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EL pecado original...1
NUESTRO DEFECTO DE FBRICA1
Rara es la guerra que no acaba fabricando "hombres-topo", es decir, personas significadas
del bando perdedor que, por miedo a las represalias, deciden encerrarse de por vida en una
habitacin a la que una persona de confianza, la nica que conoce su presencia, les lleva lo
necesario para subsistir. Con frecuencia ocurre que treinta o cuarenta aos despus de la
guerra uno de ellos es descubierto por casualidad... y entonces se entera de que no haba
ningn cargo contra l!
Tengo la impresin de que algo parecido nos ha ocurrido con el dogma del pecado original.
Su formulacin tradicional -que en seguida vamos a recordar- resulta hoy tan impresentable
que muchos cristianos han hecho de ella una "doctrina-topo", arrinconndola
vergonzantemente en el mismo cuarto trastero donde tiempo atrs se desterr a los reyes
magos, a las brujas y a otros mil recuerdos de la infancia.
No obstante, yo abrigo la esperanza de que, si nos atrevemos a sacar a la luz del da la
presentacin que los telogos actuales hacen del pecado original, descubriremos, como en
el caso de aquellos "hombres-topo", que nuestros contemporneos no tienen nada contra
ella.
Recordemos cmo describa un viejo catecismo el pecado original:
"El cuerpo de Adn y Eva era fuerte y hermoso, y su espritu era transparente y muy capaz.
Gozaban as de un perfecto dominio sobre la naturaleza entera", pero pecaron, y su pecado
"ha daado a todos los hombres, pues a todos los hombres ha pasado la culpa con sus malas
consecuencias". "Este pecado se llama pecado hereditario, porque no lo hemos cometido
nosotros mismos, sino que lo hemos heredado de Adn." "La culpa del pecado original se
borra en el bautismo. Pero algunas de sus consecuencias quedan tambin en los bautizados:
la enfermedad y la muerte, la mala concupiscencia y muchos otros trabajos."
QUE-ES: Lo que ocurri en el paraso fue, por tanto, un "fatal error gastronmico", como
dice irnicamente Michael Korda(1). Y es que para la moderna sensibilidad por la justicia
resulta intolerable la idea de que un pecado cometido en los albores de la humanidad
podamos heredarlo los hombres que hemos nacido un milln de aos ms tarde. Quedara
muy malparada la justicia divina si nosotros compartiramos la responsabilidad de una
accin que ni hemos cometido ni hemos podido hacer nada por evitarla.
Se entiende que los genes transmitan el color de los ojos, pero quin se atrevera a
defender hoy la teora de Santo Toms de Aquino, segn la cual el semen paterno es la
causa instrumental fsico-dispositiva de transmisin del pecado original?(2). Tambin son
1 Luis Gonzlez Carvajal. Esta es nuestra fe. Teologa para Universitarios. Sal Terrae, Santander-1985. pp. 13-27.
EL pecado original...2
muy serias las objeciones que nos plantea la paleontologa. En qu estadio de la evolucin
situaremos esa primera pareja que, segn el catecismo, era "fuerte, hermosa de espritu
transparente y muy capaz"?; en el estadio del homo sapiens, una de cuyas ramas sera el
hombre de Neanderthal?; en el del homo erectus, al que pertenecen el Pitecntropo y el
Sinntropo?; en el del homo hbilis, reconstruido gracias a los sedimentos de Oldoway, o
tal vez en el estadio del austrolopitecus? Es verdad que sobre gustos no hay nada escrito,
pero cuando uno contempla las reconstrucciones existentes de todos esos antepasados,
cuesta trabajo admitir la afirmacin de los catecismos sobre su hermosura. Y en cuanto a su
inteligencia... para qu hablar? Despus de Darwin es imposible defender que hubo una
pareja ms perfecta que nosotros en los albores de la humanidad.
