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LUKAS VISCHER EL PROBLEMA DEL DIACONADO  E l autor, calvini sta, p resentó est e e studio a la C onf erencia d e Montreal, buscando, mediante un ascenso a l as f uentes , armo ni zar l as di stintas conc epciones s obre el  d iaconad o e xist e n te entr e las div ersas Iglesi as . El tra bajo m e re ció s er toma do como punto d e parti d a para los po ste riore s est ud ios sob re el tema. Pa ra nosotros, e ste est u dio nos  p uede ser útil a l sub rayar la v erdad e ra esencia del d iacon ado como una ayuda mu tua  fr aterna que nace d el culto mismo.  Le pr oblè me du Diacon at, Verbum Caro, 69 (1964), 30-51. L as principales diver g encias de concepción diac ona l entre las I glesi as p uede n r esum irse en la p osición an glicana y en la r ef ormada. L a Iglesia reformada rec haza el d iácono « cultu al »: «Dicen que pertenece a sus diáconos el asistir a los presbíteros y ayudar en todo cuanto re quiere n los sac r ame ntos, tales co mo bautism o y unc ión, p o ner el vi no en el cáli z y el p an en la p at ena, pre p arar bi en el al tar, ll ev ar la cr uz , le er el Ev a n g elio y la E p íst ola al p ueblo . E n todo esto ¿h ay una sola p a labr a d e verda dero of ici o diac ona l?» (Calv ino, Ins titut ion , 4,19) S egún es ta misma Igl esia re formada la Escri tura ha b la de l dia conado de mod o dist in to: «La Escritura llama especialmente diáconos a los constituidos por la Iglesia para dispensar li mosnas y que son com o p roc uradore s de los p obres , s eg ún su ins ti tución descri ta p or san L ucas en los Hechos» (Calvino, Instit u tion, 4,3,9) Frente a esto, la Iglesia anglicana sos tiene la tril o gía mi nisterial: obispos, p resb íter os y d iáconos, que fo r man una única estructura je rarqui z ada; la v ocació n *iaconal es asistir a l obispo o p resbí te ro en su mini s terio cul tual y de cura de almas. Puro asistente sin función  propia. Para armonizar estas dos concepciones será menester remontarse a las fuentes comunes: la Iglesia primitiva. T e stimon io s neot e stam e nta rio s E l N T no da una res p ue sta clar a y uni forme a la cues tión de la natura le z a, orden y func ión d e los m ini st eri o s y cari smas en la I g lesia. L as indic aci ones, unas veces c oincide ntes, se co nvi erten s adelante en contrad ic tori as (en el lo se muestra el NT com o l ibro au ténti camente hi stóri co que no p re tende s iste ma ti zar) . E s i mportante que , a ntes de investig a r, seamos consci ente s de este es ta do de cosas re la tivamente complejo. No  podemos menci onar todos los textos que ha blan del diaco nado, pero tomamos los tres  princip al es y s clásicos. Hechos 6, 1-15. En general, el libro de los Hechos nunca habla de diáconos: Afirma que fueron escogidos los sie te p ara servir a las mesa s. y en otra parte les lla ma s imp lem ente los siete (21,8), y Felipe es designado como el evangelista. L os Ap óst oles a provech an la ocasión d e una tensi ón entre heb r eos y hele nista s p ara institui r un nuevo ministerio. Las viudas de los últimos no eran atendidas en la distribución diaria:

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Buen artículo, muy esclarecedor.

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EL PROBLEMA DEL DIACONADO

 El autor, calvinista, presentó este estudio a la Conf erencia d e Montreal, buscando,mediante un ascenso a las fuentes, armonizar las distintas concepciones sobre el diaconado e xisten te entre las diversas Iglesias. El trabajo mereció ser tomado como punto

de partida para los posteriores estudios sobre el tema. Para nosotros, este estudio nos puede ser útil al subrayar la verdadera esencia del d iaconado como una ayuda mutua

 fraterna que nace d el culto mismo.

