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LA LOGICA DE LA INVESTIGACION CIENTIFICA ESTRUCTURA Y FUNCION EL PORVENIR ACTUAL DE LA CIENCIA

10 -Popper- La Logica de La Investigacion Cientifica Cap1 4 5 y Apendice

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Popper - La logica de la Investigacion Cientifica

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  • LA LOGICA DE LA

    INVESTIGACION CIENTIFICA

    ESTRUCTURA Y FUNCION EL PORVENIR ACTUAL DE LA CIENCIA

  • Karl R. Popper

    LA LOGICA DE LA

    INVESTIGACION CIENTIFICA

    EDITORIAL TECNOS

    :\lADRID

  • Los derechos para la versin castellana de la obra The Logic of Scientific Discovery

    publicada por HuTCHINSON & Co. LID., de Londres, son propiedad de

    EDITORIAL TECNOS, S. A.

    Traduccin por VICTOR SANCHEZ DE ZA V ALA

    l. edicin, 1962. l. reimpresin, 1967. 2 . reimpresin, 1971. 3. reimpresin, 1973. 4. reimpresin, 1977. 5. reimpresin, 1980.

    EDITORIAL TECNOS, S. A., 1980 O'Donnell, 27. Madrid-9

    ISBN: 84-309-0711-4 Depsito legal: M. 1.112.-1980

    Printed in Spain. Impreso en Espaa por ARTES GRFICAS BENZAL. Virtudes, 7. - MADRID-3

  • A MI ESPOSA,

    a quien se debe que haya renacido este libro.

  • Nota del traductor *

    La lgica de la investigacin cientfica es traduccin de la Logik der Forschung, publicada en Viena en el otoo de 1934 (pero con la fecha 1935 >>) ; la versin ha sido hecha por el autor, ayudado por el doctor Julius Freed y Lan Freed.

    No se ha alterado el texto original de 1934 con vistas a la tra-duccin. Como suele ocurrir, sta es un poco ms larga que el origi-nal : ha sido menester emplear parfrasis para palabras y frases que no tenan equivalentes, y ha habido que fragmentar y reordenar las oraciones; tanto ms cuanto que el texto a traducir estaba enorme-mente condensado, pues incluso se le haba podado drsticamente en varias ocasiones, para cumplir los requisitos del editor. Pero el autor se ha decidido a no aumentar el texto, as como a no restaurar los pasajes cercenados.

    Con objeto de ponerlo al da se han aadido al libro apndices y notas nuevos: algunos amplan meramente el texto, o lo corrigen; pero otros indican en qu puntos el autor ha variado de opinin, o cmo reorganizara sus razonamientos.

    Todas las adiciones actuales -apndices nuevos y notas nuevas a pie de pgina- estn marcadas por medio de nmeros precedidos de asterisco ; y este ltimo signo indica tambin los sitios en que se han ampliado las notas antiguas (a menos que la ampliacin consista nicamente en la alusin a la edicin inglesa de un libro publicado originalmente en alemn).

    En las adiciones mencionadas se encontrarn referencias a una continuacin de este volumen (continuacin que no se haba publi-cado antes y cuyo ttulo es Postscript: After Twenty Years): sus ca-ptulos y apartados estn precedidos tambin por asterisco, pero como no tiene apndices, todos stos, tengan o no asterisco, corresponden al presente volumen. Las dos obras tratan de los mismos problemas, si bien -aunque se complementan- son independientes.

    Debe sealarse tambin que ha cambiado la numeracin de los uaptulos de este libro: en el original estaban numerados de primero a segundo (primera parte) y de primero a octavo (segunda parte), mientras que ahora lo estn correlativamente: de primero a dcimo.

    * La versin espaola se ha hecho 8obre la edicin inglesa, siguiendo el consejo del autor. Unicnrucnte se han vertido directamente del alemn alguna palabra aislada y la carta de A. Einstein, que comtituye el apndice *XII (aunque teniendo en cuenta, naturalmente, las aclaraciones intercaladas por K. R. Popper).

  • Surnario

    N ola del traductor . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. Prefacio de la primera edicin (1934) ................. . Prefacio. d~ la edicin inglesa (1958) ................. . ReconoCI.m,enlo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . ..

    PRIMERA PARTE

    INTRODUCCIN A LA LGICA DE LA CIENCIA.

    Captulo l.-Panorama de algunos problemas fundamentales l. El problema de la induccin . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. 2. Eliminacin del psicologismo . . . . . . . . . . . , . . . , .. 3. Contrastacin deductiva de teoras . . . . . . . .. 4. El problema de la demnraacin . . . . . . . . . . . . . .. 5. La experiencia como mtodo . . . . . . . . . . . . . . . . .. 6. La falsabilidad como criterio de demarcacin ... 7. El problema de la u base emprit;a" . . . . . . . . . . .. 8. Objetividad cientfica y conviccin subjetiva . . . . ..

    Captulo H.--Sobre el problema de una teora del mtodo cientfico 9. Por qu son indispensables las decisiones metodolgicas .. .

    10. Planteamiento naturalista de la teora del mtodo . . . . .... . 11. Las reglas metodolgicas como convenciones . . . . . . . . . . ..

    SEGUNDA PARTE

    ALGUNOS COMPONENTES ESTRUCTURALES DE UNA TEORA DE LA EXPERIENCIA.

    Pginns

    8 14 16 23

    27 27 30 32 33 38 39 42 43

    48 48 49 52

    Captulo 111.-Teora.r. ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... 57 12. Causalidad, explicacin y deduccin de predicciones . . . 57 13. Universalidades estricta y numrica ... ... ... ... ... . .. 60 14. Conceptos universales y conceptos individuales .. . 62 15. Enunciados universales y existenciales .. . . . . . . . .. . . .. . . . . . . 66 16. Los sistemas tericos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 68 17. Algunas posibilidades de interpretacin de un sistema de axiomas. 69 18. Niveles de universalidad. El modus tollens . . . . . . . . . 72

    Captulo IV.-La falsabilidad ... ... ... . .. ... ... .. . . . . ... .. . . . . ... ... 75 19. Algunas objeciones convencionalistas ... ... ... ... ... 75 20. Reglas metodolgicas . . . . . . . . . . .. . . . 78 21. Investigacin lgica de la falsabilidad . . . . . . . . . . . . . . . 80 22. Falsabilidad y falsacin . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 82 23. Acontecimientos y eventos . . . . . . . . . . . . . . . 84 24. Falsabilidad y coherencia . . . . . . . . . . . . . . . 88

    Captulo V.-El problema de la base emprica. . . . . . . . . . . . . . . . 89 25. Las experiencias perceptivas como base emprica: el psicologismo. 89 26. Acerca de las llamadas clusulas protocolariasn . . . . . . 91 27. La objetividad de la base emprica . . . . . . . . . . . . . . . 93 28. Los enunciados bsicos . . . . . . . . . . . . . . . .. . . .. . .. . . . . .. 96

  • P.ginns

    29. La relatividad de los enunciados bsicos. Solucin del trilPma de Fries . . . . . . ... . . . . . . ... . . . 99

    .JO. Teora y experimento ... 101

    Captulo V!.-Grodos de contrastabilidar/. 107 :ll. Un programa y una imngPn .. . . .. . . . i 07 32. ,Cmo han de compara"~ las clases de po,iblcs falsadores? 1 O,; 33. Comparacin d" los graAos rle falhabilitaras . . . . . . . . . . . . .. ................. .... .. 3. El teorema de Dcrnoulli y el prr,J.Jrma de la convergencia ..... . 61. Elimmacin drl a,;ioma dr convngrncia. Solucin del problema

    fundarnentnl de la teora del az~rll ........ . 65. El problema de la deei

  • Pgina~

    75. Una reinterpretacwn estadstica de las frmulas de incertidumbre. :208 76. Un intento de eliminar los elementos metafsicos por inversin del

    programa de Heisenberg; con aplicacion~s . .. .. . 213 ii. Los experimentos decisivos .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . 220 78. La metafsica indetcnninista . . . . . . . . . . . . . . . 229

    Captulo X.-La corroboracin, o de qu forma sale indemne de la contras tacin una teora .. . .. . .. . .. . . .. .. . . .. .. . .. . .. . .. . .. . 234

    79. Sobre la llamada verificacin de hiptesis .. . .. . . .. .. . 235 80. Probabilidad de una hiptesis y probabilidad de eventos : crtica de

    la lgica probabilitaria .. .. . ... .. . . .. ... . .. .. . .. . 237 81. Lgica inductiva y lgica probabilitaria .. . .. . .. . .. . .. . 2 45 82. Teora positiva de la corroboracin: cmo puede demostrar su tem

    ple >> una hiptesis .. , .. . .. . .. . . .. .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . . .. 24 7 8.'1. Corroborabilidad, contrastabilidad y probabilidad lgica .. . .. . .. . 250 84. Observaciones acerca del uso de los conceptos de verdaderon y

    oorroborado .. . . .. .. . .. . . .. . .. 255 85. La ruta de la eiPncia .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . 257

    APENDICES

    l. Definicin de dimensin de una teora . . . . . . . . . . . . . . . 265 11. Clculo general de la frecuencia en clases finitas . . . . . . 267

    111. Deduccin de la primera forma de la frmula binomial 270 IV. Un mtodo para construir modelos de sucesiones aleatorias 272

    V. Examen de una objecin. El expcrinento de la ranura dohle ... 275 VI. Sobre un procedimiento de medir no predictivo ... 278

    VII. Obser'V~ciones acerca de un experimento imaginario 281

    *l. n.

    *111.

    rv. v.

    *VI. vn.

    *VIII. *IX. x.

    *XI.

    xu.

    NUEVOS APENDICES

    Dos notas sobre induccin y demarcacin, 1933-1934 ........... . Nota sobre probabilidad, 1938 .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. Sobre el empleo heurstico de la definicin clsica de probabilidad,

    c;;p~cial.~ente para la deduccin del teorema geneldl de mul-tlphcacwn .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. .. .. ..

    Teora formal de la probabilidad .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . Deducciones dentro de la teora formal de la probabilidad Sobre desorden objetivo o aleatoriedad .. . .. . . .. .. . .. . .. . Probabilidad nula y estructura fina de la probabilidad y del con-

    tenido ......................................... . Contenido, sencillez y dimensin . . . , . . . . . . . . . . . . . . . .. Corroboracin, peso de los datos y contrastes estadsticos Universales, disposiciones y necesidad natural o fsica ... Sobre el u;o y ~b~so de experimentos imaginarios, especialmente en

    la teor~a cuantlca .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. El experimento de Einstein, Podolski y Rosen. Carta de Albert

    Einstein (1935) .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. lndices (preparados por ]. Agassi).

    289 295

    300 303 325 334

    338 352 360 392

    412

    426

  • Las teoras son redes: slo quien lance coger.

    NovALIS

  • Prefacio de la pnmera edicin ( 19 34)

    l.a sospecha de que el hombre, por fin, ha resuelto sus problemas ms recalcitlantes ... proporciona menguado solaz al gustador de la filosofa: pues lo que no puede dejar de temer es que sta nunca llegue lo suficientemente lejos como para proponer un autntico problema.

    M. ScHLICI< (1930 ).

    Por mi parte, sostengo la opzmon exactamente opuesta y afirmo que siempre que una disputa se ha desencadenado durante cierto tiempo, espe cialmente en filosofa, en el fondo no se trataba nunca de un mero pro blema a~erca de palabras, sino de un autntico problema acerca de cosas.

    l. KANT (1786 ).

