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1880 y el orden conservador bajo el modelo agro exportador - hasta 1955 y la caída del Peronismo La economía mundial y el rol de Gran Bretaña La economía internacional del fin del siglo XIX se basaba en un funcionamiento aparentemente sencillo: facilitaba la transferencia de recursos económicos por sobre las fronteras nacionales en una escala sin precedentes, a través de movimientos de capital, de trabajo y de intercambio comercial. El 40% de las manufacturas y bienes de capital iban hacia: Sudamérica, Asia, África y Oceanía. El 45% del mercado de materias primas y alimentos iban hacia: Gran Bretaña, Alemania y Francia. Entre 1815 y 1920 el continente americano absorbió el 97% de la inmigración intercontinental. El reinado del libre cambio alcanzó pleno desarrollo en el período comprendido entre 1846 (eliminación del proteccionismo británico) y 1873 (gran crisis que sacudió a la economía europea). Dicha gran crisis constituyó el inicio de la llamada “Gran Depresión”, la primera crisis general del Capitalismo, y se extenderá hasta 1896. La Gran Depresión significó: la caída de los precios en los principales mercados mundiales, con una mayor incidencia en los productos primarios. A partir de 1896 los precios de esos bienes comenzaron a recuperarse, lo que explica el boom económico de muchos países agro exportadores hasta la Primera Guerra Mundial. La llamada “Segunda Revolución Industrial” fue en gran medida, una respuesta a la crisis, se produjeron cambios tecnológicos significativos. Esto se complementa con cambios en las formas de organización del trabajo (el taylorismo) que contribuye a aumentar la productividad. Estos cambios se dan en el marco de perturbaciones sociales por descenso en salarios reales y aumento de la desocupación. Esto lleva al desarrollo de los sindicatos y de reivindicaciones obreras, así como de conflictos y huelgas diversas. Pero el avance de las reivindicaciones obreras no afectó igual a todos los países: Gran Bretaña ingresó a la crisis con economía próxima

1880 hasta el año 1955

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1880 y el orden conservador bajo el modelo agro exportador - hasta 1955 y la caída del Peronismo

La economía mundial y el rol de Gran Bretaña

La economía internacional del fin del siglo XIX se basaba en un funcionamiento aparentemente sencillo: facilitaba la transferencia de recursos económicos por sobre las fronteras nacionales en una escala sin precedentes, a través de movimientos de capital, de trabajo y de intercambio comercial.El 40% de las manufacturas y bienes de capital iban hacia: Sudamérica, Asia, África y Oceanía.El 45% del mercado de materias primas y alimentos iban hacia: Gran Bretaña, Alemania y Francia.

Entre 1815 y 1920 el continente americano absorbió el 97% de la inmigración intercontinental.El reinado del libre cambio alcanzó pleno desarrollo en el período comprendido entre 1846 (eliminación del proteccionismo británico) y 1873 (gran crisis que sacudió a la economía europea). Dicha gran crisis constituyó el inicio de la llamada “Gran Depresión”, la primera crisis general del Capitalismo, y se extenderá hasta 1896.La Gran Depresión significó: la caída de los precios en los principales mercados mundiales, con una mayor incidencia en los productos primarios. A partir de 1896 los precios de esos bienes comenzaron a recuperarse, lo que explica el boom económico de muchos países agro exportadores hasta la Primera Guerra Mundial.

La llamada “Segunda Revolución Industrial” fue en gran medida, una respuesta a la crisis, se produjeron cambios tecnológicos significativos. Esto se complementa con cambios en las formas de organización del trabajo (el taylorismo) que contribuye a aumentar la productividad. Estos cambios se dan en el marco de perturbaciones sociales por descenso en salarios reales y aumento de la desocupación. Esto lleva al desarrollo de los sindicatos y de reivindicaciones obreras, así como de conflictos y huelgas diversas.

Pero el avance de las reivindicaciones obreras no afectó igual a todos los países: Gran Bretaña ingresó a la crisis con economía próxima al pleno empleo (trabajadores con mayor poder de negociación); otros países como Estados Unidos tenían mayor tasa de desempleo (en las últimas décadas del siglo XIX la productividad crece mucho más en este país que en Gran Bretaña). Ciertas potencias menores (Alemania, Estados Unidos, Francia) comenzaron a practicar una política abiertamente abiertamente proteccionista, abandonando los principios de librecambio, desarrollaron sus industrias e desarrollaron su participación en el comercio mundial, amenazando la por entonces indiscutida supremacía británica.

Frente a este desafío, el Reino Unido procuró dar respuesta expandiendo sus exportaciones de capital, y direccionando su comercio hacia los mercados protegidos de su imperio y hacia mundo periférico. La desaceleración del ritmo de crecimiento de la economía insular se advierte si comparamos los cincuenta años de 1820 a 1870, con el período posterior hasta la Primera Guerra. Este proceso de declinación se observa claramente en los sectores básicos de la industria donde G. Bretaña es desplazada del primer lugar hacia fines del siglo, por otras naciones.

El comercio exterior, como elemento vital para el crecimiento de esa economía, se ve igualmente afectado. A partir de la década de 1880 la participación británica comenzó ya a declinar.

Entre 1870 y 1913, el comercio de exportación e importación británico experimentó importantes modificaciones. En ese período, disminuyeron las exportaciones a Europa y a los Estados Unidos. Al

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mismo tiempo, las importaciones de materias primas y alimentos desde los Estados Unidos y Europa fueron reemplazadas paulatinamente por las de las áreas de nuevo poblamiento, colonias, países atrasados.

Desde mediados del siglo XIX, el Reino Unido se estaba transformando en un gran exportador de capitales ( a través de empresas ferroviarias y préstamos gubernamentales) y en menor medida de industrias extractivas o de transformación de productos primarios. En forma paralela, también se modificarían las áreas de inversión: hacia 1850, Europa y Estado Unidos habían recibido el 50% del total de las inversiones externas, pero en 1890 entre los países del Imperio, y en especial los dominios “blancos” (Canadá, Australia, N.Zelanda, África del Sur y los países latinoamericanos (en este caso sobre todo Argentina donde se radicó el grueso de las inversiones realizadas en el subcontinente)), poseían el 67% de esos capitales.

El sistema se completaba con la existencia del llamado “patrón oro”. Gran Bretaña había ofrecido una equivalencia entre el metal y la libra esterlina en 1816. El Reino Unido se había transformado en mucho más que en un banquero mundial, proveía al resto del globo de una divisa, la libra esterlina, que financiaba el incremento del comercio y los movimientos de capital.

Otros dos aspectos dominaban la economía internacional del fin del siglo: la expansión colonial y la formación de grandes empresas, que fueron transformando el capitalismo de libre competencia en un capitalismo oligopólico o monopólico.

Esta época, marcada por un Imperialismo, significó que para algunos países, como Gran Bretaña, la nueva conquista de territorios significó una prolongación del Imperio. Además de los objetivos geoestratégicos y políticos, que desembocarían en conflictos coloniales y en la Primera Guerra, las posesiones coloniales significaban una salida segura para los productos de la metrópoli, y un mercado cautivo para la colocación de capitales.

Por otro lado, se conformaba el llamado “capital financiero” que señalaría la actividad de diferentes empresas y la acumulación de capitales pasaba a estar cada vez más sujeta al dominio de los grandes bancos. Crecía y se fusionaba el capital industrial formando unidades de mayor tamaño (trusts y monopolios nacionales e internacionales), se realizaban inversiones directas a través de la instalación de filiales de esas grandes empresas en todo el mundo.

Entonces, la creciente independencia tecnológica y financiera de Europa y Estados Unidos, la crisis de la agricultura británica, la puesta en explotación de nuevas tierras en las áreas de poblamiento, la gran disponibilidad de capitales, y finalmente la necesidad de ganar nuevos mercados para las exportaciones, explican, el interés de los inversores y compañías británicos y de otros países centrales hacia las naciones de la periferia en las últimas décadas del siglo XIX.

El comercio internacional estaba abandonando las formas típicas del librecambio para depender cada vez más de los movimientos de capital, de la creciente concentración de poder en pocas empresas y de la expansión colonial.

Para poner una fecha, la Primera Guerra es la que decide la suerte para Inglaterra, cae terriblemente su participación en el comercio mundial y crece la de otros países (principalmente Estados Unidos).

De todos modos, hacia fines del siglo y principios del XX, los factores de la producción, el capital y la mano de obra, se movilizan hacia los países periféricos con escasa población y grandes recursos naturales. Para muchas naciones, como Argentina, la inserción en los mercados mundiales iba a asumir las características de una relación cada vez asimétrica, y sistema multilateral del comercio y pagos incrementaba este fenómeno. Los ciclos económicos de las economías periféricas estaban subordinados a los de los países industrializados (la llamada “coyuntura inversa”, es decir la relación inversa entre las fases coyunturales de Inglaterra y la de las naciones periféricas vinculadas a ella), Gran Bretaña pudo así

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controlar los ciclos económicos en su propio beneficio dada su posición hegemónica en el comercio y las finanzas internacionales.

Para algunos países latinoamericanos, la situación fue más difícil porque los productos que exportaban encontraban sustitutos en los mercados mundiales. En un mundo más competitivo y con mayores restricciones, las naciones latinoamericanas, que se especializaban en la producción de bienes primarios, carecieron en esa época de la oportunidad que tuvieron otros países años antes, como fue el caso de Estados Unidos, para industrializar sus economías.

La incorporación de nuevos países al mercado mundial hacia fines del siglo XIX, se realizaba entonces en el marco de un sistema en expansión, pero que limitaba fuertemente sus posibilidades futuras.

La Conquista del “Desierto” y la distribución de la tierra

Desde sus inicios, en el período colonial, los patrones de crecimiento de la producción argentina, se basaron en una utilización extensiva de la tierra (la tierra como el factor productivo principal). El crecimiento de la producción agropecuaria, la base principal de la riqueza de Argentina, dependía de la incorporación de nuevas tierras, lo que llevaba a una permanente disputa por el espacio con el “indio”. Con posterioridad a la declaración de la independencia se habían llevado a cabo dos campañas de conquista bajo la administración de Rivadavia y de Rosas, que permitieron desplazar paulatinamente la frontera.

Sin embargo, en la década del `70 el espacio comenzaba a ser nuevamente insuficiente. Se pasó entonces, de una concepción defensiva del territorio, a una ofensiva bajo el mando del Gral. Julio.A. Roca, que pronto permitiría disponer de todo el espacio económicamente utilizable.

Se logró la apropiación completa de la región pampeana, en una operación denominada “Conquista del Desierto” (parece ser un eufemismo lo de “Desierto”, ya que las estimaciones admiten que para 1879, la existencia en el lugar de una población indígena de unos 20.000 habitantes). La conquista demandaba un gran esfuerzo de recursos, que fueron obtenidos por medio de una ley en la que se autorizaba a emitir un empréstito internacional para tal fin, garantizado por las tierras a conquistar.

Otra ley, en 1885 se sancionó, era de premios a los militares participantes de la campaña. Con la normativa sancionada entre 1878 y 1885, el proceso de apropiación de la tierra fue caso tan veloz como la misma conquista.

La distribución de las nuevas tierras reforzó el carácter latifundista de la propiedad rural que había caracterizado a la Argentina en el pasado. El origen de los nuevos propietarios era heterogéneo, comprendía a viejos terratenientes y comerciantes autóctonos, inversores extranjeros (especialmente ingleses), y especuladores varios. La incorporación de tierras presagiaba una expansión productiva importante, sin embargo para que eso pudiese ocurrir, se necesitaba conectar el nuevo territorio, con la expansión de la infraestructura de transportes; para ello es aporte del capital extranjero cobraría un papel fundamental.

La inversión Extranjera

En sus primeros años de expansión inicial, el modelo agro exportador no tuvo como factor dinámico a las exportaciones agropecuarias. Entre 1882 y 1890, el balance comercial fue permanentemente deficitario. El boom de las exportaciones agropecuarias comenzaría recién después de la crisis de 1890. Lo que se advierte en la década del `80 es un gran incremento de las importaciones. Se produce además, un cambio en la composición de las importaciones que pone de manifiesto su importancia en el desarrollo económico del país, mientras los artículos de consumo descendieron de

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alrededor de un 90% del total de los productos importados en la década de 1870, a cerca de la mitad en la siguiente, aumentaron en volumen como consecuencia de la inmigración y los gastos suntuarios, la participación de los bienes de capital y las materias primas creció en proporción inversa. En 1880 las importaciones de bienes de capital representaban el 3.2% y las de materias primas el 12.9% del total de importaciones: diez años más tarde, la participación de ambos rubros era del 25.8% y del 28.6, respectivamente.

Esos bienes de capital y materias primas que entraron a la Argentina estaban ligados a la inversión extranjera realizada en aquellos años y se hallaban destinados en lo esencial a desarrollar la infraestructura que el país requería para poder incorporarse al mercado mundial como productor y exportador de alimentos y otros bienes de origen agropecuario. Principalmente se trataba de material ferroviario y material para la construcción de obras públicas portuarias, sanitarias, desarrollo urbano, etc., también en insumos, hierro, acero, combustible, que tenían la misma finalidad: la formación del capital social básico de la economía agro exportadora. El uso del crédito externo y la inversión extranjera directa es lo que posibilitó la expansión de las importaciones y permitió absorber, hasta la crisis de 1890, los déficit comerciales.

La primera corriente importante de inversiones extranjeras (producida a partir de la asunción de B. Mitre en 1862 y duró hasta la crisis de 1873) contaba con capitales casi exclusivamente británicos. El Estado jugó en este proceso un papel relevante ya que la mayor parte de esos capitales (el 56% en 1875) estaban destinados a empréstitos gubernamentales. El destino de los empréstitos: en principio para cubrir las necesidades presupuestarias (gastos militares), para obras de infraestructura y la construcción de vías férreas.

A pesar de esto, las inversiones extranjeras todavía con un papel relativamente escaso en relación con el que desempeñarían unos años más tarde. Desde 1874 a 1890, se produciría un enorme salto en el incremento de dichas inversiones. El capital extranjero, en especial el británico, pasó a ocupar un lugar destacado en la economía argentina.

En la nueva etapa que se inaugura en 1880, la inversión externa (en especial británica) se comporta diferente al pasado. El flujo de capitales no dependería del desarrollo del comercio; lo que determinaría la conducta de los inversionistas extranjeros fue la alta tasa de rentabilidad de sus inversiones. Por otro lado, el mercado inglés de capitales disponía de una amplia masa de recursos financieros y estaba buscando la apertura de nuevas áreas. A partir de ambos aspectos, se explica que Argentina recibiera en 1890 entre el 40 y el 50% de todas las inversiones británicas fuera de Gran Bretaña.

Argentina va a desempeñar un papel de primer orden para la actividad industrial-financiera inglesa.

Desde Inglaterra se esperaba una alta tasa de retorno del capital a partir de la posibilidad de poner en producción los enormes recursos potenciales de la Pampa Húmeda.

Las inversiones externas se canalizaron en actividades de muy diverso orden, con predominio de los ferrocarriles y los empréstitos públicos.

Para fomentar la inversión extranjera en ferrocarriles, el Estado comenzó garantizando a las empresas beneficios mínimos, las concesiones de tierras aledañas a las vías, la introducción de materiales libres de derechos y, luego la Ley Mitre de 1907 que eximía a las empresas del pago de todo tipo de impuestos nacionales, municipales o provinciales a cambio de una obligación única del 3% sobre las utilidades netas, esto constituyendo un poderoso estímulo para la inversión ferroviaria.

Otros sectores de inversión del capital extranjero, además de los empréstitos y los ferrocarriles fueron los bancos y las compañías de seguros, empresas de servicios públicos, obras portuarias, industrias casi todas de transformación de productos primarios y de las cuales los

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frigoríficos constituían la más relevante, y compañías de explotaciones de tierra. Las instituciones financieras y de seguros se contaron entre las más lucrativas del conjunto de la inversión externa.

La temprana aparición de los frigoríficos en la Argentina en relación con otras partes del mundo estuvo vinculada al peso determinante que el sector ganadero tuvo desde la época virreinal, y con las necesidades de transformación de una industria basada hasta ese entonces en la producción y exportación de lanas, cueros y carnes saladas que estaban en condiciones de competir en los mercados mundiales con productos de superior calidad.

El capital británico, y un poco más tarde el norteamericano, tuvo un papel decisivo en este proceso. En la etapa inicial de instalación de los frigoríficos, entre 1882 y 1906, los capitales invertidos eran nacionales o del Reino Unido.

En 1912 se advierte ya el predominio del capital norteamericano, que controlaba el 58% de las exportaciones de carnes enfriadas, cuyo peso ya se acentuaría en los años siguientes en el desarrollo de este tipo de exportaciones.

Entonces, el capital extranjero tenía una fuerte presencia en la vida económica del país y contribuía a diseñar su perfil agroexportador. Estaba íntimamente relacionado con el comercio exterior, su financiamiento, la elaboración de productos primarios, el transporte interno, las obras de infraestructura, los servicios públicos, el transporte. Excluyendo la producción agropecuaria, donde jugó un papel secundario, todas las etapas del proceso productivo los tuvieron esos años como protagonista.

Los frigoríficos

Con el frigorífico: modificación de la actividad ganadera, incremento de la exportación de carnes de buena calidad, esto llevó a mejorar el plantel ganadero y a reemplazar los pastos duros por blandos, introducción de cultivos de alfalfa.

Hacia 1890 el aumento de la producción agrícola sólo sirvió casi exclusivamente para cubrir la demanda interna, pero luego dio lugar a la generación de un excedente, en breve Argentina se transformó en una gran exportadora de cereales.

Los bajos costos de producción, logrados por la disminución de los gastos de transporte, la amplia disponibilidad de tierras y las formas predominantes de explotación basadas en el arrendamiento, hicieron posibles las exportaciones argentinas y las volvieron competitivas. La crisis agrícola europea y la desvalorización del papel moneda jugaron también un papel significativo. También es de destacar el proceso de mecanización del agro, que contribuyó a suplantar la falta de brazos y a aumentar el tamaño de las chacras. Las importaciones de maquinaria agrícola cubrieron esta necesidad ante la carencia de una producción nacional.

En los primeros años del siglo XX era posible discriminar numerosos niveles tecnológicos en función de la combinación de equipos utilizados (diferencias en la incorporación de tecnología entre los distintos tipos de explotaciones), diferencias también en la cantidad como en la modernidad de las maquinarias entre las diversas áreas geográficas.

La ganadería

La evolución de la ganadería en este período reconoce tres momentos fundamentales que coexisten por un largo lapso: la "desmerinización” del ganado lanar, el comienzo del refinamiento del vacuno y la exportación de ganado en pie, y finalmente la exportación de carnes vacunas congeladas y enfriadas. La aparición del frigorífico fue la causa principal de estos cambios.

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Hacia 1850, Argentina inició el llamado “ciclo de la lana” basado en el paulatino reemplazo de la estancia vacuna tradicional productora de cuero para la exportación, por la estancia lanar y el predominio de la producción y exportación de lanas. Desarrollo del ovino en Argentina, el ganado lanar desplazó de las tierras más óptimas al vacuno. La empresa lanar produciría modificaciones en la estructura de la producción ganadera al disminuir la extensión de los predios, introducir el alambrado y aumentar la variedad de las tareas rurales. Las lanas se convertirían entonces en el principal producto de exportación hacia 1881.

La “desmirinización” consistió en el mestizaje del Merino con animales de mejor rendimiento cárneo, como el Lincoln. Las existencias de ganado lanar aumentaron en forma continua hasta llegar a un máximo hacia fines de siglo.Entretanto, el ganado vacuno encontró una salida gracias al desarrollo de la exportación de ganado en pie a Europa, para lo cual tenía ventajas sobre el ovino al ser de traslado más fácil. La disminución de los costos de transporte, terrestre y marítimo, y el mejoramiento del plantel ganadero, hicieron posible esa exportación a pesar de la competencia de otros países como Estados Unidos, que se hallaban más cerca de los mercados del viejo continente.

Pero el proceso de la industria frigorífica, el mayor refinamiento del ganado y la prohibición de la importación de ganado en pie establecida por el Reino Unido en 1900 con el argumento que el animal argentino estaba afectado por la aftosa (medida que beneficiaba a los interese frigoríficos británicos) inauguraron una nueva etapa en la que predominaría la elaboración y exportación de carmes vacuna congeladas y enfriadas.La extrema concentración de la propiedad privada y el predominante sistema de arrendamiento, imposibilitarían la existencia de una clase media rural que, como en Estados Unidos o en Canadá, había sido el “actor centradle la democratización política y de la transformación productiva del país”.

El desarrollo de la producción agropecuaria en este período, se caracterizó entonces por la fuerte concentración de la propiedad de la tierra y la explotación extensiva, la mejora de los predios gracias al cultivo de granos y alfalfa, refinamiento del ganado vacuno y el surgimiento y la expansión de la moderna industria frigorífica.

El sector industrial

Antes de 1880 la industria argentina era altamente rudimentaria. Los establecimientos fabriles casi no existían, saladeros se hallaban en declinación (más aun con la aparición del frigorífico y la finalización del ciclo de la lana).

A pesar de las faltas, una naciente conciencia industrial comenzaba a revelarse. La crisis mundial de 1873 que repercutió enseguida en Argentina, puso en jaque el proceso para la apertura externa impulsado por el gobierno de Mitre y basado en el ingreso de capitales extranjeros y en el incremento de las exportaciones laneras.

En la década de 1870, se planteaba un agitado debate sobre proteccionismo-librecambio, se ponía así en discusión el modelo de país que se quería: una mayor integración a los mercados mundiales sobre la base del desarrollo exclusivo de la economía agro exportadora o una estructura productiva más equilibrada donde junto al sector agropecuario pudiera existir una industria nacional.

C. Pellegrini entre otros, defendió la segunda tesis. La sanción de la Ley de Aduanas de 1877: sus principales objetivos eran fiscales, y esta ley mostró en parte las posiciones de dichos sectores. En ella se establecen derechos aduaneros de 140% para diversos artículos de consumo y del 235% para muchos productos alimenticios; medidas que estimularían el fomento industrial, la creación de algunos establecimientos fabriles en las décadas de 1880 y 1890.

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Pero en realidad el sistema arancelario no tuvo demasiados efectos sobre el sector industrial. Las posiciones de los líderes del principal partido representante de los trabajadores (el Socialismo) eran librecambistas. Estos argumentarían que la protección arancelaria encarecía los artículos de primera necesidad y perjudicaba a consumidores, pero no tomaban en cuenta los posibles efectos sobre el volumen de empleo o el nivel de los salarios.

El Censo de 1895 aporta resultados: En Buenos Aires el número de empresas se duplica y los capitales se incrementan en valores constantes casi cuatro veces.