 Le problème du Diaconat,  Verbum Caro, 69 (1964), 30-51.

Las p rincipales diver gencias de conc epción diaconal entre las I glesias p ueden r esumirse enla p osición anglicana y en la r eformada.

La I glesia reformada rechaza el d iácono « cultual»:

«Dicen que pertenece a sus diáconos el asistir a los presbíteros y ayudar en todo cuantorequieren los sacr amentos, tales como bautismo y unción, poner el vino en el cáliz y el p an

en la p atena, prep arar bien el altar, llevar la cruz, leer el Evan gelio y la Ep ístola al p ueblo.En todo esto ¿hay una sola p alabra de verdadero oficio diaconal?» (Calvino, Institut ion,

4,19)

Según esta misma Iglesia reformada la Escritura hab la del diaconado de modo distinto:

«La Escritura llama especialmente diáconos a los constituidos por la Iglesia para dispensar limosnas y que son como p rocuradores de los p obres, s egún su institución descrita p or san

Lucas en los Hechos» (Calvino, Institution, 4,3,9)

Frente a esto, la Iglesia an glicana sostiene la trilo gía ministerial: ob ispos, p resbíteros ydiáconos, que for man una única estructura jerarquizada; la vocación *iaconal es asistir alobispo o p resbítero en su ministerio cultual y de cura de almas. Puro asistente sin función

 propia.

Para armonizar estas dos concepciones será menester remontarse a las fuentes comunes: la

Iglesia primitiva.

Testimonios neotestamentarios

El NT no da una resp uesta clara y uniforme a la cuestión de la naturaleza, orden y función

de los ministerios y carismas en la I glesia. Las indicacion es, unas v eces coincidentes, se

convierten más adelante en contradictorias (en ello se muestra el NT como libroauténticamente histórico que no p retende sistematizar). Es importante que, antes deinvestigar, seamos conscientes de este estado de cosas relativamente complejo. No podemos mencionar todos los textos que hablan del diaconado, pero tomamos los tres

 principales y más clásicos.

Hechos 6, 1-15. En general, el libro de los Hechos nunca habla de diáconos: Afirma que

fueron escogidos los siete p ara servir a las mesas. y en otra parte les llama simp lemente lossiete (21,8), y Felipe es designado como el evangelista.

Los Ap óst oles aprovechan la ocasión de una tensión entre hebr eos y helenistas p ara instituir un nuevo ministerio. Las viudas de los últimos no eran atendidas en la distribución diaria:

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servicio a las mesas. Así los Apóstoles, libres de est a tarea, continuarán consagrándose a laoración y al ministerio de la palabra. A primera vista parece la explicación coherente. Elnuevo ministerio s urge de l dinamismo vital de la Iglesia p rimitiva. Sorprende, con todo,

que los siet e no se lan cen con plenitud a la función conf iada. Parecen ejercer una actividadque no difiere mucho de la apostólica. Felipe predica el Evangelio en Samaria: Esteban

 predica y discute con marcada singu laridad. Todo ello nos hace suponer otras causas másserias de tensión heleno-h ebrea.

Probablemente existía una diver gencia ideológica en la comp rensión del Evangelio entre

los dos grupos de la comunidad. Patentizaba esta divergencia el hecho de estimar algunos-hebreos que las v iudas de los helenistas no p ertenecían a la comunidad, p or lo que lasdescuidaban en la ordinaria distribución. Frente a una am enaza de división, los Apóstolesmantienen la unidad-instituyendo a los Siete que p ermanecen a su lado como grup o casi

autónomo. Las huellas d e los helenistas, y también de los Siete, se p ierden a p artir de la

 predicación d el Evan gelio a las n aciones. Tal interp retación no descalifica la importanciade Act 6 p ara el p roblema diaconal. Su fuerza reside más en la interp retación lucana de loshechos que en los hechos mismos. En efect o, Lucas presenta siemp re los sucesos a la luz deun significado muy concreto; y aquí, en Act 6, se- encamina a mostrar como la Iglesia

 primitiva: lle gó a una diferenciación de ministerios corr iente y a, cuando Lu cas red actaba

(quizás, incluso en la narración d e M arta y María tenía t ambién p resente Lucas la m ismaop osición ministerial: predicación de la p alabra y resp onsabilidad general de la I glesiafrente a ayuda mutua fraterna o diakonía). Si est a hipótesis es correcta, Act 6 constituiría un

serio testimonio diaconal, corroborado p or el sentir unánime de los Padres.

