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  • T de menta, yo de fresa Olivia Ardey

    T DE MENTA, YO DE FRESA

    OLIVIA ARDEY

  • T de menta, yo de fresa Olivia Ardey

    No haba ni un alma.

    A una hora tan temprana, la piscina climatizada del gimnasio Atalanta Sport estaba prcticamente desierta. Jaime atraves el corredor de los vestuarios, y tras cruzar las puertas batientes, de camino a las duchas trat de aclimatarse al denso ambiente cargado de cloro.

    Ahog un grito al recibir la descarga de agua fra y cerr el grifo. Con veinte segundos era ms que suficiente para cumplir con el trmite exigido por la normativa.

    Se coloc frente a la calle central, su preferida. La ventaja de poder elegir posicin para nadar y el no tener que soportar una piscina atestada, compensaban el madrugn. Mir hacia su izquierda y en la calle uno estaba ella. Ese da se le haba adelantado. Jaime imagin que ya llevara la mitad de su rutina diaria; y como de costumbre al finalizar su tanda de veinte largos, desaparecera camino del vestuario.

    La contempl mientras atravesaba la piscina con elegantes brazadas. Era una nadadora de estilo depurado; y con un magnfico cuerpo esculpido a golpe de ejercicio, reconoci con ojo masculino. Pero silenciosa y poco sociable, al menos con l. Llevaban as ms de seis meses, slo ellos dos utilizaban las instalaciones a las siete de la maana. Y jams cruzaban una palabra, si en alguna ocasin coincidan con la mirada, intercambiaban un obligado gesto de cortesa a modo de saludo. Slo eso.

    Jaime se zambull de cabeza y todo fue silencio. Se dej llevar bajo el agua por la inercia, con ambos brazos a lo largo de los costados. Una vez en la superficie avanz hasta completar el primer largo a estilo mariposa.

    Tena trabajo atrasado, por lo que transcurridos veinte minutos decidi salir del agua. Buce para esquivar las tiras flotantes que delimitaban las calles; y casi en la escalerilla recibi un golpe seco en el hombro que lo desplaz medio metro.

    Los dos emergieron de golpe y quedaron frente a frente retndose con un duelo de miradas furiosas.

    Cmo se te ocurre ponerte en medio? Casi me rompo el cuello le espet ella frotndose la frente.

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    Disculpa dijo con un falso tono amable cargado de acidez. Te recuerdo que el que ha recibido el cabezazo he sido yo.

    Ella se limit a mirarlo de arriba abajo entornando los ojos, le dio la espalda y ascendi la escalerilla.

    Jaime frunci el ceo y fue tras ella. Se aup de un salto a la playa de piscina y antes de alcanzarla la observ por detrs. S seor, un cuerpo excelente; atltico pero con unas curvas muy bien delineadas. Lstima que fuera tan arisca. En un par de zancadas se puso a su altura y cogindola por el brazo la oblig a frenar.

    An no he odo una palabra de disculpa le record arrancndose el gorro de natacin.

    Ella se qued mirndolo perpleja; sus ojos oscuros le lanzaban una mirada inquisitiva. Con el pelo negro revuelto por el que discurran continuas gotas de agua hasta resbalar por su mentn sin afeitar, no tena nada de cmico. Era muy atractivo, poderosamente atractivo.

    Jaime se dedic a estudiarla tambin. No era una florecilla menuda y delicada; descalzos como estaban, deba medir slo quince centmetros menos que l. Tena las pestaas mojadas, lo que haca destacar ms sus ojos. Nunca haba visto unos como aquellos, de un azul muy claro con el iris rodeado por un fino aro de un azul marino.

    Hasta para nadar usas lentillas de colores? pregunt con media sonrisa burlona.

    Lentillas? Puedes comprobar por ti mismo que son de verdad mir de soslayo su entrepierna antes de contraatacar. Hasta para nadar usas relleno?

    Jaime ri por lo bajo, la chica de los ojos azules tena ganas de pelea.

    No querrs que te meta un dedo en el ojo para cerciorarme. Soy un caballero.

    Ella chasque la lengua y con un movimiento tan rpido que lo dej sin habla su mano le atenaz los testculos.

    Pero yo no soy una dama advirti con mucha calma.

    Jaime dio un respingo. Ella, lejos de aflojar, increment la presin con maldad.

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    T ganas alz las manos en seal de rendicin; era preferible no tentar a la suerte.

    La chica por fin esboz una brevsima sonrisa triunfal. Jaime inclin la cabeza con mucha lentitud sin dejar de observar aquellos ojos increbles y not cmo a ella se le aceleraba la respiracin. Baj la vista hasta su pecho agitado, los pezones destacaban como dos reclamos incitantes bajo la fina licra del baador. Encantado, decidi prolongar un poco el deleite de desconcertarla y se acerc an ms; ella entreabri los labios, poda sentir la calidez de su aliento.

    Sultame exigi a un centmetro de su boca.

    La chica pareci darse cuenta en ese momento de que su mano an le agarraba el paquete y la retir como si quemara. Antes de alejarse, Jaime la mir por encima del hombro y sonri para s, porque con una sola palabra haba conseguido enfurecerla del todo.

    *****

    Camino de la oficina, Jaime aminor el paso frente a la cristalera de la cafetera. Escudri con disimulo en el interior y la localiz en la mesa del rincn, junto al ventanal. Haba pasado ya una semana desde el incidente del cabezazo subacutico y cada da que pasaba estaba ms intrigado. Ahora ya saba que se llamaba Belisa; un nombre curioso. Llevaba das observndola desde que una maana descubri que, tras salir de la piscina, ella siempre acostumbraba a desayunar en aquella cafetera, a esas horas muy solitaria.

    Durante la jornada laboral rara vez coincidan. Aunque trabajaban en la misma empresa, pertenecan a departamentos distintos. l era jefe del equipo de actuarios y ella la responsable de diseo y mantenimiento del sitio web de la corporacin.

    Durante un par de segundos se fij en cmo le sonrea con amabilidad al camarero; en ese momento tena un aspecto muy diferente al que sola mostrar. Frente a su desayuno y con el bolgrafo en la mano, la vea ms natural; como si no necesitara guardar las distancias. Cuando la vio concentrarse sobre su libreta de gusanillo, Jaime se pregunt qu escriba en ella cada maana con tanto empeo.

    En baador tena un aspecto imponente, pero con ropa de calle, dejaba ver la melena castaa a la altura de los hombros que se ocultaba tras el gorro de bao. Su pelo color roble haca destacar an ms sus ojos claros. Tuvo que reconocer que en las ltimas semanas haba hecho ms visitas de las habituales a los creativos de la web. Improvisaba cualquier excusa slo por verla a ella. Y comprob que,

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    entre aquel par de melenudos con los que comparta despacho, Belisa destacaba como una orqudea en un manojo de cardos.

    Ya haba notado que en las fiestas de trabajo a ella no le costaba nada convertirse en el centro de atencin en una empresa con mayora masculina. En la celebrada el mes anterior con motivo de una jubilacin, no hubo ni un momento en que no la viese con algn hombre revoloteando a su alrededor. Aunque se mostraba agradable y buena conversadora, pareca establecer un muro invisible en torno a ella. Le pareci que mantena una actitud inaccesible por decisin propia. Cada vez se senta ms atrado por aquella mujer con su aspecto de trofeo inalcanzable.

    Estuvo tentado de entrar y sentarse a su lado, no era la primera vez. Pero al instante desecho la idea y continu su camino con intencin de desayunar l solo dos manzanas ms adelante. Nunca haba tonteado con ninguna compaera de trabajo y adems, tena muy claro que en su vida no haba espacio para una mujer.

    *****

    Ojal que no vengan dijo Carlos por ensima vez, as ganaremos.

    Belisa aguanto una vez las instructivas palabras de su nervioso vecinito. Ya saba de sobra que si el equipo rival no se presentaba, les daran el partido por ganado a ellos. Y una vez ms se maldijo a s misma por tonta, por blanda, y por haberse dejado convencer por su vecina Carmen para que acompaara al nio al partido de baloncesto de la liga escolar. Precisamente un sbado por la maana. Lo cierto es que Carmen se portaba fenomenal con ella, qu menos que corresponde con un favor. Su vecina estaba decidida a adentrarse esa misma maana en el proceloso mundo de los centros comerciales en fin de semana. Y por primera vez en la vida haba convencido a su marido para que le hiciera de escudero en aquella guerra.

    Menos mal! exclam Carlos. Por ah ya viene Andrs con su padre, ahora s que estamos todos. Diez minutos ms y, si no vienen los del Ausias March, ganamos por incomparecencia.

    Belisa lo mir divertida, aquella palabra sonaba demasiado rimbombante en la boca de un nio de siete aos. Y al alzar la vista hacia el pequeo jugador que llegaba acompaado de su padre se qued sin respiracin. Jaime Ferrn, su compaero de trabajo y piscina. Saba que no estaba casado, por lo que no le imaginaba padre de un nio de esa edad.

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    Cuando llegaron hasta ellos, Jaime la estudi con descaro y cuando lleg de nuevo a la altura de los ojos, le regal una sonrisa sincera que a Belisa le produjo un cosquilleo en la boca del estmago.

    No saba que tenas un hijo dijo l.

    No lo es sonri sorprendida ante su deduccin. Es hijo de mi vecina. Le he trado yo porque sus padres no podan venir. Tampoco yo imaginaba que t tenas un hijo.

    Estaba claro que lo era, porque el nio era una versin de su padre en tamao infantil. Jaime procedi a las presentaciones de rigor y justo en ese momento todos giraron la vista hacia la puerta del patio del colegio, porque haca su entrada el equipo rival. Todas las esperanzas de los anfitriones de ganar sin jugar se fueron al traste.

    Y para colmo el rbitro no se haba presentado. Los dos entrenadores llegaron al acuerdo de celebrar el partido, siempre que surgiesen voluntarios para ejercer de rbitro y jueces de mesa. Jaime se ofreci a arbitrar, no le apeteca nada que se suspendiera el encuentro y tener que aadir un sbado ms a la liga escolar.

    El padre de uno de los chicos del equipo visitante se ofreci como juez de mesa. Belisa consider que lo justo sera que en la mesa hubiera un representante de cada equipo; pero los padres de los anfitriones no parecan estar por la labor.

    Yo apunto se ofreci ella al fin.

    Jaime la mir sorprendido, pareca tomarse muy en serio el juego. No era lo habitual, por lo general los acompaantes se mostraban eufricos jaleando a los suyos, pero nada ms.

    Cuando Belisa se acomod en un pupitre junto al otro juez de mesa, contempl embobada a Jaime. Con su altura superior al metro ochenta y cinco, pareca un gigante; porque escuchaba las instrucciones del entrenador acodado cmodamente en una de las canastas que haban bajado a una altura apropiada para los nios. Y en cuanto el otro juez reclam su atencin para indicarle qu deba anotar, Belisa se oblig a borrar la sonrisa bobalicona que an le bailaba en la boca.

