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165 Cuento salido de un cuadrollegar pronto porque el viento era cada vez más fuerte. 3 E CUENTO SALIDO DE UN CUADRO 2 n mi casa hay una pieza cuyas paredes están totalmente cubiertas

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  • Fernando Olavarría Gabler

    165C U E N T O S PA R A E N T R E T E N E R E L A L M A

    CUENTO SALIDO DE UN CUADRO

  • Fernando Olavarría Gabler

    Inscripción Registro de Propiedad Intelectual Nº 37100. Chile.© Fernando Olavarría Gabler.

    C U E N T O S PA R A E N T R E T E N E R E L A L M A

    CUENTO SALIDO DE UN CUADRO

  • Fernando Olavarría Gabler

    Inscripción Registro de Propiedad Intelectual Nº 37100. Chile.© Fernando Olavarría Gabler.

    C U E N T O S PA R A E N T R E T E N E R E L A L M A

    CUENTO SALIDO DE UN CUADRO

  • n mi casa hay una pieza cuyas paredes están totalmente cubiertas con cuadros al óleo. En uno de éstos se ve en la tela una superficie vertical, plena de colores, en la cual un joven la está escalando. Se titula El Escalador de Colores. De ese cuadro nació el cuento que vas a leer. La noche estaba oscura, hacía mucho frío .Un viento helado atravesaba nuestras vestimentas y llegaba hasta nuestros entumidos cuerpos. María Cristina y yo estábamos perdidos en la montaña y caminábamos fatigosamente por un terreno plano situado a gran altura en la zona central de la cordillera de los Andes. Éste estaba rodeado por enormes montículos rocosos. La oscuridad y las enormes rocas no nos permitían ver lo que había algunos metros más allá y todo aquello aumentaba nuestra aflicción. De improviso divisamos a lo lejos una luz amarillenta que nos calmó los ánimos. Pensamos que era la luz de un refugio y apresuramos el paso para llegar pronto porque el viento era cada vez más fuerte.

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  • n mi casa hay una pieza cuyas paredes están totalmente cubiertas con cuadros al óleo. En uno de éstos se ve en la tela una superficie vertical, plena de colores, en la cual un joven la está escalando. Se titula El Escalador de Colores. De ese cuadro nació el cuento que vas a leer. La noche estaba oscura, hacía mucho frío .Un viento helado atravesaba nuestras vestimentas y llegaba hasta nuestros entumidos cuerpos. María Cristina y yo estábamos perdidos en la montaña y caminábamos fatigosamente por un terreno plano situado a gran altura en la zona central de la cordillera de los Andes. Éste estaba rodeado por enormes montículos rocosos. La oscuridad y las enormes rocas no nos permitían ver lo que había algunos metros más allá y todo aquello aumentaba nuestra aflicción. De improviso divisamos a lo lejos una luz amarillenta que nos calmó los ánimos. Pensamos que era la luz de un refugio y apresuramos el paso para llegar pronto porque el viento era cada vez más fuerte.

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    Al aproximarnos nos encontramos con un edificio de un piso, bastante espacioso, cuyas paredes estaban formadas por grandes y gruesos cristales que dejaban ver lo que ocurría adentro. En el interior había mucha gente. Estaban sentados alrededor de numerosas mesas y conversaban alegremente. En uno de los magníficos cristales divisamos una puerta, también de cristal, que nos invitaba a pasar. El viento y el frío eran cada vez más intensos y sin vacilar abrimos la puerta y entramos. Cercana a la puerta había una mesa desocupada y nos acomodamos allí para observar a las personas que nos rodeaban. Sus rostros irradiaban una infinita bondad. Conversaban en un idioma que no entendíamos y sus alegres risas eran contagiosas. Tanto las mujeres como los hombres eran hermosos y al vernos nos saludaron con afecto. Todo el ambiente era festivo y provocaba felicidad. De improviso se aproximó a nuestra mesa una joven portando dos jarros de leche con chocolate. Me llamó la atención que la joven era muy parecida, casi idéntica, a María Cristina y sonriendo nos expresó que esa leche nos salvaría de morir de frío en esas alturas. Bebimos con gran placer la reconfortante bebida, hasta la última gota y eso nos quitó el hambre y la fatiga. Entonces observé que María Cristina miraba atentamente el interior de su jarro y me decía que veía una especie de luz muy extraña. Debe ser la luz que tienes sobre tu cabeza que se refleja en el fondo del jarro -le dije- pero ella no me escuchó y acercando su rostro a la boca del jarro, su cuerpo