Filipenses 1,1. En el saludo, con que comienza Pablo su carta, menciona a los obispos y

diáconos como resp onsables de la comunidad. En cambio, en otras cartas, p ara designar 

determinadas funciones en la comunidad, emplea expresiones distintas. Parece evidente quePablo contempla, con frecuencia, estas funciones bajo el ángulo carismático, y no bajo unaconcepción institucional. Esto dificulta la interp retación textual: ¿obispos y diáconos sondos términos para designar un mismo grupo de responsables? ¿hasta qué grado obedecen a

una institucionalización ministerial fijada definitivamente, y cuy o uso se había y aextendido? Aunque carecemos de respuesta clara, es probable que se trate de ministerios

debidamente instituidos, esp ecialmente teni endo en cuenta el comentario a nuestro texto delos primeros Padres de la Iglesia.

Y, ¿cómo surgieron estos ministerios? Los eptskop oi parecen haber nacido en las

comunidad es helen ísticas, dado que el término empleado es grie go, sin p aralelo exacto en

el judaísmo; parecen, pues, transportados del mundo helenístico al cristiano. Sin embargo,no parece p oderse descartar que p rocedan de las comunidades judías, supuesta laequivalencia con que en Act se usa el término eptskop oi y el de p resbýt eroi (nótese que el

uso del término «ancianos» como cargo es de origen judío, ya que los presbýteroi jugaban

un p apel imp ortante en la organización de la comunid ad judía p recristiana, y de ahí pudieron ser imitados por las comunidades judeocr istianas p rimitivas). Con todo, lo más probable es que los eptskopoi y los diákonoi nazcan en las comun idades helenísticascristianas; y en este caso la evolución total puede haber sido ésta: en las Iglesias de Asia

Menor y Grecia la estructura ministerial se ha diferenciado, poco a poco, en las funciones

episcop ales y diaconales. Al mismo tiempo, la estructura de las Iglesias judeocristianas secaracteriza p or el sistema p resbiteral. Paulatinament e, las dos estructuras se van fundiendo,

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y aparece el t riple m inisterio --obispos, diáconos y p resbíteros--, que se generaliza p or Oriente y Occidente.

Esta teoría exp licaría el h echo de que en mu chos t extos de la Iglesia primitiva (v.gr.Didaché 15,1) se cita a obispos y diáconos sin mencionar a los presbíteros; y que, más

tarde, obispos y diáconos se citan asociados (I Clemente, 42-44, los menciona, s egún esteorden: epískopoi, diákonoi kai presbýteroi).

1 Timoteo 3, 1-13. Este texto nos co loca ante una f ase más tardía de la I glesia p rimitiva. Elautor evoca las condiciones que debe satisfacer el candidato al ministerio de ob ispo odiácono. Conviene notar que habla de obispo en sin guiar y no colectivamente. A

continuación, habla de los diáconos, mientras que los presbíteros aparecen en un contexto

ulterior. Esta disp osición se exp lica a la luz de lo mencionado en Filipenses 1,1: dosestructuras sintetizadas en el triple ministerio. La enumeración de las cualidades p araobispo y diácono iluminan p oco su n aturaleza y funciones. El obispo debe dirigir la I glesia

y cuidar de ella. Los diáconos debían estar subordinados al obispo. La relación con los presbít eros p ermanece en la p enumbra. Sobre la b ase de comentarios p atrísticos p osteriores

 podríamos afirmar que los diáconos, mencionados en 1 Tim 3, ejercerían más o menos lamisma función que en la I glesia p rimitiva.

