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Metamorfosis

Metamorfosisbdigital.binal.ac.pa/bdp/duplicaciones3.pdf · 2010. 6. 16. · METAMORFOSIS Desperté sobre la arena, botando agua por la boca, la ropa hecha jirones. Tú me mirabas

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Recordando desde el tedio

Una pareja de papagayos de brillantes colores se columpia haciéndosemimos. Sacuden sus plumas y alborotan parloteando a ratos en la tar-de calurosa . En el cielo, amenazantes, comienzan a formarse nubarro-nes que se desplazan lentamente hacia las jaulas . "Mierda . . . coño. . . tumadre . . .", chillan cuando alguien se acerca . Y entonces las monjas seafanan en alejarnos, escandalizadas .

Estamos ahora frente a los monos . Nos miran con ojillos inquietos .Se rascan y toman entre sus dedillos las pulgas que se han sacado . Lascontemplan embelesados y luego se las comen haciendo un sonido pe-culiar con los dientes. Unos se balancean de sus rabos largos, otrosbrincan y hacen piruetas . Cerca de los barrotes nos quedamos boquia-biertas al notar que dos monos se masturban ceremoniosamente sindejar de mirarnos. Casi me parece que sonríen y estoy a punto de pre-guntarle a la madre Visitación el significado de sus gestos, cuando lasmonjas nos indican presurosas que no podemos permanecer ahí, quevayamos a ver a los leones .

Hay tres, de diferentes tamaños, y no se mueven. Nos miran impa-sibles con sus ojos amarillos . Los músculos del lomo les tiemblan decuándo en cuándo . El año pasado murió un cachorro, nos cuenta el cui-dador, un viejito que gusta de hablar con todos los visitantes . El otropudieron quitárselo a tiempo a la leona, pues también lo quiso matar.Nos explica que se debe a no sé qué instinto . Debo haberle entendidomal. A lo mejor se trataba de otra leona que atacó a los cachorros porcelos. Las madres no matan a sus hijos . Eso lo sabe cualquiera . Al con-trario, los cuida, los protege . Para eso las hizo Dios, pienso .

Las víboras me asustan . Enrolladas interminablemente, parecendormir. Al fondo se arrastra una gruesa culebra, casi negra, curvandoasquerosamente su cuerpo sobre un madero . Me parece curioso que

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DUPLICACIONES

carezcan de pies y que, sin embargo, puedan desplazarse con tanta ra-pidez. Esta noche tendré pesadillas, me digo, y corro hacia el pequeñocorral donde están los pavos .

Observo su paso lento y me parece cómico . Tienen de un negroverdoso el plumaje, con destellos cobrizos, y la cabeza es más bien pe-queña, desnuda, cubierta de carnosidades rojas y cresta rígida . Algu-nos son de gran tamaño. El pavo real es precioso. Debe saber que lo es-toy admirando, porque ha comenzado a abrir la cola como abanicoenorme, magnífico, de plumas verdes con matices de oro y azul . Sí, sesiente orgulloso, se le nota .

Ya me hacen señas las monjas . Es tarde, me indican, debemos mar-charnos. Todavía faltaban por ver los ciervos, con sus ojos grandes ytiernos y sus cuernos ramosos . Y el puerco espín, de cuerpo cubiertode púas. Tampoco llegamos a ver los peces . Pensé que sería otro día,pero nunca más nos llevaron .

Los recuerdos de ciertas gentes son como espejos opacos, las imá-genes que acuden a la superficie no hacen más que enturbiar el con-junto. En cambio los míos son de una nitidez aterradora, se fijan unotras otro como fotografías colocadas en un álbum de acuerdo a la se-cuencia en que fueron tomadas . Puedo evocar momentos gratos de mivida, pero ésos sólo acuden a mi mente con un esfuerzo voluntario .Son otras experiencias, las desagradables, las que siempre están lle-gando como oleadas crueles que borran en un instante lo que deseo re-tener e instalan con saña lo que quisiera olvidar. . .

Y una ola vino rodando bajita hasta nosotros y nos mojó los piescuando lograbas rasgar mi blusa . Te mordí el brazo y arrancándomede tu lado me metí al agua corriendo . Estaba tibia, invitaba con insó-lito encanto a que penetrara en su misterio y me aunara a él. A medi-da que avanzaba hacia adentro, sentía que era el mar el que nadabaapresuradamente hacia mí.

Casi no me di cuenta de que me sumergía ya, pero al tener que bus-car la superficie por falta de aire, en un movimiento brusco que fuemás un acto reflejo que la deliberada intención de no morir, oí un fuer-te chapotazo a mi lado . Te busqué con la vista queriendo pedirte ayu-da porque ya no lograba pisar fondo, pero no te vi . Algo me rodeó laspiernas bajo el agua y por un instante temí que fuera un pulpo . Me sen-tí arrastrada hacia el fondo y manoseada en momentos en que mis pul-mones llenos de agua estaban a punto de estallar .

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METAMORFOSIS

Desperté sobre la arena, botando agua por la boca, la ropa hechajirones . Tú me mirabas orgulloso porque acababas de salvarme la vi-da. Recobré el aliento poco a poco . Cuando me sentí más fuerte y lú-cida, tu boca abierta descendió sobre la mía . Tuve conciencia de midesnudez cuando estrujaste mis senos hasta el dolor . Te odié al tenertedentro, al ver en tu sonrisa la de los monos tras los barrotes, el placerque te daba contra mi voluntad, aunque esta vez no era solamente es-pectadora. Luego, mientras descansabas tirado como un inmenso mo-lusco sobre la arena, dejé caer con toda el alma aquella roca sobre tufrente asoleada . Y fui yo quien sonreí entonces por el goce que tu mue-ca súbita y definitiva me produjo .

Inmersa en el tedio de estas mañanas sin fin en que la claridad mehiere la vista, aprieto los ojos y la oscuridad se me llena de manchasluminosas . Pienso en los ciegos. Ni siquiera ven manchas . Miro defrente, desafiando la luz . Me duele, pero resisto unos momentos . Oja-lá me penetrara un poco de esta luz y pudiera adquirir el don de latransparencia .

Ha llegado la tarde, como arrastrándose . Miro por la ventana y mesalgo fuera del cuerpo, desplazándome indefinidamente hasta alcan-zar el momento en que los últimos reflejos del sol se van angostandoen el horizonte .

Ya me he integrado al crepúsculo y ahora me convierto en nocheapacible que penetra por la ventana desde donde absorta, me dejo en-volver por la tenue oscuridad de mí misma .

México, 4 de octubre de 1971

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Los anteojos

Pepe gritó aterrado que mi rostro se había convertido en una inmensacara de búho . Supuse que, de alguna manera, mis anteojos nuevos, consus cristales gruesos y el color oscuro de los aros, le hacían verme así .Ni siquiera me reconoció al abrirle la puerta . Se puso muy pálido y co-menzó a gritar como un loco hasta que se desmayó . Jamás había vistoa alguien tan asustado . Me dio risa su reacción . Yo no entendía el cam-bio que los anteojos provocaban a través de la percepción de los de-más. Tuve que echarle encima un jarrón de agua fría para que desper-tase . Cuando al fin abrió los ojos, éstos casi se le salen de las órbitas alverme inclinado sobre su cuerpo tratando aún de controlar la risa . Merogó que corriera al espejo y me mirara . Lo hice, aunque vacilante,pues supuse que me estaba tomando el pelo .

No podía creerlo . En lugar de mi cara, vi la enorme fealdad pardade un búho con cara de susto . Los ojos muy grandes y solemnes esta-ban rodeados por una especie de discos hechos de plumas grises . Memiraban extrañados, penetrantes . Sentí que me llegaban casi hasta elfondo del cerebro . Pepe me encontró sentado frente al espejo, anona-dado; la cabeza, que ya parecía terriblemente pesada, entre las manos .

Cuanto más lo pienso, más creo que yo no era ese búho, o que él noera yo. Tiene que haber una explicación lógica, un error de percepción .Tal vez los lentes sufrieron una distorsión momentánea o estaban suciosde polvo por haber estado limpiando el sótano esta mañana. Quién sa-be. No lo puedo entender. Pero de algún modo logró ese maldito búhoque su reflejo apareciera superpuesto sobre el mío primero en el espejoy después en el plano real . Lo curioso es que estoy seguro de que atrásde mí no había ningún búho, en plena mañana y dentro de mi cuarto,que pudiese estar proyectando su imagen . No, es ridículo tratar de ex-plicarlo así, pues Pepe fue el primero que vio sobre mis hombros esa

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METAMORFOSIS

enorme cabeza parda . Temí confesarle que yo también veía lo mismo enese espejo . Fue entonces cuando me quité los anteojos .

La transformación fue radical, maravillosa. Ambos estuvimos deacuerdo en que mi cara se había vuelto a normalizar. Yo era yo nueva-mente, el mismo de siempre . Por lo tanto eran los anteojos los que cre-aban la distorsión, no sólo al mirar a través de los lentes sino tambiéncuando otros me los veían puestos . Nos sentimos felices. Creímos ha-ber descubierto unos anteojos mágicos . Sólo hacía un par de días queme los habían graduado en la óptica y ahí los sentí normales . Inclusopude ver mucho mejor. Como sólo eran para ver de lejos, no me losvolví a poner hasta esta mañana .

Por divertirnos, ya pasado el susto, me los puse otra vez . Yo hacíatoda clase de payasadas frente al espejo de la cómoda y Pepe se moríade la risa. La cabezota imitaba grotescamente mis muecas, la forma co-mo ladeaba la cabeza, la oscilación caprichosa de mis ojos, la disten-sión babeante de la lengua . Sólo mi cuerpo continuaba siendo el mis-mo, como si lo otro se tratara simplemente de una máscara que no loafectara. Creo que así lo entendíamos ambos en ese momento .

Entonces sucedió algo terrible . Ya nos habíamos cansado de reír ya mí, sobre todo, me dolían el cuello y la boca de tanto hacer contor-siones y muecas . Pepe se había tirado sobre la cama y yo estaba senta-do en el suelo, jadeante . Se nos ocurrió pensar, y así lo comentamos,que por más mágicos que fueran los anteojos no se explicaba que otrosvieran transformada mi cara por el solo hecho de tenerlos puestos . Po-dría, en todo caso, justificarse la distorsión de lo que se veía a través delos lentes, aunque sólo se produjera una imagen específica, pero lootro ya resultaba insólito . Tratando de encontrarle una explicación alasunto me volví a quitar los anteojos . Pepe reconoció en seguida mi ca-ra de siempre. Pero cuando alcé la vista hacia el espejo, sólo vi en él lacama al fondo, con el cuerpo recostado de mi amigo .

Me paré de un salto y pegué mi rostro al cristal . No me reflejaba .Grité. Pepe llegó junto a mí. Me preguntó qué me pasaba. "¡No es-toy!", exclamé señalando hacia el espejo . "¿Cómo que no estás?", res-pondió alarmado . "¿Te has vuelto loco? Mírate allí, normal, eres elRaúl de siempre" .

Volví a mirar. No veía nada . Es decir, veía todo lo que había en elcuarto, incluyendo a Pepe de pie junto al vacío donde debería estar pa-rado yo . Pero mi figura definitivamente no se reflejaba . Pepe insistía en

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DUPLICACIONES

que sí, que me estaba viendo tan claro en el espejo como él se veía a milado. No supe qué decir ni qué hacer . Pensé que estaba perdiendo la ra-zón. Instintivamente me puse los anteojos y en seguida reapareció enel espejo la cabeza de búho trabada sobre mi cuerpo .

Pepe se dio cuenta de que estaba a punto de presenciar un colapsonervioso. Hizo que me acostara. Me quitó los anteojos y se dirigió alteléfono. Supongo que llamaría a un médico. Luego se fue llevándoselos anteojos . Le grité que no me dejara solo, que al menos me los die-ra para no sentir esa horrible falta de realidad . No quiso. "Descansaun rato y no pienses en nada", dijo. "No demoro" .