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    Al aproximarnos nos encontramos con un edificio de un piso, bastante espacioso, cuyas paredes estaban formadas por grandes y gruesos cristales que dejaban ver lo que ocurría adentro. En el interior había mucha gente. Estaban sentados alrededor de numerosas mesas y conversaban alegremente. En uno de los magníficos cristales divisamos una puerta, también de cristal, que nos invitaba a pasar. El viento y el frío eran cada vez más intensos y sin vacilar abrimos la puerta y entramos. Cercana a la puerta había una mesa desocupada y nos acomodamos allí para observar a las personas que nos rodeaban. Sus rostros irradiaban una infinita bondad. Conversaban en un idioma que no entendíamos y sus alegres risas eran contagiosas. Tanto las mujeres como los hombres eran hermosos y al vernos nos saludaron con afecto. Todo el ambiente era festivo y provocaba felicidad. De improviso se aproximó a nuestra mesa una joven portando dos jarros de leche con chocolate. Me llamó la atención que la joven era muy parecida, casi idéntica, a María Cristina y sonriendo nos expresó que esa leche nos salvaría de morir de frío en esas alturas. Bebimos con gran placer la reconfortante bebida, hasta la última gota y eso nos quitó el hambre y la fatiga. Entonces observé que María Cristina miraba atentamente el interior de su jarro y me decía que veía una especie de luz muy extraña. Debe ser la luz que tienes sobre tu cabeza que se refleja en el fondo del jarro -le dije- pero ella no me escuchó y acercando su rostro a la boca del jarro, su cuerpo

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    entero comenzó a introducirse en el interior de él, como si fuese un suave y ondulante tul de seda... ¡Hasta que desapareció completamente! Yo estaba aterrorizado y no podía moverme de mi asiento. Las piernas y los brazos no respondían. Entonces, un joven de una mesa vecina, me dijo que no tuviera miedo, que mi esposa estaba en el centro del bosque y que la fuera a buscar. -¿Qué bosque? Pregunté. -El bosque que se haya al Norte de este edificio. Anda a buscarla, me dijo. Ella te está esperando. Partí, sin despedirme de nadie ni agradecer el dato que me habían proporcionado y cerrando bruscamente la puerta de cristal me lancé presuroso a buscar a mi esposa en medio de la oscuridad. No me fue difícil encontrar el bosque porque estaba vecino al edificio de cristal y era muy extenso. Caminé por entre las ramas y troncos sufriendo caídas en varias ocasiones que no aminoraron mi voluntad de avanzar. Hasta que, casi sin fuerzas, llegué a un claro y allí, en el centro de él, sentada sobre un viejo tronco que yacía en el suelo estaba mi querida esposa. Pleno de júbilo corrí hacia ella y nos abrazamos y besamos con gran felicidad. -Sabía que me ibas a encontrar, dijo María Cristina. -¿Por qué sabías? -Porque me lo dijo esa joven que se parece a mí. -¿Qué te dijo?

    -Muchas cosas. -Me dijo que no volviéramos a la casa de cristal porque ya no existía. Que siguiéramos caminando hasta salir del bosque. Allí nos encontraríamos con el “escalador de colores” y él nos daría instrucciones para regresar a nuestro hogar sanos y salvos. Partimos felices tomados de la mano. Amanecía. Una tenue luz penetraba por entre las ramas y troncos y le daba al bosque un aspecto maravilloso. Caminamos toda la mañana y finalmente salimos del bosque. Nos encontramos con un paisaje rocoso con altas montañas y profundos precipicios. Para suerte nuestra había un sendero zigzagueante entre las rocas que pudimos seguir sin dificultad. Era mediodía cuando llegamos frente a un gran paredón de granito cubierto con lindos colores. Subiendo por esta muralla vertical estaba un joven vestido con traje de gimnasia azul, que, sujeto con los pies y dedos de las manos ascendía lentamente. Le gritamos si él era el escalador de colores y nos respondió que era él mismo. Tengo un recado para ustedes -nos dijo- . La joven que les dio los jarros de leche les trajo comida y la dejó a los pies de este paredón. En realidad allí estaba, delante de nosotros. Empezamos a comer y continuamos conversando con el escalador. -¿Usted conoce a esa joven? -Sí, a todos ellos.