    No le cost nada cogerle el tranquillo a la labor de anotar, en cuanto supo qu significaban los gestos que Jaime haca con las manos. Aprendi que un puo y cuatro dedos quera decir diez ms cuatro, es decir, que la falta haba que anotrsela al jugador que luca el nmero catorce en el dorsal; con eso y cuatro cosillas ms, se haba convertido en una jueza de mesa experta. El partido, dada la

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    juventud de los jugadores, se limitaba a cuatro tiempos de cinco minutos; y ya en el segundo tiempo Belisa observ que el entrenador de su propio equipo pareca dominado por la madre de un tal Gonzalito. Tampoco le pasaron desapercibidos los improperios que ambos le dedicaban a Jaime ante cualquier decisin arbitral. Hubo un momento en que las miradas glidas de ste hacia el entrenador y la voluntariosa mam le hicieron temer que la sangre quiz llegase al ro esa maana. Jaime seal en ese momento la quinta falta a uno de los jugadores locales y Belisa lo llam para que se acercara a la mesa.

    A ti qu te pasa? Vas con los contrarios o qu? le espet ante el prudente mutismo del otro juez.

    T apunta y calla dijo acercndose a ella con una mirada peligrosa. No sirve de nada ganar si la victoria no es limpia.

    Ella le sostuvo la mirada indignada por el tono tajante, pero no replic. Como era de esperar, la decisin no fue bien recibida por el entrenador del equipo, que se adentr unos pasos en la cancha para protestar. Jaime le orden que abandonara el terreno de juego, que en ese momento fue invadido por la mam de Gonzalito. La mujer, con los brazos en jarras, le lanz un discurso intimidatorio que Jaime no lleg a escuchar. Cuando seal falta tcnica y les dio la espalda camino de la mesa arbitral, la aguerrida mam an segua gritndole toda clase de insultos.

    Apunta una tcnica al entrenador por enterado y a la rubia de bote por tocapelotas.

    Eso, t sigue haciendo amigos farfull Belisa con una mirada frica. Si continas cargando de faltas a los nuestros, el prximo sbado a ti y a m nos recibirn a pedradas.

    Jaime apoy ambas manos sobre el pupitre y se inclin sobre ella con una mirada centelleante, lo nico que le faltaba era escuchar sus quejas.

    Eso significa que vendrs el sbado que viene? pregunt furioso a un centmetro de su cara.

    Puede que s respondi con los dientes apretados.

    Durante diez segundos permanecieron frente a frente como dos perros de presa a punto de enzarzarse a dentelladas; los dos respiraban muy rpido y sus narices casi se rozaban.

    Comemos juntos despus del partido? aventur al fin Jaime; la pregunta resultaba chocante con una mirada tan asesina.

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    Vale, pero pago yo advirti ella con ojos furiosos.

    l asinti con la cabeza y retorn a la cancha. Belisa, cerr los ojos. Vale?, repiti. Cmo que vale? Y para colmo exigiendo pagar. Idiota, idiota, idiotaaaaaaa. Mir de reojo a su compaero de mesa, el hombre a duras penas disimulaba la risa. Desde luego no poda culparlo, porque hasta a ella misma le resultaba ridculo su propio ataquito de orgullo.

    *****

    Una hora despus, Belisa guardaba su turno en la cola del McDonalds tratando de no olvidar nada de lo que le haban encargado. Eso es lo que pasa por dejar que los nios elijan el restaurante.

    Cuando estaba esperando el cambio, descubri que Jaime llegaba para ayudarla con las bandejas rebosantes. Y con cuidado de no derramar las bebidas, los dos se acercaron hasta la mesa donde les esperaban Carlos y Andrs. Lo primero que hicieron fue destapar las cajas de sus mens en busca del juguetito de regalo. Jaime, amonton las patatas de los nios en una bandeja y destap el par de hamburguesas ante la atenta mirada de Belisa. Tras advertirles que deban comer antes de continuar con el juego, hizo lo propio con las patatas de ellos dos. A ella le encant su iniciativa. Era una tontera, pero le pareci un gesto muy cmplice compartir su racin con l.

    Lo he hecho muy mal? pregunt Jaime dando un bocado a su hamburguesa. Me refiero al arbitraje.

    En absoluto asegur Belisa con sinceridad, has sido justo.

    En el colegio no parecas opinar lo mismo.

    Ser porque soy un poco tramposa se excus sonriente.

    Eso no te lo crees ni t.

    Belisa se concentr en abrir un sobrecito de Ketchup porque la mirada de Jaime la empezaba a poner nerviosa.

    Siempre vas a la piscina muy temprano. El resto de la empresa lo hace a la salida coment l.

    Lo cierto es que la mayora de los trabajadores de la zona acudan al Atalanta Sport. En realidad para muchos era un lugar donde establecer relaciones sociales ms que para la actividad fsica.

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    Fui un par de veces a nadar a partir de las tres pero dej de hacerlo le confes ella. Ya sabes, muchos van de caza y otros a ser cazados. Y no me gusta.

    A m tampoco asegur. Creo que debemos ser los nicos.

    Algo tenemos en comn reconoci Belisa sonriente, l le devolvi la sonrisa. No todo iba a ser discusiones entre nosotros.

    Discutir t y yo? pregunt con fingida inocencia, ella alz las cejas. Imaginaciones tuyas.

    Belisa observ un momento a los nios. En ese momento estaban enfrascados en una lucha entusiasta con los muecos que les haban regalado. Un par de robots que levantaban los puos si se les apretaba un botn en la espalda; para colmo emitan unos rugidos que daban miedo. Cuando volvi la vista hacia Jaime, not que l la observaba fijamente.

    De dnde has sacado esos ojos? pregunt bajando la voz.

    Son de nacimiento respondi parpadeando un par de veces.

    Jaime emiti una risa grave que a Belisa le eriz el vello de la nuca. Los dos se centraron en la bandeja y sus manos fueron al unsono a por la ltima patata. Al ver que slo quedaba una, los dos retrocedieron de inmediato. Mientras que ambos insistan en que la cogiera el otro, una rpida mano infantil les arrebat la patata de la discordia. Y como los nios no son amigos de largas sobremesas, enseguida empezaron a impacientarse; con lo cual, los adultos decidieron dar por concluida la comida.

    A la puerta del McDonalds, Jaime se despidi de Carlos con un apretn de manos muy masculino. El nio pareci hincharse de satisfaccin. A Belisa no le pas por alto, por lo que tambin se despidi de Andrs estrechndole la mano. A sus siete aos, ambos atravesaban la etapa en la que se sentan importantes al verse tratados como adultos.

    Ha sido muy divertido dijo ella a modo de despedida extendiendo la mano. Puede que me aficione a estas matinales de baloncesto.

    Jaime mir la mano que le tenda con una sonrisa y se inclin sobre ella sorprendindola con un beso rpido en los labios.

    Yo ya hace tiempo que super esa etapa asegur guindole un ojo.

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    A Belisa an le lata el corazn demasiado rpido mientras l cruzaba la calzada con su hijo de la mano.

    *****

    En cuanto sali a la calle, Belisa se llev una mano a los ojos para protegerse de aquella claridad cegadora. Con la otra rebuscaba en su bolso en un intento intil de localizar a la primera las gafas de sol. Era una esplndida maana de primavera, el sol luca radiante y una envolvente calidez invitaba a callejear.

    Para Belisa el da no poda empezar peor.

    Arrastr su mala cara hasta la parada del autobs, harta de un trabajo tan abrumador como rutinario. Y su vida social, que podra parecer magnfica a los ojos de los dems, en realidad se limitaba a relaciones superficiales. Tampoco buscaba ni esperaba ms. O s; por eso haba convertido el taller de poesa en su refugio.

    Hace mucho que esperas? le pregunt un chico con aspecto de estudiante.

    Un rato respondi con sequedad.

    Se haca tarde, el autobs no llegaba y le molest el tuteo. Para colmo, la parada comenz a poblarse de una insoportable multitud que pretenda apaciguar su impaciencia compartindola con el resto. Con fastidio observ el Audi nuevecito que se detena justo en la parada. Otro amo de la calle acostumbrado a invadir el carril bus.

    Sube Belisa tard un par de segundos en comprender que se diriga a ella. Vamos sube.

    Jaime, con su mejor sonrisa la apremiaba a travs de la ventanilla del copiloto. No lo dud y se acomod en el coche escoltada por un montn de miradas envidiosas.

    Llegas tarde coment mirndola por un momento.

    Llegamos tarde puntualiz Belisa al tiempo que se abrochaba el cinturn de seguridad. Ha sido una suerte que pasaras.

    Jaime apunt una sonrisa sin dejar de prestar atencin al denso trfico.

    Siempre te levantas con un humor de perros? pregunt l con cautela.

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    Casi siempre respondi a la defensiva.

    Yo tambin se encogi de hombros. Otra cosa que tenemos en comn. Por otra parte no es nada original; me parece que los dos somos bastante previsibles sonri y la mir de soslayo. Apuesto a que nunca te has saltado una clase.

    Aquello consigui disipar su mal humor y Jaime respir satisfecho. Atravesaron la calle Navarro Reverter hasta la plaza de Amrica.

    Nunca confirm Belisa sonriente. T tampoco pareces de los que se saltaban las clases.

    Continuaron por el margen del ro y tras cruzar el puente de Aragn, ella se sorprendi al ver que se adentraban en la avenida del Puerto, justo en direccin contraria al trabajo.

    Tienes razn dijo Jaime retomando la conversacin. Y creo que ya va siendo hora.

    Detuvo el coche y con toda naturalidad, llam desde su telfono a la empresa fingiendo un problema acuciante que le impeda acudir al trabajo.

    Te toca anunci tendindole el telfono a Belisa.

    No puedo hacer algo as!

    S puedes rebati. Yo acabo de hacerlo.

    Tu eres jefe y yo el ltimo mono de la empresa.

    Como mucho soy el penltimo mono la corrigi, te recuerdo que la corporacin no es ma. Vamos insisti con cara de apremio.

    Belisa dud durante unos segundos hasta que al fin sac su propio telfono del enorme bolso.

    No puedo hablar desde el tuyo le explic pulsando el nmero, avergonzada por lo que estaba a punto de hacer. Lo reconoceran por el identificador de llamadas.

    Jaime tuvo que contener una carcajada al verla tan concentrada de cara a la ventanilla, mientras improvisaba una excusa disparatada. Cuando guard el telfono, tena las mejillas ardiendo.

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    Lo has hecho muy bien la tranquiliz con una mirada cmplice, acaricindole el pmulo con un nudillo. Ahora esprame aqu y vigila para que no me pongan una multa.

    Apenas oy el portazo, Belisa sac la cabeza por la ventanilla.

    Pero aqu el coche est fatal! protest angustiada; l gir desde la puerta de una juguetera. Qu le digo al guardia si viene?

    Invntate algo zanj desapareciendo puertas adentro.

