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Sinopsis

Mi nombre es Meaghan Chase.

Pensé que había terminado. Que mi tiempo con los fey, las opciones imposibles que tuve que

hacer, los sacrificios de mis seres queridos, estaba detrás de mí.

Pero una tormenta se acerca, un ejército fey de hierro que me arrastra hacia atrás, gritando y

pataleando. Arrastrándome lejos del príncipe desterrado que ha jurado estar a mi lado.

Arrastrándome al núcleo de un conflicto tan poderoso, que no estoy segura de que alguien

pueda sobrevivir.

Esta vez no habrá vuelta atrás.

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Capítulo 1

Traducido por: Dama0scura

UN LARGO CAMINO A CASA

Hace once años, en mi sexto cumpleaños, mi padre desapareció.

Hace un año, un día igual, mi hermano fue raptado de mi lado, también. Pero en esa ocasión,

fui al mundo de las hadas para traerlo de vuelta.

Es extraña la forma en que un viaje te cambia, lo que puedes aprender de él, yo aprendí que el

hombre que pensé que era mi padre no lo era. Que mi padre biológico ni siquiera era humano.

Que yo era la hija mestiza de un rey de hadas legendario, y que su sangre fluía por mis venas.

Aprendí que yo poseía un poder, un poder que me asusta, incluso ahora. Un poder que

incluso a los frey dread, podría destruir —y no estoy segura de poderlo controlar. Aprendí

que el amor puede trascender la raza y el tiempo, y que puede ser hermoso y perfecto por lo

que vale la pena luchar, pero que también es frágil y desgarrador, y en ocasiones el sacrificio

es necesario. Que a veces eres tú contra el mundo, y no hay respuestas fáciles. Que tienes que

saber cuándo retenerlo… y cuando dejarlo ir. E incluso si ese amor vuelve, puedes descubrir

algo en alguien más que ha estado allí todo el tiempo.

Pensé que eso había acabado. Creí que mi tiempo con los fey, las elecciones imposibles que

tuve que hacer, el sacrificio de aquellos que amo, eran cosa del pasado. Pero la tormenta que

se avecinaba ponía a prueba lo escogido como nunca antes. Y esta vez, no habría vuelta atrás.

MI NOMBRE ES MEGHAN CHASE.

En menos de veinticuatro horas, tendré diecisiete años.

Es un Déjà vu, ¿verdad? Es sorprendente la rapidez con la que puede pasar el tiempo, como si

te hubieras quedado inmóvil. No puedo creer que ya haya pasado un año desde aquel día.

Aquel día en el que entré al mundo de las hadas. El día en que mi vida cambió para siempre.

Técnicamente, en realidad no iba a cumplir diecisiete años. He estado en la tierra de Nunca

Jamás por mucho tiempo. Cuando estás en el mundo de las hadas, no envejeces, o más bien tu

edad avanza tan lento que no vale la pena mencionarlo. Así que, mientras ha pasado en el

mundo real un año, probablemente solo soy algunos días más vieja que cuando me fui.

En la vida real, he cambiado tanto que ni siquiera me reconozco. Dentro de mí, el golpeteo de

los cascos de un andrajoso potro contra el pavimento, era un ritmo tranquilo que coincidía

con los latidos de mi corazón. En este tramo solitario camino a Louisiana, rodeada por

árboles de tupelo y ciprés cubiertos de musgo, algunos carros nos adelantaban y otros

pasaban volando sin disminuir la velocidad, levantando las hojas a su paso. Aquellos no

pudieron ver el caballo peludo de color negro con ojos como brazas, caminando a lo largo del

camino sin riendas ni silla de montar. No pudieron observar la figura a su espalda, la chica de

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cabello pálido y el oscuro y hermoso príncipe, detrás de ella, con su brazo alrededor de su

cintura. Los mortales ignoraban el mundo de las hadas, un mundo del que ahora yo era parte,

lo hubiera pedido o no.

“¿Qué es lo que te asusta?” una voz profunda preguntó en mi oído, enviando un escalofrió

por mi espina dorsal. Incluso en los pantanos húmedos de Louisiana, el príncipe de Invierno

irradiaba frío, y su aliento era increíblemente glacial contra mi piel. Lo miré por encima de

mi hombro. “¿Qué quieres decir?”

Ash, el príncipe de la corte oscura, encontró mi mirada, sus ojos color plateado brillaron en el

crepúsculo. Oficialmente, ya no era un príncipe. La reina Mab lo había exiliado de la tierra de

Nunca Jamás después de que él se rehusara a renunciar a su amor por la hija mestiza de

Oberon, el rey Verano. Mi padre. Verano e Invierno eran supuestamente enemigos. Se

supone que no debíamos cooperar, se supone que no debíamos ir a misiones juntos, y lo más

importante, se supone que no debíamos enamorarnos.

Pero lo estábamos, y ahora Ash estaba aquí, conmigo. Fuimos exiliados, y los trods —es

decir las puertas de la tierra de hadas— estaba cerrada para nosotros por siempre, pero no me

importaba. No planeaba volver nunca.

“Estás nerviosa,” la mano de Ash acarició la parte trasera de mi cabeza, cepillando el cabello

de mi cuello, haciéndome estremecer. “Lo puedo sentir. Tienes esa ansiedad, fluctuando

alrededor de toda tu aura, y me está sacando un poco de quicio, estando así de cerca. ¿Qué es

lo que pasa?”

Debí haberlo sabido. Para Ash no había nada oculto respecto a lo que sentía, o para ningún

hada en cualquier caso. Su magia, su glamur, proviene de los sueños humanos y sus

emociones. Así que Ash podía sentir lo que yo sentía sin siquiera intentar hacerlo.

“Lo siento” le dije. “Supongo que estoy un poco nerviosa”

“¿Por qué?”

“¿Por qué? He estado ausente casi un año. Mamá va a subirse por las paredes cuando me vea.”

Mi estómago se retorció mientras me imaginaba el reencuentro; las lágrimas, la ira del alivio,

las preguntas inevitables. “Ellos no supieron nada de mí mientras estuve en el mundo de

hadas.” Suspiré, mirando el camino donde el asfalto estrecho se fundía con la oscuridad.

“¿Qué les voy a decir? ¿Cómo puedo siquiera comenzar a explicar?”

El andrajoso potro resopló y se cubrió las orejas debido a un camión que rugía, pasando

incómodamente cerca. No pude estar segura, pero aquel lucía como el maltratado y viejo

Ford de Luke, traqueteando en el camino y desapareciendo en una curva. Si ese hubiera sido

mi padrastro, definitivamente no nos habría visto; él había tenido problemas para recordar mi

nombre incluso cuando vivía en la misma casa.

“Diles la verdad,” dijo Ash, asustándome. No esperaba que me respondiera. “Desde el

principio. Sin importar sí lo aceptan, o no, pero no puedes ocultar quien eres, especialmente

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de tu familia. Lo mejor es acabar con eso de una vez —podremos tratar con lo que venga

después.”

Su franqueza me sorprendió. Aún estaba acostumbrándome a este nuevo Ash, un hada que

hablaba y sonreía en lugar de esconderse indiferente detrás de una pared de hielo. Desde que

fuimos expulsados de la tierra de nunca jamás, había sido más abierto, menos melancólico y

angustioso, como si un gran peso se hubiera quitado de sus hombros. En verdad, aún estaba

tranquilo y solemne respecto a las normas de algunos, pero por primera vez, sentí que por fin

estaba teniendo una visión del Ash que supe había estado allí todo el tiempo.

“¿Pero qué tal si no pueden tratar conmigo?” murmure, expresando la preocupación que me

había estado invadiendo toda la mañana. “¿Qué tal si ven lo que soy y se impresionan de

mala manera? ¿Qué tal si ya no… me quieren?” baje la voz al final, consciente de que había

sonado como una resentida niña de cinco años. Pero el abrazo de Ash se ciñó, y me empujo

más cerca de él.

“Entonces serás huérfana, justo como yo,” dijo. “Y encontraremos una manera de salir

adelante.” Sus labios rozaron mi oreja, haciendo cerca de una docena de nudos en mí

estómago. “Juntos.”

Retuve el aliento, y volví la cabeza para besarlo, haciendo contacto con mi mano para

recorrer su sedoso cabello negro.

El andrajoso potro resoplo y se paró en dos patas a medio paso, no lo suficiente para tirarme,

pero si para hacerme rebotar unos cuantos centímetros hacia arriba. Agarré fuertemente su

melena mientras Ash agarraba mi cintura, sujetándome para no caer. Con el corazón

palpitando, lancé una mirada por entre las orejas del andrajoso potro, resistiendo la urgencia

de golpearlo en las costillas y darle otra excusa para tirarme. Éste levantó la cabeza y nos

miró, con ojos brillantes color carmesí y el disgusto escrito en su rostro equino.

Arrugué la nariz hacia él. “Oh, lo siento ¿te estamos incomodando?” pregunté

sarcásticamente, y éste resopló. “Está bien. Nos comportaremos.”

Ash se rio entre dientes pero no intento alejarme de él. Suspire y miré hacia el camino por

encima de la cabeza oscilante del potro, en búsqueda de un punto de referencia familiar. Mi

corazón salto cuando vi una furgoneta oxidada situada en los árboles al lado de la carretera,

tan antigua y corroída que un árbol había crecido entre el techo. Debe haber estado allí desde

que tengo memoria, y la veía todos los días en el bus desde y hacia la escuela. Siempre me

avisaba cuando estaba cerca de casa.

Parecía hacía ya mucho tiempo —hacía una vida— que me sentaba en el bus con mi amigo

Robbie, cuando todo lo que me preocupaba era el curso, las tareas y conseguir mi permiso de

conducción. Así que muchas cosas habían cambiado; se sentiría extraño volver a la escuela y

a mi antigua y mundana vida como si nada hubiera ocurrido. “Probablemente tendría que

repetir un año,” suspiré, y sentí la mirada confundida de Ash sobre mi cuello. Por supuesto,

siendo un hada inmortal, él no tenía que preocuparse por la escuela, la licencia y…

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Me detuve mientras la realidad parecía descender sobre mí repentinamente. Mi tiempo en la

tierra de Nunca Jamás fue como un sueño brumoso y eterno, pero ya estábamos de vuelta al

mundo real. Aquel lugar donde tenía que preocuparme por tareas, el curso, y entrar a una

universidad. Hubiera querido un trabajo de verano y ahorrar para un auto. Hubiera querido

asistir al ITT Tech después de la escuela, tal vez mudarme al campus Baton Rouge o al de

Nueva Orleans cuando me graduara. ¿Aún podría hacer eso? ¿Incluso después de todo lo que

pasó? ¿Y en qué lugar de todo esto encajaría un oscuro príncipe de hadas exiliado?

Tomé un gran trago de aire. “¿Cómo va a funcionar esto, Ash?” Medio me volví hacia él.

“¿Dónde estaremos dentro de uno o dos año a partir de ahora? No puedo quedarme aquí para

siempre — tarde o temprano, tendré que seguir con mi vida. El colegio, el trabajo, la

universidad algún día…” Me detuve y miré hacia mis manos. “Eventualmente tendré que

continuar, pero no quiero hacer ninguna de esas cosas sin ti.”

“He pensado el ello,” respondió Ash. Levanté la mirada hacia él, y me sorprendió con una

breve sonrisa. “Tienes toda una vida por delante. Tiene sentido que puedas hacer planes para

el futuro. Y me imagino que si Goodfellow fingió ser mortal por diecisiete años. No hay

razón por la que yo no pueda hacer lo mismo.”

Parpadee hacia él. “¿De verdad?”

Tocó mi mejilla suavemente con sus ojos intensos mirando dentro de los míos. “Puede que

tengas que enseñarme un poco a cerca del mundo humano, pero estoy dispuesto a aprender si

eso significa estar cerca de ti.” Él sonrió una vez más, un capricho irónico de sus labios.

“Estoy seguro de que puedo adaptarme para ser ‘humano’, si tengo que hacerlo. Si tú quieres

que tome clases como un estudiante, puedo hacerlo. Si quieres mudarte a una gran ciudad

para perseguir tus sueños, te seguiré. Y si algún día deseas casarte con un vestido blanco y

hacer esto oficial ante los ojos humanos, estoy dispuesto a hacer eso también.” Él se inclinó

lo suficientemente cerca de mí como para poder ver mi reflejo dentro de su mirada de plata.

“Para bien o para mal, me temo que estás ligada a mí por ahora.”

Me sentí sin aliento, sin saber que decir. Quería darle las gracias, pero esas palabras no

significaban lo mismo en términos de hadas. Quería inclinarme y besarlo el resto del camino,

pero el andrajoso potro probablemente me tiraría dentro de un hoyo si lo intento. “Ash”

empecé, pero me liberé de una respuesta a medida que el andrajoso caballo se detenía

abruptamente al final un largo camino de grava que se extendía a lo largo de una estrecha

cuesta. Un familiar buzón de mensajes se balanceaba precariamente en su poste al final de la

carretera, descolorido por la edad y el tiempo, pero no tuve ningún problema para leerlo,

incluso en la oscuridad.

Chase. 14202

Mi corazón se detuvo. Estaba en casa.

Me deslicé por la espalda del andrajoso potro y tropecé al tocar el suelo, mis piernas se

sentían raras y temblorosas después de estar sobre la espalda del caballo por tanto tiempo.

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Ash se desmontó con facilidad, murmurando algo hacia el potro, quien resopló, levantó la

cabeza y se dirigió hacia la oscuridad. En segundos, había desaparecido.

Miré el largo camino de grava, mi corazón golpeaba mi pecho. El hogar de mi familia

aguardaban justo detrás de esa cuesta: la antigua casa de campo verde con la pintura

descascarada en la madera, el establo de cerdos en la parte trasera entre el barro, la camioneta

de Luke y el carro de mamá estacionados en el camino de entrada.

Ash se movió detrás mío, sin hacer ruido sobre las piedras. “¿Estás lista?”

No, no lo estaba. Miré dentro de la oscuridad donde en su lugar el andrajoso potro había

desaparecido. “¿Qué paso con nuestra cabalgata?” pregunté, para distraerme de lo que tenía

que hacer. “¿Qué le dijiste?”

“Le dije que el favor había sido pagado y que estamos por nuestra cuenta.” Por alguna razón,

esto parecía divertirlo; miró tras el caballo con una sonrisa divertida en sus labios. “Parece

que no puedo ordenarles cosas como lo hacía antes. Tendré que confiar en la vocación de

ahora en adelante.”

“¿Eso es algo malo?”

La sonrisa se convirtió en una sonrisa de suficiencia. “Mucha gente está en deuda conmigo,”

cuando aún yo estaba dudando, él asintió la cabeza hacia el camino de entrada. “Continuemos.

Tu familia está esperando.”

“¿Qué hay de ti?”

“Es probable que sea mejor si vas sola esta vez.” Un parpadeo de arrepentimiento atravesó

sus ojos, y me dirigió una sonrisa dolorida. “No creo que tu hermano se alegre de verme otra

vez.”

“Pero…”

“Estaré cerca.” Extendió la mano y metió un mechón de pelo detrás de mis orejas. “Lo

prometo.”

Suspiré y alcé la mirada una vez más hacia el camino. “Está bien,” murmuré, robándome a mí

misma de lo inolvidable. “No pasa nada.” Caminé tres pasos, sintiendo el sonido de la grama

bajo mis pies, y miré por encima de mi hombro. El camino vacío se burló de mí, la briza agitó

las hojas en el lugar donde Ash había estado. Típico de hadas, negué con la cabeza y continúe

mi viaje solitario por el camino.

No estuve muy lejos antes de alcanzar la cima de la cuesta, y allí, en toda su rustica gloria,

estaba la casa en la que había vivido por diez años. Pude ver luces por las ventanas, y a mi

familia moviéndose por la cocina. Allí estaba la silueta delgada de mamá, inclinada sobre el

fregadero, y Luke con su overol desteñido, poniendo una pila de platos sucios en el mesón. Si

entrecerraba los ojos lo suficiente como para ver mejor, podía ver solamente la parte superior

de la cabeza rizada de Ethan, asomándose sobre la mesa de la cocina.

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Las lágrimas escocían mis ojos. Después de un año de estar lejos, combatiendo hadas,

descubriendo quien era yo, engañando a la muerte más veces de los que quisiera recordar,

finalmente estaba en casa.

“¿No es precioso?” siseó una voz.

Di una vuelta, mirando salvajemente a mi alrededor.

“Aquí arriba, princesa.”

Miré hacia arriba, y mi visión se llenó con una red delgada y brillante un instante antes de

que esta me golpeara y me hiciera dar volteretas hacia atrás. Maldiciendo, golpeé y desgarré

los hilos, tratando de arrastrarme a través de la frágil barrera. Un dolor punzante me hizo

jadear. La sangre corrió por mis manos, y miré de reojo hacia los hilos. La red estaba hecha

de alambre fino y flexible y la lucha había cortado mis dedos.

Una risa áspera captó mi atención y estiré el cuello hacia arriba, buscando a mis asaltantes.

Sobre el set de líneas eléctricas que se extendía desde el techo de la casa colgaban tres pares

de protuberantes criaturas con largas y delgadas piernas que brillaban bajo la luz de la luna.

Mi corazón se agitó, ya que como si fueran uno solo, se desplegaron y saltaron de las líneas,

aterrizando en la grava con tenues chasquido. Se enderezaron y caminaron rápidamente hacia

mí.

Retrocedí, enredándome aún más en la red de alambre. Ahora que los veía claramente, me

recordaban a arañas gigantes, solo que de algún modo era más horrible. Sus piernas largas y

delgadas tenían agujas enormes, brillantes y puntiagudas mientras se deslizaban por el suelo.

La parte superior de sus cuerpos era de mujeres flacas y demacradas con piel pálida y ojos

saltones color negro. Sus brazos estaban hechos de alambre, y largos dedos en forma de

agujas alargados como si fueran garras, mientras se acercaban sus piernas chasquearon contra

la grava.

“Aquí esta,” siseó una de ellas, mientras me rodeaban. “Justo como el rey dijo que ella sería.”

“Fue muy fácil” dijo otra con voz áspera, mirándome con sus protuberantes ojos oscuros.

“Estoy bastante decepcionada, pensé que sería una buena caza, pero no es más que un

pequeño y flaco bicho, atrapado en una red. ¿Qué es lo que asusta tanto al rey?”

“El Rey,” dije, y las tres parpadearon hacia mí sorprendidas tal vez de que les estuviera

hablando en vez de estar encogiéndome de miedo. “Querrás decir el falso rey, ¿verdad? Aún

está persiguiéndome.”

La araña horripilante siseó, descubriendo sus puntiagudos dientes. “No blasfemes de él así,

¡niña!” un chillido y la red me aprisionó jalándome hacia adelante. “¡Él no es el falso Rey, Es

el verdadero monarca de Iron fey!”

“No según lo que he oído,” repliqué, encontrando los ardientes ojos negros abiertos al

máximo. “He conocido al Rey de Iron, al verdadero Rey de Iron, Machina, ¿O lo han

olvidado?”

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“¡Por supuesto que no!” siseó, la hermana hechicera. “Nunca olvidaremos a Machina. Él

quería hacerte su reina, la reina de todo Iron Fey, y tú lo asesinaste por causar problemas.”

“¡Él secuestro a mi hermano y planeaba destruir la tierra de Nunca Jamás!” respondí

bruscamente. “Pero estás desviándote del punto. El Rey al que sirven, el que se hizo cargo del

trono, es un impostor. No es el verdadero heredero. Están sirviendo a un falso Rey.”

“¡Mientes!” chillaron las brujas, acercándose, agarrándome con sus garras en forma de agujas

puntiagudas, extrayéndome sangre. “¿Quién te dijo eso? ¿Quién se atreve a blasfemar el

nombre del nuevo Rey?”

“Ironhorse,” dije, haciendo una mueca de dolor mientras una de ellas tiraba de mi cabello,

sacudiendo mi cabeza de adelante hacia atrás. “Ironhorse me lo dijo, Machina era su propio

teniente.”

“¡El traidor de fey! ¡Él y los rebeldes serán destruidos, justo después de que el Rey se ocupe

de ti!”

Las arañas—hechiceras estaban gritando ahora, soltando maldiciones y amenazas,

desgarrándome a través de la red de alambre. Una de ellas me agarró más fuerte del cabello y

me alzó sobre mis pies. Jadeando, lágrimas de dolor fluían de mis ojos mientras el hada

siseaba en mi cara.

Un destello de luz azul fría irrumpió entre nosotros. El hada de hierro dio un grito y… se

desintegró, convirtiéndose en miles de astillas que cayeron a mí alrededor. Brillaban en la

oscuridad, agujas y clavijas captaban la luz de la luna mientras las arañas—hechiceras partían

del mundo tomando la forma de su verdadera especie. Las otras dos gimieron y retrocedieron

cuando algo rasgó la red lejos de mí y se interpuso entre nosotros.

“¿Estás bien?” gruñó Ash mientras me tambaleaba sobre mis pies, su mirada nunca se apartó

de las brujas en frente a él. Mi cuero cabelludo ardía, mis dedos aún sangraban, y una docena

de pequeños rasguños cubrían mis brazos gracias a las garras de las hechiceras, pero no

estaba seriamente herida.

“Estoy bien,” le dije, la ira se apilaba lentamente en mi pecho. Sentí que mi magia se alzaba

como un tornado, arremolinándose con emoción y energía. Cuando vi a Mab por primera vez,

la Reina del Invierno había sellado mi forma mágica, por miedo a mis poderes, pero el sello

había sido roto y pude sentir la vibración de la magia una vez más. Estaba por todas partes a

mi alrededor, violento y salvaje, la magia de Oberon y el fey de Verano.

“¡Mataste a nuestra hermana!” gritaron las hechiceras, desgarrando su propio cabello. “Los

rebanaremos en pedazos,” silbaron, avanzando rápidamente hacia nosotros con las garras

fuera. Sentí una onda de magia procedente de Ash, más fría que la magia del hada del verano,

y el príncipe del invierno levanto su brazo hacia adelante.

Hubo una ráfaga de luz azul y una de las hechiceras se deslizó por un puñal de hielo, los

fragmentos puntiagudos la rasgaron como una metralleta. Ella gimió y se derrumbó,

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dispersándose en miles de piezas brillantes sobre la hierba. Ash blandió su espada y se cobró

de la última.

La última araña—hechicera gritó de furia y levanto sus brazos. Diez largos y relucientes

alambres parecieron crecer de las puntas de agujas en sus dedos. Dirigió hacia Ash sus gajos

pequeños, este se agacho, y los cables cortaron en pedazos los arbolitos cercanos. Mientras el

danzaba alrededor de ella, me arrodille y enterré mis manos dentro de la tierra, llamando a mi

poder. Sentí la vibración de los seres vivos dentro de la tierra y envíe una solicitud a la tierra,

pidiendo ayuda para derrotar al mostro de hierro presente en la superficie.

La araña—hechicera estaba lo bastante ocupada tratando de rebanar a Ash en hilos, fue

tomada completamente por sorpresa cuando el piso se movió a sus pies. El pasto y la maleza,

enredaderas y raíces se envolvieron alrededor de sus piernas largas y delgadas y subieron por

su torso. Ella gritó y se agitó con sus alambres mortales, cortando la vegetación, como una

enojada guadaña, vertí más poder dentro de la tierra, y las plantas respondieron como si

crecieran cada vez más rápido hacia adelante. Del pánico, la araña—hechicera trató de volar,

rasgando al través la vegetación mientras estas se retorcían alrededor de sus piernas,

arrastrándola hacia abajo.

Una forma oscura nubló el aire por encima de ella mientras Ash caía del cielo con su cuchilla

apuntando hacia abajo. Golpeó el torso protuberante del hada, inmovilizándola contra la tierra

por una fracción de segundo, antes de que se estremeciera en forma de una enorme pila de

agujas dispersas en el suelo.

Suspiré con alivio y me puse de pie, pero repentinamente el piso se inclinó. Los árboles

empezaron a girar, todos los sentidos abandonaron mis piernas y mis brazos, y lo siguiente de

lo que fui consiente fue que el piso se apuró hacia mí.

Me desperté recostada en mi espalda, sintiéndome sin aire y débil como si acabara de correr

una maratón. Ash estaba mirando hacia mí, sus ojos plateados brillaron de preocupación.

“Meghan, ¿estás bien? ¿Qué te paso?”

El mareo se fue desvaneciendo. Tome varias respiraciones profundas para asegurarme de que

mis tripas estuvieran donde se suponía tenía que estar, y me senté enfrente de él.

“No, no lo sé. Usé mi poder, y simplemente…me desmayé.” Maldita sea, el piso aún estaba

girando. Me apoyé sobre Ash, quien me sostuvo cuidadosamente, como si temiera que me

desbaratara. “¿Esto es normal?” murmuré contra su pecho.

“No que yo sepa,” sonó apenado, preocupado pero trató de no demostrarlo. “Tal vez es un

efecto secundario por haber tenido tu magia sellada por tanto tiempo.”

Bueno, esa era otra cosa por la que agradecerle a Mab. Ash se levantó con cuidado

levantándome con él. Mis brazos escocían, y mis dedos estaban pegajosos en los lugares

donde me había cortado con la red de alambre. Ash arranco retazos de su camisa y los

envolvió alrededor de mis manos, silenciosa y eficientemente, aunque su contacto era suave.

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“Ellas estaban esperándome,” murmuré, mirando hacia las miles de agujas dispersas a través

del jardín, brillando con la luz de la luna. Los Fey habían traído más problemas a mi familia.

Mamá y Luke probablemente tendrían un ataque, y desesperadamente esperé que Ethan

accidentalmente no pusiera un pie antes de que ellas hubieran tenido la oportunidad de

desaparecer. “Ellos saben dónde vivo,” continúe, mirando el parpadeo color plata sobre el

pasto. “El Rey falso sabe que he venido a casa, y las ha enviado…” Mi mirada se elevó hacia

mi casa, y mi familia se movía por entre las ventanas, sin notar el caos en el exterior.

Me sentí fría. Y enferma. “No puedo ir a casa,” murmuré, sintiendo la mirada de Ash sobre

mí. “Ahora no. No puedo traer esta desgracia al hogar de mi familia.” Miré hacia la casa por

un momento más, luego cerré los ojos. “El Rey falso no se detendrá aquí. Él seguirá enviando

cosas tras de mí, y mi familia estará atrapada en medio. No puedo dejar que eso ocurra. Yo…

tengo que irme. Ahora.”

“¿A dónde irás?” la voz estable de Ash se quebró en medio de mi desespero. “No podemos

volver al mundo de las hadas, y los Iron Fey están por todos lados en el mundo mortal.”

“No lo sé,” me cubrí la cara con mis manos. Todo lo que sabía era que no podía estar con mi

familia, no podía ir a casa y no podía tener una vida normal. No hasta que el Rey falso dejara

de perseguirme, o que milagrosamente se desplomara y muriera.

O yo me desplomara y muriera. “Eso no importa ahorita, ¿verdad?” gemí a través de mis

dedos. “No importa a donde vaya, ellos me seguirán.”

Fuertes dedos se envolvieron alrededor de mis muñecas y tiraron suavemente mis manos

hacia abajo. Me estremecí y miré dentro de aquellos brillantes ojos color plata. “Seguiré

peleando por ti,” dijo Ash con voz baja e intensa. “Haz lo que debas hacer. Yo estaré aquí,

sea lo que sea que decidas. Si esto toma un año o mil, seguiré manteniéndote a salvo.”

Mi corazón latió con fuerza. Ash liberó mis muñecas y deslizó sus manos hacia arriba de mis

brazos, acercándome. Me hundí dentro de su pecho abrazador y enterré mi cara en él.,

usándolo como escudo contra la decepción y el dolor, contra la certeza de que mi etapa

errante aún no acaba. La elección se cernía claramente ante mí. Si yo quería que esta

interminable huida y lucha acabaran, tendría que negociar con el Rey de Hierro. Una vez más.

Abrí los ojos y miré hacia el lugar donde las fey de hierro habían caído, mire hacia los restos

de metal brillando sobre la hierba. El pensamiento de monstruos asaltando mi cuarto, girando

sus feroces ojos sobre Ethan o mamá, me llenó de rabia. Está bien, pensé, apretando los

puños sobre la camisa de Ash, ¿El Rey impostor quiere un guerra? Le daré una.

No estaba lista. No aún. Tenía que volverme más fuerte. Tenía que aprender a controlar mi

magia, tanto la del Verano como la magia de Hierro, si es que realmente es posible aprender

ambas. Y para eso, necesitaba tiempo. Necesitaba un lugar donde los Iron Fey no pudieran

seguirme. Y solo había un lugar que sabía era seguro, donde los sirvientes del falso Rey

nunca me encontrarían.

Ash debió haber notado el cambio. “¿A dónde vamos?” murmuró entre mi cabello.

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Tomé un gran trago de aire y me eche hacia atrás para mirarlo. “A donde Leanansidhe.”

La sorpresa y un parpadeo de alarma cruzaron por su rostro. “¿La reina exiliada? ¿Estás

segura de que ella nos ayudara?”

No, no lo estaba. La reina exiliada, como era llamada entre otras cosas, era caprichosa e

impredecible y, francamente, bastante aterradora. Pero me había ayudado antes, y su casa en

el Between —el velo que separa el mundo mortal del mundo de las hadas — era el único

lugar potencialmente seguro que teníamos.

Además, tenía una cuenta que resolver con Leanansidhe, y más que eso algunas preguntas

que necesitaba responder.

Ash aún estaba mirándome, con su mirada color plata interesa. “No sé,” le dije la verdad.

“Pero ella es la única que pienso que puede ayudarnos, además ella odia el Iron Fey con

pasión ardiente. A parte de eso, es la reina de los exiliados. Eso significa que clasificamos

¿verdad?”

“Dímelo tú,” Ash cruzó los brazos y se recostó contra un árbol. “No he tenido el placer de

conocerla. Aunque he oído las historias. Muy aterradoras.” Una pequeña arruga cruzó su

frente, y suspiró. “Esto va a ser muy peligroso, ¿verdad?”

“Probablemente.”

Una sonrisa triste arqueo sus labios. “¿Por dónde empezamos?”

Una fría determinación apretó mi estómago. Miré de vuelta a mi casa, a mi familia, tan cerca,

y me tragué el nudo en mi garganta. Aún no, les prometí, pero pronto, podre volver a

verlos. ”Nueva Orleans” respondí, dando la vuelta hacia Ash, quien esperaba pacientemente

con sus ojos que nunca abandonaron mi rostro. “El museo histórico de Voodoo. Allí hay algo

que tengo que tomar de nuevo.”

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Capítulo 2

Traducido por: Maricarodelgado

DE FICHAS Y ADUSTAS IGLESIAS

Cualquier guía turístico que llevara su insignia en Nueva Orleans te dirá que no te vayas de

fiesta solo por las calles de la ciudad en la mitad de la noche. En el corazón del Barrio

Francés, donde las farolas y el turismo eran una situación constante, era apenas seguro, pero

justo fuera del distrito, los oscuros callejones esconden pandillas y ladrones y predadores de

la noche.

No estaba preocupada por los predadores humanos. Ellos no podían vernos, excepto por un

indigente de cabello blanco quien se encogió en contra de la pared y coreó “Aquí no, aquí no,”

mientras pasábamos. Pero la oscuridad escondía otras cosas también, como el phouka cabeza

de cabra que nos miraba desde un callejón al otro lado de la calle, riendo enloquecidamente, y

la pandilla de gorro rojo quien nos siguió por varios callejones hasta que se aburrieron y se

fueron buscando por una presa más fácil. Nueva Orleans era una ciudad encantada; misterio,

imaginación y antiguas tradiciones se mezclaban perfectamente aquí y era perfecto para que

hadas exiliadas encontrar un lugar.

Ash caminó a mi lado, una silenciosa, y vigilante sombra, una mano descansando

casualmente en la empuñadura de su espada. Todo, desde sus ojos, el frío en el aire mientras

pasa, la calma letalidad de su cara, era una advertencia: este no era alguien a quien quisieras

molestar. Aunque él ha sido exiliado y no es más un príncipe de la Corte Oscura, él era un

guerrero imponente, incluso el hijo del Rey Mab, y algún atrevido lo retaban.

Por lo menos, eso es lo que me sigo diciéndome mientras nos adentrábamos más

profundamente en el callejón del Barrio Francés, moviéndonos cuidadosamente a nuestra

meta. Pero en la entrada de un callejón estrecho, la pandilla de gorro rojo que yo creía que

había desistido apareció, bloqueando la salida. Eran pequeños y fornidos, enanos malvados

con gorros rojo sangre, sus ojos y sus dentados colmillos brillando en la oscuridad.

Ash se detuvo y en un ligero movimiento me deslizó detrás de él y sacó su espada, bañando

el callejón con una parpadeante luz azul. Apreté mis puños, enviando glamur por el aire,

degustando miedo y aprehensión y un toque de violencia. Mientras dibujaba mi glamur, sentí

las náuseas y mareos y lucho para seguir sobre sus pies. Por un momento, nadie se movió.

Entonces Ash, sin sentido del humor y dando un paso al frente. “Podemos quedarnos parados

viéndonos los unos a los otros toda la noche,” él dijo, cruzando miradas con el gorro rojo más

grande, quien tenía un pañuelo teñido de rojo es su cabeza y le faltaba un ojo. “¿O les

gustaría que fuera yo quien inicie la masacre?”

Tuerto sacó sus colmillos. “Mantén tus pantalones puestos, príncipe,” espetó, con su voz

gutural parecida al gruñido de un perro. “No tenemos ninguna disputa contigo.” Olfateó y se

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rozó la nariz torcida. “Solo escuché el rumor de que estabas en la ciudad, veras, y nos

gustaría tener unas palabras con la señorita antes de que se fueran, eso es todo.” Sospeché

instantáneamente. No les tenía cariño a los gorra roja; de los que huí cuando estaban tratando

de secuestrarme, torturarme, y comerme. Eran los mercenarios y ladrones de la Corte Oscura,

y los exiliados eran incluso peor. No quería tener nada que ver con ellos.

Ash mantuvo su espada afuera, sus ojos sin dejar nunca a los gorra roja, pero su mano libre se

movió hacia atrás y alcanzó la mía. “Está bien. Digan los que vinieron a decir y salgan de

aquí.”

Tuerto se burló de él, después se volvió hacia mí, “Solo queríamos decirte, princesa…”

enfatizando la palabra con mirada maliciosa “…que hay un montón de Hadas de Hierro

olfateando por la ciudad buscándote. Uno de ellos está ofreciendo recompensa por cualquier

información concerniente a tu paradero. Así que yo sería muy cuidadosa si fuera tú.” Tuerto

se quitó su pañoleta y me dio una ridícula, burla de arco. “Solo pensé que lo querías saber.”

Intenté ocultar mi shock. No de que las Hadas de Hierro me estuvieran buscando, eso era un

hecho, sino de que un gorra roja se superaría a sí mismo para advertirme sobre eso. “¿Por qué

me estás diciendo esto?”

“¿Y cómo puedo estar seguro de que tú no correrás hacia ellos con nuestra posición?”

intervino Ash, su voz plana y fría.

El líder de los gorra roja le dio a Ash una mirada mitad disgustada, mitad temerosa. “¿Crees

que quiero a esos bastardos de Hierro en mi césped? ¿De verdad crees que quiero hacer

negocio con ellos? Quiero a todos ellos muertos, o por lo menos fuera de mi territorio. Estoy

seguro como el demonio que no voy a darles exactamente lo que quieren. Si hay alguna

oportunidad en que pueda arruinar sus planes, la tomaré, incluso si eso significa advertirles

sobre ellos. Y si te las arreglas para matarlos a todos por mí, oye—eso hará mi noche.”

Él me miro con expresión esperanzadora. Me retorcí incómodamente. “No voy a prometerte

nada,” le advertí, “así que deja de amenazarme.”

“¿Quién dijo que te estoy amenazando?” Tuerto levantó sus manos con una rápida mirada a

Ash. “Solo te estoy dando una amigable advertencia. Pensé, oye, ella ha matado a los

bastardos de Hierro antes. Tal vez quiera hacerlo de nuevo.”

“¿Quién te dijo eso?”

“Oh, por favor. Está por todas las calles. Sabemos sobre ti—tú y tu Oscuro novio aquí.”

Curvó su labio hacia Ash, quien le devolvió la mirada estoicamente. “Escuchamos sobre el

cetro, y cómo mataste a la perra de Hierro que lo robó. Sabemos que se lo devolviste a Mab

para detener la guerra entre Verano y Invierno, y que ellos te exiliaron por las molestias.”

Tuerto sacudió la cabeza y me dio una mirada que era casi compasiva. “Las palabras viajan

rápido en las calles, princesa, especialmente cuando las Hadas de Hierro están corriendo

alrededor como pollos con sus cabezas paradas, ofreciendo recompensas por ‘la hija del Rey

de Verano.’ Así que, yo cuidaría mis espaldas si fuera tú.”

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Él resopló, después se volvió y escupió en los zapatos de uno de sus lacayos. El otro gorra

roja gruño y maldijo, pero Tuerto no pareció notarlo. “De todas formas, ahí está. La última

vez que verifiqué, los bastardos estaban dirigiéndose por la calle Bourbon. Si te los

encuentras, princesa, diles que Tuerto Jack les saluda. Vámonos, muchachos.”

“Ah, jefe.” El gorra roja a quien le escupieron sonrió y se pasó la lengua por los colmillos.

“¿Podemos masticar a la princesa, solo un poco?”

Tuerto Jack golpeó al hada ofensiva en la cabeza sin mirarlo. “Idiota,” espetó, “No tengo

ningún deseo de recoger tus entrañas congeladas del pavimento. Ahora muévete, idiota.

Antes de que pierda mi temperamento.”

El líder de los gorra rojas me sonrió, le dio a Ash una última burla, y retrocedió.

Tropezándose y discutiendo entre ellos, la pandilla de gorra roja deambulo hacia la oscuridad

y desaparecieron de la vista.

Miré a Ash. “Sabes, hubo un tiempo en el que deseaba poder ser popular.”

Él envainó su espada. “¿Deberíamos parar por esta noche?”

“No.” Me froté los brazos, dejando caer el glamur y el mareo que viene con él, y me asomé a

la calle. “No voy a correr a esconderme solo porque las Hadas de Hierro están buscándome.

No llegaría a ningún lado. Sigamos moviéndonos.”

Ash asintió. “Casi llegamos.”

Llegamos a nuestro destino sin ningún otro incidente. El Museo Histórico de Vudú de Nueva

Orleans se veía exactamente como lo recordaba, descoloridas puertas negras hundidas en la

pared. El cartel de madera crujió sobre sus gastadas cadenas.

“Ash,” murmure mientras caminábamos tranquilamente a las puertas. “He estado pensando.”

El encuentro con las brujas—arañas y los gorra rojas habían fortalecido mis convicciones, y

estaba lista para decir mis planes. “Quiero que hagas algo por mí, si tú puedes.”

“Cualquier cosa que necesites.” Alcanzamos las puertas, y Ash espió por la ventana. El

interior del museo estaba oscuro. Él observó el área a nuestro alrededor antes de colocar una

mano en una de las puertas. “Todavía estoy esperando, Meghan,” él murmuró. “¿Qué es lo

que quieres que haga?”

Respiré profundo. “Enséñame como pelear.”

Él miró atrás, sus cejas se elevaron. Tomé ventaja del momento de silencio y me sumí antes

de que él pudiera protestar. “Quise decir, Ash. Estoy cansada de pararme al margen sin hacer

nada, observándote pelear por mí. Quiero aprender a defenderme. ¿Me enseñarías?” Él

frunció el ceño y abrió su boca, pero antes de que pudiera decir nada, añadí, “Y no me des

ninguna de esa mierda sobre defender mi honor, o como una chica no puede usar un arma, o

como es muy peligroso para mi pelear. ¿Cómo voy a vencer al rey falso si ni siquiera puedo

blandir una espada?”

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“Iba a decir,” continuó Ash en lo que era casi una voz solemne, si no fuera por la leve sonrisa

en sus labios, “que creía que era una buena idea. De hecho, te iba a sugerir escoger un arma

para ti después de que termináramos aquí.”

“Oh,” dije en una vocecita. Ash suspiró.

“Tenemos muchos enemigos,” continuó. “Y tanto como lo odio, puede haber oportunidades

cuando no voy a poder ayudarte. Aprendiendo cómo pelear y usar glamur sería crucial ahora.

Estaba tratando de pensar en una forma de sugerirte enseñarte sin sufrir una explosión en mi

cara.” Él sonrió entonces, con una pequeña mueca de sus labios, y sacudió su cabeza.

“Supongo que estaba predestinado de cualquier forma.”

“Oh,” dije de nuevo, en incluso una voz más baja. “Bueno… bien. Mientras nos entendamos

el uno con el otro.” Estaba contenta de que la oscuridad ocultara el enrojecimiento de mi cara,

aunque conociendo a Ash, él probablemente podría verme de todas formas.

Todavía sonriendo, Ash se dirigió a la puerta, colocando una mano sobre la descolorida

madera y hablando suavemente en un susurro. La puerta sonó y lentamente se abrió. El

interior del museo era mohoso y cálido. Mientras atravesábamos la puerta, tropecé contra el

mismo bulto en la alfombra que había estado allí el año pasado y tropecé con Ash. Él me

estabilizo con un suspiro, junto como hace un año. Solo que esta vez, él se agachó y tocó mi

mano, moviéndose más cerca para susurrar en mi oído.

“Primera lección,” él dijo, e incluso en la oscuridad escuche la diversión en su voz. “Siempre

ten cuidado de donde pones tus pies.”

“Gracias,” dije secamente. “Recordaé eso.” Él se dio la vuelta y lanzó una bola de fuego de

hada. El brillo, azul—blanco se extendió por todas partes, iluminando la habitación y la

macabra colección de ítems de vudú alrededor de nosotros. El esqueleto con sombrero de

copa y el maniquí con la cabeza de cocodrilo todavía nos sonreía a lo largo del pasillo. Pero

ahora, una vieja figura, parecida a una momia había sido añadida al dúo, una arrugada

anciana con agujeros como ojos y brazos como frágiles palitos. Entonces la cara blanca se

volvió y me sonrió, y yo solté un grito.

“Hola, Meghan Chase,” susurró el oráculo, deslizándose lejos de la pared y de sus dos

cadavéricos guardaespaldas. “Sabía que regresarías.” Ash no sacó su espada, pero sentí sus

músculos tensándose bajo su piel. Respiré profundo para calmar mi corazón palpitante y

caminé hacia adelante. “Entonces sabes por qué estoy aquí.”

La mirada sin ojos del oráculo me miraron. “Intentarás recuperar los que perdiste hace un año.

Eso no parecía tan importante entonces como lo es para ti ahora. Lo que es siempre el caso.

Ustedes los mortales no saben lo que tienen hasta que lo han perdido.”

“La memoria de mi padre.” Me alejé de Ash, acortando distancia entre el oráculo y yo. Su

mirada hueca me siguió, y el olor de rancios periódicos se coló por mi nariz y boca mientras

me aproximaba. “Lo quiero de vuelta. Lo necesito si… si voy a verlo de nuevo en

Leanansidhe. Necesito saber lo que el significa para mí. Por favor. ”

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El conocimiento de ese error era todavía doloroso. Cuando en un principio estaba buscando a

mi hermano, vinimos al oráculo por ayuda. Ella accedió a ayudarnos, pero pidió un recuerdo

a cambio; había sonado insignificante en ese momento.

Había accedido a su precio, y más tarde no tenía idea de que recuerdo había tomado.

Entonces, cuando conocimos a Leanansidhe, quien mantenía varios humanos en el Between.

Todos sus humanos eran artistas de algún tipo, brillantes, talentosos, y ligeramente locos de

vivir en el Between por tanto tiempo. Uno de ellos, un talentoso pianista, había tomado un

gran interés en mi, aunque yo no sabía quién era el. Me di cuenta solo después de que había

dejado el distrito y ya era muy tarde para regresar.

Mi padre. Mi padre humano, o por lo menos el hombre que me crio hasta que tuve seis, y él

desapareció. Esa era el recuerdo que el oráculo me había quitado: todos los recuerdos de mi

padre humano. Y ahora, los necesitaba de vuelta. Si iba a ir a Leanansidhe, quería el recuerdo

de mi padre intacto cuando demandara saber porque ella lo tenía en primer lugar.

“Tu padre es Oberón, el Rey Verano,” susurró el oráculo, su delgada boca se extendió en una

sonrisa. “Este hombre que buscas, este humano, no tiene relación de sangre contigo. Él es un

simple mortal. Un extraño. ¿Por qué te importa?”

“No lo sé,” dije miserablemente. “No sé porque me importa, y quiero estar segura. ¿Quién era

él? ¿Por qué nos dejo? ¿Por qué esta con Leanansidhe ahora?” me interrumpí y miré al

oráculo, sintiendo a Ash venir detrás de mí como apoyo silencioso. “Tengo que saber,”

susurré. “Necesito ese recuerdo de vuelta.”

El oráculo junto sus brillantes uñas, considerando. “El intercambio fue justo,” ella dijo. “Un

intercambio por otro, ambas estuvimos de acuerdo a eso. No puedo simplemente darte lo que

buscas.” Ella olfateó, luciendo momentáneamente indignada. “Tendré algo como

recompensa.”

Lo imaginé. No se puede esperar que un hada te haga un favor sin darle un precio. Aplacando

mi molestia, le dirigí una mirada a Ash, y lo vi asentir. Él lo había esperado, también. Suspiré

y me volví hacia el oráculo. “¿Que quieres?”

Ella se golpeo el mentón con la uña, desalojando unas escamas de piel muerta o polvo.

Arrugue mi nariz y di un paso atrás. “Mmm, dejamos ver. Que estaría la chica dispuesta a dar.

Quizás…tu futuro hij…”

“No,” dijimos Ash y yo al unísono. Ella resopló.

“No pueden culparme por intentarlo. Muy bien.” Ella se inclinó hacia adelante, estudiándome

con los agujeros vacios en su cara. Sentí una presencia como de un cepillo en mi mente y

retrocedió, cerrando al salir.

El oráculo siseó, llenando aire con el olor de descomposición. “Que…interesante,” reflexiono.

Esperé, pero ella no dijo nada, y después de un momento se alejó con una extraña sonrisa en

su arrugada cara. “Muy bien, Meghan Chase, esta es mi petición. Te encuentras reacia a

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renunciar a todo lo que es tuyo querida, y sería una pérdida de tiempo preguntar por esas

cosas. Así que, en vez de eso te pediré que me traigas algo de alguien muy especial.”

Pestañee. “¿Qué?”

“Deseo que me traigas un Token. Seguramente eso no es mucho que pedir.”

“Mm…” le lancé una mirada desvalida a Ash. “¿Qué es un Token?”

El oráculo suspiro. “Todavía tan ingenua.” Ella le dio a Ash un ceño casi maternal. “Confió

en que le enseñaras mejor que esto en el futuro, joven príncipe. Ahora, escúchame, Meghan

Chase, y compartiré algo de tradiciones de hadas. La mayoría de los ítems,” ella continuó,

arrancando un cráneo de una tabla con sus garras óseas, “son solo tan mundano, ordinario,

vulgar. Nada especial. Sin embargo…” ella reemplazó el cráneo con un procesador y con

mucho cuidado recogió una bolsa de cuero, atado con una correa de cuero. Escuché el ruido

de unos guijarros o huesos dentro de la bolsa mientras ella la sostenía.

“Ciertos ítems han sido tan amados y valorados por mortales que se convierten en algo

completamente diferente—un símbolo de esa emoción, lo que sea amado, odiado, deseado, o

temido. Una muñeca favorita, o una pieza maestra de un artista. Y algunas veces, aunque

raramente, el ítem se convierte en algo tan importante que forma una vida por sí mismo. Es

como si un poco del alma humana se hubiese dejado atrás, alejándose de ser un artículo

ordinario. Nosotras las hadas llamamos a estos ítems Tolkens, y son muy codiciados, porque

irradian un glamur especial que nunca desaparece.” El oráculo dio un paso atrás, pareciendo

desaparecer dentro de la parafelina que recubre las paredes. “Encuéntrame un Token, Meghan

Chase,” ella susurró, “y te devolveré tu recuerdo.”

Y después desapareció. Me froté los brazos y me volví hacia Ash, quien tenía una expresión

pensativa. Él miraba hacia el oráculo desaparecido. “Genial,” murmuré. “Así que,

necesitamos encontrar una cosa Token. Supongo que no están solo tirados por allí para

tomarlos, ¿no? ¿Alguna idea?”

Él se levanto y miro hacia mí. “Quizás sepa dónde podemos encontrar una,” dijo

reflexionando, de repente solemne de nuevo. “Pero no es un lugar al que los humanos les

gusta visitar, especialmente en la noche.”

Yo reí. “¿Qué, no crees que pueda manejarlo?” él subió una ceja, y frunció el ceño. “Ash, he

pasado por Arcadia, Tir Na Nog, los Briars, el Between , el Reino de Hierro, las torres

Machina, y los campos matanza de Nunca Jamás. No creo que haya un lugar capaz de

asustarme ya.”

Una ráfaga de humor toco sus ojos, un desafío silencioso. “Está bien, entonces,” dijo,

guiándome afuera. “Sígueme.”

LA CIUDAD DE LOS MUERTOS apareció ante mí, espantosa y negra bajo la hinchada luna

amarilla, evaporándose en el aire húmedo. Filas y filas de criptas, tumbas y mausoleos

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alineados en calles estrechas, algunas hermosamente decoradas con flores, candelabros,

placas, otras desmoronándose con el tiempo y el abandono. Algunas de ellas parecían como

miniaturas de casas, o incluso como pequeñas catedrales, agujas y piedras cruzadas

rastrillándole el cielo. Estatuas de ángeles y mujeres llorando mirando hacia abajo desde los

tejados, luciendo consternadas o en medio del dolor. Sus ojos vacios parecían seguirme hacia

los callejones de tumbas alineadas.

De verdad tengo que aprender a mantener mi boca cerrada, pensé, siguiendo a Ash a través de

calles estrechas, mi piel erizándose con cada ruido o sombra sospechosa. Una cálida brisa

susurraba entre cada cripta, lanzándonos polvo y causando que hojas muertas se

arremolinaran en el piso. Mi hiperactiva imaginación arrancó a todo dar, viendo zombis

arrastrándose entre las filas, las puertas de las tumbas crujiendo abiertas mientras manos

esqueléticas alcanzándonos. Me encogí y me presioné contra Ash quien, maldito sea, parecía

bastante imperturbable sobre caminar a través del cementerio de Nueva Orleans en medio de

la noche. Siento su secreta diversión a mis expensas, y ayúdame, si él dice algo como “Te lo

dije”, lo golpearé.

No hay fantasmas aquí, me dije a mi misma, mi mirada vacilando entre filas de tumbas.

Ningún fantasma, ni zombis, ni hombres con manos—gancho esperando para emboscar

adolecentes estúpidos que venían al cementerio en la noche. Deja la paranoia…

Capté un brillo de movimiento entre las criptas, un aleteo de algo blanco y fantasmal, una

mujer con un saco y capucha manchado de sangre, flotando sobre el suelo. Mi corazón casi se

detiene, y con un chillido, tomé la manga de Ash, tirando de él para que se detuviera. Él se

volvió, y me lancé entre sus brazos, enterrando mi cara en su pecho. Orgullo de ser

condenado; lo mataría más tarde por traerme aquí.

“¿Meghan?” su agarre se apretó en preocupación. “¿Qué sucede?”

“Un fantasma,” susurré, señalando frenéticamente en la dirección del espectro. “Vi un

fantasma. Por allá.”

El se volvió para mirar en esa dirección, y lo sentí relajarse. “Haba Sidhe,” él murmuro,

sonando como si estuviera intentando sofocar su diversión. “No es inusual verlos aquí. Ellos

frecuentemente se pasean en los cementerios después que los muertos han sido enterrados.”

Miré hacia arriba, observando el Haba Sidhe flotando hacia la oscuridad. No era un fantasma,

entonces. Con un resoplido indignante me aleje, pero no lo suficiente como para dejarlo ir.

“¿No se supone que los haba sidhe deben estar en un lugar de lamentos?” murmuré,

frunciéndole el ceño a lo que parecía un fantasma. “¿Por qué están paseándose por aquí?”

“Hay mucho glamur para ser encontrado en viejos cementerios. Puedes sentirlo, ¿verdad?”

Ahora que lo mencionaba, podía hacerlo. Duelo, miedo y desesperación colgaban como una

delgada bruma gris sobre todo, subiendo por las piedras y deslizándose por el suelo. Respiré

profundo, y el glamur inundó mi nariz y mi boca. Sabía a sal y lágrimas y tosco, duelo

encontrado, mezclado con el oscuro miedo de la muerte y el terror a lo desconocido.

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“Horrible,” logré decir, con náuseas.

Ash asintió. “A mí en realidad no me importa, pero a muchos de nuestra especie prefieren el

duelo y el miedo sobre todo lo demás. Así que los cementerios tienden a atraerlos,

especialmente en la noche.”

“¿Como al haba sidhe?”

“Los haba sidhe son signos de la muerte y muchas veces se pasean por el sitio de su última

marca.” Ash todavía no había liberado su abrazo. Parecía contento sosteniéndome, y yo

estaba contenta de estar allí. “Pero hay otros, como bogies y mendigos de cocina, cuyo único

propósito en la vida es asustar mortales. Podremos ver algunos de ellos aquí, pero no te

molestarán si no les temes.”

“Muy tarde,” murmuré, y sentí su risita silenciosa. Volviéndome, lo fulminé con la mirada y

él me miró inocentemente. “Solo para que lo sepas,” le gruñí, señalando hacia su pecho,

“Voy a matarte después por traerme aquí.”

“Lo estaré esperando.”

“Tú espera. Te arrepentirás cuando algo me agarre y grite lo suficientemente fuerte para

despertar a los muertos.”

Ash sonrió y me dejo ir. “Tendrán que pasarme primero,” él prometió, un mordaz brillo en

sus ojos. “Además, la mayoría de las cosas que te agarrarían serían solo los bogies

semillero—irritantes pero inofensivos. Ellos solo quieren asustarte.” Él se puso serio, y sus

ojos se estrecharon, viendo alrededor del cementerio. “La verdadera amenaza sería el Grim,

asumiendo que este cementerio tenga uno.”

“¿Qué es un Grim?” yo inmediatamente pensé en Grimalkin, el inteligente gato parlanchín

que siempre aparecía cuando menos se le esperaba, demandando favores a cambio de su

ayuda. Me pregunté donde estaba el gato ahora, si había regresado a wyldwood después de

nuestra última aventura. Por supuesto, estando en un cementerio, un Grim también podría ser

un esqueleto sonriente con una capucha negra, deslizándose por los pasillos con una manija

en la mano. Me estremecí y maldije mi imaginación hiperactiva. Así que ayúdenme, no

importaba si Ash estaba aquí o no, si yo veía eso venir las personas al otro lado de la ciudad

me escucharían gritar.

Un aullido misterioso cortó a través de la noche, haciéndome saltar. Ash se congeló, sus

músculos tensándose debajo de su camisa. Una calma letal pasó por su rostro: su máscara de

matar. El cementerio se volvió mortalmente quieto, como si incluso el fantasma y bogies

semilleros tuvieran miedo de moverse.

“Déjame adivinar. Eso era el Grim.”

La voz de Ash se suavizó mientras se volvía. “Vámonos.”

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Continuamos por varios pasillos más, mausoleos de piedra nos flanquean. Miré ansiosamente

entre las tumbas, cautelosa de bogies y galería de mendigos y cualquier otra cosa que pudiera

saltar sobre mí. Busqué por el misterioso Grim, mi cerebro dibujando hombres lobos

imaginarios y perros zombis y esqueletos portando una sierra siguiéndonos por las calles.

Finalmente, llegamos a un pequeño mausoleo de piedra con una antigua cruz encaramada en

el tejado y una simple puerta de piedra, nada elegante o extravagante. La pequeña placa en la

pared estaba tan descolorida que era imposible de leer. Hubiese caminado directo a él, si Ash

no me hubiese detenido.

“¿De quién es esta tumba?” pregunte, alejándome de la puerta como si hubiese crujido para

abrirse y revelar su macabro contenido. Ash camino pasando por los escalones de granito y

colocando una mano sobre la madera.

“Una vieja pareja, nadie importante,” replicó, pasando sus dedos por la descolorada

superficie como si pudiera sentir que había al otro lado. Estrechando sus ojos, me miró.

“Meghan, sube aquí, ahora.”

Me encogí. “¿Vamos a entrar?”

“Una vez que abra la puerta, el Grim sabrá que estamos aquí. Es su deber cuidar el

cementerio, y los restos de quienes descansan aquí, así que no va a estar feliz de que estemos

perturbando a los muertos. No querrás estar allí afuera sola cuando él venga, créeme.”

Con el corazón golpeteando, me apresure hacia las escaleras y me apreté a su espalda,

mirando hacia el cementerio. “¿Qué es esta cosa, de todos modos?” pregunte. “¿No puedes

solo rebanarlo, o volvernos invisible en todo caso?”

“No es tan fácil,” explico Ash pacientemente. “Los Grims de Iglesia son inmunes a la magia

y glamur—ellos ven a través de ellos. E incluso si matas uno, no muere. Para destruir un

Grim, tienes que desenterrar y quemar su verdadero cuerpo, y no tenemos tiempo.” Él se

volvió a la puerta, murmuró una palabra silenciosamente, y empujó para abrir.

Una ráfaga de aire caliente salió de la cripta abierta, junto con una rancia escancia de polvo y

moho y putrefacción. Me atraganté y apreté mi cara en el hombro de Ash mientras nos

dirigíamos adentro, cerrando la puerta tras nosotros. La pequeña habitación era como un

horno; estaba casi instantáneamente cubierta en sudor, y coloque mi manga en mi boca.

Jadeando en la tela, trate de no enfermarme ante la escena en el medio del suelo.

En una piedra elevada yacían dos esqueletos, juntos. La habitación era tan pequeña que

apenas había suficiente espacio para bordear los bordes de la mesa, así que los cuerpos

estaban bastante cerca. Demasiado cerca, en mi opinión. Los huesos estaban amarillos por el

tiempo, y nada se aferraba a ellos —ni piel, ni cabello, o carne— así que debían de haber

estado aquí un tiempo.

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Me di cuenta que los esqueletos se estaban sosteniendo las manos, los largos dedos huesudos

envueltos alrededor del otro en una horrible parodia de afecto. En uno de los blancos,

desnudos dedos, un deslustrado anillo brillaba en las sombras.

La curiosidad batió con la repulsión, y mire a Ash, quien miraba a la pareja con una

expresión grave en su rostro. “¿Quiénes son ellos?” susurré a través de mi manga. Ash

meditó, entonces respiró profundo.

“Hay una historia,” él comenzó en un tono solemne, “sobre un saxofonista talentoso quien

fue a Mardi Gras una noche y atrapó la mirada de una Hada Reina. Y la reina lo invitó a ir

con él, porque era joven y buenmozo y encantador, y su música podía hacer incendiar un

alma. Pero el saxofonista se negó, porque él ya tenía esposa, y su amor por ella era más

grande que incluso la belleza del hada reina. Y así, molesta de que el la rechazara, la reina se

lo llevo de todos modos, y lo mantuvo en el Nunca Jamás por muchos días, obligándolo a

entretenerla. Pero sin importar que viera el joven en la Hada, y sin importar cuando la reina

tratara de hacerlo suyo, incluso cuando él olvidó su propio nombre, él no pudo olvidar a su

esposa en el mundo mortal.”

Mirando la cara de Ash, las sombras en sus ojos mientras hablaba, tuve el presentimiento que

esta no era una historia que hubiese escuchado por allí. Este fue un cuento que él vio

revelarse ante él. Él sabía del Token y vino a buscarlo porque recordaba el saxofonista de la

corte de la reina; otro mortal atrapado en el crueldad del hada.

“El tiempo pasó,” Ash continuo, “y la reina finalmente lo liberó, porque le divertía hacerlo. Y

cuando el joven humano, con su cabeza llena de recuerdos reales e imaginarios, regresó con

su amada esposa, él la encontró de 60 años de edad, mientras él no había cambiado ni un día

desde que desapareció del mundo mortal. Ella todavía usaba su anillo, y no había aceptado

otro esposo o pretendiente, porque ella siempre creyó que él iba a volver.”

Ash se detuvo, y usé mi mano libre para limpiar mis lágrimas. Los esqueletos no parecían tan

pavorosos ahora, yaciendo sin movimiento en la mesa. Por lo menos podía mirarlos sin que

se me revolviera el estómago. “¿Qué pasó después de todo?” susurré, mirando a Ash

esperanzada, suplicando porque su cuento de hadas que tenga un final feliz. O por lo menos

uno no horrible. Debería saberlo mejor para este momento. Ash sacudió su cabeza y suspiró.

“Los vecinos los encontraron días después en su cama, un hombre joven y una arrugada

mujer vieja, sus dedos entrelazados en un agarre irrompible y sus caras vueltas el uno hacia el

otro. La sangre de sus muñecas ya se había secado en las sábanas.”

Tragué el nudo en mi garganta y miré los esqueletos de nuevo, dedos entrelazados en la

muerte como lo habían estado en vida. Y deseé eso, por una vez, un cuento de hadas —un

verdadero cuento de hadas, no un cuento de hadas de Disney —que tuviera un final feliz.

Me pregunto cuál será mi final. El pensamiento vino de ninguna parte, haciéndome fruncir el

ceño. Miré a Ash sobre la mesa; su mirada plateada se encontró con la mía, y sentí mi

corazón hincharse en mi pecho. Estaba en un cuento de hagas, ¿no es así? Estaba jugando mi

parte en la historia, la niña humana que se había enamorado del príncipe encantado.

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Historias como esa raramente terminaban bien. Incluso si terminaba esta cosa con el rey falso,

incluso si volvía con mi familia y vivía una vida normal, ¿dónde encajaría Ash? Yo era

humana; él un inmortal; un hada sin alma. ¿Qué tipo de futuro tendríamos juntos? Yo

eventualmente envejecería y moriría; Ash viviría para siempre, o por lo menos hasta que el

mundo de los mortales se volviera mucho para él y él simplemente dejara de existir.

Cerré mis ojos, mi corazón doliendo con la amarga verdad. Él no pertenecía aquí, al mundo

mortal. Él pertenecía de vuelta a las Hadas, con las otras criaturas de mitos y pesadillas e

imaginación. Ash era hermoso, un sueño imposible: un cuento de hadas. Y yo, a pesar de la

sangre de mi padre, era todavía humana.

“¿Meghan?” su voz era suave, interrogante. “¿Qué es esto?”

De repente enojada, corté mis pensamientos. No. No aceptaré eso. Esta era mi historia,

nuestra historia. Encontraría una forma en que los dos pudiéramos vivir, ser felices. Le debía

eso a Ash.

Algo aterrizó en el techo encima de nosotros con un golpe hueco, y una nubede polvo cayó

sobre mí. Tosiendo, moví mi mano en frente de mi cara, entrecerrando los ojos bajo la

repentina lluvia de suciedad.

“¿Qué fue eso?” Ash miró al techo, estrechando sus ojos. “Nuestra señal para irnos. Aquí.” Él

tomó algo de la mesa y me lo pasó. Brillaba brevemente mientras lo agarraba —el dorado

anillo empañando del dedo del esqueleto. “Aquí está tu Token,” murmuró Ash, y vi su mano

como dardo entrar en su bolsillo, casi tan rápido como para ser visto, antes de que se alejara

de la mesa. “Salgamos de aquí.”

Él abrió la puerta, señalándome que saliera. Mientras me agarraba a través del arco, algo

goteó en mi hombre desde arriba, algo cálido y húmedo y baboso. Puse mi mano en mi cuello,

y quedó cubierta de baba espumosa. Con el corazón en mi garganta, miré hacia arriba.

Una monstruosa forma se agachaba sobre el mausoleo, recortado contra el cielo iluminada

por la luna, algo magro y muscular y definitivamente sobrenatural. Temblando, mire dentro

de los ojos hirvientes de un enorme perro negro, grande como una vaca, los labios

entreabiertos para revelar colmillos tan largos como cuchillos de cenar.

“Ash,” mascullé, alejándome. Los ojos del perro monstruoso me siguieron, su mirada

ardiente pegada en la mano donde tenía el anillo. “Ese es—” La espada de Ash se libero. “El

Grim.”

El Grim lo miró y ladró, haciendo el suelo temblar, después cambió su terrorífica mirada

hacia mí. Sus músculos se rizaron debajo de su manchado abrigo como agachándose más,

baba colgando en delgadas líneas desde sus dientes. Ash blandió su espada, hablándome

aunque nunca quito los ojos del Grim. “Meghan, cuando yo diga ‘ve,’ corre, aléjate de él.

¿Entendiste?”

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Eso sonaba mucho como a suicidio, pero yo confiaba en Ash. “Sí,” susurré, tomando el anillo

más fuerte, sintiendo los bordes clavarse en mi palma. “Estoy lista.”

El Grim aullaba, un sonido ensordecedor capaz de dividir mi cabeza en dos, haciéndome

querer tapar mis oídos y cerrar mis ojos. Salto, y me hubiese quedado congelada en el lugar si

Ash no me hubiese sacado del entumecimiento gritándome, “¡Vete!”

Entrando en acción, me moví hacia adelante, debajo del perro a toda velocidad sobre mi

cabeza, y sentí el fuerte impacto mientras el Grim golpeaba el sitio donde yo había estado

parada.

“¡Corre!” me grito Ash. “Tenemos que salir del cementerio, ¡ahora!”

Detrás de nosotros, el Grim gruñó de furia y atacó.

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Capítulo 3

Traducido por: Maricarodelgado

RECUERDOS

Una lluvia de fragmentos brillantes brotaron de la dirección de Ash, el Grim furioso con

dagas congeladas y pedacitos de picadura de hielo. Ellos se rompieron o rebotaron en el

cuello del Grim, sin lesionar a la bestia, pero fue suficiente para ganar unos segundos de

ventaja. Huimos por los pasillos, corriendo entre las criptas, sujetándonos alrededor de las

estatuas de ángeles y santos, el caliente aliento del Grim en nuestros talones. Si hubiésemos

estada en un lugar abierto, el perro monstruoso me hubiese agotado y usado como juguete en

segundos, pero las estrechas calles y los pequeños corredores lo retrasaban un poco.

Zigzagueamos nuestro camino por el cementerio, estando un paso por delante del Grim, hasta

que las blancas paredes de concreto que demarcaban el cementerio aparecieron enfrente de

nosotros.

Ash alcanzó la barrera primero y se volvió para ayudarme a subir, posicionándose como un

taburete. Esperando sentir los dientes en mi espalda en cualquier momento, subí a su rodilla y

me impulsé arriba, arañando y pateando.

Ash saltó directo, como si estuviera atado a cables, y aterrizó en el borde, agarrando mi brazo.

Un aullido desafiante hizo mis oídos timbrar, y cometí el error de mirar hacia atrás. Las

fauces abiertas del Grim llenaron mi visión, lanzándome aliento caliente y sucio, llenándome

de baba. Ash tiró de mí justo cuando las mandíbulas se cerraban a centímetros de mi cara.

Jadeando, miré hacia arriba. El Grim se agachó en lo alto de la pared, mirándome, sus

colmillos desnudos y brillantes en la luz de la luna. Por un momento, estaba segura que iba a

saltar y desgarrarnos en pedazos. Pero, con un último ladrido, se volvió y se salto fuera de

nuestra vista, de vuelta al cementerio al que estaba obligado a proteger.

Ash soltó un respiro y dejó su cabeza caer al pasto. “Diré esto,” jadeó, sus ojos cerrados y su

cara dirigida hacia el cielo. “Estar contigo nunca es aburrido.”

Abrí mi tembloroso puño, y miré hacia el anillo todavía en mi palma. Brillaba con su propia

luz interna, rodeado por un aura de glamur que temblaba con emoción: un profundo dolor

azul, esperanza esmeralda, y amor escarlata. Ahora que lo veía claramente, sentí una punzada

de remordimiento y culpa; este era el símbolo de un amor que había durado por décadas, y lo

habíamos tomado de la tumba sin dudarlo un segundo.

Tragué el bulto en mi garganta y metí el anillo en el bolsillo de mis pantalones. Limpiándome

la baba asquerosa del Grim de mi cara, miré a Ash. Él abrió los ojos, y de repente me di

cuenta de lo cerca estábamos, nuestras extremidades enredadas juntas y nuestras caras a

centímetros de distancia. Mi corazón saltó un poco, luego corrió más rápido que antes. Desde

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nuestro exilio de Hadas y mi viaje a casa, nunca hemos estado juntos, de verdad juntos. Había

estado tan preocupada con lo que le diría a mi familia, tan ansiosa de llegar a casa, que no lo

había pensado mucho. Y Ash nunca fue más lejos que un breve toque o caricia, pareciendo

contento de dejarme tener mi lugar. Solo que no sabía que queríamos, que esperaba. Qué

teníamos, ¿exactamente?

“Estás preocupada de nuevo.” Ash estrecho sus ojos, y la cercanía de él me hizo perder el

aliento. “Parece que siempre estás preocupada, y no puedo hacer nada para ayudar.”

Le fruncí el ceño. “Podrías dejar de leer mis emociones cada vez que me volteo,” dije,

fingiendo irritación, cuando en realidad mi corazón estaba latiendo tan fuerte que sabía que él

podía sentirlo. “Si te molesta tanto, podrías buscar algo más en que enfocarte.”

“No puedo evitarlo.” Él sonaba molestamente caballeroso, completamente seguro de sí

mismo y cómodo, yaciendo allí sobre su espalda. “Mientras más estamos conectados con

nuestro compañero, más podemos saber lo que están sintiendo. Es instintivo, como respirar.”

“¿Puedes aguantar la respiración?”

Una esquina de sus labios se torció. “Supongo que podría bloquearte, si lo intentara.”

“Ujum. Pero no vas a hacerlo, ¿verdad?”

“No.” Serio de nuevo, él alzó su mano y pasó sus dedos por mi cabello, y por un momento

olvidé respirar. “Quiero saber cuando estás preocupada, cuando estás enojada o feliz o triste.

Tú probablemente harías lo mismo, aunque yo soy un poco mejor en esconder mis emociones.

Tengo práctica.” Una sombra cruzó su cara, un destello de dolor, antes de que se fuera.

“Desafortunadamente, entre más tiempo estemos juntos, más difícil será ocultarlo, para

ambos.” Él sacudió su cabeza y me dio una sonrisa seca. “Uno de los riesgos de tener un hada

enamorado de ti.”

Lo besé. Sus brazos se deslizaron alrededor de mí y me acercaron más, y nos quedamos así

por un tiempo, mis manos agarrando su cabello, sus fríos labios sobre los míos. Mis

pensamientos anteriores en la cripta volvieron para cansarme, y los alejé hacia un rincón

oscuro de mi mente. No renunciaría a él. Encontraría una forma para tener un final feliz, para

ambos.

Por unos segundos, mi mundo se redujo a ese pequeño rincón, con el latido de Ash debajo de

mis dedos, yo respirando en su aliento. Pero después él gruñó suavemente y me alejó, su

expresión entre divertida y cautelosa. “Tenemos público,” murmuró, y yo me levanté,

mirando alrededor cautelosamente. La noche estaba tranquila y silenciosa, pero un gran gato

gris estaba sentado en la pared con su cola enroscada alrededor, mirándonos con diversión en

sus ojos dorados.

Me levanté, con mi cara ardiendo. “¡Grimalkin!” miré al gato, quien me miro con suavidad.

“¡Maldición, Grim! ¿Planeas estas cosas? ¿Hace cuánto nos estas mirando?”

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“Qué bueno verte tan bien, humana.” Grimalkin me guiñó un ojo, sarcástico, imperturbable y

completamente exasperante. Él miro a Ash, quien se había puesto de pie casi sin producir

sonido, y torció una oreja. “Y es bueno saber que los rumores son completamente ciertos.”

Ash uso una expresión vacía, rastrillando las hojas de mi cabello, pero sentí mi cara todavía

más roja. “¿Por qué estás aquí Grim?” demande. “No tengo más deudas que puedas recolectar.

¿O solo te aburriste?”

El gato bostezó y lamió su pata delantera. “No te adules, humana. Aunque es siempre

divertido verte patalear, y no estoy aquí para mi propio entretenimiento.” Grim se pasó la

pata por la cara, luego cuidadosamente limpio sus uñas, una a una, antes de volverse a mí otra

vez. “Cuando Leanansidhe escuchó porque te habías desaparecido de Nunca Jamás, no podía

creerlo. Le dije que los humanos no son razonables e irracionales cuando a sus emociones se

refiere, pero tener al príncipe Invierno exiliado también bueno… ella estaba segura que era

un rumor falso. El hijo de Mab nunca desafiaría a su reina y su corte, para desaparecerse al

mundo mortal con la hija mestiza de Oberón.” Resoplo Grimalkin, sonando complacido

consigo mismo. “De hecho, hicimos una apuesta bastante interesante al respecto. Ella estará

terriblemente molesta cuando escuche que perdió.”

Miré a Ash, quien mantenía su expresión cuidadosamente neutral. Grimalkin estornudó, el

equivalente felino a una risa, y continuó. “Así que, naturalmente, cuando desapareciste de

Nunca Jamás, Leanansidhe me pidió que los encontrara. Ella quiere hablar contigo, humana.

Ahora.”

Mi estomago se contrajo en un pequeño nudo, mientras Grimalkin se levantó y saltó con

gracia de la pared, aterrizando en el pasto sin ningún sonido. “Sígueme,” el ordeno, sus ojos

volviéndose orbitas flotando en la oscuridad. “Te enseñaré el camino hacia el Between desde

aquí. Y humana, hay rumores de feys de hierro cazándote también, así que sugiero que nos

apuremos.”

Trague. “No,” le dije, y las orbitas pestañearon en sorpresa. “No he terminado aquí.

¿Leanansidhe quiere hablar conmigo? Bien, tengo algunas cosas que hablar con ella, también.

Pero no voy a ir a su mansión, sabiendo que mi papr está justo allí, y todavía no tener idea de

que quién es. Voy a recuperar mi recuerdo. Hasta entonces, ella puede esperar.”

Ash tocó la parte de atrás de mi brazo, un silencioso, un gesto aprobador, y Grimalkin me

miró como si hubiese crecido tres pies. “Desafiar a Leanansidhe. No tenía idea que iba a ser

tan interesante.” Ronroneó, estrechando sus ojos.

“Muy bien, humana. Te acompañaré, solo para ver la cara de la Reina del Exilio cuando le

digas tus razones por las que tiene que esperar.”

Eso sonó bastante siniestro, pero no me importó. Leanansidhe tenía muchas respuestas, y

obtendría esas respuestas —pero primero necesitaba saber sobre que estaba preguntando.

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LAS PUERTAS DEL MUSEO ESTABAN todavía abiertas mientras entraba, seguida por

Ash y seguidamente el ronroneante Grimalkin, quien desapareció tan pronto como se deslizó

por la puerta. Él no se arrastró lejos o se escondió en las sombras; él simplemente se

desvaneció de la vista. No me sorprendió en lo más mínimo —estaba acostumbrada para este

momento.

Una arrugada figura nos esperaba en el fondo, recostada en contra del mostrador de vidrio,

rodando un esqueleto en sus manos. Ella desnudó sus dientes de aguja en una sonrisa

mientras nos acercábamos, pasando sus uñas por las desnudas mejillas del cráneo.

“Lo tienes,” ella susurró, su mirada hueca se fijó en mí. “Puedo olerlo desde aquí.

Enséñamelo, humana. ¿Qué trajiste vieja Anna?” Saqué el anillo de mi bolsillo y se lo tendí,

donde brillaba en la rancia oscuridad como una luciérnaga. La sonrisa del oráculo creció.

“Ah, sí. Los amantes condenados, separados por edad y tiempo, y la esperanza de mantenerlo

vivo. Estéril como fue, al final.” Ella tosió una risa, un poco de polvo saliendo de su boca

hacia el aire. “Fueron al cementerio, ¿no es así? Qué descaro. Con razón sigo viendo un perro

en su futuro. No tomaron, por casualidad, la pareja de este anillo, ¿no es así?”

“Mm…no.”

“Oh, bueno.” Ella extendió su arrugada mano, como un ave abriendo sus garras. “Supongo

que me tengo que contentar con este. Ahora, Meghan Chase, dame el Token.”

“Lo prometió,” le recordé, dando un paso adelante. “El Token por mi recuerdo. Lo quiero de

vuelta.”

“Por supuesto, niña.” El oráculo parecía molesto. “Abandonaré el recuerdo de tu padre —

recuerdo que tú libremente me diste, debo añadir— a cambio del Token. Como nuestro

negocio dicta, así debe ser hecho.” Ella flexionó sus garras impacientemente. “Ahora, por

favor. Entrégamelo.”

Dudé un momento más, después dejé el anillo en su mano. Sus dedos se cerraron con tanta

rapidez que retrocedí. El oráculo suspiró, sosteniendo el anillo en su pecho hundido. “Tanto

anhelo,” murmuró, como en un sueño. “Tantas emociones. Recuerdo. Antes que los

abandonara todos. Recuerdo como se era el sentir.” Ella olfateó, saliendo de un trance, y

flotando de regreso, detrás del mostrador, su voz de repente quebradiza y amarga. “No sé

como ustedes los mortales lo hacen, estos sentimientos que deben perdurar. Los arruinará, al

final. ¿No es verdad, príncipe?”

Yo comencé, pero Ash no parecía sorprendido. “Lo vale,” él dijo calmadamente.

“Tú dices eso ahora.” El oráculo deslizó el anillo sobre una garra y levanto su mano,

admirándolo. “Pero cómo te sentirás dentro de unas décadas, cuando la chica haya crecido

seca y débil, alejándose cada vez más de ti con cada día que pasa, y tú continuas sin envejecer

en el tiempo. O quizás—” ella se volvió a mi ahora. “—tu amado príncipe encontrará que la

vida mortal es demasiado para él quedarse, para ser, y él desaparecerá en la nada. Un día,

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despertarás y él simplemente se habrá ido, solo un recuerdo, y nunca encontrarás amor de

nuevo, porque ¿cómo puede un simple mortal con un hada?” siseó el Oráculo, sus labios

curvados en una burla. “Entonces desearás que estuvieras vacía por dentro. Como yo.”

Ash se mantuvo calmado, sin expresión, pero yo sentí la estaca de miedo enrollarse en mi

estomago. “¿Es eso…lo que ves?” susurré, una banda aprontándose alrededor de mi corazón.

“¿Nuestro futuro?”

“Destellos,” dijo el oráculo, sacudiendo su mano despectivamente. “El futuro está en

constante cambio, siempre en movimiento, nunca certero. La historia cambia con cada respiro.

Cada decisión que hacemos envía a otro camino. Pero…” ella estrechó sus ojos hacia mí.

“Pero hay una constante en tu futuro, niña, y eso es dolor. Dolor y vacío, para tus amigos, los

que tienes más cerca de tu corazón, está en todas partes.”

La banda en mi pecho se apretó más fuerte. El oráculo sonrió, una amarga, sonrisa vacía, y

rompió el contacto visual. “Pero quizás tú cambiaras eso,” ella masculló, señalando hacia

algo que no pude ver detrás del mostrador. “Quizás encontrarás un final feliz para este cuento,

uno que no he visto. Después de todo—” ella levantó un largo dedo, donde el anillo brillaba

en contra de la penumbra “—sin esperanza, ¿donde estaríamos ahora?” ella cacareó y bajó la

mano. Un pequeño globo de vidrio floto de detrás del mostrador, oscilando en el aire antes de

que descansara en la palma del oráculo. Sus uñas se curvaron sobre ella, y me hizo señas con

la otra mano.

“Aquí está lo que buscas,” carraspeo ella, dejando el globo en mis manos. Parpadeé en

sorpresa. El vidrio se sentía tan ligero y delicado como una burbuja descansando en mi palma,

como si pudiera romperla solo flexionando mis dedos. “Cuando estés lista, simplemente

rompe el globo, y tu recuerdos será liberado.”

“Ahora,” ella continuo, retrocedió, “creo que eso es todo lo que necesitas, Meghan Chase.

Cuando te vea de nuevo, sin importar lo que escojas, no serás la misma.”

“¿Que quieres decir con eso?” el oráculo sonrió. Un soplo de viento agitó la habitación, y ella

se disolvió en un remolino de polvo, llenando el aire y produciendo escozor en mis ojos y

garganta. Tosiendo, me alejé, y cuando fui capaz de mirar hacia arriba de nuevo, ella se había

ido.

Temblando, miré hacia abajo al globo en mi mano. En la parpadeante luz de hada, pude ver

débiles contornos en la superficie reflectante, imágenes deslizándose a través del vidrio.

Reflejos de cosas que no existen.

“¿Y bien?” vino la voz de Grimalkin, mientras el gato aparecía en otro mostrador entre varias

jarras que contenían serpientes muertas en liquido ámbar. “¿Vas a romperlo o no?”

“¿Estás seguro que volverá a mi?” pregunté, viendo el rostro de un hombre deslizarse a través

del vidrio, seguido por una niña en una bicicleta. Más imágenes pasaron como espejismos,

tan breves y difíciles de reconocer. “El oráculo solo me dijo que serian liberados—ella no

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dijo específicamente que volverían a mí. Si rompo esto ahora, mi memoria no se disolverá en

el aire, o será absorbida por algún haga roba—memoria escondida, ¿verdad?”

Gimalkin estornudó, haciendo eco a la tranquila risa de Ash en la esquina. “Has estado a

nuestro alrededor mucho tiempo,” murmuró Ash, y creí haber escuchado un rastro de tristeza

en su voz. No sabía si él se refería a ser muy recelosa, buscando lagunas en los acuerdos de

hadas, o que él pensaba que eso era exactamente lo que debería estar haciendo.

Grimalkin resopló, dándome una mirada desdeñosa. “No todas las hadas buscan engañarte,

humana,” él dijo con voz aburrida. “Tanto como podría decir, la oferta del oráculo era

genuina.” Él olfateó y golpeó su cola contra el mostrador. “Si ella hubiese querido engañarte,

pudo haber escondido tantos enigmas en torno a la oferta que nunca tendrías oportunidad de

desentrañar el verdadero significado.”

Miré a Ash, y él asintió. “Está bien, entonces,” dije, respirando profundo. Levanté el globo

sobre mi cabeza. “Aquí va.” Y lo arrojé al piso con toda mi fuerza.

El frágil vidrio impactó contra la alfombra con un sonido casi musical, trozos subían en

espiral hasta convertirse fragmentos de luz que giraban alrededor de la habitación. Ellos

emergieron y colisionaron en miles de imágenes, flotando por el aire como palomas

frenéticas. Mientras las miraba, sin aliento, ellas se arremolinaron juntas y descendieron

como una bandada de pájaros en una película de terror. Fui bombardeada con un flujo

interminable de imágenes y emociones, todos tratando de entrar en mi cabeza al mismo

tiempo.

Coloqué mis manos en mi cara, tratando de alejarlas, pero no ayudó. Las visiones seguían

llegando, pasando por mi cabeza como una luz estroboscópica. De un hombre con un cabello

lacio marrón, largos dedos delicados, y ojos que siempre estaban sonriendo.

Las imágenes eran todas de él. Él…empujándome en los columpios del parque. Sosteniendo

mi primera bicicleta mientras yo tambaleaba por la acera. Sentado en nuestro viejo piano, sus

largos dedos volando sobre las teclas, y yo senada en el sofá viéndolo tocar. Caminando en

un pequeño estanque verde, el agua cerrándose sobre su cabeza, mientras yo gritaba y gritaba

hasta que la policía llegaba.

Cuando terminó, estaba arrodillada en el piso con los brazos de Ash a mi alrededor,

sosteniéndome contra su pecho. Estaba jadeando, mis manos enredadas en su camisa, y su

cuerpo tan rígido contra el mío. Mi cabeza se sentía muy llena, palpitando como si estuviera a

punto de explotar, a punto de estallar por las costuras abiertas.

Pero lo recordaba. Todo. Recordaba al hombre que me cuidó por seis años. Que me crio,

pensando que era su única hija, sin saber mi verdadera herencia. Oberón lo había llamado un

extraño, pero al demonio con eso. Hasta donde yo sabía, Paul era mi padre en todo menos en

sangre. Oberón podría haber sido mi padre biológico, pero nunca estuvo allí. Él era un

extraño que no tenía interés en mi vida, quien me llamaba hija pero no me conocía para nada.

El hombre que me leía historias a la hora de dormir en una voz cantarina, ponía banditas de

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unicornio en mis codos raspados, y me sentaba en su rodilla mientas tocaba piano —él era mi

verdadero papá. Y siempre había pensando en él como tal.

“¿Estás bien?” el frío aliento de Ash tocó mi mejilla.

Asentí y me levanté. Mi cabeza todavía dolía, y necesitaría muchas largas horas tratando de

digerir el torrente de imágenes y emociones, pero finalmente sabía lo que tenía que hacer.

“Está bien, Grim,” dije, mirando hacia arriba con resolución. “Tengo por lo que vine. Ahora

estoy lista para ver a Leanansidhe.”

Pero no hubo respuesta. Grimalkin había desaparecido.

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Capítulo 4

Traducido por: Pamee!!

LA RESISTENCIA DE GLITCH

“¿Grimalkin?” grité de nuevo, mirando alrededor de la habitación. “¿Dónde estás?” Nada.

Esto era una mala señal. Grimalkin a menudo desaparecía cuando había problemas, sin

ninguna explicación y sin ninguna advertencia para el resto de nosotros. Por supuesto, a veces

desaparecía porque le daba la gana, así que no nos decía qué estaba pasando, en realidad.

“Meghan,” dijo Ash, mirando por la ventana con ojos entrecerrados, “Creo que será mejor

que veas esto.”

Una figura estaba de pie en la calle fuera del museo. No era humano, pude notar. A pesar de

que llevaba vaqueros rotos y una chaqueta de cuero tachonado, el rostro afilado y agudo y las

orejas puntiagudas lo traicionaban. Eso, y su salvaje cabello negro, en puntas como el de un

rockero punk, tenía hilos de luces parpadeantes de neón entre las hebras, recordándome a

esos globos de plasma que se encuentran en las tiendas de novedades. Por su postura, era

obvio que estaba esperándonos.

“Un fey de Hierro,” murmuró Ash, poniendo su mano en su espada. “¿Quieres que lo mate?”

“No,” dije, posando una mano en su brazo. “Él sabe que estamos aquí. Si nos fuera a atacar

ya lo habría hecho. Primero vamos a ver qué quiere.”

“Te aconsejaría que no.” Ash me fulminó con la mirada, un indicio de exasperación en sus

ojos. “Recuerda que el rey falso sigue tras de ti. No puedes confiar en los feys de Hierro,

especialmente ahora. ¿Por qué quieres hablar con este? El Reino de Hierro y todo en él son

tus enemigos.”

“Ironhorse no lo era.”

Ash suspiró y retiró su mano de la empuñadura de su espada. “Como desees,” murmuró,

inclinando la cabeza. “No me gusta, pero vamos a ver qué quiere el hada de Hierro. Aunque

si él hace cualquier movimiento amenazante, lo mataré más rápido de lo que puede pestañear.”

Nos deslizamos por las puertas hacia la húmeda noche, cruzando la calle hacia donde el fey

de Hierro estaba esperándonos.

“Oh, bien.” El fey de Hierro sonrió mientras nos acercábamos, una sonrisa arrogante y de

confianza en sí mismo, muy similar a una de un pelirrojo que conocía. “No se marcharon.

