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40 3. PAPEL DE LA VEGETACIÓN EN LA ESTABILIDAD DE TALUDES Y LADERAS Si bien ya ha sido tratado el papel que cumple la vegetación como agente regulador de los procesos que intervienen en la generación de pérdidas de suelo, de forma intencional ha querido aquí separarse el desarrollo del papel que cumple en la estabilización de laderas desde la perspectiva del refuerzo, inducido este último a través de los sistemas radiculares. Tal separación se adopta de cara a la presentación de los diferentes programas de control de erosión (Capítulo 4), los cuales incorporan usualmente un compartimiento de cobertura vegetal; la selección de los tipos de vegetación dentro de dicho compartimiento, ha adoptado generalmente criterios relativos a la cobertura ofrecida por uno u otro tipo de ella, cuya descripción en la literatura especializada es bastante amplia, dejándose un tanto de lado los criterios de selección basados en las características de los sistemas de raíces asociados, y que pueden ser tanto o más importantes que los convencionalmente empleados a tales fines. El oportuno y claro conocimiento de los diferentes aspectos de este compartimiento “oculto”, resulta entonces indispensable, conforme puede concluirse del fracaso que han tenido programas de control de la erosión, o incluso simplemente programas de repoblamiento vegetal; a manera de ejemplo, es el caso de la incorporación de ejemplares arbóreos en sitios con suelos poco profundos localizados sobre acusadas pendientes, viéndose favorecida la inestabilidad de la ladera, o por contrapartida, la elección de coberturas herbáceas de raíces frágiles y poco profundas en similares condiciones topográficas a las citadas, las cuales no alcanzan a favorecer la configuración del suelo a la manera de masa unitaria, siendo rápidamente vencidas por los esfuerzos cortantes en las laderas. Sin el ánimo de hacer un tratado riguroso en torno al tema, sino mejor de ambientar el control de la erosión desde la óptica del componente vegetal en su dimensión radicular, se exponen algunos aspectos generales de tipo anatómico y funcional que revisten importancia desde el punto de vista de la dinámica de suelos; se reseñan además aspectos específicos propios a especies tropicales y foráneas ya adaptadas, que apenas comienzan a investigarse y ser aclarados, sugiriéndose un reconocimiento a la trascendencia que reviste su consideración a efectos del diseño y ejecución de programas –en general– de repoblamiento vegetal. 3.1 ASPECTOS GENERALES En términos generales, y como ha sido ya inicialmente apuntado en el capítulo precedente (numeral 2.2.5), el papel de la vegetación tiene que ver entre otros, con los siguientes aspectos (Gray y Leiser, 1982):

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3. PAPEL DE LA VEGETACIÓN EN LA ESTABILIDAD DE TALUDES Y LADERAS

Si bien ya ha sido tratado el papel que cumple la vegetación como agente regulador de los procesos que intervienen en la generación de pérdidas de suelo, de forma intencional ha querido aquí separarse el desarrollo del papel que cumple en la estabilización de laderas desde la perspectiva del refuerzo, inducido este último a través de los sistemas radiculares. Tal separación se adopta de cara a la presentación de los diferentes programas de control de erosión (Capítulo 4), los cuales incorporan usualmente un compartimiento de cobertura vegetal; la selección de los tipos de vegetación dentro de dicho compartimiento, ha adoptado generalmente criterios relativos a la cobertura ofrecida por uno u otro tipo de ella, cuya descripción en la literatura especializada es bastante amplia, dejándose un tanto de lado los criterios de selección basados en las características de los sistemas de raíces asociados, y que pueden ser tanto o más importantes que los convencionalmente empleados a tales fines. El oportuno y claro conocimiento de los diferentes aspectos de este compartimiento “oculto”, resulta entonces indispensable, conforme puede concluirse del fracaso que han tenido programas de control de la erosión, o incluso simplemente programas de repoblamiento vegetal; a manera de ejemplo, es el caso de la incorporación de ejemplares arbóreos en sitios con suelos poco profundos localizados sobre acusadas pendientes, viéndose favorecida la inestabilidad de la ladera, o por contrapartida, la elección de coberturas herbáceas de raíces frágiles y poco profundas en similares condiciones topográficas a las citadas, las cuales no alcanzan a favorecer la configuración del suelo a la manera de masa unitaria, siendo rápidamente vencidas por los esfuerzos cortantes en las laderas. Sin el ánimo de hacer un tratado riguroso en torno al tema, sino mejor de ambientar el control de la erosión desde la óptica del componente vegetal en su dimensión radicular, se exponen algunos aspectos generales de tipo anatómico y funcional que revisten importancia desde el punto de vista de la dinámica de suelos; se reseñan además aspectos específicos propios a especies tropicales y foráneas ya adaptadas, que apenas comienzan a investigarse y ser aclarados, sugiriéndose un reconocimiento a la trascendencia que reviste su consideración a efectos del diseño y ejecución de programas –en general– de repoblamiento vegetal. 3.1 ASPECTOS GENERALES En términos generales, y como ha sido ya inicialmente apuntado en el capítulo precedente (numeral 2.2.5), el papel de la vegetación tiene que ver entre otros, con los siguientes aspectos (Gray y Leiser, 1982):

