10
EL pecado original...1 NUESTRO DEFECTO DE FÁBRICA 1 Rara es la guerra que no acaba fabricando "hombres-topo", es decir, personas significadas del bando perdedor que, por miedo a las represalias, deciden encerrarse de por vida en una habitación a la que una persona de confianza, la única que conoce su presencia, les lleva lo necesario para subsistir. Con frecuencia ocurre que treinta o cuarenta años después de la guerra uno de ellos es descubierto por casualidad... y entonces se entera de que no había ningún cargo contra él! Tengo la impresión de que algo parecido nos ha ocurrido con el dogma del pecado original. Su formulación tradicional -que en seguida vamos a recordar- resulta hoy tan impresentable que muchos cristianos han hecho de ella una "doctrina-topo", arrinconándola vergonzantemente en el mismo cuarto trastero donde tiempo atrás se desterró a los reyes magos, a las brujas y a otros mil recuerdos de la infancia. No obstante, yo abrigo la esperanza de que, si nos atrevemos a sacar a la luz del día la presentación que los teólogos actuales hacen del pecado original, descubriremos, como en el caso de aquellos "hombres-topo", que nuestros contemporáneos no tienen nada contra ella. Recordemos cómo describía un viejo catecismo el pecado original: "El cuerpo de Adán y Eva era fuerte y hermoso, y su espíritu era transparente y muy capaz. Gozaban así de un perfecto dominio sobre la naturaleza entera", pero pecaron, y su pecado "ha dañado a todos los hombres, pues a todos los hombres ha pasado la culpa con sus malas consecuencias". "Este pecado se llama pecado hereditario, porque no lo hemos cometido nosotros mismos, sino que lo hemos heredado de Adán." "La culpa del pecado original se borra en el bautismo. Pero algunas de sus consecuencias quedan también en los bautizados: la enfermedad y la muerte, la mala concupiscencia y muchos otros trabajos." QUE-ES: Lo que ocurrió en el paraíso fue, por tanto, un "fatal error gastronómico", como dice irónicamente Michael Korda(1). Y es que para la moderna sensibilidad por la justicia resulta intolerable la idea de que un pecado cometido en los albores de la humanidad podamos heredarlo los hombres que hemos nacido un millón de años más tarde. Quedaría muy malparada la justicia divina si nosotros compartiéramos la responsabilidad de una acción que ni hemos cometido ni hemos podido hacer nada por evitarla. Se entiende que los genes transmitan el color de los ojos, pero ¿quién se atrevería a defender hoy la teoría de Santo Tomás de Aquino, según la cual el semen paterno es la causa instrumental físico-dispositiva de transmisión del pecado original?(2). También son 1 Luis González Carvajal. Esta es nuestra fe. Teología para Universitarios. Sal Terrae, Santander-1985. pp. 13-27.

2 Pecado Original

Embed Size (px)

DESCRIPTION

p

Citation preview

  • EL pecado original...1

    NUESTRO DEFECTO DE FBRICA1

    Rara es la guerra que no acaba fabricando "hombres-topo", es decir, personas significadas

    del bando perdedor que, por miedo a las represalias, deciden encerrarse de por vida en una

    habitacin a la que una persona de confianza, la nica que conoce su presencia, les lleva lo

    necesario para subsistir. Con frecuencia ocurre que treinta o cuarenta aos despus de la

    guerra uno de ellos es descubierto por casualidad... y entonces se entera de que no haba

    ningn cargo contra l!

    Tengo la impresin de que algo parecido nos ha ocurrido con el dogma del pecado original.

    Su formulacin tradicional -que en seguida vamos a recordar- resulta hoy tan impresentable

    que muchos cristianos han hecho de ella una "doctrina-topo", arrinconndola

    vergonzantemente en el mismo cuarto trastero donde tiempo atrs se desterr a los reyes

    magos, a las brujas y a otros mil recuerdos de la infancia.

