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Cuaresma-Pascua Seréis mis testigos 2014 Cuaderno Pastoral Seréis mis testigos

2014 Cuaresma-Pascua Seréis mis testigos · Con ocasión de la Cuaresma os propongo algunas reflexiones, a fin de que os sirvan para el camino personal y comunitario de conversión

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Cuaresma-Pascua

Seréis mis

testigos

2014Cuaderno Pastoral

Seréis mis testigos

© Arzobispado de Valencia

Edita: Arzobispado de ValenciaVicaría de Evangelización

Diseño y producción gráfica:Medianil Comunicaciónwww.medianil.net

Mensaje del Santo Padre................................................................................. 04

Carta Saludo del Sr. Arzobispo ..................................................................... 10

CUARESMA-PASCUA 2O14

PARA LA LITURGIA ....................................................................................... 13

PARA LA PARROQUIA ................................................................................. 81

Celebración Penitencial .................................................................... 82

Aportación de Comisiones:

Comisión Diocesana de Apostolado Seglar-Laicos ........ 92

Comisión Diocesana de Pastoral de la Salud.............. 100

Comisión Diocesana de Pastoral de l’Ambient i Ecologia Humana ............................................... 103

Comisión Diocesana para los Mayores ........................... 108

Vía Crucis ................................................................................ 108

Vía Lucis .................................................................................. 124

COV Catequesis para niños ................................................... 141

COV Catequesis para jóvenes .............................................. 145

Comisión Diocesana de Enseñanza .................................. 155

Comisión Diocesana de Espiritualidad ............................ 159

Comisión Diocesana de Misiones ....................................... 178

Guión de oración de Cáritas ................................................ 182

PROPUESTA DE CANTOS .................................................................................. 201

EL MONASTERIO DE CUARESMA .................................................................. 207

í n d i c e

Seréis mis testigos

Mensaje del Santo PadreFranciscopara la Cuaresma 2014

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Mensaje del Santo Padre

Seréis mis testigos

“Se hizo pobre para enriqueceros con su pobreza” (cfr. 2 Cor 8, 9)

Queridos hermanos y hermanas:

Con ocasión de la Cuaresma os propongo algunas reflexiones, a fin de que os sirvan para el camino personal y comunitario de conversión. Comienzo re-cordando las palabras de san Pablo: “Pues conocéis la gracia de nuestro Señor Jesucristo, el cual, siendo rico, se hizo pobre por vosotros para enriqueceros con su pobreza” (2 Cor 8, 9). El Apóstol se dirige a los cristianos de Corinto para alentarlos a ser generosos y ayudar a los fieles de Jerusalén que pasan ne-cesidad. ¿Qué nos dicen, a los cristianos de hoy, estas palabras de san Pablo? ¿Qué nos dice hoy, a nosotros, la invitación a la pobreza, a una vida pobre en sentido evangélico?

La gracia de Cristo

Ante todo, nos dicen cuál es el estilo de Dios. Dios no se revela mediante el poder y la riqueza del mundo, sino mediante la debilidad y la pobreza: “Sien-do rico, se hizo pobre por vosotros…”. Cristo, el Hijo eterno de Dios, igual al Padre en poder y gloria, se hizo pobre; descendió en medio de nosotros, se acercó a cada uno de nosotros; se desnudó, se “vació”, para ser en todo seme-jante a nosotros (cfr. Flp 2, 7; Heb 4, 15). ¡Qué gran misterio la encarnación de Dios! La razón de todo esto es el amor divino, un amor que es gracia, ge-nerosidad, deseo de proximidad, y que no duda en darse y sacrificarse por las criaturas a las que ama. La caridad, el amor es compartir en todo la suerte del amado. El amor nos hace semejantes, crea igualdad, derriba los muros y las distancias. Y Dios hizo esto con nosotros. Jesús, en efecto, “trabajó con manos de hombre, pensó con inteligencia de hombre, obró con voluntad de hombre, amó con corazón de hombre. Nacido de la Virgen María, se hizo verdadera-mente uno de nosotros, en todo semejante a nosotros excepto en el pecado” (Conc. Ecum. Vat. II, Const. past. Gaudium et spes, 22).

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Seréis mis testigos

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La finalidad de Jesús al hacerse pobre no es la pobreza en sí misma, sino —dice san Pablo— “...para enriqueceros con su pobreza”. No se trata de un jue-go de palabras ni de una expresión para causar sensación. Al contrario, es una síntesis de la lógica de Dios, la lógica del amor, la lógica de la Encarnación y la Cruz. Dios no hizo caer sobre nosotros la salvación desde lo alto, como la limosna de quien da parte de lo que para él es superfluo con aparente piedad filantrópica. ¡El amor de Cristo no es esto! Cuando Jesús entra en las aguas del Jordán y se hace bautizar por Juan el Bautista, no lo hace porque necesita penitencia, conversión; lo hace para estar en medio de la gente, necesitada de perdón, entre nosotros, pecadores, y cargar con el peso de nuestros peca-dos. Éste es el camino que ha elegido para consolarnos, salvarnos, liberarnos de nuestra miseria. Nos sorprende que el Apóstol diga que fuimos liberados no por medio de la riqueza de Cristo, sino por medio de su pobreza. Y, sin embargo, san Pablo conoce bien la “riqueza insondable de Cristo” (Ef 3, 8), “heredero de todo” (Heb 1, 2).

¿Qué es, pues, esta pobreza con la que Jesús nos libera y nos enriquece? Es precisamente su modo de amarnos, de estar cerca de nosotros, como el buen samaritano que se acerca a ese hombre que todos habían abandonado medio muerto al borde del camino (cfr. Lc 10, 25ss). Lo que nos da verdadera liber-tad, verdadera salvación y verdadera felicidad es su amor lleno de compasión, de ternura, que quiere compartir con nosotros. La pobreza de Cristo que nos enriquece consiste en el hecho que se hizo carne, cargó con nuestras debili-dades y nuestros pecados, comunicándonos la misericordia infinita de Dios. La pobreza de Cristo es la mayor riqueza: la riqueza de Jesús es su confianza ilimitada en Dios Padre, es encomendarse a Él en todo momento, buscando siempre y solamente su voluntad y su gloria. Es rico como lo es un niño que se siente amado por sus padres y los ama, sin dudar ni un instante de su amor y su ternura. La riqueza de Jesús radica en el hecho de ser el Hijo, su relación única con el Padre es la prerrogativa soberana de este Mesías pobre. Cuando Jesús nos invita a tomar su “yugo llevadero”, nos invita a enriquecernos con esta “rica pobreza” y “pobre riqueza” suyas, a compartir con Él su espíritu

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Mensaje del Santo Padre

Seréis mis testigos

filial y fraterno, a convertirnos en hijos en el Hijo, hermanos en el Hermano Primogénito (cfr Rom 8, 29).

Se ha dicho que la única verdadera tristeza es no ser santos (L. Bloy); podría-mos decir también que hay una única verdadera miseria: no vivir como hijos de Dios y hermanos de Cristo.

Nuestro testimonio

Podríamos pensar que este “camino” de la pobreza fue el de Jesús, mientras que nosotros, que venimos después de Él, podemos salvar el mundo con los medios humanos adecuados. No es así. En toda época y en todo lugar, Dios sigue salvando a los hombres y salvando el mundo mediante la pobreza de Cristo, el cual se hace pobre en los Sacramentos, en la Palabra y en su Iglesia, que es un pueblo de pobres. La riqueza de Dios no puede pasar a través de nuestra riqueza, sino siempre y solamente a través de nuestra pobreza, perso-nal y comunitaria, animada por el Espíritu de Cristo.

A imitación de nuestro Maestro, los cristianos estamos llamados a mirar las miserias de los hermanos, a tocarlas, a hacernos cargo de ellas y a realizar obras concretas a fin de aliviarlas. La miseria no coincide con la pobreza; la miseria es la pobreza sin confianza, sin solidaridad, sin esperanza. Podemos distinguir tres tipos de miseria: la miseria material, la miseria moral y la miseria espi-ritual. La miseria material es la que habitualmente llamamos pobreza y toca a cuantos viven en una condición que no es digna de la persona humana: privados de sus derechos fundamentales y de los bienes de primera necesidad como la comida, el agua, las condiciones higiénicas, el trabajo, la posibilidad de desarrollo y de crecimiento cultural. Frente a esta miseria la Iglesia ofrece su servicio, su diakonia, para responder a las necesidades y curar estas heridas que desfiguran el rostro de la humanidad. En los pobres y en los últimos ve-mos el rostro de Cristo; amando y ayudando a los pobres amamos y servimos a Cristo. Nuestros esfuerzos se orientan asimismo a encontrar el modo de que cesen en el mundo las violaciones de la dignidad humana, las discriminacio-

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nes y los abusos, que, en tantos casos, son el origen de la miseria. Cuando el poder, el lujo y el dinero se convierten en ídolos, se anteponen a la exigencia de una distribución justa de las riquezas. Por tanto, es necesario que las con-ciencias se conviertan a la justicia, a la igualdad, a la sobriedad y al compartir.

No es menos preocupante la miseria moral, que consiste en convertirse en esclavos del vicio y del pecado. ¡Cuántas familias viven angustiadas porque alguno de sus miembros —a menudo joven— tiene dependencia del alcohol, las drogas, el juego o la pornografía! ¡Cuántas personas han perdido el senti-do de la vida, están privadas de perspectivas para el futuro y han perdido la esperanza! Y cuántas personas se ven obligadas a vivir esta miseria por condi-ciones sociales injustas, por falta de un trabajo, lo cual les priva de la dignidad que da llevar el pan a casa, por falta de igualdad respecto de los derechos a la educación y la salud. En estos casos la miseria moral bien podría llamarse casi suicidio incipiente. Esta forma de miseria, que también es causa de ruina eco-nómica, siempre va unida a la miseria espiritual, que nos golpea cuando nos alejamos de Dios y rechazamos su amor. Si consideramos que no necesitamos a Dios, que en Cristo nos tiende la mano, porque pensamos que nos bastamos a nosotros mismos, nos encaminamos por un camino de fracaso. Dios es el único que verdaderamente salva y libera.

El Evangelio es el verdadero antídoto contra la miseria espiritual: en cada am-biente el cristiano está llamado a llevar el anuncio liberador de que existe el per-dón del mal cometido, que Dios es más grande que nuestro pecado y nos ama gratuitamente, siempre, y que estamos hechos para la comunión y para la vida eterna. ¡El Señor nos invita a anunciar con gozo este mensaje de misericordia y de esperanza! Es hermoso experimentar la alegría de extender esta buena nueva, de compartir el tesoro que se nos ha confiado, para consolar los corazones afligi-dos y dar esperanza a tantos hermanos y hermanas sumidos en el vacío. Se trata de seguir e imitar a Jesús, que fue en busca de los pobres y los pecadores como el pastor con la oveja perdida, y lo hizo lleno de amor. Unidos a Él, podemos abrir con valentía nuevos caminos de evangelización y promoción humana.

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Mensaje del Santo Padre

Seréis mis testigos

Queridos hermanos y hermanas, que este tiempo de Cuaresma encuentre a toda la Iglesia dispuesta y solícita a la hora de testimoniar a cuantos viven en la miseria material, moral y espiritual el mensaje evangélico, que se resume en el anuncio del amor del Padre misericordioso, listo para abrazar en Cristo a cada persona. Podremos hacerlo en la medida en que nos conformemos a Cristo, que se hizo pobre y nos enriqueció con su pobreza. La Cuaresma es un tiempo adecuado para despojarse; y nos hará bien preguntarnos de qué podemos privarnos a fin de ayudar y enriquecer a otros con nuestra pobreza. No olvidemos que la verdadera pobreza duele: no sería válido un despojo sin esta dimensión penitencial. Desconfío de la limosna que no cuesta y no duele.

Que el Espíritu Santo, gracias al cual «[somos] como pobres, pero que enri-quecen a muchos; como necesitados, pero poseyéndolo todo» (2 Cor 6, 10), sostenga nuestros propósitos y fortalezca en nosotros la atención y la respon-sabilidad ante la miseria humana, para que seamos misericordiosos y agentes de misericordia. Con este deseo, aseguro mi oración por todos los creyentes. Que cada comunidad eclesial recorra provechosamente el camino cuaresmal. Os pido que recéis por mí. Que el Señor os bendiga y la Virgen os guarde.

Vaticano, 26 de diciembre de 2013Fiesta de san Esteban, diácono y protomártir

Seréis mis testigos

Carta Saludo del Sr. Arzobispo

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Carta del Sr. Arzobispo

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Queridos hermanos:

Nos volvemos a acercar a los tiempos de la Cuaresma y de la Pascua. Tiempos en los que hacemos memoria de los acontecimientos centrales y fundamen-tales de nuestra salvación: la pasión, muerte y resurrección de nuestro Señor Jesucristo. La Cuaresma y la Pascua nos invitan, pues, a adentrarnos en lo profundo del misterio de Dios que sale a nuestro encuentro, que se hace po-bre para nosotros y con nosotros y que nos ofrece, de nuevo, su salvación, la participación en su vida, la alegría y la bienaventuranza eterna.

La Cuaresma y la Pascua de esta año en nuestra Archidiócesis, están marcadas por el último de los ciclos del Itinerario Diocesano de Renovación que con el lema “Seréis mis testigos” (Hch 1, 8), estamos teniendo en las parroquias. La llamada constante al testimonio de la propia vida no es una “estrategia” en momentos de dificultad. Se trata de la respuesta a un mandato del Señor que por la fuerza del Espíritu Santo nos hace sus testigos. No es nuestra fuerza sino su presencia en nuestras vidas, en nuestras acciones, en nuestras institu-ciones, quien nos hace testigos auténticos del amor de Dios en el mundo. Así, la Cuaresma y la Pascua son los momentos centrales, el punto de partida de esta llamada siempre misionera, siempre a salir de nosotros, siempre a ser ante el mundo portadores de la “alegría del Evangelio”.

La Cuaresma y la Pascua de este año coinciden con la segunda parte del pre-sente ciclo del Itinerario. En esta segunda parte se nos invita a ir “al mundo entero y anunciar el Evangelio” (Mc 16, 15). Por eso en este año tiene más fuerza la Misión que realizaremos. En esta Cuaresma, tenemos previsto reali-zar la Misión Magnificat. La Misión quiere poner a la Virgen María, la prime-ra en ser y dar testimonio de Cristo, como ejemplo de vida y como compañera en nuestro itinerario de vida, en nuestro caminar. Para ello se han preparado cuatro predicaciones a las que os animo a participar y a invitar a otros, alejados o no, a participar en ellas.

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Seréis mis testigos

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La Cuaresma y la Pascua de esta año serán también un tiempo adecuado para que nos sigamos haciendo la pregunta que os hacía en mi carta pastoral al ini-cio de esta curso: “¿Qué quieres que haga por ti?” (Lc 18, 35-43). El encuentro de Jesús con el ciego cerca de Jericó marca un cambio en el modo de entender nuestra vida y nuestras acciones pastorales, incluso de entender cómo hemos de vivir la Cuaresma y la Pascua. Este encuentro muestra a Jesús saliendo de sí mismo, poniéndose a la escucha del otro, que no le ve pero se sabe necesitado de él: nos muestra a Jesús atento a las necesidades de los demás, sean quienes sean acogiéndoles con su cercanía y curando sus debilidades. Así nos lo pro-pone también el Santo Padre que vivamos el tiempo de Cuaresma y Pascua: “Queridos hermanos y hermanas, que este tiempo de Cuaresma encuentre a toda la Iglesia dispuesta y solícita a la hora de testimoniar a cuantos viven en la miseria material, moral y espiritual el mensaje evangélico, que se resume en el anuncio del amor del Padre misericordioso, listo para abrazar en Cristo a cada persona” (Mensaje del Santo Padre Francisco para la Cuaresma 2014).

Las Comisiones de las Vicarías de Acción Caritativa y Social y de Evangeli-zación han preparado estos materiales, estos recursos, para que los podamos utilizar en las Parroquias y demás Comunidades Cristianas. Es importante que preparemos con este espíritu los tiempos de Cuaresma y Pascua, tiempos en los que, por diversas razones, muchos se acercan de nuevo a las celebra-ciones y oficios y aprovechemos para hacerles llegar, otra vez, la cercanía de Dios que siempre espera y acoge. Nuestra pobreza, nuestra austeridad, serán signos de la presencia de Dios que en su Hijo Jesucristo “se hizo pobre para enriqueceros con su pobreza” (cfr. 2 Cor 8, 9).

Con gran afecto os bendice

+ Carlos, Arzobispo de Valencia

Para la LITURGIA

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Cuaresma-Pascua2014

Para la LITURGIA

Cuaderno Pastoral C U A R E S M A - P A S C U A 2 0 1 4

Seréis mis testigos

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La palabra de Dios en esta celebración

Primera lectura. Joel 2, 12-18:

El profeta Joel describe la liturgia penitencial del “Día de la expiación” en el antiguo Israel, y pide al pueblo de Dios que rasgue su corazón y no los vestidos. La penitencia tiene su pleno sentido cuando se convier-ten las voluntades de las personas. Convertirse es volver a Dios con ánimo firme y sincero. Contestare-mos a la palabra de Dios con el salmo penitencial por excelencia: “Misericordia, Señor, hemos pecado”.

Segunda lectura. 2 Corintios 5, 20-6. 2:

San Pablo considera la conversión auténtica como una tarea permanente cuando dice: “Dejaos reconciliar con Dios” porque nuestro tiempo es breve, y la Cuaresma es tiempo de gracia y salvación. La reconciliación con-siste en recomponer la relación rota o debilitada entre nosotros y Dios, entre nosotros y los hermanos.

Evangelio de Mateo 6, 1-6. 16-18:

Jesús enseña a sus discípulos cómo tiene que ser su estilo de vida y describe tres dimensiones de la mis-ma: la oración, relación con Dios; la limosna, relación con el prójimo; y el ayuno, relación con uno mismo. La oración es imprescindible para el discípulo de Cristo; la limosna es expresión de sincera caridad y el ayuno muestra la conversión a Dios.

5 de marzo de 2014 Miércoles de Ceniza

Testigos de Jesús...por el bautismo

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Para la LITURGIA

Seréis mis testigos

Monición a la Liturgia de la Palabra

Comenzamos hoy un itinerario que nos conducirá a la Noche Pascual, en la que serán bautizados los nuevos hijos de la Iglesia y nosotros renovaremos nuestro bautismo. Este camino lo vivimos instrui-dos y modelados por la Palabra de Dios, proclamada cada día en la celebración. El día de nuestro bautis-mo el sacerdote, tocando con el dedo nuestra boca y nuestros oídos, hizo el rito del “Effetá” (que signifi-ca ábrete). Recordamos hoy al inicio de la Cuaresma este gesto con las mismas palabras que nos fueron dichas aquel día a cada uno: “El Señor Jesús, que hizo oír a los sordos y hablar a los mudos, nos conce-da escuchar su Palabra y proclamar la fe”.

En este momento el lector puede subir al ambón lle-vando el leccionario, lo deposita sobre él, lo abre so-lemnemente y proclama la primera lectura.

Comentario

Iniciamos hoy la Cuaresma, el camino de prepara-ción para la celebración de la Pascua. “Hay cristia-nos cuya opción parece ser la de una Cuaresma sin Pascua”, nos acaba de decir el papa Francisco en su exhortación apostólica Evangelii Gaudium (6).

Estos días de misericordia y perdón que se nos re-galan pretenden restablecer en nosotros la imagen de Cristo que recibimos en nuestro bautismo y que el pecado con frecuencia enturbia, empaña y desfi-gura. Es una nueva oportunidad que Dios nos brinda para recomponer la relación rota o debilitada entre Él y nosotros, entre nosotros y los hermanos. No de-jemos caer en saco roto este tiempo de gracia y de salvación, como nos ha dicho san Pablo.

En este año A las lecturas dominicales nos harán recorrer un itinerario catecumenal, acompañando a aquellos que se preparan para recibir los sacra-mentos de la iniciación cristiana en la Noche Santa de la Pascua. Para nosotros, bautizados ya, será una nueva ocasión para revivir lo que el Bautismo nos ha dado y recuperar así la novedad y la frescura de la Vida en Cristo con la que queremos vivir la Pascua y el resto del año.

En este primer día de la Cuaresma Jesús nos ofrece tres instrumentos para vivir este tiempo, vinculados con nuestras relaciones básicas. Con frecuencia no-sotros nos convertimos en el centro de nuestra vida,

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Seréis mis testigos

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pasando por encima de Dios y de nuestro prójimo. Las tres armas que aparecen en el pasaje del evange-lio de hoy invierten esta tendencia. Así la oración se presenta como vía de intimidad con Dios, el ayuno nos descentra de nosotros mismos y la limosna (la caridad) nos abre a las necesidades del hermano.

La Cuaresma de este último año del Itinerario Dio-cesano de Renovación nos tiene que llevar a redes-cubrir la dimensión testimonial de nuestra vida cris-tiana adquirida por el Bautismo. El testimonio es la consecuencia natural de nuestra fe. El Bautismo nos hace participar de la Profecía, del Sacerdocio y de la Realeza de Cristo Jesús. Somos parte de un Pueblo Santo que anuncia con la palabra, la celebración y el servicio a su Esposo y Señor.

Domingo tras domingo nos acercaremos, a través de la escucha de la Palabra y de los signos empleados en el Sacramento del Bautismo, a tomar una con-ciencia más profunda y agradecida del don inmen-so que hemos recibido y de la misión que se nos ha confiado. Hoy hemos recordado el rito del “Efettá” y le hemos pedido a Dios que abra nuestros oídos en esta Cuaresma para escuchar su Palabra y suelte nuestra lengua para proclamarla a nuestros herma-nos los hombres con valentía y generosidad. Éste es nuestro mayor testimonio, una vida modelada y transformada por su Palabra.

El rito que vamos a vivir seguidamente nos hace ex-perimentar nuestra pobreza y nuestra fragilidad. Re-cibimos la ceniza en nuestras cabezas. Cenizas que nos hablan de suciedad, de caducidad, de muerte. Al final de nuestro camino cuaresmal recibiremos de nuevo el agua del Bautismo en la aspersión de la Noche Santa, que nos habla de limpieza, de nove-dad, de vida. Entre estos dos momentos un tiempo de cuarenta días que hoy se abre para dejar que el Señor renueve en cada uno de nosotros la gracia y la santidad de nuestro Bautismo.

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Para la LITURGIA

Seréis mis testigos

Oración de los fieles

Ahora es el tiempo de la gracia, ahora es el tiempo de la salvación. Acudamos al comenzar la Cuaresma a Dios nuestro Padre para que escuche las súplicas de su pueblo penitente. Oramos cantando (o diciendo):

Kyrie eleison.

Para que la Iglesia entera, que ha recibido hoy el signo de la ceniza, sienta la necesidad imperan-te de su conversión a Dios y de su retorno a ser reflejo del rostro de Cristo en medio del mundo.

R/. Kyrie eleison.

Para que todos los hombres puedan experimen-tar la cercanía de Dios en este tiempo santo y por la oración y la escucha de la Palabra descubran a Cristo presente en sus vidas.

R/. Kyrie eleison.

Por todos los que pasan necesidad material o es-piritual, para que nuestro ayuno y nuestra gene-rosidad les haga experimentar la caridad cristia-na y el amor fraterno.

R/. Kyrie eleison.

Por los pecadores, los que se sienten alejados de Dios, los bautizados que viven al margen de la Iglesia; para que en estos días de misericordia se dejen encontrar y perdonar por Cristo que los llama a volver a Él.

R/. Kyrie eleison.

Por nuestra diócesis y nuestro arzobispo Carlos, por todos los grupos del Itinerario de Renova-ción, por nosotros mismos y nuestra parroquia, para que en esta Cuaresma nos dejemos conver-tir en auténticos testigos del amor de Cristo.

R/. Kyrie eleison.

Dios todopoderoso y eterno: escucha las oraciones de tu pueblo, perdona sus pecados y purifica su men-te, para que cuantos con amor iniciamos el camino de la Cuaresma, obtengamos la paz y la misericor-dia. Por Jesucristo nuestro Señor.

R/. Amén.

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9 de marzo de 2014 Primer domingo de Cuaresma

Testigos de Jesús…el Hombre

En este domingo junto al crucificado o en un lugar destacado del presbiterio se puede colocar el óleo de catecúmenos para ilustrar la catequesis bautismal. Habrá que tener presente que hoy se celebra “el día del Seminario” en nuestra diócesis.

Moniciones a las lecturas

Primera lectura. Génesis 2, 7-9; 3, 1-7:

En el comienzo de la historia de la salvación está el pecado de los primeros padres, que se opone al proyecto creador de Dios. El pecado original es una muestra del mal empleo de la libertad humana, que busca independizarse de Dios y cae en la esclavitud del mal.

Segunda lectura. Romanos 5, 12-19:

San Pablo presenta dos figuras opuestas: Adán y Cristo. Del primero viene el pecado, mientras que por medio de Jesucristo se restauró la relación con Dios. Donde abundó el pecado, sobreabundó la gracia.

Evangelio de Mateo 4, 1-11:

En el paraíso terrenal Adán quiso independizarse de Dios y hacerse igual a él; Jesús, en cambio, cuando estuvo en la soledad del desierto, se mostró fiel a la voluntad del Padre y a su misión salvadora, sin ceder a las tentaciones del triunfo humano o del uso de su poder para beneficio propio.

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Para la LITURGIA

Seréis mis testigos

Comentario

Cada año el primer domingo de Cuaresma nos lleva a contemplar este combate “cuerpo a cuerpo” de Jesús contra el maligno en el desierto. Con sus cuarenta días de ayuno y oración el Maestro inaugura el camino de nuestra cuaresma y nos ofrece el modelo de una hu-manidad que sabe vivir aferrada a la voluntad del Pa-dre frente a otros atajos más fáciles y seductores. En la oración colecta de este domingo pedimos aquello que deseamos vivir en este tiempo: “avanzar en la inteli-gencia del misterio de Cristo y vivirlo en su plenitud”.

Cristo, en su experiencia en el desierto a donde es conducido por el Espíritu, nos muestra qué supone ser hombre. Este tiempo de Cuaresma nos lleva a re-considerar qué es ser hombre. Y lo hacemos mirando la humanidad de Jesús. En ella contemplamos lo que Dios ha querido hacer con nosotros al crearnos y, más aún, al recrearnos en Cristo después de la experiencia de ruptura que el pecado ha ocasionado en nosotros, como escuchamos en la primera lectura de hoy.

Con el texto del Génesis iniciamos el recorrido por las etapas de la historia de la salvación que la prime-ra lectura de los domingos de Cuaresma nos van a ofrecer. Hoy el relato de la creación y del pecado de los primeros padres nos hace fijar la esperanza en la obra renovada que en Cristo se nos ofrece para de-jarnos rehabilitar también nosotros en la Pascua de este año.

Las tentaciones de Jesús, en el texto de Mateo, son como un resumen de las tentaciones de Israel en el desierto y al mismo tiempo símbolo de toda la vida de Jesús, dedicada a la lucha contra el mal y el pe-cado. La Buena Noticia que encontramos en la litur-gia de hoy es que esta victoria es posible también en nuestra vida. En la Noche de Pascua renunciaremos nosotros también al poder del demonio sobre noso-tros después de habernos entrenado en este comba-te con el ejercicio de la Cuaresma, muriendo al hom-bre viejo para dar a luz al nuevo.

En la tradición eclesial en este domingo tiene lugar el rito de la elección o inscripción del nombre de los catecúmenos que van a recibir el bautismo en la próxima Pascua. Comienza el tiempo de seguir a Cristo con mayor generosidad, ejercitando la mente y el corazón, la voluntad y la propia libertad. Junto a ellos la comunidad cristiana que los recibe los acom-paña dejándose modelar por el Señor, avanzando en la santidad y fidelidad al propio bautismo y sirviendo de modelo y estímulo en el discipulado.

Como Jesús en el desierto encontraremos la fuerza y la energía para esta lucha en la Palabra de Dios que, jun-to al alimento eucarístico, recibimos en el camino ha-cia la Pascua. Es aquí donde experimentamos que en la debilidad y flaqueza de nuestra condición humana sólo podemos tener la certeza de la victoria en la ayu-da y el ejemplo estimulante de Cristo. Con él podemos.

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Monición al Credo

El día de nuestro bautismo fuimos ungidos con este óleo de catecúmenos. El aceite es el signo del vigor, de la fuerza, de la agilidad, del bálsamo y la curación. Fuimos ungidos en el pecho para ser fuertes en la lucha contra las asechanzas del mal y ser liberados del dominio de Satanás y de sus engaños. Vamos a profesar ahora el símbolo de la fe, preparándonos a nuestra renovación bautismal en la Pascua, pidién-dole hoy al Señor la fuerza necesaria para avanzar en el combate contra el pecado.

Oración de los fieles

Presentamos nuestras súplicas confiadamente a nuestro Dios, el Padre de Nuestro Señor Jesucristo, con la certeza de la sobreabundancia de su miseri-cordia y su perdón ante nuestras debilidades y peca-dos. Respondemos cantando (o diciendo):

Oh Señor, escucha y ten piedad.

Por la Iglesia de Jesucristo, que ha iniciado su camino hacia la Pascua, para que muestre en su rostro la misericordia infinita de Dios. Oremos.

R/. Oh Señor, escucha y ten piedad.

Por el papa Francisco, por nuestro arzobispo Car-los y todos los pastores de la Iglesia, para que durante esta Cuaresma puedan ser instrumentos de Cristo para reconciliar a los hombres con Dios. Oremos.

R/. Oh Señor, escucha y ten piedad.

Por nuestro Seminario Diocesano, mayor y me-nor, para que los que allí se preparan al sacerdo-cio vivan con radicalidad el seguimiento de Jesús y configuren su corazón al de Cristo, Buen Pastor. Oremos.

R/. Oh Señor, escucha y ten piedad.

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Para la LITURGIA

Seréis mis testigos

Por los rectores y formadores del seminario, por las comunidades religiosas y todos aquellos que contribuye con su oración, su dedicación y su trabajo a la formación de los seminaristas, para que la acción del Espíritu Santo les ayude a vivir y transmitir la alegría de anunciar el Evangelio a los futuros pastores de nuestro Pueblo. Oremos.

R/. Oh Señor, escucha y ten piedad.

Por las vocaciones al ministerio sacerdotal, para que nunca falten jóvenes que respondan con ge-nerosidad y radicalidad a la llamada del Señor. Oremos.

R/. Oh Señor, escucha y ten piedad.

Por nosotros y por toda la humanidad, para que en este tiempo de Gracia podamos experimentar la fuerza del amor y de la misericordia de Dios que vence todo pecado y toda tentación. Oremos.

R/. Oh Señor, escucha y ten piedad.

Escucha Padre las súplicas que tu Pueblo te presenta por medio de Jesucristo, que en su humanidad nos ha mostrado el camino para luchar contra el mal y aferrarnos a tu voluntad. A ti la gloria por los siglos de los siglos.

R/. Amén.

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16 de marzo de 2014 Segundo domingo de Cuaresma

Testigos de Jesús…el Hijo de Dios

Moniciones a las lecturas

Primera lectura. Génesis 12, 1-4:

La vocación de Abraham marca el inicio de la segunda etapa de la historia de la salvación y nos recuerda nues-tra propia vocación cristiana. Dejando su tierra y mar-chando a la tierra prometida por Dios, el patriarca es un ejemplo de fe y de confianza en Dios.

Segunda lectura. 2 Timoteo 12, 1, 8b-10:

San Pablo anima a su discípulo Timoteo a vivir de acuerdo con la vocación de Dios que le llamó al servicio de Cristo en la Iglesia. Todos nosotros servimos ahora a Cristo resucitado, cuya luz brilló un momento en la transfiguración en el monte Tabor, señalando el térmi-no glorioso de su Pasión.

Evangelio de Mateo 17, 1-9:

La transfiguración de Jesús manifestó a sus tres discí-pulos predilectos aquella gloria que alcanzaría su hu-manidad después de sufrir la Pasión. Con esto quería animarlos a seguir su ejemplo, como lo hace ahora a nosotros, para que respondamos a la vocación cris-tiana.

En este domingo junto al crucificado o en un lugar des-tacado del presbiterio se puede colocar una vestidura blanca bautismal para ilustrar la catequesis.

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Para la LITURGIA

Seréis mis testigos

Comentario

Si el domingo pasado nos acercábamos con el evan-gelista del año, san Mateo, a mirar el itinerario de nuestro camino cuaresmal, hoy con él ponemos los ojos en la meta, en el final de ese camino y del de nuestra propia vida. El pasaje de la Transfiguración nos invita cada año a suscitar en nosotros el deseo de lo que nos espera al término de nuestra propia historia: la presencia viva y resucitada de Cristo, el Hijo de Dios.

Abraham es el personaje que nos ocupa en esta se-gunda etapa de la historia salvífica de Dios con la hu-manidad. La invitación a salir de la propia tierra y a entrar en la dinámica de la confianza y el abandono en manos del Dios de la promesa, resuena hoy para cada uno de nosotros. Nuestro Dios es de fiar, es dig-no de confianza. Su promesa acompaña el camino de nuestra vida dándole sentido pleno y acrecentan-do nuestra esperanza.

Este Dios se nos da a conocer con rostro concreto en Jesús, el Hijo de Dios. La experiencia de Pedro, San-tiago y Juan puede ser renovada este domingo en nosotros al escuchar, como nos dice el Padre, al Hijo amado y predilecto y contemplarlo, no con rostro resplandeciente como el sol y con vestidos blancos como la luz, sino sacramentalmente en las especies del pan y del vino.

“Señor, qué hermoso es estar aquí”. El gozo profun-do de estar y de gozar de la presencia de Cristo, el Hijo de Dios, es anuncio en nuestro camino cuares-mal de la vida pascual y por tanto anticipo en la vida terrena de lo que gozaremos en el cielo. Ése es nues-tro destino definitivo, la contemplación de su rostro glorioso.

Al terminar la celebración de hoy volvemos a nues-tras casas con el recuerdo de las palabras de Jesús: “levantaos, no temáis”. Su presencia nos acompaña en nuestro día a día mientras somos peregrinos en este mundo y la experiencia del encuentro que he-mos vivido nos otorga la certeza de que este Jesús a quien seguimos es el mismo Hijo de Dios.

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Monición al Credo

El día de nuestro bautismo recibimos esta vestidura blanca, con la que fuimos revestidos como anuncio de nuestra propia resurrección. La gloria de Cristo que hemos contemplado en el Tabor se nos ha rega-lado a nosotros al hacernos partícipes de su filiación, al hacernos por el bautismo hijos de Dios. Hoy al pro-fesar la fe, como preparación a la renovación bautis-mal en la Noche de Pascua, le pedimos al Señor que en esta Cuaresma nos ayude a redescubrir nuestra condición de hijos en el Hijo.

Oración de los fieles

Oremos con fe a Dios nuestro Padre, para que ilu-mine nuestra vida con la gracia y el amor de su Hijo. Respondemos cantando (o diciendo):

Oh Señor, escucha y ten piedad.

Por la Iglesia, para que en su palabra y en su obra refleje siempre el rostro de Cristo, su Señor. Ore-mos.

R/. Oh Señor, escucha y ten piedad.

Por todos los catecúmenos que se preparan para recibir en la Pascua que se acerca los sacramen-tos de la iniciación cristiana (el bautismo, la con-firmación y la primera comunión), para que su camino catequético les haga descubrir la alegría de la fe. Oremos.

R/. Oh Señor, escucha y ten piedad.

Por los pueblos que sufren bajo las guerras y la violencia, para que encuentren la paz y la recon-ciliación como don de Dios que se nos otorga en Cristo. Oremos.

R/. Oh Señor, escucha y ten piedad.

Por los que no creen en Dios, los que lo buscan sin saberlo, los que viven sin esperanza, para que puedan descubrir en nuestra propia vida el ver-dadero rostro del Dios vivo, revelado en Cristo. Oremos.

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Para la LITURGIA

Seréis mis testigos

R/. Oh Señor, escucha y ten piedad.

Por nosotros, llamados a vivir en la oscuridad y a la luz de la fe, para que no nos desanimemos y confiemos en quien hace nuevas todas las cosas. Oremos.

R/. Oh Señor, escucha y ten piedad.

Señor Dios nuestro, Tu Hijo Jesús ha destruido nues-tra muerte y ha sacado a la luz la vida inmortal; que tu misericordia venga sobre nosotros, como lo espe-ramos de ti. Por Jesucristo nuestro Señor.

R/. Amén.

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23 de marzo de 2014 Tercer domingo de Cuaresma

Testigos de Jesús…el Agua Viva

Moniciones a las lecturas

Primera lectura. Éxodo 17, 3-7:

La tercera etapa de la historia de la salvación es la del Éxodo, cuando Dios libró a su pueblo de la esclavitud de Egipto por medio de Moisés. En este domingo el gran profeta da de beber a su pueblo, como imagen futura de Jesús, que nos da el agua de la vida que es el Espíritu Santo.

Segunda lectura. Romanos 5, 1-2.5-8:

La lectura apostólica proclama la salvación que nos obtuvo el misterio pascual de Jesucristo. El amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones, como ocurrió con la mujer samaritana, con el Espíri-tu Santo que se nos ha dado.

Evangelio de san Juan 4, 5-42:

En esta primera escena del tríptico catecumenal, Je-sús anuncia el don de Dios que está en el origen de la salvación. Comenzamos a salvarnos a partir de un encuentro con Jesús, junto al agua del bautismo.

En este domingo junto al crucificado o en un lugar des-tacado del presbiterio se puede colocar un ánfora con agua para ilustrar la catequesis bautismal.

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Para la LITURGIA

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Comentario

Tras los evangelios que se presentan cada año de las tentaciones y la transfiguración inauguramos en este domingo el llamado tríptico bautismal, los tres pasajes del evangelio de Juan típicos de la predica-ción catecumenal, que se leen en este ciclo A. Desde antiguo la Iglesia ha elegido estos tres encuentros salvadores de Jesús como imagen del progresivo avance y crecimiento en la fe para los que se prepa-ran a recibir el bautismo.

Hoy el sugerente encuentro entre la mujer samari-tana y el Maestro nos sitúa a todos en el brocal del pozo de Sicar. Allí Jesús, cansado y fatigado por el camino y el calor de la jornada, se hace el sediento para entrar en diálogo con cada uno de nosotros y llevarnos a conocer el don de Dios. Como dice el prefacio propio de este domingo, Jesús “quiso estar sediento de la fe de aquella mujer para encender en ella el fuego del amor divino”.

En la primera lectura el protagonista de la tercera etapa de la historia de la salvación, Moisés, hace brotar el agua de la roca ante la murmuración y la queja del pueblo sediento. En el desierto Israel ex-perimenta que Dios es el Señor de la vida. El desier-to, naturalmente estéril, es el espacio más adecua-do para que se manifieste la potencia vivificante de Dios, simbolizada en el agua. En nuestra travesía por el desierto de la vida, Dios nos ha dado también a nosotros una vida nueva con el agua del bautismo.

San Pablo dice que aquella roca de donde brotó el agua en el desierto “era Cristo” (cf. 1 Cor 10,4).

Israel, la mujer samaritana y nosotros nos presenta-mos este domingo sedientos. Hemos buscado con frecuencia saciar nuestra sed en charcos fangosos, en aljibes agrietados, en otros pozos en los que no hemos encontrado satisfecha nuestra necesidad. Todos tenemos sed: sed de verdad, de vida, de fe-licidad, de amor… En esta celebración cada uno le pedimos a Jesús: “Dame de esa agua para que nunca más tenga sed”.

Hoy es Cristo Jesús quien se nos presenta como la fuente de agua viva que nosotros necesitamos. No es un agua superficial, pasajera, que calma la sed por un instante. Jesús, como luego hará con el pan, la luz y la vida, se nos ofrece como don: “Yo soy, el que habla contigo”. Jesús es el agua viva, el surtidor de agua que salta hasta la vida eterna.

En el itinerario de preparación al bautismo en este domingo tiene lugar el primer escrutinio a los catecú-menos. Es una buena ocasión para que hoy podamos cada uno reconocer las carencias que encontramos en nuestra vida cristiana, podamos poner nombre a los “falsos maridos” con los que hemos pactado en nuestra vida, podamos presentar ante el manantial de la Gracia las heridas que el pecado ha ocasionado en nosotros.

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Este domingo nos lleva a valorar el don de la fe que hemos recibido en nuestro bautismo, pues por me-dio de esta agua viva, santificada por el Espíritu y la Palabra, en nosotros se ha obrado la salvación. El en-cuentro con Cristo nos ha convertido en sus testigos. Es momento de dejar nuestros viejos cántaros jun-to al pozo y volver a nuestras calles a contar con la vida lo que ha hecho con nosotros. Ojalá, por nues-tro cambio de vida, nuestros amigos y paisanos nos puedan decir como a la Samaritana: “Ya no creemos por lo que tú dices; nosotros mismos lo hemos oído y sabemos que él es de verdad el Salvador del mundo”.

Monición al Credo

El agua, como la que contiene esta ánfora, es útil y necesaria para beber, para limpiar y purificar, para hacer fecundos los campos y es precisa para la vida del hombre.

En el agua de nuestro bautismo Cristo ha saciado nuestra sed de vida eterna. Hoy al profesar nuestra fe agradecemos este don inmenso y preparamos nuestro corazón para renovar el bautismo en la No-che Santa de Pascua, cuando será bendecida el agua en la que serán inmersos los nuevos hijos de la Iglesia y con la que nosotros seremos asperjados.

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Para la LITURGIA

Seréis mis testigos

Oración de los fieles

El amor de Dios se ha derramado en nuestros cora-zones como don inmenso de su gracia. Acudamos a Jesucristo, fuente de agua viva, con nuestra necesi-dad de ser lavados y purificados. Respondemos can-tando (o diciendo):

Oh Señor, escucha y ten piedad.

