvo condicionada favora-blemente por su privilegiada ubicaciónrespecto a la via Augusta, que beneficióel movimiento comercial en la zona. Eloppidum fue el principal centro habita-do de la comarca y, así, el lugar de con-sumo más importante de los productosagrícolas del entorno. Diversos testi-monios arqueológicos y algunas refe-rencias generales de autores grecolati-nos destacan el cultivo de la tríada me-diterránea (cereales, vid, olivo), de laapicultura y de la arboricultura en laHispania mediterránea. En el yacimientose han hallado numerosos restos de va-sos cerámicos para almacenar o reco-lectar productos del campo, así comomolinos de cereal y elementos de al-mazaras, especialmente contrapesos ybases de prensa localizados tanto en la

parte alta como en el llano circundan-te. Esta actividad transformadora deproductos del sector primario se puedeasociar, paralelamente, a su papel comocentro redistribuidor de mercancías enun amplio territorio del valle.

IV. El Monastil en el AltoImperio

En conjunto, el urbanismo y lasconstrucciones que pertenecen a unaefímera fase del Alto Imperio parecenmostrar una continuidad respecto a laanterior etapa iberorromana. En la lla-nura han aparecido al menos dos es-tancias cuadradas o rectangulares, confuertes zócalos de dos hiladas de piedragrande o mediana entre las que se efec-túa un relleno con piedra más pequeña.Estas estructuras serán reutilizadas enépoca tardorromana. Probablementese puedan relacionar con una villa omansio que heredó una pequeña parte dela actividad del lugar, junto a la vía quediscurría a sus pies.

En pleno periodo de Augusto, yhasta mediados del siglo I d. C., circu-laron en el yacimiento los materialesmás típicos de la cultura material ro-mana del momento: cerámicas pintadasromanas de tradición ibérica junto apiezas de terra sigillata de origen mayo-ritariamente itálico, con algunos ejem-plos del sur de las Galias y un grupotestimonial de productos hispánicos.Asimismo, hay que mencionar la pre-sencia de vasos de cerámica de paredesfinas de origen bético, lucernas de dis-co y de volutas, ánforas surhispanas desalazones y vinos, y envases igualmen-te vinarios de procedencia tarraconen-se, junto a un amplio conjunto de ce-rámicas comunes. Por su singularidad,hay que recordar el hallazgo de una pie-za de importación que sirvió como en-talle o piedra de anillo. Se trata de unagema de ágata tallada con la represen-tación de Pegaso, el caballo alado de lamitología grecorromana.

Entre este conjunto de vestigiosmateriales merece destacarse una piezaexcepcional que formó parte de un olpecerámico romano decorado donde semuestra la representación de un per-sonaje togado. Camina hacia la dere-cha acompañando a la solemne comi-tiva a la que pertenece, que no se haconservado, cuyo cometido es realizarun sacrificio ritual ante la fachada de un

70 H I S T O R I A D E E L D A

Fragmentos de cerámica terrasigillata decorada y de fondo de

vaso con marca de alfarero(SEX/ANN), hallados en El

Monastil, correspondientes a lafase del Alto Imperio (Archivo

del Museo ArqueológicoMunicipal de Elda).

Gema de ágata (siglo I d. C.) conla representación de Pegaso, el

caballo alado de la mitologíagrecorromana (Archivo del

Museo Arqueológico Municipalde Elda).

Fragmento de olpe cerámicocon parte de la representación

de una escena de sacrificio(Archivo del Museo Arqueológico

Municipal de Elda).

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templo romano. En el relieve se obser-van dos de sus columnas detrás del to-gado, los cuartos traseros de un toroque camina hacia la izquierda, de modoque si recorremos toda la escena res-tante, dicha bestia aparecería conduci-da por algún victimarius ante el comienzode la comitiva. Probablemente se tratade una escena de suovitaurilia. Los plie-gues de la toga y el peinado del únicopersonaje conservado permiten rela-cionar esta pieza con el arte escultóri-co tipificado por el Ara Pacis de Augus-to (Roma), imitando el estilo neoáticocaracterístico de las primeras décadas delPrincipado. Se trata, pues, de una pie-za única y de prestigio, de producciónexclusiva, realizada seguramente conocasión de algún acontecimiento rele-vante, y destinada a un uso en ritualesexcepcionales, seguramente de cultoimperial.

La numismática romana registradade este periodo se caracteriza por lapresencia de las cecas de Ilici, CarthagoNova, Tarraco, Celsa y Turiaso (Tarazo-na, Zaragoza). Las monedas son mayo-ritariamente de la época augustea, dis-minuyendo significativamente en pe-ríodos sucesivos. De este momento delAlto Imperio se conocen las dos úni-cas lápidas con inscripciones romanasaparecidas en El Monastil que ponen enevidencia el uso de la lengua y la tradi-ción funeraria latinas. La primera pla-ca es de mármol turco, gris azulado yblanco. Se trata de una inscripción fu-neraria pintada datada en pleno siglo Id. C. o en los siglos II y III d. C., con unalectura dudosa: [—-] Furon[ius (?) —-]/[a]mico [—-]. La segunda inscripción,también funeraria y datada entre lossiglos I y II d. C., se reduce a una letraconservada sobre mármol blanco de-nominado crema de Valencia. En el tex-to aparece el probable inicio de la co-nocida fórmula funeraria H·S·E (hic situs/-a est).

Desde las primeras décadas del si-glo I d. C. se detectan indicios del aban-dono de la parte alta del yacimiento,acentuados a mediados de esa centu-ria. En conjunto, los datos del estudiode un lote de piezas cerámicas de mesaimportadas y del análisis de un con-junto de monedas, procedentes mayo-ritariamente del sector más elevado delyacimiento (área 5), denotan un acu-sado descenso proporcional de la cir-culación monetaria y de la presencia

de terra sigillata, disminución que seconvierte en una aparición práctica-mente irrelevante durante el siglo II y dela primera mitad del III. Esta centuriamuestra la presencia meramente testi-monial de tres piezas numismáticas–una del emperador Geta–, cerámicaafricana de la clase A y cerámica corin-tia de relieves. En este período se suelesituar también una pequeña terracotacon la representación de la diosa Ve-nus, datada en época severiana.

Apenas se dispone de datos acercadel siglo III d. C. en la parte alta de ElMonastil, el solar del antiguo oppidumabandonado tiempo atrás. Un escasí-simo repertorio cerámico y varias mo-nedas de Galieno y Claudio II se sitúanen la segunda mitad de la centuria. Enla llanura contigua la documentaciónarqueológica no es mejor, aunque esposible que existiera una ocupaciónmás continuada a lo largo del Alto Im-perio. También escasea la informaciónsobre la influencia en el Valle de Elda dela situación de crisis, inestabilidad po-lítica e inseguridad general caracterís-ticos del siglo III en el Imperio. Ya en elsiglo IV d. C. se observan signos de unaimportante reocupación de la parte altadel yacimiento que, con altibajos, parecealcanzar la época andalusí.

71La romanización del Valle de Elda: El Monastil

Inscripciones en piedra halladasen El Monastil, ambas decarácter funerario (Archivo delMuseo Arqueológico Municipalde Elda).

Fragmento de terracota con larepresentación de la diosaVenus (Archivo del MuseoArqueológico Municipal deElda).

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El Valle de Elda formó parte de un te-rritorio romanizado desde épocatemprana y heredero de una rica

tradición ibérica, situado a mitad de caminoentre la costa mediterránea y el interior me-seteño. Estuvo atravesado por una im-portante calzada y dispuso de fértiles cam-pos regados por el Vinalopó. Así podría-mos resumir los aspectos esenciales quemarcaron la vida de las comunidades delvalle durante la época romana. Y, sin em-bargo, estas tierras apenas merecieron laatención de las fuentes escritas grecolati-nas, no fueron consideradas vitales ni es-tratégicas y sospechamos que tuvieronuna modesta entidad y un escaso pesorelativo a escala provincial. La limitada yfragmentaria información de las fuentesescritas y la creciente documentación ar-queológica, imbricadas en un escenario ge-ográfico característico del sureste penin-sular, hacen posible la formulación de undiscurso histórico propio en el que abun-dan las hipótesis y escasean las certezas.

La consolidación de lapresencia romana: la coloniade Ilici y su impacto en el Valledel Vinalopó

El camino de la Iberia indígena a laHispania romana, de una tierra conquis-tada a una provincia del Imperio, pareceacelerarse en la segunda mitad del siglo Ia. C. Entre la presencia de César en la Pe-nínsula Ibérica (49-45 a. C.) y los prime-ros príncipes de la dinastía julio-claudia,bien entrada ya la siguiente centuria, se pro-ducen cambios importantes. En poco me-

nos de un siglo, el paisaje y la vida de lascomunidades de estos pequeños vallesexperimentaron profundas transforma-ciones que consolidaron la presencia ro-mana en la zona. Sin embargo, las causasúltimas de estos cambios hay que bus-carlas en la turbulenta agonía del régi-men republicano romano desde los últi-mos años del siglo II a. C. Roma vive unlargo período de inestabilidad política yde guerras civiles que concluirán con el fi-nal de la República y el inicio del Princi-pado. Muchos de los enfrentamientos deesta fase tienen lugar en las provinciashispanas, vitales estratégicamente paralos intereses de las diversas facciones quese disputan el poder. Los caudillos y pro-tagonistas de estas luchas entre romanosbuscan el apoyo de los hispanos en sus lu-chas, estableciendo sólidos vínculos conlos grupos dirigentes de las ciudades his-panas para asegurarse fidelidades y apo-yos en sus objetivos. Los enfrentamientosentre partidarios de los bandos pompeyanoy cesariano en suelo peninsular son unclaro exponente de este fenómeno.

La actividad de César fue continua-da durante el segundo triunvirato y re-novada por Octaviano, el futuro Augus-to. En esta etapa, entre los años 40 y 20 delsiglo I a. C. se desarrollará en Hispaniauna activa política de captación de clien-tes, de creación de núcleos estratégicos, depremio a las ciudades aliadas y de castigoa las rivales. La colonización y la urbani-zación del territorio son una parte de estaactividad política que se completará sus-tancialmente a lo largo del principado deAugusto, época que cierra más de un siglode conflictos internos. Una vez acabadas

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El Valle de Elda en la épocaromana: el mundo rural

JUAN CARLOS MÁRQUEZ VILLORA

Universidad Nacional de Educación a Distancia

Museo Arqueológico Municipal de Elda

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las campañas bélicas, en algunas zonasse crean colonias y municipios, ciudadesque siguen modelos administrativos y ur-banísticos romanos, y se reparten tierrasa militares licenciados con el objetivo derecompensar los servicios prestados al Es-tado, tratando paralelamente de aliviarla potencial presión social de los efectivosdesmovilizados y de convertirlos en pun-tales de la presencia de Roma en las pro-vincias hispanas.

Sólo algunos autores clásicos, pos-teriores a estos hechos, nos dejan algu-nas escuetas referencias del resultado deeste proceso de urbanización en las ac-tuales tierras alicantinas, que tuvo un se-gundo impulso en la época flavia, ya en elúltimo tercio del siglo I d. C. PomponioMela, geógrafo hispano que escribe suChorographia (II, 93) durante el principadode Calígula, nos habla de las ciudades deAllone (probablemente, Villajoyosa), Lu-centia e Ilice. Será Plinio el Viejo, en su His-toria Natural (III, 19-20), acabada bajo la di-nastía flavia, el que recoja informaciónde época de Augusto y nos cite una Con-testania articulada territorialmente en tor-no a las ciudades de Ilici, Lucentum y Dia-nium. A estos núcleos urbanos, Ptolomeoañade en su Geographia (II, 6), ya en el si-glo II, el Portus Ilicitanus y Iaspis.

La creación de colonias y municipiosy la reforma de la estructura y de la ad-ministración provincial constituyen par-te de un proceso que representa, en defi-nitiva, un paso más en la romanización.En esos convulsos años de fines de la Re-pública y de inicios del Imperio se sitúa elestablecimiento de la colonia de Ilici (La Al-cudia de Elche) sobre una ciudad ibéricaya existente. Este hecho tuvo una tras-cendental repercusión en los Valles delVinalopó, el territorio natural de la fun-dación colonial. En el caso ilicitano, la re-

ordenación espacial inherente a este pro-ceso se realizó mediante una centuria-ción: un reparto de tierras sistemático,ortogonal y racional, que llevó implícitauna vasta operación de reorganizacióndel área de influencia de la ciudad. En elplano social, la llegada de un considerablecontingente de población itálica, perotambién de antiguos soldados de origenhispano, como muestra la conocida pla-ca de bronce hallada en Ilici, supuso un con-siderable impulso al proceso de romani-zación del territorio ilicitano. Arqueoló-gicamente, el alcance de estastransformaciones se observa con una in-tensa presencia de asentamientos ruralesromanos en el campo de Elche.

Por otra parte, la concesión del esta-tuto colonial llevaba asociada una serie deprivilegios jurídicos. No hay que olvidarel carácter inmune (exenta de impuestos)de la colonia, como nos cuenta Plinio ensu Historia Natural (III, 19-20). El estable-cimiento de esta considerable poblaciónde ciudadanos –900 colonos y sus fami-lias, según algunas opiniones recientes–,nuevos pobladores, por tanto, definidospor su carácter de propietarios y privile-giados, se reflejó tanto en el campo comoen la ciudad con una serie de obras demonumentalización y de adaptación delnúcleo urbano y su entorno al modo devida romano. En este sentido cabe inter-pretar la acuñación de moneda y la acti-vidad constructiva detectada en la Ilici defines de la República e inicios del Imperio,así como la creación o revitalización del Por-tus Ilicitanus, en el extremo sur del valle.

Sin embargo, estamos todavía lejos deprecisar el impacto y las repercusiones dela creación colonial en el medio y alto Vi-nalopó. La urbe ilicitana centralizó la ad-ministración y el cobro de impuestos, fun-damental en unos valles donde buena

74 H I S T O R I A D E E L D A

Fragmento de tabula de broncehallada en 1996 en Ilici yconservada en el Museo

Monográfico de La Alcudia(Elche). El documento muestra la

asignación de tierras, mediantesorteo, a diez colonos dediversos orígenes (Museo

Monográfico de La Alcudia deElche-Jaime Molina Vidal).

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parte de la población vivía en el mediorural, el ager ilicitanus. En ese siglo de acu-sadas transformaciones, es probable quelas tierras centrales y norteñas del Vinalopóexperimentaran los cambios de manera sig-nificativa. En cualquier caso, parece lógi-co plantear que se consolidaron ciertastendencias seculares. Los vínculos eco-nómicos y culturales con Ilici, existentes defacto claramente desde la etapa ibérica ple-na, y acentuados en su fase final, bien pu-dieron convertirse de iure en dependen-cia administrativa y jurídica. Así, par-tiendo de su larga tradición como áreade influencia natural, las tierras del ValleMedio, cohesionadas en torno al oppidumde El Monastil, pudieron formar partedel territorium ilicitano.

Del oppidum a las villae

La significativa llegada de poblaciónforánea al sur del valle, y, eventualmente,la reordenación territorial y el reparto detierras del medio y alto Vinalopó, son he-chos coetáneos de otro fenómeno rele-vante a escala hispana que también pare-ce documentarse en la zona. Entre la mi-tad del siglo I a. C. y mediados de lasiguiente centuria, algunos trabajos hanvenido constatando, todavía tímidamente,el abandono de oppida ibéricos, de esta-blecimientos de cierta entidad, preferen-temente en tierras altas y elevaciones mo-destas en relieves que rodean al valle, y, engeneral, la desaparición de algunas enti-dades indígenas menores. En varios ca-sos parece producirse una dispersión yun desplazamiento de la población deesos asentamientos hacia los valles y lla-nuras contiguas. Estos núcleos de pobla-ción indígena pudieron alimentar, pues,a las ciudades del entorno y a una varia-da gama de establecimientos rurales en-tre los que destacan, significativamente,las villae, emplazadas cerca del río, en te-rrazas con suelos ricos y fértiles. Así pudosuceder, por ejemplo, en las tierras situa-das en las laderas sur y suroeste de El Mo-nastil, que pudieron acoger la poblacióndel sector más urbanizado y elevado del op-pidum. En esa zona, los hallazgos de un hor-no cerámico activo en el último tercio delsiglo I a. C., así como un pequeño conjuntometalúrgico de similar cronología, sonreflejos de estas nuevas actividades arte-sanales ya plenamente romanas. Proba-blemente, esta dinámica de abandono deasentamientos indígenas tradicionales, oincluso su conversión en vici o villae, se

pueda relacionar con una reorganizacióndel espacio agrario que es evidente en tor-no a Ilici, y que sólo se intuye en variossectores del corredor del Vinalopó, pre-ferentemente en las zonas más aptas parala explotación agraria. Hay que citar, ade-más, la probable existencia paralela de pe-queñas unidades de producción agrícola,fundamentalmente granjas indígenas,que muestran una continuidad con la tra-dición ibérica, incorporando, a su vez, al-gunas técnicas y materiales de construc-ción típicamente romanos, como depósitosde opus signinum y cubiertas de tegulae eimbrices. Estas granjas perdurarán hasta bienentrado el Alto Imperio.

De este modo, la densidad de asen-tamientos en el valle debió crecer, ligadaademás a un incremento de la actividadagrícola y de la transformación de la pro-ducción del sector primario. Las mejorestierras experimentaron una intensa ocu-pación, testimoniada por restos arqueo-lógicos y por algunos topónimos que sehan conservado hasta nuestros días. Esteproceso se puede relacionar con la posibleexistencia de parcelarios de época roma-na al norte de Ilici, en el alto y medio Vi-nalopó. Estos parcelarios, signos de re-partos y divisiones catastrales, han sido vis-lumbrados mediante la lectura diacrónicae interpretación comparada de mapas y lafotografía aérea, por la aparente fosiliza-ción de parte de su trama ortogonal y via-ria, así como por la existencia de asenta-mientos rurales de cronología romana.

El medio y alto Vinalopó y losposibles parcelarios romanos

Un estudio de Rosselló, realizado entierras situadas entre Villena y Caudete, pro-puso la existencia de cuatro parcelarios ro-manos con una orientación diferente,yuxtapuestos y sin conexión entre sí, aun-que posteriormente se ha propuesto su ori-gen medieval y no romano. Poco después,en los llanos próximos al Vinalopó, ya enel término municipal de Sax, se hallaronmás indicios de una trama ortogonal in-terpretada como parte de un área centu-riada de 2488 hectáreas que mostraríauna orientación diferente a la ilicitana yuna fosilización del kardo maximus en elllamado Camino de los Valencianos. Pro-bablemente buena parte de los asenta-mientos rurales romanos conocidos enel alto Vinalopó, como Candela, en Cañada;Casa del Cura, Casas Juntas, Casa del Pa-dre, Casa del Alto y Casa de Nazario, en Vi-

75El Valle de Elda en la época romana: el mundo rural

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llena; La Torre, en Sax, y la villa romana deSalinas, formaron parte de este proceso deexplotación y puesta en cultivo de tierrasparceladas.

Algunos años antes, antiguos traba-jos de Llobregat, entre Pinoso y Monó-var, señalaron las condiciones de la lla-nura situada entre las sierras de la Umbríay del Rincón de Don Pedro –los Valles deEl Mañá y El Fondó– para albergar losrestos de una centuriación. La trama or-togonal siguió una orientación noreste-su-roeste, articulada por el camino del Xi-norlet hacia la laguna de Salinas, resulta-do de la fosilización del antiguo kardomaximus. Yacimientos como Toscar, Al-ciri, El Derramador, la Canyada Roja, Ca-ses de Joan Blanc, los propios de El Fon-dó y El Mañá, El Prado, El Paredón, Ma-laño o El Queixal, representan el testimonioarqueológico de la explotación agrícolade este territorio. Más al este, superado elValle de Elda, en la confluencia de los tér-minos de Monforte del Cid, Novelda yAspe, se ha propuesto recientemente laexistencia de dos parcelarios romanos,con una orientación noreste-suroeste li-geramente variable entre ambas. El sectorparece mostrar huellas de dos centuria-ciones con parcelas de menor tamaño quelas ilicitanas. La primera estaría datadaentre los siglos I y II d. C., mientras que lasegunda podría situarse en el siglo III d.C. El kardo maximus pudo situarse en el lla-mado Camino de Elche. Asentamientoscomo El Campet, La Algualeja-Waleja, LaRegalissia o La Morachel, entre otros, da-tados preferentemente entre los siglos IIy V d. C., ocuparon estas tierras fértilesentre los ríos Vinalopó, Tarafa y la ramblade Orito, disponiendo de abundantes re-cursos acuíferos.

Salvo la probada existencia de la cen-turiación de Ilici, el estudio de los restos delas huellas de parcelas detectados en los Va-lles Medio y Alto del Vinalopó es todavíaembrionario. En varios casos falta porcomprobar con más evidencias el origenromano del parcelario. En los casos enque este origen parece probable, habríaque verificar si realmente se relacionancon repartos centuriados tan amplios,que hubieran provocado unas transfor-maciones profundas y expropiaciones ma-sivas con hondas repercusiones sociales yeconómicas.

En esta línea, aunque de manera muyesquemática, un estudio ha propuesto laexistencia de restos de dos tramas de par-celario romano vinculado a centuriacio-

nes en el Valle de Elda, tomando comoreferencia la pervivencia de algunos tramosde acequias de la antigua red de regadíoy varios caminos rurales todavía en uso ofosilizados. El trabajo se ha centrado es-pecialmente en los restos hallados en Pe-trer. El hipotético catastro romano sigueejes en dirección norte-sur, ocupando el áreacentral del valle entre el río Vinalopó en sumargen izquierda, las ramblas de Puça yBateig y el camino de Salinetes. Un se-gundo sector, con la misma orientación,se situaría en la margen derecha del río, alsur del monte Bolón. La hipótesis se cie-rra con la existencia de una zona tambiénparcelada, de menor extensión que las an-teriores, que se extendería en el cuadran-te noroeste del valle, en la margen derechadel Vinalopó, yuxtapuesta a las anterioresy con una orientación noreste-suroeste.

La romanización social y económicadel Vinalopó, a través de una implantaciónde modos de organización y explotaciónforáneos, alcanzó, probablemente si-guiendo ritmos diversos, a otros aspec-tos de la vida de sus comunidades. En elValle de Elda, la presencia de monedasibéricas de Saiti es sustituida mayorita-riamente, desde mediados del siglo I a.C., por monedas acuñadas en CarthagoNova, ya con leyendas en alfabeto latino.En pocas generaciones, algunas de las evi-dencias del estilo de vida romano apare-cen en las tierras situadas en la esfera deinfluencia de la colonia ilicitana. La lati-nización lingüística, y, como reflejo deeste fenómeno, la generalización de loshábitos epigráficos, no dejó mucha hue-lla en las tierras del valle al norte de Ilici,tal vez por su carácter esencialmente ru-ral, en consonancia con el abandono de cier-tos núcleos de rango urbano o protour-bano, como El Monastil, a inicios del Im-perio, y la ocupación de las tierrascircundantes. Un estudio epigráfico mues-tra un pobre balance numérico de ins-cripciones latinas del territorio ilicitano fue-ra del ámbito estrictamente urbano deIlici y su puerto. Ciertamente, el procesode difusión del uso del latín pudo ser máslento en el campo que en las ciudades.Posiblemente la lengua vernácula ibéricase mantuviera con cierta preferencia en va-rios ámbitos, permaneciendo en nombresde lugar extraurbanos, ritos religiosos, otradiciones y costumbres seculares. Noobstante, en el curso de varias generacio-nes los nombres personales se romani-zan, como se percibe en algunas inscrip-ciones sobre piedra y en algunos grafitos

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hechos sobre cerámica de mesa terra sigi-llata, hoy conservados en el Museo Ar-queológico Municipal de Elda, dandopaso a un largo y poco conocido procesode generalización del latín como lenguapropia en nuestras tierras.

La villa: instrumento y reflejode la racionalidad de laagricultura romana

Llegados a este punto, es imprescin-dible detenernos en un tramo de nuestrorecorrido histórico. Los cambios produ-cidos en el tramo final de la República ylos inicios del Principado tuvieron sus re-percusiones físicas y materiales, dejandosu huella y su impronta en el territorio.Nuevos establecimientos de diversas ca-racterísticas, el abandono o reorientaciónde lugares habitados, y las parcelacionesy centuriaciones, entre otros datos apor-tados por la Arqueomorfología, formanparte de un cuadro general marcado pornuevas relaciones entre los asentamientosy el medio. Independientemente de la másque probable puesta en cultivo de nue-vas tierras, hay que destacar el uso de cri-terios racionales en la explotación de losrecursos del territorio, particularmentelos de carácter agrícola, con los procedi-mientos y técnicas de una sofisticada agri-cultura helenística. Los mejores sueloscuaternarios del valle, terrenos sedimen-tarios próximos a las riberas del río, mues-tran un amplio número de unidades de há-bitat y explotación que, generalmente, sehan caracterizado como villae, si bien trasesta denominación se oculta a menudo unatipología variada de asentamientos, comovici, pagi, tuguria, simples caseríos o gran-jas.

Las villae de la época imperial surgenen Hispania y otras provincias como laadaptación de las diversas experienciasque tienen lugar en la Italia de época re-publicana. La implantación de villae entodos los Valles del Vinalopó constituyeuna prueba del progreso de la romaniza-ción en el territorio ilicitano, especial-mente en el ámbito rural. Se trata de uni-dades de explotación y aprovechamien-to de los recursos de un fundus, las tierrasque forman parte de la propiedad. Si-guiendo patrones y técnicas constructivasromanas, con tipos y plantas arquitectó-nicas diversos (villae alargadas, de corredor,con patio, con peristilo), están articuladasfuncional y físicamente en una pars rusti-

ca y una pars urbana. Columela nos describeel modelo ideal de un dominio rural de laprimera época imperial. La pars rustica esel área de producción, transformación yalmacenamiento agrícola y ganadero, conlas estancias de residencia de la mano deobra productora, así como patios, corra-les, establos y almacenes de herramien-tas. Este autor distingue, en el ámbito dela explotación agropecuaria, una pars fruc-tuaria, formada por prensas, depósitos,almacenes para el vino y aceite, y silos y gra-neros para el cereal. Por otro lado, la parsurbana es la zona residencial del propietarioy de su encargado, el villicus, en ocasionesmostrando casas con una riqueza arqui-tectónica y constructiva significativa, queusan materiales nobles, como el mármoly los mosaicos, y en las que se edificanambientes lujosos, como termas.

Diversas excavaciones arqueológicashan mostrado la vertiente material y laexpresión práctica de varios tratados te-óricos sobre la villa. Las actuales tierrasvalencianas muestran una acentuada con-centración de asentamientos rurales ro-manos en ciertas áreas, como el curso delrío Turia, especialmente la huerta de Va-lencia, algunos tramos del valle del ríoSegura, amplios sectores del litoral, asícomo determinados corredores de Cas-tellón. Ya en tierras contestanas se dis-pone de variopinta información sobre losalrededores de Lucentum, destacando al-gunos ejemplos como las villae de CasaFerrer I o del Parque de las Naciones. Másal norte, el ager dianensis ofrece una con-siderable concentración de asentamientosrurales, entre los que sobresale la villa deL’Almadrava. Próxima a Villajoyosa se si-túa la villa de les Xauxelles-Torre de laCruz. Ya en el entorno de Ilici, lamenta-

77El Valle de Elda en la época romana: el mundo rural

Planta general de la villa de laPisanella (Boscoreale, Italia),cerca de Pompeya. A) Parsurbana: 1. Comedor; 2.Habitaciones; 3. Panadería conmolinos y horno; 4. Cocina; 5-7.Termas; 8. Letrinas. B) Parsrustica: 9. Almacén deherramientas; 10. Establos; 11.Alojamiento de esclavos; 12.Torculario para el vino y elmosto, con dolios y cisterna; 13-14. Almazara; 15. Dolios para elaceite; 16. Patio con doliosenterrados; 17. Granero; 18.Zona de molienda (J.-P. Adam).

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blemente, la arqueología de las villae ro-manas en el Vinalopó no ha sido dema-siado sistemática. Existen pocos asenta-mientos rurales excavados de manera quepermitan verificar el tipo y modelo de im-plantación romana en el valle más allá dealgunas generalizaciones. Una excepciónpuede ser la villa de la Canyada Joana, enCrevillente, documentada arqueológica-mente.

El mapa de distribución de estos asen-tamientos va creciendo, pero se echan demenos intervenciones duraderas y ex-haustivas. También faltan estudios demorfología histórica y evolución del pai-saje en un territorio sometido a una fuer-te intervención del hombre desde la An-tigüedad, en un fenómeno habitual enáreas muy antropizadas, especialmenteen la época contemporánea, pero tam-bién en anteriores etapas. El uso de ma-quinaria agrícola pesada y las roturacio-nes sistemáticas han provocado profun-das transformaciones que han afectado alos restos arqueológicos. Obras públicasde envergadura, como polígonos indus-triales, canalizaciones, sistemas de irriga-ción y construcciones hidráulicas, y ac-tuaciones privadas de menor rango, comoedificaciones de primera y segunda resi-dencia, entre otras actuaciones, han pro-vocado una intensa urbanización en las ri-

beras del Vinalopó que explican parcial-mente la carestía de datos y de restos enlos asentamientos conocidos.

Los agrónomos latinos y lasvillae

El mundo romano, recogiendo unafértil tradición de época helenística, pres-tó una especial atención al desarrollo dela agricultura. Fruto de este interés son unaserie de tratados que recogen la mayorparte del saber teórico y práctico sobre elcampo. En la actualidad los expertos se-ñalan cuatro de estas obras como funda-mentales en la agronomía romana. Enprimer lugar, el tratado De agri cultura, es-crito por Marco Porcio Catón (234-149 a.C.) en la época republicana, que nos pre-senta la villa como un edificio o conjun-to de edificaciones pertenecientes a unfundus, una propiedad formada por tie-rras de cultivo, pastos y bosques. Catón hacehincapié en el carácter rural de la villa,fuera del mundo urbano, aspecto en elque posteriormente insistirán otros autores.Muchos años después, Marco TerencioVarrón (116-27 a. C.), escribe De re rusticaen la etapa de transición al Imperio, acen-tuando la relevancia de la ganadería e in-sistiendo tanto en recomendaciones paralograr beneficios económicos de la villa

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Planta general de la villa CasaFerrer I (Alicante) tras la

restauración, con indicación desus partes: calles, patios, zonaindustrial y residencial (ARPA

Patrimonio S. L.)

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como en su carácter de lugar de placer ydisfrute, de retiro y reposo.

En la época imperial, ya a mediadosdel siglo I d. C., el tratado De re rustica, es-crito por el gaditano Lucio Junio Mode-rato Columela, refleja los progresos y la evo-lución del campo romano en la era imperial.A través de sus doce libros se observa unamayor concentración de tierras con elpaso del tiempo, una mayor especializa-ción productiva y una progresiva diversi-ficación de la mano de obra empleada.Ya en el Bajo Imperio, la última gran obralatina sobre la agricultura sale de la manode Paladio Rutilio Tauro Emiliano. En suOpus Agriculturae se muestran algunos delos cambios que nos preludian el cultivode la tierra en la Edad Media.

Algunos pasajes del libro I de la obrade Columela que hacen referencia a la vi-lla son especialmente relevantes. «(…) en unafinca, los factores a considerar eran funda-mentalmente dos: la salubridad del clima y lafertilidad del terreno (…)» «(…) Tras estos dosfactores fundamentales, añadía [Catón] estosotros no menos dignos de tenerse en cuenta: elcamino, el agua y el vecino (…)» Más ade-lante, Columela añade: «(…) La extensión dela casa y el número de sus piezas ha de guardarproporción con la totalidad del recinto, y ha dedividirse en tres partes: urbana, rústica y fruc-tuaria (…)» «(…) La parte urbana ha de divi-dirse en aposentos de invierno y de verano (…)»«(…) Los baños se orientarán hacia el occiden-te estival (…)» «(…) Los lugares de paseo esta-rán expuestos al sur equinoccial, para que recibanen invierno la máxima cantidad de sol y en ve-rano la mínima (…)».

Respecto a la parte rústica, aconsejaColumela «(…) los cuartos para los esclavos singrilletes tendrán perfecta orientación si se cons-truyen mirando hacia el sur equinoccial; para

los esclavos encadenados, lo mejor es, por lo ge-neral, un ergástulo subterráneo que reúna lasmayores condiciones posibles de sanidad y quereciba la luz a través de ventanas estrechas y abier-tas a tal altura del suelo que no puedan ser al-canzadas con la mano (…)» «(…) La habitacióndestinada al capataz debe ponerse junto a la puer-ta, para que pueda ver a los que entran y salen;la habitación del administrador, por idénticasrazones, encima de la puerta; éste, además, po-drá vigilar así al capataz de cerca; próximo a unoy otro se situará el almacén donde se guardentodos los instrumentos de labor, siendo convenienteque haya dentro del propio almacén un lugarbajo llave donde puedan custodiarse las herra-mientas (…)».

De la parte fructuaria, dice el agró-nomo gaditano: «(…) se divide en bodega deaceite, prensa, bodega de vino, bodega de mos-to cocido, heniles, pajares, despensas y grane-ros (…)» «Las situadas en la plana baja se des-tinarán a la custodia de los líquidos destinadosa la venta, tales como vinos y aceites; por suparte, los productos secos como el trigo, el heno,las hojas, la paja y el resto de forrajes, se alma-cenarán en las altas (...)».

Villae y asentamientos ruralesdel Valle de Elda

Los asentamientos rurales del Va-lle de Elda reflejan los caracteres básicosdel proceso histórico y la situación quehemos expuesto, así como los condi-cionantes de la investigación. Hasta el mo-mento, de manera significativa, apenasse observan vestigios de establecimien-tos romanos de este tipo hasta fines delsiglo I a. C. Junto a yacimientos que sepodrían catalogar como villae, encon-tramos otros más difíciles de clasificar.El recorrido que proponemos, siguien-

79El Valle de Elda en la época romana: el mundo rural

Recreación de gran parte de lavilla Casa Ferrer I durante el AltoImperio. Se puede observar lapars rustica, en la que destaca elpatio de trabajo y el torculariumo almazara, así como la parsurbana, donde destaca un atrio,los baños y el peristilo (MuseoArqueológico Provincial deAlicante MARQ)

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do los restos más significativos, comienzaen el fondo del valle y finaliza en las tie-rras todavía fértiles de los piedemontes,pero más alejadas del cauce del río.

Casa Colorá

A poca distancia de El Monastil, en di-rección sur, se encuentra el hoy práctica-mente desaparecido yacimiento denomi-nado Casa Colorá. El asentamiento seemplaza en un área aterrazada de la mar-

gen derecha del río Vinalopó. Se ubica enuna zona óptima para el aprovechamientoagrícola comprendida entre el lado surde la sierra de la Torreta y el cauce del río.Antes de la primera excavación de salva-mento realizada en 1987, existían algunasreferencias orales de aficionados locales quehabían efectuado prospecciones. Entrerestos diversos, destaca el hallazgo de unábside en el lado oriental de una cons-trucción romana en la que aparecieronrestos de un posible enterramiento adul-to realizado en caja de ladrillos bipedalesy tegula, así como parte de un pavimentode mortero. En el exterior se localizaronrestos de un par de tumbas también ex-poliadas, así como dos silos. En este sen-tido, últimamente se ha planteado que elfragmento de tapa de sarcófago paleo-cristiano con escenas del ciclo del profe-ta Jonás, reutilizado en el castillo de Elda,probablemente pudo formar parte origi-nal de la necrópolis o mausoleo de la CasaColorá, a medio camino entre la fortale-za y El Monastil.

Estos vestigios citados parecen estarrelacionados con los restos, recientementelocalizados, de la posible cámara de com-bustión de un pequeño horno datado enépoca romana tardía, así como una es-tancia de tendencia rectangular y un pe-queño ábside, muy arrasado, además de

80 H I S T O R I A D E E L D A

Localización de algunos de losasentamientos rurales romanos

del Valle de Elda: 1. Casa Colorá.2. Arco Sempere. 3. Las

Agualejas. 4. Puente II. 5.Puente I. 6. El Chorrillo. 7.

Petraria. 8. Caprala. 9. ElMonastil. 10. Marina Española.

11. Castell de Petrer. 12.Camara. 13. Laderas de Bolón.

14. Peñón de la Tía Gervasia. 15.Pont de La Jaud. 16. El Charco.

17. I.E.S. Azorín-La Pedrera.

* Otros yacimientosarqueológicos. (Adaptado de A.

Cuenca y R. Navalón)

Posible fondo del hornocerámico hallado en la Casa

Colorá (ARPA Patrimonio S. L.).

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otras estructuras de barro muy mal con-servadas. En las terrazas superiores delyacimiento, más lejanas al río, se ha loca-lizado un vertedero y unas posibles es-tructuras aledañas (cubetas, silos, unafosa) de cronología calcolítica. Los resul-tados de esta nueva intervención arque-ológica en la zona hacen pensar en unasentamiento con un área artesanal vin-culada la manufactura de cerámica, unaposible área doméstica y un espacio fu-nerario, especialmente activos en el pe-ríodo tardorromano. Los restos halladospermiten datar la principal etapa de fun-cionamiento de este asentamiento rural en-tre los siglos IV y VII d. C., posiblementetras una cierta actividad entre fines delsiglo I a. C. y el siglo II d. C.

Arco Sempere y GaiusSempronius

Tres excavaciones arqueológicas desalvamento han permitido conocer, algomás al sur de la Casa Colorá, el asenta-miento denominado Arco Sempere, em-plazado entre la ladera oriental del mon-te Bolón y la margen derecha del río Vi-nalopó, en el actual barrio de la Virgen dela Salud. La zona en la actualidad apare-ce muy transformada, con edificaciones yuna carretera que han cubierto parcial-mente el yacimiento. Los trabajos arque-ológicos de 1981 y 1982 permitieron re-cuperar cinco estancias cuadrangularesdispuestas en torno a un espacio abierto,quizá un patio central, así como un tramode cloaca o acequia dirigida hacia el río. Enel lugar se hallaron teselas blancas y grisespertenecientes a un mosaico. Pocos metrosal norte de las estancias se había localiza-do, con anterioridad a la excavación, unabalsa de opus signinum con molduras demedias cañas en sus ángulos, quizá per-teneciente a la pars rustica del asentamien-to, y actualmente desaparecida.

Uno de los hallazgos más destaca-bles de Arco Sempere es el de la inscripciónG(aius) • Sem?[pronius —- ](?)/P?ro?[ —- ]/—-, conservada en estado fragmentario.El epígrafe alude a un personaje de la fa-milia Sempronia, un gentilicio habitual enla zona, como muestran al menos otrosonce ejemplos hallados en tierras alican-tinas. Esta inscripción, que probablementepertenezca a una zona de enterramientopróxima, está datada entre fines del sigloII y los inicios del siglo III d. C. Su ha-llazgo en una villa es un signo más delprogreso de la latinización lingüística del

valle durante el Alto Imperio, y testimo-nio de la generalización de los usos fune-rarios romanos. Precisamente en la mis-ma ladera oriental del monte Bolón, en ellugar llamado Cerro de las Sepulturas,pudo instalarse la necrópolis tardorro-mana de la villa y de su entorno.

Posteriormente, en los últimos años,se han producido diversos hallazgos en unparaje cercano, la denominada Finca delMolino de Félix. Aquí se han identificadounas estructuras interpretadas como mu-ros de abancalamiento y de delimitaciónparcelaria construidas en la época roma-na, que posiblemente se mantuvieron enuso durante el dominio islámico. Debido

81El Valle de Elda en la época romana: el mundo rural

Olla cerámica hallada en la CasaColorá (Museo ArqueológicoMunicipal de Elda). Losmateriales arqueológicosrecuperados en esteasentamiento han sido bastanteheterogéneos: terra sigillatagálica y africana, cerámicacomún, ánforas, ladrillos, vidrio,elementos de adorno de hueso,una moneda de Graciano (377-383 d. C.), aperos de labranza–hoces-, y objetos de bronce,entre otras piezas, así comorestos óseos humanos (ARPAPatrimonio S. L.).

Inscripción romana de ArcoSempere (Archivo del MuseoArqueológico Municipal deElda).

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al mal estado de conservación de los res-tos por las constantes roturaciones agrí-colas, no ha sido posible determinar lafunción y la adscripción cronológica cla-ra de otro tipo de estructuras localizadasen la zona, identificadas provisionalmentecomo un canal de mampostería ordinariay una cubeta de mortero, sin más preci-siones. La proximidad entre todos los ves-tigios citados permite plantear la idea deque, en realidad, pertenecen a un único es-tablecimiento dedicado a la explotaciónagrícola de un entorno de tierras fértilespróximas al río.

En conjunto, los materiales arqueo-lógicos hallados permiten proponer laexistencia de una probable villa que pare-ce estar activa en dos etapas. La primerase sitúa entre mediados del siglo I d. C. yel siglo III d. C. La segunda, entre los siglosV y VII d. C. El solar del asentamiento,además, fue ocupado posteriormente,dada la existencia de restos materiales dela época paleoandalusí en la zona.

Las Agualejas, una asignaturapendiente para la arqueologíaeldense

En la margen izquierda del río la do-cumentación es algo más abundante. Des-

taca, en primer lugar, el yacimiento de LasAgualejas, situado en las terrazas existen-tes a pocos metros de los meandros delrío, en tierras roturadas desde antiguo. Eltopónimo se relaciona sin duda con sucercanía al cauce del Vinalopó. En la ac-tualidad se halla oculto en tierras ocupa-das por la edificación de casas rurales o desegunda residencia que han afectado par-cialmente a la villa. Su superficie es inde-terminada, aunque parece que el asenta-miento ocupó un área de cierta extensión.

Las Agualejas se conoce desde 1963,si seguimos la información procedente delos partes de trabajo de la sección de Ar-queología del Centro Excursionista El-dense, que al menos hasta 1967 realizótrabajos arqueológicos esporádicos quedejaron entrever su importancia. En el ya-cimiento se hallaron diversos vestigiosconstructivos. Hay que destacar especial-mente los restos de dos balsas o cubetas enforma de herradura revestidas de opus sig-ninum. El acceso a una de las cubetas, al me-nos, mostraba dos escalones. Junto a las bal-sas se identificaron los restos de una obraabovedada construida con mampostería yladrillo trabados con cal. Se localizó, asi-mismo, un pilar de sustentación en obralatericia. La descripción del breve infor-me de 1964 hace pensar en ladrillos bipe-dales (de dos pies de largo) o una variantede ladrillos rectangulares característicosde la construcción romana. Sin desecharque los restos pudieran formar parte de unacloaca, como alternativa, estos vestigiosconstructivos, asociados a la existencia delas balsas, hacen pensar que los hallazgospudieran corresponder a parte del fornaxo centro generador de un sistema de cale-facción típico de las termas romanas. Tam-bién apareció un vertedero con gran abun-dancia de cenizas y carbón junto a una delas cubetas. La asociación de esta infor-mación ha hecho pensar en la existencia deunos balnea o pequeñas termas, proba-blemente asociadas a la pars urbana de unavilla. En la zona se hallaron, además, variosmuros de mampostería ordinaria y tra-bada con argamasa de cal, así como estu-cos, y, de manera significativa, una basa decolumna y restos de un sillar de arenisca,indicios de la existencia de elementos ar-quitectónicos de cierto nivel.

El conjunto de restos arqueológicosde Las Agualejas permite proponer unaactividad datada entre los siglos I y VI d.C., en un asentamiento emplazado en tie-rras aptas para cultivos agrícolas que con-tó con un sector residencial y un área pro-

82 H I S T O R I A D E E L D A

Teselas halladas en ArcoSempere, pertenecientes a unmosaico (Museo Arqueológico

Municipal de Elda). Elyacimiento ha proporcionado,

además, restos de cerámicaromana fina de mesa (terra

sigillata), con piezas originariasdel sur de las Galias, del norte

de África y de la propiaPenínsula Ibérica, así como

cerámica de barniz rojopompeyano, cerámicas comunesnorteafricanas, de origen local y

de tradición ibérica, cerámicade paredes finas, lucernas,

ánforas hispanas de vino y pesasde telar. Junto a los abundantes

restos cerámicos, hay quemencionar los hallazgos detejas, molinos de piedra, y

objetos de metal y de huesotrabajado (Archivo del Museo

Arqueológico Municipal deElda).

Basa de columna de piedrahallada en Las Agualejas

(Archivo del Museo ArqueológicoMunicipal de Elda).

Basa de columna de piedrahallada en Las Agualejas

(Archivo del Museo ArqueológicoMunicipal de Elda).

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ductiva. Hay que recordar que, en un pa-raje cercano a la Peña del Sol, en la parti-da de Lumbos, se hallaron varias monedasromanas. Estos hallazgos y el topónimo,quizá referido a un Lumbus latino, han in-ducido a pensar en la existencia de unasentamiento dependiente de la villa deLas Agualejas. En cualquier caso, estos in-dicios muestran la potencial y oculta riquezaarqueológica del llano situado al sur deElda.

Puente II

En pleno núcleo urbano, a menos deun kilómetro al norte de Las Agualejas, sesitúa el asentamiento rural romano de-nominado Puente II, en la margen iz-quierda del Vinalopó y a pocos metrosdel cauce del río. Emplazado al suroestede la ciudad, en una tradicional zona agrí-cola periférica que ha sido urbanizada enlos últimos años, Puente II se conoce des-de 1984, y ha sido objeto de tres inter-venciones arqueológicas de salvamentoen las que se han documentado vestigiosconstructivos y se ha delimitado, a gran-des rasgos, una zona nuclear en torno a laactual calle Virgen del Remedio. Comoelementos más significativos, cabe desta-car el hallazgo de un área destinada a latransformación de productos agrícolas,compuesta por una estructura rectangu-lar que dispuso de una cisterna y una bal-sa contigua, ambas revestidas con opussigninum y activas desde un momento in-determinado del siglo I d. C. Si inicial-mente los excavadores se decantaron porconsiderar la zona como un área de ela-boración de vino, con un lagar asociadoa un torcularium, últimamente se ha plan-teado la posibilidad de que se trate departe de una almazara. Hay que añadir, ade-más, la existencia de, al menos, una es-tancia cuadrangular y una dependencia conábside (ambas quizá pertenecientes a la parsurbana), y parte de un camino empedra-do, este último asociado al período islá-mico. De manera singular, destaca el ha-llazgo de parte de un pequeño altar depiedra caliza. Esta pieza, uno de los esca-sos testimonios materiales asociados a lareligión romana en el Valle de Elda, pro-bablemente formó parte de un culto reli-gioso doméstico en el asentamiento dePuente II.

Los datos apuntan que este enclave ru-ral estuvo activo entre la segunda mitad delsiglo I a. C. y el siglo III d. C. El funciona-miento de la villa en los últimos años de la

República es hipotético, ya que única-mente se han recuperados restos cerámi-cos, pero parece claro que se activa a iniciosdel Imperio. Las estructuras experimen-tan en el siglo II d. C. una serie de reformasque cancelan el uso de la cisterna y dividenen dos la capacidad de la balsa, quizá poruna disminución de la producción. A ini-cios del siglo III d. C. uno de los depósitosya está abandonado. En el segundo de es-tos depósitos aparecen cerámicas datadasentre los siglos X-XI d. C., halladas en suestrato de colmatación. Estas cerámicasson el reflejo de una presencia islámicapoco conocida en la zona que se prolon-gó hasta la Baja Edad Media, como indi-can los hallazgos de varias monedas.

Hay que recordar, además, la exis-tencia de noticias y escasos restos cerá-micos de cronología romana (terra sigilla-ta y ánforas), recuperados parcialmenteen 1976 en la calle Marina Española, pro-bablemente pertenecientes a la esfera deinfluencia del asentamiento de Puente II.

Puente I

En la margen derecha del Vinalopó,a poca distancia de la villa de Puente II, sesitúa el asentamiento rural de Puente I, hoyoculto bajo el tejido urbano. Su existenciaes conocida desde los años ochenta delsiglo pasado, cuando tuvo lugar una bre-ve excavación de salvamento. Entre los es-casos vestigios hallados hay que destacaruna serie de muros muy mal conserva-dos, de función indeterminada, fragmentosde terra sigillata gálica y africana, de cerámicacomún y de ánforas, así como monedas,clavos de hierro y agujas de adorno reali-zadas en hueso. Con estos datos, no esposible determinar la naturaleza del ya-cimiento ni su clasificación, si bien pare-ce lógico pensar que se trata de hábitatrural destinado al aprovechamiento agrí-cola, quizá vinculado a Puente II. Se haapuntado una cronología general que si-túa la actividad de este asentamiento en-tre mediados del siglo I y el siglo III d. C.

83El Valle de Elda en la época romana: el mundo rural

Paleta de uso cosmético omedicinal hallada en LasAgualejas (Museo ArqueológicoMunicipal de Elda). En lossondeos realizados en la zona selocalizaron fragmentos de terrasigillata de origen gálico,hispánico y norteafricano,cerámica fina de origenmediterráneo oriental, cerámicacomún, lucernas, ánforas, restosde dolium con numerales incisosy molinos circulares, así comorestos de vidrio –algunosfragmentos policromados-,clavos de hierro, fíbulas debronce y varias agujas deadorno realizadas en hueso. Elrepertorio se completó convarias monedas: 1 follis deMajencio, acuñado en Aquileya(Italia) y datado entre el 307-310d. C.; 1 antoniniano de Filipo I,acuñado en Antioquía, datadoentre el 244-249 d. C., y 1centenional de Constantino I oConstancio II (Archivo del MuseoArqueológico Municipal deElda).

Fragmento de altarcillo de cultoreligioso doméstico hallado enPuente II (Archivo del MuseoArqueológico Municipal deElda).

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El ChorrilloDiversos trabajos arqueológicos

en la partida de El Chorrillo han per-mitido recuperar restos correspon-dientes al Alto Imperio y a la época tar-dorromana (terra sigillata, cerámicas co-munes y de origen norteafricano),posiblemente vinculados a una unidadde explotación situada en las terrazasde la margen izquierda del río Vinalo-

pó. Estas tierras llanas y fértiles, si-tuadas en la confluencia de los térmi-nos de Elda, Sax y Petrer, son aptaspara el cultivo agrícola y el aprovecha-miento de abundantes recursos natu-rales. No es casual, por tanto, que ha-yan proporcionado vestigios datados en-tre el Neolítico y la Edad Media,elementos que nos permiten sospecharla existencia de un uso continuado a lolargo del tiempo que sólo ha sido con-firmado plenamente durante la épocaibérica.

Petraria

Además de las tierras llanas y fér-tiles de las terrazas fluviales del Vina-lopó, durante la presencia romana fue-ron ocupadas zonas del valle que mos-traban buenas condiciones para elestablecimiento de asentamientos ypara la explotación agrícola. En terre-nos periféricos respecto al fondo delvalle, especialmente vinculados a al-gunas de las ramblas colindantes, sesitúan otros enclaves significativos paracompletar el panorama de la ocupa-ción del territorio durante la época ro-mana: Petraria y Caprala.

Petraria, próxima a la rambla dePuça, cumple varias de las recomen-daciones para emplazar una villa que noscitan algunos agrónomos latinos, comoCatón (I, 1, 3): situación al pie de unapequeña colina con dominio del valley de las tierras de cultivo, así como pro-ximidad a acuíferos y a vías de comu-nicación. Oculta en la actualidad bajoel núcleo urbano de Petrer, se situó enel piedemonte del cerro del Castillo,cercana a las tierras cuaternarias si-tuadas al sur y suroeste. Diversas ex-cavaciones arqueológicas de salvamento,efectuadas a partir de los primeros des-cubrimientos en 1975, han permitidodelimitar un área de entre 1 y 2 hectá-reas en el centro histórico de Petrer.Los restos hallados pertenecen a una vi-lla que, según Llobregat, pudo ser de-nominada Petraria, dando lugar y nom-bre al núcleo medieval de esta localidad.Sin embargo, recientemente, parece de-secharse esta idea y confirmarse el ori-gen islámico del nombre de Petrer, aun-que la antigua denominación del ya-cimiento continúa en uso.

Petraria estuvo activa entre me-diados del siglo I d. C. y el siglo V d. C.,y parece que tuvo su principal período

84 H I S T O R I A D E E L D A

Vista de un sector de la parsrustica de la villa de Puente II,donde se pueden apreciar los

depósitos de opus signinum deuna posible almazara. El

yacimiento ha proporcionadorestos de cerámicas de barniznegro campaniense, cerámicapintada romana de tradiciónibérica, terra sigillata itálica,gálica, hispánica y africana;cerámica de paredes finas,

cerámicas comunes, lucernas,ánforas itálicas, hispánicas y

africanas; y fragmentos dedolios, así como restos de vidrio,un osculatorio de bronce, agujas

de hueso del tipo crinalia y decostura, objetos metálicos

diversos y monedas del Alto yBajo Imperio. Los restos óseos

de fauna recuperados nosinforman de la presencia de

bóvidos, équidos y aves (Archivodel Museo Arqueológico

Municipal de Elda).

Vista general del emplazamientode El Chorrillo, en el que sedestaca la zona con mayor

concentración de restosarqueológicos. A la derecha se

aprecia el trazado del ríoVinalopó, quizá el Alebus que cita

Rufo Festo Avieno en su poemaOra Marítima (s. IV d. C.) (Archivo

del Museo ArqueológicoMunicipal de Elda).

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de funcionamiento en la época tardo-rromana. Al menos es la conclusiónque se desprende de los principalesvestigios hallados. Por un lado, restosde una habitación de planta poligo-nal pavimentada con un mosaico ge-ométrico polícromo de opus tessellatum,datado por diversos investigadores en-tre fines del siglo II y el siglo V d. C.,si bien parece que la principal fase deutilización corresponde a los siglos IVy V d. C.

Las excavaciones en Petraria hanmostrado, además, el funcionamientode un vertedero y el uso de diversosmateriales de construcción. Entre ellosdestaca una serie de tubuli y ladrilloscuadrados y circulares relacionadoshabitualmente con pilares de hypo-caustum y, en definitiva, con construc-ciones asociadas a los posibles bañosde la villa.

Merecen una especial atención lasconstrucciones pertenecientes a un po-sible mausoleo familiar. Se trata de unárea de enterramiento en la que se usa-ron, al menos, adobes y una techumbrede tejas (tegulae e imbrices), con una es-tancia para inhumaciones infantiles.Con este conjunto funerario, datado en-tre los siglos II y V d. C., parecen rela-cionarse los dos fragmentos de mármolque se localizaban antiguamente en el cas-tillo de Petrer y que son descritos por elerudito José Montesinos en su Compen-dio Histórico Oriolano, escrito entre finesdel siglo XVIII y los inicios del XIX. Es-tos fragmentos han sido interpretadosrecientemente como parte de una caja desarcófago paleocristiano, manufactura-do en Roma, denominado «a porte dicittà». Muestran parte de la escena de-nominada traditio legis, en la que apare-cen, en el centro de la caja, Cristo flan-queado por Pedro y Pablo y, en ocasio-nes , e l resto de apóstoles , conrepresentaciones de los difuntos pos-trados a los pies de Jesús, así como Cris-to barbado en una esquina de la tapa. Es-tos sarcófagos se fechan generalmente en-tre el último tercio del siglo IV y loscomienzos del siglo V d. C.

Las intervenciones arqueológicas enel centro histórico de Petrer, en defi-nitiva, han mostrado un asentamientoprobablemente surgido durante el AltoImperio. Durante el período bajoim-perial y, al menos, hasta el siglo V d. C.,este asentamiento rural se transformóy vivió su etapa mejor conocida, como

testimonian los vestigios asociados a supars urbana (dependencia con mosai-co, termas) y el área funeraria vecina.Hay que añadir que en las proximida-des de la villa Petraria se han produci-do hallazgos diversos. La zona de laPedrera y del Instituto de Enseñanza Se-cundaria Azorín ha proporcionado res-tos cerámicos superficiales y disper-sos. En conjunto, estos vestigios po-drían asociarse tanto a la periferia de lavilla como a otro posible yacimiento.

85El Valle de Elda en la época romana: el mundo rural

Mosaico romano y detalle delmosaico de la villa romana dePetrer. El peculiar mosaicomuestra, como detalle curioso,la adaptación del artistamusivario a una sala poligonal,que conllevó una serie decambios en el esquemacompositivo de la obra que handejado una imagen irregular delos motivos decorativos (MuseuArqueològic i Etnològic DámasoNavarro, Petrer).

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Caprala

También en el término de Petrer, larambla de Caprala ha aportado esca-sos pero interesantes restos arqueoló-gicos de un pequeño asentamiento ro-mano algo más excéntrico que los res-tantes respecto al curso del río, situadoa los pies de l’Alt de la Creu, pero biencomunicado con la via Augusta por la redde ramblas, y controlando las escasas tie-rras aptas para la agricultura del fondode la hoya, situadas hacia el suroeste. Lazona ha sido afectada por roturacio-nes agrícolas y por la construcción de ca-sas de campo.

El yacimiento es conocido desde1966 por trabajos de la Sección de Ar-queología del Centro Excursionista El-dense y del Grupo Arqueológico Dáma-so Navarro. Significativamente, los esca-sos vestigios constructivos documentadosen Caprala pertenecen al ámbito de la pro-ducción agrícola. Destaca el hallazgo debloques pétreos labrados, en especial unejemplar de contrapeso de almazara.Este elemento está probablemente rela-cionado con dos depósitos revestidosde opus signinum localizados en la zona,hoy prácticamente desaparecidos. En

conjunto, han dado pie para plantear laexistencia de un área de producción vi-tivinícola o, más probablemente, acei-tera. En cualquier caso, junto a las evi-dencias de actividad transformadoraagrícola, hay que citar la posibilidad deque el topónimo Caprala refleje la im-portancia histórica de la ganadería enla zona. De hecho, el asentamiento sesitúa en un lugar adecuado para el con-trol de la vereda que llega al valle, sinolvidar la riqueza forestal que posee lazona. Los restos arqueológicos halladosreflejan un funcionamiento constata-do, al menos, entre el segundo tercio delsiglo I d. C. y el siglo II d. C.

Como balance, la modesta enver-gadura y la escasa relevancia de los asen-tamientos rurales y villae del Valle deElda activos durante la época imperial ro-mana, sobre todo si lo comparamos aescala provincial, podría ser el reflejo ar-queológico de una realidad compuestamayoritariamente por unidades de mo-destas dimensiones, pequeñas y media-nas propiedades con un aprovechamientodestinado fundamentalmente al auto-consumo y a la difusión en limitadoscircuitos comerciales locales y regiona-les que, salvo algunas excepciones, nosobrepasaron los límites del Vinalopó yde su entorno inmediato. La configura-ción física del territorio y los escasos da-tos directos sobre la estructura de la pro-piedad bajo el dominio romano no in-vitan a pensar en la existencia generalizadade latifundios, pero sí de ricos propietariosque ocupan áreas residenciales con uncierto lujo, como se percibe en la villade Petrer y probablemente en Las Agua-lejas.

El territorio y la explotaciónde sus recursos

«Las raíces tintóreas abundan; elolivo, la vid, la higuera y otras plantas se-mejantes crecen cuantiosas en las costasibéricas que bordean Nuestro Mar, ytambién en las del Exterior.»

Estrabón, III, 4, 16Una tierra fértil

En el siglo XVI, el cronista Rafael Mar-tín de Viciana escribía las siguientes pala-bras acerca del Valle de Elda en su Crónicade la ínclita y coronada ciudad de Valencia y desu reyno: «Es Varonía de honor, y de grandes apro-vechamientos, porque ay buenas huertas, y fuen-tes de buenas aguas: y en los montes ay buenos

86 H I S T O R I A D E E L D A

Fragmento de dolio con grafitosque hacen referencia a parte de

su capacidad: XXIII sextarii(Museu Arqueològic i Etnològic

Dámaso Navarro, Petrer). Setrata de una pieza hallada en la

villa romana de Petrer junto aotros fragmentos de dolios

relacionados con elalmacenamiento de la

producción agrícola. Hay quecitar, además, el hallazgo de

monedas datadas entre la épocajulio-claudia y el dominado de

Constancio II, a mediados delsiglo IV d. C., así como un

amplio repertorio cerámico(terra sigillata itálica, gálica,

hispánica y africana A, C y D;cerámica romana pintada;cerámica de paredes finas;cerámica común africana;lucernas; ánforas) y otros

elementos, como piedras demolino, pesas de telar, restos

óseos de fauna y objetos dehierro y plomo (Museu

Arqueològic i Etnològic DámasoNavarro, Petrer).

Localización del yacimiento enla rambla de Caprala (Museu

Arqueològic i Etnològic DámasoNavarro, Petrer).

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pastos para ganados: y mucha caça, y pinos don-celes muy crescidos para madera. En esta Varo-nía se coge pan, vino, azeyte, seda, miel, cera ygrana en abundancia: frutas muchas de diver-sos generos, y muy buenas…». Algunos añosantes, Fernando Colón, en su Descripción yCosmografía de España, decía de Elda que«…tyene Razonable Valle de huertas…», aña-diendo que «…ay media legua llana de una va-lle de huertas e vyñas…». Poco más de un si-glo después, Martínez Paterna nos cuen-ta que «…Es este valle muy fecundo de trigo,cevada, vino y aceite, y abundante en fruta, lamás sabrosa del reino de Valencia. Tiene una fuen-te de aguas dulces, y muy salutíferas, con muchaabundancia de huvas de todas suertes, de lasquales hazen pasa, la mejor de España…». El via-je que hace el inglés Joseph Townsend du-rante el reinado de Carlos III ratifica las ver-siones anteriores: «...entramos en el fértil va-lle de Elda, donde la viña, las almendras, loshigos, las aceitunas, el trigo candeal, el maíz, lacebada y la lucerna cubren la vasta extensión quea los ojos se presenta…»

Los cronistas de época moderna sepreocuparon por dar a conocer las ri-quezas de las tierras y países que descri-bían. Las someras descripciones de lasbondades del Valle de Elda que hacenViciana, Colón, Martínez Paterna y Town-send, seleccionadas entre varias intere-santes referencias, bien podrían habersido suscritas, con ligeros matices y eli-minados algunos anacronismos, por au-tores clásicos como Estrabón mil qui-nientos años atrás. Sin embargo, no dis-ponemos de textos de esas característicasacerca del Valle de Elda durante el períodoromano. Estamos lejos de precisar uncuadro completo de la nómina de re-cursos agrícolas, ganaderos y forestalesdel valle, así como el tipo de explota-ciones y el carácter de la producción. Noobstante, se pueden aportar algunos da-tos de referencia, en sus rasgos genera-les, para toda la época antigua del va-lle. Sin duda bajo el dominio de Romacoexistieron tradiciones vinculadas a laexplotación de los recursos del campo ydel bosque propias de la época ibérica,junto a otras formas características y re-presentativas de un modelo romano ar-ticulado en villae, más sistemático y mo-derno.

La agricultura

El cultivo de cereal, conocido des-de el Neolítico, sin duda fue una de lasactividades fundamentales de los habi-

tantes del valle, con un alto peso espe-cífico en su dieta alimenticia. Desde losorígenes de la agricultura en la zona, yen consonancia con los estudios reali-zados en diversos lugares de la costaoriental y el sureste de la Península Ibé-rica, datos directos e indirectos apuntanal uso de diversas variedades de trigo, ce-bada, escanda, centeno, avena y almor-ta. Disponemos de testimonios mate-riales de actividad recolectora desde elNeolítico, como dientes de hoz elabo-rados con sílex. Se han recuperado se-

87El Valle de Elda en la época romana: el mundo rural

Balsa de opus signinum deCaprala en su estado actual.Varias prospecciones ocasionaleshan permitido recuperar uninteresante conjunto demateriales arqueológicos, comoterra sigillata itálica, gálica,hispánica y africana; cerámicacomún local y africana;cerámica pintada romana;ánforas; lucernas; objetos dehierro y bronce, una teselavítrea y cuentas de collar (MuseuArqueològic i Etnològic DámasoNavarro, Petrer).

Contrapeso de almazara deCaprala en la época de suhallazgo. Actualmente se ignorasu lugar de conservación(Archivo del Museo ArqueológicoMunicipal de Elda).

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millas de cereales halladas tanto en elmonte Bolón como en El Monastil, asícomo restos de trigo en El Zambo y decebada en Catí-Foradá, todos datados enla Edad del Bronce. Junto a numerososinstrumentos de molienda y silos ex-tendidos, al menos, desde el Calcolíticohasta el fin del mundo romano, cons-tituyen testimonios de una actividadbien representada, en época ibérica ycon un valor singular, por los restos deun almacén de grano situado en El Mo-nastil. Ya en época romana destacan losrestos de dos hoces de hierro halladas enla Casa Colorá. En el Museo Arqueoló-gico Municipal de Elda se conservan di-versos instrumentos metálicos relacio-nados con trabajos agrícolas, como aza-das. E, indirectamente, hay que pensarque un buen número de morteros y di-versos recipientes cerámicos de gran ca-pacidad estuvieron destinados a laborespropias de la cerealicultura, como la sie-ga, la moltura, el almacenaje y la trans-formación de alimentos.

Como hemos visto, las referencias delos cronistas que hablan del Valle deElda durante la época moderna coinci-den en mencionar, sin excepción, el cul-tivo de la tríada mediterránea. En la épo-ca romana, una agricultura extensiva,mayoritariamente cerealista y de seca-no, convivió con el cultivo de los otrosdos componentes de la tríada: la vid y elolivar. La vid era conocida desde tiemposantiquísimos. Varios investigadores re-saltan su cultivo desde el Neolítico. Nu-merosos vasos cerámicos, tanto de ma-nufactura local como importaciones, sevinculan a la producción y consumo devino, una actividad que progresivamen-te se irá ampliando en la época antiguahasta formar parte de la dieta habitualde las comunidades mediterráneas. Enel período romano, diferentes tipos de pie-zas pertenecientes a la vajilla de mesa,como copas y jarras, y envases para eltransporte, como ánforas, son los testi-monios de un hábito que trascendió el

mero consumo, revestido en varios casosde una marcada significación ritual yreligiosa. En la necrópolis del Camino deEl Monastil, datada en el siglo VI d. C.,se han recuperado semillas de uva, pro-bablemente asociadas a restos de unbanquete funerario. Restos similares selocalizaron en 1991 en la Plaza de la To-rreta, también en un posible cementeriotardorromano.

En cuanto a la producción y consu-mo de aceite de oliva, los expertos coin-ciden en señalar un origen claramentepreibérico del cultivo y del aprovecha-miento del olivo, en sus diferentes ver-siones. Por otra parte, los abundantesrestos de lámparas de aceite –lucernas–y, en menor medida, de ánforas impor-tadas, nos informan del uso y consumode olivas y aceite. Las balsas revestidasde opus signinum que aparecen en PuenteII, el contrapeso y los depósitos docu-mentados en Caprala, y quizá los restosde Arco Sempere formaron parte de in-fraestructuras productivas de aceite o devino. Un pie de prensa depositado en elMuseo Arqueológico Municipal de Elda,procedente de El Monastil, constituyeuna prueba más de una actividad detransformación de productos agrícolasque probablemente no superó el carácterartesanal. La producción estaría más biendedicada al consumo propio o a una co-mercialización local, de radio corto.

Estos cultivos estuvieron comple-mentados por los de árboles frutales, delos que disponemos, sin embargo, depocas referencias, como en el caso de lapalmera datilera y el manzano. La hi-guera pudo aprovecharse desde la Edaddel Bronce. Ciertas semillas halladas enel monte Bolón, datadas en el mismoperíodo, y a falta de análisis sistemáticos,pudieron pertenecer a cultivos arbóreos.La granada aparece representada en va-rios vasos pintados hallados en El Mo-nastil, de época ibérica e iberorromana.No hay que olvidar tampoco el desa-rrollo de la apicultura, que ha dejadotestimonios tanto escritos como en for-ma de característicos recipientes –kalat-hoi, colmenas– de época ibérica. De nue-vo la necrópolis del Camino de El Mo-nastil muestra restos de almendras comoparte de los productos consumidos en unágape fúnebre tardorromano. Estudiosde carácter general para el valle señalan,además, la existencia de cultivos de le-guminosas (lentejas, guisantes, habas,vezas –algarrobas–), y la recolección de

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Hoz de hierro hallada en la CasaColorá tras su restauración porARPA Patrimonio S. L. (Archivo

del Museo ArqueológicoMunicipal de Elda).

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bellotas, testimoniada esta última por ha-llazgos de la Edad del Bronce en el mon-te Bolón.

Paralelamente, y al margen de losproductos destinados a la alimentación,hay que citar el aprovechamiento deotras plantas herbáceas, como el lino.Así lo demuestran los restos del ente-rramiento infantil del monte Bolón. Pa-ralelamente, la explotación del espartotuvo una singular relevancia. El geógra-fo griego Estrabón, en su Geografía (III,4, 9) escrita durante el principado deAugusto, pone en evidencia la abun-dancia de esta planta en ciertas tierras delsureste hispano, su uso para tejer cuer-das y su exportación «a todos los países,principalmente a Italia». La riqueza en es-parto está contrastada en el alto y medioVinalopó por hallazgos arqueológicospuntuales, pero relevantes por su estadode conservación, como los del pobladode Terlinques (Villena), datados en laEdad del Bronce. En el Valle de Elda des-taca singularmente una suela de sanda-lia de esparto fechada en la época ibéri-ca, así como una estera del mismo ma-terial que formó parte de unenterramiento infantil de la Edad delBronce hallado en el monte Bolón. Elesparto, convenientemente tratado, eramuy utilizado en la vida doméstica –san-dalias–, en las actividades artesanales–sacos, capazos, esteras, cofines– y comomateria prima para la construcción na-val –cordajes–. En el Valle de Elda su ex-plotación tuvo una larga tradición, re-vitalizada a partir del siglo XVIII, tal ycomo refleja Cavanilles en sus comen-tarios acerca de la manufactura del es-parto, que tiene un destacado desarro-llo hasta inicios del siglo pasado.

La ganadería

La riqueza ganadera del valle, siaparentemente no fue comparable a losrecursos de la tierra, fue un comple-mento clásico de la economía antigua enla zona. Los restos óseos procedentesde excavaciones arqueológicas testimo-nian, desde la Edad del Bronce, la cría deaves, ovejas, cabras, cerdos, vacas, bue-yes y caballos. Restos de estas especies hanaparecido en varios de los asentamien-tos romanos del Vinalopó. De hecho,huesos de ave y cáscaras de huevo hanaparecido entre los restos asociados abanquetes funerarios tardorromanosen la necrópolis del Camino de El Mo-

nastil. Se tiene constancia, además, deluso antiguo de veredas ganaderas que pa-san por el valle, reflejando la impor-tancia histórica de la trashumancia.Como hemos citado, quizá el topóni-mo Caprala se vincule en sus orígenes aesta actividad. En cualquier caso, comoen etapas históricas sucesivas, carne, le-che y derivados, huevos, lana y pieles, gra-sas, huesos, entre otras materias pri-mas, son la principal aportación de unacabaña ganadera que se usó tambiénpara tiro y carga.

Siglos más tarde, serán de nuevo al-gunos de los cronistas de época modernalos encargados de poner por escrito la re-lación de riquezas pecuarias del valle, en

compañía, casi siempre, de mencionesacerca de abundante caza y pesca. Especiesno domesticadas, fundamentalmente aso-ciadas a la caza menor, son conocidas enlos Valles del Vinalopó desde la Antigüe-dad. De El Monastil proceden huesos deciervo, jabalí, conejo y liebre. Estas últimasaparecen representadas en varios vasoscerámicos de época iberorromana con-servados en el Museo Arqueológico Mu-nicipal de Elda. En plena Edad Media, elinfante Don Juan Manuel y, poco des-pués, un pasaje de la Crónica de PedroIV, nos insinúan, en un caso, y nos infor-man, en el segundo, de las ricas posibili-dades de caza en el valle. Algunos hallaz-gos de anzuelos y esqueletos de peces derío y laguna, como sucede en El Monas-til y en el monte Bolón, junto a decora-

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Base o pie de prensa dealmazara hallada en El Monastil(Archivo del Museo ArqueológicoMunicipal de Elda).

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ciones pintadas representando peces en va-sos cerámicos de tradición ibérica, hacenpensar que el campo romano también senutrió de la abundancia de recursos ge-nerada por la presencia del río: pesca, ca-ñaverales, etc. La malacofauna –caraco-les– es abundante en los registros arque-ológicos de los asentamientos del valledesde las etapas prehistóricas: hay que re-cordar en este sentido los hallazgos de lascuevas 2 y 7 del monte Bolón. Esta actividadrecolectora se mantuvo así durante el pe-ríodo romano, como puede verse en di-versos restos recuperados en El Monastily en las villae de su entorno. Una mayor ri-queza forestal que la actual, aunque yaen regresión –pino carrasco, encina, sau-ces en las orillas del río–, junto a la reco-lección de plantas y frutos silvestres –vi-vorera, acebuche– en muchos casos de ca-rácter medicinal, fueron, una vez más,una parte esencial de las principales acti-vidades económicas del valle.

El comercio

El aprovechamiento y uso de los re-cursos propios del valle se vio enrique-cido por un abastecimiento exterior deproductos deficitarios a través del co-mercio, facilitado por la existencia de lavia Augusta. La calzada permitía una rá-pida comunicación con los principalespuertos contestanos –Lucentum y sobretodo el Portus Ilicitanus (Santa Pola), enla entrada sur del Vinalopó– y con el

emporio de Carthago Nova. Las villae y lapoblación del valle en general comple-mentaron el consumo de productos au-tóctonos con la llegada de multitud demercancías foráneas, favorecidas por laamplia integración de las provincias his-panas en la economía romana y por unadinámica comercial que potenció el co-mercio marítimo.

Las ánforas halladas tanto en ElMonastil como en los asentamientosrurales del valle nos informan de los ali-mentos envasados importados que seconsumen durante el Principado. Losvinos de Italia ya escasean en las pro-vincias occidentales, mientras que loscaldos hispanos llegan a nuestras tie-rras de diversas regiones de la HispaniaTarraconense, como la Layetania, en laactual Barcelona, y los territorios de Sa-guntum (Sagunto), Valentia (Valencia) y Dia-nium (Denia). Las ánforas de vino recu-peradas en Caprala son un claro expo-nente de esta tendencia comercial en laque priman las importaciones de vinostarraconenses. Paralelamente, de la cos-ta bética proceden salazones de pescadoy salsas derivadas, como el garum, asícomo esporádicas muestras de olivas yaceite originario en las riberas del Gua-dalquivir. Junto a una larga tradiciónen la difusión y consumo de moluscos ori-ginarios en el litoral próximo –no hay queolvidar la mención a las ostras ilicita-nas que hace Plinio el Viejo en su Histo-ria Natural (XXXII, 62)–, la sal y las con-

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Ánforas de vino halladas enCaprala (Archivo del MuseoArqueológico Municipal de

Elda).

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servas de pescado más cercanas, produ-cidas en factorías de la costa contestana,sin duda se difundieron en el interiordel valle, complementando la más queprobable aportación secular de la salprocedente de la laguna de Salinas enla conservación de alimentos.

Por otro lado, algunas tierras arci-llosas del valle, cercanas a ríos y ram-blas, favorecieron el desarrollo de una al-farería autóctona que imitó los tipos decerámica imperantes y las modas roma-nas. Sin embargo, excepción hecha delhorno de época republicana hallado enEl Monastil, únicamente se han identi-ficado en la Casa Colorá algunas limitadasevidencias de producción cerámica. Lazona parece que no destacó por su acti-vidad alfarera en el período romano, y,aunque modestos talleres, probable-mente de carácter doméstico, abaste-cieron de material de construcción y depiezas cerámicas a los habitantes del va-lle, los numerosos y abundantes restoshallados en El Monastil y las villae cir-cundantes muestran un amplio y varia-do repertorio de piezas importadas queacompañaron como mercancía secun-daria los cargamentos de barcos que lle-gaban al sureste peninsular. Destacansingularmente, en este terreno, vajillafina de mesa (terra sigillata) de origen itá-lico, hispánico y mayoritariamente del surde las Galias. Bien entrado el Imperio, lasdiferentes variedades de cerámica ordi-naria y fina de origen norteafricano se ex-tienden en la zona, siguiendo una di-námica generalizada en el Mediterráneooccidental. Algo más tarde, las lucernas–candiles de aceite– predominantes en lasvillae son las manufacturadas en el nor-te de África. Finalmente, estas tierras,tradicionalmente deficitaria en meta-les, se abastecieron desde la Edad delBronce de diversos ámbitos, como la sie-rra de Orihuela y otros cotos minerosdel sureste peninsular.

Este repaso necesariamente sumarioa los recursos, a su explotación y a cier-tas dinámicas de consumo no oculta laescasez informativa acerca de otros as-pectos de la vida económica del vallehace dos milenios. Resulta difícil dudar,por ejemplo, del uso de técnicas básicasdel regadío, especialmente en las tierrasmás aptas y cercanas al cauce del Vina-lopó. Algunos de los depósitos de opus sig-ninum hallados en los asentamientos ro-manos funcionaron como cisternas de al-macenamiento de agua, vital para los

cultivos, para la transformación de pro-ductos y para el consumo humano. Pudoexistir un sistema de riego basado en lacaptación de aguas por derivación, cir-cunstancia que implicaría un alto gradode ocupación y de planeamiento del te-rritorio. En esta línea, algunos autores hanindicado la posibilidad de la existenciade un sistema de irrigación romano enel Valle de Elda, al observar que las an-tiguas acequias de Petrer pudieron seguirun trazado paralelo al de los ejes secun-darios de una hipotética centuriación.Este segundo extremo está por confirmar.Sí parece más claro que las conocidaspropiedades nitrificantes de las legu-minosas, así como el uso de cenizas yde abono animal, mejoraron el rendi-miento de ciertas tierras, favorecidas porla rotación de cultivos en el marco deun ciclo agrícola anual.

Las claves de la presenciaromana en el Valle de Elda

Como balance, partiendo de la in-formación básica y directa, así como dealgunas extrapolaciones generales, sepuede decir que desde la segunda mi-tad del siglo I a. C. tiene lugar el desarrollode asentamientos rurales romanos enel Valle de Elda. Durante el Alto Impe-rio, especialmente bien entrado el sigloI d. C., las mejores tierras sedimentariasdel fondo del valle y de algunos privile-giados piedemontes fueron explotadassiguiendo criterios racionales y siste-máticos, propios de la agricultura hele-nística y protocientífica que ponen enpráctica los romanos en provincias. El fe-nómeno fue general en el Occidente im-perial y, en ese sentido, las tierras del Vi-nalopó fueron uno de esos escenariosde romanización, con una significativaconcentración y cierta densidad en laocupación del territorio. Las evidenciasy los indicios morfohistóricos, sobretodo de origen arqueológico, permitenproponer que tuvo lugar un proceso ini-cial de ordenación del territorio entrefines de la República y los inicios delImperio. Esta ordenación, derivada de ac-tuaciones directas o bien como parte deun proceso de influencia indirecta, mo-dificó el esquema general de asenta-mientos del período ibérico final, conabandonos parciales de lugares habita-dos, como el oppidum de El Monastil.Probablemente se produjeron trasvasesde población y, como hemos visto, ocu-

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pación de nuevas zonas. El resultado fi-nal del proceso, las villae y asentamien-tos rurales de este período altoimperial,no parecen destacarse singularmente,hasta el momento, por su envergadura,su capacidad productiva, la orientacióncomercial de su producción ni el lujode su sector residencial.

Aunque resulta algo aventurado ha-blar de regímenes y de estructura de lapropiedad, un análisis preliminar apun-ta la primacía de pequeñas unidades deproducción, destinadas al abastecimientoy consumo de la población del valle yde su entorno, en general el territorioilicitano. Esta difusión local aprovechóla existencia de un camino principal, lavia Augusta, con sus mansiones y una com-pleja y poco conocida red secundaria.El corredor del Vinalopó favoreció la en-trada y salida de personas y mercancías,de ideas y tradiciones. A escala general,si contrastamos la situación del Vallede Elda con otras tierras peninsulares,como el norte y noroeste de Hispania, laromanización fue, aparentemente, másrápida. Pero esta romanización, en unadimensión regional, contestana, y en unescenario fundamentalmente rural, perosin embargo próximo a una ciudad comoIlici, fue un proceso algo más complejode lo que se pudiera pensar inicialmen-te, y siguió ritmos no siempre sincróni-cos. En el terreno económico, en la esferade los intercambios y del comercio, delconsumo y los hábitos alimenticios, dela producción y explotación del mediofísico y sus recursos, la influencia deRoma fue más directa, visible y rápida,materializada en el modelo arquitectó-nico y funcional de la villa. Hubo de sernecesariamente pronta, también, la in-fluencia jurídica y su plasmación terri-torial. Tal vez algo más lenta fue la ro-manización social, cultural, lingüísticay religiosa: pocas y poco relevantes ins-cripciones en el medio y alto Vinalopó nosremiten a un escenario, paradójicamente,menos definido de lo habitualmenteaceptado por algunos convencionalis-mos científicos.

Las transformaciones del BajoImperio y de la épocatardorromana

El inestable equilibrio que mantie-ne el Imperio Romano durante sus dosprimeros siglos empieza a alterarse ya afines de la segunda centuria de nuestra

era. A partir del siglo III d. C. se entra enuna larga etapa de transición que de-sembocará en la Edad Media. El fin delperíodo romano marca, en realidad, eltránsito del mundo antiguo al medie-val. Se trata de un proceso histórico ca-racterizado, en nuestras tierras, por unasecuencia clásica que encadena la deca-dencia romana, la irrupción de pueblosbárbaros, la intervención militar bizan-tina, la conquista visigoda y la llegada delIslam. Pero, bajo esas etapas convencio-nales, en el debate científico se discu-ten fundamentalmente los elementosde continuidad o los de discontinuidadentre el mundo clásico y el medieval.

En la Roma bajoimperial, la crisis delmodelo de ciudad antigua, con un au-mento de la presión fiscal sobre ciuda-danos y privilegiados, propició el aban-dono progresivo y dejación de funcionesde las oligarquías urbanas, que hasta elmomento habían intentado mantener unprecario equilibrio entre inversiones,prestigio y promoción personal. Esteequilibrio se fue desmoronando duran-te el Bajo Imperio y la época tardorro-mana. El peso específico del Estado fueaumentando en el sistema económico. Lasadministraciones imperiales hubieronde mantener unas burocracias y unosejércitos crecientes, en una línea de es-tatalismo y militarización social evi-dentes. La necesidad de impuestos paraabordar gastos crecientes se concretó enun aumento de la presión fiscal, dirigi-da sobre todo hacia los grupos urbanosmás pudientes.

Como consecuencia, fue disminu-yendo la inversión de las elites localesen las ciudades. En muchos casos, este fe-nómeno estuvo acompañado por el aban-dono de la ciudad, del núcleo urbano–urbs– como lugar efectivo de residencia,y la elección del campo, de villae alejadasde la presión fiscal, que se fueron con-virtiendo en células autosuficientes. Lainvestigación arqueológica testimoniala existencia de grandes villae, especial-mente activas durante el siglo IV d. C.,como centros articuladores de extensosfundi. Esta huída al campo, interpretadaen términos globales como ruralización,forma parte de un proceso en el quecambiaron, pero no desaparecieron, lasrelaciones entre la ciudad y su territoriocircundante. Los mecanismos de pro-ducción de bienes de primera necesidady de intercambio se transformaron y ate-nuaron, y el gran comercio ultramari-

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no se resintió. Existió una profunda cri-sis financiera y monetaria que, en unlargo proceso, condujo al crecimientodel autoabastecimiento y economía na-tural en un mundo cada vez más regio-nalizado y compartimentado, con dife-rencias sociales cada vez más acentuadas.Este sucinto panorama podría cerrarsecon fenómenos no menos importantes,como la progresiva institucionalizacióndel cristianismo y la presión exterior yfronteriza ejercida por los pueblos bár-baros.

El tránsito a la Edad Media enel Valle de Elda

Estos procesos históricos, y sus fe-nómenos asociados, se reflejan tam-bién en el mundo rural del territorioilicitano, aunque con ciertos matices yvacíos informativos. El panorama a par-tir del Alto Imperio experimenta algu-nas transformaciones de carácter ge-neral. Algunos especialistas han desta-cado una evidente tendencia a laruralización del Bajo Imperio al perío-do islámico. El panorama en la Ilici tar-doantigua muestra síntomas de degra-dación de los usos urbanos más repre-sentativos, como el abandono o desusode las funciones tradicionales del cen-tro de la ciudad, y elementos dinámicos,como cierta actividad constructiva y re-formas ligadas a la institucionalizacióndel culto cristiano. En el Vinalopó per-sisten dudas acerca de la envergadura realdel hipotético trasvase de población deIlici hacia las villae y los altos que la cir-cundan. No obstante, yacimientos comola villa de Algorós (Elche) o la domus deEl Palmeral (Santa Pola) muestran unasignificativa riqueza decorativa y orna-mental. En el Valle Medio, El Monastilmuestra evidencias claras de su reocu-pación en el siglo IV, prolongando su ac-tividad hasta la época paleoandalusí.Independientemente de la debatida ubi-cación de la sede episcopal de Elo, pareceque El Monastil actuó de facto como ellugar central del territorio, recuperan-do algunas funciones urbanas.

Si tenemos en cuenta los limitadosdatos arqueológicos, no está claro que seprodujera una sustancial reducción delnúmero de villae y asentamientos du-rante el Bajo Imperio y la época tardo-rromana, como se constata en otros ám-bitos. El proceso general de desapari-ción de villae a partir de mediados del siglo

II, señalado por varios autores, que cul-minaría en el siglo III, no ha podido serprecisado aquí por la carestía de datos.En sintonía con la situación constatadaen numerosos lugares de Hispania, du-rante el siglo IV algunas de las villae delVinalopó parecen mejorar sus instala-ciones y equipamientos, al menos en suparte residencial. Este fenómeno se ob-serva en Petraria, con la construcciónde termas, el uso del mosaico polícromocomo pavimento, típico de las villae tar-dorromanas, y la erección de un mau-soleo. También se puede apreciar en laexistencia de un área artesanal y un edi-ficio de carácter funerario en la villa dela Casa Colorá. Quizá deban interpretarseen ese sentido los elementos constructivosmás significativos de Las Agualejas, comolos posibles baños y el columnado. Lasmás relevantes de estas villae ofrecen,junto a El Monastil, los primeros testi-monios de la cristianización, como mues-tran los fragmentos del sarcófago de Pe-traria y el del ciclo del profeta Jonás, sien este último caso se demuestra su aso-ciación a la Casa Colorá. Sin embargo,junto a estos elementos dinámicos, pa-ralelamente se ha documentado unaaparente reducción de las actividadesde transformación agrícola en las ins-talaciones de Puente II, y la probable de-saparición, si hacemos caso de las evi-dencias cerámicas, de Caprala y su áreaproductiva.

Algunos de estos asentamientosrurales de llanura, cercanos al río, pareceque desarrollan y prolongan su activi-dad hasta la época islámica. Estos mo-destos indicios de continuidad en la ex-plotación agraria y la ocupación del te-rritorio, sobre todo de carácter cerámico,se perciben en la partida del Chorrillo,quizá en Puente II y en la Casa Colorá,y sobre todo en el área de Arco Sempe-re, especialmente en el piedemonte orien-tal del monte Bolón, zona en la que sehan hallado significativos testimoniosislámicos y donde se ubicó posterior-mente el yacimiento Galería de Jesús.

Junto a la evolución de las villae yotros asentamientos rurales típicos de lla-nura y piedemonte del Alto Imperio,asistimos en esta etapa, sobre todo apartir del siglo IV, a un fenómeno para-lelo de ocupación de lugares en altura,en los relieves circundantes del valle.Para algunos expertos se trata de unaauténtica huída hacia lugares margina-les, sobre todo de carácter económico y

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social. La inestabilidad general pudocondicionar así un nuevo mapa de po-blamiento. Se recuperan lugares ocu-pados durante la etapa preibérica, o se cre-an pequeños y nuevos asentamientosen las laderas de estribaciones monta-ñosas del valle y en lugares elevados, dedifícil accesibilidad y fácil defensa. Setrata de pequeños núcleos de tipo va-riado. La mayor parte de estos lugares sesitúan en puntos estratégicos, con unelevado control visual del territorio, cer-canos a caminos y rutas ganaderas. Asísucede, fuera del Vinalopó, con los ya-cimientos de La Murta (Agost) y Font-calent (Alicante).

Lejos de las mejores tierras del fon-do del valle, estos enclaves se vinculan pro-bablemente a un limitado uso agrícolay a un evidente aprovechamiento gana-dero y forestal, sin olvidar su papel es-tratégico en la vigilancia de las principalesveredas y recursos acuíferos, cruces de ca-minos y pasos montañosos. Tampocohay que descartar la idea de que otrosasentamientos situados en pequeñas ele-vaciones cercanas al llano actuaran, conuna cierta dependencia mutua, comopuntos de control y vigilancia de losasentamientos de llanura. Así pudo su-ceder con el Peñón de la Tía Gervasia, oa cotas ligeramente inferiores, las lade-ras orientales del monte Bolón, respec-to a Arco Sempere. En el Peñón de laTía Gervasia el hábitat al aire libre bienpudo estar combinado con la ocupa-ción tardorromana de cuevas del entor-no. Paralelamente, el yacimiento de Gu-rrama o el cerro del Castell de Petrer pu-dieron tener una función similar respectoa Petraria. De hecho, al igual que en al-gunos asentamientos del llano, parece ob-servarse una cierta continuidad en laocupación de algunos de estos asenta-mientos hasta la época islámica, como su-cede con Els Castellarets (Petrer).

El papel jerarquizador de El Mo-nastil en el medio Vinalopó durante latardoantigüedad ha sido destacado so-bre todo en su vertiente estratégica ymilitar, asociado a su papel de episcopadode frontera. Junto al control de la acti-vidad productiva de las tierras llanas enlas villae, en una etapa particularmenteinestable como la de la presencia bizan-tina y el posterior conflicto con los vi-sigodos, algunos de los asentamientos pe-riféricos de tradición tardorromana (si-glos IV-V d. C.) pudieron formar parteposteriormente de un sistema defensivo

típico de guerra fronteriza de posicionesentre Bizancio y el reino visigodo de To-ledo, desarrollada entre fines del siglo VIy los inicios del siglo VII d. C. Yacimientoscomo el Zambo (Novelda-Monóvar) yEls Castellarets pudieron funcionar asícomo castra, vigilando las principalesentradas y salidas al valle. El Zambo,apoyado por dos enclaves menores comoel Pont de la Jaud y Camara (Elda), con-trolaría el tramo sur del valle y los ca-minos a los altiplanos murcianos. ElsCastellarets se asociaría al cerro del Cas-tell de Petrer y a Gurrama, emplazado ésteúltimo en un pequeño montículo bor-deado por las aguas del barranco del Ba-dallet, desempeñando una función si-milar de control con relación a la Hoyade Castalla y el Campo de Alicante. Deesta manera, si se acepta esta hipótesis,la guerra entre toledanos e imperialescondicionó el poblamiento rural, favo-reciendo y potenciando el papel de for-tines o atalayas en vías de comunica-ción estratégica. Así, el yacimiento deCamara, a más de 800 metros de altura,dispuso de una alta visibilidad del altoy medio Vinalopó, actuando de vigía so-bre el importante paso natural hacia lalaguna de Salinas, los Valles de El Mañá-Pinoso y los altiplanos murcianos de Ye-cla y Jumilla. Els Castellarets, localizadoa casi 900 metros de altitud, al norestede Petrer, funcionó como lugar de con-trol y vigilancia del paso natural de co-municación hacia Agost y el Campo deAlicante y, en definitiva, hacia la costa.Simultáneamente, tuvo funciones si-milares respecto al camino que se dirigíahacia la Hoya de Castalla, atravesando elValle de Puça.

Ya sea como resultado directo deuna profunda crisis social y económica,o en el marco de una inestabilidad po-lítica y militar acentuada por episodiosbélicos, o más bien por la interacción deambos procesos, el caso es que el pa-norama del poblamiento rural del Va-lle de Elda varía profundamente a par-tir del siglo IV d. C. La nueva dinámicahistórica marcó unas nuevas relacio-nes entre las viejas villae del llano, en ma-yor o menor medida readaptadas, y lared de nuevos enclaves emplazados enlos relieves que rodean al valle. Signifi-cativamente, algunos asentamientos deambos escenarios –monte y valle– man-tuvieron su actividad al menos duran-te la época paleoandalusí, ya bajo el do-minio islámico.

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En el año 1873, el funcionario yarchivero local L. Amat y Sem-pere escribía la primera parte de

una historia de Elda, en su manuscri-to hacía referencia a una colinita del«partido rural del monastil» sobre la quese divisaban los vestigios y escombrosde un edificio, donde un labrador ha-bía extraído «un molde de piedra quedebió servir para la fabricación de cam-panas». Dichos restos los relacionabacon un asentamiento romano a mitadde camino entre Valencia y Cartagena,que según él aparecía citado en «el iti-nerario del Emperador Antonino» y don-de tuvo que existir un monasterio, he-cho que le explicaba que existieran do-cumentos antiguos en el archivo delayuntamiento de Elda donde se citabauna partida rural denominada «mo-nasteri». Evidentemente el edificio al quese refería era la arrasada estructura deuna iglesia paleocristiana, que estabasiendo expoliada por los campesinosy visitantes de la zona, y por otro lado,el objeto de piedra que interpreta comomolde para fabricar campanas debe ser lapileta para contener agua que se haconservado entre los actuales fondos delMuseo Arqueológico Municipal de Elda,de la que luego nos ocuparemos.

Hacia el final de los años 20 delsiglo XX, las investigaciones efectua-das en el mismo lugar por A. SempereRico culminaron con el hallazgo dedos sarcófagos monolíticos, sin deco-ración alguna, que son descritos como«sarcófagos cristianos del período de ladecadencia romana», además, indicabaque existía algún objeto de época visi-

goda y que el asentamiento se corres-pondía con la población romana deEllo, citada en el Itinerario de Antoni-no.

En los años 50 del mismo siglo seproducía otro hallazgo relacionado conlos anteriores, ahora era un nuevo en-terramiento realizado en cista, forma-da por losas planas, que contenía ensu interior el esqueleto de un adulto, queestaba acompañado por dos puñales.

Entre los años 50 y los 70 se pro-duce la exhumación de gran parte de lasestructuras y objetos que hoy se cono-cen de El Monastil, fruto de la inter-vención de los aficionados a la arque-ología del Centro Excursionista El-dense. Sin embargo, en los diversosescritos que publicaron nunca men-cionaron el hallazgo o la identifica-ción de un edificio relacionado conuna iglesia paleocristiana, en cambio síindicaron la recuperación de objetoscerámicos paleocristianos. El conjun-to de restos arquitectónicos y objetosrecuperados por esa actividad fueronmuchos e importantes, permitiendoconocer que El Monastil fue una pe-queña pero importante ciudad, ocu-pada desde el Calcolítico hasta la ins-talación de los primeros musulmanes,jerarquizando y organizando el territoriodel interior del Valle del Vinalopó, ensu cuenca alta y media.

Esos datos bastaron para que ElMonastil fuese incluido entre los asen-tamientos tardorromanos con nivelespaleocristianos de los siglos V y VI dC.,e incluso para defender la posibilidadde que el lugar fuese la sede de un pe-

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La cristianización del Valle de Elda.

ÉPOCAS TARDORROMANA YBIZANTINO-VISIGODA

ANTONIO M. POVEDA NAVARRO

Universidad de Alicante

Museo Arqueológico Municipal de Elda

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queño y efímero episcopado visigodo,algunos de cuyos obispos aparecíanfirmando en los concilios episcopalescelebrados en Toledo como pertene-cientes a la iglesia elotana, por tanto deElo, civitas sucesora de la ad Ello al-toimperial mencionada en el Itinera-rio de Antonino. Además, hasta esemomento, solamente se había identi-ficado un objeto paleocristiano proce-dente de El Monastil, tres fragmentosde un altar sigmático, de mármol blan-co de buena calidad.