Temía que tendría que perseguirlos a través de las calles de la ciudad antes de que

pudiéramos hablar.”

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Le fruncí el ceño. De cerca, se veía más joven, casi de mi edad, aunque sabía que no

significaba nada. Las hadas eran eternas. Podrían tener siglos de antigüedad por lo que sabía.

Pero a pesar de eso, y a pesar de su obvia belleza de hada, parecía nada más que un chico

punk de diecisiete años.

“Bueno,” dije, cruzando mis brazos, “aquí estoy. ¿Quién eres y qué quieres?”

“Breve y concisa. Me gusta.” El hada sonrió satisfecho. No devolví su sonrisa, y él rodó los

ojos, los cuales eran de un brillante violeta, noté. “Bien, permíteme presentarme, entonces.

Mi nombre es Glitch.”

“Glitch.” Fruncí la frente, mirando a Ash. “Eso suena familiar. ¿Dónde he oído antes ese

nombre?”

“Estoy seguro de que lo has oído antes, Meghan Chase,” dijo Glitch, y la sonrisa en su rostro

se hizo más amplia, mostrando dientes. “Era el primer lugarteniente del Rey Machina.”

Ash extrajo su espada en un destello de luz azul, llenando el aire de frío. Las cejas de Glitch

se dispararon hacia arriba, pero no se movió, aún cuando la punta de su espada se cernía a

centímetros de su pecho. “Podrías oírme antes de saltar a conclusiones,” ofreció.

“Ash,” dije suavemente, y Ash retrocedió un paso, sin enfundar su espada pero sin apuntar al

pecho de Glitch, tampoco. “¿Qué quieres conmigo?” pregunté, sosteniendo su mirada.

“¿Sirves al rey falso ahora? ¿O sólo viniste para las presentaciones?”

“Estoy aquí,” dijo Glitch, “porque quiero detener al rey falso tanto como tú. En caso de que

no lo hayas oído, princesa, la guerra con Hierro no va tan bien. Oberon y Mab se han unido

para detener al rey falso, pero sus ejércitos están siendo lentamente aplastados. El wyldwood

se hace más pequeño cada día, mientras más y más territorios son absorbidos dentro del

Reino de Hierro, expandiendo la esfera del rey. Sólo necesita una cosa más para ser

completamente imparable.”

“Yo,” susurré. No era una pregunta.

Glitch asintió. “Necesita el poder de Machina, y entonces su derecho al trono será irrefutable.

Si puede matarte y tomar el poder por sí mismo, habrá terminado.”

“¿Cómo sabes que lo tengo? Ni siquiera yo estoy segura.”

“Mataste a Machina.” Glitch me miró sobriamente, todo el engreimiento se había ido. “El

poder del Rey de Hierro pasa a quien lo derrota. Al menos, así es como lo entendí. Eso es por

qué el derecho al trono del rey falso es una farsa. Ese es el por qué te quiere.” Sonrió

entonces, malo y travieso. “Agradecidamente, nosotros se lo estamos haciendo un poco difícil,

tanto en el esfuerzo con la guerra y ahora contigo.”

“¿Quiénes son ‘nosotros’?”

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Glitch se puso serio. “Ironhorse era mi amigo,” murmuró, y sentí una aguda punzada a la

mención del noble hada. “Fue el primero en denunciar al rey falso, y después de él, más

siguieron su ejemplo. Somos pocos en número, y hemos sido reducidos a tácticas de guerrilla

contra el ejército del rey falso, pero hacemos lo que podemos.”

“Ustedes son la resistencia de spider—hags de las que hablábamos.”

“¿Spider—hags?” Glitch pareció confundido. “Ah, te refieres a los asesinos del rey. Sip, esos

somos nosotros. Aunque como he dicho, somos demasiado pequeños para realmente dar un

golpe contra el rey falso. Pero podemos hacer una cosa muy importante que lo alejará del

trono para siempre.”

“¿Y qué es eso?”

Glitch me dio una sonrisa de disculpa, y chasqueó los dedos.

Se produjeron movimientos a nuestro alrededor, cuando docenas de hadas de Hierro se

fundieron de las sombras. Sentí el frío pulso del glamur de Hierro, gris y liso e incoloro,

mientras nos rodeaban en un círculo erizado. Vi enanos con brazos mecánicos y elfos con

enormes ojos negros, números se desplazaban a través de sus pupilas como brillantes

hormigas verdes. Vi perros con cuerpos hechos con mecanismos de reloj, hadas de piel verde

con cables de computador por cabello, y mucho más. Todos tenían armas —espadas de hierro,

bates de metal y cadenas, colmillos acerados o garras— todas mortales para las hadas

normales. Ash se apretó contra mí, su rostro sombrío, sus músculos se enroscaron cuando

elevó su espada. Giré y miré a Glitch.

“¿Así que este es tu plan?” estallé, haciendo un gesto hacia el círculo a nuestro alrededor.

“¿Quieres secuestrarme? ¿Esa es tu respuesta para detener al rey falso?”

“Tienes que entender, princesa.” Glitch se encogió de hombros mientras se apartaba de mí,

dentro del círculo de hadas. “Esto es por tu propia seguridad. No podemos permitir que

caigas en las manos del rey falso, o él ganará y todo estará perdido. Tenemos que mantenerte

escondida y segura. Nada más importa ahora. Por favor, ven tranquilamente. Sabes que hay

demasiados de nosotros para pelear. Incluso el príncipe de Invierno no puede derrotar a tal

cantidad.”

“¿En serio?” gritó una nueva voz, en alguna parte detrás y por encima de nosotros. “Bueno, si

ese es el caso, ¿por qué no velamos el campo un poco?”

Me di la vuelta, mirando hacia los tejados, mi corazón saltando en mi pecho. Recortado

contra la luna, con sus brazos cruzados y su cabello despeinado por el viento, un rostro

familiar sonrió hacia nosotros, sacudiendo su cabeza.

“Tú,” dijo Puck, trabando sus ojos conmigo, “eres extremadamente difícil de localizar,

princesa. Cosa buena que Grimalkin vino y me encontró. Como de costumbre, parece que

tengo que rescatarlos de algo a ti y al chico hielo. De nuevo. Esto comienza a volverse un

hábito.”

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Ash rodó sus ojos, aunque su atención no abandonó a las hadas que nos rodeaban. “Deja de

parlotear y baja aquí, Goodfellow.”

“¿Goodfellow?” Glitch miró a Puck nerviosamente. “¿Robin Goodfellow?”

“Oh, miren eso, ha escuchado de mí. Mi fama crece.” Puck resopló y saltó desde el tejado. En

medio del aire, se convirtió en un cuervo negro gigante, que se abalanzó hacia nosotros con

un grito estridente antes de caer en el círculo como Puck en una explosión de plumas. “Ta—

daaaaaaaaaa.”

Los rebeldes retrocedieron un paso, aunque Glitch se mantuvo firme. “Aún hay sólo tres de

ustedes,” dijo con firmeza. “No los suficientes para luchar nosotros. Princesa, por favor, sólo

queremos protegerte. Esto no tiene que terminar en violencia.”

“No necesito su protección,” dije. “Como puedes ver, tengo más que suficiente.”

“Además,” dijo Puck, sonriendo con su sonrisa maligna, “¿quién dijo que vengo solo?”

“Tú lo hiciste,” gritó otro Puck desde el tejado que acababa de dejar. Los ojos de Glitch se

estrecharon cuando el segundo sonrió hacia él.

“No, no lo hizo,” dijo un tercer Puck desde el tejado opuesto.

“Bueno, estoy seguro de que ellos saben lo que quiso decir,” dijo otro Puck, sentado sobre un

farol de la calle. “En cualquier caso, aquí estamos.”

“Esto es un truco,” murmuró Glitch, mientras los rebeldes disparaban miradas nerviosas a los

tres Pucks, que les devolvían el saludo con alegría. “Esos no son cuerpos reales. Estás

retorciendo nuestras mentes.”

Puck rió. “Bueno, si eso es lo que piensas, son bienvenidos a intentar algo.”

“No terminará bien para ustedes, de cualquier manera,” interrumpió Ash. “Incluso si se las

arreglan para golpearnos, nos aseguraremos de diezmar su pequeña banda de rebeldes antes

de que caigamos. Cuenten con ello.”

“Fuera de aquí, Glitch,” dije tranquilamente. “No iremos a ningún lugar contigo o tus amigos.

No me voy a esconder del rey falso sin hacer nada.”

“Eso,” dijo Glitch, estrechando sus ojos, “es exactamente de lo que temo.” Pero se volvió y le

indicó a sus fuerzas que retrocedieran, y las hadas de Hierro se fundieron en las sombras de

nuevo. “Estaremos vigilándote, princesa,” advirtió, antes de que él, también, se girara y

desapareciera en la noche.

Con los latidos del corazón acelerados, me giré para ver a Puck mirándome fijamente, con la

sonrisa ladeada firmemente en su lugar. Alto y desgarbado, lucía igual que siempre, ávido de

problemas, siempre listo con un chiste sarcástico o una réplica ingeniosa. Pero vi el parpadeo

del dolor en sus ojos, un destello de ira que no podía ocular, e hizo que mi estómago se

apretara. “Hey, princesa.”

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“Hey,” susurré, mientras Ash deslizaba sus brazos alrededor de mi cintura desde atrás,

atrayéndome más cerca. Podía sentir su mirada dirigida a Puck sobre mi cabeza, un silencioso

y protector gesto que hablaba más alto que cualquier palabra. Mía, retrocede.

Puck lo ignoró, mirándome sólo a mí. En la sombra de su mirada, recordé nuestro último

encuentro, y la funesta decisión que nos trajo aquí.

“¡MEGHAN CHASE!”

La voz de Oberon crujió como un látigo, y un estruendo de un trueno sacudió el suelo. La voz

del Erlking fue ominosamente tranquila, sus ojos brillando de ámbar a través de la nieve que

caía suavemente. “Las leyes de nuestro pueblo son absolutas,” advirtió Oberon. “Verano e

Invierno comparten muchas cosas, pero el amor no es una de ellas. Si tomas esta decisión,

hija, las puertas nunca se abrirán para ti otra vez.”

“Meghan.” Puck dio un paso adelante, suplicando. “No hagas esto. No puedo seguirte esta

vez. Quédate aquí. Conmigo.”

“No puedo,” susurré. “Lo siento, Puck. Te amo, pero tengo que hacer esto.” Su rostro se

ensombreció con dolor, y se alejó. La culpa me apuñaló, pero al final, la elección siempre

había sido clara.

“Lo siento,” susurré de nuevo, y seguí a Ash a través del portal, dejando atrás el País de las

Hadas por siempre.

EL RECUERDO QUEMÓ como bilis en mi estómago, y cerré mis ojos, deseando que no

tuviera que ser de esta forma. Amaba a Puck como un hermano y un mejor amigo. Y aún así,

durante un periodo muy oscuro cuando estuve confundida y sola y herida, mi afecto por él me

llevó a hacer algo estúpido, algo que no debería haber hecho. Sabía que él me amaba, y el

hecho de que había tomado ventaja de sus sentimientos por mí me hizo asquearme conmigo

misma. Deseé haber sabido cómo solucionarlo, pero el dolor apenas oculto en los ojos de

Puck me dijo que ninguna cantidad de palabras lo haría mejor.

Finalmente, encontré mi voz. “¿Qué estás haciendo aquí?” susurré, repentinamente

agradecida por los brazos de Ash a mi alrededor, una barrera entre Puck y yo. Puck se

encogió de hombros y rodó los ojos.

“Es obvio, ¿no?” contestó, sonando un poco más brusco de lo normal. “Después de que tú y

el chico hielo consiguieron que los exiliaran, estuve preocupado de que las hadas de Hierro

siguieran buscándote. Así que vine para averiguarlo. Menos mal que lo hice. Así que, ¿quién

es la nueva hada de Hierro a la que has cabreado? Glitch, ¿no? El primer lugarteniente de

Machina—seguro sabes cómo escogerlos, princesa.”

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“Más tarde.” Grimalkin apareció de una sombra, su cola de escobilla se agitó en el viento.

“Humana, el intento de secuestro ha provocado un motín entre las hadas de Nueva Orleans,”

anunció, sus ojos dorados taladrándome. “Debemos movernos antes de que algo más pase.

Las hadas de Hierro están viniendo por ti, y no tengo ningún deseo de hacer todo este

pequeño rescate de nuevo. Hablen cuando lleguemos a la casa de Leanansidhe. Vamos.”

Trotó por la calle con su cola en alto, haciendo una pausa para mirarnos desde las afueras de

un callejón, sus ojos brillando en la oscuridad, antes de deslizarse en las sombras.

Me deslicé fuera del abrazo de Ash y di un paso hacia Puck, esperando que pudiéramos

hablar. Lo extrañaba. Era mi mejor amigo, y quería que fuera como antes, nosotros tres

conquistando el mundo. Pero tan pronto como me moví, Puck se alejó, como si estar cerca de

mí fuera demasiado incómodo de soportar. En tres largas zancadas alcanzó la entrada del

callejón, luego se giró para sonreírnos, su cabello rojo brillando bajo los faroles de la calle.

“¿Bueno, tortolitos? ¿Vienen o no? No puedo esperar para ver la mirada en el rostro de Lea

cuando lleguen paseando.” Sus ojos centellearon, y su sonrisa se volvió ligeramente salvaje.

“Ya saben, he oído que hace cosas horribles a esos que la molestan. Esperemos que no te

arranque las entrañas y las use como cuerdas de arpa, príncipe.” Riéndose, agitó las cejas

hacia nosotros y dio la vuelta, siguiendo a Grimalkin dentro de las sombras.

Suspiré. “Me odia.”

Ash gruñó. “No, creo que ese sentimiento en particular está reservado sólo para mí,” dijo con

voz entretenida. Cuando no contesté, nos puso en marcha, y cruzamos juntos la calle,

llegando a la entrada del callejón.

“Goodfellow no te odia,” continuó mientras las sombras se alzaban oscuras y amenazadoras

más allá de los faroles de la calle. “Está enojado, pero creo que es más consigo mismo.

Después de todo, tuvo dieciséis años para hacer su movimiento. La culpa no es de nadie más

que de él de que yo lo haya vencido.”

“Así que esto es una competencia ahora, ¿eh?”

“Si lo quieres llamar así.” Comencé a seguir a Puck y a Grimalkin en el corredor, pero él me

cogió por la cintura y me atrajo más cerca, deslizando una mano por mi espalda mientras con

la otra enmarcaba mi rostro. “Ya he perdido una chica por él,” murmuró Ash, enredando sus

dedos en mi cabello. Aunque su voz era ligera, un dolor antiguo parpadeó a través de su

rostro y desapareció. “No quiero perder otra.” Su frente chocó suavemente contra la mía, su

brillante mirada plateada abrasándome. “Planeo conservarte, de todos, durante el tiempo que

viva. Eso incluye a Puck, el rey falso, y cualquier otro que quiera llevarte.” Una comisura de

su boca se arqueó, mientras yo luchaba por recobrar el aliento bajo su poderoso escrutinio.

“Supongo que debería haberte advertido de que tengo una ligera vena posesiva.”

“No lo había notado,” susurré, intentando mantener mi voz ligera y sarcástica, pero salió

bastante entrecortada. “Está bien—yo no te voy abandonar, tampoco.”

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Sus ojos se volvieron muy suaves, y bajó la cabeza, frotando sus labios con los míos. Uní mis

manos detrás de su cuello y cerré mis ojos, respirando su esencia, olvidando todo, aunque

sólo fuera por un momento.

“¡Hey, tortolitos!” la voz de Puck rompió el silencio, rebotando a través de la oscuridad. Ash

se echó atrás con una mirada arrepentida. “Consigan una habitación, ¿bueno? ¡Tenemos cosas

mejores que hacer que ver como se chupan la cara!”

“En efecto.” La voz de Grimalkin se hizo eco de la irritación de Puck, y yo hice una mueca.

¿Ahora incluso el gato estaba de acuerdo con Puck? “Muévanse, o los dejaremos atrás.”

SEGUIMOS A GRIMALKIN a través de la ciudad, por un callejón inusualmente largo y

curvado que se volvió negro como el carbón, y repentinamente volvimos a una familiar

mazmorra con antorchas dispuestas en las paredes y gárgolas de miradas lascivas enroscadas

alrededor de pilares de piedra.

Grimalkin estableció un ritmo acelerado a través de varios pasillos, donde la luz de las

antorchas parpadeaba erráticamente y cosas invisibles gruñían y se escabullían en la

oscuridad. Recordé la primera vez que vinimos aquí, la primera vez que conocimos a

Leanansidhe. En ese entonces, éramos más. Yo, Puck, Grim, Ironhorse, y tres mestizos

llamados Kimi, Nelson, y Warren.

Éramos un grupo mucho más pequeño ahora. Ironhorse se había ido, así como también Kimi

y Nelson, todos víctimas de la cruel teniente de Machina, Virus. Warren era un traidor,

trabajando para el rey falso. Me pregunté a quién más perdería antes de que esta guerra

terminara, si alguien más a mi alrededor estaba destinado a morir. Recordé la profecía del

oráculo de Grim, acerca de cómo iba a terminar sola, y lucharía contra mi temor.

Los dedos de Ash se curvaron alrededor de los míos y los apretó. No dijo nada, pero me

aferré a su mano como un salvavidas, como si él pudiera desaparecer en cualquier momento.

Seguimos a Grimalkin por un largo tramo de escaleras hasta el magnífico vestíbulo de

Leanansidhe, con las grandes escaleras dobles precipitándose hacia el techo, las paredes

cubiertas con famosas pinturas y arte. Instintivamente, mis ojos fueron atraídos al piano de

media cola en el rincón de la habitación. Donde había visto a mi padre por primera vez,

sentado en ese banco, encorvado sobre las teclas, y ni siquiera lo había conocido.

El piano de media cola estaba vacío, pero el sofá de felpa negro cerca de la rugiente chimenea

no lo estaba. Reclinada contra los cojines, con una delgada mano asiendo una copa aflautada

de vino espumoso, estaba Leanansidhe, La Reina de los Exiliados.

“¡Queridos!” Pálida, alta, y hermosa, Leanansidhe nos sonrió con sus labios rojos como

sangre, su pelo cobrizo ondeando al aire como si no pesara nada en absoluto. Se levantó con

gracia líquida, su vestido de ébano girando alrededor de sus pies, y ausente entregó su copa

de vino a un sátiro que estaba esperando, cambiándola por un cigarrillo aflautado. Con humo

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azul zafiro saliendo del extremo, se aproximó a nosotros con la sonrisa de un tigre

hambriento.

“Meghan, mi mascota, qué bueno que entres un momento. Cuando no volviste de la última

misión, creí lo peor, querida. Pero veo que lo hiciste, después de todo.” Su fría mirada azul

cayó sobre Ash, y levantó una fina ceja. “Y con el príncipe de Invierno a remolque. Cuan…”

golpeó sus uñas, frunciendo los labios “…tenaz.” Su mirada se estrechó, y una onda de

energía estremeció el aire, haciendo las luces parpadear, mientras Leanansidhe se giraba

hacia Ash. “La última vez que lo vi, su alteza, amenazaba con masacrar a la familia de la

chica. Sé prevenido, querido, no me importa si eres el hijo favorito de Mab. Si amenazas a

cualquiera en esta casa, arrancaré tus tripas por tu nariz y encordonaré mis arpas con ellas.”

“Me encantaría ver eso, personalmente,” murmuró Puck, sonriendo. Le disparé una mirada

furiosa, y él me sacó la lengua.

Ash se inclinó. “He roto todos los vínculos con la Corte de Invierno,” dijo llanamente,

enfrentando la mirada de la Reina de los Exiliados. “Ya no soy ‘su alteza,’ sólo un exiliado,

como Meghan. Y tú misma. No quiero hacerte daño, o a cualquiera dentro de tu casa.”

Leanansidhe le dio una sonrisa forzada. “Sólo recuerda quien es la reina por aquí, querido.”

Con una inclinación de cabeza para el resto de mis compañeros, nos dirigió a los sofás.

“Siéntense, queridos, siéntense,” dijo en una voz que apenas contenía una amenaza velada.

“Me temo que tenemos mucho que discutir.”

Tomé una respiración relajante mientras me sentaba en los cojines de terciopelo, sintiéndome

muy pequeña cuando el sofá intentó tragarme entera. Ash eligió estar de pie, cerniéndose

detrás de mí, mientras Puck y Grim se encaramaron en los brazos. Leanansidhe se sentó

agraciadamente en la silla de enfrente, cruzando sus largas piernas y mirándome fijamente

sobre su cigarrillo. Pensé en mi papá, y la ira quemó, caliente y furiosa. Tenía tanto que

preguntarle, tantas preguntas, no sabía por dónde empezar. Ash puso como advertencia una

mano sobre mi hombro, apretando gentilmente. Nada bueno saldría de molestar a la Reina de

los Exiliados, especialmente debido a su mórbido hábito de convertir a las personas en arpas,

violonchelos, o violines cuando éstas la molestan. Tenía que proceder con cautela.

“Así que, querida.” Leanansidhe tomó una calada de su cigarrillo y sopló un pez de humo

hacia mí. “Has sido expulsada de Nunca Jamás, en la más espectacular muestra de desafío, he

oído. ¿Qué planeas hacer ahora?”

“¿Por qué te importa?” le pregunté, intentando mantener mis emociones bajo control.

“Devolvimos el cetro y detuvimos la guerra entre las cortes. ¿Por qué te importa lo que

haremos ahora?”

Los ojos de Leanansidhe brillaron, y su cigarrillo se balanceó con su molestia. “Porque,

querida, hay rumores inquietantes circulando por las calles. Un clima extraño azota el mundo

mortal, Verano e Invierno están perdiendo terreno contra el Reino de Hierro, y hay una nueva

facción de hadas de Hierro que han aparecido recientemente, buscándote a ti. También…”

Leanansidhe se inclinó hacia adelante, estrechando sus ojos “…hay historias acerca de una

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princesa mestiza que controla tanto la magia de Verano como el glamur de Hierro. Que tiene

el poder de gobernar ambas cortes, y que está erigiendo un ejército por sí misma —un

ejército de exiliados y hadas de Hierro— para derrocarlos a todos.”

“¿Qué?”

“Esos son los rumores, querida.” Leanansidhe se echó hacia atrás y resopló un enjambre de

mariposas. Ellas revolotearon a mi alrededor, oliendo a humo y clavos, antes de retorcerse en

la nada. “Así que, puedes ver por qué me importa, mascota. Quería ver la verdad por mí

misma.”

“Pero…eso es…” farfullé las palabras, sintiendo la mirada de Ash en la parte trasera de mi

cabeza, y la curiosa mirada de Puck. Sólo Grimalkin, lavando su cola en el apoya brazos,

parecía indiferente. “Desde luego no estoy erigiendo un ejército,” exploté finalmente. “Eso es

ridículo. ¡No tengo intención de derrocar nada!”

Leanansidhe me dio una mirada indescifrable. “¿Y las otras reclamaciones, querida? ¿Acerca

de la princesa usando tanto el glamur de Verano como de Hierro? ¿Son esos fabricados

también?”

Me mordí el labio. “No. Son reales.”

Ella asintió lentamente. “Nos guste o no, paloma, te has convertido en un jugador importante

en esta guerra. Te balanceas en el borde de todo —hada y mortal, Verano y Hierro, las viejas

costumbres y la marcha del progreso. ¿A qué lado caerás? ¿Qué lado escogerás? Me

perdonarás si no estoy ni un poco preocupada por tus asuntos y tu estado de ánimo, querida.

¿Cuáles son tus planes para el futuro, exactamente?”

“No lo sé.” Enterré mi rostro en mis manos. Sólo quería una vida normal. Quería ir a casa.

Quería… me senté, mirándola fijamente a los ojos. “Quiero a mi padre de vuelta. Quiero

saber por qué me lo robaste hace once años.”

El silencio cayó. Podía sentir la tensión aumentar, mientras Leanansidhe me miraba fijamente,

su cigarrillo a medio camino de su boca, dejando una estela de humo azul. Ash apretó mis

hombros, tenso y preparado para entrar en acción si era necesario. Por el rabillo de mi ojo, vi

que Grimalkin había desaparecido, y Puck estaba congelado en la esquina del sofá.

Por unos pocos latidos de corazón, nadie se movió.

Entonces Leanansidhe lanzó su cabeza hacia atrás y se rió, haciéndome saltar. Las luces

parpadearon una vez, se fueron, y volvieron mientras la Reina de los Exiliados volvía su

mirada hacia mí.

“¿Robé?” Leanansidhe se sentó y cruzó sus largas piernas. “¿Robé? Estoy bastante segura de

que quisiste decir salvaste, ¿no, mascota?”

“Yo…” parpadeé hacia ella. “¿De qué estás hablando?”

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“Oh, así que no has oído esta historia. Puck, querido, qué vergüenza. Nunca se lo contaste.”

Miré rápidamente a Puck. Se agitó en el apoyabrazos, sin encontrar mi mirada, y sentí mi

estómago hundirse todo el camino hasta la punta de mis pies.

No, no. No tú, Puck. Te he conocido desde siempre. Dime que no tienes nada que ver con

esto.

Leanansidhe se rió de nuevo. “Bueno, este es un drama inesperado. ¡Qué fabuloso! Tengo

que preparar el escenario.” Aplaudió, y las luces se apagaron abruptamente, excepto por un

único foco sobre el piano.

“Lea, no.” La voz Puck me sorprendió, baja, áspera, y casi desesperada. Mi estómago se

hundió incluso más abajo. “No de esta forma. Déjame explicárselo.”

Leanansidhe dirigió una mirada despiadada sobre Puck y sacudió la cabeza. “No, querido.

Creo que es hora de que la chica sepa la verdad. Tuviste un montón de años para decirle, así

que esta culpa no es de nadie más que tuya.” Agitó la mano, y la música comenzó, oscuros y

ominosos acordes de piano, aunque nadie se sentaba en el banco. Otro foco se encendió, esta

vez sobre Leanansidhe mientras ella se ponía de pie con ondulantes ropas y cabello. De pie,

sus manos se elevaron como si abrazara a una audiencia, la Musa Oscura cerró los ojos y

comenzó a hablar.

“Había una vez, dos mortales.”

Su voz musical se estremeció dentro de mi cabeza, y vi las imágenes tan claras como si

estuviera viendo una película. Vi a mi madre, más joven, sonriendo, despreocupada, tomada

de la mano de un hombre alto y desgarbado, a quien reconocía ahora. Paul. Mi papá. Estaban

hablando y riendo, obviamente enamorados y ajenos al mundo. Un bulto se elevó en mi

garganta.

“A los ojos mortales,” continuó Leanansidhe, “no tenían complicaciones. Dos almas en una

multitud de seres humanos idénticos. Pero para el mundo de las hadas, eran fuentes de glamur,

faros de luz en la oscuridad. Una artista cuyas pinturas casi cantaban con vida propia, y un

músico cuya alma se entrelazaba con su música, su amor sólo aumentaba sus talentos.”

“Espera,” espeté, interrumpiendo el flujo de la historia. Leanansidhe parpadeó dejando caer

las manos, y la corriente de imágenes tropezó en un alto. “Creo que te equivocas. Mi papá no

era un gran músico, era un vendedor de seguros. Quiero decir, sé que él tocaba el piano, pero

si era tan bueno, ¿por qué no hizo algo con ello?”

“¿Quién está contando la historia aquí, mascota?” la Reina de los Exiliados se erizó, y las

luces parpadearon de nuevo. “¿No conoces el término ‘artista muerto de hambre’? Tu padre

era muy talentoso, pero la música no pagaba las cuentas. Ahora, ¿quieres oír esta historia o

no, mascota?”

“Lo siento,” murmuré, hundiéndome de nuevo en el sofá. “Continúa, por favor.”

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Leanansidhe inhaló, moviendo de un tirón su cabello hacia atrás, y las visiones comenzaron

de nuevo cuando ella continuó.

“Se casaron y, como los humanos hacen, comenzaron a alejarse. El hombre tomó un nuevo

trabajo, uno que lo obligaba a salir de casa durante largos periodos de tiempo; su música

disminuyó y pronto cesó por completo. Su esposa continuó pintando, con menos frecuencia

que antes, pero ahora su arte estaba lleno de nostalgia, y de un anhelo de algo más. Y tal vez

eso fue lo que atrajo la mirada del Rey de Verano.”

Mordí mi labio. Había oído esta historia antes, de Oberon mismo, pero aún así no lo hacía

más fácil. Ash me apretó el hombre.

“No mucho después, una niña nació, una niña de dos mundos, mitad hada y mitad mortal.

Durante ese tiempo, hubo mucha especulación en la Corte de Verano, preguntándose si la

niña debía ser llevada al País de las Hadas y criarse como la hija de Oberon, o si

permanecería en el mundo humano con sus padres humanos. Desafortunadamente, antes de

que una decisión pudiera ser tomada, la familia huyó con la niña, llevándosela muy lejos y

fuera del alcance de Oberon. Hasta hoy, nadie sabe como lograron esto, aunque hubo un

rumor de que la madre de la chica de alguna forma encontró una manera de esconderse, de

que tal vez no era tan ciega al País de las Hadas como pareció la primera vez.

“Irónicamente, fue la música del humano la que los traicionó otra vez, cuando el padre de la

niña comenzó a componer de nuevo. Seis años después de que huyeron de las cortes, la Reina

Titania descubrió la ubicación de la familia de la niña, y estuvo determinada a tomar su

venganza. No podía matar a la niña y arriesgarse a la ira de Oberon, ni atreverse a atacar a la

madre, la humana que llamó la atención del Rey de Verano. Pero el padre mortal de la niña

no tenía tal protección.”

“¿Entonces Titania se llevó a mi papá?” Tuve que interrumpir, aunque sabía que

probablemente molestaría a Leanansidhe de nuevo. Ella me miró fijamente, pero estaba tan

frustrada que no me importaba. “¡Pero eso no tiene sentido! ¿Cómo terminó él contigo?”

Leanansidhe dio un suspiro dramático y recogió su cigarrillo por la boquilla, chupándola con

los labios fruncidos. “Estaba a punto de alcanzar el punto culminante, querida,” suspiró,

soplando una pantera azul que dio saltos sobre mi cabeza. “Probablemente es un horror

llevarte al cine, ¿no?”

“No más historia,” dije, poniéndome de pie. “Por favor, sólo dime. ¿Titania robó a mi padre o

no?”

“No, querida.” Leanansidhe rodó sus ojos. “Yo robé a tu padre.”

La miré boquiabierta. “¡Tú lo hiciste! ¿Por qué? ¿Sólo para que Titania no pudiera?”

“Exactamente, paloma. No soy particularmente indulgente con la perra de Verano, perdona

mi Francés, ya que la celosa arpía fue responsable de mi exilio. Y tú deberías estar agradecida

de que fuera yo en lugar de Titania quien se llevó a tu padre. No tiene una mala vida aquí. La

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Reina de Verano probablemente lo habría convertido en un sapo o en un rosal o en algo

parecido.”

“¿Cómo supiste al respecto? ¿Por qué te involucraste?”

“Pregúntale a Puck,” dijo Leanansidhe, agitando su cigarrillo aflautado hacia el final del sofá.

“Era tu guardián designado en aquel entonces. Fue el que me dijo acerca de ello.”

Me sentí como si alguien me hubiera dado un puñetazo en el estómago. Incrédula, me giré

hacia Puck, quien estudiaba con esmero el rincón, y me sentí sin aliento. “¿Puck? ¿Tú le

dijiste acerca de mi papá?”

Él hizo una mueca y me miró, restregando la parte trasera de su cabeza. “No lo entiendes,

princesa. Cuando me enteré de los planes de Titania, tuve que hacer algo. A Oberon no le

preocupaba, no enviaría ninguna ayuda. Lea fue la única a la que se la pude pedir.” Se

encogió de hombros y ofreció una sonrisa sumisa de disculpa. “No podía cargar contra la

Reina de la Corte Seelie, princesa. Eso sería suicidio, incluso para mí.”

Tomé un profundo aliento para aclarar mis pensamientos, pero mi estado de ánimo se desvió

bruscamente a la ira. Puck lo había sabido. Había sabido todo ese tiempo dónde estaba mi

papá. Todos esos años de ser mi mejor amigo —o de pretender ser mi mejor amigo—

observándome luchar contra el dolor de perder un padre, las pesadillas que siguieron, la

confusión y el aislamiento y la soledad, y él lo había sabido todo el tiempo.

La rabia estalló, tiñendo mi visión de rojo, cuando once años de pena, confusión, y furia se

desbordaron a la vez. “¡Por qué no me lo dijiste!” estallé, haciendo que Puck hiciera una

mueca otra vez. Apretando los puños, aceché hacia donde estaba sentado.

El glamur parpadeaba a mi alrededor, caliente y furioso. “Todo ese tiempo, todos esos años,

lo sabías, ¡y nunca dijiste nada! ¿Cómo pudiste? ¡Se suponía que eras mi amigo!”

“Princesa…” comenzó Puck, pero la furia me abrumaba, y lo abofeteé en el rostro tan fuerte

como pude, haciéndole caer del reposabrazos. Se tumbó en el suelo conmocionado, y me

cerní sobre él, temblando con odio y lágrimas. “¡Me arrebataste a mi papá!” grité, luchando

contra el impulso de patearlo en las costillas, repetidamente. “¡Fuiste tú todo el tiempo!”

Ash me agarró por atrás, sosteniéndome. Me sacudí por un momento, luego me giré y enterré

mi rostro en su pecho, jadeando por aire mientras mis lágrimas manchaban su camisa.

Entonces. Ahora sabía la verdad, pero no obtuve placer de ello. ¿Qué dices cuando tu mejor

amigo ha estado mintiéndote por once años? No sabía cómo podría mirar a Puck de nuevo sin

querer golpearlo en el rostro. Sabía esto, sin embargo—cuanto más tiempo permaneciera mi

papá aquí en el Between, más se olvidaría del mundo real. No podía permitir que se quedara

con Leanansidhe. Tenía que hacerlo salir, hoy.

Cuando levanté la mirada de nuevo, Puck se había ido, pero Leanansidhe se había quedado,

observándome desde el sofá con sus ojos azules estrechados.

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“Entonces, querida,” murmuró mientras me apartaba de Ash, limpiando mis mejillas con mi

manga. “¿Qué harás ahora?”

Tomé un aliento profundo y me enfrenté a Leanansidhe con lo último de mi calma restante.

“Quiero que dejes ir a mi papá,” dije, viéndola arquear una ceja. “No pertenece aquí, contigo.

Déjame llevarlo de vuelta al mundo real.”

Leanansidhe me miró con una expresión en blanco; sin mostrar emoción en sus ojos o rostro

mientras le daba una calada a su cigarrillo y soplaba una víbora enrollándose en el aire.

“Querida, sabes que tu madre probablemente se asustará si apareces una noche con su marido

largo tiempo perdido. ¿Crees que ella simplemente lo recibirá y las cosas volverán a ser

normales? No funciona de esa forma, paloma. Probablemente destrozarás a tu familia

humana.”

“Lo sé.” Me tragué un nuevo lote de lágrimas, pero todavía obstruían mi garganta, haciendo

difícil hablar sin llorar. “No planeo llevarlo a casa. Mamá…Mamá tiene a Luke y a Ethan

ahora. Sé…que no podemos ser una familia de nuevo, nunca.” Las lágrimas se desbordaron

tan pronto dije las palabras en voz alta. Había sido una fantasía, sí, pero aún así dolía verla

aplastarse, sabiendo que la familia que había perdido en ese entonces se había ido para

siempre.

“¿Entonces qué quieres hacer con él, paloma?”

“Quiero que sea normal ¡que sólo tenga una vida normal otra vez!” lancé mis manos hacia

arriba en frustrada desesperación. “¡No quiero que sea loco! No quiero que deambule por

aquí para siempre, sin saber quién es o cualquier cosa a cerca de su pasado. Yo… quiero

hablar con él, como una persona normal, y ver si me recuerda.” Ash se movió más cerca y

tocó mi espalda, sólo para asegurarme que él aún estaba allí. Lo miré y sonreí. “Quiero que

siga adelante,” terminé, mirando a Leanansidhe a los ojos. “Y…él no será capaz de hacer eso

aquí, sin envejecer, sin recordar nada de quién es él. Tienes que dejarlo ir.”

“¿Ahora?” Leanansidhe sonrió con humor, un borde peligroso en su voz. “¿Y cómo esperas

convencerme, querida? Soy más bien reacia a renunciar a cualquiera de mis mascotas,

pariente tuyo o no. Entonces, mi paloma, ¿qué tienes para ofrecer por la libertad de tu padre?”

Me armé de valor. Ahora venía la parte más peligrosa, la negociación. Sólo podía imaginar

que querría la Musa Oscura de mí—mi voz, mi juventud, mi hijo primogénito, eran todas

cosas que podía pedir. Pero antes de que pudiera decir una palabra, Ash tomó mi codo y

presionó algo en mi palma.

Curiosa, levanté mi mano. Un pequeño anillo de oro parpadeaba en mi palma, rodeado de una

suave aura de azul y verde. Lucía exactamente como el que había tomado de la tumba. Miré a

Ash atentamente, y él me guiñó un ojo.

“¿Recuerdas cuando el oráculo preguntó si tenías el compañero del anillo?” susurró, su

aliento cosquilleó en mi oído. “Al menos uno de nosotros estaba pensando en el futuro.”

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“Bien, ¿querida?” dijo Leanansidhe antes de que pudiera contestar. “¿De qué están

susurrando ustedes dos? ¿Tiene algo que ver con lo que canjearás por tu padre?”

Le di a Ash una brillante sonrisa y me giré hacia Leanansidhe de nuevo. “Sí,” murmuré, y

levanté el Token por lo que brilló bajo las luces. Leanansidhe se sentó recta en la silla.

“Puedo darte esto.”

El breve destello ansioso en los ojos de la reina me dijo que había ganado. “¿Un Token,

querida?” Leanansidhe se echó hacia atrás de nuevo, fingiendo indiferencia. “Eso podría ser

suficiente. Por ahora, de todas formas. Supongo que puedo negociar a tu padre por eso.”

Estaba débil de alivio, pero Ash dio un paso adelante, cerrando su mano sobre el anillo y mis

dedos. “Eso no es suficiente,” dijo, y lo miré con incredulidad. “Sabes que las hadas de

Hierro están buscando a Meghan. No podemos simplemente vagar por el mundo mortal sin

un plan. Necesitamos un lugar que sea seguro de los esbirros del rey falso.”

“Ash, ¿qué estás haciendo?” susurré en voz baja.

Él me dio una mirada de reojo y articuló, “Confía en mí.”

Leanansidhe frunció los labios. “Ustedes dos están presionando los límites de mi paciencia.”

Tamborileó las uñas sobre el reposabrazos y suspiró. “Oh, muy bien, queridos. Tengo un

pequeño refugio pintoresco que les puedo dar por el momento. Está en medio de la nada y es

bastante seguro—tengo algunos de los trows locales manteniendo un ojo en él. ¿Será lo

suficientemente bueno para ti, paloma?”

Miré a Ash, y él asintió. “Está bien,” le dije a Leanansidhe, poniendo el Token en un extremo

de la mesa, donde brilló como una luciérnaga perdida. “Tienes un trato. Ahora, ¿dónde está

mi papá?”

Leanansidhe sonrió. Poniéndose de pie agraciadamente, flotó sobre el piano de cola en la

esquina y se sentó en el banco, pasando sus dedos sobre las teclas.

“Justo aquí, querida. Después de que te fueras, me temo que tu padre se volvió inconsolable.

Siguió intentando dejar la mansión, así que me temo que tuve que ponerle un fin a esas tontas

nociones de escape.”

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Capítulo 5

Traducido por: Isabella

“¡Cámbialo de nuevo!” Grite, mirando con horror mis pies sobre la alfombra.

“Oh no te preocupes, querida.” Susurro la Leansidhe pulsando las teclas, liberando así una

nota triste y temblorosa. “No es permanente. Sin embargo, tendrás que sacarlo del Betweeb

para que él vuelva a cambiar. El hechizo dicta que mientras él permanezca allí, se quedará

como está. Pero míralo de esta forma querida — al menos no lo he convertido en un órgano.”

“Ahora,” dijo ella, levantándose con un estiramiento gatuno, ajena a mi mirada horrorizada.

“Insistiría a que me acompañaras para la cena, querida. Cook está haciendo están oche sopa

de hipocampo y me muero por saber cómo has llegado a traer de vuelta el cetro de Virus. Y

por supuesto, tu pequeña declaración en frente de Mab y Oberon y toda la corte.” Ella arrugo

la nariz de forma casi afectuosa. “¡Ay! Amor de juventud. Debe ser maravilloso ser tan

ingenuo.”

“¿Qué pasa con mi padre?”

“Pish, cariño. Él no va a ir a ninguna parte.” Leanansidhe agitó la mano despreocupada. Si

ella me vio estremecerme no hizo ningún comentario al respeto. Ash puso una mano en mi

brazo antes de que pudiera explotar. “Ahora ven conmigo palomita. Primero comer, tal vez

algo de chisme y luego puedes irte corriendo si quieres. Creo que Puck y Grimalkin ya están

en el comedor.”

El enfado apareció de nuevo ante la mención de Puck. Bastardo, pensé siguiendo a

Leanansidhe por sus pasillos llenos de alfombras rojas, escuchando la mitad de la charla.

Nunca me lo perdonaría. Nunca. No hablarme de mi padre era imperdonable. Ha ido

demasiado lejos esta vez.

Puck no estaba en el comedor con Grimalkin cuando llegamos, algo bueno pues me habría

pasado toda la noche disparándole miradas venenosas por encima de mi plato. En su lugar,

comí una sopa de pescado que resultó extraña y color cambiante con cada trago, y

respondiendo a las preguntas de Leanasidhe en cuanto a lo que sucedió con Virus y el cetro y

finalmente llegó a la parte donde Ash y yo fuimos expulsados del Nunca Jamás.

“¿Y qué paso entonces paloma?” apresuró Leanasidhe cuando le conté como le había dado de

nuevo el cetro a Mab.

“Um…” dude, avergonzada y eché un vistazo a Ash. Estaba sentado en su silla, con los dedos

entrelazados debajo de la barbilla, pretendiendo tener ningún interés en la conversación. “¿No

te lo contó Grimalkin?”

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“Lo hizo, querida, pero prefiero oírlo en primera persona. Estoy a punto de perder una

apuesta muy costosa, ya ves, así que me encantaría ver si tú puedes darme algún vacío.” Ella

frunció el ceño mirando a Grimalkin, que estaba sentado en la mesa, lavándose las patas de

forma petulante. “Va a estar simplemente insoportable después de esto, me temo. Detalles

cariño, necesito más información.”

“Bueno…”

“¡Ama!”

Afortunadamente, fui salvada de responder ante la llegada ruidosa de Razon Dan y sus

Redcaps. Aún vestido con trajes de mayordomo con lazo de color rosa, los redcaps entraron

en el comedor, cada uno con el ceño fruncido mirándonos. Ash, con los ojos como platos,

rápidamente escondió su boca debajo de los dedos entrelazados, pero vi sus hombros

temblando de risa silenciosa. Por suerte el Redcap no se dio cuenta. “Pusimos el piano en la

sala, como nos ordenó,” gruño Razor Dan, con la nariz temblándole de indignación. “Y la

proveí de suministros, como me pidió. Todo está listo para sus mascotas.” Él me miró y me

enseñó los colmillos, como si recordara nuestro encuentro en el pasado. Estaba viviendo con

Warren, el sátiro medio amargo que había intentado secuestrarme y llevarme ante el falso rey

la última vez aquí. Leanasidhe había castigado a Warren (no estaba segura de cómo y no

quería saberlo), pero salvo al Redcap diciendo que solo eran sus bajos instintos. O tal vez

simplemente no quería perder a un esclavo. En cualquier caso, esto me proporcionó una

distracción muy necesaria.

Salté de mi silla, hecho que sorprendió a todos en la sala. “En realidad deberíamos irnos,”

dije sin tener que fingir mi impaciencia. “ Mi padre está ahí, ¿verdad? No quiero que esté

solo cuando él deje de ser un piano.”

Leanasidhe resopló con diversión y me di cuenta de lo extraña que sonaba mi pena, incluso

para mí. “No te preocupes paloma. Tomará un tiempo antes de que el glamur desaparezca.

Pero entiendo que te tengas que ir. Solo recuerda, mi puerta siempre estará abierta si quieres

volver.” Ella agitó el cigarro hacia Grimalkin, sentado al otro lado de la mesa. “Grim, querido,

tú sabes el camino, ¿verdad?”

Grimalkin bostezó ampliamente y se estiró. Curvando su cola alrededor de sí mismo, tenía en

consideración a la reina en el exilio. “Yo te creo y todavía tengo una apuesta que resolver,”

ronroneo él. “Una que has perdido, si lo recuerdas.”

“Eres una horrible criatura, Grimalkin.” Suspiro Leanasidhe y resoplo una imagen de humo

de un gato, entonces envió una cortina de humo de perros detrás de él. “Parece que estoy

destinada a perder apuestas hoy. Muy bien, gato, tienes mi sangre de tu favor. Y que te

ahogues en ella cuando intentes llamarme.”

Grimalkin ronroneó y pareció sonreír. “De esta manera,” me dijo él, agitando la cola mientras

se ponía en pie. “Tendremos que volver a través de la bodega, no está muy lejos. Solo tengan

cuidado cuando lleguemos allí, Leanasidhe no mencionó que ese punto en particular está

infestado de Bogles.”

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“Que pasa con Goodfellow?” dijo Ash, antes de que pudiera preguntarle que era un Bogle.

“¿Si él sabe a dónde vamos o vamos a dejarlo atrás?”

Mi estómago se revolvió de nuevo y malhumorada dije. “No me importa,” gruñí y escaneé el

comedor, preguntándome si alguna de las sillas, platos, utensilios eran en realidad Puck

encubierto. “Él puede seguirnos o no, pero mejor que se quede fuera de mi camino si sabe lo

que es bueno para él. No quiero ver su cara durante mucho tiempo. Vamos, Grim.” Miré al

gato, que miraba divertido, y levanté la barbilla. “Salgamos de aquí.”

De vuelta al sótano por el que vinimos, Grimalkin en cabeza, fuimos por otro laberinto de

pasillos con antorchas hasta una vieja puerta de madera que colgaba con los goznes torcidos.

La luz del sol entraba a raudales por las grietas y el canto de los pájaros trinaba en alguna

parte más allá de la puerta.

Abrí la puerta y me encontré en una cañada de denso bosque, los árboles de hoja ancha que

nos rodea por todas partes y una corriente de balbuceos cortos a través de la densidad. La luz

del sol salpicaba el suelo del bosque y un par de ciervos manchados levantaron la cabeza para

mirarnos con curiosidad y sin miedo.

Ash dio un paso a través de montículo de piedra del que habíamos salidos y la puerta crujió

cerrándose detrás de él. Reviso el bosque de lado a lado con la mirada y se volvió hacia

Grimalkin.

“Hay varios Trows observándonos desde los arbustos. ¿Supondrán un problema?”

Sorprendida, recorrí la zona, en búsqueda de esos Trows, que por lo que había entendido , era

un fey feo que vive bajo tierra, pero aparte de los ciervos, parecía que estábamos solos.

Grimalkin bostezó y se rascó detrás de la oreja.

“Son los jardineros de Leanasidhe,” dijo bruscamente. “No hay nada de qué preocuparse. Si

los escuchas a tus pies durante la noche en la cabaña, es probable que sean ellos. O los

brownies.”

“¿Que cabaña?” Le pregunte, mirando alrededor sin comprender. “No veo ninguna cabaña.”

“Por supuesto que no. Ella es humana.” Cola arriba Grimalkin trotó a través del calor, saltó la

corriente y desapareció en medio de un salto.

Suspire. “¿Por qué siempre hace eso?”

“Yo no creo que sea siempre a propósito,” dijo Ash y me cogió de la mano. “Vamos.”

Cruzamos el valle, pasando muy cerca de los ciervos, que ni así huyeron y saltamos el

pequeño arroyo.

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Tan pronto mis pies dejaron el suelo, sentí un cosquilleo de magia, como si estuviera saltando

una barrera invisible. Cuando llegué, ya no estaba viendo un bosque vacío, si no un edificio

enorme de dos pisos con una terraza rodeada y humo saliendo retorcido por la chimenea.

Me quedé boquiabierta. “¿Este es su ‘pequeño refugio pintoresco’? Estaba pensando más en

la línea de una cabaña de una sola habitación o una casita o algo así.”

“Así es Leanasidhe,” dijo Ash, sonando divertido. “Ella podría haber puesto glamur en el

exterior para que parezca una cabañita en lugar de ocultar todo el asunto, pero no creo que

sea su estilo.” Miró hacia arriba a la inminente estructura y frunció el ceño. “Oigo música”.

Mi corazón salto. “Música de piano. ¡Mi padre!”

Corrimos por las escaleras, subiéndolas de dos en dos y entre en la sala de estar, donde un

alegre fuego crepitaba en el hogar y las notas del piano venían desde la esquina.

Mi padre estaba sentado en la banqueta del piano, con el pelo lacio castaño cayendo sobre sus

ojos, los hombros encorvados sobre las teclas. Encorvado a unos metros de distancia con los

zapatos sobre la mesa y sus manos detrás de la cabeza, estaba Puck.

Puck levantó la mirada y sonrió, pero no le hice ni caso ya que me apresuré hacia el piano.

“¡Papá!” Tuve que gritar para hacerme oír por encima de la música. “¡Papá! ¿Me reconoces?

Soy Meghan. Meghan tu hija. ¿Te acuerdas?”

Se inclinó aún más sobre las teclas, golpeándolas como si su vida dependiera de ello. Le

agarré del brazo y lo giré y le obligo a mirarme. “¡Papá!”

Sus ojos color avellana estaban vacíos como el cielo, miraban a través de mi y sentí que una

lanza de hielo me atravesaba el estómago. Lo solté e inmediatamente volvió a tocar el piano,

golpeando las teclas mientras me tambaleaba y me hundía en una silla cercana.

“¿Qué le pasa?” susurré.

Grimalkin saltó a mi lado. “Recuerda, humana, que ha estado en el país de las Hadas por un

tiempo muy largo. Además hasta hace poco, era un instrumento musical, algo probablemente

muy traumático. Es de esperar que su mente esté algo trastocada. Dale tiempo y él saldrá de

esto.”

“¿Sí?” me ahogaba, pero el gato se había puesto a lavarse los dedos del pie y no respondió.

Escondí mi cara entre las manos, luego la levanté y miré a Puck. “¿Qué estás haciendo aquí?”

le pregunté fríamente.

“¿Yo?” puck me miro de soslayo, con aire satisfecho y sin duda sin ningún remordimiento.

“Estoy de vacaciones princesa.”

“Vete”. Le dije, levantándome de mi asiento. “Vuelve con Oberon y déjanos solos. Ya has

hecho bastante.”

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“No puede volver con Oberon,” dijo Grimalkin, andando hacia la parte de atrás de la mesa.

“Oberon le exilió cuando salió tras de ti. Él desobedeció las ordenes del rey y ha sido

desterrado de Nunca Jamás.”

La culpa ahora se unió al remolino de emociones junto con el enfado y mire con incredulidad

a Puck. “Eso fue estúpido.” Le dije “Porque hiciste que te desterraran de esta manera. Ahora

estás atrapado aquí con el resto de nosotros.”

Los ojos de Puck brillaron, salvajes, amenazadores. “Oh, no lo sé princesa. Tal vez fue

porque soy lo suficientemente estúpido como para cuidar de ti. Tal vez lo soy pues pensé que

había una oportunidad. Tonto de mí, pensar que un pequeño beso significaba algo para ti.”

“¿Le diste un beso?” Ash sonó como si estuviera intentando ocultar su sorpresa. Me encogí.

Las cosas se estaban yendo rápidamente fuera de mi control. Mi padre parecía percibir la

tensión y golpeaba más fuerte las teclas.

Me quedé mirando a Puck, desgarrándome entre la ira y la culpa. “No estamos hablando de

esto en estos momentos,” empecé a decir, pero él hizo caso omiso.

“Oh, creo que deberíamos,” interrumpió Puck, cruzándose de brazos. Empecé a protestar,

pero él levantó la voz. “Entonces, dime princesa, cuando dijiste que me amabas, ¿era una

mentira?”

Ash se puso rígido, y yo podía sentir sus ojos en mí, maldito duende. Puck me miraba

también, los labios curvados en una sonrisa, disfrutando de mi reacción. Quería pegarle y

pedirle disculpas a la vez, pero la ira era más fuerte.

Cogí aire. Bien. Si puck quería forzar la situación ahora, le diría la verdad. “No” dije,

levantando la voz para que se escuchara por encima de los acordes de piano. “No te mentí,

Puck. Quise decir lo que dije, al menos, lo hice en aquel entonces. Pero no es lo mismo que

siento por Ash, lo sabes.”

“¿Lo sé?” La voz de Puck era horrible. “Tal vez lo sabía, pero me llevaste a una persecución

feliz, princesa. Al igual que una profesional. ¿Cuándo ibas a decirme que no tenía

oportunidad contra el infierno frío?”

“¡No lo sé!” Grité, dando un paso hacia adelante y apretando los puños. “¿Cuándo ibas a

decirme lo de mi padre Puck? ¿Cuándo ibas a decirme que has sabido donde estaba todo el

tiempo?”

Puck se quedó en silencio, mirándome con expresión sombría. El sonido metálico del piano

llenaba la habitación, frenético, caótico. En la esquina, Ash estaba inmóvil, podría haber

pasado por una piedra.

Desde el sofá, Puck tenía una mirada cruel y compuso una sonrisa burlona tras mirarnos a

todos.

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“Sabes, creo que voy a salir de aquí,” arrastró las palabras tras él. “Estaba algo cansado

últimamente y pensé que necesitaba unas vacaciones.” Miró a Ash, sonrió y sacudió la cabeza.

“No hay suficiente espacio en esta cabaña, chico hielo. Si alguna vez quieres un duelo,

puedes encontrarme en el bosque. Y si a alguno de vosotros se le ocurre un plan, háganme un

favor, déjenme fuera. Me voy.”

Con una mueca pesada, Puck cruzó la habitación y salió por la puerta sin mirar atrás.

La culpa y la ira estallaron dentro de mí, pero me volví hacia mi padre cuyos frenéticos

golpes a las teclas del piano se habían clamado un poco. Yo tenía otras cosas de las que

preocuparme que por Puck. “Papá,” dije en voz baja, cayendo a su lado. “Tienes que parar.

Solo por un rato, ¿sí? ¿Quieres?” Llevé sus manos lejos de las teclas y esta vez me dejo,

cayendo en su regazo. Así que no era del todo inaccesible, algo bueno. Todavía no me miraba,

sin embargo, y yo estudié su rostro enjuto, demacrado, con líneas alrededor de los ojos y la

boca, a pesar de que era un hombre bastante joven y me sentí cerca de la desesperación.

Ash apareció a mi lado, cerca pero sin tocarme. “El dormitorio principal está en el pasillo,”

dijo en voz baja. “Creo que tu padre se sentirá más cómodo allí, si puedes conseguir que te

siga.”

Asentí. De alguna manera, conseguimos ponerlo de pie y lo conduje por el pasillo hasta el

dormitorio grande del final. En el dormitorio no faltaba nada dentro del lujo, desde una cama

de cuatro columnas, hasta un manantial de agua caliente dentro del baño, pero aun se sentía

como una celda de una cárcel que había mantenido a mi padre en su interior y cerré la puerta

después de dejarlo.

Apoyada en la puerta, me sacudí las lágrimas agotada, con los sentimientos extendidos hacia

varias direcciones a la vez. Ash rondaba cerca, observando. Parecía incómodo, como si

quisiera tirar de mí, pero ahora había una barrera entre nosotros, con la admisión de Puck en

el aire como un alambre de púas.

“Vamos,” murmuró Ash, rozando mi brazo finalmente. “No hay nada que puedas hacer por el

ahora. Estás exhausta, y no puedes ayudar a alguien así. Descansa un poco.”

Sintiéndome adormecida, dejé que me llevara por el pasillo y subiendo un tramo de escaleras

hasta la buhardilla con vistas a la sala principal. Una barandilla rústica cubría el borde, donde

podías asomarte a la sala de abajo. Una cama King size con una alfombra de oso pardo.

Ash me indicó por señas que me durmiera, tapándome con las cubiertas. Sin los acordes del

piano la cabaña estaba extrañamente en calma, el silencio era ruido en mis oídos. Ash se

alzaba sobre mí, extrañamente formal y seguro. “Estaré abajo,” murmuró. “Intenta dormir un

poco.” Él empezó a alejarse, pero levanté una mano y le agarré con fuerza.

“Ash, espera,” dije y se quedó completamente inmóvil. Tal vez era demasiado pronto para

tirar de él, pero me estaba ahogando esta sobrecarga de emoción: el enfado con Puck, la

preocupación por mi padre y el miedo de haber saboteado mi relación con Ash. “No puedo

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estar sola ahora,” susurré, aferrándole la mano. “Por favor, quédate conmigo un rato. No

tienes porque decir nada, no tenemos que hablar. Simplemente…quédate. Por favor.”

Dudó. Vi la indecisión en sus ojos, la batalla silenciosa, antes de asentir finalmente.

Deslizándose sobre la cama, se recostó contra la cabecera y me acurruqué a su lado,

conteniéndome solo para sentirlo cerca de mí. Oí el latido de su corazón, a pesar de la forma

rígida en la que estaba, y cogí un atisbo de emoción que rodeaba su aura nebulosa, una

reacción que no fue capaz de ocultar.

Parpadeé. “Estás celoso…” dije con incredulidad. Ash, antiguo príncipe de la Corte Oscura,

estaba celoso. De Puck. No sé porque lo encontré tan sorprendente, tal vez Ash parecía

demasiado tranquilo y seguro de sí mismo para estar celoso. Sin embargo no había duda de lo

que veía.

Ash se movió incómodo y me miró con el rabillo del ojo. “¿Es eso tan malo?” Preguntó en

voz baja, volviéndose para mirar la pared del fondo. “Es malo estar celoso cuando me entero

de que tú le has dado un beso, cuando te dije que él…” se cayó, pasándose una mano por el

pelo y me mordí el labio. “Sé que fui el que te dejó,” continuó, sin dejar de mirar la pared.

“Dije que éramos enemigos y que no podíamos estar juntos. Sabía que iba a romper tu

corazón, pero… también sabía que Puck estaría allí para recoger los pedazos. Lo que vino a

partir de eso, lo he provocado yo mismo. Sé que no tengo derecho a preguntar…” se detuvo,

tomando aire rápidamente, como si esa confesión hubiera sido la más difícil. Yo contuve la

respiración a sabiendas de que había más.

“Pero” prosiguió, por fin volviéndose hacia mí, “Tengo que saberlo Meghan. No puedo no

preguntar esto, no con él. O contigo. Me volvería loco.” Suspiró y de repente tomó mi mano,

mirando los dedos entrelazados. “Sabes lo que siento por ti. Sabes que te protegeré de lo que

sea, pero esta es la única cosa contra la que no puedo luchar.”

“Ash…”

“Si no tienes claro si quieres estar con Goodfellow, dímelo ahora. Renunciaré, te daré espacio,

lo que quieras” Ash tembló, solo un poco, al decir esto. Sentí su corazón acelerándose cuando

se volvió a encontrar con mi mirada, sus ojos color plata brillando intensamente. “Solo

contéstame hoy y nunca más te lo volveré a preguntar. ¿Le quieres?”

Tomé aire, dispuesta a negarlo de inmediato, pero me detuve. No podía darle una respuesta

corta, impertinente, no cuando me miraba así. Se merecía saber toda la verdad. Toda.

“Lo hice,” dije en voz baja. “Al menos eso creía. Ya no estoy tan segura ahora.” Hice una

pausa, eligiendo mis palabras con sumo cuidado. Ash esperaba, su cuerpo tenso como un

alambre mientras yo recogía mis pensamientos. “Cuando te fuiste,” seguí. “Estaba herida.

Pensé que no te volvería a ver. Me dijiste que éramos enemigos, que no podíamos estar juntos

y yo te creí. Estaba enfadada y confundida, y Puck estaba allí para recoger los pedazos como

bien has dicho. Fue fácil para Puck pues sabía como me sentía, y por un tiempo pensé que

podría amarlo también, pero” continué, ya que mi voz comenzó a temblar. “cuando te vi de

nuevo, me di cuenta de que lo que sentía por Puck no era lo mismo. Era mi mejor amigo y

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siempre tendría un lugar para él en mi corazón, pero… eres tu Ash. No tuve realmente

ninguna elección. Siempre lo has sido.”

Ash no dijo nada, pero oí su débil suspiro, como si hubiera estado conteniendo el aliento y

me acercó envolviéndome en sus brazos. Puse mi cabeza sobre su pecho y cerré los ojos,

empujando mis sentimientos por Puck y mi padre y el falso rey a la parte de atrás de mi

cabeza. Trataría con ellos mañana. En este momento solo quería dormir, hundirme en el

olvido y olvidar todo un rato. Ash seguía tranquilo, reflexivo. Su aura de glamur brillaba de

nuevo, luego se apagó. Pero todo lo que tenía que hacer era escuchar su corazón, latiendo

bajo su pecho, para saber lo que estaba sintiendo.

“Háblame,” dije en voz baja, trazando sus costillas a través de su camisa, haciéndole temblar.

“Por favor. El silencio me está volviendo loca. No quiero oírme a mi misma ahora.”

“¿Qué quieres que diga?”

“Lo que sea. Cuéntame un cuento. Háblame de los lugares en los que has estado. Cualquier

cosa para mantener mi mente fuera de… todo.”

Ash hizo una pausa. Después, empezó a tararear una melodía suave, lenta, ahogando el

silencio. Era una obsesión, una melodía apacible que me recordaba a la nieve cayendo y la

hibernación de los árboles o los animales apiñándose en su guarida, durmiendo todo el

invierno. Sentí su mano por todo lo largo de mi espalda, un ritmo suave al tempo de la

canción de cuna y el sueño se apoderó de mí como una manta caliente.

“¿Ash?” susurré mientras mis párpados iban a la deriva.

“¿Sí?”

“No me dejes, ¿de acuerdo?”

“Ya he prometido que me quedaría,” me acarició el pelo y su voz cayó en un susurro.

“Durante el tiempo que me quieras.”

“¿Ash?”

“¿Mmm?”

“…Te quiero”

Sus manos pararon, las sentí temblar. “Lo sé,” murmuró él, inclinando la cabeza cerca de la

mía. “Duerme un poco. Estaré aquí.”

Su voz profunda fue lo último que oí antes de caer al vacío.

“HOLA MI AMOR” susurró Machina, teniendo las manos mientras me acercaba, con cables

de acero retorciéndose detrás de él en una danza hipnótica. Alto y elegante su cabello

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plateado largo ondulado como el mercurio liquido, me miraba con los ojos tan negros como

la noche. “He estado esperándote.”

“Machina.” Me estremecí, mirando todo el espacio vacío, oyendo mi voz en eco a nuestro

alrededor. Estábamos solos en la oscuridad insondable. “¿Dónde estoy? ¿Por qué estás aquí?

Creí que te había matado.”

El rey de hierro sonrió, el pelo plateado brillando en la oscuridad. “Uno nunca puede librarse

de mí, Meghan Chase. Somos uno ahora y siempre. Tú simplemente no lo has aceptado aún.

Vamos.” Él me hizo una señal para que me adelantara. “Ven mi amor y déjame mostrarte lo

que quiero decir.”

Me aparté. “Deja de llamarme así. No soy tuya.” Echo a andar y di otro paso más. “Y no

debería estar aquí. Deja de acecharme en sueños. Ya tengo a alguien y no eres tú.”

Machina sonrió. “Ah, sí. Tu príncipe oscuro. ¿De verdad crees que vas a ser capaz de

mantenerte alejada una vez que sepas quien eres en realidad? ¿Crees que aún te querrá?”

“¿Qué sabes tú de eso? No eres más que un sueño, una pesadilla en realidad.”

“No mi amor.” Machina negó con la cabeza. “Yo soy parte de ti algo que no puedes aceptar.

Y mientras sigas negándome, nunca vas a entender tu verdadero potencial. Sin mí, nunca será

suficiente para derrotar al rey falso.”

“Tomaré el riesgo.” Lo miré fijamente. “Y ahora, creo que es hora de que te vayas. Este es mi

sueño. Y no eres bienvenido aquí. Vete.”

Machina sacudió la cabeza tristemente. “Muy bien Meghan Chase. Si decides que me

necesitas después de todo — y lo necesitas— voy a estar aquí.”

“No contengas la respiración,” murmuré, y mi propia voz me despertó.

PARPADEÉ Y LEVANTÉ la cabeza de la almohada. La habitación estaba a oscuras, pero

fuera de la ventana el color gris claro se filtraba desde el cielo. Ash se había ido y el espacio a

mi lado estaba frío. Se había ido en algún momento durante la noche.

El olor a tocino venía desde abajo y mi estómago se quejó en respuesta. Me dirigí hacia la

escalera, preguntándome quién estaba cocinando a estas horas tan temprano. La imagen de

Ash volteando panqueques con un delantal blanco vino a mi mente y me reí histéricamente

mientras entraba en la cocina.

Ash no estaba allí, y tampoco Puck, pero Grimalkin levantó la vista de una mesa repleta de

comida. Huevos, panqueques, tocino, galletas, fruta y avena cubría la mesa junto con dos

jarras de leche y jugo de naranja. Grimalkin, sentado en la esquina parpadeo y luego volvió a

mojar la pata en un vaso de leche y la lamió.

“¿Qué es todo esto?” le pregunté sorprendida. “¿Ha cocinado mi padre? ¿O…Ash?”

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Grimalkin resopló. “¿Esos dos? Me estremezco al pensar en las consecuencias. No, viene de

parte de Leanasidhe, igual que limpiará y ordenará tu habitación.”

“¿Donde están todos?”

“El ser humano sigue durmiendo. Goodfellow no ha vuelto aunque estoy seguro de lo hará en

un futuro con toda la ira de los feys de aquí sobre sus talones.”

“No me importa Puck. Pueden habérselo comido los trolls si quieren.” Grimalkin no pareció

inmutarse por mi hostilidad y con calma lamio la pata. Cogí los huevos revueltos. “¿Donde

está Ash?”

“El príncipe de invierno salió ayer por la noche mientras dormías y no dijo nada de a dónde

iba, por supuesto. Regresó hace unos minutos.”

“¿Se fue? ¿Dónde está ahora?”

Un golpe en la puerta llamó la atención. Paul vagó por la cocina, arrastrando los pies cual

zombi. Mirando la mesa del desayuno cogió una trozo de pan tostado, mordió una esquina y

se fue, sin reconocer mi existencia.

Se me fue el apetito. Grimalkin sin dejar el vaso de leche. “Por cierto,” continuó mientras

miraba la puerta. “El príncipe de invierno quiere que lo busques en el claro más allá de la

corriente cuando hayas comido. Dio a entender que era importante.”

Cogí un trozo de tocino y lo mordisqueé con poco entusiasmo. “¿Ash lo dijo? ¿Por qué?”

“No me importaba lo suficiente como para preguntar.”

“¿Qué pasa con mi padre?” Miré la dirección en la que Paul se había ido. “¿Estará bien?

¿Debo dejarlo en paz?”

“Eres muy aburrida esta mañana.” Grimalkin volcó el vaso de leche deliberadamente y lo vi

gotear por el suelo con satisfacción. “El glamur sobre los mortales aquí también es igual en

caso de que vayan vagando por ahí. No importa la dirección que tomen siempre volverán a

donde empezaron.”

“¿Y si quiero llevármelo? No puede quedarse aquí para siempre.”

“Entonces tendrás que hablarlo con Leanasidhe, no conmigo. En cualquier caso, no es asunto

mío.” Grimalkin bajó de la mesa, y aterrió en el suelo de madera con un golpe. “Cuanto te

vayas a ver al príncipe deja el plato donde toca,” dijo arqueando la cola sobre la espalda. “Si

no lo haces los sirvientes se sentirán insultados y podrían salir, lo que es realmente incómodo.”

“¿Es por eso por lo que hiciste el estropicio?” le pregunté, mirando la leche goteando por el

suelo. “¿Así tendrán algo que limpiar?”

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“Por supuesto que no humana,” Bostezo Grimalkin. “Esto es porque me gusta hacerlo.” Y al

trote salió de la habitación, mientras yo sacudía la cabeza y agarraba un trozo de pan tostado

y salía fuera.

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Capítulo 6

Traducido por: Nanndadu

LECCIONES

Era una nebulosa mañana gris, con la niebla encrespándose por el suelo en tenues hilos,

amortiguando mis pasos. Salté sobre el arroyo y miré hacia atrás una vez que había llegado al

otro lado. La cabina había desaparecido una vez más, mostrando solo el nebuloso bosque más

allá de la corriente.

En el centro del claro, una oscura silueta bailaba y giraba en la niebla, su largo abrigo

ondeaba en su espalda, y una helada espada cortaba la niebla como papel. Me incliné contra

un árbol y observé, hipnotizada por los graciosos, movimientos giratorios, la velocidad

mortal y la precisión de los ataques de la espada, demasiado rápidos para que un humano

pudiera mantenerlos. Un malestar me atormentaba mientras repentinamente recordaba mi

sueño, la suave voz de Machina resonando en mi cabeza. ¿Crees que serás capaz de quedarte

con él, una vez que descubras quién eres realmente? ¿Crees que aún así te querrá?

Enojada, aparté esos pensamientos. ¿Qué sabía él? Además, había sido solo un sueño, una

pesadilla provocada por el estrés y la preocupación por mi papá. No significaba nada.

Ash terminó los ejercicios con una estocada final, estampando la espada en su vaina. Por un

momento, permaneció inmóvil, respirando profundamente, la niebla arremolinándose a su

alrededor. “¿Tu papá está mejor?” preguntó sin volverse. Salté.

“No ha cambiado.” Me moví a través de la húmeda hierba hacia él, empapándome el

dobladillo del pantalón. “¿Cuánto tiempo has estado aquí afuera?”

Él se volvió, rastrillando una mano por su flequillo, empujándolo fuera de sus ojos. “Anoche

volví a Leanansidhe,” dijo él, caminando hacia delante. “Quería conseguir algo para ti, así

que tuve a uno de sus contactos rastreando uno para mí.”

“¿Rastreando…qué?”

Ash se acercó a una roca cercana, se balanceó, y me lanzó una larga y ligeramente curvada

vara. Cuando la recogí, vi lo que en realidad era una funda de cuero con una empuñadura de

latón dorado asomándose por la parte superior. Una espada. Ash estaba dándome una

espada… ¿por qué?

Oh, sí. Porque quería aprender a luchar. Porque le pedí a él que me enseñara.

Ash, observándome con esa fastidiada, expresión de entendimiento en su rostro, sacudió su

cabeza. “Lo olvidaste, ¿no es así?”

“Nooooo,” dije rápidamente. “Yo solo…no pensé que sería tan pronto.”

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“Este es el lugar perfecto.” Ash se giró con desaire para mirar alrededor del claro. “Tranquilo,

oculto. Podemos recuperar nuestro aliento aquí. Es un buen lugar para aprender mientras

esperas que tu papá salga de ello. Cuando terminemos aquí, tengo la sensación de que las

cosas se pondrán mucho más caóticas.” Él señaló la espada en mi mano. “Tu primera lección

comienza ahora. Saca tu espada.”

Lo hice. Desenvainarlo envió un ronco escalofrío a través de la cañada, y miré el arma con

fascinación. La espada era fina y ligeramente curva, un arma de elegante aspecto, afilada,

puntiaguda y mortal. Una advertencia hizo cosquillear el fondo de mi mente. Había algo

sobre la espada que era… diferente. Parpadeando, pasé mis dedos por el frío y brillante

borden y un frío se disparó a través de mi estómago.

La espada estaba hecha de acero. No acero artificial. No una espada fey cubierta de glamur.

De la clase que quema la carne de hada y achichara el glamur. De la clase que deja heridas

imposibles de curar.

La miré boquiabierta, y luego a Ash, quien lucía remarcablemente calmado para estar

enfrentándose a su mayor debilidad. “Esto es acero,” le dije, segura de que Leanansidhe había

cometido un error.

Él asintió. “Una espada española del siglo dieciocho. Leanansidhe por poco tiene un ataque

cuando le dije lo que quería, pero ella era capaz de rastrear una a cambio de un favor.” Él se

detuvo entonces, estremeciéndose ligeramente. “Un favor muy grande.”

Alarmada, lo miré. “¿Qué le prometiste a ella?”

“No tiene importancia. Nada que nos ponga en peligro de cualquier modo.” Él se apresuró

antes de que pudiera argumentar. “Quería una ligera y rebanadora arma para ti, una con una

buena cantidad de alcance, que mantenga a tus oponentes alejados de ti.” Él señaló el a con

su propia arma, una cegadora y rápida arma azul. “Te moverás alrededor de muchos, usando

la velocidad en lugar de fuerza bruta contra tus enemigos. Esa espada no bloqueará armas

pesadas, y no tendrás la fuerza para lanzar un golpe efectivo a una espada larga, así que

tendremos que enseñarte como esquivar. Esta fue la mejor opción.”

“Pero esto es acero,” repetí, escuchándolo con asombro. Él podía enseñar a una clase con su

conocimiento en armas y lucha. “¿Por qué una espada real? Podría herir seriamente a alguien.”

“Meghan.” Ash me dio una mirada paciente. “Eso es exactamente por lo que la escogí. Tienes

ventaja con esa arma que ninguno de nosotros puede tocar. Incluso el más violento redcap lo

pensaría dos veces antes de enfrentarse a una verdadera, espada mortífera. No asustará a los

Iron fey, por supuesto, pero allí es donde el entrenamiento tomará parte.”

“Pero… pero ¿qué pasa si te golpeo?”

Un bufido. “Tú no vas a golpearme.”

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“¿Cómo lo sabes?” Me ericé ante su tono divertido. “Podría golpearte. Incluso un maestro de

espadas comete errores. Podría conseguir un golpe de suerte, o podías no verme venir. No

quiero herirte.”

Él me favoreció con otra mirada paciente. “¿Y cuánta experiencia tienes con espadas y armas

en general?”

“Um.” Le eché un vistazo a la espada en mi mano. “¿Treinta segundos?”

Él sonrió, con esa calmada e irritablemente confiada mueca. “No vas a golpearme.”

Fruncí el ceño. Ash se rió, luego sacó su arma y se adelantó, toda la diversión se había ido.

“Aunque,” continuó, deslizándose en el modo depredador sin ningún esfuerzo en absoluto,

“Quiero que lo intentes.”

Tragué en seco y me eché hacia atrás. “¿Ahora? ¿No tengo un calentamiento o algo? Ni

siquiera sé como sostener la cosa apropiadamente.”

“Sostenerla es fácil.” Ash se deslizó cerca, rodeándome como un lobo. Un dedo apuntó la

punta de su espada. “La punta del filo va primero.”

“Eso no ayuda en nada, Ash.”

Él sonrió implacable y continuó acechando. “Meghan, me encantaría enseñarte

apropiadamente, desde el principio, pero eso toma años, incluso siglos. Y dado que no

tenemos esa clase de tiempo, estoy dándote la versión condensada. Además, la mejor forma

de aprender es haciéndolo.” El asestó un golpe hacia mí con su espada, en ningún lugar

cercano, pero salte de igual forma. “Ahora, trata de golpearme. Y no te contengas.”

No quise hacerlo, pero le había pedido que me enseñara, después de todo. Agrupando mis

músculos, di un débil grito y me lancé, apuñalándolo con la punta.

Ash se deslizó a un lado. En el espacio de un parpadeó su espada salió en un lametón,

golpeando mis costillas con la palma de la espada. Grité mientras sentía la mordida de

absoluto frío a través de mi camisa y lo miré.

“¡Demonios, Ash, eso duele!”

Él me dio una sonrisa sin humor. “Entonces no consigas que te golpee.”

Mis costillas latían. Allí probablemente habría un verdugón esta noche. Por un momento,

estuve tentada a arrojar mi espada e irme de vuelta a casa. Pero me tragué mi orgullo y lo

enfrenté de nuevo, resuelta. Necesitaba esto. Necesitaba aprender a defenderme a mí misma y

a aquellos por los que me preocupaba. Podía tomar algunas costillas magulladas, si eso

significaba salvar una vida algún día.

Ash blandió su espada de forma experta y ladeó dos dedos hacia mí. “De nuevo.”

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Practicamos por el resto de la mañana. O, específicamente, traté de golpear a Ash y recibí

muchos golpes que picaron y quemaron su camino a través de la ropa. Él no lo hacía todo el

tiempo, y no me cortó ni una vez, pero me volví paranoica acerca de ser golpeada. Después

de algunos golpes más que hirieron mi orgullo tanto como piel, traté de cambiar a un modo

completo de defensa, y Ash empezó a atacarme.

Conseguí golpearme mucho más.

Hervía de ira, explotando después de cada intento, cada golpe sin esfuerzo que dejaba mi piel

cosquilleando con fracaso. Él no estaba siendo justo. Él tenía años, incluso décadas, de

esgrima, y ni siquiera me había dado la oportunidad. Él estaba jugando conmigo en lugar de

enseñarme cómo repeler sus ataques. Esta no era una lección, solo estaba alardeando.

Finalmente, mi temperamento se rompió. Después de defenderme desesperadamente de una

serie de cegadoras y rápidas estocadas, recibí un golpe en la parte posterior que desató mi ira.

Gritando, volé hacia Ash, con la intención de golpearlo esta vez, de al menos golpear esa

calmada eficiencia en su rostro.

Esta vez, Ash no lo evadió ni lo bloqueó, pero giró y me agarró de la cintura cuando pasé.

Dejando caer su espada, tomó mi muñeca con su mano y la llevó a su pecho, sosteniéndome a

mí y a la espada aún cuando maldije y luché.

“Ahí,” murmuró en una voz de fatigada satisfacción. “Eso era lo que estaba buscando.”

Aunque seguía enojada, dejé de luchar con él. Mis sentidos zumbaban y me mantuve rígida.

“¿Qué?” gruñí. “¿Ponerme tan enojada que quiera apuñalarte en un ojo?”

“El momento en el que te tomaras esto lo suficientemente en serio para realmente golpearme.”

La voz de Ash, oscura y sombría, me hizo congelarme. Él suspiró, apoyando su cabeza en la

parte posterior de mi cráneo. “Esta no es una afición, Meghan,” suspiró, enviando un

hormigueo por mi espalda. “No es un juego, o un deporte, o un simple pasatiempo. Esto es la

vida y la muerte. Cualquiera de esos golpes te habría matado de haber sido en serio. Poner un

arma en tus manos significa que, en algún momento, vas a tener que usarla. En una pelea

como esta, vas a salir herida. Comete un simple error, y estarás muerta. Y yo te… perderé.”

Su voz se apagó al final, como si esa última parte se le hubiese escapado. Mi garganta se

cerró, y toda mi rabia se esfumó.

Ash presionó sus labios en el verdugón del otro lado de mi hombre, y los latidos de mi

corazón tartamudearon. “Lo siento.” murmuró, con genuino arrepentimiento en su voz. “No

quise lastimarte. Pero quiero que entiendas. Enseñarte a luchar quiere decir que vas a estar en

incluso mayor peligro, y tal vez voy a ser duro contigo algunas veces porque no quiero que

pierdas.” Soltó mi muñeca y pasó su mano hasta mi hombre, alisando el cabello de mi

hombre. “¿Aún quieres continuar?”

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No podía hablar. Simplemente asentí, y Ash besó la parte trasera de mi cuello. “Mañana,

entonces,” dijo él, echándose hacia atrás aunque desearía que se quedará allí por siempre. “A

la misma hora. Ahora, vamos a ponerles algo a esos verdugones.”

ESCUCHÉ LA MÚSICA DEL PIANO tan pronto como cruzamos el arroyo. Mi papá estaba

sentado en el banco del piano cuando entramos, y no levantó la mirada de las teclas. Pero la

música hoy no era tan oscura y frenética como lo había sido la noche anterior; era más

calmada y pacífica. Grimalkin estaba en encima del piano, los pies metidos debajo de él y sus

ojos cerrados, ronroneando en satisfacción.

“Hola, papá,” me aventuré, preguntándome si realmente me miraría hoy.

La música vaciló, y por una fracción de segundo, pensé que iba a levantar la mirada. Pero

entonces sus hombros se encorvaron y volvió a tocar, un poco más rápido que antes.

Grimalkin no se molestó en abrir los ojos.

“Supongo que es un comienzo,” suspiré, y Ash desapareció en la cocina por un momento. Lo

escuché hablar con algunos desconocidos, de voces agudas —¿los brownies de

Leanansidhe?—antes de aparecer sosteniendo un pequeño recipiente. Mi papá continúo

tocando. Traté de lucir calmada y esperanzada, pero la desilusión se asentó pesadamente en

mi pechó, y Ash también lo vio.

Él no dijo nada mientras me conducía escaleras arriba hacia el desván, sentándome en la

cama perfectamente hecha después de sacar la alfombrilla de oso. Al abrir el recipiente se

liberó un fuerte olor a hierbas que era extrañamente familiar, recordándome una escena

familiar en una fría y congelada habitación, con Ash sin camisa y sangrando y yo vendándole

las heridas.

A continuación, la música del piano continuó, una canción baja y triste que tiraba mis

entrañas. Ash se arrodilló detrás de mí en la cama y tiró suavemente de la manga de mi

hombro, solo lo suficiente para exponer la delgada línea de color rojo cortada a través de mi

piel. Recogí un atisbo de arrepentimiento de él, un instante de sordo remordimiento, como un

resfriado, un suave hormigueo se esparció sobre la herida.

“Sigo enojada contigo, sabes,” dijo sin volverme. Los oscuros acordes del piano me pusieron

de mal humor y pensativa, y traté de ignorar los fríos dedos deslizándose sobre mis costillas,

dejando un bendito entumecimientos a su paso. “Una pequeña advertencia habría estado bien.

No podías haber dicho, ‘Oye, como parte de tu entrenamiento hoy, voy a golpearte sin

sentido”

Ash se acercó con ambas brazos y puso el recipiente en mis manos, usando ese movimiento

para tirarme de vuelta a su pecho. “Tu papá estará bien,” murmuró, mientras mi pecho dolía

con embotellado dolor. “Simplemente la mente tarda un poco en atrapar todo lo que ha

olvidado. Ahora mismo, él está confundido y asustado, y teniendo de consuelo la única cosa

que le es familiar. Simplemente sigue hablando con él, y eventualmente empezará a recordar.”

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Él olía tan bien, una mezcla de hielo y algo agudo, como hierbabuena. Levantando mi cabeza,

dejé un beso en el hueco de su cuello, justo debajo de su quijada, y él respiró tranquilo, sus

manos encorvándose en puños. Repentinamente me di cuenta de que estábamos en una cama,

solo en una aislada cabina, con ningún adulto —lúcido de cualquier manera— que nos

apuntara con el dedo o nos condenaran. Mi corazón se aceleró, resonando en mis oídos, y

sentí que también se aceleraba mi ritmo cardíaco.

Cambiando un poco, fui a dejar otro beso a lo largo de su mandíbula, pero él agachó su

cabeza y nuestros labios se encontraron, y repentinamente yo lo estaba besando como si me

fuera a fundir en su cuerpo. Sus dedos se enredaron en mi cabello, y mis dedos se deslizaron

por debajo de su camisa, trazando los duros músculos de su pecho y estomago. Él gimió,

llevándome a su regazo, bajándonos de nuevo a la cama, teniendo cuidado de no aplastarme.

Todo mi cuerpo se estremeció, mis sentidos zumbaban, mi estomago se retorcía con tantas

emociones que no podía acomodarlas. Ash estaba encima de mí, sus labios en los míos, mis

manos deslizándose sobre su fría y firme piel. No podía hablar. No podía pensar. Todo lo que

podía hacer era sentir.

Ash se retiró un poco hacia atrás, sus plateados ojos brillaban al mirarme, su frío aliento

lavaba mi caliente rostro.

“Eres hermosa, lo sabes, ¿cierto?” murmuró, todo serio, con una mano enmarcando

suavemente mi mejilla. “Ya sé que no digo… cosas como esas… tan a menudo como debería.

Quería hacértelo saber.”

“No tienes que decir nada,” susurré, aunque escucharlo admitir eso hizo que mi pulso fluyera

salvajemente. Podía sentir las emociones girando alrededor de nosotros, auras de luz y color,

y cerré mis ojos. “Puedo sentirte,” murmuré, mientras sus latidos del corazón se reanudaban

bajo mis dedos. “Casi puedo sentir tus pensamientos. ¿Es eso muy extraño?”

“No,” dijo Ash con voz estrangulada y un estremecimiento lo recorrió. Abrí mis ojos,

mirando su perfecto rostro.

“¿Qué está mal?”

“Nada. Solo…” Él sacudió su cabeza. “Nunca pensé…que podía sentirme así de nuevo. No

sabía si era posible.” Suspiró, dándome una mirada suplicante. “Lo siento, no me estoy

explicando muy bien.”

“Todo está bien.” Encajé mis manos detrás de su cabeza, sonriendo. “Ahora mismo, no era

una conversación lo que estaba esperando.”

Ash sonrió levemente, bajando su cabeza de nuevo.

Y se congeló.

Frunciendo el ceño, arqueé mi cuello, mirando detrás de nosotros al revés, y solté un chillido.

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Paul se puso de pie en la parte superior de la escalera, mirándonos con grandes ojos en blanco.

A pesar de que no dijo ninguna palabra y probablemente no entendía lo que estaba pasando,

mis mejillas llamearon y estaba instantáneamente mortificada. Ash rodó fuera de mí y se

puso de pie, su rostro cerrándose en esa blanca e inexpresiva mascara mientras trataba de

recoger los hilos de mi compostura lo suficiente para hablar.

Girándome recta, alisando mi desordenado pelo y ropa, miré a mi papá, quien me miró de

vuelta con asombro. “Papá, ¿qué estás haciendo aquí?” pregunté. “¿Por qué no estás abajo en

el piano?” Donde se supone que estaría, agregué agriamente. No es que no estuviera feliz de

ver a mi papa realmente mirándome por primera vez desde que llegamos aquí, pero la ocasión

apestaba totalmente.

Paul parpadeó, todavía viéndome en una neblina, y no dijo nada. Suspiré, y le lancé una

mirada llena de disculpas a Ash, y empecé a guiarlo escaleras abajo. “Vamos, papá. Vamos a

matar a cierto gato por no advertirnos.”

“¿Por qué?” susurró Paul, y mi corazón saltó en mi garganta. Él me miraba directamente con

sus grandes y húmedos ojos. “¿Por qué estoy…aquí? ¿Quién…quién eres tú?”

El nudo en mi garganta creció aún más. “Soy tu hija.” Él se me quedó mirando en blanco, y

lo miré de vuelta, esperando que me reconociera. “Estabas casado con mi mamá, Melissa

Chase. Soy Meghan. La última vez que me viste, tenía seis años, ¿lo recuerdas?”

“¿Hija?”

Asentí sin respiración. Ash observaba silenciosamente desde una esquina, podía sentir su

mirada en mi espalda.

Paul sacudió su cabeza, en un triste y esperanzado gesto. “Yo no lo…recuerdo,” dijo él, y se

apartó de mí, recostándose en la escalera, sus ojos oscureciéndose una vez más.

“Papá…”

“¡No lo recuerdo!” Su voz tomó un tono pensativo, y me detuve cuando todo rastro de

cordura desapareció de su rostro. “¡No lo recuerdo! ¡Las ratas gritan, pero no recuerdo!

