1998-10-18, Destrucciones, De Juan Gelman, Contratapa

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    DestruccionesPor Juan Gelman

    El 28 de marzo de 1941, Virginia Woolf se suicid arrojndose a las aguas del ro Ouse,cercano a su mansin de Sussex. Tena 59 aos y era presa de un ensimo soplo de insania.En su novela Las olas haba imaginado ese momento: Innumerables y pequeas olasgrises se extienden delante de nosotros. Ya no toco nada, no veo nada. Podramos caer yreposar sobre las olas (...). Ser arrollada por una ola. Otra me llevar en sus hombros.Todo se derrumba en una catarata gigantesca en la que me siento disolver. Pero sera unerror suponer que la capacidad innovadora de esa gran novelista era producto de losperodos de oscuridad, violencia y aullidos incoherentes que cada tanto padeca. Haysecretas relaciones entre locura y escritura: la primera suele terminar con la ltima, peronunca al revs. Ambas avanzan por territorios colindantes y poco puede hacer la palabra,oral o escrita, ante la demencia empeada en destruirla. Tal vez eso sea la locura: unaempresa de abolicin de la palabra.

    En un libro evitable, publicado diez aos despus de la muerte de Virginia, su esposoLeonard Woolf cuenta que cuando ella sufra esos estados oa cantar a los pjaros engriego. Pero ningn pjaro canta en griego en sus nueve novelas y menos an en susbrillantes reseas y ensayos literarios, salpicados de una atencin que rescata detallesbiogrficos curiosos de los autores visitados y es impulsada por la obsesin de descubrircmo se escribe la escritura. Como si buscara en la obra de otros la explicacin nuncahallada de la complejidad del ser humano. Una vez se pregunt cuntos Yo tiene unapersona. Se respondi: Algunos dicen que dos mil cincuentids.Escriba con gracia y rapidez esos artculos, pero los trabajaba con previo rigor. Parapreparar un texto sobre Defoe ley toda su obra a razn de un libro por da, apremiada porla fecha de entrega a una revista. En sus diarios personales asoman quejas de fatiga por esa

    labor, deseos de hacer menos periodismo literario o de pedir ms dinero por suscolaboraciones. Msen serio que en broma habl de que llevaba una vida de jamelgo.No le gustaba escribir para publicaciones de Estados Unidos, pero le pagaban ms.Pensaba que la literatura yanqui era algo no ocurrido todava: Escuchamos el primervagido y la primera risa del nio abandonado por sus padres, hace 300 aos, en una playapedregosa y que sobrevivi por sus propios esfuerzos y es un poco resentido, altanero ydesconfiado y presumido en consecuencia y hoy pisa los umbrales del ser hombre. Sloque esa literatura ya haba dado a Mark Twain, Hawthorne, Poe, Emily Dickinson,

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    Melville, Longfellow, Whitman, y advenan Hemingway, Faulkner, Dos Passos, HildaDoolittle, Ezra Pound. Nadie est exento de errores de visin. Tolstoi opinaba que Loshermanos Karamazov de Dostoievsky era un desastre.Virginia Woolf practicaba lo que podra llamarse un feminismo clsico que, como el deSor Juana Ins, bregaba por el acceso de la mujer al universo del pensamiento,monopolizado por los hombres. En Un cuarto propio reflexion sobre las presionessociales que imprimen determinada direccin a la escritura de las mujeres. Ejerci en su

    caso una fuerte autocensura, como se advierte en el primer manuscrito de Orlando,publicado hace unos aos. Anot en su diario: He estado pensando en los censores. Esasfiguras tan visionarias que nos amonestan. Si digo tal o cual cosa, me calificarn desentimental. Si digo tal otra, de burguesa. Hoy todos los libros me parecen rodeados de uncrculo de censores invisibles. No obstante, si-gui fiel a su preocupacin central: Elestilo es una cuestin muy simple dice en carta a su amiga Vita Sackville-West; todoradica en el ritmo. Una vez que se lo encuentra, es imposible equivocarse con las palabras.Por lo dems, estoy aqu sentada, despus de media maana, atiborrada de ideas y visionesy dems, no puedo sacarlas de m por falta del ritmo adecuado. El ritmo es algo msprofundo que las palabras. Son ideas que poco tienen que ver con la locura.Esta hija de mbitos aristocrticos, pilar del distinguido y exclusivsimo grupo literario de

    Bloomsbury, sobre todo encarnizada en captar el instante, la esencia de lo ilusorio, el flujode la conciencia, el tiempo como corriente de momentos dispares y aun de aos y desiglos, supo trascender su elitismo. En la novela El cuarto de Jacobo (1922), la primera enque aparece su estilo ya maduro, la guerra del l4 est presente de manera indirecta yamenazadora. Esa conflagracin mundial, segn el crtico Vincent Sherry, mostr lasgrietas del patriciado britnico y sus anlisis carentes de razn, que reducan la lgica deEstado a proclamaciones sin lgica, abrieron un espacio de libertad verbal e imaginativa dela que esta novela sera uno de los primeros registros.La escritora tampoco anduvo escasa de sensibilidad para las tragedias colectivas. Despusdel bombardeo de Guernica en l937, el gobierno britnico dio refugio a cuatro mil nios

    vascos ahuyentados por el avance de las tropas franquistas durante la Guerra CivilEspaola. Con los ojos llenos de lgrimas, Virginia Woolf los vio cmo una cansadaprocesin que hua, arrastrando los pies, empujada por las ametralladoras de los camposespaoles, para recorrer con fatiga Tavistock Square, luego Gordon Square, y luego qulugar?, aferrando sus jarros esmaltados. Tres aos ms tarde un bombardeo de la aviacinnazi haca pedazos la casa de Gordon Square en la que ella viva desde la muerte de supadre. Alcanc a ver escribi un pao de pared de mi estudio todava en pie: escombrosera el resto de donde escrib tantos libros. Poco despus Virginia Woolf se suicid. Talvez los nazis haban destruido algo ms que su casa.

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