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1 INSTITUTO BÍBLICO PASTORAL LATINOAMERICANO PROGRAMA DE PROFESIONAL EN CIENCIAS BÍBLICAS CURSO: COMUNICACIÓN Y ORALIDAD EXITOSAS PROFESOR: MANUEL TENJO COGOLLO LECTURAS COMPLEMENTARIAS # 2 1. DIMENSIONES TEOLÓGICAS DE LA PREDICACIÓN ¡Los hombres sabios, los que guiaron a muchos por el camino recto, brillarán como la bóveda celeste: brillarán por siempre como las estrellas! (Dn 12,3). Las dimensiones que presentamos a continuación, si bien pueden referirse a la evangelización en general, el punto de vista es particular: la predicación. Todo predicador debe estar bien preparado en los distintos aspectos de la enseñanza y la vida cristiana, así que la formación constante debe invadir la existencia de quien ejerce el Ministerio de la Palabra. Las afirmaciones realizadas, no siempre explicadas, pretenden presentar de manera inmediata y directa las dimensiones que el predicador debe tener en cuenta: antes, durante y después del ejercicio de la predicación. El lenguaje es técnico, pero el predicador debe aprender a leer, profundizar y expresar las ideas con claridad para quienes escuchan, aunque él tenga que aprender de fuentes complicadas. A continuación veremos algunas dimensiones de la predicación:

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INSTITUTO BÍBLICO PASTORAL LATINOAMERICANOPROGRAMA DE PROFESIONAL EN CIENCIAS BÍBLICASCURSO: COMUNICACIÓN Y ORALIDAD EXITOSASPROFESOR: MANUEL TENJO COGOLLOLECTURAS COMPLEMENTARIAS # 2

1. DIMENSIONES TEOLÓGICAS DE LA PREDICACIÓN

¡Los hombres sabios,los que guiaron a muchos por el camino recto,

brillarán como la bóveda celeste:brillarán por siempre como las estrellas!

(Dn 12,3).

Las dimensiones que presentamos a continuación, si bien pueden referirse a la evangelización en general, el punto de vista es particular: la predicación. Todo predicador debe estar bien preparado en los distintos aspectos de la enseñanza y la vida cristiana, así que la formación constante debe invadir la existencia de quien ejerce el Ministerio de la Palabra. Las afirmaciones realizadas, no siempre explicadas, pretenden presentar de manera inmediata y directa las dimensiones que el predicador debe tener en cuenta: antes, durante y después del ejercicio de la predicación. El lenguaje es técnico, pero el predicador debe aprender a leer, profundizar y expresar las ideas con claridad para quienes escuchan, aunque él tenga que aprender de fuentes complicadas.

A continuación veremos algunas dimensiones de la predicación:

1.1. DIMENSIÓN TEOLÓGICA

En el Antiguo Testamento descubrimos a Dios hablando en la historia de salvación, a través de Moisés, los profetas y demás escritos hasta la plenitud alcanzada en su Hijo Jesucristo (Heb 1,1-2). Porque Dios quiere comunicar un mensaje especial a los hombres, revelarse amorosamente para guiarlos a la plenitud, llevarlos a la realización total de tal manera que vivan felices.

1. DIM. TEOLÓGICA: Dios se comunica con el hombre de varias maneras

2. DIM. CRISTOLÍGICA: Jesucristo es el centro y el evangelizador

3. DIM. ANTROPOLÓGICA: el hombre es oyente y comunicador de la Palabra

4. DIM. ECLESIAL: La Iglesia es sujeto activo en la evangelización

5. DIM. CARISMÁTICA Y MINISTERIAL: Carismas para servir en la predicación

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El hombre santo y justo escucha la Palabra del Señor y la asimila en su vida, porque es gozo y alegría en el corazón del oyente (Jer 15,16). Es como si se comiera esa Palabra y luego la transmitiera a las personas, hablando en nombre de Dios (Ez 3,1;). Es Palabra que nos cautiva y nos enamora también empuja nuestra existencia a anunciar esa experiencia intima, profunda, sincera y plenificante con Dios.

La captación de la revelación de Dios es progresiva y dinámica donde el hombre va captando su voluntad y obrando conforme a ella, pero siempre con una característica fundamental: es acción creadora de Dios que permanece constante y cumple con la misión que debe realizar (Is 55,10-11).

