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1 ¿ QUIÉN SOY YO ? ELEMENTOS PARA LA IDENTIFICACIÓN Y ACEPTACIÓN DE UNO MISMO

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1¿ QUIÉN SOY YO ?

ELEMENTOS PARA LA

IDENTIFICACIÓN Y

ACEPTACIÓN DE UNO

MISMO

INTRODUCCIÓN

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«Por qué me invocáis: <Señor, Señor> y no hacéis lo que digo? Todo el que se acerca a mí, escucha mis palabras y las pone por obra, os voy a indicar a quién se parece: Se parece a uno que edificaba una casa: cavó, ahondó y asentó los cimientos sobre roca; vino una crecida, rompió el río contra aquella casa y no se tambaleó porque estaba bien construida. El que las escucha y no las pone por obra se parece a uno que edificó una casa sobre tierra, sin cimiento; rompió contra ella el río, y en seguida se derrumbó; y ¡hay que ver qué ruina la de aquella casa!» (Le 6, 46-49).«Llevad a la práctica el mensaje y no os inventéis razones para escucharle y nada más, pues quien escucha el mensaje y no lo pone en práctica se parece a aquel que se miraba en el espejo la cara que Dios le dio y, apenas se miraba, daba media vuelta y se olvidaba de cómo era. En cambio, el que se concentra en la ley perfecta, la de los hombres libres, y es constante, no en oiría y olvidarse, sino en ponerla por obra, ése encontrará su felicidad en practicarlas (Sant 1, 22-25)

Llegar a adquirir una personalidad fuerte y consolidada sería algo equivalente a lo que el evangelio llama «construir sobre roca», pienso yo. Sólo puede llegar a ser verdaderamente libre quien se mira periódicamente a sí mismo y, lejos de olvidarse de sus defectos e imperfecciones, trabaja con tesón por superarse, entiendo que nos dice el apóstol Santiago.

Conocernos a nosotros mismos es una tarea para toda la vida. Nunca nos conocemos del todo. Porque conocerse bien es valorarse correctamente. Lo fácil es despreciarse, creerse in- capaz de todo para refugiarse en la pasividad. Cada uno tenemos unos dones, unas capacidades, unas habilidades..

No nos conocemos bien cuando empezamos por compararnos con los demás. Así no ganamos más que inquietudes y tristezas. Empezamos a rivalizar con los demás, a sentir hacia ellos envidia

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u orgullo y ya nos incapacitamos para ver en ellos hermanos con los que hemos de compartir cuanto somos y tenemos.

Para conocernos a fondo no podemos mirarnos exclusivamente en nuestro propio espejo. Tenemos que mirarnos también en el espejo de los demás. Porque no conocemos del todo -.nuestras posibilidades mientras otros no nos las reconocen. Si nadie nos llamara no conoceríamos ni nuestro propio nombre.

Sólo desde el conocimiento de uno mismo se puede llegar a una necesaria aceptación de sí mismo. No lo somos todo ni valemos para todo. Las circunstancias, a veces mediocres y en ocasiones difíciles, han dejado su huella en nuestro propio rostro. Amémonos a nosotros mismos. No es pecado. El pe- cado es siempre no amar o amarse sólo a sí mismo. Este amor, esta aceptación de nosotros mismos no está reñida con el sano esfuerzo de superación. Y es la condición indispensable para que podamos aceptar a los demás, empezando por los que tenemos más cerca.

No es fácil descubrir nuestro propio rostro.Frecuentemente, usamos «máscaras» para agradar a otros, ser considerado importantes, esconder nuestros defectos o debilidades.

En otras ocasiones lo que creemos que son nuestras cualidades las desarrollamos tan exageradamente, las ponemos tan cara al público, que terminamos por convertirlas en defectos.

Siempre que nos relacionamos con los demás desde nuestras máscaras, representando -inconscientemente a veces- nuestro personaje, nos estamos condenando, aún sin saberlo, a unas relaciones superficiales.

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1.1- PARÁBOLA DEL HOMBRE DE LAS MANOS ATADAS

«Érase una vez un hombre como todos los demás. Un hombre normal. Con sus cualidades y defectos. No era diferente.

Pero un día llamaron repentinamente a su puerta.Cuando salió se encontró a sus amigos. Eran varios y habían

venido juntos.Sus amigos le ataron las manos.Después le dijeron que así era mejor; que así, con sus manos

atadas, no podría hacer nada malo (y se olvidaron de decirle que tampoco podría hacer nada bueno).

Y se fueron, dejando un guardián a la puerta para que nadie pudiera desatarle.

Al principio se desesperó y trató de romper las ataduras. Cuando se convenció de lo inútil de sus esfuerzos, intentó poco a poco acomodarse a su nueva situación.

Poco a poco consiguió valerse para seguir subsistiendo con las manos atadas. Inicialmente le costaba hasta quitarse los zapatos. Hubo un día en que logró liar y encender un cigarrillo. Y empezó a olvidarse de que antes tenía las manos libres.

Pasaron muchos años. El hombre llegó a acostumbrarse a las manos atadas. Mientras, su guardián le comunicaba las cosas malas que hacían en el exterior los hombres con manos libres (se olvidaba decirle que también hacían cosas muy buenas).

Siguieron pasando los años. El hombre llegó a acostumbrarse a sus manos atadas y comenzó a creer que era mejor vivir así.

Estaba tan acostumbrado a las ligaduras...Un día sus amigos sorprendieron al guardián, entraron y

rompieron las ligaduras que ataban sus manos.<Ya eres libre>, le dijeron. Pero habían llegado demasiado tarde. Las manos de aquel hombre estaban totalmente atrofiadas».

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1.- 2 La historia de un pezCronista:

Érase una vez un pececillo nacido en el mar. El inmenso espacio submarino era su hogar. Allí podía disfrutar de la riquísima variedad de bienes, y de la belleza que se oculta en el fondo de los mares. Había nacido para vivir en el mar. Allí podía crecer y divertirse con una multitud de pececillos como él.... sin nada de preocupaciones ni inquietud por el futuro, por el alimento... Un día...