    El cientfico (ue se ocupa con una investigacin determinada, di-!

  • No hay nada ms necesario para el hombre de ciencia que la historia de sta y la lgica de la investiga ciu... La forma de descubrir los ernores, el uso de hiptesis y de la imaginacin, el modo de someter a contraste.

    LoRn AcToN

  • Prefacio de la edicin inglesa (1958)

    l.u mi anli~uo prefacio rle 1934 trat de exponer ---demasiado su cintamcntc, temo--- mi actitud con respecto a la ~ituacin entonces dominante en la filosofa, y especialmente para con la filosofa lin-g1s\1ca y h c~\:\_\C\a ~~c a\vi>\\~\a'b '~"'~ ~tl\'g,\Yb~~ ~k >~.~\\1..~1 '-'tJ.I..w.cc~. T:~u este nuevo prefacio pretendo exponer mi actitud frente a la ~tuacim actual y acerca de las dos escuelas principales de anali~tas del lenguaje dP nue~tros das. Lo mismo entonces que ahora, los analistas que rligo tienen gran importancia para m: no slo como contrin-cante,;, sino como aliarlos ---en cuanto que 11arecen ser ca~i los ni~os fi!sofos rpH' eonsenan vivas algunas de las trarlieione;; rle la filosofa racional.

    Los analistas od lenguaje creen que no ('Xi . .;ten autnticos proble-mas filosfieos; o que los prohlemas de lil filosofa, si es que hay alguno, son problemas del uso lingiistico n del sentido de las pala-bras. Creo, sin embargo, que, al menos, existe un problema filosfico por el que se interesan todos los hombres q11c reflexionan: es el de la cosmologa, el problema de entender el mttndo -incluido$ nosotro$ y nuestro conocimiento como parte de l. Creo que toda la ciencia es cosmolog;a. y, en mi ea~o, el nico inters de la filosofa, no menos que el de la ciencia, reside Pn las aportaciones que ha hecho a aqulla; en todo caso, tanto la filosofa como la cicncitl perderan todo su atrae Livo para m si abandonasen tal empresa. Reconozco que entender las funciones de nuestro lenguaje es una parte importante de sta, pero no lo es acabar con nuestros prohlemas presentndolos como meros rompecabezas lingsticos.

    Los anali.tas del lenguaje se consideran a s mismos como los que utilizan cierto mtodo privativo de la filosofa. A mi entender estn equivocados, pues yo creo en las siguien-tes tesis.

    Los filsofos son tan libres como cualesquiera otras personas de emplear cualquier mtodo en la bsqueda de la verdad. No hay un mtodo propio de la filosofa.

    Quiero proponer ahora tambin la siguiente segunda tesis: el pro hlPma ccn tral de la epistemologa ha sido 5iempre, y sigue sindolo, d del aumento del conocimiento. Y el mejor modo de e$tudiar el 1/IJIIWTllo rlrl ('QTlocirniento PS l'$/udiar el del conocimiento cientfico.

    No piPn~o qtw p) l'studio del aumento riel conocimiento pueda rcm-

  • Prefacio de la edicin inglesa 17

    plazarse por el estudio de los usos lingii_sticos, ni por el de los siste-mas ling~ticos.

    Y con todo, estoy completamente di~pucto a admitir que existe un mtodo al que podra llamarse "el ni, 1(/Jr r.o.;Jn. }))1;)1)/)1), t>!:JJJ J)l)." t)r ~rr JI)." /JJl'f>i' '(liC purrk cmplcnr \Tntajo.anHnt 1111 fil'.ofo. y fjllf' en mndn algt 111 o son cararter.'-'(icos dr la filosofa: no In 'on ms fJllf' cualtpticr Otro mtodo de inl)agaf'it.llt cientfica o ra

  • 18 La lgica de la investigacin cientfica

    nadie con quien merezca la pena de hablar. Pero temo que la cos turubre de filosofar en e:;te plano algo eminente sea un sntoma de la decadencia de la discusin racional ; sin duda alguna, Dios se habla principalmente a S mismo porque no tiene a nadie a quien valga la pena de hablar; pero un filsofo debera saber que no es ms divino que los dems hombres.

    Hay varias interesantes razones histricas de la creencia, tan ex tendida, de que el llamado anlisis lingstico es el verdadero m todo de la filosofa.

    Una de ellas es la creencia, exacta, de que las paradojas lgicas -como la del mentiroso (>. Admito gustoso que esta sustitucin del nuevo camino de las ideasn de Locke por un nuevo camino de las palabrasn constitua un progreso y que se necesitaba urgentemente.

    Es perfectamente comprensible que los que antes haban visto en el

  • Prefacio de la edicin inglesa 19

    de comunicarnos, nunca se bas en dicho mtodo: ni Berkeley apo y en l sus opiniones religiosas ni Hume su determinismo ni sus teoras polticas.

    Pero la objecin ms grave que opongo a la creencia de que, ya el

  • 20 La lgica de la investigacin cientfica

    tradicin racionalista: su actitud semeja ser de resignacwn, si no de t!esesperanza; no solamente abandonan el progreso de los conocimien-tos a los cientficos, sino que definen la filosofa de modo tal que, por su misma definicin, se hace incapaz de aportar nada a nuestro conocimiento del mundo. La automutilacin que exige esta definicin de filosofa, tan sorprendentemente persuasiva, no me atrae. No exis-te una esencia de la filo~ofa, algo que pudiera destilarse y conden-sarse en una definicin: todas las de la palabra t( filosofa n podrn tener tan slo el carcter de una convencin, de un acuerdo; y, en todo caso, no veo mrito alguno en la propuesta arbitraria de definir dicha palabra de modo que impida a todo estudioso de la filosofa el que intente contribuir, qua filsofo, al avance de nuestro conoci-miento del mundo.

    Asimismo, me resulta paradjico que los filsofos que estn orgu-llosos de especializarse en el estudio de los lenguajes ordinarios crean -no obstante tal cosa- que saben lo suficiente acerca de la cosmo-loga para estar seguros de que sta es de esencia tan diferente a la filosofa que esta ltima jams podr aportar nada a aqulla. Y, cier-tamente, se equivocan: pues es un hceho real que las ideas pura-mente metafsicas -y, por tanto, filosficas- han tenido la mxima importancia para la cosmologa. Desde Tales a Einstein, desde el ato-mismo antiguo a la especulacin cartesiana sobre la materia, desde las especulaciones de Gilbert, Newton, Leibniz y Boscovich acerca de las fuerzas a las de Faraday y Einstein en torno a los campos de fuer-zas, las ideas metafsicas han sealado el camino.

    Estas son, expuestas brevemente, mis razones para creer que, in-cluso dentro de la provincia de la epistemologa, el primer enfoque que he mencionado -es decir, el anlisis del conocimiento analizan-do el lenguaje ordinario- es demasiado estrecho, y que forzosamente han de escaprsele los problemas ms interesantes.

    Pero estoy muy lejos de encontrarme de acuerdo con todos aque-Hos filsofos que se declaran a favor del otro modo de abordar la epistemologa, o sea, aqul que sigue el camino de un anlisis del conocimiento cientfico. Con objeto de explicar ms fcilmente en qu cosas estoy de acuerdo y en qu no, voy a dividirlos en dos grupos: algo as como las ovejas y los cabritos.

    El primer grupo est formado por los que tienen por meta estu diar !!el lenguaje de la cienciaJJ y que han escogido como mtodo filosfico la construccin de modelos artificiales de lenguajes: esto es, la construccin de los que creen ser modelos del !

  • Prefacio de la edicin inglesa 21

    truir modelos artificiales del lenguaje de la ciencia. Desde un punto de vista histrico, tambin ellos parten del nuevo camino de las ideas)): tambin remplazan el mtodo (pseudo-) psicolgico del

  • 22 La lgica de la investigacin cientlfica

    guen tes pretensiones: a) que su~> mtodos son capnee~, l'n una u otra forma, de resolver problemas de la teora del cono1imitnto eientfico, o sea, dicho de otro modo, que ~'on aplicahlcs a h ciPnei::t (mientras que, en realidad, slo son aplicuhk, con prceisin a un discurso de tipo extremadamente primitivo), y b) que son 11cxactos o u precisos. Est claro que no es posible mantcn~r amhas pretensiones.

    As pues, el mtodo de construir modelos lingsticos artificiales no es capaz de abordar los problemas del aumento de los conocimien t.os, menos an que lo sera el de analizar los lenguajes ordinarios -y ello meramente porque tales modelos son ms pobres que estos ltimos-. Como resultado de su pobreza nos ofrecen slo el modelo ms tosco y ms engaoso

  • Prefacio de la edkin inglesa 23

    lisis lingstico, y exigen un anlisis del conocimiento cientfico. Dden der un dogma ms es, sin embargo, lo ltimo que quisiera hacer: inclu so el anlisis de la ciencia-la filosofa de la ciencia-amenaza con vertirse en una moda, en una especialidad ; mas los filsofos no deben ser especialistas. Por mi parte, me interesan la ciencia y la filosofa exclusivamente porque quisiera saber algo del enigma del mundo en que vivimos y del otro enigma del conocimiento humano de este mun do. Y creo que slo un renacer del inters por estos secretos puede salvar las ciencias y la filosofa de una especializacin estrecha y de una fe obscurantista en la destreza singular del especialista y en su conocimiento y autoridad personales: fe que se amolda tan perfecta mente a nuestra poca postrracionalistaJJ y postcrticaJJ, orgullosa mente dedicada a destruir la tradicin de una filosofa racional, y el pensamiento racional mismo.

    PENN, BucKINGHAMSHIRE, primavera de 1958.

    RECONOCIMIENTO

    Quiero dar las gracias aqu a Mr. David G. Nicholls por haberme comunicado el admirable pasaje por l descubierto entre los Acton Manuscripts de la Library of Camhridl!e Uni\ersity (Add. :llss. 50ll: 266 ), y que he reproducido en la pgina 15.

    PENN, BucKINGIIAMSHIRE, verano de 1959,

  • PRIMERA PARTE

    Introduccin a la lgica de la ciencia

  • CAPTUL.O PRIMERO

    Panorama de algunos problemas fundamentales

    El hombre de ciencia, ya sea terico o experimental, propone enun-ciados -o sistemas de enunciados- y los contrasta paso a paso. En particular, en el campo de las ciencias empricas construye hiptesis -o sistemas de teoras- y las contrasta con la experiencia por medio de observaciones y experimentos.

    Segn mi opinin, la tarea de la lgica de la investigacin cient fica -o lgica del conocimiento- es ofrecer un anlisis lgico de tal modo de proceder: esto es, analizar el mtodo de las ciencias em pricas.

    Pero, cules son estos ce mtodos de las ciencias empricas? Y, a qu cosa llamamos ce ciencia emprica?

    l. EL PROBLEMA DE LA INDUCCIN

    De acuerdo con una tesis que tiene gran aceptacin -y a la que nos opondremos en: este libro-, las ciencias empricas pueden carac terizarse por el hecho de que emplean los llamados ccmtodos induc-tivos: segn esta tesis, la lgica de la investigacin cientfica sera idntica a la lgica inductiva, es decir, al anlisis lgico de tales m-todos inductivos.

    Es corriente llamar inductiva ll a una inferencia cuando pasa de enunciados singulares (llamados, a veces, enunciados ce particulares>>), tales como descripciones de los resultados de observaciones o expe-rimentos, a enunciados universales, tales como hiptesis o teoras.

