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http://www.unav.es/penal/iuspoenale 107 7.ª UNIDAD Y PLURALIDAD DE LOS DELITOS. CONCURSO DE NORMAS I. Unidad.– 1. Introducción. El hecho como unidad de sentido.– 2. Delito permanente.– 3. Delito de hábito.– 4. Delito continuado.– 5. Delito masa.– II. Concurso de delitos.– 1. Concepto.– 2. Concurso real.– 3. Concurso ideal.– III. Concurso de normas.– 1. Planteamiento.– 2. Criterios de solución.– Una vez expuesto en las lecciones anteriores lo que se entiende por la teoría del delito, sus elementos esenciales y accidentales, y sus modalidades, afrontamos ahora una materia de interés más general. Lo que se expone en esta lección es tema que afecta, no sólo a las reglas de determinación de la pena (y por eso se trata antes de iniciarse en éstas), sino también, y sobre todo, a la teoría del delito y al estudio de los delitos en particular o «parte especial». El objeto de esta lección será una herramienta imprescindible para el resto del estudio del Derecho penal. Esta lección se refiere al problema que se plantea cuando un mismo sujeto lleva a cabo una acción que tiene varios resultados: ¿se trata de un solo delito? ¿o son tantos como hechos? ¿o tantos como víctimas? Pero también otros problemas: ¿Cómo enjuiciar la conducta de quien, a lo largo de todos los días del año, se apodera innumerables veces de cantidades insignificantes que hacen una cuantiosa suma? O también: Quien da muerte a otro con alevosía, ¿comete homicidio o asesinato? ¿por qué no se le enjuicia por ambos delitos, pues ha realizado el tipo de los dos? Estos, y otros, son los problemas de los llamados concurso de delitos (II) y concurso de leyes o de normas (III). Por concurso ha de entenderse ahora concurrencia. Aquí se expone cuándo se da esta concurrencia y cómo tratarla a efectos de pena. I. Unidad.– I.1. Introducción. El hecho como unidad de sentido. El punto de partida de esta materia es la cuestión de cuándo estamos ante un solo hecho, y cuándo ante una pluralidad. La primera respuesta posible es afirmar: «hay tantos delitos como hechos». Pero esta respuesta incurre en una petición de principio, pues se afirma la pluralidad de delitos en función de la pluralidad de hechos, concepto que seguimos sin saber en qué consiste. Es decir, si respondemos apelando a la pluralidad o unidad de hechos, no

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7.ªUNIDAD  Y  PLURALIDAD  DE  LOS  DELITOS.  CONCURSO  DE NORMAS I. Unidad.– 

1. Introducción. El hecho como unidad de sentido.– 

2. Delito permanente.– 

3. Delito de hábito.– 

4. Delito continuado.– 

5. Delito masa.– 

II. Concurso de delitos.– 

1. Concepto.– 

2. Concurso real.– 

3. Concurso ideal.– 

III. Concurso de normas.– 

1. Planteamiento.– 

2. Criterios de solución.– 

 

Una vez expuesto en las lecciones anteriores lo que se entiende por la teoría del delito, sus elementos esenciales y accidentales, y sus modalidades, afrontamos ahora una materia de  interés más general. Lo que se expone en esta  lección es tema que afecta, no sólo a las reglas de determinación de la pena (y por eso se trata antes de iniciarse en éstas), sino también, y sobre todo, a la teoría del delito y  al  estudio  de  los  delitos  en  particular  o  «parte  especial».  El  objeto  de  esta lección  será  una  herramienta  imprescindible  para  el  resto  del  estudio  del Derecho penal. 

Esta lección se refiere al problema que se plantea cuando un mismo sujeto lleva a cabo una acción que tiene varios resultados: ¿se trata de un solo delito? ¿o son tantos como hechos? ¿o  tantos como víctimas? Pero  también otros problemas: ¿Cómo enjuiciar  la conducta de quien, a  lo  largo de  todos  los días del año, se apodera  innumerables  veces  de  cantidades  insignificantes  que  hacen  una cuantiosa  suma?  O  también:  Quien  da muerte  a  otro  con  alevosía,  ¿comete homicidio o asesinato?  ¿por qué no  se  le  enjuicia por ambos delitos, pues ha realizado el  tipo de  los dos? Estos, y otros, son  los problemas de  los  llamados concurso  de  delitos  (II) y  concurso  de  leyes  o de normas  (III). Por  concurso ha de entenderse ahora concurrencia. Aquí se expone cuándo se da esta concurrencia y cómo tratarla a efectos de pena. 

 

I. Unidad.– 

I.1. Introducción. El hecho como unidad de sentido. 

El punto de partida de esta materia es  la cuestión de cuándo estamos ante un solo  hecho,  y  cuándo  ante  una  pluralidad.  La  primera  respuesta  posible  es afirmar: «hay  tantos delitos como hechos». Pero esta respuesta  incurre en una petición de principio, pues se afirma  la pluralidad de delitos en  función de  la pluralidad  de  hechos,  concepto  que  seguimos  sin  saber  en  qué  consiste.  Es decir,  si  respondemos  apelando  a  la  pluralidad  o  unidad  de  hechos,  no 

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7.ª resolvemos la cuestión, pues de lo que se trata es de identificar una pluralidad de hechos. Podría entonces responderse acudiendo al concepto de acción: habrá un solo hecho (típico) y por tanto un solo delito, si se trata de una sola acción. Pero  enseguida  se  ve  que  esta  respuesta, más  que  resolver,  viene  a  plantear nuevos problemas. En efecto, ¿en cuántas acciones cabe dividir un hecho, por ejemplo, de matar? ¿Hay  tantos delitos de  injurias como palabras ofensivas se hayan  emitido?  Ya  se  ve  que  acción,  hecho  típico  y  delito  son  en  definitiva conceptos que se enlazan sucesivamente y que definir uno por el otro conduce a una petición de principio. 

En  cualquier  caso,  la  petición  de  principio  perdura  si  se  acude  a  criterios meramente naturalísticos, es decir, a separar acciones y hechos en función de su mera apariencia externa perceptible por los sentidos: la división del proceso en el que un  sujeto  se ve  inmerso  en múltiples  fotogramas –si  se nos permite  el símil– no conduce más que a contar con una pluralidad de secuencias cada una de ellas carente de sentido por sí misma. Ninguna de ellas constituye un hecho. Lo  que  nos  interesa  es  identificar una  unidad  de  sentido  en  esa pluralidad de fenómenos,  de  secuencias,  de  escenas:  esa  unidad  de  sentido  es  el  hecho. Abandonamos  así  criterios meramente  naturalísticos,  y  adoptamos  la  visión propia del Derecho, un saber práxico, que es la valoración y comprensión de los acontecimientos. Pero ¿con arreglo a qué criterios se ha de valorar lo sucedido, el  fenómeno?  Es  decir,  una  vez  que  se  renuncie  al  imposible  de  aislar  con criterios  sólo  naturalísticos  un  hecho  humano,  procede  emplear  una  visión normativa (con otras palabras: valorativa, axiológica) de lo acontecido1. 

Un primer criterio al que se ha acudido en  la doctrina es el de  la «concepción natural de la vida», es decir, lo que comúnmente adquiere sentido en nuestras relaciones vitales. Así, si vemos que alguien se dirige contra otro empuñando un  revólver  y  se  producen  tres  detonaciones  seguidas,  tras  las  cuales,  de inmediato, alguien cae al suelo… decimos: «A ha matado a V». Es decir, según nuestras  concepciones  naturales  de  la  vida,  según  aquello  a  lo  que  estamos acostumbrados a valorar cada día, que alguien encare un arma  frente a otro y dispare se llama matar. De este modo, el conjunto de movimientos musculares, secuencias, acontecimientos, se considera o valora como un solo hecho de matar a otro, que podrá ser considerado como «homicidio». No es que haya matado tres veces a  la misma persona, no es que  le haya  lesionado y además matado, sino que todo ello se  llama «matar a otro». Lo sucedido, mero fenómeno en el mundo  exterior  (tres  detonaciones,  varias  heridas,  alguien  tendido  en  el suelo…) se valora como un hecho de matar u homicidio. Dicha decisión valorativa no  es  nada  extraño,  sino  que  forma  parte  de  nuestro  modo  corriente  de comportarnos en la vida social. 

Por ejemplo, desde mi ventana contemplo cómo una persona se aproxima a un objeto de mobiliario urbano, de color amarillo, y  forma cilíndrica, e  introduce  1 Cfr. por ejemplo, la exposición de WELZEL, Das Deutsche Strafrecht, 11.ª ed., Berlin, 1969, § 29 I (p  225),  in  fine, para delimitar  la  realidad  en uno o más  «hechos»:  «De  forma que  la unidad jurídico‐penal  de  acción  se  determina  en  función  (…)  de  dos  factores:  la  adopción  de  un propósito en la voluntad final [del agente] y a través del juicio socio‐jurídico derivado del tipo legal.» 

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7.ªun  objeto  plano  de  color  blanco  por  la  ranura  alojada  en  la  parte  superior. Concluyo:  «está  echando una  carta  al  buzón». Esta  conclusión  no  es  el mero resumen de todo lo acontecido, sino que es la forma en que lo valoro. Y así en mis juicios cotidianos respecto a mis conductas y las ajenas. 