El Censo de 1914: Muestra ya algunos progresos significativos en ciertas ramas. Las industrias alimentarias experimentaron un crecimiento significativo, su desarrollo muy ligado a la consolidación del frigorífico y a la aparición de establecimientos dedicados a la fabricación de lácteos, bebidas, etc. En 1913 estas industrias representaban cerca del 40% del total de establecimientos, la mitad del capital existente, el 60% de la fuerza mot. y más de la mitad de la producción. En las demás ramas el desarrollo fue mucho más lento; las industrias mecánicas progresaron por el desarrollo de los talleres ferroviarios que ocupaban numeroso personal. Cambios también en sector de la construcción: avance en edificación, vías de comunicación y obras de infraestructura. La industria textil (fuerte competencia de textiles importados): de escasa envergadura, abastecía sólo aprox. El 20% del consumo interno a diferencia de la rama alimenticia que atendía ya el 91% de la demanda local.

Hacia 1913 la industria juega un papel secundario en el desarrollo económico del país, su crecimiento era menor que el de las importaciones. Si bien entre 1895 y 1913 se puede advertir un cierto avance en el personal empleado, ese progreso se realizó en beneficio de las industrias ligadas a la exportación (como los frigoríficos), al transporte y a la construcción, y al consumo local de alimentos. El sector manufacturero: sólo un escaso 15% del PBI en 1913, y solo la Primera Guerra, al cerrar los mercados europeos, permitiría iniciar un intenso, aunque breve, proceso de sustitución de importaciones que cambiaría en parte el perfil industrial.

La crisis de 1890 y la balanza de pagos

A partir de 1887 volvió a incrementarse la circulación monetaria (mayor expansión del circulante), debido a la sanción por parte del Gobierno de J. Celman (El nuevo presidente que sucedió a Roca), de la Ley de Bancos Garantidos. Esta ley establecía que cualquier banco estaba autorizado a emitir billetes con la condición de efectuar un depósito en oro en las arcas del Tesoro Nacional, por lo cual recibiría una cantidad de bonos públicos que constituirían el respaldo de su emisión. De esta forma se procuraba tener la suficiente cantidad de oro para hacer frente a los pagos de la creciente deuda externa. Pero dicha medida de volvió especulativa porque muchos bancos que no disponían de oro, vendían bonos propios en el exterior para obtenerlo y poder emitir. Es decir que mientras el gobierno recibía oro del sistema bancario para pagar la deuda externa, los bancos se endeudaban en el exterior provocando un aumento de aquélla: entonces los préstamos se pagaban con nuevos préstamos. Entre 1886 y 1890, Argentina tomó prestado una enorme suma de millones de pesos oro, en 1892 ya de 900 millones de pesos oro.

El crecimiento de la deuda pública externa entre 1885 y 1889 fue notable. En ese período la deuda contraída por las provincias superó los 100 millones de pesos oro y la de los municipios los 20 millones de la misma moneda.

La causa determinante del descontrol monetario y financiero comenzaba así en el gran endeudamiento con el exterior.La deuda externa argentina, hacia 1891, estaba constituida por la deuda del Estado nacional (205 millones de pesos oro), la de las provincias (153 millones de pesos oro), la de los municipios (26 millones de pesos oro), y la deuda privada que era la mayor, lo que generaba una deuda externa total de 879 millones de pesos oro.

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A esto hay que sumar el porcentaje de garantía sobre el capital invertido en ferrocarriles, que el gobierno se había comprometido a pagar a las compañías ferroviarias, que con algunos atrasos, se terminaban pagando.También hay que tener en cuenta el signo negativo del comercio exterior. Hacia 1890 las exportaciones no lograban expandirse en la medida suficiente para hacer frente a los servicios de la deuda, y la crisis debía estallar en cuanto el flujo de préstamos que provenían del exterior se interrumpiera.

Al mismo tiempo que se sucedía la crisis se produciría una revolución política acompañada por enfrentamientos militares, que contribuyeron a tensar la situación económica.

Así al momento de asumir como presidente C. Pellegrini (sucediéndolo a M.J. Celman), se vivía una situación crítica ligada a un irresponsable endeudamiento externo. Pero el compromiso fue asumido, el gobierno argentino llegó a un acuerdo con sus acreedores extranjeros, firmado en el año 1891; con este trato Argentina quedaba no obligada a remitir fondos a Europa por tres años y también se le concedía un empréstito de consolidación garantizado por sus rentas aduaneras. Al mismo tiempo, por esos tres años las autoridades locales no podrían solicitar nuevos préstamos en el exterior. Luego este acuerdo fue abandonado y sustituido por el llamado “Arreglo Romero” por el cual se alargaban los plazos para el pago de deuda, cuyos servicios completos volvieron a abonarse normalmente a partir de 1897.

Sin embargo, a partir de 1891, la balanza comercial comenzó a hacerse positiva, en parte debido a la fuerte disminución de las importaciones, pero también gracias al aumento de las exportaciones. Cabe resaltar que el incremento de las exportaciones no se debió al aumento de sus precios, que se encontraban en baja, sino al del volumen exportado debido a la mayor demanda internacional.

El crecimiento económico y la estructura del producto bruto interno

A partir de 1880 el crecimiento ha sido pues bastante intenso, pero también discontinuo; dicha discontinuidad estaba basada en la forma de inserción de la Argentina en la economía mundial. El capital básico y la población provinieron principalmente del exterior, la evolución de producción agropecuaria y de las exportaciones dependió también del comportamiento de los mercados externos.

La crisis de 1890, y la expansión que se produjo desde principios de este siglo hasta los años previos a la guerra revelaron los límites del modelo agro exportador. Ese crecimiento tenía por base el endeudamiento externo; cualquier alteración en el sector externo o en la estructura productiva que constituía su fundamento, podía producir rápidamente una interrupción del proceso. La cuestión era la posibilidad que tenía el país de mantener el crecimiento en forma ininterrumpida sobre la base de dicho endeudamiento y del dinamismo de las exportaciones agropecuarias.

Aparte del sector agropecuario, los sectores principales eran la industria de la construcción y los ferrocarriles.

La estructura del producto bruto interno ayuda a visualizar mejor los elementos constituyentes del modelo; se percibe predominio del sector rural, la débil participación de la industria manufacturera. Argentina de 1914: era un país que miraba hacia fuera, basándose en el desarrollo de sus riquezas naturales y en la continuidad del endeudamiento externo, que aprovechaba económicamente su mejor recurso, la fértil tierra de la Pampa Húmeda, pero estaba limitado socialmente por la estructura de propiedad de ese mismo recurso. Era un país que se había transformado en un importante proveedor de alimentos en los mercados mundiales, pero que necesitaba comprar los bienes manufacturados que el consumo de los habitantes demandaba. Era un país dependiente de las grandes potencias industrializadas, sobre todo las europeas y con una base productiva precaria.

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Argentina, un país con perspectivas de desarrollo muy limitadas, que no permitieron afianzar luego un proceso de desarrollo económico realmente sostenido, como en otros lugares que comenzaban su proceso de inserción en la economía internacional en la misma época.

El contexto internacional

Hasta 1914, el Reino Unido como el centro hegemónico financiero mundial, secundado por algunas otras potencias europeas. Pero ya hacía varios años que había perdido su posición de primer país industrial del mundo. Antes de la guerra, Estados Unidos se convertía en principal productor mundial debido a sus grandes riquezas naturales, a la grandeza de su territorio agrícola y a la disponibilidad de mano de obra. De esta manera, se potenció la participación norteamericana en el comercio mundial al mismo tiempo que declinaba la inglesa. La explicación de esto era la siguiente: Gran Bretaña exportaba principalmente textiles, carbón, hierro (productos afectados por el uso de bienes sustitutivos o por el cierre de algunos de los mercados tradicionales), Estados Unidos, al contrario, exportaba maquinarias, bienes manufacturados de alta tecnología, cuya demandaba estaba en proceso de expansión. Tal vez lo más importante sea señalar que los Estados Unidos, al finalizar la Primera Guerra, transformaron su condición de país deudor para ser acreedor, aumentando sus inversiones en el exterior. Las nuevas técnicas y estrategias empresariales y de producción favorecían este proceso de expansión. La sociedad estadounidense pasó a ser un modelo de modernidad y prosperidad; al mismo tiempo que las exportaciones crecían, la renta nacional también crecía, facilitando al mismo tiempo la demanda interna, y este país poseía ya a principios del los años ´20 la mitad de las reservas de oro del mundo.

A nivel internacional, el sistema monetario y financiero era débil y existían problemas en numerosos mercados .Antes de ´30, el mecanismo internacional que había prevalecido era el patrón oro, las monedas eran convertibles en oro. El abandono forzado del patrón oro generó un fuerte proceso inflacionario. Desde entonces, la moneda de cada país ya no se encontraba vinculada directamente al oro, sino a una moneda centra, definida y convertible en dicho metal. A partir de entonces, hubo dos monedas convertibles en oro, la libra esterlina y el dólar, que fueron las que ampliaron la base de los intercambios internacionales.

El sistema bancario norteamericano experimentó un notable crecimiento, a excepción de los ámbitos rurales. Se fue al mismo tiempo, generando un ambiente especulativo. Se lanzaban a la compra de hachones favorecidos por el crecimiento de las sociedades por acciones.

Durante los felices años ´20, de expansión económica generalizada, se mantenían sin embargo algunos problemas. Entre estos, se destacaban las tendencias proteccionistas establecidas al finalizar la guerra, que obstaculizaron los intercambios internacionales, las deudas de guerra que afectaron a Alemania, una profunda crisis agraria a nivel mundial. Pero el dato más importante para entender la inestabilidad del mundo capitalista de aquellos años fue tal vez la debilidad de las distintas monedas; esto favoreció una masa de capital que se invertía a corto plazo en los mercados, perturbando así la estabilidad de los sistemas de cambio y las balanzas de pagos. Así en medio de la gran expansión surgía lentamente la amenaza de la crisis. Por otra parte se establecía una contradicción entre producción y consumo, porque este no se daba en los ingresos de los sectores asalariados, sino en la multiplicación del consumo financiado a través del crédito. Aparte, la gran desigualdad en la distribución del ingreso no permitía absorber el conjunto de la producción y esto era notorio en los sectores rurales.

Por otra parte, las inversiones de capitales que atravesaban las fronteras estatales asumieron un carácter cada vez más especulativo y de corto plazo; al movilizarse entre las plazas financieras del mundo en busca de una mayor rentabilidad, los movimientos de capitales especulativos ejercieron gran presión sobre las reservas de oro y las divisas de los países.

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En los años ´20 los diversos capitales fluyeron hacia otras áreas industriales como Alemania, y hacia países periféricos. Pero a diferencia de las inversiones británicas, que tendían a incrementar la producción de los países exportadores de materias primas, las inversiones estadounidenses en otras naciones no incrementaban las exportaciones, más bien se destinaban a satisfacer la demanda de sus mercados internos.

La exportación de capitales se volvió de gran importancia, al transformarse en uno de los principales desencadenantes de la crisis del 30. El sistema internacional de pagos de posguerra fue creando una serie de descompensaciones, sobre todo porque los Estados Unidos se habían transformado al mismo tiempo en el principal exportador de mercancías y de capitales, mientras que poderosos intereses sectoriales norteamericanos no permitían una apertura del mercado a la importación de productos europeos o de otros países. La crisis del 30 fue calificada por economistas como de crisis de estructura. Diferente a lo ocurrido en el pasado, las fuerzas económicas del mercado por sí solas, no pudieron mejorar la situación. Sólo una intervención de los distintos gobiernos, y luego la Segunda Guerra, posibilitaron el nuevo despegue. En parte, la respuesta de los empresarios frente a la crisis, consistía en reducir su producción, despidiendo gran parte de sus obreros y reduciendo los salarios para ajustar el costo de producción a los precios declinantes por causa de la sobreoferta. Dicho comportamiento, racional desde punto de vista micro económico, no lo era desde la perspectiva macroeconómica. La gran desocupación y la reducción de salarios contraían aún más la demanda, agravando el problema que se pretendía combatir.

La crisis financiera provocó caída de muchas empresas y la liquidación de buena parte del sistema bancario, se contraía el comercio internacional, la demanda disminuyó y creció en forma acelerada la desocupación; se llegaba a la depresión mundial.

La política petrolera

La gran importancia del petróleo motivada por la expansión del parque automotor y su utilización como combustible para el sector industrial lo convirtió en una fuente de debates sobre los principios de la soberanía nacional, al mismo tiempo que se descubrían nuevos yacimientos en el país y se intensificaba su extracción. Pero el progreso de la industria petrolera fue lento.

En julio de 1922, durante el gobierno de Yrigoyen se creó la empresa estatal “Yacimientos Petrolíferos Fiscales” (YPF), dirigida durante varios años por el coronel Enrique Moscón, designado bajo el gobierno de Alvear. Mosconi entendió que siendo la provisión de petróleo vital para el país, estratégicamente, debía crearse una empresa estatal que la manejase; sus ideas tendrán una enorme influencia en la formación de un nacionalismo económico entre los mismos militares. Así bajo el impulso de Mosconi se emprendió una serie de iniciativas que colocaron a la empresa en un nivel competitivo, desarrollando una extensa red de distribución por todo el país.

Mientras Mosconi estuvo al mando de YPF, la producción nacional aumentó considerablemente y al mismo tiempo se regulaban los precios en el mercado local. Mientras se ampliaba la capacidad de refinamiento de las refinerías de YPF y se expandía su producción, el gobierno otorgó varias concesiones a empresas privadas de origen extranjero, las que mantenían un ritmo similar al de la petrolera estatal. A pesar de su convicción nacionalista y de sus enfrentamientos con las compañías extranjeras Mosconi se resistía a la idea de un monopolio petrolero estatal; prefería la formación de compañías mixtas o de un monopolio mixto. De todos modos coincidía sí con Alvear en la necesidad de imponer una legislación que atribuyera al Estado la propiedad de los recursos petrolíferos que se descubrieran.

En su regreso en el gobierno en 1928, Yrigoyen intentó avanzar más profundamente que Alvear sobre este aspecto, tratando de nacionalizar la industria del petróleo y colocarla bajo el monopolio de YPF. Mosconi, que admitía la necesidad de avanzar hacia un monopolio fiscal, disentía por cuestiones

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económicas en el avance que implicaba expropiar a las compañías privadas que encontraban en actividad, lo que se contempló en la ley, en lugar de esto se proponía que las compañías pagasen una regalía del 10%. Pero, a pesar de la gran insistencia de Yrigoyen y de sus partidarios, el proyecto de ley de nacionalización del petróleo no pudo concretarse.

Durante esta época se movieron intereses vinculados a empresas petroleras multinacionales, disgustados con la política del gobierno radical. Puede entenderse, sin embargo, que aunque existieron presiones e influencias en este sentido, el golpe de Estado no puede explicarse solo por ellas, pues obedeció a causas mucho más complejas.

Comercio e inversiones extranjeras: el triángulo anglo-argentino-norteamericano

El contexto internacional: Se daba una situación de comercio triangular, donde los países agrícolas deudores exportaban hacia los Estados Unidos y Europa continental y éstos a su vez lo hacían hacia el Reino Unido. Argentina tenía una posición diferente y se hallaba más ligada que algunos países del Imperio al mercado británico.

El esquema del comercio triangular que predominó durante la década del ´20 en los mercados mundiales fue decisivo en la vinculación de Argentina con el mundo, aunque en este caso presentó características peculiares. El caso argentino es de particular importancia para explicar la inserción internacional del país entre la Primera Guerra y la crisis del ´30 y el patrón de conducta de sus clases dirigentes en este período. También existía una relación triangular en la que participaban el Reino Unido y los Estados Unidos, pero dicha relación poseía características diferentes de las de los otros países.

Argentina tenía un excedente de exportaciones con G. Bretaña y uno de importaciones con Estados Unidos, se creaba entonces una situación única diferente a las que tenían otras naciones sudamericanas o del mismo imperio británico. Dicha circunstancia generaba la existencia de un triángulo naviero y uno en los movimientos de capital.

El naviero se produjo porque como la gran mayoría de las exportaciones argentinas (carnes, cereales) se dirigía a Gran Bretaña y Europa, los exportadores británicos disponían de una amplia capacidad de bodegas de retorno para colocar grandes productos, como el carbón. En cambio dado el escaso monto de las exportaciones argentinas a los Estados Unidos, los productos norteamericanos no disponían de la misma capacidad de embarque de retorno y debían pagas fletes más altos o aprovechar el mayor intercambio comercial con Brasil para prolongar los viajes hacia Buenos Aires. Esto facilitó durante gran cantidad de tiempo la dependencia de Argentina del mercado británico.

El triángulo de los movimientos de capital tuvo también una importancia decisiva. Por un lado, el Reino Unido cubría con los ingresos provenientes de Argentina, la mayor parte de su balance comercial desfavorable. Pero también, una corriente neta de capitales norteamericanos financiaba las importaciones argentinas con préstamos o inversiones directas.

También podían verificarse corrientes de comercio y capitales compensatorias entre G. Bretaña y Estados Unidos. De este modo se mantenían aunque muy precariamente, los principios del sistema multilateral de comercio y pagos.

Las características del comercio triangular respecto a la participación de Gran Bretaña y Estados Unidos en el intercambio comercial de la Argentina: El Reino Unido se mantuvo como el principal cliente del país, en porcentajes de un mínimo del 22,2 en 1922 a un máximo de 38% en 1931.. Al contrario, la participación de Estados Unidos en exportaciones sólo crece durante la guerra hasta un 29,7% en 1927 para mantenerse luego en un nivel cercano al 9% . En cuanto a las importaciones la situación cambia: entre 1915 y 1930 Estados Unidos principal proveedor de la Argentina en prácticamente todo este período, aunque luego esta situación se verá afectada por la crisis del ´30 y el bilateralismo practicado posteriormente.

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Pero este triángulo comercial anglo-argentino-norteamericano no puede ser entendido si se lo considera solamente como la simple compensación de los déficit del intercambio comercial con los Estados Unidos con los superávit resultantes del comercio con Gran Bretaña. En primer lugar porque el saldo de servicios con Gran Bretaña resultó fuertemente negativo, como consecuencia de la remesa de utilidades e intereses de las empresas británicas en el país, compensando en parte el superávit comercial de la Argentina. En segundo lugar porque el comercio triangular significaba para Argentina supeditar su estructura productiva y en particular su estructura industrial a las manufacturas y bienes de capital norteamericanos. En tercer término porque ese comercio aceleraba el flujo de capitales estadounidenses en la economía argentina mediante la colocación de títulos públicos en el área del dólar o de inversiones directas de empresas norteamericanas, permitiendo financiar el comercio de importación y desplazando de este modo la influencia económica inglesa. El comercio triangular estaba señalando en realidad, un cambio de esferas de influencia.

La relación especial existente con Gran Bretaña: desde el punto de vista comercial, la relación económica entre Argentina e Inglaterra no era tan unilateral como se piensa; sí existía una fuerte dependencia del mercado británico para el sector exportador argentino (en 1929 se exportaba a Gran Bretaña el 99% de la carne enfriada, el 34% de la congelada, el 76% de todas las exportaciones de carne, el 34% de las de trigo y el 10% de las de maíz, pero al mismo tiempo para Gran Bretaña esas exportaciones representaban el 40% del consumo inglés de carne, el 85% del de lino, el 24% del de trigo y el 75% del de maíz.

Por otro lado, además de la relación comercial que existía entre las dos naciones había también un vínculo que tenía igual o mayor importancia y que se originaba en las cuantiosas inversiones de capital británico que llegaron a las Argentina desde fines del siglo pasado. Esas inversiones se radicaron fundamentalmente en el transporte, ferrocarriles, empréstitos al gobierno, frigoríficos, servicio públicos y el sistema bancario y financiero. De esta forma los ingleses participaban en la producción de bienes exportables y podían controlar el comercio exterior.

Los ferrocarriles eran el punto clave de todo este sistema puesto que por su intermedio se llevaban a los puertos los bienes exportables y se introducían las manufacturas británicas en el territorio nacional, constituyendo además una demanda para los productos del Reino Unido. Así por ejemplo, el carbón y los materiales ferroviarios llegaron a representar la cuarta parte de las importaciones provenientes de Gran Bretaña.

La Argentina ocupaba el cuarto lugar en el mundo, sobrepasando a Europa continental, Sudáfrica y Estado Unidos. Dicha relación privilegiada entre la Argentina y Gran Bretaña ha sido muchas veces mal interpretada, ya que su base la constituía sobre todo la dependencia de los grandes ganaderos argentinos del mercado británico de carnes, aunque en la década de ¿ la exportación de carnes representó solo entre un 12 y un 15% de las exportaciones totales. Para algunos autores “constituye un tributo de formidable poder político de la clase terrateniente que la dependencia de éstos del mercado de carnes británico fuese interpretada...como la dependencia de la Nación argentina de la suerte económica de Gran Bretaña.

Al mismo tiempo que las relaciones con Gran Bretaña adquirían estas características, e iba asomando una participación creciente de los Estados Unidos en la economía argentina, pero la verdadera irrupción de los capitales norteamericanos se produjo después de la Primera Guerra. Se trataba de establecimientos dedicados en su mayoría a artículos industriales, maquinarias, artefactos eléctricos, textiles, refinación de petróleo, alimentos, etc., también empresas de manufactura. Además capitales norteamericanos compraron firmas ya existentes de origen europeo; asimismo invirtieron en otras empresas de servicios públicos. De este modo, las inversiones estadounidenses fueron aumentando sobre el total de las inversiones extranjeras en el país.

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La diferencia en el nuevo tipo de inversiones: Gran Bretaña, importadora de materias primas y alimentos y exportadora de manufacturas, había impuesto una determinada división internacional del trabajo dentro de la cual la Argentina debía dedicarse esencialmente a producir alimentos para la metrópoli e importar de ésta productos industriales, excluyendo toda industrialización propia salvo aquella ligada a la transformación de materia primas destinadas a la exportación. Por su parte, la economía de los Estados Unidos se autoabastecía de numerosos productos primarios, particularmente de aquellos en los que se especializaba Argentina, y contaba con una tecnología más avanzada que la inglesa, a punto tal que esto le da la posibilidad de exportar productos manufacturados y bienes de capital y de alta tecnología.

Lo anterior explica el cambio producido en eso años en la división internacional del trabajo: la formación de grandes firmas en los Estados Unidos, cuya expansión las obliga a proyectarse hacia el exterior, respondiendo a la atracción que ejercían sobre ellas los menores costos de producción y las materias primas más baratas. Paralelamente a la expansión de estas inversiones, las exportaciones de los Estados Unidos hacia la Argentina experimentaron un auge considerable: varios productos de origen norteamericano desplazaron a las importaciones británicas, dando lugar a ese comercio triangular mencionado. La rivalidad anglo-norteamericana en el mercado argentino no era una competencia limitada al mismo tipo de productos sino también a bienes diferentes o e tecnologías diferentes. Los ingleses siguieron manteniendo durante la década del 20, su predominio en el área de textiles. En otros productos, materias primas y manufacturas de hierro se daba un proceso distinto: la participación británica caía de un 35.9% al 20% , mientras que las importaciones de los Estados Unidos crecían del 17% al 35.4%. Las ventajas tecnológicas del país del Norte eran indiscutibles a las europeas (esto daba ventaja en las exportaciones de manufacturas norteamericanas).

