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http://www.elargentino.com/nota-42327-Bush-estaba-al-tanto- del-11-S-y-dejo-que-sucediera.html Sonnenfeld vive en Argentina como refugiado político y tanto el juez Rafecas como la Corte Suprema denegaron su extradición. 24-05-2009 / Afirma que el ex presidente tenía muchas ganas de que hubiera una guerra y que con el atentado a las torres encontró el argumento ideal. Por Pablo Galand [email protected] Después del 11 de septiembre de 2001 el mundo no fue el mismo. Pero posiblemente a pocas personas el atentado a las Torres Gemelas le haya modificado tanto la vida como a Kurt Sonnenfeld. Por ese entonces, se desempeñaba como camarógrafo de la agencia gubernamental Federal Emergency Management Agency cuya finalidad es filmar antes que nadie las catástrofes que suceden en territorio estadounidense y, luego de analizar el material, distribuir a los medios de comunicación aquellas imágenes que crea conveniente. Cuarenta y ocho horas después de derribadas las torres registró imágenes con su cámara, como lo hizo en otras ocasiones. Sólo que esta vez no llegó a entregarlas. Según Sonnenfeld, Nueva York era un caos y no había una dirección estable donde dejar el material por lo tanto lo más conveniente era conservarlo en su casa, editarlo y luego entregarlo a la agencia. Pero a partir de allí comenzó el calvario. En enero de 2002, su esposa Nancy cumplió con lo que tantas veces había amenazado y finalmente se pegó un tiro en la sien. A pesar de que las pruebas eran lo suficientemente contundentes para caratular el caso como un suicidio, la Justicia acusó a Sonnenfeld de haberla asesinado a partir del informe policial. En la cárcel, el ex agente afirma que fue torturado y privado de todos sus derechos.

11 S Caso Sonnenfeld acusado Falsamenet Por Asesianto Por La Cia

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Sonnenfeld vive en Argentina como refugiado político y tanto el juez Rafecas como la Corte Suprema denegaron su extradición.24-05-2009 / Afirma que el ex presidente tenía muchas ganas de que hubiera una guerra y que con el atentado a las torres encontró el argumento ideal.Por Pablo [email protected]

Después del 11 de septiembre de 2001 el mundo no fue el mismo. Pero posiblemente a pocas personas el atentado a las Torres Gemelas le haya modificado tanto la vida como a Kurt Sonnenfeld. Por ese entonces, se desempeñaba como camarógrafo de la agencia gubernamental Federal Emergency Management Agency cuya finalidad es filmar antes que nadie las catástrofes que suceden en territorio estadounidense y, luego de analizar el material, distribuir a los medios de comunicación aquellas imágenes que crea conveniente. Cuarenta y ocho horas después de derribadas las torres registró imágenes con su cámara, como lo hizo en otras ocasiones. Sólo que esta vez no llegó a entregarlas.

Según Sonnenfeld, Nueva York era un caos y no había una dirección estable donde dejar el material por lo tanto lo más conveniente era conservarlo en su casa, editarlo y luego entregarlo a la agencia. Pero a partir de allí comenzó el calvario. En enero de 2002, su esposa Nancy cumplió con lo que tantas veces había amenazado y finalmente se pegó un tiro en la sien. A pesar de que las pruebas eran lo suficientemente contundentes para caratular el caso como un suicidio, la Justicia acusó a Sonnenfeld de haberla asesinado a partir del informe policial. En la cárcel, el ex agente afirma que fue torturado y privado de todos sus derechos.

Finalmente, la propia fiscalía desechó los cargos en su contra pero entre la decisión de la justicia y la recuperación definitiva de su libertad, pasaron seis meses en los que Kurt fue alojado en una de las cárceles destinadas a los presos más peligrosos del país, donde afirma que también soportó todo tipo de vejaciones. Mientras tanto, miembros de la seguridad norteamericana ingresaron en su casa sin ninguna orden judicial con el infructuoso objetivo de hacerse del material registrado en el World Trade Center.

