628
Contacto cultural entre el Mediterráneo y el Atlántico (siglos XII-VIII ane) La precolonización a debate CONSEJO SUPERIOR DE INVESTIGACIONES CIENTÍFICAS Escuela Española de Historia y Arqueología en Roma S. Celestino, N. Rafel y X.-L. Armada (editores) 11 Contacto cultural entre el Mediterráneo y el Atlántico (siglos XII-VIII ane) - La precolonización a debate Este libro ofrece una aproximación, desde pers- pectivas diversas y en ocasiones contrapuestas, a uno de los temas más controvertidos de la arqueología protohistórica de los últimos años, el de la llamada «precolonización». El debate en torno a la pertinen- cia y significado de este concepto supone un exten- so tratamiento de las dos principales cuestiones sus- citadas por el mismo: las dinámicas de contacto cultural entre comunidades atlánticas y mediterráneas durante el Bronce Final y los orígenes de las coloni- zaciones históricas en el Mediterráneo centro-occi- dental. La monografía se estructura en varias partes cla- ramente complementarias. La primera aborda diver- sos aspectos generales, centrándose especialmente en los modelos teóricos y los problemas cronológicos de este período. La segunda parte constituye una siste- mática puesta al día de la cuestión «precolonial» en todas las áreas afectadas por la misma desde el Medi- terráneo central hasta el ámbito atlántico. En la ter- cera se ofrecen algunas aproximaciones a la cultura material, con particular atención a la broncística, la orfebrería y los carros representados en las estelas del Suroeste. Por último, la cuarta parte contiene una valoración general de los editores, en español e inglés, así como un epílogo a cargo de una de las mayores especialistas en colonialismo antiguo. Aunque se ha buscado de forma decidida la incor- poración de distintos enfoques, a nivel general el prin- cipal cambio de paradigma que reflejan las páginas de este volumen consiste en la valoración del papel desem- peñado por las comunidades locales. Se supera defini- tivamente el análisis de la «precolonización» como un proceso protagonizado por una parte activa –las socie- dades del Mediterráneo oriental– frente a otra pasiva –las comunidades locales–. Desde la pluralidad de pers- pectivas, todos los autores coinciden en valorar los con- tactos precoloniales desde la idea de interacción y desde el análisis del registro arqueológico y el contexto socio- económico de las poblaciones autóctonas.

2008 Contacto Cultural CelestinoRafelArmadaEDs (1)

  • Upload
    turyos

  • View
    169

  • Download
    18

Embed Size (px)

Citation preview

11S. Celestino, N. Rafel y X.-L. Armada (editores)Contacto cultural entre el Mediterrneo y el Atlntico (siglos XII-VIII ane) - La precolonizacin a debateEste libro ofrece una aproximacin, desde perspectivas diversas y en ocasiones contrapuestas, a uno de los temas ms controvertidos de la arqueologa protohistrica de los ltimos aos, el de la llamada precolonizacin. El debate en torno a la pertinencia y significado de este concepto supone un extenso tratamiento de las dos principales cuestiones suscitadas por el mismo: las dinmicas de contacto cultural entre comunidades atlnticas y mediterrneas durante el Bronce Final y los orgenes de las colonizaciones histricas en el Mediterrneo centro-occidental. La monografa se estructura en varias partes claramente complementarias. La primera aborda diversos aspectos generales, centrndose especialmente en los modelos tericos y los problemas cronolgicos de este perodo. La segunda parte constituye una sistemtica puesta al da de la cuestin precolonial en todas las reas afectadas por la misma desde el Mediterrneo central hasta el mbito atlntico. En la tercera se ofrecen algunas aproximaciones a la cultura material, con particular atencin a la broncstica, la orfebrera y los carros representados en las estelas del Suroeste. Por ltimo, la cuarta parte contiene una valoracin general de los editores, en espaol e ingls, as como un eplogo a cargo de una de las mayores especialistas en colonialismo antiguo. Aunque se ha buscado de forma decidida la incorporacin de distintos enfoques, a nivel general el principal cambio de paradigma que reflejan las pginas de este volumen consiste en la valoracin del papel desempeado por las comunidades locales. Se supera definitivamente el anlisis de la precolonizacin como un proceso protagonizado por una parte activa las sociedades del Mediterrneo oriental frente a otra pasiva las comunidades locales. Desde la pluralidad de perspectivas, todos los autores coinciden en valorar los contactos precoloniales desde la idea de interaccin y desde el anlisis del registro arqueolgico y el contexto socioeconmico de las poblaciones autctonas.

Contacto cultural entre el Mediterrneo y el Atlntico(siglos XII-VIII ane)

La precolonizacin a debate

CONSEJO SUPERIOR DE INVESTIGACIONES CIENTFICAS

Escuela Espaola de Historia y Arqueologa en Roma

Serie Arqueolgica 11

Contacto cultural entre el Mediterrneo y el Atlntico(siglos XII-VIII ane)

La precolonizacin a debateS. Celestino, N. Rafel y X.-L. Armada(editores)

CONSEJO SUPERIOR DE INVESTIGACIONES CIENTFICASEscuela Espaola de Historia y Arqueologa en Roma Madrid 2008

Reservados todos los derechos por la legislacin en materia de Propiedad Intelectual. Ni la totalidad ni parte de este libro, incluido el diseo de la cubierta, puede reproducirse, almacenarse o transmitirse en manera alguna por ningn medio ya sea electrnico, qumico, mecnico, ptico, informtico, de grabacin o de fotocopia, sin permiso previo por escrito de la editorial. Las noticias, asertos y opiniones contenidos en esta obra son de la exclusiva responsabilidad del autor o autores. La editorial, por su parte, slo se hace responsable del inters cientfico de sus publicaciones.

Catlogo General de Publicaciones Oficiales http://www.060.es

CSIC S. Celestino, N. Rafel y X.-L. Armada (editores) y del texto, sus autores

ISBN: 978-84-00-08689-3 NIPO: 653-08-113-3 Depsito legal: Composicin: Tvara, S. L. Fotomecnica: Tvara, S. L. Impresin: Grficas Muriel S. A. Encuadernacin: Millenium S. L.

A Xavier Dupr Ravents, in memoriam

PRLOGO

Escribir un texto institucional como preludio a una obra es un obligado gesto, un ritual de nuestra vida ciudadana y cientfica que repetimos ceremonialmente y aceptamos con resignacin ancestral. Lo exige una extendida convencin social y lo avala la conviccin legtima de que trabajamos en un marco pblico y de que a l nos debemos cada uno de nosotros, diversamente. En este espacio reservado y de privilegio que es todo inicio como en aquel viejo gesto de los augurios sacros, el inaugural la palabra pronunciada debe someterse a ciertas normas de cortesa, que no exime, sin embargo, de la exigencia democrtica de la reflexin y de la crtica compartida de todo pensamiento cientfico. El locus communis de este preludio querra, en este contexto, despojarse del hieratismo y acompaarse de una diminuta dosis de dilogo, como en el resto del libro. Los coordinadores de este volumen, que con amabilidad espontnea me han pedido que cumpla con mi cometido, sin duda agradecern que ensaye unas palabras algo ms libres y que de ellas fluya, en los lmites de lo posible, un pequeo hilo de frescura. Confieso que una vez que me he atrevido a cruzar el umbral del libro para enfrentarme y sumergirme en l he experimentado de inmediato el logos vital y mltiple que lo cruza. Por las palabras de presentacin entreveo que los tres coordinadores Sebastin Celestino, Nria Rafel y Xos-Lois Armada invitaron a los numerosos intervinientes, primero, a dialogar con voces diversas de las ya dichas en foros cientficos previos y, despus, a escribir las acordadas pginas con reflexin atrevida y en su luminosidad ms viva. Una intencin, por cierto, difcil en este bosque tan denso de los encuentros y de las prcticas cientficas, saturado por los excesivos requerimientos y las acuciantes prisas que nosotros mismos, en nuestra prctica profesional, estamos construyendo afanosamente da a da. Pues bien, de esa invitacin, de ese estmulo a adentrarse en el bosque y como nuevos prospectores de palabras y de indicios materiales atravesar el mar y el ro, as como del minucioso seguimiento final que ha requerido de los tres editores una amplia y comprensiva mirada hacia atrs, surge finalmente este denso libro-microcosmos de espacios, tiempos e inquisiciones mltiples. Me congratulo de la feliz llegada a trmino y os saludo desde la Escuela Espaola de Historia y Arqueologa en Roma pues el libro sale finalmente a la luz con el apoyo decidido del Consejo Superior de Investigaciones Cientficas. Al final de un recorrido largo parece obligado detenerse y preguntarse por el inicio de la aventura, por el primer

aliento que la impuls. A ese gesto originario aluden los coordinadores cuyo germen sitan en un cierto momento del ao 2002. Fue precisamente en la Escuela Espaola en Roma, cuando uno de los tres editores acept del Doctor Xavier Dupr, vicedirector entonces de esta casa, el reto de proponer a la discusin internacional un tema amplio y polmico que se situara en el marco mediterrneo y europeo de la protohistoria. Con este gesto la Escuela quiso estar presente y actuar como chispa de una aventura intelectual cuya llama se propagara, ya despus, a otros lugares. Me satisface y me agrada que la Escuela Espaola de Roma, aun en su escala tan reducida y limitada, haya sido un estmulo siquiera impreciso y leve hacia un proyecto tan ambicioso como este que hoy vemos realizado y que ha implicado desde el comienzo una decidida aventura intelectual. No ser que la misma Roma seduce e invita a ese deseo utpico de una aorada amplitud del pensamiento? La gestin de todo proyecto es larga y la prctica de la ilusin cientfica se implica e interfiere inevitablemente con la de la vida. Unos recuerdos nos llevan a otros y algunas pginas del libro estn sealadas por algunos nombres queridos de aquellos investigadores que en su breve sueo participaron con su voz en un debate inacabado: Xavier Dupr, Andrew Sherratt, Antonella Span...., y es hoy privilegio nuestro, no menos pasajero y efmero, el mencionarlos y fijarlos en las dedicatorias, en las numerosas citas, en la bibliografa. Me quedan por comentar algunos aspectos que acompaan nuestro proceso intelectual. Proceso, pues el mismo ttulo del libro afirma que se trata de un debate, un debate nada menos que en torno a unos paradigmas construdos sobre cinco siglos de historia humana, principalmente mediterrnea y atlntico-europea. Obligadamente debate, decimos, no concordia: esto es, discusin, intercambio vivo de pensamientos y discrepancias en torno a un trmino plurvoco, complejsimo y espacialmente diverso, en medio de silencios y oscuridades y siempre ms poblado de indicios que de certezas. El trmino propuesto a debate es el de precolonizacin, ese largusimo y ambiguo tiempo previo, anterior a la colonizacin en el Mediterrneo. La insistencia en el debate y la crtica deconstructora apuntan a que desde hace aproximadamente un par de dcadas estamos asistiendo a un decidido cambio de paradigma. El marco cronolgico abstraccin del tiempo del historiador que se va haciendo sustancial, denso y matizado solo a medida que se van incorporando los datos empricos aparece igualmente amplio y polidrico, como si la propia investigacin hubiera aceptado el dilatarlo crecientemente, paso a paso, hasta abarcar hoy aproximadamente los cinco siglos indicados en el ttulo: del XIII al VIII a.n.e. Siglos bien sabido de continuidades y de discontinuidades, en