Algo muy importante: los saldos del comercio con los Estados Unidos eran desfavorables para Argentina, al contrario que lo ocurrido con Inglaterra. La razón por la cual la balanza comercial con los Estados Unidos fue tan desfavorable se debía a que ambas economía no eran complementarias, sino competitivas. El mercado norteamericano se cerró por completo en el 27, a la importación de carnes argentinas, pero ya bastante antes el alto nivel de protección impedía la colocación de nuestros productos y este problema iba a ser uno de las preocupaciones principales de los sectores dirigentes argentinos en todo este período analizado.

Como resultado de este proceso, hacia el 30, Argentina era el cuarto país en importancia dentro del total de inversiones externas británicas en el mundo después de algunas colonias, lo que muestra la vigencia que aun tenía en esa época la antigua relación anglo, argentina.

Ocupaba asimismo el cuarto lugar dentro del total de las inversiones de Estados Unidos en el exterior, indicando también la consideración dada a la economía para Estados Unidos en la década de 20.

El sector agropecuario

Finalizada la Primera Guerra Mundial, las exportaciones argentinas continuaron, en general, su crecimiento sustentadas esencialmente en el sector agropecuario. Pero los componentes agrícolas fueron desplazando a los ganaderos; de este modo el mayor porcentaje de envíos mandados al exterior se fue concentrando en el trigo, el maíz y lino, que en conjunto casi representaron dos tercios del valor de las exportaciones argentinas. El carácter altamente concentrado de sus ventas externas hizo que la Argentina fuera, en unos pocos artículos, un país vendedor con cierto peso en los mercados mundiales.

Para mediados de la década del 20, si bien el crecimiento fue muy importante, el volumen era menor que en décadas pasadas, y se encontraba sometido a grandes fluctuaciones de la demanda externa y aumento de la competencia en el mercado mundial. Sólo alrededor del 25% de la producción agrícola era absorbido por el país y el porcentaje restante se destinaba a la exportación, cuya comercialización estaba

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en poder de pocas firmas de capitales básicamente europeos. Dichas empresas extranjeras controlaban el mayor porcentaje de exportaciones de lino, de los embarques de trigo y de los de maíz, mientras que el medio centenar de las empresas restantes registradas en forma oficial se repartía pequeños márgenes del comercio exterior de granos; lo cual querría decir que la gran prosperidad del agro argentino dependía esencialmente de la demanda mundial de granos, y de manera más específica, de cereales.

Sin embargo la competencia de tipo internacional se hacía cada vez más severa dado que, a medida que aumentaba el rendimiento de otras áreas de producción primaria, los países europeos intensificaron la protección agrícola. Una serie de factores ( la fluctuación de los precios de los cereales, el aumento de los costos de producción en el transporte, maquinarias, la insuficiencia del crédito agrícola) fue alterando el sostenido crecimiento del sector agrícola y presentando una situación crítica para el sector en el largo plazo.

Un factor que contribuyó al aumento de la producción fue la creciente mecanización de las tareas rurales que mejoró la producción, aunque aun era inferior a la de los países europeos. A su vez, fuera del área cerealera comenzaron a producirse cambios menos evidentes pero igualmente importantes, en las actividades agrícolas (caña de azúcar su extensión y su necesaria protección a través de aranceles, algodón que sustentaba el respectivo crecimiento de la industria textil).

Este complejo panorama agrario llevó a los sectores involucrados a reclamar la intervención creciente del Estado, en un marco político distinto desde el 16, por el ascenso al poder del radicalismo. Sin embargo, los cambios operados a nivel político no alteraron grandemente el modelo económico. La producción agropecuaria destinada a la exportación continuó siendo el eje central de la política económica radical (la riqueza agraria continuaba siendo la base de la estabilidad económica).

Estas bases sociales y económicas que impulsaron el crecimiento de la agricultura, transformaron al régimen de tenencia de la tierra en una cuestión de primordial interés, no sólo para los sectores del poder económico sino para todo el ámbito político argentino. En este sentido con la sanción de la Ley de Arrendamientos, el gobierno nacional pretendió atender algunos reclamos de los pequeños y medianos productores rurales. El Estado procuraba dar también otras respuestas ante las demandas de losa agricultores, como la ley de cooperativas agrícolas, el reparto de semillas en situación de emergencia, etc.

Sin embargo las medidas gubernamentales fueron insuficientes para superar la inestabilidad agrícola y satisfacer los diferentes intereses sectoriales en juego. Es que la administración radical eludió abordar de modo activo la cuestión de la propiedad de la tierra fuera del ámbito de las tierras fiscales, resolvió imperfectamente el problema de los arrendamientos.

En síntesis hacia fines de los años 20, se mantenían en el sector agrario los mecanismos de funcionamiento del modelo agro exportador aunque se procuraba introducir modificaciones a partir de medidas que intentaban responder a las tensiones generadas por el agotamiento de dicho modelo.

La industria de las carnes

Los capitales ingleses fueron los primeros en desarrollar la industria frigorífica en el país, acompañados en menor medida por capitales nacionales. Pero en la primera década del siglo XX, se radicaron plantas pertenecientes a los principales frigoríficos norteamericanos, cuya finalidad era abaratar las exportaciones destinadas al mercado británico de carnes, aprovechando la mejor calidad de la materia prima argentina y los menores costos de producción locales.

De este modo, por el aporte de esos frigoríficos, el volumen de exportaciones de carnes norteamericanas hacia Gran Bretaña disminuyó en la misma medida en que aumentaron las exportaciones argentinas.

Muy pronto los frigoríficos norteamericanos, que tenían tecnología superior a los ingleses y argentinos, comenzaron a hacer fuertes demandas a los ganaderos, con el propósito de poder embarcar al

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mercado europeo, principalmente inglés, carne enfriada muy similar a la fresca, en lugar de carne congelada. Esto definirá una serie de procesos económicos y políticos que impactarán fuertemente en la sociedad argentina. La primera cuestión es técnica: la aparición de la industria del enfriado provocaba una modificación en el tipo de razas ganaderas, eliminando ciertas regiones e incorporando otras; otra cuestión: la carne enfriada (diferente a la congelada) no permite una larga conservación, y para satisfacer una demanda constante era necesario contar con buenos cortes todo el año, esto determinaba la aparición de un nuevo tipo de ganadero, en consecuencia los invernadores, que poseían los campos más cercanos a los frigoríficos, tenían un tratamiento especial. Los criadores no disponían de campos de la misma calidad. Los criadores, que asumían los mayores riesgos quedaban excluidos de los beneficios del comercio de exportación de la carne enfriada, el de mayor rentabilidad.

El transporte era un tema fundamental para la obtención de ganancia, debido a la importancia de la duración de viajes para que la carne siga en buen estado de poder ser consumida. La situación se agravaba por la escasa disponibilidad de depósitos para el envío a Gran Bretaña. La competencia generada en este tema entre los distintos frigoríficos provocaría una serie de acuerdos para la distribución de facilidades del transporte; su propósito era regular los suministros al mercado británico.

Cuando declinaban los precios del ganado, los frigoríficos y los invernadores podían proteger a los márgenes de ganancia a expensas de criadores.

La irrupción de los establecimientos frigoríficos de capital norteamericano llevó a una fuerte competencia con los de origen inglés, fue un enorme enfrentamiento de precios que tuvo varias etapas, la primera extendida hasta poco antes de la Primera Guerra, y durante la misma los envíos de carne refrigerada por los frigoríficos norteamericanos inundaron el Reino Unido. Muchos estancieros obtuvieron grandes beneficios de la competencia entre los frigoríficos, pero luego de una caída de los precios en el mercado de Londres, las compañías empezaron a registrar pérdidas por lo cual decidieron repartirse el mercado. Empezaron a regular el precio del ganando en su propio beneficio, por lo cual se distribuyeron los envíos en un 41.35% para los establecimientos norteamericanos, un 40.15% para los británicos y un 18.5% para los argentinos.

Durante la Primera Guerra la demanda de carne fue muy elevada. Pero al finalizar la guerra comenzó a decrecer la demanda de ultramar, iniciándose un proceso depresivo en el sector. La gran disminución del poder adquisitivo, las acumulaciones de grandes cantidades de carne envasada y congelada por parte de los países aliados y la existencia de otros mercados vendedores, junto con la recuperación del sector agropecuario europeo, llevaron a una seria crisis en la ganadería argentina. Frente a esta crisis, los invernadores (ganaderos acaudalados) podían sobrevivir a dicha crisis reteniendo su ganado hasta que los precios mejoraran o lograran algún beneficio de parte de los frigoríficos. Los criadores sin embargo, debían vender desventajosamente sus novillos de peor calidad a los frigoríficos o entregarlos para su engorde a invernadores, sufriendo ellos toda la recesión. Se debatía frente a esto en el Parlamento, sobre la necesidad de una intervención estatal para solucionar dicho conflicto. Los empresarios de los frigoríficos se mostraban contrarios a una intervención estatal, aduciendo que dicha intervención desalentaría el crédito extranjero, favorecería la salida de capitales y perjudicaría también la iniciativa privada.

Luego de meses de tironeos, y de debates en el Congreso, finalmente en 27, los empresarios de los frigoríficos llegaron a un acuerdo: los norteamericanos nuevamente fueron los mayores beneficiarios ya que tomaron ahora una mayor cuota, el 58.5% de los embarques, los británicos el 29.64% y los argentinos 11.86%. Así, el comercio de la carne quedó totalmente dominado por los intereses extranjeros y particularmente por los norteamericanos.

Los efectos de la guerra

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La Primera Guerra supuso un desafío inédito para la industria local, ya que las importaciones de productos manufacturados disminuyeron drásticamente. El trafico entre océanos se frenó, de manera tal que entre 1913 y 1915 el comercio de importación descendió en 40%. La búsqueda de mercados sustitutos (como Estados Unidos) para abastecer, no alcanzó para compensar los desajustes producidos con los proveedores europeos tradicionales. Las dificultades en el ingreso de manufacturas importadas contribuyeron a crear una protección para la producción local, al obligar a tener que vivir de sus propios recursos. Sin embargo, a pesar de restricciones en el comercio importador, la guerra no generaba una situación favorable para el despegue industrial. Así, la producción del sector no sólo no creció sino que mostró un descenso. El descenso de la producción estaba determinado por la contracción de la demanda europea de manufacturas agropecuarias, como carne enfriada. Otros sectores lograron avanzar pero no tanto para compensar lo anterior. Las razones de esto eran dos: por una parte la transformación industrial de productos agropecuarios destinados a la exportación en la estructura de la industria argentina; en segundo término debe buscarse en dificultades que la guerra creaba para importar los bienes de capital y las materias primas necesarias para el desarrollo de productos hasta el momento importados, y una industrialización a gran escala no podía subsistir sin bienes de capital, por eso al margen de la falta de competencia de las importaciones, la inversión se contrajo mucho entre 1913 y 1918.

Por lo cual, la protección que suponía la guerra para la industria local apenas pudo ser capitalizada.

Las inversiones extranjeras en sector industrial

Entonces no resulta sorprendente que el estímulo más relevante para el crecimiento industrial haya provenido del exterior. El período de entreguerras se caracterizó por un cambio de estrategia de capitales de las principales potencias, entre las cuales resaltaba Estados Unidos. Varias empresas comenzaron a sustituir exportaciones por producción en el extranjero para poder combinar los diseños de los procesos de producción más eficientes con reducciones en el costo de transportes, una mayor penetración en los mercados externos, búsqueda de materias primas más baratas y un fortalecimiento en la competencia frente a otras empresas. Y algunas veces estas condiciones eran complementadas por decisiones del gobierno.

Entonces durante los años 20, se produjo una gran llegada de capitales extranjeros, sobre todo norteamericanos, y entre los principales destinos estaba el sector industrial, lo cual implicaría una serie de transformaciones para el conjunto de la economía argentina. Y aunque la cantidad de empresas norteamericanas proporcionalmente no superaba a las británicas o europeas, en algunos rubros, su capacidad productiva y tecnológica era muy superior al promedio.

De la crisis mundial a la segunda guerra / la coyuntura internacional

La crisis mundial de 1929 constituye un período que va a durar al menos hasta la década de 1940, la crisis más profunda sufrida por el capitalismo. Este proceso recesivo fue caracterizado por una gran deflación, dado que generó restricciones monetarias y financieras, bajas de precios y salarios. Así la caída de la producción industrial indujo a una contracción de los mercados internacionales y a disminución de la demanda de materias primas, cuyos precios bajaron enormemente. Los países de bienes primarios redujeron las compras de manufacturas y maquinarias y las deudas que habían asumido no podían ser entonces canceladas. Esto llevó a un defasaje del sistema multilateral de comercio y pagos y dio espacio a sistemas de preferencia imperial y a los convenios bilaterales. En muchos casos los acuerdos se establecieron entre países con controles de cambio, apuntando a solucionar los problemas de las deudas

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congeladas y de los intereses impagos. Argentina recurrió a dichos convenios para enfrentar crisis externa de años ´30.

A partir de la crisis del ´30, de la Gran Depresión, en ámbitos académicos y gubernamentales empezaron a plantearse líneas de acción tendientes a hacer frente a la situación a través de iniciativas intervensionistas. Las políticas proteccionistas se generalizaron en el mundo conduciendo a una desorganización completa de la red de intercambios mundiales. Gran Bretaña abandonaría sus tradicionales principios librecambistas e implementaría los sistemas de preferencia imperial, que perjudicaba directamente a la Argentina. La crisis mundial desembocaba en una severa recesión agrícola y los dominios británicos presionaron a Londres para que los ayudara a enfrentar a su favor la difícil situación, buscando garantizar la colocación se sus productos mediante una serie de restricciones a las importaciones procedentes de países que no pertenecían al bloque de países bajo el imperio inglés.

Respecto al sistema monetario internacional se llega a la desaparición definitiva del patrón oro. Las medidas proteccionistas continuaron y cada Estado siguió su camino para mejorar su situación: el capitalismo liberal daba paso a un capitalismo marcadamente nacionalista e intervensionista. Como resultado de ello, el comercio internacional se redujo en un tercio aproximadamente en el quinquenio posterior a 1929.

Dieron sustento a las políticas proteccionistas aplicadas antes la crisis del ´30, la teoría y pensamiento Keynesiano, que sostenían que el pleno empleo no estaba asegurado espontáneamente por las fuerzas autónomas del mercado, y que podía existir un desempleo no transitorio, sino permanente, y se encontraba las causas de este desempleo en la insuficiencia de la demanda y en la progresiva disminución del consumo. Según dicho razonamiento para lograr el pleno empleo era necesaria una intervención en los mecanismos económicos, dado que si los mercados se regulaban por sí solos, el equilibrio podría establecerse a niveles más bajos de los que existían anteriormente. La política económica estatal debía corregir dichas deficiencias y multiplicar el empleo.

Las ideas Keynesianas tuvieron fuerte influencia en la política económica de la mayor parte de los países de la época y servirán de fundamento al “Estado de Bienestar” que predominó en las naciones más industrializadas en los treinta años que siguieron a la Segunda Guerra.

Pero en los países en los que la estructura del capitalismo coexistían con un poder autoritario, como Alemania, Italia, Japón, la acción estatal consistió en una reglamentación estricta de todas las actividades económicas. En ellos, aunque con distintos métodos, el Estado tuvo un fuerte protagonismo en la caída de los índices de desocupación, llevando a la práctica una intensa política de obras públicas pero también favoreciendo sustancialmente el re equipamiento de las Fuerzas Armadas. La llegada al poder de estos gobiernos autoritarios, el fascismo de Mussolini en 1922 en Italia, el nazismo de Hitler en 1933 en Alemania, era no sólo una consecuencia de la crisis de 1929, sino también de la deficiente solución de los problemas económicos, políticos y sociales creados por la Primera Guerra y del estallido de Revolución Rusa, que provocaron en Europa la aparición de ideologías nacionalistas, expansionistas y racistas.

El experimento económico más importante para resolver la crisis se realizó en el país más afectado, los Estados Unidos, a partir de la llegada al poder del presidente demócrata Roosevelt, también en 1933. En ese país la crisis ya había alcanzado a todas las clases sociales pero sobre todo a los trabajadores; gran disminución de los salarios y enorme aumento de desocupación. Y en el conjunto de los países más avanzados del sistema capitalista la desocupación alcanzaba a cerca de 30 millones de trabajadores.

El programa económico de Roosevelt, llamado “New Deal”, se sustentaba en un fuerte respaldo a la inversión mediante la intervención estatal, facilitando el crédito y realizando obras públicas para estimular la demanda, al tiempo que se procuraba colaborar con las empresas privadas para crear nuevos puestos de trabajo; a tal fin se crearon numerosos organismos públicos. A través de otras medidas

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intervensionistas se procuró también salvar el sistema bancario, relanzar el crecimiento industrial. En el dominio social se estableció el derecho a la negociación colectiva por parte de los sindicatos, se instauró un salario mínimo para los asalariados y se creó un sistema de seguridad social.

El balance del “New Deal” en vísperas de la Segunda Guerra, parece moderado. Sin embargo, al margen de sus resultados inmediatos, este plan intentó sentar las bases de una nueva forma de organización de la economía, con un papel central del Estado, al mismo tiempo que implementó nuevas políticas sociales que mejoraron el nivel de vida de la población.

Ante la grave crisis, los países abastecedores de productos agrícolas como Canadá, Argentina y los de Europa Central, resultaron particularmente afectados por el descenso de la demanda. Ello se debió a que la mayoría de las economías nacionales procuraron defender sus mercados de la competencia extranjera y elevaron sus barreras arancelarias. Por otro lado, las notable caída en el valor de la producción agraria, impactó negativamente en aquellos países que, como Argentina, se habían especializado en exportar productos agrícolas.

El comercio internacional en los años de la Segunda Guerra revirtió por otra parte, las corrientes del intercambio, perjudicando a los países de Europa Occidental al transformarlos en grandes importadores de todo tipo de productos y desplazando el control marítimo y comercial de la época hacia Estados Unidos.

Al mismo tiempo el conflicto mundial dio un nuevo impuso al desarrollo industrial en algunos países latinoamericanos, continuándose con el proceso iniciado en los años ´30. Pero si bien con la guerra se permitió la actividad industrial sustitutiva de importaciones, estos países debieron soportar la escasez de materias primas y maquinarias esenciales para producir manufacturas.

En vísperas de la finalización de la Guerra, los países aliados, prácticamente vencedores, fueron preparando el diseño para la construcción de un nuevo orden económico internacional, y entonces se reunieron en 1944 en la conferencia económica internacional de “Bretton Woods”, en Estados Unidos. Después de discutir las distintas posturas se llegó a un acuerdo para crear el Fondo Monetario Internacional (FMI), y el Banco Internacional de Reconstrucción Y Fomento (BIRF), luego Banco Mundial (BM). Esta base institucional permitió formular la creación de un sistema monetario internacional que procuraba lograr un cierto equilibrio entre los tipos de cambios. Mediante este esquema cada país se veía obligado a establecer una paridad fija de su moneda en términos de oro o de dólares, aunque la misma podía modificarse. Al mismo tiempo para afrontar problemas de pagos y de financiamiento se creaba un fondo de crédito internacional compuesto por las contribuciones de los países miembros. Esto permitió la existencia de un sistema multilateral de pagos basado en la libre convertibilidad de las monedas, convirtiéndose el dólar en la única divisa de referencia. Estos acuerdos terminaron siendo fundamentales en el crecimiento de la economía capitalista mundial en las décadas siguientes, y en la consolidación del liderazgo económico de Estados Unidos.

Los efectos de la crisis en la Argentina, los problemas del sector externo

Entre 1929 y 1930 las exportaciones disminuyeron un 35% mientras que las importaciones sólo en un 24%. A esto se le sumó la desfavorable evolución de los precios relativos. A fines de 1931 el valor de cereales, del lino, las lanas habían experimentado un importante descenso, a lo cual se sumaba el fuerte proteccionismo agrario en Europa que se incrementó con la depresión y resultó muy desventajoso para Argentina. Se produjo al mismo tiempo una caída en los términos de intercambio por la mayor declinación de los precios agropecuarios con respecto a los precios industriales.

Debido a coyuntura internacional adversa, a la gran propensión a importar y a un poder de compra interno que se mantenía elevado, no se podía equilibrar la balanza de pagos, lo cual presionaba sobre el peso.

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En principio para hacer frente a dicha crisis, se pusieron en práctica políticas ortodoxas; y conforme a esta orientación se redujeron los salarios de los empleados públicos y se llevaron a cabo múltiples restricciones presupuestarias. Pero asimismo comenzaron a tomarse medidas económicas en las que el Estado tenía un papel cada vez mayor. Paradójicamente fueron las viejas elites liberales las que condujeron este proceso tratando de salvaguardar un sistema económico en peligro. La participación entonces del Estado en la vida económica de Argentina comenzó un enorme ascenso, aunque hasta mediados de 1933 las políticas implementadas apuntaron a atenuar los efectos de crisis en el corto plazo con la expectativa de que los mercados mundiales retornaran a su “buen” funcionamiento.

La primer medida importante tomada a fin de atenuar el desequilibrio del comercio exterior la fuga de divisas, fue la implantación del control cambiario.

El efecto del 10% que se fijó en los aranceles aduaneros contribuyó a acentuar el efecto proteccionista que tenían las disposiciones cambiarias. Pero los efectos de ambas medidas fueron amortiguados por la firma del Pacto Roca-Runciman, que establecía una política discriminatoria a favor de las empresas y exportadores ingleses. A pesar de todo, tuviese o no esa finalidad, el fuerte proceso de industrialización por sustitución de importaciones que vivió el país, se debió en buena medida a la política adoptada por los gobiernos conservadores de entonces en el sector externo.

El pacto Roca-Runciman y el problema de las carnes

La disminución del gran dinamismo en las relaciones económicas de Argentina con Gran Bretaña hacia fines de los 20 y su importancia para los sectores más tradicionales del país sudamericano se manifestaron en un creciente interés por lograr una solución de problemas que afectaban los vínculos bilaterales. Por eso en 29 se realizó el primer intento de convenio bilateral con Inglaterra, que podría tomarse como el antecedente más importante del futuro Pacto Roca- Runciman.

Ese año llegó una misión británica a Argentina, que llegó a un acuerdo con el gobierno de Yrigoyen por el cual se establecía un crédito recíproco por 100 millones de pesos oro, para la compra de material ferroviario por parte de nuestro país, a cambio de carnes y cereales. Dicha misión tenía como principal objetivo la recuperación de ciertas industrias británicas que se encontraban en descenso y no podían resistir ya la competencia libre frente a firmas de otras potencias (principalmente Estados Unidos) y a la aparición de bienes sustitutivos, como el transporte automotor y el petróleo.