    Belisa se dedic a mirar hacia todos lados a la espera de que en cualquier momento apareciese uno de los terrorficos justicieros de la guardia pretoriana de la alcaldesa, que patrullaban las calles libreta en mano. Pero al instante, Jaime ya estaba de vuelta y de nuevo enfilaban la avenida en direccin al mar. Una vez en la playa, estacion en la puerta de La Pepica y, cmo no, los gorrillas acudieron como moscas. Jaime intercambi una palabras con el afortunado, exigiendo que vigilara bien el coche y el hombre casi les hace una reverencia al ver que depositaba en su mano nada menos que tres euros.

    Atravesaron el restaurante y Jaime se detuvo frente a los fogones.

    Paella de gamba pelada o arroz a banda? pregunt girando hacia Belisa.

    Paella.

    Jaime aplaudi mentalmente; el all i oli era del todo incompatible con los besos, y l haca das que cruzaba los dedos. Reserv mesa para las dos y tirando de la mano de Belisa, la llev hasta la puerta que daba al paseo martimo. Ella no imaginaba qu la bolsa de la juguetera que Jaime portaba en la otra mano tena mucho que ver con su idea para ocupar una maana de escapada. Y an se sorprendi ms cuando lo vio adentrarse en la arena con los zapatos puestos; se encogi de hombros ya que no le quedaba otro remedio que correr tras l, con tacones y todo.

    Espero que tengas una buena excusa para esto dijo sin poder aguantar la risa; los tacones se le hundan sin remedio.

    l con su traje y ella con su elegante conjunto de pantaln se haban convertido en el centro de las miradas de una multitud de jubilados madrugadores que poblaba la playa a esas horas.

    Has volado alguna vez una cometa? le pregunt mirndola de reojo mientras se deshaca del envoltorio junto a una papelera.

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    De pequea lo intent un montn de veces, pero nunca lo logr confes. En los campos de naranjos por lo visto no suben.

    Claro que no argument con tono experto. Hay que volarlas en espacios abiertos y el mejor sitio es la playa ella lo mir divertida por lo didctico que se haba puesto, pero l continu sin inmutarse. Por la brisa, ya sabes.

    As que eres un chico de playa.

    El se limit a responder con una sonrisa y con un movimiento que a Belisa le pareci medio imposible por lo sencillo y lo certero, elev la cometa como si acostumbrara a hacerlo todos los das. Le entreg el carrete a ella y se encarg durante un rato de darle las explicaciones precisas para que aflojara hilo o tirara de l, segn la fuerza del viento. Belisa disfrut como nunca de su bautismo en el mundo de las cometas; de las que vuelan de verdad y no se estrellan contra el suelo.

    Me encanta ver cmo disfrutas de nuestra maana de libertad dijo l mientras la observaba de brazos cruzados.

    Como esas dos de ah? Belisa seal con una sonrisa soadora hacia la orilla.

    Jaime gir la cabeza, un par de gaviotas se entretenan devorando los restos de un pez muerto arrastrado por la marea.

    Siento fastidiar tu fantstica metfora visual, pero esos bichos cuando no pescan, slo comen carroa y son felices viviendo entre basura.

    Eres la mar de romntico protest sacudiendo la cabeza.

    Me parece que t ya lo eres por los dos o no? ella se lo confirm con una sonrisa.

    Cansado de mirar al cielo, Jaime cogi a Belisa por los hombros, mientras ella se afanaba en no dejar escapar la cometa, y se la llev hasta la orilla.

    Djame tu bolso pidi sopesndolo. Tal como imaginaba; a ojo calcul como media tonelada . Perfecto, esto nos servir para anclarla.

    Se sent con las piernas cruzadas de cara al mar y anud el hilo a las asas del maxibolso; mir hacia arriba pero ella pareca extraada de verlo sentado en la arena con una ropa tan formal. l alz las

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    palmas de las manos preguntndole en silencio a qu esperaba para sentarse a su lado.

    Quin iba a imaginarte as, con lo pijo que eres dijo dndole una patadita en uno de sus caros zapatos Todds.

    Pijo yo? Eso es que no me conoces dijo dndole un afectuoso empujn con el hombro.

    Tena toda la razn, apenas se conocan; y descubri que le encantaba cada detalle nuevo que descubra en l. Durante unos minutos permanecieron en silencio contemplando el mar; Belisa cerr los ojos y se dedic a escuchar el murmullo de las olas al romper contra la arena.

    Hoy pago yo anunci Jaime mirndola de pronto.

    Por supuesto, para eso eres jefe y ganas ms sonri con los ojos cerrados.

    Lo tuyo es una fijacin protest tirndole del pelo, ella abri los ojos sorprendida. Adems por qu piensas que yo cobro ms que t?

    Muy sencillo respondi mirndolo a los ojos. Porque t tienes un Audi y yo un bonobs.

    Con un movimiento rpido, Jaime la tumb en la arena inmovilizndola con ambos brazos; Belisa no supo reaccionar y se qued mirndolo con los ojos muy abiertos.

    Mentirosa dijo acercndose mucho a ella. Confiesa que tambin tienes coche.

    S reconoci con una vocecilla ahogada. Pero muy pequeo.

    Y qu tambin eres jefa ella frunci el ceo sin entender a qu se refera. S, de ese par de bichos raros que trabajan contigo.

    Son compaeros l entorn los ojos y empez a hacerle cosquillas. S, s, s lo confieso t ganas.

    Muy satisfecho, la ayud a incorporarse y con gentileza le sacudi toda la arena de la espalda y del pelo; al final su brazo acab descansando sobre los hombros de ella y ya no se movi de all. Belisa se acomod junto a l sonriendo con disimulo, ya que la jugada le pareci un truco de adolescente. Adems, tena como una burbujita

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    en el corazn desde que haba detectado en sus palabras un fondo de celos.

    Me sorprendi mucho saber que tienes un hijo dijo ella con la vista fija en el par de gaviotas que emprendan el vuelo. Quise decrtelo el otro da pero no me atrev; creo que eres un padre excelente.

    Hago todo lo posible reconoci un tanto incmodo. Y Andrs lo lleva bastante bien, dadas las circunstancias.

    No encaj bien el divorcio?

    Jaime la tom por la barbilla obligndola a mirarlo a los ojos.

    Nunca he estado casado ella no pregunt, pero l adivin en su mirada que quera saberlo todo. Fue el fruto de una noche de fiesta, un descuido y muchas copas de ms una inconsciencia propia de cros, no de dos adultos. Pero son cosas que pasan. De todos modos, no te hagas una idea equivocada; jams lo he considerado un error.

    En ningn momento os planteasteis casaros por el nio?

    No, habra sido un desastre ella lo escuchaba con atencin. No nos conocamos de nada, de hecho seguimos siendo casi unos desconocidos; la aprecio y respeto porque es la madre de mi hijo, pero ni siquiera somos amigos. Y cuando se qued embarazada, ni yo la quera a ella ni ella a m. Era una unin abocada al fracaso de antemano. Ella s se cas al poco tiempo. Su marido quiere mucho a Andrs; pero las cosas se han complicado un poco. Su madre acaba de tener gemelos, imagino que estar abrumada. Y mi hijo se siente un tanto desubicado, eso es todo.

    Ya no es el rey de la casa comprendi Belisa.

    En casa de su madre no, en la ma s lo es aadi.

    Me parece admirable tu actitud, otro en tu lugar habra escurrido el bulto.

    No hay nada de admirable. Es mi hijo e hice lo que deba.

    Cierra los ojos l la mir sin parpadear antes de obedecer. Ella le tom la cara entre las manos y lo bes con ternura. Necesitaba hacerlo confes bajando la voz.

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    No los cierres, Belisa dijo acercndola ms a l. Porque cuando me miras as me haces sentir el hombre ms importante del mundo.

    Sus bocas se encontraron y Jaime por fin disfrut de ella como haba soado. Belisa lo explor, lo sabore, jug a danzar con su lengua una y otra vez. Los dos hicieron y se dejaron hacer, probaron y se ofrecieron al otro.

    Algunos curiosos no dejaban de preguntarse quin sera aquella pareja tan bien vestida que se coma a besos en la arena mientras, sobre ellos, una cometa de colores bailaba en el cielo.

    *****

    Tras casi una hora dando vueltas en busca de aparcamiento, Jaime accion con alivio el mando para cerrar las puertas del coche. No conoca a nadie que viviera tan al centro de la ciudad. Rode la manzana y, frente al portal donde viva Belisa, se pas la botella a la otra mano para pulsar el timbre. Respir satisfecho al or su voz, ya que aquello era una visita sorpresa y a una hora intempestiva.

    Pero por el tono dedujo que algo no andaba bien. Apart de un manotazo mental la idea de que tal vez podra estar acompaada. Llevaban ms de un mes vindose a diario, en el trabajo y fuera de l. Incluso desayunaban juntos cada da a la salida del gimnasio. No era nada serio; en su vida una mujer no tena cabida, se repiti una vez ms. Pero en el fondo senta que la compaa, las miradas, las sonrisas de Belisa le pertenecan en exclusiva.

    Cuando sali del ascensor, se qued helado al verla en pijama con la cabeza apoyada en el quicio de la puerta.

    No me has dicho que tenas intencin de venir dijo con un tono nasal.

    Muy preocupado se coloc en dos zancadas frente a ella y le acarici la nuca con la mano libre.

    Has estado llorando.

    Tanto se me nota? dijo bajando la vista.

    Tienes los ojos como dos tomates maduros.

    Belisa empez a sacudir los hombros y comenz a llorar de nuevo con la mejilla apoyada en su hombro. l la rode con un brazo y la oblig a entrar cerrando la puerta tras l. Dej la botella de vino

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    sobre un mueble de la entrada y la tom en volandas para llevarla hasta el saln. Haba estado un par de veces y ya conoca la casa.

    Una vez all, la sent en el sof y fue al cuarto de bao en busca de una caja de pauelos. Cuando se la coloc en el regazo, ella musit un lacnico gracias. Se sent a su lado y con delicadeza le sec las lgrimas, ella se lo agradeci con una sonrisa triste.

    Cuntamelo todo rog rodendola con un brazo.

    Ni pensarlo, me da vergenza confes con sinceridad. No te preocupes, no es ms que una tontera y maana ya se me habr pasado.

    No es una tontera si a ti te afecta tanto dijo dndole un beso en la mejilla. Has cenado? ella asinti. Te importa si yo?

    Belisa se levant y le ofreci la mano para que lo acompaara a la cocina. Una vez all, le abri la nevera indicndole que se sirviera a su gusto. l se decidi por un sndwich de varios pisos y ella, sentada en un taburete alto, lo contempl mientras se lo preparaba.

    Me lo vas a contar o no? la mir por encima del hombro mientras cortaba lonchas de una cua de queso.

    Me he llevado una decepcin, eso es todo.

    Mira, no tengo ganas de sacarte la informacin con un sacacorchos. Por cierto dnde tienes uno? ella le indic uno de los cajones con el dedo. Voy a por la botella, tienes tiempo hasta que regrese para decidir si quieres compartirlo conmigo o no.

    Belisa dud. No tena ganas de hacerlo, pero necesitaba hablar con alguien. Y con quin mejor que l. En cuanto lo vio entrar por la puerta, los ojos de Jaime le dijeron que estaba esperando su decisin. Pero al ver que ella no se decida, no insisti.

