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116 HernÆn Yanes Quintero Investigador. Centro de Estudios sobre AmØrica (CEA). HernÆn Y HernÆn Y HernÆn Y HernÆn Y HernÆn Yanes Quinter anes Quinter anes Quinter anes Quinter anes Quintero Ciencias sociales y Ciencias sociales y Ciencias sociales y Ciencias sociales y Ciencias sociales y marxismo en Cuba: marxismo en Cuba: marxismo en Cuba: marxismo en Cuba: marxismo en Cuba: un comentario un comentario un comentario un comentario un comentario , no. 3: 116-119, julio - septiembre, 1995. E l Consejo Editorial de Temas ha tenido el acierto de promover el debate sobre la historia, los dile- mas actuales y el futuro de la produccin terica mar- xista en las ciencias sociales cubanas. Me propongo hacer un breve comentario que, ajustÆndose al espa- cio, no pretende ser un planteo a fondo de los posi- bles asuntos a inventariar y donde, por el contrario, me limito a compartir algunas impresiones persona- les sobre esta cuestin. Es sabido que el marxismo apareci en el siglo XIX, ante todo como una respuesta a la necesidad de conocer y pensar cientficamente a la sociedad, des- cubrir sus estructuras fundamentales, explicar sus causas, leyes y tratar de orientar los esfuerzos para su transformacin por medio de la praxis. Marx coloc la cognicin de lo social sobre nuevas bases, trans- form radicalmente su epistemologa y convirti al socialismo en un proyecto humano realizable, capaz de dar una alternativa y concluir con la irracionali- dad capitalista. Pero Marx y Engels, sus creadores, advirtieron que el marxismo no era un conjunto de frmulas sacralizadas, infalibles, acabadas o incambiables. Sin restarle sentido revolucionario, el «espritu cientfico» marxista supona de consuno la crtica a la actitud antimetafsica del positivismo tan- to como la evitacin de tendencias hacia percepcio- nes exageradamente ideologizadas que diluyesen a la sociedad real en razonamientos apriorsticos. 1 La construccin del marxismo como sociologa fue una compleja articulacin de principios de teora expli- cativa, sobre los elementos esenciales y la naturaleza de lo social, sus estructuras y sujetos, entre otros problemas claves; principios deducidos y confirma- dos durante largos aæos de quehacer intelectivo, en hechos histricos, en procesos econmicos y polti- cos concretos. Este marxismo originario reconoca el carÆcter incompleto de su teora en las distintas regiones del conocimiento que abarcaba. Adversaba al enfoque dogmÆtico tanto como a las propensio- nes relativistas, pero sobre todo, abogaba por el es- pacio para la indagacin y la reflexin polØmicas, capaces de adelantar junto a las respuestas alcanza- das, tantas nuevas preguntas como fuesen factibles para el tratamiento especfico de las formaciones so- ciales. 2 En el sentido antes mencionado, los principales seguidores de Marx y Engels durante el œltimo ter- cio del siglo XIX y en los comienzos del XX, como Franz Mehring, Antonio Labriola, Pablo Lafargue, Rosa Luxemburgo, Carlos Kautsky, entre otros, (mÆs allÆ

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CUBA, POESIA

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    Hernn Yanes Quintero

    Investigador. Centro de Estudios sobre Amrica (CEA).

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    , no. 3: 116-119, julio - septiembre, 1995.

    E l Consejo Editorial de Temas ha tenido el aciertode promover el debate sobre la historia, los dile-mas actuales y el futuro de la produccin terica mar-xista en las ciencias sociales cubanas. Me propongohacer un breve comentario que, ajustndose al espa-cio, no pretende ser un planteo a fondo de los posi-bles asuntos a inventariar y donde, por el contrario,me limito a compartir algunas impresiones persona-les sobre esta cuestin.