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- Interceptación: el follaje y los residuos de las plantas absorben la energía de la lluvia y previenen la compactación del suelo por el impacto de sus gotas directamente sobre la superficie.

- Retención: físicamente, el sistema de raíces amarra o retiene las partículas del suelo,

además, las partes aéreas funcionan como trampas de sedimentos. - Retardación: sobre la superficie, los residuos incrementan su aspereza, o dicho en otras

palabras, aumentan el coeficiente de rugosidad del terreno, disminuyendo así la velocidad de escorrentía.

- Infiltración: las raíces y los residuos de las plantas ayudan a mantener la porosidad y

permeabilidad del suelo. - Transpiración: el agotamiento de la humedad del suelo por las plantas retrasa la

saturación y con ello la aparición de escorrentía superficial; González (1995) anota la importante función que cumple la vegetación en la regulación de humedad del suelo: árboles grandes individuales pueden absorber entre 100 y 150 litros de agua por día soleado.

Por otra parte, de forma ya no genérica sino aplicada, la vegetación cumple un importante papel en términos de la prevención de movimientos en masa, de manera especial con relación a los deslizamientos superficiales en laderas. A este respecto, las posibles formas en que la vegetación afecta el balance de fuerzas son (Gray y Leiser, 1982): - Refuerzo de las raíces: mecánicamente las raíces refuerzan el suelo al transferirle

resistencia a la cizalladura (Figura 10), con tensiones de resistencia en la raíz. - Modificación del contenido de humedad del suelo: la evapotranspiración y la

interceptación por el follaje limitan la aparición de esfuerzos en el suelo por humedad. - Apuntalamiento: el anclamiento y embebimiento de los troncos hace que éstos actúen

como pilares -puntales o contrafuertes- en las laderas, contrarrestando las tensiones por cizalladura; se dice que los troncos actúan como anclas rígidas, favoreciendo el sostenimiento o restricción lateral contra el movimiento superficial del talud. El arqueado ocurre cuando el suelo intenta un movimiento a través y alrededor de las filas de árboles, los cuales se encuentran finamente anclados en el suelo; dicho fino anclaje de los árboles se puede lograr si éstos logran un contacto radicular con rocas o a una alta profundidad de sus raíces.

- Peso de la vegetación: ejerce dos tipos de esfuerzos, uno desestabilizante hacia abajo

de la pendiente y uno que es componente perpendicular a la pendiente el cual tiende a incrementar la resistencia al deslizamiento.

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- Cuñamiento de raíces: tendencia de las raíces a invadir grietas, fisuras y canales y causar con ello inestabilidad local, especialmente en masas rocosas.

- Remolinos: serpenteo del viento a través de los troncos de los árboles, generando

influencia desestabilizante por creación de momentos de remolino al chocar el viento con el tallo: el viento corre serpenteando por entre la vegetación.