PezOh, oh. ¿Qué es lo que veo? ¡Qué maravilla! ¡Esto es

fascinante! ¡Cómo calienta el sol y cómo brilla!

CronistaDesde aquel día, una y otra vez se impulsaba para subir a la

superficie y asomarse.... cada vez más alto ..., cada vez más rato...

Pez:Oh, ¡qué bien! ¡Con lo frío y oscuro que está todo dentro del

agua!

Cronista:Con ganas de ver muchas cosas más se acercaba a la orilla.

PezFantástico. ¡Qué bonita es la playa! ¡Qué verdes los árboles!

¡Qué preciosas las flores y los frutos! ¡Cómo me gustaría tener todo esto conmigo en el fondo del mar! ¡Ya estoy cansado de tanta monotonía! ¡Qué aburrimiento!

Cronista

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Nuestro pececillo se sentía inquieto, intranquilo. Y seguía asomándose.

Pez¡Mira los pájaros cómo vuelan! ¡Qué suerte tienen! Yo quiero

ser como ellos. ¡Y esos animales! Como ellos quiero sentarme a la sombra de los árboles, oler las flores, comer los frutos...

CronistaY empezó a sentirse desgraciado.

PezAquí estoy prisionero del mar.

CronistaDesde aquel día el pececillo se olvidó de todo el bien que le

rodeaba: las bellezas del fondo del mar, la inmensidad y el poderío del océano, la comodidad, la variedad y la seguridad de los alimentos, la simpatía de los juguetones compañeros...

PezNo me siento libre aquí. ¡Cómo disfrutar del mundo en esta

mazmorra! ¡Yo quiero salir de aquí! El día que lo consiga seré libre. Disfrutaré de la Vida, saltaré y volaré como aquellos animales. Me calentaré al sol y descansaré a la sombra de los árboles. Seré feliz, feliz, feliz...

CronistaPor fin, un día el pececillo se lanzó a la felicidad siguiendo el

camino que él mismo había descubierto. Se lanzó a nadar como nunca lo había hecho a toda velocidad. Sus compañeros, asustados, lo llamaban a gritos. El no quiso oír nada de aquellas voces amigas. Y de un salto...

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PezYa está. ¡Lo conseguí! Por fin libre y feliz. ¡Qué bien! ¡Aire

puro! ¡Qué buena temperatura! Árboles, frutos, flores, pájaros... Mi sueño de felicidad! Ah, ah, ah.

CronistaPero ¡ay!, al poco rato empezó a sentirse incómodo. El pecho

le dolía... ¡No podía respirar!

Pez¡Oh! Necesito descansar un poco. ¡Ay! Me ahogo. ¿Qué me

pasa? ¡Qué dolor tan terrible! ¡No puedo más! ¡Me estoy muriendo! ¡Me muero!

Editorial Claret

1.3.- El barco en la botellaHabía una vez un barco que vivía dentro de una botella. Aquel

barco era feliz, porque creía que, en aquella botella, estaba encerrado el mundo.

El barco era hermoso y una hermosa escena estaba representada en el interior de la botella. Por eso, el dueño del barco en la botella se encariñó con él. Y terminó por hacerse coleccionista de barcos en botella.

Recorrió tiendas y almacenes, mercados y mercadillos. Y compró todos los barcos que pudo encontrar. Y, cuando los tuvo a todos colocados en una repisa, nuestro barco se dio cuenta de que no todo el mundo se reducía al interior de su botella. Había otros mundos, muchos, encerrados en otras muchas botellas. Y esto le llenó de preocupación.

Después descubrió que todo aquel mundo suyo era artificial: las olas eran de papel, las casas de corcho, las nubes de algodón.

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Y se lo dijo a los otros barcos. Y todos comprendieron que eran mundos encerrados en botellas.

Por eso aquel día, los barcos se decidieron a empujar con todas sus fuerzas con la proa, con la popa, con los mástiles afilados, hasta que los cristales de todas las botellas saltaron por los aires a pedazos. Entonces, todos los barcos comenzaron un lento camino entre los desagües, por las alcantarillas, por los ríos, hasta llegar al mar. Allí los barcos se llenaron de alegría, allí todo era de verdad, las olas, el muelle, el puerto, los barcos... El mundo entero era de verdad. Había redes, peces, camisas de marineros llenas de salitre, manos trabajadoras que reparaban y preparaban nuevas cosas.

Allí los barcos sabían qué era cada cosa y qué era cada uno. Y sabía que todos formaban un solo mundo.

Y, a partir de aquel momento en que vieron la realidad y aprendieron qué era cada uno y para qué servía cada cosa, pudieron comenzar una nueva vida, sincera y libre.

(Sobre el original de Fernando Alonso, El hombrecito vestido de gris y otros cuentos, Ed. Alfaguara, Madrid, 1983).

1. 4.- Corazón de cebollaHabía una vez un huerto lleno de hortalizas, árboles frutales

y toda clase de plantas.Como todos los huertos tenía mucha frescura y agrado. Por

eso daba gusto sentarse a la sombra de cualquier árbol a contemplar todo aquel verdor y a escuchar el canto de los pájaros.

Pero de pronto, un buen día, empezaron a nacer unas cebollas especiales. Cada una tenía un color diferente: rojo, amarillo, naranja, morado...

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El caso es que los colores eran irisados, deslumbradores, centelleantes, como el color de una mirada o el color de una sonrisa o el color de un bonito recuerdo.

Después de sesudas investigaciones sobre la causa de aquel misterioso resplandor, resultó que cada cebolla tenía dentro, en el mismo corazón (porque también las cebollas tienen su propio corazón), una piedra preciosa. Esta tenía un topacio, la otra un aguamarina, aquélla un lapislázuli, la de más allá una esmeralda... ¡Una verdadera maravilla!

