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Lima, 25-27 de setiembre de 2002
Foro Internacional A un año de la Carta Democrática Interamericana
Estado, sociedad civil y democracia en las Américas
“El Financiamiento de la vida política”
FERNANDO TUESTA SOLDEVILLA [email protected]
Foro internacional a un año de la Carta Democrática Interamericana “Estado, sociedad civil y democracia en las Américas”
2 Fernando Tuesta Soldevilla
Financiamiento de la vida política En el Perú ocurre algo parecido a “dime qué financiamiento tienes y te diré qué
sistema de partidos contienes”. Y esto nos deja muchas ideas por discutir. De hecho
esta ponencia podría llamarse Dinero y política: la caja negra del financiamiento, la
caja negra de la política.
Cabe revisar cuál ha sido la consideración histórica de los partidos políticos en el
Perú. Si uno da una mirada muy rápida sobre la incorporación constitucional de los
partidos políticos, puede darse cuenta de que estamos hablando de poco más de dos
décadas. Hasta ese momento, y en la primera Constitución del año 33, se hace
mención de los partidos, pero no los constitucionaliza. El término partido político es
referido de forma negativa, para decir que su existencia está negada a aquellos que
tienen lazos y alcance internacional. Esta mención se hace explícitamente para
eliminar legalmente al APRA y al Partido Comunista en aquella época.
De allí en adelante, hasta el año 62, algo más de tres décadas, el péndulo entre
gobiernos autoritarios militares y escasos gobiernos civiles que no contenían
necesariamente un pluralismo político, fue lo que signó la política nacional. Es
importante decir que en el año 62 se da también el estatuto electoral dentro de un
gobierno militar, y esto abre un proceso político importante, pues se promulga la ley
14250, que ha sido de alguna manera la madre de todas las leyes electorales en el
Perú, y allí se reconoce de hecho algo que ha sido medular: el financiamiento privado
de los partidos políticos. Y digo de hecho, y no tanto de derecho, porque casi nada
está normado. Aunque el hecho de que no esté normado no quiere decir que no deba
darse cuenta de un fenómeno que hace del Perú, de los dieciocho países
latinoamericanos que ha estudiado Daniel Zovatto, el que tiene menores
regulaciones. Los partidos viven, obviamente, con una economía y con dinero,
independientemente de que sus ingresos estén o no regulados.
Ahora bien, no es casual que esto ocurra en el año 62 con la primera legislación
electoral importante en el Perú, puesto que la Constitución de ese año asimila por
primera vez no sólo a aquellos partidos considerados ilegales, como el Partido
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Comunista y el APRA, sino también a otras organizaciones políticas que nacieron en la
década del 50. Lo que marcó el inicio de un lento proceso para constituir un sistema
de partidos.
Es recién en el año 66, apenas convocadas las elecciones municipales por primera
vez en el país y en la historia de la legislación electoral peruana, que se introduce el
tema del financiamiento público y se conviene otorgar tiempo en las emisoras de
radio del Estado para la emisión de las comunicaciones y propagandas. Es decir
estamos hablando de un sistema de financiamiento público indirecto, otro elemento
que hay que tomar en cuenta en el caso peruano.
En casi toda la legislación, hasta la actualidad, lo que tenemos aparte del
financiamiento privado, no normado o escasamente normado, es el financiamiento
público indirecto, y esto centrado fundamentalmente en la parte de las
comunicaciones, es decir, en radio y televisión. Pero con los avatares de la vida
democrática en América Latina, el caso peruano también mostró un paréntesis muy
grande durante la década del 70. Fue recién a fines de este decenio, y al inicio de la
transición democrática, que el gobierno militar, otro gobierno militar, dio cuenta de
un decreto ley en términos de la legislación electoral y se estipuló un elemento
nuevo, que consistía en otorgar, en un modelo parecido al de la franja electoral,
espacios en televisión para los partidos políticos. Hasta ese momento sólo había
actuado la radio. Es cierto que la televisión no era tan importante en la década del 60
como la radio pero a fines del 70 y a inicios del 80, sí. Y si bien es cierto que en el
Perú no hubo, y aún ahora no hay financiamiento público, se da un hecho singular: la
inversión cada vez mayor en televisión. Para decirlo en otras palabras, la televisión
encareció la política.
Entonces, las elecciones del año 78 permitieron que los espacios televisivos puedan
servir de medio de comunicación para las organizaciones políticas en competencia. Y
por primera vez se permitió la presencia significativa de nuevas agrupaciones
políticas. Gracias a ello, la composición de la Asamblea Constituyente no fue la que se
pensó en algún momento, en donde el financiamiento privado iba a permitir que
algunos aparatos partidarios pudieran tener acceso. Lo interesante de esta norma del
año 77 fue entregar espacios de manera gratuita, no sólo en los medios de
comunicación estatales, sino en los que se llamó entonces canales de empresas de
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televisión asociativas, que en realidad eran los canales privados que estaban
controlados por los militares. Esto no volvió a ocurrir de la misma manera feliz,
puesto que aún permaneciendo la norma, el acceso de los partidos se limitó al canal
de televisión público, que como los peruanos saben, es de una audiencia reducida,
aún cuando su alcance es de nivel nacional.