    An no te he dicho que me gusta mucho tu nombre dijo l buscando un cuchillo de sierra.

    Mis padres son as, decidieron ponerme el nombre al revs brome.

    Qu originales se gir con una sonrisa.

    A m tambin me gusta mucho el tuyo. Si algn da tengo un hijo, puede que le llame Jaime.

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    Durante un momento se miraron en silencio.

    Me resulta muy embarazoso hablar de esto contigo se sincer; l dej de mirarla, molesto. Pero voy a intentarlo.

    Pudo notar cmo las ltimas palabras consiguieron que Jaime por fin relajara los hombros. Y ella sinti una enorme ternura al ver que se mantena de espaldas a ella para no hacerla sentir ms incmoda cuando comenzara a hablar.

    Nunca te lo he dicho, pero escribo poesa.

    Es eso lo que escribes siempre que puedes en esa libreta? pregunt sin girarse.

    S, ya hace tiempo. Pero es algo que llevo en secreto. Hace casi un ao me matricul en un taller de escritura creativa Jaime entendi por qu no lograba localizarla algunas tardes. Y soy tan idiota que a veces no s distinguir un amigo de quien no lo es.

    No eres idiota la corrigi con una mirada tajante. Eres demasiado confiada.

    Llmalo como quieras dijo encogindose de hombros. El caso es que confi algo muy ntimo a las personas equivocadas.

    Jaime no insisti. Sirvi una copa de vino y se dedic a masticar lentamente su cena, apoyado de espaldas a la encimera. Belisa se levant del taburete y fue junto a l. Le encantaba beber de su misma copa y l lo saba, por eso slo haba servido una. En un visto y no visto, dio por finiquitado el sndwich. Belisa intuy que un hombre tan grande no poda contentarse con una cena tan frugal.

    Tengo helado dijo dando un sorbo de vino.

    Tomar si lo compartes conmigo le dio un beso suave en los labios y ella asinti con otro beso. Un momento, no ser de esos cero caloras, cero azcar, cero sabor, verdad?

    Pues no abri el congelador y le ense la tarrina de tres chocolates. Acabas de descubrir que soy de las que no tiene lmite. Lo compenso con la natacin.

    Mejor, no me gustan las mujeres esqueleto.

    Ah no? pregunt frunciendo el ceo mientras ambos se acomodaban en sendos taburetes uno frente a otro. Y cmo te gustan?

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    Como t dijo mirndola a los ojos.

    Bien tom una cucharada de helado directamente de la tarrina y se la ofreci a l. En ese caso a todas las que se parezcan a m las ir liquidando.

    Jaime esboz media sonrisa vanidosa, encantado ante aquella declaracin tan posesiva. Opt por no indagar para que le contara qu era lo que la haca sentir tan triste. Pero no pensaba irse de all sin saberlo, por tanto decidi por los dos.

    Puedo usar tu cepillo de dientes? ella trag saliva. No pienso dejarte sola esta noche y ms vale que no insistas porque no me ir digas lo que digas.

    Tengo un par por ah sin estrenar.

    Con esas palabras le estaba diciendo que poda quedarse; es ms, Jaime intuy en su tono de voz que le agradeca que lo hiciera.

    Una vez satisfechos de helado, y tras recoger entre los dos, se dirigieron sin pronunciar palabra hacia el dormitorio. Compartieron el cuarto de bao lanzndose miradas furtivas a travs del espejo. l observ un extrao ritual nocturno que le pareci absurdo; no haba convivido nunca con una mujer y no entenda por qu se desmaquillaba si no iba maquillada. Y luego se daba un potingue en el sitio ms insospechado, en los codos!

    Por su parte, Belisa lo contemplaba encantada; libre de la camisa y los vaqueros, tena un aspecto mucho ms seductor que en la piscina. Estaba convencida de que aqul hombre en calzoncillos encajaba de maravilla en su cocina, en su cuarto de bao y en su vida. Cuando colocaba el cepillo detuvo la mano pensativa sin atreverse a decir lo que le rondaba por la cabeza.

    No s si esto es una buena idea los ojos de Jaime le dijeron a travs del espejo que aquello no admita discusin. Mranos! Esto es ridculo, parecemos un matrimonio despus de treinta aos de casados. Ni siquiera nos hemos besado desde que has entrado por la puerta.

    Jaime la tom entre sus brazos levantndola del suelo y se resarci de toda la contencin anterior con un beso largo y apasionado. Muy largo. Se entretuvo jugando con su boca; gozando de ella y hacindola gozar.

    Vamos a hablar claro dijo por fin, pero lo pens mejor y la volvi a besar. Te he visto fatal y he tratado de comportarme como

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    el amiguito gay en el que las chicas confan, a ver si as consegua averiguar qu es lo que te pasa.

    Pues como gay no das el pego.

    Me alegra saberlo la bes con avidez y esta vez Belisa respondi con la misma entrega. Tampoco quiero que pienses que he venido con intencin de pegar un polvo.

    No s como tomarme eso advirti bastante ofendida.

    He entrado por la puerta con intencin de pegar tres como mnimo la matizacin consigui por fin hacerla rer. Pero en este momento t y yo no necesitamos lo mismo, as que nos limitaremos a dormir y callar como los ratones del cuento.

    Cuando te explique lo que me ha sucedido lo entenders todo.

    Pues empieza por el principio.

    Ya te he dicho que estoy en un taller de poesa; all he hecho amistades, o eso crea. Ya sabes, gente con las mismas inquietudes que t fue hablando del tirn como si as le fuese ms fcil; l la escuchaba en silencio. Un da se me ocurri comentar con ellas que soy frgida dijo eso mucho ms bajo y como de pasada, y lo han aprovechado para mofarse de m.

    Para exigi con un gesto de la mano. Con treinta aos an no te han explicado que no existen mujeres frgidas sino hombres torpes?

    No es eso lo que ms me ha dolido quiso evitar el tema. El caso es que esta tarde he entrado en el taller y he encontrado a un grupito rindose a carcajadas. No he podido evitar orlas comentar que cmo iba a escribir yo unos poemas medianamente decentes si no soy tan fra que ni el sexo me hace sentir nada.

    Vamos a ver la sacudi por la cintura obligndola a que lo mirara de frente. Has sentido alguna vez un orgasmo?

    Pues claro le espet con los ojos muy abiertos.

    Entonces no eres frgida. Punto. No quiero volver a or nada parecido y qutatelo de la cabeza, es una orden. Entendido? ella lo mir sorprendida; esperaba consejos amables, abrazos tiernos pero una orden?. Y ahora vamos con el problema de verdad, porque eso de la insensibilidad es una gilipollez ella intent soltarse enfadada pero l la retuvo con fuerza. Lo es, me oyes? Lo es Belisa se

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    relaj, desde luego su seguridad resultaba muy convincente. El problema es que quiz eres demasiado incauta y confas en personas a las que no conoces del todo. Sabes cmo se soluciona eso? A base de golpes. Tienes que aprender a envolverte en una coraza y no dejes nunca que la gente descubra tu taln de Aquiles, porque entonces habr quien se dedique a drtelas todas en el mismo lado.

    Es eso lo que haces t? pregunt molesta.

    Ya haba notado que l slo le mostraba de s mismo lo que l quera. Era un experto en establecer barreras.

    Lo hago yo y el noventa por ciento de la humanidad asegur. A nadie le gusta exponerse a que le hagan dao. Y t debes aprender a hacer lo mismo. No te muestres vulnerable porque, por desgracia, hay gente tan insegura que slo sabe salir a flote hundiendo al que tiene al lado. Adems, ten cuidado; por lo general envuelven sus mezquindades en un halo de bondad.

    Puede que tengas razn dijo abrazndolo muy fuerte. La verdad es que no entiendo ese tipo de actitudes y por eso no s cmo reaccionar ante ellas.

    Es muy sencillo asegur estrechndola con fuerza. Marca las distancias y ensea los dientes cuando sea necesario. Lo que te ha dolido es que critiquen lo que haces me equivoco? ella asinti frotando su mejilla en el vello de su pecho desnudo. Djame leer lo que escribes.

    No l chasque la lengua; al menos de momento.

    Zanj el asunto separndose de l y le cogi la mano para llevarlo a la cama. Jaime slo llevaba los calzoncillos y Belisa pudo comprobar que su excitacin era muy visible. Se sinti culpable por ello, pero despus de lo que le acababa de confesar, saba que si llegaban al sexo ella estara tan nerviosa que resultara un fracaso.

    Se acomod en la cama de lado, pero l se apoy en un codo y le dio la vuelta para verle la cara.

    Ni buenas noches? susurr recorriendo la curva de su oreja con el dedo ndice.

    Belisa le rode el cuello con los brazos y le dio un beso muy intenso, tan largo y apasionado que consigui arrancar gemidos de la garganta de Jaime.

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    Gracias por no intentar nada esta noche murmur mirndolo a los ojos.

    Me merezco una medalla mastic entre dientes. Pero despus de lo que me acabas de decir, no se me ocurrira ni sugerirlo pudo notar cierta inseguridad en los ojos de Belisa. Porque imagino que por esa cabeza tuya cruzara la idea de que mi intencin era demostrarte algo con una especie de polvo teraputico. Y de eso nada. El da que eso pase, y estate segura de que pasar, no esperes de m sexo por compasin ni con intenciones de cura psicolgica. Soy mucho ms primitivo.

    De verdad estaras dispuesto a leer mis poemas?

    Cuando ests preparada t misma me los ensears. Y aunque no entiendo demasiado sobre el tema, te dar mi opinin sincera. Luego no te quejes jug con un mechn de su pelo antes de seguir. Alguien en quien confes te ha dado ya una valoracin?

    S, mi profesora; dice que no lo hago nada mal. Y una amiga l pregunt con una mirada escptica. No la conozco en persona, hablo con ella a travs de una web.

    Ya empezamos sacudi la cabeza.

    Apenas s nada de ella y por la informacin que da de s misma parece que vive en un lugar remoto insisti cogindole la cara con ambas manos. Slo que s llama Lollipop l hizo una mueca. No es su nombre real, tonto. S tambin que le gusta el country, Loretta Lynn, el erotismo,

    Buena mezcla ella le dio un pellizco y l la castig con un mordisquito en el cuello.

    Es una chica estupenda asegur convencida.

    Ni siquiera sabes si es una chica.

    Deja de ser tan analtico por una vez. S que puedo confiar en ella y eso basta l asinti satisfecho; que mostrara tanta seguridad en sus propias decisiones era un paso importante. Lollipop ha sido un gran apoyo en el peor momento.

    Hizo una pausa para besarlo en los labios con suavidad y se acomod de espaldas a l en el hueco de su cuerpo.

    Incluso llegu a pensar en dejar la poesa continu. Pero, aunque no lo creas, t has conseguido levantarme el nimo del todo.

  • T de menta, yo de fresa Olivia Ardey

    Eres nico para infundir confianza. Los dos sabemos que esto se acabar el da menos pensado

    Jaime contuvo la respiracin; s, los dos lo saban, nada de compromisos. Pero por qu le dola tanto orlo en boca de ella?