A partir del año 1984 iniciamospersonalmente las excavaciones ar-queológicas de carácter científico y co-menzamos a investigar la posible exis-tencia de restos paleocristianos en ElMonastil, dando como resultado losdatos que ahora vamos a presentar. To-das las campañas de excavación se hanpodido realizar gracias a la autorizacióny colaboración de la Dirección Generalde Patrimonio Artístico de la Conselleriade Educación, Cultura y Deportes de laGeneralitat Valenciana.

La civitas de Ello/Elo durante elbajo imperio y latardoantigüedad

Después de un periodo de tiempoque abarca entre el final del s. I dC. y lamitad del s. III dC., cuando la ciudad pa-rece haber estado en parte abandonada,se inicia una tímida recuperación ha-cia finales de ese último siglo, mientrasque bien entrado el primer tercio del s.IV dC. se documenta una fuerte recu-peración de la actividad humana y co-mercial, asistiéndose a un proceso queculmina a partir de mediados de esacenturia y durante el s. V, momento enel que se detecta la llegada de abun-dantes productos del norte de África,fundamentalmente cerámicas de la cla-se Clara D, lucernas y ánforas, en algu-nas de las cuales aparecen claros moti-vos iconográficos cristianos; tambiénllegan numerosas ánforas del Medite-rráneo Oriental, y alguna cerámica finacomo la Late Roman C; de la Bética lle-gan igualmente ánforas, sobre todo dela forma Almagro 51; también estánpresentes ahora las cerámicas grises dela zona de Marsella y la Provenza fran-cesa. Paralelamente se observa una cir-culación monetaria relativamente im-portante. Pero sobre todo es el momentode las cerámicas comunes locales o re-gionales para la cocina y el almacena-miento, son las clasificadas por P. Rey-nolds, formado por ollas y cazuelas deparedes curvas con tendencia esférica, cu-yas pastas son marrones, rojizas, grisesy negras, que suelen llevar mamelonesbajo el borde. Por otra parte, la circula-ción monetaria aumenta en cierta me-dida y se documentan entonces emi-siones de los emperadores Decentio,Maximiano, Constantino I, Constanti-no II, Constancio, Teodosio y Arcadio.

En esos momentos debieron habi-tar o frecuentar la ciudad algunos per-sonajes de cierto prestigio socioeconó-mico, de ahí que se haya recuperado unfragmento de bronce de un bocado de ca-ballo decorado con un crismón, que sefecharía en época post-constantiniana,que junto a otras piezas servirían para or-namentar un équido perteneciente auno de aquéllos, pues solamente unmiembro adinerado de la comunidadpodría permitirse ser dueño de un caballoy además, enjaezarlo con los bronces yadornos de su tiempo.

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Fragmentos de mármol de ara oaltar sigmático, siglo VI d.C.

(Archivo del Museo ArqueológicoMunicipal de Elda).

Fragmento de ánfora africanacon el grafito de un crismón,

siglos IV-V d.C. (Archivo delMuseo Arqueológico Municipal

de Elda).

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Las viviendas de la ciudad se con-centran en la parte alta, sobre la cima dela sierra, donde se agrupan estancias deformas rectangulares, cuyos muros sehan construido con mampuestos tra-bados con barro, es decir, son de piedraen seco. Por regla general son estructu-ras levantadas sobre otras anteriores,reutilizándose algunos bloques de piedrade fases anteriores. Se observa que en-tonces el urbanismo se ha contraído, esdecir, que como en otras ciudades el pe-rímetro de la zona urbana se reduce res-pecto a las fases republicana y altoim-perial, debido al abandono de muchas es-tructuras y barrios de aquellos momentos.Respecto a la muralla se tienen indiciosde su posible reconstrucción o de suacondicionamiento. Se localiza en labase del cerro, en la cota 436 m.s.n.m.,aprovechando las paredes rocosas na-turales a las que añade lienzos formadoscon sillares rectangulares perfectamen-te desbastados, algunos de los cualesparecen estar reutilizados y haber per-tenecido a una fase anterior. En uno delos tramos se ha identificado un ingre-so defendido por un elemento en torresaliente o bastión rectangular. Si bienla construcción inicial pudo ser del mo-mento final ibérico, algunos sectoresparecen levantados después de mediadosdel siglo V dC., pues en una limpiezaque realizamos en una vieja cata clan-destina, que afectaba a la cimentación dela fortificación, pudimos recoger variosfragmentos cerámicos entre los que iden-tificamos dos de formas de marmitasglobulares de los tipos reconocidos porReynolds, de una producción típica detoda la región murciano-alicantina quecubre todo el siglo V y VI; todavía másilustrativa es la presencia de un frag-mento del fondo estampillado de unplato de cerámica gris provenzal, que sedata a partir del siglo V.

El simple urbanismo de la pequeñaciudad de estos momentos se basa enun asentamiento sobre una alargadameseta, que presenta una calle central quese bifurca en una especie de Y griega ha-cia el tramo oeste, que da acceso, en el lu-gar más elevado, a una construcción queha sido identificada con una iglesia de re-ducidas dimensiones que presentare-mos en este trabajo, que si bien parece edi-ficada sobre un lugar de culto paleo-cristiano, los restos arquitectónicos quepodemos asociar con su existencia per-miten datarla en el final del siglo VI dC.

El urbanismo y la zona de hábitatparece que nuevamente conoció unaevolución y transformación, así en losmomentos finales el poblamiento pa-rece reestructurarse pues se ocupa denuevo la llanura de la zona meridio-nal de la sierra, configurándose unamodesta civitas tardoantigua. Surgenallí unas rudimentarias estructuras rec-tangulares de muros fabricados en pie-dra seca y algunos elementos de adobe,que se superpondrán sobre construc-ciones antiguas romanas. La actividadhumana en el lugar entre pleno siglo VIy los primeros años del VIII, está cla-ramente registrada por la aparición enlos niveles superficiales del yacimien-to de un conjunto cerámico de pro-ducciones de cocina, o común en ge-neral, que se corresponden con las for-mas caracterizadas por Reynolds, deollas cilíndricas o cúbicas, de tapaderasplanas con estampaciones e incisionesy ollas globulares de borde engrosado.Son producciones muy característicasque posteriormente fueron recogidas,precisadas y reestructuradas por S. Gu-tiérrez Lloret. Entre esos productos in-cluimos unos grandes recipientes glo-bulares con decoración de pellas de ba-rro aplicadas, que Reynolds incluyóentre las producciones árabes pero queGutiérrez interpreta con nosotros quese trata de una fabricación tardorro-mana (siglo VII-comienzos del VIII).

97La cristianización del Valle de Elda

Fragmento de bocado de uncaballo, de bronce, con crismón,siglos IV-V d.C. (Archivo delMuseo Arqueológico Municipalde Elda).

Cerámica gris estampillada deproducción provenzal, siglo Vd.C. (Archivo del MuseoArqueológico Municipal deElda).

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Una necrópolis tardíaLa información sobre la zona de en-

terramientos es exigua, pues dejando delado algunos enterramientos aisladoshallados en la parte baja del hábitat y losrelacionados con el edificio eclesiásti-co, el único lugar que podemos catalo-gar de necrópolis se localizó a 250 m.de distancia de El Monastil, en un pun-to del piedemonte a su oeste y junto a laantigua vía o camino procedente de la ciu-dad. Esta reducida necrópolis se com-ponía, en la zona que se pudo investigar,de diez tumbas, construidas en cistasde losas cuyo suelo era la propia tierra,que contenían desde un individuo has-ta cinco. Presentaban una piedra verti-cal indicando la cabecera de cada una. Entotal se exhumaron dieciséis cadáveres con

sus ajuares de vidrio y de metal. Ade-más, se documentaron varios silos y sedescubrió un hogar y una pileta paraagua construida en ladrillo. Es intere-sante destacar la presencia de restos decáscara de huevo, granos de uva, al-mendras y restos de aves, que son indi-cios de los posibles ágapes funerariosrealizados con motivo de alguno de losdifuntos inhumados. La podemos da-tar entre la segunda mitad del siglo VI dC.y el siglo VII dC., pues entre la escasacerámica aparecida hay una africana deltipo Clara D, forma Hayes 99B, y entrelas piezas metálicas una pulsera con ex-tremos terminados en forma de cabezade ofidio, típica de finales del siglo VI ysobre todo de pleno siglo VII.

El área definida como pertenecien-te a la necrópolis se corresponde conuna superficie aproximada de 100 m2.,aunque pudo haber perdido otro sectorde dimensiones imprecisas. Además dela zona propiamente de enterramientosse localiza también un sector destina-do a funcionar como cocina, que en loconservado está compuesto por un ho-gar con evidentes signos de las típicascombustiones en él realizadas, un de-posito de agua realizado con pequeñosladrillos trabados con cal que sirvió tam-bién para revocar sus paredes, y por úl-timo existe un área preparada para usar-se de vertedero que presentaba siete si-los de sección cilíndrica y piriforme, queestaban excavados en la propia tierra dela ladera.

La situación topográfica y geográficade la necrópolis sigue el patrón típica-mente romano de situar los lugares de en-terramiento fuera de la ciudad, ademásde estar estratégicamente ubicada juntoa un vial o camino importante que leuna al núcleo urbano al que pertenece ya la ruta principal de la región.

Las tumbas presentan dos tipos deorientación, cinco se disponen en sentidonorte-sur y otras tantas en sentido oes-te-este. El rito empleado es la inhumación,por ello se han podido contabilizar die-ciséis individuos de diversas edades ydistintos sexos, que se acompañan dealgunos ajuares personales.

Entre todas las sepulturas se hanidentificado dos tipos en cuanto a suestructura:

a) Simple fosa de planta rectangu-lar, excavada en el suelo base, con su es-pacio interior delimitado por piedrasirregulares y sin ningún tipo de trabazón.

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Varias cerámicas tardías, siglosV-VII d.C. (Archivo del Museo

Arqueológico Municipal deElda).

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No presenta forma alguna de cubriciónni señalización en la superficie. Esta ti-pología es la que caracteriza siempre a lastumbas de orientación oeste-este, conla cabecera dispuesta hacia el oeste y portanto los pies hacia el este. Es tambiénen estas sepulturas donde se hallaronrestos de madera, por regla general dis-puestas longitudinalmente, pues deberelacionarse con el uso de parihuelasdurante el traslado e inhumación delcadáver.

b) La cista o fosa excavada en el sue-lo cuyas paredes son forradas con gran-des y pesadas lajas de piedra caliza des-bastadas y biseladas, que presentanabundantes huellas de los cinceles em-pleados en su diseño, circunstancia quepermite constatar el trabajo de canteríay quizás podría permitir establecer unaseriación interna en cuanto al posible or-den que se ha seguido para construirlas sepulturas en cista. Algunas muestranuna cubrición más compleja de lo ha-bitual, pues encima de las primeras la-jas se dispuso una capa compacta depiedras de mediano tamaño e irregula-res, trabadas con la tierra anaranjadade la propia tierra del lugar, dotándolea la superficie de las tumbas de granconsistencia. Además, en algunas oca-siones se recubren todavía con losas depiedra de mediano tamaño sobre lasque se coloca un encachado superficialde piedras de menores dimensiones ytrabadas con cal. La señalización exte-rior es igualmente a base de lajas de are-nisca, a modo de lápida indicativa ane-pigráfica. Algunas de ellas muestran unsellado superior mediante pequeñas pie-dras trabadas con abundante cal. Estetipo aparece siempre orientado en po-sición meridiana (norte-sur), exceptoen el caso de la tumba nº 8, que se orien-ta en sentido oeste-este, situándose la ca-becera al norte.

Respecto a los restos humanos re-cuperados e identificados, aparecierontanto en posición anatómica como amon-tonados en paquetes. Los dispuestos delprimer modo –diez de ellos– se presen-tan siempre en posición de decúbito su-pino con tres variaciones de las extre-midades superiores: brazos alargados aambos lados del cuerpo; con las manossobre la pelvis; y con el brazo derecho cru-zando la pelvis y apoyándose sobre elbrazo izquierdo, que se encuentra alar-gado. Además de otro individuo en de-cúbito lateral izquierdo parcial, con lasextremidades extendidas.

Sobre los depósitos funerarios oajuares contenidos en las tumbas, hay queindicar que en todos los casos se co-rresponden con elementos de uso per-sonal y de la vestimenta, no habiendo apa-recido ningún objeto de cerámica o vi-drio en el interior de los sepulcros quese pueda asociar a un ajuar funerario. Sise ha encontrado en alguna sepultura res-tos de madera y algún clavo que nos in-clinan a pensar en que se usaron pa-rihuelas y ataúdes de madera, tambiénse hallaron restos de tejido, posible-mente de la vestimenta del difunto.

El conjunto de elementos persona-les en esta necrópolis es muy homogé-neo, siendo el objeto más común el al-filer de bronce de vástago largo y apun-tado, de sección cilíndrica, cabeza cónicainvertida o semicircular en las que seengarza el cabujón semicircular de vi-drio; seguidos de pendientes rematadosen uno de los extremos por un engro-samiento de forma cilíndrica y, en elotro extremo de forma apuntada; y dependientes en forma de ocho, de sec-ción circular, con los extremos de secciónaplanada en forma de cola de milano; yabundantes cuentas de collar de diver-so material: pasta vítrea, vidrio, ámbar,hueso, piedra; cuyas formas son variadas:

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Tinaja de cerámica tardíadecorada con «escamas», siglosVI-VII d.C. (Archivo del MuseoArqueológico Municipal deElda).

Planta de la necrópolis de ElCamino de El Monastil, de épocabizantina (segunda mitad delsiglo VI- inicios del siglo VII d.C.)(Archivo del Museo ArqueológicoMunicipal de Elda).

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esféricas, agallonadas, bicónicas y ovoi-des. Además, y quizás como elementosde uso personal más interesantes, sedebe destacar la presencia en la tumbanº 2, con un único individuo, de cuatroanillos, tres de ellos colocados juntosen la misma falange de la mano izquierda.El primero de ellos, de bronce, de secciónlenticular y abierto por su parte infe-rior para el ajuste digital, presenta enla parte superior un ensanchamientoromboidal en cuyo centro se ha graba-do una pequeña cruz con sus cuatrobrazos iguales y rematados en los ex-tremos con una flecha; por su parte, el

segundo anillo, de hierro, de secciónlenticular y cerrado, también presenta unpequeño ensanchamiento y aplana-miento de forma romboidal, en cuyocentro hay grabada otra pequeña cruz ins-crita en un pequeño rombo. El terceranillo, también de bronce, es cerrado,de sección lenticular, y al igual que en losanteriores muestra en su parte superiorun ligero aplanamiento aprovechadopara grabar algún símbolo, en esta oca-sión se ha escrito un signo alfabéticogriego, la letra sigma en mayúscula. Es-tos materiales y las características ya co-mentadas de los enterramientos per-miten incluir esta necrópolis entre las tí-picas tardorromanas ampliamentedocumentadas en Andalucía Oriental yLevante.

Otra cuestión de gran interés es lapresencia de restos alimenticios que tie-nen que ver con las ofrendas alimenti-cias dispuestas para el difunto, o sobretodo con la típica costumbre medite-rránea de realizar un ágape funerarioante la tumba y en la que participan losparientes y amigos del individuo queestá siendo sepultado y que de estemodo es agasajado y preparado paraque siga viviendo en el otro mundo, enel que también necesitará alimentoscomo los que consumía en vida. Encualquier caso se trata de prácticas pa-ganas que ya eran entonces prohibidasy perseguidas por la Iglesia cristiana ro-mano-visigoda. Los restos alimenticiosdocumentados estaban en la sepulturanº 2 (junto a la parte izquierda del cuer-po, a la altura de las costillas), donde sehan identificado semillas de uva, de al-mendras y cáscaras de huevo, y en latumba nº 9, que contenía más restosde almendras y de huevos; también enla zona destinada a cocina, en el silo nº13, aparecieron fragmentos de cáscarade huevo, acompañados por un abun-dante conjunto de restos de vasijas ce-rámicas de cocina, mezclado con ceni-zas y carbones cuya procedencia ha deser el hogar próximo.

A modo de conclusión y valoraciónde los enterramientos se han de teneren cuenta las siguientes cuestiones. El nú-cleo urbano que ha determinado el ori-gen de la necrópolis es evidentemente ElMonastil, en su importante etapa his-tórica tardoantigua, entre los siglos VIy VII dC., cuando incluso llegó a ser porun tiempo sede del episcopado visigodode Elo. La zona de enterramientos se dis-

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Tumba de niño de la zona bajade El Monastil, siglos VI-VII d.C.

(Archivo del Museo ArqueológicoMunicipal de Elda).

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pone a menos de 300 m., al oeste de laciudad, junto al mismo camino que pasapor ella y sirve para adentrarse en el Va-lle de Elda, donde se ubican varios fun-di con algunas importantes villae tar-dorromanas (Casa Colorá, Arco Sem-pere, Puente I y II, Las Agualejas yPetraria), que por regla general tambiéndisponen de áreas cementeriales.

El rito de enterramiento constata-do ha sido en todos los casos la inhu-mación. Los fallecidos después del óbi-to y las exequias rituales correspon-dientes debían ser conducidos a lanecrópolis para su inhumación en la se-pultura destinada al efecto. Ella podía serde nueva construcción, expresamenterealizada para el individuo, o más fre-cuentemente, se procedía a reutilizartumbas ya ocupadas por otros indivi-duos. La presencia mayoritaria de ente-rramientos múltiples hace suponer queera una práctica habitual. La presenciaen una misma tumba de dos inhumados

101La cristianización del Valle de Elda

Tumba de la necrópolis de ElCamino de El Monastil, siglos VI-VII d.C. (Archivo del MuseoArqueológico Municipal deElda).

Alfileres para el cabello halladosen la necrópolis de El Camino deEl Monastil (siglos VI-VII d.C.)(Archivo del Museo ArqueológicoMunicipal de Elda).

Collares y cuentas de collar delos siglos VI-VII d.C. (necrópolisEl Camino de El Monastil)(Archivo del Museo ArqueológicoMunicipal de Elda).

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como mínimo y un máximo de cinco, per-mite suponer la existencia de sepulturasfamiliares, donde se producen sucesi-vas inhumaciones de los miembros per-tenecientes a una misma familia. Tam-bién pudieron influir en el uso frecuentedel recurso a la reutilización de la tum-ba la posible escasez y carestía del sue-lo dedicado a servir de necrópolis.

Muy interesante es el hecho de ha-berse documentado restos de productosalimenticios consumidos junto a lastumbas (almendras y huevos se reco-gieron en las tumbas 2 y 9), incluso la exis-tencia de un área de servicio de cocina,con hogar y pileta para preparar y coci-nar esos productos, en concreto, uvas, al-mendras, huevos y algunas aves peque-

ñas. Esa zona se completaba con silos queservían de basureros puntuales, cir-cunstancia que también está documen-tada a menos de 500 m. al oeste de la ne-crópolis del Camino de El Monastil,pues junto a los enterramientos del asen-tamiento que le era contemporáneo deCasa Colorá (Elda), también se identificóotro silo de parecidas características.Todo ello es el más evidente indicio deque como en algún otro lugar peninsu-lar, en esta necrópolis se realizaban losbanquetes o ágapes funerarios de largatradición en los pueblos mediterráne-os, por tanto, práctica claramente pa-gana, que en la etapa romano-visigodaestaba legalmente perseguida por la Igle-sia. Esta circunstancia contrasta con laexistencia del proceso de cristianizaciónde la zona desde al menos el siglo IV

dC., con presencia de un edificio de cul-to cristiano en El Monastil y existenciade algún enterramiento en sarcófagopaleocristiano como los aparecidos condecoración del Ciclo de Jonás y de la tra-ditio legis, o el posible mausoleo de laCasa Colorá.

Respecto a la cultura material ha-llada e identificada en los sepulcros yen los silos, no cabe duda de que sonobjetos típicos de la cultura tardorro-mana mediterránea y de uso frecuenteen el sureste de la península Ibérica. Lascerámicas son las propias locales/re-gionales a las que se suman las norma-les importaciones del norte de África.Los collares, pendientes, agujas o alfileres,anillos, brazalete y broche son los ha-bituales en las necrópolis coetáneas (si-glos V-VI dC.) de Andalucía oriental y elLevante peninsular. Además, se observala significativa ausencia de ajuares ce-rámicos en el interior de las tumbas dela necrópolis del Camino de El Monas-til, que en cambio no faltan en las se-pulturas del siglo VII, tanto si son deterritorios visigodos como si son de zo-nas de tradición hispanorromana, cir-cunstancia que fue puesta de relieve re-cientemente por diversos autores.

Otra cuestión de gran interés es lapresencia de algunos restos textiles enciertas tumbas, lo que sumado al hechode que suelen estar acompañados por ob-jetos de ornamentación personal, comoalfileres, cuentas de collar, anillos, bro-che y brazalete, nos hacen pensar en lasegura existencia de difuntos que fueronsepultados vestidos. En este sentido essintomático en la sepultura nº 2 la pre-sencia de un broche y restos de tejido, queindican claramente que aquí hubo unainhumación con vestimenta, como tam-bién parece ocurrió en la tumba nº 12.Sin embargo, la mayoría debieron serenterrados desnudos o a lo sumo con su-darios, fenómeno que es propio de las ne-crópolis denominadas «romanas», puesen estas escasean las inhumaciones convestimenta.

Respecto a los citados ajuares per-sonales, hay que indicar que si bien lastumbas donde se ha documentado supresencia son las menos, las que los con-tienen indican que al menos existían al-gunos miembros de la sociedad de ElMonastil con una cierta riqueza sun-tuaria, pues sus economías les permi-tía abandonar una parte de sus bienes en-terrados en las sepulturas.

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Restos de un ábside conenterramiento de la villa

romana de la Casa Colorá, siglosIV-V d.C. (Archivo del Museo

Arqueológico Municipal deElda).

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Llegada y difusión delcristianismo: la presencia desarcófagos cristianos

El proceso inicial de cristianizaciónen el litoral del sureste de la Península Ibé-rica tiene una de sus paradas obligadasen el valle del río Vinalopó, que vertebrade norte a sur la actual provincia de Ali-cante. A lo largo del mismo se ubicó,como en períodos precedentes, una im-portante ruta que comunicó la costamediterránea y el sector sudoriental dela Meseta a través de las estribacionesseptentrionales de los sistemas Béticos.La existencia de un abundante númerode yacimientos arqueológicos es el másclaro testimonio del uso y tránsito deeste corredor que permitió un rápido yeficaz enlace entre el litoral y el interiory la difusión privilegiada de contactos cul-turales y relaciones económicas con suentorno mediterráneo, configurándoseasí un área globalmente homogénea.

Este marco de uniformidad terri-torial característica se mantuvo duran-te la época tardoantigua. Como en faseshistóricas anteriores, la antigua coloniaromana de Ilici (La Alcudia de Elche)fue, probablemente, el principal centrovertebrador y el prioritario receptor deinfluencias y contactos económicos eideológicos en el territorio, sin duda a tra-vés de una intensa actividad comercial desu núcleo portuario, el Portus Ilicitanus,que sobre todo durante el siglo IV d.C.,revitaliza su condición de lugar privile-giado en la dinámica comercial del mo-mento.

A unos 36 km. al noroeste de Ilici, enel curso medio del Vinalopó, la antigua(Ad) Ello (El Monastil, Elda), posterior-mente la Elo cuyos obispos visigodos fir-man en los concilios toledanos, desem-peñó desde época protohistórica un des-tacado papel en el seno de este caminonatural hacia tierras meseteñas y, conciertos altibajos, mantuvo en época tar-dorromana y visigoda un destacado pa-pel en la jerarquización territorial eneste sector del valle y unas claras afini-dades en el campo cultural y materialcon el asentamiento ilicitano, al que seunía mediante el paso de una calzadaromana perteneciente a la vía Augusta.

Estas condiciones geográficas, laplena inserción en la vida mediterráneadel período, la facilidad en las comuni-caciones y una dilatada tradición de re-

laciones comerciales y contactos cultu-rales a través del mar, condicionaronclaramente la difusión de ideas religio-sas de un territorio con una clara voca-ción de apertura al Mediterráneo, co-yuntura que permitió una relativamen-te temprana presencia del culto cristianoen la zona, circunstancia que explicaría

103La cristianización del Valle de Elda

Broche de cierre de un collar dela necrópolis de El Camino de ElMonastil, siglos VI-VII d.C.(Archivo del Museo ArqueológicoMunicipal de Elda).

Pulsera de bronce con cabezasde serpientes de la necrópolis deEl Camino de El Monastil, siglosVI-VII d.C. (Archivo del MuseoArqueológico Municipal deElda).

Mapa con la geografía episcopalvisigoda (siglos VI-VII d.C.) delsureste hispano (segúnGutiérrez, 1996, modificado).

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la presencia de los sarcófagos paleocris-tianos que vamos a presentar a conti-nuación.

La limpieza efectuada en la bóvedade la cisterna subterránea del castillomedieval de Elda, en enero del año 1981,llevada a cabo por miembros de la Sec-ción de Arqueología del Centro Excur-sionista Eldense, además de la posteriorexcavación arqueológica del interior dedicho depósito, en el año 1984, desa-rrollada por el equipo del Museo Ar-queológico Municipal de Elda, dieronlugar a la sorprendente aparición de dosfragmentos de mármol que unían per-fectamente pues pertenecían a la mis-ma tapa de un sarcófago paleocristianodecorado con los relieves de escenas bí-blicas, que posteriormente se identifi-caron con el ciclo del profeta Jonás. Laaparición de esta pieza en una fortalezamedieval es totalmente normal, puescomo indicara Palol frecuentemente lossarcófagos se hallan reutilizados en tiem-pos medievales y modernos. El frag-mento de tapa de sarcófago se encuen-tra expuesto en las dependencias delMuseo Arqueológico Municipal de Elda.Debido a su interés como importantepieza de arte y su pertenencia a la culturamaterial paleocristiana ha dado lugar aque haya sido estudiada en varias pu-blicaciones.

La parte conservada tiene 66 cm.de longitud, 37 cm. de altura y 10 cm. degrosor. Es una pesada placa de mármolblanco con vetas azules, extraído de lascanteras italianas de Carrara. Posible-mente sirvió para cubrir una caja se-pulcral de grandes dimensiones (de 2,10a 2,20 m. de longitud), del tipo de sar-cófago decorado con relieves en doble fri-so.

En la zona izquierda de la tapa se ob-serva buena parte de la tabella inscriptio-nis, que en este caso es una cartela ane-pigráfica realizada por una molduraque encierra un espacio rectangular ocuadrado. A sus flancos se dispondrían,simétricamente, los relieves que orna-mentaban la pieza. A partir de la carte-la, hacia la derecha, se observa la pri-mera escena del ciclo seguida de la se-gunda, o sabiendo que se trata del ciclode Jonás y que suele ocurrir que la se-gunda escena aparece fundida con latercera, podría ser la representación dela fusión de ambas. En primer lugar, secontempla una embarcación de vela cua-drada, que surca el mar hacia la derecha

entre fuertes olas. En la nave aprecia-mos, desde la popa hasta la proa, elaplustre (adornado de popa), el timonel,que aparece asiendo con fuerza el grue-so clavus del gubernaculum, enorme remode pala, que penetra en una fuerte olabajo la cual se divisa un pequeño pez. Acontinuación, en el centro del barco,un marinero sostiene con sus axilas y ma-nos las piernas del cuerpo de Jonás paraarrojarlo al mar, donde le recibe un granketos clásico de grandes fauces y largasy puntiagudas orejas, que está engu-lléndolo hasta la cintura. Parcialmenteoculto por Jonás y el monstruo mari-no se ve un tercer personaje a proa (estátapado por el cetáceo que inicia la si-guiente escena) que lleva una mano a sufrente, quizás para no ver lo que estaocurriendo o angustiado por la zozo-bra de la nave en el embravecido mar. Mása la derecha comienza la segunda esce-na, como dijimos posiblemente fundi-da con la tercera, pues reaparece el ani-mal marino, representado como de cos-tumbre: cabeza de jabalí , cuerpoondulado de pez, alas apenas insinuadasy patas con garras de león. Sobre susorejas, en la misma orla que forma elborde superior de la tapa, aparece la pri-mera cucúrbita de la calabacera que cu-briría a Jonás en su reposo final, al mododel personaje clásico Endymion, que se-ría la iconografía que completaba todala exposición del ciclo en esta parte delsarcófago, que hasta hoy está desapa-recida.

Estos relieves pertenecen a la fielrepresentación del ciclo o historia bí-blica del profeta Jonás (I, 12-16; II, 1-10;III, 10; IV, 1 y 8-9). En el texto se le pre-gunta ¿qué hacemos contigo para que se noscalme el mar? Porque el mar seguía embra-veciéndose. El contestó: Cogedme en vilo yarrojadme al mar, y el mar se os calmará; puessé que por mi culpa os sobrevino esta furiosatormenta... Cogieron en vilo a Jonás y lo arro-jaron al mar, y el mar calmó su furia. Los per-sonajes que aparecen son los principa-les y los que con más frecuencia encon-tramos en este tipo de composición.Vemos tres marineros a bordo sacadosde una escena pagana que mostraba unmomento general de la navegación an-tigua y que ahora se cristianiza. El mo-mento angustioso de zozobra de la na-vis oneraria a causa de la tempestad de-satada está bien reflejado con el esfuerzodel gubernator por controlar el gran timónen la popa, además de la aparición del

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proreta que muestra un gesto de temoren su posición de proa, que a veces hasido interpretado como un orans en ple-na acción de plegaria. El tercer marine-ro, el que suele arrojar a Jonás, era elencargado de servir de enlace entre losotros dos miembros de la tripulacióndurante la navegación. En otros casos serepresentan naves con solamente dosmarineros y más raramente con cuatro.

Es evidente que el arte pagano he-lenístico y romano fue la cantera dedonde el artista paleocristiano se surtió,cristianizando todos aquellos elementosque necesitaba, en este caso la prueba esla historia de Jonás. Las escenas maríti-mas como la descrita eran ya frecuentesen sarcófagos paganos y son las que seconvierten en iconografía cristiana en losprincipales sepulcros de la época.

El monstruo marino («ballena»)que aparece en el sarcófago paleocristianoes del tipo comúnmente representado enel mundo mitológico pagano, de la cuen-ca del Mediterráneo, tal y como lo co-nocemos en las pinturas vasculares grie-gas y en las pinturas parietales pompe-yanas, relacionadas con los mitos deAndrómeda y Hesione, y en el animal defantasía, kethos, cuya forma aparece ti-pificada por los thiasoi marinos repre-sentados sobre sarcófagos paganos de lossiglos II y III d.C. Esta bestia marina,familiarmente conocida como hipo-campo, contenía un concepto muy atrac-tivo a la estrategia iconográfica cristia-na, ya que era símbolo de la regeneraciónpara la filosofía epicúrea, además deque esta idea era perfectamente asimi-lable dentro de la concepción de la re-surrección cristiana.

Como hemos visto es segura la pre-sencia de la representación del final delciclo, es decir, la figura de Jonás repo-sando bajo la calabacera, cucúrbita opérgola, así lo indica la aparición deuna calabaza a la derecha y sobre la ca-beza del cetáceo cuando éste se representapor segunda vez, mirando hacia esa mis-ma dirección. Se trata de un recursoiconográfico de los primeros utilizadosen el ámbito funerario cristiano; su sig-nificado e inspiración parecen estar enla escena del reposo y ambientación bu-cólica de los sarcófagos paganos con lasfiguras míticas de Endymion y Ariadna,las cuales mediante sus relaciones conla divinidad aseguran al difunto que seidentifica con ellas una especie de apo-teosis personal.

El ciclo de Jonás es uno de los máshabituales recursos iconográficos pa-leocristianos, que aparece abundante-mente representado sobre todo tipo demodalidad artística, así se verifica enlas pinturas de las catacumbas de Roma,en algunos mausoleos; en mosaicos pa-vimentales y murales; en esculturas; engrafitos sobre placas de piedra; en gra-bados sobre vidrios; en relieves sobreobjetos de marfil; e incluso en la cerá-mica Africana Clara, algunos de cuyosgrandes platos con relieves muestraneste tipo de decoración. Sin embargo, larepresentación de las escenas de la vidadel profeta alcanza sus más frecuentesy mejores ilustraciones en los relieves delos sarcófagos paleocristianos, tantoen las cajas como en las tapas. Los mis-mos temas de las pinturas catacumba-les fueron adaptados a los sarcófagos porlos cristianos, al menos desde el siglo III,de modo que se convirtió en una de lasmás antiguas y primeras representa-ciones sobre sepulcros paleocristianos.

El ático de las tapas de los sarcófagosserá el soporte preferido para repre-sentar el ciclo de Jonás aunque sin ex-cluir su aparición en otros frentes de lacaja sepulcral.

Debido a la diversidad en la posi-ción de los elementos y en las variantesiconográficas, la dificultad de datarsolamente por motivos estilísticos, to-davía mayor en el caso de tapas aisla-das, sin su caja y la lentitud de evolu-ción estilística en ellas, resulta bastantedifícil asignar una cronología a la tapade Elda, y más si tenemos en cuentaque se trata de solamente un fragmento.No obstante, han habido hasta hoy va-rias propuestas de datación. En pri-mer lugar, E. A. Llobregat situó la pie-za en el primer tercio o primera mitaddel siglo IV, posteriormente, Sotoma-yor insistió en datar el fragmento en elprimer tercio de esa misma centuria,

105La cristianización del Valle de Elda

Detalle del sarcófago de Jonásdonde aparece engullido por elmonstruo marino (Archivo delMuseo Arqueológico Municipalde Elda).

Fragmento de tapa de sarcófagocristiano con escenas de lahistoria bíblica de Jonás, siglo IVd.C. (Archivo del MuseoArqueológico Municipal deElda).

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para ello se basó en la ausencia casi to-tal del uso del trépano y en la forma delpeinado de los tres personajes, con ca-bello ensortijado de pequeños rizos,formando capacete que da la impre-sión de dejar libres las orejas. Esta coin-cidencia a la hora de establecer unacronología parece muy correcta y lahemos seguido para matizarla. Apoya-dos en la aparición de la escena en la par-te derecha de la tapa, en que la nave serepresenta casi completa, que los mons-truos no dejen ver sus colas, que el per-sonaje de proa no adopte la posturade orante y si la de llevarse las manosal rostro, además del uso leve o inexis-tente del trépano, nos hacen decan-tarnos por asignar una datación a lapieza entre los años 325-335 d.C.

Para interpretar el significado deltema representado hay que tener siem-pre presente el texto bíblico, al que si-guen con bastante fidelidad las repre-sentaciones iconográficas, aunque hayvariantes que se deben analizar puesse suelen emplear para insistir en otrasideas no presentes en la narración sa-grada. El profeta Jonás es uno de los epi-sodios más típicos y queridos en el artepaleocristiano funerario porque seña-lado por el propio Jesús como precur-sor y ejemplo de su propia muerte yresurrección (Mat. XII, 40-41), tiende aconvertirse en símbolo de la esperanzade resurrección del mismo difunto.

Se trata de una historia represen-tada constantemente porque era la quemejor simbolizaba esa resurrección y laque mejor respondía a la estrategia delarte cristiano del siglo III, que recurrea algunas imágenes emblemáticas, de re-cuerdo alegórico, que se repiten de ma-nera incansable para mantener siempreviva aquella esperanza de salvación.Aunque también es cierto que esa cir-cunstancia esté condicionada por larelativa pobreza del repertorio cristia-no preconstantiniano, de modo quesiempre se acude a las representacionesde Jonás, pero también a las de Noé enel arca, Isaac librado del sacrificio, lostres jóvenes hebreos en el horno babi-lónico, Daniel entre los leones, el BuenPastor, la Orante y el Cristo-Maestro.

Una última cuestión es dónde pudoestar ubicado el monumental y artísticosarcófago al que pertenecía esta tapa,que como dijimos se halló reutilizadaen la cisterna cristiana del castillo deElda. En varias ocasiones hemos indi-

cado la posibilidad de que su proce-dencia fuese la pequeña civitas hispa-norromana de Ello/Elo, identificadacon el yacimiento arqueológico de ElMonastil, a escasamente un kilómetroal norte del castillo, ubicado frente a éstey desde donde se le divisa al otro ladodel río Vinalopó, lugar donde se ha do-cumentado la existencia de una co-munidad cristiana organizada en tor-no a una pequeña iglesia. Aunque tam-bién hemos valorado una hipótesis másprobable como es que el sarcófago es-tuviese ubicado en una importante vi-lla romana, en su posible martyrium oal menos mausoleo, que parece existióen las tierras rurales de la hoy llamadaCasa Colorá, hábitat romano datadoentre el siglo IV y el VII, que se locali-za a medio camino entre El Monastil yel castillo, del que sólamente dista qui-nientos metros y con el que tiene unaclara relación visual. En cualquier caso,se trata de dos áreas cuyos restos ar-queológicos, su cronología y su proxi-midad al castillo de Elda, permite su-poner que es de allí de donde se expo-lió esta tapa.

La existencia segura de un segun-do sarcófago paleocristiano en el mis-mo Valle de Elda, nuevamente en laproximidad de la antigua Ello, en estaocasión en la población de Petrer, a es-casamente un kilómetro y medio dedonde apareció el de Elda, la hemospodido verificar y reconocer reciente-mente, después de realizar una visita alMuseo Arqueológico Municipal de Pe-trer donde pudimos contemplar di-rectamente los dos fragmentos que seconservan en la actualidad.

El estado tan fragmentario ylas reducidas dimensiones de sus restosha dado lugar a que nadie se decidiesea dedicarles un estudio, por eso, la pre-sencia de este nuevo sarcófago sólo hamerecido hasta la fecha breves y es-cuetas referencias en la bibliografíahistórica, de modo que la pieza ha pa-sado totalmente desapercibida para lainvestigación en general.

El primer indicio de su existencialo ofreció E. A. Llobregat Conesa, quesin embargo no llegó a estudiarlo. Pocodespués, hubo una corta mención en laque se indicaba que se conocían «unpar de fragmentos con restos de toga-dos que deben pertenecer también aun sarcófago» y que proceden del cas-tillo de Petrer, pero parece darse a en-

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tender que se trataría de una obra pa-gana. Con esta escasa información ysin poder ver entonces las piezas su-pusimos que, no siendo clasificadascomo cristianas, datarían de los siglosII o III d.C. Posteriormente, su descu-bridora, la arqueóloga Concepción Na-varro, explicaba el hallazgo fortuito yfuera de contexto de dos fragmentos deescultura de mármol, recuperados en-tre los escombros de la citada fortale-za de Petrer que los relacionaba conun sarcófago romano. Indicaba queson dos altorrelieves que suponía per-tenecían a una misma figura humana,que iba cubierta por una toga con am-plios pliegues. También afirmaba, apo-yándose en una catalogación someraque le hiciese el catedrático de arque-ología de la Universidad de Alicante,Lorenzo Abad Casal, que ambas pie-zas correspondían a un sarcófago del si-glo IV d.C. de taller romano. Por últi-mo, no dudaba, con buen criterio, en re-lacionarlas con una cita descriptiva delerudito de Orihuela Joseph Montesinos,que al ocuparse de Petrer informabade la existencia de unos relieves de már-mol blanco que procedían de la venta-na de una torre de su castillo.

Los restos conservados son dos pe-queños fragmentos de mármol blan-co, que observados visualmente conuna lente de 20 aumentos y a falta deun análisis petrológico, nos parecenpertenecientes a las famosas canterasmarmóreas de Carrara (Luni, Italia).Se observa que presentan parcialmen-te un trabajo de talla, con el que se hanobtenido figuras humanas en altorre-lieve, sin duda alguna, correspondien-tes a un mismo sarcófago de los talle-res escultóricos de Roma.

La primera pieza, nº. de inventarioC80/77, tiene 18 cm. de altura, 13 cm.de longitud y 9 cm. de grosor. Permiteidentificar el tronco de una figura hu-mana en cuya parte superior se obser-va el comienzo del cuello sin apreciar-se velo que le tapase ni restos del cabello.La parte izquierda describe una línea si-nuosa pues la figura está arrodillada ymirando hacia la derecha. La fracturaen la parte inferior impide que se ob-serven las piernas no obstante lo pocoque se distingue permite intuir su po-sición horizontal. El personaje está ves-tido con una toga de numerosos plie-gues, que dificultan contemplar el úni-co brazo conservado, que está pegado

al cuerpo, formando ángulo recto yorientado hacia la derecha; después delcodo prácticamente ha desaparecido.Pensamos que se trata de una figuramasculina que representaría al difun-to postrado ante la representación dela imagen de Cristo.

El segundo fragmento, nº. de in-ventario C81, tiene 11,2 cm. de altura,11 cm. de longitud y 7,2 cm. de gro-sor. Esta figura está todavía más mu-tilada que la anterior por eso apenas sedistingue que estamos ante otro per-sonaje togado, del que se conserva sutronco entre la cintura y el comienzo delas extremidades inferiores, que no seaprecian por estar ocultas bajo los gran-des pliegues de su vestimenta de tuni-ca y pallium. La parte superior de la pie-za está fracturada justo en la zona don-de se representa el sinus o pliegue gruesoy horizontal de la toga. Los pronun-ciados y largos pliegues conservadospresentan una orientación hacia la iz-quierda. Probablemente se trata de larepresentación de la figura de Cristo enposición estante.

La relativamente reciente ediciónde parte de un manuscrito donde secontiene una valiosa información sobrela villa de Petrer en el año 1794, comoya hemos mencionado anteriormente,nos ha permitido conocer que en unade las ventanas de la torre cuadradadel centro del castillo de Petrer, se en-contraban colocadas como materialreutilizado una serie de lapidas con susefigies, algunas ya estaban desaparecidascuando escribe J. Montesinos, otrashan sido arrancadas, se han baxado y guar-dado por particulares.

De una de las placas se dice quetiene de alto como palmo y medio yde latitud un palmo, presentando untrabajo de medio relieve que contienedos figuras humanas. La primera es deun varon de pie con la cabeza sin abrigo,... cabello algo recortado, su vestido talar àmodo de tunica que no llega à sus pies, le cu-bre la capa ò manto, arregazado à la si-niestra à donde dirige su aspecto, el brazo dies-tro se ve cubierto hasta el codo, lo restantedesnudo, con las palmas de las manos que tie-ne juntas y elevadas mirando al lado iz-quierdo, y con ellas asido un instrumento consu mango replanado... En el mismo re-lieve se representa otro hombre arrodi-llado que mira hacia la derecha y pre-senta la cabeza un poco elevada y des-nuda, aunque poblada de pelo; su cuerpo

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Fragmento de sarcófagocristiano de Petrer conpersonaje arrodillado y contúnica (Archivo del autor).

Fragmento de sarcófagocristiano de Petrer conpersonaje con túnica (Archivodel autor).

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hasta cerca las rodillas con vestido estre-chado, y como arregazado, y le cubre unmanto arrebolado à sus espaldas. Las pier-nas y pies están desnudos y solo se descubrealgo de los brazos para terminar allí la esquinade la piedra. Este segundo personaje sepuede identificar con el primero de losfragmentos que hemos presentado, queahora se conserva más mutilado quecuando se describió el relieve en el si-glo XVIII.

Además de esta descripción se pu-blica un dibujo muy libre del relieveque sirve para poder reconocer la escenaque se ha representado y los persona-jes que la forman. Estos aparecen deperfil, mirando hacia la derecha don-de se encontraría el momento centralde la escena, que creemos cristocéntri-ca como luego explicaremos. La apari-ción conjunta de ambos encuentra unbuen número de paralelos en los sar-cófagos cristianos de friso corrido yúnico, normalmente del tipo denomi-nado «a porte di città», que muestran enel centro del sarcófago la escena prin-cipal, Cristo realizando la Traditio Legisflanqueado por Pedro, a la derecha, y Pa-blo, a la izquierda, y a veces el resto delos apóstoles, también y postrados antelos pies de Cristo aparecen los difuntos,a la izquierda el esposo y a la derechala mujer. Esta iconografía y tipo de sar-cófago es muy común entre mediadosdel siglo IV y principios del V. Entrelos numerosos y mejores ejemplos po-demos citar el frontal del sarcófago dela necrópolis de San Pedro en las Gru-tas Vaticanas, datado a finales del sigloIV, y el sarcófago de la catedral de SanSalvador en Aix-en-Provence, que pue-de ser fechado entre el final de la mis-ma centuria y los primeros años del si-glo V.

A partir de estos sarcófagos se pue-den identificar los dos personajes dela placa citada descritos y dibujadospor Montesinos y de la que se conser-va el fragmento que hemos presentadocon el número uno. La figura humanade la izquierda del relieve, la que nonos ha llegado, que representa un hom-bre togado en posición estante, se pue-de identificar con el apóstol Pablo quecon los brazos extendidos hacia de-lante, a la derecha, muestra entre susmanos el rotulus, es decir, el pergaminoenrollado donde se contenía la sagra-da Escritura, que le acababa de entre-gar Cristo, cuya representación se lo-

calizaría a su derecha y también en po-sición estante. Por tanto, lo que dibu-jó Montesinos creyendo que era un ins-trumento no es tal sino el citado rollosacro. El siguiente personaje del relie-ve, el que aparece arrodillado delante dePablo y situado entre éste y con segu-ridad Cristo, ante quien se postraba,es sin lugar a dudas la representacióndel difunto masculino, que sería una delas dos posibles personas que yacíanen el interior del sarcófago. Esta figu-ra es la que podemos ver en el primerfragmento conservado.

El otro fragmento, el más frag-mentado pertenece a un hombre to-gado y estante, que deja ver parcial-mente su pallium y tunica, destacando lazona donde se observa parte del plieguehorizontal sobre la cintura y bajo elpecho, es decir, el sinus. Estas caracte-rísticas junto a las dimensiones que seintuyen del personaje y por la explica-ción dada para el relieve anterior, perosobre todo después de leer e interpre-tar la descripción hecha por Montesi-nos y contemplar el dibujo que haceal presentar una segunda placa, dondese representa un hombre con aquellavestimenta mencionada, nos permitenafirmar que se trata de la figura deCristo, quien situado ante Pablo y eldifunto ocuparía el centro de las esce-nas del sarcófago, convirtiéndose en laiconografía principal del mismo. Ob-viamente, a su derecha se hallaría elapóstol Pedro con su cruz a cuestas yrecibiendo abierto y de la mano iz-quierda de Cristo su propio rotulus,además, postrada de rodillas ante él ydelante de Pedro, estaría la represen-tación de la difunta. Sin embargo, todaesta parte del sepulcro ornamentado nonos ha llegado.

La descripción que hace de esta lá-pida cuando la figura estaba más com-pleta es muy clarificadora y nos con-firma la identificación que hacemoscon Cristo: ...alta como palmo y medio yancha tres quartas de un palmo, ...repre-senta un varon con su cabeza desnuda cuyamelena llega cerca de los ombros, el aspec-to mira hacia la derecha la que con su manose ve extendida y algo elevada con el dedo pul-gar algun tanto separado y los demas unidos.Sus vestiduras son talares, aunque su orla enalguna distancia no llega à sus pies desnudoscon parte de sus piernas; la tunica constre-ñida con un cingulo ò correa con su capa òmanto arregazado à la siniestra baxo el bra-

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zo ..., barba no se le descubre por estar muydeteriorada. Este último dato es de vitalimportancia, pues viene a informar deque el personaje llevaba barba, que nose aprecia bien por el gran deterioroque tenía ya entonces el relieve. Asípues, se trata de un Cristo barbado queilustra la mejor escena cristocéntricaque muestra la que sería la escena prin-cipal del sarcófago, la Traditio Legis. Eldibujo que acompaña esta descripciónes excesivamente libre, sobre todo por-que el mal estado de conservación de lapieza le impidió a J. Montesinos sermás fidedigno con ciertos detalles, porejemplo a la hora de situar los brazosy las manos.

Por último, en su mismo manus-crito nos informa de la existencia deotro fragmento del sarcófago, del queno se conserva resto alguno, pero quepor la breve descripción que realiza y elilustrativo dibujo que le acompaña, nodeja lugar a dudas de que se trata delbusto barbado de un varón anciano,de los típicos que aparecen en las es-quinas de muchas tapas de sarcófagospaleocristianos, especialmente del sigloIV. La pieza es presentada como de…palmo y medio de alta, y ancha un palmo,es de medio relieve, à modo de mascaron òuna cabeza que representa el aspecto gravey afable de un anciano cubierta de cabelloy la barba prolongada… Por tanto, esta-mos ante la evidente presencia de laparte izquierda de la tapa que cubría ycerraba la caja del sarcófago a la que per-tenecen los fragmentos conservados ydescritos.

Después del detallado estudio reali-zado de los restos conservados y deltexto descriptivo del siglo XVIII, esta-mos en condiciones de afirmar que se

trata de un nuevo sarcófago paleocris-tiano de friso corrido y único, proce-dente de taller romano, que viene a en-grosar la nómina de los que presentanla exaltación cristológica mediante la re-presentación de la Traditio Legis en elcentro de la caja, además con la repre-sentación de Cristo barbado, caracte-rísticas todas ellas que permite que lodatemos entre el último tercio del sigloIV y el comienzo del V.

El significado de esta escena y suiconografía han sido suficientementetratadas por la investigación especia-lizada, por eso nos limitaremos a re-cordar lo esencial de su mensaje. La es-cena de la Traditio Legis no se relacionacon episodios recogidos en las fuentesliterarias, sino que sirve para propo-ner al observador conceptos muy con-cretos, como la transmisión de la ley yla adquisición de la sagrada Escritura.Se trata de una composición que ad-quirió forma en los últimos decenios delsiglo IV y perdurará a lo largo del V.Su representación fue muy frecuente enlos monumentos funerarios, princi-palmente en los sarcófagos y en gene-ral en obras cuyos comitentes perte-necían a una determinada categoríasocial y en una época que vio nacer losconflictos entre el poder político y el po-der religioso. Precisamente en éste yen esas fechas existía una disputa porlegitimar la primacía de la sede de Romafrente a otras, cuestión que parece re-lacionada con esta escena, en la queCristo entrega a Pedro el rotulus o elvolumen, en presencia de otros apósto-les. De este hecho se desprende que Pe-dro recibe el encargo de guiar al hom-bre y a la comunidad cristiana, osten-tando la primacía y el derecho a legislar

109La cristianización del Valle de Elda

Reconstrucción hipotética delsarcófago cristiano de Petrer conla escena de la «Traditio legis»(Archivo del autor).

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por mandato divino, lo cual equivalíaa establecer esa misma hegemonía enla Iglesia Romana. Esta circunstanciaera fundamental para la jerarquía ecle-siástica del momento, pues entoncesese poder estaba en juego entre el obis-po de Roma, Dámaso, y el obispo de Mi-lán, Ambrosio.

El sarcófago de Petrer al que per-tenecían los fragmentos descritos yreutilizados en una torre de su castillo,tuvo que servir de sepulcro al rico pro-pietario de la villa de lujo que existía alnoroeste del cerro sobre el que se alzala fortaleza, a cuyos pies se encontrabala citada finca romana de la que hanaparecido restos de sus termas con mo-

saicos. Este asentamiento rural roma-no habría sido el germen de la posteriorpoblación medieval (llamada Bitrir enlas fuentes árabes) que ha dado paso ala ciudad actual, por ello se ha pro-puesto denominarlo villa Petraria. Suorigen parece estar en el primer cuar-to del siglo I d.C. mientras que el fi-nal pudo llegar en pleno siglo V, segu-ramente con motivo de un fuerte in-cendio del que se conservaban clarasevidencias en el nivel superficial delyacimiento arqueológico, el que se apo-yaba directamente sobre el mosaico,que incluso presentaba teselas que-madas. Precisamente las característi-cas estilísticas, geométricas y de su po-licromía, y sus claras semejanzas con al-gunos de los mosaicos de la villa de

Daragoleja (Granada), datados entreel siglo IV y el V avanzado, nos permi-te defender igual cronología para los res-tos musivos de Petrer, que por otra par-te están en total consonancia con lafecha que proponemos para el sarcófago.Otro dato interesante es que en unade las excavaciones realizadas en el lu-gar se identificó la estructura de unposible mausoleo familiar, que muyprobablemente habría servido para al-bergar dicho sepulcro paleocristiano.

Todavía conocemos varios frag-mentos de mármol de uno o dos sar-cófagos, que pudimos recoger perso-nalmente al visitar las tierras que antañopertenecieron a una importante villa ro-mana, que hoy constituyen la finca ru-ral llamada La Torre, en el término mu-nicipal de Sax, pero en esta ocasión nose conservan elementos iconográficosque puedan comentarse.

La iglesia paleocristiana

Ya hemos citado más arriba la exis-tencia de un edificio de culto cristianoubicado en el flanco más elevado y oc-cidental de la ciudad, estructura queacogió también algunos enterramien-tos privilegiados. Se trata de una cons-trucción sumamente arrasada despuésde las múltiples intervenciones que su-frió, pues con la llegada de los musul-manes al lugar se produce un profun-do expolio de la estructura, como loevidencian varias fosas identificadasen distintos puntos de los restos exca-vados, además de que son abundanteslos elementos arquitectónicos que apa-recen reutilizados en varias viviendas re-ocupadas en época postvisigoda, loca-lizadas a lo largo de la ciudad alta. Pos-teriormente, las excavaciones realizadasen el lugar por el ya citado erudito A.Sempere, en los años 20 y 30 del sigloXX, dieron lugar a una profunda mo-dificación y degradación de la estruc-tura, que se vio de nuevo afectada porlas actuaciones de los aficionados a laarqueología del Centro ExcursionistaEldense, durante los años 60 y 70 delmismo siglo. Por tanto, cuando a par-tir del año 1984 hemos realizado lim-piezas y excavaciones arqueológicas enesa construcción y sus anexos y zonascontiguas, nos hemos encontrado losrestos de un edificio totalmente des-mantelado, circunstancia que nos ha di-ficultado enormemente su identifica-

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Vista de los restos del ábside ycabecera de la iglesia cristiana

de El Monastil desde el noroeste(Archivo del Museo Arqueológico

Municipal de Elda).

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ción, interpretación y su reconstruc-ción funcional.

El primer elemento arquitectónicoque identificamos fue un muro de plan-ta semicircular, que presentaba en susector sureste un contrafuerte realizadocon mampuestos trabados con morte-ro de cal en la cimentación, sobre la quese levantaba el resto de la estructura abase de grandes sillares que han dejadosu huella en el espacio que ocupaban. Apesar de habernos llegado muy des-truido es evidente que se corresponde conun ábside ultrasemicircular, que des-cribe una planta de herradura, típica apartir de los siglos V y VI, que se adosaa los restos de la cabecera de una cons-trucción de planta de tendencia rec-tangular. Nuevas excavaciones arqueo-lógicas nos han permitido exhumar losrestos de la cimentación de un muroque se desarrolla en sentido noreste-su-roeste cruzando por debajo del ángulointerior recto en el sureste de la citadacabecera, por tanto debe pertenecer auna estructura preexistente. Lo más in-teresante es que ese muro muestra otropequeño tramo más hacia el oeste, don-de se relaciona con otra construcción,ahora tallada en la roca, en la que se harealizado una fosa de planta pentagonal,en cuyo interior aparece un nuevo recorteque constituye una especie de bancaday entre el relleno que le colmataba serecuperó un pequeño sillar tallado, quedebió servir de peldaño. Estamos con-vencidos de que se trata de una piscinabautismal rupestre, que se unía a losrestos del mencionado muro medianteun elemento intermedio bien conser-vado, una plataforma o pavimentacióncuadrada de fuerte mortero de cal, quepresenta las huellas en sus lados de ha-ber servido para sujetar y soportar un si-llar cuadrado, que hemos propuestoidentificar con el gran bloque prismáticoy vaciado interiormente para crear un de-pósito que pudiese servir de pileta deagua, que se encuentra expuesto en elMuseo Arqueológico Municipal de Elda,procedente de los hallazgos antiguosde El Monastil. El nivel estratigráficoal que pertenecen los restos de esta es-tructura preexistente lo hemos podidodatar entre el siglo IV y el V dC., gra-cias a la presencia de fragmentos cerá-micos del tipo Clara D y de lucernas pa-leocristianas.

La construcción posterior de unnuevo edificio de culto, con el que se aso-

cia el ábside, parece que desmanteló,ocultó y en parte reutilizó las estruc-turas de una primera iglesia. De la nue-va edificación se conservan escasos res-tos muy arrasados. La piscina bautismalaparece en esta nueva edificación en-cerrada por el muro de cierre del flan-co meridional, que apenas conserva uncorto tramo arrasado en dirección este-oeste, presentando un abundante mor-tero de cal para trabar los mampues-tos de piedra, mostrando una fábrica

constructiva idéntica a la del muro quesirve de contrafuerte del ábside. Tam-bién se conserva parte del ángulo su-roeste, con escasos indicios del muro queen sentido norte-sur cerraba la cons-trucción en su flanco oeste, del queapenas se conservan unas cuantas gran-des piedras aisladas pertenecientes alinicio de la cimentación. En este flan-co debió de existir un vano de ingresodel que hoy no se conserva ningún ras-tro. Por último, el muro que cerraba eledificio en su flanco norte está igual-mente casi perdido, apenas conservaun pequeño tramo del arranque de sucimentación. Hay que destacar que estemuro es el que presentaba mayor can-

111La cristianización del Valle de Elda

Planta hipotética de la iglesiacristiana de El Monastil a partirde los restos excavados (Archivodel Museo ArqueológicoMunicipal de Elda).

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tidad de fragmentos de material lateri-cio entre los mampuestos de piedra,que como hemos indicado suelen pre-sentar grumos de la cal que ha servidode mortero que sirva para trabarles.Durante el proceso de exhumación deesta construcción se recogieron e iden-tificaron abundantes fragmentos de té-gulas pertenecientes a la cubierta o te-chumbre de la iglesia. También es in-teresante destacar la aparición dealgunos fragmentos de estucos pintadosen blanco y otros en amarillo, circuns-tancia que permite interpretar que lasparedes debieron estar revestidas de unenlucido con esos colores. La cons-

trucción se ha realizado sin fosas defundación, pues la cimentación se le-vantó directamente sobre la roca madredel monte, por ello afectó a los nivelesarqueológicos de las fases preexistentes,de la ibero-romana, de la que se recu-peraron materiales residuales, pero so-bre todo de la etapa prehistórica cal-colítica y de la Edad del Bronce, de la quehan aparecido restos de estructuras do-mésticas y abundantes materiales, ve-rificándose que corresponden a la pri-mera comunidad humana que habitó ellugar, cuyos restos fueron destruidosy ocultados por la obra de la iglesia edi-ficada en el mismo sitio. Del mismomodo, las excavaciones arqueológicasque hemos realizado en los años 2001y 2002, han venido a demostrar quedespués de la etapa visigodo-bizantinase instalan nuevas gentes que en la fase

paleoandalusí se dedican a desmante-lar el edificio eclesiástico, expoliando susestructuras y realizando varias fosascon sus rebuscas.

Lamentablemente, los elementosarquitectónicos funcionales y decorativosfueron de esa forma expoliados, demodo que algunos se han ido recupe-rando durante las limpiezas y excava-ciones arqueológicas realizadas en otrasestructuras urbanas de El Monastil,donde sirvieron de material construc-tivo reutilizado.

No obstante, en la misma zonadonde se ubican los restos de la iglesiase recuperaron algunos elementos ar-quitectónicos gracias a los eruditos yaficionados locales. Dejando al mar-gen la pileta para el agua ya citada, me-rece destacarse la aparición en la parteexterior del ábside de seis fragmentos depiedra local tallados, que presentanmotivos ornamentales grabados, se tra-ta de los restos de una posible ventanade piedra calada o fenestella confessionis,que parece disponer de una columnillade la que se conserva su basa, y dos tra-mos de un arco que se apoyaría en esacolumnilla, a la vez que parece surgir so-bre el mismo un entramado de enca-denados, también hay indicios de lapresencia de un entramado en retícula,otro elemento parece que se puede aso-ciar con el cuerpo de una paloma o avesimilar. El tipo de técnica en la talla ylos motivos ornamentales son idénticosa los de las celosías o canceles caladosdel final del siglo VI y del siglo VII, te-niendo sus paralelos más próximos enlos canceles calados o ventanas de lacercana basílica de Ilici, en la Alcudiade Elche.

Entre los fondos del Museo Ar-queológico Municipal de Elda se en-cuentran los restos de tres placas demármol argelino de la clase denomi-nada «greco scritto», que presentan unadecoración de anchas molduras. Estaspiezas contienen en su parte traseraabundantes muestras del mortero decal con el que se fijaron a las paredes, po-siblemente, de alguna de las estructu-ras de la iglesia.

Una pieza arquitectónica clara-mente de naturaleza litúrgica que es-taría, con bastante seguridad, situada enel interior del edificio de culto cristia-no, es un ara sigmática polilobulada,de mármol blanco, de grano fino, conorigen en canteras de Paros o alguna

112 H I S T O R I A D E E L D A

Fragmentos de piedras talladasde una ventana calada de la

iglesia cristiana de El Monastil(Archivo del Museo Arqueológico

Municipal de Elda).

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isla egea próxima. El paralelo más evi-dente y cercano es el otro fragmentode altar aparecido en la zona de la citadabasílica de la Alcudia de Elche. El ara deEl Monastil ha sido recuperada par-cialmente, al hallarse solamente cua-tro fragmentos de ella, dos reutiliza-dos en una misma vivienda y el terceroy cuarto en otras estancias, pero siem-pre de las cercanías de la iglesia. Laspartes conservadas del altar presentanlabra a bisel y alvéolos semicirculares,mostrando una clara tipología oriental,con los fragmentos recuperados hemospodido reconstruir el altar, de modoque podemos proponer que disponíade nueve lóbulos. Este tipo de ara a «fe-rro di cavallo» o herradura (tipo B deChalkia), es típico del Mediterráneooriental y se data a finales del siglo VIdC. El altar de El Monastil había sidodatado por E. A. Llobregat en el siglo VdC. (aunque luego aceptó una cronologíamás tardía), sin embargo nosotros pro-pusimos que se fechase más tarde, en elVI, coincidiendo con Chalkia, ademásde que es un tipo que perduró muchoen el tiempo. El lugar donde se suelenubicar esta clase de mesas litúrgicas es,aunque no de modo exclusivo, en elpresbiterio y santuario, dentro o de-lante del ábside de la basílica o iglesiapaleocristiana. En el caso de nuestraara parece que se ubicaba frente al áb-side, en su eje y cerca del muro de lafachada oeste, pues en ese lugar se ha ex-cavado una plataforma circular que de-bió servir de cimentación de apoyo auna columna de ancha basa. Son alta-res que se disponían sustentados porcuatro columnillas o por una basa de co-lumna con parte del fuste, como la quecreemos existió sobre esa plataforma.

Precisamente en otra vivienda pró-xima a la iglesia se produjo el hallazgoantiguo de una gran basa de columna demucho interés, que se encontraba co-locada invertida en el centro de una es-tancia donde fue reutilizada a modo demesa. Se trata de la única basa de co-lumna hallada en El Monastil. La mor-fología y estilo de la misma impide quesea de época romana o clásica, pues tie-ne planta octogonal que luego de fa-bricarse fue modificada mediante el bi-selado de uno de los vértices, de modoque fue transformada en una plantaheptagonal. Además, presenta una com-pleja combinación de toros y escocias quele dan un aspecto muy facetado. Estas

características hacen que sea una basaúnica dentro de la arquitectura tardo-antigua de la Península Ibérica, dondeno tiene parangón conocido salvo endos piezas de cronología visigoda ha-llados en lugares cercanos. El primercaso es el de una basa de columna oc-togonal que afectada por el mal de la pie-dra se ha descompuesto hasta su totaldesaparición. Apareció en las excava-ciones arqueológicas realizadas juntoal flanco sur de la basílica de la Alcudiade Elche. El otro caso es el de una basafinamente trabajada, de planta hepta-gonal, que apareció reutilizada en unmuro de una vivienda islámica del si-glo X, en las excavaciones de la zona

episcopal visigoda de la Almoina, en Va-lencia. Estos dos casos y el de El Mo-nastil tienen en común que se asociana la presencia de edificios de culto cris-tiano que han conocido una fase visi-godo-bizantina en la que han pertene-cido a la infraestructura de algún epis-copado de esa época. Como ya hemosindicado en otras ocasiones, pensamosque son elementos arquitectónicos de ti-pología bizantinizante, pues observa-mos que únicamente existen basas de co-lumna de planta heptagonal u octogo-nal, en basílicas y edificios religiososbizantinos tan típicos como los de Ita-lia y Turquía. Sin ser exhaustivos po-demos citar las basas octogonales delas columnas que flanquean el presbiterioen las grandes ventanas interiores de labasílica de San Vitale, en Rávena, delsegundo cuarto del siglo VI dC.; tambiénen la basílica de San Juan, en Éfeso,construida en el siglo VI dC. por Justi-

113La cristianización del Valle de Elda

Basa heptagonal de unacolumna de la iglesia cristianade El Monastil (Archivo delMuseo Arqueológico Municipalde Elda).

Basa de columnita o ajimez deuna ventana de la iglesiacristiana de El Monastil (Archivodel Museo ArqueológicoMunicipal de Elda).

Cáliz litúrgico de cerámicaafricana hallado en El Monastil(según Navarro Pastor, 1981).

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niano, se documenta una gran basa oc-togonal, situada entre una zona absi-dada y el baptisterio. Por tanto, insisti-mos en defender que las piezas de ElMonastil, La Alcudia y La Almoina, sonde los momentos de la presencia e in-fluencia bizantina en la Península Ibé-rica, durante la segunda mitad del si-glo VI y los primeros años del siglo VII.

En las excavaciones arqueológicasde los últimos años se han recuperadonuevos elementos arquitectónicos, quesiempre aparecen reutilizados en murospostvisigodos. Este es el caso del ha-llazgo de la basa de una columnilla depiedra de las típicas que se emplean enlas ventanas de las iglesias de época vi-sigoda del tipo ajimez o parteluz.

Otra pieza arquitectónica orna-mental la hemos recuperado en la lim-pieza de otro muro construido con ma-terial reutilizado, se trata de un pe-queño bloque de piedra rectangularque presenta una cara decorada con unmotivo vegetal muy sinuoso realizadoen bajorrelieve, que es muy caracterís-tico de pilastras y otros elementos ar-quitectónicos que sirven para orna-mentar dinteles, jambas, etc., en edifi-cios de culto típicos de los siglos VI y VII.

Con todas estas piezas típicas dela arquitectura religiosa de esos tiempos,es relativamente fácil identificar las ca-racterísticas estructurales y ornamentalesde la iglesia desmantelada de El Mo-nastil. Por otra parte, hay algunos ma-teriales arqueológicos entre los fondosdel Museo Arqueológico Municipal deElda, que pueden asociarse al mobilia-rio del que pudo disponer dicha iglesia.En primer lugar, aunque es una piezaque nunca estuvo entre esos fondos, seconoce un cáliz de claro uso litúrgico queactualmente está en paradero desco-nocido, que según el estudioso que la vio,dibujó y describió era de «cerámica ro-jiza», pensamos que de la clase cerámi-ca africana Clara D. Hay una formapoco habitual, identificable con un co-pón o cáliz, a la que se le asigna la for-

ma 170 de Hayes, que se fecha entre lasegunda mitad del siglo V y los iniciosdel VI. La pieza de El Monastil pareceuna variante de esa forma y podría da-tarse a lo largo de ese último siglo, pu-diendo haberse incorporado a su igle-sia con la llegada de los bizantinos al su-reste peninsular. La pieza es muysemejante a un cáliz de vidrio halladoen las excavaciones realizadas en el an-tiguo Monasterio de San Vicente de laRoqueta, en Valencia, donde fue data-do en el siglo VI.

Otro objeto de su mobiliario es unacucharilla de bronce de las que parecese emplean en ambientes litúrgicos. Setrata de otra pieza de El Monastil pro-cedente de excavaciones antiguas. Eltipo de cucharilla es el de la forma ovoi-dal de la pieza cóncava que se engarzaal vástago en una inflexión en codo.Estas piezas comienzan a fabricarse enel siglo IV y son sobre todo habitualesen los siglos VI y VII.

Una pieza excepcional que pode-mos relacionar con el ajuar litúrgicode la iglesia es una píxide de marfil, deltipo cilíndrico, que sirvió de incensarioo reliquiario. Lo más destacable es queel fragmento conservado de este reci-piente de lujo presenta motivos deco-rativos en relieve, que se pueden iden-tificar con la escena clásica de Hérculesy la cierva, típica de la fase tardoantiguaen ambientes aúlicos, que suele apare-cer en diversas modalidades artísticas,especialmente sobre píxides bizantinas,sobre todo del siglo VI dC. Este singu-lar objeto había sido considerado has-ta la fecha como obra romana e inclu-so más recientemente como pieza fe-nic ia , pero def init ivamente nosinclinamos por incluirla entre las obrasebúrneas bizantinas, de ambiente reli-gioso cristiano.

Las últimas piezas que podemosasociar con objetos que pudieron guar-darse en la iglesia de El Monastil sontambién bizantinas, se trata de tres exa-gia, dos de bronce y uno de plomo. Los

114 H I S T O R I A D E E L D A

Cucharilla de bronce de ElMonastil (Archivo del Museo

Arqueológico Municipal deElda).

Fragmento de una pyxide demarfil bizantina con parte del

relieve de una cierva, de ElMonastil (Archivo del Museo

Arqueológico Municipal deElda).

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de bronce pertenecen al tipo esférico,achaflanado en los extremos del eje,que llevarían incrustadas letras griegas(normalmente de plata) en la cara o ex-tremo superior que, al faltar, han deja-do sus huellas en el metal y por ello po-demos identificarlas. El mayor de los pe-sos de bronce llevaba las letras lambday alfa, que son la abreviatura del valorde una libra; en el peso menor las letraseran omicrón y alfa, lo que servía paraindicar que su valor era el de una uncia.Ambas piezas son frecuentes en todo elMediterráneo bizantino y en los luga-res que entraron en contacto con suimperio. Son piezas importadas desdeel Mediterráneo oriental en la segundamitad del siglo VI dC., siendo usados du-rante todo el siglo siguiente. El tercerpeso, el de plomo, es del tipo flan cua-drado, presenta grabadas las letras alfay omega que flanquean un crismón, demodo que puede identificarse con unsextans. Este tipo de pesa cuadrada conel motivo grabado de una cruz de bra-zo vertical más largo que el horizontalson abundantes en Alejandría. Estosponderales son los oficiales de la ad-ministración estatal bizantina, que fue-ron adoptados por el sistema adminis-trativo visigodo, siendo frecuentemen-te guardados en el templo o iglesiaprincipal de la ciudad, que era en esosmomentos la sede de la administraciónlocal, que por regla general servía tam-bién de delegación estatal. Por tanto,pensamos que las tres piezas se usaronpara el control comercial y fiscal y seguardaban junto a otros ponderales enel interior de la iglesia de Ello, ciuitastardoantigua que quizá en esta época esdenominada también Elo, pues en laobra del Anónimo de Rávena (V, 3-4) secita con igual ubicación viaria una po-blación citada como Elle y como Eloe.Esta mención a una población deno-minada Elo de época visigoda, es la queha servido para que se asocien a ella losobispos que firman como represen-tantes de la ecclesia elotana en las actasdel Sínodo de Gundemaro, del 610, y delos Concilios de Toledo de los años 646(X), 653 (VIII), 655 (IX), 675 (XI), 681(XII) y 688 (XV). De modo que, aun-que últimamente hay un equipo de in-vestigadores que está planteando que esaciudad y su sede episcopal visigoda es-tuvo en otro lugar (Tolmo de Minate-da, Hellín, Albacete), no se puede des-cartar en modo alguno que la iglesia

de El Monastil hubiese sido simbólicay efímeramente la pequeña basílica dela silla elotana, idea que ha sido asumi-da en numerosas ocasiones por la granmayoría de investigadores.

Otra cuestión interesante es la delmuy probable cambio de significado yfunción del edificio de la iglesia y susanexos, pues antes de que llegasen losmusulmanes, a partir, seguramente deque se le despojase de su valor episco-pal o de ser sede del poder administra-tivo visigodo del momento, se produjouna importante transformación, puesla ciuitas había entrado en una fuertedecadencia que le hacía quedar despo-blada, en ese instante la iglesia parece

que se convierte en un monasterio, al quepertenecerían algunas de las estanciascontiguas. De ser así se confirmaríauna hipótesis antigua de E. A. Llobre-gat, que valoró como posible la exis-tencia de un monasterium en el lugar,término del que derivaría el actual to-pónimo monastil. Se trata de un proce-so bien conocido en muchos países me-diterráneos que vio de esta forma apa-recer un buen número de comunidadesmonásticas durante los siglos VII y VIII.Ésta sería la razón de que al llegar losmusulmanes a la despoblada Ello o Elo,denominaran a su antiguo solar con eltérmino árabe al-munastir, es decir, conla traducción del término latino mo-nasterium, pues en eso se habría con-vertido la zona alta de la antigua ciuitas.Así se explica igualmente que el lugarcontinuara denominándose el monaste-ri, en valenciano, o el monastil, en cas-tellano, que son dos formas toponími-cas presentes en varios documentos delArchivo Histórico Municipal de Elda.Hoy el monte y la partida rural dondese ubica el yacimiento arqueológico sedenominan El Monastil.

115La cristianización del Valle de Elda

Ponderales bizantinos de plomoy bronce de El Monastil (Archivodel Museo ArqueológicoMunicipal de Elda).

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La historia islámica de Elda y del Va-lle del Vinalopó se extiende, comoen buena parte de la Península, des-

de el siglo VIII, con la llegada de los ejér-citos musulmanes procedentes del nor-te de África, hasta comienzos del sigloXVII, en que se decreta la expulsión de Es-paña de los moriscos. Aunque desde unpunto de vista histórico-político la si-tuación de los musulmanes peninsulareses naturalmente compleja y cambiante,desde un punto de vista religioso estahistoria forma un continuo: es la histo-ria de una comunidad concreta de cre-yentes en el mensaje religioso (islam) pro-pugnado por el profeta Muhámmad enel siglo VII en las ciudades árabes de LaMeca y Medina. Espoleados por este men-saje monoteísta, los ejércitos árabes sa-lieron de la Península Arábiga e iniciaronuna rapidísima conquista hacia Occi-dente y hacia Oriente que culminó nomucho tiempo después. Su conquistamilitar y política fue también conquistacultural, y el islam y la lengua árabe atra-vesaron miles de kilómetros junto a losejércitos para ocupar tierras extranjeras.

Uno de los puntos culminantes de eseproceso conquistador fue la PenínsulaIbérica, a la que llegó a comienzos delsiglo VIII un ejército enviado por el go-bernador de Kairouán (en la actual re-pública de Túnez) Musá ibn Nusayr, almando de su liberto Táriq ibn Ziyad. Larapidez que les había empujado hastalas tierras africanas les acompañó tambiénen la conquista de la Península, a la quedenominaron en árabe Al-Andalus. Com-binando las rendiciones de ciudades me-diante el ofrecimiento de pactos ventajosos

con las conquistas por la fuerza, muypronto la Península quedó bajo domi-nio musulmán en su práctica totalidad.Al-Andalus se incorporaba así al territo-rio del islam (dar al-islam) y como gober-norato rendía pleitesía al califa omeyade Damasco. La masacre de la familiaomeya en julio de 750 a manos de losabbasíes, que tomarán el poder, tendrácomo inesperada consecuencia la llega-da a Al-Andalus del único supervivientede sangre real, el príncipe Abd ar-Rahmánibn Muáwiyya. Éste, conocido como «elemigrante» (ad-Dájil), logrará separarse delpoder abbasí –ahora radicado en Bag-dad– y, aunque nunca romperá sus vín-culos comerciales, culturales y espiri-tuales con Oriente, independizará a Al-Andalus de sus lazos políticos.

El área del Valle del Vinalopó quedaráenclavada en la zona que los árabes de-nominan geográficamente Sharq Al-An-dalus o Levante de Al-Andalus, y políticay administrativamente, al menos hasta elsiglo XI, Tudmir. Este nombre provienedel de uno de los principales comes visi-godos de la zona, Teodomiro (en árabeTudmir), que firmó un pacto de rendi-ción con el general Abd al-Aziz ibn Musáde una serie de localidades, a cambio deuna serie de condiciones y prerrogativastanto para él y su familia como para loshabitantes de estas ciudades, de identi-dad discutida. Estos núcleos pasaríanasí, sin derramamiento de sangre, a ma-nos musulmanas, que les irían dotandode una particular fisonomía, que en mu-chos casos iba a durar bastantes siglos.

Los orígenes concretos de Elda comonúcleo musulmán nos son hasta cierto

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Los musulmanes en las tierras de Elda

I. ELDA ISLÁMICA

LUIS F. BERNABÉ PONS

Universidad de Alicante

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punto desconocidos. Aunque queda fue-ra de toda duda que el núcleo original dedonde hoy se asienta la ciudad –el cascoantiguo alrededor del castillo, en el mar-gen del río Vinalopó– es de fundación ydesarrollo islámicos, existían diversosasentamientos que habían sido habita-dos desde antiguo, que conforman los pri-mitivos poblamientos de la zona, y queserían aprovechados por los árabes parasu primera instalación. Aunque por suimportancia arqueológica destaca ElMonastil como núcleo ocupado desde si-glos antes de la ocupación árabe-islá-mica, cerca de él existían fundi, diversasfincas eminentemente agrícolas a lo lar-go del río, que también tendrían habi-tantes y actividad económica a la hora dela conquista. Como los datos arqueoló-gicos han atestiguado, en estos lugares–ladera de Bolón, Puente II, etc.–, al igualque en el Monastil, se produce un con-tinuo habitacional a la llegada de losárabes. Es algo completamente normal:a lo largo de toda la fulgurante con-quista islámica desde la lejana Penínsu-la Arábiga siguiendo el mandato del pro-feta Muhámmad, los ejércitos árabesaprovechan todas las infraestructuras(viarias, habitacionales, acuíferas, etc.)preexistentes en los países conquista-dos y que les son útiles. Una de las ven-tajas que les ofrece su sistema de con-quista a base preferentemente de pac-tos (ahd) ofrecidos a las poblacionessusceptibles de ser atacadas, es que si seproduce finalmente la firma del acto–caso de la zona en la que se incluiríaElda–, los nuevos mandatarios tienen asu disposición y aprovechamiento lasestructuras materiales con las que se en-cuentran. Únicamente sus necesidadescultuales derivadas de su creencia en elislam, o bien las necesidades demográ-ficas o defensivas harán que se modifi-quen o sustituyan estas infraestructu-ras preexistentes.

Sin embargo, las fuentes árabes me-dievales no recogen ninguna menciónconcreta acerca de la instalación de los ára-bes en la antigua mansión romana deAd Ello a raíz de la conquista de las pri-meras décadas del siglo VIII. Los datos his-tóricos y arqueológicos obligan a pen-sar en un principio, como se ha señala-do, en una cierta continuidad delprimitivo poblamiento de El Monastil, cu-yas construcciones serían aprovechadaspor los árabes, hasta que en un momen-to determinado posterior se iría desa-rrollando una pequeña estructura urba-na a ras del valle alrededor de una eleva-ción bordeada por el río. La mención deuna Iyyi(h) / Illa en el Pacto de Teodomiroha sido relacionada con ese Ad Ello del iti-nerario de Antonino e identificada envarias ocasiones con Elda. Esta ciudad fueuna de las siete ciudades entregadas porel noble visigodo Teodomiro o Tudmiral general Abd al-Aziz ibn Musá en abrilde 713, en su tratado de rendición antelos nuevos conquistadores venidos des-de el norte de África.

Dicho pacto nos ha llegado a travésde unos textos árabes bastante poste-riores al documento original: las obras geo-gráficas de al-Udrí (siglo XI) y al-Himyarí(siglo XIV) y el repertorio biográfico dead-Dabbí (siglo XII). Estos textos, sinembargo, contienen sustanciales diver-gencias entre sí a la hora de nominar laspoblaciones que quedaron englobadasen el Pacto de Tudmir, divergencias mo-tivadas fundamentalmente por la dis-tancia temporal respecto al documentooriginal. Éste, además, estaría escrito enun árabe desprovisto de los signos auxi-liares de lectura que más adelante se ha-rían comunes, y susceptible entonces deconfusiones por parte de lectores poste-riores. Esto hace que existan ciertas di-ficultades paleográficas, toponímicas e his-tóricas para encajar los lugares del Pac-to de Tudmir que aparecen en estos textosárabes, cuyas identificaciones son con-trovertidas.

María Jesús Rubiera Mata, a la luz dela última edición de la obra geográfica deal-Himyarí, que recoge los topónimosdel Pacto de Tudmir como Awriyula, La-qant, Lurqa, Illa, Blntla, Nwla y Billana,identifica Illa con Elda y Nwla con No-velda. Para la profesora Rubiera, por ra-zones de crítica interna, al-Himyarí, queno pudo conocer personalmente las ciu-dades del Pacto, recogería la versión másantigua del Pacto de Tudmir, frente a al-

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Cazuela islámica procedente delyacimiento de Galería de Jesús

(Archivo del Museo ArqueológicoMunicipal de Elda).

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Udrí o ad-Dabbí, que actualizarían el do-cumento según su conocimiento de di-chas ciudades: de ahí que en sus textosaparezca una Mwla, que ha sido leídacomo Mula en Murcia, pero que podríaser La Mola de Novelda. A partir de estasidentificaciones, María Jesús Rubiera hapropuesto un ordenamiento lógico deestos lugares, que se alinearían siguien-do la calzada romana de la Vía Augustaen su dirección desde Xàtiva hasta Car-tagena: Villena, Elda, Novelda o La Mola,Alicante, Blntla, Orihuela y Lorca. Otrosestudios, sin embargo, identifican esemismo Iyyi(h) del Pacto de Teodomirocon el Tolmo de Minateda (Hellín) o conAlgezares (Murcia).

La falta de referencias textuales acer-ca de la instalación en esta zona del Vi-nalopó de los árabes no quiere decir, na-turalmente, que no podamos intentar re-construir, siquiera de forma aproximada,cómo fue o cómo pudo ser el primitivo há-bitat urbano y periurbano de la Elda is-lámica partiendo de testimonios indi-rectos y comparativos. Aparte de la pro-pia Historia, la Toponimia, la Arqueologíao el Urbanismo musulmán pueden servirpara acumular datos, explicaciones e hi-pótesis que pueden servir para ofrecerun dibujo aproximado de cómo debióde ser la formación y el desarrollo de la al-quería de Elda a partir de la conquistaárabe-islámica, ese período en el que la re-ligión dominante y prácticamente úni-ca pasó a ser el islam, y la lengua utiliza-da, tanto en la religión o el derecho comoen el uso cotidiano, el árabe. A falta de másdatos arqueológicos o textuales, que pue-den y deberían ir apareciendo en el futu-ro, las propuestas que se hagan en ciertostérminos han de ser necesariamente pro-visionales, aunque basadas en principiosteóricos de cumplimiento general, asícomo en desarrollos paralelos y mejordocumentados.

Como ya se ha dicho, el núcleo másantiguo de población documentado deltérmino de Elda, aparte de algunos pun-tos concretos diseminados a su alrededor,es El Monastil, sito en una elevación al su-deste de la sierra de La Torreta desde laque se ofrece una magnífica vista de todoel valle, controlando una porción de la VíaAugusta, pero fundamentalmente unabuena zona del valle hacia Monóvar porun lado y en contacto visual con el pasohacia Sax. Poblado desde época ibérica,ofrece un continuo poblacional en tiem-pos romanos y visigodos, aunque segu-

ramente ya no estaba en su apogeo a lallegada de los árabe-musulmanes. Fueronéstos los que otorgaron al lugar el nom-bre que actualmente posee, llamándoloen árabe al-munastir (procedente del grie-go monasterion, que pasaría a su vez al la-tino monasterium), nombre que evolu-cionaría, con un cambio muy docu-mentado en su consonante final, hastala denominación actual, si bien en el si-glo XVII todavía parece ser conocido enElda como El Monestir.

La utilización de este término para no-minar esa zona poblada con la que se en-contraron los conquistadores, nos en-frenta a una serie de interrogantes acer-ca de la concepción de ese lugar, de suuso por parte de los musulmanes y del po-sible establecimiento tiempo después dela conquista de un conjunto de pobla-ción a ras de valle y junto al río: lo que ven-

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Mapa con la Cora de Tudmir(según Molina López, 1972).

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dría a ser el núcleo originario de la Eldaactual. Al-munastir es un topónimo muypresente en la geografía española, y queha dado, aparte de El Monastil, los nu-merosos topónimos Almonacid, Mona-chil, o Almoster en ciudades con casti-llo, siendo su gran referente la ciudad deMonastir en la costa de la actual Repúblicade Túnez. Ligado conceptualmente conla raíz árabe r-b-t (de donde Rabat en Ma-rruecos o La Rábida o Sant Carles de la Rà-pita en España), que haría referencia acada una de las celdas de un al-munastir,el término designa para los musulmanesarabehablantes un lugar de frontera te-rrestre o marítima, más o menos fortifi-cado de espiritualidad militar islámicaen donde los musulmanes pueden cum-plir con el precepto espiritual y bélico dela guerra santa, y no necesariamente unmonasterio cristiano. Se trataría de unconjunto de pequeñas celdas, situado enlugares estratégicos, a las que se retirarí-an personas piadosas para rezar, meditary, eventualmente, partir al combate encontra del enemigo. Sería el caso, porejemplo, de los famosos restos de las rá-bitas de época califal conservados entrelas dunas de Guardamar del Segura, con-junto de defensa militar y religiosa lla-mado así, Al-Munastir, por el geógrafoárabe Yaqut al-Hammawí (s. XIII). Na-turalmente el topónimo designa la con-cepción y utilización que los musulmanesvan a dar a este lugar, pero no nos desvelade forma completa qué era lo que existíaallí en el momento de su ocupación.

La situación geográfica de El Mo-nastil le hace, en efecto, particularmen-te útil para labores de vigilancia de todala zona estructurada por la Vía Augusta,que unía Roma con Cádiz, hacia el inte-rior del valle. En correspondencia visualcon otros puntos elevados de Villena y Mo-nóvar, y especialmente con Els Castella-rets en Petrer (que vigilaría más directa-mente la antigua vía romana, en conso-nancia con el nombre Bitrir, «caminoempedrado»), El Monastil formaría par-te del sistema de vigilancia y defensa delvalle. Este sistema, ya presente con losvisigodos, será reorganizado por el emirAbd ar-Rahmán I. El Mediterráneo sehabía convertido de nuevo en una fron-tera con la aparición de los abbasíes enOriente y la calzada reconstituiría susdefensas, que permanecerían así hastael derrumbamiento del sistema políticoomeya en el siglo XI. Esta utilización re-ligiosa y militar de El Monastil propi-

cia, naturalmente, que los habitantesque allí se vayan instalando a lo largo detodo el periodo de su utilización en épo-ca islámica sea más bien escaso, con uncarácter funcional y temporal, y que dejeescasos restos materiales. De hecho los da-tos arqueológicos aportados por A. Po-veda Navarro y F. J. Torres Salinas dela-tan una continua pero siempre modes-ta presencia humana en El Monastildesde el siglo VIII hasta el siglo XIII, encontraste con lo que sucederá en el valle,cerca del río.

Los conquistadores, y la escasa po-blación que allí pudiera permanecer, loshispano-godos sometidos, que se isla-mizarían rápidamente, como sucediócon la familia del propio Teodomiro,tendrían una tendencia natural a situarseen los lugares más aprovechables eco-nómica y urbanísticamente del lugar: enlas fincas de explotación agrícola o las al-munias que iban jalonando el río a lolargo de su paso por el valle, muchas deellas activas desde tiempos romanos. Unavez superadas las turbulencias derivadasde la conquista y asegurado el sistema devigilancia, los habitantes retomarían lasactividades agrícolas y de comercio pro-pias de la zona, en aquellos lugares dis-puestos para ello.

A esta tendencia completamentenormal, se suma en el caso de los mu-sulmanes un segundo elemento, de índolereligiosa, que condiciona sus estructu-ras urbanas: el agua, que, aparte sus fun-ciones evidentes, es indispensable para lle-var a cabo las abluciones rituales de pu-rif icación, obligatorias para todomusulmán antes de orar. Las mezqui-tas, parte fundamental de la espirituali-dad y del urbanismo islámicos, se hansituado y se sitúan siempre en las ciu-dades y pueblos musulmanes cerca delagua corriente o encima de las vías acuí-feras. Las fuentes para la purificación ylos evacuatorios, para realizar la purifi-cación menor del cuerpo, exigen siste-mas de captación y aducción del aguaque han de estar presentes en las mez-quitas, núcleo público de la ciudad islá-mica, y por tanto la presencia del agua esun elemento de primer orden a la hora decalibrar la presencia estable de un nú-cleo poblacional musulmán, o bien, comodemostró la profesora Rubiera Mata enel caso de Guardamar, de un lugar de es-piritualidad islámica.

Evidentemente El Monastil, con susituación elevada, padecería de una mu-

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cho mayor dificultad de obtener y dis-poner de agua que no cualquier edifica-ción situada en las inmediaciones del Vi-nalopó: si su posición geográfica era vá-lida para una misión de vigilancia y deretiro espiritual/militar de yihad o guerrasanta, no lo era en absoluto para el es-tablecimiento permanente de una po-blación agrícola musulmana, que teníamayores necesidades agrícolas y espiri-tuales.

De esta forma, en un lapso de tiem-po no determinado después de la rendi-ción de Tudmir y la ocupación de las zo-nas del Sharq Al-Andalus, el este de Al-Andalus, El Monastil quedaría circunscritoa labores de vigilancia y espiritualidad,mientras que la población va concen-trándose al pie del valle, en las fértilesfincas en la vera del río. No sabemos enqué período este cambio se hizo ya evi-dente: es plausible pensar que en el sigloIX, con la zona en una situación políti-ca más apaciguada, fuera esa ya la reali-dad tanto de Elda como del valle en ge-neral.

Posiblemente, la creación de un pri-mitivo núcleo urbano en lo que hoy esElda tenga que contemplarse a partirde ese modo de instalación: una pobla-ción diseminada en varias fincas agrícolasmás o menos cercanas entre sí y estruc-turadas a lo largo del río y entre el mon-te Bolón y la Vía. Los topónimos quese encuentran a lo largo del río, a supaso por el término de Elda, confirmanla importancia fundamental de la con-sideración agrícola de las tierras que ba-ñaba: las Agualejas, hacia el sudeste, unmeandro del río que hace a la tierra querodea extraordinariamente fértil (delárabe walaya, recodo, desvío); o la Jaud,más al sur, a la salida de la población ha-cia Alicante, que podría estar relacio-nado con el árabe al-Yaud, que haría re-ferencia a la abundancia de agua queen este sitio regaría la tierra. El creci-miento urbano a partir de una de esasfincas o villas, quizá una situada en la en-trada norte de la futura villa, en la zonadel puente que une el núcleo urbanocon la carretera de Sax hacia la meseta,explicaría la situación y desarrollo del nú-cleo medieval de Elda, en modo seme-jante al crecimiento de la Villa Petrariumen Petrer. El crecimiento de una nuevaalquería en la elevación que más tardeocuparía el castillo se explicaría de for-ma lógica en primer lugar por el em-puje poblacional y urbanístico del ele-

mento militar; en segundo lugar, porel aprovechamiento de las fértiles zo-nas de huerta más tarde periurbanasque se encontraban allí y que han deja-do profunda huella en la toponimia el-dense (el Portal dels Orts al oeste, o el delas Heras al este); y, en tercer lugar, tam-bién por la búsqueda de un lugar demejor defensa física, con las paredes delas casas formando una especie de mu-ralla externa y el río y el montículo amodo de barrera natural.

Un asunto debatido desde hace algúntiempo y ya finalmente resuelto, la ubi-cación de la más antigua mezquita deElda, puede ayudarnos quizá a contem-plar el crecimiento de este núcleo urba-no. Conocido que la iglesia de Santa Anase levantó sobre el edificio que ocupabala mezquita mayor o mezquita aljama,construida por los almohades en el si-glo XII en la periferia sureste de la villa,restaba por averiguar en dónde se en-contraba la primitiva mezquita a la quela construcción almohade había venidoa complementar. La publicación de la

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Plano de la Elda medieval(deducido del Plano de Elda de1916) con los principales lugaresislámicos (Archivo del MuseoArqueológico Municipal deElda).

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parte de la dieciochesca obra del curiosoy plúmbeo José Montesinos y Pérez de-dicada a Elda y Salinas, ofrecía una pri-mera pista en el tiempo al señalar quela ermita denominada entonces de San-ta Catalina Mártir y San Antonio Abad,en la entrada noroeste de la ciudad, ha-bía sido la «Mezquita de los Moros».Esta noticia, que fue recogida posterior-mente, aunque de forma algo confusapor Lamberto Amat y Alberto Navarro,se ha visto confirmada finalmente por undocumento del siglo XV aún inédito,descubierto por José Vicente Cabezueloy del que ha dado noticia Antonio Pove-da, en el que se habla de un suceso quetiene lugar en el camino de Monóvar,cerca de la mezquita vella, que estabajunto al río.

El que en el lugar de la actual ermi-ta de San Antón, en un extremo del cas-co antiguo que conforma una suave pen-diente que cae hasta el río, se levantase lamezquita más antigua de Elda, anteriorevidentemente a la época almohade, eraalgo que se conformaba perfectamentecon el urbanismo musulmán tradicio-nal, de villas que iban creciendo ante elnuevo establecimiento de un elemento mi-litar. En él, las mezquitas suelen ocupar–en las poblaciones rurales– un lugarcerca de la entrada de la alquería, para quelos habitantes de alrededor puedan ac-ceder al lugar de culto sin tener que aden-trarse en la población. De la misma for-ma, la mezquita está cerca de las aguas co-rrientes, las del río y las subterráneas,que la abastecen suficientemente. Fi-nalmente, en el urbanismo islámico, hayque contar siempre con un espacio paralos baños (hammam), que es el lugar endonde el musulmán realiza la purificaciónmayor (gusl) de su cuerpo antes de ir a lamezquita. Los baños no se encuentran vin-

culados físicamente a las mezquitas, aun-que sí suelen estar más o menos próximos,en lugares de tránsito o de acceso a lapoblación para las necesidades de loscampesinos y los viajeros. Además, sue-len encontrarse en zonas bajas de la po-blación, o incluso algo subterráneas sila población está en cuesta, para la aduc-ción del agua y ahorrar calor1. Es decir,prácticamente el modelo que reproduciríala mezquita existente en la ermita de SanAntón: una mezquita situada al bordede la población, en una ligera cuesta queacaba en el río y en una zona con abun-dante agua subterránea. Por otro lado, jus-to al otro lado del río en esa zona, se ubi-ca la zona de La Alfaguara o manantialde agua corriente en árabe (al-fawwara),donde estuvo situado y en funciona-miento hasta muy entrado el siglo XX unedificio de baños públicos. Es posibleque en este lugar se ubicase el antiguo ham-mam musulmán que diera servicio a todala zona y que, además, dada su situación,entre los caminos de Monóvar - Murciay Sax - Valencia, y enfrente de Elda, pu-diera haber servido también de fondapara pasar la noche aprovechando su ca-lor, como es también acostumbrado enel urbanismo musulmán.