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    entero comenzó a introducirse en el interior de él, como si fuese un suave y ondulante tul de seda... ¡Hasta que desapareció completamente! Yo estaba aterrorizado y no podía moverme de mi asiento. Las piernas y los brazos no respondían. Entonces, un joven de una mesa vecina, me dijo que no tuviera miedo, que mi esposa estaba en el centro del bosque y que la fuera a buscar. -¿Qué bosque? Pregunté. -El bosque que se haya al Norte de este edificio. Anda a buscarla, me dijo. Ella te está esperando. Partí, sin despedirme de nadie ni agradecer el dato que me habían proporcionado y cerrando bruscamente la puerta de cristal me lancé presuroso a buscar a mi esposa en medio de la oscuridad. No me fue difícil encontrar el bosque porque estaba vecino al edificio de cristal y era muy extenso. Caminé por entre las ramas y troncos sufriendo caídas en varias ocasiones que no aminoraron mi voluntad de avanzar. Hasta que, casi sin fuerzas, llegué a un claro y allí, en el centro de él, sentada sobre un viejo tronco que yacía en el suelo estaba mi querida esposa. Pleno de júbilo corrí hacia ella y nos abrazamos y besamos con gran felicidad. -Sabía que me ibas a encontrar, dijo María Cristina. -¿Por qué sabías? -Porque me lo dijo esa joven que se parece a mí. -¿Qué te dijo?

    -Muchas cosas. -Me dijo que no volviéramos a la casa de cristal porque ya no existía. Que siguiéramos caminando hasta salir del bosque. Allí nos encontraríamos con el “escalador de colores” y él nos daría instrucciones para regresar a nuestro hogar sanos y salvos. Partimos felices tomados de la mano. Amanecía. Una tenue luz penetraba por entre las ramas y troncos y le daba al bosque un aspecto maravilloso. Caminamos toda la mañana y finalmente salimos del bosque. Nos encontramos con un paisaje rocoso con altas montañas y profundos precipicios. Para suerte nuestra había un sendero zigzagueante entre las rocas que pudimos seguir sin dificultad. Era mediodía cuando llegamos frente a un gran paredón de granito cubierto con lindos colores. Subiendo por esta muralla vertical estaba un joven vestido con traje de gimnasia azul, que, sujeto con los pies y dedos de las manos ascendía lentamente. Le gritamos si él era el escalador de colores y nos respondió que era él mismo. Tengo un recado para ustedes -nos dijo- . La joven que les dio los jarros de leche les trajo comida y la dejó a los pies de este paredón. En realidad allí estaba, delante de nosotros. Empezamos a comer y continuamos conversando con el escalador. -¿Usted conoce a esa joven? -Sí, a todos ellos.

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    -¿Quiénes son ellos? -Los que estaban en la casa de cristal. Son ángeles efímeros. Ellos no poseen esa cualidad. Se caracterizan por crear cosas que duran poco tiempo y después desaparecen. Puede ser una cosa muy pequeña hasta algo gigantesco. Si ustedes desearan visitar la casa de cristal ésta ya no existe. Ha desaparecido. El recado que me dio la joven que se parece a usted y su nombre es María Cristina, fue que, deberían bajar al valle, pronto, por medio del carro de acero que, como les he explicado, éste va a desaparecer. En corto tiempo más ya no va a existir. -Pero ¿Dónde está ese carro? -Si caminan por ese sendero que está a la izquierda de ustedes, lo encontrarán. Vayan con prisa y no tengan miedo, porque el sendero se construyó al costado de un abismo. Nos despedimos del escalador y continuamos nuestro andar con mucho miedo porque el sendero era muy angosto y estaba excavado -como había dicho el escalador- en la pared de un tenebroso y profundo abismo. Llegamos al final del sendero donde había una plataforma de superficie plana. Sobre esta roca granítica estaba el carro. Era de forma cúbica. Su pared delantera que daba al valle, era transparente, y las otras eran de acero. En las cuatro paredes había ruedas. Cuatro ruedas metálicas en cada pared, que tomaban contacto con unos