En efecto, de  todo  lo que nos acontece, de  todo aquello en  lo que nos vemos inmersos, extraemos un  juicio o valoración que declara o eleva lo sucedido, en algunos casos, a la categoría de hecho2: el que alguien sea visto sentado en una silla  es valorado  según  el  contexto,  lo que  sabemos de  él,  la hora,  el  lugar… como un «estar en clase», o un «estar estudiando». Valorar lo sucedido, la mera acción, como un hecho encierra por tanto un salto de lo meramente naturalístico o  lo que acontece, sin más, al plano de  las valoraciones sociales. Decir de algo que es un hecho presupone una valoración. 

Lo idóneo en Derecho penal es acudir al sentido que la acción pueda tener para el tipo 

en cuestión. Es decir,  los  tres disparos que como espectadores percibimos constituyen 

un hecho de matar precisamente porque al valorar lo sucedido tenemos ya a la vista la 

posible  aplicación de  una  ley  penal, de  una descripción  típica, de  un  tipo. Como  se 

comprenderá, hay en este criterio circularidad3 (lo definido, el hecho, entra en juego en 

la  definición  de  lo  que  se  considera  hecho):  es  hecho  porque  puede  llegar  a  ser 

considerado homicidio (el tipo posiblemente aplicable) y es homicidio porque ya antes 

(condición necesaria pero no suficiente) es un hecho4. Pero es algo que forma parte de 

nuestro modo de  conocer y valorar  los  acontecimientos; y  superarlo no  es posible;  e 

ignorarlo sería ingenuo. 

En  definitiva,  cuando  en  Derecho  penal  identificamos  lo  sucedido  como  un  hecho, 

procedemos a valorar el fenómeno con arreglo a ciertas pautas. Dichas pautas, los tipos 

penales,  que  luego  serán  aplicados  son  tenidos  en  cuenta  anticipadamente  ya  al 

2 No en todo caso es así: en ocasiones, lo sucedido es valorado como producto de la naturaleza, del  infortunio. De este modo, de  todo aquello que acontece, distinguimos  lo que sucede, de  lo que nos sucede por obra de personas humanas. 

3  Esta  circularidad,  detectada  ya  hace mucho  tiempo  por  la  teoría  del  conocimiento  y  de  la interpretación  (o Hermenéutica),  constituye  la  llamada  «circularidad  hermenéutica»:  cuando enjuiciamos  algo,  está  ya  presente  el  criterio  o  pauta  de  enjuiciamiento  con  arreglo  al  cual valoramos. Pero,  lejos de  ser un defecto,  es una propiedad de nuestro modo de  conocer  los fenómenos humanos: tenemos ya presente al valorar el criterio con el que va a ser enjuiciado lo sucedido.  Esta  circularidad  es  especialmente  relevante  en Derecho,  pues  en  éste  se  trata  de valorar fenómenos sociales con arreglo a leyes o tipos. De este modo, el tipo o la ley que se vaya a aplicar es empleado ya antes al valorar la situación. Volviendo a nuestro ejemplo de los tres disparos: lo sucedido es valorado como matar a otro, porque en el contexto en el que operamos, el Derecho penal, contamos con una  ley penal que ha de ser aplicada, que  incluye el delito o tipo  de  homicidio.  Si  el  mismo  fenómeno  tuviera  lugar  en  el  contexto  de  unos  estudios cinematográficos, a  la vista de  las  cámaras y ante multitud de personas que allí  trabajan, no sería considerado como homicidio, sino como una mediocre escena para un western. 

4 Por lo que no es de extrañar que el suceso se enriquezca con la valoración de la norma; y ésta con  la consideración del suceso: es el «ir y venir de  la mirada» (el «Hin‐ und Herwanden des Blicks») de las normas a los hechos, y de los hechos a las normas, en la versión de la expresión de ENGISCH que  emplea LARENZ, Metodología de  la  ciencia del Derecho, 4.ª  ed.,  trad. Rodríguez Molinero, Barcelona, 1994, p 275, por ejemplo (cfr. ibidem, prólogo del trad., p 7). A «vaivén» se refiere NIETO, El arbitrio judicial, pp 86‐88. 

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7.ª enjuiciar  la  situación. De  este modo,  se procede  a  aunar  bajo una misma unidad de 

sentido5 y denominación  típica  (homicidio, robo, por ejemplo) una variada pluralidad 

de procesos. 

I.2. Delito permanente.– 

En algunos supuestos, el hecho típico  incluye dos o más acciones que podrían estar  dotadas  cada  una  de  ellas  de  sentido  a  su  vez  típico.  Como  ya  fue expuesto en  la  lección 6, al  referirnos a  los delitos de varios actos, sabemos que algunos  delitos  (como  el  de  robo  violento)  incluyen  un  hecho  de  ejercer violencia sobre un sujeto, seguido de un hecho de apoderamiento. Cada uno de ellos,  por  separado  posee  ya  sentido  típico:  el  ejercicio  de  violencia  puede constituir hechos  típicos de  coacciones  o  lesiones; y  el  apoderamiento, por  sí sólo puede constituir un hecho  típico de hurto. Pero ambos hechos adquieren un sentido propio nuevo si son considerados formando un solo delito, que pasa a llamarse «robo violento». 

Algo  semejante  sucede en  los delitos permanentes. Recuérdese que en éstos, el delito se consuma desde el  inicio de  la creación de una situación antijurídica. Pero se prolonga en el tiempo, por obra del agente (por ejemplo, en el delito de detenciones  ilegales,  en  el  que  la privación de  libertad  inicial  consuma  ya  el delito,  pero  éste  se  prolonga  tanto  como  dure  la  detención).  A  pesar  de  la sucesión de hechos relevantes, éstos siguen constituyendo un solo hecho típico, formado  por  la  prolongación  en  el  tiempo  de  esa  privación  de  libertad. Obviamente, la gravedad de la detención aumenta conforme pasan los días de privación de libertad. Por esto, la gravedad del hecho, que va en aumento, tiene relevancia en la fijación de la pena6. 

Si volvemos a  lo  expuesto  en  la  introducción a  este  epígrafe, veremos que  la consideración  de  varios  actos  o  acciones  como  un  solo  hecho  no  es  nada extraño.  Esto  nos  permite  decir  que  en  los  delitos  se  aúnan  varios  hechos dotados ya de sentido pero que adquieren un específico y más acabado sentido en  el  conjunto.  Es  lo  que  realizamos  también  al  considerar  un  delito  como consumado:  dicho  delito  ha  pasado  ya  antes,  necesariamente  (nadie  puede matar  si  antes  no  empieza  a  matar),  por  una  fase  de  ejecución  parcial  o tentativa,  que  conducirá  a  la  consumación.  Esta  sucesión  de  actos  adquiere sentido  en  el  conjunto.  Es  lo  que  se  encierra  en  los  casos  de  tentativa (realización progresiva del tipo), respecto a la consumación; pero también en los delitos que reúnen una pluralidad de hechos (repetición del tipo), como sucede en el caso de quien emite contra otro una gran cantidad de expresiones por sí solas cada una  injuriosa, que pueden ser consideradas como un solo delito de injurias. 

5 Cfr. infra, nota 7. 

6 En concreto,  la privación de  libertad  tiene distintas penas, según dure entre uno y  tres días (art.  163.2);  entre  4  y  15  (art.  163.1);  o más de  15 días  (art.  163.3). Esta  sucesión de  tipos  en función  de  la  progresiva  gravedad  no  obsta  a  lo  dicho  en  el  texto:  cada  una  de  esas  tres modalidades típicas constituye un hecho determinado por la creciente duración en el tiempo de la privación de libertad. 

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7.ªEn  estos  tres  grupos  de  casos,  es  la  unidad  de  sentido  típico  lo  que  lleva  a  la consideración como un solo hecho  típico o  tipo. En  la doctrina  suele hablarse entonces de  «unidad  natural de  acción»,  expresión  que, por  inadecuada,  nos parece  mejor  sustituir  por  la  de  «unidad  de  sentido  típico»7.  Se  trata,  en definitiva,  de  la  opción  por  una  perspectiva  valorativa8  en  la  determinación misma de  lo que haya de  concebirse  como «hecho» y de  rechazar una óptica meramente naturalística. 

I.3. Delito de hábito.– 

Unidad de sentido típico se da también, por obra del propio legislador, cuando una  pluralidad  de  delitos  son  considerados  como  uno  sólo,  por  su  carácter habitual. Es el llamado «delito de hábito». En éste, cada hecho tiene sentido por sí mismo, pero el conjunto adquiere un peculiar sentido agravado precisamente por  la  habitualidad.  En  tales  casos,  el  contenido  de  injusto  (la  antijuricidad) radica, según ha previsto el legislador, en la reiteración de infracciones de igual naturaleza. 

