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Trabajar es un placer Cesare Pavese (Italia) Yo viví siempre en el campo durante el buen tiempo, de junio a octubre, y venía a él como a una fiesta. Era un chaval, y los campesinos me llevaban consigo a las recolecciones - las más ligeras, amon¬tonar heno, coger mazorcas, vendimiar. No a segar el trigo, por culpa del sol demasiado fuerte; y mi¬rar la aradura de octubre me aburría porque, como todos los chicos, prefería, también en el juego y la fiesta, las cosas que rinden, las cosechas, las cestas llenas; y solamente un campesino ve en los surcos recién abiertos el trigo del año siguiente. Los días que no había recolección, me los pasaba deambu¬lando por la casa o por las tierras, completamente solo, y buscaba fruta o jugaba con otros chavales a pescar en el Belbo - había un provecho en ello y me parecía una gran cosa regresar a casa con aquella miseria, un pececito que luego se comía el gato. En todo lo que hacía me daba importancia, y pagaba así mi parte de trabajo al prójimo, a la casa, y a mí mismo. Porque creía saber qué era el trabajo. Veía tra¬bajar por todas partes, de aquel modo tranquilo e intermitente que me agradaba - ciertos días, de la madrugada a la noche sin ir a comer siquiera, y su¬dados, descamisados, contentos-, otras veces, los mismos se iban de paseo al pueblo con el sombrero, o se sentaban en la viga a charlar, y comíamos, reíamos y bebíamos. Por las carreteras encontraba a un capataz que iba bajo el sol a una feria, a ver y hablar, y disfrutaba pensando que también eso era trabajo, que aquella vida era mucho mejor que la prisión ciudadana donde, cuando yo dormía aún, una sirena recogía a empleados y obreros, todos los días, todos, y los soltaba solamente de noche. En aquel tiempo estaba convencido de que había diferencia entre salir de mañana antes de que fue¬ra de día a un campo delante de colinas pisando la hierba mojada, y cruzar a la carrera aceras gasta¬das, sin siquiera tiempo para echarle un vistazo a la franja de cielo que asoma sobre las casas. Era un crío, y puede ser también que no entendiese la ciudad donde recolecciones y cestas llenas no se ha¬cen; y,