La sangre que brota ahora de esta herida corre por mi mano y man-cha la sábana con la naturalidad que siempre imaginé . El rojo es un co-lor festivo, común a hombres y aves . Uno puede desangrarse asido deuna rama, vigilando con ojos profundos la quietud de la noche . O pue-de hacerlo estirado sobre el lecho, sin identidad ni recuerdos, confusoante las paradojas del día, oyendo vagamente que abren la puerta de lacalle y se acercan para diagnosticar, ya tarde, lo que se hace evidente.

México, 1 de mayo de 1971

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Paseo al lago

El verano era ya un calor fatigoso en las noches sin sueño, una nuevaexcusa para no comunicarnos . Pero aquella mañana yo estaba felizporque nos habían invitado al lago . Hacía mucho tiempo que no sa-líamos a pasear juntos, casi tanto tiempo como el que separaba el últi-mo beso de Humberto del vacío que ahora nos convertía en extraños .Supongo que el contacto diario con las alumnas habrá influido en sudistanciamiento . Decía estar siempre demasiado ocupado con sus lec-turas e investigaciones, y yo, encerrada en la casa o paseando sola porel parque, me aburría a muerte .

A las tres en punto nos pasaron a buscar John y Magda . Formabanuna pareja encantadora . Sólo hacía un año que se habían casado y meera difícil dejar de envidiar aquel halo de paz, amor y comprensión queparecía rodearlos cada vez que me los encontraba en el cine, en el su-permercado o en plena calle . Todo lo hacían juntos y todo lo compar-tían. Magda me contaba que John la ayuda en los quehaceres de la ca-sa, al ir de compras . Me lo decía como si fuese lo más natural delmundo, sin saber que me estaba describiendo experiencias muy ajenasa mi relación con Humberto . Éste jamás me ayudó en nada . "Yo tra-bajo con el cerebro", exclamaba cada vez que le pedía ayuda . "No ten-go por qué perder el tiempo lavando platos ni yendo de compras con-tigo. Para eso estás tú, ¿no?"

No me había atrevido a pedirle nuevamente que saliéramos jun-tos, que tratáramos de disfrutar como antes las pequeñas cosas dela vida. Pero ahora llegaba el verano y se terminaban las clases . Yano podría inventar más excusas . Si no me amaba, tendría que de-círmelo claramente . Y en ese caso yo no tendría por qué seguir conél . Por eso, en cierta forma, el paseo al lago determinaría nuestrofuturo .

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Durante el viaje platicamos animadamente . Humberto le tenía te-rror a los comentarios y por lo tanto procuraba ocultar a toda costanuestros problemas . Cualquiera que nos viera riendo y cantando ca-mino al lago, pensaría que éramos la pareja más feliz del mundo . Es-toy segura de que eso pensaban John y Magda .

Cuando llegamos al lago, el resto del grupo nos esperaba con la co-mida preparada . Pasamos un buen rato conversando, contando chis-tes . Luego alguien sugirió que nos fuéramos a bañar. Los que traíantraje de baño lo hicieron de inmediato y los demás permanecimos sen-tados escuchando la música que salía del radio portátil de John . Al ra-to Magda se acordó que tenía una pelota en el baúl del carro . Todos selevantaron dispuestos a jugar. Miré a Humberto . Sus ojos me indica-ron que mi presencia le molestaba ; que si yo jugaba, entonces ya él nopodría dar rienda suelta a sus emociones . Era la misma sensación quetantas veces había tenido yo al estar él con muchachas atractivas aquienes no podía dejar de mirar, pese a mi compañía, con descaradalujuria .

Dije que tenía un tobillo lastimado y que francamente prefería que-darme sentada a la mesa, viéndolos jugar. A medida que Humbertosaltaba, reía o gritaba algo referente al juego, comprendí que todo suser manifestaba un impostergable afán de libertad . Yo no era más queun estorbo . Lo comprendí con dolor, ya que desde el principio yo ha-bía sido la ficha perdedora y nuestro matrimonio un juego hecho de re-glas falsas o, al menos, válidas sólo para una de las partes .

Humberto y yo habíamos discutido violentamente cada vez que yomencionaba la posibilidad de marcharme para siempre . En aquellasocasiones se ponía después como un niño, me rogaba que siguiera a sulado. Decía quererme a su manera . Y yo siempre terminaba aceptandosus ruegos, creyendo a medias en ese amor poco manifiesto que decíasentir por mí . Supongo que en el fondo Humberto sí me necesitaba, pe-ro para cosas más prácticas que la ternura y la comprensión . Alguientenía que cocinarle tres veces al día, limpiar la casa, hacer las compras .Un día me di cuenta de que no era yo la que excitaba sus sentidos laspocas veces que me hacía el amor . Yo sólo le servía como depósito per-manentemente disponible en donde colocar el producto de una sen-sualidad activada quién sabe dónde ni con quién .

Cada vez que Humberto saltaba para atrapar la pelota, yo me sen-tía más y más como una cosa, como la mesa donde apoyaba los codos .

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METAMORFOSIS

Tal vez si me hubiese mirado una sola vez mientras jugaba, no con ter-nura sino por saber simplemente si aún conservaba mi condición depersona, las cosas hubieran sido diferentes esa tarde junto al lago . Pe-ro Humberto pasó una hora y media metido en cuerpo y alma en aqueljuego, olvidado de mi existencia, libre de ataduras, sintiéndose solteronuevamente. Y yo no quise que al terminar el juego él pensara que lascosas eran en realidad de otra manera .

Me fui endureciendo al contacto de mis codos con la mesa rústica so-bre la cual permanecían aún platos, vasos y cubiertos sucios . Tenía quedesvivir por él, el tiempo que había perdido a mi lado, el que yo habíaperdido al lado suyo; devolver cada una de esas horas a su comienzo .Los gritos y las risas se fueron desvaneciendo . Del grupo sólo quedabanborrosas siluetas. No pude ubicar ya el ángulo desde el cual disminuíami capacidad de percepción . Una nueva sensación de libertad comenza-ba a instalarse a pesar del endurecimiento ya casi absoluto .

Al terminar el juego, todos se extrañaron de no verme . Me busca-ron por todas partes durante horas. La noche penetraba por el espesoenramaje cuando Humberto se quedó absorto, mirando hacia el lago,como pesando una sospecha. Alguien se ofreció entonces a ir a la ciu-dad en busca de la policía . Los demás se sentaron a mi alrededor, sinhablar casi, mirándome sin verme . Humberto me puso ambos codosencima y en tono de reproche dijo : "Probablemente se metió al lago, lamuy loca" .

Llegó la policía . Recorrieron palmo a palmo los mismos sitios queya el grupo había registrado . "Regresen ustedes a sus casas", ordenóuna voz. "Mañana traeremos buzos para fondear el lago" . A Hum-berto le dijeron : "Usted también, señor Cuéllar. Lo tendremos al tan-to. De nada sirve que se quede. En todo caso dejaré aquí a un agente" .

Efectivamente, mi amor, si antes no supiste apreciarme como mu-jer, ahora que soy parte molecular de esta mesa tampoco podrás reco-nocerme. El tiempo no ha pasado . Vuelve a comenzar. Sé feliz .

México, 27 de mayo de 1971

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Germinación

Abrió los ojos lentamente, con temor . Pudo ver entonces, en medio delos conocidos muebles viejos, flanqueado por ventanas rústicamenteencortinadas, lo que causaba aquel extraño olor que venía presintien-do desde el sueño. Y a pesar del intenso calor del encerramiento enaquel mediodía, tembló sacudido por un frío mortal .

Frente a él la planta trepaba el lomo de aquel vacío y se esparcía co-mo si hubiera allí una pared invisible o un arbusto de firme raigambre .A medida que avanzaba hacia la cama aquella enrevesada coraza delianas, comiéndose el espacio, ocupándolo en mayores dimensiones, lavista se le fue llenando del aspecto pegajoso de aquel verde avasalla-dor. Sabiendo que no soñaba, percibió el acecho por todos sus sentidosaunque no por el entendimiento, y volvió a temblar . No había escapa-toria posible . Al comprender al fin cuál habría de ser el resultado de sugran dedicación a la botánica, cerró los ojos al absurdo .

Las hojas sarmentosas estampaban ya su frialdad de invernaderosobre la piel. Contrajo los músculos. Simultáneamente lo fueron aplas-tando los susurros que salían de aquel verdor y la introducción pasto-sa a través de la piel . Deseó poder perderse nuevamente en el seguromundo del sueño, donde lo inverosímil nada tenía que ver con la rea-lidad. Pero no pasó de ser más que vago deseo .

Una leñosa rigidez se le ha ido extendiendo por todo el cuerpo .Siente la savia hacérsele pesada en la sangre y cómo ésta comienza aendurecerse milimétricamente . Sin querer se maravilla del grado dehipersensibilidad que lo llena . Sabe que la lengua ha dejado de ser elúnico vehículo de gustación . Lo que parece toneladas de álgido ver-dor amargo y susurrante ya le tapa ojos, orejas, nariz, boca y zonaserógenas. Le es imposible abrir los ojos, adheridas como están lashojas a sus párpados. Quisiera ver una vez más la forma, observar la

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METAMORFOSIS

textura, el tamaño . Pero adivina que la armazón cartilaginosa ya noexiste, que los límites de su piel han perdido su autonomía, que elproceso osmótico está ya bien avanzado . Trata de aquilatar el valorcientífico que hubiera tenido su descubrimiento, se lamenta de queno se esté filmando el fenómeno . Quién hubiera pensado que podíancoexistir en aquellas semillas características carnívoras y procesososmóticos .

Cuando su hermana entró al cuarto, se quedó lívida . Un informematorral había germinado sobre la cama antigua, esa enorme cama derespaldo amplio y barroco que había sido de su madre . La cubría porentero, desparramándose a los lados . En seguida le llamó la atenciónel olor intenso, como a eucalipto, que flotaba en el lugar . Una nueva lo-cura, pensó, otro experimento. ¡Hasta cuándo, Señor! Habría que ha-blarle fuerte esta vez. Está bien que le apasione la botánica . Que entie-rre sus semillas en montoncitos de tierra húmeda cerca de las ventanas,sobre el piso que ella tanto cuida, cuando no alcanzan las macetas . To-do eso podía tolerársele al muchacho. Después de todo, ni siquiera te-nían patio . ¡Pero sobre la cama de mamá! ¡Ya es el colmo!

Corrió a abrir las ventanas pensando en lo insensato que era su her-mano. Tanto saber de plantas, y exponerse a una asfixia durmiendoencerrado con ellas . ¿Pero dónde estaría? No lo había visto salir . Ano-che lo sintió llegar dando tumbos, cosa rara en él, y ya después debióhaberse quedado dormido . Sí, había que reconocerle eso: no tenía vi-cios. Por lo menos ella no se los conocía. Sólo le importa leer y experi-mentar con cosas, pensó . Algún día será un gran científico . Sonrió . Elpróximo paso sería la Universidad . Ella lo ayudaría a costearla . Allátendría un laboratorio moderno, aunque tuviera que compartirlo conotros estudiantes. Sí, la parranda de fin de curso se justificaba . Es unbuen muchacho. Pero, ¿qué se habrá hecho, Dios mío?

El olor persistía . Un leve mareo la hizo agarrarse de una silla . ¡Quéplanta más rara! ¿Cómo es posible que cubra así toda la cama, en tanpoco tiempo? Se acercó curiosa . Le pareció percibir de pronto un lige-ro tremor de hojas . Luego, absoluta quietud . El olor se desvaneció co-mo por encanto. Debía ser por el aire fresco que . . . Pero no entraba ai-re. La mañana estaba opresivamente reseca .