El código penal recurre en algunos supuestos expresamente a la «habitualidad» para  dar  sentido  o  definir  delitos. Así,  en  los  tipos  de  violencia  doméstica9; abuso de información privilegiada en el mercado bursátil10; receptación habitual 

7 Se recurre con cierta frecuencia en la doctrina y jurisprudencia a la expresión «unidad natural de  acción». Puesto que puede  inducir  a  confusión  con  el  criterio  acabado de  exponer  (no  es adecuado un criterio naturalístico para identificar lo normativo), se prescinde en estas páginas de tal denominación, y se emplea más bien el de unidad de sentido típico, u otras semejantes. En efecto, la acción es algo que carece todavía de valoración, por lo que no dice nada todavía sobre la unidad  (de  sentido) o no. La acción  es valorada en  el plano del Derecho  como unidad de sentido  (hecho),  aun  cuando  lleve  consigo una pluralidad de hechos  (pluralidad de  acciones incluye siempre: cientos o miles). 

8 Así,  claramente,  en MIR PUIG, DP. PG,  2002,  27/3‐4. Que  se  exija  recurrir  «a  la  concepción general de lo que en la vida ordinaria puede ser catalogado como una acción, según el sentido usual  del  lenguaje...»  (así,  SANZ MORÁN,  El  concurso  de  delitos. Aspectos  de  política  legislativa, Valladolid, 1986, p 147, al que sigue ÁLVAREZ GARCÍA, en LL, 1997‐1, p 1827), no excluye una consideración  valorativa,  sino  que  la  presupone:  es  precisamente  esa  concepción  de  la  vida ordinaria  un  punto  de  vista  valorativo  –entre  otros  posibles–  que  permite  afirmar  una pluralidad de hechos. Cfr. también GARCÍA ALBERO, en QUINTERO OLIVARES, et al., Comentarios al nuevo código penal, Pamplona, 1996, p 421. 

9 El art. 173.2 (reformado en septiembre de 2003; antes, cfr. art. 153) define el delito, entre otros elementos, por la habitualidad en el ejercicio de la violencia. Si no es habitual, podrá constituir otro tipo: el del art. 153, por ejemplo. 

10 El art. 286.1.ª agrava, en efecto, el delito de abuso de información privilegiada a los «insider» «que se dediquen de forma habitual a tales prácticas abusivas». Aquí, si no es habitual, no por ello deja de existir el delito, sino que se aplica el tipo básico (art. 285). 

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7.ª de faltas11. Lo que deba entenderse por habitualidad puede fijarlo la propia ley, pero también puede quedar abierto a la apreciación de la jurisprudencia12. 

Otra manifestación, más  recientemente prevista  en  el  código,  es  la de delitos cuyo  contenido  –sin  denominarlo  como  habitualidad–  es  la  reiteración  de infracciones de menor entidad (faltas). Así, en los arts. 234.II y 244.1.II. 

En efecto, en virtud de  la LO 11/2003, de 29 de septiembre,  fue  introducido un delito 

consistente en la reiteración de faltas de hurto (art. 234.II), así como el consistente en la 

reiteración de la falta de sustracción de uso de vehículos (art. 244.1). La reforma de 2010, 

lejos  de  suprimir  este  delito  de  reiteración,  ha  reducido  la  exigencia  de  cuatro 

infracciones a tres. En cualquier caso, interesa ver cómo en ambos delitos su contenido 

de injusto se basa en la repetición de hechos: en concreto, la comisión reiterada (en un 

año) de tres hechos constitutivos por separado de faltas de hurto (art. 623.1: por debajo 

de 400 € en el valor del importe de lo sustraído) pasa a considerarse como un solo delito 

de  hurto  (art.  234.II,  si  el  valor  total  de  lo  sustraído  acaba  superando  los  400  €); 

igualmente, la comisión reiterada (en un año) de tres hechos constitutivos por separado 

de  falta de hurto de uso de vehículos  (art. 623.3: por debajo de 400 € en el valor del 

importe de lo sustraído) pasa a considerarse como un solo delito de hurto (art. 244.1.II, 

si el valor  total de  lo sustraído acaba superando  los 400 €). Los problemas aplicativos 

que ambas infracciones de reiteración pueden plantear son muchos13. 

En otras ocasiones,  la habitualidad se prevé para condicionar  la sustitución de las penas privativas de libertad: así, según lo previsto en el art. 94.I, se considera reo habitual a quien haya cometido tres o más delitos de los comprendidos en el mismo  capítulo  del  código,  dentro  del  plazo  de  cinco  años,  y  hayan  sido condenados  por  ello.  Dicho  concepto  es  distinto  de  la  circunstancia  de reincidencia y  también, como ya hemos visto, de  la habitualidad que permite aunar en un solo delito varios hechos. No puede confundirse esta exigencia de habitualidad con la empleada para definir delitos en los arts. 173.2, 286.1.ª y 299. 

I.4. Delito continuado.– 

Otra situación en la que una pluralidad de acciones que en sí mismas ya tienen sentido típico son aunadas bajo una sola denominación dotada de sentido típico propio,  es  el  llamado  «delito  continuado»14.  La  doctrina  y  la  jurisprudencia fueron construyendo, aun sin base legal sólida, esta figura para casos en que se reiteraba  en múltiples  ocasiones  la  acción  de  un  tipo.  Se  procedía  así  a  dar 

11 Constituye  receptación  (art. 298) el delito de adquisición,  recepción, ocultación… de bienes procedentes de delitos contra el patrimonio. Cuando la infracción de la que proceden los bienes no constituye delito, sino falta (por ejemplo, de hurto de bienes por debajo de 400 €), sólo existe delito de receptación si se da con carácter habitual  la adquisición, recepción u ocultación (art. 299).  Caso  de  que  no  se  dé  la  habitualidad,  no  existe  el  delito  de  receptación  de  bienes procedentes de faltas. 

12 Por ejemplo, para la receptación (arts. 298‐299) se exige que consten como probados tres o más actos de receptar bienes procedentes de faltas. 

13 Por ejemplo, ¿constituye esa infracción el realizar dos faltas y un delito? ¿Cómo contabilizar esas tres infracciones?… 

14 Cfr. CHOCLÁN MONTALVO, El delito continuado, Madrid, 1997. 

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Unidad y pluralidad de delitos. Concurso de normas 

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7.ªsentido unitario más grave a una pluralidad de hechos dotados de sentido por sí, pero menos graves por separado. Por ejemplo: se venden numerosos boletos para una supuesta rifa, que no iba a realizarse (cada boleto vendido constituye una  falta de estafa); el empleado de banca  se apropia de un  céntimo en  cada operación que  tramita  (cada apoderamiento  constituirá un hurto, de  cantidad insignificante).  Para  estos  casos  se  venía  entendiendo  que  todo  lo  realizado constituye un solo delito o hecho típico de estafa, en el primer caso, o de hurto, en el segundo. 

Los argumentos para proceder a tal unificación son diversos. Se entiende, por un lado, 

que es en virtud de una ficción jurídica como se unifican todos los actos aislados (teoría 

de la ficción); o bien, por otro, que debido a la unidad de propósito o dolo y al ataque 

contra el mismo bien jurídico se trataría de una realidad con entidad propia en sí misma 

(teoría  realista); o bien,  finalmente, que por  razones de  conveniencia  se aúnan  en un 

solo delito diversas infracciones aisladas (teoría jurídica). Sea como fuere, se han venido 

aunando  las  diversas  infracciones mediante  la  construcción  del  «delito  continuado». 

Obviamente,  sin  apoyatura  legal  es  difícil  superar  el  reproche  de  atentar  contra  el 

principio  de  legalidad15.  Ello  no  sucede  cuando  la  propia  ley  haya  previsto  tal 

unificación. 

La  propia  ley,  define  en  algunos  sistemas  estos  delitos  unificados,  o «continuados». Así se prevé en nuestro código16, cuando se establece en el art. 74  que  una  pluralidad  de  acciones  sean  castigadas  como  un  solo  delito, «continuado». Entran entonces en juego unas reglas propias para determinar la pena,  que  impiden  la  sanción  de  los  hechos  por  separado  («No  obstante  lo dispuesto  en  el  artículo  anterior…»,  art.  74.1).  Sobre  las  concretas  reglas  de determinación de la pena en esos casos, cfr. infra, lección 9.IV. 

En  concreto,  para  la  apreciación  de  varios  hechos  como  un  solo  delito continuado no es preciso que se trate de un solo sujeto pasivo o perjudicado17; la unidad se deriva de otros factores, vinculados al hecho. En concreto, se exigen cuatro requisitos: i) pluralidad de acciones u omisiones (sean delitos o faltas18); 

15 En  concreto,  contra  el  subprincipio de  taxatividad,  que  incluye  las  reglas de  las  garantías criminal y penal. Que en ocasiones se admitiera en el pasado (antes de preverse expresamente en  el  CP,  en  1983)  puesto  que  acababa  beneficiando  al  reo,  no  quita  que  creara  cierta inseguridad aun en esos casos. 

16 Así, desde la reforma que experimenta el código anterior en 1983 (en el entonces art. 69 bis). Mucho antes había sido previsto algo semejante en el CP de 1928, pocos años en vigor. 

17 Puesto  que  el  precepto  (art.  74)  se  refiere  expresamente  a  que  las  «acciones  u  omisiones» «ofendan  a  uno  o  varios  sujetos»,  nada  impide  apreciar  delito  continuado  cuando  se  actúe contra  una  sola  víctima.  Con  otras  palabras,  la  unidad  del  sujeto  pasivo  no  es  requisito necesario para apreciar delito continuado. 