    Ahora bien, desde un punto de vista lgico dista mucho de ser obvio que estemos justificados al inferir enunciados universales par-tiendo de enunciados singulares, por elevado que sea su nmero ; pues cualquier conclusin que saquemos de este modo corre siempre el riesgo de resultar un da falsa : as, cualquiera que sea e1 nmero de ejemplares de cisnes blancos que hayamos observado, no est justifi-cada la conclusin de que todos los cisnes sean blancos.

    Se conoce con el nombre del problema de la induccin la cues tin acerca de si estn justificadas las inferencias inductivas, o de bajo qu condiciones lo estn.

    El problema de la induccin puede formularse, asimismo, como la cuestin sobre cmo establecer la verdad de los enunciados uni-venales basados en la experiencia -como son las hiptesis y los sir;.

  • 28 La lgica de la investigacin cientfica

    temas tericos de las ciencias empricas--. Pues muchos creen que la verdad de estos enunciados se sabe por experiencia; .sin embar-go, es claro que todo informe .en que se da cuenta de una experiencia -o de una observacin, o del n~sultado 1le un experimento- no pue-de ser originariamente un enunciado utYer~al, sino slo un enuncia-do singular. Por lo tanto, quien dice que sabemos por experiencia la verdad de un enunciado universal suele querer decir que la verdad de dicho enunciado puede reducirse, de cierta forma, a la verdad de otros enunciados -stos singulares-- que son verdaderos segn sabe-mos por experiencia; lo. cnal equivale a decir que los enunciados uni-versles estn basados en inferencias inductivas. As pues, la pregunta acerca de si hay leyes naturales cuya "enlad nos conste viene a ser otro modo de preguntar si las inferencias inductivas estn justifica-das lgicamente.

    Mas si queremos encontrar un modo de justificar las inferencias inductivas, hemos de intentar, en primer trmino, esl;hlecer un prin-cipio de induccin. Semejante principio sera un enunciado con cuya ayuda pudiramos presentar dichas inferencias de una forma lgica-mente aceptable. A los ojos de los mantenedores de la lgica induc-tiva, la importancia de un principio de induccin para el Jl1!oll1 cientfico es mxima: ... este principio -1lice Rcichenbach- ,1,. r. r mina la verdad de las teoras cientficas; eliminarlo de la ci' w significara nada menos que privar a sta de la posibilidad d,~ deci-dir sobre la verdad o falsedad de sus teoras; es evidente que sin l la ciencia perdera el derecho de distinguir sus teoras de las crea-ciones fantsticas y arbitrarias de la imaginacin del poeta 1

    Pero tal principio ue induccin no puede ser una verdad pura-mente lgica, como una tautologa o un enunciado analtico. En rea lidad, si existiera un principio de inducein puramente lgico no ha-bra problema de la induccin; pues, en tal caso, sera menester con-siderar todas las inferencias inductivas como transformaciones pura-mente lgicas, o tautolgicas, exactamente lo mismo que ocurre con las inferencias de la lgica deductiva. Por tanto, el principio de in-duccin tiene que ser un enunciauo sin ttiro: esto es, uno cuya nega cin no sea contradictoria, siro lgicamente posible. Surge, pues, la cuestin acerca de por qu -habra que aeeptar semejante principio, y de cmo podemos justificar racionalmente su aceptacin.

    Algunas personas que creen en la l;:::ica inductiva se precipitan a sealar, con Reichenhach, que "la tot l idatl de la ciencia acepta sin reservas el principio de inducei{on, y (ue nadie puede tampoco dudar de este principio en la vida o!orrii:~nte ". No obstante, aun su-poniendo que fuese as -despus de todo, la totaliuad de la cien-cia podra estar en un error- yo sq!;ura afirmando que es super-fluo todo principio de induccin, y que lleva forzosamente a incohe-rencias (incompatibilidadea) lgicas.

    ll. REICHENBACII, L'rT.enntnil 1, 1 'l~'l ;;.:- 186. (Cf. tambin las pgs. 64 y sig.) Cf. los comeutJri"s de Huscell ;:,rr" r!c Hume, que he citado en el apar-todo 2 de mi Po&t&cript.

    J REICHENBACH, ibd., pg. 67.

  • Panorama de algunos problemas fundamentales 29

    A partir de la obra de Hume *' debera haberse visto claramente que aparecen con facilidad incoherencias cuando se admite el prin cipio de induccin; y tamhin que difcilmente pueden evitarse (si es que es posible tal cosa) : ya

  • 30 La lgic11 de la investigacin cientfica

    de la probabilidad>), como todas las dems formas de la lgica induc tiva, conduce, bien a una regresin infinita, bien a la doctrina del apriorismo *2

    La te0ra que desarrollaremos en las pagmas que siguen se opone directamente a to(]os los intentos de apoyarse en las ideas de una lgica inductiva. Podra describrsela como la teora del mtodo de-rluctito de contrastar**, o como la opinin de que una hiptesis slo puede contrastarse empricamente -~y nicamente despus de que l1a sido formulada.

    Para poder desarrollar esta tesis (que podra llamarse >, por contraposicin al inductivismo 0 ) es necesario que pon-ga en claro primero la di,tincin entre la psicologa del conocimiento, que trata de hechos empricos, y la lgica del conocimiento, que se ocupa exclusivamente de relaciones lgicas. Pues la creencia en una lgica inductiva se debe, en gran parte, a una eon{usin de los pro blemas psicolgicos con los epistcmolgieos; y quiz sea convenient1~ advertir, de paso, que esta confusin origina dificultades no slo en la lgica del conocimiento, sino en su psicologa tambin.

    2. ELIMINACIN DEL PSICOLOGISMO

    He dicho ms arriba que el trabajo del cientfico consiste en pro-poner teoras y en contrastarlas.

    La etapa inicial, el acto de concebir o inventar una teora, no me parece que exija un anlisis lgico ni sea susceptible de l. La cues-tin acerca de cmo se le ocurre una idea nueva a una persona -ya sea un tema musical, un conflicto dramtico o una teora cientfica-puede ser de gran inters para la psicologa emprica, pero carece de importancia para el anlisis lgico del conocimiento cientfico.

    02 Vanse tambin el captulo X -especialmente, la nota 2 del apartado 81-y el cDptulo *II del Postscript, en los que se hallar una exposicin ms completa ~ de esta crtica.

    ** Se habr observado ya qnc empleamos las expresiones contraste, contra$tacin, contrU$tar, someter a contraste, etc., para traducir los trminos ingleses test, testing, to test, etc. Los autores de habla inglesa -incluyendo al de esta obra- utilizan tam-bin to contrCMt, pero puede verterse sin dificultad -e incluso ms conforme a su sentido-- por contraponer o contraponerse. (N. del T.)

    LIEBIG (en lnduktion und Deduktion, 1865) fue probablemente el primero que rechaz el mtodo inductivo desde el punto de vista de la ciencia natural: su ataque se diriga contra Bacon. DunEM (en La Thorie physique, son objet et sa structure, 1906; vers. ingl. por P. P. WtENEit, The Aim and Structure of Physical Theory, 1954) ha mantPnido tesis marcadamente deductivistas, (*Pero en el liLro d,, Duhem se en-cuentran tambin tesis inductivistas, por ejemplo, en el cap. III de la primera parte, en el que se nos dice que con slo experimentaei

  • Panorama de algunos problemaJJ {1mdamentale,~ 31

    E.;te no se interesa por cuestiones de hecho (el quid facti? de Kant),. sino l}nieamente por eue,;tioncs de ju.'l 1 f imcin o talide;: (el

  • 32 La lgica de la investigacin cientfica

    leyes. Slo pueden alcanzarse por la intuicin, apoy11da en algo as como una introyeccin (Einfhlung') de los objetos de la expe riencia 1

    3. CONTRASTACIN DEDUCTIVA DE TEORA!!>

    De acuerdo con la tesis que hemos de proponer aqu, el mtodo de contrastar crticamente las teoras y de escogerlas, teniendo en cuenta los resultados obtenidos en su contraste, procede siempre del modo que indicamos a continuacin. Una vez presentada a ttulo provisio nal una nueva idea, an no justificada en absoluto -sea una antici pacin, una hiptesis, un sistema terico o lo que se quiera-, se extraen conclusiones de ella por medio de una deduccin lgica ; estas conclusiones se comparan entre s y con otros enunciados perti. nentes, con objeto de hallar las relaciones lgicas (tales como equiva- . lencia, deductibilidad, compatibilidad o incompatibilidad, etc.) que existan entre ellas.

    Si queremos, podemos distinguir cuatro procedimientos de llevar a cabo la contrastacin de una teora. En primer lugar, se encuentra la comparacin lgica de las conclusiones unas con otras: con lo cual se somete a contraste la coherencia interna del sistema. Despus, est el estudio de la forma lgica de la teora, con objeto de determinar su carcter: si es una teora emprica -cientfica- o si, por ejem plo, es tautolgica. En tercer trmino, tenemos la comparacin con otras teoras, que tiene por principal mira la de averiguar si la teora examinada constituira un adelanto cientfico en caso de que sobrevi viera a las diferentes contrastaciones a que la sometemos. Y final-mente, viene el contrastarla por medio de la aplicacin emprica de las conclusiones que pueden deducirse de ella.

    Lo que se pretende con el ltimo tipo de contraste mencionado es descubrir hasta qu punto satisfarn las nuevas consecuencias de la teora -sea cual fuere la novedad de sus asertos- a los requerimientos de la prctica, ya provengan stos de experimentos puramente cientfi cos o de aplicaciones tecnolgicas prcticas. Tambin en este caso el pro cedimiento de contrastar resulta ser deductivo; vemoslo. Con ayuda de otros enunciados anteriormente aceptados se deducen de la teora a contrastar ciertos enunciados singulares -que podremos denominar predicciones-; en especial, predicciones que sean fcilmente con trastables o aplicables. Se eligen entre estos enunciados los que no sean deductibles de la teora vigente, y, ms en particular, los que se en

    1 Comunicacin en el sesenta cumpleaos de Max Planck. El pasaje citado comien-za con las palabras: aLa tarea suprema del fsico es la bsqueda de aquellas leyes sumamente universales, etc. (citado segn A. EINSTEIN, Mein Weltbild, 1934, pg. 168; traduccin ingl. por A. HARRIS, The World as 1 see lt, 1935, pg. 125 ). En LIE BIG, op. cit., se hallan con anterioridad ideas parecidas; cf. tambin MAcH, Principien der Wiirmelehre (1896 ), pgs. 443 y sigs. *La palabra alemana aEinfhlung es di-fcil de traducir; Harrs vierte: sympathetic understanding of experience (compren--IWI'I JJm-ptica de la ezperiencia J.

  • Panorama de algunos problemas fundamentales 33

    c-aentren en contradiccin con ella. A continuacin tratamos de deci clr en lo que se refiere a estos enunciados deducidos (y a otros), com parndolos con los resultados de las aplicaciones prcticas y de expe rimentos. Si la decisin es positiva, esto es, si las conclusiones singu lares resultan ser aceptables, o verificadas, la teora a que nos refer mos ha pasado con xito las contrastaciones (por esta vez): no hemos encontrado razones para desecharla. Pero si la decisin es negativa, o sea, si las conclusiones han sido falsadas**, esta falsacin revela que la teora de la que se han deducido lgicamente es tambin falsa.

    Conviene observar que una decisin positiva puede apoyar a la teora examinada slo temporalmente, pues otras decisiones negativas subsiguientes pueden siempre derrocarla. Durante el tiempo en que una teora resiste contrastaciones exigentes y minuciosas, y en que no la deja anticuada otra teora en la evolucin del progreso cientfico, podemos decir que ha demostrado su temple o que est > *1 por la experiencia.