Por todos los discípulos de Cristo, para unidos al Papa y a nuestros Obispos, tengamos sed de verdad y por la profundización en nuestra fe nos encontremos cada día con Dios. Oremos.

R/. Oh Señor, escucha y ten piedad.

Por los que no conocen el don de Dios y buscan insaciablemente: para que descubran en Cristo el manantial de agua que salta hasta la vida eterna. Oremos.

R/. Oh Señor, escucha y ten piedad.

Por la multitud de los bautizados que viven al margen de la Iglesia, para que esta Cuaresma sea una oportunidad de redescubrir su experiencia eclesial y renovar su fe. Oremos.

R/. Oh Señor, escucha y ten piedad.

Por los creyentes de otras religiones, para que adorando a Dios en espíritu y verdad puedan encontrar su rostro, manifestado en Jesucristo. Oremos.

R/. Oh Señor, escucha y ten piedad.

Por todos nosotros, lavados en el agua que brota del costado abierto del Salvador, para que en el encuentro personal con el Maestro conozcamos más y mejor el don de Dios y podamos ser testi-gos más auténticos de su presencia. Oremos.

R/. Oh Señor, escucha y ten piedad.

Señor Dios nuestro, tú calmaste la sed de tu pueblo haciendo brotar el agua de la roca, y por medio de tu Hijo diste a la Samaritana el agua de la vida; atiende a nuestras súplicas, danos de beber, derrama sobre nosotros el agua del Espíritu. Por Jesucristo nuestro Señor.

R/. Amén.

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30 de marzo de 2014 Cuarto domingo de Cuaresma

Testigos de Jesús…la Luz del Mundo

Moniciones a las lecturas

Primera lectura. 1 Samuel 16, 1b-6.7.10-13a:

La cuarta etapa de la historia de la salvación se sitúa en la tierra prometida, y en ella tiene un lugar muy importante el reinado de David. La unción del joven héroe, elegido personalmente por Dios, es figura profética de la unción bautismal de los cristianos.

Segunda lectura. Efesios 5, 8-14:

El proceso catecumenal es una experiencia de ilumi-nación de la inteligencia con el don de la fe, para po-der creer en Cristo Salvador. La luz de la fe nos libra de la ceguera y de la muerte eternas.

Evangelio de Juan 9, 1-41:

La segunda imagen del tríptico catecumenal es la del ciego de nacimiento, curado por Jesús junto al agua de Siloé. Todo este largo pasaje de san Juan es una catequesis sobre el bautismo que nos salva, visto desde el efecto de la iluminación del conocimiento para poder reconocer a Jesús y creer en todo lo que Dios ha hecho por nosotros.

En este domingo junto al crucificado o en un lugar des-tacado del presbiterio se puede colocar un cirio de los que se usan habitualmente en los bautizos para ilus-trar la catequesis.

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Para la LITURGIA

Seréis mis testigos

Comentario

Llegamos al segundo evangelio típicamente catecu-menal de san Juan y, tras el pozo de Sicar, hacemos estación en la piscina de Siloé. Aquí es donde encon-tramos al verdadero “enviado”, al que es la Luz del mundo, al que es capaz de romper las tinieblas de nuestra ignorancia, del pecado y de la maldad del hombre para abrirnos definitivamente los ojos de la fe.

En nuestro recorrido por la historia de la salvación que hacemos con la primera lectura llegamos hoy a la hermosa escena de la unción del rey David. David es elegido y ungido como rey no por su apariencia o por favoritismos humanos, sino por la manera de actuar de Dios, que mira el corazón. David, a pesar de su pecado, fue un rey “según el corazón de Dios” y después de la consagración que hace de él el profeta Samuel “quedó invadido por el Espíritu del Señor”.

Dios nos ha elegido también a nosotros. Y sabemos que él siempre elige a los instrumentos más débiles, a aquellos que no tienen valor o resultan inútiles a los ojos de los hombres, a los que no encuentran otra fuerza más que el Señor. Así queda clara que la inicia-tiva de la salvación es de Dios y sólo de Él. En la elec-ción de Dios no hay méritos, no hay premios, no hay logros. Sólo hay gratuidad y misericordia por su parte.

Dios nos ha querido abrir los ojos de la fe, como al ciego de nacimiento, a través de nuestro bautismo para permitirnos el encuentro con Cristo. Como en

una nueva creación Jesús toma tierra y hace barro con la saliva de su boca, él que es la Palabra, para hacernos ver. El ciego nunca había visto la luz, era invidente desde siempre. Y este hombre tiene una progresiva experiencia de fe que le lleva desde el desconocimiento de “ese hombre”, pasando por el descubrimiento de “un profeta” a la profesión de fe en Cristo, el Hijo del hombre, a quien ahora puede ver y le reconoce como Kyrios: ¡Creo Señor!

Nosotros hemos sido llamados por el bautismo al mismo proceso. En la antigüedad cristiana se le lla-mó a este sacramento Photismós, iluminación. Nos lo recuerda san Pablo en la segunda lectura: “En otro tiempo erais tinieblas; ahora sois luz en el Señor. Caminad como hijos de la luz”. Con nuestro bautis-mo se nos ha hecho pasar de la tiniebla a la luz, de la oscuridad del pecado a la claridad de Dios. Cristo mismo es nuestra luz, el que ilumina nuestro espíritu con la claridad de su gracia (oración poscomunión).

En este domingo Laetare, el gozo de ser iluminados por la luz de Cristo hace revivir en toda la Iglesia la experiencia bautismal. Jesús mismo nos dice que no hemos recibido esta luz para esconderla u ocultarla (Mt 5, 15), sino para alumbrar en medio del mundo, para ser testigos y reflejo de su luz. El ciego de na-cimiento encuentra dificultades serias y oposiciones en su testimonio, pero él sólo puede hablar de lo que ha experimentado y de que era ciego y ahora ve.

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En esta Pascua ya cercana Cristo quiere hacernos volver a ver, iluminarnos con la claridad de su luz. Somos llamados a vivir en esa luz, como hijos de la luz y no de las tinieblas. Las obras de la luz, la vida se-gún Cristo, serán nuestro testimonio más auténtico y transparente.

Monición al Credo

El día de nuestro bautismo recibimos una vela como ésta, encendida del cirio pascual. Era el signo de nuestra iluminación. Se nos pedía acrecentar esta luz, caminar como hijos de la luz y perseverar en la fe para salir con todos los santos al encuentro del Señor. En la Vigilia de Pascua tendremos de nuevo la experiencia física de pasar de la tiniebla absoluta al inicio de la celebración a la claridad de la luz. El cirio pascual, signo de Cristo Resucitado, quebranta-rá la oscuridad de la noche y de su luz tomaremos también nosotros nuestras débiles luces. Al profesar ahora la fe de la Iglesia le pedimos al Señor que ilu-mine nuestro corazón y nos disponga a renovar ese día con decisión nuestro bautismo.

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Para la LITURGIA

Seréis mis testigos

Oración de los fieles

“Tu luz, Señor, nos hace ver la luz”. Iluminados por su presencia y su claridad presentamos nuestras sú-plicas e imploramos la misericordia de aquel que nos cura de nuestras cegueras. Respondemos cantando (o diciendo):

Oh Señor, escucha y ten piedad.

Para que la Iglesia santa pueda dejarse iluminar en esta Cuaresma por la luz de la Palabra de Dios y re-cobre la alegría auténtica del evangelio. Oremos.

R/. Oh Señor, escucha y ten piedad.

Por los catecúmenos que se preparan durante la Cuaresma para recibir el bautismo en la Noche de Pascua, para que, iluminados en su camino por Cristo y acompañados por la Iglesia, experi-menten el paso de la oscuridad del pecado a la luz de la fe. Oremos.

R/. Oh Señor, escucha y ten piedad.

Por tantos ciegos que dicen ver y se aferran a su ceguera, por los que encuentran dificultades en su fe, por los que el pecado y el mal han cegado, para que iluminados por la luz de Cristo descubran su realidad y avancen en su salvación. Oremos.

R/. Oh Señor, escucha y ten piedad.

Por los enfermos, los atribulados, los presos y esclavizados, para que el Señor Jesús que curó al ciego de nacimiento colme sus vidas de paz, consuelo y esperanza. Oremos.

R/. Oh Señor, escucha y ten piedad.

Por cada uno de nosotros que avanzamos en nuestro camino hacia la Pascua del Señor, para que la conversión de nuestras obras como hijos de la luz afiance la alegría de sabernos salvados por Cristo. Oremos.

R/. Oh Señor, escucha y ten piedad.

Señor Dios nuestro, que nos has enviado a Jesu-cristo, luz del mundo, para iluminar las tinieblas de nuestra ignorancia y nuestro pecado; escucha nues-tras súplicas, cura nuestra ceguera e ilumínanos con tu luz. Por Jesucristo nuestro Señor.

R/. Amén.

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6 de abril de 2014 Quinto domingo de Cuaresma

Testigos de Jesús…la Resurrección

y la Vida

Moniciones a las lecturas

Primera lectura. Ezequiel 37, 12-14:

La quinta etapa de la historia de la salvación nos si-túa en el momento de los profetas que anunciaron la venida de Cristo. Ezequiel profetiza la restauración de Israel describiéndola como una resurrección de cuerpos muertos; del mismo modo Jesús anunciará la vida nueva y eterna mediante el signo de la resu-rrección de Lázaro.

Segunda lectura. Romanos 8, 8-11:

El proceso catecumenal tiene como término el naci-miento a la vida eterna que Dios concede a los que se unen al misterio pascual de Cristo mediante el bau-tismo y la acción del Espíritu Santo.

Evangelio de Juan 11, 1-45:

La tercera imagen del tríptico catecumenal es la de la resurrección de Lázaro; en ella Jesús se muestra como la fuente de la resurrección y la vida; quien cree en él no morirá para siempre.

En este domingo junto al crucificado o en un lugar des-tacado del presbiterio se puede colocar el Santo Cris-ma para ilustrar la catequesis bautismal.

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Para la LITURGIA

Seréis mis testigos

Comentario

Tercer encuentro “transformador” de Cristo en nues-tro camino de renovación bautismal. Estamos a quin-ce días de la Pascua y la liturgia nos lleva a mirar el camino de Jesús hacia la cruz y hacia la vida nueva. Hoy es en Betania donde encontramos el contraste más fuerte de todo el camino cuaresmal y donde el hombre se juega la verdad de su existencia. En nues-tro redescubrimiento bautismal hemos ido pasando de la sed al agua, de la tiniebla a la luz y hoy llegamos al tránsito de la muerte a la vida. La casa de los ami-gos de Jesús se ha llenado de olor a muerte, pero la presencia del Maestro desafía al mayor enemigo del hombre y arranca de la boca de Marta y de todos no-sotros un grito creyente y decisivo ante su pregunta conmovedora: “¿Crees esto?”.

En nuestro recorrido con la primera lectura de estos domingos cuaresmales por la historia de la salvación llegamos a la quinta etapa con los profetas, don de Dios para su pueblo y signo de su fidelidad inquebran-table. Escuchamos hoy a Ezequiel con el anuncio de abrir los sepulcros e infundir el espíritu para que los hombres tengan vida.

Esta esperanza de encontrar “la vida”, que ha sido el deseo y anhelo de la humanidad entera a través de los siglos, nosotros la vemos colmada en Jesús. Él se nos presenta hoy con estas palabras: “Yo soy la resurrec-ción y la vida”. En el prefacio propio de este domingo

reconocemos que “es el Dios y Señor de la vida que levantó del sepulcro a su amigo Lázaro y hoy extiende su compasión a todos los hombres y por medio de sus sacramentos los restaura a una vida nueva”.

Es el sacramento del Bautismo el que ha parado el avance de la muerte en nuestra existencia. Las aguas del bautismo fueron nuestro sepulcro y nuestra inicial resurrección. Desde aquel día nosotros consciente-mente le podemos decir a Cristo: “Tú eres la resurrec-ción y la vida porque llevamos tu misma vida, Señor”.

La resurrección de Lázaro es el signo definitivo en el evangelio de Juan de la actuación divina en Jesús y es anuncio inmediato de la Pascua de Cristo. Tenemos que notar que este acontecimiento no es la victoria definitiva de Jesús sobre la muerte. Lázaro en cierto modo es “revivificado” por Jesús más que resucitado, pues vuelve a tener la vida limitada y caduca que tenía antes de su muerte y con el tiempo volverá a morir. La resurrección de Jesús será la entrada en una vida nueva, no será ya un paso hacia atrás, como Lázaro, sino hacia delante, y será definitiva y para siempre. Y lo será no sólo para Cristo sino también para todos aquellos que participemos de su Misterio Pascual.

El mensaje de este domingo es esperanzador para Israel, para Lázaro, para Cristo, para nosotros. Dios quiere abrir nuestros sepulcros, allí donde no hay

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vida, donde huele a muerte, donde el dolor y el sufri-miento, el miedo y el pecado nos mantienen atados, esclavizados y paralizados. Y nos quiere sacar de ahí a vivir su misma vida, la vida eterna. Resuena hoy con fuerza la voz de Jesús que a cada uno nos dice: “Sal fuera”. Esto es la Pascua que vamos a celebrar, esto es lo que Cristo quiere hacer con nosotros de nuevo.

Monición al Credo

El día de nuestro bautismo fuimos ungidos en nues-tras cabezas con este aceite perfumado, el Santo Crisma. Desde entonces fuimos consagrados para Cristo, somos miembros de su cuerpo, le pertene-cemos. Los cristianos, ungidos, estamos llamados a llevar el buen aroma de Cristo con nuestras obras. Así, frente al mal y la muerte que parecen dominar el mundo, nos convertimos en signo de la vida nueva y eterna que el Señor nos concede ya aquí en la tierra y que se nos regalará en plenitud en el cielo con la resurrección. Profesamos nuestra fe en el Dios de la vida, a la espera de renovar nuestro Bautismo en la Noche Santa de Pascua.

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Para la LITURGIA

Seréis mis testigos

Oración de los fieles

Oremos confiadamente a Dios todopoderoso que en Jesús nos ha concedido la esperanza de una vida eterna. Respondamos cantando (o diciendo):

Oh Señor, escucha y ten piedad.

Por la Iglesia, que ha recibido la misión de anun-ciar al Dios de la vida, para que sea capaz de atraer a todos los hombres a la salvación de Cris-to. Oremos.

R/. Oh Señor, escucha y ten piedad.

Por los que viven y experimentan dificultades serias en sus vidas: los enfermos, los discapaci-tados, los presos y drogadictos, los que carecen de lo necesario para vivir. Para que encuentren en Cristo al amigo que llora por ellos y los libe-ra de aquello que los esclaviza y les conduce a la muerte. Oremos.

R/. Oh Señor, escucha y ten piedad.

Por los pecadores y cuantos viven alejados de Dios, para que en este tiempo de conversión, la oración perseverante de la Iglesia les ayude a re-tornar al Señor y a salir de sus sepulcros a una vida nueva. Oremos.

R/. Oh Señor, escucha y ten piedad.

Por todos los que viven sin esperanza delante de la muerte, para que descubran en Cristo Jesús el sentido de sus vidas y la posibilidad de creer en la eternidad. Oremos.

R/. Oh Señor, escucha y ten piedad.

Por nuestros hermanos que han muerto en el Se-ñor; para que Dios perdone sus pecados, acoja sus almas y les conceda la luz y el descanso eter-no. Oremos.

R/. Oh Señor, escucha y ten piedad.

Por nosotros, por los grupos del Itinerario de Re-novación en nuestra diócesis y por nuestra co-munidad parroquial, para que seamos testigos de la vida eterna que hemos encontrado en Je-sús, delante de los hombres de nuestro mundo. Oremos.

R/. Oh Señor, escucha y ten piedad.

Señor, Dios nuestro; tu Hijo Jesús entregó su vida por nosotros para que tengamos vida, la vida en ple-nitud; desde lo hondo gritamos a ti, escucha nuestra voz. Por Jesucristo nuestro Señor.

R/. Amén.

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13 de abril de 2014 Domingo de Ramos en la Pasión del Señor

Testigos de Jesús…el Crucificado

LA PALABRA DE DIOS EN ESTE DOMINGO

Bendición de las palmas

Evangelio de Mateo 21, 1-11:

Corresponde este año leer el relato de san Mateo correspondiente a la entrada de Jesús en Jerusalén. Como es habitual en este primer evangelio, se decla-ra que en Jesús se cumplen todas las antiguas profe-cías acerca del Mesías que había de venir.

Misa de Pasión

Primera lectura. Isaías 50, 4-7:

El tercer cántico del Siervo del Señor anuncia la pa-sión del Mesías, presentándola como una muestra suprema de obediencia a la palabra y la voluntad de Dios, al someterse al poder del pecado del mundo y padecer por ello mansamente. Gran importancia tiene la recitación del Salmo responsorial 21, men-cionado por Cristo en la cruz: Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?

Segunda lectura. Filipenses 2, 6-11:

San Pablo proclama la unidad del misterio pascual de Jesucristo, humillado hasta la muerte de cruz como el Siervo de Yahveh y glorificado como Hijo de Dios en la resurrección.

Pasión de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo 26, 14-27, 66:

Según la intención propia del evangelista san Mateo, que escribía para los judíos convertidos al cristianis-mo, todo esto ocurrió para que se cumpliera lo que escribieron los profetas. Jesús en la pasión es el Sier-vo de Yahveh paciente que acepta la voluntad a veces incomprensible del Padre; todos sus padecimientos estaban profetizados en el Antiguo Testamento.

En este domingo conviene adornar con palmas y ra-mos de olivo la imagen del crucificado para ilustrar la catequesis bautismal centrada en el signo de la cruz.

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Para la LITURGIA

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Comentario

Llegamos al último domingo de esta Cuaresma, que nos sitúa en la puerta de la Semana Santa. La cele-bración de hoy nos lleva a contemplar a Jesús que entra en Jerusalén para vivir la entrega definitiva de su vida por la humanidad. Éste es nuestro encuen-tro dominical con Cristo crucificado, como la semana que viene lo será con el Señor resucitado.

La procesión de ramos de palma, olivo y laurel se convierte en testimonio de la fe, de la paz y de la vic-toria de Cristo que la Iglesia proclama cada día pero que hoy toma las calles de nuestros pueblos y ciuda-des como un grito que anuncia y saluda al que viene en el nombre del Señor. En este cuarto año del Iti-nerario la procesión de Ramos se convierte en signo visible de nuestro testimonio y compromiso público.

El ambiente festivo de la procesión nos lleva a la profundidad de la Eucaristía, donde escuchamos el impresionante relato de la Pasión, este año según san Mateo. Domingo tras domingo leemos cada año a un evangelista sinóptico, pero es en la celebración de este domingo cuando llegamos al núcleo de ese evangelio, con el relato de la pasión y muerte de Je-sús, y con la respuesta del Padre en el relato de la re-surrección que proclamaremos en la Noche Pascual.

Tenemos que señalar como distintivo del relato de este año que san Mateo toma especial cuidado, des-de la cena del Señor hasta el sepulcro, en ir citando el

Antiguo Testamento para hacer notar cómo se cum-plen en Cristo todas las promesas. Otras particula-ridades del relato de la Pasión según el evangelista que leemos este año son por ejemplo el remordi-miento y suicidio de Judas, los fenómenos cósmicos a la muerte de Jesús, o los ultrajes de los que pasan junto a la cruz.

Terminamos nuestro recorrido cuaresmal por las etapas de la historia de la salvación. La sexta etapa es la que corresponde al Mesías. Por ello hoy escu-chamos el tercer cántico “del siervo del Señor” del profeta Isaías, que nosotros vemos cumplido en Je-sús, el siervo sufriente. Un buen prólogo para el rela-to de la pasión. La semana que viene comenzaremos una nueva etapa de esta historia salvífica al escuchar durante toda la cincuentena el inicio del tiempo de la Iglesia en el libro de los Hechos de los Apóstoles.

Hoy la sombra de la cruz se proyecta sobre la cele-bración eucarística de un modo único. La misa de la Pasión del Señor nos hace percibir especialmen-te el memorial y la actualización del sacrificio de la Cruz que celebramos en cada eucaristía. La Iglesia se pone en pie ante el misterio la Pasión de Cristo y de su Resurrección, pues reconoce que aquí se nos ha regalado la salvación y de aquí cobramos la fuerza para nuestra vida y testimonio a lo largo del año.

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Monición al Credo

En este domingo la Iglesia primitiva entregaba el credo, en la traditio symboli, a los que iban a ser bautizados en la Noche Pascual, para que el Sábado Santo lo pudieran proclamar ellos. El día de nuestro bautismo, al entrar en la Iglesia, nos marcaron con la señal de la cruz en nuestra frente. El signo de la cruz nos ha acompañado desde entonces a lo largo de nuestra vida y nos identifica como cristianos. Ante la imagen del crucificado, en este último domingo an-tes de la Noche de Pascua, profesamos el símbolo de la fe que hemos recibido de la Iglesia.

La cruz y la gloria que se presagian en este domingo como pórtico de la Semana Santa nos hacen mirar en la vida obediente y entregada de Jesús el modelo de nuestra propia vida cristiana. El bautismo nos ha injertado precisamente en esta nueva vida que cele-bramos en la Pascua, nos ha hecho morir con Cristo para resucitar a una vida nueva. Hoy, al acompañar a Cristo en su pasión, agradecemos el gran don de su cuerpo entregado y de su sangre derramada, que son para nosotros el testamento y la herencia de su amor.

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Para la LITURGIA

Seréis mis testigos

Oración de los fieles

Entramos en los días oscuros y luminosos de la pa-sión y muerte del Señor. El Espíritu convoca a su Igle-sia a experimentar el amor infinito del Padre, a través de su Hijo colgado en la cruz. Presentemos confiada-mente nuestra oración cantando (o diciendo):

Oh Señor, escucha y ten piedad.

Por la santa Iglesia, para que viviendo en la fe el misterio de la Pasión, recoja del árbol de la cruz el fruto de la esperanza. Oremos.

R/. Oh Señor, escucha y ten piedad.

Por los jóvenes, en este día de la Jornada Mun-dial de la Juventud, para que, unidos en la Iglesia, aprendan el valor de la pobreza al contemplar a Cristo en su pasión y descubran que éste es el camino para alcanzar el Reino de Dios. Oremos.

R/. Oh Señor, escucha y ten piedad.

Para que los pueblos alcancen la paz por medio de la sangre de Cristo y todos los hombres alcan-cen la salvación. Oremos.

R/. Oh Señor, escucha y ten piedad.

Por los enfermos, los moribundos y todos los que sufren, para que apurando el cáliz de la Pa-sión, a semejanza de Cristo paciente, tengan la firme esperanza de participar con él en su gloria. Oremos.

R/. Oh Señor, escucha y ten piedad.

Por los pecadores para que experimenten en estos días de la pasión la misericordia de Dios y sientan que valen el precio mismo de la sangre de Cristo. Oremos.

R/. Oh Señor, escucha y ten piedad.

Por nosotros que en el bautismo fuimos sumer-gidos en la muerte de Cristo y nos disponemos a celebrar su Pascua para que participemos tam-bién de su resurrección. Oremos.

R/. Oh Señor, escucha y ten piedad.

Escucha, Padre, la oración de tu pueblo, que celebra la pasión de tu Hijo; haz que, después de haberlo aclamado en el día de la alegría, sepamos seguirlo con la fidelidad del amor en la oscura, pero vivifica-dora, hora de la cruz. Por Jesucristo nuestro Señor.

R/. Amén.

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Seréis mis testigos

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El Triduo Pascual 2014 Con estas breves introducciones a la celebración de

la Semana Santa, se desea ayudar a vivir de forma TESTIMONIAL estos actos tan importantes. Al mis-mo tiempo intentaremos volver sobre el mensaje fundamental de este año del Itinerario Diocesano de Renovación (IDR): “SERÉIS MIS TESTIGOS”. Se indi-ca en cursiva la forma en que podrían participar los comprometidos en el IDR.

A lo largo de esta Semana Mayor, destacaremos, en-tre otros muchos, unos momentos y signos de gran valor simbólico que pueden llamar la atención de los alejados o los menos instruidos.

Los comprometidos en el IDR deberían prepararse y provocar el interés y el diálogo sobre el significado de estas celebraciones.

La extrañeza, y las preguntas que pueden suscitar son el mejor motivo para una instrucción y vivencia compartida en la mejor tradición bíblica, como lee-mos en Deuteronomio 6, 20-21: En el futuro, cuando tu hijo te pregunte diciendo: “¿Qué significan los tes-timonios, las leyes y los decretos que Yahveh nuestro Dios os mandó?”, entonces responderás a tu hijo: “Nosotros éramos esclavos del faraón en Egipto, pero Yahveh nos sacó de Egipto con mano podero-sa”... Y lo mismo cuando se trata del ritual de la cena de Pascua en Éxodo 12, 26-27: Y cuando os pregun-ten vuestros hijos: “¿Qué significa para vosotros este rito?”, responderéis: “Éste es el sacrificio de la Pas-cua de Yahveh...”.

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Para la LITURGIA

Seréis mis testigos

Domingo de Ramos en la Pasión del Señor

Bendición de palmas y ramos, procesión y santa Misa

Acompañamos al Señor cuando entra en la Ciudad Santa para ofrecer su sacrificio para la redención del mundo. Durante los primeros siglos del cristianismo, este domingo estaba dedicado a la entrega del “Cre-do”, el símbolo de la fe, a los catecúmenos que debían recibir el bautismo en la Pascua; era la “entrega del símbolo” que preparaba a la “devolución del símbolo” que los bautizandos debían realizar en la mañana del Sábado Santo. El “símbolo” era en la vida corriente un signo de reconocimiento: dos fragmentos de cerámi-ca que debían encajar; de este modo, los candidatos recibían el “Credo” que debían aprender de memoria como señal de admisión entre los cristianos.

En el siglo IV comenzaron a llegar a Tierra Santa un gran número de peregrinos que deseaban recordar-los hechos de Jesús en los mismos lugares en que ha-bían ocurrido. Muy pronto comenzaron a repetir la entrada festiva del Señor en Jerusalén, bajando del monte de los Olivos con palmas, ramos y cantos y acompañando al Obispo.

Esta celebración se difundió por todas las iglesias con diferentes formas, y la propia de la liturgia ro-mana es muy fiel a la tradición primitiva de Jerusa-lén, con la asamblea que se reúne fuera de la iglesia, y marcha hacia ella después de leer el Evangelio de la entrada de Jesús, siguiendo con cantos al Obispo o sacerdote que preside.

Un rito propio de este día: la procesión de las palmas y ramos

Es una procesión al revés de las normales, donde el sacerdote va en cabeza y no se va en filas, sino en grupo tras él. No hay imágenes, porque la marcha es como el cuerpo de Cristo, cabeza y cuerpo que van a Sión y al templo, en la Ciudad de Dios. Hacemos lo que hicieron los niños y gentes de Jerusalén en este mismo día.

Los que siguen el IDR podrían ir juntos por grupos en esta procesión.

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Seréis mis testigos

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Los colores litúrgicos en la Semana Santa

En estos días se usan ornamentos cuyo color tiene un significado que todos deben conocer. El rojo re-cuerda la realeza de Cristo y también su sangre de-rramada en la Pasión, por eso se usa el Domingo de Pasión desde la procesión de las palmas en honor de Cristo Rey y también el Viernes Santo. El morado es signo de penitencia y por eso se utiliza en la Cuares-ma y en sus días finales, lunes, martes y miércoles de la Semana Santa. El blanco es el color de la alegría y se viste en todo el tiempo de Pascua, la Cincuentena o Pentecostés, a partir de la Vigilia Pascual; son blan-cas y resplandecientes las vestiduras de los ángeles que anuncian la resurrección de Jesús, como lo fue-ron sus ropas en la Transfiguración.

Las procesiones de Semana Santa

Desde las de pasión y muerte hasta la de gloria, estas manifestaciones piadosas populares son un motivo de asombre, preguntas y emociones especialmente para los más jóvenes, y los mayores deberían apro-vecharlo para que las verdades de la fe en Jesucristo se conserven unidas a las imágenes plásticas de los pasos y también de las representaciones de la Pa-sión. Los penitentes, las promesas, los sacrificios... deberán llevar a una explicación de que toda la vida ha de ser también un ejercicio de renuncia al pecado y a las malas costumbres, para purificarnos, aprove-char el amor que Dios nos ofrece y convertirnos cada vez más a Dios.

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Para la LITURGIA

Seréis mis testigos

Miércoles Santo Jueves SantoMisa “en la cena del Señor”

La Misa Crismal es una magnífica imagen del misterio de la Iglesia, en la que se expresa el fluir de la gracia de los sacramentos desde el sacerdocio de Cristo y por medio de sus ministros que la hacen presente en to-das las comunidades.

Algunos representantes del IDR podrían acompañar a su párroco ese día a la Catedral para recoger el Crisma y los Santos Óleos, que podrían llevar luego en la procesión de entrada en la Misa del Jueves Santo en sus parroquias.

Se conmemora la institución de la eucaristía y del sa-cerdocio, y se recuerda el supremo mandamiento del amor. Es el “Día del amor fraterno”.

Unos ritos propios de este día: el lavatorio de los pies

Todas las iglesias son este día un gran cenáculo. Las personas elegidas para el lavatorio representan a los doce apóstoles y el sacerdote es Jesucristo, que da así ejemplo de humildad y de servicio. El contexto en el que Jesús pronuncia estas palabras no es otro que la noche del Jueves Santo, después de la Cena, antes de morir en la cruz. En esa impresionante ocasión, Jesús revela a sus discípulos que va hacia el Padre. Este ir al Padre constituye el culmen de la salvación. Todo el que siga a Jesús irá a donde Él va. El día siguiente no se celebra la Eucaristía, y se resalta con una procesión el traslado de las formas consagradas hasta el sagra-rio. Se abre así un tiempo de vigilia y oración ante el Santísimo en el que respondemos a las palabras de Jesús en el monte de los Olivos: “Velad y orad para no caer en la tentación” (Mt 26, 41).

Este año se podría lavar los pies a los animadores y otros miembros del IDR.

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Monición de despedida

Al final de la misa del Jueves Santo, se puede convocar a los fieles a la siguiente “estación” con estas o seme-jantes palabras:

Queridos todos: Al terminar esta celebración, vamos a seguir acompañando al Señor en los primeros pa-sos de su Pasión, en oración ante el Santísimo Sa-cramento, como en el Monte de los Olivos. Luego, mañana, a las (…) horas celebraremos el Oficio de Laudes ante el Monumento y a las (…) horas el Via Crucis en (lugar donde se realice). Por la tarde, a las (…) horas, como los peregrinos a Jerusalén, acudire-mos al Gólgota, al Calvario, a venerar la Cruz salva-dora, cuando la Palabra de Dios nos anuncie el sacro-santo misterio de la Pasión. Recordad que mañana es día de ayuno y abstinencia. Siempre muy cerca de Jesus. Alabado sea el santísimo sacramento del altar.

R/. Sea por siempre bendito y alabado.

El “Monumento”

En la oración ante el santísimo sacramento, conser-vado para la comunión del día siguiente en el “Mo-numento”, acompañamos al Señor en la soledad de su Pasión y le damos gracias porque ha querido per-manecer sacramentalmente en medio de nosotros.

Hoy el sagrario está adornado con flores y luces, para enseñarnos la importancia de la presencia del Señor en el sagrario de todos los días, donde se con-serva para dar la comunión a los enfermos o a los que están en peligro de muerte y ser adorado con calma y silencio, en un diálogo con él. Para favorecer todo esto suele haber una capilla especial, adornado con fervor y buen gusto, para que le visitemos allí con frecuencia.

Podrían organizarse turnos de velas ante el Santísimo con los grupos del IDR y asistir juntos a la Hora Santa o la Liturgia de las Horas.

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Para la LITURGIA

Seréis mis testigos

Monición de despedida

Hermanos y hermanas: Nos separamos en silencio, como aquellos que “bajaban del Calvario y se daban golpes de pecho”. (Nos vamos a encontrar de nuevo en la procesión del Santo Entierro). Mañana Sábado Santo nos reuniremos a las (…) horas para celebrar el Oficio de Laudes como si estuviéramos junto al Santo Sepulcro y, ya por la noche, debemos estar to-dos para la gran celebración de la Vigilia Pascual. Se nos invita a seguir guardando este día el ayuno, para romperlo en la celebración de la Pascua del Señor. Hasta que nos reunamos todos otra vez junto al fue-go en la Noche Santa.

El Vía Crucis

En muchos casos fuera del templo, de nuevo parece que nos traslademos a la ciudad santa de Jerusalén, recorriendo con Jesús, la Vía Dolorosa.

Los animadores o un miembro de cada grupo del IDR podrían leer los textos de las estaciones.

Viernes SantoCelebración de la Pasión

del Señor”

Este acto vespertino comienza con la liturgia de la pa-labra en la que se leen dos lecturas y la Pasión según san Juan, a la que sigue la homilía y la oración univer-sal; concluye esta liturgia con la adoración de la Cruz y la comunión con la Eucaristía consagrada en la Misa de la Cena del Señor.

Unos ritos propios de este día: la adoración de la cruz

Un altar sin manteles y una cruz sin crucifijo. En esta tarde, la desnudez del altar, símbolo de la de Jesús en el Calvario, y la austeridad de la ceremonia nos tras-lada al patio del Gólgota, en el magnífico conjunto de monumentos que contemplaban los peregrinos de los siglos IV, V y VI, antes de la invasión islámica. Allí, al aire libre, delante de la colina del calvario, revestida de mármoles preciosos y sobre la que se alzaba una gran cruz de madera, se leía la pasión y se pasaba a besar la reliquia de la cruz, la Vera Crux que encontró santa Elena.

Es un acto de profunda seriedad, pero alumbrado por la gloria del madero en el que estuvo clavada la sal-vación del mundo. El acto del Viernes Santo no es un funeral. La sencilla cruz de madera, sin la imagen del crucificado, que cruza la iglesia hasta el altar para allí ser adorada: el trofeo de la Pasión ante el que debere-mos hacer genuflexión siempre que pasemos ante él, hasta que comience la Vigilia Pascual.

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Sábado Santo

Oficio de lecturas y Laudes

La mañana de este Sábado Santo debería ocuparse en la oración y en la preparación de la gran Vigilia, al menos por el grupo más responsable de la comuni-dad. Los miembros del IDR podrían preparar y cele-brar el Oficio de Lecturas y Laudes. Es un día en que se nos invita a continuar el ayuno del Viernes Santo, siguiendo la primitiva tradición del ayuno prepascual que se rompe en la comunión de la Vigilia.

En la noche santa, Solemne Vigilia Pascual

El Misterio Pascual de Cristo, crucificado, sepultado y resucitado, tiene en esta liturgia nocturna “Madre de todas las demás vigilias”, su celebración culminante. La vigilia comienza en el exterior del templo con la li-turgia de la luz y se ilumina la iglesia como signo de la resurrección del Señor. La liturgia de la palabra pro-clama las maravillas de Dios en la historia de la salva-ción, desde la creación del mundo al Misterio Pascual de Jesucristo; luego viene la liturgia bautismal, con la renovación de las promesas que se hicieron en la iniciación cristiana, y luego la asamblea es invitada a la mesa que el Señor, por medio de su muerte y resu-rrección, ha preparado para su pueblo (cuarta parte de la vigilia, liturgia eucarística).

Unos signos singulares: el fuego y el cirio pascual

Nos reunimos en torno a una hoguera, como los is-raelitas en los campamentos cuando iban hacia la tie-rra prometida. En la Pascua todo es nuevo, el fuego, el agua del Bautismo, los panes sin levadura… El cirio pascual es un símbolo de Jesucristo resucitado, que conserva las huellas de la pasión, como la cruz y las cinco marcas señaladas con granos de incienso que recuerdan las cinco heridas del crucificado. También se marcan en el cirio el Alfa y la Omega, letras griegas que significan que Jesús es el Señor de esta Pascua, cuyo año tambien se marca, y de todos los tiempos, del principio al fin. Como la columna de fuego que iba guiando a los israelitas en el desierto, así nos guía ahora Jesús y entra el primero en la iglesia, iluminán-dola con su luz.

Los miembros del IDR podrían preparar la hoguera, repartir las candelas a los fieles y proclamar las lecturas.

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Para la LITURGIA

Seréis mis testigos

Domingo de Pascuade la Resurrección del Señor

Un rito propio de este día: el “encuentro”

En casi todos los pueblos tiene lugar la ceremonia del “Encuentro” de Jesús con su santísima Madre. Es un acto juvenil y alegre, en el que la liberación de la muer-te se expresa soltando pajaritos y palomas; como dice el Salmo 123: “Nuestra vida ha escapado como un pá-jaro de la jaula del cazador...”. La piadosa tradición de que Jesús se apareció antes que a nadie a su Madre aparece por primera vez en el apócrifo “Evangelio de Nicodemo” y a él alude también san Ambrosio en su Tratado sobre las vírgenes, pero son los autores de los siglos XIV y XV quienes desarrollarán literariamente este tema que hace a María sufrir una pasión paralela a la de su Hijo como corredentora con él.

Los miembros del IDR podrían acudir a este acto como grupos de familias, llevando cada una paloma o cada niño un globo que se soltasen en el momento del en-cuentro.

Misa solemne

Los cincuenta días que van desde este domingo de Resurrección hasta el de Pentecostés han de ser cele-brados con alegría y exultación como si se tratase de un solo y único día festivo, más aún, como un “gran domingo”, tal como lo proclama el himno israelita propio de estas fechas que los cristianos aplicamos al Misterio Pascual: “Éste es el día en que actuó el Señor; sea nuestra alegría y nuestro gozo” (Salmo 117, 24).

Segundas Vísperas. Conclusión del Triduo Pascual

Es un acto que podríamos ir recuperando. Son la ce-lebración del encuentro vespertino de Jesús con los caminantes de Emaús y con los discípulos en el cená-culo. Se abre el tiempo de alegría de la Cincuentena, la semana de semanas que es el santo Pentecostés.

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La Pascua 2014

Seréis mis testigos

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Para la LITURGIA

Seréis mis testigos

Un año más comenzamos la gran jornada de la Pas-cua, el Pentecostés, la Cincuentena que no forma más que un solo día, aquél en que actuó el Señor y que es nuestra alegría y nuestro gozo (cf. Sal 118, 24). Pero éste es un año especial; estamos conclu-yendo el programa del Itinerario Diocesano de Re-novación que se convocó tomando como ejemplo el encuentro de Jesús con los discípulos en el camino de Emaús y, como ellos, después de escuchar la voz del Señor, podremos decir en este tiempo de Pascua: ¿No ardía nuestro corazón mientras nos hablaba por el camino y nos explicaba las Escrituras? (Lc 24, 32); ahora el Señor nos envía al mundo, en unos de los momentos culminantes de la Pascua, su Ascensión a la gloria, diciéndonos. “Seréis mis testigos” (Hch 1,8).

Los israelitas debían contar siete semanas de días a partir de la Pascua para completar el Pentecostés y culminar esta cincuentena sagrada con la fiesta “de las semanas” en la que se hacía la ofrenda de los pa-nes amasados con las primicias de la harina (cf. Lev 23, 15-21) y, posteriormente iniciaron la costumbre de celebrar en este día la entrega de la Ley en el Sinaí y de llevar por las calles en procesión los pesados ro-llos de la Toráh. En el tiempo de la Nueva Alianza, los cristianos seguimos celebrando la sagrada cincuen-tena, en este año culminamos el IDR de forma que las primicias de la Pascua nos llevan al gran día de la entrega de la nueva ley de los seguidores de Cristo que es el Espíritu Santo, ley de libertad escrita con la

I. La Pascuadel cuarto año del “Itinerario”

divina unción en los corazones de los fieles y al envío de los testigos del Resucitado como sal de la tierra y luz del mundo.

Dos signos para este tiempo de Pascua

El primero de ellos es el rito de la aspersión del agua, con los formularios en forma de invocaciones que trae el Misal y que están recomendados para el tiempo pascual y el canto o rezo del Gloria.

También se puede reforzar el mensaje de cada do-mingo con las palabras de envío y despedida al final de la misa, siguiendo los modelos que se ofrecen en esta publicación

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Seréis mis testigos

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II. La estructuradel leccionario pascual A

1. Las lecturas evangélicas. Los tres “tiempos” de la Cincuentena

Los ocho domingos de Pascua están organizados en varios grupos temáticos que conviene tener en cuenta; así el primero de estos es el “tiempo de las apariciones” (domingos 1º, 2º y 3º), en el cual se leen pasajes que evocan aquellos felices encuentros que fundaron la liturgia cristiana y el “día del Señor”.

Luego sigue el “tiempo de Cristo Pastor de la Iglesia” (domingos 4º y 5º), porque Cristo resucitado vuelve a su Iglesia para conducir a los fieles a la vida eterna que él ya disfruta, y prosigue su obra salvadora a lo largo del tiempo mediante la Iglesia, que anuncia y realiza su obra salvadora y la extiende a toda la hu-manidad.

Termina este ciclo en el “tiempo del don del Espíri-tu” (domingos 6º, 7º -Ascensión y 8º - Pentecostés), de forma que se prepara y se celebra la entrega del Espíritu por Cristo a la Iglesia y la envía a todas los pueblos. De este modo puede proseguir la obra del Buen Pastor. Estas tres etapas aparecen sobre todo en los evangelios; porque las otras dos lecturas si-guen un orden independiente, que ocasionalmente se enlaza con el Evangelio, como iremos precisando en cada caso.