18 Discutido es  lo que haya de valorarse cuando se cometen una pluralidad de  faltas pero no delito por separado; o cuando se acumulan  infracciones constitutivas de  falta y de delito  (cfr. STS 23 de mayo de 2003, AP 533, ponente Colmenero Menéndez de Luarca, que sigue el parecer ya consolidado de dar entrada al art. 74.2, y no al 74.1, al valorar  la gravedad de  la conducta patrimonial:  es  posible  acumular  delitos  y  faltas  en  un  solo  delito  continuado).  La jurisprudencia  ha  venido  entendiendo  que  la  pluralidad  de  faltas  contra  el  patrimonio  no impedía apreciar un solo delito continuado, en función del importe total. 

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7.ª ii)  pero  con  unidad  de  designio  («en  ejecución  de  un  plan  preconcebido  o aprovechando  idéntica ocasión…»19);  iii) unidad de contenido de  la  infracción («infrinjan  el  mismo  precepto  penal  o  preceptos  de  igual  o  semejante naturaleza»); iv) que no se trate de bienes jurídicos personalísimos. 

En cuanto al último de los requisitos, conviene señalar que la propia regulación legal  admite  una  doble  excepción  («salvo  las  [ofensas]  constitutivas  de infracciones  contra  el  honor  y  la  libertad  e  indemnidad  sexuales  que  afecten  al mismo sujeto pasivo»)20. Es decir, en infracciones plurales pero contra esos dos bienes jurídicos de un único y mismo sujeto pasivo. Sí se exige entonces que la ofensa vaya dirigida contra el mismo sujeto pasivo, pues parece entenderse que unificar  la  infracción como «delito continuado»  tratándose de una pluralidad, supondría un menosprecio por la dignidad de lo tutelado por el Derecho penal y  un  «premio»  para  el  delincuente.  Por  otra  parte,  la  excepción  señalada  no permite  apreciar  continuidad  delictiva  sólo  porque  se  den  formalmente  los requisitos; es preciso, más bien que se tenga en cuenta la «naturaleza del hecho y del precepto infringido para aplicar o no la continuidad delictiva». De nuevo, parece ser la dignidad de los bienes jurídicos tutelados en estos casos (honor y libertad  e  indemnidad  sexuales)  lo  que  impide  una  apreciación  automática; pero no queda expresado con claridad cuándo deberá apreciarse o no. 

Un supuesto de interés es el planteado por la posibilidad o no de acumular infracciones 

constitutivas de  falta para  sancionarlas  como delito  continuado. Es preciso distinguir 

primero el caso en el que  las diversas  infracciones por separado constituyen  falta y el 

montante  final  no  supera  el  límite  cuantitativo  que  distingue  la  falta  del  respectivo 

delito.  En  estos  casos  sería  posible  castigar  como  infracción  (falta)  continuada. Más 

problemático,  en  segundo  lugar,  es  el  caso  de  varias  infracciones  cuya  suma  final 

supera aquel límite señalado entre falta y delito (o varias infracciones, unas por encima, 

otras por debajo, del  límite);  la  jurisprudencia  admite que  es posible  la  acumulación 

propia del delito continuado, entre varias infracciones constitutivas de falta: se sanciona 

por la infracción más grave, pero ello no obliga a fijar la pena en su mitad superior (art. 

74.1), para  evitar  la  sanción  excesiva21. Por  lo demás,  téngase  en  cuenta  este  régimen 

para  lo que se expone a continuación, sobre el delito masa, ámbito en el que  también 

opera. 

 

No  constituyen propiamente delito  continuado  las  infracciones previstas  en  los  arts.  234.II y 244.1.II, pues se trata de infracciones reiteradas (cfr. supra, 3, sobre el delito de hábito). 

19  Cualquiera  de  ambas  circunstancias  (o  unidad  de  plan,  o  unidad  de  ocasión)  permite  la unificación, si además se dan los restantes requisitos. 

20 Establece al art. 74.3: «Quedan exceptuadas de lo establecido en  los apartados anteriores  las ofensas  a  bienes  eminentemente  personales,  salvo  las  constitutivas  de  infracciones  contra  el honor y la libertad e indemnidad sexuales que afecten al mismo sujeto pasivo. En estos casos se atenderá a  la naturaleza del hecho y del precepto  infringido para aplicar o no  la continuidad delictiva.» 

21 Cfr. STS 1 de febrero de 2003 (AP 417), ponente Saavedra Ruiz, con cita de otras (1640/1998 y 1092/2000). Como se señala en la citada STS de 2003, la regla del art. 74.2 es autónoma y no se ve impedida por lo anterior. Cfr. supra, nota 18. 

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7.ªI.5. Delito masa.– 

En  materia  de  delito  continuado,  se  prevén  especialidades  a  efectos  de  la fijación  de  la  pena  en  infracciones  patrimoniales.  No  se  trata  de  requisitos adicionales,  sino que  se  establece un  criterio de  fijación de  la pena para  esas infracciones: en función del «perjuicio total causado», cfr. art. 74.2. En virtud de la regla de ne bis in idem, si algún otro precepto prevé ya al definir el delito en cuestión una agravación de  la pena por continuidad o pluralidad de víctimas, no sería lícito –por desproporcionado– tenerla a su vez en cuenta22. 

Pero también se establece que la pena aumente si se afectó a una pluralidad de perjudicados:  se  habla  entonces  de  «delito  con  sujeto  pasivo  masa»,  o simplemente de «delito masa»23. Volveremos más adelante  (infra,  lección 9.III‐IV) a las concretas reglas de determinación de la pena en estos casos. 

 

II. Concurso de delitos.– 

II.1. Concepto.– 

Los  grupos  de  casos  hasta  ahora  expuestos  (delitos  permanentes,  de  varios actos, de hábito,  continuado y masa)  se  refieren,  como podrá  comprobarse, a situaciones  de  pluralidad  de  hechos,  pero  aunados  o  considerados unificadamente bajo una sola denominación o  tipicidad. Nos queda por  tratar de  otras  situaciones.  En  concreto,  de  aquellas  situaciones  en  las  que,  aun habiendo  pluralidad  de  actuaciones,  no  se  procede  a  unificar  todas  bajo  un mismo  tipo, sino que se aplica más de uno. Hablamos entonces de  concurso o concurrencia de delitos, porque  la pluralidad de hechos  es portadora de una gravedad  tal  que  no  quedaría  suficientemente  abarcada  aplicando  un  solo delito  o  tipo.  Ello  puede  suceder  cuando  los  hechos  se  han  sucedido  en  el tiempo:  se aprecian entonces  todos  los delitos por  separado  (concurso  real de delitos).  También  puede  suceder  que,  aun  coincidiendo  en  el  tiempo,  sea preciso dar entrada a más de un precepto para que el contenido de injusto del hecho quede satisfactoriamente cubierto (concurso ideal de delitos). 

Entendemos, pues, por  concurso de delitos  la valoración de una  situación de pluralidad de hechos como  tal pluralidad, sin que proceda unificarlos bajo un solo  tipo.  Si  en  el  epígrafe  I  nos  referíamos  a  casos  de  «unidad  de  sentido típico» entre varias acciones o incluso hechos24, ahora se aprecia que los hechos, aunque  coincidan  en  mayor  o  menor  medida  en  el  tiempo,  carecen  de  tal unidad de sentido típico, por  lo que es preciso que concurran varios tipos (por 

22  Es  lo  que  sucede  con  el  delito  de  estafa:  prevé  la  agravación  (art.  250.1.5.º),  que  sería incompatible  con  la  continuidad delictiva del art. 74.2  (delito masa):  cfr. STS 7 de  febrero de 2003 (AP 419), ponente Delgado García (si bien el ámbito conceptual de ambos preceptos no es el mismo). 

23 Establece  el  art.  74.2,  segundo  inciso:  «En  estas  infracciones  el  Juez  o Tribunal  impondrá, motivadamente, la pena superior en uno o dos grados, en la extensión que estime conveniente, si el hecho revistiere notoria gravedad y hubiere perjudicado a una generalidad de personas.» 

24 Cfr. supra nota 7. 

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7.ª eso  se  habla de  «concurso de delitos»  o  hechos  típicos) para  abarcar  todo  el sentido o antijuricidad. 

Por esta razón  la doctrina del concurso de delitos  (también  la del concurso de leyes,  que  se  estudiará  en  el  epígrafe  siguiente)  es  expresión  de  la  tensión existente entre los principios de legalidad (en su faceta de necesidad de aplicar los preceptos infringidos) y de respeto de la dignidad (sería excesivo castigar a una persona  con  las penas de  todos  los preceptos  legales  infringidos), que  se resuelve a favor de este segundo, el de respeto de la dignidad. 

II.2. Concurso real.– 

Como  se  ha  señalado,  existe  concurso  real  de  delitos  cuando  los  hechos  se suceden en el  tiempo y no es posible abarcar  toda  su gravedad aplicando un solo  tipo.  Procede  en  cambio  apreciar  tantos  delitos  como  hechos  aislados dotados de sentido típico se identifiquen; es decir, se aprecian todos los delitos por separado. Por ejemplo, tras amenazar al cajero del banco, el agente se hace con  el dinero y  en  la huida, al disparar a  la policía que  le persigue,  causa  la muerte de un policía y de un transeúnte (concurso real entre un delito de robo intimidatorio y dos homicidios). 