Para el cónsul norteamericano en Buenos aires, dicho tratado se hacía con el fin de perjudicar a Estados Unidos y el mismo embajador británico afirmaba que el convenio representaba ventajas para las industrias de Gran Bretaña sin ventajas aparentes para Argentina. Porque no implicaba un aumento de las exportaciones argentinas sino un comercio sometido a la compra de productos ingleses.

Mientras tanto la depresión mundial afectaba seriamente el sector ganadero argentino; la reducción del poder adquisitivo en el extranjero determinó un gran contracción de la demanda de carne local. Y al mismo tiempo que disminuía el volumen exportado, también caían los precios.

La Sociedad Rural Argentina presionó al gobierno de Justo para que se emprendieran acciones diplomáticas a fin de ayudar a los ganaderos locales a mantener su participación en el mercado del Reino Unido y sacarle el control del comercio exterior al pool frigorífico anglo-norteamericano. El gobierno conservador, receptivo a esta presión, envío a Londres en 33 una misión con J. Argentino Roca (h), vicepresidente de la Nación, para que negocie el mantenimiento de la cuota argentina de carne enfriada en el mercado británico.

Condicionamientos planteados cuando viaja la misión Roca: por parte de Argentina la principal preocupación era la gran amenaza de reducción de la cuota de importación de carnes para los países que no pertenecían al bloque de países bajo el Imperio inglés, como Argentina. Al mismo tiempo ciertas medidas del gobierno argentino afectaban los intereses británicos, como el control de cambios y el

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incremento de aranceles. Tanto para Argentina como para Inglaterra había elementos diversos de negociación, cuando viajó la misión Roca a negociar el mantenimiento de cuota de carnes para Argentina. Gran Bretaña pretendía una asignación preferencial de las divisas y una reducción de los aranceles; a cambio se disponía a aceptar la suspensión temporaria del pago del servicio de la deuda externa. Argentina demandaba que no se redujera la cuota de carne enfriada y que el gobierno mantuviera el control de esa cuota.

La firma del Pacto Roca-Runciman en 1933, no ofreció grandes ventajas para Argentina, mientras satisfacía la mayor parte de los pedidos británicos. En forma resumida, el Pacto aseguraba una cuota de carne enfriada en el mercado inglés e Inglaterra concedía una participación a los frigoríficos nacionales para la exportación de carne argentina mediante una cuota del 15% que tardó años en poder hacerse efectiva. A cambio de esto, Gran Bretaña lograba varias medidas que favorecían a los intereses británicos.

El problema al evaluar el Pacto Roca-Runciman consiste en saber si realmente el comercio de carnes se consideraba fundamental para Argentina o sólo para un sector económico particular y en establecer si no podía negociarse de otra manera, considerándose por ejemplo que el envío de las remesas por intereses, que preocupaba mucho a ingleses, se hallaba prácticamente frenado por el control de cambios, y esto podía haber constituido por ejemplo un elemento de negociación importante. Además Inglaterra dependía en gran medida de las exportaciones argentinas, y en particular de la carne enfriada, debido a las distancias, ya que barcos frigoríficos no garantizaban que los productos de otros países competidores llegaran en buenas condiciones al mercado británico.

Sin embargo, aunque el Pacto impedía una gran contracción de exportaciones de carne, no aseguraba la posición de los ganaderos; el carácter oligopólico de los frigoríficos y falta de control estatal en el negocio permitía a aquellos ejercer plenamente su poder de compra, clasificando la calidad del ganado y manejando también los precios de manera arbitraria. Los ganaderos volvieron a reclamar la intervención del Estado en su defensa, aunque la división entre criadores e invernadores se hizo manifiesta en las discusiones sobre el alcance interventor. Los criadores consideraban apropiada una organización de productores con participación directa en la industrialización y comercialización de las carnes, mientras que los invernadores exigían simplemente un marco regulatorio pero rechazaban la idea de que el Estado se inmiscuyera directamente en la gestión de empresarios.

Finalmente el Septiembre de 1933 se aprobaría la ley que aprobaba la Junta Nacional de Carnes; la ley se inclinaba a satisfacer las demandas de los invernadores. Los frigoríficos continuaban, sin embargo, ejerciendo su dominio. Mientras los precios en el mercado inglés habían comenzado a subir, ellos pagaban a los ganaderos un precio cada vez menor. Se acusaba a los empresarios de los frigoríficos de dominar por completo el mercado de la carne, lo cual permitía manejar de manera discrecional el precio del ganado, independientemente de fluctuaciones de los precios en el mercado de Londres, favoreciendo a un pequeño número de invernadores y expropiando a la inmensa mayoría de productores. Los frigoríficos imponían al mismo tiempo, condiciones a los trabajadores que eran inhumanas, y pagabas salarios miserables. Su poder, con apoyo del aparato burocrático del Estado, era utilizado también para forzar una descapitalización de los pequeños frigoríficos competidores. Iba quedando en evidencia que la conducta de los frigoríficos era claramente ilícita y que las leyes que creaban la Junta Nacional de Carnes y la CAP eran utilizadas discrecionalmente en ventaja del grupo oligopólico de los frigoríficos extranjeros y del grupo ganadero vinculado a ellos, desviándose de los objetivos iniciales que apuntaban a encontrar una solución a los productores y frigoríficos menos poderosos.

El acuerdo Roca-Runciman duro tres años, al culminar en 1936, ambos gobiernos comenzaron una nueva ronda de negociadora.

Crisis e intervencionismo

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Al tiempo que el gobierno argentino enfrentaba los efectos de la depresión tratando de preservar las exportaciones de carne a Gran Bretaña, en Agosto 1933 se produciría un importante desvío en la política económica facilitado por el difícil estado coyuntural y por el principio de solución de los problemas más importantes de la elite ganadera representante de la firma del pacto Roca-Runciman. Esto se debería al cambio del equipo ministerial del presidente Justo, que llevaría a Pinedo a reemplazar el comando del Palacio de Hacienda. El gobierno de Uriburu había intentado proteger la economía del país, y sobre todo, a los sectores más poderosos, de los efectos desventajosos más inmediatos. Con la llegada de Pinedo y de A. De Tomaso al frente de Agricultura, se aplicaba un enfoque más global y de largo plazo, para lo que recurrieron a una activa participación del Estado en la regulación y la orientación de la economía.

No resulta curioso que la elite ganadera, librecambista desde la independencia, consintiera en el establecimiento de restricciones diversas al funcionamiento del comercio exterior, razonable para la defensa de sus intereses. Pero puede parecer extraño que Pinedo, uno de los más fieles exponentes del liberalismo vernáculo, haya sido también propulsor decidido a la intervención del Estado en la economía, si bien esta política no se hallaba alejada de lo que estaba ocurriendo a nivel mundial, como en Estados Unidos y otros países.

Las medidas económicas implementadas por el gobierno de Justo a partir de la llegada de Pinedo a Hacienda y a través de su Plan de Acción Económica de 1933, abarcó simultáneamente cuatro frentes que pueden individualizarse.

La política económica y la competencia anglo-norteamericana

El primer efecto del pacto Roca-Runciman, fue favorecer a través del control de cambios, las importaciones de origen británico, perjudicando la de los otros países, fundamentalmente las norteamericanas. Así, las importaciones provenientes de Estados Unidos, que en 1929 llegaron a un monto muy grande de pesos oro descendieron mucho cuatro años más tarde y solo a partir de 1938 comenzaron a recuperarse. A pesar de ello, las exportaciones británicas a Argentina se mantuvieron constante en todo el período porque los industriales ingleses, debido a propias insuficiencias, no estaban en condiciones de aprovechar al máximo el mercado argentino, y porque se había comenzado a desarrollar una industria local que empezaba a competir seriamente con los productos de origen británico, sobre todo en el área textil.

Si bien el pacto implicó entonces una serie de concesiones importantes a Gran Bretaña en materia comercial, un análisis riguroso muestra que el trato preferencial que se le daba a Inglaterra respondía sobre todo a necesidades coyunturales. La política económica global trazada por Pinedo y sus colaboradores dan cuenta de un sesgo que no fue tan “pro británico” como se sueles sugerir. Por el contrario, abrió un espacio para mejorar las relaciones con otras naciones, entre las que Estados Unidos consiguió importantes beneficios. El flujo de inversiones de Estados Unidos en Argentina, iniciado en la década del ´20, continuó entonces sin grandes alteraciones en los años ´30; en este momento se daría la radicación de grandes establecimientos textiles, de empresas dedicadas a producción de electrodomésticos, diversos tipos de bienes de consumo duradero, y sobre todo de algunas de las principales firmas farmacéuticas y químicas de Estados Unidos.

La política de balancear el peso de Gran Bretaña fortaleciendo las relaciones con otras potencias no constituía una particularidad de Argentina, sino que era un fenómeno relativamente generalizado en América Latina. En este marco, un ítem particular de la rivalidad anglo-norteamericana en el país es el que se refiere al sistema de transportes. El desarrollo del transporte automotor y de la construcción de caminos, y la depresión de los años ´30 deterioraron las finanzas de las compañías ferroviarias inglesas. A esto se sumó la depreciación de peso argentino, que disminuyó sus ganancias equivalentes en libras

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esterlinas y la implantación del control de cambios, que obstaculizó el giro normal de las ya escasas remesas. La principal fuente de reclamos de compañías británicas se centraba en la competencias de los automotores, cuya producción e importación estaba ligada, sobre todo, a intereses estadounidenses. Los empresarios británicos no querían quedarse sin el monopolio del sistema de transportes, del que habían gozado tantos años. Dando respuesta a los pedidos de los capitales británicos, el gobierno envío al Congreso un anteproyecto de ley para regular el transporte automotor.

Las compañías ferroviarias pretendían la plena libertad para resolver sus problemas laborales, concesiones cambiarias para enviar sus remesas a Londres, permiso para incrementar las tarifas y la rápida aprobación legislativa del proyecto de ley de coordinación nacional de los transportes. A pesar de que el gobierno argentino atendió en general los reclamos de las compañías ferroviarias, existían elementos prácticos que no permitieron concretar las aspiraciones de esas empresas. Prácticamente, desde la Primera Guerra las compañías británicas no habían cambiado sus materiales y equipos y gran parte del sistema de transporte estaba ya anticuado. El estallido de la Segunda Guerra será otro factor adverso para dichas compañías. Así a partir de 1940 las empresas comenzaron a sugerir planes de nacionalización como el que el ministro Pinedo propondrá luego acompañando su Plan de Reactivación Económica. Entretanto las competencia del transporte automotor continuaba impidiendo a los ferrocarriles británicos encargarse de cargas más redituables (el transporte urbano continuaba bajo el predominio de automóviles y colectivos). Algunos autores se preguntaban si la continuidad del flujo de capitales norteamericanos en los años ´30, incluyendo los vinculados al transporte automotor, no eran producto de una política deliberada de los gobiernos conservadores, porque si bien en la esfera comercial se respetaron los acuerdos firmados con Gran Bretaña y hubo grandes desacuerdos con el gobierno de Estados Unidos, las medidas adoptadas estimulaban también el ingreso de capitales, terreno en el que la primacía de Estados Unidos era indiscutible. Por eso no es casual entonces que a fines de la década de 1930 algunos dirigentes de compañías británicas en Argentina se molestasen por el tratamiento dispensado por parte del régimen conservador, o que durante el gobierno del general Justo, la expansión de la red vial impulsada por ese gobierno, hay significado un gran golpe a los intereses ferroviarios ingleses.

En esta cuestión se mostraba bien la aludida dualidad de la política económica, porque mientras se atendían algunas demandas de las compañías ferroviarias se impulsaba también un importante plan vial poco favorable para dichas empresas (la mayor parte de los nuevos caminos consistía en caminos paralelos a las vías férreas). De esa manera, el desarrollo del transporte automotor no complementaba al ferrocarril, sino que representaba una competencia directa, en el cual el ferrocarril corría en desventaja al tener que mantener su propia red, mientras los caminos eran construidos por el Estado y no por las empresas de transporte, aun cuando el fondo salía de un impuesto a los combustibles que gravaba también a éstas.

Al margen de la competencia anglo-norteamericana, el trazado de la red de caminos ponía de manifiesto que los cambios no eran tan radicales. El sistema de transporte no alteraba demasiado un esquema que procuraba comunicar los centros productivos con el puerto más que las diversas regiones entre sí.

A pesar de la discordia de intereses entre diversos grupos económicos ingleses y norteamericanos, en algunos terrenos hubo espacio para el trabajo conjunto, incluyéndose además a empresas alemanas.

La disputa entre las potencias influía también en las posiciones adoptadas por la dirigencia política local. La llegada del equipo económico encabezado por Pinedo en 1933, constituyó un elemento clave para poder comprender los términos del debate que se desarrollaba en aquel momento en el seno de las clase dirigente con respecto a las posición económica internacional del país. En realidad a partir de 1940 se produce circunstancialmente una situación similar a las de fines de la década del ´20. Las importaciones desde Estados Unidos se incrementaron y el déficit del balance de pagos argentino con ese país reapareció, pero para entonces resultaba imposible un nuevo estrechamiento de las relaciones

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comerciales con Inglaterra, ya que ésta no estaba en condiciones de sostener el flujo de inversiones ni el comercio bilateral. La relación triangular en la que había participado Argentina no fue estática; la importancia de Estados Unidos tendía a crecer mientras que la británica, a disminuir.

Por lo cual en los años ´30 aparecieron importantes desequilibrios que no podían compensarse entre sí. Estos desequilibrios imponían la necesidad de políticas apropiadas para solucionarlos. Pero a pesar de todos acordar sobre este punto, no existía unanimidad para considerar las características de dichas políticas. Para un sector más conservador, la estrategia más adecuada consistía en arreglar las relaciones con Inglaterra, para otro grupo las nuevas relaciones eran incorregibles y el camino pasaba por vincularse más estrechamente con Estados Unidos, tendiendo a fortalecer el mercado interno para sustituir las exportaciones reducidas y compensar con producción local la simultánea reducción de las importaciones y acelerando las transformaciones internas operadas durante la última década.

El Plan Pinedo de 1940 era el proyecto más acabado de la segunda posición, y por eso fue muy elogiado por Norteamérica. El mismo Pinedo que de ser Gran Bretaña la privilegiada ahora Argentina encontraba su mejor interés ligado a la cooperación estrecha con Estados Unidos.

El mencionado Plan económico, y su respectivo acuerdo político, era resistido por un sector de las elites tradicionales y el Congreso no lo aprobó.

La ausencia de un verdadero sistema democrático, el gobierno conservador mantenido gracias al fraude electoral, impedía un debate de fondo sobre las políticas económicas, a través de lo cual se hubieran podido manifestar otros sectores económicos y sociales.

Una de las soluciones era tal vez, estimular la industrialización del país, lo cual podía compartirse con ciertos intereses extranjeros. Parecía que los norteamericanos estaban a favor de la industrialización en Argentina, sobre la base de que ésta reduciría la cantidad de alimentos utilizables para la exportación, lo que en consecuencia disminuía la dependencia de Argentina del mercado británico. Esta industrialización suponía sin duda el acoplamiento a un nuevo centro de poder mundial, en este caso Estados Unidos. Sin embargo, el drama de Argentina para sus sectores dirigentes consistió, justamente, en que ese acoplamiento (a diferencia de Brasil) no podía lograrse, pues la producción argentina no era complementaria de la norteamericana, lo cual conducía a un desequilibrio comercial crónico sobre el que sería difícil construir una relación estable y duradera.

Las disputas diplomáticas de la década de 30 con los gobiernos estadounidenses, el Pacto Roca-Runciman, y el largo y estrecho vínculo que todavía existía entre Argentina y Gran Bretaña, dificultaron aun más la posibilidad de que las relaciones argentino-norteamericanas retomaran el camino emprendido en los años ´20.

En la época de la Segunda Guerra, Argentina que se había constituido hacia30 en el cuarto país en importancia dentro de las inversiones de Estados Unidos en el mundo, resultaba ahora la última dentro de América Latina.

Los límites de la industrialización

Tanto la década del ´20 como del ´30 se caracterizaron por un intenso crecimiento industrial; un análisis cualitativo pone de manifiesto la fuerza limitada de la industrialización en la época. Desde el punto de vista microeconómico, los déficit de las nuevas industrias resultaban significativos. En primer lugar, los productos con que se iniciaba la sustitución de importaciones eran frecuentemente copias de un diseño extranjero rezagado con respecto al desarrollo tecnológico internacional vigente. En segundo término el equipamiento físico y tecnológico de muchas plantas fabriles era obsoleto

Existieron sin embargo, empresarios nacionales exitosos, aunque sus empresas terminaron cayéndose en los años ´70 y ´80, en parte por la coyuntura internacional y las políticas económicas

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adversas, pero en parte también por los defectos en los orígenes del proceso de industrialización y del empresariado que los acompañó.

No obstante los problemas microeconómicos que podían superarse a través de profundizar el proceso industrializador, el proceso se enfrentaba a dificultades mayores desde el punto de vista macroeconómico. El rápido crecimiento de algunas industrias nuevas como la automotriz, la metalúrgica o la química no podían ocultar por ejemplo, su escasa participación en la producción industrial total. El sector seguía reposando sobre las ramas tradicionales como los alimentos y los textiles, que conformaban más del 50% de la producción total.

Si bien la política económica implementada desde 1933 las cadenas productivas. Weil acuñó el término “proteccionismo al revés” para describir una estructura arancelaria que gravaba con impuestos mayores a los insumos que a los productos terminados. De tal forma, las industrias que utilizaban materias primas importadas se encontraban en desventaja al competir con las importaciones de productos similares, ya que debían de hacerle frente a un sobre costo aduanero que no padecían esas importaciones. Por esto las ramas que contribuían con la porción mayoritaria de la producción industrial eran aquellas que utilizaban una alta proporción de insumos nacionales.

Esta percepción descubría las ideas subyacentes en los funcionarios que habían cambiado sus posiciones liberales hacia planteos explícitamente industrialistas y explica porqué a pesar de pertenecer a la elite terrateniente, comenzaron a apoyar de repente el despliegue de una industria nacional. En realidad, era un grupo que había empezado a comprender que el potencial del modelo agro exportador estaba agotándose, hecho que la crisis profundizaba aun más; por esto descubrían en el mercado interno una nueva fuente de demanda de su producción tradicional. Pero para esto necesitaban transformar esos productos por medio de procesos industriales que, simultáneamente les permitía contar con nuevas alternativas de inversión en el momento en que el campo ya no ofrecía los beneficios pasados.

La industrialización era entonces, un aggiornamento sofisticado de los intereses agro pecuarios que se complementaba con la expansión de un conjunto de firmas multinacionales, responsables en la instalación de industrias no tradicionales como la automotriz o química. Pero el proyecto no contemplaba avanzar más allá, es decir no pretendía transformar a Argentina en una potencia industrial con gran grado de integración del aparato productivo. Por lo cual la estructura industrial revelaba grandes vacíos en varias ramas, que tienen un rol básico en un desarrollo industrial auto sostenido. Entre las consecuencias, estos vacíos preanunciaban que la continuación del crecimiento industrial y su complejidad profundizarían su dependencia con el exterior e impactarían de modo negativo sobre la balanza comercial debido a la importación de bienes de capita. Por dicha vía se cerraba también al desarrollo local de tecnología, fomentando una creciente dependencia tecnológica y una nueva fuente de pérdidas de divisas, debido al pago de regalías y de asistencia técnica.

Por esto los límites político-sociales derivaban en límites técnicos, financieros y comerciales que contribuían a trabar el crecimiento industrial.

Los efectos de la guerra sobre sector industrial

La política desarrollada por los gobiernos argentinos entre 1939 y 1945 favorecía más a la industria que a la agricultura y al comercio. A las diversas medidas implementadas a lo largo de los ´30 se le sumaron facilidades crediticias como redescuentos para el sector industrial otorgados por el Banco Central. Culminando con tal proceso se creaba en 1944 el Banco de Crédito Industrial, que jugaría un rol importante en el financiamiento de las actividades fabriles.

No obstante la industria sufriría los efectos de guerra; la escasez de combustibles con sus serias repercusiones (la enorme caída de importación del combustible). En maquinarias fue igualmente

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desventajoso; la industrialización en el período bélico se realizó mediante la utilización al máximo de equipos obsoletos, lo cual suponía bajos niveles de productividad.

Si agregamos además, las sanciones desde Estados Unidos para la castigar la política de neutralidad seguida por el país (prohibición de vender a Argentina ciertos productos básicos, bloqueo de depósitos argentinos en bancos norteamericanos, restricciones para operatoria de ciertas empresas) podemos ver la magnitud de las desventajas por la guerra.

No obstante, debido a la sustitución de importaciones, la producción industrial creció en mayor medida que el PBI durante la guerra. Por otra parte, a causa de escasez de bienes manufacturados en otros países, Argentina se transformó en exportador de esos productos, especialmente a vecinos latinoamericanos.

Pero las exportaciones industriales cayeron radicalmente después de la Guerra, por una parte porque también se produjo un importante proceso de sustitución de importaciones en el resto de Latinoamérica, y por otra, porque la calidad de los productos argentinos no podía competir en la posguerra con la calidad de las potencias industrializadas, sobre todo de Estados Unidos.

Un aspecto muy importante en el proceso de industrialización en esos años fue el impulso dado por las industrias militares. Desde 1930 la creación de industrias básicas como la siderurgia y demás ligadas a la industria de guerra. La Guerra apresura las cosas, y en 1941 comienza sus actividades la Dirección General de Fabricaciones Militares; sus objetivos eran obtener una mejor independencia del abastecimiento extranjero, la producción de materiales de guerra, la regulación de la exportación y la importación de productos estratégicos y el fomento industrial, ligando la seguridad nacional al desarrollo de la industria.

Salvo una caída del PBI en 1945, todos los demás indicadores son positivos: el salario real se incrementó, la ocupación también, el ingreso per cápita también experimentó un aumento importante.

Los años de la guerra fueron engañosos, habría al mismo tiempo factores desequilibrantes que repercutirán en los siguientes años.

El Consejo Nacional de Posguerra y los debates sobre la industrialización

La creación del Consejo Nacional de Posguerra en agosto de 1944, dependiente de la Vicepresidencia de la Nación, y presidido por el propio Perón, en el cual se encontraban representados distintos sectores de la opinión pública y grupos de interés, respondería al espíritu de la época, marcado por la experiencia del New Deal en Estados Unidos por un lado, y por la de la planificación soviética y las ya fracasadas del fascismo y nazismo, por otro. La Gran Depresión y los procesos de industrialización a los que dio lugar en los países periféricos y la gran influencia de las ideas Keynesianas, con su preocupación en el pleno empleo, jugaron también un importante papel. Por último la guerra misma y la formación militar de Perón daban contenido estratégico a la formulación de planes económicos y sociales de mediano plazo.

