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Palabras del Presidente de la República, José Mujica, en su audición por Radio Uruguay, correspondiente al 18 de junio de 2013. Es un gusto, amigos, saludarlos a través de este espacio, en estos tiempos, días un tanto convulsionados, porque naturalmente en cada Rendición de Cuentas resulta casi una tradición, y es natural que la gente, que el funcionariado preocupado por la suerte de su ingreso, de su salario, reivindique, reclame mayor cuota de participación en la distribución del ingreso nacional y, como tal, se moviliza en un país donde existirán las limitaciones que se quieran pero está clara la garantía de las libertades, del derecho a movilizarse, a expresarse, a la lucha por las reivindicaciones. Resulta natural que así sea. Hay que reconocer que en parte, por lo menos, de esas movilizaciones existen razones válidas, existen expectativas que son válidas y que en definitiva expresan, en parte, las ineludibles desigualdades que existen en nuestra sociedad. Como Gobierno no se tiene la varita mágica de contar con recursos infinitos. Esos recursos son siempre acotados, y como tal ante la multitud de reclamos y de causas, muchísimas de ellas justas, el Gobierno tiene la tarea de cómo distribuye aquello con lo cual pueda disponer. No es sencilla esa tarea. ¿Por qué doy a unos? ¿Por qué no doy a otros? ¿Cuánto doy? ¿Cuánto disponemos? ¿Y cómo se refleja cualquier compromiso hacia el futuro en el conjunto de la realidad económica que vive nuestra sociedad? Los recursos disponibles expresan la masa de recursos que, de una forma u otra, fiscalmente el Gobierno extrae de la actividad global de la población y de la gente. Los recursos salen, en última instancia, del campo del trabajo, que es el único que multiplica los panes. Aquí no existe el dedo de Dios tratando de multiplicar los peces por más infinito. Existe una cosa bien tangible, que es el trabajo el que multiplica los bienes. Claro, resulta lógico que aquellos que

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Discurso Mujica

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Palabras del Presidente de la República, José Mujica, en su audición por Radio Uruguay, correspondiente al 18 de junio de 2013.

Es un gusto, amigos, saludarlos a través de este espacio, en estos tiempos, días un tanto convulsionados, porque naturalmente en cada Rendición de Cuentas resulta casi una tradición, y es natural que la gente, que el funcionariado preocupado por la suerte de su ingreso, de su salario, reivindique, reclame mayor cuota de participación en la distribución del ingreso nacional y, como tal, se moviliza en un país donde existirán las limitaciones que se quieran pero está clara la garantía de las libertades, del derecho a movilizarse, a expresarse, a la lucha por las reivindicaciones. Resulta natural que así sea.

Hay que reconocer que en parte, por lo menos, de esas movilizaciones existen razones válidas, existen expectativas que son válidas y que en definitiva expresan, en parte, las ineludibles desigualdades que existen en nuestra sociedad.

Como Gobierno no se tiene la varita mágica de contar con recursos infinitos. Esos recursos son siempre acotados, y como tal ante la multitud de reclamos y de causas, muchísimas de ellas justas, el Gobierno tiene la tarea de cómo distribuye aquello con lo cual pueda disponer. No es sencilla esa tarea. ¿Por qué doy a unos? ¿Por qué no doy a otros? ¿Cuánto doy? ¿Cuánto disponemos? ¿Y cómo se refleja cualquier compromiso hacia el futuro en el conjunto de la realidad económica que vive nuestra sociedad?

Los recursos disponibles expresan la masa de recursos que, de una forma u otra, fiscalmente el Gobierno extrae de la actividad global de la población y de la gente. Los recursos salen, en última instancia, del campo del trabajo, que es el único que multiplica los panes. Aquí no existe el dedo de Dios tratando de multiplicar los peces por más infinito. Existe una cosa bien tangible, que es el trabajo el que multiplica los bienes. Claro, resulta lógico que aquellos que

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se sienten más postergados reclamen, y muchas veces esos reclamos hay que reconocer que son justos. El quid de la cuestión es hasta donde podemos llegar sin afectar profundamente los motores más íntimos que en el fondo mueven el campo del trabajo.