Los tres primeros efectos incrementan la estabilidad de las laderas; el cuarto puede causar un impacto benéfico o adverso dependiendo de las condiciones de suelo y de la pendiente; los dos últimos son efectos adversos a la estabilidad. El serpenteo del viento o remolinos, se dice que afecta especialmente a árboles de edades maduras o enfermos, caso de ventarrones bajos, los cuales corren paralelos a la superficie y crean disturbios sobre su capa superficial. Hawley y Dymond (1988) exponen que el refuerzo por raíces y la transpiración tienden a reducir la incidencia de deslizamientos más que otros efectos de los árboles, tales como peso y concentración de agua lluvia durante las tormentas, los cuales tenderían a incrementarla. Desde hace varias décadas han sido construidas cientos de estructuras de refuerzo, dejándose de lado el empleo de coberturas vegetales arbóreas y arbustivas a efectos de estabilizar laderas y suelos en general. Vidal (1969) citado por Gray y Leiser (1982) patentó una estructura de refuerzo de laderas que en su principio semejaba lo que hacen las raíces; el método consistía en una plataforma metálica reforzada con láminas o tiras metálicas transversales y longitudinales, en una matriz de suelo granular. Otra metodología para el refuerzo de suelos es aquella denominada “ pilar de raíces reticuladas”, que consiste en la simulación de la acción de las raíces de los árboles arreglando una malla de diámetro pequeño, reforzada con pilares de concreto; de esta forma se tiene la masa unida como un todo o masa unitaria. El papel desempeñado por las raíces en términos del refuerzo del suelo no es tan simple como lo es el de estas estructuras artificiales; si bien las raíces no tienen la resistencia mecánica de las bandas de acero, en el suelo se comportan de una manera más compleja, ya que ejercen fuerzas de tensión además de transferencia de tracción a lo largo y ancho del refuerzo. Puntos a favor del carácter propio a las raíces se tienen en la capacidad de recuperación y regeneración frente a daños físicos, así como en la bioadaptación, a través de la cual responden una vez se presentan condiciones desfavorables de topografía y disponibilidad de agua, entre otros (edafoecotropismo). En general, al removerse la vegetación de las laderas, tiende a incrementarse la inestabilidad y la frecuencia de movimientos en masa; esto es señalado por O’Loughlin y Pearce (1976) citados por Hawley y Dymond (1988), quienes exponen que hay buena evidencia de que en muchas litologías la remoción de bosques de las laderas produce un incremento en la ocurrencia de deslizamientos. El refuerzo de las raíces es el mecanismo más obvio de influencia de la vegetación en la estabilización de vertientes; la entremezcla de raíces laterales tiende a unir el suelo en una masa única (Gray y Leiser, 1982). En las vertientes, la raíz principal puede penetrar a

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través del suelo dentro de estratos firmes, anclándose e incrementando la resistencia a deslizarse. González (1995) con relación a la resistencia que confieren las raíces al suelo, expone que el incremento en la resistencia al corte por la acción de ellas puede alcanzar el doble de su valor cuando éstas no están presentes. Sin embargo, el refuerzo debido a la vegetación puede ser limitado por la conformación y distribución de los sistemas radiculares, ya que no se puede garantizar en un posible movimiento en masa que las raíces atraviesen la superficie de falla, donde se da el efecto de refuerzo; si las raíces no la cruzan, sus efectos en la estabilidad del talud se limitan al control de la humedad del suelo y a la sobrecarga, pudiendo ser esta última desfavorable. Gray y Leiser (1982), exponen que un suelo reforzado por raíces o fibras se comporta como un material compuesto en el cual las fibras relativamente elásticas con fuertes tensiones, se encuentran embebidas en una matriz de suelo relativamente plástico; los esfuerzos se movilizan entre la matriz y el material fibroso (raíces). Esto significa que esfuerzos de tensión en el suelo generan resistencia a la tensión en las fibras, las cuales imparten una mayor resistencia al suelo. Sin embargo, el papel que la vegetación puede cumplir en la prevención de movimientos en masa, está centrado principalmente en movimientos someros a medianamente profundos; a este respecto, Hawley y Dymond (1988) anotan que los árboles que crecen sobre laderas inhiben los deslizamientos superficiales en su vecindad; estos autores desarrollaron un método para medir el efecto de estabilización impartido por los árboles en las laderas, especialmente válido para amplios espaciamientos entre ejemplares. Sus resultados mostraron que las pérdidas de suelo eran reducidas por concepto de los árboles en un 13,8%, resaltándose que si ellos hubiesen sido plantados en arreglo al cuadro de 10 m (malla de 10x10 m), los daños se habrían disminuído cuando menos en un 70%. 3.2 MECANISMOS DE REFUERZO En las laderas se tienen dos tipos de agentes que explican los movimientos según la forma en que actúan (Tragsa-Tragsatec, 1998): factores condicionantes y factores desencadenantes; los primeros se refieren a aquellos que establecen las características de resistencia de las vertientes y los esfuerzos que se generan en ellas; por otra parte, los factores desencadenantes tienen que ver con la producción de variaciones en tales características de resistencia y esfuerzos, rompiéndose con ello el equilibrio estático existente entre ellos. El equilibrio más precario en las laderas es aquel existente entre la resistencia y el esfuerzo cortante; la resistencia al corte queda determinada por la cohesión y fricción interna, de acuerdo a la Ley de Coulomb:

S = C + σ tan φ

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En esta expresión S es la resistencia al corte; C es la cohesión efectiva; σ es el esfuerzo efectivo; y φ el ángulo efectivo de fricción interna. Las raíces incrementan la resistencia al corte del suelo en un término ▲S o ▲C; este último, producto de la creación de una falsa cohesión (pseudo cohesión). La cohesión y la fricción interna son función del material, la estructura, la vegetación que sustenta y las condiciones hídricas de la ladera; por su parte el esfuerzo cortante depende del peso del material que integra y sustenta la ladera y de su pendiente. En teoría, cuando ocurre una falla, la raíz se deforma para actuar como refuerzo, desarrollando resistencia a la tracción, evitando de tal forma no sólo su rompimiento, sino además retardando la falla del suelo. Han sido desarrollados modelos teóricos para explicar el comportamiento de las raíces cuando el suelo es sometido a esfuerzos cortantes; algunos de ellos sugieren que las fuerzas de tensión que se desarrollan en las raíces cuando el suelo es sometido al esfuerzo cortante, son resueltas en una componente tangencial que resiste directamente la cizalladura, y una componente normal o perpendicular que incrementa la concentración del esfuerzo en el plano de cizalladura, y que tiene que ver con la unión que favorecen las raíces del conjunto de suelo, entre capas (Figura 11). La cohesión y la fricción se incrementan por la acción de las raíces, así, cuando una raíz cruza la zona de cizalladura, se somete a una fuerza de tensión (tr), y el esfuerzo a la tensión se descompone en una parte perpendicular y otra paralela a la zona de cizalladura (σr y τr), tales que τr = tr sen β, σr = tr cos β. Se dice que σr incrementa el esfuerzo normal, el cual incrementa la componente friccional, y tr es la fuerza de tensión de la raíz. En general, el incremento en la resistencia al corte debido a las raíces, es función de la resistencia a la tracción de las raíces o fuerza promedio de las raíces a la tensión (tr) y una relación de áreas: Área efectiva de las raíces cruzada por la superficie de rotura (Ar) y Área de superficie potencial de falla o área total de la superficie de rotura (A), las cuales tienen que ver con la densidad de raíces en la superficie de rotura y la inclinación de las mismas con respecto a la superficie de rotura (β), tal que:

▲ S = 1,2 τr

τr = tr (Ar/A) Si el esfuerzo cortante en el suelo excede cierto valor crítico, el suelo falla; dicho valor crítico depende de las propiedades del suelo y de las condiciones ambientales. Los factores condicionantes son prácticamente constantes (tipo de material y estructuración del mismo); los modificables son la pendiente, el contenido de humedad, la vegetación y las cargas que sustenta la ladera, así, es sobre éstos que actúan los factores desencadenantes.

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Figura 10. Corte o cizalladura Fuente: León (1997)

Figura 11. Resistencia de la raíz al corte Fuente: León (1997)

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Dentro de los factores condicionantes se destaca la cobertura vegetal, en especial el papel cumplido por los sistemas radiculares dando un armazón cohesivo al conjunto del suelo; sin embargo, como se indicó en un comienzo, la vegetación puede hacer las veces de factor desencadenante, al penetrar las raíces sustratos rocosos, abriendo grietas en laderas propensas a desprendimientos y deslizamientos translacionales, ya que en éstos la superficie de rotura se produce a favor de tales discontinuidades. Asimismo, con el crecimiento de la vegetación se aumenta el peso por concepto de biomasa, actuando como fuerza motora; por el contrario, la liberación brusca de tales sobrecargas por talas masivas (modalidad de tala rasa en el aprovechamiento del bosque), es negativa por el esponjamiento que se produce del suelo y la elevada carga hídrica que éste adquiere en épocas o en zonas lluviosas. Por otra parte, un factor condicionante de gran importancia es la carga hídrica, ya que su presencia reduce la estabilidad de las laderas, entre otras, por las siguientes razones: lubricación de superficies potenciales de movilización, aumento del peso del terreno, generación de esfuerzos desestabilizadores y reducción de los estabilizadores. De acuerdo con el desarrollo de la exposición, el equilibrio estático de las laderas está en función de factores que contribuyen en el aumento de los esfuerzos cortantes y factores que incrementan la resistencia del suelo a ellos; algunos de los elementos que conforman ambos grupos se presentan en la Tabla 14. Tabla 14. Factores que aumentan y disminuyen la resistencia al corte (Cujar, 1988) Aumento de esfuerzos cortantes

Disminución de resistencia al esfuerzo cortante

- Remoción de soporte

- Erosión (Por corrientes y ríos, por glaciares, por oleaje o corrientes marinas, por procesos sucesivos de humedecimiento y secamiento).

- Modificación del talud previo por caídas, deslizamientos u otros. - Actividades humanas (cortes y excavaciones, remoción de muros de

contención, vaciado de lagos, lagunas o depósitos de agua). - Sobrecarga

- Por causas naturales (peso de lluvias, acumulación de materiales por deslizamientos u otras causas).

