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Urgencias y exigencias historiogrÆficas 129 no. 1: 129-132, enero-marzo de 1995. Historiador. Casa del Caribe, Santiago de Cuba. Ur Ur Ur Ur Urgencias y exigencias gencias y exigencias gencias y exigencias gencias y exigencias gencias y exigencias historiogrÆficas historiogrÆficas historiogrÆficas historiogrÆficas historiogrÆficas L a confrontacin de ideas sobre las distintas tendencias presentes en la historiografa cubana, y los rumbos que se estiman mÆs calificados o pertinentes para los trabajos de indagacin histrica sobre nuestra sociedad y pas, no se encuentra distanciada de la discusin en torno a la realidad y perspectiva de la mayor de las Antillas en el difcil y contradictorio sistema de circunstancias en que se haya insertada en los das que corren. En muchos casos, personas honestas, a contrapelo de sus mÆs ntimos deseos y voluntades, llegan hasta el punto de cuestionar la viabilidad de Cuba como nacin con posibilidades reales de llevar adelante un programa propio de soberana, independencia y justicia social. Por ese camino, analistas y estudiosos de variadas especialidades han alcanzado una pretendida certeza, supuestamente avalada en tØrminos cientficos por la crisis econmica y, hasta cierto punto, institucional, que sufre nuestro pas. Las tendencias conservadoras que rectorean la casi totalidad del planeta hoy coinciden en la inevitabilidad de la condicin de dependencia de Cuba, hacia una u otra gran potencia, y por ello en el carÆcter inœtil, y hasta gratuito y arbitrario, por voluntarista, de toda la historia del independentismo y los esfuerzos revolucionarios cubanos. El debate, en tØrminos historiogrÆficos, no es otra cosa, en razn de verdad, que un episodio mÆs en la especulacin sobre nuestra propia razn nacional de ser. En un debate as planteado, lo primero que no podemos hacer es dejar de participar. Tampoco podemos hacerla con retricas centradas en consignas y lugares comunes, de suyo, y de siempre, inconsistentes e inconvincentes. El quehacer historiogrÆfico prerrevolucionario estaba muy marcado por una hechologa facilista y escolar, salvo expresiones de alto rigor investigativo como las representadas por las obras de Vidal Morales y Ramiro Guerra, y algunos rcconocibles esfuerzos de carÆcter colectivo como la historia de la nacin cubana; Sin embargo, no parece que la indagacin dentro de la Revolucin - obviamente tambiØn con algunas excepciones- pueda mostrar un expediente sostenido de mejores resultados en tØrminos de integralidad, coherencia e incorporacin de nuevas claridades al conocimiento de nuestro pasado, tanto republicano como colonial. De una historia contada a partir de puntos de giro polticos o militares coyunturales -la divisoria Joel James Figarola Joel James Figarola Joel James Figarola Joel James Figarola Joel James Figarola

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  • Urgencias y exigencias historiogrficas

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    no. 1: 129-132, enero-marzo de 1995.

    Historiador. Casa del Caribe, Santiago de Cuba.

    UrUrUrUrUrgencias y exigenciasgencias y exigenciasgencias y exigenciasgencias y exigenciasgencias y exigenciashistoriogrficashistoriogrficashistoriogrficashistoriogrficashistoriogrficas

    La confrontacin de ideas sobre las distintastendencias presentes en la historiografa cubana, ylos rumbos que se estiman ms calificados o pertinentespara los trabajos de indagacin histrica sobre nuestrasociedad y pas, no se encuentra distanciada de la discusinen torno a la realidad y perspectiva de la mayor de lasAntillas en el difcil y contradictorio sistema decircunstancias en que se haya insertada en los das quecorren.

    En muchos casos, personas honestas, a contrapelo desus ms ntimos deseos y voluntades, llegan hasta el puntode cuestionar la viabilidad de Cuba como nacin conposibilidades reales de llevar adelante un programa propiode soberana, independencia y justicia social. Por ese camino,analistas y estudiosos de variadas especialidades hanalcanzado una pretendida certeza, supuestamente avaladaen trminos cientficos por la crisis econmica y, hastacierto punto, institucional, que sufre nuestro pas. Lastendencias conservadoras que rectorean la casi totalidaddel planeta hoy coinciden en la inevitabilidad de la condicinde dependencia de Cuba, hacia una u otra gran potencia,y por ello en el carcter intil, y hasta gratuito y arbitrario,

    por voluntarista, de toda la historia del independentismoy los esfuerzos revolucionarios cubanos.