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Para la LITURGIA

Seréis mis testigos

2. Las primeras lecturas

Durante los domingos de Cuaresma, la lectura del Antiguo Testamento ha recorrido las cinco prime-ras edades del mundo, desde la creación, Abraham, Moisés, David y los profetas. Ahora, con la venida de Cristo y su misterio pascual, comienza la sexta de las edades del hombre, la que nos lleva hasta la sépti-ma, de la parusía y el reino eterno. Toda esta sexta edad ocupa el tiempo jubilar inaugurado por Jesús, es el tiempo de la Iglesia y, por ello, la lectura de los Hechos de los Apóstoles, que no es continua o crono-lógica sino litúrgica, nos irá ofreciendo los primeros pasos de este tiempo dichoso.

“En los Hechos, san Lucas reconstruye la vida y el im-pulso misionero de la primitiva comunidad cristiana, idealizándolos para que se conviertan en paradigma de la Iglesia de todos los tiempos. A través de rela-tos magistrales de los acontecimientos cruciales, de grandes discursos y de sumarios generalizadores, traza el arco de la primera expansión de la fe cristia-na desde su tierra de origen, Jerusalén, hasta Roma, la capital del mundo pagano” (Seréis mis testigos. Vo-sotros sois la sal de la tierra, IDR, Valencia 2013, 14).

3. Las segundas lecturas

Las lecturas apostólicas de las solemnidades de Pascua, Ascensión y Pentecostés se repiten todos los años, y son comentarios o reflexiones teológi-cas sobre el misterio que se celebra. En los demás domingos se leen este año pasajes escogidos de la primera carta del apóstol san Pedro, que es una cate-quesis para los bautizados que nos alecciona en este tiempo de profundización en la iniciación cristiana que hemos recibido. También en esta selección se ha conseguido a veces una armonización temática con el Evangelio, como aparece de modo evidente en los domingos 2º y 4º.

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20 de abril de 2014 Primer domingo de Pascua

No nos podemos callar la gran noticia

III. Moniciones y temas de homilía

para los domingos de la cincuentena pascual

A. LOS DOMINGOS DE LAS APARICIONES

Como en el tiempo de cuaresma, los breves esquemas de homilía se pueden completar con los comentarios que aparecen en la sección “Liturgia” de www.archi-valencia.org.

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Para la LITURGIA

Seréis mis testigos

O bien, en este año A. Mateo 28, 1-10 (De la vigilia pascual):

El Señor presente en la Iglesia, que impulsa y da fru-to a su actividad, es el mismo Jesús de Nazaret que murió en la cruz y que ha sido resucitado por el Padre con la fuerza transformadora del Espíritu Santo.

O bien, en la Misa vespertina. Lucas 24, 13-35:

En la tarde del día primero, dos discípulos todavía confusos por las primeras noticias de la resurrección del Señor, se encontraron con él, que caminó junto a ellos cuando se dirigían a Emaús.

Moniciones a las lecturas

Primera lectura. Hechos de los apóstoles 10,34a-43:

La lectura de los Hechos de los Apóstoles nos intro-duce en la sexta de las edades del mundo, la de la Iglesia de Jesucristo, que comenzó en el año jubilar que inauguró nuestro Salvador.

Segunda lectura. Colosenses 3,1-4:

El apóstol explica el sentido salvador del misterio pascual y lo que significa ahora para nosotros; los cristianos hemos resucitado con Cristo en el Bautis-mo y debemos llevar una vida digna del cielo.

Evangelio de san Juan 20, 1-18:

El Evangelio de san Juan nos relata la primera apa-rición de Jesús resucitado a María Magdalena y la marcha de Pedro y del discípulo amado a comprobar que la tumba del Señor estaba vacía, en la mañana del primer día de la semana.

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Ideas para la homilía

La Eucaristía en el día de Pascua

Hoy es el día de la gran noticia: “Cristo ha resucita-do”; es el Evangelio por excelencia, y no podemos callarlo. Como Pedro cuando recibió el don del Es-píritu, también nosotros tenemos esa gracia y la he-mos de avivar, creyendo con más fuerza, confesando la fe y proclamándola con palabras y obras.

No sólo es algo que ocurrió, es una cosa que está ocurriendo ahora.

La lectura de san Pablo nos sitúa en el centro del Misterio Pascual y nos revela lo que significa este misterio para cada uno de nosotros: Ya que habéis resucitado con Cristo, buscad los bienes de allá arriba, donde está Cristo… Porque habéis muerto y vuestra vida está con Cristo escondida en Dios (Col 3, 1 y 4).

Así pues, en nuestra iniciación cristiana, cada cris-tiano ha sido incorporado, injertado en Cristo, de modo que su muerte y resurrección no son sólo un hecho del paso o una obra maravillosa de Dios, sino también un misterio de salvación que celebramos todos a partir del Bautismo, la Confirmación y la Eu-caristía, y que renovamos constantemente, ya sea cuando lavamos nuestra conciencia en la Confesión como cuando participamos en la Comunión. En to-dos estos momentos la efusión del Espíritu Santo

nos aplica las gracias y la vivencia del Misterio Pas-cual. Buscar los bienes del cielo, purificar nuestra conducta, es decir, organizar nuestra personalidad y nuestra vida según el modelo de Jesucristo. Es lo que intentamos con la penitencia cuaresmal y que ahora se nos ofrece como una gracia de la Pascua del Señor si estamos preparados para recibirla.

En la segunda lectura Pablo saca la conclusión para la vida cristiana. La muerte y resurrección de Cristo, acontecimientos ambos que han tenido lugar por nosotros, nos han introducido realmente en su vida: Habéis muerto, habéis resucitado con Cristo. Como todo tiene en él su consistencia (Col 1, 17), todo se mueve y vive con él. Pero al igual que el ser de Cristo estaba determinado por su obediencia al Padre, así también nuestro ser es inseparable de nuestro deber.

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Para la LITURGIA

Seréis mis testigos

Monición de despedida

Hermanos y hermanas: Id y anunciad con alegría lo que habéis escuchado; llevad a todos el amor que os ha unido en la comunión con el Resucitado. Podéis ir en paz. Aleluya, aleluya.

R/. Demos gracias a Dios. Aleluya, aleluya.

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Moniciones a las lecturas

Primera lectura. Hechos de los apóstoles 2, 42-47:

Las primeras lecturas del tiempo pascual nos van anunciando la sexta y penúltima etapa de la historia de la salvación, la de la Iglesia, aquella en la que es-tamos y que se inauguró con Jesucristo. Hoy se nos describe el maravilloso crecimiento de la primitiva comunidad de los creyentes, con el triple ministerio de la palabra, la liturgia y la caridad.

Segunda lectura. 1 Pedro 1, 3-9:

Durante los domingos de Pascua de este año A, lee-remos la primera carta de san Pedro, que es una ca-tequesis para los bautizados que nos alecciona en este tiempo de profundización en la iniciación cris-tiana que hemos recibido.

Evangelio de san Juan 20,19-31:

Todos los años leemos en este domingo el mismo pasaje del Evangelio que nos muestra el significado del domingo cristiano: El Resucitado establece el rit-mo semanal del nuevo “día del Señor”, “a los ocho días”, para actualizar el misterio de su muerte y de su gloria, confirmar nuestra fe, llenarnos de alegría y confiarnos su misión.

27 de abril de 2014 Segundo domingo de Pascua

Domingo de la Divina Misericordia

¡Abramos las puertasal Señor!

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Para la LITURGIA

Seréis mis testigos

Ideas para la homilía

El domingo de la octava

Este día nos hace presente el mejor monumento que los primeros cristianos levantaron a la resurrección del Señor. No hecho de piedra, más duradero que el bronce; pues no fue otro que cambiar la sacrosanta observancia del sábado por el nuevo día del Señor, en el primer día de la semana. Y esto fue porque si bien Dios santificó el sábado y en él descansó de su trabajo creador, Cristo consagró el nuevo domingo con su resurrección y su aparición al recurrir este mismo día.

La importancia de la lectura de las dos apariciones que vienen a fundar el nuevo “día del Señor” es tanta que este pasaje evangélico se lee todos los años. Es una estupenda forma de enseñarnos el significado de la asamblea dominical, tan amenazada actual-mente entre nosotros por la costumbre del “fin de semana”, cuando éste se plantea como un espacio en el que cabe todo, hasta las compras en domingo, menos el tiempo para formar la asamblea que con-voca el Señor.

La sagrada liturgia es toda ella un misterio de presen-cia. Así como no hay ninguna aparición del Resucitado en que los discípulos lo hayan “buscado y encontra-do”, sino que siempre es Él quien ha tomado la inicia-tiva, así en la asamblea dominical Él sigue siendo el convocador. La acción litúrgica parte de la presencia

de Cristo en medio de los reunidos en su nombre, se extiende a la Palabra de Dios mismo que, mediante la proclamación de las Escrituras, sigue hablando a su Iglesia, y culmina en la liturgia eucarística.

Con alegría escuchamos hoy la palabra de Pedro que felicita a los nuevos cristianos: No habéis visto a Jesu-cristo, y le amáis (1 Pe 1,9; Segunda lectura) inspirada en la última bienaventuranza pronunciada por Cristo y dirigida a los cristianos de todos los tiempos: “Di-chosos los que crean sin haber visto” (Juan 20,29).

La Iglesia sigue estando animada por el don pascual del Espíritu, que crea en ella el dinamismo triple y único que realiza en el mundo el ministerio de Cris-to Sacerdote, Profeta y Rey. La primera lectura nos describe la vida de la comunidad escuchando la doc-trina de los apóstoles, celebrando el culto mediante la oración y los sacramentos —el bautismo, la frac-ción del pan (eucaristía), la unción de enfermos, las ordenaciones...— y ejerciendo la diaconía de Cristo mediante la comunión de bienes materiales con los necesitados. Del mismo modo, actualmente, la tarea pastoral de las parroquias y de la diócesis se apoya en este ministerio con tres facetas que no son compartimientos estancos y exclusivos, sino formas especializadas de realizar la obra del único Cristo en el tiempo. No se puede separar la liturgia de la ca-

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Seréis mis testigos

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ridad, ni el profetismo de las otras dos actividades. Cada una de ellas, sin las otras, deja de ser cristiana.

Por ello este día, el día que hizo el Señor, es la fuen-te y el culmen de toda la vida cristiana. Vivamos con alegría este tiempo en el que Cristo —nuestra Pascua— se ha hecho para nosotros solemnidad y sacramento.

Monición de despedida

Hermanos y hermanas: El próximo domingo es muy importante, porque iremos al encuentro de Jesús en el camino de Emaús, donde le reconoceremos al par-tir el pan de su palabra y de la Eucaristía. El Señor si-gue con nosotros; en su nombre, ¡Id y llevad a todos la paz del Resucitado!

R/. Demos gracias a Dios.

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Para la LITURGIA

Seréis mis testigos

Moniciones a las lecturas

Primera lectura y Evangelio. Hechos 2, 14.22-23:

El primer anuncio público de la resurrección del Se-ñor, hecho por san Pedro en el día de Pentecostés, declara que la muerte y glorificación de Jesucristo son el cumplimiento de todo lo dispuesto por Dios para la redención de la humanidad, conforme estaba contenido en las profecías del Antiguo Testamento.

Segunda lectura. 1 Pedro 1, 17-21:

Los cristianos ponemos nuestra fe y nuestra espe-ranza en Dios, que resucitó a la gloria a su Hijo Je-sucristo, que se había ofrecido en sacrificio como el Cordero de la nueva Pascua de la salvación.

Evangelio de Lucas 24, 13-55:

El relato pascual de la aparición de Jesús a los ca-minantes de Emaús se dirige ahora a nosotros, que leemos las Escrituras con la mente iluminada por el Espíritu Santo, que es el don principal del Señor re-sucitado. La palabra de Dios nos lleva a la Eucaristía y a la fracción del pan.

4 de mayo de 2014 Tercer domingo de Pascua

Le reconocemosal partirnos el pan

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Ideas para la homilía

Con Jesús en el camino de Emaús

En la tarde del primer día de la semana, en la primera Pascua de resurrección, dos discípulos iban camino de Emaús, cerca de Jerusalén. No van invocando a Jesús, llamándolo para que se les aparezca, sino que caminan bajo el peso de la desilusión. Y es el Señor el que se les aproxima y se les revela. Así, en este maravilloso episodio vemos cómo la fe pascual de la Iglesia se acrecienta mediante la interpretación que Jesús hace de sí mismo. Los discípulos que caminan con el desconocido hablaban de Jesús como si fuese un simple profeta; pero Jesús recurre a las Escrituras que se leían en las sinagogas: la Ley, los Profetas y los demás libros. Todo lo que se narra proféticamen-te en la Escritura indica que el sufrimiento y la muer-te no son la última palabra de Dios sobre el hombre, sino que el Hombre definitivo, el Mesías, experimen-ta y comunica la salvación.

En esta ocasión podemos volver a escuchar un pasa-je muy oportuno que nuestro Arzobispo escribió en su Carta Pastoral de convocatoria del Itinerario (Seréis mis testigos, pp.14-15).

“En medio de nuestras conversaciones y preocupa-ciones, Jesús camina a nuestro lado, nos interpela, y nos pregunta: ‘¿Qué conversación es esa que traéis mientras vais de camino?’. En este Itinerario de Re-novación, esta pregunta de Jesús es fundamental:

¿Cuáles son las preocupaciones de los hombres y mujeres a los que hemos de proclamar el Evangelio? ¿Qué es lo que ocupa las vidas de aquellos que van de camino? La respuesta es el punto de partida pues nos ayudará a situarnos ante las preocupaciones de los hombres y mujeres de hoy. La pregunta de Jesús ayuda a los discípulos a indagar en sus propias vi-das, a dar razón de sus preocupaciones, a ver qué les pasa, a saber situarse ante la realidad que les supera, que no entienden y que condiciona sus vidas.

Entre la penumbra del crepúsculo y el ánimo sombrío que les embargaba, aquel Caminante era un rayo de luz que despertaba la esperanza y abría su espíritu al deseo de la plena luz. ‘Quédate con nosotros’, supli-caron, y Él aceptó. Poco después el rostro de Jesús desaparecería, pero el Maestro se había quedado ve-ladamente en el ‘pan partido’, ante el cual se habían abierto sus ojos”.

Los discípulos de Jesús se convencieron de su resu-rrección por los mismos medios por los que nos po-demos convencer nosotros: la meditación de la Es-critura y la celebración de la Eucaristía; bajo la luz del Espíritu del Resucitado.

No les faltaba a ellos la presencia de Jesús, como no nos falta a nosotros; pero en la confusión que lleva-ban dentro no distinguían nada con claridad. No es que Jesús se haya disfrazado, sino que es su falta de

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Para la LITURGIA

Seréis mis testigos

fe y esperanza lo que oculta su presencia. Cristo no se nos muestra ahora para imponernos desde fuera una solución a nuestros problemas, sino que hace mucho más: nos explica el sentido de lo que nos ha pasado y el sentido de la historia humana como his-toria de salvación. Entonces y ahora, devuelve la vis-ta a los ciegos.

Monición de despedida

Como los discípulos de Emaús, también nosotros hemos de salir ahora al encuentro de los hermanos, para comunicarles que hemos estado con el Señor. No es preciso que lo digamos con palabras; será su-ficiente que vean nuestra paz y nuestra alegría y nos pregunten: ¿De dónde vienes así? Podéis ir en paz.

R/. Demos gracias a Dios.

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Seréis mis testigos

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Moniciones a las lecturas

Primera lectura. Hechos de los Apóstoles 2, 14a.37-41:

La conclusión del primer sermón misionero de san Pedro en Jerusalén muestra el efecto de la palabra de Dios que es el Evangelio de la resurrección de Cristo. Comienza la reunión del nuevo pueblo de Dios, nacido en el bautismo.

Segunda lectura. 1 Pedro 2, 20b-25:

La lectura de san Pedro es el mejor comentario al Evangelio del Buen Pastor. Cristo resucitado nos ha marcado un camino para que sigamos sus huellas y lleguemos con él al cielo.

Evangelio de Juan 10, 1-10:

El Señor comienza su discurso en el que se presenta a sí mismo con el único pastor y la puerta para entrar en el reino de Dios. Los cristianos no podemos me-nos que seguir la tarea de los apóstoles y anunciar a todos los hombres la vida, la verdad y el camino que es Cristo resucitado.

11 de mayo de 2014 Cuarto domingo de Pascua

Seguimos al pastor y obispo

de nuestras almas

B. EL TIEMPO DEL BUEN PASTOR

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Para la LITURGIA

Seréis mis testigos

Ideas para la homilía

El domingo del Buen Pastor

A lo largo de los tres ciclos de lecturas dominicales, se lee en este domingo 4º de Pascua el discurso de Jesús en el que se presenta como el Pastor que lle-va a los redimidos hacia la salvación. En la primera parte del discurso (año A), Jesús resucitado se pro-clama como el único pastor de sus ovejas; por eso él las conoce y ellas conocen su voz, le siguen cuando las llama por su nombre (Jn 10,4) (en el aprisco hay otras muchas ovejas que todavía no son de Cristo) y las lleva a pastar a las verdes praderas. Él es el pas-tor legítimo que entra en el aprisco por la puerta que —en otra imagen— es él mismo, y no como los la-drones y bandidos (los falsos maestros) que entran por otra parte para robar y matar (Jn 10, 8 y 10). Sus ovejas se caracterizan por tener un oído especial, una especie de instinto para distinguir al verdadero pastor —a un extraño no le seguirán, porque no co-nocen la voz de los extraños (Jn 10,5)—, y adquieren este sentido especial de la fe verdadera mediante el sonido único e inconfundible de la palabra de Dios que oyen en Jesús.

Esta palabra tiene un sonido completamente dis-tinto al de todas las visiones del mundo, religiones e ideologías puramente humanas, y Jesús sabe que su pretensión no es comparable ni homologable con

ninguna otra: Yo soy el camino... Nadie se acerca al Padre sino por mí (Jn 14,6); por eso todos los otros caminos y puertas conducen al error y al extravío. El que reivindica para sí toda la verdad tiene que mostrar una divina intolerancia para con todos los caminos inventados por los hombres, pues ninguno de ellos conduce a los únicos pastos eternos que son capaces de saciar. Ninguno de ellos lleva a la casa del Padre.

El Pastor nos dejó un ejemplo para que sigamos sus huellas. Las heridas de Jesús, que soportó con dul-zura todas las injurias y sufrimientos, cargando con nuestros pecados en el leño de la cruz sin rebelarse contra el dolor que sufre la humanidad, sino ponién-dose obedientemente —el Siervo de Yahveh— en manos del Padre que juzga justamente (1 Pedro 2,23) nos han curado y nos han conferido ese instin-to que nos permite seguir su ejemplo como auténti-ca llamada de Dios: nosotros, que andábamos como ovejas descarriadas hemos vuelto al pastor y guar-dián (en el griego de la Biblia, Epískopos, Obispo) de nuestras almas (1 Pe 2,25).

Jesús nos da la posibilidad y la ayuda necesaria para seguirle, pero, además, nos ha dejado su ejemplo para que sigamos sus huellas. Llegaremos al hogar eterno de nuestro Pastor si ponemos los pies en sus huellas, imitando su ejemplo como verdaderos sier-

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vos de Dios, no rehuyendo la cruz sino abrazándola en su seguimiento. Con el salmo responsorial 22 ora-mos: El Señor es mi pastor, nada me falta.

Hoy, que se celebra el Día de oración por las vocacio-nes, pidamos que el Señor conceda a nuestra Iglesia los pastores que tanto necesita.

Monición de despedida

Queridos todos: en el momento de despedirnos nos damos cuenta de que estamos en buenas manos, como son las de Jesucristo, nuestro Buen Pastor; él conoce nuestros nombres y camina con nosotros. Sed testigos de esta gracia tan consoladora, y no ten-gáis miedo de compartir con todos la paz y la espe-ranza que da el sentir su presencia. Podéis ir en paz.

R/. Demos gracias a Dios.

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Para la LITURGIA

Seréis mis testigos

Moniciones a las lecturas

Primera lectura. Hechos de los apóstoles 6, 1-7:

La Iglesia apostólica, guiada por el Espíritu de Cris-to resucitado, va desarrollando sus ministerios para atender a la triple misión de la liturgia, la predicación y la caridad. En el episodio que se lee hoy se ha visto el origen del orden del diaconado.

Segunda lectura. 1 Pedro 2, 4-9:

La Iglesia de Cristo es el nuevo Israel, sin estar liga-da a las instituciones o a los lugares materiales, sino que todo en ella es fruto de la acción del Espíritu. Los cristianos forman desde la iniciación cristiana el nue-vo sacerdocio regio y espiritual.

Evangelio de Juan 14, 1-12:

Jesús inicia su discurso de despedida al término de la última cena. Leídas en este tiempo litúrgico de la Pascua, las palabras del Señor nos orientan hacia la Ascensión al Padre y son como su testamento espi-ritual.

18 de mayo de 2014 Quinto domingo de Pascua

Jesús,camino, verdad y vida

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Seréis mis testigos

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Ideas para la homilía

La despedida del Buen Pastor

El domingo siguiente al del Buen Pastor forma una cierta unidad con él, pues cada año nos trae una en-señanza que Jesús, Maestro y Guía de la Iglesia, di-rige a sus discípulos a la manera de un mensaje fun-damental, como un testamento espiritual que les deberá orientar en su porvenir. El pasaje evangélico de hoy está situado al comienzo del discurso de des-pedida del Señor en la última Cena. De este modo, en los próximos domingos, escucharemos la palabra de Jesús como preparación a la Ascensión y a Pentecos-tés. En la liturgia evocamos esos días durante los cua-les, según san Lucas, Jesús estuvo hablando con los discípulos acerca del reino de Dios (Hechos 1,3). Hoy Jesús comienza anunciando su próxima glorificación: Cuando vaya a la casa del Padre y os prepare sitio volveré y os llevaré conmigo... Y a donde yo voy, ya sabéis el camino (Juan 14, 3-4).

Nuestro Pastor no nos dejó una filosofía ni un méto-do de vida, ni tan siquiera un código de normas para alcanzar la salvación. Jesús se dio a sí mismo como camino o medio para llegar a vivir junto a Dios. Jesús es la vida porque es el único que la posee en plenitud y puede comunicarla (cf. Juan 5,26). Por ser la vida plena es la verdad total, es decir, puede conocerse y proclamarse como la plena realidad del hombre y de Dios. Es el único camino, porque sólo su vida y su

muerte, proclamadas y re-presentadas en el misterio litúrgico, muestran al hombre el itinerario que lo lleva a realizarse. Seguirlo, por tanto, consiste en recorrer su camino, asimilarse vital y personalmente a su vida y muerte mediante la participación en los sacramen-tos y la práctica de la caridad. Tenemos a Jesús como nuestro camino cuando, en todos los momentos de nuestra vida, comulgamos con sus padecimientos, muriendo su misma muerte para llegar a su resurrec-ción gloriosa (cf. Flp 3, 10-11).

Tras la marcha de Jesús al Padre y el envío del Espí-ritu Santo sobre la Iglesia, se construye la morada, el templo vivo de Dios en medio de la humanidad, y los que lo forman como piedras vivas son al mismo tiempo los sacerdotes que ejercen su ministerio en él y que son designados incluso como sacerdocio real (1 Pedro 2,5 y 9; Segunda lectura).

La primera lectura, en la que se narra la elección de los primeros diáconos para encargarlos de una tarea pre-ferentemente administrativa, temporal de la Iglesia, mientras que los apóstoles prefieren dedicarse a la oración y al servicio de la palabra (Hechos 6,4; Primera lectura), muestra las dos dimensiones de la casa espi-ritual construida sobre Cristo; Él estaba en contacto permanente de oración con el Padre y anunciando su palabra, pero al mismo tiempo había sido enviado a los hombres del mundo, a enfrentarse a sus miserias,

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Para la LITURGIA

Seréis mis testigos

enfermedades y problemas espirituales, así tam-bién se reparten en la Iglesia los diversos carismas y ministerios sin que por ello se pierda su unidad (los primeros diáconos, como Esteban y Felipe, predica-ban y bautizaban, además de administrar las ayudas materiales). Dicho con palabras del Evangelio: Cristo va a reunirse con el Padre sin dejar de estar con los suyos, y no los olvida en su oración; el Espíritu que él les envía es transmitido a su vez por la Iglesia a sus ministros, y es el alma de aquélla, Espíritu misional que dirige y anima la misión de la Iglesia.

Monición de despedida

Hermanos y hermanas: vamos a separarnos e ire-mos por diferentes caminos, pero en todos ellos nos acompañará el Buen Pastor, que se ha hecho para nosotros “camino, verdad y vida”. Nuestro “sacer-docio real” no termina con la misa; ahora tenemos que “consagrar el mundo” con el trabajo y la caridad. Podéis ir en paz.

R/. Demos gracias a Dios.

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Seréis mis testigos

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Moniciones a las lecturas

Primera lectura. Hechos de los Apóstoles 8,5-8.14-17:

Los apóstoles perfeccionaban la iniciación cristiana de los recién bautizados confiriendo el don del Es-píritu Santo mediante el gesto de la imposición de las manos. Es lo mismo que ahora se representa me-diante el signo de la unción con el santo crisma en el sacramento de la confirmación.

Segunda lectura. 1 Pedro 3,15-18:

Los cristianos estamos animados por el mismo Es-píritu que resucitó a Jesucristo de entre los muertos. Este Espíritu nos mueve a dar testimonio de nuestra esperanza en el mundo a pesar de todas las contra-dicciones.

Evangelio de Juan 14,15-21

Jesús continúa el discurso de despedida, consolando a los discípulos y prometiéndoles el don del Espíritu Santo. Son palabras llenas de misterio que se fueron realizando en la vida y experiencia de la Iglesia.

25 de mayo de 2014 Sexto domingo de Pascua

Dar razón denuestra esperanza

C. EL TIEMPO DEL ESPÍRITU

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Para la LITURGIA

Seréis mis testigos

Ideas para la homilía

El Espíritu de la verdad

Comenzamos la última etapa de la Cincuentena Pas-cual. Los tres próximos domingos están centrados temáticamente en el don o gracia pascual del Espíri-tu Santo, que Jesucristo envía desde el Padre, luego de ser exaltado en la gloria (Solemnidad de la Ascen-sión, próximo domingo).

La primera lectura de este domingo muestra la ac-ción del Espíritu Santo en los primeros pasos de la Iglesia de Cristo. El Espíritu, en efecto, no sólo per-feccionó la iniciación cristiana de los samaritanos (año A), sino que incluso se adelantó al bautismo, cuando Pedro vacilaba en admitir a los paganos en la Iglesia (año B) e hizo caer, en esta sexta etapa de la historia de la salvación, las seculares fronteras del antiguo Pueblo de Dios (año C). Este año leemos que Felipe, uno de los “diáconos” de origen helenis-ta, llegó a Samaria huyendo de la persecución que ocasionó la muerte de Esteban; allí, actuando por su cuenta, evangelizó y bautizó a muchos samaritanos. Entonces el colegio de los apóstoles envió a Pedro y Juan para que completaran aquella primera inicia-ción cristiana mediante el don del Espíritu Santo.

En el Evangelio continuamos leyendo el discurso de despedida de Jesús en la última cena. Cristo se des-pide de los suyos antes de iniciar su Éxodo por me-dio de la Pasión y la Ascensión, pero es para volver

con el don pascual del Espíritu y permanecer así en la Iglesia. Jesús promete a los que permanezcan en su amor el Espíritu de la verdad. Jesús, al que escuchá-bamos el domingo pasado como el camino, la ver-dad y la vida, se había designado a sí mismo como la verdad, en la medida en que en él —en su vida, muerte y resurrección— se revela la esencia del Pa-dre de un modo perfecto y definitivo: sólo mediante el destino humano de Jesús se ha demostrado como verdad la afirmación de que Dios es amor (1 Juan 4, 8.16), nada más que amor, y que todos los demás atributos, como creador, todopoderoso o justo, no son sino formas y aspectos de su amor.

Los discípulos no podían comprender esta verdad que Cristo es y manifiesta en su vida, antes de que el Espíritu de la verdad descendiese sobre ellos. En-tonces, les dice Jesús, comprenderéis la unidad del amor entre el Padre y el Hijo, y la unidad entre Cristo y los hombres que aman. Esta unidad es el Espíritu, y él es quien la crea. Esta unidad exige una coheren-cia con el conjunto de la vida del creyente en Cris-to, pues, como dice el Maestro: El que acepta mis mandamientos y los guarda, ése me ama; al que me ama, lo amará mi Padre, y yo también lo amaré y me revelaré a él (Juan 14, 21).

La consecuencia de lo proclamado en el Evangelio es que el cristiano debe estar siempre dispuesto para

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dar razón de su esperanza (1 Pedro 3,15; Segunda lectura), porque le anima el Espíritu de la verdad. No se trata de afirmar con prepotencia que se posee la verdad; nuestra respuesta a quienes nos preguntan debemos darla con mansedumbre y respeto. Con mansedumbre, porque nosotros no somos dueños de la verdad, sino que ésta nos ha sido dada; y con respeto, porque hemos de ser respetuosos con la opinión de los demás y con su búsqueda de la verdad.

En el Itinerario de Renovación nos preparamos preci-samente para dar razón de nuestra esperanza. Tam-bién Cristo, el justo (y nosotros no lo somos), murió por los injustos. Él era hombre como nosotros, y por eso lo pudieron matar; pero como poseía el Espíritu, fue devuelto a la vida (1 Pedro 3,18). Ésta es también nuestra esperanza.

Monición de despedida

El próximo domingo estamos citados de nuevo en el Monte de los Olivos, para encontrarnos con el Señor, que deja esta tierra corporalmente para ir junto al Padre. En esa solemnidad de la gloriosa ascensión al cielo, recibiremos su mandato de extender su Evan-gelio a todas las gentes. ¡Llevad a todos la alegría y la paz que nos entregó Jesús. Marchad en paz!

R/. Demos gracias a Dios.

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Para la LITURGIA

Seréis mis testigos

Moniciones a las lecturas

Primera lectura y Evangelio. Hechos 1, 1-11 y Mt 28, 16-20:

Estas dos lecturas proclaman el mismo aconteci-miento de la Ascensión del Señor a los cielos que se celebra en esta festividad. Estamos en el penúltimo momento del misterio pascual, antes de la donación del Espíritu Santo.

Segunda lectura. Efesios 1,17-23:

Esta lectura es una reflexión teológica sobre el senti-do profundo que tiene la Ascensión del Señor para la Iglesia y para cada cristiano.

1 de junio de 2014 Solemnidad de la Ascensión

La Ascensión del Señor

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Seréis mis testigos

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Ideas para la homilía

La misión universal

La Ascensión es un momento más del único misterio pascual de la muerte y resurrección de Jesucristo, y expresa sobre todo la dimensión de exaltación y glo-rificación de la naturaleza humana de Jesús como contrapunto a la humillación padecida en la pasión, muerte y sepultura.

Al contemplar la ascensión de su Señor a la gloria del Padre, los discípulos quedaron asombrados, porque no entendían las Escrituras antes del don del Espíri-tu, y miraban hacia lo alto. Las palabras de los dos hombres mensajeros son fundamentales: Galileos, ¿qué hacéis ahí plantados mirando al cielo? El mis-mo Jesús que os ha dejado para subir al cielo, vol-verá como le habéis visto marcharse (Hechos 1,11).

Por extraño que parezca, los discípulos no sintieron nunca pena de haber perdido la presencia física de Jesús; al contrario: después de la Ascensión y Pen-tecostés comprendieron que el Señor, que no había abandonado el seno de su Padre al bajar de los cielos, tampoco se había separado de ellos al volver a su Pa-dre. Nunca jamás había estado la tierra tan llena de lo divino, jamás habían sentido a Jesús tan presente, tan fuerte, tan consolador. A donde quiera que iban, él les secundaba, confirmando sus palabras con los milagros que les acompañaban.

En el relato de este misterio según el Evangelio de san Mateo (28,19-20), el Señor envía a los discípulos a proclamar y a realizar la salvación, según el triple ministerio de la Iglesia: pastoral, litúrgico y magiste-rial: Id y haced discípulos de todos los pueblos (por el anuncio profético y el gobierno pastoral, formando y desarrollando la vida de la Iglesia), bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo (aplicándoles la salvación, introduciendo sacramen-talmente en la Iglesia); y enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado (mediante el magisterio apostólico y la vida en la caridad, el gran mandato). Se está cumpliendo el plan de Dios, y la salvación, anunciada primero a Israel, es proclamada a todos los pueblos. En esta obra de conversión universal, por larga y laboriosa que pueda ser, el Resucitado es-tará vivo y operante en medio de los suyos: Y sabed que yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo.

Al mismo tiempo, el Evangelio fundamenta el valor de la liturgia y de toda la obra de la Iglesia como una acción divina y humana a la vez, en la que Cristo tie-ne un papel protagonista y a la que asocia a su ama-dísima Esposa la Iglesia (Cf. Sacrosanctum Concilium 7). Entender y vivir la liturgia como “misterio” es te-ner presente, en primer lugar, “el valor de lo invisi-ble” y adorar y recibir la presencia de nuestro Señor y Cabeza como Salvador y Mediador universal. Así lo

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Para la LITURGIA

Seréis mis testigos

proclama la lectura apostólica cuando concluye que el Padre, cuando recibió la humanidad glorificada de su Hijo, todo lo puso bajo sus pies, y lo dio a la Iglesia como cabeza, sobre todo. Ella es su cuerpo, plenitud del que lo acaba todo en todos (Ef 1, 23).

Deseando unirnos de forma más comprometida con la misión de la Iglesia por medio del Itinerario de Re-novación, en este envío solemne que se proclamó en la Ascensión y se confirmó en Pentecostés, no nos apartamos del mundo, desencarnándonos, sino que somos llevados a trabajar en él con todos los hom-bres, porque, instruidos por la fe acerca del sentido de nuestra vida temporal, al mismo tiempo, con la espe-ranza de los bienes futuros, llevamos a cabo la obra que el Padre nos ha confiado en el mundo y labramos nuestra salvación (Vaticano II, Lumen gentium 48).

Monición de despedida

Una vez más estamos citados, el próximo domingo, en el Cenáculo de Jerusalén, para actualizar el gran acontecimiento de Pentecostés. Allí contemplare-mos la gloria del Señor que nos entregará el don del Misterio Pascual que es su Espíritu Santo. Con los án-geles de la Ascensión os repetimos: “No os quedéis mirando al cielo. Aguardad al Señor que viene a vo-sotros con su Espíritu de verdad, de vida y de amor”, él confirmará vuestras palabras con sus señales sal-vadoras. ¡Marchad en paz!

R/. Demos gracias a Dios.

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Seréis mis testigos

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8 de junio de 2014 Solemnidad de Pentecostés

El don pascual del Espíritu Moniciones a las lecturas

Primera lectura. Hechos 2, 1-11:

Esta lectura proclama el acontecimiento de la veni-da del Espíritu Santo sobre los apóstoles, cuando se cumplió la Cincuentena Pascual o “Pentecostés”. En la fiesta judía de la entrega de la Ley de Moisés, reci-bimos la nueva Ley de Cristo: el Espíritu Santo.

Segunda lectura. 1 Cor 12. 3b-7.12-13:

El Espíritu Santo es el alma de la Iglesia; toda la obra de Jesucristo se aplica gracias a él. El Espíritu Santo hace posible la confesión de fe y nos une en un solo cuerpo.

Evangelio de Juan 20,19-23:

En el día de Pascua, Jesús envía a los apóstoles y les comunica su Espíritu. Volviendo a leer lo mismo que al comienzo de la Pascua, recordamos que toda la Cincuentena es un gran día de fiesta, el día que hizo el Señor.

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Para la LITURGIA

Seréis mis testigos

Ideas para la homilía

El Espíritu Santo es el alma de la Iglesia

La jornada final de la cincuentena pascual, no era un buen día para los discípulos de Jesús, no era cosa de salir a la calle. En todo Jerusalén los judíos de la ciu-dad y los numerosos peregrinos celebraban ruidosa-mente la entrega de la Ley de Moisés en el Sinaí. Por eso, los escasos seguidores del Maestro de Nazaret, el Crucificado que murió acusando de faltar a aque-lla venerable Ley, estaban reunidos en oración jun-to con María, la Madre de Jesús. Pero todo cambió: allí recibieron el don prometido por el Resucitado: la nueva Ley y el alma de la nueva Iglesia, el Espíri-tu Santo. A partir de aquí es creada la Iglesia Una y santa. Aquí comienza el anuncio del Evangelio, junto con la celebración del Resucitado y las obras nuevas del Reino.

El discurso de san Pedro en este mismo día nos da la clave para comprender el misterio (designio divino) contenido en el acontecimiento de Pentecostés: A este Jesús lo resucitó Dios, de lo cual todos noso-tros somos testigos. Exaltado a la diestra de Dios y recibida del Padre la promesa del Espíritu Santo, le derramó según vosotros veis y oís (Hechos 2,32-33). Pentecostés manifiesta a Cristo Resucitado en el ejercicio pleno de su sacerdocio único, lo que es la finalidad de toda su vida a partir de la Encarnación histórica: obtener primero para sí, y después para los discípulos el Espíritu Santo, Espíritu del Padre y del Hijo en la coeternidad bienaventurada, alegría y amor divinos y transformantes. No podemos sepa-

rar a Cristo del Espíritu. San Pablo nos enseña que las dos principales obras de la gracia de Cristo —la fe y la comunión eclesial— se realizan a lo largo del tiempo gracias a la intervención del Espíritu Santo.

El Espíritu Santo es el alma de la Iglesia; toda la obra de Jesucristo se aplica gracias a él. El Espíritu Santo hace posible la confesión de fe —sin Él nadie puede decir “Jesús es el Señor” (Cor 13,3b; Segunda lectu-ra)— y nos une en un solo cuerpo. Sólo el Espíritu, don del Padre, revela a Cristo resucitado —sólo Cris-to revela al Padre— y sólo él con el Espíritu lleva al Padre. El centro de esta revelación es la resurrección como obra del Espíritu (Rom 1,1-4 y 1 Cor 15,45). Y como Cristo, también nosotros (Rom 8,1-10).

La celebración de esta solemnidad nos invita a vivir en un renovado Pentecostés: como los apóstoles nos encontramos pobres y en gran medida desvalidos ante el mundo. Ha pasado ya, incluso en los países de antigua evangelización, como el nuestro, la si-tuación de una “sociedad cristiana”, la cual, aún con las múltiples debilidades humanas, se basaba explí-citamente en los valores evangélicos. Hoy se ha de afrontar con valentía una situación que cada vez es más variada y comprometida, en el contexto de la globalización y de la nueva y cambiante situación de pueblos y culturas que la caracteriza.

La llamada a la “nueva evangelización” señala que hace falta reavivar en nosotros el impulso de los orí-genes, dejándonos impregnar por el ardor de la pre-

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Seréis mis testigos

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dicación apostólica después de Pentecostés. Hemos de revivir en nosotros el sentimiento apremiante de Pablo, que exclamaba: “¡Ay de mí si no predicara el Evangelio!” (1 Cor 9,16).

Monición de despedida

Hermanos y hermanas: Hemos llegado a un día en el que, al despedirnos hace tres años nos preguntába-mos: ¿Cuál será el resultado del Itinerario Diocesano de Renovación, de ese camino que se habría ante no-sotros como una peregrinación espiritual y pastoral? ¿Cuántos estaremos y cuál será entonces la situa-ción de nuestra sociedad y nuestra Iglesia? ¿Habre-mos escuchado de verdad la voz del Señor? Os invito a compartir vuestra experiencia. ¡En el nombre del Señor: Id a todo el mundo y anunciad el Evangelio! Aleluya, aleluya.

R/. Demos gracias a Dios. Aleluya, aleluya.

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Para la LITURGIA

Seréis mis testigos

1. Para que la Sagrada Escritura, con la luz del Es-píritu Santo, sea de verdad la fuente de nuestra espiritualidad y busquemos en ella la respuesta a todas nuestras inquietudes, roguemos al Señor.

2. Para que permanezcamos constantes en este Iti-nerario de Renovación y nuestros grupos manten-gan la unidad y el afecto entre los hermanos en la fe, roguemos al Señor.

3. Para que, Jesús, el Buen Pastor, encuentre res-puesta a su llamada y nuestra Iglesia tenga los ministros que necesita para ejercer su sagrada mi-sión, roguemos al Señor.

4. Para que la renovación y fortalecimiento de nues-tra vida cristiana haga de nosotros nuevos y efi-caces apóstoles en nuestra sociedad, roguemos al Señor.

5. Para que el Espíritu Santo, que nos guía en nues-tro itinerario cristiano, nos una en la misión y en el testimonio de su amor, roguemos al Señor.

6. Para que en la Iglesia no falten quienes consagren totalmente su vida al servicio de Dios y de los her-manos en el Orden sacerdotal y en la vida consa-grada, roguemos al Señor.

7. Para que el Espíritu Santo encuentre acogida en nuestras vidas y renueve nuestras comunidades cristianas, y el anuncio del Evangelio llegue con eficacia a todos los hombres, roguemos al Señor.

IV. Peticiones para unir a la oración de los fieles

en esta cincuentena pascual

Para la PARROQUIA

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Cuaresma-Pascua2014

Para la PARROQUIA

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Para la reconciliación de varios penitentes con confesión y absolución individual

Celebración comunitaria del sacramento de

la penitencia

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Para la PARROQUIA

Seréis mis testigos

Monición inicial

Dentro del proceso del IDR –convocado por nues-tro Sr. Arzobispo– en que está inmersa nuestra diócesis, este curso se nos recuerda especialmen-te que “Seréis mis testigos” (Hch 1, 8). Los temas de este ciclo nos hacen recorrer la historia de la salvación y se nos invita especialmente a hacer de nuestra historia personal y comunitaria una historia del amor de Dios.