La Palabra de Dios no es detenida por nada ni por nadie, pues siempre cumple su cometido. Dios está hablando constantemente en la historia ya través de seres humanos escogidos para tal misión. Eso significa que no habla directamente sino que manifiesta su trascendencia por medio de seres históricos, sujetos a limitaciones, con un lenguaje humano que no expresa totalmente esa experiencia con El.

Detengámonos un momento en un ejemplo del Antiguo Testamento.

Después del exilio de Israel, con la aparición de las sinagogas surgen personas "especializadas" en el estudio de las Escrituras, ellos eran considerados “los hombres del libro o soferim”. En el libro de Esdras podemos descubrir algunas características: “Esdras había aplicado su corazón a escrutar la ley de Yahvé, a ponerla en práctica y a enseñar a Israel los preceptos y las normas” (Esd 7,10).

Aplicar el corazón a escrutar la ley: el trabajo no es solo intelectual sino también afectivo, tiene que ponerle el corazón para profundizar en la Palabra de Dios, enamorarse de ella.

Ponerla en práctica: es vivirla, pues se encuentran cosas maravillosas y las hace vida. Esa praxis de la Palabra permitía enseñarla con seguridad y autoridad.

Enseñar al pueblo los preceptos v las normas: del corazón del hombre brota la necesidad de enseñar a los hermanos lo que, ha descubierto y vive, a fin de que todo el pueblo viva esa enseñanza y sea responsable con la elección realizada por Dios.

En el Nuevo Testamento la Palabra de Dios se llama Jesucristo; es éste quien da a conocer que Dios es Abbá, que ama primero y que busca el bienestar de sus hijos, ofreciéndoles toda su vida y la de su Hijo. Dios se nos manifiesta como iniciador de una nueva creación y Padre de la humanidad, que quiere darse a conocer en unión con su Hijo, para que todo el que lo escuche y crea tenga vida eterna (Jn 17,3), viva en el amor y de mucho fruto manifiesto a los hombres.

La relación entre Jesús y el Padre es íntima a tal punto que se presentan las siguientes afirmaciones: "Yo y el Padre somos uno”. "El Padre está en mí y yo en el Padre” (Jn 10,30.38). Es la identificación total en la que nos revela Jesús que viendo su actuar y escuchando sus palabras, estamos haciendo lo mismo con el Padre. Por tanto, la enseñanza de Jesús es lo que quiere decir Dios a todos los hombres: "nadie ha visto jamás a Dios; el Hijo único... que es Dios y que vive en intima comunión con el Padre... es quien nos lo ha dado a conocer” (Jn 1,18). Si queremos conocer a Dios debemos relacionarnos con Jesucristo pues El con sus palabras, con sus acciones, con sus sanaciones y señales revela quien es Dios.

1.2. DIMENSIÓN CRISTOLÓGICA

La predicación tiene una dimensión cristológica por cuanto Jesucristo es la Palabra viva de Dios Padre, que da a conocer al hombre su designio salvífico, para llevarlo a la plenitud en el amor.

Jesús enseña ungido por el Espíritu Santo (Lc 4,18-19) y El mismo se compromete con su mensaje, siendo testigo fiel y predicando con autoridad (Mt 7,28), pues sus palabras son dirigidas por Dios mismo, sin tener que buscar respaldo en otros hombres, además van acompañadas con signos que manifiestan su poder,

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como lo muestra el sumario de Mt 4,23: “Recorría Jesús toda Galilea... enseñando en sus sinagogas... proclamando la Buena Nueva del Reino y curando de toda enfermedad y toda dolencia en el pueblo”.

La predicación de Jesús fue el Reino de Dios como el acontecer salvífico y creador de Dios al interior del ser humano, para hacerlo nuevo e hijo, como lo manifiestan las parábolas del Reino y las enseñanzas de San Pablo. Por tal motivo Jesucristo es la esperanza de los pueblos ya que El mismo es la solución de Dios, es decir, en Jesús descubrimos y encontramos a Dios mismo que se manifiesta visiblemente, dando a conocer su Gloria, esto es: dar vida, hacer todo nuevo, llevar a todos a la nueva creación en su Hijo.

Jesús fue original en el sentido de dar origen, de hablar y hacer “las cosas con absoluta inmediatez y soberanía”1 .De tal manera que ahora todos nos descubrimos como hermanos, hijos de un solo Padre, donde no hay diferencia de sexo, raza o de cualquier otra discriminación, pues somos hombres nuevos (Ef 4,22-24).