    Si me prometes que siempre que te necesite te tendr como amigo prosigui, algn da te comprar unas botas Sendra y te llevar al Nashville de Terrassa.

    l sonri con los ojos cerrados y la abraz an ms fuerte, como si quisiera fundirse con ella en un solo cuerpo. Por el nombre supuso que aquello deba ser algn local de msica folk o country.

    Si me prometes que no dejars nunca de escribir poesa, yo te llevar a Nashville. Pero al de verdad, al de Tennessee.

    Entonces te juro que no lo dejar nunca.

    Fue lo ltimo que dijo, antes de dormirse con una sonrisa en los labios.

    *****

    A la maana siguiente, Belisa sonri an con los ojos cerrados al notar que l la despertaba con un beso. Al abrirlos, vio Jaime sentado a su lado y a los pies de la cama descansaba una bandeja con el desayuno. No se haba afeitado, no tena con qu; pero aquello le daba un aspecto de chico malo y peligroso que aumentaba su atractivo todava ms.

    Buenos das volvi a besarla en los labios.

    Belisa se sent con las piernas cruzadas y la espalda apoyada en el cabezal de la cama y l aprovech para colocar el desayuno entre los dos. Ella se cubri la cara con ambas manos y luego las apart temerosa.

    Qu aspecto tengo? pregunt intuyendo la respuesta.

    Jaime tuvo la delicadeza de no contestar; se limit a coger de la bandeja un par de bolsas de manzanilla y las alz en el aire.

    Las he puesto un rato en el congelador. Son para rebajar la hinchazn de los ojos, lo le una vez no s dnde.

    A Belisa se le form un nudo en la garganta y las lgrimas empezaron a manar de nuevo sin control.

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    Venga musit secndoselas con los dedos, as seguro que la manzanilla no va a funcionar. Qu pasa? No ests acostumbrada a que te cuiden? ella neg sorbiendo por la nariz.

    Hace aos que vivo sola explic.

    A Jaime le encant or aquello; sola, perfecto. Eso significaba que no haba hombres importantes en su pasado, al menos no tanto como para compartir su vida con alguno de ellos. Y al instante maldijo por haber pensado algo as puesto que no tena ningn derecho a hacerlo, se record por ensima vez.

    Los dos compartieron el desayuno en silencio; Belisa estaba arrepentida de haberle confiado sus problemas, ahora apenas se atreva a mirarle a la cara. Y l estaba incmodo al notar que con el nuevo da ella pareca haber levantado una barrera entre los dos. Cuando Belisa apur su taza con un suspiro, l la oblig a recostarse y le coloc una bolsita fra sobre cada ojo.

    En cuanto Jaime regres de la cocina, se tumb en la cama de costado con cuidado de no molestarla. La contempl en silencio, daba risa verla con el pijama de estampado infantil y las manos sobre el estmago como una muerta. Con mucho cuidado le levant una mano y le acomod el brazo sobre el colchn. Ella ni se movi. Repiti idntica operacin con la otra mano, y ella continu inmutable. Con el dedo ndice traz una lnea recta desde el cuello, pasando entre sus pechos, su estmago, se detuvo un segundo en su ombligo y finaliz en la goma del pijama. Alz la vista, ella estaba sonriendo. El dedo curioso se introdujo por debajo del pijama y traz el mismo recorrido en sentido ascendente, esta vez sobre su piel. Pero al llegar a la altura del pecho, Jaime despleg los cinco dedos y el recorrido se torn mucho ms lento. El trax de Belisa comenz a subir y bajar con un ritmo regular. Su mano explor a un lado y a otro, roz con la palma, tante con la yema de los dedos. Y de tanto en tanto se detena para disfrutar de sus pezones duros. Descans la mejilla en la almohada y al tiempo que coloc la mano abierta sobre su corazn, con la nariz le acarici la sien, la oreja, la mejilla, la lnea de la mandbula, el cuello, hasta que not bombear los latidos acelerados bajo su palma.

    Dices que eres insensible? susurr en su odo.

    Las ltimas experiencias fueron desastrosas se quit las bolsas de manzanilla de los ojos, y con el dorso de las manos se sec los prpados hmedos.

    Tiempo exigi levantando la cabeza con una mirada peligrosa. No quiero or nada de otros hombres.

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    Sorprendindolo con su rapidez, Belisa se sac la parte superior del pijama por la cabeza y en dos patadas se libr del pantaln. Se coloc a horcajadas sobre l y Jaime contempl por primera vez los pechos rotundos y firmes que tantas veces haba codiciado cubiertos de licra.

    Dnde est el amiguito confidente de las chicas? el deseo que Jaime descubri en sus ojos azules llev hasta el lmite su ereccin.

    T misma dijiste que no doy el pego como gay sus manos acapararon ambos senos.

    No, no lo das asegur bajndole los calzoncillos para lanzarlos a un lado.

    Belisa se tumb de lado con medio cuerpo sobre el de l, lo agarr por la nuca y le oblig a ofrecerle su boca. Y mientras se besaban la mano de Jaime baj por su espalda hasta las nalgas y se entretuvo en acariciarlas a placer, en explorar con los dedos cada escondite secreto. Cuando separaron sus labios, jadeando se miraron en silencio.

    Confas en m? ella asinti con la cabeza. Quiero que slo pienses en proporcionarme placer.

    Qu listo.

    Hazlo exigi mordindole el labio inferior. T eres cosa ma cerr los ojos al sentir que la mano de ella se aferraba a su pene erecto. Mejor que aquel da en la piscina? murmur saboreando su garganta.

    Espectacular confes apenas en un jadeo. En cualquiera de sus versiones l ri por lo bajo. Pareces muy seguro de ti mismo.

    Jaime la tumb de espaldas y en su mirada insegura pudo leer no espero demasiado.

    Estoy muy seguro de ti zanj sus dudas besndola con lenta sensualidad.

    Y comenz un despliegue de besos desde los hombros; se entretuvo mucho rato en sus senos para su propio deleite. Llevaba demasiado tiempo soando con ellos; un trofeo que se haba reservado slo para l. Belisa se remova con la respiracin agitada, pero l impidi que se incorporara. Y continu besndola en cada hendidura, en cada curva hasta rodear su ombligo. Alz la cabeza, y contempl en su piel la hmeda huella delatora de su propia boca.

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    Poda sentir los dedos de Belisa acaricindole los brazos hasta los hombros, desde la nuca reptaron a su cabeza. Unas manos que sufran al verlo escapar. Pero ella, presa obediente, no se incorpor.

    Jaime acarici con los labios su ombligo y traz un sinuoso camino con la lengua hasta llegar a su pubis; una diminuta sorpresa azul oscuro reclam la atencin de sus labios.

    Es de los de verdad? Belisa exhal un s arqueando las caderas.

    l la fij a la cama con ambas manos para besar y morder el delicado dibujo de dos gaviotas que sobrevolaban un rompeolas color castao. Una travesura muy ntima que jams vera la luz. Secreto que slo el ms afortunado podra contemplar, compartir, acariciar, besar. Slo l.

    Y quiso saborearla; las gaviotas, el interior de sus muslos. Saborearla a ella. Sus besos se tornaron ms ntimos. Su lengua fue instrumento de tortura y de placer. Disfrut de ella sin lmite mientras senta sus dedos acaricindole el pelo; nerviosos, cada vez ms crispados. Alz la cabeza; incorporada sobre los antebrazos, Belisa lo miraba con el brillo silencioso de la furia por negarle el orgasmo.

    An no anunci con la sonrisa del diablo.

    Agarrndola por el talle la alz con brusquedad hasta que su cara qued a un centmetro de la suya. La desafi en silencio, quera orla protestar, pedir, y ella se lo dijo con besos. Besos sedientos y posesivos. Jaime se tumb de espaldas con ella entre los brazos. Y cay en la trampa. La presa silenciosa ya no estaba all; se encontr atrapado cuando Belisa a horcajadas sobre l, tom las riendas.

    Quiero probarte exigi.

    l se relaj encantado de convertirse en ofrenda y la dej jugar. No quera perderse nada, ni uno solo de sus jadeos, ni el brillo de sus labios vidos de l atrapndolo una vez, y otra ms. Cerr los ojos cuando su lengua se torn ms osada, exigente, malvada, muy malvada. Y los abri de golpe cuando ella le aplic idntico castigo; inclinada sobre l, lo desafiaba a pedir ms con una sonrisa de diablesa perversa.

    Dnde lo tienes? pregunt Belisa sin darle opcin.

    Jaime dio un vistazo rpido y le seal sus vaqueros; ella rebusc en todos los bolsillos sin miramiento hasta que dio con ellos. Esperaba uno y se encontr con la sorpresa de que haba acudido bien provisto.

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    Fresa? pregunt con una risita.

    l se contagi de su risa, sorprendido a su vez de verla tan sorprendida a ella, y trat de arrebatarle el preservativo pero Belisa fue ms rpida.

    No me lo esperaba rasg el envoltorio con los dientes, con lo serio que pareces.

    Jaime supo que retendra para siempre en su memoria la imagen de Belisa arrodillada sobre l con el preservativo en la boca. Ella siempre estara all. Por muchos aos que pasaran jams olvidara a la mujer que le regal la situacin ms ertica de su vida. La dej hacer y la cubri de besos mientras ella se lo colocaba, en el pelo, el lbulo de la oreja, el cuello.

    T tambin me sorprendes su dedo acarici el diminuto par de gaviotas. No pareces una chica a la que le gusten los tatuajes.

    No me gustan.

    Cundo te lo hiciste? le retir el pelo de la cara y ella lo mir de frente.

    Ya lo sabes.

    Los dos se miraron en silencio sin dejar de acariciarse. l afianz la postura sentndose con las rodillas flexionadas.

    Tanto signific esa maana para ti?

    La pregunta qued en el aire. Porque Belisa se sent sobre l con los muslos muy abiertos y los brazos rodeando sus hombros. Y agarrndola por las caderas, Jaime solo pudo pensar en adentrarse en ella sin dejar de mirarla a los ojos, en mecerse con ella, en disfrutar de ella. En agarrar su cintura con fuerza para no dejarla escapar y obligarla a regresar a l una y otra vez. Increment el ritmo y Belisa ech la cabeza hacia atrs.

    Mrame ella obedeci. Reglamelo, el primero juntos lo quiero para m.

    Y disfruto de verla alcanzar el orgasmo mientras sus pupilas se dilataban hasta convertir sus iris en dos finas coronas celestes. Belisa tembl y se contrajo en sus brazos; Jaime ocult la cara en su cuello para dejarse llevar fundido en ella. Y la abraz muy fuerte hasta que consigui respirar con normalidad.

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    Ella lami una fina gota de sudor de su mandbula rasposa y lo bes en la oreja.

    Olvida aquello que te dije anoche de la frigidez susurr.

    Bien dijo, contento de dar carpetazo al asunto.

