3
Sábado – 2 semana de Cuaresma – 2017 Cirilo de Jerusalén (387) Miqueas 7,14-15.18-20 / Salmo 102 / Lucas 15, 1-3.11-32 Oración inicial Señor, Dios nuestro, que, por medio de los sacramentos, nos permites participar de los bienes de tu reino ya en nuestra vida mortal; dirígenos tú mismo en el camino de la vida, para que lleguemos a alcanzar la luz en la que habitas con tus santos. Por nuestro Señor. † Lectura del santo Evangelio según san Lucas (15,1-3.11-32) 1 Todos los recaudadores de impuestos y los pecadores se acercaban a escuchar. 2 Los fariseos y los doctores murmuraban: “Éste recibe a pecadores y come con ellos”. 3 Él les contestó con la siguiente parábola: Parábola del hijo pródigo 11 «Un hombre tenía dos hijos. 12 El menor dijo al padre: “Padre, dame la parte de la fortuna que me corresponde”. Él les repartió los bienes. 13 A los pocos días, el hijo menor reunió todo y emigró a un país lejano, donde derrochó su fortuna viviendo una vida desordenada. 14 Cuando gastó todo, sobrevino una carestía grave en aquel país, y empezó a pasar necesidad. 15 Fue y se puso al servicio de un hacendado del país, el cual lo envió a sus campos a cuidar cerdos. 16 Deseaba llenarse el estómago de las bellotas que comían los cerdos, pero nadie se las daba. 17 Entonces recapacitando pensó: A cuántos jornaleros de mi padre les sobra el pan mientras yo me muero de hambre. 18 Me pondré en camino a casa de mi padre y le diré: He pecado contra Dios y te he ofendido; 19 ya no merezco llamarme hijo tuyo. Trátame como a uno de tus jornaleros. 20 Y se puso en camino a casa de su padre. Estaba aún distante cuando su padre lo divisó y se enterneció. Corriendo, se le echó al cuello y le besó. 21 El hijo le dijo: “Padre, he pecado contra Dios y te he ofendido, ya no merezco llamarme hijo tuyo”. 22 Pero el padre dijo a sus sirvientes: “Enseguida, traigan el mejor vestido y vístanlo; pónganle un anillo en el dedo y sandalias en los pies. 23 Traigan el ternero engordado y mátenlo. Celebremos un banquete. 24 Porque este hijo mío estaba muerto y ha revivido, se había perdido y ha sido encontrado”. Y empezaron la fiesta. 25 El hijo mayor estaba en el campo. Cuando se acercaba a casa, oyó música y danzas 26 y llamó a uno de los sirvientes para informarse de lo que pasaba. 27 Le contestó: “Es que ha regresado tu hermano y tu padre ha matado el ternero engordado, porque lo ha recobrado sano y salvo”. 28 Irritado, se negaba a entrar. Su padre salió a rogarle que entrara. 29 Pero él le respondió: “Mira, tantos años llevo sirviéndote, sin desobedecer una orden tuya, y nunca me has dado un cabrito para comérmelo con mis amigos. 30 Pero, cuando ha llegado ese hijo tuyo, que ha gastado tu fortuna con prostitutas, has matado para él el ternero engordado”. 31 Le contestó: “Hijo, tú estás siempre conmigo y todo lo mío es tuyo. 32 Había que hacer fiesta porque este hermano tuyo estaba muerto y ha revivido, se había perdido y ha sido encontrado”.» CLAVES para la LECTURA - En la introducción de las parábolas de la misericordia (c.15), Lucas nos indica a quién van dirigidas (vv. 1s): el auditorio se divide en dos grupos, los pecadores que se acercaban a Jesús a escucharle, y los escribas y fariseos que murmuran entre ellos. A todos, indistintamente, Jesús revela el rostro del Padre bueno por medio de una parábola sacada de la vida ordinaria que conmueve profundamente a los oyentes. - El hijo menor decide proyectar su vida de acuerdo con sus planes personales. Por eso pide al padre la parte de “herencia” que le corresponde y emigra lejos, a dilapidar disolutamente cuanto tiene. Sólo la experiencia de la hambruna (v.17) hace recapacitar al que, con fama de vida alegre, salió de prisa de la casa paterna y ahora la añora. La decisión de comenzar una nueva vida le pone en camino (vv.18s) por una senda que el padre oteaba desde hacía tiempo, esperando (v.20). Es él el que acorta cualquier distancia, porque su corazón permanecía cerca de aquel hijo. Conmovido profundamente, corre a su encuentro, se le echa al cuello y lo reviste de la dignidad perdida (vv.22-24).