- Por actividad humana (construcción de rellenos; edificios y otras

sobrecargas en la corona, eventuales fugas de agua de tuberías y ductos).

- Inherentes a la naturaleza de los

materiales

- Composición - Estructuración - Estructuras secundarias o

heredadas - Estratificación desfavorable

- Cambios por meteorización y

actividad físico-química

- Procesos de humedecimiento y secado

- Hidratación - Remoción de cementantes

- Efecto de las presiones de poro,

incluyendo las debidas al flujo de

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Aumento de esfuerzos cortantes

Disminución de resistencia al esfuerzo cortante

- Efectos transitorios (sismos) - Remoción de materiales subyacentes que proporcionaban soporte

- Por ríos y mar - Por meteorización - Por erosión subterránea por flujo de agua (tubificación, lavado) - Por actividad humana (excavación o minería) - Por pérdida de resistencia del material subyacente

- Aumento de presión lateral

- Por grietas y fisuras - Por congelación del agua en grietas - Por expansión de arcillas susceptibles

agua - Cambios en la estructura,

incluyendo fisuración por liberación de esfuerzos y degradación estructural bajo los esfuerzos cortantes previamente actuantes

La resistencia a la tracción de las raíces no es constante, ya que depende de lo maderables que ellas sean, esto es que hayan desarrollado la albura, el durámen y la médula, que componen el xilema; las raíces jóvenes son muy flexibles, ya que se acomodan a las condiciones de suelo, y las raíces maduras se comportan como madera, presentando una mayor rigidez. Desde este punto de vista, y aún considerando que la madera de raíces puede ser más fuerte que la de fustes según reportes recogidos por González (1995), pueden considerarse los siguientes valores de resistencia a la tracción dados para maderas por el Grupo Andino: 145 kg m-2 (Grupo A), 105 kg m-2 (Grupo B) y 75 kg m-2 (Grupo C). Se han encontrado valores de resistencia máxima del suelo sin refuerzo del orden de 0,22 kg cm-2, valor que con raíces de eucaliptos se incrementa en un 65%. Por otra parte, con raíces de pino se han obtenido incrementos del 111%, siendo los mayores valores de refuerzo obtenidos cuando se tiene un alto número de raicillas de diámetros pequeños; asimismo la resistencia al corte de un suelo reforzado con raíces es del orden del 100% de la resistencia aportada por el suelo sin refuerzo, pudiendo ser incluso mayor (González, 1995). 3.3 MORFOLOGÍA Y REFUERZO RADICULAR El desarrollo y la estructura de los sistemas radiculares son controlados en general por caracteres genéticos e influenciados por el medio que los rodea (Gray y Leiser, 1982). Así como son analizados factores del orden edáfico, climático, social, económico y cultural, la profundidad y la extensión del sistema radicular deben ser asimismo considerados para la escogencia de plantas a incluir en programas de estabilización de suelos y para el

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cubrimiento de vertientes de montañas; a tal respecto, especies de raíces profundas son preferibles para estabilizar suelos e incrementar la resistencia en zonas de ladera; esto puede ser tomado como premisa general, pero debe destacarse que el caso de las especies arbóreas con tales sistemas de raíces amerita un estudio y análisis independiente, ya que conforme ha sido indicado, en algunos casos de condiciones especiales de suelo y topografía, dicho tipo de vegetación podría no ser la más conveniente. En general se recomiendan especies con raíces largas, flexibles y de una alta concentración por volúmen. El sistema radicular de arbustivas y arbóreas consiste de una parte radicular lateral y una radicular central vertical; las raíces laterales unen el suelo en una masa unitaria, en tanto que las verticales evitan el deslizamiento en las laderas al hacer las veces de elementos de anclaje. En general, se dice que en razón de los requerimientos de oxígeno, la mayoría de las raíces se concentran cerca a la superficie. Por otra parte, algunos autores exponen que las herbáceas no son tan efectivas como las leñosas para el restablecimiento de las laderas dada la mayor debilidad de sus raíces y menor profundidad, sin embargo, su efecto protector contra el impacto directo de las gotas de lluvia es indiscutible. Diferentes esquemas de refuerzo radicular han sido propuestos; Tsukamoto et al (1984) citados por González (1995), describen cuatro de ellos, los cuales pueden ser apreciados en la Figura 12. El esquema de refuerzo radicular tipo A describe taludes con un manto de suelo relativamente delgado que puede ser plenamente reforzado por las raíces, pero el lecho rocoso subyacente no alcanza a ser penetrado por las mismas; un plano de debilidad podría formarse en la interfase, a raíz de la falta de anclaje y el aumento en la concentración del peso. El tipo B está representado por taludes semejantes a los anteriores, a diferencia de presentar el lecho rocoso discontinuidades que pueden ser penetradas por las raíces; la presencia de raíces de vegetación arbórea dará el mayor soporte estabilizador en estos taludes, en razón del anclaje del suelo a la roca. Los taludes tipo C tienen capas delgadas de suelo que aumentan su densidad y su resistencia con la profundidad; las raíces penetran hasta encontrar un estrato competente, dándose un anclaje entre las diferentes capas del suelo. Los taludes tipo D presentan un estrato competente en el cual las raíces pueden anclarse, sin embargo, éste se encuentra a una gran profundidad; en este caso, la acción de refuerzo de las raíces se extiende hasta el límite de éstas, es decir, hasta donde alcanzan a llegar.

