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1 1.- LA PREHISTORIA. LA EDAD ANTIGUA El proceso de hominización en la Península Ibérica: nuevos hallazgos. Hasta hace poco, la investigación arqueológica situaba la aparición del hombre en Europa en torno a los 500.000 600.000 años. Sin embargo, en la década actual los descubrimientos realizados en la Sierra de Atapuerca (Burgos) han transformado por completo esta hipótesis. En la sima de la Gran Dolina aparecieron los restos de un homínido cuya datación se sitúa en torno a los 800.000 años. Se trata del Homo antecesor (descubierto por el equipo de Atapuerca en 1997) son los restos más antiguos hallados, hasta la fecha, en toda Europa. Según el equipo de Atapuerca el árbol evolutivo sería el siguiente: el Homo ergaster sería el primer Homo en abandonar el continente africano dando paso al Homo erectus documentado en Asia y al Homo antecesor, la especie más antigua de Europa, con una cronología que supera el millón de años. El equipo de Atapuerca propone al Homo antecesor como el antepasado común del Homo heidelbergensis y del Homo rhodesiensis, que derivarían en Homo neanderthalensis y Homo sapiens, respectivamente. En suma, con los hallazgos de Atapuerca (Gran Dolina y Sima de los Huesos) y los restos ya conocidos del Paleolítico Medio y Superior la Península Ibérica se convierte en un espacio geográfico clave para conocer la evolución humana en Europa y en uno de los enclaves con mayor número de yacimientos de todo el Paleolítico imprescindibles para conocer el largo periodo de la Prehistoria. Los pueblos prerromanos. Las colonizaciones históricas: fenicios, griegos y cartagineses. Aproximadamente hacia I er a. C., y hasta la conquista de la península por los romanos, comienzan las primeras referencias escritas sobre Iberia. En este periodo la diversidad cultural aumenta y los pueblos extranjeros, procedentes de Centroeuropa (celtas), y del Mediterráneo oriental (fenicios y griegos), llegan a la Península Ibérica. Paralelamente el sustrato indígena evoluciona por influencia de estos colonizadores originando la civilización íbera y el mítico reino de Tartessos. En primer lugar el mundo celta se formó con la llegada, en dos grandes oleadas (s IX y s. VI a. C.), de pueblos indoeuropeos originarios de centroeuropa. Estos pueblos se asentaron en toda la península excepto en el levante y en el sur (vettones, galaicos, astures, etc.. En segundo lugar, el mundo ibérico, extendido por Andalucía y el Levante, se formó por la aculturación de los pueblos indígenas en contacto con los pueblos colonizadores (fenicios y griegos). Paralelamente, durante este milenio, aparecieron en las costas mediterráneas, en etapas sucesivas, los fenicios, los griegos y los cartagineses, procedentes del Mediterráneo Oriental y cuyo objetivo era obtener materias primas y distribuirlas por el resto del Mediterráneo. La factoría fenicia más importante fue Gadir. La colonización griega quedó reducida al área del nordeste de la Península donde fundaron Ampurias.

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1.- LA PREHISTORIA. LA EDAD ANTIGUA

El proceso de hominización en la Península Ibérica: nuevos hallazgos.

Hasta hace poco, la investigación arqueológica situaba la aparición del hombre en Europa en torno a los 500.000 – 600.000 años. Sin embargo, en la década actual los descubrimientos realizados en la Sierra de Atapuerca (Burgos) han transformado por completo esta hipótesis. En la sima de la Gran Dolina aparecieron los restos de un homínido cuya datación se sitúa en torno a los 800.000 años. Se trata del Homo antecesor (descubierto por el equipo de Atapuerca en 1997) son los restos más antiguos hallados, hasta la fecha, en toda Europa. Según el equipo de Atapuerca el árbol evolutivo sería el siguiente: el Homo ergaster sería el primer Homo en abandonar el continente africano dando paso al Homo erectus documentado en Asia y al Homo antecesor, la especie más antigua de Europa, con una cronología que supera el millón de años. El equipo de Atapuerca propone al Homo antecesor como el antepasado común del Homo heidelbergensis y del Homo rhodesiensis, que derivarían en Homo neanderthalensis y Homo sapiens, respectivamente. En suma, con los hallazgos de Atapuerca (Gran Dolina y Sima de los Huesos) y los restos ya conocidos del Paleolítico Medio y Superior la Península Ibérica se convierte en un espacio geográfico clave para conocer la evolución humana en Europa y en uno de los enclaves con mayor número de yacimientos de todo el Paleolítico imprescindibles para conocer el largo periodo de la Prehistoria.

Los pueblos prerromanos. Las colonizaciones históricas: fenicios, griegos y cartagineses.

Aproximadamente hacia Ier a. C., y hasta la conquista de la península por los romanos, comienzan las primeras referencias escritas sobre Iberia. En este periodo la diversidad cultural aumenta y los pueblos extranjeros, procedentes de Centroeuropa (celtas), y del Mediterráneo oriental (fenicios y griegos), llegan a la Península Ibérica. Paralelamente el sustrato indígena evoluciona por influencia de estos colonizadores originando la civilización íbera y el mítico reino de Tartessos. En primer lugar el mundo celta se formó con la llegada, en dos grandes oleadas (s IX y s. VI a. C.), de pueblos indoeuropeos originarios de centroeuropa. Estos pueblos se asentaron en toda la península excepto en el levante y en el sur (vettones, galaicos, astures, etc.. En segundo lugar, el mundo ibérico, extendido por Andalucía y el Levante, se formó por la aculturación de los pueblos indígenas en contacto con los pueblos colonizadores (fenicios y griegos). Paralelamente, durante este milenio, aparecieron en las costas mediterráneas, en etapas sucesivas, los fenicios, los griegos y los cartagineses, procedentes del Mediterráneo Oriental y cuyo objetivo era obtener materias primas y distribuirlas por el resto del Mediterráneo. La factoría fenicia más importante fue Gadir. La colonización griega quedó reducida al área del nordeste de la Península donde fundaron Ampurias.