    Belisa se apart con indolencia para tumbarse en la cama y se estir con los brazos sobre la cabeza. Cuando l regres del bao, se dio cuenta de que en casi todo el cuerpo ella luca las huellas de su mentn sin afeitar. Se tumb a su lado y la agarr por la cintura.

    Sube murmur.

    No tienes que ir a por Andrs? pregunt acomodndose sobre l.

    No, este fin de semana es para mayores de dieciocho aos.

    Hasta qu hora piensas quedarte? pregunt Belisa temiendo la respuesta . Si tienes planes

    Deb haberte preguntado reconoci; haba cierta preocupacin en su voz. Tienes algo que hacer hoy y maana?

    Nada importante.

    Mejor, porque en todos mis planes ests t le acarici la espalda satisfecho. Y ahora abrzame con fuerza y duerme.

    *****

    Jaime colg el telfono pensativo tras hablar con la madre de su hijo. La familia estaba de vacaciones en Altea. Mir el calendario de su agenda; estaran de regreso cualquier da de la semana siguiente. Y el nio permanecera con l durante al menos un mes, hasta que l mismo decidiera que echaba de menos a su otra familia. Estaban a mediados de julio y ni siquiera haba hecho planes para las vacaciones; tendra que hablar de ello con Belisa.

    O no.

    No saba qu hacer y eso lo pona furioso. Siempre haba sido un hombre independiente y nunca haba tenido ni necesidad ni ganas de consultar sus decisiones con nadie. Y menos con una mujer. Pero ahora todo era distinto.

  • T de menta, yo de fresa Olivia Ardey

    Era distinto y no lo era. Porque entre ellos las cosas se sucedan con una normalidad sin sobresaltos que lo tena desconcertado. Demasiada normalidad. Abri el primer cajn del escritorio y sonri al encontrar lo que esperaba. Belisa nunca lo olvidaba. Desde la primera noche, cuando l dijo que se mereca una medalla por dormir junto a ella. Aqul fin de semana que mereca ser marcado en rojo en el calendario de su vida como fecha a conmemorar, porque hicieron el amor de mil y una formas, a cual mejor.

    Y el lunes por la maana, descubri en el bolsillo de su chaqueta un puadito de euros de chocolate con una nota: Busqu medallas, pero no tenan. Da igual. Cada moneda es una medalla, por la noche del viernes y por cada una de las veces que me has hecho sentir nica.

    Y desde ese da vena encontrando los euros dorados en los sitios ms inverosmiles: el salpicadero del coche, los bolsillos Incluso alguna maana lo haba sorprendido dejndoselos apilados en el centro de su escritorio antes de que llegara l. Andrs disfrutaba con la novedad y no haca ms que preguntar qu mana le haba entrado con las monedas de chocolate. l se limitaba a entregrselas y advertirle que nada de preguntas. Su hijo estaba encantado con Belisa. Eso an le preocupaba ms.

    Aquella relacin ya haca tiempo que se les haba escapado de las manos, porque trascenda ms all de ellos dos. Ella ya conoca al nio y su integracin en las actividades padrehijo se convirti en algo de lo ms natural. Jaime disfrutaba de verlos juntos, pero una idea recurrente ensombreca su felicidad. En los ltimos tiempos cada vez con ms frecuencia.

    Sali del despacho, fue hasta el parking de la empresa en busca del coche y condujo hasta casa sin dejar de pensar en todo aquello. Una voz interior de alarma le deca que tena que pararlo. Belisa empezaba a ser una parte demasiado importante en su vida, se haba acostumbrado a tenerla y la necesitaba, del mismo modo que necesitaba encontrar cada da esas monedas de chocolate con las que le deca que no se olvidaba de l. Pero en ningn momento haban hablado de compromisos. Ni l haba pensado en ello, pero necesitaba saber a dnde iba a conducirles aquella relacin.

    Belisa La necesitaba tanto! No pareca la misma. Desde aqul fin de semana glorioso, ella tena una expresin serena y risuea. Estaba muy orgulloso, dnde meses antes haba crispacin, ahora todo era paz. Lo volva loco cada vez que la vea andar por los pasillos de la empresa con esa cadencia de gata satisfecha, y disfrutaba cada vez que le regalaba su sonrisa lenta de mujer plena y feliz. Y l se atribua el mrito. Estaba seguro de que era l quien la colmaba de felicidad.

  • T de menta, yo de fresa Olivia Ardey

    Pero ella en ningn momento le haba reclamado nada. Cierto era que ya no sugera que la relacin algn da tocara a su fin. Pero tampoco hablaba del futuro, lo exasperaba con esos silencios que no saba cmo descifrar.

    No vivan juntos, pero s pasaban las noches en la misma cama. En la suya o en la de l. Daba igual. Incluso Andrs se entusiasmaba cada vez que pasaban el da los tres juntos en casa de Belisa. Ella le haba abierto las puertas de su casa y de su vida, pero no exiga nada. Tal vez porque no necesitaba nada ms y del mismo modo que un da las abri, cualquier da sera capaz de cerrrselas y pasar pgina.

    Estacion el coche y una vez en el ascensor de casa tuvo que reconocer en qu radicaba toda su preocupacin: tena miedo al futuro. Pnico. Verdadero pnico a perderla. Porque Belisa en ningn momento le haba hablado de amor.

    Al introducir la llave en la cerradura, la puerta se abri desde dentro. Y esta vez no se alegr de verla. Tuvo miedo. Miedo de que algn da ella no estuviera all.

    Se lanz a su cuello con una sonrisa, y aunque pareci contrariada por su respuesta demasiado fra, ella no insisti. Eso an lo exasper ms.

    He preparado una sorpresa para comer anunci.

    Podas haber preguntado respondi con un tono demasiado tajante. Qu pasa si no me apetece?

    Pues no pasa nada, hacemos otra cosa y ya est asegur al tiempo que sonrea, para quitar hierro al asunto. Algo va mal en la oficina?

    l no contest, le dio la espalda y lo vio desaparecer camino de su dormitorio. Ella regres a la cocina, sac la lasaa del horno y la llev hasta la mesa de la terraza. Desde luego, Jaime poda considerarse privilegiado. Pocas personas podan disfrutar de un tico en la avenida de Francia con unas vistas espectaculares; por un lado se divisaba la mejor lnea del cielo de la ciudad, por el otro el espectculo infinito del mar.

    Lo adivin tras ella. Gir hacia l pero se le hel la sonrisa al ver su semblante tan hosco. Iba descalzo, se haba puesto unos vaqueros muy desgastados y una camiseta que, con su espalda de nadador, se le ajustaba de una manera que la haca suspirar.

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    Pero el suspiro se torn demasiado amargo cuando l se sent a la mesa y comenz a servirse de la bandeja sin esperarla; y para colmo sin la cortesa debida de servir primero el plato de ella. Belisa lo acompa en silencio, pero su paciencia tena un lmite. Ella tambin estaba cansada, haba hecho lo posible por llegar antes que l para tenerle preparada la comida recin hecha, pero el detalle no haba merecido ni un msero gracias.

    Te gusta? dijo para romper el hielo.

    l solt el tenedor sobre el plato y cruz las manos bajo la barbilla con la actitud de falsa calma que utilizara para amonestar a un empleado dscolo.

    Qu pasar el da que te canses de jugar a las cocinitas?

    Belisa no se dej intimidar y le sostuvo la mirada invitndolo a continuar.

    S, dime has pensado qu pasar cuando todo se acabe? Te has parado a pensar que hay un nio que puede sufrir? Entiendo que ahora ests encantada disfrutando de una situacin nueva, un capricho muy entretenido. Pero sabes qu suceder? Pues ese da no slo lo pasar yo mal, tambin lo pasar mal mi hijo y eso es algo que no pienso permitir.

    Sufrirs t, sufrir el nio y yo qu? l no intervino. Por qu piensas que todo esto es un juego para m?

    No s nada de ti.

    Ni yo de ti. Eres t el que se empe en establecer una barrera recuerdas? Esa coraza famosa que llevas siempre puesta para que no te hagan dao. Jams he intentado traspasarla porque no me has dejado. Crees que a m me gusta esta situacin? No me atrevo a contarte nada de m porque t no me das pie a ello. A ver, sabes qu coche tengo? Cmo es mi familia? Dnde he vivido? No sabes nada. Y no he podido contrtelo porque a ti no te interesa saberlo. Del mismo modo que no me cuentas nada de ti porque te da miedo que te conozca. Te has creado una vida para ti y tu hijo. Un universo en el que sois muy felices solos y a m slo me has dejado contemplar desde la puerta, pero sin dejarme entrar.

    No te atrevas a juzgar mi vida. Y deja a mi hijo a un lado, no es cosa tuya.

    Lo s. Desde el primer momento me dejaste claro que yo no entro en ese equipo.

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    Por supuesto. No creo en eso de t y yo somos tres. Algn da querrs tener tus propios hijos no? a ella se le humedecieron los ojos. Y qu pasar entonces con Andrs? Tendr que verse desplazado como le ha pasado ahora que tiene dos hermanos?

    Ya me has asignado el papel de la madrastra mala? se puso en pie de golpe y lanz la servilleta sobre la mesa. Pues si en el tiempo que llevamos juntos es eso lo que piensas de m, creo que aqu estoy de ms.

    Me ests dando la razn advirti con una mirada muy dura. Saba que el da que las cosas no fueran tan idlicas acabaras largndote. La huda es la salida fcil.

    Te equivocas. La salida fcil es echarme, que es lo que acabas de hacer.

    Jaime permaneci sentado mientras la oa recoger su bolso y cerrar la puerta. Y tuvo que cerrar los ojos, porque ni siquiera dio el portazo que esperaba or. Se larg con suavidad, de una manera silenciosa y discreta. Como era ella.

    Se levant con furia y fue hasta el vestbulo pero su mano se qued quieta sobre el pestillo. No fue capaz de abrir, pedirle disculpas e de intentar arreglarlo. Enseguida supo que aquella no haba sido una pelea cualquiera. Era el final, la prueba descansaba sobre la consola junto al correo: Belisa le haba devuelto su juego de llaves.

    *****

    Durante los dos das siguientes, Jaime y Belisa hicieron todo lo posible por no coincidir. Incluso ella dej de acudir a la piscina. Y en el trabajo no se cruzaron ni una sola vez. Tampoco hubo llamadas de telfono; como si el uno nunca hubiera estado presente en la vida del otro.

    Al tercer da Jaime comenz a impacientarse. La llam a su telfono, pero no lo coga. La llam a casa y no contest; aporre su puerta con idntico resultado. El sptimo da, tras haber enviado ms de diez mensajes a su mvil sin obtener respuesta, Jaime rozaba el lmite de la desesperacin. Los primeros mensajes fueron escuetos y serios, al ver que no responda, se tornaron ms tiernos; al final ya eran suplicantes. Pero por lo visto a ella no le hicieron ningn efecto.

    Dej de lado el orgullo y se aventur a preguntar por ella a sus compaeros de despacho. Por ellos supo que haba solicitado una semana de vacaciones. Y desde ese momento slo deseo que pasase el fin de semana y Belisa regresara al trabajo. En la oficina no podra

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    escapar; necesitaba hablar con ella y pensaba conseguir que le escuchara a cualquier precio.

