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LA RANITA DE LA VOZ LINDA En un charco, a orillas de un río, vivía un grupo de ranas. Se lo pasaban todo el día croando y croando. ¡Croooc! ¡Croooc!... Aquel día era muy especial porque las ranitas pequeñas cantarían por primera vez. Una a una fueron cantando: ¡Crooc! ¡Crooc!. Hasta que saltó al escenario, que era una piedra en medio del agua, una ranita, que en vez del famoso ¡Crooc! ¡Crooc!, ¡cantó una hermosa melodía, con una bellísima voz de soprano!. Todos quedaron paralizados. Simplemente no lo podían creer. ¡Una rana que sí cantaba bien!. La novedad corrió por todo el valle y llegó a oídos, de un representante de artistas, que se apresuró a ir a buscar a la ranita cantora. La llevó a los más grandes escenarios del mundo y grabó muchos discos. Todos la admiraban y querían tomarse fotos con ella. Sin embargo, la ranita no era feliz. Ella quería volver a su charco, con su familia y sus amigos. Pero era esclava de su voz y de su fama. No podía volver. Hasta que, en medio de un recital, en un reino muy lejano, la ranita cantora cambió su dulce canto, por el canto natural de las ranas, el ronco ¡Crooc! ¡Crooc!... El público la empezó a pifiar y las pifias eran música para la pequeña, porque se dió cuenta que ahora podría volver a su charco añorado. Ahora la ranita sí es feliz. Y cantando ¡Crooc! ¡Crooc! ¡Crooc!, pero con su familia, sus amigos y su charco.

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LA RANITA

DE LA VOZ LINDA

En un charco, a orillas de un río, vivía un grupo de ranas. Se lo pasaban todo el día croando y croando. ¡Croooc! ¡Croooc!...

Aquel día era muy especial porque las ranitas pequeñas cantarían por primera vez. Una a una fueron cantando: ¡Crooc! ¡Crooc!. Hasta que saltó al escenario, que era una piedra en medio del agua, una ranita, que en vez del famoso ¡Crooc! ¡Crooc!, ¡cantó una hermosa melodía, con una bellísima voz de soprano!.

Todos quedaron paralizados. Simplemente no lo podían creer. ¡Una rana que sí cantaba bien!. La novedad corrió por todo el valle y llegó a oídos, de un representante de artistas, que se apresuró a ir a buscar a la ranita cantora. La llevó a los más grandes escenarios del mundo y grabó muchos discos. Todos la admiraban y querían tomarse fotos con ella.

Sin embargo, la ranita no era feliz. Ella quería volver a su charco, con su familia y sus amigos. Pero era esclava de su voz y de su fama. No podía volver.

Hasta que, en medio de un recital, en un reino muy lejano, la ranita cantora cambió su dulce canto, por el canto natural de las ranas, el ronco ¡Crooc! ¡Crooc!... El público la empezó a pifiar y las pifias eran música para la pequeña, porque se dió cuenta que ahora podría volver a su charco añorado.

Ahora la ranita sí es feliz. Y cantando ¡Crooc! ¡Crooc! ¡Crooc!, pero con su familia, sus amigos y su charco.

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MOTITA,

LA NUBE PORFIADA

Un día, de entre las grandes nubes que habían en el cielo, salió corriendo y jugando una pequeña nube. Su mamá, una gran nube blanca y esponjosa la llamó dulcemente... ¡Motita!, ¡Motita! ¡no te alejes mucho!. Pero Motita era una nubecita un poquito porfiada y no hizo caso a los llamados de su mamá y siguió jugando en el amplio cielo y poco a poco se fue alejando.

El aire, lejos de su mamá,  empezó a ponerse muy helado. Motita empezó a tiritar. Tiritaba y tiritaba.

De pronto notó que su cuerpo se empezaba a transformar en cientos de gotitas y empezó a caer hacia la tierra. ¡Se había transformado en lluvia!.

Al caer sobre el pasto de la pradera se unieron las gotitas en un pequeño charco y motita se sentía muy rara transformada en agua.

Afortunadamente para Motita salió el sol y empezó a sentir un rico calorcito. El calor aumentó y aumentó. Motita empezó a transpirar y se empezó a transformar en vapor. Entonces empezó a subir y subir, y a medida que subía se convertía de nuevo en una nube.

Motita estaba feliz, y más feliz estuvo cuando abrazó a su mamá y le prometió no alejarse de ella ni siquiera para jugar a ser lluvia...