Pero por alguna incomprensible razón se empezó a decir que aquello era peligroso, intolerable, inadecuado y hasta vergonzoso.

Total, que las bellísimas cebollas tuvieron que empezar a esconder su piedra preciosa e íntima con capas y más capas, cada vez más oscuras y feas, para disimular cómo eran por dentro. Hasta que empezaron a convertirse en unas cebollas de lo más vulgar.

Pasó entonces por allí un sabio, que gustaba sentarse a la sombra del huerto y que sabía tanto que entendía el lenguaje de las cebollas, y empezó a preguntarlas una por una:

- ¿Por qué no eres como eres por dentro?Y ellas le iban respondiendo:- Me obligaron a ser así...- Me fueron poniendo capas... incluso yo me puse alguna

para que no me dijeran...Algunas cebollas tenían hasta diez capas, y ya ni se

acordaban de por qué se pusieron las primeras capas.Y al fin el sabio se echó a llorar.Y cuando la gente lo vio llorando, pensó que llorar ante las

cebollas era propio de personas muy inteligentes. Por eso todo el mundo sigue llorando cuando una cebolla nos abre su corazón. Y así será hasta el fin del mundo.(De Imágenes de la fe,

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1.5.- ¿Cuál es tu verdadero nombre?

«Una mujer estaba agonizando. De pronto tuvo la sensación de que era llevada al cielo y presentada ante el Tribunal.

- ¿Quién eres?, dijo una voz.- Soy la mujer del alcalde, respondió ella.- Te he preguntado quién eres, no con quién estas casada. - Soy la madre de cuatro hijos.- Te he preguntado quién eres, no cuántos hijos tienes. - Soy una maestra de escuela.- Te he preguntado quién eres, no cuál es tu profesión.Y así sucesivamente. Respondiera lo que respondiera, no parecía poder dar una

respuesta satisfactoria a la pregunta: ¿Quién eres?- Soy una cristiana.- Te he preguntado quién eres, no cuál es tu religión.- Soy una persona que iba todos los días a la iglesia y

ayudaba a los pobres y necesitados- Te he preguntado quién eres, no lo que hacías».

(A. Melo, La oración de la rana L Sal Terrae, 1988)

No es fácil conocer nuestro verdadero nombre, saber quiénes realmente somos. Porque los nombres que tenemos son provisionales. Sirven para llamar o para fichar a una persona, pero nada dicen de su verdadera identidad, de lo que siente, de lo que sueña, de lo que vive y de lo que hace. Son nombres enteramente convencionales.

Por eso no es difícil casarse con un desconocido. Aunque sepamos su nombre de pila y algunas de sus buenas o malas costumbres. Pero se puede hacer del matrimonio un largo camino hacia la conquista del nombre propio y personal. Es el que se consigue a base de esfuerzos derrochados, de ideales

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perseguidos, de amores sembrados, de obras realizadas, de oraciones elevadas, de lágrimas o de sangre vertidas.

Este cambio de nombre no es como el de los artistas, para halagar. Ni como el de los espías, para ocultar su verdadera personalidad. Es un nombre personalizado y para siempre.

¡ Qué bien que en la familia cada uno se llamara por este verdadero nombre! Es decir, por lo que siente, por lo que piensa, por lo que espera, por lo que ama. Coincidiría con lo mejor de nosotros mismos que tenemos para ofrecer a los demás. Nos llamaríamos, por ejemplo, hijo de la paz, flor de la justicia, río de verdad, tormenta de amor, arco iris de amistad, playa de hospitalidad, ángel del servicio, diamante de paciencia, libertad contagiosa...

Claro que no todos los nombres serían así de lindos y sugestivos. Otros tendrían nombres de fieras, reptiles, oscuridades y frustraciones.

En la Biblia tenemos muchos nombres escogidos por Dios. Conocemos especialmente el de Abrahám: «padre de multitudes»; el de Israel: «fuerte como Dios»; el de Juan: «favor de Yahvé»; el de Jesús, que es a la vez nombre, credo y sacramento. Preciosos son los nombres reservados por Dios para Sión:

-«Paz en la justicia. Gloria de piedad» (Baruc 5,4)- «Te llamarán mi favorita y a tu tierra desposada» (ls. 62,4) -«Te llamarán Ciudad de justicia, Villa-Leal» (ls. 1,26)

-«Ciudad-de-Fidelidad, Monte-de-Santidad» (Zac. 8,3) -«Y la llamarán así: Señor-nuestra-justicia» (Jer. 33,16) -«Diré a <No-mi-pueblo>: <tú-mi-pueblo>» (Os. 2,25).Esta Sión, la novia de Dios, no es naturalmente, la antigua

Jerusalén, sino toda comunidad creyente, tú.«Dios te dará un nombre para siempre» (Baruc 5,4). Dios te

dará un nombre nuevo. No vayas a pensar que es el que te mereces. Será un nombre de nuevo, sorpresivo, gratuito. Te lo prepara Dios, pero hace que sea tuyo. Es a la vez don y conquista,

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gracia y tarea. Podría sonar así: Alabanza de gloria, Acorde de amor, Racimo vivo, Hijo de lágrimas, Doble de Cristo, Portador de paz. 0 tal vez será un hombre con luces y sombras. No sabemos. Pero ¿cómo nos llamaremos en la vida verdadera? ¿Cuál será nuestra verdadera identidad?(Rafael Prieto Ramiro, Fuego en la tierra. Adviento y Navidad 1988, pp. 35-37)

1.6.- La semilla que no quería crecer

Hace bastante tiempo, no lo recuerdo muy bien, pasó un sembrador por esta tierra mía y fue dejando caer sus semillas. Con cariño les hablaba y decía una cosa a cada una:

- Sé un buen árbol para que se posen en ti las aves de] cielo.- Da buen trigo, para que pueda el molinero hacerte harina y

ser luego un hermoso pan familiar.- Crece bien, para girar luego con el sol. - Danos buen aceite, para condimentar los hombres nuestros

alimentos.Y aquel sembrador salía todos los días a ver crecer el campo

y veía satisfecho cómo cada planta echaba sus tallos y sus hojas. Sin embargo, entre todas aquellas plantas, notaba la falta de una semilla que no había salido todavía a la luz. Todos los días la esperaba ver aparecer con gran ansia.