7

los que habr que sealar y matizar an las secuencias y en los que tuvo lugar un trnsito muy profundo (hoy ms que una simple y mera ruptura?), entre sistemas polticos, econmicos y simblicos diferentes: aquellos que muy genricamente se han convenido en llamarse Bronce Final y Primera Edad del Hierro. Pero este tiempo abstracto se ve hoy construido, con ritmos y en modos diversos, a travs de espacios diferentes, en una geografa multipolar que, de modo muy particular en nuestro libro, resalta la importancia de los puntos espaciales de observacin elegidos: la Italia peninsular, Sicilia, Cerdea, las Baleares, la Galia, la costa mediterrnea espaola, la Alta Andaluca, el Guadalquivir, Tartessos, los diferentes espacios del territorio portugus.... Es en cada uno de estos territorios analizados y con el creciente papel activo de las comunidades indgenas como atisbamos el desarrollo y transformacin de los sistemas comerciales; la prospeccin y circulacin de los metales y la pluralidad y porosidad de sus rutas; el contraste entre las viejas y nuevas formas del trabajo artesanal y de los modos de produccin as como la decisiva transmisin del conocimiento o sabidura tcnica; la presencia o no, en cada caso y en cada momento, de los diversos sistemas de la escritura (no conocemos las frmulas de la inmaterial oralidad); y, siempre, el permanente y cambiante dilogo entre las estructuras econmicas y las ideologas... En fin, la diversificada trama de relaciones humanas que el ttulo de nuestra obra resume como contactos culturales no expresa sino una nueva forma simblica de construir el mundo y sus territorios. Es decir, alude a la configuracin de las relaciones entre los poderosos y las gentes, y los productos, y las palabras, y los gestos que por doquier circulan. Son tambin vectores activos los presentes de lujo, identificatorios y seductores, las leyes consensuadas del comercio y la hospitalidad, el vino mediador y transformador, la sacralizacin de la riqueza (su pesaje, sus medidas, su distribucin y su acumulacin, que incluye la ambigedad semntica de los depsitos metlicos), as como esos otros gestos simblicos que los acompaan: la oralidad y la escritura, la transmisin de la memoria heroica, la mitologizacin de los nuevos territorios y de las lejanas fronteras, la nueva representacin de la muerte, el creciente despertar del individuo emprendedor y de la aventura, y las otras formas de la autoconciencia personal, privada y colectiva.... Todo ello, repito, se atisba en las mltiples propuestas y lo veremos construir progresivamente con los datos empricos, destinados a fijar el tiempo y sus secuencias, un camino siempre abierto en la investigacin que funciona acumulativamente, como un continuum. Pues el libro, de aliento ambicioso y hondo, no olvida la obligada matizacin que exigen,

y seguirn exigiendo en el inmediato futuro, cinco siglos con ritmos temporales y territoriales tan cambiantes como policntricos. Estamos asistiendo, en efecto, a un cambio decidido del paradigma. No s si me equivoco al sealar algunas ausencias de temas que podran haber encontrado cabida en el debate del libro. Me llama la atencin cierta abstraccin de gnero en los mediadores del largo proceso. Apenas se menciona, salvo muy indirectamente, el espacio y papel de la mujer ni el imaginario femenino. Son escasas las menciones, entre otras fuentes literarias, a la Odisea, que seguramente es hededera y transmisora de frmulas muy anteriores de este imaginario construdo a lo largo de tantos tanteos y experiencias mediterrneas en esos siglos. Por cierto, la Odisea, cuyo protagonista es el emprendedor y astuto Ulises, s abunda en ese riqusimo y matizado imaginario de la memoria y del poder femeninos. Recordemos la sabidura en rutas y secretos remotos de Circe o de Calipso. Quiero resumir una ltima y, sin duda, parcial impresin de este libro: nos hallamos ante un universo de indicios puntuales, sobre los que los investigadores ensayan modelos que tratan de insertar y relacionar en un sistema. La sensacin de descubrir esos indicios y de ir construyendo, crticamente y a travs de un proceso en espiral, los diferentes modelos es lo que convierte en singularmente cautivador este perodo de la protohistoria mediterrnea y europea. De ah, la impresin de ese tono poco dogmtico, y de ah los requerimientos continuos al dilogo, a la porosidad de las hiptesis y caminos, y el valor seminal de las ms simples conjeturas y de las sospechas. Los editores y los autores subrayan esta apreciacin, que no s si aqu con buen acierto transmito. En nombre de esta institucin que es la Escuela Espaola de Historia y Arqueologa en Roma del CSIC reitero nuestro cordial agradecimiento a los tres coordinadores, Sebastin Celestino, Nria Rafel y Xos-Lois Armada, por haber retornado hoy felizmente a la tierra de la Escuela, tras haber brotado en ella, aos atrs, aquel remoto germen de lo que es hoy el florecimiento de un generoso volumen doble. Gracias a cada uno de los autores que en l escriben y a esas dos voces externas la de Kristian Kristiansen y la de Mara Eugenia Aubet que se incorporan luminosamente al inicio y al final del libro. Y gracias, desde Roma, al Servicio de Publicaciones del CSIC, que con disponibilidad y ejemplar sentido crtico ha aceptado y llevado a buen trmino la publicacin de un rico debate cientfico. Ricardo OlmosDirector de la Escuela Espaola de Historia y Arqueologa en Roma, CSIC

8

PRESENTACIN

Escribir unas lneas introductorias sobre una edicin es, adems de un sntoma inequvoco de haber conseguido un objetivo, una enorme satisfaccin por haber logrado reunir los textos de los investigadores meticulosamente elegidos para este fin. Adems, cuando surge una publicacin de estas caractersticas, los lectores suelen interesarse por los prolegmenos, por el desarrollo de la idea y por la concurrencia tanto de los editores como de los investigadores elegidos; intentaremos satisfacer esa curiosidad para todos aquellos interesados en la historiografa, una disciplina en auge por los magnficos resultados que est aportando a la Arqueologa. Los que tuvimos la suerte de conocer a Xavier Dupr sabamos de su inters no slo por la Arqueologa Clsica, a la que se dedicaba por formacin y con pasin, sino que siempre quiso participar de los conocimientos de otras etapas histricas, apoyando desde la vicedireccin de la Escuela Espaola en Roma cualquier iniciativa que contribuyera a potenciar la arqueologa peninsular. As, en el ao 2002, aprovechando la estancia de investigacin en Roma de uno de nosotros, lanz la idea de realizar una edicin centrada en un tema que le interesaba por su fuerte vinculacin con una de las lneas prioritarias de investigacin del CNR, el Periodo Orientalizante; tema que casualmente estbamos desarrollando para otro evento dentro del organigrama del Instituto de Arqueologa del CSIC y que se llev a cabo un ao despus en Mrida, sede del Instituto. Lejos de rendirse, nos ret a que furamos nosotros quienes propusiramos un tema que generara cierta polmica cientfica y que a la vez congregara a investigadores del mbito mediterrneo o europeo en general, ofrecindonos la cobertura de la Escuela de Roma para su publicacin. Surgi as el tema de la denominada precolonizacin, una materia en la que ya habamos trabajado los aqu implicados y que se cea bastante bien a su iniciativa. l fue quien se ocup de ponernos en contacto para que desarrollramos la edicin, un encuentro que tuvo lugar en Madrid a principios de 2003 y del que surgi un buen entendimiento, una buena amistad y un primer guin que se ajustaba bastante a los resultados que hoy presentamos. No podemos decir que todo ha sido un camino de rosas, pero es cierto que la sintona de los editores ha sido clave para superar los obstculos y contratiempos que, por otra parte, entran dentro de lo habitual en este tipo de trabajos cientficos donde concursa una nutrida participacin. La idea principal de la edicin, amn de la consabida puesta al da del tema propuesto, consista en debatir sobre un concepto temporal, el precolonial, que se prestaba a diferentes interpretaciones dependiendo del

mbito geogrfico desde donde se abordara. Este aspecto, resuelto desde hace aos por los investigadores italianos, segua siendo uno de los puntos que ms polmica haba generado entre los estudiosos del tema de las zonas ms occidentales de Europa. Sin embargo, y sin eludir el problema anterior, buena parte de los trabajos se ha centrado en el tipo de contacto entre los colonos y los indgenas y en el grado de desarrollo de stos para entender las consecuencias de ese contacto, abordado desde diferentes presupuestos tericos. Las numerosas novedades arqueolgicas que se presentan en este monogrfico facilitan sin duda la comprensin de esas diferentes posturas interpretativas. Como es lgico, en esta edicin no estn todos los que son, aunque es evidente que buena parte de los que son estn. Por ello, nuestra primera referencia a los autores es para agradecerles sinceramente el enorme esfuerzo que han realizado para aportar textos que tienen una alta dosis de originalidad, lo que no era fcil si tenemos en cuenta que todos ellos haban publicado varios y conocidos trabajos sobre este tema. Al mismo tiempo, y como suele ser tambin habitual, ha habido algn investigador que desde un principio declin nuestra invitacin por falta de tiempo material para realizar un trabajo que aportara alguna idea novedosa al debate, mientras que otros nos han sorprendido por la celeridad con la que realizaron su aportacin. Dada la complejidad de las cuestiones abordadas y la exigencia de los tiempos que haba que cumplir, hemos optado a cambio por dar la mxima libertad para que cada autor se ciese exclusivamente a los dictados de su voluntad para desarrollar sus respectivos trabajos, lo que creemos que ha beneficiado sensiblemente el fondo de la obra. Por ltimo, lamentar que no hayamos podido incluir el escrito que haba comprometido para este monogrfico la profesora Susan Sherratt. El fallecimiento de su esposo Andrew Sherratt la condujo a desistir de ultimar una contribucin que, sin duda, hubiera enriquecido esta obra y la cuestin histrica en ella tratada, puesto que las investigaciones e importantes aportaciones realizadas en los ltimos aos por la autora han incidido de pleno en ella. Desde estas lneas queremos unirnos a su pesar por tan sentida prdida, que lo ha sido tambin para la arqueologa europea. Han sido diversas las personas que nos han ayudado en la puesta a punto de esta obra y que nos han aportado su aliento y sus comentarios para lograr el resultado final que el lector tiene en sus manos. A todas ellas, nuestro agradecimiento. Debemos una mencin especfica a Brendan OConnor e Ian Colquhoun, por su ayuda en la edicin de los abstracts y otros textos en ingls. Nuestro agradecimiento es tambin para K. Kristiansen y M. E. Aubet, quienes han tenido la paciencia de leerse los textos y aportar su colaboracin para el prlogo y eplogo, respectivamente, de la edicin. Tambin