La originalidad de Jesús consiste en poder alcanzar toda aquella profundidad humana que concierne indistintamente a todos los hombres2, así pues, tomamos conciencia que su originalidad da la pauta para poder vivir hoy de una manera nueva y con dimensiones escatológicas (últimas y definitivas) iniciadas en Jesús muerto y resucitado.

La predicación de Jesús tiene poder y vida, confronta y llama a aceptar el Reino, sus palabras son perennes y constantes en la historia, libera de ataduras internas y orientan para que el hombre sea protagonista una vez que ha sido liberando las esclavitudes externas que le impiden vivir humanamente. La enseñanza de Jesús tiene alcances insospechados, pues obra en medio del hombre atravesándolo y trascendiéndolo. Esa enseñanza perdura hasta hoy porque esa es su voluntad y su misión. En estos tiempos, plenos de la presencia divina, Jesús sigue hablando a través de la Iglesia y sigue cuestionando al hombre en su profundidad para que asuma su vida con radicalidad.

En Mateo en 28,16-20 se narra la aparición de Jesús en un monte en Galilea, donde manifiesta su divinidad y su poder, por eso lo da a sus discípulos y ordena "ir y hacer discípulos a todas las gentes”; es un mandato actual y efectivo en el cual se busca llevar a los pies de Jesús a los seres humanos, que estos vivan la enseñanza del Maestro y se sumerjan en la acción creadora de la Trinidad. La promesa de estar presente "todos los días”, da confianza a la Iglesia; evangelizada y evangelizadora, para que su enseñanza trascienda los límites de los siglos y llegue a todos los hombres.

Además la predicación tiene una dimensión cristocéntrica, pues, dicho en el lenguaje de Pablo VI; “a evangelización debe contener siempre --como base, centro ya la vez culmen de su dinamismo-- una clara proclamación de que en Jesucristo, Hijo de Dios hecho hombre, muerto y resucitado, se ofrece la salvación a todos los hombres, como don de la gracia y la misericordia de Dios”3.

Jesucristo y su mensaje/acción son el centro de la predicación, debido a que en Él y por Él se tiene la salvación por la obediencia hasta el final de la vida terrena (Heb 5,9). Todo debe ser visto en función del Señor y Cristo. Algunos ejemplos señala San Pablo; la Iglesia es el Cuerpo de Cristo (Ef 4,12); creer es recibir y vivir en Cristo (Col 2,5); el bautismo es morir y resucitar con Cristo (Rom 6,3). En el “cuerpo paulino” se encuentra 164 veces la expresión; "en Cristo ", como queriendo indicar que toda la existencia del hombre (y por supuesto la predicación) debe girar en torno a Jesucristo.

Al referir todo a la persona de Jesucristo, no cabe la posibilidad de ser abstractos o de presentar la moral como un conjunto de deberes que se fundan en una ley dada y objetiva. La predicación centrada en Jesús muerto y resucitado otorgará a la vida cristiana el aspecto personalista que le es propio. Debemos predicar con los ojos puestos en el Maestro y con el corazón en su misericordia... "¡Vengan a mí todos lo que están fatigados y sobrecargados, y yo les daré descanso! Tomen sobre ustedes mi yugo, y aprendan de mí que soy

1Boff, L. Jesucristo el liberador. 2ª. Edición. 1993. Pág. 110.2Ibib. Pág. 111.3 Pablo VI. El anuncio del Evangelio hoy. Ed. Paulinas. Bogotá. 1985. E.N. 27

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manso y humilde de corazón; y hallarán descanso para sus almas. Porque mi yugo es suave y mi carga ligera" (Mt 11,28-30).

1.3. DIMENSIÓN ANTROPOLÓGICA

Antes que un ser humano predique la Palabra primero tiene que escucharla, pues un buen predicador siempre tiene "algo" que decir, pero un predicador mediocre tiene que decir "algo" .Así que antes de anunciar el Mensaje, primero tenemos que escucharlo.