    El debate, en trminos historiogrficos, no es otra cosa,en razn de verdad, que un episodio ms en la especulacinsobre nuestra propia razn nacional de ser. En un debateas planteado, lo primero que no podemos hacer es dejarde participar. Tampoco podemos hacerla con retricascentradas en consignas y lugares comunes, de suyo, y desiempre, inconsistentes e inconvincentes.

    El quehacer historiogrfico prerrevolucionario estabamuy marcado por una hechologa facilista y escolar, salvoexpresiones de alto rigor investigativo como lasrepresentadas por las obras de Vidal Morales y RamiroGuerra, y algunos rcconocibles esfuerzos de carctercolectivo como la historia de la nacin cubana; Sin embargo,no parece que la indagacin dentro de la Revolucin -obviamente tambin con algunas excepciones- puedamostrar un expediente sostenido de mejores resultadosen trminos de integralidad, coherencia e incorporacinde nuevas claridades al conocimiento de nuestro pasado,tanto republicano como colonial.

    De una historia contada a partir de puntos de giropolticos o militares coyunturales -la divisoria

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    convencionalmente siempre utilizada de la toma de LaHabana por los ingleses pudiera ser un ejemplo entremuchos pasamos sin solucin de enlace aparente a unsedicente marxismo, mecanicista y repetitivo, engendradorde numerosas y largas sumas totalizadoras, desde los viajesde Coln a los das que corren, en las cuales se pretendaforzar los acontecimientos, situaciones, tendencias,costumbres, psicologa, cultura y vida, a esquemas previosde leyes y categoras del materialismo dialctico. Se construaprimero un molde supuestamente cientfico de lasafirmaciones ms elementales, apresuradamente ledas ymemorizadas en textos recin llegados del entonces camposocialista. Luego se haca coincidir con l, aprisionndolopor la fuerza, al complejo conjunto de batientes de nuestrahistoria que es, a no dudar, una de las ms contradictoriasy ricas del Continente. Precisamente por ello, nuestra historiahubiera exigido un tratamiento ms serio, responsable yrespetuoso, a la altura de un proceso que ha dado de s,como parto natural, una Revolucin que ha asombradoal mundo.

    Los historiadores cubanos debemos reconocer que,debido a una dbil formacin terica, a la ingenuidad, oal miedo poltico en el perodo del dogmatismo, cuandoaventurbamos una idea propia, solamos muchas vecesbuscar una cita de los clsicos del marxismo -entre loscuales no se acostumbraba a incluir a Gramsci- que seaviniese con la audacia en cuestin y que, con su vecindad,la santificase.

    Tanto la historiografa burguesa como la revolucionaria,de manera general, han estado, en equivalencia claro est,aquejadas de los mismos padecimientos. Aunque siemprese ha dicho lo contrario, ambas han adolecido de un dbilrastreo positivista; reticencia al trabajo annimo y calladosobre fuentes primarias y sistemas de cotejamiento ycomprobacin derivados de ellas; fuerte pragmatismoexpresado en tendencias a esquemas apriorsticosjustificativos de las razones polticas o ideolgicas que encada caso se consideren vlidas; relegamiento y hastamenosprecio hacia el valor cientfico y cultural de losestudios de casos y las historias locales; divorcio entre lahistoria y la sociologa; insuficiencia en los anlisis de lasequivalencias funcionales y activas entre base ysuperestructura; ausencia de trabajos sobre cotidianidad,modalidades de familia, dinmica de grupos sociales.Todas esas carencias se mantienen dentro de las referenciasuna y otra vez repetidas de manera acrtica. No obstante,ha habido saludables esfuerzos de integralidad que salvanun tanto el honor del gremio, como los de Julio LeRiverend, Manuel Moreno Fraginals, Juan Prez de LaRiva y Jorge Ibarra. Sean bienvenidos.

    Pero aun as, sigue siendo descomunal la desigualdadentre el inmenso tesoro histrico del pueblo cubano y loque los historiadores hemos podido extraer y mostrar del. Para superar los niveles actuales, muchas veces capciosos,

    del debate en cuestin, lo primero es reconocer en suverdadera estatura este desequilibrio.