Particular  interés  tiene  esta materia  en  el momento  de  determinar  la  pena,  pues  el 

legislador  arbitra una  serie de  reglas  (arts.  73,  75‐76,  78)  referidas  a  la  fijación de  la 

sanción: aunque se trata de diversos delitos, pueden enjuiciarse en un solo proceso, y en 

dependencia unos de otros a efectos de la sanción que finalmente resulte. Sobre ello, cfr. 

infra, III. 

Obviamente partimos de la conducta de un mismo agente. Cuando intervienen varios, 

entran en juego las categorías propias de la autoría (o coautoría, que agrupa a todos los 

que sean autores del mismo delito) y participación. Este no es problema de concurso de 

delitos,  sino que  lo presupone. En  efecto,  los  autores y partícipes  toman parte  en un 

delito  o  hecho  típico,  que  es  lo  que  hay  que  determinar mediante  la  teoría  de  los 

concursos. 

La  cuestión  clave  en materia de  concurso  real –o,  en general, de  concurso de delitos– es  la de saber cuándo queda abarcado el contenido de  injusto con un solo tipo y cuándo no. Por ejemplo, alguien golpea a la víctima hasta lesionarla, y luego se apodera del dinero que ésta llevaba: ¿abarca el delito de robo violento toda  la  gravedad de  la  conducta?  ¿No  sería preciso  separar  la  acción  en dos hechos delictivos distintos? Un primer criterio u orientación para responder es el de  la  sucesión  temporal:  cuando  los hechos, dotados  ya por  sí mismos de suficiente  unidad  de  sentido  típico,  se  suceden  en  el  tiempo,  se  valoran  por separado. Pero este criterio no sirve cuando se da una coincidencia parcial en el tiempo: así, cuando en el curso de un delito de detenciones ilegales se produce a la víctima, además, lesiones al golpearle. En este caso, a pesar de la coincidencia parcial  (un delito se comete mientras se está cometiendo el otro),  la gravedad del primer delito no abarca  todo el contenido de desvalor del segundo, por  lo que  «se  rompe»  la  actuación  en  dos  hechos,  y  por  tanto  se  da  entrada  al concurso  real de delitos. La clave está por  tanto en contar con argumentos de carácter valorativo sobre la gravedad de la respectiva actuación. 

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Unidad y pluralidad de delitos. Concurso de normas 

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7.ªUn problema  especialmente  interesante  se presenta en  esta materia  cuando de  forma 

instantánea se producen resultados  lesivos en varias víctimas. Por ejemplo: el disparo 

alcanza  a  tres  víctimas,  la  bomba  afecta  al  estallar  a  una  pluralidad  de  personas… 

¿Concurso real de delitos? De entrada, no se dan las circunstancias para aunar todos los 

efectos de la actuación bajo un solo delito (es decir, no cabe apreciar delito continuado, 

o de hábito, etc.), pues supondría  tratar  la vida humana e  integridad  física como algo 

meramente  cuantificable,  sumable,  lo  cual  sería  incoherente  con  la  dignidad  que  el 

ordenamiento  jurídico dice que tienen. Para decidir si se aplica un solo hecho o varios 

no conviene atender sólo a si  la acción (disparar o apretar el dispositivo de  la bomba) 

era una sola o varias acciones. Y ello, porque aun la acción más simple y breve como la 

de  apretar  el  disparador  de  un  arma,  o  apretar  un  botón,  puede  descomponerse  en 

varias  secuencias,  tantas  como  segundos  o  décimas  de  segundo  dure.  De  nuevo  el 

problema  está  en  cuál  es  la  óptica  adoptada:  si  es  meramente  naturalística  o 

fenoménica,  la  acción  puede  descomponerse  en  varias  cada  vez más  diminutas,  sin 

aportar criterios de solución, por lo que el problema no se resuelve sino que aumenta. 

Pero si se adopta una óptica valorativa o normativa, es decir, la propia del Derecho, que 

viene a valorar lo que sucede, entonces hay que dar entrada a criterios que se refieran al 

«sentido de las conductas»: en concreto, ¿queda suficientemente abarcado el contenido 

de injusto o desvalor de la conducta si se aplica un solo precepto o tipo? Tratándose de 

la  vida  humana  o  de  la  integridad  física,  no  parece  que  sea  posible  sumarlas  y 

considerar  un  solo  delito,  de  homicidio,  por  ejemplo,  con  varios  resultados.  Podría 

tratarse como concurso ideal (cfr. infra, 3), pero eso supondría tratar la vida humana o la 

integridad  física  de  las  personas  como  objetos  de menor  entidad.  Es  defendible  por 

tanto que estemos ante un caso de concurso real de delitos25. 

Una modalidad  de  concurso  real  se  da  cuando  la  comisión  de  un  delito  es medio para cometer otro. Se trata del llamado «concurso medial de delitos». El concurso medial de delitos es una modalidad de concurso  real  (pluralidad de delitos enjuiciados por separado), pero que en el ordenamiento penal español se 

25 Cfr.  en  este  sentido,  para  un  delito  de  detenciones  ilegales  cometido  a  la  vez  contra  dos víctimas,  la  argumentación  de  la  STS  29  de  mayo  de  2003  (LL  2736,  ponente  Colmenero Menéndez de Luarca), FD 10.º: «En realidad, cuando se trata de delitos dolosos de resultado el tipo no solo describe conductas, sino también resultados (TS S 1837/2001, de 19 Oct.), de manera que  lo relevante para el derecho a  los efectos del art. 77, que se refiere a hechos, no es solo  la acción que conduce al resultado, sino también éste, cuando el resultado es directamente querido por el autor, de manera que existirán tantos hechos como resultados, pretendidos u obtenidos. En este  sentido,  la STS 672/1999, de 24 Nov., antes citada,  señala que “cuando  los  resultados múltiples que  se producen a  través de una única acción  son queridos por el autor no puede entenderse que exista una única acción. Quien persigue una pluralidad de resultados dispone su acción de forma distinta, con mayor energía o mayor intensidad en la acción, que cuando se persigue un único resultado y ello porque el autor, que persigue una pluralidad de resultados, incorpora a su acción esa intención plural con relación a  los resultados. De ahí que el término ʺhechoʺ que refiere el art. 77, como presupuesto del concurso ideal no deba ser equiparado a la acción o movimiento corporal, pues el término ʺhechoʺ incorpora tanto el disvalor de la acción como el del resultado. De tal forma que cuando el autor persigue una pluralidad de resultados concretos, para  lo que  realiza un único movimiento corporal, no se puede entender como un mismo  hecho  (cfr.  art.  77),  sino  de  varios  hechos  en  función  de  los  distintos  resultados perseguidos. Consecuentemente,  el  término hecho  recogido  en  la norma no  es  equiparable  a movimiento corporal o acción.”». 

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7.ª considera, a efectos de pena aplicable, como un concurso ideal26. Se trata, en efecto, de un  supuesto en que hay dos delitos  separados; pero, puesto que  se hallan unidos  por  el  común  designio  delictivo  del  agente,  se  enjuician  de  forma peculiar,  como  concurso  ideal. El  carácter medial  no  ha  de  entenderse  como necesidad  absoluta  (es  decir,  que  un  delito  lleve  consigo  otro  de  manera imprescindible27),  sino  como necesidad en  concreto o dispuesta por el agente, quien en la comisión del hecho adopta la opción de cometer otros delitos. Este segundo delito sería medial respecto al delito fin. Las reglas de determinación de la pena (art. 77) permiten combinar las sanciones de ambos delitos (cfr. infra lección 9.IV)28. 

II.3. Concurso ideal.– 

Recordemos que el concurso  ideal es una situación de concurso (es decir, que, aun habiendo pluralidad de actuaciones relacionadas, no se procede a unificar todas bajo un mismo  tipo, sino que se aplica más de un precepto para que el contenido de injusto del hecho quede satisfactoriamente cubierto). A diferencia del  concurso  real,  aquí  se da  coincidencia  temporal  que permite  afirmar que hay cierta unidad de la actuación. Sin embargo, esa coincidencia temporal no es suficiente  para  afirmar  que  el  contenido  de  injusto  queda  suficientemente cubierto aplicando un solo tipo o delito, sino que ha de darse entrada a más de uno. Por ejemplo:  se golpea con un  instrumento contundente a un policía:  las lesiones  que  puedan  causarse  constituyen  delito  de  lesiones,  y  el  ataque causado a  la víctima en cuanto agente de  la autoridad, delito de atentado (art. 550). Es preciso aplicar ambos delitos (por lo que existen dos hechos típicos), a pesar de solaparse y coincidir en el tiempo. 

El  propio  código  lo  define  implícitamente  en  el  art.  77.1:  cuando  «un  solo  hecho 

constituya dos  o más  infracciones». Obsérvese,  sin  embargo, que  la  terminología del 

código («hecho») difiere en cierto modo de la aquí utilizada: cuando el código expresa 

«hecho», está  refiriéndose a acciones  carentes  todavía de  sentido  típico, mientras que 

nosotros  hablamos  de  «hecho»  cuando  nos  referimos  al  hecho  típico,  ya  valorado. 