El hombre como oyente de la Palabra 4 tiene la facultad de escuchar el mensaje de Dios, tiene un órgano abierto a toda palabra que pueda salir de la boca del Eterno, pues se encuentra abierto a la comunicación de Dios por la gracia. El ser humano es la absoluta apertura a la plenitud. Abierto a la trascendencia; por eso podemos decir que "el hombre es espíritu”, es decir, el hombre vive su vida en un continuo tender hacia el absoluto, en una apertura hacia Dios. Así que presta oído a la revelación libre de Dios, pues Él puede hablar o guardar silencio; de igual manera el hombre es libre de escuchar a Dios.

"El lugar del encuentro con Dios es la trascendencia del hombre en su peculiaridad específicamente humana"5, pues Dios es espíritu trascendente y nos podemos comunicar con El en Espíritu y en Verdad (Jn 4,23). Sin embargo debemos tener en cuenta que el hombre es espiritualidad sensible, espíritu en la materia y por tanto ocupa un tiempo y un espacio: el ser humano es un espíritu encarnado e histórico.

Podemos afirmar que el hombre es el ser de naturaleza espiritual receptiva, abierto en cada caso a la historia, donde acontece Dios para revelarse llevándolo a dimensiones más amplias y trascendentes manifestado en realidades inmanentes, pues El habla "en forma de palabra", es decir, Dios habla aconteciendo en la historia de manera libre y es en esa historia donde el hombre, que por ser espíritu trascendente, tiene la capacidad' de escuchar a Dios y ser edificado con su Palabra de poder y vida.Son muchos los textos en que los hombres de Dios se presentan disponibles ante El: "Habla. Señor, que tu siervo escucha” (1 Sam 3,10); "El Señor se dirigió a mí y me dijo” (Jer 1,4). Textos que recomendamos leer: 1s 50,4-5; Ez 2,1.22; Eclo 51, 13-30.

Una vez que el hombre escucha a Dios, tiene la capacidad de comunicar, proclamar o predicar a los demás seres humanos, esa experiencia de diálogo y encuentro con el Señor de la Vida. El Ministerio de la Palabra es realizado y llevado a cabo por hombres y para hombres, por eso el documento de evangelización señala "vínculos de orden antropológico, porque el hombre que hay que evangelizar no es un ser abstracto, sino un ser sujeto a problemas sociales y económicos”6.

El hombre, al descubrir las grandezas de Dios en su vida, se pregunta: ¿qué es el hombre para que te acuerde de él, el hijo de Adán para darle poder?” (Sal 8,5). Podemos constar que la preocupación más grande de Dios es el ser humano, por él da la tierra que mana leche y miel y lo conduce a conocer paulatinamente sus misterios. Es por el ser humano que Dios se hace hombre en Jesús de Nazareth y da la vida para la salvación del que cree en Él. Dios llega a hacer habitación en el hombre a fin de que tenga la gracia de vivir en intimidad con su Creador y Salvador.

Por tal motivo el hombre, lleno de entusiasmo, quiere comunicar a todo el mundo su experiencia de renovación en el encuentro con Dios, así que se lanza a cumplir lo comisionado por Jesús: “lo que yo os digo en la oscuridad, decidlo vosotros a la luz; y lo que oís al oído, proclamadlo desde los terrados” (Mt 10,27; Lc 12,3).

4 Algunos elementos son tomados del libro de Karl Rahner: El oyente de la Palabra. Fundamentos para una filosofía de la religión. Herder. Barcelona. 1967.5Ibid. Pág. 157.6 E.N. 31.

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La evangelización busca llegar al hombre y transformarlo desde dentro, para que pueda renovar a las comunidades y así alcanzar la transformación de la humanidad de una manera radical y novedosa7, para que todos los seres humanos vivan y actúen como hermanos, hijos del mismo Padre, máxime en nuestro continente que necesita “claros principios iluminadores para comprender mejor la importancia y el sentido profundo de la liberación tal como la ha anunciado y realizado Jesús de Nazareth y la predica la Iglesia”8.

El hombre es llamado por Dios para que sea su reconciliador y embajador “como si Dios mismo hablara a través de nosotros” (2 Cor 5,20), e impregne con su influjo todas las realidades infrahumanas para hacerlas humanas. Así que la propuesta de Jesús debe tener una respuesta efectiva y activa por parte del hombre en su palabra y en su praxis (cf. Sant 1,19-25). Dios habla para que el hombre comunique ese mensaje, no se puede quedar con él, tiene que comunicarlo.