    No obstante, yo abrigo la esperanza de que, si nos atrevemos a sacar a la luz del da la

    presentacin que los telogos actuales hacen del pecado original, descubriremos, como en

    el caso de aquellos "hombres-topo", que nuestros contemporneos no tienen nada contra

    ella.

    Recordemos cmo describa un viejo catecismo el pecado original:

    "El cuerpo de Adn y Eva era fuerte y hermoso, y su espritu era transparente y muy capaz.

    Gozaban as de un perfecto dominio sobre la naturaleza entera", pero pecaron, y su pecado

    "ha daado a todos los hombres, pues a todos los hombres ha pasado la culpa con sus malas

    consecuencias". "Este pecado se llama pecado hereditario, porque no lo hemos cometido

    nosotros mismos, sino que lo hemos heredado de Adn." "La culpa del pecado original se

    borra en el bautismo. Pero algunas de sus consecuencias quedan tambin en los bautizados:

    la enfermedad y la muerte, la mala concupiscencia y muchos otros trabajos."

    QUE-ES: Lo que ocurri en el paraso fue, por tanto, un "fatal error gastronmico", como

    dice irnicamente Michael Korda(1). Y es que para la moderna sensibilidad por la justicia

    resulta intolerable la idea de que un pecado cometido en los albores de la humanidad

    podamos heredarlo los hombres que hemos nacido un milln de aos ms tarde. Quedara

    muy malparada la justicia divina si nosotros compartiramos la responsabilidad de una

    accin que ni hemos cometido ni hemos podido hacer nada por evitarla.

    Se entiende que los genes transmitan el color de los ojos, pero quin se atrevera a

    defender hoy la teora de Santo Toms de Aquino, segn la cual el semen paterno es la

    causa instrumental fsico-dispositiva de transmisin del pecado original?(2). Tambin son

    1 Luis Gonzlez Carvajal. Esta es nuestra fe. Teologa para Universitarios. Sal Terrae, Santander-1985. pp. 13-27.

  • EL pecado original...2

    muy serias las objeciones que nos plantea la paleontologa. En qu estadio de la evolucin

    situaremos esa primera pareja que, segn el catecismo, era "fuerte, hermosa de espritu

    transparente y muy capaz"?; en el estadio del homo sapiens, una de cuyas ramas sera el

    hombre de Neanderthal?; en el del homo erectus, al que pertenecen el Pitecntropo y el

    Sinntropo?; en el del homo hbilis, reconstruido gracias a los sedimentos de Oldoway, o

    tal vez en el estadio del austrolopitecus? Es verdad que sobre gustos no hay nada escrito,

    pero cuando uno contempla las reconstrucciones existentes de todos esos antepasados,

    cuesta trabajo admitir la afirmacin de los catecismos sobre su hermosura. Y en cuanto a su

    inteligencia... para qu hablar? Despus de Darwin es imposible defender que hubo una

    pareja ms perfecta que nosotros en los albores de la humanidad.

    Y lo malo es que ni siquiera podemos hablar de una pareja porque, obviamente, la unidad

    biolgica que evolucion no era un individuo, sino una "poblacin". Hoy la hiptesis

    monogenista ha tenido que ceder paso a la hiptesis poligenista. Y eso plantea nuevos

    problemas al dogma del pecado original. Si hubo ms de una primera pareja, cul pec? Si

    fue "la ma", mala suerte; pero si no...

    No debe extraarnos que el evolucionismo primero y el poligenismo despus crearan un

    profundo malestar entre los creyentes y les indujeran a elaborar retorcidas suposiciones

    para poder negarlos. Philip Gosse, por ejemplo, propuso la idea de que Dios, con el fin de

    poner a prueba la fe del hombre, fue esparciendo por la naturaleza todos esos fsiles que en

    el siglo pasado empezaron a encontrar los evolucionistas.