En realidad, las conclusiones a las que llega el Consejo Nacional de Posguerra en una seria de trabajos acaban con debate iniciado en los ´30. Dicho debate tenía como centro de sentido que debía darse al proceso de industrialización por sustitución de importaciones acelerado por la crisis económica primero, y la guerra luego. Esto involucraba diferentes cuestiones:

La certidumbre de que modelo agro exportador basado en que la relación bajo la cual el Reino Unido (y demás países desarrollados) nos abastecía de bienes manufacturados a cambio de productos primarios se había terminado.

La constatación de que el desarrollo industrial no podía detenerse, pero que tenía dificultades a las cuales había que encarar (como la expansión de algunos tipos de producciones que en

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momentos normales no podían haberse encarado por razones de costo, y que una vez terminadas las circunstancias excepcionales de la guerra volverían a ser ineficientes)

La existencia de sectores de interés que basaban sus ingresos en las nuevas actividades industriales y se encontraban dispuestos a defenderlas.

Reconocimiento de que la mayoría de las industrias que habían crecido con la Depresión mundial y la guerra, estaban especializadas en la producción de bienes de consumo final, y que era entonces necesario obtener equipos, materiales importados.

La creciente conciencia en algunos sectores del Ejército de que era necesario promover industrias de bienes de capital, como la siderurgia.

En que el proceso de industrialización se basó en la utilización al máximo de equipos obsoletos y que luego de la guerra era imprescindible modernizar el equipamiento industrial.

La estructura industrial se apoyaba en industrias de trabajo intensivas, y que el desmantelamiento de parte del sector podía implicar la existencia de altos índices de desocupación.

Las ideas que se debatían eran entre personajes que más influían en las ideas económicas del período de entreguerras. Una posición era de la Pinedo, que tuvo su forma expresiva en el Plan de Reactivación Económica de 1940. Pinedo afirmaba que la vida económica del país giraba alrededor del comercio exportador pero que junto a este jugaban un rol importante la industria, como las basadas en la elaboración de materias primas nacionales. A estas ideas, que podían ser compartidas por sectores tradicionalmente relacionados al campo, le agregaba otras como la construcción de viviendas populares, que podían elevar el nivel de vida y poder de compra de las clases populares, incrementando la demanda de productos industriales, y que tenían gran tinte Keynesiano. El Plan Pinedo incorporaba como novedad en política económica argentina, la necesidad de protección y desarrollo de ciertas industrias y reconocimiento de un incremento de las demanda como base para la reactivación de la economía nacional.

Una segunda postura sobre destino del sector industrial resultaba la del Banco Central . Para el Banco Central el desarrollo industrial dependía de dos factores: la posibilidad de importar materia primas y bienes de capital indispensables y la de elaborar en el país a costos bajos parte de esas importaciones y seguir trayendo del exterior lo indispensable. No debían producirse materias primas, bienes durables costosos, porque eso podría llevar a un proceso inflacionario y a un aumento del trabajo colectivo más del imprescindible para satisfacer las necesidades de la población. Había según esta postura que mantener parte del aparato industrial existente sin sobrepasar las capacidades de producción del país y realidad de su mercado interno.

Las ideas de Alejandro Bunge, otro gran economista de la época con un contenido industrialista y proteccionista, influyeron también en la discusión aun después de morir en 43´. Por una parte porque ya desde los ´20 Bunge consideraba que el modelo agro exportador estaba agotado, por lo cual era necesario establecer una política económica propia para dejar de ser tributario de grandes potencias. Por otro lado porque a través de sus discípulos, tuvo evidentemente una intervención bien directa en las posturas económica del primer peronismo.

Una de las principales cuestiones discutidas era en torno a las consecuencias sociales que podrían tener políticas que moderaran el curso del proceso industrializador. Si parte de ese proceso era artificial y una vez finalizada la guerra podría hacerse insostenible mantener industrias obsoletas o no competitivas cuando se reabrieran los canales del comercio internacional, el cierre de esas industrias daba lugar al desempleo de parte de la población trabajadora. Bunge mismo había alertado al respecto, señalando crisis del campo y el hecho de que el sector agrícola no podía absorber los aumentos de población. Y las migraciones rurales hacia los centros urbanos en los ´30 parecían darle la razón. Pero a esto se agregaba lo que podía pasar en el propio sector industrial y aquí existían grandes diferencias.

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Para el Banco Central, en su informe del ´45 el peligro del desempleo era menos importante de lo que se suponía. Para este organismo existían ya industrias competitivas, debido a la ampliación forzosa del mercado interno como resultado de guerra. La desaparición de las industrias improvisadas no podía constituir más que un 5% de desocupación sobre la población activa.

Por su parte el Consejo Nacional de Posguerra, estimaba que la desocupación alcanzaría el 9% de mano de obra ocupada; de ahí la importancia de mantener la estructura industrial existente, ya que el costo social de su desmantelamiento sería demasiado alto.

Otro informe del Consejo Nacional de Posguerra permite comprender mejor las políticas económicas del primer peronismo. El informe analizaba los distintos sectores de la economía, dando lugar especial a la situación de las clases trabajadoras (incluyendo el movimiento sindical, las reivindicaciones de los obreros y las medidas sociales). Con respecto al sector manufacturero, el informe indicaba que debían fomentarse las industrias de interés nacional “especialmente las que utilizan materia prima del país”, eliminando la protección de industrias artificiales. Pero básicamente sus conclusiones estaban centradas en la necesidad de efectuar un ordenamiento económico y social a fin de asegurar “la satisfacción de todas las necesidades de los habitantes del país sin tolerar la injusta apropiación de bienes en manos de unos pocos”; objetivo que se lograría con la ocupación de la totalidad de la mano de obra disponible, la creación de un buen sistema de seguridad social y mejoramiento de las condiciones de trabajo y de vida de trabajadores.

El énfasis en estas cuestiones que implicaban la plena ocupación de la mano de obra y la ampliación del mercado interno, ya había sido puesto por Perón en su discurso en la Universidad de la Plata. Estas propuestas iban a significar durante los gobiernos que vendrían una clara política de orientación mercado internista y estímulo del conjunto de las actividades industriales.

El contexto internacional de la segunda posguerra

Estados Unidos emergió de la Segunda Guerra como la potencia dominante del escenario internacional. Para poder sostener dicha hegemonía proyectaron edificar un orden mundial caracterizado por rasgos eminentemente liberales. Dicho entramado económico debía construirse sobre bases económicas y financieras distintas de las de años anteriores, y en esa dirección Estados Unidos había establecido las normas del sistema monetario internacional. Los Estados allí representados aspirarían a alcanzar una economía abierta en concordancia hacia un sistema de comercio multilateral con tipo cambio fijo y convertibilidad de las monedas nacionales. Al mismo tiempo, los países europeos se enfrentaban a los problemas derivados de la reconstrucción de sus economías y a tener que restaurar un sistema multilateral de pagos.

En transcurso de la Guerra, el Reino Unido había perdido la gran parte de sus activos extranjeros, por lo cual, los bienes necesarios para la reconstrucción de su economía debían pagarse con exportaciones. En consecuencia, la pérdida del ingreso de capitales ubicó a Gran Bretaña de manera diferente ante el comercio mundial, y la ubicó en la necesidad de conseguir otros mercados para sus exportaciones. Sumado a esto Estados Unidos se había convertido en el principal acreedor británico desde los años de Guerra, pero Gran Bretaña no sólo era deudora de Estados Unidos sino también de la mayoría de sus colonias y de otros países como Argentina, que exigían sus correspondientes pagos. Londres se vio obligada a negociar un crédito en Washington para enfrentar el desequilibrio de balanza de pagos.

Las condiciones exigidas por Estados Unidos para esta operación consistían en que Gran Bretaña debía restablecer la convertibilidad de libra y se obligaba a cancelar los pagos en libras que aun tenía pendientes. Pero apenas declarada la convertibilidad, distintos países cambiaron la moneda inglesa por oro y dólares, obligando a las autoridades británicas a suspenderla. Además ante las dificultades que

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experimentaba su economía, el Reino Unido tuvo que devaluar su moneda en 1949, lo que afirmaría la hegemonía del dólar.

A partir de la gran desarticulación que padecieron las relaciones comerciales en los años de la guerra (graves problemas de balances de pagos de los países europeos), los Estados Unidos presentaban un enorme superávit mientras que Europa un gran déficit. A pesar de tales diferencias, Estados Unidos y países europeos coincidieron en una serie de medidas económicas básicas que fueron el principio para las negociaciones que establecerían luego el formato del mundo de posguerra. De tal modo, ambas posturas acordaron la defensa de un sistema de tipo de cambio dijo. Mediante este mecanismo se intentaba no utilizar el recurso de ajuste por deflación a través de un organismo internacional, el FMI, encargado de otorgar créditos a los países deficitarios, si el problema de balance de pagos era reversible o de autorizar una devaluación de moneda si la misma estaba sobrevaluada. Cada país debía aportar cuota al FMI que se calculaba de acuerdo con su producto bruto y con su participación en el comercio mundial, y era la misma cuota la que determinaba el derecho a voto en el seno del FMI. Durante los primeros años, el régimen de cuotas daría origen a un sistema asimétrico de poderes disputado entre Estados Unidos y Gran Bretaña, en que ambos países ejercían el derecho de veto, años más tarde el lugar del Reino Unido fue ocupado por la Comunidad Económica Europea (CEE).

Las restricciones impuestas por FMI a la disponibilidad de reservas internacionales, tipos de cambio fijo y posibilidades de crédito restringidas, entraban en contradicción con los enormes déficit comerciales que presentaban casi todos los países europeos finalizando la Guerra. Los créditos otorgados directamente por el gobierno norteamericano a los países europeos eran insuficientes para impulsar la reconstrucción de economías europeas. La gran distancia entre el sistema normativo ideado y los grandes desequilibrios que presentaba la economía mundial al finalizar la guerra imposibilitaron la implementación de un acuerdo general hasta mediados de década del ´50. El FMI quedó limitado así, a las cuestiones de restauración y reacomodamiento del comercio internacional, mientras que el financiamiento internacional quedó a cargo de otra institución, el Banco Internacional de Reconstrucción y Fomento (BIRF); pero este abandonó enseguida el apoyo a la reconstrucción europea para dedicarse al financiamiento del desarrollo, y cambió su denominación BIRD (D de Desarrollo ), y luego pasó a llamarse Banco Mundial (BM).

En cuanto a los intentos por restablecer comercio mundial, Estado Unidos no paraban de insistir sobre la construcción del libre comercio y en 1946 invitaron a 23 países para discutir en Génova sobre dichas cuestiones. Así, en Octubre del ´47 se lograría la firma de un Acuerdo General de Aranceles y Comercio (GATT) que involucraba gran cantidad de productos junto a la reducción de barreras arancelarias, que en realidad se correspondían más a los intereses norteamericanos que a las posibilidades de las economías europeas. Dichas rebajas de aranceles constituyeron la primera etapa de internacionalización de los flujos de bienes y capitales y tendían a reducir el poder de intervención de los Estados.

Paralelamente y el plano político, las naciones aliadas durante la Guerra fueron diseñando la estructura de un ámbito internacional que debía dar lugar a mayoría de los países del mundo, generando las condiciones para el surgimiento de la Organización de las Naciones Unidas (ONU). Pero para lograr la participación de Unión Soviética en este organismo, Roosvelt tuvo que negociar con Stalin importantes acuerdos sobre áreas de influencia en Europa y Asia. Dicha situación llevó al Truman, que reemplazó a Roosvelt luego de su muerte, a oponerse a la expansión de los intereses soviéticos, sentando las bases de la luego llamada política de “contención” del comunismo. Junto a estas tensiones entre las dos grandes potencias, Estados Unidos debía enfrentar las dificultades de la reconstrucción de Europa. El viejo continente demandaba grandes cantidades de materias primas, maquinarias, bienes de consumo durables de Estados Unidos, pero no disponía de productos de exportación ni divisas suficientes para financiar estas importaciones. Para detener entonces el temido expansionismo soviético, Europa debía recuperarse

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con rapidez y se hacía necesario elaborar un programa eficaz. De esta manera, los objetivos económicos vinculados a la reconstrucción europea podían presentarse en la estrategia política mundial de Estados Unidos y esto daría origen en junio del año ´47 al Plan Marshall.

Concebido como una política de contención a la expansión de la influencia soviética en Europa Oriental, dicho plan de reconstrucción apuntaba a la renovación de la infraestructura europea, al incremento de la producción, a la racionalización de agricultura y de la industria, y a la creación de estructuras que propiciasen la estabilidad monetaria y financiera. Según dichas intenciones, la economía europea debía estar en condiciones de funcionar en forma autónoma, y de este modo, podría volverse a una economía mundial con menos restricciones (vuelta hacia los principios liberales). Pero la ayuda norteamericana generó grandes déficit en las cuentas europeas externas y tuvieron que ser cubiertas con créditos a largo plazo (concedidos por el Banco Mundial) y donaciones de Estados Unidos.

En este contexto, los países europeos formaron un organismo de cooperación para elaborar el programa de la reconstrucción de Europa, y en el ´47 los dieciséis países que aceptaron el acuerdo sentaron las bases para formalizar un sistema cooperativo en Europa Occidental. Poco tiempo después en abril del ´48 nació la Organización Europea de Cooperación Económica (OECE); dicha entidad luego con gran influencia en el desarrollo institucional de Europa y en el proceso de unificación europea.

El Plan Marshall consistió en apoyo para beneficiar a todos los integrantes de la OECE, y los créditos se autorizaban conjuntamente a través de un organismo multilateral: la Unión Europea de Pagos (UEP), que a partir de la mutua colaboración organizó el sistema monetario europeo.

El Plan Marshall produjo resultados favorables en la primera etapa de su implementación, entre el ´48 y el ´49.A su vez dicho Plan fue decisivo en la división del mundo en dos bloques: los países que participaban de éste conformaron el bloque occidental, mientras que aquellos sumados a las economías centralmente planificadas de la Unión Soviética formaron el oriental. Dentro de este formato, la reforma monetaria que sentaba las bases para la reconstrucción de Alemania Occidental mediante el Plan Marshall fue el pretexto para que al Unión Soviética bloqueara Berlín Occidental. A partir de allí comienzan los enfrentamientos entre ambos bloques, cuya expresión política-estratégica fue el surgimiento de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) en ´49, cuya contra partida militar fue el Pacto de Varsovia firmado por países del mundo socialista. Como la Unión Soviética no aceptó la propuesta del Plan Marshall influyó en países del Este europeo, y para contrarrestar los integrantes del bloque oriental constituyeron el Comecon, organismo para la cooperación económica de los países socialistas. Este enfrentamiento bipolar llevó al mundo al borde de guerra nuclear.

En realidad las fuerzas profundas que alimentaron este enfrentamiento bipolar por parte de Estados Unidos fueron económicas, combinando su gran capacidad industrial y financiera con la voluntad de construir en sistema económico bajo los valores capitalistas.

Un proceso importante en este período fue el de la descolonización de los imperios coloniales que aun existían y el de la inserción en la economía y la política mundiales de los que se llamarían a partir de entonces “países del Tercer Mundo”. Es también en el Tercer Mundo donde acontecerán algunos de los sucesos más destacados de la guerra bipolar. Sin embargo, estos países, salvo excepciones como el sudeste asiático, no podrán remontar su precariedad económica con las que surgieron del mundo colonial y quedarán en situación de países subdesarrollados.

En cuanto a América Latina, los años de posguerra encontraron a las naciones en pleno proceso de industrialización por sustitución de importaciones. Este requería para su profundización, una mayor participación en el comercio mundial, con el propósito de adquirir los bienes de capital y materias primas indispensables a ese proceso y colocar sus exportaciones con el fin de obtener las divisas necesarias para continuar importando. Pero la situación en ese momento no era favorable. A pesar de su demanda, los países latinoamericanos fueron excluidos del Plan Marshall y vieron decrecer su participación en la economía mundial.

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En Europa por el contrario se produjo una recuperación económica que generó algunas iniciativas favorables para conformar uniones aduaneras y de cooperación económica entre los países de Europa. En el ´51 así se firmaría el “Tratado de París” entre Francia, Italia, Alemania Occidental y los Estados del Benelux ( Bélgica, Holanda, Luxemburgo), a través del cual se creaba la Comunidad Europea del Carbón y Acero (CECA). Al mismo tiempo la función de la OECE fue adquiriendo un importante papel en los años ´50 al ir restando obstáculos al comercio y barreras arancelarias en el ámbito de la UEP. La UEP fue sólo un organismo instrumental tendiente a la consecución gradual de un mecanismo multilateral para el comercio mundial, hasta firmado en el ´55 otro acuerdo monetario.

Otro rasgo fundamental en la economía europea de la posguerra fue el de intervención del Estado en las cuestiones tanto económicas como sociales, bajo la influencia de ideas Keynesianas, de manera en que los gobiernos asumieron la función de garantizar las condiciones de reproducción del sistema capitalista asegurando niveles de empleo, demanda e inversión. La intervención se produjo a través de tres vías fundamentales: las nacionalizaciones, la planificación y la creación de instituciones que establecerán el llamado “Estado de Bienestar”, aunque en diferentes grados según países.

La inversión pública aparecía como el elemento más importante de la modernización productiva, a través principalmente de las empresas nacionalizadas. Por otra parte, el financiamiento del Estado beneficiaba ampliamente a las grandes sociedades privadas de los sectores de las industrias básicas, mientras que se iba brindando un apoyo indirecto a la rentabilidad empresaria a través de subvenciones que permitían reducir las tarifas y bajar los costos industriales.

Dichas políticas de bienestar, que llevarían a una duplicación del gasto público entre la primera etapa de la posguerra y los años ´70, contemplaban el proceso de reconstrucción e impulso de las economías de Europa Occidental, dando como resultado un notorio crecimiento de nivel de vida de la población de dichos países.

De este modo, el incremento de la producción en los países occidentales alcanzó tasas de crecimiento anuales sin precedentes.

La política social del Peronismo contribuyó decisivamente a su adhesión entre los sectores populares, en general, y la clase obrera en particular. En su concepción la justicia social significaba la redistribución del ingreso a favor de los sectores más desposeídos e implicaba mucho más que el incremento de los salarios nominales. Entonces la derivación de flujos de ingreso en beneficio de dichos sectores también se efectivizó a través de diversos gastos de tipo sociales: una vasta legislación laboral que incluía indemnizaciones, vacaciones pagas, etc., la ampliación del acceso a vivienda propia y la elevación general de dotación sanitaria y educativa.

Del análisis de la política de ingresos, puede concluirse que los salarios reales experimentaron un gran crecimiento. Particularmente fueron más favorecidos los asalariados urbanos incluidos en los regímenes de convenciones colectivas de trabajo.

La participación de los asalariados en el ingreso nacional creció hasta 1949-1950 y después de una caída hacia 1951, tendió a ascender y luego a estabilizarse hasta 1955.

Una contribución al mejoramiento de la calidad de vida de vastos sectores sociales fue la generalización del sistema de jubilación; las cajas de jubilaciones que contaban con 300000 afiliados en 1944, pasarían a cubrir 3.500.000, cinco años después. Además luego se establecería un fondo especial para pensionar a toda persona mayor de escasos recursos, que no se encontraran amparadas por ningún sistema jubilatorio. Para el cuidado de ancianos se crearon varios hogares en Buenos Aires, Córdoba, Santa Fe.

Al mismo tiempo adquirió especial significación, la asistencia a la niñez y a la juventud en general. Con dicho fin se crearon comedores escolares y hogares-escuela y se organizaron competencias deportivas.

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El problema de la vivienda fue unos de los peores factores que heredó el gobierno peronista, el hacinamiento era uno de los gravísimos problemas de índole social y moral. Para resolver este problema se transformó éste se transformó en un objetivo social prioritario para la gestión de las autoridades que asumieron en 1946. Un instrumento importantísimo para la política de viviendas del peronismo fue la nacionalización del Banco Central. Para el gobierno, la acción estatal debía estimulara y promover la construcción de la vivienda propia a través del crédito bancario y el ahorro, por lo cual el control de los depósitos bancarios puso en manos del Estado una considerable masa de recursos para canalizarlos a favor del crédito hipotecario. En dicho sentido, el Banco Central facilitó gran parte de recursos al Banco Hipotecario Nacional que hizo más fluido el otorgamiento de préstamos hipotecarios y rebajó los intereses. En la misma dirección se destacaban organismos gubernamentales, como el Instituto Nacional de Previsión Social, numerosos sindicatos que encararon la construcción de conjuntos residenciales, complejos vacacionales. El resultado fue un incremento de la demanda crediticia y de construcción de viviendas.

La política de viviendas fue una de las realizaciones más significativas del gobierno peronista. Esta política favoreció claramente a los sectores populares. De todos modos, durante el período también proliferaron los asentamientos en villas de emergencia; sin embargo para los “villeros” de entonces, la permanencia en las villas era considerada transitoria, como un lugar de paso que precedía a la adquisición de una vivienda confortable.

La política de salud constituyó otro punto especial de la gestión peronista. La atención sanitaria, con su primer ministro de Salud Pública de Perón, R. Carrillo. Este funcionario planteó como eje de su labor la prevención sanitaria. En pocos años la infraestructura hospitalaria logró crecer duplicando el número de camas entre 1946 y 1951, construyéndose varios hospitales con gran capacidad. La lucha contra las enfermedades endémicas fue un objetivo central. Los sindicatos complementaron la acción estatal porque favorecidos por el apoyo crediticio del sistema bancario oficial, los ferroviarios construyeron su propio policlínico al igual que los bancarios.

Los recursos destinados a la educación crecieron también, especialmente a través de la construcción de primarias y secundarias. Por otra parte hubo un especial énfasis en la enseñanza técnica de oficios y artes manuales a los trabajadores, para lo cual se crearon escuela-fábricas, también de medio turno, también de capacitación obrera para adultos, y de capacitación profesional para mujeres. También se creó la Universidad Obrera Nacional (actual Universidad Tecnológica Nacional); asimismo se construyeron edificios para las facultades de Odontología, Medicina y Derecho. Esta política amplió el grado de inclusión de los sectores sociales a la capacitación. Se incrementaría la matrícula primaria y también la secundaria, y en este último nivel se manifestaría la presencia de alumnos de origen obrero o de baja clase media. La matrícula universitaria se triplicó sin que se produjera una democratización tan intensa como en el nivel medio, y en noviembre del ´49 se decretó la eliminación de los aranceles en amparo de enseñanza universitaria.

La contra partida de estos hechos se daba en la reducción de la autonomía de las universidades, éstas habían sido baluartes de la oposición en la época de ascenso del Peronismo, lo que llevaría que en el ´47 más de un millar de profesores fueran cesanteados por motivos ideológicos; además Perón aspiraba a integrar todos los niveles de educación en su sistema único bajo el control directo del Estado. Esta tendencia se consolidó luego del ´50, cuando las escuelas se transformaron en herramientas difusora de la obra del gobierno mediante la lectura obligatoria de textos que apuntaban al adoctrinamiento político de los niños y jóvenes. Esta literatura “peronista” proporcionaba una visión en la cual la sociedad estaba por encima del individuo, ubicándose el Estado en el centro de las transformaciones sociales y convirtiendo progresivamente al sistema educativo oficial en un engranaje de la maquinaria propagandística del gobierno.