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Los griegos desaparecieron de la escena hispánica hacia el 550 a.C. expulsados por los cartagineses, herederos de fenicios, instalados en Cartago. En suma, a la largo de este período la Península Ibérica entra en la Protohistoria, con la aparición de áreas culturales cada vez más complejas y con una clara dualidad entre la costa, con estructuras políticas preestatales y una economía cada vez más dependiente de los circuitos comerciales extranjeros, y el interior, con unas estructuras más primitivas. Paralelamente, los pueblos colonizadores introdujeron entre los indígenas nuevos cultivos, el uso del hierro, técnicas mineras, el uso de formas mercantiles monetarias, nuevos conceptos urbanísticos, tipos de escrituras y formas culturales.

Conquista y romanización: La pervivencia del legado cultural romano en la cultura hispánica.

Se entiende por romanización el proceso de imposición y/o adaptación de los pueblos hispanos a las estructuras económicas, sociales, políticas y culturales del Imperio romano. El proceso de romanización de Hispania tuvo dos fases: la conquista militar y la integración de los pueblos hispanos en el Imperio romano. La conquista militar de Hispania se realizó en tres etapas fundamentales:

Primera etapa: (ss. III y II a. C.) supuso la ocupación del litoral mediterráneo y de los valles del Ebro y del Guadalquivir (área ibérica).

Segunda etapa: (2ª ½ s. II a. C.) la penetración en la Meseta (Numancia y Viriato).

Tercera etapa: sumisión de la franja cantábrica en el siglo I a. C. De manera casi paralela a la conquista asistimos a la denominada romanización, proceso mediante el cual la población indígena asimiló los modos de vida romanos en diversas facetas (lengua, religión, derecho, administración, urbanismo…). El principal agente de romanización fue la presencia permanente del ejército, cuyos soldados se beneficiaron del reparto de tierras, una vez licenciados, iniciándose la fundación de colonias (ciudades nuevas creadas por los romanos). Estos procesos lograron la expansión del latín lo que supuso la unificación lingüística de la Península. Por otro lado, con la extensión del latín penetró el Derecho Romano, otro de los legados clave de la civilización romana, en muchos de cuyos principios aún se sustenta el derecho moderno. Finalmente el grado de romanización fue tal que grandes figuras de la política, oratoria, filosofía, política. etc., romana fueron hispanos; así cabe citar a Séneca, Lucano, Columela, Marcial, etc., o al emperador Trajano. En definitiva, se trata básicamente de un fenómeno de aculturación que no fue homogéneo ni en el tiempo ni en el espacio; aunque finalmente, la integración de la península al imperio fue absoluta contribuyendo con grandes figuras culturales y políticas a Roma.

Las invasiones bárbaras. El reino visigodo: Instituciones y cultura.

Durante los siglos VI y VII el estado visigodo unificó territorialmente la Península y estableció su capital en Toledo creando el primer Estado político independiente y unificado de la Península.

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El reino visigodo en Hispania se basaba en dos elementos esenciales: la herencia hispanorromana (unos siete millones) y la herencia germana (unos 100.000 hab.). Esta desigualdad demográfica planteó un problema en la convivencia entre ambas etnias. Al principio la solución fue mantener una sociedad dual, es decir, separada, quedándose los visigodos con los altos cargos y con la propiedad de las mejores tierras. Sin embargo, las continuas disputas condujeron a los reyes godos a llevar a cabo un proceso de unificación para conseguir la fusión de ambas. Se trataba de lograr la unificación territorial, política, jurídica y religiosa. La política unificadora fue iniciada por Leovigildo (2ª mitad siglo VI). Lo primero que hizo fue derogar la ley que prohibía los matrimonios entre godos e hispanorromanos, e inició la unificación territorial: expulsó a los suevos y arrebató numerosas plazas a los bizantinos. La unión religiosa fue llevada a cabo por Recaredo, quien abandonó el arrianismo y aceptó el catolicismo como religión oficial del reino. La unión legislativa se llevó a cabo mediante la fusión del Código de Eurico (para el pueblo visigodo) y el Código de Alarico (para los hispanorromanos). Recesvinto promulgó un único código: el Fuero Juzgo. Las instituciones políticas son un reflejo de la integración de ambas comunidades. El rey gobernaba con ayuda del Officium Palatinum, órgano compuesto por el Aula Regia (un consejo real integrado por nobles germanos), y los Concilios de Toledo o asambleas mixtas donde participaron muchos hispanorromanos. Estos concilios constituían el órgano religioso y político más importante del reino. En cuanto a la cultura, los visigodos adoptaron y continuaron con la tradición latina, cristiana e imperial romana, aunque sobre una sociedad profundamente ruralizada. La figura más relevante de fue San Isidoro de Sevilla En suma, los visigodos crearon un precario Estado que dio lugar a la aparición de un cierto nacionalismo hispano. Sin embargo, la continua inestabilidad política, étnica y social, impidió la consolidación de este Estado. Esta cuya debilidad fue aprovechada por los musulmanes para disolver el Estado visigodo.

2.- LA PENÍNSULA IBÉRICA EN LA EDAD MEDIA: AL-ANDALUS.

1.- Evolución política: Conquista, Emirato y Califato de Córdoba.

La conquista musulmana de la Península Ibérica en el 711 se debió a la confluencia de dos procesos simultáneos: la crisis interna de la monarquía visigoda y a la inercia del movimiento expansivo del Islam iniciada en el año 634. A partir de este momento aparece en la Península la división que fragmentó el mediterráneo: el Norte cristiano y el Sur (Al-Andalus) musulmán y que se mantendrá hasta 1492. En la evolución política de Al-Andalus entre los siglos VIII y XI encontramos tres grandes periodos:

1. Emirato dependiente del califato omeya de Damasco (711-756), en que Al-Andalus era una provincia con gobernadores árabes.

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2. Emirato independiente de Bagdad (756-929). Fue obra de Abd-al-Rahman I, de la familia de los Omeyas, único superviviente de la revuelta Abbasi. Durante este periodo se acrecentó el poder del Estado y se organizó el territorio.

3. Califato de Córdoba (929-1031), que representó el máximo apogeo económico, político y cultural a través de las fuertes personalidades de sus dirigentes (Abd-al-Rahman III, Al-Hakam II, Al-Mansur) que intervinieron en el norte de África, dominando la ruta de oro de Sudán, y en los reinos cristianos del norte.