Descubrimos nuestra condición de criaturas que ocupamos un lugar personal, único e irrepetible en el conjunto de la creación, porque hemos sido he-chos a “imagen de Dios” y puestos para someter la tierra y cuidarla como administradores suyos.

La fidelidad de Dios respecto a la creación y en ella al ser humano se va alargando en el tiempo marcado por Dios con las distintas alianzas que a lo largo de esta Cuaresma escuchamos en la pa-labra de Dios.

Con las palabras del salmo 145 comenzamos nuestra Celebración penitencial en este tiempo de gracia y conversión que es la Cuaresma:

“El Señor es bueno con todos y cariñoso con todas sus criaturas… abres tú la mano y sacias de favores a todo viviente”.

Ritos iniciales

Los ministros hacen su entrada en silencio, precedidos por la cruz y por el libro de los evangelios. Llegados al presbiterio, el evangeliario se coloca sobre el ambón y al lado se coloca la cruz. Como señal de veneración, el presidente puede incensar el libro de los evangelios y la cruz, mientras se canta un canto adecuado, por ejemplo:

Canto de entrada

Éste es el día del Señor. Éste es el tiempo de la misericordia.Delante de tus ojos ya no enrojeceremos a causa del antiguo pecado de tu pueblo. Arrancarás de cuajo el corazón soberbio y harás un pueblo humilde de corazón sincero.En medio de las gentes,nos guardas como un resto para cantar tus obras y adelantar tu reino. Seremos raza nueva para los cielos nuevos; sacerdotal estirpe, según tu Primogénito.

Saludo

En el nombre del Padre , y del Hijo y del Espíritu Santo.

R/. Amén.

El Señor, que en su infinita misericordia nos regenera a la libertad de los hijos, esté con todos vosotros.

R/. Y con tu espíritu.

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Seréis mis testigos

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Monición presidencial

(con estas o parecidas palabras)

El camino de la vuelta a Dios es cada vez una nueva acogida del amor misericordioso con el que el Padre nos sale al encuentro. Él vuelve hacia nosotros su rostro para que, regenerados por su presencia, nos convirtamos en testigos de su amor para con todas las criaturas.

Oración

Padre santo y misericordioso, que llamas siempre a tus hijos con la fuerza y la dulzura del amor. Rompe las durezas de nuestro orgullo y crea en nosotros un corazón nuevo, capaz de acoger el don de la vida de tu Hijo. Él que es Dios y vive y reina contigo, en la unidad del Espíritu Santo, por los siglos de los siglos.

R/. Amén.

Liturgia de la PalabraCelebrante:

Dispongámonos ahora a escuchar la Palabra del Señor. Acojamos con un corazón abierto esta Pa-labra de vida, para poder reconocer nuestro peca-do y volver a encontrar el camino de regreso a la casa del Padre.

Lectura de la segunda carta del Apóstol san Pablo a los Corintios 5, 20-6, 2

Salmo responsorial 94, 1-2. 6-7. 8-9 (R.: 8)

V/. Ojalá escuchéis hoy la voz del Señor: “No endu-rezcáis vuestro corazón”.

R/. Ojalá escuchéis hoy la voz del Señor: “No endu-rezcáis vuestro corazón”.

Venid, aclamemos al Señor, demos vítores a la Roca que nos salva; entremos a su presencia dán-dole gracias, aclamándolo con cantos.

R/. Ojalá escuchéis hoy la voz del Señor...

Entrad, postrémonos por tierra, bendiciendo al Señor, creador nuestro. Porque él es nuestro Dios, y nosotros su pueblo, el rebaño que él guía.

R/. Ojalá escuchéis hoy la voz del Señor...

Ojalá escuchéis hoy su voz: “No endurezcáis el cora-zón como en Meribá, como el día de Masá en el de-sierto; cuando vuestros padres me pusieron a prue-ba y me tentaron, aunque habían visto mis obras”.

R/. Ojalá escuchéis hoy la voz del Señor...

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Para la PARROQUIA

Seréis mis testigos

Aclamación al evangelio (15,32-32) De pie.

R/. Gloria, honor a ti, Señor Jesús.

Convenía hacer fiesta y alegrarse, porque este hermano tuyo había muerto y ha vuelto a la vida, se había perdido y ha sido encontrado.

R/. Gloria, honor a ti, Señor Jesús.

Evangelio según san Lucas 15,13.11-32

“Cuando todavía estaba lejos, el padre lo vio y, conmovido, salió a su encuentro”.

Al final se puede repetir la aclamación:

Gloria, honor a ti, Señor Jesús.

Homilía

Sigue una breve homilía, centrada en los textos pro-clamados. Deberá llevar a los penitentes al examen de conciencia, a la renuncia al pecado y a la conversión. Acabada la homilía, cuídese de que siga un oportuno tiempo de silencio, para permitir que los penitentes se recojan en el examen de conciencia y muevan su co-razón a una verdadera contrición de los pecados. Si se cree oportuno, el examen comunitario de conciencia puede sustituir a la homilía. En este caso, este examen debe inspirarse claramente en el texto proclamado.

Esquema para el examen de conciencia comunitario

1. “Un hombre tenía dos hijos. El menor de ellos dijo al padre: Padre, dame la parte de la hacienda que me corresponde. Y él les repartió la hacienda” (Lc 15,11-12).

¿Me creo con derechos en la presencia de Dios?

¿A dónde me ha conducido mi excesivo afán de libertad y autonomía? ¿A la libertad o a la escla-vitud?

2. “Entró en sí mismo y recapacitó” (Lc 15,17).

Como el hijo pródigo de la parábola, ¿tengo la capacidad de reflexionar, de entrar en mí mismo, para darme cuenta de mi situación? ¿Pienso con nostalgia en la casa del Padre?

3. “Cuántos jornaleros de mí padre tienen pan en abun-dancia, mientras que yo aquí me muero de hambre. Me levantaré e iré a mi padre” (Lc 15,17).

Mi voluntad de vuelta a la casa del Padre, ¿es equí-voca e interesada?

4. “Padre, he pecado contra el cielo y contra ti. Ya no merezco ser llamado hijo tuyo. Trátame como a uno de tus jornaleros. Partió y se puso en camino hacía su padre” (Lc 15,18-20).

¿Pretendo intercambiar mi condición de hijo con el “pan” que me permitiría sobrevivir?

Cuaderno Pastoral C U A R E S M A - P A S C U A 2 0 1 4

Seréis mis testigos

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5. “Cuando todavía estaba lejos, lo vio su padre y, con-movido, corrió, se echó a su cuello y le besó efusi-vamente. El hijo le dijo: “Padre, he pecado contra el cielo y contra ti. Ya no merezco ser llamado hijo tuyo” (Lc 15, 20).

¿Cómo reacciono ante la iniciativa del Padre, quien, olvidando toda forma de cálculo, me sale al encuentro, acogiéndome sin reservas, rehabili-tándome en mi dignidad de hijo?

6. “Pero el padre dijo a los criados. Pronto, traed el ves-tido mejor y vestidlo, ponedle un anillo en su mano y unas sandalias en los pies. Traed el novillo ceba-do, matadlo, y comamos y celebremos una fiesta, porque este hijo mío estaba muerto y ha vuelto a la vida, estaba perdido y ha sido hallado. Y comenza-ron la fiesta” (Lc 15,22-23).

¿Soy plenamente consciente de que sólo en el abrazo del Padre podré vivir plenamente mi voca-ción a la libertad?

7. “El hijo mayor se encontraba en el campo y, al volver, cuando se acercó a la casa, oyó la música y las danzas, y llamando a uno de los criados, le preguntó qué era aquello. Él le dijo: ha vuelto tu hermano y tu padre ha matado el novillo cebado, porque lo ha recobrado sano. Él se irritó y no quería entrar” (Lc 15,25-28).

Frente al amor misericordioso de Dios que perdo-na a mi hermano, ¿cultivo sentimientos de enfa-do, de celos, de desprecio?

¿Me tengo por bueno, justo, fiel?

¿Encuentro excusas para juzgar y condenar a los hermanos?

8. “El padre salió a suplicarle” (Lc 15,28).

¿Estoy dispuesto a convertirme a la lógica del amor del Padre y, sobre todo, al amor fraterno?

9. “Hijo, tú estás siempre conmigo y todo lo mío es tuyo, pero convenía celebrar una fiesta y alegrarse, porque este hermano tuyo estaba muerto y ha vuel-to a la vida, estaba perdido y ha sido hallado” (Lc 15, 15, 32-32).

¿Consigo entender el amor del Padre como una realidad viva, presente y visible en los gestos y en las palabras de Jesús, que mediante el Espíritu Santo sigue actuando eficazmente en su Iglesia, sobre todo en los sacramentos? ¿Sé captar, con los ojos de la fe, la caridad del Padre en los aconteci-mientos de la vida humana, en la vida de la Iglesia y en mi propia vida?

¿Cómo respondo a la llamada del Padre, que me lleva a ensanchar mis horizontes y a realizar ges-tos de auténtica caridad?

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Para la PARROQUIA

Seréis mis testigos

Rito de reconciliaciónLas invocaciones de perdón pueden ser sustituidas por un salmo o por un canto apropiado. El presidente invita a dirigirse a Dios:

Invoquemos a Dios, nuestro Padre, que espera a los hijos alejados y, a su vuelta, los acoge entre los brazos de su misericordia.

R/. Padre, hemos pecado contra el cielo y contra ti.

No te hemos reconocido como Padre misericor-dioso, nos hemos alejado de tu casa.

Pero, llenos de confianza, nos dirigimos a ti.

R/. Padre, hemos pecado contra el cielo y contra ti.

No hemos administrado con responsabilidad nuestra herencia: nuestra existencia, la libertad que nos has dado.

Pero, llenos de confianza, nos dirigimos a ti.

R/. Padre, hemos pecado contra el cielo y contra ti.

No hemos escuchado la llamada a escuchar tu voz ni tu Palabra de reconciliación. No hemos sa-bido alegrarnos y hacer fiesta por el perdón que tú concedes a nuestros hermanos. Pero, llenos de confianza, nos dirigimos a ti.

R/. Padre, hemos pecado contra el cielo y contra ti.

Oración del Señor

En Cristo, podemos presentarnos al Padre en un solo Espíritu porque hemos sido nombrados he-rederos suyos. Como hermanos: miembros de una sola familia, nos dirigimos con confianza al Padre con las palabras que Cristo Nuestro Señor nos enseñó: Padre nuestro...

Al final, se canta:

Tuyo es el reino, tuyo el poder y la gloria, por siempre, Señor.

El presidente concluye:

Mira con bondad, Señor, a tus hijos que se reco-nocen pecadores y haz que, liberados de toda cul-pa por el ministerio de tu Iglesia, den gracias a tu amor misericordioso. Por Cristo Nuestro Señor.

R/. Amén.

Confesión y absolución individual

Los ministros de la reconciliación se dirigen a las se-des preparadas. Siguen las confesiones sacramentales individuales. A cada penitente se le encomienda una obra de satisfacción o “penitencia” adecuada a sus fal-tas.

Durante las confesiones se puede cantar o poner una música suave, de fondo.

Cuaderno Pastoral C U A R E S M A - P A S C U A 2 0 1 4

Seréis mis testigos

88

Ritos finales

Acción de gracias

Y ahora, con el cántico de la Virgen María, demos gracias a Dios Padre por la gracia de su perdón.

Se aconseja cantar el “Magnificat”en alguna de sus versiones (“El Señor hizo en mí maravillas”, “Mi alma glorifica al Señor mi Dios...”) himno de alabanza al Padre, junto con la ofrenda del incienso alrededor del altar. El presidente concluye la acción de gracias diciendo:

Dios omnipotente y misericordioso, que de modo admirable creaste al hombre y más admirablemente aún lo redimiste; que no abandonas al pecador, sino que lo acompañas con amor paternal. Tú enviaste a tu Hijo al mundo para destruir, con su pasión, el pecado y la muerte y para devolvernos, con su resurrección, la vida y la alegría.

Tú has derramado el Espíritu Santo en nuestros corazones para hacernos herederos e hijos tuyos.

Tú nos renuevas constantemente con los sacramentos de salvación para liberarnos de la servidumbre del pecado y transformarnos, de día en día, en una imagen, cada vez más perfecta, de tu Hijo amado.

Te damos gracias por las maravillas de tu misericordia y te alabamos con toda la Iglesia cantando para ti un cántico nuevo con nuestros labios, nuestro corazón y nuestras obras.

A ti la gloria por Cristo en el Espíritu Santo, ahora y por siempre.

R/. Amén.

Intercambio del gesto de paz

Regenerados por el perdón del Padre, intercam-biad un signo de comunión fraterna.

Bendición final y despedida

Antes de la bendición y la despedida, se puede sugerir, además de la “penitencia” personal, una obra penitencial común de caridad que realizar como signo que actualiza la conversión.

El Señor esté con vosotros.

R/. Y con tu espíritu.

El Dios del amor y de la misericordia os haga concordes en la caridad y os establezca en la paz.

R/. Amén.

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Para la PARROQUIA

Seréis mis testigos

Y la bendición de Dios omnipotente, Padre , Hijo y Espíritu Santo, descienda sobre vosotros y permanezca para siempre.

R/. Amén.

El Señor os ha perdonado. Podéis ir en paz.

R/. Demos gracias a Dios.

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Cuaresma-Pascua2014

Aportación de Comisiones

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Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame (Mt 16,24)

Ante las dificultades del mundo contemporáneo, muchos se preguntan con frecuencia: ¿Qué puedo hacer? La luz de la fe ilumina esta oscuridad, nos hace comprender que cada existencia tiene una va-lor inestimable, porque es fruto del amor de Dios. El ama también a quien se ha alejado de él; tiene paciencia y espera, es más, él ha entregado a su Hijo, muerto y resucitado, para que nos libere radi-calmente del mal. Y Cristo ha enviado a sus discípu-los para que lleven a todos los pueblos este gozoso anuncio de salvación y de vida nueva.

Benedicto XVI (Mensaje para la JMJ RÍO 2013)

Presidente: En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.

Todos: Amén.

Todos: ¡Tu entrega en la cruz nos da la vida, nos enseña el Camino y nos revela la Verdad!

Presidente: Oremos. Oh Padre, enviaste tu Hijo Eter-no para salvar al mundo y escogiste hombres y mujeres para que, por Él, con Él y en Él, procla-masen la Buena Nueva a todas las naciones. Con-cede las gracias necesarias para que, en el rostro de todos tus discípulos, brille la alegría de ser, por la fuerza del Espíritu Santo, los evangelizadores que la Iglesia necesita en el Tercer Milenio.

Todos: Amén.

¡Toma tu cruz y sígueme!

Comisión Diocesana de

Apostolado Seglar-Laicos

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Para la PARROQUIA

Seréis mis testigos

Segunda Estación

Un joven: 2ª Estación: Jesús carga con la Cruz.

Una joven: Asumió una Cruz que no era suya.

V/. Él dice que la vida es valentía. Que es necesario luchar sin cesar. Vino a enseñar que es necesario cambiar las tinieblas en luz. Y he aquí que le dan una Cruz.

Oración

¡Heme aquí Señor Jesús, Cristo Redentor! Tu divino Corazón me convirtió. Cargaste sobre tus hombros mis dolores y miserias(Cf Is 53,4). Era mía la cruz que te hirió. Quiero completar en mi vida tu sacrificio, dejándome tocar por tan gran amor y dando testi-monio con las palabras y con el ejemplo en cualquier lugar donde el mundo lo necesite. Llevaré para siem-pre tu cruz en mi pecho y tus palabras en mi corazón. Quiero ser instrumento de este amor que nunca se cansa de amar.

Padrenuestro.

Primera Estación

Un joven: 1ª Estación: Jesús es condenado a muerte.

Una joven: Un inocente fue condenado.

V/. Él trajo un proyecto de vida. Él quiso liberar a los hermanos. Vino para proponer a su pueblo que tomaran la historia en sus manos. Y a la muerte fue condenado.

Oración

¡Heme aquí Señor Jesús, Cristo Redentor! Tu divino Corazón me atrajo. Vengo de las periferias del mun-do. Soy misionero y en mi camino me encuentro con muchos jóvenes inocentes que todos los días son lle-vados a la muerte de la pobreza, la violencia y por todo el tipo de consecuencias del pecado que nos hiere desde los orígenes de la humanidad. Quiero se-guir tus pasos con la seguridad de que todo lo puedo en Aquel que me fortalece y si Dios está por nosotros ¿quién contra nosotros?(Cf Fil 4,13; Rom 8,31-32).

Padrenuestro.

Cuaderno Pastoral C U A R E S M A - P A S C U A 2 0 1 4

Seréis mis testigos

94

Cuarta Estación

Un joven: 4ª Estación: Jesús encuentra a su madre afligida.

Una joven: ¡Dolor del Hijo, dolor de la madre!

V/. Él veía el valor de las mujeres. Y a las mujeres buscó liberar. Vino a enseñar que la mujer lleva en si misma el misterio del ser. Y a su madre sufrir, va a ver.

Oración (mujer)

¡Heme aquí Señor Jesús, Cristo Redentor! Contem-plo la profunda comunión de amor entre tu Corazón y el corazón de tu madre ¡Es una comunión redento-ra! Aquel intercambio silencioso de miradas, camino de la cruz, dice más que cualquier discurso o palabra. El dolor del Hijo es realmente el dolor de la madre. Esto me lleva a pensar en las luchas a favor de la vida desde la concepción hasta su fin natural. Nosotras las mujeres, tenemos una vocación muy fuerte para defender todo lo que tiene vida. No podemos acep-tar la violencia de quienes se creen con el derecho de interrumpir una vida indefensa. Queremos pro-clamar con tu madre: el Señor hizo en mi maravillas. Derriba a los arrogantes de sus tronos u exalta a los humildes. Despliega la fuerza de su brazo y nos sos-tiene en el camino de la nueva evangelización (Cf Lc 1,46-55)

Padrenuestro.

Tercera Estación

Un joven: 3ª Estación: Jesús cae por primera vez.

Una joven: La cruz se hacía cada vez más pesada.

V/. Él dice que la vida es ternura. Que es necesario saber perdonar. Vino a enseñar que hasta quien se equivoca tiene a Dios como Padre. Y él cae bajo el peso de la cruz.

Oración

¡Heme aquí Señor Jesús, Cristo Redentor! En las caí-das tu humilde Corazón me anima. Hoy te pedimos por la recuperación de los jóvenes que cayeron en la drogadicción y demás adicciones. Son victimas de un comercio violento y cruel. Están desfigurados y corren el riesgo de permanecer en el suelo. Veo tu rostro en el rostro de cada uno de ellos. Enséñanos a ser como el buen samaritano que no se queda en los discursos sino que tiene el valor para levantar a quien está tirado a la orilla del camino y cuidar de sus heridas (Cf Lc 10,25-37). En este gesto de solidaridad, enséñanos que solamente en ti encontraremos la to-tal transfiguración.

Padrenuestro.

95

Para la PARROQUIA

Seréis mis testigos

Sexta Estación

Un joven: 6ª Estación: Verónica enjuga el rostro de Jesús.

Una joven: La mujer que no se calló.

V/. Tenía un rostro de hombre del pueblo. Tenía marcas de duelo y sufrimiento. Tanto sufrió que de los escupitajos y sangre se desfiguró. Sin embargo alguien su rostro enjugó.

Oración

¡Heme aquí Señor Jesús, Cristo Redentor! Soy consa-grada a tu divino Corazón en el servicio al hermano. No me puedo callar mientras encuentro en los vías crucis de la vida a tantas victimas de una “cultura de la muerte”: mujeres en la prostitución y familias en la miseria, enfermos sin asistencia y ancianos despre-ciados, emigrantes sin tierra y jóvenes sin empleo, personas excluidas de la cultura digital y minorías tratadas con prejuicio…la lista es grande, mi Señor. Al enjugar las lágrimas, el sudor y la sangre del rostro de estos hermanos y hermanas veo maravillada que tu rostro se estampa en el lienzo de mi solidaridad (Cf Mt 25,31-46). Enséñame a unir siempre el misti-cismo y la militancia, la fe y la vida, el cielo y la tierra, porque Dios es nuestro Padre y somos hermanos, pero el pan también es nuestro y somos cristianos, es decir, personas que creen en el milagro de com-partir.

Padrenuestro.

Quinta Estación

Un joven: 5ª Estación: Simón de Cirene ayuda a cargar la cruz de Jesús.

Una joven: Se convirtió mientras ayudaba a Jesús.

V/. Cargaba su cruz cansado. Aplastado por tanta opresión. Y he aquí que llevó su cruz un hombre del campo. También sufría con Jesús.

Oración

¡Heme aquí Señor Jesús, Cristo Redentor! Tu divino Corazón me ha llamado. Tu llamada resuena con fuerza en mi interior: “Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame”. Sin embargo, no siempre comprendo que la luz debe pasar por la cruz. Al cargar un poco de tu peso, quie-ro aprender el camino para configurarme contigo. Que pueda decir un día: no vivo yo, sino que es Cristo quien vive en mi (Cf Gál 2,20). Haz de mi un ministro transparente. Líbrame de la tentación de estar en los primeros puestos y enséñame a ser un buen pastor, que da la vida para congregar a tu pueblo en la uni-dad.

Padrenuestro.

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Seréis mis testigos

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Octava Estación

Un joven: 8ª Estación: Jesús consuela a las mujeres de Jerusalén.

Una joven: Vocación de mujer: de la cuna hasta la cruz.

V/. En el camino por donde Él iba. Sufriendo casi solo, sin nadie. Algunas mujeres llorando siguieron a Jesús que sufría. Eran madres solidarias con el dolor.

Oración

¡Heme aquí Señor Jesús, Cristo Redentor! En su co-razón tan humano aprendí el valor salvífico del su-frimiento y del dolor. Completo en mi carne lo que falta a las tribulaciones de tu Cuerpo que es la Iglesia (Cf Col 1,24). No puedo olvidarme que la redención se realizó por tu Cruz, es decir, por el sacrificio. Eso me enseña que el dolor es parte de la condición hu-mana y es enteramente tocado por tu amor que sal-va. Eso no me lleva a una alienada resignación, sino que me hace consciente de que algunos dolores son oportunidades para unirme a tu Cruz. Es un miste-rio que solamente los que sufren unidos a ti pueden discernir en la medida cierta. Enséñame a que, en el momento del dolor, más que hablar de Dios es me-jor hablar con Dios. La oración consuela más que la explicación.

Padrenuestro.

Séptima Estación

Un joven: 7ª Estación: Jesús cae por segunda vez.

Una joven: Quien cae subiendo, cae hacia lo alto.

V/. Él dijo que la vida es un regalo. Para quien no se detuvo ni desistió. Lleva la cruz de los hermanos en los hombros con coraje y valor. Y una vez más, al suelo cayó.

Oración

¡Henos aquí Señor Jesús, Cristo Redentor! En tu co-razón encontramos nuestra morada. Desde nuestra juventud, iniciamos un camino de amor en Cristo, que es la manera cierta de construir una familia que tiene papel fundamental para la transmisión de la fe y de la vida. Contemplando tu pasión entendemos que todo lo que hiciste fue por amor. Sin embargo, aprendemos que nuestras pasiones no son cimien-tos seguros. Solamente construye sobre roca quien edifica en el amor. Danos la sabiduría para iniciar la construcción por los cimientos y no por el techo. Enséñanos que cada opción exige renuncias. Si cae-mos, Señor, que sea siempre en la lucha por avanzar, nunca porque estemos desistiendo de ella. Aún en las caídas, no permitas que nos separemos de ti.

Padrenuestro.

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Para la PARROQUIA

Seréis mis testigos

Décima Estación

Un joven: 10ª Estación: Jesús es despojado de sus vestiduras.

Una joven: ¡Era pobre y murió más pobre!

V/. Le quitaron sus vestiduras. Echaron a suertes la que le restó. Tan despojado y al no tener nada más se dio a sí mismo. Era pobre y murió aun más pobre.

Oración

¡Heme aquí Señor Jesús, Cristo Redentor! Tu corazón me enseña muchos modos de promover la comu-nión. Sé que las redes sociales son una posibilidad para construir verdaderas relaciones, sin embargo exigen mucho cuidado para no convertirme en rehén de las fuerzas de dispersión que les roban a los jóve-nes su identidad. La manipulación de la inteligencia es una de ellas. Eso puede llevarnos a una alienación de los derechos religiosos, sociales y políticos. De-lante de tu despojo total en el camino de la Cruz te pido en el nombre de los jóvenes: que tu gracia nos enseñe los caminos para evangelizar el “continente digital” y nos deje atentos a la posible dependencia o confusión de lo real y lo virtual, corriendo el ries-go de sustituir el encuentro con las personas por los contactos a través de la red.

Padrenuestro.

Novena Estación

Un joven: 9ª Estación: Jesús cae por tercera vez.

Una joven: ¡Después de eso no volvió a caer!

V/. Otra caída y ya es la tercera. Y cae, de cansancio, al suelo. Así como tantos que sufren por el hambre de pan y de amor. Y sucumben por tanta opresión.

Oración

¡Heme aquí Señor Jesús, Cristo Redentor! En tu Co-razón de maestro encontré la Verdad. Vengo del mundo de los estudios. En este momento son parte de mi misión. Me encantan el conocimiento y la cien-cia, pero muchas veces me seducen y hasta me indu-cen a imaginar que no te necesito. Sin embargo, mi corazón tiene sed de un amor y de una verdad que superen los amores y las verdades de esta tierra. So-lamente en tu Verdad encuentro la eterna sabiduría. Y en este tesoro encuentro las fuerzas para no caer ya. Solamente quien encuentra la verdad, más allá de los límites del cuerpo, permanece verdaderamen-te de pie.

Padrenuestro.

Cuaderno Pastoral C U A R E S M A - P A S C U A 2 0 1 4

Seréis mis testigos

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Duodécima Estación

Un joven: 12ª Estación: Jesús muere en la Cruz.

Una joven: El autor de la vida aceptó morir.

V/. Aplastado, herido y vencido. Derrotado Él no reaccionó. Como quien no puede hacer nada agonizó y expiró. Es la vida la que vemos morir.

Oración

¡Heme aquí Señor Jesús, Cristo Redentor! En tu Co-razón encontré la vida y la vida en plenitud. Conoces bien los límites de mi condición física. Vivo un perio-do difícil de purificación. La enfermedad es mi cruz. Acéptame unido a ti en este momento. La seguridad de que estás conmigo hace que cada minuto valga la pena. Quisiera vivir muchos años, pero ¿qué es eso comparado con la eternidad? Entonces, Señor, fortalece mi fe, mi esperanza y mi caridad. Que oiga de tu boca la frase que consoló a tantos enfermos y dolientes: “Tu fe te ha salvado, vete en paz” (Cf Lc 8, 48).

Padrenuestro.

Undécima Estación

Un joven: 11ª Estación: Jesús es clavado en la Cruz.

Una joven: Dos trazos formaron Su Cruz.

V/. Teniendo dos ladrones a su lado. Fue clavado en la Cruz que cargó. Crucificado, agredido, insultado, Jesús perdonó al verdugo que le hirió y mató.

Oración

¡Heme aquí Señor Jesús, Cristo Redentor! En tu di-vino Corazón encontré la verdadera libertad. Soy consciente de aquellas palabras de Juan Pablo II: “La peor prisión es un corazón cerrado”. Miles de jóve-nes están encarcelados cumpliendo penas por erro-res cometidos. Tu mirada de perdón desde lo alto de la cruz me hace pensar que es posible cambiar de vida. Enséñame que tu cruz unió la tierra y el cielo y que tus brazos abiertos acogen a todos, hasta los que están en la cárcel (Cf Mt 25,43).Qué alegría saber que amas no solamente a quien es justo y santo, sino también al pecador (Cf Rom 5,8).

¡Gracias, Señor, por tu inmensa compasión!

Padrenuestro.

99

Para la PARROQUIA

Seréis mis testigos

Decimocuarta Estación

Un joven: 14ª Estación: Jesús es colocado en el se-pulcro.

Una joven: Sembrado en el fecundo silencio.

V/. Sepultado en la roca más fría. Nada más se podía esperar. Se iba con Él el proyecto de vida que vino a enseñar. Es mi pueblo escondido y rezando.

Oración

Señor Jesús, Cristo Redentor, aquí estamos, envía-nos! (Cf Is 6,8).

Queremos ser un solo corazón y una sola alma. Ire-mos a todas las naciones de la tierra para dar tes-timonio de que encontramos el verdadero camino hacia la vida. La semilla de tu Palabra ha caído en nuestros continentes. No la dejaremos sepultada. Enséñanos a cultivar esta semilla para que nazcan los frutos de una nueva evangelización.

Padrenuestro.

Decimotercera Estación

Un joven: 13ª Estación: Jesús es bajado de la Cruz.

Una joven: María y los discípulos lo bajaron de la Cruz.

V/. Parecía estar todo acabado. Jesucristo baja de la cruz. Muerto y sin vida María lo recibe sin decir nada. Es a mi pueblo al que veo llorando.

Oración

¡Heme aquí Señor Jesús, Cristo Redentor! Es mara-villoso escuchar las lecciones de tu divino Corazón. Paso los días en el silencia de sonidos y palabras. No puedo oír con los oídos, pero escucho tu voz en mi corazón. Al mirarte bajado de la cruz, reposar en el regazo piadoso de tu querida madre, siento que todos los discursos son insuficientes y no es necesa-rio ni una sola palabra. Existen momentos en que el silencia y la contemplación hablan mucho más. En-séñame a bajar de la Cruz a mis hermanos, que en ella sufren y esperan misericordia de mi parte. Que mi testimonio sea un silencioso grito de amor y de solidaridad.

Padrenuestro.

100

Comisión Diocesana de

Pastoral de la Salud

“También nosotros debemos dar la vida por los hermanos”

(Jn 3,16)

101

Para la PARROQUIA

Seréis mis testigos

El sufrimiento redentor y glorificado del Hijo Dios, constituye la epifanía del amor trinitario que es Dios y de la vocación del hombre a la filiación. En el cen-tro del acontecimiento pascual, se sitúan, la pasión-muerte y resurrección de Jesús.

Ante todo, el “acontecimiento pascual” llega a su plenitud en la revelación amorosa de Dios como “Pa-dre” que permite que su único “Hijo”, nuestro Señor Jesucristo, pase, para salvarnos-sanarnos-redimir-nos, por su pasión y muerte en cruz, lo que le lleva por el “Espíritu Santo” a la gloria de la Resurrección.

También representa éste, la experiencia límite de la libertad del Hijo como don de sí, de su solidaridad e identificación con los hombres, de su fidelidad y obediencia al Padre. La libertad impulsa a asumir (Getsemaní) hasta las últimas consecuencias el amor al Padre, lo que supone el anuncio de la llegada del Reino. “Yo doy mi vida para recobrarla de nuevo. Na-die me la quita sino que la doy por mí mismo”. La experiencia del sufrimiento físico y espiritual (expre-sada en el grito del total abandono) manifiesta hasta qué punto el rechazo de Dios, por parte de los hom-bres, hiere profundamente su condición humana.

La persona humana que sufre se da cuenta de que ha perdido algo, le falta la salud y en algunas ocasiones el reconocimiento social.

Todo sufrimiento es un desequilibrio que nos vemos impulsados a restablecer. Por tanto, más que quejar-nos de que exista, está en nuestras manos trabajar para que desaparezca o se palie. El sufrimiento que nos ha golpeado una vez, nos induce pues a cambiar ya que es un medio para crecer.

La más alta posibilidad de realización está en el sufri-miento, no ha pesar del sufrimiento, sino en el sufri-miento y a través del sufrimiento.

Ninguna vida humana está libre de hacer frente a estas limitaciones; el cristiano lo acepta mirando a Jesús, que sufrió el dolor en todas sus dimensiones: físico, abandono de sus discípulos y amigos, fraca-so en su proyecto hasta que llega a preguntar por qué…, hasta sentir el abandono del Padre de quien se sentía y sabía uno….La aceptación es el paso para transformar ese dolor.

El cristianismo es la religión del Amor. Este es el que permite, trasformar el sufrimiento. No olvidemos que todo lo que Dios quiere o permite es para nues-tro bien y que sólo quien pasa a través del hielo del dolor llega al incendio del Amor.

De ahí que el sufrimiento humano, en su realidad física y espiritual, y la muerte, fruto del pecado en la forma dramática y angustiosa en que se experi-menta en la práctica, se comprenden pues de nuevo a través del “acontecimiento pascual” en la relación recíproca de “ágape” como libre don de sí del Padre y del Hijo, que se vuelca y sobreabunda en la hu-manidad, que se transforma por medio del Espíritu Santo en un acontecimiento de Salvación, en signo e instrumento de la relación del Padre en Cristo Jesús crucificado y redentor.

Cuaderno Pastoral C U A R E S M A - P A S C U A 2 0 1 4

Seréis mis testigos

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Peticiones

- Señor, haz que el Papa, los Obispos, en especial nuestro arzobispo Carlos, los sacerdotes y diáconos, sean portadores de tu Palabra de Salvación en espe-cial a los jóvenes que buscan a Dios.

- Te pedimos Señor, por los jóvenes llamados a se-guir la voz del Espíritu, haz que sepan acoger el don de la vocación, siendo fuertes en las dificultades y alegres en la entrega.

- Señor, tú que elegiste y llamaste a los primeros dis-cípulos, enviándolos al mundo, protege a nuestras familias, haz que nunca falten laicos preocupados por formar pequeñas “Iglesias Domé sticas”.

- Señor, te encomendamos a las parroquias, para sean presencia evangelizadora, comunidades sanas y fuentes de salud junto a los enfermos y a quienes les ayudan a afrontar la enfermedad.

- Señor, haz que los que hemos sido llamados a per-tenecer al grupo “Enfermos Misioneros” nos sinta-mos miembros activos de tu Iglesia, misioneros de tu Reino.

- Te pedimos Señor, por todos los agentes de pasto-ral, para que cada vez seamos más las personas que descubramos que el secreto de la felicidad consiste en vivir abiertos a la voluntad de Dios.

ORACIÓN POR LOS ENFERMOS

Señor, Te encomendamos a todos los que sufren, a los enfermos de nuestra comunidad.

Hemos oído su queja y su dolor; sus silencios, su soledad, sus lágrimas… nos enmudecen, nos duelen… pero en ti ponemos la esperanza.

Su lucha por la vida, o su desesperación, nos impulsan a reflexionar, a descubrir el corazón de la vida… la necesidad de amar y ser amados.

Haz, Señor, que, guiados por tu Espíritu, nos pongamos en su camino y, acompañando su vida, encontremos, juntos, paz y serenidad.

Amén.

Para la PARROQUIA

Comisión Diocesana de

Pastoral de l’Ambient i

Ecologia HumanaSer testigos en la custodia de la creación también en la parroquia

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Tiempo para reflexionar, tiempo para actuar

Cuaresma es tiempo en el que la austeridad o la so-briedad cobran mayor relevancia. El ayuno y la abs-tinencia, por un lado, y el estilo de vida consumista, por otro, no encajan. Si además caemos en la cuenta de que la cultura del consumismo y del desperdicio supone dar la espalda a los pobres y, además, es ge-neradora de cultura del descarte, de pobreza (Men-saje XLV Jornada Mundial de la Paz n.1), seremos en-tonces capaces de entender que nuestro ayuno de lo superfluo y la abstinencia de consumismo, más que una negación penosa, es fuente de riqueza para las personas y para la tierra que es el hogar de todos.

Amar, orar, reducir, reutilizar, reciclar… una propues-ta de programa cuaresmal y pascual.

Ser testigos de nuestra fe en Dios creador pasa ne-cesariamente por sabernos ministros de la creación, es decir, responsables. “En cambio, a menudo nos dejamos llevar por la codicia, por la soberbia del do-minar, del tener, del manipular, del explotar; no cus-todiamos la naturaleza, no la respetamos, no la con-sideramos un don gratuito que tenemos que cuidar y poner al servicio de los hermanos, también de las generaciones futuras” (Mensaje XLV Jornada Mundial de la Paz n.1).

¿Cómo podemos ser testigos de nuestra respon-sabilidad en la salvaguardia de la creación? Con sencillas acciones. Este año podemos plantearnos dar testimonio con el uso responsable del papel en la misma parroquia. Y el próximo… con el uso de la energía, por ejemplo.

Las pequeñas acciones que os proponemos (quizás algunas desde siempre las hemos hecho, quizás otras las teníamos olvidadas y, otras, puede que nos llamen la atención) responden a la dinámica del grano de mostaza; dar testimonio no supone nece-sariamente grandes acciones, pero sí suponen una oportunidad para evangelizar: nuestra parroquia tie-ne una responsabilidad en la salvaguardia del medio ambiente porque transmite la fe en Dios creador. Estas acciones, estos testimonios, son una buena ocasión para comunicar desde el ejemplo que todos, especialmente los cristianos, somos responsables de la creación.

Y si mañana descubrimos que en algún consejo que se proponen nos equivocamos, entonces rectifica-mos, pero no hacer nada nos evocaría, más que la prudencia, cierto personaje de la parábola de los talentos.

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Para la PARROQUIA

Seréis mis testigos

Pequeñas acciones, testimonios de fe

Para un testimonio cristiano y, por tanto, solidario…

Reduce:

• Revisemos los documentos de nues-tro ordenador con un corrector orto-gráfico antes de imprimirlos.

• Aprovechemos mejor el papel en la impresión reduciendo el tamaño de la letra, los márgenes o el interlineado. Si por el tipo de documento o publi-cación no podemos hacerlo, al menos en los borradores sí.

• Utilicemos el correo electrónico como alternativa a otras vías de comunica-ción con papel.

• Imprimamos y fotocopiemos a dos caras. Al comprar alguno de estos aparatos escojamos la que te permita hacerlo.

• Hagamos las fotocopias realmente necesarias, aunque podamos pagar-las todas. En la mayoría de los casos calculamos para que sobre.

Reutiliza:

• Para imprimir borradores podemos utilizar el papel fotocopiado o impre-so a una cara.

• Las hojas que se imprimieron o foto-copiaron a una cara también las po-demos cortar, a la medida que nos convenga, reutilizándolas para tomar notas, apuntar un número de teléfo-no, la intención de una misa..

• Los carteles de las campañas que son de color blanco por el revés se pueden reutilizar para rotular o, como toda la vida, para forrar libros…

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Recicla:

• La sacristía y el despacho suelen ser lugares de descarte de papel, y no di-gamos los locales parroquiales. Depo-sitemos todos los residuos de papel y cartón en contenedores de recogida selectiva. Puede servir una pequeña caja o una “papelera” azul, o con una bolsa azul, para indicar que es exclusi-vamente para papel. Después las va-ciaremos en el contenedor azul.

• No estaría de más poner un pequeño rótulo en la papelera que hiciera alu-sión al deber de ser responsables para con la creación. Nos recordará que no sólo lo hacemos para ser buenos ciu-dadanos, sino además porque somos cristianos (en la web de la Vicaría: http://evangelizacionvalencia.org, en la Comisión de Pastoral de l’Ambient i Ecologia Humana, os dejamos un ejemplo junto con ese material para Cuaresma-Pascua).

• Es recomendable que quines se encar-guen de la limpieza estén informados de que cada cosa vaya al contenedor apropiado. De otra forma también es recomendable que haya uno o varios responsables encargados de vaciar el contenido de las papeleras en los con-tenedores azules de la calle.

• Antes de poner los papeles en los con-tenedores, extraigamos todos los ele-mentos extraños (clips, grapas, ven-tanas de sobres…).

• Pleguemos las cajas de cartón quitan-do las cintas de embalaje.

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Para la PARROQUIA

Seréis mis testigos

• No en todas nuestras parroquias los ayuntamien-tos disponen de contenedores de recogida selec-tiva de residuos. Aún así podemos reducir y reu-tilizar.

• A la hora de aplicar unas buenas prácticas ambien-tales, una actitud impositiva y minimalista puede conducir a la animadversión ante el cuidado de la creación. Siempre es más hacer menos que no ha-cer nada. Cambiar la mentalidad cuesta, y de eso sabemos un rato.

• Es bueno recordar que las cosas nunca las hace-mos del todo bien, ni quien propone con sus in-coherencias, ni quien escucha con oído crítico, pero señalar los fallos del otro no es excusa, como decíamos antes, para “pasar” de las responsabili-dades que nos son propias y para no hacer mejor las cosas.

“Hay otros seres frágiles e indefensos, que muchas veces quedan a mer-

ced de los intereses económicos o de un uso indiscriminado.

Me refiero al conjunto de la creación. Los seres humanos no somos meros beneficiarios,

sino custodios de las demás criaturas”.

(Evangelii Gaudium n.215)

Podemos lanzar al contenedor de papel:

Papel de impresión o escrituraSobresDiarios y revistasCatálogos y trípticosCarpetas y cartonesPósteres y publicidad

No debemos lanzar al contenedor:

Papel térmico de faxPapel adhesivoPapel de autocopiadoCarpetas con elementos metálicos o plásticos (quítalos previamente)Cartones de bebidas (tetrabricks)Pañuelos o servilletas, con restos de comida, orgánicos…

• Que las marcas no nos confundan. Cuando indican sin más “reciclable” con el símbolo correspondiente, o “100% reciclable”, significa solamen-te eso, que el papel es reciclable, no que contengan material reciclado.

Seréis mis testigos

Comisión Diocesana para

los MayoresVía Crucis de los Mayores

El Vía Crucis es un momento privilegiado de la tra-dicional piedad de nuestros mayores durante la Cuaresma y la Semana Santa. Momento de oración guiada por la Palabra de Dios, en el que, a través de las tradicionales estaciones, contemplamos las eta-pas del camino que siguió Cristo hasta su muerte en la Cruz.