Refl exiones de un exé geta

Probablemente nuestras notas exegéticas serán interpretadas distintamente p or otros

esp ecialistas en la materia. No p retendemos ni la infalibilidad ni la exclusividad. Lasfuentes son complejas y el exegeta procura la fidelidad en su tarea con una cierta reserva

marginal. La falta de un iformid ad bíblica facilita así el d iálogo ecu ménico. A partir denuest ros resultados p odemos afirmar lo si guiente:

1.  El NT permite discernir que bien pronto se desarrolló el ministerio diaconal junto al

episcop ado, al menos en una p arte de la Iglesia (probablemente en las comun idadeshelénicas). El d iácono aparece subordinado al obispo y su función p arece que concernía

tanto al culto como a la mutua ay uda fraterna. No es fácil p recisar su origen, pero no esciertamente fortuito. El servicio ocupa un p uesto imp ortante en la teología del NT:

Cristo vino para servir, y sus discíp ulos están llamados a ser sus servidores. C ada

cristiano es un diákonos y todo ministerio es, a fin de cuentas, diakonía. Por esto, latarea específica del diácono es evidenciar la diakonía de todo ministerio. No se trata

hoy t anto de conservar simplemente una función de la I glesia p rimitiva, como deencontrar la forma adecuada de un ministerio que refleje la función de servicio de la

Iglesia de nuestro tiempo.2.   Los testimonios del NT nos indican que el t riple ministerio se impuso de un modo

general, aunque esta estructura aparece como relativamente tardía. Por tanto, ¿debemos

afirmar que la triple estructura ministerial --obisp os, presbíteros y diáconos-- es deinstitución divina, como parte integrante d e la estructura esencial de la I glesia? O,

¿quizás pueda decirse que estas tres funciones, es decir esta estructura determinada del

ministerio, no es esencial e indisp ensable p ara la I glesia? Por r azones bíblicas yteológicas, el m inisterio apostólico es esencial e indisp ensable para la vida y ser de la

Iglesia; h ace falta, sin embargo, gu ardar entera libertad en lo que con ciern e a laestructura de los ministros.

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3.   No deduzcamos, p or tanto, que convenga rechazar el orden que h a terminado p or imponerse en la antigua Iglesia. Al contrario, existen buenas razones para guardarlo ymantenerlo. En principio, es preciso no olvidar que la forma del ministerio apostólico

debería siemp re p oder modificarse. Este asp ecto es muy imp ortante para el diálo goecuménico. Pues si no s e considera el triple ministerio como una ley instituida por Dios

mismo, mirando a la cristiandad entera, las Iglesias tendrán una mayor libertad para eldiálogo. Entonces las Iglesias con el trip le ministerio p ueden no sólo t olerar, sinoreconocer como válidas otras estructuras distintas de la suya. Y a la vez estas otras

Iglesias más fácilmente podrán decidirse a introducir el triple ministerio.

4.  Es importante tener en cuenta que la estructura que ha acabado por imponerse en laIglesia es sólo una de las p osibles. Uno de los p eligros más grav es, de que hay acristalizado el ministerio en las tres únicas funciones, estriba en p erder p oco a p oco la

diversidad de carismas y funciones. Los tres ministerios p odrían p aralizar y absorber 

las diversas funciones eclesiales. Por tanto, es menester no considerar estos tresministerios como los m inisterios de la I glesia, sino co mo un mínimo junto al cual otrasfunciones pueden ser deseadas y no sólo toleradas. En p articular digámoslo d eldiaconado. Su fun ción d e velar p or la comunidad no le p ertenece en exclusividad. El

diaconado debe, más bien, ser modelo y estímulo p ara nuevas vocaciones que

contribuyan a extender los ricos y diversos dones espirituales que Dios ha repartidoentre su p ueblo.

