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A U L A Nº 22 Nueva Época – Diciembre 2009 Editada por:

2009 Aula7 texto sin portadas · 3 Editorial – Sarai de la Fuente Gelabert 5 El problema del bien ... La mitología griega representaba el paso del día a la noche con el dios Helios

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A U L A Nº 22 Nueva Época – Diciembre 2009

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A U L A

Nº 22 Nueva Época-Diciembre 2009

PUBLICACIÓN DE LA ASOCIACIÓN DE ESTUDIANTES Y GRADUADOS

UNIVERSITARIOS ADVENTISTAS DE ESPAÑA

Consejo Directivo AEGUAE: Presidencia: Sarai de la Fuente

Vicepresidencia: Ferran Elavoko Sabaté Secretaría: Conchi Mora Tesorería: Marc Planells

Vocalías: Pablo Juan Albert, Lázaro Caravaca, Ramon-Carles Gelabert, Isaac Llopis, David Martínez, Silvia Palos, Judith Torra

Vocales UAE: Antonio Cremades, Óscar López

Edita Aula7activa Coordinación gestión: Mercè Gascón

Redacción: Ramon-Carles Gelabert Libros-asesoría jurídica: Francisco Giménez Diseño gráfico y maquetación: Esther Amigó

Informática: Albert Prat Noticias: Ruben Sánchez

Revista Aula7

Redacción y maquetación: Ramon-Carles Gelabert Portada: Sarai de la Fuente

Depósito Legal: B-6934-2004

Tel.: 616 754 880

E-mail: [email protected] Webs: www.aeguae.org / www.aula7activa.org

www.a7noticias.org / http://www.spectrummagazine.org/cafe_hispano Aula7 está abierta a todo tipo de colaboraciones.

Los artículos publicados expresan exclusivamente las opiniones de sus autores.

Sumario 3 Editorial – Sarai de la Fuente Gelabert 5 El problema del bien – Josep Antoni Álvarez Rodríguez 9 El “Evangelio de Judas” – Fernando Castrillo 19 Términos de opresión en Éxodo – Pedro Torres Martínez 25 El malentendido de la iglesia – Fritz Guy 34 Dossier – La música en la vida del cristiano. Música… ¿Para qué? - ¿Por

qué? - ¿Cuál? - ¿Y ahora qué? – Francisco Domènech

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RECOMIENDA la recopilación de las diferentes convenciones de AEGUAE. Bájatelas de nuestra Web

LA NO VIOLENCIA - GÉRMENES DE VIOLENCIA Georges Stéveny-Roberto Badenas Un nutrido grupo de universitarios adventistas se reunían por allá el mes de marzo de 1976 en San Lorenzo de El Escorial. El tema que les ocupaba era: La no violencia. Para tratar el tema se contaba con uno de los, probable-mente, pensadores más lúcidos de la Iglesia adventista, el pastor G. Stéveny. De la reflexión acerca de un tema pre-ocupante surgieron una serie de resoluciones y propuestas que catapultaron a muchos jóvenes adventistas hacia un compromiso más pleno con sus ideales: servir a sus seme-jantes. También Roberto Badenas tuvo una charla titulada Gérmenes de violencia que se incluye en este documento.

LA ESPERANZA ADVENTISTA. 150 años de historia 1844-1994 Rolf Pöhler En el año 1994 se cumplían 150 años del Gran Chasco en 1844 de los pioneros del adventismo contemporáneo. Es por ello que AEGUAE tenía una cita ineludible y que tituló: «La esperanza adventista. 150 años de historia, 1844-1994». Rolf Pöhler fue el magistral conductor en las reflexiones no hacia «...lo que queda atrás...», sino hacia adelante, hacia la esperanza. El texto que ponemos a disposición del lector de las páginas que siguen, es una reflexión y una invitación a gozarse en la seguridad del pron-to regreso de Jesús.

LA JUSTIFICACIÓN POR LA FE EN MI VIDA DIARIA Roberto Badenas En diciembre de 1988, con motivo de conmemorar el centenario de la Asamblea de la Asociación General de los Adventistas del Séptimo Día que tuvo lugar en Min-neapolis, en 1888, AEGUAE resucitó el tema de la justifi-cación por la fe. Las charlas tratadas por R. Badenas nos sirvieron de estímulo y reflexión para profundizar en el significado de la justificación por la fe en nuestra vida diaria.

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Editorial Sarai de la Fuente Gelabert presidenta de AEGUAE

s inevitable, el tiempo pasa.

La mitología griega representaba el paso del día a la noche con el dios Helios que, coronado

con la aureola solar, cruzaba el firmamento en su carro tirado por caballos alados hasta ocultarse en el hori-zonte y reaparecía por el este al amanecer siguiente, comenzando así otro ciclo diario.1 Clepsidras, relojes de sol, de arena y artilugios varios fueron utilizados desde antiguo para la medición del tiempo. Pasaron siglos desde que a mitad del s. XIV el abad inglés Ri-chard de Wallingford inventara el primer reloj astronó-mico mecánico, hasta que en 1647 el holandés Chris-tiaan Huygens aplicara el descubrimiento del péndulo de Galileo a los relojes de torre o de pared, estable-ciendo definitivamente la división sexagesimal de la hora en 60 minutos y 3600 segundos tal como la cono-cemos hoy en día.2

En el centro histórico de Berna, al final de la misma calle donde años atrás viviera el mismísimo Albert Einstein, hay una torre con un gran reloj de vistosa ornamentación y compleja maquinaria, suizo, por su-puesto. En nuestro viaje mi marido y yo fuimos testigos de un curioso fenómeno. Faltaban pocos minutos para la hora en punto. Todas las guías turísticas destacaban de la capital suiza, entre otros, la Zytglogge o Torre del Reloj. A los pies de la monumental torre empezó a agruparse un considerable número de personas, todas con la mirada en alto a la espera de que algo extraordi-nario ocurriera cuando el reloj marcara la hora. Un minuto más, ya faltaba menos. Las cámaras prepara-das para captar la instantánea. Más gente se detenía y esperaba. Máxima expectación. Y cuando las maneci-llas horarias llegaron a su punto... no pasó nada. ¡Nada de nada! Ni un cuco apareciendo por una ventanita, ni una figurita mecanizada, ni un giro de agujas especta-cular, ni una campanada... ¡Nada! Simplemente el tiempo pasó y ya está. La multitud se dispersó, medio decepcionados unos, conformados otros y alguno ajus-tando su reloj de pulsera a la hora recién señalada.

Es cierto, el tiempo es imperceptible. Transcurre constante, sigiloso, inadvertido, pero sus efectos son francamente notorios, eso es innegable.

Por AEGUAE también pasa el tiempo. En 1974 un grupo de entusiastas universitarios se reunieron por primera vez en Montserrat inaugurando el primer ciclo de conferencias sobre ciencia y religión de la recién estrenada asociación estudiantil. ¡Y ya han transcurrido 35 años! Desde entonces se han sucedido convencio-nes, jornadas, encuentros nacionales e internacionales, manteniendo viva esa inquietud por aprender, por compartir conocimiento y fe en el servicio a la iglesia apoyando al colectivo universitario. Inquietud en apa-riencia silenciosa pero cuyos efectos también pueden trascender generaciones y fronteras.

Entre tiempo y tempo dista solo un fonema. En la terminología musical el tempo marca el movimiento, la velocidad con que debe ejecutarse una pieza de músi-

1 WILKINSON, Philip. Mitos y leyendas. Barcelona: Dorling Kindersley, 2009. 2 http://www.wikipedia.org

ca.3 Del mismo modo que el tiempo, al ser oro, debe ser administrado, aprovechado, invertido, dedicado... el tempo no puede quedar vacío, necesita llenar sus compases de ritmo, melodía, armonía, etc. Todo con un orden preciso que genere belleza, aporte significado y transmita mensaje. La elección debe ser sabia, funda-mentada en criterios no solamente estéticos, de ape-tencia o gusto, sino por más elevadas motivaciones. Al fin y al cabo ese tempo que escojamos compondrá nuestra razón de ser, nuestro compás vital.

Me gusta imaginar que cuando Dios inventó el tiempo también inventó la música. No puedo concebir la creación como una película de cine mudo: en blanco y negro y sin sonido. El despertar de la vida, cada tarde y mañana de cada nuevo día, debió estar compuesto de una maravillosa banda sonora: el destello de la luz, el zumbido del viento y vaivén de las olas, árboles danzando, y una pausa del firmamento..., el murmullo de los peces y el silbido de las aves, el rugido de los animales con una explosión de bullicio, para de nuevo otra pausa: Dios modela al hombre, a su imagen y semejanza, «varón y hembra los creó»... las primeras palabras... y finalmente, con toda la obra completa, resuena el eco de la voz del Padre: «es bueno en gran manera».4 ¡Qué maravilloso será volver a escuchar esa orquesta perfecta! Donde cada segundo de cada minu-to todas las criaturas recuperarán la vida en armonía con su Creador y, parafraseando un tema del musical Rent, la medida del tiempo será el amor.5

Por mucho que el reloj de Berna hubiera hecho algún mínimo movimiento, jamás habríamos podido parar el tiempo ni mucho menos volver atrás (aunque fuera para leer la guía minuciosamente y escoger otro monumento ante el cual detenernos). Ni siquiera por más precisión que incorporemos a su medición nunca será posible dominarlo, solamente nos corresponde escoger lo que haremos a lo largo de ese período. Así pues, durante el intervalo de esta convención quere-mos, además de abrir un espacio de reflexión necesa-rio entorno a la música en la vida del cristiano, dedi-car un tiempo de alabanza a Dios, pues con todo lo que «hasta aquí nos ayudó Jehová»,6 sobran motivos de agradecimiento al Gran Maestro.

Como cristianos y como adventistas, vivimos espe-rando el anhelado cumplimiento del tiempo cuando el Señor del Universo hará nuevas todas las cosas e instaurará una nueva magnitud temporal: la eternidad. Así pues, por muy largo que resulte el tempo, sigamos andante sostenuto con el allegro deseo de su presto regreso.

3 Diccionario de la lengua española. Madrid: Espasa-Calpe. 2005. 4 Génesis 1: 27, 31. 5 LARSON, Jonathan. Seasons of Love. New York: Rent BSO, 1994. 6 1 Samuel 7: 12.

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BBÁÁJJAATTEE DDEESSDDEE NNUUEESSTTRRAA WWEEBB EESSTTOOSS LLIIBBRROOSS

GGRRAATTUUIITTAAMMEENNTTEE MODERNIDAD, POSMODERNIDAD Y MORAL Vittorio Fantoni

En el campo de la moral y la ética se están dirimiendo la casi totalidad de los dilemas que están conformando la existencia de los seres humanos. Pero es un campo repleto de du-das, sobre todo a raíz de la Segunda Guerra Mundial, momento histórico en que los idea-les de progreso moral de la humanidad sufren tal revés que todavía no se ha podido su-perar. Y ello ha sido puesto de relieve de forma más acentuada si cabe a partir de los años ochenta, en los que la moral ha sufrido vuelcos inesperados. No cabe duda, de que este nuestro mundo necesita respuestas, pero sobre todo necesita que surjan de la re-flexión y no de consignas estereotipadas y doctrinarias. Una reflexión sobre la ética con-temporánea se impone, porque los razonamientos éticos y las ideologías que se derivan siempre terminan por plasmarse en la política, la economía, las relaciones sociales, la religión… en definitiva en la vida de cada día. Y esto es lo que pretende Modernidad, postmodernidad y moral de Vittorio Fantoni.

LA IGLESIA DE CRISTO Varios autores

El título La iglesia de Cristo: Su misión y su ministerio en el mundo es el mismo que el de las Conferencias Bíblicas de 1993 organizadas por el Comité de Investigación Bíblica de la División Euroafricana de los Adventistas del Séptimo Día. En dichas Conferencias participó un buen número de teólogos europeos y también alguno procedente de Norte-américa. Las temáticas y puntos de vista sobre la iglesia que se vierten en este volumen quizá sorprendan a más de un lector: ¿Cristo quería fundar una iglesia? ¿Los ac-tuales usos de ordenación e imposición de manos en la actualidad siguen los modelos del Nuevo Testamento? ¿El ecumenismo puede ser la solución del cuerpo de Cristo dividido? ¿Los cultos de celebración (worship) son la alter-nativa al culto tradicional? ¿La unidad mundial de la iglesia es una amenaza para la diversidad? La iglesia y los jóve-nes. El futuro de la iglesia… Estas y otras preguntas y temas son los que ocupan y pre-ocupan tanto a los estudiosos de la eclesiología como a los miembros de a pie. En las páginas de este libro el lector quizá no encuentre “la solución”, pero sin duda le será una herramienta muy útil para la reflexión… Y eso sí, en profundidad.

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El problema del bien Josep Antoni Álvarez Rodríguez profesor de matemáticas y física y química Col·legi Urgell, Barcelona Es indiscutible que muy a menudo se habla del problema del mal. Además, la existencia del mal con todas las consecuencias que se derivan de este se ha utilizado y se continúa utilizando como un poderoso argumento para negar la existencia de Dios o como mínimo para plantear la aparente contradicción con la existencia de un Dios bueno y amoroso. Ante la realidad que tenemos que afrontar como hombres, surgen toda una serie de cuestiones de difícil respuesta: ¿Cómo es posible explicar el sufrimiento y la muerte, si Dios es bueno en gran manera? ¿Cómo dar una explicación satisfactoria a todo el dolor y sufrimiento al que se ve sometida la humani-dad? ¿Por qué guarda aparentemente silen-cio Dios y no actúa para remediar el mal, si es todopoderoso? ¿Dónde está Dios en defi-nitiva?

Estas preguntas han despertado la inquie-tud del hombre desde que el mal es una rea-lidad en la vida del hombre. Pero, una de las preguntas que quizás en muy pocas ocasio-nes se plantea nadie es cómo dar una expli-cación al bien. Mientras todos nos inquieta-mos o escandalizamos ante el mal, muy pocos nos detenemos a reflexionar sobre cómo es posible el bien. Es evidente que el bien es una realidad totalmente opuesta al mal. Además, no deja de ser sorprendente que el bien exista en un mundo como el nuestro. Pero, a pesar de que “el hombre, es un lobo para el hombre”, como dijo Bacon, reconociendo así la tendencia natural del hombre a hacer el mal, es indudable que la mayoría de las personas o como mínimo una parte importante de estas se esfuerzan en hacer el bien o intentan actuar de forma co-rrecta, de acuerdo a unos principios. ¿Cómo explicar entonces el bien? ¿Cómo explicar

que el hombre adopte unas pautas de com-portamiento que lo impulsen a hacer el bien? ¿Por qué nos preocupamos como hombres por el bienestar de nuestro prójimo? ¿Qué nos impulsa en definitiva a hacer el bien en ciertos momentos, a solidarizarnos con aque-llos que están a nuestro lado? ¿Por qué so-mos sensibles al sufrimiento y a las pérdidas de aquellos que nos rodean? Como plantea Hygen:

«Se habla del problema del mal. Quizás

se debería, por lo menos al principio, hablar

del problema o misterio del bien. Porque es

un milagro que en esta minúscula concen-

tración de materia, dentro del espacio, haya

surgido y se desarrolle tal plenitud de vida,

belleza, espíritu, conocimiento, fantasía y

fuerzas creadoras, bondad y amor.»1

Me gusta la expresión el misterio del bien, porque la existencia del bien es realmente un misterio. Una respuesta fácil a la existencia del bien, sería decir que actuamos así porque nosotros también estamos sometidos a unas circunstancias parecidas a las de nuestro prójimo, y esa realidad nos impulsa a hacer el bien. Otra posible explicación sería decir que actuamos de acuerdo a unos principios o convencionalismos por comodidad, o por temor a las consecuencias que se podrían derivar si actuáramos de una forma diferente. Es verdad que se trata de posibles explica-ciones a las preguntas planteadas más arri-ba. Probablemente, podríamos dar otras po-sibles explicaciones, pero yo me pregunto si

1 HYGEN, J. H. op. citada por ARMENDÁRIZ, Luís M.: ¿Pueden coexistir Dios y el mal? Una respuesta cristiana. Bilbao: Cuadernos de Teolog-ía Deusto, 1999, p. 19.

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dichas explicaciones son del todo satisfacto-rias.

Además, la actitud altruista del hombre en determinados momentos, si prescindimos de la existencia de Dios y de que este ha sido creado «a imagen y semejanza»2 de Dios, entra en contradicción con lo que habríamos de esperar con un proceso evolutivo de se-lección natural, que preconiza la superviven-cia de los más aptos, o con cualquier otra situación para explicar la vida. Por lo tanto, ¿qué condicionantes se producen para que el hombre actúe en contra de sus “impulsos naturales” e intente hacer el bien, y en mu-chas ocasiones llegue a conseguirlo? Hay que reconocer que en principio ese intento de hacer el bien no es fácilmente compatible con los criterios que plantea una existencia sin Dios. ¿Qué nos impulsa a hacer el bien? ¿Qué nos mueve a actuar de forma altruista con nuestro prójimo sin obtener a cambio ningún beneficio? Aunque hay que reconocer que dicha reflexión u opinión no es comparti-da por la mayoría de los científicos y no tan solo científicos, ya que estos consideran que es imposible compaginar la vida tal como la conocemos con un Dios creador. En este sentido, el prestigioso evolucionista Francis-co J. Ayala en una entrevista afirmaba con total rotundidad: «El creacionismo no es compatible con la existencia cristiana en un Dios omnipotente y benévolo, la teoría de la evolución sí.»3

Muy frecuentemente, y aquí retomamos lo que decíamos inicialmente, se ha planteado la negación de Dios desde la constatación del mal como una realidad. Pero, quizás ya es hora de que nos planteemos la existencia de Dios desde la constatación de que el bien existe. ¿Es qué podría existir otra posible explicación al bien que no pase por la exis-tencia de Dios? ¿Es que se puede dar una explicación satisfactoria a la realidad des-echando la existencia de Dios? Además, es indiscutible, por mucho que intentemos ne-garlo, que es más fácil hacer el mal que hacer el bien. Por lo tanto, ante tal hecho,

2 Génesis 1: 27 3 AYALA, Francisco J., entrevista, El País Sema-nal [Madrid] (21 junio 2009), nº 1708, p. 32.

creo que la mejor respuesta posible es reco-nocer que Dios existe. Únicamente la exis-tencia de Dios puede dar satisfacción al bien, al actuar de forma correcta y desinteresada, en definitiva al actuar en contra de la super-vivencia del más apto. Únicamente la exis-tencia de un Dios creador puede dar una razón de ser al bien.

Explicar el bien en ausencia de Dios es posible, pero de lo que no estoy tan seguro es de que dicha respuesta pueda llegar a ser totalmente satisfactoria. Estas posibles expli-caciones irían en contra de cualquier “lógica” aparente. En cambio, sí aceptamos que Dios existe y que nos creó a su imagen y seme-janza como decíamos anteriormente. Eso implicaría que Dios nos habría dotado de unas características que llevarían asociado el hacer el bien. El libro del Génesis manifiesta de forma rotunda que todo lo creado era bueno con las palabras siguientes: «Y vio Dios todo lo que había hecho, y he aquí que era bueno en gran manera.»4

En el Nuevo Testamento se vuelve a reite-rar la idea de que todo lo creado era bueno en gran manera, y eso implica que el hombre también era bueno. El apóstol Pablo, hablan-do acerca de la actitud de algunos durante los últimos tiempos, insistirá en la bondad de la Creación con las siguientes palabras: «Porque todo lo que Dios ha creado es bue-no […].»5

Desgraciadamente, esa realidad cambió de forma radical en el momento de la caída, en el momento en que el hombre decide ac-tuar al margen de Dios. Y es en ese momen-to, y como consecuencia de la separación del hombre de Dios que el mal se convierte en una realidad en este mundo. El mal aparece no por deseo de Dios, sino como consecuen-cia de la libre elección por parte del hombre. Realidad que no deja de ser incomprensible desde una perspectiva humana. Pero, aún así, el hombre no deja de intentar hacer el bien. El alejamiento del hombre de Dios, difi-culta el hacer el bien, pero no lo hace impo-sible. Pablo reflexionando acerca de su con-dición, manifestará de forma magistral esa

4 Génesis 1: 31 (Reina-Valera 60) 5 1 Timoteo 4: 4 (Nueva Biblia Española)

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lucha interior entre el bien y el mal que se da en todo hombre:

«Porque no logro entender lo que hago; pues lo que quiero no lo hago; y en cambio lo que detesto hago…

Porque no hago el bien que quiero, sino que hago el mal que no quiero…

Así pues, al querer hacer el bien en-cuentro esta ley: que el mal está en mí.»6

Este último versículo, la Biblia del Peregri-no lo traduce así: «Y me encuentro con esta fatalidad: que deseando hacer el bien, se me pone al alcance el mal.»7

Como decíamos anteriormente, el aleja-miento por parte del hombre de Dios ha difi-cultado el hacer el bien, pero no lo ha impo-sibilitado. Y la razón desde mi modesta opinión se encuentra en que el hombre ha sido creado por Dios y aunque la imagen de Dios en el hombre se ha visto deteriorada por la caída, este aún conserva ciertas carac-terísticas de esa creación y entre ellas se encuentra la capacidad de actuar de forma altruista y la capacidad de hacer el bien por sorprendente que pueda resultar en ciertas ocasiones.