Proponemos, en el presente año, recorrer el Vía Cru-cis de la mano de la Exhortación apostólica Evangelii gaudium del papa Francisco, teniendo como fondo el horizonte de la misión evangelizadora a la que nuestros mayores, y todos los cristianos, estamos llamados. Desde la Resurrección de Cristo podemos contemplar y meditar con serena alegría los miste-rios de la Pasión de nuestro Señor.

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Para la PARROQUIA

Seréis mis testigos

Monición inicial

En el nombre del Padre , y del Hijo y del Espíritu Santo.

R/. Amén.

El papa Francisco, en la Exhortación apostólica Evangelii gaudium, nos recuerda que el Evange-lio, donde deslumbra gloriosa la Cruz de Cristo, invita insistentemente a la alegría. Bastan algu-nos ejemplos: «Alégrate» es el saludo del ángel a María (Lc 1,28). En su canto María proclama: «Mi espíritu se alegra en Dios, mi salvador» (Lc 1,47). Jesús mismo «se llenó de alegría en el Es-píritu Santo» (Lc 10,21). Su mensaje es fuente de gozo: «Os he dicho estas cosas para que mi ale-gría esté en vosotros, y vuestra alegría sea ple-na» (Jn 15,11). Nuestra alegría cristiana bebe de la fuente de su corazón rebosante. Él promete a los discípulos: «Estaréis tristes, pero vuestra tris-teza se convertirá en alegría» (Jn 16,20). E insiste: «Volveré a veros y se alegrará vuestro corazón, y nadie os podrá quitar vuestra alegría» (Jn 16,22). Después ellos, al verlo resucitado, «se alegraron» (Jn 20,20). El libro de los Hechos de los Apóstoles cuenta que en la primera comunidad «tomaban el alimento con alegría» (2,46). Por donde los dis-cípulos pasaban, había «una gran alegría» (8,8), y ellos, en medio de la persecución, «se llenaban de gozo» (13,52). ¿Por qué no entrar también no-sotros en ese río de alegría? (cf. EvG 5). Por Jesu-cristo, nuestro Señor. Amén.

Acto de contrición

¡Señor mío, Jesucristo! Dios y Hombre verdade-ro, Creador, Padre y Redentor mío; por ser Vos quien sois, Bondad infinita, y porque os amo so-bre todas las cosas, me pesa de todo corazón ha-beros ofendido; también me pesa porque podéis castigarme con las penas del infierno. Ayudado de vuestra divina gracia, propongo firmemente nunca más pecar, confesarme y cumplir la peni-tencia que me fuere impuesta. Amén.

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Primera EstaciónJesús es condenado a muerte

V/. Te adoramos, Cristo, y te bendecimos. R/. Porque por tu Santa Cruz redimiste al mundo.

Del Evangelio según san Mateo (26,59-60.63-66)

Los sumos sacerdotes y el Sanedrín en pleno bus-caban un falso testimonio contra Jesús para con-denarlo a muerte y no lo encontraban, a pesar de los muchos falsos testigos que comparecían. El sumo sacerdote se puso en pie y le dijo: «Te conjuro por el Dios vivo a que nos digas si tú eres el Mesías, el Hijo de Dios». Jesús le respondió: «Tú lo has di-cho. Más aún, yo os digo: desde ahora veréis al Hijo del hombre sentado a la derecha del Poder y que viene sobre las nubes del cielo». Entonces el sumo sacerdote rasgó sus vestiduras diciendo: «Ha blas-femado. ¿Qué necesidad tenemos ya de testigos? Acabáis de oír la blasfemia. ¿Que decidís?». Y ellos contestaron: «Es reo de muerte».

Meditación

Señor, tu Espíritu nos hace creer en Jesucristo, que con su muerte y resurrección nos revela y nos comunica la misericordia infinita del Padre. En nuestros oídos vuelve a resonar siempre el pri-mer anuncio: «Jesucristo te ama, dio su vida para salvarte, y ahora está vivo a tu lado cada día, para iluminarte, para fortalecerte, para liberarte». Ese anuncio que siempre queremos volver a escuchar y que siempre queremos volver a anunciar de una forma o de otra a nuestros hijos y nietos (cf. EvG 164).

Padre nuestro...

Canto

A ti levanto mis ojosa ti que habitas en el cielo;a ti levanto mis ojosporque espero tu misericordia.

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Para la PARROQUIA

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Segunda EstaciónJesús con la cruz a cuestas

V/. Te adoramos, Cristo, y te bendecimos. R/. Porque por tu Santa Cruz redimiste al mundo.

Del Evangelio según san Marcos (8,34-36)

Jesús, llamando a la gente y a sus discípulos les dijo: «El que quiera venir en pos de mí, que se nie-gue a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga. Porque quien quiera salvar su vida, la perderá; pero el que pierda su vida por mí y por el Evangelio, la salvará. Pues, ¿de qué le sirve a un hombre ganar el mundo entero si pierde su vida?».

Meditación

Señor, sabemos que la entrega de Jesús en la cruz no es más que la culminación de un modo de vi-vir que marcó toda su existencia. Cautivados por ese modelo, deseamos integrarnos a fondo en la sociedad, compartimos la vida con todos, escu-chamos sus inquietudes, colaboramos material y espiritualmente con los que sufren en sus necesi-dades, nos alegramos con los que están alegres, lloramos con los que lloran y nos compromete-mos en la construcción de un mundo nuevo, codo a codo con los demás. Pero no por obligación, no como un peso que nos desgasta, sino como una opción personal que nos llena de alegría y nos otorga identidad (cf. EvG 269).

Padre nuestro...

Canto (CLN 103)

Ved la Cruz de la Salvacióndonde Dios nos dio la vida;precio de la redenciónde la humanidad caída.

Cruz de Cristo Vencedor,te adoramos, sálvanos.

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Tercera EstaciónJesús cae por primera vez

V/. Te adoramos, Cristo, y te bendecimos.R/. Porque por tu Santa Cruz redimiste al mundo.

Del libro del profeta Isaías (53,4-6)

Él soportó nuestros sufrimientos y aguantó nues-tros dolores; nosotros lo estimamos leproso, herido de Dios y humillado, traspasado por nuestras re-beliones, triturado por nuestros crímenes. Nuestro castigo saludable cayó sobre él, sus cicatrices nos curaron. Todos errábamos como ovejas, cada uno siguiendo su camino, y el Señor cargó sobre él to-dos nuestros crímenes.

Meditación

Señor, no nos dejes caer en la tentación de la conciencia de derrota que nos convierte en pe-simistas quejosos y desencantados con cara de vinagre. Sabemos que nadie puede emprender una lucha si de antemano no confía plenamen-te en el triunfo. El que comienza sin confiar per-dió de antemano la mitad de la batalla y entierra sus talentos. Aun con la dolorosa conciencia de nuestras propias fragilidades, queremos seguir adelante sin declararnos vencidos, recordando lo que el Señor dijo a san Pablo: «Te basta mi gra-cia, porque mi fuerza se manifiesta en la debili-dad» (2 Cor 12,9). El triunfo cristiano es siempre una cruz, pero una cruz que al mismo tiempo es bandera de victoria, que se lleva con una ternura combativa ante los embates del mal (cf. EvG 85).

Padre nuestro...

Canto (CLN 117)

Y Jesús nos dará en el Calvario su lección: “Hágase tu voluntad”. Y su sangre, vertida por nosotros será el precio de nuestra libertad.

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Para la PARROQUIA

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Cuarta EstaciónJesús se encuentra con su Madre

V/. Te adoramos, Cristo, y te bendecimos. R/. Porque por tu Santa Cruz redimiste al mundo.

Del Evangelio según san Lucas (2,34-35.51)

Simeón los bendijo y dijo a María, su madre: «Mira, éste está puesto para que muchos en Israel caigan y se levanten; será una bandera discutida: así que-dará clara la actitud de muchos corazones. Y a ti, una espada te traspasará el alma». Su madre con-servaba todo esto en su corazón.

Meditación

Señor, tu madre María es la que sabe transformar una cueva de animales en la casa de Jesús, con unos pobres pañales y una montaña de ternura. Ella es la esclavita del Padre que se estremece en la alabanza. Ella es la amiga siempre atenta para que no falte el vino en nuestras vidas. Ella es la del corazón abierto por la espada, que compren-de todas las penas. Como madre de todos, es sig-no de esperanza para todos los hombres. Ella es la misionera que se acerca a nosotros para acom-pañarnos por la vida, abriendo los corazones a la fe con su cariño materno. Como una verdadera madre, ella camina con nosotros, lucha con no-sotros, y derrama incesantemente la cercanía del amor de Dios (cf. EvG 286).

Padre nuestro...

Canto

Mientras recorres la vida, tú nunca solo estás, contigo por el camino Santa María va.

¡Ven con nosotros al caminar, Santa María, ven! (bis)

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Seréis mis testigos

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Quinta Estación

El Cireneo ayuda a Jesús a llevar la cruz

V/. Te adoramos, Cristo, y te bendecimos. R/. Porque por tu Santa Cruz redimiste al mundo.

Del Evangelio según san Mateo (27,32)

Al salir, encontraron a un hombre de Cirene, llamado Simón, y lo forzaron a llevar su cruz.

Meditación

Señor, los mayores sabemos que el Evangelio nos invita siempre a correr el riesgo del encuen-tro con el rostro del otro, con su presencia física que nos interpela, con su dolor y sus reclamos, pero también con la alegría que contagia en un constante cuerpo a cuerpo. La verdadera fe en el Hijo de Dios hecho carne es inseparable del don de nosotros mismos, de nuestra pertenencia a la comunidad, del servicio, de la reconciliación con la carne de los otros. El Hijo de Dios, en su encar-nación, nos invitó a la revolución de la ternura (cf. EvG 88).

Padre nuestro...

Canto

Un mandamiento nuevo nos dio el Señor: que nos amáramos todos como Él nos amó.

La señal de los cristianos es amarse como hermanos.

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Para la PARROQUIA

Seréis mis testigos

Sexta EstaciónLa Verónica enjuga el rostro de Jesús

V/. Te adoramos, Cristo, y te bendecimos.R/. Porque por tu Santa Cruz redimiste al mundo.

Del libro del profeta Isaías (53,2-3)

No tenía figura ni belleza. Lo vimos sin aspecto atrayente, despreciado y evitado por los hombres, como un hombre de dolores, acostumbrado a sufri-mientos, ante el cual se ocultan los rostros; despre-ciado y desestimado.

Meditación

Señor, los mayores queremos que la belleza del Evangelio pueda ser mejor percibida y acogida por todos. Pero sabemos que la fe siempre con-serva un aspecto de cruz, alguna oscuridad que no nos quita la firmeza de nuestra adhesión, pues hay cosas que sólo se comprenden y valoran des-de esa adhesión que es hermana del amor. Por ello, queremos transmitir esa belleza del Evange-lio despertando la adhesión de los corazones de nuestros hermanos, con nuestra cercanía, amor y testimonio. Anunciar a Cristo significa mostrar que creer en Él y seguirlo no es sólo algo verda-dero y justo, sino también bello, capaz de colmar nuestra vida de un nuevo resplandor y de un gozo profundo, aun en medio de las pruebas y sufri-mientos (cf. EvG 42.167).

Padre nuestro...

Canto (CLN 402)

Anunciaremos tu Reino, Señor, tu Reino, Señor, tu Reino.

Reino que ya ha comenzado, Reino que no tendrá fin.

Tu Reino, Señor, tu Reino.

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Seréis mis testigos

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Séptima Estación

Jesús cae por segunda vez

V/. Te adoramos, Cristo, y te bendecimos. R/. Porque por tu Santa Cruz redimiste al mundo.

Del libro de los Salmos (22,7-12)

Pero yo soy un gusano, no un hombre, vergüen-za de la gente, desprecio del pueblo; al verme, se burlan de mí, hacen visajes, menean la cabeza: “Acudió al Señor, que lo ponga a salvo; que lo li-bre si tanto lo quiere”. Pero tú eres quien me sacó del vientre, me tenías confiado en los pechos de mi madre; desde el vientre materno tú eres mi Dios. No te quedes lejos, que el peligro está cerca y nadie me socorre.

Meditación

Señor, muchas veces nuestra propia familia o nuestros amigos pueden ser como un desierto donde hay que conservar nuestra fe y aun tratar de difundirla. Pero precisamente a partir de la ex-periencia de este desierto, de este vacío, es como podemos descubrir nuevamente la alegría de creer, su importancia vital para todos nosotros, hombres y mujeres. En el desierto se vuelve a descubrir el valor de lo que es esencial para vivir, del sentido último de la vida. Y en el desierto se necesitan sobre todo personas de fe, como no-sotros, que, con nuestra propia vida, indiquemos a nuestros hermanos el camino hacia la Tierra prometida y de esta forma mantengamos viva la esperanza (cf. EvG 86).

Padre nuestro...

Canto (CLN 107)

Sí, me levantaré. Volveré junto a mi Padre.

A ti, Señor, elevo mi alma. Tú eres mi Dios y mi Salvador.

Sí, me levantaré. Volveré junto a mi Padre..

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Para la PARROQUIA

Seréis mis testigos

Octava EstaciónJesús encuentra a las mujeres de Jerusalén

V/. Te adoramos, Cristo, y te bendecimos. R/. Porque por tu Santa Cruz redimiste al mundo.

Del Evangelio según san Lucas (23,28-31)

Jesús se volvió hacia ellas y les dijo: «Hijas de Je-rusalén, no lloréis por mí, llorad por vosotras y por vuestros hijos, porque mirad que llegará el día en que dirán: “Bienaventuradas las estériles y los vientres que no han dado a luz y los pechos que no han criado”. Entonces empezarán a decirles a los montes: “Caed sobre nosotros”, y a las colinas: “Cubridnos”; porque, si esto hacen al leño verde, ¿qué harán con el seco?».

Meditación

Señor, los mayores practicamos frecuentemen-te la oración de intercesión por el prójimo, que nos estimula particularmente a la entrega evan-gelizadora y que nos motiva a buscar el bien de los demás. Como decía san Pablo: «En todas mis oraciones siempre pido con alegría por todos vo-sotros [...] porque os llevo dentro de mi corazón» (Flp 1,4.7). Es la gratitud que brota de un corazón verdaderamente atento a las necesidades de los demás. De esta forma, nuestro corazón se nos vuelve más generoso, deseoso de hacer el bien y de compartir la vida con los demás. Es un aden-trarnos en el Padre y descubrir nuevas dimensio-nes que iluminan las situaciones concretas y las cambian. Podemos decir que el corazón de Dios se conmueve por la intercesión, pero en realidad Él siempre nos gana de mano, y lo que posibilita-mos con nuestra intercesión es que su poder, su amor y su lealtad se manifiesten con mayor niti-dez en todos nosotros (cf. EvG 281-283).

Padre nuestro...

Canto

Hija de Sión, alégrate, porque el Señor está en ti, Salvador y Rey. (bis)

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Novena Estación

Jesús cae por tercera vez

V/. Te adoramos, Cristo, y te bendecimos. R/. Porque por tu Santa Cruz redimiste al mundo.

Del Evangelio según san Mateo (11,28-30)

Venid a mí todos los que estáis cansados y agobia-dos, y yo os aliviaré. Tomad mi yugo y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encon-traréis descanso para vuestras almas. Porque mi yugo es llevadero y mi carga ligera.

Meditación

Señor, necesitamos que hagas crecer en noso-tros la seguridad de que no se pierde ninguno de nuestros trabajos realizados con amor, no se pierde ninguna de nuestras preocupaciones sin-ceras por los demás, no se pierde ningún acto de amor a Dios, no se pierde ningún cansancio gene-roso, no se pierde ninguna dolorosa paciencia. A veces nos parece que nuestra tarea no ha logrado ningún resultado. Pero sabemos que el Espíritu Santo obra como quiere, cuando quiere y donde quiere; nosotros nos entregamos pero sin pre-tender ver resultados llamativos. Sólo sabemos que nuestra entrega es necesaria. Queremos aprender a descansar en la ternura de los brazos del Padre en medio de la entrega creativa y gene-rosa. Sigamos adelante, démoslo todo, pero de-jemos que sea Él quien haga fecundos nuestros esfuerzos como a Él le parezca (cf. EvG 279).

Padre nuestro...

Canto (CLN 519)

Alma mía, recobra tu calma, que el Señor fue bueno contigo.

Alma mía, recobra tu calma, que el Señor escucha tu voz.

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Para la PARROQUIA

Seréis mis testigos

Décima EstaciónJesús es despojado de sus vestiduras

V/. Te adoramos, Cristo, y te bendecimos. R/. Porque por tu Santa Cruz redimiste al mundo.

Del Evangelio según san Juan (19,23-24)

Los soldados, cuando crucificaron a Jesús, cogie-ron su ropa, haciendo cuatro partes, una para cada soldado, y apartaron la túnica. Era una túnica sin costuras, tejida toda de una pieza de arriba aba-jo. Y se dijeron: «No la rasguemos, sino echémosla a suertes, a ver a quién le toca». Así se cumplió la Escritura: «Se repartieron mis ropas y echaron a suerte mi túnica».

Meditación

Señor, nosotros queremos compartir la vida con la gente y entregarnos generosamente, pero necesitamos también sentir que cada persona es digna de nuestra entrega. No por su aspec-to físico, por sus capacidades, por su lenguaje, por su mentalidad o por las satisfacciones que nos brinde, sino porque es obra de Dios, criatu-ra tuya. Todo ser humano es objeto de la ternura infinita del Señor, y Él mismo habita en su vida. Jesucristo dio su preciosa sangre en la cruz por esa persona. Más allá de toda apariencia, cada uno es inmensamente sagrado y merece nuestro cariño y nuestra entrega. Por ello, si logro ayudar a una sola persona a vivir mejor, eso ya justifica la entrega de mi vida. ¡Y alcanzamos la plenitud cuando rompemos las paredes y el corazón se nos llena de rostros y de nombres! (cf. EvG 274).

Padre nuestro...

Canto (CLN 104)

Perdona a tu pueblo, Señor, perdona a tu pueblo, perdónale, Señor.

Por los tres clavos que te clavaron y las espinas que te punzaron, perdónale, Señor.

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Seréis mis testigos

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Undécima Estación

Jesús clavado en la cruz

V/. Te adoramos, Cristo, y te bendecimos. R/. Porque por tu Santa Cruz redimiste al mundo.

Del Evangelio según san Lucas (19,25-24)

Junto a la cruz de Jesús estaban su madre, la her-mana de su madre, María, la de Cleofás, y María, la Magdalena. Jesús, al ver a su madre y junto a ella al discípulo al que amaba, dijo a su madre: «Mujer, ahí tienes a tu hijo». Luego dijo al discípulo: «Ahí tienes a tu madre».

Meditación

Señor, en la cruz, cuando Cristo sufría en su carne el dramático encuentro entre el pecado del mun-do y la misericordia divina, pudo ver a sus pies la consoladora presencia de su Madre y de su amigo. En ese crucial instante, antes de dar por consuma-da la obra que el Padre le había encargado, Jesús le dijo a María: «Mujer, ahí tienes a tu hijo». Luego le dijo al amigo amado: «Ahí tienes a tu madre». Jesús nos dejaba a su madre como madre nues-tra. Sólo después de hacer esto Jesús pudo sen-tir que «todo está cumplido». Al pie de la cruz, en la hora suprema de la nueva creación, Cristo nos lleva a María. Él nos lleva a ella, porque no quiere que caminemos sin una madre (cf. EvG 285).

Padre nuestro...

Canto (CLN 102)

Oh rostro ensangrentadode Cristo, el Señor. Cabeza circundadade afrenta y de dolor.Contritos contemplamostu pena y tu aflicción.Acoge nuestro llanto,¡oh Cristo Salvador!

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Para la PARROQUIA

Seréis mis testigos

Duodécima Estación

Jesús muere en la cruz

V/. Te adoramos, Cristo, y te bendecimos. R/. Porque por tu Santa Cruz redimiste al mundo.

Del Evangelio según san Mateo (27,45-50.54)

Desde el mediodía hasta la media tarde vinieron tinieblas sobre toda aquella región. A media tar-de Jesús gritó: «Elí, Elí lamá sabaktaní», es decir: «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandona-do?». Jesús, dio otro grito fuerte y exhaló el espí-ritu. El centurión y sus hombres, que custodiaban a Jesús, al ver el terremoto y lo que pasaba dijeron aterrorizados: «Realmente éste era Hijo de Dios».

Meditación

Señor, a los mayores nos apremia la tarea de la evangelización, en cualquier época y lugar, que no puede existir sin la proclamación explícita de que «Jesús es el Señor». La evangelización, como predicación alegre, paciente y progresiva de la muerte y resurrección salvífica de Jesucristo, debe ser nuestra prioridad absoluta (cf. EvG 110).

Padre nuestro...

Canto (CLN 106)

¡Victoria! ¡Tú reinarás!¡Oh Cruz, tú nos salvarás!El Verbo en ti clavadomuriendo nos rescató,de ti, madero santonos viene la redención. ¡Victoria! ¡Tú reinarás!¡Oh Cruz, tú nos salvarás!

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Decimotercera EstaciónJesús es bajado de la cruz y entregado a su Madre

V/. Te adoramos, Cristo, y te bendecimos. R/. Porque por tu Santa Cruz redimiste al mundo.

Del Evangelio según san Mateo (27,55-59)

Había allí muchas mujeres que miraban desde le-jos, aquellas que habían seguido a Jesús desde Galilea para servirlo; entre ellas, María la Mag-dalena y María, la madre de Santiago y José, y la madre de los hijos de Zebedeo. Al anochecer, llegó un hombre rico de Arimatea, llamado José, que era también discípulo de Jesús. Éste acudió a Pilato a pedirle el cuerpo de Jesús. Y Pilato mandó que se lo entregaran. José, tomando el cuerpo de Jesús, lo envolvió en una sábana limpia.

Meditación

María, madre de Dios y madre nuestra: Tú, que estuviste plantada ante la cruz con una fe inque-brantable y recibiste el alegre consuelo de la re-surrección, consíguenos ahora un nuevo ardor de resucitados para llevar a todos los hombres el Evangelio de la vida que vence a la muerte. Da-nos la santa audacia de buscar nuevos caminos para que llegue a todos el don de la belleza que no se apaga (cf. EvG 288).

Padre nuestro...

Canto (CLN 316)

Estrella y camino, prodigio de amor, de tu mano, Madre, hallamos a Dios.

Tú nos lo diste en Belén, en pobre portal, en tu regazo le ven el rey y el zagal.

Tú nos lo diste en la cruz, altar de dolor, muerto en tus brazos está un Dios redentor.

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Para la PARROQUIA

Seréis mis testigos

Decimocuarta Estación

Jesús es puesto en el sepulcro

V/. Te adoramos, Cristo, y te bendecimos. R/. Porque por tu Santa Cruz redimiste al mundo.

Del Evangelio según san Lucas (23,53-55)

Después de bajarlo de la cruz, lo envolvió en una sábana y lo colocó en un sepulcro excavado en la roca, donde nadie había sido puesto todavía. Era el día de la Preparación y estaba para empezar el sá-bado. Las mujeres que lo habían acompañado des-de Galilea lo siguieron, y vieron el sepulcro y cómo había sido colocado su cuerpo.

Meditación

Señor, como decía san Pablo: «El amor de Cris-to nos apremia» y «¡Ay de mí si no anunciara el Evangelio!» Sabemos que la vida se acrecienta dándola y se debilita en el aislamiento y la co-modidad. De hecho, los que más disfrutan de la vida son los que dejan la seguridad de la orilla y se apasionan en la misión de comunicar vida a los demás, pues la vida se alcanza y madura a medi-da que se la entrega para dar vida a los otros. Eso es en definitiva la misión del cristiano.

Señor, haznos a todos los mayores, no evange-lizadores tristes y desalentados, impacientes o ansiosos, sino gozosos ministros del Evangelio, cuya vida irradia el fervor de quienes han recibi-do, ante todo en sí mismos, la alegría de Cristo (cf. EvG 109-110).

Padre nuestro...

Canto (CLN 151)

Ubi cáritas est vera, Deus ibi est.

Congregávit nos in unum Christi amor. Exsultémus et in ipso iucundémur: Timeámus et amémus Deum vivum. Et ex corde diligámus nos sincéro.

Ubi cáritas est vera, Deus ibi est.

Cuaderno Pastoral C U A R E S M A - P A S C U A 2 0 1 4

Seréis mis testigos

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Oración final (cf. EvG 288)

Virgen y Madre María, Tú, que estuviste plantada ante la cruz con una fe inquebrantable y recibiste el alegre consuelo de la resurrección, recogiste a los discípulos en la espera del Espíritu para que naciera la Iglesia evangelizadora.

Consíguenos ahora un nuevo ardor de resucitados para llevar a todos el Evangelio de la vida que vence a la muerte.

Estrella de la nueva evangelización, ayúdanos a resplandecer en el testimonio de la comunión, del servicio, de la fe ardiente y generosa, de la justicia y el amor a los pobres, para que la alegría del Evangelio llegue hasta los confines de la tierra y ninguna periferia se prive de su luz.

Madre del Evangelio viviente, manantial de alegría para los pequeños, ruega por nosotros.

Amén. Aleluya.

Vía Lucis de los Mayores

Cada día cobra mayor auge un nuevo ejercicio de piedad denominado Vía Lucis. En él, como sucede en el Vía Crucis, los fieles, recorriendo un camino, consi-deran las diversas apariciones en las que Jesús, des-de la Resurrección a la Ascensión, manifestó su glo-ria a los discípulos, en espera del Espíritu Santo que les había prometido. Es una forma de piedad propia del tiempo pascual, en la que los fieles recuerdan el acontecimiento central de la fe: la Resurrección de Cristo.

El Vía Lucis es un excelente instrumento para ayudar a nuestros mayores, a nuestros ancianos, y a todos nuestros fieles, a que reflexionen sobre el misterio pascual, transmitiéndoles la alegría de la evangeli-zación.

Este año, proponemos seguir este camino de la mano de la reciente Exhortación apostólica Evangelii gaudium del papa Francisco.

El modo de realizar el Vía Lucis es semejante al del Vía Crucis, pudiendo los files recorrer las XIV estacio-nes tras un fiel que porta un cirio encendido, símbolo de la Luz que es Cristo resucitado, o bien, permane-ciendo los fieles sentados.

Sugerimos que este ejercicio sea realizado en nues-tras parroquias y residencias de ancianos durante el tiempo de la Pascua, de modo semejante al Vía Cru-cis en el tiempo cuaresmal.

125

Para la PARROQUIA

Seréis mis testigos

Monición inicial

En el nombre del Padre , y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

La alegría del Evangelio llena el corazón y la vida entera de los que se encuentran con Jesús. Quienes se dejan salvar por Él son liberados del pecado, de la tristeza, del vacío interior, del aislamiento. Con Jesucristo siempre nace y renace la alegría. El Papa Francisco, en la Exhortación apostólica Evangelii gaudium quiere dirigirse a todos los fieles cristianos, tanto mayores como jóvenes, para invitarnos a una nueva etapa evangelizadora marcada por esa alegría. El deseo de Dios para todos nosotros es que nos abramos a los demás, a los pobres, gozando de la dulce alegría de su amor, en el entusiasmo por hacer el bien. Ésta es la vida en el Espíritu que brota del corazón de Cristo resucitado (cf. EvG 1-2).

Acto de contrición

¡Señor mío, Jesucristo! Dios y Hombre verdadero, Creador, Padre y Redentor mío; por ser Vos quien sois, Bondad infinita, y porque os amo sobre todas las cosas, me pesa de todo corazón haberos ofendido; también me pesa porque podéis castigarme con las penas del infierno. Ayudado de vuestra divina gracia, propongo firmemente nunca más pecar, confesarme y cumplir la penitencia que me fuere impuesta. Amén.

Cuaderno Pastoral C U A R E S M A - P A S C U A 2 0 1 4

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Meditación

Señor, un anuncio renovado se nos ofrece a los creyentes, incluso a los tibios y a los no practi-cantes: una nueva alegría en la fe y una fecun-didad evangelizadora. Dios nos ha manifestado su amor inmenso en Cristo muerto y resucitado. Él hace a sus fieles siempre nuevos; pues aunque sean ancianos, «les renovará el vigor, subirán con alas como de águila, correrán sin fatigarse y an-darán sin cansarse» (Is 40,31). Cristo es el «Evan-gelio eterno» (Ap 14,6), y es «el mismo ayer y hoy y para siempre» (Heb 13,8), pero su riqueza y su hermosura son inagotables. Él es siempre joven y fuente constante de novedad. La Iglesia no deja de asombrarse por «la profundidad de la riqueza, de la sabiduría y del conocimiento de Dios» (Rom 11,33) (cf. EvG 11).

Padre nuestro...

Canto

¡Resucitó! ¡Resucitó! ¡Resucitó! ¡Aleluya! ¡Aleluya! ¡Aleluya! ¡Aleluya! ¡Resucitó!

La muerte, ¿dónde está la muerte? ¿Dónde está mi muerte? ¿Dónde su victoria?

¡Resucitó! ¡Resucitó! ¡Resucitó! ¡Aleluya! ¡Aleluya! ¡Aleluya! ¡Aleluya! ¡Resucitó!

Primera Estación

Jesús resucita y conquista la vida verdadera

V/. Éste es el día en que actuó el Señor. Aleluya.R/. Sea nuestra alegría y nuestro gozo. Aleluya.

Del Evangelio según san Mateo (28,5-6)

El ángel habló a las mujeres: «Vosotras no temáis, ya sé que buscáis a Jesús el crucificado. No está aquí: ¡ha resucitado!, como había dicho. Venid a ver el sitio donde yacía e id aprisa a decir a sus dis-cípulos: “Ha resucitado de entre los muertos y va por delante de vosotros a Galilea. Allí lo veréis”. Mirad, os lo he anunciado».

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Para la PARROQUIA

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Segunda Estación

Los discípulos de Jesús encuentran su sepulcro vacío

V/. Éste es el día en que actuó el Señor. Aleluya.R/. Sea nuestra alegría y nuestro gozo. Aleluya.

Del Evangelio según san Juan (20,3-4.6-8)

Salieron Pedro y el otro discípulo camino del sepul-cro. Los dos corrían juntos, pero el otro discípulo corría más que Pedro. Llegó también Simón Pedro detrás de él y entró en el sepulcro: vio los lienzos tendidos y el sudario con que le habían cubierto la cabeza, no con los lienzos, sino enrollado en un si-tio aparte. Entonces entró también el otro discípu-lo, el que había llegado primero al sepulcro; vio y creyó.

Meditación

Señor, la fe es creer en ti, creer que es verdad que nos amas, que vives, que eres capaz de intervenir misteriosamente, que nunca nos abandonas, que sacas bien del mal con tu poder y con tu infinita creatividad. Es creer que tú marcha victorioso en la historia «en unión con los tuyos, los llamados, los elegidos y los fieles» (Ap 17,14). La resurrec-ción de Cristo provoca por todas partes gérme-nes de un mundo nuevo, porque la resurrección del Señor ya ha penetrado la trama oculta de la historia, porque Jesús no ha resucitado en vano. ¡No nos quedemos al margen de esa marcha de la esperanza viva! (cf. EvG 278).

Padre nuestro...

Canto (CLN 202)

Acuérdate de Jesucristo, resucitado de entre los muertos. Él es nuestra salvación, nuestra gloria para siempre.

Si con él morimos, viviremos con él. Si con él sufrimos,reinaremos con él.

Acuérdate de Jesucristo, resucitado de entre los muertos. Él es nuestra salvación, nuestra gloria para siempre.

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Seréis mis testigos

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Tercera Estación

Jesús resucitado se aparece a María la Magdalena

V/. Éste es el día en que actuó el Señor. Aleluya.R/. Sea nuestra alegría y nuestro gozo. Aleluya.

Del Evangelio según san Juan (20,14.16-18)

María la Magdalena se vuelve y ve a Jesús, de pie, pero no sabía que era Jesús. Jesús le dice: «¡Ma-ría!». Ella se vuelve y le dice: «¡Rabboni!», que sig-nifica: «¡Maestro!». Jesús le dice: «No me retengas, que todavía no he subido al Padre. Pero, anda, ve a mis hermanos y diles: “Subo al Padre mío y Pa-dre vuestro, al Dios mío y Dios vuestro”». María la Magdalena fue y anunció a los discípulos: «He vis-to al Señor y ha dicho esto».

Meditación

Señor, nosotros, como María la Magdalena, que-remos vivir también en una profunda renovación misionera, pues hay una forma de predicación que nos corresponde a todos nosotros como ta-rea cotidiana. Se trata de llevar el Evangelio a las personas que cada uno trata, tanto a los más cercanos como a los desconocidos. Es la predica-ción informal que podemos realizar en medio de una conversación y también es la que realizamos cuando visitamos un hogar. Ser discípulo es te-ner la disposición permanente de llevar a otros el amor de Jesús y eso se produce espontánea-mente en cualquier lugar: en la calle, en la plaza, en el trabajo, en un camino, pero siempre recor-dando el anuncio fundamental: el amor perso-nal de Dios que se hizo hombre, se entregó por nosotros y está vivo ofreciendo su salvación y su amistad (cf. EvG 127).

Padre nuestro...

Canto (CLN 522)

Éste es el día en que actuó el Señor:sea nuestra alegría y nuestro gozo.

Dad gracias al Señor porque es bueno,porque es eterna su misericordia.

Aleluya, aleluya.

129

Para la PARROQUIA

Seréis mis testigos

Cuarta Estación

Jesús se aparece en el camino a Emaús

V/. Éste es el día en que actuó el Señor. Aleluya.R/. Sea nuestra alegría y nuestro gozo. Aleluya.

Del Evangelio según san Lucas (24,13-14.25-27)

Aquel mismo día, dos de ellos iban caminando a una aldea llamada Emaús; iban conversando entre ellos de todo lo que había sucedido. Mientras con-versaban y discutían, Jesús en persona se acercó y se puso a caminar con ellos. Pero sus ojos no eran capaces de reconocerlo. Entonces él les dijo: «¡Qué necios y torpes sois para creer lo que dijeron los profetas! ¿No era necesario que el Mesías padecie-ra esto y entrara así en su gloria?». Y, comenzando por Moisés y siguiendo por todos los profetas, les explicó lo que se refería a él en todas las Escrituras.

Meditación

Señor, sabemos que toda la evangelización está fundada sobre la Palabra de Dios, escuchada, meditada, vivida, celebrada y testimoniada. Las Sagradas Escrituras son la fuente de la evange-lización. Por lo tanto, hace falta que nos forme-mos continuamente en las Sagradas Escrituras. Es fundamental que la Palabra revelada fecun-de radicalmente la catequesis y todos nuestros esfuerzos por transmitir la fe. Sabemos que la evangelización requiere la familiaridad con la Pa-labra de Dios y esto nos exige un estudio serio y perseverante de la Biblia, así como promover su lectura orante personal y comunitaria. Acojamos el sublime tesoro de la Palabra revelada (cf. EvG 174-175).

Padre nuestro...

Canto (CLN 411)

Por los caminos sedientos de luz, levantándose antes que el sol, hacia los campos que lejos están, muy temprano se va el viñador.

No le detiene en su caminar, no le asusta la sed ni el calor.

Hay una viña que quiere cuidar, una viña que es todo su amor.

Dios es tu amigo, el viñador, el que te cuida de sol a sol.

Dios es tu amigo, el viñador, el que te pide frutos de amor.

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Seréis mis testigos

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Quinta Estación

Reconocen a Jesús resucitado al partir el pan

V/. Éste es el día en que actuó el Señor. Aleluya.R/. Sea nuestra alegría y nuestro gozo. Aleluya.

Del Evangelio según san Lucas (24,30-35)

Jesús, sentado a la mesa con ellos, tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo iba dan-do. A ellos se les abrieron los ojos y lo reconocie-ron. Pero él desapareció de su vista. Y se dijeron el uno al otro: «¿No ardía nuestro corazón mientras nos hablaba por el camino y nos explicaba las Es-crituras?». Y, levantándose en aquel momento, se volvieron a Jerusalén, donde encontraron reuni-dos a los Once con sus compañeros, que estaban diciendo: «Era verdad, ha resucitado el Señor y se ha aparecido a Simón». Y ellos contaron lo que les había pasado por el camino y cómo lo habían reco-nocido al partir el pan.

Meditación

Señor, sabemos que es indispensable que la Pala-bra de Dios sea cada vez más el corazón de toda actividad de la Iglesia. La Palabra de Dios escu-chada y celebrada, sobre todo en la Eucaristía, alimenta y refuerza interiormente a los cristianos y nos vuelve capaces de un auténtico testimonio evangélico en la vida cotidiana. La Palabra pro-clamada, viva y eficaz, prepara la recepción del Sacramento eucarístico, y en el santísimo Sacra-mento esa Palabra alcanza su máxima eficacia (cf. EvG 174)

Padre nuestro...

Canto (CLN O 25)

Andando por el camino, te tropezamos, Señor, te hiciste el encontradizo, nos diste conversación, tenían tus palabras fuerza de vida y amor, ponían esperanza y fuego en el corazón.

Te conocimos Señor, al partir el pan, tú nos conoces, Señor, al partir el pan.

131

Para la PARROQUIA

Seréis mis testigos

Sexta Estación

Jesús resucitado se aparece a los discípulos en Jerusalén

V/. Éste es el día en que actuó el Señor. Aleluya.R/. Sea nuestra alegría y nuestro gozo. Aleluya.

Del Evangelio según san Lucas (24,36-39)

Estaban hablando de estas cosas, cuando él se pre-sentó en medio de ellos y les dice: «Paz a vosotros». Pero ellos, aterrorizados y llenos de miedo, creían ver un espíritu. Y él les dijo: «¿Por qué os alarmáis?, ¿por qué surgen dudas en vuestro corazón? Mirad mis manos y mis pies: soy yo en persona».

Meditación

Señor, el Evangelio nos recuerda que Cristo ha unificado todo en sí: cielo y tierra, Dios y hom-bre, tiempo y eternidad, carne y espíritu, persona y sociedad. La señal de esta unidad y reconcilia-ción de todo en sí es la paz. Cristo «es nuestra paz» (Ef 2,14). El anuncio evangélico comienza siempre con el saludo de paz, y la paz corona y cohesiona en cada momento las relaciones entre los discípulos de Jesús. La paz es posible porque el Señor ha vencido al mundo y a su conflictivi-dad permanente «haciendo la paz mediante la sangre de su cruz» (Col 1,20) (cf. EvG 229).

Padre nuestro...

Canto (CLN 216)

Jesús, nuestra Pascua, por todos murió. Cantemos alegres, que resucitó. (bis)

Pascua sagrada, oh fuente de alegría, despierta tú que duermes, que el Señor resucitó. (bis)

Pascua sagrada, oh Pascua siempre nueva, dejad al hombre viejo, revestíos del Señor. (bis)

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Seréis mis testigos

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Séptima EstaciónJesús resucitado da su paz a los discípulos y el poder de perdonar pecados

V/. Éste es el día en que actuó el Señor. Aleluya.R/. Sea nuestra alegría y nuestro gozo. Aleluya.

Del Evangelio según san Juan (20,19-23)

Al anochecer de aquel día, el primero de la semana, estaban los discípulos en una casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos. Y en esto entró Je-sús, se puso en medio y les dijo: «Paz a vosotros». Y, diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Se-ñor. Jesús repitió: «Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo». Y, dicho esto, sopló sobre ellos y les dijo: «Recibid el Espíri-tu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos».

Meditación

Señor, tú nos invitas a todos nosotros, en cual-quier lugar y situación en que nos encontremos, a renovar ahora mismo nuestro encuentro perso-nal con Jesucristo, a tomar la decisión de dejar-nos encontrar por Él, de intentarlo cada día sin descanso. Esta invitación es para todos, porque nadie queda excluido de la alegría que trae el Señor. Cuando alguien da un pequeño paso ha-cia Jesús, descubre que Él ya esperaba su llegada con los brazos abiertos. Él nos permite levantar la cabeza y volver a empezar, con una ternura que nunca nos desilusiona y que siempre puede devolvernos la alegría. No huyamos de la resu-rrección de Jesús, nunca nos declaremos muer-tos, pase lo que pase. ¡Que nada pueda más que su vida que nos lanza hacia adelante! (cf. EvG 3).

Padre nuestro...

Canto

Te seguiré, Señor, por los caminos del mundo.

Seré como el vagabundo, que va mendigando amor.

Seré como el vagabundo, que va mendigando amor..

133

Para la PARROQUIA

Seréis mis testigos

Octava Estación

Jesús resucitado, refuerza la fe de Tomás

V/. Éste es el día en que actuó el Señor. Aleluya.R/. Sea nuestra alegría y nuestro gozo. Aleluya.

Del Evangelio según san Juan (20,24-29)

Tomás, uno de los Doce, llamado el Mellizo, no es-taba con ellos cuando vino Jesús. Y los otros discí-pulos le decían: «Hemos visto al Señor». Pero él les contestó: «Si no veo en sus manos la señal de los clavos, si no meto el dedo en el agujero de los clavos y no meto la mano en su costado, no lo creo». A los ocho días, estaban otra vez dentro los discípulos y Tomás con ellos. Llegó Jesús, estando cerradas las puertas, se puso en medio y dijo: «Paz a vosotros». Luego dijo a Tomás: «Trae tu dedo, aquí tienes mis manos; trae tu mano y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente». Contestó Tomás: «¡Señor mío y Dios mío!». Jesús le dijo: «¿Porque me has visto has creído? Bienaventurados los que crean sin haber visto».