Y lo malo es que ni siquiera podemos hablar de una pareja porque, obviamente, la unidad
biolgica que evolucion no era un individuo, sino una "poblacin". Hoy la hiptesis
monogenista ha tenido que ceder paso a la hiptesis poligenista. Y eso plantea nuevos
problemas al dogma del pecado original. Si hubo ms de una primera pareja, cul pec? Si
fue "la ma", mala suerte; pero si no...
No debe extraarnos que el evolucionismo primero y el poligenismo despus crearan un
profundo malestar entre los creyentes y les indujeran a elaborar retorcidas suposiciones
para poder negarlos. Philip Gosse, por ejemplo, propuso la idea de que Dios, con el fin de
poner a prueba la fe del hombre, fue esparciendo por la naturaleza todos esos fsiles que en
el siglo pasado empezaron a encontrar los evolucionistas.
Todava Po XII, en la Humani generis (12 de agosto de 1950), peda a los cientficos que
investigaran, s, pero despus sometieran los resultados de su investigacin a la Santa Sede
para que sta decida si la evolucin ha tenido lugar y hasta dnde ha llegado(3). No creo
que sean muchos los que estn dispuestos a supeditar la ciencia a la fe y, cuando los hechos
no encajen con sus creencias, digan: "Pues peor para los hechos." Y no porque les falte fe,
sino porque el Vaticano II ha afirmado "la autonoma legtima de la cultura humana, y
especialmente la de las ciencias"(4).
As pues, lo que procede es intentar reformular, a la luz de los nuevos datos que la ciencia
nos ha aportado, el dogma del pecado original, que est situado en una zona fronteriza entre
la teologa y las ciencias humanas.
En busca del origen del mal
Tratemos de reconstruir lo que ocurri. La historia de Adn y Eva procede nicamente de
los tres primeros captulos del Gnesis (las alusiones de Sab 2, 24; Sir 25, 24; 2 Cor 11, 3 y
1 Tim 2, 14, remiten todas ellas a dicho relato sin aportar nada nuevo).
El libro del Gnesis es uno de los llamados "libros histricos" del Antiguo Testamento,
pero esa narracin es como un meteorito que, desprendido de los "libros sapienciales", ha
cado en medio de los "histricos". Su estilo no deja lugar a dudas. Sera intil buscar el
EL pecado original...3
"rbol de la ciencia del bien y del mal" en los manuales de botnica. Se trata de un trmino
claramente sapiencial, como lo son los dems elementos de que se ocupa el relato: la
felicidad y la desgracia, la condicin humana, el pecado y la muerte; temas de reflexin
todos ellos de la Sabidura oriental.
As pues, no podemos acercarnos al pecado de Adn con curiosidad de historiadores, como
podramos hacer con el pecado de David, por ejemplo. Es ms: Adn ni siquiera es un
nombre propio, sino una palabra hebrea que significa "hombre" y que, por si fuera poco,
suele aparecer con artculo: ha adam ("el hombre").
No debe extraarnos que en esa narracin -que no es histrica sino sapiencial- se ignore
tanto la evolucin de las especies como el poligenismo. Esos tres captulos del Gnesis no
resultan de poner por escrito una tradicin que hubiera ido propagndose oralmente desde
que ocurrieron los hechos. As es imposible cubrir un lapso superior al milln de aos!
Tampoco cabe pensar que estamos ante un relato para mentes primitivas escrito por un
autor que estaba "mejor informado" que sus contemporneos por haber tenido una visin
milagrosa de lo que aconteci.
Adems, carece de sentido esperar que los autores bblicos respondan a problemas de
nuestra poca, como los referentes al origen de la humanidad, que eran totalmente
desconocidos para ellos. Lo que s debemos buscar, en cambio, son las respuestas que
daban a problemas comunes entre ellos y nosotros porque as, en vez de acentuar los
aspectos anacrnicos de la Escritura, captaremos su eterna modernidad.