06 sábado - 2 semana CUARESMA - 2017 · 12 El menor dijo al padre: “Padre, dame la parte de la fortuna que me corresponde”. Él les repartió los bienes. 13 A los pocos días,

  • Upload
    others

  • View
    5

  • Download
    0

Embed Size (px)

Citation preview

Sábado – 2 semana de Cuaresma – 2017 Cirilo de Jerusalén (387)

Miqueas 7,14-15.18-20 / Salmo 102 / Lucas 15, 1-3.11-32 Oración inicial Señor, Dios nuestro, que, por medio de los sacramentos, nos permites participar de los bienes de tu reino ya en nuestra vida mortal; dirígenos tú mismo en el camino de la vida, para que lleguemos a alcanzar la luz en la que habitas con tus santos. Por nuestro Señor.

† Lectura del santo Evangelio según san Lucas (15,1-3.11-32) 1 Todos los recaudadores de impuestos y los pecadores se acercaban a escuchar. 2 Los fariseos y los doctores murmuraban: “Éste recibe a pecadores y come con ellos”. 3 Él les contestó con la siguiente parábola: Parábola del hijo pródigo 11 «Un hombre tenía dos hijos. 12 El menor dijo al padre: “Padre, dame la parte de la fortuna que me corresponde”. Él les repartió los bienes. 13 A los pocos días, el hijo menor reunió todo y emigró a un país lejano, donde derrochó su fortuna viviendo una vida desordenada. 14 Cuando gastó todo, sobrevino una carestía grave en aquel país, y empezó a pasar necesidad. 15 Fue y se puso al servicio de un hacendado del país, el cual lo envió a sus campos a cuidar cerdos. 16 Deseaba llenarse el estómago de las bellotas que comían los cerdos, pero nadie se las daba. 17 Entonces recapacitando pensó: A cuántos jornaleros de mi padre les sobra el pan mientras yo me muero de hambre. 18 Me pondré en camino a casa de mi padre y le diré: He pecado contra Dios y te he ofendido; 19 ya no merezco llamarme hijo tuyo. Trátame como a uno de tus jornaleros. 20 Y se puso en camino a casa de su padre. Estaba aún distante cuando su padre lo divisó y se enterneció. Corriendo, se le echó al cuello y le besó. 21 El hijo le dijo: “Padre, he pecado contra Dios y te he ofendido, ya no merezco llamarme hijo tuyo”. 22 Pero el padre dijo a sus sirvientes: “Enseguida, traigan el mejor vestido y vístanlo; pónganle un anillo en el dedo y sandalias en los pies. 23 Traigan el ternero engordado y mátenlo. Celebremos un banquete. 24 Porque este hijo mío estaba muerto y ha revivido, se había perdido y ha sido encontrado”. Y empezaron la fiesta. 25 El hijo mayor estaba en el campo. Cuando se acercaba a casa, oyó música y danzas 26 y llamó a uno de los sirvientes para informarse de lo que pasaba. 27 Le contestó: “Es que ha regresado tu hermano y tu padre ha matado el ternero engordado, porque lo ha recobrado sano y salvo”. 28 Irritado, se negaba a entrar. Su padre salió a rogarle que entrara. 29 Pero él le respondió: “Mira, tantos años llevo sirviéndote, sin desobedecer una orden tuya, y nunca me has dado un cabrito para comérmelo con mis amigos. 30 Pero, cuando ha llegado ese hijo tuyo, que ha gastado tu fortuna con prostitutas, has matado para él el ternero engordado”. 31 Le contestó: “Hijo, tú estás siempre conmigo y todo lo mío es tuyo. 32 Había que hacer fiesta porque este hermano tuyo estaba muerto y ha revivido, se había perdido y ha sido encontrado”.»