Allí dentro de la tierra, se oía el rumor de la semilla:- Sé que es hora de crecer, de salir a la tierra y echar raíces

con firmeza, pero si salgo y no llueve suficientemente me moriré de sed, y si hace mucho frío me congelaré, o si por el contrario hace demasiado sol, me abrasaré. Puede que alguien me pise y me aplaste...

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- Yo quisiera ver el azul del día, ser un árbol fuerte y dormir a la luz de las estrellas, pero si salgo y las cosas van mal, todo se acabará.

Aquella semilla nunca se atrevía a crecer, hasta que un día, en medio de sus dudas y miedos, recordó lo que dijo el sembrador cuando la puso en la tierra:

- «Crece porque te necesitamos. Por tu lado pasarán muchas gentes y se sentarán aquí para descansar. Las aves harán nidos en tus ramas y ... ».

Cuando recordó todo esto comprendió que alguien le esperaba y no podía permanecer más tiempo allí, bajo el suelo.

Se puso a crecer y cuando salió a la luz, encontró la sonrisa del sembrador y luego, vio un camino que pasaba por allí mismo, y deseó con todas sus fuerzas crecer más. Vinieron las nieves y los vientos del invierno, pero luchaba con toda su fuerza con el fin de no ser arrastrada por el viento, ni tronchada por el peso de la nieve.

Y cuando la ventisca casi la tapaba, luchaba por sobresalir encima de ella.

Y sí la riada de lluvia llegaba hasta su tronco, aquel arbolito se agarraba fuerte a sus raíces de manera que no había forma de arrancarle del sudo.

Y siempre, todas las tardes, encontraba la mirada del sembrador que se fijaba en él y sonreía.

Así creció un año y otro, viendo cómo la gente se acercaba por el camino y al llegar a su lado, paraban, miraban el horizonte y continuaban adelante. Un día descubrió entre sus ramas una ardilla que jugueteaba saltando y que hizo un nido en un hueco de sus ramas.

Y siempre, todas las tardes, la mirada sonriente del sembrador alzaba la vista del suelo hasta el cielo para ver su última rama,

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Creció y creció. La gente veía sobresalir el árbol, por encima de todos, desde muy lejos. Le llamaban «El Árbol del Camino», aunque había muchos otros. Pero ninguno era tan alto y fuerte.

Otro día descubrió cómo un águila hacía un nido entre sus ramas más altas, porque desde allí se podía casi tocar el cielo y ver bien las estrellas. Y, como todas las tardes, la visita del sembrador que le miraba sonriente y esperaba algo más de él.

Cada vez era más firme, robusto y recto, y su corteza arrugada por los rigores del invierno seguía allí para testimonio de todos los que le veían y le llamaban «El Viejo Árbol del Camino».

Un día descubrió, cuando llegaba ya el invierno, cómo el sembrador tenía frío. Y aquel árbol desgajó de sí una rama para que el sembrador hiciera ¡caía y se calentara día tras día. Cuando el sembrador le visitaba le daba lo mejor de sí mismo, y por su tronco corrían lágrimas de resina.

Pero un día aquel sembrador no fue a visitar al árbol. Comprendió que había llegado la hora, Aquella noche hubo una gran tormenta. Un rayo recorrió aquel árbol de arriba a abajo y no quedó más que el tronco, el que la gente llama «El Tronco del Viejo Árbol».Sabes, dicen que todas las tardes Dios se da una vuelta por el cielo y que se para a la sombra de un gran árbol, lo mira y se sonríe.

(De Imágenes de la fe, 34 )

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1.7.- La podaMira mi pobre árbol, lleno de ramas inservibles.Mis frutos han palidecido y se pierden en la inutilidad.Ni siquiera los animales quieren servirse de ellos como

alimento.Sin embargo yo sueño todavía con ofrecer frutos lozanos,

atractivos, que puedan ser grata comida para los caminantes.Frutos que vivifiquen al hombre del hambre y del cansancio.

Pero mira mi pobre árbol, soñando con lo que no le pertenece y olvidando su propia cosecha.

Vienen manos ansiosas, extendidas, confiadas, a recoger el fruto de mi árbol, y encuentran decepción, insignificancia, frutos inservibles, no aptos para el alimento.

La enfermedad, la plaga interna, dejan raquítico el fruto de mi árbol.

En mi interior se abren grietas de oscuridad y de muerte, y en la superficie, aparecen los estigmas de la improducción.

Antes de que se extienda el mal a las raíces, sana la enfermedad que crece y me lleva a la muerte.

Coge tus herramientas, podador, corta todo lo seco, lo Podrido, todo lo que impide el camino a la savia.

Coge tus herramientas, podador, arranca de mi árbol toda la rama inútil, toda la rama que estorba el crecimiento.Yo sé que tu poda me causará dolor una vez y otra vez y siempre que se produzca, pero coge tus herramientas, podador, y ponte a la faena.

Es la hora del dolor esperanzado. Podador, me pongo entre tus manos, Divino Podador, Tú, yo y el viento.

(Inspirado en el montaje: «Tiempo de Poda»)

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1.8.- Tú no necesitas tantas cosasLo que necesita verdaderamente el hombre es otra cosa.

Que un experto en humanidad haga el estudio de las verdaderas necesidades.