A partir de ese momento, sin embargo, ya en pleno proceso democrático, ninguna de
las leyes ni modificaciones de la norma lograron introducir una franja electoral que
permitiera tener acceso a todos los canales. En realidad, conforme corría la década
del 80 y los costos de hacer televisión se iban incrementando, en paralelo al alto
porcentaje de introducción de la televisión en la población, se vio claramente
expuesta la desigualdad que la misma pantalla, paradójicamente, introducía en
términos de la comunicación.
Y esto fue claramente advertido en general por la ciudadanía en las famosas
elecciones del año 1990, en donde compitió y perdió Mario Vargas Llosa y que
determinaron la aparición de Alberto Fujimori. La desproporción entre la presencia de
las candidaturas del primero en relación no sólo al segundo, sino en relación a los
demás candidatos, era muy grande, a la vez que introducía elementos de sospecha
sobre el origen de las fuentes de ingreso. Por primera vez en el Perú, entonces, se
comienza a discutir, incluso hubo una comisión del Congreso, del Senado en realidad,
que tuvo como tarea investigar los fondos de esta campaña que fue tan costosa. La
campaña del 90 mostró en su forma más dramática lo que en muchos otros países
trataban de alguna manera de mediar o de aliviar: las fuertes desproporciones
económicas entre los aparatos partidarios y la extensión e influencia, en término de
vínculos, de las economía privada detrás de las agrupaciones políticas. Sin embargo,
nada se hizo. Esta discusión fue evitada también por aquellos vientos liberales en
donde se asumía de manera inadecuada, que en realidad el mercado iba a regular, y
que los partidos tenían derecho de colocar dinero donde creyeran conveniente.
En la década del 90 no solamente no se trató nada en términos de financiamiento,
sino que hubo un problema más importante: la crisis del sistema de partidos, que
generó la presencia en la arena política de los outsiders, es decir, de candidaturas
independientes, y una suerte de ideología de la antipolítico, que sólo hizo recordar la
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ideología del no partido de la década del 70 con el gobierno militar. Si de alguna
manera los partidos y organizaciones tienen una suerte de existencia tangible en la
política mediática, en la década del 90 esto no tuvo límites, no sólo en la legislación,
sino que moldeó la vida de la política en términos tales que los partidos ya no fueron
tales, y la política se tornó una suma de individualidades. Se trató, pues, del sistema
político centrado en los medios. Y en este sentido, no hubo personaje más mediático,
no hubo personaje que trabajó tanto lo que es su presencia pública a través de los
medios, que Alberto Fujimori. No era obviamente el único en América Latina, pero
Alberto Fujimori lo hizo y lo entendió así, centrando alrededor de su figura una
agrupación política que no debía relacionarse con el sistema de partidos que había
entrado en crisis y estaba en la bancarrota.
En adelante, sin embargo, con la caída de lo que podríamos denominar este antiguo
régimen, aparecen dos temas que van de la mano y que son la existencia misma de
los partidos políticos y su normatividad, y su financiamiento. Con la Transición, la
mesa de diálogo promovida por la OEA hacia fines del año 2000 solicitó al
Parlamento, y así ocurrió, introducir una modificatoria a la ley electoral para crear por
primera vez la franja electoral, que era de emisión obligatoria para todos los canales
de televisión de señal abierta, pero pagada por el Estado. Aquí es interesante
recordar que en aquella oportunidad, una primera versión estableció que quienes
debían sufragar esos gastos no era el Estado, sino las empresas de televisión
privadas. Sin embargo, la fuerte presión que ejercieron hizo que la ley eximiera a las
empresas de televisión de colaborar con algo que es la vida pública, en donde ellos
evidentemente se benefician de múltiples maneras. Algo que sí está contemplado en
la legislación de otros países.
La ley electoral de aquel entonces hizo que efectivamente las elecciones del año 2001
tuviera una presencia en televisión distinta a los que habíamos visto en el escenario
anterior, y particularmente en el año 2000. En ese año, ya no ocurrió lo del año 90
entre la competencia de Vargas Llosa y Fujimori en términos de una desproporción
en el gasto de televisión por parte del primero, sino que no tuvimos legislación y
amparo para frenar la presión del gobierno, a través de múltiples mecanismos, contra
de las empresas y todo ello facilitó la subordinación de las emisoras a la política de
Fujimori. Aquí no entra el tema de la inversión, pues se trató de una exclusión de los
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medios, impidiendo a los partidos contrarios al oficialismo, contratar propaganda en
televisión.