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DUPLICACIONES

Observó con más detenimiento la insólita parcela rectangular . Elverde pareció intensificarse e hirió sus ojos . Ella no sabía de plantas,todas eran iguales a su ignorancia; pero le impresionó la forma curio-sa de estas hojas, su multitud . Que no se creyera ese muchacho que ellaiba a limpiarle la cama . Sus disculpas de siempre no bastarían . Apenaslo vea le diré que . . . Nuevamente cerró los ojos ante la intensificacióndel verdor. No entiendo lo que pasa . ¡Ese brillo . . .! Y qué malagradeci-do era . Cuando murió mamá ella debió haberse quedado con la camaen vez de dársela a él como si no importaran ya los dolores de espaldaque siempre le había ocasionado su catre . Pero la difunta quería tantoal muchacho, más que a su hija que nunca había demostrado gran cul-tura. Y además, el breve testamento decía bien claro que la cama debíadársele a él .

Un grito desgarrado . Atravesó las ondas de calor que se metían alcuarto y se prolongó en la distancia como un eco . Sin darse cuenta ha-bía pisado unas hojas que caían sobre el piso aplastándose contra lamadera. Unas hojas que no estaban allí segundos antes . Vio ahora, sinpoder articular su terror, cómo de los fragmentos que aún estaban ba-jo su pie manaba pastosamente un rojo verdoso que fue trepándoselepor los pies, enroscándosele a las rodillas, cercándole la cintura, be-sándole los senos, acechándole la boca abierta por donde no escaparíael segundo grito .

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Iowa City, 15 de marzo del 970

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Evasiones de la muerte

Caminaba procurando que mi tedio se quedara enrollado en el fondodel bolsillo de mi más viejo pantalón . Llevaba ya varias cuadras reco-rridas con la mente en blanco . Al llegar a la esquina sentí que una sen-sación de vacío me amarraba las piernas y las ganas de volver a mo-verme. Aquí he pasado los días como si fuesen noches y las nochescomo si no existieran. Hace un rato, poco antes de confundirme con diposte de la luz, metí casualmente la mano en el bolsillo y comprobéque mi dedo cabía entero en uno de sus huecos .

Cuando no tengo nada que hacer, o sea siempre, me digo que fui unniño como cualquier otro, con juguetes y ciertos credos aprendidos co-mo dogmas en la escuela. Tuve amigos y cumpleaños con fiestas y lacuota usual de enfermedades . Seguramente me ocurrieron cosas queotros podrían recordar con gusto, vergüenza o indiferencia al menos,desde su perspectiva de adultos. Yo nada recuerdo . A veces, por pasarel tiempo, trato de hurgar en ese pasado . Busco escenas significativas,conversaciones, fragmentos de hechos ocurridos . Nada. Es como ha-berme saltado esa hermosa etapa que suele ser para todos los niños .Quizá nací adolescente en el momento en que cazaba gorriones conaquella vieja honda, entre la maleza, con mi padre animándome a unlado. Sólo a partir de esa experiencia cobran vida ciertos recuerdos .Pero ya no era niño. Recuerdo, por ejemplo, los senos pequeños de laprostituta colombiana que no podía tener más de diecisiete años y queme decía no me los maltrates así porque soy casi una niña todavía y noquiero que se me arruinen . Y la vez que se me salió el condón que guar-daba en la billetera y fue a dar sobre los papeles que examinaba, sen-tada tras su escritorio, aquella señora de la agencia de viajes . El ruborque llenó mi cara y el esfuerzo por no mirar a papá, que estaba paradojunto a mí, son cosas que uno no olvida fácilmente . Pero tengo la im-

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presión, y no es nada agradable, de que alguien fue niño por mí, quizásin saberlo, en alguna parte del planeta, o fuera de él, quién sabe . A lomejor es verdad que somos vividos desde otras dimensiones .

Ahora que veo pasar a la gente desde esta rígida evasión que signi-fica el haberme integrado a un poste de luz en una calle cualquiera, medoy el lujo de comprobar que el tiempo no es más que un fantasma quenos empuja imperceptiblemente hacia el retorno a cero en un lentoconteo que no podemos detener .

Un hombre empuja suavemente a una mujer contra este poste, sien-to su espalda tocándome, la juntura de sus nalgas ; pero ya no es comoantes, me da igual . Uno ve un día ojos que nos miran, percibe un cuer-po bello que invita a un manjar, y hasta oye las palabras soñadas tantasveces . Se fornica, y a partir de esa experiencia se hace lo posible por ce-rrarle el paso al amor, o por abrírselo, según el temperamento de cadacual. Y si alguien como yo acaba por enamorarse, resulta que la muer-te se siente ofendida y decide anticipar su visita . Y nos dice un día el ins-tinto, el médico de la familia o la misma muerte disfrazada de cansan-cio o del más abrumador tedio que pueda imaginarse, que ya te quedapoco y para qué sigues acumulando ilusiones . Y es entonces cuando auno le da por caminar sin rumbo fijo, con las manos en los bolsillos, lamente en blanco y una predisposición a fenómenos como éste de perderla fisonomía y convertirse en parte integral de un poste de luz .

Si este cabrón quiere pasarse la noche entera besándole los oídos ala mujer, rozándole los senos mientras agota toda clase de argumentospara podérsela llevar a un hotel, es asunto suyo . Yo tendré que sufrir supresencia hasta que ceda la mujer o se canse él . En todo caso, no vol-veré a recorrer las calles con un cuerpo que se sabe condenado .

Mientras mi voluntad conserve la energía suficiente para realizarmutaciones que logren evadirme indefinidamente, seguiré adhiriéndo-me a las cosas que menos llamen la atención . O a las que impresionenpor sus propios méritos, qué más da, como estas nalgas duras de mu-jer que ya está mandando al carajo al tipo y que, si no me equivoco, sedispone a largarse en cualquier momento .

Se aleja ya, moviéndome . Siento la mirada rabiosa de él, que seprende a mi nueva apariencia . Tendré que acostumbrarme al zarandeobajo esta tela ligera y suavemente incitante .

México, 3 de junio de 1971

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Las palomas

El tiempo pesa en este vacío seco que me oprime el estómago . En lasyemas de los dedos hay todavía calor de ilusiones . Tantas cosas hu-bieran podido hacerse . Pero esa obsesión de cuatro paredes y un te-cho propios, de un pedazo de tierra, de una cerca de púas y varias do-cenas de histéricas gallinas correteando en el patio, los sacaron de suscabales. Acumular para la vejez importaba más que amar la armoníadiaria. Faltaba el gesto espontáneo y la sonrisa . Y así se fueron tren-zando los gritos y armándose los pleitos . Llegó a petrificarse en ellostoda humanidad, todo sentimiento . Nos convertimos en una familiade cosas .

Corría la sangre en el país y las justificaciones se quedaban en lasregiones volátiles del ideal . Una a una fueron sucediéndose las menti-ras y conjeturas . Papá quiso dejar de ser cosa ; creyó ver peligros inmi-nentes. Me mandó lejos y se quedó protegiendo sus egoísmos . Más tar-de nos reuniremos contigo, dijeron . Siguió el beso por compromiso,por no romper con las apariencias .

Esa tarde fui a despedirme de las gallinas, olvidando que habían si-do servidas poco tiempo antes en la mesa . Estaba tan metida en mispensamientos, que no relacioné la comida con mis aladas amigas . Vi-ne a llorar estando ya en el avión, desde el cual se me iban escapandopor momentos los paisajes, los recuerdos .

Aterrizamos de noche . El choque con otra cultura estremeció mimodorra . Me vi obligada a reaccionar ante el nuevo lenguaje y esavida organizada en torno a reglas y horarios de una nitidez escalo-friante . Desde mi llegada las promesas se han hecho larga y angus-tiada espera . En cada carta de mis padres vienen mejor disfrazadaslas mentiras .

Alguien me dijo una vez: Eres demasiado delicada, como una palo-

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DUPLICACIONES

ma. Fue una revelación. Procuré endurecerme. Pero un día hice una vi-sita al parque .

Me llené la vista de palomas. El blanco, gris y negro de sus plu-mas recrearon la soledad que llevaba impresa en los ojos . Llegabanen bandadas por las tardes. Se posaban en árboles y bancas pico-teando siempre, arrullándose, arrullándome a distancia . Al principiotemí acercarme. No quería espantarlas. Supuse que serían como yo .Me asustan las pisadas, las voces, las miradas que se me dirigen conintención .

Las envidiaba. Esas palomas no tenían problemas. Su sola deli-cadeza hacía que la gente cuidara de ellas. Todas las tardes venían ni-ños con ojos asombrados a echarles granitos de maíz . Ahora sé queellas en realidad carecen de la timidez que les asignaba . Lo sé porquehoy pude tocarlas, comieron de mi mano .

Una se me quedó mirando hace un rato. Trataba de explicarme al-go. Quizá me tome algún tiempo, pero sé que podremos entendernos .Me siento feliz . Esta mañana pude romper la carta más reciente sin elmenor remordimiento. Comienzo a ser libre.

Otra tarde de sol y esperanzas . El aire me ríe en los pulmones . Jun-to a la fuente pienso las mismas cosas que ayer pensaba, pero ya sinrencores. Todo tiene sonido. Oigo la yerba crecer, se alargan diminu-tamente mis cabellos, bajo mis pies descalzos corretean las hormigas.No quiero hacerles daño y por eso levanto ambos pies y entrecruzo laspiernas sobre la banca .

Las palomas se entienden en medio de un currucuqueo grato . Notardaré ya en comprenderlas . Hay ratos en que todo suena a vida ya vi-vida. Pero ahora todo vive en forma nueva, más armónica . Todo tienerazón de ser y me siento partícipe. Antes los fenómenos sucedían sininvolucrarme. Presiento que de algún modo las palomas han contri-buido al cambio .

Esta es una etapa transitoria . Me lo decía hace un rato el cosquilleoque recorría mis brazos cuando llegó al parque la primera bandada .Yo las esperaba como de costumbre. Saben ya por qué las quiero . Aho-ra siento que la boca se me quiere alargar de manera extraña, y es pla-centero palpar esta nueva rigidez que obliga a mis labios a extenderseformando una punta. También mis brazos, reposando a los lados, pa-recieran querer ensancharse formando estratificaciones tersas .

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METAMORFOSIS

Me rodean. A lo lejos veía gente que paseaba, ancianos leyendo pe-riódicos, niños que jugaban, pero ya no los distingo . A ningún otro seracuden las palomas como a mí . Han aceptado mi confianza . Ya no ne-cesito traerles granos . Ya no se van tras picar de mi mano. Tengo loshombros y cabeza salpicados de plumas. En las manos me ha quedadola suavidad que dejaron al buscar mi contacto .

Del mar llega una leve brisa que levanta las plumas . Flotan frente amí. Por todas partes se mecen haciendo que se confundan gris, blancoy negro. Incontables palomas saltan, vuelan, se posan y otra vez saltanemitiendo ese sonido breve y adormecedor que tanto conozco. Sí, soyfeliz. Comienzo a compartir su alegría . ¿Para qué regresar al cuartohúmedo en que vivo, cuando aquí podemos mirarnos por horas com-prendiéndonos? No me sorprendería si algún niño me trajera un día deestos cucuruchitos de maní .

No recuerdo la venida de la noche y hace rato amaneció . Las palo-mas me contemplan silenciosas. Esta mañana hay más que nunca. Nohan querido descansar en mis hombros ni acercarse siquiera . Extiendola mano para llamarlas pero en lugar de acudir se apartan un poco de-jando abierto un boquete por entre la compacta presencia de sus plu-mas. Parecen haberse puesto de acuerdo y ahora meditan .

Proyecto la vista por la abertura y allá veo a una joven paseándose .Mira hacia acá. Ríe. Ha volcado los granos que traía en la mano sobreel suelo e invita con un gesto a las palomas para que se le acerquen . Nole hacen caso por estarme mirando .