Esta hipótesis de crecimiento ur-bano de la antigua alquería de Elda sig-nificaría que posiblemente lo que hoy esel casco antiguo de la ciudad habría co-menzado por la mezquita (o el conjun-to baños – mezquita) que utilizaban to-dos los habitantes dispersos de la zona,en la ladera más próxima al río de unapequeña elevación, y los primeros ha-bitantes del actual casco antiguo. Estamezquita no tendría la disposición ac-tual, con la puerta perpendicular al ejedel río, sino que la disposición del murode la quibla, de obligada dirección a LaMeca, haría que la pared trasera que-dase frente al río en paralelo y la entra-da en el lado contrario, mirando haciael interior. Desde esta dirección se habríaido desarrollando la pequeña alquería,en forma de cuña invertida, con la acu-mulación de casas y otros espacios ocu-pados por habitantes que irían dedi-cándose, tanto a las labores militaresde vigilancia como a cultivar las zonasde huerta que se extendían allí. Esta pe-queña alquería iría creciendo paulati-namente con la imbricación de las trescategorías normales del urbanismo mu-sulmán tradicional (unidades domés-ticas, espacios de servicios comunes y vías

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Vasija islámica para el drenajede agua procedente de las

excavaciones del casco antiguode Elda (Archivo del MuseoArqueológico Municipal de

Elda).

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de acceso), que han sido explicadas ydesarrolladas por Míkel de Epalza2.

Es difícil establecer, a falta de pros-pecciones arqueológicas en el lugar, en quéperíodo pudo tener lugar tanto la erec-ción de la mezquita como el paulatino de-sarrollo de ese pequeño conjunto queformaría finalmente el núcleo de Elda. Porlos materiales que se han podido obteneren el resto de yacimientos arqueológi-cos, y por la propia lógica del tiempotranscurrido tras la conquista, con la ins-talación de elementos humanos de vigi-lancia, puede suponerse que la mezqui-ta estaría activa ya en el siglo IX, en ple-na época omeya. Es posible que un ciertodesarrollo urbano a su alrededor fuera algoposterior, aunque no se puede afirmar conrotundidad. Parece lógico afirmar quelos primeros límites de ese núcleo po-blacional que se iría formando los cons-tituirían la propia mezquita y el accesodesde el camino de Sax, por el norte,mientras que el primitivo límite sur ven-dría marcado por la necrópolis islámicaque se descubrió en los aledaños de lacalle Independencia, al suroeste del cas-co antiguo.

El uso musulmán de establecer loscementerios en las afueras de los perí-metros urbanos, hace que cuando éstoscrecen, las necrópolis queden englobadasintramuros de la ciudad, pero su hallaz-go sirve de orientación para marcar loslímites anteriores. La cercanía de este ce-menterio con la llamada Puerta del Ángel(Malak en árabe clásico), y la presencia deuna segunda necrópolis más allá de estapuerta, en la salida oeste de la población,en una partida que sigue denominán-dose en la actualidad El Melic y que se-ría terreno agrícola periurbano, indicanuna lógica perfecta con las costumbres is-lámicas. Este «Ángel» de estos nombresrelacionados físicamente con los ce-menterios haría el Ángel de la Muerte, queexamina al difunto acerca de su fe y susactos islámicos haciéndole una serie depreguntas que éste ha de responder.Cuando el muerto es llevado a hombrosal cementerio, durante toda la ceremonialos acompañantes van recitando, juntocon diversas azoras del Corán, las res-puestas que el difunto debe dar satis-factoriamente al Ángel para que pueda en-trar en el paraíso. De esta forma, el to-pónimo, que indica la proximidad de uncementerio o el camino para llegar has-ta él, aparecería en dos formas, romancey árabe, dentro de Elda. En el caso de la

puerta de salida de la población, tradu-cido al castellano, y en el caso de El Me-lic, camuflado lingüísticamente por ho-mofonía con el catalán «melic» «ombli-go», desde la forma árabe dialectal «elMilich», que es la conservada hasta el si-glo XVII.

Las épocas califal y taifal, en las queElda y el Valle del Medio Vinalopó for-marán parte de la zona de Tudmir, veránla formación y desarrollo de esta alque-ría en la ribera del río, inserta dentro delsistema de defensa reorganizado por Abdar-Rahmán I y seguramente reforzadodurante el califato (siglo X) ante el peli-gro que suponía el triunfo de los hete-rodoxos fatimíes en el norte de África. Des-de su antiguo emplazamiento en El Mo-nastil, convertido en emplazamiento devigilancia como otras elevaciones seme-jantes en el valle, Elda se irá desarro-llando, posiblemente gracias a un nuevoaporte de refuerzo militar, en torno a lafértil agricultura de su suelo, tambiéncomo las poblaciones de su alrededor.El crecimiento del nuevo núcleo urba-no se vio sin duda favorecido, en detri-mento de las antiguas villae rusticae de laparte más allá del río, por una mejor si-tuación defensiva y de cruce de caminos.Aunque está todavía completamente porestudiar el paulatino crecimiento de la al-quería ente los siglos IX y XII, puede afir-marse con cierta seguridad que su lími-te sur ya lo conformaría un hipotético ejeentre la salida este hacia Petrer y Valen-cia, y la salida oeste (la Puerta del Ángel),hacia Monóvar y Murcia.

Tras la guerra civil que asoló Cór-doba y que hizo desaparecer al Califato

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Jarritas islámicas esgrafiadasprocedentes del casco antiguode Elda (Archivo del MuseoArqueológico Municipal deElda).

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omeya de Al-Andalus, el Valle del Vina-lopó pasa a formar parte del reino taifade Tudmir y Almería, fundado por unantiguo funcionario no árabe de pala-cio, el ambicioso y temible Jayrán. Lasdécadas posteriores, llenas de disensionesy frecuentes cambios de poder, no abun-dan en noticias sobre esta zona concre-ta, de la que en algún momento no sellega a estar seguro de a qué gobernantepertenece. En 1038, a la muerte de Zuhayr,rey de Tudmir, Almería, Baeza, Jódar yChinchilla, el reino se desgaja entre laparte sur, que pasa a formar un reino in-dependiente, el de Almería, y la partenorte, entre el límite superior del Ala-cantí y la zona de Orihuela, de la que seapodera el rey de Denia, el militar de ori-gen sardo Muyáhid. En 1076, será el reyIbn Hud de Zaragoza quien se apropie delas tierras de Tudmir para su reino.

La conquista de Al-Andalus por par-te de la dinastía beréber de los almorávi-des, ardorosos neófitos en el islam y de-fensores de una vuelta a la fe más estric-ta, acabará, no sin resistencia, con losdebilitados reyes de taifas. Al-Andaluspasa a formar parte de un amplio impe-rio almorávide con sede en Marrakesh, quemuchos andalusíes verán siempre comoextraño. Algunas partes del territorio an-dalusí asistirán a rebeliones contra el po-der almorávide, como sucede con Valen-cia y Murcia en el Sharq Al-Andalus, prác-ticamente independizados con la actuaciónde Ibn Mardanish, el Rey Lobo, cuya re-sistencia en Levante se extenderá hasta suderrota en tiempos del segundo califa al-mohade (1172). La caída de los almorá-vides se verá acelerada por la inoperanciade un sistema de vigilancia y defensa defronteras –pequeños castillos asociadosa atalayas de vigilancia– que, si había sidoútil en tiempos del emirato y califato,ahora ya se revelaba como anticuado.

La llegada de los nuevos señores deAl-Andalus, los rigoristas almohades, a lazona, va a significar un aprovechamien-to de esta lección y una profunda rees-tructuración de la concepción defensivadel Valle Medio del Vinalopó. La fallidaexpedición del califa Abú Yaqub Yúsuf so-bre Huete (Cuenca) en 1172 y la ator-mentada vuelta de los ejércitos almoha-des a través del Sharq Al-Andalus, mos-tró a los gobernantes la inoperancia de loslugares de vigilancia que a lo largo de laantigua Vía Augusta y sus aledaños sehabían establecido desde antiguo, deci-diéndose aquéllos por una reorganiza-ción defensiva. Estos lugares (Els Caste-llarets de Petrer, El Monastil de Elda,etc.) serán sustituidos por una serie de cas-tillos de envergadura en las elevacionesdonde se habían ido generando una se-rie de alquerías, con las que quedan re-lacionados: Elda, Petrer, Villena, Monó-var, Sax, Chinorla, castillos que se co-munican visualmente entre sí y quemantendrían vigilada una parte muyconsiderable del valle, sin que, de cualquierforma, se abandonen completamente losantiguos puestos de vigilancia. De esta for-ma, algunas de las poblaciones del vallecomienzan a aparecer en las crónicas ára-bes gracias precisamente a ser incluido sucastillo en diversos itinerarios, como esel caso del castillo de Petrer en un textodel geógrafo al-Idrisí. Estos castillos, queno representaban ningún tipo de régi-men feudal, eran la residencia del alcai-de o gobernador de turno de la zona, y po-dían servir de refugio a la población encaso de peligro. Del mismo modo, estapresencia de alcaide y otros cargos y ele-mentos militares, traerá como conse-cuencia un nuevo impulso demográfi-co y urbanístico de la villa. También la pre-sencia almohade va a dejar huella en latoponimia de la zona con el último go-bernador almohade de la zona, el señoro sayyid Abú Zayd, que va a dar nombrea la Sierra del Cid y la silla del Cid, don-de tenía posesiones, pese a que la imagi-nación popular ha adjudicado tal nom-bre a la presencia en la zona de RodrigoDíaz de Vivar. Del mismo modo, el in-teresante y desconocido episodio de la pre-sencia semiclandestina de la tribu beré-ber de los Yazula en las montañas de Pe-trer, puesto de relieve por María JesúsRubiera a partir del relato del funciona-rio almohade Ibn Mugáwir (m. 1191),parece haber dejado huella en la partidade Cachuli, en la Sierra del Caballo.

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Candil islámico (siglos XII-XIII)del casco antiguo de Elda

(Archivo del Museo ArqueológicoMunicipal de Elda).

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El afán constructor de los almoha-des –una de las características más defi-nitorias de la dinastía–, y su propio im-pulso militar, hizo que en muy pocotiempo el perfil de las alquerías del Va-lle del Vinalopó variara. Aparte de loscastillos, una medida tomada de formareiterada por los nuevos mandatariosfue la rapidísima construcción de nue-vas y grandes mezquitas en las afueras delos perímetros urbanos, mezquitas al-jamas en las que se reuniría la pobla-ción para oír el sermón de los viernes, de-jando las antiguas mezquitas de tiemposanteriores para el resto de los días. Elpropio alcaide y las principales autori-dades acudirían a ese sermón del viernesa la nueva mezquita, aunque tendría supropio espacio religioso dentro del cas-tillo. Como es suficientemente conoci-do, esta mezquita de tiempo almohadese ubicaba en el espacio que ocupa laactual iglesia de Santa Ana, que consti-tuiría entonces hacia finales del sigloXII el límite de la alquería de Elda por sulado este. Las dos mezquitas de Elda, lade fundación almohade del siglo XII y lamezquita vieja, seguirían actuando comoespacios sagrados para los musulmanesde Elda durante bastantes años, aúnbajo dominio cristiano: la mezquita vie-ja seguramente hasta finales del sigloXIV, cuando, por orden de la reina doñaViolante, fue convertida en iglesia bajola advocación de Santa Catalina, pri-mero, y San Antón posteriormente; lamezquita mayor perduraría como talhasta el mismo momento de la conver-sión obligada al cristianismo de los mu-sulmanes del Reino de Valencia (1525),puesto que, como fue lo usual en estoscasos, en 1528 el señor de Elda, JuanColoma, reestructuró la mezquita paraconvertirla en la iglesia parroquial deSanta Ana.

Las últimas modificaciones urba-nas que se llevarían a cabo en el núcleourbano de la Elda musulmana tendríanque ver seguramente de nuevo con la im-plantación más numerosa de un esta-mento militar y con su consecuencia dela ubicación de la mezquita mayor. Po-siblemente los espacios comerciales de laalquería se desplazarían preferentemen-te al entorno de esta nueva mezquita,complementando o sustituyendo a los an-tiguos puestos de venta. Este nuevo em-plazamiento, situado en magnífica po-sición, pues en él prácticamente vienena confluir los antiguos caminos hacia

Petrer y Valencia, al este, y hacia Alican-te, al sur, propiciaría un comercio nosólo local, hacia el interior de la villa,sino también de intercambio comercialcon otras alquerías o localidades de lazona. Aunque restaría por confirmar ar-queológicamente, quizá la muy próxi-ma Plaza del Ángel, que en los siglos pos-teriores concentraría casi toda la activi-dad comercial de Elda al serle concedidoun mercado en 1388, pudiera tener su pri-mer origen al socaire de la creación de lamezquita aljama de Elda.

Pero desde 1243, con la firma delTratado de Almizra, Elda y el valle mediodel Vinalopó pasarán a manos castella-nas y los musulmanes que en ella habi-taban pasan a ser vasallos de los sucesi-

vos señores cristianos. La Elda que formaparte de Al-Andalus deja su lugar a laElda cuyo dominio se van disputandolos reinos de Castilla y Aragón. Sin em-bargo, la Elda islámica desaparece sólo deforma aparente: los musulmanes quehan decidido permanecer en su tierra,aún permaneciendo bajo dominio cris-tiano (una rara situación para el islam me-dieval), los mudéjares eldenses, como lospetrerenses, sajeños, etc., continúan man-teniendo de forma pública su fe islámi-ca y cumpliendo con los preceptos de sureligión en lengua árabe. Como se decíaal principio de estas páginas, la historiapolítica de la Península Ibérica se ocupade estos musulmanes de después de laconquista cristiana como parte minori-taria de la historia de los reinos cristia-nos; sin embargo, ellos, como creyentesmusulmanes que viven juntos y cohe-sionados, siguen formando parte de la his-toria de los musulmanes.

125Los musulmanes en las tierras de Elda

Jarrita islámica decorada consímbolos islámicos pintados,procedente de las excavacionesdel casco antiguo (Archivo delMuseo Arqueológico Municipalde Elda).

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El Valle de Elda, al igual que la ma-yor parte del territorio peninsu-lar, entró a formar parte del mun-

do musulmán a partir del siglo VIII.Las primeras noticias documentales

que tenemos sobre la integración denuestras tierras en el entramado políti-co-administrativo musulmán aparecen

en el denominado pacto de Teodomi-ro, en el que se detalla el nombre de sie-te ciudades sobre las que este noble vi-sigodo debía ejercer un control efectivodel territorio. Entre ellas se encuentrala de Iyyu(h), que ha suscitado un ampliodebate desde el punto de vista historio-gráfico acerca de su ubicación.

E. A. Llobregat situó la ciudad deIyyu(h) en El Monastil (Elda) partiendode la identificación de este yacimiento conla sede episcopal de Elo. Se entendía quela ciudad nombrada en el Pacto debía en-contrarse igualmente en Elda. Sin em-bargo, los datos arqueológicos son cla-ros en este sentido: El Monastil en esosmomentos distaba mucho de ser el nú-cleo urbano que había sido en el siglo VII.Es más, las fuentes escritas así como losrestos arqueológicos parecen confirmarsin lugar a dudas que la ciudad de Iyyu(h)se situaba en el yacimiento de El Tolmode Minateda (Hellín, Albacete).

El periodo emiral (711-929)

El Valle de Elda en los primerossiglos de dominación islámica(ss. VIII-IX)Los primeros datos arqueológicos

que demuestran la presencia de los mu-sulmanes en el Valle de Elda se en-cuentran en El Monastil, único asenta-miento humano que ha dado una cro-nología del siglo VIII en el términomunicipal de Elda.

A partir de la segunda mitad del si-glo VII el núcleo urbano de El Monas-til se había abandonado progresiva-mente, de manera que a la llegada de losmusulmanes el poblado estaría prác-

126 H I S T O R I A D E E L D A

Los musulmanes en las tierras de Elda

II. ISLAMIZACIÓN DEL TERRITORIO

IRINA AGULLÓ MARCOS

JESÚS PEIDRO BLANES

Museo Arqueológico Municipal de Elda

Mapa del término municipal deElda con los yacimientos de

época islámica.

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ticamente deshabitado. No obstante, losnuevos pobladores del Valle creyeron verun al-munastir (lugar sagrado y fortifi-cado) en la antigua Ello/Elo, ya que esmuy posible que la basílica estuvieraaún en pie, así como parte de la mura-lla. Esto unido a la posibilidad de quela iglesia se hubiera transformado en unmonasterium podría explicar el nombreque los musulmanes le dieron al en-clave.

La presencia islámica está atesti-guada tanto en la parte alta del cerrocomo en la llanura próxima. Se ha do-cumentado cerámica emiral y almoha-de asociada a estructuras de época tar-doantigua reaprovechadas en época is-lámica. Así, han aparecido restos deelementos decorativos de la iglesia pa-leocristiana reutilizados como materialconstructivo en algunas viviendas islá-micas. En efecto, se ha registrado la pre-sencia de varias fosas de expolio de ma-terial constructivo en el edificio de labasílica, datadas en época emiral. Demanera que tal como ha afirmado A.Poveda, el desmonte de la basílica seprodujo ya en época islámica.

En todos los casos se trata de es-tructuras domésticas, es decir, se ha do-cumentado la presencia de viviendas,no de espacios públicos. Es por ello queno podemos hablar de El Monastil comode un asentamiento con carácter urba-no en época islámica, sino de un pe-queño núcleo de población rural, quesubsistiría gracias al cultivo de las tierrascircundantes.

Por su parte, el registro materialcerámico posee una gran homogenei-dad, situándose en la mayoría de los ca-sos en el periodo altomedieval (ss. VIII-X). La cerámica emiral está representa-da por marmitas, orzas e incluso algúnfragmento de tannur u hornillo portátil.

Para ofrecer un panorama generaldebemos mencionar que no se ha do-cumentado la presencia de cerámicavidriada y que lo más característico esla cerámica de contención y almacena-miento junto a la de cocina. El hecho deno existir restos de cerámica vidriada endicho yacimiento nos proporciona undato significativo, ya que sabemos queeste tipo de cerámica comienza a apa-recer a partir de finales del siglo IX yprincipios del X, pero su generaliza-ción no se produce hasta finales del si-glo X y principios del siglo XI. Esto,junto a la carencia de estructuras aso-

ciadas a materiales islámicos nos lle-varía a interpretar el asentamiento comoun núcleo que mantiene un pobla-miento continuado hasta el siglo X. Elsiglo XI, por su parte, sería un mo-mento de abandono del yacimiento,puesto que la presencia de materiales deeste momento es residual, habiéndosedocumentado únicamente un frag-mento de candil de piquera larga y dosfragmentos de jarritas pintadas, unaen blanco y la otra en óxido de hierro.Este hecho matizaría la idea de asen-tamiento continuado que se ha veni-do defendiendo hasta la fecha.

Por otra parte, en el Valle Mediodel Vinalopó encontramos a lo largodel siglo VIII, una serie de enclaves quefuncionan paralelamente y que presen-tan una serie de rasgos comunes, seña-lándose por tanto un área cultural co-mún a lo largo del Valle. Se trata de losasentamientos de Els Castellarets (Petrer)y El Zambo (Monóvar-Novelda). En am-bos casos se trata de poblados en altu-ra, que controlan visualmente el Valle Me-dio del Vinalopó, ocupados desde épo-ca tardoantigua, aunque el primero seabandona a finales del siglo VIII, mien-tras que el otro perdura hasta comien-zos del siglo X.

La presencia de enclaves en alturaresponde a un patrón de asentamientoque busca por un lado escapar del poderestatal, así como controlar los caminosnaturales y las vías de comunicación. Nodebemos olvidar que en los tres casos setrata de asentamientos que dominan im-portantes vías de comunicación con otrasáreas externas al Valle del Vinalopó.

127Los musulmanes en las tierras de Elda

Panorámica del Valle de Elda,donde se asentaría la huertaislámica (Archivo del MuseoArqueológico Municipal deElda).

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El periodo califal (929-1031)

El traslado del poblamiento a lallanuraEl abandono a comienzos del si-

glo X de lugares en altura como El Mo-nastil y El Zambo está relacionado conla ocupación de asentamientos en lla-no, como es el caso de Puente II, Agua-lejas, Arco Sempere y La Melva. La ocu-pación de la llanura está íntimamenteligada a la nueva situación política quese produce durante el Califato. El Es-tado, tras someter una serie de revuel-tas, obliga a las poblaciones estableci-das en enclaves de altura a asentarseen las zonas llanas, lo que repercuteen un mayor desarrollo económico ge-neral. Se trata de un fenómeno bienatestiguado en otros ámbitos territo-riales, al que no fue ajeno el Valle deElda.

Se formaron dos zonas de pobla-miento bien diferenciadas. Por una par-te la zona de Puente II y Agualejas, si-tuada en la margen izquierda del Vi-nalopó, y por otra, la que se sitúa en lasladeras de Bolón, en la margen dere-cha del río, formada por Arco Sempe-re y La Melva. En todos los casos setrata de asentamientos establecidoscerca del Vinalopó, auténtico verte-brador del poblamiento.

En el caso de Puente II y Arco Sem-pere, se trata de antiguas villae romanas

y tardoantiguas, que presentan una se-rie de condiciones más adecuadas parala actividad agraria, retomando así enépoca islámica la misma función que ha-bían desarrollado antiguamente.

Puente II podría tratarse de unamodesta alquería datada entre los siglosX y XV, ya que se ha documentado lapresencia de cerámicas islámicas y cris-tianas. En cuanto al material almoha-de destaca la presencia de cerámicaspintadas, esgrafiadas, tinajas con de-coración estampillada y cerámicas co-munes. La cerámica de época cristia-na está representada por cerámicas vi-driadas, comunes, pintadas...

Por su parte, el sector donde se ubi-can los yacimientos de Arco Sempere, la-deras de Bolón (Peñón de la Tía Gerva-sia), La Melva y Galería de Jesús con-formaría una misma área cultural,bastante extensa, donde han aparecidocerámicas de lujo y un tesorillo numis-mático de monedas de plata (dirhems). Seencuentra situada en una zona con bue-nas condiciones para la práctica agrí-cola, así como con una buena ubica-ción respecto a los caminos y vías, demanera que se ha interpretado comouna almunia o finca residencial rural.

La alquería situada en La Melva,a su vez, únicamente ha proporciona-do materiales islámicos, destacandolas cerámicas esgrafiadas y las pintadas,no habiéndose documentado un po-blamiento anterior en la zona. El yaci-miento de Galería de Jesús, muy cercanoa La Melva, a pesar de presentar mate-riales de esta época, no parece estar enpleno funcionamiento en este mo-mento, puesto que se trata de mate-riales residuales en un contexto cerámicomuy homogéneo de época almohade.

En cuanto al hallazgo esporádicode un tesorillo numismático de cator-ce fragmentos de dirhems de plata, se halocalizado en el Peñón de la Tía Ger-vasia, en la zona del monte Bolón. Dosde ellos corresponden a época califal,mientras que el resto son de pleno si-glo XI. Entre los califales se incluye unejemplar acuñado en Madinat al-Zah-ra por al-Hakam II en el año 970-971.La aparición de este tesorillo numis-mático en un lugar aislado no puede re-lacionarse, en principio, con ningúntipo de asentamiento cercano, si bienpodría tratarse de un enclave inme-diatamente anterior a Galería de Jesúsy La Melva.

128 H I S T O R I A D E E L D A

Vista de las laderas deBolón, con Galería de

Jesús en primer término(Archivo del Museo

Arqueológico Municipalde Elda).

Jarrita procedente de Galería deJesús (Archivo del Museo

Arqueológico Municipal deElda).

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Una etapa convulsa. De lastaifas a los almohades

El poblamiento de época taifalen el Valle de EldaLa estructura poblacional del Va-

lle de Elda en época taifal se mantienebásicamente igual a la que encontrá-bamos a comienzos del siglo X. El úni-co asentamiento que prácticamentedesaparece en esta etapa es El Monas-til, que presenta materiales del sigloXI de forma meramente residual. Portanto, el patrón de poblamiento a lo lar-go del siglo XI es el de asentamientosen llano, como los de Arco Sempere,Agualejas, La Melva y Puente II, conlas características que ya presentabanen el periodo califal.

La época almohade (ss. XII-XIII)

En el siglo XII entraron en la Pe-nínsula tropas almohades para incor-porar al-Andalus a su territorio. Sinembargo, pronto debieron hacer fren-te al peligro que suponía la presenciade los reinos cristianos, que habíaniniciado una política ofensiva hacialas tierras del sur peninsular. En elcaso del Valle del Vinalopó, la amena-za más próxima venía de Castilla, sinpoder olvidar, no obstante, al Reinode Aragón, que también tenía interesesen la zona. Es por ello que el nuevoEstado almohade proyectó la cons-trucción de una serie de fortalezas de-fensivas que, jalonando el Vinalopó,sirvieran de elemento común de de-fensa contra posibles ataques, espe-cialmente desde tierras castellanas.Fue en esta coyuntura cuando se edi-ficaron castillos como el de la Atalayaen Villena, el de Petrer, el de La Molaen Novelda y el de Elda.

La fundación del castillo y laconcentración del poblamientoEstos acontecimientos influyeron

en el patrón de asentamiento del Valle deElda, ya que desde la fundación del cas-tillo (finales del siglo XII) hasta el primertercio del siglo XIII, se observa la conti-nuidad del poblamiento en las zonasrurales que habíamos descrito anterior-mente. Tanto Agualejas como PuenteII, Arco Sempere y La Melva, presentanmateriales que marcarían la transición delsiglo XII a inicios del siglo XIII, mo-mento en el que dejan de aparecer ma-teriales en los dos últimos yacimientos,por lo que podemos decir que desaparecela presencia de estas comunidades.

Asimismo, asistimos a la apariciónde materiales de época almohade en ElMonastil, que parece recuperar el po-blamiento con bastante intensidad, pues-to que el ámbito cultural almohade es elmayor representado entre la cerámicaislámica documentada en el yacimiento.Destaca la presencia de tinajas con de-coración incisa, cerámicas pintadas en óxi-do de manganeso, esgrafiadas, y cerá-mica común tanto de mesa como de co-cina.

Igualmente, en este momento sedocumenta la mayor actividad en el

129Los musulmanes en las tierras de Elda

Tesorillo formado por catorcefragmentos de monedas deplata (dirhems) procedente delPeñón de la Tía Gervasia, en lazona de Bolón (ss. X-XI) (Archivodel Museo ArqueológicoMunicipal de Elda).

Anverso y reverso de un dirhamde plata procedente del castillo(Archivo del Museo ArqueológicoMunicipal de Elda).

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yacimiento de Galería de Jesús. Se tra-ta de un refugio subterráneo excava-do en el propio terreno, situado muy cer-ca de la posible alquería de La Melva. Laplanta del refugio presenta forma de L,con más de dos metros de profundi-dad y nueve cubículos destinados ma-yoritariamente a almacenes a los que seaccede a través de un pasillo de entra-da al refugio y otro que sirve de distri-buidor. Los cubículos se encuentranexcavados en la tierra con techumbreabovedada, igualmente excavada. Enlos pasillos aparecen excavados pe-queños nichos donde se colocaban can-diles para iluminar la galería, dado quelas propias características del asenta-

miento impedían la entrada de luz so-lar de forma directa. Teniendo en cuen-ta todo el conjunto arquitectónico yel material cerámico (fundamental-mente cerámicas de cocina y en menorproporción cerámicas de mesa), pode-mos considerar que nos encontramosante una alquería (La Melva) o zonade asentamiento musulmán que con-taría, a su vez, con un área de galeríassubterráneas.

No obstante, tanto en el caso de ElMonastil como en el de Galería de Je-sús, los materiales no van más allá delsiglo XIII, de manera que parecen de-jar de funcionar ambos asentamientosen este momento. No se ha documen-tado materiales de época cristiana,como cerámicas vidriadas, pintadas enóxido de manganeso (con decoraciónpropia de época cristiana), lozas, etc.

El abandono de Galería de Jesúscoincide así cronológicamente con el do-cumentado en La Melva. El caso de ElMonastil supone el abandono definitivodel yacimiento después de dos mile-nios de poblamiento más o menos con-tinuado.

Por tanto con el castillo apareceun nuevo elemento vertebrador del te-rritorio, sustituyendo en este papel a ElMonastil, que lo había desarrollado,con interrupciones, a lo largo de esosdos mil años. El cambio en el patrón deasentamiento del valle será fundamentalpara entender el desarrollo urbano pos-terior de Elda, al menos, hasta el sigloXVI.

El castillo, vertebrador delterritorioEl castillo se convierte en el ele-

mento defensivo por excelencia del va-lle. Hasta la fecha el único enclave enel que existían construcciones defen-sivas de un cierto orden era El Mo-nastil. Esta situación no es exclusiva delas tierras de Elda, sino que es com-partida por el resto del Valle Mediodel Vinalopó, como en el caso de ElZambo en Monóvar-Novelda, o el de ElsCastellarets en Petrer. En ambos ca-sos, la construcción de sendos casti-llos igualmente en época almohadesupone un hito arquitectónico alre-dedor del cual girará el poblamientoposterior en la zona.

Podemos observar la misma si-tuación con la aparición del castillo deElda. Se trata sin duda alguna de la

130 H I S T O R I A D E E L D A

Vista del castillo desde el norte,donde se aprecian las torres de

tapial de época islámica (Archivodel Museo Arqueológico

Municipal de Elda).

Vista del interior del yacimientosubterráneo de Galería de Jesús,

donde se aprecia parte delpasillo que da acceso a losnichos (Archivo del MuseoArqueológico Municipal de

Elda).

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mayor construcción defensiva del Va-lle de Elda desde época tardoantigua.Asimismo, supone un punto de refe-rencia poblacional para el valle, pues-to que en sus faldas se va a concentrarla mayor parte de la población, for-mando un primitivo núcleo que dará lu-gar con posterioridad a la villa de Elda.

En efecto, en el interior del casti-llo se encontraría el gobernador de lazona con una guarnición encargada decustodiar la población de Ella y, al mis-mo tiempo, servir de elemento coac-cionador para el pago de los impuestos,mientras que la población se iría asen-tando progresivamente en las faldasde la fortaleza.

El castillo como construcciónCentrándonos en el castillo de Elda

como construcción, debemos decir quefue erigido sobre un pequeño cerro enla margen izquierda del río Vinalopó,dominando visualmente el Valle deElda. Ha sufrido varias modificacio-nes en su estructura a lo largo de sudilatada vida, de manera que podemosobservar varias fases constructivas den-tro del conjunto arquitectónico querepresenta. La originaria construcciónalmohade era de muralla continua yplanta poligonal, con un total de dieztorres o cubos que sobresalían de la lí-nea de muralla, con el fin de facilitar sudefensa. La factura de la muralla y lastorres es de tapial, al igual que ocurreen otros castillos del valle.

El interior de la fortificación des-taca por el gran espacio abierto o patiode armas que es el elemento sobre el quese ordenan el resto de construcciones.Entre ellas destaca una cisterna rec-tangular para la recogida de agua si-tuada en el lado este. Ésta última estáconstruida igualmente en tapial, cali-castrado por el exterior, y techada conuna bóveda de medio cañón. La capa-cidad de esta cisterna está estimada enunos 68 m3 de agua (68.000 litros), loque nos lleva a precisar que se trata deun núcleo de población considerable.

La aparición de este tipo de cons-trucciones, tanto de la cisterna como delpropio castillo, denota un importantedesarrollo tecnológico que permite aco-meter obras de tal envergadura. Asi-mismo supone una novedad en las ca-racterísticas del poblamiento en el va-lle, ya que no se ha documentadoanteriormente en otros yacimientos la

presencia de estructuras de almacena-miento de agua, y mucho menos de lasdimensiones de la cisterna del castillo.Por tanto, podemos observar la im-portancia que adquiere el castillo enel contexto del Valle de Elda, tanto des-de el punto de vista defensivo comodesde el punto de vista arquitectónico.

131Los musulmanes en las tierras de Elda

Reconstrucción ideal del castilloen época almohade (ss. XII-XIII)(dibujo de C. Callado contratamiento infográfico de J.M.Sáez).

Vista de la cisterna de épocaalmohade del interior delcastillo, transformada enestancia de almacenaje tras laconquista cristiana (Archivo delMuseo Arqueológico Municipalde Elda).

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Las posteriores reformas que hasufrido el castillo han provocado queno se conozcan más detalles de la for-taleza en época islámica. Únicamentela realización de excavaciones arqueo-lógicas en el interior del recinto puedeproporcionar más datos acerca de estaépoca histórica.

Entre los materiales recuperados endiferentes excavaciones arqueológicasllevadas a cabo en las dos últimas dé-cadas, destaca la gran cantidad de frag-mentos de tinajas estampilladas deépoca almohade, con decoración ar-quitectónica, epigráfica y vegetal. Igual-mente es relevante la presencia de ce-rámicas pintadas y abundante cerámi-ca común islámica.

Recientemente se han realizadoexcavaciones en el llamado espacio de

liza. En ellas se documentó en la zonapróxima a la entrada del castillo, lapresencia de una estructura de uso do-méstico atribuida a época almohade. Setrata de una obra realizada en tapial, almenos en su parte superior, mientrasque en el ángulo de los muros se colo-can piedras con el fin de que la cons-trucción sea más sólida. En el interiorde la vivienda (que no ha podido ser ex-cavada en su totalidad), se ha recupe-rado abundante material cerámico deépoca almohade (tinajas con decora-ción estampillada, cerámicas pintadas,con decoración incisa, cerámica comúnde cocina, así como cerámica vidria-da). Es por ello que podemos afirmarque nos encontramos ante la evidenciade una de las primeras viviendas islá-micas que se asientan en las faldas delcastillo, confirmando así la presenciade estas comunidades en el área más cer-cana a la fortaleza almohade. Es igual-mente posible hablar de una ocupa-ción en momentos posteriores a la con-quista cristiana, puesto que aparecenalgunos materiales que denotan la pre-sencia de los nuevos pobladores de lavilla, como es el caso de cerámica pin-tada en óxido de manganeso o algu-nas piezas vidriadas meladas.

El primitivo asentamientoislámico alrededor del castilloSon múltiples los hallazgos en el

casco antiguo que nos indican la pre-sencia musulmana en la zona a partirde momentos almohades, localizán-dose en el área más próxima a la lade-ra meridional del castillo.

Con la construcción del castillose observa una tendencia general enlos asentamientos del valle a la con-centración del poblamiento en las fal-das del mismo. Yacimientos como ElMonastil, Arco Sempere, La Melva yGalería de Jesús, se abandonan en eltránsito del siglo XII al siglo XIII, es de-cir, coincidiendo con la erección de lafortaleza. De este modo, se forma un pe-queño núcleo poblacional alrededordel castillo, que dará origen a la pri-mitiva villa de Ella (Elda). Únicamen-te perduran los yacimientos de Puen-te II y Agualejas, el primero hasta elsiglo XIV, mientras que el segundo seabandona en el siglo XV. Se trata dedos asentamientos muy próximos en-tre sí, que habían mantenido contactostradicionalmente y que respondían a

132 H I S T O R I A D E E L D A

Fragmento de tinaja almohadecon representaciones zoomorfas

y arquitectónicas procedentedel castillo (s. XII-XIII) (Archivo

del Museo ArqueológicoMunicipal de Elda).

Mapa del casco urbano de Eldacon los puntos donde han

aparecido restos islámicos.

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una misma área cultural, como sucedecon la zona de Bolón.

La arqueología islámica en elcasco antiguoEn las últimas dos décadas, a raíz

del desarrollo urbanístico de la ciudad,se vienen realizando actuaciones ar-queológicas de salvamento en el cascourbano de Elda. Las excavaciones es-tán destinadas a documentar las es-tructuras antiguas que puedan hallar-se en el subsuelo. De todas las áreas enlas que se viene actuando destaca, comoes lógico, el centro histórico de la ciu-dad.

Como hemos señalado anterior-mente, desde un punto de vista estric-tamente arqueológico, el casco urba-no así como el castillo de Elda no hanproporcionado materiales anterioresa la época almohade. Los hallazgos deeste momento son bastante numerosos.No obstante, en la mayoría de los casosse trata de materiales cerámicos des-contextualizados, siendo abundantes loscasos de aparición de fragmentos decerámicas estampilladas (en su granmayoría pertenecientes a tinajas degrandes dimensiones), así como cerá-micas con decoración pintada en óxi-do de manganeso. En una menor pro-porción han aparecido fragmentos decerámica islámica esgrafiada. Por suparte, los hallazgos de estructuras aso-ciadas a elementos de cultura materialislámica son mucho más escasos.

Entre ellas destaca la existencia detres viviendas de uso doméstico data-das en momentos almohades halladasen la calle Independencia, en la zona si-tuada al suroeste del castillo. Se ha do-cumentado la presencia de un frag-mento de pared de tinaja estampilladaalmohade en el interior de uno de losmuros de una vivienda. Asimismo haaparecido cerámica bícroma, pintada enóxido de manganeso, y dos grandescontenedores con decoración de fes-tones. Todos estos materiales han sidodatados entre los siglos XII-XIII, estoes, en plena época almohade.

A estas viviendas hay que añadirla presencia de silos vertederos a ape-nas unos metros de distancia. Entrelos materiales que se encontraban en suinterior destaca la presencia de tinajasestampilladas, candiles de piquera ypie alto, cerámica con decoración pei-nada, de cuerda seca parcial, esgrafia-

da, pintada con óxido de manganeso ycerámicas comunes. Asimismo se hadocumentado la existencia de variasbases de torno de piedra, así como res-tos de las ruedas de cerámica colocadasen la parte superior de estos tornos,usados para la colocación de los ele-mentos cerámicos en los procesos deelaboración.

De este modo encontramos la pre-sencia de estructuras domésticas rela-cionadas con el poblamiento a las fal-das del castillo, así como estructuras re-lacionadas con la deposición de residuosde la misma ciudad islámica. Se ha in-terpretado que estos silos pertenecerí-an a una zona periurbana. En todo

caso, deben ponerse en relación conlas viviendas localizadas en la misma ca-lle Independencia.

Por otra parte, se han localizadomateriales islámicos entre las callesAndrés Amado y Espoz y Mina, dondehan aparecido varios pozos rellenoscon una gran cantidad de material ce-rámico, entre el que se ha documenta-do material almohade (ss. XII-XIII).Destaca la presencia de tinajas con de-coración estampillada de motivos ve-getales y zoomorfos (representaciónde un cervatillo), así como cerámicas vi-driadas y candiles de pie alto.

En la Plaza de la Constitución se halocalizado la presencia de otro pozo yde un depósito, probablemente de de-cantación, que aparecen en un con-texto cerámico datado entre los siglosXII-XIV. Entre los materiales islámi-cos destacan las cerámicas con deco-ración a cuerda seca, las esgrafiadas,

133Los musulmanes en las tierras de Elda

Fragmento de tinaja de épocaalmohade procedente del cascoantiguo con la representaciónde un cérvido. Procede de unsolar ubicado entre las callesAndrés Amado y Espoz y Mina(ss. XII-XIII) (Archivo del MuseoArqueológico Municipal deElda).

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las estampilladas, las pintadas en óxi-do de manganeso y las comunes. Se hainterpretado que estos restos podríanpertenecer a una casa de campo situa-da en el extrarradio del primitivo nú-cleo urbano islámico.

En este sentido, entre las callesGonzalo Sempere y El Huerto ha apa-recido una gran cantidad de materialesde época islámica agrupados en bolsa-das de deposición, lo que ha llevado ainterpretarse como un posible verte-dero de época islámica, situado fuera delprimitivo núcleo urbano, puesto que seencuentra al noroeste del llamado Por-tal del Ángel. De los materiales recu-perados en esta excavación destaca lapresencia de un fragmento de tapade-ra de tinaja con decoración epigráficade época almohade.

Con la aparición de estos pozos,silos y vertederos podemos observaruna primera traza de lo que fue el pri-mitivo núcleo urbano islámico de Elda.Todo parece indicar que el poblamien-to se concentraría alrededor del castillo,como ya habíamos apuntado. Con losdatos con los que contamos actual-mente resulta muy difícil establecer loslímites exactos del primer poblamien-to a las faldas del castillo. No obstan-te, sí podemos adelantar las zonas pe-riurbanas, esto es, las que quedaríanfuera del núcleo de población, que esdonde se concentrarían los vertederos.En este sentido, las excavaciones lleva-das a cabo en la calle Independenciaresultan de gran utilidad puesto quenos informan de que en este sector se lo-calizan tanto estructuras de habitación(tres viviendas), como silos y pozos ver-tederos. En este mismo sentido, la apa-rición de diferentes pozos en la calleEspoz y Mina y la presencia de una po-sible casa de campo extraurbana en Pla-za de la Constitución dan una idea decuál podía ser el primitivo perímetrode la ciudad islámica.

En otro orden de cosas, son muyabundantes los casos en los que se halocalizado la presencia de materialescerámicos almohades descontextuali-zados, sin aparecer asociados a estruc-turas. Los hallazgos de época islámicase distribuyen de forma dispersa porel casco antiguo, destacando la zonasituada al sur del castillo.

En la Plaza Sagrado Corazón se hadocumentado la presencia de materia-les islámicos descontextualizados. Son

fundamentalmente fragmentos de ti-najas almohades estampilladas conmotivos epigráficos y geométricos, asícomo una pieza cerámica zoomorfa detradición islámica, que representa se-guramente a un cervatillo. Podría tra-tarse de un pequeño contenedor, unbiberón o un silbato.

Por otra parte, en el solar ubicadoentre las calles Juan Vidal y Dos demayo se recuperaron una serie de ma-teriales situados en un arco cronoló-gico que podríamos definir como de«conquista», puesto que se puede ob-servar la presencia de piezas de cro-nología cristiana (esto es, de la se-gunda mitad del siglo XIII en adelan-t e ) p e r o q u e , m o r f o l ó g i c a ytécnicamente, recuerdan a la cerámi-ca islámica. El mejor exponente deeste tipo de producciones que po-dríamos calificar de cristianas de imi-tación islámica lo encontramos en unaredoma vidriada en negro, cuya cro-nología plantea algunos problemaspuesto que se trata de una forma yuna técnica islámica aparecida en uncontexto arqueológico netamente cris-tiano. La imitación de tipologías is-lámicas en época cristiana es algo muyfrecuente sobre todo en los momentosiniciales de la conquista. Especial-mente si tenemos en cuenta que lamayoría de la población sigue siendomusulmana y, por tanto, conserva suspatrones culturales y estéticos.

Finalmente, en las calles Nueva,Colón y San Juan Bautista han apa-recido materiales islámicos descon-textualizados. En todos los casos setrata de materiales de época almohade.

Por tanto, podemos observar queel primitivo núcleo urbano islámicoque se veía restringido en un primermomento al entorno del castillo, vadesarrollándose hacia el sur. No obs-tante, no tenemos constancia de es-tructuras asociadas a estos materiales,lo cual provoca que la informaciónque poseemos sobre esa área sea muyparcial.

El área periférica depoblamiento Los asentamientos que denomi-

namos periféricos son aquellos que seencuentran en la zona más alejada alcastillo. Como mencionamos ante-riormente, los yacimientos de la zonade Bolón (Arco Sempere, La Melva y

134 H I S T O R I A D E E L D A

Fragmento de tapadera detinaja de época almohade con

decoración epigráfica, en la quedestaca la presencia de varios

tipos de escritura islámica.Procede de un solar ubicado

entre las calles Gonzalo Semperey El Huerto (ss. XII-XIII) (Archivo

del Museo ArqueológicoMunicipal de Elda).

Redoma de época cristiana queimita una forma islámica.

Procede de un solar ubicadoentre las calles Juan Vidal y Dos

de mayo (ss. XIII-XIV) (Archivodel Museo Arqueológico

Municipal de Elda).

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Galería de Jesús) se abandonan a co-mienzos del siglo XIII, poco despuésde la construcción del castillo. En con-traposición, los núcleos que perdu-ran, al menos hasta los siglos XIV-XVson los de Puente II y Agualejas, si-tuados en la zona más alejada a la for-taleza eldense.

Relacionados con la alquería dePuente II se ha documentado la pre-sencia de materiales islámicos en laAvenida de Ronda y donde hoy se ubi-ca el Templo de San Pascual. En éste seha documentado la presencia de algu-nos fragmentos de cerámica islámica,totalmente descontextualizados. Estosmateriales evidencian la frecuentacióndel área, que formaría parte de las tie-rras que explotaría la cercana alqueríade Puente II. Asimismo, en una zonamuy próxima a este yacimiento se ha lo-calizado un camino empedrado, queestaría directamente relacionado con laalquería.

Por su parte, en la finca «Molino deFélix» se ha documentado la presen-cia de varios muros de abancalamien-to de época romana reutilizados enépoca islámica, puesto que han apare-cido materiales islámicos relacionadoscon estos muros.

Por último, debemos mencionarel abandono que sufre El Monastil acomienzos del siglo XIII. Se ha inter-pretado como una pequeña alqueríaque dependería de un núcleo de ma-yor envergadura. Sin embargo, con losdatos que disponemos en la actuali-dad, no sabemos la relación que existeentre este asentamiento y el conjuntoterritorial, ya que las propias caracte-rísticas del yacimiento y la descontex-tualización de los materiales impidenofrecer una aproximación a la realidadde este enclave en época medieval. Encualquier caso no se prolongaría másallá de finales del siglo XII y comienzosdel siglo XIII, momento en el que sedocumenta el traslado de sus habi-tantes a lo que A. Poveda llama «núcleoprotourbano de Elda», al igual que su-cede con el resto de asentamientos.

Morfología de la primitivaciudad islámica de EldaObservando el urbanismo del cas-

co antiguo de la ciudad de Elda es po-sible rastrear algunas de las caracte-rísticas del asentamiento urbano islá-mico situado a las faldas del castillo. Se

trata de un urbanismo sinuoso, conrecodos y callejuelas estrechas y conpequeñas plazuelas que responde al tí-pico trazado urbano islámico, que to-davía hoy se puede apreciar en algu-nas zonas del casco antiguo de la ciu-dad.

La distribución de los hallazgospermite identificar el primitivo asen-tamiento islámico en la zona situada alsur del castillo.

Uno de los elementos caracterís-ticos de toda comunidad musulmanaes la presencia de una serie de enclavescon una marcada función pública. Elpunto neurálgico sería la mezquita,considerada el espacio más importan-te de la trama urbana, tanto por su ca-rácter religioso como docente y por sucontribución a la cohesión social de lacomunidad.

En torno a la mezquita se agru-pan una serie de construcciones, tantode carácter administrativo como de or-den público, que constituyen las señasde identidad de cualquier núcleo ur-bano musulmán. Es el caso de los ham-man (baños públicos) o los zocos (mer-cados).

Para elaborar la reconstrucción te-órica de la trama urbana de la ciudadislámica de Elda contamos con algunasnoticias que nos proporcionan los tex-tos de J. Montesinos y L. Amat. En ellosse menciona la existencia de una mez-quita, sita en la antigua ermita de SanAntón, a la que se le denomina mezquita«vella».

La ubicación de dicho centro reli-gioso en la zona al suroeste del castillosupone un nuevo hito urbanístico que,junto a la fortaleza almohade, verte-brará el desarrollo posterior del pri-mitivo núcleo urbano. Con la presen-cia de la mezquita, se compartirá elprotagonismo exclusivo en la ordena-ción del territorio que había desempe-ñado hasta el momento el castillo.

Hasta tal punto esto es así quecuando surge la necesidad de la creaciónde una nueva mezquita, el centro or-denador del urbanismo se desplaza ha-cia otro eje direccional, esto es, la zonasureste del castillo.

El nuevo centro religioso, de ma-yores dimensiones que el anterior, seha identificado con la llamada mez-quita aljama, el principal espacio deculto de cualquier comunidad mu-sulmana.

135Los musulmanes en las tierras de Elda

Tinaja de época almohade condecoración arquitectónica yescritura procedente de LaMelva (ss. XII-XIII) (Archivo delMuseo Arqueológico Municipalde Elda).

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La información disponible sobrela mezquita aljama eldense es muy par-cial. Sólo contamos con algunos da-tos, como su planta de tendencia rec-tangular, su buena orientación hacia LaMeca y la disposición de agua corrien-te, que resulta imprescindible paracumplir con uno de los preceptos del Is-lam que estipula las abluciones ritua-les previas a la oración. Respecto almomento fundacional de la mezqui-ta, no existen fuentes escritas que ayu-den a precisar la fecha de construccióndel edificio. No obstante, todo pareceindicar que el espacio religioso mu-sulmán se debió levantar en torno acomienzos del siglo XV, coincidiendo

con la protección religiosa que los se-ñores de Elda (la reina Violante pri-mero y los condes de Cocentaina a con-tinuación) confieren a sus súbditos.

La construcción de una mezquita demayores dimensiones se relaciona con unincremento de los fieles, ocasionado porun posible aumento de la población trasuna etapa marcada por un fuerte des-censo poblacional. Éste es originado porel ciclo epidémico (peste) y bélico (Guerrade los dos Pedros) que caracteriza el si-glo XIV en nuestras tierras.

Arqueológicamente, en el caso deElda, resulta muy complicado docu-mentar un aumento poblacional, pues-to que los restos de época islámica sue-len aparecer muy fragmentados o des-contextualizados. Así las cosas, en estosmomentos no estamos en disposiciónde afirmar con total seguridad que lacausa de la construcción de la mezqui-ta aljama sea un aumento poblacional.

Con posterioridad, ya en el sigloXVI, por orden real de Carlos I, se trans-

forman todas las mezquitas aljamasde los reinos peninsulares en iglesias ca-tólicas. Éste será el momento en el quela mezquita aljama de Elda será trans-formada en iglesia cristiana. Tradicio-nalmente, por una confusión en la in-terpretación de las fuentes escritas, sehabía considerado que el templo estu-vo en un primer momento bajo la ad-vocación de Santa Catalina Mártir, pa-sando más tarde a estar dedicado aSanta Ana. No obstante, todo parece in-dicar que la antigua mezquita mayor deElda se convirtió en iglesia cristianaposiblemente sin un nombre concreto,pero a partir de 1532 aparece ya bajo laprotección de Santa Ana.

Otro de los elementos caracterís-ticos del urbanismo islámico es la pre-sencia de baños públicos, denominadoshamman. Estos no deben ser interpre-tados sólo como un elemento higiéni-co, sino también como lugar de reu-nión de la comunidad.

Arqueológicamente estos bañosno han sido documentados en el cascourbano de Elda. Sin embargo, se intu-ye su presencia a través del análisis deltopónimo Alfaguara. En árabe al-faw-wara significa ‘manantial’, lo cual hacereferencia a la existencia de un curso deagua subterráneo cercano. Si relacio-namos este término con la partida deAlfaguara situada en la margen derechadel río Vinalopó, podríamos situar enesta zona los baños públicos de la co-munidad musulmana. Hipótesis quetoma fuerza si tenemos en cuenta que,hasta mediados del siglo XX está do-cumentada la existencia de unos ba-ños públicos en dicha área.

Por otro lado también contamoscon noticias de la existencia de una ne-crópolis musulmana. Ésta se puede re-lacionar con el llamado «fosar de fue-ra» como se denomina en el libro de de-funciones de la iglesia de Santa Ana,situado en la periferia del primitivonúcleo urbano islámico (entre las callesLamberto Amat, Tropas Gallegas y Ga-briel Miró). La zona que se extiendeentre esta necrópolis y el río se deno-mina El Melic, que en árabe significa«ángel», esto es, el ángel de la muerteen el Corán, que recibe a los difuntosy les hace una serie de preguntas que eldifunto debe responder correctamen-te para entrar en el paraíso.

Según A. Poveda debería existiruna necrópolis anterior, igualmente

136 H I S T O R I A D E E L D A

Pileta para las ablucionesrituales previas a la oración

procedente del castillo (ss. XII-XIII) (Archivo del Museo

Arqueológico Municipal deElda).

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situada al oeste del núcleo urbano. Elautor cree que podría ubicarse en tor-no a la calle Independencia, próxima alPortal del Ángel. Se tiene constanciade que en esta zona aparecieron unaserie de enterramientos que, morfoló-gica y tipológicamente se pueden ads-cibir a la cultura islámica. Se trata deenterramientos individuales, dispues-tos en decúbito lateral y orientados ensentido este-oeste.

Esta necrópolis sería de menores di-mensiones que la situada en El Melic yfue absorbida por el posterior desa-rrollo de la ciudad, tal como se ha do-cumentado arqueológicamente, con laaparición de tres viviendas de épocaalmohade en la misma calle Indepen-dencia, como hemos comentado ante-riormente.

El fin del reino de Murcia y laconquista castellana

El reino musulmán de Murcia, delque formaba parte el Valle de Elda, su-fría continuamente presiones por par-te del Reino de Castilla para conseguirque continuaran tributando y queda-ra reconocida de esta manera la auto-ridad del rey castellano.

Las presiones castellanas preten-dían asegurar un área de influencia te-rritorial en el sureste peninsular. Elpunto culminante de esta situación seconcretó con la firma de los pactos deTorrellas (1304) y de Elche (1305) porlos que el Reino de Murcia pasaba amanos del rey de Castilla.

Este cambio de titularidad del po-der se dejó sentir al poco tiempo en laorganización político-administrativadel Valle de Elda. Prueba de ello es la sus-titución de la guarnición encargada decustodiar el castillo, cuya misión prin-cipal era proteger a la comunidad allíasentada, así como de cobrar los tri-butos. De este modo, el castillo pasó aser definitivamente ocupado por unpoder cristiano, quedando los musul-manes ubicados exclusivamente en tor-no a la fortaleza.

A pesar de la nueva dominacióncristiana, la población de Elda siguiósiendo mayoritariamente musulmana,tanto desde el punto de vista religiosocomo cultural. Esa es la razón por la quela cultura material de época cristianaque ha documentado la arqueologíaurbana en Elda es muy similar a la lo-

calizada en niveles plenamente islá-micos (almohades), puesto que la po-blación y sus costumbres no se vieronalteradas, en un primer momento, porla presencia de los nuevos conquista-dores.

Conclusiones finales

Tras el análisis de la evolución delpoblamiento islámico en Elda, podemosobservar la escasez de estructuras ma-teriales pertenecientes a dicha cultu-ra. No obstante, debemos señalar quela conservación de los restos de épocaislámica se ha visto condicionada porel desarrollo urbanístico de la actual

ciudad de Elda. La continua remocióndel terreno para la edificación de vi-viendas así como la construcción desótanos desde finales del siglo XIX enel casco antiguo ha provocado que nose hayan conservado las estructuras is-lámicas, precisamente en el área don-de se concentra la mayor cantidad deellas. Sin embargo, tal como hemos co-mentado a lo largo de este capítulo, lapresencia islámica en el Valle de Elda fuebastante importante, localizándose unbuen número de asentamientos, quefueron evolucionando a lo largo de lossiglos, hasta prácticamente desaparecercon la construcción del castillo.

Así, a pesar de la aparente pobre-za de los vestigios con respecto a otrosperiodos históricos (ibérico, romanoo incluso medieval cristiano), debemosseñalar la importancia de la presenciaislámica en nuestras tierras, manifies-ta tanto en la toponimia de ciertos en-claves eldenses como en el urbanismode la Elda medieval y moderna y en lapervivencia de ciertas tradiciones cul-turales.

137Los musulmanes en las tierras de Elda

Cerámica de verde manganesode época cristiana, que imita lacerámica islámica. Procede delcasco antiguo (ss. XIII-XIV)(Archivo del Museo ArqueológicoMunicipal de Elda).

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Los sucesos acaecidos en los añoscentrales del siglo XIII constitu-yen posiblemente, al menos des-

de el observatorio de nuestro presente,el período de cambio más importanteque ha experimentado el valle medio delrío Vinalopó en su desarrollo histórico.Hablamos de un cambio político, so-cial, económico, religioso y cultural cier-tamente traumático en cuanto radical,por inmediato, que arranca del domi-nio musulmán peninsular un territorio,el reino de Murcia, para integrarlo enun nuevo orden, feudal, y en un nuevoespacio político y social, en Europa. Aho-ra bien, un cambio de tal naturaleza nosupuso la aniquilación inmediata de loselementos sustanciales de un desarro-llo histórico enraizado cinco siglos. Sudesaparición fue lenta, gradual segúnla cualidad de los factores, y en algúncaso, afortunadamente para nosotros,la pervivencia de los mismos nos hablade la trascendencia que la sociedad an-tigua, la islámica, tuvo en el desarrollode la nueva, absorbiendo ésta todo aque-llo que de útil recibía y trasmitiéndolo ala siguiente para que llegase hasta el pre-sente. Y así, si la conquista cristiana ani-quiló de raíz un proyecto político islá-mico, la pervivencia durante algunos si-glos más de una numerosa poblaciónmusulmana hizo que, al menos duran-te toda la Edad Media, las estructuras so-ciales andalusíes permaneciesen con nodemasiadas alteraciones, así como la re-ligión y las formas de vida, y en algún casoestos últimos elementos aglutinadorespervivieran ocultos hasta la definitivaexpulsión de los moriscos a principios delsiglo XVII. Pero, como antes apuntaba,la historia del islam en el medio Vinalopó

no se cierra con el embarque del últimode nuestros antepasados de origen islá-mico en el puerto de Alicante rumbo alexilio, pues aunque llevaron consigo suspertenencias, dejaron como legado to-pónimos, una infraestructura hidráuli-ca que soportó buena parte de la eco-nomía local, un espacio agrario orde-nado y un entramado urbano que todavíapervive, así como aspectos de vida coti-diana y costumbres que nos identificancomo sus herederos. Y es que, como diceJuaristi «Todo choque prolongado decivilizaciones acaba por engendrar unacierta transversalidad de las culturas». Lostres capítulos de Elda medieval que com-ponen la obra son claro exponente deesa transversalidad.

La conquista castellana y laordenación del territorio

Pertenecían estas tierras en las pri-meras décadas del siglo XIII al reino tai-fa hudita de Murcia, reino de trayecto-ria proabbasí que inició su decadencia ha-cia 1230. A partir de esa fecha, granadinosy castellanos comenzaron fuertementea presionar sobre sus fronteras. Si bien,y a pesar de que la Corona de Aragón, queacababa de conquistar el reino de Va-lencia, se asomaba por el norte tambiéncon cierto ánimo expansionista, el peli-gro mayor lo suponía Castilla. Los cas-tellanos, a través de la Orden Militar deSantiago, de tiempo atrás habían idotomando posiciones en la frontera oc-cidental –en tierras de la actual provin-cia de Jaén–, intentando de esta forma ais-lar al reino murciano. Las campañas mi-litares de 1241 y 1242 ordenadas porFernando III consiguieron el objetivo

139

Elda medieval EL DOMINIO CRISTIANO

JOSÉ VICENTE CABEZUELO PLIEGO*

Universidad de Alicante

8

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de aislar Murcia de Granada y socavar lasdefensas huditas en la Mancha orien-tal. Es por ello que Ibn Hud, su rey, sa-biéndose perdido no sólo militarmentesino también por la fuerte contestacióninterior que había provocado una frag-mentación territorial desde Alicante has-ta Lorca al no reconocer algunas pobla-ciones la autoridad del emir, decidióofertar una rendición, a todas luces ven-tajosa para él y su familia, a Castilla, an-tes que una lucha abierta en la que no te-nía ninguna posibilidad de victoria. El re-sultado fue el pacto de Alcaraz, firmadoen abril de 1243 por Ahmed, hijo de IbnHud, y el infante Alfonso del lado cas-tellano. Tratado en el que las autorida-des murcianas aceptaban el vasallaje a

Castilla y convertían su territorio en unProtectorado castellano. En términosgenerales, el acuerdo se reducía a la en-trega de la mitad de las rentas públicasdel reino –quedando la otra mitad paraIbn Hud y para los arraeces aliados–; latenencia de las principales fortalezas enmanos castellanas; el cese de toda ac-ción en política exterior; la obligación deauxilio con contingentes armados en laguerra y el pago de tributos en la paz. Porsu parte, los señores musulmanes fir-mantes veían asegurada su permanenciaal frente de sus respectivas jurisdicciones,quedaban igualmente protegidos contracualquier acción interior o exterior; mien-tras que el resto de la población veríarespetada su religión, propiedades, go-bierno y costumbres. Así pues, por estetratado se abrieron para los castellanosy fundamentalmente para los caballe-ros santiaguistas las puertas del reinode Murcia.

Una vez firmado el pacto de Alcaraz,el infante Alfonso de Castilla, futuro Al-fonso X, se dirigió con sus huestes haciael reino de Murcia con intención de asen-tarse en él. Sin embargo, su ocupaciónno debió ser fácil. Y no lo debió ser porun simple hecho, y es que muchos delos musulmanes no firmantes del tra-tado se negaron a aceptarlo, e inclusoalgunos de los que lo habían firmado aúltima hora se echaron atrás. Con loque el infante de Castilla se vio obliga-do a recurrir a las armas para hacer res-petar el pacto. Así lo recoge la Crónica Ge-neral al señalar cómo los castellanos ini-ciaron sus primeras campañas contralos insurrectos a mediados de 1243:

Mas dexamos agora el infante donAlfonso andar por el reyno de Murcia bas-teçiendo fortalezas et asesegando esosmoros que se le dieran, et corriendo etapremiendo estos otros logares rebeldesque se le non querien dar.En esta primera campaña las in-

tenciones de don Alfonso eran las deocupar la mayor extensión territorialposible e intentar controlar los puntosmás estratégicos, aquéllos que sin luchao con la simple presencia armada caste-llana se entregaban sin oponer dema-siada resistencia. Lo cierto es que la es-casez de tropas en ese tiempo impidió alinfante atacar las principales fortalezasdel reino, caso de Alicante, Orihuela,Lorca, Cartagena, Aledo o Ricote, ha-biendo de esperar más contingentes paraemprender una ofensiva con ciertas ga-

140 H I S T O R I A D E E L D A

Mapa del reino musulmán deMurcia. Historia de Alicante, III,

1985.

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rantías de éxito. Estas plazas que men-cionamos como rebeldes hubieron deser tomadas por la espada, necesitandoCastilla de varios años para conseguirlo.

La primera mención que deElda tenemos tras las vistas deAlcaraz es justo del año si-guiente, pues con fechade 15 de abril de 1244el infante Alfonso, ocu-pado como hemos vis-to en la pacificacióndel territorio mur-ciano, hacía donacióna el –Guillermo el Ale-mán– et a todos quantosdel uinieren el castillo deElla con su villa por heredat,con montes et con fuentes et conpastos, con entradas et con sallidaset con todos sus terminos et con todas sus per-tenencias, assi como las auie Ella en tiempo demoros. Et dogelo desta guisa: que lo aya el etsos fijos et sos nietos et todos quantos del uinierenpora siempre iamas, pora uender et camiar etpora empennar et pora fazer dello como lode so, con la obligación por parte del be-neficiario de hacer pleito homenaje alrey y colaborar con él en actividades mi-litares. Este documento, tal y como se-ñaló en su día A. Navarro, es importan-te por cuanto nos refiere quién fue elprimer señor de la localidad; por refutarasimismo lo expuesto por Abad Navarroen el sentido de que la primera señoríacristiana viniese de la mano del infanteManuel –aunque luego lo fuese–. Pero ami modo de ver lo es fundamentalmenteporque apunta a que Elda fue una de lapoblaciones que acataron los tratos deAlcaraz reconociendo el vasallaje a Cas-tilla, pues no es sólo que su nombre noaparezca en ningún documento quemencione a las villas rebeldes, sino tam-bién que sea la fecha de la donación a Gui-llermo el Alemán, el mes de abril, la mis-ma en la que el infante Alfonso iniciasesu campaña militar sobre las plazas dís-colas a la autoridad castellana, caso deMula y Lorca, y que tal donación en taltiempo respondiese a la presencia físicaen el reino de Murcia del luego rey Sabio.

La presencia de este personaje, denombre Guillermo, y a lo que parece ex-tranjero por lo que se deriva del apelativo«el Alemán» al frente de la villa y casti-llo de Elda está en relación con la polí-tica iniciada por el infante Alfonso trasAlcaraz de control de todas las plazasfuertes del reino de Murcia para garan-

tizar la defensa del territorio conquistado.Si bien, para esa tarea tan importante eraasegurar que la fortaleza estuviese enmanos cristianas como que el tenente

de la misma fuese una personade fidelidad y capacidad pro-

badas. Este sistema de te-nencia de castillos de re-

alengo, ejercido por in-dividuos de más omenos relieve peroque en todos los ca-sos tenían la condi-ción de vasallos rea-les, es el que eleva a

nuestro personaje, unhombre de armas –por

seruicio que don Guillem elAleman me fizo et me fará dice

el infante Alfonso–, al domi-nio de Elda. Pero la presencia de Gui-

llermo el Alemán al frente del castillo yvilla de Elda fue efímera, pues a los po-cos meses, concretamente el 20 de ene-ro del año siguiente, 1245, la Orden deSantiago conveniaba con los herederosdel caballero el paso de ese castillo a lamilicia santiaguista, cedido a ella porGuillermo por su alma tras tomar esoshábitos. En esa carta los beneficiarios, Pe-lay Pérez Correa, maestre de la Orden, yPedro Pérez, comendador de Segura, trasrecibir la plaza de don Arnalt el Aleman etde su fiio Enrrique, habían de entregar a és-tos tres mil maravedís alfonsinos, cuatrocaballos y cinco mulas por guisamientodeste Enrrique de que ouiesse con que se gui-sar pora ir a so tierra –lo que nos ratificala extranjería del linaje de Guillermo–, asícomo trescientos cuatro maravedís y

141Elda medieval. El dominio cristiano

Signo rodado de un privilegio deAlfonso X el Sabio. Historia deAlicante, III, 1985.

Imagen del castillo de Eldadesde el Este (Archivo MuseoArqueológico Municipal deElda).

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medio por el cereal y vino que quedabaen la fortaleza, una mula y un rocín.

El señorío del infante Manuel

Tras poco más de una década enpoder de la Orden de Santiago estas tie-rras pasaron a formar parte del vasto se-ñorío que el rey Sabio concedió por todoel Vinalopó a su hermano, el infante Ma-nuel, dominio que alcanzaba desde Ye-cla y Villena hasta el puerto de Elche–Santa Pola actual–. No conocemos conexactitud la fecha en que la villa y casti-llo de Elda pasan a poder del infantecastellano, pero sí que no fue en 1262,como algún historiador ha creído deforma errónea al entender que esa data,en la que don Manuel recibe de su her-

mano el adelantamiento del reino deMurcia, tal y como apunta A. Ballesteros,es la que marca también el origen delseñorío manuelino en el Vinalopó. Nun-ca más lejos de la realidad. Habría, des-de luego, que retrotraer el momento a me-diados de la década anterior, pues el 14de abril de 1257 Alfonso el Sabio concedíaa los caballeros de la Orden de Santiagolos lugares de Aledo y Totana con to-dos sus términos y rentas a cambio deElda, que otorgaba a su hermano Manuel,y Callosa y Catral que quedaban paraél. La mención a Elda es clara: Et estos lu-gares sobredichos les do por camio de Ella quedi al inffante don Manuel mio hermano. Lacuestión es cuándo entregó esa plaza alinfante. Todo parece indicar que poco an-tes. De la lectura de la biografía que A.

Ballesteros hace del rey Sabio se des-prende que en 1256, un momento detensión en la frontera sur valenciana porlas correrías de Al-Azraq que había cris-pado las relaciones entre Jaime I y el reyde Castilla por la complicidad de Al-fonso X con el caudillo musulmán re-belde, don Manuel ya señoreaba los do-minios del Vinalopó –Elda y Villena diceel biógrafo del rey– y desde esos dominiosen la raya misma con el reino de Valen-cia mantenía una constante relación,aunque secreta, con Al-Azraq. Esta mis-ma idea es defendida por el cronista Zu-rita, quien para ese mismo año refiere: Per-severó mucho Alazdrach en su rebelión y tra-ía sus pláticas secretamente con el infanteManuel hermano del rey de Castilla que eraseñor de Villana. Lo cierto es que el año1256 es trascendente para estas tierras porcuanto fue ese verano cuando contrajonupcias el citado infante de Castilla,Manuel, con una hija de Jaime I, Cons-tanza, hermana de la que era su cuñada,Violante. Matrimonio que se había ide-ado como punto de acercamiento enunas relaciones entre Castilla y la Co-rona de Aragón tensas desde hacía tiem-po. Puestos a imaginar, si don Manuel ha-bía de constituir el puente entre ambasCoronas, como en su tiempo lo habíasido el propio rey castellano, de infante,contrayendo matrimonio con una hija delConqueridor, cabe pensar en la posibilidadde que Alfonso X le ofreciese entonces elseñorío del Vinalopó en cuanto fronte-ra directa con el reino de Valencia. Lafecha de 1256 tiene sentido.

Entre 1264 y 1266 se produjo en to-das las tierras del antiguo reino de Mur-cia la rebelión de la mayor parte de suspobladores musulmanes contra el do-minio castellano. Las razones de estegran levantamiento, como bien explicóel malogrado M. Rodríguez, estuvieronen relación directa con la política coer-citiva hacia la comunidad islámica em-prendida por el poder cristiano tras la su-bida al trono de Alfonso X y que supo-nía un claro incumplimiento del Tratadode Alcaraz. La concesión de importantesdominios a grandes señores castellanos,entre ellos el infante Manuel, y al tiem-po un progresivo fortalecimiento del re-alengo en cuanto a crecimiento de cier-tas poblaciones del reino engullendo ensu alfoz comunidades campesinas has-ta ese momento independientes, pro-vocó un serio empeoramiento en las con-diciones de vida de la población autóc-

142 H I S T O R I A D E E L D A

Imagen del castillo con la zonaexcavada donde se presume se

situaba la capilla o iglesia deSanta María (Archivo MuseoArqueológico Municipal de

Elda).

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tona. Este malestar fue aprovechado porun grupo de presión islámico, ajeno a lasautoridades regnícolas que se habíansometido a Castilla años antes, para en-cender la mecha de la agitación.

La revuelta se inició de manera uní-sona en todo el reino murciano en la pri-mavera de 1264. La situación era muydifícil, pues al éxito del levantamientoen sí, magnificado por la importancianumérica de la población rebelde, se uníael hecho de que Andalucía conociera deidéntica situación y de que las tropascastellanas decidieran actuar inicialmenteen las tierras de la Bética. La simulta-neidad del levantamiento musulmánobligó a Alfonso X a pedir auxilio a su sue-gro, el rey de Aragón. Éste no dudó en ayu-darlo y con un importante ejército des-cendió hasta las tierras murcianas parasofocar la revuelta. Previo a la presenciade Jaime I en los dominios de su yerno,su hijo el infante Pedro realizó una seriede incursiones en la primavera de 1265para calibrar la resistencia musulmana.Ramon Muntaner, el cronista que nosnarra el hecho, apunta que el infantearagonés tallà e afogà tota la horta d’Ala-cant, e Nompot e Agost; e puis tallà Elx e la Valld’ElA.la e de Noetla, Villena e Asp, Petrer,Crivillén, Cretal, Favanella, Callosa, Guar-damar, Oriola, e anà entrò sus al castell deMontagut, qui és en la horta de Múrcia, e ellen aquell lloc tallà e afogà.

No obstante estas escaramuzas, laverdadera ayuda del rey de Aragón seprodujo en noviembre de ese año cuan-do, solventadas no pocas controversiasde orden interno relativas a esa colabo-ración, Jaime I alcanzó la frontera deBiar al frente de un ejército notable al quese habían unido contingentes castellanos.Antes de alcanzar la primera poblaciónmurciana, Villena, don Jaime dispusoun plan de actuación que tendía a la ob-tención de las plazas rebeldes a travésde medios pacíficos, es decir de capitu-laciones, antes de emplear la fuerza mi-litar, aunque para conseguir lo primerose hubiese de amenazar con lo segun-do. En la victoria más luce la clemencia queel castigo dirá Zurita siglos después, ala-bando la estrategia del rey de Aragón. Yasí los rebeldes de Villena, al requeri-miento de Jaime I se apresuraron a pre-sentarse ante él y hacerle partícipe desus quejas, que mucho tenían que vercon el dominio que su señor, el infanteManuel, ejercía sobre ellos. Tras asegu-rarles su situación anterior, en cuanto

mantenimiento de religión, costumbres,derechos y propiedades, así como el per-dón de su yerno –don Manuel–, los mu-sulmanes villenenses prometieron so-meterse de nuevo a su señor.

De Villena la tropa del rey de Aragónpasó a Elda, donde los musulmanes yahabían iniciado contactos con la seño-ría para rendirse. O al revés, solicitandosu rendición, pues sabemos que haciael 20 de diciembre el rey Jaime enviabaun mensaje a los eldenses a través de untrujumán llamado La Ejea con el fin depactar su sometimiento. Acampado elejército en las cercanías de la población,aseguraron los moros que la entregarían –diráZurita– temerosos de ver arrasados suscampos y asaltada la villa. Así de explí-cita es la Crònica del rey Jaime:

E moguem d’aquí –se refiere a Vi-llena– e anam a Ella, e no albergamdins la vila, per ço quant los sarraïns en-cara no s’eren ben renduts a don Ma-nuel, de qui eren. E enviaren-nos a pre-gar que hom no els talàs ne els faés mal,e que ells farien a nostra voluntat. E ven-gren a nós que els déssem porters e hòmensque els guardassen llur horta, e que no elsfaés hom mal, e faem-ho.La cercana Petrer sería el siguiente

paso. A la solicitud de rendición por par-te de Jaime I los petrerenses contrapu-sieron más altas reivindicaciones, ha-ciendo llegar hasta el rey de Aragón tresnegociadores designados por la poblaciónrebelde, dos viejos de la comunidad mu-sulmana y un judío, que expusieron anteel rey Conquistador las razones de la su-blevación, no siendo otras que el in-cumplimiento por parte de la señoría, en-

143Elda medieval. El dominio cristiano

Imagen de uno de losenterramientos de la necrópoliscristiana del castillo (ArchivoMuseo Arqueológico Municipalde Elda).

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carnada en Jofre de Loaysa, de los pactoshabidos con ellos. Los emisarios pre-tendieron entregar la villa a Jaime I, peroel rey no aceptó, aunque les aseguró queserían observados sus acuerdos con eldominus loci si rendían la plaza. «Con-fiados en su palabra –refiere Torre Fon-tes– entregaron el castillo a los repre-sentantes de don Jofré que iban en lahueste del rey de Aragón».

El Llibre dels feits nos apunta cómo Jai-me I, en el auxilio a su yerno, cruzó de Vi-llena a Alicante por Elda y Monforte y deallí hasta Elche, Orihuela y el resto de tie-rras murcianas, sometiendo, bien porcapitulación bien por cerco, todo el te-rritorio. Una vez conquistado el reinorebelde por los caballeros catalanes de Jai-

me I, y repoblado en parte por ellos, el reyde Aragón entregó sus conquistas a Cas-tilla, con lo que el infante Manuel volvióa recobrar todos sus dominios. Esto su-cedía en 1266. La recuperación por par-te de Castilla de un reino de Murcia con-quistado y repoblado por aragonesestras la revuelta, provocó importantescambios de todo orden; demográficos,pues a la marcha de algunos contin-gentes musulmanes se unieron nuevas re-poblaciones castellanas que venían a pa-liar la escasez de elementos cristianosasí como a compensar la presencia, porotro lado no demasiado importante, decatalanoaragoneses; socioeconómicos,con una modificación drástica de la es-tructura del poblamiento que condujoa la despoblación y ulterior abandono dealdeas y centros comarcales y la con-centración de la población en las villasmuradas, así como una reordenación dela red de comunicaciones, originandoun aislamiento del territorio murcianoen sus frentes Norte, con Valencia, y Sur,con Granada; y finalmente, y productode la implantación de la hegemonía feu-dal, un cambio cultural producido porel establecimiento de una estructuraeclesiástica y una política evangelizado-ra. La falta de fuentes documentales y cro-nísticas nos impiden conocer el alcancede tales cambios en las tierras del Vina-lopó, aunque no debemos dudar de losmismos, pues como veremos al tratarde los aspectos socioeconómicos serátras la revuelta de 1264 cuando se pue-dan vislumbrar algunos de estos maticesrelacionados con una mayor presencia depoblación cristiana, tanto en Elche, ca-beza de distrito, como en Elda, aunqueen esta última población la inmensa ma-yoría de sus vecinos seguía dirigiendosus oraciones hacia La Meca.

El infante Manuel mantuvo el se-ñorío hasta su muerte, ocurrida en 1284.En su testamento legaba las rentas de loslugares de Elda y Novelda a su hija Vio-lante Manuel, aunque la jurisdicción delos mismos quedaba en poder de su her-mano Juan Manuel centralizada en El-che. Si bien, debido a la minoría de edadde éste – a la muerte de su padre conta-ba dieciocho meses–, también hijo del di-funto y heredero de todo su señorío, losregentó la viuda, Beatriz de Saboya, se-gunda esposa del hermano de Alfonso Xy madre del heredero. Tras el óbito dedoña Beatriz, acaecido en 1290, Violan-te Manuel se hizo cargo de su parte de

144 H I S T O R I A D E E L D A

Fronteras de la Corona deAragón en el sur, 1244-1304.

Historia de Alicante, III,1985.Mapa con las ciudades delPacto de Teodomiro (según del

Estal).

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la herencia y pasó a percibir la renta delValle Medio del Vinalopó. Poco tiempotuvo para poder disfrutarla en paz, pues-to que en 1296 estas tierras de conquis-ta cristiano-castellanas quedaron, trasuna «guerra relámpago», anexionadaspor Jaime II a la Corona de Aragón.

La incorporación de las tierrasdel Vinalopó a la Corona deAragón

Como señala Mª T. Ferrer, a pesarde que Jaime I reconquistó el reino deMurcia para Castilla tras la revuelta mu-déjar de 1264, sus sucesores se esforza-ron por corregir esa decisión y recuperarel reino. Este ánimo expansionista y he-gemónico sobre las tierras murcianasfue el que llevó a Jaime II de Aragón a in-corporarlas a la soberanía de la Coronacatalano-aragonesa. Para ello el rey Just,como la historiografía ha bautizado aJaime II, hubo de abandonar definitiva-mente el proyecto ideado por su padre,Pedro III el Grande, de dominar políti-ca y económicamente el Mediterráneocentro-occidental que le había llevadoa una guerra con Francia y al entredi-cho del Papado. Certificada la paz con elcapeto, reconocido por Roma como pa-ladín de la Cristiandad –Bonifacio VIIIle concedió el título de vexillarius, capitaneuset admiratus generalis Ecclesiae–, el rey de Ara-gón proyectó una política más posibilistaque alcanzaba a modificar la fronterapactada por su abuelo Jaime I con el in-fante Alfonso de Castilla en Almizra,para llevarla hasta el río Almanzora, enla actual provincia de Almería, recupe-rando así el espacio murciano que en elprimero de los tratados de frontera ha-bidos entre las dos potencias, el de Tu-dillén de 1151, quedaba dentro del espaciode influencia y dominio de la Coronade Aragón.

La conquista aragonesa delreino de Murcia. 1296-1304.

Varias fueron las razones, o los mo-tivos si se quiere, que indujeron al rey deAragón a conquistar las tierras que suabuelo tan «generosamente» entregó aAlfonso de Castilla. Encontramos rup-turas de alianzas, rupturas matrimo-niales, falta de descendencia de legíti-mo matrimonio, intrigas nobiliarias yun largo etcétera de causas. Si bien, la más

fundada de ellas quizá fuere la guerracivil que se inició en los últimos días devida del rey Sabio motivada por la lu-cha de dos facciones por la conquistadel trono castellano y la donación por tresveces de una de las facciones –la de losinfantes de la Cerda– al rey Jaime de Ara-gón de las tierras del reino de Murcia acambio de su apoyo militar para hacer-se con la corona. No encontró el rey deAragón mejor excusa para lograr algoque catalano-aragoneses soñaban comosuyo. De tal modo fue así que en la pri-mavera de 1296 entró con sus tropas enterritorio castellano-murciano, despuésde haber creado un clima de opinión fa-vorable a sus intereses a través de emi-sarios, y en muy poco tiempo logró so-meter toda la región, salvo bastionescastellanos, caso de Lorca y Mula, que síle resistirían.

Centrándonos en los sucesos del Vi-nalopó, en los momentos iniciales de laconquista, 28 de abril de 1296, el rey Jai-me comunicaba por carta al infante Al-fonso, hermano de Dinís, rey de Portu-gal, y esposo de la infanta Violante Ma-nuel, señora de Elda y Novelda, que trashaber recibido el reino de Murcia delrey de Castilla –evidentemente se trata deun eufemismo, entendiendo como tal aAlfonso de la Cerda– y disponiéndose atomar posesión del mismo, había de re-conocerlo como legítimo soberano envirtud de esos dos lugares que le perte-necían en concepto de dote. En princi-pio, al igual que su cuñado don JuanManuel, señor de Elche, el infante por-tugués fue reacio a reconocer a los ara-goneses como nuevos señores, si bien, notuvo más remedio que hacerlo a los po-cos meses si, como señala Muntaner, viopeligrar sus dominios –E dins aquell tempsque el setge se tenia (Elche), hac tota la Vall d’E-

145Elda medieval. El dominio cristiano

Fragmento de enlucido de unade las estancias del castillo conun grafito de un barco (Archivodel Museo ArqueológicoMunicipal de Elda).

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tla e de Noetla, e Nampot, Asp, Petrer, laMola–. A primeros de junio Jaime II con-cedía guiaje a los musulmanes de Elday Novelda durante el tiempo acordadocon sus señores, Violante Manuel y Al-fonso, para que le reconociesen comorey de Murcia.

El 27 de julio los procuradores dedon Juan Manuel se presentaron anteel rey y se acordó que, como aquél todavíano tenía edad suficiente para pronun-ciarse en uno u otro sentido en cuantoal reconocimiento al monarca aragonéshasta que no contase con veintiún años–aún le restaban siete–, su señorío pasaríaa la soberanía de la Corona de Aragón entanto don Juan Manuel no tuviese esaedad. Cumplidos los veintiún años, siel infante reconocía a Jaime II como reyrecobraría sus posesiones. En este acuer-do quedaron igualmente aseguradas lasposesiones que su hermana Violante te-nía en el Vinalopó:

E como non aya ay emos assegura-do por amor de don Johán é de dona Yo-lant su hermana por raçon de los buenosdeudos que an con nos los logares de Eldaé de Novelda, aun los asseguramos, asícomo á toda la otra tierra del dicho donJohán que ha en el regno de Murcia.Durante esas dos fechas, es decir,

entre abril y julio de 1296 los poblado-res musulmanes de Elda y Novelda, jun-to con los de Petrer, quedaron asegura-dos en sus bienes y posesiones sub nostraproteccione et guidatico speciale diría JaimeII. El alcaide de estos lugares era Juan Gar-cía de Loaysa, a la vez que alcaide y señorde Petrer.

La tregua entre rey e infante finali-zaba el 27 de julio de 1303, por cumpliréste en ese año la edad establecida en elacuerdo. Sin embargo, y como don JuanManuel todavía no había reconocido lasoberanía aragonesa, dos meses antesse reunieron ambas legaciones de nuevocon objeto de alcanzar otro acuerdo, es-tableciéndose la boda del infante condoña Constanza, hija del rey Jaime. Bodaque se hubo de aplazar por espacio deocho años, dada la corta edad de la no-via. Durante todo ese tiempo, en teoría,las cosas con respecto al señorío del Vi-nalopó habían de quedar como estabananteriormente. De este modo, el 13 demayo de 1303 Jaime II ampliaba la tre-gua que había concedido a las pobla-ciones de Elda, Novelda y demás lugaresque componían su señorío en tierra mur-ciana.

El fin de la guerra: lasentencia arbitral de Torrellas

El fracaso de la candidatura de Al-fonso de la Cerda a causa de la bula pa-pal que legitimaba a Fernando IV comorey de Castilla, junto con problemas no-biliarios en el seno de Aragón, condujoa que Jaime II, ya en los primeros añosdel naciente siglo XIV, se replantease supolítica con respecto a Castilla. La so-lución a la guerra castellano-aragonesase produjo en 1304, cuando en virtudde la sentencia arbitral de Torrellas –y lue-go del posterior acuerdo de Elche el añosiguiente– el reino de Murcia en dispu-ta fue dividido en dos mitades, una paracada rey, quedando como divisoria elcurso del Segura en su parte baja; si bien,Guardamar, en el margen derecho de sudesembocadura, también quedaba parala Corona de Aragón. Lo cierto es que lastierras norteñas del reino de Murcia, en-tre las que se encontraban:

Alacant, Elche con su puerto de maré con todos los lugares que recuden á ell,Ella é Novella, Oriolla con todos sus ter-minos é pertinencias, quantas han é de-ben haber é asi como taja lagua de Seguraenca el regno de Valencia entro al mas su-sano cabo el termino de Villena, sacadala ciudat de Murcia é Molina con susterminos ... .pasaron a formar parte a partir de ese

mismo instante de los dominios del reyde Aragón. Esta sentencia fue firmada el8 de agosto de 1304.

Señala E. Abad que ese mismo día8 Jaime II concedió procuración aGonçalvo Garcia para recibir del rey deCastilla los lugares de Elda y Novelda,los quales deven seer livrados á nos segunt elarbitrio ó sentencia dada entre dicho rey deCastiella e nos, y encomendarlos a Perede Montagut para que los tuviese se-gún la Costumbre de España. Sabemosque se estableció una comisión forma-da del lado castellano por Diego García,consejero del rey de Castilla, mientras quedel aragonés por el mentado GonçalvoGarcia, quienes acudirían al reino deMurcia para proceder a su división, que-dando encargado entonces Diego Gar-cía de hacer entrega a Gonçalvo de losdichos lugares de Elda y Novelda. Dosdías después, Fernando IV de Castilla li-beraba del juramento de fidelidad quele debían a todas las villas que corres-pondía pasar a la soberanía aragonesa.Sin embargo, a mediados de noviem-

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bre de ese año los lugares de Elda, No-velda y Elche todavía no habían ingre-sado en el señorío del rey de Aragón. Eldía 15 de ese mes Artal de Huerta, co-mendador santiaguista de Montalbán,declaró haber estado preparado pararecibirlos de manos de Juan Osores,maestre de Santiago, cosa que no ocu-rrió. El tiempo transcurría y las tierrasdel medio Vinalopó no se incorpora-ban al dominio de Jaime II; todo porculpa del rey de Castilla. Tras la sen-tencia de Torrellas se acordó que laspropiedades de Violante Manuel habíande pasar con toda la jurisdicción a lasoberanía aragonesa, y en compensa-ción Fernando IV prometía indemni-zar a su dueña con otras heredades. De-bió el rey Jaime ese otoño intentar des-poseer a la infanta de sus propiedades.Entonces, el 21 y el 28 de noviembre,primero doña Violante y después su her-mano don Juan Manuel suplicaron aJaime II, como primos que eran, que noactuase de ese modo hasta verse in-demnizada con otras tierras en Casti-lla. El 14 de diciembre Jaime II paralizabael embargo de las rentas del medio Vi-nalopó. En febrero de 1305 Fernando IVofrecía a doña Violante Manuel a cam-bio de Elda y Novelda los lugares deMedellín y Arroyo del Puerco, en la Ex-tremadura castellana. Sin embargo, enel verano de ese año todavía no se habíasolucionado el conflicto; al parecer, el rey

de Castilla no entregó todo lo que habíaprometido. Este hecho llegó a poner enpeligro el Acuerdo de Elche que venía aadecuar el lapso de Torrellas vinculan-do Cartagena a la Corona de Aragón,al dar orden Jaime II de no devolver laplaza murciana hasta no haber obteni-do Elda y Novelda. Pidió asimismo la in-tervención del rey de Portugal a fin deque intercediese ante Castilla para re-solver el problema, habida cuenta deque era su hermano el gran perjudicado,pues podía perder las posesiones del Vi-nalopó antes de haber recibido la com-pensación castellana. El asunto alcanzótal hastío del lado aragonés que JaimeII se plateó, incluso, tomar esas pobla-ciones por la fuerza; medida que ter-minaría desestimando por razón de laamistad y vínculo familiar que le unía consus señores.

Tras varios meses de espera demos-trando paciencia y buena voluntad consus primos, finalmente se decidió porarrebatar los lugares a sus dueños. Por talmotivo, el 11 de agosto el infante donJuan Manuel se dirigía al rey de Aragónpara apelar en favor de su hermana. Noobstante, Jaime II se mantuvo inflexibley en septiembre le contestaba que, aun-que no estaba dispuesto a desprendersede ese territorio, escribiría de nuevo alrey de Portugal para que éste intercedie-se ante el de Castilla a fin de que doña Vio-lante recibiese al completo lo prometido

147Elda medieval. El dominio cristiano

Mapa del Obispado deCartagena en la Baja EdadMedia. Historia de Cartagena, VI,1986.

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en Extremadura. Mientras trascurría esetiempo, Jaime de Aragón dispuso quetodas las rentas de esos lugares impaga-das hasta la fecha fuesen satisfechas asus señores. La solución final vino en fe-brero de 1306, aunque poco tiempo le que-dó a la hija del difunto don Manuel paradisfrutar de sus posesiones extremeñas,ya que a principios de ese otoño fue ase-sinada por o a instancias de su esposo, Al-fonso de Portugal, en un episodio nadaclaro que el rey Dinís, aun reconociendoel clamor que relacionaba a su herma-no con tan tremendo homicidio, noti-ficó a su cuñado Jaime II como óbitotras una grave enfermedad.

Los ocho años de guerra con Casti-lla por el control del territorio murcia-no provocaron una importante sangríademográfica en estas tierras, afectando,como es de imaginar, a los colectivosmás desfavorecidos. Es así que tras lafirma del tratado de Torrellas, Jaime IIiniciase una política de captación detodo ese capital humano, sobre todo enlos ámbitos de dominio real. A finales deese año escribía a los musulmanes quison salidos de Elda y Novelda para señalar-les que en los pactos habidos con el reyde Castilla esos lugares quedarían porasiempre en sus dominios, pidiéndoles porello que regresasen a sus casas y pusiesenen cultivo sus campos.

Reinas, primogénitos,infantes. Los nuevos señoresdel Valle de Elda

Pero, no permanecieron en el rea-lengo las tierras del Vinalopó. Aún antesde haber sido recuperadas para la Coronacatalano-aragonesa, Jaime II concedíalos lugares y las rentas de Elda y Novel-da a su esposa doña Blanca. Esto suce-día en abril de 1305. La reina Blanca de-sarrolló una política de mejora de sus do-minios del Vinalopó, invirtiendoimportantes sumas de dinero en la reha-bilitación y mejora del castillo, la al-hóndiga y los baños de ambas pobla-ciones. Fue precisamente en estos años,hablamos de marzo de 1308, cuandodecidió activar la capilla del castillo fi-nanciando la presencia de un presbíte-ro para que celebrase misas de maneracontinuada, en un intento de atraer ycohesionar al elemento demográficocristiano, tan necesario en un espaciomayoritariamente islámico.

Doña Blanca murió en 1310, conlo que estos lugares volvieron de nuevoal realengo. Si bien, en 1314 sus rentas,junto con las de Aspe, pasaron a formarparte del patrimonio del primogénitode Jaime II, el infante Jaime, hasta untotal de 54000 sueldos. Como éste no lle-gó a ceñirse la corona, pues renunció aella y entró en religión, quedando en-tonces como primogénito el infante Al-fonso, Jaime II le entregó esas rentas y de-rechos en febrero de 1320. Parece quelas rentas de estos valles quedaron ads-critas durante algún tiempo a los pri-mogénitos de la Corona de Aragón, ya quecuando a la muerte del rey Jaime –1327–su hijo Alfonso ocupó el trono éstas pa-saron a manos del infante Pedro, tambiénprimogénito. Aunque disfrutase de ellaspoco tiempo.

A primeros de 1329 Alfonso IV deAragón contraía segundas nupcias conuna infanta castellana, Leonor, her-mana de Alfonso XI. De ese matrimo-nio nacía el infante Fernando, a quiensu padre, el 28 de diciembre de ese año,concedió el título de marqués de Tor-tosa y en franco y libre alodio, junto conlas ciudades de Tortosa y Albarracín,casi la totalidad de las tierras localizadasal sur de la línea de Jijona, las mismasque habían sido recuperadas para laCorona de Aragón en 1304 por JaimeII –et etiam castra et loca nostra de Oriola,Caylosa, Guardamar, Alacant, Nompot,Etla, La Mola, Novella et Açp, in regno Va-lentie situata–. Este vasto señorío le fueconcedido a don Fernando con todossus términos, pobladores, rentas y ju-risdicción, habiendo, no obstante, el in-fante de respetar y observar ciertasprohibiciones, como la extracción de ce-real y de diversas «cosas prohibidas»–caballos, alquitrán, armas, hierro,etc.–, los Usos de Barcelona, los fuerosy costumbres, etc.; recogiéndose fi-nalmente en el privilegio que en casode que él o sus sucesores muriesen sindescendencia masculina legítima, ofuesen promovidos al trono, la dona-ción revertiría íntegramente a la Co-rona.

Como el infante todavía era muypequeño, el 11 de enero de 1330 su ma-dre, doña Leonor, fue nombrada tuto-ra y administradora de esos bienes, confacultad para nombrar o revocar al-caides u oficiales de ese dominio. Díasantes, el 4 de enero, se comunicaba a laspoblaciones antedichas que el 21 de

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Jarra (siglos XIV-XV) procedentede las excavaciones del casco

antiguo (Archivo MuseoArqueológico Municipal de

Elda).

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ese mes habían de comparecer sus pro-curadores ante el rey para prestar ju-ramento de fidelidad y homenaje al pe-queño infante. Igualmente, con idénticafecha se ordenaba a los alcaides de loscastillos que habían de presentarse anteél para entregarle las fortalezas. De estemodo Fernando de Aragón, primero através de su madre y posteriormentepor él mismo, mantuvo en señorío lastierras extremo meridionales de la Co-rona de Aragón más de treinta años.

Los conflictos bélicos del sigloXIV: la guerra con Granada yla guerra de los dos Pedros

El reinado de Alfonso IV de Aragónse inició con graves problemas con elreino de Granada, suceso que puso enestado de alerta a las tierras del in-fante Fernando, dada la proximidadcon el dominio nazarí. A principios de1331 el pacto castellano-aragonés sig-nado en 1329 contra los nazaritas que-dó hecho añicos cuando Alfonso XIfirmó por su cuenta una tregua de cua-tro años con Muhammad IV. Ello per-mitió a Granada centrar sus opera-ciones sobre las tierras de la Corona deAragón. Tal fue así, que en octubre de1331 un contingente granadino com-puesto, a juicio de Zurita, por cincomil jinetes y quince mil peones entrópor tierras de Orihuela talando suhuerta hasta alcanzar Guardamar, lu-gar que fue saqueado y destruido porestar muy mal reparado y no nada forta-lecido. Según el mismo autor, estuvo apunto de perderse en esta entrada mu-

sulmana todo el señorío oriolano dedon Fernando. Al parecer, el ataquegranadino se hizo atendiendo la peti-ción de los pobladores mudéjares de es-tas tierras:

que los moros de los valles de Ri-quote y de Elda y Novelda y de los lu-gares de Elche y Crevillén y universal-mente todos los del reino de Valencia so-licitaban cada día al rey de Granada quefuese con su poder con muy grandesofertas que le entregarían a Alicantey a Elche y Crevillén y La Muela con elval de Elda, y que se alzarían todas lasaljamas.En esta entrada las fuerzas nazaritas

utilizaron para abatir los muros pelotasde hierro que se lanzaban con fuego, tras laque regresaron a sus posiciones con elfin de preparar una gran ofensiva porlas tierras alicantinas. Mientras, el reyde Aragón ordenó la concentración desus tropas en aquella frontera. Esta co-rrería fue muy provechosa para el rey deGranada, pues según conoció AlfonsoIV por carta de Llop Ximenis de Pe-rencisa, lugarteniente del procurador delreino de Valencia, los musulmanes con-siguieron mil quinientos cautivos en-tre hombres, mujeres y niños, ocho-cientas yeguas, dos mil vacas y un nú-mero importante de ganado menor,además de viente mil cahices de trigo.Cuatrocientos mudéjares ilicitanos,con ochocientas acémilas, marcharonvoluntariamente con ellos, apuntan-do Bellot que también hizo lo propioun importante número de musulmanesdel Valle de Elda.

