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arqueología foucaultiana es discurso, supone una capa más sobre aquello que pretende decirse, y aunque su peso pueda resquebrajar otras sedimentaciones, los más ancestrales estra- tos discursivos, no deja de revolverse en la arena y consti- tuirse como uno más de los rostros que acaban diluidos sobre su superficie. ¿Cómo alcanzar aquello que oculta la propia impresión de las palabras? ¿Cómo decir y, al mismo tiempo, no decir? Imposible tarea, salvo que la misma escri- tura juegue a desaparecerse y el discurso sea su propio re- verso, salvo que empleemos la palabra poética, la ausencia de poder, la imposibilidad de la violencia que supone esa escritura que nace borrándose, que se asegura su existencia en la desaparición, que escribe una distancia, que dilata un vacío. Un problema de lenguaje, o con Barthes, un problema de escritura, por el cual hay que dar con una escritura blanca, una escritura cuya transparencia nos deje su propio hueco, su ausencia, sin la vanidad del saber, un saber que, como ya advirtiera Foucault, no deja de aparecerse ligado a las categorías del poder y a su gestión compartimentada de la realidad, conformando así un peligroso aparato de domi- nación, exclusión y apropiación de todo lo útil que se ex- tiende ante el ser humano. Confiamos, pues, en la inutilidad de la poesía. Porque, desde esta perspectiva, la arqueología habría de ser una poé- tica, una escritura movida por los mismos desplazamientos que en la retórica del discurso literario astillan todos los ba- samentos de la verdad y de la identidad, una confección de tensiones y renuncias, fuera de la objetividad de la ciencia, fuera, necesariamente, de la subjetividad que la asiste y que construye la ficción del sujeto moderno, a través de ese no- decir diciendo, mediante los pliegues y dobleces del sentido, en un acopio del silencio impenetrable. Genealogía, arqueo- logía, deconstrucción: estrategias hasta cierto punto simila- res para devolver a las cosas al momento en que aún no han sido instauradas, dichas, pensadas. Pero al margen del estilo y de las concesiones de la es- critura foucaultiana, hay en su argumentación un punto ciego con respecto al método arqueológico de desmantelamiento 20

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arqueología foucaultiana es discurso, supone una capa mássobre aquello que pretende decirse, y aunque su peso pueda resquebrajar otras sedimentaciones, los más ancestrales estra-tos discursivos, no deja de revolverse en la arena y consti-tuirse como uno más de los rostros que acaban diluidossobre su superficie. ¿Cómo alcanzar aquello que oculta lapropia impresión de las palabras? ¿Cómo decir y, al mismotiempo, no decir? Imposible tarea, salvo que la misma escri-tura juegue a desaparecerse y el discurso sea su propio re-verso, salvo que empleemos la palabra poética, la ausenciade poder, la imposibilidad de la violencia que supone esaescritura que nace borrándose, que se asegura su existenciaen la desaparición, que escribe una distancia, que dilata unvacío. Un problema de lenguaje, o con Barthes, un problemade escritura, por el cual hay que dar con una escriturablanca, una escritura cuya transparencia nos deje su propiohueco, su ausencia, sin la vanidad del saber, un saber que,como ya advirtiera Foucault, no deja de aparecerse ligado alas categorías del poder y a su gestión compartimentada dela realidad, conformando así un peligroso aparato de domi-nación, exclusión y apropiación de todo lo útil que se ex-tiende ante el ser humano.

Confiamos, pues, en la inutilidad de la poesía. Porque,desde esta perspectiva, la arqueología habría de ser una poé -tica, una escritura movida por los mismos desplazamientosque en la retórica del discurso literario astillan todos los ba-samentos de la verdad y de la identidad, una confección detensiones y renuncias, fuera de la objetividad de la ciencia,fuera, necesariamente, de la subjetividad que la asiste y queconstruye la ficción del sujeto moderno, a través de ese no-decir diciendo, mediante los pliegues y dobleces del sentido,en un acopio del silencio impenetrable. Genealogía, arqueo -logía, deconstrucción: estrategias hasta cierto punto simila-res para devolver a las cosas al momento en que aún no hansido instauradas, dichas, pensadas.

Pero al margen del estilo y de las concesiones de la es-critura foucaultiana, hay en su argumentación un punto ciegocon respecto al método arqueológico de desmantelamiento

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LA MUERTE DE ACTEON:eutelequia 04/08/11 10:38 Página 20