Aléjate, aléjate.” Él corrió al piano y comenzó a golpear las teclas, alto y frenético. Suspiré y

lo miré por encima de la barandilla, mirándolo con tristeza.

Los brazos de Ash me agarraron segundos después, llevándome de vuelta a su pecho. “Es un

comienzo,” dijo él, y yo asentí, girando mi rostro en su brazo. “Al menos está hablando ahora.

Él recordará eventualmente.”

Fríos labios se presionaron contra mi cuello, un breve y suave toque, y me estremecí.

“Discúlpame por eso,” susurré, desando con egoísmo que no hubiésemos sido interrumpidos.

“Estoy segura de que eso no te había sucedido antes.” Ash bufó, y me pregunté si podríamos

reclamar de alguna forma el momento perdido. Me acerqué de vuelta y enterré mis dedos en

su sedoso cabello, acercándolo. “¿De qué estás hablando?”

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“Qué esto pone las cosas en perspectiva,” dijo él, mientras los acordes del piano retumbaban

a nuestro alrededor, locos y oscuros. “Que hay cosas más importantes en las que pensar.

Deberíamos concentrarnos en el entrenamiento, y lo que vamos a hacer con el falso rey una

vez que sea hora. Él aún está ahí afuera, buscándote.”

Puse mala cara, desagradándome esa declaración. Pero Ash se echó a reir y pasó sus dedos

por mi brazo. “Tenemos tiempo, Meghan,” murmuró él. “Después de que esto termine,

después de que tu papá recupere sus recuerdos, después de que lidiemos con el falso rey,

tendremos el resto de nuestras vidas. No voy a ir a ninguna parte. Lo prometo.” Él me

sostuvo con firmeza y rozó un beso a través de mi oído. “Esperaré. Solo avísame cuando

estés lista.”

Él me dejo entonces y bajó las escaletas. Pero yo me quedé de pie en el balcón algunos

minutos, escuchando la música del piano y dejando que mis pensamientos tomen lugares

prohibidos.

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Capítulo 7

Traducido por: Pargulin

VERANO Y HIERRO

Los días se convirtieron en una constante, si no cómoda, rutina. Al amanecer, antes de que la

luz del sol tocara el suelo del bosque, iba al pequeño claro para practicar ejercicios de espada

con Ash. Él era un maestro estricto pero paciente, empujándome más allá de mi zona de

confort para luchar como si quisiera matarlo. Me enseñó a defenderme, a cómo bailar

alrededor de un enemigo sin ser golpeada, a cómo volver la energía de mi oponente en su

contra. A medida que mi habilidad y confianza crecieron y nuestros enfrentamientos de

práctica se fueron volviendo más serios, comencé a ver un patrón, un ritmo en el arte del

manejo de la espada. Llegó a ser más como un baile: un ritmo de rotación, lanzando

cuchilladas y un juego de piernas constante. Todavía estaba lejos de ser tan buena como Ash,

y nunca lo sería, pero estaba aprendiendo.

Por las tardes me dedicaba a hablar con mi padre, tratando de hacerlo salir de su caparazón de

locura, sintiendo como si estuviera golpeándome repetidamente la cabeza contra una pared.

Era un proceso lento y doloroso. Sus momentos de lucidez eran pocos y distantes entre sí, y

no me reconocía la mitad del tiempo. La mayoría de nuestros días progresaban con él tocando

el piano mientras yo me sentaba en un sillón cercano y hablaba con él cada vez que la música

se detenía. A veces, Ash estaba allí, tirado en el sofá leyendo un libro, a veces desaparecía en

el bosque durante horas. No sabía a dónde iba o lo que estaba haciendo, hasta que un conejo u

otros animales empezaron a aparecer en los platos para la cena y se me ocurrió que Ash

podría estar impaciente con la falta de progreso, también.

Un día, sin embargo, regresó y me entregó un libro grande, encuadernado en cuero. Cuando

lo abrí, me sorprendí al encontrar fotos de mi familia mirando hacia mí. Fotos de mi familia...

de antes. Paul y mi mamá, en el día de su boda. Un lindo perrito de raza mixta que no

reconocí. Yo como un bebé, luego como una niña, y luego una sonriente niña de cuatro años

de edad, montado en un triciclo.

“Me debían un favor,” explicó Ash a mi expresión de asombro. “El bogey que vive en el

armario de tu hermano lo encontró para mí. Tal vez pueda ayudar a tu padre a recordar.”

Lo abracé. Él me abrazó suavemente, con cuidado de no presionar o responder de una manera

que podría conducir a la tentación. Saboreé la sensación de sus brazos alrededor de mí,

respirando su olor, antes de que se apartara suavemente. Le sonreí en agradecimiento y me

volví hacia mi padre en el piano.

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“Papá,” murmuré, sentándome cuidadosamente junto a él en el banquillo. Me lanzó una

mirada cautelosa, pero al menos no se estremeció o alejó ni comenzó a golpear las teclas del

piano. “Tengo algo que mostrarte. Mira esto.”

Abriendo la primera página, esperé para que mirara. Al principio, lo ignoró con esmero,

encorvándose de hombros, sin levantar la vista. Su mirada parpadeó a la página del álbum

una vez, pero siguió tocando, sin ningún cambio en su expresión. Después de unos minutos

más, estaba lista para rendirme y refugiarme en el sofá para hojearlo yo misma, cuando la

música de repente tambaleó. Asustada, miré hacia él, y se me hizo un nudo en el estómago.

Lágrimas corrían por su rostro, salpicando las teclas del piano. Mientras le miraba, paralizada,

la música poco a poco se detuvo, y mi padre empezó a sollozar. Se inclinó, y sus largos dedos

trazaban las fotos en el libro mientras sus lágrimas goteaban en las páginas y mis manos. Ash

se deslizó en silencio fuera de la sala, y yo puse un brazo alrededor de mi papá y lloramos

juntos.

Desde ese día, comenzó a hablar conmigo, lento, conversaciones tartamudeadas al principio,

mientras nos sentábamos en el sofá y hojeábamos el álbum de fotos. Él estaba tan frágil, su

cordura era como vidrio hilado que un soplo de viento podría romper en cualquier momento.

Pero poco a poco, empezó a recordarme a mí y a mamá, y su antigua vida, aunque nunca

pudo conectar a la pequeña en el álbum con la adolescente sentada a su lado en el sofá. A

menudo preguntaba donde estaba mamá y la bebé—Meghan, y tenía que decirle una y otra

vez, que mamá estaba casada con alguien más ahora, que él había desaparecido por once años,

y que ella ya no estaba esperando por él. Y tuve que ver las lágrimas en sus ojos cada vez que

lo escuchaba.

Eso hacía que doliera mi alma.

Las noches eran lo más difícil. Ash era tan bueno como su palabra y nunca presionó,

manteniendo todas las interacciones entre nosotros ligeras y fáciles. Nunca me rechazó,

cuando necesitaba un escape después de un agotador día con mi padre, él siempre estaba allí,

tranquilo y fuerte. Me acurrucaba con él en el sofá, y escuchaba como le derramaba mis

miedos y frustraciones. A veces no hacíamos más que leer juntos, yo acostada en su regazo

mientras él pasaba las páginas — aunque nuestros gustos en libros eran muy diferentes, y por

lo general me quedaba dormida en medio de una página. Una noche, aburrida e inquieta,

encontré un montón de juegos de mesa cubiertos de polvo en un armario, y acosé a Ash para

que aprendiera Scrabble, damas y Yahtzee.

Sorprendentemente, Ash descubrió que disfrutaba de estos juegos ‘humanos,’ y no tardó en

pedirme que jugáramos más a menudo. Esto llenó algunas de las largas e inquietas noches y

mantuvo mi mente lejos ciertas cosas. Desafortunadamente para mí, una vez que Ash

aprendió las reglas, era casi imposible vencerle en juegos de estrategia como las damas, y su

larga vida le dio un amplio conocimiento de largas y complicadas palabras que me dejaban

pasmada en el Scrabble. Aunque a veces terminábamos debatiendo si los términos hadas

como Gwragedd Annwn y hobyahs eran legales para usar.

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De todos modos, apreciaba nuestro tiempo juntos, sabiendo que esta calma apacible llegaría a

su fin algún día. Pero había un muro invisible entre nosotros ahora, una barrera que sólo yo

podría romper, y me estaba matando.

Y, aunque no quería, extrañaba a Puck. Puck siempre me hacía reír, incluso cuando las cosas

estaban de lo más sombrías. A veces atrapaba un vistazo de un venado o un pájaro en el

bosque y me preguntaba si era Puck, observándonos. Entonces me enojaba conmigo misma

por preguntármelo y pasaba el día tratando de convencerme a mí misma que no me importaba

dónde estaba ni lo que estaba haciendo. Pero aún lo echaba de menos.

Una mañana, un par de semanas más tarde, Ash y yo estábamos terminando nuestra sesión de

práctica diaria cuando Grimalkin apareció en una piedra cercana, observándonos.

“Todavía estás pensando en tus movimientos,” dijo Ash mientras nos preparábamos, con las

espadas en alto y listas. “No mires el lugar que estás tratando de golpear, deja a la espada ir

por su cuenta.” Él arremetió, cortando por sobre mi cabeza. Me agaché y me alejé, tratando

de golpearlo por la espalda, y paró el golpe, viéndose complacido. “Bien. Eres cada vez más

rápida, también. Estarás a la altura de la mayorías de los matones Redcap si trata de empezar

algo.”

Sonreí ante el cumplido, pero Grimalkin, que había permanecido en silencio hasta ahora, dijo,

“¿Y qué pasaría si utilizan glamur en su contra?”

Me volví. Grimalkin se sentó con su cola alrededor de sus pies, viendo a un abejorro amarillo

volando sobre la hierba embelesado.

“¿Qué?”

“Glamour. Ya sabes, ¿La magia que traté de enseñarte una vez, antes de descubrir que no

tenías talento para ello?” Grimalkin dio un manotazo a la abeja, que se acercaba, no le acertó,

y fingió que no le interesaba en absoluto, mientras este se perdía en la distancia.

Olió y me miró de nuevo, crispando su cola. “El príncipe de Invierno no sólo utiliza su

espada cuando lucha — tiene el glamur a su disposición también, al igual que tus enemigos.

¿Cómo piensas hacer frente a eso, humana?” Antes de que pudiera responder, se animó, su

atención fija en el revoloteo de una gran mariposa de color naranja revoloteando hacia

nosotros, y saltó de la roca, desapareciendo en la alta hierba.

Miré a Ash, que suspiró y envainó la hoja. “Tiene razón, por desgracia,” dijo, pasándose una

mano por el pelo. “Enseñarte el uso de la espada se suponía que era sólo la mitad de tu

entrenamiento. Quería enseñarte a aprender a utilizar tu glamur, también.”

“Sé cómo usar el glamur,” argumenté, aún herida por la casual declaración de Grimalkin con

respecto a mi falta de talento. Ash levantó una ceja, un desafío en silencio, y suspiré. “Bien,

entonces. Voy a probártelo. Mira esto.”

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Retrocedió unos cuantos pasos, y yo cerré los ojos, llegando al bosque a mi alrededor.

Al instante, mi mente estaba llena de toda clase de cosas que crecían: la hierba bajo mis pies,

las vides que se deslizaba por el suelo, las raíces de los árboles que nos rodeaban. En este

claro, Verano dominaba por completo. Ya sea a través de la influencia Leanansidhe o alguna

otra cosa, las plantas aquí no habían conocido el toque de invierno, el frío, o la muerte,

durante mucho tiempo.

La voz de Ash cortó a través de mi concentración, y abrí los ojos. “Tienes mucho poder, pero

tienes que aprender a controlarlo si vas a usarlo.” Se agachó, sacó algo de hierba, y la sostuvo

en alto. Era una pequeña flor, de pétalos blancos todavía bien cerrados, hecha un ovillo.

“Hazla florecer,” ordenó Ash en voz baja.

Con el ceño fruncido, miré el pequeño capullo, mi mente corriendo. OK, puedo hacer esto.

He levantado raíces y he hecho moverse a árboles y desviado a un aluvión de flechas desde el

aire. Puedo hacer una pequeñita flor florecer. Aún así, dudé.

Ash tenía razón; podía sentir el glamur a mi alrededor, pero todavía no estaba segura de cómo

en realidad usarlo.

“¿Quieres una pista?” preguntó Grimalkin desde una roca cercana, asustándome. Salté, y

movió una oreja en diversión. “Imagina la magia como una arroyo,” continuó, “y luego como

una cinta, luego un hilo. Cuando sea tan delgada como te sea posible hacerla, utilízala para

suavemente provocar a los pétalos para que se abran. Algo más contundente haría a la flor

partirse y hacer que el glamur se dispersara.” Parpadeó sabiamente, a continuación, una

mariposa cerca del arroyo le llamó la atención y saltó una vez más.

Miré a Ash, preguntándose si estaba irritado con Grimalkin por ayudarme, pero asintió con la

cabeza solamente. Tomando un respiro, sostuve el glamur en mi mente, un remolino, un

torbellino de colores de emociones y sueños. Concentrándome duramente, lo reduje hasta que

se trataba de una cuerda brillante, a continuación, aún más, hasta que sólo fue un brillante

hilo oh —tan— delicado en mi mente.

El sudor perló y rodaba por mi frente y mis brazos empezaron a temblar. Conteniendo la

respiración, toqué con cuidado la flor con el hilo de glamur, enrollando la magia en el

pequeño botón y ampliándola con cuidado. Los pétalos se estremecieron una vez y poco a

poco se abrieron.

Ash asintió con la cabeza en aprobación. Sonreí, pero antes de que pudiera celebrar, un

ataque de vértigo me golpeó como un maremoto, casi derribándome. El mundo giraba

violentamente, y sentí mis piernas ceder, como si alguien hubiera tirado un tapón y dejara que

toda mi magia se perdiera. Jadeando, me lancé hacia adelante.

Ash me agarró, sosteniéndome en posición vertical. Me aferré a él, sintiéndome casi enferma

de debilidad, frustrada de que algo tan natural fuera así de difícil. Ash nos bajó a los dos al

suelo, alejándose para mirarme con preocupados ojos de plata.

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“¿Es… es normal estar así de cansada?” Le pregunté, mientras la sensibilidad poco a poco

volvía a mis piernas. Ash negó con la cabeza, su rostro oscuro y sombrío.

“No. Esa pequeña cantidad de glamur no debería ser nada para ti.” Se puso de pie, cruzando

los brazos sobre el pecho, mirándome con una expresión preocupada. “Algo está mal, y no sé

lo suficiente de magia de Verano para ayudarte.” Tendiéndome la mano, me puso de pie con

un suspiro. “Vamos a tener que encontrar Puck.”

“¿Qué? ¡No!” Me alejé de él demasiado rápido y tropecé, casi cayendo de nuevo. “¿Por qué?

No necesitamos a Puck. ¿Qué pasa con Grimalkin? Él puede ayudar, ¿verdad?”

“Probablemente.” Ash miró hacia donde estaba Grimalkin acechando mariposas a través de la

hierba, su cola moviéndose rápido con emoción. “¿Estás segura que quieres que se lo pida?"

Hice una mueca. “No, no en realidad,” suspiré. Estúpido, gato acumulador de favores. “Muy

bien. Pero, ¿Por qué Puck? ¿De verdad crees que él sabrá lo que está pasando?”

Ash levantó un hombro en un pequeño encogimiento de hombros. “No lo sé. Pero ha estado

por aquí más tiempo que yo y puede saber más acerca de lo que está ocurriendo contigo. Lo

menos que podemos hacer es preguntar.”

“No quiero verlo.” Crucé los brazos, frunciendo el ceño. “Él me mintió, Ash. Y no me digas

que las hadas no pueden mentir — omitir la verdad es igual de malo. Me dejó creer que mi

papá nos abandonó, y él sabía dónde estaba todo el tiempo. Once años, él me mintió. No

puedo perdonarlo por ello.”

“Meghan, créeme, sé lo que es odiar a Puck. He estado en eso por más tiempo que tú, ¿te

acuerdas?” Ash suavizó sus palabras con una sonrisa triste, pero todavía sentía una punzada

de culpabilidad. “Confía en mí, particularmente no quiero ir rogando por su ayuda, tampoco.”

Suspiró, pasándose una mano por el pelo. “Pero si alguien va a enseñarte magia de Verano,

debería ser él. Yo sólo puedo mostrarte lo básico, y vas a necesitar más que eso.”

Mi enojo se desinfló. Por supuesto, tenía razón. Mis hombros se hundieron y le fulminé con

la mirada. “Odio cuando eres razonable.”

Se echó a reír. “Alguien tiene que serlo. Vamos.” Se volvió y me tendió una mano. “Si vamos

a buscar a Goodfellow, debemos empezar ahora. Si se está escondiendo, o no quiere ser

encontrado, podríamos estar buscando por un rato.”

Tomando su mano, me resigné mientras cruzábamos la pradera y nos adentrábamos en la

espesura del bosque que la rodeaba.

AL FINAL, PUCK NOS ENCONTRÓ A NOSOTROS.

Los bosques que rodean la cabaña eran extensos y vastos, sobre todo pinos y grandes,

enmarañados arboles con peludos troncos. Me hacía pensar que estábamos en las montañas

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en algún lugar. Helechos y agujas de pino cubrían el suelo del bosque, el aire estaba fresco y

olía a savia.

Ash se deslizaba por el bosque como un fantasma, siguiendo algún camino invisible, el

instinto agudizado de cazador mostrando el camino. A medida que caminábamos, esquivando

ramas y trepando por rocas cubiertas de agujas, mi interior se revolvía de ira.

¿Por qué tenía que ayudarnos Puck? ¿Qué iba a saber él? La cara de mi padre apareció

delante de mí, lágrimas brillando en sus ojos mientras le decía, una vez más, que mamá

estaba casada con otra persona, y yo apretaba los puños. Aunque el secuestro de mi padre

hubiese sido planeado o no, Puck tenía mucho que responder.

Ash nos llevó a una gruta rodeada de pinos y se detuvo, mirando a su alrededor. Me uní a él,

tomándole la mano mientras buscábamos en los troncos y sombras. Estaba muy tranquilo.

Rayos de luz solar pasaba a través de los árboles y salpicaba el suelo del bosque, cubierto de

setas y agujas de pino. Los árboles eran viejas, gruesas criaturas, y el aire parecía estar lleno

de magia antigua.

“Él ha estado aquí,” dijo Ash, mientras una brisa agitaba las ramas, y su pelo oscuro. “De

hecho, está muy cerca.”

“¿Buscan algo?”

La voz familiar se hizo eco de algún lugar por encima de nosotros. Me volví, y ahí estaba

Puck, acostado en una rama, sonriéndome. No llevaba camisa, mostrando su pecho delgado, y

bronceado, y su cabello rojo estaba por todo el lugar. Se veía más... no sé... fey aquí, algo

salvaje e impredecible, más como Robin Goodfellow de Shakespeare, que convirtió a Nick

Bottom en un burro y causó estragos a los humanos perdidos en el bosque.

“Está circulando el rumor por aquí, de que ustedes me andan buscando,” dijo, lanzando una

manzana de una mano a la otra antes de morderla. “Bueno, aquí estoy. ¿Qué quieren, vuestras

altezas?”

Me molestó con el insulto implícito, pero Ash dio un paso adelante. “Algo está mal con el

glamur de Meghan,” dijo, brevemente y al grano, como de costumbre. “Tú sabes más acerca

de la magia de Verano. Necesitamos saber lo que pasa con ella, por qué no puede usar el

glamur sin casi perder el conocimiento.”

“Ah.” Los ojos de esmeralda de Puck brillaron de alegría. “Así que vienen arrastrándose de

vuelta para buscar la ayudar de Puck, después de todo. Tsk tsk.” Sacudió la cabeza y tomó

otro bocado de la manzana. “Qué fácil es olvidar rencores cuando alguien tiene algo que

necesitas.”

Me hinché de indignación, pero Ash suspiró, como si hubiera esperado esto. “¿Qué quieres,

Goodfellow?” Preguntó con cansancio.

“Quiero que la princesa me lo pida,” dijo Puck, cambiando su mirada a la mía. “La estaría

ayudando a ella, después de todo. Quiero oírlo de sus propios labios color rosa mate.”

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Apreté mis labios color rosa para no darle una respuesta desagradable. Me alegra ver que al

menos uno de nosotros es maduro al respecto, quería decir, lo que no habría sido muy maduro

en absoluto. Además, Ash me estaba mirando, todo solemne y serio, y pidiendo un poco. Si

podía tragarse su orgullo y pedir ayuda a su archienemigo, creo que podría ser adulta,

también. Por ahora.

Suspiré. “Bien.” Pero habrá repercusiones más adelante, créeme. “Puck, realmente apreciaría

si me ayudaras un poco.” Él levantó una ceja, y yo apreté los dientes. “Por favor.”

Me dedicó una sonrisa satisfecha. “¿Ayudarte con qué, princesa?”

“Mi magia.”

“¿Qué tiene de malo?”

Estaba tentada de lanzarle una piedra a la cabeza, pero ya no me estaba mostrando esa sonrisa

estúpida, así que tal vez lo decía en serio. “No lo sé,” suspiré. “No puedo usar el glamur sin

quedar ya sea muy cansada o muy enferma. No sé lo que está mal conmigo. No solía ser así.”

“Huh.” Puck saltó para bajar del árbol, aterrizando con la ligereza de un gato. Dio dos pasos

hacia nosotros y se detuvo, mirándome con intensos ojos verdes. “¿Cuándo fue la última vez

que utilizaste el glamur, princesa? ¿Sin ponerte enferma o cansada?”

Lo pensé. Había utilizado la magia de verano sobre las brujas—araña y casi vomitado por el

esfuerzo. Antes de eso, mi glamur había sido sellado por Mab, así que... “El depósito,”

respondí, recordando la batalla con otro viejo teniente de Machina. “Cuando peleamos con

Virus. Tú estabas allí, ¿Recuerdas? Detuve a sus bichos de que enjambraran sobre nosotros.”

Puck balanceaba la cabeza, pensativo. “Pero esa era magia de Hierro, ¿No es así, princesa?”

preguntó, y yo asentí. “¿Cuándo fue la última vez que utilizaste el glamur de Verano, glamur

normal, sin sentirte enferma o cansada?”

“El reino de Machina,” dijo Ash en voz baja, mirándome. El entendimiento comenzaba a

abrirse paso en él, aunque no tenía idea de hacia dónde se dirigía esto. “Sacaste las raíces

para atrapar al Rey de Hierro,” continuó, “justo antes de que te apuñalara. Justo antes de que

muriera.”

“De ahí es de donde obtuviste tu encanto de Hierro, princesa,” agregó Puck, asintiendo con la

cabeza, pensativo. “Apostaría el espejo de oro de Titania en eso. De alguna manera te

quedaste atascada con la magia de hierro de Machina — eso por eso el rey falso te quiere,

apostaría. Tiene algo que ver con el poder del Rey de Hierro.”

Me estremecí. Glitch había dicho lo mismo, pero no quería pensar en ello. “Entonces, ¿Qué

tiene eso que ver con mis problemas de glamour?” le pregunté.

Ash y Puck compartieron una mirada. “Porque, princesa,” dijo Puck, recostándose contra un

árbol, “tienes dos poderes dentro de ti ahora, verano y hierro. Y, poniéndolo simplemente, no

se llevan bien.”

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“No pueden existir juntos,” dijo Ash, como si acabara de descubrirlo. “Cada vez que lo

intentas, un glamur reacciona de forma violenta con el otro, de la misma manera en que

reaccionamos al hierro. Así que el glamur de Verano te está enfermando debido a que toca la

magia de Hierro, y viceversa.”

Puck silbó. “Ahora tenemos un Catch—22.”

“Pero... pero he usado el glamur de hierro antes de esto,” protesté, no me gustaba su

explicación en absoluto. “En la fábrica con Virus. Y no tuve ningún problema entonces.

Estaríamos todos muertos de otra manera.”

“Tu magia regular se estableció entonces.” Ash frunció el ceño, pensativo. “Cuando fuimos a

Invierno, Mab puso un enlace en ti, sellando tu magia de Verano. Ella no sabía sobre el

glamur de Hierro.” Miró hacia arriba. “Después de que el enlace fue destrozado, fue cuando

empezaste a tener dificultades.”

Crucé los brazos en señal de frustración. “Esto es tan injusto,” murmuré, mientras Ash y Puck

me miraban con mayor o menor grado de simpatía. Miré a los dos. “¿Qué se supone que debo

hacer ahora?” Exigí. “¿Cómo se supone que voy a arreglar esto?”

“Vas a tener que aprender a usar los dos,” dijo Ash con calma. “Tiene que haber una manera

de manejar los dos glamures por separado, sin uno contaminando al otro.”

“A lo mejor será más fácil con la práctica,” agregó Puck, con esa sonrisa irritante volviendo a

aparecer. “Yo podría enseñarte. Cómo usar el glamur de Verano por lo menos. Si quieres que

lo haga.”

Lo miré, en busca de una pizca de mi ex mejor amigo, por una chispa del afecto que

habíamos tenido el uno por el otro. La desagradable sonrisa nunca vaciló, pero vi algo en sus

ojos, ¿Un rayo de arrepentimiento, tal vez?

Fuera lo que fuese, era suficiente. No podía hacerlo sola. Algo me dijo que iba a necesitar

toda la ayuda que pudiera conseguir.

“Bien,” le dije, viendo su sonrisa convirtiéndose peligrosamente cerca a una mirada lasciva.

“Pero esto no quiere decir que estamos bien. Todavía no te he perdonado por lo que le hiciste

a mi familia.”

Puck suspiró dramáticamente y miró a Ash. “Únete al club, princesa.”

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Capítulo 8

Traducido por Kroana

Corregido por Sidonie

MEDIDAS DE ENTENDIMIENTO

Así que, allí estábamos de nuevo nosotros tres: Ash, Puck y yo, juntos una vez más, pero

realmente no era lo mismo. Yo practicaba ejercicios de espada con Ash por la mañana, y la

magia de Verano con Puck por la tarde, generalmente entorno a las horas más calurosas del

día. En las noches, escuchaba el piano o hablaba con mi papá, mientras trataba de ignorar la

tensión evidente entre los dos hadas en el cuarto. Paul lo estaba haciendo mejor, al menos,

sus momentos de confusión eran cada vez menores y más distantes. La mañana que hizo el

desayuno, mis ojos se empañaron con lágrimas de alivio, aunque nuestros brownies

residentes lanzaron un ataque y casi dejan la casa. Yo fui capaz de atraerlos de vuelta con

cuencos de crema y miel, y la promesa de que Paul no interferiría en sus tareas de nuevo.

El uso de mi glamur no mejoró nada.

Todos los días, cuando el sol estaba en su cenit, yo dejaba la mesa del comedor y paseaba

hasta el prado, donde Puck me esperaba. Él me mostró cómo convocar glamur de las plantas,

cómo hacer que crezcan más rápido, cómo tejer ilusiones de la nada, y cómo llamar al bosque

en busca de ayuda. La magia de Verano era la magia de la vida, calor y pasión, explicó él. El

nuevo crecimiento de la Primavera, la belleza letal del fuego, la destrucción violenta de una

tormenta de verano —todos eran ejemplos de la magia de Verano en el mundo todos los días.

Él demostró pequeños milagros —haciendo que una flor muerta regresara a la vida, llamando

a una ardilla justo a su regazo— y luego me instruyó para hacer lo mismo.

Yo lo intenté. Convocar la magia era fácil; era tan natural como respirar. Yo podía sentirla a

mí alrededor, latiendo con vida y energía. Pero cuando trataba de utilizarla en cualquier

forma, me golpeaba las náuseas y me quedaba jadeando en la tierra, tan enferma y mareada

que sentía que iba a desmayarme.

“Inténtalo de nuevo,” dijo Puck una tarde, sentado con las piernas cruzadas sobre una roca

plana en el arroyo, el mentón en sus manos. Entre nosotros, un palo de trapeador se irguió en

la hierba como un árbol desnudo. Puck lo había “tomado prestado” del armario para escobas

esa mañana temprano, y probablemente podría provocar la ira de los brownies cuando

descubrieran que una de sus herramientas sagradas había desaparecido.

Fulminé con la mirada al palo de trapeador, tomando una respiración profunda. Se suponía

que debía hacer a la estúpida cosa florecer con rosas y tal, pero todo lo que había hecho era

darme a mí misma un dolor de cabeza enorme. Atrayendo glamur hacia mí, lo intenté de

nuevo. Muy bien, concéntrate, Meghan. Concéntrate…

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Ash apareció en el borde de mi visión, los brazos cruzados, mirándonos atentamente. “¿Hubo

suerte?” él murmuró, rompiendo fácilmente mi concentración.

Puck hizo un gesto hacia mí. “Mira por ti mismo.”

Molesta con ambos, Me enfoqué en el trapeador. La madera es madera, había dicho Puck esa

mañana. Ya sea un árbol muerto, el costado de un barco, una ballesta de madera, o un simple

palo de escoba. La magia de Verano puede darle vida de nuevo, si sólo es por un momento.

Este es tu derecho de nacimiento. Concéntrate.

Glamur se arremolinaba a mi alrededor, crudo y poderoso. Lo envié hacia el trapeador, y la

enfermedad descendió como un martillo, haciendo que mi estómago se apretara. Me doblé

con un grito ahogado, luchando contra el impulso de vomitar. Si esto es lo que las hadas

experimentaban cada vez que tocaban algo hecho de hierro, no era de extrañar que ellas lo

evitaran como la peste.

“Esto no está funcionando,” escuché decir a Ash. “Ella debería parar antes de que realmente

salga herida.”

“¡No!” Tirando de mí misma hasta ponerme en pie. Fulminé con la mirada al trapeador,

mientras limpiaba el sudor de mis ojos. “Yo voy a conseguir esto, maldita sea.” Ignorando mi

turbulento estómago y el sudor que corría en mis ojos, tomé otra respiración profunda y me

concentré en el glamur girando alrededor del trapeador. La madera estaba viva, latiendo con

energía, sólo esperando por la presión que podría hacerla explotar con vida.

El palo de madera temblaba. Las náuseas se arrastraron hasta mi estómago. Me mordí el labio,

dando la bienvenida al dolor. Y de repente, las rosas florecen a lo largo del mango, rojas y

blancas y rosas y naranjas, un derroche de color entre hojas y espinas. Tan pronto como ellas

habían florecido, los pétalos se marchitaron y cayeron, tumbados en el suelo alrededor del

palo de trapeador, descubierto y desnudo una vez más. Pero fue una victoria clara, y grité en

señal de triunfo —justo antes de colapsar.

Ash me agarró, arrodillándose en la hierba. Cómo sabía exactamente dónde estar cada vez

que caía era desconcertante. “No,” jadeaba, esforzándome en ponerme de pie, apoyándome a

mi misma contra sus brazos. “Eso no fue tan difícil. Creo que estoy pillándole el truco a esto.

Vamos a hacerlo de nuevo, Puck.”

Puck alzó una ceja. “Eh, vamos no, princesa. Juzgando por la mirada que tu novio me está

disparando, yo diría que la lección ha terminado oficialmente.” Él bostezó y se puso en pie,

estirando sus largas piernas. “Además, estaba a punto de morir de aburrimiento. Mirar

florecer flores no es exactamente fascinante.” Nos echó un vistazo a ambos, a los brazos de

Ash sobre mí, y se burló. “Hasta mañana tortolitos.”

Él saltó el arroyo y desapareció en el bosque sin mirar a atrás. Suspiré y me levanté con

dificultad, apoyándome en Ash para equilibrarme.

“¿Estás bien?” Preguntó él, estabilizándome mientras la última de las náuseas se desvanecía.

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La ira estalló. No, yo no estaba bien en absoluto. ¡Yo era una maldita hada que no podía usar

el glamur! No sin desmayos, vómitos, mareos o conseguir lo que era prácticamente inútil.

¡Era alérgica a mí misma! ¿Cómo de patético era eso?

Malhumorada, me di vuelta y le di una patada al palo de trapeador, enviando al palo

ruidosamente a los arbustos. La ira de los brownies sería rápida y terrible, pero en ese

momento no me importaba. ¿De qué servía tener el glamur de Hierro si todo lo que hacía era

hacerme enfermar? En este punto, yo estaba dispuesta a dar al falso rey su estúpida magia de

Hierro, para todo el bien que me hacía.

Ash levantó una ceja ante mi muestra de mal genio, pero no dijo nada más allá: “Vamos a

entrar.” Un poco avergonzada, lo seguí a través del claro, sobre el arroyo y subí las escaleras

a la cabaña, donde Grimalkin yacía sobre la barandilla al sol y me ignoró cuando saludé.

La cabaña estaba extrañamente silenciosa mientras entrábamos, el piano solo y callado. Miré

alrededor y vi a Paul sentado en la mesa de la cocina, doblado sobre un lío de papeles

dispersos, garabateando furiosamente con la pluma. Yo esperaba que no hubiera caído en la

locura creativa. Pero él levantó la mirada, me dio una breve, no—loca sonrisa y se encorvó

sobre los documentos una vez más. Así que hoy era una de sus días más sanos, por lo menos

eso era algo.

Gimiendo, me desplomé en el sofá, mis dedos entumecidos y hormigueantes con el glamur de

sobra. “¿Qué hay de malo en mí, Ash?” Suspiré, frotándome mis ojos cansados. “¿Por qué

todo tiene que ser tan duro? Ni siquiera puedo ser una mitad hada normal.”

Ash se arrodilló y tiró de mis manos hacia abajo, presionando mis dedos a sus labios. “Tú

nunca fuiste normal, Meghan.” Él sonrió, y mis dedos hormigueaban por una razón

totalmente diferente. “Si fuera tú, yo no estaría aquí ahora.”

Liberé mis dedos y acaricié su mejilla, corriendo mi pulgar sobre la suave y pálida piel. Por

un momento, él cerró sus ojos y se apoyó en mi mano antes de posar un beso a mi palma y

ponerse de pie. “Voy a encontrar Puck,” anunció “Tiene que haber algo que estamos

ignorando, algo que estamos pasando por alto. Tiene que haber una manera más fácil.”

“Bueno, si lo averiguas, sería grandioso. Estoy enferma de estar... enferma... cada vez que

hago crecer una flor.” Intenté sonreír agradecida, pero creo que sólo le hice una mueca. Ash

puso una mano sobre mi hombro, apretó con suavidad y salió de la habitación.

Suspirando, me acerqué a la mesa de la cocina, curiosa por ver en lo que papá estaba

trabajando tan vigorosamente. Él no levantó la vista esta vez, así que me senté en el borde

junto a él. La mesa estaba cubierta con hojas de papel, garabateadas con líneas y puntos

negros. Mirando más de cerca, vi que eran partituras dibujadas a mano alzada.

“Hey, papá.” Hablé en voz baja, no queriendo distraer o asustarlo. “¿Qué estás haciendo?”

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“Componiendo una canción.” Respondió, mirándome brevemente y sonriendo. “Justo me

llegó esta mañana, y supe que tenía que escribirla rápidamente antes de perderla. Yo solía

escribir canciones todo el tiempo para... para tu madre.”

Yo no sabía qué decir a eso, así que observé el movimiento del lápiz, garabateando puntos a

lo largo de cinco simples líneas negras. No parecía música para mí, pero papá podría detener

y cerrar sus ojos, moviendo el lápiz a una melodía invisible, antes de añadir más puntos a las

líneas.

Mi visión se desenfocó por un momento, y los puntos parecieron moverse en el papel. Por

sólo un segundo, toda la canción brilló con glamur. Las estrictas y rectas líneas brillaban

como hilos de metal, mientras las diferentes notas, antes negras y sólidas, brillaban ahora

como gotas de agua reflectando la luz. Sorprendida, parpadeé y los garabatos se volvieron

normales de nuevo.

“Extraño.” Murmuré

“¿Qué es extraño?” Paul preguntó, levantando la mirada.

“Um.” Rápidamente, busqué un tema más seguro. Papá no tenía un gran respeto por el

glamur, viendo esto como nada más que trucos de hadas y engaños. Con todo lo que había

pasado, no podía culparlo. “Um,” dije de nuevo, “Me preguntaba... para qué son todos esos

pequeños puntos y líneas. Quiero decir, no parece música para mí.”

Paul sonrió, ansioso por hablar sobre su tema favorito, y sacó una hoja entera de papel de un

montón. “Son medidas” él explico, colocando la hoja entre nosotros. “¿Ves estas líneas?

Cada línea representa un tono musical. Cada nota en una escala es representada por su

posición en la línea o entre los espacios. Cuanto más alta está la nota en las líneas, mayor es

el tono musical. ¿Me sigues hasta ahora?”

“Ummm…”

“Ahora, observa los diferentes puntos, o notas,” Continuó papá, como si yo hubiera entendido

todo lo que él acaba de decir. “Un punto abierto suena más que un punto cerrado. Los

pequeños tallos y banderas que ves cortan el tiempo a la mitad, y en mitad de nuevo. La

apariencia de las notas le dice al intérprete cuanto tiempo sostienen y que nota tocar. Todo se

mide por el tiempo, el tono y la escala, escrito en perfecta armonía. Una nota o medida en el

lugar equivocado confundiría toda la canción.”

“Suena muy complicado.” Ofrecí, tratando de continuar con su explicación.

“Puede ser. La música y las matemáticas han estado siempre vinculadas estrechamente. Se

trata de fórmulas y de fracciones y cosas por el estilo.” Paul se paró abruptamente con la

partitura y se dirigió al piano. Me arrastré detrás de él y me encaramé en el sofá. “Pero

entonces, se pone todo junto y suena como esto.”

Y tocó una canción tan hermosa que cerró mi garganta, haciéndome querer sonreír y reír y

llorar todo al mismo tiempo. Yo había escuchado su música antes, pero esto era diferente,

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como si él hubiera puesto todo su corazón y alma en ella, y había crecido una vida propia.

Glamur estalló y se arremolinó alrededor de él, un remolino de los más hermosos colores que

había visto nunca. No es extraño que las hadas fueran atraídas a los mortales con talento. No

es extraño que Leanansidhe hubiera sido tan renuente a dejarlo ir.

La pieza fue corta y terminó abruptamente, como si Paul acabara de quedarse sin notas.

“Bueno, no está terminada todavía,” murmuró, bajando sus manos, “pero te haces una idea.”

“¿Cómo se llama?” susurré, el eco de la canción todavía resonando a través de mí. Paul

sonrió.

“Memorias de Meghan.”

Antes de que pudiera decir nada, la puerta se abrió de golpe y Ash entró con Puck detrás de él.

Me levanté mientras Ash cruzaba la habitación, su rostro tenso y severo, y Puck se paró

frente a la puerta con los brazos cruzados, mirando por la ventana.

“¿Qué está pasando?” Le pregunté mientras Ash se acercaba, mirando como si quisiera

cargarme y salir corriendo por la puerta. Miré a mi papá para ver cómo le estaba afectando

esto, aliviada al ver que parecía cauteloso y alarmado pero no loco. Ash me tomó del brazo y

me llevó lejos.

“Las Cortes Seelie y Unseelie” murmuró él, suficientemente bajo para que mi padre no

pudiera oírlo. “Ellos están aquí, y están buscándote.”

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Capítulo 9 Traducido por Kroana

Corregido por Sidonie

UNA PROMESA DE CABALLERO

Parpadeé hacia Ash, y mi estómago se retorció extrañamente, tanto de entusiasmo como de

miedo. “¿Los dos?” susurré, echando un vistazo a mi papá, que se había apartado de vuelta a

la mesa y estaba inclinado sobre su música de nuevo. Él tendía a ignorar a las hadas cuando

estaban en la habitación, nunca hablaba con ellos, apenas cruzaba la mirada con ellos, y los

chicos estaban contentos de regresar el favor. Eso provocaba algunas tardes difíciles, pero

creo que a Paul le aterraba que si llamaba su atención, él podría volverse loco una vez más.

Ash se encogió de hombros. “Ellos no quisieron hablar conmigo o con Puck, excepto para

decir que Leanansidhe ya se les dio permiso para venir aquí. Quieren hablar contigo. Están en

el claro ahora.”

Caminé hacia la ventana y me asomé. En el borde de los árboles, sólo podía ver un par de

caballeros sidhe cada uno sosteniendo una bandera, una verde y oro y adornada con la cabeza

de un ciervo magnífico, la otra negra con una rosa blanca y espinosa en el centro.

“El emisario dijo que había un mensaje específicamente para usted, princesa”, dijo Puck,

recostado contra la puerta con los brazos cruzados. “Dijo que era del mismo Oberon.”

"Oberon". La última vez que vi a mi padre biológico, me había desterrado al reino de los

mortales después de que Mab había hecho lo mismo con Ash. Pensé que había roto todos los

vínculos; él había dejado bastante claro cuando nos separamos, que estaba sola y que en el

País de las Hadas nunca me darían la bienvenida de nuevo. ¿Qué quería conmigo ahora el

Rey de la Corte de Verano?

Sólo hay una manera de averiguarlo. “Papá” llamé, dándome la vuelta hacia la mesa, “Me

voy ahora, pero regresaré. No dejes la casa, ¿De acuerdo?”

Él me hizo un gesto sin levantar la vista, y yo suspiré. Por lo menos Paul estaría demasiado

ocupado para preocuparse por el grupo inesperado en el prado. “Muy bien” murmuré

caminando hacia la puerta, la cual abrió Puck para mí. “Vamos a acabar con esto.”

Cruzamos el arroyo, donde Grimalkin estaba aseándose en una roca plana, despreocupado

con la llegada de las cortes, y se encaminó hacia el otro lado del prado. Ya era tarde y las

luciérnagas parpadeaban sobre la hierba. Ash y Puck caminaban a mi lado, el aura protectora

brillaba fuerte, y cualquier miedo que tenía desapareció al instante. Habíamos pasado por

muchas cosas, nosotros tres. ¿Qué más quedaba, que no pudiéramos afrontar juntos?

Los dos caballeros se inclinaron a medida que nos acercábamos. Atrapé un destello de

sorpresa de Ash y Puck, asombrados de que dos guerreros de las cortes contrarias pudieran

estar en la presencia de la otra sin luchar. Yo encontré esto graciosamente irónico.

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Entre los caballeros, casi oculto en la hierba alta, un gnomo cara—de—patata se adelantó y

se inclinó hacia delante por la cintura. “Meghan Chase,” saludó, con una sorprendente

profunda voz, fuerte y formal como un mayordomo. “Su padre, Lord Oberon, envía sus

saludos.”

Yo sentí un destello de molestia. Oberon no tenía derecho a reclamarme a mí como su hija.

No después de renegar de mí delante de todas las malditas cortes. Cruzando mis brazos,

fulminé con la mirada al gnomo. “Usted quería verme. Aquí estoy. ¿Qué quiere Oberon

ahora?”

El gnomo parpadeó. Los caballeros intercambiaron una mirada. Puck y Ash se mantuvieron

de pie a mi lado, silenciosos y protectores. A pesar de que yo no estaba mirándolos a ellos,

podía sentir la diversión regocijada de Puck.

El gnomo aclaró su garganta. “Ejem. Bueno, como usted sabe, princesa, su padre está en

guerra con el Reino de Hierro. Por primera vez en siglos, hemos creado una alianza mutua

con la Reina Mab y la Corte de Invierno.” Su mirada se desvió hacia Ash antes de enfocarse

en mí de nuevo. “Un ejército de fey de hierro se agazapa en nuestra puerta, deseosos de

manchar nuestra tierra y matar a todos en el mismo. La situación se ha vuelto más grave.”

“Ya lo sé. De hecho, creo que fui la primera en decirle a Oberon al respecto. Justo antes de

que él me exiliara.” Sostuve la mirada del gnomo, tratando de mantener la amargura de mi

voz. “Le advertí a Oberon acerca del Rey de Hierro hace tiempo, a él y a Mab. Ellos no me

escucharon. ¿Por qué estás diciéndome esto ahora?”

El gnomo suspiró y, por un momento, perdió su tono formal. “Porque, princesa, las cortes no

pueden tocarlo. El Rey de Hierro se esconde en lo profundo de su venenoso reino, y las

fuerzas de Verano e Invierno no pueden penetrar lo suficiente como para atacarlo. Estamos

perdiendo terreno, soldados y recursos, y los fey de hierro continúan avanzando en ambas

cortes. El Nuncamás está muriendo más rápido que nunca, y pronto no habrá lugar seguro al

que nosotros podamos ir.”

Se aclaró la garganta de nuevo, pareciendo avergonzado, y se volvió apropiado una vez más.

“Debido a esto, el rey Oberón y la Reina Mab están preparados para ofrecerle un trato,

Meghan Chase.” Él alcanzó su bolsa y extrajo un pergamino atado con una cinta verde, que

desenrolló con una floritura.

“Aquí vamos.” Murmuró Puck.

El gnomo frunció el ceño, entonces se volvió hacia el pergamino y anunció con una grande e

importante voz. “Meghan Chase, por orden del rey Oberón y la Reina Mab, las cortes están

dispuestas a levantar su exilio, así como el exilio del Príncipe Ash y Robin Goodfellow, la

abolición de todos los crímenes y prestación del indulto total.”

Puck dio un fuerte resoplido. Ash permaneció en silencio, ninguna emoción se mostró en su

rostro, pero yo atrapé un breve destello de esperanza, de anhelo. Ellos querían ir a casa. Ellos

extrañaban Faery, y ¿quién podría culparlos? Ellos pertenecían allí, no al mundo de los

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mortales, con su amplio escepticismo e incredulidad en todo menos la ciencia. No era de

extrañar que las hadas de hierro estuvieran tomando el mundo, muy pocas personas creen en

la magia ya.

Pero, por lo que yo sabía los negocios de las hadas nunca vienen sin un precio, mantuve mi

expresión en blanco y pregunté “¿A cambio de qué?”

“A cambio…” El gnomo dejó caer sus manos, evitando sus ojos. “De viajar al reino de hierro

y la eliminación de su rey.”

Asentí con la cabeza lentamente, de repente muy cansada. “Eso es lo que yo pensaba.”

Ash se acercó más, lanzando miradas cautelosas al gnomo y a los dos guardias. “¿Por ella

misma?” él dijo con calma, enmascarando la ira debajo. “¿Oberon no está ofreciendo ninguna

ayuda? Parece mucho pedir, si sus propios ejércitos no pueden pasar.”

“El Rey Oberon cree que una sola persona podría moverse invisible a través del Reino de

Hierro,” replicó el gnomo, “y así tener una mejor oportunidad de encontrar al Rey de Hierro.

Ambos, Oberon y Mab, están de acuerdo en que la princesa de Verano es la mejor elección

—ella es inmune a los efectos del hierro, ha estado allí antes y ya ha derrotado a un Rey de

Hierro.”

“Tuve ayuda entonces” murmuré, sintiendo una opresión propagándose a través de mi

estómago. Los recuerdos se alzaron, sombríos y aterradores, y a pesar de mí misma, mis

manos empezaron a temblar. Me acordé de la terrible tierra de desechos del Reino de Hierro:

el maldito desierto, la ácida lluvia come—carne, la imponente torre negra elevándose en el

cielo. Me recordé matando a Machina, conduciendo una flecha a través de su pecho, mientras

toda la torre se derrumbaba en esquirlas. Y me acordé de Ash, su cuerpo frío y si vida en mis

brazos, y apreté los puños con tanta fuerza que mis uñas se clavaron en mis manos.

“No estoy lista.” Dije, mirando a Ash y a Puck por consuelo. “No puedo volver allí aún.

Todavía tengo que aprender a pelear y a usar el glamur, y… y ¿Qué hay de mi papá? Él no

puede quedarse aquí por sí mismo.”

El gnomo parpadeó, viéndose confuso, pero Puck habló antes de que él pudiera decir nada.

“Ella necesitará algo de tiempo para pensar al respecto,” dijo, dando un paso adelante con

una desarmante sonrisa. “Supongo que Oberon no necesita una respuesta correcta en este

mismo segundo, ¿verdad?”

El gnomo lo miró seriamente, sin embargo habló hacia mí. “Él dijo que el tiempo era esencial,

su alteza. Cuanto más tiempo permanece usted aquí, más lejos se extiende la corrupción y se

hace más fuerte el Rey de Hierro. Lord Oberon no puede esperar. Regresaremos al amanecer

por su respuesta.” Él hizo una reverencia y los caballeros dieron un paso atrás, preparándose

para irse. “Esta es una oferta de una—vez.” Advirtió el gnomo. “Si usted elige no aceptar la

oferta de Oberon y no volver a Nunca Jamás con nosotros, ninguno de ustedes lo verá de

nuevo.” Enrolló el papel con una floritura y desapareció dentro del bosque con los guardias.

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Caminé de regreso a la cabaña en un aturdimiento, y me hundí en el sofá. Papá no estaba en

la habitación y los brownies no habían comenzado la cena aún, así que estábamos solos. “No

estoy lista.” Dije de nuevo, mientras Puck se sentaba en el otro brazo y Ash se quedaba de pie,

mirándome seriamente. “Yo apenas derribé el primer Rey de Hierro, y eso fue con la flecha

Witchwood. No tengo nada de eso ahora.”

“Cierto” la voz de Grimalkin sonó junto a mi cabeza, haciéndome saltar. El gato parpadeó

como respuesta de mi mirada furiosa y se instaló cómodamente en los cojines del respaldo.

“Pero eso era específicamente para Machina. No sabes si eso es lo que necesitas para el rey

falso.”

“Eso no importa.” Dije “No tengo nada esta vez. Todavía no puedo usar el glamur bien, no sé

qué haré en una pelea y…” hice una pausa, casi susurrando las palabras “…no puedo hacerlo

sola.”

“Whoa, whoa, whoa.” Puck se puso de pie y se unió a Ash en mirarme furioso. “¿De qué

estás hablando? ¿Hacerlo sola? Sabes que nosotros vamos a estar justo allí contigo, princesa.”

Negué con la cabeza. “Ash casi muere la última vez. El Reino de Hierro es mortal para las

hadas, es por eso que Oberon y Mab no pueden vencerlo. No puedo perderlos a ambos. Si

hago esto, tengo que hacerlo sola.”

Sentí la mirada aguda de Ash, cortándome. Su furia era de un color frío, helado, y pinchaba

mi piel, mientras yo sentía mi propia ira aumentar hasta hacerle frente. Él bebería saber. De

todo el mundo, Ash conocía cómo de letal era el Reino de Hierro para un fey normal. ¿Qué

derecho tenía de estar enfadado? Yo era la que tenía que ir al Reino de Hierro. No había

manera de que hiciera pasar a cualquiera de ellos por esa tortura de nuevo. Me negaría al así

llamado acuerdo de Oberon, si ese fuera el caso.

Y todavía, si me negaba, Ash y Puck podían quedarse conmigo en el reino mortal, para

siempre. Esta era su oportunidad de ir a casa. No podía negarles eso, incluso si eso

significaba que tenía que viajar a la maldita tierra de los fey de hierro una vez más y la cara

del rey falso por mí misma.

“Sabes que no va a funcionar, princesa.” Dijo Puck, leyendo mis pensamientos. “Si piensas

que puedes evitar que yo o chico hielo te sigamos al Reino de Hierro…”

“¡No te quiero allí!” Estallé, finalmente levantando la mirada. Él parpadeó hacia mí con

asombro, aunque Ash continuó mirándome fijamente con ojos helados. “Maldita sea, Puck, tú

no viste el Reino de Hierro. No sabes lo que se siente. ¡Pregúntale a Ash!” Continué,

señalando al Príncipe de Hielo, sabiendo que estaba empujándolo peligrosamente y sin

cuidado. “Pregúntale cómo sólo respirar el aire lo estaba matando desde adentro. Pregúntale

cómo me sentía, viéndolo cada vez peor y no pudiendo hacer nada.”

“Y todavía estoy aquí.” La voz de Ash era como hielo frágil, sus ojos oscurecidos a negro. “Y

parece que mi promesa no significa nada para ti. ¿Me liberas ahora, cuando es conveniente

hacerlo?”

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“Ash.” Lo miré, odiando que estuviera enojado, pero necesitando que entendiera. “No puedo

verte sufrir de nuevo, no de esa manera. Si tú me sigues al Reino de Hierro de nuevo, podrías

morir, y eso podría matarme también. No puedes pedirme que haga eso.”

“Es…” Ash se detuvo, cerró sus ojos por un momento. “No fue tu elección, Meghan.”

Continuó en una voz, incluso forzada. “Conocía los riesgos cuando hice ese acuerdo, y sé lo

que pasará si te sigo al el Reino de Hierro. Me gustaría ir contigo, a pesar de todo.” Su voz se

volvió más afilada. “Pero eso no viene al caso. No puedo dejarte, a menos que oficialmente

me liberes de mi promesa de quedarme.”

¿Liberarlo? ¿Deshacer una promesa para que él no se viera obligado a seguirme? “Yo no

sabía que podía hacer eso.” Murmuré, sintiendo un breve pesar y un poco de rabia. “¿Así que,

todo ese tiempo en el reino de Machina, yo podría haberte puesto en libertad, y no hubieras

tenido que ayudarme?”

Ash vaciló, como si él no quisiera hablar de ello por más tiempo, pero Grimalkin habló desde

la parte posterior del sofá. “No, humana.” Él ronroneó. “Eso fue un contrato, no una promesa.

Ambos estuvieron de acuerdo en algo, y ambos tienen algo de él. Esa es la forma de la

mayoría de los tratos.” Ash miró hacia abajo, pasándose una mano por su cabello mientras

Grimalkin lamía una pata delantera. “Una promesa se hace voluntariamente, es auto—

infligida, y no exige ningún requisito sobre el receptor. No hay expectativa alguna.” Él

olfateó y restregó la pata sobre sus orejas. “Dejando a uno atrapado, completamente a merced

del otro... a menos que decida ponerlo en libertad, por supuesto.”

“Así que…” Eché un vistazo a Ash. “Yo podría liberarte de tu promesa, y tú ya no tendrías

que mantenerla, ¿correcto?”

Ash parecía herido, pero sólo durante un latido del corazón. Entonces el aire a su alrededor se

volvió frígido y la escarcha se apoderó de los listones del suelo de madera. Sin decir una

palabra, dio media vuelta y salió de la habitación, deslizándose a través de la puerta delantera

y desapareciendo en la noche.

Puck dejó escapar un aliento explosivo. “Ouch. Tú sí que sabes cómo arrancar el corazón de

un tipo, ¿verdad, princesa?”

Me quedé en la puerta delantera, sintiendo mi corazón hundirse. “¿Por qué está tan enojado?”

susurré. “Sólo estoy tratando de mantenerlo con vida. No quiero que él me siga porque está

siendo forzado por alguna estúpida promesa.

Puck hizo una mueca. “Esa estúpida promesa, es la declaración más seria que nosotros

podemos hacer, princesa.” Dijo él, y el filo en su tono de voz me sorprendió. “Nosotros no

hacemos promesas a la ligera, si alguna vez las hacemos. Y por cierto, la liberación de un

hada de una promesa es el peor insulto en el mundo. Estás básicamente diciéndole que no

confías más en él, que crees que él es incapaz de llevarlo a cabo.”

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Me puse de pie. “Eso no es cierto en absoluto,” protesté, mientras Grimalkin se deslizaba de

los cojines del respaldo para acurrucarse en el lugar que había desocupado. “Yo sólo no

quiero que se quede conmigo porque tiene que hacerlo.”

“Por Dios, eres cerrada a veces.” Puck negó con su cabeza mientras yo me quedaba

boquiabierta. “Princesa, Ash nunca habría hecho esa promesa si él no estuviese planeando

seguirte de todos modos. Incluso si él nunca lo dijo, ¿Crees que podrías forzarlo a que se

quede atrás?” él se burló “Yo sé que tú no podrías obligarme a mí, yo voy a ir contigo te

guste o no, así que puedes detener la mirada penetrante. Pero, por todo lo que significa…” Él

hizo un gesto con la mano a la puerta. “Ve a encontrar a chico hielo y libéralo de su tonta

promesa. Nunca lo volverás a ver, eso es seguro. Eso es lo que básicamente significa la

liberación de un hada, que no los quieren cerca por más tiempo.”

Me hundí en la derrota. “Yo sólo... Yo sólo quería... no puedo ver morir a ninguno de los dos,”

murmuré de nuevo, una débil excusa que sonaba cada vez menos convincente. Puck resopló.

“Vamos, Meghan. Un poco de fe, ¿por favor?” él se cruzó de brazos y me dio una mirada

molesta. “Estás sacándonos antes incluso de empezar. A mí y al chico hielo. He estado aquí

por mucho tiempo, tengo la intención de estar por aquí un poco más.”

“No pensé que vendrían tan pronto.” Comencé a hundirme de nuevo en el sofá, pero me puse

de pie rápidamente cuando Grimalkin me siseó, “Quiero decir, yo sabía que tenía que hacerle

frente al rey falso eventualmente. Pero yo pensé que tendría más tiempo para prepararme.”

Me desplacé unos pies lejos del gato, y me senté en el brazo. “Todo este tiempo, he sentido

que he estado tambaleante, teniendo suerte una y otra vez. Esa suerte se va a acabar algún día.”

“Hemos llegado lejos, princesa.” Puck se acercó y puso un brazo alrededor de mí. Yo no le

preste atención. Estaba cansada de luchar. Quería a mi mejor amigo de regreso. Apoyándome

contra él, escuché a los brownies correr de un lado a otro en la cocina. El olor del pan

horneado flotaba en la habitación, cálido y reconfortante. ¿Nuestra última comida, quizás?

Intenta pensar positivo, Meghan.

“Tienes razón” Dije “Y tengo que hacer esto. Lo sé. Si alguna vez quiero una vida normal,

tengo que encarar al rey falso o él nunca me dejará en paz.” Suspiré y me acerqué a la

ventana, melancólica con el próximo crepúsculo. “Es sólo que... esta vez se siente diferente,”

dije, viendo mi reflejo en el vidrio, mirando hacia mí. “Tengo mucho más que perder. Tú y

Ash, el Nunca Jamás, mi familia, mi papá.” Me detuve, descansando mi frente contra el

vidrio. “Mi papá,” gemí “¿Qué voy a hacer con mi papá?”

Hubo un golpe desde el pasillo, y yo cerré mis ojos. Bueno, eso era una casi perfecta

sincronización. Suspiré y me enderecé. “¿Cuánto tiempo has estado ahí de pie, papá?”

“Aproximadamente desde que estabas hablando sobre suerte.” Paul entró en la habitación,

sentándose al otro lado del banco del piano. Lo vi en el reflejo del vidrio. “Te vas, ¿no?”

preguntó en voz baja.

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Puck se levantó y deambuló discretamente hacia la puerta, dejándome sola con papá a

excepción de Grimalkin dormitando. Vacilé, y luego asentí con la cabeza. “Odio dejarte solo

por esto,” le dije, dando la vuelta. “Desearía no tener que ir.”

La frente de Paul estaba surcada, como si estuviera tratando de entender, pero sus ojos se

mantuvieron claros mientras él asintió lentamente. “¿Esto es… importante?” Preguntó él.

“Sí.”

“¿Regresarás?”

Mi garganta se cerró. Tragué saliva y tomé un profundo suspiro para abrirla. “Eso espero.”

“Meghan.” Dudó papá, peleando por palabras. “Yo sé… Yo no entiendo un montón de cosas.

Yo sé que tú eres… parte de algo más allá de mí, algo que nunca voy a entender. Y supongo

que debo ser tu padre, pero… pero yo sé que tu puedes manejarte muy bien por tu cuenta. Así

que, ve.” Él sonrió entonces, los pliegues alrededor de sus ojos se arrugaron. “No digas adiós

y no te preocupes por mí. Haz lo que tengas que hacer. Voy a estar aquí cuando vuelvas.”

Le sonreí. “Gracias, papá.”

Él asintió con la cabeza, pero luego sus ojos se volvieron vidriosos, como si hubiera agotado

su asignación de cordura con esta conversación. Olfateando el aire, se animó, su cara brillaba

como la de un niño pequeño. “¿Comida?”

Asentí con la cabeza, sintiéndome de repente mayor. “Sí, por qué no regresas a tu habitación,

y yo te llamaré cuando esté lista la cena, ¿de acuerdo? Tú puedes... trabajar en tu canción

hasta entonces.”

“Oh. Cierto.” Él me miró mientras se levantaba, caminado de vuelta al pasillo. “Está casi

terminada, ¿sabes?” anunció sobre su hombro, henchido de orgullo. “Es para mi hija, pero la

voy a tocar para ti mañana, ¿de acuerdo?”

“De acuerdo.” Susurré, y él se había ido.

El silencio llenó la habitación, roto sólo por el tic—tac del reloj del la pared y la escaramuza

ocasional de la cocina. Caminé de regreso al sofá y me dejé caer junto a Grimalkin, sin saber

qué hacer a continuación. Sabía que debía encontrar a Ash y pedirle disculpas, o al menos

explicarle por qué no había querido que él viniera. Sentía un nudo en mi estómago, sabiendo

que él estaba enojado conmigo. Yo sólo había querido evitarle más dolor, ¿cómo se suponía

que iba yo a saber que la liberación de un hada de su promesa era una violación de confianza?

“Si estás tan preocupada por él” dijo Grimalkin con calma, “¿por qué no le pides que sea tu

caballero?”

Parpadeé hacia él. “¿Qué?”

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Sus ojos se abrieron, entornados y dorados, mirándome con diversión. “Tu caballero” dijo de

nuevo, más lento esta vez. “Entiendes la palabra, ¿no? No ha pasado tanto tiempo para que

los humanos lo hayan olvidado.”

“Sé lo que es un caballero, Grim.”

“Oh, bien. Entonces debería ser fácil para ti entender el significado.” Grimalkin se sentó y

bostezó, encrespando su cola alrededor de sus piernas. “Esto es una vieja tradición,” él

empezó “Incluso entre las hadas. Una dama le pregunta a un caballero que se convierta en su

caballero, su protector elegido, por el tiempo que ambos respiren. Sólo aquellos con sangre

real pueden promulgar este ritual, y la elección de un campeón es algo que sólo la dama

puede hacer. Pero es el espectáculo final de la fe entre la dama y el caballero, porque ella

confía en él por encima de todos para mantenerla a salvo, sabiendo que él daría su vida por

ella. El caballero todavía obedece a su reina y corte, en la medida de su habilidad, pero su

primer y único deber es para su dama.” Él volvió a bostezar y clavó una pata en el aire,

examinando sus dedos. “Una encantadora tradición, es seguro. Las cortes aman tales

tragedias dramáticas.”

“¿Por qué es una tragedia?”

“Porque” la voz de Ash vino desde la puerta, haciéndome saltar “si la dama muere, el

caballero morirá, también”

Me levanté rápidamente, con el corazón palpitante. Ash no entró en la habitación, continuó

mirando desde el marco. Su aura de glamur estaba escondida, cuidadosamente oculta, y sus

ojos plata eran fríos y blancos. “Camina conmigo afuera” le ordené en voz baja y cuando el

vaciló, agregué, “por favor.”

Eché un vistazo a Grimalkin, pero el gato se había acurrucado, una vez más con sus ojos

cerrados, ronroneando de satisfacción. Condenado gato, pensé, siguiendo a Ash bajé las

escaleras hacia la cálida noche de verano. A él no le importaría si Ash me corta o me

convierte en un témpano. Probablemente haya una apuesta con Leanansidhe para ver cuánto

tiempo tomará.

Conmocionada y sintiéndome culpable de que yo pudiera pensar eso, acerca de Ash y

Grimalkin, seguí al príncipe de Invierno pasar el arroyo y a través del prado en silencio. Las

luciérnagas rondaban sobre la hierba, convirtiendo el claro en una pequeña galaxia de luces

parpadeantes, y una brisa alborotó mi cabello, oliendo a pino y cedro. Me di cuenta de que

echaría de menos este lugar. A pesar de todo, era lo más cercano a la normalidad que había

tenido en mucho tiempo. Aquí, yo no era una princesa hada, no era la hija de un poderoso rey

o un peón en la eterna lucha de las cortes. Mañana al amanecer, todo eso podría cambiar.

“Si vas a liberarme” murmuró Ash, y escuché el más leve temblor debajo de su voz. “hazlo

ahora para que yo pueda irme. Prefiero no estar aquí cuando tu regreses al Nunca Jamás.”

Me detuve, lo que le hizo detenerse, aunque él no se dio la vuelta. Yo miraba su espalda, los

hombros fuertes y el pelo oscuro de medianoche, al orgulloso y duro conjunto de su columna

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vertebral. Esperando por mí para determinar su destino. Si tú realmente te preocupas por él,

una voz susurró en mi mente, podrías dejarlo en libertad. Estarían separados, pero él podría

todavía estar vivo. Dejarlo que te siga a la Corte de Hierro podría matarlo, lo sabes. Pero el

pensamiento de dejarlo abrió un agujero en mi corazón que me dejó jadeando en el interior.

No podía hacerlo. No podía dejarlo ir. Que Dios me perdone si yo estaba siendo egoísta, pero

no quería nada más que permanecer con él para siempre.

“Ash” murmuré, lo cual le hizo estremecerse, preparándose a sí mismo. Mi corazón latía con

fuerza, pero ignoré mis dudas y me apresuré “Yo… quisiera…” Cerré mis ojos, inspiré

profundamente y susurré. “¿Quieres ser mi caballero?”

Él se giró, con los ojos ampliados por el más breve de los momentos. Por unos pocos latidos

de corazón, él me miró fijamente, sorpresa e incredulidad escrito sobre su rostro. Miré hacia

atrás, preguntándome si había sido un error preguntar, si sólo lo había vinculado aún más y él

podría sentirse forzado a otro contrato.

Me estremecí mientras él se acercaba, llegando a estar a solo unas pocas pulgadas de

distancia. Lentamente, él alcanzó mi mano, apenas sosteniendo mis dedos mientras sus ojos

se encontraron con los míos. “¿Estás segura?” él preguntó, tan silenciosamente que la brisa

podría haberlo soplado lejos.

Asentí con la cabeza. “Pero, sólo si tu quieres. Yo nunca te forzaría…”

Soltando mi mano, dio medio paso hacia atrás y luego hincó una rodilla inclinando la cabeza.

Mi corazón se estremeció, y me mordí mi labio, parpadeando para retener las lágrimas.

“Mi nombre es Ashallyn’darkmyr Tallyn, tercer hijo de la Corte Unseelie” Aunque su voz era

suave, nunca titubeó, y me sentí sin aliento al oír su nombre completo. Su verdadero nombre.

“Que sea conocido, desde hoy en adelante, yo prometo proteger a Meghan Chase, hija del

Rey de Verano, con mi espada, mi honor y mi vida. Sus anhelos son míos. Sus deseos son

míos. Si el mundo se pone en su contra, mi espada estará a su lado. Y en caso de que no la

proteja, que mi propia existencia se pierda. Esto lo juro, por mi honor, mi Nombre Verdadero

y mi vida. A partir de este día…” Su voz fue aún más suave, pero aún así lo escuché como si

él lo susurrara en mi oído. “Yo soy tuyo.”

No pude contener las lágrimas más. Ellas nublaron mi visión y rodaron por mis mejillas, y no

me molesté en limpiarlas. Ash se puso de pie y me arrojó en sus brazos, sintiéndolo temblar

mientras él me aplastaba cerca. Él era mío ahora, mi caballero, y nada podría interponerse

entre nosotros.

“Bueno,” suspiró Puck, su voz flotando sobre la hierba. “Estaba preguntándome cuánto

tiempo tardaría en llegar esto.”

Me volví, y Ash me liberó, muy lentamente. Puck se sentó en una roca cerca del arroyo, las

luciérnagas zumbaban a su alrededor, posándose en su cabello y haciéndolo brillar como

brasas. Él no estaba sonriendo o burlándose de nosotros. Sólo mirando.

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Un destello de alarma ondeó a través de mí mientras él saltó y se acercó, arrastrando

luciérnagas. ¿Cuánto tiempo había estado allí, observándonos? “¿Has oído...?”

“¿El Verdadero Nombre de chico hielo? Nah.” Puck se encogió de hombros, entrelazando sus

manos detrás de su cabeza. “Por difícil que sea de creer, yo no me inmiscuiría en algo tan

serio princesa. Especialmente porque sé que tú me matarías después.” Una esquina de su

labio tembló, solo un poco, nada cerca de su amplia sonrisa habitual. Echó un vistazo a Ash y

negó con su cabeza, su expresión de diversión y… ¿podría ser de respeto? “A Mab le va a

encantar, sabes.”

Ash le dio un amago de sonrisa. “Encuentro que ya no me importa lo que la Corte de Invierno

piense de mí.”

“Es liberador, ¿no es así?” Puck resopló, luego se sentó en la hierba, girando su rostro hacia

el cielo. “Así que, ésta es nuestra última noche como exiliados, ¿eh?” él musitó, recostándose

sobre sus codos. Las luciérnagas se levantaron de la hierba parpadeando en una nube. “Parece

extraño, pero podría realmente extrañar esto. Nadie tirando de mis cuerdas, nadie mandando a

mí alrededor, salvo brownies furiosos exigiendo sus escobas de regreso, poniendo arañas en

mi cama. Es... relajante” Mirando hacia mí, él acarició el suelo.

Me bajé a la fresca, húmeda hierba mientras chispas de color ámbar y verde zumbaban a

nuestro alrededor, aterrizando en mis manos, en mí cabello. Mirando hacia Ash, tomé su

mano y tiré de él hacia abajo también. Él se instaló detrás de mí, entrelazando sus brazos

alrededor de mi cintura, y me apoyé contra él y cerré mis ojos. En otra vida, quizás,

hubiéramos sido nosotros tres: yo, mi mejor amigo y mi novio, sólo pasando el rato bajo las

estrellas, tal vez rompiendo el toque de queda, preocupados por nada, salvo la escuela y los

padres y los deberes.

“¿Qué estamos haciendo aquí?” la voz de Grimalkin vino mientras el gato se deslizó por la

hierba a mi lado, con su cola de limpia—botellas alzada. Una luciérnaga aterrizó sobre la

punta, y él la apagó con irritación. “Esto parecería sorprendentemente cerca del descanso, si

yo no supiera de un cierto príncipe demasiado tenso a relajarse.”

Ash se rió y me atrajo más fuerte contra él. “¿Sintiéndote excluido, cait sith?”

Grimalkin olfateó. “No te hagas ilusiones.” Pero él caminó contoneándose sobre la hierba y

se acurrucó en mi regazo, un caliente peso pesado con suave piel gris. Rasqué detrás de su

oreja, y él vibró con ronroneos.

“¿Crees que mi papá estará bien?” pregunté y Grimalkin bostezó.

“Él estará más seguro aquí de lo que estaría en el mundo real, humano,” respondió el gato en

una voz perezosa. “Nadie entra en este lugar sin el permiso Leanansidhe, y nadie sale a

menos que lo permita. No te preocupes demasiado.” Él mostró sus garras, mirando contento.

“Los humanos todavía estarán aquí cuando vuelvas. O incluso si no lo haces. Ahora, si

atiendes a la otra oreja, eso estaría bien. Ah... sí, eso es muy satisfactorio.” Su voz se apagó

en ronroneos retumbantes.

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Ash puso su mejilla contra la parte posterior de mi cabeza y suspiró. No fue un suspiro de

irritación o enojo o melancolía eso parecía la peste a veces. Él sonó… contento. Pacífico,

incluso. Se me hizo un poco triste, sabiendo que no podía disponer de más tiempo, de que

ésta podría ser nuestra última noche juntos, sin la guerra y la política y las leyes de hadas

interponiéndose entre nosotros.

Ash apartó el cabello de mi cuello y se acercó a mi oído, su voz tan suave que incluso

Grimalkin no podría haberlo escuchado. “Te amo” murmuró él, y mi corazón casi estalló

fuera de mi pecho, “Pase lo que pase, estamos juntos ahora. Siempre.”

Nos sentamos allí, nosotros cuatro, hablando en voz baja o sólo disfrutando en el silencio,

mirando al cielo nocturno. No vi ninguna estrella fugaz, pero si lo hubiera hecho, hubiera

deseado que mi padre se mantuviera fuerte, que Ash y Puck pudieran sobrevivir a la guerra

venidera, y que de alguna manera, todos saliéramos de esto bien. Si los deseos fueran

caballos. Yo tenía más juicio. Las hadas madrinas no existen, e incluso si lo hicieran, ellas no

podrían agitar una varita mágica y hacerlo todo mejor. (No sin un contrato, de todos modos).

Además, yo tenía algo mejor que un hada madrina, tenía mi hada caballero, mi hada

embustero, y mi gato hada, y eso era suficiente.

Al final, eso no importaba. Un simple deseo no podía salvarnos de lo que teníamos que hacer,

y mi mente estaba clara. Cuando el amanecer volvió el cielo rosa y los enviados vinieron por

nosotros de nuevo, ya tenía mi respuesta.

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CAPÍTULO 10 Traducido por Pamee!!

Corregido por Sidonie

EL BORDE DE HIERRO

El País de las Hadas no estaba como lo recordaba.

Recordé la primera vez que entré a Nunca Jamás a través de la puerta en el armario de Ethan.

Recordé los árboles enormes, tan cercanos y enmarañados que sus ramas tapaban el cielo, la

niebla retorciéndose por el suelo, el crepúsculo perpetuo que colgaba sobre todo. Aquí en el

wyldwood, ninguna corte dominaba; este era un territorio feroz y neutral al que no le

importaban las costumbres medievales de Verano o los vicios de la sociedad de Invierno.

Y estaba muriendo.

Era una cosa sutil, la mancha que se había hundido profundamente en la tierra y en el bosque,

corrompiéndolos desde el interior. Aquí y allí, un árbol estaba vacío de hojas, y un rosal tenía

espinas de acero que brillaban a la luz. Caminé por una telaraña, sólo para descubrir que

estaba hecha de finos pelos de alambre, muy parecida a las redes que los spider—hags habían

utlizado en mí. Por fuera, el cambio era débil, casi invisible. Pero el corazón latiente de

Nunca Jamás, el cual sentía a mi alrededor en cada árbol, cada hoja y brizna de hierba, latía

con decadencia.

Todo estaba tocado con glamur de Hierro, y estaba comiéndose lentamente el Nunca Jamás,

como papel sostenido encima de una llama. Y, juzgando por las gemelas expresiones de

horror en los rostros de Ash y Puck, lo sentían, también.

“Es horrible, ¿no?” dijo el gnomo enviado, mirando alrededor solemnemente. “No mucho

después de que ustedes fueron…ejem…desterrados, el ejército del Rey de Hierro atacó, y

donde quiera que fueran, el Reino de Hierro se extendió con ellos. Las fuerzas combinadas de

Verano e Invierno fueron capaces de hacerlos retroceder, pero incluso después de que se

hubieran ido, el veneno permaneció. Nuestros ejércitos están acampando a las afueras, donde

el wyldwood se encuentra con el Reino de Hierro, para intentar detener a las hadas de Hierro

que salen a borbotones de la brecha.”

“¿Son los únicos defendiendo la línea?” Ash giró su fría mirada al gnomo, quien se encogió.

“¿Qué pasa con un asalto frontal, para cerrarla completamente?”

El gnomo sacudió la cabeza. “No funciona. Hemos enviado numerosas fuerzas a la brecha,

pero ninguno de ellos ha vuelto.”

“¿Y el Rey de Hierro nunca ha mostrado su fea cara en batalla?” preguntó Puck.

“¿Simplemente se sienta como un cobarde y deja que el ejército llegue a él?”

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“Por supuesto que lo hace.” Grimalkin olfateó, arrugando los bigotes disgustado. “¿Por qué

se pondría en peligro cuando tiene todas las ventajas? Tiene el tiempo de su lado—las cortes

no. Oberon y Mab deben estar desesperados si están dispuestos a quitar su exilio. No puedo

pensar en otro momento en el que hayan estado dispuestos a retractarse de sus órdenes.”

Parpadeó y me miró, estrechando los ojos. “Las cosas de verdad deben ser graves. Al parecer

eres la última esperanza para salvar a todo.”

“Gracias, Grim. Ciertamente necesitaba que me lo recordaras.” Suspiré, empujando desolada,

terroríficos pensamientos hacia la parte trasera de mi mente, y me giré hacia el emisario.

“¿Supongo que Oberon me está esperando?”

“Lo está, su alteza.” El gnomo balanceó la cabeza y farfulló, “Por aquí, por favor. Los llevaré

al frente de batalla.”

DESDE LO ALTO DE LA CUESTA, miré hacia abajo al valle donde los ejércitos de Verano

e Invierno estaban acampando.

Tiendas de campaña estaban montadas en flojos patrones irregulares, viéndose como una

pequeña ciudad de telas coloridas y calles fangosas. Incluso desde esta distancia, podía ver la

diferencia entre los Seelie y Unseelie: los Seelie preferían la luz, tiendas de colores de verano,

marrón, verde y amarillo, mientras que el campamento Unseelie estaba marcado por tonos de

negro, azul, y rojo oscuro. Incluso aunque estaban del mismo lado, Verano e Invierno no se

mezclaban, no compartían el mismo espacio o incluso el mismo lado del valle. En el centro,

sin embargo, donde los dos campamentos parecían converger, una gran estructura se elevaba

en el aire, izando las banderas de las dos cortes lado a lado. Al menos Mab y Oberon estaban

intentando llevarse bien. Por ahora, de todas formas.

Más allá de los campamentos, un bosque retorcido de acero reluciente marcaba la entrada al

reino del Rey de Hierro.

Junto a mí, Ash escaneó el frente de batalla con los ojos estrechados, abarcándolo todo. “Han

tenido que replegarse muchas veces,” murmuró, su voz baja y grave. “El campamento entero

parece listo para levantarse y moverse a una palabra. Me pregunto cuán rápido se está

extendiendo el Reino de Hierro.”

“Supongo que estamos a punto de averiguarlo,” añadió Puck, mientras el gnomo emisario nos

hacía una seña hacia adelante y descendimos al campamento.

La ciudad de tiendas era mucho más grande y expandida de cerca, renovando mi malestar por

caminar a través de un gran grupo de hadas, viendo sus brillantes ojos inhumanos siguiendo

cada movimiento mío. Agradecidamente, sólo tuvimos que caminar a través del campamento

Seelie para llegar a la gran tienda en el medio, aunque Puck y Ash permanecieron muy cerca

mientras navegábamos las estrechas calles.

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Elegantes caballeros de Verano, vestidos con armaduras estilizadas para lucir como miles de

hojas superpuestas, nos miraron fríamente, sus ojos nunca dejando al príncipe de Invierno a

mi lado. Un par de sílfides, arrastrándose juntas con alas de libélulas de navaja, se escurrieron

fuera de nuestro camino, mirándome con desvergonzada curiosidad. Un grifo atado levantó la

cabeza y siseó, encendiendo una colorida melena de plumas. Una de sus alas había sido

dañada, y se arrastraba por el suelo mientras el grifo cojeaba de aquí para allá.

“Este lugar huele como sangre,” murmuró Ash, sus ojos moviéndose rápidamente alrededor

del campamento. Un troll verde pantanoso pasó cojeando, tenía un brazo negro por una

quemadura y estaba supurando fluidos, y me estremecí. “Parece que la guerra no está yendo

bien para nosotros.”

“Eso es lo que me gusta acerca de ti, príncipe. Eres siempre tan alegre.” Puck sacudió la

cabeza, mirando alrededor del campamento, y arrugando la nariz. “Aunque diré que este

lugar ha visto días mejores. ¿Alguien siente como si estuvieran a punto de arrojar algo, o soy

sólo yo?”

“Es el hierro.” Grimalkin se abrió camino sobre un charco, luego saltó encima de un árbol

caído, sacudiendo sus patas. “Ésta cercanía al reino del rey falso, su influencia es más fuerte

que nunca. Empeora una vez que realmente estás dentro de sus fronteras.”

Puck resopló. “No parece que te esté afectando mucho, gato.”

“Eso es porque soy más inteligente que tú y me preparo para estas cosas.”

“¿En serio? ¿Cómo te prepararías para que te lanzara a un lago?”

“Puck,” suspiré, pero en ese momento dos caballeros de Verano se aproximaron a nosotros,

sus rostros altivos y arrogantes incluso mientras se inclinaban. “Lady Meghan,” dijo uno

rígidamente, después de una mirada venenosa en dirección a Ash. “Su majestad el Rey

Oberon la verá ahora.”

“Vayan adelante,” ronroneó Grimalkin, sentándose en el tronco. “Hoy no tengo ningún

asunto con el Señor Orejas Puntiagudas. No me uniré a ustedes.”

“¿Dónde estarás, Grim?”

“Cerca.” Y el gato desapareció de la vista. Sacudí la cabeza y seguí a los caballeros, sabiendo

que Grimalkin reaparecería cuando lo necesitáramos.

Nos acercamos a la gran tienda, esquivando los colgajos mientras los guardias los hacían a un

lado, y entrando a un claro de bosque envuelto en la sombra. Árboles gigantes se extendían

por encima de nosotros, pequeños fragmentos de luz brillaban a través de sus ramas. Fuegos

fatuos bailaban en el aire, pululando a mi alrededor, riendo, hasta que los rechacé. Un búho

ululó cerca, añadiendo intensidad a la compleja ilusión que nos rodeaba. Si miraba los árboles

por el rabillo del ojo, sin realmente enfocarlos, podía ver las paredes de tela de la tienda y los

postes de madera que la sostenían alzada. Pero también podía sentir el calor de la húmeda

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noche de verano y oler las esencias terrosas de pino y cedro a nuestro alrededor. En cuanto a

lo que eran las ilusiones, ésta era casi perfecta.

En dos tronos en el centro del claro, tan antiguos e imponentes como el bosque en sí mismo,

los gobernantes de la Corte de Verano esperaban por nosotros.

Oberon estaba vestido para la batalla con una cota de malla que lanzaba destellos esmeralda y

oro bajo las estrellas ilusorias. Una capa moteada se ondulaba tras él, y su corona de

cornamenta lanzaba sombras de garras sobre el suelo del bosque. Alto, enjuto, y elegante, su

largo cabello plateado trenzado por su espalda y una espada a su lado, el Erlking nos observó

aproximarnos con exóticos ojos verdes que no traicionaban ninguna emoción, incluso cuando

parpadeó hacia Ash y Puck, de pie junto a mí, y los descartaba con la misma rapidez.

Titania se sentaba junto a él, y su expresión era más fácil de leer. La reina hada irradiaba odio,

no sólo por mí, sino por el príncipe de Invierno también. Incluso apuñaló con una mirada

desdeñosa a Puck, pero el peso de su aversión estaba dirigido a Ash y a mí. Ver a Titania

envió una llamarada de furia a través de mí. A la larga fue la responsable por la completa

situación con mi verdadero papá. Fueron su celos que condujeron a Puck a dejar que

Leanansidhe se lo llevara, por temor a que la Reina de Verano lo hiriera o matara para

mortificar a Oberon. Titania vio mi expresión, y sus labios se curvaron en una mueca

despreciable, como si hubiera discernido mis pensamientos. Me hizo temer mucho por Paul;

si Titania supiera que él seguía vivo, todavía podría hacerle daño para llegar a mí.

“Has venido,” dijo Oberon, haciendo temblar el suelo. “Bienvenida a casa, hija.”

Así que soy familia de nuevo, ahora que necesitas algo de mí, ¿no es así? Quería decirle que

no me llamara hija, que no tenía derecho. Quería decirle que no podía sólo renegar de mí y

luego llamarme de vuelta como si nada hubiera pasado. No lo hice. Sólo asentí, mirando al

Erlking con lo que esperaba que fuera una expresión confiada. Olviden las reverencias; había

terminado con eso. Si las hadas querían algo de mí ahora, tendrían que trabajar por ello.

Oberon elevó una ceja ante mi silencio, pero fue el único signo visible de sorpresa. “¿Asumo

que encontraste aceptables los términos de nuestro contrato?” continuó él, su voz baja y

tranquilizadora, moviéndose sobre mí como jarabe espeso, haciéndome repentinamente difícil

el pensar. “Levantaremos tu exilio, y el exilio de Robin Goodfellow, a cambio de tu servicio

en la destrucción del Rey de Hierro. Creo que es un trato justo. Ahora…” Oberon se giró

hacia Puck, como si el asunto ya estuviera dispuesto. “Dime lo que has aprendido de las

hadas de Hierro en el tiempo de tu exilio. Desobedeciste mis órdenes cuando dejaste Faery y

fuiste detrás de la chica—debe haber sido muy importante.”

“No tan rápido.” Me sacudí el glamur que hacía mis pensamientos pesados y fulminé con la

mirada a Oberon. “No he dicho ‘sí’ aún.”

El Erlking me miró sorprendido. “¿No estás de acuerdo en que esto es justo?” su voz se elevó

al final, sonando verdaderamente sorprendido de que lo hubiera rechazado, o tal vez eso era

más glamur de hada. “La oferta es la más generosa, Meghan Chase. Estoy dispuesto a pasar

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por alto tu relación blasfema con el príncipe de Invierno y darte una oportunidad de venir a

casa.”

“Sigo considerándolo.” Sentí tanto a Ash como a Puck mirándome y me apresuré. “La cosa

es que éste no es mi hogar. Ya tengo uno, esperando por mí de vuelta en el mundo mortal. Ya

tengo una familia, y no necesito nada de esto.”

“Suficiente.” Titania se puso de pie y me apuñaló con una mirada de puro veneno. “No

necesitamos a la mestiza, esposo. Envíala de vuelta al mundo mortal al que es tan aficionada.”

“Siéntate. No he terminado.”

La mirada en el rostro de Titania fue tanto inestimable como espantosa. Continué

rápidamente antes de que perdiera mi descaro o ella me convirtiera en una araña. “Estoy

dispuesta a negociar con ustedes, pero tiene que haber algunos agregados. Mi familia.

Déjenlos fuera de esta guerra. Déjenlos tranquilos, punto. Y esos son todos los miembros de

la familia, incluyendo el hombre que Leanansidhe robó cuando yo tenía seis.” Dirigí una

mirada penetrante hacia Titania, quien me miró de vuelta con asesinato en sus ojos. “Quiero

su palabra de que le permitirán existir.”

“¿Te atreves a decirme qué hacer, Meghan Chase?” La voz de la reina fue suave, baja, y

contenía la ominosa amenaza de una tormenta acercándose. Una temporada atrás, hubiera

estado asustada. Ahora, sólo me hizo más determinada.

“Me necesitan,” dije, negándome a retroceder, sintiendo a Ash y Puck presionar cerca. “Soy

la única que tiene una oportunidad de detener al rey falso. Soy la única que puede ir dentro de

ese infierno y salir viva. Bueno, estos son mis términos—su palabra de que mi familia nunca

verá otra hada durante el tiempo que vivan, y que Ash y Puck serán autorizados a volver a

casa una vez que todo esto termine, como prometieron que harían. Quiero escucharlo de

primera mano, ahora mismo. Ese es mi trato para detener al rey falso. Tómenlo o déjenlo.”

El Erlking estuvo en silencio un momento, sus ojos verdes sin expresión y especulativos, no

reflejando nada. Luego, sonrió, muy ligeramente, y asintió una vez. “Como desees, hija,”

musitó, ignorando a Titania cuando se giró hacia él. “Te prometo que ningún daño le

sucederá a tu familia mortal por nadie de mi corte. La Corte de Invierno y los habitantes de

Tir Na Nog no son míos para ordenarles, pero es lo mejor que puedo ofrecer.”

Titania hizo un ruido ahogado de rabia y salió del claro, dejándome vencedora de la cancha.

Tomé un aliento profundo para calmar mi corazón palpitante y me giré hacia Oberon otra vez.