A lo mejor no son muchas, pero profundas.El hombre no tiene muchas necesidades, pero tiene mucha

necesidad.El hombre necesita mucho, no muchas cosas.Necesita de hombres, no de cosas.Necesita de amigos, de presencias, de sonrisas, de cariño, de

esperanza. Precisa de encuentros, de sentimientos, de ideales. Necesita

de humanidad.Por tanto, desnúdate de cosas y vístete de humanismo. Que tus manos estén vacías, pero que tu corazón esté lleno

de nombres. No colecciones tesoros, sino amigos. No atesores acciones, sino relaciones. No multipliques intereses, sino personas.Que tus manos se gasten en estrechar y en compartir.

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1.9.- El río

... Yo canto ser río. Yo canto mi vida hecha río. Yo canto mi libertad orientada, mi libertad con un respeto grande para los otros, mi libertad con principio y fin.

Yo soy río, Mis aguas me dan mi ser y yo les doy mi identidad. Yo soy río y soy lo que soy, soy aquello para lo cual salí de la montaña.

Yo soy río y no quiero ser chopo esbelto, ni luna de plata, ni sol radiante, Soy río que se alarga dando cauce a su vida. Soy río que sabe a aguas.

1 Yo soy río y camino alegre. He aprendido a hacer camino caminando y a fecundar todo a mi paso. Yo dejo mi vida en cada salto y en cada paso de mis aguas. Dejo el agua hecha hoja verde y rama y hierba insignificante. Yo dejo a mi paso la alegría en la chopera con md pájaros a saltar de rama en rama.

Yo soy río y dejo mi vida hecha agua fresca para la paloma que cae sedienta en mis riberas. Yo soy río y dejo mi agua libre para que el cordero y la oveja, el león y la pantera, se junten en mi transparencia. Yo soy río para todos.

Yo soy río y a mi paso ha brotado la vida hecha pueblos. Yo he juntado en colmena lo que estaba disperso.

Yo soy río y quiero seguir siéndolo. Río sin fronteras. Río sin cálculos. Río en cauce. Soy feliz. Vivo. Mi vida es mi luz. Mi vida estremece mi vida. Alguien vive en mí. Lo sé. Lo experimento. Alguien vive en mí como el bebé en el seno de la madre. Aún más: soy yo quien vivo en él. Su vida, es mi vida...

Alguien vive en mí en silencio. Alguien que es como una fuerza de tormenta en la montaña. Alguien que es como la luz transparente. Alguien que es como la belleza de una rosa que perfuma mi ser. Alguien que sabe a bien, a verdad, a libertad. Me siento vivir.

Yo soy río. Soy río desde el origen. Soy río desde la montaña. Soy río desde la frescura incontenible del manantial.

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Soy río. NU madre es la montaña. La llevo en mis entrañas como un canto de liberación. NE ser sabe a montaña. Sabe a su silencio y a su soledad. Sabe a su interioridad y a su hondura. Sabe a vida.

Soy río. Mí ser sabe a agua de manantial. Es algo así como el espíritu que me anima. Es algo así como el viento que no sabes de dónde viene ni a dónde va, pero que oyes su voz. Algo así como lo que me marca, lo que me da mi identidad. Si la montaña no me hubiera dado sus aguas, si la montaña no me hubiera dado su vida de manantial hoy no sería río.

Soy río y le grito al cauce de mi vida. Soy río y sigo el cauce como quien ha encontrado la brecha por donde entrar. Soy río y le digo al cauce que no se canse de ser mi camino, que no se canse de acompañar mi ser de peregrino.

Soy río. Soy peregrino en el silencio. Soy dinamismo y tienda levantada en cada amanecer. Soy para andar, soy para la aventura, soy para lo desconocido, soy para lo nuevo, soy para el mañana, soy futuro a golpe de mis aguas.

Soy río. Y siento en mi ser la vida que me brota. El pececillo y el renacuajo. La rana y la salamandra. El cangrejo y la anguila... un mundo que me cruza sin parar me han nacido dentro. Soy fecundo como la montaña. He dado vida nueva como la montaña. Es una odisea.

Yo sé que en mi vida hay raíces eternas. Yo sé que vivo desde el origen. Yo sé que me alargaré mientras me llegue la vida de la montaña. Yo sé que un día llegaré a mi destino y me convertiré en mar inmenso sin fronteras ni playas. Yo sé que un día mi sueño será realidad: unir la montaña con el mar.

Entonces seré libre. Entonces seré la armonía que buscaba. Lo llevo dentro de mí. Nadie me lo demostrará. Lo llevo dentro de mí. Es mi experiencia. Es una voz que me nace dentro y habla en el silencio de mis aguas. Entonces, cuando llegue, alcanzaré la armonía de mi ser. Y me convertiré en mar. Seré inmenso. Seré seré... ¡absoluto!

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Yo sé que voy dejando, en mi marcha, todo atrás. Yo sé que',no puedo quedarme detenido ni en la rama' ni en el canto del ruiseñor. Yo sé que dejo todo atrás, y camino buscando la libertad total que sólo la alcanzaré cuando llegue al mar.

Soy río. Quiero gritarlo. Soy río y vivo. Amo a mi vida y no quiero cortarla. Amo mi vida y no -quiero morir en cosas que me agarren y no me dejen seguir mí marcha. Grito que vivo. Grito que vivir es mi vida. Grito que la vida es 'un don de la montaña. Que es mía porque ella me la dio. Que es mía y quiero que viva. Que es mía unida a ella.

(Emilio L. Mazariegos, Parábola del tío, Ed. CVS, Valladolid, 1988, pp. 29-32).

1.10.- El pesimista«No eres pesimista porque estás triste con una herida profunda

en el corazón o un conjunto de males que te afligen. No eres un pesimista tampoco cuando estás profundamente entristecido por el insoportable sufrimiento de tantos hombres inocentes, por la violencia o la injusticia en el mundo».

Pesimista es aquel que toda la vida permanece en una habitación oscura, en la que sigue desarrollando «ideas negras».