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En síntesis, aunque la noción acerca de la responsabilidad del Estado en la resolución de los problemas sociales no era desconocida por algunos gobiernos anteriores, la concreción de la misma a escala hasta entonces desconocida, generalizándola hasta abarcar vastos sectores populares, singularizó la gestión de la administración peronista. Es indudable que la política social, ampliamente publicitada, así como el manejo de los resortes del Estado a nivel educativo y el dominio de los medios de información, proporcionaron al gobierno grandes réditos políticos y un nivel de adhesión popular significativo, pero también es cierto que nunca el Estado se había mostrado tan decidido a mejorar las condiciones sociales y económicas de los sectores populares en general y de los trabajadores en particular.

El primer plan Quinquenal de Gobierno

Al llegar a la presidencia Perón no tenía un plan orgánico de gobierno, pero sobre la base de estudios realizados por el Consejo Nacional de Posguerra, convertido en 1946 en Secretaría Técnica de la Presidencia, se delineó el Plan Quinque de gobierno, que debía establecer la orientación económica del país en el período 1947-1951. Esto se hizo teniendo en cuenta una serie de pautas por las que el Estado debía asumir las tareas de:

Determinar las necesidades previsibles de materias primas de origen nacional, combustible, maquinaria y transportes.

Establecer un programa mínimo de cinco años de las obras e inversiones necesarias para asegurar un suministro adecuado de materias primas, combustibles, y desarrollar racionalmente la industria y la agricultura del país.

Descentralizar la industria formando nuevas zonas, diversificar la producción.

Al presentar el Plan, Perón afirmaba que se había sido libres políticamente y ahora era necesario ser independientes económicamente. Se trataba así también el problema del desequilibrio de los términos de intercambio. Se afirmaba asimismo que sin bases económicas no podía haber bienestar social, por lo cual se debía producir el doble de lo producido, multiplicarlo a su vez por cuatro mediante una buena industrialización, distribuir equitativamente esa riqueza y aumentar el estándar de vida la población indigente que es la mitad del país, y cuando el ciclo de producción, distribución, comercialización y consumo se haya cerrado, no habrá necesidad de buscar mercados extranjeros, porque habrá mercado dentro del país y se habrá solucionado con ello una cuestión central: la estabilidad social. Una idea de que en capital y el trabajo sean asociados colaboradores y no fuerzas en pugna. Este era básicamente el contenido del discurso de Perón que sintetizaba la filosofía económica del peronismo durante su primera etapa.

Fue una política estatizante y nacionalista. Cabe recordar que en aquel entonces, el “New Deal” norteamericano lanzado por Roosevelt en los años tenía un gran prestigio. Al mismo tiempo, el laborismo inglés, había triunfado en las elecciones de1945 y lanzado una política de nacionalizaciones mucho más intensa que la de otros países europeos, latinoamericanos y Argentina.México al mismo tiempo, había nacionalizado unos años antes la industria del petróleo. Por otra parte no solo el gobierno peronista sostenía esta política, sino que formaba parte de los argumentos de principales fuerzas opositoras, como el radicalismo, donde predominaba la nueva dirigencia intransigente.

El Plan estableció objetivos ambiciosos que cumplió parcialmente. Sus puntos principales:

la transformación de la estructura económica-social por la expansión industrial. La reducción de factores de vulnerabilidad externa a través del rescate de la deuda

externa pública y privada y la nacionalización de los servicios públicos.

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La elevación del nivel de vida de la población mediante una redistribución de la riqueza y un plan genera de obras y servicios públicos relacionados a la sanidad, educación y vivienda.

El empleo de parte de las ganancias generadas por los términos de intercambio muy favorables que gozaba el país, junto con las reservas de oro y divisas acumuladas durante la guerra, para financiación del programa.

El mantenimiento de una política nacionalista frente a los organismos internacionales de la posguerra, aprovechando la coyuntura favorable.

Una amplia movilización de los recursos nacionales, fomento de la creación de un importante mercado de consumo interno y la máxima utilización de la movilidad brindada al sistema bancario, para independizarse de las fluctuaciones de la balanza de pagos.

Un punto que refleja mayormente la concepción económica del peronismo está en el planteo sobre la industria. La industrialización debía apoyarse además sobre el mercado interno. Acompañando esto, entonces una gran necesidad de desarrollar el mercado interno hasta que predomine sobre el mercado exterior, como lo enseña la experiencia norteamericana.

Sin embargo el proyecto carecía por completo de prioridades. Así se destacaba en primer lugar que deberán consolidarse las industrias ya instaladas que elaboran materias primas nacionales para satisfacer necesidades de consumo. Más adelante, se señalaba que también deberá lograrse la instalación de nuevas industrias o la ampliación de las existentes que elaboren materias primas nacionales para consumo interno o para exportación. Queda aclarado que el dinamismo esperado se inclinaba hacia el sector de la industria liviana y el mercado interno. Como se verá, en esta estrategia se encontrarían las claves de la expansión económica de los primeros años, pero anidaría también el embrión de la profunda crisis posterior.

La expansión del Estado como proveedor de servicios públicos

La nacionalización de múltiples empresas tuvo un papel importante sobre la evolución del sector público y del conjunto de la economía; y su impacto mayor se daría a largo plazo por varias razones. Primero porque la ampliación y mejora de los servicios públicos pasaba a depender por completo de las decisiones del gobierno, luego por la poderosa disuasión de la inversión pública sobre la inversión privada. En tercer término por influencia directa que cobraba el Estado en la evolución de los agregados macroeconómicos, en la distribución del ingreso y en la generación de empleo; y por último porque sus nuevas funciones incrementaban la influencia de las políticas públicas en la orientación sectorial y regional de la producción.

Uno de los ejemplos más tempranos de nacionalización fue el de la distribución del gas; en 1945 se nacionalizó el servicio de gas en Capital Federal y luego el Estado adquirió varis compañías de gas en la provincia de Buenos Aires. También se nacionalizó el sector telefónico.

En general la compra de empresas por parte del Estado se encontraba lejos de ser de manera atropellada. Las propias compañías extranjeras estaban interesadas en desprenderse de sus activos en Argentina porque percibían que su ciclo estaba agotado. Por eso es que habían dejado de invertir mucho tiempo atrás, como puede probarse con los ferrocarriles. Ya en dic de 1946 fueron adquiridos por el Estado los ferrocarriles de capital francés. Las inversiones realizadas en rubro de ferrocarriles por capitales británicos habían sido muy elevadas hasta la Primera Guerra. Pero el deterioro de economía inglesa durante la posguerra motivó una disminución considerable de ellas. Entre 1918 y 1946 no se registraban nuevos emprendimientos, correspondiendo al Estado Nacional la iniciativa en torno a la construcción de los últimos ramales. El agravamiento de este cuadro durante Segunda Guerra condujo a

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prestatarios a querer proponer recurrentemente la venta de los servicios al Estado argentino, interés que se acentuó durante la posguerra.

Ya en 1940 el Plan de Reactivación Económica Nacional presentado por Pinedo incluía un artículo por el cual se daba autorización al gobierno a adquirir en todo o parte los ferrocarriles. Pero a poco tiempo del establecimiento de dicho artículo nada de esto había prosperado.

El problema de las libras bloqueadas y la nacionalización de ferrocarriles

La Segunda Guerra había colocado a Gran Bretaña en una difícil situación económica debido a la prioridad que recibió la producción bélica en detrimento de sus exportaciones.

Con Estados Unidos y con otras naciones con las que mantenía importantes relaciones comerciales, el Reino Unido tuvo saldos deudores durante la guerra. Pero mientras algunos países demandaron su pago en dólares u oro, otros se conformaron, en lugar pago efectivo, con ir acumulando créditos en la forma de libras esterlinas con garantía oro en el Banco de Inglaterra, no disponibles de inmediato e inconvertibles en otras divisas: las llamadas “libras bloqueada”. Fue el caso de Argentina que entre 1940 y 1945 tuvo un balance comercial bilateral favorable, haciéndose cargo de pago a frigoríficos; acumulando en contra prestación, esas libras bloqueadas. Hacia 1946 el total acumulado de libras bloqueadas a favor de Argentina ascendía grandemente, siendo el saldo más alto de América Latina y superando al de muchas colonias británicas.

El fin de Guerra encontró a Gran Bretaña en un estado de extrema debilidad acentuando la declinante posición británica en el escenario internacional y aumentando su dependencia con respecto a Estados Unidos, emergente de la contienda como el principal acreedor de Occidente. A la pérdida de sus reservas en oro y dólares y de una gran parte de sus inversiones en el exterior se agregaba para los británicos una fuerte deuda con Washington por los préstamos obtenidos durante la guerra y por los saldos negativos que resultaban de las importaciones impagas.

La debilidad de la posición externa del Reino Unido hizo que los tenedores de libras esterlinas se desprendieran rápidamente de ellas y las convirtieran en dólares. En la práctica se generó una gran pérdida de divisas, la Argentina también transformó libras a dólares, lo que obligó a suspender nuevamente la convertibilidad de la moneda británica, en medio de una seria crisis económica el 20 de Agosto de 1947. En un contexto de escasez mundial de dólares y de una aguda crisis de la balanza de pagos, el Reino Unido no estaba dispuesta a desbloquearlas libras adeudadas y procuró buscar distintas alternativas para solucionar esta grave situación.

Una alternativa para sortear estas dificultades pasaba por acrecentar sus exportaciones y reconquistar los mercados perdidos durante la guerra entre los cuales estaba el argentino.

En este contexto el Gral. Perón, que asumió la presidencia en junio del ´46, debió enfrentar el problema de las libras bloqueadas y del futuro de las relaciones anglo-argentinas y uno de sus primeros pasos fue comenzar las negociaciones entre el gobierno argentino y el británico a fin de resolver las distintas cuestiones que suscitaban controversias entre los dos países, entre ellas la situación de los ferrocarriles.

Así en septiembre del ´46 firmaron el tratado por el que se intentaba resolver las cuestiones más apremiantes de la vinculación bilateral. En lo sucesivo, las libras obtenidas por ventas a Gran Bretaña serían de libre disponibilidad para Argentina. En cuanto al controvertido problema del comercio de carnes, los ingleses se comprometían a adquirir los saldos exportables del país durante los siguientes cuatro años, reservándose Argentina el 17% durante el primer año y el 22% durante el segundo, para su venta en otros mercados.

Finalmente con respecto a la cuestión de los ferrocarriles se dispuso la creación de una empresa mixta integrada por capitales argentinos y británicos, garantizándoles a estos últimos un beneficio del 4%

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anual, que habría de estar exento de una amplia gama de impuestos. Sin embargo dicho tratado fue objeto de diversos tipos de críticas, tanto internas, pues el consenso mayoritario de la OP coincidía con la idea de una nacionalización y no de una compañía mixta, como externas por las presiones de los norteamericanos. Esto motivó que cobrase fuerza la idea de vender totalmente los ferrocarriles al Estado argentino.

La suspensión de la convertibilidad de la libra, en agosto del ´47 que constituyó un duro golpe para la economía argentina, porque anulaba la posibilidad de que el superávit comercial del país pudiera ser utilizado para cancelar sus deudas fuera del área de la libra, cambió sin embargo, las condiciones de pago. Para el gobierno argentino era preferible abonar la compra de las empresas ferroviarias británicas con libras no garantidas producidas por el excedente del comercio exterior, y no utilizar aquellas disponibles en el Banco de Inglaterra, que eran convertibles a oro y no estaban sujetas a una devaluación.

Con un pacto en febrero de ´48 se formalizó finalmente la compra de los ferrocarriles británicos. El precio de la compra de los ferrocarriles fue motivo de fuertes controversias entre el oficialismo y la oposición. Sin embargo, más allá de las discusiones, la nacionalización tenía sus razones, defendidas por el gobierno. Una de ellas se sustentaba en el control del sistema tarifario. Por un lado este favorecía el transporte que tenía como destino el puerto de Buenos Aires y perjudicaba a las producciones que circulaban en el interior sin llegar a la ciudad porteña. Por otro, discriminaba según el tipo de productos. Otra razón que se daba era que mediante el promocionado proceso de nacionalización, el Estado había incorporado numerosísimos m2 de tierras en todo el país a lo largo de miles de kilómetros de vías. También se incorporó una serie de empresas de transporte, eléctricas y de agua corrientes, compañías de tierras e inmobiliarias, hoteles, frigoríficos, tiendas de distinto tipo, edificios en todo el país que pertenecían a las compañías ferroviarias. Entre las empresas subsidiarias de los ferrocarriles, el Puerto de Dock Sud fue sin duda uno de los más importantes.

La nacionalización de los puertos, menos publicitada por el gobierno, pero esencial para controlar el sistema de transportes y comunicaciones del Estado, significó también la incorporación al patrimonio estatal de embarcaderos, depósitos, elevadores, locomotoras portuarias, vagones, etc. De esta forma fueron nacionalizados puertos varios.

Otro procesos de nacionalización e intervención del Estado

En rubro transportes, el gobierno nacionalizó servicios urbanos de pasajeros. Como en el caso de ferrocarriles, las empresas inglesas de transporte de pasajeros daban enormes pérdidas a sus propietarios, al punto que dada las continuas subvenciones estatales, hacia fines de ¿ el gobierno era el mayor accionista. Las negociaciones con Gran Bretaña para la adquisición de las compañías comenzaron en abril 1951. A principios de 1952 la corporación de Transportes dejaba de existir, siendo sustituida por la empresa “Transportes de Buenos Aires” de propiedad estatal.

La política de nacionalización de los servicios públicos excluyó a la empresa productora de energía Compañía Argentina de Electricidad. La CADE siguió siendo una de las pocas empresas de servicios públicos que permanecerían en manos privadas.

El papel del Estado como empresario no sólo devino de las nacionalizaciones, también se vio en la creación de nuevas empresas y a la expansión de otras ya existentes. El transporte comercial aéreo y naval fue uno de los sectores que concentró la atención estatal. En auxilio gubernamental permanente sobre las empresas de transporte naval, se llegó a la compra finalmente en ¿ de dichas empresas por parte del estado, quedando concretada en dos nuevas empresas: la Flota Argentina de Navegación de Ultramar y fluvial.

Respecto a la navegación aérea, cuando Perón asumió la presidencia existía una sola empresa. Como era el caso de las flotas mercantes, esta compañía se encontraba en una gran crisis financiera que exigió la ayuda del Estado nacional. A partir de eso, el gobierno creó, sobre la base de ella, una sociedad

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mixta después fue dividida en tres, y luego los déficit crecientes de estas empresas llevaron al gobierno a unificarlas e incorporarlas directamente a la administración estatal. Nace así en 1950 Aerolíneas Argentinas.

La principal realización entre las obras públicas proyectas por el Plan, fue la construcción Del Aeropuerto internacional de Ezeiza, por aquella época uno de los más modernos del mundo.

La movilización de las fuentes naturales de energía desaprovechadas fue también uno de los objetivos fundamentales del nuevo gobierno.

Por su parte la Dirección General de Combustibles Sólidos y Minerales había iniciado en 1946 exploraciones geológicas en Río Turbio. En cuanto al petróleo, Yacimientos Petrolíferos Fiscales renovó la flota de buques tanque mediante la incorporación de nuevos barcos petroleros. Pero al limitar YFF su actividad a la prospección, no se logró incrementar la producción de hidrocarburos, persistiendo la dependencia respecto de las importaciones.

La política agraria y la creación del IAPI

En la campaña electoral, el peronismo había esbozado la posibilidad de una reforma agraria sosteniendo enfrentamientos con la Sociedad Rural Argentina. Pero una vez en el poder y con el nombramiento de un ministro vinculado al sector terrateniente, las autoridades peronistas negociaron distintas concesiones con los intereses de la poderos corporación agropecuaria que terminaron por diluir las transformaciones propuestas en el inicio, sin afectar los derechos legales de propiedad de la tierra. Como contrapartida, una de las primeras medidas puesta en práctica por el gobierno militar a instancias de Perón, a favor de la redistribución del ingreso y de la justicia social, fue la sanción del Estatuto de Peón Rural en 1944 en el mismo se consolidaron los derechos de los trabajadores del campo a quienes se les garantizaba mayores ingreso y otros beneficios varios; todo lo cual implicó un recorte en tasa de ganancia del propietario. El conjunto de dichas medidas generó una retracción de la inversión en el agro, afectando la productividad del sector y haciendo retroceder el área sembrada.

La política económica puesta en marcha a partir de 1946 introdujo importantes innovaciones en la organización tradicional de la producción y el comercio agropecuario. En el pasado el crecimiento del sector agrícola argentino había generado la formación de un sistema comercial-financiero como soporte auxiliar de la función productora. Sin embargo con el paso del tiempo se fue desarrollando una poderosa red intermediaria que partiendo desde la parcela del productor concluía en las dársenas portuarias, traspasando diversos eslabones de acopiadores, almacenes de ramos generales, comisionistas y exportadores de granos. De este modo, la comercialización de las cosechas se constituyó en fuente de importantes beneficios para esos intermediarios.

Condiciones en las cuales el mercado mundial se desarrollaba durante la Segunda Guerra y en la inmediatez de la Posguerra: A partir del conflicto, los principales países beligerantes habían organizado sus abastecimientos de productos primarios, en especial alimentos, mediante la creación de organismos estatales de compra que actuaban de forma independiente o coordinados con los otros países aliados. Estos organismos, eliminando la competencia entre los compradores regulaban los precios del mercado, efectuando luego la distribución de los productos adquiridos entre las partes interesada. Finalizada la guerra, mientras subsistía gran escasez de productos primarios, una creciente inflación mundial comenzó a elevar los precios de los artículos manufacturados. Las principales potencias decidieron continuar sus políticas de adquisiciones en la forma referida, dejando en cambio fuera de todo control los precios de estos productos industriales.

Frente a esto Argentina creó su propio monopolio estatal de venta. El organismo local encargado de efectivizar esa política fue el Instituto Argentino para la Promoción del Intercambio (IAPI) que absorbió las funciones de Junta Reguladora de Granos y encaró los problemas que creaba la

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comercialización externa de las cosechas argentinas. El nuevo ente estatal comenzaría a operar dentro del área perteneciente al Banco Central de la República Argentina, nacionalizado un tiempo antes.

De este modo, el gobierno electo de Perón pudo poner a ejecutar su política económica, controlando directa e indirectamente, la producción total del país y el ahorro nacional. El BCRA se convertiría en el nexo de relaciones entre el Poder Ejecutivo y el IAPI, institución que fue bien organizada con criterio comercial para poder afrontar las diferentes coyunturas del comercio internacional, y que debía actuar con rapidez en la compra, venta, distribución y comercialización de productos, protegiendo los intereses nacionales. El IAPI se constituyó por lo tanto, en único comprador de los cereales y oleaginosos, a los precios de adquisición fijados por el Estado, y luego de separar una parte para consumo interno, procedía a vender los saldos exportables.

El IAPI era, en cierta forma, un sucesor de los organismos creados por el régimen conservador, pero ampliaba sus funciones al negociar directamente con los representantes de las entidades estatales de los países compradores. Asimismo, el productor agrícola se debería enfrentar desde entonces, a un único comprador, el Estado, terminándose la gran dependencia que lo ataba a intermediarios y comercializadores. Pero en contra partida, el IAPI retribuyó al productor con dinero argentino calculado al valor oficial, implicando dado atraso cambiario notorio desde los comienzos de la administración justicialista, una sistemática transferencia de ingresos desde el campo hacia las actividades urbanas en general, hecho que produjo un largo conflicto entre las organizaciones agropecuarias y el gobierno.

Al persistir en el comercio exterior la dependencia de las exportaciones agropecuarias y al fijar los precios de las ventas al exterior, el IAPI fue unos de principales instrumentos de la política económica del gobierno de Perón. Sus recursos sostuvieron la política de nacionalizaciones y ampliación de los servicios públicos, el fomento de la industrialización y la adquisición de productos importados tales como materias primas, bienes de capital y buques para la flota mercante. Ejercía también el control del uso de las divisas a través de tipos de cambio múltiples, permisos de importación y fijación de cuotas.

Con respecto a las ventas externas, el IAPI negociaba directamente con representantes de las entidades estatales de los gobiernos extranjeros procurando obtener las mejores condiciones para Argentina. Aunque siempre existieron cantidades de cereales que se comerciaban mediante canales privados. En dichos casos, las empresas exportadoras adquirían al IAPI los granos a los precios fijados por la institución y luego los embarcaban con destino a los mercados consumidores del exterior.

Distinto tratamiento recibieron las oleaginosas, cuya producción total era comprada por el IAPI para ser entregada mediante cupos al sector industrial para su procesamiento, colocando más tarde el aceite en el mercado internacional.

El IAPI intervino en la comercialización de productos de acuerdo con las necesidades coyunturales por las que atravesaba el país. Por esto fueron excluidos de su fiscalización ciertos rubros como las legumbres secas y cebollas, que pasaron a ser negociados libremente en el mercado.

De manera paralela con la apertura de nuevos mercados y el control de importaciones, el IAPI procuraba obtener mejores precios tanto para el sector industrial como para el agrícola.

Al transformarse en el único comprador de los bienes esenciales para la economía argentina, el IAPI combinó su operatoria comercial con los convenios y tratados internacionales que en esos años comenzó a suscribir el gobierno nacional, especialmente con otros países latinoamericanos. Las autoridades argentinas consideraron que de ese modo se hacía más fácil defender los precios y asegurar al productor, con los fondos acumulados, la colocación de sus cosechas a precios más ventajosos por un largo período. Si a esto se agrega la acción reguladora de los precios en los artículos de consumo interno, el IAPI fue un verdadero instrumento de contención inflacionaria, y más, de la suba de los precios en los artículos primera necesidad.

Mediante el control del comercio exterior, el IAPI intentaba mantener los términos de intercambio de la Argentina con el resto del mundo. De esta manera, el Estado obtenía las ganancias generadas por las

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exportaciones agropecuarias, que anteriormente habían sido usufructuadas por los grandes oligopolios internacionales y sus subsidiarias locales. Así las utilidades obtenidas por el IAPI en la comercialización aumentaron mucho, no obstante dichos valores deben ubicarse en el contexto mundial. Este fue muy favorable en inmediata posguerra, esta situación produjo para Argentina una relación excepcionalmente favorable de los términos de intercambio, que sería aprovechada por el gobierno peronista para consolidar otras actividades económicas, como el sector industrial.

Como organismo comercial el IAPI centralizó también las importaciones de materias primas esenciales y de bienes de capital, especialmente en los años de la inmediata posguerra en que estos productos eran también entes estatales de otros países, que los ofrecían en el mercado mundial. Por estos motivos, el IAPI firmó muchos convenios comerciales entre ¿ y ¿ con países como Italia, Países Bajos, Suecia, Brasil, etc., con la finalidad de colocar la producción argentina a precios más ventajosos. Y como contra partida, estos países proveyeron a Argentina de maquinarias y bienes indispensables para el sector industrial.