En contacto con la tradición

Para reajust ar el diaconado al momento actual es indispensable considerar su evolución

histórica. Estudiar los avances y mutilaciones de que ha sido objeto, nos será útil para una

autént ica renovación. Nos serviremos de tres textos p ara discutir la doctrina diaconal.1. Ign acio de Ant ioquía señala el triple ministerio como fun ción esencial de cada Iglesia.

«Os amonesté cuando estaba junto a vosotros, levanté la voz, voz de Dios diciendo:

someteos al obisp o, al p resbiterio y a. los diáconos» (Filip 7,1) «Vuestra I glesi a será migozo eterno y perdurable, sobre todo si permanecen unidos al obispo los presbíteros ylos diáconos que están con él». (Filip, introd.).

La imp ortancia de est os. ministerios reside en que representan en la Iglesia a Dios, a Cristoy a los Ap óstoles. «T odos debéis honrar a los diáconos como a Crist o Jesús, al obispo como

al Padre, y a los presbíteros como al Consejo de Dios y a la asamblea de los Apóstoles.Fuera de éstos no existe Iglesia alguna» (Trall 3,1). Al afirmar que el diácono representa a

Cristo, es evidente que ejerce una función específica e indisp ensable p ara la I glesia.¿Cuáles son las tareas de los diáconos? Ignacio l lama a los diáconos: «s ervidores de losalimentos y de las bebidas» (Trall 2,3). Se ocupaban de r epartir los dones entre los

necesitados. M ás, Ignacio señala a los diáconos como: «servidores de los misterios deJesucristo» (Trall 2,3). En otra parte cuenta que un diácono «servía la palabra de Dios»

(Filip 11,1). Las dos funciones --caritativa y litúrgica-- const ituían un todo inseparable en la

Iglesia.

Hemos visto como los diáconos estaban sujetos al obispo. Son los sýndouloi (consiervos)

según exp resión de san Ignacio. El obispo p reside, tanto el culto como la actividadcaritativa de l a comun idad.

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Las cartas de I gnacio no son universales: Se refieren, sobre t odo, al Asia M enor, y Siria.

2.   En la Traditio Ap ostolica de Hipólito recibimos indicaciones detalladas sobre la

ordenación de los diáconos. Describe la est ructura eclesial en Roma, a comienzos delsiglo III: «qu e se les escoja según costumbre y que el obispo sólo le imp onga las

manos... p ues el diácono no es orden ado para el presbiterado, sino p ara estar al serviciodel obispo y para hacer cuanto el obisp o pida». Las funciones sacerdotales ysacramentales incumb en a obispo y p resbítero; y el diácono, aun p erteneciendo al clero,

asiste al, ob isp o: «el diácono no p articipa en el consejo clerical, sino que s u función es

administrativa; le pertenece también aconsejar al obispo. El diácono no recibe losmismos dones espirituales que los presbíteros, sino sólo los que el obispo le confiere.Aquí está la r azón de que sólo el obisp o ordene al diácono». En resumen, el diácono esel lazo entre el obispo y la comunidad eclesial en el culto y en el cuidado de pobres y

enfermos.

3. La Did askalía siria, que recoge anti guas t radiciones, describ e l a estructura eclesial delsiglo III. Desarrolla ideas ya mencionadas por Ignacio de Antioquía. Apunta con más

vigor una relación entre los sacerdotes y levitas del AT y los clérigos de la Iglesia: «lossacerdotes y los levitas se convierten en los presbíteros y los diáconos».

La tarea del di ácono consiste en t ransmitir las instrucciones del obispo a los l aicos: «loslaicos deb en confiar enteramente en los diáconos y evitar importunar al obisp o. Lo que

desean decir al obispo pueden comunicárselo por medio de los diáconos... Así como nadie puede acercarse a Dios Todopoderoso si no lo hace p or el M esías». Si el obispo es elrep resentante de Dios, el diácono representa a Cristo y los p resbíteros el consejo de los

Apóstoles. En resumen las tareas del diácono tienen la doble vertiente, que ya más arriba

hemos descrito, con un fuerte acento de unión obispo-diácono: «tened un mismo p ensar,obispos y diáconos, p ues formáis un mismo cuerpo, P adre e Hijo, p ues sois imagen deDios. El diácono cuenta todo a su obisp o, como el Mesías a su Padre... Que el diácono seael oído, la boca, el corazón y el alma del obispo. Porque vosotros, siendo dos, sois una sola

y misma voluntad, la I glesia encontrará su p az en vuestro mutuo acuerdo».