“¿Qué pasa con Ash y Puck?”

“Goodfellow es libre de volver al Faery cuando le plazca,” dijo Oberon con una breve mirada

a Puck. “Aunque estoy seguro de que tendrá que hacer algo más que quite mi ira en el

próximo siglo o dos.” Puck le dio a Oberon una mirada inocente. El Erlking no pareció ser

apaciguado. “Sin embargo,” continuó, girándose hacia mí, “No soy quien extendió el exilio al

Príncipe Ash. Tendrás que ocuparte de eso con la Reina de Invierno.”

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“¿Dónde está?”

“Meghan.” Ash se acercó, poniendo una mano en mi brazo. “No tienes que enfrentarte a Mab

por mi cuenta.”

Ignorando a Oberon, me volví, encontrando su mirada. “¿No te importa ir a casa?”

Él hizo una pausa, y lo vi en sus ojos. Le importaba. Al aislarse del Nunca Jamás,

eventualmente se desvanecería en la nada; ambos sabíamos eso. Pero todo lo que dijo fue,

“Mi único deber eres tú ahora.”

“Mab está en el campamento de Invierno,” dijo Oberon, después de una larga mirada

penetrante a Ash. Girándose hacia mí, me aseguró con una mirada solemne. “Hay un consejo

de guerra esta noche, hija, entre todos los generales de Verano e Invierno. Sería bueno para ti

asistir.”

Asentí, y el Erlking hizo un gesto de despedida. “Pronto tendré a alguien que te muestre tus

alojamientos,” murmuró. “Ahora, vete.”

Comenzamos a retirarnos cuando la voz de Oberon nos detuvo a medio camino de la puerta.

“Robin Goodfellow,” dijo, haciendo que Puck hiciera una mueca de dolor, “te quedarás aquí.”

“Maldición,” murmuró Puck. “Eso fue rápido. Un minuto de vuelta en Nunca Jamás y ya está

tirando de mis cadenas. Vayan adelante chicos,” dijo, despidiéndose. “Los encontraré tan

pronto pueda.” Rodando los ojos, Puck paseó de vuelta hacia Oberon, y nosotros dejamos el

claro.

“Eso fue impresionante,” dijo Ash en voz baja mientras caminábamos a través del laberinto

de tiendas de campaña. Las hadas de Verano se separaban por nosotros, corriendo fuera de la

vista mientras nos dirigíamos más profundo en el campamento. “Oberon estaba tirando todo

el glamur que podía para alterar la mente, hacia ti, intentando conseguir que estuvieras de

acuerdo con sus términos rápidamente y sin cuestionarlo. No sólo resististe, sino que también

volviste el contrato a tu favor. No muchos podrían haber hecho eso.”

“¿En serio?” Pensé de nuevo en la pesada y perezosa sensación en la tienda del Erlking. “Así

que Oberon está tratando de manipularme de nuevo, ¿eh? Tal vez puedo resistir ya que soy de

la familia. Media sangre de Oberon y todo eso.”

“O simplemente eres increíblemente obstinada,” agregó Ash, y golpeé su brazo. Él se rió

entre dientes, tomando mi mano, y continuamos al territorio de Invierno.

El campamento Unseelie se asentaba más cerca del borde del Reino de Hierro, y la tensión

aquí era definitivamente alta. Los caballeros de Invierno acechaban los bordes del

campamento, siniestros y peligrosos en sus armaduras de hielo negro. Ogros me fulminaron

con la mirada desde sus puestos de guardia, goteaba baba de sus colmillos, sus ojos en blanco

y amenazadores. Un guiverno1 chilló desde donde estaba atado a varias estacas, batiendo sus

1 Dragón heráldico

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alas e intentando liberarse tirando, queriendo morder con furia a sus controladores. Temblé, y

la mano de Ash se apretó en torno a la mía. No encontramos ninguna resistencia, incluso

entre los muchos goblins, gorras rojas, y boggarts vagando por las filas. Los Unseelies nos

dieron un amplio espacio, mirando a Ash con una mezcla de fascinación, miedo y

desprecio—el príncipe rebelde quien les había dado la espalda, todo para estar con la mestiza

humana.

Nunca fueron más allá de mirarme fríamente, o lanzarme una sonrisa insinuante, pero estaba

extremedamente contenta tanto por el príncipe de Invierno como por la espada de acero a mi

lado.

Justo más allá del campamento, la entrada al Reino de Hierro se vislumbraba, árboles

metálicos y retorcidas ramas de acero brillando en la penumbra. Me detuve para mirarlos,

sintiendo hielo formándose en mi estómago al recordar cómo era; el ardiente desierto de

basura, la corrosiva lluvia come carne precipitándose sobre la tierra, la torre negra de

Machina apuñalando el cielo.

“Bueno, miren quien ha vuelto.”

Me giré para ver a un trío de caballeros de Invierno bloqueando nuestro paso, blindados y de

aspecto peligroso, fragmentos de carámbanos azules pinchando desde sus hombros y yelmos.

“Faolan.” Ash asintió, moviéndose sutilmente frente a mí.

“Tienes algo de valor para volver aquí, Ash,” dijo el caballero de en medio. Sus ojos

resplandecieron bajo su yelmo, azules brillosos y llenos de odio. “Mab tuvo razón al

desterrarte. Tú y la puta mestiza de Verano deberían haber permanecido en el reino mortal

donde pertenecían.”

Ash extrajo su espada, enviando un chirrido áspero a través del campo. Los caballeros

retrocedieron rápidamente, sus manos lanzándose a sus propias espadas. “Insúltala de nuevo,

y te cortaré en tantas partes que nunca las encontrarán todas,” dijo Ash con calma. Faolan se

erizó y dio un paso adelante, pero Ash dirigió la punta hacia él. “No tenemos tiempo para

jugar con ustedes ahora, así que les pediré que se muevan.”

“Ya no eres un príncipe, Ash,” gruñó Faolan, sacando su propia espada. “Sólo eres un

exiliado, más bajo que el excremento de goblin.” Escupió a nuestros pies, la saliva

cristalizándose en la hierba, convirtiéndose en hielo. “Creo que es hora de que le enseñemos

su lugar, su alteza.”

Más caballeros aparecieron, extrayendo sus espadas y cercándonos. Conté cinco en total, y mi

corazón martilleó. Cuando el círculo comenzó a acercarse, saqué mi espada y me puse

espalda contra espalda con Ash, elevando la hoja para que la luz brillara sobre su borde de

metal. “Alto ahí,” le dije a los caballeros, fingiendo una bravuconada que no sentía. “Esto es

hierro, como estoy segura pueden decir.” Corté el aire con un whuff satisfactorio, y señalé a

mi agresor. “Quieren seguir adelante con esto, sigan adelante. He estado muriendo por ver

qué puede hacerle esto a las armaduras fey.”

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“Meghan, retrocede,” murmuró Ash, su mirada nunca dejando a sus oponentes. “No tienes

que hacer esto. Ellos no están aquí por ti.”

“No te dejaré luchar solo,” siseé de vuelta.

Una multitud se estaba reuniendo, mirándonos desde las filas de tiendas de campaña, curiosos

y ansiosos de ver una pelea. Unos pocos goblins y gorras rojas gritaban “¡Pelea!” y

“¡Mátenlos!” desde la orilla.

Alentado por la multitud y los gritos por sangre, Faolan sonrió y elevó su espada. “No te

preocupes, Ash,” sonrió. “No despeinaremos mucho a tu humana. Desafortunadamente, no

puedo decir lo mismo por ti. ¡Ataquen!”

Los caballeros cargaron. Me balanceé en la punta de mis pies, como Ash me había enseñado,

me concentré en los dos llegando desde atrás y dejé al instinto hacerse cargo. Los caballeros

se burlaban mientras se aproximaban, sus posturas relajadas y descuidadas. Obviamente, no

pensaban que yo fuera una gran amenaza. Una espada barrió en un arco perezoso hacia mi

cabeza, y levanté mi propia espada para desviarla, golpeándola a un lado. Vi la mirada de

shock del caballero de que hubiera bloqueado su ataque, y vi una oportunidad.

Reaccionando solamente por instinto, mi brazo salió disparado, más rápido de que lo pensé

que podía, y la punta de mi espada atravesó su muslo blindado.

El grito del caballero me sacó de mi trance de lucha, y el hedor a carne quemada contaminó

el aire, haciendo que mi estómago se revolviera. Había esperado que se hiciera a un lado o lo

desviara, como Ash siempre hacía. En cambio, vi a mi oponente alejarse tambaleante,

agarrando su pierna y gritando, y mi ritmo vaciló deteniéndose. Dándome una mirada furiosa,

el otro caballero levantó un enorme espadón azul y se lanzó con un gruñido. Me aparté

frenéticamente, apenas evitándolo.

Él estaba enojado ahora, viniendo a mi rápidamente, y el miedo agitó mis entrañas.

“¡Meghan! ¡Concéntrate!”

La voz de Ash me sacó de mi aterrorizado aturdimiento, e instintivamente me sacudí para

atender, levantando mi espada.

“Recuerda lo que te enseñé,” gruñó desde un lugar a mi izquierda, recortado y sin aliento por

pelear contra sus propios agresores. “Esto no es diferente.”

El caballero atacó salvajemente, mostrando los dientes en una mueca terrible, su espadón

precipitándose por el aire en un arco letal. Su arma, pensé, esquivándola. Es más pesada que

la mía, lo retrasa. Siempre usa la debilidad de tu enemigo a tu beneficio. Bailé alrededor de él,

manteniéndome justo fuera de alcance, viéndolo resollar y hacer rechinar sus dientes mientras

me seguía, espantándome como a una mosca molesta.

Con un frustrado rugido, el caballero golpeó el borde de su espada en la tierra, y un chorro de

grava y fragmentos de hielo volaron a mi rostro. Me giré rápidamente para proteger mis ojos,

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sintiendo el hielo punzar mi mejilla y piel expuesta, y escuchando al caballero arremetiendo

contra mí. Instintivamente, me agaché, casi cayendo de rodillas, sintiendo la hoja zumbando

sobre mi cabeza. Encontrándome a ciegas, dejé que el brazo de mi espada me dirigiera hacia

adelante y lo apuñalé con todas mis fuerzas.

Un impacto discordante sacudió mi hombro hacia atrás, y el caballero gritó. Mirando hacia

arriba, me encontré a mí misma de pie en frente del caballero, la espada de hierro atascada en

su estómago.

El caballero se ahogó y dejó caer su espada, agarrándose la cintura mientras se tambaleaba

hacia atrás, el repentino hedor a carne quemada elevándose en la brisa. Con el rostro

contraído con furia y dolor, el caballero se giró y desapareció en la multitud, y di un respiro

irregular.

Temblando de adrenalina, busqué alrededor a Ash y lo vi dirigiendo su espada a la garganta

de un arrodillado Faolan. Los otros caballeros estaban tumbados cerca, gimiendo.

“¿Terminamos aquí?” dijo Ash suavemente, y Faolan, con los ojos ardientes de odio, asintió.

Ash lo dejó ponerse de pie, y los caballeros salieron cojeando, entre los abucheos y burlas de

las hadas de Invierno.

Enfundando su espada, Ash se giró hacia mí. Yo seguía temblando con la adrenalina,

reproduciendo todos los momentos de la lucha en mi cabeza. No parecía muy real, como si le

hubiera pasado a alguien más, pero la emoción que fluía por mis venas decía algo distinto.

“¿Viste eso?” sonreí a Ash, mi voz temblando con emoción y nervios. “Lo hice. ¡En realidad

gané!”

“De hecho,” musitó una voz familiar y terrorífica, una que convertía mi sangre en hielo y

hacía que los vellos en mi cuello se pararan. “Fue muy divertido. Creo que necesitaré algunos

guardias nuevos, si ni siquiera pueden derrotar a una escuálida mestiza.”

Es increíble cuán rápido una turba sedienta de sangre puede escabullirse, pero la Reina de las

Hadas de Invierno tenía ese efecto en las personas. En segundos, la multitud había huido,

desvaneciéndose de vuelta en el campamento hasta que sólo éramos Ash y yo en el medio del

camino. La temperatura cayó bruscamente, y escarcha se propagó sobre la brizna de hierba a

nuestros pies, lo cual sólo podía significar una cosa. A unos metros de distancia, flanqueada

por dos caballeros sin sonrisa, la Reina Mab nos observó con la tranquilidad de un glaciar.

Como de costumbre, la Reina de Invierno estaba impresionante en un largo vestido de batalla

negro y rojo, su cabello de ébano era una nube oscura tras ella. Temblé y me apreté más a

Ash cuando ella levantó una pura mano blanca y nos hizo una seña para que avanzáramos.

La monarca Unseelie era tan impredeciblemente peligrosa como hermosa, propensa a atrapar

criaturas vivientes en hielo o a congelar la sangre en sus venas, haciéndolas morir lenta y

agónicamente. Yo ya había sentido el peso de su legendario temperamento, y no tenía ningún

deseo de volver a hacerlo.

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“Ash,” canturreó Mab, sin prestarme atención. “He oído los rumores de que estabas de vuelta.

Entonces, ¿has tenido suficiente del mundo mortal? ¿Estás listo para volver a casa?”

El rostro de Ash estaba cerrado en esa máscara vacía y sin expresión, sus ojos fríos e

inexpresivos. Un mecanismo de auto—defensa, reconocí, para protegerse de la crueldad de la

Corte de Invierno. Los Unseelie se aprovechaban de los débiles, y las emociones eran

consideradas una debilidad aquí. “No, mi Reina,” dijo, tranquilo pero sin miedo. “Ya no soy

tuyo para que me mandes. Mi servicio para la Corte de Invierno terminó anoche.”

Silencio por algunos latidos de corazón.

“Tú.” Los ojos negros y sin fondo de Mab se movieron hacia mí, luego de vuelta hacia Ash.

“Te convertiste en su caballero, ¿no? Hiciste el juramento.” Sacudió la cabeza incrédula y

horrorizada. “Tonto, niño tonto,” susurró. “Realmente estás muerto para mí ahora.”

Temiendo que ella pudiera girar y alejarse, avancé lentamente. “Aunque a pesar de todo

levantará su exilio, ¿no?” pregunté, y la mirada de Mab estalló hacia mí. “Cuando esto

termine, cuando nos encarguemos del rey falso, Ash aún es libre de volver a Nunca Jamás,

¿correcto?”

“No lo será,” dijo Mab en una voz letalmente tranquila, y la piel de gallina se levantó en mis

brazos por el frío repentino. “Incluso si levanto su destierro, él permanecerá en el reino

mortal contigo, porque fuiste lo suficientemente tonta para pedir ese juramento. Lo has

condenado mucho peor de lo que yo podría.”

Mi estómago se retorció, pero tomé una respiración profunda y continué hablando con

firmeza. “Aún así quiero su palabra, Reina Mab. Por favor. Cuando esto haya terminado, Ash

es libre de volver a Tir Na Nog si lo elige.”

Mab me miró fijamente, el tiempo suficiente para que el sudor goteara por mi espalda, luego

nos dio una sonrisa fría y sin sentido del humor. “¿Por qué no? Ambos van a morir de todas

formas, así que no veo de que manera importará.” Suspiró. “Muy bien, Meghan Chase. Ash

es libre de regresar a casa si quiere, aunque lo dijo él mismo—su servicio para la Corte

Unseelie ha terminado. Su juramento hacia ti lo destruirá más rápido que cualquier cosa.”

Y sin esperar una respuesta, la Reina Unseelie dio la vuelta y se alejó de nosotros. Aunque no

pude ver su rostro cuando se fue, estaba casi segura de que estaba llorando.

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CAPÍTULO 11 Traducido por NaaN!

Corregido por Sidonie

EL CONSEJO DE GUERRA DE LAS HADAS.

Una creciente luna carmesí se cernía sobre el campo esa noche, de color rojo óxido y

siniestro, bañándolo todo en un tono misterioso y sangriento. Copos de nieve caían de un

cielo casi despejado, escamas oxidadas bailaban en el viento, como si la luna misma estuviera

contaminada y corroyéndose a lo lejos.

Salí de mi tienda, que era pequeña y mohosa y que carecía de un espejismo del bosque, para

encontrar a Ash y Puck esperándome al otro lado de las solapas. La espeluznante luz roja

resaltaba sus rasgos afilados y angulosos, pareciendo más inhumanos que antes, sus ojos

brillaban en la oscuridad. Detrás de ellos, el campamento estaba en calma; nada se movía

debajo de la dura luna roja, y la ciudad de tiendas de campaña parecía un pueblo fantasma.

"Ellos te han llamado”, dijo Ash con solemnidad.

Asentí. "Entonces no les haremos esperar."

La tienda de Oberón se alzaba por encima de las demás, dos banderas iguales ondeando

lánguidamente en la brisa. Una fina capa de nieve yacía en el suelo, marcada por las botas y

los pies con garras y pezuñas, todos dirigiéndose hacia el centro del campo.

Una parpadeante luz amarilla salía por las grietas en las solapas de la tienda, y me abrí paso

en el interior.

El claro del bosque todavía estaba allí, pero esta vez una mesa de piedra yacía en el centro,

rodeado de hadas con armadura. Oberon y Mab se situaban en la cabeza, imponentes y

sombríos, flanqueados por varios nobles sidhe. Un troll enorme, con cuernos de carnero

encorvados a través de su casco óseo, permaneció en silencio con los brazos cruzados,

observando los procedimientos, mientras que un centauro discutía con un jefe goblin, ambos

golpeando con sus dedos en el mapa sobre la mesa. Un enorme hombre—roble, nudoso y

retorcido, se agachaba para escuchar las voces a sus pies, con su curtido rostro impasible.

"Te lo advierto,” dijo el centauro, los músculos en su flanco temblando de rabia, “si tus

exploradores van a poner trampas en el borde del páramo, ¡házmelo saber para que mis

exploradores no caminen directo hacia ellas! He tenido a dos con piernas rotas por caer en un

pozo, y otro a punto de morir a causa de uno de tus dardos envenenados."

El jefe goblin rió. "No es mi culpa si tus exploradores no miran donde pisan," se mofó él,

dejando al descubierto una boca llena de colmillos torcidos. "Además, ¿qué hacían tus

exploradores tan cerca de nuestro campamento, eh? Robando secretos, seguro. A puesto a que

estáis celosos de que siempre hemos sido los mejores rastreadores.”

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"Basta." Oberon interrumpió antes de que el centauro pudiera saltar sobre la mesa y

estrangular al goblin. "No estamos aquí para pelear entre nosotros. Yo sólo quería saber lo

que tus investigadores han informado, no una guerra silenciosa entre ellos."

El centauro suspiró y le lanzó al duende una mirada asesina. "Es como dicen los goblins, mi

señor", dijo, dirigiéndose a Oberon. "Las escaramuzas que hemos luchado con las

abominaciones de Hierro parecen ser las unidades de avance. Nos están probando, sondeando

nuestras debilidades, sabiendo que no podemos seguirlos al Reino de Hierro. Aún no hemos

visto al ejército completo. Ni al Rey de Hierro.”

"Señor," dijo uno de los generales sidhe, inclinándose ante Oberon, “¿y si se trata de una

artimaña? ¿Y si el Rey de Hierro tiene la intención de atacar otra parte? Tal vez sería mejor

servir de defensa a Arcadia y a la Corte de Verano en vez de esperar en el borde de

wyldwood.”

"No." Fue Mab quien habló entonces, fría e inflexible. "Si te vas de regreso a tu corte,

estaremos perdidos. Si el Rey de Hierro contamina wyldwood, Verano e Invierno no tardarán

en seguirlo. No podemos retirarnos a nuestros hogares. Nosotros debemos mantener la línea

aquí."

"Estoy de acuerdo," dijo Oberon con una voz que era definitiva. "Verano no se retirará de

esto. La única manera de proteger Arcadia, y todo de Nunca Jamás, es detener el avance aquí.

Kruxas," dijo, mirando al troll. "¿Dónde están tus armadas? ¿Están en camino?"

"Sí, su majestad," gruñó el troll, asintiendo con su enorme cabeza. "Ellos estarán aquí dentro

de tres días, si no hay complicaciones."

"¿Y qué hay de los Antiguos?" Mab miró al general que había hablado. "Este es su mundo,

aunque ellos estén dormidos a lo largo de él. ¿Han prestado atención los dragones a nuestra

llamada a las armas?"

"No sabemos el estado de los pocos antiguos que quedan, su majestad." El general inclinó la

cabeza. "Hasta ahora, sólo hemos sido capaces de encontrar a uno, y no estamos seguros de si

ella nos ayudará. En cuanto al resto, o bien están en sueño todavía o se han retirado

profundamente en la tierra a esperar que esto termine."

Oberon asintió con la cabeza. "Entonces lo haremos sin ellos."

"Perdóneme, su majestad." Fue el centauro, quien habló de nuevo, dando a Oberon una

mirada suplicante. "Pero, ¿cómo detener al Rey de Hierro si se niega a participar con nosotros?

Todavía se esconde dentro de su tierra envenenada, mientras que nosotros desperdiciamos

vidas y recursos esperándolo. No podemos sentarnos aquí para siempre, mientras que las

abominaciones de Hierro nos derriban uno a uno."

"No," dijo Oberon, y me miró directamente. "No podemos."

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Todas las miradas se volvieron hacia mí. Tragué saliva y resistí la tentación de huir mientras

Puck dejaba escapar una bocanada de aire y me daba una mirada irónica. "Bueno, esa es

nuestra señal."

"Meghan Chase ha aceptado entrar al yermo y encontrar el Rey de Hierro," dijo Oberon

mientras me acercaba con cautela a la mesa, seguida por Ash y Puck. Curiosas, incrédulas y

desdeñosas miradas me siguieron. "Su sangre mitad humana la va a proteger del veneno del

reino, y sin un ejército ella tiene la oportunidad de deslizarse a través de ellos sin ser

detectada." Los ojos de Oberon se estrecharon, y golpeó con un dedo el mapa. "Mientras ella

esté allí, debemos mantener esta posición a toda costa. Tenemos que darle el tiempo que

necesita para descubrir la ubicación del Rey de Hierro y matarlo. "

Mis intestinos se retorcieron, y mi garganta se secó. Yo realmente no quería volver a matar.

Todavía tenía pesadillas en las que clavaba una flecha en el pecho del Rey de Hierro anterior.

Pero había dado mi palabra, y todos contaban conmigo. Si quería volver a ver a mi familia de

nuevo, tenía que terminar con esto ahora.

"Su majestad." Fue un sidhe de Invierno quien habló esta vez, un guerrero alto con armadura

de hielo, su cabello blanco trenzado en su espalda. "Perdóneme, señor. Pero, ¿realmente

estamos confiando la seguridad del reino, el Nunca Jamás entero a esta... mestiza? ¿Esta

exiliada, que se burló de las leyes de ambas cortes?" Me lanzó una mirada hostil, sus ojos

azules centelleaban. "No es una de nosotros. Ella nunca será uno de nosotros. ¿Por qué habría

de importarle lo que ocurre con Nunca Jamás? ¿Por qué debemos incluso confiar en ella?"

"Ella es mi hija." La voz de Oberon era tranquila, pero tuvo el temblor de un terremoto que se

acercaba. "Y no necesitas confiar en ella. Sólo tienes que obedecer."

"Sin embargo, plantea un buen punto, Erlking," dijo Mab, que me sonreía de una manera que

hizo que se me pusiera la piel de gallina. "¿Cuáles son tus planes, mestiza? ¿Cómo esperas

encontrar al Rey de Hierro? Y si lo haces, ¿qué vas hacer para detenerlo?"

"No lo sé," admití en voz baja, y disgustados gruñidos surgieron entorno a la mesa. "No sé

dónde está. Pero lo voy a encontrar, te lo prometo. Derroté a un Rey de Hierro… ustedes sólo

tienen que confiar en que puedo hacerlo otra vez."

"Estás pidiendo mucho de nosotros, mestiza," dijo otro hada, un caballero de Verano en esta

ocasión, mirándome con una dudosa y verde ácida mirada. "No puedo decir que me gusta este

plan tuyo, tal como es."

“No tiene que gustaros," dije, mirándolos a todos. "Y no tienen que confiar en mí. Pero

parece que soy la mejor oportunidad que tienen para detener al falso rey. No veo que ninguno

de ustedes se ofrezca voluntario para entrar al Reino de Hierro. Si alguien tiene una idea

mejor, me encantaría escucharla."

El silencio duró un largo momento, sólo roto por una risita débil de Puck. Miradas enojadas y

hoscas se dirigieron a mí, pero nadie se levantó para desafiarme. La cara de Oberón era

inexpresiva, pero Mab me miraba con una fría y aterradora mirada.

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"Tienes razón, Erlking," dijo al fin, dirigiéndose a Oberon. "El tiempo es esencial. Vamos a

enviar a la mestiza al yermo para matar a la abominación llamada Rey de Hierro. Si tiene

éxito, la guerra será nuestra. Si muere…" Mab paró para mirarme, sus perfectos labios rojos

se curvaron en una sonrisa “… no perdemos nada."

Oberon asintió, aún sin expresión. "Yo no te enviaría sola a menos que fueran circunstancias

graves, hija." continuó. "Sé que te estoy pidiendo mucho, pero me has sorprendido

anteriormente. Sólo ruego que me sorprendas otra vez."

"Ella no va a estar sola," dijo Ash en voz baja, sorprendiendo a todos. El príncipe se puso a

mi lado para hacer frente al consejo de guerra, con rostro y voz firme. "Goodfellow y yo

vamos con ella."

El Erlking lo miró. "Ya lo suponía, caballero," reflexionó. "Y admiro tu lealtad, aunque me

temo que al final te destruirá. Pero... haz lo que debas hacer. No te detendremos.”

"Todavía creo que eres un tonto, muchacho," dijo Mab, dirigiendo su mirada fría hacia su

hijo menor. "Si dependiera de mí, te habría arrancado la garganta para evitar que hicieras ese

juramento. Pero si insistes en ir con la niña, la Corte Oscura tiene algo que podría ayudar."

Yo parpadeé sorprendida, y Oberon se giró hacia Mab, levantando una ceja. Obviamente,

esto también era nuevo para él. Pero la Reina de Invierno no le hizo caso, pasando sus ojos

negros, oscuros y salvajes hacia mí.

"¿Esto te sorprende, mestiza?" Ella bufó con desdén. "Cree lo que quieras, pero no tengo

ningún deseo de ver muerto a mi último hijo. Si Ash insiste en seguirte al Reino de Hierro de

nuevo, él necesitará algo que lo proteja del veneno de ese lugar. Mis forjadores han estado

trabajando en un objeto que podría protegerlo del glamur de Hierro. Me dicen que está casi

listo."

Mi corazón dio un brinco. "¿Qué es?"

Mab esbozó una sonrisa fría y quebradiza, y se volvió hacia los expectantes feys. "Déjennos,"

siseó. "Todos ustedes, con excepción de la niña y sus protectores, salgan."

Las hadas de Invierno se enderezaron de inmediato y se fueron, dejando el claro sin mirar

atrás. Los caballeros de Verano miraron dudosos a Oberon, quien les despidió con un gesto

brusco. De mala gana, se echaron hacia atrás, se inclinaron ante su rey, y siguieron a los feys

de Invierno fuera de la tienda, dejándonos a solas con los gobernantes de Faery.

Oberon lanzó a Mab una ecuánime mirada. "¿Ocultando cosas a la Corte de Verano, Lady

Mab?"

"No use ese tono conmigo, Señor Oberon." Mab estrechó sus ojos hacia él. "Tú también

harías lo mismo. Miro por mi bien, no por el de los demás." Ella levantó sus manos y palmeó

una vez. "Heinzelmann, trae a la abominación."

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La hierba crujió cuando tres hombres pequeños con rasgos de lagartos salieron de las sombras

y se acercaron a la mesa. Más pequeños que los enanos, apenas llegaban a mi rodilla, pero no

eran gnomos o duendes o goblins. Lancé una mirada interrogante a Ash, e hizo una mueca.

"Kobolds," dijo. "Ellos son los forjadores de la Corte Oscura."

Los kobolds llevaban una jaula entre ellos, hecha de ramas enredadas que brillaban con

glamour de Verano, atrapando lo que sea que hubiera dentro. Mirándonos, siseando y

gruñendo y sacudiendo los barrotes de su jaula, había un gremlin*.

No pude evitar temblar cuando vi a la criatura. Los gremlins eran hadas de Hierro, pero tan

caóticas y salvajes, que ni siquiera los otros feys de Hierro querían estar alrededor de ellos.

Vivían en las máquinas y las computadoras y con frecuencia se congregaban en enjambres

enormes, por lo general ellos eran los que podían hacer más daño. Eran delgadas, pequeñas y

feas criaturas, una especie de cruce entre un mono desnudo y un murciélago sin alas, con

brazos largos, orejas acampanadas, y afilados dientes que brillaban de azul neón cuando

sonreían.

Ahora comprendía por qué Mab quería que todos se fueran. El gremlin no hubiera

sobrevivido a su viaje a la mesa, ya que probablemente más de un caballero lo habría

eliminado tan pronto lo hubiera visto. Oberon miró al hada siseante con la mirada de alguien

que observa un insecto particularmente repugnante, pero no hizo más que pestañear.

Los kobolds lanzaron la jaula sobre la mesa, donde el gremlin gruñó y nos escupió,

revoloteando de un lado a otro del contenedor. El Kobold más alto, una criatura de ojos

amarillos con el pelo espeso, sonrió, y agitó su lengua como un lagarto. "Esssstá listo, reina

Mab," siseó. "¿Le gustaría llevar a cabo el ritual?"

La sonrisa de Mab era completamente atemorizante. "Dame el amuleto, Heinzelmann."

El kobold le entregó algo que brilló brevemente en la penumbra. Sin dejar de sonreír, la reina

de Invierno se volvió hacia el gremlin, mirándolo con un brillo depredador en sus ojos. El

gremlin le gruñó. Levantando su puño, la reina comenzó a cantar, con palabras que no

entendía, palabras que ondulaban con poder, girando alrededor de ella como un torbellino.

Sentí un tirón en el interior, como si mi alma intentara salir de mi cuerpo y volar en ese

torbellino. Di un grito ahogado y sentí a Ash tomar mi mano, apretando con fuerza como si

también temiera que yo volara lejos.

El gremlin arqueó su espalda con la boca abierta, y lanzó un desgarrador gemido. Vi algo

oscuro, irregular, como una nube sucia, que surgía de la boca del gremlin y era arrastrado

hacia el torbellino. Mab continuó cantando, y como un tornado siendo absorbido por un

desagüe, el vórtice se desvaneció en lo que sea que tenía en la mano. El gremlin se derrumbó,

con espasmos y chispas saltando de su cuerpo las cuales se esfumaban en la piedra. Con una

sacudida final, se quedó inmóvil.

Tenía la boca seca mientras Mab se volvía hacia nosotros con una mirada de triunfo en su

rostro. "¿Qué hiciste con él?" Le pregunté con voz ronca.

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Mab levantó la mano. Un amuleto colgaba de una cadena de plata fina, lanzando destellos

como una gota de agua al sol. Era una cosa pequeña, con forma de lágrima, sostenida con

dientes de hielo. La lágrima era tan clara como el cristal, y pude ver algo retorcerse como

humo en el interior.

"Hemos encontrado una forma de atrapar la esencia de vida de la criatura de Hierro,"

ronroneó Mab, sonando terriblemente satisfecha de sí misma. "Si el amuleto funciona, éste

será capaz de atraer el glamour de Hierro del portador hacia su interior, limpiándolo y

protegiéndolo del veneno. Incluso serás capaz de tocar el hierro sin quemarte. Gravemente,

en cualquier caso." Ella se encogió de hombros. "Al menos, eso es lo que me dicen mis

forjadores. No se ha probado todavía."

"¿Y ese es el único?" Ash cabeceó hacia el gremlin sin vida, con el rostro incierto. La criatura

parecía aún más pequeña muerta que viva, tan frágil como un montón de ramas. Mab soltó

una risa cruel, sacudiendo la cabeza.

"Oh, no, querido." Ella dejó colgar el amuleto, girando lentamente en su cadena. "Muchas,

muchas abominaciones entraron en la elaboración de este encanto. Es por eso que no podía

entregárselo a cualquiera. Capturar seres vivos resulta... difícil."

"Y…" me quedé mirando la niebla que se retorcía en el cristal, sintiéndome ligeramente

enferma, "… ¿tienes que matarlos para que funcione?"

"Estamos en guerra, humana." La voz de Mab era fría y sin remordimientos. "Es matar o ser

destruidos por nosotros mismos." La reina frunció la nariz, mirando con desprecio el cuerpo

retorcido del gremlin. "El reino de Hierro está corrompiendo nuestros hogares y está

envenenando a nuestro pueblo. Creo que este intercambio es justo, ¿no crees?”

Yo no estaba segura de eso, pero Puck se aclaró la garganta, llamando nuestra atención.

"Odio sonar codicioso y todo eso," dijo, "pero ¿el chico de hielo es el único que tendrá una

pieza brillante de joyería? Ya que somos tres los que vamos al Reino de Hierro."

Mab le lanzó una mirada gélida. "No, Robin Goodfellow," dijo, haciendo sonar el nombre de

Puck como una maldición. "La criatura que nos mostró cómo hacer esto insistió en que

debías tener uno también." Hizo un gesto, y el Heinzelmann, el kobold se acercó a Puck con

una sonrisa, entregándole otro amuleto en una cadena. Este tenía enredaderas enroscadas

alrededor del cristal en vez de hielo, pero eran idénticos. Puck sonrió mientras se lo colocaba

alrededor del cuello, dando a Mab una leve inclinación de cabeza, la cual ella ignoró.

Haciéndole señas a Ash para que se ehcara hacia delante, Mab colgó el amuleto alrededor de

su cuello cuando se inclinó. "Esto es lo mejor que podemos hacer por ti," dijo mientras Ash

se enderezaba, y por un momento, la Reina de Invierno parecía casi arrepentida, mirando

fijamente a su hijo. "Si no puedes derrotar al Rey de Hierro, entonces estaremos perdidos."

"No fallaremos," dijo Ash en voz baja, y Mab colocó una palma en su mejilla, mirándolo

como si no fuera a verlo de nuevo.

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"Una última cosa," agregó mientras Ash daba un paso atrás. "La magia en el amuleto no es

permanente. Se debilita y se corroe con el tiempo, y por consiguiente se romperá por

completo. Los forjadores también me dicen que cualquier uso de glamour acelerará la

destrucción del encanto, así como estar en contacto directo con cualquier cosa hecha de

hierro. Cuánto tiempo durará, no están seguros. Sin embargo, sí están de acuerdo en una cosa:

no va a durar para siempre. Una vez que entren en el Reino de Hierro, tendrán un tiempo

limitado para encontrar su objetivo y matarlo. Así que yo me daría prisa si fuera usted,

Meghan Chase."

Oh, por supuesto, pensé, mientras mis tripas se retorcían y se hundían hasta mis pies. Esta

situación imposible también viene con un límite de tiempo. Sin presiones.

"¡Reina Mab!"

El grito, agudo y cargado de gravedad, se hizo eco desde el otro lado del claro, y un momento

después, un arbusto de hojas entró en la tienda y se agitó alrededor de los pies de Mab. Me

tomó un momento darme cuenta de que era un goblin con hojas y ramitas pegadas a sus ropas,

el cual armonizaba a la perfección con el bosque.

"¡Reina Mab!" dijo en un tono áspero. "¡Feys de hierro! ¡Snigg divisó muchas feys de Hierro

acampando en el borde del páramo! ¡Den la alarma! ¡Preparen las armas! ¡Corran, corran!"

Mab se agachó y en un deslumbrante gesto rápido, agarró al goblin frenético por el cuello, y

lo levantó en el aire.

"¿Cuántos son?" Preguntó en voz baja, mientras que el goblin se ahogaba y pateaba

débilmente en su agarre, meneando su camuflaje de hojas.

"Um." El duende dio un último movimiento y se calmó. "¿Unos cientos?" Graznó él.

"Muchas luces, muchas criaturas. Snigg no pudo conseguir más, lo siento."

"¿Y se están acercando, o se han detenido?" Continuó Mab en lo que habría sido una voz

tranquila y razonable, si la mirada vidriosa en sus ojos no hubiera traicionado a su temor.

"¿Tenemos tiempo para prepararnos, o están justo a nuestras puertas?"

"Unos pocos kilómetros, su majestad. Snigg corrió todo el camino de regreso cuando los vio,

pero habían acampado, acamparon durante la noche. Snigg supone que van a atacar al

amanecer."

"Así que tenemos un poco de tiempo, al menos." Mab tiró al goblin como si estuviera

lanzando una lata vacía. "Ve e informa a nuestras fuerzas que la batalla está cerca. Dile a los

generales que vengan, para discutir nuestra estrategia para la mañana. ¡Ve!"

El duende huyó, un frondoso arbusto saliendo de la tienda. Mab se volvió hacia Oberon. "Es

tremendamente conveniente," siseó, frunciendo el ceño, "tu hija aparece y somos atacados de

inmediato. Es casi como si vinieran tras ella."

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Me invadió un oscuro y absoluto miedo. Podía manejar uno o dos oponentes, pero no a todo

un ejército. "¿Qué puedo hacer?" pregunté, tratando de ocultar el temblor de mi voz.

"¿Quieren que me vaya ahora?"

Oberon negó con la cabeza. "No esta noche," dijo con firmeza. "El enemigo está a nuestras

puertas, y podrías caminar directa a sus fauces."

"Yo podría escabullirme…"

"No, Meghan Chase. No voy a arriesgar tu descubrimiento. Hay demasiado en juego para que

seas capturada y asesinada. Lucharemos mañana y cuando sean derrotados, tendrás un

camino claro hacia el Reino de Hierro."

"Pero…"

"Hija, no voy a discutir contigo." Oberon se giró y me miró con inquebrantables ojos verdes,

su voz era profunda e intensa. "Te quedarás aquí, donde te podamos proteger, hasta que la

batalla esté ganada. Sigo siendo el rey y esa es mi última palabra sobre el asunto."

Me miró furioso, y yo no protesté. A pesar de los lazos familiares, todavía era el Señor del

Verano; y hubiese sido peligroso presionarlo más. Mab frunció la nariz, sacudiendo la cabeza

con desaprobación. "Muy bien, Erlking," dijo, irguiéndose. "Tengo que preparar mis tropas

para la batalla. Con permiso."

Con una última sonrisa fría, la Reina de los Fey de Invierno dejó el claro. La vi salir de la

tienda, y me volví hacia Oberon. "¿Y ahora qué?"

"Ahora," respondió Oberon, "nos preparamos para la guerra."

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CAPÍTULO 12 Traducido por Nanndadu

Corregido por Sidonie

EL CABALLERO TRAIDOR

El campamento festejó esa noche. Una vez que la palabra del inminente ataque salió, la

emoción y la anticipación se esparcieron como un fuego abrasador, hasta que ya no pudo ser

contenido por unas cuantas tiendas de campaña estrechas. Las hadas pululaban por las calles

como un grupo de juerguistas después de un partido de hockey, ingiriendo hasta agotarse

comida, alcohol y otras cosas más cuestionables. Tambores y gaitas, primitivas y oscuras, se

hacían eco en el viento, golpeando a un ritmo salvaje. A cada lado del campamento, enormes

fogatas fueron encendidas, rugiendo como fénix en la noche, mientras los ejércitos del

Verano y el Invierno, bailaban, bebían y cantaban toda la noche.

Me quedé atrás de los fuegos principales, evitando los bailes y la bebida y los otros actos que

ocurrían en las sombras. En donde estaba parada, con una taza de té negro que calentaba mis

manos, podía ver los fuegos de Verano e Invierno y las negras siluetas danzando a su

alrededor. Del lado de Unseelie, goblins y redcaps* cantaban oscuras y groseras canciones de

batalla, usualmente sobre sangre, carne y partes del cuerpo, mientras que las dríadas y ninfas

de los árboles se balanceaban en una fascinante danza alrededor del campamento Seelie,

moviéndose como ramas en el viento. Una sylph* revoloteaba, perseguida por un sátiro, y un

ogro levantaba todo un barril de cerveza sobre su boca abierta, bañando su rostro en el oscuro

licor.

“Nadie creería que hay una batalla mañana,” le murmuré a Ash, que estaba apoyado contra

un árbol, sosteniendo ligeramente una botella verde entre dos dedos. De vez en cuando, él

levantaba la botella y tomaba un sorbo de un solo trago, pero yo no era tan tonta como para

pedirle que la compartiera. El vino de hadas es una cosa potente, y no tenía el deseo de pasar

el resto de la noche como un erizo, o mantener una conversación con un conejo rosa gigante.

“¿La tradición no es celebrar después de ganar?”

“¿Y si no hay un mañana?” Ash giró su mirada hacia la fogata de los Unseelie, donde los

duendes estaban cantando algo sobre dedos y carne de carnicero. “Muchos de ellos no vivirán

para ver otro amanecer. Y una vez que morimos no queda nada. No hay existencia más allá

de esta.” Aunque su voz era segura, una sombra se cernió en sus ojos. Él tomó un trago de

vino y me miró, una esquina de sus labios tiró hacia arriba. “Yo creo que ustedes los mortales

tienen una frase: ¿come, bebe y sé feliz, porque mañana podrías morir?”

“Oh, eso no es para nada morboso, Ash.”

Antes de que él pudiera replicar, algo trastrabilló en nuestro pequeño espacio, tropezó y cayó

frente a mis pies. Era Puck, no tenía camisa, y su cabello rojo era un desastre. Él me sonrió,

una corona de margaritas estaba entrelazada por su cabello y una botella en su mano. Un

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grupo de ninfas lo rodearon un segundo después, riendo entre dientes. Me eché hacia atrás

mientras ellas pululaban a su alrededor.

“Oh, ¡hey, princesa!” saludó Puck estúpidamente mientras las ninfas tiraban de sus pies, aún

riendo. Sus cabellos brillaban, sus ojos brillaban, y yo apenas lo reconocía. “¿Quieres jugar

una partida de phouka con nosotros?”

“Um. No gracias, Puck.”

“Haz lo que quieras. Pero sólo se vive una vez, princesa.” Y Puck dejó que se lo llevaran las

ninfas, desapareciendo entre la multitud junto al fuego. Ash sacudió su cabeza y tomó un

trago de su botella. Me quedé observando tras ellos, sin saber qué sentir.

“Ese es un lado de él que no había visto antes,” murmuré al final, encogiéndome de hombros

ante el viento.

Ash rió.

“Entonces no conoces a Goodfellow también como crees.” El hada oscura se apartó del árbol

y se acercó a mí, tocando ligeramente mi hombro. “Trata de descansar un poco. La

celebración solo se pondrá más salvaje a medida que continúe la noche, y no querrás ver lo

que sucede cuando las hadas están extremadamente ebrias. Además, querrás algunas horas de

sueño antes de la batalla de mañana.”

Me estremecí mientras me ponía de pie, mi estómago se encogía al pensar en la inminente

batalla. “¿Tengo que luchar también?” Pregunté mientras caminaba hacia mi tienda. Ash

suspiró.

“No si tengo que decir algo al respecto,” dijo él, casi para sí mismo. “Y tampoco creo que

Oberon te quiera en el medio de ella. Eres demasiado importante para arriesgarte a ser

asesinada.”

Estaba aliviada, pero al mismo tiempo, me invadió la culpa. Estaba cansada de que las

personas murieran mientras yo me quedaba sin hacer nada, impotente. Tal vez era hora de

que luchara mis propias batallas.

Alcanzamos mi tienda y vacilé, mi corazón repentinamente se estremecía con locura. Podía

sentir su presencia a mi espalda, fuerte y tranquila, haciendo que mi piel hormigueara. La

oscuridad detrás de la portezuela se agitaba tentadoramente, y las palabras danzaban en la

punta de mi lengua, siendo retenidas por el nerviosismo y el miedo.

Sólo escúpelo, Meghan. Pídele que se quede contigo esta noche. ¿Qué es lo peor que podría

pasar? ¿Que diga que no? Me estremecí por dentro de la vergüenza. Está bien, eso apestaría.

¿Pero él realmente se negaría? Sabes que te ama. ¿Qué estás esperando?

Tomé un respiro. “Ash…um…”

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“¡Príncipe Ash!” Un caballero de Invierno marchó a través de la línea de tiendas e hizo una

reverencia cuando llegó a nosotros. Quería patearlo, pero Ash parecía divertido.

“Así que, ¿soy un príncipe de nuevo?” Reflexionó en voz baja. “Muy bien. ¿Qué quieres,

Deylin?”

“La Reina Mab ha solicitado su presencia, su alteza,” continuó el caballero, ignorándome

completamente. “Desea que se encuentre con ella en su tienda en el lado del campamento del

Invierno. Me quedaré aquí y protegeré a la princesa del Verano hasta que…”

“Yo ya no respondo ante la Reina Mab,” dijo Ash, y el caballero lo miró boquiabierto. “Si mi

señora desea que vaya, honraré su demanda. Si ella no lo desea, entonces te pediré que le

envíes a la reina mis disculpas.”

El caballero del Invierno continuo luciendo estupefacto, pero Ash se giró hacia mí, serio y

formal, aunque podía sentir un secreto triunfo muy profundo. “Si quieres que me quede, solo

tienes que decirlo,” dijo él tranquilamente. “O puedo ir y ver qué es lo que quiere Mab. Tus

deseos son órdenes para mí.”

Estaba tentada, pero que muy tentada, de pedirle que se quedara. Quería empujarlo dentro de

mi tienda y hacer que ambos olvidáramos la guerra, la corte y la inminente batalla, sólo por

una noche. Pero Mab estaría incluso más furiosa, y realmente no quería enfurecer a la Reina

del Invierno más de lo que ya lo había hecho.

“No,” suspiré. “Ve a ver que quiere Mab. Estaré bien.”

“¿Estás segura?”

Asentí, y retrocedí. “Estaré cerca,” dijo él. “Y Deylin estará justo afuera. Puedes confiar en él,

pero si me necesitas, sólo llama.”

“Lo haré,” respondí, y lo observé alejarse hasta que desapareció en las sombras, mi piel

zumbaba con deseos frustrados. Deylin me dio una brusca reverencia y se alejó,

posicionándose justo frente a mi tienda. Suspirando, me metí dentro y me dejé caer en mi

cama, cubriendo mi acalorado rostro con una almohada. Mi cabeza se arremolinó con

pensamientos y sentimientos olvidados, haciendo imposible que me relajara. Por un largo

tiempo, solo podía pensar en cierto caballero oscuro, y cuando finalmente me quedé dormida,

él continuó invadiendo mis sueños.

ALGO SUJETÓ CON FUERZA mi boca en la oscuridad, amortiguando mi sobresaltado

grito. Me sacudí, pero me encontré inmovilizada sobre mi espalda, mis brazos cruzados sobre

mi cuerpo aplastados contra mi cintura. Un caballero armado se cernió sobre mí, un casco

completo y una visera ocultaban su rostro.

“Shhhhhh.” El caballero presionó un dedo en sus labios a través del casco. Podía sentirlo

sonreír detrás de la visera. “Relájese, su alteza. Esto será mucho más fácil si no lucha.”

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Me resistí desesperadamente, pero el guante sobre mi boca me golpeó, apretando hasta que

las lágrimas se formaron en mis ojos. El caballero suspiró. “Veo que quieres hacer esto de la

forma difícil.”

El guante aumento el frío helado sobre mi piel, como fuego ardiente. Golpeé y pateé, pero no

podía desplazar el peso sobre mi pecho o la mano en mi rostro. Hielo se formó en mi piel,

esparciéndose sobre mis mejillas y mi mandíbula, congelando mis labios cerrados. El

caballero rió y removió su mano, dejándome respirando entrecortadamente por mi nariz

contra la helada mordaza. Mi rostro se sentía como si hubiese sido salpicado con ácido, y un

violento frío corroyera mis huesos.

“Eso está mejor.” El caballero se sentó hacia atrás, asentando su peso más uniformemente, y

me miró fijamente. “No querrás que el querido Ash venga corriendo todavía, ¿no es así?”

Me sacudí con fuerza en reconocimiento. Conocía esa petulante y arrogante voz. El caballero

vio mi reacción y rió.

Alcanzando su casco, hizo girar la visera, confirmando mi sospecha. Mi corazón se aceleró, y

me estremecí con violencia, tratando de controlar mi miedo.

“¿Me extrañaste, princesa?” Rowan sonrió, sus ojos azul diamante brillaban en la oscuridad,

y si pudiera habría gritado de repulsión. El hermano mayor de Ash lucía diferente ahora; su

una vez apuesto rostro, parecía un cráter de carne cruda y feas quemaduras. Heridas abiertas

rezumaban líquido por sus mejillas, y su nariz se había caído, dejando horribles agujeros. Él

me recordaba a una sonriente calavera, con brillantes ojos hundidos en su cabeza, brillando

con dolor y locura.

“¿Te doy asco?” susurró, mientras yo luchaba con el impulso de jadear. “Esto no es más que

un proceso, princesa, mi ritual de paso. El hierro quemará la débil e inútil carne, hasta que yo

renazca como uno de ellos. Tan sólo debo soportar el dolor hasta que esté completo. Cuando

el Rey de Hierro se haga cargo del Nunca Jamás, yo seré el único de los de sangre Antigua

que resista el cambio.”

Sacudí mi cabeza, queriendo decirle que estaba equivocado, que no había ningún ritual de

paso, que el falso rey sólo lo estaba usando como a todos los demás. Pero por supuesto, no

podía hablar a través del hielo, y Rowan repentinamente sacó una daga, la espada onyx fina y

dentada como los bordes de los dientes de un tiburón.

“El Rey de Hierro quiere hacer los honores él mismo,” susurró él, “pero todo lo que necesitas

es estar apenas viva cuando llegues allá. Pienso que te cortaré unos cuantos dedos y los dejaré

atrás para que Ash los encuentre antes de que nos vayamos. ¿Qué dice, su alteza?”

Él cambió su peso para dejar libre uno de mis brazos, agarró mi muñeca, y la sujetó en el

suelo a pesar de mi salvaje sacudida. “Oh, sigue retorciéndote, princesa,” susurró él. “Hace

esto tan erótico.” Alzando el cuchillo, lo posicionó sobre mi mano, escogiendo un dedo.

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Tomé un profundo respiro para calmar mi pánico y traté de pensar. Mi espada estaba cerca,

pero no podía mover mi brazo. Usar el glamur no me daría escape y me enfermaría pero no

tenía elección esta vez. Rowan pinchó mis dedos expuestos con la punta del cuchillo,

dibujando pequeñas gotas de sangre y extendiendo el tormento, me concentré en la

empuñadura.

La madera es madera. La voz de Puck resonó en mi mente. Ya sea un árbol muerto, el lado de

un barco, una ballesta de madera o el simple palo de una escoba, la magia del Verano puede

llevarlo a la vida de nuevo, sólo por un momento. Concéntrate.

Una oleada de glamur, y brillantes espinas brotaron de la empuñadura, apuñalando a través

del guante y dentro de la piel de Rowan. El cuarto se arremolinó mientras los mareos vinieron

casi de inmediato, y rompí la conexión mientras Rowan gritaba, sacudiéndose hacia atrás y

liberando mi brazo. Exactamente como esperaba. Con un grito interno, me puse de pie,

ignorando las pegajosas náuseas, y metí mi mano libre bajo su visera, arañando su horrible y

quemado rostro.

Esta vez, el grito de Rowan hizo temblar las paredes. Dejando caer su cuchillo, él fue a cubrir

su rostro y lo empujé lejos con todas mis fuerzas. Luchando de pie, me giré y saqué mi

espada con una mano, aferrándome a mi congelado rostro con la otra. El hielo se rompió en

pedazos, sintiéndose como si pedazos de piel se cayeran con ellos. Parpadeé alejando las

lágrimas mientras Rowan se ponía en pie, con una expresión asesina.

“¿Realmente pensaste que me ibas a vencer?” Sacando su espada, que era azul hielo y con

dientes como el cuchillo, Rowan dio un paso adelante. Sangre corría por un lado se su rostro,

y un ojo estaba cerrado. “¿Por qué no corriste, princesa?” reflexionó. “Corre hacia Ash y tu

padre, no puedo perseguirte a través de todo el campamento. Debiste haber corrido.”

Arranqué lo último del hielo de mis labios y lo escupí en el piso entre nosotros, probando la

sangre. “Estoy cansada de correr,” dije, viendo su único ojo bueno estrecharse. “Y tampoco

voy a dejar que me apuñales por la espalda. Quiero que le lleves un mensaje al falso rey.”

Rowan sonrió, sus dientes brillando como colmillos en su destrozado rostro, y se acercó con

facilidad. Sostuve mi postura, clavándome en una postura defensiva como Ash me había

enseñado. Seguía asustada, porque había visto a Rowan luchar con Ash antes, sabía que era

mejor que yo. Pero la ira eclipsaba ahora al miedo, y apunté a Rowan con mi espada. “Le

dirás al falso rey que no tiene que enviar a nadie más para que me atrape,” dije con la voz

más firme que pude manejar. “Iré a por él. Iré a por él, y cuando lo encuentre, lo mataré.”

Con una sacudida, me di cuenta de que lo decía en serio. Era él o mi familia, ambos mortales

y hadas. Para que todos los demás vivieran, el rey falso tenía que morir. Como Grim

profetizó una vez, me había convertido en una asesina de la corte.

Rowan se burló, no muy convencido. “Me aseguraré de decírselo, princesa,” se burló. “Pero

no creas que vas a escapar de mí ilesa.” Él dio otro paso al frente, y yo retrocedí, hacia las

solapas de la tienda. “Creo que tomaré una oreja como trofeo, solo para mostrarle al rey que

no le fallé.”

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Él se abalanzó, un deslumbrante movimiento rápido que me tomó por sorpresa. Me moví

hacia atrás, barriendo mi espada para eludirlo, logrando esquivar su espada, pero yo no fui lo

suficientemente rápida. La punta rozó mi piel, cortando una línea ardiente a lo largo de mi

mejilla. Me moví torpemente, tropezando con algo en la puerta y caí hacia atrás fuera de la

tienda.

El cuerpo congelado y sin vida de Deylin miraba hacia mí, sus ojos abiertos con sorpresa.

Mientras observaba, el cuerpo del hada se agitó, y luego se disolvió como un cubo de agua en

el microondas, hasta que no quedó nada más que un charco de agua en la tierra.

Maldiciendo, me puse de pie, alejándome de la entrada. Mi mejilla ardía, y podía sentir algo

caliente corriendo por mi rostro. “¡Ash!” grité, mirando alrededor salvajemente. “¡Puck! ¡Es

Rowan! ¡Rowan está aquí!”

El campamento estaba oscuro, en silencio. La hadas yacían inconscientes en el suelo,

roncando donde habían caído, había tazas y botellas esparcidos por todas partes. El humo,

proveniente de maderas carbonizadas, se enroscaba perezosamente en el aire, y las brasas

parpadeaban ligeramente en la oscuridad.

Rowan salió de la tienda, empujando a un lado las solapas y entrando descaradamente a

campo abierto, burlándose todo el tiempo. Aún sonriendo, él puso dos dedos en la boca y

dejó salir un silbido penetrante que sobrepasó los árboles. “¿Huyendo ahora, princesa?”

preguntó él, mientras las hadas empezaban a gemir y a moverse, parpadeando y confundidos.

“¿Cómo esperas asesinar al Rey de Hierro si ni siquiera puedes pasar a su caballero?”

“Encontraré una forma,” le dije, manteniendo mi espada apuntando a su pecho. “Lo hice

antes.”

Rowan rió. “Entonces esperaremos por ello, princesa. Saluda a Ash por mí.”

“¡Rowan!”

El grito de furia de Ash hizo eco a través del campamento. El oscuro príncipe apareció a mi

lado de la nada, la ira girando a su alrededor en una nube negro y roja. La mirada en sus ojos

cuando encaró a su hermano era aterradora: esa blanca y vidriosa mirada asesina que

prometía no tener piedad.

Rowan rió y levantó un brazo.

Un bramido en respuesta resonó sobre nuestras cabezas, y un dragón de dos toneladas de

escamas marrones aterrizó en medio de nosotros, rugiendo y arremetiendo con su cola. Vi la

brillante púa envenenada venir hacia mí y cortarse salvajemente con mi espada, justo por la

punta. La púa y el final de la cola cayeron, retorciéndose en el suelo, aunque la fuerza del

golpe me hizo caer. En el mismo instante, la espada de Ash repartió golpes, cortando a través

de un bulboso ojo amarillo.

El dragón gritó y se retrocedió, y con un rápido movimiento, Rowan saltó encima del cuello

con escamas mientras se abalanzaba hacia el cielo, batiendo en el aire con las ásperas y

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destrozadas alas. Elevándose por encima de nuestras cabezas, el enorme lagarto se apresuró

hacia el borde de los árboles y desapareció por el agujero que lleva al Reino de Hierro, la risa

burlona de Rowan resonaba a su paso.

Jadeando, Ash envainó su espada y me ayudó a ponerme en pie. “¿Meghan, estás bien?”

preguntó él, su mirada pasando por mi rostro, descansando en el corte de mi mejilla. “Siento

no haber estado aquí antes. Mab quería un reporte completo desde el tiempo en que fuimos

exiliados. ¿Qué sucedió?”

Hice una mueca. Hablar dolía ahora; mis labios estaban en carne viva y ensangrentados, y el

lado izquierdo de mi rostro se sentía como si alguien hubiese aplastado una estufa encendida.

“Él apareció en mi tienda presumiendo que se iba a convertir en un hada de Hierro, y que el

falso rey estaba esperándome. Él iba a cortar mis dedos y los iba a dejar para que los

encontraras,” continué, mirando a Ash, viendo como estrechaba sus ojos, “pero eso fue antes

de que arañara sus ojos. Ow.” Comprobé con cautela mi mejilla, haciendo una mueca

mientras mis dedos se manchaban con sangre. “Bastardo.”

“Lo mataré,” murmuró Ash con esa nueva y aterradora voz. Sonaba como una promesa, a

pesar de que no dijo las palabras. La mirada asesina en sus ojos hablo lo suficientemente alto.

“¡Princesa!” Puck apareció entonces, aún sin camisa, con el cabello como si un buitre hubiese

anidado en él. “¿Qué sucedió? ¿Era Rowan ese que acaba de salir de aquí corriendo como el

demonio? ¿Qué está pasando?”

Le miré con el ceño fruncido, apenas deteniéndome de preguntarle qué estuvo haciendo toda

la noche. Las flores estaban todavía tejidas en su cabello, y no podía decir si lo que veía en su

piel desnuda eran rasguños o no. “Ese era Rowan,” le dije en su lugar. “No sé cómo se

escabulló en el campamento, pero lo hizo. Y puedes estar seguro de que fue a decirle al rey

falso que estoy aquí.”

Ash estrechó sus ojos. “Entonces deberíamos estar listos para ellos.”

La fuerte explosión de un cuerno hizo eco sobre los árboles justo entonces, alto y repentino.

Fue seguido por otro, y otro, mientras las hadas se despertaban sobresaltadas o salían de sus

tiendas, parpadeando alarmados. Ash levantó su cabeza y siguió el sonido, el fantasma de una

sonrisa feroz cruzó su rostro.

“Ya vienen.”

El campamento estalló en un organizado caos. Feys saltaron sobre sus pies, arrebatando

armas y armaduras. Capitanes y tenientes aparecieron, dando órdenes, dirigiendo a sus

escuadrones a formar filas. Cuidadores de grifos y dragones corrían para preparar a sus

bestias para el combate, y los caballeros empezaron a ensillar sus corceles fey, mientras los

caballos sacudían sus cabezas y hacían cabriolas con anticipación. Por un momento, tuve la

irreal sensación de estar en el centro de una película de fantasía medieval, al estilo de El

señor de los Anillos, con todos los caballos y caballeros corriendo de acá para allá. Luego la

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plena realidad me golpeó, haciéndome sentir náuseas. Esto no era una película. Esto era una

batalla real, con criaturas reales que harían su mejor esfuerzo por matarme.

“¡Meghan Chase!”

Un par de sátiros femeninos trotaron hacia mí, agachándose y zigzagueando entre la multitud,

sus peludas patas de cabra saltando por el barro. “Tu padre nos envió para asegurarse de que

estabas apropiadamente vestida para la batalla,” dijo una de ellos mientras se acercaba. “Él

tiene diseñado algo especialmente para ti. Si usted nos sigue, por favor.”

Hice una mueca. La última vez que Oberon había tenido algo diseñado especialmente para mí,

fue un horrible vestido de fantasía que me negué a usar. Pero Ash soltó mi brazo y me dio un

gentil empujón hacia los sátiros que esperaban.

“Ve con ellas,” me dijo. “Tengo que encontrar algo para mí mismo también.”

“Ash…”

“Volveré pronto. Cuida de ella, Goodfellow.” Y se alejó, desapareciendo entre las multitudes.

Los sátiros me hicieron señas con impaciencia, y los seguimos a una extraña tienda en el lado

del campamento del Verano. El material era ligero y diáfano, cubierto en los polos de tenues

filamentos que me traían el incómodo recuerdo a telarañas. Los sátiros me condujeron a

través de las solapas, pero me giré y detuve a Puck en la entrada, diciéndole firmemente que

tendría que esperar afuera mientras me vestía. Ignorando su estúpida mirada de soslayo,

esperando que él no se convirtiera en un ratón y así escabullirse en la tienda y observar, entré.

El interior de la tienda estaba oscuro y cálido, las paredes estaban cubiertas con telarañas que

crujían y se deslizaban, como si cientos de pequeñas criaturas se escurrieran a través de ellas.

Una alta y pálida mujer con un largo cabello oscuro me estaba esperando en la oscura

habitación, sus redondos ojos negros brillaban en su estrecho rostro.

“Meghan Chase,” dijo la mujer con voz áspera, sus enormes ojos negros siguiendo todos mis

movimientos. “Has llegado. Qué casualidad que nos encontremos de nuevo.”

“Lady Weaver.” Asentí, reconociendo a la costurera de cabecera de la Corte Seelie, y reprimí

el impulso de frotar mis brazos. La conocí anteriormente en mi primer viaje a Faery, y como

aquella vez, su presencia me hizo sentir picor, como si miles de insectos se arrastrasen sobre

mi piel.

“Ven, ven,” dijo Lady Weaver, haciéndome señas con una pálida mano de araña. “La batalla

está a punto de comenzar, y tu padre deseaba que yo diseñara tu armadura.” Ella me guió

hacia la parte trasera de la tienda, donde algo brillaba en la oscuridad, sostenido por finas

hebras blancas. “Es mi mejor trabajo hasta ahora. ¿Qué te parece?”

A primera vista, lucía como un largo abrigo de algún tipo, sujeto en la cintura y dividido para

destellar detrás de las piernas. Mirando más de cerca, vi que el material estaba hecho de

pequeñas escamas, flexibles al tacto, aún así imposiblemente fuertes. La parte trasera estaba

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llena de intrincados diseños que parecían casi geométricos en la naturaleza. Guantes,

canilleras, leggings y botas, hechas con el mismo material escamado, completando el atuendo.

“Wow,” dije, acercándome. “Es hermoso.”

Lady Weaver lloriqueó.

“Como de costumbre, mis talentos son menospreciados,” ella suspiró, chasqueando sus dedos

a los dos sátiros quienes se adelantaron. “Heme aquí, la más grande costurera en Nunca

Jamás, reducida a tejer una armadura de escamas de dragón para mestizos sin refinar. Muy

bien, niña. Pruébatelo. Te quedará perfecto.”

Los sátiros me ayudaron a entrar en el traje, el cual era más ligero y flexible de lo que pensé

que sería. A excepción de los guantes y canilleras ni siquiera me sentía como si estuviera en

una armadura. Lo que supuse que era el punto.

“Genial,” vino una voz de la puerta, y Puck se paseó dentro. Parpadeé sorprendida. Él

también estaba vestido para la batalla, con una coraza de cuero sobre un traje de metal

verde—plateado, oscuros guantes de cuero, y botas de caña altas. Un pañuelo verde colgaba

de su cinturón, decorado con enredaderas y hojas, y gruesas hombreras salían de su clavícula,

que parecían de corteza áspera y espinosa.

“¿Sorprendida, princesa?” Puck se encogió de hombros, haciendo que los picos en sus

hombros se movieran hacia arriba. “Normalmente no uso armaduras, pero claro, normalmente

tampoco me enfrento a un ejército de feys de Hierro. Pensé que estaría bien tener algo de

protección.” Él escaneó mi atuendo y asintió con aprobación. “Impresionante. Verdaderas

escamas de dragón, que resistirán casi cualquier cosa.”

“Eso espero,” murmuré, y Lady Weaver resopló.

“Por supuesto que lo hará, niña,” soltó, frunciendo sus anémicos labios hacia mí. “¿Quién

crees que diseñó este atuendo? Ahora, fuera. Tengo otras cosas en las que trabajar. ¡Fuera!”

Puck y yo huimos, escabulléndonos de la tienda. El campamento estaba casi vacío ahora, filas

y filas de fey de Verano e Invierno recubrían el borde del bosque de metal. Esperando que la

batalla comience.

Me estremecí y froté mis brazos. Como si leyera mis pensamientos, Puck se acercó y puso

una mano en mi codo. “No te preocupes, princesa,” dijo él. Y aunque su voz era ligera, había

un duro borde en su sonrisa. “Cualquier bastardo de Hierro que la quiera tendrá que pasarme

primero.” Rodó sus ojos. “Y por supuesto, al caballero oscuro de allá.”

“¿Dónde?” Seguí su mirada, justo a tiempo para ver a Ash aparecer detrás de una tienda y

caminar hacia nosotros. Su armadura brillaba bajo el sol, negra marcada con una estilizada

cabeza de lobo, en plata helada, sobre el pectoral. Él lucía increíblemente peligroso, el

caballero negro salido de una leyenda, con una capa negra hecha jirones flotando tras él.

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“Oberon te ha llamado,” anunció él, aceptó mi vestuario con un sólo asentimiento de

aprobación. “Él quiere que te mantengas cerca de la retaguardia, donde la batalla no te

alcance. A puesto un pelotón de guardias apostados allí para proteger…”

“No voy a ir.”

Tanto Ash como Puck me miraron sorprendidos. “Voy a pelear,” dije en la voz más firme que

pude manejar. “No quiero quedarme atrás y ver como todos mueren por mí. Ésta también es

mi batalla.”

“¿Estás segura de que esa es una buena idea, princesa?”

Miré hacia Puck y sonreí. “¿Vas a detenerme?”

Él alzó sus manos. “Ni se me ocurriría.” Él sonrió y sacudió su cabeza. “Sólo espero que

sepas lo que estás haciendo.”

Miré a Ash, preguntándome lo que pensaba sobre esto, si intentaría apaciguarme. Él me

devolvió la mirada fijamente, con una solemne expresión, de maestro a estudiante,

tanteándome. “Nunca has luchado en una guerra de verdad,” dijo él suavemente, y atrapé el

rastro de preocupación en su voz. “No sabes cómo es una verdadera batalla. No es como un

duelo uno—contra—uno. Será violento, sangriento y caótico, y no tendrás tiempo para pensar

en lo que estás haciendo. Las cosas que has visto, las cosas que has experimentado… nada te

ha preparado para esto. Goodfellow y yo te protegeremos tan bien como podamos, pero

tendrás que pelear, y tendrás que matar. Sin piedad. ¿Estás segura de que esto es lo que

quieres?”

“Sí.” Levanté mi barbilla y le devolví la mirada fijamente, encontrando sus ojos. “Estoy

segura.”

“Bien.” Él asintió una vez, y se volvió hacia el amenazante bosque. “Porque aquí vienen.”

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CAPÍTULO 13 Traducido por NaaN!

Corregido por Sidonie

EL AVANCE DE HIERRO

“Prepárate” murmuró Ash, y sacó su espada.

Mi mano temblaba mientras seguía su ejemplo, sintiendo la espada torpe y descoordinada en

mi agarre. Por delante de nosotros, la luz se reflejaba en las espadas, escudos y armaduras,

una amenazante pared de encrespadas hadas de acero. Ogros y Trolls se desplazaron

impacientes sosteniendo sus mazos de púas. Goblins y redcaps lamieron sus puntiagudos

dientes, sus ojos brillaban con sed de sangre. Driadas, Hamadriadas y Hombres—roble

esperaron silenciosamente, sus verdes y marrones rostros tensos por el miedo y el odio. De

entre las hadas, la lenta corrupción de Nunca Jamás afectaba a casi todos ellos y me recordó

lo que estaba en juego.

Sostuve la empuñadura de mi espada, sintiendo el metal quemar en mi palma. Entonces,

vamos, pensé, mientras un susurro fuerte sonaba justo más allá del hoyo: cientos de pies,

marchando hacia nosotros. Las ramas se rompían, los arboles temblaban y los ejércitos de

Verano e Invierno gritaron en respuesta. No me vencerás. El falso rey no ganara. Tu camino

termina aquí.

“Aquí vamos”, gruñó Ash, al igual que con el chirrido de un millón de cuchillos, las hadas de

Hierro salieron desde los bosques y aparecieron a la vista. Hombres de alambre y caballeros

de Hierro, perros reloj, brujas—araña, criaturas esqueléticas que se parecían a Terminator,

todos brillantes y metálicos, y cientos más de diferentes formas y tamaños, saliendo del

bosque en una enorme nube caótica. Por un momento, las dos armadas se miraron unos a

otros, odio y violencia y sed de sangre brillaban desde sus ojos. Entonces, un monstruoso

caballero blindado, con cuernos erizados desde un casco de acero, dio un paso al frente del

ejército y paso rápidamente un brazo hacia delante, y las hadas de Hierro con sus pelos en

punta gritaron.

Los Seelie y los Unseelie rugieron en respuesta, lanzándose a su encuentro. Como hormigas,

ellos se dispersaron en el campo de batalla, el espacio entre ellos se volvía cada vez más

pequeño mientras se acercaban unos a otros. Los dos ejércitos se encontraron con el

ensordecedor chillido y estruendo de sus armas, y entonces todo se volvió una locura.

Ash y Puck se mantenían cerca, negándose a avanzar, entablando combate con un enemigo

sólo si éste les atacaba primero. Las líneas del frente sufrieron lo peor de la batalla, pero

gradualmente las hadas de hierro empezaron a deslizarse en los hoyos y empujando hacia

atrás. Yo agarré mi arma y traté de concentrarme, pero era difícil. Todo estaba sucediendo tan

rápido, cuerpos alrededor, espadas centellando, los gritos y los gruñidos de los heridos. Una

gigante, casi mantis religiosa, se abalanzó hacia mí moviendo sus afilados brazos hacia abajo,

pero Ash se me adelantó y cortó los bordes con su espada, empujándolo hacia atrás. Un

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caballero de Hierro, vestido de pies a cabeza con una malla de plata, se lanzó hacia mí, pero

tropezó cuando Puck le golpeó en la rodilla y lo tiró al suelo.

Otro caballero armado se abrió paso a través de las filas traseras, dirigiéndose hacia mí con su

arma, una espada ancha y dentada, que sostenía con ambas manos. Reaccionando por instinto,

esquivé el golpe y lo apuñalé con la espada. Ésta chirrió contra su coraza, dejando un

pequeño rasguño en la armadura pero sin herirlo. El caballero bramó una carcajada, confiado

de su victoria, y atacó de nuevo, moviendo rápidamente su arma cerca de mi cabeza.

Esquivando el golpe, di un paso adelante y hundí mi espada a través de su visera, sintiendo

cómo la punta golpeaba la parte trasera de su casco.

El caballero cayó como si sus cuerdas hubieran sido cortadas. Mi estómago se enturbió, pero

no había tiempo para pensar lo que acababa de hacer. Más hadas de Hierro salían de los

troncos. Y vi a Oberon cargado en la pelea en un enorme y negro caballo de guerra, el glamur

arremolinándose alrededor de él, y movió una mano hacia la zona más densa de la lucha.

Enredaderas y raíces brotaron del suelo, enrollándose alrededor de las hadas de hierro,

estrangulándolos o llevándolos bajo tierra. Encima de un montículo, Mab alzó sus brazos, y

un salvaje torbellino azotó a través del campo, congelando a las hadas o empalándolos con

fragmentos de hielo. Los ejércitos de Verano e Invierno gritaron con renovado vigor y se

lanzaron contra el enemigo.

Y entonces, algo monstruoso salió de los árboles, lanzándose hacia el campo. Un gigantesco

escarabajo, del tamaño de un gran elefante, se estrelló contra el caos, aplastando hadas bajo

sus pies. Cuatro elfos con relucientes cabellos metálicos, encima de una plataforma en su

espalda, dispararon unos antiguos mosquetes contra la multitud. Hadas de Verano e Invierno

cayeron bajo una lluvia de mosquetes de fuego mientras que otro escarabajo salía de entre los

árboles. Espadas y flechas rebotaban en los oscuros y brillantes caparazones, mientas los

bichos como tanques se adentraban en el campo, dejando muerte a su paso.

“¡Retirada!” La voz de Oberon resonó en todo el campo mientras que los escarabajos

continuaron con sus destrozos. “¡Retrocedan y reorganícense! ¡Vamos!”

Cuando las armadas de Verano e Invierno empezaron a retirarse, una ola de glamur de hierro,

proveniente de los bichos, se apoderó de mí. Estrechando mis ojos y mirando a través de la

locura, observé más de cerca. Fue como si los bichos se acercaran a un foco claro a través de

un fondo borroso; pude ver el glamur de Hierro reluciendo alrededor de ellos, frío y sin color.

Los gruesos y voluminosos caparazones eran casi invulnerables, pero las patas de los

escarabajos eran delgadas y largas, a penas lo suficientemente fuertes para sostener a los

monstruos en pie. Las articulaciones eran débiles y estaban manchadas de óxido… y el

fantasma de una idea flotó en mi mente.

“¡Ash, Puck!” fui corriendo hacia ellos, y centraron su atención sobre mí. “¡Creo saber cómo

derrotar a ese bicho, pero necesito acercarme! ¡Despéjenme un camino!”

Puck pestañeó, mirando incrédulo. “Uh, ¿correr hacia el enemigo? ¿Eso no es hacer lo

contrario de lo que retirada significa?”

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“¡Tenemos que detener a esos bichos antes de que aniquilen a medio campo!” Miré a Ash,

suplicante. “Puedo hacerlo, pero necesito que me protejan cuando llegue allá. Por favor, Ash.”

Ash me miró fijamente por un momento, entonces asintió secamente. “Te llevaremos allí,”

murmuró, levantando su espada. “Goodfellow, cúbreme.”

Se lanzó hacia adelante, a contra corriente de las hadas en retirada. Puck sacudió su cabeza y

lo siguió. Logramos abrirnos paso hasta el centro del campo, donde cuerpos de faeries —o lo

que había quedado de ellas— cubrían el suelo. La batalla estaba mucho más difícil aquí, y

mis guardaespaldas estaban sufriendo para mantener al enemigo lejos de mí.

El estruendo de un mosquete de fuego resonó, y un wyvern* rugió y se estrelló contra el

suelo a pocos metros, aleteando y sacudiéndose. La gran masa del escarabajo se alzaba por

encima de nuestras cabezas, su brillante y negro caparazón bloqueaba el sol.

“¿Es esto… lo suficientemente cerca, princesa?” Puck jadeó, atrapado en la batalla con un par

de hombres—alambre, cuyas garras de alambres cortantes lo atacaban. A su lado, Ash gruñó

y cruzó espadas con un caballero de Hierro, llenando el aire con el chirrido del metal.

Yo asentí, con el corazón acelerado. “¡Sólo mantenlos lejos de mí por unos segundos!” Grité,

y me giré de nuevo hacia el bicho de hierro, mirando fijamente hacia su envés*. Sí, sus

piernas estaban articuladas, sostenidas juntas por unos pernos de metal. Entonces extendió

una pata larguirucha, la esquivé y cerré mis ojos, atrayendo el glamur de Hierro del aire, del

bicho y de los árboles y de la corrompida tierra a mi alrededor. Un mosquete de fuego fue

disparado, y el chirrido de las espadas y faeries retumbaron en mi cabeza, pero yo confiaba en

mis guardianes para mantenerme a salvo y mantuve la concentración.

Al abrir mis ojos, me concentré en una de las articulaciones del insecto, en el diminuto perno

que la sostenía unida, y tiré. La tuerca tembló, sacudiéndose el óxido, y entonces salió

disparada como un corcho, con un breve destello de metal bajo el sol. El insecto se tambaleó

cuando la pata se desprendió y cayó al fango, entonces todo el escarabajo empezó a ladearse

como un autobús desequilibrado.

“¡Sí!” aclamé, mientras que las náuseas empezaban. Una punzada de dolor atenazó mi

estómago, y caí de rodillas, conteniendo las ganas de vomitar. Una sombra me envolvió, y al

levantar la vista vi como caía de lado el enorme bulto del insecto, dispersando por igual a

hadas de Hierro y a faeries, pero no podía moverme.

Un borrón de oscuridad, y luego Ash me agarró por el brazo y me levantó de un tirón.

Saltamos hacia adelante, mientras oímos un potente crujido, el escarabajo cayó al suelo y se

dio la vuelta, aplastando a los elfos de los mosquetes debajo de él y casi matándome en el

proceso. A su espalda, las patas restantes del escarabajo pateaban y se agitaban inútilmente, y

me reí tontamente con una ligera histeria. Ash murmuró algo inescrutable y me dio un abrazo

breve y fuerte.

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“Disfrutas haciendo que mi corazón se pare, ¿no?” susurró, y sentí que temblaba ya sea por la

adrenalina u otra cosa. Antes de que pudiera formular una respuesta me soltó y dio un paso

atrás, una vez más, el mismo estoico guardaespaldas.

Adolorida, miré fijamente alrededor y vi que el ejército de Hierro se retiraba, esfumándose de

nuevo en el bosque de metal. El otro escarabajo parecía atrapado en un retorcido revoltijo de

enredaderas, que envolvía sus patas y lo arrastraba hacia abajo. Los mosqueteros de su

espalda habían sido empalados can lanzas de hielo. Probablemente obra de Oberon y Mab.

“¿Se acabó?” pregunté mientras Puck se nos unía, también jadeando, su armadura estaba

salpicada con una sustancia negra y viscosa, que parecía aceite. “¿Ganamos?”

Puck asintió con la cabeza, pero sus ojos eran sombríos. "En cuestión de hablar, princesa".

Perpleja, miré alrededor y mi estómago se revolvió. Cuerpos de ambos bandos estaban

tirados a lo largo del campo, algunos gemían, otros yacían inmóviles y sin vida. Unos pocos

se habían convertido en piedra, hielo, tierra, ramas, o se habían desvanecido por completo. A

veces sucedía instantáneamente, a veces tomaba horas, pero los faeries no dejaban cuerpos

físicos atrás al morir. Ellos simplemente dejaban de existir.

Sin embargo, más perturbador, al mirar más de cerca, vi que el bosque de hierro se había

arrastrado aún más cerca, tanto que se había extendido hasta el centro del campo. Mientras

observaba con horror, un árbol verde y joven se volvió brillante y metálico, el veneno gris

trepando por su tronco. Varias hojas se desprendieron y se desplomaron, clavándose en la

tierra, y brillando como navajas.

“Se está extendiendo mucho más rápido.” Una sombra cayó sobre nosotros, y Oberon pasó

rápidamente sobre su caballo de guerra, sus ojos de color ámbar brillaban bajo su casco

astado. “Cada batalla nos vemos forzados a retirarnos, para dar más terreno. Por cada faerie

de Verano e Invierno que cae, el Reino de Hierro crece, destruyendo todo a su paso. Si esto

continua, no quedará nada.” La voz de Oberon adquirió un tono más cortante. “También,

creía haberte dicho que te quedaras fuera de la batalla, Meghan Chase. Y sin embargo, te

aventuraste hasta el corazón del peligro, a pesar de mis intentos por mantenerte a salvo. ¿Por

qué continúas desafiándome?”

Ignorando la pregunta, miré hacia el oscuro bosque por donde desaparecía la última hada de

Hierro. Más allá de la línea de árboles, sentí al Reino de Hierro agazapado en el borde,

ansiosos por regresar, observándome con sus miradas venenosas. En algún lugar de ahí, a

salvo en sus tierras de hierro, esperaba por mí el falso rey, paciente y seguro, sabiendo que las

cortes no podrían tocarlo.

“Él sabe que estoy aquí,” murmuré, sintiendo los ojos de Oberon en mí, al igual que las

miradas de Puck y Ash, y tragué el temblor de mi voz. “No puedo quedarme… él enviará

todo cuanto tiene contra ti intentando capturarme.”

“¿Cuándo te irás?” La voz de Oberon no contenía ninguna emoción. Respiré para

tranquilizarme, esperando no estar enviando a Ash y a Puck directos a la muerte.

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“Esta noche.” Tan pronto como lo dije, temblé y crucé mis brazos para ocultar mi terror.

“Cuanto más pronto me vaya, será mejor. Supongo que ha llegado la hora.”

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CAPÍTULO 14 Traducido por NaaN!

Corregido por Sidonie

DENTRO DEL REINO DE HIERRO

Doblé la manta con cuidado y la puse en la mochila, junto con los paquetes de frutos secos y

la cantimplora de agua. Agua, alimentos, mantas, saco de dormir... ¿había algo más que

necesitara para el viaje de camping al infierno? Podía pensar en algunas comodidades

puramente humanas que mataría por tener en ese momento: una linterna, aspirinas, papel

higiénico, pero Faery se negaba a complacer a mi media parte mortal, por lo que tendría que

arreglármelas sin ellas.

Detrás de mí, la puerta de la tienda se abrió, y Ash se quedó allí, recortado contra el marco de

la tienda y la extraña luz rojiza de la luna. "¿Lista?"

Cerré la mochila de un tirón e intenté torpemente anudar los lazos, maldiciendo en voz baja

mientras mis manos temblaban. "Tan lista como pueda llegar a estar, supongo," dije,

esperando que no captara el temblor en mi voz. Los lazos se me resbalaron de los dedos de

nuevo, y maldije.

Las solapas de la tienda se cerraron, y un momento después sus brazos estaban alrededor mío,

cubriendo mis manos temblorosas con las suyas. Cerré los ojos, me relajé en él mientras él se

inclinaba cerca, su aliento frío en mi cuello.

"No quiero ser su asesina," le susurré, apoyándome en él. Él no dijo nada, sólo cerró sus

manos sobre las mías, llevándome más cerca de él. "Cuando maté a Machina... creí... que

nunca tendría que volver a hacer algo así. Todavía tengo pesadillas sobre ello." Suspirando,

enterré mi rostro en su brazo. "No estoy echándome atrás. Sé que tengo que hacer esto, pero...

no soy una asesina, Ash."

"Lo sé," murmuró contra mi piel. "Y no eres una asesina. Mira." Abriendo sus puños, sostuvo

mis manos entre las suyas, acariciando mis palmas con sus pulgares. "Totalmente limpias,"

dijo. "Sin manchas, ni sangre. Confía en mí, si pudieras ver las mías..." Suspiró y cerró sus

puños una vez más, entrelazando sus dedos alrededor de los míos. "Yo te salvaría de mi

destino, si pudiera," dijo, tan suave que apenas lo pude oír, a pesar de lo cerca que estábamos.

"Déjame matar al falso rey. Tengo tanta sangre en mis manos que no importaría."

"¿Harías eso?"

"Si puedo."

Pensé en ello, contenta de sentir sus brazos alrededor mío. "Supongo que... siempre y cuando

el falso rey muera, no importa quién lo mate, ¿verdad?" Ash se encogió de hombros, pero me

sentí incómoda con esa decisión. Esta era mi misión. Yo estuve de acuerdo en matar al falso

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rey. La responsabilidad era mía, y no quería que nadie tuviera que matar por mí otra vez,

especialmente Ash.

Aunque, todavía no sabía cómo iba a lograr esto cuando llegáramos allí. No teníamos una

flecha mágica de Witchwood esta vez. Sólo teníamos... a mí. "No nos preocupemos de eso

ahora," dije, sin querer pensar en ello. "Tenemos que llegar hasta él en primer lugar, de todos

modos."

"Lo que nunca haremos si ustedes dos continúan metiéndose mano cada dos segundos,”

anunció Puck, entrando a la habitación con un silbante sonido proveniente de las solapas de la

tienda. Ruborizada, me alejé de Ash y fingí revisar mi mochila. Puck resopló. "Si ambos

estáis listos," dijo, empujando hacia atrás la tela, "todos estamos esperándolos."

Dejamos la tienda, saliendo a la fría y silenciosa noche. Mi respiración se nublaba en el aire,

y copos de hollín caían sobre mi cara y mis manos. A cada lado, recubriendo el camino hacia

el bosque, los ejércitos de Verano e Invierno nos vieron salir, cientos de ojos brillaban en la

oscuridad. En algún lugar del campamento, un wyvern* chilló, pero aparte de eso, todo

estaba en silencio.

Mab y Oberon estaban parados al borde de la multitud, ambos tan quietos como los mismos

árboles. Más allá de los gobernantes, los destellantes bosques de acero se extendían en la

oscuridad.

"Os hemos dado todo cuanto podemos," dijo Oberon a medida que nos acercábamos, su voz

solemne resonó entre la multitud. "A partir de aquí, sólo podemos desearos suerte, y esperar.

Ahora todo depende de vosotros."

Mab levantó una mano, y un goblin salió de la multitud y se detuvo ante nosotros, vestido

con ese camuflaje de hojas que le hacía verse como un arbusto. "Snigg os llevará hasta el

borde del bosque donde comienza el Páramo," dijo ella con voz áspera, dirigiendo su mirada

hacia Ash. "Más allá de éste, estarán por su cuenta. Ninguno de nuestros exploradores ha

vuelto jamás tras aventurarse más profundo."

Oberon aún me miraba con sus ojos verdes ilegibles en las sombras de su rostro. Me pareció

que el Erlking estaba cansado y ojeroso, pero eso podría ser simplemente un truco de la luz.

"Ten cuidado, hija", dijo en una voz dirigida sólo a mí.

Suspiré. Eso era lo máximo que Oberon iba a mostrar en cuanto afecto paternal se refería.

"Lo haré," le dije, cambiando mi mochila a mi otro hombro. "Y no fallaremos, yo…" apenas

me detuve de decir "Te lo juro," no estando segura si podría cumplir esa promesa. "No me

rendiré," terminé diciendo en su lugar.

Me dio una breve inclinación de cabeza. Ash se inclinó ante su reina, y Puck sonrió a Oberon,

desafiante hasta el final. Bajé mi mirada al goblin.

"Vamos, Snigg."

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El duende hizo una reverencia y se fue arrastrando los pies entre los árboles, llegando a ser

casi invisible entre la maleza. Con Ash y Puck a mi lado, entré al bosque, siguiendo al

meneante montículo de vegetación a través de los árboles, y el campamento pronto se

desvaneció detrás de nosotros.

"Yo reconozco esto," murmuró Ash después de varios minutos de caminata. Siguiendo al

explorador goblin, esquivamos y zigzagueamos entre los árboles, cuyos troncos parecían

estar cubiertos de mercurio, brillantes y metálicos en la luz moteada. "Creo saber dónde

estamos."

"En serio." Puck dijo, sonando sarcástico. "Me estaba preguntando cuando te darías cuenta,

príncipe. Por supuesto, ninguna de las masas sabía lo cerca que estaban, ni tampoco, cuan

afianzados sabiendo su historia.” Resopló. "Puedes apostar a que tanto Oberon como Mab lo

sabían, y deliberadamente no dijeron nada. Típico."