    En el procedimiento que acabamos de esbozar no apar~ce nada que pueda asemejarse a la lgica inductiva. En ningn momento he asumido que podamos pasar por un razonamiento de la verdad de enunciados singulares a la verdad ele teoras. N o he supuesto un solo instante que, en virtud de unas conclusiones verificadas>>, pueda es tablecerse que unas teoras sean verdaderas, ni siquiera meramente probables.

    En este libro pretendo dar un anlisis ms detallado de los m-todos de con traslacin deductiva; e intentar mostrar que todos los problewas que se suelen llamar epistemolgicos>> pueden tratarse dentro del marco de dicho anlisis. En particular, los problemas a que da lugar la lgica inductiva pueden eliminarse sin dar origen a otros nuevos en su lugar.

    4. EL PROBLEMA DE LA DEMARCACIN

    Entre las muchas objeciones que pueden hacerse contra las tesis que he propuesto ahora mismo, la ms importante es, quiz, la si-guiente: al rechazar el mtodo de la induccin -podra decirse-privo a la ciencia emprica de lo que parece ser su caracterstica ms importante; esto quiere decir que hago desaparecer las barreras que

    ** Empleamos el verbo falsar y sus derivados (fa/sable, falsacin, falsador, etc.) como versin de to fulsify y los suyos (falsifiable, falsification, falsifier, etc.): pues tanto falsificar como falsear tienen en castellano un sentido perfectamente vivo, que provocara incesantes malentendidos si se empleasen aqu para traducir to falsfy (que el autor emplea exclusivamente en el sentido de poner de manifiesto que algo es o era falso). Falsar es un trmino tcnico del juego del tresillo, al cual podemos dotar de este otro contenido semntico sin grave riesgo, al parecer; por otra parte, no es inexistente en la historia del idioma con significado prximo al que aqu le damos: cf. BERCEO, Vida de Santo Doningo de Silos, 114 e, Milagros de Nuestra Se ora, 91 e; Historia troya,w polimtrica, poema X, 151 (N. del T.).

    01 Acerca de este trmino, vanse la nota *1 antes Jel apartado 7 9 y el aparta do *29 de mi Postscript.

    3

  • 34 La lgica de la investigacin cientifica

    separan la ciencia de la especulacin metafsica. Mi respuesta a esta objecin es que mi principal razn para rechazar la lgica inductiva es precisamente que no proporciona un rasgo discriminador apropia-do del carcter emprico, no metafsico, de un sistema terico; o, en otras palabras, que no proporci,ona un criterio de demarcacin>> apropiado.

    Llamo problema de la demarcacin 1 al de encontrar un criterio que nos permita distinguir entre las ciencias empricas, por un lado, y los sistemas metafsicos,,, por otro.

    Hume conoci este problema e intent resolverlo 2 ; con Kant se convirti en el problema central de la teora del conocimiento. Si, siguiendo a Kant, llamamos .

    Los antiguos positivistas estaban dispuestos a admitir nicamente como cientficos o legtimos aquellos conceptos (o bien nociones, o ideas) que, como ellos decan, derivaban de la experiencia; o sea, aquellos conceptos que ellos crean lgicamente reducibles a elemen-tos de la experiencia sensorial, tales como sensaciones (o datos sensi bles ), impresiones, percepciones, recuerdos visuales o auditivos, etc. Los positivistas modernos son capaces de ver con mayor claridad que la ciencia no es un sistema de conceptos, sino ms bien un sistema de enunciados *1 En consecuencia, estn dispuestos a admitir nicamen-te como cientficos o legtimos los enunciados que son reducibles a enunciados elementales (o atmicos) de experiencia -a

  • Panorama de alguno problema!l fundamentale! 35

    o como los quieran llamar *~-. N o cabe duda de que el criterio de demarcacin implicado de este modo se identifica con la lgica m-ductiva que piden.

    Desde el momento en que rechazo la lgica inductiva he de recha zar tambin todos estos intentos de resolver el problema de la demar-cacin: con lo cual este problema aumenta de importancia en el pre sente estudio. El hallazgo de un criterio de demarcacin aceptable tiene que ser una tarea crucial de cualquier epistemologa que no acepte la lgica inductiva.

    Los positivistas suelen interpretar el problema de la demarcacin de un modo naturalista: como si fuese un problema de la ciencia na tural. En lugar de considerar que se encuentran ante la tarea de pro-poner una convencin apropiada, creen que tienen que descubrir una diferencia -que existira, por decirlo as, en la naturaleza de las co sas- entre la ciencia emprica por una parte y la metafsica por otra. Tratan eonstantemente de demostrar que la metafsica, por su misma naturaleza, no es sino un parloteo absurdo -sofistera e ilusin, como dice Hume, que deberamos arrojar al fuego>> *3

    Pero si con las expresiones absurdo o carente de sentido no queremos expresar otra cosa, por definicin, que no perteneciente a la ciencia emprica, en tal caso la caracterizacin de la metafsica romo un absurdo carente de sentido ser trivial: pues a la metafsica se la define normalmente como no emprica. Pero -naturalmente- los positivistas creen que pueden decir de la metafsica muchas otras co sas, adems de que sus enunciados son no empricos. Las expresiones absurdo y carente de sentido comportan una evaluacin peyora ti va (y se pretende que la comporten) ; y, sin duda alguna, lo que los positivistas tratan realmente de conseguir no es tanto una demar cacin acertada como derribar definitivamente 3 y aniquilar la me tafsica. Como quiera que sea, nos encontramos con que cada vez que los positivistas han intentado decir con mayor claridad lo que sig-nificaba con sentido la tentativa conduca al mismo resultado: a una definicin de clusula con sentido (en contraposicin a pseudo clusula sin sentido) que simplemente reitera el criterio de demar-cacin de su lgica inductiva.

    Esto se hace patente con gran claridad en el caso de Wittgens

    Desde luego, nada depende de los nombres. Cuando invent el nuevo nombra enunciado bsico" (o proposicin bsica": vanse, ms abajo, los apartados 7 y 28 ), lo hice slo porque necesitaba un trmino no cargado con la connotacin de enun-ciado perceptivo; pero, desgraciadamente, lo adoptaron pronto otras personas, y lo utilizaron para transmitir justamente la clase de significado que yo haba querido evitar. Cf. tambin mi Postscript, apartado *29.

    Hume, por tanto, conden su propia Enquiry en la ltima pgina, de igual modo que Wittgenstein, ms tarde, ha condenado su propio Tractatus en la ltima pgina. (Vase la nota 2 al apartado 10.)

    CARNAP, Erkenntnis 2, 1932, pgs. 219 y sigs. Anteriormente, Mili haba usado la expresin carente de sentido" de forma anloga, *sin duda alguna bajo la influencia de Comte; cf. tambin los Early Essays on Social Philosophy de CoMTE, ed. por H. D. Hutton, 1911, citados en mi Open Society, nota 51 del captulo 11.

  • 36 La lgica de la investigacin cumtjica

    tein, segn el cual toda proposicin con sentido tiene que ser lgica mente redudble a proposiciones elementales (o atmicas), que caracteriza como descripciones o imgenes de la realidad 5 (carac-terizacin, por cierto, que ha de cubrir todas las proposiciOnes con sentido). Podemos darnos cuenta de que el criterio de sentido de Wittgenstein coincide con el criterio de demarcacin de los induc tivistas, sin ms que remplazar las palabras cientfica o legtima por . Y es precisamente al llegar al problema de la in-duccin donde se derrumba este intento de resolver el problema de la demarcacin: los positivistas, en sus ansias de aniquilar la meta-fsica, aniquilan juntamente con ella la ciencia natural. Pues tampo-co las leyes cientficas pueden reducirse lgicamente a enunciados elementales de experiencia. Si se aplicase con absoluta coherencia, el criterio de sentido de Wittgenstein rechazara por carentes de sentido aquellas leyes naturales cuya bsqueda, como dice Einstein 6 , es la tarea suprema del fsico>>: nunca podran aceptarse como enunciados autnticos o legtimos. La tentativa wittgensteiniana de desenmascarar el problema de la induccin como un pseudoproblcma vaco, ha sido ex-presada por Schlick *' con las siguientPs palabras: El problema d!' la induccin consiste en preguntar por la justificacin lgica de los enunciados universales acerca de la realidad ... Reconocemos, con Hu-me, que no existe semejante justificacin lgica : no puede haber ninguna, por el sim-ple hecho de que no son autnticos enunciados>> 7

    Esto hace ver que el criterio inductivista de demarcacin no con-sigue trazar una lnea divisoria entre los sistemas cientficos y ks me tafsicos, y por qu ha de asignar a unos y otros el mismo estatuto:

    WITTGENSTEIN, Tractatus Logico-Philosophicus (1918 y 1922 ), Prop~>sicin 5. [ vers. cast. de E. TIERNO GALV N, Revista de Occidente, Madrid, 1957 (T.)]. *Esto se escribi en 1934, y, por tanto, me refiero exclusivamente, como es natural, al Tractatus. (se hace patente es una de sus expresiones favoritas).

    ' WITTGENSTEIN, op. cit., Proposiciones 4.01, 4.03 y 2.221. Cf. la nota l del apartado 2.

    Schlick atribuy a Wittgenstein la idea de tratar las leyes cientficas como pseudoproposiciones, con lo cual se resolva el problema de la induccin. (Cf. mi Open Society, notas 46 y 51 y sig. del captulo ll.) Pero, en realidad, es mucho ms an tigua : forma parte de la tradicin instrumentalista que puede hacerse remontar a Ber-kelcy e incluso ms atrs. [Vanse, por ejemplo, mi trabajo Threc Views Concerning Human Knowledge, en Contemporary British Philosophy, 1956, y A Note on Ber keley as a Precursor of Machll, en The British ]ournal for the Philosophy of Science, IV, 4, 1953, pgs. 26 y sigs., reimpreso en mi Conjectures and Refutations, 1959; se encontrarn otras referencias en la nota *1 que precede al apartado 12 (pg. 57). En mi Postscript trato asimismo este problema: apartados *11 a *14 y *19 a *26.]

    ' ScHLICK, Naturwissenschaften 19, 1931, pg. 156 (la cursiva es ma). En lo que se refiere a las leyes naturales, Schlick escribe (pg. 151): Se ha hecho notar a menudo que, estrictamente, no podemos hablar nunca de una verificacin absoluta de una ley, pues hacemos siempre -por decirlo as- la salvedad de que puede ser modificada a la vista de nuevas experiencias. Si puedo aadir, entre parntesis -contina Schlick-, algunas palabras acerca de esta situacin lgica, el hecho men-cionado arriba significa que una ley natural no tiene, en principio, el carcter de un enunciado, sino que es ms bien una prescripcin para la formacin de enuncia-dos. *(No cabe duda de que se pretenda incluir en formacin la transformacin y In deduccin.) Schlick atribua esta teora a una comunicacin personal de Witt genstcin. Vase tambin el apartado *12 de mi Postcript.

  • Panorama de algunos problemas fundamentales 37

    pues el veredicto del dogma positivista del sentido es que ambos son sistemas de pseudoaserciones sin sentido. As pues, en lugar de des castar radicalmente la metafsica de las ciencias empricas, el posi tivismo lleva a una invasin del campo cientfico por aqulla 8

    Frente a estas estratagemas"'ahtimetafsicas -antimetafsicas en la intencin, claro est- no considero que haya de ocuparme en derri bar la metafsica, sino, en vez de semejante cosa, en formular una caracterizacin apropiada de la ciencia emprica, o en definir los conceptos de ciencia emprica y de ((metafsica de tal manera que, ante un sistema dado de em,mciados, seamos capaces de decir si es asunto o no de la ciencia emprica el estudiarlo ms de cerca.