26 Dicho con otras palabras: aunque sería preciso aplicar más de un delito (concurso real), y así se hará, el  legislador ha dispuesto que se  tomen en cuenta de  forma peculiar  las penas de  los delitos en juego, según las reglas que rigen en materia de concurso ideal de delitos (art. 77). 

27 Como se expondrá más adelante  (cfr.  III), a propósito del concurso de  leyes, hay casos que aun tratándose de pluralidad de hechos (es decir, que constituyen un concurso de delitos), son considerados  por  la  doctrina,  la  práctica,  y  el  legislador  como  un  concurso  de  normas.  La consecuencia inmediata de este proceder es que una de las normas en juego cesa y cede lugar a la otra  (concurso de  leyes o normas), que es  la que se aplicará. Ejemplo: el disparo mortal da lugar a apreciar un homicidio  (art. 138); pero si el disparo afecta a  la  ropa de  la víctima, que resulta  dañada,  se  comete  además  una  falta  de  daños  (art.  625),  aunque  éstos  sean insignificantes  en  comparación  con  el  resultado  de  muerte.  Pero  por  insignificantes  en comparación  con  el  homicidio,  la  ley  –y  hay  buenos  motivos  para  ello,  en  concreto  de proporcionalidad–  puede  hacer  retroceder  al  tipo  de  daños,  que  no  se  aplicará  además  del homicidio. En  realidad  la  sanción del homicidio  se  entiende que  abarca  la de hechos mucho menores. A estas situaciones responde el criterio conocido como «consunción»: cfr. infra III.2. 

28 Un  supuesto  peculiar  es  el  de  varios  delitos  en  sucesivo  concurso medial  (allanamiento, seguido de detención ilegal y finalmente robo) planteado en la STS de 29 de abril de 2010. 

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Unidad y pluralidad de delitos. Concurso de normas 

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7.ªPodría decirse  igualmente en esa definición que hay  concurso  ideal  cuando  la acción 

constituye dos o más hechos típicos (o infracciones o delitos). 

También este tema tiene relevancia clave en las reglas de determinación de la pena (art. 

74): cfr. infra, lección 9.IV. 

Se distingue  en  el  concurso  ideal  el de  carácter  homogéneo del  heterogéneo, según  sea  el delito o delitos que  entran  en  juego. Será homogéneo  el  concurso ideal cuando se aprecian varios delitos de  la misma especie realizados de una sola  vez  (una  sustracción  de  bienes  en  morada  ajena  causando  daños  de relevante  cuantía:  robo  con  fuerza  en  las  cosas  y  daños); mientras  que  será heterogéneo cuando se aprecien delitos de diversa especie, cometidos de una sola vez (por ejemplo, el disparo único afecta a una persona, a la que causa lesiones, y además produce daños patrimoniales)29. 

Como  ya  se  ha  señalado más  arriba,  la  pluralidad  de  víctimas  debería  dar  lugar  a 

concurso real de delitos30, tratándose de delitos contra bienes jurídicos personalísimos; en 

otro caso, podría dar lugar a concurso ideal, o a apreciar un solo delito31. 

 

III. Concurso de normas.– 

Como ya  se dijo, el  contenido de este epígrafe  se halla en  relación  con el del anterior. Ambos forman parte de la problemática de los concursos, es decir, de la concurrencia  de  diversos  preceptos  y  normas  en  un  caso.  Al  igual  que  el precedente,  también  el  objeto  de  este  epígrafe  es  una  herramienta imprescindible para todo el Derecho penal, pues afecta a la teoría del delito en sí misma  (a  tratar en  la asignatura Teoría general del delito) y al estudio de  los delitos en particular o parte especial  (a  tratar en  la asignatura El  sistema penal español: los delitos), e incluso al Derecho procesal penal. Además, el concurso de normas o de leyes forma parte de la teoría o doctrina de la interpretación. Por tanto, lo que ahora se va a exponer afecta de forma clara al Derecho penal, pero también a cualquier rama del Derecho. Así, por ejemplo, se recurre a enunciados como el de «lex superior derogat  legi  inferiori», para expresar que una norma de 

29 Otro ejemplo: el TS (decisión del Pleno no jurisdiccional que da lugar a la STS 832/2002, de 13 de mayo)  decide  sancionar  los  casos  en  que  se  emplea  un  cheque  alterado  para  engañar  a alguien y así obtener un desplazamiento patrimonial a su favor, como dos delitos en concurso ideal: delito de falsedad documental y delito de estafa, en concurso ideal. Cfr. STS 19 de  junio de 2003 (AP 619, ponente Giménez García), entre otras. 

30 Es excepción a lo anterior lo previsto en materia de delito continuado (cuando afecta al honor o a la libertad e indemnidad sexuales, y a una misma víctima). Dicho precepto es también ahora un  argumento  contra  la  apreciación  de  concurso  real  en  estas  situaciones  de  pluralidad  de víctimas. En  efecto,  si  el  legislador decide que,  tratándose de dichos bienes,  sólo  cabe delito continuado  cuando  afectan  a  la misma  víctima,  es  porque  decide  que  no  se menosprecie  la entidad de  los bienes afectados (y por eso  impide entonces  la continuidad delictiva). Luego si cabe  en  este  caso,  también  en  el  de  una  sola  acción  valorada  como  dos  delitos  o  hechos (argumento a fortiori). 

31 Como sucede en materia de hurto cuando se sustraen bienes de varios titulares; o cuando se da entrada al delito continuado. 

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7.ª rango superior prevalece sobre una inferior; o de «lex prior derogat legi posteriori» para  indicar  que una norma  que deroga  a  otra, prevalece  sobre  ésta. Ambos enunciados rigen también en Derecho penal. Pero en éste tienen más relevancia otros enunciados que son los más frecuentemente empleados (cfr. infra, III.2). 

El  concurso de normas  o  leyes  viene  a dar  respuesta  a  la  cuestión de  cuál  o cuáles de las normas aplicables a un caso son al final aplicadas: es decir, para un caso concreto resulta posible aplicar varias normas y es preciso decidir cuál o cuáles en concreto  han  de  tomarse  finalmente  en  cuenta. Así,  repitiendo  una  pregunta  ya formulada en el epígrafe anterior, quien da muerte a otro con alevosía, ¿comete homicidio pero además asesinato? ¿por qué no se le enjuicia por ambos delitos, pues  ha  realizado  el  tipo  de  los  dos?  Para  responder  a  esta  pregunta,  para decidir cuál es la norma o regla a aplicar, se recurre a diversos criterios32. 

III.1. Planteamiento.– 

El concurso de normas tiene en común con el concurso de delitos su sentido o finalidad: se trata en ambos casos de decidir si la norma abarca suficientemente el desvalor de  la conducta, su antijuricidad. En el caso del concurso de delitos, sea  real o  ideal,  se  trata de aplicar  las normas que  sean precisas para abarcar todo el desvalor de la conducta. También en el caso de la concurrencia de normas se decide qué norma  abarca de  forma más  completa y  acabada  el desvalor o antijuricidad  de  la  conducta.  Hasta  aquí  las  semejanzas  entre  concurso  de delitos y concurso de normas (o de leyes). Veamos ahora las diferencias. 

Estamos ante una cuestión de valoración de  los hechos: con el  fin de evitar  la desproporción  por  exceso  hay  que  optar  por  una  sola  norma  (concurso  de leyes), y con el fin de evitar desproporción por defecto, hay que optar por más de una (concurso de delitos). El concurso de normas se diferencia del concurso de delitos por  el dato de  que  ahora  existe un  solo  hecho  o delito  a  tener  en cuenta33. En el caso del concurso de delitos, es preciso apreciar la existencia de más  de  un  hecho34,  para  que  el  desvalor  de  lo  realizado  quede  cubierto (recuérdese cómo el concurso de delitos, sea real o ideal, acaba por dar entrada a dos o más normas) y por  tanto se aplica más de una norma. En el concurso real era preciso apreciar más de un hecho, como más de una eran las acciones. En  el  concurso  ideal  era preciso  que  concurre más de un delito  (o  hecho),  a pesar de que coinciden en el tiempo, para que quedara plenamente abarcado el desvalor de  la conducta. En el concurso de normas o  leyes  se apreciará al  fin una sola norma que abarca en plenitud el desvalor pleno de la conducta. 

32  Dichos  criterios  se  enuncian  como  «meta‐reglas»,  es  decir,  como  reglas  sobre  el funcionamiento de otras reglas. Se trata de enunciados prescriptivos que no son ni principios ni reglas, sino prescripciones de cómo han de operar las reglas en cada caso. 

33  Sin  embargo,  como  después  se  señalará,  hay  un  grupo  de  casos  que  son  tratados  como concurso de normas, cuando en realidad se trata de un concurso de delitos. Nos referimos a los supuestos incluidos bajo la denominación consunción. 

34 Recuérdese  (lección 8) que consideramos hecho  (típico) a  la valoración  jurídico‐penal de  las acciones  humanas,  lo  cual  no  se  da  al margen  de  una  ley  penal:  hecho,  hecho  típico  y  delito dependen de una norma con arreglo a la cual se valora o enjuicia la acción. 