    Pero ese mismo da, al llegar a casa crey morir al ver que la asistenta le haba dejado una nota con el telfono mvil de Belisa. Al parecer lo haba encontrado entre los almohadones del sof. Y entonces entendi su mutismo y el porqu de todos los mensajes sin respuesta.

    Se cambi de ropa y fue directo a casa de Belisa. Frente a la puerta de su vecina, lament el no saber nada de su familia y amigos. Carmen le franque la puerta con una sonrisa amable y Jaime dio gracias a la mitad del santoral cuando le dijo el remoto lugar donde podra encontrarla.

    Recuerda: Olocau del Rey, treinta kilmetros ms arriba de Morella. Al menos, eso dice Belisa. Ten cuidado porque la carretera por lo visto est llena de curvas.

    Lo tendr en cuenta, gracias Carmen se despidi con dos besos.

    Jaime el gir ya en el primer tramo de las escaleras. S que no es cosa ma, pero me alegro mucho de que estis juntos a Jaime el comentario le doli ms de lo que supona. Ya sabes que Belisa se lo guarda todo para ella, pero siempre he intuido que haba un hombre en su vida. No s, puede que un amor no correspondido l frunci el ceo. Por favor, no le digas nada. Pero desde que est contigo la veo feliz. Me alegro de que la hayas hecho olvidar a ese tipejo, sea quien sea.

    Tres cuartos de hora despus, cuando Jaime abandon la autopista, an le zumbaban en los odos las palabras de Carmen. Un hombre. Y l sin enterarse, tampoco Belisa haba comentado nada que lo hiciera sospechar. Se tranquiliz al pensar que, al menos en opinin de su vecina, pareca haberse olvidado de l.

    Hasta San Mateo subi tan rpido que ni se percat por dnde iba. Una vez inici el ascenso del puerto de Querol, se oblig a poner los cinco sentidos en la conduccin porque estaba anocheciendo. Y de bajada, tras una de las curvas divis la imagen espectacular de las murallas de Morella iluminadas en plena noche; con su castillo lleno de luz pareca elevarse al cielo como una aparicin bellsima y fantasmal en medio de aquellas montaas tan agrestes.

    Rato despus ya estaba harto de curvas y vacas pastando. Al pasar el Hostal Nou, tom el desvo hacia El Forcall. Y esos treinta kilmetros s se le hicieron eternos. Montaas, montaas y ms

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    montaas. Una carretera sin arcn y el terreno ms escarpado que haba visto en su vida. Hasta un par de cabras montesas divis en unos riscos. Con lo bien que se viva en la playa y haba gente que incluso llegaba a pagar por veranear en la montaa; desde luego, a l que no lo buscaran por all.

    Por fin. Por fin. Por fin. Entr en Olocau del Rey y tuvo que reconocer que aquello era un pueblo de cuento. Calcul que no llegara a los doscientos habitantes. Aparc en la plaza justo a la puerta del ayuntamiento y le extra que todava quedaran plazas medievales tan bien conservadas. Medio pueblo estaba reunido en mesas a la puerta del mesn y se decidi a preguntar.

    Entonces se le calent la sangre: la encontrara en casa de Boro el de los molinos. Boro? Quin coo era ese Boro? Sigui hacia lo alto del pueblo por las callejuelas desiertas y no le cost encontrar la casa. Le tranquiliz comprobar que haba luz, por lo menos no haba hecho el viaje en balde. Y al mirar hacia el interior de la casa a travs de la ventana de la planta baja, se detuvo en seco. Tras los visillos pudo ver a Belisa. Un hombre la rodeaba por detrs y la haca rer; ella apoy la cabeza en su hombro con una sonrisa cmplice.

    Aquello confirmaba las sospechas de Carmen. Al parecer ese hombre era el tal Boro, si no por qu iba a viajar Belisa precisamente hasta all? Y sinti un regusto amargo al ver esfumarse todas sus esperanzas. Estaba en lo cierto, lo supo desde el principio. Para Belisa su relacin con l siempre fue un da a da. Ante sus ojos tena la respuesta. l slo haba sido un entretenimiento mientras no tena al otro; porque Belisa amaba a un hombre que viva a doscientos kilmetros.

    Sac del bolsillo el telfono mvil de ella, lo dej en el alfeizar de la ventana sin mirar de nuevo hacia el interior y dio la vuelta camino de la plaza.

    En cuanto puso el coche en marcha, sali de all con cuidado de no pisar el acelerador en aquellas calles tan estrechas. Pero una vez en carretera lo puso a mucha ms velocidad de lo que aconsejaba la prudencia, ansioso por dejar atrs para siempre aqul pueblo y a Belisa.

    No haba recorrido ni ocho kilmetros cuando un bulto oscuro se cruz en su camino. Al chocar frontalmente con l, estall el cristal del parabrisas; en un intento por mantener el control, dio un volantazo hacia la derecha. Segundos despus, solo not un golpe seco y el estallido del airbag.

    *****

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    Habr que avisar a las nias, ya es tarde para jugar en la calle record Boro a su mujer.

    Ya voy yo se ofreci Belisa.

    Sali a la calle y trat de localizar a las pequeas, deban haber subido calle arriba. Entonces se percat de que haba salido sin un jersey; incluso en el mes de julio, all arriba la temperatura aconsejaba una prenda de abrigo en cuanto caa la noche. Record que esa tarde lo haba dejado sobre el alfeizar de la ventana y fue a por l.

    Pero la prensa resbal de sus manos y qued olvidada sobre los adoquines en cuanto vio su telfono mvil. Slo poda haber llegado hasta all de una manera; de la mano de Jaime. El corazn empez a bombearle ms rpido y con el mvil en la mano corri calle abajo camino de la plaza. De estar en el pueblo, seguramente habra aparcado el coche all.

    A mitad de camino el telfono comenz a vibrar y emitir una meloda familiar. Trag saliva; no estaba muy segura de qu iba a decirle. Su intencin era mantener la sensatez y no dejarse llevar por la emocin de saber que haba recorrido doscientos kilmetros tras ella. Por fin respir hondo y cerr los ojos.

    Hola Un accidente! grit abrindolos de golpe Pero dnde ests? gimi. Tranquilo, vale, vale, vale yo estoy tranquila seguro minti con las rodillas temblando. Oye, mantn los faros encendidos cmo que no puedes apagarlos?.... pero tan mal est el coche? No te muevas la advertencia sobraba. Enseguida estamos ah puls el botn de colgar y corri cuesta arriba llamando a Boro a gritos.

    Menos de ocho minutos despus, cuando vieron la luz al girar una curva, Belisa casi se lanza en marcha del Land Rover. Se tranquiliz al ver que Jaime esperaba apoyado en la parte trasera del coche; a primera vista el vehculo no pareca demasiado deteriorado. Pero al mirar hacia delante se ech a temblar como un pajarillo. Porque Jaime haba convertido en chatarra la mitad delantera de su adorado Audi, al estamparlo contra una carrasca. Belisa le ech los brazos al cuello; l le acarici la espalda con ternura, pero sin abrazarla como ella esperaba.

    Est muerto dijo al fin; Belisa lo mir con el pnico reflejado en la cara. He atropellado un jabal.

    Ella exhal aire y mir de reojo el cadver que yaca entre las aliagas, a unos metros del coche. Al parecer el encontronazo desplaz

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    al animal fuera de la carretera. Belisa empez a palpar a Jaime por todas partes y dio un grito al descubrirle una herida en el pmulo.

    No es nada la tranquiliz mientras ella esparca muchos besitos suaves sobre la zona magullada. Me he golpeado con una rama, tuve que ascender media ladera a oscuras en busca de cobertura.

    Nos vas a presentar o piensas seguir comindotelo a besos?

    Jaime desvi la vista hacia el hombre de mandbula cuadrada y anchos hombros que los contemplaba de brazos cruzados.

    Boro, este es Jaime. Ya sabes anunci acariciando la herida con la yema de los dedos.

    l le tendi la mano y Jaime se la estrech con visible incomodidad.

    Es Boro, mi hermano mayor.

    Al or aquello Jaime not como si alguien le quitara una losa de encima; cerr los ojos y por fin la abraz con muchsima fuerza.

    Dame un puetazo, por favor, o unos cuantos susurr besndola en la sien; ella alz el rostro y lo mir perpleja. Te vi con l por la ventana.

    Su tono de cro avergonzado conmovi a Belisa, que le rode el cuello con los brazos con tanta vehemencia que casi lo estrangula. Al instante se separ un poco y los tres miraron con curiosidad hacia un vehculo que se detuvo junto a ellos. Era un vecino del pueblo de al lado, conocido de Boro. El nombre advirti que, si el jabal se quedaba a la intemperie, a la salida del sol aquello estara plagado de buitres.

    Jaime aprovech para introducir la cabeza por una de las ventanillas traseras y agarrar su sudadera. Hasta que no se la puso no se dio cuenta del fro que haca all en pleno mes de julio.

    Boro decidi que a primera hora de la maana llamaran a un taller de Morella para que enviaran una gra a por el coche. l hombre casi dio saltos de entusiasmo cuando le informaron que poda quedarse con el jabal difunto; y entre los tres hombres lo subieron, con gran esfuerzo, a la trasera de su furgoneta.

    Para qu lo quiere? pregunt Jaime mientras suba al todoterreno.

    Muy sencillo, llevar el hgado al veterinario para que lo analice dijo Boro poniendo el vehculo en marcha; Belisa se ajustaba el

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    cinturn del asiento del copiloto. Y si todo est correcto una parte la guisar, otra la congelar, con otra har embutido y con los perniles secar un par de jamones.

    Jaime se qued perplejo; Boro hablaba con tanta simpleza como si le estuviera explicando la receta del huevo frito.

    Piensa comerse un animal muerto? pregunt incrdulo.

    Los que venden en las carniceras no estn muertos? dijo con una carcajada. El jabal es un bocado exquisito, cuando la gente los caza por algo ser no crees? lo mir a travs del retrovisor con el ceo fruncido. Oye, seguro que t ests bien? No nos cuesta nada acercarnos al hospital de Vinaroz.

    Seguro, esto no es ms que un araazo.

    Acercarnos. El hospital ms cercano distaba noventa kilmetros por una carretera serpenteante. Reflexion sobre la peculiar forma de vida a la que deban enfrentarse los habitantes de las zonas rurales de montaa, salvando dificultades que a un urbanita le seran muy difciles de asumir. Pero Boro pareca haberse adaptado de maravilla. Como sus propios padres, record.

    Te duele? pregunt Belisa girando hacia l por encima del asiento.

    Un poco murmur como un nio doliente; ella le tendi la mano y l se asi a ella. No leste mis mensajes.

    Boro, sin dejar de prestar atencin a la tortuosa carretera comarcal, los estudiaba de reojo alternativamente, divertido por el giro infantiloide que tomaba la conversacin. Y vio que Belisa lea muy concentrada la pantallita de su mvil con ojos lagrimosos.

    Para dijo ella desabrochndose el cinturn.