    Parece aconsejable y hasta prudente adelantar, slo entanto que invitacin a la reflexin, algunas consideraciones.

    La referida plida aproximacin a un inventario dedeficiencias e insuficiencias, el pragmatismo interesado deuna impronta doctrinal u otra, la supeditacin del ejerciciocientfico al oportunismo poltico de derecha o deizquierda, son, en el fondo, otras tantas evidencias de ciertasnocivas proclividades existentes entre nosotros, que ya hesealado en alguna ocasin anterior. Estas consisten enfavorecer lo inmediato antes que lo importante; a supeditarla importancia de aquello que se considera -aunque nosiempre con suficiente razn- urgente y perentorio.

    Todo ello ha conducido, y en buena medida sigueconduciendo, a un alejamiento de nosotros mismos, a unasuerte de extraamiento de nuestra propia corporeidadhistrica, a una voluntad de no buscar u olvidar razones ycontingencias formativas de superior calado; a undistanciamiento de una posible y necesaria explicacinprofunda de nosotros, por nosotros mismos, desdenuestras propias perspectivas.

    Hay que reconocer la nefasta influencia de un alto ndicede dependencia intelectual al extranjero, de una latitud uotra. Esta dependencia es una relacin inferiorizante ysubdesarrollante en cualquier caso. La dependencia esten la raz de toda pobreza de pensamiento.

    La voluntad creadora de autorreflexin nacional deJos Mart, su solicitud de utilizacin del mundo, peroconservando siempre nuestra especfica naturaleza, no seha visto correspondida en muchos momentos de nuestroquehacer terico, y en numerosas coyunturas de nuestraprctica poltica. El facilismo imitativo siempre estril,expresin de un utilitarismo pedestre e inmediato, haimpedido una lectura profunda de otras alternativas deexpresin y de accin. Este ha dejado sus huellas en lahistoria y el recuento de lo que no se debe hacer, en muestrastan distanciadas en el tiempo, las intenciones y las ideologas,como el entorno plattista de la Constitucin de 1901, y laadvocacin e invocacin a la inalterabilidad de nuestrafiliacin junto a una Europa del Este socialista, contenidaen la Carta Fundamental de 1976. Habra sido preferibleque ninguna de las dos situaciones hubiese ocurrido. Peronada de lo que ya est en la historia se puede sacar de ella,por mucho que nos disguste. Un abordaje serio dereconstruccin y de ponderacin ha de reconocer que, sien el primer caso fue una circunstancia impuesta por elentonces emergente imperialismo yanqui, en el segundofue un gesto gratuito nuestro. Todo ello comporta,obviamente, implicaciones culturales.

    Alcanzar una perspectiva en trminos de teora de lahistoria, a la altura de la historia factual que el pueblo cubanoha construido y construye, requiere del anlisisdesapasionado de todos nuestros vicios y errores, entreellos la propensin al copismo y la repeticin, al culto a la

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    mentira, a la inexactitud y al olvido interesados, aun cuandose amparen en supuestas razones polticas superiores.

    Es necesario un sostenido esfuerzo interdisciplinario,en un contexto fraternal de permanente debate cientfico,que nos permita la estructuracin de un cuerpo categorialcapaz, a su vez, de facilitarnos el conocimiento recurrentede nosotros mismos en las complejsimas concurrenciasen que ese nosotros se ha venido dando a lo largo de cincosiglos y se sigue manifestando todava. Para obtener esosinstrumentos y esa metodologa, hay que hurgar en todaslas determinaciones, como deca a Mart, propias y naturalespresentes, evidentes o no, en nuestro acontecer. Hay queutilizar la conceptualstica de ms alta precisin que nospueda ofrecer el desarrollo de las ciencias sociales en todoel planeta.