Pues bien, el autor de esos captulos se plantea un tema clsico de la literatura sapiencial
que adems es de palpitante actualidad: Por qu hay tanto mal en el mundo que nos ha
tocado vivir? "Oh intencin perversa! De dnde saliste para cubrir la tierra de engao?"
(Sir 37, 3). Y dar una respuesta diferente de las que encontramos en las religiones
circundantes.
Algunas creencias daban por supuesto que, si Dios haba creado todo, tena que haber
creado tambin el mal. Segn el poema babilnico de la creacin, Ea, que model al
hombre con barro, puso en l tendencias malas al mezclar con el barro la sangre podrida de
un dios cado, King (5).
Otras creencias, para salvaguardar la bondad de Dios, hacen que aparezca a su lado una
especie de anti-dios que sera el origen del mal. Por ejemplo, en la religin de Zaratustra la
historia del mundo es entendida como la lucha entre los principios opuestos e igualmente
originarios y poderosos del bien y del mal: Ohrmazd y Ahriman(6). Nuestro autor rechaza
ambas explicaciones. El mal, ni lo ha creado Dios ni lo ha creado un segundo principio
independiente de Dios, sino que lo ha introducido en el mundo el mismo hombre al abusar
de la libertad que Dios le dio. Slo que el autor bblico no se expresaba as, mediante
trminos abstractos, como nosotros. El perteneca a una cultura narrativa. (Por eso Jess,
que perteneca a esa misma cultura narrativa, se expresaba siempre con parbolas.)
EL pecado original...4
Normalmente los escritores bblicos no se inventaban las narraciones que iban a emplear
como vehculo de expresin, sino que seleccionaban su material de las tradiciones
populares de Israel y de los pueblos vecinos. En este caso les vino como anillo al dedo el
relato de la creacin en siete das que nosotros conocemos desde nios. Para dejar claro que
existe un nico principio, Dios aparece creando todo, incluso el sol y la luna que en otros
pueblos eran considerados dioses. Y para decirnos que Dios no cre el mal, concluye cada
da de la creacin con el famoso estribillo de "vio Dios lo que haba hecho, y estaba bien".
Despus slo faltaba aadir la narracin del pecado de Adn y Eva.
Evidentemente, cuando se analiza con detenimiento la solucin propuesta, vemos que est
mucho ms claro lo que niega (el mal no lo ha creado Dios, pero tampoco un segundo
principio distinto de Dios) que lo que afirma (el mal lo ha introducido el hombre abusando
de su libertad), porque cabra preguntarnos: Y. por qu el hombre abus de su libertad, si
fue creado bueno por Dios? El recurso a Satans, que a su vez seria un ngel cado (cfr. 2
Pe 2, 4; Jud 6), slo traslada la pregunta a otro sitio: Por qu pecaron los ngeles, si haban
sido creados buenos por Dios?
De modo que el autor bblico deja en el misterio el origen absoluto, metafsico, del mal -la
Escritura habla del "mysterium iniquitatis" (2 Tes 2, 7)-, pero no as el origen del mal
concreto que haba en su tiempo: Este lo haban introducido los hombres del pasado a
travs de una inevitable y misteriosa solidaridad.
El hombre moral en la sociedad inmoral
De paso, el autor bblico nos ha dado una leccin de "buen hacer" teolgico: La obligacin
de la teologa es reflexionar sobre la experiencia humana para darle una interpretacin
desde la fe. Slo as se evitar aquella acusacin que defina irnicamente al telogo como
un hombre que da respuestas absolutamente precisas y claras a preguntas... que nadie se
haba hecho.
As, pues, seguiremos nosotros tambin ese cambio: Reflexionar sobre nuestra situacin de
hoy para descubrir en ella las huellas del pecado original. De hecho, todos sabemos que "el
hombre, cuando examina su corazn, comprueba su inclinacin al mal y se siente anegado
por muchos males, que no pueden tener origen en su santo Creador"(7). De este modo
invertiremos el orden de la bsqueda: La presentacin tradicional descenda de la causa al
efecto. Se supona conocido lo que ocurri en el pasado (la transgresin del paraso) y se
deducan las consecuencias que aquello tiene en el presente (prdida de la gracia y de
diversos dones). Nuestra presentacin, desde los efectos (la situacin de miseria moral en
que vivimos, que es lo que nos resulta directamente conocido) ascender a buscar la causa.