A medida que la política-económica peronista se fue profundizando hacia un modelo económico nacional-distribucionista, el IAPI fue adquiriendo otras funciones distintas. En el ámbito interno otorgaba fondos a las diversas reparticiones y entes públicos destinados a la compra de bienes de capital, operando como un verdadero organismo financiero. En dicha función cumplió un papel muy relevante al participar en la nacionalización de empresas y en la compra de bienes de capital para diversos emprendimientos estatales. En el ámbito externo, y con el objetivo de expandir el comercio exterior, el IAPI otorgó financiamiento a otros países para que pudieran comprar en el mercado argentino especialmente productos alimentarios. También adelantó fondos para la construcción de embarcaciones de pasajeros y carnes refrigeradas.

La política industrial y el proceso de industrialización

Como se vio, la industria ocupaba un lugar central en la concepción económica del peronismo. Su crecimiento era tomado como la base sobre la que se podía avanzar en la redistribución del ingreso, en el logro del pleno empleo y en la independencia del abastecimiento interno. Esta concepción industrialista era rescatada especialmente por el Banco Central.Por primera vez se observa en un gobierno argentino una posición firmemente industrialista.

En formulación del Primer Plan los límites se ven con mayor claridad. El programa hacía especial hincapié en el desarrollo de las industrias livianas, en especial a aquellas vinculadas a la utilización de insumos agropecuarios.

La característica central del proceso de industrialización durante el peronismo (en especial hasta 1952) fue el desarrollo de la sustitución de importaciones de bienes de consumo no durables, conocida como “sustitución de importaciones fácil”. Los instrumentos de política industrial utilizados apuntaban en especial hacia restricción de las importaciones en los sectores prioritarios, la concesión de subsidios y desgravaciones impositivas, y la constitución de un aparato crediticio que facilitara el financiamiento para el sector, quedando esbozados en el régimen de “Protección y Promoción a las Industrias de Interés Nacional” de un decreto vigente hasta 1957. En dicho decreto se incrementaban en un 50% los aranceles para diversos productos, estableciendo aparte cuotas de importación. De manera simultánea se procedía a la liberalización de los derechos aduaneros a las materias primas que el país no producía o lo hacía en cantidades insuficientes, que se consideraban indispensables para fabricación de productos de primera necesidad. Se incluía en liberalización a los bienes de capital, elementos de transporte, maquinarias, etc.

La protección frente a la competencia externa no sólo emanaba de los aranceles aduaneros, sino también del régimen de control de cambios, que exigía permisos previos de importación y establecía preferencias para la compra de materias primas y bienes de capital, en especial maquinarias, elementos de

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transporte y artículos que no podían ser atendidos por la industria nacional. En esto no se seguía más que una práctica ya utilizada por los gobiernos conservadores para enfrentar la crisis de los años ´30.

El examen de la política comercial del peronismo muestra las preferencias por la utilización de las restricciones cuantitativas como instrumento de control de las importaciones más que la de los mecanismos de ajuste de precios (tipo de cambio y aranceles). Esto puede explicarse por las prácticas del intercambio bilateral en la época, la escasa elasticidad del precio de las importaciones, y la búsqueda simultánea de objetivos de equilibrio de corto plazo y de largo plazo. Un 70 a un 80% de los permisos de cambio fueron destinados entonces, sobre todo en primeros años de gobierno, a la adquisición de materias primas y bienes de capital destinados a la actividad industrial. Los subsidios también incidieron en el crecimiento del sector industrial (formas indirectas de subsidio, subsidios directos que beneficiaban especialmente a las grandes empresas).

Sin embargo, el elemento novedoso del peronismo fue la ejecución de una política crediticia específica para el sector industrial.

El Banco de Crédito Industrial

Un aspecto destacado de la política peronista fue el otorgamiento de una importante corriente de créditos al sector industrial. Dichos préstamos fueron adjudicados en su mayoría por el Banco de Crédito Industrial Argentino . Hacia 1946, dicho Banco era responsable de, al menos, un 20% del financiamiento bancario al sector industrial, participación que se incrementó en años posteriores, llegando a aportar hacia 1949 casi el 80% del crédito total concedido a las firmas del sector. Luego su participación cayó al 50% en los últimos años de gobierno peronista.

En dicho contexto, y de acuerdo con los propósitos iniciales de la institución, las pequeñas y medianas empresas fueron favorecidas con créditos baratos para distintos fines, menores en proporción, pero importantes en relación con sus posibilidades. Pero dicho Banco financió también a grandes empresas. Entre las principales empresas beneficiadas se encontraban el IAPI, la Corporación de Transportes de Ciudad de Buenos Aires, la Compañía Argentina de Electricidad, La Forestal Argentina, etc. Muchas de estas sociedades también eran apoyadas por otras instituciones financieras oficiales como el Banco de la Nación y el Banco Provincia de Buenos Aires.

En cuanto a orientación que tomó la política crediticia del Banco, salvo en los primeros meses del gobierno peronista donde hubo una gran proporción de préstamos para instalación de nuevas industrias, fue esencialmente proveer de créditos a las firmas ya instaladas para la evolución normal de sus negocios, en particular la compra de materias primas y el pago de los acrecentados salarios.

El Banco, a pesar de tener una cartera de corto plazo y de haber concedido gran cantidad de créditos fuera del área industrial, en especial dirigidos al IAPI y a la Corporación de Transportes de la Ciudad de Buenos Aires, estos primeros años del Banco industria (de 1944 a 1955) se caracterizan por el apoyo y fomento a la pequeña y mediana empresa.

Hacia 1952 el Banco se esforzaría en asegurar la consolidación de las industrias financiadas a la par que incrementó su ayuda a algunos grandes proyectos de inversión con el fin de sustituir importaciones en las ramas más dinámicas.

Es para destacar que existió un subsidio encubierto en la concesión de créditos a las firmas tomadoras. Además otro rasgo relevante, fue que el Banco Industrial otorgó porcentajes muy elevados de sus créditos a instituciones o empresas con actividades no industriales, principalmente al IAPI, y también a las empresas de transporte, de comunicaciones, etc.

Los sectores industriales que recibieron mayor apoyo desde el Banco de Crédito Industrial fueron: alimentos, bebidas, tabaco, textiles. El Banco Industrial financió más que a sectores a determinadas

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empresas, independientemente de su actividad económica, que demandaban créditos baratos según sus necesidades.

La Tercera Posición y la política internacional del Peronismo:Hacia una política exterior autónoma

El gobierno peronista debió diseñar su política exterior en contexto poco propicio, la declinación de Gran Bretaña (tradicional aliado de Argentina), la herencia que significaba las conflictivas relaciones con Estados Unidos, al aislamiento diplomático sufrido por el país durante la Segunda Guerra, y las presiones emergentes del mundo de la Posguerra, constituían factores que las autoridades debieron contemplar para formular una política exterior que lograra cierta autonomía en el escenario internacional, y que fue denominada “de la Tercera Posición”.

La política doctrinaria aspiraba al desarrollo de una política exterior que no significara un alineamiento automático con los bloques en conflicto. Si bien reconocía la pertenencia geográfica-cultural a Occidente y se definía con el bloque occidental, rechazaba toda subordinación a los intereses de Estados Unidos. Por otra parte, afirmaba la no intervención en los asuntos internos de otros países, la integración con los países vecinos, la necesidad de unidad latinoamericana, la preeminencia de la paz internacional por sobre los intereses coyunturales de las naciones y la no participación en conflictos bélicos y económicos que comprometieran la seguridad argentina.

Se podría decir, que la política peronista de la Tercera Posición en el plano internacional constituía la posibilidad de negociar con propósitos nacionalistas, pero sin apartarse de Occidente.

Acompañando los presupuestos universalistas de la doctrina de la Tercera Posición, la política económica aspiraba, a nivel internacional, a la diversificación de los mercados compradores y vendedores. Así se propiciaron convenios bilaterales con todos los países en abierta contradicción con el multilateralismo que Estados Unidos pretendía imponer en la economía mundial, y en esta línea, Argentina no adhirió durante el peronismo a los organismos financieros internacionales establecidos durante la guerra en la Conferencia de B. Woods, como el FMI y Banco Mundial. El gobierno peronista tenía en cambio entre sus metas de mediano plazo el fortalecimiento del comercio con los países del Cono Sur, tras el objetivo ulterior de lograr una mayor integración económica y política regional.

Se debe señalar sin embargo, que en los hechos, Argentina no iba a contrario de lo que ocurría en el mundo. Pues con el programa de reconstrucción europea, el FMI y el Banco Internacional de Reconstrucción y fomento redujeron sus operatorias, y no se pudo crear una organización internacional de comercio y Estados Unidos mismo estableció cuotas de importación para productos agrícolas

La política exterior del gobierno peronista osciló así entre la confrontación nacionalista y el pragmatismo negociador. De esta manera se desarrollaron nuevos ejes en el posicionamiento internacional del país, tales como impulso a las relaciones económicas con la URSS y otras naciones del Este europeo y las iniciativas de unidad regional en América Latina. Se buscó también contra pesar las relaciones con la potencia norteamericana a través del fortalecimiento de los vínculos existentes con Inglaterra y demás países de Europa occidental.

Pero si en los comienzos de su gobierno esta política había dado réditos a Perón, debido sobre todo al mayoritario apoyo interno con que contaba, a mediados de los años ¿, cuando dicho apoyo comenzó a debilitarse, las relaciones exteriores se convirtieron en un ejercicio de supervivencia en una panorama de presiones contrapuesta que contribuyeron al debilitamiento y caída del gobierno.

Las relaciones con Europa Occidental y apertura hacia el Este

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Las negociaciones con Gran Bretaña implicaron el manejo de una compleja herencia. Tres aspectos centrales serían resueltos entre ¿ y ¿ : la normalización de los saldos de libras bloqueadas den Londres, la continuidad del comercio bilateral y la situación de los ferrocarriles británicos.

Pero cuando terminó el Acuerdo Andes, a principios de 1949 el gobierno argentino comenzaba a hacer frente a problemas creados por el estrangulamiento externo de la economía. Ante la escasez de dólares Argentina encaró las nuevas negociaciones con Gran Bretaña, con lo cual aspiraba a un aumento del precio de la carne de exportación, asegurarse el abastecimiento de combustibles y a obtener una garantía frente a devaluaciones muy posibles de la libra. Las negociaciones culminaron en jun 1949 conviniéndose durante cinco años el intercambio de cereales, carne y otros productos agrícolas por carbón, petróleo y en general bienes industriales.

La firma del nuevo convenio anglo-argentino produjo de inmediato una gran conmoción en Estados Unidos. La visión dentro del gobierno norteamericano era que el convenio brindaba a los proveedores británicos la monopolización efectiva del mercado local de petróleo y ataba estrechamente el comercio exterior argentino a los intereses del Reino Unido, en abierta contra posición con las políticas de comercio multilateral promovidas por Estados Unidos.

A poco tiempo de la firma del convenio, la devaluación de la libra esterlina fue una de las razones que llevó al gobierno argentino a una devaluación del peso con respecto al dólar. La decisión británica bajaba el precio de carnes, fijado en libras, e incrementaba el precio del petróleo, cotizado en dólares. Como resultado, se suspenderían los embarques hacia el Reino Unido. En tanto mejoraban las relaciones comerciales con Washington. A partir de esto, la vinculación con Inglaterra entraría en conflicto, que indicaría el principio del fin de la larga relación entre ambos países.

Argentina, con todo lo anterior, logró un incremento de los precios, pero otorgaría un tipo de cambio preferencial para remitir los dividendos e intereses de empresas británicas en momentos en que persistían las demoras en la remisión de los correspondientes a empresas norteamericanas. Por otra parte si bien Argentina redujo la importación de bienes de no esenciales, afianzó el papel británico como proveedor de combustibles en desventaja para Estados Unidos.

La continuidad de las relaciones entre Argentina y Gran Bretaña se entendía dentro de la tendencia más general a la ampliación de las relaciones económicas con los países de Europa occidental a través de tratados bilaterales. La región como conjunto, constituía el principal mercado comprador de la producción argentina. Asimismo la recuperación económica europea y las tendencias de los países de esa región cada vez más independientes de Estados Unidos, fortalecían las corrientes comerciales los flujos de capitales hacia Argentina, compitiendo con Norteamérica en el comercio de importaciones.

En este sentido puede comprenderse la proliferación de varios convenios bilaterales firmados por Argentina con numerosos países europeos, latinoamericanos y asiáticos. Dichos acuerdos tenían una doble finalidad: por una parte ampliar los mercados para la colocación de productos argentinos, mientras que por otra parte, al diversificarse los participantes internacionales, se intentaría incrementar la capacidad de decisión argentina en el escenario internacional.

Ante la inmediata posguerra, la excepcional posición argentina ante la fuerte demanda de alimentos le permitió negociar varios convenios bilaterales con diferentes naciones del continente europeo.

Estos convenios consistían esencialmente en el otorgamiento de créditos para la adquisición de productos agropecuarios argentinos a cambio del suministro de insumos básicos industriales.

Por otra parte, durante primer gobierno peronista empezaron a afianzarse las relaciones comerciales y financieras con los países del Este Europeo. Firmaría entonces Argentina una serie de convenios bilaterales con diferentes naciones de dicha región, todos estos convenios preveían el intercambio de materias primas argentinas por combustibles, maderas (convenios de corto plazo).

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La diplomacia norteamericana buscó desalentar dichas negociaciones, tenían presente el potencial que esos mercados representaban para los productos argentinos.

La relación argentina con la URSS: el vínculo con Rusia finalizaba poco después de los acontecimientos revolucionarios, y a partir de 1921, las relaciones diplomáticas se interrumpieron en su totalidad; por su parte el intercambio de tipo comercial de contrajo bruscamente diez años más tarde. A mitad de 1945, el gobierno argentino iniciaría contactos directos con funcionarios de la URSS. Aquellos contactos desembocaron en el establecimiento de relaciones diplomáticas entre ambos países. Pero las relaciones argentino-soviéticos hasta 1952 llevaron a magros resultados, por lo cual una serie de trabas contribuyeron a distanciar a ambos países.

El cambio de dirección en la política exterior soviética facilitó el fortalecimiento de las relaciones económicas con Argentina. Desde 1952, el mayor crecimiento económico experimentado por la URSS en esos años, le permitirían un rol más activo en los mercados mundiales.

El cambio en política soviética coincidió con transformaciones importantes en la situación económica y política y en la posición internacional de Argentina. Las dificultades en balanza de pagos argentina obligaron a gobierno peronista a cambiar la política económica y reorientar sus relaciones exteriores. El acercamiento a Estados Unidos, procurando atraer capitales norteamericanos, fue acompañado por la firma de convenios bilaterales con países de Europa Occidental Y Oriental y de América Latina, y por el incremento de los lazos comerciales-económicos con la URSS. Así en año 1953 recomenzaron las negociaciones diplomáticas y comerciales con la URSS. Con todo esto, en Agosto se firmó en la capital argentina un convenio comercial que constituía uno de los primeros que concertaba URSS con naciones no comunistas y el primero con un país latinoamericano. Para el gobierno argentino, el convenio se orientaba dentro de postulados de la Tercera Posición en tanto buscaba transitar un camino propio respecto a la opción que presentaban las dos superpotencias.

Las relaciones con América Latina

La cancillería argentina implementó una activa campaña de acercamiento político y cultural hacia varios países latinoamericanos. Dichas acciones tenían una tendencia propagandística de índole marcadamente antinorteamericano. Esto comenzó a calmarse a fines de 1953 cuando las relaciones entre Estados Unidos y Argentina mejoraron debido al cambio de política de la Administración Eisenhower.

Los convenios firmados por Argentina con países de América Latina abarcaron dos etapas: Primero entre 1946 y 1948, y la segunda etapa se inició en 1953 y perduró hasta la caída del peronismo en septiembre de 1955.

Durante el primer período, el gobierno argentino negociaría convenios con varios países latinoamericanos, se estrechaban así lazos con esos países y se resaltaría el deseo de argentino de obtener en esos países los insumos básicos requeridos por la industrialización propuesta en los programas pasados. Estos acuerdos se cumplieron parcialmente, pero tanto la política crediticia y la inversora como las propuestas de uniones aduaneras se desvanecieron junto con la floreciente marcha de economía argentina.

No obstante el gobierno peronista reactivó sus propuestas de integración con sus vecinos del Sur. En esta segunda etapa, la política exterior alcanzó algunos de sus objetivos. El punto más importante: Argentina firma con el gobierno chileno en año 1953 un convenio, donde ambos países sientan las bases para una política de complementación económica. A partir de ahí, se concretaría una nueva serie de tratados con otros países de la región que ponían acento en la expansión de los intercambios comerciales, el fomento de los sistemas de transporte y comunicación y la propuesta de establecer uniones aduaneras. Así abandonando cautela de la etapa anterior, Argentina defendió en los foros interamericanos el derecho de los países del continente a la integración económica.

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El escenario de América Latina, en términos políticos, se tornó más propicio a la política exterior del gobierno peronista en región. A través de una activa campaña propagandística y diplomática, promovería entre los países latinoamericanos la conformación de un bloque para mantener los precios de las materias primas frente a ofensiva comercial de las potencias industrializadas. A medida que las relaciones económicas y comerciales entre los países del área y Estados Unidos se tornaba conflictiva, crecería descontento en la región y se potenciaría el accionar de las fuerzas nacionalistas de la misma.

Así, la diplomacia norteamericana percibiría negativamente la campaña argentina a favor de un bloque económico latinoamericano. Asimismo, dicha actitud aislacionista de política exterior argentina con respecto a Estados Unidos era considerada paralela a la del movimiento comunista latinoamericano, en tanto coincidía en el esfuerzo por eliminar las posiciones de Estados Unidos en la región. En respuesta a esto, Estados Unidos utilizó ciertas tácticas diplomáticas destinadas a convencer a los gobiernos latinoamericanos sobre la no conveniencia de permitir la “penetración argentina”.

Sin embargo, la integración económica entre los países latinoamericanos encontró otras dificultades como las diferencias históricas entre Chile y Bolivia, y los conflictos de liderazgo y protagonismo. La coincidencia de objetivos entre Chile y el gobierno peronista permitió contra balancear la ausencia de Brasil. Las relaciones del gobierno peronista con Brasil: Brasil había sido el cuarto socio comercial de Argentina en los años ´30, y entre 1944 y 1945 se había transformado en el primer proveedor de Argentina. Pero con Dutra (de orientación pro norteamericana) en 1946, las relaciones con el gobierno peronista se volvieron críticas, aunque la fuerte interdependencia económica y comercial entre ambos países sudamericanos logró imponer cierto entendimiento, con vuelta de Vargas al poder (1951-1952), la aproximación entre Brasil y Argentina fue más comercial que política. A pesar de todo, el intercambio de comercio entre ambos países continuó con tendencia creciente.

Pero el abrupto fin del proyecto latinoamericano del peronismo no se debió a sus debilidades y condicionamientos, sino a caída del gobierno en el año 1955. El gobierno de ipso surgido en septiembre de este año desestimó las propuestas de uniones aduaneras y complementación económica con los países vecinos en tanto se reorientaron los intercambios comerciales por la vía del multilateralismo.

Las relaciones con Estados Unidos

Para la concreción de sus objetivos, la relación del gobierno peronista con Estados Unidos resultaba decisiva. Argentina no podía desconocer en su agenda económica y diplomática la hegemonía regional de Washington y su nuevo rol como superpotencia mundial. Por la cual siguiendo los postulados de la Tercera Posición, la política peronista trató de equilibrar el peso de Norteamérica en lo económico y diplomático.

En lo económico, Argentina intentó mantener el viejo esquema triangular en función de la industrialización argentina, exportar hacia Gran Bretaña y Europa para poder obtener las divisas necesarias para la compra de bienes y equipos, que por entonces sólo podían ser provistos por Estados Unidos. Como consecuencia de esto, Gran Bretaña , entre 1946-48, retuvo posición dominante como cliente individual de las exportaciones argentinas, en tanto que las importaciones desde Estados Unidos crecieron notoriamente, transformándose otra vez en el principal proveedor de Argentina y desmintiendo así la idea de un “boicot económico”, que señalaron con ligereza ciertos autores. Nunca en la historia de ambos países el intercambio comercial había sido tan alto como en aquellos años.

En terreno diplomático, el gobierno peronista debió enfrentar el hostigamiento de ciertos sectores del gobierno de Estados Unidos y de la opinión pública norteamericana

Las sanciones económicas contra Argentina que habían sido aplicadas durante la guerra fueron levantadas por esta época. En 1947, Truman reconoció cumplimiento por parte de Argentina de los requisitos para su plena incorporación al sistema interamericano.

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Diversos acontecimientos complicarían la posibilidad de una mejora de las relaciones entre ambos países. Ante la escasez de divisas, Argentina debió reducir sustancialmente el comercio con Estados Unidos y suspender el cambio para la remisión de dividendos de empresas extranjeras. Dichas presiones internas entre ambos países agudizaron el conflicto entre el gobierno argentino y la prensa norteamericana: a varios periódicos estadounidenses se les retiró licencia para re transmitir noticias.

En este panorama complicado en 1948 se reunió una nueva Conferencia Hemisférica en Bogotá. LA estrategia norteamericana: apuntaba a consolidar el sistema interamericano puesto en marcha, y en el intento de afirmar su hegemonía, la delegación de EE.UU. debió enfrentar el rechazo de la representación argentina. El argumento del secretario de Estado norteamericano, George Marshall, a favor de la creación de un bloque anticomunista fue rechazado por el canciller argentino Bramuglia. Éste sostuvo la necesidad de combatir la amenaza comunista en los campos políticos e ideológicos, mejorando condiciones de vida de los pueblos, siguiendo el camino de la justicia social emprendido por el peronismo. Ante la propuesta de conformar una organización continental, los argentinos se opusieron a que tuviera atribuciones supranacionales así como, aunque sin éxito, a que la Carta Orgánica contuviera normas políticas y militares. En definitiva, quedó aprobada la Carta de la Organización de Estados Americanos (OEA), prosperando la propuesta argentina que impugnaba la denominación de “Asociación” en el entendimiento que esta misma era demostrativa de la subordinación de las soberanías nacionales.

Hacia 1950, la situación internacional favoreció un acercamiento entre Buenos Aires y Washington. La agudización de la guerra bipolar impulsó al gobierno norteamericano a ir fortaleciendo el sistema interamericano, y por ende, a intentar incorporar a Argentina al mismo dado que su ubicación en el Atlántico Sur era considerada de importancia estratégica. Por la misma época, del lado argentino jugaban diversos hechos y tendencias a favor del acercamiento. En plano externo la acentuación del esquema bipolar, el cambio de orientación de las corrientes comerciales mundiales; en lo interno la crisis económico-financiera, que expresarían el techo alcanzado por las reformas peronistas y las limitaciones del proceso de industrialización.