    Es sabido que el marxismo apareci en el sigloXIX, ante todo como una respuesta a la necesidad deconocer y pensar cientficamente a la sociedad, des-cubrir sus estructuras fundamentales, explicar suscausas, leyes y tratar de orientar los esfuerzos para sutransformacin por medio de la praxis. Marx colocla cognicin de lo social sobre nuevas bases, trans-form radicalmente su epistemologa y convirti alsocialismo en un proyecto humano realizable, capazde dar una alternativa y concluir con la irracionali-dad capitalista. Pero Marx y Engels, sus creadores,advirtieron que el marxismo no era un conjunto defrmulas sacralizadas, infalibles, acabadas oincambiables. Sin restarle sentido revolucionario, elespritu cientfico marxista supona de consuno lacrtica a la actitud antimetafsica del positivismo tan-

    to como la evitacin de tendencias hacia percepcio-nes exageradamente ideologizadas que diluyesen ala sociedad real en razonamientos apriorsticos.1 Laconstruccin del marxismo como sociologa fue unacompleja articulacin de principios de teora expli-cativa, sobre los elementos esenciales y la naturalezade lo social, sus estructuras y sujetos, entre otrosproblemas claves; principios deducidos y confirma-dos durante largos aos de quehacer intelectivo, enhechos histricos, en procesos econmicos y polti-cos concretos. Este marxismo originario reconocael carcter incompleto de su teora en las distintasregiones del conocimiento que abarcaba. Adversabaal enfoque dogmtico tanto como a las propensio-nes relativistas, pero sobre todo, abogaba por el es-pacio para la indagacin y la reflexin polmicas,capaces de adelantar junto a las respuestas alcanza-das, tantas nuevas preguntas como fuesen factiblespara el tratamiento especfico de las formaciones so-ciales. 2

    En el sentido antes mencionado, los principalesseguidores de Marx y Engels durante el ltimo ter-cio del siglo XIX y en los comienzos del XX, comoFranz Mehring, Antonio Labriola, Pablo Lafargue, RosaLuxemburgo, Carlos Kautsky, entre otros, (ms all

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    de las crticas apuntadas ya en el debate histricomarxista sobre los errores posibles en la obra reflexi-va de unos y descontando obviamente el apartamien-to socialdemocrtico de otros en el curso de las po-lmicas entre las II y III Internacionales), intentaronprofundizar aspectos fundamentales del marxismo.El mismo enfoque le permiti a Lenin reelaborar ydesarrollar las concepciones de Marx y Engels y ela-borar sus conocidos aportes tericos y prcticos enlas nuevas condiciones histricas del capitalismomonopolista. Aun despus, quedaban en pie o sur-gan otros numerosos problemas an no resueltos;algunos de estos, inherentes al ncleo mismo de lateora. Luego, la necesidad de proseguir los desa-rrollos del marxismo y de hallar otras respuestas cons-titua una idea consensual entre los marxistas. As,por mencionar un solo ejemplo, la insuficiente ela-boracin de una concepcin materialista del sujetoen sus diferentes dimensiones y salvando las dife-rencias y los posibles matices a sealar, motiv, en-tre otros, a Georgy Lukacs, Antonio Gramsci y KarlKorsch. Tema por dems privilegiado por casi todaslas vertientes del marxismo occidental a lo largo delpresente siglo.

    Aproximadamente hasta mediados de los aos 30del siglo XX, el marxismo latinoamericano de mayorimpacto intelectual revel su adhesin a un estilode pensamiento antidogmtico, ajeno a la fosilizacinde las formulaciones y las verdades definitivas. Estemarxismo propenda a la comprensin de loespecficamente latinoamericano en sntesis con losaportes del pensamiento marxista y poltico ms uni-versales. Maritegui y Mella fueron quizs las ms ele-vadas expresiones de ese perodo, lamentablementeremplazado en una parte de las izquierdas del readesde finales de los aos 30 y comienzos de los 40,por la prevalencia de los lineamientos de la TerceraInternacional pos Lenin. Una de sus consecuenciasfue la traspolacin mecnica en nuestra regin deun compendio de conceptos esquemticos prove-nientes del desarrollo posrrevolucionario del mar-xismo sovitico, sobre la realizacin de la revolu-cin socialista, sus condiciones y etapas, la estructu-

    ra de clases y el papel de estas en esa revolucin,adems de estrechas interpretaciones acerca de losaliados de clase y polticos, entre otras cuestiones.