Vamos a empezar desempolvando el concepto de responsabilidad colectiva. Entre los
semitas la conciencia de comunidad es tan fuerte que cuando tienen que aludir a la muerte
de un vecino dicen: "Nuestra sangre ha sido derramada."(8). Tan intensos eran sus lazos
comunitarios que les pareca lgico ser premiados o castigados "con toda su casa", tanto
EL pecado original...5
por el derecho civil como por Dios (cfr. Ex 20, 5-6; Dt 5, 9 y ss.). En medio de aquel
pueblo los profetas tuvieron que insistir sobre la responsabilidad personal de cada
individuo:
"En aquellos das no dirn ms: 'Los padres comieron el agraz, y los dientes de los
hijos sufren la dentera'; sino que cada uno por su culpa morir: quienquiera que
coma el agraz tendr la dentera" (Jer 31, 29-30; cfr. Ez 18).
Nosotros, en cambio, educados en el individualismo del derecho romano, lo que
necesitamos es ms bien profetas que nos hagan descubrir la responsabilidad colectiva.
Veamos algunos datos de la experiencia:
Cada ao mueren de hambre en el mundo cincuenta millones de hombres. Ninguno de
nosotros querramos positivamente que murieran, y muchos desearamos poder evitarlo,
pero nadie sabe qu puede hacer.
Y a la vez tampoco nos sentimos inocentes: En nuestra mesa -en la mesa del 27 por 100 de
la humanidad- est el 84 por 100 de la comida y de la riqueza del mundo. Y no creemos que
sobre nada.
INJUSTICIA/ESTRUCTURAS: Cuentan que la clebre teloga alemana Dorothee Solle,
durante el debate que sigui a una de sus conferencias, fue impugnada por uno de sus
oyentes. La reprochaba no haber hablado suficientemente del pecado. "Es verdad, contest
ella, he olvidado que como pltanos..." (9).
Por un libro posterior sabemos lo que quiso decir: "Con cada pltano que me como, estafo a
quienes lo cultivan en lo ms importante de su salario y apoyo a la United Fruit Company
en su saqueo de Amrica Latina" (10).
Nos ha transmitido la historia cmo el P. Conrad, director espiritual de Santa Isabel de
Hungra, haba prescrito a sta no alimentarse ni vestirse con cosa alguna que no supiese
ciertamente que haba llegado a ella sin sombra alguna de injusticia(11). Si hoy
quisiramos cumplir esta orden, no podramos probar bocado y deberamos ir desnudos:
Quien pretende no matar ni robar en el mundo de hoy, debe pensar que se est matando y
robando en el otro extremo de la cadena que a l le trae ese bienestar al que no est
dispuesto a renunciar.
La maravilla de nuestro invento consiste en que semejante violencia no la ejerce un hombre
determinado contra otro igualmente determinado, lo que resultara abrumador para su
conciencia, sino que, a travs de unas estructuras annimas, el mal "se hace solo". No hay
culpables. Len Tolstoi, en su famosa novela "Guerra y Paz", hace esta finsima reflexin
sobre la condena a muerte de Pierre Bezuiov:
"Quin era el que haba condenado a Pierre y le arrebataba la vida con todos sus
recuerdos, sus aspiraciones, sus esperanzas y sus pensamientos? Quin? Se daba
EL pecado original...6
cuenta de que no era nadie. Aquello era debido al orden de las cosas, a una serie de
circunstancias. Un orden establecido mataba a Pierre, le arrebataba la vida, lo
aniquilaba." (12).
