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XXXIII DOMINGO ORDINARIO, CICLO B Lecturas: Dn 12,1-3; Heb 10, 11-14.18; Mc 13, 24-32. Cuando se acerca el final del tiempo litúrgico, las lecturas se ponen difíciles. Y es que la literatura apocalíptica es un género literario poco comprensible para nuestra cultura. Lo peor que podemos hacer es interpretar esta literatura como si se tratara del guión de una película de horror, en la que se nos amenaza con catástrofes y destrucción. Lo que dice Carlos Mesters sobre el libro del Apocalipsis, vale para toda la literatura de este mismo género: “El libro del Apocalipsis es muy actual. Se lee en muchas iglesias, pero la mayoría de veces se lo interpreta mal. Son conocidas las interpretaciones fundamentalistas que lo leen al pie de la letra y creen que nos habla de monstruos, terremotos, del fin del mundo. Muchos jóvenes se dedican a la “música satánica”, a las “misas negras” y a la interpretación arbitraria de los símbolos del Apocalipsis. Esto produce miedo a más de un ingenuo y con ello se traiciona la finalidad del Apocalipsis, que es dar esperanza a los que sufren. “El Apocalipsis es un libro que se puede transformar en una fuerza ambigua: puede servir para dar vida y también para quitarla. Por eso, necesitamos tener una profunda experiencia de Jesucristo y hacer una lectura atenta para entender el Apocalipsis y descubrirlo como un libro lleno de esperanza, que nos corre el velo de la historia y nos indica el camino a la salvación 1 .” Así pues, para entender la primera lectura y el evangelio de hoy hemos de acudir a tres claves: (1) La clave histórica (cómo estaban las cosas en aquel tiempo); (2) La clave simbólica (significado de las imágenes que aparecen en el 1 C.MESTERS, El Apocalipsis. La fuerza de los símbolos, en: http://www.claiweb.org/Taller%20B%C3%ADblico%20de%20Iniciacion/ Taller_biblico_13.pdf 1

109 Homilía XXXIII Ord (B), 15nov15-2

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Homilia del P. Antonio Kuri Breña, M.Sp.S.

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XXXIII DOMINGO ORDINARIO, CICLO B

Lecturas: Dn 12,1-3; Heb 10, 11-14.18; Mc 13, 24-32.

Cuando se acerca el final del tiempo litúrgico, las lecturas se ponen difíciles. Y es que la literatura apocalíptica es un género literario poco comprensible para nuestra cultura. Lo peor que podemos hacer es interpretar esta literatura como si se tratara del guión de una película de horror, en la que se nos amenaza con catástrofes y destrucción.

Lo que dice Carlos Mesters sobre el libro del Apocalipsis, vale para toda la literatura de este mismo género: “El libro del Apocalipsis es muy actual. Se lee en muchas iglesias, pero la mayoría de veces se lo interpreta mal. Son conocidas las interpretaciones fundamentalistas que lo leen al pie de la letra y creen que nos habla de monstruos, terremotos, del fin del mundo. Muchos jóvenes se dedican a la “música satánica”, a las “misas negras” y a la interpretación arbitraria de los símbolos del Apocalipsis. Esto produce miedo a más de un ingenuo y con ello se traiciona la finalidad del Apocalipsis, que es dar esperanza a los que sufren.

“El Apocalipsis es un libro que se puede transformar en una fuerza ambigua: puede servir para dar vida y también para quitarla. Por eso, necesitamos tener una profundaexperiencia de Jesucristo y hacer una lectura atenta para entender el Apocalipsis y descubrirlo como un libro lleno de esperanza, que nos corre el velo de la historia y nos indica el camino a la salvación1.”

Así pues, para entender la primera lectura y el evangelio de hoy hemos de acudir a tres claves: (1) La clave histórica (cómo estaban las cosas en aquel tiempo); (2) La clave simbólica (significado de las imágenes que aparecen en el texto); y (3) La clave teológica (experiencia de Dios, Jesús y la Iglesia).

El Libro de Daniel fue escrito probablemente entre el 167 y el 164 a.C. durante la persecución del rey seléucida Antíoco Epífanes, quien saqueó Jerusalén y trató de suprimir el culto a Yahveh. Prohibió el judaísmo y toda clase de manifestación religiosa, mandando que se comieran alimentos considerados impuros y tratando de establecer el culto a los dioses griegos. Estos fueron “tiempos difíciles, como no los ha habido desde que hubo naciones hasta ahora.” Los judíos se sentían desolados y abatidos.