En definitiva, a lo largo de estos tres siglos es evidente el predominio musulmán sobre los minúsculos reinos o condados cristianos. En este periodo son los emires y califas cordobeses los que imponen su hegemonía militar, económica y cultural sobre los reinos cristianos del norte. Junto a los enfrentamientos militares se inicia la convivencia entre cristianos, judíos y musulmanes que, en el mundo cultural, intelectual y científico, originará una influencia mutua entre las tres civilizaciones.

La crisis del siglo XI: Los reinos de taifas e imperios norteafricanos.

Los musulmanes asentados en la Península constituían una población muy heterogénea desde el punto de vista étnico y con acusadas rivalidades. Es más, sus constantes disputas internas reforzaron las tendencias disgregadoras que originaron diversas divisiones políticas y que se alternaron con los intentos de unificación política por parte de los imperios norteafricanos musulmanes que se iniciaron en el s XI y se mantuvieron hasta su fin en 1492. La evolución es la siguiente:

1. Primeros reinos de taifas (1035-1090): El siglo XI se inicia con un conflicto entre clanes y etnias (árabes, bereberes y eslavos) con el fin de ocupar el califato. Ello provoca la desmembración en reinos independientes conocidos como taifas. De este modo, el califato de Córdoba se disgregó en unos treinta pequeños estados musulmanes.

2. Imperio almorávide (1090-1145): Los almorávides eran bereberes que pretendían volver a un islamismo ortodoxo, rigorista e intransigente. Con motivo de la ocupación de Toledo por los cristianos (1085) el rey taifa de Sevilla solicitó la ayuda de los almorávides. Derrotados los cristianos, el sultán almorávide, inició la conquista de todos los reinos de taifas para unirlos al Imperio almorávide con capital en Marraquex. Sin embargo, ante la intransigencia religiosa aparece nuevamente la división en taifas.

3. Segundos reinos de taifas (1145-1170): la unidad musulmana se fragmenta otra vez.

4. Imperio almohade (1170-1224): Poco después de la instauración de los segundos reinos de taifas, comenzaban a actuar en la península los almohades desde el Norte de África. Los reyes cristianos logran vencerlos, mediante una coalición de reinos cristianos, en las Navas de Tolosa (1212). La derrota fomentó la aparición de nuevos reinos de taifas.

5. Reino nazarita de Granada (1224-1492): En 1238 los reinos de taifas, excepto el de Granada, habían desaparecido. El reino nazarita de Granada pudo pervivir hasta 1492, en que fue conquistado por los Reyes Católicos.

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En suma esta tendencia disgregadora, resultado de una sociedad étnicamente muy dividida, impidió la consolidación de una estructura estatal musulmana unitaria, lo que debilitó política y militarmente a Al-Andalus frente al avance cristiano desde el Norte.

Al-Ándalus: la organización económica y social.

Entendemos por Al-Ándalus el territorio peninsular dominado por los musulmanes entre 711-1492. Mientras que en los países europeos en la Alta Edad Media la economía era rudimentaria, rural y de subsistencia, en Al-Andalus se produjo una "economía urbana", basada en el tráfico comercial entre la ciudad y el campo y en el comercio peninsular y extrapeninsular.

La base económica siguió siendo la agricultura pero con notables mejoras. Así se perfeccionaron las técnicas del regadío y se generalizó el uso de acequias y norias. Asimismo se introdujeron nuevos cultivos, como el arroz, los agrios, la caña de azúcar, etc. Esto supuso un aumento de la productividad y de la diversificación alimentaria. La industria se localizaba exclusivamente en el ámbito urbano. También existía otro tipo de industrias como las atarazanas de Almería y Tortosa; y la industria de objetos de lujo sobre todo en Córdoba (fabricación de objetos de cristal). El comercio se desarrolló en dos ámbitos complementarios: en primer lugar en los zocos urbanos; y, en segundo lugar en el ámbito exterior: el mundo islámico desempeñó el papel de intermediario entre Europa, Africa negra y Asia Monzónica. Al-Andalus se encontraba en la confluencia de dos importantes rutas: ruta África-Europa y Occidente-Oriente donde circulaban en todos los sentidos: oro, esclavos, joyas, libros, etc. Para el desarrollo de este comercio se centralizó la acuñación de moneda en Córdoba. Esto creó una relación de dependencia monetaria de los países europeos respecto a Al-Andalus.

En cuanto a la sociedad andalusí lo más singular fue la variedad de grupos étnico-religiosos que convivieron en un mismo territorio, a veces con grandes tensiones pero mayoritariamente de forma pacífica, hasta el punto de que la convivencia multirracial fue una de las principales características de Al-Andalus. Los principales grupos eran los siguientes: una minoría árabe, los bereberes, judíos, los eslavos y los hispanovisigodos, que tomaron dos posturas distintas: los que se convirtieron al islamismo, conocidos como muladíes; y los que permanecieron en territorio musulmán pero conservando su religión cristiana, conocidos como mozárabes (los musulmanes viviendo en territorio cristiano recibían el nombre de mudéjares). En suma, la estructura socioeconómica andalusí presentaba un fuerte contraste con su entorno europeo por el fuerte desarrollo económico y la tolerancia etnico-religioso que se practicaba.

Al-Ándalus: el legado cultural.

Entendemos por Al-Ándalus el territorio peninsular dominado por los musulmanes entre 711-1492. En líneas generales, se puede decir que el emirato, el califato y los reinos de taifas brillaron por su tolerancia. Esta permisividad o atmósfera de libertad ideológica facilitó y permitió un fuerte desarrollo en todos los aspectos culturales. Ello se debió al planteamiento moderado que los musulmanes hicieron de su religión. El fenómeno cultural más importante es el de la islamización del pueblo hispano-visigodo y su arabización desde el siglo IX. En lo que a vida intelectual,