La caída ha introducido el mal en un mun-do creado perfecto, pero no ha acabado con el bien. Pienso que si somos honestos con nosotros mismos, la única explicación satis-factoria que podemos dar a la existencia del bien es que Dios existe; pero señalando que no se trata de un Dios que meramente existe, sino que además nos ha creado y que se preocupó y se sigue preocupando por noso-tros a pesar de nuestras decisiones. Y que ha tenido y tiene el propósito de acabar con el mal, para que el bien sea la única realidad. Mientras esa esperanza no se convierte en una realidad y a modo de conclusión, quiero apropiarme de las palabras que el apóstol Pablo dirigió a los tesalonicenses para que se conviertan en una realidad en nuestra forma de actuar día a día: «Mirad que nadie devuelva a otro mal por mal, esmeraos siem-pre en haceros el bien unos a otros y a to-dos.»8

6 Romanos 7: 15,19, 21 (Biblia de Navarra) 7 Romanos 7: 21 (Biblia del Peregrino) 8 1 Tesalonicenses 5: 15 (Nueva Biblia Española)

Estas palabras son un reto, pero un reto que no podemos obviar si creemos en Dios, y en lo que ha hecho y sigue haciendo por no-sotros. Hacer el bien y velar para que este sea una realidad ha de ser nuestro objetivo, para que nuestro mundo sea un poco mejor.

CCaafféé HHiissppaannoohttp://www.spectrummag

azine.org/cafe_hispano

Café Hispano es la Web patrocinada por la Association of Adventist Forums (Spec-trum) y AEGUAE (Aula7activa). Encon-trarás un foro donde te puedes expresar, artículos… y todos los viernes un autor de solvencia contrastada comenta la escuela sabática con rigor.

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NNUUEESSTTRRAASS RREEVVIISSTTAASS

ORIGINS Revista editada en inglés originalmente por el Geoscience Research Institute. Revista de referencia para los estu-diosos e interesados en el creacionismo, trata todos los puntos de vista respecto al origen de la Tierra y de la vida que en ella habita.

ANDREWS UNIVERSITY SEMINARY STUDIES Revista editada en inglés ori-ginalmente por el Seminario Teológico de la Universidad Andrews. Revista teológica con prestigio internacional y sin duda la más importante en el mundo adventista. AULA7

La revista de AEGUAE. La nuestra, la de todos.

CONCIENCIA Y LIBERTAD Revista editada por la Asociación Inter-nacional para la Defensa de la Libertad Religiosa.

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El “Evangelio de Judas” Fernando Castrillo (Zaragoza) Preámbulo sociológico

Cuesta creer en la pretendida objetividad y el cientismo de los diletantes modernos, que caen en la especulación, en la generalización malintencionada, en la mala interpretación, en la comunicación sesgada, en la recreación fraudulenta e interesada de Jesús como cosi-ficación, para provecho propio. Convierten a la figura de Jesús, del Jesús histórico y del Cristo de la fe, en un objeto mediático paran-gonable a esas caricaturas humanas que son los personajes populares, el indigno famoseo de salón y revista.

Judas es llamado en las listas de los doce “el traidor”, “el que traicionó a Jesús”, pero cabe preguntarse cuántos “judas” actualmen-te traicionan a sabiendas y se aprovechan de Jesús de Nazaret, sin siquiera el beneficio de la duda. Judas creía en él a su manera, creía sobre él, incluso a pesar de él, más allá de él, pero los modernos no creen sino en que pueden explotar a Jesús para extraer ganan-cia. Es un fenómeno de relativización de Jesús que conviene a la new faith, a este momento sin peso y sin pasión religiosa que vivimos, a la caracterización mística-agnóstica de nuestro tiempo, una vez supe-rados socialmente los condicionantes judeo-cristianos contra los que reaccionó nuestra sociedad de mediados del siglo XX.

Véanse si no los beneficios de novelistas y “escritores” como Brown, que, a fecha de hoy lleva vendidos 40 millones de ejemplares en todo el mundo de su libro más popular, y de las editoriales que explotan esos libros,

mediando juicios por plagio, concluyendo en sobreseimientos, y que usan incluso el pro-ceso judicial y las sentencias para ganar di-nero.

Véanse si no los marchantes y anticuarios que han manejado el “paquete” que contenía el llamado “EdJ” (de ahora en adelante “Evangelio de Judas”), cuya última propieta-ria va a obtener, por una compra de los papi-ros de 250.000 €, una venta de casi 3.000.000 €.1

Véase el oportunismo en la publicación del manuscrito haciéndola coincidir con la Semana Santa [año 2006. (N. del E.)] en el mundo cristiano, y poniéndolo en relación con el lanzamiento para mayo de la película basada en el Código da Vinci, y otros “códi-gos”, novelas de ficción sobre aspectos esotéricos, escabrosos y fantásticos de la vida de Jesús, con la pretendida voluntad de veracidad, sin citar una sola fuente documen-tal o sin hacer una investigación rigurosa, sin una mención de los eruditos o estudiosos con los que ha trabajado y le hayan revisado o sugerido cambios en el material. Parece pues, más un interés malintencionado y ocul-tamiento de aspectos comprobatorios que una revisión y aportación interesante a los aspectos menos conocidos de la vida de Jesús.

1 Cf. «El dinero del “Evangelio de Judas”». El País [Madrid] (14 abril 2006), p. 22. <http://www.elpais.com/articulo/sociedad/dinero/Evangelio/Judas/elpepisoc/20060414elpepisoc_4/Tes> [Con-sulta: 14 octubre 2009]

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Por otra parte, que sean sobre todo inter-eses económicos lo que mueven a editoriales y escritores, antes de la edición científica del documento,2 está señalado por lo siguiente: 1. La filtración a los medios para publicitar el

hallazgo y crear una expectación, en mu-chos casos malsana, que solo ha servido a los incautos, a los crédulos, a los que sostenedores de conspiraciones secre-tas. Todo manejado por divulgadores con la única pretensión del sensacionalismo fácil.3 Un detalle que a veces se olvida: la Iglesia Católica admite la lectura devo-cional y religiosa de textos deuterocanó-nicos, a diferencia de las iglesias protes-tantes que tenemos un canon más restringido, hecho que contradiría el pre-tendido ocultamiento por el Vaticano de textos no canónicos. Además, si repre-sentasen teológicamente algo más que especulaciones espiritualistas sin sentido, los grandes movimientos heterodoxos medievales que pretendían reformar la Iglesia Católica los habrían utilizado, in-

2 Contextualización arqueológica, datación, restaura-ción, documentación paleográfica y literaria (si es pre-ciso, retrotraducción al griego de donde procede el copto), fijación del texto (lagunas, corrupciones, etc.), colación del manuscrito (aparato crítico con expresión de lecturas variantes), transliteración en la lengua origi-nal (copto), traducción a las lenguas mayoritarias del cristianismo moderno (inglés y español, no inglés y francés, de facto). 3 Un periodista “especializado” en estos temas, mostra-ba en un programa de televisión una fotocopia de la portada de un manuscrito muy famoso entre los espe-cialistas de la literatura del NT: el Códice Bezae (D, o Cantabrigensis, recensión occidental de los Evangelios y de Hechos). Era una portada de una edición moderna del manuscrito en latín, cuando el original es bilingüe, griego-latín, y pretendía presentarlo como una lectura que socavaba los cimientos y la interpretación tradicio-nal de los evangelios canónicos. Después de eso cual-quier información e interpretación estará carente de rigor y de peso científico o, por lo menos, se hará sos-pechosa de ello. Otro ejemplo de falta de precisión: la datación que viene apareciendo en distintos medios de comunicación fluctúa entre el s. III-IV hasta el s. II, cuando por C14 y análisis paleográfico (grafemas y estilo: vocabulario, frases hechas, formas de dicción) se ha documentado fehacientemente como de ca. 380 d.C., aunque su redacción es anterior pues es citado por Ireneo de Lyon, en su Adversus Haereses, en 180 d.C.

cluyendo la Reforma Protestante del s. XVI. Todos los grandes escrituristas jud-íos y cristianos desde el Renacimiento los han obviado, siendo que eran conocidos por la Patrística grecolatina.

2. La Web de National Geographic con una presentación de lujo: 3D, transparencias de los documentos con el resalte en cop-to transliterado, documentos en formato pdf con las versiones en inglés y en cop-to, un foro de debate, enlaces, glosarios, historia del proyecto, etc.

3. Un documental para televisión de noven-ta minutos, y que se regala con el último número de la revista, en el que, por cier-to, no se hace mención sino de los pasa-jes del documento más llamativos, aque-llos que, según la prensa sensacionalista, supondrían una revisión de la figura de Judas en relación con la muerte de Jesús: «Tú los superarás a todos, porque tú sacrificarás el cuerpo en que vivo» (di-ce Jesús a Judas).

Análisis teológico

Debería mejor llamarse como se han deno-minado otros documentos “libro de”, caso del Libro secreto de Santiago, Dichos secretos de Jesús (Evangelio de Tomás), Dichos se-cretos del Salvador (Libro de Tomás), y el Libro secreto de Juan,4 ya que todos compar-ten un parecido incipit o comienzo: «El relato secreto de la revelación que Jesús habló en conversación con Judas Iscariote durante una semana, tres días antes de que celebra-ra la Pascua.»

Está escrito en copto, y representa una tradición orillada en la literatura neotestamen-taria, que tiene cuatro tradiciones bien repre-sentadas y atestiguadas (A: Alejandrina; B: Sinaítica; C: Cesariense; D: Occidental) con papiros y manuscritos muy antiguos, desde el s. II, que contienen pocas diferencias de fon-do con los evangelios canónicos, y que for-marían, junto con las antiguas tradiciones

4 MEYER, Marvin W. (ed.). Las Enseñanzas Secretas de Jesús: Cuatro evangelios gnósticos. 2ª ed. Barcelo-na: Crítica, 1988, p. 83 y ss.

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sirias (Peshitta) y latinas (Vetus), un Corpus Receptus bien fundamentado que entroncar-ía con la transmisión textual judeocristiana que documenta los personajes, las escenas y los acontecimientos que se tratan en el Nue-vo Testamento.

Por otro lado, forma parte de un grupo lite-rario y filosófico gnóstico,5 los cainitas, en noticia de Ire-neo, ya presen-tes en el s. I (ver algunas diatribas de Pablo sobre la gnw/sij [gnōsis] y la sofi,a [sof-ía], en las epís-tolas a los Colo-senses, Efesios, y las pastorales, y sobre todo, los pares antagóni-cos del evange-lio de Juan y las dos primeras cartas). Había dos corrientes gnósticas fun-damentales, que concorda-ban en el mal esencial de lo material y que tenían proble-mas con la per-sona de Cristo: los docetistas negaban la ver-dadera humani-dad de Jesús, y los cerintios distinguían en-tre el hombre Jesús y el aeon Cristo, que habría venido sobre él en su bau-tismo y que lo habría abandonado en la cruz.6

5 “Los grandes gnósticos fueron los primeros filósofos cristianos” (LAW, Robert. The Tests of Life, p. 27. Citado en: ROBERTSON, op. cit., p. 224.

Surge este movimiento gnóstico de una tradición literaria distinta de la que represen-tan los documentos hebreos del AT, inclu-yendo los de época intertestamentaria (deu-terocanónicos), y las tradiciones legislativas que dieron en el Talmud y la Misná. Se en-contraría en la intersección entre textos de la apocalíptica judía de la creación y de la cos-

mogonía; la tradición zo-roástrica de la dualidad bien-mal y los dioses de-miurgos; así como una buena parte de literatura helenística de la antropolog-ía también dual cuerpo-alma.

Las sus-tanciales dife-rencias las encontramos, primero en, que como hemos dicho, técnicamente no debería denominarse

“evangelio”, ya que no tiene el es-quema típico del género evangelio: 1. Infancia o

genealogía (de dónde procede el personaje de

quien se habla). 2. Misión (qué objetivos o programa le ani-

man). 3. Dichos, logia (filosofía del personaje).

6 Cf. ROBERTSON. A. TH. Imágenes Verbales en el Nuevo Testamento. T. 6. Terrassa: Clie, 1990, p. 224.

Manuscrito del Evangelio de Judas. <http://cms7.blogia.com/blogs/t/te/ter/terraeantiqvae/upload/20060407100802-papirojudas.jpg> [Consulta: 15 octubre 2009]

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4. Marco cronológico y geográfico (entorno espacio-temporal).

5. Reacciones de sus contemporáneos (ar-gumentos favorables o desfavorables).

6. Pasión y muerte (conclusión de la vida del personaje).

Otra diferencia remarcable desde el punto de vista teológico es que el término euvagge,lion [euangélion] designa, no solo la palabra dicha, la “buena nueva” del mensaje de Jesús, sino al propio Jesús que es “buena nueva” de salvación para los que creen, es decir los autores neotestamentarios comple-tan el concepto teológico de la salvación en Jesús con la proclamación de él mismo como “evangelio” de salvación.

Hay más: los primeros autores cristianos usan generalmente verbos en presente cuando se habla de la actividad de Jesús, a diferencia del aoristo, tiempo tan frecuente y distintivo del griego, que correspondería a nuestro pretérito indefinido, el tiempo ade-cuado gramaticalmente para contar aconte-cimientos del pasado. Se debe esto a una convicción teológica: el Jesús que se presen-ta en los Evangelios sigue estando en la co-munidad que lee el evangelio, vivo por la vida fraterna de la comunidad. El evangelio es hacer historia del Jesús terreno que ha ocu-rrido ya, pero que todavía está presente en la comunidad que lo cree, que lo proclama y que lo celebra. Es expresión de la tensión generada entre la ya ganada redención con el aún presente en la historia. El Jesús histó-rico sigue viviendo bajo la forma de la Pala-bra escrita y predicada. A través del Cristo de la fe es como únicamente se puede llegar al Jesús de la Historia.

Análisis literario-lingüístico

1. Terminología gnóstica 1.1. Aparición de Jesús sobre la tierra

nacimiento de Jesús, encarnación del Lo,goj [Lógos] («quien no declara que Jesús ha venido en carne no es de Dios»).

1.2. Milagros, misterios, grandes maravi-llas realización de sanaciones, cu-raciones, enseñando (los textos tran-sicionales de la misión de Jesús en

los Evangelios). Se da un énfasis a lo mistérico, a lo iniciático, a lo esotéri-co; el texto dice: «para la salvación de la humanidad», lo que contradice toda la teología cristiana sobre la salvación y el hecho vicario y sustitutorio de la muerte y la resurrección de Jesús.

1.3. Jesús en forma de niño «Entre ellos lo hallaron como un niño» Sentido de hacerse niño para poder iniciarse en el camino de la gnosis, es el acceso ascético al Reino: «Jesús vio niños a los que estaban amamantando. Dijo a sus discípulos: “estos niños a los que están amamantando son como los que entran en el Reino”».7 Se refiere a una transformación interior que te prepara para recibir el don espiritual del conocimiento y de la sabiduría.

1.4. El camino «Caminar en el camino (de la justicia) y caminar (en las transgre-siones)», como aspectos vitales de la iniciación, es el progreso experiencial del gnosticismo. el concepto cris-tológico, tan ipsisima verba Jesu, de Basilei,a tou/ qeou/[Basileía tou The-oû]. Tiene una connotación cristiana helenística que aparece al comienzo de Hechos como siendo Jesús la per-sonificación del Camino, o una forma de vida en Cristo, no como ascesis o camino individual.

1.5. Maestro en 9 ocasiones, una de ellas Rabbí, y una vez más Señor como vocativo dirigido a Jesús introducien-do una pregunta. El resto de pregun-tas en lenguaje directo de segunda persona del singular con los Evan-gelios canónicos, donde el término ‘maestro’ lo usan los fariseos y escri-bas, o para escenas donde se da ex-trañamiento por parte de los discípu-los, aparte de Mateo donde solo Judas utiliza el término ‘maestro’ para dirigirse a Jesús, cosa que el autor del EdJ parece conocer. En el evan-gelio de Lucas se da un uso mayorita-rio del término, explicable porque se encuentra en la esfera helenística, así

7 Evangelio de Tomás 37, 20.

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como en Juan por el ambiente anti-gnóstico, se da el uso alto de Ku,rie [Kýrie]. En el EdJ, el término tendría el sentido de maestro que inicia en los misterios, en la gnosis, ya que la se-gunda mención es: «Maestro, tú eres […] el hijo de nuestro dios», no el Hijo de Dios, para diferenciarlo del dios demiurgo negativo o antagónico (del AT) opuesto al ser supremo que nos conecta con él a través del conoci-miento.

1.6. Conocer, conocimiento, sabiduría, en-tender, enseñar, son términos fre-cuentemente usado en relación con el camino, la ascesis, la vía de salvación las vanas filosofías y los movimien-tos ascéticos de Colosenses 2: 8ss.

1.7. Iniciación: «Crónica secreta de la re-velación hecha por Jesús en conver-sación con Judas Iscariote…». Tras-misión de un saber (revelación) oculto logia de Jesús, lleno de discursos a las multitudes y al grupo de los discípulos. En general, todos los acontecimientos de la vida de Jesús son públicos o se han trasmitido a to-dos los creyentes, sin ocultar nada, incluyendo los aspectos negativos. Solo hay un aspecto, las parábolas, que se dice claramente que se dan solo para los discípulos, para que las entiendan ellos, pero todos, no uno solo. Los Evangelios son la vida pública de Jesús, no la oculta como abundan los apócrifos.

2. Terminología varia

2.1. Amén. Es usado en ocho ocasiones por Jesús para introducir un logion. Conecta con el uso de los logia canó-nicos, aunque en estos también se da una forma, la más interesante, dupli-cada avmh.n avmh.n le,gw u`mi/n [amēºn amēºn légō hymîn], «a vosotros», rara vez a una persona, mientras que en el EdJ 5 veces se dirige a Judas (más del 60%), como parte del secreto trasmitido y en el que es iniciado Ju-das.

2.2. Reino: «tiempo completado de reina-do», como una referencia a la vida te-

rrena del ser humano, usado como sinónimo de “generación” («Adán ha recibido su reino», otro sínónimo de vida terrena). «Te contaré los miste-rios del reino» (2 x), Jesús a Judas separándolo de los otros, relacionán-dose con «el error de las estrellas» y «los doce eones». El reino es el símbolo de la transformación interna.8

2.3. Bautismo, como una experiencia de ofrendar sacrificios en su nombre a Saklas (un ángel creador) del NT, donde es un acto público de fe en Cristo como salvador y redentor.