Viudo y sin dinero, Sonnenfeld siguió el consejo de unos amigos que le prestaron una casa en San Bernardo y vino junto al preciado material a la Argentina a decidir qué iba a ser con su vida. Acá conoció a Paula, una abogada con la que se casó y tuvo dos hijas mellizas, Scarlett y Natasha. Todo parecía indicar que la pesadilla había quedado atrás. Kurt trataba de ganarse la vida filmando videos deportivos para productoras independientes. Pero fue apenas un espejismo. La Interpol pidió su extradición basándose en los supuestos testimonios de dos presos que aseguraban que Sonnenfeld les había confesado que efectivamente había matado a su esposa. Terminó preso nuevamente, esta vez en la cárcel de Devoto, hasta que primero el juez Daniel Rafecas y luego la Corte Suprema denegaron su extradición. A la espera de que le reconozcan como refugiado político, acaba de

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publicar el libro El Perseguido, donde además de relatar detalladamente su drama personal, muestra cómo fue cambiando su enfoque sobre el atentado a las torres y si bien no abona a las teorías conspirativas, afirma que el gobierno de Bush estaba al tanto del plan y no hizo nada para evitarlo ya que de él podía sacar provecho.

–¿Por qué cree que los servicios de inteligencia estadounidenses se han ensañado tanto con usted?

–Ellos querían tener acceso a los videos porque como nunca los entregué no sabían qué era lo que allí había y temían que existiera material que contradijera la versión que Estados Unidos se encargó de difundir al mundo. Armaron el pretexto de la extradición para tenerme bajo su control. No es casual que me acusen de homicidio porque es justamente uno de los tres casos en los que el cargo no prescribe. Los otros dos son por evasión fiscal y por traición a la patria.

–¿Y en sus videos queda en evidencia esa contradicción?

–A medida que comencé a recorrer la zona fui descubriendo cosas que me llamaron mucho la atención. Por ejemplo, las cajas negras de los dos aviones nunca aparecieron porque según las autoridades se destruyeron como producto de las explosiones. Sin embargo, yo registré con la cámara asientos y ruedas del avión casi intactas pese a que son materiales muchos más inflamables que una caja negra. Otra cuestión también muy extraña fue lo que pasó con el Edificio 7 que hizo implosión nueve horas después de que uno de los aviones se estrellara con la Torre Norte. Tardó sólo 6,5 segundos en desmoronarse mientras que los edificios que estaban a su alrededor quedaron en pie y relativamente ilesos. La explicación que se dio desde Fema fue que la implosión fue producto de los pequeños focos que se generaron en algunos pisos. Sin embargo, se trataba de un rascacielos con una sólida estructura de hierro y con protección antiincendio. Casualmente, o no tanto, luego del atentado se supo que en ese edificio se encontraba la estación clandestina más grande de la CIA, fuera de Washington, que se encargaba de espiar a los diplomáticos de las Naciones Unidas.

–¿En sus filmaciones se registra algo de eso?

–Dentro de las imágenes que yo tomé se ve perfectamente cómo se desmoronó este edificio en tanto que el resto quedó más o menos indemne. Los servicios de seguridad sospechaban que yo podía tener esa evidencia y por lo tanto buscaron todos los métodos posibles para obtenerlos.

–¿Su hipótesis entonces es que el gobierno de George W. Bush fue cómplice de los atentados?

–Yo no adhiero a la teoría de los que creen que el atentado fue organizado por el propio gobierno. Pero de lo que sí estoy convencido es que estaban al tanto de lo que iba a suceder y no hicieron nada para evitarlo.

–¿Y cuál era el fin?

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–El gobierno de Bush tenía muchas ganas y necesidad de que hubiera una guerra y con los atentados a las Torres encontraron el argumento perfecto. Con el atentado se beneficiaron las grandes compañías de armamento. El presupuesto de Defensa llegó al trillón de dólares y pasó a ser el más importante de Estados Unidos. Gran parte de ese presupuesto figuraba como gastos reservados con lo cual el gobierno no tenía que rendirle cuentas a nadie. Fue la mejor manera para sacar trillones de dólares y distribuirlo entre gente que tiene dinero y poder. Los hijos de los pobres son los que van al frente en la guerra, mientras que los hijos de los ricos están en Washington D.C. siguiendo el mismo camino de sus padres. Es como la familia Bush, que sus miembros siempre están involucrados en política pero también en grandes empresas de petróleo y armamento.

–¿Por qué la sociedad norteamericana avaló esa realidad?