A principios de 1332 se conocióque el rey de Granada preparaba una

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Jarra decorada con óxido demanganeso (siglos XIV-XV)procedentes de las excavacionesen el Casco Antiguo (ArchivoMuseo Arqueológico Municipalde Elda).

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nueva incursión a territorio valenciano,motivo por el cual se ordenó que todala frontera quedase bien pertrechada yalerta. Sin embargo, fue a primeros deabril cuando se produjo. En esas fe-chas, los granadinos entraron en el se-ñorío del infante Fernando para po-ner sitio a la villa de Elche con una tro-pa superior en número a la utilizada enla campaña anterior. Al conocer de lallegada a la comarca de un ejército ca-talano-aragonés que comandaba el pro-pio Alfonso el Benigno, Ridwan, el cau-dillo granadino, decidió retirarse sinlograr su objetivo. La paz definitivaentre Granada y la Corona de Aragónfue signada en junio de 1335. El año si-guiente moría Alfonso IV sucediéndo-le su hijo Pedro, que sería conocidocomo Pedro IV el Ceremonioso.

A partir de estos momentos y has-ta mediados de la década de 1350 sonciertamente escasas las noticias que te-nemos acerca de las tierras del Vinalo-pó, sin lugar a duda debido a que per-tenecían al señorío de don Fernando deAragón, razón por la que no aparecensi no de forma esporádica en la docu-mentación de la real Cancillería. Seráa partir de 1356 cuando estos encla-ves resuenen de nuevo, y lo harán conocasión de la guerra que sostuvieron losreyes de Castilla y de Aragón conocidacomo guerra de los dos Pedros.

Fue en los primeros días de agos-to de 1356 cuando, tras un desafortu-nado incidente en aguas gaditanas pro-vocado por marinos catalanes contra al-gunas naves italianas aliadas del reinocastellano, Pedro I de Castilla ordenóla confiscación de todos los bienes dearagoneses en sus dominios y mani-festó su enemistad a los estados de laCorona de Aragón. Era esto una de-claración de guerra. Muchos fueronlos argumentos aducidos por Pedro I enesa declaración de enemistad, si bien,el motivo real fue el intento de recu-peración por parte de Castilla de lastierras murcianas que en virtud de lasentencia de Torrellas quedaron inte-gradas en la Corona de Aragón.

En aquellas fechas, mientras Pe-dro IV se aprestaba a la defensa de suterritorio, su hermano Fernando, ene-migo por entonces del rey de Aragón,dispuso similares medidas defensivas ensu señorío de la Gobernación de Orihue-la. En defensa del Valle de Elda quedócomo frontero Joan Ximenis de Pe-rencisa, baile general del señorío y al-caide del castillo de La Mola. Desdeesos mismos instantes hasta finalesdel año siguiente, el señorío oriolano delinfante don Fernando sirvió en el con-flicto al lado de Castilla. Durante esetiempo las tierras del medio Vinalopó,y más concretamente sus fortalezas de

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Mapa de las campañas de PedroI en el Sureste. Historia de

Cartagena, VI, 1986.

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La Mola y de Elda, junto con las plazasmenores de Monóvar y Chinorla, sir-vieron a su señor como base de opera-ciones para intentar alguna accióndiplomático-militar en lascomarcas valencianas alnorte de Jijona, como elintento de toma delcastillo de Biar en oc-tubre de ese año.

En mayo de1357 los reyes liti-gantes firmaron unatregua por un año,tregua que cada mo-narca aprovechó dedistinta manera. Algu-nos meses después, losprocuradores de Pedro elCeremonioso entraron en con-versaciones con su hermanastro Fer-nando con el fin de que el señor deOrihuela y del Valle de Elda volviese aprestar servicios a la Corona de Aragón.La avenencia entre rey e infante se pro-dujo en diciembre de ese año, lo quesignificó que desde ese mismo instantey hasta la muerte de éste, producida enel verano de 1363, sus dominios allen-de Jijona se convertían en bastiones de-fensivos valencianos contra Castilla,pues incluso Petrer, villa y castillo pro-piedad de García Jofre de Loaysa, queprestaba servicio del lado de Castilla, amediados de 1359 se avino a la obe-diencia del rey de Aragón de la manodel infante Fernando. En ese lapso tem-poral –de 1358 a 1363– se intercalaronacciones bélicas con treguas entre losdos contendientes. Si bien, en las tie-rras del medio Vinalopó tales accionesno fueron más que razzias o entradasde castigo de caballeros murcianos conánimo de saquear y destruir. Fue en losmeses siguientes a la muerte de don Fer-nando cuando la guerra penetró abier-tamente en estas comarcas. A pesar delas medidas defensivas ordenadas por Pe-dro IV, a primeros de diciembre de 1363entró el rey de Castilla con un importanteejército y en muy poco tiempo logró laconquista de gran parte del territorioalicantino. Las poblaciones de la vall–Elda, Novelda y Aspe– no ofrecieronresistencia alguna a las tropas castella-nas rindiéndose al verlas, salvo La Mola,que cayó después de un fuerte asedioen el que intervinieron numerosas má-quinas de guerra. Los hechos que a con-tinuación sucedieron fueron muy trá-

gicos para Elda. Con un número de de-fensores muy exiguo, que no superaríala docena de hombres, los habitantes

del lugar entendieron que no teníanninguna posibilidad de resistir

el envite de un ejército cas-tellano que ascendía

aguas arriba desde El-che. Entonces para evi-tar ser masacrados sealzaron contra laguarnición del casti-llo con ayuda de unode esos defensores,Rodrigo de Ganga,

que asesinaron y deca-pitaron para ofrecer sus

cabezas, junto con las lla-ves de la fortaleza, a Pedro

de Castilla. Hasta la finalización del con-

flicto, en el verano de 1366, estas tierrasestuvieron controladas por Castilla. Sibien, y como dato curioso, en su recu-peración por parte del rey de Aragón nose volvieron a emplear las armas. La en-trada, en los primeros días de 1366, deun ejército de mercenarios al servicio dePedro IV y la guerra civil que se desató enCastilla entre petristas y trastamaristasprovocó el abandono de casi todos los lu-gares controlados por castellanos. Tales así que en el verano de ese año, con-cretamente desde el 15 de julio, las po-blaciones del Vinalopó habían vuelto ala soberanía de la Corona de Aragón.

Del dominio extranjero a ladote de reinas. Elda en lasegunda mitad del Trescientos

Aún antes de terminado el con-flicto con Castilla, el 9 de enero de1366, Pedro IV concedía a BertrandDuguesclin, uno de los capitanes mer-cenarios a su servicio, por la ayuda quele habría de prestar, el señorío de los Va-lles de Elda y Novelda en feudo de ho-nor y en la misma forma que lo habíaposeído el infante Fernando. Dugues-clin fue un famoso guerrero francés denoble linaje que participó de forma ac-tiva en la guerra de los Cien Años alfrente de un ejército de mercenariosdenominado las Compañías Blancas ycuya colaboración contra Castilla y susaliados ingleses pagó Pedro IV a preciode oro. Sin embargo, este caballero dis-frutó, siempre desde la distancia, muy

151Elda medieval. El dominio cristiano

Copia del sello de Pedro IV elCeremonioso (Archivo del Reinode Valencia).

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poco de sus rentas, pues si el 27 de no-viembre de ese año tomaba posesiónde esos castillos y lugares, el 15 de mar-zo de 1367, tras un acuerdo con el reyde Aragón, los Valles de Elda y Novel-da pasaban de nuevo a la jurisdicciónregia. También por poco tiempo. El 9de junio de ese mismo año el lugar y tér-mino de Novelda fue concedido a Matt-hew de Gournay, otro de los caballerosmercenarios; mientras que el 12 deagosto Elda y La Mola pasaban a poderde Hugh de Calviley, de igual condi-ción que los anteriores, que un añodespués, en julio de 1368, se hacía tam-bién con Aspe, con lo que todo el ValleMedio del Vinalopó quedaba de nuevoen manos extranjeras.

Transcurridos seis años, en 1377,ambos caballeros ingleses concertaron

con Pedro IV la venta a la Corona de susposesiones en el Vinalopó. Matthewde Gournay llegó a un arreglo rápido,y en los primeros días de 1378, el 28 deenero, el rey Ceremonioso concedía elValle de Novelda junto con el castillode La Mola a su esposa la reina Sibil.la,de por vida, con todas sus rentas, tér-minos y habitantes. Pero no sucediólo mismo con respecto a las posesionesde Huhg de Calviley, entre las que secontaba Elda. La Corona ofreció a Cal-viley 40.000 florines pagaderos en Bru-jas a cambio de esos títulos de propie-dad, y el inglés estaba dispuesto a acep-tar la oferta. Pero el problema se suscitócuando la esposa del señor de Elda,Constanza de Aragón, pariente de lareina difunta Leonor, había de renun-ciar a sus derechos dotales para alcan-zar ese acuerdo, derechos que precisa-mente descansaban sobre las rentas deElda y Aspe. Tras arduas negociacio-nes que llevaron su tiempo, las tierrasdel Vinalopó regresaron de nuevo a laCorona, con la inestimable colaboracióneconómica de las comunidades loca-les, en septiembre de 1383, aunque caside inmediato pasaron a formar parte deldominio de la reina Sibil.la.

A juicio de E. Abad la gestión dedoña Sibil. la al frente de este señorío fuemuy favorable, aunque ciertamente bre-ve, pues a la muerte de su marido, Pedroel Ceremonioso, ocurrida en 1387, fueprocesada por su hijastro, Juan I, per-diendo sus posesiones del Vinalopó enfavor de la esposa de su rival, Violante deBar, que en febrero de ese año ya estabaal frente del señorío nombrando a ofi-ciales de su confianza.

A causa de serias dificultades eco-nómicas, transcurridos cinco años doñaViolante se vio obligada a vender par-te de su dominio levantino, en con-creto Novelda y la fortaleza de La Mola,al noble Pere Maça de Liçana por lacantidad de doce mil florines, sumaque fue pagada con la entrega de undébito del rey que estaba en poder dedicho noble. El 1 de mayo del año si-guiente Juan I concedía a Pere Maçaesos lugares en libre y franco alodio enatención a los servicios prestados porsu padre en la pasada guerra contraCastilla. Se daba así inicio al dominionoveldense de los Maça de Liçana. Peromantuvo las tierras de Elda y Aspe. Du-rante algo más de tres décadas Violan-te de Bar ejerció como señora de la vi-

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Mapa con la frontera castellano-aragonesa a partir del 1380.

Historia de Alicante, III, 1985.

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lla y castillo de Elda, señorío que, jun-to con Aspe, quedaría en cierta mane-ra vinculado al de la baronía de Co-centaina. Durante todo ese tiempo, laseñora se ocupó y preocupó de que susdominios del Vinalopó le asegurasenuna renta óptima. Pero la obtenciónde tales beneficios acarreaban inver-siones, condonaciones y fundamen-talmente protección; y todo ello fueatendido de modo conveniente pordoña Violante. En esos más de treintaaños fue incorporando a lugareños alaparato administrativo señorial, caso delos miembros de la familia Alputi; lu-chó contra la despoblación que afectabaa todas las morerías del reino con unapolítica fiscal ciertamente atractiva quebasculaba entre la condonación y laexención en los momentos de máximaprecariedad; y protegió a la poblaciónen los momentos de peligro por la pre-sencia en la comarca de almogávares,gentes dedicadas al robo de animales yrapto de personas con ánimo de obte-ner rescate por ellas, para lo que se cre-ará a finales del siglo XIV una Her-mandad de musulmanes y cristianosen las tierras de la Gobernación deOrihuela, o de tensión con los vecinos,pactando o directamente amenazan-do con duras acciones al marqués de Vi-llena para que impidiese que del ladocastellano de la frontera sajeños y vi-llenenses ocasionasen daños a su po-blación de Elda, así como a los señoresde la tierra, los Loaysa de Petrer y losMaça de Liçana en cuanto propieta-rios de las vecinas Novelda y Monóvar.

El siglo XV. La centuriaCorella

A finales de octubre de 1424 la rei-na Violante, viuda de Juan I desde ha-cía treinta años, vendió sus posesionesdel Vinalopó a Ximén Pérez de Corella,caballero y copero de Alfonso el Mag-nánimo, y a Francesc d´Arinyó, secre-tario del rey. A partir de ese instante lafamilia Corella será la que rija los des-tinos de buena parte del medio Vina-lopó, pues a Elda y Aspe pronto se uni-ría la villa y castillo de Petrer al desa-parecer el linaje Loaysa y quedarvinculado al oriolano Rocafull, con elque emparentaría nuestra familia.

Ximén Pérez fue uno de los per-sonajes más influyentes en la corte deAlfonso V. Con él participó en la toma

de Nápoles a principios de la década de1440, destacándose en el asalto a laciudad por la puerta de San Genaro, ysu valentía y lealtad le valieron a su li-naje el uso de las armas reales así comouna importante renta sobre la ciudaditaliana. La nómina de cargos que de-sempeñó en vida, algunos de los cualespudo traspasar a su sucesor, dicen mu-cho del personaje: gobernador generaldel reino de Valencia, virrey de dicho rei-no, así como circunstancialmente ca-pitán de tropas terrestres y navales o em-bajador ante cortes como la castella-na o la papal. En agosto de 1448 ampliósus dominios valencianos con la ad-quisición de la villa y baronía de Co-centaina a su señor Alfonso V, quien leconcederá el título condal. A su muer-te, producida una década después, en1457, su familia se había convertidoen una de las más importantes e in-fluyentes del reino.

Fue precisamente la trascendenciade su linaje la que le acarreó innume-rables enemigos, precisamente en supropio entorno, el nobiliario, y en esasluchas se vieron involucradas sus tierrasdel Vinalopó. Largo sería de explicarlas difíciles relaciones políticas del linajeCorella con otras familias dentro deltablero de influencias que habían deproyectar los linajes hacia la Corona.Los oponentes a una presencia políticatan avasalladora no dudaron en utilizartodas las armas que tenían a su alcan-ce para damnificar a Ximén Pérez y susdescendientes, pero éstos lograron za-farse de tales acciones gracias a la pro-tección regia. Dos fueron las familias quese alzaron frente al poder Corella, y am-bas con intereses en las tierras de la Go-bernación de Orihuela. Los Maça deLiçana utilizaron sus posesiones de La

153Elda medieval. El dominio cristiano

Rajola con el escudo de lafamilia Corella (1440-1444)(Archivo Museo ArqueológicoMunicipal de Elda).

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Mola, Novelda y Monóvar, así como eloficio de gobernador de las tierras allen-de Jijona de que gozó uno de sus fami-liares, para lesionar los intereses Core-lla en el Valle de Elda, perjudicando deforma notable a sus vasallos. Algo similarocurrió con los Cornell, quienes igual-mente desde la Gobernación de Orihue-la y el ejercicio de cargos públicos pro-cedieron contra los intereses Corellaen Elda y Aspe capturando y apresandoa sus habitantes y penalizándolos eco-nómica y judicialmente. Es así que du-rante buena parte del siglo XV la do-cumentación nos muestre un rosariode actuaciones bélicas de unos y otrossobre las tierras del Vinalopó, bien el-dense bien noveldense, capturando mu-sulmanes y destruyendo cosechas e in-fraestructuras de regadío. Del lado deCastilla fueron igualmente tensas lasrelaciones con el marqués de Villena,con idénticos resultados: asaltos, vio-lencias, robos y muertes en ambas ver-tientes de la frontera, marcada física-mente desde finales del reinado de Pe-dro el Ceremonioso por una torre quehacía las veces de aduana y atalaya vigíaen la loma del Portitxol o Força d´Elda yque ha dejado su huella física y topo-nímica como La torreta.

A Ximén Pérez le sucedió su hijoJoan Roiç y a la muerte de éste en 1478su hijo con idéntico nombre. Si bien porentonces la influencia política de la fa-milia ya no era la de antaño y menos aúnsu fortaleza económica. En diciembrede 1488 el tercer conde de Cocentainaarrendaba las rentas del Valle de Elda

a un grupo de caballeros valencianos porla cantidad de 64.000 sueldos durantecuatro años. Lo cierto es que Joan Roiçno solucionó con esta medida sus gra-ves problemas financieros. Trascurridoalgo menos de una década se vio obli-gado a vender parte de su señorío en elVinalopó, en concreto el lugar y tér-mino de Aspe a Gutierre de Cárdenas,señor de Elche, a finales de 1497. Alaño siguiente firmó un precontrato deventa de la baronía de Elda –Elda, Pe-trer y Salinas– a favor de la familia Co-loma, que se hizo con la villa al hacerefectiva la compra en 1513, quedandoasí desmembrado el patrimonio de losCorella en el Valle del Vinalopó.

Desde el punto de vista de proyec-ción exterior quizá fuesen los años cen-trales del Cuatrocientos cuando la villay castillo de Elda alcanzaron su cénitmedieval de la mano de los Corella. Asen-tada en la capital de reino por razones po-líticas, la familia contó con un impo-nente palacio en la villa de Cocentaina,cabeza de su señorío, haciendo levantarotro no menos importante en tierras delValle de Elda sobre el castillo de la loca-lidad que fue fuertemente remozado.Fortaleza-palacio visitado con frecuen-cia por sus señores, que acudían a él parapracticar el deporte favorito de la no-bleza: la caza. A este respecto sabemos quela residencia de Elda acogió en 1427 a lapersona real de Alfonso V, que acudió in-vitado por Ximén Pérez para cazar ensus pinadas, ya por otro lado referen-ciadas por don Juan Manuel en su Librode la Caza.

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Imagen de los restos excavadosde la atalaya de La Torreta

(Archivo Museo ArqueológicoMunicipal de Elda).

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La conquista cristiana del Sharqal-Andalus a mediados del sigloXIII provocó una ruptura pro-

funda en el desarrollo político de unacomunidad islámica que, en su con-junto, había venido conociendo un mo-delo de sociedad tributario-mercantila lo largo de quinientos años de ubi-cación en suelo ibérico. El dominiofeudal hizo añicos este modelo en elque espacio rural y mundo urbano,campo y ciudad en definitiva, se cons-tituían como los ejes vertebradores deuna sociedad que, aunque marcada-mente de vocación urbana, industrialy comercial, necesitó del fuerte empu-je de la agricultura para conseguir eseobjetivo. El dominio cristiano, prime-ro castellano y después aragonés, ani-quiló de raíz, como abundamos, esemodelo social para implantar el propio,el feudal, basado en el señorío y en larenta feudal.

No obstante, conviene apuntar quelos cambios, traumáticos para las co-munidades que los sufrieron, como nopodía ser de otro modo, fueron sobretodo cambios hacia el exterior, es decir,modificaciones de conductas de las co-munidades hacia el mundo dominan-te, el cristiano, pero no lo fueron tan-to respecto de sí mismas, o al menos queaun existiendo tales transformacionesse producirían de forma más paulatina.Esto fue así porque como se ha dichode forma reiterada al explicar el im-pacto de la conquista cristiana, al díasiguiente de la misma los espacios afec-tados seguían siendo básicamente is-lámicos; al menos su población, su mo-delo social interno, sus costumbres y sureligión lo eran.

¿Cuántos habitantes?

Resulta imposible en la actualidadconocer cuántos eran, numéricamen-te hablando, los pobladores cristianos

155

Elda medieval ESTRUCTURA SOCIAL Y

ACTIVIDAD ECONÓMICA EN UNESPACIO RURAL DE FRONTERA

JOSÉ VICENTE CABEZUELO PLIEGO*

Universidad de Alicante

9

Mapa de las aljamas mudéjaresen la Gobernación de Orihuela(según Vilar, II, 1975).

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y/o musulmanes de Elda en los siglos ba-jomedievales por una razón obvia: lainexistencia de fuentes al respecto.Como datos generales se podría decirque, con toda seguridad, el lugar co-menzaría a perder pobladores en el mo-mento mismo de su incorporación aCastilla; perdería igualmente tras laconquista aragonesa, tras cada incursióngranadina, seguramente tras la pestede 1348 y, sobre todo, tras las guerrascon la vecina Castilla, la de los dos Pe-dros de mediados del siglo XIV y la definales de la década de los veinte de lacenturia del descubrimiento de Amé-rica. Ello sin contar con la sangría quesuponían los constantes ataques de al-mogávares raptando a vecinos que ter-minaban siendo vendidos en los mer-cados de esclavos peninsulares y extra-peninsulares y, sobre todo, la emigraciónlegal y la salida ilegal, la fuga en defi-nitiva, de los musulmanes que desdeel mismo momento en que se supierondominados por el infiel decidieron vi-vir en una tierra plenamente islámica,Granada o Berbería. Si bien, y pese atodos estos inconvenientes, es posibleconocer, ya no sólo el tipo de pobla-ción –mayoritariamente musulmana–sino para determinadas fechas una apro-ximación cuantitativa que muy biennos pueda dar una idea acerca de ese im-posible.

El siglo XIII castellano es, sin duda,el período más oscuro para conocercualquier cifra. Advertimos, eso sí, quedurante el señorío del infante ManuelElda contaba con una población casien su totalidad mudéjar, aunque se de-bió ver afectada en algún grado por elfenómeno repoblador cristiano, puesciertos textos mencionan la existencia,imaginamos que muy marginal, de cris-

tianos residiendo en ella. En un docu-mento de Alfonso X fechado en 1268 seseñala lo siguiente: que todos los christia-nos de Elda se iudguen poral fuero et por losalcaldes de Elche. El pasaje no deja lugara dudas acerca de la existencia de unapequeña comunidad cristiana, a mi en-tender no vinculada en exclusiva a laguarnición del castillo, que el rey quie-re que en lo procesal se le aplique lanorma castellana y que precisamentepor su bisoñez numérica los actos ju-diciales los realice en Elche, dominicatusloci manuelino en el Vinalopó, pues sa-bemos que Villena, la otra poblaciónimportante aguas arriba de ese río, con-tó con una población exclusivamentemusulmana al menos hasta la finali-zación de la revuelta anticastellana de1264-66. En Elche, en cambio, parece quedesde la conquista hubo una mayorconcentración de pobladores de origencristiano y obviamente con ellos la es-tructura eclesiástica y administrativanecesaria para su desarrollo. Esta vin-culación judicial de la población cristianade Elda respecto de Elche se mantendrádurante el dominio castellano. Así selee en el testamento del infante Ma-nuel, de 1283, cuando tras legar las tie-rras de Elda y Novelda a su hija Vio-lante refiere e que las alzadas de los pley-tos destos logares que las aya a Elche assicommo agora las an. Resulta harto com-plicado especular con el desde cuándoElda contó con población cristiana sus-ceptible de ser reconocida como tal porlas autoridades políticas. Es posible quedesde finales de la década de 1240, aun-que resulte más factible creer que pesea ello el grueso de ese pírrico conjuntode pobladores acudiría tras la revueltade 1264-66, momento que utilizaronlos castellanos para afianzar su pre-

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Tinajas cristianas procedentesde las excavaciones del Casco

Antiguo de Elda (Archivo MuseoArqueológico Municipal de

Elda).

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sencia en suelo murciano. De todosmodos su número fue siempre reduci-do si lo comparamos con la poblaciónmusulmana y ciertamente difícil decuantificar por las escasas referencias deconjunto y la dificultad de extrapolar ci-fras debido a las posibles exencionesfiscales que algunos de sus compo-nentes pudieran disfrutar.

De la centuria siguiente tenemos,afortunadamente, más datos al respectode la población residente en la fronte-ra sur del reino de Valencia, aunquecomo refiero se trata siempre de datosaproximados sujetos a la interpreta-ción del historiador al no aludir a per-sonas físicas de forma específica sino quelo hacen de manera indirecta a través delos impuestos pagados. Y ello sin con-tar a aquéllos que estaban exentos depago, bien porque ejercían distintoscargos públicos, bien porque los reyesles habían, a ellos y/o a sus familias,agraciado con tal franquicia, que evi-dentemente no computan. O el caso,por qué no decirlo, de aquellos otrosque se ocultan de la fiscalidad para evi-tar contribuir. La primera de las datasde la que tenemos información fiscal sus-ceptible de ser interpretada en base de-mográfica es 1315. En ella podemoscalcular una población mudéjar paraElda de alrededor de mil doscientos ha-bitantes.

A mediados de siglo, con pocosaños de diferencia, las mismas fuentesnos arrojan cifras bastante significati-vas. Utilizando como base los diferen-tes impuestos pagados por los mudéjareseldenses y siempre en referencia a estapoblación, nos presenta para 1353 unossetecientos cincuenta habitantes, para1356 algo más de ochocientos vecinosde ese credo (830), mientras que para1366 el total es algo menos de la mitad,alrededor de trescientos cincuenta. Es-tas cifras, similares por otra parte enproporción en las poblaciones vecinasdel valle de las que tenemos noticias, No-velda y Aspe, son realmente significativas,pues la primera de ellas indicaría la po-blación habida tras la peste negra de1348, aunque desconocemos si la pan-demia afectó, y si lo hizo en qué grado,a las tierras del Vinalopó –años des-pués se procedió a reparar la tinajería dela localidad abandonada desde los añosde la epidemia ¿por qué?–. La de 1356,pese a la cercanía cronológica, presen-taría un repunte demográfico quizá re-

lacionado con los sucesos pestíferos definales de la década anterior. Mientrasque la tercera, fechada en el mismo ins-tante en que finaliza la guerra con Cas-tilla, reflejaría la incidencia del con-flicto en la aljama eldense, con una pér-dida poblacional de más del cincuentapor ciento. Sabemos que buena parte dela población desamparó el lugar, a lapar que algunos de sus habitantes fue-ron muertos o vendidos. Sin embargo,gracias a una inteligente política repo-bladora de concesión de privilegios yexenciones de impuestos propiciadapor Pedro IV el Ceremonioso en losaños inmediatamente posteriores a la fi-nalización de la guerra de los dos Pedros,la Corona volvió a ver repoblada la al-jama. Lo pone de manifiesto la infor-mación fiscal de 1396, de cuya evalua-ción obtenemos que la población mu-sulmana de Elda habría alcanzado afinales de esa centuria casi los niveles de-mográficos anteriores a la guerra deCastilla, con un total de 196 casas com-putadas en el impuesto de las gallinas,que arrojarían alrededor de setecientoshabitantes con un multiplicador de 3,5.En ese mismo año abonaron cabezaje204 eldenses. Como se trata de un im-puesto que pagaban los varones mayo-res de dieciséis años y las viudas, po-demos entender la pequeña variación res-pecto del impuesto de las gallinas, unapor casa, dado que en una misma familiapodrían haber uno o más varones quesuperasen esa edad, junto con el padre,al tiempo que se habían de añadir las ca-sas en las que las viudas eran las cabe-zas de familia.

A partir de ese instante la comu-nidad islámica de Elda inició una len-ta recuperación demográfica paralelaa una cierta prosperidad, si bien en unambiente de clara discriminación res-pecto de la minoría cristiana. Esta re-cuperación se constata en la centuria si-guiente, aunque con un valor numéri-co relativo a todo el Valle de Elda. El 5de abril de 1460 Juan II enviaba unacarta a Jaume Roca, baile general delreino de Valencia dellà Xixona, para po-ner en su conocimiento los temores delas autoridades locales de Alicante yOrihuela ante el hipotético peligro re-presentado por unas muy pobladas mo-rerías del medio Vinalopó, que alcan-zaban una cifra de entre setecientas y milcasas, alrededor de tres mil habitantes.Tales miedos estaban relacionados con

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la ubicación fronteriza de esas pobla-ciones, vía directa al reino de Granadaa través de un despoblado territoriomurciano –en 1450 los granadinos pla-nearon una entrada a estas tierras conel fin de llevarse consigo a la poblaciónmusulmana del valle, hecho que en bue-na medida abunda en su importancianumérica–, y la facilidad con la que al-mogávares nazaríes ingresaban en estastierras, convirtiendo en temerario elpaso de cristianos por dichos valles.Esta recuperación en el sentido de au-mento también debió constatarse res-pecto de la comunidad cristiana. Así lomanifiesta un censo de cristianos ela-borado en los albores del siglo XV quearroja para Elda una cifra de entre 130y 140 individuos. Un último censo, queviene a cerrar el período medieval, reali-zado en 1510, ofrecería una poblacióncercana a los 1.500 vecinos, con lo queobservamos que en el inicio de la Mo-dernidad la villa de Elda alcanza unapoblación muy similar a la que conta-ba al arrancar el período que aquí es-tudiamos. Haciendo, pues, un análisis

de la población de Elda medieval dis-tinguimos claramente, obviada la os-curidad del Doscientos, dos momen-tos disimétricos desde un punto de vis-ta demográfico; el siglo XIV, siglo depérdida de efectivos humanos motiva-da por los conflictos bélicos y la pestebubónica, y el Cuatrocientos en cuan-to centuria de recuperación demográ-fica relacionada con una mayor esta-bilidad política y, producto de ello, deun cierto crecimiento económico.

Hablamos de cristianos y de mu-déjares, pero ¿y los judíos? ¿hubo judí-os en Elda? La respuesta es sí. Se tratade una comunidad muy pequeña en loque refiere al número de sus miembrosque debió contar con algún tipo defranquicia impositiva porque su rela-ción fiscal con la señoría, ya fuese ré-gimen real o dominical, en los casosque conocemos quedaba reducida a lamínima expresión. Así, por ejemplo, en1315 de los 24.000 sueldos con que de-bía pechar la villa de Elda los judíoscontribuyen con 100 frente a los 3.900de los cristianos a los 20.000 de los mu-sulmanes. Este sería el caso de la fami-lia de Jacob Menahim, judíos residen-tes en Elda, a quienes Jaime II concedefranquicia en 1315 de no pagar pechani contribuir de ninguna manera con suscorreligionarios de Elche ni con susconvecinos musulmanes eldenses, altiempo que les hacía donación de nu-merosas viviendas en la población, al-gunas de las cuales confrontaban con losbaños. Pero a pesar de ello las fuentesde Cancillería constatan su existencia,a lo que parece anterior a la propia pre-sencia cristiana en estas tierras. Sabemosincluso que contaron con un lugar pro-pio para el culto, una sinagoga situadaa las afueras de la villa, que terminaríasiendo reconvertida en iglesia cristia-na bajo la advocación de Santa Ana a fi-nales de 1402– lo que nos ubica exac-tamente el emplazamiento del templo–,ante la falta de población hebrea. Laexistencia de una sinagoga, de un lugarsagrado de oración y de reunión, nosapunta a la necesidad de que la peque-ña comunidad mosaica eldense conta-se con al menos diez varones para orar–quizá guarismo imperativo en el mo-mento de la fundación–, lo que en pro-yección podría suponer de cuarenta acincuenta judíos entre hombres, mu-jeres y niños. Acaso pudiera parecerexagerada la cifra de medio centenar

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Mapa de las zonas israelitas dela Gobernación de Orihuela

(según Vilar, II, 1975).

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de individuos de credo hebreo, si bienno hay que olvidar una constante rela-cionada con este colectivo, como es suaparente facilidad para enmascarar supresencia, individual y colectivamente,logrando cierta opacidad en las fuentesadministrativas y fiscales.

En los libros de cuentas de 1353 losjudíos eldenses contribuyeron con tres-cientos sueldos a la boda de su señor elinfante Fernando y con idéntica cantidada los también esponsales de Pedro deCastilla. A través de esa cantidad de nu-merario resulta difícil proyectar un re-sultado demográfico, puesto que el pa-ralelo, la comunidad musulmana, aun-que contribuyó a la primera de las citascon cuatro mil sueldos, si bien el cálcu-lo inicial le llevaba a los diez mil, no lohizo a la segunda. Si entendemos esas can-tidades en su conjunto la relación sería600 frente a 10.000, es decir alrededor de1/17. Si bien, si utilizamos otra compa-rativa, como por ejemplo el servicio pres-tado por judíos y musulmanes eldensesa la esposa del infante Fernando, doñaBlanca, en 1356, iríamos de 300 sueldosa 2000, con una proporción a 1/7, con loque las cifras serían otras. En esa docu-mentación se nos muestra a alguno delos miembros de la pequeña comuni-dad judía eldense participar en opera-ciones de cierto calado económico, comoes el caso de Rouben Çatorre, que pujóy consiguió el cereal procedente del diez-mo de la cebada del secano y del regadíode Monóvar y Petrer en 1353 y el arren-damiento del tercio diezmo de los cris-tianos de ese valle en 1356. Un correli-

gionario y vecino de Çatorre, Ybram Abe-delell, se hizo con el trigo candeal deElda, Petrer y Monóvar, el derecho dealcandía de Elda y el tercio diezmo de loscristianos de Elda, Salinas y La Mola en1353. Aparece también un Jafuda Fran-cés como colector de las rentas de Eldaen esas fechas, con un salario de 200sueldos.

No sabemos cómo afectó a esta pe-queña comunidad el pogromo de 1391,fecha en la que se produjeron furibun-dos asaltos a las juderías de buena par-te de la España cristiana. Ni si produc-to de ellos la judería o comunidad he-brea de Elda se desvaneció comoformación social. Podemos pensar quetales conmociones, provocadas por cris-tianos, no tendrían un gran eco en lastierras del Vinalopó precisamente porsu limitación numérica. Conocemos,eso sí, que estas tierras sirvieron a mu-chos judíos valencianos para escaparde la opresión fanática cristiana traslos terribles acontecimientos de 1391,siendo, como ya hemos indicado, la víade escape hacia Castilla y Granada. Esasí que en marzo de 1394 la reina Vio-lante ordenase a uno de los oficiales ensu señorío del Vinalopó, Ferran Pérez,vecino de Aspe, capturar y castigar atodos los conversos de judío que ha-llase en ese valle intentado salir sin li-cencia de los dominios del rey de Ara-gón, pues lo que trataban de conseguirera seguir celebrando lege ebrayca enotros territorios. Desde luego, quizámás que la influencia negativa de ese an-tijudaísmo que se desboca en 1391 ha-

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Jarra decorada, de los siglos XIV-XV, procedentes de lasexcavaciones del Casco Antiguo(Archivo Museo ArqueológicoMunicipal de Elda).

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bría que poner en relación la mermade efectivos hebreos en Elda con la in-seguridad que conoció la región porcausa de la guerra de los dos Pedros,momento en que las comunidades delVinalopó perdieron a gran parte de supoblación por muerte o exilio y que,como en el caso de la mosaica, no pudoser repuesta finalizado el conflicto.

Lo cierto es que a pesar de haber re-convertido la sinagoga eldense en igle-sia cristiana por ausencia de fieles alTalmut, la reina Violante no tenía lacerteza de que hubiesen desaparecido to-talmente. Y así en 1419 ordenaba al re-ceptor general de sus haberes en el rei-no de Valencia, Lluis Domínguez, co-nocer el número de éstos residentes enel Valle de Elda en cas que’n hi haje dejuheus. Esas dudas al respecto de la exis-tencia de un colectivo hebreo en los do-minios que doña Violante poseía en lastierras valencianas allende Jijona tení-an cierta lógica, como quedó demos-trado a fines de esa misma centuriacuando, poco antes de la expulsión ge-neral de los judíos dictada por los Re-yes Católicos, e inserta en una graciaregia tendente a su conversión religio-sa y rehabilitación social en las coro-nas de Castilla y Aragón, ante dos in-quisidores del obispado de Cartagena enla ciudad de Orihuela se presentaronmás de una treintena de personas quese decían vecinos de Elda para satisfa-cer la cantidad estipulada, moneda deValencia, en relación al patrimonio de-clarado.

La organizaciónsocioadministrativa

He apuntado hasta la saciedad el he-cho de que Elda, junto al resto de po-blaciones del valle que de ella recibe elnombre, contó con una población ma-yoritariamente musulmana. No fue ne-cesario, pues, como en otros lugares,diseñar ámbitos específicos, general-mente en la periferia urbana o extra-muros, para su ubicación. Tras la con-quista cristiana los musulmanes el-denses se organizaron como el resto decomunidades mudéjares: en aljamas.Del árabe al- yama-´a, la aljama era eso,la comunidad de los creyentes, la reu-nión de los fieles que observan y man-tienen las leyes y costumbres islámicasen territorio hostil. Desde un punto devista institucional la aljama se asimilaba

a un órgano municipal, al Consell de loscristianos, con una composición fun-cionarial variada. Pese al dominio cris-tiano las autoridades locales aplicabanla ley islámica, sunna y xara, a toda la po-blación musulmana y únicamente lalegislación foral, administrada por elrepresentante de la señoría, el baile,cuando una de las partes era cristiana.Al frente de la aljama se encontraba elalamín, que elegido durante un perío-do determinado de tiempo para regir lavida comunitaria, actuaba de enlace en-tre la comunidad musulmana y la se-ñoría cristiana. Era el encargado, entreotras cosas, del reparto y percepción delos impuestos entre los vecinos de laaljama, además de tener jurisdicciónsobre delitos menores. Por debajo del ala-mín se encontraba el consejo de viejos,equivalente a los jurados de los muni-cipios cristianos –como quedan deno-minados en algunos documentos–. De-signados por la comunidad su númeroera diferente en cada aljama y su funciónera la de ayudar al alamín. En 1356 apa-recen mencionados tres viejos para la al-jama eldense, Ali Aracim, Abrafim Ab-dulahe y Atech Atablia, aunque la ci-fra estándar fue cuatro, como se observaen 1401 en que Hamet Barberuz, Ma-homat Pigat, alias Aljumelli, Hatet Aben-manquo et Caat Alexbili hacían de ta-les por ese año; cifra idéntica para las ve-cinas aljamas de Aspe y Novelda.

No obstante, la autoridad más im-portante en las aljamas del Valle de Eldadebió ser el cadí o juez ordinario, yaque son mucho más numerosas las no-ticias que tenemos referentes a él que so-bre el alamín. El oficio de cadí era con-cedido por el rey o el señor del territo-rio, si bien, únicamente conocemos losde nombramiento regio. Durante al-gunos momentos este oficio fue otor-gado a oficiales musulmanes de la casareal, concretamente a manescales, conjurisdicción sobre todo el Valle Mediodel Vinalopó, como por ejemplo a Ha-met Abenxoa en los inicios del reinadode Alfonso IV, a Faraig de Bellvís tras laguerra de los dos Pedros, o a un fami-liar de este, Ubequer de Bellvís a finalesdel reinado de Pedro el Ceremonioso. Enesos casos, y para que pudiesen seguirocupando sus respectivos oficios demanescales, los reyes les permitieronregir el cadiato de los Valles de Elda y No-velda a través de sustitutos idóneos.Sin embargo, y durante otros momen-

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tos, nos encontramos cadíes diferentespara Elda, Novelda y Aspe. La impor-tancia del cadiato hacía que sólo acce-diesen a él personas de nombradía y re-conocido prestigio dentro de la propiacomunidad. Así lo serían, además delos ya referidos, Mafumet Abambanichabajo la señoría de la reina Blanca y Sa-hat Abenzina en 1312, Cireg Abayuig en1356, bajo el dominio del infante Fer-nando y Çat Abdulehep diez años des-pués, Juce Abençareix y Amet Alputi,cadi y su lugarteniente a principios dela década de 1390, otro miembro dellinaje Bellvís, Alí, nombrado en 1399,contando como lugartenientes a loshermanos Amet y Yasit Alputi, este úl-timo en solitario al menos desde 1403por muerte de su hermano. Ejerció asi-mismo como lugarteniente del cadí enElda, Cilim Benayat, que desempeñan-do de manera torticera su oficio tomómediante fraude cierta cantidad de di-nero producto de una herencia, por loque fue reprendido por la reina Vio-lante. Fue sustituido de esa lugarte-nencia en 1419 por Cereg Motarref,quedando como tal de Alí de Bellvís.Durante la acción de su oficio quedabaneximidos del pago de ciertas imposi-ciones fiscales, con lo que el cargo, ade-más de aquello que reportase a quien lodetentaba en concepto de salario, ofre-cía esa variable de exención fiscal, su-gestiva en una comunidad como la mu-sulmana acuciada en lo impositivo conun sin fin de gravámenes.

El çalmedina era otro oficial, en-cargado de poner en la práctica las dis-posiciones del cadí, alamín y de los vie-jos. Tradicionalmente en las tierras delValle de Elda este oficial ejercía de fis-cal, pero tras la conquista feudal huboalgún intento por parte de la nueva au-toridad local de que fuese un cristianoquien ejerciese de fiscal, lo que yendo cla-ramente en contra de la costumbre –perlur çuna e antiga consuetut– fue vedadopor la señoría para así evitar conflic-tos con la población.

Pero, la administración del lugarcorrespondió casi siempre a oficialescristianos: bailes nombrados por los re-yes cuando el territorio pertenecía al re-alengo y procuradores nombrados porlos señores cuando quedaba dentro dela jurisdicción dominical. Conocemos losnombres de algunos de estos personajes.El primero del que tenemos constanciaes Bernat Granyana, que ejerció las bai-

lías de Elda y Novelda tras la firma de losacuerdos de Torrellas bajo el dominio dela reina Blanca. En la siguiente décadase ocupó de esa bailía Joan Pérez d’A-vesques. Joan Enric en la siguiente. Esosbailes contaron con su lugarteniente.En 1328 lo era Arnau Ramon respectode Enric. Algunos de esos oficiales uti-lizaron el oficio de plataforma haciacargos más elevados. Fue el caso delmentado Joan Enric, que su buena ges-tión al frente del oficio en las tierras delVinalopó le catapultó en 1329 a la bai-lia general de las tierras allende Jijona.En 1381 obtiene la bailía de Elda y AspeDomingo Borrás, a beneplácito y con

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Mapa de la Gobernación deOrihuela (según Vilar, II, 1975).

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el salario acostumbrado. Durante el do-minio de la reina Sibil.la se hizo cargodel oficio Llop Ximenis de Perencisa,siendo sustituido por Jaume Escrivà en1387 tras adquirir el señorío Violantede Bar. En 1402 aparece como baile deElda Jaume Muntros, aunque venía de-sempeñando el cargo desde tiempo atrásen calidad de sustituto. La reina le con-cedió un salario anual de 300 sueldos apercibir en tres tandas. En 1418 lo haceun escudero local, Llop Gonçalvez, trascese de Muntros. Este Gonçalvez co-metió ciertos atropellos durante el ejer-cicio de su oficio, por lo que la señoríaordenó en 1421 su apresamiento, que-dando en libertad si satisfacía la sumade 3000 florines para presentarse anteella donde y cuando le apuntase, siem-pre dentro de territorio valenciano. Si estoacaecía en agosto, en octubre de ese añoejercía la bailía un tal Llop Gonçalvez deCadalço, escudero, que imaginamos elmismo que sucedió a Muntros. Defini-tivamente fue revocado en el oficio en di-ciembre de ese año, siendo nombrado bai-le de Elda «y de sus términos» BernatBonhivern, vecino de Alicante. En 1425ejercía como alcaide y baile local SanxoSadurní, quien conoció el traspaso de po-deres del señorío de la reina hacia el Co-rella. Ya bajo el control de Ximen Pérezactuó de procurador dominical JoanCaravallo.

Durante una temporada el propioprocurador de los dominios valencianos

de doña Violante, Vidal de Blanes, hizoresidencia personal en Elda. En 1408fue conminado por la señoría a trasla-darse hasta allí por razón de la tensasituación que vivía la aljama de la lo-calidad debido a su situación de fron-tera y a los peligros de ésta, ya que la her-mandad firmada entre los cristianosde Villena y Orihuela con una duraciónde ocho años había concluido. Para fa-cilitar su residencia en un espacio tanconflictivo la reina le ofreció un in-centivo económico, 800 sueldos que lesatisfarían los musulmanes del lugar.

Sabemos de la existencia de un lu-garteniente del procurador señorial enElda, Joan de Fontes, al menos desde1403. Este individuo, vecino de la lo-calidad, debió caer en desgracia puesen 1406 la reina ordenó al procuradorque cuando hubiese de abandonar lapoblación por cualquier motivo enco-mendase la lugartenencia de su oficioal baile eldense o bien al alcaide del cas-tillo pero nunca a Fontes. La falta hubode ser grande dado que al año siguien-te la señora del lugar le revocaba todaslas comisiones de oficios y prohibíaque en adelante se le encomendase otuviese acceso a cargo alguno.

Asimismo el Valle de Elda contócon una escribanía ubicada en la po-blación que le daba nombre. La nece-sidad de contar con un oficial que die-se validez a los actos civiles y adminis-trativos realizados por los vecinos de

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Mapa topográfico con los límitesde la villa de Elda en 1428

(Archivo Histórico Municipal deElda).

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las comunidades del medio Vinalopóhizo necesario que se contase con unaescribanía donde expedir documentosoficiales. Desconocemos el momentoexacto en que se establece, y únicamenteidentificamos a sus titulares a partirdel último tercio del siglo XIV. Tras ha-cerse con las posesiones del Vinalopó lareina Violante encomendó la escriba-nía de los Valles de Elda y Novelda aSanxo Soriano, pero justo al día si-guiente de ese nombramiento, 21 defebrero, y una vez vista una carta de lareina Sibil.la por la que se concedía esasescribanías a Joan Didac, escribano re-gio, con fecha de 1 de enero del año an-terior, confirmaba tal concesión anu-lando la primera. En 1393 el notarioera Pere Gavet, que fue reprendido al exi-gir un salario inmoderado por sus ser-vicios. En realidad era el regente de esasescribanías. Elda por entonces contabacon un notario vecino de la localidad,Castelló de Bellver, que durante ciertotiempo ocupó el cargo al disfrutar de laamistad de Arnau Escrivà, lugartenientedel procurador general de la reina Vio-lante e hijo del procurador Jaume Es-crivà, que destituyó a Gavet para ofre-cer las escribanías del valle a su amigo.La actuación injusta y abusiva del lu-garteniente señorial no pasó desaper-cibida a doña Violante, que dejó a Ga-vet al frente de las mismas y amonestóal joven Escrivà. Lo cierto es que en oc-tubre de 1395 era Bellver quien de-sempañaba el cargo. En 1409 era JaumePiquer el titular de las escribanías deElda y Aspe, aunque las regía BernatFerri. Mientras que en 1421 lo era Ber-nat Bertran, vecino de Biar, a quien elentonces baile local le abrió proceso enoctubre de ese año.

Sabemos que antes de que los Maçade Liçana se hiciesen con parte del Va-lle de Elda, en concreto Novelda, LaMola y Monóvar, Joan Roiç, de la teso-rería del rey, ejerció de escribano en esaslatitudes, con un salario de 30 libras. Lanueva señoría se negó a pagar el salarioal escribano, que doña Violante esti-maba en la tercera parte, 10 libras.

Junto a las autoridades, existieronen la población personas de cierto re-nombre. A mediados del siglo XIV huboun médico llamado Mahomat. En losprimeros años del Cuatrocientos dosimportantes síndicos locales, MuçaAlazdrach y Daimon Abendaimon, ne-gociaron en nombre de la aljama cier-

tos censales con que se cargó la comu-nidad con operadores cristianos. Es pre-cisamente en estos años cuando cono-cemos la nómina de los principalesnombres de la aljama local, más de unacincuentena: Datno Aljumelli, CereigAlmotarrif, Hahie Abamir, Çaat Azquer,Mahomat Alexbili, Abdulmalich Al-moatdi, Axer Abeniz, Hamet Abenia-zit, alias Alputi, Abrahim Jamil, AhmetCatba, Alí Axat, Mahomat Datno, Ab-dalla Hamet, Cilim Alazdrach, Caat Al-mohatdim, Mahomat Abenyunit, Ma-homat Arrequiri, Caat Abenxuait, CaatAbdulmagit, Mahomat Demem, Ha-met Abzeyt , Mahomat Tayamin,Abrahim Ambatoix, Alí Cergebi, AlíAlazdrach, Mahomat Abenzarquo, AxerAlidelli, Caat Uzeyma, Mahomat Abe-naxem, Caat Abarraxim, Caat Aben-melich, Abdulmelich Ben Abdulmelich,Mahomat Celle, Abrahim Elbuu, bar-bero, Datno Aljumelli, Caat Hilel, Ma-homat Tergebi, Hamet Toledano, HametAbenyunit, Hahie Thoro, MahomatAbenahuyet, Caat Alazdrach, carnicero,Abdalla Lorqui, alias Pero Piqua, CaatArrecli, Hamet Abeyunit, alias Dalil,Hamet Abentalema, Mahomat Cereig,Hamet Abentalema Alepquem, CaatAbenmelich, Caat Abenxeon, Çaat Za-haya, Mahomat Amianar, Hamet Al-motarrif, Hatet Arrenqui, Abdalla ElFerrer, Caat Axat, Hamet Xeep, HatetAxat, Mahomat Axat, Hamet Tayamin,Mahomat Algochi, Caat Tobarri, Ma-homat Alcolobri, Hamet Acella, Abda-lla Cafar y Hamet Alcolobri, todos ellosvecinos de Elda, quiénes junto al síndicoAlazdrach, el cadí y los cuatro viejosfirman en enero de 1401 la escriturade un censal a favor de Bernat Garrigós.

Desde el punto de vista jurídico, ypese al dominio cristiano, las autori-dades locales aplicaban la ley islámica,sunna y xara, a toda la población mu-sulmana y únicamente la legislaciónforal, administrada por el representantede la señoría, baile o procurador, cuan-do una de las partes fuese cristiana. Asídebió suceder desde los primeros tiem-pos de la conquista, aunque sólo co-nocemos confirmaciones de la utiliza-ción de la normativa tradicional mu-sulmana después de la guerra conCastilla en 1367 y posteriormente porla reina Violante en 1421. El choqueentre dos construcciones políticas tandiferentes como la islámica y la cris-tiana convirtió a la primera en subsi-

163Elda medieval. Estructura social y actividad económica

Menut de Alfonso V (ArchivoMuseo Arqueológico Municipalde Elda).

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diaria de la segunda y, al respecto delcumplimiento de la legalidad establecida,la administración cristiana iría mer-mando de contenidos el ejercicio de lasautoridades musulmanas en el desa-rrollo de su propio marco normativo, so-bre todo en los aspectos de perfil eco-nómico. Sucedió, por ejemplo, que la rei-na Violante en cuanto señora de estevalle hubo de pedir a sus oficiales cris-tianos que respetasen la costumbre an-tigua según la cual en las causas entremusulmanes y musulmanes y cristia-nos como acusadores y musulmanescomo acusados había de actuar un no-tario o escribano musulmán, y no cris-tiano como de un tiempo a esta partese había establecido, quien, a su vez,exigía un salario inmoderado por laprestación de sus servicios.

La limitación de derechos fue unaconstante de la sociedad mudéjar va-lenciana respecto de la minoría cristia-na, y su restricción se evidenció cadavez más con el paso del tiempo. En lo ge-nérico los musulmanes tenían prohi-bido el contacto sexual con cristianos,portar armas y beber vino fuera de su al-jama, invocar en público el nombre deMahoma y el de Alá, la libertad de mo-vimientos por las tierras de la Coronade Aragón y la emigración. Estos dos úl-timos aspectos se aprecian de modomuy sensible en la frontera meridionalvalenciana, en función, sobre todo, desu proximidad con el reino de Granada.

En 1315 Arnau de Torrelles, procuradordel reino de Valencia dellà Sexona, publicóunas Ordenanzas contra los musul-manes de ese distrito en las que se prohi-bía que transitasen por senderos y ata-jos, únicamente lo podían hacer porcaminos mayores, que circulasen de no-che, que acogiesen a correligionariosextranjeros, que saliesen de su térmi-no para coger leña o cazar, y que si ensus términos fuese cautivado o muertoalgún cristiano los mudéjares del lu-gar donde se hubiese producido ese he-cho habrían de satisfacer el daño confuertes multas, imponiéndose pena demuerte o de cautividad a todo aquelque fuese contra estas Ordenanzas, quefueron confirmadas por Pedro el Cere-monioso en 1375.

Una normativa tan estricta afecta-ba sobremanera a las comunidades delmedio Vinalopó, dado su número y ubi-cación en la misma frontera con lasdespobladas tierras murcianas por elflanco jumillano y con el hostil mar-quesado de Villena. Si bien las autori-dades cristianas entendían que habíarazones para ello. Desde prácticamen-te la conquista hubo quien dudó de lafidelidad de las comunidades musul-manas hacia el nuevo poder, con lo queel problema que suponía la fuga de ca-pital humano y sus negativas conse-cuencias en la economía de los lugaresafectados por tales desafecciones, setornaba en miedo cuando esas comu-

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Pergamino con el pleito delindes de Elda con Monóvar y

Novelda en 1428 (ArchivoFundación Paurides González

Vidal).

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nidades actuaban como quintacolum-nistas de los nazaríes, quienes al ata-car los dominios del rey de Aragón con-taban con la complicidad de los mu-déjares valencianos, sobre todo los deldominio allende Jijona. Este era el ver-dadero problema, con lo que a la des-trucción de los campos y al robo de ani-males y bienes se unía el rapto de per-sonas de todo tipo, condición y credoque en muchos de los casos no se lo-graban rescatar. Y se sabía que para quela efectividad de esos asaltos granadinosfuese alta habían de contar con ayudainterior: localización de objetivos, ocul-tación, ofrecimiento de vituallas, in-formación acerca de las defensas y lospasos seguros e incluso la participa-ción indirecta en esas operaciones comoguías fueron actuaciones regulares de losmudéjares de estas latitudes.

Son muchos los documentos queapuntan a la participación de los mu-sulmanes valencianos en hechos de esecalado, entre ellos eldenses, a título par-ticular, como el caso del moro que fueacusado en 1315, precisamente el añoen que entraron en vigor las ordenan-zas del procurador oriolano, de cola-borar con los granadinos en determi-nadas acciones violentas en estas tie-rras. O casi comunitario, como cuandoen 1386, tras un asalto a dos vecinosde Biar y la posterior persecución delos delincuentes, creyendo que a éstosse les había dado cobijo en Elda, la tro-pa perseguidora, formada por hombresde aquella población, arrasaron los cam-pos circundantes así como la villa, no asus habitantes, que tuvieron tiempo deprotegerse en la barbacana del castillo.

Sucesos como los referidos con-virtieron la frontera sur valenciana enun espacio de rapiña frecuentado por al-mogávares cristianos y musulmanesante lo lucrativo del negocio del rap-to, en el que incluso participaban au-toridades locales, como es el caso del al-caide de la torre de Salinas a mediadosdel siglo XV. Tales violencias atemori-zaban no sólo a los lugareños, sino tam-bién a los viajeros, como reconocía Ber-nat Claver, receptor de los bienes y ren-tas de doña Violante de Bar, que dispusode la cantidad de 130 sueldos para pa-gar a una escolta compuesta por hom-bres de a pie y a caballo tota via que yo vayga la vall d´Elda, e açó per tal com los ca-mins sien fort perillossos, car pochs son los diesque no´s saltegen en la dita vall. Pese a las

terribles penas que caían sobre los acu-sados de tales crímenes, la muerte en lahorca, era mayor la tentación por el di-nero fácil que el miedo al castigo. Yejemplos de lo segundo los hubo. En esadirección mandó proceder en 1328 Al-fonso IV a Joan Enric, baile de los vallesde Elda, al respecto de los cuatro al-mogávares que penetraron en ese valley raptaron a dos hombres y tres asnoscon todos los bienes que portaban yque posteriormente el baile capturó y en-carceló. De demostrarse su culpabili-dad acabarían in forchis suspendi ita quodmoriantur. Con el ánimo de poner fin aesas violencias, al tiempo que aliviar latensión que existía entre el colectivomudéjar y el cristiano, a finales del si-glo XIV fueron firmados unos pactos dehermandad entre ambas comunidadescon la idea de crear un clima de segu-ridad en toda la región bajo el signo dela corresponsabilidad, es decir los mu-sulmanes serían los responsables de losasaltos realizados sobre cristianos y és-tos de los practicados sobre mudéja-res, haciéndose cargo cada colectivo desufragar los rescates de sus convecinosde credo contrario. A este presupuesto,pactado en 1394, se añadió en 1399 elde la valoración de las víctimas en esosataques granadinos. Si la víctima eraun cristiano de la Gobernación las al-jamas musulmanas habrían de pagardos mil sueldos a sus herederos, mien-tras que si se trataba de un cristianode fuera de la Gobernación serían milsueldos para los herederos y los otros milpara el rey o el señor del lugar donde se

165Elda medieval. Estructura social y actividad económica

Pergamino con informacióneconómica de Elda en el siglo XV(Archivo Fundación PauridesGonzález Vidal).

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cometió el crimen. En caso de resultarmuerto un mudéjar de la Gobernaciónlas comunidades cristianas tendríanque pagar a sus herederos la cantidad demil doscientos sueldos, mientras quesi se tratase de un musulmán de otro te-rritorio esa cantidad se dividiría en dospartes iguales, una para su familia y laotra para el rey o el señor del lugar don-de se cometió el delito. Esa diferenciacuantitativa entre cristiano y sarracenono fue más que otro signo de la discri-minación sufrida por esta comunidad.

Las hermandades se mantuvieronen los primeros años del siglo XV, conla participación incluso de las pobla-ciones del Marquesado de Villena –Vi-llena y Sax– foco potencial de conflic-tos con las tierras del Valle de Elda.Quizá por ello tanto doña Violantecomo sus sucesores en el dominio delmedio Vinalopó, la familia Co-rella, alentaron a las au-toridades del Marque-sado a continuar conesa pol í t ica quemancomunaba unproblema, la al-mogavaría, el rap-to de personas conánimo de obtenerrescate, que afectabaa ambos lados de lafrontera, pues lo renta-ble del ilícito negocio hacíaque no sólo lo practicasen los granadi-nos, sino también cristianos y no úni-camente sobre las tierras del vecino sinotambién sobre las propias.

Pero lo cierto es que a pesar de ta-les pactos intercomunitarios e inter-nacionales la violencia fronteriza nocesó y pese a los esfuerzos de villas ypobladores por su erradicación man-tuvo su actividad hasta bien entrado elsiglo XV. El fenómeno fue languide-ciendo en la frontera valenciana al tiem-po que lo hacía el último reducto del is-lam andalusí, Granada.

Los aspectos económicos

Ni que decir tiene que el motor dela economía eldense durante la bajaEdad Media, como el de todas las eco-nomías preindustrailes, fue la tierra, ala que quedaba dedicada la mayoría dela población. Una agricultura practi-cada tanto en el secano como en el re-gadío. En el secano predominaban los

distintos cereales –trigo, cebada, al-candía, centeno, panizo, avena– en asi-mismo distintas proporciones, la vid yel olivo, cuyas producciones eran bas-tante considerables, tal y como ponende manifiesto los diezmos. Una buenaparte de la cosecha de vid, al igual queen casi todo el mundo islámico penin-sular, se secaba al sol para la producciónde pasas –alimento con una gran pro-yección comercial–, mientras que el res-to se destinaba a la elaboración de vino.En estas tierras la pasa, tanto por suinnegable calidad cuanto por una es-merada elaboración, fue el productoestrella del campo eldense, elegido comotal por los señores al obtener de él pin-gües beneficios tras su comercializa-ción, producida por lo general desde elpuerto de Alicante, aunque durante eldominio manuelino lo pudiese hacer

desde el cargador del Cap delAljub, la actual Santa Pola.

Productos especulati-vos igualmente culti-

vados en el secanofueron el azafrán,el anís, el comino,los higos, frescos ysecos, y plantas tin-

tóreas como la gra-na o el alazor o aza-

frán bastardo. Algunosde ellos fueron requeri-

dos como «productos navi-deños» por la señoría de turno. Cono-cemos el caso de doña Violante, que so-licitaba a las comunidades islámicasdel medio Vinalopó que cada año por no-viembre le enviasen una remesa de hi-gos, pan de higos, pasas y azafrán.

En el regadío destacan las huertas,irrigadas mediante acequias con el aguadel Vinalopó. La rentabilidad de lasproducciones del regadío era más alta,pero el líquido elemento no siemprefluyó con la misma intensidad. Efecti-vamente, el principal problema quetuvo el campo de Elda, que es como de-cir el de todo el Vinalopó, fue la au-sencia de caudal de agua, ya fuese pormotivos naturales, los menos, o por lamano de hombre, los habituales. Locierto es que los problemas interco-munales respecto del agua curiosamenteno aparecen en las tierras del medio Vi-nalopó hasta casi finales del siglo XIV.Hasta esa fecha el agua procedente dela Fuente del Chopo, en término de Vi-llena, fluía en dirección a Elche irri-

166 H I S T O R I A D E E L D A

Plato esmaltado procedente delas excavaciones del Casco

Antiguo de Elda (Archivo MuseoArqueológico Municipal de

Elda).

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gando toda esa cuenca. Si bien fue aprincipios de la década de 1380 candosajeños y villenenses cegaron el pasode agua a Elda, perjudicando hasta talpunto a la población que en 1389 lareina Violante la entendía en pas de des-població. La señora del lugar y su espo-so, Juan I, solicitaron a las autoridadesdel Marquesado el compromiso por suparte, en aras a la buena vecindad, de per-mitir el paso del líquido elemento aguasabajo como había sido costumbre, ni si-quiera alterada durante los tumultuo-sos años de la guerra de los dos Pedros.El problema de la falta de agua se agra-vó cuando en 1392 los petrerenses ce-garon la acequia que desde las fuentesde la localidad conducían el agua has-ta Elda. No faltó imaginación para sal-var las dificultades, como la construc-ción en 1393 de un safareig, una alber-ca para recoger aguas de lluvia. Perono era suficiente, con lo que en 1403doña Violante dio permiso a la comu-nidad para poder pactar un precio consajeños y villenenses por el servicio deagua.

La cuestión del agua se mantuvo,con mayor o menor intensidad, durantetodo el siglo XV, quedando resuelta enla centuria siguiente tras la construcciónde la Acequia del Conde, que aportaríacaudal al Vinalopó con agua procedentede las fuentes de Villena.

El regadío afectaba básicamente alos productos hortofrutícolas. La huer-ta eldense, irrigada a través de una am-plia red de acequias que los señoresprotegieron, hoy prácticamente desa-parecida, fue en los tiempos medievalesde una gran feracidad. Allí se cultivabandistintas hortalizas y algunos frutales.Aunque sin duda ninguna la principalproducción, reflejada incluso en lasfuentes fiscales de la época como par-tida propia, fue la de habas, artículo deconsumo muy del gusto de los musul-manes.

Como es de imaginar los mudéja-res eldenses cultivarían básicamente lastierras que se encontraban dentro desu término. No obstante conocemos lapresencia de musulmanes de comuni-dades vecinas como propietarios de tie-rras en el término de Elda, caso de mo-noveros, noveldenses y petrerenses, so-bre los que en ocasiones se practicabancargas impositivas ilegales que la se-ñoría local prohibía tras su conoci-miento. Y lo hacía por que, a la recí-

proca, musulmanes eldenses también po-seían tierras de cultivo en los términosvecinos. Incluso hacían residencia enesas poblaciones, como sucedió a FametAblalmidini, moro de Elda que acos-tumbraba hacer residencia en Petrer yque decidió vender todas las posesionesque allí tenía, para lo que la reina Blan-ca, señora de Elda, solicitó el plácet deJuan García de Loaysa, señor de Petrer.La pericia de estos trabajadores, y encierta medida su número, les llevó a serreclamados durante el Cuatrocientospor las autoridades de Orihuela paraparticipar en la recolección del cerealoriolano.

De la ganadería son pocas las no-ticias que tenemos. Los mudéjares con-tarían con asnos y mulas como anima-les de carga por excelencia, empleadostanto en labores agrícolas como en eltransporte. Existirían igualmente al-gunos rebaños de cabras y ovejas, sien-do este ganado, denominado menut, elmás importante, tal y como recogenlas fuentes fiscales a través del impuestocorrespondiente, el atzaque del bestiarmenut, que en 1353 referenciaba fiscal-

167Elda medieval. Estructura social y actividad económica

Imagen de la atalaya de LaTorreta (año 1971) (ArchivoEMIDESA).

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mente1448 cabezas, tres años después2280 mientras que en 1396 el númerohabía descendido notablemente hastalas 858 cabezas. Así como ganado vacunoy cierto tipo de aves de corral. Una re-lación de ese ganado se observa en la so-licitud que Alfonso IV remitió al bailede estos valles en marzo de 1328 para losfestejos de su coronación en la ciudadde Zaragoza: de doscientas a trescientasvacas, de mil a mil quinientos carne-ros y de quinientos a mil machos ca-bríos.

En las tierras incultas apareceríaun semibosque o monte bajo de ar-bustos, pinos y encinas utilizado porlos lugareños para el pastoreo de susrebaños, la recogida de leña, grana, es-parto, sosa –relacionada con la indus-tria del jabón– y la caza. La madera fueuna producción susceptible de ser co-mercializada, de ahí que aparezca enlos arrendamientos. La actividad cine-gética sería un valioso complementode la economía campesina a la par queel deporte favorito de la nobleza feu-dal. Las tierras de la Gobernación deOrihuela en general, y las del Vinalopóen particular, contaban con abundan-te caza menor, como ponen de mani-fiesto tanto don Juan Manuel en el Li-bro de la caza como Pedro el Ceremo-nioso en su Crònica. La amplitud deltérmino de Elda, que alcanzaba hasta lasfronteras jumillanas, englobando lasactuales tierras de Pinoso y Salinas,ofrecía un paisaje geográfico y faunís-tico de lo más variado. Y así, mientrasque las sierras que encajonaban el río en-tre Sax y Elda don Juan Manuel las en-tendía como inapropiadas para la cazacon halcones, el espacio que se abríahacia la laguna de Salinas y los llanosmurcianos ofrecía al cazador un ver-dadero catálogo de piezas menores, ma-míferos y volátiles –tanto autóctonascomo estacionales vinculadas a la la-guna– , entre las que se contaban liebres,perdices, conejos, ánades y garzas.

La existencia de distintos venerosjunto a importantes pastizales convir-tió a la zona en un territorio agroga-nadero en el que se concentraban parahibernar cabañas de toda la Corona deAragón, amén de las locales y comarcales.La presencia de estos pastores junto asus ganados atrajo hasta estas latitu-des a gran número de almogávares, queseducidos por el lucrativo negocio delrobo de ganado y el más rentable to-

davía de rapto de personas con ánimode obtener botín, pusieron cerco al te-rritorio. Un ejemplo de los muchos gol-pes que se planearon y ejecutaron enesta comarca fue la acción llevada aefecto a primeros de 1328 por treinta yseis almogávares murcianos, que reco-rrieron el área occidental del Valle deElda, entre los actuales términos de Sa-linas, Monóvar, Chinorla y Pinoso, cap-turando en un sólo golpe la friolera de2750 cabezas de ganado y los pastoresque lo guardaban, de los que se pudie-ron restituir únicamente la mitad.

Es poco lo que sabemos acerca dela actividad comercial eldense en la bajaEdad Media. Es de suponer que se de-sarrollase un incipiente comercio debase local y comarcal que pusiese encontacto las economías vecinas –delpropio valle y de la Gobernación deOrihuela– a través de artículos perece-deros y de uso cotidiano. Desde prác-ticamente la conquista catalanoarago-nesa del reino de Murcia observamos acomerciantes del espacio allende Jijonaacudiendo a Elda y a las poblacionescircunvecinas a adquirir productos lo-cales. No obstante, y aunque los datostodavía son pocos, conocemos igual-mente de ciertos vínculos con el co-mercio internacional desde estas tie-rras. Numerosos indicios nos apuntanhacia un relativamente fluido inter-cambio de mercancías con el vecino rei-no de Murcia castellano, en concretocon las aljamas musulmanas del Vallede Ricote cuyas gentes entendían comocercano, física e mentalmente, el Vallede Elda. También se utilizó la vía ma-rítima. Sabemos que algunos productosespeculativos como la grana, las pasas,el azafrán y el alazor fueron comercia-lizados a gran escala hacia el exterior através del puerto de Alicante. Lo cier-tamente interesante es constatar queen este comercio marítimo participa-ron agentes locales, no sólo la señoría.Por cierto documento fechado en 1310se apunta que desde tiempos del in-fante Manuel y su hijo Juan Manuelmusulmanes de Elda y Elche sacaban susproductos al Mediterráneo a través delcargador del Cap del Aljub –Santa Polaactual–. La información es importantepor cuanto inserta las producciones el-denses dentro de los circuitos comer-ciales mediterráneos en los que puertoscomo el Cap del Aljub se convertían enpuntos base de un cabotaje costero que

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comunicaba económicamente a todoel Mediterráneo occidental.

Si bien, junto a este comercio legalexistió otro que no lo era, basado en laexportación de productos calificados deprohibidos –armas, animales, vituallasy cereal entre otros– y que, evidente-mente, dejaba dividendos más sucu-lentos a quienes lo practicaban, aunquecon bastante más riesgo, la confiscacióndel producto y de los bienes del trans-gresor. La situación geográfica del Va-lle de Elda, una de las puertas haciaCastilla y el reino de Murcia, hizo quefuesen muchos lo que se prodigasenen esa aventura y no siempre comer-ciantes, también autoridades públicas,como Domingo Llorens, de Valencia,aunque avecindado en Elda, que en1372 hacía de baile de las tierras delvalle y fue condenado por exportar aCastilla productos prohibidos y acu-ñar moneda falsa. O las propias co-munidades musulmanas, quienes enesa misma fecha compusieron su faltacon el baile general de Orihuela porvalor de 700 f lorines, una cantidadciertamente elevada.

La actividad comercial fue favore-cida por los monarcas y los señores delvalle, dada la repercusión económicaque ésta tenía en sus rentas. Así, porejemplo, Juan I en 1387 y posterior-mente Martín I en 1402, enfranquecí-an a los habitantes del medio Vinalopócon un privilegio por el cual sus mer-cancías no pagarían tasa alguna. Noobstante, el mejor reclamo para un cier-

to desarrollo comercial y del consumointerno vino de la mano de Juan I cuan-do en 1388 concedía a Elda la celebra-ción de un mercado semanal todos losviernes y de una feria anual que daría ini-cio con el año nuevo con una duraciónde quince días. Estas instituciones eco-nómicas volvieron a ser concedidas ala vuelta del siglo XV por la corona. Yasí si Alfonso V confería de nuevo pri-vilegio de mercado semanal en 1426manteniendo el viernes como día, cua-renta años después Juan II ofrecería elde feria anual a celebrar el primero deoctubre, fecha que pasaría a diciembretras confirmación del privilegio ferial porla reina Juana en 1518.

Muy relacionada con el comercioestuvo la actividad industrial. Para elcaso de Elda es muy poco lo que sabe-mos al respecto de este sector, sin dudaalguna debido a su escaso peso en la eco-nomía local. La existencia a fines del pe-ríodo de diversas imposiciones sobre laalfarería, en lo concreto sobre olleries, ge-rreries, teuleries y cantereries, que grava-ban la producción de ollas, jarras, tejasy cántaros y el derecho de çaboneriespor la producción de jabón, muestranuna cierta actividad industrial en lazona del Valle de Elda, especialmente enel sector de la cerámica. A mediadosdel siglo XIV sabemos que se arrenda-ba una tinajería en Elda y que en 1353de las arcas del infante Fernando sa-lieron 275 sueldos 6 dineros para cos-tear una serie de reparaciones, dadoque se había derrumbado en parte y

169Elda medieval. Estructura social y actividad económica

Olla encontrada en lasexcavaciones de la atalaya de LaTorreta (Archivo MuseoArqueológico Municipal deElda).

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había quedado inutilizada desde lostiempos de la peste bubónica. Tres añosdespués se aplicaron 69 sueldos 7 di-neros con idéntico fin. Conocemostambién de la existencia de molinos enel término de Elda, que pese al pococaudal del río molían cereales locales yforáneos. Y a pesar de que la docu-mentación no ofrece noticia algunaexistiría también alguna artesanía re-lacionada con el esparto, muy abun-dante por todo el término, materialutilizado para la cestería, esteras, cal-zado, etc.

Dejo para el final quizá el signomás inequívoco de la discriminaciónsufrida por los musulmanes, eldensesen este caso, respecto del mundo cris-tiano: la fiscalidad. La comunidad mu-sulmana aparece gravada con un sinfin de impuestos y diezmos que mer-maban básicamente su capacidad eco-nómica. Los había comunitarios, fa-miliares y personales, los había igual-mente sobre la tierra, el agua, losproductos agropecuarios, el ganado,el comercio, el uso de monopolios, ha-biendo de contar también los subsi-dios y donativos, los derechos judicia-les y ciertas prestaciones señoriales.Todas estas rentas, que pasaban a ma-nos de la Corona o de los señores, em-pobrecían sistemáticamente a una po-blación deprimida, marginada y conescasos recursos. Si bien, es tambiéncierto que sus propietarios, reyes, rei-nas, infantes o señores, en los perío-dos más desafortunados –sobre todo du-

rante y tras los conflictos bélicos– pro-curaban favorecer el desarrollo de laaljama a través de la concesión de pri-vilegios, fundamentalmente de carác-ter económico, que impidiesen la des-población del lugar y lejos de ello laatrajesen, como se ve por ejemplo trasla conquista del reino murciano porJaime II y sobre todo la guerra de los dosPedros por parte de Pedro el Ceremo-nioso. La necesidad de tener poblada,aunque fuese de musulmanes, un áreatan delicada como el Valle de Elda porla tan mentada situación de frontera,obligó a la autoridad cristiana a ofre-cer compensaciones a esos habitantesen forma de exenciones parciales o tem-porales de impuestos y de disposicio-nes que les aseguraba el mantenimientode sus costumbres con las menores al-teraciones posibles. Es por ello que a pe-sar de esa onerosa y variada fiscalidad,los señores se cuidaron de que no ex-cediese los límites soportables de unasno muy boyantes economías rurales, yasí lo recordaban a sus recaudadores deimpuestos, pues el primer signo de alar-ma era la queja y a ésta en ocasiones sele superponía directamente la despo-blación. Este equilibrio permitió du-rante el Cuatrocientos a la comunidadislámica eldense cierta prosperidad, vi-sible en la realización de operacioneseconómicas de alguna envergadura,como la carga de censales–préstamos–por cantidades ciertamente elevadaspara la mejora de la vida económicalocal.

170 H I S T O R I A D E E L D A

Pergamino (Archivo HistóricoMunicipal de Elda).

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Mezquitas, sinagogas eiglesias

La conquista cristiana de mediadosdel Doscientos no cambió el ritmo vitalde los musulmanes. Trabajaban en losmismos campos que antaño, aunqueahora sus rentas se las llevasen otros –losenemigo de fe–, hablaban la misma len-gua, celebraban las mismas fiestas, y cre-ían en lo mismo, en que Allah era el úni-co Dios verdadero y Muhammad su pro-feta. El Islam no es sólo una religión, esuna forma de entender la vida, de in-cardinarse en el mundo teniendo comoeje a Dios, a Allah. La religión marca lavida del musulmán, y aunque cualquierlugar es bueno para orar, el más ade-cuado es la mezquita. La mezquita tam-bién es más que un lugar de oración, esun lugar social, es un espacio para la co-munidad. Allí el buen musulmán apren-de la lengua árabe, se acerca al libro sa-grado, el Corán, y conoce de las grandescuestiones que atañen a su comunidad.Es el corazón de la población. La villamedieval de Elda contó con más de una,si bien son muy pocas las fuentes querefieren a ellas directamente. La mez-quita más antigua de la localidad, la quelas fuentes denominan vella, y que ubi-can en las proximidades de lo riu, en lo camíque va a Monnòver, sería el primitivo cen-tro cívico-religioso de la población. Su ubi-cación podría coincidir con el de la ermitade San Antón, por cuanto ese emplaza-miento próximo al castillo responde a laperfección al propio origen urbano deElda. Hubo otra mezquita, denominadamayor, que tradicionalmente ha sido si-tuada en el lugar que hoy ocupa la igle-sia de Santa Ana. Los cronistas e histo-riadores que han afirmado tal ubicaciónlo han hecho utilizando la escritura man-dada redactar en 1528 por Juan Fran-cisco Pérez Calvillo, señor de la villa, enla que, en palabras de A. Navarro, «man-daba instituir una iglesia en la que habíasido mezquita mayor de la villa». La exis-tencia, como veremos, de una sinagogaen lo que sería la iglesia a que se refiereel cronista antes citado, subsidiario en estaidea de L. Amat, y su ubicación periféri-ca, me llevan a entender que la mezqui-ta mayor no pudo quedar tan a las afue-ras de la población, abogando más porsituarla en el entorno de la antigua pla-za del Ángel. Algunos documentos abo-narían esta hipótesis, como que en 1387el procurador de la reina Violante soli-

citase en nombre de su señora el reco-nocimiento de su dominio como nuevapropietaria en la mezquita de la plazade Elda, que no era otra que la del Ángel.También la arqueología apunta en estesentido, pues a mediados de los añosochenta del siglo pasado se excavó unsolar a espaldas del Ayuntamiento, sa-liendo a la luz una pequeña estructura ab-sidal orientada hacia el Este y que losarqueólogos no supieron en su momentovincular a ninguna estructura cons-tructiva. ¿Quizá el mirhab de la mezqui-ta mayor de Elda?

La pequeña comunidad mosaicaeldense tuvo asimismo un templo en lalocalidad, hecho importante por hastala fecha desconocido. Como hemosapuntado páginas atrás la falta de fie-les llevó a la señoría en diciembre de1402 a reconvertir la utilidad de eselugar de culto, ofreciéndolo a la cada vezmayor población cristiana de la villa. Lasinagoga fue entonces consagrada comoiglesia bajo la advocación de Santa Ana.La existencia de una iglesia bajo esamisma advocación, ubicada en lo quesería las afueras del recinto urbano me-dieval de Elda, nos vincula la primiti-va estancia hebrea con la actual cristianay la proyecta en su uso para culto qui-

171Elda medieval. Estructura social y actividad económica

Plano medieval de Elda (ArchivoMuseo Arqueológico Municipalde Elda).

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zá hasta los tiempos de la fundación dellugar.

El colectivo cristiano eldense, mi-noritario durante toda la Edad Media,también contó con lugares para la ora-ción. El primero de ellos se edificó den-tro del castillo, en fecha indeterminada.Quedó bajo la advocación de Santa Ma-ría, como lo hicieran multitud de iglesiasvalencianas y murcianas tras la conquistacristiana –Cocentaina, Alicante, Elche,Orihuela o Murcia–, debido a la difu-sión del culto mariano de la mano delos conquistadores. Pero, frente a lo su-cedido en esas y otras poblaciones, don-de la consagración de los templos a San-ta María se hacía sobre las antiguas mez-quitas mayores, la capilla eldense fueconstrucción ex novo por razón, básica-mente, de la escasez de población cristianafrente a una abrumadora mayoría islámicaa la que los conquistadores respetaron sustemplos. La ubicación dentro del re-ciento militar parece tener cierta lógicaatendiendo a que en un principio la fe-ligresía estaría vinculada a la guarniciónde la fortaleza y a algunas pocas familiasenclavadas en sus proximidades. Esa mis-ma ubicación la encontramos en Bene-jama, Denia, Tibi, Petrer, Sax y otros lu-gares de la geografía valenciana, siendoreflejo igualmente de una pequeña co-munidad cristiana. Similar localizaciónencontrarán los primeros cementerios,como ocurre en Elda. Nos consta, si em-bargo, que esta capilla a fines de la EdadMedia cambió su advocación por la deSant Antoni, pues en 1478 se nos apun-ta en un inventario del castillo la existenciade una capilla bajo tal advocación quecontaba con altar, crucifijo, misal, can-delabros y cofre donde se guardaría elajuar litúrgico. A. Poveda entiende queserían los Corella quienes introdujeronel culto a Sant Antoni en el Valle de Elda.Lo cierto es que durante el señorío deViolante de Bar el alcázar de Cocentainacontó con una capilla en su interior con-sagrada al santo anacoreta, y dicha señoralo fue al tiempo de las tierras del Vinalopó;aunque a fines del siglo XIV la capilladel castillo eldense seguía bajo la advo-cación de Santa María.

La primera noticia conocida es de1308, cuando la reina Blanca, señora dellugar, señala a Bernat de Granyana, bai-le de Elda y Novelda, que iba a destinar200 sueldos para financiar a un presbí-tero que de manera continuada celebra-se misas en la capilla del castillo de Elda

en servicio de Dios. Al entender que esacantidad era insuficiente ordenaba a suoficial que pusiese 100 más. Para uso deese clérigo disponía de otros 100 sueldoscon el fin de adquirir un breviario. Resultaevidente que la capilla castral es ante-rior a la presencia de este presbítero, y quedesde antes de esa fecha se venía emple-ando, de manera discontinua, para lacelebración de la eucaristía. Lo que resultadifícil de calibrar no es tanto ya la fechade construcción de esa capilla, imagina-mos que en tiempos del dominio ma-nuelino, sino la necesidad de asegurarla celebración de misas, que podría en-tenderse relacionada con la presencia deuna ya incipiente comunidad cristiana ala que se había de garantizar un servicioreligioso completo, dirigido no única-mente a la administración de los sacra-mentos sino también a la instrucciónde los fieles. Al mismo tiempo, esa pe-queña capilla se convertía, en el plano delo político, en eje articulador del domi-nio cristiano sobre una población ma-yoritariamente islámica. Conocemos elnombre del primer clérigo eldense, Mi-quel Pérez d’Aquen, a quien al año si-guiente se le había de satisfacer la cantidadantes mencionada, 300 sueldos anuales,en tres pagas.

Lo cierto es que pese al interés dedoña Blanca porque la comunidad cris-tiana de Elda contase con clérigo pro-pio, la situación no cambió. Así lo ma-nifiestan las rentas del infante Fernan-do en algunas de sus entradas, apuntandopara los años 1353 y 1356 pagos a dos clé-rigos de La Mola, Gonçalvo Garcia y An-toni Pérez, por un valor de 200 sueldosanuales que cubrían las misas celebradasen Elda. Con lo que hasta al menos bienentrado el siglo XIV la iglesia eldensefue subsidiaria de La Mola a efectos decelebración eucarística.

A finales de ese siglo el panorama esbien distinto. En esas fechas se originóun pleito entre dos clérigos que se atri-buían los derechos de la celebración demisas en Elda. La disputa giró en tornoa saber si era necesaria, o no, la provisióno investidura del obispo para hacerlo.Lo sucedido arranca de 1396, fecha en laque doña Violante, al creer la capilla va-cante nombró capellán de esa iglesia cas-tral a Ciprés Arau, clérigo de la casa delmarqués de Villena. Pero, a lo que pare-ce sí lo había; su nombre era Antoni Me-seguer y en febrero de 1397 protestabaante la reina por tal usurpación. Doña Vi-

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lante le mandó llamar a su presencia,solicitando a los diputados del reino deValencia que durante el viaje de Meseguerse le pagase a razón de 12 dineros diarios,cantidad que percibía por la celebraciónde sus misas. Antoni Meseguer era de laopinión de que tal beneficio no fue cre-ado o instituido sino a beneplácito de laseñoría del lugar, quien lo sufragaba desus rentas a razón de 20 libras, siendo élel primero cronológicamente en reci-birlo y en disfrutar de él celebrando mi-sas. Ciprés Arau, por el contrario, argu-mentaba a su favor que tras la conce-sión de doña Violante había sido investidopor el obispo de Cartagena. Ante tal de-sencuentro la reina dispuso en 1397 queuna vez analizada la cuestión se permi-tiría celebrar en esa capilla a quien másderecho tuviese. La investigación corrióa cargo del vicario de Villena, Gonzalo Ló-pez, comisionado a tal efecto por el obis-po cartagenero. La cuestión era alcan-zar a saber si se trataba de un beneficiocreado y perpetuo con colación e inves-tidura eclesiástica o una simple celebra-ción de misas mandadas cantar por losseñores del lugar a beneplácito. El ins-tructor, tras estudiar la cuestión a travésde testigos y documentos, dictaminóque fueron los señores de Elda quienesdispusieron la celebración de misas en lalocalidad, pagaderas al clérigo por ellosde sus rentas, y no beneficio creado yperpetuo por el que el obispo ni sus pre-decesores debieran por derecho hacercolación ni investidura al estilo de la quele fue hecha a Ciprés Arau. Por ello el vi-cario de Villena mandó que fuese Anto-ni Meseguer quien se ocupase de la ce-lebración de esas misas como antes estavapor carta de la gracia que la dicha celebraciónle fuere fecha por la reyna de Aragón, con-denando a Joan Gros, clérigo de La Mola,como procurador de Arau, en los costesdel proceso. La reina entonces ordenóque se cumpliese la sentencia y que Me-seguer, por la celebración de esas misas,percibiese 20 libras valencianas, segons esacustumat e fer se deu. Solventado ya elasunto en ese mismo año de 1398 la rei-na Violante designa a Antoni Meseguerde por vida clérigo de las iglesias elden-ses y le adjudica una retribución de 400sueldos anuales.

En este último documento, fechadoen 1398, se apunta que la población yacontaba con dos templos cristianos bajola advocación de Santa María y SantaAna respectivamente. Cuestión ésta de no

poca importancia, no tanto por el númerode iglesias sino antes bien por su advo-cación, dado que la iglesia de Santa Anala localizamos creada en 1402 sobre el lu-gar ocupado por la antigua sinagoga he-brea, aunque aquí se nos refiere exis-tente cuatro años antes, al menos.

Meseguer se mantuvo durante al-gunos años como capellán en Elda, pesea sufrir algún contratiempo, como cuan-do, por razones desconocidas, le fue em-bargada la tercera parte de su retribuciónen esa capellanía, que la señoría le rein-tegró en julio de 1403. En 1407 obtuvolicencia de la reina Violante, en cuantoclérigo de la capellanía de Santa Ana deElda, para poder habitar en cualquierotro lugar que él eligiera –per fer statge eper servir altre o altres benifets–; si bien dehacer eso los servicios diarios de la ca-pilla quedarían para Pelegrí Ballori, pres-bítero, no pudiendo ser removido deesa capellanía por nadie. En 1421 la ca-pellanía eldense quedó vacante por muer-te de su titular hasta entonces, pasandoa manos de Guillem Urballa, presbíte-ro, tras concesión de doña Violante. Ur-balla era un clérigo que venía sirvien-do de tiempo atrás a la reina, quien cua-tro años antes le designó para ocupar larectoría de la villa de Cocentaina trasfallecimiento de su entonces titular. Nosabemos si en esas fechas seguía admi-nistrando los sacramentos en Cocen-taina, porque lo cierto es que no pudoregir personalmente la capellanía el-dense y eligió para ocuparse de ella al clé-rigo local Joan Rodella, a quien, junto altitular de la misma, se había de res-ponder del dinero para su manteni-miento. Al año siguiente Guillem Ur-balla abandonó la capellanía, concedi-da en ese momento a Joan Muncau,clérigo que doña Violante considerabacomo persona capaz.

La llegada de los Corella al Vinalo-pó traería consigo el nombramiento denuevos clérigos, así como una mayor ac-tividad de los templos, que sólo la ex-humación de nuevas fuentes escritas nospermitirán conocer con mayor exten-sión. Sería en ese tiempo, al alborear laModernidad, cuando la mezquita vieja dela localidad fue consagrada como iglesiacristiana bajo la advocación de SantaCatalina mártir, a la que se le añadiría mástarde la de Sant Antoni, pese a la creen-cia de L. Amat de que esta ermita sirvióde templo a los primeros cristianos quese asentaron en Elda.

173Elda medieval. Estructura social y actividad económica

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La imagen de Elda como poblaciónva unida a la del castillo, siendoéste el origen de aquélla. Su tras-

cendencia va mucho más allá de su sig-nificado en el pasado. En aquellos tiem-pos el castillo irradiaba seguridad a la parque temor; era la residencia de la auto-ridad. Con el transcurrir de la historia va-rió también su funcionalidad, hasta noser ninguna, y su simbología, pasando deencarnar poder, de unos pocos, a con-vertirse en símbolo de todos. Su ima-gen, malherida por el paso del tiempo yde los hombres, sus propios hijos, sigueevocando entre ellos, entre nosotros, unsentimiento que entronca directamentecon la raíz misma de lo eldense y que telleva desde su presente roto a un mun-do onírico donde su existencia da sentidoa todo.

El castillo de Elda, como otros tan-tos que jalonan el curso del río Vinalo-pó, es de origen islámico, almohade paramás señas. A lo que parece, tras la derrotamusulmana de Huete (1172) el califa al-mohade procedió a una reorganizacióndefensiva de su dominio que en las tie-rras del Vinalopó supuso la erección deuna serie de fortalezas que aunaban vi-gilancia y defensa en cuanto cometidoexistencial. En torno a esos enclaves de-fensivos se iría agrupando la poblacióndispersa que desarrollaría la topografíaurbana de las comunidades rurales.

Con la conquista cristiana del reinode Murcia las plazas fuertes del Valle delVinalopó, como prácticamente las delresto del territorio valenciano y mur-ciano, vieron expulsadas a sus defenso-res musulmanes para ser sustituidos porlos conquistadores. Así lo refería el tra-tado de Alcaraz de 1243, que si bien per-

mitía a los lugareños permanecer en suscasas y tierras, exigía el control cristianode todos los castillos.

El período de dominación castella-na resulta especialmente parco a la horade ofrecer noticias que refieran a la for-taleza. Sujeto al dominio de Guillermoel Alemán, la Orden Militar de Santiagoy el infante Manuel, y regido quizá per-sonalmente por el primero, y desde lue-go por alcaides nombrados por el maes-tre santiaguista y don Manuel, el casti-llo de Elda se convirtió en el elementoclave para la defensa del territorio, puesel hecho de que la población no conta-se con muralla defensiva, a diferenciade lo sucedido en poblaciones cercanas,aunque de mayor importancia, caso deAlicante, Elche, Crevillente u Orihuela,convertían a la fortaleza en la primera yúnica protección en caso de ataque. A lolargo de los siglos medievales son nu-merosos los casos en los que la poblacióneldense habrá de protegerse dentro delcastillo. Pero, pese a la no existencia demuralla la villa medieval de Elda pre-sentaba un tipo de cerramiento sobrela base de los muros exteriores de las vi-viendas que daban al campo, roto úni-camente por las puertas que ponían encomunicación las principales arteriasde la población con los caminos. Cerra-das esas puertas al caer la noche o encaso de peligro, el mundo intra muros,sin haberlos, quedaba protegido del pe-ligro exterior, aunque sólo cuando éstecarecía de entidad. Hablo de puertas enplural atendiendo a lo que sugirió elequipo de urbanistas y arquitectos querealizó la Diagnosis del Plan General deOrdenación Urbana de 1984, del que sedesprenden seis posibles accesos al recinto

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Elda medieval EL CASTILLO

JOSÉ VICENTE CABEZUELO PLIEGO*

Universidad de Alicante

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urbano. Número, a mi juicio, elevadopara una población tan pequeña, fun-damentalmente por su difícil defensa.Me inclino a pensar que serían uno o losumo dos los accesos a la población. Así,por ejemplo, en 1478 a la muerte del se-gundo conde de Elda, el hijo y herederode éste, del mismo nombre que su padre–Joan Roiç– se personó junto a sus pro-curadores para tomar posesión del cas-tillo y villa, y tras acudir a iglesia y mez-quita para que cristianos y musulma-nes le reconociesen como señor seencaminó en comitiva a la puerta de la

villa, y el documento recoge una sola,que abrió y cerró en señal de posesión,y tras ello a la huerta para igualmente to-mar posesión de ella. La localización deesa puerta quedaría al Oeste y se abriríacercana a la mezquita vieja, luego ermi-ta de San Antón, para enlazar con el vialque conducía a Monóvar.

El gobierno del castillo

Durante los siglos medievales el cas-tillo de Elda, al igual que el resto de pla-zas del Valle del Vinalopó, quedó adscritoal régimen de tenencia conocido comoad Consuetudinem Yspanie o «según la Cos-tumbre de España». La Costumbre deEspaña es un régimen de tenencia defortalezas de origen incierto cuya apli-cación suponía un control casi total porparte del concesionario sobre la plaza

que entregaba. La vinculación del pro-pietario de la fortaleza sobre la misma ylas obligaciones del tenente respecto delcedente hicieron de este derecho fór-mula magistral para que la monarquíaencontrase el antídoto a las ambicionesde los feudales, limitando su control a unaclase que convertía los castillos en ins-trumentos de dominación política e in-virtiendo el proceso en su propio favor.El hecho de detentar la alcaidía de un cas-tillo según la Costumbre de España su-ponía una fuerte atadura al beneficiariode la tenencia.

¿En qué se traducía la Costumbre deEspaña? Básicamente en recalcar la su-premacía del otorgante respecto del be-neficiario sobre la base de una serie de ele-mentos que refieren a la nominacióndel alcaide, al vínculo entre cedente ybeneficiario, al tiempo de disfrute de laalcaidía, que podía ser prefijado o depor vida, a la potestad del cedente deser recibido en la fortaleza tantas vecescomo lo solicitase y fundamentalmentea la garantía de recuperación de la pla-za concedida.

Dentro de este régimen tenencialconocido como ad Consuetudinem Ys-panie existía una fórmula jurídica apli-cada a fortalezas de menor categoría, de-nominada pro domo plana o «por casa lla-na» y que básicamente difería de laanterior en que los alcaides percibíanuna cuantía económica inferior parael mantenimiento de la plaza. La ads-cripción a una u otra denominaciónestaba en función de la calidad defen-siva de la plaza fuerte, con lo que un cas-tillo podía pasar de una a otra en fun-ción de sus defensas. Este fue el caso deElda, cuya fortaleza, aunque conside-rada de las importantes dentro del con-cierto defensivo de la frontera sur va-lenciana, en algún momento y debidofundamentalmente al estado de susdefensas quedó bajo la amenaza de serrebajada a la categoría inferior. Así lorecordaba en agosto de 1312 Jaime II aFerrer Descortell, baile general de las tie-rras allende Jijona, al referirle que pesea que en ese momento el alcaide de lafortaleza eldense percibía una cuantíadeterminada, ese monto podría verseaminorado si él decidía degradar la pla-za a la categoría jurídica inferior.

En los castillos del Valle del Vinalopóaparecen los dos tipos de concesión, adConsuetudinem Yspanie y pro domo plana, ysu adjudicación va a estar en relación

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Vista aérea del castillo de Elda(Archivo Museo Arqueológico

Municipal de Elda).

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únicamente con la importancia de laplaza, dado que ninguno de ellos puededenominarse «roquero» y aunque apa-recen enclavados en un alto, éste, a ex-cepción del cerro de La Mola, no pre-senta una dificultad orográfica notable.Así las fortalezas de Petrer, Elda y Mo-nóvar, que se muestran coronando un pe-queño cerro, la torre de Salinas en unaladera, o el antiguo castillo de Monfor-te claramente en el llano, se encuentrana caballo entre la altura y la planicie. Espor ello, que los dos más importantes,Elda y La Mola, quedarán en lo genéri-co adscritos al régimen ad Consuetudi-nem Yspanie, mientras que los de Monó-var y Chinorla, en el único momentoque los conocemos vinculados a la Co-rona –tras su incorporación por Jaime IIen 1296– y antes de ser concedidos en se-ñorío eran tenidos pro domo plana. Delos de Petrer, Monforte y Salinas, vin-culados al señorío, desconocemos cómose gestionó su tenencia.

Atendiendo a las dos fórmulas ju-rídicas antes señaladas, la concesiónde la alcaidía se realizaba normalmen-te a beneplácito, es decir, durante eltiempo que el rey considerase oportu-no y revocable a su voluntad. En estesentido habría que resaltar una obvie-dad, y es que solamente los cristianostenían acceso a la alcaidía así como a for-mar parte de la guardia que los custo-diaba, ya que, como quedó establecidotras el pacto de Alcaraz y posterior-mente en els furs, la normativa legal va-lenciana, ni moros ni judíos podíandesempeñar cargos públicos.