3. Onomástica

3.1. Judas Iscariote: IOUDAC [PI]CKARIWT[HC]. La reconstrucción de las lagunas no tiene mucho senti-do en el segundo término [HC] (–es) en el Evangelio es mencionado como Iskariōth, en las listas de após-toles, pero después sin el gentilicio, no como el EdJ, donde se le cita fre-cuentemente con el gentilicio.9

3.2. Jesús: IHC, Iēsoûs, nunca es acom-pañado de un título o gentilicio (de Nazaret, nazareno, galileo, Cristo…).

3.3. Barbelo,10 Seth, Nebro,11 Yaldabaoth, Saklas, Harmathoth, Galila,12 Yobel, Adonais, Miguel, Gabriel. Todos son ángeles que colaboran con el creador o emanaciones de él, ayudantes, re-presentaciones. Se encuentran tam-bién en el Libro Secreto de Juan, 3,6.7ss; 5,14. Algunos parecen ánge-les (Miguel, Gabriel), otros demiurgos,

8 Cf. PAGELS, Elaine. Los Evangelios Gnósticos, Bar-celona: Crítica, 1982, p. 180-181. 9 Hay que notar que muchos apócrifos remiten en sus autorías a nombres que no estaban en el círculo de los discípulos, a diferencia de los textos gnósticos, que quieren contraponer una doctrina y no rellenar lagunas de la vida desconocida de Jesús. 10 «La gloria perfecta, unida al Invisible», Libro secreto de Juan 3,6. 11 Otro nombre del ángel Yaldabaoth, es el primer mencionado en el EdJ, y es el Cosmos, el Caos, y el Inframundo. Es uno de los doce ángeles rebeldes, y su nombre significa “rebelde”. 12 Provendría del término árabe, fem. jalila, “importan-te”, “exaltada”, “majestuosa”, “de rango elevado”.

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tomados de la angelología judía y bíblica tardía (cf. el culto a los ángeles mencionado por Pablo en Colosenses 2: 18), incluso uno tiene el nombre in-titulado referido a Dios en el AT, Ado-nais.

3.4. Adán, Eva, a la que se le llama Zoé, helenización del nombre hebreo Hayyâ, “vida”.

4. Interés del EdJ

Conocer un poco más y mejor la rea-lidad de los movimientos heterodoxos de-ntro del judaísmo, del judeocristianismo, del cristianismo, en un marco cronológico que va desde el s. I hasta el V d.C., y co-nocer la teología y los planteamientos reli-giosos que tenían estos movimientos y contra los que tuvieron que luchar y prote-gerse las iglesias creadas por los apósto-les en los albores del s. I.

Tienen el interés de suscitar el estudio y la preocupación por las ciencias bíblicas, como los textos de Qumrán, los deutero-canónicos del AT, la literatura intertesta-mentaria (apocalíptica judía), pero tam-bién el peligro de trivializar las informaciones en los medios de divulga-ción que colocan en pie de igualdad los textos apócrifos con los canónicos, desin-formando y causando confusión.

Algunos criterios para evaluar un evangelio

Si comparamos el lenguaje y estilo de

los dichos de Jesús en la transmisión sinópti-ca con las formas habladas en su entorno, nos llama la atención el hecho de que, fre-cuentemente, aparecen en labios de Jesús varias expresiones innovadoras o, cuando menos, singulares.13 Nosotros, las vamos a sistematizar en criterios estilísticos.

13 JEREMIAS, Joachim. Teología del Nuevo Testamen-to: La predicación de Jesús. T. 1. 4ª ed. Salamanca: Sígueme, 1980, p. 21.

1. Lingüísticos 1.1. Uso de la pasiva divina. Para obser-

var el segundo mandamiento y evitar el abuso del nombre de Dios, se hab-ía prohibido la mención del tetragrá-maton, con lo que se usaban circun-loquios para hablar de Dios. Jesús utiliza una variedad enorme de ellos, especialmente la pasiva divina: «Bienaventurados los que lloran, por-que hay alguien que los consolará» (Mateo 10: 30 //); «Hay alguien que ha contado todos los cabellos de vuestra cabeza» (Lucas 12: 7); «Hijo mío, hay alguien que perdona tus pe-cados» (Marcos 2: 5). Aparece casi cien veces en boca de Jesús, faltando en la literatura talmúdica del tiempo de Jesús. En la sinagoga, la perífrasis más frecuente era la tercera persona del plural: «Dad y se os dará…» (Lu-cas 6: 38).

1.2. Paralelismo antitético. Un tipo de pa-ralelismo semítico que ocupa amplio margen en las palabra de Jesús (138 veces): «Si tu ojo está sano, todo tu cuerpo estará luminoso; pero si tu ojos está malo, todo tu cuerpo estará a oscuras» (Mateo 6: 22b-23a); «Las zorras tienen guaridas, y las aves del cielo nidos; pero el Hijo del Hombre no tiene donde reclinar la cabeza» (Lucas 9: 58).

1.3. Ritmo. Cuando se traducen las pala-bras de Jesús al arameo, la lengua utilizada por Jesús, se observa que tienen un ritmo definido marcado por los acentos y el silabismo, usando to-do tipo de ritmos propios de la poesía hebrea veterotestamentaria: binario (dos sílabas marcadas): «Id y contad a Juan lo que habéis visto y oído: Los ciegos ven, los cojos andan, los le-prosos quedan limpios, los sordos oyen, los muertos resucitan, se anun-cia a los pobres la Buena Nueva» (Lucas 7: 22); cuaternario (de cuatro sílabas marcadas): «Buena es la sal; mas si la sal se vuelve insípida, ¿con qué la sazonaréis? Tened sal en vo-sotros y tened paz unos con otros» (Marcos 9: 50); ternario (tres sílabas

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marcadas): «Yo te bendigo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has ocultado estas cosas a sabios e inteligentes, y se las has revelado a pequeños» (Mateo 11: 25); y final-mente, el ritmo qina, el más peculiar, la cadencia de lamentación, con los elementos colocados en aspa (3 + 2 sílabas marcadas): «Porque si en el leño verde hacen esto, en el seco ¿qué se hará?» (Lucas 23: 31), «Así los últimos serán los primeros, y los primeros los últimos» (Mateo 20: 16).

1.4. Aliteración. «Habrá más alegría en el cielo por un solo pecador que se con-vierta que por noventa y nueve justos que no tengan necesidad de conver-sión» (Lucas 15: 7). Se consigue el fenómeno cadencial de la asonancia y la paronomasia por medio de la gutu-ral [H]: “alegría” = Hedwah,“un solo” = ´eHäd, “pecador” = Hô†ë´.

2. Estilísticos. Figuras de dicción

2.1. Parábolas. En tiempos de Jesús no hay nada comparable y en tanta abu-ndancia, solo en tiempos proféticos podemos encontrar algo similar, en mucha menos cantidad: la parábola de la viña de Natán, la comparación que no parábola del padre y el hijo en Oseas 11.

2.2. Enigmas. «Desde los días de Juan el Bautista hasta ahora, el Reino de los Cielos sufre violencia, y los violentos lo arrebatan» (Mateo 11: 12); «Porque

hay eunucos que nacieron así del se-no materno, y hay eunucos que fue-ron hechos tales por los hombres, y hay eunucos que se hicieron tales a sí mismos por el Reino de los Cielos. Quien pueda entender que entienda» (Mateo 19: 12).

2.3. Basilei,a tou/ qeou/[Basileía tou Theoû]. Solo escasamente en los apócrifos y el Tárgum, así como en Filón, en palabras de Jesús unas se-tenta veces, solo dos veces en Juan y muy escasamente en Pablo, lo que nos indicaría la originalidad de los di-chos de Jesús.

2.4. Avmh.n [Amēºn]. 34 veces en los sinóp-ticos, y 25 veces en Juan siempre en forma duplicada. Es un uso muy no-vedoso de la fórmula de introducción a un dicho, y no como confirmación de un discurso con el que estamos de acuerdo. Representa una forma lin-güística en tono profético.

2.5. Avbba, [Abbá]. Es la innovación lingüís-tica más importante introducida por Jesús. Para referirse a Dios los judíos usaban términos como Adonai, esca-samente, y sobre todo adjetivos como el Innombrable, el Eterno, el Bendito, etc. Jesús lo acerca con esa invoca-ción familiar, cariñosa, infantil, que causó tanta impresión en sus discípu-los, como para pedirle que les ense-ñara a orar de esa manera.

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3. Teológicos 3.1. Concordancia temática y doctrinal en-

tre los documentos admitidos en el canon y el nuevo documento.

4. Tradición literaria

4.1. Convergencia y correlación mesiánica con el AT.

4.2. Utilización de citas del AT en labios de Jesús o por el narrador para refor-zar un dicho o la misión de Jesús.

5. Tradición eclesiástica

Mención de los textos por parte de los Padres de la iglesia, especialmente los griegos, como lecturas usadas por las comunidades.

6. Los contemporáneos de Jesús

6.1. Uso del término Ku,rie/oj [Kýrie/os] en sustitución del tetragrámaton YHWH, que fue luego usado profu-samente por los grandes teólogos cristianos, Pablo, Lucas y Juan, como demostración de la realidad del Cristo resucitado, del Mesías entronizado más allá del sufriente.

6.2. evgw, eivmi [egöºeimi]: “Yo soy”, como la presencia oculta del nombre de Dios;

6.3. Los milagros («por Belcebú», lo que indica que eran reales y que no pod-ían sino explicarlos adversativamen-te);

6.4. El argumento del nacimiento virginal de Jesús irónicamente puesto en en-tredicho «nuestro padre es Abra-ham», indicaría que su origen era co-nocido por sus contemporáneos, cuando menos especial e inexplica-ble.

6.5. El título de Hijo de Dios, utilizado por el Sanedrín en la acusación capital y que nadie de sus adversarios pudo contradecir, usado también por Pedro y otros, según los Evangelios por ins-piración del Padre.

6.6. Las profecías mesiánicas del AT: Hijo del Hombre de Daniel, el siervo su-friente de Isaías 53, la infancia predi-cha por Miqueas.

7. Divulgación y mass media Aunque hemos hablado sobradamente acerca del mal uso de los contenidos bíblicos, no está demás abundar en la precaución que debemos tener cuando los textos son divulgados, porque general-mente señalarán elementos discordantes o muy discrepantes con la tradición sinóp-tica. Para los creyentes existe aún un peligro añadido en las discusiones sobre las natu-ralezas de Cristo, discusiones por otra parte, que no se dan en los escritores del NT: el riesgo de trivializar la corporeidad de Jesús o espiritualizar a Cristo, o lo in-sensato de centrar la experiencia de sal-vación en nosotros mismos, una forma de gnosticismo cristiano, 1 Juan 4 y 2 Juan 7ss.

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Primera página del Evangelio de Judas (página 33 del Codex Tchacos). Fuente: RIEGER, Wolfgang. The Gospel of Judas:. Critical Edition. Washington, 2007. <http://upload.wikimedia.org/wikipedia/commons/4/49/Codex_Tchacos_p33.jpg> [Consulta: 15 octubre 2009]

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Términos de opresión en Éxodo Pedro Torres Martínez Seminario Adventista Español Sagunt (València) En este artículo, pretendo situar el comienzo y la causa de los abusos hechos al pueblo de Israel en su estancia en Egipto. Solo así, y viendo sus reacciones, entenderemos cómo a través del lenguaje bíblico se descifra una crisis en aumento, con motivaciones implíci-tas en el pensamiento y escondidas en las palabras del Texto .

Palabras de opresión en el texto Lo primero es ver cuáles son los térmi-nos de opresión. Vers. 11:

1. hn"[' [`änâ]. En qal significa su-primir, sofocar, venir a ser pe-queño. Pero en piel, que es el caso que nos ocupa ahora, signi-fica humillar, afligir e incluso debi-litar.1 También (en Piel) someter, domar, domeñar, oprimir, explo-tar, maltratar, vejar, atropellar, rendir, sojuzgar, doblegar, morti-ficar.2 Pero según el Theological Wordbook of the Old Testament (TWOT)3 también es, empobre-cer.

1 GESENIUS Hebrew-Aramaic and English Lexi-con of the Old Testament, pág. 776. Bible Works, LLC. HERMENEUTIKA Computer Bible Research Software Bigfork, MT. 2 SCHOEKEL, Luis Alonso. Diccionario Bíblico Hebreo-Español. Institución San Jerónimo, Valen-cia 1990, pág. 553. 3 HARRIS, R. Laird; ARCHER, Gleason L. (Jr); WALTKE, Bruce K. The Theological Wordbook of

2. hl'b.si [siblâ]. Aparece 6 veces en toda la Biblia y solo lo hace en Éxodo, haciendo referencia a los trabajos de Egipto. Signi-fica carga y solo se aplica a los trabajos forzados de Israel en Egipto.4 Según Schökel, usándolo en conjunto con hn"[' [`änâ] en este preciso versículo, significa explotar, oprimir.5

Vers. 12: 3. hn"[' [`änâ]. Ya definido. 4. #Wq [qûc]. Aborrecer, sentir aversión, abo-

rrecer, sentir temor asqueroso, nausea-bundo.6 Sentir asco, repugnancia, estar harto, no aguantar, sentir fastidio o repul-sión.7 Este término denota una repulsión (o destrucción) propiciada, provocada, im-plica llegar a ser odioso.8 Es un sentimien-to xenófobo.

the Old Testament. Chicago: Moody Press, 1980. Bible Works, LLC. HERMENEUTIKA Computer Bible Research Software Bigfork, MT. Entrada 1650. 4 GESENIUS, op. cit, pág. 688. 5 SCHOEKEL, op. cit, pág. 500. 6 GESENIUS, op. cit, pág. 880. 7 SCHOEKEL, op. cit, pág. 632. 8 HARRIS, R. Laird; ARCHER, Gleason L. (Jr); WALTKE, Bruce K. Op. Cit. Entrada 2002.

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Vers. 13: 5. db;[' [`äbad]. Esta vez el verbo

está en hifil: Hacer trabajar, ser-vir.9 Servir trabajando, compeler a trabajar como esclavos, hacer servir.10 Esclavizar, someter, so-juzgar, avasallar.11

6. %r,P, [perek]. Crueldad, severi-dad.12 Cruelmente, duramente, brutalmente. %r,P, + db;[' [`äbad + perek] = con dura esclavitud.13

Vers. 14: 7. rr;m' [märar]. El verbo está en

piel. Hacer amargo, sembrar amargura, hostilidad amarga.14 Irritar, molestar, hostigar, amar-gar.15

8. hd'Ab[] [`ábôdâ]. Labor, servicio, trabajo; trabajo de siervo o escla-vo.

9. hv'q' [qäšâ] (hd'bo[]B;) [Ba`ábödâ]. Dura, difícil, severa, de ira (iracunda).16 Pesada, más áspero (que antes), inexorable.17 Cruel, tenaz, inflexible, obstina-da.18

10. db;[' [`äbad]. Ya definido. 11. %r,P, [perek]. Ya definido.

Traducción literal

Vers. 11: Pusieron sobre él funciona-rios de grupos de siervos (~ySimi) [missîm]) con propósito de reducirlo (At-NO[; [`annötô] [pi’el]) a trabajos forzados (~t'l{b.siB.) [Büsiblötäm] y construir ciudades de almacén para Faraón, Pi-tom y Ra‘amses.

Vers. 12: Pero cuando lo oprimían (WN[;y> [yü`annû] [pi’el]) así [más] se mul-

9 Ídem. Entrada 1553. 10 GESENIUS, op. cit, pág. 712. 11 SCHOEKEL, op. cit, pág. 514. 12 GESENIUS, op. cit, pág. 827. 13 SCHOEKEL, op. cit, pág. 598. 14 GESENIUS, op. cit, pág. 600. 15 SCHOEKEL, op. cit, pág. 435. 16 GESENIUS, op. cit, pág. 904. 17 SCHOEKEL, op. cit, pág. 652. 18 HARRIS, R. Laird; ARCHER, Gleason L. (Jr); WALTKE, Bruce K. Op. Cit. Entrada 2085.

tiplicaba y se expandía (#rop.yI) [yipröc].19 Y los aborrecían (WcqUY"w:) [wayyäquºcû] delante de los hijos de Israel.

Vers. 13: Y los hacían trabajar (Wdbi[]Y:w: [way-ya`ábidû] [hifil]) Egipto a los hijos de Israel con crueldad (%r,p'(B.).

Vers. 14: Y les amargaron muchísimo (Wrr>m'y>w: [wayümärürû] [pi’el]) la existencia con el trabajo (hd'bo[]B;) [Ba`ábödâ] [de esclavos] durísimo (hv'q' [qäšâ) en argamasa y ladrillos, y en todo trabajo (hd'bo[]B;) [Ba`ábödâ] [de esclavos] en campo abierto (hd,F'B; [BaSSädè])20 y en todos los trabajos (~t'd'bo[] [`áböºdätäºm]) que servían (Wdb.[' [`äbdû]) en ellos brutalmente (%r,p'B. [Büpäºrek]).

Estudio del contexto histórico previo

En estos pocos versos del capítulo 1 de Éxodo, vemos lo que hoy día se llama una “escalada de violencia”.

El contexto histórico es que en época de José, el pueblo de Egipto se hizo siervo de Fa-raón, a causa de la hambruna, pues José les vendía el grano,21 consiguiendo así que el país entero de Israel se sometiese a Faraón en servi-dumbre. Pero la familia de José, los hijos de Isra-el, tenía un trato privilegiado, que ni siquiera ten-ían los propios egipcios, pues comieron de balde en la sequía,22 y aún más, «la riqueza de la tierra de Egipto» era de ellos,23 esto fue corroborado por Faraón,24 José los mantuvo y les dio pan, aún cuando no había para el resto de Egipto.25

Por el contrario, cobraba a la gente de Egipto, hasta que se acabó el dinero; una vez así, se canjeó la comida por el ganado. Cuando se acabó el ganado y pasó todo a ser posesión de Faraón, solo les quedaba la tierra que también pasó a ser de Faraón, junto con el pueblo.26

19 Literalmente Explotar hacia fuera, en sentido de “explosión demográfica”. 20 Esto también hace referencia a “desprotegido”, al alcance de cualquier bestia salvaje, o de cualquier peligro por estar fuera de la ciudad, desprotegido. GESENIUS, op. cit, pág. 961. 21 Génesis 41: 57. 22 Génesis 42: 27; 44: 1. 23 Génesis 45: 20. 24 Génesis 47: 6. 25 Génesis 47: 11-13. 26 Génesis 47: 14-20.

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Una vez que todo fue «comprado… para Faraón»,27 José impuso un tributo al pueblo, el 20% de lo que produjesen era de Faraón, como pago por el arrien-do de las tierras que ahora pertenecían a Faraón, el resto era para el pueblo.28 Así pasaron todos a ser siervos de Faraón.29

Es importante notar que esa condi-ción servil de los egipcios era vigente hasta, al menos, el tiempo del Éxodo.30 A excepción de los hijos de Israel, que co-mo ya vimos, «tomaron posesión de la tierra»,31 mientras que sus anfitriones fueron desposeídos de ellas.

A esto hay que añadir un par de de-talles más, la condición que tenían los hebreos para los egipcios, no podían comer pan juntos, pues era abominación para los egipcios.32 Además, la familia de Jacob, eran pastores, cosa que también era abominación para los egipcios.33 Un último factor es la prosperidad demográ-fica de los hijos de Israel, que se multi-plicaron en gran manera.34

Con esto tenemos el panorama com-pleto que da entrada a Éxodo 1.

El contexto inmediato

Éxodo 1 comienza justo con la misma idea con que acaba Génesis, con el cre-cimiento demográfico vertiginoso de los israelitas.35 Parece que, aunque social-mente ambos grupos eran desiguales,

27 Génesis 47: 23. 28 Génesis 47: 24. 29 Génesis 47: 25. 30 Génesis 47: 26 31 Génesis 47: 27 32 Génesis 43: 32. 33 Génesis 46: 34. 34 Génesis 47: 27. 35 Éxodo 1: 7. Génesis no concluye con el texto de la “explosión demográfica”, pero sí que es la últi-ma idea aportada para el Sitz Im Leben [ubicación histórico-socio-cultural (N. del E.)], antes de narrar las genealogías, las bendiciones y la muerte de Jacob. Éxodo también comienza con una lista de nombres, y acto seguido, a la inversa de Génesis, retoma el tema del crecimiento demográfico, para continuar con el relato de la historia del pueblo de Israel.

había una “permisividad” impuesta por la corte respecto de las ventajas que gozaban los israeli-tas. Esto, indudablemente, va degenerando en xenofobia, pues como hemos visto, ya desde un principio los de origen hebreo (‘apiru) eran consi-derados de forma denigrante entre la población local, además, eran pastores de ovejas, que aún agravaba esa condición repulsiva.