9

queremos reconocer sinceramente el apoyo mostrado por los profesores Manuel Bendala, de la Universidad Autnoma de Madrid, y Tom Moore, de la Universidad de Durham, por su decidido apoyo para que el monogrfico contase con todos los parabienes cientficos ante el Servicio de Publicaciones del CSIC. Por ltimo, quisiramos que desde estas lneas se hicieran eco de nuestra ms sincera gratitud Ricardo Olmos y Trinidad

Tortosa, de la Escuela Espaola de Historia y Arqueologa de Roma; desde un principio tomaron el proyecto promovido por Xavier Dupr como propio, lo que sin duda ha dulcificado el largo y tortuoso camino de una edicin de esta naturaleza. Los editoresJulio de 2007

10

PREFACE

The role of social interaction in archaeology has gained new momentum in recent years, supported by an increased theoretical interest in two related areas of research: the role of travels and distant esoteric knowledge in creating power and prestige in chiefdoms and early states (Helms 1993; Kristiansen and Larsson 2005), and the role of colonialism and precolonization in later prehistory (van Dommelen 1998; Gosden 2004; Stein 2005). The perspective has increasingly changed from that of the colonizers to that of the indigenous societies, and their active role in the process. Much of this interest has in the Mediterranean been supported by new and better archaeological knowledge of local settlement sites, from Sicily and Sardinia to Iberia, supported by trace analyses and better typologies of foreign versus local production (for the Bronze Age recently collected in Laffineur and Greco 2005). To this should be added a revised local chronology in many areas, including Greece, Italy, and Iberia, where conventional typological/historical dates tended to be too young compared to the revised Central European chronology based mainly on dendrochronology. The consequences these modifications are evidenced in several of the articles in the first section of the book. This new and more solid empirical framework has in turn invited new interpretations and a search for more relevant theoretical frameworks. While earlier research relied on a rather simplistic world system approach and traditional models of colonization,

critically discussed and revised by Gil Stein (1999), the articles in this collected volume demonstrate the application of more complex models in a search to understand the various forms of interaction and pre-colonization in the Mediterranean from the Late Bronze Age onwards. This is apparent in the articles of the second section in the book that present us with a new a more balanced understanding of the regional forces of change during the Late Bronze Age and early Iron Age, from Late Mycenaean to Phoenician and Greek expansion in the western Mediterranean. While the historical forces of interaction varied from search of minerals, such as silver, copper and gold (commercial enterprises/trade diasporas/pre-colonization), to the need for resettling surplus populations from the home base in new, but familiar precolonized territories (colonization), the material culture changes that accompanied these historical processes are also in need of reinterpretation (Streiffert 2006). The articles in section three of the book deals more specifically with changes in material culture, especially the question of a hiatus between the end of the Mycenaean period and the beginning of east Mediterranean and Phoenician expansion. I wish to congratulate the editors and the authors of this volume for having contributed to a new and better understanding of the complicated processes of interaction that characterized the Mediterranean in later Prehistory. The Mediterranean basin may indeed be considered a historical laboratory for explaining historical processes of interaction, pre-colonization and colonization. Kristian Kristiansen

11

IN MEMORIAM

A Xavier Dupr i Ravents(Barcelona 1956- Roma 2006)

No es slo el homenaje al profesional prematuramente desaparecido y el dolor por la prdida del amigo lo que ha impulsado a los editores de esta obra a dedicarla a Xavier Dupr, sino la responsabilidad que ste tuvo en la gestacin de la misma. Contacto cultural entre el Mediterrneo y el Atlntico (siglos XII-VIII ane). La precolonizacin a debate nace por iniciativa de Xavier, que en el ao 2003 nos pone en contacto a Sebastin Celestino y a m y nos encarga, en nombre de la Escuela Espaola de Historia y Arqueologa en Roma, la organizacin de lo que, en principio, tena que ser un encuentro hispano-italiano centrado en dicho perodo. Diversas circunstancias aconsejaron modificar el planteamiento inicial, que ha acabado por convertirse en el presente volumen y ha incorporado al equipo de edicin a Xos Lois Armada. La semblanza que de Xavier Dupr se hace en las siguientes lneas sustituye, pues, al prlogo que, lamentablemente, l no ha podido escribir.

Xavier inicia su andadura en la arqueologa, siendo an un estudiante de bachillerato, cuando empieza a frecuentar el Museo Arqueolgico de Barcelona y asiste, en 1974, al XXVIII curso de Empries (el primero de los varios en que participar), cimentando una relacin con Eduard Ripoll y esta institucin, que, si bien no lleg a profesionalizarse nunca, siempre fue cara para l y germen de entraables amistades, como la del tambin desaparecido Josep Barber, que conserv toda su vida (figura 1). Cursa sus estudios de licenciatura y doctorado en la Universidad de Barcelona y en 1981, presa ya de una querencia que marc su vida, parte a ampliarlos en Roma con una beca de la Comisin Mixta Hispano-Italiana (19811982). El fin de la dictadura espaola y la vertebracin del llamado Estado de las Autonomas, tiene como consecuencia el traspaso de las competencias en materia de cultura a la Generalitat de Catalunya, que empieza a desplegarlas. Xavier gana una plaza de colaborador tcnicoarquelogo, con destino en Tarragona e interrumpe el disfrute de la beca en Roma para incorporarse a la misma (diciembre de 1981). Son aos de ilusin, de debate y de nacimiento de iniciativas que constituyen un caldo de cultivo idneo para una personalidad participativa y entusiasta como la suya. La reconstruccin de una arqueologa institucional catalana, la naciente arqueologa urbana

Figura 1 XXXII Curso de Empries (1978). De izquierda a derecha: Josep M. Nuix, Josep M. Moreno, Xavier Dupr, Enric Sanmart, Elvira Mata, Josep Barber, Alberto Lpez. Delante, Domingo Gamito. Autor: Josep Barber. Foto cedida por el seor Gamito.

13

espaola, la profesionalizacin de la arqueologa y, como no, la arqueologa de la Tarraco romana, fueron los temas centrales de este perodo. Resultado de ello fueron su participacin en el grupo de opinin MARC-7 (X. Dupr, O. Granados, E. Junyent, X. Nieto, N. Rafel, F. Tarrats), su vinculacin al proceso constitutivo de la Asociacin Profesional de Arquelogos de Espaa (APAE) y la gestacin de un proyecto cientfico y de gestin para la ciudad de Tarragona que culmina, siendo alcalde de esta ciudad Josep M. Recasens, con la creacin del Taller Escola dArqueologia de Tarragona (TEDA) por l diseado y con su marcha de los Serveis Territorials de Cultura de la Generalitat de Catalunya para dirigirlo (diciembre de 1986). El TEDA constituy en aquellos aos un referente para la naciente arqueologa urbana espaola y, por supuesto, para los arquelogos catalanes. Se financi bsicamente a travs de un taller-escuela del Ministerio de Trabajo, pero tambin del impulso poltico y econmico del ayuntamiento de la ciudad. En el aspecto estratgico su finalidad era constituir las bases para la creacin de un Centre dArqueologia Urbana de Tarragona (CAUT) cuando finalizara el taller-escuela. La filosofa del TEDA, por otra parte, reposaba sobre la atencin y coordinacin del trabajo de campo, la investigacin cientfica, la formacin de especialistas y la divulgacin ciudadana, todo lo cual constitua en aquellas fechas un programa innovador en un pas que acababa de salir de una Dictadura que le haba mantenido al margen de las corrientes europeas en el campo de la arqueologa urbana. Para desarrollarlo, se contaba con un equipo compuesto por 6 arquelogos, 3 restauradores, 4 delineantes, 5 capataces y 30 auxiliares de excavacin, adems de los tres arquelogos que, junto con Xavier, ejercan las tareas de direccin y coordinacin del equipo (Xavier Aquilu, Jaume Mass y Joaqun Ruiz de Arbulo). En el aspecto cientfico, la tarea del TEDA se centr, adems de aquellas intervenciones motivadas por las dinmicas de cambio de la ciudad, en dos grandes monumentos de propiedad municipal, el anfiteatro y el circo. Finalizado el taller-escuela (20-04-1990), se convocaron las dos primeras plazas para poner en marcha el centro de arqueologa urbana municipal (CAUT), ya con otro consistorio, resultado de la crisis municipal de 1989. En mayo de 1990 Xavier Dupr gana una de las plazas, a la cual renuncia como respuesta a las dificultades de orden poltico generadas por el nuevo gobierno municipal y que tienen como consecuencia la eliminacin en la segunda de las plazas del concurso-oposicin del arquelogo que haba formado parte desde el primer momento de la

direccin del TEDA, Xavier Aquilu1, en un episodio que tuvo amplia repercusin y que supuso un freno para la arqueologa tarraconense de los aos posteriores. El TEDA finalizaba as una andadura, planificada para perdurar, no sin dejar un importante legado que, entre otras cosas, se refleja en sus 21 publicaciones, de las cuales 3 volmenes monogrficos2. Con 34 aos, un ya importante bagaje profesional a sus espaldas y sin trabajo, parti de nuevo hacia Roma de donde ya no volver, privando as a la arqueologa catalana de una figura que siempre he credo que poda jugar en ella un papel importante en el aspecto organizativo e institucional con una beca predoctoral del Consejo Superior de Investigaciones Cientficas (CSIC) donde finaliza (1992), bajo la direccin del catedrtico de arqueologa de la Universidad de Barcelona Miquel Tarradell, su tesis doctoral que vers sobre el arco romano de Ber (Tarragona) y que obtuvo el Premio Puig i Cadafalch del Institut dEstudis Catalans (1993) (figura 2). En los aos 1993 y 1994 disfruta de una beca postdoctoral del CSIC y desempea la labor de secretario cientfico del Congreso Internacional de Arqueologa celebrado en Tarragona en 1993.

Figura 2 Portada de la monografa sobre el Arco de Ber, publicada por el Institut d'Estudis Catalans.

1 2

Hoy Xavier Aquilu es director del Museu dArqueologia de Catalunya.Empries. Algunas veces, el tiempo pone las cosas en su lugar.

En 1990 una buena parte del personal que form parte del TEDA cre una empresa privada, CODEX SCCL, con brillantes resultados y an hoy en funcionamiento. En 1992 la nueva escuela-taller y el CAUT fueron clausurados por el Ayuntamiento de Tarragona.

14

Figura 3 El equipo de Tusculum en el teatro, 1998. Xavier Dupr es el primero de la izquierda de la fila inferior. Foto: Escuela Espaola de Historia y Arqueologa en Roma.