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7.ªPuesto que  al  final  se  aplica una  sola norma de  las que  entran  en discusión, algunos  autores  denominan  a  esta  materia  «concurso  aparente  de  normas penales»35. En efecto, el concurso es  sólo aparente, pues al  final  será  sólo una norma la que se aplique. Y ello porque lo que subyace al problema del concurso de  normas  es  un  problema  de  ne  bis  in  ídem  (esto  es,  de  proporcionalidad): diversas normas son aplicables, pero dar entrada a más de una supondría una sanción  desproporcionada  por  excesiva;  por  este  motivo,  se  restringe  la aplicación  a  una  sola  norma.  En  efecto,  siguiendo  con  el  ejemplo  arriba mencionado,  de  quien  da muerte  a  otro  con  alevosía,  se  puede  afirmar  que comete tanto homicidio (por que mata a otro), como asesinato (porque mata con alevosía);  pero  castigar  por  ambos  delitos  supondría  un  exceso,  una  sanción desproporcionada. Entra entonces en juego la doctrina del concurso de normas, que mediante una serie de reglas operativas guía la interpretación y da entrada sólo a una de las normas en juego. 

Debe  tenerse  en  cuenta  que,  a  pesar  de  esta  «apariencia»  del  concurso,  la  norma 

desplazada,  la que no se aplica al ceder ante  la que sí se aplicará, puede sin embargo 

seguir  desplegando  algunos  efectos.  En  concreto,  que  se  tenga  en  cuenta  la  norma 

desplazada para  comparar  las penas que  resulten de  la norma que  tiene preferencia. 

Ello sucede cuando de la aplicación de un precepto como más grave va a resultar una 

pena más leve que lo que corresponde (ello es posible en algún caso, debido a que las 

penas se señalan con un máximo y un mínimo): para evitar que la norma del delito más 

grave acabe en una pena más leve, se propone en la doctrina que el límite máximo de la 

pena del delito  leve opere  como  límite mínimo de  la  correspondiente  al delito grave 

(idea de la «combinación de las leyes» en concurso)36. 

Además, la norma desplazada puede seguir desplegando efectos si el precepto aplicado 

es  derogado:  así,  por  ejemplo,  una  eventual  derogación  del  delito  de  asesinato,  no 

significa que, al apreciarse retroactivamente esa derogación, se declare impune al autor 

porque el hecho ya no es delito;  la derogación del asesinato no quita que el hecho sea 

constitutivo de homicidio37. 

Como ya se ha dicho, esta materia pertenece a  la  teoría de  la  interpretación, e interesa por  eso  a  todas  las  ramas del Derecho. Pero  en Derecho penal  tiene especial  importancia por  afectar  a  la  imposición de penas  que  resulten de  la norma aplicada. 

III.2. Criterios de solución.– 

La  problemática  del  concurso  de  normas  es,  en  definitiva,  materia  de interpretación de preceptos, sea en Derecho penal sea en otros sectores. Resulta difícil  encontrar  una  solución  fija  para  todos  los  casos.  Nos  limitaremos  a describir una serie de reglas operativas o criterios rectores para guiar  la  labor del  intérprete. El  intérprete ha de valorar  los hechos como  típicos o no, como subsumibles  plenamente  o  no  en  una  norma  concreta  que  es  interpretada. 

35 Así, por ejemplo, BACIGALUPO ZAPATER, DP. PG, 1997, p 418. 

36 Cfr. MIR PUIG, DP. PG, 2002, 27/67. 

37 Cfr. ibidem, 27/68. 

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7.ª Surgen así en la doctrina los criterios de especialidad, subsidiariedad y consunción38. Los tres han quedado plasmadas expresamente en el código penal (art. 8). 

De todas formas, que la propia Ley recoja estas reglas no significa que operen en virtud 

de  la Ley, es decir, precisamente porque el  legislador prevé esos criterios, sino que ya 

eran  operativas  aun  antes  del  código  penal.  De  hecho,  aunque  no  se  recogían 

expresamente en el código penal anterior, se recurría entonces a tales criterios. Se trata 

de criterios rectores de la interpretación que se aplican en esta materia, como en muchas 

otras. Además, conviene señalar cómo los cuatro criterios rectores del art. 8 no abarcan 

todas  las  situaciones  que  pueden  darse;  y,  a  la  vez,  no  todos  los  criterios  rectores 

pertenecen  a  la  teoría  del  concurso  de  normas.  En  efecto,  el  criterio  denominado 

«consunción» presupone que se realizan varios hechos, uno mucho más grave que otro, 

pero coincidentes, o al menos inmediatamente sucesivos, en el tiempo. La gravedad de 

uno de los dos delitos en comparación con el otro, hace que la sanción por el primero se 

considere suficiente para abarcar todo el desvalor de ambos delitos. Este grupo de casos 

no constituye en propiedad un concurso de normas, sino de delitos, pero se  resuelve 

aplicando una sola de las normas en juego, la que señala pena más grave. 

Además, no se mencionan en el art. 8 algunas situaciones. En concreto, los casos en que 

un  precepto  excluye  de  antemano,  conceptualmente,  la  entrada  de  otro  precepto.  Se 

trata de casos en  los que se evita ya que entre en  juego otro precepto39. No hay  tanto 

concurso,  sino  que  éste  se  impide  y  excluye,  porque  la  descripción  de  un  delito  es 

incompatible con  la de otro. A estos casos podríamos denominar casos de  exclusión o 

heterogeneidad40. Ejemplo,  la definición del delito de  receptación  (art. 298.1)  excluye  la 

concurrencia del delito del que proceden los bienes objeto del delito previo («en el que 

no  haya  intervenido  ni  como  autor  ni  como  cómplice»)  con  la  receptación  de  esos 

mismos bienes (esto es, quien ha cometido el delito previo del que proceden los bienes 

receptados, no puede cometer el delito de receptación, pues ha de tratarse de persona 

diversa)41. 

Los criterios rectores de la interpretación tienen por base leyes lógicas. En concreto, las 

relaciones  lógicas que pueden darse entre dos grupos de conceptos dan  lugar a otros 

38 Se habla  también de otros. En concreto: «lex posterior derogat  legi priori», «lex superior derogat legi inferiori» (cfr. ZIPPELIUS, Juristische Methodenlehre, 6.ª ed., Múnich, 1994, § 7.e] y f]), pero se trata de casos distintos de los que aquí estudiamos, centrados en los criterios lógicos rectores. 

39 No significa que esa ausencia deba dar  lugar a incluir expresamente un nuevo criterio en el art.  8.  El  legislador  ya  se  encarga  de  prever,  o  el  intérprete  de  descubrir,  cuándo  se  da  esa situación de exclusión. 

40 La relación lógica de exclusión indica que se da la situación a, o la b, u otra, pero no es posible que se den a  la vez a y b. Por ejemplo: quien pregunta «¿de qué marca es  tu coche? ¿Ford o Seat?», admite que o bien es Ford, o bien Seat, o bien ninguno de ambos, pues puede ser un Renault. 

41 El CP conoce supuestos de este mismo género –no constituyen ni concurso de normas ni de delitos, pues a un solo hecho corresponde una sola norma que resulta  incompatible con otros preceptos–, como en el delito de daños, cuando el legislador establece que tal precepto rige si no es  posible  dar  entrada  a  otros  (art.  263);  o  en  el  encubrimiento  (art.  451);  o  el  fraude  de subvenciones (art. 308) respecto a la estafa (arts. 248 ss); la falta de lesiones (art. 617), respecto al delito de lesiones. Y otros. Cfr. en nuestra doctrina PEÑARANDA RAMOS, Concurso de leyes, error y participación en el delito, Madrid, 1991, p 102 ss. 

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Unidad y pluralidad de delitos. Concurso de normas 

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7.ªtantos criterios42. Y hay un número limitado de relaciones en las que dos tipos delictivos 

pueden  hallarse  entre  sí.  Si  se parte de  que un  tipo delictivo  abarca un  conjunto de 

hechos, aquellos que cabe subsumir en el precepto en cuestión, y se parte de dos tipos, 

sólo  hay  cuatro  variantes  posibles  de  relación  entre  ellos.  En  concreto:  «identidad», 

«subordinación», «interferencia» y «heterogeneidad»43. Dicho en  términos de  la  teoría 

de conjuntos: i) los dos conjuntos pueden ser idénticos (identidad); ii) uno puede ser un 

subconjunto del  otro  (inclusión  o  subordinación);  iii)  los  dos  pueden  cruzarse,  en  el 

sentido  de  que  hay  hechos  que  se  corresponden  sólo  con  un  tipo,  hechos  que  se 

corresponden sólo con el otro, y hechos que se corresponden a  la vez con uno y otro 

(interferencia);  iv)  los dos  conjuntos pueden  excluirse  entre  sí, de  forma  que  ningún 

hecho  que  pertenece  a  un  conjunto  es  a  la  vez  elemento  del  otro  conjunto 

(heterogeneidad). No hay más posibilidades. Y como la heterogeneidad (o exclusión) no 

permite concurso, y la identidad no es por definición concurso44, sólo son posibles dos 

formas de concurso de normas: la que se basa en la subordinación y la que lo hace en la 

interferencia. De este modo, si sólo son posibles dos relaciones entre los tipos en juego, 

sólo hay dos formas de concurrencia de normas45. Que la doctrina y el art. 8 insistan en 

incluir además la consunción como una forma de concurso no significa que realmente lo 

sea (cfr. infra, III.2.3). 