Meditación

Señor, tú nos ofreces a todos nosotros, también a los tibios o no practicantes, una nueva alegría en la fe y una fecundidad evangelizadora: el Dios que manifestó su amor inmenso en Cristo muer-to y resucitado. Él nos hace siempre nuevos; pues aunque seamos ancianos, «les renovará el vigor, subirán con alas como de águila, correrán sin fa-tigarse y andarán sin cansarse» (Is 40,31). Él es siempre joven y fuente constante de novedad. Él siempre puede, con su novedad, renovar nues-tra vida y, aunque atravesemos épocas oscuras, la propuesta cristiana nunca envejece. Cada vez que intentamos volver a la fuente y recuperar la frescura original del Evangelio, brotan nuevos caminos, métodos creativos, otras formas de expresión, signos más elocuentes, palabras car-gadas de renovado significado para el mundo ac-tual. En realidad, toda auténtica acción evangeli-zadora es siempre «nueva» (cf. EvG 11)

Padre nuestro...

Canto (CLN 274)

Creo en Jesús, creo en Jesús,Él es mi amigo, es mi alegría, Él es mi amor.Creo en Jesús, creo en Jesús. Él es mi Salvador.

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Seréis mis testigos

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Novena Estación

Jesús se aparece en el mar de Tiberíades

V/. Éste es el día en que actuó el Señor. Aleluya.R/. Sea nuestra alegría y nuestro gozo. Aleluya.

Del Evangelio según san Juan (21,1.3-7.12-14)

Jesús se apareció otra vez a los discípulos junto al lago de Tiberiades. Simón Pedro les dice: «Me voy a pescar». Ellos contestan: «Vamos también noso-tros contigo». Salieron y se embarcaron; y aquella noche no cogieron nada. Estaba ya amaneciendo, cuando Jesús se presentó en la orilla; pero los discí-pulos no sabían que era Jesús. Jesús les dice: «Mu-chachos, ¿tenéis pescado?». Ellos contestaron: «No». Él les dice: «Echad la red a la derecha de la barca y encontraréis». La echaron, y no podían sa-carla, por la multitud de peces. Y aquel discípulo a quien Jesús amaba le dice a Pedro: «Es el Señor». Jesús les dice: «Vamos, almorzad». Ninguno de los discípulos se atrevía a preguntarle quién era, por-que sabían bien que era el Señor. Jesús se acerca, toma el pan se lo da y se lo da, y lo mismo el pes-cado. Ésta fue la tercera vez que Jesús se apareció a los discípulos después de resucitar de entre los muertos.

Meditación

Señor, tú nos llamas a la misión con una entrega generosa, pero sería un error entenderla como una heroica tarea personal, ya que la obra es ante todo de Él, más allá de lo que podamos descubrir y entender. Jesús es el primero y el más grande evangelizador. En toda la vida de la Iglesia debe manifestarse siempre que la iniciativa es de Dios, que «Él nos amó primero» (1 Jn 4,19) y que «es Dios quien hace crecer» (1 Co 3,7). Es Dios quien ha querido llamarnos a colaborar con Él e impulsarnos con la fuerza de su Espíritu. Esta convicción nos permite conservar la alegría en medio de una tarea tan exigente y desafiante que toma nuestra vida por entero. Nos pide todo, pero al mismo tiempo nos ofrece todo (cf. EvG 12).

Padre nuestro...

Canto (CLN 407)

Tú has venido a la orilla, no has buscado ni a sabios ni a ricos, tan sólo quieres que yo te siga.

Señor, me has mirado a los ojos, sonriendo, has dicho mi nombre, en la arena he dejado mi barca, junto a ti buscaré otro mar.

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Para la PARROQUIA

Seréis mis testigos

Décima Estación

San Pedro le reitera su amor a Jesús

V/. Éste es el día en que actuó el Señor. Aleluya.R/. Sea nuestra alegría y nuestro gozo. Aleluya.

Del Evangelio según san Juan (21,15-19)

Después de comer, dice Jesús a Simón Pedro: «Si-món, hijo de Juan, ¿me amas más que estos?». Él le contestó: «Sí, Señor, tú sabes que te quiero». Jesús le dice: «Apacienta mis corderos». Por segunda vez le pregunta: «Simón, hijo de Juan, ¿me amas?». Él le contesta: «Sí, Señor, tú sabes que te quiero». Él le dice: «Pastorea mis ovejas». Por tercera le pre-gunta: «Simón, hijo de Juan, ¿me quieres?». Se en-tristeció Pedro de que le preguntara por tercera vez: «¿Me quieres?» y le contestó: «Señor, tú conoces todo, tú sabes que te quiero». Jesús le dice: «Apa-cienta mis ovejas. En verdad, en verdad te digo: cuando eras joven, tú mismo te ceñías e ibas adon-de querías; pero, cuando seas viejo, extenderás las manos, otro te ceñirá y te llevará adonde no quie-ras». Esto dijo aludiendo a la muerte con que iba a dar gloria a Dios. Dicho esto, añadió: «Sígueme».

Meditación

Señor, todos nosotros somos movidos para evan-gelizar por el amor de Jesús que hemos recibido, esa experiencia de ser salvados por Él que nos mueve a amarlo siempre más. Mas ¿qué amor es ese que no siente la necesidad de hablar del ser amado, de mostrarlo, de hacerlo conocer? Pero si no sentimos el intenso deseo de comunicarlo, necesitamos detenernos en la oración para pe-dirle a Él que vuelva a cautivarnos. Nos hace fal-ta clamar cada día, pedir su gracia para que nos abra el corazón frío y sacuda nuestra vida tibia y superficial. Puestos ante Él con el corazón abier-to, dejando que Él nos contemple, reconocemos esa mirada de amor. No hay nada mejor para transmitir a los demás (cf. EvG 264).

Padre nuestro...

Canto

Un mandamiento nuevo nos da el Señor: que nos amáramos todos como Él nos amó.

La señal de los cristianos es amarse como hermanos.

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Seréis mis testigos

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Undécima Estación

Jesús resucitado envía a los discípulos

V/. Éste es el día en que actuó el Señor. Aleluya.R/. Sea nuestra alegría y nuestro gozo. Aleluya.

Del Evangelio según san Mateo (28,19-20)

«Id, pues, y haced discípulos a todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre , y del Hijo y del Espíritu Santo; enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado. Y sabed que yo estoy con vosotros todos los días, hasta el final de los tiem-pos».

Meditación

Señor, todos nosotros nos sentimos llamados a evangelizar obedeciendo al mandato misionero de Jesús que acabamos de escuchar. Acabamos de escuchar el momento en el cual el Resucitado envía a los suyos a predicar el Evangelio en todo tiempo y por todas partes, de manera que la fe en Él se difunda en cada rincón de la tierra. Todos somos invitados a aceptar esta llamada: salir de la propia comodidad y atreverse a llegar a todas las periferias que necesitan la luz del Evangelio. La alegría del Evangelio que llena la vida de la co-munidad de los discípulos es una alegría misione-ra (cf. EvG 20-21).

Padre nuestro...

Canto (CLN 215)

Alegrémonos, hermanos, el Señor resucitó, aleluya.

De la muerte nos salvó el amor de nuestro Dios, aleluya.

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Para la PARROQUIA

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Duodécima Estación

La Ascensión de Jesús

V/. Éste es el día en que actuó el Señor. Aleluya.R/. Sea nuestra alegría y nuestro gozo. Aleluya.

Del Evangelio según san Lucas (24,50-53)

Y los sacó hasta cerca de Betania y, levantando sus manos, los bendijo. Y mientras los bendecía, se separó de ellos, y fue llevado hacia el cielo. Ellos se postraron ante él y se volvieron a Jerusalén con gran alegría; y estaban siempre en el templo ben-diciendo a Dios.

Meditación

Señor, sabemos que los que más disfrutan de la vida son los que se apasionan en la misión de comunicar vida a los demás, pues la vida se alcanza y madura a medida que se la entrega para dar vida a los otros. Eso es en definitiva la misión. Por consiguiente, un evangelizador no debería tener permanentemente cara de funeral. Recobremos y acrecentemos el fervor, la dulce y confortadora alegría de evangelizar, incluso cuando hay que sembrar entre lágrimas. Ojalá el mundo actual –que busca a veces con angustia, a veces con esperanza– pueda así recibir la Buena Nueva, no a través de evangelizadores tristes y desalentados, impacientes o ansiosos, sino a través de ministros del Evangelio, cuya vida irradia el fervor de quienes han recibido, ante todo en sí mismos, la alegría de Cristo (cf. EvG 10)

Padre nuestro...

Canto (CLN 518)

Gustad y ved qué bueno es el Señor; dichoso el que se acoge a Él.

Gustad y ved qué bueno es el Señor; dichoso el que se acoge a Él.

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Seréis mis testigos

138

Decimotercera Estación

María y los discípulos esperan en oración la venida del Espíritu Santo

V/. Éste es el día en que actuó el Señor. Aleluya.R/. Sea nuestra alegría y nuestro gozo. Aleluya.

Del Libro de los Hechos de los Apóstoles (1,12-14)

Entonces se volvieron a Jerusalén, desde el monte que llaman de los olivos, que dista de Jerusalén lo que se permite caminar en sábado. Cuando llega-ron, subieron a la sala superior, donde se alojaban. Todos ellos perseveraban unánimes en la oración junto con algunas mujeres y María, la madre de Je-sús, y con sus hermanos.

Meditación

Señor, sabemos que con el Espíritu Santo, en me-dio del pueblo siempre está María. Ella reunía a los discípulos para invocarlo (Hch 1,14), y así hizo posible la explosión misionera que se produjo en Pentecostés. Ella es la Madre de la Iglesia evan-gelizadora y sin ella no terminamos de compren-der el espíritu de la nueva evangelización. A la Madre del Evangelio viviente le pedimos que in-terceda para que esta invitación sea acogida por toda la comunidad eclesial. Ella es la mujer de fe, que vive y camina en la fe, y así es un punto de referencia constante para la Iglesia. Ella se dejó conducir por el Espíritu, en un itinerario de fe, ha-cia un destino de servicio y fecundidad. Nosotros hoy fijamos en ella la mirada, para que nos ayude a anunciar a todos el mensaje de salvación, y para que los nuevos discípulos se conviertan también en agentes evangelizadores (cf. EvG 284.287).

Padre nuestro...

Canto

Juntos como hermanos, miembros de una Iglesia, vamos caminando al encuentro del Señor.

139

Para la PARROQUIA

Seréis mis testigos

Decimocuarta Estación

Pentecostés: la venida del Espíritu Santo

V/. Éste es el día en que actuó el Señor. Aleluya.R/. Sea nuestra alegría y nuestro gozo. Aleluya.

Del Libro de los Hechos de los Apóstoles (2,1-4.11)

Al cumplirse el día de Pentecostés, estaban todos juntos en el mismo lugar. De repente, se produjo desde el cielo un estruendo, como de viento que soplaba fuertemente, y llenó toda la casa donde se encontraban sentados. Vieron aparecer unas len-guas, como llamaradas, que se dividían, posándo-se encima de cada uno de ellos. Se llenaron todos de Espíritu Santo y empezaron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les concedía manifestar-se. Y cada uno los oímos hablar de las grandezas de Dios en nuestra propia lengua.

Meditación

Señor, nosotros los mayores también queremos ser evangelizadores con Espíritu, evangeliza-dores que nos abrimos sin temor a la acción del Espíritu Santo. Sabemos que en Pentecostés, el Espíritu hizo salir de sí mismos a los Apóstoles y los transforma en anunciadores de las grande-zas de Dios, que cada uno comienza a entender en su propia lengua. El Espíritu Santo, además, nos infunde la fuerza para anunciar la novedad del Evangelio con audacia, en voz alta y en todo tiempo y lugar, incluso a contracorriente. Por eso lo invocamos hoy, bien apoyados en la oración, sin la cual toda acción corre el riesgo de quedarse vacía y el anuncio finalmente carece de alma. Je-sús quiere evangelizadores que anuncien la Bue-na Noticia no sólo con palabras sino sobre todo con una vida que se ha transfigurado en la pre-sencia de Dios (cf. EvG 259).

Padre nuestro...

Canto (CLN 253)

Danos, Señor, un corazón nuevo. Derrame en nosotros un Espíritu nuevo.

He aquí que vienen días, palabra del Señor, en que yo sellaré con la casa de Israel una Alianza nueva.

Danos, Señor, un corazón nuevo. Derrame en nosotros un Espíritu nuevo.

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Seréis mis testigos

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Oración final (cf. EvG 288)

Virgen y Madre María, Tú, que estuviste plantada ante la cruz con una fe inquebrantable y recibiste el alegre consuelo de la resurrección, recogiste a los discípulos en la espera del Espíritu para que naciera la Iglesia evangelizadora.

Consíguenos ahora un nuevo ardor de resucitados para llevar a todos el Evangelio de la vida que vence a la muerte.

Estrella de la nueva evangelización, ayúdanos a resplandecer en el testimonio de la comunión, del servicio, de la fe ardiente y generosa, de la justicia y el amor a los pobres, para que la alegría del Evangelio llegue hasta los confines de la tierra y ninguna periferia se prive de su luz.

Madre del Evangelio viviente, manantial de alegría para los pequeños, ruega por nosotros.

Amén. Aleluya.

Para la PARROQUIA

Centro de Orientación Vocacional Catequesis para niños

JESÚS Y LA SAMARITANA

“El que beba del agua que yo le daré nunca más tendrá sed”

(Jn 4, 14)

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Cuaderno Pastoral C U A R E S M A - P A S C U A 2 0 1 4

Seréis mis testigos

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Objetivos

– Que el niño sienta la necesidad de acercarse “al pozo” para escuchar a Jesús.

– Que el niño descubra la alegría de recibir el agua viva que mana de Jesús.

– Que el niño sienta el deseo de dar testimonio del Señor.

Texto:Juan 4, 5-15En aquel tiempo, llegó Jesús a un pueblo de Sama-ría llamado Sicar, cerca del campo que dio Jacob a su hijo José; allí estaba el manantial de Jacob.

Jesús, cansado del camino, estaba allí sentado jun-to al manantial. Era alrededor del mediodía.

Llega una mujer de Samaría a sacar agua, y Jesús le dice:

— «Dame de beber».

Sus discípulos se habían ido al pueblo a comprar comida.

La Samaritana le dice:

— «¿Cómo tú, siendo judío, me pides de beber a mí, que soy samaritana?».

Porque los judíos no se tratan con los samaritanos.

Jesús le contestó:

— «Si conocieras el don de Dios y quién es el que te pide de beber, le pedirías tú, y él te daría agua viva».

La mujer le dice:

— «Señor, si no tienes cubo, y el pozo es hondo, ¿de dónde sacas el agua viva?; ¿eres tú más que nuestro padre Jacob, que nos dio este pozo y de él bebieron él y sus hijos con sus ganados?».

Jesús le contestó:

— «El que bebe de esta agua vuelve a tener sed; pero el que beba del agua que yo le daré nunca más tendrá sed: el agua que yo le daré se convertirá dentro de él en un surtidor de agua que salta hasta la vida eterna».

La mujer le dice:

— «Señor, dame esa agua: así no tendré más sed, ni tendré que venir aquí a sacarla».

143El Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros

Para la PARROQUIA

Para los catequistas:El texto cuenta un encuentro entre Jesús y una mujer. La mujer está sedienta, buscando agua, necesita acercarse al pozo para encontrarla. De la misma manera nosotros estamos sedientos de vida, cansados y agobiados, necesitamos acer-carnos a Jesús para escucharle y recibir esta vida. Los niños, desde ya bien pequeños, cargan con historias difíciles y sufrimientos grandes pero son muy capaces de experimentar el descanso al es-cuchar las palabras de Jesús.

Una vez encontramos a Jesús nos cuesta recono-cerlo, como le pasa a la samaritana, pero el texto nos invita a, que cuando le encontremos, le mos-tremos la necesidad que tenemos y confiemos en Él. Jesús nos invita a esto, a creer en Él y a extraer el agua viva que mana de su fuente.

Sólo Jesús sabe lo que necesita escuchar nuestro corazón. Hemos de transmitir a los niños que el encuentro con Jesús siempre produce alegría y nos llama a seguirle, como le pasó en este caso a la samaritana.

Por tanto podemos resaltar 3 momentos de este texto que se asemejan a 3 grandes momentos cuando descubrimos a Jesús en nuestra vida:

1. Jesús se hace el encontradizo contigo. Te busca.

2. Jesús te anuncia: Yo soy el Cristo, la Vida.3. Se produce un cambio en tu

vida. Invitación a seguirle.

Es necesario que a través del juego los niños se sientan sedientos y experimenten qué ocurre cuando no pueden saciar esta sed. Y así, hacer el simbolismo con la sed de Jesús que es mucho mayor y que siempre sacia.

Cuaderno Pastoral C U A R E S M A - P A S C U A 2 0 1 4

Seréis mis testigos

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Actividad

Los niños realizarán 8 pruebas en grupo en las que se procurará que se agoten para que pidan agua. Al finalizar cada prueba se les ofrecerá un vaso de plástico agujereado y se les llenará de agua, por tanto podrán beber agua pero se les es-capará la mayoría de ella e intentarán no dejarla escapar, quedándose con sed (no se les ofrecerá más agua que la de 1 vaso en cada prueba). En las pruebas se utilizarán o se les premiará con frutos secos salados (que les dará mayor sensación de sed). De esta manera al finalizar el juego estarán todos sedientos.

Se finalizará el juego con la representación del texto por parte del grupo de monitores, donde al terminar, el personaje de Jesús les ofrecerá ga-rrafas de agua fresquita en cantidad para todos. A continuación se les hará una catequesis donde se explique el objetivo y la gracia del juego expli-cado en el apartado anterior.

Pruebas:

1. Lanzar quicos con la boca y encestar en una papelera.

2. Transvasar agua de vaso en vaso. Cada niño sostiene su vaso con los dientes y no pueden cogerlos con las manos. Solo inclinar la cabe-za para pasarle el agua al vaso del compañero.

3. Decir un trabalenguas con la boca llena de Cola Cao (una cucharada cada niño).

4. Hacer 2 equipos y que unos hagan reír a los otros, vale todo menos tocarlos. Después a la inversa. Cuando hayan conseguido que todos se rían han de inventar un baile.

5. Diferentes tipos de carreras: Carreras de ca-rretillas por parejas, carreras de sacos, carre-ras de caballos por parejas, carreras a la pata coja…

6. Resolver las operaciones matemáticas que el monitor les diga, mientras ellos no dejan de saltar (sumas, multiplicaciones, restas…).

7. Encontrar a 3 monitores que llevan un botijo y pillarlos (los monitores se escaparan para que les cueste alcanzarlos y así se agoten, pero al final se dejaran atrapar).pruebas y consi-guiendo piezas del puzle. Y así sucesivamente hasta el 3r pitido. En el 3r sobre habrá, junto a la misma pregunta una letra (de la frase “Tú lo sabes todo, tú sabes que te quiero”).

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para jóvenesJESÚS Y LA SAMARITANA

“El que beba del agua que yo le daré nunca más tendrá sed”

(Jn 4, 14)

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1. Presentación de la actividad (10´)

Objetivos

Reflexionar sobre el gran deseo de plenitud que hay en el corazón humano. Un deseo que procu-ramos saciar de muchas maneras distintas, pero lo hacemos sin éxito si lo hacemos al margen de Dios, ya que es Él quien ha puesto ese deseo en nuestro corazón, y el Único que puede llevarlo a plenitud. ¿Por qué? Porque es el deseo de Dios. El deseo de plenitud que ansía nuestro corazón es Dios mismo.

Por ello, cuando buscamos donde no está, se hace el encontradizo con nosotros, busca el encuentro para darnos lo que deseamos: la vida eterna, vivir junto a Él. Y lo hace a través de su Hijo Jesucristo.

1. Presentación de la actividad (10´)2. Lectura de la Palabra (5´) 3. Catequesis (20´)4. Tiempo de desierto (15´)5. Puesta en común (15´)6. Peticiones (5´)7. Oración final (todos juntos)

La necesidad de conocer qué deseo hay en nosotros

Para Mirar nuestra vida y las posibilidades que presenta, es un ejercicio necesario y saludable, porque nos hace conscientes de cuanto anida en el corazón del ser humano.

Hay que parar, hacer silencio exterior e interior de tantos ruidos, y observar qué deseo hay en mi corazón. Y ahí descubrimos la grandeza que con-lleva, el deseo de plenitud que nos mueve a hacer todo lo que hacemos, pero también las limita-ciones que están muy presentes y que suponen interrogantes profundos y serios. Así, nuestro caminar por la vida está cargado de detalles her-mosos, pero también de situaciones dolorosas que tantas y tantas veces, nos hacen tambalear y dudar de casi todo.

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Para la PARROQUIA

Seréis mis testigos

El encuentro de Jesús y la Samaritana: el agua anhelada

Para acercar a los jóvenes a ese deseo que hay en todo corazón, proponemos el pasaje del encuen-tro de Jesús y la Samaritana (Jn 4, 5-42), una mu-jer que busca y desea ALGO DIFERENTE, encon-trándolo en JESÚS. Un Jesús cansado y sediento, pero que sabe de necesidades profundas y, con plena libertad, quiebra las normas sociales, lega-les y rituales y entabla una conversación, serena y profunda, con aquella mujer, proponiéndole “otra cosa” diferente y que, de veras, pueda lle-narle; esto es, ofreciéndole lo que no han conse-guido sus “cinco maridos” ni el culto de su pueblo.

Un relato cargado de SIMBOLISMOS, de ofertas, de acogida, de gozo por lo descubierto, de “ex-trañezas”… Vamos a “meternos” en el relato mis-mo y “sentir”, desde dentro, cuanto ahí se está proponiendo. Nos metemos sin miedo alguno.

2. Lectura de la Palabra (5´)

Juan 4, 5-42

En aquel tiempo, llegó Jesús a un pueblo de Sa-maría llamado Sicar, cerca del campo que dio Jacob a su hijo José; allí estaba el manantial de Jacob.

Jesús, cansado del camino, estaba allí sentado junto al manantial. Era alrededor del mediodía.

Llega una mujer de Samaría a sacar agua, y Jesús le dice:

— «Dame de beber».

Sus discípulos se habían ido al pueblo a comprar comida.

La Samaritana le dice:

— «¿Cómo tú, siendo judío, me pides de beber a mí, que soy samaritana?».

Porque los judíos no se tratan con los samaritanos.

Jesús le contestó:

— «Si conocieras el don de Dios y quién es el que te pide de beber, le pedirías tú, y él te daría agua viva».

La mujer le dice:

— «Señor, si no tienes cubo, y el pozo es hondo, ¿de dónde sacas el agua viva?; ¿eres tú más que nuestro padre Jacob, que nos dio este pozo y de él bebieron él y sus hijos con sus ganados?».

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Seréis mis testigos

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Jesús le contestó:

«El que bebe de esta agua vuelve a tener sed; pero el que beba del agua que yo le daré nunca más tendrá sed: el agua que yo le daré se conver-tirá dentro de él en un surtidor de agua que salta hasta la vida eterna».

La mujer le dice:

— «Señor, dame esa agua: así no tendré más sed, ni tendré que venir aquí a sacarla».

Él le dice:

— «Anda, llama a tu marido y vuelve».

La mujer le contesta:

— «No tengo marido».

Jesús le dice:

- «Tienes razón, que no tienes marido: has tenido ya cinco y el de ahora no es tu marido. En eso has dicho la verdad».

La mujer le dice:

— «Señor, veo que tú eres un profeta. Nuestros padres dieron culto en este monte, y vosotros decís que el sitio donde se debe dar culto está en Jerusalén».

Jesús le dice:

— «Créeme, mujer: se acerca la hora en que ni en este monte ni en Jerusalén daréis culto al Padre. Vosotros dais culto a uno que no conocéis; no-

sotros adoramos a uno que conocemos porque la salvación viene de los judíos. Pero se acerca la hora, ya está aquí, en que los que quieran dar culto verdadero adorarán al Padre en espíritu y verdad, porque el Padre desea que le den culto así. Dios es espíritu, y los que le dan culto deben hacerlo en espíritu y verdad».

La mujer le dice:

— «Sé que va a venir el Mesías, el Cristo; cuando venga, él nos lo dirá todo».

Jesús le dice:

— «Soy yo: el que habla contigo».

En esto llegaron sus discípulos y se extrañaban de que estuviera hablando con una mujer, aun-que ninguno le dijo: «¿Qué le preguntas o de qué le hablas?».

La mujer entonces dejó su cántaro, se fue al pue-blo y dijo a la gente:

— «Venid a ver un hombre que me ha dicho todo lo que he hecho; ¿será éste el Mesías?».

Salieron del pueblo y se pusieron en camino adonde estaba él.

Mientras tanto sus discípulos le insistían:

— «Maestro, come».

Él les dijo:

— «Yo tengo por comida un alimento que voso-tros no conocéis».

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Para la PARROQUIA

Seréis mis testigos

Los discípulos comentaban entre ellos:

- «¿Le habrá traído alguien de comer?».

Jesús les dijo:

— «Mi alimento es hacer la voluntad del que me envió y llevar a término su obra. ¿No decís vosotros que faltan todavía cuatro meses para la cosecha? Yo os digo esto: Levantad los ojos y contemplad los campos, que están ya dorados para la siega; el segador ya está recibiendo sa-lario y almacenando fruto para la vida eterna: y así, se alegran lo mismo sembrador y segador. Con todo, tiene razón el proverbio: Uno siembra y otro siega. Yo os envié a segar lo que no habéis sudado. Otros sudaron y vosotros recogéis el fru-to de sus sudores».

En aquel pueblo muchos samaritanos creyeron en él por el testimonio que había dado la mujer: “Me ha dicho todo lo que he hecho”.

Así, cuando llegaron a verlo los samaritanos, le rogaban que se quedara con ellos. Y se quedó dos días. Todavía creyeron muchos más por su predi-cación, y decían a la mujer:

— «Ya no creemos por lo que tú dices; nosotros mismos lo hemos oído y sabemos que él es de verdad el Salvador del mundo».

3. Catequesis (20´)

Juan 4, 5-42

En el pasaje de Jesús y la samaritana, el símbolo al cual se hace constante referencia es el agua, como realidad que el hombre de la Biblia busca con ansiedad continua pues es símbolo y condi-ción de la vida y de la fecundidad. Esta realidad amada y deseada con todo el cuerpo y el corazón del hombre llega a convertirse, por eso mismo, en símbolo de Dios. Para Jeremías, Dios es “ma-nantial de aguas vivas” y no “cisterna agrietada” (Jer 2,13). San Pablo, en el comentario que hace a Éxodo 17, dice que aquella roca de donde brotó el agua en el desierto “era Cristo” (1 Cor 10,4). El agua que Jesús ofrece a la mujer de Samaria, jun-to al pozo de Jacob, es Él mismo, su palabra vivi-ficante e interiorizada por la acción del Espíritu, el don de la vida nueva.

El simbolismo del agua evoca el misterio del bau-tismo, en donde la palabra de Cristo y la fuerza del Espíritu, presentes sacramentalmente en el agua, símbolo de fecundidad y vida nueva, trans-forman al hombre en nueva criatura que anuncia al mundo las maravillas de Dios.

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Seréis mis testigos

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La búsqueda

El primer elemento que destaca es la presencia de una mujer EN BÚSQUEDA: la sed de agua, el ir y venir a la fuente todos los días; la rutina de la vida… Aquella “pobre” mujer (“pobre” por ser mujer en aquella cultura, y, además, una marginada por ser samaritana), busca “algo” que le de plenitud. Pero todavía no lo ha encontrado. El relato habla de cinco maridos, todo un símbolo que indica que ella no ha buscado correctamente y que estos no han sabido saciar la sed de felicidad que aquella mu-jer arrastra. Por lo tanto, la FRUSTRACIÓN forma parte del caminar de esta Samaritana.

Ese “buscar incorrectamente” por parte de la sa-maritana, se traduce en una infidelidad a Dios. Era a Él a quien tenía que buscar. Aquella mujer es alguien representativo de su pueblo, que se ha alejado de Dios y del culto verdadero. Al hablar de los “cinco maridos”, Jesús denuncia el “adulterio” del pueblo de Samaria, que desde antiguo adora-ba “cinco divinidades” (2 Re 17,24-41). Su lenguaje es el de los antiguos profetas, que consideraban la idolatría como adulterio, como infidelidad del pueblo (esposa) a Yahvé (esposo). La samaritana personifica al pueblo de Samaria, infiel al marido Yahvé, entregada a los ídolos amantes, pervirtien-do el culto, amenazada de morir de sed. Por eso, los judíos no se relacionaban con los samaritanos y, menos aún, con las samaritanas (por su condición de “mujer”). Así, esta mujer se “extraña” de que un hombre judío se dirija a ella y le pida de beber.

Jesús busca a la oveja que alejada de Él y perdida

Jesús, como Yahvé antiguamente, corteja nue-vamente al pueblo fiel, representado en la sama-ritana, hablándole al corazón y reconciliándolo con él.

Está claro: Dios, en Jesús, no se deja atrapar por los ritos y las normas sociales. Allí donde se en-cuentra con alguien que BUSCA y DESEA la ple-nitud de su vida, se lo ofrece gratuitamente, sin condiciones; aunque sea una mujer considerada pecadora y pagana; aunque su “culto” era ilegí-timo y no pertenecía -según los baremos de Is-rael- al pueblo de la Alianza. Este Dios es capaz de “saltarse” cualquier barrera con tal de llenar el corazón de una “pobre” mujer.

Y es que, según Jesús, el CULTO tiene que ser algo muy diferente de la maraña de ritos vacíos en los que se había convertido en Israel (¿Acaso tam-bién hoy, entre nosotros?). El “adorarán al Padre en espíritu y verdad…” es “otra historia” que los viejos esquemas de Israel no entienden. La Ado-ración al Padre se hará en “Espíritu y Verdad”, es decir, bajo la acción del Espíritu Santo y en unión con el Hijo de Dios, Jesucristo, que es la Verdad.

El verdadero culto al Padre es una existencia marcada por la amorosa obediencia filial hacia él y por el amor concreto y eficaz hacia los demás considerados como hermanos. La samaritana

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Para la PARROQUIA

Seréis mis testigos

Jesús como DON de Dios deseado por todo corazón humano

Jesús es el gran don de Dios, que donando su pa-labra, superior a la ley mosaica (“el agua del pozo de Jacob”) genera en el creyente la vida eterna, la misma vida de Dios (“manantial que brota para la vida eterna”). El agua del pozo calma la sed cada vez que se bebe, pero hay que volver a beber. El agua que ofrece Jesús calma la sed defi-nitivamente porque se convierte en el hombre en manantial, que brotará perpetuamente y comu-nicará vida inmortal.

El agua es la palabra y la verdad de Jesús, que in-teriorizada en el corazón bajo la acción del Espí-ritu, llega a convertirse en nosotros en “espíritu y vida”.

Es Jesús mismo, que a través de su palabra leí-da y meditada en la comunidad y bajo la acción del Espíritu, se nos revela progresivamente y nos hace partícipes de su misma vida filial.

Ahora sí que el ENCUENTRO es pleno y total. Es verdad: posiblemente, sin merecerlo, pero es que “lo BUSCABA”, aunque fuera a tientas; y los “cinco maridos” no habían conseguido saciar la sed de aquel pobre corazón. Pero Jesús le ofrece precisamente lo que es capaz de satisfacer el de-seo más hondo del corazón humano. Le ofrece… “el Don de Dios”.

habla simplemente de “Dios”, pero Jesús habla del “Padre”, delante del cual todos los hombres son hijos y hermanos entre sí.

Por eso, al que busca con sincero corazón y se sienta junto al pozo de Sicar, le ofrece otra cosa: “Si conocieras el don de Dios…”. He aquí la CLA-VE de la cuestión. El “DON de DIOS” es, preci-samente, el mismo Jesús, “el que habla contigo”.

Ésta es la profunda revelación que se le ofrece a la Samaritana, y como a ella, a todo aquél que se abre a ese Dios y a su don. Y esto sí que transfor-ma de arriba abajo toda la persona, haciendo que su historia y su rumbo adquieran una dimensión NUEVA.

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Seréis mis testigos

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Ser testigos de lo deseado y encontrado: Jesús

La samaritana reconoce al Salvador, al Don de Dios que ansiaba, y olvida su sed material para transformarse en apóstol, en “enviada” a contar le Buena Noticia. Aquella mujer, dejando el cán-taro que le servía para realizar su anodina rutina de todos los días, ahora sí, llena de “otra vida”, camina presurosa hacia sus vecinos para ofrecer-les lo que ella ha empezado a descubrir en aquel encuentro. Ella se vuelve en TESTIGO de lo que intuye o cree haber descubierto, y consigue que otros acudan a experimentar los que ella ha expe-rimentado. Lo que gratis ha recibido, gratis lo da.

Y su testimonio les lleva a Jesús, y así lo confie-san: “Nosotros mismos lo hemos oído y sabemos que él es de verdad el Salvador del mundo”. Aquí el “encuentro” de la mujer ha tenido un efecto expansivo, y, cuantos acuden, descubren que era verdad lo que el pobre corazón insaciable de la samaritana había descubierto.

Hoy y aquí

¡Inmensa y profunda catequesis la del evangelis-ta para cuantos se acercaban, con corazón since-ro, a su Evangelio! Todo un PROCESO para todo aquel que busca, y lo hace a pesar de su condi-ción de “pecador”.

Sentarse junto a Jesús (ya se en el pozo o donde fuere); abrirle el corazón y manifestarle esa “sed” que le abrasa por dentro; acoger el don que el mismo Jesús le ofrece; y, entonces, todo cambia, todo se hace NUEVO. Ésta es la propuesta.

También, HOY y AQUÍ, el proceso tiene que ser similar al descubierto junto al pozo de Sicar. También, hoy y aquí, necesito ABRIRME (necesi-tamos ABRIRNOS) a este caminante con el que me he encontrado; también, hoy y aquí, es ne-cesario disponerse a ACOGER el DON que me ofrece. Ese don es el que obra el cambio y hace nueva toda una vida. Ese don es el que hace po-sible que quien ha experimentado el encuentro, se convierta en TESTIGO y ANUNCIADOR de la Buena Nueva.

Ojalá tenga ganas y valor para sentarme junto al Caminante y escuchar su propuesta. ¡Merece la pena! Pregúntale a la Samaritana… y te lo dirá. ¡Ánimo!

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Para la PARROQUIA

Seréis mis testigos

4. Tiempo de desierto (15´)

Después de haber proclamado el pasaje evan-gélico, se trata de tener un tiempo de desierto. Distribuiremos a cada joven en un sitio donde no pueda hablar o ver a otros y así poder estar a so-las con el Señor. Se les dará:

1. el pasaje evangélico de Jn 4, 5-42

2. las siguientes preguntas:

¿Si pudiera pedir un solo deseo cuál sería? ¿Qué es lo que deseas realmente en tu corazón?

¿Lo has encontrado ya? ¿Ha sido llevado a pleni-tud ese deseo?

Para el tiempo de desierto se les puede dar esta plegaria para ayudarles a percibir la presencia de Dios.

YO SÍ TE CONOZCO

Hijo/a mío/a: Tú todavía no sabes lo que eres. No te conoces aún —quiero decir que no te has reconocido del todo— como objeto de mi amor. Por eso no sabes lo que eres en mí e ignoras las posibilidades que hay escondidas en ti.

Despierta y deja los malos sueños: esa fijación en los fracasos y los fallos, en los cansancios, caídas y pasos en falso. Todo eso no es tu verdadero yo. Déjate amar y guiar y... ¡ya verás!

Las máscaras que llevas y los disfraces que te pones te pueden ocultar a los ojos de los demás —quizá a tus propios ojos también—, pero no pueden ocultarte a los míos.

Esa mirada, tu mirada, que no es clara, y tu deseo febril, anhelante, así como tus ambiciones, apetencias y ardores tan queridos, tan tuyos, tan fuertes... todo eso no es tu verdadero yo.

Cuaderno Pastoral C U A R E S M A - P A S C U A 2 0 1 4

Seréis mis testigos

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5. Puesta en común (15´) 6. Peticiones (15´) 7. Oración final (todos juntos)

Oración

Padre Bueno, a pesar de nuestros pesares y contradicciones, nosotros somos tus hijos, a quienes Tú amas con ternura. Por eso nos perdonas cuantas veces nos acercamos a Ti con humilde y sencillo corazón.

Y es que Tú, Padre, nos esperas en cualquier rincón del camino, dispuesto a saciar nuestra sed más profunda e insaciable.

Aumenta en nosotros el deseo de ser y vivir como hijos tuyos, y que tu Espíritu nos enseñe el modo para ofrecer a muchos hermanos el CAMINO que lleva a Ti.

Para que esto sea posible, ilumina con tu DON nuestros corazones.

Amén.

Bajo todo ello, detrás de todo eso, más allá de tus dudas y tu pasado, yo te miro, yo te amo, yo te elijo y abro las puertas del cielo para mostrártelo. Tú eres un hijo a quien quiero.

¡Podría decir tantas cosas...! No de ese tú que busca disfraces, sino del tú que permanece en mi corazón y que acuno como Padre/Madre en mi regazo, del tú que puede aún manifestarse...

Haz visible lo que eres para mí. Sé el sueño hecho realidad de ti mismo. Activa las posibilidades que en ti he puesto. No hay ningún don al que no puedas aspirar. Llevas mi sello, mi sangre y espíritu.

Te beso, te amo, te libero, te lanzo... Te abro a la vida y te hago dueño. Y si todo esto es lo que yo hago, ¿qué te impide levantarte, andar y ser? Estás en el mundo por tu bien y mi querer.

Para la PARROQUIA

Comisión Diocesana de

EnseñanzaPropuesta para preparar la Cuaresma, la Pascua y Pentecostés para ser... “testigos por el mundo”

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Cuaderno Pastoral C U A R E S M A - P A S C U A 2 0 1 4

Seréis mis testigos

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Continuando con el trabajo iniciado en Adviento, que-remos apoyar desde el mundo educativo y la cateque-sis el cuarto año del Itinerario Diocesano de Renova-ción que lleva por título: “Seréis mis testigos”: para preparar este tiempo pascual os presentamos unos recursos que esperamos sean de vuestro interés.

En esta ocasión hemos dividido el trabajo en cuatro momentos “fuertes”: CUARESMA, SEMANA SANTA, PASCUA Y PENTECOSTÉS, en los que presentaremos el tema a través de un video de nuestros protagonistas del programa “TESTIGOS POR EL MUNDO” o “Sera-fín” según sea el tramo educativo. Os propondremos actividades para trabajar el video con los alumnos o catecúmenos y además una manualidad en alguno de los momentos. Estos materiales que hemos elabora-do estarán colgados de la página www.cecpu.org en MATERIALES CUARESMA Y PASCUA, junto con sus respectivas guías didácticas. Si los queréis impresos a todo color podéis solicitarlos a través de la página www.redjoven.org. En la guía didáctica vais a encon-trar: los objetivos, la metodología y una propuesta de acción para cada reportaje.

Nuestros objetivos son:

— Acompañar con el material audiovisual y su poste-rior trabajo en el colegio o en la parroquia*, el conoci-miento y significado de estos tiempos litúrgicos y sus festividades más importantes.

— Suscitar una reflexión sobre las actitudes de los testi-gos de Jesús partiendo de la Palabra de Dios.

— Provocar situaciones en las que el niño o el joven se sienta interpelado ante el compromiso cristiano de anunciar a Jesús.

— Potenciar la reflexión ante la vivencia personal del testimonio y anuncio de Jesús.

Os proponemos como metodología socrática que po-tencie el aprendizaje significativo y el protagonismo del alumno: queremos que el niño/adolescente sea un sujeto activo dentro del proceso, por eso el material es visual para llevarles a la reflexión a partir de estos códi-gos, para ellos tan significativos (videos); manual, para darle tiempo a reflexionar lo que se le ha propuesto (recortable) mientras va trabajando, y las actividades finales que le proponen siempre un compromiso per-sonal.

*Sugerencia: aquellos que trabajáis con niños de 6-7 años visionar los videos de SERAFÍN y los de TESTIGOS POR EL MUNDO y decidir cuáles se adaptan mejor a las características de vuestros alumnos o catecúmenos.

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Para la PARROQUIA

Seréis mis testigos

Ya que el material está pensado para poder trabajarlo tanto en la parroquia como en el colegio, sugerimos que os coordinéis para que el trabajo sea complementario.

Para acceder a los materiales, visita la página web www.cecpu.org y pincha el botón “MATERIALES CUA-RESMA – PASCUA 2014”. Allí encontrareis la siguiente organización:

VIDEOS DE SERAFÍN (ETAPA RECOMENDADA: IN-FANTIL y PRIMER CICLO DE PRIMARIA)

Cuatro videos en los que tenemos como protagonis-ta a un ángel que se llama SERAFÍN y sus dos amigos exploradores. Juntos nos acompañarán durante estos tiempos litúrgicos explicándoles a los más pequeños lo esencial de cada tiempo. Acompañamos este material con sus cuatro guías didácticas con las orientaciones para trabajarlo en clase con los niños.

VIDEOS “TESTIGOS POR EL MUNDO 2014” (ETAPA RECOMENDADA: PRIMARIA Y SECUNDARIA)

Cuatro videos con formato “reportaje” dentro de un programa llamado “TESTIGOS POR EL MUNDO 2014”: a través de sus reporteros, Paco Mar y Sara, vamos a adentrarnos en estos tiempos litúrgicos y sus festividades más importantes. Junto a ellos escuchare-mos los testimonios que nos ayudarán a situarnos me-jor en el momento que vamos a vivir y nos darán pistas para prepararnos mejor ante esos acontecimientos. Junto a los videos encontraréis las Guías didácticas con propuestas específicas para trabajar en la escuela PRI-MARIA y SECUNDARIA, y en la parroquia catequesis de COMUNIÓN y CONFIRMACIÓN.