En julio de 1994 se incorpora como cientfico titular a la Escuela Espaola de Historia y Arqueologa en Roma. Formar parte de esta institucin, con la cual colabor ya desde su estancia de principios de los 80 en Roma, cuando la Escuela estaba dirigida por Martn Almagro-Gorbea, le permite desplegar de nuevo su creatividad y su capacidad de trabajo, de gestin y de formacin. Es entonces cuando se incorpora, con Javier Arce, a la sazn director de la Escuela, a las excavaciones de Tusculum que van a constituir en los aos venideros su principal objeto de investigacin (figura 3). En marzo de 1995 pasa a ocupar la plaza de vicedirector de la Escuela, puesto en el que permanecer hasta su muerte. A partir de ese momento, y sin renunciar a su pluralidad de intereses, enfoca su carrera profesional hacia dos vertientes: la investigacin cientfica y la presencia cientfica e institucional de la Escuela Espaola de Historia y Arqueologa en el panorama de la arqueologa en Roma. Un tercio de sus casi 200 publicaciones3 corresponden a este perodo, una fase, no obstante, que es en cierto modo de siembra de unos frutos que la muerte le impidi ofrecer en su totalidad, pues, como sus ltimos artculos ponen de manifiesto, haba entrado en una fase de madu-

rez cientfica que auguraba que lo mejor estaba por venir. As, por ejemplo, aparte de las memorias de excavacin, haba encauzado la publicacin del proyecto Tusculum en una serie de monografias, para lo cual, Tusculum, La Escuela y diversas universidades espaolas se vinculaban a travs de la colaboracin en el proyecto de cuatro tesis doctorales sobre el yacimiento, la primera de las cuales se public en el 2006. Estas ltimas formaban parte de las 12 tesis doctorales que codirigi, en coherencia con otra de las vertientes que siempre le fueron caras, la formacin de investigadores y, en consecuencia, la atencin a los becarios que recalaban en la Escuela (49 entre 1995 y 2005). Miembro de comits de redaccin, direccin y lectura de diversas revistas4 y acadmico correspondiente de la Real Academia de la Historia, miembro del comit directivo de la Sezione Romana del Istituto Internazionale di Studi Liguri y socio correspondiente del Deutches Archelogisches Institut, Berln, fue, sin embargo, la Asociacin Internacional de Arqueologa Clsica (AIAC), a la que dedic en los ltimos aos buena parte de su tiempo y entusiasmo, siendo su secretario general (19941999) y director de AIAC News entre 1992 y 1998. Profundamente arraigado en la arqueologa de su pas de

3 Por otra parte, puede consultarse su produccin cientfica en: F. Beltrn Lloris; Xavier Dupr i Ravents (Barcelona 1956-Roma 2006), Palaeohispanica 16 (2006), 25-41. 4

Archivo Espaol de Arqueologa, Pyrenae, Iberia, Revista dArqueologa de Ponent, Fonaments, FOLD&R.

15

Figura 4 El volumen dedicado a Tarraco de la coleccin Ciudades romanas de Hispania (derecha) y la monografa bers i grecs, editada por el Museu Nacional Arqueolgic de Tarragona.

origen, pero, a la vez, con una clara visin de la necesidad de sta de inserirse ms a fondo en el panorama arqueolgico internacional, emprende un proyecto, que para l fue muy querido, la coleccin Ciudades Romanas de Hispania de lErma di Bretschneider. Lo inicia con los tres volmenes dedicados a las capitales provinciales, Tarragona (figura 4), Mrida y Crdoba, en cuya introduccin se manifiesta en el sentido ms arriba indicado. En los ltimos dos aos de su vida, pletricos de proyectos y realizaciones, a pesar de su grave enfermedad, retorna a uno de sus primeros temas de investigacin: las terracotas arquitectnicas. Durante su primera estancia en Roma, Xavier Dupr colabor en la monografa sobre el Santuario de Juno en Gabii de Martn Almagro-Gorbea, estudiando las terracotas arquitectnicas del mismo, estudio que constituy su tesis de licenciatura5. Curiosamen-

te, sus dos ltimos artculos estan dedicados a unas antefijas, esta vez hispnicas, cerrando as un crculo y dando muestra del camino recorrido y del cambio de perspectiva desde la juventud a la madurez cientfica. A partir de muy pocas piezas, unas procedentes de Emporion y otra de la localidad de Hospitalet de lInfant (Vandells, Tarragona), teje sendos artculos, el primero publicado en la revista Empries y el segundo en el Homenaje a Pilar Len6, donde, en realidad, expone brillantes y sugerentes hiptesis sobre la acrpolis emporitana, en el primero, y sobre la existencia de un santuario griego arcaico en lHospitalet de lInfant (figura 4), en el segundo, cuya correccin de pruebas fue uno de sus ltimos objetivos antes de morir. Que a l la tierra y a nosotros su ausencia nos sean leves. Nria Rafel Fontanals

5 6

Les terracuites arquitectniques del santuari de Gabii (Laci, Itlia), 1981. Republicado en versin catalana en el nmero 11 de Forum, monografas del Museu Nacional Arqueolgic de Tarragona.

16

CUESTIONES GENERALES, MODELOS Y CRONOLOGAS

MODOS DE CONTACTO Y MEDIOS DE COMUNICACIN: LOS ORGENES DE LA EXPANSIN FENICIA

Jaime Alvar Ezquerra* En un estudio monogrfico sobre el problema de la precolonizacin fenicia parece oportuno plantear algunas reflexiones tericas y metodolgicas que ayuden a suscitar cuestiones elementales sobre los modelos explicativos que utilizamos para hacernos inteligibles los materiales arqueolgicos y hacer con ellos compatibles los datos proporcionados por las fuentes literarias. El mero empleo del trmino precolonizacin supone una forma de percepcin de la realidad histrica y presupone un criterio taxonmico til. En efecto, supone aceptar que hubo un comportamiento colonial fenicio en Occidente y que antes de esa modalidad de contacto hubo otra que se enuncia con el trmino precolonial. Si los estudiosos de la expansin ultramarina de los griegos de poca arcaica tienen dificultades para identificar esa expansin como una autntica colonizacin, mucho ms reticentes habran de ser para su uso todos aquellos que niegan en mbito fenicio un desplazamiento importante de individuos no dedicados a actividades comerciales o derivadas de las servidumbres que stas ocasionan. No obstante, est generalizado el trmino colonizacin para referirse a la expansin ultramarina de los fenicios incluso por aquellos que niegan motivaciones demogrficas y agrcolas adems de las puramente comerciales. Pues bien, si el trmino colonial debera de ser tomado con cautela para definir el tipo de actividad realizada por los fenicios de ultramar, la identificacin como precolonial de una etapa de contactos anterior debera resultar extraa a todos los estudiosos. Desde luego, si el contacto colonial puede definir un tipo de comportamiento determinado aunque resulte difcil de definir y lo usemos analgicamente, el contacto precolonial no describe ms que una fase anterior, pero no la cualidad de los contactos. En consecuencia, sera preferible emplear otra terminologa para la periodizacin de

la presencia fenicia y tambin griega en el Mediterrneo central y occidental. Aunque sea por aproximacin a lo que se quiere identificar y definir, el trmino colonizacin ha resultado cmodo al hablar de la expansin ultramarina fenicia y, por extensin, el de precolonizacin se ha instalado frreamente en la literatura cientfica, de modo que va a resultar muy penoso articular un discurso convincente para su destierro y proponer una nomenclatura til y apropiada para su sustitucin. La empresa que acometo no es, pues, sencilla. Como ya he abordado el problema desde postulados estrictamente tericos, pretendo en este trabajo avanzar algo ms en mi interpretacin mediante el anlisis del problema de la precolonizacin desde la perspectiva ofrecida por los medios de comunicacin como instrumentos operativos para los modos de contacto en los orgenes de la expansin de los fenicios por el Mediterrneo (Alvar 1979: 67-86; dem 1980: 43 ss.; dem 1981; dem 1988a: 429-443; dem 1988b: 373-391; dem 1997: 19-33; dem 2000: 27-34; dem 2002: 1-20). Creo que es til recordar que el trmino precolonizacin tiene sus orgenes en los estudios de micenologa, desde donde se traslada hasta los investigadores sobre el proceso colonial fenicio, a quienes resulta til para paliar la disonancia cronolgica entre la informacin literaria y la arqueolgica (Moscati 1983; dem 1988: 11 ss.). El desarrollo de la interpretacin de las relaciones entre griegos e indgenas ha proporcionado nuevos parmetros para el anlisis de lo que se viene denominando precolonizacin. Los historiadores de la colonizacin griega han polarizado la situacin, desde las posiciones ms restrictivas de Graham (Graham 1990: 45-60, esp. 46 y 50)1, hasta los planteamientos menos rgidos de Domnguez Monedero (Domnguez Monedero 1991: 149-177; dem 1994a: 19-48). Adems, en el Congreso ya mencionado dedicado al estudio de los Momenti precoloniali, se aprecia una gama variadsima de posiciones en virtud del criterio de cada uno de los participantes, aunque son escasos los modelos explicativos propuestos y el alcance de las teorizaciones. El problema sustancial en mi opinin estriba en la idea inherente a los trminos de la secuencia precolonial-colonial, de modo que todas las reflexiones quedan atrapadas en una organizacin temporal de las

* UC3M1 Curiosamente, Graham considera precolonial el contacto de los foceos con Tarteso y, al mismo tiempo, exige que el contacto precolonial sea inmediatamente anterior al establecimiento de asentamientos permanentes, lo que le obliga a destacar la irona del caso transmitido por Herdoto, coincidente con establecimientos permanentes, como Masalia (p. 45). La misma paradoja es abordada por R. Olmos (Olmos 1986: 584600; dem 1989: 495-518). Olmos intenta resolver el problema de un Coleo de Samos actuando como precolonizador aristocrtico en un perodo en el que ya se ha implantado el comercio emprico. Aprovecho este punto para agradecer al Dr. Domnguez Monedero la lectura crtica de mi primer borrador que sin duda ha experimentado, tras ella, mejoras.