Para el ser humano es normal hablar de su Creador, no hacerlo es anormal. En una oportunidad se acercaron unos discípulos a su maestro para preguntarle acerca de Dios, a lo que él les contesto: “Dios es el Desconocido y el Incognoscible. Cualquier afirmación a cerca de Él, cualquier respuesta a vuestras preguntas no será más que una distorsión de la Verdad”, Los discípulos quedaron perplejos: “Entonces, ¿por qué hablas sobre Él?” Y el maestro respondió: “¿y por qué canta el pájaro?”

El pájaro no canta porque tenga una afirmación que hacer, canta porque tiene un canto que expresar. Repito una máxima señalada anteriormente: el buen predicador tiene “algo” que decir, el mal predicador tiene que decir “algo”.

1.4. DIMENSIÓN ECLESIAL

Nuestra relación con Jesucristo nos lanza a vivir en comunidad, pues no podemos quedarnos solos. La palabra Iglesia en griego (exxlesia) denota el sentido del llamado que el Padre nos hace a través de su Hijo para que nazcamos, vivamos, crezcamos y nos plenifiquemos con otros seres humano a los que llamamos hermanos viviendo en comunidad con todo lo que ello implica.

La predicación tiene también una dimensión eclesial, pues es la iglesia la destinataria del mensaje de su Maestro y al mismo tiempo es quien anuncia la salvación ofrecida en Jesucristo. Pero esa dimensión eclesial tiene varios sentidos y elementos, a saber:

La predicación es eclesial, sobre todo, por su sujeto. Jesucristo habla a la Iglesia, puesto que a ella le ha confiado su mensaje con la misión de proclamarlo hasta el final de los tiempos (cf. Mt 28,18-20). Por consiguiente, la predicación es algo propio de la Iglesia y nadie puede predicar si no ha recibido de ella el mandato de hacerlo.

La predicación es eclesial porque sólo a la Iglesia le es dada la interpretación del Mensaje de su Fundador que le confiara para comunicarlo a los hombres de todos los tiempos y de todos los lugares. Puesto que vive la promesa de la asistencia del Espíritu Santo, la predicación es legítima cuando se realiza en el seno de la Iglesia. El aspecto de fondo se encuentra en que es la Iglesia quien, en la predicación, ejerce el ministerio profético de Jesús parcipado por el Bautismo y enaltecido en la Confirmación.

La predicación es eclesial porque ella da origen a la Iglesia. La Comunidad nace de la predicación y la ha llevado en crecimiento a través de los siglos, enfrentado problemas pero con la conciencia de estar siempre en reforma y transformación, queda por el Espíritu fundador. La palabra creadora de la predicación continuará llamando hombres a la Iglesia, hasta la consumación de los siglos (cf. Mt 28,20).

7 Cf. E.N. 18-198 E.N. 31

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La predicación es eclesial porque hace crecer a la Iglesia. El crecimiento tiene dos sentidos: en número a través de las misiones llamando a los hombres alejados de Dios a la salvación, y en calidad cristiana a través de la catequesis enraizando a los creyentes cada vez más profundamente en Jesucristo. La Palabra lleva a los hombres a la plenitud en Cristo (cf. Ef 4,13). Pablo señala a los anciano de Éfeso la misión de hacer crecer a los cristianos: “Ahora, hermanos, los encomiendo a Dios y al mensaje de su amor. Él tiene poder para hacerlos crecer espiritualmente y darle todo lo que ha prometido a su pueblo santo” (Hch 20,32).. La predicación es eclesial porque forma en los cristianos la conciencia de ser Iglesia. En Cristo, todas las diferencias entre los hombres desaparecen y las distancias se borran, por eso, uno de los cometidos de la predicación es el de formar clara conciencia de que todos somos Iglesia, fuimos bautizados para “formar un solo Cuerpo por medio de un solo Espíritu” (l Cor 12,13). Así que por la predicación los hombres se integran más la Iglesia y crece la conciencia de SER y HACER comunidad eclesial, ya que todos somos UNO en Jesucristo.

La predicación y la liturgia son dos realidades estrechamente unidas: no pueden separarse, pues la predicación prepara y dispone para la liturgia. La homilía se halla en conexión aún más estrecha con la liturgia. La homilía tiene lugar en la misma liturgia, como una de sus partes integrantes. La predicación penetra toda la liturgia de la Iglesia, produce y desarrolla la fe, a la vez que la liturgia interioriza lo predicado para hacerlo vida. Por tal motivo la Iglesia es testigo de Jesucristo, lo predica y lo celebra festivamente9.