"¿Por qué?" Eché un vistazo alrededor, sin ver nada inusual, al menos nada más allá de la

rareza de un bosque completamente de metal. "¿Dónde estamos?"

"Este es territorio Fomorian," dijo Ash, entrecerrando los ojos. "Nos dirigimos directamente a

Mag Tuiredh."

Parpadeé hacia Ash. "¿Qué es Mag Tuiredh? ¿Qué son Fomorians?"

"Una antigua raza de gigantes, princesa," respondió Puck, esquivando una rama baja.

"Semiacuáticos, estrechamente unidos y los más feos bastardos que alguna desgraciada vez

haya visto. Deformados y retorcidos, la gran mayoría de ellos. Estoy hablando de un solo

brazo, un solo ojo, terroríficas pezuñas creciendo fuera de sus cabezas y extremidades en los

lugares que no deben estar. Una de sus reinas, incluso tenía un conjunto de dientes a cada

lado de su —”

"Bueno, creo que lo entendí." Me estremecí, pasando alrededor de un arbusto con espinas de

metal que crecían de ella como agujas. "Entonces, ¿estas cosas gigantes son hostiles? ¿Crees

que han sido asesinados por el hierro?"

"Oh, ellos fueron definitivamente hostiles," continuó Puck alegremente. "De hecho, fueron

tan hostiles, que tuvimos una guerra con ellos, hace mucho, mucho tiempo. Creo que fue la

única otra ocasión en que Verano e Invierno cooperaron, ¿no es así, príncipe? Oh, espera, tú

ni siquiera estabas alrededor aún, ¿no?"

"Ellos están extintos, Meghan," dijo Ash, ignorando a Puck. "Ellos han estado extintos

durante siglos. Verano e Invierno acabaron completamente con ellos. Mag Tuiredh era su

ciudad. No es más que ruinas ahora, y por lo general todos lo evitan. Es un lugar horrible,

lleno de maldiciones y monstruos desconocidos. Uno de los lugares más oscuros de Nunca

Jamás."

"Y el lugar perfecto para el nuevo Rey de Hierro," reflexioné.

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Nos callamos entonces, los árboles desaparecieron abruptamente y el Reino de Hierro se

extendió ante nosotros.

Recordé el corazón del reino de Machina, la meseta plana y agrietada, telas de araña con lava,

y el ferrocarril sin fin que llevaba a la torre de color negro. Esto era diferente, un desierto

maldito y rocoso con enormes y dentados florecimientos y cerros accidentados. Mirando más

de cerca, vi que algunos de los cerros eran enormes pilas de basura: neumáticos, tubos,

coches destrozados, barriles oxidados, antenas de satélites, computadoras rotas y portátiles,

incluso el ala de un avión. Surgían farolas del suelo rocoso o en las cimas de los

afloramientos distantes, brillando débilmente en la niebla. La luna de color rojo oxidado, en

equilibrio sobre dos crestas puntiagudas, parecía más cerca que nunca.

"Interesante," comentó Puck, cruzando los brazos sobre el pecho. “Sabes, yo solía decir que

el territorio Fomorian no podía ser peor de lo que era. Es bueno saber que todavía puedo

equivocarme de vez en cuando."

Ash dio un paso adelante, mirando alrededor del desierto en silencio. Estaba de espaldas a mí,

por eso no podía ver su cara, pero probablemente estaba recordando nuestro último viaje en el

Reino de Hierro. Me preguntaba si ya se estaba arrepintiendo de su promesa.

Snigg, el goblin, dio una tos débil, murmuró una disculpa y corrió de regreso hacia el camino

del bosque por donde habíamos venido, dejándonos a nuestra suerte. De pronto alarmada,

miré duramente a Ash y Puck, maldiciéndome a mí misma por no haberme dado cuenta antes.

Estábamos ya en las profundidades del Reino de Hierro; Ash y Puck estarían sintiendo los

efectos de la tierra, el veneno que los mataría si esos amuletos no funcionaban.

"¿Ustedes dos están bien? ¿Ash? Mírame.” Agarré el brazo del príncipe y lo volví hacia mí,

mirando su cara. Su piel parecía más pálida que de costumbre, y mi estómago se retorció.

"Los amuletos no están funcionando, ¿verdad? Lo sabía. Debemos regresar."

"No" Ash puso su mano sobre la mía. "Está bien, Meghan. Están trabajando lo

suficientemente bien. Aún puedo sentir el hierro pero es soportable. No como antes."

"¿Estás seguro?" Cuando él asintió, pasé la mirada de él a Puck. "¿Y tú?"

Puck se encogió de hombros. "No es un masaje Shiatsu, princesa, pero viviré."

Yo los miré furiosa. "Sé que los faeries no pueden mentir, pero será mejor que no estéis

diciendo esto sólo para que no me preocupe." Ninguno de los dos dijo nada y mi ira aumentó.

"Lo digo en serio, chicos."

"Relájate, princesa." Puck se encogió de hombros a la defensiva. "Están funcionando, ¿de

acuerdo? Sé que no tengo que sentirme estupendamente, pero tampoco me siento como si mi

interior estuviera a punto de subir por mi garganta. Viviré. He pasado por cosas peores."

"Y no importa." Ash me encaró con un aire de obstinada calma. "Aún así estaríamos aquí,

cueste lo que cueste. No podemos volver atrás ahora. Además, estamos perdiendo tiempo."

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"Estoy de acuerdo," dijo otra voz, más profunda en el Reino de Hierro. "Las cualidades de

protección de sus amuletos son limitados, después de todo. Cuanto más tiempo paséis sin

hacer nada, más corto se volverá éste."

De alguna manera, no estaba sorprendida. "Grimalkin," suspiré, dándome la vuelta. "Deja de

esconderte. ¿Dónde estás?"

El gato levantó la vista de una roca cercana, donde no había nada unos segundos atrás.

"Ustedes," ronroneó, mirándonos con pereza, "llegan tarde. Una vez más.”

"¿Por qué estás aquí, Grim?"

"¿No es obvio?" Bostezó Grimalkin y miró a cada uno de nosotros a su vez. "Por la misma

razón por la que siempre estoy aquí, humana. Para evitar que caigas en un agujero oscuro o

vagues en un nido de arañas gigantes."

"No te puedes quedar aquí," le dije. "El hierro te matará y no tienes un amuleto."

Grimalkin olfateó. "En realidad, humana, a veces eres increíblemente tonta. ¿Quién crees que

le dijo a Mab lo de los amuletos en el primer lugar?" Levantó la barbilla, lo suficiente para

que yo captase un destello de cristal debajo de su ondulado pelaje.

“¿Tú tienes uno? ¿Cómo?"

El gato se sentó y se lamió la pata delantera. "¿De verdad quieres saber, humana?" Preguntó,

lanzándome una mirada de reojo. "Ten cuidado con tu respuesta. Algunas cosas están mejor

siendo un misterio."

"¿Qué clase de respuesta es ésa? Por supuesto que quiero saber, ¡sobre todo ahora!"

Suspiró, haciendo vibrar sus bigotes. "Muy bien. Sin embargo, ten en cuenta que insististe.”

Bajando su pata, se sentó y acurrucó su cola alrededor de él, mirándome con una expresión

grave. "¿Recuerdas el día en que Ironhorse murió?"

Sentí un nudo en la garganta. Por supuesto que lo hacía. Nunca podré olvidar esa noche.

Ironhorse haciéndose cargando contra el enemigo, solo, para que pudiéramos tener una

distracción; Ironhorse protegiéndome de un golpe fatal; Ironhorse, destrozado y quebrado en

el suelo de cemento de la bodega. Sus últimas palabras. Me llené de lágrimas, pensando en

ello.

Y entonces, me acordé de Grimalkin, sentado al lado del noble faery de Hierro justo antes de

morir, acercándose a su cabeza. Yo había pensado que mis ojos estaban jugándome una mala

pasada, porque la imagen sólo había durado una fracción de segundo antes de que el gato

desapareciera, pero ahora parecía sumamente importante lo que yo recordaba.

Mi estómago se sentía frío. "¿Qué hiciste con él, Grim?"

"Nada." Grimalkin me enfrentó con una mirada sin pestañear. "Nada con lo que él no

estuviera ya de acuerdo. Yo sabía que iba a tener que entrar en el Reino de Hierro tarde o

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temprano, y Ironhorse sabía muy bien que podía morir en su intento por ayudarte. Él estaba

preparado para ello. Nosotros llegamos a... un acuerdo."

"Oh, Dios mío." La comprensión me golpeó como un martillo, y miré boquiabierta al gato.

"Es él lo que hay allí, ¿no? Utilizaste a Ironhorse para tu amuleto." Me sentí enferma y me

alejé estupefacta del gato sidhe, topándome con Ash. "¿Cómo pudiste?" susurré, en realidad

comenzando a temblar. "¿Es todo un contrato para ti? Ironhorse era nuestro amigo, yo habría

muerto sin su ayuda. ¿O no te importa que lo estés usando como una batería?"

"Ironhorse estaba dispuesto a renunciar a todo por ti, humana." Grimalkin entrecerró sus ojos

quedando sólo dos ranuras doradas, mirándome fijamente. "Él quería esto. Él quería una

forma de protegerte en caso de que no estuviese más aquí. Deberías estar agradecida. Yo no

habría hecho lo mismo. Debido a su sacrificio, la búsqueda puede continuar." El gato se

levantó y saltó de la roca, dándose la vuelta para mirarnos por encima de su hombro.

"¿Bueno?" se preguntó, moviendo la cola. "¿Vienen o no?"

Fruncí el ceño y di unos pasos hacia adelante. "¿A dónde crees que nos estás llevando?"

Él movió una oreja. "Ironhorse me dijo, que si alguna vez me encontraba en el Reino de

Hierro contigo, debía buscar a un viejo amigo suyo. El Relojero, creo que era su nombre. Y

está bastante cerca. Por suerte para nosotros."

"¿Por qué ir hacia el Relojero? ¿Por qué no simplemente buscar al falso rey?"

"Ironhorse me dio a entender que esto era importante, humana." Grimalkin parpadeó y se

sentó, golpeando su cola con impaciencia. "Pero, si no lo crees, naturalmente puedes seguir

vagando por ahí hasta que los amuletos pierdan su poder y estén completamente perdidos. O,

¿ese era tu plan desde el principio?"

Eché un vistazo a los chicos. Ambos se encogieron de hombros. "Parece ser tan buen plan

como cualquiera," dijo Puck, rodando sus ojos. "Si el gato sabe a dónde va, está bien. No me

gustaría perderme aquí."

Grimalkin olfateó, encrespando sus bigotes con desdén. "Por favor, no me insulten.

¿Perderlos? ¿Desde cuándo les he guiado mal?"

Suspiré. "Aquí vamos otra vez."

Después de una noche de caminata, me di cuenta de lo grande que era la ciudad Fomorian.

Me había imaginado Mag Tuiredh como una ciudad de extensas ruinas: muros de piedra

derrumbadas, edificios a medio construir y sólo un puñado de grandes rocas donde alguna

vez hubo un castillo. Y quizás, si hubiera estado en el mundo real, eso es todo lo que habría

sido. Pero en Nunca Jamás, donde la edad y el tiempo no existían, e incluso las estructuras

resistían el concepto de decadencia, Mag Tuiredh se alzaba en lo alto y se veía amenazante en

la brumosa distancia, mientras torres negras arrojaban humo hacia el moteado cielo amarillo.

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"¿Cuán antigua es esta ciudad?" pregunté, protegiéndome los ojos para mirar a través del

árido paisaje. Incluso a través de las nubes moteadas amarillo—grisáceas, la luz todavía se

reflejaba en miles de cosas metálicas, centellando bajo el sol y cegándome. Puck y Grimalkin

habían visto algo de movimiento en las rocas, y fueron a reconocer los alrededores para

encontrar la fuente de éste.

"Nadie sabe en realidad," respondió Ash, con su mirada fija recorriendo el paisaje. "Los

Fomorians estaban aquí antes que nosotros, y su ciudad ya era enorme. En aquel entonces,

Mag Tuiredh se situaba mitad dentro y mitad fuera del reino de los mortales, en un lugar que

hoy conocemos como Irlanda. Porque los seres humanos todavía nos adoraban como dioses y

el Nunca Jamás era aún muy joven, muchas razas de faeries preferían vivir en el reino de los

mortales. Los Fomorians habían esclavizado ya varias razas inferiores, y trataron de hacer lo

mismo con nosotros. Naturalmente, eso no nos gustó nada.”

"Entonces hubo una guerra."

"Una que sacudió los cimientos de ambos reinos. Al final, Mag Tuiredh fue arrastrado por

completo hasta Nunca Jamás, y los Fomorians fueron arrojados al mar. Eso fue lo último que

alguien supo de ellos. Al menos, esa es la historia que he oído."

"Pero si se han ido..." miré de nuevo hacia la ciudad y el humo negro alzándose en el cielo. "...

¿Por qué esas cosas todavía humean?"

"No lo sé." Ash desvió su mirada hacia las torres distantes. "Mag Tuiredh supuestamente

estuvo vacía durante miles de años, pero quién sabe en lo que se ha convertido ahora. A

juzgar por el humo, yo diría que Mag Tuiredh no está deshabitado."

"Malas noticias." Puck de repente cayó de una losa de encima, aterrizando a nuestro lado con

una nube de polvo. "Nos han estado siguiendo. Grim y yo vimos algo que parecía un insecto

gigante de metal, zumbando detrás de nosotros. Traté de atrapar al pequeño bastardo, pero me

vio y se escondió."

"¿Crees que hay más de ellos?" Ash se tensó y dejó caer su mano a su espada, probablemente

recordando la horda de gremlins que se arremolinaron sobre él en las minas, en nuestro

primer viaje aquí. Los ojos de Puck se oscurecieron, y negó con la cabeza.

"No sé. Pero creo que alguien sabe que estamos aquí."

Grim saltó a una roca, encrespando su cola. Su tenue gris pelaje se erizó como si acabara de

salir de un horrible secador con estática. "Se avecina una tormenta. Tenemos que encontrar

un refugio."

Tan pronto las palabras salieron de su boca, un relámpago iluminó el cielo y el aire se llenó

con el fuerte olor a ozono.

Los pelos de mi cuello se erizaron. "¡Grim," exclamé, girando hacia el felino, "sácanos de

aquí! ¡Tenemos que encontrar refugio ya!"

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Ya fuera por mi mirada de terror o el pánico en mi voz, el gato no perdió el tiempo esta vez.

Huimos, trepando sobre tierra y roca, mientras que por encima de nosotros el cielo se tornaba

del color amarillo—gris al negro en cuestión de segundos. Viento con un fuerte olor azotaba

nuestra ropa y me hizo lagrimear, y el aire alrededor de nosotros se sentía cargado de

electricidad. Un hilo de un rayo verde cortó el cielo, y las primeras gotas comenzaron a caer.

Un agudo dolor me apuñaló en el muslo, y apreté los dientes para no gritar, sabiendo que una

de las gotas ácidas me había caído. En algún lugar detrás de nosotros, Puck gritó en estado de

shock y sorpresa. Sentí un nudo en mi estómago, y ya no pude ver al gato en la oscuridad y el

viento en aumento.

"¡Grimalkin!" Grité con desesperación.

"¡Por aquí!" El maullido de gato se abrió camino a través de la tormenta que iba creciendo, y

dos ojos brillantes aparecieron de repente en la boca de una cueva en la ladera de un

acantilado. La cueva estaba tan bien escondida, mezclada perfectamente en el paisaje, que de

no haber sido por Grimalkin que estaba ahí nunca la habría visto.

Otra gota cayó en mi frente, deslizándose por mi mejilla, y esta vez me hizo gritar como si

una línea de fuego cortara mi piel. Yo podía oír el siseo de la lluvia golpeando a nuestro

alrededor, y me lancé a la cueva, seguida por Ash y Puck, mientras que el cielo se abría con

gran estruendo y la lluvia caía a cántaros.

Jadeando, me acosté de espaldas en el suelo de arena, viendo a la tormenta barrer la tierra,

mientras que Ash y Puck se apoyaban contra la pared de la cueva, jadeando.

"Bueno, eso fue... diferente," jadeó Puck. "¿Qué diablos es eso de todos modos?"

"Lluvia ácida," le dije, sin tener la voluntad de levantarme del suelo por el momento. Mi cara

latía, y la arena estaba fría contra mi mejilla. "También nos topamos con ella en nuestro

primer viaje. No es divertido."

"Bienvenido a las maravillas del Reino de Hierro," murmuró Ash, y se empujó lejos de la

pared, viniendo a arrodillarse junto a mí. Tomé su mano y dejé que tirara de mí en una

posición sentada.

"¿Estás bien?" preguntó, apartando el pelo de mi cara, llevándolo lejos de la quemadura. Sus

dedos se cernían sobre la herida, y me estremecí a mi pesar, lo que le hizo suspirar. Vi a Puck

observándonos por encima del hombro de Ash, y se sonrojó tímidamente, de repente estaba

desesperada por romper la tensión.

"Entonces, dime la verdad," le dije medio en broma. "¿Va a quedar cicatriz? ¿Tendré que usar

una máscara como el fantasma de la ópera para ocultar mi horrible rostro?"

Ash se quitó su mochila, y un momento después, un fresco y familiar olor a bálsamo tocó mi

mejilla, calmando el dolor ardiente. "Creo que estarás bien," dijo, sonriendo débilmente. "No

hay cicatrices de batalla para ti, al menos no hoy." Su mano se quedó en mi cara un momento

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más antes de que él se levantara, tirando de mí para ponerme en pie. Puck bufó y se alejó,

fingiendo examinar la cueva.

Grimalkin se pavoneaba alrededor, con su cola en el aire, ajeno a la tensión creciente. "La

lluvia no va a cesar pronto," dijo al pasar, "así que sugiero que descansen un poco mientras

puedan. También sugiero que uno de ustedes vigile. No querremos ser sorprendidos si el

dueño de esta cueva vuelve mientras estamos dormidos.”

"Buena idea," la voz de Puck hizo eco desde la parte posterior de la cueva. "¿Por qué no te

ocupas de la primera guardia, príncipe? En realidad estarías haciendo algo que no me dan

ganas de sacarme los ojos con un spork*."

Los labios de Ash se curvaron en una sonrisa. "Yo creo que el que estaría mejor para esa

tarea eres tú, Goodfellow," dijo sin volverse. "Después de todo, eso es lo que mejor sabes

hacer, ¿no es cierto? ¿Observar?"

"Oh, sigue así, chico—hielo. Vas a tener que dormir en algún momento."

Puse los ojos en blanco. "Bien. Ustedes dos peleen, yo voy a tratar de dormir un poco."

Quitándome la mochila, me fui hacia un rincón, saqué el contenido y desenrollé el saco de

dormir. Tendida en el suelo de arena, escuché a Ash y a Puck con sus sucesivas bromas

mientras instalaban su campamento, lanzando insultos y desafíos. Extrañamente, parecía más

normal de lo que había sido hasta ahora, y me quedé dormida con sus voces y el sonido de la

lluvia.

ÉL ME ESTABA ESPERANDO en mis sueños otra vez.

Suspiré. "Machina," dije, frente al Rey de Hierro, mi voz casi perdida en el vacío circundante,

"¿por qué estás aquí? Creí haberte dicho que me dejaras en paz. No te necesito."

"No," murmuró, sonriendo mientras sus cables lo envolvían en una jaula de acero reluciente.

"Eso no es cierto. Has llegado lejos, pero aún no estás allí todavía, Meghan Chase. Todavía

me necesitas."

"No es así." No me moví cuando se acercó, y los cables se extendieron para serpentear a mi

alrededor. "Soy más fuerte ahora que cuando nos conocimos. Estoy aprendiendo a controlar

la magia que me dejaste." Con un pensamiento, empujé los cables lejos, haciéndolos

retroceder con sorpresa.

"Aún no lo entiendes." Machina retiró sus extensiones, doblándolos como si fueran alas

brillantes en su espalda. "Utilizas la magia como una herramienta, como una espada que

pivoteas en círculos torpemente, cortando salvajemente a los que te rodean. Si quieres ganar,

debes abrazarte a él plenamente, convirtiéndolo en una parte de ti. Si tan sólo me dejaras

enseñarte cómo hacerlo."

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"Me has dado suficiente," dije con amargura. "Yo no pedí esto. No lo quería. Si estuvieras

vivo, yo estaría encantada si lo recuperases."

"Yo no podría." Machina me miraba con unos profundos ojos negros. "El poder del Rey de

Hierro se puede otorgar, o se puede perder. No se puede arrebatar."

Fruncí el ceño. "Entonces... ¿por qué el falso rey está tratando de matarme? Si el poder sólo

puede ser entregado, ¿por qué está tratando de tomarlo por la fuerza?"

Machina negó con la cabeza. "El falso rey nunca aprendió cómo es elegido un rey. Creyendo

que puede arrancarte el poder por la fuerza, se ha vuelto ciego en su obsesión. No se da

cuenta que sus acciones sólo lo hacen menos digno."

"Si yo muero... ¿entonces el poder se perdería?"

Machina asintió. "A menos que lo entregaras por propia voluntad, o él eligiera un nuevo

sucesor."

"¿No puedo simplemente cederlo ahora?"

"No," dijo Machina rotundamente. "Si el poder se debe ceder, debe hacerse en el momento de

muerte. Cuando el portador sabe que va a morir, sólo entonces el poder dejará el cuerpo. Si el

portador muere sin elegir a un sucesor, el poder permanecerá en estado latente, esperando,

hasta que aparezca alguien que sea digno de llevarlo. Pero no, no puedes regalarlo cuando te

apetezca." Machina sonaba débilmente insultado con el pensamiento. "Además, Meghan

Chase, ¿a quién se lo darías? ¿Quién sería lo suficientemente digno de llevar esa carga?"

"Supongo que eso significa que, de alguna manera, me encontraste digna," murmuré, "aunque

yo realmente desearía que no te hubieras molestado."

El Rey de Hierro se limitó a sonreír.

"Estaré aquí," murmuró, desapareciendo, su luminosidad cada vez menor, aunque su voz

todavía resonaba en el vacío. "No puedes ganar sin mí, Meghan Chase. Hasta que seamos uno,

estás destinada a perder esta guerra."

ABRÍ LOS OJOS AL SILENCIO. La lluvia había parado, y un peludo y caliente peso se

apretaba contra mis costillas, vibrando con ronroneos. Con cuidado de no perturbar a

Grimalkin, me incorporé y empujé las mantas, mirando alrededor de la cueva. Puck estaba

sobre su espalda en la esquina, enredado en mantas, con un brazo recostado sobre sus ojos.

Un taladrante ronquido retumbó desde su boca abierta, e hice una mueca.

Ash permanecía de pie en la boca de la cueva, su negra silueta recortada contra el cielo

nublado, mirando a la lejana ciudad. Por la enfermiza luz que entraba, supuse que era más de

media tarde. Por la inclinación sutil de la cabeza de Ash, supe que él me había oído, pero no

se dio la vuelta.

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Parándome detrás de él, deslicé mis brazos alrededor de su cintura. Sus manos envolvieron

las mías, entrelazando nuestros dedos juntos, y nos quedamos así durante un momento,

respirando al unísono, mientras yo escuchaba su corazón a través de su armadura.

"¿Estás bien?" Su profunda voz vibró en mi oído que estaba apretado contra su espalda.

"Bien." Me retiré para mirar la parte posterior de su cabeza. "¿Por qué? Leyendo mis

emociones de nuevo, ¿verdad?"

"Estuviste hablando en sueños," añadió solemnemente. "Yo no estaba escuchando, pero

dijiste ‘Machina’ una o dos veces." Hizo una pausa, y mi corazón dio un giro en mi pecho.

"Es el Reino de Hierro, ¿no?" continuó Ash. "Estar de vuelta aquí, te está haciendo recordar."

"Sí," le mentí, presionando mi rostro en su espalda. Yo no quería decirle de mis

conversaciones con el antiguo Rey de Hierro, a quien habíamos matado en nuestro último

viaje aquí, pero que supuestamente estaba al acecho dentro de mí. "Fue una pesadilla, Ash.

No te preocupes por mí."

"Ese es mi trabajo ahora," respondió, tan suave que apenas lo oí. "Meghan, no tengas miedo

de pedir ayuda. No estás sola. Recuerda eso."

Me retorcí incómodamente, esperando que no captase mis sentimientos de culpa. "Por lo

tanto, esta cosa de caballero y dama," le dije para cambiar de tema. "¿Tienes que hacer todo

lo que te diga? ¿O es nada más que una fuerte sugerencia? Si te ordenara que... no sé... te

pares sobre tu cabeza, ¿lo harías?"

Yo no estaba tratando de ser seria, pero vaciló, y me pregunté si había tocado un tema

delicado. "Tú conoces mi verdadero nombre," dijo después de un momento. "Técnicamente,

sí, si me ordenaras por uso de mi nombre completo, me vería obligado a obedecer. Pero..." Se

detuvo de nuevo. Nunca lo había oído sonar tan inseguro. “El entendimiento es que nunca

lleguemos a eso. Que… la dama confía en el caballero lo suficiente como para..."

"Ash," le interrumpí. "Date la vuelta."

Él obedeció, girándose lentamente hacia mí, con una expresión cuidadosamente en guardia.

Entrelazando mis manos detrás de su cuello, tiré de él y lo besé. Por un momento, él estuvo

rígido e inflexible, pero luego se relajó y sus brazos se deslizaron alrededor de mi cintura,

acercándome.

"Lo siento," le susurré cuando nos apartamos. "No quiero que te arrepientas... de estar aquí

conmigo, por ser mi caballero y todo."

Pasó sus dedos por mis cabellos, cepillándolos desde mi mejilla. "Si hubiera pensado que lo

lamentaría," dijo con calma: "Nunca habría hecho ese juramento. Yo sabía lo que significaba

convertirse en un caballero. Y si me preguntaras de nuevo, la respuesta sería la misma."

Suspiró, enmarcando mi cara con sus manos. "Mi vida... todo lo que soy... te pertenece."

Mis ojos picaron mientras Ash se inclinaba y me besaba.

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Un ronquido particularmente fuerte vino de la cueva, y el bulto en la esquina rodó

sospechosamente hacia nosotros. Ash suspiró de nuevo, echándose hacia atrás después de dar

una mirada resignada al ‘dormido’ de Puck. "Debemos irnos pronto," murmuró, mirando

hacia la ciudad. "Si nos vamos ahora, podemos llegar a Mag Tuiredh antes del anochecer.

Además, he visto a los insectos de metal de Puck, volando por ahí. Definitivamente nos están

siguiendo. Y si nos atacan, preferiría ser capaz de verlo venir a tener que luchar contra ellos

en la oscuridad."

Me estremecí y bajé la mirada, mirando fijamente el amuleto en su pecho. El cristal ya no

estaba totalmente claro. En el interior, los remolinos eran plateados y metálicos, como el

mercurio en un termómetro. Me dio un escalofrío, era como mirar los granos cayendo en un

reloj de arena, recordándome que su tiempo en el Reino de Hierro era limitado. "Cierto," le

dije, alejándome. "Vamos entonces. Puck, sé que estás despierto. Nos vamos."

"Oh, gracias a Dios." Puck resopló y saltó sobre sus pies. "Estaba temiendo tener que

escuchar besuquearos toda la mañana. Ya me siento un poco enfermo, por favor no lo

empeoren."

"De hecho," agregó Grimalkin desde la boca de la cueva, a pesar de que había estado

durmiendo en mi manta un segundo antes. "Vámonos. Nos estamos quedando sin tiempo."

Rápidamente, reunimos nuestros suministros y volvimos a salir. La amenazadora ciudad

Fomorian hacía señas en la distancia.

Mientras salíamos de la cueva, siguiendo a Grim y Puck sobre las rocas, vi un resplandor por

el rabillo de mi ojo, como una ola de calor, lanzándose detrás de una roca. Me detuve y miré

hacia atrás, pero arena vacía y rocas me saludaron cuando di la vuelta.

"¿Lo viste?" Murmuró Ash mientras empezábamos a bajar por el camino polvoriento de

nuevo.

Con el ceño fruncido, fulminé con la mirada el paisaje, haciendo una mueca mientras el sol se

reflejaba sobre los objetos metálicos que estaban por todas partes. "No sé. Me pareció ver...

algo. Como una especie de resplandor, pero uno claro. ¿Lo viste?"

Él asintió, sin que su mirada de cazador se detuviera ni un segundo, constantemente

escaneando. "Algo nos está siguiendo," dijo en voz baja. "Goodfellow también lo sabe.

Mantente alerta. Podríamos tener problemas pron…"

Éste atacó desde la parte superior de una roca, saltando hacia nosotros con un grito. Un

segundo después, no había nada. Al siguiente, esa cosa resplandeciente volvió a atacar por el

aire, y algo se estrelló contra mí, rastrillando mi armadura con garras invisibles que

rechinaban contra las escamas de dragón. Yo me tambaleé hacia atrás mientras una forma de

un largo felino, grande como un puma y transparente como el cristal, saltó lejos de la espada

de Ash y se lanzó como una flecha hacia las rocas de nuevo.

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Saqué mi espada con un chirrido áspero mientras Puck sacaba sus puñales, sus ojos

moviéndose rápidamente a lo largo del paisaje vacío. "¿Alguien quiere decirme que era eso?"

Dijo, mientras un segundo gato—cosa, transparente, saltó sobre él desde la dirección opuesta.

Grité y él se agachó, el gato apenas perdiéndolo. Aterrizando en una nube de polvo, saltó a

las rocas y desapareció.

Nos movimos para quedarnos espalda con espalda, las armas en frente de nosotros, en busca

de una visión de nuestros agresores invisibles. No, pensé, invisibles no, eso no tenía sentido,

no en el Reino de Hierro. Grimalkin podía volverse invisible, usando el glamur habitual para

hacerlo… de hecho, ya había desaparecido. El glamur normal era la magia de la ilusión y el

mito, algo que no funcionaba con los feys de Hierro, así que ¿cómo estaban escondiendo su

presencia? ¿Cuál era la explicación lógica?

Había una imagen borrosa mientras los monstruos gatunos atacaban de nuevo, corriendo

desde lados opuestos. Yo no los vi hasta que uno estuvo justo encima de mí, y sentí unas

garras como garfios rastrillar mi costado. Ellos eran terriblemente rápidos. Afortunadamente,

la armadura de escamas de dragón aguantó chillando y lanzando chispas en señal de protesta,

pero el gato salió disparado de nuevo antes de que pudiera reaccionar.

Puck gruñó una maldición, asestando un golpe al aire vacío mientras el segundo gato brillaba

detrás de las rocas una vez más y desaparecía. La sangre caía por su brazo salpicando el

polvo; él no había tenido tanta suerte, y mi desesperación creció.

¡Piensa, Meghan! Tenía que haber una explicación. Los feys de Hierro no podían usar el

glamur normal, así que ¿cómo podría una criatura sólida parecer invisible? Podía sentir el

glamur de Hierro dando vueltas alrededor de nosotros, frío, paciente y calculador, y de

repente lo comprendí.

"Se están encubriendo," le dije, mientras las piezas encajaban. "Están usando el glamur de

Hierro para torcer la luz alrededor de ellos por eso parecen invisibles." Sentí una emoción de

descubrimiento, de saber que yo estaba en lo cierto. Todos esos años viendo Star Trek*

habían servido de algo.

Ash me dio un vistazo de una fracción de segundo. "¿Puedes usarlo para ver en qué dirección

vienen?"

"Lo intentaré."

Cerré los ojos y me extendí, en busca de nuestros atacantes, expandiendo mis sentidos

hasta… allí. Podía sentirlos en mi mente, dos claros borrones de galmur con formas de gato,

arrastrándose hacia delante en el suelo a pocos metros de distancia. Uno de ellos estaba

acercándose lentamente a Ash con sus músculos temblorosos, y dio un salto hacia adelante

con un chillido.

"¡Ash, arriba a la izquierda! ¡A las siete en punto!"

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Ash se giró, estallando en movimiento. Oí un aullido, y la forma de gato en mi mente se

partió en dos justo antes de que algo caliente y húmedo salpicara sobre mi cara.

Sin detenerme a pensar o sentir náuseas, vi al segundo gato saltar directamente hacia mí, con

sus garras extendidas, apuntando a mi cuello esta vez. Mi espada apareció, y el monstruo

atacó a mi pecho, su salto llevándolo directo a la hoja. El peso del gato me tiró hacia atrás

tumbándome en el polvo, quitándome el aire de mis pulmones con un jadeo doloroso.

Durante unos segundos, sólo pude estar allí con mi boca abierta, aplastada bajo el cuerpo del

felino asesino. De cerca, el gato muerto era de un extraño color gris metálico, su pelaje era

corto y brillante como un espejo. Sin embargo, sus dientes eran del mismo marfil amarillento

que el de todos los grandes felinos, puntiagudos y letales, y su aliento apestaba a carne

podrida y ácido de batería. Eso fue todo lo que noté antes de que Ash apartara al enorme

felino fuera de mí y Puck me ayudara a ponerme de pie.

"Bueno, eso fue divertido." Puck mostraba uno de sus gestos sarcásticos. "¿Estás bien,

princesa?"

"Sí." Di a Ash una sonrisa rápida para aliviar la preocupación de su rostro, y me volví a Puck

de nuevo. "Estoy bien… ¡pero estás sangrando, Puck!"

"¿Qué, esto?" Puck sonrió. "Es sólo un rasguño." Su sonrisa se convirtió en una mueca

mientras yo lo sentaba en una roca y empezaba a desgarrar su manga. Su brazo era un

desastre, todo lleno de sangre, y podía ver la marca de cuatro garras que se extendía desde el

codo hasta su muñeca. Hice una mueca de compasión.

"Ash, voy a necesitar un poco de ese bálsamo que trajiste," murmuré, limpiando la sangre.

Cuando no se movió, me volví hacia él, estrechando mis ojos. "Muy bien, estoy cansada de

esto. Sé que ustedes dos no se llevan bien, pero necesitan resolverlo de alguna forma o nunca

vamos a lograr salir de aquí con vida."

Recibí una mirada furiosa bastante helada, pero abrió su bolso y sacó el frasco,

entregándomelo con rigidez. Puck se acomodó en la roca, sonriendo mientras me inclinaba

sobre su brazo.

"Eres buena en esto, princesa," ronroneó, dando a Ash una sonrisa satisfecha por encima de

mi hombro. "¿Observando chico—hielo, o simplemente eres un vigilante natural? Podría

acostumbrarme a… ¡Ay!"

Me miró furioso cuando até la venda de un tirón.

"No tientes a tu suerte," le advertí, y me dio una enorme mirada de ojos saltones llena de

inocencia. Fue la primera mirada del viejo Puck que veía en mucho tiempo, y me hizo sonreír.

Mientras yo estaba reuniendo los suplementos médicos, Grimalkin apareció de nuevo,

arrugando su nariz ante los gatos muertos. "Bárbaros," resopló él, saltando para bajar de la

roca, dando a los cuerpos un amplio rodeo mientras se acercaba trotando. "Humana, tal vez

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quieras saber que sin duda hay otras criaturas que se verán atraídos por el alboroto. Yo te

aconsejaría que te dieses prisa."

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CAPÍTULO 15 Traducido por Pargulin

Corregido por Sidonie

EL RELOJERO

Llegamos a la ciudad Fomorian justo cuando el sol se estaba poniendo.

Mag Tuiredh era enorme. No sólo en extensión, sino que enorme. Enorme en me—siento—

como—si—hubiese—sido—reducido—al—tamaño—de—un—ratón. Igual que Jack en Las

Judías Mágicas, enorme. Todo era tamaño gigante: las puertas eran de seis metros de altura,

las calles eran lo suficientemente amplias como para conducir un avión a través de ellas, y los

escalones eran de mi altura. Quien quiera que hayan sido los Formorian, esperaba que

realmente se hubiesen ido como Ash había dicho.

La ciudad era antigua; podía sentirlo mientras nos dirigíamos a través de las ruinas cubiertas

de musgo, que se elevaban como gigantes rotos sobre nuestras cabezas. Los edificios

originales estaban construidos de piedra basta, pero la corrupción del Reino de Hierro estaba

en todas partes. Aparecían farolas rotas a intervalos irregulares, elevándose directamente

desde la tierra y parpadeando de forma errática. Cables y alambres de computadoras

serpenteaban por las paredes, extendidos a lo largo de las calles, y enroscados alrededor de

todo, como si quisieran estrangular la vida de la vieja ciudad. A lo lejos, cerca del centro de

Mag Tuiredh, chimeneas negras se alzaban por encima de todo, arrojando smog* en el cielo

brumoso.

“Así que, ¿dónde encontramos a este Relojero?” Puck preguntó mientras caminábamos por

una plaza llena de extraños árboles metálicos. Los árboles estaban en flor, no con flores o

frutos, pero con bombillas que irradiaban un misterioso brillo. En una fuente en el centro de

la plaza hervía un espeso, negro y brillante líquido que podría ser petróleo.

Grimalkin se volvió para mirarnos, sus ojos brillaban en la oscuridad. “En el lugar más obvio

posible,” dijo, y volvió la mirada hacia el cielo.

Sobre los techos de los edificios, elevándose hacia las nubes como una aguja oscura, una

torre de reloj gigante miraba hacia abajo, hacia la ciudad con una cara como una luna

numerada.

“Oh.” Puck estiró el cuello hacia atrás, mirando el reloj enorme. “Bueno, eso es… irónico.”

Se rascó la parte posterior de la cabeza y frunció el ceño. “Espero que el Relojero esté todavía

despierto. Probablemente no tiene gran cantidad de visitantes, después de las nueve de la

noche.”

Algo en esa afirmación me puso nerviosa, más aún cuando miré a Ash, quien estaba mirando

hacia el reloj con horror en aumento. “No debería estar aquí,” murmuró, sacudiendo la cabeza.

“¿Cómo es que aún funciona? El tiempo no existe en Nunca Jamás, pero esa cosa está

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marcando el paso de él, siguiendo la marcha. Con cada segundo que pasa, Nunca Jamás

envejece.”

Recordé la forma en que se detuvo mi reloj en mi primer viaje al País de las Hadas, y miré a

Grim alarmada. “¿Es eso cierto?”

El gato parpadeó. “No soy un experto en el Reino de Hierro, humana. Ni siquiera yo puedo

darte todas las respuestas.” Levantando una pata trasera, se rascó el interior de una oreja, y

luego contempló sus dedos. “Pero, recuerda esto: nada vive para siempre. Incluso Nunca

Jamás tiene edad, aunque nadie pueda recordar cuál es. Ese reloj no está declarando nada

nuevo.”

“Debe ser destruido,” murmuró Ash, todavía mirándolo.

“Yo me abstendría de enojar a su guardián hasta que consigamos su ayuda.” Grimalkin se

puso en pie, se estiró, y de repente se puso rígido. Moviendo las orejas, se quedó inmóvil por

un momento, escuchando algo más allá del círculo de árboles. El pelo se levantó lentamente a

lo largo de su espalda, y yo tragué saliva, sabiendo que estaba a pocos segundos de

desaparecer.

“¿Grim?”

Las orejas del gato se aplastaron. “Estamos rodeados,” siseó, justo antes de desaparecer.

Sacamos nuestras armas.

Miles de ojos verdes atravesaban la oscuridad, afiladas sonrisas brillaban como fuego azul—

neón, mientras una enorme horda de gremlins salía a la luz. Como hormigas, el enjambre

corría por el suelo, zumbando y siseando con sus voces con estática, para rodearnos. Nos

quedamos espalda con espalda, un pequeño círculo en campo abierto en un mar de pequeños

monstruos negros con sonrisas llenas de colmillos y ojos brillantes.

Miles de voces cotorreaban hacia mí, como un centenar de radios encendidas al mismo

tiempo. El ruido era ensordecedor, sin sentido, voces de un elevado zumbido chirriaban en

mis oídos. Pero los duendes no atacaron. Se quedaron allí, bailando o saltando en el sitio, los

dientes destellando como maquinillas de afeitar, pero no se movieron más cerca.

“¿Qué están haciendo?” preguntó Puck. Tuvo que gritar para hacerse oír.

“¡No lo sé!” contesté. La cacofonía me estaba dando un dolor de cabeza, mis oídos estaban

pitando, y pareció que el ruido se hizo aún peor con el sonido de mi voz. Sin pensarlo,

levanté la cabeza y grité “¡Cállense!” a la horda de gremlins.

El silencio descendió al instante. Podrías haber escuchado el canto de un grillo. Con los ojos

muy abiertos, compartí una mirada con Ash y Puck. “¿Por qué me escuchan?” susurré.

Ash entrecerró los ojos. “No lo sé, pero ¿puedes hacerlo de nuevo?”

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“Atrás,” intenté, dando un paso hacia adelante. Toda una sección de gremlins se deslizó hacia

atrás, manteniendo la misma distancia entre nosotros. Otro paso, y ellos hicieron lo mismo.

Parpadeé.

“OK, esto es espeluznante. ¿Váyanse?” pregunté, pero esta vez los gremlins no se movieron,

y algunos de ellos me sisearon. Me alejé. “Bueno, supongo que sólo puedo empujarlos hasta

ahí.”

“No les pidas que se vayan,” murmuró Ash detrás de mí. “Mándaselo.”

“¿Está seguro de que es una buena idea?”

Él asintió con la cabeza. Tragué saliva y enfrenté a la horda de nuevo, esperando que no se

abalanzaran sobre mí como pirañas enojadas. “¡Fuera de aquí!” Les dije, levantando la voz.

“¡Ahora!”

Los gremlins silbaron y crepitaron y gritaron en señal de protesta, pero se retiraron, fluyendo

hacia atrás como la marea, hasta que estuvimos solos en una plaza vacía.

“Que... interesante,” reflexionó Grimalkin, volviendo a ser visible de nuevo. “Es casi como si

te hubiesen estado esperando.”

“Eso fue raro,” estuve de acuerdo, frotándome los brazos, donde todavía podía sentir las

vibraciones de los gremlins zumbando sobre mi piel. Los gremlins me escuchaban ahora, al

igual que lo habían hecho con Machina. Ya que tenía el poder del Rey de Hierro,

probablemente pensaban que yo era su nuevo amo, por muy inquietante que fuera. Desde

luego, no quería una horda de pequeños monstruos espeluznantes siguiéndome a todas partes,

riendo y causando problemas. El incidente me puso al límite, y estaba ansiosa por salir de la

ciudad. “Vamos,” dije. “Creo que debemos seguir adelante."

CONTINUAMOS, EN DIRECCIÓN a la torre donde el enorme reloj velaba sobre la ciudad.

A cualquier parte que fuéramos, podía sentir los ojos de los gremlins sobre mí, y los oía

deslizándose entre las sombras. ¿Querían algo de mí? ¿O solamente eran curiosos? Aparte de

los gremlins, Mag Tuiredh parecía desprovista de vida. Pero eso no explicaba las torres

despidiendo humo en la distancia, o los destellos de glamour de Hierro que sentía a mí

alrededor.

Cuanto más nos aventurábamos en Mag Tuiredh, más ‘moderna’ se volvía la ciudad.

Edificios de acero oxidado se asentaban entre las antiguas ruinas, gruesos y negros cables

pasaban por encima de nuestras cabezas, y las luces de neón brillaban desde lo alto de los

tejados y las esquinas. El smog se retorcía por las calles y aceras, dándole una extraña y

escalofriante sensación de ciudad muerta. Me preguntaba donde se habían ido todos los feys

de Hierro. No es que quisiera encontrarme con ninguno de ellos, pero en una ciudad tan

grande, podrías pensar que tal vez habría al menos unos cuantos.

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Cuando llegamos a la base de la torre del reloj, me sorprendió lo grande que era, una torre de

acero, cristal y metal, asentada en medio de antiguas ruinas que eran gigantescas en sí

mismas, cerniéndose sobre todas ellas. Pero la puerta de la torre era de tamaño humano, de

bronce y cobre, cubierta de engranajes que tintineaban y giraban mientras la abría.

Una escalera sin fin corría a lo largo de las paredes, en espiral hasta la oscuridad. Cuerdas y

poleas colgaban de gruesas vigas metálicas, y monstruosos engranajes giraban perezosamente

en la enorme extensión del centro. Era, obviamente, como estar dentro de un reloj gigante.

“Por aquí,” dijo la voz Grimalkin, y seguimos al gato por la escalera de caracol hasta que

desapareció en algún lugar por encima de nosotros. La escalera no tenía pasamanos, y me

apoyé en las paredes a medida que avanzábamos más arriba en el reloj, el suelo ya sólo era un

cuadrado de piedra encogiéndose a lo lejos, muy abajo.

Al final, la escalera terminaba en un balcón que daba a la larga caída hacia el fondo. Justo

sobre nuestras cabezas el techo era de madera, y en el centro del balcón, una escalera

conducía a una trampilla cuadrada, del tipo que empujarías para entrar en el ático. Puck subió

la escalera, sacudió la trampilla, y cuando descubrió que no estaba cerrada con llave, la abrió

un poco para poder mirar a través de una rendija. Un momento después, lo empujó de nuevo

hasta abrirla por completo y nos indicó al resto que subiéramos. Una acogedora y atestada

sala, nos acogió mientras pasábamos con cuidado a través de la trampilla, para no hacer

ningún ruido. Los pisos y paredes eran todos de madera, salvo la pared del fondo que

mostraba la parte posterior de la esfera enorme del reloj. Varias mesas corrían por la

habitación, cada centímetro cuadrado de ellas con relojes de diferentes tamaños y diseños.

Las paredes estaban cubiertas también con ellos. Relojes de cuco, relojes de caja, relojes de

madera, relojes impecables de metal — el que fuera, este lugar lo tenía. Todos los relojes

mostraban una hora diferente, ninguno de ellos estaba igual. Un tic—tac sin fin llenaba el aire,

y el ocasional tweet*, repique o dong se hacía eco por toda la habitación. Si me quedaba aquí

el tiempo suficiente, me volvería loca en un tiempo muy corto.

El Relojero, quienquiera que fuese, no estaba a la vista. Una cómoda silla de color verde

estaba en la esquina, una isla de confort en un mar de desorden, aunque en este momento

estaba lejos de estar vacía.

Uno felino enorme, estaba hecho un ovillo sobre el cojín, respirando profundamente como si

estuviera dormido. Definitivamente no era Grimalkin, reconocí el mismo tipo de criatura que

nos había atacado de camino a la ciudad. Antes de que pudiera decidir qué hacer, rasgados

ojos de color esmeralda se abrieron y el gato se erizó con un gruñido.

Sacamos las espadas, el chirrido de las hojas casi ahogado por el repentino resonar de un reloj

de caja en la esquina. El gato siseó e inmediatamente onduló fuera de la vista. Rápidamente

alcancé mi propia magia, tratando de ver a dónde se había ido el gato, lista para gritar

instrucciones a Ash y Puck. Pero en lugar de atacar, la forma de glamur del gato saltó sobre

una mesa, milagrosamente evitando los muchos relojes que cubrían la superficie, y saltó de la

sala, desapareciendo a través de una pequeña entrada en la parte de atrás.

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“Aquí estáis,” dijo una voz. “Justo a tiempo.”

Una pequeña criatura encorvada echó a un lado una cortina y entró contoneándose por las

filas de mesas. Era de la mitad de mi altura y vestía un chaleco de color rojo brillante con

varios relojes de bolsillo adornando la tela. Su cabeza era un cruce entre humano y ratón, con

orejas grandes y redondas, pequeños ojos brillantes, y un bigote que se parecía

sospechosamente al de un animal. Una delgada y peluda cola se balanceaba detrás de él

mientras caminaba, y tenía un par de pequeños anteojos de oro posados en la punta de la nariz.

“Hola, Meghan Chase,” saludó, saltando sobre un taburete y tirando de un reloj de su chaleco,

observándolo sabiamente. “Es muy bueno conocerte por fin. Me gustaría ofrecerte una taza

de té, pero me temo que no tienen tiempo para quedarse y charlar. Lástima.” Parpadeó ante

mi silencio, entonces debió de notar las miradas cautelosas de mis compañeros. “Oh, no se

preocupen por Ripple. Lo mantengo aquí por los gremlins. Pequeñas cosas desagradables, los

gremlins, siempre metiéndose en las cabezas de los engranajes, arrojando todo afuera. Ahora,

Meghan Chase...” Guardó su reloj y cruzó los dedos largos sobre el pecho, mirándome

fijamente. “Nuestro tiempo se está desvaneciendo rápidamente. ¿Por qué has venido?”

Di un respingo. “¿Qué... no lo sabes? Ya sabías mi nombre, y cuando vendría.”

“Por supuesto.” El Relojero movió sus bigotes. “Por supuesto que sabía a qué hora llegarías

aquí, niña. Justo como sé a qué hora Goodfellow caerá mi reloj de repisa francés del siglo

XIX.” Puck se sobresaltó con esto, chocando con una mesa y enviando un reloj a estrellarse

contra el suelo. “Justo en el segundo,” suspiró el Relojero, cerrando los ojos. Abriéndolos de

nuevo, me observó con una penetrante mirada brillante, haciendo caso omiso de Puck que se

apresuró a poner el reloj sobre la mesa, intentando reconstruirlo de nuevo. “Veo cómo todo se

inicia y el momento exacto en su tiempo se agota. Pero esa no fue mi pregunta, Meghan

Chase. Sé por qué estás aquí. La pregunta es, ¿lo sabes tú?”

Compartí una mirada con Ash, quien se encogió de hombros. “Estoy buscando al rey falso,”

le dije, haciendo una mueca mientras Puck dejaba caer algo pequeño y brillante con una

maldición, que se fue rodando por el suelo. “Ironhorse dijo que podrías ayudar.”

“¿Ironhorse?” los bigotes del Relojero temblaron, y saltó del taburete, contoneándose por la

habitación. “Vi cuando su reloj se detuvo, cuando su tiempo finalmente se agotó. Fue uno de

los grandes, aunque su destino estaba ligado directamente al rey Machina. Cuando los

segundos Machina se acabaron, era sólo cuestión de tiempo que Ironhorse parara, también.”

Me tragué un nudo en la garganta al pensar en Ironhorse. “Tenemos que encontrar el rey

falso,” le dije. “¿Sabes dónde está?”

“No.” El relojero olfateó, recogiendo un perno y frunciendo el ceño. “No.”

Dejé salir mi aliento en una rabieta. “¿Entonces por qué estamos aquí?”

“Todo a su tiempo, querida. Todo a su tiempo.” Espantando a Puck lejos de la mesa, el

Relojero volvió a su trabajo. Sus largos dedos volaban sobre el reloj, apenas distinguibles

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borrones, como si estuviera escribiendo algo en avance rápido. “Ya te dije, niña, sé el

momento en que las cosas suceden, y cuando terminan. No sé por qué. Tampoco sé cuál es la

ubicación del rey falso.” Se enderezó, buscando en su chaleco para sacar un pañuelo blanco,

que utilizó para pulir el reloj anteriormente roto. “Sin embargo, sí sé esto. Lo encontrarás, y

lo encontrarás pronto. Tu destino y el destino de muchos otros, se muestran en los rostros de

los relojes, marcando juntos. Por lo tanto, ya ves, niña.” Cogió el reloj y saltó del taburete,

haciendo una pausa para clavarme la mirada con pequeños y brillantes ojos. “Ya sabes todo

lo necesario para encontrarlo.”

Me mordí mi impaciencia. Esto era inútil. Y cada segundo que perdíamos aquí, los amuletos

de Puck y Ash se corroían, sucumbiendo al veneno del Reino de Hierro. “Por favor,” le dije

al Relojero, “no tenemos mucho... tiempo. Si dices que nos puedes ayudar, hazlo ahora para

que podamos seguir nuestro camino.”

“Sí,” asintió el relojero, volviéndose hacia mí. “Ahora es el momento.”

Metió la mano en su chaleco, y sacó una llave grande de hierro que pendía una cinta de seda.

“Esto es tuyo,” dijo solemnemente, entregándomela. “Mantenla a salvo. No la pierdas,

porque la necesitarás pronto.”

Tomé la llave, viéndola girar y balancearse en la luz. “¿Para qué sirve?”

“No lo sé.” El Relojero parpadeó ante mi ceño fruncido. “Como dije, niña, sólo sé el cuándo

de las cosas. No sé el cómo ni el por qué. Pero sí sé esto: en ciento sesenta y una horas, trece

minutos y cincuenta y dos segundos, vas a necesitar esa llave.”

“¿Ciento sesenta horas? Eso son varios días a partir de ahora. ¿Cómo se supone que voy a

llevar la cuenta?”

“Toma esto.” El Relojero metió la mano en el otro lado de su chaleco y sacó un reloj de

bolsillo, haciéndolo girar hipnóticamente en una cadena de oro. “Todo el mundo debería

tener un dispositivo de tiempo,” dijo él mientras me lo entregaba. “No sé cómo los sangre

vieja lo hacen, nunca preocupándose por el tiempo. Me parece simplemente desquiciante. Por

lo tanto, te daré esto a ti.”

“Yo... um... te lo agradezco.”

Sus bigotes se retorcieron. “Estoy seguro de que lo haces. Ah, y una última cosa. ¿Ese reloj

que sostienes, Meghan Chase? Su vida útil está llegando a su fin. Después de treinta y dos

minutos y doce segundos desde el momento en que uses esa llave, dejará de funcionar.”

Sentí un escalofrío en la cálida y acogedora habitación. “¿Qué significa eso?”

“Significa,” dijo el Relojero, sus ojos pequeños y brillantes nunca parpadearon, mientras me

miraba, “que en ciento sesenta y una horas, cuarenta y cinco minutos y cincuenta segundos,

algo va a pasar para hacer que ese reloj se pare.”

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“Ahora.” Me sonrió — al menos, creo que lo hizo— por debajo de sus bigotes y me dio una

leve reverencia. “Creo que nuestro tiempo juntos ha llegado a su fin. Buena suerte para ti,

Meghan Chase,” dijo mientras salía de la habitación contoneándose. “Recuerda que termina

en el inicio. Y dale mis saludos al teniente primero, cuando le veas.” Empujó a un lado las

cortinas de la puerta, se deslizó a través ella, y se fue.

Suspiré. Ensartando la llave a través de la cadena del reloj, la puse alrededor de mi cuello.

“Sólo por una vez, me gustaría que un hada me pudiera dar una respuesta directa,” murmuré

mientras Ash levantaba la trampilla de nuevo. “Me parece que este viaje fue una pérdida de

tiempo, tiempo que no tenemos. ¿Y dónde diablos está Grimalkin? Tal vez podría darle algún

sentido a todo esto, si no siguiera desapareciendo cada vez que me doy la vuelta.”

“Estoy aquí, humana.” apareció Grimalkin en la silla, tan acurrucado como el otro gato más

grande había estado. Su cola golpeó el cojín como irritado. “Donde he estado por la mayor

parte de la conversación. No es mi culpa que no puedan ver más allá de la punta de su nariz.”

Con aire ofendido, el gato saltó del cojín y salió deslizándose por la trampilla, sin detenerse a

mirar hacia atrás.

Grandioso, ahora el gato estaba enojado conmigo. Conociendo a Grimalkin, tendría que rogar

y suplicar para que nos dijera lo que sabía, u ofrecerle a mi hijo primogénito o algo así.

Frustrada, pisé fuerte al bajar las escaleras, Ash y Puck iban detrás de mí. Fuera, la ciudad

brillaba con luces, tanto naturales como artificiales, pero a excepción de los gremlins,

traqueteando y zumbando en las sombras, las calles estaban vacías. Me pregunté cuánto

tiempo habíamos perdido, al venir aquí. Me pregunté, a pesar de las garantías de Grimalkin,

si había sido realmente necesario.

“¿Y ahora?” reflexionó Ash, mirándome. “¿Tenemos un destino?”

“Sí,” dije con decisión, casi aliviada de estar de vuelta en camino. “La torre.”

“¿La torre? ¿La torre de Machina?”

Asentí con la cabeza. “Ese es el único lugar del que sé para encontrar al rey falso. El Relojero

lo dijo: termina en el inicio. Todo comenzó con él. La torre de Machina es donde tenemos

que ir.”

“Me parece bien,” dijo Puck, cruzando los brazos. “Tenemos un plan. Finalmente. Así que,

eh... ¿Cómo llegaremos allí? No veo ninguna cabina de información vendiendo mapas.”

Cerré los ojos, tratando de recordar la torre del Rey de Hierro y el camino que tomamos para

llegar allí. Vi las líneas del ferrocarril, cortando justo a través de una llanura plana de

obsidiana, piscinas de lava y chimeneas que cubrían el suelo. Recordé caminar por ese

camino con Ash, mientras el sol nos deslumbraba en la cara, hacia el austero monolito negro

elevándose en la distancia.

“Hacia el este,” murmuré, al abrir los ojos. “La torre de Machina se encuentra en el centro del

Reino de Hierro. Si nos dirigimos al este, deberíamos ser capaces de encontrarla.”

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CAPÍTULO 16

Traducido por NaaN!

Corregido por Sidonie

LOS ECOS DEL PASADO

Caminamos durante casi dos días, deteniéndonos sólo para dormir un par de horas antes de

dirigirnos hacia el este de nuevo. Después de la salida del sol, viajamos a través de un

pantano de burbujas de aceite, donde los cascos oxidados de coches se pudrían en el lodo, a

través de un bosque de farolas y postes de teléfono, donde extraños pájaros eléctricos

revoloteaban de punta a punta, dejando chispas a su paso. Pasamos junto a "El Valle de los

Gusanos," como lo llamó Puck, un barranco lleno de miles de computadoras descartadas,

llenas de gusanos enormes, algunos más grandes que las serpientes, su piel de color azul

metálico iluminado con cientos de luces parpadeantes y chispas. Afortunadamente, parecían

ciegos o indiferentes de nuestra presencia, pero mi corazón todavía golpeaba contra mis

costillas millas después de salir del Valle de Gusanos.

Mientras viajábamos, empecé a sentir una pulsación extraña proveniente de la tierra, débil al

principio, pero cada vez más fuerte cuanto más lejos íbamos. Como si algo me estuviera

llamando, atrayéndome cerca como la atracción de un imán. Y lo extraño era que, si cerraba

los ojos y realmente me concentraba, yo podía sentir el centro del Reino de Hierro, como un

invisible ojo de buey en mi mente. No se lo mencioné ni a Ash ni a Puck, insegura de si sólo

era una loca corazonada, pero pillé a Grimalkin mirándome una vez o dos veces, con sus

brillantes ojos de gato serios y reflexivos, como si supiera que algo estaba pasando.

En el segundo día, llegamos al borde de un vasto desierto, un mar de dunas de arena,

subiendo y bajando con el viento. Yo nunca había visto el mar, pero imaginé que debía ser

algo como esto, sólo que con agua en vez de arena, extenso e interminable, perdiéndose en el

horizonte. A nuestra izquierda, una pared de escarpados acantilados negros se elevaba por

encima de las dunas, y el viento empujaba las olas contra las rocas dentadas, que al chocar

rociaban polvo en el aire como la espuma del mar.

"¿Estás segura de que todavía estamos en buen camino, princesa?" preguntó Puck,

protegiéndose los ojos del resplandor del sol. Miré por encima de las dunas, entrecerrando los

ojos a la fuerte luz, y sentí un impulso desde algún lugar en el otro lado, el faro que me

llamaba.

"Sí". Asentí. "Todavía estamos en buen camino. Hay que seguir."

El desierto y los acantilados parecían no terminar nunca. Simplemente caminar por la arena

demostraba ser un reto, a pesar de que sosteníamos nuestro peso, todavía nos hundíamos en

las dunas, hasta las rodillas a veces, como si el desierto nos quisiera tragar por completo. De

vez en cuando, las colinas de arena eran barridas por el viento, dejando al descubierto lo que

había debajo. Elementos extraños salían a la superficie, flotando como troncos en las olas. De

todo, desde calcetines a lapiceros, tenedores y cucharas, llaves, pendientes, carteras, coches

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Matchbox, y un sinfín de monedas, eran descubiertos por un momento, brillando a la luz,

antes de que la arena se enroscara sobre ellos una vez más, escondiéndose de la vista.

Una vez, por curiosidad, me incliné y saqué un teléfono celular de color rosa brillante de la

arena, volteándolo para abrirlo. Por supuesto, las baterías estaban muertas desde hacía mucho

tiempo, y la pantalla estaba oscura, pero había una pegatina borrosa en la parte delantera, una

de Hello Kitty con un kanji japonés por debajo. Me pregunté cómo había llegado hasta aquí.

Era obvio que había pertenecido a alguien alguna vez. ¿Simplemente lo habían perdido?

"¿Pensando en hacer una llamada, princesa?" preguntó Puck mientras llamaba mi atención y

levantaba una ceja hacia el teléfono en mi mano. "Probablemente la recepción aquí es una

mierda. Sin embargo, si consigues cobertura, trata de ordenar una pizza. Me estoy muriendo

de hambre."

"Ya veo," dije abruptamente, haciendo fruncir el ceño a Puck por la confusión. Gesticulando

alrededor en las dunas, continué. "Yo sé dónde estamos, más o menos. Apuesto a que todos

estos elementos se perdieron en algún momento, en el mundo de los mortales. Mira esto:

bolígrafos, llaves, celulares. Aquí es donde todo viene, donde las cosas perdidas finalmente

terminan."

"El desierto de las Cosas Perdidas," dijo Puck dramáticamente. "Bueno, eso es apropiado.

Nosotros estamos aquí, ¿no?"

"No estamos perdidos," le dije con firmeza, lanzando el celular lejos. Golpeando en la arena y

siendo tragado de inmediato. "Sé exactamente hacia dónde voy."

"Oh, bueno. Y yo que pensaba que estábamos tomando la ruta pintoresca.”

"Tenemos problemas." La voz cortante de Ash nos interrumpió. El príncipe de Invierno llegó

caminando por la duna con Grimalkin trotando detrás de él, su pelo parándose en punta. Una

repentina ráfaga de viento caliente tiró de su cabello e hizo una capa de presión a su alrededor.

"Se avecina una tormenta," dijo Ash, y señaló a través del desierto. "Miren."

Miré sobre las dunas. En el horizonte, brillando en el calor, algo se estaba moviendo. Y el

viento comenzó a aullar, llenando el aire con listas de compras, hojas de tareas y tarjetas de

béisbol, vi un muro de arena girando y brillando, comiendo terreno a medida que avanzaba

hacia nosotros como una avalancha desatada.

"¡Tormenta de arena!" jadeé, tropezando hacia atrás. "¿Qué vamos a hacer? No hay ningún

lugar al que realmente podamos ir."

"Por este camino," dijo Grimalkin, sonando mucho más tranquilo de lo que yo estaba. Una

ráfaga de viento tiró arena sobre su espalda, y se sacudió con impaciencia. "Tenemos que

llegar a los acantilados antes de que la tormenta principal llegue, o podría volverse

desagradable. Síganme."

Nos dirigimos a los acantilados, luchando contra la arena y el viento que gritaba a nuestro

alrededor, rasgando la ropa y exponiendo la piel al escozor. A medida que la tormenta se

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acercaba, también artículos más pesados comenzaron a volar por el aire. Cuando un par de

tijeras golpeó en mi pecho, deslizándose fuera de la armadura de dragón, mi sangre se

congeló. Teníamos que llegar a un refugio rápidamente, o estaríamos en pedazos.

El borde de la tormenta rugía sobre mí como una ola, gritando en mis oídos, lanzándome

arena y otras cosas. Con los ojos casi cerrados, no podía ver a dónde iba, y el polvo obstruía

mi nariz y boca, lo que dificulta la respiración. Perdí de vista a Grimalkin y a los demás y

luchaba a ciegas a través de la vorágine, con un brazo cubriendo mi cara, el otro tendido

delante de mí.

Alguien cogió mi mano y tiró de mí hacia adelante. Me asomé y vi a Ash, con su cabeza y

hombros encogidos contra el viento, arrastrándome hacia la pared del acantilado, una cortina

oscura en medio de un mar tormentoso. Puck estaba agachado, acurrucándose contra él,

mientras las corrientes de arena fluían a su alrededor, rebotando extrañamente y terminando

en las piedras.

"Bueno, esto es divertido," dijo Puck a medida que nos agachábamos detrás de la roca,

apiñados mientras el viento y la arena gritaba a nuestro alrededor. "No todos los días puedo

decir que fui atacado por un par de anteojos de lectura que volaba. Ay." Frotó su frente,

donde un moretón había comenzado a formarse.

"¿Dónde está Grimalkin?" grité, mirando hacia el viento furioso. Una cabeza de muñeca de

plástico golpeó la roca a centímetros de mi cara y se fue rebotando en la tormenta, y me

encogí de nuevo.

"Estoy aquí." Grimalkin se materializó detrás de la roca, sacudiendo la arena de su pelaje en

una nube de polvo. "Hay una pequeña abertura en la pared del acantilado a pocos metros

abajo," anunció, mirándome detenidamente. "Voy para allá ahora, si les gustaría seguirme. Es

más cómodo que encogerse de miedo contra una roca."

Pegada a la pared, con los brazos levantados para proteger los ojos de la arena y de los

objetos voladores, seguimos a Grimalkin a lo largo del acantilado hasta llegar a una estrecha

grieta, un corredor que serpenteaba a lo largo en la roca. La apertura era ajustada y estrecha, y

no había mucho espacio para hacer algo más que estar de pie, pero era mejor que estar fuera

en la tormenta.

Me apoyé en el pasillo, con un suspiro de alivio. Mis oídos oían al viento rugir, y la arena se

aferraba a todo: pelo, labios, pestañas. Quitándome un guante, me limpié la cara, deseando

tener una toalla, y traté de sacudir la arena de mi pelo.

"Ugh." Puck sacudió su cabeza como un perro, lanzando polvo y arenilla. Ash lo miró y se

alejó de la ducha, poniéndose junto a mí. "Ack. Blech. Oh, genial, ya estoy empezando a

sentir picores. Tendré arena en cada hendidura durante meses."

Sonriendo ante la declaración de Puck, extendí mi mano y revolví el pelo de Ash, enviando

una lluvia de polvo al suelo. Hizo una mueca y me dio una mirada triste. "Me pregunto

cuánto tiempo va a durar la tormenta," reflexioné en voz alta, mirando cómo era lanzada la

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arena atravesando la apertura. Al ver a Grimalkin, sacudiéndose rigurosamente en una roca

cercana, lo llamé. "¿Grim? ¿Alguna idea?"

El gato ni siquiera disminuyó la velocidad. "¿Por qué me lo preguntas, humana?" preguntó,

lamiéndose a sí mismo como si su pelaje estuviera en llamas y no sólo cubierto de arena.

"Nunca he estado aquí." Sacudió su cabeza, luego pasó a sus patas y bigotes. "Podríamos

estar aquí durante unos minutos o días… no soy un experto de la arena y los ciclos de viento

en el Desierto de las Cosas Perdidas." Su voz estaba llena de sarcasmo, y yo puse mis ojos en

blanco. "Aunque," prosiguió, lavando furiosamente su cara, "tal vez pueda interesarte saber

que hay un túnel a la vuelta la esquina a la derecha, medio escondido detrás de un arbusto.

Tal vez debas ver que está vacío y no lleno de arañas de Hierro o algo igualmente

desagradable."

Sacamos nuestras armas. Hablando de estar entre la espada y la pared. Lo último que

queríamos era estar atrapados en un estrecho pasillo con un enemigo presionándonos por

delante y la tormenta a nuestras espaldas. Con Ash en frente mío y Puck detrás, nos dirigimos

hacia adelante hasta que encontramos el túnel del que Grim había hablado, una enorme

apertura en la pared de piedra, oscura y poco atractiva, al igual que la boca abierta de una

bestia.

Con cautela, Ash metió su espada a través de la apertura, y cuando no saltó nada de

inmediato, me deslicé hacia adelante para mirar dentro.

Al principio, mientras mis ojos se acostumbraban a la oscuridad, lucía como un túnel de

piedra ordinario, tal vez para un sistema de cuevas o algo similar. Pero luego vi que el túnel

había sido tallado en la roca, que un grupo de unos hongos blancos familiares crecían en la

pared cerca de la entrada, y una vieja linterna de metal colgaba de un clavo más adentro. Esta

cueva no era el azar. Alguien había estado usando estos túneles, y recientemente.

Y de repente, supe dónde estábamos.

"Princesa, espera," advirtió Puck cuando di un paso dentro. "¿Qué estás haciendo?"

"Yo sé lo que es esto," dije, tomando el farolillo del clavo. Todavía tenía aceite y logré que

una pequeña llama saltara a la vida, elevándola. La luz se reflejaba en un camión de

bomberos de juguete que yacía junto a una roca, y tuve que sonreír. "Sí," murmuré,

agachándome para recoger el camión de juguete. "Este es un túnel de un packrat. Estoy

segura de ello."

"¿Pack qué?" Puck frunció el ceño mientras pasaba a través de la apertura, manteniendo sus

dagas fuera al tiempo que miraba alrededor con inquietud. “¿Ratas? ¿Ratas gigantes de hierro?

Oh, gracias a Dios, eso es mucho mejor que las arañas.”

"No." Lo fulminé con la mirada mientras Ash envainaba su espada y entraba en el túnel,

mirando a su alrededor con cautela. "Packrats. Pequeños feys de Hierro que llevan montones

de basura en sus espaldas. Nos encontramos con ellos en nuestro primer viaje a través del

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Reino de Hierro, cuando yo estaba buscando a Machina. Estos túneles deben conducir

derecho a su nido."

"Oh. Impresionante. Eso me hace sentir muchísimo mejor."

"¿Puedes parar? Son inofensivos. Y nos ayudaron antes." Dejé la camioneta y entré más en el

túnel, levantando el farolillo tan alto como pude. La madriguera serpenteaba lejos hacia una

oscuridad extrema, pero sentí el mismo extraño tirón, viniendo de la oscuridad.

"¿A dónde vas, humana?" Apareció Grimalkin en una roca cercana, mirándome fijamente.

"¿Sabes el camino a través de estos túneles? Sería muy fastidioso si nos perdemos

siguiéndote.”

"Yo conozco el camino," dije en voz baja, dando unos pasos hacia adelante, más profundo en

la madriguera. "Y si podemos encontrar a los packrats, ellos estarán dispuestos a ayudarnos."

Dando la vuelta, vi a los tres vacilantes con diferentes expresiones dudosas, y suspiré. "Yo sé

lo que estoy haciendo, chicos. Confíen en mí, ¿de acuerdo?"

Ash y Puck compartieron una breve mirada y luego Ash se separó de la pared para pararse a

mi lado. "Muéstranos el camino," dijo, asintiendo en la oscuridad. "Vamos a estar justo detrás

de ti."

"Para que conste," Grimalkin dijo mientras nos aventuramos, una sola demanda en lo oscuro,

"no creo que esta sea una buena idea. Pero, como ya nadie escucha al gato, voy a esperar

hasta que se pierdan por completo para decir ‘os lo dije’.”

LOS TÚNELES CONTINUABAN. Como una madriguera gigante o un nido de termitas, sus

caminos eran retorcidos y curvados a través de la montaña, conduciéndonos hacia lo más

profundo. Yo seguía esa extraña atracción, dejando que me guiara por el laberinto de

madrigueras sin fin, Ash, Puck y Grim iban de mí. La trabajadas piedras en todos los túneles

se veían igual, excepto por un extraño juguete roto o un trozo de basura esparcidos entre las

rocas. Varias veces, pasamos por un camino en múltiples canales rompiendo en diferentes

direcciones. Pero siempre supe qué camino tomar, qué túnel seguir, y ni siquiera pensaba

mucho en ello, hasta que Grimalkin dio un repentino e irritado bufido.

"¿Cómo estás haciendo esto, humana?" exigió saber, azotando su cola agitado. "Sólo has

estado aquí una vez, y es imposible para los mortales memorizar las direcciones tan

rápidamente. ¿Cómo sabes que vas por el camino correcto?"

"No sé," dije, llevándonos hasta otro pasillo lateral. "Sólo lo hago."

El ladrido de risa de Puck me sobresaltó. "¿Ves?" alardeó, apuntando a Grimalkin, quién

movió sus oídos hacia él. "¿Ves lo irritante que es? Recuerda esto, la próxima vez tú —

¡hey!" Llamó mientras Grimalkin desaparecía. "¡Sí, no puedo verte, pero sé que todavía me

escuchas!"

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Nos estábamos acercando más al nido de packrats, un hecho que conocía debido a la cantidad

de basura que comenzó a aparecer en lugares fortuitos: un teclado roto aquí, una bocina de

bicicleta allí. Pronto los túneles estaban sembrados de ellos, haciéndonos mirar dónde

poníamos nuestros pies. La inquietud me atormentó; a estas alturas a deberíamos haber

encontrado un packrat o dos. Había estado esperando encontrarme con ellos de nuevo,

preguntándome si me recordarían. Sin embargo, los túneles se sentían vacíos y fríos,

abandonados. Y habían estado así por un tiempo.

De repente, el túnel se terminó, y entramos en una caverna enorme, con montañas de basura

apiladas más lejos de lo que podíamos ver. Haciendo nuestro camino más allá del enorme

basurero, agudicé mis ojos y oídos, con la esperanza de atrapar una visión de los packrats,

oírlos balbucear en su idioma divertido. Pero, en mi corazón, yo sabía que era inútil. Yo no

podía sentir ninguna chispa de vida en este lugar. Los packrats se habían ido hacía tiempo.

"Hey," dijo Puck de repente, su voz resonó en la caverna. "¿Eso es... un trono?"

Respiré fuertemente. Una silla hecha enteramente de basura yacía en la cima de un montículo

pequeño de basura en el centro de la habitación. En un capricho, me acerqué al montículo y

me agaché a los pies del trono, y comencé a tamizar a través de los escombros.

"Um... ¿princesa?" preguntó Puck. "¿Qué estás haciendo?"

"¡Ajá!" Enderezándome, levanté mi mano en señal de triunfo, blandiendo mi viejo iPod.

Tanto Ash como Puck me dieron una confusa mirada al tirar el dispositivo dañado en el

montículo de nuevo. "Sólo quería ver si todavía estaba aquí. Ya podemos irnos."

"Supongo que has estado aquí antes," dijo Ash en voz baja, asintiendo hacia la silla. "Y ese

trono no estaba vacío la primera vez, ¿verdad? ¿Quién estaba sentado allí?"

"Su nombre era Ferrum," le contesté, recordando al hombre muy, muy viejo con el pelo

plateado que casi tocaba el suelo. "Dijo que él fue el primer Rey de Hierro, que Machina lo

echó cuando tomó el mando. Los packrats todavía lo adoraban como rey, a pesar de que él

estaba aterrorizado de Machina." Sentí un leve pinchazo de tristeza, mirando el asiento vacío.

"Creo que finalmente murió, y los packrats se fueron cuando él se fue. Me gustaría saber

dónde se han ido."

"No hay tiempo para pensar en eso ahora," dijo Grimalkin, apareciendo en el cojín del trono,

mirándonos inquietantemente natural. "Esta habitación aún huele a magia de Hierro de gran

alcance. Está corroyendo sus amuletos más rápido de lo normal. Debemos seguir adelante, o

dejarán de funcionar aquí."

Alarmada, miré al cristal de Ash y vi que tenía razón. El amuleto estaba casi negro.

"Démonos prisa," dije, saliendo corriendo de la sala del trono con los chicos en los talones,

regresando al interminable laberinto de piedra. "Creo que estamos a mitad de camino de allí."

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PASARON ALGUNAS HORAS, o al menos eso creí, era tan difícil decir la hora bajo tierra

y el combustible en el farolillo quemaba menos. Nos detuvimos a descansar un par de veces,

pero me resultaba difícil permanecer en un solo lugar, llegando a estar inquieta y ansiosa

hasta que comenzábamos a movernos de nuevo. Puck bromeaba que algo me llamaba de

nuevo, y no sabía si se equivocaba. Sin duda, algo me atraía, cada vez más fuerte mientras

más nos acercábamos, por lo que era imposible descansar o pensar hasta que llegáramos a

nuestro destino.

Y cuando los túneles finalmente terminaron, dejando fuera a un monstruoso precipicio

atravesado por un estrecho puente de piedra, yo sabía que casi estábamos allí.

"La Fortaleza de Machina," dije en voz baja, mirando a través del abismo, "está en el otro

lado del puente. Este es el camino que tomé para llegar a él. Estamos casi directamente bajo

la torre."

Puck silbó, y el sonido rebotó en las paredes. "¿Y, piensas que el falso rey estará aquí,

princesa?"

"Tiene que estar," le dije, con la esperanza de que mis convicciones estuvieran en lo cierto.

"Termina en el principio. Machina es el que empezó todo."

Tenía la esperanza. Antes, cuando vine por primera vez con las packrats, el área debajo de la

torre era conocida como Cogworks*, debido a los engranajes de hierro macizo, eslabones y

pistones que traqueteaban y conectaban su camino a lo largo de las paredes y el techo,

haciendo que el suelo vibrara. El ruido había sido ensordecedor, a que algunos de los

engranajes más grandes habían sido tres veces mi tamaño. Ahora, todo estaba en silencio, los

engranajes gigantes agrietados y rotos y esparcidos, como si todo el Cogworks se hubiera

derrumbado sobre sí mismo. Algunos yacían estrellados bajo enormes piedras redondas,

evidencia de que el techo se había caído, también. Cuando murió Machina, su torre se había

derrumbado, destruyendo todo lo que había debajo de ella. Me preguntaba cómo se vería en

la superficie, que cantidad de la influencia del Rey de Hierro había sobrevivido.

No mucho, me temía.

Seguimos nuestro camino por el puente, donde la piedra se convertía en rejas de hierro, y

comenzamos a recorrer nuestro camino a través de los engranajes aplastados, buscando un

camino hacia arriba. Mientras me habría paso a través de los escombros, me di cuenta de unas

extrañas raíces retorcidas que no habían estado aquí antes, enrolladas alrededor de los

engranajes y colgando de los techos. Podía sentir su pulso con vida.

"Por aquí," dijo Ash, haciéndonos señas. Una escalera de hierro con forma de espiral que

salía de los escombros, ascendía hacia una rejilla de metal en el techo.

Sentí una oleada de excitación y aprensión. Lo que sea que me llamaba estaba en alguna parte

de arriba. Probablemente era el rey falso y estábamos caminando directo a su trampa, pero yo

tenía que ver lo que estaba allí. Los chicos sacaron sus armas, y yo mi espada, sintiendo mi

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corazón latir en mi pecho, ya sea por nerviosismo o emoción, no lo sabía. Con Ash a la

cabeza y Puck a mi espalda, subimos por las escaleras a la torre de Machina.

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CAPÍTULO 17 Traducido por Pargulin

Corregido por Sidonie

LAS RUINAS DEL REY DE HIERRO

La última vez que abrí la trampilla de la torre de Machina, había sido golpeada por el calor de

una docena de hornos cuando entré en la sala de calderas. En el resplandor rojo fuego, enanos

con trajes holgados y máscaras de oxígeno se movían arrastrando los pies de acá para allá,

blandiendo llaves y controlando fugas en las tuberías. Ahora, todo estaba en silencio, los

grandes hornos oscuros y fríos. Las vigas se habían caído del techo, las tuberías estaban

dobladas y rotas, y la ceniza lo cubría todo como un fino polvo gris. Esas extrañas raíces

estaban también en todas partes, serpenteando desde arriba de las ruinas. A través de los

agujeros en el techo, pude ver una parte de los muros de la torre, brillantes y metálicos.

“El lugar a mí me parece abandonado,” dijo Puck, trazando un dedo a través del polvo,

dibujando una cara sonriente con la lengua fuera. “Por supuesto, espero que éste sea el lugar,

princesa.”

Miré hacia arriba a través del techo, siguiendo las raíces hasta que desaparecían de la vista.

“Lo que sea que estemos buscando, está allá arriba. Vamos.”

Usando las raíces y el montón de rocas, escalamos un último piso. En tierra firme de nuevo,

me enderecé y miré a mi alrededor a lo que había sido la torre Machina. Era un desastre, un

laberinto de vigas de hierro, vidrios rotos y paredes abolladas. Había engranajes esparcidos

alrededor, oxidados y rotos, alambres y cables colgaban arriba, y tuberías destrozadas

goteaban agua y aceite sobre el suelo.

Numerosas armaduras, que llevaban el símbolo de una corona de alambre de púas en el pecho,

estaban dispersas por las ruinas como soldados de juguete. Me estremecí, imaginando

esqueletos podridos dentro de esos trajes de metal, pero Ash pateó un casco abriéndolo para

encontrarlo vacío. Parecía que los caballeros de Hierro de Machina seguían la misma regla

que el resto del País de las Hadas: cuando morían, simplemente dejaban de existir.

Todo estaba quieto, como si las ruinas estuvieran conteniendo la respiración.

“Parece que no hay nadie en casa,” dijo Puck, girando en un círculo lento. “¿Holaaaaaaaaa?

¿Hay alguien aquí?”

“Cállate, Goodfellow,” gruñó Ash, mirando hacia las sombras con los ojos entrecerrados.

“No estamos solos.”

“¿Sí? ¿Cómo te has dado cuenta de eso, príncipe? Yo no veo a nadie.”

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“El Cait Sith desapareció.”

“... mierda.”

Meghan Chase, por aquí.

Un débil resplandor era emitido en el centro de las ruinas, atrayéndome como una polilla a

una llama. Sin decir nada, comencé a caminar hacia él, agachándome bajo las vigas y los

muros medio en pie alrededor, dirigiéndome más profundo en el laberinto.

“¡Princesa! ¡Maldición, espera!”

Ellos salieron disparados detrás de mí, murmurando maldiciones, pero apenas los oía. Estaba

aquí, lo que me llamaba. Justo delante...

Y entonces, las paredes, ruinas y escombros cayeron, revelando un enorme árbol en el centro

de la torre.

El roble se elevó en el aire, enorme y orgulloso, el tronco tan ancho que cuatro personas no

podría envolver sus brazos alrededor. Sus ramas enormes repartidas sobre la torre como un

techo, bloqueando el cielo. El árbol entero brillaba como el filo de una cuchilla, metálico y

brillante, las hojas parpadeando en la penumbra como oropel.

“Machina,” dije en voz baja, y me quedé mirando el árbol asombrada mientras Puck y Ash

finalmente me alcanzaban.

“¿Es realmente... podría ser?” Yendo hacia adelante, me dirigí a las raíces del roble, mirando

hacia el tronco. A varios metros, un bastón sobresalía del metal, recto, delgado, y —a

diferencia del resto del árbol— de madera. “¡Ahí está la flecha! Oh... oh, wow. Realmente es

él.”

“Espera, ¿Machina era un árbol?” Puck se rascó la nuca. “Estoy un poco perdido aquí,

princesa.”

“Él se convirtió en un árbol cuando lo apuñalé con la flecha Witchwood.” Estaba cerca del ex

Rey de Hierro ahora, tan cerca que podía ver mi reflejo distorsionado en el tronco. “Nunca

imaginé que iba a sobrevivir al colapso de la torre.”

En un impulso, extendí la mano y lo toqué, presionando mi palma en la superficie brillante.

Éste ya no es el Rey de Hierro, Meghan Chase. No estaba realmente sorprendida de oír su

voz en mi cabeza de nuevo, aunque podía sentir el zumbido de poder por debajo de mi mano.

Aunque el árbol estaba hecho de hierro todo el camino hasta su corazón, no estaba muriendo.

De hecho, estaba floreciendo. Este roble son sólo los restos físicos de su poder, y los tuyos.

Como te dije antes, estoy contigo ahora.

“Meghan,” dijo Ash, su tono lleno de advertencia. Di un paso atrás del árbol, rompiendo la

conexión, y me volví para encontrar que estábamos rodeados.

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Hadas de Hierro dirigían su mirada hacia nosotros desde todos los rincones de las ruinas, sus

ojos brillando en las sombras. Por lo que podía decir —la mayoría de ellos llevaban armas—

espadas de hierro y ballestas, pero algunos tenían pistolas apuntando a nosotros, también.

“Meghan Chase,” dijo una voz familiar, y Glitch salió de detrás de la multitud, las espinas en

su cabeza chisporroteando electricidad mientras sacudía la cabeza hacia mí. “¿Qué diablos

estás haciendo aquí?”

Me quedé mirando a Glitch, confusión y decepción esparciéndose a través de mi pecho.

“¿Glitch?” dije, y el líder rebelde arqueó una ceja. “¿Por qué estás aquí? Pensé que... éste era

el lugar donde vivía el rey falso.”

Glitch resopló. “¿Estás bromeando? El rey falso no se acercaría a menos de cien metros de

este lugar. Éste es el dominio de Machina todavía, y todos lo saben.” Se cruzó de brazos,

mirándome con ojos de color violeta brillante.

“Pero creo que yo te pregunté primero princesa. ¿Por qué estás aquí? No me digas que viniste

buscando al rey falso. “

“Sí,” dije. “Vine aquí a matarlo.”

Glitch se atragantó, y sus espinas crujían mientras hilos de un rayo estallaban violentamente.

“¿Disculpa?” estalló. “Vamos a ver si lo entiendo. Tú eres la única cosa que el falso rey

necesita para volverse imparable, y en lugar de esconderte en el mundo de los mortales como

una persona inteligente, o mejor aún, dejar que nosotros hagamos guardia y te mantengamos

a salvo, quieres ir de asalto contra las fuerzas del rey falso y acabar con él tú misma.”

Sacudió la cabeza con un chasquido. “Estás más loca de lo que pensaba.”

“Podemos hacerlo,” insistí. “Sólo necesito saber dónde está.”

“Uh, no, no pueden” Glitch respondió. “De ninguna manera te diré su ubicación para que

puedas marchar feliz para conseguir que te maten. Esto es lo que vamos a hacer. Tú y tus

novios se quedarán aquí, seguros fuera del alcance del rey falso, mientras ataque Nunca

Jamás y agote sus fuerzas un poco. Entonces podemos pensar en planificar un contraataque,

pero es demasiado poderoso para ir en su contra en este momento.”

“No podemos esperar,” insistí. “No puedo dejar que ataque y destruya nada más de Nunca

Jamás. Tenemos que actuar ahora.”

“Lo siento, su alteza, pero no creo que estés en posición de dar órdenes,” dijo con firmeza

Glitch. “Ésta es mi base, y éstas son mis fuerzas. Y me temo que no puedo dejar que te vayas.

Como he dicho antes, sería como darle la victoria al rey falso. Y tiendo a ser un mal perdedor.

Tú y los dos sangre antigua se quedarán aquí.”

“¿Crees que puedes mantenernos aquí por la fuerza?” dijo Ash con su voz suave, peligrosa,

examinando al ejército desplegado a nuestro alrededor. “Puedo prometer que perderás una

gran cantidad de rebeldes de esa manera, y necesitas a todos los que puedas conseguir.”

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“No me tomes tan a la ligera, príncipe,” respondió Glitch, y su voz se había convertido en

letal. “Hay una razón por la que fui el primer teniente de Machina, y estás en mi casa ahora.”

“¿En serio?” Puck sacó su puñal antes de que pudiera detenerlo. “Bueno, pongo mi apuesta

en el equipo visitante.” Alrededor de nosotros, los rebeldes se tensaron, levantando sus armas,

y Puck disparo a Ash una mueca salvaje. “Las probabilidades están justo como a mí me

gustan. ¿Estás listo, chico hielo?”

“¡Alto ahí!” se hizo eco de mi voz por la habitación, sorprendiendo a todo el mundo, incluida

a mí misma. “Esto, bajo ninguna circunstancia, se convertirá en una pelea. Estamos en el

mismo jodido lado, maldición. Bajen sus armas, ahora.”