19

formas de contacto que desemboca en la paradoja destacada por Graham a propsito de Tarteso. Creo, pues, imprescindible cambiar nuestra posicin ante el problema, olvidar la obligada secuencia temporal que exige el prefijo pre y afrontar el fenmeno desde una nueva perspectiva. Mi punto de partida ha sido la sugerencia de que aquello que se da en llamar precolonizacin no es una fase en el proceso del contacto, sino que constituye en s misma una modalidad del contacto entre culturas. Enunciado el asunto de esta otra manera se aprecia de inmediato la estrechez del trmino precolonizacin que designa una situacin muy compleja, cuya caracterstica esencial no es ser anterior a la modalidad de contacto colonial, sino generar unas formas de interrelacin con otros mbitos culturales distintas a las que son propias del perodo colonial. De ah se deriva la necesidad de abandonar el uso de trminos con connotacin cultural y cronolgica, como son colonizacin y precolonizacin, y que se sustituyan por trminos de clasificacin formal. En realidad, el problema de la conceptualizacin y su terminologa no se agotan en s mismos, gracias a un hallazgo ms o menos feliz o pertinente, sino que han de ser entendidos como meras herramientas que contribuyan a una interpretacin ms correcta de los procesos histricos y de las relaciones sociales que en ellos se generan. Colonizacin y precolonizacin son ante todo modos de contacto, cuya diferencia estriba esencialmente no en el criterio de la secuencia temporal, sino en la frecuencia, intensidad y caractersticas del contacto entre culturas. Por ello deseara identificar la colonizacin como una de las formas posibles en una forma ms general de relacin intercultural que podramos denominar Modo de Contacto Sistmico Hegemnico (MCSH)2. Entre sus caractersticas estaran el control directo o indirecto de la explotacin de los recursos locales, la gestin de la exportacin de los excedentes, la regulacin de las formas de intercambio por parte de la comunidad que se desplaza y la consiguiente relacin hegemnica3 con el entorno local. La sistematizacin regularizada de las relaciones y el predominio del elemento exgeno son, pues, las claves que permite identificar el MCSH. La precolonizacin, en cambio, al no compartir esas caractersticas, ha de ser encuadrada en otra modalidad del contacto entre culturas. Los intercambios pueden ser espordicos, lo que no requiere ni regularidad, ni sistematizacin. Adems, el objetivo es lograr un determinado

abastecimiento, que no exige el control de la produccin o la de su redistribucin, por lo que pueden existir enclaves comerciales permanentes sin funcin administrativa. En consecuencia no tiene por qu manifestarse una especial violencia en las relaciones al no existir intencin hegemnica. Sin embargo, no hay que confundir esta situacin con una utpica relacin equilibrada entre las culturas que entran en contacto. De hecho, creo que al producirse el desplazamiento y la bsqueda de un intercambio, ste ha de ser necesariamente desigual. La hegemona no es la modalidad de comportamiento requerido, y por eso he propuesto que lo denominramos Modo de Contacto no Hegemnico (MCnH) (Alvar 1997: 21), aunque admito que no es el mejor enunciado, pues se define mediante la negacin del contrario; sera preferible localizar el criterio interno ms especfico de la modalidad y, al tiempo, el ms generalizado en esa modalidad. Si se admite que es el modo de contacto destinado al abastecimiento de la sociedad que se desplaza mediante relaciones espordicas y sin regulacin formal o administrativa con las poblaciones abastecedoras, podramos denominarlo Modo de Contacto Espordico, en el que cada contacto tendra entidad propia con principio y fin en s mismo. No variaran las siglas si optramos por identificar esta modalidad de intercambio no como un acontecimiento aislado en las relaciones, que no requiere una sistematizacin, sino como un episodio de un conjunto ms amplio: se tratara de un Modo de Contacto Episdico. Sin embargo, estas dos modalidades no incluyen la posibilidad de contactos regulares con enclaves permanentes que no ejerzan una funcin hegemnica, por lo que es preferible mantener el rtulo de MCnH que englobara dos modalidades en virtud de la presencia o no de establecimientos permanentes. Resulta as que un criterio determinante hasta el presente, como era el de la presencia permanente de forneos, deja de ser vlido al analizar las modalidades de contacto. Los enclaves arqueolgicamente detectados no indican necesariamente una actividad colonial, de modo que la divisin tradicional entre colonizacin y precolonizacin deja de ser, desde esta perspectiva, operativa. De este modo podemos focalizar de un modo diferente los hallazgos ms recientes, por ejemplo, de Huelva, cuya fase inicial correspondera a un MCnH, pues no tiene carcter colonial. Otros ejemplos similares seran Gravisca o Nucratis, frente a las autnticas fundaciones coloniales.

2 Corrijo la propuesta anterior en la que utilizaba el trmino sistemtico (Alvar 1997: 21). Prefiero emplear el adjetivo sistmico, pues esta modalidad de contacto afecta a la totalidad del sistema econmico de todas las comunidades que interactan. Este modo de contacto, obliga a la comunidad desplazada a organizar un sistema general de accin para garantizar la regularidad del abastecimiento de bienes y obliga a la comunidad receptora a arbitrar mecanismos operativos para el correcto desarrollo del intercambio, lo que en definitiva genera cambios en sus estructuras econmicas y sociales o, dicho de otro modo, en sus relaciones sociales de la produccin. 3

Entiendo el trmino hegemona en sentido gramsciano como dominacin y liderazgo (p. ej., Gramsci 1971: 57; Mouffe 1987: 219-234).

20

Al negar la funcin colonial de estos enclaves se solventa, adems, la incomodidad que generaba a los estudiosos la presencia contempornea de relaciones precoloniales y coloniales. Pero la solucin a ese problema no procede de una pirueta argumental, sino precisamente del cambio radical en el planteamiento de las formas de contacto intercultural. De hecho, al considerarlas dos modalidades diferentes su presencia puede producirse en cualquier situacin, pues lo que las caracteriza no es el momento, sino la modalidad del contacto. Y as, la aceptacin de dos modos diferentes de contacto, con variantes o modalidades internas, permite una mayor flexibilidad de interpretacin, pues una misma comunidad puede estar actuando contemporneamente con ambos modos, en virtud, esencialmente, de dos parmetros que proporcionan la dimensin histrica a la inquietud taxonmica: quines son los que generan el contacto y quines son los receptores de ese contacto. Es precisamente ah donde entra en liza el asunto de los medios materiales mediante los que se realiza el desplazamiento de una comunidad para entrar en contacto con otra. Me interesa destacar que en ambos modos de contacto la relacin establecida es desigual. Slo desde una perspectiva idealizada se puede imaginar una relacin igualitaria cuando los condicionantes econmicos y sociales previos al contacto no son homogneos. Evidentemente el producto de tales relaciones no puede ser igualitario. As pues, es necesario, para un anlisis equilibrado, conocer el grado de desigualdad inicial de ambas comunidades y evaluar no slo en trminos econmicos, sino tambin sociales (por ejemplo, el prestigio) la incidencia que en una y otra tiene el contacto a travs de una u otra modalidad. La disimetra es ms acentuada en el MCSH no porque exista una tendencia inexorable al trnsito del MCnH al MCSH, sino porque en el seno de la sociedad que se desplaza se han transformado las condiciones internas que propician el refuerzo del intercambio desigual. Reitero, no es el factor cronolgico el que hace ms complejas y, por tanto, desiguales, las relaciones entre comunidades, sino los propios grados de desarrollo interno de cada una de las formaciones que entran en contacto. Y es precisamente por ello por lo que no es indiferente que el intercambio se realice en virtud de una u otra modalidad de contacto. Si furamos capaces de otorgar contenido estructural a ambas modalidades de contacto podramos comprender mejor procesos y situaciones que ante una informacin documental precaria resultan difcilmente inteligibles. Las formas de intercambio desarrolladas a partir del establecimiento de enclaves de tipo colonial son las que se pueden analizar, dentro de su complejidad, con mayor facilidad y por ello resultan relativamente bien conocidas. Sin embargo, las correspondientes a la llamada etapa

precolonial han resultado especialmente dificultosas para la observacin de los estudiosos como consecuencia, en mi opinin, de la propia falta de definicin del objetivo buscado. En efecto, se han empleado como procedimiento de identificacin criterios emanados del contacto colonial, de manera que se han requerido resultados arqueolgicos propios de esa modalidad para aceptar presencias precoloniales. Obviamente, desde una perspectiva metodolgica, ese planteamiento es repudiable. Sin embargo, es preciso reconocer la dificultad inherente a la descripcin del MCnH si tenemos en cuenta las variadsimas situaciones en las que se pueden encontrar los receptores de los contactos: desde formaciones sociales de gran simplicidad hasta comunidades con aparato estatal. Por ello, antes de manejar la variable de los destinatarios, convendra atender inicialmente a la actividad de los que se desplazan. Es preciso tener presente que el MCnH puede satisfacer perfectamente la demanda de un bien requerido durante un dilatado perodo de tiempo. Depender de la magnitud de la necesidad que de ese producto exista en la sociedad demandante y la capacidad de respuesta que tenga la productora. La primera consideracin que conviene retener en este sentido es que el desplazamiento se realiza inicialmente de forma irregular para obtener un bien de consumo apreciado, pero quiz no imprescindible. No es frecuente que la inauguracin del intercambio sea consecuencia de la creacin de una empresa a gran escala. Por el contrario, han de ser contactos irregulares, derivados de un conocimiento previo, los que propicien finalmente el cambio de la modalidad del intercambio, aunque reitero el contacto espordico puede abastecer adecuadamente una demanda durante un dilatado perodo de tiempo, por lo que el cambio de modalidad no es un requisito ineludible. Ahora bien, cuando el producto requerido se convierte en una autntica necesidad para el mantenimiento del orden econmico y social de la comunidad receptora, puede provocar un cambio en la modalidad del contacto, pasando de MCnH a MCSH. En este sentido me interesa destacar el uso que de la propuesta de sustitucin del concepto precolonial por el MCnH ha hecho reiteradamente Domnguez Monedero, cuyo anlisis de las prcticas emporitanas me parece del todo convincente (Domnguez Monedero 2002: 65-95; dem 2001: 27-45). La coexistencia de los modelos ha sido asimismo aceptada por Blzquez en el caso de la Pennsula Ibrica (Blzquez 2005: 129-148). Pero no han de ser los criterios de autoridad los que ayuden a la defensa de la tesis. Ser ms bien la solidez de los argumentos y la utilidad de las propuestas lo que las haga efectivas. No encuentro en el panorama acadmico alternativas vlidas para abordar el problema que planteo desde

21

perspectivas diferentes. Me ha interesado el concepto de interaccin sugerido por Ruiz-Glvez pero por desgracia el planteamiento que desarrolla es tan difuso y poco trabado que no parece ms que una propuesta de circunstancia, pues la interaccin, de hecho no define nada, simplemente constata el contacto entre culturas, pero no establece las categoras del contacto, su modalidad o repercusin en las sociedades afectadas, por ms que a partir de los datos arqueolgicos se pueda acceder al prstamo de la escritura, de los sistemas de pesos y medidas o si fuere el caso los sntomas del cambio en las formas de organizacin poltica (Ruiz-Glvez 2000a: 9-25). Ciertamente, la interaccin es una realidad que requiere sus propias explicaciones para ser inteligible. Y este es el momento en el que podemos volver nuestra mirada a los agentes de la interaccin y analizar de qu manera influyen en la modalidad del contacto (Alvar 1998: 49-59). Con frecuencia se ha postulado que el mecanismo ms paradigmtico del contacto precolonial, es decir, del MCnH, es el llamado comercio silencioso.4 Est descrito por Herdoto (IV, 196, 1-3) y tambin alude a l un pasaje del Pseudo Esclax (K. Mller 1965: 94; Peretti 1979; Domnguez Monedero 1994b: 61-80), as como otros autores posteriores, en concreto, Plinio a propsito de los seres (NH., VI, 17, 54; 22, 88-89)5 o Filstrato a propsito de los etopes (Vit. Apoll., VI, 2)6. El texto de Herdoto dice:Los cartagineses cuentan tambin la siguiente historia: en Libia, allende las Columnas de Heracles, hay cierto lugar que se encuentra habitado; cuando arriban a ese paraje, descargan sus mercancas, las dejan alineadas a lo largo de la playa y acto seguido se embarcan en sus naves y hacen seales de humo. Entonces los indgenas, al ver el humo, acuden a la orilla del mar y, sin prdida de tiempo, dejan oro como pago de

las mercancas y se alejan bastante de las mismas. Por su parte, los cartagineses desembarcan y examinan el oro; y si les parece un justo precio por las mercancas, lo cogen y se van; en cambio, si no lo estiman justo, vuelven a embarcarse en las naves y permanecen a la expectativa. Entonces los nativos, por lo general, se acercan y siguen aadiendo ms oro, hasta que los dejan satisfechos. Y ni los unos ni los otros faltan a la justicia; pues ni los cartagineses tocan el oro hasta que, a su juicio, haya igualado el valor de las mercancas, ni los indgenas tocan las mercancas antes de que los mercaderes hayan cogido el oro. (trad. C. Schrader, BCG, Madrid, 1979, 467-468).