–La sociedad norteamericana cambió radicalmente después del 11-S. Tradicionalmente, era independiente del poder de turno y era capaz de generar sus propias valoraciones. Pero después del atentado se ha vuelto muy obediente del mensaje que baja desde el poder. Por ejemplo, el Acta Patriota viola muchos de los derechos individuales que garantiza la Constitución. Pero si alguien se anima a marcar esta contradicción, la reacción generalizada es: “¿y vos qué tenés para ocultar?”. El mensaje que Bush logró instalar en la sociedad norteamericana es que el que cuestiona la política de seguridad de Estados Unidos está atentando contra la patria. Esto está muy arraigado en el norteamericano medio y pasará mucho tiempo hasta que se lo pueda revertir.

–¿La llegada de Obama puede ayudar a modificar esa tendencia?

–Durante las elecciones yo tenía muchas esperanzas en el triunfo de Obama. Ya había perdido toda mi fe en mi país, pero su aparición me generó ciertas esperanzas. De todas maneras, a nivel general, percibo que la cabeza de la elite política que gobierna Estados Unidos ha cambiado, pero esa elite sigue estando y mantiene gran cuota del poder de decisión. Siento que Obama está muy condicionado por esa dirigencia que perdura más allá de los presidentes. Es como que el tren cambió de conductor pero sigue en la misma dirección.

–¿Se han contactado con usted para interiorizarse con su caso?

–Hasta ahora no. Pero es prematuro en pensar que se produzca algún cambio. Desde diferentes organizaciones de derechos humanos, tanto de aquí como de Europa, se está gestionando la posibilidad de redactar una Carta Abierta a Obama para solicitarle que el cargo en mi contra sea desechado.

–Antes de lo que le sucedió ¿adhería al sueño americano y a que Estados Unidos era el país de las oportunidades?

–En Estados Unidos, el opio del pueblo no es la religión sino el consumo y yo era parte de esa adicción. Tenía mi buen auto, mi linda casa, viajaba por todo el mundo… Mientras pudiera seguir consumiendo, el resto no me importaba. Podía leer en el diario “500 muertos

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en Medio Oriente”, pero daba vuelta la página y me ponía a pensar en el nuevo Ipod que me iba a comprar. Pero después de todo lo que pasé, me curé de toda esa dependencia del consumismo y ahora a la distancia puedo ver la gran mentira sobre la que está cimentado mi país. Por eso el discurso de Bush caló tan hondo, porque con el mensaje de que tenemos que defendernos porque estamos en peligro, los habitantes de Estados Unidos sienten que su status quo está garantizado.

–¿Cómo es su vida hoy en Argentina?

–Es muy particular. Por mi situación legal, es difícil encontrar trabajo debido que no tengo los papeles en regla. No puedo alquilar un departamento, ni tener a mi nombre cosas básicas como un teléfono celular. Tampoco puedo tener licencia para conducir. Mi pasaporte está vencido porque mi país no me quiere documentar. Pero Argentina tampoco me documenta hasta que haya una decisión definitiva. Por lo tanto no soy ciudadano de ningún país. Por otro lado, no estoy exento de persecuciones o seguimientos como los que viví hasta hace poco. Cualquier cosa me lleva a entrar en miedo. Hace unos días se cortó la luz en mi casa y no sabía si era algún desperfecto técnico o que estaban por ingresar a mi casa para secuestrarme. Tengo que estar poco expuesto y con custodia policial las 24 horas del día. Además vivo con una incertidumbre permanente.

–¿Tiene esperanzas de que en algún momento se solucione su situación?

–Tengo fe en la Justicia argentina pero no sé lo que va a pasar mañana, dentro de dos años. Antes pensaba que si estoy secuestrado o preso no me importaba tanto. Pero ahora tengo una mujer y dos hijas que van a tener una vida muy triste si me llega a pasar algo a mí. Se me hace difícil planificar mi vida o encarar nuevos proyectos porque no sé que va a pasar conmigo. Siento que vivo en el filo de una navaja. Cada día me levanto contento, veo a mis hijas y mi esposa y me pongo contento, pero el pensamiento siguiente es: “uh, quizás hoy me lleven detenido”. Se hace difícil vivir así. Hay mucha gente que no voy a volver a ver nunca más, ni tampoco las montañas de Colorado, cerca de mi ciudad. Y eso es algo que me cuesta mucho todavía aceptar.

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Kurt Sonnenfeld, MAS EVIDENCIAS DEL INTERVENCIONISMO 11-S