Proponemos visionar el reportaje especial de “TESTI-GOS POR EL MUNDO”, en el que nos contarán los he-chos que sucedieron en Palestina a través de testigos relevantes, para descubrir por qué los cristianos cele-bramos hoy de manera especial cada uno de estos mo-mentos: inicio de la cuaresma, Semana Santa, Pascua o Pentecostés.

Cuaderno Pastoral C U A R E S M A - P A S C U A 2 0 1 4

Seréis mis testigos

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Los personajes y los temas que se van a tratar son:

1er. REPORTAJE “TESTIGOS POR EL MUNDO – CUARESMA”: María, testigo privilegiada. Nos pre-sentará las diferentes “armas” que nos ofrece la Iglesia para prepararnos en la Cuaresma.

2º REPORTAJE “TESTIGOS POR EL MUNDO – SE-MANA SANTA”: Juan, el apóstol predilecto de Jesús. Nos contará en primera persona sobre Jerusalén lo que ocurrió durante los días de la Pasión y Muerte de Jesús.

3er. REPORTAJE “TESTIGOS POR EL MUNDO – PASCUA”: Jesús, resucitado que nos envía a una mi-sión muy especial. Nos hablará sobre su Resurrección y veremos qué significa hoy entre los niños y jóvenes.

4º REPORTAJE “TESTIGOS POR EL MUNDO – PEN-TECOSTÉS”: Paco, Mar y Sara nos explicarán qué es Pentecostés y nos presentarán a los actuales testigos de Jesús: MISIONEROS EN CUALQUIER PARTE DEL MUNDO.

Esperamos que os gusten. Si necesitáis cualquier aclara-ción podéis dirigiros a la Comisión de Enseñanza y Educa-ción Católica (963 155 894) y preguntad por el Secretaria-do de recursos didácticos.

Para la PARROQUIA

Comisión Diocesana de Espiritualidad

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En este tiempo de Cuaresma-Pascua —tiempo de gracia—, en que la Iglesia nos invita a vivir la fe más intensamente, nuestra Comisión os propone una se-lección de frases de los Santos Padres que pueden animar a la lectura del texto completo del comen-tario y que el lector encontrará en la dirección que indicamos al final del bloque de Cuaresma y del de Pascua.

Con estos textos queremos recuperar los testimo-nios de quienes desde los primeros siglos de la Igle-sia, son testigos de la Fe y del núcleo fundamental de la misma: la muerte y resurrección de Jesús, el Cristo.

Ya San Pablo nos recomienda: “Acordaos de vues-tros pastores, que os hablaron la palabra de Dios” (Hebreos 13,7).

Con ello seguimos con el objetivo pastoral de este curso: “Seréis mis testigos”.

Vivamos también nosotros de esta forma el Tiempo de Cuaresma-Pascua.

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Seréis mis testigos

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Cuaresma-Pascua 2014

Miércoles de CenizaMt 6,1-6.16-18

“Seamos, pues, humildes, hermanos, y, deponiendo toda jactancia, ostentación e insensatez, y los arre-batos de la ira, cumplamos lo que está escrito, pues lo dice el Espíritu Santo: No se gloríe el sabio de su sabiduría, no se gloríe el fuerte de su fortaleza, no se gloríe el rico de su riqueza; el que se gloríe, que gloríe en el Señor, para buscarle a El y practicar el derecho y la justicia”.

De la Carta de san Clemente Primero, Papa, a los Corintios

“El camino de esta vida es duro y lleno de pruebas: cuando las cosas van bien no hay necesidad de exal-tarse, cuando van mal hay que abatirse. La felicidad que el Señor te concede en esta vida es para conso-larte, no para corromperte. Y si en esta vida te gol-pea, lo hace para corregirte, no para perderte. Acep-ta al padre que te corrige, si no quieres probar al juez que te castiga. Son cosas que les decimos todos los días, y hay que repetirlas con frecuencia porque son buenas y hacen bien”.

San Agustín, InIo.evang. 12, 13 s.

“Lo que es el sol para el día, la limosna es para el ayu-no: el esplendor del sol aumenta la plenitud del día, disipa la oscuridad de la noche; la limosna acompaña el ayuno santificando la santidad y, gracias a la luz de la bondad, purifica de nuestros deseos todo lo que po-dría ser mortífero. En una palabra, lo que es el cuerpo para el alma, la generosidad es para el ayuno: cuando el alma se retira del cuerpo, le ocasiona la muerte; si la generosidad se aleja del ayuno, es su muerte”.

San Pedro Crisólogo (v. 406-450), Obispo de Rávena, Sermón 8

Tiempo de Cuaresma

Textos de los Santos Padres para reflexión

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Para la PARROQUIA

Seréis mis testigos

Primer domingo de CuaresmaMt 4, 1-11

“¿Era imposible para el Señor el convertir las piedras en pan? Fue capaz de hacer hombres de las piedras, como decía el mismo Juan Bautista: Poderoso es Dios para sacar de estas piedras hijos de Abrahán (Mt 3,9). ¿Por qué entonces, no hizo el milagro? Para en-señarte cómo debes responder al tentador. Suponte que te hallas afligido. Se te acerca el tentador y te sugiere: «Si fueras cristiano y en verdad pertenecie-ras a Cristo, ¿te abandonaría en este apuro? ¿No te hubiese enviado su socorro?». Quizá el médico está todavía sajando, y por eso te abandona; pero no te abandona. De la misma manera Pablo no fue escu-chado porque fue escuchado. En efecto, Pablo dice que no se le escuchó a propósito del aguijón de su carne, el ángel de Satanás, por quien decía que era abofeteado: Por lo cual rogué tres veces al Señor que me lo quitase y me respondió: Te basta mi gracia, pues la fortaleza llega a su plenitud en la debilidad (2 Cor 12,7-9).

¿Qué dirás si el diablo te tienta diciéndote: «Si tú fueses cristiano harías milagros como muchos cris-tianos los hicieron». Engañado por esta perversa sugerencia, serías capaz de tentar al Señor tu Dios diciéndole: «Si soy cristiano, si lo soy ante tus ojos y me cuentas en el número de los tuyos, concédeme hacer algo semejante a lo que hicieron tus santos». Has tentado a Dios, pensando que no eres cristiano si no haces tales cosas... ¿Qué debes, pues, respon-der para no tentar a Dios, si el diablo te tienta di-ciéndote: «Haz milagros»? Responde lo mismo que el Señor. El diablo le dijo: Arrójate al suelo, porque

está escrito que él ha mandado a sus ángeles que se ocupen de ti, que te tomen en sus manos, para que tu pie no tropiece en la piedra (Mt 4,6). Si te tiras, los ángeles te recogerán. Podía suceder así, herma-nos, de forma que si el Señor se hubiese arrojado, los ángeles hubiesen recogido devotamente su carne. Pero ¿qué le respondió? Está escrito también: No tentarás al Señor tu Dios (Mt 4,7). Tú me crees un hombre. Para esto precisamente se había acercado el diablo, para probar si era o no el Hijo de Dios. Él veía sólo la carne, pero su majestad la manifestaban sus obras. Los ángeles habían dado su testimonio. El diablo, pues lo veía mortal y por eso lo tentó; pero la tentación de Cristo es gran enseñanza para el cris-tiano. ¿Qué está escrito, pues? No tentarás al Señor tu Dios. No tentemos, pues, al Señor diciendo: «Si pertenecemos a ti, concédenos el hacer milagros».

San Agustín, Comentario al salmo 90, II 6-7

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Segundo domingo de CuaresmaMt 17, 1-9

Tercer domingo de CuaresmaJn 4,5-42

“Que la predicación del Santo Evangelio sirva, por tanto, para la confirmación de la fe de todos, y que nadie se avergüence de la cruz de Cristo, gracias a la cual el mundo ha sido redimido. Que nadie tema sufrir por la justicia, ni desconfíe del cumplimiento de las promesas, porque por el trabajo se va al des-canso, y por la muerte se pasa a la vida; pues el Señor echó sobre sí toda la debilidad de nuestra condición, y, si nos mantenemos en su amor, venceremos lo que Él venció y recibiremos lo que prometió”.

San León Magno, Papa, Sermón 51

“Al cubrirlos a todos la nube y hacer en cierto modo una sola tienda, sonó desde ella una voz que decía: Éste es mi Hijo amado (ib., 5). Allí estaba Moisés, allí estaba Elías. No se dijo: «Estos son mis amados». Una cosa es, en efecto, el único, y otra los adoptados. Se recomienda a aquél de donde procedía la gloria a la ley y a los profetas. Éste es, dice, mi Hijo amado, en quien me he complacido; escuchadle (ib.), puesto que en los profetas fue a él a quien escuchasteis y lo mismo en la ley. Oído esto, cayeron a tierra. Ya se nos manifiesta en la Iglesia el reino de Dios”.

San Agustín, Homilía (Sermón 78, 3-4)

“Es por ti por quien Jesús está fatigado del camino. En Cristo encontramos la fuerza y la debilidad: se nos muestra a la vez poderoso y anonadado. Pode-roso porque “en el Principio la Palabra existía, y la Palabra era Dios, en el Principio él estaba en Dios”. ¿Quieres saber cuál es el poder de este Hijo de Dios? “Todas las cosas fueron hechas por él, y sin él nada fue hecho”. ¿Hay algo más fuerte que aquel que ha hecho todas las cosas sin experimentar cansancio? ¿Quieres conocer su debilidad? “La palabra se hizo carne y habitó entre nosotros”. El poder de Cristo te ha creado; su debilidad te ha recreado. El poder de Cristo ha dado el ser a lo que no era; la debilidad de Cristo ha evitado que pereciese lo que era. En su fuerza nos ha creado, en su desvalimiento ha venido en nuestra busca”.

San Agustín, Tratado sobre san Juan, 15, 6; CCL. 36, 152

“La transformación que la gracia opera en esa mu-jer es maravillosa” (Jn 4,28-29). El pensamiento de la samaritana se centra ahora solamente en Jesús y, olvidándose del motivo que le había llevado al pozo, deja su cántaro y se dirige al pueblo, deseando co-municar su descubrimiento. “Los Apóstoles, cuando fueron llamados, dejaron las redes; ésta deja su cán-taro y anuncia el Evangelio, y no llama solamente a uno, sino que remueve toda la ciudad”.

S. Juan Crisóstomo, In Ioannem 33

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Para la PARROQUIA

Seréis mis testigos

“El episodio presenta todo un proceso de evangeli-zación que se inicia con el entusiasmo de la sama-ritana” (Jn 4,39-42). “Lo mismo sucede hoy a los que están fuera y no son cristianos: comienzan sus amigos cristianos por darles noticias de Cristo, como hizo aquella mujer, lo mismo que hace la Iglesia; lue-go vienen a Cristo, esto es, creen en Cristo por esta noticia y, finalmente, Jesús se queda con ellos dos días, y con esto creen mucho más y con más firmeza que Él es en verdad el Salvador del mundo”.

San Agustín, Tratado sobre san Juan,15,33

Cuarto domingo de CuaresmaJn 9,1-41.

“Después de muchas vicisitudes, el ciego que había recuperado la vista fue excluido de la sinagoga judía. Se enfurecieron con él, y le excluyeron de su sina-goga. Ved qué temían sus padres; nos lo expuso el evangelista; no lo silenció: Pues sus padres —dice— temían confesar a Cristo y ser excluido de la sinago-ga. Por eso dijeron: «Edad tiene; preguntádselo a él». Temieron, pues, que los excluyeran de la sinago-ga; él no lo temió, y fue excluido; sus padres queda-ron en ella. A él le queda Cristo que lo acoge, para que pueda decirle: Pues mi padre y mi madre me han abandonado. Pero ¿qué añadió? Pero el Señor me ha acogido. «Ven, ¡oh Cristo!, y acógeme; ellos me excluyeron, acógeme tú; tú, el enviado, acoge al rechazado». Ved que lo acoge: se mostró a los ojos que él se dignó abrir. ¿Crees —le dice— en el Hijo de Dios? A lo que él, aún untado, responde: ¿Quién es, Señor, para que crea en él? Y el Señor: Lo has visto; el que está hablando contigo, ese es: le lavó la cara. En consecuencia, viendo ya con el corazón, adoró a su Salvador. Cristo Jesús hace eso mismo con el gé-nero humano equiparable a un ciego de nacimiento, aún untado en su cuerpo, con la intención puesta en realizar el milagro; pero el milagro lo hizo para en-carecer la fe. Con este milagro de abrir los ojos del ciego de nacimiento, encareció la fe que, día a día abre los ojos del género humano, también él ciego de nacimiento”.

San Agustín, sermón 136 A (=Mai 130)

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Seréis mis testigos

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Quinto domingo de CuaresmaJn 11,1-45

“Entre todos los milagros que hizo nuestro Señor Je-sucristo, se predica principalmente la resurrección de Lázaro. Pero, si observamos quién lo realizó, de-bemos deleitarnos más que asombrarnos. Resucitó a un hombre el que hizo al hombre, pues ese mismo es el Único del Padre, mediante el cual, como sabéis, se hizo todo. Si, pues, mediante él se hizo todo, ¿qué tiene de particular si mediante él ha resucitado uno solo, cuando tantos nacen mediante él cotidiana-mente? Más es crear a los hombres que resucitarlos. Se ha dignado empero crear y resucitar: crear a to-dos, resucitar a algunos.

“Pero era preciso que de momento hiciera algunas cosas para que, dados cual indicios de su energía, creamos en él y nos preparemos a la resurrección que acontecerá para vida, no para castigo, puesto que asevera así: Vendrá una hora cuando todos los que están en los sepulcros oirán su voz y quienes obraron bien saldrán para resurrección de vida; quie-nes obraron mal, para resurrección de juicio”.

“Y como hubiese dicho esto, se fue y llamó silencio-samente a su hermana María, diciendo: El Maestro está ahí y te llama. Es de advertir cómo nominó si-lencio a la voz baja. Efectivamente, ¿cómo guardó silencio la que dijo: El Maestro está ahí y te llama?... Ella, cuando lo oyó, se levantó inmediatamente y vino a él, pues Jesús aún no había llegado a la aldea, sino que estaba aún en el lugar donde Marta le había salido al encuentro… ¿Por qué importó al evangelis-ta narrar esto? Para que veamos qué oportunidad

hizo que muchos estuvieran allí cuando Lázaro fue resucitado. En efecto, los judíos, porque supusieron que se apresuraba precisamente para buscar en las lágrimas el solaz de su dolor, la siguieron; así halló muchísimos testigos tan gran milagro de un muerto cuatriduano que resucitó”.

San Agustín. TRATADO 49. Comentario a Jn 11,1-54, predicado en Hipona en otoño de 414

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Para la PARROQUIA

Seréis mis testigos

Domingo de RamosMt 26, 14-27,66

Jueves Santo

“Venid, salgamos al encuentro de Cristo, que por propia voluntad, se apresura hacia su pasión, para llevar a plenitud el misterio de la salvación de los hombres”.

De los Sermones de san Andrés de Creta, Obispo Sermón 9 sobre el Domingo de Ramos: PG 97, 990-994

“Cristo crucificado es, para los infieles, escándalo y necedad; para nosotros, en cambio, poder y sabidu-ría de Dios.

He aquí la debilidad de Dios que es más fuerte que los hombres, y la necedad de Dios más sabia que los hombres… quien fue crucificado en una sola nación se ha asentado en los corazones de tantas otras y quien entonces fue entregado a la muerte en un solo pueblo, ahora es adorado por todos. Y, sin embar-go, incluso ahora, leen como ciegos… lo que la voz profética anunció con tanta antelación que había de suceder: Taladraron mis manos y mis pies, contaron todos mis huesos; dividieron mis vestidos y sobre mi túnica echaron suertes (Sal 21,17-19)…estas cosas se cumplieron tal y como fueron anunciadas en el sal-mo… Ahora, en cambio, leen que ha sido predicha y reconocen que se ha cumplido, y eligen todavía negar a Cristo, porque ya no pueden volver a darle muerte... Por tanto, amadísimos, celebremos este aniversario con devoción y gloriémonos en la cruz de Cristo, pero no una sola vez al año, sino con una vida continua de santidad.

San Agustín comenta el Evangelio, Sermón 218 B

“No penséis que he venido a abolir las enseñanzas de la ley...” (Mt, 5,17)

“…la Ley condujo al Verbo, y de antigua se transfor-mó en nueva..., el precepto se transformó en gracia, la figura en verdad, el cordero en Hijo, la oveja en hombre y el hombre en Dios...

El Señor, siendo Dios, se revistió de la naturaleza de hombre: sufrió por el que sufría, fue encarcelado…, juzgado en lugar del culpable, sepultado …Y, resu-citando de entre los muertos, exclamó con voz po-tente: …Yo soy quien he librado al condenado… Yo soy, dice, Cristo; el que venció la muerte, encadenó al enemigo, llevó al hombre hasta lo más alto de los cielos; yo, en efecto, que soy Cristo.

Venid, pues, vosotros todos, los hombres que os halláis enfangados en el mal, recibid el perdón de vuestros pecados. Porque yo soy vuestro perdón, soy la Pascua de salvación, soy el cordero degollado por vosotros, soy vuestra agua lustral, vuestra vida, vuestra resurrección, vuestra luz, vuestra salvación y vuestro rey. Puedo llevaros hasta la cumbre de los cielos, os resucitaré, os mostraré al Padre celestial, os haré resucitar con el poder de mi diestra”.

Melitón de Sardes (hacia 195) Obispo. Homilía pascual

Triduo Pascual«Es preciso que observemos no sólo el día de la pa-sión, sino también el de la resurrección. En esto con-siste el Triduo sacro, en el que Cristo padece, reposa en el sepulcro y resucita» (San Ambrosio, Ep. 23,1213).

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Seréis mis testigos

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Viernes Santo

“Y ordenó Pilato que lo azotaran,…pero ni aun así se aplacó el furor de los judíos, sino que clamaban: ¡Crucifícalo, crucifícalo!

Dice Pilato: Yo no encuentro en él delito alguno. …Nosotros tenemos una Ley, y según la Ley debe mo-rir, pues se ha hecho Hijo de Dios.

Pero decidme: ¿Es cosa de recriminar quien hace obras de Hijo de Dios el que a Sí mismo se llame Hijo de Dios? ¿Qué hacía mientras Cristo? En tanto que ellos así dialogaban, él hacía verdadero el dicho del profeta: No abrirá su boca. En su humildad fue arre-batado del juicio; Él callaba”.

San Juan Crisóstomo, Explicación del Evangelio de san Juan, Homilía LXXXIV (LXXXIII), Tradición S.A.

México 1981, Tomo 2, pp. 345-352

“La pasión de nuestro Señor y Salvador Jesucristo es una prenda de gloria y una enseñanza de pacien-cia. Pues, ¿qué dejará de esperar de la gracia de Dios el corazón de los fieles, si por ellos, el Hijo único de Dios, coeterno con el Padre, no se contentó con na-cer como un hombre entre los hombres, sino que quiso Incluso morir por mano de aquellos hombres que él mismo había creado? …

¿Por qué vacila todavía la fragilidad humana en creer que un día será realidad el que los hombres vivan con Dios? … Dios ha muerto por los hombres.

Porque ¿quién es Cristo, sino aquel de quien dice la Escritura: En el principio ya existía la Palabra, y la Pa-

labra estaba junto a Dios, y la Palabra era Dios? Esta Palabra de Dios se hizo carne y acampó entre noso-tros. … Él hizo, pues, con nosotros este admirable in-tercambio, tomó de nuestra naturaleza la condición mortal y nos dio de la suya la posibilidad de vivir.

Por tanto, no sólo no debemos avergonzarnos de la muerte de nuestro Dios y Señor, sino que hemos de confiar en ella con todas nuestras fuerzas y glo-riarnos en ella por encima de todo: pues al tomar de nosotros la muerte, que en nosotros encontró, nos prometió con toda su fidelidad que nos daría en si mismo la vida, que nosotros no podemos llegar a poseer por nosotros mismos. Y si aquel que no tiene pecado nos amó hasta tal punto que por nosotros, pecadores, sufrió lo que habían merecido nuestros pecados, ¿cómo después de habernos justificado, dejará de darnos lo que es justo? …Confesemos, por tanto,… que Cristo fue crucificado por nosotros: y hagámoslo no con miedo…, sino con orgullo.

El apóstol Pablo, que cayó en la cuenta de este mis-terio, lo proclamó como un título de gloria. Y siendo así que podía recordar muchos aspectos grandiosos y divinos de Cristo ... dijo: Dios me libre de gloriarme si no es en la cruz de nuestro Señor Jesucristo”.

San Agustín, Sermón Güelferbitano PLS 2, 545-546

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Para la PARROQUIA

Seréis mis testigos

Sábado Santo

“El Señor descendió a los lugares inferiores de la tie-rra para anunciar el perdón de los pecados a cuan-tos creen en El. …En efecto, «el Señor se acordó de sus muertos, de los que previamente dormían en la tierra del sepulcro, descendiendo hasta ellos para li-brarlos y salvarlos”.

San Ireneo, Adversus Haereses IV 27,2; 33,1. III,19,3

“¿Qué es lo que hoy sucede? Un gran silencio envuel-ve la tierra; un gran silencio y una gran soledad. Un gran silencio, porque el Rey duerme.

Va a buscar a nuestro primer padre como si éste fue-ra la oveja perdida. Quiere visitar a los que viven en tinieblas y en sombra de muerte. Él, que es al mismo tiempo Dios e Hijo de Dios, va a librar de sus prisio-nes y de sus dolores a Adán y a Eva.

Yo soy tu Dios, que por ti y por todos los que han de nacer de ti me he hecho tu hijo; y ahora te digo que tengo el poder de anunciar a los que están encade-nados: “Salid”, y a los que se encuentran en las tinie-blas: “iluminaos”, y a los que duermen: “Levantaos.”

El enemigo te sacó del paraíso; yo te coloco no ya en el paraíso, sino en el trono celeste. Te prohibí que comieras del árbol de la vida, que no era sino ima-gen del verdadero árbol; yo soy el verdadero árbol, yo, que soy la vida y que estoy unido a ti. Coloqué un querubín que fielmente te vigilara; ahora te concedo que el querubín, reconociendo tu dignidad, te sirva.

El trono de los querubines está a punto, los portado-res atentos y preparados, el tálamo construido, los alimentos prestos; se han embellecido los eternos tabernáculos y moradas, han sido abiertos los teso-ros de todos los bienes, y el reino de los cielos está preparado desde toda la eternidad”.

De una Homilía antigua sobre el grande y Santo Sábado.(PG 43, 439. 451. 462-463)

Nota:

Quien quiera acceder a los comentarios completos puede hacerlo en la web de la Vicaria de evangelización/ Comisión de Espiritualidad: http://evangelizacionvalencia.org/Pagina.aspx?Pag=14&Menu=3&SubMenu=18

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Vigilia del Sábado y Domingo de Pascua

“Muchas predicciones nos dejaron los profetas en torno al misterio de Pascua, que es Cristo; a él la glo-ria por los siglos de los siglos. Amén.

El vino desde los cielos a la tierra a causa de los sufri-mientos humanos; (…) cubrió a la muerte de confu-sión y dejó sumido al demonio en el llanto, …

Éste es el que nos sacó de la servidumbre a la liber-tad, de las tinieblas a la luz, de la muerte a la vida, de las tinieblas al recinto eterno, e hizo de nosotros un sacerdocio nuevo y un pueblo elegido y eterno. Él es la Pascua nuestra salvación. Éste es el que tuvo que sufrir mucho y en muchas ocasiones: el mismo que fue asesinado en Abel y atado de manos en Isa-ac, el mismo que peregrinó en Jacob y vendido en José, expuesto en Moisés y sacrificado en el madero, perseguido en David y deshonrado en los profetas. Éste es el que se encarnó en la Virgen, fue colgado madero y fue sepultado en tierra, y el que, resucita-do de entre los muertos, subió al cielo. Éste es el cor-dero que enmudecía y que fue inmolado; el mismo que nació de María, la hermosa cordera; el mismo que fue arrebatado del rebaño, empujado a la muer-te, inmolado al atardecer y sepultado por la noche; aquel que no fue quebrantado en el leño, ni se des-compuso en tierra; el mismo que resucitó de entre los muertos e hizo que el hombre surgiera desde lo más hondo del sepulcro”.

Melitón de Sardes, Sobre la Pascua. (Núms. 65-71: SC 123, 95-101)

Tiempo de Pascua

“Que la muerte fue destruida y la cruz es una victoria sobre ella, que aquella no tiene ya fuerza sino que está ya realmente muerta, lo prueba un testimonio evidente: ¡Todos los discípulos de Cristo desprecian la muerte y marchan hacia ella sin temerla, pisándo-la como a un muerto gracias al signo de la cruz y a la fe en Cristo!”.

“La demostración por los hechos es más clara que todos los discursos...”.

San Atanasio, De Incarnatione Verbi 20-32

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Para la PARROQUIA

Seréis mis testigos

“Hoy consagró con su resurrección el domingo”. San Agustín. Sermón en la octava de Pascua 8, 1,4

“Observa de qué modo Cristo, penetrando milagro-samente a través de las puertas cerradas, demostró a sus discípulos que era Dios por naturaleza, aunque no distinto del que anteriormente había convivido con ellos; y mostrándoles su costado y las señales de los clavos puso en evidencia que el templo que pen-dió de la cruz y el cuerpo que en él se había encar-nado, lo había él resucitado, después de haber des-truido la muerte de la carne, ya que él es la vida por naturaleza, y Dios”.

“Ahora bien, da la impresión de que fue tal su preo-cupación por dejar bien sentada la fe en la resurrec-ción de la carne,”… no llegasen a pensar que ahora tenía un cuerpo distinto de aquel que había muerto en la cruz.

“Por tanto, todo el que tenga un adarme de sentido común contará entre los milagros del Señor el que entrara en la casa estando la puertas cerradas. Sa-luda, pues, a los discípulos con estas palabras: Paz a vosotros, designándose a sí mismo con el nombre de «paz». En efecto, los que gozan de la presencia de Cristo, es lógico que estén tranquilos y serenos. Es precisamente lo que Pablo deseaba a los fieles, di-ciendo: Y la paz de Cristo, que sobrepasa todo juicio,

2º Domingo de PascuaJn 20, 19-31

custodie vuestros corazones y vuestros pensamien-tos. Y la paz de Cristo, que sobrepasa todo juicio, dice no ser otra que su Espíritu, el cual colma de toda clase de bienes a quien participare de él”.

San Cirilo de Alejandría, Comentario sobre el evangelio de san Juan

(Lb 12, cap 1: PG 74, 703-706).

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Seréis mis testigos

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“Estos días leemos el relato de la resurrección del Señor según los cuatro evangelistas. Y es necesario leerlos a todos, porque cada evangelista por separa-do no lo dijo todo, sino que lo que uno omite lo dice el otro. Y de tal manera se completan unos a otros, que todos son necesarios.

¿Qué es, hermanos, qué es lo que aquí se debate? Tratamos de afianzarnos en la fe que nos asegu-ra que Cristo, el Señor, ha resucitado. Ya creíamos cuando hemos escuchado el evangelio, y al entrar hoy en esta iglesia éramos ya creyentes; y sin em-bargo, no sé por qué se oye siempre con gozo lo que nos refresca la memoria. Y ¿cómo no va a alegrarse nuestro corazón desde el momento en que nos pare-ce ser mejores que estos dos que van de camino y a quienes el Señor se aparece? Pues nosotros creemos lo que ellos todavía no creían. Habían perdido la es-peranza, mientras que nosotros no abrigamos duda alguna sobre lo que para ellos constituía motivo de duda.

Con todo, recordad, carísimos, cómo el Señor Jesús quiso ser reconocido al partir el pan por aquellos, cuyos ojos eran incapaces de reconocerlo. Los fieles comprenden lo que quiero decir, pues también ellos reconocen a Cristo en la fracción del pan. Porque no cualquier pan se convierte en el cuerpo de Cristo, sino tan sólo el que recibe la bendición de Cristo”.

San Agustín, Sermón 234 (1-2: Edit Maurist t. 5, 987-988)

3º Domingo de PascuaLc 24, 13-35

“A nadie es lícito participar de la Eucaristía si no cree que son verdad las cosas que enseñamos, y no se ha purificado en aquel baño que da la remisión de los pecados y la regeneración, y no vive como Cristo nos enseñó.

Los que poseen bienes de fortuna y quieren, cada uno da, a su arbitrio, lo que bien le parece, y lo que se recoge se deposita ante el que preside, que es quien se ocupa de repartirlo entre los huérfanos y las viu-das, los que por enfermedad u otra causa cualquiera pasan necesidad, así como a los presos y a los que se hallan de paso como huéspedes; en una palabra, él es quien se encarga de todos los necesitados.

Y nos reunimos todos el día del sol, primero porque en este día, que es el primero de la creación, cuando Dios empezó a obrar sobre las tinieblas y la materia; y también porque es el día en que Jesucristo, nuestro Salvador, resucitó de entre los muertos … se dejó ver de sus apóstoles y discípulos y les enseñó todo lo que hemos expuesto a vuestra consideración”.

San Justino, mártir, De la primera apología en defensa de los cristianos Cap. 66-67

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Para la PARROQUIA

Seréis mis testigos

“Mis ovejas escuchan mi voz, y yo las conozco, y ellas me siguen, y yo les doy la vida eterna. Y un poco an-tes había dicho: Quien entre por mí se salvará, y po-drá entrar y salir, y encontrará pastos. O sea, tendrá acceso a la fe,…

Sus ovejas encuentran pastos, porque quienquiera que siga al Señor con corazón sencillo se nutrirá con un alimento de eterno verdor. ¿Cuáles son, en efec-to, los pastos de estas ovejas, sino los gozos eternos de un paraíso inmarchitable? Los pastos de los elegi-dos son la visión del rostro de Dios,…

Busquemos, estos pastos,… porque amar de esta forma ya es ponerse en camino.

Que ninguna adversidad pueda alejarnos del júbilo de la solemnidad interior, puesto que cuando alguien desea de verdad ir a un lugar, las asperezas del cami-no, cualesquiera que sean, no pueden impedírselo.

Que tampoco ninguna prosperidad, por sugestiva que sea, nos seduzca, pues no deja de ser estúpido el caminante que, ante el espectáculo de una campiña atractiva en medio de su viaje, se olvida de la meta a la que se dirigía”.

San Gregorio Magno, papa, sobre los evangelios. Homilía 14, 4-6

“La resurrección de Cristo destruye el poder del abis-mo, los recién bautizados renuevan la tierra, el Espí-ritu Santo abre las puertas del cielo.

La resurrección de Cristo es vida para los difuntos, perdón para los pecadores, gloria para los santos. Por esto el salmista invita a toda la creación a cele-brar la resurrección de Cristo, al decir que hay que alegrarse y llenarse de gozo en este día en que actuó el Señor.

La luz de Cristo es día sin noche, día sin ocaso. … una vez que ha amanecido la luz de Cristo, huyen las ti-nieblas del diablo y desaparece la negrura del peca-do, porque el resplandor de Cristo destruye la tene-brosidad de las culpas pasadas.

… del mismo modo las tinieblas no pueden seguir la santidad de Cristo. … La luz de Cristo luce, ilumina, destella continuamente y las tinieblas del pecado no pueden recibirla: por ello dice el evangelista Juan: La luz brilló en la tiniebla, y la tiniebla no la recibió.

Por ello, hermanos, hemos de alegrarnos en este día santo. Que nadie se sustraiga del gozo común a cau-sa de la conciencia de sus pecados, que nadie deje de participar en la oración del pueblo de Dios, a causa del peso de sus faltas. Que nadie, por pecador que se sienta, deje de esperar el perdón en un día tan santo. Porque si el ladrón obtuvo el paraíso, ¿cómo no va a obtener el perdón el cristiano?”.

San Máximo de Turín, obispo Sermón 53, 1-2. 4

4º domingo de PascuaJn 10, 1-10

5º domingo de PascuaJn 14, 1-12

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“Si me amáis, guardaréis mis mandamientos. Os he dado un mandamiento: que os améis mutuamente y hagáis unos con otros como yo he hecho con voso-tros. En esto consiste el amor: en cumplir los manda-mientos y ponerse al ser-vicio del amado. Yo le pedi-ré al Padre que os dé otro Defensor. Son palabras de despedida. Y como todavía no lo conocían bien, era muy probable que ellos habrían de buscar ansiosa-mente la compañía del ausente, sus palabras, su pre-sencia física, y que no habrían de aceptar, una vez que él se hubiera marchado, ningún tipo de consuelo. Y ¿qué es lo que dice? Yo le pediré al Padre que os dé otro Defensor, esto es, otro como yo.

En efecto, mientras Cristo estaba con ellos, no cono-cían la aflicción; pero cuando se fue, al quedarse so-los y sobrecogidos de temor, habrían de recibirlo con mayor anhelo. Que esté siempre con vosotros. …

Lo llama Espíritu de la verdad. …

El mundo no puede recibirlo porque no lo ve. …Toda-vía le buscaban a él, querían su compañía. Para tran-quilizarlos dice: Tampoco yo os dejaré desamparados, volveré. No temáis, dice; no he dicho que os enviaré otro Defensor porque yo vaya a dejaros para siempre; no he dicho: vive en vosotros, como si no haya de vol-ver a veros En realidad, también yo vendré a vosotros. No os dejaré desamparados”.

San Juan Crisóstomo, Homilía 75 sobre el evangelio de san Juan (1: PG 59, 403-405)

6º domingo de PascuaJn 14, 15-21

“Dios nos ha reconciliado por medio de Cristo y nos ha confiado el ministerio de esta reconciliación”.

“Los que poseen las arras del Espíritu y la esperanza de la resurrección, como si poseyeran ya aquello que esperan, pueden afirmar que desde ahora ya no co-nocen a nadie según la carne: todos, en efecto, somos espirituales y ajenos a la corrupción de la carne. Por-que, desde el momento en que ha amanecido para nosotros la luz del Unigénito, somos transformados en la misma Palabra que da vida a todas las cosas. Y, si bien es verdad que cuando reinaba el pecado estába-mos sujetos por los lazos de la muerte, al introducirse en el mundo la justicia de Cristo quedamos libres de la corrupción.

Si tal es la condición de aquel que se convirtió para nosotros en abanderado y precursor de la vida, es ne-cesario que nosotros, siguiendo sus huellas, forme-mos parte de los que viven por encima de la carne, y no en la carne. Por eso, dice con toda razón san Pablo: El que es de Cristo es una criatura nueva. Lo antiguo ha pasado, lo nuevo ha comenzado. Hemos sido, en efecto, justificados por la fe en Cristo, y ha cesado el efecto de la maldición, puesto que él ha resucitado para liberarnos, conculcando el poder de la muerte; y, además, hemos conocido al que es por naturaleza propia Dios verdadero, a quien damos culto en espíri-tu y en verdad, por mediación del Hijo, quien derrama sobre el mundo las bendiciones divinas que proceden del Padre.

San Cirilo de Alejandría, obispo. Comentario sobre segunda carta a los Corintios 5,5-6,2

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Para la PARROQUIA

Seréis mis testigos

“La cruz es voluntad del Padre, gloria del Hijo, gozo del Espíritu Santo, orgullo de Pablo: Dios me libre —dice— gloriarme si no es en la cruz de nuestro Señor Jesucristo. La cruz es más brillante que el sol, más es-pléndida que sus rayos: pues cuando aquél se oscure-ce, ésta resplandece; y si se oscurece el sol, no es por-que se le quite de en medio, sino porque es anulado por el esplendor de la cruz. La cruz rasgó el protocolo que nos condenaba, inutilizó la cárcel de la muerte; la cruz es indicio de la divina caridad. Tanto amó Dios al mundo, que entregó a su Hijo único, para que no perezca ninguno de los que creen en él.

Ahora bien, ¿por qué el mismo que llama a la cruz glo-ria y reprende al discípulo porque intenta disuadirlo del camino de la cruz, que se muestra como el buen pastor desde el momento que se deja matar por sus ovejas, que dice desear la cruz y encaminarse libre-mente a ella, por qué —repito— ruega que esto no suceda?”.

San Juan Crisóstomo, Homilías sobre el nuevo Testamento (PG 51, 34-35)

7º domingo de PascuaJn 17, 1 -1

“Y ahora voy a ti y digo esto en el mundo para que ellos mismos tengan mi alegría cumplida». Aún no había dejado el mundo, estaba todavía en él, pero puesto que muy pronto iba a dejarlo, es, por así decir, como si ya no estuviera en él. Pero ¿cuál es esta alegría que quiere que sus discípulos tengan cumplida? Lo ha explicado ya más arriba, cuando dice: «Para que sean uno como nosotros». Esta alegría que es la suya y que les ha dado, les predice su cumplimiento perfecto, y es por ello que habla de ella «en el mundo». Esta ale-gría, es la paz y la felicidad del mundo venidero; para obtenerlas es preciso vivir en este mundo de acá en la moderación, la justicia y la piedad”.

San Agustín (Sermón sobre San Juan, nº 107)

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Seréis mis testigos

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“Él ha sido elevado ya a lo más alto de los cielos; sin embargo, continúa sufriendo en la tierra a través de las fatigas que experimentan sus miembros. Así lo atestiguó con aquella voz bajada del cielo: Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues? Y también: Tuve ham-bre y me disteis de comer. ¿Por qué no trabajamos nosotros también aquí en la tierra, de manera que, por la fe, la esperanza y la caridad que nos unen a él, descansemos ya con él en los cielos? Él está allí, pero continúa estando con nosotros; asimismo, nosotros, estando aquí, estamos también con él. Él está con nosotros por su divinidad, por su poder, por su amor; nosotros, aunque no podemos realizar esto como él por la divinidad, lo podemos sin embargo por el amor hacia él”.

San Agustín (Sermón 98, Sobre la Ascensión del Señor, 1-2; PLS 2, 494-495)

La Ascensión Mt 28, 16-20

“… nuestro Señor Jesucristo, después de haber reali-zado todo lo que convenía a la predicación evangéli-ca y a los misterios del nuevo Testamento, cuarenta días después de la resurrección, elevándose al cielo a la vista de sus discípulos, puso fin a su presencia cor-poral para sentarse a la derecha del Padre, hasta que se cumplan los tiempos divinamente establecidos en que se multipliquen los hijos de la Iglesia, y vuelva, en la misma carne con que ascendió a los cielos, a juz-gar a vivos y muertos. Así, todas las cosas referentes a nuestro Redentor, que antes eran visibles, han pa-sado a ser ritos sacramentales; y para que nuestra fe fuera más firme y valiosa, la visión ha sido sustituida por la instrucción, de modo que, en adelante, nues-tros corazones, iluminados por la luz celestial, deben apoyarse en esta instrucción”.

San León Magno, Tratado 74 (1-2: CCL 138A 455-457

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Para la PARROQUIA

Seréis mis testigos

“Grata es para Dios esta solemnidad en que la pie-dad recobra vigor y el amor ardor, como efecto de la presencia del Espíritu Santo, según enseña el Apóstol al decir: El amor de Dios se ha difundido en nuestros corazones mediante el Espíritu Santo que se nos ha dado (Rom, 5,5). La llegada del Espíritu Santo signifi-có que los ciento veinte hombres reunidos en el lugar se vieron llenos de él. En la lectura de los Hechos de los Apóstoles escuchamos que estaban reunidos en una sala ciento veinte personas a la espera de la promesa de Cristo. Se les había dicho que permaneciesen en la ciudad hasta que fuesen revestidos del poder de lo alto. Pues yo -les dijo el Señor- os enviaré mi prome-sa. El es fiel prometiendo y bondadoso cumpliendo. Lo que prometió en la tierra, lo envió después de as-cendido al cielo. Tenemos una prenda de la vida eter-na futura y del reino de los cielos. Si no nos engañó en esta primera promesa, ¿va a defraudarnos en lo que esperamos para el futuro?”.

San Agustín. Sermón 378

“¿A quiénes llamó dichosos, hermanos, sino a no-sotros? Y no solamente a nosotros, sino a todos los que vengan después de nosotros. Porque no mucho tiempo después, habiéndose alejado de sus ojos mor-tales para fortalecer la fe en sus corazones, cuantos en adelante creyeron en él, creyeron sin verle, y su fe tuvo gran mérito: para conquistar esa fe, movilizaron únicamente su piadoso corazón, y no el corazón y la mano comprobadora”.

San Agustín, Sermón 88 (1-2: Edit Maurist t. 5 469-470)

PentecostésJn 20, 19-23

“Y les dijo: Paz a vosotros. Como mi Padre me ha en-viado, así también os envío yo. Esto es: como el Pa-dre, que es Dios, me ha enviado a mí que soy Dios, así también yo, que soy hombre, os envío a vosotros, que sois hombres. El Padre envió al Hijo y determinó que se encarnara para la redención del género humano. Quiso ciertamente que viniera al mundo a padecer, y sin embargo amó al Hijo a quien mandó a la pasión. Asimismo a los apóstoles, que él eligió, el Señor los envió al mundo no a gozar, sino —como él mismo fue enviado— a padecer. Y así como el Hijo es amado por el Padre y no obstante es enviado a padecer, de igual modo los discípulos son amados por el Señor y, sin embargo, son enviados al mundo a padecer. Por eso dice: Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo; esto es, cuando yo os envío al torbellino de las persecuciones, os estoy amando con el mismo amor con que el Padre me ama, quien no obstante, me hizo venir a soportar los tormentos.