    Todava Po XII, en la Humani generis (12 de agosto de 1950), peda a los cientficos que

    investigaran, s, pero despus sometieran los resultados de su investigacin a la Santa Sede

    para que sta decida si la evolucin ha tenido lugar y hasta dnde ha llegado(3). No creo

    que sean muchos los que estn dispuestos a supeditar la ciencia a la fe y, cuando los hechos

    no encajen con sus creencias, digan: "Pues peor para los hechos." Y no porque les falte fe,

    sino porque el Vaticano II ha afirmado "la autonoma legtima de la cultura humana, y

    especialmente la de las ciencias"(4).

    As pues, lo que procede es intentar reformular, a la luz de los nuevos datos que la ciencia

    nos ha aportado, el dogma del pecado original, que est situado en una zona fronteriza entre

    la teologa y las ciencias humanas.

    En busca del origen del mal

    Tratemos de reconstruir lo que ocurri. La historia de Adn y Eva procede nicamente de

    los tres primeros captulos del Gnesis (las alusiones de Sab 2, 24; Sir 25, 24; 2 Cor 11, 3 y

    1 Tim 2, 14, remiten todas ellas a dicho relato sin aportar nada nuevo).

    El libro del Gnesis es uno de los llamados "libros histricos" del Antiguo Testamento,

    pero esa narracin es como un meteorito que, desprendido de los "libros sapienciales", ha

    cado en medio de los "histricos". Su estilo no deja lugar a dudas. Sera intil buscar el

  • EL pecado original...3

    "rbol de la ciencia del bien y del mal" en los manuales de botnica. Se trata de un trmino

    claramente sapiencial, como lo son los dems elementos de que se ocupa el relato: la

    felicidad y la desgracia, la condicin humana, el pecado y la muerte; temas de reflexin

    todos ellos de la Sabidura oriental.

    As pues, no podemos acercarnos al pecado de Adn con curiosidad de historiadores, como

    podramos hacer con el pecado de David, por ejemplo. Es ms: Adn ni siquiera es un

    nombre propio, sino una palabra hebrea que significa "hombre" y que, por si fuera poco,

    suele aparecer con artculo: ha adam ("el hombre").

    No debe extraarnos que en esa narracin -que no es histrica sino sapiencial- se ignore

    tanto la evolucin de las especies como el poligenismo. Esos tres captulos del Gnesis no

    resultan de poner por escrito una tradicin que hubiera ido propagndose oralmente desde

    que ocurrieron los hechos. As es imposible cubrir un lapso superior al milln de aos!

    Tampoco cabe pensar que estamos ante un relato para mentes primitivas escrito por un

    autor que estaba "mejor informado" que sus contemporneos por haber tenido una visin

    milagrosa de lo que aconteci.

    Adems, carece de sentido esperar que los autores bblicos respondan a problemas de

    nuestra poca, como los referentes al origen de la humanidad, que eran totalmente

    desconocidos para ellos. Lo que s debemos buscar, en cambio, son las respuestas que

    daban a problemas comunes entre ellos y nosotros porque as, en vez de acentuar los

    aspectos anacrnicos de la Escritura, captaremos su eterna modernidad.

    Pues bien, el autor de esos captulos se plantea un tema clsico de la literatura sapiencial

    que adems es de palpitante actualidad: Por qu hay tanto mal en el mundo que nos ha

    tocado vivir? "Oh intencin perversa! De dnde saliste para cubrir la tierra de engao?"

    (Sir 37, 3). Y dar una respuesta diferente de las que encontramos en las religiones

    circundantes.

    Algunas creencias daban por supuesto que, si Dios haba creado todo, tena que haber

    creado tambin el mal. Segn el poema babilnico de la creacin, Ea, que model al

    hombre con barro, puso en l tendencias malas al mezclar con el barro la sangre podrida de

    un dios cado, King (5).