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científica y artística se refiere, hablamos de un marco que gozó de enorme prestigio tanto en el mundo islámico como en la Europa medieval cristiana, tomando como modelo y lengua de expresión el árabe al tiempo que se dejaban influir por la culturas persa, hindú y grecorromana.. La imposición del árabe permitió a Al-Andalus relacionarse intelectualmente con los centros culturales del Próximo Oriente (Bagdad, Damasco, El Cairo), con un continuo intercambio de libros, estudiantes, filósofos, médicos, etc., entre Al-Andalus y Oriente. En el ámbito literario destaca la figura de Ibn Hazm quien en su libro “El collar de la Paloma” redacta uno de los mejores tratados sobre el amor de la literatura universal. En cuanto a los estudios filosóficos, aparece, en el siglo XII, la figura de Averroes que, comentando e interpretando a Aristóteles, intentó conciliar la filosofía con el dogma islámico. Su interpretación de Aristóteles llegó hasta la Europa occidental del siglo XIII. Por último hay que destacar los estudios científicos y técnicos. Así en matemáticas destaca la obra sobre álgebra de Al-Juarizmi; la medicina, donde la obra “Tasrif” del cirujano Abulcasim Al-Zahraui fue traducida al latín y sirvió como manual en las universidades europeas de la Edad Media, así como los libros de medicina del judío Maimónides; la astronomía con la elaboración de las “Tablas Toledanas”, en las que intervino el astrónomo Azarquiel o en la agricultura donde el manual “Libro de Agricultura” de Ibn Wafid influía todavía en las obras castellanas sobre agricultura del siglo XVI. En definitiva, la mayoría de hispanovisigodos aceptaron la civilización musulmana y formaron con sus conquistadores un verdadero Estado con personalidad propia que se convirtió en la vía de transmisión a Occidente de la ciencia griega, de gran parte de la hindú (sistema de numeración) y de la propia aportación del mundo islámico.

3.-LA PENÍNSULA IBÉRICA EN LA EDAD MEDIA: LOS REINOS CRISTIANOS.

Los primeros núcleos de resistencia.

Entre el siglo VIII y el X surgen los primeros focos de resistencia cristiana a la dominación musulmana. Estos focos se formaron sobre las dos cordilleras septentrionales: el reino astur-leonés en la Cantábrica y los núcleos de Pamplona-Navarra, Aragón y Cataluña en los Pirineos.

El reino astur-leonés fue el más importante hasta el s.X. En un primer momento debemos hacer mención, por su carácter simbólico, a su primer rey Pelayo y a la acción de Covadonga. La monarquía asturiana comenzó a desarrollar la idea “legitimista”, según la cual la monarquía astur-leonesa era la heredera de la visigoda por lo que se refiere a la unidad de España (de ahí el título de Príncipe de Asturias que ostenta el heredero de la Corona en España). Hacia el s. IX aparece el principal problema de este reino: los deseos independentistas de los condes de Castilla.

Los primeros núcleos de resistencia establecidos en los valles pirenaicos compartían los mismos problemas, a saber: la lucha por mantener su independencia frente al imperio carolingio y la persistente fuerza de los musulmanes establecidos sólidamente en el valle del Ebro.

En el núcleo de Pamplona, la familia Arista que logró establecer una nueva

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dinastía en la persona de Sancho García I.

El núcleo de Aragón osciló entre la influencia franca, el dominio musulmán y la expansión del reino de Navarra.

Condados catalanes: a fines del s. VIII los francos denominaron Marca Hispánica al área de los Pirineos orientales, organizados en varios condados cuyos condes eran nombrados por la monarquía franca, si bien rápidamente comenzaron a reclamar la independencia. Así, en el s. X el conde Borrell II consiguió la independencia definitiva. En conclusión, estos focos de resistencia al poder musulmán se convertirán

en los embriones de las diferentes entidades territoriales que consolidarán su poder en los siglos siguientes y que serán el origen de las diferentes nacionalidades españolas.

Principales etapas de la reconquista

Desde la batalla de Covadonga (711) aparece un movimiento de oposición a la presencia islámica y que pretenderá la restauración del reino visigodo de España. A este fenómeno se le denomina Reconquista. Así durante los siglos VIII-XV en los reinos hispanos se produce un progresivo avance geográfico hacia el Sur a costa de la incorporación del territorio andalusí y que se hace vertiginoso en el s. XIII. Las fases son las siguientes:

Siglo VIII-X.-Surgen en este período los primeros núcleos de resistencia: Asturias (con León y Castilla) en la Cordillera Cantábrica y Navarra, Aragón y condados catalanes en los Pirineos.

Siglo XI.- Entre los reinos cristianos Navarra desempeño el papel más importante. Durante el reinado de Sancho III el Mayor Navarra se anexionó Castilla y ocupó parte de los condados de Aragón. A su muerte dividió su reino entre sus hijos: García Sánchez III recibe Navarra, Fernando I que formó el reino de Castilla y León y Ramiro I que recibe el condado de Aragón que se transforma en reino. Estos dos últimos se convertirán en los centros más importantes de la reconquista: así Alfonso VI, rey de Castilla y León, conquistó Toledo (1085), de gran valor estratégico y simbólico (fue la capital de la España visigoda); por su parte Aragón se extiendió hasta el valle medio del Ebro.

Siglo XII.- Durante este periodo de produce la aparición de un estado nuevo: Portugal. Con la unión de Cataluña y Aragón se formó la Corona de Aragón; y, por último, con la firma entre los dos grandes poderes cristianos: Castilla-León y Aragón se delimitaron los territorios que correspondían a cada uno en las futuras conquistas.

Siglo XIII.-Se inicia el siglo con la rotunda victoria de los cristianos sobre los almohades en las Navas de Tolosa en 1212 (coalición Castilla, Aragón, Navarra y cruzados extranjeros) y que dejó despejado el camino hacia el valle del Guadalquivir. Por su parte Jaime I rey de Aragón se anexionó Mallorca y conquistó el reino de Valencia. Por último, el rey castellano Fernando III incorporó Extremadura y el valle del Guadalquivir; su sucesor Alfonso X culminó la conquista de Andalucía y de Murcia. Sólo quedó como reducto musulmán el reino de Granada. Siglo XIV.- Destacar el rechazo castellano en la batalla del Salado al intento de invasión de los benimerines desde el Norte de África.

En definitiva, durante este proceso reconquistador se produce la estructuración casi definitiva de las fronteras de cada uno de los reinos cristianos, que adquieren su propia personalidad y que será el origen de las

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diversas nacionalidades existentes en el actual Estado español.

Las formas de ocupación del territorio y su influencia en la estructura de la propiedad. Modelos de repoblación y organización social.