    Mi criterio de demarcacin, por tanto, ha de considerarse como una propuesta para un acuerdo o convencin. En cuanto a si tal con vencin es apropiada o no lo es, las opiniones pueden diferir; mas slo es posible una discusin razonable de estas cuestiones entre par tes que tienen cierta finalidad comn a la vista. Por supuesto que la eleccin de tal finalidad tiene que ser, en ltima instancia, objeto de una decisin que vaya ms all de toda argumentacin racional *5

    Por tanto, quienquiera que plantee un sistema de enunciados ab-solutamente ciertos, irrevocablemente verdaderos 9, como finalidad de la ciencia, es seguro que rechazar las propuestas que voy a hacer aqu. Y lo mismo harn quienes ven (da esencia de la ciencia ... en su dignidad)}, que consideran reside en su ((Carcter de totalidad y en su

  • 38 La lgica de la investigacin cientfica

    mayor medida por la aventura de la ciencia y por los de3cubrimien tos que una y otra vez nos enfrentan con cuestiones nuevas e inespe radas, que nos desafan a ensayar TP~puestas nuevas e insospechadas.

    El hecho de que ciertos juicios de valor hayan influido en mis propuestas no quiere decir que est cometiendo el error de que he acusado a los positivistas -~el de intentar el asesinato de la metafsi ca por medio de nombres infamantes-. Ni siquiera llego a afirma1 que la metafsica carezca de valor para la ciencia emprica. Pues no puede negarse que, as como ha habido idea~ metafsicas que han pue~ to una barrera al avance de la ciencia, han existido otras -tal el atomismo especulativo- que la han ayudado. Y si miramos el asunto desde un ngulo psirolgico, me siento inclinado a 'pensar que la investigacin cientfica es imposible sin fe en algunas ideas de una ndole puramente especulativa (y, a veces, sumamente brumosa's): fe desprovista enteramente de garantas desde el punto de vista de la ciencia, y que -en esta misma medida- es metafsica 11

    Una vez que he hecho estas advertencias, sigo considerando que la primera tai1'a de la lgica del conocimiento es proponer un con cepto de ciencia emprica con objeto de llegar a un uso lingstico -actualmente algo incierto- lo ms definido posible, y a fin de trazar una lnea de demarcacin clara entre la ciencia y las ideas metafsi' cas -aun cuando dichas ideas puedan haber favorecido el avance de la ciencia a lo largo de toda su historia.

    :. LA EXPERIENCIA C0:\10 MTODO

    La tarea de formular una definicin aceptable de la idea de cen cia emprica no est exenta de dificultades. Algunas de ellas surgen del hecho de que tienen que existir muchos sistemas tericos cuya estructura lgica sea muy parecida a la del sistema aceptado en un momento determinado como sistema de la ciencia emprica. En oca siones se describe esta situacin diciendo que existen muchsimos > represente nicamente un mund;>: el r *1

    Con objeto de precisar un poco ms esta afirmacin, podemos dis linguir tres requisitos que nuestro sistema terico emprico tendr que satisfacer. Primero, ha de ser sinttico, de suerte que pueda repre sentar un mundo no contradictorio, posible; en segundo lugar, debe satisfacer el criterio de demarcacin (d. los apartados 6 y 21 ), es decir, no ser metafsico, sino representar un mundo de experiencia

    Cf. tambin: PLANK. Positivismus und real e Aussenwelt (1931 ), y EINSTEIN, Die Religiositat der Forschung, en Mein Weltbild (1934 ), pg. 43; trad. ingl. por A. IIARRIS, The World as 1 see lt (1935), pgs. 23 y sigs. *Vanse, asimismo, el 11partndo 85 y m Postscript.

    Cf. el apndice x.

  • Panorama de algunos problemas fundamentales 39

    posible; en tercer termino, es menester que sea un sistema que se distinga -de alguna manera- de otros sistemas semejantes por ser el que represente nuestro mundo de experiencia.

    Mas, ;, cmo ha de distinguirse el ~istema que represente nuestro mundo de experiencia? He aqu la respuesta : por el hecho de que se le ha sometido a contraste v ha rcsi.'itido las contrastaciones. Esto quiere decir que se le ha de. distinguir aplicndole el mtodo deduc-tivo que pretendo analizar y describir.

    Segn esta opinin, la ((experiencia resulta ser un mtodo dis-tintivo mediante el cual un sistema terico puede distinguirse de otros; con' lo cual la ciencia emprica se caracteriza -al parecer-no slo por su forma lgica, sino por su mtoao de distincin, (Desd~ luego, sta es tambin la opinin de los inductivistas, que intentan caracterizar la ciencia emprica por su empleo del mtodo inductivo.)

    Por tanto, puede describirse ia teora del conocimiento, cuya ta-rea es el anlisis del mtodo o del proceder peculiar de la ciencia em-prica, como una teora del nu;todo emprico -u'na teora de lo que normalmente se llama experiencia.

    6. LA FALSAUILIDAD COMO CRITERIO DE DEMARCACIN

    El ~riterio de dcmarcacin inherente a la lgica inductiva -esto es, el dogma positivista del significado o sentido [en ingl., meaning ]-equivale a exigir que todos los enunciados de la ciencia emprica (o, todos los enunciados ce con sentido n) sean susceptibles de una de-cisin definitiva con respecto a su verdad y a su falsedad; podemos decir que tienen que ser ccdecidibles de modo concluyenten. Esto quie-re decir que han de tener una forma tal que sea lgicamente posible tantu verificarlos como falsarios. As, dice Schlick: !

  • 40 La lgica de la investigacin cientfica

    un criterio que nos pnmita admitir en el rlominio de la ciencia emH-rica incluso cnunciado.' que no pucdan verificar~e.

    Pero, cicrtamcntc. ~/,Jo admitir un ~i,ttma rntre los cientfico~ o empricos si es susceptible de ser l'tillfrastndo por la cxwriPntia. Estas consideraciones nos .';uf!ien'n ,-p el critPrio de dcmarcaci'n q1H' hemos de adoptar no Ps el dP la l'f'l ifitaf,ilidwl. sino el de la fal.wf,. lidad de los sistemas*". Dicho dr' oti'l modo: no exigir que un si,.;te-ma cientfico puPda ;;er selcl'cionadu, de una n'z para siempre. !'11 un Sentido JlOSitiHl; JH'rO S !(lH' Sf'il S\ls, q>tiJdc de ~('J('('('j,",n ('1] \111 Sl'U tido nPgativo por medio rk conlra,lts 1 pruebas Pmpricas: lw de ser posible refutar por la exwrieni'a un ' 'slemu I'entfico emIriro ".

    (As, el enunciado llon'r o no l,lo\t'r aqu maiana>> no SP ron-siderar empril:o, por el ~impk hed10 d, tUP no nwdr ser rdutado; mientras que a e.'~ e otro. "llo1 t'r atn maiana " ddH considerrselc emprico.)

    Pueden hacerse 1arias ohjerinrlf'.'-' al criterio de dcmarPaPit'n que acahamos de propontr. En prinl!'r lu~ar, ptoede muy !,ien paneer que toda f'II!CrenPia dP que la cicnPia ttll', segn se admite, nos proporciona informaciones p

  • Panorama de algunos problemas fundamentales 41

    Este ataque no me alterara. Mi propuesta est basada en una asimetra entre la verificabilidad y la falsabilidad: asimetra que se deriva de la forma lgica de los enunciados universales*\ Pues stos no son jams deductibles de enunciados singulares, pero s pueden estar en contradiccin con estos ltimos. En consecuencia, por medio de inferencias puramente deductivas (valindose del modus tollens de la lgica clsica) es posible argir de la verdad de enunciados sin guiares la falsedad de enunciados universales. Una argumentacin de esta ndole, que lleva a la falsedad de enunciados universales, es el nico tipo de inferencia estrictamente deductiva que se mueve, como si dijramos, en direccin inductiva: esto es, de enunciados sin-gulares a universales. .

    Ms grave puede parecer una tercera objecin. Podra decirse que, incluso admitiendo la asimetra, sigue siendo imposible -por varias razones- falsar de un modo concluyente un sistema terico: pues siempre es posible encontrar una va de escape de la falsacin, por ejemplo, mediante la introduccin ad hoc de una hiptesis auxiliar o por cambio ad hoc de una definicin ; se puede, incluso, sin caer en incoherencia lgica, adoptar la posicin de negarse a admitir cual-quier experiencia falsadora. Se reconoce que los cientficos no suelen proceder de este modo, pero el procedimiento aludido siempre es l-gicamente posible; y puede pretenderse que este hecho convierte en dudoso -por lo menos- el valor lgico del criterio de demarcacin que he propuesto.

    Me veo obligado a admitir que esta crtica es justa; pero no ne cesito, por ello, retirar mi propuesta de adoptar la falsabilidad como criterio de demarcacin. Pues voy a proponer (en los apartados 20 y siguientes) que se caracterice el mtodo emprico de tal forma que excluya precisamente aquellas vas de eludir la falsacin que mi ima-ginario crtico seala insistentemente, con toda razn, como lgica-mente posibles. De acuerdo con mi propuesta, lo que caracteriza al mtodo emprico es su manera de exponer a falsacin el sistema que ha de contrastarse: justamente de todos los modos imaginables. Su meta no es salvarles la vida a los sistemas insostenibles, sino, por el contrario, elegir el que comparativamente sea ms apto, sometiendo a todos a la ms spera lucha por la supervivencia.

    El criterio de demarcacin propuesto nos conduce a una solucin tlel problema de Hume de la induccin, o sea, el problema de la vali-dez de las leyes naturales. Su raz se encuentra en la aparente contra-diccin existente entre lo que podra llamarse cda tesis fundamental del empirismo>> -la de que slo la experiencia puede decidir acerca de la verdad o la' falsedad de los enunciados cientficos- y la inadmi sibilidad de los razonamientos inductivos, de la que se dio cuenta Hume. Esta contradiccin surge nicamente si se supone que todos los enunciados cientficos empricos han de ser decidibles de modo concluyente, esto es, que, en principio, tanto su verificacin como

    " Me ocupo ahora m$ a fondo de esta asimetra en el apartado *22 de mi P ostscrip,.

  • 42 La lgica de la investigacin cientfica

    !!U falsacin han de ser posibles. Si renunciamos a esta exigencia y ad-mitimos como enunciados empricos tambin los que sean decidibles en un solo sentido -decidibles unilateralmente, o, ms en particular, falsables- y puedan ser contrastados Ir,cdiante ensayos sistemticos de falsacin, desaparece la contradicein: el mtodo de falsacin no presupone la inferencia inductiva, sino nicamente las transforma-ciones tautolgicas de la lgica deductiva, cuya validez no se pone en tela de juicio 4

    7. EL PROBLEMA DE LA BASE EMPRICA>>

    Para que la falsabilidad pueda aplicarse de algn modo como cri-terio de demarcacin deben tenerse a mano enunciados singulares que puedan servir como premisas en las inferencias falsac!oras. Por tanto, nuestro criterio aparece como algo que solamente desplaza el pro-. hlema -que nos retrotrae de la c~esti.n del carcter enprico de las teoras a la del carcter emprico de los cnuru:iados singulares.