No la desairen, les digo a mis amigas con el pensamiento, no me de-sairen; es delicada como yo, como ustedes ; ¿no ven que no demora elllanto? La masa gris se disuelve en un instante y gran cantidad de pa-lomas acuden . Picotean allá y acá . Una se le ha posado en la cabeza, seme posa. Otras llenan mis hombros, se los llenan .

Ya no la veo, la joven no puede verme . Un dulce cosquilleo acariciamis oídos, los suyos ; recorre su columna, la mía ; se pasea por mis bra-zos, por los de ella; se instala finalmente en la planta de los pies .

A través de las ramas de aquel árbol juega un rayo de sol que logratraspasar con su calor la sólida pared de plumas . Ahora surge, por en-tre alas, la cabeza de la joven . Alza una mano, la alzo . De pronto co-mienza a elevarse la masa gris . El paulatino batir de alas va trazandonuevas variedades de colores . Sigue saludándome desde el racimo de

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DUPLICACIONES

plumas que se eleva, la saludo . Me llevan en apretada formación, se lallevan .

Nos esforzamos por vernos mejor . Pero sólo debo parecerle unpuntito incoloro a medida que penetro la primera nube ; ya no la dis-tingo ahora que la absorbe aquella otra de más arriba .

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Iowa City, junio de 1970

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Incidencias

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El espectáculo

Durmió con la rubia la primera noche y a la siguiente se acostó con lamorena y la tercera noche estuvo con la pelirroja de las innumerablespequitas .

Más adelante quiso estar con dos de las muchachas al mismo tiem-po pero como las tres eran íntimas amigas y le tenían un cariño muyparejo, temió ofender a una al invitar esa noche a las otras dos, y poreso acabó acostándose con las tres en el amplísimo lecho que habíamandado instalar meses atrás, previendo antojos similares .

Ya después la costumbre se impuso y todas las noches los cuatroamigos compartían los más íntimos goces. Nunca tuvo nadie que pe-dir cuentas a los demás, pues la satisfacción era siempre individual sindejar de ser, en el momento de su realización, una actividad esencial-mente colectiva .

Transcurrió algún tiempo y, a intervalos breves, las tres mujeresfueron dando señales inequívocas de embarazo . Cuando ya les tocó in-ternarse para dar a luz, el hombre tuvo que dormir solo nuevamente .Fue una sensación de inesperado alivio .

Volvió a soñar como no lo hacía desde que compartiera por prime-ra vez su lecho . Presenció el difícil nacimiento de tres robustos niños,el sufrimiento inevitable de sus respectivas madres y, finalmente, lasvio morir. Fue tanta su tristeza al despertar que, convencido de la au-tenticidad del sueño cuando halló vacíos ambos lados de la cama, ca-yó en un profundo letargo .

La rubia, la morena y la pelirroja llegaron juntas a verlo al día si-guiente. Ansiosas por mostrarle los tres hermosos niños que habíanengendrado, los colocaron a un lado de la cama, en fila, dormidos co-mo estaban, y trataron afanosamente de despertar aquel cuerpo frío .Cuando se convencieron de la rigidez del cadáver, percibieron por pri-

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DUPLICACIONES

mera vez las implicaciones del silencio . Lloraron frenéticas y los niños,asustados, no tardaron en añadir su llanto al de las madres .

La noche que siguió al entierro, las tres hermosas mujeres ocupa-ron con sus hijos aquella mansión cargada de recuerdos . Como un me-recido tributo a la memoria de su común amante, reiniciaron de inme-diato los ritos . Amándose las tres, renunciando para siempre a loshombres, compartían una misma tristeza, que los niños no podíancomprender mientras observaban el espectáculo, fascinados .

México, 15 de julio de 1971

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Inercia

Pegó la cara al cristal . El vaho se formó igual que todos lo días. Nun-ca dejaba de sorprenderse al ver cómo su aliento se hacía mancha con-tra aquel vidrio . Estudiantes y trabajadores, apurados como siempre,iban unos para la escuela y los otros a sus faenas en la construccióncercana. Se recordó vagamente caminando tal vez con la misma prisa ;sus gestos y sonrisas ante el nuevo día eran iguales a los de esta genteque ahora pasaba . No podía ubicarse bien, pero era un remoto pasa-do que permanecía suspendido, como un limbo, en su cabeza . Y sinembargo tenía siempre conciencia de que el tiempo pasaba y que conél transitaban frente a sus ojos aquellos estudiantes y obreros .

Sabía, eso sí, que el tiempo tenía horas que se dividían y subdivi-dían hasta el cansancio, que con gusto se hundiría en una amnesia to-tal. La secuencia de las cosas que solían hacerse a diario carecía de lamás mínima importancia . Odiaba su hábito de dar cuerda al viejo re-loj de péndulo, de limpiar todas las mañanas sus zapatos a pesar deque nunca salía, de entreabrir la puerta siempre a la misma hora ytantear el suelo buscando la botella de leche y la bolsa de pan que al-gún vecino venía proporcionándole desde que tenía memoria . Peroun extraño miedo lo invadía cuando ya iba a olvidarlo todo. Temióperderse para siempre en una oscuridad donde, flotando sin jironesde recuerdos ni huecos de luces, llegara a ser una partícula más de pol-vo en un rincón .

Al filtrarse el resplandor de la mañana, permanece con los párpa-dos cerrados escuchando los sonidos que llegan desde la calle, pospo-niendo el momento en que deberá levantarse, ir al baño, asomarse a laventana. Y ahí se quedaba entonces hasta el mediodía, sentado siem-pre en aquella mecedora demasiado chica para él, hasta que lo cegabael resplandor y se retiraba a su cuarto . Encogido sobre el colchón ama-

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DUPLICACIONES

rillento, lleno de agujeros donde metía los dedos para sacar esa lanitaque tanto le gustaba y dejarla caer como una nevada sobre el suelo re-gado de mohosos libros, se perdía en divagaciones hasta quedar dor-mido. Sueña entonces que vuelve a ser pequeño, que lo llevan al mu-seo. Los largos pasillos lo deslumbran: blancos, relucientes, desiertos .De las paredes cuelgan enormes cuadros ; los paisajes invitan a perder-se en ellos. Alguien lo lleva de la mano . Es de gran estatura, impregnala estancia con su olor a tabaco . En otro salón, muy amplio, se detie-nen largo rato ante las esculturas . Los torsos de mármol relucen comosi sudaran . Hay hombres hermosos en posiciones atléticas, desnudos .Estira de pronto el brazo y posa su mano sobre el sexo de mármol .Despierta cuando a su lado estalla una carcajada .

En las tardes ocupa nuevamente la mecedora y espera a que las cru-ces formadas por las varillas de la ventana proyecten su sombra en elsuelo y vayan desapareciendo . De noche ya no le traían el alimento yel hambre alargaba las horas . Trataba de escaparse de la angustia poresos huecos de luz que llenaban el vacío en su cabeza, y ésta a veces leparecía cosa ajena a su cuerpo . Poco después de dormirse, llegaba sú-bitamente la mañana y temía que no le hubieran traído su botella deleche y su pan.

Le gustaban de una forma diferente los días de lluvia . Encogido enla vieja mecedora, veía los goterones salpicando el cristal y escuchabael repiqueteo hasta sentirse niño un rato y feto ya después . Desde esamisma mecedora, milenios atrás, solía mirar a su madre, linda y rubia,tomar el té en las tardes . Aquel pelo se llenaba entonces de reflejoscuando la claridad que se metía por el tragaluz le daba en la cabeza . Enese tiempo todo era diferente, etéreo .

A veces su madre traía amigos que lo sentaban en sus rodillas y ju-gaban con él hasta entrada la noche . Eran alegres, jóvenes, olían siem-pre a colonia y no dejaban nunca de revolverle el pelo hasta que ella,distante como de costumbre, lo enviaba a su cuarto sin darle un besoo siquiera una caricia. Se quedaba dormido oyendo risas, el chocar decopas, el romperse de cristales .

Era agradable evocar los tiempos en que lo llevaban a la iglesia . Loguiaba una mano regordeta, suave, un cuerpo rechoncho que despedíaolor a lavanda . Le llamaban la atención tantas velas y la expresión so-ñadora o sufrida de santos y vírgenes en la penumbra . El oro de las lla-mitas se le metía por los ojos con insistencia de sol, hipnotizándolo .

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INCIDENCIAS

Los mendigos y las viejecitas encendían a cada rato nuevos cirios des-pués de una oración y muchas genuflexiones . Y cuando éstos se mar-chaban, él se acercaba a las imágenes aprovechando un descuido de laabuela y soplaba sobre cada cirio .

La casa se quedó en silencio . Alguien vestida de negro le dijo que sumamá se había ido . No sintió nada . No era la primera vez que se mar-chaba. Pero en la sala había un cajón largo y cuatro velas que perma-necieron encendidas la noche entera . Cuando todos se hubieron reti-rado, se levantó de la cama y de puntillas las fue apagando una poruna, sonriente. La oscuridad fue total y de pronto alguien lo agarrófuertemente por los hombros y a pesar de los gritos lo encerró en su ha-bitación. Se durmió viendo planear avioncitos de papel, hechos con lascartas que escribía emocionado pero no enviaba a nadie . Cuando yalos veía convertirse en mariposas blancas, las dimensiones del cuartose hacían ilimitadas y él paseaba feliz por el campo .

La puerta del cuarto de su madre le atraía como la clave de otromundo ajeno a sus experiencias, remoto, donde habría misterios pordescubrir. Conocía, a excepción de ese cuarto, cada rincón de la enor-me casa . No tuvo nunca el valor de cruzar el umbral, aunque recorda-ba haber comprobado en alguna ocasión que la puerta no estaba ce-rrada con llave, como antes de que ella se fuera .

Una vez la abuela lo abrazó en un arranque inesperado de cariño .Apretándole la cabeza contra el pecho le decía cosas que al principiono lograba oír porque, perdido en medio de aquellas tibias esponjas,luchaba por zafarse del abrazo que con tanta emoción lo asfixiaba ."Procura no salir mucho a la calle", le decía. "La gente es fea y cruelallá fuera, hijito . Te dirán cosas de tu madre" . Desde entonces sólo viopasar gente y repetirse los días junto a la ventana . La abuela lo habíadejado solo, sin espejos, con los sillones que se empolvaban más cadadía, con sus aviones de papel y la ventana y el reloj de péndulo . Y algose fue acumulando dentro de él, una idea confusa que se convertía enblanca mariposa tratando de escapar de ese frasco de cristal que era sucabeza. Ahí almacenaba toda clase de insectos que llegaban de prontoy quedaban atrapados en el vacío de su mente .

Una de sus pocas alegrías había sido descubrir, siglos atrás, que to-das las tardes pasaba frente a la ventana una graciosa niña . Daba tor-pes pasitos con la ayuda de una mujer increíblemente negra que relu-cía bajo el sol . Le llamaba la atención el contraste en la estatura y en el

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DUPLICACIONES

color de su piel . Luego la niña, acompañada siempre, caminaba ya conpasos rápidos, apretando libros contra su pecho . Un día notó sorpren-dido cómo se le habían alargado las piernas y el cabello . Le agradaronlos reflejos que el sol arrancaba a ese pelo que se zarandeaba con la bri-sa, y evocó el efecto de la luz sobre el cabello de su madre cuando éstatomaba el té con los amigos .