Por otra parte, cuntos hombres que acabaron incluso matando afirman sinceramente que
ellos no quisieron hacer lo que hicieron! El "Lute" escribi en su autobiografa: "Al nacer
estaba ya marcado. Tena un cromosoma XYP. S, p de prisin." (13). Y es que no
solamente el rbol tiene la culpa de los malos frutos, sino tambin el terreno. En un patio
sin luz difcilmente crecer bien un rbol; su mundo circundante no le da ninguna
oportunidad, lo deforma. Como dice un famoso texto orteguiano:
"Yo soy yo y mi circunstancia,y si no la salvo a ella no me salvo yo (14).
Podemos dar un paso ms en nuestro anlisis: Esa responsabilidad colectiva no nos une
solamente a los hombres de hoy, sino qu nos liga tambin a los hombres del pasado. Dicho
de forma analgica, ellos siguen pecando despus de morir porque han dejado las cosas tan
liadas que ya nadie sabe por dnde empezar a deshacer entuertos. La consecuencia es que
sus pecados de ayer provocan los nuestros de hoy.
Lo que sirve de unin entre sus pecados y los nuestros es lo que san Juan llamaba "el
pecado del mundo", en singular (Jn 1, 29; 1 Jn 5, 19); es decir, ese entretejido de
responsabilidades y faltas que en su interdependencia recproca constituye la realidad vital
del hombre. Hay telogos que prefieren hablar de "hamartiosfera" (del griego hamarta =
pecado). Nombres diferentes para referirnos a la misma realidad: Nacemos situados.
"Otros" han empezado a escribir ya nuestra biografa.
El corazn de piedra
No obstante, entenderamos superficialmente la influencia de los pecados de ayer sobre los
de hoy si pensramos que se reduce a un condicionamiento que nos llega desde fuera. Y
conste que eso ya es suficientemente grave: Cualquier valor (la justicia, la verdad, la
castidad, etc.) podra llegar a sernos inaccesible si viviramos en un ambiente donde no se
cotiza en absoluto y nadie lo vive.
Pero aqu se trata de algo ms todava: la misma naturaleza humana ha quedado daada, de
tal modo que a veces distinguimos ntidamente dnde est el bien, pero somos incapaces de
caminar hacia l. San Pablo describe esa situacin con mucha finura psicolgica en el
captulo 7 de la Carta a los Romanos:
"Realmente, mi proceder no lo comprendo; pues no hago lo que quiero, sino que
hago lo que aborrezco. Y, si hago lo que no quiero, estoy de acuerdo con la ley en
que es buena; en realidad ya no soy yo quien obra, sino el pecado que habita en m
(...) Descubro, pues, esta ley: aun queriendo hacer el bien, es el mal el que se me
EL pecado original...7
presenta. Pues me complazco en la ley de Dios segn el hombre interior, pero
advierto otra ley en mis miembros que lucha contra la ley de mi razn y me
esclaviza a la ley del pecado que est en mis miembros." (Rm 7,15-24)
De los Santos Padres fue san Agustn el gran doctor del pecado original. Igual que san
Pablo, no tuvo nada ms que reflexionar sobre su propia existencia. Vivi dividido, atrado
por los ms altos ideales morales y religiosos, pero tambin atado por la ambicin y la
sensualidad:
"Tus palabras, Seor, se haban pegado a mis entraas y por todas partes me vea
cercado por ti (...) y hasta me agradaba el camino -el Salvador mismo-; pero tena
pereza de caminar por sus estrecheces. (...) Veame y llenbame de horror, pero no
tena adnde huir de m mismo (...) Haba llegado a pedirte en los comienzos de la
misma adolescencia la castidad, dicindote: 'Dame la castidad y continencia, pero
no ahora.' (...) Yo era el que quera, y el que no quera, yo era. Mas porque no
quera plenamente ni plenamente no quera, por eso contenda conmigo y me
destrozaba a mi mismo (...) Y por eso no era yo el que obraba, sino el pecado que
habitaba en m, como castigo de otro pecado ms libre, por ser hijo de Adn." (15).