    Pei'b incluso en este caso se ha conseguido algo. Pues en la prc-tica de la investigacin c!cntfica la demarcacin presenta, a veces, una urgencia inn1ediata en lo que se refiere a los sistemas tericos, mientras que rara vez se suscitan dudas acerca de la condicin emp rica de los enunciados singulares. Es cierto que se tienen errores de ob-servacin, y que dan origen a enunciados singulares falsos, pero un cientfico casi nunca se encuentra en el trance de describir un enun-ciado singular como no emprico o metafsico.

    Por tanto, los problemas de la base emprica -esto es, los con-cernientes al carcter emprico de enunciados singulares y a su con-trastacin- desempean un papel en la lgica de la ciencia algo di-ferente del representado por la mayora de los dems problemas de que habremos de ocuparnos. Pues gran parte de stos se encuentran en relacin estrecha con la prctica de la investigacin, mientras que el problema dt; la base emprica pertenece casi exclusivamente a la teora del conocimiento. Me ocupar de ellos, sin embargo, ya que dan lugar a muchos puntos obscuros: lo cual ocurre, especialmente, con las relaciones entre experiencias perceptivas y enunciados bsi-cos. (Llamo enunciado bsico>> o proposicin bsicall a un .enun-ciado que puede servir de premisa en una falsacin emprica : breve-mente dicho, a la enunciacin de un hecho singular.)

    Se ha considerado con frecuencia que las experiencias perceptivas proporcionan algo as como una justificacin de los enunciados bsi-cos: se ha mantenido que estos enunciados estn > tales experienqias, que mediante stas se manifiesta por inspeccim> la verdad de aqullos, o que dicha verdad se hace patentell en las expe-riencias mencionadas, etc. Todas estas expresiones muestran una ten-

    Aceren de esta c;uestin, vase tambin mi trabajo mencionado en la nota 1 del opartndo 4, que ahora esti incluido aqu en el apndice *I, y, asimismo, mi Postscript, ll&pecinhnente el apartado '"'2.

  • Panorama de algunos problemas fundamentales 43

    dl"neia perfectanu.-nte razonable a subrayar la estrecha conexin exis lente entre los enunciados bsicos y nuestras experiencias perceptivas. Con todo, se tena la impre~in (exacta) de que los enunciados slo puedPn ju$tificar$e lgicamente mediante otros enunciados: por ello, la eonexin entre las percepciones y los enunciados permaneca obs-Cl:ra, y era descrita por :expresiones de anloga obscuridad que no aclaraban n~da, sino que resbalaban sobre las dificultades' o, en el mejor de los casos, las sealaban fantaswalmente con metforas.

    Tambin en esle caso puede encontrarse una solucin, segn creo, si separamos claramente los aspectos psicolgicos del problema de los lgicos y metodolgicos. Hemos de distinguir, por una parte, nuestras experiencias $u1Jjetivas (, nuestros senti!1lientos de conviccin, que no pueden jams just.ificar enunciado alguno (aun cuando pueden ser objeto de investigacin psicolgica), y, por otra, las rela-ciones lgicas objetivas existentes entre los di\en;os sistemas de enunciados cient ficos y en el interior de cada uno 1lc ellos.

    En los apartados 25 a 30 trataremos con algn detalle los proble mas referentes a la base. emprica. Por el momento, he de volverme h&cia d problema de la objetividad cientfica, pues los trminos oh jctivo y subjetivo>> que acaho de utilizar necesitan aclaracin.

    8, BJETIVIDAD "CIENTFIC.\ Y CONVICCI:"' SUB.JF.TIVA

    Las palahras objC"tivo n y subjetivo son trminos filosficos car gados de una pesada herencia de usos contradictorios y de discusio nes interminables y nunca con e luyen tes.

    El empleo que bago de los trminos objetivo>> y subjetivo)) no es muy distinto del kantiano. Kant utiliza la palabra !> si en principio puede ,;cr contra~tada y comprendida por cualquier persona. ((Si algo es vlido -escribe- para quienquiera que est en uso de razn, entonces su fundamento es objetivo y suficiente>>'.

    Ahora bien; yo mantengo que las teoras cientficas no son nun~a enteramente justificables o verificables, pero que son, no obstante, contrastables. Dir, por tanto, que la objetividad de los enunciados cientficos descansa en el hecho de que pueden contrastarse intersub jetivamente *'.

    '

    1 Kritik der reinen 'V ernunft, Mcthodenlehre, 2. Haupstck, 3. Ahschnitt (2." ed., pgina 848; trad. ingl. por N. KEMP SMITH, 1933: Critique o/ Pure Reason, The Trascendental Doctrine of Method, captulo 11, seccin 3.', pg. 645) [ vers. cast. de J. DEL PEROJO y F. L. ALVAREZ, 1952 (4." ed.): Crtica de la razn pura (Sopena Argentina, Buenos Aires), Teora trascendental del mtodo, captulo II, seccin 3.", pgina 192 del t. 11 (T.)].

    ' Desde que escrib estas palabras he generalizado esta formulacin : pues la contrastacin intersubjetiva es meramente un aspecto muy importante de la idea ms general de In crtica intersubjetiva, o, dicho de otro modo, de la idea de la regulacin rnciouul mutua por medio del debate ertko. Esta idea u~\s seneral, que he tratadQ

  • 44 La lgica de la investigacin cientfica

    Kant aplica la palabra subjetivo>> a nuestros sentimientos de con viccin (de mayor o menor grado) 2 El examen de cmo aparecen stos es asunto de la psicologa: pueden surgir, por ejemplo, segn leyes de la asociacin>> 3 ; tambin pueden servir razones objetivas como causas subjetivas del juzgan>\ desde el momento en que re flexionamos sobre ellas y nos convencemos de su congruencia.

    Quiz fue Kant el primero en darse cuenta de que la objetividad de los enunciados se encuentra en estrecha conexin con la construc cin de teoras -es decir, con el empleo de hiptesis y de enuncia dos universales-. Slo cuando se da la recurrencia de ciertos acon tecimientos de acuerdo con reglas o regularidades -y as sucede con los experimentos repetibles- pueden ser contrastadas nuestras ob-servaciones por cualquiera (en principio). Ni siquiera tornamos muy en serio nuesfras observaciones, ni las aceptamos como cientficas, hasta que las hemos repetido y contrastado. Slo merced a tales repe ticiones podemos convencernos 'de qu~ no nos encontramos con una mera aislada, sino con acontecimientos que, debido a su regularidad y reproductibilidad, son, en Hincipio, contrastables intersubjetivamente s.

    Todo fsico experimental conoce esos sornendentes e inexplica bles

  • Panorama de algunos problemas fundamentale~ 45

    propongo llamarlo) de esta ndole, es decir, para cuya reproduccin no pudiese dar instrucciones. Semejante descubrimiento se rechaza ra ms que de prisa por quimrico, simplemente porque las tenta ti vas de contrastarlo llevaran a resultados negativos 6 (De ello se sigue que cualquier controversia sobre la cuestin de si ocurren en absoluto acontecimientos que en principiO sean irrepetibles y nicos no puede decidirse por la ciencia: se tratara de una controversia metafsica.)

    Podemos volver ahora a un aserto planteado en el apartado ante-rior: a mi tesis de que una experiencia subjetiva, o un sentimiento de conviccin, nunca pueden justificar un enunciado cientfico; y de que semejantes experiencias y convicciones no pueden desempear en la ciencia otro papel que el de objeto de una indagacin emprica (psicolgica). Por intenso que sea un sentimiento de conviccin nunca podr justificar un enunciado. Por tanto, puedo estar absolutamen te convencido de la verdad de un enunciado, seguro de la evidencia de mis percepciones, abrumado por la intensidad de mi experiencia: puede parecerme absunla toda duda. Pero, ;,afJOrta, acaso, todo ello la ms leve razn a la ciencia para aceptar mis enunciados? ;,Puede justificarse ningn enunciado por el hecho de que K. R. P. est abso~ lutamente convencido de su verdad? La nica respuesta posible es que no, y cualquina otra sera incompatible con la idea de la obje-tividad cientfica. Incluso el hecho -para m tan firmemente estable-cido- de l!Ue estoy experimentando un sentimiento de conviccin, no puede aparecer en el campo de la ciencia objetiva ms que en forma de hiptesis psicolgica; la cual, na turalmcnte, pide un contraste o comprobacin intcrsuhjetivo: a partir de la conjetura de que yo ten-go este sentimiento 1lc conviccin, el psiclogo puede deducir, valin-dose cie teoras psicolgicas y de olr ndole, ciertas predicciones acer-ca de mi conduela -que pueden confirmarse o refutarse mediante contrastaeioncs experimentales-. Pero, desde el punto de vista epis-temolgieo, earcce enteramente de importancia que mi sentimiento de conviccin haya sido fuerte o dbil, que haya procedido de una im-presin poderosa o incluso irresistible Je certeza indudable (o ((e vi dencia>> ), o simplemente de una insegura sospecha: nada de todo esto desempea el menor papel en la cuestin de cmo pueden justificarse los enunciados eie~tfieos.

    Las consideraciones del tipo que acabo de hacer no uos proporcio-

    En la bibliografa de la fsica se encuentran varios ejemplos de informes pre-sentados por investigadores serios sobre la aparicin de efectos que no podan ser reproducidos a voluntad, ya que otras contrastaciones posteriores haban llevado a re-sultados negativos. Un ejemplo muy conocido, y reciente, es el resultado positivo -que no ha recibido explicaciiJ- del experimento de 1\firhclson, resultado observado por Miller (1921-1926) en Mount Wilson, despus de haber reproducido l mismo (as como Mor ley) el resultado negativo de M.ichelson. Pero, puesto que otras contrasta-ciones posteriores volvieron a dar rcsultudos negativos, es costumbre considerar que los decisivos son estos ltimos, y explicar las observaciones divergentes de Miller como debidas a causas de error desconocidas,, *Vase tambin el apartado 22, en especial la nota *1.

  • 46 L,a lgica de la investigacin cientfica

    nan, desde luego, una respuesta para el problema de la base emprica; pero, al menos, nos ayudan a caer en la cuenta de su dificultad prin-cipal. Al exigir que haya objetividad, tanto en los enunciados bsico@ como en cualesquiera otros enunciados cientficos, nos privamos de todos los medios lgicos por cuyo medio pudiramos haber esperado reducir la verdad de los enunciados cientficos a nuestras experien-cias. An ms: nos vedamos todo conceder un rango privilegiado a los enunciados que formulan experiencias, como son los que describen nuestras percepciones (y a los que, a veces, se llama ccclusulas pro-tocolarias) : pueden aparecer en la ciencia nicamente como enun-ciados psicolgicos, lo cual quiere decir como hiptesis' de un tipo cuyo nivel de contrastacin intersubjetiva no es, ciertamente, muy ele-vado (teniendo en cuenta el estado actual de la psicologa).

    Cualquiera que sea la respuesta que demos finalmente a la cues-tin de la base emprica, una cosa tiene que quedar clara: si persis-timos en pedir que los enunciados cientficos sean objetivos, entonces aqullos que pertenecen a la base emprica de la ciencia tienen que ser tambin objetivos, es decir, contrastables intersubjetivamente. Pero la contrastabilidad intersubjetiva implica siempre que, a partir de los enunciados que se han de someter a contraste, puedan deducirse otros tambin contrastables. Por tanto, si los enunciados bsicos han de ser contrastables intersubjetivamente a su vez, no puede haber enun-ciados ltimos en la ciencia: no pueden existir en la ciencia enuncia-dos ltimos que no puedan ser contrastados, y, en consecuencia, nin-guno que no pueda -en principio~ ser refutado al falsar algunas de las conclusiones que sea posible deducir de l.