La predicación es eclesial porque el predicador es enviado, por una comunidad local específica. No deben existir “llaneros solitarios” en la predicación. En los Hechos de los Apóstoles, éstos son enviados por el Espíritu Santo a través de sus comunidades contando con la oración para realizar la misión encargada por Jesucristo (Hch 13,2-3).

Por último, debemos tener en cuenta que la gran originalidad de la Iglesia se encuentra en la Santísima Trinidad, pues ella es la mejor comunidad de Amor, es decir, en total entrega y donación. Por eso Dios Trino se desborda y abre una relación amorosa y filial con el hombre superando su pecado, y porque lo ama hace santuario en él y obra en favor de él. La opción amorosa de Dios es por todo el hombre y para todos los hombres.

1.5. DIMENSIÓN CARISMÁTICA Y MINISTERIAL

El Espíritu Santo es el agente principal de la predicación, pues es Él quien habla a través del predicador, guiándolo para que llegue al corazón, a la mente ya la voluntad de quien escucha. No se puede predicar con poder sin la presencia vivificante y operativa del Espíritu de Dios. El predicador debe estar en constante oración pidiendo la unción para que no hable sus ideas y pareceres sino que el Espíritu que Conoce en intimidad a Dios lo revele libremente.

Por eso el Espíritu suscita carismas o acciones suyas para la edificación de la comunidad, como el de la enseñanza (cf. 1 Cor 12,7: Rom 12,7). De tal manera que el mensaje está amparado por Dios para que el hombre escuche y crea en Jesucristo muerto y resucitado.

Los carismas : Para San Pablo el carisma tiene un sentido cósmico: todo es regalo de Dios, por ejemplo: el ser humano es carisma (Rom 1,11), la salvación ofrecida en Jesucristo es carisma (Rom 5,15-21), la vida eterna también lo es (Rom 6,23), y muchos otros ejemplos. Dios nos da a su Hijo, Este nos da su Espíritu y el Espíritu nos da su amor y nos hace presente al Padre y al Hijo. A partir de eso, Dios nos regala lluvias de bendiciones en todo momento.

Llamamos "carismas o dones espirituales " en general, a las manifestaciones del Espíritu que hacen presente y activa la persona de Jesucristo para la edificación de la Comunidad (1 Cor 12,4-7). Por los carismas, Dios

9Grasso, D.Teología de la Predicación.Ed. Sígueme. Salamanca. 1966. . Pág. 190-192

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asocia al ser humano a que sea y actúe como Él: AMOR, donación constante a los demás como hermanos, para edificarlos.

El carisma fundamental para el desarrollo del Ministerio de la Predicación es el carisma de la enseñanza(Cfr. Rom 12,7), que busca guiar a la verdad total para que en todos acontezca el Reino de Dios: restaurando el error, dándonos a conocer las Escrituras y ayudándonos a transmitir el mensaje de salvación.

Todos los bautizados y confirmados poseemos y podemos trabajar el carisma de la enseñanza en todas sus facetas, pues somos profetas por participación de Jesucristo.

El carisma de enseñanza presenta los siguientes frutos: toca los corazones de quienes escuchan haciendo que se vuelvan al Señor y se conviertan; se manifiesta y se vive el amor de Dios y la fraternidad entre los seres humanos haciéndolos sentir hermanos; como es Dios mismo quien habla, se manifiestan signos que confirman el Mensaje: arrepentimiento, paz interior, sanaciones, etc.

El predicador hace presente a Jesucristo, pues es su embajador y está desempeñando su misión profética, volviéndose servidor de la Palabra de Dios, ya que habla por ella, no acerca de ella ni en torno a ella; en ese sentido también es servidor de la comunidad, ya que la lleva al encuentro con el Maestro y la conduce hacia la unidad y madurez con Dios.

El predicador debe ser una persona humilde, pues es la obra de Dios mismo, y al mismo tiempo debe ser testimonio, para que su predicación tenga la autoridad reconocida por Dios y por los hombres; además debe cuidarse de creer que ya lo sabe todo y que no necesita ser corregido para que pueda mejorar. Un predicador autosuficiente hace demasiado daño y no edifica sobre Jesucristo a la comunidad, quiere predicar en todo momento y habla hasta de lo que no sabe, por eso debe ser prudente, pues "el pez muere por su boca".  Los ministerios : Los carismas, puestos al servicio de la comunidad en compañía de varios hermanos, se transforman en ministerios, de tal manera que la Iglesia la podemos entender como carismática y ministerial, ya que, por las acciones del Espíritu en ella se vuelve servidora para edificar a los seres humanos en sintonía con Jesucristo.