Sus manos se crisparon sobre el respaldo de la pequeña mecedora laprimera vez que vio a la chica del brazo de un hombre . Ambos reían yfue entonces cuando se dio cuenta de que el paso de ella se había vuel-to más elástico, que su cuerpo había adquirido una insólita semejanzacon las esculturas que estaban en el museo . La imaginó sin ropas, res-plandeciente, en medio de aquel salón inmenso . Pero esta vez, al exten-der el brazo, se sorprendió al sentir en su mano el suave calor de piel .No le interesó desnudar al hombre, pero lo vio como un torso mutila-do y rígido, tirado en un rincón, contemplando impotente cómo él se-guía palpando con sus manos temblorosas el cuerpo tibio de ella . La ca-lle ya se ha quedado vacía cuando la humedad pegajosa que siente enlos dedos lo hace bajar la cabeza y contemplar, extrañado, el sexo flác-cido en su mano .

Preparó infinidad de aviones que decían: "Mira para acá arriba", ycuando pasaba la muchacha, sola o acompañada, los dejaba caer es-condido detrás de la cortina. Sólo en una ocasión la vio mirando haciaarriba y descubrió, encantado, que sus ojos eran claros . Los aviones sefueron amontonando después junto a la mecedora y finalmente pre-sintió que también ella se había marchado .

Una noche, con todas las luces de la casa encendidas, se decidió aabrir la puerta . Hacía tiempo que no lograba hundirse en sus sueños .Una inquietud constante tenía revueltos en su cabeza a los insectos . Lamariposa blanca aleteaba con más furor que nunca, con los ojos clarose inmensos queriendo salírsele del cuerpo . El polvo lo hizo estornudar.Sobre la cómoda de negra madera labrada, encontró un cofrecito . Alexaminarlo, recordó haberlo visto en manos de su madre cuando unanoche guardaba las prendas que uno de sus amigos le había regalado .Mientras ella las contemplaba feliz, el brillo le salpicaba la cara de di-minutas lucecitas y la mano del hombre se introducía en el escote am-plio . Desde su cuarto observó cómo el amigo se inclinaba entonces so-bre el seno blanco, no quiso mirar más y cerró cuidadosamente lapuerta .

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INCIDENCIAS

Volcó el contenido sobre la cómoda . Las prendas oxidadas le ensu-ciaron los dedos . En el fondo del cofre habían quedado pegados unossobres. Los abrió procurando no romper lo que tenían dentro . Paraver mejor, descorrió con algún esfuerzo las pesadas cortinas y volvió aestornudar por el polvo . En su excitación había olvidado que era denoche. Encendió todas las luces del cuarto, pues la claridad que entra-ba por la puerta abierta resultaba insuficiente .

Primero leyó con cierta dificultad las cartas . Hablaban de un mun-do insólito que no conocía . Luego, como si fuese a iniciar un juego debarajas, colocó sobre la enorme cama, una por una, las fotografías queencontró envueltas en un papel . Con ojos incrédulos vio a su madreabrazada a otra mujer, desnudas ambas, sonrientes en el lecho . Le pa-reció escuchar nuevamente aquellas risas de las noches en que lo acos-taban temprano. Y la vio allí, retorciéndose, burlándose de él . El ale-teo furioso de la mariposa lo estremeció . Echó a correr.

Abrió la puerta . Tropezó con la botella de leche . Amanecía. Vioalejarse, planeando suavemente en la incipiente luz rojiza, una mari-posa blanca . Al otro lado de la calle pasaba una ancianita con un pa-raguas negro .

México, 28 de julio de 1971

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La alumna

-No es nada -dijo Paula, acariciándole la mejilla . Acababa de abrirlos ojos en la clínica del colegio . La enfermera había salido un mo-mento-. ¡Solamente estoy encinta, mi amor!

Alejandro tragó fuerte . Iba a decir algo, pero en ese momento entróla enfermera. Traía un vaso de leche y un pedazo de pastel . Paula se in-corporó procurando sonreír.

-Es que no había desayunado, profesor. No tuve tiempo . Perdoneque le haya dado esta molestia . Parece que me fatigué por venir co-rriendo desde mi casa . Usted sabe que yo haría cualquier cosa por noperderme sus clases. Pero mucho apuro trae cansancio, especialmenteen la edad del crecimiento, ¿verdad, señorita Gloria?

La enfermera dijo algo que el profesor no entendió . Entonces le pi-dió que hiciera el favor de salir. Ella se ocuparía de la alumna .

Regresó a su salón pensando en lo pálida que se había puesto lamuchacha de pronto, poco antes de desmayarse mientras anotaba al-go en el pizarrón. En seguida la cargó en peso hasta la enfermería . Aúnle parecía oír a sus espaldas el rumor de voces que comentaban lo su-cedido. Sólo que aquel murmullo no está atrás sino frente a él ahoraque ha vuelto a entrar al salón . Pero en seguida se apaga . Treinta ros-tros curiosos están fijos en el suyo . Tiene la impresión de que saben ylo están acusando; ¿por qué no le preguntan algo? ¿Es que a nadie leinteresa saber cómo está su compañera?

-Ya está bien -les dijo sin que le preguntaran nada- . Parece quese le había hecho tarde y se vino corriendo desde su casa sin haber de-sayunado .

Continuaban mirándolo . El silencio jamás había sido tan absoluto .Sí, sabían. Tenían que saberlo. La acusación es unánime .

-Bueno, digan algo . ¿Por qué tanto silencio? No es el momento de

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INCIDENCIAS

ser tan bien portados. Paula . . . es decir, la señorita Rodríguez, no de-mora en volver. Sigamos con la clase. Les explicaba hace un rato que . . .

-¿Cuántos meses de embarazo lleva, prole? -dijo una voz dehombre, sarcástica, al fondo del salón . Alejandro se sintió palidecer.Casi en seguida supo que la sangre llenaba sus mejillas .

-¿Quién dijo eso? -preguntó. Todos los rostros siguieron acu-sándolo. Con los ojos le estaban contestando que la pregunta venía delos treinta .

-Está bien. Hablemos claro . Ustedes tienen una sospecha . Les ase-guro que se trata de una sospecha gratuita, infundada . Hay mil posi-bles causas para un desmayo. Yo les dije lo que la señorita Rodríguezme acaba de explicar. Lo mejor será esperar que vuelva para que ellamisma les . . .

-No se afane, profesor -exclamó Paula desde la puerta- .Yoaclararé las dudas .

-Usted no tiene por qué explicarles nada a sus compañeros si no

quiere, señorita -repuso Alejandro .-Es que de todos modos lo saben ya . A mí no me avergüenza

decirlo . . .-¡Paula . . ., señorita Rodríguez . . ., por Dios no vayas a . ..! ¡Quiero

decir, no vaya usted a . . .!Alejandro no sabía qué hacer. Todo parecía indicar que Paula esta-

ba a punto de confesar la verdad . Lo echarían ese mismo día del cole-gio, del pueblo. El escándalo se sabría en todo el país . Se sentó sobre elescritorio . La joven estaba ahora a su lado, frente a sus compañeros .Se le veía decidida . Alejandro recordó la tarde en que se le entregó sintitubeos, dispuesta a los mayores sacrificios . "Tú eres un hombre deexperiencia y no puedo esperar que me ames a cambio de simples be-sos", afirmó quitándose la ropa . "Si vas a arriesgar tu empleo, que almenos valga la pena" .

-No se preocupe, profesor . Usted ya salvó su responsabilidad . . .

¡Sí, para qué negarlo, estoy embarazada!Paula lo miró un instante y él creyó que sería el próximo en des-

mayarse .-Tengo novio, un muchacho que estudia agronomía en la capital .

En realidad estamos comprometidos secretamente . Apenas me gradúeen diciembre me iré con él y viviremos juntos hasta que esté por nacerel niño. Entonces nos casaremos.

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DUPLICACIONES

Alejandro respiró aliviado, agradecido . Paula era muy hábil fabri-cando historias, siempre lo había sido . Pero de pronto lo aguijoneó laduda. En realidad ya no podría estar seguro nunca .

México, 26 de septiembre de 1971

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Maniquíes

Miro hacia adentro, a través del cristal, y a ratos todo parece azulado .No hay nadie, sólo cajas de cartón dispersas por el suelo . Los trajesque cuelgan de percheros se hinchan como si ya los hubiesen despren-dido de sus soportes y comenzaran a deslizarse lentamente, por volun-tad propia, hacia la puerta. En los anaqueles tiemblan de vez en cuan-do las medias y pañuelos que han quedado afuera, sin ordenar . Unacortina hecha jirones se mece en el fondo del pasillo, lo cual hace queen ella unos veleros se agiganten y se encojan, se alejen y se acerquen,impelidos por la brisa que entra por la puerta del patio .

Mirándose en silencio desde sendas esquinas, los dos maniquíesquieren despojarse de su inercia, de las telas que les han sido puestasarbitrariamente desde meses atrás . Si pudieran aprovechar el impulsoaún lejano de la brisa, si ésta se convirtiese de pronto en viento y losempujara erguidos hasta encontrarse en el centro de la estancia, dis-frutarían el mágico contacto de su piel desprovista de adornos, libre,predispuesta al amor, porque entonces serían un él y una ella deseán-dose en la soledad de un sitio oscuro .

No sospecharían que hay un testigo . Irían abandonando esa po-sición vertical que los ha ceñido siempre, acomodándose a las varia-ciones sucesivas del instinto recién descubierto, ignorando mi pre-sencia tras el cristal . Yo los vería alargarse en el suelo, retorcerseentre las cajas con una suavidad propia del plástico que se convierteen carne esponjosa, acoplarse sin titubeos, como ahora, porque labrisa adivinó mis deseos y se hizo viento que ha duplicado cada unode mis anhelos .

Y así, complaciéndome, tras disfrutar los espasmos, volvemos sinprisa a esa calma anterior al deseo, nos separamos, asumimos nueva-mente la verticalidad acostumbrada, nos deslizamos hacia atrás recu-

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DUPLICACIONES

pecando las telas con el auxilio cómplice de la brisa, se detienen en susrespectivas esquinas tornándose rígidos, mientras sonrío complacida .

México, 26 de abril de 1971

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La gringuita de la moto

No la ha vuelto a ver. Le agradaría conocerla. Todas allí en la Y de mu-jeres se burlan de su fuerte acento latino . No comprende cómo esperanque a los cinco meses de vivir en ese país, ya hable un inglés impecable .¿Qué diría ella al oírla hablar? Tal vez esté en el comedor con las de-más. Ya es hora de almorzar. Pero primero irá al salón de recepción allamar a la Universidad. Sí, eso haré. Si han recibido ya mis documen-tos, quizá hayan tomado una decisión . Por suerte pasé bastante bien elexamen para entrar al Departamento de Español . Sin embargo, le pi-den a uno que tome ciertos cursos y un idioma extranjero . Si sólo mevaliera el inglés . ¿Qué podía ser más extranjero para ella? Pero bueno,en todo caso aprendería el portugués . Será más fácil por parecérseletanto al español .

Llegó al salón y vio a la chica junto al teléfono . Como siempre, me-tida en un grueso suéter el doble de su tamaño, desgreñada y descalza .Está llorando. ¿Qué le pasará? Todo el pelo en la cara . Me ha visto .Procura disimular .- What's the matter Ginger?-They `re going to let me buy the motorcycle!-Who? What motorcycle?-My parents, who else?-You mean you want a motorcycle and they don `t object?-Yeah. Isn't it awful?-Awful! I don `t understand, Ginger! Most parents would never

dream o f letting a young girl like you have a mortorcycle! I know mi-ne wouldn't!

-That's exactly the problem! They never object to anything . I'mfree to do whatever I please. Understand?

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Han pasado tres semanas . Ahora son buenas amigas . Ginger la hallevado varias veces en su enorme moto negra . Es una sensación li-beradora. El viento y la rapidez son desafíos estimulantes . No es difí-cil comprender la emoción que siente la gringuita corriendo a grandesvelocidades contra toda resistencia . Es una manera de sentirse viva.Ginger la quiere llevar a sus fiestas pero a ella no le gusta el ambiente .Es otro tipo de desafío, pero éste la asusta . Una vez fueron a una fies-ta y todo el mundo menos ella se la pasó fumando marihuana y jugan-do cosas infantiles, típica fiesta gringa . No bailaban abrazados comoen Latinoamérica . Aunque no cabía duda de que la música era comoun inquietante surtidor de ondas que arrancaba ligeros temblores a lapiel laxa, que despejaba de preocupaciones la mente . Luego se cansa-ron y fueron subiendo al piso de arriba por parejas . Un melenudo qui-so que lo acompañara. La misma Ginger la animaba a seguirlo .