    De este modo ll{gamos a la siguiente tesis. Los sistemas tericos se contrastan deduciendo de ellos enunciados de un nivel de univer-salidad ms bajo; stos, puesto que han de ser contrastables in ter-subjetivamente, tienen que poderse contrastar de manera anloga -y as ad infinitum.

    Podra pensarse que esta tesis lleva a una regresin infinita, y que, por tanto, es insostenible. En el apartado 1, al criticar la induccin, opuse la objecin de que llevara a un regreso infinito; y puede muy bien parecerle ahora al lector que la misma objecin exactamente puede invocarse contra el procedimiento de contrastacin deductiva que defiendo a mi vez. Sin embargo, no ocurre as. El mtodo deduc-tivo de contrastar no puede estatuir ni justificar los enunciados que se contrastan, ni se pretende que lo haga; de modo que no hay peli-gro de una regresin infinita. Pero ha d~ admitirse que la situacin sobre la que acabo de llamar la atencin -la contrastabilidad ad in-finitum y la ausencia de enunciados ltimos que no necesitasen ser contrastados- crea, ciertamente, un problema. Pues es evidente que, de hecho, las contrastaciones no pueden prolongarse ad infinitum: ms tarde o ms temprano hemos de detenernos. Sin discutir ahora el problema en detalle, quiero nicamente sealar que la circunstan-cia de que las contrastaciones no puedan continuar indefinidamente no choca con mi peticin de que todo enunciado cientfico sea con-

  • Panorama de algunos problemas fundamentales 47

    trastable. Pues no pido que sea preciso haber contrastado realmente todo enunciado cientfico antes de aceptarlo: slo requiero que cada uno de estos enunciados sea susceptible de contrastacin; dicho de otro modo: me niego a atbnitir la tesis de que en la ciencia existan enunciados cuya verdad hayamos de aceptar resignadamente, por la simple razn de no parecer posible -por razones lgicas- someter-los a contraste.

  • CAPTULO CUARTO

    La falsabilidad

    Me ocupar ms adelante de la cuestin acerca de si existe algo a que pueda llamarse un enunciado singular falsable (o enunciado bsico>>); supondr ahora una respuesta positiva a tal cuestin y exa minar hasta qu punto es aplicable mi criterio de demarcacin a los sistemas tericos -si es que es aplicable de algn modo-. Durante el estudio crtico de una posicin a la que se suele llamar conven cionalismO>>, surgirn, en primer lugar, ciertos problemas de mtodo, con los que ser menester enfrentarse tomando determinadas decisio nes metodolgicas. Tratar, despus, de caracterizar las propiedades lgicas de los sistemas de teoras que son falsables (es decir, que lo sern si se aceptan nuestras decisiones metodolgicas).

    19. AI~GUNAS ORJECIO"'ES CONVENCIONALISTAS

    Forzosamente se han de suscitar objeciones contra mi propuesta de adopcin de la falsahilidad como criterio para decidir si un sis-tema terico pertenece o no a la ciencia emprica. Las plantearn, por ejemplo, quienes estn bajo la influencia de la escuela conocida con el nombre de convencionalismo 1 ; nos hemos referido antes a al-gunas de ellas en los a parta dos 6, ll y 17, pero ahora las considera-remos ms circunstanciadamente.

    Segn parece, el manantial de la filosofa convencionalista es la admiracin ante la bella y austera sencillez del mundo, tal como nos la revelan las leyes de la fsica. Los convencionalistas parecen tener

    Los principales representantes de esta escuela son Poincar y Duhem ( cf. La thorie physique, son objet et sa structure, 1906; trad. ingl. por P. P. WIENER, The Aim and Structure of Physical Theory, Princeton, 1954 ); recientemente se ha adhe-rido a ella H. Dinglcr (entre cuyas numerosas obras pueden mencionarse: Das Ex-periment y Der Zusammenbruch der Wissenschaft und das Primat der Philosophie, 1926 ). *No debe confundirse al alemn Hugo Dingler con el ingls llerbert Dingle. El principal representante del convencionalismo en el mundo de habla inglesa es Eddington. Puede mencionarse aqu que Duhem niega (trad. ingl., pg. 300) la posi bilidad de experimentos cruciales, ya que los considera verificaciones, mientras que yo anrmo la posibilidad de experimentos falsadores cruciales (este autor destaca, con razn, que slo podemos refutar sistemas tericos completos; pero no parece ver la asimetra existente entre verificacin y falsacin, lo cual afecta a su estudio de los experimentos cruciale8 ).

  • 76 La lgica de la investigacin cientfica

    la sensacin de que semejante sencillez sera incomprensible -y, an ms, milagrosa- si nos visemos obligados a creer, con los rea listas, que las leyes de la Naturaleza nos rcyelan una ntima sencillez estructural de nuestro mundo !Jajo su aparicneia de una

  • La falsabilidad 77

    zonamientos deductivos- en la re1ilizacin y en la interpretacin de nuestros experimentos cicntficns; lo cual haba si.-lo pasado por alto, en gran medida, por el inductivismo. En mi opinin, el convencio nalismo es un sistema completo y defendible, y no es fcil que ten gan xih> los intentos de Jcscuhrir en l incoherencias. Pero, a pesat de todo ello, lo encuentro totalmente inaceptable; subyace a l una teora de la ciencia, de su finalidad y sus propsitos, radicalmente distinta de la ma. Mientras que yo no pido a la ciencia ninguna cer tldumbre definitiva (y, en eonseeuencia, no la encuentro), el con ven cionalista busca en ella ((lfll sistema de conocimientos apoyado en ra zones ltimasn, empleando una fra.c de Dingler. Se puede alcanzar esta meta, ya que siempre es posible interpretar un sistema cientfico dado como un si~tcma de definieioncs implcitas; y los perodos en que la ciencia se desarrolla lentamente apenas darn ocasin para que surja un conflicto -excepto los puramente acadmicos- entre los cientficos inclinados hacia el convencionalismo y los que puedan sentirse ms cerea tic una tesis como la que yo defiendo. Pero muy de otro modo sern las cosas en poca de crisis. Siempre que el sis tema clsico del momeuto se vea amenazado por los resultados de nuevos experimentos que podran interpretarse como falsaciones desde mi punto de vista, el mismo sistema presentar un aspecto im-pasible para d convcncionalista: dar una explicacin que eliminar las incompatihil ida des qnc puedan haber surgido, tal vez inculpando a nuestro imperfecto dominio del sistema; o acabar con ellas sugi riendo la adopcin acl lzoc de ciertas hiptesis auxiliares, o quiz la ejecucin de ce rtas correcciones en nuestros aparatos de medida.

    En tales poca" de crisis se agudizar este conflicto acerca de la finalidad Je la eicncia. No.;nlros -y los que comparten nuestra ac-titud- esperaremos llevar a cabo nuevos descubrimientos, y confia-remos en que un si,;tPma cientfico recin erigido nos ayudar en esta labor: por ello, un experimento falsador despertar nuestro mximo inters, lo acogeremos como un xito, por habernos abierto nuevas perspectivas sobre un muntlo de nuevas experiencias. Pero el conven cionalista ver la estructura que est empezando a elevarse -y cuya audacia nosotros aomiramos- como un monumento al

  • 78 La lgica de la investigacin cientfica

    tico cualquiera dado, lo que se llama su 'correspondencia con la rca. lidad' 8 ; lo cual podra conseguirse de diversas maneras (a algunas de las cuales he aludido ms arriba): as, podemos introducir hipo tesis ad hoc, modificar las llamadas ((definiciones ostensivas)) (o las

  • La falsabilidad 19

    pre abierta- de ... conseguir, para un sistema ... cualquiera dado, lo que se llama su 'correspondencia con la realidad'JJ.

    Black apreci claramente, cien aos antes que Poincar, todo lo que puede lograrse (y malograrse) mediante los mtodos convencio nalistas, cuando se expresaba del modo siguiente: Mediante una sua ve adaptacin de las condiciones, casi puede conseguirse que cual-quier hiptesis est de acuerdo con los fenmenos; con ello la ima ginacin quedar muy complacida, pero nuestros conocimientos no progresarn >J 1

    Con objeto de formular reglas mctodolf~cas que eviten la adop cin de estratagemas convencionalistas sera conveniente familiarizar-nos con las diversas formas que pueden adoptar tales estratagemas, de modo que podamos salir al paso de cada una de ellas moviendo nuestras piezas del modo anticonvencionalista apropiado. Adems, de heramos decidir que siempre que encontremos un sistema que se ha rescatado gracias a una estratagema convencionalista, lo someteremos de nuevo a contraste --y lo rechazaremos si las circunstancias lo exigen.

    Al final del apartado anterior hemos citado ya las cuatro estra tagemas convcncionalistas principales. Pero tal lista no tiene ninguna pretensin de ser completa: ha de dejarse al investigador --especial-mente en lo~ campos de la sociologa y de la psicologa, pues el fsico escasamente necesita que se le ponga sobre aviso- la tarea de guar darse constantemente de la tentacin de emplear nuevas estratagemas eonvcneional istas: ten taein a la que el psicoanlisis, por ejemplo, sucumbe f recucn temen te.

    En lo que respecta a las hiptesis auxiliares, decidimos establecer la regla de que se considerarn aceptables nicamente aqullas cuya introduccin no disminuya el grado de falsahilidad o contrastahilidad del siEtcma, sino que, por el eontrario, lo aumente. (Explicaremos en los apartados 31 a 40 cmo pueden estiman;c los grados de falsa-bilidad.) Si tal grado aumenta, con la introduccin de la hiptesis se ha reforzado realmente la teora: el sistema exduye ms posihili. dades que antes, prohibe ms. Po. hiptesis de Fitzgerald y Lorcntz de la contraccin, que no tena consecuencias falsahles, sino que serva mcramPnte para restaurar el acuerdo entre la teora y la cxperimen tacin ( princi palmcn te, los re-sultados obtenidos por Michclson y Morlcy); en esta situacin fue nicamente la teora de la relatividad la

  • 80 La lgica de la investigacin cientfica

    predecir nuevas consecuencias y nuevos efectos f~icos, y abri con ello nuevas posibilidades de contrastaein y de falsacin de la teora. Podemos matizar nuestra regla metodolgica haciendo la advertencia de que no es preciso rechazar como convcneionalista toda hip!tesi auxiliar que no llegue a satisfacer nuestra norma; en particular, exis-ten enunciados $ingulares, que propiamente no pertePeecn en ahso luto a la teora: a veces se los dt>nnmina

  • La falsabilidad 81

    mos que hemos excluido con xito dichas estratagemas mediante nues tras reglas ; podemos pedir ahora una caracterizacin lgica de tales sistemas falsables. Intentaremos caracterizar la falsabilidad de una teora por las relaciones lgicas que existan entre ella y la clase de los enunciados bsicos.