Me interesa en estas circunstancias traer a colacin tan manido texto porque reiteradamente nos hemos empeado en proponerlo como expresin del comercio precolonial fenicio, a pesar de que Herdoto habla bien explcitamente de cartagineses, cuando el comercio colonial est suficientemente bien atestiguado en todo el Mediterrneo y tambin en la fachada atlntica. Pero es que adems, nada sugiere que esa prctica, as descrita, haya de derivar en un posterior comercio colonial. Este caso pone nuevamente de manifiesto la coexistencia de ambas modalidades de contacto y cmo la aplicacin de una u otra no es producto de una secuencia necesaria, sino de las condiciones de la relacin. Ese asunto entra de lleno en la cuestin de los efectos econmicos del modo de contacto. Mucho se ha debatido en torno a la idea de que en el comercio silencioso hay un intercambio de bienes anlogo al que se describe en la economa del don-contradn (Mauss 1985: 145 ss.), contenida en mbito griego, al menos parcialmente, en la modalidad denominada prexis aristocrtica (Mele 1979: 58 ss., esp.78). Sin embargo, los historiadores de la economa de corte modernista han defendido que en el comercio silencioso est ya plenamente establecida la ley de la oferta y la demanda, fundamental

4 El pionero en el estudio de esta modalidad de intercambio fue A. Sartorius von Walterhausen (Sartorius von Walterhausen 1896: 33 ss.). La limitacin de sus conclusiones fue resuelta temporalmente por el estudio de mayor envergadura de P.J.H. Grierson (Grierson 1903); despus, en la lnea evolucionista, habra de retomar el asunto R. Henning (Henning 1917: 265 ss.). Desde posiciones menos proclives al enunciado de la dinmica general de la economa y ms anlicas con la realidad histrica analizada: N.F. Parise, (Parise 1976: 75-80); A. Giardina, (Giardina 1986: 277-302). Desde una ptica ms general se puede obtener una idea de las formas de intercambio en el Prximo Oriente en A. Archi (ed.), (Archi 1984). 5 Seres es la denominacin muy probablemente de los chinos en las fuentes clsicas. Su prctica del comercio silencioso la resume as Solino (50, 4): Sus propios traficantes cruzan el ro principal, en cuyas orillas depositan sus cosas fijando el precio de las mercancas expuestas sin que medie ninguna comunicacin oral entre las partes, pero se valen de los ojos; de las nuestras no compran (trad. F. J. Fernndez Nieto, BCG, Madrid, 2001). Tambin aluden al asunto Mela (III, 60); Amiano Marcelino, XXIII, 6, 68 (cuyo contenido es prcticamente idntico al de su presumible contemporneo Solino), entre otros.

Por no alargar ms el texto, reproduzco en nota la descripcin que guarda sorprendentes analogas con la de Herdoto de la Vida de Apolonio en la esplndida traduccin de A. Bernab (BCG, Madrid, 1979): Al llegar, pues, a las fronteras entre etopes y egipcios llaman a estos lugares Sicmino encontr oro sin acuar, lino, marfil, races, mirra y especias. Todo aquello estaba por el suelo, sin vigilancia, en un cruce de caminos. Voy a explicar qu sentido tiene eso, pues se trata de una costumbre que llega hasta nuestros das. Los etopes llevan mercanca de cuanto produce Etiopa, y los otros, tras llevrsela toda, traen al mismo sitio mercanca egipcia del mismo valor, adquiriendo lo que no tienen a cambio de lo que tienen. Los que habitan en la frontera de ambos pases no son del todo negros, sino semejantes en color a ambas razas: pues son menos negros que los etopes, pero ms que los egipcios.6

22

para la existencia de una economa basada en el mercado (Giacchero 1969: 93 ss.). En mi criterio, el intercambio logrado es desigual por la propia naturaleza de las partes intervinientes. Asumo que ambas partes pueden evaluar sus costos de transaccin, aunque con distintos calibradores7. Los responsables fenicios del contacto comercial han realizado una inversin econmica que pueden establecer con notable precisin, pues pasa desde la construccin del navo y su dotacin hasta la compra de la carga y la estimacin de los beneficios deseables. En definitiva, el fenicio sabe cul es costo de su operacin y, por tanto, cunto debe obtener a cambio de sus mercaderas. Por su parte, el responsable indgena ignora esos valores. La extraccin de minerales y la obtencin del metal no est sometida a una relacin laboral cuantificable en trminos crematsticos y, en consecuencia, no es fcil transformarlos en trminos de valor. En realidad no le resulta posible estimar cunta cantidad de su bien (plata, oro, estao o cobre) ha de entregar a cambio de las manufacturas que los fenicios le ofrecen. Es la idea que se deriva del texto de Herdoto sobre el comercio silencioso. Para llegar al acuerdo en la transaccin el fenicio insiste en la obtencin de una mayor cantidad de metales, pues necesita alcanzar y superar el lmite establecido por la inversin realizada en la accin comercial. Entretanto, el indgena se ve obligado a proponer un primer acuerdo sin saber si es excesivo o no para lograr los bienes que desea. Si por casualidad en esa primera aportacin de metales supera con creces la inversin previa del fenicio, las mercancas alcanzan un sobrevalor que afectar en las ciudades de origen tras el retorno. Si la cantidad inicial estimada por el indgena como contrapartida resulta escasa, el procedimiento para llegar al acuerdo resulta tan primario como lo describe Herdoto, pero lo interesante es reflexionar sobre los elementos que intervienen en el acuerdo. Presuntamente el fenicio esperar el incremento ms all del beneficio inicialmente calculado para que la operacin le resulte ms rentable. Ahora bien, sin duda, preferir concluir un mal acuerdo, incluso por debajo del lmite del costo, antes que regresar con el cargamento intacto. Por tanto, aunque tiene el conocimiento inicial del costo de su inversin, lo cierto es que est constreido al acuerdo para que la prdida sea lo ms baja posible. Y ms all de los clculos estn las decisiones. Si no hay coincidencia entre el propietario

inversor y el capitn mercader, ste podra engaar a aqul sobre la cuanta del beneficio obtenido. No queda ms alternativa que aceptar que en el desplazamiento fsico tiene que haber alguien perteneciente al crculo ntimo de confianza del inversor. Extremo que incide en mi afirmacin reiterada de que la actividad comercial corresponde a una iniciativa aristocrtica desde sus propios orgenes (Alvar 2001a: 11-33; dem 2002: 1-20). El aristcrata indgena, a pesar de la aparente facilidad que tiene para obtener el bien deseado por el comerciante forneo, tiene tambin sus propias limitaciones e interferencias en la consecucin del acuerdo. Presuntamente, la ignorancia del valor de las manufacturas lo sita en una posicin de inferioridad. Sin embargo, como tampoco puede evaluar en trminos crematsticos el costo de produccin de las materias primas que ha de entregar y que las consigue mediante la intensificacin del trabajo de sus dependientes, sin que ello repercuta directamente en su situacin econmica la desventaja inicial se anula bajo esta condicin. Ahora bien, hay un ltimo extremo que interviene tan acuciantemente en la conclusin de un acuerdo positivo como en el caso del extranjero. Si aqul estaba obligado al acuerdo porque no lograrlo supondra una prdida mayor que la venta por debajo del costo, en este caso es una razn de prestigio social la que exige el acuerdo. No puede quedar intacta la consideracin del jefe incapaz de obtener las mercaderas ofrecidas por unos extranjeros. Puesto que la posicin social, la marca de la jerarqua, se deposita en la exhibicin de propiedades y ornamentos inalcanzables para el resto, el jefe ha de hacer lo imposible para lograr el acuerdo. Por consiguiente, todo resulta proclive a que independientemente de las circunstancias de cada caso siempre se produzca acuerdo. Lo anmalo sera lo contrario y por ello el intercambio lejano se regulariza tan pronto. Podra dar la impresin de que se logra un equilibrio entre ambas partes, pero me atrevo a insistir en que se trata de un intercambio desigual a pesar de las apariencias. El desequilibrio surge desde el momento en el que el indgena se ve obligado a tasar la oferta extranjera sin conocimiento de su valor. La regulacin del valor, desde ese momento, ser imposible a la baja. De modo que a partir de ese momento el extranjero demandar cada vez ms materias primas como contrapartida sin que el indgena pueda reequilibrar las condiciones del trueque. Y sin llegar a producirse una situacin de dominacin y

7 El transactions cost analysis fue aplicado, contra las propuestas de K. Polanyi, por D. C. North (North 1977: 703-716). Con ese trabajo dio lugar a una larga polmica que persisti hasta la dcada de los 80 y que despus se ha mantenido de modo ms difuso en la bibliografa especializada en economa antigua. La rplica inicial desde las posiciones modernistas fue capitaneada por M. Silver (Silver 1983: 795-829). A su vez, este autor fue criticado por A. Mayhew, W.C. Neale y D.W. Tandy (Mayhew et al. 1985: 127-134). La defensa inicial de Silver se encuentra en su artculo: Karl Polanyi and Markets in the Ancient Ner East: Reply (Silver 1985a: 135-137), as como en el libro ulterior, Economic Structures of the Ancient Near East (Silver 1985b).