Pesimista es aquel que anuncia la lluvia cuando sale el sol; que, cuando todo va bien, afirma que durará poco; que se interroga acerca de las verdaderas intenciones de una persona amable.

El pesimista tiene «mala vista», porque nunca ve las cosas bellas.

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El pesimista «oye mal» porque nunca se entera de las buenas noticias.

Nota más frío que calor.Nota más el dolor que la alegría.Diagnóstico médico:«El pesimismo tiene una influencia nefasta sobre la digestión y

la presión sanguínea».Los optimistas viven más tiempo que los pesimistas.P.D.: «Los pesimistas no viven, están ya muertos mucho antes

de ser sepultados».

Ph. Bosman, La alergría de vivir, p. 113

1.11.- El semillero1. Si alguna de estas frases siguientes te resulta

estimulante, grábala en tu interior y medita su significado interno. Esto hará que germine y crezca su verdad intrínseca.

2. No trates de apresurar su maduración con tu entendimiento. Ello no haría sino matar la semilla.

3. Siémbrala en suelo fértil. Siémbrala en tu corazón. Y dale tiempo.

* Nada ha cambiado excepto mi actitud.. Por eso, todo ha cambiado.

* La vida no es un problema que haya que resolver, ni una pregunta que haya que responder. La vida es un

misterio

* Para estar vivo y sentirte libre debes desprenderte de tu miedo a caminar sin compañía.

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* No tienes necesidad de cambiar para que Dios te ame.

* Soy realmente afortunado me ha sido dada la riqueza de un día más de vida que hay que contemplar, admirar y saborear.* No volverás a ser el mismo después de haber estado

expuesto a los rigores de la soledad

* La aceptación momentánea de todo tal como es vale más que md años de piedad,

* Yo soy un tesoro Algún día, en algún lugar, alguien me descubrió

* Soy bastante rico si puedo escuchar el sonido de la música, el canto de las aves y las voces

humanas.

* La oscuridad revela la ardiente belleza de la llama. La idea de la muerte revela el frágil encanto de la vida.

* El auténtico poder consiste en sentirse a gusto con la falta de poder.

* La felicidad no es mañana, La felicidad es ahora.

* ¿Cuántos de los amores, sueños y temores de ayer, siguen hoy teniendo arraigo en ti?

* Limítate a mirar ... Y algún día verás.

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* Despídete de los dorados ayeres, o tu corazón jamás aprenderá a amar el presente.

(Anthony De Mello, El manantial, PP. 255-285)

1.12.- El hombre que todo lo podía

Había una vez un hombre que lo podía todo.No sé si era un hombre del tiempo en que las magias eran verdaderas o un hombre que llegó a conseguir todo lo que en la condición terrena se puede alcanzar. Su nombre era simple- mente, el hombre-que-todo-lo-podía.

Cierto día, el hombre-que-todo-lo-podía se cansó del tráfago de su metrópoli y buscó lugares solitarios para poder oír el silencio y gozar de la tranquilidad de estar parado. Pasados algunos días, comenzó a reflexionar y con la reflexión vino la turbación. Se dio cuenta de que no estaba parado en absoluto. Se encontraba girando a una velocidad de 1.700 km. por hora, pues ésta es la velocidad con que gira la tierra sobre su eje. Se cansó de la tierra, que lo arrastraba consigo irresistiblemente.

Como era el hombre-que-todo-lo-podía, resolvió abandonar el suelo terrestre y situarse por encima de él, más allá de la estratosfera, en el tranquilo silencio de su satélite. Corría mucho; pero, al menos, giraba sobre su eje a una velocidad inferior a la de la tierra. Pero cierto día se sobresaltó su corazón. Se percató de que nada había conseguido en su huida. En realidad estaba girando junto con la tierra y con todos los seres que se hallan

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bajo su campo de atracción, a 107.000 km. por hora alrededor del sol.

Ideó una solución que le iba a garantizar su tranquilidad. Decidió salirse totalmente de la órbita terrestre. Y fijó su morada más allá de la órbita de Júpiter. Allí iba a estar, por fin, libre de la asfixiante velocidad de la tierra. Pero al poco tiempo volvió a sentirse súbitamente preocupado. Pese a haberse alejado mucho de la tierra, no había logrado todavía huir del sol. Con el sol y todos los demás planetas del sistema solar, se encontraba girando a 774.000 km. por hora en torno al centro de nuestra galaxia.

Como era el hombre-que-todo-lo-podía, decidió trasladarse fuera de nuestro sistema solar. Buscó otros parajes cósmicos. Se instaló allí tan lejos y tan tranquilo, que le importaba muy poco saber en qué sistema estaba situado. Por lo menos estaba fuera de las vertiginosas velocidades del sistema solar.

Pero cierto día tropezó con un dato que le quitó por completo la tranquilidad que había encontrado. Estaba, efectiva- mente, girando a una velocidad de locura, 2.172.000 km. por hora, acompañando a nuestra galaxia en un viaje en tomo al centro de un conjunto de 2.500 galaxias vecinas.

Se enfureció. Intentó todo lo que podía -no olvidemos que se llamaba el hombre-que-todo-lo-podía-; se puso a andar en sentido inverso al movimiento de la galaxia, despacio, muy despacito, Con relación a la velocidad exorbitante de los demás podía sentirse verdaderamente parado.

]Pero cierto día enmudeció aterrorizado e impotente. Se dio cuenta de algo terrible, para su tranquilidad integrado en el conjunto de todos los cuerpos celestes -tierra, sol, galaxias, conjunto de galaxias- estaba corriendo, o mejor, huyendo, a una velocidad de 579.000 km. por hora, de un punto del espacio donde, muy probablemente, todos los cuerpos celestes tuvieron su origen en una gigantesca explosión ocurrida diez mil millones de añqs antes.