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Figura 12. Esquemas de refuerzo radicular Fuente: Adaptado de Tsukamoto et al (1984), en González (1995)

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3.3.1 Clasificación de los sistemas radiculares. Los sistemas radiculares han sido clasificados desde diferentes ópticas; una de ellas, la más común y de mayor relevancia para el entendimiento del papel que cumplen desde el punto de vista mecánico en las laderas, es la que se establece con base en su forma. Así, los sistemas radiculares pueden ser agrupados en dos amplias categorías (Gutiérrez, 1974): - Fibrosas, difusas o fasciculadas: sólo para absorción, son delgadas y filiformes, la raíz

principal se desarrolla poco, las secundarias y adventicias la sobrepasan en crecimiento. Estas raíces forman un manojo a manera de cabellera en la cual todas las raíces tienen las mismas dimensiones; crecen sobre los estratos superiores del suelo, logrando más extensión que profundidad.

- Pivotantes, fusiformes o axonomorfas: tienen una gran raíz principal; es común en

plantas dicotiledóneas y árboles. Debido a su configuración pueden profundizarse en el suelo, teniendo lugar una mayor fijación de la planta a éste.

Por otra parte, Pritchett (1986) propone su clasificación de acuerdo al hábito de arraigamiento (dirección morfológica y distribución de las raíces estructurales más grandes) y por la intensidad de la raíz (forma, distribución y número de raíces pequeñas). Aunque el hábito o forma es influenciado por las condiciones locales, éste tiende a estar bajo control genético; se exponen tres tipos de sistemas (Figura 13): - Sistema axonomorfo: caracterizado por presentar una raíz principal con fuerte

crecimiento hacia abajo, la cual puede ramificarse. Este es el caso de algunas especies leguminosas como Acacia melanoxylon, Albizzia sp, Leucaena leucocephala, Enterolobium cyclocarpum, y otras como Juglans sp y Quercus sp, etc.

- Sistema fibroso: presenta muchas raíces ramificadas diagonalmente desde la base del

árbol, sin ninguna raíz principal definida. Se citan entre otras especies, las siguientes: Larix sp, Betula sp, Tilia sp, Mangifera indica, Cecropia sp y especies de gramíneas.

- Sistema radiado: sistema radicular poco profundo con fuertes ramificaciones laterales a

partir de las cuales hay ramificaciones verticales. Se citan los géneros Populus, Fraxinus, Pinus y la especie leguminosa Gliricidia sepium.

3.3.2 Desarrollo del sistema radicular. El desarrollo de las raíces –conforme ha sido planteado– exhibe diferentes respuestas en función de las condiciones del medio, aún cuando se afirma que su crecimiento está bajo control genético; algunas de las modificaciones de los sistemas radiculares debidas a condiciones particulares de sitio pueden apreciarse en la Figura 14, cuya correspondencia de literales se consigna en la Tabla 15.

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Figura 13. Tipos de sistemas radiculares Fuente: Adaptado de Pritchett (1986)

Figura 14. Modificaciones de sistemas radiculares Fuente: González (1995)

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Tabla 15. Descripción de modificaciones de sistemas radiculares (González, 1995) Literal Descripción a y b Pocas raíces laterales por condiciones de suelo arenoso grueso, permitiendo una buena aireación, y

favoreciendo el desarrollo de sistemas radiculares profundos. c La raíz principal busca contacto con el nivel freático, el cual se encuentra muy profundo. d El sistema de enmallado y la mayor concentración de raíces tiene lugar en las capas porosas e Se da el desarrollo de raíces superficiales en razón de la presencia de una capa de arcilla lacustre

sobreyacente en un estrato de arena. f y g Influencia que tiene la profundidad del nivel freático en el desarrollo de las raíces, profundizándose en