Lo  que  el  legislador  incluye  en  el  art.  8.4.ª  («en  defecto  de  los  criterios anteriores, el precepto penal más grave excluirá los que castiguen el hecho con pena  menor»,  también  conocido  como  «alternatividad»)  no  es  un  caso  de concurso de  leyes.  Se  trata más bien de una  cláusula de  cierre para  evitar  la eventual impunidad de un hecho por resultar inaplicable la norma de acuerdo con los tres criterios anteriores del mismo artículo46. 

III.2.1. El criterio rector de la especialidad. 

Se entiende que existe especialidad cuando una norma (precepto o ley) describe el  caso  de  forma  más  precisa  que  otra.  Se  aplica  entonces  la  norma  más específica o especial frente a la más general, que se ve desplazada. Recuérdese el  aforismo:  «lex  specialis  derogat  legi  generali»,  que  viene  a  significar  que  la norma  más  especial  pasa  por  delante  de,  predomina  sobre,  la  otra,  más genérica.  Ejemplo:  el  tipo  que  describe  el  asesinato  (arts.  139‐140)  es  más especial que el que describe el homicidio  (art. 138), pues éste exige el matar a otro, y aquél matar a otro con  la concurrencia de alguna de  las circunstancias 

42 Esto ya lo mostró hace años KLUG, «Zum Begriff der Gesetzeskonkurrenz», ZStW 68 (1956), p 399 ss (hay traducción castellana de J. M. Seña, publicada en KLUG, Problemas de la Filosofía y de la pragmática del Derecho, Barcelona, Caracas, 1989, p 55 ss). 

43 Cfr. ibidem. 

44 Aunque cabe que dos normas sean  idénticas en un solo ordenamiento, ello en principio no debería suceder. Ello sólo sería posible si se tratase de preceptos que coinciden plenamente en su contenido aunque no en la pena. 

45 Sobre ello, cfr. HRUSCHKA, «¿Puede y debería ser sistemática la dogmática jurídico‐penal?», en ID. Imputación y Derecho penal. Estudios sobre la teoría de la imputación, pp 251‐275. 

46 Una  previsión  semejante  se  contempla  en  el  art.  136 de  la LO  5/1985, de  19 de  junio, del Régimen Electoral General. 

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7.ª agravantes  específicas  previstas  en  el  art.  139;  la  aplicación  del  precepto  del asesinato desplaza así al del homicidio. 

La  relación  lógica  entre  los  dos  enunciados  o  preceptos  es  la  de  subordinación  (o 

inclusión): todo el grupo de casos de una descripción se encuentra incluido en el grupo 

de  la  otra  pero  no  al  revés.  Se  podría  representar  en  teoría  de  conjuntos  como  un 

subconjunto incluido totalmente en un conjunto. 

El  art.  8.1.ª  señala  que  «el  precepto  especial  se  aplicará  con  preferencia  al general».  Determinar  cuándo  se  está  ante  un  supuesto más  especial  o  más general es tarea de la interpretación. 

III.2.2. El criterio rector de la subsidiariedad. 

Se afirma que hay subsidiariedad cuando el campo conceptual de una norma o precepto entra en intersección con el de otra. Se aplica entonces una norma que es  prioritaria  frente  a  otra,  que  resulta  desplazada.  Se  recurre  entonces  al aforismo «lex primaria derogat legi subsidiariae», que significa que una norma de las  dos  que  se  hallan  en  coincidencia  o  intersección  parcial,  se  aplica  con carácter  preferente;  la  otra,  se  ve  desplazada.  Es  decir,  la  norma  desplazada entra en juego sólo en defecto de la prioritaria. 

La relación lógica entre los dos enunciados o preceptos es la de interferencia: el grupo de 

casos  de  una  descripción  normativa  coincide  parcialmente  con  el  de  otra.  Se  podría 

representar  en  teoría de  conjuntos  como dos  conjuntos  con  coincidencia parcial.  Son 

posibles así tres clases de hechos: unos, que se incluyen en el primer conjunto pero no 

en el segundo; además, hechos que se incluyen en el segundo, pero no en el primero; y 

finalmente, hechos que  se  incluyen  en el primero y en  el  segundo. Con  ejemplos del 

código  penal:  son  posibles  casos  en  que  se  realiza  un  hecho  consumado  (lesiones 

consumadas), pero también que se realice un hecho que queda incompleto, en tentativa 

(lesiones intentadas); pero cabe además –y es necesario– que para consumar las lesiones 

sea  preciso  antes  dar  comienzo  a  lesionar  (lesiones  que  pasan  de  tentativa  a 

consumación). Esta relación lógica de interferencia permite que, en defecto del tipo de 

lesiones consumadas, se dé entrada al de tentativa de lesiones. 

El art. 8.2.ª señala que «el precepto subsidiario se aplicará sólo en defecto del principal». A continuación hay que identificar el precepto o norma principal (o prioritario) y el subsidiario. En ocasiones es la propia ley la que señala cuál es la norma  prioritaria  (casos  de  «subsidiariedad  expresa»)  pues  establece manifiestamente  que un precepto  entra  en  juego  en  defecto de  otro:  así,  por ejemplo,  en  el  art.  383.I,  cuando  en  los  delitos  de  conducción  temeraria  o influenciada por bebidas alcohólicas se establece que, si se ha causado, además de  la  conducción  en  sí, un  resultado  lesivo  (lesiones  o muerte, por  ejemplo), entrará  en  juego  el  precepto  que  castigue  la  infracción  más  gravemente penada47. En otras ocasiones, ha de ser el intérprete, de acuerdo con el conjunto 

47 Que entre en juego la infracción más gravemente penada no significa que las de pena mayor sean siempre, y por ese motivo, la infracción prioritaria. La prioridad es una cuestión lógica (de interferencia entre conjuntos) que suele ir aparejada a la gravedad de las infracciones y penas, pero lo uno no implica necesariamente lo otro. 

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7.ªde valoraciones y preceptos de  la Ley, quien  identifique el principal  (casos de «subsidiariedad tácita»): así, por ejemplo, la regulación de la participación entra en juego si antes no se puede considerar al mismo sujeto como autor (arts. 28‐29 y 63); la tentativa en defecto de la consumación del delito (arts. 15‐16 y 62); los tipos imprudentes, en defecto de los dolosos (arts. 10 y 12). 

III.2.3. El criterio rector de la consunción. 

Éste entra en juego cuando se entiende que una infracción se considera penada ya al sancionarse otra. Ello se produce cuando estamos ante delitos que llevan consigo  habitualmente  otros:  entonces  el  más  leve  queda  sancionado  al sancionar  el  más  grave.  Se  suele  hablar  entonces  de  actos  copenados (posteriores o anteriores), o de delitos que quedan impunes48. 

A diferencia de  los dos criterios anteriores, no hay aquí una específica relación  lógica 

entre las normas49. Se trata, en cambio, de una valoración del caso, en virtud de la cual 

una  pluralidad  de  acciones  y  hechos  se  acaba  por  sancionar  como  un  solo  delito  o 

hecho, porque el desvalor o antijuricidad queda suficientemente abarcado. 

También  el  art.  8  se  refiere  a  este  criterio  rector  de  la  interpretación  cuando señala  que  «el  precepto  penal  más  amplio  o  complejo  absorberá  a  los  que castiguen  las  infracciones  consumidas  en  aquél».  Se  entiende  consumido  un delito en otro, por ejemplo, en casos de delito de robo con  fuerza en  las cosas (arts. 237 ss), en los que la sanción del robo absorbe o consume la de los posibles daños (art. 268) cometidos para acceder al lugar donde las cosas se encuentran (fractura de pared…); también en el delito de robo intimidatorio (art. 242), en el que  las  coacciones  o  amenazas  cometidas  (arts.  169  ss) para  amedrentar  a  la víctima  se  consideran ya  sancionadas  con  la pena del  robo; o  en  el delito de defraudación  tributaria  (art.  305),  en  el  que  se  consideran  consumidas  las acciones que constituyen delito contable tributario (art. 310). 

Puesto que  la doctrina del  concurso es manifestación de  la  regla del ne  bis  in idem, es decir, una plasmación del subprincipio de proporcionalidad, no podrá entenderse consumida una  infracción cuya gravedad sea similar a otra: así, si para cometer el robo con fuerza en las cosas se causan daños de gran entidad en los bienes que protegen o guardan el objeto sustraído. La sanción de esos daños no quedaría abarcada en la del apoderamiento de bienes, y deberían castigarse por separado, como concurso de delitos. 

48 Este último calificativo resulta especialmente inidóneo, pues no se trata de dejar impune, esto es, de no castigar algún delito, sino de considerar castigado un hecho al castigar el otro. Por eso resulta más preciso referirse a delitos co‐penados (cfr. MIR PUIG, 2002, DP. PG, 27/78). 

49 Lo menciona BACIGALUPO ZAPATER, DP. PG, 1997, p 421, aunque insiste en presentarlo como una cuestión de concurso de normas. En realidad, las dos normas se hallan relacionadas, como también en los casos de concurso de delitos.