    No pueden continuar existiendo zonas o espaciostabes para la investigacin histrica, como en buenamedida lo ha sido el carcter trgico de nuestra primerarepblica. Entre estas zonas se encuentran la capacidaddisolvente y paralizante de la dependencia y el chantajeintervencionista; las consecuencias y derivaciones de laesclavitud, su incidencia en una gama de prejuicios racialesal parecer ms amplia de la que comnmente se hasupuesto, y en los hbitos de consumo por encima de losproductivos, la vagancia y la delincuencia; lasinconsecuencias del Partido Comunista del 30 al 45 y loque esto pudo significar para las izquierdas en general y elmovimiento obrero en particular; los aportes de cadasector al proceso de la cubana, desde la burguesaterrateniente del siglo XIX hasta los sectores mediosintelectuales del XX. Sobre este ltimo tema es necesarioreconocer que Delmonte, Saco, Montoro, Giberga, ascomo Maach y Santovenia, no slo fueron representantesy portavoces de las clases explotadoras, como tambinpudieron serio Varona y Fernando Ortiz, sino al igual queestos ltimos enriquecieron con su pensamiento y su prosael conjunto de cualidades que nos definen como Nacin.Aun hay mucho que decir del perodo entre el 4 deseptiembre del 33 y el 14 de enero del 34, en que la violenciaarmada alcanz en la capital niveles no cabalmenteregistrados; o la importancia que tuvieron dentro delproletariado cubano, durante varios aos, las organizacionestrotskistas; o el peso de los movimientos migratorios detoda esa poca sobre las posibilidades de radicalizacinsocial; o los gobiernos autnticos, el chibasismo, y las razonesprofundas del cuartelazo del 10 de marzo.

    Los cubanos nos enfrentamos a un reto de tremendaresponsabilidad: procurar responder a la pregunta de qunos puede decir el pasado en relacin con nuestro presentey con nuestro futuro. O, si se prefiere, cmo hemospodido llegar a la situacin en que nos encontramos hoy?

    Salta a la vista que no puede haber intento decontestacin alguna si la etapa revolucionaria, del 59 a lafecha, no se abre tambin al estudio sereno y riguroso.Esto no es una simple solicitud de recreacin intelectual,

    sino una condicin indispensable para que el pueblo cubanosalga, por s mismo y de manera consciente, victorioso dela penosa encrucijada en que se encuentra hoy. Es, adems,un justo reclamo de todas las fuerzas progresistas delmundo comprometidas con el destino de Cuba, porqueven en Cuba su propia esperanza.

    Si no se asume de manera responsable ese anlisis, sincortapisas ni escamoteos, la sociedad cubana podr salirdel bloqueo y del perodo especial, pero no ser en absoluto,cuando salga, una sociedad revolucionaria.

    Si esas iniciativas no son tomadas por los historiadorescubanos residentes en la isla, las harn suyas -las estnhaciendo ya suyas- los cubanlogos del exterior.

    Las reflexiones sobre las alternativas del proyectorevolucionario cubano, vistas con todas las contingenciascon que en realidad se dieron, son las ms importantesexigencias del trabajo historiogrfico entre nosotros. Esdifcil, por el papel protagnico de sectores y personas,por suerte an vivos y actuantes en nuestro pueblo. Quizsesa dificultad pudiera trocarse en ventaja, de encontrarseuna va expedita, respetuosa y fraternal, de comunicacin,de intercambios y de consulta, en mbitos de garantapoltica y acadmica. La agenda de este intercambio seramuy amplia.

    Entre otros aspectos, pudieran figurar las secuencias ymodalidades del enfrentamiento revolucin/contrarrevolucin; la dinmica entre las alternativasreformistas y revolucionarias; la lgica en el dibujamientode las clases sociales y su correspondencia con grupos depresin o de expresin; las relaciones entre economa ysociedad, entre productividad y justicia social; el peso dela confrontacin exterior con los EE.UU. en cuanto a lavelocidad y la eficiencia de los cambios internos en Cuba;las formulaciones reales de las relaciones con la antiguaURSS; las expectativas en tomo a cambios revolucionariosen otros lugares del continente y el mundo; la obligatoriedadde las especficas concreciones de medidas al parecer tancontrovertibles como la segunda ley de reforma agraria yla ofensiva revolucionaria del 67-68; la ponderacin de laexistencia o no de cuadros tcnicos y especialistascabalmente calificados para sustituir a los que emigrabanpor rechazo a las leyes de nacionalizacin; las distintasvariantes de anexionismo y la dimensin antimperialista,nica quizs, del proceso en su conjunto.

    Abordar esta nmina, y aun una mucho mas amplia ydetallada, puede resultar trabajoso y, a ratos, desagradable.Pero propongo que lo peor que puede suceder es noabordarla precisamente ahora, en que la guerra principalque se nos hace es una guerra de pensamiento.

    , 1995