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Inicio del curso de 2015 Queridos niños, son bienvenidos. Estimados docentes, padres y abuelos, también son/somos bienvenidos a este encuentro con la labor más importante, impostergable e intransferible como es la educación, formación y crecimiento, hoy y aquí, de estos hermosos niños que, por y para algo, están donde están... es Dios que así lo dispone. Y nosotros, los mayores, este momento de la vida, nos impele a buscar y dar con lo mejor para estos niños. Entonces, manos a la obra, cuya tarea es la de hermosearlas más aún porque sabemos que todo es perfectible; encarando el cometido aún desde nuestras pobrezas, desde aquello que, ‘nadie da lo que no tiene’, desde no sé qué recurso; de lo recóndito de nuestro corazón tendremos que sacar el agua viva para que estas vidas florezcan en su esplendor, porque eso es lo que Dios quiere, eso es lo que nos exigen y eso es lo que esperan. Como punto de partida para enfrentar el gran desafío que tenemos por delante hemos de tener en claro la meta a alcanzar: nuestros niños tienen que crecer alegres. Alegres en los aprendizajes, alegres en el vivir, alegres en el compartir, alegres en el hogar, alegres al venir a la escuela, alegres por tener menos habiendo renunciado en favor de aquel que no tiene. En fin, que alegres-felices para un crecimiento adecuado y equilibrado en sabiduría y gracia… como Jesús. Es difícil pensar en la alegría sin ponerla en lo alto del podio de los valores humanos ya que es como el fruto, el resumen, el corolario de los demás. ¿Podemos pensar en una alegría real si alguien, por ejemplo, no es generoso, responsable, trabajador? Creo que nadie lo suscribiría. Por otra parte, ¿todos los valores, no nos aproximan a la felicidad, cuya expresión externa y palpable es la alegría? Por eso, el objetivo mayor, primero, por no decir único, ha de ser: ‘EDUCACAR PARA LA ALEGRÍA’ ¿No les parece bien? Es sabido que la alegría no se compra, ni se vende en lugar alguno. Los recurso para buscarla y dar con ella, necesariamente han de salir de nuestra mente pero sobretodo de nuestro corazón, que siempre intenta lo mejor para estos niños. Por lo tanto es un ejercicio de aprendizaje. Muchas veces –y repito- hemos podido escuchar aquello de que nadie da lo que no tiene o aquello también de que para, “enseñar alegría” es imprescindible, es muy importante vivirla. En el tema de la formación o educación, los educadores somos mediadores entre el niño y los valores. Y, sabemos, también, que éstos se aprenden fundamentalmente por contagio y su asimilación será mayor cuanto más encarnados, ellos, los vean en nuestro ser y nuestra conducta. Ahora bien, ¿se puede aprender a ser alegre? ¿hay caminos que conduzcan a la alegría? Creemos que sí. Y entonces, ¿por qué no lo logramos? Será algo a examen de nuestra parte. Sólo lograremos la felicidad-alegría, si nos ponemos en marcha, si, en principio, aceptamos sinceramente la realidad – como nos cuesta aceptarla-, si disfrutamos de las cosas sencillas de la vida, especialmente de la familia, -el colegio también, donde cada día, cada latir formativo, cada instante ha de fomentarla. Por eso, si ajustamos el punto de mira a disfrutar de y con las cosas sencillas de la vida, estaremos enseñándoles a ser felices, así como si somos capaces y nos empeñamos en enseñarles el lado positivo de las personas y de los acontecimientos, o a aceptar las propias posibilidades y limitaciones y también, por qué no, hacer de nuestras ocupaciones habituales una fuente de esa alegría y sobre todo, sobre todo, pasarlo bien en familia y en colegio con lo poco o mucho que podamos poseer y no aspirar a tener más y más porque en ello cifremos la felicidad. Craso error que puede tirar por tierra todo el esfuerzo. No creamos, finalmente, que se trata de hacer cosas muy especiales o rebuscadas, sino de hacer "especial" las cosas sencillas de la vida. “Dejen que los niños se acerquen a Mí y no se lo impidan porque de ellos es el Reino de los cielos” (Mt 19, 14). Y que es el Reino de los cielos sino la expresión acabada de la alegría-felicidad. Entonces el camino a la alegría pasa necesariamente por Jesús. Hacia Él nos encaminaremos para que con Él y en Él completemos la obra a la que hemos sido convocados. Con la bendición y la gracia de su Espíritu: ¡manos, cabeza y corazón a la obra!