Los alcaides

Los alcaides, obviamente, eran per-sonas de condición militar y lo ideal esque tuviesen experiencia en ese campo,al tiempo que hombres de confianza dequiénes les promovían a la alcaidía. Parael caso del castillo eldense conocemos losnombres de algunos de ellos así comociertas actuaciones que nos revelen eseperfil militar. Durante la etapa de do-minación castellana sólo sabemos de laalcaidía de Guillermo el Alemán, primerseñor de la villa, concedida por el in-fante Alfonso en 1244, desconociendo losnombres de los tenentes designados porlos santiaguistas y don Manuel. El grue-so de la información relativa a este asun-to la tenemos durante el dominio de laCorona de Aragón, y en concreto del Ca-

sal de Barcelona. Sabemos que a la llegadade Jaime II a estas tierras en la primave-ra de 1296 era Juan García de Loaysa,señor de Petrer, quien tenía a su cargo loscastillos de Elda y La Mola. Tras la sen-tencia de Torrellas quedó como alcaideeldense Pere de Montagut, nominadoen abril de 1305. Le sustituyó siete añosdespués Miquel Vidal de Llibià, por ra-zones que desconocemos, aunque sabe-mos que a los pocos meses Montagutfallecería. No volvemos a tener infor-mación al respecto de la tenencia delcastillo de Elda hasta pasadas cuatro dé-

cadas. Desde al menos los primeros añosde la década de 1350 venía ejerciendode alcaide Berenguer Togores, nomina-do como tal por el infante Fernando,señor de la villa y de casi toda la Procu-ración de Orihuela, ejerciendo de su-balcaide en esas fechas Gonçalvo Sanchis.En 1357 lo hacía Gonçalvo Álvarez d´Es-pejo, fiel vasallo del infante Fernando, quepor entonces pasó a defender el castillode Elda en cuanto punto de vanguardiadel señorío oriolano frente a los domi-nios valencianos de Pedro IV. Desde losprimeros años de la década siguiente, almenos desde 1363, ocupó la alcaidíaPere Sala, que a la muerte de don Fer-nando y junto a los alcaides de las prin-cipales fortalezas de la Procuración de

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Alfonso X el Sabio. Historia deCartagena, VI, 1986.

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Orihuela –Orihuela, Callosa, Guarda-mar y La Mola– fue llamado a la pre-sencia de Pedro IV. En 1366 era el ilici-tano Sanxo d´Esparça quien la detentaba.

Como bien sabemos, tras la finali-zación de la guerra de los dos Pedros lastierras del Vinalopó pasaron a manosde los capitanes de las famosas Compa-ñías Blancas, tropa mercenaria que cola-boró con Pedro el Ceremonioso contraCastilla. Desde luego no serían sus señoresquienes se hicieran cargo personalmen-te del dominio, ni por supuesto de suscastillos. En el caso del bretón BertrandDuguesclin, nominó a una serie de fun-cionarios para que administrasen el se-ñorío del Vinalopó recibido de PedroIV, y entre ellos a alcaides. Únicamenteconocemos en esta faceta a Martí de Mo-rera, que ejerció tal función en la forta-leza eldense hasta la llegada del nuevo se-ñor, el inglés Hugh de Calviley. Calvileyasimismo tomó posesión del castillo y vi-lla de Elda a través de su procurador,John de Brighton, y procedió a nomi-nar un alcaide del que no nos ha llega-do su nombre tras recibir el castillo deJoan de Salazar, subalterno de Martí deMorera en aquella alcaidía.

Durante el dominio de la reinaSibi.la fue Llop Ximenis de Perencisael alcaide de Elda. Cuando el señoríopasó a manos de Violante de Bar, Xi-menis de Perencisa cedió la posesión a

Jaume Escrivà, de la casa de doña Vio-lante, teniendo aquél como subalcaidea Ramon Morera. A Escrivà le sucedie-ron en la tenencia del castillo Miquel dePola, a mediados de los noventa de si-glos XIV; a éste en fecha indeterminadaJoan de Fontes, que cesó en julio de1403 ante Pere Massa. Massa murió a lospocos meses y en octubre de ese añoejercía de alcaide Gonçalvo d´Almena-ra, sucedido por Berenguer Gorch, muer-to en la primavera de 1410, con lo quesu subalcaide, Bernat de Gallach, que-dó al frente de la fortaleza hasta que laseñoría nombrase a otro. La presenciade Gallach fue larga, pues fue sucedidopor Jaume Diona ocho años después. Elúltimo nombramiento realizado pordoña Violante fue Sanxo Sadurní, en1425, antes de que el dominio eldensepasase a manos de la familia Corella.De este período únicamente conozcoel nombre de un alcaide, Mateu Vilar, quelo vino siendo desde fecha indeterminadahasta al menos 1478.

El componente humano ymaterial del castillo

En estas fortalezas, al menos en lasde realengo, el alcaide nombrado por elrey estaba obligado a residir en el casti-llo con un contingente militar y a man-tener la plaza en óptimas condiciones,para lo cual recibía de la Corona unacantidad de dinero –la retenencia– de laque salía su salario, el de los soldados asus órdenes y los gastos de manteni-miento de la plaza. Esta retenencia oscilódurante el siglo XIV entre los dos mil ytres mil sueldos anuales para los castillosde Elda y de La Mola, normalmente siem-pre en función de mayores o menoresgastos defensivos. Así, por ejemplo, mien-tras que durante la guerra de los dos Pe-dros la Corona concedió tres mil sueldosanuales para el mantenimiento del cas-tillo de Elda, una vez finalizada, la can-tidad se vio reducida en quinientos suel-dos y al poco en otros quinientos, que-dando fijada en dos mil. Sabemos que aprincipios del siglo XV la cantidad enconcepto de retenencia se vio disminui-da en más del 50%, pues Joan de Fontespasó a percibir 40 libras anuales en 1402,lo que equivalía a 800 sueldos.

La guarnición de cada fortaleza, aligual que la retenencia, variaba ostensi-blemente en su número dependiendode si era tiempo de paz o tiempo de gue-

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Divisiones administrativas delsur del Reino de Valencia en los

siglos XIII-XIV. Historia deAlicante, III, 1985.

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rra, aunque en ningún caso los castillosdel Vinalopó acogieron un contingentemilitar numeroso, al menos durante unperíodo de tiempo considerable. Sabemos,por ejemplo, que durante la guerra de losdos Pedros, en la primavera de 1359, lle-gó García Jofre de Loaysa a su castillo dePetrer con cien jinetes para desde allíhacer guerra al rey de Aragón; si bien, lohabitual era la carencia de fuerzas. Larealidad fue que los castillos del Vinalopó,como prácticamente el resto de casti-llos de la frontera sur valenciana, no es-taban en absoluto preparados para afron-tar con garantías una alarma militar im-prevista.

La precariedad en el número de de-fensores era alarmante. Conocemoscómo, en los días finales de 1363, cuan-do mayor era el peligro y más fuerte la pre-sión ejercida por los castellanos a lasfronteras de Orihuela, el castillo de Eldacontaba con un contingente militar nosuperior a la docena de hombres, inclu-yendo al propio alcaide. No nos sor-prende, pues, el hecho de que los po-bladores musulmanes del lugar, aterro-rizados por la cercana presencia de PedroI de Castilla, que asediaba Elche, ayu-dasen a Rodrigo de Ganga, convecinocristiano y quizá miembro de la guar-nición o al menos con fácil acceso a ella,a asaltar el castillo, asesinar a sus de-fensores y entregar las cabezas de éstos,hincadas en unos palos, junto con lasllaves de la plaza, al monarca castella-no. Es por ello que ya en 1367, cuandolos rumores apuntaban hacia una nue-va guerra con Castilla, Pedro el Cere-monioso ordenase que se enviasen alcastillo eldense quince hombres de a ca-ballo para ayudar en la defensa del mis-mo, habiendo de permanecer allí mien-tras durase la contienda. Esta tropa derefresco acudía a reforzar una plaza si-tuada en la misma frontera castellano-murciana y contrarrestar los miedos deuna población musulmana poco cola-boradora.

Años después, 1384, la guarniciónde los castillos de Elda y de La Mola erade diez hombres en cada uno contan-do al alcaide. Fue entonces, ante las no-ticias que llegaban de una posible gue-rra con el reino de Granada, cuando lareina Violante, señora de ambos luga-res, ordenó que los alcaides respectivoscontratasen a sesenta hombres, cristia-nos, y los repartiesen entre las dos for-talezas para su defensa, pasando así a

contar cada una de ellas con cuarenta sol-dados. Aunque hay que destacar que setrató de una disposición extraordinariaque duró mientras lo hizo el peligro.

Sólo en los momentos de máximoriesgo se procedía a aumentar el núme-ro de defensores de las plazas fuertes.En 1358, en pleno conflicto con Casti-lla, Pedro IV decidió pertrechar la veci-na Caudete con veinte ballesteros, obli-gándose el señor de la plaza, García Jo-fre, a satisfacer el salario de cincocaballeros. Al año siguiente, para queno se perdiese el castillo de Crevillente,se pusieron dentro de sus muros cin-cuenta ballesteros y diez caballeros. Idén-tico número de defensores quedaron enel roquero castillo de Alicante bajo enmando de Joan de Bellvís en 1363 parafrenar el ataque castellano. El peligro,o su ausencia, era directamente pro-porcional a la presencia de defensoresen los castillos. Diez años después deque fuese fortalecida de defensores ymaterial bélico la fortaleza crevillenti-na, hablamos de 1368, la guarnición conque contaba estaba formada por cuatrohombre y un perro, un mastín. Es im-portante indicar, como curiosidad, quelos castillos del Vinalopó no contaron,al menos a efectos administrativos, conperros, tal y como sucedía en otras for-talezas de la geografía valenciana, comoCastalla, Alcalá, Gallinera, Sagunto, ola cercana Crevillente donde los canessuplían la no presencia de hombres. Ca-nes por los que la Corona pagaba igual-mente retenencia, en una relación des-favorable de dos a uno, es decir, dos pe-rros equivalían a un hombre.

Guarnición, por lo demás, com-puesta por pocos defensores con unaformación militar bastante deficienteque dispondría de un armamento de-fensivo y ofensivo insuficiente y en lamayoría de los casos en pésimas condi-ciones. El equipo de los ballesteros no iríamás allá de una coraza y un casco juntoa la propia ballesta, y por lo que sabemosde los escasos inventarios de castillosque han llego hasta nosotros, al menosdel territorio, su conservación era bastantedeficiente. El inventario realizado en1387 en el castillo de Elda para forma-lizar el paso del señorío de Sibil.la deFortiá a Violante de Bar revela esa pobrezay ruina material de los recintos fortifi-cados al reflejarse en esos informes laexistencia de ballestas rotas, escalas que-bradas, lanzas y flechas oxidadas o di-

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rectamente sin punta y un sin fin de si-tuaciones verdaderamente patéticas,imagen viva del lamentable aspecto en quese encontraban las armerías castrales.Frente a esa imagen de realidad, la teo-ría apuntaba que en los castillos debíaexistir madera y hierro para fabricar ar-mas, piedras para arrojarlas al enemi-go, forraje para el ganado, alimento paralos defensores, y sobre todo agua.

A la general penuria material se uníaen alguna ocasión el absentismo de losalcaides. Los responsables de las fortalezastenían obligación de residir en ellas, peroesto no debió ser muy habitual, prefi-riendo hacerlo fuera del recinto junto asus familias. Pero se llegó a más, hasta elpunto de abandonar el cargo temporal-mente para solucionar asuntos perso-nales nombrando en su lugar, de formailícita, a sustitutos. Esta situación la sa-bemos desde fechas relativamente tem-pranas. En los primeros días de su go-bierno, Alfonso IV el Benigno encargó unestudio acerca de la situación de los cas-tillos valencianos. Por él supo que nin-guno de los alcaides del Valle de Eldahacía residencia personal dentro de lafortaleza, lo que las ponía en grave peli-gro. Del mismo modo la cantidad anualque recibía en concepto de salario pro-pio, de la tropa que capitaneaba y deayuda para el mantenimiento de las ins-talaciones, era normalmente retenidapor este funcionario en su totalidad. Enocasiones ocurría que ni siquiera se con-taba con numerario suficiente para sa-tisfacer ese pago, llegando a plantearsedesde la Corona, si bien de modo co-yuntural, delicadas estrategias para ob-

tener dinero, como sucediese en 1329,cuando tras los pactos habidos entreCastilla y la Corona de Aragón para re-emprender la acción militar contra Gra-nada, Alfonso IV el Benigno dispuso lasaca de cereal de la Procuración deOrihuela para con esas ventas solventarlos pagos de las retenencias de los castillosdel distrito. Esto hacía que los solda-dos, lógicamente mal pagados, pusie-sen poco celo en su actividad defensiva,cuando no ninguno, abandonando elpuesto ante la desidia que observaban ensus superiores y la falta de medios ma-teriales.

No obstante, la arqueología ha pues-to de manifiesto la existencia en la ma-yoría de castillos de diversas habitacio-nes que servirían como dormitorios dela tropa, seguramente separados de la es-tancia adjudicada al alcaide, almacénde armamento, cocina con un gran ho-gar, horno, posiblemente molino, asícomo cuadras y corrales para aves yotros animales. Se contaría también contodo el utillaje necesario para el uso co-tidiano: platos, ollas, jarras, tinajas, can-diles, agujas, etc. La existencia de talesartículos en un castillo dedicado únicay exclusivamente a la defensa deveníano sólo de la necesidad de contar conellos, sino también porque muy posi-blemente las fortalezas contaron, al me-nos en algunos momentos, con mujeresresidiendo en su interior. La documen-tación nos muestra que en castilloscomo el de Alicante la corona obligabaa los alcaides a residir con su familiapara evitar su no presencia. Nada se dicedel resto de la fuerza militar, pero no se-

180 H I S T O R I A D E E L D A

Planta del castillo de Elda con suevolución arquitectónica

(Archivo Museo ArqueológicoMunicipal de Elda).

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ría descabellado pensar que sucediesealgo similar, al menos en determinadosmomentos, puesto que durante todos losreinados se tomaron medidas contra elabsentismo, incentivando la residenciade los alcaides en las fortalezas con la pre-sencia de sus familias. Para el caso deElda, además de los períodos álgidosde conflicto bélico en que la poblaciónse protegiese en su interior, circuns-tancias coyunturales de más largo pla-zo que apuntaban al castillo como elrefugio más seguro de los vecinos de lavilla hicieron que en el interior de lafortaleza se construyesen viviendas atal efecto. De este modo, tras las gravestensiones existentes entre las comuni-dades musulmana y cristiana desde fi-nales del siglo XIV, y la necesidad deprotección de la primera de ellas ante lasturbas cristianas, la reina Violante, señorade Elda, facultó en 1420 a los musul-manes de la villa que en lo castell del dit lochpuxats licitament e sens alguna pena hedifficare construir cases e hedifficis per tuició de vos-tres persones e bens. Salvada la celloquia, quehabía de quedar franca para el alcaide yajena a los musulmanes, éstos podíanrealizar a su costa todo tipo de obras:puertas, muros, etc. para su seguridadsiempre que no se pusiese en peligro lade la propia fortaleza; obras que habíande ser avaladas por el procurador de laseñoría. Cada individuo o familia obra-ría según su potencial económico. Sibien, a algunos de ellos se les permitíaalguna licencia, como al cadí local, Ce-reg Motarrif, a quien la señora le obse-quiaba con una vivienda sobre dos to-rres del castillo junto a un porche con-tiguo a esas estancias en la part e sobre loportal vulgarment apellat «dels molins».

A estos problemas se unía otro, qui-zá de mayor calado en cuanto a su sig-nificado y trascendencia, y es la debilidadde las fortalezas. Los castillos del Vina-lopó, al igual que casi la mayoría de losde la frontera sur valenciana, se hallaronen lo genérico a lo largo de la Edad Me-dia en unas condiciones materiales, tan-to en su arquitectura –entiéndase de-fensas– cuanto en su armamento y con-tingente humano, bastante deplorables.Lo que les convertía en objetivos fácilespor parte del enemigo. Esta percepción,compartida por propios y extraños, se tor-naba en honda preocupación por razónde su situación rayana y lo inestable dela frontera, no sólo en los momentos deguerra abierta sino también en los de

paz o tregua. La descripción que de cas-tillos y torres hacen autoridades y veci-nos apuntó en algún momento hacia,incluso, su destrucción, por ser más per-judiciales que beneficiosos para la po-blación que se abrazaba a ellos comopuntal defensivo. Este fue el caso de lasplazas de Aspe, Monforte y Chinorla res-pecto de sus recintos urbanos y los ve-cinos, los del Valle de Elda durante laguerra de los dos Pedros.

La situación de debilidad defensivade las fortalezas del Vinalopó se constataya desde el mismo momento en que Jai-me II conquista el reino de Murcia en losúltimos años del siglo XIII. Quizá elcaso extremo de ese estado de ruina esMonforte, cuyo castillo a fecha de 1300se encontraba todo caydo e derribado ypor tal inservible –está desenparado e yer-mo, que no y está ninguno–, siendo necesariauna gran labor de reconstrucción. Enotros castillos de la comarca tambiénse realizaron importantes obras duran-te todo el período, reflejo de su mal es-tado. Tal sucedió en Elda y La Mola,donde entre 1308 y 1310 la reina Blan-ca, esposa de Jaime II y señora de amboslugares, se dirigió en varias ocasiones alas autoridades locales y regnícolas paraque atendiesen de modo conveniente ala defensa de ambas fortalezas dado ellamentable estado en que se encontra-ban. Para ello arbitró ciertas cantida-des de dinero procedente de las rentasde esos lugares.

A finales de la década de 1320, ytras la firma de un tratado entre las Co-ronas de Aragón y de Castilla para hacerguerra al rey de Granada, Alfonso IV elBenigno ordenó la fortificación de todaslas plazas situadas al sur de la línea de Ji-jona. Así, en su misiva a Jofre Gilabert deCruïlles, procurador del territorio, enfebrero de 1329 le señalaba que recono-ciese todos aquellos castillos, en espe-cial los situados en los Valles de Elda yNovelda, debiendo atender al estado delas construcciones, hombres que las de-fendían, armas con las que contaban y vi-tuallas. No hubieron de ser muy im-portantes estas obras, en caso de que serealizasen, pues al poco, y ya en pleno con-flicto granadino, Alfonso el Benigno re-cibió una comunicación de Guillem deSenesterra, quien por entonces inspec-cionaba los castillos de la frontera me-ridional valenciana, sobre el estado de losmismos. En su informe al rey, fechado ennoviembre de 1331, el inspector consi-

181Elda medieval. El castillo

Fragmento de pintura mural dela capilla del castillo, siglos XIV-XV (Archivo Museo ArqueológicoMunicipal de Elda).

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deraba que los castillos del Valle de Eldase encontraban en condiciones desi-guales, pues mientras que Monforte, elprimero en ser visitado de los del valle,era considerada curiosamente como unaplaza fuerte y bien defendida que me-joraría con ciertas obras, Elda y La Molaestaban «mal obrat dins e de fora» y «fort malhobrat e mal endreçat» respectivamente,es decir, eran dos castillos poco segurosque se encontraban en peligro en caso deno ser reparados de modo conveniente.

Misión fundamental por parte delos alcaides era vigilar el estado de sus for-talezas, y de resultar necesario procurarsu restauración. Para tal fin la Corona,e imaginamos los distintos señores, ar-bitraban cantidades de dinero a tal efec-to siempre y cuando se hiciesen necesa-rias dichas obras. A principios de la se-

gunda década del siglo XIV el entoncesalcaide eldense Miquel Vidal de Libiàestimaba necesarios 300 sueldos parareparaciones en el castillo que regenta-ba. En algunas localidades cercanas, casode Orihuela, se estipulaba una cantidadanual que procedía del impuesto de ca-bezaje pagado por los musulmanes dellugar. Para el caso del Vinalopó, y con-cretamente de Elda, conocemos de unadisposición de la reina Violante en 1407por la que establecía que de las rentas sa-tisfechas por la comunidad islámica seretuviesen anualmente 20 florines a em-plear en el castillo, así como que en el res-to de lugares del valle fue también lapoblación musulmana con sus impues-tos la que contribuyó al mantenimien-to de las defensas locales. Lo que sí sa-

bemos es que tales cantidades resultabanclaramente insuficientes para la repara-ción de muros y castillo. Las rentas se-ñoriales del infante Fernando, de me-diados del siglo XIV, apuntan a ciertassumas que fueron empleadas en el acon-dicionamiento de la fortaleza eldense,y éstas estarían en función de las propiasnecesidades, casi siempre mayores que lasacciones, y de la disponibilidad pecu-niaria. Así, por ejemplo, mientras queen 1352 se emplean 419 sueldos en elcastillo, tres años después, en el inicio dela guerra con Castilla, sólo 25 sueldos 4dineros, frente a los más de 400 sueldosque se utilizaron para fortificar La Mola.Junto al dinero para las reparaciones sesumaba el monto dedicado a la adqui-sición de viandas y armas para los de-fensores de la fortaleza. En 1356 se leentregan al alcaide eldense diez cahicesde cereal, cinco de trigo y otros tantos decebada, pero cuando hasta allí se des-plaza un grupo de caballeros fronteroscomo refuerzo militar se necesitan másalimentos y la señoría se ve obligada aañadir doce cahices cuatro barcellas decebada, así como varias docenas de lan-zas y fechas para los fronteros. Por esasmismas fechas Pedro el Ceremoniosoordenaba a Pere Maça reparar y avitua-llar convenientemente de pa, d’aygua, devinagre e de totes altres coses a Monóvar yabandonar el lugar de Chinorla, aun-que no su torre en caso de poder resis-tir, es decir, en caso de estar en buenascondiciones.

Por el tipo de construcción emple-ada, la necesidad de inversión en las de-fensa fue constante. De ahí que cadacierto tiempo observemos acciones derestauración o afianzamiento. Sabemosque durante la alcaidía de Llop Xime-nis de Perencisa, en los años de señoríade la reina Sibil.la, éste realizó ciertasobras de acondicionamiento y mejoraen el castillo, haciendo llamar a un pi-quero o bombardero de Valencia pararestaurar la bombarda de la fortaleza.Años después, la también reina y seño-ra, Violante de Bar, ordenó la repara-ción de torres, aljibes y otros elementosque necesitasen intervención urgente.

Para las tierras del Vinalopó no con-tamos con ningún documento dondese expresen las obras a realizarse. Nor-malmente se solicitaba el engrosamien-to de los muros y su alzada a una deter-minada altura. Los espacios más ex-puestos debían fortalecerse de modo

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Alfonso V el Magnánimo.Nuestra Historia, III, 1980.

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conveniente. En aquellos lugares don-de la orografía lo permitía se mandabaconstruir otro muro delante que impi-diese un ataque en primera oleada. Den-tro de cada castillo se habían de derruirhasta una determinada altura las edifi-caciones más altas a fin de no servircomo punto de referencia a la artilleríay de que su derribo, en caso de verse afec-tadas por las catapultas enemigas, nocausase demasiado daño. Había igual-mente que hacer provisión de agua, vian-das, forraje para los animales y sobretodo armas –lanzas y fechas funda-mentalmente–.

De la fortaleza militar alpalacio condal

A finales del Trescientos en algu-nas de estas plazas se une a la defensa otracaracterística, la residencia. Nace en-tonces en estas tierras un nuevo con-cepto de castillo, el residencial, aco-giendo a nobles o a sus sirvientes. Co-mienzan a aparecer elementos ajenos ala actividad miliciana, como es el caso delas capillas localizadas en algunas deestas plazas, dotadas de capellán, librosreligiosos, adornos, etc., aunque desco-nozcamos desde cuando contaron contal espacio, al tiempo que estancias no-bles. Esto es así porque algunos de estoscastillos sufrieron una notable mejoracuantitativa y cualitativa durante elCuatrocientos al añadir a su condiciónde fortalezas defensivas la de recinto re-sidencial de dos grandes familias nobi-liarias del reino de Valencia: los Maça deLiçana como señores de La Mola y los Co-rella, condes de Cocentaina, de la veci-na Elda. Esos trabajos de restauraciónconsiguieron ampliar los recintos y so-bre todo mejorarlos, tanto en sus de-fensas, debido básicamente al desarro-llo de la artillería, como en los interio-res. Se crearán nuevas salas, mucho másdignas que las existentes hasta la fecha,donde los señores pudiesen residir tem-poralmente para darse a su deporte fa-vorito, la caza. La presencia de ambos li-najes en estas tierras para practicar la cazafue una constante durante todo el si-glo XV, llegando incluso Ximén Pérez deCorella a invitar a Alfonso V a visitarsus posesiones del Valle de Elda paracazar juntos. En cuanto a los espacios in-teriores, van a ser lujosamente decora-dos, tal y como se ha puesto de mani-fiesto en estos castillos, con la apari-

ción de cerámicas de lujo, tapices, cor-tinajes, muebles y adornos valiosos comoun reloj de contrapesos. En un inventariorealizado a fines de la Edad Media seapunta la existencia de treinta estan-cias, distinguiéndose dependencias decorte militar, como las torres, seis a fi-nes del siglo XV– cuatro de ellas connombre: la redona, la del pont de la celoquia,la del colomer y la mocha–, la prisión o laarmería, las dedicadas a las tareas deservicio y al descanso de ese personal yde la propia guarnición, del tipo cocina,horno o bodegas , y las nobles, entre lasque se contaban la gran sala, las habi-taciones y la capilla. La presencia de lospropios señores les llevó a no repararen gastos, como se observa en el mate-rial que Joan Roiç padre mandó llevarhasta Elda para restaurar la gran salade su nuevo palacio, donde a la made-ra en una cantidad asombrosa y el ala-bastro para los ventanales se unían dosmil azulejos. Del mismo modo que esasvisitas ciertamente pródigas de la se-ñoría a Elda hicieron necesario aumentarla seguridad del castillo. Así sabemosde la existencia de dos accesos al mismo,uno al propio recinto militar y un se-gundo a la celoquia, o lo que es lo mis-mo la parte destinada al alcaide, y bajoambas puertas es posible que hubiese unfoso defensivo dado que en el mencio-nado inventario de finales del Cuatro-cientos se apunta la existencia de cade-nas elevadoras de los puentes levadizos.A ello se añadirá el aumento del perso-nal adscrito, apareciendo personajesque no se habían mostrado siglos antescomo cocineros, sirvientes, adminis-tradores, ayas, etc. Será entonces cuan-do las edificaciones se eleven algún queotro piso más.

En ese tránsito de fortaleza a pala-cio de la mano de los Corella, la plazafuerte de Elda abandonó su hasta en-tonces lúgubre fisonomía remozandosus formas, aunque siempre guiada porel pragmatismo antes que por la estéti-ca o el sentido ornamental, al tiempo quedesapareció su desolada carencia de me-dios materiales y humanos. Los señoresde Elda, de la mano de Ximén Pérez,procedieron, entre otras muchas cosas,a cuidar de sus castillos. Motivos tení-an para ello, pues sus desavenencias conotros linajes valencianos, como los Maçade Liçana, señores de Novelda, hizo quelas poblaciones del Vinalopó, de uno yotro dominio, villas y hombres, cono-

183Elda medieval. El castillo

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cieran de violencias continuadas y ne-cesitasen garantía de protección. De ahíque en el antes mencionado inventariode los castillos de Elda, Petrer y Sax enel paso del segundo al tercer conde Co-rella, 1478, se detecte un gran númerode armas de todo tipo, que en el pri-mero de los casos supera con creces el mí-nimo exigido a una armería castral de laépoca para convertirse en un verdaderoarsenal. Una veintena de ballestas con va-rias cajas de saetas, lanzas, azagayas,hondas, más de sesenta escudos y mul-titud de piezas para la protección de losdefensores y sus cabalgaduras. Aunquesin duda las piezas más destacadas eranlas artilleras en una variedad más que no-table: cincuenta y una espingardas, die-ciséis cerbatanas, trece búzanos junto aun par de serpentinas, pasavolantes yfalcones napolitanos. Y todo ello juntoa cuatro barriles de pólvora, dos de ellosvacíos y uno a medias, así como alrede-dor de seis arrobas de azufre para su fa-bricación. Este elemento, la pólvora,también lo localizamos en la cercanaSax en esa misma fecha –una arroba– oalgunos de sus componente en Petrer–media arroba de azufre y otra media desalitre–, lo que nos habla a las claras notanto de la importancia cuanto de lageneralización de las armas de fuego enese tiempo.

Defensas menores: casasfortificadas, torres, atalayasdiurnas y escuchas nocturnas

En las tierras del Vinalopó existió enlos siglos medievales un tipo de cons-trucción defensiva de menor rango aldenominado castillo para en algún casocumplir idéntica misión. Junto a las pla-zas fuertes de Elda, Petrer, La Mola,Monforte y Monóvar, dentro del do-minio de la vall, que alcanzaba un am-plio espacio lindando con los términosde Alicante, Elche y la murciana Jumi-lla, se edificaron casas fortificadas enlos lugares de Chinorla y Salinas para vi-gilancia y protección de la escasa po-blación que los habitaba y torreones vi-gías para el control de los caminos pú-blicos. Entre estos últimos se ubicabanen tierras de la Gobernación de Orihue-la dos principales, que de Oeste a Estedominaban el acceso al Vinalopó. Unodenominado La Torreta, en la sierra delPortitxol o força d’Elda, ordenado construir

por Pedro el Ceremonioso en el caminoque comunicaba a esta población con lavecina y castellana plaza de Sax, al tra-tarse, como reza el documento por elque se ordena su edificación, de un ca-mino en esas partes solitario, distante delos lugares poblados y por consiguien-te habilitado a los robos y depredacio-nes. Y el otro, también denominado delPortitxol, dispuesto en 1401 por Martínel Humano en el camino que comunicabaElche con Alicante y desde ahí con elVinalopó, por seguridad de los vian-dantes. Torres ambas que contaban conuna pequeña guarnición militar y que ha-bían de mantenerse con el peaje de lostranseúntes.

El sistema defensivo se completabafinalmente con la existencia de una redde puestos de vigilancia, fijos y móviles,ubicados en los principales caminos,en los pasos de montaña, en las veredasy en los valles, para ver y escuchar; se tra-ta de lo que las fuentes denominan ta-laies y escoltes. Las primeras referían a lavigilancia diurna, emplazadas en pun-tos de excelente visibilidad, mientrasque las escoltes o escuchas referían a lanocturna, y como su propio nombreindica estaban encaminadas a escucharcualquier ruido sospechoso, pues la os-curidad de la noche solía ser utilizadapor el enemigo para adentrarse en elespacio donde quería producir daños.Para estos últimos servicios se solíanemplear almogávares, es decir gente pre-parada para sobrevivir a la intemperie asícomo para escabullirse si los enemigoslos descubrían. Gente, por otro lado,habituada a los rigores de la guerra,atendiendo a que era su medio de vida.A este respecto conocemos de formapormenorizada la ubicación y el sistemade comunicación establecido para la vi-gilancia de un territorio muy concre-to, el triángulo formado por el Valle deElda al Oeste contando con las avan-zadillas de Monóvar y Chinorla, el cam-po de Alicante al Este y al Sur la villa deElche, a mediados del siglo XV. Este es-pacio, que se corresponde básicamentecon el Valle Medio del Vinalopó, contabacon una serie de puestos de vigilanciadiurna y nocturna para desde ellos, y através de un sistema de señales con uncódigo preestablecido a base de ahu-madas diurnas y alimaras nocturnas,comunicar la presencia de enemigos ysu punto de entrada, ya fuesen almo-gávares, nazaritas o castellanos.

184 H I S T O R I A D E E L D A

Alfardón de la familia Corellacon la leyenda «SDEVENIDOR»

(1440-1444) (Archivo MuseoArqueológico Municipal de

Elda).

Alfardón valenciano del castillode Elda, siglo XV (Archivo Museo

Arqueológico Municipal deElda).

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La consecución de la conquista cris-tiana de los territorios del levantede al-Andalus a los almohades en

la primera mitad del siglo XIII, va a su-poner la incorporación a los reinos cris-tianos de una serie de poblaciones ha-bitadas en su integridad por musulma-nes. Conceptuadas como propiedad realo bien cedidas a un señor a quien el reyotorga el lugar –caso de Elda y las po-blaciones del Valle–, las nuevas pobla-ciones se integran en su nueva realidadpolítica mediante una serie de capitu-laciones o convenios establecidos entrelos representantes de las poblaciones ylas autoridades cristianas. Aunque exis-ten diferencias entre esos convenios de-pendiendo de la zona y de la época en queson acordados, son muy homogéneosen una serie de puntos, que, así, puedenservir como denominador común paraconocer las formas de vida de los mu-sulmanes en aquellos lugares de los queno se tiene demasiada noticia.

La originalidad de dichos pactosentre el señor cristiano y sus súbditos mu-sulmanes en el contexto de la Edad Me-dia europea ha sido muchas veces pues-ta de manifiesto. Constituye el eje ver-tebrador de la coexistencia de las dosreligiones en el medievo peninsular porcuanto reconoce una serie de derechos–legales, religiosos, culturales, sociales...–a los nuevos súbditos, derechos que es-tán garantizados por la legislación cris-tiana y la propia acción del señor. Por par-te islámica, también esta situación es deradical novedad en el contexto del pen-samiento religioso tradicional, que sos-tiene sin excepción que un musulmánsólo puede vivir bajo poder islámico y que,por tanto, es completamente ilícito para

el creyente permanecer en territorio do-minado por el infiel (káfir, de donde elespañol ‘cafre’). El buen musulmán ha desalir con toda urgencia de estas zonas, sinexcusa ninguna, y dirigirse a tierras delislam.

No fue esa, sin embargo, la elecciónde los musulmanes que, desde el siglo XI,iban quedando englobados dentro delas conquistas cristianas. Por más que unbuen número de ellos sí que emigrase ha-cia el sur peninsular y posteriormente alMágreb –en especial las élites económi-cas y religiosas–, las poblaciones islámi-cas conquistadas prefirieron aceptar elpacto que se les ofrecía. En él veían un pa-ralelo con la situación tradicional de ju-díos y cristianos en las sociedades mu-sulmanas: aquéllos, las gentes que poseenun Libro Revelado (ahl al-Kitab), puedenconservar su religión, lengua, costumbresy otros derechos, a cambio fundamen-talmente del reconocimiento de la au-

185

La comunidad mudéjar y morisca de Elda (siglos XIII-XVII)

LUIS F. BERNABÉ PONS

Universidad de Alicante

11

Reproducción de un pergaminodel siglo XV en el que se observala parte superior de la Ka’ba. DeLa Alhambra, 1974.

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toridad islámica y de pago de un tribu-to (dimma).

La historiografía ha consagrado elarabismo «mudéjar» para referirse a es-tos musulmanes de la Edad Media queviven sometidos a la autoridad cristiana,pero con un estatuto pactado y recono-cido. Participio árabe proveniente de laraíz d-¥-n, que significa «permanecer»,«establecerse», denomina a esas comu-nidades islámicas que optan por no emi-grar de sus tierras conquistadas y per-manecer en ellas siguiendo con sus ac-tividades ancestrales. Esencialmente setrata de las mismas comunidades quevivían libremente en al-Andalus, bajopoder islámico, si bien descabezadas desus autoridades políticas, militares o re-

ligiosas. Reorganizadas en estos aspec-tos y reguladas sus relaciones con la nue-va autoridad a través del reconocimien-to de su autoridad y de una muy fuertecarga impositiva, seguirán siendo enmuchos lugares la mayoría de la pobla-ción, si no sus únicos habitantes, algo es-pecialmente notorio en las tierras de Va-lencia.

Un posible principio que pareceguiar los pactos establecidos entre losreyes y las comunidades musulmanases el de intentar mantener en lo posiblela organización de éstas anterior a laconquista. El importante peso demo-gráfico de los musulmanes, con extensaszonas habitadas exclusivamente porellos, hará que se favorezca el manteni-

miento de sus estructuras e institucionesislámicas. Los mudéjares tienen así re-conocidos y protegidos –aun con dife-rencias según las zonas– el derecho a te-ner casas y tierras por labrar, a regirse porla ley musulmana; a practicar el islam,transmitiéndolo de padres a hijos; amantener las mezquitas y sus cargos; anombrar sus jueces y autoridades; a uti-lizar la lengua árabe tanto entre elloscomo con los cristianos; a circular li-bremente e incluso viajar a tierras mu-sulmanas, y a ser protegidos de ataquesy abusos. Estos derechos serán respeta-dos y hechos respetar por parte de las au-toridades a lo largo de los años, si biendeterminadas circunstancias harán quea partir de momentos determinados losreyes hagan desaparecer varios de ellos,como el de la libre circulación o algún as-pecto del ritual religioso. Por otro lado,la propia evolución política, social y de-mográfica de los reinos hispánicos has-ta la Edad Moderna, hará que éstos tien-dan cada vez más a una visión residualde los musulmanes viviendo en suelohispano.

Los mudéjares se encontraban agru-pados municipalmente en aljamas o«universidades», como señala la docu-mentación cristiana traduciendo el tér-mino árabe. La aljama (de la raíz árabe¥-m-‘ «reunir») hace referencia, desdeuna perspectiva cristiana, al conjuntode los musulmanes de un lugar deter-minado y, por metonimia, al lugar don-de viven esos musulmanes (la «more-ría»). Desde una perspectiva islámica, laaljama, aparte de la reunión física de ungrupo de creyentes, es también una ins-titución espiritual que cohesiona a los ha-bitantes de un lugar por su reconoci-miento mutuo dentro de la fe en el islam.Es un vínculo espiritual que hará que elislam logre perdurar, incluso en condi-ciones difíciles, hasta comienzos del si-glo XVII, cuando los musulmanes ya de-bían vivir y comportarse como cristianos.Los mudéjares mantendrán sus creenciasislámicas mediante el libre ejercicio de sureligión, amparados en sus privilegios: lasprincipales obligaciones de todo mu-sulmán (la profesión de fe en el Diosúnico, la limosna, las oraciones, el ayu-no del mes de Ramadán y la peregrina-ción a La Meca), así como todo el universoritual y de creencia propio del islam, es-taban garantizados por el trasvase, ge-neración tras generación, de las ense-ñanzas y costumbres islámicas en mez-

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Reproducción de una lámina deun libro del siglo XIII sobre el

juego de ajedrez de origenislámico. De La Alhambra, 1974.

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quitas, escuelas, con maestros particulareso en el ámbito familiar. La lectura y es-tudio del Corán y de los textos funda-mentales se mantendrá entre los mu-sulmanes hasta el mismo momento desu expulsión, como lo muestra la bi-blioteca islámica que se le requisará aJuan Mañai, morisco de Monóvar, en1592. El funcionamiento de la instituciónde la aljama, unido a las condicionespolíticas, sociales y demográficas del rei-no de Valencia, hará que, en las zonas demayor implantación mudéjar, éste seconfigure como un ámbito de larga per-manencia de ciertos rasgos culturalesfrente a otras zonas de la Península: elcaso más claro es el del mantenimientodel uso de la lengua árabe entre los mu-sulmanes levantinos hasta el momentode su expulsión en 1609.

La aljama estaba regida por un con-sejo de ancianos –los «viejos» o «vells»–que elegían a una serie de cargos recto-res internos, mientras que otros podíanser designados por el rey o el señor dellugar. El alcadí solía ser el cargo funda-mental de la aljama: era el encargado dela administración de justicia, emitien-do sentencias «segons Çuna e Xara»,como dice la documentación de la épo-ca, según la legislación islámica (Sunna,Shari’a); solía ejercer, además, debido asu educación, de escriba o notario. Ladocumentación nos ha dejado una listade cadíes de la aljama de Elda a lo largodel siglo XIV: Sahat Abenzina (1312);Hamet Abenxoa (1327); Çahat AriduanAbenfayren (1329); Cireg Abayuig (1356);Çat Abdulehep (1366); Faraig de Bell-vís (1367); Juce Abençareix (1392); AmatAlpucí (1401). Por su parte, el alamínera la autoridad ejecutiva y el responsa-ble del pago de los impuestos reales1,pudiendo ser asimismo el tesorero de laaljama. El zalmedina era el encargado delorden dentro de la aljama, los fraudes yla cárcel, ejecutando los mandamientosde los viejos y del cadí, incluso actuan-do como fiscal y sustituyendo en algu-nos lugares al alamín2; los adelantadoso jurados, que asesoraban al alamín.Existían asimismo, como en toda socie-dad musulmana, autoridades religiosas,alfaquíes y muftíes, que velaban por el co-rrecto cumplimiento de las obligacio-nes de los creyentes, presidían las cere-monias religiosas en la mezquita y, en ge-neral, impartían las enseñanzas islámicas.Como conexión entre las aljamas y elpoder real se encontraba el bayle, que

representaba al monarca en las aljamas,vigilaba por que se cumplieran pactos yordenanzas, defendía a las aljamas deposibles abusos, supervisaba sus cuentase intervenía en pleitos que fuesen decierta importancia: es el caso del juicioseguido en 1360 contra un mudéjar deElda, Alí Fat. El baile de Xàtiva le con-denará por robo al pago de una multa yal no poder pagarla se entregará comocautivo. Sin embargo, el baile generalde Valencia, Pere Boil, revisará el proce-so y declarará inocente al mudéjar, per-mitiéndole regresar a Elda.

El Valle de Elda y la zona de Elcheeran zonas de alta concentración de po-blación musulmana, tanto en ciudadesy alquerías como en el campo. No pare-

187La comunidad mudéjar y morisca de Elda (siglos XIII-XVII)

Mapa con las principalesaljamas mudéjares de laGobernación de Orihuela en lossiglos XIV-XV (según J. B. Vilar,1975).

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ce haberse producido en el Medio Vi-nalopó con la conquista ningún vacia-miento poblacional mudéjar, ni tam-poco ninguna llegada masiva de repo-bladores cristianos. Primero bajo dominiocastellano, las morerías del Valle de Eldaconformaban la zona más populosa-mente poblada por mudéjares de toda lagobernación de Orihuela, que sería in-corporada a Aragón a comienzos del si-glo XIV. Aunque es seguro que debió dehaber intentos de repoblación, prime-ro en tiempos de Alfonso X y, más tar-de, tras la revuelta de los mudéjares de1265-1266, duramente sofocada por Jai-me I, lo cierto es que la repercusión re-pobladora no fue nunca especialmenteintensa en Elda, Novelda, Aspe o Mo-nóvar, a diferencia de lo sucedido en Ali-cante, Elche o en la Marina Alta. Segúnel documento rescatado por Juan Bau-tista Vilar, a comienzos del siglo XIV,Elda asumía en tributaciones 24.000sueldos (el doble que Novelda y casi ochoveces más que Monóvar); Antonio Povedaha desglosado esa cifra según las co-munidades existentes en la villa, resul-tando un pago por parte de los mudéjaresde 20.000 sueldos, 3.900 para los cris-tianos y 100 para los escasísimos judíos,lo que arrojaría para 1300 –aceptando unacierta igualdad fiscal para la época quehabría de ser confirmada–, un porcentajede cinco a uno de presencia de habitan-tes musulmanes frente a los cristianos.

La documentación acerca de algunosde los impuestos pagados por la aljamade Elda a lo largo del siglo XIV, recogi-da y analizada por María Teresa Ferrer,permiten seguir la evolución demográ-fica de los mudéjares eldenses, en la queresalta cómo influían enormemente losfenómenos como las epidemias (en es-pecial la de peste negra de 1348 y el re-brote de 1363) y las guerras (con Casti-lla, de 1356 a 1366): en 1315 la moreríade Elda tendría entre 1200 y 1260 mu-déjares; en 1355 contaría con 830 y en1366 únicamente con 351 musulmanes.A partir de finales de siglo la recupera-ción demográfica de la aljama de Elda espaulatina durante el siglo XV: en 1430el rey Alfonso V escribirá sobre la con-veniencia de poblar las villas de Elda,Petrer y Aspe, fronterizas con Castilla,puesto que la población se ha reducidoen grado sumo debido a las incursionescastellanas. Dos años antes, de hecho,Elda había sido objeto de un duro asal-to. El número de mudéjares nacidos o es-

tablecidos en Elda y el Valle debió deelevarse considerablemente hacia la mi-tad del siglo, puesto que en abril de 1460el rey Juan II le exponía por carta al bai-le general de Valencia, Jaume Roca, lostemores de las autoridades locales deAlicante y Orihuela ante el peligro re-presentado por unas morerías del Vallede Elda muy pobladas, con una cifra en-tre setecientas y mil casas. Las autori-dades resaltaban el peligro existente porla situación fronteriza de la zona, la fre-cuente entrada de almogávares grana-dinos y la connivencia de la poblaciónmudéjar. El número de musulmanes enElda, sin embargo, no aumentará de-masiado, seguramente debido a emi-graciones y repoblaciones3. En 1597 el cen-so de población de la gobernación deOrihuela arroja, para un total de 440vecinos de Elda, 360 moriscos y 80 cris-tianos viejos, porcentaje algo superioral de Novelda (400 / 100), aunque infe-rior al de Aspe (386 / 70) o Monóvar(250 / 30). El porcentaje de cinco a unoque se observaba a comienzos del sigloXIV seguía manteniéndose casi tres siglosdespués.

Como se desprende fácilmente de es-tas cifras, buena parte del trabajo y laeconomía de la zona –y de las rentas delos reyes y señores–, estaba en manos delos mudéjares. La agricultura era la ac-tividad fundamental en todo el Valle delVinalopó: alternando secano y regadío,los cultivos fundamentales eran, entreotros, trigo, centeno, cebada, azafrán,vid y olivas, por los cuales se pagaban unaserie de impuestos en moneda y en es-pecie. El agua, naturalmente, se conver-tía en un elemento primario, dándose unaimportancia enorme al mantenimientoy reparación del sistema de acequias, alfuncionamiento de los molinos de aguay, en general, al aprovechamiento de losrecursos acuíferos de la zona, una cues-tión importante que emergerá proble-mática en varios siglos4. También la ac-tividad artesanal cobrará cada vez más im-portancia dentro de la aljama eldense, atenor de los escasos datos que al res-pecto ofrece la documentación, donde serecoge la existencia de zapateros, pana-deros, alpargateros, herreros, etc. La ar-tesanía del barro y la albañilería pare-cen haber sido de cierta importanciadentro de la morería: existía, de hecho,una tinajería en Elda que era monopo-lio del señor. Dentro de la albañilería, Aha-met Alpucí era nombrado en 1393 por

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la reina Violante como «obrero» de lasobras del castillo de Elda, sin que sepa-mos qué suponía exactamente ese cargo.Lo que delata el nombramiento, sin em-bargo, es que la familia Alpucí debía deser de peso dentro de la aljama de Elda:desde 1392 un Amat Alpucí fue lugar-teniente del cadí hasta 1401, fecha enla que fue nombrado cadí de la aljama,colocando a su vez como lugartenientea un Yazit Alpucí, posiblemente parien-te suyo.

Toda esta actividad laboral y eco-nómica va a redundar en una intensifi-cación de la actividad comercial de lazona. La cercanía del carregador d’Ala-cant beneficiaba el trajineo y comercio deproductos por todo el valle y los reyes yseñores van a procurar tomar medidasque fomentasen esas actividades queanimaban a la población de las aljamasy que también les procuraban pingües be-neficios. Así, por ejemplo, Juan I otorgaráen 1387 a las morerías de Elda, Aspe y No-velda una franquicia sobre los impues-tos que gravaban la circulación de bienes,de la que ya disfrutaban las aljamas deMonóvar y Chinosa, y en 1389 conce-dió a la aljama de Elda la celebración deun mercado semanal los viernes y una fe-ria anual cada primera quincena de ene-ro5. No se sabe si dichas citas se estable-cieron con regularidad o decayeron alcabo del tiempo, puesto que en 1426 elrey Alfonso V vuelve a conceder a la al-jama de Elda un mercado semanal, tam-bién los viernes, y en 1466 Juan II le otor-ga una feria anual, a celebrar en esta oca-sión durante el mes de octubre.

Límite meridional del reino, una delas funciones fundamentales del Valle

de Elda era la seguridad de su fronteracon Murcia y la defensa ante la no extrañapresencia de los ejércitos y destacamen-tos granadinos. Los ataques de los ejér-citos castellanos y las incursiones desdeterritorio de Granada serán en efectodos de las obsesiones que mantendrán ala zona fronteriza de Elda constante-mente en el pensamiento de las autori-dades. El territorio del Valle de Elda seráde esta manera un lugar que convienemantener no sólo con vigilancia, sinotambién convenientemente pertrecha-do: ya en 1331 Guillem de Senesterrainformaba al rey Alfonso el Benigno delmal estado interior y exterior del casti-llo de Elda y de la necesidad de reparar-lo para evitar peligros. Para conjurar ta-les peligros, las autoridades cristianashabían de recurrir a sus propios medios,a veces alejados de la zona en cuestión,porque siempre existían recelos hacia elnivel de colaboración de la poblaciónmudéjar, que en ciertos asuntos solíaestar siempre bajo sospecha. Así, el reyPere el Cerimoniós mandará en 1367 alos diputados para la guerra del Generalde Valencia que envíen quince hombresa caballo al alcaide del castillo de Elda,Martí de Morera. Estos jinetes deberánayudar a defender la fortaleza, que esun lugar fundamental para la seguridaddel Reino de Valencia, y el alcaide nopuede confiar «dels moros de la ditavall, per ço que han fet en temps pas-sat». Las cosas debían de estar más omenos parecidas años después, puestoque en 1386 el mismo rey Pere dispon-drá que se destinen dos personas para laguarda de la torre de vigilancia del Por-titxol (y que acabará dando el nombre ac-

189La comunidad mudéjar y morisca de Elda (siglos XIII-XVII)

Figuras de pinturas de pared(siglo XV) que ilustran guerrerosmusulmanes (según Nicolle,1995).

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tual al monte: la Torreta), con el fin devigilar el camino entre Elda y Sax, ca-mino solitario donde los musulmanesgranadinos se esconden para capturara los viajeros y llevárselos a Granada.

Las relaciones entre los mudéjares ylos cristianos durante la Edad Mediafueron siempre bastante complejas. Allídonde había vecindad entre musulma-nes y cristianos la desconfianza era elelemento reinante: los cristianos envi-dian las habilidades de los mudéjares y,especialmente, la protección que gozanpor parte de los poderosos. En las ciu-dades viven vidas casi completamentesegregadas y en muchas zonas prefie-ren no vivir por la abundancia de mu-sulmanes: sin ser para ellos unos des-

conocidos, abominan de sus creencias,de sus costumbres y, finalmente, de ellosmismos. Para los mudéjares, la situa-ción es similar: ven en los cristianos a unosprivilegiados con menos impuestos y aunos enemigos religiosos y políticos.Conforme pasa el tiempo, además, se vauniendo un elemento de cada vez másfuerza y presencia y que terminará de-terminando sus vidas: la acción evange-lizadora de la Iglesia, que buscará atacar–a veces con la connivencia de los seño-res, otras veces en su contra– las mani-festaciones religiosas islámicas. Así su-cederá con la prohibición de la llamadaa la oración por parte del almuédano, im-puesta por Roma en 1311 y aplicada porJaime II a partir de 1318: en agosto, los

representantes de las aljamas de Elche,Elda, Novelda, Crevillente, Aspe, Chi-nosa, Monóvar y Orihuela, seis por cadauna, serán convocados a Valencia para ex-plicar que el rey no podía negarse a unaorden papal y que únicamente seríaprohibida la llamada a la azala. Es decir,para tranquilizar a los musulmanes desus reinos ante lo que era una patente vul-neración de sus privilegios.

Y es que las relaciones de los mu-déjares con sus señores también teníanmuchas aristas. En líneas generales, losreyes y señores de mudéjares hacían res-petar los derechos de sus vasallos mu-déjares, que constituían para ellos una im-portantísima fuente de ingresos. Los de-fendían de abusos e intromisiones deotras autoridades civiles o religiosas yprocuraban recompensarlos por servi-cios prestados o por calamidades sufri-das, generalmente con exenciones tem-porales de impuestos, como en el caso deÇahit Abenlorcha, mudéjar de Elda, li-berado de ciertos impuestos en 1311por servicios al rey, o las exenciones atoda la aljama de Elda en 1367 de losimpuestos de quirat y alfarda, en aten-ción a las pérdidas que habían sufrido du-rante la guerra con Castilla. Del mismomodo, los reyes podían acudir a los mu-déjares para solicitar hombres y apoyopara la guerra, o para alguna misión de-terminada, como hace con frecuenciaJaime II. El 14 de enero de 1301, porejemplo, el Conquistador enviará car-tas a unos mudéjares de Elda, pidiendosu presencia en Murcia en plena guerrade conquista; sus nombres eran: Maho-mat Abentafii, Abdounaçah, Milich, Jaç-mer, Abnelguitib, Taif Abenalfaqui, Çe-lim Abençelim, Ali Abencafii y Maho-mat Abenquitib. Pero es que el 3 de eneroel rey había convocado a los mudéjaresde las aljamas de Elda, Novelda y Elchea incorporarse al ejército destacado enMula y, por lo que parece, los de Elda yNovelda fueron bastante remisos, pues-to que el 11 de enero Jaime II vuelve a es-cribir para amenazarles con penas cor-porales y pecuniarias por no haberse in-corporado al ejército.

Esa confrontación entre señorescristianos y vasallos musulmanes, en laque unos intentan mantener sus ga-nancias y otros apuntalar su seguridad,será una de las características que atra-vesará las relaciones entre unos y otrosa lo largo del tiempo. Incluso cuandola situación legal de los mudéjares cam-

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Ilustración de guerrerosmusulmanes del siglo XIV (según

Nicolle, 1995).

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bie radicalmente en el primer cuarto delsiglo XVI, los señores de las tierras, es-pecialmente en Valencia y Aragón, se-guirán manteniendo ese tipo de rela-ción con sus súbditos: protección más omenos decidida de determinados ras-gos propios de los musulmanes a cam-bio de seguir obteniendo los mismosbeneficios del trabajo de éstos. Más alláde las discrepancias religiosas o las di-ferencias de costumbres, que incidenmás bien en las relaciones con la Iglesiao los convecinos cristianos, los señoresven en los mudéjares una poco proble-mática fuente de ingresos que convienemantener razonablemente tranquiladentro de sus comunidades: así se ex-plica el proceso en 1569 del Almirante deAragón, Sancho de Cardona, condena-do por ser demasiado complaciente encuestiones de fe con sus moriscos deGuadalest, o el interés del Conde de Co-centaina en que no se importunara asus vasallos musulmanes de Elda cuan-do guardaban el ayuno del mes de Ra-madán.

Pero ese comienzo del siglo XVImarcará en otros muchos aspectos uncambio sustancial, si no en los mediosde vida de los hispanomusulmanes, síen sus modos de existencia. La con-quista del Reino de Granada en 1492 vaa traer como una de sus consecuenciasel fin del estatuto mudéjar que duran-te toda la Edad Media había enmarca-do las relaciones entre musulmanes ycristianos. La desaparición del islamcomo poder político en la Península vaa impulsar a una parte de las autori-dades religiosas cristianas a intensificarde forma drástica la presión evangeli-zadora, primero en el antiguo reino na-zarí y más tarde en toda la Península.Aunque las conversiones al cristianismono tardaron en llegar –y, de hecho, se ve-nían produciendo desde tiempo atrás–,el fruto fue estimado como pobre y depoco fiar y, en el gozne de ambos si-glos, la predicación pacífica y doctri-nal fue desechada a favor de medidas co-ercitivas. De esta forma, en 1501 se pro-mulgó un decreto que obligaba a losmoriscos que vivían en los territorios deCastilla a convertirse al cristianismo oa emprender una emigración imposi-ble. En 1515, este decreto fue aplicadoa la recién conquistada Navarra y en1525, tras la guerra de las Germanías,otra disposición similar será decreta-da en la Corona de Aragón, que hasta

ese momento se había amparado en susfueros para resistirse a la medida.

Con la aplicación de las órdenes rea-les, desaparecía el viejo orden jurídicoque acogía a los musulmanes en la Pe-nínsula y se borraba la existencia legal delislam en España. Los mudéjares pasa-ban a ser cristianos nuevos de moro o mo-riscos, que es el término que se ha con-sagrado para hablar de la minoría mu-sulmana a partir del siglo XVI. Losmoriscos, naturalmente, son la mismarealidad demográfica, social y econó-mica de tiempo atrás: es la visión cristianasobre ellos la que se ha modificado, consus consecuencias legales. Como cris-tianos, han de participar de la vida cris-tiana de la comunidad y despojarse decualquier rasgo de creencia musulma-

191La comunidad mudéjar y morisca de Elda (siglos XIII-XVII)

Escena con moriscos de GeorgHoefnagel (1564).

Escena con familia morisca (deC. Weiditz, 1529).

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na, comenzando por las mezquitas, sím-bolo externo máximo de la presencia delislam, que serán generalmente convertidasen iglesias, como sucederá en Elda conla antigua mezquita mayor, convertidaen iglesia de Santa Ana en 1528. Cualquiersospecha de mantenimiento de su anti-gua fe, conducirá a los moriscos ante eltribunal inquisitorial, que no había te-nido en los años anteriores jurisdicciónsobre los mudéjares.

El factor religioso cobra entoncesuna importancia fundamental en la vidade los moriscos respecto de lo que habíasido su existencia anterior: por un lado,deben replegar su fe y ceremonias islá-

micas a un ámbito cerrado de seguri-dad, íntimo o comunitario; por otro, lossacerdotes y clérigos cristianos, vigilanpara que cumplan con sus deberes comocristianos; finalmente, sus relacionescon sus vecinos cristianos quedan enra-recidas por este ambiente denso. La si-tuación general va deslizando al moris-co hacia una pendiente de culpa y sos-pecha: de mal cristiano, de enemigo deEspaña, de connivencia con piratas yturcos, etc. Por más que su mayoría de-mográfica en ciertos lugares como el Va-lle de Elda u otras zonas del Reino de Va-lencia, les proporcionara un cierto en-torno protector, y que los señores deestas zonas no se mostrasen demasiadopreocupados por sus creencias mientrascontinuasen con sus trabajos y sus tri-butos, la situación del morisco se ibacomplicando hacia una condición devíctima propiciatoria en la que la reli-gión servía de estandarte para otros pro-blemas añadidos.

La situación de Elda y su Valle, ex-cepción hecha de aquellos lugares, comoSalinas, en los que no podían residir mo-riscos, era precisamente la de una zonadonde la población morisca ocupabamás de las dos terceras partes de la po-blación, porcentaje que en algunos lugaresse superaba ampliamente. Los moriscosocupaban empleos concejiles y puestosde confianza de los señores y en mu-chos casos la justicia de la zona sueleponerse de su lado. Aun sin llegar quizása los casos extremos de otras zonas de Va-lencia, donde, según las denuncias in-quisitoriales, se practicaba abiertamen-te el islam, los moriscos del valle man-tuvieron activa, aunque prudentementecamuflada, su vida como musulmanes.La existencia de una dinastía de barbe-ros en la segunda mitad del siglo XVIen Elda que, generación tras generación,practicaban la circuncisión a los moris-cos, no es sino un indicio claro de este es-tado de cosas. La institución islámicade la aljama, la situación social y demo-gráfica de los moriscos del valle, el man-tenimiento en el uso del árabe en Va-lencia, su papel de productores de be-neficios para los señores y los concejos...,son todos elementos que contribuyerona la persistencia de la personalidad islá-mica de los moriscos eldenses. Su vidacomo cristianos nuevos les obligaba aparticipar de los ritmos y ritos de la Igle-sia, aunque tuvieran asignado un ce-menterio especial, el «fosar» de fuera,

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Relieve con bautismo demoriscos granadinos (Capilla

Real de la Catedral de Granada).

Mujer morisca con traje depaseo (de C. Weiditz, 1529).

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detrás de la iglesia de Santa Ana. Lam-berto Amat recoge de los registros pa-rroquiales alguno de esos nombres mo-riscos como protagonista de ceremo-nias cristianas: Martín Alasla, enterradoen el cementerio de fuera en 8 de agos-to de 1578; o el hijo de Bentalfa, que secasa con la hija de Bentarif el 21 de agos-to de 1571, con las bendiciones del pá-rroco Pedro Avellán.

No era ésta una situación que, evi-dentemente, escapase de la atención dela Iglesia, que continuamente cuestio-naba la situación de estos nuevos cris-tianos como poco deseable para la saludde la cristiandad. No se ponían, sin em-bargo, medios reales como para que sellevase a cabo una acción evangelizado-ra coherente y de envergadura: los pre-dicadores y sacerdotes –muchas vecesen territorio hostil– eran muy mal pa-gados; la doctrina islámica apenas eraconocida por éstos; desconocían no sóloel árabe dialectal hablado por los mo-riscos, sino incluso el valenciano quepodían entender algunos de éstos; la le-gislación aprobada no era llevada muchasveces a la práctica; quedaban lugaresdesasistidos de sacerdotes, etc. La coe-xistencia de cristianos viejos y nuevosse iba envenenando cada vez más du-rante el siglo XVI, y vino a darle el gol-pe de gracia la rebelión de los moriscosgranadinos en Las Alpujarras (1568-1570). A partir de este momento, se asu-me que la asimilación de los moriscos dealgunas zonas iba a ser muy lenta, y porvez primera comienza a hablarse de unaexpulsión definitiva de los moriscos es-pañoles.

Las autoridades eclesiásticas se di-vidirán entre aquéllos partidarios deproseguir con la evangelización sin per-der la fe en la asimilación y los que pre-fieren una medida radical con los mo-riscos, convencidos de la inutilidad de losesfuerzos pastorales y de la irreductibi-lidad de éstos. Estas posturas, repre-sentadas en Valencia, entre otros, por elobispo de Orihuela José Esteve o Esteban(1594-1603) para la primera, y por el ar-zobispo de Valencia Juan de Ribera parala segunda, se irán contraponiendo du-rante todo el cambio de siglo. El obispode Orihuela redactará en 1595 para el reyun extenso informe señalando las difi-cultades que se tienen en su diócesispara una correcta evangelización: la den-sa población morisca de su jurisdicción,la protección de los señores, la ausen-

cia de escuelas cristianas, la ostentaciónde cargos públicos y la persistencia en ras-gos musulmanes son señaladas comolos principales obstáculos para lograrla conversión real de los moriscos. Enuna carta posterior, de 1599, el obispo Es-teve señala que, con todo, se habían ob-tenido algunos resultados en su dióce-sis: se habían convertido algunos mo-riscos y varias mujeres habían cambiadosus vestidos por los que llevaban las cris-tianas. Sin embargo, apostillaba, las mu-jeres de Elda y Petrel habían vuelto a to-mar el «vestido morisco» tras una jun-ta secreta tenida por los principalesmoriscos del lugar. Finalizaba su cartasolicitando «que la instrucción de losmoriscos se llevasse adelante con mu-cha blandura y suavidad».

Fue sin embargo el celo inquisidordel Patriarca Ribera el que acabaría im-poniéndose como línea de actuación.Éste, defraudado ante lo que conside-raba fracaso de la misión apostólica, aca-bó por convencerse de lo que se llama-ba en la época la «pertinacia morisca» yde pastor de ovejas descarriadas como setenía al principio de su mandato pasó aser un feroz apologista de una solucióndefinitiva para con los moriscos. En loscomienzos del siglo XVII, será el másfirme partidario de que los moriscossean expulsados en masa de España, em-pezando además por los del Reino deValencia, a quien veía como los más nu-merosos, irreductibles y peligrosos dadasu cercanía a la costa y sus frecuentes

193La comunidad mudéjar y morisca de Elda (siglos XIII-XVII)

Mujer y niña moriscas con trajede casa (de C. Weiditz, 1529).

Mujer morisca con traje depaseo (de C. Weiditz, 1529).

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contactos con los piratas norteafrica-nos.

Aunque hacía ya décadas que esamedida había sido propuesta, nunca ha-bía sido llevada a la práctica por FelipeII. Sin embargo, en abril de 1609, coin-cidiendo con la firma de la Tregua delos Doce Años con Holanda, Felipe III de-cretará la expulsión total de los moris-cos de la Península. Ésta se llevaría acabo por los puertos de Los Alfaques,Vinaroz, El Grao, Denia y Alicante y co-menzaría precisamente por los moris-cos valencianos. Para ello se concentra-rían en los puertos las galeras reales ve-nidas desde Sicilia y el Atlántico, partede esta última al mando del conde deElda. Además, se permitía que naves par-ticulares transportaran a los moriscos quepudieran pagar el pasaje.

Los impresionantes cuadros con-servados en Valencia que plasman y na-rran la expulsión de los moriscos, pin-tados contemporáneamente por una se-rie de pintores valencianos por encargodel rey, son un buen testigo de esa ex-pulsión6. Descontando una evidente car-ga ideológica antimorisca, los cuadros nosmuestran la llegada de los moriscos des-de sus pueblos a los puertos de embar-que, la llegada de los moriscos a Orán,donde varios grupos de moriscos seránatacados por los beduinos seminómadas

(los «alárabes» de las crónicas), y las re-vueltas subsiguientes de los moriscosen Laguar y Cortes. En el cuadro que re-presenta el embarque en Alicante, se vea los moriscos esperando pacientemen-te en el puerto a los pies del Benacantila que las barcazas los acerquen a las ga-leras, fondeadas mar adentro, ante lamirada de los habitantes y del comisarioreal para la expulsión, don Baltasar Mer-cader.

El primer embarque en Alicante su-bió a las naves a los moriscos de Elche,Crevillente, Elda, Novelda y Albatera y zar-pó el 6 de octubre de 1609, al mandode Luis Fajardo, asistido por el condede Elda y D. Pedro de Leyva, con másde 8.000 personas a bordo, pero el maltiempo obligó a su vuelta. La segunda sa-lida tuvo lugar poco después, llegandolas naves a Orán entre el 11 y el 13 de oc-tubre. Orán, plaza española en el nortede África, era el destino natural de estasnaves que, por razones evidentes, no po-dían atracar en ningún puerto musulmán.La imprevisión española a la hora debuscar destino a una masa de miles de ex-pulsados, hizo que muy pronto la ciudadquedase desbordada de moriscos y los quellegaron más tarde fuesen simplementearrojados a las afueras de la ciudad, amerced de las tribus beduinas no con-troladas por las autoridades. Sin em-bargo, las primeras negociaciones queel gobernador de Orán había manteni-do con los mandatarios otomanos de laRegencia de Argel hicieron que los mo-riscos de Elda y Novelda, acompañadospor el Conde de Elda, se establecieran sinmucho contratiempo en Tremecén yMostaganem.

La pista de los moriscos expulsa-dos de Elda y Novelda se pierde en el te-rritorio de la Regencia otomana de Ar-gel: no se ha encontrado ninguna refe-rencia segura, ni histórica ni onomástica,de su establecimiento allí. Siguiendo laslíneas generales de la implantación de losmoriscos en la actual Argelia –menosconocidas, con todo, que las de Túnez oMarruecos–, posiblemente las autori-dades otomanas los distribuirían porlas zonas fértiles de la Regencia, paraaprovechar sus conocimientos de culti-vo y regadíos en la todavía incipienteagricultura norteafricana. En el alfoz deArgel, en la llanura de La Mitidja, losmoriscos serán instalados en zonas agrí-colas periurbanas, cercanas a la ciudad,en sus colinas o en el Valle de La Mitid-

194 H I S T O R I A D E E L D A

Mujer morisca con traje de casa(de C. Weiditz, 1529).

Juan de Ribera (cuadro de F.Ribalta).

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ja, alrededor de las ciudades de Blida yKolea. Argel va a beneficiarse enorme-mente de los conocimientos agrícolasde los moriscos valencianos entregán-doles las zonas más fértiles del país paraque éstos les sacasen todo el rendimientoque la población autóctona no estabaen disposición de obtener. Los viajerosextranjeros dan cuenta en sus relatos dela fertilidad de las colonias agrícolas mo-riscas en los alrededores de las ciuda-des, de la diversidad y abundancia deproductos que debido a sus habilidadesagrícolas obtienen (frutales, maíz, arroz,legumbres, viñas, etc.). Con la instala-ción de los moriscos valencianos en es-tas zonas fértiles de Argelia, comienza aproducirse no una economía agrícolade subsistencia –que era lo acostum-brado por los grupos autóctonos–, sinouna actividad agrícola de mercado. Losmoriscos, que siempre tuvieron un graninterés en este aspecto de su economíaen Argelia y Túnez, crean y desarrollanen estas colonias una agricultura queabastece a las ciudades de las que de-penden para su seguridad: se produceun intercambio de materias primas quepermite a los moriscos integrarse rápi-damente en el rápido desarrollo socioe-conómico de la Argel del siglo XVII yparticipar de su esplendor.

La expulsión de los moriscos supu-so un durísimo golpe para la demogra-fía y la economía de Elda y del Valle Me-dio del Vinalopó. Henri Lapeyre da lacifra, para el conjunto Elda-Petrel, de700 casas de moriscos en el año 1609: cua-renta y cinco años más tarde, las casas su-maban en total 170. Los censales, las re-caudaciones, los negocios comercialesy la agricultura de toda la zona sufrieronlas consecuencias de la pérdida en mu-chos lugares de las dos terceras partes dela población, precisamente aquélla quesolía suministrar una buena parte de lamano de obra. Algunas actividades eco-nómicas tardarían varias décadas en re-cuperar los niveles de comienzos del si-glo XVII.

Tras la expulsión, muy pocos mo-riscos fueron los que pudieron quedar-se en sus tierras de origen. Un edicto deseptiembre de 1609 había recogido unaexcepción del 6 % de moriscos que podíanpermanecer en su tierra para mantenerlas cosechas y enseñar las técnicas agrí-colas y artesanales. Sin embargo, pron-to se vio que los señores iban a aprove-char esa excepción en su beneficio: el

Conde de Elda hizo descender de lasmismas galeras en Alicante a 28 familiasde Petrer y a 17 de Elda para que regre-saran a sus hogares. En enero de 1610 unnuevo edicto suprimía la excepción de eseporcentaje y parece que se procedió auna nueva recogida y expulsión de mo-riscos, aunque en octubre del mismoaño, el obispo de Orihuela informa de queen Elda quedaban 43 familias de mo-

riscos y en Monóvar otras 30, es decir,aproximadamente un 10 % de la pobla-ción original.

Por otra parte, el edicto de sep-tiembre de 1609 permitía quedarse a losniños menores de cuatro años, con elconsentimiento de sus padres; el edictode 1610 ampliaba esa edad hasta losdoce, ya, evidentemente, sin permiso delos padres. Las medidas respondían auna situación de facto en la que muchosniños moriscos habían quedado huér-fanos, abandonados por sus padres, se-cuestrados y vendidos por soldados oretenidos por familias o particularespara que crecieran dentro del cristia-nismo. En agosto de 1610 el obispo deOrihuela contabiliza en su diócesis 241

195La comunidad mudéjar y morisca de Elda (siglos XIII-XVII)

Felipe III a caballo (cuadro de D.Velázquez, Museo del Prado).

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niños menores de 12 años en situaciónirregular, más 14 provistos de licencia. Ladocumentación allegada por FrançoisMartínez nos proporciona algunos delos nombres de estos niños que, sepa-rados definitivamente de sus padres, re-sidían en casas de Elda y Petrer: es elcaso de Francisca, morisca de cinco años,que en 1610 vive en Petrer en casa deGinés Rico, mientras que su hermanoFrancisco, de 6 años, vive con BenitoCrespo en Elda; Felipe Fellete, de 14años, que vive en Elda en casa de An-drés Monlamer; o Miguel Tillet, moris-co de 14 años natural de Guadalest, quevive en Elda con Andrés Morla.

Los nombres de estos moriscos seránla última representación de los musul-

manes que en Elda vivieron durante si-glos; unos pocos moriscos que a la altu-ra de 1611 vivían o, al menos, pretendí-an permanecer en su tierra de origen:Francisco Alpal, de 60 años, que vive,con licencia del obispo, en Elda con su mu-jer, Leonor Merita de 50 años y la hermanade ésta, sorda y ciega; Francisco Burillo,de 60 años, casado con una cristiana vie-ja, y sus hijos Francisco y Pedro, de 20 y16 años respectivamente, que pretendenno estar afectados por las pragmáticas deexpulsión; Tal Carrança, de 40 años, cria-da de pequeña en casa de los Condes deElda y que está casada con Juan Carrança,cristiano viejo; Juana Morisca, de 60 años,casada con el cristiano viejo Juan Gonzalesy con hijos y nietos que son buenos cris-tianos; Jusepe Cucuma, de 17 años, quevive con licencia del obispo en casa deJuan Olivares. Uno de los últimos casosen el tiempo es también simbólico delos tiempos pasados para el islam his-pano y de los que transcurrían en la pri-mera veintena del siglo XVII: JoannaAnna, morisca vecina de Elda que en1617, contando 18 años, se presenta es-pontáneamente ante el tribunal inqui-sitorial de Valencia, reconociendo la edu-cación musulmana que había recibidode pequeña y su voluntad de permaneceren el cristianismo; su condena, como lade otros jóvenes moriscos en circuns-tancias parecidas, será leve: abjuraciónde levi, absolución ad cautelam e instruc-ción cristiana. Su infancia islámica has-ta los 10 años había de ser borrada paraingresar en el mundo oficial.

196 H I S T O R I A D E E L D A

Desembarco de moriscosvalencianos en el Norte de

África.

Escena de danza con moriscos(de C. Weiditz, 1529).

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I. Introducción: el origen delcondado

El condado de Elda estaba formadopor los territorios de los señoríos deElda y Petrer, en el primero de los cua-les se incluía el término del lugar de Sa-linas. Ambos habían pertenecido ante-riormente al condado de Cocentaina,cuyos titulares –los Corella– los habíanadquirido por sendas compras, el pri-mero a Dª Violante de Bar, viuda deJuan I de Aragón, y el segundo a D. Perede Rocafull y Dª Violante, su mujer, ve-cinos de Orihuela. El señorío de Elda sevendió en 1424, junto con el de Aspe, aEiximeno Petri de Corella y a Franciscode Arinyo, Secretario del Rey, pro indi-viso, por 43.000 florines de oro de Ara-gón, equivalentes a 23.650 libras, mo-neda de Barcelona. De ellos, 15.000 flo-rines eran para redimir un censo cargadosobre dichas villas, otros 15.000 paraDª Violante y el resto para subvenir a lasnecesidades del erario regio. Y en cuan-to al de Petrer, vendido en 1431, su pre-cio quedó fijado en 121.000 sueldos,moneda de Valencia.

Los señoríos de Elda, Petrer y Aspepertenecieron al linaje de los Corella du-rante gran parte del siglo XV, hasta quela grave situación financiera de JoanRoís de Corella y Moncada, tercer con-de de Cocentaina, y los cambios en los in-tereses geoestratégicos y familiares dela casa condal contestana, centradosahora en el Comtat y en la capital del rei-no, condujeron a la progresiva enajena-ción de sus posesiones en el Valle del Vi-nalopó. En ambos casos la venta se hizoa destacados personajes al servicio delos Reyes Católicos con pretensiones de

ennoblecimiento y fijación territorialen las tierras valencianas de la Corona deAragón. Así, Gutierre de Cárdenas, Ma-estresala de la Reina Isabel y señor efec-tivo de Elche desde 1481, cuyo linaje se-ría ennoblecido en 1520 con el mar-quesado de Elche, adquirió el señoríode Aspe por 41.000 libras reales de Va-lencia, mediante escritura pública otor-gada en Alcalá de Henares el 20 de no-viembre de 1497. Y en la misma fecha ylugar se configura el precontrato de ena-jenación de los señoríos de Elda y Pe-trer a favor de Mosén Juan Coloma.Compraventa formalizada en 1513 porla cantidad de 48.000 libras valencianas,según escritura otorgada entre Juan Co-loma y el III Conde de Cocentaina, el 4de septiembre, en el Monasterio de S.Jerónimo de la Murta de Xátiva, ante elnotario Miguel Frígola.

Mosén Juan Coloma (I señor de labaronía de Elda, 1513-1517), natural dela ciudad de Borja (Zaragoza) y de origenplebeyo pero cristiano viejo, entró al ser-

197

El condado de Elda, siglos XVII-XVIII.

DE LA EXPULSIÓN DE LOS MORISCOS ALA DESAPARICIÓN DEL SEÑORÍO (I)

REMEDIOS BELANDO CARBONELL

Universidad de Alicante

12

Sellos de la familia Coloma(Fotos Arsenio Martínez).

Escudo de la familia Coloma.(Tomado de Poveda, C. y Segura,G., 1999).

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198 H I S T O R I A D E E L D A

Árbol genealógico de lafamilia Coloma (siglos XVI-XIX).

(Modificado a partir dePoveda, C. y Segura, G., 1999).

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vicio de Juan II de Aragón en 1458 y ejer-ció como secretario desde 1469, cargo quedesempeñó también en el reinado de suhijo y sucesor, Fernando II el Católico,y que le permitió intervenir en los prin-cipales asuntos de las Coronas de Aragóny de Castilla. Viudo y sin sucesión de suprimer matrimonio, en 1493 contrajosegundas nupcias con María Pérez Cal-villo, hija de Juan Pérez Calvillo y Beatrizde Heredia, señores de Malón y Bisimbrerespectivamente. Esta unión aportó san-gre judía al linaje de los Coloma ya queMaría era descendiente por línea ma-terna de ricas y antiguas familias judíasaragonesas que ocuparon altos puestosen el gobierno del Reino de Aragón y enel municipio de Zaragoza. Ascendenciaque creó dificultades años más tarde a al-gunos miembros de la familia.

En pago a los servicios prestados alos monarcas aragoneses, Juan Colomafue recompensado con numerosas dá-divas y honores. Uno de los privilegios fuela merced regia otorgada en Barcelona,el 13 de enero de 1506, por la que Fer-nando II concedía título de nobleza deAragón a su esposa, María Pérez Calvi-llo, al hijo de ambos, Juan Francisco, y alos descendientes de éste. Este ascenso ala baja nobleza hizo que hasta 1577, añode la creación del condado, fuera habi-tual en la familia Coloma, en especial porlos titulares de los señoríos, anteponerel apellido materno –Pérez Calvillo– al pa-terno –Coloma–.

Señor de la Baronía de Malón (Za-ragoza), por matrimonio, con abun-dantes y rentables negocios en las ciu-dades de Borja y Zaragoza, y con un re-conocido prestigio y elevada posiciónsocial al servicio de la Corona, Juan Co-loma, de acuerdo con el plan de enno-blecimiento de personajes y estirpes fa-miliares, característico de la Edad Mo-derna, adquiere los señoríos de Elda yPetrer en el Reino de Valencia. Uno de losprocedimientos para progresar en la es-cala social era la compra de jurisdiccio-nes señoriales para convertirse en señorde vasallos e intentar ingresar en las fi-las de la alta nobleza titulada. Pero an-tes de la adquisición de estos señoríos va-lencianos, en 1512, y con motivo delacuerdo matrimonial para casar a suhijo, Mosén Coloma funda mayorazgoa favor de su único hijo y de los descen-dientes de éste con la finalidad de vinculartodos sus bienes raíces al patrimoniofamiliar.

El cursus honorum de la llamada no-bleza de servicio culminaba con la ob-tención de un título que ratificaba los ho-nores y mercedes dispensados por losmonarcas a quienes estaban al serviciode la administración real; y Mosén Co-loma puede considerarse paradigma deeste proceso social. Una vez retirado enZaragoza, después de recibir múltiples tes-timonios del aprecio regio y tras ser lla-mado por Fernando el Católico paraayudarle en las tareas de su segunda re-gencia castellana (muerto Felipe el Her-moso e inhabilitada Dª Juana), el mo-narca le concede, el 20 de enero de 1516,el título de Conde de Elda o Salinas, a suelección, para él y sus descendientes.Merced que no llegó a ser ratificada por-que el Rey murió tres días más tarde y,por lo tanto, el nombramiento quedósin efecto legal. Después de la muertede Fernando el Católico, Mosén Colomaregresa a Aragón, se establece en su Bor-ja natal y muere poco después, en 1517.

Al primer Coloma, señor de Elda,le sucedió su hijo Juan Francisco (1517-1539), heredero universal de todos sus bie-nes y de sus posesiones en los reinos deAragón y de Valencia. Hasta 1520, Ma-ría Pérez Calvillo ejerció la tutela de suhijo, años en los que los Coloma fija-ron su residencia en tierras valencianas,en la capital del Reino y en el castillo deElda. En 1518, durante la regencia ma-terna, Carlos I y su madre, la Reina Jua-na, confirmaron el privilegio otorgadopor Juan II de Aragón, en 1466, para quese celebrara en Elda una feria anual en losprimeros quince días del mes de di-ciembre.

Durante el señorío del segundo Co-loma el Consell eldense compró la Fuen-te del Chopo al concejo castellano deVillena, en 1535. Era una surgencia na-

199El condado de Elda, siglos XVII-XVIII

Detalle del castillo de Elda de lafoto de Laurent de 1858.

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tural, ubicada junto al santuario de LasVirtudes, que los agricultores eldenseshabían aprovechado desde el siglo XIVpara sus riegos y que continuarán uti-lizándola hasta el siglo XIX, aunqueesta compra no supuso el fin de los con-tinuos litigios por el uso de las aguas conlos municipios situados aguas arriba yabajo del río Vinalopó. Asimismo, acon-tecimiento importante para la pobla-ción de la villa de Elda fue la institu-ción de la iglesia parroquial, en cum-plimiento de la Real Orden de Carlos I,de 1525, que obligaba a la conversión for-zosa de la población mudéjar en los rei-nos de la Corona de Aragón e imponíala confiscación de las mezquitas paraconvertirlas en templos cristianos. Deacuerdo con ella, mediante escritura pú-blica otorgada en Elda por Juan FranciscoPérez Calvillo ante el notario Pere Jo-seph Olcina, el 6 de noviembre de 1528,la mezquita aljama de Elda se convirtióen templo cristiano bajo la advocaciónde Santa Catalina Mártir, probable-mente en relación con el patronazgo re-ligioso de su segunda esposa, Catalinade Cardona.

El segundo señor de Elda no gozóde la fama y el buen hacer de su proge-nitor ni de la de su primogénito y sucesor,Juan Coloma, hijo único del primer ma-trimonio de Juan Francisco con Maríade Cardona. Juan Coloma, tercer señorde Elda y I conde (1539-1577-1586), fueun personaje notable de las armas y lasletras del siglo de oro español, al servi-cio de Carlos I y Felipe II, y fue objeto delas envidias y los elogios de sus con-temporáneos, tal como lo dejó entreverMiguel de Cervantes en el canto de Ca-líope de La Galatea. En 1561 le fue con-cedida la alcaidía del castillo de Alican-te, cargo que los condes de Elda osten-taron ininterrumpidamente hasta 1639,y en 1577 obtuvo el mayor reconoci-

miento a los méritos acumulados al ser-vicio de las armas y de la administra-ción regia. En ese año, después de susegundo mandato como Virrey de Cer-deña y tras regresar a España para in-formar al Rey de su gestión en aquelreino italiano, Felipe II le concedió, me-diante privilegio otorgado en Aranjuez,el 14 de mayo, el título de Conde deElda para él y sus herederos. Condadoerigido sobre las baronías de Elda y Pe-trer.

El ascenso a la alta nobleza conse-guido por Juan Coloma supuso la cul-minación del proceso de ennobleci-miento familiar y distinción social ini-ciado por Mosén Coloma a finales delsiglo XV. Este estatus social se consoli-daría cuatro años más tarde, en 1581, conla fundación del mayorazgo, al otorgarlos capítulos matrimoniales para el en-lace de su hijo y heredero Antonio Co-loma con Beatriz Corella, hija de loscondes de Cocentaina. Por otra parte, to-dos estos hechos se enmarcan en unproceso más amplio de renovación de laalta nobleza en el Reino de Valencia,que Gil Olcina ha estimado comparableal registrado en la Corona de Castilla. Lafundación de vínculos, frecuente en el si-glo XVI y muy generalizada en el sigloXVII, confería a los patrimonios nobi-liarios una estabilidad de la que hasta en-tonces carecían.

Fruto del matrimonio de Juan Co-loma, en terceras nupcias, con la damaportuguesa Isabel de Saa, fueron suscatorce hijos: siete varones y siete mu-jeres. Descendencia en la que se apreciana la perfección los mecanismos de re-gulación social de la nobleza: entre losvarones, el primogénito heredaba losmayorazgos y bienes vinculados, pero nopodía enajenarlos –sólo poseerlos enusufructo– porque pertenecían a la fa-milia (el heredero fue Antonio ya que

200 H I S T O R I A D E E L D A

Detalle de la iglesia de SantaAna de la foto de Laurent de

1858.

Grafitos de una de las paredesde la capilla del castillo de Eldacon los nombres de Dª Isabel de

Saa y de su hija Dª IsabelColoma y Saa (Archivo del Museo

Arqueológico Municipal deElda).

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Juan, el primogénito, murió antes quesu padre); y el resto de los hijos, deno-minados segundones, con una situa-ción económica y social muy limitada,eran destinados a la carrera militar (Car-los, retratado por Velázquez en el cua-dro de Las Lanzas, y Francisco) o a ocu-par altos cargos de la jerarquía ecle-siástica (Alonso, Diego y Luis); y lasmujeres, a contraer matrimonio conmiembros de otras casas nobles (Ma-ría e Isabel) o a la vida religiosa (MaríaIgnacia, Guiomar, Ana María, BlancaTeresa y Luisa). Este mecanismo per-petuaba el sistema porque manteníaindivisa la mayor parte de las propie-dades familiares y aseguraba el poten-cial económico de la rama principal deun linaje, aún en el caso de una mala ad-ministración.

Durante todo el siglo XVI los Co-loma mantuvieron su residencia en la vi-lla cabeza del condado. La casa solarie-ga fue el castillo de Elda, convertido a lolargo de dicho siglo, y en especial duranteel gobierno del primer conde, en lujosopalacio de regustos góticos. Además deestas obras, Juan Coloma sufragó tam-bién las realizadas en la Iglesia parroquialde Santa Ana, destinadas a borrar todahuella de su pasado musulmán y darleforma y aspecto de templo cristiano.Muestra del potencial económico delcondado y de las altas rentas de que dis-ponía en la coyuntura económica favo-rable del siglo XVI, en 1562 procedió ala fundación del Convento de francis-canos de Elda, sobre la ermita de San Se-bastián, bajo la advocación de NuestraSeñora de los Ángeles. La fundación deeste convento por los condes tenía unadoble finalidad: religiosa, para facilitarla predicación franciscana y afianzar elcristianismo entre los moriscos, queconstituían dos tercios de la poblacióndel condado; y familiar, porque el con-vento albergaría el panteón de los Co-loma. Con estas construcciones, ade-más, se pretendía dotar a Elda, comocabeza del condado, de una serie de edi-ficios que fueran representación in-temporal del poder del señor.

Juan Coloma gobernó sus señoríosdurante cuarenta y siete años, desde1577 como primer conde de Elda. Fa-lleció en su residencia del Castillo el 9 deoctubre de 1586, tres años después quesu esposa Isabel de Saa, y ambos fue-ron enterrados en el Convento de losÁngeles.

II. Expulsión de los moriscosy repoblación

Antonio Coloma (II conde de Elda,1586-1619), como sus antecesores, es-taba destinado a servir a la monarquíamediante las armas y la diplomacia, paralo que se había formado y adquirido ex-periencia junto a su padre, especialmenteen los territorios italianos. Su trayecto-ria diplomática culminaría con el car-go de Virrey de Cerdeña, que desempe-ñó entre 1594 y 1604. A su regreso a Es-paña, y camino de la corte, pasó por Eldapara supervisar el gobierno de sus se-ñoríos, visita con la que la tradición re-laciona la llegada de los Santos Patronosa la villa (la Virgen de la Salud y el Cris-to del Buen Suceso). En Madrid, el Reyle encomendó el mando de las galeras dela escuadra de Portugal, lo que le per-mitiría intervenir directamente, unosaños más tarde, en el traslado de los mo-riscos del Reino de Valencia al norte deÁfrica, por el exilio forzoso que se lesimpuso. Así pues, Antonio Coloma in-tervino en la expulsión de los moriscospor su doble condición de «señor de mo-

201El condado de Elda, siglos XVII-XVIII

Retrato de Carlos Coloma(Archivo del Museo ArqueológicoMunicipal de Elda).

Portada de la Carta de Poblaciónde Elda (1611-1612), con unestudio introductorio de GlicerioSánchez Recio, publicada por elAyuntamiento de Elda en 1979.

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riscos», y por lo tanto afectado por estadecisión política, y autoridad militar,encargado de trasportarlos. Como severá más adelante, en un documentoque antecede a los textos de las Cartas dePoblación de Elda y Petrer, el Rey pide alconde que participe lealmente en aque-lla operación para servir de ejemplo aotros señores; por lo que tanto él comolos demás serían generosamente re-compensados. Antonio Coloma, ade-más, tiene una importancia mayor eneste trabajo porque con la repoblaciónposterior, que él proyecta y aplica, co-menzaba una etapa nueva en la historiadel condado.

Por un decreto de Felipe III, del 4 deagosto de 1609, publicado en Valencia porel virrey, marqués de Caracena, el 22 deseptiembre, era expulsada del Reino la po-blación morisca (musulmanes conver-tidos al cristianismo). Las repercusio-nes de esta decisión fueron muy gravesen todos los órdenes: el Reino de Va-lencia perdió más de 125.000 personas,en torno al 30% del total, cayó la pro-ducción agrícola y cambiaron las rela-ciones entre los distintos grupos socia-les ante el aumento del poder de los se-ñores de la tierra.

En los últimos decenios del sigloXVI la población de la villa de Elda ha-bía experimentado un crecimiento im-portante, según se desprende del re-cuento de bautismos de la iglesia pa-rroquial de Santa Ana, realizado por J. A.Ramos Vidal: de una media quinquenalde 65 entre 1572-1576 pasaron a 89,80entre 1602-1606; por lo que los habi-tantes de Elda, en el momento de la ex-pulsión, superaban los 2.000, tomandocomo criterio una tasa de natalidad ele-vada, propia de una población del anti-guo régimen.

El vacío demográfico creado por la

expulsión, que en la villa de Elda doblóla media general del Reino, se intentócubrir mediante la atracción de repo-bladores procedentes de núcleos conmayor densidad de población. Esta fun-ción se cumplió con la publicación de lasCartas Pueblas, documentos dados porlos señores, titulares de la tierra y la ju-risdicción, en los que se establece el pro-cedimiento a seguir en la repoblación, larelación jurídica entre los pobladores yla señoría, y las cargas económicas quelos primeros habían de satisfacer. Casi to-das las cartas de población conocidasse publicaron entre 1610 y 1612. La deElda se dio el 11 de noviembre de 1611y se corrigió y completó el 21 de octubrede 1612, y la de Petrer se otorgó el 19 deagosto de 1611 y fue modificada el 27 deoctubre de 1612. Estos documentos sonde gran trascendencia porque regularonlas relaciones de producción y la admi-nistración de una gran parte del cam-pesinado valenciano por espacio de dossiglos, hasta la primera de las disposi-ciones abolicionistas; y, por tanto, re-sultan indispensables para conocer elfuncionamiento del régimen señorialestablecido, de nuevo, a raíz del extra-ñamiento de los moriscos.

La Carta de Población fue dada porD. Antonio Coloma Calvillo, conde deElda, señor de la baronía de Petrer y dellugar de Salinas, a quien se habían en-tregado las tierras y haciendas de losmoriscos, tal como establecía el decretode expulsión de 1609 y se recogía en eltexto («...y los bens sitis de aquells aplica alsseñors de les viles y llochs hon havitauen»). Eldocumento va precedido de una intro-ducción en la que hay que destacar unacarta del Rey al conde de Elda, de 11 deseptiembre, en donde Felipe III explica-ba de manera pormenorizada las razonesde la expulsión: la obstinada resistencia

202 H I S T O R I A D E E L D A

Detalle del convento de NuestraSª de los Ángeles (izquierda) y de

la parroquial de Santa Ana(derecha) de la foto de Laurent

de 1858.

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a la conversión al catolicismo y los con-tactos tenidos con los turcos y con otrospríncipes «herejes» (protestantes) soli-citándoles ayuda; por lo que el Rey pideal conde que diera ejemplo a los demásseñores de vasallos moriscos, acatandolo dispuesto en el decreto de expulsión,y que se pusiera a las órdenes del Maes-tre de Campo, General D. Agustín Me-xía, del Consejo de Guerra, y del Virreydel Reino, a la vez que le aseguraba: «laparte que hos ha de tocar de las hazien-das de vuestros vasallos estas cierto de queacudiré a reparo del daño y descomodi-dad que de la falta de vasallos se os si-guiera por todas las vías que pudiere». Acontinuación se da la fecha, el 4 de oc-tubre de 1609, en que los moriscos deElda y Petrer fueron conducidos a Ali-cante para ser embarcados rumbo al nor-te de África en las naves que mandaba elpropio Antonio Coloma. Según el textode la introducción: «Lo dit Señor Conteporta tots los moriscos sos vasalls de les Vilesde Elda y de Petrel a la ciutat de Alacant y losembarcara a aquells portara a les costes deBerberia hon los desembarcara».

La relación que se creaba entre elseñor y los repobladores en las cartas depoblación era de carácter enfitéutico,por lo que se establecía un régimen depropiedad compartida o dividida entreel señor, que conservaba el dominio di-recto (nuda propiedad), y el nuevo po-blador que recibía el dominio útil (usu-fructo), a cambio del cual tenía que sa-tisfacer una serie de cargas económicas;sin embargo, dado que el señor era due-

ño al mismo tiempo de la jurisdicción,la enfiteusis señorial imponía otras pres-taciones que eran ajenas al simple con-trato entre particulares. Una vez otorgadala Carta de Población y aceptada por losnuevos pobladores, cada uno de éstosfirmaba un contrato con el señor (esta-bliment) en el que se especificaban los bie-nes (casas, tierras y agua) que recibía,las rentas y otras cargas económicas quehabía de satisfacer y la ratificación deaceptar todas las demás condicionescontenidas en la Carta de Población.

Los señoríos de Elda y Petrer, hastasu disolución, pertenecieron a los con-des de Elda, a la familia Coloma, aunqueen sucesivos momentos históricos, cuan-do el titular era una mujer, los Colomaentroncaron con otras familias nobilia-rias, por lo que el siguiente titular ante-ponía al de Elda otro título heredadopor línea paterna. Así, en 1729, Gonza-lo Joseph Arias-Dávila Coloma, VII con-de de Elda, usó el título de conde de Pu-ñoenrostro porque, al morir sin des-cendencia el VI conde, heredó los derechospor vía femenina; en 1799, la XII condesade Elda, Laura Mariana Castelví y Mer-cader, antepuso el título de condesa deCervellón, que transmitió a sus suceso-res; y en 1859, ya abolido el señorío, el tí-tulo del condado pasó a la casa ducalde Fernán Núñez. Así pues, los condes deElda ejercieron el poder señorial en losseñoríos de Elda y Petrer permanente-mente, a excepción del periodo 1706-1725 en que sus bienes fueron secues-trados y administrados por la Corona

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Dibujo que reproduce comosería la villa de Elda en épocacondal (Tomado de Guill, M. A.,2002).

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ya que su titular, Francisco Coloma Pu-jades y Borja, había defendido la causaaustracista en la Guerra de Sucesión. Elconde sería repuesto en sus derechos enabril de 1725, en cumplimiento de lascláusulas del Tratado de Viena.