No obstante, no eran menos las fuerzas que se oponían a mejora de las relaciones. La no complementariedad de las economías argentina y norteamericana y los viejos antagonismos entre ambos países, acentuados por la Tercera Posición en materia de política exterior y los nuevos objetivos de la política exterior norteamericana en la guerra bipolar, brindaban elementos para que de ambos lados se prefiera el enfriamiento o conflicto. Dichas contradicciones marcaban los límites de las negociaciones entabladas en 1950.

Los primeros síntomas de la crisis de 1949 se manifestaban en el balance de pagos, en donde jugaba un papel importante el creciente endeudamiento con Estados Unidos, producto de los saldos negativos en el comercio con ese país.

Los alcances del intercambio eran por demás significativos dado que Estados Unidos pasaba a ser proveedor de alrededor de 40% de las importaciones argentinas, especialmente de maquinarias. Como resultado de esta situación, Argentina había acumulado a principios de 1949 créditos impagos con los bancos norteamericanos, a lo que también se sumaba la imposibilidad por parte de las empresas estadounidenses radicadas en Argentina, de enviar ganancias a su país debido a las restricciones cambiarias impuestas por el gobierno argentino. Esto entonces redujo notablemente el crédito de los exportadores norteamericanos, mientras que la escasez de dólares de Argentina llevó a una fuerte disminución de las importaciones desde Estados Unidos.

La crisis del sector externo, junto a disputas internas en el gabinete se provocaron cambios en el área económica del gobierno peronista. El nuevo equipo económico procuró hacer frente a los problemas creados por el estrangulamiento externo de la economía argentina. En primer lugar se buscaría dar una salida a las exportaciones y en segunda instancia se intentó restringir las compras en el exterior mediante una política de mayor rigidez en la concesión de permisos de cambio. El objetivo principal consistía en

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solucionar problema de la escasez de dólares y reactivar la importación de bienes esenciales como los combustibles, ya que dicho abastecimiento se había tornado crítico. En este sentido, el gobierno peronista diseñó dos caminos de acción en el área de las relaciones económicas internacionales: uno dirigido hacia Gran Bretaña y otro, hacia Estados

Se establecieron posteriormente una serie de medidas desplegadas por autoridades argentinas atendiendo a la urgente necesidad de restablecer el crédito con EE.UU. y reactivar las importaciones provenientes de ese país. Como resultado de dicha misión, (misión a partir de la Delegación argentina que arribó en 1950 a Washington para acordar sobre medidas que facilitaran el desempeño de las empresas estadounidenses en Argentina), el Eximbank se comprometió a otorgar crédito destinado al pago de las obligaciones comerciales adeudadas por Argentina. El banco desembolsaría una suma muy importante a cambio de pagarés de un consorcio de bancos privados y oficiales argentinos, con la garantía del Banco Central.

La importancia de estas misiones argentinas en Washington, radicaba en que incrementaron las importaciones norteamericanas a Argentina, generando así algunas condiciones para un cambio posterior y más profundo en las relaciones argentino-norteamericanas. Sin embargo, este cambio de dirección no llegó a eliminar los obstáculos que tornaban conflictivos los vínculos bilaterales, condicionados principalmente por la naturaleza de la sociedad argentina y del régimen peronista y la propia lógica interna y externa de la política de EE.UU. Pero al mismo tiempo el gobierno argentino aspiró a no quedar marginado del mercado de EE.UU., e hecho este país se convirtió en el primer comprador de los productos argentinos.

Luego de la conferencia, los vínculos entre Estados Unidos y Argentina entraron en una nueva etapa de distanciamiento. Si bien el departamento de Estado no retornó a una política intervensionista descartó toda iniciativa de negociaciones sobre problemas específicos como el otorgamiento de préstamos privados, exportación de productos, armamentos. Por su parte el establishment y los medios estadounidenses acentuaron su ofensiva política contra el régimen peronista, incluyendo la intención de neutralizar los esfuerzos argentinos para ganar apoyos en el continente.

Sin embargo las respuestas económicas del gobierno peronista a la crisis en 51-52 abrieron una nueva etapa en las relaciones con Estados Unidos. Para resolver la crisis, se señalaba la importancia de acrecentar las inversiones, que eran insuficientes. Así el gobierno argentino planteó la necesidad de estimular la inversión de capitales extranjeros como complemento del capital privado nacional y del Estado. Por otra parte con asunción del presidente Eisenhower en EE.UU., se abrió la posibilidad para un cambio en las relaciones diplomáticas entre ambos países, la iniciativa para este nuevo curso diplomático provino de Buenos Aires, a partir de los riesgos de la crisis económica y desestabilización política argentina.

Por otra parte había activado su política latinoamericana tendiente a conformar un bloque de naciones en Cono Sur del continente para ampliar la autonomía frente a EE.UU.. Asimismo estableció acuerdos con países europeos y dio un salto cualitativo en las relaciones con la URSS mediante la firma de tratado comercial. De esta manera, el gobierno peronista, al tiempo que intentaba mejorar sus relaciones bilaterales con Estados Unidos, contra restaba este acercamiento con el desarrollo de otros vínculos.

El cambio de rumbo en política económica:Los límites del proyecto económico peronista y su reformulación

La expansión económica empezó a desvanecerse aproximadamente a fines de 48. A pesar de la actividad encarada hacia el desarrollo industrial para lograr “independencia económica”, a pesar del creciente papel del mercado interno y del proceso de industrialización, el país estaba lejos de haber

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logrado el grado de autonomía económica buscado. Así es que los vínculos externos continuaban teniendo un peso cualitativo de gran magnitud que incluso, en cierto punto se incrementaba.

En primer término, el proceso de industrialización había permitido sustituir importaciones, se fabricaba de modo local bienes de consumo antes comprados en exterior, pero eso había implicado un veloz crecimiento de importación de insumos directos e indirectos (en especial combustibles) y maquinarias. De esa forma, la producción industrial quedaba estrechamente ligada a los ciclos económicos mundiales y su crecimiento dependía en el largo plazo, de que las exportaciones agropecuarias generaran suficientes divisas para cubrir las importaciones de insumos y bienes de capital.

En segundo término, se trataba del desarrollo de una industria de bienes de consumo. Era notoria la insuficiente producción petrolera, química y petroquímica. Por otra parte, entre 46 y 49, el IAPI no seleccionó adecuadamente la importación de bienes de capital y maquinarias. A ello hay que sumarle los impedimentos burocráticos para importar, debido al complicado sistema de permisos y licencias.

En tercer lugar, la redistribución del ingreso descansaba sobre los altos precios de los productos agropecuarios en el mercado internacional. El sistema funcionaba de manera relativamente armónica, en tanto las condiciones del mercado mundial generaban precios elevados que dieran una ganancia extra, cuya reasignación permitiera incrementar salarios sin afectar las tasas “normales” de ganancia, en especial del sector industrial. La caída del precio de los productos agrícolas en el mercado internacional desarticuló una de las fuentes centrales de recursos sobre las que se había basado el proceso de redistribución del ingreso. Por lo tanto, los incrementos salariales comenzaron a afectar las tasas de ganancia de los sectores empresarios. La nueva fase coyuntural no podía sostener el proceso de redistribución. Los precios industriales sintieron al mismo tiempo el influjo negativo del aumento de los valores en los insumos importados y comenzaron a incrementar sus propios precios. Esto generó una grave distorsión de los precios relativos. La inflación se relacionaba con la puja distributiva, con el deterioro de los términos de intercambio y con la transformación de la estructura de precios relativos inducida por el gobierno a partir de sucesivas devaluaciones y ajustes en las tarifas públicas.

En realidad, estos mecanismos que provocaban el alza de precios no hacían otra cosa que expresar una inflación estructural vinculada al carácter subdesarrollado de Argentina, que a pesar de su sostenido proceso de industrialización de las últimas décadas, continuaba preservando una base agro exportadora que ponía límites a su capacidad de expansión. Sólo en últimos años del gobierno peronista los índices inflacionarios caerían.

A dichos problemas en el orden externo, se sumaba el del déficit presupuestario motivado por gasto público originado en el ambicioso programa de obras públicas. Asimismo la incorporación al Estado nacional de las empresas nacionalizadas y creación de otras nuevas aumentaron la demanda de trabajadores, empleados y administradores, principalmente porque el empleo público se convirtió en un instrumento de acción política. De esta manera, la demanda laboral se mantuvo a elevados niveles, tanto en la estructura del Estado nacional, provincial y municipal, como en los nuevos organismos y empresas del Estado. Cuando a fines de 49 la crisis empezó a manifestarse, el Estado absorbió buena parte de la fuerza de trabajo que la actividad privada dejaba de atraer. En su cometido de mantener altos niveles de consumo popular, el gobierno no solo sostuvo su política de pleno empleo muy intensamente, sino que procuró también mantener buena parte de la capacidad adquisitiva de los salarios que desde 46, no había hecho más que incrementarse hasta superar el 50% en la distribución del ingreso nacional, una cifra sin precedentes en la historia nacional. Pero una re distribución de este tipo no podía sostenerse por mucho tiempo en contexto estructural como el de Argentina de entonces, agravado por serios problemas en el sector externo.

De ahí se desprende que el éxito de la política económica peronista hasta 49 se debió en gran parte a la coyuntura internacional especialmente favorable que vivió Argentina en la inmediata posguerra. Y justamente la inflexión de la coyuntura aceleró una crisis que se agravó hasta 52, momento en que se

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reformularon los objetivos y los mecanismos de regulación económicos. Esto no implicaría que los inconvenientes provinieron exclusivamente del sector externo, pero era allá donde se manifestaban con mayor claridad los problemas de funcionamiento y las debilidades en la economía argentina.

Para superar la crisis, Perón procedió a renovar el equipo económico con funcionarios más técnicos. No obstante esto no podía resultar sencillo, dada la arquitectura del poder construida por el líder desde 45. El desarrollo industrial que tuvo lugar desde la Segunda Guerra había arrojado por saldo la emergencia de un proletariado industrial sindicalizado compuesto por dos millones y medio de trabajadores que eran la principal apoyatura del régimen y que identificaban su destino con el de Perón. Dadas las características de las relaciones políticas vigentes por entonces, se hacía impensable prescindir de tales apoyos y consiguientemente de su plataforma industrial. Por lo cual, no había otra alternativa que mantener esta última, aunque complementándola con otra que la dotara de combustibles, equipos, tecnología. Sólo así podría llegar a mantenerse el mercado interno fundado en las industrias livianas. Seducir a los inversores internacionales tampoco habría de resultar tarea sencilla dada la hostilidad recíproca entre el gobierno de Perón y Estados Unidos. A ello se agregaba el contenido estatista y nacionalista de la Constitución Justicialista de 49. A estos problemas ideológicos y también jurídicos venía a agregársele otro político: desde 47 la conducción “intransigente” de la UCR había adoptado una posición nacionalista, antiimperialista, autártica en materia económica mucho más radicalizada que la del gobierno justicialista. De ese modo cuando la administración justicialista debió recurrir en 50 a un préstamo del Exibank de los Estados Unidos por 125 millones de dólares para parar la crisis del sector externo, las relaciones con la oposición tendieron a agravarse.

La Ley de Inversiones Extranjeras

Hasta 48 las inversiones extranjeras se hallaban reguladas de acuerdo con disposiciones emanadas por el Banco Central y a las normas acordadas en los convenios internacionales. La política implementada por el gobierno hasta la crisis, en particular las normas que regulaban el régimen de envío de capitales a partir de 47, desalentó la radicación de capitales extranjeros. Es importante destacar que hasta ese año (45) las inversiones británicas eran las más relevantes, pero el proceso de nacionalizaciones, que afectó en especial a los capitales de dicho origen, tuvo como resultado una grave reducción de tales inversiones trasladando el predominio relativo al capital

Con sanción de la ley 14.222 en agosto de 53, se implementó el primer régimen integral de inversiones extranjeras. La ley determinaba el tipo de radicación y los sectores beneficiados con mucho detalle. La materialización del aporte podía abarcar dos formas: fondos de divisas a ingresar mediante transferencias bancarias, o bienes físicos o inmateriales.

Los beneficios más importantes: en la posibilidad de remitir las utilidades luego del segundo año de la radicación, voluntariamente y sin previa autorización. Hasta 55, momento en que terminó su vigencia, se permitió la radicación de 14 empresas extranjeras, todas del sector industrial. Con todo, pese a significar una modificación con respecto a la política anterior, la ley no conformó a las grandes empresas internacionales, particularmente en cuanto a las transferencias de utilidades que, a juicio de éstas, no resultaron satisfactorias. Por esto al comparar su eficiencia en la atracción de capitales extranjeros con la de otros regímenes implementados posteriormente, por ejemplo con Frondizi, podemos comprobar que fue mucho menor. Al finalizar período, las inversiones extranjeras en el país se mantenían en un nivel que no llegaba a la mitad del existente en década de ´30.

El Congreso de la Productividad

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El plan de Estabilización de 52, como partida de una nueva política económica, planteó también el problema de la productividad. Con el Plan, el gobierno ponía límites a los aumentos salariales, tratando de vincularlos a la evolución de la productividad del trabajo, y recogía así las aspiraciones de los empresarios preocupados en mejorar la productividad laboral.

En el Segundo Plan Quinquenal, junto con meta de aumentar la producción aparecía la mención a la productividad del trabajo y del capital. Así el gremialismo empresarial se apropió de la consigna al organizar en 53, el Congreso General de la Industria. La entidad patrocinante del evento fue la Confederación de la Industria, núcleo de la futura Confederación General Económica (CGE). El titular de la CGE puntualizaría que la productividad no significaba más explotación del trabajo, sino mejor rendimiento mediante la racionalización de tareas.

A principios de 54, tras un rebrote inflacionario, Perón formuló un plan de acción para contener las demandas sectoriales. En el mismo se demandaba a los empresarios a mejorar la calidad, aumentar la producción y reducir el costo como único medio para ampliar las utilidades. Con respecto a los trabajadores se establecía que los incrementos en el salario real sólo podían sustentarse en una mayor producción, pues la justicia distributiva había alcanzado su máxima expresión. En dicho contexto la colaboración de los trabajadores en una problemática que no consideraban propia pasaba a ser indispensable.

El secretario de la CGT anunció oficialmente la realización de un congreso de la productividad. La CGT concretó la propuesta un mes después convocando a la CGE para realización. El Congreso Nacional de Productividad y Bienestar Social se desarrolló en marzo del 55. En su apertura el secretario de la CGT rechazó la idea de identificar productividad con un mayor esfuerzo humano. Criticó a empresarios que se enriquecían a costa del bienestar de trabajadores, que violaban las leyes laborales y previsionales, que invertían sus ganancias en bienes improductivos. En nombre de los trabajadores, manifestó su falta de disposición a resignar conquistas sociales aseguradas por Perón.

Durante el Congreso, la postura empresarial favorable a una mayor productividad debió enfrentar las tácticas defensivas de la representación cegetista. La CGT trataba de destacar las dimensiones empresarias de la problemática rechazando toda propuesta que asociara productividad con “mayor trabajo”. La CGE por su parte cuestionó los excesos laborales, en materia política e ideológica la CGE conservó un equilibrio para defender las posturas empresariales y al mismo tiempo adecuarse a los principios económico-sociales del peronismo. En consecuencia frente a lo que interpretaban prácticas abusivas de los malos gremialistas y obreros, muy poco pudo hacer la CGE. Sólo en el terreno de las rigideces de los convenios colectivos la CGE registró progreso, aparte de reconocerse oficialmente el método de los incentivos, independiente de los convenios, se lograron concesiones en cuanto a la asignación del personal dentro de las empresas, avanzando en manejo de la empresa por parte del empresario.

El principal salto del Congreso fue el Acuerdo Nacional de Productividad, allí se contemplaron los siguientes ítems:

Se establecía que el aumento de la productividad era el único y eficaz medio de afianzar las conquistas económicas y sociales logradas y elevar aun más el alto nivel de vida y descartaba que los medios hacia eso puedan afectar el patrimonio moral o material de trabajadores.

Se implementaba la flexibilización para trasladar a los trabajadores conforme a las necesidades de la empresa, y se remarcaba la necesaria asistencia regular al trabajo.

Se estipulaba mecanismo concreto para promover la productividad: los incrementos directos en las remuneraciones por vía de incentivos proporcionados a la eficiencia del trabajador.

Se propuso un organismo técnico que centralizaría todo lo referente a la productividad y a las medidas que tendían a su mejoramiento.

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El jefe de Estado, a través del Instituto de la Productividad, se aseguraba un lugar para contribuir a la colaboración entre el capital y trabajo dentro de su proyecto de “segunda etapa” del régimen. Sin embargo, ampliara el lugar de maniobra de los sectores empresarios no proporcionó réditos al gobierno en la coyuntura decisiva de 55.

Los contratos petroleros

La empresa estatal YPF había desplegado una gran actividad durante la guerra. Pero la producción petrolera estatal experimentó altibajos. Las necesidades de aprovisionamiento de equipos necesarios para Argentina, provenientes desde Estados Unidos principalmente, se vio postergada y EE.UU. se transformó en el árbitro del desarrollo petrolero argentino. Posteriormente cuando los equipos de explotación petrolífera estuvieron disponibles, el país no dispuso de las divisas suficientes para su importación.

Las dificultades se tradujeron en un incremento de las importaciones. Mientras tanto algunas misiones técnicas norteamericanas arribaron a Argentina con el propósito

de establecer convenios para la exploración de los yacimientos nacionales. Así se iniciaron en los años 54 , negociaciones con empresas norteamericanas. También estuvieron presentes gestiones con empresas británicas.

La nueva posición del gobierno frente al capital extranjero, constituyó uno de los factores que enfrentó a la oposición. Esta posición alteraba sustancialmente los postulados del mencionado art. 40 de la Constitución de 49, que declaraba la propiedad inalienable de la Nación sobre los yacimientos minerales, por lo cual los convenios debían presentarse como locación de obra, con el fin de poder sortear formalmente las restricciones de ese artículo.

La caída de Perón

En consecuencia de acumulación de sucesos que se vieron (conflicto con Iglesia, las negociaciones con las empresas petroleras, el deterioro de la situación política interna, que fueron creando sectores enemigos del gobierno o ampliando los ya existentes), la oposición, desde el nacionalismo católico hasta la izquierda liberal- pasando por los radicales que eran su núcleo más numeroso- estrechó filas contra Perón.

Por otra parte, las negociaciones petroleras enajenaron los apoyos nacionalistas con que contaba el gobierno dentro de las FF.AA. y descontentaron a las fuerzas sociales que le daban el sustento político. Esto confluyó hacia el desarrollo de un muevo escenario conspirativo cívico-militar. La conspiración alentó la actividad política de masas contando con la movilización de vastos sectores de la clase media.

La Marina, fuerza que albergó fuertes tendencias antiperonistas debido a sus vínculos con los sectores tradicionales de la sociedad, fue la protagonista de la sublevación militar. Contaba con el aval de personalidades políticas radicales, socialistas y conservadoras. Al no contar con el apoyo del Ejército y la Aeronáutica, el golpe se frustró.

Por su parte, los trabajadores se dispusieron a defender al gobierno, hasta con las armas. Pero, el grueso de las FF.AA. aun favorecía al gobierno constitucional. Perón se respaldó en las fuerzas militares leales y desestimó toda actividad de sus partidarios tendiente a hacer justicia por mano propia. El Ejército, en particular, pasó a ser árbitro de la situación.

Conciente de la persistencia del clima conspirativo, Perón, bajo la presión del Ejército, intentó una política conciliatoria. Autorizó las actividades políticas opositoras y no eliminó a los elementos golpista de las FF.AA.. Anunció el fin de su liderazgo revolucionario y manifestó el propósito de convertirse en el presidente de todos los argentinos. El llamado a la pacificación fue rechazado por la oposición que interpretó el gesto conciliatorio como un indicio de la debilidad del gobierno.

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A mediados de agosto, Perón decidió recuperar la iniciativa y sobreponerse a los dictados de las FF. AA. El peronismo fue convocado a ganar la calle y retornar la lucha. El presidente ofreció su “retiro” al Partido Peronista y a la CGT con el propósito de movilizar a los trabajadores en su apoyo y ampliar su espacio político a expensas de los opositores. EL 31 de Agosto, la CGT declaró un paro general y convocó a los trabajadores a la Plaza de Mayo para pedir al presidente la continuidad en su cargo. Una vez más, como el 17 de Octubre de 1945, una muchedumbre avaló a quien consideraba el garante de sus conquistas sociales y políticas. El acto culminó con un discurso de Perón en el que apelaba a la violencia popular para reprimir a “los alteradores del orden”. La amenaza pública, destinada a atemorizar a sus adversarios y a la conspiración en marcha preció conducir a una guerra civil. La respuesta de los conspiradores fue acelerar los preparativos del nuevo golpe militar. El gobierno no adoptó ninguna medida efectiva para reprimirlos.

El 16 de Septiembre de 1955 un golpe de Estado, autodenominado “Revolución Libertadora” derrocó a un gobierno legitimado por cuanta compulsa electoral tuvo lugar desde 1946.

Varios factores contribuyeron al éxito golpista: Los conspiradores, tras los acontecimientos del 16 de junio, se persuadieron de que Perón

no apelaría a la movilización de sus partidarios para enfrentar una sublevación militar. Perón confió en las FF.AA. para defender su gobierno. Si bien la mayoría de la

oficialidad mantuvo su lealtad al presidente, una minoría decidida impulsó el golpe y otra parte considerable se mantuvo neutral, favoreciendo los planes golpistas.

La cambiante política del gobierno peronista, desde junio de 1955, orientada a buscar un compromiso con la oposición política y las clases dominantes, resultó un fracaso. Golpistas y opositores interpretaron acertadamente que esa política denotaba signos de debilidad, de pérdida de iniciativa política y expresaba una desorientación susceptible de ser aprovechada para derrocar al presidente.

Desde una perspectiva histórico-estructural, el golpe reflejaba la necesidad de los círculos económicos dominantes de acentuar la reorientación del rumbo económico adoptada por el gobierno a partir de 1952. Debía favorecerse la entrada irrestricta de las inversiones extranjeras, realizarse una apertura del comercio exterior, incorporar el país a los organismos económicos multilaterales e intensificar el acercamiento hacia Estados Unidos, iniciado, no sin objeciones por el mismo gobierno peronista. Debían eliminarse las regulaciones estatales y subordinar la base social del peronismo a los objetivos de nuevas formas de acumulación. En definitiva, los sectores más poderosos de las burguesías industrial u agropecuaria argentinas dudaban de la disposición del peronismo para conducir una nueva fase de desarrollo capitalista acorde con las tendencias impulsadas por EE.UU. tras el fin de la Segunda Guerra. Sólo el derrocamiento del gobierno podía hacer posible ese proyecto.

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