    Lo anterior no niega la notable significacin delos movimientos marxistas dentro de la poltica enAmrica Latina y de sus intelectuales orgnicos en lasetapas ulteriores, sobre todo, para la formacin deuna identidad cultural latinoamericanista con susvalores agregados.3 No pocos intelectuales y teri-cos del marxismo en Amrica Latina preservaron laoriginalidad de sus anlisis y la frescura creadora.Sin embargo, solo el triunfo de la Revolucin cuba-na por medio de formas y mtodos herticos, bajoel liderazgo central del Movimiento 26 de Julio, alcerrar la dcada de los 50, habra de sacudir con fuer-za suficiente esta suerte de escolstica marxista parallegar a quebrar o hacer entrar en crisis algunos desus principales dogmas.

    Los ejemplos antes invocados seran insuficien-tes para pretender siquiera la estructura de un trata-miento desplegado del tema. Habra, en rigor, queconsiderar una larga lista de marxistas relevantes,incluso en Amrica Latina y no solo en la poltica,sino en cada rama del saber social. Solo tratamos derecordar que unas pocas referencias bastaran paraobviar la posible identificacin o la reduccin delmarxismo a la variante posrrevolucionaria de este,que se impusiera como doctrina oficial en la UninSovitica y la III Internacional desde los 30 y despusen los restantes pases de Europa Oriental.

    De concepcin legtima para orientar el caminohacia el socialismo, el marxismo sovitico, presenta-do como virtual summa en manualesburocrticamente aprobados y como nica teoracientfica, devino una rgida ideologa del orden(extrapolada hacia otras regiones a travs de una in-flexible interpretacin de la organizacin poltica delos movimientos marxistas), o como afirman algunos,en otra ideologa de la dominacin.4 Toda posibleproduccin cientfico-social sustentada en el marxis-mo, pero que se apartase del discurso terico acep-table, podra merecer el calificativo de revisionista yfigurar prcticamente en el bando burgus. Las ra-

    No pocos intelectuales y tericos del marxismo en AmricaLatina preservaron la originalidad de sus anlisis y la frescu-ra creadora. Sin embargo, solo el triunfo de la Revolucincubana por medio de formas y mtodos herticos, bajo elliderazgo central del Movimiento 26 de Julio, habra de sacu-dir con fuerza suficiente esta suerte de escolstica marxistapara llegar a quebrar o hacer entrar en crisis algunos de susprincipales dogmas.

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    zones histricas que propiciaron semejante vulgari-zacin del marxismo han sido abordadas de modomuy insuficiente en nuestro pas, pero escapan alinters directo de nuestro comentario.

    Por su parte, la influencia de la Revolucin cuba-na se sinti rpidamente en el campo de las cienciassociales y del debate marxista internacional. La Re-volucin centraliz en gran medida los anlisis enlas izquierdas de Amrica Latina, Europa y los Esta-dos Unidos. Se origin una voluminosa produccinde ensayos sobre el proceso cubano. Se hicieronhabituales las visitas a la Isla de parte de algunos delos tericos de izquierda de mayor peso en la dca-da de los 60.

    Los medios polticos, culturales y universitariosde nuestro pas fueron, en los aos iniciales de laRevolucin, un escenario de discusin abierta deparadigmas revolucionarios, aun al margen del pre-dominio de dogmas esteuropeos. Este perodo diocuenta de incesantes polmicas tericas, incluyendola conocida discusin sobre el papel y el lugar de losestmulos materiales y morales en la economa socia-lista que llevara adelante el Che Guevara. No obstan-te, esos mismos aos fueron tambin el escenario deuna confrontacin cada vez ms aguda dentro deCuba, entre el marxismo de procedencia sovitica(que como ha sido indicado oportunamente ejercasu influencia en nuestro pas desde los aos de larepblica burguesa)5 y los enfoques marxistas no so-viticos. Estos ltimos representados en parte porjvenes profesores aglutinados en el Departamentode Filosofa de la Universidad de La Habana y en larevista Pensamiento Crtico. Una mezcla de condi-ciones econmicas, socio-culturales y polticas inter-nas y el desarrollo de nuestras relaciones econmi-cas y polticas con la URSS, facilitaron que la balanzase inclinase en favor del marxismo sovitico.