III. Las cartas de poblacióndel condado

Las cartas de población presentantres partes fundamentales, aunque noaparezcan desarrolladas sistemática-mente en los documentos, como se veráen los apartados siguientes. Tratan, enprimer lugar, del gobierno y la admi-nistración de las villas respectivas, que elseñor ejercía, como dueño de la juris-dicción, a través de sus representantes yde los representantes de los vecinos, bienentendido que éstos habían jurado pre-viamente fidelidad al titular del señorío.La segunda parte es la dedicada al re-parto de los bienes (casas, tierras, agua)que habían pertenecido a los moriscos ya estipular las condiciones bajo las cua-les se entregaban, aplicando distintosprocedimientos como se verá más ade-lante. La tercera es la dedicada a las ren-tas por la ocupación de las casas y cul-tivo de las tierras, la no sujeta a revisiónque se pagaba en dinero más los diezmosy otras cargas y exacciones relacionadasfundamentalmente con la jurisdicción,como el luismo y la fadiga y las regalí-as señoriales. Por último, las cartas delcondado de Elda, además de la intro-ducción a la que ya se ha aludido, con-cluyen con un protocolo según el cual losvecinos presentes en el acto de procla-mación expresan públicamente su acep-tación a todo lo capitulado, al tiempo quese declaran vasallos y rinden homenajeal señor.

Cuestión importante a tener encuenta es la respuesta obtenida por la Car-ta de Población de Elda. Al final del do-cumento aparecen relacionados 138 ve-cinos y habitantes de la villa, que dicenrepresentarse a sí mismos y a los ausen-tes, ser la mayor parte y estar convocadosen consejo general. De ellos sólo en cua-tro casos aparece señalado el lugar deprocedencia: uno de Agost, dos de Vi-llena y otro de Gandía. Por tanto, apli-cando el coeficiente 4,5, en Elda habríaunos 620 habitantes, próximos al ante-rior 25% de cristianos viejos que había enel momento de la expulsión de los mo-riscos. Pero, según el recuento de los

bautizados en la parroquia de Santa Anade Elda, en la segunda década del sigloXVII la población se situaría ya en tor-no a los 800 o 900 habitantes, y así semantendrá durante toda la primera mi-tad del siglo; sin embargo a lo largo dela segunda mitad se dio un fuerte creci-miento de la población, sobre todo en lastres últimas décadas, llegando al finalde la centuria a las cifras anteriores a1609.

IV. El gobierno y laadministración

El gobierno y la administración dela villa de Elda pertenecían al condecomo titular de la jurisdicción. El señorestaba investido de la «suprema jurisdictiomer y mixti imperi (cap. 6); por lo que supoder iba más allá de lo establecido enla Carta de Población, pudiendo juzgare imponer penas en lo civil y en lo cri-minal. Estos poderes los ejercía perso-nalmente y a través de su representantedirecto, el Procurador General y Baile, yde los magistrados elegidos y nombrados.Al desempeño de estas funciones podí-an concurrir en igualdad tanto los nue-vos pobladores como los vecinos antiguos(cap. 1).

Los magistrados elegidos y nom-brados por el conde eran: un justiciamayor, que a su vez nombraba dos lu-gartenientes y un regente, y cuyas fun-ciones eran las de «determinar totes les cau-ses civils y criminals que per furs y privilegisdel present Regne li toquen y son de sa juris-dició; cuatro jurados, un mustafat (en-cargado de los mercados y del control delos pesos y de las medidas públicas), y unsobrecequier y repartidor de las aguas(cap. 2). Las anteriores magistraturas secompletaban con la elección y nombra-miento de 24 consejeros (cap. 5), y laduración de todos los cargos, a excepcióndel procurador y baile, era de un año(cap. 2). El sistema previsto para la su-cesiva elección y nombramiento de losmagistrados era: cada uno de los quehabían de cesar entregaban al conde, alprocurador general o a la persona que tu-viera orden o autoridad para ello, una lis-ta de personas honrades y benemerites paraque de entre ellas eligiera y nombrara alos magistrados entrantes. La lista esta-ría compuesta por seis individuos parael cargo de justicia y de doce para los delos cuatro jurados (cap. 3). Por último,los veinticuatro consejeros eran nom-

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brados por los jurados y demás magis-trados, el día de Pentecostés, despuésdel acto de juramento de los primeros;pero este nombramiento debía ser apro-bado por el señor o el procurador, pu-diendo éstos reducir en dos el número deconsejeros (cap. 5). Este era también elsistema de la administración y gobiernoen la villa de Petrer, con ciertas diferen-cias en el número de titulares de algunoscargos; sin embargo, en la cercana villade Monòver el procedimiento previstopara la designación de los magistradosera el de la insaculación, tradicional enla Corona de Aragón.

V. El reparto de casas y tierras

En cuanto al reparto de los bienesconcedidos por el conde a los nuevospobladores, la Carta de Población deElda establecía que «lo dit señor conte, a suelecció, haja de donar y done lo numero de ta-fulles de terra, viñes, algolejas, olivars y fi-guerals que ben vist li será, a cascun de dits po-bladors... (cap. 7); es decir, que lo que en-tregaba el señor a cada uno de lospobladores dependía estrictamente desu voluntad.

Los veintinueve «establiments» fir-mados, en 1612, entre el conde y los nue-vos pobladores de la villa de Elda son lamejor prueba de las características del re-parto. En cada uno de ellos se describenlas distintas parcelas asignadas, con sulocalización y linderos, tipo de cultivo,justiprecio y censo (renta en dinero); laextensión, en tahullas o jornales, sóloaparece en algunos casos y la mayoría delas veces se emplean expresiones talescomo un bancal, un trozo de tierra, unolivar...

A través de estos datos se puede verla desigual distribución de las hacien-das, porque mientras los justiprecios detierras oscilan entre 91 y 643 libras, loscensos van aproximadamente de 1 a 14libras, en ambos casos con gran diversi-dad de los valores intermedios, lo que, porotra parte, también refleja una clara di-versificación social.

En cambio, en Petrer, se hicieroncien suertes, cada una de las cuales con-sistía en «dos tahullas de huerta con agua...,siete tahullas de viñas y treinta pies de olive-ras y los jornales de secano... y una casa» (cap.7), «que se han de dar a cien pobladores o en-tre dos una suerte, y por cada suerte... hayande pagar... quince libras al dicho Señor Con-de» (cap. 14). Este sistema era semejan-

te al aplicado en la cercana baronía deMonòver, en donde el reparto de bienesera por igual y por sorteo entre los nue-vos pobladores. En la carta de pobla-ción de dicha baronía se decía que ladistribución de los bienes había de ha-cerse «... per a cent pobladors per eguals parts,de les ortes major y de Chinosla, olivars y vin-nes de regadiu y del secà y del aygua...», conel nombramiento previo de varios veci-nos, labradores expertos, que se encar-garían de dividir los cien lotes y de efec-tuar el sorteo.

Por otra parte, la concesión y el man-tenimiento del domino útil exigían cum-plir una serie de condiciones porque, delo contrario, se ejecutaría la confiscacióno comiso de los bienes establecidos. Deacuerdo con la carta de población deElda, los nuevos pobladores estaban obli-

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Elda: Primeros establecimientos(1612) (Belando, R., 1990).

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gados a residir de ordinario en la villa, porlo que se les concedía un plazo de unmes, desde la publicación de la carta pue-bla, para darse de baja en sus lugares deorigen y avecindarse en el nuevo domicilio.Todas estas diligencias habían de regis-trarse en un libro para controlar las po-sibles infracciones y actuar en conse-cuencia (cap. 27). Una vez avecindados,los repobladores habían de cultivar latierra «a us y costum de bons llauradors». Lanegligencia en este cometido sería causade confiscación (cap. 24).

Los capítulos de 1611 exigían, sinotra condición, licencia del señor paravender o alienar las tierras, excepto en loscasos de testamento o donación a loshijos por matrimonio (cap. 24); pero larectificación de 1612 introducía algu-nos cambios y establecía la prohibiciónde vender casas y tierras durante los cua-tro primeros años, manteniendo las an-teriores excepciones. Pasado ese tiempose podían enajenar contando previa-mente con la licencia del señor. Con es-tas restricciones el titular del señoríopretendía dar estabilidad a la repoblacióny evitar el negocio fácil que podía supo-ner la venta del dominio útil adquiridode forma gratuita. Por ello expresa suvoluntad de que «... ninguna persona ab àni-mo solament de vendre les terres, horta, plan-tats y secà que los seràn establides, vinga ademandar aquelles...» (cap. 14). Asimis-mo, quedaba prohibido hipotecar casasy tierras sin la previa licencia señorial(cap. 26).

Por tanto, la petición de licencia erala condición primordial para proceder ala enajenación de estas propiedades, loque tiene relación con el luismo y la fadi-ga como derechos inherentes al dominiodirecto. El primero era la cantidad quese pagaba al señor por la transmisióndel dominio útil y el segundo consistíaen la obligación de avisar, antes de laoperación, con el fin de que quien poseíael dominio directo pudiera ejercer el de-recho preferente de adquisición. El pro-fesor E. Císcar Pallarés, después de un es-tudio exhaustivo de numerosas cartasde población, afirma que todos los bie-nes establecidos lo eran con luismo yfadiga. Eran tan inseparables de la enfi-teusis que podía darse el caso de su inexis-tencia, pero haciendo mención expresade ello, como ocurre en la baronía deMonòver. Por lo tanto, en el condadode Elda el señor disfrutaba de aquellosderechos a pesar de no figurar de for-

ma expresa en la carta de población. Noobstante, cuando el señor llamaba a ca-brevar, exigiendo de esta forma a los en-fiteutas el reconocimiento de su domi-nio directo, se encontraba con la oposi-ción de los vasallos, quienes negaban almismo tiempo la existencia de aquellosderechos.

Por último, eran asimismo causade confiscación o comiso de los bienesestablecidos, el comportamiento beli-coso de alguno de los pobladores y los crí-menes cometidos contra el señor, su casay los miembros de su familia (cap. 24 yMillora).

VI. Las rentas del condadoVI.1. Los pechos

El pecho consistía en un censo anualy perpetuo, a percibir en moneda, que losnuevos pobladores debían satisfacer porlas casas y tierras que se les establecían.Por su carácter de renta fija en metálico,el señor tenía garantizado su cobro in-dependientemente del resultado de lascosechas, aspecto positivo si se tiene encuenta el carácter aleatorio de las mismas;pero también llevaba consigo el incon-veniente de la desvalorización, que pro-gresivamente la iría situando entre las ren-tas señoriales de menor peso. A pesarde existir variedad de fórmulas imposi-tivas, lo más frecuente era que casa y tie-rra pecharan por separado, como ocurríaen Elda o en Novelda. No así en Petrer yMonòver, donde el reparto se había he-cho en lotes iguales que llevaban in-cluidos ambos conceptos.

En Elda ya se ha visto que, de acuer-do con la Carta de Población de 1611, lacuantía de las concesiones dependía dela voluntad del titular del señorío, quien,con el fin de evitar agravios comparati-vos en el pago de los censos, estipulabaque éstos serían proporcionales al valorde los bienes establecidos y que este va-lor se había de estimar de acuerdo con unapeo realizado por personas expertas einteligentes (caps. 7 y 8). Una vez hechoel apeo, la cuantía de los pechos queda-ría de la siguiente forma: las casas pa-garían tres dineros por libra (1,25% so-bre el valor estimado); las huertas y viñas,seis (2,5%); las algualejas y tierras cam-pas y de regadío, cuatro (1,66%); y losolivares y secanos, tres (1,25%). Pero unosmeses después, octubre de 1612, se fir-maban nuevos capítulos cuya finalidadera, según el texto, lograr una pronta

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repoblación de estas tierras «... millorantla dita població y responcions de les dites terres,cases y heretats que se han repartit y de nouse han de repartir...», para lo cual se in-troducían algunas modificaciones que,en principio, iban a suponer mejorascon respecto a lo acordado en 1611. Porlo que se refiere a las casas, ahora se or-denaban en tres categorías, buenas, me-dianas y malas, debiendo pagar por ellascada año, ocho, cinco y tres reales cas-tellanos, que equivalían aproximada-mente a 16, 10 y 6 sueldos respectiva-mente. Y en cuanto a las tierras, se reducíael censo de «...les hortes, viñes, algualeges, fi-guerals y terres blanques...» en una cuartaparte, quedando, por tanto, según nues-tros cálculos, en 4,5 dineros por libra(1,875%) para las huertas y viñas; y tresdineros (1,25%) para las algualejas y tie-rras campas de regadío. Se suprimía el delos olivares a cambio de aumentar eldiezmo (de 1/8 a 1/7); y finalmente, que-daban también exentas «...les terres y secansde la present vila y terres de Salinas...», de talforma «...que sols paguen per rahó del delmey part de fruyts la huytena part, ço es, de huythu...». Por último, el pago de esta rentase había de hacer en dos entregas, la pri-mera en la cosecha de granos y la se-gunda en la de la pasa o, en su defecto,en la de cualesquiera otros frutos, de-jando dos años de franquicia a los seca-nos, que por su mal estado empezaríana pagar en 1614 (caps. 9 y 10).

Pero no parece que todas estas mo-dificaciones se cumplieran. Por ejem-plo, en los establiments de 1612, en losque aparece tanto la estima como el cen-so a que quedaba sujeta cada partida,no queda reflejada esa reducción en laproporción a pagar. Sin embargo sí que-daban exentos los olivares y las tierras ysecanos de Elda y Salinas. A este res-pecto conviene recordar que, muchosaños después, el representante de la vi-lla, en uno de los pleitos que manteníancon el Conde, decía que los capítulos de1612 habían quedado «...en termens degracia no executada...», al menos en lo con-cerniente a la cuantía de los censos. Porotra parte, este sistema de imposiciónde pechos a partir de la estima del valorde la propiedad, escasamente emplea-do, será otro de los argumentos que losvasallos exhiban a su favor en aquel mis-mo pleito, por lo que consideraban queestimar la cosa establecida y pagar elprecio excluía, a su juicio, todo derechode rigurosa señoría directa.

Por último, en Elda existían dos ti-pos de pechos, el nuevo y el viejo: el nue-vo es el que pagaban los nuevos pobla-dores por las tierras y casas que se esta-blecen de acuerdo con la Carta dePoblación de 1611; y el viejo era una im-posición que afectaba a las tierras de na-tural (francas o libres, que no pecha-ban), es decir, las que pertenecían a loscristianos viejos desde antes de la ex-pulsión.

VI.2. Los diezmos

La renta anual en metálico fijadaen los establiments valencianos iba acom-pañada habitualmente de una particiónde frutos que consistía en la entrega alseñor (el estabiliente) de una parte alí-cuota de la cosecha. Con anterioridad ala expulsión de los moriscos, los seño-res habían constatado una desvaloriza-ción de los censos en metálico, y estaexperiencia les condujo a una reestruc-turación de las rentas en la que, salvo ex-cepciones, la partición de frutos pasó aser el núcleo fundamental de las pres-taciones y la principal fuente de ingre-sos. Sin embargo, esta renta no existíaen varios de los señoríos meridionales delReino de Valencia, como el Marquesadode Elche y las Baronías de Aspe y Mo-nóvar, señoríos en los que, con excepciónde Elche y junto a la baronía de Novel-da, sus titulares eran los únicos per-ceptores de los diezmos. Este era tambiénel caso del Condado de Elda, en el quela percepción de la renta decimal porel dueño del lugar compensaba en bue-na medida la ausencia de la partición defrutos, puesto que a ella estaban sujetastodas las tierras, las de población y, des-de 1684, las de natural.

La concesión real de todos los diez-mos y primicias a las villas de Elda, Pe-trer y Salinas se remonta a 1449, cuan-do todas ellas y Aspe pertenecían al Con-dado de Cocentaina. La Iglesia, porconcesión pontificia, donaba esta ren-ta decimal a los monarcas para estimu-larles a la adquisición de tierras ocupa-das por los mudéjares, y los reyes, a suvez, la concedían a algunos de sus súb-ditos por los servicios prestados a laCorona. Así, Eiximeno Pedro de Corellala recibió de Alfonso V de Aragón y, pos-teriormente, el Conde de Cocentainaobtuvo la aprobación pontificia a cam-bio de algunas contrapartidas: fundar yerigir al menos tres iglesias, dotándolas

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de 50 libras anuales y de todo lo nece-sario para el culto divino, y pagar a per-petuidad 70 libras anuales al Obispo ycabildo de Cartagena. Años más tarde,tratando de poner fin a las diferenciassurgidas entre el Conde de Cocentainay el prelado de Cartagena por la per-cepción de los diezmos, se firmó unaconcordia entre ambas partes (Aspe, 30de agosto de 1494) que estipulaba lascondiciones en las que debía llevarse acabo dicha percepción. A pesar de queesta transacción no evitó los pleitos en-tre la Iglesia y los señores temporales, fueun documento de larga vigencia que so-brevivió, incluso, al que se firmó en 1769entre el Conde de Elda y D. José Tor-mo, Obispo de Orihuela.

Con algunas excepciones, según loslugares, el diezmo gravaba todos losproductos de la agricultura y la ganaderíaaunque la cuantía de la tributación noera igual para todos los cultivos. El diez-mo no afectaba a las propiedades sinoal producto de las cosechas y, por lotanto, estaban sujetas a él todas las pro-piedades cultivadas, independiente-mente de su naturaleza. De ahí la im-portancia que esta renta representabapara los señores y especialmente paraaquellos que, como el Conde de Elda, nohabían incluido la partición de frutos enlos capítulos de 1611. Así pues, en elcondado de Elda pagaban el diezmo lastierras pechadas y, a partir de 1684, lasfrancas o alodiales (de natural).

La Carta de población de 1611 es-tablecía que «de qualsevols fruyts que po-sehiran, aixi de gran com pansa, oli, vi, yqualsevols altres que dir y nomenar se pui-xen, hajen de pagar y paguen la huitenapart, ço es, set parts per a dits nous pobladorsy una per a el Señor Conde y sos successors»(cap. 15).

En el caso de los granos la parti-ción se haría en la era, después de la tri-lla, y el producto debía llevarse hasta elgranero de la Señoría, lo mismo que enNovelda y Monóvar. Respecto a la pan-sa, se utilizaba el sistema del alfarràs,modo de partición que consiste en va-lorar o estimar un bien de forma apro-ximada sin proceder a su peso y medi-da exactos. Operación que llevaban acabo dos personas, elegidas por el Con-de y los jurados de la villa respectiva-mente, cuando el fruto estaba en los se-quers (cap. 23). Noticias posteriores in-dican que el alfarràs se empleaba tambiénen el condado en otros productos como

la hoja de la seda y los panizos. En cuan-to al diezmo de los olivares, si el señorcobraba sus rentas y derechos por me-dio de un administrador, podía hacer-lo en olivas o en aceite; pero si teníaarrendados esos cobros, el pago se haríaen olivas «...ab pacte que lo remoldre y pi-ñol sia de dits pobladors francament...» (cap.29). Y por lo que respecta al ganado, loscapítulos de 1611 establecen un diezmode 10 cabezas una (cap. 21). Finalmen-te, la millora de 1612 sólo introducía uncambio respecto al diezmo del olivar,en el que se eliminaba el pecho y se ele-vaba el diezmo de 1/8 a 1/7, más cuatrolibras de aceite por el uso de la almaza-ra. Pero estas proporciones no iban aser las definitivas por los cambios quecomenzaron a introducirse pocos añosdespués. Cambios que podían perseguiruna pronta repoblación, favorecer la ex-tensión de determinados cultivos, atem-perar la oposición antiseñorial o, sen-cillamente, conseguir un aumento de larecaudación.

A título de ejemplo, en 1616 se ha-bla de una serie de concesiones delConde a las villas de Elda y Salinas en-tre las que se incluyen algunas relativasa los diezmos. Faculta a sus vasallosde Elda a plantar viñas y moreras pa-gando 1/12 en concepto de renta de-cimal, y la misma proporción se aplicaa todos los menudos, «...dit lo paner quesfruyt que no va al molí»; y da licencia a losde Salinas para que puedan plantar vi-ñas «y altres arbres ...en los secans del ter-me de Salines tan solament...», pagandotambién 1/12 de la cosecha, y hacien-do especial hincapié en que esta con-cesión se refería tan sólo a los secanos.Los vecinos de Petrer se quejaban en1631 porque el Conde no cumplía lo ca-pitulado por su antecesor, el que habíaotorgado la Carta de Población, y pre-tendía cobrar 1/8 del diezmo de la ba-rrilla (estipulado antes en 1/12). A lasquejas se une la villa de Elda; por loque el titular del señorío ofrece unanueva transacción para que ese diez-mo quedase efectivamente como con-tribución decimal, es decir, de diez una.Sin embargo, Elda renunciaría a todolo capitulado después de la nova pobla-ció para atenerse estrictamente al con-tenido de esta última.

A finales de 1638, y con motivo dela muerte del tercer Conde de Elda, Pe-trer seguía mostrando su malestar porla inobservancia de algunos capítulos de

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la Carta de Población, actitud que de-sembocó en una nueva transacción, en1640, que respecto a los diezmos esta-blecía: «Que les plantes que criaràn en los se-cans y que nos poden regar ni se an acostumatregar fins hui, es pague per dret del delme ypartiçió de fruits de deu hu, y axí mateix debarrelles, matalafua, tot gènero de llegums,cardo, salicorn, sosa y de tot altre gènero defruits, axceptant les grans que van al molíque son de huit hu».

Y en 1639 la Señoría había conce-dido a los vecinos de Elda «...que totes lesnovals e incultes que nostaran plantades ni cul-tivades y aquelles que no seran bones per a pa-nificar, que plantant aquelles de vinyedo sienfranques del delme per temp de huit anys...»;pero con la condición de que esas tierrasfueran reconocidas previamente por unrepresentante del Conde, que había decomprobar que en efecto era «mes util yprofitós en ser plantades de vinyes que noper a panificar ni altres fruyts...».

Las concesiones de 1639 fueronanuladas por el Conde en 1678, en cir-cunstancias de gran tensión con los va-sallos de Elda por el proceso de la señoríadirecta. Precisamente, con la Concordiade 1684 finalizaba este proceso y se dabaun nuevo paso en la cuestión de losdiezmos, desapareciendo el pecho viejode las tierras de natural a cambio de so-meterlas a la renta decimal.

El interés por fomentar la exten-sión de determinados cultivos aparecenuevamente en un consejo general de lavilla de Elda (4-II-1691). La bajada de losprecios de la pansa obligaba a los vecinosde la villa a buscar otros cultivos más ren-tables, por lo que proponían al Conde«... que admetent a que pagasen delme dedeu hu se animarien totts los vassalls de la pre-sent vila a plantar almellers y garrofers...».Esta propuesta, que unos años antesno llegó a buen término porque el señorpretendía el diezmo del octavo, se acep-ta ahora, pero «... ab la obligació que tots juntsy en comú han de fer de plantar de estos ge-neros de arbres en ses terres, axí naturalscom de població».

La medida tuvo sus detractores enquienes, estando de acuerdo con el pac-to, pensaban que debía ser algo volun-tario, pero estas opiniones minoritariasno fueron aceptadas. Por otro consejoposterior (11-X-1693) se sabe que esteacuerdo había quedado plasmado enuna transacción, porque tratando delavituallamiento de las carnes pretendí-an hacer nuevos capítulos, argumen-

tando «...que en la horta y bovalar se han fety han de fer plantades de almellers y garro-fers, segons la concordia otorgada entre partsdel Conde, mi señor, y la present vila...».

A lo largo del siglo XVIII las ren-tas del condado se vieron también afec-tadas por varios cambios en la propor-ción de los diezmos. Hay modificacio-nes que atañen a Petrer y que, según laConcordia de 1727, pretendían evitarfraudes en el modo de medir los gra-nos de trigo, centeno, cebada y avena, asícomo beneficiar a los vecinos de la villaen el pago del diezmo de estos cereales.Con este fin se establece que los vecinos«... no paguen de oy en adelante, de los gra-nos de trigo, cebada, avena y centeno solamentemás que de diez una...». Hasta entonces pa-gaban de ocho una, según los capítu-los de población; pero, continuaba eltexto de la Concordia: «...deviéndose diez-mar astta de las gramas, sin dejar parte ni por-ción alguna que no se mida y pague el diez-mo en la conformidad que se concede». Apesar del estricto control que suponepara la medida de los granos, se trata deuna rebaja importante por incidir enlos cultivos de subsistencia, siendo laprimera vez que el cambio en la pro-porción decimal afecta a estos produc-tos. Uniendo esto a las mejoras que Pe-trer había obtenido en la Concordia de1640, puede concluirse que todos o casitodos los frutos de la villa, a partir de1727, contribuirían con la décima par-te de sus producciones.

El otro cambio afectó a Salinas, se-gún se deduce de la Concordia celebra-da entre el Conde y el lugar en 1760.Porque en el primero de sus capítulosconsta que el señor seguirá percibiendo«...los diezmos de todos los frutos y hortalizas,de cada diez uno, a excepción del panizo quese paga de cada ocho uno, según y en la con-formidad que hasta ahora se ha acostum-brado»; es decir, que esta modificaciónvenía de alguna transacción anterior.

Como conclusión puede afirmar-se que, a mediados del siglo XVIII, tan-to en Petrer como en Salinas, el diez-mo había quedado como verdadera con-tribución decimal (de diez una) paracasi todos los productos; en cambio, lavilla de Elda, cabeza del condado, se-guía estando más cerca de lo capitula-do en 1611; es decir, que de no existirotras concesiones, aparte de las citadas,el diezmo era en general de 1/8, con al-guna excepción como la de los almen-dros y algarrobos.

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VI.3. Las regalías

Las regalías suponían una impor-tante fuente de ingresos para el titulardel condado y con el paso del tiempose convirtieron en los montantes máselevados después de la renta decimal. Enlas regalías se incluyen los monopo-lios señoriales y el aprovechamientode montes y pastos.

Respecto a los monopolios se-ñoriales, tras la expulsión de los mo-riscos, en la Carta de Población de Eldade 1611, el Conde se reservaba el mo-nopolio absoluto de «...la flaqueria, ta-verna, hostal, forns, molins, almaseres yqualsevol altres venderies per menut...», ex-cepto las tiendas, de forma que las ven-tas al detalle del pan, vino y otros pro-ductos correspondía a la persona o per-sonas des ignadas por aquél . Noobstante, los vecinos podrían entrarvino de fuera del término, pero sólopara su consumo privado (cap. 22).

La tienda pasaba a ser adminis-trada como propio del Ayuntamiento.Esta concesión del señor tenía comofin ayudar a la villa en los gastos que su-ponía la conducción del agua desdeVillena, pero a cambio los vecinos ha-bían de corresponderle perpetuamen-te con el pago de cien libras anuales. Sila comunidad no podía hacer frente aestos pagos se le facultaba a cobrar lasisa de la carne y a imponer una tretamoderada sobre todos los frutos deltérmino, incluidos los del señor y los queéste percibiera por los derechos domi-nicales de Elda y Salinas (caps. 31 y34); pero el señor y los justicias y jura-dos de la villa podían prohibir este im-puesto sobre los productos considera-dos de primera necesidad (cap. 25).

El capítulo 19, referido a los mo-linos, establece que, por el uso de los queel Conde posee en la villa (el de Arribay el de Abajo) se haya de pagar por ma-quila «...la setsena part, ço es, tres almutsper cafís...», tanto los nuevos como losantiguos pobladores, renunciando es-tos últimos a cualquier derecho ad-quirido con anterioridad; y se les fa-cultaba para poner un peso públicocon el fin de controlar los granos quese habían de llevar a esos molinos (cap.35). La millora de 1612 detallaba tam-bién la maquila impuesta por el usode la almazara, de cuatro libras de acei-te, quedando para los vasallos «lo re-moldre y piñol».

La importancia de estas regalías de-rivaba, por tanto, del control que el se-ñor establecía sobre algunos de los sec-tores más importantes de la economía,de forma que acaparaba una serie de ac-tividades básicas para el campesino; aun-que en ocasiones le resultaba difícil queese control fuera realmente efectivo y,en último extremo, se veía obligado aacudir a los tribunales cuando queríahacer valer estos derechos.

También sobre los monopolios hubomodificaciones posteriores a la Cartade Población. En uno de los capítulos dela concordia celebrada entre la villa de Pe-trer y el titular del señorío, éste «donallibertat als vehins de la dita y present vilaque vajen a moldre alla ahon ben vist los sia,y el que moldra en sos molins pague maqui-la doble conforme fur, que son tres almutsper cafís»; es decir, que la cuantía de la tri-butación seguía siendo la misma que enElda pero esta regalía perdía el carácterde monopolio en Petrer.

Cuestión importante respecto a losmonopolios es conocer el grado de acep-tación entre los vasallos y si existió algúntipo de oposición frente a estos dere-chos del señor. La documentación con-sultada confirma la existencia de esaoposición antiseñorial: las referencias alas almazaras de particulares aparecen enla escritura de arrendamiento del condadode 1757, en donde se dice que hay algu-nas, y que sus dueños, además de sus co-sechas «muelen las de otros labradores quequieren acudir a ellas». Por ello se había re-currido a la Real Audiencia de Valenciapara que las mandara cerrar, «por no de-ver haver mas que las de la señoría». Sin em-bargo, antes de hacer referencia a estasalmazaras privadas se alude a las quejasque vienen formulando los cosecheros so-bre el funcionamiento de las señoriales,y se pide al arrendatario que las moledurasse hagan según la práctica antigua, dan-do las vueltas necesarias con el fin deapretar las vigas y producir el máximo deaceite. Asimismo, para evitar las sospe-chas de fraude, se establece que los al-mazareros no puedan vivir en las alma-zaras y que éstas tuvieran dos llaves, unapara aquél y otra para el cosechero quela estuviera utilizando en el momento;y por último, que se guardasen turnos ri-gurosos según el día y hora en que cadacual llegase con la aceituna.

Estas condiciones se repiten en elarrendamiento de 1766, donde se diceque, además de las almazaras de parti-

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culares, hay también «un horno de pan co-cer en dicha villa de Elda y la regalía de la pa-nadería sin uso»; por lo que se seguía unpleito en la Audiencia con los fines ya ex-puestos. En 1773, conocida la senten-cia de la Audiencia que daba a los veci-nos de Elda «la franquicia de tener almazarapara sus usos propios», el señor exige alarrendatario de las rentas del señoríoque cuide de que los propietarios sólo lasutilicen para sus cosechas, pagando an-tes el diezmo de 1/8 según los capítulosde población; y lo mismo en lo referen-te a los hornos. Pero, a la vez, en aquellasfechas, el señor mantenía otro pleitocon un presbítero de la parroquial deElda que pretendía hacer granjería conuna almazara y un horno, conflicto si-milar a los anteriores.

Posteriormente, algunos de estosparticulares arrendarán sus almazaras yhornos a la señoría o a los arrendatariosdel condado, como ocurre en 1799, en quese firma el contrato entre éstos y Anto-nio Ganga. Este vecino les arrendará unaalmazara que poseía en la calle Nuevaporque las dos del señor no eran sufi-cientes para cubrir las necesidades deElda, lo que había motivado las quejas dealgunos cosecheros. Lo mismo sucedía conel horno de pan cocer de la plazuela deSta. Ana. El contrato fenecía a los cuatroaños (1-I-1799 a 31-XII-1802) y comocontrapartida, durante ese tiempo, losarrendatarios del condado habían de dary ceder a Antonio Ganga todos los frutosy productos del huerto llamado del Con-de, de plena propiedad del señor, con elagua que tenía asignada.

Probablemente estas instalacionesde particulares dejaron de ser rentablesdesde el momento en que se hizo efectivala prohibición de utilizarlas otros que nofueran sus dueños; por lo que éstos op-taron por arrendarlas –manteniendo,en el caso de las almazaras, la licencia parahacer el aceite de sus cosechas sin pa-gar derecho alguno– o venderlas al señorterritorial, el único que en aquellas con-diciones podía obtener beneficios. Estedebió ser el caso de Antonio Ganga ya queen el inventario de regalías señorialesde 1816 consta una almazara «que erade Antonio Ganga» y un horno con elnombre de Santa Ana.

La concordia firmada entre el con-de y el ayuntamiento de Salinas, en 1760,es otro ejemplo claro de los enfrenta-mientos surgidos entre el señor y los va-sallos por la utilización de una serie de

derechos y regalías, que aquél se arro-gaba y éstos ponían en entredicho. Latransacción ponía fin a los pleitos de-sencadenados por las pretensiones delos vecinos del lugar: en detrimento dela casa-mesón, éstos pretendían admitirpasajeros en sus casas; el común de Sa-linas tenía abierta una tienda que per-judicaba los intereses señoriales; y se re-sistían al pago por el derecho de cabezaje(4 dineros por cabeza de ganado cabrío)y por el aprovechamiento de las hierbasdel término. La concordia citada, apo-yándose en una resolución de la Au-diencia de Valencia, establecía que elhorno de vidrio y la casa-mesón los se-guiría teniendo el señor privativa y prohi-bitivamente, sin que ningún vecino pu-diera admitir pasajeros a cambio de al-guna utilidad por el hospedaje (cap. 4).Pero se traspasaban a favor del común latienda, panadería y taberna, que desde lafecha serían administradas como pro-pios a cambio de pagar 65 libras anua-les a Su Excelencia. Este traspaso se apli-có también al derecho de cabezaje y alaprovechamiento de las hierbas duran-te los nueve meses que correspondíanal señor, pero también con contraparti-das.

Y en cuanto al aprovechamientode montes y pastos, la Carta de Pobla-ción de Elda establecía que tanto losvecinos de esta villa como los de Petrerpodían llevar a pastar sus ganados, in-distintamente, a los «alts y montanyes» deambos términos. Sólo constituían unaexcepción los bovalares, que habían deser distintos y estar separados y el ganadode una no podía entrar en el bovalar dela otra sin exponerse a las penas im-puestas por el conde (cap. 20). Lo ca-pitulado con Petrer coincide en esenciacon lo anterior: aprovechamiento co-mún de los pastos, incluida la sierradel Cid, siempre que no perjudicase alavituallador de la carnicería de Elda, yprohibición de que los ganados entra-sen en las huertas, viñas y plantíos de am-bas villas, pero dejando claro la libertaddel conde y sus sucesores para ordenar«... en aço lo que li parexera...» (cap. 19); ade-más de hablar de las licencias que el se-ñor concedía para «... tallar fusta per a obrary reparar ses cases» y de «... que fasen cen-dra y carbó y porten lleña sens fer dany a pinsde obratge...».

Después, en la concordia de 1640con la villa de Petrer, el señor se com-prometía a no arrendar «... les herbes del

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terme de Petrer per a els bestiars...», siemprey cuando el ganado de sus vecinos llegaraa las 1.000 cabezas y más de la mitadcorrespondieran al lanar. Pero se reser-vaba la facultad de pasto para su propioganado y la de conceder licencia al dealgún amigo. Asimismo, la concedería acualquier vecino para cortar madera sinrecibir por ello compensación alguna.

Si el disfrute del herbaje estaba re-servado a los vecinos de ambas villas,no ocurría así en Salinas, donde ya en1618 se arrendaba el herbaje de inviernoa los serranos (gentes que venían de zo-nas más frías) por 122 libras y 10 suel-dos, y el de verano a 4 dineros por cabe-za; con lo que se privaba a los lugare-ños del libre aprovechamiento de estospastos. Esto debió motivar enfrenta-mientos entre el conde y sus vasallosque desembocaron en la concordia de1760, en la que se partía de la premisa deque el señor estaba «... en la quieta y pací-fica posesión, de inmemorial, del dominio, se-ñorío y vasallaje, jurisdicción civil y crimi-nal, mero y mixto imperio de dicho lugar y tér-mino...», y por ello tenía, entre otrosderechos, el del «uso de las yervas del términode este dicho lugar en nueve meses de los docedel año y el derecho de arrendarlas a cual-quier ganadero, y de persivir el cabesaje, queson cuatro dineros por cabeza de ganado ca-brío...».

El resultado fue que el señor tras-pasaba a favor del común el derecho decabezaje a cambio de 5 libras anuales, ytambién «... el aprovechamiento de las yer-bas de su término en los referidos nue-ve meses... con la condición expresa yno sin ella de poder tener Su Excelencia,en el mismo, un rebaño de ganado lanarde 200 cabezas en los tiempos que quie-ra Su Excelencia (a excepción de la Re-donda) y de conceder para ello su licen-

cia y permiso a la persona que bien vis-to le fuera», obligándose, además, di-cho común al pago de 20 libras anuales.

VII. La cuantificación de lasrentas a comienzos del sigloXVII (1618)

Conocidas las rentas que pertenecíanal titular del condado, pueden cuantifi-carse para valorar la parte proporcionalque correspondía a cada una de ellasdentro del conjunto de las percepcio-nes dominicales.

El procedimiento recaudatorio se-guido en el condado de Elda era el arren-damiento de los derechos dominicales ydecimales, sistema generalizado en los lu-gares de señorío. Una vez realizada lasubasta para fijar la cuantía, el arren-damiento se adjudicaba al mejor pos-tor, a quien se otorgaba la consiguienteescritura. En síntesis, el señor arrenda-ba «los derechos del señorío del condado de estavilla de Elda, que se compone de ella, la de Pe-trel y lugar de Salinas, con las regalías ... com-prendiendo también los derechos de luismo yfadiga en aquellas piezas donde Su Excelen-cia tuviese el dominio mayor y directo ... com-prendiendo también el diezmo de todos losfrutos que se cojan y perciban en las tierras delos términos de las tres poblaciones y parti-ción de ellos, según y en la forma que Su Ex-celencia, mi señor principal, para sí, sus cau-santes y arrendadores los ha percibido hastael presente de los vecinos y terratenientes, com-prendiendo asimismo los censos y pechos queproduzcan las casas y hacienda de dicho con-dado, que consta de los libros capatrones y gi-radoras y las yervas de los términos de las mis-mas ...».

Y se reserva expresamente «los de-rechos que corresponden y competen asu Palacio de esta villa de Elda y habi-tación del mismo, la paja que le contri-buyen a Su Excelencia los vasallos y te-rratenientes para el consumo de sus ca-ballerías durante su residencia y la desus dependientes y subalternos en di-cho condado; el producto de penas de Cá-mara y de las escribanías con todos losderechos. Las licencias de hacer carbóny cortar madera, el derecho de la borray el de la facultad para conceder licenciasen las enajenaciones de las piezas sujetasal dominio mayor y directo, y las juris-dicciones, civil y criminal, útiles y emo-lumentos de ellas, y los regalos que dichavilla y lugar acostumbran a hacer a Su Ex-celencia por Navidad de cada año».

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Rentas del Condado de Elda(1618) (Belando, R., 1990).

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Los datos utilizados, de 1618, pro-ceden de las cuentas presentadas por elarrendatario del condado al titular delmismo e incluyen los tres conceptos porlos que el señor recibe todos los ingresos:

De acuerdo con los cuadros ante-riores, en 1618 el Conde percibía, porlos censos en metálico, una módica can-tidad en Salinas, un montante muchomás elevado en Petrer y todavía mayor enElda; y sólo en esta última se especificala cantidad que procede de los pechos vie-jos (252-5-9) y la que corresponde a losnuevos establecimientos derivados dela Carta de población (1448-9-4), o pe-chos nuevos, que constituyen el gruesode la partida. El conjunto de lo recaudadopor este concepto supone el 41,36% deltotal de las rentas pero presenta varia-ciones importantes en cada una de las po-blaciones del condado.

Respecto a las regalías, en Salinassu valor alcanzaba poco más de 281 li-bras, en las que se incluyen los arrenda-mientos del horno, tienda, panadería ytaberna, los de los herbajes de inviernoy verano y del pinar. La cantidad mayorprocede del herbaje de invierno (122-10- ) que, junto al de verano, serán mo-dificados en la Concordia de 1760. En Pe-trer, el valor no llega a las 300 libras y noincluye el derecho de almazara, proba-blemente comprendido en el diezmo delaceite. Por último, en Elda esta renta su-pera las 1.300 libras, correspondiendo alderecho de almazara 379, la cantidadmayor por este concepto; pero, comocontrapartida, no consta ingreso por eldiezmo del aceite, lo contrario a lo quesucede en Petrer. En total, las regalíasaportaban el 24,27% de todas las rentasdel condado, pero, igual que sucedía enel apartado anterior, el peso relativo eradistinto en cada una de las poblaciones.

En lo que se refiere a los diezmos, és-tos constituían la renta más importan-te del lugar de Salinas, de los que la prin-cipal aportación correspondía a los ce-reales, algo más de 453 libras. En Petrer,las 1320 libras de esta renta procedíanfundamentalmente de los cereales, lapansa y el aceite; y en Elda, asimismo, casila totalidad de esta renta procedía delos cereales y de la pansa, ya que no se in-cluye el diezmo del aceite. La renta de-cimal, por tanto, suponía el 34,37% deltotal de las rentas del condado, pero dis-tribuida de forma desigual en cada unade las poblaciones, como sucedía en loscapítulos anteriores.

De lo expuesto se desprende queen el condado de Elda, pocos años des-pués de promulgarse las cartas de po-blación, la primacía de los ingresos se-ñoriales correspondía a los pechos, se-guidos de la renta decimal y de losmonopolios y regalías pertenecientesal señor; pero la importancia relativade los tres apartados variará con el pasodel tiempo, hasta el punto de que las ren-tas que comienzan aportando el máxi-mo del numerario a las arcas señorialesserán desplazadas por otras que, en1618, contribuían con cantidades me-nos elevadas.

213El condado de Elda, siglos XVII-XVIII

Rentas señoriales de la villa deElda (1618) (Belando, R., 1990).

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I. El crecimiento del sigloXVIII

El siglo XVIII fue para el Reino deValencia una etapa de gran crecimien-to demográfico, y aunque los distin-tos autores difieren en su cuantificación,todos parecen coincidir en que fue po-siblemente el más importante del con-junto peninsular; y el condado de Elda,en la comarca del Medio Vinalopó, for-maba parte de las tierras valencianas me-ridionales, donde se alcanzaron los ín-dices de crecimiento más elevados.

Los datos de población de Elda se-ñalan que a lo largo del siglo XVII se ha-bía producido una recuperación delvacío dejado por el extrañamiento de losmoriscos. En consecuencia, el creci-miento del siglo XVIII no tendría suorigen en la fuerte despoblación ini-cial ni estaría claramente relacionadocon el decreto de expulsión de 1609.Volviendo de nuevo al recuento de losbautismos celebrados en la iglesia pa-rroquial de Santa Ana de Elda, se ob-serva que durante el primer tercio delsiglo XVIII las cifras fueron semejantesa las de los últimos decenios del sigloanterior; pero a partir de los años trein-ta se dio un aumento continuo, desdelos 107 bautizados de esa década a los140 de los sesenta y los 166 de los no-venta, lo que supuso duplicar los na-cimientos a lo largo del setecientos.Así pues, la población de Elda que, a co-mienzos del siglo XVIII, superaba los2.000 habitantes y que alcanzaba los3.734 en 1787, según el Censo de Flo-ridablanca, el más fiable de los realizadosen la centuria, al finalizar el siglo estaríaen torno a los 4.000 habitantes.

Partiendo, pues, del elevado in-cremento demográfico, cabe pregun-tarse si, de forma simultánea, se produjoun aumento de los ingresos domini-cales y, en caso afirmativo, por las cau-sas que propiciaron esa expansión de laeconomía señorial. El acceso a las es-crituras de arrendamiento de las rentasdel condado nos permite establecer suevolución desde finales del siglo XVIIa través de las cantidades rematadasen las subastas. Recordemos que erancontratos a todo riesgo y que de esta for-

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El condado de Elda, siglos XVII-XVIII.

DE LA EXPULSIÓN DE LOS MORISCOS ALA DESAPARICIÓN DEL SEÑORÍO (II)

REMEDIOS BELANDO CARBONELL

Universidad de Alicante

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Censo de Floridablanca de 1787.

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ma el señor se aseguraba el cobro anualde las rentas al margen de cualquiertipo de contingencia.

Los datos señalan que a lo largodel siglo XVIII hubo una elevación im-portante de las cantidades que el se-ñor percibía anualmente, pero confir-man también la aseveración de Gil Ol-cina de que los arrendamientos entranen crisis a medida que los decretos abo-licionistas fortalecen la oposición an-tiseñorial. Precisamente, el de 1816 esun documento que refleja fielmente elimpacto de la legislación liberal y, porlo tanto, la resistencia de los colonos apagar después del decreto de las Cortesde Cádiz de agosto de 1811. Pero estacuestión se verá más adelante al tratarde los años finales del señorío.

Confirmado el incremento de losingresos señoriales durante el sigloXVIII, es preciso tratar de sus causas, yse ha de señalar, en principio, que no fueuna sola sino varias e interrelacionadas.Al crecimiento demográfico se unie-ron la expansión de las tierras cultiva-das y la intensificación de los cultivos,que fue impulsada por la construccióny puesta en funcionamiento del pantanode Elda, además del alza de los precios

de los productos agrícolas. Al aumen-tar la producción y los precios crecía elvalor de la renta decimal que percibíael señor y los ingresos por las regalías.Esta situación motivó también que fue-ra preciso revisar las obligaciones con-traídas por el conde con la jerarquíaeclesiástica ante el aumento de las ne-cesidades pastorales; por lo que en 1769se firmó una concordia entre el condede Elda y el obispo de Orihuela, D. JoséTormo, gran valedor de los derechosde la Iglesia, con la que se trataba de ac-tualizar los acuerdos anteriores y sub-sanar las deficiencias en las dotacio-nes para culto y clero.

La ampliación de la superficie cul-tivada es la consecuencia directa delproceso roturador llevado a cabo a lolargo del siglo XVIII.

El procedimiento empleado para lapuesta en cultivo de nuevas superfi-cies incluía un permiso previo del con-de como dueño territorial, del que se de-jaba constancia en un contrato quecontenía las condiciones a que queda-ban sujetas las nuevas explotaciones. Elanálisis de estos contratos ha permiti-do conocer, en primer lugar, el núme-ro de establecimientos y la superficie queocupan. Es evidente que el municipioen el que se efectuaron más roturacio-nes fue el entonces lugar de Salinas(521 habitantes en 1787), que teníamenos población que Petrer (2.635 enla misma fecha) y Elda pero cuyo tér-mino era más extenso que el de estaúltima. A finales de siglo, el botánicovalenciano Cavanilles decía, al descri-bir Salinas, que «...todo el término es ca-paz de muchas mejoras pero faltan bra-zos...»; y respecto al de Elda, que «...tie-ne apenas una hora de diámetro, corto enverdad para los mil vecinos de la villa...». Elmismo autor señalaba que la escasa

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Arrendamientos del Condado deElda.

El proceso roturador del sigloXVIII en el Condado de Elda

(Belando, R., 1990).

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población de Salinas se debía a los efec-tos perniciosos de su laguna y en estesentido hay que destacar que no todala tierra roturada se establece a veci-nos del lugar, ni siquiera del condado,sino a otros de los pueblos limítrofes.El propio ayuntamiento, en un infor-me de 1747, decía que Salinas tenía untotal de ochenta vecinos porque «...aun-que el término éste parece algo dilatado, lamayor parte la posehen terratenientes...»; ysegún el Padrón de Riqueza de 1818, lamayoría de sus terratenientes eran ve-cinos de Monóvar, Sax y Villena.

Siguiendo la evolución de las con-cesiones a lo largo del siglo, el mayor nú-mero se alcanza en la década de losaños cuarenta en los tres municipios:65 de los 121 establecimientos y 762 delos 1.373,5 jornales y 36 tahullas, detoda la centuria. En esos mismos años,en la villa de Elda, los datos referentesa los bautismos, como se ha visto, in-dican un mayor despegue de la pobla-ción.

En segundo lugar, los contratospermiten conocer también el régimende tenencia de estos nuevos estableci-mientos. En el antiguo Reino de Va-lencia fue norma generalizada la im-posición de condiciones similares a lascontenidas en las cartas de población,y el condado de Elda no fue una ex-cepción. Todos debían pagar diezmopero sólo algunos estaban sujetos alpecho (23, 7 y 13 en Salinas, Petrer yElda respectivamente), y esta exenciónse otorgó más veces en los años cua-renta, cuando se realizaron un mayornúmero de roturaciones. Al enfiteutase le concedían uno o varios años paraponer en cultivo las tierras establecidas,pero no hay que olvidar que los traba-jos conducentes a este fin corrían to-talmente a su cargo y que, según el tipo

de suelo, podían exigir esfuerzos con-siderables. En cuanto al resto de im-posiciones, estas tierras quedaban su-jetas a las «...condiciones, capítulos y cir-cunstancias prevenidas en los demásestablecimientos antiguos de población...»y, por tanto, equiparadas a las que el se-ñor entregó a los nuevos colonos des-pués del extrañamiento de la pobla-ción morisca.

Por último, los contratos incluyentambién el nombre de las partidas ru-rales donde se ubican estos nuevos es-tablecimientos.

El cuadro anterior ilustra sobre laspartidas del término de Elda en las quese concentraron estas concesiones. EnCamara se sitúa un establecimiento,en 1771, que puede dar idea de la escasezde tierras frente a una demanda cre-ciente por el aumento de la población.Se trataba de un vecino, padre de diezhijos, que pedía que se le estableciera unllano sin cultivar, localizado en la sen-da que sube a la cumbre. La concesiónno especifica la superficie y la carga sereduce al diezmo, pero con tres años deexención para su puesta en cultivo.

En Salinas, el mayor número de rom-pimientos de tierras (con los calificativosde secana, realenga, inculta, baldía, erialu otros de esta naturaleza) se localiza-ban en la vertiente meridional de la sie-rra de Salinas, la occidental de Camara,sierra de Cabrera y en la de la Umbría, re-bordes montañosos del municipio conamplias zonas de glacis que desciendenhacia la parte deprimida donde se en-cuentra la laguna. Hay también 17 esta-blecimientos (34 jornales y 5 tahullas)que constan como «tierra almarjal», si-tuados, por lo tanto, en la zona palustre,con una superficie media reducida y de-dicados probablemente a la siembra decereales y al cultivo de la barrilla.

217El condado de Elda, siglos XVII-XVIII

Distribución de establecimientospor partidas rurales en eltérmino de Elda (Belando, R.,1990).

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II. Las aguas de riego. Elpantano de Elda

La escasez de recursos hídricos, de-nominador común en el ámbito cli-mático mediterráneo, ha dado comoresultado una lucha secular y una com-pleja problemática en torno a la utili-zación del agua, el bien por excelenciaen palabras del geógrafo francés J. Brun-hes. En Elda, la casi totalidad de losconflictos tienen su origen en el apro-vechamiento de los sobrantes de Ville-na y, en especial, de la fuente del Cho-po, caudales que secularmente, y con-ducidos por la acequia del Conde y elrío Vinalopó, habían regado las huer-tas de Sax y Elda.

Los problemas entre Elda y otrascomunidades de la cuenca se sucedencasi sin interrupción por los constantesdéficits hídricos y las subsiguientes ne-cesidades de riego, que sobre todo enlos meses de verano resultaban impe-riosas. Elda, a veces junto con Sax, man-tenía constantes litigios con Villena por-que ésta pretendía en unos casos modi-ficar y mejorar en su provecho lascondiciones de lo pactado en concor-dias anteriores y en otros apremiar alpago de los censos a los que Elda se ha-bía obligado por el uso y disfrute de lasaguas. En estas relaciones de Elda con Vi-llena la primera fecha significativa es elaño 1392, cuando Juan I de Aragón donaa la villa de Elda las aguas de la fuente del

Chopo y las sobrantes de Villena, caudalesque había aprovechado Elche desde la se-gunda mitad del siglo XIII. La razón deeste cambio habrá de buscarse en el he-cho de que el señorío de Elda pertenecíaahora a Dª Violante de Bar y con esta do-nación Juan I contribuía a aumentar lasrentas de la reina consorte. Pero el do-cumento fundamental es la escritura fe-chada en 1535, por la que la ciudad deVillena restituía y entregaba a perpetui-dad al conde y a su villa de Elda todo elagua de la fuente del Chopo, para que lapudieran sacar y llevar hasta sus tierraspor la misma acequia y de la forma ymanera que hasta entonces lo habíanhecho; más el «... agua que saliere de lasotras fuentes e huerta desta dicha ciudad, quese suele allegar en los Carrizales». A cam-bio de ello, Elda se comprometía a lim-piar y mantener la acequia, a pagar uncenso anual y perpetuo de 80 ducados ya donar cuarenta días seguidos de aguaque Villena tomaría a partir del 20 deoctubre de cada año. Un año despuésde esta transacción Elda construyó laacequia del Conde que estuvo en usohasta comienzos del siglo XIX.

A su vez, eran continuos los en-frentamientos entre Sax y Elda porqueesta última, en definitiva, recibía loscaudales que dejaba pasar la otra; y eneste caso se ha de citar otra fecha im-portante, la del 29 de febrero de 1512,cuando las dos villas firman una capi-tulación referida al aprovechamiento de

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Restos arquitectónicos de lapresa del pantano del siglo XVII

(Archivo del Museo ArqueológicoMunicipal de Elda).

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la fuente del Chopo y al de la fuente dela Torre, en el término de Sax. Medianteesta transacción Elda se comprometíaa llevar el agua de la fuente de la Torrehasta la Cruz del Picayo, a su costa y conel caudal necesario para abastecer deagua potable a los vecinos de Sax. Perotambién se obligaba a mantener la obraconstruida a tal fin y a satisfacer losdaños y perjuicios que ocasionara en lastierras por las que debía discurrir elagua. Y en cuanto al reparto del caudalpara el riego, se estipulaba que, todaslas noches, el agua del Chopo junto ala de Sax, fuese a la villa de Elda, y a lade Sax desde el amanecer hasta la pues-ta del sol. Además, las heredades de lahuerta del Almorchón podrían regarcon este agua todos los días del año, ex-cepto de San Juan a San Miguel en queel río quedaría abierto y sólo tomarían«tres noches y tres días de diez y ocho endiez y ocho días». Ambos documentos,el de 1512 (Elda-Sax) y el de 1535 (Elda-Villena) contienen las directrices so-bre las relaciones respectivas en cues-tiones de aguas, y las posteriores capi-tulaciones consistirán en retoques máso menos importantes pero siempre to-mando como referencia las anteriores.

Por último, no podemos obviar elpapel desempeñado por la villa de El-che, que por estar situada en el cursobajo del río Vinalopó será siempre lagran perjudicada. Recordemos que El-che disponía de las aguas de Villenadesde el siglo XIII, pero como estoscaudales fueron disminuyendo pro-

gresivamente por las apropiaciones delos pueblos intermedios, intentó in-crementarlos mediante varios proyec-tos de trasvase, aunque sin resultado po-sitivo; por ello, en 1589 decidió cons-truir un pantano, en la línea de otroscoetáneos, cuya obra comenzó en 1632y concluyó ocho años más tarde. Pos-teriormente, en 1669 y ante la extre-ma necesidad de agua, el consell ilici-tano se planteó de nuevo el trasvasedel Júcar al Vinalopó pero antes debíapactar con los pueblos por donde ha-bían de conducirse las aguas para evi-tar conflictos posteriores. Con ese fin,en la transacción firmada con Elda,ésta concedía permiso a Elche para quelas aguas «del río de Júcar o de otras par-tes» pudieran discurrir por su términoy por la acequia que llevaba el agua delChopo, pero con una serie de capítulosque eran especialmente favorables alos eldenses. Así, el agua que Elche con-siguiera se mezclaría con la del Chopoy sobrantes de Villena para que Eldapudiera regar sus tierras, de día y denoche, como hasta el momento. Laúnica limitación era que, una vez re-gado su término, Elda no pondría obs-táculos al curso del agua y la dejaríapasar libremente hacia el de Elche; peroeste trasvase del Júcar al Vinalopó,como otros intentos posteriores, tam-poco se llevó a cabo. Finalmente El-che, además de oponerse a la cons-trucción del pantano de Elda, seguiráluchando por las aguas villenenses alo largo del siglo XVIII; y en este caso

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Presa del pantano de Elda delsiglo XIX (Archivo del MuseoArqueológico Municipal deElda).

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sus intereses irán muy unidos a los deVillena, que pretendía desaguar su la-guna. El proyecto de desagüe contósiempre con la oposición de Sax, Elday Novelda, tanto el de 1760, de MarcosEvangelio, como el intento de 1770,con la mediación del obispo Tormo, yotros posteriores. Pero la tenacidad deElche y Villena obtendrá sus frutos en1784, cuando logren interesar a la Co-rona, aunque otros acontecimientosposteriores postergarán la obra hasta1803. Parte de este proyecto fue la cons-trucción de la acequia del Rey, que des-de entonces sustituirá a la del Condeconstruida por Elda en 1536.

La Carta de Población de Elda, des-pués de referirse al establecimiento decasas y tierras, hablaba del reparto delas aguas. En el capítulo 12 se acorda-ba que «... les dites hortes y demes terresplantats y terres campes se donen y hajen dedonar ab aquella aigua part y portio quefins huy de aygua han tengut y tenien altemps que les posseien los moriscos segonslo repartiment que Sa Señoria manara feren la forma desus dita».

Y el capítulo XIII lo completabaal decir que «... los dits nous pobladors y aqui se establiran les dites terres hortes y se-cans no puixen ahenar ni transportar enmanera alguna la terra sens aigua ni lai-gua sens la terra ... sots pena de perdre la ditaterra y aygua».

Y en un conflicto posterior, en1616, cuando el procurador del condeintenta que los vecinos paguen el aguaporque habían gastado más de la quetenían asignada, ellos contestaban que«... Sa Señoría, el Señor Conde, ha establita tots los vehins de la present vila de Elda lesortes y vinyes y terres blanques ab sa ay-gua, conforme la tenien dites terres los mo-riscos ans de la expulsió...».

La Carta Puebla señalaba tambiénque los nuevos pobladores estaban obli-gados a «... portar a sa despesa laygua quenaix en Nostra Señora de les Virtuts, quees terme de Billena, y tener en conreu aque-lla y la çequia per hon discorre ...» (cap.17), y a pagar anualmente la cantidadestipulada por el disfrute de esos cau-dales (cap. 18); y establecía el oficio de«sobrecequier y repartidor de les aigües»,encargado de la «jurisdicción y supe-rintendencia en todos los asuntos con-cernientes a las aguas de riego (cap. 2).

Así pues, en Elda el agua seguíaunida a la tierra después de 1609, y laorganización del riego continuará res-

petando el legado morisco hasta el fi-nal del señorío.

El total de horas de agua que com-ponían el riego de Elda era de qui-nientas setenta y seis, divididas en 24días o tandas y subdivididas en 48 me-dias tandas administradas por otrastantas cabeceras. Cada media tanda re-gaba, una en las doce horas del día y otraen las doce horas de la noche, por lo queesta subdivisión respondía al objetode que cada propietario, en lugar deregar cada veinticuatro días, como co-rrespondía, pudiera hacerlo cada docepero con la mitad de su agua. Eran,pues, cuarenta y ocho círculos de docehoras regidos cada uno de ellos por elpropietario–cabecera. Y cada hora estabasubdividida en ocho azumbres, pala-bra que procede del árabe y que signi-fica un octavo.

Gran parte de este agua estaba,como se ha dicho, en manos de parti-culares, ahora bien, comprendidas enlas 576 horas había 24 divididas enazumbres sueltos llamados del Rey,aguas disociadas de la tierra, de origencomunal, cuyo producto se destinabaa cubrir las necesidades del sistema deriego. Pero pronto estas porciones suel-tas acabaron también en manos de par-ticulares, ya que se vendieron para en-jugar deudas o hacer frente a algún de-sembolso extraordinario. Según Amat,esto ya era un hecho a finales del si-glo XVII, porque, concluida la obra delpantano, el común de regantes volvióa ceder 72 horas de agua para satisfa-cer sus necesidades. Estas 72 horas –lasllamadas tres tandas– se arrendabananualmente, y el arrendatario, entreotras condiciones, estaba obligado asacarlas en pública subasta y a dar unaparte para el riego del huerto del con-vento de los Ángeles, porque así lo te-nían concertado la villa y los francis-canos; y no podía reclamar por los díasde agua que, desde inmemorial, se ce-dían a Petrer por la acequia de Arriba.En 1842, decidido a reconstruir el pan-tano y de acuerdo con los regantes, elayuntamiento las venderá a particula-res con el fin de recaudar fondos parala obra; por tanto, estas 72 horas deagua, como antes las del Rey, quedaránsueltas y disociadas de la tierra.

El pantano de Elda es uno más delos construidos en la zona levantinadurante los siglos XVI –Almansa y Tibi–y XVII –Elx, Petrer, Ontinyent y Re-

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lleu–. Se trata, en general, de presas degravedad, donde el empuje del agua,horizontal al paramento, es contra-rrestado verticalmente por el peso delmuro, por lo que éste, casi siempre demampostería, había de ser muy anchoen la base y estar sólidamente cimen-tado. Eran, asimismo, de vaso reduci-do, y la mayoría funcionaban comopresas-vertedero, es decir, sin trasta-llador o aliviadero para las crecidas, loque, con el tiempo, supondría un gra-ve problema para su estabilidad. Sonobras, además, debidas a iniciativas lo-cales, con la previa autorización de laCorona en las zonas de realengo y elacuerdo entre el titular y los vasallos enlas de señorío; y en este segundo casose encuentran las dos construcciones delcondado.

En Petrer, los vecinos habían mos-trado interés por la construcción deun pantano en «lo estret de Catí», para queno se perdiese el agua de esta partida yal tiempo aumentar los caudales de lavilla que cada día eran más escasos. Elconde no dudó en dar su conformidadal proyecto e incluso se comprometióa pagar la mitad de un censal con quese habían de cargar los vecinos; no ol-videmos que, «como único llevador delos diezmos», tanto en Elda como en Pe-trer, sería el más beneficiado por estasobras. En 1680 los constructores dieronpor finalizada la obra pero a los pocosaños quedó aterrada e inútil porqueno disponía de sistema alguno paraeliminar los barros del vaso.

La presa de Elda es posterior a la dePetrer y su construcción es el resulta-do de una concordia, de 24 de enero de1684, que ponía fin a los pleitos man-tenidos entre el conde y sus vasallos. Enla década anterior se habían desenca-denado una serie de conflictos de ca-rácter antiseñorial, a los que se unieronlos litigios que Elda mantenía con Saxpor la permanente cuestión de las aguas.

De los cinco capítulos que cons-tituyen la parte esencial del documen-to, el primero se refería al pleito de las«tierras de natural» o proceso de losdiezmos. A partir de esta transacción de-saparecían los «pechos viejos» que gra-vaban esas tierras y a cambio sus pro-pietarios habían de satisfacer un diez-mo del octavo (de ocho uno) sobretodos los frutos, conforme a lo acos-tumbrado en las tierras de población,equiparándolas también a estas últi-

mas en lo referente al vino y las pasas.Así pues, las tierras de natural sólo pa-garían el diezmo. En el segundo apar-tado se intentaba poner fin al «proce-so de la señoría directa», que había co-menzado en 1673, y cuyo detonantehabía sido un pregón en el que se de-cía que todos los vasallos de Elda debíanacudir al castillo a cabrevar, porque to-das las casas, tierras y posesiones delcondado estaban sujetas a diferentescensos en reconocimiento de la señoríadirecta; sin embargo los vasallos no es-taban dispuestos a reconocer la «se-ñoría directa», concepto distinto, se-gún ellos, al de «dominio directo». Apartir de la concordia, el conde re-nuncia a proseguir este pleito, perocomo contrapartida se acuerda que «...dita vila y sos vehins fassen y fabriquen unpantano per a recullir en ell les aygües delrech de la horta de dita vila, de cantitat desis mil lliures de moneda, y donarlo acabatdins quatre anys, sens contribuir cosa algu-na Sa Señoría...». Sin embargo la obra,que se construyó en el lugar denomi-nado «Charco de Domingo», no pudoacabarse en esos cuatro años ni seríansuficientes las seis mil libras, por los pro-blemas surgidos con Elche y porqueposteriormente se le añadirían nuevas«filas».

Según Cavanilles, el pantano estabaformado por un murallón de cincuentay seis palmos de altura (12,88 metros) ycuarenta de grueso (9,20 metros) en laparte superior; y, como la mayor parte dela alimentación correspondía a manan-tiales perennes, no fue necesario darle unagran cabida para recoger las pluviales. Porello, ante lluvias fuertes las aguas rebo-saban enseguida. Para evitar este y otrosdaños, sigue diciendo el botánico va-lenciano, se levantaron sobre la terrazados paredes, de cuatro pies de altura,que formaban un canal a manera de ver-tedero, mucho más ancho hacia el nor-te. Pero él no estaba de acuerdo con estaúltima parte de la obra porque, decía,el agua, al caer, socavaba los cimientosdel murallón, y para solucionar este pro-blema proponía destruir el canal y le-vantar el muro, excavando, además, unaliviadero lateral en la roca para con-ducir las aguas sobrantes al fondo de larambla.

Lamberto Amat lo describe como«una pared o muro que horizontalmentecortaba el ancho del río, bien estribada en lassierras colindantes, pero de una altura per-

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pendicular, sin más salida que la del agua y,por consiguiente, sin derrunador...». A pe-sar de considerarla una obra sólida, elvertido del agua, destruyendo el muroy socavando los cimientos, fue, segúnAmat, la causa de su ruina, confir-mando de esta forma los temores ex-presados por Cavanilles. Y en 1842, alplantear la reconstrucción, se descri-bía la obra antigua como un paredónarruinado de 240 pies de longitud, 48de altura y 30 de espesor, lo que equi-valdría a unos 67, 13 y 9 metros res-pectivamente.

En los Capítulos para la construccióndel pantano, que se conservan en el Ar-chivo Municipal de Elda, se especifi-can, primero, los materiales que se ha-bían de emplear, su calidad, proce-dencia y forma de trabajarlos; y después,la construcción de cada una de las par-tes de la presa y las obligaciones que co-rrespondían al maestro y a la villa. Aho-ra bien, datos posteriores inducen apensar que la obra no se ajustó plena-mente a lo capitulado. Por ejemplo, enel capítulo tercero, al tratar de la piedrade mampostería, se habla de «... la alça-

da de 80 palmos que es a la linea e/o nivelque puede tener y allegar de alçada el pa-redón...», altura máxima prevista queno se alcanzó, según las descripcionesanteriores. Asimismo, en el capítulocatorce se obligaba a los maestros a «...plantear cada ylada, de la parte y cara de lacayda del agua, dándole de retiro propor-cionalmente lo que le toca, al respecto deque en dies palmos de alçada a de retirar lapared un palmo, que vendrá a tocarle cadaylada dos dedos y dos quintos...», lo que, se-gún Amat y el citado proyecto de re-construcción tampoco se cumplió por-que, la «obra se construyó vertical por el pa-ramento exterior, de la misma manera queel interior, desde la base al coronamiento, sinacompañar a la masa de obra aquellos estribosy contrafuertes que el arte prescribe, a fin deque tuviera la suficiente oposición a unaopresión tan descompasada de 48 pies decolumna de agua». Además de «carecertambién de escalones o retallos paraque el despeño de las sobrantes en todala elevación no socavasen los cimientos».

Por último los capítulos hacen con-tinuas referencias al desenrunador odesagüe de fondo, muy importante en

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Memorial de censos cargados porla villa de Elda, assi para

avituallar como para la fábricadel pantano. Fuente: Libro de las

Pensiones que la villa de Eldapaga cada año (A.M.E. Libro 1-1-

1; Fol. 40-43v). Elaboraciónpropia.

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todas estas obras porque la abundan-cia de arrastres hace que el vaso delembalse quede pronto «enrunado» ocolmatado por los depósitos. Puestoque Amat niega su existencia, se po-dría pensar que no llegó a construirseo también que el estado de las ruinas nole permitiera detectarlo cuando lo su-pervisó. Lo cierto es que en el cabildocelebrado el 12 de septiembre de 1777se acordó el modo de efectuar la «lim-pia del pantano», ya que las aguas «...quedando cerradas o estancadas, dexabangran depósito de runa o légamo...». El pro-cedimiento que consideraron más ade-cuado fue el de abrir el portón de lapresa cada tres años «... lográndose durantedicha apertura avenidas de aguas pluvialesque facilitasen dicha limpia...», y estable-cer, como regla para el futuro, que elportón se abriera, hacia el 20 de sep-tiembre, durante dos meses, a no ser quelas lluvias permitieran efectuar la lim-pia en menos tiempo. Si no se lograbaen el plazo establecido se abriría denuevo en los años siguientes hasta con-seguirlo; de la misma forma que si, porestar el pantano lleno o por cualquierotra emergencia, no interesara abrir elportón, aún pasados los tres años, la vi-lla y demás interesados en el riego que-daban facultados para prorrogar esteplazo.

En cuanto a la fecha exacta de suconstrucción, sabemos que la presa nose hizo en los cuatro años siguientes ala concordia de 1684, como estaba es-tipulado, aunque la demora no debióafectar al conjunto de lo capituladoentre el conde y sus vasallos de Eldaporque los motivos del retraso fuerontotalmente ajenos a la voluntad de laspartes. En efecto, poco después de fir-mada la concordia, Elche interpuso unpleito ante la Audiencia de Valenciaoponiéndose a que Elda edificara lapresa. El procurador de la marquesade Elche y el síndico de dicha villa acu-dieron a la Audiencia (27-X-1684) pre-tendiendo derechos sobre las aguas deVillena, derechos que, en su opinión, severían menoscabados si Elda llevaba acabo el proyecto. Y como también pe-dían que no comenzaran las obras entanto no se pronunciase dicha instan-cia –bajo pena de demolición–, ese co-mienzo se hubo de demorar hasta des-pués de la sentencia que, en términosfavorables a Elda, se dictó en 19-I-1692.Así pues, el pleito se prolongó duran-

te unos ocho años, lo que motivó quealgunos vecinos de Elda presentaranquejas a los jurados de la villa por la len-titud del mismo. Por ejemplo, en el ca-bildo celebrado en 9-VII-1687 decidenque el síndico viaje a Valencia para veren qué estado se encontraba la trami-tación del litigio; y dada la dilación y lanecesidad de agua que tenía la villa,proponen pedir licencia a la señoríapara construir un azud en la Alfagua-ra o donde se considerara más conve-niente.

Los censales cargados por la villa deElda y las cuentas de distintos añospresentadas por el «clavari» confirmanasimismo que la obra se inició una vezfinalizado el pleito con Elche. Por esascuentas sabemos que Elda necesitócomprar tierras que en su mayor par-te quedaron anegadas por el embalse,y también por ellas conocemos los nom-bres del maestro y del arrendador de laobra y fábrica del pantano, Joseph Cam-pos y Pere Gras respectivamente. Doscampaneros de Valencia, Thomás La-fuente y Joan Laviña, hicieron las paletasde bronce, y como colofón se colocaron«las armas de la villa».

A fines de 1698 o comienzos de1699 la obra estaba concluida. No obs-tante, en esta primera fase, la más im-portante, el muro no debió alcanzar laaltura que requerían las necesidadesde los regadíos eldenses, ya que en 7-XI-1700, en una reunión de los «officials yelets de la obra y fábrica del pantano» se ha-bla de añadir nuevas filas. Concreta-mente se dice que el conde había dadolicencia en este año para que Elda se car-gase cuatro mil libras a censal, pero acambio se habían de hacer otras cuatrofilas en el pantano porque no habíaagua suficiente para la huerta. Deci-den hacerlas, dos en cada año (1701 y1702), y el conde, ahora sí, contribui-ría con cuatrocientas libras.

En esta segunda fase la obra tam-bién comenzó con algún retraso porquea finales de 1701 todavía se plantean sila adjudicación se había de hacer me-diante remate «ab canela encesa» o sinuevamente se le daba a Joseph Cam-pos. Y como estaban satisfechos conlo realizado hasta entonces tratan condicho maestro el precio (340 libras cadafila) y la duración de la obra; dos filasse acabarían obligatoriamente en SanJuan de 1702 y, dependiendo de los in-tereses de la villa, las otras dos podrí-

223El condado de Elda, siglos XVII-XVIII

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an estar concluidas para esa misma fe-cha siempre y cuando se avisara al ma-estro con el tiempo suficiente. Ade-más, y para ese año de 1702, resuelventambién imponer una derrama de seisreales por cada hora de agua.

A la construcción del pantano se-guirá la del Molino Nuevo, muy cercade la presa, aguas abajo del río; y a sualtura se situaba el partidor que dis-tribuía el agua a las acequias llamadasde Arriba y de Abajo, para regar las tie-rras localizadas al este y al sur de lapoblación; y la toma de la acequia delCampo estaba en el mismo río, a suderecha, en el punto denominado laAlfahuara.

La existencia de este embalse per-mitirá dar mayor seguridad a los rega-díos de Elda hasta finales del sete-cientos, porque en octubre de 1793,después de una serie de avenidas y fuer-tes temporales, el agua derribó el muroy el pantano quedó inútil, no inicián-dose la reedificación hasta medio si-glo más tarde (1842).

III. Los cultivos en los siglosXVII Y XVIII

La fuente más completa para co-nocer la distribución de los cultivos,después del extrañamiento de los mo-riscos, es la referente a las cuentas delarrendatario del condado de 1618, ya citada.Lógicamente, las cantidades recaudadaspor el arrendatario, en concepto de

diezmos, corresponden a un solo añopero, a pesar de los inconvenientes queesto supone, esas cifras proporcionanuna visión bastante completa.

La clásica trilogía mediterránea,cereales, vid y olivo, ejerce un claro pre-dominio en el mapa de cultivos delcondado. La huerta, como el secano,se dedicaba básicamente a la producciónde cereales para la subsistencia del cam-pesino, y, en las cifras totales, el trigotiene una importancia muy marcada.Dobla la producción de cebada en Sa-linas, casi la multiplica por cuatro enPetrer y sólo es inferior en Elda, pero aúnen este último caso siempre es supe-rior su valoración en dinero, puestoque se trata del cereal panificable demayor precio. Así pues, trigo y cebada,por este orden, eran los cereales queocupaban las mayores extensiones, se-guidos a distancia considerable por elpanizo, en las tierras regadas, y porotros más pobres, como la avena y el cen-teno, que alcanzaban producciones mí-nimas.

El viñedo ocupaba un lugar muydestacado y, tanto en Elda como en Pe-trer, se destinaba, en su mayor parte, ala producción de pasa. Antes de la ex-pulsión de los moriscos, este produc-to, elaborado a partir de la uva de la va-riedad «valensí», era muy estimado yconstituía el capítulo más importantede las rentas del condado, tal como sedesprende de una orden del procurador,de 1585, en la que decía expresamente:

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Restos de las estructurasarquitectónicas del Molino del

Canto (Tomado de Márquez, J. C.y Soler, Mª D., 2003).

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«...lo dit rahim de valençi, sia e haja de serper a fer pansa, en la qual consisteix la prin-cipal cobrança del pecho y alfarda y altres dretsde la Il.lustrisima senyoria e de dites viles, sino serà ab llicencia del dit col.lector...». Aña-diendo a continuación que: «...tots façenbon llexiu..., que la pansa que serà roín perfalta de bon llexiu, aconeguda de dits mag-nifichs jurats, no entrarà en la avinençia detota la pansa, sino que vendrà a part, adany de son amo...». El proceso de ela-boración que apuntan estas fuentesparece coincidir con el que describen al-gunos viajeros extranjeros de la épocarefiriéndose a los valles moriscos, pro-cedimiento además que difiere pocode los actuales. En otro orden de cosas,el interés que por la producción pase-ra demuestra la administración seño-rial hace suponer que se trataba de unproducto rentable y, al menos en par-te, destinado a la comercialización. Asípues, en este cultivo no se habían dadocambios significativos. Su valoración endinero ocupaba el segundo lugar, des-pués del trigo, pero exceptuando elaceite porque en éste se incluía el de-recho de almazara. Sin embargo el pre-dominio de la pasa no impide que elvino aparezca también en la contabili-dad señorial, aunque de momento se tra-te de una cantidad exigua. El interéspor el viñedo se refleja también en otrasfuentes documentales del siglo XVII,donde, como se ha visto al tratar delos diezmos, el conde fomentaba estecultivo reduciendo la renta decimal.Pero a finales de dicha centuria, conla misma condición de rebajar el diez-mo, se decidía, a propuesta de los ve-cinos, la plantación de almendros y al-garrobos, debido a los precios tan ba-jos en que se había situado la pasa.

Y en cuanto a los cultivos arbola-dos, en 1618 quedaban reducidos alolivar y al higueral, pero probablementeentre los diezmos menudos se incluíanlos productos de algunos frutales. El va-lor de esos menudos no era muy elevadoen Elda y Petrel, pero sí en Salinas, don-de es posible que la barrilla ocupaseun lugar privilegiado.

La Giradora de Elda de 1673 puededar también una distribución aproxi-mada de los principales cultivos a par-tir de los censos o pechos pagados porcada uno de ellos. Los datos obteni-dos repiten básicamente el esquemade comienzos de siglo, pero al distinguirentre pecho nuevo y pecho viejo se pue-

de conocer también el aprovechamientode las tierras de natural: el pecho nue-vo indica que las mayores superficies es-taban dedicadas a la tierra blanca, o loque es lo mismo, al cereal, mientras lavid ocupaba un segundo lugar, aun-que también importante. Esta relaciónse invierte en las tierras de natural don-de era mayor la cantidad percibida porel viñedo. Los pechos del olivar que-daban muy por debajo, pero este datoes poco significativo porque según lacarta de población quedaba exento. Fi-nalmente, el higueral era el más im-portante entre los cultivos minorita-rios.

Para mediados del siglo XVIII exis-te una relación de cultivos más deta-llada, pero sólo referida al término deSalinas. En 1747, en cumplimiento deun Real Despacho del Gobernador delConsejo de Castilla, dos labradores pe-ritos, vecinos del lugar, declaraban el es-tado de todas las cosechas y frutos y susprecios regulares. Los cultivos eran: tri-go, cebada, centeno, avena, anís, barri-lla, vino y panizo. La recolección deaquel año era superior en todos losproductos a la de los años anteriores,a excepción del trigo que no variabadesde tiempo atrás y era siempre esca-sa «... a causa de los hielos y escarchas».Comparados estos datos con los de1618, la única novedad entre los ce-reales era la aparición de la avena y elpanizo; y en cuanto al resto, la cebaday el centeno habían experimentado pro-porcionalmente un aumento mayorque el trigo. Era importante también elascenso de la vid, que no aparecía a co-mienzos del siglo XVII y ahora conta-ba con una producción de 2.500 cán-taros de vino. Los otros cultivos, anísy barrilla, estarían incluidos, en 1618,entre los menudos.

Los datos que aporta Cavanilles,a finales del siglo XVIII, resultan bas-tante incompletos si se comparan conlos que se obtienen de los libros decuentas de los arrendatarios del condadoen los primeros años del siglo XIX. Agrandes rasgos, el estado de la agri-cultura en el condado, a comienzos delsiglo XIX, indica que, durante el sete-cientos, además del aumento de la su-perficie cultivada se han experimenta-do algunos cambios en las produccio-n e s a g r í c o l a s , n o t a n t o p o r l aintroducción de nuevos cultivos comopor la redistribución de los ya existen-

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tes. Entre los cereales, el trigo y la cebadasiguen siendo, en conjunto, los másimportantes, pero hay que destacar elgran despegue del panizo, cuya pro-ducción en esos momentos alcanza e in-cluso supera a los anteriores en el tér-mino de Elda, donde eran mayores lassuperficies regadas. Otros más pobres,como la avena y el centeno, se mantie-nen pero con cantidades menos signi-ficativas.

De espectacular puede calificarsetambién el crecimiento de la vid, cuyofruto se dedicaba ahora, mayoritaria-mente, a la producción de vino. Cava-

nilles ya asignaba a Elda un total de50.000 cántaros, pero las cantidadeseran mucho menores en Petrel (15.000cántaros) y Salinas (1.200 cántaros). Y,efectivamente, los diezmos de 1805-10indican claramente que la mayor pro-ducción era la de Elda pero, al mismotiempo, desmienten el dato que el bo-tánico valenciano asigna a Salinas. A esterespecto, hay que recordar que, segúnla fuente citada en líneas anteriores,en 1747 este lugar producía ya 2.500cántaros y, además, en 1805-10 llega alos 1.500 ó 2.000 sólo lo percibido enconcepto de la renta decimal, canti-

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Rentas señoriales de la villa deElda (1805-1810) (Belando, R.,

1990).

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dad, por otra parte, superior a la dePetrer. Y por lo que se refiere a la ela-boración de pasas, se puede afirmarque, a comienzos del siglo XIX, habíaquedado como algo meramente resi-dual y sólo en el término de Elda.

Los cultivos arbóreos con mayorimplantación son el olivo y el almendro.Si se tiene en cuenta el diezmo del acei-te, el primero se halla implantado en lostres municipios, pero la producción esmás elevada en Elda; por el contrario,el almendro, en sus distintas varieda-des, aunque presente en todo el con-dado, ocupa el lugar más relevante enPetrel.

En el conjunto de las rentas, losproductos procedentes de la huerta,frutas, hortalizas e, incluso, forrajes,suponen un peso relativamente im-portante, principalmente en Elda, quedurante el siglo XVIII vio aumentarsus riegos a partir de la construcción delpantano, y con menor incidencia enPetrer. Especial mención merecen las ha-bas tiernas, la uva, la alfalfa, los car-dos y los nabos.

Finalmente, hay que reseñar, so-bre todo en Elda y Salinas, el cultivo dela barrilla que, asociado frecuentementeal anís y los cominos, según los años,mantenía una aportación destacada, apesar de hallarse evolucionando haciasu declive y desaparición.

IV. Las rentas a comienzosdel siglo XIX (1805-1810)

Se ha visto que, pocos años des-pués de comenzado el proceso repo-blador del siglo XVII, los pechos o cen-sos en metálico constituían el mon-t ante más e levado de las rent asseñoriales, seguidas de diezmos y re-galías. Se ha comprobado asimismo laevolución ascendente de los ingresos delseñor a lo largo del siglo XVIII y prin-cipios del XIX. Cabe preguntarse aho-ra, tomando como referencia los da-tos de 1618, cuál era el estado de esasrentas después de dos siglos de fun-cionamiento del señorío bajo las con-diciones de la Carta de Población y,concretamente, por la forma en que elaumento global repercutió en cada unade ellas. La respuesta se halla en otrafuente de características similares a lade 1618, por tratarse de los libros decuentas de los arrendatarios del condadode 1805 a 1810. De estos seis años se han

tomado como muestra los de 1805,1807 y 1810 y en cada uno de ellosconsta lo que dichos arrendatarios in-gresaban en concepto de pechos, diez-mos, regalías y otras rentas.

Comparando ambas fuentes pue-de establecerse el peso de las distintasrentas en los años inmediatamente an-teriores a las primeras disposicionesabolicionistas y los cambios experi-mentados durante los doscientos añosque median entre las dos series de da-tos. Respecto a los censos en metáli-co, en Elda, el total asciende a unas1700 libras, cantidad igual a la recau-

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Rentas señoriales de la villa deElda (1805-1810) (continuación).

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dada en 1618, aunque desde 1684 ha-bían desaparecido los «pechos viejos»que pagaban las tierras de natural; enPetrer, poco más de 1400 libras, inferiora la cantidad percibida dos siglos antes;y en Salinas no existe un apartado depechos en las cuentas de principios delsiglo XIX, pero cabe la posibilidad deque estuvieran incluidos en los de Elda,porque en 1618 suponían una módicacantidad y muchos de los estableci-mientos posteriores del lugar, de lossiglos XVII y XVIII, quedaban exentosde esta imposición. En cualquier caso,la renta en metálico apenas varió en loreferente a la recaudación, lo que, des-pués de dos siglos, implicaba una pro-gresiva desvalorización de esta fuentede ingresos.

Por el capítulo de las regalías, lo re-caudado en 1618 suponía unas 1900 li-bras (1320 de Elda, 294 de Petrer y 281de Salinas). En la primera década del si-glo XIX esta renta alcanzaba las 3000libras, sin contar las arrobas de aceitepor el derecho de almazara. El porcentajemás elevado se recaudaba en Elda, endonde sólo los molinos producían entre1000 y 1500 libras, seguidos de la posa-da y los hornos, como apartados másrentables; en Petrer, esta renta oscilabaen torno a las 500 libras, que procedíande los molinos, hornos, casa-tienda y pi-lón; y en Salinas, la recaudación se reducíaa la tienda y al horno de vidrio. De estosdatos se desprende que las regalías habíanevolucionado al alza, doblando los in-gresos de 1618, a pesar de las modifica-ciones introducidas en las distintas tran-

sacciones o concordias en las que el se-ñor había hecho algunas concesiones.Por ello, este capítulo de la renta se ha-bía convertido en el segundo en impor-tancia, después de la renta decimal.

Los diezmos constituían, a co-mienzos del siglo XIX, el componenteprincipal de las rentas señoriales. Comoeran una renta en especie, proporcionalal producto de las cosechas, no habíansido afectados de forma negativa por elproceso inflacionario y la consiguientedesvalorización. En Elda, entre 1805 y1810, sólo se pagaban en dinero los diez-mos de los menudos, y ya ascendían a su-mas que igualaban o superaban al totalrecaudado por los diezmos en 1618. Perotambién resulta muy ilustrativo com-parar las cantidades de los percibidosen especie, en particular las de los culti-vos más importantes. Eran cantidadesmuy variables por depender de algo tanaleatorio como las cosechas, pero lo cier-to es que la producción aumentó en esasdos centurias por expansión de la su-perficie cultivada e irrigada, y esto re-percutió directamente en el productodecimal. Así, conviene destacar las ele-vadas recaudaciones de algunos cerealestan importantes como el trigo o el panizoy subrayar especialmente la del vino, quede los 210 cántaros de 1618 pasó a su-perar los 3000.

De todo lo cual se puede concluir queen vísperas de las primeras disposicionesabolicionistas se habían producido cam-bios sustanciales en los componentesde las rentas señoriales. Los diezmos sehabían convertido en la aportación más

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Rentas señoriales de la villa deElda (1805-1810) (continuación).

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cuantiosa, desbancando a los censos enmetálico que eran el principal compo-nente en los primeros años del procesorepoblador y que, al comienzo del sigloXIX, formaban el capítulo más reducido,por debajo de las regalías. Esta era la si-tuación sobre la que poco tiempo despuésactuaría la legislación liberal.

V. El final del señoríoV.1. La repercusión deldecreto abolicionista de 1811

La publicación del decreto de lasCortes de Cádiz, del 6 de agosto de1811, sobre la abolición de los señorí-os jurisdiccionales, marca el comienzode la desaparición de los señoríos, a pe-sar de las posteriores reposiciones deFernando VII en 1814 y 1823. La tra-yectoria seguida por el condado de Eldaes un ejemplo ilustrativo de aquel pro-ceso, en el que se muestran los intere-ses y planteamientos de los pueblos y laresistencia ofrecida por los señores.

El decreto abolicionista disponíaque se incorporaban a la Nación «todoslos señoríos jurisdiccionales de cualquier cla-se y condición que sean» (art. 1) y que «losseñoríos territoriales y solariegos quedan des-de ahora en la clase de los demás derechos depropiedad particular», a excepción «deaquéllos que por su naturaleza deban in-corporarse a la Nación o de los en que no sehayan cumplido las condiciones con que se con-cedieron», a la vista de los títulos de ad-quisición (art. 5). Por lo tanto, «los con-tratos, pactos o convenios que se hayan hechoen razón de aprovechamientos, arriendo deterrenos, censos u otros de esta especie, cele-brados entre los llamados señores y vasallos,se deberán considerar desde ahora como con-tratos de particular a particular» (art. 6). Deacuerdo con el artículo 7, eran aboli-dos asimismo «los privilegios llamados ex-clusivos, privativos y prohibitivos que ten-gan el mismo origen de señorío» (regalías).

La distinción entre el señorío ju-risdiccional y el territorial y el desdo-blamiento entre jurisdicción y domi-nio solariego dentro del señorío die-ron lugar a ser ios problemas deinterpretación jurídica e histórica. En labase del largo y profundo debate se ha-lla la estrecha relación entre la juris-dicción, el dominio territorial y los con-tratos establecidos entre el señor y losvasallos, hasta tal punto que, abolida laprimera, los vecinos de los pueblos queformaban el condado de Elda suspen-

dieron el pago de los pechos que co-rrespondían al señor. A partir de 1811no se recuperó la normalidad admi-nistrativa anterior porque los señores norecuperaron la jurisdicción ni el podercoactivo que ésta les proporcionaba.

El texto del decreto del 6 de agos-to se recibió en Elda el 6 de noviembrey se publicó en la plaza mayor al día si-guiente. De acuerdo con él, cesó inme-diatamente el procurador general del se-ñor y se elaboraron las listas de los car-gos municipales que debían ejercer susfunciones a comienzos de 1812, en-viándolas a la Audiencia de Valenciapara que efectuara los nombramien-tos. Los libros de contabilidad de losarrendatarios de los derechos señoria-les y decimales de los pueblos del con-dado son una clara muestra del im-pacto del decreto abolicionista. Los an-tiguos vasallos dejaron de pagar lospechos y adoptaron, de acuerdo conlos ayuntamientos respectivos, algunasinnovaciones para la entrega de la ren-ta decimal. Según una resolución delayuntamiento de Elda sobre el pago delos diezmos y su recolección, de 20 de juniode 1812, con la que se pretendía conci-liar «la libertad de los vecinos y la debida se-guridad del diezmo», se establecía unanueva normativa para la medida de losgranos y la recolección de los diezmosdel trigo, cebada, avena y centeno, porla que los vecinos tendrían libertad paratrillar las mieses en las eras que prefi-riesen y no estarían obligados a utilizarla «barchilla titulada del señorío» para me-dir los granos ni realizar esta opera-ción en presencia del colector o su re-presentante, pero había que avisar alcolector la víspera de la trilla para quepudiera asistir y recoger el diezmo de laseras. Para fijar el diezmo del resto de losproductos, el ayuntamiento acordó, enoctubre de 1813, dirigirse a los pueblosvecinos para informarse de su modode proceder en esta materia «...con el ob-jeto de conciliar en lo sucesivo los ánimos deestos labradores, que no se les siga el menorperjuicio y quebranto en su pago, ni al ramode los diezmos en el modo de su recolección».

El golpe de Estado de FernandoVII, en mayo de 1814, y la Real Céduladel 15 de septiembre, en la que se man-daba «...que los llamados señores jurisdic-cionales sean reintegrados inmediatamenteen la percepción de todas las rentas ... y de-rechos de su señorío territorial y solariego, yen todas las demás que hubiesen disfrutado

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antes del seis de agosto de mil ochocientosonce...», no consiguieron recuperar lanormalidad anterior porque no se lesotorgó de nuevo a los señores la juris-dicción y, por lo tanto, los antiguospueblos de señorío continuaron regidospor autoridades reales que actuaron,además, como iniciadores y mantene-dores de los conflictos antiseñoriales, yante los que, además, tenían que pre-sentar los señores sus apelaciones enprimera instancia.

Entre 1814 y 1820 se mantuvieronconflictos permanentemente entre losvecinos del condado y los representan-tes de la administración señorial sobredos capítulos de las rentas: los pechosy los diezmos. En aquellos mismos añosel ayuntamiento de Elda utilizó el pro-cedimiento máximo de presentar el re-curso de tanteo o reversión de la villa ala Corona ante el Consejo de Castilla. Elconde, por su parte, como otros no-bles, se dirigió al Rey solicitando mediospara someter la actitud de rebeldía desus antiguos vasallos.

En el conflicto de los pechos se ob-serva una completa connivencia del al-calde de Elda con los vecinos que se re-sistían a pagar. El conflicto se presen-tó en la Audiencia de Valencia ennoviembre de 1814 y, el 14 de marzode 1815, el alcalde recibía un escrito dela Audiencia en el que se le conminabapara que en el plazo de tres días los ve-cinos y terratenientes pagasen al co-lector «...las pensiones arrendadas de loscensos, bajo la pena de 25 libras», al tiem-po que hacía responsables de su in-cumplimiento a las autoridades locales,con la pena de 200 libras. La orden se co-municó a los vecinos por bando en la pla-za mayor, el día 19; pero el alcalde, acon-sejado por el asesor judicial, introdujoun párrafo sobre el significado de los cen-sos en los siguientes términos: «...y noreconociéndose por tales derechos en la pre-sente villa que los comúnmente llamados deseñoría directa»; con lo que se desenterrabaun viejo pleito de finales del siglo XVIIque se resolvió mediante concordia. Elbando, por otra parte, no fue tenido enconsideración por los vecinos. El 27 demarzo de 1817, la Audiencia de Valen-cia instaba al pago de los censos conun nuevo decreto, en el que, además,de decía que «el alcalde sea el primero encumplir lo que adeuda desde el citado año(1811) bajo la pena de 50 libras». En un es-crito que el conde de Cervellón dirigió

a la Audiencia, en agosto de 1817, cali-fica como tergiversación la actuación delalcalde de Elda en 1815, porque con lafrase introducida en el bando se ex-cluían «...las demás pensiones de la mayorconsideración, que aunque se conocen conel nombre de pechos no son otro que unoscensos irredimibles impuestos sobre las tierrasen el tiempo de la encartación...». En mayode 1818 el alcalde de Elda dirigía unescrito a la Audiencia de Valencia co-municando que estaban dispuestos apagar «lo que legítimamente resulten en de-ber, por razón de pechos», añadiendo queno habían pagado antes por no habér-seles pedido «con arreglo a la práctica y cos-tumbre en que se halla amparado». Antesde materializar el pago, los vecinos yterratenientes fueron citados ante las au-toridades municipales para que reco-nocieran la deuda y justificaran su re-sistencia al pago, llegándoles a amena-zar con el embargo de sus bienes en laparte necesaria para saldar el débito.El testimonio de uno de los vecinos,dado el 5 de noviembre de 1818, apar-te de lo anecdótico, refleja perfecta-mente la situación al tratar de implicaral propio colector (D. Pablo Vidal) en laresistencia al pago de los censos en me-tálico. Al ser requerido de manera in-formal por el colector, dice el decla-rante: «Esto es una bufonada o de veras, alo que contestó el Vidal que lo decía de veras.A lo que le replicó el declarante, como la otravez que te encontré me dijiste que no eranada y a otro sujeto le has dicho que esto nolo hacías más que por cumplimiento, y quetanto se te daba que pagasen como que no pa-gasen los pechos, pues que tú te alegrarías deque no los pagasen, por eso creí que hablarasde bufonada, pero ya que dices que lo ha-blas de veras, así que paguen los otros paga-ré yo. A lo que no le contestó». Unos mesesmás tarde –como consecuencia del pro-nunciamiento de Riego– España en-traba en otra etapa de gobierno liberaly de nuevo se suspendió el pago de lospechos en el condado de Elda.

El conflicto en torno a los diezmosno se originó por el derecho del condea cobrarlos –de hecho los cobró entre1811 y 1814– sino por el modo de re-cibirlos. El pleito comenzó en 1815, a raízde un escrito de la Audiencia de Valen-cia que, en respuesta a una instanciadel conde de Cervellón, instaba al al-calde de Elda a que «los labradores cose-cheros observen la costumbre que se guar-daba hasta el seis de agosto del pasado año

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1811 en llevar los frutos del diezmo a la casacolecta..., comisionando a dicho alcalde or-dinario para que ... la cumpla y haga cum-plir dentro del término de tercero día». El 12de julio se comunicaba por bando a losvecinos la resolución de la Audiencia yese mismo día los síndicos de la villa–procurador general y personero– co-menzaban las gestiones para recurrircontra lo anterior. Sus argumentos sebasaban en que no era cierto que el con-de hubiese estado «en la quieta y pacífi-ca posesión de percibir los frutos decimales»en la forma mencionada, ni el alcalde de-bía ser el comisionado para tal efecto,a lo que se añadía la ausencia de pre-sentación previa de poderes por el re-presentante del conde. Lo primero se jus-tificaba con las declaraciones de algu-nos testigos, según los cuales la únicaobligación de los cosecheros era avisaral colector el día antes de la trilla. Losrepresentantes de la villa utilizarontambién en este pleito todo tipo deprácticas de dilación. El 31 de octubrede 1816 se acogían a otro argumento,solicitando de la Audiencia que «decla-rase el procurador del Sr. Conde, con ins-trucción de éste, de ser cierto pendía en elSupremo Consejo de Hacienda demanda detanteo contra el referido Sr. Conde». A lo queel Conde contestó «ser cierta la demandade tanteo, y que esto no perturbaba la pose-sión de percibir diezmos en los términos quelos percibió hasta el 6 de agosto de 1811». Apesar de que la Audiencia emitió unnuevo decreto, a finales de año, ins-tando al pago de los diezmos, los re-presentantes de la villa fueron retra-sando su cumplimiento hasta comien-zos de 1820 en que se restableció elrégimen liberal.