En realidad lo que tenemos ahora lo podemos resumir en términos de financiamiento
de la siguiente manera: en primer lugar existe un financiamiento público indirecto, no
existe en nuestro país financiamiento público directo. Las pocas ocasiones que se ha
debatido sobre este tema ha sido retirado incluso como propuesta por las propias
organizaciones políticas, señalando no tanto la importancia y necesidad de esta
norma, sino la crítica que pudiera ocasionar de la opinión pública en términos de
cómo entregar dinero de manera directa a estas organizaciones, que si bien ahora
están en reconstitución, no dejan de ser criticadas en un porcentaje bastante alto. Y
esto también es compartido por otros países de América Latina.
Lo que tenemos es un financiamiento público privado, no normado de manera
efectiva porque en realidad la actual norma electoral, la ley orgánica de elecciones
del año 97, contempla que las organizaciones políticas deben entregar al información
en donde se debe señalar el origen de los fondos, la proyección y los gastos; sin
embargo, lo que tenemos es que se carece de mecanismo efectivos, no solamente
para el control, sino para la penalización de las faltas que pudiera ocasionar esta
norma. No hay otra forma de financiamiento y esto, indirectamente, ocasiona un
gasto al Estado.
He centrado esto en la franja electoral y el pago que ocasiona subvencionarla.
¿Cuánto ha costado en el país la franja electoral el año pasado? Para trece partidos,
por un mes de emisión, a razón de diez minutos diarios, costó casi diez millones de
dólares; para la segunda vuelta electoral fueron catorce millones de soles. Estamos
hablando que para el conjunto de la campaña electoral del año pasado alrededor de
uno catorce millones de dólares. Con esta experiencia de la franja lo que se generó
fue simplemente una menor inversión en televisión por parte del partido, ya que al
contratar de manera directa otros espacios, su cobertura fue mayor que nunca. Ahora
bien, la nueva ley de elecciones regionales ha introducido la franja electoral para la
competencia regional. Sin embargo, pese a que el Jurado Nacional de Elecciones
publicó un pre proyecto del reglamento, aún no ha sido reglamentada.
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¿Qué es lo que se debe plasmar en adelante? Todos los mecanismos que puedan
plantearse siempre tendrán un problema: el problema del control. Se hace
generalmente, salvo Chile y Venezuela, pero el Perú no tiene financiamiento público y
cuando se introduce el financiamiento público es un problema controlarlo. Pero
además se comienza a desarrollar una frondosa legislación de control y de
contabilidad que muchas veces es difícil de desarrollar. Bajo esa perspectiva, y
teniendo en cuenta que en el Perú el financiamiento público directo pudiera ocasionar
en realidad un rechazo de la opinión pública y de muchos que quisieran que el
sistema político se derrumbe, creo que deberíamos empezar por la discusión de una
seria ley de partidos políticos y a partir de ella introducir de forma clara la parte de
financiamiento de partidos. Si el mayor porcentaje del gasto lo ocasiona la televisión,
este financiamiento no se debe dar en metal, de manera directa, a los partidos sino
de manera indirecta a través de la franja. Con esto ya se tendría el control directo de
un nivel de gasto que debe representar el 91% del presupuesto de una campaña
electoral.
Si se extiende y se regula mejor lo de la franja electoral, entonces tendríamos que
legislar sobre la otra parte del gasto que es menor, no poco, pero sí bastante menor.
La segunda parte del gasto, a diferencia de otras iniciativas, debe ingresar a una
legislación que permita un financiamiento permanente. Se suele creer que los
partidos están hechos para las elecciones y, sin embargo, antes y después de las
elecciones ¿de qué viven? La televisión también seduce y en ese sentido me explico
la propuesta de quienes señalan que sería bueno un financiamiento también en
épocas de no campaña electoral en televisión. Y eso sí puede ser un problema. En
época de campaña no electoral no es buena la televisión por un hecho que es
sociológico y que no tiene que ver con cuestiones normativas ni políticas: la opinión
pública se interesa en hechos políticos partidarios en época de campaña, por tanto,
sería un gasto inadecuado en época de campaña. ¿Qué necesitan las agrupaciones
políticas? Básicamente vivir en los espacios públicos que ellos deben contribuir a
desarrollar, es decir, locales, comunicaciones, viajes, etc. Esto es lo permite la
captación de adherentes y militantes, cosas de las que carecen los partidos políticos.
Finalmente, se debe limitar el gasto privado. Ese es definitivamente un punto
singular. El Jurado Nacional de Elecciones acaba de emitir una norma de reglamento
del financiamiento de campañas electorales. Es interesante, pienso que nos conduce
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a proponer normas de esta naturaleza, sin embargo, creo que cuando se exige a las
agrupaciones políticas que entreguen el origen de las fuentes y su contabilidad desde
el nivel distrital, y hablamos de 1828 distritos, 194 provincias, 25 regiones de
departamentos, es simplemente imposible. Debemos procurar normas que sean de
fácil aplicación.
En este sentido, la experiencia comparada y la propia experiencia nacional deben
permitir, desarrollando la tarea de manera honesta y desapasionada, elaborar una
norma coherente y que posibilite la reinstalación de un sistema de partidos adecuado.