    Otras creencias, para salvaguardar la bondad de Dios, hacen que aparezca a su lado una

    especie de anti-dios que sera el origen del mal. Por ejemplo, en la religin de Zaratustra la

    historia del mundo es entendida como la lucha entre los principios opuestos e igualmente

    originarios y poderosos del bien y del mal: Ohrmazd y Ahriman(6). Nuestro autor rechaza

    ambas explicaciones. El mal, ni lo ha creado Dios ni lo ha creado un segundo principio

    independiente de Dios, sino que lo ha introducido en el mundo el mismo hombre al abusar

    de la libertad que Dios le dio. Slo que el autor bblico no se expresaba as, mediante

    trminos abstractos, como nosotros. El perteneca a una cultura narrativa. (Por eso Jess,

    que perteneca a esa misma cultura narrativa, se expresaba siempre con parbolas.)

  • EL pecado original...4

    Normalmente los escritores bblicos no se inventaban las narraciones que iban a emplear

    como vehculo de expresin, sino que seleccionaban su material de las tradiciones

    populares de Israel y de los pueblos vecinos. En este caso les vino como anillo al dedo el

    relato de la creacin en siete das que nosotros conocemos desde nios. Para dejar claro que

    existe un nico principio, Dios aparece creando todo, incluso el sol y la luna que en otros

    pueblos eran considerados dioses. Y para decirnos que Dios no cre el mal, concluye cada

    da de la creacin con el famoso estribillo de "vio Dios lo que haba hecho, y estaba bien".

    Despus slo faltaba aadir la narracin del pecado de Adn y Eva.

    Evidentemente, cuando se analiza con detenimiento la solucin propuesta, vemos que est

    mucho ms claro lo que niega (el mal no lo ha creado Dios, pero tampoco un segundo

    principio distinto de Dios) que lo que afirma (el mal lo ha introducido el hombre abusando

    de su libertad), porque cabra preguntarnos: Y. por qu el hombre abus de su libertad, si

    fue creado bueno por Dios? El recurso a Satans, que a su vez seria un ngel cado (cfr. 2

    Pe 2, 4; Jud 6), slo traslada la pregunta a otro sitio: Por qu pecaron los ngeles, si haban

    sido creados buenos por Dios?

    De modo que el autor bblico deja en el misterio el origen absoluto, metafsico, del mal -la

    Escritura habla del "mysterium iniquitatis" (2 Tes 2, 7)-, pero no as el origen del mal

    concreto que haba en su tiempo: Este lo haban introducido los hombres del pasado a

    travs de una inevitable y misteriosa solidaridad.

    El hombre moral en la sociedad inmoral

    De paso, el autor bblico nos ha dado una leccin de "buen hacer" teolgico: La obligacin

    de la teologa es reflexionar sobre la experiencia humana para darle una interpretacin

    desde la fe. Slo as se evitar aquella acusacin que defina irnicamente al telogo como

    un hombre que da respuestas absolutamente precisas y claras a preguntas... que nadie se

    haba hecho.

    As, pues, seguiremos nosotros tambin ese cambio: Reflexionar sobre nuestra situacin de

    hoy para descubrir en ella las huellas del pecado original. De hecho, todos sabemos que "el

    hombre, cuando examina su corazn, comprueba su inclinacin al mal y se siente anegado

    por muchos males, que no pueden tener origen en su santo Creador"(7). De este modo

    invertiremos el orden de la bsqueda: La presentacin tradicional descenda de la causa al

    efecto. Se supona conocido lo que ocurri en el pasado (la transgresin del paraso) y se

    deducan las consecuencias que aquello tiene en el presente (prdida de la gracia y de

    diversos dones). Nuestra presentacin, desde los efectos (la situacin de miseria moral en

    que vivimos, que es lo que nos resulta directamente conocido) ascender a buscar la causa.