Evolución histórica

Los textos de Ign acio, Hipólito y la Didascalía sir ia nos muestran suficientemente laimp ortancia del diaconado durante los p rimeros siglos de la Iglesia. Incluso ciertos

diáconos ocuparon cargos importantes y viajaron en nombre de sus obispos para transmitir cartas o cumplir misiones diplomáticas. Siempre, con todo, estuvieron atentos a los límites

de sus funciones. Por ejemplo, el sínodo de Arlés (314) decretó :«que los diáconos de los pueblos no sean p resuntuosos. Deben honrar a los sacerdotes y no emprender nada sin suacuerdo» (can 18). J erónimo recuerda con insistencia que el diácono está subordinado al

obispo (epist. 146,2). Estos testimonios indican la importancia del diácono puesto que su

relevante p apel llegab a ,a poner, a veces, en cuestión la p az de la I gles ia.

¿Qué le ha p asado al diaconado en Oc cidente, p ara casi desaparecer como ministerio

autónomo? Parece que los diáconos se limitaron a las funciones litúrgicas y, finalmente, seconvirtieron en un simp le ministerio . de transición p ara el sacerdocio. Las Iglesias

Orientales han conservado mejor su carácter autónomo, aunque r estringido al p lanolitúrgico.

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¿Qué razones han influido en su evolución o, más bien, regr esión? Entre varias, p arececierto que influyó el no haber sido definidas de un modo claro las relaciones que debíanexistir entre diáconos y presbíteros. El diácono no podía administrar los sacramentos sin el

sacerdote, y, sin embargo, su ministerio revestía una mayor importancia. Esta situación eraviolenta, y las imp ortantes funciones del di ácono se fueron transfiriendo a los sacerdotes.

Otra causa de evolución, al menos en Occidente, fue la introducción del celibato obligatorio para los diáconos.

Evolución y diálogo ecuménico

1.  Es evidente que la evolución occidental no es satisfactoria. El diaconado no debe ser 

un simple noviciado de cara al sacerdocio. Su subordin ación al obispo y al p resbítero

no le debe. hacer perder su función específica en la Iglesia y en el mundo. Conviene, p or tanto, evitar toda definición negativa del diaconado r esp ecto al sacerdocio. Por ejemplo, es preciso evitar que la principal característica del diácono, . por oposición al

sacerdote, sea el no estar sometido la celibato.

Frente a la renov ación diaconal, abordada por la I glesia Católica; se p resentan difícilescuestiones que intentan resolver los t eólo gos romanos. ¿Cuáles son las funciones d el

diácono?, ¿puede presidir el culto no sacramental?, ¿puede bautizar?, ¿puede casarse?, ¿su

ministerio debe d epender en primer lu gar del ob ispo?, ¿cómo se relacionarán diácono-sacerdote? Esperamos que el Concilio Vaticano II acepte en princip io la renovación

diaconal, evitando responder categóricamente a todas estas cuestiones. Así se facilitaría eldiálogo entre las Iglesias y se evitaría el peligro de querer fijar, demasiado p ronto, laestructura de un ministerio t an complejo y p oco estudiado hasta el momento.

2.   En e l momento de la Reforma del siglo XVI el diácono había desaparecido

 p rácticamente en el seno d e la cristiandad o ccidental. Encontramos le gitima la p rotestade Calvino contra tal empobrecimient o funcional. La tradición refor mada, con todo,acentúa demasiado las tareas administrativas y caritat ivas del diácono y olvida que en

el NT y en la I glesia p rimitiva culto y diacon ía están estrechamente enlazados. M uchastareas administrativas podrían así reencontrar su significación espiritual.