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El hombre-que-todo-lo-podía, repentinamente, intuyó que no podía más. Por más que huyera, no huía lo suficiente. Estaba llevado por algo mayor que él, que lo envolvía. Buscar la tranquilidad significaba perderla,

y el hombre-que-todo-lo-podía renunció a su nombre y a sus Pretensiones. Regresó humildemente a su tierra y, una vez en ella, tomó a su casa. Se sentó tranquilamente en su balcón y aprendió a contemplar con tranquilidad las cosas que, a pesar de las velocidades a que estaban sometidas, no se alborotaban ni se enfurecían, sino que estaban como paradas en su serena tranquilidad y en la tranquila serenidad de una naturaleza muerta. Aceptar y acoger la velocidad era encontrar la tranquilidad. Era encontrar la gracia de todas las cosas.

(Leonardo Boff, Gracia y liberación del hombre, pp. 290-292)

1.13.- El pobre y la perlaLa perla de gran precio yace profundamente escondida.Como un pescador de perlas, alma mía, bucea,bucea profundamente,bucea aún más profundamente, ¡y busca!Tal vez no encontrarás nada la primera vez.Como un pescador de perlas, alma mía.Sin cansarte, insiste, insiste de nuevo,bucea profundamente, cada vez más profundamente,¡y busca!Los que no conocen el secreto,se burlarán de ti,y te sentirás triste por ello.Pero no te desanimes,pescador de perlas, ¡alma mía!

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La perla de gran precio está ciertamente allí escondida, escondida en lo más hondo.

La fe es la que te ayudará a encontrar el tesoroy es ella la que permitirá que lo que estaba escondido sea por fin revelado.Bucea, bucea aún más profundamente,como un pescador de perlas, alma mía,¡y busca, busca sin cansarte!

(Swami Paramananda)

1.14.- Las siete llamas.Como todos saben,hay en el mundo siete llamasque forman juntasel aire que respiramosy el suelo bajo nuestros pies,todas las cosas en suma.Pero en todo hombrehay también siete llamas,porque todo hombre es un pequeño mundo, y precisamente por esto haysiete candelas encendidasen este candelero.La primera llama es la del solque es la fuente y el guardián de todo,y todos los niños, de algún modo,un poco han nacido del soly el sol los conserva.La segunda llama es el lenguaje.Los hombres se buscan con palabras de fuego

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y es mejor una lengua ardiente y balbucienteque no una cabeza sabia que calla.La tercera llama es la del entusiasmo.Esta nos enseña a amar,se apodera de todo nuestro ser,por ella el hombre se hace un alma ardiente,un árbol en llamas que no se consume.La cuarta llama es la del hambre y la sed,según está escrito:el hambre es un fuego que devora las piedras,la sed es un fuego que ningún mar logra extinguir.La quinta llama es Diosque manda sus chispassobre todo lo que vive en el cielo y el abismo.La sexta llama es la música,que se puede situar en el oído para escuchar,y en la boca para cantar,y en las manos para tocar,y en los pies para danzar.La séptima llama es la de la esperanza,que hace de los hombres niños,caballeros andantes y profetas que cantan:setenta veces siete árbolesflorecerán allí donde habitamos,y la luz refulge sobre el agua.Yo espero que vuestro hijose hará un hombredel que se elevarán llamasy se desprenderán destellos fulgurantes

(H. Oosterhuis, Alguien pasa junto a ti, pp. 92-94)

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1.15.- Los FariseosLos fariseos quieren que los demás sean perfectos, lo exigen.No saben hablar de otra cosa.Pero Yo soy menos exigente, dice Dios.Porque Yo sé bien lo que es la perfección y no exijo tanto de los hombres.Precisamente porque Yo soy perfecto y no hay en mí más que perfección,no soy tan difícil como los fariseos.Soy menos exigente. Soy el Santo de los santosy sé lo que es sersanto, lo que cuesta, lo que vale.Son los fariseos los que quieren la perfección.Pero para los demás.Encuentran siempre indignos a los demás, encuentran indigno a todo el mundo.Pero Yo, dice Dios, soy menos difícil,y encuentro que un buen cristiano, un buen pecadorde la común especie es digno de ser mi hijoy de reclinar su cabeza sobre mi hombro.

Ch. Peguy, Palabras cristianas, p. 47

1.16. ¿ Experiencia o Inocencia?«Decís que acrecentáis vuestra experienciapero lo que hacéis es ir descendiendo y disminuyendoy perdiendo cada día.Como por una pendiente vais ajándoos y envejeciendo

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y jamás volveréis a remontaros por esa pendiente por la que os deslizáisLo que vosotros llamáis experiencia, dice Dios, yo lo llamo desgastey disminución y pérdida de la esperanza,yo lo llamo desgaste pretencioso y pérdida de la inocencia,una constante degradación.Porque es la inocencia la que está llena y la experiencia la que está vacía;la inocencia quien gana y la experiencia quien pierde;la inocencia la que es joven y la experiencia la que es vieja;la inocencia la que cree y la experiencia la que es una descreída;la inocencia la que sabe y la experiencia la que ignora.El niño es el que está lleno y el hombre el que está vacío,vacío como una calabaza vacía o como un tonel.Se manda a los niños a la escuela, dice Dios,pero pienso yo que es para que olviden lo poco que saben. Estaría mejor enviar a la escuela a los padresporque son ellos los que la necesitan,siempre, naturalmente, que fuera yo el maestro de esa escuelay que fuera simplemente una escuela de hombres.Se cree por ahí que los niños no saben naday que los padres y las personas mayores saben algo,pero os aseguro que la verdad es todo lo contrario:son los niños los que lo saben todo.Porque tienen la inocencia primera que lo es todo.Feliz, dice Dios, el que siga siendo como un niñoy guarde la inocencia primera.Mi Hijo, Jesús, se lo dijo a los hombressin ninguna clase de rodeos ni atenuantesporque hablaba claro y firmemente:Feliz no solamente el que siga siendo como un niño,sino, exactamente, feliz el que es niño,el que ha permanecido siendo niño,

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exacta y precisamente el niño que ha sido,puesto que justamente se ha concedido a todo hombre el haber sidoniño de pecho, esta bendición, esta gracia única.El reino de los cielos no será sino de ellos».