-¿Pero por qué, si no lo conozco? ¡Ni siquiera me atrae! -les gri-taba enojada. La fueron subiendo. Arriba le colocaron sonrientes untosco cigarrillo entre los labios . Alguien le tapó suavemente la nariz .Aspiró. La soltaron. Todo se nublaba . Corrió a vomitar. Atrás estallóla gran carcajada. A la mañana siguiente despertó rodeada de cuerposdesparramados sobre el piso . Olió su vómito y recordó el brusco apa-gón y la lejana idea de una caída muy lenta que no llegó a su final .Abrió la puerta y salió en busca de aire . Ginger volvió a la Y varias ho-ras más tarde . Le pidió perdón llorando . No recordaba casi nada. Nohabía querido forzarla . Forgive me, honey, okay? Please, you mustforgive me. I was stonned, explicó . I know, dijo ella . Of course I for-give you . Just don `t take me to any more of your parties .

Y no fue más a sus fiestas . Pero siguieron siendo buenas amigas .Hasta que un día Ginger y su moto desaparecieron. Años más tardesupo que la habían tenido que internar en un sanatorio en Iowa, a cau-sa del trauma que le ocasionó el haberse practicado un aborto . Enton-ces sintió una gran tristeza y el mundo adquirió un aspecto gris duran-te mucho tiempo .

A menudo evocaba la primera noche en que habían conversado enel cuarto de Ginger. En los ojos intensamente azules de la muchachahabía visto retazos de verdes campos, árboles frondosos, ríos apaciblespor donde remaban parejas en rústicas canoas . Mientras le contabaacerca de sus giras por todo el país, la chica iba adquiriendo una ima-gen casi mítica ante sus ojos . Cuando le habló de la nieve que cubría

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INCIDENCIAS

los picos de altísimas montañas y de cómo los lagos y ríos se congela-ban permitiendo el patinaje en ciertos meses del año sin que existierael más mínimo peligro, envidió en su amiga la libertad y determinaciónque le permitían romper con todas las convenciones para disfrutar dela vida. Por lo menos la etapa que Ginger evocaba en aquellas nochesde interminable plática era sana . Luego cantaba westerns y baladas deprotesta rasgueando suavemente su guitarra . Pese a haber perdido aun hermano en la guerra de Vietnam, parecía feliz, el pelo lacio y rubiocayéndole desordenadamente sobre los hombros hasta depositarse en-cima de sus pies entrecruzados sobre el lecho . Al levantar un poco lacabeza para buscar los ojos de su amiga latina, ésta notó que Gingerlloraba, que en realidad se le estaba desbordando la tristeza por aque-llos ojos grandes y azules .

-¿Qué te pasa, Ginger? - inquirió entonces, consternada . Perotuvo que repetir la pregunta en inglés porque la gringuita la miraba sinentender.

-lt's just that I tan away from home almost two years ago andthey haven' t even tried to find me! - respondió .

En ese momento se reconoció en la soledad de su amiga . Pero la su-ya venía de causas opuestas : Nunca había conocido la libertad y aho-ra que la enfrentaba por primera vez, sentía terror.

México, 28 de septiembre de 1971

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Testigo

Me mira y sé que no es a mí a quien está mirando . Se pasa el día ente-ro haciéndolo. También llora . Llora mucho . Cada vez que encuentraen mí los años que se le han ido, le tiemblan los labios y con las manosprocura inútilmente componer el daño en la piel ojerosa . A veces es-cucho ligeros lamentos o capto la resignación de un suspiro . Al sentirque sus ojos me taladran buscándose, quisiera no ser testigo, no serverdugo, no ser yo . Habría otros, a no dudarlo, que con la misma im-pavidez le devolverían una angustia gestada en el dolor de tantas desi-lusiones. Pero serían otros, no yo, los que la harían llorar .

Hoy ha pasado frente a mí treinta y tres veces . No exagero . Lashe contado . Desde hace horas va y viene, se asoma al balcón comobuscando algo, al rato vuelve a entrar, se detiene frente a mí de-seando una transformación imposible . Entonces brotan lágrimaspor la impotencia que ve manifestarse en la lenta descompostura delas facciones .

Temo por ella. Nunca la había visto tan nerviosa . Todas las que handerramado lágrimas por mi culpa, o por lo menos a causa de mi pre-sencia en el momento en que comienza una depresión originada en pen-samientos de fealdad o vejez, han terminado mal . Es como si a travésdel tiempo se fueran congelando los rostros en mi superficie, plasmán-dose en imágenes indivisiblemente superpuestas que van multiplicandola edad en los ojos de las que se buscan, ahondando su desesperaciónhasta el paroxismo . Y luego toman decisiones drásticas o las consumeen poco tiempo la tristeza . En cambio las jóvenes, las que en mí hancomprobado en otras épocas la suavidad del cutis y la firmeza grácil delos senos con sus ojos que miran inmensamente satisfechos, las que só-lo me consultan para asegurarse de que el tiempo permanece inmóvil enaquella primera mirada, no han podido nunca dejar impresas en mí sus

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INCIDENCIAS

imágenes felices para que otras las asimilen al contemplarse y se veanmás hermosas .

Hace un rato la llamaron por teléfono . Sus mejillas se fueron colo-reando y casi no acertaba al pronunciar sus respuestas . Poco despuéspasaron a buscarla . Se había puesto un vestido escotado, corto, de co-lores vivos, y por primera vez en meses se había maquillado . Cuandopuso en mí los ojos, poco antes de bajar, brillaban con renovado entu-siasmo. Me sentí feliz por ella y le devolví la sonrisa .

Serían las dos de la mañana . Oí que cerraban bruscamente la puer-ta, que corrían hacia la alcoba, y luego vino el sonido peculiar de losresortes de la cama . Al momento estallaron los sollozos . La estanciaque me rodea se llenó durante horas de un llanto quebradizo, inesta-ble, sobrecogedor .

Las sombras se fueron haciendo luz en mis costados y poco a pocose fue clareando mi centro . Desde la calle llegaban ya los ruidos de lasnuevas faenas. Me percaté de pronto de que ya no se oía el llanto . Su-puse que se habría dormido y le deseé un sueño reparador . El golpe quehizo saltar en pedazos la imagen demacrada que súbitamente se formóen mi superficie, puso fin a esa idea .

Estoy reflejándola fragmentada, múltiple, tirada sobre la poltrona .Los pedazos que yacen esparcidos por el piso recogen pies, manos, se-nos, cabellos desgreñados, repeticiones de ojos, bocas entreabiertas .Tal vez se burlaron de ella, le faltaron al respeto o simplemente la hi-rieron cruelmente .

Las horas se irán apretando, más veloces que nunca, en torno a supiel, haciéndola rugosa . Será irreversible la monotonía de sus gestos .En los ojos se le apagará del todo la vaga claridad que aún aparecía enlas mañanas soleadas, o cuando algún vecino alzaba el volumen del ra-dio y llegaba hasta ella la evocadora armonía de la música . Se irá adormir muy temprano, cuando las tardes comiencen a teñirse de som-bras. Y yo permaneceré roto, sin la compañía de sus miradas, hastaque el tiempo acabe de agrietarme y caiga sin remedio del marco .

México, 26 de enero de 1971

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Re-incidencias

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Nereida

Cada farol es una herida ardiente . La noche se extiende como una pe-sadilla de la cual no se regresa . Bajo la niebla te contemplo . Estás aquí,de pie, mostrándome sin querer tus senos que otro acaricia bajo la llu-via pertinaz. Pero estás allá, cercada por estas evocaciones que no pue-des rechazar.

Ha dejado de teclear y su pensamiento se acomoda en aquel Dat-

sun blanco en donde el profesor la besa . En sus labios siente la presión

voraz de la boca que minutos antes musitara acuéstate conmigo, Ne-reida, no podemos seguir deseándonos así todas las noches sin que pa-

se de esto. La mano fuerte que había estado acariciándole los pechospor sobre la tela ciñe ahora el seno liberado y lo excita para que hagaresponder a todo su cuerpo y lo induzca a esa entrega que tanto desea-

ría el profesor. Ella dice no, todavía no, me falta seguridad en mí mis-

ma, ten paciencia, ¿sí? Él no insiste, retira la mano, permite que el se-

no vuelva al corpiño, el cuerpo tembloroso a la posición vertical, la

respiración a su ritmo normal. Vámonos ya, ¿quieres?, exclama ella

mientras se peina, y en seguida se alejan del callejón solitario . Desde le-

jos percibe que le hablan, levanta la cabeza y esta vez escucha clara-mente la frase señorita Moreno, ¿no me oye? Le pregunto que si ya es-tá lista la carta del licenciado Zuluaga . Sí, aquí está, perdone, es que

estaba distraída, en seguida le hago el sobre . Tecleando recuerda los

textos que le pasaba en limpio al profesor cuando éste andaba corto de

tiempo y los traía a clase y al final de la hora detenía en ella los ojos ydecía ¿puede quedarse un minuto, señorita Moreno? Todas las alum-nas sonreían con malicia y la pellizcaban antes de dejarlos solos en el

salón. Entonces le entraban ganas de mandar al carajo las aparienciasy lanzarse sobre él y comérselo a besos, como ahora quisiera hacerlo

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DUPLICACIONES

en lugar de estar tecleando esa dirección en inglés que ya se sabe de me-moria de tanto prepararle los sobres a su jefe . Pero el profesor no estájunto a ella, ni siquiera está en el apartamentito de aquel sexto piso alque ella había subido cuando llovía como sólo puede llover en Pana-má y nadie se fija en las visitas que reciben los vecinos . Después de unabrazo interminable que empapa la ropa de él y lo hace estornudar, laspalabras casi sobran porque está de más hablar mientras la desvistecon manos ávidas y ella se estremece anticipando el placer que ya haconocido y que ahora busca dos veces por semana como si fuera el ali-mento que la sostiene, pero no, es él quien la sostiene, la levanta en pe-

so y camina lentamente hacia la recámara mientras ella termina de ha-cer el sobre y se dice soy una imbécil porque él ni siquiera está en elpaís, aunque los recuerdos lo instalen todas las tardes en los mismos si-tios y repitan por él sus hábitos preferidos. Ojalá en vez de caminar ha-cia la oficina de su jefe para entregarle la carta del licenciado, se estu-viera dirigiendo al apartamento del profesor con sus cuentos en lamano, pensando le diré que el que más me gustó fue "En la oficina" .¿Por qué?, preguntaría él después de besarla largamente, agradecién-dole así su trabajo. Es que captas bastante bien las emociones que sen-tiré cuando te hayas ido . Y entonces, señorita, la carta, por favor; nose quede parada allí, ¿qué le pasa? Nada, ingeniero Saavedra, perdó-neme otra vez, es que no me siento muy bien, ¿sabe? Entonces sí que lepasa algo, puede tomarse el resto de la tarde si desea . Gracias, pero no,tengo mucho trabajo pendiente, discúlpeme, con permiso. Como gus-te. Y sí, lo que quiere es ponerse a trabajar; meterse de cabeza en esemundo estúpido de facturas y recibos y cartas que siempre tienen lamisma redacción, el mismo tono servil . Es la única forma de no pensardemasiado en el profesor; de ignorar que está muy lejos, acariciando ano dudarlo otro cuerpo como parte de esa rutina que ella lograra opa-car durante meses insólitos pero estimulantes, como ciertas drogas so-bre las cuales había leído en alguna revista . Sí, siendo hombre al fin yal cabo, él no es capaz de disolver de otra manera el tedio por temor a

la agobiante soledad en que solía caer tras la ruptura de alguna viejacostumbre, si lo sabría ella . Por eso Nereida ordena ahora las facturasde la semana y las archiva cuidadosamente . Si a continuación preparalos informes de venta del día y anota cada cifra en la libreta cuadricu-lada, es porque no puede evitar la insistencia con que las manos delprofesor le recorren el cuerpo que se afirma más contra el respaldo de

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RE-INCIDENCIAS

la silla, y ella no quiere, no quiere que el recuerdo sea capaz de es-tremecerme así, de causarme sensaciones tan reales a pesar de la dis-tancia, a pesar de que seguramente es otra la que está disfrutando desu roce ávido en quién sabe qué lugar de ese remoto país. Si sólo pu-diera olvidar; si para algo sirviera ser autómata eficaz en una oficina .Nereida teclea, teclea a toda velocidad, equivocándose, adquiriendouna torpeza inconcebible, faltándole el aliento .