El hecho de tener un crecimiento demográfico exorbitante se suma, pues parece que el índice de natalidad era superior al de los egipcios, ya que la tierra «Se llenó de ellos».36 Hasta que la situación llegó a preocupar al propio Faraón, pues él mismo dijo al pueblo que los israelitas eran más en número y más fuertes que los pro-pios egipcios.37 Es este hecho lo que preocupa, pues el motivo que origina lo descrito en los versículos 11-14 es la reducción de la población hebrea (sobre todo israelita): «para que no se multiplique».38 Esto nos da ya indicios de una especie de “exterminio controlado” de los hijos de Israel.

No parece que Faraón fuese desconocedor de José, sino que más bien pretendía obviar el pasado y sus servicios. «Hasta donde le fue po-sible, trató de enterrarlos en el olvido».39

El texto

Vers. 11 Para empezar con el “control demográfico” (por no decir exterminio xenófobo al que se llegará), hacen participar a Israel de los trabajos de servi-dumbre, en un primer intento exitoso de igualar las condiciones de ambos grupos étnicos.

Afirmo esto, pues los capataces, comisarios o jefes vertidos en nuestras traducciones, el original es rf; [Sär], que implica el oficio de funcionario estatal. Por lo tanto, al igual que el resto del país, los israelitas, pasaron a trabajar para el estado,

36 Éxodo 1: 7. Es curioso que aquí aparece daom. da{m.Bi Wmc.[;Y:w: [wayya|`acmû Bim´öd mü´öd], con la repetición se al-canza el superlativo de abundancia.: Se hicieron muy, muy numerosos (numerosísimos). 37 Éxodo 1: 9. 38 Éxodo 1: 10. 39 WHITE, Ellen G. Patriarcas y Profetas. Biblioteca del Espí-ritu de Profecía, tomo I. Oklahoma: Academy Enterprises. 1995, pág. 67. En la edición tradicional corresponde a la página 246.

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reduciendo su estatus ventajoso a una igualdad de condiciones con los egip-cios, perdiendo todos sus privilegios otorgados por José y corroborados por aquél Faraón.

La carga impuesta es trabajos tributa-rios, bien traducido en la Cantera-Iglesias y la Reina Valera Actual de 1989. Estos trabajos son los mismos con los que “pagaban” los egipcios desde que José logró comprarlos para el Esta-do. Pero esto solo era un primer paso.

El segundo paso lo vemos en la tra-ducción literal hecha más arriba, «con el propósito de reducirlo a trabajos forza-dos». Primero privación de favores, y después degradación al estatus de pri-sioneros o esclavos. Es sabido que los prisioneros de guerra, los deportados eran sometidos a este tipo de trabajo. Vemos, pues, que de privilegiados pasan a un estado de igualdad, para posterior-mente (según este manifiesto de inten-ción) ser reducidos a esclavos. Y no solo a esclavos, sino que el hebreo original se juega con el significado de este verbo, la intención es de reducirlos en estatus, pero también en número, como hemos visto hace poco. Es reducir en todos los aspectos.

Vers. 12 La situación es paradójica. «Cuanto más los oprimían, más se multiplicaba y se expandía». Ahora ya están en condicio-nes de opresión (“aplastamiento”). La paradoja surge en el texto original Lo que se intentaba hacer con el pueblo a estas alturas era reducirlo en volumen, y mentalmente como identidad ya se em-pezaba a notar el esfuerzo. Es un senti-do de “estrangular”, de “comprimir”. Pero la reacción del pueblo israelita a esta “presión”, es la contraria, #rop.yI [yipröc], literalmente “explotar demográficamen-te”; también significa “romper a través de”. La imagen es muy gráfica, es como si a Israel lo estuviesen comprimiendo con cuerdas apretándolas cada vez más, y lo único que se consigue es que Israel abra hueco entre las cuerdas, las revien-te para expandirse aún más y crecer

(algo así como las raíces de los árboles levan-

tando aceras y suelos). Esa opresión frustrada, amalgamada con las

viejas envidias y ascos sociales (origen hebreo y pastoril), acaba en un odio nauseabundo, en re-pugnancia social y racial (#Wq [qûc]). El hecho que diga «delante de los hijos de Israel», aunque parece un giro propio del lenguaje semítico, tiene su importancia. Esto vendría a decir que delante de ellos (literalmente “en su cara” [ynEP.mi] [miP-Pünê]) mostrarían su desagrado en palabras y actos que, de acuerdo a los matices de aversión vistos, ya comienzan a ser vejatorios, a ser algo personal con cada israelita. Esto toma matices de menoscabo por raza.

No hay que olvidar que todo comenzó por te-mor a la superioridad de los israelitas, y a que supieron guardar su identidad y, por lo tanto, no mezclarse con los egipcios. Ahora los egipcios los quieren hundir, y quitarles las ganas de ser lo que son, con insultos a la cara. Se convierte en

Foto: Horsch, Willy. Torá de la sinagoga Gloc-kengasse (Colonia, Alemania). <http://en.wikipedia.org/wiki/File:K%C3%B6ln-Tora-und-Innenansicht-Synagoge-Glockengasse-040.JPG> [Consulta: 16 octubre 2009]

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opresión intelectual y de identidad40 además de demográfica.

Vers. 13 La reacción es aún peor. La escalada de violencia, para Israel es una caída en espiral. «Y los hacían trabajar con cruel-dad (%r,p'B. [Büpäºrek])». De ser privile-giados, pasan a un estado de igualdad, para ser luego degradados socialmente como “esclavos”, y a continuación se les veja como personas. Ahora, su diario trabajo se torna cruel, brutal.

Vers. 14: Este versículo es el súmmum de la de-generación en el trato. «Y les amargaron muchísimo la existencia». Esto nos indi-ca que finalmente, no solo el trabajo era cruel, el trato duro y vejatorio, sino que empeoran aún más las cosas. Les amar-gan la existencia (~h,yYEx;i [Hayyêhem] de yx; [Hay]), es un intento de quitarles la personalidad, de anular su identidad co-mo pueblo anulando el individuo, más aún, las ganas de vivir. El intento frustra-do de “reducir” al pueblo extraño a Egip-to, toma cada vez rasgos más brutales y desesperados.

El medio de conseguirlo es «con el trabajo (de esclavos [hd'bo[]B;] [Ba`ábödâ) durísimo (hv'q' [qäšâ] o “más cruel” [que antes]) en argamasa y ladrillos, y en todo trabajo (de esclavos [hd'bo[]B;] [Ba`ábödâ]) en campo abier-to». De este modo se puede pretender reducir la vitalidad, en todos sus senti-dos, de los ahora esclavos.

La mención de los trabajos en el campo, indica varias cosas:

1. Su igualdad a los egipcios en cuanto a no-posesión de tierras, pues se las han quitado y las tra-bajan como siervos en principio, ahora esclavos.

2. Su trabajo tributario, muy posi-blemente con mayores cargas que los egipcios.

40 DRAÏ, Raphaël. La Salida de Egipto. Bilbao: Grafite, 2000, pág. 98-100.

3. Trabajo peligroso, por estar en un lugar desprotegido de las inclemencias del me-dio, de los peligros (si los había) de ani-males.

Respecto del punto 2, el término del versículo 11 para “funcionario” implica que el trabajo sea “tributario”. Como ya hemos visto, en tiempos de José, se pedía el 20% al pueblo como tributo o pago de arrendamiento de las tierras que pasaron a ser de Faraón. Posiblemente, a los israelitas no solo se les imponían las construcciones sino que, además, se le añadirían pesados tributos agríco-las para liberar (quizás) a los egipcios de los su-yos, y por lo tanto, superiores al 20%.

Y referente al 3, según Flavio Josefo:

«Los egipcios idearon una variedad de for-mas de afligir a los israelitas; los pusieron a ca-var un gran número de canales para el río, y a construir muros para sus ciudades y terraple-nes, de modo que pudiesen retener el río, e im-pedir que sus aguas se estancaran sobre sus bancos y rebosaran; también los pusieron a construir pirámides, y las llevaron a cabo, y les forzaron a aprender toda clase de artes mecáni-cas, y a acostumbrarlos a trabajos forzados.»41

De haber sido así, la vida de los israelitas era con razón “amarga”, pues las condiciones climáti-cas (punto 1), eran adversas, humedad en el sue-lo, calor asfixiante a mediodía en esas latitudes, sin corrientes de aire que les refresque la tez, ha de ser sin duda un trabajo que deje exhausto.42

Finalmente el versículo acaba describiendo lo que puede ser el estado más degradado de un ser humano, o al menos, lo que pretendían los egipcios que llegasen a ser los hijos de Israel. «Y en todos los trabajos en los que servían brutal-mente (%r,p'B. [Büpäºrek])». La repetición de este término puede implicar un uso cada vez más acusado de su significado, de ahí traducirlo por brutalmente. Esto comprende (dentro del espec-tro de significados) el llegar a la mínima expre-sión del ser humano, el ser “brutal”, objeto de la crueldad sin responder a ella. Como dice Dreï: «Ya no es un ser que habla, que tiene la iniciativa de la palabra… No actúa. Reacciona siguiendo la orden mecánica que se le dirige como a un cuer-

41 FLAVIO JOSEFO, Antigüedades Libro 2:9:1. 42 Cf. NICHOL, Francis D. (ed.). Comentario bíblico adventis-ta del séptimo día. Vol. 1. Pacific Press Publishing Associa-tion. Folio VIP Electronic Publishing, Folio Corporation 1992-1993, págs. 510-511.

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po privado de boca… destinado a la atro-fia del alma.»43 Es llegar al límite del sometimiento mecánico, de la pérdida de identidad, de ser autómatas biológicos. Este era el propósito de los egipcios con este proceso progresivo de extorsión y tortura psicológico-física.

El siguiente paso, el genocidio. Solo les quedaba la matanza, el matar a los niños que iban naciendo, pero eso, ya es otro tema de estudio.

Las ciudades de construcción

La construcción de las ciudades de Pi-tom y Ra‘amses es digna de tener en cuenta. No por la discusión clásica acer-ca de su situación geográfica, o de su datación, sino por la etimología de sus nombres en hebreo. Se les mandó a construir las ciudades de Pitóm (~toPi) y Ra‘amses (ssem.[;r;), y es curioso notar que es a partir de ahí donde se comien-za a deteriorar seriamente la condición y la vida de los israelitas.

He encontrado una interpretación dig-na de considerar.44 Parece que según comentaristas judíos, el original de estos nombres es Pi-Atom, significando o deri-vando de Pi-Hatehom, de Pe + Tehôm, o sea, “Boca del Abismo”. Y Ra‘amses derivaría de la raíz del verbo Ratsats, que significa “hundirse”, “descomponer-se”. Personalmente veo más lógica con “deshacerse”45 (ssm [mss]), literalmente “acabarse”, “terminarse, “desaparecer”.46 o sam [m´s] con varios significados: “despreciar”, “rechazar, “repudiar” y ra-ramente “derretir”, “deshacer”47).

Cabe la posibilidad de que los hebre-os trasladasen a su idioma los nombres de estas ciudades, dándoles un valor representativo de la realidad que vivían. De ser así, estamos ante la perspectiva de dos ciudades infierno, en las que los

43 DRAÏ, op. cit., pág. 101. 44 Véase DRAÏ, op. cit., pág. 99. 45 SCHOEKEL, op. cit, pág. 929. 46 Ibídem, pág. 593. 47 Ibídem, pág. 375

hebreos veían la “boca del abismo”, quizás la entrada al “seol”; y la ciudad del rechazo, del desgaste, una ciudad donde se “deshace el pue-blo”. Según la tradición judía, Ra‘amses era una ciudad donde los edificios se “deshacían” o de-rrumbaban a medida que se iban edificando, por culpa de los planos mal hechos adrede por los egipcios, para desgastar al pueblo israelita en «una labor interminable y desesperante».48

Posiblemente, hoy, ante esas circunstancias de hacinamiento, de control en términos de ex-terminio y de identidad, y de trabajos forzados, las llamaríamos “campos de concentración” en su acepción más peyorativa.49

Reflexión

El pueblo de Israel era más numeroso y en mejor estado físico, económico y social que los egip-cios. ¿Cómo es que acabaron así? ¿Por qué no reaccionaron cuando tenían capacidad para ello? ¿Por qué ese mutismo subordinado?

Surge un paralelo en el tiempo, y reciente a nosotros. Los judíos siempre han sido considera-dos como muy inteligentes, fecundos en todos los aspectos, sabios en las artes, muy influyentes en todos los campos, políticos, económicos (banque-ros), sociales, etc. Han sido brillantes pensado-res, científicos, músicos, negociantes, etc. Hago mía la pregunta de Draï: «¿Cómo y por qué los judíos no opusieron resistencia a los nazis? Ellos, de quienes se sabía que tenían la influencia económica y cultural, ¿por qué no se opusieron a un movimiento que les iba a reducir, también a ellos al estado de anulación?»50

Quizá por la metodología seguida, como la típica ilustración de la rana en la olla hirviendo, y la rana en la olla que se va calentando poco a poco… ¿No está haciendo Sharón [Ariel Sharon, primer ministro de Israel 2001-2006 (N. del E.)] lo mismo ahora en sentido contrario?

48 DRAÏ, op. cit., pág. 108 49 Ibídem, pág. 99. Aunque con menos matices semánticos. 50 Ibídem, pág. 102.

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El malentendido de la iglesia Fritz Guy profesor de teología Estados Unidos de Norteamérica En el año 1980 Fritz Guy, por aquel entonces profesor de teología en la Andrews University (posteriormente, en 1991, fue rector de la Universidad La Sierra en California, en la actualidad ya está retirado) publicó en la revista Ministry este artículo que a pesar de haber ya transcurrido 28 años desde su publicación, la totalidad del contenido continúa siendo vigente. Título original: «The misunderstanding of the church». Ministry (agosto 1980), págs. 8-10. (En línea: <http://www.adventistarchives.org/docs/MIN/MIN1980-08/index.djvu> [Consulta: 30 octubre 2009]). ® Ministry, International Journal for Pastors, www.MinistryMagazine.org. Reproducido con permiso de los editores.

El malentendido es serio y gravoso, pero no incurable; el mejor modo de remediarlo es identificar y luego vivir algunas de las potencialidades de la iglesia como confraternidad, como comunidad de la fe y del Espíritu. El título de este artículo es intencionadamen-te ambiguo. Por una parte, podría hacer refe-rencia a un malentendido acerca de la iglesia y, sin duda, existe cierto número de ideas erróneas sobre la iglesia cristiana en general, y especialmente sobre la Iglesia Adventista del Séptimo Día. Por otra parte, el título pue-de referirse a cierto equívoco que tiene la propia iglesia. Después de todo, esta no po-see una sabiduría perfecta.

En realidad, el título está pensado para in-cluir ambos sentidos, un malentendido con-cerniente a la iglesia, y un malentendido que la iglesia tiene. Pero, de hecho, los dos son un solo malentendido, pues una de las carac-terísticas del adventismo contemporáneo es el malentendido de la iglesia acerca de sí misma.

Profesionalización de la iglesia

Este malentendido brota de nuestra tenden-cia a considerar a la iglesia primariamente como una organización o una institución, más que como una confraternidad o una comuni-dad de la fe y del Espíritu1 (sentido original de ‘iglesia’ en el Nuevo Testamento).2 Tres fenómenos confirman la realidad de este ma-lentendido. El primero es la profesionaliza-ción de la obra de la iglesia. Casi todas las actividades importantes de la iglesia son ejer-cidas por personas empleadas por la iglesia, es decir, el clero.

1 Ver KRAUS, C. Norman. The Community of the Spirit. Grand Rapids: Eerdmans, 1974. 2 Ver, por ejemplo, BRUNNER, Emil. The Christian Doctrine of the Church, Faith, and the Consummation. Filadelfia: Westminster, 1962, págs. 19-47; BERKOU-WER, G. C. The Church. Grand Rapids (Michigan): Eerdmans, 1976, págs. 77-102.

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Consideremos, por ejemplo, los procesos de toma de decisiones. ¿Cuántos miembros de los consejos de la Asociación General, o de los consejos de las típicas uniones o aso-ciaciones no pertenecen al colectivo pastoral ni son empleados de la iglesia?3 En un paso adelante, destinado a ampliar la representa-ción en el Congreso de la Asociación General de Dallas, de 1980, el Consejo Anual de 1978 aprobó que «al menos un 10% de los delegados de las divisiones deberían estar compuestos por mujeres, jóvenes y miem-bros de iglesia no empleados en la denomi-nación».4 Esto constituía una apreciable me-jora de la situación respecto a Viena en 1975, pero nueve décimas partes de los de-legados seguirán siendo empleados remune-rados de la iglesia.

No menos significativos son los roles res-pectivos del pastor y los fieles, no en la teor-ía, sino en la vida real de las congregaciones adventistas. La impresión general es que el papel de los miembros es apoyar a su pastor para hacer la obra de la iglesia. Por ejemplo, cuando un pastor dirige un programa de reu-niones de evangelización, se necesita que los miembros –y es lo que se espera de ellos– apoyen la campaña con su asistencia, trayendo a amigos, recibiéndolos, con inter-venciones musicales, etcétera. Y claro, además los miembros apoyan la obra global de la iglesia con sus diezmos y ofrendas.

Aunque este cuadro parece bastante natu-ral porque nos resulta familiar, el verdadero papel de los miembros, según las Escrituras, no es asistir a los ministros de la iglesia en el desempeño de su trabajo; más bien son los ministros quienes tienen la función de ayudar a los miembros a hacer el trabajo de estos. Puesto que la “iglesia son las personas”,5 no es admisible que entreguen sus responsabili-dades en manos de un equipo de profesiona-

3 Hay al menos una excepción al patrón general: la Asociación de Potomac, cuyo consejo ejecutivo incluye igual número de ministros y de laicos. 4 1978 Annual Council of the General Conference Committee, General Actions, Washington, D.C., pág. 17. 5 Ver OOSTERWAL, Gottfried. «The Church Is the People». Insight (30 octubre 1973), págs. 12-15, y (6 noviembre 1973), págs. 15-18.

les a quien han contratado para hacer el tra-bajo por ellos.

Centralización y burocracia

Un segundo fenómeno que revela el malen-tendido básico de la iglesia es su centraliza-ción y consiguiente burocratización. Entre los administradores de la iglesia, los pastores y las personas en general dentro del adventis-mo está ampliamente extendida la idea de que, para todos los propósitos prácticos, cuando habla la Asociación General es de hecho la iglesia la que habla. Así, cuando hace unos años se sintió la necesidad de una declaración acerca de la concepción adven-tista actual sobre la Creación, pareció de lo más natural que dicha declaración fuese pre-parada por responsables administrativos de Takoma Park.

Asimismo, es un hecho del ámbito organi-zativo que la centralización se acompaña de una creciente proporción de personal admi-nistrativo y promocional. En 1957, por cada diez personas empleadas por las asociacio-nes de Norteamérica como pastores, evange-listas, ministros en prácticas e instructores bíblicos, había otras siete personas emplea-das en la administración y en la promoción. En 1977 el índice era de diez a nueve. Así, de cada 100 personas empleadas directa-mente por las asociaciones y uniones (sin contar a los empleados en instituciones médicas y educativas), 52 estaban “sobre el terreno”, mientras 48 realizaban trabajo ad-ministrativo y promocional. Por supuesto, estas cifras están basadas en los totales de todos los empleados de asociaciones, lo que incluye a personal ordenado y no ordenado.6

Cuantificación de objetivos

El tercer fenómeno que revela un malenten-dido de la iglesia es la cuantificación de sus

6 Ver el análisis de los así llamados “obreros evangéli-cos” (que incluyen personal administrativo y promocio-nal en las asociaciones, pero excluyen el personal institucional) en los Annual Statistical Reports de la Asociación General para los años indicados.