    Vamos a empezar desempolvando el concepto de responsabilidad colectiva. Entre los

    semitas la conciencia de comunidad es tan fuerte que cuando tienen que aludir a la muerte

    de un vecino dicen: "Nuestra sangre ha sido derramada."(8). Tan intensos eran sus lazos

    comunitarios que les pareca lgico ser premiados o castigados "con toda su casa", tanto

  • EL pecado original...5

    por el derecho civil como por Dios (cfr. Ex 20, 5-6; Dt 5, 9 y ss.). En medio de aquel

    pueblo los profetas tuvieron que insistir sobre la responsabilidad personal de cada

    individuo:

    "En aquellos das no dirn ms: 'Los padres comieron el agraz, y los dientes de los

    hijos sufren la dentera'; sino que cada uno por su culpa morir: quienquiera que

    coma el agraz tendr la dentera" (Jer 31, 29-30; cfr. Ez 18).

    Nosotros, en cambio, educados en el individualismo del derecho romano, lo que

    necesitamos es ms bien profetas que nos hagan descubrir la responsabilidad colectiva.

    Veamos algunos datos de la experiencia:

    Cada ao mueren de hambre en el mundo cincuenta millones de hombres. Ninguno de

    nosotros querramos positivamente que murieran, y muchos desearamos poder evitarlo,

    pero nadie sabe qu puede hacer.

    Y a la vez tampoco nos sentimos inocentes: En nuestra mesa -en la mesa del 27 por 100 de

    la humanidad- est el 84 por 100 de la comida y de la riqueza del mundo. Y no creemos que

    sobre nada.

    INJUSTICIA/ESTRUCTURAS: Cuentan que la clebre teloga alemana Dorothee Solle,

    durante el debate que sigui a una de sus conferencias, fue impugnada por uno de sus

    oyentes. La reprochaba no haber hablado suficientemente del pecado. "Es verdad, contest

    ella, he olvidado que como pltanos..." (9).

    Por un libro posterior sabemos lo que quiso decir: "Con cada pltano que me como, estafo a

    quienes lo cultivan en lo ms importante de su salario y apoyo a la United Fruit Company

    en su saqueo de Amrica Latina" (10).

    Nos ha transmitido la historia cmo el P. Conrad, director espiritual de Santa Isabel de

    Hungra, haba prescrito a sta no alimentarse ni vestirse con cosa alguna que no supiese

    ciertamente que haba llegado a ella sin sombra alguna de injusticia(11). Si hoy

    quisiramos cumplir esta orden, no podramos probar bocado y deberamos ir desnudos:

    Quien pretende no matar ni robar en el mundo de hoy, debe pensar que se est matando y

    robando en el otro extremo de la cadena que a l le trae ese bienestar al que no est

    dispuesto a renunciar.

    La maravilla de nuestro invento consiste en que semejante violencia no la ejerce un hombre

    determinado contra otro igualmente determinado, lo que resultara abrumador para su

    conciencia, sino que, a travs de unas estructuras annimas, el mal "se hace solo". No hay

    culpables. Len Tolstoi, en su famosa novela "Guerra y Paz", hace esta finsima reflexin

    sobre la condena a muerte de Pierre Bezuiov:

    "Quin era el que haba condenado a Pierre y le arrebataba la vida con todos sus

    recuerdos, sus aspiraciones, sus esperanzas y sus pensamientos? Quin? Se daba

  • EL pecado original...6

    cuenta de que no era nadie. Aquello era debido al orden de las cosas, a una serie de

    circunstancias. Un orden establecido mataba a Pierre, le arrebataba la vida, lo

    aniquilaba." (12).

    Por otra parte, cuntos hombres que acabaron incluso matando afirman sinceramente que

    ellos no quisieron hacer lo que hicieron! El "Lute" escribi en su autobiografa: "Al nacer

    estaba ya marcado. Tena un cromosoma XYP. S, p de prisin." (13). Y es que no

    solamente el rbol tiene la culpa de los malos frutos, sino tambin el terreno. En un patio

    sin luz difcilmente crecer bien un rbol; su mundo circundante no le da ninguna

    oportunidad, lo deforma. Como dice un famoso texto orteguiano:

    "Yo soy yo y mi circunstancia,y si no la salvo a ella no me salvo yo (14).