Se llama "repoblación" a la ocupación pacífica de tierras vacías, que no

están ocupadas o cultivadas y que fueron abandonadas por los musulmanes a

medida que la reconquista cristiana avanzaba. La repoblación cristiana

presenta cuatro grandes etapas:

1ª.-De tipo monacal o por presura (siglos VIII a XI), en la que los monjes y hombres libres se asientan en las tierras yermas del valle del Duero y del Pirineo. La fórmula de repoblación en estos siglos es muy simple, y la conocemos con los nombres de "presura" o "aprisio". Consiste en obtener la propiedad de un terreno yermo concedido por el rey o sus representantes mediante el hecho de roturarlo y cultivarlo. El resultado fue un predominio de la pequeña y mediana propiedad.

2ª.-Concejil (Concejo= ciudad amurallada con una importante extensión de tierras denominados alfoces), durante la segunda mitad del siglo XI y primera del XII. Surgen los grandes concejos preferentemente entre los ríos Duero y Tajo (concejos de Salamanca, Avila, Segovia, Cùellar, etc), y en el valle del Ebro (concejos de Zaragoza, Daroca, Alcañiz, etc). Los monarcas concedieron amplios fueros (conjunto de normas que regulaban todos los aspectos de la vida municipal) a los repobladores que se concentraron en estos amplios términos municipales. La estructura de la propiedad resultante se caracterizaba por el predominio de la abundancia de tierras comunales.

3ª.-De las Ordenes Militares (mediados del siglo XII -principios del s. XIII), que actuaron en la cuenca del Guadiana medio, y en la de los ríos Guadalope (afluente del Ebro) y Guadalaviar o Turia. Se formaron grandes latifundios propiedad de estas Órdenes. La propiedad, por tanto, fue a parar a manos de la alta nobleza.

4ª.-Nobilaria (s. XIII) Se repuebla Andalucía, Extremadura, Murcia y una parte de Valencia. Continúa el sistema de los grandes latifundios, surgiendo las grandes posesiones nobiliarias tanto laicas como eclesiásticas. La estructura de la propiedad fue similar a la fase anterior. En la tercera y cuarta fase aparecen las relaciones de dependencia personal (vasallaje) típicas del modelo social feudal.

En definitiva, con la repoblación se establecen las bases de la estructura de la propiedad de la tierra que ha predominado en España hasta nuestros días. Asimismo, desde el punto de vista socioeconómico resulta fundamental el triunfo del sistema feudal como modo de producción y como modelo de estructuras jurídico-políticas (vasallaje) y la reaparición de la ciudad como centro industrial-comercial.

Diversidad cultural: Cristianos, musulmanes y judíos.

Si hay un rasgo sobresaliente del panorama cultural de la península Ibérica durante los siglos VIII-XIII, es sin duda su carácter plural: la existencia de mudéjares en los territorios cristianos y de mozárabes en los musulmanes, así como de judíos en unos y otros; junto a la llegada de europeos a través del

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camino de Santiago o como repobladores, propició el contacto frecuente y el intercambio de conocimientos entre las tres culturas: cristiana, judía y musulmana, más allá de las diferencia religiosas o las rivalidades políticas y militares. En esta labor tuvieron una gran importancia los siguientes aspectos:

1. La apertura al resto de Europa Occidental a través del Camino de Santiago desde el s. XI, que permitió la entrada de las reformas cluniacense y cisterciense.

2. Las Escuelas de Traductores: El primer centro traductor debió ser el monasterio de Ripoll durante los siglos X y XI. En los ss. XI y XII los núcleos más importantes estuvieron en el valle del Ebro (Tudela, Zaragoza, Tarazona, etc) y, el más importante, en Toledo. Estos lugares se convirtieron en núcleos de trabajo donde convergieron musulmanes (Ibn Dawnd) hispanos (Juan de Sevilla), judíos (Pedro Alfonso) y extranjeros europeos (Gerardo de Cremona). Numerosos textos árabes que recogían el saber de griegos (Euclides, Ptolomeo, Aristóteles), romanos, hindúes, persas, musulmanes y judíos (Averroes, Avicena, Maimónides)., fueron traducidos difundidos por los monasterios y catedrales de toda Europa.

3. Fundación, en el siglo XIII, de las primeras universidades (Palencia, Valladolid, Salamanca, Lleida). En ellas se enseñaba en latín y se aplicaba el método escolástico.

4. Consolidación de las lenguas romances: El castellano y el catalán se van extendiendo paralelamente a la expansión territorial. En suma, estas circunstancias se convirtieron en puente cultural entre el

mundo islámico y la cristiandad. De este modo se difundió por el Occidente cristiano gran parte del conocimiento perdido de la antigüedad griega y de la ciencia del mundo islámico.

4.- LA BAJA EDAD MEDIA. CRISIS DE LOS Ss XIV Y XV.

La organización política. Las instituciones.

A lo largo de la Baja Edad Media (ss. XIV y XV) Castilla y Aragón consolidan su organización política a través de una serie de instituciones. En líneas generales constatamos una permanente disputa entre los distintos estamentos (nobleza y clero fundamentalmente) y los reyes para mantener o aumentar su cuota de poder.

Para el marco concreto de Castilla será el monarca el que salga fortalecido de dicha disputa a pesar de las continuas sublevaciones por parte de la nobleza. Así, Castilla se configuró como un reino unitario y centralizado, donde la autoridad real se fue fortaleciendo paulatinamente. La institución castellana más importante que recoge esta tendencia a la centralización es la de las Cortes cuyas decisiones no tenían poder legislativo vinculante. Por el contrario en la corona de Aragón cada reino mantuvo su propia personalidad y el monarca veía limitado su poder a través de las Cortes de los diversos reinos. La estructura aragonesa difería de la castellana en dos aspectos esenciales:

La Corona de Aragón no era una monarquía absoluta sino pactista. El monarca, al ser investido, se comprometía a mantener un pacto con sus vasallos que se realizaba a través de las Cortes.

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La Corona de Aragón estaba constituida como una confederación de tres Estados: Cataluña-Mallorca, Aragón y Valencia, cada uno con leyes y Cortes y otras instituciones y notables diferencias entre sí, destacando la Generalitat en Cataluña, y en Aragón la figura del Justicia de Aragón

En definitiva, mientras en Castilla se constituyó una monarquía centralizada que fue el germen de la aparición de la monarquía autoritaria con los Reyes Católicos; en Aragón la estructura política feudal se basó en el pactismo y en la confederación de reinos que mantuvo su vigencia hasta el siglo XVIII, lo que impidió la aparición de una monarquía unitaria.