Por último, el Ayuntamiento deElda, en 1815, presentó el recurso de tan-teo o de reversión a la corona de la villa anteel Supremo Consejo de Castilla, comoúnico medio de librarse de las exac-ciones señoriales que pesaban sobrelos vecinos, una vez abolida la juris-dicción señorial. Para ello el Ayunta-miento se dirigió al Capitán Generalde Valencia solicitando la autorizacióndel Real Acuerdo para celebrar una jun-ta general de vecinos, como era pre-ceptivo. La concesión se otorgó el 4 deabril de 1815 y la notificación llegó aElda el día 14. El mismo día se publi-có el bando convocando a los vecinosy terratenientes a la junta general a ce-lebrar el día 16 «...después de haber alza-

do a Dios, y para más solemnizar el acto secite al clero de la parroquial iglesia por me-dio de recado».

Comenzada la junta general, el al-calde informó a los vecinos y terrate-nientes de la finalidad de la misma y lesinvitó a emitir libremente su voto yopinión; y el Sr. Cura tomó la palabrapara exponer las ventajas de la incor-poración de la villa a la Corona, di-ciendo que «estimaba muy conveniente, útily ventajoso para este pueblo y su común,así en cuanto a lo político como en cuantoa lo eclesiástico, el que se llevase adelante eltanteo o incorporación de esta villa a laReal Corona, de la que según se halla en-tendido salió por venta o enajenación, yque esta libertad se halla por las leyes au-torizadas y concedida a todos los pueblosenajenados de la Real Corona por el dere-cho que tienen a ser redimidos, y unirse alinmediato y suave dominio de su soberano,obrándose en todo con arreglo a las mismasreales disposiciones que tratan de la mate-ria. Y para que pueda con más facilidad te-ner su curso el expresado remedio ... con-ceptuaba por conveniente el que se eligie-ran cuatro sujetos de celo e instrucción...; yal efecto nombraba...». Lo expuesto fueaceptado unánimemente por los asis-tentes de manera que «todos a voces ma-nifestaron se conformaban con dicho voto delSr. Cura y que se llevase a efecto».

V.2. Los efectos de lalegislación del trienio liberal

La recuperación de la legislaciónabolicionista en 1820 fue muy bien re-cibida por los vecinos de los pueblos delcondado y sirvió para alentar los con-flictos con el señor territorial. El pue-blo de Elda fue uno de los muchos quefelicitaron a las Cortes del trienio porla aprobación y aplicación de la legis-lación de señoríos, a la vez que se que-jaban de los titulares de los mismos.El primer decreto fue el aclaratorio delde 6 de agosto de 1811, elaborado en1813, en el que se establecía que los se-ñores debían presentar previamentelos títulos de adquisición «para que losseñoríos territoriales y solariegos se consi-deren en la clase de propiedad particular(art. 2); y en la ley de 3 de mayo de1823, aparte de lo anterior, se intro-ducían otros elementos de gran interés,como la reducción de los laudemios(art. 7) y la posibilidad de redimir éstosy cualesquiera otras pensiones o pres-

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taciones en dinero o frutos y los censosperpetuos (art. 9).

Ante la nueva situación política ylegal la villa de Elda emprendió unaserie de acciones contra los derechos delseñor territorial en torno al cobro de losdiezmos y la explotación de las insta-laciones de las antiguas regalías. Elayuntamiento de Elda acordó en la se-sión del 28 de mayo de 1820 «que sin servisto acrecer ni decrecer derecho a las par-tes interesadas en la percepción de los diez-mos de los de esta villa, se depositen por aho-ra en persona de las cualidades prevenidaspor derecho y bajo las fianzas correspon-

dientes hasta la decisión del tribunal supe-rior territorial en vista de los títulos que de-berán presentarse por los que se considerencon derecho a su percepción...». Y en lamisma sesión se acordaba nombrar co-lector a Luis Bernabé Maestre, labradory vecino de la villa, comunicándoselo alapoderado, arrendatario o colector delconde de Cervellón. Estos acuerdosdieron lugar a un pleito con el conde queduró los tres años del régimen liberal.El conde calificó de secuestro la actua-ción municipal sobre el cobro de losdiezmos y el ayuntamiento respondiópidiendo al representante del señor laentrega de la «nómina de pagos que se de-ben en justicia de la masa dominical» y lasllaves de la casa colecta, a lo que se nie-ga el demandado pero lo efectúan losarrendatarios. El ayuntamiento, ade-más, dio cuenta de estas actuaciones ala Diputación Provincial y a la Dipu-tación Permanente de las Cortes. En1821 el cabildo de la catedral de Orihue-la y la junta diocesana, en virtud desus derechos históricos, nombraronun colector de diezmos que el ayunta-miento reconoce y entrega una me-moria sobre la administración de losdiezmos de 1820 y 1821.

Los enfrentamientos antiseñoria-les de los pueblos durante el trienio li-beral no se redujeron al pago de lospechos y al secuestro de los diezmossino que se extendieron a la paralizaciónde las instalaciones que habían cons-tituido las regalías y que ahora necesi-taban recursos del común para su fun-cionamiento, como era el caso de losmolinos. De ahí la prohibición que elayuntamiento de Elda impuso al arren-datario del molino harinero de Arribade utilizar agua para moler por la prio-ridad que tenían los regantes de la vi-lla, lo que daría lugar a otro pleito conel representante del conde. De todo locual se deduce que, a juicio de los ve-cinos de Elda y de los otros pueblosdel condado, la jurisdicción era el fac-tor fundamental del señorío y que so-bre ella se apoyaban los demás privile-gios señoriales; por lo que la incorpo-ración de la misma a la Corona impulsóel surgimiento de numerosos conflic-tos entre los pueblos y los señores.

Caído el gobierno liberal, por RealCédula de la Regencia del Reino de 15agosto de 1823, se restablecía la de 15de septiembre de 1814, y Fernando VII,el 1 de octubre, mandaba que todo vol-

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Elda. Año 1860. Propiedades delConde de Cervellón (Belando, R.,

1990).

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viese a la situación en que se hallaba an-tes de marzo de 1820. Todo parece in-dicar que en la etapa que comenzaba en-tonces no faltaron los conflictos con elconde. El ayuntamiento de Elda, por suparte, mantuvo el recurso de reversiónde la villa a la Corona.

V.3. La desaparicióndefinitiva del señorío

Los señoríos fueron abolidos defi-nitivamente por la ley de 26 de agosto de1837 y los diezmos lo habían sido pocoantes por la ley de 29 de julio del mismoaño. A pesar de ello, Elda mantuvo elrecurso de reversión a la Corona, sobreel que el Tribunal Supremo dictó sen-tencia favorable para la villa en 1841. Araíz de esta sentencia los vecinos de Elday de los otros pueblos del condado que-daron exentos de pagar los pechos y seconvirtieron en propietarios de plenoderecho. De esta forma, a partir de un ré-gimen de tenencia, de unos contratosenfitéuticos que deparaban una gran es-tabilidad al campesinado, se llegará auna configuración del terrazgo donde lasestructuras de propiedad reflejarán lafragmentación preexistente en el domi-nio útil. El palacio de los condes, quepasó a propiedad del Estado, salió a su-basta en 1848 y se remató por 121.000

reales y las propiedades del antiguo se-ñor quedaron reducidas a aquéllas sobrelas que tenía el dominio pleno, espe-cialmente los locales donde anterior-mente se percibían las regalías, pequeñasporciones de tierra y algunos lotes deagua.

A partir de entonces la función prin-cipal de los apoderados del conde eraadministrar esos bienes y explotarlosmediante arrendamiento, e intentar co-brar las deudas anteriores que todavía pe-saban sobre los vecinos del condado, co-metido que resultaría difícil de cumplir.En una carta que el apoderado de Eldaenviaba al administrador del conde deCervellón, a primeros de abril de 1850,decía: «Ayer estuve en Elda y Petrel a re-convenir a los colectores para que formen y re-mitan el estado de resultas, hasta el pasado año1849, que Ud. tiene prevenido, para en suvista hacer la clasificación de deudores en co-brables y de mediana calidad e incobrables. Des-de el 42 a la fecha podrán cobrarlos con exac-titud, y desde el 14 al 41 encuentran mil difi-cultades y no saben como aclararlas...».

En julio de 1880 algunas de aquellaspropiedades salieron a subasta públicay, al finalizar la centuria, el conde (duquede Fernán Núñez) había enajenado granparte de las reducidas posesiones quehabían quedado al margen de los efectosde la legislación liberal.

233El condado de Elda, siglos XVII-XVIII

Elda. Año 1900. Excmo. Sr.Duque de Fernán Núñez. Madrid(Belando, R., 1990).

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Desde la Carta Puebla (1611) has-ta la Constitución de 1812, laestructura del gobierno munici-

pal en Elda a lo largo de toda la Moder-nidad viene a ser prácticamente la mis-ma, puesto que los Estatutos (1702) laamplían y concretan y la Nueva Planta(1707) cambia lo superficial, es decir, laforma, pero mantiene inalterable lo esen-cial: el poder jurisdiccional del señorpara ejercer las competencias adminis-trativas y judiciales, cosa que realiza a tra-vés de su derecho a elegir los cargos mu-nicipales, bien personalmente, bien através de sus representantes, su Admi-nistrador y su Alcalde Mayor.

El primer documento en el que se es-pecifican los cargos municipales es en la

CARTA PUEBLA, publicada el 11 de no-viembre de 1611, corregida y completa-da el 21 de octubre de 1612.

En sus cinco primeros capítulos seestablecen los siguientes oficios muni-cipales: Justicia Mayor, cuatro Jurados,un Mustaçaf, un Sobrecequier, un Cla-vario y 24 Consejeros

I Primerament es pactat avengut y con-cordat entre Sa Señoria y dits nous pobladorsque aquells y los antichs vehins naturals dela present Vila de Elda en respecte del Re-giment de la Cosa publica hajen de fer un cos-tal al manera que aquells y dits nous po-bladors sens distinsio ni differencia conco-rregen en los officis de Justicia Jurats mustafatsobreçequier y en altres que convendra establiren lo modo y forma que baix se explicara.

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El gobierno municipal deElda en Época Moderna

JOAQUÍN SAMPER ALCÁZAR

I.E.S. «Sagrada Familia» de Elda

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Carta Puebla de Elda publicadael 11 de noviembre de 1611 porel conde Antonio Coloma(Archivo Histórico Municipal deElda).

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II Item es consertat que perpetuamentper lo dit Señor Compte de Elda y sos Su-cessors y se hajen cascun any de elegir y no-menar un Justicia Major Lo qual tinga fa-cultat de fer y nomenar dos lloctinents y unRegent que ajude en les absencies y empe-diments al dit Justicia Major y en son cas loslloctinens hajen de determinar totes les cau-ses civils y criminals que per furs y privile-gis del present Regne li toquen y son de sa Ju-risdicio quatre juats un mustafat un clava-ri un sobrecequier y repartidor de les aiguestots los quals aixi elets hajen de juran e ju-ren en ma y poder del procurador y baile desa Señoria segons estil del dit Condat yaquells servisquen los dits oficisis respecti-vament desde el dia que juraran fins quehajen jurat los officials del any susequent demanera que lo exercit de dits officis dure yhaja de durar un any entregament.

III Item que aixi mateix per a la elec-cio de dits officis hajen los officials que hande exir de son Regiment una memoria de per-sones honrades y benemerites ço es sis per ael offici de Justicia e per al offici de Jurats dotçeço es tres cascum Jurat y la memoria deaquells se done al dit Señor Conte o a son pro-curador general o a la persona que tindra ordey poder de Sa Señoria o de sos sucessors pera dit efecte pera que de aquells sien nomenatsofficials per a lo any subsequent y si lo Pro-curador dit General o altra persona tenintorde fara dita eleccion aixi mateix puixanomenar una de les persones que hi eranproposades nomenades per los officials an-teriors.

IV Item que aixi mateix los dits officialsnomenats hajen de jurar e juren en ma y po-der del Procurador General del dit SeñorConte de haverse be y llealment en dits of-ficis respectivament y demes coses que son obli-gats jurar e guardar segons fur del presentRegne ço es en lo dia e festa de Nadal decascun any lo justicia, Mustafat y sobreçe-quier dia de Sent Miquel y en lo dia e festade Pasqua de Pentecostes los Jurats de ma-nera que la administracio de dits officis res-pectivament durara desde lo dia de la elet-sio en un any.

V Item que apres de la primera elecciode vint y quatre concellers que han de res-petar fer e nomenar a dit Señor Conte lo ditdia de Pentecostes apres de haver jurat los qua-tre Jurats nomenen vint y quatre concellerslos ditsJurats y los demes officials y dita no-minacio haja de aprovar Sa Señoria o sonProcurador General y li resta facultat depoder llevar fins lo numero de dos y fer quelos dits Jurats ne posen altres dos en sonlloch.

Estatutos y ordenaciones

En mayo de 1702 las potenciasde la Gran Alianza encabezadas por In-glaterra y las Provincias Unidas decla-raban la guerra a Francia y a España,con lo que la guerra de Sucesión españolacomenzó en su faceta internacional. Aúndeberían transcurrir tres años hasta quese introdujera la guerra civil en Españacon el levantamiento de Valencia y Ca-taluña a favor del pretendiente austría-co, el archiduque Carlos.

Era señor de Elda don FranciscoColoma Pujades, Alpont y Borja, V con-de de Elda, casado con doña Marianade la Cerda y Leyva, V condesa de Ba-ños y que por entonces tenía fijada su re-sidencia en la Corte.

Con fecha 27 de mayo de 1702, donCarlos Coloma, Arcediano Mayor de Xá-tiva, como procurador general del con-de de Elda, «nuestro sobrino», firma enValencia los Estatutos y ordinaciones parael buen gobierno de la villa de Elda, ya quesegún se dice en su preámbulo:

«Por cuanto los Oficiales y Consejo dedicha Villa de Elda hasta aora se han go-vernado solo por sus dictamenes, no por te-ner Estatutos, ni norma, que pudiera con-ducirles al acierto; de que se han seguido al-gunos inconvenientes: y deseando la dichaVilla el que se hiziera por Nos nueva plan-ta y disposicion para los Oficios, y sabercada uno lo que le toca, como nos lo ha su-plicado: Y atendiendo a la dicha Súplica y aque con los dichos Estatutos estara mas biengovernada aquella Villa, lo hemos tenidopor bien»

Llama la atención en los Estatu-tos el primer apartado, titulado «Delos impedimentos para ser insacula-dos» ya que la villa de Elda no conta-ba con el procedimiento de la insa-culación, y la provisión de oficios mu-nicipales se hacía a propuesta de loscargos salientes. Se trata de los im-pedimentos legales para ser propues-tos: no tener 25 años cumplidos; no es-tar casado por la Iglesia; no tener unpatrimonio de al menos 300 libras,sin la dote de la esposa; haber hechocesión de sus bienes a la esposa; habersido condenado por delito «que con-duzca a infamia»; y « los que se habránvalido de la exención de la Corona» Es-tos impedimentos se complementa-ban con los que incapacitaban paraejercer los cargos: ser deudor de la vi-lla; ser arrendador, administrador o fia-

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dor de las regalías, derechos y sisas; yno poder ostentar más de un cargo ala vez.

Los Oficios que se describen el losEstatutos son:

JUSTICIA. Es la máxima autori-dad municipal y ejerce funciones dejuez en causas civiles y criminales. Pre-side los Consejos y las Sitiadas con vozy voto, siendo nulas cuantas se cele-braran sin él, o en su defecto, su re-gente, cargo éste que, con dos lugarte-nientes, estaba facultado para nom-brar. Era responsabilidad suya elmantenimiento del orden público en lavilla y en la huerta «para que perso-nas, ganados, ni cavalgaduras no hagandaño»; para este cometido podía nom-brar «juramentados, procurando que és-tos sean de aquellas primeras perso-nas de dicha Villa». Es elegido por el se-ñor o por su representante, el Bayle,entre cinco individuos propuestos porsu antecesor que juran su cargo ante elBayle el día de Navidad. Se le asignan10 libras de salario más los tercios delas multas impuestas «de sesenta suel-dos abaxo».

JURADOS. «Padres de la Repúbli-ca como los califican los Estatutos.Forman el órgano decisorio del muni-cipio y sobre ellos recaía casi todo el pesodel gobierno municipal. Administranlas rentas y bienes propios de la villa;controlan la calidad de los productosque se venden en las regalías señoriales,con la obligación de verificarlas dosveces al año para procurar que «estenbien proveídas de bastimentos, y que nose vendan cosas sofisticadas, ni mez-cladas». El incumplimiento de estaobligación llevaba aparejada una mul-ta a ellos de 5 libras. Cuidan que se pa-guen puntualmente los arrendamien-tos bajo pena de pagarlos ellos de su bol-sillo, obligando a los arrendadores aentregar la fianza en el plazo de tresdías desde que les sea adjudicada suexplotación. No podían hacer gastossuperiores a 5 libras sin la autoriza-ción del Consejo, excepto para asun-tos relacionados con las aguas de riego.Ejercían el control sobre los precios delas mercancías que se vendían en la vi-lla y custodiaban los patrones de pesosy medidas para comprobar los del Al-motacén sus reuniones se denominan«sitiadas»; sus decisiones eran cole-giadas y se necesitaban al menos tres delos cuatro para que fuesen válidas. Al

término de su año de «Regimiento»debían rendir cuentas a sus sucesoresen el plazo de 20 días. Eran elegidospor la Señoría a propuesta de los sa-lientes que presentaban dos candidatospara cada puesto. Una vez elegidos ju-raban ante el Bayle el día de Pentecos-tés. Los estatutos les asignas un salariode 10 libras anuales.

CONSEJEROS. Propuestos por losJurados después de su toma de posesión,y por el Justicia, que les toma el jura-mento. Eran 24, incluidos el Justicia, elSíndico, el Almotacén y el Sobrece-quiero, que iban los primeros en la lis-ta. La Señoría podía quitar a dos, encuyo caso la villa podía poner otrostantos. Formaban el «Consell particu-lar de la presente villa de Elda»; eran elórgano de la expresión popular y re-presentaban al pueblo. Reunidos me-diante convocatoria por el Justicia, Ju-rados y Síndico, convocados por «Cam-pana, Pregón o Boleta», tenían laobligación, bajo multa de una libra decera, de acudir al Consejo, cuya ordendel día era preparada por el «Jurat encap» o primero, y en su ausencia por elsegundo. Una vez reunido el Consejonadie se podía ausentar de él sin li-cencia del Justicia. Para tener validez susresoluciones se requerían al menos 13votos. La independencia del voto decada consejero se garantiza medianteuna multa de 5 libras a quien intenteimpedir que disientan o protesten. Paraasuntos como el cargamiento de cen-sos o nuevos impuestos era necesaria

237El gobierno municipal de Elda en Época Moderna

Llibre del Mustaçaf de la Vila deElda (Archivo HistóricoMunicipal de Elda).

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la convocatoria del Consell General,con licencia señorial y asistencia delBayle.

SÍNDICO. Este cargo es nuevo conrespecto a los establecidos en la CartaPuebla. Su nombramiento correspon-de al Consejo, del que forma parte.Debe ser convocado a todos los Con-sejos, Sitiadas y Juntas, donde tienevoz y voto. Su principal cometido erade cuidar de la observancia de los Es-tatutos y del beneficio de la villa y es-taba facultado para elevar instancias alas autoridades superiores de Valen-cia, en cuyo caso tenía asignada unadieta de 10 reales.

CLAVARIO COMÚN. Era el de-positario de las rentas y Propios de lavilla. Cobraba las deudas y fianzas, y de-bía tener las cuentas hechas veinte díasdespués de Pascua del Espíritu Santo.Pagaba las partidas ordenadas por losJurados, que además eran quienes lonombraban, asignándole un salario de15 libras, complementado con la ad-ministración del trigo y de la carnice-ría. En caso de enfermedad estaba pre-visto que pudiera tener un sustituto.

ALMOTACÉN. En los Estatutos«Amotezen». Era el Mustaçaf de laCarta Puebla. Sus competencias eranmuy amplias: abarcaba los ámbitos delurbanismo, salubridad y mercados. Enmateria urbanística tiene competen-cias «... en todas las causas de obras, por-tales, ventanas, lumbreras, estilicidios,paredes, medieras, calles y otras seme-jantes, haziendo derribar las obras queson hechas contra fueros». Cuidabadel buen estado de los caminos de lahuerta, y padía imponer multas de has-ta 5 libras a los infractores. También en-traban dentro de sus competencias as-pectos referidos a la limpieza y salu-bridad, «procurando que las calles nose estrechen ni empeoren, ni pongan enellas suciedades, ni gatos ni perrosmuertos». En materia de mercados «co-nocerá de pesos y medidas falsas y nobuenas, y de mercaderías y otras cosassofisticadas». En caso de infracciones,tenía la facultad de tomar medidas alrespecto, como romper los pesos falsose imponer multas. Sus decisiones teníanrecurso ante los Jurados, aunque nin-gún Oficial podía impedir que cum-pliera sus obligaciones. En caso de im-pedimento o incapacidad, sus funcio-nes eran ocupadas por el Jurat en Cap(primero). No tenía asignado salario

alguno, pero tenía derecho a cobrar«por el derecho de peso o medida unalibra de las vituallas que se traxeren avender (...), quatro dineros de cada per-sona que los conduxere (...) Y de tozi-no y carne de venado cobre solo ochoonzas». Su nombramiento lo efectua-ba la señoría de una lista de cinco can-didatos confeccionada por el Justicia ylos Jurados, y juraba el cargo ante elBayle el día de San Miguel.

SOBRECEQUIERO. Este oficiomunicipal tenía jurisdicción delegadasobre todo lo relacionado con las aguasdel riego, que «por privilegios parti-culares tienen los Jurados y Consejo».La importancia que tenía el agua deriego queda de manifiesto en la canti-dad de multas que se prevén, tantopara los infractores y desobedientesen materia de riego, como al mismoSobrecequiero si era negligente: por elmal estado o roturas en la acequia prin-cipal, por mala limpieza en las ace-quias y brazales, por hurtar agua, porno cerrar los partidores, por romperazudes, etc.. Era propuesto por el Jus-ticia y los Jurados en una lista de cin-co individuos. Juraba el cargo ante elBayle el mismo día que el Almotacén.

ESCRIBANO DE SALA Y CON-TADOR. La provisión de este Oficioera una Regalía señorial y su salario, noespecificado en los Estatutos, debíapagarlo la villa. Su función era doble:como Escribano tenía que llevar el Li-bro de los Acuerdos del Consejo y lascuentas de los Jurados y del Clavario,y asistir a las Sitiadas y Juntas de cuyosacuerdos daba fe; y como Contador,llevaba el libro-registro de las propie-dades y riqueza de los vecinos (Giradora)para sacar las cuentas de lo que debí-an tributar al señor. Por este trabajo co-braba 10 libras de salario.

ALCAIDE DEL PANTANO. Es uncargo menor, de corta tradición te-niendo en cuenta que el pantano seterminó de construir en 1698. Su nom-bramiento correspondía a la villa y ju-raba ante el Justicia. Debía atender a lavigilancia del pantano al menos dosdías por semana, con especial atencióna los días de tormenta o riesgo de ave-nida, para proceder a desaguar. Asi-mismo, con orden del Justicia, Jura-dos y Síndico, debía proceder a vigilarel agua concedida para los riegos y cui-dar de que no se sacara más agua de laautorizada.

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Nueva Planta

Cuando el 29 de junio de 1707 sepromulgaron los Decretos de NuevaPlanta, la organización municipal fo-ral desapareció oficialmente, dejandopaso a un tipo de organización basadaen el modelo de Castilla.

El Concejo, Justicia y Regimientode la villa quedó formado por el alcal-de ordinario, cuatro regidores, el síndicoprocurador general, el alcalde de la her-mandad y el alguacil mayor, oficios a losque se accedía a través de la propuestahecha por los cargos salientes y la pos-terior confirmación señorial. Comple-tan la nómina municipal el secretario,que autoriza los acuerdos, da fe de losmismos y redacta los documentos ofi-ciales; y el mayordomo de propios, quese encarga de la contabilidad de losmismos.

El procedimiento para la provisiónde los oficios era el siguiente: alcalde, re-gidores y síndico salientes se reunían en«cabildo de propuesta» a lo largo del mesde diciembre. Cada uno de ellos pre-paraba una terna con los individuosque le parecían oportunos para ocuparel cargo durante el siguiente año; a con-tinuación, todos juntos, elaboraban lasternas para cubrir los puestos de alcal-de de la hermandad y alguacil mayor. Es-tas propuestas eran remitidas al señorpara que procediese a la elección de laspersonas que considerase adecuadas.Una vez nombrados, y reunidos en «ca-bildo de oficios», juraban el cargo y to-maban posesión a finales de diciembreo principio de enero.

A partir de 1766, y enmarcado enlas reformas llevadas a cabo por el mi-nistro Campomanes, se crearon nue-vos cargos elegidos por el común delos vecinos: dos diputados del comúny un síndico personero del común.

La política del gobierno en mate-ria de abastecimiento se refleja en laPragmática de 11 de julio de 1765 queabolía la tasa de granos y autorizaba ellibre comercio en su venta y compra, yen la Provisión Acordada de 30 de oc-tubre del mismo año que añadía lasreglas para la política interior del gra-no. Si se quería que esta política libe-ralizadora tuviese éxito, se debía esta-blecer un estrecho control de los pósi-tos municipales regentados por lascorporaciones de los pueblos y las au-toridades locales encargadas del abas-

tecimiento y que detentaban su mo-nopolio, por lo que era necesario que al-guien controlase la gestión de los re-gidores. Es aquí donde entran los Di-p u t a d o s , a l o s q u e s e d o t a d ecompetencia en materia de abastos,educación y sanidad, y con poder paradenunciar la mala administración de jus-ticia y las irregularidades en la recau-dación de los impuestos.

El Síndico, cuya función consistíaen defender los intereses del común delos vecinos ante el Ayuntamiento cuan-do las decisiones del cabildo perjudi-

caran a los vecinos, tenía como facul-tades más importantes la de elevar re-cursos y presentar pleitos ante elConsejo de Castilla y el Real Acuerdode la Audiencias de todo lo que consi-dere un atropello para el común.

En las reuniones donde se tratenasuntos de su competencia, tiene voz,pero no voto, y su acción se centra enencauzar y promover las reclamacio-nes y peticiones de los vecinos; en aque-llas otras reuniones del Ayuntamientodonde no se tocar temas de sus com-petencias, puede acudir, aunque sinvoz ni voto.

Las diferencias entre el SíndicoProcurador General y el Síndico Per-sonero del Común son: al primero lo eli-ge el señor de una terna propuesta porel cabildo saliente, al segundo lo eli-gen los vecinos del municipio; el primerono tiene limitación alguna en su in-tervención, el segundo tiene un ámbi-to más restringido y concreto.

239El gobierno municipal de Elda en Época Moderna

Pedro Rodríguez, Conde deCampomanes (1723-1802).Ministro de Carlos III,responsable de gran parte de lasreformas ilustradas de sureinado.

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La elección era censitaria: con de-recho a votos todos los vecinos secularesy contribuyentes, agrupados por parro-quias o barrios; inorgánica, indirecta y ensegundo grado. Y por supuesto, mascu-lina.

A lo largo del periodo, sucesivas dis-posiciones legales, bien de la Audienciade Valencia, bien del Consejo de Casti-lla, introducirán algunas modificacio-nes o ampliaciones en las incompatibi-lidades y condiciones para ejercer loscargos municipales.

Estructura de la sociedad

Los 3.734 habitantes con que con-taba la villa eldense, según el Censo deFloridablanca de 1787, formaban unapequeña comunidad eminentemente

agrícola con la siguiente distribuciónpor actividades: ciento noventa y un(191) labradores, es decir, propietariosde tierras; cuatrocientos cuarenta y sie-te (447) jornaleros; sesenta y siete (67)artesanos; cuatro (4) fabricantes de pa-pel; un (1) médico; noventa y cuatro(94) criados; tres (3) abogados; tres (3)escribanos; tres (3) boticarios; veintitrés(23) comerciantes; un (1) cura; cuatro(4) beneficiados (de cura); dos (2) te-nientes de cura; dos (2) sacristanes; dos(2) acólitos (monaguillos); ocho (8) or-denados; seis (6) empleados con suel-

do del rey; (109) con fuero militar; uno(1) dependiente de la Inquisición; vein-tisiete (27) estudiantes; un (1) síndicode religioso; un (1) dependiente de Cru-zada; datos que nos permiten obteneruna clasificación aproximada de lossectores económicos.

El sector primario, es decir, las ac-tividades agrícolas están representa-das por labradores y jornaleros y su-pone el 63,8%; en el secundario inclui-mos artesanos y fabricantes y a él sededica el 7,1%, mientras que el restode las actividades, que difícilmente po-dríamos denominar sector servicios,representa el 29,1% de la poblaciónocupada. Siempre con carácter esti-mativo, por supuesto con las debidasprecauciones y teniendo en cuenta quelos criados también tendrían como ac-tividad prioritaria la agricultura, yaque normalmente eran jornaleros fi-jos que vivían en casa de sus amos. Lamisma precaución habría que tomarcon los que están sujetos a fuero mili-tar, una gran parte de los cuales sonjóvenes incorporados al servicio mili-tar. La pequeña nobleza de la villa estárepresentada por D. Joaquín Linares ySempere, «ciudadano honrado de in-memorial» que disfruta de rentas y ma-yorazgo; y por D. Agustín Vidal, «ciu-dadano honrado» y doctor en Dere-cho. Junto a ellos, el grupo social demayor importancia en la villa era el delos labradores propietarios de tierras,entre los que el señor solía encontrar aladministrador de sus propiedades y re-galías, y que, junto con campesinos y jor-naleros, componían la mayoría de lapoblación eldense. Estos dos últimosgrupos subsistían gracias a su trabajocomo arrendatarios y asalariados; ydada su triple condición de súbditos delrey, vasallos del señor y vecinos del mu-nicipio, debían satisfacer los tributos es-tatales, los derechos señoriales y lasderramas o repartos para hacer frentea los gastos municipales.

El Concejo, Justicia y Regimientode la villa estaba formado por el alcaldeordinario, cuatro regidores, el síndicoprocurador general, el alcalde de la her-mandad y el alguacil mayor, oficios alos que se accedía a través de la pro-puesta hecha por los cargos salientes yla posterior confirmación señorial. Com-pletan la nómina municipal el secretario,que autoriza los acuerdos, da fe de los mis-mos y redacta los documentos oficia-

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José Moñiño y Redondo, Condede Floridablanca (1728-1808).

Ministro de Carlos III. DeHistoria de la provincia de

Alicante (Mestre Sanchís, 1985).

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les; y el mayordomo de propios, que seencarga de la contabilidad de los mismos.

El interés demostrado por mante-ner estos cargos, o incluso con hacer-se con ellos cuando por cualquier mo-tivo se producía una vacante, demues-tra la importancia que tenían para lasélites locales, por cuanto era una formade asegurarse tanto el control muni-cipal a través de los fondos de propios,los pósitos de grano, el reparto de saly nieve, la recaudación, los abasteci-mientos, la imposición de tasas, las su-bastas para el arriendo de tiendas pú-blicas, etc. Los abusos en este sentidofueron una de las causas por las queen 1766, y coincidiendo con una gravecrisis de subsistencias, se sitúa la crea-ción de nuevos capitulares: diputadosy síndico personero del común. Estoscargos, elegidos por el vecindario, teníanvoz y voto en los cabildos sobre todo loreferente a los abastos, y su creaciónobedeció a un intento de la adminis-tración central de controlar más de cer-ca a las oligarquías locales.

En una villa de señorío como Elda,la manera de conseguir que el controlno saliese de un círculo de intereses,estaba asegurada por la forma de accedera los oficios municipales: los cargossalientes proponían al conde los can-didatos para sucederles, aunque estafórmula estaba tamizada por la elec-ción que debía efectuar el señor y porciertas condiciones legales tendentesa impedir el acceso a los cargos a fa-miliares de los cesantes. Ya en 1719,don Francisco María Spínola, gober-nador y capitán general del reino deValencia, disponía que no fueran pro-puestos:

(...) para empleos de oficios de concejo(…) parientes en los grados prevenidos porderecho, grados que un decreto del RealAcuerdo de Valencia con fecha 3 de oc-tubre de 1748 concretó como padres, hi-jos, hermanos, primos hermanos, sue-gros, cuñados o concuñados; pero lasconstantes denuncias de su conculca-ción demuestran hasta qué punto estabaarraigada esta práctica; la trama fami-liar y de intereses es tan fuerte que lo-grará mantenerse a pesar de los inten-tos de la condesa que, en su propósitode romper la estructura de poder, con-siguió del Consejo de Castilla el pro-cedimiento de insaculación para la re-novación de los oficios municipales en1790.

La existencia de una oligarquía lo-cal es un hecho observable con sóloechar un vistazo sobre la frecuenciacon que determinadas familias ocupanlos cargos municipales durante un pe-riodo de tiempo que abarca unos añosantes y unos años después del cambiolegal que supuso la Nueva Planta de1707.

Algunos de estos apellidos perte-necen a familias que, como Sempere,Guarinos, Amat, Vera y Aguado, ya en-contramos entre los veintinueve esta-bliments de nuevos pobladores en 1612.En 1771 vuelven a aparecer Sempere,Guarinos, Amat, Vera y el vínculo de Li-

241El gobierno municipal de Elda en Época Moderna

Cerámica de Talavera donde serepresentan diversos oficios dela época.

Escudo de la villa de Elda segúnJosé Montesinos (s. XVIII). De Lasexcelencias y fundación de lamuy noble y fidelísima villa deElda, su parroquial iglesia,ermitas e ilustres hijos suyos, conotras cosas, Elda, 1997.

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nares como propietarios de tierras enlas mejores partidas de Elda.

El dominio que estas familias ejer-cen sobre el gobierno municipal, evi-dentemente derivado de su posicióneconómica como grandes propietarios,permanece al margen de las variacionespolíticas del reino, incluido el trau-mático cambio de dinastía tras unasangrienta guerra civil. No tenemosmás que observar cuatro momentossignificativos y comparar los compo-nentes del organismo político muni-cipal:

• Último Consell foral (sep. 1707 -marzo 1708): Amat, Crespo, Ber-nabé, Guarinos, Vera.

• Primer Ayuntamiento borbóniconombrado durante la ocupaciónmilitar (1709): Bernabé, Juan,Amat, Payá, Guarinos.

• Primer Ayuntamiento nombradopor el poder civil (1710): Berna-bé, Chico, Cerdán, Grau, Amat.

• Ayuntamiento nombrado por elconde tras su restitución como ti-tular del condado (1725): Juan, Vi-dal, Vidal, Bernabé, Juan.

Vemos como se repiten Bernabé (4veces), Amat (3), Juan (2), Guarinos (2),familias que encontramos en el cua-dro superior ocupando regidurías 24,22, 29, y 25 veces respectivamente, yque, junto con Sempere y Crespo, tie-nen prácticamente monopolizado el

Ayuntamiento. Eso sin contar las re-laciones familiares que debían existir en-tre estos y los demás; como ejemplo,tenemos a Gabriel Amat de Cerdán,Juan García de Cerdán, Pascual Ber-nabé de Amat, Antonio Juan de Vidal,nombres que nos indican el grado de pa-rentesco existente entre miembros dela corporación. A modo de hipótesis, sepuede apuntar que, dado el escaso nú-mero de vecinos de la villa por estasfechas, entre 441 y 462, los mismosapellidos perteneciesen a la misma fa-milia en mayor o menos grado de pro-ximidad. A lo largo del siglo estos ape-llidos se encuentran relacionados entresí constituyendo un verdadero entra-mado familiar: Bernabé y Guarinos,Bernabé y Amat, Amat y Guarinos,Amat y Sempere, Amat y Maestre, Amaty Rico, Amat y Amat, Amat y Roque,Amat y Juan, Sempere y Juan, Sempe-re y Amat, Guarinos y Amat, Guarinosy Bernabé, Guarinos y Sempere, Juan yJuan, Juan y Tormo, Juan y Maestre,Juan y Rico, Juan y Maestre, Linares ySempere, Rico y Amat, Maestre y Gua-rinos.

Como conclusión podríamos decirque esta pequeña oligarquía rural pudoformarse gracias a las especiales ca-racterísticas de la enfiteusis valenciana,régimen contractual que se originó conla Carta Puebla y que, al permitir queel dominio útil de la tierra pasase de pa-

242 H I S T O R I A D E E L D A

VECES QUE OCUPAN CARGOSFAMILIA 1690-marzo 1708 Marzo1708-junio 1725 TOTALAguado 3 - 3Amat 7 15 22Bernabé 13 11 24Burgueño 2 - 2Candell 5 2 7Castelló 3 - 3Cerdán 3 5 8Crespo 9 3 12Chico 4 2 6García 1 1 2Grau 3 2 5Guarinos 14 11 25Juan 20 9 29Navarro - 1 1Payá - 1 1Rives 1 - 1Rico 6 - 6Ruiz 2 - 2Sempere 6 8 14Tordera - 2 2Vera 1 2 3Vidal 3 4 7

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dres a hijos terminó consolidando unaclase de pequeños terratenientes u oli-garquía local que controlaba la principalfuente de riqueza, el agua, a través delsistema de «cabeceras», y el poder mu-nicipal gracias al sistema de ternas pro-puestas por ellos mismos al conde yque les permitía la perpetuación en loscargos, bien personalmente, bien a tra-vés de amigos o familiares.

¿Cómo fueron las relaciones entreesta oligarquía y el señor en la época quenos ocupa? Con la nueva organizaciónborbónica los señores habían dejadode tener significación política; admi-nistran sus territorios y ejercen una ju-risdicción intermedia entre el rey y losvasallos, bien personalmente, bien pormedio de representantes nombradosy pagados por él: alcaldes mayores, pro-curadores y colectores de los derechosdominicales. En cuanto al gobiernomunicipal, el señor sigue disfrutandodel derecho de elección de los cargospropuestos por los salientes.

Es fácil deducir que quienes cons-tituyen el poder fáctico del municipioson los representantes del señor y quie-nes representan al vecindario, siendo delo más lógico que se produjeran situa-ciones de conflicto entre ambas par-tes. Ya en el siglo XVII numerosas cues-tiones entre villa y señor tuvieron queser resueltas mediante sentencia dic-tada por los tribunales. Se trata fun-damentalmente de pleitos conocidoscomo «proceso de la señoría directa» y«proceso de los diezmos», también co-nocido como «de tierras de natural», re-lacionados con los derechos sobre latierra, cobro de censos, percepción dediezmos, etc., y que se resolvieron conla concordia de 1684 firmada por elconde de Elda y el representante de lavilla, en la cual ambas partes renun-ciaban a seguir pleiteando, el señor ce-día en gran parte de sus pretensiones yla villa se comprometía a construir unapantano a sus expensas.

Bien entrado el siglo XVIII, lastensas relaciones se enmarcan en lacoyuntura desfavorable de los mo-mentos en que mayor era el precio deltrigo y se corresponden con una acti-tud antiseñorial generalizada. La raízde los pleitos hay que buscarla en lapoca aceptación que entre los vasallostenían los monopolios señoriales, so-bre todo los hornos, molinos y alma-zaras, es decir, aquellos relacionados

con los aspectos económicos más im-portantes.

La fórmula habitual que tenía el se-ñor de hacer efectivas sus rentas era através del arriendo a particulares desus derechos señoriales. Esta prácticase efectuaba mediante subasta y se ad-judicaba al mejor postor, a quien se leentregaba la correspondiente escrituraen la que se hacía constar la cuantía yla duración del arriendo. A cambio, elarrendatario se comprometía a hacerefectivos al señor los pagos acordadosen dos plazos anuales, a pagar las can-tidades destinadas al subsidio, los diez-mos y el cuatro por ciento (impues-tos), los salarios de los empleados se-ñoriales, las cantidades destinadas alhospital, convento y clero de la igle-sia. También se comprometía a no pe-dir rebaja en el precio del arriendo si porcualquier circunstancia se produjeseescasez de cosecha.

A este respecto hay constancia dequejas de los cosecheros de aceite sobreel funcionamiento de las almazaras se-ñoriales, monopolio del conde, en el sen-tido de que había que apretar más laaceituna con el fin de conseguir másaceite. Quizás por esto comenzaron autilizarse almazaras particulares. En1773 se entabló un pleito en la Au-diencia cuya sentencia concedió a losvecinos la franquicia de tener almaza-ra, pero con la condición de que sólo seusara para usos propios. Otro tantopasó con los hornos de cocer pan. Contodo, al serles prohibido utilizar lasinstalaciones con fines de lucro, suspropietarios terminaron vendiéndolasal conde.

En septiembre de 1786 el marquésde Villena, marido de la condesa deElda, interpuso un pleito a los culti-vadores de cáñamo de Elda. Este cultivoservía para confeccionar alpargatas,capazos, cuerdas, cofines, objetos deuso personal y de trabajo, y era la ma-teria prima de los telares de lienzo. Loslabradores se negaron a entregar al co-lector de los derechos dominicales laparte correspondiente de la cosechaalegando que lo necesitaban para usopersonal. También el marqués pedíaque la partición se hiciera en los mis-mos campos de cultivo y no en la casade los cosecheros, como éstos preten-dían y que ocasionaba ocultaciones enperjuicio del señor. La sentencia de laAudiencia fue favorable al marqués.

243El gobierno municipal de Elda en Época Moderna

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Pero el pleito de calado más pro-fundo fue el que enfrentó a la villa conla condesa de Elda por el control mu-nicipal. Su génesis y desarrollo nos hapermitido observar de cerca los méto-dos utilizados por el alcalde mayorpara servir a los intereses de su seño-ra, que no fueron otros que la conce-sión de la insaculación para proveerlos oficios municipales y romper asíel sistema de propuesta, con el consi-guiente reforzamiento del poder se-ñorial.

Debido a la dispersión territorialde sus estados, el señor suele delegar susfunciones en el alcalde mayor, figuraprocedente de la administración cas-

tellana e implantada en las tierras dela Corona de Aragón como conse-cuencia de la aplicación de los Decre-tos de Nueva Planta. Este funcionarioera un letrado al servicio de la admi-nistración y el cargo representaba unpeldaño más en la carrera burocrática.Sus funciones eran fundamentalmen-te el control de las corporaciones lo-cales, el mantenimiento del orden yvelar por los intereses señoriales, aúncuando tuviesen que emplear méto-dos poco ortodoxos. El objetivo últimoera la sujeción del territorio al orden ya la autoridad legítima y a este res-pecto hay que decir que el respaldo delas autoridades superiores, Audienciay Consejo de Castilla, al corregidor y alos alcaldes mayores era norma cuan-do se enfrentaban a los regidores, pues

desautorizar cualquier tipo de auto-ridad iba contra los presupuestos de je-rarquía que informaban la estructurade poder en el estado borbónico.

En el origen del problema eldenseestaba el cambio de titularidad en el se-ñorío del condado: Juan Bautista Cen-turión y Velasco, X conde de Elda, mu-rió el 10 de diciembre de 1785 despuésde haber ostentado la titularidad delcondado únicamente durante dos años.Le sucedió su hermana María LuisaCenturión y Velasco, XI condesa deElda. La nueva señora, marquesa con-sorte de Villena, y sobre todo su marido,un noble castellano, no estaban acos-tumbrados al tipo de relaciones quetenían los vasallos eldenses con susseñores. Se trataba de dejar bien asen-tado el poder señorial. El instru-mento será el alcalde mayor, don Ge-rónimo Sirvent y Vicuña, cuyas ac-ciones se encaminaron a provocar elproceso que desembocó en la insa-culación.

Pleito de insaculación

Los primeros roces comenzaronen febrero de 1787, cuando en un actoreligioso, el alcalde mayor cedió su si-tio en la iglesia de Santa Ana al pro-curador de la marquesa, Manuel Sem-pere y Guarinos, y luego intentó des-plazar del suyo al alcalde ordinario.Este hecho, aparentemente baladí, de-bió ser la gota que colmó un vaso lle-no de malas relaciones, ya que el al-calde ordinario llevó el caso ante la Au-diencia al considerar que tal hecho eraun desaire y menoscababa su jurisdic-ción. La Audiencia se pronunció a tra-vés de un Decreto que ordenaba al al-calde mayor respetar la costumbre deque el sitio de presidencia correspon-día al alcalde ordinario de la villa. Tan-to el alcalde mayor como el Ayunta-miento en pleno fueron informadosdel Decreto y se acordó incluirlo en laMano de Cabildos para que en lo su-cesivo, fuera quien fuese el alcalde ma-yor, lo tuviera presente.

A partir de este momento se de-sencadena una serie de roces y enfren-tamientos entre los representantes dela marquesa de Villena, a la sazón señorajurisdiccional de Elda, y parte de la pe-queña oligarquía local, que ponen aldescubierto la pugna por controlar lagestión municipal.

244 H I S T O R I A D E E L D A

Fachada del antiguoAyuntamiento de Elda (Archivo

del Museo ArqueológicoMunicipal de Elda).

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El asunto se centró el derecho delAyuntamiento saliente a proponer lasternas de entre las que la condesa ele-giría los cargos entrantes. A pesar de va-rias sentencias favorables a las postu-ras municipales por parte de la Au-diencia de Valencia, los enfrentamientosderivaron en la división del pueblo e in-cluso se produjeron incidentes de ordenpúblico, lo que motivó la intervenciónde instancias superiores: el goberna-dor militar y político de Orihuela or-denó suspender las propuestas hasta quellegó la resolución del Supremo Con-sejo de Castilla que disponía el méto-do de insaculación para proveer loscargos municipales, ante lo cual, el al-calde mayor de Orihuela,

«D. Antonio Maciá de Areny, abo-gado de los Reales Consejos, regidorperpetuo de la villa de Talar en el prin-cipado de Cataluña, teniente de co-rregidor y alcalde mayor por Su Ma-jestad de la ciudad de Orihuela, juez sub-delegado de los Pósitos de la misma ysu partido, y comisionado por el Realy Supremo Consejo de Castilla paraformar insaculación en esta dicha vi-lla de Elda (...) teniendo presente los in-formes del ayuntamiento, como las de-posiciones de los hombres provectos deesta villa a consulta de personas im-parciales y timoratas, como igualmenteel hasiento de haciendas de cada uno», procedió a elegir a treinta y dos

vecinos, a los que destinó a la bolsa dealcaldes ordinarios; a cincuenta y trespara la segunda bolsa de regidores ma-yores y síndicos; a cuarenta y nuevepara la tercera bolsa de regidores se-gundos, terceros y cuartos; y por últi-mo, a treinta para la cuarta bolsa dealcaldes de la Hermandad y alguacilesmayores.

El procedimiento fue el siguiente:los nombres de todos ellos fueron es-critos en «tarjetas de pergamino», nu-meradas, dobladas e introducidas en«terhuelos de madera» que a su vez secolocaron en las bolsas respectivas.Todo el conjunto fue introducido en unarca que, cerrada con tres llaves, semandó guardar en el Ayuntamiento.Una llave se entregó al alcalde ordina-rio, otra al regidor decano y la terceraal síndico procurador general.

La extracción la efectuó un niño«en pupilar hedad», Antonio Moreno,de cinco años, quien, después de con-testar correctamente a las preguntas

que se le hicieron «de la doctrina ch-ristiana», y de revolver bien el contenidode los sacos, extrajo de cada bolsa las tar-jetas correspondientes a los cargos mu-nicipales.

El proceso se llevó a cabo, aunqueno faltaron los correspondientes inci-dentes, altercados, alegaciones e im-pugnaciones, como la que presentaronlos Diputados y Síndico del Comúncontra el funcionario encargado delprocedimiento, al que acusaron deimparcialidad, abuso de poder, ame-nazas al escribano del Ayuntamiento,prohibición al personero de asistir alos actos, utilización de los serviciosdel escribano de Petrer en detrimentodel de Elda; de no haber insaculado apersonas más aptas, de haber impedi-do la actuación del síndico en el mo-mento de la insaculación bajo multa dedoscientas libras, así como de negarlela certificación correspondiente a susreclamaciones; de no permitirle hablarbajo multa de cincuenta libras ni dedirigirse a él en ningún término bajoamenaza de prenderle; de mandar in-sacular en la bolsa de alcalde a parti-darios de la marquesa, algunos sin nin-guna aptitud para el cargo, otros pro-cesados por causa criminal, otrosadministradores de Rentas Reales, comoel administrador de Correos, el inter-ventor, el administrador de la Real Lo-tería y Estancos de Municiones, otrosa sueldo del señor jurisdiccional, comoel apoderado general, y la mayoría deu-dores del Pósito; de insacular en la mis-ma bolsa a ocho sujetos de una mis-ma familia: padre, dos hijos, dos yernos,hermano y dos consuegros; de haberdejado fuera a las mejores y más prin-cipales personas de la villa; del pocotiempo empleado en valorar los méri-tos de los candidatos y de que sólo setuvieron en cuenta los informes de losfuncionarios, de sus parientes y de susamigos.

Por último, los reclamantes acu-saban al comisionado y a sus seguido-res de alardear públicamente de con-seguir el permiso real para cobrar los de-rechos de la comisión de los fondos depropios y arbitrios municipales, es-tando dichos fondos destinados porReales Órdenes al pago de los acree-dores de la villa. Por todo ello rogarona la Audiencia que recusara al juez co-misionado y diera por nulo todo el actode la insaculación.

245El gobierno municipal de Elda en Época Moderna

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La Audiencia cursó informe de lasreclamaciones al Supremo Consejo,quien a su vez desvió el asunto de losimpedimentos a la Audiencia. A juzgarpor los libros de cabildos posterioresa la insaculación, raro fue el año enque no se presentaban recursos porencontrarse parentescos entre los sa-lientes y los entrantes. Pero nunca setuvieron en cuenta.

Conclusión o fallo delConsejo

El 5 de agosto de 1790 el Consejode Castilla expidió una Real Provisión:

«Y visto todo por los de nuestro Consejo,teniendo presente lo representado en elasunto por el Doctor Don Agustín Vidal,alcalde ordinario de dicha villa de Elda, ylo expuesto por el nuestro Fiscal por Autoque proveyeron en 12 de junio próximo(entre otras cosas) se acordó expedir estanuestra carta, por la cual aprobamos lasdiligencias que ban insertas practicadaspara la insaculación y desinsaculación de ofi-cios de justicia de la villa de Elda, por elnuestro alcalde mayor de la ciudad deOrihuela. Y mandamos se pongan en po-sesión en primero de enero del año próximolos electos por el dueño jurisdiccional, y quesobre las tachas legales que exponen los di-putados y síndicos del común de dicha villa,usen de su derecho sobre el particular en

la nuestra Audiencia de Valencia. Y tambiénmandamos que del caudal de propios y ar-bitrios de la misma villa, se satisfagan alcomisionado las dietas que ha debengadohasta el día doce de Junio en que concluyósu comisión, con las de otros tres días máspor razón de gastos de buelta y regreso aOrihuela, sin abonarle cantidad alguna porel auxilio de la tropa que dice llebó en su com-pañía. Y en su concurrencia, mandamosal nuestro governador, capitán general delReyno de Valencia, presidente de la nuestraAudiencia de el regente y oydores de ella, jus-ticia, ayuntamiento y junta de propios de lavilla de Elda, y además nuestros juezes, jus-ticias, ministros y personas a quienes enqualquier manera corresponda la obser-vancia y cumplimiento de lo contenido enesta nuestra carta, que siéndoles presenta-da, o con ella requeridos, la vean, guarden,cumplan y egecuten; y hagan guardar, cum-plir y ejecutar en todo y por todo, según ycomo en ella se contiene, sin contrabenirlani permitir su contravención en manera al-guna. Que así es nuestra voluntad. Y que deesta nuestra carta se tome la razón en la con-taduría general de propios y arvitrios del Rey-no, para que conste en ella esta Resolución.Dada en Madrid a cinco de Agosto de milsettecientos y noventa».

Firmas de los señores del ConsejoLa insaculación se practicó en 1791,

1792, 1793, 1794, 1795, 1800, 1801,1802 y 1803.

246 H I S T O R I A D E E L D A

Documento original del Pleitode insaculación (1790) (Archivo

Histórico Municipal de Elda).

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La Guerra de Sucesión: deconflicto internacional aguerra civil

Durante el reinado de Carlos II(1665-1700) la Monarquía hispánica seconvirtió en sujeto paciente de las am-biciones territoriales y mercantiles delas potencias europeas. La previsible fal-ta de sucesión directa al trono españolmovilizó un juego de combinaciones di-plomáticas entre las potencias europeasque fueron plasmadas en distintos pla-nes de reparto de la monarquía hispánica.La prematura muerte de José Fernandode Baviera, en 1698, el heredero que ha-bía representado una opción para la es-peranza en la corte española cuandoCarlos otorgó testamento en su favordos años antes, volvió a poner en pri-mer plano la cuestión sucesoria en laque se enfrentarían los derechos suce-sorios alegados por el Archiduque Car-los de Austria y por Felipe d’Anjou.

En un intrincado ambiente de in-trigas diplomáticas y cortesanas en tor-no a las candidaturas de Viena y de Pa-rís, Carlos II otorgó finalmente testa-mento, el 2 de octubre de 1700, en favorde Felipe de Borbón. Para algunos gru-pos de la Corte la dinastía francesa no sólorepresentaba la mejor opción para ga-rantizar la integridad territorial de laMonarquía sino también una esperanzade regeneración frente a la decadencia delos últimos Austrias españoles.

Establecido Felipe V en el trono, laestrecha sumisión de su gobierno a lasdirectrices de su abuelo, la erosión delos privilegios del comercio inglés en Es-

paña y sus colonias en beneficio de losfranceses, la práctica incorporación de losterritorios italianos y de los Países Bajosespañoles a la tutela francesa, la posibi-lidad de una reunión efectiva de ambascoronas después de la muerte de LuisXIV determinaron finalmente la reac-ción de los Aliados mediante la forma-ción de una nueva coalición antifrance-sa. La Gran Alianza de la Haya integra-da en septiembre de 1701 por Inglaterra,Holanda y Austria fue completada, en1703, con la incorporación de Portugal,Saboya y algunos príncipes imperiales.

Las campañas militares de mayorrelieve contra la Francia de Luis XIV tu-vieron lugar en los frentes europeos,mientras que las operaciones de guerraen el territorio peninsular fueron se-

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La Guerra de Sucesión y Elda (1700-1714)

JESÚS PRADELLS NADAL

Universidad de Alicante

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Retrato de Carlos II.

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cundarias hasta 1705. En 1702 fracasa-ba un ataque de la armada inglesa a Cá-diz, pero se produjo un desembarco enel Puerto de Santa María. Poco despuésfue interceptada en Vigo parte de la flo-ta procedente de América. El territoriopeninsular se convirtió en un escenariodirecto de la guerra en la primavera de1704 con la llegada del Archiduque Car-los y los primeros contingentes de tro-pas aliadas a Portugal, el territorio quedebía de servir de base para la ofensivamilitar sobre Castilla.

Con la asistencia militar francesala primera campaña militar borbónica secentró en el frente portugués sin lograrconsolidar los avances iniciales. Por el con-trario, la superioridad naval anglo-ho-landesa permitió a los Aliados desarro-llar también operaciones de acoso en lascostas del Mediterráneo. Barcelona fuebombardeada por primera vez el 30 demayo de 1704. En agosto de ese mismoaño fue capturada la posición de Gi-braltar, y poco después las flotas francesa

y aliada se enfrentaban en las costas deMálaga.

En la campaña de 1705, además deen la frontera portuguesa, los principa-les recursos militares de que disponíaFelipe V se concentraron inicialmenteen la protección de Cádiz y en el inten-to de recuperar Gibraltar, pero la resis-tencia que los Aliados encontraron paraentrar en Castilla desde Portugal fuecompensada con la apertura de un se-gundo frente en el Mediterráneo. El Mar-qués de San Felipe reflejaba en sus Co-mentarios de la guerra de España las dis-tintas opiniones acerca del mejor modode conducir la guerra para afirmar aCarlos en el trono. El príncipe Jorge deHesse d’Armstad, que había sido virreyen Cataluña, defendió la oportunidadde ir contra Barcelona, donde, segúnmanifestaba, Carlos era esperado «con an-sia», y existía una «conjura de la mayorparte de los nobles y ciudadanos soste-nidos por las casas de Centellas y Pinos,esclarecidas y autorizadas en aquel prin-cipado». La comarca de Vic estaba yasublevada y el impopular virrey Velascocontaba con poca tropa. Por otra parte,los reinos de Aragón y Valencia se habíanadherido al «deseo de cambiar de do-minio», pues los eclesiásticos, con la ex-cepción de los jesuitas, «estaban por lacasa de Austria». Por el contrario, el Al-mirante de Castilla, defendió la conve-niencia de centrar las operaciones sobreAndalucía, llave de América y su co-mercio, «porque nunca obedecería Castillaa rey que entrase por Aragón».

El 26 de julio de 1705 la armadaaliada zarpó de Portugal con el Archi-duque Carlos a bordo. Después de re-forzar la guarnición de Gibraltar, alardearen Alicante el 9 de agosto y desembarcaral agente austracista Francisco Garcíade Ávila en Altea, la armada prosiguió rutahasta Barcelona donde arribó el 22 deagosto. El 13 de septiembre era capturadala fortaleza de Monjuic, y el 9 de octubreBarcelona capitulaba ante Carlos III.

La Guerra de Sucesión enValencia

Cuando Felipe V accedió al tronolo hizo de acuerdo con los requerimientosconstitucionales de los reinos.

En 1701 fue reconocido por las Cor-tes Castellanas y, en 1702, se celebraronlas de Cataluña y Aragón. Sólo las que de-bían de celebrarse en Valencia queda-

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Desembarco del ArchiduqueCarlos en Barcelona.

Luis XIV proclamando a Felipe V.

Retrato de Felipe V por Bonart.

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ron pospuestas por el viaje del nuevomonarca a los territorios italianos.

Desde la proclamación del Archi-duque en Viena, en septiembre de 1703,y particularmente desde que comenza-ron los alardes de la armada aliada en lacosta mediterránea, aumentaron las pre-ocupaciones del virrey de Valencia, mar-qués de Villagarcía, por el incrementode las manifestaciones favorables a ladinastía austriaca, especialmente porparte de algunos miembros del clero.

A pesar de gozar en teoría de una am-plia autoridad, la capacidad efectiva delvirrey sobre los recursos militares delreino era limitada y requería de la cola-boración de los Estamentos. Hasta 1705los principales esfuerzos se habían con-centrado en procurar mantener prevenidoel resguardo de la costa frente a las po-sibles acciones de la Armada Aliada, re-primir algunas de las más llamativasmanifestaciones a favor del Archiduquey en levantar los tercios de acuerdo conlos requerimientos del Gobierno y lasleyes del reino. El último tercio forma-do en Valencia fue destinado a la de-fensa de Cádiz y las operaciones contraGibraltar en 1705.

La aparición de la Armada de losAliados en Altea, el 10 de agosto de 1705,representó el inicio de lo que el P. Miñanadenominó la «guerra campesina» de Va-lencia. La intervención de los Aliadosactuó como un catalizador de un amplioconjunto de tensiones sociales que semanifestaron en forma de conflicto ci-vil. La sublevación del campesinado deLa Marina se extendió rápidamente porlas comarcas de La Ribera y La Safor, ycuatro meses después capitulaba la ciu-dad de Valencia.

El P. José Manuel Miñana describíacómo después del pronunciamiento deAltea, y de la caída de Denia en agosto de1705, «empezó a cundir y extenderse larebelión». Las acciones represivas lleva-das a cabo por las tropas borbónicas,comandadas por Luis de Zúñiga, en el en-torno de Denia quedaron desbaratadaspor la defección del coronel Rafael Ne-bot, el 9 de diciembre, lo que permitió elrápido progreso de los sublevados has-ta Valencia, que prácticamente indefen-sa, capituló ante el general Basset el 16de diciembre.

El rápido derrumbamiento de la au-toridad borbónica en gran parte del te-rritorio valenciano ha sido explicadocomo una conjunción de causas de di-

versa naturaleza. Las consignas popu-listas realizadas por los enviados del Ar-chiduque, que ofrecieron promesas de li-beración de impuestos y cargas seño-riales, se convirtieron en la bandera deenganche de las clases populares. Para elP. Miñana otros elementos fueron laexistencia de sentimientos xenófoboscontra los franceses; la adhesión de par-te del clero y de «hombres de gran au-toridad en los pueblos» a la dinastía aus-triaca debido a la «memoria del benignogobierno de la Casa de Austria». JoanReglá y Carmen Pérez Aparicio destaca-ban también, al igual que Vicéns Vives enel caso de Cataluña, los recelos ante el pre-sumible absolutismo centralizador del go-bierno borbónico frente a los ordena-mientos forales de carácter pactista. Enopinión de Henry Kamen la guerra civilvalenciana fue precipitada por la inter-vención militar de los Aliados y favore-cida por las escasas tropas regulares bor-bónicas destinadas en Valencia debido ala prioridad concedida a la defensa de An-dalucía y a la reconquista de Barcelona.

249La Guerra de Sucesión y Elda (1700-1714)

Felipe V en Madrid en 1701.

Felipe V en Italia en 1701.

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El avance de la rebelión campesinaencontró una fuerte resistencia a suexpansión, en el norte en la plaza fuer-te de Peñíscola, y en el sur en los lími-tes de las antiguas gobernaciones deAlicante y Orihuela, donde los pro-nunciamientos que tuvieron lugar an-tes del verano de 1706 fueron inicial-mente reprimidos por la intervenciónconjunta del marqués de Rafal y delobispo Belluga. Las noticias de los rá-pidos progresos de los sublevados pocoantes de la capitulación de Valenciapusieron en marcha los mecanismostradicionales de auxilio recíproco entrelas poblaciones del sur del territoriovalenciano. A finales del mes de di-ciembre las tropas comandadas porFrancisco García de Ávila fueron re-chazadas en Xixona, que sólo pudo sertomada en una segunda operación des-pués de que gran parte de su pobla-ción la abandonase para buscar refugioen Villena y Biar. La mayor parte de laspoblaciones de la Hoya de Castalla per-manecieron bajo el dominio de los par-tidarios de Felipe V, y en Biar fijó su re-sidencia el Arzobispo de Valencia, An-tonio Folch de Cardona, quien noreconoció formalmente al Archiduquecomo soberano hasta 1710.

Alicante, que había sido sitiada porlas fuerzas comandadas por García de Avi-la en los primeros días de enero de 1706,fue socorrida por las tropas reclutadaspor el Gobernador de Orihuela, mar-qués de Rafal, y por las que acudieron des-de Murcia a las órdenes del obispo Be-lluga. El 9 de enero de 1706 Rafal sofo-có la agitación de los austracistas enCrevillente, y dos días más tarde asegu-ró también Elche, antes de dirigirse alevantar el sitio de Alicante. Desde el 16de enero las tropas del marqués de Ra-fal y del obispo Belluga desarrollaronpor separado una activa campaña sobreSan Juan, Busot, Muchamiel, Villafran-queza, Agost, Monforte y Novelda, «quehabían acogido a los dispersos partida-rios del Archiduque», antes de regresara Orihuela el 26 de enero. El P. Miñana,por su parte, reflejaba la dureza con quese llevó a cabo la reducción del pro-nunciamiento austracista en Ontenien-te, una campaña.

La difícil situación de laspoblaciones del Valle delVinalopó

Hasta el verano de 1706 la mayorparte de las poblaciones del Valle del Vi-nalopó comprendidas en el ámbito de lagobernación de Orihuela no vieron se-riamente comprometida su alineación enel bando borbónico, pero durante lascampañas militares de 1706 y 1707 fue-ron desbordadas por la secuencia deacontecimientos derivados de las ope-raciones de los ejércitos del Archiduquey de Felipe V.

El fracaso de la ofensiva desenca-denada en 1705 por los borbónicos pararecuperar Barcelona representó un cam-bio favorable para las aspiraciones del Ar-chiduque Carlos. En el verano de 1706las tropas Aliadas avanzaron desde Por-tugal hasta las proximidades de Madrid.En Aragón, Zaragoza se pronunciaba afavor del Archiduque el 29 de junio, y loscontingentes militares de los Aliados enValencia se vieron reforzados para pre-parar la conquista de Alicante. La de-fección de Santa Cruz de los Manuelessignificó la proclamación de Carlos III enCartagena, mientras las tropas Aliadasavanzaban ya sobre Alicante en la últimasemana de junio. Villena, al otro ladode la frontera con Castilla, que se habíaconvertido en el centro de las operacio-

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Ataque a Gibraltar en 1704.

Jaime Rossell, Marqués de Rafal.

Palacio Rafal.

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nes de resistencia desarrolladas por Da-niel Mahony con las escasas tropas dis-ponibles, fue sitiada por los Aliados.

A lo largo del mes de julio las tropasaliadas y las milicias austracistas se fue-ron adueñando de Sax, Elda, Monóvar,Monforte y Novelda antes de que el des-tacamento de caballería de Rafael Ne-bot fuera bien acogido en Elche. El 24 dejulio el marqués de Rafal reconocía tam-bién la soberanía del Archiduque Carlos.

Un conde austracista y uncondado mayoritariamenteborbónico

Desde la declaración de guerra de losAliados la participación de las pobla-ciones del condado de Elda discurrióacorde con las obligaciones previstas enel ordenamiento foral y la costumbre.En 1703 la Generalitat reclamó a las po-blaciones las cantidades correspondientespara levantar y mantener el Tercio del rei-no, al que Elda debía contribuir con se-senta y cinco libras. El 7 de septiembrede ese mismo año el marqués de Rafal,en su calidad de Gobernador, requería alBatlle y procurador general del condado,Antonio Valera, para que se aprestasenlas milicias con armas y bandera. Desdeentonces los milicianos de Elda y Petrerparticiparon en las diversas acciones lle-vadas a cabo por orden del virrey ante losalardes que las escuadras de los Aliadosrealizaron en la costa valenciana.

Desafortunadamente, la escasa do-cumentación municipal que se ha con-servado, y la falta de investigaciones es-pecíficas en los archivos nacionales hancontribuido a consolidar la creencia deque las poblaciones de Elda, Petrer y dellugar de Salinas permanecieron fieles ala causa borbónica como reacción al aus-tracismo de su señor, Francisco Colo-ma, conde de Elda y Anna. Sin embargo,a pesar de los conflictos existentes entrelos vasallos y su señor – especialmente losreferidos a la demarcación de los límitesentre Elda y Petrer y los derivados deluso de las aguas del marquesado de No-guera, a los que se refiere con detalle elcronista Lamberto Amat– un primerexamen de la cronología de los aconte-cimientos hace difícil mantener que lacausa principal de la adhesión de la ma-yor parte de la población de Elda y Petrera Felipe V estuviese originada en la opo-sición de los vasallos a su señor, puesto

que Francisco Coloma no abrazó la cau-sa austracista, al menos no lo hizo pú-blicamente, hasta el verano de 1706, unavez reconducida la revuelta social de-sencadenada en la capital del reino. Lasaspiraciones campesinas que animaroninicialmente la revuelta en gran partedel territorio valenciano se vieron pron-to defraudadas.

Con el nombramiento del conde deCardona como virrey después de la lle-gada de las tropas inglesas de Peterbo-rouhg, las promesas de conceder fran-quicias sobre las cargas señoriales que ha-bían sido realizadas por Basset en nombrede Carlos III fueron expresamente re-chazadas, el propio general Basset fueconducido a prisión, y se puso en prác-tica una política dirigida a atraer a lacausa del Archiduque a las clases privi-legiadas. Una política que fue especial-mente activa durante el periodo en queValencia se convirtió en la corte del Ar-chiduque, desde el 30 de septiembre de1706 al 3 de marzo siguiente. El condede Elda y Anna figura entre los aristó-cratas cuyos bienes fueron secuestradospor los austracistas durante el corto pe-riodo en que el gobierno de la ciudadde Valencia estuvo en manos de Basset.Sin embargo, Francisco Coloma apare-ce ya en la amplia nómina de generalesy oficiales que asistieron al Consejo deguerra que presidió el Archiduque enGuadalajara, el 10 de agosto de 1706,cuando todavía se debatía la convenienciade retirar el ejército a Valencia o forzarsu permanencia en Castilla. Luego, des-

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Cardenal Belluga.

Bombardeo de Barcelona en1705.

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de la llegada de Carlos a Valencia, el 30de septiembre de 1706, el conde prestósus servicios en la Junta de Estado y Gue-rra, primero, y posteriormente en el Con-sejo y Junta de Guerra hasta 1711. No dejade resultar una paradoja que la grande-za de España le fuese concedida el 26de abril de 1707, un día después de la ba-talla de Almansa.

Hasta el verano de 1706, pues, esposible mantener la hipótesis de que,más que una reacción inicial de la po-blación contra el austracismo de Fran-cisco Coloma, hubo otros factores quecontribuyeron de manera más inme-diata a la fidelidad de gran parte de la po-blación de Elda y Petrer a la causa deFelipe V.

En la antigua Gobernación deOrihuela los primeros intentos de pro-nunciamiento en favor del Archiduquefueron reprimidos por la intervención delgobernador, marqués de Rafal, y poste-riormente por las escasas tropas de quepudo disponer el gobernador militar deAlicante, Daniel Mahony. Otro factorclave para la alineación inicial de las po-blaciones del Vinalopó en el bando bor-bónico fue la proximidad de Villena ySax, poblaciones entonces de Castilla, yde las tierras murcianas, desde las que suobispo desarrolló una notable actividadantes de ser nombrado virrey y coman-dante general de Valencia y Murcia, en ju-lio de 1706. El socorro de Alicante enenero de 1706 y la ya mencionada cam-paña de represión del austracismo de-sarrolladas por Belluga y Rafal contri-buyeron de manera decisiva a mantener

la autoridad de Felipe V en el sur del te-rritorio valenciano.

Las posiciones monolíticas en fa-vor del Archiduque o de Felipe V no fue-ron una realidad en ninguna de las po-blaciones del reino. A pesar de estar si-tuadas en la zona más alejada de losprincipales focos de la influencia aus-tracista, y depender en lo militar de lasdirectrices emanadas del virrey y co-mandante militar por medio del gober-nador de Orihuela, se conocen algunosindicios puntuales de la existencia departidarios de la causa del Archiduqueen Elda. Así, por ejemplo, según narra eljesuita P. Lorenzo López, después de lasublevación de La Marina, fueron en-carcelados en Elda «dos villanos que tu-vieron la osadía de fixar de noche unpasquín contra el Rey». Igualmente, se-gún relata Lamberto Amat, los habi-tantes de la calle de la Tripa siguieron elpartido del Archiduque por haber se-guido a Tomás Sempere y Amat, «hom-bre de bastante posición, que vivía en lareferida calle» y que, junto con su pa-riente, el marqués de Sanz, fueron de-clarados austracistas.

El compromiso de las elites y las au-toridades locales, el predicamento delclero, las fidelidades clientelares, el con-trol ejercido por los gobernadores so-bre el territorio y la presencia de fuerzasregulares aparecen con frecuencia comoelementos esenciales en los pronuncia-mientos de las poblaciones en favor deFelipe V o de Carlos III. No obstante, ladocumentación disponible permite afir-mar que en Elda y Petrer la opción aus-tracista fue minoritaria. El propio P. Ló-pez resaltaba la fidelidad de la mayorparte de la población a Felipe V hasta suconquista por las tropas inglesas en el ve-rano de 1706. A pesar de existir algunossignos de división interna, «… sobre otraspoblaciones del Reino –escribía el cronistajesuita– se esmeró Elda, que continuólas rogativas desde el [mes de] octubre [de1705] hasta el julio siguiente. Y no espara dexar en silencio lo que el día 14 deoctubre sucedió en la parroquia, ex-puesto el Sacramento, y concurriendo ala función el clero, los religiosos, y todoel pueblo. Predicó el retor, y probando,que era pecado grave desear, que el señorArchiduque reinase en España, en alta vozdixo un religioso, que el retor estaba bo-rracho, y se desbocó contra él en dicte-rios y contumelias. Alborotóse el audi-torio. Hicieron callar al fraile con ame-

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Retrato del DuquePeterborough.

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nazas; formole proceso el Obispo, le qui-tó las licencias de confesar, y paró todoel castigo en desterrarle a otra parte,donde pudiera desvergonzarse sin nin-gún temor».

El párroco de Elda, el doctor JoséMaestre, se caracterizó, pues, como unode los agentes más decididos de la cau-sa borbónica, por lo que, después de laentrada de las tropas inglesas en Elda, enjulio de 1706, fue desterrado de la po-blación junto con otros miembros del cle-ro, y sustituido por el Dr. Juan Vera, vi-cario de la parroquia de Monóvar, has-ta que regresó a principios de octubre deese mismo año, la primera vez que lapoblación fue recuperada por las armasborbónicas. Más tarde, después de la ba-talla de Almansa, don José Maestre fueel encargado de acudir a la Corte para re-presentar la fidelidad y los servicios pres-tados por Elda a Felipe V durante la con-tienda.

Entre las armas deaustracistas y borbónicos

La noticia de la entrada de Basset enValencia el 16 de diciembre de 1705 re-presentó un momento de tensión espe-cial para las poblaciones del condado. EnElda se decidió prepararse para la de-fensa, y las investigaciones de VicentePérez Medina han puesto de manifiestoque en el Consell general convocado enPetrer el 18 de diciembre, a pesar de con-tar con una reducida participación, se tra-tó acerca de la conducta que se debíaseguir en el caso de ser amenazada lapoblación por los rebeldes.

Además de la sujeción a la autoridadque representaban los gobernadores deOrihuela y de Alicante, también fun-cionaron los mecanismos tradicionalesde confederación y auxilio mutuo entrelas poblaciones vecinas, que se plasmó enla formación de la denominada Uniónde Castalla, en las que, además de Elda,Castalla, Onil, Ibi, Tibi, Banyeres, Biar yMonóvar se comprometían en su de-fensa mutua y en favor de Felipe V. Du-rante los meses siguientes se mantuvie-ron también muy activas las milicias deVillena, Sax y Yecla.

Hasta que los ingleses entraron porprimera vez en Elda en julio de 1706,según los datos recopilados por Lam-berto Amat y por Navarro Pastor a par-tir de las escasas fuentes locales dispo-nibles, los milicianos del condado ha-

bían participado en las principales ac-ciones militares llevadas a cabo por losborbónicos. En enero de 1706 estuvieronpresentes, bajo el mando de Rafal, en elsocorro de Elche, y posteriormente en elde Alicante. Más tarde en la defensa deFuente la Higuera frente a las tropas deNebot hasta que finalmente se entrególa población; en la conquista de Onte-niente, y en la custodia de Villena y Jijona.

A finales de marzo de 1706, el ma-riscal Mahony, después de haber re-forzado la guarnición de Alicante, «ins-taló su cuartel general en Villena, en laque, de acuerdo con el Obispo de Car-tagena, comenzó a reclutar y aprovi-

sionar fuerzas con idea de marchar conellas a Valencia». El mariscal irlandés exi-gió al marqués de Rafal el cumplimientode las órdenes recibidas del Secretariode Guerra, marqués de Grimaldo, paraque con las fuerzas disponibles se di-rigiese a Villena. Una orden que signi-ficaba desguarnecer por completoOrihuela, y que el marqués se mostrópoco dispuesto a cumplir, alegandolos preceptos forales y los privilegios dela ciudad. La presencia de fuerzas re-gulares, por modestas que fuesen, re-sultó también decisiva a la hora demantener las fidelidades políticas. Enel mismo mes de marzo de 1706 cons-tan en los libros de Clavería de Eldalos abonos realizados a tres capitanesque, de orden de Mahony, el goberna-dor militar de Alicante, dirigieron lasdisposiciones de fortificación y defen-

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Batalla de Almansa (1707) por R.Balaca.

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sa de la villa. Así, pues, el control delas milicias formadas en las poblacio-nes del Vinalopó quedó bajo el bastóndel mariscal Mahony, y Navarro Pas-tor recoge su participación en la guar-nición de Bañeres, desde el 29 de abrilal 30 de mayo. Un escuadrón de dra-gones abandonó la población poco an-tes de la entrada de las tropas inglesasen Elda. Hasta ese momento los efec-tos de la guerra se habían dejado sen-tir fundamentalmente en los gastosocasionados por las contribuciones mi-litares y el mantenimiento de los mili-cianos, pero con el avance de las tropasaliadas del mando de Peterborough, laregión se convertiría también en un es-cenario directo de la guerra.

El repliegue de los Aliados y labatalla de Almansa

Los inicios de la campaña militarde 1706 estuvieron protagonizados porun doble avance de los ejércitos queapoyaban al Archiduque Carlos. DesdePortugal el ejército comandado porDas Minas y Galway penetró en Casti-lla hasta alcanzar las inmediaciones deMadrid, que fue abandonado por Feli-pe V en el mes de junio. El grueso delejército del Archiduque permanecióacampado en las inmediaciones de Gua-dalajara y las primeras tropas aliadas en-traron en Madrid el 25 de julio. En Ara-gón, la ciudad de Zaragoza había re-conocido a Carlos III el 29 de junio, yla acción conjunta de las tropas y de laArmada inglesa en las costas del Me-diterráneo permitió consolidar la au-toridad de Carlos III en la mayor par-te del sur del territorio valenciano.«Mientras tanto –escribe Pardo y Ma-nuel de Villena– ya habían salido deValencia las tropas del Archiduque, ydespués de algunos pequeños encuen-tros con los dragones que había des-tacado de Alicante Mahony, se habíanapoderado de Elda, Monóvar, Mon-forte y otros lugares, ocupando sin re-sistencia, el día 16 de julio, la Villa deNovelda», desde donde el destacamentode caballería de Rafel Nebot pasó a El-che, facilitando el pronunciamientode la ciudad. Allí acudió también elmarqués de Rafal a tratar acerca de laadhesión de Orihuela.

No son muchos los testimoniosde que disponemos acerca de este pe-riodo de la historia de Elda. Según Na-

varro Pastor, los austracistas llevarona cabo algunas incursiones sobre la po-blación, en julio de 1706, en busca deprovisiones, pero no llegaron a ocu-parla de manera efectiva hasta el 9 deagosto. Según la narración del P. Lo-renzo López, las tropas enviadas porPeterborough «llegaron a Elda, que seresintió un poco, y passando algunas ho-ras para tratar de la capitulación, secansó el Brigadier Inglés, y mandó en-trar espada en mano: executaron mu-chos desórdenes, dieron de palos a losdel gobierno, robaron las armas, que pu-dieron, saquearon de la ropa, y se lle-varon ochenta cabalgaduras. Despe-dazó la furia de los Ingleses muchasimágenes de Christo y de los Santos, yhicieron otras insolencias». Reducidaa la obediencia pasaron luego a No-velda, donde, según el cronista jesuita,«fueron bien recibidas». Navarro Pas-tor recoge también los nombres de lasnuevas autoridades, designadas entre losadeptos a la causa austracista. PedroJuan, Bonifacio Vidal, Antonio Juan yVicente Guarinos-fueron nombradosJurados, mientras Alonso García Menorejerció el cargo de Clavario. Los másdestacados partidarios de Felipe V aban-donaron la ciudad o fueron desterradosy se llevaron a cabo las imposiciones yrequisas necesarias para el abasto delas tropas.

Por su parte Pérez Medina refiereque, ante el avance austracista, en elConsell general de Petrer se trató, el 13de julio de 1706, acerca de la recienterendición de Sax, y aunque se acordóresistir o tratar de conseguir una capi-tulación honrosa si la población fuese ata-cada por un enemigo muy superior, fue-ron los coroneles Corbí y Aurelio, quemandaban una partida de dragones,quienes aconsejaron la rendición de la po-blación ante la falta de guarnición sufi-ciente y tratarse de poblaciones abier-tas.

Desde entonces y hasta la batallade Almansa las operaciones militares deambos bandos marcaron la pauta de losacontecimientos en las poblaciones delValle del Vinalopó por encima de cua-lesquiera otras consideraciones. ParaElda, como para otras muchas localida-des valencianas, el verdadero drama fuequedar en una situación fronteriza en-tre dos ejércitos y sufrir alternativamentelos requerimientos y requisas de abastospara el mantenimiento de las tropas de

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ambos bandos. Una circunstancia quequedaría reflejada en una conocida com-posición popular:

«Els botiflers y maulets,bé nos ferem la tirana,uns, esquilant.nos del tot,i altres, venent-nos la llana»En los últimos días del mes de julio

los Aliados comenzaron las operacionesque culminaron con la conquista de Ali-cante. La Armada comenzó el bombar-deo de la plaza el 31 de julio, y el asaltode la ciudad se produjo el 8 de agosto,aunque la fortaleza no capituló final-mente hasta el 7 de septiembre. Mientrastanto las tropas aliadas afirmaron sudominio en la mayor parte del sur del te-rritorio valenciano. El 7 de julio los alia-dos pusieron sitio a Villena, aunque sinllegar a rendir su castillo. Pocos días mástarde, el 12 de julio, el brigadier Georgessaqueaba Sax. El 24 de julio, el nuevovirrey de Valencia, el obispo Belluga, re-sumía la situación militar en los térmi-nos siguientes: «Lo que ocurre digno dela real noticia de SM es que habiendolas tropas enemigas levantado el sitiode Villena y rendido al paso la villa de Sax,lugar de mi diócesis, la de Elda, Novel-da, Monóvar, Monforte, Aspe, Agost yCrevillente, todas lugares abiertos i delReino de Valencia, terminó en Elche(aviéndose dos días antes salido el SeñorObispo y pasádose a Jumilla, lugar demi diócesis), quien dio la obediencia ydonde pasó in continenti el Marqués deRafal a solicitar que los enemigos vinie-se a Orihuela y de allí a Murcia, como porvarias cartas lo avía instado».

La restauración de la autoridad deFelipe V en el territorio valenciano pasóa depender de las armas de Berwick. Laofensiva desencadenada por los aliadosen Castilla no logró el objetivo de sentara Carlos III en el trono. Cuando el Ar-chiduque se incorporó al ejército Aliadoen Guadalajara, el 8 de agosto, despuésde haber permanecido algún tiempo enZaragoza, la situación militar había cam-biado. Felipe V había recibido un im-portante socorro de tropas francesas,cifrado en 12.000 hombres, comandadaspor el duque de Berwick, con el que fueposible romper las comunicaciones en-tre el ejército aliado y sus bases portu-guesas. La impopularidad de los Alia-dos en Castilla, las dificultades que en-contraron para el abastecimiento delejército y la creciente presión ejercidapor el ejército borbónico comandado

por Berwick llevó finalmente al mandoAliado a adoptar la decisión de retirar-se hasta Valencia. Una retirada que que-dó prácticamente completada en el mesde septiembre. El Archiduque llegó a Va-lencia el día 30 de octubre, y permane-ció en la ciudad hasta el mes de marzode 1707, en que decidió ir a Barcelona.

El ejército de Berwick había avanzadoal compás de la retirada de los Aliados.Un destacamento borbónico reconquistóCuenca el 8 de octubre de 1706, que ha-bía sido utilizada por el ejército Aliadocomo depósito para gran parte de sus ba-gajes de guerra. Tres días antes, el 5 deoctubre, las tropas borbónicas del ma-riscal Medinilla habían entrado en Elda,a la que impuso un tributo de rescatede 590 doblones. La población quedóal mando del comandante Domingo Ro-gere, que se encargó de prevenir la defensamediante la construcción de un muro. Eldía 15 las tropas del obispo virrey Be-lluga recuperaban Orihuela. El día 21Berwick conquistaba Elche, y en no-viembre era recuperada Cartagena.

«No era ya tiempo para la estaciónpara la guerra, –escribía el marqués de SanFelipe–pero no se dio en toda Españacuarteles de invierno a las tropas». Prác-ticamente finalizada la campaña de 1706Felipe V había recuperado Castilla, Mur-cia y el sur del reino de Valencia, mien-tras Aragón y Cataluña continuaban enpoder de los Aliados.

El abastecimiento de las tropas seplanteó como una necesidad priorita-ria por ambos bandos, sin embargo, losAliados estaban en inferioridad de con-diciones. Desde el acantonamiento delos Aliados en Valencia el problema deconseguir provisiones para el ejércitoocupó la mayor parte de la atención delas deliberaciones del Consejo de Guerradel Archiduque, según han puesto derelieve los minuciosos estudios de VirginiaLeón. La primera sesión se celebró el 30de octubre, en el que se planteó una vezmás la superioridad de la caballería bor-bónica, el problema de la falta de caba-llos y de la perentoria necesidad de ad-quirir cebadas en Aragón, Castilla y Ma-llorca por ser cada vez más difícilencontrarlas en Valencia. Después de laconquista de Alicante, la Armada ingle-sa había puesto de nuevo rumbo a Ita-lia, y dejado en la ciudad muy poca guar-nición. Ante la creciente presión ejerci-da por Berwick para los austracistas eraesencial mantener la posición de Ali-

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cante hasta recibir el auxilio de la Ar-mada y un nuevo refuerzo de tropas, asícomo salvaguardar Xátiva, consideradala puerta de Valencia.

En el Consejo de Guerra del 22 de no-viembre Gallway mantuvo que, aunqueel enemigo avanzase desde Elche, si elbrigadier Georges resistía en la fortale-za de Alicante, sería posible desplegarel ejército por tierras de Villena y Biar, conlo que se cubría también Xátiva, y con ellala ciudad de Valencia. En la misma oca-sión el general inglés consideró tambiénla posibilidad de mantener «Villena yBiar, y si no saquear aquellos lugarespara que no puedan suministrar asis-tencias al enemigo». Los proyectos delos Aliados no pudieron llevarse a efec-to, puesto que, dos días después de ce-lebrado el Consejo de Guerra, llegabannoticias de que las tropas de Berwick es-taban ya en Villena y pasaban a ocuparNovelda.

En la reunión del 10 de diciembre setrató en el Consejo de Guerra la conve-niencia de conquistar Villena con la fi-nalidad de asegurar el abastecimientode las tropas y abrir el paso hacia Mur-cia y Castilla. El plan fue rechazado fi-nalmente, pues, en opinión de Gallway,era improbable que los enemigos no sehubiesen servido ya de los «manteni-mientos», ni se conocía tampoco conseguridad la situación y fuerzas del ene-migo. Con la negativa se daba por aca-bada la campaña de 1706 y el Consejo seconcentró en la preparación de la si-guiente campaña.

Los primeros meses de 1707 fuerontambién de gran tensión en toda la región,en la que se sucedían las escaramuzasentre las vanguardias de las tropas aus-tracistas y borbónicas, al tiempo que las

poblaciones eran objeto de requeri-mientos de abastos y contribuciones porparte de ambos bandos.

En febrero de 1707 desembarcó enAlicante, al mando de milord Rivers, unnuevo contingente de tropas aliadas, ci-fradas en alrededor de 6.000 hombres, unnúmero menor del esperado por Gallway.En el Valle del Vinalopó las «incursionesde los imperiales– escribía Barceló Ver-dú– volvieron a repetirse por febrero de1707. Las tropas del Archiduque Carlostomaron como base de sus operacionesla zona de Elda y con 4.000 infantes y 500de caballería volvieron contra Sax». Perolos movimientos de Berwick se antici-paron a los proyectos de los Aliados.Mientras el Consejo de Guerra del Ar-chiduque Carlos se reunía en Valencia el26 de febrero para fijar el calendario deoperaciones y atacar Orihuela, Berwickmaniobraba ya en Villena. La situaciónde los Aliados resultaba comprometi-da. Acosados desde La Mancha por elejército de Berwick, se sabía que no tar-darían en llegar nuevos refuerzos de tro-pas francesas al mando del duque deOrleans. La situación de Cataluña se ha-bía complicado con los preparativosfranceses para atacarla desde el Rose-llón. Carlos abandonó Valencia paraacudir a la defensa de Barcelona, mien-tras que los generales Galway y Das Mi-nas permanecieron en Valencia para ha-cer frente a la ofensiva borbónica.

En su toma de posiciones ante elavance de Berwick, las tropas de los Alia-dos volvieron a entrar en Elda en febre-ro de 1707. En esta ocasión se trataba deun cuerpo de 6.000 hombres entre los quefiguraba el conde Francisco Coloma, «elque tan amargo recuerdo había dejadoentre los vecinos de Elda por su arbi-traria e injusta fijación de límites entrela villa y Petrel».

Al igual que en el caso de Petrel, laresistencia a ultranza ante fuerzas mu-cho más numerosas fue desaconsejadapor los propios militares borbónicos.En esta ocasión la ocupación de la po-blación se mantuvo desde el 26 de fe-brero al 18 de abril de 1707.

Los aliados volvieron a sitiar Ville-na en abril de 1707, pero la victoria lo-grada por Berwick el 25 de abril en Al-mansa dejó abiertas las puertas para larecuperación del territorio valenciano.

El duque de Orleans entró en Va-lencia el 8 de mayo para proseguir lue-go su avance hasta Zaragoza y la frontera

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Explosión de una mina en elcastillo de Alicante (1709).

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de Cataluña. La resistencia que D’As-feld encontró en Xátiva fue castigadacon la destrucción de la ciudad, conver-tida desde entonces como un símbolo dela extrema dureza con que actuaron lastropas borbónicas, y que fue puesta derelieve incluso por el marqués de SanFelipe, que no dudó a la hora de escribirque: «Así era feo escarnio de la suerte elreino fértil y hermoso de Valencia, queno guardaban los vencedores para elRey; si sólo la destinaron para míserodespojo de su codicia, porque igual-mente franceses y españoles cometierontantas tiranías, robos, extorsiones e in-justicias, que pudiéramos formar un li-bro entero de la vejaciones que Valen-cia padeció, sin tener noticia alguna deellas el Rey, porque a los vencidos no seles permitía ni el alivio de la queja» (…)«mancharon sus manos los que las ha-bían gloriosamente ilustrado con la es-pada».

Asegurar por completo el territoriovalenciano requirió tres campañas mi-litares sucesivas hasta culminar con la ren-dición de la guarnición inglesa de la for-taleza de Alicante en abril de 1709 des-pués de hacer explosionar una minaexcavada en el castillo. Una labor en la quetambién participaron como auxiliareslos milicianos de Elda.

La abolición de los fueros y laNueva Planta

En 1707 las necesidades militaresse superpusieron a cualesquiera otrasconsideraciones, incluidos los serviciosprestados. La imposición de rescates,donativos y contribuciones de guerra sehizo general. Así Navarro Pastor se re-fiere al requerimiento de 40 doblones porparte del mariscal Antonio de la Cerday Leyva como mediador para evitar el sa-queo de la población después de habersido recuperada por las armas borbó-nicas, y a la imposición de un donativovoluntario para el mantenimiento dela guerra de 1.100 doblones. Ademásde los requerimientos particulares, la po-blación hubo de pechar con la partecorrespondiente de las contribucionesimpuestas por el duque de Orleans des-pués de entrar en Valencia, que fueronfijadas en 50.000 doblones para el con-junto del reino.

El 29 de junio de 1707 fue publicadoel decreto por el que se abolían los fue-ros, usos y costumbres de los reinos de

Valencia y Aragón en virtud de la infi-delidad del reino y el derecho de con-quista. Un mes después, se rectificabael contenido del decreto abolicionista,al reconocer que gran parte de la noblezay muchas poblaciones del reino se ha-bían mantenido fieles o habían sido re-ducidas por la fuerza a la obedienciade los Aliados. A pesar de la activa par-ticipación de gran parte del clero va-lenciano a favor de la causa del Archi-duque, tampoco la Iglesia podía quedarincursa en el delito de rebelión. No su-cedía en cambio lo mismo con quieneshabían sido declarados traidores y reosde lesa majestad por haberse levantadoen armas contra el Rey.

El conde de Elda había pasado afigurar en la lista de traidores que ha-bía sido elaborada por el gobierno de Fe-lipe V en 1707, por lo que las rentas delcondado fueron confiscadas. El condede Atri, José Cardona y Aragón, recibióen calidad de merced «todas las rentasque en Valencia gozaba el conde deElda». Del conjunto de las rentas delconde en otros mayorazgos se asignaronposteriormente, además de una pen-sión para el mantenimiento de la con-desa de Elda, otros 500 ducados anua-les a D. Juan Mateo Hurtado de Men-doza sobre las rentas de todos losmayorazgos del conde. También fueconsignada sobre las rentas de Elda «yde otros caballeros valencianos» la pen-sión de 7.000 pesos anuales concedidaal italiano marqués de Laconi. Otrosbienes le fueron confiscados en Ara-gón, aunque, en 1713, arrojaban un sal-do negativo de 2.000 reales. En 1720 elvalor anual de las rentas del conde enAragón se estimaba en 10.000, y des-contadas las cargas y mercedes, queda-ba un saldo líquido para la corona de4.100 reales. En la relación general de bie-nes confiscados de 1724, un año antesde que el Tratado de Viena suscrito en-tre el Emperador Carlos VI y Felipe Vacordase la restitución a sus dueños,de todos los bienes confiscados, el vo-lumen del conjunto de las rentas con-fiscadas al conde de Elda se estimabanen 135.000 reales anuales.

La administración del condado yel gobierno de las poblaciones quedósujeta a una estrecha supervisión porparte de las autoridades militares bor-bónicas. Los gobiernos municipaleshubieron de adaptarse también rápi-damente al modelo municipal caste-

257La Guerra de Sucesión y Elda (1700-1714)

Retrato del emperador Carlos VI.

Retrato del rey Felipe V(anónimo).

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llano y la constitución de los nuevosayuntamientos, integrados ahora por re-gidores y un alcalde mayor, fueron de-signados entre personas de fidelidadprobada.

La situación de las poblaciones, almenos hasta 1713, resultó muy difícil. Elinvierno de 1708-1709 se caracterizó entoda Europa por una especial durezaque comprometió las cosechas y causóuna fuerte hambruna, que fue acentua-da por los estragos causados por unaepidemia de langostas. A las pérdidasocasionadas por la guerra, los donati-vos y las constricciones no tardarían ensumarse las nuevas contribuciones des-tinadas a sufragar los cuarteles de in-vierno durante los años siguientes.