    En el prximo captulo discutiremos con mayor amplitud lo pecu liar de los enunciados singulares que yo llamo enunciados bsicos, as como la cuestin de si son, a su vez, falsablcs; aqu supondr sim plcmente que existen. Debe tenerse siempre en cuenta que cuando hablo de ser criterios de demarcacin aplicables a sistemas tericos). Pero es fcil ver que la formulacin que damos aqu, si se emplea como criterio de demarcacin es equivalente al de falsabilidad: pues si el enunciado bsico b, no se sigue de bx, sino que se sigue de b, en unin con la teora t (y esto es lo que afirmamos en la formu laein del texto), tal cosa equivale a que la conyuncin de b, con la negacin de ~

  • 82 La lgica de la investigacin cientfica

    una clase particular de enunciados singulares; y ste es, justamente, el propsito para el que necesitamos los enunciados bsicos. Teniendo en cuenta que no sera muy fcil indicar en detalle cmo sirve un sistema terico complicado para la deduccin de enuncia

  • La fal~abilidad s:J

    ein, es preciso incorporar reglas e,speciales que determinen en qu condiciones debemos considerar falsado un sistema.

    Unicamentc decimos que una teora est falsada si hemos acep tado enunciados bsicos que la contradig-an (d. el apartado ll, re gla 2 ). Esta condicin es necesaria, pero no suficiente, pues hemos visto que los acontecilllicntos ai~tados w1 reproducibles carecen de significacin para la ciencia: as, difcilmente nos inducirn a des echar una teora -por fabada---, unos pocos enunciados bsicos es, pordicos; pero la daremos por tal ~ de-cubrimos un eferto re pro ducible que la refute; dicho de otro mod:~: arcptamos la falsacin solamente si se propone y corrolwra una ltip,(('_,,, t'mprica de bajo nivel que dcstriha semejante efecto, y podemos denominar a este tipo de hiptesis una hiHjresis fal.wclura 1 El rcr1ui;;ito de que la hipte sis fa\sadora ha de ser emprica, y, por tanto, falsahlc, quiere decir exclusivamente que debe cncontrar~c en cierta relacin lgica con res pecto a los posibles cnunriados bsicos: a~ pues, lo que exigimos ata1ie slo a la forma lgica de la hiptc,i~. Y ~u al'ompaiiantc, lo de que la hiptesis ha de estar corroborada, ~e refiere a las contrasta cioncs que dehe haber pasado (contrastacioncs rtuc la habrn enfrentado con los enunciados bsicos aceptados*').

    La hiptesis {alsadora puede tener un nivel de universalidad muy bajo (ob-tenido, diramos, por generalizacin de las coordenadas individuales de un dato de observacin: podra citarse como ejemplo el supuesto hecho, scgtin l\1ach, a que me he referido en el apNtado 18 ); aun cuando ha de ser contrastable intersubjetiva-mente no necesita ser, en realidad, un enunciado estrictamente universaL As, para falsar el enunciado todos los cuervos son negros bastara el enunciado -contrasta hle intersubjetivamente- de que existiera una familia de cuervos blancos en el parque zoolgico de Nueva York. *Todo esto indica la urgente necesidad de remplazar una hiptesis falsada por otra mejor. En ia mayora de los casos, antes de falsar una hiptesi~ tenernos ya otra dispuesta para sacrnosla de la manga, pues el experi mento falsador suele ser un experimento crucial planeado de modo que nos permita decidir entre las dos: lo cual equivale a decir que dicho experimento nos ha sido sugerido por el hecho de que las dos hiptesis difieren en ciertos respectos, y que utiliza tales diferencias para refutar (al menos) una de ellas.

    Esta referencia a enunciados bsicos aceptados parece contener en gcnnen una regresin infinita. Pues nuestro problema es el siguiente: puesto que se falsa una hiptesis al aceptar un enunciado bsico, necesitamos reglas metodolgicas para aN>p tar enunciados bsicos; ahora bien, si estas reglas se refieren a su ve~ a otros enun-ciados bsicos aceptados podemos quedar envueltos en una regresin del tipo indicado. Yo replicara a este argumento que las reglas que necesitarnos son meramente para aceptar enunciados bsicos que falsen una hiptesis Lien contrastada y que 'haba tenido xito hasta el momento, y que los enunciados bsicos aceptados a que recurre la regla no tienen por qu poseer este carcter; adems. sta se encuentra muy lejos de ser exhaustiva: slo menciona un aspecto importante de la aceptacin de en un ciados bsicos que falsen una hiptesis que," por lo dems, tiene xito completo; por lo cual la ampliaremo~ en el captulo V (especialmente en el apartado 29 ),

    En una comunicacin personal, el profesor J, H. W oodger ha planteado la ~ guiente cuestin: Con qu frecuencia es preciso reproducir realmente un efecto para que sea un

  • 84 La lgica de la investigaci11 cientfica

    Por tanto, los enunciados bsicos desempean dos papeles dife-rentes. Por una parte, hemos empleado el sistema de todos los enun ciados bsicos lgicamente posibles con objeto de obtener, gracias a ellos, la caracterizacin lgica que bamo~ buscando -la de la forma de los enunciados empricos-. Por otra, los enunciados bsicos aceptados constituyen la hase para la corroboracin de las hiptesis; si contradicen a la teora, admitimos que nos proporcionan motivo suficiente para la falsacin de sta nicamente en el caso de que corroboren a la vez una hiptesis falsadora.

    23. AcoNTECIMIENTos y EVENTos

    El requisito de falsabilidad, que al princ!JHO era un poco vago, ha quedado dividido en dos partes: la primera -el postulado meto-dolgico (cf. el apartado 28 )-- difcilmente puede hacerse cntcramen te precisa; la segunda -el criterio lgico- resulta completamente. definida en cuanto se aclara a qu enunciados hemos de llamar b-sicos (d. el apartado 28 ). He presentado este criterio lgico, basta ahora, de una manera algo formal: como una relacin lgica existen-te entre enunciados, es decir, los de la teora y lo, enunciados bsicos. Quiz aclare estas cuPstioncs y las haga ms in,tuJ 1 vas si cxpresCJ ahora mi criterio en un lenguaje ms re~lisla)): que, aunque equivalente al modo de hablar formal, puede encontrarse un poco ms cercano del uso corriente.

    En esta manera realista)) de expresarnos podemos decir que un enunciado singular (un enunciado bsico) describe un acontecimiPn fo. En lugar de hablar de enunciados bsicos excluidos o prohibidos por una teora, podemos decir que sta excluye ciertos acontecimien-tos posibles, y que quedar falsada si tales acontecimientos posibles acontecen realmente.

    Tal vez pueda criticarse el empleo de la vaga expresin acon-tecimiento>>. Se ha dicho a veces 1 que sera menester que expresiones tales como acontecimiento)) o eventoJ> quedasen totalmente elimi-nadas de los debates epistemolgicos, y que no debf'ramos hablar de acontecimientos)), de no aconteeimientos)) o de "acontecer)) unos eventosll, sino -en lugar de todo ello- de la verdad o falsedad de

    enunciado bsico falsador; y, en general, dispondr de medios para formarse una opinin mediante consulta de testigos, do~umentos, etc.: esto es, recurriendo a otros hechos contrastables intersubjetivamente y reproducibles. (Cf. los apartados 27 a 30.)

    1 Especialmente, por ciertos autores de trabajos sobre probabilidad; cf. KEYNES, A Treatise on Probability (1921 ), pg. 5. Keynes dice que Ancillon fue el primero que propuso el amodo formalizado de expresin, y cita tambin a Boole, Czuber y Stumpf. *Aunque sigo pensando que las definiciones ("sintcticasn) de "aconteci-mienton y de aeventon que doy a continuacin son adecuadas para lo que persigo, ya no creo que lo sean intuitivamente: es decir, no creo que representen adecuada-mente nuestro uso de estas palabras, o nuestra intencin al emplearlas. Alfred Tarski (u e quien me indic (en Pars, en 19:i5) que se necesitara una definicin semnti can, en vez de sintctica.

  • La falsabilidad 85

    enunciados. Pero, a pe!!ar de ello, prefiero conservar la expresin acontecimiento; no ofrece dificultad definir su empleo de modo que no se le puede objetar nada: pues podemos usarla de modc que siempre que hablemos de un acontecimiento pudisemos -en lugar suyo- hablar de algunos de los enunciados singulares que correspon den a l.

    Cuando definimos

  • 86 La lgica de la investigacin cientfica

    Y admitimos que esto quiere decir lo mismo que: a:la clase Pk de lo!! enunciados singulares equivalentes a Pk es un elemento del even-to (P).

    Aplicamos ahora esta terminologa '2 a nuestro problema. Pode-mos decir de una teora falsable que excluye o prohibe no solamente un acontecimiento, sino, por lo menos, un evento. De este modo, la clase de los enunciados bsicos prohibidos (es decir, de los posibles falsadores de la teora) contendr siempre -si no es una clase va ca- un nmero ilimitado de enunciados bsicos: pues una teora no se refiere a individuos como tales. Podemos designar los enuncia-dos bsicos singulares que pertenecen a un evento con la palabra ce homotpicos, con objeto de sealar la analoga entre enunciados equivalentes que describen un acontecimiento y enunciados h'omotpi cos que describen un evento (tpico). Entonces es posible decir que toda clase no vaca de posibles falsadores de una teora contiene, a] menos, una clase no vaca de enunciados bsicos homotpicos.

    Imaginemos ahora que representamos la clase de todos los enun-ciados bsicos posibles por medio de una superficie limitada por una circunferencia; puede considerarse que este crculo representa algo as como la totalidad de todos los mundos de experiencia posi bles, de todos los mundos empricos posibles. Imaginemos adems que cada evento est representado por un radio (o, con mayor precisin, por un rea muy estrecha -un sector muy estrecho- a lo largo de un radio), y que dos acontecimientos cualesquiera que se presenten dentro de las mismas coordenadas (o en los mismos individuos) estn situados a la misma distancia del centro, y, por tanto, sobre la misma circunferencia (concntrica con la que delimita el rea total). Pode. mos entonces dar una imagen de la falsabilidad mediante el requisito de que para toda teora emprica exista en el diagrama, al menos, un radio (o un sector muy estrecho) prohibido por dicha teora.

    Esta imagen puede ser til para el estudio de varios problemas que hemos de abordar *1 , entre ellos el del carcter metafsico de los enun ciados puramente existenciales (a que nos hemos referido sucinta. mente en el apartado 15 ). No cabe duda de que a cada uno de estos enunciados corresponder un evento (un radio) tal, que los distintos enunciados bsicos pertenecientes a l verificarn el enunciado pu-ramente existencial ; pero la clase de sus posibles falsadores es una clase vaca, de modo que a partir de un enunciado existencial no se sigue nada acerca de los mundos de experiencia posibles (pues no

    Advirtase que aunque los enunciados si~gulares representan acontecimientos, los enunciados universales no representan eventos, sino que los excluyen. Anloga-mente a como ocurre con el concepto de acontecimiento, puede definirse una cmni-formidad o regularidad diciendo que los enunciados universales representan uni-formidades; pero aqu no necesitamos ningn concepto semejante, ya que nos interesa solamente lo que excluyen los enunciados universales; y, por esta razn, no nos ocupan las cuestiones acerca de si existen uniformidades (u situaciones o estados universa les, etc.) o no. Pero discutimos tales cuestiones en el apartado 79, y ahora, asimismo, Pn el apndice X, y en el apartado 15 de mi Postscript.

    1 Emplearemos la misma imagen ms adelante, especialmente en los aparta. rlo~ 31 y sis.

  • La fal!abilidad 87 excluye o prohibe ningn radio). El hecho de que, por el contrario, de todo enunciado bsico se siga un enunciado puramente existencial no puede emplearse como argumento para defender el carcter emp-rico de este ltimo : pues de todo enunciado bsico se sigue tambin cualquier tautologa (ya que ~>e sigue de un enunciado arbitrario).

    En este momento conviene quiz que diga unas palabras sobre