Crisis demográfica, económica y política.

A lo largo de los siglos XIV y XV se desarrolló un periodo de recesión o crisis en toda Europa. Esta crisis general fue causada por la concurrencia de múltiples factores. Estas crisis se iniciaron con un ciclo de malas cosechas en toda Europa debido a unas condiciones meteorológicas adversas. Se desencadenó, así, una crisis de subsistencia que trajo consigo una crisis demográfica. Esta crisis demográfica se agravó con la llegada de la peste Negra (1348). Este descenso demográfico conllevó una serie de consecuencias económicas como el espectacular aumento de todos los precios (debido a la fuerte caída de la oferta en todos los productos) y a una elevación de los salarios (por la escasez de mano de obra). Esta crisis económico-demográfica afectó claramente a la estructura social feudal, donde cada grupo adquirió conciencia de sus intereses económicos como grupo. Así, la nobleza se encontró con una fuerte disminución de sus rentas (por la muerte de muchos de sus campesinos-vasallos y un aumento de los precios en los productos de lujo que adquirían). Ante esta situación buscan dos vías para solucionar sus problemas: por un lado, usurpar más señoríos a la monarquía aprovechando su debilidad o la minoría de edad de los monarcas y por otro empezaron a atenazar al campesinado con los impuestos de la jurisdicción señorial, a fijarlos a las tierras de cultivo e incluso forzaron el traslado del campesinado de las tierras de realengo a las suyas (malos usos). Esto les enfrentará a los monarcas y al campesinado. Por su parte, la alta burguesía urbana vinculará, en oposición a la baja burguesía, sus intereses a los de la nobleza al invertir su capital en la adquisición de tierras o rentas inmobiliarias. Estas tomas de posición de la nobleza y de la oligarquía urbana condujeron a movimientos campesinos antiseñoriales (irmandiños en Galicia, payeses de remensa en Cataluña) y al enfrentamiento entre la alta burguesía y la baja burguesía urbanas cuyo episodio más relevante se produjo en Barcelona (enfrentamiento entre la Biga y la Busca). Pero el enfrentamiento, sin duda, más grave fue el que se produjo entre la nobleza y la monarquía (aliada a la baja burguesía) que condujo a una fuerte crisis política con el estallido de guerras civiles. En este conflicto se enfrentaban los que pretendían mantener el poder en manos de la comunidad del reino a través de las Cortes (nobleza) y los que pretendían aumentar el poder centralizador del monarca. De esta manera, a fines del siglo XV la monarquía consiguió establecer su autoridad dentro de Estados-nación perfectamente delimitados. No obstante, el poder económico de la nobleza no se vio alterado.

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En definitiva, a fines del s. XV aunque las estructuras socioeconómicas del feudalismo se mantuvieron inalterables, la estructura política del feudalismo no superó esta crisis y comenzaron a establecerse las monarquías autoritarias en casi todos los Estados europeos dando origen a la Edad Moderna.

La expansión de la Corona de Aragón en el Mediterráneo.

Cataluña y Baleares, y concretamente sus núcleos urbanos (Barcelona y Palma de Mallorca) vivieron durante los siglos XIII y XIV un gran desarrollo económico y político, que constituyó el fundamento básico de la expansión catalano-aragonesa por el Mediterráneo. Las bases de esta expansión se asientan sobre tres apartados: la conquista militar de importantes zonas mediterráneas como lugares estratégicos para el desarrollo de una red comercial catalana con intereses tanto en el Norte de África como en el Mediterráneo Oriental (ruta de las especias) y que fue apoyada con la creación de un aparato jurídico de carácter internacional. En cuanto a las conquistas militares éstas se iniciaron con la conquista de Mallorca por Jaime I. La expansión internacional la inició Pedro III el Grande con la conquista de Sicilia (s. XIII) recogiendo la herencia de los Staufen alemanes, y desplazando hacia el Oeste las luchas entre güelfos y gibelinos, y que le enemistaron con Francia y con el Papado que terminó excomulgándole. Durante la primera mitad del siglo XIV la Corona de Aragón cimentó su dominio en el Mediterráneo occidental con la conquista de Cerdeña y la ocupación de Menorca. Otra expedición militar ocupó los ducados de Atenas y Neopatria si bien su conquista fue temporal. Por último el dominio militar alcanzó su máximo desarrollo con la conquista de Nápoles por Alfonso V ya en el siglo XV. Con la incorporación de estos territorios se creó un eje Cerdeña-Sicilia-Nápoles donde surgió el mercado más frecuentado por los comerciantes catalanes (sobre todo Barcelona), aunque en dura competencia con los genoveses. Además estas zonas sirvieron de plataforma a los comerciantes catalanes para establecer consulados en el Mediterráneo oriental (Alejandría, Damasco, Tiro, etc) desde donde importaban especias (preferentemente pimienta) y exportaban armamento, pieles, aceite, etc. Para apoyar y defender esta labor comercial la Corona de Aragón creó la figura del cónsul que era nombrado por el rey o por la ciudad de Barcelona y actuaba como representante ante las autoridades indígenas. La Corona de Aragón llegó a tener 42 cónsules en otras tantas plazas comerciales. En definitiva, con la expansión aragonesa por el Mediterráneo hacen aparición en la escena peninsular los territorios italianos que tan importantes serán en la política exterior de los Reyes Católicos y, en especial, en la política imperial de los Austrias.

Las rutas atlánticas: Castellanos y portugueses. Las Islas Canarias.