23

hegemona, s hay una cierta disparidad en los beneficios, pues sus resultados son asimismo de naturaleza diferente. Mientras que el fenicio obtiene beneficios econmicos contables, el indgena obtiene beneficios de prestigio social y consolidacin de su hegemona ante la comunidad que lidera. La constatacin del xito se realiza cuando ao tras ao las naves fenicias se lanzan en busca de los mismos lugares en los que con anterioridad haban logrado acuerdos positivos. La reiteracin del contacto no implica una regularizacin y mucho menos el establecimiento de enclaves comerciales en el lugar de los intercambios. Ciertamente, cabe la posibilidad de que este modelo de contacto espordico, no hegemnico y episdico (MCnH) persista satisfactoriamente en el tiempo sin llegar a generar un proceso colonial. Pero lo que me parece asimismo evidente es que una vez que en los viajes de regreso se recogen los beneficios en las metrpolis, los aristcratas que haban sufragado el viaje y provisto las mercancas, no van a permitir que la renta de la inversin sea aprovechada por otros (Alvar 2001b: 7185). Es en este sentido en el que considero sumamente difcil aceptar que la iniciativa de la expansin comercial fenicia haya correspondido a particulares vidos de aventura, pequeos empresarios intrpidos y arriesgados que abriran de este modo las puertas del libre mercado a la historia. Sin lugar a dudas, los propietarios de los medios de comunicacin son los nicos capaces de emprender la aventura comercial que queda, de esto modo, reducida a un hecho singularmente aristocrtico (Alvar 2001a: 20). Pero esto guarda relacin tambin con el problema anteriormente planteado acerca de la existencia o no de un intercambio igualitario en el comercio silencioso o de forma ms genrica en el MCnH. Estoy convencido de que quien domina los medios de comunicacin, que posibilitan el intercambio, impone una relacin desigual con la comunidad a la que se desplaza, precisamente por la superioridad que le otorga la capacidad de desplazarse, ajena a las posibilidades de la comunidad receptora. Insisto, pues, el aparente equilibrio logrado en las transacciones por medio del comercio silencioso no es ms que una ilusoria fantasa (Plcido et al. 1991: 155-156). As, frente a una opinin generalizada en los ltimos aos, me opongo a creer que el origen de la expansin ultramarina de los fenicios pudiera haber estado ocasionado por una iniciativa particular de individuos no necesariamente vinculados a la clase dominante. Aprovecho

esta negativa para enfocar el problema hasta aqu planteado desde la ptica de los medios de comunicacin, tal y como se formula en el ttulo de este trabajo. Entiendo por medios de comunicacin los instrumentos mediante los cuales se materializan los contactos interculturales, la comunicacin entre las comunidades que entran en contacto, es decir, los barcos. El desarrollo de la carpintera naval requiere artesanos a tiempo completo (Rival 1986), cuya actividad, como la de la mayora de los artesanos en los regmenes palaciales a lo largo de la Edad del Bronce, estara bajo la rbita econmica del Estado que procura los materiales y mantiene a los trabajadores. No parece aceptable que existan particulares capacitados en torno al cambio del segundo al primer milenio para hacerse cargo de los costos derivados del complejo proceso de construccin de una nave. Y as, en la medida en la que los barcos intervienen en la adquisicin de bienes por parte del grupo dominante, cuyo estilo de vida caracterizan, ser en la que tal mismo grupo atienda ese sector artesanal dinamizndolo o mantenindolo. En este sentido, el comercio ultramarino estara en manos de los grupos dirigentes del Estado, nicos capacitados para afrontar el gasto requerido en la construccin y aparejo de una nave. Slo ellos tendran la posibilidad de obtener, de forma directa o indirecta, los beneficios generados mediante los intercambios. No es probable que hubiera otros miembros de la comunidad capacitados para acceder a esas riquezas. Quiz en alguna ocasin pudo alterarse la norma, por ejemplo, como consecuencia de motines o bien cuando un capitn se apropia de los bienes del armador o del arrendatario del barco, casos que conocemos histricamente gracias a los discursos de Demstenes8. Es cierto que tales situaciones se atestiguan en el siglo IV, pero pudieron haberse dado en siglos precedentes de una forma anloga (Gernet 1964 [1955]; Paoli 1974 [1930]; Cohen 1973 y 1979). Para la chusma, el mar es un medio de subsistencia, no Jauja donde cualquiera da un golpe de timn y sita a Fortuna como gua en su vida. Las palabras de Escalante de Mendoza, escritas en 1575, son suficientemente ilustrativas:no codiciis las riquezas que da una nao... no conozco a nadie que se haya enriquecido con el sueldo de marino....

La relacin de dependencia entre tripulacin y armador es, en consecuencia inherente a la estructura econmica

8 Por ejemplo, en Contra Zenothemis, 5 ss. y 10 ss., se indica cmo Hegestrato y Zenotemis adquirieron mercancas y, en lugar de trasladarlas en su nave, las transportaron en secreto a Marsella con objeto de defraudar a sus prestamistas. El fraude consista en hacer naufragar la nave en la que supuestamente iba el producto, de forma que, como el naufragio era circunstancia liberatoria de la obligacin de los prestatarios, Hegestrato y Zenotesmis no tendran que devolver el prstamo. Cf. Castresana 1982: 27. Agradezco a Mirella Romero la informacin proporcionada sobre todo este asunto.

24

de las ciudades fenicias, dada la coincidencia entre la clase dirigente y los armadores. Los orgenes, pues, de la actividad ultramarina de los fenicios estn en la capacidad de la clase propietaria para armar y fletar una nave, cuya mercanca es propiedad del naviero, beneficiario mximo de las relaciones de intercambio de largo alcance. Ese intercambio puede realizarse de distintas maneras, pero en principio, aqu se definen dos bien diferenciadas. Por una parte, las relaciones no sistematizadas que pueden realizarse sin una frecuencia preestablecida y que no requieren una forma de dominacin sobre la comunidad a la que ofrecen su mercanca. Esa forma de relacin que es espordica, es decir, fortuita u ocasional, sin conexin aparente o necesaria con otros contactos precedentes o consiguientes; pero tambin puede ser episdica, es decir, incidental y que por tanto puede guardar relacin con un movimiento general de intercambios, pero no necesariamente de un sistema organizado que recurre al dominio y la hegemona en su interaccin con los consumidores de sus mercancas. Estos intercambios pueden realizarse incluso existiendo enclaves permanentes cuya misin no es organizar administrativamente ni dominar a los indgenas. Es el Modo de Contacto Espordico/ Episdico no Hegemnico (MCnH) que no puede identificarse con lo que se ha dado en llamar precolonizacin, aunque comparte ciertos espacios con ella. Por otra parte, y frente a este modo de contacto, existe una modalidad caracterizada por la dominacin de la contraparte con el objetivo de intensificar el beneficio y organizar sistemticamente la explotacin. Ello requiere un cambio en las formas de produccin y, en consecuencia, una intervencin directa o indirecta sobre las poblaciones autctonas. Caracterstica de esta modalidad sera la aparicin de asentamientos de tipo colonial, es decir, enclaves en los que se instalan fenicios capaces de facilitar las actividades de intercambio, ofreciendo servicios para la nutica o la marinera, y generando ms o menos involuntariamente lazos de confianza o de violencia con el entorno nativo. Pero no cualquier establecimiento tiene como objetivo el predominio. Los enclaves destinados a satisfacer las servidumbres nuticas no son de carcter colonial a menos que formen parte de un tejido

organizado administrativamente desde centros de mayor potencial. Cuando cambia el objetivo y lo que buscan los fenicios es mantener una relacin de superioridad y hegemona sobre los indgenas, es preciso administrar eficazmente la explotacin de los recursos y, por tanto, someter a su propio control e inters las relaciones de produccin de las comunidades indgenas. Como ambos entornos socioculturales se ven globalmente afectados por los intercambios, son sus propios sistemas de produccin los que se alteran y por ello parece adecuado llamarlo Modo de Contacto Sistmico Hegemnico (MCSH). Esta es, en definitiva, la manera en la que percibo cmo los orgenes de la expansin fenicia estn confinados por los modos de contacto y los medios de comunicacin.

ABSTRACTColonization and precolonization are terms that refer more than to cultural and chronological realities, to mode of contact whose difference is not sequential, but intensity, frequency and patterns of intercultural relationships. Instead of this terminology, the author proposes two different kind of contacts: the Systemic Hegemonic Mode of Contact (SHMC) and the Non Hegemonic Mode of Contact (NHMC), more easily understood as sporadic or Episodic Mode of Contact (EMC). Both are defined in the paper, and, in opposition to previous criteria, their possible contemporaneity is shown. One example for the SHMC is what usually is understood as Phoenician colonization; an example for the EMC is the well studied Silent Trade, here discussed once more, to support the unequal exchange. The new perspective introduced in this paper is to analyze the problem of the intercultural exchanges under the perspective of the nautical capabilities in order to establish that only the aristocracy was able to organize and thereafter benefice the ultramarine activities. In this sense, this paper claims against the idea of a new middle class emerged from the SHMC; instead of that, not only SHMC but also EMC are modalities of contact under the aristocratic control, that increases and polarizes social relations not only inside the trading society, but also inside indigenous communities. To conclude, the importance is pointed not to the chronological or epiphenomenologial aspects, but very deeply in the modalities of interaction between cultures in different level of social evolution.

25

WRITING, COUNTING, SELF-AWARENESS, EXPERIENCING DISTANT WORLDS. IDENTITY PROCESSES AND FREE-LANCE TRADE IN THE BRONZE AGE/IRON AGE TRANSITION

Marisa Ruiz-Glvez Priego*In memory of Javier Dupr and Andrew Sherratt

1. INTRODUCTION1I have long been interested in notation systems and the relationship between reading/writing and numerical calculation (Ruiz-Glvez 1995a, 1998a, 2000a and b, 2003, 2005a and in press; Galn and Ruiz-Glvez 1996 and in press). In this paper I shall explore the possible role of alphabetic script in the development of independent trade which can be seen in the Mediterranean during the Bronze Age/Iron Age transition. In addition, I shall review the importance of script in the adoption of the new routes to the West that preceded and, perhaps, explained the colonial process of the first millennium BC. I wish here to honour the memory of Andrew Sherratt, whose brilliant ideas and warmth I have always admired, and of Javier Dupr, whom I met just twice but was warm, kind and generous.