Las victorias alcanzadas por las tro-pas de Felipe V en Brihuega y Villaviciosaen 1710 y la proclamación del Archi-duque Carlos como Emperador en 1711vinieron a afianzar a Felipe V en el tro-no de España. A pesar de la tenaz re-sistencia que mantuvo Barcelona has-ta el 11 de septiembre de 1714, el régi-men borbónico se ha l laba yaprácticamente consolidado, por lo quela dureza extrema de la represión que ha-bía caracterizado los tiempos de la gue-rra en Valencia encontró también signosde moderación. Muchas de las pobla-ciones del reino de Valencia vieron re-conocida su fidelidad a la causa bor-bónica con diversas distinciones quetenían una especial significación fren-te a la consideración general de rebeldíaque se había invocado en el decreto abo-licionista del 29 de junio de 1707. Tan-to Elda como Petrer habían hecho cons-tar después de la batalla de Almansasu fidelidad y servicios. Elda encomendóal rector José Maestre, y a Juan MateoGrau, para representarla ante la Corteen 1709. Unas gestiones que duraron sie-te meses y que se saldaron finalmentecon el reconocimiento y diversas me-didas de gracia en favor de la pobla-ción. El primer reconocimiento efecti-vo de la fidelidad fue la concesión de laautorización a sus vecinos para tener ar-mas a pesar de la prohibición general

Según los datos proporcionadospor Amat y Navarro Pastor, los gastosefectuados por la población de Eldadurante la guerra se calculaban en 65.477pesos, y el endeudamiento del munici-pio alcanzaba niveles de auténtica ban-carrota, a la que pronto se añadiríanlas contribuciones de guerra y la in-

troducción de los nuevos impuestoscomo las alcabalas y cientos y el papelsellado. Petrer, según Pérez Medina, so-licitó como contrapartida a los servi-cios prestados durante la guerra la ce-sión «de les rendes feudals de la taver-na, la fleca i tenda –80 lliures–, les 30lliures dels forns, les 70 dels molins fa-riners i la supressió o reducció a la mei-tat de les 1.676 lliures que els petrerinspagaven anualmente al comte d’Eldaper raó de rendes de les terres, aigües iregalies». Concepción Navarro Povedahace referencia a una real cédula porla que Petrer «quedaba libre de fran-quicias, alcabalas y cientos, por un pe-riodo de diez años, que empezaría acontar desde el primero de septiembrede 1708».

Algunas otras peticiones realiza-das por las poblaciones del condadofueron reconocidas en 1713. Por unReal Decreto de 23 de mayo de 1713 seconcedía a Elda el título de Fidelísimay el derecho a ostentar una flor de lis ensu escudo. Igualmente era confirmadaen todos los privilegios de que habíagozado antes de la guerra. Otras con-cesiones parciales venían también a re-presentar un considerable alivio, entreellas moratoria de dos años, concedidaen virtud de una real orden de 12 dejulio de ese mismo año, para que losacreedores de la villa no pudiesen eje-cutar judicialmente sus deudas. Tambiénse concedió a Elda la práctica condo-nación de una deuda histórica que pe-saba sobre las rentas de villa, al decre-tar el 18 de diciembre de 1713 que las15.000 libras que había prestadas a cen-so el conde de Elda y Baños para servirel virreinato de Cerdeña a mediados delsiglo XVI se pagasen en adelante de lasrentas del condado.

Para los territorios de la Coronade Aragón la Guerra de Sucesión re-presentó una dura prueba. Una guerracivil en la que muchas de las aspiracio-nes y esperanzas que contribuyeron a en-cender la guerra en Valencia se vieron de-fraudadas. Si la revuelta campesina enValencia fue aprovechada con fines po-líticos, la victoria borbónica de Almansafue también utilizada por los sectoresmás radicales del gobierno borbónicopara intentar acabar de un solo golpe conlos ordenamientos forales de Valenciay Aragón, que se juzgaban incompati-bles con la afirmación del absolutismomonárquico.

258 H I S T O R I A D E E L D A

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La enseñanza primaria enElda durante el AntiguoRégimen

Durante el siglo XVIII, y ya con la di-nastía borbónica plenamente asentadaen España, se produce un crecimiento eco-nómico y demográfico acompañado porel impulso de las ideas ilustradas, con loque la educación va a experimentar unnuevo auge. El Estado estaba interesadoen la alfabetización porque así contribuíaa mejorar las actividades intelectuales yproductivas que redundaban en el be-neficio económico del país.

Con la Ilustración la educación al-canza un papel protagonista y es unode los campos donde los gobiernos en-sayarán nuevas teorías, al mismo tiem-po que se convertía en la base sobre la quedescansaban muchos planteamientosreformistas. Los planes de estudio se-rán objeto de grandes debates y los mé-todos educativos, así como el mismo

concepto de educación, fueron someti-dos a revisión partiendo de las propuestasroussonianas contenidas en el Emilio.

La «felicidad» de los ilustrados seconcibe como algo alcanzable en estemundo a través del progreso económi-co y científico y la educación aparececomo uno de los medios útiles para con-seguir esta felicidad.

Pero el panorama educativo espa-ñol era desolador a todos los niveles. LaUniversidad era impermeable a la reno-vación, los centros educativos de gradomedio estaban controlados por los re-fractarios a las reformas y la enseñanzaprimaria contaba con centros que, obien eran insuficientes o bien se encon-traban en un deplorable estado de aban-dono, penuria económica e indigencia in-telectual. El gobierno se desentendía dela enseñanza primaria; eran los munici-pios quienes la controlaban y, en algu-nos casos, subvencionaban. La Iglesiahizo algo más: en algunas iglesias y con-ventos los sacristanes y los frailes ense-

259

Cultura, religiosidadpopular y panteón eldenses

(siglos XVII-XVIII)

JOAQUÍN SAMPER ALCÁZAR

I. E. S. «Sagrada Familia» de Elda

16

Textos escolares del s. XVIII.

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ñaban primeras letras a las clases eco-nómicamente débiles. Únicamente los quedisponían de medios económicos con-trataban educadores privados para sushijos. Tampoco se exigía titulación paraejercer de maestro. Así que el impulso ha-bía que darlo desde la Corona, siendoejemplos las Reales Provisiones de 1771y 1780 y la Real Orden de 1806, que en-tendían de la selección y nombramien-to de los docentes de primeras letras y elcontenido de los textos escolares.

La enseñanza estaba muy controla-da por el Estado y por la Iglesia para evi-tar desviaciones de la ortodoxia impe-rante; de ahí la abundante normativa,criterios de selección de enseñantes ycontrol sobre las traducciones de la Bibliay textos que servían de base. Por otraparte abundaban los casos de intrusismoy de «leccionistas», cuyo control más efi-caz venía de las autoridades municipalesy de los maestros autorizados, que ya en1666 habían conseguido agremiarse enla Hermandad de San Casiano.

Durante el reinado de Carlos IV fue-ron notables los intentos de Godoy en elcampo de la renovación pedagógica. Laidea perseguida de regenerar al pueblo conayuda de las leyes tuvo su campo de ex-perimentación en el Instituto RealPestalozziano, creado en Madrid en 1806para hijos de nobles y militares a fin decomprobar la bondad del método de en-señanza postulado por Pestalozzi. Estemétodo había sido el elegido por unacomisión designada por Godoy de entreotros utilizados en Europa. Pero pese alos esfuerzos del ministro, los planes deenseñanza se reducían al arte de leer, es-cribir e iniciación a la aritmética.

Así que la enseñanza primaria si-guió siendo una asignatura pendiente delGobierno durante todo el siglo y partedel siguiente, ya que hasta adelantado elsiglo XIX, y a pesar de las reformas li-berales de las Cortes de Cádiz, se conti-nuaba sin ninguna reforma.

Durante esta época conocemos laexistencia de tres escuelas públicas enElda: una de Primeras Letras, otra deLatinidad y otra de Costura, para niñas.

De la de Primeras Letras tenemosconstancia para el año 1702: una Casa-Escuela para niños en la Plaza del Ángel,sostenida con fondos y atendida por unmestre de Escola, Marcelo López, que ade-más era organista y relongier.

Esta doble faceta de organista y ma-estro de primeras letras se prolonga a lo

largo del siglo, durante el cual el Ayun-tamiento paga los dos salarios. En laconcordia de 1769 entre el conde deElda y el obispo de Orihuela, el prime-ro se comprometía a dotar a la iglesia deorganista, que debía de ser también ma-estro de escuela, mientras que su salariosería pagado entre el conde y el Ayun-tamiento.

En alguna fecha comprendida entre1771, en que la tarea de enseñar se in-dependiza del organista, y 1786, fecha des-de la que tenemos documentado que elmagisterio de primeras letras recae enfrailes observantes del convento de Nues-tra Señora de los Ángeles, es cuando seestablece el convenio educativo entreAyuntamiento y comunidad religiosa.El acuerdo contemplaba el procedimientopara designar al maestro, que pasabapor la elección municipal y el refrendode la autoridad conventual.

La cuantía económica con la queestaba dotado el puesto de maestro va-ría con el tiempo, desde las 52 libras quecobra como maestro-organista en algúnmomento de finales del XVII, las 100como maestro-organista-relojero a prin-cipios del siglo XVIII, las 75 como ma-estro y organista durante el primer ter-cio del Setecientos y los 20 pesos, hastaque se reguló por ley la partida económicaque cada Ayuntamiento debía asignaral maestro: 451 reales de vellón con 26maravedíes

En cuanto a horario y metodolo-gía, los niños eldenses entraban en ve-rano a las siete de la mañana y a las tresde la tarde; y en invierno a las ocho y alas dos. Desde el punto de vista didác-tico el punto X de la Provisión de 1771establecía como libros de texto para es-colares el Catecismo Histórico de Fleury, elCompendio Histórico de la Religión de Pin-tón, un compendio de «Historia de la Na-ción» elegido por los corregidores delas cabezas de Partidos y un catecismoseñalado por el ordinario de la diócesis.El programa educativo eldense estaba unpoco mermado en relación con el oficial,ya que las materias impartidas se limi-taban a rudimentos de lectura, escritu-ra y cálculo de las cuatros reglas segúnel método de don Torcuato Torio de laRiva, obligatorio en todas las escuelas delreino por orden del Consejo de Castillade 23 de septiembre de 1802; y la doc-trina cristiana del Padre Vives, catecis-mo señalado por el ordinario para todala diócesis.

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Catecismo Histórico del abateFleury.

Arte de escribir de Torcuato Toriode la Riva.

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Una práctica relacionada con lacostumbre de celebrar certámenes oconcursos públicos como parte de la de-mostración de los conocimientos ad-quiridos por los niños, consistía en quelos jueves, el maestro seleccionaba alos mejores alumnos para salir por lascalles explicando la doctrina cristiana.

También a principio de siglo con-taba la villa de Elda con un maestrode Gramática, aunque no era propia-mente una escuela, sino unos estudiospreparatorios, unos rudimentos quepermitían continuar los estudios enotros centros más capacitados, como elSeminario de Orihuela, a aquellos ni-ños cuyos padres disponían de ciertaholgura económica y pretendían parasus hijos un porvenir distinto al de laagricultura, bien por cierto prurito per-sonal, bien por no poder repartir el pa-trimonio familiar entre varios hijos.De todos modos no eran muchos: detreinta y tres estudiantes que siguenestudios de Latinidad entre 1801 y 1810salían cuatro o cinco que continuabanestudios.

Este tipo de estudios no está fi-nanciado de forma oficial por el Ayun-tamiento que, sin embargo, lo mante-nía a través del concepto de «limos-na».

Al menos durante algún tiempo,las clases de Gramática eran impartidaspor un padre franciscano del conven-to que, a cambio, recibía una remune-ración municipal.

En realidad esta escuela de Latini-dad se trataba de una iniciación al co-nocimiento del latín, utilizando comotexto base la «Gramática» de Nebrija,obligatorio desde 1598 por orden delConsejo de Castilla, y complementa-do con el estudio de las obras clásicasde autores grecolatinos, doctrina cris-tiana y algo de retórica y filosofía. Losmétodos eran los mismos que en lasescuelas de primeras letras pero apli-cados con mayor rigor.

Regía el mismo horario que en laescuela de Primeras Letras y la ense-ñanza se basaba en el Arte de Antoniode Nebrija y en la construcción de «se-lectas profanas».

El Arte de Nebrija, con la explica-ción y notas del padre Agustín de SanJuan Bautista, religioso escolapio, re-ducidas a compendio por el padre Pe-dro de Santa María Magdalena, tambiénescolapio, resumido a principios del

siglo XVII por el padre Luis de la Cer-da, será la base de los conocimientos gra-maticales posteriores. Este texto fue elpropuesto para la enseñanza de la Gra-mática en el seminario de Orihuelafundado por el obispo Gómez de Terány, por tanto, seguido en todas las es-cuelas de la diócesis.

La construcción de «selectas profa-nas» se refería al uso de «Epístolas y Ora-ciones selectas» de ciertos clásicos, comoCicerón, Horacio, Ovidio, Marcial, etc.,usados en todas las escuelas del reino. Las«cartas selectas» de san Jerónimo y sanPío V son también «Epístolas». La «edu-cación correspondiente» se refiere a lasreglas de cortesía y urbanidad.

Éste es el bagaje cultural con elque los niños eldenses salían de las au-

261Cultura, religiosidad popular y panteón eldenses (siglos XVII-XVIII)

Antonio de Nebrija (1441-1522),autor de la primera gramáticade la lengua española.

Juan Sempere y Guarinos (1754-1830), ilustrado eldense (ArchivoEMIDESA).

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las, unos para incorporarse al mundolaboral y otros, muy pocos, para con-tinuar estudios fuera de Elda, como elcaso de Sempere y Guarinos, quien a los10 años ingresa en el Seminario deOrihuela para estudiar Gramática pro-piamente dicha después de las prime-ras letras y los rudimentos de la Gra-mática impartida por los religiosos delconvento.

La enseñanza femenina estaba alcuidado de dos maestras nombradasy financiadas por el señor de la villa.

La educación de las niñas tambiénse reguló en 1771. Su objetivo era sim-plemente instruirlas en los rudimentosde la doctrina cristiana y labores pro-pias de su sexo.

«Por la mañana luego que están juntasla niñas, la oración de S. Luis de Gonzaga,luego toman la labor y por ambas Maestrasreunidas avían a cada niña en la haciendaque hacer. A las 9 las oraciones de la DoctrinaCristiana diciendo una niña delante y re-pitiendo las demás sin dejar la labor; a las10 una parte de rosario a María Santísimasin dejar la labor; concluida ésta se les lee unpunto de meditación y leido se les hace guar-dar silencio por un rato para que mediten;al concluir el Bendito y una salve; por latarde semejante distribución de horas a la dela mañana añadiendo los dolores de S. Joséy los de la Virgen».

La enseñanza es una tarea irre-nunciable de la Iglesia casi siempreejercida por eclesiásticos o religiososy centralizada en el convento, pero fi-nanciada con fondos públicos. Educa-ción y formación cristiana eran dosconceptos indisolublemente unidos,cuya enseñanza estaba encomendada ala Iglesia que así ejercía su labor decontrol sobre las conciencias formán-dolas en el respeto a los valores tradi-cionales. La inspección se efectuaba através de las visitas pastorales realiza-das por un Visitador que recuerda alos maestros y maestras,

«(...) el mayor esmero y ciudado en elcumplimiento de su deber e instrucción de losNiños, principalmente en la Doctrina Cris-tinana y buenas costumbres (...)»

Al menos hasta 1707 la lenguavehicular eldense era el valenciano, porlo que es de suponer que la enseñanzase impartiría también en dicha lengua.A partir de dicha fecha, y al menos deforma oficial, se adopta el castellano,aunque su implantación se debió hacerde forma progresiva y no de forma sa-

tisfactoria para el gusto de las autori-dades, ya que una Real Cédula de Car-los III con fecha 23 de junio de 1768 or-denaba que la enseñanza de PrimerasLetras, Latinidad y Retórica se hicieseen Lengua Castellana, y el 16 de abrilde 1787 llegó a la villa de Elda una Car-ta Orden de Valencia especificando unaserie de obligaciones sobre la instruc-ción escolar, como la obligatoriedadde asistencia a las escuela a los meno-res de 12 años, el horario de alumnosy maestros, las multas a los padres res-ponsables del absentismo de sus hijosy la prohibición expresa de usar el va-lenciano:

«...y no permita que los niños ablen enel idioma valenciano, sí que les instruya enel castellano para la mejor pronunciación»

Con todo esto, podemos esbozar unpequeño mapa escolar en el que reco-nocemos una enseñanza pública im-partida por religiosos y subvencionadacon fondos de propios del Ayunta-miento, que era quien asignaba las pla-zas. El modelo es el propio del sigloXVIII español (y de todo el AntiguoRégimen) en el que toda la enseñanzagiraba en torno a la religión. Elda pre-senta, a pequeña escala, el reflejo de loexistente en Orihuela y Alicante; la pri-mera, antigua capital de la Gobernacióny sede universitaria; y la segunda, sin lle-gar a la categoría de Orihuela, ambascon predominio dominico y jesuita. Laenseñanza eldense está en manos delos franciscanos, orden que no conta-ba con tradición docente, pero cuyacondición de religiosos era suficiente ollevaba implícitas las condiciones paraejercer la docencia a un nivel elemen-tal, como era, en líneas generales, el re-querido para una juventud que, en suinmensa mayoría, estaba destinada alas labores del campo.

Religiosidad popular ypanteón eldense

Es indudable que la expulsión delos moriscos y la subsiguiente repobla-ción supusieron un punto de inflexiónen la historia moderna de Elda. Desde elpunto de visto religioso no fue una ex-cepción, ya que los nuevos pobladores,cristianos viejos, independientementede su lugar de procedencia, trajeron con-sigo su propia espiritualidad que, unidaal sustrato existente, configuró la culturareligiosa eldense.

262 H I S T O R I A D E E L D A

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El tiempo agrario se mide por losastros y las estaciones, y las fiestas cons-tituyen intervalos rituales que lo frac-ciona. El año agrícola comienza en in-vierno, cuando San Antón bendice losanimales domésticos y se preparan loscampos; la cosecha recién sembrada oa punto de serlo se pone bajo la pro-tección de Santa Catalina en primave-ra. Pero el futuro depende de que lacosecha fructifique, y esto no será po-sible con sequía o con plaga de lan-gostas, por lo que durante el verano serecurre a implorar el beneficio divinoo a conjurar la plaga, desplegando paraello los más variados rituales. Por fin,cuando termina la recolección, vienenlas fiestas patronales que se celebrancomo culminación del ciclo producti-vo y en acción de gracias por las bon-dades recibidas. Estas fiestas serán tan-to más fastuosas cuanto mejor hayaido la cosecha. El ciclo se cierra con lasfestividades de Todos los Santos y de Di-funtos.

Al margen de todas estas celebra-ciones agrario-religiosas, el calendariocivil eldense también contiene otrasfechas importantes que comparten esaambivalencia, como la toma de posesiónde los oficios municipales forales: Jus-ticia, Jurados, Mustaçaf y Sobrecequier,que juran sus cargos respectivamen-te el día de Pentecostés, el de Navidad,el de Pascua del Espíritu Santo y el deSan Miguel; o el pago de arrenda-mientos y contratos, que se hacía porSan Juan y por Todos los Santos.

El panteón sagrado eldense

Las devociones eldenses se locali-zan en la iglesia, en el convento y en lasermitas. Pero además, existen unas de-vociones callejeras representadas por los

retablos cerámicos, aunque de estos úl-timos no quedan más que dos del pe-ríodo que estamos estudiando: un Cris-to del Val y una Santísima Trinidad.

Con todo el conjunto se puede ob-tener una clasificación (como se puedeobservar en las tablas 1, 2, 3 y 4):

Frente a la abrumadora mayoría desantos y vírgenes, Dios Padre, la másalta jerarquía del panteón divino, está po-bremente representado; es un concep-to demasiado abstracto para la menta-lidad campesina que prefiere acogersea lo conocido. Con todo, su celebraciónes una de las más importantes en todoel orbe católico: El Corpus Christi, querepresenta la afirmación religiosa por

263Cultura, religiosidad popular y panteón eldenses (siglos XVII-XVIII)

Tabla 1Capillas en la iglesia Capillas en el convento

Santísimo Sacramento San Rafael Ntra. Sra. de los ÁngelesPurísima Concepción Almas del Purgatorio Purísima ConcepciónVirgen del Rosario Stos. Cosme y Damián V. de la EncarnaciónVirgen de la Salud San Cristóbal V. de los DesamparadosVirgen de los Dolores Sto. Tomás de Villanueva S. Diego de AlcaláV. de la Esperanza San Vicente Ferrer S. PedroNombre de Jesús San Pascual S. Benito Cristo del Buen Suceso San Fco. de Paula S. Antonio de PalermoSan José San Antonio de Padua S. Buenaventura de PaduaSan Joaquín Santa Apolonia S. Francisco de AsísSan Miguel San Blas Sta. Rosa de Viterbo

Beato Nicolás Factor

Planta de la iglesia de SantaAna, según Lamberto Amat(1875) con la distribución de lascapillas.

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definición. Es una fiesta urbana tras-plantada al mundo rural en virtud desu oficialidad, pero no arraigada en la tra-dición agraria del pueblo.

En cambio, el concepto tutelar deMadre tiene un componente psicológi-co importante para el subconsciente co-lectivo, y esto se ve reflejado en la cantidadde advocaciones marianas. En Elda, el lu-gar privilegiado dentro de la religiosi-dad popular está ocupado por una Vir-gen. Es de sobra conocido que tanto suimagen como la del Cristo fueron im-puestas por el señor feudal a una co-munidad formada por una mayoría demoriscos deficientemente cristianiza-dos y por una exigua minoría de cris-tianos viejos, con la clara intención de in-corporar a la recién construida iglesialos dos máximos símbolos de la religiónoficial. Estamos a finales del siglo XVI yel «problema morisco» se encontrabaen un momento crucial de su desarrollo;mientras muchas voces clamaban porla expulsión como solución definitiva, elrecién coronado rey Felipe III dicta unaserie de instrucciones a Juan de Ribera,Patriarca de Valencia, para proceder ala correcta evangelización de los moris-

cos. En este contexto histórico hay quesituar la llegada a Elda de las imágenesde los Patronos.

En la relación Virgen-Elda se produceun proceso de apropiación del símbolosagrado por el pueblo que comienza conel episodio de la llegada, al que la tradi-ción popular adornó con la narraciónfantástico-piadosa de los misteriososperegrinos que entregaron las dos cajascon el conocido «Para Elda». Este ele-mento confiere la inequívoca vincula-ción de las imágenes al territorio.

El paso siguiente consiste en la im-posición de un nombre concreto y di-ferenciador; se desarrolla en plena re-población y coincide con la peste de1648 de la que la población eldense sa-lió bastante bien parada. Esta circuns-tancia favorable fue atribuida a la me-diación de la Mare de Deu que, conse-cuentemente, pasó a ser invocada como«de la Salud». Desde este momento se iránestrechando los vínculos de Elda con laVirgen hasta situarla en el lugar máspreeminente dentro del panteón sagra-do: el patronazgo. Una vez elevada a estacategoría, la Virgen de la Salud se haceomnipresente en todos los aconteci-

264 H I S T O R I A D E E L D A

Tabla 2Ermitas Retablos cerámicos

S. Antón y Sta. Catalina Santa Bárbara Stma. TrinidadPurísima Concepción San Blas Cristo del ValV. de los Dolores Sta. EulaliaV. de la Salud S. MiguelEl Salvador

Tabla 3DIOS CRISTOS VÍRGENES ALMAS

Santísimo Sacramento Del Val Del Rosario Del PurgatorioSantísima Trinidad Del Buen Suceso De los Dolores

El Salvador De la SaludNombre de Jesús De la Encarnación

De la Purísima ConcepciónDe los Desamparados

Del PópuloDe la Esperanza De los Ángeles

Tabla 4SANTOS SANTAS ÁNGELES BEATO

San Antón San Pascual Sta. Catalina San Miguel Nicolás FactorSan Blas San Sebastián Sta. Ana San RafaelSan José San Diego Sta. BárbaraStos. Cosme y Damián San Pedro Sta. EulaliaSan Cristóbal S. Benito de Palermo Sta. Rosa de ViterboSto. Tomás S. Buenaventura Sta. ApoloniaSan Vicente Ferrer S. Antonio de PaduaSan Joaquín San Francisco

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mientos o circunstancias que sobrepasanla capacidad de control del pueblo: epi-demias, plagas, sequías, guerras, etc.,episodios en los que se solicita su inter-cesión y de los que se obtiene una lecturade relación excluyente, pues ante deter-minados hechos de carácter general yenfermedades epidémicas, se obtiene unbeneficio particular y exclusivo para susdevotos. En esto se diferencia la Patro-na de los santos, que sólo valen para unanecesidad concreta; y aunque se les dotade virtudes terapéuticas, como a los san-tos «especializados» San Joaquín o SanRoque, cuando actúen como protecto-res, será la Virgen quien presida las pro-cesiones y a quien se le agradecerá su in-tercesión si las plegarias y el ritual tienenéxito.

En el caso del Cristo, la apropiacióndel símbolo universal también pasa porasignarle un nombre concreto: tras va-rios años de permanecer prácticamentede incógnito, en 1714 el rector de la pa-rroquia pensó que debía tener un título,y para ello se designó a un niño de cua-tro años que extrajo el nombre de entrelos cien que se habían introducido enuna vasija. Pero tratándose de una ima-gen tan importante como la de un San-to Patrón, había que añadir el elementosobrenatural, y de esta forma, la extrac-ción varias veces seguidas de la invoca-ción «Cristo del Buen Suceso» fue cali-ficada de «prodigio» y se reconoció en laelección «la disposición Divina».

A través del nombre, los eldensesconvierten un símbolo universal en «su»Cristo particular, capaz de «excitar másla devoción popular» y a través del cualrecibe el acercamiento y la devoción po-pular. Su papel, dentro del juego de lasdevociones, es de mero acompañante dela Virgen en las procesiones y rogativas,y no se conoce ninguna ocasión en quese resalte su protagonismo en solitario.

La apropiación del símbolo se re-fuerza con la atribución de un patri-monio de cuya custodia y mantenimientose encarga un grupo social organizado enMayordomía.

Gracias al patronazgo, la Virgen dela Salud, y en menor medida el Cristo delBuen Suceso, se convierten en elementode cohesión social entre una poblaciónde variada procedencia y en la seña deidentidad de todo el pueblo.

Entre la gran diversidad de advo-caciones y patronazgos eldenses rela-cionados con los santos, los que go-

zaban de mayor predicamento eran losrelacionados con la actividad primor-dial del campesino: la agricultura. Asítenemos a Santa Bárbara como pro-tectora de tormentas y pedriscos, SanAntón es el patrón de los animales y pro-tector de las cosechas y San Vicente Fe-rrer tenía encomendada la protecciónsobre las aguas.

Como santos considerados tera-péuticos tenemos a San Blas, encargadode los males de garganta; a Santa Apo-

265Cultura, religiosidad popular y panteón eldenses (siglos XVII-XVIII)

Beato Nicolás Factor,franciscano muy venerado en elconvento de Nuestra Señora delos Ángeles de Elda.

Una de las múltiplesrepresentaciones de San AntonioAbad.

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lonia, invocada contra el dolor de mue-las; a San Roque, universalmente consi-derado como protector contra la peste ya quien en Elda se le une San Joaquín.

Algunos santos ejercían funcionesmás terrenales: es el caso del popularSan Antonio de Padua, casamentero ybuscador de objetos perdidos.

Y por supuesto todo lo relacionadocon la muerte tiene su correspondientereferente sagrado, comenzando con la fi-gura de San José, a quien se invoca a lahora del tránsito como ayuda para teneruna buena muerte; la relación con elmás allá se prolongaba con el culto a lasAlmas del Purgatorio, un culto que re-laciona a los vivos con los muertos y quetiene su punto culminante en la cele-bración del día de Todos los Santos y elde Difuntos. Su celebración en noviem-bre coincide con el fin del ciclo agrario.En un plano paralelo se encuentra la de-voción a Santa Rosa de Viterbo que se ve-neraba en el convento, culto relaciona-do con el terror ante la descomposiciónde los cuerpos.

Los tres devociones más antiguasen Elda: San Antón, Santa Catalina y

San Blas, responden a un sistema devo-cional que propone un orden en la for-mación del culto popular en España:mártires, ermitaños o anacoretas, María,Cristo y santos epidémicos. A este siste-ma se ajustan Santa Catalina y San Blas,mártires; San Antonio, anacoreta. El díade San Antonio abre el ciclo productivoagrario con la bendición de animales, yen el de Santa Catalina, 29 de abril, cuan-do ya se han acabado las tareas de siem-bras, se invoca la protección de la futu-ra cosecha.

Además de las hogueras de San An-tón, los ritos relacionados con el fuegotambién se prolongan con las velas de laCandelaria (2 de febrero) y San Blas (3 defebrero), festividades dispuestas a mi-tad de camino entre el solsticio de in-vierno (Navidad) y el equinoccio de pri-mavera (Pascua de Resurrección), am-bas fechas claramente relacionadas conel ciclo agrícola. Por lo que respecta aElda, llama la atención la disposicióngeográfica de las ermitas de San Antóny de San Blas, ambas en las dos entradasal pueblo.

El espacio sagrado

Desde el punto de vista meramen-te geográfico los lugares de culto pre-sentan una disposición espacial quepermite distribuirlos en tres ámbitos: laperiferia, el interior y el exterior. Enmuchos casos su situación está condi-cionada por la función atribuida al sersagrado, como ocurre con Santa Bárbara,cuya ermita se encuentra en un lugar ele-vado al tener encomendada la proteccióncontra tronadas y pedriscos; o el caso deSan Roque, encargado de una cuestióntan típicamente urbana como la peste,que debe tener su lugar de culto en el in-terior, en retablo y capilla, hoy desapa-recidos pero perpetuados a través deuna calle que recuerda su pasada de-voción.

266 H I S T O R I A D E E L D A

Tabla 5CALLES PLAZAS PORTALESHorno de San Antón San Antón San FranciscoHorno de Santa Ana San Pascual San AntónLa Purísima Virgen del Rosario San BlasLa Trinidad Del ÁngelDel ValSan AntónSan RoqueSanta CatalinaSan Francisco

Actual ermita de San Antón(Archivo Museo Arqueológico

Municipal de Elda).

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La periferia está representada por losportales de San Francisco, San Antón,San Blas y del Ángel, que permitían el ac-ceso al interior y que al encomendarse aseres divinos quedaban imbuidos de uncierto sentido protector. Dos de ellos, ade-más, se ubican junto a sendas ermitas,San Antón y San Blas, que así ven refor-zado su carácter sagrado. En el caso de lade San Blas, esta sacralidad trascendió asu propia desaparición, perpetuándosehasta nuestros días a través de la Cruzque se erigió en su lugar y que dio nom-bre al posterior barrio circundante.

El interior del pueblo presenta al-gunos puntos de devoción particular re-presentados por los retablos o paneles ce-rámicos citados más arriba, por las er-mitas interiores de la Purís imaConcepción y del Hospital, por el oratoriode la Virgen del Rosario en el castillo ypor el propio callejero (ver tabla 5):

En el espacio interior, el centro neu-rálgico y eje que articula la devoción detodo el pueblo es la iglesia de Santa Ana,el tercer edificio importante del pueblojunto al castillo, que representa el poderseñorial, y al ayuntamiento, que repre-senta el poder civil. Es el lugar donde secelebran los actos más significativos enla vida de los habitantes: bautizos, co-muniones, confirmaciones, bodas y fu-nerales; donde se dan cita el pueblo ylas autoridades para las celebracioneslitúrgicas, acontecimientos en los querige un protocolo tan celosamente res-petado que la mínima alteración era ar-gumento legal en cualquier pleito; don-de reposan los antepasados y donde seencuentran representadas la mayoría deadvocaciones.

Como es suficientemente conoci-do, el templo se construyó sobre la mez-quita mayor y se puso bajo la advoca-ción de Santa Catalina, titularidad quese mantuvo hasta algún momento entre1532 y 1534, en que fue sustituida porSanta Ana, pasando Santa Catalina alsegundo templo eldense:

Puede que esta permuta de santas ti-tulares tuviese como motivo el que San-ta Ana era por entonces la Patrona de lavilla, y, como tal, era lógico que se le de-dicara el templo de más importancia.

Es en la iglesia donde se encuen-tran las devociones cuya imposición po-dríamos decir que es de carácter oficial(San José, la Concepción), las regnícolas(San José, San Vicente Ferrer y la Virgende los Desamparados), las de carácter

privado (Virgen del Rosario, Santos Cos-me y Damián) y, sobre todo, donde se en-cuentran los Santos Patronos, aquellosa cuya intercesión se recurre en casos demales y desgracias colectivo

El espacio sagrado exterior está cons-tituido por el convento y las ermitas.Dejando al margen el convento, cuyasimágenes sacras obedecerían obviamenteal ámbito de la comunidad franciscana,las ermitas son los lugares donde se debehallar la verdadera raíz de la devoción po-pular y en los cuales se manifiesta todoun subconsciente primitivo que escapade las normas de la Iglesia oficial, aun-que en el caso de Elda, su rápida trans-formación de comunidad rural a urba-na con el consiguiente aumento pobla-cional fue la causa de su pérdida culturaly material.

La ermita más antigua de la que te-nemos noticias era la de San Sebastián,aunque lo único que sabemos de ella esque sirvió de base para la fundación delconvento franciscano hacia mediadosdel siglo XVI. En el siglo XVII la villa deElda contaba con las de San Antonio yla de San Blas, ambas formando parte delo que hemos denominado espacio pe-riférico; y el resto, empezando por la deSanta Bárbara, pertenece a la categoríade rurales y conforma el espacio sagra-do exterior:

La de Nuestra Señora de la Piedad,conocida con esta advocación desde

267Cultura, religiosidad popular y panteón eldenses (siglos XVII-XVIII)

Una de las más antiguasadvocaciones eldenses: la Virgendel Rosario.

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1653, pero desde el año 1678, de la Sa-lud, aunque este cambio de titularidadno fue afortunado, pues a partir de esafecha comenzó su abandono y deterio-ro hasta su demolición en 1773; evi-dentemente no pudo resistir la compe-tencia sanitaria de la patrona con la mis-ma advocación.

Igual suerte corrió la ermita de San-ta Eulalia (1698)situada en las Salinetasy demolida por orden del obispo Gó-mez de Terán en 1739, al parecer por serlugar donde se escondían y refugiabanladrones y salteadores de caminos.

Las partidas rurales de Las Caña-das y de El Chorrillo contaban respecti-vamente con las ermitas de fundaciónmás tardía: la de los Dolores (1716) ySan Salvador (1721), la primera de las cua-les existe aún. Evidentemente cubríanlas necesidades espirituales de unos fie-les que vivían bastante alejados del cen-tro oficial.

Al igual que pasó con las devocionesde la iglesia, también las ermitas sufrieronvariaciones a lo largo de estos dos siglos.En el siglo XVI hay una sola ermita, en elXVII existen tres o cuatro, en el XVIII hanaumentado a once, mientras que en elXIX únicamente quedan cinco. Sin duda,es un fenómeno relacionado con la cadavez más intensa vida urbana.

Patronímicos eldenses

Podría pensarse que una manifes-tación de la devoción o protección quese esperaba de un determinado santoconsistiría en la imposición de su nom-bre a los niños cuando se les bautizaba;ahora bien, una vez efectuada una bús-queda y recuento en los libros de bau-tismo observamos que esta suposiciónno es válida en el caso eldense.

La primera columna corresponde ala época morisca; las dos siguientes a larepoblación. Entre 1635 y 1685 no hayseries bautismales.

Son nombres claramente moriscosJuan, Martín, Pedro, Ginés, Alonso y losque corresponden a los tres Reyes Magos.De estos últimos, alguno aparece de for-ma esporádica en años posteriores; Mar-tín, Ginés y Alonso desaparecen; peroJuan se mantiene a lo largo de todo el pe-ríodo estudiado, aunque en claro des-censo.

Hay un evidente paralelismo entreel elevado número de Juan y la casa Co-loma, pues entre los ocho señores deElda pertenecientes a esta familia (1513-1729), cinco llevan por nombre Juan: elI y II señor y el I, III y IV conde. Es elque goza de mayor aceptación hasta lacenturia del Setecientos, en que comienzaa perder presencia.

José y Francisco son los nombresque, estando pobremente representa-dos en época morisca, experimentan unimpulso con la repoblación; el primero,en franca progresión, se convertirá enel más usado por los eldenses del sigloXVIII; el segundo domina, junto conJuan, los años centrales del periodo es-tudiado; curiosamente, el auge de Fran-cisco coincide con el señorío de los V yVI condes, también del mismo nombre.

Vicente es un nombre que entra confuerza en los primeros momentos re-pobladores, aunque su poca incidenciaposterior nos induce a pensar en el pocoarraigo que tuvieron en estas tierras lossantos regnícolas homónimos San Vi-cente Mártir y San Vicente Ferrer.

Antonio y Joaquín son los antropó-nimos que con más frecuencia están pre-sentes en la pila bautismal eldense en la se-gunda mitad del XVIII. El primero es declara implantación repobladora; el se-gundo es de aparición más tardía.

A través de los libros de Bautismosde la iglesia de Santa Ana observamos quea partir de 1623 comienza la costum-bre de imponer a los niños más de unnombre. A partir de 1681 se generalizael empleo de tres nombres de pila y en-contramos a Antonio repitiéndose conuna frecuencia del 38% hasta 1700. En-tre 1701-1718 la frecuencia aumentahasta el punto de representar el 60% delos bautizados,

Lo sorprendente ocurre en 1755cuando, entre alguno de los tres nombresimpuestos a los neófitos, aparece Joa-quín con una frecuencia del 93%. Hastafinal de siglo ambos nombres serán unaconstante en las pilas bautismales el-denses con un índice en torno al 50%.

268 H I S T O R I A D E E L D A

Una ermita rural: la delChorrillo (restos

arquitectónicos). De Las ermitasde la provincia de Alicante

(Candelas Orgilés, 2004).

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Otro dato destacable es la ausenciade nombres asociados a santos venera-dos en Elda, como Blas, Roque, Miguelo Bárbara, y lo más significativo, la au-sencia de Salud, lo que nos lleva a pen-sar en la poca relación que existe entreel panteón sagrado y la pila bautismal.

Entre las mujeres, Ángela, Leonor,Isabel y Catalina son los nombres quecon mayor frecuencia se repiten en épo-ca morisca; pero mientras que el primeroexperimenta un descenso significati-vo hasta quedar como algo residual yel segundo desaparece totalmente en laprimera mitad del Seiscientos, los dosúltimos perduran entre las mujeres el-denses, particularmente Isabel, queconsolida su presencia con un alto ín-dice de aceptación durante todo el pe-ríodo.

El punto de inflexión de Ángelacoincide con el momento del despegue

de Ana, nombre de la primera patrona dela villa, pero que se ve superado por el deCatalina en la preferencia de los elden-ses moriscos a la hora de imponer unnombre a sus hijas. Será con las prime-ras oleadas de cristianos viejos cuandose invierta la tendencia y Ana se con-vierta en el más utilizado.

Josefa, Vicenta, Antonia y Franciscasiguen una tendencia pareja a sus ho-mónimos masculinos, y tienen el sigloXVIII como época de máxima presen-cia.

Después de haber permanecido casiinédito durante todo el período estu-diado, María irrumpe con notoria fre-cuencia en el último tramo.

Es de resaltar la absoluta falta depresencia de Salud durante todo el tiem-po, máxime teniendo en cuenta la sig-nificación de este nombre entre los el-denses.

269Cultura, religiosidad popular y panteón eldenses (siglos XVII-XVIII)

Nombres de mujeres:1572 1610 1620 1685 1705 1755 17651609 1616 1635 1700 1735 1765 1797

Ángela 21 3,2 5 3,3 3,5 3,6 3,5Leonor 16 3,2 5 - - - -Beatriz 4 6,6 1,2 2 - - -Juana 5 8,8 5 10,6 3,9 2,1 1,3Isabel 14,5 21 11,4 12,5 11 7 6,7Catalina 14,5 8,8 6,3 6 8,3 5,7 2,1Ana 8 21 29 12 12,7 9,3 4,9María 6 4,4 5 0,6 3 3,5 15Josefa 2 1 2,5 14,6 11,4 8,6 10,6Vicenta - 2,2 6,3 4,6 3,5 5,7 4,9Antonia - 1 - 7,3 11,4 10,8 13,4Francisca - 3,2 5 2 5,2 10,1 7,6Joaquina - - - - - 5,7 6,7

Fuente: Libros de Bautismos de la Iglesia Parroquial de Santa Ana, Elda. Elaboración propia.

Nombres de varones:1572 1610 1620 1685 1705 1755 17651609 1616 1635 1700 1735 1765 1797

Juan 34,5 22 22,4 16,6 13,5 5,7 5,8Pedro 13 3 4,7 10,7 6,3 4,5 3,9Martín 15 1 2,3 - - - -Ginés 5 5,3 1 - 0,4 - -Alonso 4 5,2 1 1,2 - - -R.R.M.M.* 10 1 3,5 1 2,7 0,8 -José 2 7,3 9,4 16 10,8 18,8 24Francisco 2,5 16,8 16,5 12,5 16,7 10,5 11Vicente - 11,6 4,7 9 5 5,1 5,2Antonio - - 8,2 5,3 6,3 11,5 12,3Joaquín - - - 1,2 2,7 12,4 16,2

Fuente: Libros de Bautismos de la Iglesia Parroquial de Santa Ana, Elda. Elaboración propia.(*). En esta fila se encuentran los bautizados con alguno de los nombres de los tres Reyes Magos.

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Introducción

A la hora de hablar del arte de Épo-ca Moderna en Elda debemos tener encuenta dos hechos fundamentales; porun lado la escasez documental existen-te en cuanto a aspectos artísticos se re-fiere y por otro la desaparición o profundatransformación que han sufrido la ma-yoría de las manifestaciones por el pasode los años. Hemos pretendido, por tan-to, hacer una síntesis del patrimonio ar-tístico eldense de la Edad Moderna, queesperamos pueda servir de base paraposteriores trabajos e investigaciones.

Contexto histórico-artístico

Las corrientes artísticas que se ma-nifiestan en la época que tratamos sonel Renacimiento (siglo XVI), el Barroco(finales del siglo XVI, siglo XVII y primeramitad del XVIII) y el Neoclasicismo (se-gunda mitad del siglo XVIII). La plas-mación de estas corrientes no se pro-dujo de igual manera, ni al mismo tiem-po en todos los lugares, ya que lascircunstancias de cada zona influyeronnotablemente en su manifestación.

Nos encontramos en unos siglosimpregnados por una profunda religio-sidad de la sociedad. En Europa, el Pro-testantismo estaba en auge y en este con-texto se celebra el Concilio de Trento(1545-1563), con la finalidad de reha-cer la unidad religiosa. Es el momento dela Contrarreforma y el arte será el vehí-culo de propaganda de la Iglesia con-trarreformista, lo que se traduciría enla aparición de numerosas construccio-

nes y manifestaciones artístico-religiosaspromovidas esencialmente por la no-bleza y la jerarquía eclesiástica. Así, larenovación de la Iglesia tras el Conciliode Trento encontrará en los artistas ba-rrocos de la Europa católica los propa-gandistas ideales del nuevo espíritu.Conventos, iglesias y ermitas llenaránnuestras ciudades y pueblos obrandocomo lugares de culto cristiano.

En España, el siglo XVI estuvo mar-cado por la imposición de la conversiónde la población musulmana al cristia-nismo, pasando a denominarse a partirde ese momento «moriscos». Hecho quese acentuó en la siguiente centuria, enconcreto a partir de 1609, con su ex-pulsión definitiva. Esta nueva situaciónen la España del XVII tuvo una serie deconsecuencias que se verán plasmadastambién en el arte.

271

Arte en los siglos XVI-XVIII

MARÍA T. BERNÁ GARCÍA

Museo Histórico de Aspe

Mª DOLORES SOLER GARCÍA

Museo Arqueológico Municipal de Elda

17

Panorámica de la villa de Eldade 1858 en la que se observanlos tres principales edificios: elcastillo de los Coloma, elconvento de Nuestra Señora delos Ángeles y la iglesia de SantaAna. Foto J. Laurent, mayo de1858.

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En Elda, desde el siglo XVI será la fa-milia de los Coloma, Condes de Eldadesde 1577 por concesión de Felipe II,quien rija y controle la vida de la villa yde su territorio. Tendrán su residencia enel castillo-palacio situado en un peque-ño cerro en la margen izquierda del ríoVinalopó.

Esta familia llevó a cabo las funda-ciones cristianas más notables del XVI:el convento franciscano de Nuestra Se-ñora de los Ángeles y la iglesia de SantaAna, antigua mezquita mayor de la villa.Ambas sufrieron a lo largo de su vidaprofundas transformaciones, hasta sutotal desaparición. La iglesia de SantaAna sería reedificada tras su destruc-ción en 1936 durante la Guerra Civil,inaugurándose de nuevo el 6 de sep-tiembre de 1944. Tanto la iglesia comoel convento tenían como objetivo pri-mordial cubrir las necesidades espiri-tuales y morales del condado, que locomponían además de Elda, Petrer y Sa-linas.

Durante el siglo XVI y principiosdel XVII la Vall d´Elda se encontraba ma-yoritariamente poblada por moriscos yesto condicionó la ausencia de una reli-giosidad cristiana fuerte hasta bien en-trado el siglo XVII. Ya que aunque enteoría profesaban la fe cristiana, en lapráctica seguían el Islam. En ese con-texto Felipe II creó en 1564 la Diócesisde Orihuela, cuyo objetivo era el de in-culcar y hacer efectiva la conversión a lafe cristiana de la población musulma-na. Ello explica que muchos elementosde religiosidad popular, tales como er-mitas e incluso podría ser el caso de al-guna de las cruces de término, prolife-rasen a partir de la expulsión (s. XVII) yno antes.

De este modo, la construcción de er-mitas se generalizó en el XVII como ve-remos más adelante, aunque algunasson anteriores. Tenemos noticias de laexistencia de un total de once cons-truidas entre los siglos XVI y XVIII. Ac-tualmente sólo se conservan dos, la er-mita de Los Dolores y la ermita de SanAntón.

Un fenómeno asociado a la reli-gión y que alcanzaría gran apogeo apartir del siglo XVI fue el de las Cape-llanías. Eran fundaciones o beneficiosirregulares que hacían los feligresespara recibir, después de fallecidos, acambio de donaciones bien en especie(propiedades) bien en metálico, los fru-tos de unos bienes con la obligaciónde celebrar misas u otros actos religio-sos que previamente se determinaban.El nombre de este fenómeno provienede la palabra «capilla», donde se celebrala misa, a cuyo cargo había un cape-llán. En Elda, las primeras capellaníasdocumentadas fueron fundadas en 1566por Don Juan Coloma, III Señor deElda, y por su esposa Doña Isabel deSaa, en la iglesia de Santa Ana. Estasaportaciones hechas por particularespermitieron construir numerosas ca-pillas y restaurar y mantener lugaresde culto como ermitas u oratorios. Segeneralizaron a lo largo de toda la EdadModerna hasta que en 1820 una leymandó suprimir todos los patronatosy vinculaciones y prohibió la funda-ción de nuevas capellanías.

En la iglesia de Santa Ana se fun-daron la Capellanía de Nuestra Señoradel Rosario (1600), Santísimo Cristo(1663), Santo Tomás Apóstol y MaríaMagdalena (1701 ó 1708), Purísima Con-cepción, Santísima Trinidad (1580 ó1709) y Nuestra Señora de la Salud(1744). De igual manera, se establecieronbeneficios para la realización de misascomo la Misa de Alba (1665), la Misa deonce (1712) y la Misa cotidiana en el al-tar de Nuestra Señora de Dolores (1742).

Arquitectura

En la Elda renacentista del siglo XVIarquitectónicamente destacaban tresedificios de considerable notabilidad: elcastillo-palacio, la iglesia y el convento.A lo largo de los años, debido a los cam-bios en los gustos artísticos sufrirántransformaciones en su estructura pri-migenia.

272 H I S T O R I A D E E L D A

Castillo-palacio de Elda en 1858.Laurent, 1858.

Torre circular de sillería del sigloXVI (Archivo del Museo

Arqueológico Municipal deElda).

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Arquitectura civil

El castillo de Elda (siglos XVI-XVIII)Aunque originariamente fue cons-

truido como fortaleza en época almo-hade a finales del siglo XII y principiosdel XIII, la parte que a nosotros nos con-cierne es la referente a los siglos XVI,XVII y XVIII.

En el siglo XVI el castillo se trans-formó en Palacio condal, pasando a con-vertirse en residencia palaciega de la fa-milia de los Coloma y sede del Condadode Elda. Fue entonces cuando el edificiosufrió profundas transformaciones, ta-les como la construcción de una de lastorres circulares de sillería, el antemuralen talud y la mejora del acceso con unpuente y una torre barbacana. En el in-terior se construyó una cisterna subte-rránea de gran capacidad y se mejora-ron las estancias nobles.

Ya en siglos posteriores, XVII y XVIII,el castillo se abandonará paulatinamenteal establecer los condes su residencia enla Corte.

Arquitectura religiosa

Una de las características de la ar-quitectura religiosa desde la conquistacristiana será que gran parte de los edi-ficios más relevantes destinados al cul-to cristiano se originarían sobre los de cul-to musulmán, es decir, sobre las mez-quitas. Éstas se fueron modificando ytransformando según los estilos artís-ticos del momento hasta convertirse en

iglesias. Este fenómeno se produjo tan-to en las grandes poblaciones como Ali-cante, Orihuela, Elche, como en pobla-ciones menores. Fue el caso de Elda,cuya iglesia principal se construirá a par-tir de la mezquita aljama.

La iglesia parroquial de SantaAnaEl 6 de diciembre de 1528 el Señor

de Elda Don Juan Francisco Pérez Co-loma Calvillo mandó convertir la mez-quita mayor de la villa en iglesia, para ha-cer cumplir una Real Orden del Empe-rador Carlos I.

Se levantó bajo la advocación deSanta Ana y hasta 1532 fue regentada porel Reverendo Pedro Celles de la Orden deSan Agustín del Monasterio de Alcoy,posteriormente sería el Doctor TomásCrespo quien la dirigiese. El nombre deSanta Ana es el que tenía el edificio has-ta 1492, cuando funcionaba como si-nagoga judía. Tras la expulsión de estacomunidad se convirtió en la mezquitamayor de la villa, pasando a cubrir las ne-cesidades espirituales de la sociedad mu-sulmana que hasta entonces eran aten-

273Arte en los siglos XVI-XVIII

Arriba izquierda. Antemuralataludado del siglo XVI (Archivodel Museo ArqueológicoMunicipal de Elda).

Arriba derecha. Interior de lacisterna de la fase condal (sigloXVI) (Archivo del MuseoArqueológico Municipal deElda).

Abajo izquierda. Bóveda tardo-gótica del interior de la torrecircular (Archivo del MuseoArqueológico Municipal deElda).

Abajo derecha. Reconstrucciónideal del castillo en épocacondal (Archivo del MuseoArqueológico Municipal deElda).

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CRISTÓBAL LLORENS (1575-1645):Pintor nacido en Valencia. Discípulode Juan de Juanes. Dominaba latécnica del dibujo y era especialistaen el dorado y el estofado, técni-cas extendidas en la época. Entresus obras destacan: el retablo delDescendimiento de la Iglesia deCastalla y el de Nuestra Señora delRosario de la Iglesia de Vinaroz.

didas en la mezquita vella (antigua ermitade San Antón).

Desde principios del siglo XVI y has-ta finales del XVIII la planta de la igle-sia cambió sustancialmente su forma,debido a continuas reformas y amplia-ciones provocadas esencialmente por lasnuevas necesidades que el culto iba im-poniendo.

Evolución arquitectónicaDurante el siglo XVI sufrió una pro-

funda transformación que borró y cam-bió su primitiva forma islámica. A prin-cipios del XVII era un edificio de plan-ta basilical con ábside poligonal en lacabecera; con tres naves, la central pre-cedida de un pórtico o nártex; y con dostorres cuadradas de sillería, entre las queestaba la puerta principal de influenciarenacentista. Esta puerta era de orden dó-rico incompleto, con un frontispicio cir-cular en el que se abría una capillita conla imagen de Nuestra Señora Santa Ana.En una de las torres se localizaba el cam-panario.

En el siglo XVIII se producirían losmayores cambios en la fisonomía deltemplo, ya que las posteriores reformas

del siglo XIX no afectaron a su estructura,sino a la ornamentación interior.

La planta de la primera iglesia man-tenía la forma cuadrada de la antiguamezquita y con el tiempo se le fueronañadiendo las capillas, dependenciasy torres. Según Lamberto Amat «la igle-sia comprendía el mismo espacio quela mezquita, o sea, un rectángulo conun modesto altar (Altar Mayor) y dospequeños altares o capillitas (el deNuestra Señora de la Concepción y eldel Santísimo Crucifijo), a derecha eizquierda, junto con la pequeña capi-lla de la Virgen del Rosario. Entre laspinturas de esta capilla existía un mag-nífico retablo de Cristóbal Llorens de1592».

En la primera mitad del XVII sedotó a la iglesia de un nuevo Altar Ma-

274 H I S T O R I A D E E L D A

A la izquierda. Iglesia de SantaAna. Laurent, 1858.

A la derecha. Puerta principal dela antigua iglesia de Santa Ana.

De Álbum histórico de Santa Ana,1954.

Evolución arquitectónica de laplanta de la iglesia de Santa Ana

desde el siglo XVI hasta el sigloXVIII. Tomada de Segura, G.,

1997. Modificada por lasautoras.

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VENTURA RODRÍGUEZ (1717-1785):Fue uno de los más destacados ar-quitectos españoles del siglo XVIII.Fue discípulo de maestros italianosafincados en España como FilippoJuvarra y Giovanni Battista Sachet-ti. Representó un estilo arquitectó-nico de transición entre el Barrocoy el Neoclasicismo. En 1747 es re-conocido como Individuo de Méri-to de la Academia de San Lucas deRoma. Nombrado Director de laAcademia de Bellas Artes de SanFernando en dos ocasiones y Ar-quitecto de la Corte entre 1749 y1759 con Fernando VII. Entre susobras más importantes destacan:el Palacio Real de Madrid (1738-1764, junto con el arquitecto italianoSachetti), la Capilla del Pilar de Za-ragoza (1751) o el diseño del Paseodel Prado de Madrid. En tiempos deCarlos III, se dedicará a la ense-ñanza de arquitectura y su obra de-rivó hacia un Clasicismo romano. Deesta época destacan las obras dela Iglesia de los Agustinos de Valla-dolid (1760), el Ayuntamiento deToro (1776) o la fachada de la Ca-tedral de Pamplona (1783).

yor (sustituido por otro en 1836) demadera tallada, dividido en tres cuer-pos de orden compuesto con colum-natas y capiteles, decoradas con videsy dorados. El primer cuerpo dedicadoal Santísimo Sacramento y el segundocon una talla en madera de Santa Ana.Sobre cada uno de los capiteles estabanlas estatuas de San Pedro y San Pablo.Y en el tercer cuerpo un óleo de la es-cuela sevillana con Santa Ana y SanJoaquín. En 1677 se le encargó al es-cultor Antonio Caro un retablo parael Altar Mayor.

En 1604 se introdujo el culto a lasimágenes del Crucificado (denomina-do Cristo del Buen Suceso a partir de1714) y de la Madre de Dios (Virgende la Salud a partir de 1648). Estasimágenes son probablemente las que senombran en la visita del Obispo deOrihuela Don José Esteve en 1607 comode Nuestra Señora de la Concepción yel Santísimo Crucifijo. Se trata de dostallas de bulto redondo realizadas enmadera y policromadas. Procedían deCerdeña, por tanto, se realizaron en al-gún taller italiano a finales del sigloXVI o principios del XVII.

La veneración a dichas imágenesy su nombramiento como los Santos Pa-tronos de la villa supusieron una seriede transformaciones en la planta de laiglesia, ya que se construyeron dos nue-vas capillas para albergarlas. Siguiendolas influencias barrocas de la época, selevantaron la Capilla de la Virgen dela Salud, obra dirigida por el maestroen arquitectura Vicente Mingot y laCapilla del Cristo del Buen Suceso, porel maestro Miguel Francia Guillén. Am-bas se hicieron con piedra de las canterasde Bateig.

La capilla de la Virgen se empezóa construir en 1747, en el lado noroestede la iglesia, al mismo tiempo que la lla-mada Puerta de la Virgen, en el lateralsureste. La portada se finalizó en 1751y se dotó de varias esculturas, la de laVirgen realizada por el escultor Anto-nio Perales y las de San Joaquín y San-ta Ana flanqueándola, realizadas por elartista Ignacio Estevan. La capilla seacabó entre 1777 y 1779. Se adornótambién con estatuas de San Joaquín ySanta Ana y un retablo del escultorFrancisco Mira, así como con seis óle-os del pintor Antonio Villanueva, re-presentando a los Doctores de la Igle-sia, la Virgen y San José.

Entre 1770 y 1773 se erigió la Ca-pilla del Cristo del Buen Suceso, en ellado noreste, junto a la Puerta de laVirgen. Se adornó con esculturas en-cargadas en 1777 al imaginero valen-ciano José Esteve Bonet. Representa-ban a la Dolorosa y a San Juan a amboslados del Cristo y dos esculturas enmármol blanco de los profetas Isaías yJeremías. También contaba la capillacon dos óleos, uno con el Cristo y la

275Arte en los siglos XVI-XVIII

Talla original de la Virgen de laSalud (siglo XVII) (Archivo revistaFiestas Mayores).

Talla original del Cristo del BuenSuceso (siglo XVII) (ArchivoFiestas Mayores).

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JOSÉ ESTEVE BONET (1741-1802):Escultor nacido en Valencia. Discí-pulo de Ignacio Vergara y Francis-co Esteve. Algunos autores describensu estilo como un Barroco tradi-cional y otros lo sitúan en un Barrocotardío que evoluciona desde el Ro-cocó hasta el Clasicismo primitivo.Se especializó en la escultura deimágenes religiosas por encargo.Fue Director de la Real Academia deBellas Artes de San Carlos de Va-lencia (1781-1784). Nombrado Es-cultor de Cámara Honorario en Ma-drid (1790). Realizó obras para nu-merosos lugares de la ComunidadValenciana e incluso para Francia,Argentina o Filipinas.

Magdalena y otro representando al Pa-dre Eterno.

Pero la gran reforma de la iglesia seproduciría en el último tercio del sigloXVIII (1778-1799) y será Ventura Ro-dríguez, director de arquitectura de la fa-mosa Academia de Bellas Artes de SanFernando, quien realizará el proyectocon el fin de convertirla en la iglesiaprincipal del condado. De este proyectose conservan una planta del edificio ydos secciones, una transversal y otra lon-gitudinal que nos muestran una obraque sigue las líneas del barroco clásico.

Pero el proyecto de Ventura Rodrí-guez no se llegó a ejecutar. Finalmente,fue Miguel Francia Guillén quien dirigió

las reformas, dando lugar a uno de los úl-timos ejemplos barrocos de la arquitec-tura alicantina.

La iglesia lugar deenterramientoLas iglesias además de servir como

lugar de culto eran usadas como ce-menterios. En la Parroquial de SantaAna se empezó a enterrar en el sigloXVI, abandonándose así el cementerioubicado en el castillo. En el interior dela misma se daba sepultura a los cris-tianos viejos en una gran cripta subte-rránea; mientras que los moriscos con-vertidos en cristianos nuevos eran en-terrados extramuros, en dos grandesfosares: el «fosar de las espaldas de laiglesia» también llamado «fosar de losmoros convertidos» y el «fosar de fue-ra» o de «Diego Daroca». Con el pasode los años el espacio interior de laiglesia quedaría reservado para las per-sonas más ricas o de mejor posiciónsocial de la villa.

Esta práctica finalizó en 1813, cuan-do el Gobierno Superior Político de la Pro-vincia de Alicante prohibió los enterra-mientos en las iglesias argumentandoque «la casa que debía ser todo pureza nodebía ser seno de cuerpos en descom-posición y putrefacción».

Convento de Nuestra Señora delos ÁngelesEn 1562 a petición del recién nom-

brado Conde Elda, Don Juan Pérez Cal-

276 H I S T O R I A D E E L D A

Detalle de la decoración de lapuerta de la Virgen de la antigua

iglesia de Santa Ana. Del Álbumhistórico de Santa Ana, 1954.

A la izquierda. Antiguo camarínde la Virgen de la Salud. De

Álbum histórico de Santa Ana,1954.

A la derecha. Antiguo altar delSantísimo Cristo del Buen

Suceso. De Álbum histórico deSanta Ana, 1954.

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villo de Coloma y su mujer Isabel de Saa,se fundó el convento franciscano deNuestra Señora de los Ángeles. El 24 deagosto de ese año tomaron posesióndel mismo dos religiosos, Fray Sebas-tián Alemany y Fray Rafael Escobar. Lacomunidad constaría de un total decatorce monjes.

Se construyó en una colina a 2 Km.al norte de la villa, en la zona del actualbarrio Virgen de La Cabeza, junto a laermita de San Sebastián que pasó aconvertirse en un anexo del convento.Su fundación respondía al interés de cu-brir las necesidades espirituales de la po-blación y al de ejercer de lugar de for-mación de otros religiosos. Estuvo enfuncionamiento hasta la Orden de ex-claustración de 1835, provocada porla desamortización de Mendizábal. Eledificio se abandonó, habilitándose denuevo en 1862 cuando fue declaradoHospital de Distrito por una Real Or-den y posteriormente Hospital Pro-vincial. Entre 1892 y 1939 fue el Ma-nicomio Provincial y finalmente que-daría desasistido en 1939.

El historiador Lamberto Amat noshace una descripción del convento taly como se encontraba hasta 1875 y a ellanos referiremos, ya que como decía-mos en párrafos precedentes el edificioya no existe. La construcción se com-ponía de dos partes: iglesia y convento.A la izquierda se situaba la parte des-tinada a los monjes y a la derecha laiglesia. La fachada principal tenía 43 me-tros de longitud y 55 de fondo. De-lante había una plaza rectangular ador-nada con cipreses y acequias.

La iglesia era de dos naves above-dadas divididas por tres arcos de medio

punto que se sostenían con columnasrematadas con capiteles cuadrados; elsuelo era de losas cuadradas. Sobre laentrada principal se situaban el coro yel órgano cuyas puertas estaban deco-radas con pinturas que representabanal Santo Rey Profeta y a Santa Cecilia.Contaba con varios altares decoradoscon imágenes en talla de madera y óle-os. Había una escultura de San Diego,encargada en 1788 por el sacristán delconvento al imaginero José Esteve Bo-net. Destacaban dos capillas principa-les: la más antigua con una imagen enmadera de San Francisco y un lienzo deNuestra Señora de los Ángeles con elmismo santo y en la más moderna unlienzo del Beato Nicolás Factor.

El convento de planta rectangularconstaba de tres pisos y una fachada quepresentaba tres órdenes de ventanas.En la planta baja se encontraba el re-fectorio, la cocina, la bodega, una sala

277Arte en los siglos XVI-XVIII

Planos del proyecto delarquitecto Ventura Rodríguez.Tomado de Segura, G., 1997.

Convento franciscano deNuestra Señora de los Ángeles.Laurent, 1858.

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que se destinó a escuela de primerasletras y latinidad, varias habitaciones yuna cisterna que recogía agua del ma-nantial de Santa Bárbara. Entre las ha-bitaciones existía la celda del encarga-do de la portería, diferente al resto yaque el techo se componía de una bóvedacon adornos en yeso. Los claustros es-taban cubiertos con bóvedas ojivalescon aristones de yeso. Los dos pisossuperiores estaban destinados a celdaspara los monjes.

Las ermitasLas ermitas son pequeñas edifica-

ciones de carácter rural que se crean porla necesidad popular de tener un lugarpróximo para celebrar el culto y mante-ner las relaciones sociales con los vecinos.De hecho, como nos dice el geógrafoMadoz, eran pagadas «por el común delos labradores». En ocasiones, eran uti-lizadas como puntos de encuentro o dereunión para comunicar algún aconte-cimiento o asunto de interés general. Sufisonomía es la de construcciones sencillasy funcionales muy modestas y sin ape-nas decoración que responden a una ar-quitectura rural acorde con el entorno enel que se las ubicaba. Normalmente sonde planta rectangular de pequeñas di-mensiones, con una cubierta de teja ados aguas. En la parte más alta de lazona central de la fachada tienen unaespadaña (abertura a modo de ventana)en la que se deposita la campana. El in-terior suele ser también muy austero, li-mitándose la ornamentación a la zonadel altar.

Como señalábamos en páginas pre-cedentes, sólo se conserva en Elda unaermita original que es la de Los Dolo-res o Las Cañadas, la cual nos puede ser-vir de referencia para imaginar como po-dían haber sido el resto de estos edifi-cios de devoción popular citados enlas fuentes.

Ermita de Los DoloresFundada, según Montesinos, en

1786 bajo la advocación de la Virgen delos Dolores. Según Candelas Orgiléspodría ser del siglo XVII, pues respon-de al estilo de las ermitas de recon-quista. Se encuentra en el paraje de LasCañadas, a las afueras de la ciudad. Esuna construcción de una sola nave deplanta rectangular, realizada en piedray yeso. La fachada tiene espadaña parala campana y en la parte inferior unahornacina donde se colocaría una ima-gen. En su interior un arco apuntadoatraviesa la nave transversalmente. Elsuelo está compuesto de yeso en formade cuadrículas. El altar está decoradocon frescos que representan querubinescon lanzas y motivos florales. En laparte superior está escrito INRI. En elcentro de la pared había un óleo delsiglo XVIII con la imagen de la Dolo-rosa.

Ermita de Santa Catalina,mártir, o San AntónLa ermita de San Antón, como ac-

tualmente se la denomina, se constru-yó sobre la mezquita vella de Elda a fi-nales del siglo XV. Originariamente sela llamó de Santa Catalina, mártir,nombre que coexistió con el de SanAntón durante algún tiempo. Se si-tuaba al lado de una de las puertas deentrada a la villa, «el portal de San An-

278 H I S T O R I A D E E L D A

Dibujo de la ermita de SanAntón, según Alberto Navarro.

Ermita de Los Dolores o de lasCañadas (Archivo del MuseoArqueológico Municipal de

Elda).

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tón», junto a la placeta del mismo nom-bre, pero en una ubicación distinta a laque tiene hoy en día. Fue derribada enla segunda década del siglo XX y re-construida posteriormente en un so-lar cercano al que ocupó antaño.

Lamberto Amat la describe dicien-do que es de «mediana capacidad», conun altar en el que estaba la imagen de SanAntonio Abad y en los laterales dos altarespequeños con la Virgen del Buen Partoy la del Rosario.

Ermita de San SebastiánLa ermita de San Sebastián se si-

tuaba en el lugar que ocupa hoy el ba-rrio Virgen de la Cabeza. Se levantó enel siglo XVI y fue elegida por el Condede Elda para construir en el mismo so-lar el convento de Nuestra Señora de losÁngeles, por lo que se convirtió en unanexo del mismo.

Ermita de San MiguelFundada en 1713, se encontraba en

el exterior de la villa, en el paraje cono-cido como «Altico de San Miguel». Se-gún Montesinos tenía mediana torre ycampana. En 1816 ya no aparece citadaen el Libro de Visitas de la iglesia de San-ta Ana, por lo que ya no existiría.

Ermita de San BlasSe erigió en 1683 y fue demolida en

1776. Estaba en una de las entradas ala villa, junto a la «Cruz de San Blas», enla actual C/ La Cruz.

Ermita de Santa BárbaraEdificada en 1649, estaba situada

en el exterior de la villa, en el Marquesadode la Noguera (partida rural de SantaBárbara). Fue convertida en una caso-na privada en la que se pueden observartodavía la huella de algunos arcos de laantigua ermita.

Ermita de Santa TeresaEsta ermita se ubicaba en la parti-

da rural de El Chorrillo, en la con-fluencia con el término municipal deSax, donde todavía quedan algunosrestos arquitectónicos de la misma. Te-nemos dos fechas posibles para su cons-trucción: 1721 ó 1728. Estaba bajo la ad-vocación de Santa Teresa, aunque Mon-tesinos la nombra como «Hermita delSalvador». Se sabe que tenía un lienzode Santa Teresa de Jesús en el altar.

Ermita de La ConcepciónParece que existieron dos ermitas

bajo esta advocación. Por un lado, elerudito Lamberto Amat habla de unaermita de la Concepción en la partida ru-ral de La Jaud, es decir, en la periferiade la villa, la cual tenía un retablo en elaltar, sacristía y una torre mediana comocampanario. Dice que es más modernaque la del Salvador, por tanto, posteriora 1721 ó 1728. José Montesinos nos citatambién una ermita con este nombre ydice que se encontraba en una de lasprincipales calles de la villa. Pensamos quepodría tratarse de la misma.

Por otro lado, existía otra ermita dela Concepción más antigua que la cita-da anteriormente, que sería construidaen torno a 1641. Ésta formaría parte delHospital de Pobres construido por DoñaBeatriz Corella en el siglo XVI. Junto alhospital mandó levantar una ermita en1584, aunque no se ejecutaría hasta 1641.En 1673 se puso bajo la advocación dela Purísima Concepción. Era un edifi-cio de planta rectangular con altar, coroy transcoro, situado en la actual C/ SanRoque.

Ermita de Nuestra Señora de laSaludFundada en 1653 y demolida en

1773. Se situaba en uno de los caminosde entrada a la ciudad. Estuvo sujeta a laadvocación de María Santísima de laPiedad hasta que en 1678 se cambió a lade la Virgen de la Salud. Su altar estabadecorado con un lienzo de la Virgen dela Salud que tras su demolición fue lle-vado a la iglesia de Santa Ana.

279Arte en los siglos XVI-XVIII

Capilla u oratorio de la Virgendel Rosario del castillo de Elda(Archivo del Museo ArqueológicoMunicipal de Elda).

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Ermita de Santa Eulalia, mártirConstruida en 1698 y derruida en

1739. Ubicada a las afueras de Elda, enel lugar conocido como las Salinetas.

Capilla de Nuestra Señora delRosarioLa ermita de Nuestra Señora del

Rosario se encuentra en el interior del cas-tillo-palacio, por tanto, podemos decirque se trata más bien de una capilla u ora-torio. Es una dependencia englobadadentro de la parte señorial del castillo. Sepiensa que debió construirse en el sigloXV, poniéndose bajo la protección deSan Antonio Abad; pasando en el sigloXVI a la advocación de la Virgen del Ro-sario. Está situada en la planta baja delcastillo y su acceso era desde el primerpiso. Es de planta rectangular y tieneuna hornacina en la cabecera donde es-taría colocada la imagen del santo o dela virgen.

Arquitectura pública -hidraúlica

La huerta formó parte esencial de laeconomía eldense, y para su ineludibledesarrollo fue imprescindible un buenabastecimiento de agua a lo largo deltérmino. Ya en el siglo XVI hay cons-tancia de que Elda contaba con una redde acequias (creada en época musulma-na) y acueductos a través de los que se ad-ministraba y conducía el agua. Pero la ver-

dadera solución en cuanto a suminis-tro de agua vino dada a finales del XVIIcon la construcción del pantano.

En el transcurso del siglo XVII seacometieron dos obras arquitectónicashidráulicas de envergadura: el pantanoy el acueducto de Puça.

El pantanoEl pantano de Elda está ubicado en

el cauce del Río Vinalopó en la zona nor-te de la ciudad, en la vertiente septen-trional de la Sierra de La Torreta.

A finales del siglo XVII, tras variosaños de litigios del conde de Elda conotras villas y con los propios habitan-tes de Elda, se erigió una presa con suconsiguiente embalse para el acopiode agua y se hizo a imagen y semejan-za del pantano de Tibi, edificado unsiglo antes. El 19 de enero de 1692 em-pezaría su construcción terminándosea finales de 1698. El coste de la presa fuede 6000 libras y corrió a cargo de la vi-lla después de la renuncia señorial al do-minio directo de las tierras. La obrainicial fue recrecida en varias ocasionesdebido a la necesidad de aumentar sucapacidad. Prueba de estas obras deampliación son dos inscripciones definales del siglo XVIII con referenciasa dichas obras que se conservan en elpropio paramento.

En 1793 se produjo una gran avenidafluvial que inutilizó la presa. No fue has-ta el año 1842 cuando se acometió su re-

280 H I S T O R I A D E E L D A

Izquierda, panorámica de lapresa del pantano del siglo XIX,

al fondo restos de la obra delsiglo XVII (Archivo EMIDESA).

Derecha, detalle del paramentode la presa del siglo XVII(Archivo EMIDESA).

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construcción, finalizándose en 1890. Esla presa que se conserva actualmente.De la obra del siglo XVII solamente que-dan restos de los estribos o cajeros delmuro asentados en las rocas laterales,en los márgenes del cauce.

Sabemos por la documentación exis-tente que la presa original alcanzaba12,8 m. de altura y su grosor superior erade 9,12 m. Era una presa de estribo deplanta recta con paramentos verticales.El paramento húmedo del muro era desillares y el seco (laterales) de mampos-tería y piedra picada, teniendo en el in-terior una codolada rellena con cantosrodados y argamasa para impermeabilizar.Contaba con aspilleras para la toma deagua que iba a parar a un cubo que de-saguaba en una galería abovedada.

El acueducto de la rambla delsMolins o de San RafaelEste acueducto se encuentra en la

Rambla de San Rafael junto al barriodel mismo nombre en el término mu-nicipal de Petrer. También se le deno-mina «Acueducto de la rambla de Puça».

Se conserva parcialmente, única-mente queda en pie la parte central delmismo con tres arcos (de los seis que te-nía). Parece que llegó a alcanzar los 30 m.de longitud y una altura de 8 m. desdeel suelo de la rambla. Está realizado conuna técnica constructiva mixta que con-juga sillería y mampostería trabada con

argamasa. Los machones troncocónicosque lo sustentan están construidos consillares rematados por una moldura enforma de toro desde la que arrancan losarcos ojivales o apuntados hechos conmampostería colocada a sardinel. Re-mata el acueducto una canalización de25 x 25 cm. que está realizada con piezascerámicas y tiene una sección en «U».

Sobre la cronología de esta obra seha especulado en demasía. Aunque susarcos ojivales hicieron pensar en unaatribución gótico-mudéjar del siglo XV,estudios recientes apuestan por fechasposteriores que se remontan al sigloXVII, concretamente entre 1615 y 1622,cuando se realizaron las canalizacionespara la conducción de agua potable paraElda.

281Arte en los siglos XVI-XVIII

Inscripciones del siglo XVIII conreferencias a las ampliacionesde la presa. (Archivo del MuseoArqueológico Municipal de Elday EMIDESA).

Acueducto de la Rambla de SanRafael (Petrer) (Archivo delMuseo Arqueológico Municipalde Elda).

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Escultura

Una ciudad como Elda, cabeza decondado en los siglos que estamos tra-tando, con toda seguridad tendría ensu haber interesantes manifestacionesartísticas. Sin embargo, las noticias quetenemos de las mismas son escasas, cuan-do no nulas. En la actualidad conocemosla existencia de varias obras de caráctersacro, como son el Cristo de la Inmacu-lada, la Virgen del Populo, la esculturade un monje franciscano del convento deNuestra Señora de los Ángeles y variascruces de término.

Cristo de la InmaculadaEste Cristo crucificado se encuentra

en la actualidad en el altar de la parro-quia de la Inmaculada Concepción, aun-que anteriormente estaba ubicado en laermita de San Antón.

Se trata de una talla en madera, debulto redondo, de la que se ignora sucronología exacta y procedencia. La ima-gen muestra de manera naturalista elconmovedor momento del sacrificio enla cruz, en la que los ojos cerrados y la ca-beza caída de Cristo muestran la inten-ción del artista por plasmar el momen-to de la muerte de Cristo, la Crucifixión.

En lo referente a su autoría, ha ha-bido voces a favor de atribuir esta labraescultórica al renombrado escultor Ni-colás de Bussy. Este escultor nacido enEstrasburgo, desarrolló gran parte de

su vida profesional en la España delsiglo XVII, concretamente entre Mur-cia y Valencia. Aunque la atribuciónde esta obra a Bussy no es descabella-da, pues a parte de haber trabajado enlocalidades tan cercanas como Aspe(donde participó en la fachada de laiglesia de Nuestra Señora del Socorro)o Elche (Santa María), también guardaparalelismos estilísticos con otras obrasdel autor. No obstante, tenemos cier-tas reservas al respecto ya que pensamosque serían necesarios mayores estudiose investigaciones para aseverar tal atri-bución. Y más tratándose de un escul-tor del que han llovido tantas asigna-ciones de obras que con el tiempo hansido desestimadas.

Virgen del PopuloSe trata de un altorrelieve que re-

presenta a la Virgen con el niño. Seencuentra incrustada dentro de unahornacina de piedra con unas medi-das de 140 x 190 x 60 cm. La única re-ferencia historiográfica de esta pieza lahemos encontrado en Lamberto Amat,donde se alude a su ubicación en elatrio de entrada al castillo. También pre-cisa la procedencia de la piedra con laque sería labrada, del monte de Bolón.Aunque el mismo autor afirma que yaen el siglo XIX se encontraba en la igle-sia parroquial de Santa Ana, concre-tamente en el altar de San Blas. Pos-teriormente, se sabe que pasó a ma-nos de los señores Amat – Quesada,que procedieron a su restauración ydorado en la ciudad de Valencia. Enla actualidad la pieza se encuentra enmanos privadas.

Monje franciscanoA partir del XVII las órdenes reli-

giosas protagonizaron un papel desta-cado. La construcción de conventos fuefrecuente, al igual que los encargos ico-nográficos basados en las imágenes de susfundadores o de alguno de sus miembrossantificados. Tal puede ser el caso de laescultura que describimos a continuación.La pieza, localizada durante unas obrasrealizadas en el solar del convento, seencuentra en el Museo Arqueológico dela localidad y representa probablemen-te a un monje franciscano del conventode Nuestra Señora de los Ángeles.

Se trata de una escultura en piedra,de bulto redondo a la que le faltan lacabeza y las manos. Tiene unas dimen-

282 H I S T O R I A D E E L D A

Cristo de la iglesia de laInmaculada atribuido a Nicolás

de Bussy (Archivo del MuseoArqueológico Municipal de

Elda).

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siones de 45 x 89 cms. La talla fue reali-zada meticulosamente recogiendo to-dos los detalles que caracterizan a unmonje franciscano; vestido con el hábi-to de estameña, consistente en una mu-ceta (llamada «ucloma») con capuchapequeña. En la cintura porta un cordóncon tres nudos, simbolizando el com-promiso de su fe. Se pueden observaren superficie restos del pigmento griscon el que iría recubierta la pieza. Por latalla tosca de su parte trasera y por la fac-tura de la base sobre la que se sustenta,pensamos que estuvo colocada para servista frontalmente y encastrada en al-guna superficie, probablemente en lafachada del edificio.

Cruces de términoAntiguamente se las denominaba

Humilladeros y son originarias de Ara-gón. Dependiendo de la región, las co-nocemos con nombres diferentes: Pei-rós en Valencia, Peirones en Aragón o Pe-drós en Cataluña. Principalmente estabansituadas en cruces de caminos o en las en-tradas a los pueblos, aunque en ocasio-nes aparecen en el interior urbano. La fun-cionalidad de las cruces de término pudoser la de servir de delimitación territorial,además de tener una clara finalidad re-ligiosa teniendo lugar en ellas la bendi-ción de términos o rogativas. Construi-das en piedra, estaban formadas por unacolumna, sustentada normalmente so-bre un pie o base que podía ser escalonadoy rematada por una cruz, una urna oazulejos de cerámica.

En Elda, al menos, existieron tres:la «Cruz de la Trinidad», la «Cruz de SanBlas» y la «Cruz del Convento». Ningunade ellas ha llegado hasta nuestros díaspero sabemos que la primera se en-contraba situada entre las calles Pedri-to Rico y Jardines, junto a la carreterageneral Madrid-Alicante, antiguo Ca-mino Real. Fue construida bajo la ad-vocación de la Santísima Trinidad, deahí su denominación. También era co-nocida como «Cruz del Cementerio» y«Cruz del Camino Real». No nos han lle-gado fotografías en las que se pudieraver la parte superior de la misma, aun-que en la imagen sí podemos observaruna delicada decoración vegetal en laparte inferior de la columna, caracte-rística del siglo XVII.

La «Cruz de San Blas», conocidatambién como «Cruz del Panadero»,«Cruz de Giménez» o «Cruz del Chapi-

tel», estaba cercana a la ermita del mis-mo nombre y al Camino Real, en la ac-tual confluencia de la Avenida de Cha-pí y la C/ La Cruz. No existe ningunadescripción ni imagen de la misma porlo que desconocemos como era.

De la «Cruz del Convento», próximaa éste, únicamente contamos con la in-formación que nos ofrece la fotografía.Realizada en piedra consta de una basecuadrada sobre la que se sustenta una co-lumna sin decoración que está remata-da por una cruz ornamentada en unade sus caras con la imagen de la Virgen.Su ubicación, muy próxima a la Cruzde la Trinidad y en los lindes del convento,hace pensar que su funcionalidad seríamás religiosa asociada al convento queno una cruz delimitadora del término.

283Arte en los siglos XVI-XVIII

Relieve de la Virgen del Populo(Archivo Luis Maestre).

Escultura de monje franciscano(Archivo del Museo ArqueológicoMunicipal de Elda).

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PinturaLa pintura enmarcada dentro de los

cánones del Renacimiento (siglo XVI) yel Barroco (centurias posteriores) ten-drá como temática principal la sacra, es-tablecida por la Iglesia.

De este campo únicamente hemosencontrado referencias de un pintor el-dense del siglo XVII llamado Pablo Ma-drigal. Seguidor de la obra de Juan de Jua-nes, aparece citado en 1657 en el Concejode la villa de Biar donde se le encargó lapintura y dorado del retablo de la Puri-dad para la iglesia de la villa.

En cuanto a la existencia de obras pic-tóricas, al igual que ocurre con la escul-tura, son muy escasas, sólo hemos teni-do noticias de dos. Se trata de dos óle-os sobre lienzo, uno de la Virgen de laSalud y otro de la Virgen de Los Dolores,ambos del siglo XVIII, obras anónimasde propiedad particular.

El primero, del cual desconocemossu ubicación original, nos muestra a laVirgen de la Salud con el niño en brazoscomo motivo central. La figura está so-bre una nube flanqueada por dos que-rubines y en la parte superior aparecenrepresentadas las cabezas de cuatro án-geles, dos a cada lado.

El segundo sabemos que decorabael altar de la ermita de Los Dolores, es-taba enmarcado en el centro de la paredfrontal, a su vez pintada con motivosflorales y querubines. Representa a laDolorosa en el momento que recoge ensu regazo a su hijo muerto, recién des-colgado de la cruz.

Orfebrería

En la Edad Moderna la orfebrería es-pañola sufrió un gran apogeo debido a labonanza económica del momento y a laingente llegada de plata desde Américaen el siglo XVI. Se construyeron catedra-les y palacios que había que equipar. Asídesde los sectores religiosos se encargaronnumerosas piezas de orfebrería de carác-ter sacro. Realizadas con piedras precio-sas, oro y plata proliferaron durante los si-glos XVI, XVII y XVIII. Los orfebres seguiarán por las modas artísticas vigentesaplicando a sus trabajos las característicasde la arquitectura y la escultura. Existía unareglamentación rigurosa para el gremio delos orfebres que debían marcar sus obrascomo símbolo de calidad. Se realizaron tan-to objetos de uso laico para la vajilla demesa, tocador y adorno como de uso re-ligioso. Destaca la elaboración de cálices,custodias, cruces procesionales, etc. que sedecoraban profusamente añadiéndolesen ocasiones piezas aplicadas. Este es el casodel objeto que nos ocupa a continuación.

Aplique decorativoSe trata de un hallazgo exhumado

durante los trabajos de excavación deun solar de la C/ Colón en el Casco An-tiguo. Está realizado en coral rojo, ma-terial muy utilizado en los siglos XVI yXVII en la orfebrería. Es una placa cua-drada en la que está tallada minuciosa-

284 H I S T O R I A D E E L D A

Cruz del Convento situada juntoal antiguo convento franciscano

(Archivo EMIDESA).

Cruz de la Trinidad en laconfluencia de las calles

Jardines y Pedrito Rico (ArchivoEMIDESA).

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mente en altorrelieve la cara de Cristo. Tie-ne unas dimensiones de 2,6 x 2,7 x 1,7 cm.Se desconoce la autoría de la pieza. Aeste tipo de tallas en las que sólo se re-presenta una cara se les denominaba«rostrillos» y empezaron a fabricarse enel siglo XVII. Formaban parte de la or-namentación de objetos mayores; solíatratarse de apliques decorativos para serengarzados. Pensamos que esta piezapodría haber estado entallada en unacustodia o en un cáliz litúrgico.

Cerámica

La cerámica española hasta el sigloXVI estuvo notablemente influida por lastécnicas hispano-moriscas. A partir de en-tonces se produciría un cambio radicalal imponerse las técnicas renacentistasen la industria alfarera, siendo los hor-nos talaveranos los pioneros en su im-plantación. Centros como los de Pater-na, Manises, Teruel, Málaga y Sevilla do-minaron el ámbito de la cerámica y laazulejería. Los dos primeros fueron losque marcaron tendencias en la zona va-lenciana, en la que se incluye la Vall d ́Elda.

En las ya numerosas excavaciones re-alizadas en el Casco Antiguo de Elda sehan sacado a la luz cuantiosas piezascerámicas de Época Moderna, de las quesobresalen en mayor número las de fun-cionalidad doméstica. Las formas pre-dominantes para la vajilla de mesa sonlos platos y las escudillas; y en cerámicade cocina encontramos ollas y cazuelasde cerámica vidriada. Destacan tambiénlos recipientes de almacenamiento de-corados con festones y motivos incisoscomo tinajas o lebrillos.

En el XVI y XVII resaltan por su de-coración y tratamiento las lozas doradasprofusamente ornamentadas con mo-tivos vegetales, geométricos y figurativosy a partir del siglo XVII llegarán cerá-micas desde Italia que se caracterizaránpor su intensa policromía.

Otra de las producciones impor-tantes en la industria alfarera valencia-na fue la de azulejos o taullels, que al-canzaron gran fama por su riqueza de-corativa y calidad siendo exportados aotros lugares. Realizados para enlosar ypavimentar habitaciones de iglesias, con-ventos o palacetes, servían a su vez de ele-mentos decorativos.

En el siglo XVIII la azulejería expe-rimentó un gran apogeo y a partir de lasegunda mitad de dicho siglo se produ-

ciría en Valencia y, sobre todo en Mani-ses, un tipo específico de azulejos orna-mentados con motivos sacros (figuras oescenas). Con ellos se confeccionabanlos llamados «paneles cerámicos devo-cionales» que eran retablos cerámicos

285Arte en los siglos XVI-XVIII

Óleo sobre lienzo del siglo XVIIIde la Virgen de la Salud. DelCatálogo Iconografía de la Virgende la Salud y el Cristo del BuenSuceso, 2004.

Aplique decorativo del siglo XVIIencontrado en las excavacionesde la C/ Colón (Archivo delMuseo Arqueológico Municipalde Elda).

Detalle del óleo del siglo XVIIIcon representación de la Virgende Los Dolores (Archivo J.Antonio Martí Cebrián).

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que se solían colocar al aire libre, en lasfachadas. Eran una forma más de devo-ción religiosa popular. Las fábricas quelos realizaban tenían que cumplir una se-rie de normas estéticas para que las re-presentaciones fuesen atractivas paralos creyentes. Los temas representados

eran, en su mayoría, copia de grabadosy pinturas de notables maestros, en losque a lo sumo, el ceramista incorporabaelementos decorativos secundarios comocenefas u orlas.

Existen varios de estos paneles en lascalles de Elda pero sólo uno de ellos per-tenece al período que aquí nos ocupa. Setrata del «retablo cerámico de la Santí-sima Trinidad».

Panel de la Santísima TrinidadEste panel cerámico se encuentra

en la C/ La Purísima, nº 12. Se trata deun retablo rectangular de 72 x 83 cm.,compuesto por doce manises de 21 cm.de lado, aunque ha perdido uno de laparte inferior central. Está realizadocon azulejos policromados. Su data-ción atendiendo a los aspectos deco-rativos sería de la última década del si-glo XVIII. La escena plasma un temacristológico, el de la Santísima Trinidad.La iconografía siempre lo representasobre trono de nubes en el que DiosPadre está a la derecha y Dios Hijo a laizquierda (a su derecha), y el EspírituSanto en forma de paloma siempre en-tre ambos y en lo alto irradiando hacesde luz.

286 H I S T O R I A D E E L D A

Cerámica de procedenciaitaliana del siglo XVII del Casco

Antiguo (Sede Realistas) (Archivodel Museo Arqueológico

Municipal de Elda).

Panel cerámico con larepresentación de la «Santísima

Trinidad» (siglo XVIII). Tomadade Samper, J., 1997.

Cerámicas de loza dorada delsiglo XVI del Casco Antiguo (Sede

Comparsa Moros Realistas)(Archivo del Museo Arqueológico

Municipal de Elda).

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Notas al capítulo 1

1. Para la definición de estos domi-nios se han empleado las aportaciones deMARCO, J. A. y PADILLA, M. A. (2000,pp. 40-43) que, en parte, se basan en tra-bajos de Costa y Rivas Martínez para sudefinición de los dominios de vegeta-ción de la provincia de Alicante, así comola aportación de PADILLA, M. A. (1998).

Notas al capítulo 2

1. Agradecemos a todos los miem-bros del Museo Arqueológico Municipalde Elda, Juan Carlos Márquez, Mª Do-lores Soler, Jesús Peidro y muy especial-mente a su director, Antonio M. PovedaNavarro, tanto su invitación a participaren esta publicación, como el facilitar-nos el acceso a la información y materialesdel Museo Arqueológico Municipal deElda y de las excavaciones arqueológi-cas desarrolladas en los últimos años enel yacimiento de El Monastil.

Notas al capítulo 7

1. Resumo muy esquemáticamen-te algunas de las explicaciones ofreci-das por Mikel de Epalza, «Un modelo ope-rativo de urbanismo musulmán», SharqAl-Andalus. Estudios Árabes, Alicante, 2(1985), pp. 137-149; «Espacios y sus fun-ciones en la ciudad árabe», La ciudad is-lámica, Zaragoza, 1991, pp. 9-30; Baños ára-bes en el País Valenciano, Valencia, 1989.

2. Ver, por ejemplo, «Algunos ele-mentos constantes del urbanismo mu-sulmán», en: A. Pérez Jiménez-G. Cruz An-dreotti (eds.), De la Aldea al Burgo. La ciu-dad como estructura urbana y política en el

Mediterráneo, Madrid-Málaga, 2003, pp.283-312, y la abundantísima bibliogra-fía allí citada.

Notas a los capítulos 8, 9 y 10

* Para la realización de los tres ca-pítulos relativos al medievo eldense hecontado básicamente con documentaciónoriginal procedente del Archivo de laCorona de Aragón correspondiente alperíodo 1296-1410, localizada en las dis-tintas series de la Real Cancillería, Car-tas Reales y Maestre Racional. El siglo XV,sin embargo, se ha nutrido de la RealCancillería del Archivo del Reino de Va-lencia y fuentes municipales proceden-tes del Archivo Histórico Municipal deOrihuela y del Archivo Histórico Muni-cipal de Elche.

En lo que refiere a la bibliografía, mu-chas han sido las obras consultadas. Sibien, al no entender operativa una rela-ción extensa de las mismas he preferidoapuntar hacia una bibliografía selec-cionada que sirva al lector para ampliarde modo conveniente cualesquiera delos aspectos tratados en esta obra.

Notas al capítulo 11

1. Hamet Baberuç parece desempe-ñar este puesto en Elda a comienzos delsiglo XV, mientras que un Yaye Meliches elegido síndico y procurador por par-te de las aljamas de Elda y Petrer en 1504:Manuel Ruzafa García, «Aportación do-cumental a la historia de Elda en la bajaEdad Media», Alborada, Elda, pp. 77-84.

2. Cargo de importancia esencialpara la integridad de las aljamas, éstas te-nían entre sus privilegios perpetuos el

287

Notas

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nombramiento de un mudéjar para elcargo: en 1393 la aljama de Elda harállegar una queja a la reina Violante por-que el procurador había confiado esta la-bor a cristianos, usurpándosela al çal-medina musulmán que había nombra-do la aljama: M. T. Ferrer, Les aljames, p.78.

3. Sería el caso de la morería de Mon-forte, establecida en 1459, que tuvo queser poblada con musulmanes proce-dentes de Elda, Novelda, Crevillente,Aspe y otros lugares: M. Gual Camare-na, «Mudéjares valencianos, datos parasu estudio», Saitabi, Valencia, 7 (1949), pp.165-199.

4. La reparación del sistema de ace-quias del valle, por ejemplo, fue una me-dida urgente tomada por el rey en 1367tras la guerra con Castilla (José VicenteCabezuelo, Documentos para la historia delvalle de Elda 1356-1370, Elda, 1991, pp. 152-153). En 1493, Joan Roiç de Corella, es-cribirá desde Elda a las autoridades de Vi-llena solicitando para sus mudéjares elaprovechamiento de aguas sobrantesallí (J. B. Vilar, «Los moriscos», p. 329).

5. María Teresa Ferrer i Mallol, Lesaljames, p. 75. En 1392 un mercader deElda, Abdalla Manona, denunciará a uncristiano por haberle robado una canti-dad de dinero y mercancías que había ob-tenido en Alcoy (ibid), pp. 121-122.

6. Puede verse el catálogo de la ex-posición La expulsión de los moriscos delReino de Valencia, Valencia, 1997.

288 H I S T O R I A D E E L D A

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Índice

Introducción general . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 6por ANTONIO M. POVEDA NAVARRO y JOSÉ R. VALERO ESCANDELL

Introducción: de las cabañas a la villa . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 10por ANTONIO M. POVEDA NAVARRO

1. Paisaje y medio ecológico en Elda . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 13ARTEMIO CUENCA PAYÁ y ROSARIO NAVALÓN GARCÍA

2. La ocupación prehistórica en el Valle de Elda . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 27FRANCISCO JAVIER JOVER MAESTRE

3. Iberos en el Valle de Elda . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 43ANTONIO M. POVEDA NAVARRO

4. La romanización del Valle de Elda: El Monastil . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 61ANTONIO M. POVEDA NAVARRO Y JUAN CARLOS MÁRQUEZ VILLORA

5. El Valle de Elda en la época romana: El mundo rural . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 73JUAN CARLOS MÁRQUEZ VILLORA

6. La cristianización del Valle de Elda. Épocas tardorromana y bizantino-visigoda . . . . . 95ANTONIO M. POVEDA NAVARRO

7. Los musulmanes en las tierras de Elda, I. Elda islámica . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 117LUIS F. BERNABÉ PONS

Los musulmanes en las tierras de Elda, II. Islamización del territorio . . . . . . . . 126IRINA AGULLÓ MARCOS Y JESÚS PEIDRO BLANES

8. Elda medieval. El dominio cristiano . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 139JOSÉ VICENTE CABEZUELO PLIEGO

9. Elda medieval. Estructura social y actividad económica en un espacio rural de frontera . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 155JOSÉ VICENTE CABEZUELO PLIEGO

10. Elda medieval. El castillo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 175JOSÉ VICENTE CABEZUELO PLIEGO

11. La comunidad mudéjar y morisca de Elda (siglos XIII-XVII) . . . . . . . . . . . . . . . . 185LUIS F. BERNABÉ PONS

12. El condado de Elda, siglos XVII-XVIII. De la expulsión de los moriscos a la desaparición del señorío (I) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 197REMEDIOS BELANDO CARBONELL

13. El condado de Elda, siglos XVII-XVIII. De la expulsión de los moriscos a la desaparición del señorío (II) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 215REMEDIOS BELANDO CARBONELL

14. El gobierno municipal de Elda en Época Moderna . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 235JOAQUÍN SAMPER ALCÁZAR

15. La Guerra de Sucesión y Elda (1700-1714) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 247JESÚS PRADELLS NADAL

16. Cultura, religiosidad popular y panteón eldenses (siglos XVII-XVIII) . . . . . . . . 259JOAQUÍN SAMPER ALCÁZAR

17. Arte en los siglos XVI-XVIII . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 271MARÍA T. BERNÁ GARCÍA y Mª DOLORES SOLER GARCÍA

Notas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 287Bibliografía . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 289