    En el citado trabajo Hacia dnde van los estu-dios sociales?, Miguel Limia proporciona una valo-racin que compartimos sobre el desenvolvimientoy los efectos en nuestros medios intelectuales y do-centes del marxismo sovitico.6 Como se desprendede la lgica misma de ese artculo, el dominio que

    Los medios polticos, culturales y universitarios de nues-tro pas fueron, en los aos iniciales de la Revolucin, un es-cenario de discusin abierta de paradigmas revolucionarios,al margen de dogmas esteuropeos. Este perodo dio cuentade incesantes polmicas tericas, incluyendo la conocida dis-cusin sobre el papel y el lugar de los estmulos materiales ymorales en la economa socialista que llevara adelante el CheGuevara.

    lleg a ejercer este marxismo no fue conseguidoprecisamente gracias al debate o la contrastacin cien-tficas. Fue de hecho abortada la posible maduracinde una tradicin de produccin marxista a partir deuna matriz realmente cubana, entonces emergenteen nuestras ciencias sociales (y no solo en la Univer-sidad de La Habana). Esta tradicin en ciernes, a pe-sar de carencias an presentes en la obra escrita o enla docencia, quizs hubiera llegado -a travs de unadestilacin, probablemente no exenta de contradic-ciones- a facilitar las sntesis tericas indispensablespara el desarrollo de un pensamiento marxista pro-pio, ms congruente con las caractersticas del pro-ceso revolucionario nacional y las realidades latinoa-mericanas.

    Otra de las consecuencias indeseables de la adop-cin oficial del marxismo sovitico, fue el cierre deespacios a la publicacin de obras y autores proscri-tos por el mismo. Althusser, Snchez Vzquez, Coletti,Marcuse, el llamado marxismo occidental en todassus versiones, el pensamiento radical europeo, lati-noamericano y anglonorteamericano, fueron expur-gados como posibles referentes del discurso cientfi-co social aceptable debido, ante todo, a razones depoltica prctica.

    La mimtica asimilacin de la experienciaesteuropea de socialismo, reforzada en la segundamitad de los aos 70, llev paradjicamente a pre-sentar las caractersticas de la edificacin socialistaen nuestro pas como prueba de las verdades y eltriunfo del marxismo en su llamada versin ortodoxa.En nuestros estudios sociales y en la docencia empe-z a predominar la percepcin simplificada de losprocesos econmicos, sociales, culturales y polticosoperados en la sociedad. Un perfecto sincronismoentre la base y la superestructura sociales en nuestropas apareca con alta frecuencia como la frmulareductiva a que se remitan numerosos estudios y tra-bajos descriptivos. Semejantes enfoques resultabanajenos a las urgencias de planteos ms profundos yeran incapaces de desenvolver las funcionescognoscitivas y heursticas legtimamente inherentesa las ciencias sociales y al marxismo. En un plano

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    terico ms formalizado, los profesores de filoso-fa y de otros campos del saber social no solo repro-ducan un estilo de pensamiento manualstico, sinoque proyectaban regularmente en las institucionesacadmicas, en eventos y en seminarios, las mismaspolmicas que en Europa del Este se aceptaban comoportadoras de los adelantos del quehacer tericosocial.

    Sera improcedente asegurar que este perododogmtico impidi que se registraran avances en to-das las reas de las ciencias sociales, aunque estoslogros fueran sumamente escasos. Inclusive, en elcaso de la filosofa, luego que las obras de las figurasms sobresalientes del pensamiento social y filosfi-co cubano y de Amrica Latina de los siglos XIX y XXfueran casi totalmente relegadas por aos de los es-tudios sociales, un grupo minoritario de profesorese investigadores llegaron a recomenzar acercamientosms sistemticos a esas fuentes durante la dcada delos 80.