    Podemos dar un paso ms en nuestro anlisis: Esa responsabilidad colectiva no nos une

    solamente a los hombres de hoy, sino qu nos liga tambin a los hombres del pasado. Dicho

    de forma analgica, ellos siguen pecando despus de morir porque han dejado las cosas tan

    liadas que ya nadie sabe por dnde empezar a deshacer entuertos. La consecuencia es que

    sus pecados de ayer provocan los nuestros de hoy.

    Lo que sirve de unin entre sus pecados y los nuestros es lo que san Juan llamaba "el

    pecado del mundo", en singular (Jn 1, 29; 1 Jn 5, 19); es decir, ese entretejido de

    responsabilidades y faltas que en su interdependencia recproca constituye la realidad vital

    del hombre. Hay telogos que prefieren hablar de "hamartiosfera" (del griego hamarta =

    pecado). Nombres diferentes para referirnos a la misma realidad: Nacemos situados.

    "Otros" han empezado a escribir ya nuestra biografa.

    El corazn de piedra

    No obstante, entenderamos superficialmente la influencia de los pecados de ayer sobre los

    de hoy si pensramos que se reduce a un condicionamiento que nos llega desde fuera. Y

    conste que eso ya es suficientemente grave: Cualquier valor (la justicia, la verdad, la

    castidad, etc.) podra llegar a sernos inaccesible si viviramos en un ambiente donde no se

    cotiza en absoluto y nadie lo vive.

    Pero aqu se trata de algo ms todava: la misma naturaleza humana ha quedado daada, de

    tal modo que a veces distinguimos ntidamente dnde est el bien, pero somos incapaces de

    caminar hacia l. San Pablo describe esa situacin con mucha finura psicolgica en el

    captulo 7 de la Carta a los Romanos:

    "Realmente, mi proceder no lo comprendo; pues no hago lo que quiero, sino que

    hago lo que aborrezco. Y, si hago lo que no quiero, estoy de acuerdo con la ley en

    que es buena; en realidad ya no soy yo quien obra, sino el pecado que habita en m

    (...) Descubro, pues, esta ley: aun queriendo hacer el bien, es el mal el que se me

  • EL pecado original...7

    presenta. Pues me complazco en la ley de Dios segn el hombre interior, pero

    advierto otra ley en mis miembros que lucha contra la ley de mi razn y me

    esclaviza a la ley del pecado que est en mis miembros." (Rm 7,15-24)

    De los Santos Padres fue san Agustn el gran doctor del pecado original. Igual que san

    Pablo, no tuvo nada ms que reflexionar sobre su propia existencia. Vivi dividido, atrado

    por los ms altos ideales morales y religiosos, pero tambin atado por la ambicin y la

    sensualidad:

    "Tus palabras, Seor, se haban pegado a mis entraas y por todas partes me vea

    cercado por ti (...) y hasta me agradaba el camino -el Salvador mismo-; pero tena

    pereza de caminar por sus estrecheces. (...) Veame y llenbame de horror, pero no

    tena adnde huir de m mismo (...) Haba llegado a pedirte en los comienzos de la

    misma adolescencia la castidad, dicindote: 'Dame la castidad y continencia, pero

    no ahora.' (...) Yo era el que quera, y el que no quera, yo era. Mas porque no

    quera plenamente ni plenamente no quera, por eso contenda conmigo y me

    destrozaba a mi mismo (...) Y por eso no era yo el que obraba, sino el pecado que

    habitaba en m, como castigo de otro pecado ms libre, por ser hijo de Adn." (15).