Demográficamente, las crisis del siglo XIV afectaron gravemente a Castilla, pero sus efectos parece que fueron menos duraderos que en la España mediterránea. Económicamente, los primeros grandes privilegios dados a la Mesta, corporación de ganaderos trashumantes, son contemporáneos de la Gran Peste. Los dos hechos contribuyeron a la extensión de los pastos en las mesetas y que asegurará a España la mejor producción posible (la lana) de gran valor económico internacional. El comercio

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de la trashumancia potencia la feria de Medina del Campo y, a partir de ahí, los “consulados” de Burgos y Bilbao que aseguran la exportación de lanas merinas, dando papel preponderante a los mercaderes castellanos en plazas como Brujas, Nantes, Londres y La Rochela (Atlántico Norte). Por otra parte con el avance castellano hasta el estrecho de Gibraltar (Batalla del Salado) Castilla construye una salida al Atlántico Sur. Esta ruta, en torno al eje Sevilla-Cádiz, controlada por los genoveses, permitía el acceso a los productos africanos (oro, marfil, esclavos), a las telas italianas y a las especias orientales. La unión entre ambas rutas (cantábrica y andaluza) se producía a través de una densa red de ferias entre las que destacaban las de Medina del Campo. Precisamente en esta ruta atlántica meridional, Portugal se convirtió en el principal rival de Castilla. Concretamente Enrique el Navegante, promovió expediciones que permitieron a Portugal ocupar Ceuta y Tánger. Además, los portugueses se lanzaron a explorar la costa occidental africana, inicialmente en busca de oro y posteriormente con el fin de encontrar una ruta atlántica hacia las Indias y sus codiciadas especias. Finalmente esta rivalidad castellano-portuguesa se localizó en las islas Canarias, archipiélago habitado hasta entonces por los aborígenes guanches y que interesó inicialmente como base marítima de operaciones y aprovisionamiento. Entre 1402-28 Enrique III de Castilla promovió varias expediciones que permitieron controlar Lanzarote, Fuerteventura, La Gomera y El Hierro. Pronto se instalaron en ellas colonos andaluces, empresarios genoveses, misioneros y traficantes de esclavos. La rivalidad entre Castilla y Portugal se extendió hasta 1479, fecha en la que el Tratado de Alcaçovas reconocía la soberanía castellana sobre las islas Canarias a cambio de la renuncia de este reino a las empresas atlánticas portuguesas. La conquista definitiva de Canarias y su incorporación a la corona castellana se produce durante el reinado de los RRCC.

5.- LOS REYES CATÓLICOS: LA CONSTRUCCIÓN DEL ESTADO MODERNO.

La unión dinástica: integración de las Coronas de Castilla y de Aragón

En los reinos hispanos medievales se había mantenido la idea de la Hispania romana-visigoda como unidad territorial. La realización de esta unidad fue un objetivo de los Reyes Católicos. Debido a los logros obtenidos por los monarcas en este objetivo, el reinado de los Reyes Católicos, durante mucho tiempo, ha sido considerado como el inicio de la Edad Moderna en España. La unión (1469) entre Isabel de Castilla y Fernando de Aragón fue de tipo matrimonial; esto es, era una unión de tipo personal, dinástica por cuanto ambos reinos van a tener desde ahora los mismos monarcas. Isabel sucede a su hermano Enrique IV en el trono de Castilla en 1474. En 1475, Alfonso V de Portugal invade Castilla y reivindica el trono castellano para Juana la Beltraneja (hija de Enrique IV), con quien estaba prometido. Ello provoca la guerra civil en la que Isabel cuenta con el apoyo mayoritario de las ciudades, el clero, la

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nobleza y Aragón, mientras Juana la Beltraneja cuenta con el apoyo del arzobispo de Toledo, un sector de la nobleza, Portugal y Francia. En 1478 se firma el tratado de Alcáçobas por el que se reconoce a Isabel como reina de Castilla. En 1479 Fernando sucede a su padre Juan II en el trono de Aragón. En 1475 se produce la unión dinástica de las Coronas de Castilla y Aragón mediante la Concordia de Segovia, acuerdo por el que cada reino mantenía sus leyes, instituciones y fronteras. No es, pues, una unidad institucional de los dos reinos, es solo una unión personal, y no un estado centralista y unificado. Todos los reinos tendrán idénticos soberanos, pero los distintos reinos no formarán un solo Estado. Los Reyes Católicos tampoco se llamarán reyes de España. Sin embargo, esta unión contribuyó a la creación de la denominada Monarquía Hispánica.

La conquista del Reino Nazarí y la incorporación de Navarra

En los reinos hispanos medievales se había mantenido la idea de la Hispania romana-visigoda como unidad territorial. La realización de esta unidad era un objetivo de los Reyes Católicos (1474-1504). Para la consecución de este fin era necesario “finalizar la Reconquista” e incorporar Granada y lograr la incorporación de Navarra. Además, en la toma de Granada a los objetivos territoriales, los Reyes Católicos sumaron otro que consideraban esencial para la consolidación de los reinos: la unidad de la fe. La guerra de Granada comenzó en 1482. Se aprovecharon las luchas internas dentro del Reino Nazarí de Granada y dentro de la familia real dirigente entre el Zagal y su sobrino Boabdil (rey nazarí). La última campaña fue el asedio a la ciudad de Granada, que terminó cuando Boabdil firmó las capitulaciones (2 de enero de 1492), que garantizaban a los musulmanes la libertad religiosa y la conservación de sus bienes y costumbres. Sin embargo, en 1499 el cardenal Cisneros dejó de respetar las capitulaciones y obligó a los musulmanes a convertirse al cristianismo o a abandonar Castilla. Granada, de esta manera, quedó incorporada al reino de Castilla Por otro lado, la incorporación de Navarra se produjo después de la muerte de Isabel. El pretexto alegado fue una supuesta conspiración de Navarra y Francia contra Castilla, que sirvió a Fernando de justificación para ocupar militarmente Pamplona en 1512. En 1515, en las Cortes de Burgos, Fernando anexionó el Reino de Navarra a la Corona de Castilla, pero conservó sus fueros e instituciones propias, entre ellas las Cortes. En suma, con esta conquista finalizan ocho siglos de presencia musulmana en España y la sustitución de una política tolerante por otra política de conversiones forzosas y expulsiones que conllevó una política de intransigencia religiosa. Por otro lado, con la conquista de Granada y la anexión de Navarra, sólo Portugal permanecía como reino independiente en la Península. Por tanto, a excepción de Portugal los RRCC habían logrado triunfar en su objetivo encaminado a la unidad peninsular.

La integración de las Canarias y la aproximación a Portugal.