Hace tiempo has olvidado la carta que todavía hoy desgarra mi vi-da. El destino te ha devuelto a los rincones secretos de Fuerte Amador,ahí donde el aire puro y el mar que se estrella contra las rocas desata-ban tu pasión . Sé que te besan y le repites a tu memoria que todo ocu-rre por primera vez, si no fuera así tendrías recuerdos más vívidos quete harían suspirar siquiera . Pero en el fondo presientes que yo animolos gestos nerviosos de él desde la nostalgia que me cerca por todaspartes como la neblina .

Nunca supo si Nereida llegó a sentir por él algo tan mortificante yobsesivo como lo que aquella relación clandestina propiciaba en suvida. Ella estaba por encima de todo dominio que pudiera ejercer laangustia sobre los sentimientos . Sabía valorar el goce del momentoescueto, suprimir la tiranía de la duda, eliminar añoranzas imposi-bles. Sus ojos le abrían rutas inéditas al instante de donde partiríanbesos y caricias hasta desembocar en la entrega que lo haría descen-der nuevamente hasta esa mirada agradecida y lánguida que conden-saba todos los jadeos y daba sentido al profundo silencio que se ins-talaba como una tercera presencia entre ellos . Se vestían y minutosdespués el aire fresco de la noche los despeinaba por ventanas abier-tas mientras la llevaba a su casa en el auto, a la voz áspera de la ma-dre, a la tarea de matemáticas que él mismo había asignado para eldía siguiente. Y así era cada vez, un encuentro fugaz que fragmenta-ba sus deseos de imponerle un rigor más cómodo a las citas . Hubieraquerido que sus relaciones con Nereida tuvieran una estructura máshumana, que pudieran existir a la luz del día, que fuera el amor lo quejuntaba sus cuerpos en aquellos ratos de tibios estremecimientos . Lasgracias que solían darle sus ojos cuando la complacía, el sacrificio deuna actitud que no temía a las consecuencias, debieron bastarle . Perono, él quería más, aunque jamás supo exactamente en qué consistía suanhelo insatisfecho .

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DUPLICACIONES

No oigo ya las campanadas a lo lejos. El olor inquietante de los ta-cos al carbón ha dejado de llegar hasta mí. Tampoco sé si voy sentadoen un lóbrego tranvía anaranjado . O si alguien espía mis recuerdosdesde la torre remota de alguna iglesia . Es más probable que esté echa-do sobre la hierba húmeda de un parque, como tantas hojas secas quepermanecen quietas a pesar de los esfuerzos del viento frío que se hadesatado. Sólo las cosas que a ti se refieren logran cierta permanenciaambigua. Como la sensación de tu presencia desprendiéndose de todaslas fachadas, de todos los sonidos, sin que yo sea capaz de evadirme,de evadirte .

Un fantasma cruza frente a mí desde todos los rincones de mi sole-dad, a todas horas . Al respirar el silencio vasto de esta ciudad ajena, searticula transparente algún jadeo rezagado de los que se te escapabanenloquecida de placer. Y entonces acuden los gemidos que creías muer-tos para siempre y se convierten en este motor lánguido bajo la piel, re-currente como el gotear pausado de una nostalgia inútil .

De ella sólo guardaba una fotografía en blanco y negro que el ma-noseo y los años habían llenado de arrugas (como también estaríaella), y el recuerdo vivo de sus orgasmos consecutivos, enumeradospor ambos como si se tratara de romper alguna marca establecida. Suvenganza, transcurridos ya muchos años, consistió en destruir aquellarealidad, que jamás aceptó por completo, y reconstruirla cuidadosa-mente con palabras elaboradas a partir de los escombros a que habíaquedado reducida su relación con Nereida . Cuando fue capaz de ini-ciar las primeras sustituciones literarias, las más difíciles, ya era unhombre de cincuenta y cinco años y Nereida tenía ya quince de habersido enterrada en el panteón de su pueblo. Pero él, en la capital, lleva-ba a cabo su impostergable empresa, escribiendo día y noche, creyén-dola felizmente casada en otra ciudad y rodeada de hijos que en otrascircunstancias pudieron ser suyos .

DF

Quisiera insertarme, lúcido, en tu pupila, y volver hacia adentro lamirada . Tratar de ver de qué costuras está hecha tu impasibilidad . Pe-

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RE-INCIDENCIAS

ro es imposible . La noche la han cerrado con inexpugnables cerrojosdobles. Estoy aquí, custodiado por gruesas mallas de silencio y niebla,me hundo en el vacío a cada respiro, como en una ciénaga . Aunque lo-grara escaparme, el camino hacia ti sería una quimera . Lo has hechodesaparecer con la violencia terminante de aquella carta sorpresiva ycruel. Sé que los charcos que pavimentan tu nuevo recorrido se dispu-tan el peso tenue de tus pies. Pero también crecen misteriosamente alrecibir el cauce imprevisto de mis lágrimas .

Esta noche hay paisajes acechantes, mojados de canciones extra-viadas. La esperanza se me ha caído de los brazos, como alguna vez unniño sin facciones, expulsado sin piedad de tus entrañas . El viento queahora intenta esparcir esos fragmentos ha sido contagiado por estaaplastante esterilidad .

Me has privado súbitamente del mundo que yo venía construyendopara los dos, día a día, por una tenaz voluntad de realización, con lashebras negras de tu cabello . Recuerdo mi sorpresa la tarde que llegastesonriente, como quien impone un reto, con sólo tus pechos tibios bajoel suéter liviano . Al igual que tu carta, aquella acción no tenía nada detemeraria, era de esperarse; no se puede ceñir lo que anhela ser libre .

Tus recomendaciones sobran, escribiste, puesto que he llegado auna decisión : No te quiero. Si hubiera sido de otra manera ya te hu-biera dado una respuesta mucho antes . .. Quiero a otro hombre, loamo, lo necesito . . . Nos vamos a casar muy pronto . Al menos eso es loque tenemos planeado, todo depende de él. . . Si algún día dije o penséque te quería estaba equivocada . Ahora que conozco el amor lo hecomprendido. .. He dado orden de que cualquier carta que reciban tu-ya en el apartado la boten. . . No quiero verte nunca más . . . Tú nunca lo-graste llenar ese gran vacío que había en mi vida. . .

Terminada al fin aquella obsesiva labor de años, con el cansancio acuestas como un hijo que pesara enormemente, tanto por el tamaño desu novedad como por una familiaridad ya desgastada, supo, en efecto,que Nereida había renacido configurada por palabras y más palabrasque plasmó en incontables cuartillas, dándole una realidad sórdida yvulgar que jamás tuvo .

Sólo entonces, tras una lectura minuciosa pero fría y la más íntimade las satisfacciones, comprendió que, contrario al afán que lo había

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DUPLICACIONES

impulsado a escribir, ya no le interesaba dar a conocer su labor, puessu obra solamente había sido concebida teniéndolo a él mismo pordestinatario . Por primera vez en mucho tiempo logró hacer a un ladotodo sentimiento de austeridad y, renunciando a la disciplina que sehabía impuesto, sonrió feliz .

Sin la menor prisa se enrolló las mangas, exhaló un largo suspiro y,una por una, con infinita paciencia y esmero, fue reduciendo aquellaspáginas al kilo y medio de confetti por el cual habrían de darle un parde monedas durante los últimos carnavales de su vida . Las gastó enuna taza de café con leche y decidió que ya podía morir tranquilo : re-gresaría al pueblo (de donde -lo descubrieron una lluviosa tarde, enla cama de un hotel, por casualidad- eran ambos) .

Llueve, sin duda, sobre Fuerte Amador, donde entregas tus besoscon ansia espontánea . Mañana hará calor y no te habrás arrepentido .Aquí no saldrá el sol porque la niebla y mi tristeza serán una sola capaespesa sobre la ciudad . Eso no impedirá, sin embargo, que de tu foto-grafía se desprenda un vago olor a violetas que me obligue a salir a lacalle para poder respirar. En ese momento, como ahora, la noche ha-brá descendido como una pesadilla rígida de la cual no se regresa . Elpremio justo que merece mi más honda devoción .

Debido a la absoluta escasez de parcelas que por aquella época seprodujo en el cementerio, los aldeanos que conocieron su pasión porella creyeron proceder con gran acierto al sepultarlo sobre los restos deNereida . Él lo sospechó al percibir muy cerca el sonido quebrantadode su propio nombre, aunque resultaba imposible reconocer realmen-te la voz . Se convirtió en certeza cuando la primera de las infinitas car-cajadas se le enroscó a los oídos como un gusano más .

México, 12 de marzo de 1972

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El baúl

Se rompe el relámpago de un luminoso tirón contra el cielo encapota-do y el estruendo no demora en meterse al cuarto como amplificadosrestallidos de inclemente látigo de mulero bajando presuroso la cuestapara llegar al pueblo . La casa está vacía a excepción del intenso olor alluvia y tierra mojada que impregna cada rincón .

El piso de madera manchado de barro espeso me recuerda que ha-ce un rato alguien estuvo aquí . Al menos conservo unas como sombrasfugaces que vuelven a integrarse formando una figura vertical que sedesplaza lentamente hacia la cocina, desaparece, luego está frente a mísin haberme visto . Difícilmente podría notar mi presencia diminutajunto a sus pies, aunque yo sí observo cómo se inclina sobre el baúl queantes había llamado mi atención y lo abre . Extrae del bolsillo de suchamarra un paquetito rojo y una daga, los deposita dentro del baúlcon evidente ternura . Ha cerrado con llave y ahora se incorpora . Mirala fotografía arrugada que encontró al meter nuevamente la mano enel bolsillo. Desde mi nueva posición sobre esta silla trato de reconocerla imagen. No puedo porque en seguida la guarda y se dirige a la puer-ta. Sale .

Afuera, el cielo ha desplomado su negrura sobre los restos de la tar-de mientras la lluvia continúa cayendo a raudales . El viento azota a ra-tos la puerta haciéndola oscilar, arrancándole un ruido seco al chocarcontra la pared .

Allá veo una sombra. De un salto se ha colocado junto al viejo si-llón. Sus abultados ojos me han descubierto. Vuelve a saltar. Dos sal-tos más y estará sobre mí. Y yo con este costado herido que me restaagilidad. Otra vez, y ahora está bajo la mesa. Infla la garganta. Abre laboca y extiende velozmente su lengua larga y pegajosa pero no meatrapa porque he tenido suerte y caigo a un lado, demasiado cerca . Gi-

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DUPLICACIONES

ra el tronco rugoso y sólido hacia acá y mide la distancia . De él se des-prende una humedad que ya me envuelve . Se me ha salido un débil chi-rrido que acentúa la atención de los ojos enormes bajo párpados másgrandes aún. En el instante en que su lengua va a caer sobre mí, hagoun doloroso esfuerzo, salto, caigo sobre el baúl . En seguida descubroun agujero que ha de salvarme .