    Lo antes dicho no salva al perodo mencionadode su balance negativo. En este, nuestras cienciassociales no alcanzaron virtualmente a producir re-sultados destacables acerca de la nueva sociedad cu-bana. Los estudios de ciencias polticas, por mencio-nar un ejemplo puntual, eran casi inexistentes. Otrotanto suceda en el campo de la teora sociolgica, yen ocasiones se lleg a esbozar la idea de que estapoda ser diluda en el materialismo histrico. Elanlisis sobre la sociedad y la poltica en Amrica Latinasolo inici una tendencia a su reestructuracinpromediando los 80 (distante an hoy de una culmi-nacin), gracias a esfuerzos desplegados en algunoscentros de investigacin y departamentos universita-rios. An hoy, parece altamente gravosa la prolonga-da ausencia de un estilo de contrastacin en los es-tudios sociales cubanos, con los enfoques provenien-tes del pensamiento occidental de cualquier signo.Pero esta situacin es particularmente aguda en loconcerniente al marxismo no sovitico. No se tratasiquiera de que no nos hubiramos adentrado en lasinterioridades de las polmicas sobre la cultura, lossujetos y la dinmica de las instituciones delaustromarxismo, de la escuela de Frankfurt, elestructuralismo marxista o el marxismo analtico ydebatido sus causas, desaciertos y factibles noveda-des propositivas donde las hubiera. En realidad nu-merosos marxistas latinoamericanos y angloamerica-nos, cuyas obras podran haber sido reconocidascomo ms cercanas por sus temticas sociales y pro-blemas focalizados, recibieron una atencin casi nulaen nuestros medios de ciencias sociales. La mismasuerte alcanz a las corrientes de la filosofa y la so-ciologa poltica latinoamericana yangloestadounidense radicales, ms cercanas a losplanteos marxistas; la sociologa adical, la filosofa

    de la justicia, entre otras, que frecuentemente solofueron incorporadas a los textos y conferencias comoobjeto de una crtica a las concepciones ajenas ycuyos anlisis alternativos habran merecido ms deuna reflexin central en nuestros medios intelectua-les .

    Ahora, mediada ya la dcada de los 90, los estu-dios sociales cubanos, en su generalidad, se encuen-tran inmersos en un cuadro de confusin en lo to-cante a referentes y paradigmas. El escepticismo so-bre la legitimidad del anlisis marxista y acerca decunta excelencia posee realmente la preparacinprofesional de nuestros cientficos sociales, ha gana-do espacio en diferentes medios.

    Pasando por alto las diferencias ineludibles encuanto al nivel de desarrollo y la historia especficade las disciplinas, coincido con la idea de Limia deque en las instituciones y sociedades cubanas de cien-cias sociales se prpende a generar ahora un esfuerzoreconstitutivo. Tengo la percepcin, sin embargo,de que una verdadera reconstruccin de nuestrosestudios sociales en el futuro prximo solo ser fac-tible cuando lleguemos a repensar sobre sus refe-rentes tericos, de manera desprejuiciada, desechan-do enteramente los remanentes dogmticos que pu-dieran persistir por la huella del pasado ms inme-diato. Esa reflexin pasara obviamente por el resca-te (nunca acrtico) y la sntesis, de los valores y apor-tes de los estudios sociales cubanos ms avanzadosantes y despus de la Revolucin, en primer lugar,del pensamiento marxista nacional desarrollado a lolargo del siglo XX, sin excluir, por supuesto, las bs-quedas renovadoras de la dcada de los 60.

    Notas

    1. Vase Lucio Coletti, El marxismo como sociologa, PensamientoCrtico, La Habana, (7), agosto, 1967: 3-50.

    2. Vase Perry Anderson, Tras las huellas del materialismo histrico ,Madrid: Siglo XXI, 1986.

    3. Vase Agustn Cueva, El marxismo latinoamericano: historia yproblemas actuales, Homines, Puerto Rico, 10(1), enero-julio, 1986:197-210.

    4. Fernando Martnez Heredia, Historia y marxismo, La Gacetade Cuba, La Habana, (4), julio-agosto, 1995: 9-15.

    5. Vase Miguel Limia David, Hacia dnde van los estudiossociales?, Temas, La Habana, 1(1), enero-marzo, 1995: 18-26.

    6. Ibdem.

    ' , 1995.