Se ha dicho por ahí que en definitiva hay un enlentecimiento, “un enfriamiento” —ha sido la palabra— de la marcha del ciclo económico. Nosotros creemos que no hay enfriamiento hoy, que hace más de dos años que la bonanza de un viento a favor se terminó, y se terminó por varias causas.

Tal vez, la larga crisis europea, de una forma u otra, está repercutiendo; la depreciación creciente que hasta hace poco ha sufrido nuestra moneda, creándole condiciones muy difíciles de poder trabajar y competir en algunas actividades, sobre todo en el orden industrial de nuestro país; a lo que hay que multiplicar los obstáculos surgidos en la región como consecuencia de decisiones defensivas que han tomado los vecinos, también jaqueados por el peso de una naciente crisis, en parte de origen internacional. Es decir, los factores son múltiples, no son uno.

Ante esa evidencia que en realidad el enfriamiento no empezó hoy, sino que en el país no se ha manifestado esencialmente, porque el alto nivel de inversión que ha tenido el país ha sido un agente movilizador, indirectamente, de toda la economía.

El hecho de que haya dificultades en el campo de la exportación, el hecho de que la rentabilidad de muchas funciones económicas tiende a disminuir y ha disminuido, creando dificultades en el campo del trabajo, ha estado más que disimulado en la globalidad, en el todo de la economía, fundamentalmente en función del alto nivel de inversión que el país ha logrado, ya sea por decisiones internas nacionales, del Estado, de las fuerzas de la economía interna, del advenimiento de inversiones desde afuera.

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Ese todo inversor que nos ha llevado a una tasa de inversión inusitada para nuestra historia, nos ha mantenido, en términos reales, con un funcionamiento de la economía positivo, porque una tasa del crecimiento de alrededor del 4 % es más del doble que la tasa histórica del crecimiento del Uruguay.

Es mucho menos que la que podíamos tener en los años de bonanza, es cierto, en esos años de gran impacto de la demanda exterior, es cierto, pero es, históricamente, ese 4 % aproximadamente, con el cual estamos creciendo, más del doble del promedio de crecimiento de la tasa histórica de los últimos 40 o 50 años. Por ello, no es poco lo que hemos logrado y lo que estamos logrando en tiempos donde hace rato que hay tendencia al enfriamiento de la marcha de la economía interna.

Nosotros no creemos que esto sea un fenómeno coyuntural de hoy, esto lleva cerca de dos años. Sin embargo, desde el punto de vista práctico, buena parte del Uruguay ni siquiera se ha dado cuenta, y no se ha dado cuenta porque se ha reflejado positivamente la incidencia de una altísima inversión en el seno de la economía uruguaya. Nosotros creemos y consideramos que esta característica de la alta inversión hay que mantenerla.

El Uruguay debe de seguir trabajando con paciencia para posibilitar el ancho campo de la inversión que, a la larga, es precisamente uno de los agentes principales como multiplicador del trabajo y de la riqueza. Pero, naturalmente, para que exista inversión tiene que haber seguridad, garantía, firmado político, tiene que haber estabilidad y tiene que haber un margen importante de previsibilidad de la economía.

Si el Gobierno descolgara un conjunto de impuestos tratando de acrecentar su realidad fiscal para poder acercarse al tono de la demanda que le están reclamando, correríamos el riesgo —un riesgo muy peligroso— de acotar significativamente el campo de la inversión. Y seguramente lograríamos un pequeño éxito pasajero y propenderíamos,

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precisamente, a perjudicar en el mediano plazo, en forma irreversible, la propia marcha del país. El camino que hemos elegido de facilitar la inversión nos obliga a ser extremadamente cuidadosos.

Por otro lado, cuando uno empieza por reconocer la justicia de los reclamos, tiene en el otro extremo la necesidad imperiosa de no hacerse el sordo. Porque estas son realidades contradictorias con las que hay que navegar. Por eso son días difíciles, difíciles para las decisiones que tiene que tomar el Gobierno. No las tenemos, ni por asomo, resueltas.