2015 inicio del curso de 2015-2 · 2015-12-18 · Inicio del curso de 2015 Queridos niños, son bienvenidos. Estimados docentes, padres y abuelos, también son/somos bienvenidos a

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Inicio del curso de 2015 Queridos niños, son bienvenidos. Estimados docentes, padres y abuelos, también son/somos

bienvenidos a este encuentro con la labor más importante, impostergable e intransferible como es la educación, formación y crecimiento, hoy y aquí, de estos hermosos niños que, por y para algo, están donde están... es Dios que así lo dispone. Y nosotros, los mayores, este momento de la vida, nos impele a buscar y dar con lo mejor para estos niños. Entonces, manos a la obra, cuya tarea es la de hermosearlas más aún porque sabemos que todo es perfectible; encarando el cometido aún desde nuestras pobrezas, desde aquello que, ‘nadie da lo que no tiene’, desde no sé qué recurso; de lo recóndito de nuestro corazón tendremos que sacar el agua viva para que

estas vidas florezcan en su esplendor, porque eso es lo que Dios quiere, eso es lo que nos exigen y eso es lo que esperan.

Como punto de partida para enfrentar el gran desafío que tenemos por delante hemos de tener en claro la meta a alcanzar: nuestros niños tienen que crecer alegres. Alegres en los aprendizajes, alegres en el vivir, alegres en el compartir, alegres en el hogar, alegres al venir a la escuela, alegres por tener menos habiendo renunciado en favor de aquel que no tiene. En fin, que alegres-felices para un crecimiento adecuado y equilibrado en sabiduría y gracia… como Jesús.

Es difícil pensar en la alegría sin ponerla en lo alto del podio de los valores humanos ya que es como el fruto, el resumen, el corolario de los demás. ¿Podemos pensar en una alegría real si alguien, por ejemplo, no es generoso, responsable, trabajador? Creo que nadie lo suscribiría. Por otra parte, ¿todos los valores, no nos aproximan a la felicidad, cuya expresión externa y palpable es la alegría? Por eso, el objetivo mayor, primero, por no decir único, ha de ser: ‘EDUCACAR PARA LA ALEGRÍA’ ¿No les parece bien?

Es sabido que la alegría no se compra, ni se vende en lugar alguno. Los recurso para buscarla y dar con ella, necesariamente han de salir de nuestra mente pero sobretodo de nuestro corazón, que siempre intenta lo mejor para estos niños. Por lo tanto es un ejercicio de aprendizaje. Muchas veces –y repito- hemos podido escuchar aquello de que ‘nadie da lo que no tiene o aquello también de que para, “enseñar alegría” es imprescindible, es muy importante vivirla.

En el tema de la formación o educación, los educadores somos mediadores entre el niño y los valores. Y, sabemos, también, que éstos se aprenden fundamentalmente por contagio y su asimilación será mayor cuanto más encarnados, ellos, los vean en nuestro ser y nuestra conducta. Ahora bien, ¿se puede aprender a ser alegre? ¿hay caminos que conduzcan a la alegría? Creemos que sí. Y entonces, ¿por qué no lo logramos? Será algo a examen de nuestra parte.

Sólo lograremos la felicidad-alegría, si nos ponemos en marcha, si, en principio, aceptamos sinceramente la realidad – como nos cuesta aceptarla-, si disfrutamos de las cosas sencillas de la vida, especialmente de la familia, -el colegio también, donde cada día, cada latir formativo, cada instante ha de fomentarla. Por eso, si ajustamos el punto de mira a disfrutar de y con las cosas sencillas de la vida, estaremos enseñándoles a ser felices, así como si somos capaces y nos empeñamos en enseñarles el lado positivo de las personas y de los acontecimientos, o a aceptar las propias posibilidades y limitaciones y también, por qué no, hacer de nuestras ocupaciones habituales una fuente de esa alegría y sobre todo, sobre todo, pasarlo bien en familia y en colegio con lo poco o mucho que podamos poseer y no aspirar a tener más y más porque en ello cifremos la felicidad. Craso error que puede tirar por tierra todo el esfuerzo. No creamos, finalmente, que se trata de hacer cosas muy especiales o rebuscadas, sino de hacer "especial" las cosas sencillas de la vida.  

“Dejen que los niños se acerquen a Mí y no se lo impidan porque de ellos es el Reino de los cielos” (Mt 19, 14). Y que es el Reino de los cielos sino la expresión acabada de la alegría-felicidad. Entonces el camino a la alegría pasa necesariamente por Jesús. Hacia Él nos encaminaremos para que con Él y en Él completemos la obra a la que hemos sido convocados. Con la bendición y la gracia de su Espíritu: ¡manos, cabeza y corazón a la obra!