    Podriamos expresar esa vivencia de Pablo y Agustn diciendo que -por culpa de nuestros

    antepasados- nacemos con un "defecto de fbrica" para hacer el bien, tenemos un "corazn

    de piedra", como le gustaba decir al profeta Ezequiel (11, 19; 36-26). Pues bien, ese

    "defecto de fbrica" es lo que la tradicin de la Iglesia, a partir precisamente de san

    Agustn, llam pecado original. Quiz pueda sorprender que llamemos "pecado" a algo que

    nos lo encontramos al nacer y es, por tanto, completamente ajeno a nuestra voluntad.

    Conviene aclarar que del pecado original y los pecados personales no se dice que sean

    "pecado" en sentido unvoco, sino en sentido anlogo. El pecado original coincide con los

    pecados personales en que mantiene al hombre en una situacin de desamor y alejamiento

    de Dios, pero se distingue de ellos por cuanto no se le pueden exigir responsabilidades al

    sujeto. De hecho, muy pocos telogos defienden hoy el limbo, cuya existencia se postul en

    el pasado por creer que los nios que mueren antes de que el bautismo les "perdone" el

    pecado original, no podan ir al cielo (16).

    El pecado no tiene la ltima palabra

    Salta a la vista que nuestra exposicin del pecado original es perfectamente compatible con

    los datos de la ciencia.

    No importa que haya habido varias primeras parejas porque la hamartiosfera no es

    consecuencia de un pecado especialmente cualificado que se diera en los orgenes, sino del

    pecado de toda la humanidad, incluyendo a las generaciones ms prximas a nosotros.

    Realmente, los once primeros captulos del Gnesis -que forman un todo unitario- invitan a

    no aislar el pecado de Adn y Eva (cap. 3) de muchos otros que forman constelacin con l:

  • EL pecado original...8

    el fratricidio de Can (4, 8), la poligamia de Lmek (4, 19) y su cruel venganza (4, 23-24),

    la corrupcin de la humanidad previa al diluvio (6, 5-8), la prdida del respeto hacia su

    padre de Cam (9, 18-27) y, por fin, la divisin de Babel (11,1-9).

    Tambin podemos prescindir sin problemas de las afirmaciones sobre el estado de justicia

    original cuyos supuestos dones (inteligencia, ausencia de enfermedades, etctera) se

    perdieron tras el pecado. El magisterio de la Iglesia nunca ha definido si el hombre dispuso

    alguna vez de tales bienes, y los perdi despus por causa del pecado, o nicamente estaba

    en marcha un proceso que habra llevado a su adquisicin, pero qued interrumpido por el

    pecado. San Ireneo, por ejemplo, sostena que la perfeccin de Adn era totalmente

    relativa, como la de un nio que todava no posee lo que est llamado a ser (17).

    Ocurre adems que las "noticias" sobre ese estado de justicia original no proceden tanto de

    la Sagrada Escritura como de ciertos escritos apcrifos del judasmo, especialmente la

    "Vida de Adn y Eva". En dicho libro se indica que, tras el pecado, Dios infiri a Adn

    setenta calamidades desconocidas anteriormente, que van desde el dolor de ojos hasta la

    muerte (18).

    Y ahora que hemos despojado al pecado original de toda la hojarasca que lo recubra

    dndole aspecto de mito increble, vemos que lo que ha quedado es el testimonio de una

    alienacin profunda de la que todos tenemos experiencia y que es un dato irrenunciable

    para cualquier antropologa que quiera ser realista. Debera hacernos pensar el hecho de que

    existencialistas como Heidegger y Jaspers, que ya no comparten la fe cristiana, hayan

    necesitado conservar en sus filosofas los conceptos de una culpabilidad inevitable y

    omnipresente para explicar la situacin existencial del hombre. Ignorar la realidad del mal

    es practicar una "poltica del avestruz" que siempre acaba cobrndose vctimas por no haber

    tomado las precauciones necesarias.