La oscuridad es total. Ya no se oye la lluvia . Aquí dentro se sienteuna tibieza acogedora que invita al reposo. Tendré que permanecer in-definidamente, pues cómo saber si mi enemigo se ha marchado hartode esperar. Ahora veo mejor. Camino sobre ropas y papeles . Estoy so-bre lo que parece ser el paquete de hace un rato . Entonces tenía formarectangular pero ahora carece de una textura compacta . Froto y ya seablanda esta porosa superficie . Ya se rasga . Mis antenas palpan el con-tenido, se afanan por descubrir por qué esta cosa suave, casi elástica,comienza a desmoronarse bajo mis patas . Al principio creí, por lo queaún quedaba de su forma, que se trataba de un mango que comienza apodrirse. Pero la substancia pegajosa que se adhiere a mis costados esmuy diferente de la savia dulce de la fruta . Sospecho que esto es un pe-dazo de carne, alimento que detesto .

México, 17 de agosto de 1972

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Se llama Lucía

Ayer me vino a ver una niña . Dijo mi madre tiene necesidad de ha-blarte. Sorprendido, le pregunté quién es tu madre y qué quiere . La ni-ña me miró con sus ojazos negros sin atreverse a hablar. Había algo ensu mirada que me asustaba . Era como una queja, un culparme por al-go que yo no comprendía . Insistí en que me dijera el nombre de la ma-dre. Se llama Lucía, dijo simplemente. El porqué de su misión era loque le costaba trabajo enunciar. Yo le aseguré que no conozco a nin-guna Lucía y a no dudarlo hay un error, pequeña . No supo decirme suapellido. Seguramente buscas a otra persona .

Ya me disponía a cerrar la puerta cuando exclamó la niña :-¿No eres mi papá?Tragué fuerte . Me sentí confuso, inseguro .-Me temo que cometes un grave error-repuse- . Yo no tengo hi-

jos. Ni siquiera estoy casado .-Dice mi mamá que ella tampoco estaba casada .-Pero . . .-Y que por eso te pudiste ir tan tranquilo -siguió diciendo, con

una seguridad que el timbre de su voz campanuda reafirmaba .De pie frente a esa acusación viviente, busqué en ella alguna señal

conocida, un indicio que condujera mis recuerdos hasta la imagen desu madre. En realidad pudo haber sucedido con cualquiera, habíansido tantas . No recordaba a ninguna Lucía, pero tampoco me ve-nían a la mente la mayoría de los otros nombres . Fueron pocos loscasos en que no tomé precauciones, aunque quién sabe, en una deésas . . .

-Mamá sabía que no me ibas a creer-exclamó la niña, mostran-do su impaciencia en el tono desigual de su voz- . Tú eres el señor Bei-tía, ¿verdad?

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DUPLICACIONES

-Sí, pero . . .-Entonces toma .Antes de que pudiera añadir que en el pueblo podía haber varias

personas con el mismo apellido, me había puesto en la mano una pe-queña cruz recubierta por cinco diminutos diamantes . Yo había vistoantes esa cruz, estaba seguro, ¿pero dónde? Definitivamente nunca fuemía. Y no recuerdo habérsela regalado a ninguna mujer.

Traté de penetrar en el mundo de asociaciones y fantasías que sue-len esconder tras los ojos las criaturas de esa edad, le hice preguntascapciosas. No hallé nada . Me seguía mirando con esa queja sorda quehabía intuido desde el principio . Podría ser un truco. Alguna de las quehe conocido, o quizá hasta sin conocerme, bien pudo fraguar esto pa-ra comprometerme. Basta saber un poco acerca de mi pasado irres-ponsable, aquella vida sin frenos que nunca tuvo nada de privada . Es-cruté el cuerpo delgado, su piel morena, el pelo lacio y negro . Al menosno se parecía en nada a mí .

-¿Qué tengo yo que ver con esta cruz?-Te la regaló una noche en que llovía y había muchos truenos y re-

lámpagos .-Aquí llueve casi todas las noches, tú bien lo sabes .Bajó la cabeza .-¿Cómo te llamas?-Lucía .-Está bien, Lucía . Llévame con tu madre .Me tomó del brazo y me condujo largo rato por calles empedradas .

Sólo vi niños, muchos niños blancos y morenos de la edad de Lucía, ju-gando extraños juegos de trecho en trecho . Todos levantaban la vistapara vernos pasar. Eso me pareció entonces . Ahora sé que sólo a mí memiraban. Era como si todos los adultos del pueblo se hubieran puestode acuerdo para desaparecer a la misma hora .

La tarde iba apagándose tras las montañas y yo notaba que nos ale-jábamos cada vez más del pueblo . Lucía pareció adivinar mi incerti-dumbre porque en seguida exclamó :

-Ya falta poco. Está en las afueras .-¿Cómo es tu madre? -pregunté por decir algo .-Pues la verdad es que ahora no sé . Dice que cuando la conociste

todos los hombres le tenían ganas . Andaba escondiéndose para que nola perjudicaran . ¿Qué es eso de "perjudicaran", papá?

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RE-INCIDENCIAS

-Yo no he aceptado ser tu padre, Lucía. Nada más podré saberlocuando vea a tu mamá .

Casi no podía distinguirle ya la cara, pero hubiera jurado que lu-chaba por impedir que la sonrisa se le convirtiera en llanto .

Llegamos de noche. No se veían casas . Iba a preguntarle a la niñadónde vivía su madre pero otra vez me adivinó el pensamiento :

-Allá abajo -dijo, señalando la oscura planicie . -Por aquí hayun sendero . Ven, dame la mano . Me lo conozco de memoria . Todos losdías subo y bajo haciéndole mandados . ¿Sabes que llevo una semanabuscándote de casa en casa? Ella me aseguró que aún vivías en el pue-blo a pesar del tiempo que ha pasado . -Su tono volvía a ser feliz .

Presa de un estupor culpable, a medida que descendíamos recono-cí entre las sombras el cementerio .

México 19 de abril de 1971

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Bautismo ausente

Y yo me iré; y estaré solo, sin hogar, sin árbolverde, sin pozo blanco, sin cielo azul y pláci-do . . . Y se quedarán los pájaros cantando .

JUAN RAMÓN JIMÉNEZ, "El viaje definitivo"

Pensándolo bien, no fue un simple presentimiento . Eso que habríade pasar llevó mi ánimo por rutas muy opuestas a las que siempre ha-bía imaginado para circunstancias similares . Fue tal la convicción sen-tida en aquel momento, que todo me pareció natural o, al menos, ine-vitablemente programado .

La noche anterior vi en el fondo de un vaso de agua un rostro queno era el mío . No conocía ese rostro ceñudo. Se quedó mirándomeobstinadamente. Mantuve la vista allá abajo, sintiendo que se tratabade un estrecho pozo de paredes cristalinas, porque aquellos ojos si-niestros me obligaban a hacerlo, como queriendo que me angostase almáximo a fin de precipitarme dentro . Yo no resistía la fuerza del lla-mado. Estuve a punto de perder totalmente la identidad. Lo que sí seme escapó del todo fue la noción del tiempo . Alguien tiró una puerta amis espaldas y entonces sólo vi mi propia cara reflejada en el agua .

Me acompañó un funcionario de la Embajada . Fue él quien hizo to-dos los arreglos de transporte, coordinó los gastos con la compañíaaseguradora, avisó a mi casa . Lo había conocido la tarde que me pre-senté en su despacho, creyendo que se trataba del cónsul, para que meautenticara unos documentos académicos . Resultó ser el primer secre-tario, persona simpatiquísima y cordial, padre de tres niños traviesosque pude conocer la noche que cené en su casa . Oyendo tamboritos ymejoranas y comiendo ceviche de corvina, evocamos la patria chica .

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RE-INCIDENCIAS

Hubiera querido tomar simplemente el avión, hojear luego una re-vista, dormitar un poco. Como solía hacerlo cada año, al volver paraNavidad. El viaje, lógicamente, resultó ser el menos cansado de todoslos realizados . Pero intuía que ya en Panamá conocían la noticia, locual me hizo imaginar el aeropuerto de Tocumen lleno de familiares yamigos, y esto me causaba una cierta congoja . No me atrevía a supo-ner que Paula pudiera ir a recibirme .

Fueron pocas las voces, los comentarios, desde el aeropuerto hastala casa. No sé quiénes me bajaron del avión . Supongo que haría el mis-mo calor de siempre . De pronto estallaron los sollozos . ¡Hijo mío . . .!,gritó mi madre . Quise hacerle saber al menos que la escuchaba, lo im-portante es que he vuelto, mamá, mis restos estarán siempre cerca deustedes, piensa que hubiera podido ser de otra manera, sin que pudie-ran transportarme, no llores así, por favor. El llanto se hizo vago ycomprendí que me alejaban de ella. O se la estaban llevando . Papá,más fuerte, estaría a su lado, oprimiéndole el brazo, silencioso . Tal vezrecordaba en esos momentos, mientras yo pensaba lo mismo, la vezque accidentalmente se me salió de la cartera la cajetilla de condonesque en seguida fue a dar sobre el escritorio de la cónsul norteameri-cana, la del rostro caballuno y las preguntas estúpidas aquella tardelluviosa de mi adolescencia . ¡Pobre papá! No sabía dónde esconder lacara. Ni yo . Para salir del paso se me ocurrió decir que sólo eran cho-colates, y hasta dije ¿no gusta uno? La cónsul se hizo la pendeja y ha-ga el favor de volver por su visa el jueves, dijo sin levantar los ojos .

¡Pobre muchacho, tan joven, con tanto futuro por delante, morirasí, de repente, lejos de su país, con lo bien que le iba!, decía Ramírez .¡Qué lejos estábamos aquella noche en su casa, pensé, de suponer quesólo habría de verme otra vez cuando tuvo que comprar mi féretro! Pe-ro miren nada más cómo murió, comentaba otra voz, ¿qué hacía me-tido en un lugar así? Pues hombre, lo que hace en un burdel cualquie-ra que se sienta solo, justificó el funcionario ; conocí personalmente alchico, en casa le oímos tocar el piano, hubiera sido un gran concertis-ta. Parece que ya agarraron al tipo ése, el que resultó ser amante de lamujer, observó otra persona; los periódicos se dieron gusto destacan-do el asunto, hasta fotografías hubo . Sí, es una lástima, dijo Ramírez .Después se me confundieron las voces, pero creo que él ya no quiso ha-blar. Supongo que esto ocurría en el compartimento de carga . Los de-más pasajeros, ignorantes de mi presencia a bordo, se esforzarían se-

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DUPLICACIONES

guramente en aceptar la relativa comodidad del viaje, aunque cons-cientes del riesgo que significa todo vuelo. Yo pensaba, en cambio, quela muerte sólo acecha de veras cuando está próxima a realizarse, puesconoce desde siempre el tiempo y las circunstancias de cada encuentrocon su víctima.

Cuando se abrió súbitamente aquella puerta, supe por el grito de lamujer que había llegado mi final . Frente a mí tuve un rostro iracundo .Me miraba con ojos siniestros que en seguida reconocí . El acero pene-traba en mi pecho, los gritos aumentaban a mis espaldas y mi destinose desprendía velozmente de la punta del puñal para extendérseme portodo el cuerpo y confirmar la premonición . Todavía vi al hombre gol-pear a la mujer, desnuda sobre el lecho, y luego saltar por la ventana .Sólo hubo un lapso de vacío total entre el dolor y la percepción de laqueja. Un lapso que pudo durar fracción de segundo o una eternidad,pero que significó algo así como un bautismo ausente .

Ahora, con un poco de suerte, quizá sea un recuerdo en el senti-miento de alguien .

México, 13 de febrero de 1972

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