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    -¿Quiénes son ellos? -Los que estaban en la casa de cristal. Son ángeles efímeros. Ellos no poseen esa cualidad. Se caracterizan por crear cosas que duran poco tiempo y después desaparecen. Puede ser una cosa muy pequeña hasta algo gigantesco. Si ustedes desearan visitar la casa de cristal ésta ya no existe. Ha desaparecido. El recado que me dio la joven que se parece a usted y su nombre es María Cristina, fue que, deberían bajar al valle, pronto, por medio del carro de acero que, como les he explicado, éste va a desaparecer. En corto tiempo más ya no va a existir. -Pero ¿Dónde está ese carro? -Si caminan por ese sendero que está a la izquierda de ustedes, lo encontrarán. Vayan con prisa y no tengan miedo, porque el sendero se construyó al costado de un abismo. Nos despedimos del escalador y continuamos nuestro andar con mucho miedo porque el sendero era muy angosto y estaba excavado -como había dicho el escalador- en la pared de un tenebroso y profundo abismo. Llegamos al final del sendero donde había una plataforma de superficie plana. Sobre esta roca granítica estaba el carro. Era de forma cúbica. Su pared delantera que daba al valle, era transparente, y las otras eran de acero. En las cuatro paredes había ruedas. Cuatro ruedas metálicas en cada pared, que tomaban contacto con unos

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    rieles. A cada pared y sus ruedas le correspondía un riel que sostenía al carro por arriba, por abajo y por los lados. Estos cuatro rieles que mantenían al carro en esa postura, impedían que éste se descarrilara y más aún, que no tuviera la más mínima oscilación en su recorrido. Al observar todo esto, el carro de acero me transmitió seguridad y confianza y se lo manifesté a María Cristina. Nos introducimos en él por la pared trasera y nos sentamos cómodamente en dos asientos. Éstos tenían cinturones de seguridad que no titubeamos en ponernos. -¿Estás lista?, pregunté. -Sí. Estoy lista. -Entonces, pulsa el botón que está a tu derecha. Se oyó un clic y el carro empezó deslizase entre los rieles y a obtener una velocidad vertiginosa. ¡Cada vez mayor! ¡El carro volaba por entre sus rieles! ¡Teníamos la sensación de vacío en nuestros estómagos!, similar a lo que se siente en la montaña rusa pero era mucho mayor. En pocos minutos llegamos al valle. La trayectoria de la línea de rieles pasaba por fuera de la ciudad de Santiago que pudimos apreciar a distancia. El carro había disminuido su velocidad y volábamos por encima de los cerros cercanos a la costa. La carrera se hizo cada vez más lenta y los rieles nos llevaron por el lecho seco de un estero. El paisaje me era conocido, era el estero de Marga Marga. ¡Estábamos cerca de