Puck parpadeó hacia mí, sorprendido, pero Ash se enderezó y con calma deslizó su espada en

su vaina, dejando escapar la tensión. Un suspiro colectivo pareció ir por la cámara mientras

los rebeldes se relajaban y bajaban sus armas, también.

Suspiré y me volví hacia Glitch de nuevo, que me observaba con una expresión indescifrable

en su rostro. “Mira,” le dije, dando un paso adelante, “sé que no crees que deba ir a ninguna

parte cerca del rey falso, pero no tienes de que preocuparte. Yo fui quién derrotó a Machina,

¿recuerdas? Me metí en esta misma torre, me enfrenté al último Rey de Hierro, y clavé una

flecha en su corazón. Es por eso que estoy aquí. Oberon y Mab me enviaron para hacer frente

al falso rey —ellos creen que soy la única que tiene una oportunidad. No quiero pelear

contigo, pero de una manera u otra, tengo que enfrentarlo. Tú puedes o ayudarme, o salir de

mi camino.”

Glitch suspiró y se pasó una mano por el pelo, provocando que saltaran chispas. “No tienes

idea de lo que estás haciendo,” espetó, moviendo hilos de neón de sus dedos. “¿Piensas que

estás lista para derrotar al rey falso? Muy bien, entonces.” Dio un paso lejos del árbol,

haciendo señas con la mano. “Ven conmigo. ¡No ustedes dos!” gritó, señalando a Ash y Puck.

“Ellos pueden quedarse aquí. Vamos a dar una vuelta.”

“No lo creo,” dijo Ash con calma, dejando caer la mano a la empuñadura de la espada. Le

lanzó una mirada de advertencia. Glitch resopló.

“Vamos, príncipe,” dijo con voz cansada. “¿Realmente crees que le haría daño? Yo soy el

que no quiere que vaya corriendo en una misión suicida. Ahora que está exactamente donde

yo quería que estuviera en primer lugar, ¿crees que pondría eso en peligro? Tu princesa estará

perfectamente segura bajo mi cuidado. Y confía en mí, va a querer ver esto.”

“No tengo ninguna razón para confiar en cualquier cosa que digas,” dijo Ash rotundamente.

El líder rebelde levantó las manos.

“Bien,” espetó. "¿Quieres que te dé un juramento? ¿Es eso? Aquí está, entonces. Yo, Glitch,

último teniente del Rey Machina, prometo mantener a Meghan Chase segura de daños, y

traerla sana y salva al cuidado de sus paranoicos guardianes. ¿Es eso suficiente para ti?”

“¿Y qué pasa con Puck y Ash?” agregué.

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“Ni mis fuerzas les harán ningún daño, también. ¿Alguna cosa más?” Glitch me lanzó una

mirada exasperada. “Creo que te gustaría ver esto, princesa, ya que estás tan ansiosa por

llegar al rey falso.”

Les di un vistazo a Ash y Puck. “Estaré bien,” dije, levantando la mano para cortar la protesta

de Puck. “Si Glitch dice que esto es importante, debería ir.”

“No me gusta.” Puck se cruzó de brazos y le dio al líder de los rebeldes una mirada dudosa.

“No es que no confíe en el hombre, pero... no, espera —esa es exactamente la razón. ¿Estás

segura que quieres hacer esto princesa?”

Asentí con la cabeza. “Estoy segura. Ustedes dos quédense aquí, estaré de regreso tan pronto

como pueda.”

“Una cosa más,” dijo Ash en su peligrosa y suave voz, mientras nos dábamos la vuelta, y

Glitch le lanzaba una mirada cautelosa. “Si no vuelves con ella,” continuó Ash, mirándolo

intensamente, “si sufre cualquier daño mientras que esté contigo, convertiré este campo

entero en un baño de sangre. Esa es mi promesa, teniente.”

“La traeré de vuelta, príncipe,” replicó Glitch, y había la más mínima pizca de miedo en su

voz ahora. “Te di mi palabra, y estoy obligado a mantenerla, lo mismo que tú. Trata de no

masacrar a mi gente, mientras que no estemos, ¿de acuerdo?”

“¿A dónde vamos?” le pregunté mientras nos dábamos la vuelta. Glitch me dio una sonrisa

sin sentido del humor.

“Voy a mostrarte contra qué estás luchando.”

ME LLEVÓ CASI VOLANDO por unas escaleras a una parte de la torre que no se había

derrumbado por completo, a un rellano que temblaba y se balanceaba con el viento. Mucho

más abajo, la llanura plana de obsidiana se extendía en el horizonte, atravesada con lava

naranja y salpicada de árboles metálicos como en una tela de araña. Arriba, el cielo estaba

despejado salvo por unas pocas nubes, y la luna carmesí nos guiñó como un ojo rojo y

perverso.

Glitch caminó hasta el borde del rellano, mirando a lo largo del Reino de Hierro, con la cara

vuelta al cielo. “El cielo está despejado, bien.” Se giró hacia mí, sonriendo. “No hay nubes

ahora, pero una tormenta puede empezar rápidamente, así que tenemos que actuar con

rapidez. No quiero quedar atrapado en la lluvia sin paraguas, te lo aseguro.”

“¿Cómo llegaremos allí?" le pregunté, mirando con cuidado sobre el borde a la llanura

ennegrecida que se extendía por debajo de nosotros.

Glitch me sonrió. “Volando.”

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158 JULIE KAGAWA FORO AD’

Un zumbido llenó el aire. Miré hacia arriba para ver un par de largas criaturas, divididas en

segmentos yendo en espiral hacia nosotros, y salté hacia atrás, ya que se ubicaron en el borde

del rellano.

Traté de no temblar, pero era difícil. Las criaturas parecían un cruce entre un ala delta y una

libélula, con ojos saltones de insecto y seis patas de cobre que se apoderaron de la barandilla

con garras pequeñas. Sus cuerpos eran delgados y brillantes, aunque sus alas parecían más de

murciélago que de insecto, hechas para deslizarse en vez de ir a velocidad. Y tenían hélices

en sus traseros.

Glitch se veía desagradablemente satisfecho de sí mismo. “Estos son planeadores,” me dijo,

disfrutando de mi inquietud. “Sólo camina hasta la orilla de la plataforma y extiende los

brazos y se arrastraran en posición. Puedes dirigirlos tirando de las patas delanteras y

cambiando el peso del cuerpo. Fácil, ¿verdad?” Le miraba con incredulidad, y él rió entre

dientes. “Después de usted, su alteza. A menos que estés asustada, por supuesto.”

“Oh, claro que no,” arrastré las palabras con sarcasmo, siguiendo el ejemplo de Puck.

“¿Grandes, gigantes cosas como insectos sosteniéndome varios cientos de metros en el aire?

¿Por qué ponerme nerviosa?”

Glitch me miró de reojo y no ofreció comentario. Tomando una respiración profunda para

calmar mi corazón palpitante, caminé hasta el borde y miré hacia abajo. Eso fue un error.

Ahorrándome lo inevitable, extendí mis brazos.

Un momento después sentí espeluznantes y articuladas piernas agarrar mi ropa mientras uno

de los insectos se arrastraba hasta mi espalda, sorprendentemente ligero para algo tan grande.

Apreté los dientes y trate de no sacudirme frenéticamente mientras las piernas se encorvaban

debajo mí, formando una especie de hamaca. Por encima, las alas zumbaban y revoloteaban,

a la espera del despegue, pero no nos movimos. Miré hacia abajo a la caída vertiginosa, y mi

estómago giró tan violentamente que tuve miedo de vomitar en cualquier momento.

“Ah, vas a tener que dejarte caer hacia adelante, princesa,” dijo amablemente Glitch. Me

habría girado para mirarlo si no hubiera estado aterrorizada de moverme.

“Sí, estoy en eso.” Cerrando los ojos, tomé profundas y cortas respiraciones, preparándome

para la caída. Nunca haría puenting, eso era seguro. “De acuerdo,” dije en voz baja, tratando

de prepararme mentalmente. “A las tres. Aquí vamos. Uno... dos... ¡tres!”

No pasó nada. Mi mente decía salta, pero mi cuerpo se negó a caer. Me tambaleaba al borde

del rellano, el viento azotando mi pelo, y me sentía enferma. “No sé si puedo hacer esto,” dije,

mientras mi planeador daba un zumbido irritado. “Oye, no me juzgues. ¿Cómo puedo

siquiera saber que esto es se—ahhhh!”

Algo me empujó por la espalda, lo suficiente como para hacerme perder el equilibrio.

Gritando como una bean sidhe* en una montaña rusa, caí hacia delante.

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Por un momento, no pude abrir los ojos, segura de que iba a morir. El viento azotaba a mí

alrededor, aullando en mis oídos mientras parecía caer en picado directa a mi muerte.

Entonces el planeador se desplazó hacia arriba, nivelándose, mientras atrapaba las corrientes

de aire. Mientras mi corazón desaceleraba y mis manos soltaban un poco el agarre a muerte

en las piernas del planeador, con cuidado abrí los ojos y miré a mí alrededor.

La tierra se extendía ante mí, plana e infinita, fracturada con brillantes hilos de lava

desapareciendo en el horizonte. Desde esta altura, el Reino de Hierro no se veía tan mal. El

viento aullaba en mis oídos y azotaba mi pelo, pero no tenía miedo. Experimentalmente, tiré

de la pata delantera del planeador, y al instante se desvió a la derecha. Tiré de la otra pierna y

se abalanzó hacia la izquierda, enviando una subida de emoción a través de mí. Quería ir más

rápido, más alto, para encontrar una bandada de... algo... e ir en una carrera hasta el sol.

¿Cómo había tenido miedo de esto? Era fácil; ¡era impresionante! El planeador zumbaba de

entusiasmo, como si percibiera mi estado de ánimo, y lo hubiese enviado a un empinado

descenso si una voz no me hubiera detenido.

“Estimulante, ¿no es así, princesa?” Glitch tuvo que gritar para hacerse oír en su planeador

que se abalanzó hacia abajo junto al mío. El rayo en su pelo se quebró violentamente,

arrastrando hilos de energía detrás de él. “La primera vez en un planeador, y nunca querrás

volver a caminar de nuevo.”

“¿No podrías haberme dejado saltar por mi cuenta?” le grité, mirándolo. Se echó a reír.

“Podría. Pero habríamos estado de pie allí hasta que saliera el sol.” Glitch tiró de las piernas

de su planeador, y el insecto se abalanzó hacia el cielo, rodó y descendió a mi otro lado. “Así

que, su alteza, pareces estar recibiendo el golpe de esto, sin juego de palabras. ¿Quieres que

te enseñe lo que éstos realmente pueden hacer? Eso es, si no tienes miedo de un pequeño

desafío.”

Mi adrenalina estaba bombeando, y la emoción de volar hizo que mi sangre se elevara.

Estaba molesta con el hada de Hierro y estaba lista para un reto, pequeño o no. “¡Por

supuesto!"

Glitch sonrió, y sus ojos brillaron. "Sígueme, entonces. ¡Y tratar de mantener mi ritmo!”

Su insecto se disparó hacia arriba, su grito resonando detrás de él. Tiré de las patas delanteras

de mi planeador, y lo seguí de inmediato, disparándome como un cohete. Glitch giró

bruscamente a la derecha; tiré de la pierna derecha del planeador, y realizó la misma

maniobra, girándose todo en un arco perezoso. Perseguimos a Glitch a través del cielo abierto,

a través de una serie de loops, arcos, curvas y descensos, todo ello a velocidad máxima. El

suelo se apresuraba debajo de mí, el viento aullaba en mis oídos, y mi sangre corría más

rápido de lo que nunca antes lo había hecho. Presioné a mi planeador en un fuerte y vertical

descenso, tirando hacia arriba en el último segundo. Mi adrenalina subió, y grité con alegría,

sin restricciones.

Finalmente, alcanzamos a Glitch de nuevo, volviendo a volar en una línea normal, recta. Él

me lanzó una mirada reticente mientras me unía a él, todavía jadeando por la emoción de las

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maniobras de deslizamiento en un insecto. “Eres una natural,” dijo, sacudiendo la cabeza.

“Los planeadores no actúan así de bien con cualquiera. Tienes que crear un vínculo para que

realmente te dé su todo. Supongo que causaste una impresión.”

Estaba absurdamente complacida por el halago, y tuve el extraño impulso de acariciar a mi

planeador en la cabeza. “¿Cuánto tiempo más falta para llegar a dónde vamos?” pregunté,

notando que la enorme luna roja por encima de nosotros estaba empezando a ponerse.

Glitch suspiró, y se desvaneció su estado de ánimo juguetón. “Ya casi llegamos. De hecho,

deberías comenzar a verlo... ahora.”

Planeamos por una elevación, la tierra cayendo lejos en una cuenca poco profunda, y vi a las

fuerzas del rey falso por primera vez.

Cubrían el suelo como una alfombra brillante, equivalente a una pequeña ciudad de hadas de

Hierro, marchando hacia adelante en secciones perfectamente cuadradas. El ejército era

enorme, fácilmente el doble del tamaño de las fuerzas de Verano e Invierno. Escarabajos

grandes de Hierro, como los que habíamos visto en un ataque anterior, yendo hacia adelante

como tanques, eclipsando a las filas de pequeñas hadas. Conté por lo menos tres docenas de

ellos, y recordé lo difícil que era acabar con uno de los enormes bichos. Pero eso no era lo

peor.

Detrás del ejército, arrastrándose hacia adelante a un ritmo imposible, había una enorme

fortaleza de hierro. Parpadeé, frotándome los ojos, preguntándome si estaba alucinando. Era

imposible. Algo de ese tamaño no debería ser capaz de moverse. Pero, sin embargo, allí

estaba, rodando después del ejército, una enorme estructura de hierro y acero. Era

desequilibrada y desigual, viéndose improvisada, pero de alguna manera tenía la forma de

una monstruosa ciudadela en movimiento.

“Ha estado reuniendo sus fuerzas por un tiempo,” dijo Glitch mientras yo miraba a la

fortaleza, incapaz de apartar mis ojos de ella. “¿Los enfrentamientos en las fronteras de

Nunca Jamás? Sólo una distracción, algo para debilitar al otro lado mientras él reunía a sus

fuerzas. Al ritmo que va, llegará a los límites del Reino de Hierro en poco menos de una

semana. Y cuando se abra camino en Nunca Jamás con la fortaleza y el poderío de su ejército

detrás de él, ninguno de los sangre antigua será capaz de detenerlo. Primero terminará con las

cortes, y entonces plantará ese castillo en medio de tu querida Nunca Jamás para acabar con

ella. El País de las Hadas se convertirá en Hierro en cuestión de días.

“Así que, su alteza,” dijo Glitch, mientras girábamos nuestros planeadores, alejándonos del

ejército y la fortaleza de muerte que le seguía. Mi excitación había huido, reemplazada por

puro miedo e insistente desesperación. “¿Qué esperas hacer contra eso?”

No tenía ninguna respuesta para él.

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LOS REBELDES HABÍAN convertido parte de la torre de Machina en una base subterránea.

Aunque gran parte de ella seguía siendo ruinas, habían despejado lo suficiente para que

tuviéramos cuarteles separados. Glitch nos mostró una serie de habitaciones que podríamos

utilizar —pequeñas y sin ventanas con suelo de piedra en bruto— y dijo que las dejaría sin

llave por el momento.

“Pueden andar por la torre todo lo que quieran, pero preferiría que no dejaran las ruinas,” dijo,

abriendo la puerta de otra habitación idéntica, amueblada con sólo una cama, una lámpara, y

un barril al revés, que servía como mesa. “Son nuestros invitados, por supuesto, pero tengan

presente que he dado órdenes específicas para evitar que se marchen de la torre, por la fuerza

si es necesario. No es que quiera una pelea. Prefiero que las cosas sean civilizadas entre

nosotros.”

“Sí, buena suerte con eso, cabeza de enchufe,” se burló Puck, y yo estaba demasiado cansada

para discutir.

Glitch no tenía de qué preocuparse, no estaba pensando en ningún gran escape. No teníamos

a dónde ir. No podíamos llegar al rey falso a través de ese gran ejército, e incluso si lo

hiciéramos, tendríamos que encontrar alguna manera para entrar en la fortaleza en

movimiento, que sin duda estaría fuertemente custodiada. Estaba pérdida. Pedirle a Glitch y a

los rebeldes cargar contra las fuerzas del rey del falso sería un suicidio, pero si no hacíamos

algo pronto, ese castillo alcanzaría el frente de batalla y entonces sería el fin del juego.

Ash se acercó, poniendo una mano sobre mi hombro, con los ojos brillantes por la

preocupación. “No te preocupes por Glitch, o el castillo,” dijo en voz baja, por lo que sólo yo

podía oírlo. Le había dicho sobre el ejército y las hadas de Hierro y la fortaleza en

movimiento en el momento en que volví con Glitch, y el príncipe de Invierno había asentido

con gravedad, pero no parecía terriblemente preocupado por ello. “Nada es impenetrable.

Vamos a pensar en algo.”

“¿En serio? Porque me siento un poco superada por el momento.” Suspiré y me apoyé en él,

cerrando los ojos. Puck y Glitch se lanzaban insultos y desafíos el uno al otro a unos cuantos

metros, pero no parecían muy serios, así que no iba a preocuparme por ello.

“¿Cómo vamos a entrar en esa cosa?” susurré. “¿O incluso acercarnos? No hay fuerza lo

suficientemente grande para oponerse a ese enorme ejército. Y para el momento en que

lleguen a wyldwood será demasiado tarde.”

“Tenemos un poco de tiempo.” La voz de Ash, baja y suave, flotó por encima de mí. “Y no

has dormido realmente desde que dejamos a Leanansidhe. Descansa un poco. Estaré aquí,

justo fuera de la puerta.”

“Tú siempre estás…” la declaración fue interrumpida por un gran bostezo “… diciéndome

que descanse,” terminé, ignorando deliberadamente la ironía. Ash resopló, y fruncí el ceño,

dándole un pequeño codazo en el pecho. “Puedo cuidar de mí misma, ¿sabes?”

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“Ya lo sé,” contestó, llevándome hacia la habitación. “Pero también tienes esta tendencia a

presionarte más allá de los límites de tu resistencia, y no te das cuenta hasta que caes por el

cansancio.” Me acompañó hasta el umbral, sonriendo mientras le fulminé con la mirada.

“Como tu caballero, tengo derecho a mencionar estas cosas. Parte de la descripción del

trabajo cuando me lo pediste.”

“Sí, claro,” murmuré, cruzando los brazos. Ash sonrió.

“Yo no miento, ¿recuerdas?” Entró en la habitación, se inclinó y me dio un beso suave como

una pluma en los labios, lo que hizo que mis entrañas se derritieran. “Estaré cerca. Intenta

descansar un poco.” Cerró la puerta, dejándome con un dolor cada vez mayor que no se iría.

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CAPÍTULO 18 Traducido por Pargulin

Corregido por Sidonie

RAZOR

Con lo cansada que estaba, me era difícil conciliar el sueño. Me tendí en la abultada e

incómoda cama y me quedé mirando el techo, mis pensamientos girando demasiado

furiosamente para descansar. Pensé en el falso rey y su fortaleza en movimiento, en los

ejércitos de Verano e Invierno acampando en las afueras del Reino de Hierro, ajenos al

peligro. Traté de formular maneras de detener a la ciudadela en movimiento y al enorme

ejército avanzando adelante, pero mis planes serpenteaban en círculos de locos, eran

demasiado complicados o suicidas para tomarlos en serio.

Pero sobre todo, pensé en Ash, que seguía invadiendo mis pensamientos cada pocos segundos.

Le quería aquí conmigo, solos en esta pequeña habitación con la puerta cerrada, pero al

mismo tiempo no sabía si estaba lista. Varias veces pensé en abrir la puerta y arrastrarlo hacia

adentro conmigo, pero ¿sería eso demasiado atrevido? ¿Le parecería inadecuado, teniendo en

cuenta dónde estábamos? ¿O estaba esperando a que yo diera el primer paso? Él había dicho

que esperaría por mí, ¿no?

Debo de haber estado desvariando, porque lo siguiente que supe, fue que algo se posó en mi

estómago, y me senté de un salto con un grito, lanzándolo fuera.

“Ouch,” exclamó con voz ronca, y un gremlin saltó desde el piso hasta el borde de la cama,

mirándome con verdes ojos eléctricos. “¡Te encontré!” exclamó, y yo grité.

Ash entró como un rayo a la habitación una milésima de segundo después, con la espada

alzada, listo para atacar a lo que fuera me había tendido una emboscada. Al ver al gremlin, se

puso tenso, y yo subí mi mano, deteniéndolo antes de que pudiera lanzarse.

“¡Ash, espera!” Él hizo una pausa, frunciendo el ceño, y me volví hacia el gremlin, que ahora

estaba en cuclillas a la defensiva, silbando y mostrando sus dientes a Ash. “Tú... ¿Tú acabas

de hablar?” Balbuceé. “Hablaste, ¿verdad? ¿No sólo lo imaginé?”

“¡Sí!” exclamó, saltando arriba y abajo, batiendo sus orejas como velas. “Sí, ¡me oyes!

¡Razor te encontró! Encontró a la chica y al divertido elfo oscuro.”

“Razor,” repetí, mientras Ash nos miraba con desconcierto total. “¿Ese es tu nombre?”

“¿Puedes entenderle?” dijo Ash, frunciendo el ceño al gremlin, que gruñía y se escabulló por

la pared, colgando como una araña enorme. “¿La criatura está realmente hablando contigo?”

Asentí con la cabeza y miré de nuevo hacia el gremlin, que estaba royendo ahora una de sus

grandes orejas y todavía mirando a Ash. “¿Cuándo aprendisteis a hablar, chicos?”

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El gremlin parpadeó ante mí. “Hablamos,” afirmó, ladeando la cabeza como si estuviera

confundido. “Siempre hemos hablado. Aunque nadie nos escucha. Excepto el Maestro.”

Hice una mueca. A pesar de que lo sospechaba desde hace un tiempo, que un gremlin en

realidad lo confirmara era preocupante. Ellos me escuchaban porque pensaban que yo era su

nuevo maestro. No lo entendía. No hace mucho tiempo, pensaba que los gremlins eran

estúpidos y animalescos, carentes de cualquier tipo de lenguaje o sociedad. Escuchar a uno

hablar era más que un poco sorprendente.

Miré hacia abajo a Razor, sonriéndome radiante, pendiente de cada palabra mía. Ciertamente

no tenía idea de qué hacer con un gremlin. “¿Cómo llegaste aquí?” Le pregunté en su lugar.

“¡Seguí!” La delgada criatura sonrió, mostrando sus afilados dientes azul—neón, y. Su voz

sonaba como una estación de radio mala. “Hermanos dijeron que te vieron en la ciudad vieja.

Razor siguió. Te siguió aquí. ¡Te encontró!”

“¿Qué quiere?” murmuró Ash, con el ceño fruncido mientras el gremlin se reía y se escurrió

hasta el techo, colgando boca abajo, mientras se balanceaban de lado a lado.

“No lo sé.” Miré hacia arriba en el gremlin. “Razor, ¿por qué me seguiste? ¿Qué quieres?”

“¡Comida!” el gremlin cantó. “¡Razor huele comida! ¡Hambriento!” siseando, se escabulló a

lo largo del techo, saliendo por la puerta y desapareció en las ruinas.

Ash suspiró y envainó la hoja. “¿Estás bien?” preguntó. “No te hizo daño, ¿verdad?”

Negué con la cabeza. “Puedo entenderles” dije, sin saber qué hacer con esta nueva revelación.

De pie, caminé hacia la puerta, mirando hacia fuera a las ruinas. Las luces parpadeaban de

forma errática, y un débil murmullo llenó el aire, el zumbido de máquinas y electricidad.

“Creen que soy su maestro ahora, Ash,” le dije, apoyándome en el marco de la puerta. “Como

lo era Machina. Supongo que... porque tengo su poder, creen que deben seguirme.”

“Interesante.” La voz reflexiva de Ash me hizo mirar hacia atrás. Estaba medio esperando

que estuviera preocupado o disgustado con toda la cosa de hablar con lo gremlins. Pero la

mirada de sus ojos era de intriga, no de desprecio. “Me pregunto qué podrías hacer,”

reflexionó, “con todos los gremlins bajo tu mando.”

Una conmoción repentina en algún lugar de las ruinas llamó mi atención. “¡Gremlin!” alguien

gritó, acompañado de maldecir mucho. “¡Tenemos un gremlin! Aléjate de esos cables, tu

pequeño — maldición.” Las luces parpadearon y se apagaron, sumiendo en oscuridad a las

ruinas.

“¡Glitch! ¡Se acaba de comer los cables de electricidad!”

“¡Pon el generador de respaldo a funcionar!” La voz de Glitch cortó a través de la conmoción.

“Diode, ve a ver si puedes volver a conectar las luces. ¡Y que alguien capture al gremlin!”

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Puck apareció, surgiendo desde las sombras, bostezando y cepillándose el pelo. “Parece que

tienen un pequeño problema de plaga.” Sonrió cuando las luces parpadearon y lucharon para

volver a encenderse. Ash lo miró.

“¿Dónde has estado, Goodfellow?”

“¿Yo? Oh, he estado explorando el complejo, hablando con los nativos, buscando posibles

rutas de escape, ya sabes, cosas útiles.” Puck se rascó la nariz y miró de reojo a Ash. “¿Qué

has estado haciendo tú toda la noche, chico hielo?”

“No te gustaría saberlo.”

Suspiré, en voz alta, antes de que pudieran empezar a insultarse. “¿Alguien ha visto

Grimalkin?”

“Nop, pero conoces a nuestro peludo amigo.” Puck se encogió de hombros y se apoyó contra

la pared. “Va a aparecer cuando menos se le espera, siendo todo cool y misterioso. No me

preocuparía por la bola de pelos.” Las luces parpadearon una vez y finalmente se quedaron

encendidas. Puck entornó los ojos. “¿Sabes? si alguna vez queremos causar una gran cantidad

de estragos, sólo tenemos que encontrar una docena de gremlins y dejarlos sueltos. Esas cosas

dan más problemas que yo. Casi. Así que, princesa.” Se volvió hacia mí, y su voz se redujo a

un murmullo. “¿Alguna idea de cuándo nos vamos de aquí?"

“No lo sé, Puck.” Negué con la cabeza. “No tengo exactamente un plan, todavía. Tenemos

que conseguir de alguna manera pasar a través de ese gran ejército, colarnos en el castillo,

encontrar al rey falso y acabar con él, y todo antes de que llegue al wyldwood.”

“Suena bastante imposible para mí,” sonrió Puck. “¿Cuándo empezamos?”

“¿Empezar qué?” Y Glitch dio la vuelta en la esquina, los ojos entrecerrados con recelo.

“Espero que no estén pensando en empezar nada con el rey falso, porque si es así, déjenme

repetirles lo estúpido e imposible que es. Además, no voy a dejar que te entregues

directamente en sus manos, princesa. Vas a tener que pasar sobre mí antes de ir en una misión

suicida. Sólo os lo estoy dando a conocer. Así que por favor...” Me sonrió, aunque no llegó a

sus ojos. “Compórtense. Por el bien de todos.”

“¿Qué quieres, Glitch?” Pregunté, antes de que Ash y Puck dijeran nada que pudiera hacer

que nos metieran en la cárcel rebelde. No es que dudara de nuestra capacidad de escapar, pero

no quería derramamientos de sangre innecesarios de aquellos que supuestamente eran aliados.

A pesar de que sabía que probablemente llegaríamos a eso con el tiempo. Ninguno de los

chicos se tomaba bien el cautiverio forzado, y tendríamos que ir tras el falso rey pronto,

planificado o no. No podía dejarle llegar al wildwood y destruir todo

“Sólo quería hacerles saber, si no lo han adivinado ya, que hay un gremlin corriendo

alrededor de la base. No son peligrosos, por lo general, pero dan la lata mordiendo cables y

provocando cortocircuitos en los equipos que tenemos. Así que si la luz parpadea, o si algo

deja de funcionar repentinamente, pueden agradecer a nuestro pequeño amigo.”

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Puck rió. “Me da mucha esperanza saber que tus fuerzas altamente capacitadas no pueden

localizar a un pequeño gremlin.”

“Si crees que puedes hacerlo mejor, intenta encontrar a la cosa.” Glitch miró a Puck, y sus

espinas se erizaron, antes de volverse hacia mí. “De todos modos, toma.” Me entregó una

bolsa. “Pensé que podrías tener hambre. Ya que son nuestros invitados, sería de mala

educación si no compartimos nuestra comida con ustedes. Estas son sus raciones para la

semana. Traten de hacer que duren.” Por mi cara de sorpresa, rodó los ojos. “No todos

vivimos de petróleo y electricidad, ¿sabes?”

“¿Qué pasa con Ash y Puck?”

“Bueno, estoy bastante seguro que comer nuestra comida no les derretirá las entrañas en pasta

pegajosa. Pero nunca se sabe.”

“Gracias,” dije secamente.

Las luces parpadearon de nuevo, y una voz gritó a Glitch desde alguna parte de arriba.

Suspirando, Glitch se disculpó y se fue, dando instrucciones. Me preguntaba si debería estar

ayudando a los rebeldes a tratar de capturar al gremlin, ya que era mi culpa que Razor

estuviese aquí, pero luego decidí que era problema de Glitch ahora. Él no estaba dispuesto a

ayudarnos o a dejarnos ir, así que podía hacer frente a los problemas que causara el gremlin.

A la mención de comida, me di cuenta de que no había comido nada desde la noche anterior,

y mi estómago se quejó. Abriendo la bolsa, encontré varias latas de carne procesada, frijoles,

ensalada de fruta, un tubo de queso squeezy con galletas, y un paquete de seis sodas de dieta.

También había una pila de cuencos de papel y un puñado de cucharas de plástico.

Mirando a la bolsa por encima de mi hombro, Puck hizo un ruido asco. “Por supuesto, toda su

comida está envuelta en esas estúpidas latas. ¿Qué hay de bueno en las conservas, te pregunto?

¿Por qué no pueden los humanos simplemente ser felices con una manzana?”

Miré por encima del hombro y suspiré. “¿Supongo que no vas a comer algo mientras estemos

aquí?”

“No he dicho eso.”

“Bueno, deja de quejarte tanto, y vamos a encontrar un lugar para comer.” Cerré la bolsa,

mirando al pasillo, en busca de un poco de intimidad. Mi habitación era el lugar lógico, pero

se sentía estrecho y claustrofóbico, en ese espacio pequeño y quería ver el cielo.

“Muy bien, princesa.” Ash y Puck me siguieron escaleras arriba por encima de las ruinas.

“Pero si me enfermo, espero que me trates como a un rey.”

“Si te enfermas, haré que Ash te saque de tu miseria.”

“Estoy emocionado de que te importe.”

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La torre estaba llena esta noche mientras decenas de rebeldes se apresuraban de un lado a otro,

tratando de reparar el daño que había causado un solitario gremlin. Sentí un brillo

desagradable de satisfacción mientras los observaba, y un extraño orgullo de que yo había

causado esto. Bueno, de que mi gremlin había causado esto. ¿Qué tan buenos eran, estos

rebeldes, si todo lo que hacían era esconderse del rey falso con la esperanza de que alguien

más limpiara el desastre?

¿Y cuándo empecé a pensar en los gremlins como míos?

A pesar de la actividad en la torre, el espacio alrededor del gran roble estaba tranquilo y

quieto. Me sentí atraída hacia él, justo como la primera noche que llegamos aquí. Debajo de

las elevadas extremidades, en un círculo de raíces en la base del tronco, me senté y empecé a

sacar las raciones.

Ash y Puck miraban con recelo hasta que les ondeé una cuchara de plástico. “Siéntense,” les

ordené, apuntando a las raíces. “Sé que esto no es vino de hadas, pero es todo lo que tenemos

y tenemos que comer algo.” Poniendo el contenido del coctel de frutas en un recipiente de

papel, se lo entregué a Ash. Lo tomó y se sentó con cautela en el borde de una raíz.

Puck se sentó y miró tristemente al recipiente que le entregué. “No hay ninguna rebanada de

manzana,” suspiró, buscando a través del pegajoso montón con los dedos. “¿Cómo pueden

los mortales, incluso pensar en esto como una fruta? Es como si un granjero de melocotones

vomitara en un tazón.”

Ash levantó la cuchara, mirando al recipiente como si fuera una forma de vida alienígena.

Dejándola caer de nuevo en su comida sin tocar, colocó el recipiente en el suelo y se levantó.

“Ash.” Miré desde mis frijoles fríos. “¿Qué estás haciendo?”

“Nos está observando.” Muy casualmente, puso la mano en la empuñadura de su espada.

“Desde muy cerca esta vez. Se siente…” cerró los ojos, y vi un brillo de glamour a su

alrededor “… como si estuviera justo por encima de nosotros.”

Se dio la vuelta, deslumbrante rápido. Hubo un destello de luz azul cuando arrojó algo en el

árbol, y un segundo después un chillido agudo sonó mientras algo caía de las ramas, casi

aterrizando en mi regazo.

Salté. Era un insecto grande de metal de algún tipo, brillante y como una avispa, sus alas aún

zumbando débilmente, mientras moría. Nuestro misterioso acosador, finalmente sacado a la

luz. Un fragmento de hielo había pasado limpiamente a través de su cuerpo, partiéndolo, pero

sus piernas estaban enganchadas a algo largo y delgado. Inclinándome, y evitando el aguijón

como una aguja en su extremo posterior, arranqué el objeto de las garras de la criatura.

Era un palo, una rama con varios brotes de hojas a lo largo de la madera. La madera estaba

aún viva, aunque las hojas estaban manchadas con hierro, e hilos brillantes corrían a lo largo

de su longitud. Una nota estaba envuelta alrededor del palo, y mientras la desenrollaba, Ash

suavemente tomó la rama de mí mano, entrecerrando los ojos.

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“¿Sabes lo qué es esto?” murmuró.

Puck sonrió. “Uh, sí, en realidad. En la mayoría de los círculos, es llamado un palo. Se utiliza

para comenzar una fogata, golpear insectos grandes, y jugar a atraparlo con tu perro.”

Ash no le hizo caso. “Es la rama de un árbol rowan,” dijo, encontrando mi mirada. “Y, dadas

las circunstancias, no creo que sea una coincidencia. Él sabe que estamos aquí. La envió

directamente hacia ti.”

Se me heló la sangre. “¿Crees que está ahí fuera?”

“Estoy seguro de ello. Lee el mensaje.”

Desenrollé la nota, sintiendo un nudo en el estómago mientras escaneaba las palabras.

El Rey de Hierro tiene una propuesta para ti.

Encuéntrame.

Mirando en la nota al revés, Puck frunció el ceño. “¿Encontrarlo? ¿Cómo si fuéramos a dejar

todo y atravesáramos todo el Reino de Hierro buscándolo? No estás pensando en realidad

encontrarte con él, ¿Verdad, princesa?”

“Creo que debería,” dije lentamente, mirando a Ash. “Puede saber de algo que podamos

utilizar contra el rey falso. O, tal vez el rey falso ofrecerá poner fin a la guerra.”

“O podría ser una trampa, y Rowan nos traicionará, como lo hizo con todas las hadas.” La

voz de Ash fue fría.

“Podría ser eso, pero sigo pensando que deberíamos ver lo que quiere. Lo que está

ofreciendo.” Miré en torno a las decenas de rebeldes en movimiento sobre las ruinas. “Pero

primero, tenemos que encontrar una manera de salir de aquí. Oíste a Glitch, no va a dejarnos

salir por la puerta principal.”

“Al fin.” Puck sonrió, frotándose las manos. “Pensé que nunca íbamos a salir de aquí.

Entonces, ¿qué te gustaría? ¿Distracción? ¿Lucha? ¿Salir furtivamente por la puerta trasera?”

“Antes de derribar todo el campamento sobre nuestras cabezas,” dijo Ash, entregándome la

rama, “tal vez primero deberíamos averiguar dónde está Rowan.”

“Ah, cierto. Eso tendría sentido, ¿no?” Miré a la nota, deseado una vez más que las hadas

dijeran sólo lo que querían decir, sin convertirlo en un enigma. “Ojalá estuviera aquí Grim. Él

sabría dónde encontrar a Rowan.” Sentí una punzada repentina de culpa por no pensar en el

gato hasta ahora. “¿Creen que estará bien? ¿Deberíamos tratar de enviarle un mensaje?”

“Demasiado arriesgado.” Ash sacudió su cabeza. “Podríamos levantar sospechas hacia

nosotros, y además, nadie más que nosotros sabe que el cait sith está aquí. Lo que podría

resultar útil más adelante, tener un aliado del que nadie más sabe.”

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“Grim puede cuidar de sí mismo, princesa,” estuvo de acuerdo Puck, ansioso por empezar.

“Es en lo que es el mejor, después de todo. Entonces, la pregunta es, ¿cómo podemos

averiguar de dónde provenía el palo?”

Miré a mi alrededor y vi a un delgado elfo hacker caminando a través de las ruinas, llevando

un montón de teclados y cables. “Fácil. Sólo preguntamos.”

“¡Disculpa!” Grité, corriendo hasta el elfo, que saltó y me dio una mirada nerviosa sobre la

maraña de cables de ordenador. Sus enormes ojos negros, con líneas de números verdes

deslizándose a lo largo de ellos, giraron con ansiedad. “Diode, ¿verdad? Me preguntaba si me

podrías ayudar.”

El hacker parpadeó, arrastrando los pies. “Glitch nos informó que no estamos autorizados

para entablar comunicación verbal con ustedes sangre antigua,” dijo con voz nasal.

“Sólo tengo una pregunta.” Le sonreí, con la esperanza de ponerle menos nervioso. Sólo

consiguió que se retorciera aún más. Suspirando, levanté la rama de rowan. “He encontrado

esto en el roble. ¿Sabes qué es?”

Diode entrecerró los ojos. “Eso es una rama de sorbus aucuparia, más comúnmente conocido

como ceniza europea de montaña, o rowan. Sí, la mayoría de la flora y fauna natural ha sido

superada por las influencias ferrosas, pero hay algunos lugares donde puedes encontrarlos

todavía aferrándose a su estado natural.”

Entendí sólo la mitad de lo que estaba diciendo, pero entendí la idea general. “¿Dónde?”

pregunté, y Diode volvió a pestañear.

“El sitio más cercano de sorbus aucuparia está a cuatro punto dos kilómetros al oeste de la

torre,” dijo, asintiendo con la cabeza en la dirección. “Por supuesto, no serás capaz de verlo,

con el tenerles prohibido salir del recinto y todo. “¡Oh no!” dio un paso atrás de mí, y sus

ojos giraron. “No estás planeando escapar, ¿verdad? Glitch os encontrará, y el rastro le

conduciría hasta mí, y sería cómplice de un crimen. Por favor, dime que no estás planeando

una fuga.”

“Relájate, no estoy planeando una fuga.” No era del todo una mentira, ya que sólo me dijo

que le dijera eso, en lugar de preguntarme si lo estaba. Pero debe de haber funcionado,

porque suspiró aliviado y se relajó.

“Bien, eso es bueno, pero tengo que volver al trabajo.” El elfo hacker se alejó, casi

tropezando con sus propios pies, y me dio una sonrisa temblorosa. “Tengo que… estar en

otro lugar ahora. Fue... um... adiós.” Agarrando sus cables, huyó a las ruinas.

“¿Han oído eso?” Les pregunté mientras Puck y Ash aparecían detrás de mí. Ash hizo un

ruido reflexivo y se cruzó de brazos.

“Cuatro kilómetros al oeste,” murmuró, mirando al elfo que huía. “No muy lejos, pero ¿crees

que es conveniente dejarlo ir? Puede ir directamente con Glitch.”

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“Entonces debemos actuar con rapidez.” Revisé mi espada y mi armadura, verificando que

todo estaba en su lugar. “Saldremos de aquí, ahora.”

Los ojos de Puck brillaron. “¿Necesitas una distracción espectacular de algún tipo, princesa?”

preguntó.

“No, no vamos a quemar ningún puente antes de que tengamos que hacerlo.” Miré hacia las

ruinas, en busca de un determinado vuelo de escaleras que nos llevara donde teníamos que ir.

“Puede que queramos volver aquí, y no quiero pelear con una horda de rebeldes enojados

porque volaste su base o algo así. Vamos a salir a hurtadillas sutil y silenciosamente.”

“Um, pero si vamos a salir a escondidas, ¿no deberíamos estar buscando la puerta de atrás?”

“Ocúltense.” Ash de repente me agarró del brazo y me llevó detrás de una columna,

aplastándome contra su pecho, mientras Puck se sumergía detrás de una pila de rocas. Una

fracción de segundo más tarde, Glitch apareció al otro lado de la habitación, con Diode

pisándole los talones.

“No lo sé, señor,” estaba diciendo Diode. “Pero parecía sospechoso. No cree que ella esté

planeando un escape, ¿verdad? Me dijo que no lo estaba.”

“Eso no quiere decir nada,” dijo Glitch. Podía sentir el corazón de Ash contra la palma de mi

mano, aunque él se había quedado completamente inmóvil, casi sin respirar. “No has

conocido un humano en tu vida, Diode, por lo que no sabes que todos son capaces de mentir a

través de sus dientes.”

Diode se quedó sin aliento, y Glitch dejó escapar un largo suspiro, pasando sus manos por sus

espinas. “Puede que no sea nada,” dijo, mientras seguían caminando. Contuve la respiración,

cuando pasaron por detrás de nuestra columna. “Sin embargo, ve y búscala, de todos modos.

Lo último que queremos es que esa chica se arroje bajo las ruedas del rey falso.”

“Por supuesto, señor.” Sus voces se desvanecieron a medida que continuaron por las ruinas y

fuera de la vista.

Puck apareció desde detrás de los escombros. “Si vamos a irnos, hay que hacerlo pronto.

Como, ahora. Antes de que cabeza de enchufe lo descubra todo.”

“Por aquí,” susurré, y nos dimos prisa.

Después de un par más de llamadas, por fin vi la base de las escaleras al rellano más alto, que

miraba a lo largo de la meseta. Por desgracia, también estaba custodiado por un enano

fornido con un brazo mecánico y una lanza con punta de hierro. Varios elfos hacker estaban

agachados cerca, reparando cables y otros aparatos electrónicos.

“¿Quieres que acabe con ellos?” Ash murmuró mientras estábamos agazapados en las

sombras.

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“Sí, eso no sería para nada ruidoso,” dijo Puck en voz baja. Miré al enano y a los feys de

hierro, los únicos obstáculos para llegar a nuestro destino.

Y entonces, vi el destello de un ojo verde brillante en las ruinas arriba, la curva de una sonrisa

de neón. ¡Razor! Apuesto a que él les distraerá. Si tan solo pudiera hacer que me escuche...

Como si leyera mi mente, el gremling de pronto se volvió y miró directamente hacia nosotros.

Contuve el aliento. Bueno, ¿por qué no? Razor, si puedes escuchar esto, tengo que conseguir

pasar más allá del enano hasta las escaleras. ¿Podrías tal vez causar una distracción de

algún…?

El gremlin sonrió con locura, y luego con un grito que sonó casi maníaco, se escabulló de su

escondite con una ráfaga de chispas, llamando la atención de todos en la habitación. Riendo,

colgaba de cabeza y pareció burlarse de todos, antes de desaparecer de la vista. Gritos y

maldiciones llenaron las ruinas mientras los rebeldes, enano incluido, dejaron todo para

perseguir el gremlin.

“Bueno, eso fue conveniente,” reflexionó Puck. “Realmente necesito conseguir un par de esas

cosas.”

“Vamos,” espeté, y subí corriendo las escaleras, escuchando aún los gritos de los rebeldes

desde abajo mientras Razor los llevaba persiguiendo a un ganso salvaje o gremlin. Llegamos

al rellano sin obstáculos, el viento azotando mi pelo mientras subíamos a la cornisa.

Puck me dio una mirada de burla—alarma mientras miraba la pared de la torre, en busca de la

salida. “Um, ¿exactamente cómo estabas planeando conseguir salir de esta manera, princesa?

¿Volando?”

“Sí.” Por fin vi lo que estaba buscando, colgando de la pared cerca de la cima, un grupo de

planeadores estaban durmiendo al sol. Silbé suavemente, y ellos despertaron, volviendo sus

cabezas de insecto para mirar hacia nosotros.

Puck, siguiendo mi mirada, hizo un ruido de repugnancia en la parte posterior de la garganta.

“Me estás tomando el pelo. ¿Quieres volar fuera de aquí en esas cosas? Um... ¿Qué tal si me

convierto en un pájaro y te sigo…?”

“No. Ya oíste lo que dijo Mab.” Hice señas a los planeadores, y zumbaron soñolientos. “Usar

glamur podría romper tu amuleto. Queremos conservarlo lo más posible.”

Puck hizo una mueca. “Creo que podría hacer una excepción por esto, princesa. No es que no

me guste la idea de ser llevado alrededor por un gran bicho de metal, pero...” Retrocedió un

paso, mientras los planeadores comenzaban a arrastrarse por la pared.

“Oh, maravilloso. Me están mirando raro, princesa.”

“¿Qué te pasa, Goodfellow?” Ash sonrió, cruzando los brazos cuando los planeadores

aterrizaron en la plataforma, mirándonos con grandes ojos, de múltiples facetas. “¿Asustado

de un par de bichos?”

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“Los bichos son espeluznantes.” Puck miró a uno de los planeadores, haciendo una mueca

mientras éste le zumbaba. “Bichos gigantes de metal que me miran raro pertenecen a

películas de terror.” Se burló de Ash. “Además, no te veo dar un paso adelante, príncipe.”

“Sólo quiero hacer durar este momento, todo lo que pueda.”

“¡Chicos! ¡No hay tiempo para esto!” Les fulminé con la mirada, y se detuvieron, viéndose

culpables. “Esta es nuestra única salida. Sólo tienen que seguir mi ejemplo y hacer lo que yo

haga.”

Caminé hasta el borde del rellano y miré hacia abajo. Ayer, al mirar a esa gran caída hizo que

mi estómago deseara subir hasta mi garganta. Ahora, mi corazón se aceleró con entusiasmo y

extendí mis brazos.

Por un momento, no pasó nada, y tuve miedo de que los planeadores no respondieran,

después de todo. Pero luego escuché el zumbido familiar de las alas, y un segundo después

uno de los planeadores aterrizó sobre mis hombros, enrollando las patas de cobre mí

alrededor.

“Espeluznaaaaaante,” dijo Puck. Me volví para mirarlo.

“Cállate y escucha. Utiliza las patas delanteras para dirigirlo. Trata de relajarte y todo irá

bien.” Ignoré la mirada dudosa de Puck y miré de nuevo hacia delante. “Aquí vamos,” me

dije, y descendí fuera del borde.

El viento atrapó las alas del planeador enviándonos hacia arriba, y mi adrenalina se disparó

en respuesta. Me pareció oír gritar a Puck de incredulidad mientras subía en un espiral, y

sonreía salvajemente, imaginando su cara si le mostraba lo que el planeador realmente podía

hacer. Pero no había tiempo para locos descensos y maniobras aéreas como las de la noche

anterior, aunque podía sentir la emoción del planeador, también, como un caballo de carreras

ansioso por correr. Hice un par de loops hacia atrás, sólo para sacarlo de nuestros sistemas,

antes de circular hacia atrás para ver si los chicos necesitaban un mayor estímulo. Para mi

sorpresa tanto Puck como Ash había logrado despegar, y ambos iban deslizándose hacia mí,

aunque Puck se veía un poco verde mientras me puse junto a ellos.

“¿Están los dos bien?” dije, tratando de no sonreír. Puck levantó un pulgar hacia arriba.

“¡Fabuloso, princesa!” su planeador zumbó alto, y Puck hizo una mueca. “Aunque preferiría

estar volando en mi propias alas. Esto no es natural. ¿Hacia qué dirección vamos?”

Ash señaló hacia el horizonte lejano. “Hacia al oeste es por aquí,” dijo, y yo asentí. Sin ni

siquiera esperar a que lo dirigiera, mi planeador bruscamente viró a la derecha, y pusimos

curso hacia Rowan y la puesta del sol.

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CAPÍTULO 19 Traducido por Pargulin

Corregido por Sidonie

LA PROPUESTA DE ROWAN

Después de varios minutos de volar, vi una mancha negra brillante como un espejismo en el

paisaje plano. A medida que nos acercábamos, me di cuenta que se trataba de un grupo de

árboles, aún con vida, un oasis en medio del desierto condenado. Sin embargo, al volar en

círculos sobre ellos, vi que también estaban muriendo, sus troncos rayados con metal y la

mayor parte de sus hojas ya brillantes y metálicas. Unas pocas ramas tenían hojas que aún

estaban vivas, y coincidían con la rama que había encontrado en la base rebelde. Esta era

nuestra parada. Si la nota era de fiar, el hermano traidor de Ash estaba aquí.

Aterrizamos nuestros deslizadores, que zumbaron con ansiedad por ser dejados, y entramos

en el bosque con precaución, nuestras armas desenfundadas. Los árboles se estremecían con

el viento, las ramas metálicas raspaban, sonando como cuchillos, lo que hacía correr

escalofríos por mi columna vertebral.

Rowan salió de entre los árboles delante de nosotros, una figura delgada en blanco, su rostro

horriblemente quemado haciendo un nudo en mi estómago. Dos caballeros de hierro le

flanqueaban, su armadura segmentada y articulada con un nuevo símbolo. En lugar de una

corona de alambre de púas, el símbolo de un puño de hierro adornaba sus petos, apuntando

hacia el cielo. Uno de los caballeros era un extraño, desconocido para mí. Pero reconocí de

inmediato al segundo, la cara por encima del peto podría haber sido de Ash, a excepción por

la cicatriz en su mejilla y la falta de vida en sus ojos grises.

“Whoa, estoy viendo doble,” murmuró Puck, parpadeando rápidamente. “¿Un hermano tuyo

perdido hace mucho, chico hielo? ¿Fueron separados al nacer o algo así?”

“Ese es Tertius,” le susurré a medida que continuaban acercándose. “Él estaba con Ironhorse

la primera vez que vinimos al Reino de Hierro. Lo volví a ver en el Palacio de Invierno,

cuando robó el Cetro de las Estaciones y mató a Sage.” Ash apretó los puños a eso, haciendo

que el aire a su alrededor se volviera frío. “No lo subestimes. Puede verse como Ash, pero es

un Caballero de Hierro de principio a fin.”

“Sí, pero...” Puck miró de Tertius a Ash y viceversa. “Eso no me dice por qué se ve como un

clon del chico hielo.”

“Porque,” respondió Rowan, su suave voz llegando a través de los árboles, “él es un clon de

mi querido hermanito. El ex rey, Machina, creó a sus caballeros para que fueran su guardia de

élite, así que los hizo basándose en imágenes de las personas en la corte. Deben haber visto a

mi doble — feo hijo de puta. Le hice un favor y puse fin a su miseria. El gemelo de Sage, por

desgracia, se había ido antes de que le pudiéramos conocer.” Se detuvo a unos metros de

distancia e hizo una reverencia, los dos caballeros se detuvieron justo detrás de cada uno de

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sus hombros. “Hola, de nuevo, princesa. Estoy muy contento de que hayas podido venir. Y

con tus dos perros falderos a cuestas, también. Estoy impresionado. Eso debe haberte hecho

usar bastante magia.” Sus ojos azules se movieron hacia Ash, brillando peligrosamente, y le

sonrió. “Es un collar precioso, hermanito, pero no te salvará al final. La única manera de

sobrevivir al Reino de Hierro es llegar a ser parte de él. Sólo estás comprando algo de tiempo

con esa chuchería. Una vez que se rompa, como estoy seguro de que lo hará, este reino te

tragará entero.”

“Me dará el tiempo suficiente para matarte,” dijo Ash. “Lo que estaría feliz de hacer ahora

mismo, si lo deseas.”

“Oh, vamos.” Rowan agitó un dedo hacia él. “Nada de eso. No estamos aquí para pelear.

Vengo aquí para ofrecer una propuesta que podría poner fin a esta guerra. ¿Quieres parar la

guerra, Meghan Chase?”

Inmediatamente comencé a sospechar y me crucé de brazos. “¿Es por eso que me has traído

aquí? ¿Para que puedas negociar en nombre del rey falso?”

“Por supuesto,” dijo Rowan. “Pero primero, voy a necesitar un acuerdo de tu parte, princesa.

Uno que diga que nos comprometemos a no matarnos unos a otros mientras estemos en

terreno neutral. ¿No nos gustaría que mi querido hermanito se olvidara y atacara, no?”

Entrecerré los ojos. “Estoy más preocupada de que tú nos traiciones otra vez y tengas una

emboscada esperando ahí fuera. ¿Por qué debería confiar en ti?”

“Me hieres, princesa.” Rowan puso una mano sobre su corazón. “Les puedo asegurar, que lo

único que quiero hacer es hablar, pero si no estás interesada en escuchar nuestra propuesta,

creo que vamos a irnos con la cola entre las piernas y continuaremos nuestra marcha a Nunca

Jamás.”

“Oh, está bien.” Podría bailar esta tonada con Rowan para siempre, pero nos llevaría más

cerca de la propuesta. Sin embargo, había aprendido la lección con los tratos y negocios de

las hadas, y elegí mis palabras con cuidado. “Vamos a acordar una tregua si tu lado la honra,

también. Siempre y cuando nos encontremos en terreno neutral…” Hice un gesto a la

arboleda que nos rodeaba “… ninguna de las partes atacará a la otra. ¿De acuerdo?”

“De acuerdo. Ahora, eso no fue tan difícil, ¿verdad?” Rowan me sonrió, con exasperante

suficiencia. “Y vas a querer escuchar esto princesa. De hecho, creo que encontrarás este trato

muy interesante.” Se echó hacia atrás y me miró, tomándose su tiempo. No le respondí,

negándome a morder el anzuelo. Rowan sonrió. “Tu bando está acabado, princesa,” dijo.

“Todos sabemos que no pueden ganar, el ejército del Rey de Hierro es muy superior que los

de Verano o Invierno, y su fortaleza es impenetrable. En pocos días, el País de las Hadas será

consumido por el Reino de Hierro, a menos que Meghan Chase dé un paso hacia adelante y la

salve.”

“Ve al grano, Rowan.”

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Rowan me miró de reojo, recordándome una calavera sonriente. “El Rey de Hierro está

preparado para detener su avance en Nunca Jamás, llamar de vuelta a todas sus fuerzas, y

detener a su fortaleza donde se encuentra hoy, si estás de acuerdo con su propuesta.”

“¿Y esa es?”

“Casarse con él.” La sonrisa de Rowan se hizo más amplia, correspondiéndose con mi mirada

de horror. “Une tu poder con el de él. Desposa Verano y Hierro, y el Rey de Hierro dejará su

guerra contra Nunca Jamás durante el tiempo que permanezcas como su novia. De esta

manera, nadie resultara herido, nadie más muere, y más importante, Nunca Jamás como lo

conoces sobrevivirá. Pero debes estar de acuerdo en convertirte en su reina, o llegará a las

cortes de Verano y de Invierno con todo a su disposición. Y las destruirá.”

Me temblaban las manos, y las apreté en puños para detenerlas. “¿Ese es su trato?

¿Matrimonio?” Mi estómago se retorció con disgusto, y me tomó un respiro ocultar la

sensación de que iba a vomitar. “¿Qué pasa con todos estos Reyes de Hierro queriendo

casarse conmigo?”

“No es una mala oferta, si me preguntas,” dijo Rowan, sonriendo. “Llegar a ser reina, salvar

al mundo... Por supuesto, sólo estarías casada de nombre — el Rey de Hierro no tiene ningún

interés en tu... erm... cuerpo, sólo tu poder. Estoy seguro de que incluso te permitiría

conservar a tus perros falderos de mascotas, si lo deseas. Piensa en todas las vidas que

salvarías, con sólo decir sí.”

Me sentía enferma, pero... si yo pudiera detener la guerra sin que nadie muriera... ¿Valdría la

pena casarse con el Rey de Hierro para salvar a todo Nunca Jamás? Las vidas que podría

salvar, Ash y Puck y todos los demás... Eché un vistazo a Ash, y lo encontré viéndose tan

enfermo y horrorizado como yo.

“Meghan, no,” dijo, como si leyera mis pensamientos. “No tienes que hacer esto.”

“Por supuesto, que no tiene que hacerlo,” dijo Rowan. “Puede simplemente negarse, y el Rey

de Hierro marchará hacia Nunca Jamás y destruirá todo. Pero, tal vez a ella no le importa

salvar el País de las Hadas, después de todo. Quizá todas esas vidas que se perderán no tienen

ningún significado para ella. Si ese es el caso, por favor, sigue adelante y olvida que esta

conversación ocurrió.”

Cerré los ojos, mi mente girando con opciones y posibilidades. ¿Si acepto, podría acercarme

lo suficiente al rey falso para apuñalarle? ¿Rompería eso los términos de la propuesta? Tengo

que intentarlo. Esta podría ser nuestra única oportunidad de acercarnos. Pero... Abrí los ojos y

miré a Ash, a la feroz protección en su cara, el temor de que yo diría que sí. Lo siento tanto,

Ash. No quiero traicionarte. Espero que puedas perdonarme por esto.

Algo en mi expresión debe haberle dado una pista, porque se puso pálido y dio un paso hacia

adelante, apretando mis brazos, sus dedos enterrándose en mi piel. “Meghan...” Su voz era

dura, pero podía oír la desesperación por debajo de la superficie. “No. Por favor.”

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Rowan rió, cruel como el filo de una navaja, disfrutando de nuestro tormento. “Oh, sí, ruégale

una vez más, hermanito,” se burló. “Ruégale que no salve a las hadas, deja que te vea por lo

que realmente eres, una criatura sin alma, consumido por tus deseos egoístas, despreocupado

de cualquier cosa, menos lo que consideras tuyo. Asegúrate de decirle lo mucho que la amas,

lo suficiente como para destruir tu corte entera y todo lo que hay en ella.”

“Hey, aliento de cadáver, ¿por qué no nos haces un favor a todos y mantienes tus labios

cerrados?” Puck arrastró las palabras, sus ojos se estrecharon con ira. “Va a coincidir con el

resto de tu cara y será una mejora. No lo escuches, princesa,” continuó, volviéndose hacia mí.

“Este tipo de propuestas de matrimonio siempre tienen alguna trampa oculta o un vacío legal.”

Algo de lo que dijo Puck hizo funcionar mi memoria, y suavemente me liberé del agarre de

Ash para hacer frente a Rowan. “Vamos a escuchar la propuesta de nuevo,” le dije. “Desde el

principio. Sólo su oferta, palabra por palabra.”

Rowan rodó los ojos. “¿Me veo como un loro?” Se burló. “Está bien, princesa, pero se me

está acabando la paciencia, y lo mismo ocurre con el rey. Esta será la última vez, así que haz

un esfuerzo para seguirme, ¿sí? El Rey de Hierro desea que te conviertas en su reina. Desposa

Verano y Hierro, y el Rey de Hierro dejará su guerra contra Nunca Jamás durante el tiempo

que permanezcas como su novia…”

“Mientras yo siga siendo su novia,” repetí. “¿Hasta que la muerte nos separe, supongo?”

“Ese es el voto de boda tradicional, tengo entendido.”

“Entonces, ¿qué le impediría matarme tan pronto como diga ‘acepto’?”

Rowan se puso rígido, y los dos caballeros de Hierro compartieron una mirada. “¿Asumes

que el Rey de Hierro podría hacer tal cosa?”

“¡Por supuesto que lo haría!” Agregó Puck, asintiendo con la cabeza como si todo tuviera

sentido. “Si Meghan 'une su poder con el suyo,’ ya no la necesitaría. Ella le habría dado lo

que él quiere. Por lo tanto, en la noche de bodas, le cortaría la cabeza.”

“Él dejará su guerra contra Nunca Jamás durante el tiempo que permanezcas como su novia,”

Ash continuó, pensativo, entrecerrando los ojos. “Lo que significa que reanudará su marcha

tan pronto como ella está muerta.”

“Y será más poderoso que nunca,” terminé.

Rowan rió, pero me pareció un poco forzado. “Fascinante teoría,” se burló de él, aunque

carecía de la picadura de costumbre. “Pero eso no cambia el hecho de que el Rey de Hierro

está listo para destruir a Nunca Jamás, y ésta es tu única oportunidad de detenerlo. ¿Cuál es tu

respuesta, princesa?”

Miré a Ash, esbocé una sonrisa, y me volví hacia Rowan. “La respuesta es no,” dije con

firmeza. “Me niego. Di al rey falso que no tiene que ofrecer una propuesta de matrimonio

para que vaya a él. Voy a estar allí muy pronto, cuando sea el momento para matarlo.”

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Los labios de Rowan se curvaron en una sonrisa desagradable. “Tan predecible,” reflexionó,

retrocediendo. “Pensé que dirías eso, princesa. Es por eso que ya he enviado tropas a destruir

tu pequeña base rebelde. Será mejor que te apresures, ya deberían estar por llegar allí ahora.”

“¿Qué?” Miré a Rowan, deseando poder golpear la sonrisa fuera de su rostro. “Eres un

bastardo. Ni siquiera son una amenaza. ¿No podría haberlos dejado en paz?”

“Glitch es un traidor al Rey de Hierro, y sus rebeldes son una plaga que debe ser eliminada,”

dijo Rowan con aire de suficiencia. “Además, los habría destruido de todos modos, sólo para

ver la expresión en tu cara cuando te dieras cuenta de que más personas morirán debido a ti.

Por supuesto, mientras más tiempo te quedes aquí hablando, más tiempo desperdicias para

advertir a tus pequeños amigos. Empezaría a correr ahora, princesa.”

Clavé mis uñas en las palmas de las manos, la ira ardiente en mi pecho. No podíamos luchar

contra ellos, los términos de la tregua nos lo impedían, y teníamos que volver rápidamente

para ayudar a Glitch. Si no fuera ya demasiado tarde. Rowan me sonrió, conociendo nuestra

posición, y nos ondeó una mano alegremente.

Le fulminé con la mirada, retrocediendo con Ash y Puck. “Cuando vaya por el rey falso,” le

dije a Rowan, “Iré por ti, también. Te prometo eso.”

El príncipe traidor paso su ennegrecida lengua por sus labios. “Oh, estoy deseando que llegue

ese momento, princesa.” Sonrió, y salimos corriendo de la arboleda.

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CAPÍTULO 20 Traducido por Pargulin

Corregido por Sidonie

HIERRO CONTRA HIERRO

Pude oír la batalla incluso sobre el aullido del viento.

Exigiendo a mi planeador lo más rápido que podía ir, me abalancé sobre una elevación y vi

las ruinas de la torre, infestadas de fuerzas enemigas. Caballeros de Hierro se enfrentaban con

enanos armados, mantis religiosas plateadas con brazos como guadañas atacaban a frenéticos

elfos hackers, y perros mecánicos se lanzaban a la batalla. A lo lejos, un tanque con la forma

de un escarabajo enorme se dirigía hacia la base, aplastando todo a su paso mientras elfos

mosqueteros disparaban sus armas a la multitud.

“Deberíamos eliminar a ese bicho primero,” dijo Ash, acercándose a mí por un lado. “Si me

ocupo de los artilleros de la parte superior, ¿puedes derribarlo?”

Asentí con la cabeza, ignorando el miedo persistente en mi estómago. “Creo que sí.”

“Ustedes sigan adelante," gritó Puck, girando su planeador, alejándose. “Voy a mantener la

línea de entrada, me aseguraré de que nada la atraviese. ¡Nos vemos cuando ganemos,

princesa!” dijo mientras se abalanzaba lejos.

Tomé aire y miré a mi caballero. “Ash ¿Listo?”

Él asintió con la cabeza. “Vamos.”

Empujé las patas del planeador y lo envié en picado, precipitándome hacia el enorme insecto

negro. Muy por debajo, el chirrido del metal sonó en mis oídos. El boom de disparos

resonaba por todo el campo, y los gritos de los heridos y moribundos hizo que se me pusiera

la piel de gallina.

Algo pequeño y rápido, pasó delante de nosotros, golpeando la pata del planeador en una

explosión de chispas y haciéndolo girar bruscamente a la izquierda. Dando la vuelta, miré

hacia atrás para ver varias criaturas parecidas a pájaros, sus picos y los bordes de sus alas

brillaban como el borde de una espada, girando en espiral para otro ataque bomba.

“¡Separémonos!” le grité a Ash, quien los había visto también. “Si no, seremos presa fácil.

Voy a tratar de atraer sus ataques.” Sin esperar respuesta, le di un tirón a la pata de mi

planeador y lo envié revoloteando en otra dirección, buscando atrás por los bombarderos. Dos

se separaron de la bandada y se dirigieron hacia mí con gritos agudos.

Me deslicé hacia la izquierda, esquivándolos, pero por poco. Pasaron lanzados por mi lado

como estrellas fugaces, brutalmente rápido. Uno de los pájaros golpeó a mi pobre planeador

otra vez, casi haciéndome perder el control mientras el pájaro se alejaba. Enderezándome de

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nuevo, levanté la vista para ver que los pájaros venían una vez más, y apreté la mandíbula.

Bueno, pájaros. ¿Quieren jugar? Vengan, entonces.

Empujé a mi planeador para caer en picado, apuntando a la batalla de abajo. Las aves nos

siguieron, mientras sus gritos de caza resonaban detrás de mí. Mientras pasábamos a Ash, le

di un vistazo de una fracción de segundo, justo a tiempo para ver una luz azul hielo estallar

desde el frente de su planeador y la forma destrozada de un pájaro caer en la distancia. Sentí

una punzada de alarma al pasar; ¡él estaba usando glamur! Pero luego la tierra apareció

increíblemente rápido, llenando mi visión, y no tuve tiempo para otros pensamientos.

Me levanté, apenas esquivando la cabeza de un caballero, y oí un grito de espanto, mientras

el más cercano de los pájaros se estrellaba contra el caballero de Hierro con un fuerte crujido,

enviándolos a los dos al suelo, sobre el campo. Zigzagueando y esquivando, pase casi

rozando el suelo, soldados y rebeldes pasaban a mí alrededor como postes de teléfono

mientras me dirigía hacia la torre.

“Esto puede no haber sido una gran idea,” dije, pero ya era demasiado tarde, y volamos

directamente a las ruinas.

Vigas y paredes se alzaban frente a mí. Esquivé y me agaché frenéticamente, tirando

locamente de las patas del pobre planeador para evitar chocar por un pelo una y otra vez. No

me atreví a mirar hacia atrás para ver cómo le estaba yendo a nuestro perseguidor, pero no oí

ningún crujido o chirrido de metal, por lo que asumí que todavía nos seguía.

A medida que pasaba bajo una viga, las ruinas se desvanecieron y el árbol surgió en el centro,

enorme y magnífico. Con los gritos furiosos del pájaro todavía detrás de mí, me lancé contra

el tronco.

Un estremecimiento pasó por el planeador, y apreté los dientes. “Vamos, dame un truco más,”

murmuré. El tronco se alzaba delante de nosotros, llenando mi visión. En el último momento,

le di un tirón fuerte, y el planeador se abalanzó hacia arriba, fallando al árbol por centímetros.

El pájaro no tuvo tanta suerte y estrelló su pico en el tronco, por lo que varias hojas cayeron

al suelo.

No podía hacer una pausa para celebrar, a medida que me deslizaba verticalmente a lo largo

del árbol, tan cerca que podría haberlo alcanzado y tocado, me di cuenta que las ramas se

iban alejando. Con un último esfuerzo, dirigí al planeador a través de la parte superior del

árbol hasta que finalmente atravesamos la copa en una explosión de hojas de plata, en el cielo

abierto.

El planeador se combó, todo su cuerpo temblaba, y extendí la mano para acariciar su pecho.

“Lo hiciste bien,” jadeé, sacudiéndome. “Aunque no ha terminado todavía.”

El planeador hizo un zumbido cansado, pero se desperezó y salió disparado hacia adelante

hacia la batalla de nuevo. Ash venía en picado hacia nosotros, su expresión e incluso la forma

en que volaba su planeador era determinada y enfadada.

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“¿Por qué insistes en arrojarte en batallas en las que no puedo seguirte?” gruñó, girando su

planeador junto al mío. “No puedo protegerte si estás constantemente huyendo de mí.”

Sus palabras picaban, y mi cerebro ahogado en adrenalina respondió a su vez, antes de que

me lo pensara mejor. “Te lo grité, ¡fue una decisión en décimas de segundo, y no necesito tu

aprobación, Ash! ¡No necesito que me protejas de todo!”

Shock, dolor e incredulidad cruzaron su rostro. Luego, su expresión se cerró, sus ojos se

volvieron planos y de piedra mientras la máscara del príncipe Unseelie caía en su cara.

“Como usted quiera, mi dama,” dijo con una voz fuerte y formal. “¿Qué quiere que haga?”

Me estremecí, al oírle hablar así. El frío e inalcanzable Príncipe de Hielo... Pero no había

tiempo para hablar, mientras un grito de la lucha de abajo y el estruendo de los disparos atraía

mi atención a la situación. Hablar tendría que esperar.

“Por aquí,” dije, y empujé mi planeador en picado, Ash siguiéndome detrás. El combate era

aún rápido y furioso, pero los números eran menores ahora en ambos lados. El monstruoso

escarabajo de hierro todavía avanzaba hacia adelante sin descanso, dispersando olas de

rebeldes delante de él, cuyas armas rebotaran contra su caparazón de metal.

“¡Tenemos que acabar con ese escarabajo, ya!” Le grité a Ash, esperando que pudiera oírme.

“¡Si pudiera llegar a su parte superior, sería capaz de detenerlo!”

Mientras rodeaba al escarabajo, los elfos mosqueteros se encaramaron en su ancha espalda,

miraron hacia arriba y me vieron. Balanceando sus armas, hubo un rugido de fuego de

mosquete, y sentí el viento varias de bolas de hierro ir zumbando por delante de mi cara. El

planeador se sacudió violentamente, temblando en el aire, y luché para mantenerlo en

posición vertical.

Entonces, el planeador de Ash se abalanzó sobre el insecto de metal, y el caballero Unseelie

cayó directamente en el grupo de elfos. Su espada brillando, él giró una y otra vez en un

círculo azul mortal, y los elfos se apartaron, cayendo del escarabajo a la tierra implacable.

De pie, solo en la parte posterior del insecto enorme, Ash le dio a su espada un último

movimiento y la puso en su vaina. Su mirada fría se encontró con la mía, desafiante e

inflexible, un desafío silencioso. Evitando su mirada helada, me acerqué lo suficiente para

caer sobre el caparazón del escarabajo, dejando que mi pobre y valiente planeador volara para

recuperarse.

Bueno, estaba en la parte posterior del insecto. ¿Y ahora qué? Miré a mi alrededor,

preguntándome si había un volante o riendas o algo que controlara a esta cosa gigante.

“Las antenas,” dijo Ash, atravesando mis pensamientos. Parpadeé hacia él.

“¿Qué?”

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El Príncipe de Hielo me dio una de sus miradas hostiles e hizo un gesto hacia la parte frontal

del escarabajo, donde había un par de antenas negras y rígidas, cada una tan gruesa como mi

brazo, pegadas sobre el caparazón del insecto. Unas cuerdas, que colgaban de las puntas de

las antenas, estaban atadas a una plataforma detrás de la cabeza del escarabajo. “Ahí está tu

silla,” señaló Ash, aún en esa voz fría y plana. “Será mejor que pongas esto bajo control antes

de que se estrelle directamente contra la torre.”

Me tragué el nudo de la garganta y me apresuré a la plataforma, con los brazos extendidos

para equilibrarme contra el vaivén del insecto gigante. Al tomar las riendas, miré por encima

de la cabeza del escarabajo, y vi lo que quedaba de las fuerzas de los caballeros y rebeldes

corriendo lejos delante de mí. Vi a Glitch, librando una batalla con un gran golem mecánico,

rodando por debajo del golpe del gigante y tocando la rodilla del golem a su paso. El golem

sufrió un espasmo, se congeló en su lugar y cayó al suelo, mientras hilos de rayos se

arrastraban sobre su cuerpo. Un caballero de Hierro se precipitó hacia Glitch desde atrás, pero

de repente Puck saltó por encima del golem y golpeó con su pie la cara del caballero y este

cayó hacia atrás. Estaban luchando con valentía, pero las fuerzas del falso rey había hecho

retroceder a los rebeldes contra la base de la torre y estaban cerrándolos. Necesitaban a la

caballería, ahora.

“Bueno, insecto,” dije, agarrando las riendas. Las antenas del escarabajo temblaron, e inclinó

hacia atrás un enorme ojo negro para mirarme. “Espero gustarte más de lo que les he gustado

a todos los caballos que he montado. Ahora, ¡a la carga!”

El insecto se precipitó hacia delante, casi tirándome de la plataforma, y dio un bramido que

hizo temblar la tierra. Caballeros y soldados de Hierro miraron hacia atrás con alarma

mientras el gran bicho se estrellaba contra ellos, aplastándolos bajo los pies o haciéndolos a

un lado con la cabeza blindada. A medida que rompía a través de las líneas, lanzando al

enemigo como hojas, los rebeldes dieron un revitalizado rugido salvaje y cargaron,

arremolinándose sobre los soldados con un abandono desesperado.

Momentos más tarde, derrotados, desmoralizados, con la mitad de su ejército muerto por los

rebeldes o pisoteados por el enorme insecto, las fuerzas enemigas restantes se separaron y se

retiraron, huyendo por el suelo agrietado hasta desaparecer en el horizonte.

Detuve al escarabajo, desatando las riendas mientras un grito de júbilo se elevaba de las

fuerzas restantes de Glitch. Me preguntaba cómo iba a bajarme del insecto gigante, cuando el

escarabajo, sintiendo que la batalla había terminado, plegó las piernas y se dejó caer con un

gruñido sordo, haciendo temblar el suelo. Deslizándome por el suave caparazón, aterricé con

un gruñido y me enderecé rápidamente, buscando a Glitch.

Ash cayó a mi lado sin hacer ruido, sus rasgos todavía eran distantes y fríos como los de un

extraño. La culpa me apuñaló como una cuchilla cuando lo vi, pero incluso ahora, no podía

hablar con él como me gustaría. Ahora más que nunca, sabía que no podíamos quedarnos sin

hacer nada. No cuando el falso rey estaba casi en el frente de batalla. Teníamos que actuar

ahora.

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Me abrí paso entre la multitud, empujando a los rebeldes a un lado mientras me rodeaban,

riendo y aplaudiendo, felicitándome por un contraataque brillante.

“¿Dónde está Glitch?” grité, mi voz casi perdida en la cacofonía. “¡Tengo que hablar con él!

¿Dónde está?”

De repente, lo vi, de pie sobre un cuerpo en el suelo, los brazos cruzados sobre el pecho y la

cara triste. Un elfo hacker se arrodillaba sobre la figura boca abajo, empujándole con dedos

largos. Mi corazón se detuvo cuando vi quién era.

“¡Puck!” Me abrí paso entre la multitud a empujones, corriendo a su forma inmóvil. Mi

corazón latía con fuerza. Su rostro estaba manchado con sangre, que rezumaba por debajo de

su pelo y su piel estaba pálida. Una mano aún sujetaba su daga curva. Aparté al elfo,

haciendo caso omiso de sus protestas, y me arrodillé junto a Puck, cogiéndole la mano. Él

estaba mortalmente quieto, aunque creía que podía ver la débil subida y caída de su pecho, y

lágrimas brotaron de mis ojos.

“Él luchó con valentía,” murmuró Glitch. “Se arrojó a un escuadrón de caballeros de Hierro

que me habrían matado. Pocas veces he visto tanto valor, incluso entre las hadas de Hierro.”

La rabia me quemó, caliente y furiosa, llevándose mis lágrimas. De repente tuve que luchar

contra las ganas de saltar y apuñalar a Glitch con la daga de Puck. “Tú,” dije en voz baja, la

ira quemando en mi garganta. “No tienes ni idea de lo qué es el coraje. Dice que te opones al

falso rey, pero todo lo que haces es sentarte aquí, encogiéndote de miedo, con la esperanza de

que no te note. Sois unos cobardes, todos ustedes. Puck salió herido luchando tu guerra, y tú

ni siquiera tienes las agallas de hacer lo mismo.”

Murmullos enojados iban través de la multitud. Sentí a Ash pararse a mi lado, en silencio

desafiando a quien se acercara. Glitch se quedó en silencio por un momento, pero el

relámpago en su pelo rompió con rabia.

“¿Y qué quieres que hagamos, su alteza?” desafió. “¿Qué lance a mi pueblo a los pies del

falso rey, a sabiendas de que van a morir? Viste su ejército. Sabes que no tendríamos ninguna

oportunidad.”

“Realmente no tienes elección,” le contesté, todavía buscando en la cara de Puck, con

esperanza, una chispa de vida, una señal de que iba a ponerse bien. “No puedes quedarte aquí.

El falso rey sabe dónde te encuentras ahora. Vendrá por ti una vez más, y no se detendrá

hasta que mate a todos y cada uno de ustedes.”

“Nos podemos mover,” dijo Glitch. “Podemos evacuar a un lugar seguro una vez más…”

“¿Por cuánto tiempo?” Me paré y miré a Glitch, con furia. “¿Cuánto tiempo crees que pueden

esconderse antes de que los encuentre de nuevo?” levanté la voz, mirando a mí alrededor al

resto de las hadas. “¿Cuánto tiempo están dispuestos a encogerse de miedo, como ovejas,

mientras que él lo destruye todo? ¿Creen que alguna vez estarán a salvo mientras él esté ahí

fuera? Si no nos unimos contra él ahora, sólo se volverá más fuerte.”

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“Una vez más te pregunto, ¿qué quieres que hagamos, princesa?” espetó Glitch, sus espinas

rompiendo con furia. “¡Nuestras fuerzas son muy pequeñas! No hay nada que podamos hacer

para detenerlo.”

“Si lo hay.” Le miré, manteniendo mi voz calmada. “Puedes unir fuerzas con Verano e

Invierno.”

Glitch ladró una carcajada mientras la multitud estalló con el ruido. “¿Unirnos a los sangre

antigua?” se burló. “Estás delirando. Quieren destruirnos tanto como al falso rey. ¿Crees que

Oberon y Mab felizmente nos dejarán entrar resueltamente y nos darán apretones de mano y

todo estará bien? Ellos no nos dejarán cruzar la frontera, sin tratar de matarnos a todos.”

“Te dejarán si yo te llevó allí.” Le miré, negándome a rendirme. “Lo harán si no hay otra

manera de vencer al rey falso. ¡Vamos, Glitch! Todos queremos lo mismo, y esta es la única

manera en que tendríamos una oportunidad. No puedes esconderte de él para siempre.” Glitch

no dijo nada, negándose a encontrarse con mi mirada y levanté las manos por la frustración.

“¡Muy bien! Quédate aquí y tiembla como un cobarde. Pero yo voy a ir. Puedes tratar de

mantenerme aquí por la fuerza, pero te puedo decir que no va a ser bonito. Tan pronto como

Puck esté lo suficientemente bien, nos vamos, con o sin tu consentimiento. Así que, o me

ayudas o sal de mi camino.”

“¡Está bien!” gritó Glitch, sorprendiéndome. Pasando sus manos por su cabello, suspiró y me

dio una mirada irritada. “Está bien, princesa,” dijo en una voz más suave. “Tú ganas. Tienes

un buen punto. El enemigo de mi enemigo es mi amigo, ¿verdad?” Suspiró de nuevo,

moviendo la cabeza. “No podemos permanecer ocultos para siempre. Es sólo cuestión de

tiempo antes de que llegue de nuevo a nosotros. Si voy a morir, prefiero morir en la batalla a

ser perseguido como una rata. Sólo espero que tus amigos sangre antigua no traten de

matarnos tan pronto como la batalla se lleve a cabo. Puedo ver a Oberon convenientemente

dejar que se deslice ese pequeño detalle en cualquier acuerdo que hagamos.”

“Él no lo hará,” le prometí, el alivio floreciendo a través de mí. “Voy a estar allí. Me

aseguraré de ello.”

“Tú diles, princesa,” murmuró Puck desde la tierra.

Me volví, mi corazón saltando, mientras Puck abría los ojos y me sonreía débilmente. “Ahora,

eso,” dijo mientras me arrodillaba junto a él, “fue un conmovedor discurso. Creo que derramé

algunas lágrimas.”

“¡Idiota!” Quería golpearlo y abrazarlo al mismo tiempo. “¿Qué pasó? Pensamos que estabas

muriendo.”

“¿Yo? Nah.” Puck agarró mi brazo y se acomodó en posición vertical, haciendo una mueca

mientras se tocaba con cuidado la parte posterior de la cabeza. “Fue un golpe feo en el cráneo

que me dejó fuera por unos minutos, eso es todo. Hubiera dicho algo antes, pero estaban en

un rollo y no quería interrumpir.”

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El impulso de golpearlo aumentó, especialmente desde que me dio esa estúpida y vieja

sonrisa, ésa que me recordaba a mi mejor amigo, que había cuidado de mí en la escuela, que

siempre estuvo ahí, sin importar lo que pasara. Le puse de pie, le di un puñetazo en el hombro

y lancé los brazos a su alrededor, abrazándolo con fuerza. “No me asustes así,” le susurré.

“No podría soportar perderte por segunda vez.”

Liberándolo, me dirigí a Glitch, que nos observaba con una expresión perpleja, incómoda en

su rostro. “¿No habías dicho algo sobre ayudarnos?”

“Claro, princesa. Lo que tú digas.” Glitch parecía más resignado que convencido, pero se

volvió hacia sus rebeldes, y alzó la voz. “¡Evacúen el campo!” gritó, su voz atravesando el

campo. “¡Empaquen y lleven sólo lo necesario! ¡Sanadores, reúnan a los heridos y cuiden de

ellos lo mejor que puedan! ¡Cualquier persona que todavía pueda luchar tiene que estar

preparada para viajar por la mañana! ¡El resto de ustedes, ármense y estén listos para marchar!

¡Mañana, vamos a unir fuerzas con Oberon y los sangre antigua! ¡Cualquiera que tenga un

problema con eso, o que esté demasiado débil o herido para la lucha, debe irse ahora! ¡En

marcha!”

El campo estalló en acción. Glitch observó a los rebeldes correr a toda prisa durante un

momento, luego se volvió hacia mí con una mirada cansada.

“Bueno, ya está hecho. Espero que sepas lo que estás haciendo, su alteza. Saldremos antes del

amanecer.” Entonces, alguien le llamó, y se fue, desapareciendo entre la multitud y me dejó

sola con Puck y Ash.

Estaba consciente de repente de Ash, de pie a unos metros de distancia, mirándome a mí y

Puck con la expresión de una pared de granito. No lo había olvidado, pero esa mirada fría,

plateada y plana como la superficie de un espejo, provocó un torrente de emociones de golpe.

Antes de que pudiera decir algo, Ash se volvió hacia mí y me hizo una reverencia rígida y

formal. “Mi dama,” dijo con una voz tranquila y plana, encontrando mi mirada. “Tengo que

atender mis lesiones antes de que la noche termine. Le ruego me disculpe.”

Ese mismo tono frío, formal. No de burla o vicioso, sólo demasiado amable, sin emoción. Mi

estómago se tensó, y las palabras se congelaron en el fondo de mi boca. Quería hablar con él,

pero la frialdad de sus ojos cortaba en mí, deteniéndome. En su lugar, simplemente asentí con

la cabeza y vi a mi caballero volverse sobre sus talones y avanzar hacia la torre sin mirar atrás.

Puck se estremeció exageradamente con un escalofrío y se frotó los brazos.

“Uf, ¿Hace frío aquí, o sólo soy yo? ¿Problemas en el paraíso, princesa?” Sentí calor en mi

rostro, y Puck negó con la cabeza. “Bueno, no me arrastres a ellos. Aprendí hace mucho

tiempo a no meterme en medio de una disputa de amantes. Nada sale como está planeado: la

gente se enamora de la persona equivocada, alguien termina con una cabeza de asno, y

entonces todo es un gran lío.”

Miró hacia mí y suspiró. “Déjame adivinar,” murmuró él, llevándome hacia la torre. “Hiciste

algo levemente loco durante la última batalla, y el chico hielo se asustó.”

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Asentí con la cabeza, un nudo en la garganta. “Estaba enojado porque me fui sin él,” le dije.

“Pero luego me enojé porque no confía en mí para manejar las cosas por mí misma. Quiero

decir, no siempre puedo tenerlo mirando sobre mi hombro, ¿verdad?”

Puck levantó las cejas, y suspiré. “Está bien, fui imprudente y estúpida. Podría haber sido

asesinada, y un montón de gente está contando conmigo para detener el falso rey. Ash sabe

eso.”

“¿Y...?” Puck pinchó.

“Y... yo podría haberle... dicho que no lo necesitaba.”

Puck se estremeció. “Ouch. Bueno, ya sabes lo que dicen: siempre lastimas a la persona que

amas. ¿O es a la que odias? Nunca me acuerdo.” Sollocé, y puso un brazo a mí alrededor

mientras entrábamos en las ruinas. “Bueno, no te preocupes demasiado, princesa. Deja que el

chico hielo se enfríe durante la noche y luego trata de hablar con él mañana. No permanecerá

enojado contigo por mucho tiempo, estoy seguro. Ash no es de los que guardan rencor.”

Me aparté y le fruncí el ceño. “¿De qué estás hablando? ¡Él guardó rencor contra ti durante

siglos!”

“Oh. Cierto.” Puck medio hizo una mueca mientras le daba una palmada en el pecho. “Pero

es diferente contigo, princesa. Ash sólo tiene miedo de que no lo necesites. ¿Todo ese baile y

canto del príncipe de hielo?” Resopló. “Es un dispositivo que utiliza para protegerse a sí

mismo, para no resultar lastimado cuando alguien lo apuñala en la espalda. Eso pasa mucho

en la Corte de Invierno, como estoy seguro que ya sabes.”

Lo sabía. Había visto la naturaleza fría e insensible de la Corte Unseelie, y la familia real era

la peor, con Mab enfrentando a sus propios hijos unos contra otros para ganar su favor. Ash

había crecido entre los que conocían sólo la violencia y la traición, donde la emoción era

considerada como una debilidad a explotar, y el amor era una virtual sentencia de muerte.

“Pero conozco a Ash,” continuó Puck. “Cuando está contigo...” Vaciló, rascándose la parte

posterior de la cabeza como lo hacía cuando estaba nervioso. “La única vez que lo había visto

así fue cuando estaba con Ariella.”

“¿En serio?”

Él asintió con la cabeza. “Creo que eres buena para él, Meghan,” dijo, sonriendo de una

manera pequeña y triste, que era completamente diferente del Puck que conocía. “Veo la

forma en que te mira, algo que no he visto en él desde el día que perdió a Ariella... Y sé que

tú lo amas de una manera en que no me puedes amarme.” Miró a lo lejos, sólo por un

momento, y respiró hondo. “Los celos no son algo con lo que tratemos bien,” admitió. “Pero

algunos de nosotros hemos estado alrededor el tiempo suficiente para saber cuándo hay que

dejarlo ir, y lo que es más importante. La felicidad de mis dos mejores amigos debe ser más

importante que alguna antigua enemistad.” Dando un paso más cerca, colocó una palma en

mi mejilla, alejando un mechón de pelo de mi cara. Glamour estalló a su alrededor,

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fundiéndolo en un halo de luz esmeralda. En ese momento, él era puro hada, desvinculado de

los superficiales miedos y vergüenza humanos, un ser tan natural y antiguo como los bosques.

“Yo siempre te he amado, princesa,” prometió Robin Goodfellow, sus ojos verdes brillaban

en la oscuridad. “Y siempre lo haré. Y tomaré lo que sea que puedas darme.”