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objetivos: el intento de definir su éxito en términos estadísticos. Jugar a los números es un muy natural, casi inevitable, resultado de un genuino deseo de saber qué tal lo está haciendo la iglesia en la obra que Dios nos ha encomendado hacer. Dado que sabemos que nuestras sensaciones personales e im-presiones subjetivas no son lo bastante fia-bles para decirnos qué ocurre realmente, buscamos algo “objetivo” que podamos me-dir.

Pero al medir tan cuidadosamente cual-quier cosa mensurable, inconscientemente nos deslizamos hacia la falsa asunción de que lo que podemos medir más fácilmente es lo más importante. Así, es fácil que acabe-mos considerando nuestra meta la mejora de nuestras estadísticas.

Del modo más natural y a la vez más sutil, llegamos a creer que mayor significa mejor, y mejor significa mayor. Damos por hecho que la bendición de Dios es evidente en el creci-miento numérico, y que tal crecimiento es evidencia de la bendición de Dios. Cuantas más personas bautizamos, más iglesias or-ganizamos, más diezmos y ofrendas recibi-mos, más colegios, hospitales y editoriales tenemos en funcionamiento… más está ben-diciendo Dios nuestros esfuerzos y más éxito estamos teniendo en hacer su voluntad. Por otra parte, si los números no crecen, parece evidente que no estamos haciendo su volun-tad, y nuestras sensaciones van desde la intensa desilusión hasta la renovada deter-minación, o bien la profunda desesperación.

El punto al que han llegado esta situación y el grado en que nos sentimos cómodos con ella revelan que hemos malentendido grave-mente lo que la iglesia es en realidad.

El precio del malentendido

El primer coste es la posibilidad de que no estemos haciendo realmente la obra que Dios quiere que hagamos. A la luz de los valores eternos, hay buenas razones para creer que la calidad es más importante que la cantidad, y que el tipo de personas que hay en la iglesia sea más importante que cuántas somos.

Este, sin duda, parece haber sido el punto de vista de Ellen G. White. En una frase fami-liar que expresa lo que ha sido llamado “el principio de la cosecha”, el énfasis recae ob-viamente más sobre la calidad que sobre la cantidad: «Cuando el carácter de Cristo sea perfectamente reproducido en su pueblo, entonces vendrá él para reclamarlos como suyos» (Palabras de vida, pág. 47). Tampoco necesitamos preguntarnos qué se quiere decir con “el carácter de Cristo”, pues este se halla explícitamente descrito en otra impre-sionante declaración (pero por desgracia menos conocida): «La plenitud del carácter cristiano se alcanza cuando el impulso a ayudar y beneficiar a otros brota constante-mente de adentro, cuando la luz del cielo llenan el corazón y se revela en el semblan-te» (ibíd., pág. 317). No hay manera de cuan-tificar “la luz del cielo” ni de incluir “el impulso a ayudar y beneficiar a otros” en un informe estadístico. Así, uno de los peligros que afrontamos al pensar en la iglesia primor-dialmente como una organización es la posi-bilidad de que no estemos poniendo las pri-meras cosas en primer lugar, a fin de cuentas.

Otro problema radica en la circunstancia de que una iglesia simplemente no puede tener éxito como organización, sino solo co-mo fraternidad. Por su propia naturaleza, una organización está orientada hacia unas tare-as y dirigida hacia unas metas; las tareas y las metas constituyen la razón de su existen-cia. Pero a veces, lo cierto es que un enfoque de “dirección por objetivos” no funciona. Al-gunas cosas no pueden lograrse de ese mo-do. La felicidad personal, por ejemplo, no es nunca un logro directo, sino que es siempre una consecuencia. Igualmente, la eficaz co-municación del evangelio no es tanto el resul-tado de la determinación, la organización, la preparación y la puesta en marcha, como un don de la gracia. Pues, por muy diligentes que puedan ser nuestros esfuerzos, el Espíri-tu, como el viento, sopla donde quiere.

Un tercer problema es la posibilidad de que la preocupación por el éxito organizativo (i.e., estadístico) sea un tipo de “justificación por obras”. Para la iglesia, como para su pueblo individualmente, existe un peligro es-piritual en preocuparse demasiado sobre

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cómo lo estamos haciendo. La iglesia puede llegar a estar obsesionada con “tomarse la temperatura” cuando debería centrarse pri-mariamente en el amor de Dios y secunda-riamente en las tareas que tiene justo delante de sí, dejando a Dios ocuparse de los resul-tados. Deberíamos concentrarnos en “hacer la obra de Dios”, buscando oportunidades de hacer visible y eficaz el amor de Dios, y su voluntad clara y apremiante por medio de palabras apropiadamente corteses y de ac-ciones meditadas, y dejándole a él la “termi-nación del trabajo”.7

Un cuarto problema es casi demasiado delicado como para mencionarlo: la posibili-dad de que seamos insinceros con nosotros mismos y unos con otros, fingiendo estar haciendo las cosas mejor de lo que las hacemos, pues no podemos afrontar la idea de que Dios no esté bendiciendo nuestros esfuerzos. Debido a nuestra identificación de las bendiciones de Dios con el crecimiento numérico, nos resulta casi imposible admitir (en sesiones de obreros de asociaciones, en reuniones de distrito, o incluso en conversa-ciones informales) que nuestro trabajo ha tenido poco éxito si es que ha tenido alguno estadísticamente documentable. Por eso, a menudo nos complacemos en una ilusoria manera de pensar y en la “aritmética evan-gelística”.

Mientras pensemos primordialmente en la iglesia como en una organización, estas fu-nestas posibilidades seguirán ante nosotros. Siempre las tendremos delante, y a veces sucumbiremos a ellas.

Al tratar de comprender nuestro malen-tendido de la iglesia, resulta valioso conside-rar algunos factores que han contribuido a su desarrollo. En primer lugar, es fácil pensar en la iglesia en términos organizativos porque es una organización y no se puede evitar, de manera satisfactoria, que lo sea. Entre nues-tros antepasados adventistas, hubo mucha discusión sobre este asunto mismo de la or-ganización. Algunos objetaron enérgicamen-te que la organización era un rasgo carac-

7 Para la relevancia de la diferencia entre “hacer el trabajo” y “terminar el trabajo”, estoy en deuda con mi colega Robert M. Johnston.

terístico de “Babilonia”, la iglesia del anticris-to. Advertían de que establecería «un trono sobre el que el hombre de pecado podría sentarse».8 En cierto sentido, tenían razón. La organización es siempre peligrosa, y a menudo subversiva, para la religión. Pero el hecho de que la organización sea inevita-blemente arriesgada no significa que poda-mos arreglárnoslas sin ella. Tampoco signifi-ca que la organización sea una pura bendición. Es, ciertamente, un riesgo que debemos correr, pero mientras lo estamos corriendo no debemos olvidar que sin duda es un riesgo. El riesgo viene del hecho de que, debido a que reconocemos que una iglesia es necesariamente una organización, tendemos a suponer que es fundamental-mente una organización.

La organización hace por la iglesia lo que el esqueleto hace por el cuerpo humano. Una persona no podría funcionar sin sus huesos. Pero si se le dijera que lo realmente atractivo de ella era su esqueleto, probablemente con-sideraría el comentario como una especie de chiste, o se sentiría insultada. Del mismo modo, lo que es importante en relación con la iglesia no es su organización sino su fraterni-dad, su experiencia de comunidad, y lo que ocurre entre las personas que se pertenecen unas a otras en Cristo.

Hay otras dos destacadas razones de nuestra tendencia a pensar en la iglesia en términos organizativos. El adventismo siem-pre se ha caracterizado por un fuerte sentido de la misión y de la urgencia, una convicción de que hay un trabajo que hacer. Y si hay un trabajo que hacer, la mejor manera de hacer-lo es organizándose en alguna medida. Pla-nificando y trabajando juntos, combinando sus recursos y sus talentos, las personas pueden hacer cualquier cosa que necesiten –incluyendo la difusión del mensaje adventis-ta– de un modo más eficaz que lo pueden hacer como individuos aislados. Cualquier religión necesita algún tipo de organización para sobrevivir, y una religión activista (como el adventismo) siente esta necesidad de or-

8 SPALDING, Arthur W. Origin and History of Seventh-day Adventists. T. 1. Washington, D.C.: Review and Herald, 1961, págs. 300-302.

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ganización mucho más agudamente que una religión quietista.

Adicionalmente, el adventismo moderno emergió y se desarrolló primeramente en los Estados Unidos de los siglos XIX y XX, don-de el progreso ha sido el lema y la produc-ción la meta. Tener las cosas organizadas y esperar resultados mayores y mejores es el American way [el estilo norteamericano por excelencia]. La noción de que “lo pequeño es hermoso” es una idea muy reciente, con poca evidencia de que se la esté tomando en se-rio.9 Para la Iglesia Adventista del Séptimo Día haber nacido en Estados Unidos puede ser visto como providencial, pero también deberían tenerse en cuenta sus consecuen-cias duraderas.

Hasta aquí no hay “villanos” en esta histo-ria. Más bien, el malentendido de la iglesia parece ser el inevitable resultado de la natu-raleza misma de las cosas: la tentación de tomar el camino fácil. Es siempre más fácil “dejar que George lo haga”, especialmente si George se ha formado para ello y le pagan por hacerlo. En este caso, por supuesto, la idea es “dejar que el pastor George lo haga”. Y, desafortunadamente, a menudo es más fácil para el pastor George hacerlo él mismo que persuadir a los santos reacios de que lo hagan (incluso si él realmente cree que son ellos los que deberían hacerlo). Por eso, en una congregación tras otra, todo el mundo alegremente sigue haciendo realidad el ma-lentendido de la iglesia sobre sí misma. Al pastor se le paga por hacer el trabajo de la iglesia, la gente provee fielmente el dinero y el apoyo moral, y la iglesia funciona como una organización más o menos eficiente. Pero eso no es lo que la iglesia estaba pre-visto que fuese y no es lo que la iglesia de-bería continuar siendo.

Remediar el malentendido

La mejor manera en que podemos remediar el malentendido es identificar y luego vivir algunas de las potencialidades de la iglesia

9 Ver SCHUMACHER, E. F. Small Is Beautiful. Nueva York: Harper & Row, 1973.

como fraternidad, como comunidad de fe y del Espíritu.

Tal fraternidad y experiencia de comuni-dad no es solo una cuestión de proximidad espacial, de estar en el mismo sitio al mismo tiempo, como los dólares en el cestillo de las ofrendas. Es una cuestión de saber que nos pertenecemos unos a otros porque pertene-cemos al mismo Señor. En esta “pertenencia” hay una seguridad, un “sentirnos como en casa”. La iglesia nunca es vista como “ellos” (el pastor, los ancianos, el consejo de iglesia, o los obreros de las uniones, asociaciones y Asociación General). La iglesia es siempre vista como “nosotros”.

Una iglesia es una confraternidad de amor. En los primeros días del cristianismo, cuando era el tipo de minoría que el adven-tismo es ahora, los paganos que conocían a los cristianos exclamaban unos a otros: «Cómo se aman, y qué listos están a morir unos por otros».10 Este tipo de amor que se entrega a sí mismo es, por supuesto, preci-samente lo que Jesús había demostrado y luego formulado en su “nuevo mandamiento”: «Que os améis unos a otros, así como yo os he amado» (Juan 13: 34). Y él predijo que esta sería su identificación: «En esto cono-cerán todos que sois mis discípulos, si os amáis unos a otros» (versículo 35).

Ocurrió en los primeros siglos del cristia-nismo y puede ocurrir ahora en el adventis-mo. Una iglesia adventista puede ser una confraternidad de personas que conocen el cumplimiento mutuo del amor que se entrega a sí mismo, una comunidad en la que los distanciamientos y las hostilidades tan típicas de nuestro mundo puedan ser superadas, una hermandad tan gratificante y valiosa que nadie quisiera jamás abandonarla. Una igle-sia adventista puede ser una fraternidad en la que cada persona sea respetada en su singularidad, no solo aceptada, sino valorada por lo que solo ella puede aportar a la expe-riencia de sus hermanos y hermanas en Cris-to; una fraternidad en la que las diferencias de raza, cultura, vocación, edad, tempera-mento y posición económica no sean motivos de separación o de recelo, sino oportunida-

10 TERTULIANO, Apología 39.7.

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des para enriquecer la calidad de nuestra vida en conjunto.

Una iglesia es también una fraternidad de ministerio. Una iglesia que es una fraternidad de amor no se conforma con vivir solo para sí; insiste en comunicar el amor a los demás. Si una iglesia es genuinamente una fraterni-dad de amor, es también –y por esa misma razón– una fraternidad de ministerio.

Una parte de este ministerio es el servicio. Una fraternidad de amor y ministerio quiere dar al mundo más de lo que obtiene del mundo. Otra parte de este ministerio es pro-clamación y testimonio, hablando entusiásti-camente acerca del amor de Dios y su perdón, y de su voluntad y sus demandas. Así pues, una fraternidad de amor y ministe-rio quiere comunicar las buenas nuevas de Cristo, del sábado y de la esperanza en la Segunda Venida.

En un ministerio como este, todo el mundo está implicado; nadie queda fuera, pues to-dos tienen algún don para el ministerio. El Nuevo Testamento deja claro que no es solo el pastor quien ha de servir, enseñar e invitar. La función especial del pastor es algo así como la de un entrenador que muestra a los jugadores lo que han de hacer, que les ayu-da a desarrollar las aptitudes apropiadas, que planifica la estrategia más eficaz, que los anima y los inspira. Pero el pastor-entrenador no es la estrella del partido; son los miem-bros del equipo los que marcan los goles, encestan las canastas y anotan los ensayos.

Así que el malentendido de la iglesia no es incurable. Cuando el adventismo llegue a ser este tipo de fraternidad y comunidad de amor y ministerio, no nos inclinaremos a pensar en la iglesia fundamentalmente como una organización. Pues estaremos cautiva-dos por el sorprendente poder de la gracia mientras nuestro amante Dios actúa para finalizar su obra en este mundo

traducción Juan Fernando Sánchez Peñas

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EL CRISTIANISMO: UNIDAD Y DIVERSIDAD

Una historia de las divisiones del cristianismo

AUTOR: Josep Antoni Álvarez Número de páginas aprox.: 225 Tamaño del libro: 145 X 210 mm

SUMARIO CAPITULO 1: El cristianismo CAPITULO 2: Orígenes del cristianismo CAPITULO 3: Las primeras divisiones: desde la con-versión de Constantino al Concilio de Calcedonia CAPITULO 4: El Gran Cisma De Oriente CAPITULO 5: La Iglesia Occidental a finales de la Edad Media (siglos XI-XV)

CAPITULO 6: La Reforma CAPITULO 7: El cristianismo desde la Ilustración a nuestros días CAPITULO 8: El movimiento ecuménico Apéndice 1: La Biblia en la historia del cristianismo Apéndice 2: El cristianismo en España Cronología

JUSTIFICACIÓN DE LA OBRA: Texto escolar para impartir la clase de religión para alumnos de ESO y BUP con un prisma cristiano no católico. En la actualidad no se dispone de ningún texto en español para enseñar la asignatura de religión que no sea de un autor católico.

BENEFICIARIOS DE LA OBRA: Alumnos de educación secundaria de habla hispana (Es-paña, Latinoamérica, Guinea Ecuatorial). Jóvenes que necesitan conocer los orígenes y forma-ción de sus creencias.

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ACTIVIDADES Colorea Sigue la línea Recorta y pega Busca y encuentra Haz tu dibujo Inventa tu propia historia Cosas para hacer Teatro Juegos

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Música… ¿Para qué? Francisco Domènech músico (València) En el año 1991 Francisco Domènech, profesor de música, publicó en la Revista Adventis-ta [Madrid] una serie de cuatro artículos a propósito de la música y los cristianos. Dado el elevado interés y rigor de lo expresado en dichos artículos los reproducimos en Aula7 con permiso del autor y los editores. «Música... ¿Para qué?». Revista Adventista (Madrid), marzo 1991, p. 10-11. «Música... ¿Por qué?». Revista Adventista (Madrid), abril 1991, p. 18-20. «Música... ¿Cuál?». Revista Adventista (Madrid), 1ª parte: mayo 1991, p. 20-22; 2ª parte: junio 1991, pág. 22. «Música... ¿Y ahora qué?». Revista Adventista (Madrid), agosto-septiembre 1991, p. 7-9. La música parece algo consustancial con la actividad humana. Se hace difícil pensar en madres que no cantan a sus hijos, en ena-morados sin canciones de amor, en trabajos sin cantos espontáneos, en fiestas sin envol-tura musical, en movimientos de masas –sean políticos, deportivos o religiosos– sin música. Y hoy, más que nunca, la música es como una marea imparable, que avanza im-perturbable y poderosa, sumergiendo o en-volviendo todo cuanto halla a su paso. La encontramos –además de donde solía en-contrarse– en el supermercado, en el dentista, en el restaurante, en el au-tobús, en el avión, en programas de radio y televisión cumpliendo muy diferentes funcio-nes, y hasta –quisiera yo saber por qué– ¡en el campo y en la playa! Se dispone además de walkmans para facilitar al ciuda-dano abordar cualquier entorno y actividad sin correr el riesgo de quedar temporalmente «desmusicalizado». Se usa para comunicar y ambientar, para relajar y animar, para escu-charla y para que simplemente haga com-pañía. La usan los políticos y religiosos,

negociantes e idealistas, showmen y artis-tas. Pocas actividades humanas mueven ac-tualmente tanto dinero corno la industria del disco. Y pocos seres humanos consiguen congregar tantos seguidores, ni mantenerlos tanto tiempo en tan unánime devoción como los músicos del momento.

Sin embargo, tanta superabundancia de música no parece correr pareja con dosis proporcionales de reflexión sobre la razón para su consumo. El hombre actual resulta ser, muchas veces, consumidor obligado, pasivo e irreflexivo de música. En otras –como cuando conecta la radio y se abando-na a su programación–, se convierte en consumidor voluntario, pero igualmente pasivo e irreflexivo. En ocasiones llega a ser consumidor voluntario y reflexivo, aunque su reflexión no llegue a motivos más profun-dos que los de Sansón: «...porque esta agradó a mis...» oídos. Pocos piensan si la música podría ofrecer algo más que un di-vertimento insustancial o que una temporal huida de la realidad.

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¿Hay algo más?

Sin embargo, en todas las épocas y culturas ha habido quienes han creído encontrar en ella valores que merecían mayor consi-deración.

Nueve siglos antes de Cristo, «cuando el espíritu malo de parte de Dios venía sobre Saúl, David tomaba el arpa y tocaba con su mano; y Saúl tenía alivio y estaba mejor, y el espíritu malo se apartaba de él.»1

En el siglo IV antes de Cristo, Aristóteles apreciaba que «nunca cambian los estilos musicales, sin que los principios del Esta-do se modifiquen»,2 por lo que preconizaba que la música fuera considerada como una cuestión de Estado.

El Li-Ki, obra clásica de la filosofía china, declara que «...por eso estudiamos los soni-dos para conocer los cantos, los cantos para conocer la música, y la música para gobernar».3

Martín Lutero afirmaba que «la música go-bierna el mundo». Y por ello establecía con toda convicción que «un maestro de escuela debe saber cantar; de lo contrario no me in-teresa».4

Andrew Fletcher, político escocés del siglo XVIII, recordaba mientras suspiraba por la independencia de su país que «conocía a un hombre muy sabio que creía que si un hombre pudiera hacer todas las canciones, no tendría que preocuparse de quién hiciera las le-yes».5

Hit Parader, revista musical relacionada con el Movement americano durante los turbu-lentos años 60, aleccionaba: «Suponed que queréis haceros con el control de un país. Podéis hacerlo sin disparar un solo tiro. Usad la música popular. Digamos que queréis con-trolar los Estados Unidos. Empezad tra-bajando sobre las mentes impresionables de los estudiantes de institutos y universidades. Podéis influir sobre ellos, con mensajes suti-

1 1 Samuel 16: 23 2 FORNS, J. Estética aplicada a la música. Madrid, 1975. 3 Ibíd. 4 FORNS, J. Historia de la música. Madrid, 1948. 5 Stevenson Book of Quotations. Nueva York: Dood-Mead Inc., 1958.

les llevados por lo que ellos consideran su propia música...»6

Todas esas intuiciones han adquirido ma-yor sentido a medida que la ciencia encontra-ba relaciones entre el sonido y sus efectos sobre los seres vivos. A nadie se le escondía el hecho de que los estados de ánimo pod-ían ser afectados por la música: ¿Quién no habrá visto niños echados en el suelo, relaja-dos, dispararse al unísono como catapultados por un solo resorte, en el mismo momento en que la música cambiaba?

