Día15

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Homilía LA EUCARISTÍA Y LA VIRGEN

Queridos hermanos de (ciudad, pueblo, colegio, parroquia, asociación): Es para mí una gran alegría acompañaros en esta novena de María Auxiliadora. El tema general que os invito a considerar es poco conocido, pero, por eso mismo, el conocerlo os puede enriquecer espiritualmente. Se trata de LA EUCARISTÍA Y LA VIRGEN. ¿Lo habíais pensado alguna vez? Cuántas veces celebráis la Eucaristía y quizás nunca os habéis preguntado qué relación existe entre la Eucaristía y la Virgen.

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Comencemos. Hacer regalos es viejo como el mundo. El sentido más profundo del regalo es el aprecio, el afecto, el respeto que se demuestran las personas entre sí. Pero es una pena hacer un regalo por simple compromiso social o por la presión de los grandes almacenes de moda. El mejor regalo que podemos hacer a alguien es... ¡nuestra propia persona!, dedicando a otros nuestro tiempo, nuestra salud, nuestra sonrisa, nuestro saludo, nuestro trabajo, nuestra preocupación. Haciendo eso, no les estamos dando un regalo material, sino que les entregamos algo mejor, nuestra propia persona. Una curiosidad. ¿Qué regalos nos hace Dios? Ante todo, nos ha creado a nosotros y nos ha dado la creación entera para que nos sirvamos de ella, la disfrutemos y para que la cuidemos como la casa común, la casa de todos. Pero eso es poco. Dios se da a Sí mismo, su propia persona, su propia vida. ¿Cómo sabemos eso? Muy fácil, mirando al Hijo de Dios, a Jesús. Él se hizo Hermano nuestro, para regalarnos lo más grande: ser hijos de Dios, Familia de Dios. Pero, al final de su vida, antes de irse al Cielo, Jesús nos hizo tres maravillosos regalos.

Primer regalo: LA EUCARISTÍA. En la Última Cena, al despedirse de sus Apóstoles, "Jesús tomó pan, lo partió, lo dio a los discípulos y les dijo: «Tomad, comed: esto es mi Cuerpo, que se entrega por vosotros». Después tomó el cáliz y dijo: «Bebed todos de él, porque esta es mi Sangre de la alianza, que es derramada por muchos para el perdón de los pecados»" (cfr. Mateo 26,26-28).

Por tanto. Jesús se dio a sí mismo, entregó su Cuerpo y derramó su Sangre por nosotros, para que Dios Padre nos perdonara nuestros pecados y nos hiciera hijos suyos. Ese fue su grandísimo regalo.

Segundo regalo: EL ESPÍRITU SANTO. En la misma Última Cena, en la que nos dio su Cuerpo y su Sangre, nos prometió que Él y el Padre nos enviarían a su Espíritu Santo: “El Espíritu Santo, que enviará el Padre en mi nombre, será quien os lo enseñe todo y os vaya recordando todo lo que Yo os he dicho” (Juan 14,26). El Padre y el Hijo cumplieron esa promesa en el día de Pentecostés, enviando al Espíritu Santo sobre la Virgen María, los Apóstoles y los primeros cristianos (cfr. Hechos de los Apóstoles 2,1-11). Hoy nos lo envían a nosotros, especialmente en cada uno de los Sacramentos.