    Qu haces? intent retenerla con una mano. No ves que no hay arcn?

    Que pares el puto Land Rover!

    Jaime crey que no haba entendido bien. Palabrotas ella? La sutil Belisa dejaba entrever a la mujer temperamental del primer da en la piscina. Record tambin sus arranques de carcter en los partidos de baloncesto. Y l que la supona callada y dcil en ese momento tuvo la certeza de que la haba juzgado con una mente demasiado estrecha. Cuando Boro aminor la marcha con airadas

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    protestas, Belisa se escabull entre los dos asientos delanteros para aterrizar en los brazos de l.

    Pero qu os habis credo? Qu esto es un taxi? dijo Boro girando hacia ellos al lmite de su paciencia.

    Pero en vista de que su hermana y el que pareca su futuro cuado, no dejaban de besarse, decidi acelerar de nuevo y llegar a casa cuanto antes.

    Todo lo que dices en los mensajes es verdad? pregunt con ojos anhelantes.

    Te he mentido alguna vez? musit acaricindole la mejilla.

    Ella se acomod a su lado y cuando Jaime le rode los hombros con el brazo, reclin la cabeza sobre su hombro. Para tranquilidad de Boro, durante el resto del camino la parejita feliz se port bastante bien.

    *****

    Menos de media hora despus, Boro observaba cmo el recin rescatado devoraba un enorme bocadillo de pan con tomate y jamn, sentado a la mesa de su cocina. Belisa y Cristina se haban empeado en curarle la herida y ahora luca en el pmulo la huella amarillenta del Betadine. Y mientras le explicaba que su trabajo en los parques elicos era el motivo que los haba llevado a vivir en el pueblo aqul, Boro no perda de vista a su hermana. Estaba sentada junto a Jaime y al parecer cualquier ocasin era buena para entrelazar los dedos con l, para las miradas tiernas y alguna caricia furtiva.

    Belisa coment que ambos trabajaban en la misma empresa y Jaime dio una somera explicacin sobre tcnica actuarial, por no aburrirles.

    Cristina, la mujer de Boro, no paraba de amonestar a su marido con miraditas severas que l evitaba con un descaro absoluto.

    Puedo prestarte un pijama anuncio con una amabilidad sospechosa.

    Aquello acab con la paciencia de Cristina.

    Buenas noches, chicos cogi del brazo a su marido y se lo llev escaleras arriba.

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    Boro refunfu por lo bajo, pero Cristina lo acall con un par de besos.

    Y dnde va a dormir? pregunt por preguntar. En la cama pequea de la habitacin de abajo van a estar muy apretados.

    De eso se trata dijo Cristina; y con un nuevo beso evit cualquier protesta.

    Por su parte, Jaime y Belisa decidieron retirarse tambin. Ella lo llev hasta el cuarto de bao de la planta baja y en silencio le tendi su cepillo de dientes. Jaime la cogi por la cintura y se apoder de su boca, una vez, y otra, y otra hasta que ella se despidi de l lanzndole un silencioso beso al aire.

    Cuando Jaime entr en la habitacin, se desnud sin dejar de mirarla. Ella permaneca oculta bajo las sbanas. Le extra la manta extendida sobre la cama en pleno verano; bien, eso significaba que lo esperaba desnuda. Pero al sacar una caja de preservativos del bolsillo de la sudadera, se sorprendi a s mismo al verse sentado en la cama reclamando su atencin.

    Tenemos que hablar.

    Eso era, necesitaba hablar. Aclarar las cosas con ella y recobrar la paz interior.

    Ven Belisa tir de su brazo con exigencia. Podemos hablar aqu dentro.

    Pero como Jaime intua, la conversacin ms que breve fue inexistente, porque en cuanto se tumb junto a ella el deseo de tenerse el uno al otro fue mucho ms poderoso. E hicieron el amor con una furia que los sorprendi a los dos. Con un afn de posesin brutal, con la necesidad de recobrar algo muy importante que ambos crean perdido para siempre.

    *****

    A la maana siguiente, Jaime extendi el brazo sobre el colchn y abri los ojos al comprobar que estaba solo. Desde la cocina le llegaba el aroma a caf recin hecho, pero no se oa ni un alma. Intuy que Belisa se haba levantado temprano para preparar el desayuno y decidi darse una ducha.

    Al salir del bao atraves el pasillo con una toalla alrededor de las caderas, pero no vio a nadie. Tal vez Cristina y Boro tenan por costumbre levantarse ms tarde. Entr en la habitacin del fondo y se

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    arranc la toalla lanzndola sobre la cama. Sonri al or pasos a su espalda. Y tras la lenta apertura de la puerta, esper ansioso a que Belisa le diera los buenos das abrazndose a l por detrs.

    Pero los pasos sigilosos se tornaron una carrera desenfrenada.

    Mamaaaaaaa! Hay un hombre desnudo!

    Joder mascull parapetndose tras la puerta.

    De una patada lanz la caja de condones bajo la cama y mir por todas partes en busca de su ropa.

    Yo ya dije lo del pijama le lleg desde la cocina la advertencia de Boro. Le tranquiliz or la voz serena de Cristina restando importancia al asunto.

    Slo le hemos visto el culo puntualiz una vocecilla sabionda.

    Qu bien, slo el culo el tono de Boro no sonaba nada entusiasta.

    En ese momento apareci Belisa en pleno ataque de risa y cerr la puerta tras ella; Jaime la fulmin con la mirada, pero ella an ri con ms ganas.

    Nadie me advirti que haba nios dijo abrochndose los botones de la bragueta.

    Nias aclar cruzndose de brazos.

    l la agarr por la mueca y la atrajo de un tirn.

    An no me has dicho buenos das murmur mirndola con deleite.

    Buenos das.

    As se lo dices al que te sube el butano ella volvi a rer advirtindole que no utilizaba ese combustible. Ya te has olvidado de m?

    Ella se acerc a su boca y le regal uno de sus besos lentos y sensuales que lo volvan loco. Y con un par de besitos que apenas fueron dos roces le susurr un buenos das de los que l tena la exclusiva.

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    Anda, mira a ver si tu hermano tiene algo para dejarme dijo acaricindole los labios an hmedos. Mi camisa parece recin sacada de un contenedor de basuras.

    Belisa regres en un par de minutos y le tendi una camiseta. Jaime le agarr la mano y al mirarla a los ojos record la noche pasada en la que la caja de preservativos result un gasto intil, porque no utilizaron proteccin ni una sola vez.

    Crees que habr dado en la diana? pregunt acariciando su vientre con ternura; Belisa mantena una mirada serena e inmutable. Por favor, di algo.

    Qu quieres or?

    l dio un suspiro profundo, se sent en la cama y tir de ella para sentarla sobre sus piernas.

    Te tomaste al pie de la letra lo de la coraza le reproch con amargura. Ella no se dej amilanar por su mirada angustiada.

    No has pensado que era la nica manera de demostrarte lo difcil que resulta querer a alguien que se protege con armadura las veinticuatro horas?

    Jaime apart la mirada. Ah tena la respuesta a la actitud silenciosa y discreta que conoca de ella.

    Muy bien reconoci mirndola muy serio. Y ahora que has demostrado que eres ms inteligente que yo, escchame con atencin. S que me he comportado como un nio cabezota; pero quiero que entiendas que me desconcierta lo que siento. Sabes que Andrs no fue engendrado como un acto de amor y tena claro que no quera ms hijos. Hasta que llegaste a mi vida y lo volviste todo del revs. El da que discutimos me escud en l; fing defender sus sentimientos cuando en realidad estaba protegiendo los mos. Nunca he estado tan enamorado como para querer dejar embarazada a una mujer. Y contigo no pienso en otra cosa. Eso me asusta, porque no s lo que quieres t.

    Belisa estudi su rostro al tiempo que lo acariciaba muy suavemente con la yema de los dedos.

    Voy a decirte dos cosas l la miraba expectante. Si no hubiese estado de acuerdo, a noche te habra frenado a tiempo Jaime esboz una tmida sonrisa. Y la segunda es una advertencia: no te atribuyas todo el mrito, porque te he dejado disparar con ventaja. Estoy en los das ms crticos.

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    l la estrech entre sus brazos con fuerza y durante un buen rato permanecieron abrazados en silencio. Hasta que les llegaron voces de aviso desde la cocina para que acudieran a desayunar.

    Llegaron cogidos de la mano y tras dar los buenos das, Jaime conoci a Laia y Silvia; dos diablos rubios de ojos claros de cinco y seis aos. Durante el desayuno, las miradas curiosas de las nias consiguieron ponerlo nervioso. Cristina reconoci que la camiseta del FIB de Benicassim le quedaba estupenda. Belisa lo mir con adoracin, de cualquier modo estaba guapsimo. Pero con la camiseta desgastada, la barba incipiente y la herida en el pmulo tena el atractivo de un fuera de la ley.

    Si aparezco por el despacho as vestido y sin afeitar, me confundirn con uno de los creativos de la web.

    Belisa le dio un codazo, l le tom la mano y le bes los nudillos.

    Luego te dejo un maquinilla intervino Boro.

    Gracias dijo sin soltar la mano de Belisa.

    Las nias, en cuanto terminaron sus colacaos, se lanzaron hacia el recin llegado y sin comerlo ni beberlo, Jaime se vio con una nia sentada en cada muslo. Termin su caf con ellas en brazos, que lo abrumaron con cientos de preguntas. Cuando se cansaron; le estamparon un beso en la mejilla y desaparecieron al trote para ver los corderitos del vecino.

    Ya veo que no se te resiste ninguna sugiri Boro.

    No creas dijo mirando a Belisa a los ojos, la que me interesa se me resiste bastante.

    Nadie lo dira dijo entre dientes, teniendo en cuenta que el somier no ha dejado de crujir en toda la noche.

    Mira Salvador amenaz Cristina desde el fregadero; l se puso en guardia, tras el nombre completo siempre vena armamento pesado, como contines con esa ridcula actitud de hermano mayor te juro que vas a estar una semana sin mojar. Los tres la miraron a un tiempo. Vosotros dos ella apunt con el dedo a la pareja, fingid que no habis odo nada.

    Boro se levant con lentitud y se coloc tan cerca de ella que Cristina tuvo que levantar la cabeza para verle la cara.

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    Rubita, te he dicho alguna vez cuanto te quiero? empez a jugar con su pelo.

    Eres un encantador de serpientes protest encantada del todo. l le dio un beso rpido y le gui un ojo.

    Vamos a portarnos bien delante de la parejita sugiri con cara de chico bueno, no sea que les demos malas ideas.

    Ella le puso la mano en el pecho para apartarlo pero l la retuvo un poco con una mirada tan amorosa que ella dio un suspiro antes de alejarse de l.

    Belisa concluy mirando a su cuada, ven conmigo a la bodega y te preparar una caja de verdura para llevar. No te imaginas lo generosa que es la gente de por aqu. Nos regalan ms de la que podemos consumir.

    Antes de acompaarla, Belisa bes a Jaime en la mejilla y se dirigi a su hermano.

    No lo asustes advirti con una