Hoy se sabe que también la resistencia muscular, la agudeza de los sentidos, los refle-jos, la coordinación, el metabolismo y otras muchas funciones controladas por el sistema endocrino, la disposición al aprendizaje, la capacidad de razonamiento, el rendimiento mental... pueden ser igualmente afectados por la música. Por ponerlo en palabras de un hombre de ciencia contemporáneo, «es difícil encontrar una función del cuerpo humano que no pueda ser afectada por la música».7 Estu-dios recientes realizados sobre madres ges-tantes confirman la idea de que aún la música “escuchada” antes del nacimiento, influye en el ulterior desarrollo físico y afectivo del niño.8

Con ser importante lo anteriormente rese-ñado, tal vez no sea todo lo que la música puede dar. En The American Journal of Psy-chiatry podemos leer la siguiente declaración: «La música puede ser calmante o vigorizan-te, ennoblecedora o vulgarizante, filosófica u orgiástica. Tiene poder para el mal, y tiene po-der para el bien.»9 Tal declaración, de obvias implicaciones éticas, no nos puede pasar in-advertida a nosotros, cristianos, que creemos –porque así lo enseñó nuestro Maestro–, que somos responsables ante Dios y ante los hombres del uso y rendimiento de lo que manejamos. Llegados a este punto, creo que bien merece la pena echar una ojeada a lo que sobre música ha dejado escrito quien

6 Hit Parader, marzo 1968 7 PRODOLSKY, E. Music for Your Health. Nueva York: Bernard Ackerman Pub. 8 Véase VERNY, Thomas. La vida secreta del niño antes de nacer. Barcelona: Argos Vergara, 1982. 9 HANSON, H. The American Journal of Psychiatry. Vol. 99.

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Dios designó para orientarnos en estos últi-mos tiempos.

Ellen G. White y la música

Las declaraciones de Ellen G. White sobre la música producen una cierta sorpresa. Por-que no habla de ella como quien la acepta o rechaza sin reservas. Tampoco como si la aceptara o rechazara con matices. Habla de ella como de dos cosas diferentes. O como dos personas igualmente entusiastas o ve-hementes, la una en aceptarla, la otra en re-chazarla. Algunos ejemplos: «...destinada a elevar el pensamiento a

temas nobles, a inspirar y elevar el alma.»10 // «... deprava la imaginación y degrada la moral.»11

«...es una gran bendición.»12 // «... es una terrible maldición.»13

«…proseguid, cantando y entonando me-lodías.»14 // «...aunque son cristianos pro-fesos, deshonran a Dios y a su fe... con la música.»15

«... es una oración.»16 // «…es el ídolo adorado por muchos cristianos profesos observadores del sábado.»17

«... sonidos que elevaban su mente al Autor de todo lo bueno.»18 // «...sonidos... que apartaban la mente de Dios.»19

«... una conexión viva con Dios en cantos de alabanza.»20 // «Satanás... puede hacer de la música el medio para tener acceso a la mente.» 21

«... uno de los instrumentos de Dios en la obra de salvar almas.»22 // «... uno de los

10 WHITE, Ellen G. La educación, p. 163. 11 WHITE, Ellen G. El hogar adventista, p. 469. 12 Ibíd., p. 371. 13 Ídem. 14 WHITE, Ellen G. Mensajes selectos. T. 2, p. 278. 15 WHITE, Ellen G. Mensajes para los jóvenes, p. 294. 16 WHITE, Ellen G. La educación, p. 164. 17 WHITE, Ellen G. Mensajes para los jóvenes, p. 293. 18 WHITE, Ellen G. Patriarcas y profetas, p. 697. 19 WHITE, Ellen G. Testimonies. T. 1, p. 510. 20 WHITE, Ellen G. El evangelismo, p. 363. 21 WHITE, Ellen G. Mensajes para los jóvenes, p. 283. 22 WHITE, Ellen G. El evangelismo, p. 362.

más atrayentes instrumentos de Satanás para hacer caer a las almas.»23

«... asciendan hacia Dios gloriosas ar-monías como ofrenda aceptable.»24 // «Los cantos y la música de instrumentos... son una ofrenda a Satanás.»25

«Los himnos de alabanza... son ins-trumentos designados por Dios para pre-parar un pueblo para la iglesia de lo al-to.»26 // «¿Cómo puedo soportar el pensa-miento de que la mayoría de los jóvenes de esta generación no alcanzarán la vida eterna? ¡Ah! ¡Que enmudezcan sus ins-trumentos musicales, y que no pierdan más tiempo precioso satisfaciendo su propia vanidad.»27 Personalmente, me siento sobrecogido

cada vez que leo este último pensamiento. Me pregunto si somos plenamente conscien-tes del valor de lo que hacemos cuando producimos música, o cuando realizamos algo tan rutinario y simple como pulsar un botón. Pero volvamos a otro párrafo de la misma pluma. Un párrafo que habla de la música en nuestros hogares cristianos. De lo que podría llegar a ser. Y de lo que muchas veces es: «Me siento alarmada... La introduc-ción de la música en sus hogares, en vez de inducirles a la santidad y a la espiritualidad, ha contribuido a distraer de la verdad sus espíritus.»28

Dos posibilidades. Dos resultados re-ales, más bien. Dos situaciones que deber-ían hacernos pensar qué aporta la música a nuestra vida, la de nuestros hijos, nuestras escuelas, nuestra iglesia...

A modo de final

Me gusta constatar que en terreno secular podemos encontrar las mismas ideas que en los escritos de Ellen G. White, aunque el len-guaje empleado sea diferente. Las siguientes observaciones son de una mujer de amplia y

23 WHITE, Ellen G. Mensajes para los jóvenes, p. 293. 24 WHITE, Ellen G. El evangelismo, p. 368. 25 WHITE, Ellen G. Mensajes para los jóvenes, p. 380. 26 Ibíd, p. 263. 27 WHITE, E. G. Testimonies. T. 2, p. 144. 28 WHITE, E. G. El hogar adventista, p. 370.

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positiva experiencia en el tratamiento de per-turbaciones físicas, mentales y afectivas, por medio de la música: «Las fuerzas instintivas del sexo, la agresión y la destrucción, pueden ser despertadas por la música en un grado indominable... A otro nivel [la música] parece poseer un carácter ético que puede influir el desarrollo de una personalidad sana.»29 Le-yendo la obra de J. Alvin, observamos fácil-mente que su pensamiento está muy lejos del pensamiento reli-gioso. Y del teórico. El suyo es un pensa-miento secular basa-do en la observación, la experimentación y la actividad clínica. Y coincidente con el de Ellen G. White en el sentido de que la música es un elemen-to poderoso para rebajar la vida al simple nivel de los instintos, o para do-tarla de equilibrio; para despertar lo pri-mario y animalesco, o lo elevado y genuina-mente humano –¿o lo llamaríamos di-vino? –. ¿Qué hacer ante un medio tan poderoso para el bien y para el mal? Te-nemos el consejo inequívoco de Ellen G. White: «Hagamos cuanto esté de nues-tra parte para hacer música en nuestro hogar...»30 Tomémos-lo. Con verdadera y cuidadosa considera-ción. Sin perder de vista que... música sí. Pero, ¿para qué?

29 ALVIN, J. Musicoterapia. Buenos Aires: Paidós, 1967 30 WHITE, Ellen G. Conducción del niño, p. 496.

Foto: Ellen G. White. Center for Adventist Re-search Photograph Database. Biblioteca Andrews University. <http://www.andrews.edu/library/car/photos/showrec.cgi?01037> [Consulta: 16 octubre 2009]

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Música… ¿Por qué? Francisco Domènech músico (València) La lectura de los textos inspirados muestra que una de las preocupaciones de Dios ha sido la educación de su pueblo.1 Elemento imprescindible de la educación es la ins-trucción. Y Dios quiso que esa instrucción no fuese ocasional y esporádica sino metódi-ca y sostenida: «Estos son los mandamien-tos, los preceptos y las normas que Jehová vuestro Dios ha mandado enseñaros para que las pongáis en práctica en la tierra que vais a poseer... Las repetirás a tus hijos, se las dirás tanto si estás en casa como si vas de viaje, cuando te acuestes y cuando te levantes; las atarás a tu mano como se-ñal, como un recordatorio ante tus ojos; las escribirás en las jambas de tu casa y en tus puertas.»2 Tal avalancha de información po-dría parecer suficiente para hacer del suyo un pueblo plenamente convencido y capaci-tado para vivir en sus principios. Sin embar-go, Dios mismo suscitó otro elemento de instrucción: «Por indicación divina se expre-saban también los mandamientos dados desde el Sinaí, con la promesa del favor de Dios y el relato de los milagros que hizo pa-ra librarlos, en cantos acompañados de música instrumental...»3

¿Por qué querría Dios que su ley y sus promesas estuvieran envueltas en música, si previamente había dado instrucciones

1 Para entender el concepto de “educación” convendría leer el primer párrafo de WHITE, Ellen G. La educación. 2 Deuteronomio 6: 1, 7-9. 3 WHITE, Ellen G. La educación, p. 36.

para que las mismas fueran explicadas y repetidas de manera constante y permanen-te? ¿No era esa instrucción suficiente para que fuera recordada, comprendida y acepta-da?

Una ojeada al cerebro

A lo largo de los siglos, a muchos in-vestigadores les ha intrigado el hecho de que el cerebro humano presentara el aspecto de dos mitades diferenciadas, pero simétrica-mente iguales. Tal particularidad morfológi-ca sostuvo durante mucho tiempo la teoría de que el cerebro constaba de dos hemis-ferios iguales, tanto morfológica como fun-cionalmente. Algo así como si la naturaleza nos hubiera dotado de dos cerebros, uno «titular» y otro «reserva» para entrar en juego en caso de grave lesión del primero.

La teoría comenzó a erosionarse cuando, en la segunda mitad del siglo XIX, Paul Broca observó que las lesiones del hemisferio cerebral izquierdo solían producir trastornos en el habla, y que tales trastornos no se pro-ducían si las lesiones se localizaban en la misma zona del hemisferio derecho. Avances técnicos permitieron desde enton-ces profundizar significativamente en los misterios del cerebro, identificando zonas concretas en las que se asentaban funciones cerebrales determinadas, sin que tales zonas

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parecieran estar duplicadas a uno y otro lado del cerebro.

A principio de la década de 1960, Roger Sperry, buscando un tratamiento quirúrgico para enfermos incurables de epilepsia rea-lizó sus primeras comisurotomías en seres humanos. La operación consistía en sec-cionar el corpus callosum, y por lo tanto las más de doscientos millones de fi-bras nerviosas que intercomunican los dos hemisferios cerebrales. El procedi-miento facilitó indirectamente el estudio del funcionamiento de cada uno de los hemisferios cerebrales, al quedar estos, en los pacientes así tratados, incomunicados entre sí. Las capacidades de cada hemisfe-rio se revelaron sorprendentemente dife-rentes.

Explicar debidamente el funcionamiento de cada hemisferio cerebral en unas pocas líneas es imposible. Pero a modo de simplifi-cación es válido decir que el hemisferio iz-quierdo analiza, deduce, razona, procesa la información de manera lógica, mientras que el hemisferio derecho intuye, fantasea, bus-ca pautas, percibe formas, colores, sonidos, y procesa la información de manera sensi-ble. En palabras de Linda Verlee Williams, de la Universidad de Berkeley: «las recien-tes investigaciones sobre los hemisferios del cerebro nos han permitido averiguar que disponemos de dos medios diferentes y. complementarios de procesar informa-ción».4 O como diría Michael Gassanega, neurofisiólogo del Centro Médico Cornell: «Nosotros pensamos de nosotros mismos como si se tratara de una unidad conscien-te... pero esa unidad de consciencia es realmente una ilusión».5 Para el tema que nos ocupa es interesante observar que en el hemisferio izquierdo –nuestro lado «lógi-co»– se asienta fundamentalmente nuestra capacidad de articular y de entender el len-guaje hablado, mientras que en el he-misferio derecho –nuestro lado «sensi-

4 WILLIAMS, Linda Verlee. Aprender con todo el cerebro. Barcelona: Ediciones Martínez Roca, 1986. 5 NATIONAL ACADEMY OF SCIENCES. Fires of the mind [documental audiovisual]. Pittsburg: WQED (Pennsylvania), 1989.

ble»– se procesan los estímulos mu-sicales.

Volviendo a la pregunta inicial

¿Por qué quiso Dios que tuviésemos músi-ca? Suena a presunción intentar explicar desde nuestra pequeñez los motivos divi-nos. Pero, tras admitir nuestras serias limi-taciones, ¿no parece como si Dios buscara que su enseñanza alcance nuestra totali-dad? En otras palabras, parece como si Dios quisiera evitar que nuestro lado «lógi-co» esté lleno de él y nuestro lado «sensi-ble» vacío de él –o viceversa–. Dios bus-ca que nuestra lógica y nuestra sensibilidad, ambas, estén armónica, simé-trica y equilibradamente llenas de su ense-ñanza. Si eso no sucede, si nuestro lado «lógico» está lleno de algo y nuestro lado «sensible» de un algo diferente, nuestro convencimiento nos empujará en una direc-ción y nuestro deseo en dirección diferente.

Convendría preguntarse cuál puede ser el resultado de ese conflicto. Naturalmente, no soy capaz de dar una respuesta general válida para cada caso particular. Pero, escorando ligeramente la respuesta, diría que tal vez nos falte sensibilidad ante ese problema. Que casi no nos parece un problema. Que llenar nuestra lógica un rato al día –o a la semana– del mensaje divino, y nuestra sensibilidad, cotidiana y repetidamente, del mensaje contrario, nos parece inevitable, y... lo más natural. Pero ha habido, y hay, gente consciente del problema que representa esa dicotomía mental, y del tremendo potencial que puede representar armonizar los dos la-dos de nuestra mente. En el artículo anterior se hacía referencia, entre otros a:

...Martín Lutero. ¿Recuerdan «...si un ma-estro no sabe cantar...»? Siempre hablamos de Lutero como de un reformador en su sentido teológico. Y lo fue. Pero también lo fue de la música. Su reforma de la música y su aplicación a la vida religiosa, están llenas de ideas e intuiciones que aún hoy resultan dignas de atenta consideración. A ello añadió el diseño de una eficiente estrategia desti-nada a hacer cantar el nuevo credo al pueblo alemán, recordando que «los primitivos cris-

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tianos habían superado sus luchas y marti-rios esgrimiendo, como arma inmaterial pero invencible, cánticos capaces de mantener la fe, la esperanza por encima de todas las penalidades y vicisitudes. Y sabiendo además que todo gran movimiento de masas ha de encontrar su expresión lírica adecuada si desea triunfar».6

...Andrew Fletcher. ¿Recuerdan que «...si a un hombre le fuera dado com-poner todas las canciones...»? Puedo ima-ginar a aquel luchador por la independencia de su patria sentado en lo alto de un acantila-do suspirando ante la idea: «¡Ah! Si pudiera escribir todas las canciones... Si todos los cantos hablaran de mi Escocia, de la magia de estos paisajes, del valor de nuestros héroes, de la nobleza de nuestras gentes, de la gloria de nuestro pasado, de la grandeza de nuestro propio futuro, llegaría un tiempo en que mi gente se sentiría tan definida y profundamente escocesa que no importaría que las leyes nos consideraran británicos.»

...Hit Parader, la revista de los turbu-lentos años del Movement americano. ¿Re-cuerdan que para llegar a controlar un país lo que se necesitaba era trabajar «las mentes impresionables de los muchachos de institu-tos y universidades... por medio de lo que ellos consideran su propia música»? Con la complicidad del tiempo, el éxito se daba por seguro. Y a veinticinco años de aquella afir-mación, pocas dudas hay de que no esta-ban muy equivocados. En los Estados Uni-dos ya se debate qué debe hacerse ante ciertas músicas: ¿Prohibirlas, conculcando el principio de la libertad de expresión en el país que nació para defenderla? ¿0 res-petar la libertad de expresión sabiendo que alguna expresión musical está minando y carcomiendo las bases sobre las que el país se fundó?

Un ejemplo de actualidad

La recién terminada «guerra del Golfo» [El autor se refiere a la primea Guerra del Golfo

6 FORNS, J. Historia de la música. T. 2. Madrid, 1948, p. 76.

que tuvo lugar entre 1990-1991. (N. del E.)] nos muestra otro ejemplo de lo que quere-mos decir. Durante la misma, y en las ante-riores, los medios de comunicación de los países occidentales se convirtieron en un hervidero de opiniones. En prensa, radio y televisión se debatió la conveniencia o incon-veniencia de la misma. Se habló de sus ries-gos políticos, económicos, ecológicos, milita-res, sociales... Diariamente se permitía a quienes se oponían a la guerra expresar sus razones, se informaba de manifestaciones por la paz, y aún los árabes proiraquíes –el enemigo– tenían foro abierto para expre-sarse. Y sin embargo, en ese ambiente de libertades,... ¡sorpresa! El Gobierno británico prohíbe la difusión pública de... ¡dos cancio-nes! Dos sencillas canciones pacifistas de John Lennon: Imagine y Give peace a change. ¿Por qué? ¿Era mejor la argumentación con-tra la guerra de esas dos canciones que la de los personajes especializados en anali-zar situaciones para exponerlas convincen-temente ante la opinión pública? Evidente-mente, no. Y es que, para el Gobierno británico, el problema no radicaba en la convincente «lógica» contra la guerra que esas canciones pudieran contener, sino en el estado emocional contra la guerra que esas canciones pudieran despertar. Dicho de otro modo: En las circunstancias sociopolíticas de la Gran Bretaña actual, y ante ese problema concreto, la “lógica de la guerra” se había im-puesto en todos los debates y en todos los razonamientos. Nada tenía fuerza suficiente para perturbarla en grado mínimamente sig-nificativo. Maticemos: Nada que sur-giera del lado izquierdo del cerebro. Se temía, sin embargo, que el lado derecho respondie-ra a las canciones de un músico idolatrado, creando un estado emocional contra la gue-rra capaz de hacer tambalear esa lógica de la guerra que con tanta osadía había atravesado todas las reservas del razonamiento. Estaba bien razonar, opinar y hablar contra la gue-rra. Pero era mejor que en esos días críticos no se cantara a la paz.

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Carátula del disco sencillo Imagine de John Len-non. lescharts.com <http://en.wikipedia.org/wiki/File:JohnlennonImagine.jpg> [Consulta: 16 octubre 2009]

Una última reflexión

Si unos no creyentes cuidan con tanto es-mero la información que habrá de llegar al hemisferio cerebral derecho, conscientes de su poderosa influencia en la toma de deci-siones ante los lances de la vida terrena, ¿cuánto más no deberíamos hacerlo nosotros que aspiramos a la eternidad? Dios nos ha dado, retomando las palabras de Linda Ver-lee Williams, «dos medios diferentes y com-plementarios para procesar información»: Un hemisferio cerebral izquierdo que razona y un hemisferio cerebral derecho que «esti-mula la implicación emocional»,7 capaz de envolver lo comprendido en cálidos, podero-sos y bien encauzados sentimientos perso-nales. Dos medios que, bien armonizados, nutridos con alimentos de la misma fuente, están llamados a actuar conjuntamente en nuestro favor. Pero también dos medios que nuestro descuido puede convertir en di-ferentes... y antagónicos. Escuchemos los siguientes pensamientos de Ellen G. White, en relación con gentes como nosotros que vivían en la esperanza de la venida de Jesús:

7 WILLIAM, op. cit., p. 183.

«Si de alguna manera Satanás puede ob-tener acceso a la mente, sembrará su ciza-ña... y anulará el efecto de la verdad.»8

«Me siento alarmada al notar por do-quier la frivolidad de hombres y mujeres jóvenes que profesan creer la verdad... Su oído tiene agudeza para percibir la música, y Satanás sabe qué órganos puede excitar pa-ra animar, hechizar y embargar la men-te... La introducción de la música en sus hogares, en vez de incitarlos a la santidad y la espiritualidad, ha contribuido a distraer de la verdad sus espíritus... Sa-tanás está llevando a los jóvenes cautivos... Es un hábil encantador para seducirlos y llevarlos a la perdición.»9

Y sin embargo, Ellen G. White insiste: «Cántese en el hogar... cántese en la es-cuela...»10 Porque el canto, la música, están diseñados para nuestra ayuda. Tal vez sea cuestión de que sepamos elegir.