2. ALPHABETIC SCRIPT AND SELF-CONS-CIOUSNESSGoody and Watt (1996: 43-46) define the transmission of cultural tradition in oral societies as homeostatic. That is why individuals do not clearly differentiate between past and present and why without a written record, neither history nor scientific thought can exist. Thus, as Havelock (1996:61) states, one of the difficulties of thinking in spoken language is the need to use language to think itself. Conversely, writing allows creation of a mental image, i.e. abstraction, reflection, critical thought and Science (Olson 1998). Writing objectifies words, encouraging introspection, self-consciousness and individualization (Goody and Watt 1996: 71; Havelock 1996: 152 et seq.). Unlike the highly complex systems with a large number of signs, as well as a laborious and long learning (Pearce, L. 1995; Wente, E.W. 1995; Cardona

1999: 70) that define logographic, ideographic or hieroglyphic scripts (Green 1992; Fisher 1992; Smith 2003: 278), the alphabet is made up of a limited number of signs, the order of which is fixed, and that, moreover, represents the limited pattern of sounds, which are identified in all languages (Goody and Watt 1996: 50; Logan 2004: 3). These features made it easier to learn it and meant it could not be controlled by a small number of initiates (Shlain 1998: 65). For this reason, many authors consider that alphabetic script democratized knowledge (Goody and Watt 1996: 50) and, as Nivatti (2000: 305) states, reduced the scribes power thus reinforcing the dominance of Phoenician traders. Some authors relate the development of Greek democracy to the ease of alphabetic reading and writing (Goody and Watt 1996: 65), maybe because the alphabet is much more than a writing system: it is also a system for organizing information, thinking and seeing things (Moore Cross 1992: 77; Logan 2004: 1). In this sense, Logan (2004: 60, 93-101) points out the difference in the way of thinking between both literate and illiterate minds, and among societies with radically different writing systems. Thus, in his view (ibidem 117, 147), because reading and writing in Chinese requires memorizing thousands of characters in view that only 1% of the words are pictographically represented by only one character while the rest need two or more this system becomes less abstract than the alphabetic one, justifying the basis of the different ways of thinking between East and West. Thus, in spite of Chinese cultures sophistication, Science started in the West, not in the East: thus the alphabet, by means of abstractions, supplied a tool for classification, logic and analysis, as well as individualization. Curious and polemical is Shlains thesis (1998) on writing being responsible for male dominance over women. This author argues that the female way of thinking is holistic, simultaneous, synthetic and concrete, while the male one is lineal, sequential, reductionist and abstract2. Writing, particularly alphabetic script, allowed the passage from myth female thought to science male thought because alphabetic writing favours systematization of knowledge, and logical and theoretical thought, imposing the left hemisphere of the brain over the right, and the male way of thinking over the female. On the other hand, Chinese pronunciation is based on musicality, as each word has nine different tones, and its writing depends on calligraphy, i.e. the

* Departamento de Prehistoria, Facultad de Geografa e Historia, Universidad Complutense de Madrid, c/ Profesor Aranguren s/n, 28040 Madrid, [email protected]. 1 This paper is part of the HUM2004-0437/Hist project denominated Hroes Mediterrneos: comercio, escritura y pensamiento abstracto (Mediterranean Heroes: Trade, Writing and Abstract Thought). I am indebted to Mrs. Aixa Vidal for her thorough translation into English of my original Spanish draft and to Xos Lois Armada and Brendan OConnor for improving the English text. 2 The author obviously does not explain the reasons for these differences and his ideas about them being genetic or learnt, i.e. cultural.

27

emphasis is on form. Thus, it would favour the development of the right hemisphere over the left, and, in Shlains view (vide supra), favours creativity over scientific speculation and female over male way of thinking.

3. WRITING, NUMERICAL CALCULATION AND TRADEThere is no doubt of the relationship between letters and numbers, between writing and numerical calculation (Senner 1992:17; Chrisomalis 2004). Not only is the beginning of writing linked to bureaucracy and the need to record accounts (Postgate, Wang and Wilkinson 1995; Laurito and Mezzasalma 2004), but the capacity for abstraction favoured by writing also allows making complex mental calculations that are impossible for people with oral culture only (Goody 1990: 110-111 and 1998: 155; Havelock 1996; Cardona 1999: 140; Maci 2000: 53, 78 and others.). Furthermore, letters and numbers share the tendency to organize and hierarchize (Goody 1987: 54-55, 87; Ifrah 1997: chapter 17; Cardona 1999:134, 140), an evident fact in alphabetic script, whose signs have followed the same order since they were invented in the mid-second millennium BC. It is not by chance that Egyptians ascribed the invention of weighing with scales to the god Thoth, who was also the patron of writing and mathematics (Michailidou 2001:54). In her well-known papers on simple and complex tokens recorded in Mesopotamia from the Neolithic particularly from the development of urbanism in the Uruk period Denisse Schmandt-Besserat (1992; Oates 1996) interprets them as mnemonic elements that organize and store economic information. The most exciting aspect of her research is the emergence of the Sumerian script from these tokens, because the cuneiform signs for cereals and domestic animals, as well as their age, sex and quantity, reproduce the form and marks of the tokens. I want to highlight, however, the relationship between writing-calculation-administration, and, particularly in the ancient world, trade. With the substantivism/formalism debate in the study of ancient economy overcome (Barcel 1981: 113; Earle 1985; Parry and Bloch 1989: 25-27; Sherratt 1994), nowadays it is widely accepted that administrative trade and private enterprise coexisted in Ancient States, being the latter more or less strong according to the strength or weakness of the political institutions. Two moments characterized by significant private trade are the beginnings of the Middle Bronze Age, when Ur III and the Egyptian Middle Empire collapsed, and the Late Bronze Age/Early Iron Age period, from about the Qadesh battle around 1279 BC to some time between the 11th century BC, when Tyre emerged as a commercial power, and

the 8th century BC with the origin of the Greek polis. The first period witnessed the growth of Old Assyrian trade (Renger 1984: 38, 1988: 7; Larssen 1987; Liverani 1995: 283 et seq.; Kuhrt 1998; Aubet 2000: 76 et seq.). The second, however, is the most relevant for my thesis; thus, it will be mainly discussed here. There are many evidences, both textual and archaeological, for the existence of freelance trade at the end of the Bronze Age. For instance, Aubet (2000: 74-75) mentions the case of Sipit Baal, a trader often mentioned in the late 13th century BC correspondence between Tyre and Ugarit as an important businessman, a son-in-law of the Ugarit king and master of the city port. In Tyre he was a representative of the Ugarit king, but ran his own trade business at the same time. After Heltzer (1984: 162, 185, 190 et seq.) there are also indications of private property, both lands and trade business, in Ugaritic texts of the 14th and 13th centuries BC. Regarding the latter, he mentions the case of Sinaranu, son of Siginu, who worked as royal agent tamkar in a large number of transactions, but who also owned goods and made private trade transactions, which were tax-free by royal decree. Another text records a lawsuit by Amaraddu a high-rank individual trader against Ammistamru II, king of Ugarit, judged by king Initesub of Carchemish, to whom the Ugarit kingdom was tributary. In this way, the discovery outside the Ugarit palace, of administrative or political clay tablets, including international treaties, in private houses of the second half of the 13th century BC, such as those of Rapanou, Ouzzinou or Ras apau (Courtois 1988: 391, 394), or of Urtemu (Cauvet 2000: 43-44; Yon 2003), dated at the time of the destruction of the city, leads one to suspect me, at least that at the end of the Bronze Age the palace was a gradually losing power in favour of some high-ranking public servants who controlled both international relations and trade. A similar situation is recorded by Helck (1987: 1719) for the Egyptian Ramesside period, with an increasing weakness of the palace in favour to the temple and the public officials, who obtained from the king the privilege to trade on their own in foreign countries in exchange for their loyalty. Later, these individuals sold their tax-free rights to freelance Asiatic traders. Foster (1987: 11-16) also recognises the existence of private owners, generally royal public servants, in Mitanni and Assyria, who bought lands for their own benefit. As regards Mycenae, although we lack information since Linear B tablets do not even mention traders (Michailidou 1999: 100); I find it significant that the texts and some seals (Uchisel 1988) from Mycenae were not found in the palace but in private houses: Petsas house, the Oil traders house, the house of Sphinxes and the house of Shields. The orthodox interpretation considers them

28

commercial complexes depending on or representing the palace (French 2005: 145). In my view, this is a circular argument3: since there are clay tablets there, these houses must be palace dependencies despite that their contents lists of products and rations do not prove their allegiance to the palace (Schelmerdine 1997). Yet, in view of the occurrence of bureaucratic tablets outside the palace also in Thebes (Schelmerdine ibidem: 397) and Akrotiri, this latter interpreted by Michailidou (2001: 108) as possible evidence of private accounts, we could consider that these tablets were the accounts of private owners and traders (Uchitel 1988a: 20). Lastly, the presence of weight stones and scales outside the context of the palace may prove, although it does not necessarily do so, the existence of freelance trade. What cannot be denied, however, is that they indicate the presence of traders who could calculate and, as we will see later, record their accounts. In a recent paper, Ratnagar (2003) analyzes the evidence of 3rd millennium BC weight stones in the Harappan and Mesopotamian cultures, found far from their original region. They are always very small as if to weigh either small quantities or light objects4. The aforementioned author (ibidem: 86), on the basis of ethnographic evidence from tribal societies, shows how in non-market economies exchanges are directly made by the lot, or a lot by an amount of money, and not by quantifying by weight or volume. He also argues that the ancient trader may have left his country carrying packed and sealed goods whose amount/weight had been previously specified by an agreement. Thus, there was no need to carry a set of weights to mesure the goods again upon arrival, but if any lot were to be divided indicating retail and private trade, as Powell (cited in Ratnagar 2003) postulates or, as that author prefers, importation of goods according to the weight system of the country of origin, whose weight has to be checked by the trader with his own set of weights corresponding to his own countrys standard, as he had to prepare accounts when he returned home. It is my belief that both alternatives are compatible and, as is the case for administrative

trade/private trade, it should rely on the time and political trends. I have already stated elsewhere (Ruiz-Glvez 1997; 2005a: 260; Galn and Ruiz-Glvez in press) that the context of the Gelidonya finding of a set of small balance weight stones, as well as scrap, ingots and smiths tools (Bass 1967), and of two equally small weights at Kfar Shamir (Galili 1985; Galili et al. 1986), reflects independent trade, most probably from port to port. Furthermore, it is also highly probable that the three traders on board the Uluburun wreck (Pulak 1991, 1997, 2000) supplemented their jobs as public servants with private trade activities, as I think is indicated by the presence on board of at least two scale pans, three complete sets of weight standards and gold scrap, together with a very rich load of raw material, corresponding probably that last to State or administrative trade.

4. TRADERS WHO RECKON, TRADERS WHO TAKE RECORDS, TRADERS WHO TRAVELSo, we may think that some traders could make more or less complex abstract calculations by using binary5 or additive6 systems, helped by visual references in the weight stones such as marks, form or size, which would ease calculations. This does not necessarily imply, however, that these traders were also able to read and write. Simple calculation systems such as noting with knots in a piece of string, or marks or cuts in a wooden fragment may have been enough for their accounts (Ifrah 1997: chapters 56). Nevertheless, I think there is archaeological evidence that traders in areas using alphabetic systems could read and write, as well as make calculations, as for instance, four findings in Mediterranean wrecks associated with scripts. The first, the already mentioned at Uluburun (Pulak 1991, 1997, 2000), where sets of weight stones and scales were recorded, together with two wooden diptychs or writing boards with ivory hinges, presumably used like the ones from Nimrud (Wiseman 1955: 3-20), to write on wax mixed with orpiment, which was also found in the ships cargo (Bass 1997) and was used to

3 Another circular argument is that the diptychs found in private houses in Ugarit indicate that their owners were palace public servants allowed to work at home... (Courtois 1988: 394). Why the possibility that they reflect the political weakness of the palace against the increasing power of the public officials is not considered? 4 But which, however, must have been quite valuable. Thus, as the aforementioned author (ibidem: 81) says, in the Near East certain raw materials such as necklace beads and others were merely counted, while wheat and oil