El reinado de los RRCC (1475-1504) heredará en materia de política exterior los anhelos expansionistas de Aragón por el Mediterráneo, y castellanos por el Atlántico. Concretamente en el marco atlántico se toparán con el vecino portugués, con el que mantenían desde principios del siglo XV un

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conflicto por el control de las islas Canarias. No obstante, ambas monarquías lograron resolver los problemas a través tratados que evitaron conflictos:

1. Por el Tratado de Alcaçovas (1479) Alfonso V de Portugal, reconoció los derechos castellanos sobre Canarias; los RRCC por su parte, renunciaron a favor de Portugal a cualquier otro derecho sobre la costa africana.

2. Por el Tratado de Tordesillas (1494) el Rey portugués reconocía los derechos de la monarquía española sobre todas las tierras descubiertas (América) y sobre las que se pudieran descubrir más allá de una línea de demarcación imaginaria, trazada de polo a polo. Este permitiría la futura ocupación portuguesa de Brasil.

A partir del Tratado de Alcaçovas los RRCC iniciarán la conquista de Gran Canaria, La Palma y Tenerife (las restantes islas ya se habían incorporado a la Corona castellana aunque como señoríos particulares). La conquista de estas islas se efectuó por el sistema de capitulaciones, que sería aplicado después en América: se establecía un contrato con capitanes y eclesiásticos para que llevaran a cabo la conquista y evangelización de los nuevos territorios en nombre de la monarquía. Tras su conquista las tierras permanecieron como tierras de realengo dada la importancia estratégica de las islas con etapa en la ruta hacia América.

Por otro lado, en los reinos hispanos medievales se había mantenido la idea de la Hispania romana-visigoda como unidad territorial. El objetivo era, pues, incluir Portugal a la unidad dinástica castellano-aragonesa. Para ello los Reyes Católicos recurrieron a la política matrimonial. En esta línea favorecieron el matrimonio de su hija mayor, Isabel, con el heredero de la corona portuguesa y, tras su muerte, con el propio rey, Manuel I, quien tras enviudar de Isabel, se casó con María, la cuarta hija de los RRCC. No obstante, aunque esta política matrimonia no tuvo un efecto inmediato diversas vicisitudes concluyeron con la unión a Portugal en 1580.

La organización del Estado: Instituciones de gobierno.

Los Reyes Católicos (1474-1504) se marcaron el objetivo de transformar una monarquía de carácter feudal en una monarquía moderna y autoritaria. Ejercieron el poder de una manera personalista y tomaron medidas para reforzar la autoridad de la monarquía. Estas medidas fueron:

Se limitó el poder de la nobleza: muchos señoríos jurisdiccionales volvieron a ser únicamente territoriales. Por otro lado, se presionó a las Órdenes Militares para que nombrasen al rey como su gran maestre.

Los municipios castellanos quedaron sometidos a la tutela de unos delegados gubernativos, los corregidores.

Las Cortes de Castilla fueron sometidas fácilmente (sus decisiones no eran vinculantes). Las de los reinos de la Corona de Aragón y de Navarra, en cambio constituían un poderoso elemento de oposición (sus decisiones sí eran vinculantes).

El instrumento esencial de gobierno fueron los Consejos, puramente consultivos. El Real Consejo de Castilla llegó incluso a invadir funciones legislativas de las cortes castellanas. A su lado aparecieron otros: el Consejo de Aragón, el de la Inquisición, el de Órdenes, etc.

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Se creó una organización territorial de justicia con dos Chancillerias, una en Valladolid y otra en Granada. Se creó, asimismo, un ejército permanente y una diplomacia también permanente.

Se impuso el Patronato Real para controlar a la Iglesia: Los Reyes Católicos proponían al Papa las personas que ocuparían los cargos eclesiásticos más importantes.

Por último, se empleo la religión como nexo de la unidad territorial. Comenzó, así una dura política contra judíos y musulmanes. Se decreta su expulsión (1492 expulsión de los judíos) o conversión forzosa. Para vigilar a los supuestos falsos conversos se crea la Inquisición en 1478, que estaba bajo la autoridad directa de los reyes, que lo utilizaron como instrumento de su política autoritaria.

En suma, el reinado de los RRCC, desde un punto de vista político, representa la aparición de la monarquía autoritaria característica de la Edad Moderna.

La proyección exterior. Política italiana y norteafricana.

La unión dinástica entre los reinos de Castilla y de Aragón (1474-1504) tuvo una decisiva proyección exterior. En política exterior, se unificaron las tradiciones diplomáticas de la Corona de Aragón en el Mediterráneo, que tenían en Francia a su principal enemigo y los intereses castellanos en el Atlántico. El objetivo principal de Aragón era contener a Francia en Italia (se rompe la tradicional alianza castellano-francesa en defensa de los intereses de Aragón). Para ello se apoyaron en Inglaterra, el imperio de los Habsburgo y Flandes. Este objetivo se intentó llevar a cabo mediante las siguientes iniciativas: 1 Matrimonios con Estados periféricos de Francia: Austria, Borgoña, Inglaterra.

Con Inglaterra: casan a Catalina con Enrique VIII. Con el Imperio: se produce un doble enlace: Juan con Margarita (hija del emperador Maximiliano) Juana, con Felipe (hijo también de Maximiliano). La consecuencia será la concentración de territorios europeos en Carlos V.

2 Las guerras de Italia contra la expansión francesa hacia Nápoles. El objetivo principal era Nápoles que Fernando acabó conquistando tras las campaña del Gran Capitán (Ceriñola, Garellano). Junto a Nápoles Fernando se reincorporó los condados catalanes de Rosellón y Cerdaña, en posesión de Francia. Esta victoria proporcionó a Fernando una gran ventaja sobre el que habría de convertirse en el gran rival de España en los siguientes siglos.

Paralelamente a estos proyectos aparecieron dos nuevas líneas de expansión, siguiendo los intereses castellanos: 1. La ruta Atlántica que culminó con el descubrimiento de América 2. En el Norte de África: Como consecuencia de la conquista de Granada,

entre 1497 y 1510 la Corona de Castilla realizó diversas expediciones por la costa norteafricana. Su objetivo no era otro que garantizar la seguridad política y comercial del Mediterráneo occidental frente a la piratería berberisca y la expansión otomana. Asimismo estas expediciones se plantearon en términos de cruzada contra el infiel y fueron diseñadas para la ocupación de plazas estratégicas como Melilla, Orán, Bugía y Trípoli.