En la carta a los Efesios, San Pablo habla de cinco ministerios, entre ellos profetas y maestros, que son centrados en la Palabra, ejerciéndose “para la edificación del Cuerpo de Cristo, hasta que lleguemos todos a la unidad de la fe y del conocimiento pleno del Hijo de Dios, al estado del hombre perfecto, a la madurez de la plenitud de Cristo”. (Ef 4, 11-13).

El Ministerio de la Predicación es el servicio de llevar y entregar la Palabra de Dios a todos los hombres, haciendo que ellos se conviertan en oyentes del Señor, lo busquen y lo acepten, tomen conciencia de ser y hacer Iglesia, y se conviertan en portadores de esperanza, mensajeros de .Jesucristo para otros seres humanos.

En ocasiones nos preguntamos ¿por qué existen personas que escuchan el mensaje y no siguen al Señor? En ocasiones la causa está en el predicador o en la comunidad, porque se centra en ella y no lleva al encuentro amoroso con Jesucristo Resucitado.

Descubrimos entonces que el carisma se hace ministerio, pero el problema está cuando hay personas (como algunos presbíteros) con el Ministerio de la Predicación pero sin un adecuado ejercicio o carisma, y personas con el carisma (como algunos laicos) pero sin un Ministerio desde donde se pueda ejercer. Por eso algunos destruyen y otros edifican.

El ejercicio del Ministerio de la Predicación es una labor noble: es Dios revelándose al ser humano, es Jesús quien habla a través de nosotros, es el hombre que se descubre oyente de la Palabra y de deja interpelar por ella, es el crecimiento y la conciencia de ser Iglesia, es la posibilidad de tomar la antorcha y seguir predicando para inundar al mundo del mensaje y de la acción liberadora del Amor, tan necesitada en estos momentos.

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  El Ministerio de la Predicación, como elemento de la evangelización, tiene muchos matices relacionados y complementarios, mostrando que su fundamentación y su ejercicio son pro fund6s e importantes. Por tanto no se pueden tomar a la ligera o de manera despreocupada, pues somos responsables de la salvación de quienes escuchan la Palabra por medio de nosotros.

Por su naturaleza, la predicación pide el testimonio de vida que implica la formación constante, alegre y sana del predicador y su relación profunda con Jesucristo manifestada en una praxis concreta. En todo predicador la Palabra debe vivir haciéndose carne y haciéndola vida. Francisco de Asís decía: “que el predicador trate de convencerse a sí mismo de lo que predica, antes de tratar de convencer a los demás”. Al respecto es bueno recordar los versos de Amado Nervo:

“Mi vida es mi mejor argumento.Todo yo soy un acto de fe.

Todo yo soy un fuego de amor”10.

La predicación se nutre con la vida diaria y ésta ilumina la predicación para que alumbre y guíe el caminar cristiano. De tal manera que el predicador es un ser comprometido radicalmente con el mensaje que está proclamando, pues lo toca a él, en primer lugar, y lo impulsa a predicar con su vida. “Los oídos más cercanos al predicador son los suyos...”

El predicador debe estar dispuesto a la formación continua y permanente, con los ojos abiertos para descubrir a Dios hablando en la realidad cotidiana de nuestro pueblo, con el corazón palpitante para sentir el dolor y la alegría de las personas y con la visión optimista y fija en Jesucristo. Por tanto es el hombre del pueblo que, inspirado por el Espíritu, acompaña y guía a los hijos de Dios hacía en encuentro personal con El y con los demás como hermanos.

El libro de Daniel presenta el premio de los predicadores, de aquellos que guían a los hombres por el camino recto, al encuentro pleno, grandioso y amoroso de Dios. Pero para tener tal honor es necesario seguir firme en el Señor y aunque haya momentos difíciles, recordar que el predicador (aunque sea un siervo inútil) brillará como las estrellas.

10 Citado por Jaramillo, D. Cómo predicar? Colección Logos 119. CCMD. Bogotá 1991.