CLAVES para la LECTURA - En la introducción de las parábolas de la misericordia (c.15), Lucas nos indica a quién van dirigidas (vv. 1s): el auditorio se divide en dos grupos, los pecadores que se acercaban a Jesús a escucharle, y los escribas y fariseos que murmuran entre ellos. A todos, indistintamente, Jesús revela el rostro del Padre bueno por medio de una parábola sacada de la vida ordinaria que conmueve profundamente a los oyentes. - El hijo menor decide proyectar su vida de acuerdo con sus planes personales. Por eso pide al padre la parte de “herencia” que le corresponde y emigra lejos, a dilapidar disolutamente cuanto tiene. Sólo la experiencia de la hambruna (v.17) hace recapacitar al que, con fama de vida alegre, salió de prisa de la casa paterna y ahora la añora. La decisión de comenzar una nueva vida le pone en camino (vv.18s) por una senda que el padre oteaba desde hacía tiempo, esperando (v.20). Es él el que acorta cualquier distancia, porque su corazón permanecía cerca de aquel hijo. Conmovido profundamente, corre a su encuentro, se le echa al cuello y lo reviste de la dignidad perdida (vv.22-24).

- Así es como Jesús manifiesta el proceder del Padre celestial (y su propio proceder) con los pecadores que “se acercan” dando, a duras penas, algún que otro paso. Pero los escribas y fariseos, que rechazan participar en la fiesta del perdón, son como “el hijo mayor”, que, obedientes a los preceptos (v.29), se sienten acreedores de un padre-dueño del que nunca han comprendido su amor (v.31), aun viviendo siempre con él. También para ir al encuentro de este hijo de corazón mezquino y malvado (v.30), el padre sale de casa (v.29), manifestando así a cada uno el amor humilde que espera, busca, exhorta, porque quiere estrechar a todos en un único abrazo, reunirlos en una misma casa.

CLAVES para la VIDA - ¡No es de extrañar que los fariseos y letrados se escandalicen de Jesús! ¡No era para menos! ¡Mira que dejarles en tan mal lugar…! Lo que no es seguro es cuál fue el motivo de su escándalo, si porque les identificaba con el “hijo mayor” o por el rostro de Dios que ofrece y presenta. Desde luego, ninguno de los motivos agrada; pero están ahí y será necesario que ellos y nosotros saquemos las consecuencias pertinentes. ¿Nos atrevemos? - Lo que realmente me impresiona es el PADRE: sin ningún tipo de dudas, estaba rematadamente loco; no es “normal” que espere la vuelta del hijo calavera; pero no sólo eso, sino que sale corriendo a buscarlo, corre a su encuentro sin importarle perder su dignidad de padre, que le tocaba estar en casa, que era su lugar. Pero aún es menos “normal” el que vuelva a salir de casa (en una segunda ocasión) para conseguir algo increíble: “su padre salió a persuadirlo” (v.28); esto es, tampoco le importa rebajarse, porque también ama al hijo “perfecto e intachable”, pero que no le quiere como padre. - Y resulta que Jesús nos hablaba de Dios, del Abbá, del papá, y que actúa así. ¡Lo que nos faltaba...! ¡Es demasiado! No es fácil creerlo; menos aún aceptarlo; y no digamos nada ¡el vivirlo...! Necesito una conversión en las ENTRAÑAS de mi ser, para intentar parecerme un poquito (nada más) a este Padre. Pero Jesús no se echa para atrás: “sed misericordiosos como vuestro Padre es misericordioso” (Lucas 6,36), nos recuerda el evangelista.

ORACIÓN para ESTE DÍA “Jesús, cuando me equivoque como el joven del evangelio, haz que no olvide nunca la imagen del Padre y tu amor. Siempre serán mis salvadores”.

1. Esta parábola es capital, enteramente central, en toda la Biblia para comprender la imagen que debemos tener de Dios. Y de nuestra relación con Dios. El Dios de la Biblia es, con frecuencia, un Dios violento. En cerca de mil pasajes, la Biblia habla de la ira de Dios, que castiga con la muerte y la ruina (R. Schwager, J. A. Estrada, R. Brandscheidt...). Jesús acaba con esa imagen de Dios mediante esta parábola. El Dios de Jesús es el Padre, que le da al hijo lo que le pide. Y que no le pide cuentas al hijo cuando vuelve arruinado y en la mayor miseria. Así es Dios.