“f” en su búsqueda, y extendiéndose lateralmente evitando su contacto en “g”. h Las raíces laterales se distribuyen en el horizonte o estrato orgánico, mientras la raíz principal busca el

nivel freático. i y j El desarrollo radicular vertical se ve inhibido por la presencia de un estrato fuerte imposible de penetrar. k En ambientes húmedos, donde tienen lugar inundaciones periódicas o la planta sale por encima de la

superficie del agua, se desarrollan asimismo raíces por fuera del agua para permitir la respiración. Como complemento de la exposición que se ha venido desarrollando, pueden ser enunciados algunos principios orientadores acerca del crecimiento de las raíces en el suelo, así (González, 1995): - En suelos densos, de texturas pesadas, las raíces tienden a seguir roturas y fisuras sin

necesariamente penetrar los agregados. - El desarrollo de la raíz es más rápido en suelos arenosos, sueltos. - Las raíces tienen un mayor desarrollo donde hay mayor cantidad de nutrientes (K, Ca,

Mg, NH4); al respecto, Piedrahíta (1987) menciona que la incapacidad de muchas raíces para penetrar suelos se relaciona más estrechamente con la carencia de alimentos que con la resistencia mecánica o la aireación deficiente.

- En suelos sueltos, las raíces tienden a ramificarse para compensar el tamaño del grano

en la rata de absorción de nutrientes. - Los ejes radiculares tienden a crecer en línea recta, así, cuando tienen que deflectarse

por el encuentro con un agregado, si éste es muy duro, lo rodean y tratan de tomar la dirección original.

- La profundidad y extensión de la masa radicular es en parte resultado de la estructura

genética y ambiental. - Un alto nivel freático o un estrato impermeable cerca a la superficie tiende a inhibir el

desarrollo de la raíz principal. - El área radicular está en función del tamaño de copa, de la calidad del sitio y de la

densidad del suelo.

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- Si las condiciones edáficas lo permiten, la profundidad de los sistemas radiculares puede alcanzar valores del orden de 30, 10 y 3 metros para vegetación de tipo arbórea, arbustiva y herbácea respectivamente.

3.3.3 Algunos sistemas radiculares estudiados. Es clara la importancia que reviste el conocimiento detallado de los sistemas radiculares de las especies vegetales de cara a su inclusión en programas de repoblamiento para la estabilización de laderas y taludes; de dicho conocimiento dependerá en buena medida el éxito alcanzado por tales programas, en la medida que las especies incluídas contribuyan efectivamente a controlar y recuperar la estabilidad, y no por el contrario se constituyan en agentes desestabilizantes. Dado el poco conocimiento que de tales sistemas se tiene, en buen número de ocasiones se han elegido especies vegetales de manera inapropiada y de hecho, en contravía a los objetivos de estabilización, conforme se ha anotado; a manera simplemente ilustrativa, y sin el ánimo de hacer un ejercicio exhaustivo alrededor del tema, en la Tabla 16 se describen diferentes aspectos relacionados por la literatura acerca de las características de los sistemas de raíces de algunas especies arbóreas y arbustivas. Tabla 16. Descripción de algunos sistemas radiculares

Especie Descripción Fuente Mango (Mangifera indica) Sistema radicular fibroso y profundo; raíces de mayor diámetro (>10 cm)

concentradas alrededor del tallo, originándose de la base misma, en lugar de una simple raíz principal. Las condiciones de drenaje son especialmente importantes para esta especie; el suelo debe tener una profundidad mayor a 1.2 m, textura franca a franco-arenosa, estructura granular y un nivel freático a una profundidad mayor de 1,8 m. La mayor actividad radicular se sitúa en los primeros 15 cm de profundidad; el nivel freático marca el límite del sistema radicular efectivo, encontrándose pocas raicillas y en mal estado por debajo de éste. Sistema radicular intensivo, con gran concentración de raíces en el área proyectada por su copa; las raíces se desarrollan a partir de un nudo central a 45° con la horizontal. Se han observado raíces de más de 8 m de longitud con diámetro promedio de 0,30 m, alcanzando profundidades hasta de 4 m.

González (1995) Avilan (1974)

Pino (Pinus sp) Sistema radicular radiado; se adapta a condiciones muy precarias de

fertilidad. El 85% de las raíces se ha encontrado en los primeros 30 cm de suelo; las raíces verticales, que se desarrollan de las laterales producen brazos lejos del tallo que logran penetrar casi la misma distancia que la raíz principal. Se tienen longitudes radiculares mayores de 3 m con diámetros superiores a los 10 cm.