No vamos, precisamente, a ser sordos, tampoco vamos a ser tan libérrimos, que dejemos al país ante la perspectiva de un ajuste fiscal o cuestiones por el estilo. No, ¡de ninguna manera! Quiere decir que no estamos cerrados y quiere decir que tampoco los recursos que podemos disponer son infinitos porque al dilema y al peligro de desatar inflación, al peligro de un aumento desmesurado del déficit fiscal, a todos esos peligros les tenemos que sumar que no podemos inducir política práctica que induzca a una retracción en el campo de la inversión, porque eso es comernos las posibilidades del trabajo de mañana.

Pero, por otro lado, por otro lado, esta es parte de las dificultades, también tenemos que reconocer que hay sectores que gravitantemente se sienten enormemente retrasados en el reparto social, que es justo que reclamen, y es muy justo que tratemos de hacer esfuerzos que contribuyan —siquiera en parte— a mitigar ese retraso. Dentro de estos límites el Gobierno tendrá que tomar decisiones. No las tiene. Está haciendo ronda. Está precisamente tratando de evaluar el todo y evaluar cada una de las partes. No es ni tarea sencilla, ni fácil, ni mucho menos cómoda.

Sí, es probable que tengamos que reconocer un error desde el punto de vista político o no, esto será opinable. Cuando se gestó y se presentó el presupuesto que está vigente hoy se hizo un análisis positivo y se comprometió al máximo

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todo lo que racionalmente se podía disponer. Si se quiere, para las tradiciones políticas del país, se fue, se empleó un presupuesto de dimensiones que tensaban al máximo las posibilidades.

En realidad, se puede opinar que debíamos haber sido más políticos y menos técnicos en el sentido de dar menos al principio para dar un poco más al final, porque lo que tú das al principio ya no tiene memoria y lo que diste “ring caja” está registrado y se acabó; y es a partir de ello que va a venir la demanda.

Algunos actores nos lo han planteado. Es una duda. En todo caso, quienes vengan luego de nosotros tendrán que volver a plantearse esta elección y este ejemplo histórico, si esto es verdad, si esto es negativo. Fuimos tremendamente optimistas de entrada y dimos todo lo que se podía dar en esa circunstancia.

Tal vez si hubiéramos dado menos nos hubiéramos reservado una disponibilidad de recursos mayores para utilizarlo hoy. No ha sido así. Ahora, en todo caso, estas son lecciones políticas que nos da el manejo de la economía hacia el futuro como país. De todas maneras, lo dicho establece por un lado los límites que tenemos. Los recursos no son infinitos ni tienen generación mágica. Tenemos que ver el todo, el conjunto, para garantizar que la economía siga marchando y sobre todo que se siga manteniendo en el alto el ritmo de inversión que tiene el país.

Dos, nos damos cuenta que tenemos que hacer frente a algunos problemas graves en materia de reparto que hay que tener en cuenta. Naturalmente, cuando se toman decisiones siempre se corre el peligro de no conformar tampoco a todos porque, naturalmente, aquellos que esperan que les corresponde algo y eso no llega, no van a quedar conformes. Y aquellos que les llega algo van a considerar que es demasiado poco. Pero esto es, precisamente, el dilema de tener que gobernar y tomar decisiones mirando en el conjunto.

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Quiero señalar, de paso, sí, hay algún tipo de conflicto que le hace mal al país, que deja de ser un conflicto gremial o sindical para transformarse en conflicto corporativo, en el sentido de que agrede el interés más profundo del país y ello lo señalamos tratando de hacer una invitación a la reflexión. ¿A qué nos estamos refiriendo? Nos estamos refiriendo al conflicto de los señores veterinarios que pueden tener o creer que tienen derecho a sus reclamos, pero por la estatura intelectual que tienen, por los ingresos promedio que tienen, les pedimos, por favor, que piensen en lo que significa el comercio de carne para todo el país y asuman una actitud que no significa que abandonen sus reivindicaciones, pero que cuiden el no paralizar una actividad que es algo así como una arteria para el todo del país, porque en ese caso la cosa ya no es gremial, es corporativa y afecta al conjunto, a la globalidad de la sociedad toda.