En una situación semejante, el libro de Daniel busca sostener la fe y la esperanza de los judíos perseguidos. En el fragmento que leemos aparecen dos símbolos. “Miguel, el arcángel que se ocupa de tu pueblo” y “los inscritos en el libro”. Miguel representa el brazo protector de Dios, que defiende a su pueblo de la mano de sus enemigos. El libro representa la vida que se promete a quienes son fieles.

1 C.MESTERS, El Apocalipsis. La fuerza de los símbolos, en:http://www.claiweb.org/Taller%20B%C3%ADblico%20de%20Iniciacion/Taller_biblico_13.pdf

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La clave teológica del fragmento está también claramente expresada en el mismo: “Entonces se salvará tu pueblo…Los sabios brillarán como el fulgor del firmamento, y los que enseñaron a muchos la justicia, como las estrellas, por toda la eternidad.”

Pasemos al evangelio. Marcos fue escrito por el año 64, probablemente en Roma, antes de la destrucción del Templo de Jerusalén en el año 70, durante el reinado del famoso emperador Nerón, cuyo gobierno se asocia comúnmente a la tiranía y la extravagancia. A Nerón se le recuerda por una serie de ejecuciones sistemáticas, incluyendo la de su propia madre y la de su hermanastro Británico, y sobre todo por la creencia generalizada de que mientras Roma ardía él estaba componiendo con su lira. Además se le recuerda como un implacable perseguidor de los cristianos.

En el texto evangélico que leemos aparecen varios símbolos. Inicia diciendo que “en aquellos días, después de esa gran angustia, el sol se hará tinieblas, la luna no dará su resplandor, las estrellas caerán del cielo, los astros se tambalearán. Entonces verán venir al Hijo del hombre sobre las nubes con gran poder y majestad; enviará a los ángeles para reunir a sus elegidos de los cuatro vientos, de horizonte a horizonte.” La gran angustia significa probablemente el tiempo de persecución. Las alusiones a la caída del sol, la luna, las estrellas, los astros pueden referir al declive de la religiosidad popular romana que adoraba los astros. La venida del Hijo del hombre sobre las nubes, con gran poder y majestad pudiera representar la victoria final de Cristo.

En todo caso, la higuera representa en el evangelio de Marcos la religión de Israel. La higuera que reverdece es el nuevo Pueblo de Dios que sale victorioso después de la tribulación: “Cuando las ramas se ponen tiernas y brotan las yemas, deducís que el verano está cerca; pues cuando veáis vosotros suceder esto, sabed que él está cerca, a la puerta. Os aseguro que no pasará esta generación antes que todo se cumpla. El cielo y la tierra pasarán, mis palabras no pasarán, aunque el día y la hora nadie lo sabe, ni los ángeles del cielo ni el Hijo, sólo el Padre.”

Así que podemos deducir que el mensaje del evangelio de hoy es de esperanza. “¡Animo! -dice Marcos a los cristianos perseguidos- la victoria ya se acerca. Aunque no conozcáis el día ni la hora de vuestra liberación, ¡resistid!” No se anuncian catástrofes y destrucciones, sino todo lo contrario: Se anuncian tiempos mejores en los que podremos saborear el perdón y la salvación que nos ha conseguido Cristo Jesús con un solo sacrificio, la entrega de su vida hasta la muerte de cruz. “Cristo ofreció por los pecados, para siempre jamás, un solo sacrificio; está sentado a la derecha de Dios y espera el tiempo que falta hasta que sus enemigos sean puestos como estrado de sus pies. Con una sola ofrenda ha perfeccionado para siempre a lo que van siendo consagrados. Donde hay perdón, no hay ofrenda por los pecados.”

Se anuncia, pues, el tiempo en que los “enemigos de Cristo”, es decir, todos los poderes injustos y opresores, “serán puestos como estrado de sus pies”. El tiempo en el que ya no hay más ofrenda por los pecados, pues es el tiempo del perdón, es el tiempo de la liberación de toda forma de opresión y sufrimiento.

Antonio Kuri Breña Romero de Terreros, msps.

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