Podriamos expresar esa vivencia de Pablo y Agustn diciendo que -por culpa de nuestros
antepasados- nacemos con un "defecto de fbrica" para hacer el bien, tenemos un "corazn
de piedra", como le gustaba decir al profeta Ezequiel (11, 19; 36-26). Pues bien, ese
"defecto de fbrica" es lo que la tradicin de la Iglesia, a partir precisamente de san
Agustn, llam pecado original. Quiz pueda sorprender que llamemos "pecado" a algo que
nos lo encontramos al nacer y es, por tanto, completamente ajeno a nuestra voluntad.
Conviene aclarar que del pecado original y los pecados personales no se dice que sean
"pecado" en sentido unvoco, sino en sentido anlogo. El pecado original coincide con los
pecados personales en que mantiene al hombre en una situacin de desamor y alejamiento
de Dios, pero se distingue de ellos por cuanto no se le pueden exigir responsabilidades al
sujeto. De hecho, muy pocos telogos defienden hoy el limbo, cuya existencia se postul en
el pasado por creer que los nios que mueren antes de que el bautismo les "perdone" el
pecado original, no podan ir al cielo (16).
El pecado no tiene la ltima palabra
Salta a la vista que nuestra exposicin del pecado original es perfectamente compatible con
los datos de la ciencia.
No importa que haya habido varias primeras parejas porque la hamartiosfera no es
consecuencia de un pecado especialmente cualificado que se diera en los orgenes, sino del
pecado de toda la humanidad, incluyendo a las generaciones ms prximas a nosotros.
Realmente, los once primeros captulos del Gnesis -que forman un todo unitario- invitan a
no aislar el pecado de Adn y Eva (cap. 3) de muchos otros que forman constelacin con l:
EL pecado original...8
el fratricidio de Can (4, 8), la poligamia de Lmek (4, 19) y su cruel venganza (4, 23-24),
la corrupcin de la humanidad previa al diluvio (6, 5-8), la prdida del respeto hacia su
padre de Cam (9, 18-27) y, por fin, la divisin de Babel (11,1-9).
Tambin podemos prescindir sin problemas de las afirmaciones sobre el estado de justicia
original cuyos supuestos dones (inteligencia, ausencia de enfermedades, etctera) se
perdieron tras el pecado. El magisterio de la Iglesia nunca ha definido si el hombre dispuso
alguna vez de tales bienes, y los perdi despus por causa del pecado, o nicamente estaba
en marcha un proceso que habra llevado a su adquisicin, pero qued interrumpido por el
pecado. San Ireneo, por ejemplo, sostena que la perfeccin de Adn era totalmente
relativa, como la de un nio que todava no posee lo que est llamado a ser (17).
Ocurre adems que las "noticias" sobre ese estado de justicia original no proceden tanto de
la Sagrada Escritura como de ciertos escritos apcrifos del judasmo, especialmente la
"Vida de Adn y Eva". En dicho libro se indica que, tras el pecado, Dios infiri a Adn
setenta calamidades desconocidas anteriormente, que van desde el dolor de ojos hasta la
muerte (18).
Y ahora que hemos despojado al pecado original de toda la hojarasca que lo recubra
dndole aspecto de mito increble, vemos que lo que ha quedado es el testimonio de una
alienacin profunda de la que todos tenemos experiencia y que es un dato irrenunciable
para cualquier antropologa que quiera ser realista. Debera hacernos pensar el hecho de que
existencialistas como Heidegger y Jaspers, que ya no comparten la fe cristiana, hayan
necesitado conservar en sus filosofas los conceptos de una culpabilidad inevitable y
omnipresente para explicar la situacin existencial del hombre. Ignorar la realidad del mal
es practicar una "poltica del avestruz" que siempre acaba cobrndose vctimas por no haber
tomado las precauciones necesarias.