8 WHITE, Ellen G. El hogar adventista, p. 365. 9 Ibíd., p. 370-371. 10 WHITE, Ellen G. La educación, p. 164.

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Música… ¿Cuál? Francisco Domènech músico (València) El artículo anterior terminaba con el com-pulsivo consejo de Ellen G. White: «Cántese en el hogar... cántese en la es-cuela...» Era un consejo incompleto. Faltaba una cláusula conteniendo una idea fun-damental. Leámoslo completo: «Cántese en el hogar cantos dulces y puros y habrá me-nos palabras de censura, y más de alegr-ía, esperanza y gozo. Cántese en la escue-la, y los alumnos serán atraídos más a Dios, a sus maestros, y los unos a los otros.»1 La cláusula «cantos dulces y puros» contiene la idea de selección. Los citados beneficios de la música no se desprenden de su simple uso, sino de su uso selectivo y cuidadoso.

¿Cómo podemos saber si una música es buena o mala? (Aunque no me gustan los términos, los empleo para mantener la ter-minología más al uso). Todos habremos de-seado alguna vez disponer de una fórmula, aplicar los valores a sus variables, resolverla, y obtener un resultado objetivo e inapelable que respondiera sin necesidad de más mati-ces a nuestra inquietud. Pero desafortunada, o afortunadamente, ni el planteamiento es tan simple ni el resultado indiscutible. Lo cual no es argumento en favor de la desidia. Antes al contrario, la misma dificultad deber-ía llevarnos a considerar el asunto con ma-yor atención. Hagamos unas cuantas re-flexiones.

1 WHITE, Ellen G. La educación, p. 163-164.

Cuando asistimos a un concierto, vemos cantar a través del televisor o escuchamos un disco estamos recibiendo un mensaje com-plejo, formado por varios mensajes super-puestos de naturalezas diferentes. Sobre algunos de esos mensajes hablaremos a continuación.

Frank Zappa (Ekeberghallen, Oslo, Noruega, 16 enero 1977). Helge Øverås <http://www.helgeoveras.com/zappa.shtml> [Consulta: 16 octubre 2009]

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1) Mensaje musical: Dice Juliette Al-vin: «La música tiene el poder de afectar el ánimo porque contiene elementos sugesti-vos, persuasivos, y aun obligantes. Cualquie-ra sea su propósito, la música se relaciona siempre con experiencias del hombre, pues ha nacido de su mente, habla de sus emocio-nes, y expresa su gama perceptual. Tiene el poder de alcanzarlo. Se ha dicho que la música entra hasta los vericuetos más secre-tos del alma: contra este efecto, el hombre está relativamente indefenso.»2

Impresionantes palabras de una presti-giosa musicoterapeuta para introducir el va-lor y el alcance del mensaje musical. Es muy difícil sintetizar en un párrafo en qué consis-te el mensaje musical, y cuál es la reacción humana al mismo. Para dar idea de la dificul-tad, baste decir que el ser humano reacciona a cada una de las características del sonido: duración (largo, corto), intensidad (fuerte, débil), tono (agudo, grave), timbre (el modo característico y propio de sonar un instru-mento musical); y a los distintos aspectos de las relaciones entre los sonidos: melodía (sucesión lineal de sonidos), armonía (coin-cidencia en el tiempo), y ritmo (su organiza-ción temporal y dinámica). Es imposible hacer una relación de los efectos que pue-den producir las innumerables modificacio-nes posibles de los valores de cada uno de los siete conceptos arriba apuntados, y de sus interrelaciones. Pero podemos destacar algunos hechos de interés:

a) Las respuestas al tono, la intensidad y el timbre se producen a nivel talámico, sin que se requiera la intervención de las funcio-nes superiores al cerebro.3 Por lo tanto, es muy escasa nuestra capacidad de control sobre ellas.

b) El mensaje musical puede conducir a estados tan dispares como: perturbación emocional, histeria, satisfacción, sueño, se-guridad, oscurecimiento de la consciencia, disposición receptiva de la mente, predisposi-ción a la violencia y a la destrucción, misti-cismo, alucinación, sosiego...4

2 ALVIN, Juliette. Musicoterapia. Buenos Aires: Paidós, 1967, p. 84. 3 Ibíd., p. 86. 4 Ídem.

c) Las respuestas al mensaje musical –al mensaje musical objetivo, no asociativo ni simbólico– son predecibles y considera-blemente homogéneas en individuos distin-tos, con independencia de edad, raza o cul-tura.

d) Esas respuestas son tan definidas que se pueden detectar aun en los animales, en aspectos de su vida comunes a la vida humana.

e) Multitud de experimentos y de ob-servaciones clínicas permiten asegurar que la música puede beneficiar o perjudicar as-pectos concretos de la vida.

A modo de extrema simplificación, sus-ceptible de múltiples matizaciones, cabe decir que la mejor música la encontraremos entre las creadas con:

Sonidos de intensidad moderada. Sonidos extraídos mayormente de la

banda media de frecuencias. Ritmos claros. Tiempos moderados. Consonancias predominando sobre

las disonancias. En ocasiones, hay también un mensaje

verbal. ¿Se ha parado a pensar con cuánta pasividad tendemos a aceptar cualquier mensaje literario cuando este viene acom-pañado de música? ¿Consentiríamos que cada tarde viniera alguien a nuestra casa para contar a nuestros hijos que la vida es solo placer; que el amor es solo impulso, ilusión de un momento; que el sentimiento se vive sin trabas, hasta donde nos arrastre; que la libertad es satisfacer el deseo aquí y ahora; que la salvación no merece la pe-na...? Creo que no. Y sin embargo, consenti-mos que canten todo eso y mucho más a nuestros hijos –por cierto, ¿qué escucha-mos los mayores?– día tras día y del modo más sugestivo. A juzgar por la observación, no parece que eso inquiete a muchos... al menos mientras no suene demasiado fuerte. Nos parece que cuando el mensaje viene acompañado de música, no es tan serio ni tan persuasivo. «Es solo una canción.» Pero, ¿pediría Dios poner música a su Ley y a sus promesas para que el mensaje así recibido fuera menos eficaz?

El mensaje verbal tiene fuerza en sí mis-mo. Y se refuerza con la repetición. De

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hecho, la repetición adecuada de una idea favorece su aceptación, a veces a pesar del valor de la idea o de su verosimilitud. Como el agua que gotea en una roca. Nadie ha visto jamás que una gota marque una roca, pero es un hecho que la persistencia de la gota erosiona. Pongamos unos ejemplos. Durante años, los españoles hemos recibido un alu-vión de propaganda anti-OTAN. Con insis-tencia se nos estableció la ecuación «OTAN igual a guerra, destrucción y muerte». Mu-chos políticos lo proclamaban en cuanto tuvieran una mínima oportunidad. En perió-dicos, radio y televisión se repetía una vez tras otra; las manifestaciones anti-OTAN proliferaban repitiendo angustiosamente la idea. Se daba cumplida cuenta de cada mani-festación. Paseando apaciblemente veíamos los eslóganes anti-OTAN en las pintadas callejeras. Y poco a poco, la opinión pública española se fue decantando hacia una clarísima posición anti-OTAN. La sola mención del término ‘OTAN’ causaba horror en la mentalidad española, convencida de que la OTAN era demostradamente una activa máquina de muerte y destrucción. Curiosamente, nadie podía citar una sola guerra en la que la OTAN hubiera participa-do. Podía pensarse incluso que la exis-tencia de la OTAN habría librado a algún país europeo de correr la suerte de Hungría o Checoslovaquia. Pero era inútil. La insistencia en una idea había dejado una profunda huella que un argumento no podía borrar. Tanto fue así, que cuando el Gobierno español decidió hacer campaña por la permanencia, desistió de convencer al pueblo de la conveniencia de pertenecer en la OTAN, término y concep-tos ya malditos, irreconciliables a corto plazo con la sensibilidad española. Abordó la cam-paña intentando convencernos de permane-cer en la Alianza Atlántica o simplemente en la ‘Alianza’, término no contaminado, con connotaciones positivas de convivencia y armonía, desde el que resultaba más viable construir una actitud positiva de los españo-les hacia la organización. De la misma mane-ra, una vida de pecado puede hacerse parecer hermosa y deseable, incluso contra eviden-cias, a fuerza de repetirlo. Y nosotros, po-demos llegar a creerlo a fuerza de escu-charlo.

Pero además, la música facilita la fijación del mensaje verbal en la memoria. «Cuando los alumnos aprenden una información ver-bal a través de una canción, pueden contar con una ayuda adicional para recordarla»,5 dice Linda Verlee Williams, de la Universidad de Berkeley. Tópico es el ejemplo del uso de un sonsonete para ayudar a recordar las ta-blas aritméticas, pero no por ellos menos real. El viejo método, remozado y sofisticado, tiene hoy más vigor que nunca, especial-mente tras las experiencias de Gyorgy Loza-nov,6 con resultados espectaculares. Ellen G. White escribió: «Pocos medios hay más efi-caces para grabar sus palabras [de Dios] en la memoria que repetirlas en el canto.» Y en cuanto a su influencia ulterior, «cuán a me-nudo recuerda la memoria al alma oprimida y pronta a despertar, alguna palabra de Dios, tema olvidado de algún canto de la infancia, y las tentaciones pierden su poder, la vida adquiere nuevo significado y nuevo propósito, y se imparte valor y alegría a otras almas.»7 Naturalmente, no tendremos la ingenuidad de pensar que el mecanismo solo funciona en el buen sentido. De ahí la importancia de procurar nutrir la mente con ideas po-tencialmente positivas.

Aún hay más. Hablando del calor del canto en la asimilación profunda de las ide-as, Williams declara que la canción «estimu-la la implicación emocional y capta la imagi-nación».8 Tal vez por eso Ellen G. White también dijo que «el canto es uno de los me-dios más eficaces para grabar en el co-razón la verdad espiritual».9 Observemos cómo explica Williams el proceso por el que llegamos a captar una canción: «Las cancio-nes llegan a establecer un puente entre los hemisferios, es decir, el hemisferio derecho aprende la melodía mientras el hemisferio izquierdo aprende las palabras».10 Perfecto cuando los dos hemisferios se pueden armo-

5 WILLIAMS, Linda Verlee. Aprender con todo el cerebro. Barcelona: Ediciones Martínez Roca, 1986, p. 181. 6 Ibíd., p. 183-184. 7 WHITE, Ellen G. La educación, p. 163. 8 WILLIAMS, op. cit., p. 183. 9 WHITE, Ellen G. La educación, p. 163. 10 WILLIAMS, op. cit., p. 181.

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nizar. Pero pensemos en una canción con una música hermosa y un mensaje verbal inaceptable desde nuestra perspectiva cristiana: El análisis de nuestro hemisfe-rio izquierdo calificará la letra como inacep-table –si la gota no ha marcado ya la ro-ca– al tiempo que el hemisferio derecho disfruta de la música que recibe. ¿Qué puede esperarse de la intercomu-nicación entre los hemisferios ante esa au-dición? Probablemente un cierto sen-timiento de estar rechazando un modo de vida lleno de magia y de belleza, con todos los problemas y riesgos que tal sentimien-to comporta.

Mensaje visual. En su deseo de sumar sensaciones, los agentes de la música ac-tual tienden a reclamar el concurso de lo visual. La indumentaria, los gestos, la puesta en escena, todo constituye un mensaje vi-sual cuidadosamente elaborado. Explicando el desarrollo de la música popular a partir de los años cincuenta, Mario Maffi escribe: «La música será cada vez menos un pasatiempo y cada vez más un modo de comunicar a través de la emoción y de las imágenes una cierta manera de pensar y de enfrentarse a la reali-dad.»11 Y Frank Zappa, activo representante de la música popular, comentaba que todos los elementos de la presentación visual de la música actual son «pretextos para provocar la atención del espectador y encaminarla hacia el "mensaje", las alusiones contenidas en la música».12 En los últimos años, la proli-feración de videoclips ha añadido una nueva dimensión al mensaje visual, por el fuerte impacto de sus imágenes y por la facilidad con que esos mensajes llegan a su audiencia cotidianamente a través de la pequeña panta-lla. Del efecto de la reiteración del mensaje visual vale decir lo que ya se ha dicho a propósito del mensaje verbal.

Mensaje asociativo. La capacidad de la música de asociarse a nuestras vivencias y de hacerlas resurgir es extraordinaria. Por eso, en ocasiones el mensaje no viene tanto de las características de la música como de

11 MAFFI, Mario. La cultura underground. Barcelona: Anagrama, 1975, p. 297. 12 Ibíd., p. 321.

lo que nuestro cerebro asocia a ella. Alguna de esas asociaciones están en la consciencia individual: con mucha probabilidad, una vi-vencia intensa vivida junto a una música, la reviviremos cada vez que esa música llegue a nuestros oídos, aun en el caso de no ser cons-cientes de estarla escuchando. Otras veces, la asociación está en la conciencia colectiva. Escuchaba hace unos días la música de la pe-lícula Carros de fuego. Estaba degustando la música, en sí misma, cuando de momento me sentí sumergido en la atmósfera de un gran templo. La impresión no era recuerdo de imá-genes de la película, porque no la he visto, ni siquiera sé si en la película hay alguna escena en un templo. Pero la sensación era extraor-dinariamente vívida. ¿Cómo ha conseguido Vangelis inducir con ciertos momentos de su música esa fuerte sensación de estar en un templo? Con solo un coro, un órgano de tubos y un poco de eco en la grabación. ¿Ha inter-venido el tipo de música en la inducción de esa impresión? Sin duda que sí. Pero también es cierto que esa misma música, nota por nota, tocada por un saxo con boquilla de jazz y un órgano electrónico despertaría imágenes y vivencias totalmente diferentes. No solo en mí. Lo mismo sucedería en un altísimo por-centaje de la población europea occidental, en cuya cultura esos instrumentos están marcados con connotaciones muy preci-sas. «Hay en el timbre un poder miste-rioso. La misma pieza, tocada o cantada por dos ejecutantes de la misma calidad, puede tener un efecto muy diferente sobre el oyente, por la característica personal del cantante o del sonido del instrumento. La importancia musical de esa condición es suprema, porque crea una comunicación inmediata entre el intérprete y el oyente, en un nivel que no es intelectual ni crítico.»13

El timbre de los instrumentos es un poderoso agente creador de asociacio-nes, pero no el único. Y pueden ser di-ferentes según las personas y culturas. Pero en cualquier caso, hay ahí un me-canismo que conocen bien los músicos, que explotan psicólogos, publicistas, y cuantos usan la música con objetivos

13 ALVIN, op. cit., p. 90.

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muy definidos, y con el que nosotros te-nemos que contar.

Mensaje simbólico. Hay circunstancias en las que a alguno de los mensajes antes con-siderados se une el que se desprende del valor del símbolo que una música ha adquiri-do. La emoción que un himno nacional puede despertar no es solo la que se desprende de las características de su música –mensaje musical–, y de su letra –mensaje verbal–. Es también la que produce considerarlo co-mo símbolo de algo que queremos y con lo que nos identificamos. Permítasenos un ejemplo trivial pero ilustrativo: El himno de un club de fútbol, digamos el Real Madrid, producirá en muchos las emociones propias de su mensaje musical. Pero un buen ma-dridista sentirá vibrar su alma en un grado que otros no podrán alcanzar, porque a él esa música le define, le une a los suyos, y le da fuerza frente a los rivales. Por razo-nes obvias, un seguidor del Barça, ante la misma música, podrá sentir también vivas emociones, pero de carácter bien distinto.

Lo más importante de esto, y a lo que de-bemos prestar seria consideración es al hecho de que de manera inconsciente, somos proclives a aceptar ideas de fuentes con las que nos identificamos. ¿Quién no se ha en-contrado alguna vez negando una idea a alguien por quien siente antipatía y aceptán-dola de otro que le cae bien? Condena-mos acciones de política internacional cuando las realizan determinados países, y justificamos acciones similares cuando las llevan a cabo países de cuya ideología nos sentimos más cercanos. Honestamente, y sintiendo que son cosas distintas, la posición inflexible de una persona o entidad, la califi-camos de «firmeza» si no nos identificamos con esa persona, y de «obstinación» si no. Por la misma razón, la mayoría de los adolescen-tes españoles aceptan mejor el mensaje an-tidroga en una canción de Miguel Ríos que en la de un viejo cura de aldea. La identifi-cación personal que sienten con Miguel Ríos y su música facilita que su mensaje les penetre sin resistencia. Ese mensaje, y por supuesto, cualquier otro relativo al sentido de la vida, el amor, la religión, el sexo... Por eso, el artículo de Hit Parader que hemos comentado en los artículos anteriores explici-

taba que para hacerse con el control de un país era necesario trabajar «las mentes im-presionables de los muchachos de institutos y universidades, con propaganda sutil llevada por lo que ellos consideran su propia músi-ca».14 Por cierto, ¿qué dice la música que los mayores consideramos «nuestra»?

Ultima reflexión

Así pues, música ¿cuál? La que que-ramos. Eso dice la Palabra de Dios: «Todo me es lícito...» El apóstol Pablo lo de-claró en más de una ocasión para, a renglón seguido apostillar: «...mas yo no me meteré debajo de potestad de na-da»,15 «...mas no todo conviene»,16 «...mas no todo edifica...»17 Entonces, ¿Qué música conviene y edifica? Yo también quisiera en algunas ocasiones disponer de la fórmula de la que hablaba al principio, y obtener la respuesta. Pero no existe la respuesta universal. Los apartados de este artículo reconocen un margen de lo personal. ¿Sig-nifica eso que para cada individuo está bien lo que a él le parece bien? ¡Absolutamente no! Porque la facultad de discernir podemos tenerla atrofiada. Observe la angustia de Ellen G. White al observar sectores de la iglesia de su tiempo: «Hermanos míos, tenéis que alarmaros. El pecado está entre nosotros, y no se reconoce su carácter ex-cesivamente pecaminoso. Los sentidos de muchos están embotados por la complacen-cia del apetito y por la familiaridad con el pecado.»18 Sí, la desidia, la dejadez, la indo-lencia con la que a veces nos dejamos en-volver por lo que nos conviene, acaban por embotar nuestra capacidad de discernir entre lo que conviene, lo que edifica, y lo que no.

Como antes decía, no tengo la respuesta universal. Pero tengo una sugerencia: La próxima vez que se disponga a escuchar música, analícela mensaje a mensaje –

14 Hit Parader, marzo 1968. 15 1 Corintios 6: 12. 16. 16 1 Corintios 10: 23. 17 Ibíd. 18 WHITE, Ellen G. El hogar adventista, pág. 364.

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musical, verbal, visual, asociativo, simbó-lico–, pida al cielo dirección, y sea sincero consigo mismo.

Aplique la respuesta y, cuando proceda, repita el ejercicio recordando que la facultad de discernir entre lo bueno y lo malo, como cualquier otra facultad humana, se agudiza y fortalece con su uso.