2. Esta parábola no habla de la conversión del pecador. El hijo perdido vuelve a la casa del padre porque se moría de hambre. Le motiva, no el arrepentimiento, sino el interés y la necesidad. El joven no habla de "pecado", sino de "desorden" (hâtâ') (G. Lohfink). Por tanto, se deforma la enseñanza de Jesús cuando se la presenta como un asunto de religión y no como realmente la presentó Jesús: como un problema de humanidad. Lo que Jesús destaca aquí es la profunda y desconcertante humanidad de Dios.

3. El comportamiento del Padre nos enseña: 1) Que Dios acoge siempre, sin condiciones, sin exigir confesión ni ritual alguno. 2) La Iglesia tiene que imitar al Padre: nunca rechazar a nadie, nunca echar en cara nada a nadie, y siempre acoger con inmensa alegría, con abrazos, música y fiesta. 3) Cada uno de nosotros se tiene que portar como Dios se porta, aunque se trate del más perdido de tus hijos, de tus amigos, de tus vecinos, de quien sea.

José María Castillo - La religión de Jesús Ciclo A – Comentario al Evangelio diario – 2016-2017

Queridos amigos y amigas: En este día se nos propone meditar en la parábola del Padre Misericordioso. Lucas nos dice que se

acercaban a Jesús publicanos y pecadores para escuchar sus enseñanzas; hecho que causaba la murmuración de los fariseos y los escribas: “Este recibe a los pecadores y come con ellos”. Por eso, Jesús se vale de una sencilla parábola para dar razón de su actuar. Relata la historia de una familia compuesta por un padre y dos hijos; el menor de ellos le pide a su padre la parte de la herencia que le corresponde y se va de viaje a un país lejano, derrochando su dinero de forma desordenada. Tal comportamiento lleva al joven a una situación límite de miseria humana en la que recobra su conciencia de ser hijo y decide volver a casa y pedir perdón. El padre, al verle regresar, sale a su encuentro y le acoge con desbordante alegría, preparando para él una gran fiesta. El hermano mayor, por su parte, enojado, se niega a celebrar, porque cree que su padre comete un error al premiar a este hijo que le ha ofendido gravemente. Finalmente, el padre intenta hacer caer en la cuenta a su hijo mayor de que sólo cabe celebrar el regreso de aquel que había muerto y ha vuelto a la vida.

Dios sale al encuentro del ser humano y le acoge con amor, sin levantar cargos para realizarle un juicio. Dios perdona infinitamente porque es un Padre lleno de misericordia y no hay causa humana perdida para Él. Por eso, Jesús acoge a los pecadores y publicanos que se le acercan sedientos de una vida nueva; para él no cabe más que celebrar y compartir la mesa festiva: la vida del Reino es posible aún para aquellas personas que han llegado al límite de la desesperación y la negatividad.

Este prototipo de paternidad divina debe inspirar nuestra propia paternidad humana. Conviene a padre y madres de familia esforzarse por comprender lo que los hijos sienten, fijarse en sus comportamientos verbales para captar lo que ocurre en sus vidas. Conviene, a la vez, cultivar siempre una buena comunicación fundada en el respeto, la libertad y la madurez humana, distinguiendo sabiamente la firmeza de la violencia, ya que los hijos realizan un cierto ejercicio de trascender de los padres hasta Dios: “Si papá y mamá son tan buenos, ¿cómo será el Dios Padre del que me hablan con gestos y palabras?”. Pidámosle al Padre misericordioso ser reflejos de su incomparable amor.

Su hermano en la fe, Freddy Ramírez, cmf.

• ¿Cuál es la imagen de Dios que está en mí desde mi infancia? ¿Ha cambiado a lo largo de los años? Si

ha cambiado, ¿por qué ha cambiado?

• ¿Me identifico con cuáles de los dos hijos: con el menor o con el mayor? ¿Por qué?

“Cuando todavía estaba lejos, su padre lo vio y se conmovió;

y echando a correr se le echó al cuello, y se puso a besarlo”

(Lc 15,20)

¡Cómo es el Padre! No pierde de vista al que se aleja,

ve de lejos al que se acerca. Se conmueve. Echa a correr.

Se funde en un abrazo de alegría con quien vuelve. Hace fiesta.

Recuerda que has nacido de un abrazo entrañable de ternura. Al verte, a Dios le da un vuelco el corazón.

“Sea bendito por siempre, quien tanto me esperó” (Sta Teresa de Ávila)

¡Qué alegría escuchar de tus labios, cuando volvemos a Ti: “Todo lo mío es tuyo y para ti”!