La palabra «enviar» puede entenderse también de su naturaleza divina. En efecto, se dice que el Hijo es en-viado por el Padre, en cuanto que es engendrado por el Padre. En el mismo orden de cosas, el mismo Hijo nos habla de enviarnos el Espíritu Santo que, siendo igual al Padre y al Hijo, sin embargo no se encarnó. Dice en efecto: Cuando venga el Paráclito, que os en-viaré desde el Padre. Si, pues, debiéramos interpretar la palabra «enviar» únicamente en el sentido de «en-carnarse», en modo alguno podría decirse del Espíritu Santo que sería «enviado», ya que nunca se encarnó. Su misión se identifica con la procesión, por la que

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Seréis mis testigos

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“Y como quiera que a nosotros, redimidos de la muer-te, se nos imparte en el bautismo —como acabamos de decir—la gracia de la inmortalidad por la fe en el Padre y en el Hijo y en el Espíritu Santo, basados en esta razón creemos no estar autorizados a admitir en la santísima Trinidad nada servil, nada creado, nada indigno de la majestad del Padre; toda vez que una sola es nuestra vida, vida que conseguimos por la fe en la santísima Trinidad, y que indudablemente fluye del Dios de todo lo creado, como de su fuente, que se difunde a través del Hijo y que se consuma en el Espíritu Santo.

Teniendo, pues, esto por cierto y por bien sentado, accedemos a recibir el bautismo tal como se nos ha ordenado; creemos tal como hemos sido bautizados; sentimos tal como creemos; de suerte que, sin discre-pancia alguna, nuestro bautismo, nuestra fe y nues-tro modo de sentir están radicados en el Padre, en el Hijo y en el Espíritu Santo.

Santísima TrinidadJn 3, 16-18

procede del Padre y del Hijo. Por tanto, así como se dice del Espíritu que será enviado porque procede, así también se dice correctamente del Hijo que es envia-do, en el sentido de que es engendrado”.

San Gregorio Magno, Homilía 26 sobre los Evangelios (1-2: PL 76, 1197-1198)

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Para la PARROQUIA

Seréis mis testigos

Y todos cuantos, acomodándose a esta regla de ver-dad, confiesan tres personas y pía y religiosamente las reconocen en sus propiedades, y creen que existe una sola divinidad, una sola bondad, un solo princi-pado, una sola potestad y un solo poder, ni abrogan la potencia de la monarquía, ni se dejan arrastrar a la confesión del politeísmo, ni confunden las personas, ni se forjan una Trinidad con elementos dispares y he-terogéneos, sino que aceptan con simplicidad el dog-ma de fe, colocando toda la esperanza de su salvación en el Padre y en el Hijo y en el Espíritu Santo: todos estos comparten con nosotros una misma forma de pensar. Pedimos a Dios tener también nosotros parte con ellos en el Señor”.

San Gregorio de Nisa, Carta 5 (PG 46, 1031)

Nota: Quien quiera acceder a los comentarios completos puede hacerlo en la web de la Vicaría de Evangelización/ Comisión de Espiritualidad: http://evangelizacionvalencia.org/Pagina.aspx?Pag=14&Menu=3&SubMenu=18

Seréis mis testigos

Propuesta misionera

Comisión Diocesana de

Misiones

El Primer domingo de Mayo, la Diócesis de Valencia recuerda de una forma especial a sus misioneros. La labor misionera “ad gentes” de los valencianos sigue siendo muy significativa. En la actualidad hay alre-dedor de quinientos religiosos (religiosas, frailes, sa-cerdotes, etc.) y unos cien laicos (OCASHA, Camino Neocatecumenal, etc) en países de Misión. En los últimos años ha disminuido mucho la presencia de sacerdotes diocesanos. Aun así, ahora hay diecisie-te sacerdotes del presbiterio diocesano, algunos de ellos ya jubilados.

Hay misioneros valencianos en América , África, Asia y algunas ciudades de Europa. Este tercer domingo de pascua rezaremos especialmente por ellos. Es el día de Valencia Misionera, este año con el lema: “Nuestros santos valencianos salieron a las perife-rias”. Mas allá de las fronteras parroquiales y dio-cesanas hay lugares del tercer mundo donde no se conoce a Jesucristo y donde se visibiliza la opción de la iglesia por los pobres.

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Para la PARROQUIA

Seréis mis testigos

Otra Opción, en este tiempo de Pascua, es la de re-zar todos los viernes, sábados, o el día que se estime oportuno en cada parroquia, el Rosario Misionero, y ofrecer cada misterio por un continente o por un país en los que se encuentran nuestros misioneros dioce-sanos: Mozambique, Chile, Perú, Ecuador y Cuba.

Además de hacer alguna mención en la homilía, se podrían hacer algunas preces:

• Para que el Espíritu Santo fortalezca a los misio-neros valencianos y lleven el Evangelio a todos los hombres, sobre todo a los enfermos y a los pobres, Roguemos al Señor.

• Para que en nuestra iglesia de Valencia surjan nuevos misioneros que anuncien la Buena Noti-cia no solo con palabras sino sobre todo con su vida , Roguemos al Señor.

• Para que nuestros misioneros se sientan apoya-dos por esta iglesia valenciana con nuestras ora-ciones, sacrificios y ayuda económica, roguemos al Señor.

• Por las familias de los misioneros, para que Dios les reconforte y consuele ante la lejanía y preo-cupación por sus hijos o hermanos que decidie-ron ser “obreros” en la viña del Señor, roguemos al Señor.

También el mismo día, pediremos con toda la Iglesia por las Vocaciones Nativas. Si bien es cierto que siempre será una obligación de cada Iglesia particular no desentenderse de la misión “ ad gentes”, también es cierto que el ideal de todo territorio de misión es ser evangelizado por sacerdotes , religiosos, catequistas, laicos , que sean nativos. También se podría hacer alguna mención en la homilía e introducir algunas preces con esta intención particular.

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Seréis mis testigos

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1. El Bautismo de Jesús en el río Jordán.

Intención Misionera: que todos los seres humanos reciban el don de la fe y el bautismo.

2. La Revelación de Jesús en las Bodas de Caná.

Intención Misionera: que todos los varones y mujeres participen en la Nueva Alianza.

3. Jesús anuncia el Reino de Dios e invita a la conversión.

Intención Misionera: para que abunden los misioneros del Reino de Dios en toda la tierra.

4. La Transfiguración de Jesús.

Intención Misionera: que sirvamos a los que sufren como hijos amados de Dios.

5. Jesús instituye la Eucaristía.

Intención Misionera: por la comunión de todas las Iglesias en el único Cuerpo de cristo, para que el mundo crea.

Misterios de Luz(jueves)

1. La encarnación del Hijo de Dios.

Intención Misionera: por la encarnación del Evangelio en todos los pueblos de la tierra.

2. La Visitación de María a su Prima Isabel.

Intención Misionera: para que los hambrientos de la tierra sean colmados de bienes.

3. El Nacimiento de Jesús en belén.

Intención Misionera: para que Jesús sea creído Salvador del mundo y Mesías de la paz.

4. La Presentación de Jesús en el templo.

Intención Misionera: que Jesús sea reconocido luz de las naciones.

5. Jesús perdido y hallado en el templo.

Intención Misionera: por la Infancia Misionera para que los niños dediquen su vida a la difusión del Evangelio.

Misterios de Gozo(lunes y sábado)

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Para la PARROQUIA

Seréis mis testigos

1. La oración de Jesús en el huerto de Getsemaní.

Intención Misionera: Por los presos; por los condenados a muerte para que se confíen al juicio último de la misericordia de Dios.

2. La flagelación de Jesús.

Intención Misionera: Por los “enfermos misioneros” en comunión con el Redentor del mundo.

3. Jesús es coronado de espinas.

Intención Misionera: Por los no-violentos, profetas de la paz, burlados en todas las naciones.

4. Jesús es cargado con la cruz.

Intención Misionera: Por los inmigrantes, forasteros, transeúntes y solitarios.

5. La crucifixión y muerte de Jesús.

Intención Misionera: Por la salvación del mundo.

1. La Resurrección de Jesús, el Señor.

Intención Misionera: que los pueblos crucificados por la violencia resuciten a una vida digna.

2. La Ascensión del señor al Padre.

Intención Misionera: que todos los miembros de la Iglesia sean misioneros.

3. La venida del Espíritu Santo.

Intención Misionera: por la práctica del diálogo interreligioso.

4. La Asunción de María a la gloria.

Intención Misionera: por la liberación de las mujeres pobres en toda la tierra.

5. La coronación de María.

Intención Misionera: que todos los seres humanos reciban el don de la fe y el bautismo.

Misterios de Dolor(martes y viernes)

Misterios de Gloria(miércoles y domingo)

Seréis mis testigos

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Orar desde las periferias

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Guión de oración de Cáritas

para la comunidad

parroquialen tiempo de

Cuaresma

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Para la PARROQUIA

Seréis mis testigos

Ambientación del lugar

La oración estará presidida por una cruz grande de ma-dera reclinada sobre una mesa y apoyada en el suelo. Se puede colocar alguna alfombra alrededor para que el que quiera, en la parte última de la oración, pueda arrodillarse o sentarse un momento ante la cruz.

Se entregará a los asistentes fotocopiada la hoja que hay al final de este guión con los textos para meditar.

Se pondrá música de fondo para crear clima de recogi-miento.

Desarrollo de la oración

Lector 1:

Vamos a iniciar este momento de oración ha-ciendo el canto inicial que tenemos en la hoja. Mientras lo cantamos os invito a que seamos conscientes de la Bondad y el Amor con que Dios Padre-Madre inunda nuestras vidas cada día a través de tantas mediaciones sencillas. Que sea-mos conscientes de la Bondad y el Amor de Dios que habita en nuestro corazón.

Canto:

La Bondad y el Amor del Señor duran por siempre… (autor Kairoi).

Si no se canta se puede también escuchar.

Lector 1:

Empezamos leyendo en el Evangelio de Marcos este pasaje que nos va a acompañar a lo largo de esta oración:

“En aquél día, de madrugada, antes del amanecer, Jesús se levantó y, saliendo de la ciudad, se dirigió a un lugar apartado a orar”… (a una periferia) Mc 1,35

¿Queréis que le sigamos para hacer oración con él?

Pues salgamos de aquí… y vayamos a buscarle en las periferias apartadas de nuestra ciudad para unirnos a su oración.

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Seréis mis testigos

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Pero para poder dar con él deberemos ir llenos de silencio interior, vacíos de nosotros mismos, y abiertos a todo lo que él quiera sugerirnos y des-pertarnos en lo más profundo de nuestro corazón al contacto con la realidad que se vive, o se sufre, en las periferias de la ciudad.

Si estáis dispuestos y dispuestas a esto tan extraño hoy en día como hacer silencio interior, vaciarse de uno mismo, y estar abiertos a lo que Dios nos dice en la realidad que nos rodea… podemos YA MIS-MO salir de aquí en busca de Jesús para orar con él en la periferia donde esté arrodillado.

¡Pues nos ponemos en marcha todos juntos…!

Después de mucho caminar, le encontramos arro-dillado en la primera periferia, es la periferia de los empobrecidos, de los que viven en el lugar más apartado de la sociedad del bienestar, los sin tra-bajo, los sin hogar, los sin papeles, los sin ayudas sociales, los sin poder llegar a fin de mes, los sin derechos, los sin alimentos, los sin oportunidades para gozar de una vida digna.

Ante ellos Jesús está arrodillado orando en silen-cio. De pronto nos ha escuchado llegar, (…somos tantos).

Vuelve su rostro hacia nosotros y, señalando hacia los que viven en esta periferia, nos pregunta con-movido a cada uno de nosotros:

¿QUÉ HA SIDO DE ESTOS HERMANOS Y HERMANAS TUYOS?

Y nosotros nos quedamos contemplando, sin pa-labras, a estos prójimos nuestros que viven ado-rando a tantos dioses mundanos.

En la hoja de oración vamos a quedarnos mirando la imagen 2ª, que simbólicamente quiere repre-sentar a las personas que viven sin Dios. Y miran-do esta imagen… nos preguntaremos una y otra vez en nuestro interior diciendo:

“SEÑOR, ¿QUÉ QUIERES QUE HAGA?

…Y dejaremos que el silencio nos inunde para que la respuesta de Dios pueda llegar a nuestro cora-zón. Vamos a dejar ahora unos minutos para este momento de contemplación.

Se dejará música suave de fondo. Pasados unos 8-10 minutos, el lector 1 dirá:

Ahora os invito a proclamar todos juntos la ora-ción que tenéis en vuestra hoja titulada “Aquí es-toy”.

Aquí estoy, Señor Jesús, para hacer tu voluntad. Inúndame con tu Espíritu. Hágase en mí según tu Palabra.

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Para la PARROQUIA

Seréis mis testigos

Toma mi vida entera, mis capacidades, mis cualidades, mis pertenencias, mis manos, mi mirada, mi escucha, mis palabras, mi calor humano… para ser instrumento en tus manos, para ser buena noticia de tu Evangelio, para hacer presente tu Reino.

Lector 1:

Continuamos el Evangelio con que empezamos esta oración: En estos momentos llegan aquí, a esta periferia donde estamos, “Simón Pedro y los demás discípulos de Jesús que han venido en su busca, y le dicen: Maestro, todos están buscándo-te. Y él les contesta: Vayamos a los pueblos cerca-nos a anunciar el mensaje también allí. Para eso he venido” (Mc 1,36-38).

Lector 2:

“Jesús recorría todos los pueblos y aldeas ense-ñando en cada sinagoga. Anunciaba la buena noti-cia del Reino y curaba toda clase de enfermedades y dolencias. Y al ver a toda aquella gente, se sentía CONMOVIDO, porque estaban tristes y desalen-tados, como ovejas sin pastor. Dijo entonces a sus discípulos:

― La mies es mucha, pero son pocos los obreros. Por eso pedidle al dueño de la mies que mande obreros a su mies” (Mt 9,35-38).

Lector 1:

Releemos en silencio este texto evangélico para que nos calen sus palabras. Y aquél que se sienta llamado por el dueño de la mies a ser uno de sus obreros, volverá a proclamar en su interior la ora-ción titulada “Aquí estoy”.

Durante este tiempo largo que ahora vamos a tener de oración personal, el que quiera podrá le-vantarse y acercarse a la cruz que tenemos aquí delante, para tocarla con su mano y transmitirle su propio calor humano. Con este sencillo gesto haremos visible que somos obreros de la mies, llamados a dar nuestro calor comprometido a aquellos que sufren la fría cruz de la injusticia y el desamparo. Podrá quedarse un momento junto a la cruz, arrodillado o sentado, tocándola y orando ante ella.

Se dejará música suave de fondo. Pasados unos 10-12 minutos, el lector 1 dirá:

En estos momentos, si alguien quiere hacer una petición, alguna acción de gracias, o compartir algo de lo vivido en este espacio de oración, ahora es el momento de hacerlo.

Para terminar vamos a rezar juntos, cogidos de la mano, la oración que Jesús nos enseñó, y después de rezarla nos daremos un abrazo de paz: Padre nuestro…

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Seréis mis testigos

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Canto:

La bondad y el amor del señor duran por siempre, duran por siempre. (bis)

Alabemos al Señor, nos inunda con su amor.

Da la paz al corazón, nos inunda con su amor.

Se hace nuestro servidor, nos inunda con su amor.

Imagen 1ª

¿QUÉ ES LO QUE HAN HECHO CON TUS HERMANOS Y HERMANAS?

Oración:

“Aquí estoy”

Aquí estoy, Señor Jesús, para hacer tu voluntad. Inúndame con tu Espíritu. Hágase en mí según tu Palabra. Toma mi vida entera, mis capacidades, mis cualidades, mis pertenencias, mis manos, mi mirada, mi escucha, mis palabras, mi calor humano… para ser instrumento en tus manos, para ser buena noticia de tu Evangelio, para hacer presente tu Reino.

“SEÑOR, ¿QUÉ QUIERES QUE HAGA?

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Para la PARROQUIA

Seréis mis testigos

Imagen 2ª

¿QUÉ HA SIDO DE ESTOS HERMANOS Y HERMANAS TUYOS?

Oración:

“Aquí estoy”.

Evangelio:

“Jesús recorría todos los pueblos y aldeas enseñando en cada sinagoga. Anunciaba la buena noticia del Reino y curaba toda clase de enfermedades y dolencias. Y al ver a toda aquella gente, se sentía CONMOVIDO, porque estaban tristes y desalentados, como ovejas sin pastor. Dijo entonces a sus discípulos:

― La mies es mucha, pero son pocos los obreros. Por eso pedidle al dueño de la mies que mande obreros a su mies” (Mt 9,35-38).

Oración:

“Aquí estoy”.

“SEÑOR, ¿QUÉ QUIERES QUE HAGA?

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Seréis mis testigos

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Guión litúrgico para la eucaristía

del segundo domingo del mes

cuya colecta se destina a Cáritas

Parroquial

9 de marzo de 2014 Domingo 1º de Cuaresma

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Para la PARROQUIA

Seréis mis testigos

(Material para que los miembros de cada Cáritas Pa-rroquial puedan animar la Eucaristía dominical, con el fin de sensibilizar e implicar a la comunidad en el com-promiso sociocaritativo).

Ambientación

En el interior de la Iglesia se colocará en el ambón de las lecturas o bien en el altar un cartel que diga:

Monición de entrada

Bienvenidos a esta celebración del primer domin-go de Cuaresma. En este tiempo litúrgico vamos a preparar nuestros corazones y nuestras vidas para la Pascua de Jesús, nuestra Pascua. Pasar de la muerte a la Vida. En estos cuarenta días queremos dar muer-te en nosotros a todo aquello que nos quita vida, paz, alegría, esperanza, y sobre todo que nos impide ver la necesidad y sufrimiento de nuestro prójimo.

Que la eucaristía de hoy nos empuje a unirnos más íntimamente a Cristo, porque sólo así podremos ser sembradores de Esperanza, de vida nueva, en un mundo donde hay tanta muerte, tantos crucificados por la injusticia, la pobreza y el egoísmo.

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Seréis mis testigos

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Palabra de Dios

Monición a la 1ª lectura: Gén 2,7-9;3,1-7

ECuando un grupo humano vive en auténtica frater-nidad; cuando una persona vive en gratuidad, entre-gada y al servicio de los demás; cuando los problemas del otro son también mis problemas… estamos sien-do constructores de espacios de ESPERANZA, el pa-raíso vuelve a hacerse presente en este mundo.

En esta primera lectura vamos a escuchar el relato del pecado de Adán y Eva. Si el mundo de hoy está como está, roto por la injusticia y el egoísmo de los hom-bres, es señal de que todavía hay mucho de Adán y Eva en el corazón de los seres humanos de este siglo.

Monición a la 2ª lectura: Rom 5,12-19

San Pablo nos va a hablar de Jesús como el nuevo Adán, es el hombre nuevo que hace la voluntad del Padre. Es el contagiador de una Vida nueva que nos hará capaces de hacer de esta tierra un cielo. Dejé-monos contagiar por él. Hacen falta muchos hom-bres y mujeres nuevos en el mundo de hoy, que sean sembradores de esperanza con su estilo de vivir.

Monición al Evangelio: Mt 4,1-11

Jesús, el hombre nuevo, no se libra de las tentaciones cuando se propone llevar adelante su misión del rei-no. Son parte del camino, y por difícil que sea, él nos enseña a recorrerlo marchando el primero. No nos desanimemos cuando las vivamos en carne propia. Son la mejor manera de purificar nuestras intencio-nes y motivaciones profundas.

Peticiones

1. Señor de la Vida, te pedimos por todos nosotros que iniciamos el camino cuaresmal. Ayúdanos a purificarnos de todos nuestros egoísmo que nos alejan del calor de tu amistad siempre presente en nuestro corazón. Roguemos al Señor.

2. Señor de la Vida, te pedimos por todas las per-sonas que están comprometidas en la tarea de ayudar a los más desfavorecidos y luchar por la justicia, para que no caigan en la tentación del desánimo y la desesperanza. Roguemos al Señor.

3. Señor de la Vida, te pedimos por la Iglesia, por el Papa, los obispos, por los sacerdotes, los religio-sos y los laicos, para que sean fieles testigos del Evangelio en el siglo XXI. Roguemos al Señor.

4. Señor de la Vida, te pedimos por los gobernantes de este mundo, para que no caigan en las tenta-ciones del poder, y ejerzan su cargo para servir, y hacer políticas que contribuyan a construir un mundo más justo. Roguemos al Señor.

5. Señor de la Vida, te pedimos por los jóvenes, para que en ellos surja la inquietud por el compromiso y el servicio a los más desfavorecidos, superando las tentaciones del egoísmo. Roguemos al Señor.

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Para la PARROQUIA

Seréis mis testigos

Monición y Oración para después de la comunión

Señor Jesús, danos entrañas de misericordia frente a toda miseria humana. Inspíranos el gesto y la palabra oportuna frente al hermano solo y desamparado.

Ayúdanos a mostrarnos disponibles ante quien se siente explotado y deprimido.

Ayúdanos Señor a hacer posible entre nosotros, una comunidad que sea un espacio de esperanza, de amor, de libertad, de fraternidad, de justicia y de paz, para que todos encuentren en ella un motivo para seguir esperando.

Ayúdanos a llevar a la práctica en esta Cuaresma, y en el resto de nuestras vidas, el auténtico ayuno que tú quieres:

que trabajemos para romper tantas cadenas injustas,

que nos desatemos del consumismo y del afán de tener, que ayudemos a liberarse a los que viven oprimidos por cualquier motivo,

que no dejemos que a nuestro alrededor nadie humille o maltrate a nadie,

que compartamos nuestro pan con el hambriento,

que seamos siempre acogedores del prójimo herido,

que vivamos en todo momento desde la generosidad y la gratuidad,

y no nos desentendamos nunca de los problemas y necesidades de nuestros semejantes.

Entonces seremos luz de esperanza en este mundo, y tú te harás presente en este mundo con nuestra presencia comprometida.

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Seréis mis testigos

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La Semana de la Caridad7 días para la Esperanza

Se trata de programar 7 actividades de sensibiliza-ción para 7 días. Estos 7 días pueden corresponder a los días de una semana natural, o bien los 7 días se pueden distribuir a lo largo de dos o tres semanas o un mes.

Proponemos al equipo de cada Cáritas Parroquial que organice en su comunidad esta semana de la Caridad, con la finalidad de sensibilizar sobre este tema, y dar a conocer la labor de Cáritas a los miem-bros de la parroquia, y no sólo a ellos, sino también abrirlo a las personas del barrio o pueblo. Sería una manera de visibilizar el compromiso sociocaritativo que tiene la comunidad parroquial como fruto de su seguimiento de Jesús resucitado.

Propuestas de posibles actividades para programar en estos 7 días

Ofrecemos ahora un listado de actividades de don-de se pueden seleccionar aquellas que se vean más viables para la propia comunidad parroquial. No está cerrado el listado, sino que está abierto a muchísimas más actividades e ideas que pue-dan surgir de la iniciativa y creatividad que ten-ga cada equipo. Una vez elegidas, se elaborará un calendario con las 7 fechas y las actividades a realizar, y se le dará la máxima difusión para que todos los interesados puedan participar en ellas.

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Para la PARROQUIA

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1. Día de puertas abiertas de Cáritas

Organizar una sesión informativa donde Cáritas Pa-rroquial presente toda la labor que está realizando: informe de las problemáticas sociales que hay en la zona y cómo está respondiendo a ellas, los proyectos que lleva en marcha; dé a conocer las necesidades que tiene y de qué recursos humanos y económi-cos dispone; contar cómo se organizan y funcionan, cómo se relacionan y trabajan coordinadamente con otras entidades de la zona; cómo funcionan arcipres-talmente con las otras Cáritas parroquiales y cómo se coordinan con Cáritas Diocesana.

Esto sería en cuanto a la parte visible de Cáritas, pero en esta sesión propondríamos que también se ha-blara, en una segunda parte, de la vivencia personal de algunos de los miembros del equipo de Cáritas. Consistiría sencillamente en que compartieran su ex-periencia personal, porqué están en Cáritas, lo que está suponiendo o ha supuesto para ellos, para su vivencia de fe y crecimiento humano su estar en Cá-ritas. Decir en qué les está marcando Cáritas, lo que les aportan las personas que acompañan y atienden desde Cáritas. Terminado esto, se iniciaría un colo-quio con los asistentes donde responder a preguntas y comentar lo expuesto. Luego podrían visitar los lo-cales donde Cáritas realiza su labor.

2. Presentación de un programa o proyecto de Cáritas Diocesana

Organizar una sesión en la que se presente un pro-grama o proyecto que lleva adelante Cáritas Dioce-sana. Que venga uno de sus responsables y algunos de sus voluntarios para que expliquen lo que hacen, cuenten las problemáticas que tienen las personas que acompañan, cómo responden a ellas, y cómo viven ellos esta experiencia. También decir cómo se puede colaborar con ellos.

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3. Cena de la Fraternidad

Se invitará a toda la comunidad a participar en una cena donde cada uno traerá su bocadillo y un sencillo regalo sorpresa envuelto en papel de regalo. Este re-galo será un detalle que no cueste dinero, bien pue-de ser alguna cosa suya o bien algo hecho por él. A la entrada cada uno irá dejando el regalo dentro de un saco o cesta que esté dispuesto para esto, y en otro lugar depositará anónimamente, como donati-vo para las necesidades de Cáritas, el dinero que él suele gastarse cuando sale a una cena con amigos o familiares.

Las bebidas, el salado y el dulce lo pondría Cáritas. Acabada la cena, dándole relevancia especial, el equipo de Cáritas irá entregando los regalos a todos los asistentes como signo del compartir fraterno.

Después se podría tener organizada una sencilla ve-lada en la que los miembros de la comunidad que tengan alguna cualidad artística puedan lucirse: canto, instrumento musical, humor, escenificación, baile, algún concurso, etc. Aquí los jóvenes podrían encargarse de dinamizar y organizar todo esto.

4. Presentar la Campaña de Cáritas: “Abrir caminos de Esperanza”

Convocar a toda la comunidad parroquial, y a todo el barrio o pueblo, para hacer un acto de presentación de la Campaña. Contactar con el coordinador/ra de Cáritas de la Vicaría correspondiente para hacer esta presentación.

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5. Testigos de Esperanza (mesa de experiencias)

Se invitaría a participar en una mesa de experiencias a 4 ó 5 personas que por su trabajo y compromiso a favor de los demás, son testimonio de esperanza en los tiempos de hoy. Pueden ser personas que tra-bajan en una Ong, o que han estado colaborando en algún país empobrecido, o que han asumido en sus vidas un compromiso solidario que es un ejemplo, o que son un ejemplo de humanidad y de fe en su día a día, o que superaron una situación o adversidad o problemática muy difícil en sus vidas y están aquí como ejemplo de esperanza de que se puede salir del pozo... Algunas de estas personas pueden ser miem-bros de la propia comunidad parroquial, o conocidos por alguien de la comunidad, o que son del barrio, pueblo o ciudad.

Se trata de que en esta mesa de experiencias se den testimonios de que otra forma de vivir es posible, y que se puede ser feliz a pesar de las dificultades, y que se puede ser feliz estando comprometidos en la felicidad y dignidad de los demás, de que con la fuerza del amor se puede hacer posible lo que pare-cía imposible.

6. Celebración eucarística del segundo domingo del mes de mayo ACCIÓN de GRACIAS de Cáritas

En esta celebración el equipo de Cáritas se encargará de animar la liturgia utilizando el guión litúrgico que Cáritas Diocesana prepara para el segundo domingo del mes de mayo. (Si no se reciben los guiones que Cáritas Diocesana prepara para todos los segundos domingos de mes, contactar con el coordinador/ra de Cáritas de la Vicaría correspondiente para recibir-los).

El sacerdote, en la homilía de este domingo, podría hablar de la importancia de la Caridad en la vida de la comunidad como una forma de testimoniar la Fe. Y en la acción de gracias, un miembro del equipo de Cáritas hará una oración de gratitud a Dios y a la co-munidad, y luego animará a todos a seguir apoyando la labor que hace Cáritas.

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7. Vigilia de oración animada por Cáritas

Convocar a toda la comunidad parroquial a una vi-gilia de oración con Cáritas. Se utilizará el guión de oración que también Cáritas Diocesana prepara para el segundo domingo del mes de mayo.

8. Trabajar los materiales didácticos de la Campaña de Cáritas en todos los grupos parroquiales

En los grupos de catequesis, o de fe, o de adultos, o de movimientos juveniles, dedicar dos sesiones o re-uniones o encuentros para tratar algún documento de trabajo que se ofrece en la carpeta de materiales didácticos según cada edad. Si no se dispone de esta carpeta, contactar con el coordinador/a de Cáritas de la Vicaría correspondiente para solicitarla.

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9. Charla sobre los Objetivos de Desarrollo del Milenio

Organizar una charla de sensibilización e informa-ción sobre los ODM. Presentar la movilización que está llevando adelante Cáritas sobre este tema. Pe-dir que venga alguien de Cáritas Diocesana para in-formar sobre cuál es el grado de cumplimiento de los ODM en la actualidad y qué podemos hacer al res-pecto.

10. Círculos de Encuentro-caFé

Invitar a la comunidad a participar en estos encuen-tros o tertulias, que podrían ser por la tarde del do-mingo o del sábado o viernes... mientras se toma un café y unas pastas. La finalidad sería encontrase informalmente, para comentar las últimas noticias que trae la prensa sobre la realidad social y sus pro-blemáticas, o que han salido en otros medios de co-municación.

Se trataría de ver cómo debemos posicionarnos como cristianos ante ellas, qué haría Jesús en nues-tro lugar, qué nos está queriendo decir él con esto que está sucediendo. Se trataría de hacer comunita-riamente una lectura creyente de la realidad, y dejar-nos interpelar por ella.

Cada uno daría su opinión, compartiría cómo lo ve, inquietudes e interrogantes que le suscita esa reali-dad, qué le está diciendo Jesús por medio de ella, etc. Se podría utilizar la Palabra de Dios de ese domingo para encontrar en ella claves de lectura de esta reali-dad social que aflora en estas noticias.

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11. Foro de alternativas: Otro estilo de vivir es posible

Se organiza una mesa de experiencias con personas que hablen sobre banca ética, consumo responsa-ble, sostenibilidad medioambiental, experiencias in-teresantes de asociacionismo o cooperativismo en la zona, etc. Puede aprovecharse para poner un pues-to de venta de productos de comercio justo, etc. Si resulta muy extenso para una sola sesión, puede pensarse en hacer un ciclo de charlas monográficas sobre cada una de estas experiencias o alternativas.

12. Prácticas de Solidaridad para provocar experiencias de Caridad

El equipo de Cáritas Parroquial hará un listado de posibles puestos de colaboración dentro de su ta-rea diaria, para que personas de la comunidad pue-dan hacer una experiencia de voluntariado estando acompañados por alguien de Cáritas.

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13. La ruta de la Solidaridad

De la misma manera que organizamos excursiones para conocer ciudades nuevas, donde encontramos guías que nos explican los monumentos y edificios más representativos, aquí se trata de organizar una especie de excursión o ruta para conocer los lugares más representativos de nuestra ciudad o alrededo-res, donde se están produciendo experiencias de so-lidaridad dignas de ser conocidas. Se trataría de vi-sitar obras, o instituciones o entidades que realizan una labor sociocaritativa que es signo de esperanza, y que alguien en ellas nos explique lo que hacen, etc.

14. La cruz de la Esperanza

En el primer domingo que empiece esta semana de la Caridad, se pondrá en la entrada de la Iglesia una cruz de madera grande, (o bien dibujada sobre un papel continuo pegado en la pared). Estará allí hasta el día en que se celebre el Corpus, el día de Caridad.

Sobre la madera de esta cruz estarán pegadas tiras de papel con las necesidades concretas que tiene Cá-ritas Parroquial, para poder ayudar a personas y fa-milias concretas que atiende y acompaña. (Estas ne-cesidades que se coloquen deberán estar muy bien concretadas, y se pondrán sólo aquellas que se con-sidere que pueden ser cubiertas por la solidaridad de la comunidad. A lo largo del tiempo hasta que llegue el día de Caridad, se podrán colocar nuevas necesi-dades según vayan surgiendo).

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Ejemplo de concreción de las necesidades para favo-recer la ayuda:

1. Una nevera ……… X euros (puedes aportar la can-tidad que quieras para colaborar en la compra de la nevera, o bien dar una nevera que tengas y que no necesites).

2. Una cuna para bebé.

3. Alimentos básicos para un mes para una familia de 4 miembros ……. X euros (puedes aportar la can-tidad que quieras para colaborar en la ayuda ali-mentaria de esta familia).

4. Un recibo de la luz …… X euros (puedes aportar la cantidad que quieras para esta necesidad).

5. El alquiler de un mes …… X euros (puedes aportar la cantidad que quieras para esta necesidad).

6. Hacen falta dos personas que quieran integrarse en el equipo de Cáritas.

7. Etc.

Con todo esto queremos invitar a la comunidad a bajar de la cruz, o aliviar en su via crucis, a tantas personas y familias que ahora viven crucificadas por la injusticia, la crisis, el paro, la pobreza, el desamparo, la necesi-dad. Es una llamada a la comunidad para ser agentes de resurrección, para dar vida donde se vive en muer-te, para dar esperanza donde la desesperanza mata.

Al pie de la cruz habrá un cartel para indicar dónde y cuándo puede entregar la gente sus aportaciones para cubrir estas necesidades: en el despacho de Cáritas parroquial en un horario asequible, o antes de las misas en el despacho de Cáritas, o indicando varias personas de referencia a las que acudir y en-tregarlo, etc.

Cada semana se irán tachando las necesidades de la cruz que se vayan solucionando, (no se quitarán de la cruz para que se vea que han sido satisfechas gracias a la ayuda de los miembros de la comunidad). Y cada semana en la eucaristía dominical recordaremos esta iniciativa de la cruz.

El domingo del Corpus en el que celebremos el día de Caridad, tras el momento de la comunión, como acción de gracias, se llevará al altar la cruz en la que estarán sólo pegadas las tiras de papel que han sido tachadas a lo largo de este tiempo, y se dará gracias a la comunidad por la vida, la esperanza y el apoyo que, a través de Cáritas, han dado a las personas más necesitadas, porque de esta manera muestran que Cristo sigue vivo y resucitado entre nosotros, y de que estamos llamados a ser agentes de resurrección, sembradores de Vida y de Esperanza.

Propuesta de CANTOS

Los cantos que proponemos se pueden encontrar en:

– Cantoral Litúrgico Nacional (Coeditores Litúrgicos). Secretariado Nacional de Liturgia. Madrid (CLN).

– Cantoral de Misa Dominical (Centre de Pastoral Litúrgica). Barcelona (MD).

– Cantate Domino (Parròquia Sant Jaume Apòstol). Algemesí (Valencia) (CD).

El Animador puede elegir el canto que considere más apropiado. Téngase en cuenta que en el criterio de la selección debe tenerse en consideración el texto del canto (o cantos), más que la música.

Si no se conoce la música se puede buscar la partitura: los tres cancioneros que proponemos tienen edición de sólo letra y tam-bién de partitura y texto. El Cantoral MD en edición musical va acompañado de un CD, con sólo acompañamiento, que puede ayudar a cantar.

Como último recurso se puede utilizar el texto del canto elegido sin cantar, a modo de oración común.

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A Ti levanto mis ojos CD: 31 Camina, pueblo de Dios CD: 47 ¿Cómo le cantaré al Señor? CD: 66 Compadiu–vos de mi, Déu meu – Salm 50 CD: 67 Cristo, por nosotros, se sometió / Crist es féu per nosaltres CD: 76 CLN: D35 MD: 128Dios es fiel CD: 93 CLN: 117 MD: 337-1El camí que féu Jesús CD: 99 El Señor es mi fuerza MD: 47El Señor es mi luz y mi salvación – Salmo 26 CD: 104 CLN: 505En Dios pongo mi esperanza CD: 110 MD: 104Éste es el tiempo en que llegas CD: 115 CLN: 657 Excelso Creador del universo CD: 121 Levanto mis ojos a los montes – Salmo 120 CD: 160 CLN: 524 MD: 240Llorando los pecados CD: 168 CLN: 110 MD: 339-2Nosaltres hem de gloriar-nos / Nosotros hemos de gloriarnos CD: 177 MD: 343Nos has llamado al desierto CD: 178 MD: 332-1Perdona a tu Pueblo, Señor CD: 198 CLN: 104 MD: 339-1Piedad, Señor, hemos pecado – Salmo 50 CD: 200 Pequeñas aclaraciones / Cuando el pobre nada tiene CD: 78 CLN: 725 MD: 45Con vosotros está / ¿Le conocéis? CLN: 723 MD: 43Pueblo de reyes CD: 204 CLN: 401 MD: 12Senyor, no ens deixes / Grande es tu ternura CD: 229 MD: 341-1Sí, me levantaré CD: 240 CLN: 107 MD: 321-1Donde hay caridad y amor CD: 95 MD: 179Vell pelegrí / Errante voy, soy peregrino CD: 274 CLN: 715 MD: 38

Cantos para la Cuaresma

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Propuesta de CANTOS

Seréis mis testigos

¡Victoria! ¡Tú reinarás! CD: 284 CLN: 106 MD: 334Vós sou, Senyor, la llum del meu cor CD: 287 ¡Oh rostro ensangrentado! ¡Oh testa lacerada! CD: 188 CLN: 102 MD: 338Por valles y aldeas MD: 17-1Ved la Cruz de salvación CLN: 103 MD: 335-1Perdón, oh Dios mío CLN: 105 MD: 332-2Ten piedad de mí CLN: 108 Dame tu perdón / Ten piedad, Dios mío CLN: 111 Acuérdate, Señor CLN: 113 Ten piedad, Señor CLN: 114 Te pedimos perdón CLN: 116 El mandato / Os doy un mandato nuevo CLN: 152 Os doy un nuevo mandato CLN: 153 Pueblo mío CLN: 154 MD: 346A la hora de nona / Por nuestro amor murió el Señor CLN: 155 Oh cruz, te adoramos CLN: 156 MD: 347-1Me invocará y lo escucharé MD: 331-1Hosanna al Hijo de David MD: 333Perdónanos nuestras culpas CLN: 115 MD: 341-2Oh Cruz fiel y venerable MD: 347-2Sube el Nazareno MD: 349Os doy un nuevo mandato MD: 350Cristo nos da la libertad MD: 94Vienen con alegría, Señor CLN: 728 MD: 65

Cantos para la Cuaresma

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Seréis mis testigos

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Acuérdate de Jesucristo CD: 3 CLN: 202 MD: 352-1Alegre la mañana que nos habla de Ti CD: 14 MD: 99Alegrémonos, hermanos MD: 360Alegría, alegría, alegría CD: 15 Alegrémonos, hermanos CLN: 215 MD: 360¡Aleluya, aleluya! Es la fiesta del Señor CD: 18 ¡Aleluya! Mujeres santas MD: 354-1Canta aleluya al Señor CD: 49 Canta con júbilo / Éste es el día esperado CLN: 219 MD: 369Cantad al Señor MD: 365Como el grano de trigo CD: 65 CLN: 212 Cristo, alegría del mundo CLN: 654 MD: 370Cristo resucitó CLN: 218 MD: 351-1Cristo resucitó MD: 368Danos, Señor, un corazón nuevo / La alianza nueva CD: 79 CLN: 253 MD: 371El Señor os dará su Espíritu Santo MD: 375-1El Señor resucitó MD: 354-2El Señor resucitó MD: 356-1El Señor vive MD: 357-1En la mañana de Resurrección CD: 112 Envía, Señor, tu Espíritu / Envía tu Espíritu CLN: 254 MD: 373Éste es el día en que actuó el Señor – Salmo 117 CD: 114 CLN: 522 MD: 224Gloria, Aleluya CLN: 716 MD: 56Hacia ti, morada santa CD: 133 CLN: O16 MD: 49-1Jerusalem, glorifica el Senyor – Salm 147 CD: 142

Cantos para la Pascua

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Jesús, nuestra Pascua CD: 144 CLN: 216 MD: 367La fiesta del Señor MD: 362-2La Vida venció a la muerte MD: 364L’Esperit de Déu ompli l’univers CD: 158 L’Espérit del Senyor vindrá a volsaltres CD: 159 Nosaltres hem de gloriar-nos / Nosotros hemos de gloriarnos CD: 177 MD: 343Nuestra Pascua inmolada CD: 179 CLN: 203 MD: 351-2¡Oh luz gozosa! CD: 183 CLN: 653 MD: 8-1Oh, Señor, envía tu Espíritu CD: 186 CLN: 252 MD: 372Pueblo de reyes CD: 204 CLN: 401 MD: 12Pueblos todos, batid palmas CD: 205 Regína Caeli, laetáre CD: 215 CLN: 303 MD: 392Resucitó el Señor MD: 353-2¡Resucitó, resucitó! CD: 217 CLN: 208 MD: 362-1Resurrección MD: 358Se despertó la vida MD: 353-1Señor, Dios nuestro, ¡Qué admirable es tu nombre! – Salmo 8 CD: 233 CLN: 501 MD: 211Señor, Tú has vencido a la muerte CD: 236 Te conocimos al partir el pan CD: 248 CLN: O25 MD: 178Una nueva vida, tu misma vida CD: 266 CLN: 426 MD: 21Un cántico nuevo MD: 357-2Un solo Señor CD: 271 CLN: 708 MD: 5-1¡Victoria! ¡Tú reinarás! CD: 284 CLN: 106 MD: 334Vive con nosotros MD: 356-2Yo soy el pan de vida CD: 288

Cantos para la Pascua

El monasterio de Cuaresma

Seréis mis testigos

El monasterio de Cuaresma

En este tiempo de Cuaresma y Pascua, tiempo de desierto y contemplación, se nos propone un recorrido por un monasterio virtual.

A través de Internet, en las páginas web www.archivalencia.org y www.idrvalencia.org, encontraremos una ilustración que recrea un monasterio. Podremos recorrer sus distintas estancias en las que encontraremos propuestas para vivir en profundidad este tiempo de salvación.

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