Eucalipto (Eucalyptus sp)

Especies de crecimiento muy rápido con vida relativamente corta. Se dice que su sistema radicular es superficial, pero hay raíces pivotantes a profundidades mayores de 2 m. Se adaptan a condiciones adversas en forma similar a los pinos. Su evapotranspiración es muy alta, razón por la cual se emplea para el secado de pantanos en algunos lugares del

Ashton (1975)

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Especie Descripción Fuente

mundo. Durante la primera estación desarrollan una fuerte raíz principal, para luego desarrollar el sistema de raíces laterales; de estas últimas crecen las raíces “chupadoras” que son verticales y que darán el anclaje necesario después de la desaparición de la raíz principal; esta raíz principal sirve de anclaje en los primeros años de vida, pero aproximadamente a los quince años se pudre. El mayor desarrollo radicular está entre los 15-45 cm de suelo, y cerca del 96% de las raíces se concentra en los primeros 60 cm. Se reportan raíces principales hasta de 8 m, con diámetros promedios de 20 cm, y pocas raíces secundarias.

Melina (Gmelina arborea) Sin raíz central definida; sistema de raíces laterales principales, en número de 4 a 6, con diámetros en el cuello que alcanzan valores hasta de 16 cm. Sus raíces se extienden lateralmente y profundizan con una inclinación brusca; las ramificaciones se comienzan a presentar a 20 cm de la base y a corta distancia una de otra, y más del 70% del peso del sistema radicular se concentra en los primeros 30 cm de profundidad. Se reportan longitudes laterales entre 0,90 y 5,2 m.

Saldarriaga (1979) citado por Piedrahíta (1987)

Teca (Tectona grandis) Raíces similares a las de melina, pero de menor tamaño y carácter superficial. Sistema radicular compuesto de 3 a 6 laterales principales con diámetros hasta de 12 cm cerca del cuello; distribución lateral superficial, con raíces dispuestas alrededor del cuello, reportándose longitudes hasta de 4,40 m. Las raíces laterales se ramifican formando 3 a 5 raíces que pueden alcanzar profundidades de 70 cm a 1 m; las que no se profundizan se subdividen en su ápice terminal en 8–12 raíces cortas, con longitudes entre 6 y 10 cm y diámetros entre 2 y 5 mm.

(Saldarriaga, 1979, citado por Piedrahíta, 1987).

Pisquín (Albizzia carbonaria)

Sistema radicular con raíz pivotante y laterales de gran dimensión longitudinal, ramificándose radialmente para lograr un mejor anclaje. Raíces muy largas y flexibles, lo que hace que adopten formas de acuerdo con las características del suelo. Si la raíz principal no tiene impedimentos físicos para su normal desarrollo, alcanza buenas profundidades con diámetros considerables, en tanto que si se tienen tales impedimentos, todo el anclaje que requiere es aportado por las raíces laterales, las cuales desarrollan grandes longitudes. Se reportan longitudes de raíces principales hasta de 8 m con diámetro promedio de 40 cm, y raíces laterales hasta de 20 m con diámetro promedio de 10 cm.

González (1995)

Yarumo (Cecropia peltata)

Sistema radicular fibroso que tiende a penetrar las grietas. Por su pequeña copa se ve favorecido para crecer en taludes empinados, desarrollando en ellos una fuerte raíz principal. Presenta raíces mayores de 3 m de longitud, con diámetro promedio de 12 cm. En razón de su carácter pionero no es exigente en suelos, reportándose su crecimiento en condiciones de bajo contenido de materia orgánica.

González (1995)

Sauce (Salix sp) Sistema radicular con buena capacidad de amarre y desarrollo en suelos húmedos o sometidos a períodos de inundación (especie hidrófila); sistema denso, grueso y de amplia distribución.

(González, 1995).

Pacó (Cespedesia macrophylla)

Sistema radicular compuesto de raíces primarias fuertes que se extienden en forma de malla, medianamente profunda. La disposición y tamaño de

González (1995) (Bedoya y

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Especie Descripción Fuente

las hojas, así como su tallo recubierto por grandes estípulas hacen de esta especie una excelente protectora contra el impacto directo de las gotas de lluvia.

Uribe, 1989).

Carate (Vismia sp) Sistema radicular compuesto por raíces penetradoras de longitudes superiores a 1 m, con muy buena resistencia al arranque, pero con pocas raíces secundarias y terciarias.

Bedoya y Uribe (1989)

Maruchenga (Bacharis trinervis)

Sistema radicular medianamente profundo, resistente al arranque. Su porte arbustivo de copa densa le otorga atributos de gran carácter protector.

Helecho marranero (Pteridium aquilinum)

Aun cuando no arbustiva, se destaca su papel en la estabilización, dado que su sistema radicular completamente superficial forma una inmensa red de alta resistencia, llegando a sostener grandes organales y amarrando el suelo.

González (1995)