¿Modernidad o retorno al pasado?

Para reajustar el diaconado al momento actual, sería peligroso admitir una identidad de

ministerios entre la Iglesia antigu a y la actual. Al comienzo, el obisp o era responsable de

una sola comunidad local donde celebraba el culto. Su ministerio correspondía más al del pastor o p árroco actual que al del obisp o moderno, responsable de una diócesis y cuy as

tareas son sobre todo gubernamentales y administrativas. Es normal que la I glesia, alcrecer, de mayor imp ortancia a la r egión; y , si hoy día descuidara su unidad en el p lanoregional, abandonaría su misión universal para ensombrecerse en el parroquialismo. A las

transformaciones sociológicas corresp onden modificaciones en las estructuras de losministerios.

Esta diferencia de estructuras nos lleva a replantear el p uesto del diácono: en la Iglesiaantigua estaba íntimamente asociado al obispo; ¿no convendrá hoy acentuar más la r elaciónentre el diácono y el pastor de la p arroquia? Esta idea se impone con más fuerza si se p one

de manifiesto la relación d el diácono con el culto.

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En la I glesia antigua, ayuda mutua fraterna y culto s on inseparables; y esto es p recisamentelo que debe ser exp resado p or la función diaconal, que liga el p lano cultual y el caritativo:él es el responsable de la ofrenda y de su administración. La vida entera de la comunidad

tiene una dimensión di aconal, que el d iácono cuida de manifestar; por esto el diácono, si noha de ser sacado de su contexto y mutilado, debe particip ar en los demás elementos del

ministerio ap ostólico, como p or ejemplo en la p redicación y en la cura de almas.

Al tener, p ues, el diácono un a resp onsabilidad cultual, es obvio que, como el sacerdote o el

 pastor, su actividad se circunscriba ante todo a una comunidad local. Pare ce, p ues, natural

que: la parroquia participe en su elección e instalación. El obispo podrá preparar y aprobar esta elección y p residir la instalación; p ero el enraizamiento de los ministerios en lacomunidad local deber á ser bien v isible.

 No olvidemos, sin embargo, que la actual sociedad n ecesita, cada vez más, resolver los problemas relativos a la diaconía en el p lano regional. Por consi guiente, convendría que

ciertos diáconos no limitaran su actividad a la comun idad local, para cuidar mejor de lanecesaria unidad regional de la Iglesia. Deben, entonces, recibir una p reparación

 plenamente orientada en esta dirección sup ralocal.

Las funciones del diácono pueden variar según las circunstancias, y es importante mantener 

en este sentido una gran libertad. Los diáconos pueden ejercer, a la vez, un ministerio decura de almas y de ayuda mutua fraterna en el seno de la co munidad eclesial. Pueden cu idar 

de los que necesitan ser ay udados habitualmente y mantenerlos en comunión con la v ida parroquial. T ambién p ueden trabajar como administradores, enfermeros, tutores, consejerosmatrimoniales, animadores de movimientos de jóvenes, etc. El desarrollo sociológico

moderno exige que, además de la asamblea cultual ordinaria, existan numerosos pequeños

grup os con el fin de asegurar l a p resencia cristiana en los diversos sectores de la vida social(en la z ona del t rabajo, vecindad, p olítica, juventud, anc ianidad, etc.). El ministerio d eldiácono sería coordin ar - y fomentar el contacto entre la asamblea cultual y los t ales grup os.Ciertos diáconos p odrían también r esp onsabilizarse de una t area especial de iniciación.

Otros podrían encargarse de ciertas categorías «handicaps» (bebedores, sordomudos, etc.) o bien t rabajar con los refugiados u obreros extranjeros.

Esta enumeración queda forzosamente incompleta, pues las tareas de los diáconos son taninmensas como las aflicciones y angustias de la humanidad, para cuya redención Cristo ha

venido al mundo como servidor.

Tradujo y conden só: MANUEL BORRELL