105.-Pavese Cesare -Trabajar Es Un Placer-italia

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Trabajar es un placerCesare Pavese (Italia)Yo viv siempre en el campo durante el buen tiempo, de junio a octubre, y vena a l como a una fiesta. Era un chaval, y los campesinos me llevaban consigo a las recolecciones - las ms ligeras, amontonar heno, coger mazorcas, vendimiar. No a segar el trigo, por culpa del sol demasiado fuerte; y mirar la aradura de octubre me aburra porque, como todos los chicos, prefera, tambin en el juego y la fiesta, las cosas que rinden, las cosechas, las cestas llenas; y solamente un campesino ve en los surcos recin abiertos el trigo del ao siguiente. Los das que no haba recoleccin, me los pasaba deambulando por la casa o por las tierras, completamente solo, y buscaba fruta o jugaba con otros chavales a pescar en el Belbo - haba un provecho en ello y me pareca una gran cosa regresar a casa con aquella miseria, un pececito que luego se coma el gato. En todo lo que haca me daba importancia, y pagaba as mi parte de trabajo al prjimo, a la casa, y a m mismo.Porque crea saber qu era el trabajo. Vea trabajar por todas partes, de aquel modo tranquilo e intermitente que me agradaba - ciertos das, de la madrugada a la noche sin ir a comer siquiera, y sudados, descamisados, contentos-, otras veces, los mismos se iban de paseo al pueblo con el sombrero, o se sentaban en la viga a charlar, y comamos, reamos y bebamos. Por las carreteras encontraba a un capataz que iba bajo el sol a una feria, a ver y hablar, y disfrutaba pensando que tambin eso era trabajo, que aquella vida era mucho mejor que la prisin ciudadana donde, cuando yo dorma an, una sirena recoga a empleados y obreros, todos los das, todos, y los soltaba solamente de noche.En aquel tiempo estaba convencido de que haba diferencia entre salir de maana antes de que fuera de da a un campo delante de colinas pisando la hierba mojada, y cruzar a la carrera aceras gastadas, sin siquiera tiempo para echarle un vistazo a la franja de cielo que asoma sobre las casas. Era un cro, y puede ser tambin que no entendiese la ciudad donde recolecciones y cestas llenas no se hacen; y, desde luego, si me hubieran preguntado, habra respondido que era mejor, y ms til, irse a pescar o a recoger moras que fundir el hierro en hornos o escribir a mquina cartas y cuentas.Pero en casa oa a los mos hablar y enfurecerse, e insultar precisamente a aquellos obreros de la ciudad como trabajadores, como gente que con el pretexto de que trabajaba no acababa nunca de pedir y de incordiar y de causar desrdenes. Cuando un da se supo que en la ciudad tambin los empleados haban pedido algo e incordiado, hubo un gran alboroto. Nadie en casa entenda qu tenan que compartir o que ganar los empleados- los empleados!- al juntarse con los trabajadores. Es posible? Contra quienes les dan de comer? Rebajarse as! Estn locos o vendidos. Ignorantes.El chaval escuchaba y callaba. Trabajo para l quera decir el alba estival y el solazo, el canasto al cuello, el sudor que corre, la azada que rompe. Comprenda que en la ciudad se quejaran y no quisieran saber nada - haba visto aquellas fbricas tremendas y aquellas oficinas sofocantes - de estar all dentro de la maana a la noche. No comprenda que eso fuese un trabajo. Trabajar es un placer, deca para s.- Trabajar es un placer - dije un da al capataz, que me llenaba el cesto de uvas para llevrselas a mam.- Ojal fuese cierto - contest-, pero hay quien no tiene ganas.Aquel capataz era un tipo serio, que la mayora del tiempo se estaba callado y saba todos los trucos de la vida del campo. Mandaba tambin en m a veces, pero en broma. Tena tierras propias, una alquera pasado el Belbo, y tena sus quinteros.Estos quinteros venan el domingo a traer verdura o a echar una mano si el trabajo apretaba. l estaba siempre en todas partes y trabajaba en nuestra casa, trabajaba en lo suyo, recorra las ferias. Cuando venan los quinteros y l no estaba, se quedaban charlando con nosotros. Eran dos, el viejo y el joven, y rean.- Trabajar es un placer-les dije tambin a ellos, aquel ao que los mos se enfurecan porque en la ciudad haba desrdenes.- Quin lo dice?-respondieron. - Quien no hace nada, como t.- Lo dice el capataz.Entonces rieron ms fuerte. - Se comprende - me dijeron -, has odo alguna vez al prroco decir que est mal ir a la iglesia?Comprend que la conversacin se volva de las que se tenan en casa aquel ao.- Si no os gusta trabajar-dije-, os gusta recoger los frutos.El joven dej de rer. - Estn los amos - dijo despacio - que comparten los frutos sin haber trabajado.Lo mir, con la cara roja.- Haced una huelga - dije - si no estis contentos. En Turn la hacen.Entonces el joven mir a su padre, me guiaron el ojo, y volvieron a rer.- Primero tenemos que vendimiar - dijo el viejo-, luego veremos. - Pero el joven mene la cabeza y rea. - Nunca har nada, pap - dijo bajito.En efecto, no hicieron nada, y en mi casa se sigui armando folln sobre los desrdenes de empleados y obreros a quienes haba estropeado la vida fcil de los aos de guerra. Yo escuchaba y callaba, y pensaba en las huelgas como en una fiesta que permita a los obreros ir de paseo. Pero una idea - al principio no fue sino una sospecha - se me haba metido en la sangre: trabajar no era un placer ni siquiera en el campo. Y esta vez saba que la necesidad de ver la recoleccin y llevrsela a casa era lo que impeda a los labriegos hacer algo.

Cesare Pavese (Italia)Breve resea sobre su obraEscritor, traductor y crtico literario italiano nacido en San Stefano Belbo en 1908, graduado en letras por la Universidad de Turn. Form parte de la editorial turinesa Einaudi y tradujo al italiano a numerosos escritores norteamericanos, como Sherwood Anderson, Gertrude Stein, John Steinbeck y Ernest Hemingway. Sus escritos antifascistas, publicados en la revista La Cultura, lo condujeron a la crcel en 1935, donde inicio sus primeras obras. Se suicid a los cuarenta y dos aos de edad, el 26 de agosto de 1950.

Pavese surge como poeta en 1936, con Trabajar cansa. Le seguirn el libro de cuentos Noche de fiesta (1938) y las novelas De tu tierra (1941), La playa (1942), El camarada (1947), La casa en la colina (1948), Entre mujeres solas (1949), El bello verano (1950, Premio Strega), La luna y las fogatas (1950). Asimismo, publico un libro de ensayos sobre literatura estadounidense titulado La literatura americana y otros ensayos (1951).

Trabajar es un placer pertenece al libro Relatos II, publicado por Bruguera.