El mensaje del pecado original se resume diciendo que en el mundo y en nuestro corazn
hay mayor cantidad de mal de la que podramos esperar atendiendo a la mala voluntad de
los hombres. En consecuencia, el mundo y el hombre, abandonados a sus propias fuerzas,
seran incapaces de salvacin. Se tratara de una empresa tan pattica como la de aquel
barn de Mnchhausen que intentaba salir del pantano en que haba cado tirando hacia
arriba de su propia coleta.
El marxista y ateo Ernst Bloch lo capt muy claramente: "El hombre se halla lleno de
buena voluntad y nadie le va a la zaga en ello. All, empero, donde tiende su mano para
ayudar, all causa un estropicio." (19).
Gracias a Dios (y nunca mejor dicho), el pecado no tiene la ltima palabra. Por eso la
reflexin sobre el pecado original exige necesariamente prolongarse hacia las acciones
salvficas de Dios. (...) la primera de ellas: El xodo.
....................
EL pecado original...9
1 MICHAEL KORDA, Power! How to get it, how to use it, Ballantine Books New York,
1975, p. Il.
2 SANTO TOMAS DE AQUINO, Suma teolgica, 3, q. 28, a. 1; BAC, t. 12, Madrid, 1955,
pp. 49-54. Una exposicin mucho ms cruda de esta teora se encuentra en S.
FULGENCIO, De fide ad Petrum, 2, 16; PL 40, 758.
3 "El magisterio de la Iglesia -escribi Po Xll- no prohbe las investigaciones y disputas de
los entendidos, con tal de que todos estn dispuestos a obedecer el juicio de la Iglesia." Dz
3896 (2327). Ni que decir tiene que no se trataba de una intervencin ex cathedra.
4 Vaticano II, Gaudium et spes, 59 c.
5 Poema babilnico de la creacin, tablilla 6; en JAMES B. PRITCHARD, La sabidura del
antiguo oriente. Antologa de texros, Garriga, Barcelona, ]966, p. 43.
6 Cfr. MIRCEA ELIADE, Historia de las creencias y de las ideas religiosas, Cristiandad,
Madnd, t. 4 (Texto)l 1980, pp. 127-129.
7 VATICANO II Gaudium et spes, 13.
8 ROLAND DE VAUX, Instituciones del Antiguo Testamento. Herder. Barcelona, 2 edi.,
1976. p. 35.
9 Citado en VARIOS AUTORES, Los grupos informales en la Iglesia, Sgueme,
Salamanca, 1975, p. 152.
10 DOROTHEE SLLE, Teologa poltica, Sgueme. Salamanca, 1972. p 94. (La United
Fruit, que monopoliza la explotacin y comercializacin de pltanos en Amrica Central.
Colombia y Ecuador, se llama ahora United Brands.)
11 YVES M CONGAR, Los caminos del Dio vivo, Estela. Barcelona, 1964, p 277.
12 LEON TOLSTOI, Guerra y paz; en Obras, Aguilar, Madrid,
13 ELEUTERIO SANCHEZ, Camina o revienta, Edicusa, Madrid,
14 JOS ORTEGA Y GASSET, Meditaciones del Quijote; en Obras completas, "Revista
de Occidente", t. 1, Madrid, 4. ed., 1975, p. 322.
15 SAN AGUSTIN, Las confesiones, lib. 8; en Obras de San Agustn, BAC, t. 2, Madrid.
5 ed. 1968, pp.310-339.
16 Cfr. ms adelante, pp. 205 ss
17 SAN IRENEO, Adversus haereses, 4. 38,1-2; PG 110 5-1107
18 Vida de Adn y Eva (versin griega), w. 8 y 27; en Apocrifos del Antiguo Testamento,
Cristiandad, Madrid, t. 2, 1983. pp. 327-332.
EL pecado original...10
19 ERNST BLOCH, El principio esperanza, Aguilar, Madrid, t. 3, 1980, p. 128.