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    rieles. A cada pared y sus ruedas le correspondía un riel que sostenía al carro por arriba, por abajo y por los lados. Estos cuatro rieles que mantenían al carro en esa postura, impedían que éste se descarrilara y más aún, que no tuviera la más mínima oscilación en su recorrido. Al observar todo esto, el carro de acero me transmitió seguridad y confianza y se lo manifesté a María Cristina. Nos introducimos en él por la pared trasera y nos sentamos cómodamente en dos asientos. Éstos tenían cinturones de seguridad que no titubeamos en ponernos. -¿Estás lista?, pregunté. -Sí. Estoy lista. -Entonces, pulsa el botón que está a tu derecha. Se oyó un clic y el carro empezó deslizase entre los rieles y a obtener una velocidad vertiginosa. ¡Cada vez mayor! ¡El carro volaba por entre sus rieles! ¡Teníamos la sensación de vacío en nuestros estómagos!, similar a lo que se siente en la montaña rusa pero era mucho mayor. En pocos minutos llegamos al valle. La trayectoria de la línea de rieles pasaba por fuera de la ciudad de Santiago que pudimos apreciar a distancia. El carro había disminuido su velocidad y volábamos por encima de los cerros cercanos a la costa. La carrera se hizo cada vez más lenta y los rieles nos llevaron por el lecho seco de un estero. El paisaje me era conocido, era el estero de Marga Marga. ¡Estábamos cerca de

    C U E N T O S A L I D O D E U N C UA D R O

  • Fin

    nuestra casa! El carro de acero se detuvo debajo del puente Lusitania. Abrimos la puerta y salimos de él. Cuando caminábamos sobre el puente en dirección a nuestra casa, María Cristina me preguntó: -¿Qué piensas de la joven que era muy parecida a mí y teníamos el mismo nombre? -Pienso que esa joven era tu ángel de la guarda y que pertenece a la familia de los ángeles efímeros. Te puedo asegurar que el carro de acero y la inmensa línea de rieles ya han desaparecido.

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    nuestra casa! El carro de acero se detuvo debajo del puente Lusitania. Abrimos la puerta y salimos de él. Cuando caminábamos sobre el puente en dirección a nuestra casa, María Cristina me preguntó: -¿Qué piensas de la joven que era muy parecida a mí y teníamos el mismo nombre? -Pienso que esa joven era tu ángel de la guarda y que pertenece a la familia de los ángeles efímeros. Te puedo asegurar que el carro de acero y la inmensa línea de rieles ya han desaparecido.

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  • 83 Historia de un sapo de cuatro ojos84 La rosa blanca85 Las piedras preciosas86 El mensaje de Moisés87 La bicicleta88 El maravilloso viaje de Ferdinando89 La prisión transparente90 El espárrago de oro de Rigoberto Alvarado91 El insectario92 La gruta de la suprema armonía93 El Castillo del Desván Inclinado94 El Teatro95 Las galletas de ocho puntas96 La prisión de Nina97 Una clase de Anatomía98 Consuelo99 Purezza100 La Bruja del Mediodía101 Un soldado a la aventura102 Carda, Cronos, y Cirilo103 Valentina104 Las vacaciones de un ángel105 Ícara106 Las pintorescas aventuras de Adalgisa, condesa de Bosque Verde107 El viejo del saco108 La coronación de Airolga109 Cinisca110 La dulce sonrisa de Aristodella111 Bluewood112 El misterio de la gruta aspirativa113 El Castillo de los Duendes114 El Jardín de Hada115 El Castillo de los vikingos116 El monstruo del río Abuná117 La Alquimia de tres doncellas118 La Casa vacía119 El Bosque Encantado120 El Desfile Onírico121 El Templo Curativo de Yi Sheng122 El soldado ruso123 El taco124 El Vendedor ambulante125 El viaje del Científico a la Isla de los Diamantes126 La Dama Azul127 Congrio a la corneta128 El Jabalí Rinoceronte y El Palacio de Oro129 El Elefante de Plata130 Insólito despertar131 El Gallo verde132 Jack in the Box y la Diligencia Transparente 133 El Afilador de Cuchillos 134 El Ratoncito de Oro 135 El Molino de agua y el retrato de Cecilia Gallerani136 El Árbol de Navidad137 La veleta de la casa del vecino138 La Granja139 El marcapaso cerebral140 Dos hechos inexplicables y uno no.141 Los singulares ojos de Fly Mosquiati.142 La alfombra blanca.143 El Puente144 La Barcaza de pan145 La Mansión de las Hadas146 Una especial celebración147 Sofía Andrea y el abuelo volador148 AORATI GYNAIKA149 El Duende del ladrillo150 Magdalena Paz y el gnomo Losarig151 La Mansión resplandeciente152 Martiño y la Mariposa Maribel153 El Hada Mágica154 El Hombrecito Brillante.155 El Hombre con faz de espejo dental.156 El pescado varado.157 Escalada vertical.158 Maniquies.159 El Meteorito Dorado160 Little Bing161 El Hada Lorenzina162 Cisna, la princesa hechizada163 La princesa Ulrica164 Matías y el Hada Lagartija165 Cuento salido de un cuadro 166 El Gigante y su hijita