Miré hacia abajo, incapaz de encontrar su mirada abierta, los miedos humanos y conciencia

de mí misma saliendo a la superficie. “¿Incluso si todo lo que puedo ofrecer es amistad?

¿Será eso suficiente?”

“Bueno, no realmente.” Puck bajó su mano, su voz volviéndose ligera y sin preocupaciones

otra vez, más como el Puck que conocía. “Maldita sea, no soy capaz de mentir. Princesa, si de

repente decides que el chico hielo es un idiota de primera clase y que no lo soportas, siempre

voy a estar aquí. Pero, por ahora, me conformo con ser el mejor amigo. Y como el mejor

amigo, es mi deber informarte que no pierdas el sueño de esta noche por Ash.” Fuimos a mi

habitación, y Puck se detuvo, se volvió hacia mí con la mano en el pomo de la puerta.

“Además, no te molestes en tratar de encontrarlo. Si Ash dice que quiere que lo dejen solo, él

quiere que lo dejen solo. Los intrusos pueden obtener un témpano en la cabeza por

molestarlo.” Hizo una mueca y abrió la puerta. “Confía en mí en eso.”

Un par de adormecidos ojos dorados se volvieron hacia nosotros cuando entramos en la

habitación, y Grimalkin se sentó en el catre. “Aquí están.” Suspiró, bostezando y mostrando

su lengua de color rosa brillante. “Temía que nunca llegaran.”

“¿Dónde has estado, Grimalkin?” estallé, cruzando la habitación para mirarlo. Parpadeó hacia

mí con calma. “Todo el mundo está a punto de salir, y no podíamos encontrar ni el menor

rastro de ti.”

“Mmm. No debes haber buscado bien.” El gato parpadeó. “Así que, realmente convenciste a

Glitch de unirse a las cortes, ¿verdad? Eso será interesante. ¿Sabes que, incluso con las

fuerzas combinadas de los rebeldes, nuestro bando es aún relativamente pequeño en número

en comparación al ejército del falso rey? Creo que es la razón por la que Mab y Oberon te

enviaron específicamente tras el falso rey… si la cabeza se corta, el cuerpo seguirá.”

“Lo sé.” Enfrenté al gato, sintiéndome cohibida bajo esa mirada de desaprobación. “Pero

tengo que pasar por el ejército para llegar a la cabeza. Al menos así tendré la oportunidad de

entrar en la fortaleza. En este momento no puedo ni siquiera estar cerca.”

“Y dejar que el falso rey marche con su ejército a Nunca Jamás es una mejor opción.”

“¿Qué se supone que debo hacer, Grimalkin? Ésta es nuestra única oportunidad. No tengo

otra opción.”

“Tal vez. O tal vez todos vayan a morir. Estoy continuamente sorprendido por la falta de

preparación que hay por aquí.” Grimalkin se rascó la oreja y se puso de pie, moviendo la cola.

“Por cierto, creo que alguien estaba buscando esto más temprano.”

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Se hizo a un lado, revelando la forma inerte y arrugada de un gremlin tendido en el catre. Di

un grito ahogado y miré a Grim, que parecía ridículamente satisfecho de sí mismo.

“¡Grimalkin! Tú no... ¿Está él...?”

“¿Muerto? Por supuesto que no, humana.” Los bigotes del gato temblaron, ofendidos.

“Aunque, podría estar un poco mareado cuando despierte. Sin embargo te aconsejo que lo

mantengas más bajo control, pues parece excesivamente atraído a hacer travesuras. Tal vez

podrías ponerle una correa.”

“Parece que está volviendo en sí,” señaló Puck.

Me arrodillé junto a la cama mientras las orejas de Razor se contraían y su cuerpo larguirucho

se estiraba, levantando la cabeza. Por un momento, me miró, parpadeando por la confusión.

Entonces su mirada se deslizó a Grimalkin y dejó escapar un siseo, saltando hacia la pared.

Falló, cayendo de nuevo en la cama en una maraña de orejas y extremidades. Escupiendo

confusión y furia, se puso en pie, tambaleándose y agitando el puño en el aire. Me estiré para

agarrarlo, pero se alejó corriendo, rápido como un rayo, y saltó de la cama.

La mano de Puck salió disparada, agarrándolo por sus enormes orejas, sujetándolo con el

brazo extendido, mientras se retorcía y forcejeaba. Razor maldijo entre dientes y escupió

chispas de su boca, su mirada no estaba sobre Puck, sino en el cait sith a mi lado.

“¡Gatito malo!” gritó, gruñendo y mostrándole los colmillos a Grimalkin, quien bostezó y se

dio la vuelta para lamer su cola. “¡Malvado, malvado, astuto gatito! Te cortaré la cabeza de

un mordisco en tu sueño, ¡lo haré! ¡Te colgaré por los dedos del pie y te prenderé fuego!

¡Arde, arde!”

“Uh, princesa,” dijo Puck, con una mueca de dolor mientras el gremlin le enterraba las garras

y se sacudía, lanzando chispas por todas partes, “esto no es precisamente divertido para mí.

¿Debería soltar esta cosa o dejar que Grim lo noquee de nuevo?”

“¡Razor!” le espeté, aplaudiendo las manos delante de su cara. “¡Basta, ahora!”

El gremlin se detuvo, parpadeando hacia mí con una expresión casi lastimada. “¿Ama

castigará a gatito malo?” Dijo en una voz lastimosa.

“No, no voy a castigar al gatito malo,” le dije, y Grimalkin resopló. “Y tú tampoco lo harás.

Quiero hablar contigo. ¿Te quedarás quieto y no saldrás corriendo si te dejamos ir?”

Él asintió con la cabeza, lo mejor que pudo, mientras Puck aún sostenía con fuerza sus orejas.

“Si ama quiere que Razor se quede, Razor se queda. No se mueve hasta que se le diga.

Promesa.”

“Está bien.” Eché un vistazo a Puck y asentí con la cabeza. “Déjalo ir.”

Puck levantó una ceja. “¿Estás segura, princesa? Todo lo que oí fue un zumbido estático y

charla de ardilla.”

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“Lo puedo entender,” le dije, ganando una mirada dudosa de Puck y un brillo de interés de

Grimalkin. “Él prometió que no se moverá. Déjalo ir.”

Se encogió de hombros y abrió el puño, dejando caer al gremlin a la cama otra vez. Razor

golpeó el colchón y se congeló al instante, ni siquiera sus oídos vibraban mientras miraba

hacia mí con expectantes ojos verdes.

Parpadeé. “Uh, relájate” dije, y el gremlin se dejó caer sentado, todavía mirándome fijamente.

“Mira, Razor, creo que lo mejor es que te vayas. El campamento está siendo evacuado en este

momento. No puedes quedarte aquí solo, y no creo que seas bienvenido a dónde vamos.”

“¡No!” Razor saltó, su rostro ansioso. “¡Quedarse con Ama! ¡Ir donde Ama va! ¡Razor puede

ayudar!”

“No puedes,” le dije, odiando la forma en que sus orejas cayeron como las de un perrito

cuando se le regaña. “Estamos marchando a la guerra, y va a ser peligroso. No nos puedes

ayudar contra el ejército del falso rey.” Zumbó tristemente, pero mantuve mi voz firme.

“Vete a casa, Razor. Vuelve a Mag Tuiredh. ¿No es donde realmente quieres estar? ¿Con

todos los otros gremlins?”

Grimalkin lanzó un fuerte suspiro, haciéndome mirar hacia atrás y a Razor sisear. “¿Soy el

único aquí que tiene alguna idea en absoluto?” dijo, mirando a cada uno de nuestros rostros.

Nos quedamos mirándolo, y negó con la cabeza. “Un dibujo en blanco, ¿verdad? Piensa en lo

que acabas de decir, humana. Repite la última frase.”

Fruncí el ceño. “¿No es allí donde quieres estar?”

Cerró los ojos. “La siguiente frase, humana.”

“Con todos los otros gremlins.” Me miró, expectante, y yo levanté las manos. “¿Qué? ¿A

dónde quieres llegar, Grim?”

Grimalkin golpeó la cola. “Es en momentos como este en los que estoy infinitamente

agradecido de ser un gato,” suspiró. “¿Por qué crees que te he traído esta criatura, humana?

¿Para practicar mis habilidades de caza? Te aseguro que ya son muy adecuadas. Por favor,

intenta usar el cerebro que sé que está escondido en algún lugar de esa cabeza. Hay miles de

gremlins en Mag Tuiredh, tal vez cientos de miles. Y ¿quién es la única persona en todo el

reino que puede comunicarse con ellos?”

“Yo.” De repente, lo que le estaba dando a entender me golpeó con toda su fuerza. “Los

gremlins. Hay miles de ellos ahí fuera. Y... y me escuchan a mí.”

“Bravo,” bromeó Grimalkin, rodando los ojos. “La bombilla se enciende, finalmente.”

“Puedo pedir a los gremlins que nos ayuden,” dije, ignorando a Grimalkin, quien se echó al

suelo y enrolló su cola a su alrededor, su trabajo al parecer hecho. “Puedo ir a Mag Tuiredh

y...” Me detuve, moviendo la cabeza. “No. No, no puedo. Tengo que estar allí cuando

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llegamos a Nunca Jamás, sino Oberon y Mab tratarán de matar a Glitch y su ejército. Ellos

pensarán que es sólo otro ataque del falso rey.”

“Probablemente estás en lo cierto,” reflexionó Puck, cruzándose de brazos. “Mab no dudaría,

e incluso Oberon cortaría primero y preguntaría después, cuando se trata de las hadas de

Hierro.” Miró hacia abajo a Razor, que seguía mirándome fijamente y moviendo la cabeza

como un perro tratando de entender. “¿Qué pasa con Buzzsaw*? ¿Podrías enviarle con un

mensaje a sus amigos, diciéndoles lo que quieres?”

“Supongo que podría intentarlo. ¿Qué tenemos que perder?” Me volví hacia el gremlin, que

se incorporó y extendió sus orejas, listo y ansioso. “Razor, si le pido a los otros gremlins que

me ayuden, ¿crees que vendrían?”

“¡Nosotros ayudamos!” Razor rebotó en su lugar, con una sonrisa. “¡Razor ayuda! ¡Ayuda a

Ama, sí!”

No sabía si eso significaba que todos los gremlins ayudarían o simplemente él, pero continué

de todos modos. “Quiero que lleves un mensaje a Mag Tuiredh. Esto es para todos los

gremlins. Reúne a todos los que estén dispuestos a luchar y reúnanse con nosotros en el límite

del Reino de Hierro, donde se encuentra el wyldwood. Tenemos que detener la torre del falso

rey antes de que llegue al frente de batalla. ¿Puedes hacer eso, Razor? ¿Entiendes lo que

estoy pidiendo?”

“¡Razor entiende!” alardeó el gremlin, y saltó a la pared, mostrando su sonrisa de neón. “¡Yo

ayudo! ¡Encontrar a Ama en la tierra de los raros elfos! ¡Voy!” Y antes de que pudiera

llamarlo de vuelta, corrió hacia una esquina, se deslizó a través de los listones en la rejilla de

ventilación y desapareció.

Puck levantó una ceja y me miró. “¿Crees que realmente entendió lo que querías?”

Grimalkin levantó la cabeza y me dio una mirada de fastidio, como si hubiera echado a

perder algo que había pasado horas preparando. “No sé,” murmuré, mirando la rejilla de

ventilación. “Creo que sólo podemos esperar.”

NO VI A ASH EN TODA esa noche, aunque ignoré el consejo de Puck y lo busqué. Las

ruinas, llenas de actividad en un primer momento, con el tiempo se calmaron a un silencio

sombrío, mientras decenas de hadas rebeldes, se preparaban para marchar a la batalla. Las

armaduras fueron limpiadas, las hojas afiladas y Glitch desapareció tras unas puertas cerradas

con varios de sus asesores y elfos hackers, probablemente, para discutir estrategias. Puck,

siempre curioso y viendo todas las sesiones privadas como un reto personal, me dijo que iba a

averiguar qué estaba pasando y desapareció. Inquieta, nerviosa y molesta porque no podía

encontrar a Ash, me refugié en mi habitación, donde Grimalkin estaba acurrucado en el

medio de mi cama y se negó a moverse para que pudiera acostarme.

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“¡Grimalkin, muévete!” Solté después de probar y fallar tratando de moverlo. Dejó salir un

gruñido cuando lo empujé, flexionando sus garras muy afiladas, y rápidamente retiré la mano.

Los ojos dorados se abrieron una rendija y me miró.

“Estoy bastante cansado, humana,” advirtió Grimalkin, aplanando sus oídos en una rara pero

peligrosa demostración de mal genio. “Teniendo en cuenta que pasé toda la noche rastreando

a un gremlin, educadamente te pido que me dejes dormir, antes de que volvamos por el

mismo camino que acabamos de llegar. Si estás buscando al príncipe de Invierno, está en el

balcón con esos insectos.” Grimalkin olfateó y cerró los ojos. “¿Por qué no vas a molestarlo a

él por un tiempo?”

Mi corazón dio un brinco. “¿Ash? ¿Ash está en el balcón?”

Grimalkin suspiró. “¿Por qué los humanos consideran necesario repetir todo lo que se les

dice?” Reflexionó, pero yo ya estaba fuera de la puerta.

Traducido por NaaN!

Corregido por Sidonie

EL PASADO DE FERRUM

Los rebeldes me lanzaron curiosas y molestas miradas mientras yo corría a través de la base,

esquivando los elfos hackers que iban recogiendo sus computadoras, balbuceando disculpas

mientras yo me abría paso entre la multitud. Al llegar a la escalera de la terraza, subí los

escalones de dos en dos pero disminuí el paso cuando llegué al rellano. Recordando lo que

dijo Puck sobre los intrusos y carámbanos siendo lanzados, me asomé con cautela al doblar la

esquina.

Ash estaba de pie junto al borde del rellano, de espaldas, el viento tiraba de su cabello y capa.

En los cielos, oscuras nubes de color rojo borraban la luna, y pequeñas escamas de color gris

bailaban en la brisa, disolviéndose en polvo cuando tocaban mi piel. Una fina capa de polvo

cubría el balcón, amortiguando mis pasos mientras yo cruzaba el arco. Yo sabía que Ash me

había oído por la inclinación de su cabeza, pero no se dio la vuelta.

"Es increíble," susurró, con sus ojos mirando el paisaje. A lo lejos, un hilo de un rayo verde

venenoso se metió por debajo de las nubes y el aire se volvió fuerte y químico. "Pensar que

esto una vez fue Nunca Jamás. Saber que todo se puede convertir en esto..." Él movió

lentamente la cabeza. "Sería el fin para nosotros. El país de las hadas se extinguiría para

siempre. Todo lo que conocía, los lugares que han permanecido desde el principio de los

tiempos, desaparecerían."

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"No vamos a permitir que eso suceda," dije con firmeza, uniéndome a él en el borde. "El falso

rey será detenido, y esto va a volver a la normalidad. Yo no voy a dejar que todo

desaparezca."

Él no dijo nada, y continuó mirando el paisaje. El silencio cayó, espeso e incómodo. El viento

sopló en mi cabello, aullando en la distancia entre nosotros. Podía sentir que los dos

queríamos hablar, para romper la incomodidad de las disculpas no pronunciadas, hasta que el

silencio se hizo más de lo que podía soportar. "Lo siento, Ash," murmuré al fin. "Por lo que

dije antes. Yo no quise decir eso."

Dio a su cabeza un pequeño movimiento. "No. No debes pedir disculpas." Con un suspiro, se

pasó una mano por el pelo, todavía sin mirarme. "Yo fui el que te enseñó a luchar, a cuidar de

ti misma. No tengo derecho a estar enojado cuando has demostrado ser capaz, después de

todas las lecciones que te di.”

"Tuve un profesor muy bueno."

Sonrió, muy débilmente, aunque sus ojos permanecían oscuros, su mirada en las nubes

barriendo el horizonte. "Tú no eres la misma chica que conocí cuando vino por primera vez a

Nunca Jamás, en busca de su hermano," dijo en voz baja. "Has crecido... cambiado. Eres más

fuerte ahora, como ella." Él no dijo su nombre, pero yo sabía a quién se refería. Ariella, el

amor que perdió en el ataque de un dragón mucho antes de conocernos. "Ella siempre fue la

más fuerte," continuó Ash, su voz apenas un murmullo. "Incluso la Corte de Invierno no

podía aplastar su espíritu, volviéndola rencorosa y cruel. Ella era mejor que todos nosotros.

Pero no pude salvarla." Cerró los ojos, apretando los puños por el recuerdo. "Ella murió

porque no pude protegerla. No puedo..." Su voz tembló, sólo un poco, y tomó una respiración

tranquilizadora. "No puedo permitir que vuelva a suceder."

"Yo no soy ella," dije, deslizando mis brazos a través de los de él. "No me vas a perder, te lo

prometo."

Se estremeció, mirándome por el rabillo de sus ojos. "Meghan," comenzó diciendo, y yo

podía sentir su malestar. "Hay algo... que yo no te he dicho. Te lo debí haber explicado antes,

pero... tenía miedo que fuera una predicción self—fulfilling* si lo supieras." Hizo una pausa,

como esperando que yo dijera algo. Cuando no lo hice, él tomó una respiración profunda.

"Hace mucho tiempo," comenzó, "alguien me dijo que estaría maldito en el amor, que

aquellos a los que llegara a querer serían arrancados de mí, mientras yo permaneciera sin

alma, perdería a toda la gente que realmente me importaba."

Mi corazón se detuvo por un momento, entonces empezó a latir más rápido que antes.

"¿Quién te dijo eso?"

"Una sacerdotisa druida muy vieja." Parecía dudar ahora, y yo capté un atisbo de

arrepentimiento de color azul oscuro en la esquina de mi ojo. "Esto fue antes de Ariella, en

los tiempos antiguos, cuando los seres humanos todavía temían y adoraban a los antiguos

dioses y tenían todo tipo de rituales para mantenernos fuera, que por supuesto sólo nos

desafió a encontrar maneras de estar alrededor. Yo era mucho más joven entonces, y mis

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hermanos y yo jugábamos a nuestros crueles juegos con los mortales, sobre todo con las

mujeres jóvenes y tontas que se nos cruzaban." Hizo una pausa, inclinando la cabeza

ligeramente hacia atrás, midiendo mi reacción.

“Continúa," murmuré.

Suspiró, y con mucho cuidado se liberó de mi mano, volviéndose hacia mí. "Hubo una

chica," dijo, escogiendo sus palabras con mucho cuidado, “apenas de dieciséis años mortales,

y tan inocente como estos llegaron. Su pasatiempo favorito era recoger flores y jugar en el

arroyo al borde del bosque. Lo sabía, porque yo la observaba desde los árboles. Ella siempre

estaba sola, sin preocupaciones, tan ingenua a los peligros del bosque." Un toque de amargura

se arrastró en su voz, el lado oscuro de las hadas en la historia. Sentí frío, mientras él

continuaba con una voz suave y plana. "La llevé hasta el bosque, con palabras bonitas,

regalos y promesas de afecto. Me aseguré de que ella se enamorara de mí, que ningún hombre

humano jamás podría hacerle sentir lo que yo podía, y luego retiré todo lo dicho. Le dije que

los mortales no eran nada ante los feys, que ella no era nada. Le dije que era un juego, nada

más, y que el juego había terminado. Rompí más que su corazón, yo rompí su espíritu, la

destrocé. Y yo me deleité en ello.”

Yo había estado esperando eso, pero aun así me hizo sentir mal el saber que Ash podría ser

tan despiadado, sólo otro hada caprichoso jugando con las emociones humanas. Esta chica, de

dieciséis años, solitaria, ansiosa de amor, como yo había sido una vez. Si hubiera estado en el

borde del bosque ese día, en vez de ella, Ash habría hecho lo mismo conmigo.

"¿Qué pasó con ella?" le pregunté cuando se quedó en silencio otra vez. Ash cerró los ojos.

"Ella murió," dijo simplemente. "No podía comer, no podía dormir, no podía hacer nada,

excepto deprimirse, hasta que su cuerpo se puso tan débil que simplemente se rindió."

"¿Y te sentiste terriblemente culpable por ello?" Supuse, tratando de recoger algún tipo de

moral de esta historia, una lección aprendida o algo así. Sin embargo, Ash negó con la cabeza

con una sonrisa amarga.

"Ni siquiera pensé dos veces en ella," dijo, aplastando mis esperanzas y haciendo mis tripas

retorcerse. "No tener un alma nos libera de cualquier tipo de conciencia. Ella era sólo una

humana, y una tonta que se enamoró de un hada. Ella no fue la primera, ni la última. Pero su

abuela, la gran sacerdotisa del clan, no era tan tonta. Ella me buscó y me dijo lo que te acabo

de decir: ella me maldijo, prometió que iba a ser destinado a perder a todas las personas que

realmente quisiera, que era el precio por no tener alma. Por supuesto, sólo me reí de las

supersticiones de una débil mortal... hasta que me enamoré de Ariella. "Su voz se hizo aún

más suave. "Y ahora de ti."

Se volvió y miró por sobre el borde de nuevo. "Cuando me arrebataron a Ariella, de repente

entendí. No tenemos una conciencia, pero el estar enamorado cambia las cosas. Entendí por

lo que hice pasar a esa chica, el dolor que sufrió por mí. Me dije que no cometería el error de

querer a alguien de nuevo. "Él soltó una risa amarga y sacudió la cabeza. "Y entonces llegaste

y arruinaste todo eso."

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Yo no podía responder. Seguía viendo a esa chica, y en la oscuridad un guapo desconocido

del quien se enamoró, por quien murió. "¿Por qué me dices esto?" Susurré.

"Porque quiero que entiendas lo que soy." Ash me miró, solemne y sombrío. "Yo no soy un

humano con orejas puntiagudas, Meghan. Yo soy y siempre seré un Fey. Sin alma. Inmortal.

A causa de mis acciones ese día, alguien a quien amaba murió. Y ahora, aquí estamos, en el

borde de una guerra y…" Se detuvo y miró hacia abajo, dejando caer su voz a un susurro. "Y

tengo miedo. Temo fallarte como lo hice con Ariella, que los crímenes de mi pasado arruinen

cualquier oportunidad que tengamos en un futuro. Que te des cuenta de quién soy realmente,

lo que realmente soy, y cuando me dé la vuelta te hayas ido."

Él se detuvo, el viento agitaba su cabello y ropa, haciendo girar las cenizas en silencio. Un

planeador en la pared, volvió su cabeza y zumbó adormilado. La postura de Ash estaba rígida,

con la espalda y los hombros rígidos, rígido ante mi reacción. Preparándose a oír pasos

bajando por las escaleras. Vi temblar sus hombros y pude notar el aura tenue de miedo antes

de que lo pudiera ocultar.

Me acerqué y puse mis brazos alrededor de su cintura, escuchando su tranquila inspiración de

aire mientras lo atraía hacia mí. "Eso fue hace mucho tiempo," murmuré, presionando mi

mejilla en su espalda, escuchando su corazón con un ruido ensordecedor. "Has cambiado

desde entonces. Ese Ash no protegería a una niña tonta con su vida, o se convertiría en su

caballero, o iría al exilio con ella. Cada paso en mi camino, siempre has estado ahí, a mi lado.

Yo no voy a dejarte ir ahora."

"Soy un cobarde." La voz de Ash estaba contenida. "Si te quisiera tanto como yo digo,

terminaría con mi vida y la maldición. Mi existencia te pone en peligro. Si yo ya no estuviera

aquí…"

"No te atrevas, Ashallyn'darkmyr Tallyn." Lo abracé con más fuerza, justo cuando él se

estremeció al oír su Verdadero Nombre. "No te atrevas a tirar tu vida por una superstición

desconocida. Si tú mueres…" Mi voz se quebró, y tragué saliva ruidosamente "Te amo," le

susurré, cerrando en puños mis manos contra su estómago. "No te puedes ir. Juraste que no lo

harías."

Las manos de Ash se posaron sobre la mías, entrelazando nuestros dedos. "Incluso si el

mundo está contra ti," murmuró, bajando la cabeza. "Te lo prometo."

NOS QUEDAMOS EN EL BALCÓN esa noche, sentados contra la pared, mirando la

tormenta sobre las colinas circundantes. No dijimos mucho, contentos de únicamente estar

cerca uno del otro, perdidos en nuestros propios pensamientos. Cuando hablamos, fue de la

guerra y los rebeldes y otras cosas, cosas del presente, manteniéndonos lejos del pasado... o el

futuro. Me dormí varias veces, despertando con sus brazos alrededor de mí y mi cabeza en su

hombro.

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Lo siguiente que supe fue que me estaba sacudiendo para despertarme. La noche se había ido,

y una luz rosada brillaba en el lejano horizonte.

"Meghan, despierta."

"¿Hmm?" Bostecé, frotándome los ojos. Dormir con la armadura mientras estaba apoyada

contra una pared, me di cuenta de que estaba demostrado ser una mala idea, ya que mi

espalda latía con dolor. "¿Es hora de partir ya?"

"No." Ash dio un paso al borde del balcón. "Ven a ver esto. De prisa."

Me asomé por el borde. Al principio, no podía ver nada, pero luego la luz brilló viniendo de

algo brillante y metálico en el horizonte. Miré de reojo, protegiéndome los ojos con mi mano.

¿Podría ser el reflejo de una armadura de metal? ¿O la parte superior de un brillante

escarabajo de hierro? Mi sangre se heló.

"Ya vienen," murmuró Ash, y me tambaleé hacia atrás del borde.

"¡Tenemos que decírselo a Glitch!"

Salí corriendo del rellano, con Ash detrás de mí. A medida que bajábamos por las escaleras,

rápidamente quedó claro que Glitch ya lo sabía. El campamento era un caos, los rebeldes iban

a toda prisa de aquí para allá, agarrando sus armas y poniéndose sus armaduras. Los que

habían sido heridos el día anterior se apresuraron a salir con sus heridas recién vendadas,

cojeando o llevando a los que no podían caminar.

"¡Ahí estáis!" Puck nos recibió en el pie de las escaleras, poniendo los ojos en blanco

mientras nos acercábamos. "Otro ejército en camino y ustedes dos están jugando a darse

besos en el balcón. Prepárense. Parece que va a ver otra pelea."

"¿Dónde está Glitch?" Le dije mientras nos apresurábamos a través de las ruinas, esquivando

a los rebeldes. "¿En qué está pensando? ¡No podemos luchar contra otro ejército ahora!

Muchos están heridos, y otra pelea podría aplastarlos."

"Parece que no tenemos muchas opciones, princesa," dijo Puck, cuando vi al líder de los

rebeldes discutir con Diode bajo las ramas de los árboles gigantes. La cara de Glitch estaba

tensa, y los ojos del elfo hacker giraban una y otra vez mientras hacía gestos frenéticamente.

"¡Glitch!" Yo corrí hacia él, esquivando a un perro, que gruñó ya que apenas pude evitar

chocar. "¡Oye, tengo que hablar contigo!" Glitch levantó la mirada e hizo una mueca de dolor

cuando vio quién era.

"¿Qué quiere, su alteza? Estoy un poco ocupado en este momento."

"¿Qué estás haciendo?" le pregunté mientras lo alcanzaba, y Diode se apartaba rápidamente.

"¡No puedes dejar que tu gente luche ahora! Estamos a punto de unirnos a Verano e Invierno

y necesitamos a todos los que podamos conseguir. ¡Si luchas ahora, tan pronto después de la

última batalla, podrías perderlos a todos!"

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"¡Soy consciente de eso, su alteza!" espetó Glitch como respuesta, sus púas flameando

enojadamente. "Pero no tenemos muchas opciones, ¿verdad? No podemos correr, sólo nos

cazarían ahí. No podemos ocultarnos, no hay realmente adónde ir. Todo lo que podemos

hacer es permanecer aquí. Afortunadamente, ese no es el ejército completo del falso rey, sólo

unos cuantos escuadrones de ataque. El ejército real todavía está avanzando hacia wyldwood,

con la fortaleza en movimiento podría añadir, y si no nos hacemos cargo de este pequeño

problema ahora, no tendremos la oportunidad de unirnos a Verano e Invierno. Ahora, sal de

mi camino. Debo estar al frente cuando empiece la lucha."

"¡Espera!" Agarré de su manga mientras pasaba por mi lado, y se giró furioso. "Hay una

opción más. Nosotros vinimos a través de los túneles de los packrats bajo la torre. Podríamos

escapar por ahí."

"¿Los túneles?" Glitch sacudió mi mano. "Esos túneles miden millas. Es un laberinto

gigantesco. Podríamos vagar durante días."

"Yo no." Todavía no sé cómo estaba tan familiarizada con los túneles, pero una vez que dije

las palabras, supe que eran verdad. "Yo conozco el camino. Puedo conseguir que todo el

mundo cruce con seguridad."

Parecía incrédulo y mi temperamento estalló. "¡Es eso o perderlos a todos, incluso antes de

que la guerra comience! ¡Maldita sea, Glitch, debes empezar a confiar en mí!"

"Hazlo," dijo Ash en voz baja, enfrentando miradas con el hada de Hierro. “Sabes que ella

está en lo correcto."

Glitch suspiró ruidosamente, y enterrando sus manos en su pelo. "¿Estás segura de saber el

camino?" me preguntó.

"No estaría aquí si no lo supiera."

"Muy bien," dijo lentamente. "Está bien. Vamos a poner nuestras vidas en sus manos una vez

más, su alteza. Diode, corre la voz. Diles a todos que se encuentran en la cámara central y que

estén listos para marchar."

"Sí, señor." Diode me lanzó una mirada de alivio y se retiró. Glitch lo vio irse y luego se

volvió para mirarme con entrecerrados ojos violeta. "Será mejor que esto funcione. Usted es

un dolor enorme en el culo, ¿sabe, su alteza?"

"Uno que está a punto de salvar el tuyo," me volví, ganando un bufido de apreciación de

Puck. Glitch puso los ojos en blanco y se alejó, y nos dirigimos hacia el centro de las ruinas.

NI QUINCE MINUTOS MÁS TARDE, el ejército rebelde entero se reunió bajo las ramas

del gran roble, armados y blindados, listos para marchar. Me preguntaba qué tan rápido

podíamos llevar a todos los rebeldes hacia abajo en los túneles cuando Diode se acercó y nos

informó de que la trampilla por la cual vinimos no era la única, que había varias dispersas por

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toda la torre, y una de ellas estaba en la cámara central, justo debajo del árbol. Él estaba

señalando la que estaba enterrada y casi escondida en las raíces del roble, cuando Glitch entró,

su pelo se rompió violentamente mientras saltaba hacia el tronco.

"Están casi en la torre. ¡Tenemos que partir, ahora!"

Trabajando juntos, Ash, Puck y Glitch izaron la trampilla, dejándola caer de golpe con un

estruendo que hizo eco por toda la habitación. Firme, Glitch me miró e hizo un gesto hacia el

agujero, que descendía en la oscuridad. "Después de usted, su alteza. Diode, ve con la

princesa para asegurarte de que todo el mundo la siga."

"¿Y qué hay de ti?"

"Yo me quedaré en la parte superior para asegurarme de que todos están dentro." Glitch

asintió con la cabeza al enano robusto, con el brazo mecánico, esperando estoicamente detrás

de nosotros. "Cuando todos estén abajo, Torque y yo los seguiremos y sellaremos el túnel

detrás de nosotros. Probablemente no volvamos aquí otra vez."

"Pero…"

"Yo me preocuparé por el bloqueo de la huida, tú preocúpate de no perdernos allí abajo."

Glitch me entregó una linterna y señaló el agujero. "¡Ahora muévanse, antes de que estén en

la entrada!"

Encendiendo la linterna, descendí a los túneles.

La húmeda oscuridad me rodeó, con olor a polvo, moho y roca mojada, extraña y familiar al

mismo tiempo. Ash bajó a mi lado, entonces Puck y luego Diode, con sus ojos brillantes y

numerados que parecían flotar en la oscuridad. Me pregunté dónde estaría Grimalkin, y

esperaba que estuviera a salvo.

El elfo hacker barrió una mirada nerviosa alrededor de los túneles, con sus ojos girando

ansiosamente. "¿Estás segura de saber el camino?" murmuró, tratando de parecer confiado,

pero salió más como un chillido. Deslicé mi linterna en el paso subterráneo y sonreí con

alivio. Todo me resultaba familiar. Yo sabía exactamente a dónde ir.

"Diode, comienza a enviarlos hacia abajo. Diles a todos que me sigan."

Di un paso adelante, y los rebeldes comenzaron a descender por la trampilla, faroles y

linternas balanceándose en la oscuridad. En un primer momento, se sentía extraño estar a la

cabeza de un ejército enorme, sintiendo sus ojos en mi espalda mientras los conducía por los

túneles. Pero pronto, el crujido de los pies y las luces vacilantes detrás de mí se perdieron en

un ruido de fondo, hasta que casi no los escuchaba.

Varios minutos después, una explosión sacudió los pasillos detrás de nosotros, sacudiendo el

suelo y cayendo polvo sobre todos. Diode graznó de miedo, Puck se apoyó contra una pared y

Ash me agarró del brazo, sosteniéndome con firmeza mientras me tambaleaba.

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"¿Qué fue eso?" exclamó el elfo hacker mientras que el polvo finalmente se iba despejando.

Tosí, sacudiendo mi mano delante de mi cara y volví a mirar a los rebeldes, levantándose y

mirando nerviosamente a su alrededor.

Compartí una mirada con Ash y Puck. "Glitch debió colapsar los túneles," le dije, recogiendo

la linterna que se me había caído. "Era la única manera de evitar que las fuerzas del falso rey

nos siguiera."

"¿Qué?" Diode miró atrás con temor, y con los ojos girando. "Pensé que sólo iba a sellar las

puertas. ¿Entonces, no podemos volver a la base?"

"Él nunca tuvo la intención de volver aquí," murmuré, iluminando el laberinto que estaba

ante nosotros. "Ya no hay vuelta atrás. La única opción es seguir adelante."

EL TIEMPO NO TENÍA SENTIDO en los pasillos sin sol de los túneles de los packrats.

Podíamos haber estado viajando durante horas o días. Todos los túneles tenían el mismo

aspecto: oscuros, misteriosos, llenos de cosas extrañas, como un monitor de computadora

abandonado o la cabeza de un muñeco. Después de la explosión, Glitch se uniría a mí, en la

cabeza de la marcha, muy a menudo, aunque sólo para asegurarse de que yo todavía sabía a

dónde iba. Después de la sexta vez aproximadamente, empezó a ponerme nerviosa.

"¡Sí, todavía sé por dónde voy!" Le espeté al aparecer a mi lado una vez más,

interrumpiéndole antes de que pudiera decir algo. Ash caminaba a mi lado, en silencio y

protector, pero lo pillé poniendo los ojos en blanco cuando Glitch apareció.

El líder rebelde frunció el ceño. "Relájese, su alteza. Yo no iba a preguntar nada esta vez."

"Oh, eso es una pena," dijo Puck, apareciendo a su lado. "Vas a hacerme perder mi apuesta

con el chico hielo. Vamos, que sea un deporte. Dilo una vez más, ¿por mí?"

"Lo que yo iba a preguntar," continuó Glitch, haciendo caso omiso a Puck, "es cuánto tiempo

falta para que salgamos. Mis tropas están cansadas, no podemos seguir así mucho más tiempo

sin un descanso."

Fruncí el ceño y miré a Ash. "¿Cuánto tiempo hemos estado caminando?"

Se encogió de hombros. "Es difícil de decir. Un día, tal vez. Quizás más."

"¿En serio?" No me parecía tanto tiempo. No me sentía cansada. De hecho, cuanto más

viajaba, más energía tenía, el mismo tipo de energía que me había llevado al árbol de

Machina. Pero se trataba de un poder oscuro, amargo y antiguo, y de repente me di cuenta de

dónde provenía.

"Debemos estar acercándonos a la cámara de Ferrum," dije, y las cejas de Glitch se

levantaron.

"¿Ferrum? ¿El viejo rey Ferrum?"

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"¿Sabes de él?"

“Ayudé a Machina a derrocarlo." Glitch me miraba con incredulidad. "Lideré la carga hacia

la sala del trono con Virus y Ironhorse. ¿Quieres decirme que él todavía está vivo?"

"No." Sacudí la cabeza. "Ya no es así. Él estaba aquí cuando llegué por primera vez al Reino

de Hierro, camino de recuperar a mi hermano. Los packrats todavía lo adoraban, pero estaba

aterrorizado de que Machina lo encontrara de nuevo. Creo que finalmente se desvaneció, y

los packrats se marcharon cuando murió."

"Huh." Glitch sacudió la cabeza con asombro. "No puedo creer que el viejo excéntrico se

mantuvo con vida durante tanto tiempo. Si yo hubiera sabido acerca de él, usted puede

apostar que hubiera rastreado cada túnel en el Reino de Hierro hasta encontrarlo y ponerle fin

a su miseria."

Lo miré con horror. "¿Por qué? Parecía inofensivo para mí. Sólo un viejo hombre triste y

enojado."

"Usted no sabe cómo era antes." Glitch entrecerró los ojos. "No estaba allí cuando él era el

rey. Ferrum estaba paranoico, aterrorizado de que alguien intentara arrebatarle su corona. Yo

era uno de los nuevos lugartenientes, pero Ironhorse me dijo que con cada hada de Acero que

aparecía, Ferrum tenía más miedo y enojo. Hubiera sido mejor si hubiera renunciado,

entregando el trono a un sucesor. Era viejo y obsoleto, y todos lo sabíamos. En este ámbito, el

viejo sale para hacer sitio al nuevo. Sin embargo, Ferrum se negó a ceder su poder, a pesar de

que su amargura estaba corrompiendo la tierra a su alrededor. Machina le suplicó que

reconsiderara su derecho a gobernar, se retirara de forma correcta y dejara la responsabilidad

a otra persona. "

"Ferrum me dijo que Machina tomó el trono por sus ansias de poder, porque lo quería para

él."

Glitch resopló. "Machina fue uno de los más fuertes partidarios de Ferrum. El resto de

nosotros: yo, Virus e Ironhorse, estábamos cansados de las amenazas de Ferrum, con el

constante temor de que uno de nosotros fuera el próximo. Pero Machina nos pidió ser

pacientes, y fuimos más leales a él que a nuestro rey loco. Entonces llegó el día en que la

celosa paranoia de Ferrum finalmente sacó lo mejor de él, tratando de matar a Machina,

apuñalándolo cuando estaba de espaldas. Su último error, me temo. Machina se dio cuenta de

que Ferrum ya no era apto para gobernar y reunió a sus partidarios para tomar el trono.

Nosotros estuvimos encantados de hacerlo."

Me sentí aturdida. Todo lo que yo creía que sabía acerca de Machina era incorrecto. "Pero...

Machina todavía quería apoderarse de Nunca Jamás," protesté. "Él quería erradicar a las

hadas antiguas y hacer un reino de hadas de Hierro."

"Machina fue siempre el estratega." Glitch se encogió de hombros, indiferente. "Él sabía que

la modalidad de Ferrum, escondido por el temor de las cortes y con la esperanza de que no

nos vieran, no iba a funcionar por mucho más tiempo. El Reino de Hierro estaba creciendo

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más rápido que nunca. No podíamos ocultarlo más. Tarde o temprano, las cortes se enterarían,

¿y entonces qué? ¿Qué crees que pasaría cuando se descubriera todo un reino de hadas

naciendo de la misma cosa que podía matarlos? Machina sabía que habría una guerra. Pensó

que sería mejor si nosotros dábamos el primer golpe."

"Es una pena que Meghan tuviera que arruinártelo," agregó Puck, sonriendo en la parte

posterior de la cabeza de Glitch quien se volvió hacia él y empató su desprecio.

"No importa si el falso rey conquista el Nunca Jamás ahora, ¿verdad?" añadió. "Yo estaré

aquí, al igual que todos los hadas de Hierro, pero los de sangre antigua se convertirán en una

cosa del pasado. Y ni siquiera su alteza será capaz de detenerlo."

"Eso no va a pasar," le espeté, volviéndome hacia él. "Voy a detener al falso rey, al igual que

lo hice con Machina."

"Me alegra oír eso." Glitch emparejó su mirada con la mía. "Pero, ¿alguna vez pensó en cómo

va a detener la propagación del Reino de Hierro? Princesa, el hecho de que el falso rey se

vaya no significa que nos vayamos también. El Reino de Hierro seguirá creciendo y

cambiando el Nunca Jamás, y al final las cortes vendrán tras nosotros de todos modos. Estoy

de acuerdo en que, ahora mismo, tenemos que detener al falso rey, pero sólo está retrasando

lo inevitable."

"Tiene que haber una forma," murmuré. "Todos ustedes son hadas, utilizan el glamur de la

misma manera. Tan sólo sois un poco diferente, eso es todo."

"No somos," dijo Glitch con firmeza, "un poco diferentes. Nuestro glamur mata a los de

sangre antigua. La magia de verano es mortal para nosotros también. Princesa, si usted cree

que podemos tomarnos de las manos y ser amigos, sólo se está engañando a sí misma. Pero

tenemos que parar pronto, o este ejército estará demasiado exhausto como para pelear ante

cualquier cosa.”

Negué con la cabeza. "No, tenemos que seguir moviéndonos. Al menos hasta que estemos

fuera de los túneles."

"¿Por qué?"

"Porque..." Cerré los ojos. "Él casi ha llegado allí."

Las tres hadas me miraron fijamente. "¿Cómo lo sabes?" preguntó Ash en voz baja.

"Puedo sentirlo." Se me puso la piel de gallina a lo largo de mis brazos y me abracé a mí

misma, temblando. "Puedo sentir la tierra... gritar cuando él pasa. Se siente..." hice una pausa,

buscando las palabras. "Se siente como si alguien estuviera arrastrando una cuchilla sobre la

superficie, dejando una cicatriz detrás. He sido capaz de sentirlo desde que cruzamos la

cámara vieja de Ferrum. El falso rey... se está acercando a wyldwood ahora mismo, y él me

está esperando."

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CAPÍTULO 22 Traducido por LoreMejia

Corregido por Sidonie

LA ÚLTIMA NOCHE

Finalmente salimos de los túneles.

La noche estaba remarcablemente despejada mientras establecíamos un campamento. Unas

andrajosas y camufladas tiendas de campaña de la armada en el borde de un burbujeante lago

de magma, el aire olía a azufre. Glitch hizo caso omiso, diciendo que el olor enmascararía

nuestra presencia, y que además su ejército estaba agotado debido a mi forzada marcha a

través de los túneles de packrat. Hasta Ash y Puck estaban cansados; no decían nada, pero su

estado demacrado y pálidas caras me decían que no se estaban sintiendo de lo mejor. Sus

amuletos estaban casi gastados, el Reino de Hierro finalmente estaba pasando factura.

“Váyanse a descansar,” les dije a los dos, una vez que Glitch se había ido a ayudar a la

armada a armar su campamento. “Están exhaustos y no vamos a hacer nada más esta noche.

Descansen un poco.”

Puck resopló. “Dios, estamos mandones hoy,” dijo, aunque le faltaba su usual energía. “Dale

un ejército a una chica y se le sube a la cabeza.” Bostezo rascándose el cuero cabelludo. “Está

bien entonces. Si alguien me necesita, estaré desmallado en mi tienda tratando de olvidar

donde estoy. Oh, mira, demonio fey, un lago de magma líquido caliente… ¿te recuerda algo?”

hizo una mueca y me dirigió una sonrisa débil. “Cuando te dije que te seguiría al infierno y

de regreso, no estaba tratando de ser literal princesa. Ah, está bien,” levantó una mano y se

despidió enérgicamente. “Los veo luego tortolitos.”

“¿Qué hay de ti?” pregunto Ash mientras Puck se paseaba silbando fuertemente. “Has

caminado tanto como el resto de nosotros. No tendremos otra oportunidad para descansar

antes de llegar al campo de batalla.”

Un movimiento rápido llamó mi atención, por un momento me pareció ver un gato gris

peludo saltar sobre una roca cerca de la orilla del lago. Pero el aire alrededor de él brillaba

con el calor y él había desaparecido. “Lo sé,” dije entrecerrando los ojos en el aire caliente y

seco. “Y puede que suene extraño pero me siento bien, lo ves,” continué, mirándolo, “Sé que

estás cansado, descansa antes de la batalla, yo estaré cerca.”

No discutió, lo cual me mostró lo cansado que estaba. Acercándose, me dio un suave beso en

la frente y se dirigió al anillo de tiendas más lejano al lago, lo observé hasta que se

desvaneció detrás de un viejo monolito, luego me acerqué al borde del lago.

Al estar tan cerca de la lava, parecía que mi piel se iba a despegar de mis huesos si me

rascaba, y no me atreví a aventurarme más cerca al borde. Un resbalón o un tropiezo y

terminaría muy feo. El magma burbujeaba lentamente, formando lentos e hipnóticos patrones

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de naranja y dorado, extrañamente hermosos en el brillo infernal. Por un momento, tuve la

breve y loca idea de lanzar una piedra sobre la superficie brillante, luego decidí que

probablemente sería una mala idea.

“El Estanque Fundido,” dijo una voz detrás de mí, y Grimalken apareció en la cima de una

roca, sus bigotes brillaban con la luz. Estaba aliviada de verlo, aunque sabía que él podía

cuidar de sí mismo. En el centro de las Llanuras Obsidianas. Ironhorse me habló sobre esto.

Éstas eran sus tierras, en los días del Rey Machina.”

“Ironhorse.” Me recosté sobre una piedra y miré sobre la superficie del lago. La piedra estaba

caliente al tacto, incluso a través de mi armadura. “Desearía que estuviera aquí para ver esto.”

Dije imaginándome al enorme y negro Ironhorse parado orgullosamente al otro lado del lago.

“Desearía haberlo traído a casa.”

“No hay utilidad en desear lo imposible, humana.” Grimalkin se sentó, enrollando su cola a

su alrededor, mientras los dos mirábamos sobre el lago. “Ironhorse sabía lo que tenía que

hacer. No dejes que la culpa humana te distraiga de tus deberes, pues Ironhorse no lo hizo.”

Suspiré. “¿Eso es lo que me dices Grim? ¿Qué no sienta culpa por la muerte de un amigo?”

“No.” El gato dobló una oreja y se levantó, mirándome directamente. “Vine a decirte que me

voy y no quería que te anduvieras preocupando sobre mi paradero en la víspera de la batalla.

Hay cosas más importantes en las que concentrarse. Así que… me voy.”

Me levanté de la roca y me di la vuelta para darle la cara. “¿Por qué?”

“Humana, mi parte aquí está hecha.” Grimalkin me miró con lo que podía llegar a ser afecto.

“Mañana, marcharás a la batalla respaldada por un ejército de Hadas de Hierro. No hay lugar

para mí en esta batalla, no tengo ilusión de ser un guerrero.” Avanzó, unos ojos dorados

antiguos miraron directamente a los míos, reflejando la luz del estanque. “Te he traído lo más

lejos que puedo. Es tiempo de que des la cara y reclames tu destino. Además…” Grimalkin se

volvió a sentar, volviendo a mirar a lo largo del lago, la brisa caliente agitaba sus bigotes.

“Yo tengo un contrato que cumplir antes de que todo esto termine.”

“¿Tú hiciste un contrato?”

Me dirigió su mirada desdeñosa, enroscando su cola. “No creerás que Ironhorse no haya

pedido algo a cambio ¿o sí? Realmente, humana, a veces me desespero. Pero la noche esta

menguando y tengo que irme.” Saltando con gracia de la roca, se alejó trotando con su cola

alborotada erguida y orgullosa.

Tragué duro. “¿Grim te volveré a ver?”

Él se dio la vuelta ladeando la cabeza. “Eso es una pregunta extraña,” musitó. “¿Me verás de

nuevo, aunque yo no soy un oráculo y por lo tanto no sé del futuro? Eso no te lo puedo decir.

Nunca entenderé a los humanos, aunque supongo que eso es parte de su encanto.” Olfateó

nuevamente y sacudió su cola emplumada. “Trata de mantenerte alejada de los problemas,

me molestaría demasiado si consigues que te maten.”

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“Grim, espera. ¿Estás seguro de que estarás bien?”

Grimalkin sonrió. “Soy un gato.”

Y, tal que así, desapareció.

Sonreí débilmente y me limpié una lágrima de la cara. Grim siempre desaparecía y reaparecía

a su antojo, pero esta vez era diferente. De repente supe que no lo vería otra vez, por lo

menos por un largo tiempo.

“Chao Grimalkin,” susurré, y en una voz aún más suave, para que el astuto gato que estaba

cerca escuchara, añadí, “gracias.”

Temblé en el viento caliente, sintiendo su perdida. ¿A cuántos más perdería antes de que esto

se acabara? En algún lugar ahí afuera, más cerca que nunca, el falso rey estaba acercándose a

los ejércitos de Verano e Invierno. Mañana sería el día de la verdad, el Día del Juicio, de

donde saldríamos victoriosos o moriríamos.

De repente deseé poder hablar con mi familia. Quería ver la cara de mamá otra vez, cargar a

Ethan y desordenar su cabello por última vez. Incluso quería ver a Luke, decirle que lo

perdonaba por no notarme nunca, por nunca verme. Mamá era feliz con él y si no lo hubiera

conocido, no tendría a Ethan como hermano. No tendría familia. Se me formó un nudo en la

garganta, al igual que en mi estómago. ¿Me extrañarían si nunca regresaba a casa? ¿Dejarían

de buscarme eventualmente para dejarme como la hija que desapareció una noche y jamás

regresó?

El viento aulló a través de la llanura, solitaria y desolada, mientras la cruel realidad llegaba a

mí y aplastaba mi corazón con una mano fría. Podría morir mañana, esto era una guerra y

habría numerosas pérdidas en ambos bandos. El falso rey podría ser demasiado, de hecho

había descifrado una manera de entrar en su fortaleza. Bien podríamos perder. Yo podría ser

abatida y mi familia jamás sabría lo que había pasado, por lo que yo estaba luchando. Si yo

muriera, ¿quién se lo diría? ¿Oberón? No, si yo perdía, él también desaparecería. Si perdía,

todo se acabaría. Sería el fin de Faery, por siempre.

Oh Dios.

Estaba temblando, incapaz de detenerme. Era ésta. La última batalla y todo dependía de mí.

¿Qué pasaría si fallaba? Si no podía vencer al falso rey, todos morirían, Oberon, Grim, Puck,

Ash…

Ash

Temblando regresé deprisa al campamento, pasé el grupo de tiendas que estaban al borde del

lago. El campamento estaba tranquilo y silencioso, a diferencia del salvaje deleite anterior a

la batalla de los campamentos de Verano e Invierno. De repente comprendí el significado y

esta noche habría agradecido la distracción. Demasiados pensamientos oscuros giraban en mi

cabeza, tantas emociones que sentía que podría explotar. Pero, a pesar de todo lo que sentía y

las locas emociones que se agitaban dentro de mí, todo me recordaba a él.

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Encontré su tienda en el borde del campamento, más allá del resto. No sé cómo supe que era

la de él; todas las tiendas se veían básicamente igual. Pero podía sentirlo, así como sentía el

latido de mi propio corazón. Por un momento dude en la entrada, con mi mano a punto de

apartar la tela. ¿Qué le podía decir en la noche que podría ser nuestra última vivos?

Reuniendo mi coraje, abrí la tienda y entré.

Ash estaba acostado sobre su espalda en una esquina, un brazo se posado sobre sus ojos, su

respiración era suave y profunda. Estaba sin camisa y el amuleto brillaba en su escultural

pecho, casi completamente negro, una gota de tinta contra su pálida piel. Me sorprendía que

no me hubiera escuchado entrar, el Ash normal estaría de pie con su espada afuera en un

parpadeo. Él debía estar realmente cansado de nuestra marcha a través de los túneles.

Aprovechándome del momento, lo observé, admirando sus duros músculos y las cicatrices

que cruzaban su pálida piel. Su pecho subía y bajaba con cada respiración, y sólo el verlo

dormir me hacía sentir un poco más calmada.

“¿Cuánto tiempo vas a seguir observándome?”

Salté. No se había movido, pero los bordes de su boca estaban curvados en una sonrisa.

“¿Hace cuánto sabías que estaba aquí?”

“Te sentí en el momento en que llegaste a la tienda, y te quedaste fuera preguntándote si

deberías entrar.” Ash se quitó el brazo de la cara y se apoyó en un codo. Su expresión era

solemne ahora, sus ojos plateados brillando en la penumbra. “¿Qué anda mal?”

Tragué saliva. “Sólo quería… Maldita sea…” sonrojándome, seguí, “Estoy asustada.” Admití

finalmente en un susurro. “Mañana es la guerra y podríamos morir y jamás volvería a ver a

mi familia otra vez y… y yo no quiero estar sola esta noche.”

Ash me miró con suavidad. Sin ninguna palabra se movió haciéndome un hueco. Con el

corazón martilleando, crucé la habitación y me acosté al lado de él, sentí su brazo rodear mi

estómago haciendo que estuviera más cerca de él. Sentí el latido de su corazón contra mi

espalda y cerré los ojos. Dibujando figuras ociosas en sus brazos, delineando una cicatriz en

su muñeca.

“¿Ash?”

“¿Hmm?”

“¿Tienes miedo? ¿De morir?”

Se quedó silencioso por un momento, una de sus manos jugaba con mi cabello y su aliento

soplaba por mi mejilla. “Tal vez no en la manera en que tú lo pensarías,” murmuró al final.

“He vivido mucho tiempo, he estado en muchas batallas. Ciertamente siempre supe que tenía

el riesgo de morir, pero ha habido momentos en los que me pregunto si debería rendirme, y

dejar que sucediera.”

“¿Por qué?”

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“Para escapar del vacío. Estuve muerto por dentro durante demasiado tiempo. No existir no

difería de lo que estaba haciendo.” Enterró su cabeza en mi hombro y tembló. “Es diferente

ahora, tengo algo por lo que pelear. No tengo miedo de morir, pero tampoco pienso rendirme.”

Sus labios tocaron mi cabello muy suavemente. “No dejaré que nada te pase,” murmuró. “Tú

eres mi corazón, mi vida, mi existencia.”

Mis ojos se aguaron y mi corazón latía en mis oídos. “Ash,” suspiré otra vez, y agarré el

edredón para que mis manos dejaran de temblar. Sabía lo que quería pero aun así estaba

asustada, tenía miedo de no hacerlo bien, miedo de lo desconocido, miedo de decepcionarlo.

Ash besó la parte de atrás de mi cuello, sentí como sus brazos se endurecían, sus dedos

curioseando en mi camiseta. Vi una llamarada de color detrás de mí, brillante y rojo deseo, lo

sentí temblar mientras luchaba por controlarse y todas mis dudas desaparecieron.

Cambié de posición entre sus brazos, rodando hacia él para que estuviera por encima de mí,

con los ojos brillando en la oscuridad. Dejándole ver la necesidad, el deseo que se elevaba

para unirse con el suyo. No tuve que decir nada, respiró tranquilo y bajó la cabeza, haciendo

que nuestras frentes se tocaran.

“¿Estás segura?” su voz apenas llegaba a ser un susurro, un fantasma en la oscuridad.

Asentí, deslizando mis dedos por su mejilla, maravillándome mientras él cerraba sus ojos,

“Podríamos morir mañana” susurré. “Quiero estar contigo esta noche. No quiero arrepentirme

de nada, cuando se trate de nosotros. Así que sí, estoy segura. Te amo Ash.”

Mi voz se perdió en ese momento, mientras Ash acortaba la distancia y me besaba. En la

quietud antes del amanecer, en el borde de una batalla que podría separarnos, abrazados hasta

que al final emergimos como uno solo.

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CAPÍTULO 23 Traducido por Lore Mejia

Corregido por Sidonie

LA BATALLA POR FAERY

Cuando me desperté la tienda seguía oscura, aunque un débil rayo de luz se metía por entre la

tela. Ash ya se había ido, típico de él, pero mi cuerpo aún brillaba como consecuencia de la

noche anterior. Lo podía sentir ahora, más fuerte que nunca. Estaba cerca. Estaba…

Justo a mi lado.

Salté, y me giré para verlo sentado al lado de la cama, completamente vestido, con su espada

en su regazo, mirándome. No sonreía, pero su cara estaba relajada y su ojos en paz.

“Hola,” susurré sonriendo y me acerqué a él. Sus dedos se cerraron sobre los míos y le dio un

beso a mi mano, antes de levantarse.

“Es casi la hora,” dijo tranquilamente, volviendo a poner su espada en su cinturón. Y la

inminente guerra descendió como un martillo, rompiendo la tranquilidad. “Mejor vístete,

Glitch nos estará buscando, o peor…”

“Puck,” gruñí y luché para ponerme en pie, buscando mi ropa. Ash silenciosamente me dio la

espalda mientras me vestía, mirando hacia la puerta, me reí por lo bajo de su caballerosidad.

Una vez me metí dentro de la armadura de dragón me di media vuelta para mostrarle que

estaba lista para salir. Pero Ash cruzó el espacio que nos separaba y me acercó a él, sus dedos

peinaban mi cabello, su expresión era pensativa.

“He estado pensando…” musitó, mientras yo deslizaba mis brazos alrededor de su cuello,

mirándolo fijamente. “Cuando esto se acabe, desaparezcamos por un tiempo, solo nosotros

dos. Podemos ir a ver a tu familia primero y luego podemos irnos. Puedo mostrarte Nunca

Jamás como nunca lo has visto. Olvida las cortes, el Reino de Hierro, todo. Solo tú y yo y

nada más.”

“Me gustaría eso,” susurré. Ash sonrió, me dio un beso y se alejó.

“Eso era todo lo que necesitaba oír.” Sus ojos brillaban, determinados y ansiosos, y se

llenaron de algo que jamás había visto. Esperanza. “Vamos a ganar esta guerra.”

Salimos de la tienda juntos, sin tocarnos, pero yo no necesitaba tocarlo para sentirlo, justo a

mi lado. Ahora él era parte de mi alma, y eso de alguna forma hacía que todo esto fuera más

real. La batalla pendía sobre nuestras cabezas, cerca y amenazadora, y todo se veía más

horrible por las misteriosas nubes rojas y las cenizas que caían de ellas, como si el mismo

cielo se estuviera cayendo. Miré hacia arriba con una intensa determinación. Ganaría esta

batalla. Nunca había querido algo como esto.

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“Ahí están,” emergió Glitch de la multitud, vestido para la batalla con una lanza

chisporroteaba en la punta, emitiendo chispazos de rayos. “Casi estamos listos. Mis

exploradores han reportado que la batalla ya ha comenzado, que Verano e Invierno ya han

atacado a las tropas del falso rey. El ejército ha abierto una brecha en la línea hacia el bosque

salvaje… parece que ya ha llegado el momento.”

Mi sangre se heló. “¿Qué hay de la fortaleza?”

“Aún no ha llegado.” Glitch plantó el extremo de la lanza en el suelo. “El bosque está

haciendo que se demore, pero está cerca. Tenemos que apurarnos ¿Dónde está Goodfellow?”

“Justo aquí.” Puck apareció con una sonrisa satisfecha en su rostro, llegaba un largo palo

debajo del brazo. “He estado trabajando en algo princesa. La noche anterior me preguntaba

como la corte nos diferenciaría de la arma del falso rey. Feys de Hierro malos. Feys de Hierro

buenos, todos se ven iguales para mí, así que….” Sacudió el palo con una floritura y una

bandera de color verde brillante se abrió de golpe en la parte superior, la silueta de un gran

roble se extendía con orgullo en la parte delantera. “Quería hacer la imagen de una flor o una

mariposa,” Puck sonrió al ver mi mirada asombrada, “pero no pensé que eso causaría miedo

en el corazón del falso rey.”

“No está mal Goodfellow.” Dijo Glitch con respeto a regañadientes.

“Oh, me alegra que lo pienses, cabeza hueca. Mis locas habilidades para el tejido al fin

sirvieron de algo.”

“En todo caso,” añadió Glitch poniendo los ojos en blanco, “estaremos orgullosos de llevar

eso por ti a la batalla.”

Mi corazón se hinchó. Todas estas personas estaban dispuestas a seguirme, a morir para

salvar a Faery. No podía fallarles, no lo haría.

En ese momento una gran conmoción surgió en el borde del campamento, feys de Hierro

gritaban alarmados, las tiendas salieron volando y se escuchaba el sonido de pisadas

atronadoras. Después de unos momentos, la multitud se apartó mientras que un grupo de

caballos negros gigantes galoparon hacia el campamento, frenando delante de mí.

Jadeé. Se veían como versiones más pequeñas y elegantes de Ironhorse, hechos de metal

negro, ojos color carmesí y fosas nasales que liberaban fuego. Mientras los observaba, uno de

ellos dio un paso adelante e inclinó su cabeza ante mí.

“¿Meghan Chase?” me preguntó con ese mismo aire real y elegante, mientras su profunda

voz era acompañada de una ráfaga de cenizas. Parpadeé rápidamente y asentí.

“Uno llamado Grimalkin nos envió.” El que se parecía a Ironhorse asintió en dirección a los

otros. “Él lleva consigo el espíritu de nuestro progenitor, el primer Caballo de Hierro, y nos

ha obligado a unirnos a ti y a tu causa contra el falso rey. Debido a nuestro respeto por el

Magnífico, hemos accedido. ¿Aceptas nuestra ayuda?”

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Ironhorse, pensé tristemente, sigues ayudándonos, incluso ahora. “Acepto su oferta,” le dije

al primer caballo, quien asintió regiamente y flexionó su pata delantera, rebajándose en una

reverencia.

“Entonces, está hecho,” dijo mientras los otros se inclinaban de la misma manera. “Sólo por

este conflicto, os llevaremos a ti y a tu oficiales a la batalla. Después de eso nuestro contrato

habrá terminado y tú nos dejarás ir.”

“Oh, fabuloso,” dijo Puck mientras yo daba un paso adelante. “Voy a tener una peladura en

los lugares más incómodos.”

Me subí a la espalda del caballo, sintiendo gruesos músculos de hierro moverse, rechinar y

gemir debajo de mí mientras se levantaba. Su piel metálica era caliente al tacto,

especialmente cerca de mis piernas, como si dentro de él ardiera fuego. Recordé el fuego que

ardía en el vientre de Ironhorse, visible a través de sus expuestas costillas y pistones, y sentí

otra onda de tristeza por su perdida.

Ash, Puck y Glitch me observaban desde los lomos de metal de los otros caballos, que

expulsaban llamas y movían sus cabezas, ansiosos y listos. Se izó la bandera, el roble negro

contra el fondo verde ondeando en el viento. Miré a lo largo de las solemnes caras que

miraban hacia arriba y respire hondo.

“¡Verano e Invierno no son sus enemigos!” grité, mi voz hacía eco en el silencio. “Son

diferente, sí, pero están luchando contra el enemigo que ustedes odian: un tirano que busca

destruir todo lo que el rey Machina defendió. ¡No podemos abandonarlos ahora! La paz con

las cortes es posible, pero el falso rey corromperá y esclavizará a todos si gana. La única cosa

que el mal necesita para vencer es que nosotros y aquellos que son como nosotros no

hagamos nada, ¡y no me sentaré a ver eso pasar! ¡Llevaremos esta batalla al frente del falso

rey, le mostraremos lo que pasa cuando nos unimos en contra de él! ¿Quién está conmigo?”

El rugido del ejército fue como un tornado, mientras que muchas voces se alzaban en una

sola. Desenvainé mi espada y la alcé, uniéndola al resto de armas que brillaban con la luz.

“¡Vayamos a ganar una guerra!”

ESCUCHÉ LOS SONIDOS DE LA batalla antes de verla, hacían eco en los árboles que

marcaban los límites del Reino de Hierro: gritos y alaridos, aullidos de furia y armas sonando

en el aire. Cada tanto se escuchaba la explosión de una pistola, o una ráfaga de llamas. Por

encima de la línea de árboles emergió un gran dragón, se pausó por un momento y luego se

zambulló nuevamente perdiéndose de vista.

Spikerail, el caballo que yo estaba montando, resopló y sacudió su cabeza. “Ya se han unido

los flancos a la batalla,” dijo, casi brincando con emoción, “¿Damos la orden de atacar?”

“Aún no,” respondí, colocando una mano en su hombro. “Por lo menos crucemos los árboles,

quiero ver la batalla primero.”

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Pateó el suelo con impaciencia, pero mantuvo su ritmo a una caminata rápida mientras

entrábamos en el bosque. Los troncos de metal nos rodeaban, oscuros y retorcidos,

desprendiendo un olor a óxido y ácido de batería. Por encima del sonido de la batalla,

escuché algo más en el bosque… grandes chasquidos y gemidos, como si algo gigante

estuviera adentrándose en el bosque.

“Más rápido,” le dije a Spikerail, y empezó a trotar, levantando nubes de cenizas mientras

atravesábamos el bosque. Los sonidos de la batalla se escuchaban más cercanos.

Y los árboles desaparecieron, y vimos un caos masivo.

Ya había visto a las hadas en la batalla en dos ocasiones, pero esto se veía aún más cruel, más

desesperado, como si el mismo infierno hubiera sido liberado en el campo de guerra. Las

tropas se invadían la una a la otra como hormigas, atacando con armas tanto antiguas como

modernas, cuchillas y armaduras brillando en el remolino de cenizas. Escarabajos de Hierro

se movían penosamente entre las turbas, los artilleros a sus espaldas disparaban a diestro y

siniestro. Criaturas se desplomaban en picado a través del aire, un dragón azul cielo, con sus

escamas manchadas de rojo, aterrizó en la espalda de un escarabajo de Hierro, atacó a los

elfos mosqueteros con una ráfaga de hielo mortal antes de que pudieran reaccionar, y se alejó

de nuevo. Un grifo, que revoloteaba con un jinete enano, fue capturado en el aire y aplastado

contra una roca. Dos mantis religiosas se unieron en contra de un caballero de Verano,

intentando cortarlo con sus cuchillas afiladas, hasta que se deslizó en las cenizas

instantáneamente decapitado.

Al parecer, la batalla no iba bien. Había mucho más plata y gris en el campo que verde y

dorado, azul y negro.

“Parece que llegamos justo a tiempo,” Puck musitó junto a mí. “¿Lista para el ‘Aquí viene la

caballería a la carga’, princesa?”

“Si atacamos su flanco derecho,” dijo Ash, observando la batalla con sus plateados ojos

entrecerrados, “podríamos sorprenderlos donde su línea es delgada y colarnos entre ellos

antes de que puedan reaccionar.”

Me encontré con sus miradas protectoras, fieras, ardiendo con determinación y amor, y no

sentí miedo. Bueno tal vez un poco de miedo, pero fue absorbido por la resolución y casi

dolorosa necesidad de ganar esta batalla. Agarrando mi espada, dirigí a Spikerail para que le

diera la cara al ejército, mi ejército para ser sincera, y miré a lo largo de las fuerzas tensas y

en espera.

“¡Por Faery!” grité alzando mi espada y los rebeldes se unieron a mí. Cientos de voces se

alzaron en el aire, rugiendo, celebrando y agitando sus armas en el aire. Mi adrenalina se

disparó mientras el crescendo se elevaba a mí alrededor, volví a aullar añadiendo mi voz al

resto. Con un relincho agudo, Spikerail se levantó, pateando en el aire, y se lanzó pendiente

abajo.

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209 JULIE KAGAWA FORO AD’

El viento azotaba mi cabello, las cenizas revoloteaban a mí alrededor, escociendo mis ojos.

Mis oídos estaban llenos de los sonidos de las pezuñas y el clamor del ejército que venía

detrás de nosotros. Nos acercamos al océano de la batalla, el ascenso y la caída de soldados

como olas en la orilla, el ruido y el choque de las armas, y los rugidos mientras entrabamos,

como un huracán a punto de tocar tierra. La armada del falso rey se giró justo en el momento

en que los atacamos, sus ojos se abrieron, buscando desesperadamente como enfrentar la

nueva amenaza, pero para ese momento era muy tarde. Nos estrellamos contra ellos con la

fuerza de un maremoto, rápida y vengativa, y el infierno se desató a mi alrededor.

Spikerail se adentró entre las masas, disparando y respirando llamas, sus poderosas pezuñas

arremetían contra aquellos que se acercaban demasiado, yo golpeaba desde su lomo,

arremetiendo con mi espada contra el ejército del falso rey. Todo era caótico. Era vagamente

consciente de Ash y Puck peleando cerca de mí, defendiéndose de los ataques que venían de

todos lados. Vi a Ash apuñalar a un caballero de Hierro y lanzar una lanza de hielo a través

de otro. Vi a Puck lanzar lo que parecía una peluda bola de golf a un grupo de caballeros de

Hierro, donde se convirtió en un oso rabioso. Glitch giró su espada en un círculo mortal, con

un rayo en la punta, enterrando la punta en la armadura de los caballeros, hasta achicharrarlos

en cáscaras ennegrecidas.

¿Dónde está Oberon? Me pregunté, bloqueando una lanza que se dirigía a mi cara, alejando al

caballero a patadas. Tenía que encontrarlo, decirle que los rebeldes no eran el enemigo, que

estaban aquí para ayudar. Vi a Glitch a través de un momento de calma en la pelea y dirigí a

Spikerail hacia él. Si Glitch estaba también, para explicarse a sí mismo y a sus acciones, tal

vez Oberon escucharía.

“¡Glitch!” grité mientras nos acercábamos. “Ven conm…”

Un grito nos interrumpió, y un gran golem mecánico se abrió paso entre las filas,

balanceando su garrote y lanzando rebeldes por los aires. Cogió a Glitch por sorpresa, y el

líder rebelde trató de esquivarlo, muy tarde. Su garrote de metal alcanzó el flanco de su

caballo y los mandó a ambos varios metros en el aire. Grité, pero mi voz se perdió en la

cacofonía y el golem se acercó pesadamente hacia el inmóvil Glitch, alzando su garrote para

dar el golpe mortal.

De repente Ash giró su caballo y cargó contra el golem, lanzando una daga de hielo que

rompió el cráneo de metal, haciendo que su cabeza explotara. Rugiendo, se volvió hacia Ash,

y mi corazón saltó a mi garganta cuando el enorme garrote empezó a caer. Pero en el último

segundo, Ash saltó de su montura y aterrizó en el brazo del golem y corrió hacia su hombro.

Mientras el golem retrocedía con un rugido, destrozándose y agitándose, el Príncipe de Hielo

levantó su espada y lo apuñaló en el cuello. Hubo un flash de luz y el golem bramó, cayendo

sobre sus rodillas. Ash se bajó del gigante, aterrizando sobre sus pies en la grama, mientras el

golem se retorcía y colapsaba en centenares de piezas mecánicas congeladas, rodando a

través de las cenizas.

“¡No estoy impresionado, chico hielo!” gritó Puck mientras alejaba a un caballero de Hierro.

“¡Haz eso de nuevo, solo que esta vez, hazlo bailar!”

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Ignorando a Puck, corrí hacia donde Glitch había caído. Su caballo yacía en las cenizas,

luchando por levantarse, Glitch yacía a unos metros de él, con sus púas chasqueando

débilmente.

“¡Glitch!” Salté del lomo de Spikerail y corrí hacia la figura que estaba boca abajo,

arrodillándome a su lado en las cenizas. “¿Estás bien? Háblame.” Ash y Puck se pusieron a

nuestro lado, protegiéndonos del caos que nos rodeaba. Me incliné y sacudí su brazo.

“¡Glitch!”

Gimió y abrió sus ojos. “Ow,” se quejó. “Demonios, ¿qué me golpeó?” Intentó sentarse y

parpadeó, agarrándose el brazo. “Ouch. Eso no está bien.”

“¿Te puedes levantar?” pregunté ansiosamente.

Él asintió y trató de levantarse, pero abrió la boca y se hundió de nuevo, apretando los dientes.

“Nop. Costillas rotas también. Lo siento, alteza.” Glitch maldijo y sacudió la cabeza. “Me va

a tocar quedarme fuera de ésta.”

“Está bien. Sólo tenemos que sacarte de aquí.” Miré alrededor y parpadeé cuando Puck se

interpuso entre un perro mecánico y yo, cortando el perro en el aire. Alcance a ver el caballo

de Glitch, finalmente de pie, aunque se veía un poco aturdido y daba agudos silbidos.

“¡Coaleater!” Grité, recordando el nombre del caballo. “¡Acá!”

El caballo se acercó cojeando y ayudamos a Glitch a subirse a su lomo. “Llévalo a un lugar

seguro,” le dije al caballo, que asintió en consentimiento, viéndose agradecido de poder salir

de la pelea. “Asegúrate de que reciba la ayuda que necesita. Yo lo tomaré desde aquí.”

“Meghan,” la voz de Glitch, a pesar del dolor, era firme. El líder de los rebeldes me miró y

asintió una vez. “Me equivoqué con respecto a ti. Buena suerte. Gana esta batalla por

nosotros.”

“Lo haré,” respondí mientras Coaleater se movía con cuidado pero rápidamente fuera de la

vista, desapareciendo en el remolino de cenizas. Ahora éramos solo los tres, justo como antes.

Puck y Ash se apretaron, yo estreché los ojos, mirando a través de los cuerpos que giraban.

“Encontremos a Oberon, ahora mismo.”

Me arrojé de vuelta a la pelea, Puck y Ash justo a mi lado. Juntos nos abrimos camino a

través de las interminables filas de feys de Hierro. El sudor se entró en mis ojos, mi armadura

de dragón recibió cientos o más de golpes y raspaduras dolorosas, y mis brazos ardían por

andar sacudiendo mi espada, pero seguimos luchando, avanzando en nuestro camino a través

del campo de batalla. Me perdí en la danza: bloqueo, sacudida, parar, esquivar, apuñalar,

siempre avanzando, siempre presionando hacia adelante. Un escarabajo de Hierro se abalanzó

sobre nosotros, disparando mosquetes, y utilicé el glamur del Hierro para arrancar los

tornillos de las articulaciones de las patas, luchando contra las náuseas que me inundaron

justo después. El escarabajo se estrelló contra la tierra y rápidamente fue rebasado. Otro

gigante mecánico se interpuso en nuestro camino, pero esta vez Ash y Puck fueron por él,

Puck se convirtió en un cuervo y picoteo sus ojos, mientras que Ash le dio la vuelta y se

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lanzó sobre su espalda, incrustando su espada en su pecho. El glamur se arremolinaba a mí

alrededor, Hierro, Verano e Invierno, aunque la magia de Hierro era más palpable aquí, podía

sentirla, pulsando a través de la tierra, dándole fuerza tanto a los rebeldes como a las tropas

del falso rey. Podía sentir la esencia del glamur de Hierro, pulsante y rabiosa, corrompiendo

todo a su paso.

Por un momento me distraje y fue suficiente para que algo se deslizara a través de mi guardia.

La punta de una lanza atravesó mis defensas y me golpeó en el hombro, no lo suficientemente

duro como para atravesar la armadura, pero si los suficiente como para empujarme y mandar

una corriente de dolor a lo largo de mi brazo. Dejé caer mi espada y el caballero se preparó

para dar otro golpe.

Un enorme puño nudoso se cerró sobre su cabeza, aplastando el casco como una uva y

levantando al caballero en el aire. Yo abrí la boca mientras un monstruoso ser arbóreo con

una gruesa piel espinosa y una corona de cuernos arrojó lejos al caballero, luego se volvió

para hacer retroceder a un pelotón entero con sus ramas arbóreas. Grama y flores brotaban

brevemente donde pisaba, mientras las gran criatura se movía hacia adelante con gran

velocidad y una gracia sorprendente, abalanzándose sobre mi cabeza como si quisiera

protegerme. Luego, su intensa mirada bajó y me encontré mirando hacia la antigua y familiar

cara del Rey de Verano.

“Has regresado,” la voz de Oberon estremeció el suelo, más profunda y baja que un trueno, e

igual de falta de emoción. El Rey Seelie no dio ninguna pista sobre cómo se sentía por verme,

si es que sentía algo. “Y trajiste más Hadas de Hierro a nuestro territorio.”

“¡Están aquí para ayudarnos!” grité, agarrando mi espada y mirándolo furiosamente. Me

devolvió la mirada intensamente con sus imperturbables ojos verdes y yo apunté con un dedo

en su dirección. “¡Y no te atrevas a ponerte en contra de ellos, padre! ¡Quieren las mismas

cosas que tú!”

Oberon parpadeó, y yo me di cuenta de que le había dicho padre. Bueno, yo era la princesa de

Verano; era inútil negarlo por más tiempo. “No prometo nada,” dijo el Rey Seelie, se giró y

sus gigantes miembros aplastaron a otro par de caballeros. “Ya veremos, después de la batalla,

qué hacer con los intrusos.”

Furiosa, gruñí una maldición y me di la vuelta para darle la cara al caballero de Hierro que

trataba de atacarme por la espalda. ¡Estúpidos, irracionales e inflexibles hadas! Será mejor

que no intente nada en contra de los rebeldes cuando esto acabe. Había prometido que

estarían a salvo de él y Mab.

Clavé mi espada en el pecho de un caballero de Hierro, vi como la armadura vacía caía

ruidosamente al piso, y miré hacia arriba buscando a un nuevo enemigo. Sólo para encontrar

que no había ninguno. Miré a mi alrededor y vi que las fuerzas del falso rey estaban

retrocediendo, escapándose. Mientras una cansada aclamación se levantaba del ejército a

nuestro alrededor, miré hacia arriba para ver a Oberon, rodeado de los restos de hadas de

Hierro, aplastar al último golem y luego volverse hacia mí. Un escalofrió atravesó al Rey de

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Verano. Empezó a sacudirse, a volverse más pequeño… menos espinoso… hasta que se

convirtió en el que yo recordaba, pero sus ojos y la inflexibilidad en su rostro, permanecían.

“¿Por qué los has traído aquí?” demandó Oberon, su mirada fría se dirigió a los rebeldes

detrás de mí. “Más feys de Hierro para envenenar la tierra, más feys de Hierro que nos

destruirán.”

“¡No!” di un paso adelante, instintivamente escudándolos detrás de mí. “Te lo dije antes,

están aquí para ayudar. Quieren que el falso rey se vaya, al igual que tú.”

“¿Y entonces qué? ¿Les ofrecemos asilo en nuestras tierras? ¿Los dejamos regresar al Reino

de Hierro? ¿Para qué así puedan continuar corrompiendo nuestro hogar?” Oberon parecía

estar creciendo en estatura, aunque su tamaño seguía siendo el mismo. Los rebeldes

murmuraron y se estremecieron mientras el Rey Seelie pasaba su brazo sobre la multitud.

“Toda hada de Hierro, ya sea hostil o pacífica, es peligrosa para nosotros. Nunca estaremos

seguros mientras ellos vivan. Es por eso que te pedimos que fueras a su reino y destruyeras al

Rey de Hierro. Nos has fallado. Y ahora todo Faery perecerá por tu culpa.”

“¡Les prometí que estarían a salvo aquí!” Grité, sintiendo a Ash y a Puck ponerse a mi lado.

“¡Si los atacas, me convertirás también en tu enemiga! Y no creo que puedas permitirte un

ataque en dos frentes, Padre.”

“La chica tiene razón.” Una ráfaga helada, y Mab la Reina de Invierno apareció, su traje

blanco de batalla rayado con rojo y negro. “Perdemos tiempo discutiendo mientras nuestro

hogar está siendo destruido a nuestro alrededor. Deja que los deshonestos feys peleen con

nosotros, habrá tiempo después para decidir su destino.”

Tampoco me gustó cómo sonó eso, pero en un instante eso dejó de importar. Un fuerte sonido

rechinante, de rasgadura, hizo eco a través del campo de batalla, proveniente del borde del

bosque, como si miles de árboles estuvieran siendo partidos al mismo tiempo. Las ramas se

movían violentamente, balanceándose como juncos en el aire, y mi corazón se sacudió

cuando la gigantesca fortaleza apareció por la linde del bosque, aplastando árboles debajo de

ella, y arrastrándose hacia el campo.

Vista de cerca, la fortaleza del falso rey era más grande de lo que pensaba, proyectando una

sombra amenazante sobre el campo de batalla y bloqueando el cielo. De nuevo, estaba

golpeada por cuan irregular era, una acumulación de diferentes partes: chimeneas, torres,

balcones, colocados sin importar cómo luciera, pero de alguna manera se sostenían. El humo

salía de cada grieta, ondeando en el cielo, toda la estructura se movía con una cacofonía de

sonidos metálicos y chirridos, enviando escalofríos a lo largo de mi columna.

Mientras los ejércitos de Verano e Invierno se recuperaban del impacto por la monstruosa

estructura, Ash me agarró del brazo y señaló hacia el suelo bajo ella. “¡Mira!” dijo, su voz

estaba cargada de horror e incredulidad. “¡Mira qué es lo que la lleva!”

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Solté el aire, comprendiendo lo que veía. La fortaleza era cargada por cientos, tal vez miles,

de packratas. Avanzaban aturdidos arrastrando los pies, con sus ojos en blanco y vidriosos,

moviéndose a lo largo del campo como hormigas con un enorme saltamontes.

“Oh Dios,” dije retrocediendo un paso. “No saben lo que están haciendo. El falso rey debe

haberlos encantado de alguna manera.”

“Uh, encantados o no, no se detienen,” observó Puck, viéndose nervioso mientras la gran

fortaleza se arrastraba hacia adelante, con paso lento pero constante a través de las cenizas

que caían. “Si vamos a entrar dentro de esa cosa y detener al falso rey, ahora sería un gran

momento.”

“¡Ataquen!” rugió Oberon, moviendo su brazo hacia la ciudadela en movimiento. “¡Todas las

fuerzas! ¡Detengan ese castillo! ¡No dejen que cruce las líneas!”

Los ejércitos arremetieron nuevamente, ambos, mis feys de Hierro y los de sangre antigua,

sin importarles que de un momento a otro estuvieran peleando codo con codo. Frente a una

mayor amenaza, se lanzaron hacia la fortaleza, sus gritos de batalla alzándose en el aire como

uno solo.

Un rayo de humo y fuego salió de la fortaleza, y un momento después la explosión de un

cañón sacudió la tierra, lanzando a muchos por los aires. De repente el aire se llenó de

explosiones, mientras la fortaleza abría fuego contra los feys que avanzaban. Alaridos y

gritos se elevaron en el aire, y desde el bosque, viniendo de detrás de la fortaleza, otro

regimiento del falso rey inundó el campo.

“¡Refuerzos!” jadeé mientras el nuevo ejército se estrellaba contra nuestras tropas. Sacando

mi espada me giré hacia Ash y Puck. “Vamos. De una manera u otra tenemos que entrar en

esa fortaleza.”

Entramos al campo, uniéndonos a nuestros aliados para tratar de mantener la línea. Pero el

ejército del falso rey era nuevo y fresco, y muchas de nuestras fuerzas ya estaban exhaustas.

Más y más de nuestros soldados cayeron ante el implacable empuje del ejército del falso rey,

y la fortaleza continuó avanzando, acribillando el suelo con balas de cañón y explosiones.

Nos estaban haciendo retroceder. Estábamos cediendo terreno.

Con un rugido, el dragón Verano de color verde se abalanzó por arriba, su sombra se veía

sobre nosotros, y aterrizó en el castillo incrustando sus garras en las paredes. Gruñendo, el

dragón empezó a destruir las paredes del castillo, destrozando cañones y exhalando fuego

sobre las hadas que manaban de él. Por un momento mi corazón se llenó de esperanza.

Pero entonces, las torres de metal que estaban en la cima del castillo brillaron de color azul

blanquecino con energía, y un rayo en arco salió disparado hacia afuera, golpeando al dragón.

El dragón gritó y se puso rígido, mientras más rayos de electricidad mortal se espacian dentro

y sobre él, iluminando el cielo. Finalmente se soltó del castillo, despidiendo humo de sus

escamas ennegrecidas, y se estrelló contra el suelo. No se movió de nuevo.

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Mi ánimo se desplomó. No podríamos hacerlo. Si un maldito dragón no podía entrar en la

fortaleza, ¿qué posibilidades tenía yo? Al cortar a un hombre—alambre, miré alrededor del

campo y mi ánimo se desplomó aún más. No parecían quedar muchos chicos buenos. Oberon

había vuelto a su forma de árbol gigante, arrojando soldados de izquierda a derecha y Mab

era un helado torbellino mortal, rodeado de cadáveres congelados y armaduras, pero ya no

podía ver a gran parte de nuestro ejército entre los caballeros de Hierro y otros soldados del

falso rey. Peor, parecía que nos tenían rodeados.

Una explosión sacudió la tierra muy cerca y di un paso atrás, quedando bañada de rocas y

mugre. Ash y Puck se pusieron espalda con espalda, defendiéndose de ataques que venían de

todos lados, pero también estaban siendo empujados hacia atrás. Un frío entumecimiento se

esparció por mi cuerpo. Íbamos a perder. No podría entrar a la fortaleza, no podría vencer al

falso rey. Habíamos fallado. Yo había fallado.

“¡Ama!”

Algo pequeño y rápido salto sobre mí. Reaccioné instintivamente y di un manotazo al aire,

estrellándolo contra el suelo.

“Ouch.”

“¡Razor!” recogí al gremlin, sujetándolo con mis manos para verlo claramente. Zumbó con

alegría. “¿Qué estás haciendo aquí? Te dije que fueras a Mag Tuiredh. ¿Por qué me seguiste?”

“¡Razor ayuda! ¡Ayuda a su ama! ¡Quería encontrarla!”

“Lo sé, ¡pero necesitaba que buscaras a los otros!” La desesperación subió como una ola, y lo

sacudí, furiosa y frustrada. Él chilló. “¿Por qué no fuiste a Mag Tuiredh? ¿Por qué no hiciste

lo que te pedí? ¡Ahora todos vamos a morir!”

“¡No morir!” Razor se retorció fuera de mi alcance, golpeando el suelo para rebotar alrededor

de mi pie. “¡No morir, no! ¡Razor hizo lo que el Ama quería! ¡Mire!”

Él señaló. De la linde del bosque, por encima del sonido de las explosiones y los gritos de la

batalla, vi miles de pequeñas luces verdes. Ojos, todos mirándome a mí. Jadeé, y como uno,

todos me sonrieron, sonrisas de color azul—neón flotando en el aire.

Ellos salieron en tropel del bosque como tinta, negra contra la tierra cubierta de cenizas,

miles y miles de gremlins, fluyendo hacia el castillo. Se estrellaron sobre y alrededor de los

soldados de Hierro como rocas en un arroyo, sin obstáculos e imparables. Varios feys

arremetieron contra ellos, y varios gremlins cayeron, dejados atrás por la masa, pero había

demasiados de ellos como para detenerlos. Se escurrieron hacia la fortaleza y escalaron sus

paredes, como un enjambre de abejas o un ejército de hormigas. Estallaban relámpagos,

alejándolos de las paredes, y gremlins caían como lluvia, pero siempre había más, silbando y

zumbando, y de repente toda la fortaleza se paró de una sacudida.

Razor se echó a reír, abrazándose a mi pierna. “¿Lo ve?” canturreó, subiéndose hasta mi

hombro. “¡Nosotros ayudamos! ¡Razor ayuda! ¿Razor lo hizo bien?”

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Lo bajé y le di un beso en la frente, ignorando la violenta descarga de estática que recibí. “Lo

hiciste genial. Ahora ve a un lugar seguro. Yo me encargo.” Zumbó alegremente y se fue,

perdiéndose entre la multitud.

Respiré hondo y miré a mi alrededor. Ash y Puck se habían separado de la pelea principal

para protegerme de las masas que avanzaban. Íbamos a tener que meternos en esas líneas, y

rápido.