    El mensaje del pecado original se resume diciendo que en el mundo y en nuestro corazn

    hay mayor cantidad de mal de la que podramos esperar atendiendo a la mala voluntad de

    los hombres. En consecuencia, el mundo y el hombre, abandonados a sus propias fuerzas,

    seran incapaces de salvacin. Se tratara de una empresa tan pattica como la de aquel

    barn de Mnchhausen que intentaba salir del pantano en que haba cado tirando hacia

    arriba de su propia coleta.

    El marxista y ateo Ernst Bloch lo capt muy claramente: "El hombre se halla lleno de

    buena voluntad y nadie le va a la zaga en ello. All, empero, donde tiende su mano para

    ayudar, all causa un estropicio." (19).

    Gracias a Dios (y nunca mejor dicho), el pecado no tiene la ltima palabra. Por eso la

    reflexin sobre el pecado original exige necesariamente prolongarse hacia las acciones

    salvficas de Dios. (...) la primera de ellas: El xodo.

    ....................

  • EL pecado original...9

    1 MICHAEL KORDA, Power! How to get it, how to use it, Ballantine Books New York,

    1975, p. Il.

    2 SANTO TOMAS DE AQUINO, Suma teolgica, 3, q. 28, a. 1; BAC, t. 12, Madrid, 1955,

    pp. 49-54. Una exposicin mucho ms cruda de esta teora se encuentra en S.

    FULGENCIO, De fide ad Petrum, 2, 16; PL 40, 758.

    3 "El magisterio de la Iglesia -escribi Po Xll- no prohbe las investigaciones y disputas de

    los entendidos, con tal de que todos estn dispuestos a obedecer el juicio de la Iglesia." Dz

    3896 (2327). Ni que decir tiene que no se trataba de una intervencin ex cathedra.

    4 Vaticano II, Gaudium et spes, 59 c.

    5 Poema babilnico de la creacin, tablilla 6; en JAMES B. PRITCHARD, La sabidura del

    antiguo oriente. Antologa de texros, Garriga, Barcelona, ]966, p. 43.

    6 Cfr. MIRCEA ELIADE, Historia de las creencias y de las ideas religiosas, Cristiandad,

    Madnd, t. 4 (Texto)l 1980, pp. 127-129.

    7 VATICANO II Gaudium et spes, 13.

    8 ROLAND DE VAUX, Instituciones del Antiguo Testamento. Herder. Barcelona, 2 edi.,

    1976. p. 35.

    9 Citado en VARIOS AUTORES, Los grupos informales en la Iglesia, Sgueme,

    Salamanca, 1975, p. 152.

    10 DOROTHEE SLLE, Teologa poltica, Sgueme. Salamanca, 1972. p 94. (La United

    Fruit, que monopoliza la explotacin y comercializacin de pltanos en Amrica Central.

    Colombia y Ecuador, se llama ahora United Brands.)

    11 YVES M CONGAR, Los caminos del Dio vivo, Estela. Barcelona, 1964, p 277.

    12 LEON TOLSTOI, Guerra y paz; en Obras, Aguilar, Madrid,

    13 ELEUTERIO SANCHEZ, Camina o revienta, Edicusa, Madrid,

    14 JOS ORTEGA Y GASSET, Meditaciones del Quijote; en Obras completas, "Revista

    de Occidente", t. 1, Madrid, 4. ed., 1975, p. 322.

    15 SAN AGUSTIN, Las confesiones, lib. 8; en Obras de San Agustn, BAC, t. 2, Madrid.

    5 ed. 1968, pp.310-339.

    16 Cfr. ms adelante, pp. 205 ss

    17 SAN IRENEO, Adversus haereses, 4. 38,1-2; PG 110 5-1107

    18 Vida de Adn y Eva (versin griega), w. 8 y 27; en Apocrifos del Antiguo Testamento,

    Cristiandad, Madrid, t. 2, 1983. pp. 327-332.

  • EL pecado original...10

    19 ERNST BLOCH, El principio esperanza, Aguilar, Madrid, t. 3, 1980, p. 128.