    Otros títulos de la colección “Cuentos para entretener el alma”

    01 El sol con imagen de cacahuete02 El valle de los elfos de Tolkien03 El palacio04 El mago del amanecer y el atardecer05 Dionysia06 El columpio07 La trapecista del circo pobre08 El ascensor09 La montaña rusa10 La foresta encantada11 El Mágico12 Eugenia la Fata13 Arte y belleza de alma14 Ocho patas15 Esculapis16 El reino de los espíritus niños17 El día en que el señor diablo cambio el atardecer por el amanecer 18 El mimetista críptico19 El monedero, el paraguas y las gafas mágicas de don Estenio20 La puerta entreabierta21 La alegría de vivir22 Los ángeles de Tongoy23 La perla del cielo24 El cisne25 La princesa Mixtura26 El ángel y el gato27 El invernadero de la tía Elsira28 El dragón29 Navegando en el Fritz30 La mano de Dios31 Virosis32 El rey Coco33 La Posada del Camahueto34 La finaíta35 La gruta de los ángeles36 La quebrada mágica37 El ojo del ángel en el pino y la vieja cocina38 La pompa de jabón39 El monje40 Magda Utopia41 El juglar42 El sillón43 El gorro de lana del hada Melinka44 Las hojas de oro45 Alegro Vivache46 El hada Zudelinda, la de los zapatos blancos47 Belinda y las multicolores aves del árbol del destino48 Dos puentes entre tres islas49 Las zapatillas mágicas50 El brujo arriba del tejado y las telas de una cebolla51 Pituco y el Palacio del tiempo52 Neogénesis53 Una luz entre las raíces54 Recóndita armonía55 Roxana y los gansos azules56 El aerolito57 Uldarico58 Citólisis59 El pozo60 El sapo61 Extraño aterrizaje62 La nube63 Landrú64 Los habitantes de la tierra65 Alfa, Beta y Gama66 Angélica67 Angélica II68 El geniecillo Din69 El pajarillo70 La gallina y el cisne de cuello negro71 El baúl de la tía Chepa72 Chatarra espacial73 Pasado, presente y futuro mezclados en una historia policroma dentro de un frasco de gomina74 Esperamos sus órdenes General75 Los zapatos de Fortunata76 El organillero, la caja mágica y los poemas de Li Po77 El barrio de los artistas78 La lámpara de la bisabuela79 Las hadas del papel del cuarto verde80 El Etéreo81 El vendedor de tarjetas de navidad82 El congreso de totems