Ch. Peguy

«Lo que comúnmente nos hemos acostumbrado a ver como madurez en el hombre es, en realidad, una resignada sensatez. Uno se va adaptando al modelo impuesto por los demás, al ir renunciando poco a poco a las verdades y convicciones que le fueron' más caras en la juventud. Uno creía en la victoria de la verdad, pero ya no cree. Uno creía en el hombre, pero ya no cree. Uno creía en el bien, y ahora no cree. Uno luchaba por la justicia y ha cesado de luchar por ella. Uno confiaba en el poder de la bondad y del espíritu pacífico, pero ya no confía, Era capaz de entusiasmos, pero ya no lo es. Para poder navegar mejor entre los peligros y las tormentas de la vida, se ha visto obligado a aligerar su embarcación. Y ha arrojado una cantidad de bienes que no le parecían indispensables. Pero eran, justa- mente, sus provisiones y su reserva de agua. Ahora navega, sin duda, con mayor agilidad, pero se muere de hambre y sed».

Dr. Schweitzer

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1.17.- El ParaísoEn un sueño un ferviente discípulo del Talmud fue auto- rizado

a acercarse al templo del Paraíso, donde los grandes sabios del Talmud pasaban su vida eterna. Vio que estaban sencillamente sentados alrededor de varias mesas estudiando el Talmud, El discípulo se preguntó: ¿Estoy de verdad en el Paraíso? De pronto oyó una voz: «Te equivocas. Los sabios no están en el Paraíso. El Paraíso está en ellos».

1.18.- Poema de las muletasDurante siete años no pude dar un paso. Cuando fui al gran médicome preguntó: «¿Por qué llevas muletas?» Y yo dije: «Porque estoy tullido».«No es extraño -me dijo --Prueba a caminar. Son esos trastoslos que te impiden andar.¡Anda, atrévete, arrástrate a cuatro patas!»Riendo como un monstruo,me quitó mis hermosas muletas, las rompió en mis espaldas y,sin dejar de reír,las arrojó al fuego.Ahora estoy curado. Ando.Me curó una carcajada.Tan sólo, a veces, cuando veo palos, camino algo peor por unas horas.

(Bertolt Brecht)

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1.19.- La tienda de la verdadNo podía dar crédito a mis ojos cuando vi el nombre de la tienda: LA TIENDA DE LA VERDAD. Así que allí vendían verdad.La correctísima dependienta me preguntó qué clase de verdad deseaba yo comprar: verdad parcial o verdad plena. Respondí que, por supuesto, verdad plena. No quería fraudes, ni apologías, ni racionalizaciones. Lo que deseaba erami verdad desnuda, clara y absoluta.La dependienta me condujo a otra sección del establecimiento en la que se vendía la verdad plena.El vendedor que trabajaba en aquella sección me miró compasivamente y me señaló la etiqueta en la que figuraba el precio. «El precio es muy elevado, señor», me dijo. «¿Cuál es?», le pregunté yo, decidido a adquirir la verdad plena a cualquier precio. «Si usted se la lleva», me elijo, «el precio consiste en no tener ya descanso durante el resto de su vida».Salí de la tienda entristecido. Había pensado que podría adquirir la verdad plena a bajo precio. Aún no estoy listo para la Verdad. De vez en cuando ansíola paz y el descanso. Todavía necesito engañarme un poco a mí mismo con mis justificaciones y mis racionalizaciones.Sigo buscando aún

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el refugio de mis creencias incontestables.

(A. de Mello, El canto del pájaro Sal Terrae, 1982)

1.20.- Historia del salmón.¿Habéis visto alguna vez a los salmones saltando río arriba?

Realizan un viaje contracorriente increíble, que todavía no es demasiado comprendido por los científicos.

El salmón nace en el río y permanece en agua dulce mientras es alevín. Cuando llega a su juventud, baja hasta el mar, donde vive y llega a su madurez.

Cuando se acerca la época de la reproducción, emprende el camino de vuelta, volviendo exactamente al lugar donde nació.

Es un viaje muy duro. Centenares de kilómetros, llenos de dificultades, de rápidos y cascadas. Tiene que liberarse de las plantas acuáticas que lo tratan de retener ¡Y si sólo fuera eso!

Lo peor es que el salmón se encuentra en el río a muchos peces, compañeros, que se dejan arrastrar por la corriente y que le dicen:

- Ven con nosotros. En el mar se está muy bien. ¿Qué quieres hacer allá arriba?

Y otros le gritan-. - ¡No subas más arriba: hay peces que atacan!Y así es. Mirando hacia adelante, el salmón puede ver cómo hay

salmones heridos por las mordeduras.Entonces comienza a dudar y piensa:- No puedo más. Me quedaré a descansar un rato allá, donde

parece que el agua se remansa. Ya continuaré cuando haya recuperado las fuerzas.

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Pero, al mismo tiempo, escucha una voz interior que le empuja:

- Salmón, ¡no te dejes llevar por lo fácil! ¡Continúa tu viaje con los compañeros que luchan a tu lado! O sigues río arriba o la corriente te arrastrará hacía abajo. No hay otra alternativa: ¡ o río arriba o hacia el mar !

Parece que los salmones no comen nada, una vez que han comenzado su ascensión, río arriba. Sólo el instinto les da fuerzas para luchar contra la corriente.

No todos llegan a la meta: muchos mueren exhaustos durante su titánico viaje. Al llegar al lugar de su nacimiento, las hembras ponen los huevos y los machos los fertilizan.

Ya pueden, agotados, morir: ellos sí que han sido fecundos.