“¡Ash! ¡Puck!” Ellos se giraron hacia a mí, y yo señalé hacia delante. “¡Las defensas de la

fortaleza están bajas! ¡Voy a entrar!”

“¡Espera!” Mab apareció delante de nosotros, hermosa y atemorizante, su cabello se sacudía

como culebras. “Abriré un camino para ustedes,” dijo ella, dándose la vuelta hacia la furiosa

batalla. “Esto consumirá lo último de mis poderes, asegúrate de no desperdiciarlo, Sangre

mestiza. ¿Estás lista?”

Sin recuperarme aún del shock de que Mab me estuviera ayudando, asentí. La Reina de

Invierno levantó su mano y sentí el glamur girar alrededor de ella, fuerte y poderoso. Bajó su

brazo y una ráfaga de viento helado que esparcía carámbanos de hielo inundó el aire, cayendo

sobre la multitud, arrojándoles fragmentos tan afilados como cuchillas. Los feys de Hierro

gritaron y retrocedieron, cegados, cubriéndose los ojos y las caras, y un camino se abrió para

nosotros, llevándonos directamente al castillo.

“¡Vayan!” siseó Mab, su voz un poco tensa, y nosotros no dudamos. Agarrando mi espada,

con Ash a la cabeza y Puck detrás, nos adentramos en el agujero.

La fortaleza se alzaba por encima de las cabezas, todavía enviando y emitiendo relámpagos

contra los gremlins que se abalanzaban sobre ella. Los packrats parecían estar congelados en

el lugar, con los ojos en blancos y las caras perdidas, inconscientes de la batalla que se

desarrollaba a su alrededor. No reaccionaron cuando llegamos a la base y Ash saltó sobre el

borde.

Sostuve mi aliento, rezando para que no saliera disparado como el dragón, pero había tantos

gremlins que la defensa ni siquiera nos notó. Sin embargo, los relámpagos se agitaban a

nuestro alrededor, oliendo a ozono y a carne quemada, mientras Ash me levantaba y nos

pegábamos a la pared. Los gremlins caían a nuestro alrededor, quemados y ennegrecidos, y

yo presioné mi cara contra su hombro.

“Una puerta, una puerta, mi reino por una puerta,” murmuró Puck.

“Allí,” dijo Ash, apuntando hacia un balcón que estaba a varios metros sobre nosotros.

“Vamos. Tendremos que escalar.”

Escalar las paredes no era difícil, aunque era sumamente angustioso con todos los relámpagos

y los gritos de los gremlins que morían. Pero alcanzamos el balcón en poco tiempo. Una

pequeña puerta de hierro estaba ubicada en una alcoba junto a la barandilla, y me dirigí hacia

ella, ansiosa por dejar atrás los relámpagos. Pero antes de que llegara a la mitad de del balcón,

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la fortaleza tembló, como un perro sacudiéndose agua, y empezó a moverse. Me fui hacia

adelante golpeando mi hombro contra la puerta. No se movía, no importaba lo fuerte que

moviera el picaporte o cuánto me lanzara sobre ella.

“¡Maldita sea!” gritó Puck mientras un rayo mortal azotaba cerca de nosotros, haciendo que

se me pusiera la piel de gallina. “¡Tendremos que encontrar otra manera de entrar, a menos

que casualmente alguien tenga la llave!”

¡La llave! Alcanzándola, me quité la cadena del cuello y metí la llave de hierro en el agujero

debajo del pomo, rogando que funcionara. Oí un suave “click” y me lancé contra la puerta

una vez más, mientras la fortaleza se inclinaba hacia adelante. Esta vez, la puerta se abrió y

caí en el umbral, con Puck y Ash detrás de mí. Entonces se cerró con un sonido metálico,

atrapándonos dentro de la fortaleza del falso rey.

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CAPÍTULO 24 Traducido por Pau24

Corregido por Sidonie

EL FALSO REY

Jadeando, observé a nuestro alrededor, agarrando una tubería para mantenerme firme

mientras la fortaleza se sacudía, agitaba y temblaba, tratando de sacarse los intrusos de

encima. El interior de la fortaleza del falso rey se veía similar al exterior, armada a la ligera

sin pensar en la consistencia arquitectónica, o cualquier cosa que tuviera sentido realmente.

Las escaleras daban con las paredes, las puertas colgaban del techo y los pasillos

serpenteaban hacia ninguna parte o se curvaban alrededor de sí mismos. Las habitaciones y

suelos estaban inclinados en ángulos extraños, haciendo difícil mantener el equilibrio, y

estaban llenos de extraños cachivaches. Un triciclo pasó rodando, golpeándose contra una

escalera, y una lámpara, colgando boca abajo desde el techo, titilaba erráticamente.

“Genial. La fortaleza del falso rey es un enorme agujero de conejo.” Puck se agachó cuando

un avión de juguete paso volando sobre una cuerda, rozándolo. “¿Cómo se supone que vamos

a encontrar algo en este desastre?”

Cerré mis ojos, sintiendo el oscuro glamur de Hierro pulsando a mi alrededor. Había sabido

que encontraría al Rey de Hierro en la torre de Machina, exactamente en la parte superior,

cerca del cielo y el viento, esperándome. Aquí, en esta atestada y enmarañada madriguera,

podía sentirlo también. El falso rey. El sabía que yo estaba aquí, un intruso en su conejera

privada. Podía sentir su regocijo, su anticipación, mientras la fortaleza repentinamente volvía

su mirada hacia el interior, buscándonos. A mí.

Temblé y abrí los ojos. “Está justo en el centro,” murmuré, rodeando alrededor de mi cuello

una vez más la cadena, el reloj y la llave de vida o muerte. “El centro de la fortaleza. Y nos

está esperando.”

“Entonces no lo hagamos esperar,” murmuró Ash, sacando su espada, la cual brillaba como

un faro en la oscuridad. Amontonados, avanzamos sigilosamente dentro del ensombrecido y

enmarañado desastre de la fortaleza del falso rey.

Nos abrimos camino entre las montañas de basura, a través de cuartos que no tenían ningún

sentido, esquivando basura y cables que colgaban a baja altura. En una ocasión pasamos por

un pasillo que nos llevó a una espiral retorcida que nos llevó de vuelta de dónde veníamos.

En otra, elegimos un camino a través de un laberinto de enormes tuberías que siseaban vapor.

Todo el tiempo, el oscuro glamur que sentía crecía, más ansioso mientras más nos

acercábamos al centro.

Y entonces, muy repentinamente, las cerradas y abarrotadas paredes se abrieron, y nos

tropezamos con un campo de batalla enorme y abierto. Gruesas tuberías negras sostenían el

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techo, siseando locamente, y postes de metal sobresalían del techo, con pequeños rayos

arqueándose entre ellos, haciendo que todo el lugar titilara como una luz estroboscópica.

En el centro del espacio abierto, una silla de hierro salía del piso, pulida y brillante. Sentado

sin moverse sobre el trono, nos observaba un cuerpo, pero bajo las parpadeantes luces, era

difícil verlo claramente. Entonces un filamento de un rayo saltó del techo y se deslizó

rápidamente sobre el trono iluminándolo como un árbol de Navidad, y vi el rostro del falso

rey por primera vez.

“¡Tú!” jadeé. Mi corazón se sacudió, y mi estómago cayó a mis pies. Por supuesto, era él.

¿Cómo podía no haberme dado cuenta antes?

“Hola, Meghan Chase,” ronroneó Ferrum, sonriéndome. “Te he estado esperando.”

“Ferrum,” susurré, tratando de hacer coincidir la figura del falso rey con el triste viejo que

había conocido en los túneles de los packrats. Se veía prácticamente igual, marchito y

encorvado, sus brazos y piernas como ramas quebradizas y su cabello blanco cayendo casi

hasta sus pies. Voluminosas togas negras casi se tragaban su frágil figura, y una retorcida

corona de hierro descansaba en su frente, pareciendo aplastarlo. Su piel tenía el mismo tono

metálico, como si hubiera sido remojado en mercurio líquido, y el relámpago que se

arrastraba por su cuerpo no parecía perturbarlo en absoluto.

Pero ahora él resplandecía con poder, una oscura aura púrpura lo rodeaba, como si estuviera

absorbiendo toda la luz. Podía sentirlo tirando de mí, tratando de drenar mi vida y glamur,

dejarme seca hasta que fuera sólo una cáscara vacía. Me estremecí y retrocedí, y Ferrum

rompió en una risa maníaca.

“Sí, ¿lo sientes, no es así, chica?” Ferrum levantó una garra y me hizo una seña para que me

acercara, todavía sonriendo. “Sientes el vacío, donde mi poder solía descansar. El poder del

Rey de Hierro. ¡El poder que me robaste cuando mataste a Machina!” Ferrum golpeó su puño

contra la silla con un estruendo, haciéndome saltar. No recordaba que él fuera tan fuerte.

“Pero ahora, estás aquí,” finalizó, mirándome todavía con esos ojos locos e inhumanos. “Y

tomaré de vuelta lo que me corresponde. ¡Durante siglos he esperado este día, cuando pueda

reclamar mi trono y mi derecho como rey!” Se inclinó hacia delante, hablando fervientemente,

como si quisiera convencernos. “Está vez será diferente. Machina tenía razón al temerle a los

sangre antigua. Ellos nos destruirán si no los matamos primero. Cuando te mate y mi poder

regrese, tomaré esta tierra y la volveré a hacer a mi propia imagen, donde mis súbditos y

esclavos puedan vivir en paz, y yo pueda gobernar como lo hice antes, sin oposición e

indiscutido.”

“Estás equivocado,” dije tranquilamente, mientras sus ojos se ampliaban, centelleantes y

febriles. “El poder del Rey de Hierro nunca fue tuyo, no desde que lo perdiste contra Machina

todos esos años atrás. Puede ser ganado, y puede ser perdido, pero nunca puede ser tomado.

Machina me lo dio. Incluso si me matas, no obtendrás tu poder de vuelta. No puedes volver a

reclamar el pasado, Ferrum. Déjalo. Nunca volverás a ser el Rey de Hierro.”

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“¡Silencio!” chilló Ferrum, golpeando nuevamente el brazo del trono. “¡Mentiras! ¡He

esperado este día demasiado tiempo para escuchar tus mugrientas verdades a medias!

¡Guardias, guardias!”

Ruidos de pasos retumbaron a nuestro alrededor, y apareció una sección de caballeros de

Hierro, rodeando el campo de batalla. Ash y Puck se acercaron, y quedamos espalda a

espalda, con las armas en las manos, mientras los caballeros se detenían en el borde,

rodeándonos en un anillo de acero.

Ferrum se levantó de su trono, flotando unos cuantos pies del suelo como un espectro

larguirucho, su largo cabello flotando a su alrededor. “No me negarás lo que me corresponde,”

bramó el falso rey, señalándome con un largo dedo metálico. “Y tus pequeños guardaespaldas

no me detendrán. Tengo algunos amigos suyos que se mueren por verlos.”

No me sorprendió cuando las filas se rompieron y Rowan salió de un lado, Tertius del otro.

El caballero de Hierro se veía aburrido y frío, pero la sonrisa de Rowan era inhumanamente

ansiosa cuando sacó su espada, haciéndola girar casualmente mientras avanzaba hacia Ash.

“Vamos, hermanito,” se burló Rowan, la parpadeante luz bañaba su quemado rostro

devastado. “He estado esperando esto por un largo tiempo.”

“Meghan.” Ash retrocedió un paso, dividido entre protegerme e ir tras Rowan. Suavemente

toqué su brazo.

“Está bien.” Me dio una mirada desesperada e impotente, y yo sonreí alentándolo. “Estaré

bien. Vinimos por esto. Mantén a Rowan lejos de mí, y yo me encargaré de Ferrum.” Espero.

“Puck, ¿estarás bien?”

“No hay problema, princesa.” Puck hizo girar sus dagas, enfrentándose al clon de Ash. La

mirada en su rostro me asustó un poco. Cuando Puck desnudó sus dientes en una aterradora

sonrisa, era una de entusiasmo puro y salvaje. “Creo que voy a disfrutar esto.”

Ash me miró a los ojos. “Esta vez no puedo protegerte,” susurró. “Y sé que estás lista para

esto pero, Meghan… ten cuidado,” finalizó, y yo asentí.

“Tú también.” Retrocedí, pero el tiró de mí hacia adelante y me besó, rápido y desesperado,

antes de darse la vuelta para enfrentarse a Rowan.

“Ve, entonces,” dijo suavemente, su voz temblando un poco. “Ve a salvarnos a todos.”

Con la cabeza en alto y mi resolución firmemente en su lugar, me di la vuelta y caminé hacia

el centro de la habitación. Este era el final. Ash y Puck no podían ayudarme ahora. Tenía que

hacer esto por mí misma.

Ferrum me esperaba ante su trono, un espectro esquelético, con sus togas y cabello ondulando

detrás de él. El chirrido y choque de las armas se hizo eco detrás de mí mientras dos de las

personas que más amaba en el mundo peleaban por sus vidas, pero no me di la vuelta para

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mirar. Mi mirada era sólo para el falso rey mientras me detenía a sólo unos metros del trono,

sosteniendo suavemente mi espada a mi lado.

Ferrum me observó por un momento, suspendido en el aire como un buitre, y esbozó una

sonrisa lenta y ansiosa. “Esto puede ser simple e indoloro, lo sabes,” susurró. “Arrodíllate

ante mí, y no sufrirás. Tu final será tan pacífico como una canción de cuna, cantándote hasta

que te quedes dormida.”

Apreté mi espada, balanceándola a una posición preparada como Ash me había enseñado.

“Ambos sabemos lo que va a suceder.”

Ferrum sonrió. “Muy bien,” dijo, y sus brazos se elevaron a sus costados. Sentí que él extraía

glamur de la fortaleza, de la tierra envenenada e incluso de sus súbditos, absorbiendo el

oscuro poder en su interior. Sus dedos se flexionaron, volviéndose más largos y puntiagudos,

convirtiéndose en brillantes cuchillos. “Personalmente lo prefiero de esta manera.” Y salió

volando hacia mí.

Él era increíblemente rápido. Apenas tuve tiempo para verlo llegar, una mancha plateada a lo

largo del piso, antes que estuviera frente a mí, intentando darle a mi rostro. Golpeé los dedos

punzantes y lo acuchillé en retribución, pero ya se había ido, moviéndose rápidamente hacia

el lado. Sentí que sus garras golpeaban mi armadura, y después un dolor cegador cuando

cortaron a través de las escamas como si fueran de papel, cortándome el brazo. Giré e intenté

golpearlo, mi espada sólo atravesó aire ya que Ferrum desapareció rápidamente, atravesando

la habitación en un abrir y cerrar de ojos.

Mi brazo ardía, las escamas de dragón plateadas estaban salpicadas con rojo donde el falso

rey me había cortado. Ferrum se acercó, más lentamente esta vez, su boca torcida en una

sonrisa hambrienta. Sabía que era más rápido que yo. Bloquee el dolor y levanté mi espada

nuevamente, y el falso rey rió triunfante.

“¿Es lo mejor que puedes hacer, Meghan Chase? Todo el poder del Rey de Hierro a tu

disposición, y no puedes hacer nada. Qué decepcionante.” Un parpadeo y estaba cerca

nuevamente, sonriendo. Me lancé hacia atrás, pero Ferrum no aprovechó su ventaja,

sacudiendo su cabeza como un abuelo decepcionado.

“No tienes ni idea de cómo manejar ese poder, ¿no es así, chica? Se queda quieto, ardiendo

en tu interior, una inundación sin explotar. ¿O lo estás guardando para más tarde?” Ahora se

estaba burlando de mí, seguro de su victoria, y eso me cabreó. Me abalancé hacia él con un

gruñido, queriendo cortar su rostro, con la intención de borrar esa horrible sonrisa sarcástica

de su boca. Me esquivó, extendió una mano, y fui golpeada por una explosión de glamur de

Hierro puro. Arrebatándome la espada de las manos. La fuerza me golpeó haciéndome

retroceder y caer en el límite del campo de batalla, jadeando y sin aliento a los pies de los

caballeros de Hierro. Sobre el zumbido en mis oídos, escuché el alarido de furia de Ash y la

risa burlona del falso rey.

“¡Levántate!” dijo bruscamente mientras yo me tambaleaba tratando de arrodillarme. Lo

intenté, pero el suelo giraba y mi estómago se sentía como si lo hubieran puesto al revés. El

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falso rey estalló nuevamente en risas. “¡Patético!” alardeó. “¡Eres débil! Débil, para llevar el

poder del Rey de Hierro. ¡No sé que estaba pensando Machina, para desperdiciarlo en ti! No

importa. Lo sacaré de tu débil cuerpo humano y lo usaré como estaba destinado a ser usado,

para mi gloria y la de mi reino.”

Levantó sus manos, sus garras manchadas con mi sangre, y se dirigió hacia mí. Glamur de

Hierro, oscuro y venenoso, pulsaba a nuestro alrededor, fluyendo desde las paredes y desde

cada sombra de la fortaleza, alimentándolo, otorgándole poderes. No podría vencer a Ferrum

así. Iba a tener que pelear fuego con fuego y esperar no desmayarme por el esfuerzo.

Miré mi espada al otro lado del campo de batalla, tirada en medio del piso, titilando bajo las

luces. Recordé como una vez había cambiado la forma de un anillo de hierro, hecho que

tornillos de hierro cambiaran de dirección en medio del aire. Recordé como Ferrum hizo que

sus propios dedos cambiasen, volviéndose mortales y afilados, y me concentré en mi arma,

viendo el glamur de Hierro en mi mente. La espada brilló candente, se estiró y se alargó,

convirtiéndose de una espada a una lanza. Me dieron náuseas cuando mi magia de Verano

reaccionó violentamente al glamur de Hierro, dándome retorcijones en el estómago y

haciendo que la habitación diera vueltas, pero me mordí el labio y le di a la magia un último

tirón desesperado.

Ferrum estaba justo sobre mí, sus garras preparadas para terminar con mi vida, cuando la

lanza voló desde el suelo, pasó rápido como un rayo a través de la habitación y lo golpeó

desde atrás. La vi aparecer en su pecho, golpeando la armadura de uno de los caballeros y me

alejé gateando cuando Ferrum se arqueó hacia atrás gritando, agarrando la lanza que

atravesaba su zona media.

Tambaleándome al centro del campo de batalla, colapsé cuando la náusea se apoderó de mí,

jadeando y tratando de no tener arcadas. Había terminado. Habíamos ganado, de alguna

manera. Ahora todo lo que teníamos que hacer era lograr pasar a Rowan y Tertius, y volver a

nuestro lado. Con un poco de suerte, los caballeros de Hierro nos dejarían irnos ahora que

Ferrum estaba muerto…

Una risa estridente y frenética me detuvo en seco.

Cuando levanté mi cabeza, mi sangre se congeló. Ferrum seguía parado con la lanza a través

de su pecho, el glamur encendiéndose y estallando a su alrededor como una tormenta

eléctrica. “¿Crees que puedes derrotarme con hierro, Meghan Chase?” Aulló. ¡Yo soy hierro!

¡Fui el primer fey de Hierro que nació en este mundo, corre por mis venas, mi sangre, mi

mismísima esencia! ¡Tu uso patético del glamur de Hierro sólo me hace más fuerte!”

Extendiendo sus brazos hacia abajo, sacó la lanza de su pecho en un movimiento fluido y

desdeñoso. Luché por ponerme de pie cuando el rey falso se elevó en el aire, su cabello y

ropa azotándose a su alrededor en la tormenta. “Ahora,” dijo Ferrum monótonamente,

levantando la espada por encima de su cabeza, “es el momento de terminar esto.”

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Relámpagos emergían desde el techo hasta la punta de la espada, cayendo como lanzas y

chisporroteando alrededor del falso rey. Sentí que mi cabello se erizaba, elevándose desde mi

cuello, cuando Ferrum levantó su otra mano y me señaló.

Hubo un destello cegador. Algo golpeó mi pecho, y el ruido del mundo desapareció, tan

abruptamente como si alguien hubiera apagado una televisión.

Todo se volvió blanco.

“NO PUEDES VENCERLO.”

Parpadeando miré el resplandor con ojos entornados, protegiendo mis ojos mientras miraba

los alrededores. Todo a mi alrededor, todo era blanco. No había suelo, ni sombras, nada salvo

un vacío blanco tan vacío como el espacio.

Pero sabía que estaba aquí, conmigo.

“¿Dónde estás, Machina?” pregunté, mi voz haciéndose eco en la vacuidad.

“Siempre he estado aquí, Meghan Chase,” fue la respuesta de Machina, viniendo desde todas

partes y desde ninguna. “Fui cedido a ti, libremente y sin coacción. Eres tú la que me ha

rechazado siempre.”

Eso no tenía sentido, y sacudí mi cabeza para aclararla, tratando de recordar donde estaba.

“¿Dónde están todos? ¿Dónde está… Ferrum? Estaba luchando contra Ferrum. Tengo que

volver. ¿Dónde está él?”

“No puedes vencerlo,” dijo Machina nuevamente. “No de la manera que estás luchando. Él es

la esencia de la corrupción de Hierro, alimentándose de la tierra como una garrapata hinchada.

Su poder es demasiado grande, y no puedes derrotarlo sólo con glamur de Hierro.”

“Voy a tener que intentarlo,” dije enojada. “No tengo una flecha mágica Witchwood para

matarlo como hice contigo. Sólo me tengo a mí misma.”

“La flecha Witchwood era sólo un conducto para tu propio glamur de Verano. Era poderosa,

sí, pero sólo funcionó porque eres la hija de Oberon, y su sangre de Verano, viva y sanadora,

fluye a través de ti. En esencia, le inyectaste al Rey de Hierro tu propia magia de Verano, y

mi cuerpo no pudo soportarlo. Es lo mismo con Ferrum.”

“Bueno, ya no puedo hacer eso. Cada vez que trato de usar magia de Verano, el Hierro se

interpone en el camino. No puedo usar uno sin que el otro lo contamine. No puedo ganar así.

No puedo…“ Cercana a la desesperación, caí de rodillas, enterrando mi cara en una mano.

“Tengo que ganar,” susurré. “Tengo que hacerlo. Todos dependen de mí. Debe haber una

manera de usar mi magia de Verano. Maldición, mi padre es el Rey de Verano, tiene que

haber una manera de separar…“

Y entonces me di cuenta.

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Recordé a mi padre. No el Rey Seelie, mi padre humano, Paul. Pude vernos sentados en el

viejo piano, mientras él trataba de explicar cómo funcionaba la música. Podía ver el glamur

de hierro en las notas, las líneas rígidas y reglas inflexibles que conseguían el resultado final,

pero la música en sí misma era un torbellino de canto y pura emoción. No eran entidades

separadas, magia creativa y glamur de Hierro. Eran uno; fría lógica y salvaje emoción, unidos

juntos para crear algo verdaderamente hermoso.

“Por supuesto,” susurré, tambaleándome al comprender. “Los estaba usando por separado,

por supuesto que reaccionaron el uno al otro. Eso es lo que estabas tratando de decirme, ¿no

es así? Este poder —yo, tú, glamur de Verano y de Hierro— no puedo usar uno o el otro. Son

inútiles por separado. Tengo que convertirlos en uno.”

Era tan simple, ahora que lo pensaba. Paul me había mostrado que podía combinarse; no era

nada nuevo. Esto era por lo cual Machina me había dado su poder, yo era la única que podría

fundirlos, una mestiza que podía utilizar ambos Verano y Hierro.

Sentí una presencia detrás de mí, pero no me di la vuelta. No habría nada ahí si lo hiciera.

“¿Estás lista?” susurró Machina. No, no Machina, la manifestación del glamur de Hierro, mi

glamur de Hierro. La magia que había estado rechazando, de la que había estado huyendo

todo este tiempo. Usándola, pero nunca realmente aceptándola. Eso terminaba hoy. Ya era el

momento.

“Estoy lista,” murmuré, y sentí manos en mis hombros, de dedos largos y poderosos. Cables

de acero se enrollaron a mi alrededor, alrededor de nosotros, apretándose mientras se

deslizaban sobre mi piel. Cerré mis ojos cuando me apuñalaron, moviéndose bajo mi piel y

arrastrándose hacia mi corazón. La presencia de Machina estaba desapareciendo, volviéndose

cada vez más débil, aunque justo antes de que desapareciera completamente, se inclinó cerca

y susurró en mi oído:

“Siempre has tenido el poder para derrotar al falso rey. Es un corruptor, un tomador—de—

vida, envenenando todo lo que toca. Intentará drenar tu magia a la fuerza. Puedes derrotarlo,

pero debes ser valiente. Juntos, podemos restaurar esta tierra.”

Los cables finalmente alcanzaron mi corazón, y una sacudida como una corriente eléctrica

golpeó mi cuerpo, mientras todo lo que quedaba del Rey de Hierro desaparecía

completamente.

JADEÉ Y ABRÍ MIS OJOS.

Estaba en la cámara de Ferrum, acostada de espalda, observando los pequeños rayos bailando

en el techo. Sólo unos segundos debían haber pasado desde que Ferrum me había golpeado,

ya que el falso rey todavía estaba parado en medio del campo de batalla con sus brazos

estirados. Más allá de él, apenas podía distinguir a Ash y Puck, todavía enfrascados en la

batalla con sus oponentes. Ash estaba gritando algo, pero su voz se volvía borrosa en mis

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oídos, como si viniera desde muy lejos. Me sentía mareada, entumecida, y mi piel

hormigueaba, como si todas mis extremidades estuvieran dormidas, pero estaba viva.

Algo liviano se deslizó sobre mi cuello, haciéndole cosquillas a mi piel. Estiré el brazo hacia

arriba y sentí metal frío; el reloj de bolsillo que el Relojero me había dado, hace tanto tiempo.

Levantándolo, vi inmediatamente que no había modo de salvarlo; la electricidad había hecho

una grieta en el vidrio y derretido los bordes de la cubierta de oro. Las delicadas manecillas

no se movían. Por cómo se veía el daño, parecía como que el reloj había recibido la mayor

parte del rayo, ciento sesenta horas desde el momento en que el Relojero me lo había dado.

Gracias, le dije silenciosamente, y abrí la cadena de mi cuello, dejando que el reloj cayera al

suelo traqueteando.

Los ojos de Ferrum se ampliaron cuando luché por ponerme de rodillas, y después de pie,

luchando por permanecer erguida mientras el suelo se tambaleaba y giraba. “¿Todavía vives?”

siseó cuando me sacudí lo último del vértigo y lo enfrenté, apretando mis puños. Todo era

más claro ahora. Podía sentir el glamur de Hierro y la fortaleza pulsando a mí alrededor, y el

agujero negro que era el falso rey, succionándolo todo. Sondeé más allá y sentí el glamur de

Nunca Jamás resistiendo contra el Reino de Hierro, volviéndose más débil mientras el Reino

de Hierro presionaba por avanzar. Podía sentir el latido de ambas tierras, y las criaturas

muriendo a ambos lados.

El poder del Rey de Hierro se puede otorgar, o se puede perder, pero no se puede arrebatar.

De repente me di cuenta de lo que tenía que hacer.

Temblé, deseando que hubiera habido más tiempo —que Ash y yo pudiéramos haber tenido

más tiempo. Si lo hubiera sabido, podría haber hecho las cosas de forma diferente. Pero más

allá de ese momento de arrepentimiento, me sentía calmada, segura, llena de una resolución

que hacía retroceder todo el miedo o duda. Estaba lista. No había otra manera.

Miré a Ferrum y sonreí.

El falso rey siseó y envió otro rayo hacia mí. Levanté mi mano, glamur de Verano y hierro

arremolinándose a mí alrededor, y lo golpeé hacia un lado, enviándolo hacia la muralla sobre

la cabeza de Ferrum. La energía explotó en una lluvia de chispas, y Ferrum chilló de rabia.

Por un momento, contuve el aliento, esperando que el dolor y la náusea me golpearan.

Nada. No había dolor, ni mareos. El glamur de Verano y Hierro se habían fundido

perfectamente, no contaminándose el uno al otro. Extendí mi brazo y llamé a la lanza,

arrancándola del poder de Ferrum, tomándola cuando golpeó mi mano. Los ojos de Ferrum

estaba desorbitados, y el glamur se encendió a su alrededor como una llama oscura. Blandí la

lanza y me puse en postura de ataque.

“Entonces ven, viejo hombre,” grité, ignorando los latidos de mi corazón y la manera en que

temblaban mis manos. “Lanzas como una chica. ¿Quieres mi poder? ¡Ven a buscarlo!”

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Ferrum se elevó en el aire como un Fénix vengativo, cabello y túnica golpeándose detrás de

él. “¡Niña insolente!” gritó, “¡no jugaré más contigo! ¡Tomaré mi poder ahora mismo!”

Voló hacia mí, atravesando el campo de batalla en un parpadeo, aunque vi todo claramente.

Observé a Ferrum acercándose, su rostro contorsionado en una máscara de rabia,

abalanzándose hacia adelante. Vi esas garras mortales, apuñalando mi pecho. Sabía que podía

bloquearlo, hacerme a un lado…

Lo siento, Ash.

En vez de hacer eso cerré mis ojos.

Ferrum me golpeó de lleno en el vientre con todo el poder de su odio, enterrando sus garras

profundamente en mi pecho. La fuerza me hizo doblarme, sacando el aire de mis pulmones,

un momento antes de que el fuego floreciera a través de mi estómago. El dolor era terrible.

Hubiera jadeado, pero no había aire en mí. En algún lugar en la lejanía, escuché el grito de

rabia y furia de Ash, el grito de consternación de Puck, pero entonces Ferrum dio un paso

adelante, empujando sus garras incluso más profundamente, y todo se convirtió en una bruma

roja de agonía.

Inclinada sobre el brazo del falso rey, mi cuerpo se sacudía y convulsionaba, y me concentré

en no desmayarme, no ceder a la oscuridad que se arrastraba por los bordes de mi visión. Era

tentador, tan tentador, rendirse, dejar ir el dolor y hundirse en el olvido. Mi sangre goteaba

sobre el suelo entre nosotros, una piscina carmesí que crecía; podía sentir mi vida

desapareciendo.

“Sí,” susurró Ferrum en mi oído, su aliento olía a oxido y putrefacción, “sufre. Sufre por

robarme mi poder. Por pensar que eras digna de tenerlo. Ahora, morirás, y yo seré el Rey de

Hierro nuevamente. ¡El poder del Rey de Hierro es mío nuevamente!”

Levanté una temblorosa mano bañada en sangre y agarré el cuello de su túnica, levantando mi

cabeza para ver la mirada triunfante del falso rey. Mi vida se estaba yendo rápidamente; tenía

que ser rápida. “¿Lo quieres?” susurré, forzando las palabras a salir, cuando todo lo que

quería era gritar o llorar. “Tómalo. Es tuyo.” Y envié mi poder, el glamur fusionado de

Verano y Hierro, dentro del falso rey.

Ferrum echó su cabeza hacia atrás y se rió, llenándose de poder, su voz repicando a través de

la cámara. El glamur ardía a su alrededor como un fuego oscuro, y el pareció hincharse,

creciendo cuando el enorme poder del Rey de Hierro fluyó en su interior.

Repentinamente, chisporroteó, la fría corrupción negra titilando con lenguas verdes y doradas,

fuego y calidez. Ferrum se sacudió, abriendo sus ojos ampliamente con confusión y miedo,

mirándome con horror.

“¿Qué… qué me estás haciendo? ¿Qué has hecho?” Trató de retroceder, pero yo lo sujeté con

mis dedos alrededor de su muñeca, manteniéndonos juntos.

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“Querías el poder del Rey de Hierro,” le dije a Ferrum, cuyos ojos estaban desorbitados y

parecían locos ahora, el glamur arremolinándose a su alrededor como un vórtice colorido,

“puedes tenerlo. Tanto Hierro como Verano. Me temo que no los puedes separar ahora.” El

glamur continuaba entrando en Ferrum, mientras me aferraba a él con mi fuerza que

disminuía. “Tal vez me mataste, pero juro que no te permitiré tocar Nunca Jamás. O a mi

familia. O a mis amigos. El reino del Rey de Hierro termina ahora mismo.”

Salieron ramas del pecho del falso rey, torcidas y dobladas, dirigiéndose hacia el techo, y

Ferrum gritó. Sacando sus garras de mi estomagó se tambaleó hacia atrás, agarrando las

ramas, tratando de sacárselas. Caí de rodillas, me quedé erguida por una fracción de segundo,

después colapsé, mi cabeza golpeando el suelo con un ruido sordo.

La realidad se hizo borrosa, y el tiempo pareció detenerse. Ferrum se retorcía y se golpeaba,

sus gritos llenando la recámara cuando sus brazos se dividieron y se convirtieron en ramas,

sus dedos volviéndose ramitas retorcidas. Vi a Ash, su rostro pavorosamente fuera de control,

golpear la espada de su hermano, dando un paso adelante y enterrando su espada a través de

la armadura de Rowan, en su pecho. Un destello azul, y Rowan se arqueó hacia atrás,

volviéndose rígido como si se congelara por dentro. Ash tiró de su espada hacia arriba y

afuera, y Rowan se hizo añicos, cayendo al piso en un millón de pedazos brillantes.

Un alarido desde el otro lado de la habitación mostró a dos Pucks sosteniendo a Tertius entre

ellos, mientras un tercer Puck levantaba su daga y la enterraba en el pecho del caballero.

“Maldita seas.” La voz de Ferrum era un graznido, y mi atención volvió al falso rey. Ya casi

había desaparecido, un pequeño, retorcido y viejo árbol, doblado y marchito. Sólo su rostro se

veía a través del tronco, con ojos odiosos clavados en los míos. “Pensé haber visto maldad en

Machina,” resolló, “pero tú eres mucho, mucho peor. Mi poder, todo mi poder, se ha ido.

Perdido.” Su voz se quebró, e hizo un ruido parecido a un sollozo antes de darme una última

mirada de desprecio. “Al menos tengo el consuelo del hecho de que ninguno de nosotros lo

tendrá al final. Morirás pronto. Ni siquiera el poder del Rey de Hierro puede salvarte aho…”

Su voz abruptamente fue cortada, o tal vez perdí la conciencia por un momento, porque la

próxima vez que abrí mis ojos, Ferrum se había ido. Un horrible árbol esquelético era todo lo

que quedaba del falso rey.

El dolor estaba todavía ahí, pero era sordo ahora, una cosa distante, insignificante. En algún

lugar lejano, alguien gritó mi nombre. Al menos, pensé que era mi nombre. Parpadeé,

tratando de enfocarme, pero mis pensamientos eran confusos y se me escapaban como el

humo, y estaba cansada para volver a ellos.

Cerrando mis ojos, me permití ir a la deriva, no queriendo nada salvo la oportunidad de

descansar. Seguramente me lo había ganado ya. Derrotar al falso rey y salvar a todo Faery,

ciertamente había peores formas de morir. Pero, incluso mientras flotaba al borde del vacío,

todavía podía sentir el fatigoso latido de la tierra, el rastro envenenado que Ferrum había

tallado en su camino, y la corrupción filtrándose en Nunca Jamás. Sólo porque Ferrum había

muerto no significaba que desaparecería el Reino de Hierro. Lo que quedaba del poder del

Rey de Hierro todavía titilaba dentro de mí, débilmente, una vela sostenida en el viento. Era

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mi responsabilidad, este poder. ¿Qué pasaría con él cuando muriera? ¿A quién se lo daría? ¿A

quién se lo podría dar, este nuevo glamur de Verano y hierro, sin matarlo?

“¡Meghan!” La voz me llamó nuevamente, y ahora la reconocí. Era su voz, la voz de mi

caballero, desesperada y atormentada, alejándome del vacío. “¡Meghan, no!” suplicaba,

haciendo eco en la oscuridad. “No hagas esto. Vamos, despierta. Por favor.” Las últimas

palabras eran un sollozo desesperado y susurrado, y abrí mis ojos.

Ash me miraba, sus ojos plateados sospechosamente brillantes, su rostro pálido y triste.

Acunada en sus brazos, parpadeé cuando los sonidos del mundo regresaron, el crujido de la

energía sobre nosotros, el caminar de las botas de los Caballeros de Hierro arrastrando los

pies todavía a nuestro alrededor. Di una rápida mirada, y vi que todos los caballeros habían

depuesto sus armas y nos estaban observando con idénticas expresiones solemnes, esperando.

Miré nuevamente a Ash, viendo también a Puck parado sobre su hombro, blanco y pálido.

“Ash,” susurré, mi voz sonando débil y entrecortada en mis oídos. “Lo siento tanto. No

pensé… ahora desaparecerás por mi culpa, porque te pedí que hicieras esa promesa.”

Presionó su rostro a mi cabello, cerrando sus ojos. “Si te vas,” susurró, su voz temblando,

“entonces agradeceré la inexistencia. No quedará nada porqué vivir.” Se retiró, sus ojos

plateados clavados en los míos. “Todavía hay tiempo,” murmuró, parándose fácilmente

conmigo en sus brazos. “Tenemos que llevarte a un sanador.”

Puck estaba repentinamente ahí, apasionado y enojado, su cabello un crudo contraste con su

pálido rostro. “Maldición, Meghan,” dijo bruscamente. “¿Qué diablos estabas pensando?

¡Tenemos que sacarte de aquí, ahora!” Miró el anillo de caballeros y sus ojos se entrecerraron.

“¿Piensas que la brigada de cubos nos dejará ir, o debería abrir un camino a través de ellos?”

“No,” susurré, agarrando la camisa de Ash. Ambos me miraron sorprendidos. “No puedo ir a

un sanador. Llévame…” hice una mueca de dolor y luché contra un jadeo cuando un rayo de

dolor atenazó mi estómago, y el agarre de Ash se apretó. “Llévame al árbol,” expulsé. “Las

ruinas. Tengo que volver… donde todo comenzó.”

Me miró, inexpresivo, pero lo sacudió un temblor. “No,” susurró, aunque era más una súplica.

“¡Princesa, no hay tiempo!” Puck caminó hacia delante, desesperado. “¡No seas estúpida! ¡Si

no te llevamos a un sanador ahora, morirás!”

Ignoré a Puck, mirando a Ash a los ojos, armándome de valor para lo que tenía que hacer.

“Ash,” susurré, mientras las lágrimas inundaban mis ojos. “Por favor. No tengo… mucho

tiempo. Ésta es mi última petición. Tengo que… llegar a ese árbol. Por favor.”

Cerró sus ojos, y una sola lágrima cayó arrastrándose por su mejilla. Sabía que estaba

pidiéndole que hiciera lo imposible, y me estaba destrozando que Ash estuviera sufriendo.

Pero al menos haría lo correcto al final. Se lo había prometido.

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“No la escuches, príncipe.” Puck sonaba casi desesperado en ese momento, agarrando a Ash

por los hombros. “Está delirando. Anda a un sanador, maldición. No me digas que vas a

escuchar esta locura.”

“Puck,” susurré, pero repentinamente me di cuenta de la cadena de plata vacía, colgando del

pecho de Ash. No tenía el amuleto. Donde estaba el cristal, sólo quedaba un fragmento

ennegrecido. Se debió haber destruido en la batalla con Rowan. Mi estómago se retorció. “Oh,

Dios, Ash,” dije en voz baja. “El amuleto. Ya no estarás protegido en el Reino de Hierro. Haz

que alguien más me lleve.”

Levantó su cabeza, sus ojos sombríos pero determinados, una mirada que había visto antes,

cuando no tenía nada más que perder.

“Yo te llevaré.”

“¡No, no lo harás!” Puck se puso frente a nosotros, y repentinamente su daga estaba

presionada contra la garganta de Ash. Ash no se movió, y Puck se inclinó, su rostro feroz.

“La llevarás a un sanador, príncipe, o juro que te sacaré ese pedazo de hielo que llamas

corazón y la llevaré yo mismo.”

“Puck,” susurré nuevamente, “por favor.” No me miró, pero tenía los ojos llenos de lágrimas,

y la mano que sostenía la daga temblaba. “Tengo que hacer esto,” continué, mientras Ash y

Puck continuaban mirando hacia abajo, ninguno cediendo un centímetro. “Ésta… es la única

manera de salvar todo. Por favor.”

Tomó una respiración temblorosa. “¿Cómo puedes pedirme que te deje morir?” se ahogó,

manteniendo todavía la hoja en la garganta del príncipe. Un hilo de sangre se formó bajo el

cuchillo, y corrió por el cuello de Ash. “Haría cualquier cosa por ti, Meghan. Sólo… eso no.

No eso.”

Gentilmente, extendí el brazo y cerré mis dedos alrededor del mango del cuchillo,

empujándolo hacia abajo y lejos del cuello de Ash. Puck se resistió un momento, después

retrocedió con un sollozo. La daga cayó de su mano y repicó en el suelo.

“¿Estás segura que es lo que quieres, princesa?” Su voz era estrangulada, sus ojos rogando

que cambiara de opinión.

“No,” susurré, mientras se derramaban mis propias lágrimas, y los brazos a mí alrededor se

apretaban. Por supuesto que no. Quería vivir. Quería ver a mi familia y terminar el colegio y

viajar a lugares lejanos de los que sólo había leído. Quería reír con Puck y amar con Ash, y

hacer todas las cosas que la gente normal daba por hecho. Pero no podía. Me habían dado

este poder, esta responsabilidad. Y tenía que terminar lo que había comenzado, de una vez

por todas. “No, Puck, no lo es. Pero, así es como tiene que ser.”

Puck tomó mi mano, apretándola como si pudiera mantenerme aquí solo por tenerme

agarrada. Miré sus ojos verdes, brillando por la emoción y vi todos sus años como Hada,

todos sus triunfos y fracasos, amores y pérdidas. Lo vi como Puck, el diabólico y legendario

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alborotador, y como Robin Goodfellow, un ser tan antiguo como el tiempo, con sus propias

cicatrices y heridas reunidas en su vida inmortal. Puck apretó mi mano, con lágrimas

corriendo descaradamente por su rostro, y sacudió su cabeza.

“Wow,” murmuró, su voz se ahogó con las lágrimas. “Aquí estamos, nuestra última noche, y

no puedo pensar en nada que decir.”

Presioné mi palma contra su mejilla, sintiendo la humedad bajo mis dedos, y le sonreí. “¿Qué

tal ‘adiós’?”

“Nah.” Puck sacudió su cabeza. “Me aseguro de nunca decir adiós, princesa. Lo hace sonar

como que nunca volverás.”

“Puck…”

Se inclinó y me besó suavemente en los labios. Ash se puso rígido, sus brazos apretándose a

mi alrededor, pero Puck se deslizó fuera de alcance antes que ninguno de nosotros pudiera

reaccionar. “Cuídala, chico hielo,” dijo, sonriendo mientras retrocedía varios pasos.

“¿Supongo que tampoco te veré a ti, no es así? Fue… divertido, mientras duró.”

“Siento que no consiguiéramos matarnos,” dijo Ash tranquilamente.

Puck se rió y se arrodilló a recoger su daga caída. “Mi único pesar. Demasiado malo, eso

habría sido una batalla épica.” Enderezándose, nos dio esa vieja y estúpida sonrisa,

levantando una mano en despedida. “Nos vemos, tortolitos.”

El glamur atravesó el aire, y Puck se desintegró en un una bandada de cuervos gritando y

aleteando salvajemente mientras se dispersaban por todas las esquinas de la habitación. Los

caballeros se agacharon cuando las aves se abalanzaron sobre sus cabezas, graznando en sus

agudas y burlonas voces. Después las aves se marcharon en la oscuridad, el sonido de las alas

despareció, y Puck se había desvanecido.

LOS CABALLEROS NOS PERMITIERON pasar sin luchar, inclinando sus cabezas

mientras pasábamos. Algunos de ellos incluso levantaron sus espadas, como en un saludo,

pero no le presté mucha atención. Acunada gentilmente en los brazos de Ash, mi cuerpo y

mente estaban entumecidos ante todo. Me concentré en no quedarme dormida, sabiendo que

si lo hacía, podría ser que nunca abriera los ojos. Pronto podría descansar, ceder al

agotamiento que reclamaba mi cuerpo, tenderme y olvidarlo todo, pero tenía que hacer una

última cosa. Y entonces podría finalmente dejar ir todo.

Suaves copos tocaron mis mejillas, y miré hacia arriba.

Ahora estábamos fuera de la fortaleza, parados en la cima de un tramo de escaleras, mirando

el campo. Los sonidos de batalla habían terminado y el silencio gravitaba sobre el campo

mientras cada ojo, ya fuera de Verano, Invierno o Hierro, se volvía en mi dirección. Todos

estaban congelados, mirándome impactados, inseguros de qué hacer.

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Ash nunca se detuvo, caminando deliberadamente hacia adelante, su rostro ilegible, y las filas

de Verano, Invierno y hadas de Hierro se abrieron paso para él sin decir una palabra. Rostros

pasaban a mi lado, silenciosos en la ceniza caída. Diode, con sus ojos girando por la ansiedad.

Spikerail y su horda, bajando sus cabezas mientras pasábamos a su lado. Los gremlins nos

seguían, silenciosos y sombríos, abriéndose paso entre la multitud.

Aparecieron Mab y Oberon, sus ojos al mismo tiempo inexpresivos y compasivos. Ash no se

detuvo, ni siquiera por Mab. Caminó delante de los gobernantes hada sin darles una sola

mirada, continuando a través del camino gris, hasta que llegamos al borde del campo y el

enorme dragón congelado esperándonos. El dragón cambió de posición, posándose en sus

patas traseras para mirar al príncipe de Invierno con sus ojos azul—hielo.

“Llévanos al Reino de Hierro.” La voz de Ash era suave, pero varios grados bajo cero, sin

dejar espacio para discusiones. “Ahora.”

El dragón parpadeó. Siseando suavemente, se dio la vuelta y se agachó, estirando su largo

cuello para que Ash subiera. Sin siquiera una sacudida, Ash se subió a su antebrazo escamoso

y saltó entre los hombros del dragón, colocándome en su regazo. Cuando el dragón se levantó,

extendiendo sus alas para lanzarse, Razor soltó un grito de excitación, y los gremlins

explotaron en lamentos agudos y estridentes, saltando de arriba abajo y tirando de sus orejas.

Aunque estuvieran sobresaltados, nadie se movió para detenerlos, y sus voces agudas nos

siguieron en el aire, hasta que el viento se las tragó.

NO RECUERDO VOLAR. Tampoco aterrizar. Sólo un suave ruido sordo cuando Ash se

deslizó fuera de la espalda del dragón al suelo sólido nuevamente. Levantando mi cabeza de

su pecho, miré los alrededores. El paisaje era borroso y confuso, como una cámara

desenfocada, hasta que me di cuenta que era yo y no los alrededores. Todo era gris y oscuro,

pero todavía podía distinguir el árbol, el enorme roble, elevándose desde las ruinas de la torre

hasta rozar el cielo.

Detrás de nosotros, el dragón hizo un ruido bajo que sonó como una pregunta. “Sí, ve,”

murmuró Ash sin darse la vuelta, y entonces hubo una ráfaga de viento que señaló que el

dragón había huido, de vuelta a Nunca Jamás donde no sería envenenado. Noté, en mi

entumecido estado mental, que Ash no le dijo que lo esperara.

Porque no planeaba irse, tampoco.

Los pasos de Ash eran firmes cuando me llevó a través de la torre, pasando lentamente a

través de las ruinas vacías, deslizándose entre las sombras, hasta que llegamos a la base del

árbol. Sólo cuando llegamos a la recamara central y las ramas surgieron sobre nosotros

comenzó a temblar. Pero su voz era firme, y su agarre no se aflojó cuando se acercó al tronco

y se detuvo, bajando su cabeza hacia la mía.

“Estamos aquí,” murmuró. Cerré mis ojos y extendí el glamur que me quedaba, sintiendo el

corazón palpitante del árbol y las raíces, extendiéndose profundo en la tierra.

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“Túmbame… en la base,” susurré.

Dudó, pero después avanzó bajo el árbol y se arrodilló, depositándome suavemente sobre el

suelo entre dos raíces gigantes. Y se quedó ahí, arrodillado a mi lado, sosteniendo mi mano

en la suya. Algo mojó el dorso de mi mano, frío como agua de manantial, cristalizándose en

mi piel. Las lágrimas de un hada.

Levanté mi mirada hacia él y traté de sonreír, traté de ser valiente, de mostrarle que nada de

esto era su culpa. Que así tenía que ser. Sus ojos centelleaban en la oscuridad, brillantes y

angustiados. Apreté su mano.

“Fue… toda una aventura, ¿no es así?” susurré, mientras mis propias lágrimas corrían por mi

mejilla, manchando el duro suelo. “Lo siento, Ash. Desearía… que tuviéramos más tiempo.

Desearía…que pudiera haberme ido contigo… pero las cosas no funcionaron exactamente,

¿verdad?”

Ash llevó mi mano a sus labios, sin que sus ojos abandonaran nunca los míos. “Te amo,

Meghan Chase,” murmuró contra mi piel. “Por siempre, cuanto sea que nos quede.

Consideraré un honor morir a tu lado.”

Tomé una respiración profunda, haciendo retroceder la oscuridad en los bordes de mi visión.

Ahora venía la parte más difícil, la parte que había estado temiendo. No quería morir, e

incluso más, no quería morir sola. El pensamiento hizo que mi estómago se apretara, y que

mi aliento saliera en cortos jadeos de pánico. Pero Ash no desaparecería. No lo dejaría morir

por su voto. Ésta era la última cosa altruista que podía hacer por él. Él había estado conmigo

en cada paso de mi camino; ahora era mi turno de liberarlo.

“Ash.” Extendí mi mano y toqué su mejilla, trazando la línea de su mandíbula. “Te amo.

Nunca olvides eso. Y… quería vivir el resto de mi vida contigo. Pero…” Y me detuve,

tratando de recuperar el aliento. Se estaba volviendo difícil incluso hablar, y el perfil de Ash

estaba desvaneciéndose en su contorno. Parpadeé fuertemente para mantenerlo enfocado.

“Pero... no puedo dejarte morir por mí,” continué, viendo entendimiento en sus ojos, seguido

de inquietud. “No lo permitiré.”

“Meghan, no.”

“Está bien si me odias,” continué, hablando más rápido para que no pudiera hacerme cambiar

de opinión. “De hecho, sería lo mejor. Ódiame, para que puedas encontrar a alguien…

alguien más para amar. Pero quiero que vivas, Ash. Tienes tanto por lo que vivir.”

“Por favor.” Ash apretó mi mano. “No hagas esto.”

“Te libero,” susurré. “De tu voto de caballero, y las promesas que hiciste. Terminaste tu

servicio hacia mí, Ash. Eres libre.”

Ash inclinó su cabeza, sus hombros agitándose. Me tragué el nudo amargo en mi garganta, mi

estómago se estaba revolviendo dolorosamente. Había terminado. Me odiaba por ello, pero

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era lo correcto. Ya le había pedido tanto. Incluso si estuviera preparado para morir, no iba a

permitir que sucediera.

“Ahora,” dije, soltando su mano. “Sal de aquí, Ash. Antes que sea demasiado tarde.”

“No.”

“Ash, no puedes quedarte. Ya no tienes el amuleto. Si permaneces aquí más tiempo, morirás.”

Ash no dijo nada. Pero conocía esa testaruda postura de sus hombros, ese ánimo de

resolución a su alrededor, y sabía que se quedaría conmigo a pesar de todo. Así que, hice la

única cosa en la que pude pensar. Él maldeciría el día que conoció a la chica humana en el

wyldwood, juraría nunca, jamás, volverse a enamorar. Pero viviría.

“Ashallyn’darkmyr Tallyn,” dije, y él cerró sus ojos, “por el poder de tu Verdadero Nombre,

abandona el Reino de Hierro ahora mismo.” Giré mi cabeza para no tener que verlo, forzando

a salir las últimas palabras. “Y no regreses.”

Lo siento, Ash. Pero por favor, vive por mí. Si alguien merece salir de esto con vida, eres tú.

Un ruido suave, casi un sollozo. Ash se levantó, dudó, como si luchara la compulsión a

obedecer. “Siempre seré tu caballero, Meghan Chase,” susurró con una voz forzada, como si

cada momento que permaneciera fuera doloroso para él. “Y juro, que si hay alguna manera de

que estemos juntos, la encontraré. Sin importar lo que tome. Si tengo que perseguir tu alma

hasta el fin del mundo, no me detendré hasta encontrarte, lo prometo.”

Y entonces se había ido.

Sola en la base del roble gigante, me tendí, luchando contra el impulso de llorar, gritar por el

miedo y la desolación. Ya no había tiempo para eso. El mundo estaba oscureciéndose, y había

una cosa más que tenía que hacer.

Cerrando mis ojos, extendí mi glamur, sintiendo que tanto Verano como Invierno se elevaban

en respuesta. Cautelosamente, sondeé las raíces del roble gigante, siguiéndolas

profundamente en la tierra seca y agrietada, sintiendo la devastación de la tierra a su

alrededor. El glamur de Hierro estaba matando una especie pero sustentando a otra.

Pensé en mi familia. En mamá y Luke y Ethan, todavía esperándome en casa. Pensé en mi

papá humano, Paul y mi padre real, el Rey de Verano. En todos los que había conocido en el

camino: Glitch, los rebeldes, Razor. Ironhorse. Ellos eran del Reino de Hierro, pero aun eran

hadas. Merecían una oportunidad de vivir, como todos los demás.

Pensé en Grimalkin, y Puck. Mi sabio profesor, y mi valiente y leal mejor amigo. Vivirían,

me aseguraría de eso. Reirían e inspirarían baladas y recolectarían favores hasta el fin de los

tiempos. Esto era para ellos. Y para mi caballero, quien había dado todo por mí. Quien habría

estado ahí en el mismísimo final, si se lo hubiera permitido.

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Ash, Puck, todos. Los amo. Recuérdenme. Y en un último y determinado empujón, reuní el

poder del Rey de Hierro en una enorme bola giratoria y la envié profundamente a las raíces

del roble gigante.

Un estremecimiento atravesó al árbol, continuando en la tierra a su alrededor como ondas en

una laguna cristalina. Se irradió hacia afuera, extendiéndose a los árboles muertos y la

vegetación, y las plantas ya marchitas se agitaron cuando el glamur nuevo tocó sus raíces.

Sentí la tierra despertando, bebiendo la nueva magia, sanando el veneno que el glamur de

Hierro había filtrado a la tierra. Los árboles se enderezaron, desplegando nuevas hojas desde

ramas metálicas. La dura llanura obsidiana se estremeció cuando brotes verdes se abrieron

camino hacia la superficie. Las nubes con manchas amarillas comenzaron a separarse,

mostrando cielo azul asomándose entre ellas.

Una fresca brisa sopló desde alguna parte, enfriando mi rostro y causando una lluvia de hojas

que revolotearon a mi alrededor. El aire olía a tierra y pasto nuevo. Calmada en una profunda

paz, escuchando los sonidos de cosas creciendo a mí alrededor, cerré mis ojos y finalmente

me rendí a la oscuridad.

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CAPÍTULO 25 Traducido por Pau24

Corregido por Sidonie

LA REINA DE HIERRO

Machina me estaba esperando al otro lado.

“Hola, Meghan Chase,” saludó suavemente, sonriendo en la luminosidad que nos rodeaba. Ya

no estaba el negro vacío de los sueños, o la fuerte blancura de mi mente, no sabía realmente

donde estaba. La niebla se arremolinaba a mi alrededor, y me pregunté si ésta era tan sólo una

prueba más antes de que llegara a la vida después de la muerte, o lo que sea que hubiera más

allá de la niebla.

“Machina.” Asentí. Él era apenas discernible en la niebla, pero cada cierto tiempo la niebla se

aclaraba y lo veía, aunque a veces parecía un enorme árbol.

“¿Qué estás haciendo aquí?” suspiré. “No me digas que estás custodiando las puertas del

paraíso. Nunca me pareciste del tipo angelical.”

El Rey de Hierro sacudió su cabeza. Sus cables, plegados detrás de él, se veían casi como alas

resplandecientes, pero Machina no podía, de ninguna manera, ser confundido con algo más.

Parpadeé, y por un momento pareció que estaba nuevamente parada bajo las ramas del

enorme roble. Pero la tierra a su alrededor había cambiado, verde y plateado, juntos unidos

perfectamente. Volví mi cabeza y Machina estaba parado ante mí nuevamente, mirando hacia

abajo con lo que podía ser sólo orgullo.

“Quería felicitarte,” murmuró, como el susurro del viento a través de las hojas. “Has llegado

más lejos de lo que nadie hubiera esperado. Derrotar al falso rey sacrificándote fue

extraordinario. Pero entonces le diste tu poder a la única cosa que podía salvarlos a ambos: la

tierra.”

El movimiento se arremolinaba a mí alrededor, destellos de color, mostrando tierra tanto

familiar como extraña. Montañas de basura dominaban el paisaje, pero musgo y enredaderas

creían alrededor de ellas ahora, retorcidas y floreciendo. Una enorme ciudad de piedra y

acero que tenía tanto postes de luz como árboles florecientes alineados en las calles, y una

fuente en la plaza central expulsaba agua limpia. Una vía férrea irrumpía a través de una

llanura cubierta de hierbas, donde un enorme roble plateado surgía imponentemente sobre

ruinas desmoronadas, brillante y metálico y vivo.

“Verano y Hierro,” continuó Machina suavemente, “unidos, convertidos en uno. Has hecho lo

imposible, Meghan Chase. La corrupción de Nunca Jamás ha sido limpiada. Las hadas de

Hierro ahora tienen un lugar para vivir sin temer la ira de las otras cortes.” Suspiró y sacudió

su cabeza. “Si Mab y Oberon pueden dejarnos en paz, claro.”

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“¿Qué pasa con las hadas normales?” pregunté, mientras las imágenes desaparecían y éramos

sólo el Rey de Hierro y yo una vez más. “¿No pueden vivir aquí también?”

“No.” Machina me enfrentó solemnemente. “Aunque has limpiado el veneno y detenido la

expansión del glamur de Hierro, nuestro mundo todavía es mortal para los sangre antigua.

Las hadas de Hierro siguen siendo todo lo que las hadas normales temen; no podemos

sobrevivir en el mismo lugar. Lo máximo que podemos esperar es coexistencia pacífica en

nuestros reinos separados. E incluso eso podría ser demasiado para los otros soberanos de las

cortes de las hadas. Verano e Invierno están atascados en sus tradiciones. Necesitan a alguien

que les muestre otro camino.”

Me quedé en silencio, considerando esto. Lo que decía Machina tenía sentido, pero él no

decía como conseguiría esto. ¿Quien se ofrecería y sería el paladín de las hadas de Hierro, el

nuevo Rey de Hierro?

Por supuesto. Suspiré, sacudiendo mi cabeza. “Tú pensarías que después de salvar el reino de

Faery, podría tener algún tipo de vacaciones,” murmuré, intimidada por la enorme tarea ante

mí. “¿Por qué tengo que ser yo? ¿No puede hacerlo alguien más?”

“Cuando cediste tu poder, esencialmente sanaste la tierra,” dijo Machina, mirándome con una

pequeña sonrisa. “Y, porque estás conectada, la tierra te sanó en retribución. Tú, Meghan

Chase, eres el corazón vivo del Reino de Hierro. Su glamur te mantiene; tu existencia le da

vida. No pueden sobrevivir el uno sin el otro. “Comenzó a desvanecerse, la luminosidad a

nuestro alrededor atenuándose, convirtiéndose en un vacío negro. “Así que,” murmuró el

último Rey de Hierro, su voz era apenas un susurro en la oscuridad, “la única pregunta es,

¿qué vas a hacer ahora?”

ALGO TOCÓ MI ROSTRO, Y ABRÍ LOS OJOS.

Un rostro pequeño y ansioso miraba el mío, con brillantes ojos verdes y enormes orejas

abanicándose lejos de su cabeza. Razor chilló cuando parpadeé, después sonrió de placer.

“¡Ama!”

Gruñí y agité mi mano para que se retirara. Mi cuerpo se sentía débil, aporreado y golpeado

hasta la sumisión, pero gracias a Dios, no había dolor persistente. Sobre mí, las ramas de

metal del gran roble se agitaban suavemente, la luz del sol se reflejaba en las hojas y moteaba

el piso. Mis dedos acariciaron el frío pasto mientras me sentaba cuidadosamente, mirando a

mi alrededor asombrada.

Estaba rodeada por hadas de Hierro. Gremlins y caballeros de Hierro, elfos hacker y sabuesos

mecánicos, hombres de alambre, enanos, brujas—araña, y más. Glitch estaba parado

silenciosamente con su brazo en un cabestrillo, al lado de Spikerail y dos de sus caballos de

hierro, observándome con ojos solemnes.

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Podía sentirlos, a todos ellos. Podía sentir cada latido, sentir el glamur de Hierro

atravesándolos, latiendo al unisonó con la tierra, fluyendo a través de mí. Conocía los límites

de mi reino, rozando Nunca Jamás, sin expandirse, sin corromper, satisfecho de estar dentro

de nuevas fronteras. Sentía cada árbol, arbusto y brizna de pasto, desplegado ante mí como

una colcha a base de retazos sin costuras. Y, si cerraba mis ojos y realmente me concentraba,

podía escuchar mi propio latido, y el pulso de la tierra, resonando.

¿Qué harás ahora, Meghan Chase?

Lo entendía. Éste era mi destino. Sabía lo que tenía que hacer. Poniéndome en pie, di un paso

adelante, lejos del tronco, parándome por mí misma. Como si fueran uno, cada hada de

Hierro, fila tras fila de ellos, inclinaron sus cabezas y hundieron sus rodillas. Incluso Glitch,

inclinándose torpemente, apoyándose contra Spikerail que estaba arrodillado. Incluso Razor y

los gremlins, enterrando sus rostros en el césped. Los caballeros de Hierro hicieron un ruido

metálico al unísono cuando sacaron sus espadas y se arrodillaron, enterrando las puntas de las

espadas en la tierra.

En el silencio, miré fijamente sobre la masa de hadas arrodillados y elevé mi voz. No sé por

qué lo dije, pero en mi interior, sabía que tenía razón. Mis palabras hicieron eco sobre la

multitud, sellando mi destino. Sería un camino difícil, y tendría mucho trabajo delante de mí

pero al final, éste era el único resultado posible.

“Mi nombre es Meghan Chase, y soy la Reina de Hierro.”

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EPÍLOGO

Traducido por Sidonie

MEDIANOCHE EN EL 14202 DE CEDAR DRIVE, LOUSIANA

“¿Estás segura de que quieres hacer esto?” me preguntó Glitch, sus chispas centelleaban de

color azul—eléctrico en la oscuridad. Estábamos de pie en el borde del bosque, mirando

hacia un jardín delantero demasiado grande y un camino de entrada de grava, con un Ford al

final.

Asentí con cansancio. La noche era cálida, húmeda y ninguna brisa agitaba las ramas de los

árboles tupelo a nuestro alrededor. Yo llevaba puesto unos pantalones vaqueros y un top

blanco, y se sentía extraño volver a estar con ropa normal. “Ellos se merecen saber la verdad.

Les debo eso. Necesitan comprender por qué no puedo regresar a casa.”

“Puedes visitarlos,” dijo Glitch de modo alentador. “Nadie te detendrá. No hay ninguna razón

para que no puedas volver de vez en cuando.”

“Sí,” dije suavemente, aunque no estaba convencida. El tiempo fluye de forma diferente en

Faery, en el Reino de Hierro donde ahora me encontraba gobernando. Los primeros días

habían sido ajetreados, mientras francamente había hecho cuanto podía para evitar que Mab y

Oberon declararan otra guerra contra las hadas de Hierro, ahora que Ferrum se había ido.

Varias reuniones habían sido convocadas, nuevos tratados redactados y firmados, y estrictas

reglas habían sido establecidas en las fronteras entre nuestros reinos, antes de que los

gobernantes de Verano e Invierno estuvieran aplacados. Yo tenía la ligera sospecha de que

Oberon era ligeramente más indulgente porque estábamos emparentados, y no tenía ningún

problema con eso.

Puck había estado en esos encuentros, sociable e inalterable como siempre. Él dejó claro que

no me trataría de forma diferente sólo porque ahora fuera una reina, y lo demostró besándome

en la mejilla delante de un pelotón de enfurecidos caballeros de Hierro, a quienes tuve que

gritar para que se calmaran antes de que tratasen de ensartarlo como a una brocheta. Puck se

había escapado airadamente, riéndose. A mí alrededor, él era risueño y frívolo, pero

demasiado, como si ya no estuviera lo bastante seguro de quién era yo. Había una cautela con

él ahora, una incertidumbre que iba más allá de nuestra cómoda amistad, haciéndonos

extraños e incómodos el uno con el otro. Quizás era su verdadera naturaleza, como el

incorregible Robin Goodfellow, a desafiar a reyes y reinas y burlarse de aquellos que

ostentan la autoridad. No lo sabía. Con el tiempo, Puck volvería, pero tenía el presentimiento

de que llevaría algún tiempo tener de vuelta a mi viejo mejor amigo.

No he visto a Ash, ni una sola vez.

Me sacudí, intentando apartarlo de mi mente como había hecho estos días anteriores. Ash se

había ido. Me había asegurado de ello. Incluso aunque no hubiera usado su Nombre Real, no

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había ninguna forma de que él pudiera aventurarse en el Reino de Hierro, no había ninguna

posibilidad de que pudiera sobrevivir allí. Era mejor de esta manera.

Ahora, si tan sólo pudiera convencer a mi corazón de eso.

“¿Estás segura de que te encuentras bien?” preguntó Glitch, interrumpiendo mis

pensamientos. “Podría ir contigo, si quieres. Ellos ni siquiera me verán.”

Negué con la cabeza. “Es mejor que lo haga sola. Además, hay un miembro de esa familia

que puede verte. Y él ya ha visto suficientes monstruos espeluznantes para lo que le queda de

vida.”

“Ruego me perdone, su majestad,” Glitch esbozó una sonrisa satisfecha, “pero ¿a quién llama

monstruo espeluznante?”

Le di un manotazo. Mi primer teniente sonrió burlonamente, una sombra constante desde el

día que me hice cargo del Reino de Hierro. Las hadas de Hierro lo buscan y lo escuchan

cuando yo no puedo estar allí. Los caballeros de Hierro han aceptado su posición fácilmente,

casi aliviados de estar de nuevo bajo su mando, y yo no lo he cuestionado. “Regresaré antes

del amanecer,” dije, mientras echaba un vistazo a la luna a través de los árboles. “¿Confío en

que podrás manejar las cosas hasta entonces?”

“Sí, su majestad,” respondió Glitch, ya sin sonreír, y yo hice una mueca, aun

acostumbrándome a la idea de ser llamada ‘su majestad’ por todos. ‘Princesa’ había sido ya

bastante malo. “Mag Tuiredh estará sana y segura hasta su regreso. Y su… padre… será bien

cuidado, no se preocupe.”

Asentí, agradecida con Glitch por entenderlo. Después de convertirme en reina y establecer

Mag Tuiredh como la sede de la nueva Corte de Hierro, mantuve la promesa que me hice a

mí misma y volví a la cabaña de Leanansidhe a por Paul. Mi padre humano estaba casi

recuperado, con la mente clara casi todo el tiempo y sus recuerdos completamente intactos. Él

me reconoció, y recordaba lo que le había sucedido hace tantos años. Y ahora que su mente

era finalmente suya, iba a hacer todo lo que estaba en su poder para mantenerla de esa forma.

Le dejé claro que era libre de dejar el mundo faery en cualquier momento, que no iba a

mantenerlo allí si él quería irse. Por el momento Paul se negó. No estaba preparado para

afrontar el mundo humano, no todavía. Había cambiado demasiadas cosas en el tiempo que

no había estado, habían pasado muchas cosas, y él había sido dejado atrás. Un día tal vez se

reincorpore al mundo real, pero por el momento, él quería conocer a su hija de nuevo.

Él había rechazado venir conmigo esta noche. “Esta noche es para ti,” me había dicho antes

de irme. “No necesitas ninguna distracción. Algún día, me gustaría que tu madre supiera lo

que pasó, pero espero explicárselo yo mismo. Si es que ella quiere verme de nuevo.” Él

suspiró, mirando a través de la ventana de su cuarto. El sol estaba poniéndose tras la alejada

torre del reloj, proyectando sobre su rostro una luz rojiza. “Simplemente dime esto. ¿Ella es

feliz?”

Dudé, mientras se me formaba un nudo en la garganta. “Eso creo.”

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Paul asintió, sonriendo tristemente. “Entonces ella no necesita saber de mí. Al menos no aún.

O nunca. No, tú vete y ve a tu familia de nuevo. En realidad yo no tengo ningún derecho a

estar allí.”

“¿Majestad?” la voz de Glitch interrumpió mis pensamientos. Él hacía eso bastante

últimamente, traerme de vuelta a la realidad cuando me dejaba ir a la deriva. “¿Se encuentra

bien?”

“Estoy bien.” Miré de nuevo hacia la casa, echándome el pelo hacia atrás. “Bueno, allá voy.

Deséame suerte.” Y antes de que me rajara, caminé hasta el camino de entrada de grava y

forcé mis pasos en dirección a la casa.

Desde que podía recordar, el escalón central del porche crujía cuando se pisaba, sin importar

dónde se pusiera el pie o cuán ligero se hiciera. No crujió ahora, ni siquiera un rechinar,

mientras me deslizaba escalones arriba y me paraba en seco ante la mosquitera de la puerta.

Las ventanas estaban oscuras, y meses vibraban en torno a la luz del porche, titilando

sombras sobre los desteñidos escalones de madera.

Podría haber abierto la cerradura de la puerta fácilmente. Las puertas y cerraduras ya no eran

una barrera para mí. Unas palabras susurradas, un empuje de glamur y la puerta se había

abierto sola. Podría haber entrado al salón sin impedimentos, invisible como la brisa.

No manipulé la puerta con glamur. Esta noche, al menos durante un pequeño momento,

quería ser humana. Estiré mi puño y llamé con fuerza sobre la desgastada madera.

No hubo respuesta al principio. La casa permaneció silenciosa y oscura. Un perro ladró, en

algún lugar en la oscuridad de la noche.

Una luz titiló dentro, mientras unos pasos golpeaban el suelo. Una silueta se recortó contra

las cortinas, y luego el rostro de Luke apareció en la ventana, mirando detenidamente hacia

afuera con recelo.

Al principio, mi padrastro no pareció verme, aunque estaba delante de sus narices. Su frente

se arrugó y dejó caer la cortina, retirándose. Lancé un suspiro y golpeé de nuevo la puerta.

Se abrió de golpe esta ve, rápidamente, como si quien quiera que estuviera al otro lado

esperara pillar al bromista que golpeaba su puerta a las 12 de la noche.

Luke me miró detenidamente. Parecía mayor, pensé, sus ojos marrones más cansados que

antes, su cara refunfuñona. Él me miró con una expresión desconcertada, con una mano aún

sobre el pomo. “¿Sí?” instó cuando yo no dije nada. “¿Puedo ayudarte?”

Él siguió sin reconocerme. No me sorprendía, ni siquiera me enojaba en realidad. Yo no era

la misma chica que había desaparecido en Faery hace un año. Pero antes de que pudiera decir

nada, la puerta se abrió por completo, y mamá apareció en el marco.

Nos miramos fijamente la una a la otra. Mi corazón latía fuertemente, medio asustada de que

mamá me dirigiera esa mirada en blanco y desconcertada, al no reconocer a la extraña chica

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en el porche. Pero un segundo después, mamá dejó escapar un pequeño grito y atravesó la

puerta corriendo.

Otro instante y me encontraba en sus brazos, abrazándola fuertemente mientras ella sollozaba,

reía y me hacía miles de preguntas todo al mismo tiempo. Cerré mis ojos y dejé que este

momento me rodeara, aferrándome a él mientras pudiera. Quería recordar, tan sólo durante

unos segundos cómo era ser no un hada, un peón o una reina, sino simplemente una hija.

“¿Meggie?” me eché hacia atrás un poco y, al otro lado de la puerta, vi a Ethan de pie a los

pies de la escalera. Más alto, más mayor. Debía de haber crecido al menos tres pulgadas

mientras yo no estaba. Pero sus ojos eran los mismos: azules claro y tan solemnes como una

tumba.

Él no corrió hacia mí cuando entré al salón, tampoco sonrió. Tranquilamente, como si hubiera

sabido durante todo este tiempo que yo regresaría, caminó hasta situarse a un paso de mí. Me

arrodillé y él me observó, manteniendo mi mirada con una expresión demasiado vieja para su

rostro.

“Sabía que regresarías.” Su voz también era diferente. Más clara, más seguro de sí mismo. Mi

hermanastro ya no era un renacuajo. “No lo olvidé.”

“No,” susurré. “No lo has olvidado.”

Abrí mis brazos y finalmente él caminó hasta ellos, cerrando sus puños en mi cabello. Lo

abracé mientras me ponía en pie, preguntándome si ésta sería la última vez que podría

abrazarlo así. Podría ser un adolescente la próxima vez que lo viera.

“Meghan.” La voz de mi madre me hizo darme la vuelta. Ella estaba de pie al final de la sala

con Luke detrás de ella, observándome con una extraña y triste mirada. Como si ella acabara

de comprender algo. “Tú no vas… a quedarte, ¿verdad?”

Cerré los ojos, sintiendo cómo se apretaban los brazos de Ethan entorno a mi cuello. “No,” le

dije, negando con la cabeza. “No puedo. Tengo… responsabilidades, gente que me necesita.

Sólo quería despedirme y…” Mi aliento se atoró, y tragué saliva fuertemente para aclararme

la garganta. “Y tratar de explicar lo que me sucedió la noche que regresé.” Suspiré y le eché

un vistazo a Luke, que aún permanecía confuso junto a la puerta, su frente se fruncía mientras

pasaba la mirada de mí a mi madre y volvía a mirarme a mí. “No sé si me creerán,” continué,

“pero deben escuchar la verdad. Antes… antes de que tenga que marcharme.”

Mamá atravesó el salón como sonámbula, dejándose caer en el sofá aturdida. Aunque sus

ojos eran claros y determinados cuando me miró y palmeó el asiento a su lado. “Cuéntamelo

todo,” fue todo cuanto dijo.

Y eso hice.

Empezando desde el principio. El día que entré en Faery para traer a Ethan de vuelta. Les

hablé sobre las cortes de las hadas, sobre Oberon, Mab y Puck. Les conté a cerca de Machina

y el reino de Hierro, de Glitch, los rebeldes y el falso rey. Pasé por alto algunos pequeños

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detalles aterradores, partes de la historia donde casi morí, o que eran demasiado espantosos

para que los oyera Ethan. Omití las partes con Paul, sabiendo que no me correspondía contar

su historia. Para cuando llegué al final, cuando derroté a Ferrum y me convertí en la Reina de

Hierro, Ethan se había quedado dormido en mi regazo, y los ojos de Luke estaban ausentes en

absoluta incredulidad. Yo sabía que él no recordaría mucho de la historia, si es que recordaba

algo, se deslizaría y se desvanecería de su mente convirtiéndose en algo que había oído en

una historia de hadas.

Mamá se quedó en silencio durante varios latidos de corazón cuando terminé. “Entonces, tú

ahora eres… una reina.” Pronunció las palabras como si las estuviera probando, viendo cómo

se sentían. “Una… reina de las hadas.”

“Sí.”

“Y… no hay ninguna posibilidad de que te quedes en el mundo real. Con nosotros. Con tu

familia.”

Negué con la cabeza. “La tierra me reclama. Ahora estoy atada a ella. Tengo que volver.”

Mamá se mordió el labio, y sus ojos finalmente se llenaron de lágrimas. Me sorprendía

cuando Luke habló, su profunda y tranquila voz resonó por la habitación. “¿Te veremos de

nuevo?”

“No lo sé,” dije sinceramente. “Tal vez.”

“¿Estarás bien?” continuó Luke. “¿Sola con esas… cosas?” Como si el pronunciar la palabra

hada lo hiciera más real, y él aún no acabara de empezar a creer.

“Estaré bien.” Pensé en Paul y deseé que pudiera estar aquí esta noche. “No estaré sola.”

A través de las ventanas se veía el cielo empezar a iluminarse. Habíamos hablado durante

toda la noche, y el amanecer se avecinaba.

Suavemente, besé la frente de Ethan y lo moví con cuidado al sofá sin despertarlo, luego me

puse en pie para afrontar a mamá y a Luke. “Me tengo que ir,” dije en voz baja. “Me están

esperando.”

Mamá me abrazó de nuevo, y Luke nos envolvió a ambos con sus gruesos brazos. “Asegúrate

de escribir,” resolló mamá, como si me fuese a un largo viaje o a la universidad. Quizás fuera

más fácil para ella pensar eso. “Llámanos si tienes oportunidad, y trata de venir a casa en

vacaciones.”

“Lo intentaré,” murmuré, alejándome. Durante un momento, miré fijamente en torno a la

granja, reviviendo viejos recuerdos, dejando que me abrigaran por dentro y fuera. Ya no era

mi casa, pero era una parte de mí que siempre estaría aquí, un lugar que nunca desaparecería.

Me giré hacia mamá y Luke y sonreí a través de las lágrimas que no me había dado cuenta

que estuvieran cayendo hasta ahora.

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“Meghan.” Mamá dio un paso hacia delante, suplicante. “¿Estás segura de que tienes que

hacer esto? ¿No puedes quedarte, sólo unos días?”

Negué con la cabeza. “Te quiero, Mamá.” Haciendo uso de mi glamur, lo arremoliné a mí

alrededor como un manto. “Dile a Ethan que no lo olvidaré.”

“¡Meghan!”

“Adiós,” susurré y desaparecí de la vista. Tanto mamá como Luke saltaron, buscando

alrededor frenéticamente, luego mamá enterró su rostro en el hombro de Luke y sollozó.

Ethan se despertó, parpadeó en dirección a sus padres, después miró directamente hacia mí,

aún invisible junto a la puerta delantera. Sus cejas se alzaron, y yo puse un dedo sobre mis

labios, rogando que él no armara un escándalo.

Ethan sonrió. Alzó una pequeña mano en un breve saludo, luego saltó del sofá y anduvo sin

hacer ruido junto a mamá, que todavía estaba siendo consolada por Luke. Miré a mi familia,

sentí su amor, pena y apoyo, y sonreí orgullosa.

Estaréis bien, les dije, tragándome el nudo que se me había formado en la garganta. Estaréis

bien sin mí.

Parpadeando para contener las lágrimas, di a mi familia un último vistazo y salí por la puerta

hacia el pronto amanecer.

HABÍA CRUZADO LA MITAD del césped frontal, forzándome a mí misma a poner un pie

delante del otro y no darme la vuelta, cuando un ladrido llamó mi atención y levanté la

mirada.

Algo estaba brincando sobre el césped hacia mí, una sombra en la luz del alba inminente.

Algo grande, peludo y vagamente familiar. ¿Un lobo? ¡No, un perro! Uno grande, greñudo…

no, eso no podía ser correcto…

“¿Beau?” Jadeé, mientras el enorme pastor alemán se lanzaba sobre mí con la fuerza de un

tren de mercancías, casi tirándome. Era Beau. Me reí mientras sus enormes zarpas llenaban

de barro mi camiseta y su enorme lengua me palmeaba el lado de la cara.

“¿Qué haces aquí?” pregunté, frotando su cuello mientras él jadeaba y meneaba todo su

cuerpo de alegría. No había visto a nuestro viejo perro de granja desde el día en que Luke lo

había llevado injustamente a la perrera, creyendo que había mordido a Ethan. “¿Mamá

decidió traerte a casa? ¿Cómo…?”

Me detuve cuando mis dedos rozaron algo fino y metálico colgado de su cuello, bajo su

pelaje lanudo. Preguntándome si era un collar con una chapa identificativa, tranquilicé a Beau

el tiempo suficiente para sacarlo, llevándolo sobre sus orejas y sosteniéndolo en alto para

mirarlo de cerca.

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Era una cadena de plata familiar, sobre la que colgaban los restos de un amuleto hecho añicos,

lanzando destellos con la luz del alba inminente.

Mi corazón se saltó un latido. Con Beau aún danzando a mí alrededor, busqué por los

alrededores, escaneando el patio delantero y el límite de los árboles. Él no podía estar aquí.

Lo había enviado lejos, liberándolo de sus promesas. Él debe de odiarme.

Y aún así… aquí estaba esto.

Durante unos momentos con el corazón acelerado, esperé. Esperé a que su oscura forma

saliera de las sombras, a que esos brillantes ojos plateados me encontraran. Pensé que podía

sentirlo cerca, observando. Casi podía imaginar que sentía el latido de su corazón, y sus

emociones, o tal vez era mi propio anhelo. Mi propia sensación de pérdida, dolor y

arrepentimiento, y el amor que sabía que nunca estaría.

Una presión se extendió por mi pecho, y sonreí tristemente. En el fondo, sabía que él no iba a

venir. Éramos de mundos diferentes ahora. Ash no sobreviviría en el Reino de Hierro, y yo

no podía… no lo abandonaría. Tenía responsabilidades, hacia el Reino de Hierro, hacia mis

súbditos, hacia mí misma. Ash no podía ser una parte de eso. Era mejor una ruptura clara que

arrastrarlo, esperando lo imposible. Él sabía eso. Esto tan sólo era su regalo definitivo; su

último adiós.

Aun así, vacilé, mi estómago en un nudo, esperando frente al deseo de que él me encontraría,

cambiaría de opinión y regresaría. Pero pasaron varios minutos en silencio, y Ahs no apareció.

Finalmente, mientras la última estrella desaparecía del cielo, metí la cadena en mi bolsillo y

me arrodillé para rascar a Beau tras las orejas.

“Él es extraordinario, ¿verdad?” Le pregunté al perro, el cual parpadeó y sacudió su cola

solemnemente. “No sé dónde te encontró, o cómo te ha traído aquí, pero me alegra que lo

hiciera. Ojalá pudiera verlo una vez más…” Se me formó un nudo en la garganta y tragué

saliva para quitarlo. “Te gustará tu nuevo hogar, chico,” continué diciendo, intentando estar

alegre. “Muchas habitaciones, montones de gremlins a los que perseguir, y creo que te va a

encantar Paul.” El perro gimió, ladeando su cabeza. Yo besé su largo hocico y me puse en pie.

“Vamos,” dije, limpiándome los ojos, “te presentaré.”

El cielo ya estaba de color rosa suave. Los pájaros piaban en las ramas de los árboles a mí

alrededor, y una ligera brisa removía las hojas. Por todos lados la vida estaba despertando,

siguiendo adelante. Respiré profundamente y miré al cielo, dejando que la brisa secara mis

lágrimas. Ash se había ido, pero yo aún tenía a gente que me necesitaba, que me estaba

esperando. Podía revolcarme en mi pérdida, o podía confiar en mi caballero y seguir adelante.

El tiempo estaba de mi lado, después de todo. Mientras tanto, tenía un reino que dirigir.

“¡Majestad!”

La voz de Glitch destrozó la calma de la mañana, y mi primer lugarteniente vino dando

grandes zancadas a través de los árboles. Beau gruñó, aplastando sus orejas, hasta que toqué

su cuello y se tranquilizó.

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“¿Se encuentra bien?” preguntó Glitch ansiosamente, sus ojos violetas se ampliaron cuando

clavó su vista en Beau. “¿Qué es esa… cosa? Parece peligroso. ¿Le ha hecho daño?”

“Beau, éste es Glitch,” le presenté, y el perro dio un indeciso meneo con su cola. “Glitch, éste

es Beau. Sed amables, los dos. Vais a veros mucho el uno al otro, espero.”

“Espere. ¿Viene con nosotros?”

Me reí ante su expresión horrorizada. Beau ladró feliz y meneó su cola, acercándose. Deslicé

mi brazo a lo largo del de Glitch y sonreí al perro presionado contra mi pierna. La vida no era

perfecta, pero era tan perfecta como podría ser en este momento. Tenía un lugar en el mundo.

No estaba sola.

“Vamos,” les dije. “Nos estarán esperando, allí en la ciudad. Vayamos a casa.”

Él la observó desde la desvanecida oscuridad, inadvertido e invisible, tan sólo otra sombra

entre los árboles. Se preguntó si habría tenido derecho a venir aquí, de verla una última vez,

aunque sabía que resistirse a ella era inútil. No podía irse sin verla de nuevo, escuchar su voz

y ver su sonrisa, incluso aunque no fuera para él. No se haría ninguna ilusión respecto a su

adicción por ella. Ella tenía sus dedos firmemente enterrados en su corazón, y podía hacer

con él lo que deseara.

La observó alejarse con el hada de Hierro y el perro, viendo cómo se iban para regresar a su

propio reino, de vuelta al lugar al que no podía seguirla.

Por ahora.

“Entonces.” Robin Goodfellow apareció a su lado, con los brazos sobre su pecho, y también

observó la partida de la chica y sus acompañantes. “Ella se ha ido.”

“Sí.”

Goodfellow le lanzó una mirada de reojo, cauteloso y expectante. “¿Ahora qué?”

Él suspiró, y pasó una mano por su pelo. “Tengo algo que hacer,” murmuró. “Una promesa

que mantener. Puede que tarde en volver mucho tiempo.”

“Huh.” Goodfellow se rascó la cabeza, y sonrió burlonamente. “Suena como divertido. ¿A

dónde vamos?”

Ahora fue su turno de mirar al otro fey. “No recuerdo haberte invitado.”

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“Qué lástima, chico hielo.” Exasperante como siempre, Goodfellow se inclinó hacia atrás y

sonrió satisfecho. “He tenido suficiente de guerras y de matar por un tiempo. Atormentarte es

muchísimo más divertido. Además…” Goodfellow suspiró y miró de nuevo hacia los

escalones ahora vacíos. “Quiero que ella sea feliz, y es más feliz contigo. Tal vez esto

compensará los… errores pasados.” Él negó con la cabeza y regresó a su normal estupidez.

“Así que, o dices, ‘claro, me encantaría tenerte como compañía,’ o tendrás a un enorme

pájaro dejando caer cosas sobre tu cabeza todo el viaje.”

Él suspiró, derrotado. Quizás fuera conveniente arrastrar a Goodfellow. Él era un luchador

competente después de todo. Y ellos habían sido… amigos… en una ocasión. Aunque este

viaje no cambiaría nada. “Bien,” murmuró él. “Simplemente, no te cruces en mi camino.”

El hada de Verano sonrió abiertamente, frotando sus manos, viéndose regocijado. Él sintió un

breve momento de turbación, al invitar a Puck. Probablemente intentarían matarse el uno al

otro antes de empezar el viaje. “Entonces, ¿a dónde vamos?” preguntó Goodfellow. “Asumo

que tienes algún tipo de plan para esta aventura.”

Una aventura. Él no pensaba en ello de esa forma, pero daba igual. No me importa cómo se le

llame. Sólo quiero estar con ella al final. No me voy a rendir, Meghan, estaré contigo pronto.

Por favor, espérame.

“Ey, chico hielo. ¿Me has oído? ¿A dónde vamos? ¿Qué vamos a hacer?”

“Te he oído,” murmuró él, y se dio la vuelta, empezando a hablar hacia los árboles. “Y sí,

tengo un plan.”

“Vaya. Ilumíname.”

“Primero, vamos a encontrar a cierto gato.”

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AGRADECIMIENTOS

TRADUCCION FORO AD’

http://alisheadreams.foroactivo.com

http://alisheadreams.com

LIBRO 3 DE LA SAGA

“The Iron Fey”

TRADUCCION

DamaOscura, Maricarodelgado, Pamee!!, Isabella, Nanndadu, Pargulin,

Kroana, ConyH, NaaN!, LoreMejia, Pau24.

RECOPILACION DE TEXTO

Shuk Hing