  • 83 Historia de un sapo de cuatro ojos84 La rosa blanca85 Las piedras preciosas86 El mensaje de Moisés87 La bicicleta88 El maravilloso viaje de Ferdinando89 La prisión transparente90 El espárrago de oro de Rigoberto Alvarado91 El insectario92 La gruta de la suprema armonía93 El Castillo del Desván Inclinado94 El Teatro95 Las galletas de ocho puntas96 La prisión de Nina97 Una clase de Anatomía98 Consuelo99 Purezza100 La Bruja del Mediodía101 Un soldado a la aventura102 Carda, Cronos, y Cirilo103 Valentina104 Las vacaciones de un ángel105 Ícara106 Las pintorescas aventuras de Adalgisa, condesa de Bosque Verde107 El viejo del saco108 La coronación de Airolga109 Cinisca110 La dulce sonrisa de Aristodella111 Bluewood112 El misterio de la gruta aspirativa113 El Castillo de los Duendes114 El Jardín de Hada115 El Castillo de los vikingos116 El monstruo del río Abuná117 La Alquimia de tres doncellas118 La Casa vacía119 El Bosque Encantado120 El Desfile Onírico121 El Templo Curativo de Yi Sheng122 El soldado ruso123 El taco124 El Vendedor ambulante125 El viaje del Científico a la Isla de los Diamantes126 La Dama Azul127 Congrio a la corneta128 El Jabalí Rinoceronte y El Palacio de Oro129 El Elefante de Plata130 Insólito despertar131 El Gallo verde132 Jack in the Box y la Diligencia Transparente 133 El Afilador de Cuchillos 134 El Ratoncito de Oro 135 El Molino de agua y el retrato de Cecilia Gallerani136 El Árbol de Navidad137 La veleta de la casa del vecino138 La Granja139 El marcapaso cerebral140 Dos hechos inexplicables y uno no.141 Los singulares ojos de Fly Mosquiati.142 La alfombra blanca.143 El Puente144 La Barcaza de pan145 La Mansión de las Hadas146 Una especial celebración147 Sofía Andrea y el abuelo volador148 AORATI GYNAIKA149 El Duende del ladrillo150 Magdalena Paz y el gnomo Losarig151 La Mansión resplandeciente152 Martiño y la Mariposa Maribel153 El Hada Mágica154 El Hombrecito Brillante.155 El Hombre con faz de espejo dental.156 El pescado varado.157 Escalada vertical.158 Maniquies.159 El Meteorito Dorado160 Little Bing161 El Hada Lorenzina162 Cisna, la princesa hechizada163 La princesa Ulrica164 Matías y el Hada Lagartija165 Cuento salido de un cuadro 166 El Gigante y su hijita

    Otros títulos de la colección “Cuentos para entretener el alma”

    01 El sol con imagen de cacahuete02 El valle de los elfos de Tolkien03 El palacio04 El mago del amanecer y el atardecer05 Dionysia06 El columpio07 La trapecista del circo pobre08 El ascensor09 La montaña rusa10 La foresta encantada11 El Mágico12 Eugenia la Fata13 Arte y belleza de alma14 Ocho patas15 Esculapis16 El reino de los espíritus niños17 El día en que el señor diablo cambio el atardecer por el amanecer 18 El mimetista críptico19 El monedero, el paraguas y las gafas mágicas de don Estenio20 La puerta entreabierta21 La alegría de vivir22 Los ángeles de Tongoy23 La perla del cielo24 El cisne25 La princesa Mixtura26 El ángel y el gato27 El invernadero de la tía Elsira28 El dragón29 Navegando en el Fritz30 La mano de Dios31 Virosis32 El rey Coco33 La Posada del Camahueto34 La finaíta35 La gruta de los ángeles36 La quebrada mágica37 El ojo del ángel en el pino y la vieja cocina38 La pompa de jabón39 El monje40 Magda Utopia41 El juglar42 El sillón43 El gorro de lana del hada Melinka44 Las hojas de oro45 Alegro Vivache46 El hada Zudelinda, la de los zapatos blancos47 Belinda y las multicolores aves del árbol del destino48 Dos puentes entre tres islas49 Las zapatillas mágicas50 El brujo arriba del tejado y las telas de una cebolla51 Pituco y el Palacio del tiempo52 Neogénesis53 Una luz entre las raíces54 Recóndita armonía55 Roxana y los gansos azules56 El aerolito57 Uldarico58 Citólisis59 El pozo60 El sapo61 Extraño aterrizaje62 La nube63 Landrú64 Los habitantes de la tierra65 Alfa, Beta y Gama66 Angélica67 Angélica II68 El geniecillo Din69 El pajarillo70 La gallina y el cisne de cuello negro71 El baúl de la tía Chepa72 Chatarra espacial73 Pasado, presente y futuro mezclados en una historia policroma dentro de un frasco de gomina74 Esperamos sus órdenes General75 Los zapatos de Fortunata76 El organillero, la caja mágica y los poemas de Li Po77 El barrio de los artistas78 La lámpara de la bisabuela79 Las hadas del papel del cuarto verde80 El Etéreo81 El vendedor de tarjetas de navidad82 El congreso de totems

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