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Música… ¿Y ahora qué? Francisco Domènech músico (València) Recordando la historia

La Segunda Guerra Mundial produjo una pro-funda sacudida en las conciencias humanas. Mientras unos reflexionaban sobre las amar-gas consecuencias de un nacionalismo cruelmente excluyente y otros se gozaban por su victoria, había otros que se habían da-do cuenta de que civilización y educación no son garantía contra la sinrazón y la barbarie. De estos últimos, algunos grupos de jóvenes hastiados de los frutos de una sociedad pre-suntamente civilizada y cristiana a la que por nacimiento pertenecían, encontraban refugio, a la vez que protesta y provocación, en los usos y las maneras de las gentes que esa sociedad marginaba por razones de econom-ía, de raza o de moral. De esas gentes adopta-ron su filosofía de la vida, y también la mane-ra de expresarla. Así, todas esas culturas marginales se encontraron, fundieron y amalgamaron en el crisol de la juventud vacía de la «buena sociedad» americana, generan-do otra cultura rebelde y contestataria cuyo medio de expresión más potente fue la músi-ca denominada rock and roll. Esa música nue-va, de jóvenes desarraigados para jóvenes insatisfechos prendió y se extendió entre el resto de la juventud de manera imparable, convirtiéndose en símbolo y portaestandarte de otra forma de ver la vida y en el medio de comunicarla a los demás. «La música pop es

el medio de comunicación por excelencia de la cultura underground.»1

Paralelamente, algunos sectores ra-dicales norteamericanos se organizaban políticamente, en la clandestinidad, para llevar a cabo la utopía de destruir la so-ciedad establecida y de levantar de sus ceni-zas una sociedad nueva. Muchos de aquellos grupos consideraban el rock and roll instru-mento ideal para sus fines. Así, el White Panther Party llamaba a un «total asalto a la cultura por todos los medios necesarios, incluyendo rock and roll, drogas y obscenidad en las calles.»2

¿Qué había en esa música para que fuera adoptada por los grupos radicales? Al me-nos dos factores: 1. La fuerza de la música en sí misma (lo que en el artículo anterior llamamos el «mensaje musical»). «El conte-nido polémico de las canciones está presente no solo en las letras, sino también –y mu-chas veces sobre todo– en la propia músi-ca, con su impacto fuertemente emotivo: «El rock se entiende sin la interferencia del inte-lecto.»3 «Si el establishment supiera lo que la música popular de hoy dice realmente, no lo que dicen las letras, sino lo que la música dice por sí misma, la condenarían, la prohi-

1 MAFFI, Mario. La cultura underground. Barcelona: Anagrama, 1975, p. 322. 2 Time, 3 enero 1969. Citado en: LARSON, B. The Day Music Died. Carol Stream (Illinois): Creation House, 1972, p. 111. 3 MAFFI, op. cit., p. 323.

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birían, triturarían todos los discos y arres-tarían a los que quisieran tocarlos.»4 2. El hecho de que la juventud considerara esa música como algo suyo («mensaje simbóli-co»), facilitaba la aceptación del mensaje glo-bal, reforzado por adecuados mensajes ver-bales y visuales. «La música será cada vez menos un pasatiempo y cada vez más un modo de comunicar, a través de la emoción y de las imágenes, una cierta manera de pensar y de enfrentarse a la realidad.»5 «El movement [conjunto de los movimientos políticos radicales norteamericanos de los años 1960-70], todavía en formación, por aquellos años encontró en el mundo de los conjuntos y de los cantantes pop no solo un canal de información sino también un terre-no fértil, un sector de aliados inmediatos y, de este modo, una manera de llegar rápidamente al vastísimo mundo juve-nil.»6

El entusiasmo ante el éxito de la empresa se manifestaba en frases grandilocuentes propias del lenguaje de los profetas: «Noso-tros vamos en busca de las mentes, y lo mismo hacen la mayoría de los nuevos gru-pos.»7 «Atrapadlos cuando son jóvenes. Do-blegad sus mentes.»8 «Las atmósferas espi-rituales vienen a través de la música, porque la música tiene algo espiritual propio. Se pue-de hipnotizar a la gente con música y cuan-do se la tiene en su punto más débil se le puede fijar en el subconsciente lo que noso-tros queremos decir. Por ello el nombre “Igle-sia Eléctrica” se muestra en todo momento. La música fluye del aire, y por eso se la puede conectar con el espíritu.»9 «Cuando canto en público, vivo un acto dramático, pero no es representación, como en el teatro, es un acto social, acción real. Un concierto de los Doors es una reunión pública convocada

4 Chestah (revista para adolescentes). Citado en: HAMMEL, F. The Christian and His Music. Washington, D.C.: Review and Herald, p. 132. 5 MAFFI, op. cit., p. 297. 6 Ibíd., p. 305. 7 Mick Jagger, Time, 22 septiembre 1969. Citado en: LARSON, op. cit., p. 140. 8 DREYDEN, Spencer. Star Weekly Magazine, 26 agosto 1969. Citado en: LARSON, op. cit., p. 140. 9 Jimmy Hendrix, Life, 3 octubre 1969. Citado en: Ju-ventud, noviembre 1981.

por nosotros para un tipo especial de discu-sión y divertimento dramáticos. Trans-formamos los conciertos en política sexual. El sexo comienza conmigo, y luego se extiende hasta abarcar el círculo mágico de músicos en escena. La música que creamos se derrama sobre el público y actúa en su interior; el público vuelve a su casa y actúa sobre el resto de la realidad, y entonces yo vuelvo a recibirlo todo a través de la acción de la realidad. Cuando nos exhibimos, par-ticipamos en la creación de un mundo y celebramos esta creación conjuntamente con el público.»10 «Los jóvenes que seguían las orientaciones de los críticos musicales un-derground, y escuchaban atentamente con auriculares estereofónicos, se sentían arras-trar hacia la anarquía y aprendían más sobre el estado de la rebelión americana en 1969 que devorando ávidamente treinta kilómetros de paperbacks [libros en edición rústica].11 «Somos hombres libres, y exigimos una música libre, un libre manantial de alta energía, que nos lance desenfrenados por las calles de América, gritando y derribando lo que esclaviza a la gente... La música nos hará poderosos, porque es poderosa, y ahora ya no hay modo de sofocarla.»12

Los líderes del Movement vislumbraban una América sumida en el caos, en la que el capitalismo, la religión y la moral judeocris-tianos sucumbieran ante la «explosión incontrolada famélica y apocalíptica de energías contestatarias,13 despertadas por la insatisfacción y catapultadas por la música.

Sin embargo, en los setenta, se aprecia una cierta decepción. «La música ha llevado a la gente hasta donde ha podido llevarla y la gente se ha movido hasta donde podía sin pasar a otro nivel... El único modo de que la gente puede actuar de una manera eficaz para conseguir algunas concesiones, es em-puñar el fusil.»14

¿Había fallado el plan? Dejando al mar-gen valoraciones subjetivas, es un hecho que

10 Palabras de Jim Morrison. En: MAFFI, op. cit., p. 312. 11 MAFFI, op. cit., p. 305. 12 Cubierta del primer disco de los M05. 13 MAFFI, op. cit., p. 335. 14 Ídem.

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objetivamente no se convirtieron en realidad las apocalípticas visiones del Movement.

Recordando otra historia

Pero antes de profundizar más, vayamos a otro escenario: El de los israelitas a punto de cruzar el Jordán para entrar en la tierra pro-metida. Por cierto, que su situación se pare-ce mucho a la nuestra de hoy. Venían de muchos años de peregrinar por el desierto y se hallaban a orillas del Jordán. Había que cruzarlo y ¡ya estaban en la tierra prometida! Solo que ya no tenían sentido de urgencia. Estaban bien allí, descansando, disfrutando de los encantos del lugar y observando a distancia las costumbres de aquellos pue-blos que precisamente iban a ser destruidos por ellos. Ellen G. White describe así la situación y sus consecuencias: «La mente de ellos se familiarizó con los pensamientos viles que les eran sugeridos constantemente; la vida cómoda e inactiva produjo sus efectos desmoralizadores; y casi inconscientemen-te se fueron alejando de Dios, y llegaron a una condición en la cual iban a sucumbir fácilmente a la tentación.»15

Nótese la sutileza del proceso descrito. 1. Indolencia, curiosidad, y familiaridad con el pecado. 2. En consecuencia, alejamiento casi inconsciente de Dios. 3. Entrada en un estado en el cual era fácil sucumbir a la ten-tación. Un estado de infidelidad por inercia, en el que las formas, lo exterior, aún sigue siendo correcto, pero en el que las defensas interiores están minadas por la familiaridad con el pecado. Un estado en el que uno to-davía siente que es lo que era, aunque quizás no sepa que ya no hay nada que lo pueda sostener en momentos decisivos; co-mo una casa que se ve casa y se siente ca-sa, y no percibe que sus vigas se han podrido y que ya no podrá resistir mucho tiempo el embate de los elementos.

Para muchos israelitas, sumidos ya en ese estado, el elemento desencadenante de su apostasía abierta fue la amistad con la gente de aquellos pueblos, y las cos-

15 WHITE, Ellen G. Patriarcas y profetas, p. 483.

tumbres, si bien no eran practicadas por ellos, habían sido interiorizadas en grado suficiente para que no constituyeran un elemento de separación. Así, como quien anda a la deriva, ajenos a sus convicciones –recuérdese lo expuesto en el artículo «Música, ¿por qué?» a propósito de los hemisferios cerebrales– «hechizados por la música y el baile y seducidos por la hermo-sura de las vestales paganas, desecharon su lealtad a Jehová.»16

Es interesante que este sector del pue-blo no había pretendido dejar de ser pueblo de Dios, ni renunciado a entrar en la tierra prometida. No se había rebelado contra las estructuras político-religiosas de su socie-dad. Sencillamente, en su embelesamiento, se había dejado deslizar fuera de ellas, ac-tuando fuera de su marco natural, y dejando vacías las estructuras a las que pertenec-ía.

dbking. «Woodstock Music Festival/1969».

<http://everystockphoto.com/photo.php?imageId

=356339> [Consulta: 16 octubre 2009]

16 Ibíd., p. 484.

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Comparando

La verdad es que este mecanismo de in-fluencia se parece más a la realidad que contemplamos que lo que esperaban los líderes del Movement americano. Ninguna de sus tumultuosas visiones se cumplieron. Las estructuras económico-políticas norteameri-canas siguen intactas, su profesión religiosa se mantiene, y, sin embargo,... ¡tantas cosas han cambiado en la sensibilidad de las per-sonas, que pensar aún en el cambio de las estructuras de la sociedad parece mera frivo-lidad!

¿Había fallado el plan? No. Solo había funcionado de forma diferente a lo que el Mo-vement esperaba. Pero, de una forma u otra, había dejado su marca. El propio Frank Zappa declaraba sobre un aspecto con-creto del comportamiento social: «Nuestro presente estado de ligereza sociosexual es atribuible a la evolución de la música rock.»17

Y Bill Graham (ex promotor de conciertos rock), preguntado si creía que había relación entre el consumo de drogas y la música rock, respondió: «En el año 1971, esa era una pregunta estúpida. Sí.»18

Reflexionando

Y el fenómeno se extendió y llegó hasta nosotros. En nuestra católica España hemos visto aclamar el concierto «The Lords of the New Church» (Los Señores de la Nue-va Iglesia), en el que su cantante acaba as-perjando su sangre sobre la audiencia –¿cómo no?, es el Señor de la Nueva Igle-sia– y bendiciendo a su pueblo con su san-gre. Hemos escuchado a Víctor Manuel can-tar a los cuatro vientos «Déjame en paz, que no me quiere salvar». O compramos plácidamente en unos almacenes mientras por los altavoces una canción confiesa a modo de plegaria «Ninguna oración podrá decidir por mí. Lo siento, Señor, no me vol-veré a arrepentir», sin que nadie pestañee.

17 Life, 28 junio 1968. Citado en: LARSON, op. cit., p. 98. 18 Associated Press, 30 abril 1971. Citado en: LAR-SON, op. cit., p. 98.

Por no hablar de los miles de canciones que hablan de amor y sexo corrompido, pero que de repetido ya parece natural.

Y seamos sinceros. No solo ocurre en nuestra más o menos católica España, sino también en el seno de nuestros hogares. ¿O no es cierto que en muchos hogares ad-ventistas se escucha simplemente lo que está de moda, o lo que aparece por la radio y televisión, sin más criterio? Así, nuestros jóvenes –por no hablar de nosotros, los mayores– se forman recibiendo durante cientos y miles de horas repetidas y multi-formes invitaciones a la sensualidad desor-denada, al amor efímero y ocasional, a la entrega al placer como objetivo supremo de la vida, a vivir sin Dios... por medio de her-mosas canciones y de imágenes sugestivas que ellos consideran “lo suyo”, y de los testi-monios personales de sus ídolos admira-dos.

Segunda reflexión

Hablando con jóvenes, he escuchado mu-chas veces: «Pero si a mí no me afecta.» Po-siblemente quieren decir que después de es-cuchar una canción no saltan a hacer lo que la canción dice. Y tienen razón. Posiblemen-te ni siquiera noten en sí mismos diferencia alguna. Y tienen razón. El sábado irán a la iglesia, escucharán el culto, se sentirán sa-namente orgullosos de ser adventistas y seguirán admirando al predicador que es ca-paz de exponer tan magníficos mensajes. Y es que el mecanismo de la influencia no se plantea en los términos catastrofistas que esperaba el Movement norteamericano –rebelión externa, apresurada, ruidosa, desenfrenada y destructiva– sino de manera solapada e insidiosa, sumiendo al alma, len-tamente, en un estado de fidelidad sin de-fensas, infidelidad latente, difícil de detectar. Y es que resulta difícil detectar la deriva de uno mismo.

Es interesante, a este respecto, la re-flexión del profesor Martín Serrano: «Pa-ra el behaviorismo, lo primero en el tiempo es la representación del producto comunica-tivo y luego aparece eventualmente una conducta. En el modelo behaviorista, la

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información está antes y la acción des-pués; la “influencia” se concibe como las consecuencias que la información tiene para la acción. Esta puntuación del pro-ceso que incluye información y acción, en realidad la ha establecido el investigador, y no tiene sentido para el propio actor, quien percibe su devenir existencial como un proceso continuo. Lo que para el be-haviorista es un estímulo, para el actor también puede ser la respuesta a un com-portamiento propio o ajeno. Es cierto que con la información adquirida luego se hacen cosas; pero también es igualmente cierto que las cosas que se hacen afec-tan luego a la forma en que se percibe la información, a la selección de datos y a la elaboración cognitiva de los datos.»19

Por eso necesitamos confiar en apre-ciaciones venidas de fuera de nosotros. Ellen G. White escribió:

«Antes de que el cristiano peque abiertamente, se verifica en su corazón un largo proceso de preparación que el mundo ignora. La mente no descien-de inmediatamente de la pureza y la san-tidad a la depravación y a la corrupción. Se necesita tiempo para que los que fue-ron formados en semejanza de Dios se degraden... Por la contemplación nos transformamos. Al nutrir pensamientos impuros en su mente, el hombre puede educarla de tal manera que el pecado que antes odiaba se le vuelva agrada-ble.»20

A padres y educadores nos incumbe una gran responsabilidad: convencer a nuestros hijos y jóvenes de que la alter-nativa a una sociedad hipócritamente cristiana no es vivir de espaldas al cris-tianismo, sino una vida personal sincera-mente cristiana. Y convencerlos –o convencernos– de que esa vida cristiana corre graves riesgos cuando pretendemos vivirla mirando a la otra orilla por el puro placer de mirar.

19 MARTÍN, M. Medios de comunicación audiovisual. Ministerio de Asuntos Sociales, 1990, p. 15. 20 WHITE, op. cit., p. 490.

La última reflexión

Quiero acabar con palabras inspiradas:

«Tenemos, sin embargo, algo que hacer para resistir a la tentación. Los que no quieren ser víctimas de los ardi-des de Satanás deben custodiar cuida-dosamente las avenidas del alma; deben abstenerse de leer, ver u oír cuanto su-giera pensamientos impuros. No se debe dejar que la mente se espacie al azar en todos los temas que sugiera el adversario de las almas. Dice el apóstol Pedro: “Por lo cual, teniendo los lomos de vuestro en-tendimiento ceñidos... no conformándoos con los deseos que antes teníais es-tando en vuestra ignorancia; sino como aquel que os ha llamado es santo, sed también vosotros santos en toda conver-sación” (1 Pedro 1: 13-15). Pablo dice: “To-do lo que es verdadero, todo lo honesto, todo lo justo, todo lo puro, todo lo ama-ble, todo lo que es de buen nombre; si hay alguna virtud, si alguna alabanza, en esto pensad” (Filipenses 4: 8). Esto re-querirá ferviente oración y vigilancia in-cesante. Habrá de ayudarnos la influen-cia permanente del Espíritu Santo.»21

21 Ibíd., p. 492.

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qué es una asociación…

…de todos y para todos, sin fronte-ras y sin edades

con convenciones

que publica por Internet… …para llegar a todo el mundo

que informa de lo que pasa en esta aldea global

a la que llamamos mundo

cómo participar

con tu opinión en los debates abiertos a todos

en la cooperación al desarrollo más allá de nuestras fronteras

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con tus artículos en Aula7, la revista de la asociación

con tus trabajos de investigación

en la formación de los más pequeños

…y en todo aquello que tu talento pueda sugerir, pero que todavía no se nos había ocurrido.

cómo me puedo informar de las actividades de AEGUAE

www.aeguae.org

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Convenciones

Año Lugar Tema Oradores Presidente electo 1974 Sta. Cecília de Montserrat Creación o evolución J. Flori y otros Ferran Sabaté

1975 Sagunt El joven adventista en la sociedad actual

varios Antolín Diestre

1976 S. Lorenzo del Escorial La no violencia G. Stéveny y otros Conrad Recha

1977 Jaca La filosofía cristiana de la historia S. Schwantes y otros Félix Valtueña

1978 Salou Los determinantes históricos del nacimiento de la Iglesia Adventista

C. Puyol y otros Ferran Sabaté

1979 Peníscola Filosofía de la educación cristiana P. Copiz, J. Navarro Joan Sabate

1980 S. Lorenzo del Escorial Antropología bíblica J. Zurcher Roberto Ouro

1981 Gilet Psicología y religión M. Fernández y otros

1982 Cervera El significado del derramamiento y los dones del Espíritu Santo

J. Mager

Miguel A. Roig

1983 Poio La cruz fuente de vida G. Stéveny Ramon C. Gelabert

1985 Benidorm El santuario J. Zurcher Luis González

1986 Navacerrada La función de la ley en la teología de la gracia

R. Badenas Ferran Sabate

1987 St. Feliu de Guixols El espíritu de profecía R. W. Olson

1988 Pilas La justificación por la fe en mi vida diaria

R. Badenas

Pedro Aguerri

1989 Laredo La naturaleza de Cristo J. Zurcher Antonio Polo

1990 Guardamar del Segura Las parábolas: Una clave para vivir la fe

R. Badenas Raquel Aguasca

1991 Lloret de Mar El sufrimiento humano y el silencio de Dios

R. Badenas

1992 Guardamar del Segura El sábado S. Bacchiocchi

Alfred Quiles

1993 Guardamar del Segura Nueva Era M. Fernández

1994 Palma de Mallorca La esperanza adventista: 150 años de historia, 1844-1994

R. Pöhler

1995 Arnedo El diluvio C. F. Steger y otros

Ferran Sabaté

1996 Baños de Montemayor Sexualidad: Una perspectiva cristia-na

M. Fernández y otros

1997 Alcossebre La seguridad personal de la salva-ción

M, Venden

Alfred Quiles

1998 Orpesa de Mar El evangelio de los últimos días C. Goldstein Ferran Sabaté

1999 Lloret de Mar La Biblia y la cultura mediterránea varios

2000 S. Lorenzo del Escorial La mujer y la iglesia. El racismo en la iglesia

F. Guy, H. Williams

Joel Amigó

2001 Tarragona El postmodernismo y el cristiano V. Fantoni y otros

2002 Orpesa de Mar Adventismo: ¿Iglesia, denominación, secta...?

J. Gallagher

Antonio Polo

2003 Tortosa El cristiano ante el cine F. Henriot y otros

2004 L’Ametlla de Mar Bioética varios

Eva Basterra

2005 Lekarotz Creer en Dios después de Auschwitz j. Doukhan

2006 Los Yébenes ¿Vale la pena esperar la Segunda Venida?

V. Fantoni,

J. A. Martin

Isaac Llopis

2007 Tortosa El Sello de Dios para un nuevo orden mundial

M. Fernández,

G. Sánchez

2008 Gandia ¿Y qué hay más allá de todo esto? A. López, J. A. Martín

Sarai de la Fuente

2009 Alborache La música en la vida del cristiano W. Bucknor,

A. Calvo, A. Perera

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