Tercer regalo: SU MADRE. Era lo único que le quedaba a Jesús en este mundo. El Viernes Santo, clavado en la Cruz, antes de morir, nos dio a su Madre. Le dijo al discípulo amado: “Ahí tienes a tu Madre" (Juan 19,27). Por tanto: "Esa Madre, que es mía, te la regalo ahora, antes de morir, para que sea tu Madre”. En la Eucaristía, escuchamos las palabras de Jesús: “Tomad y comed mi Cuerpo. Tomad y bebed el cáliz de mi Sangre”. En cada Eucaristía Jesús nos repite también su promesa: “Ahí tenéis a vuestra Madre. Mi Cuerpo y mi Sangre los tomé de mi Madre, María. Al recibir en la comunión mi Cuerpo y mi Sangre, recibís algo de María, porque mi Cuerpo se formó en su seno de Madre. Tocar a un hijo es como tocar a su madre. Recibir a un hijo es como recibir a su madre. Recibirme a Mí en la Comunión es, de algún modo, como recibir a mi Madre bendita”. En definitiva, Jesús, antes de morir y de ir al Cielo, nos hizo estos tres inmensos regalos: su Cuerpo y su Sangre en la Eucaristía, su Espíritu Santo y su Madre, la Virgen María. También nosotros hemos de regalar a los demás nuestra propia persona: nosotros mismos somos el mejor regalo.

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En el evangelio de hoy, hemos escuchado el gran mandamiento de Jesús: "Amaos los unos a los otros como Yo os he amado" (cfr Juan 15,12). El gran regalo que hemos de hacer a los demás es nuestro amor. Les podemos dar muchas cosas, si lo necesitan y si podemos hacerlo, pero lo mejor y más importante es darles nuestro amor. Más aún, hemos de amar a los demás como Jesús mismo nos ha amado a nosotros, o sea, hasta dar la vida por ellos. Ese amor total de Jesús se sigue manifestando en la Eucaristía: "Tomad y comed mi Cuerpo, que se entrega por vosotros". Jesús no nos da cosas, sino que se da a Sí mismo. La mayor prueba de su amor es su entrega total: tomad mi Cuerpo y mi Sangre. La Comunión nos ha de llenar del Amor de Jesús, para que nosotros después lo demos a otros, sobre todo a los que están más cerca de nosotros. La Virgen también recibió a Jesús para darlo a todos.

Moniciones para la celebración SALUDO. Cristo resucitado y glorioso esté con vosotros. AMBIENTACIÓN. Queridos hermanos: Es una alegría comenzar hoy con vosotros, aquí en

(ciudad, pueblo, colegio, parroquia, asociación), esta novena de María Auxiliadora. Vamos a celebrar ahora la Eucaristía y precisamente el tema sobre el que vamos a reflexionar estos días es LA EUCARISTÍA Y LA VIRGEN. ¿Lo habéis pensado alguna vez? ¿Qué relación tienen la Eucaristía y la Virgen? Quizás sea para muchos un verdadero descubrimiento. Eso enriquecerá su devoción a la Virgen.

ACTO PENITENCIAL. Antes de celebrar esta Eucaristía, pidamos al Señor que purifique

nuestro corazón:

– Jesús, Tú nos das la Eucaristía como la fuente y la cumbre de la vida de la Iglesia. Señor, ten piedad.

– Jesús, Tú nos alimentas en la Eucaristía con el Pan de Vida, que es tu Cuerpo. Cristo, ten piedad.

– Jesús, Tú has recibido tu cuerpo humano en el seno de tu Madre, María. Señor, ten piedad.

Dios todopoderoso tenga misericordia de nosotros, perdone nuestros pecados y nos lleve a la vida eterna.

1ª LECTURA. Los Apóstoles, reunidos en el concilio de Jerusalén, enviaron una carta a los

primeros cristianos para orientarles en su forma de actuar. ORAD, HERMANOS. Orad, hermanos, para que este sacrificio mío y vuestro sea agradable

a Dios, Padre todopoderoso. PREFACIO PASCUAL, I. PLEGARIA EUCARÍSTICA, II. PADRENUESTRO. Dios Padre nos ha enviado a su Hijo y a su Espíritu para ayudarnos a

formar la Familia de los hijos de Dios. Con toda confianza, le decimos: "Padre nuestro". COMUNIÓN. En el evangelio de hoy, hemos escuchado el gran mandamiento de Jesús:

"Amaos los unos a los otros como Yo os he amado" (Juan 13,34). En la Comunión, Jesús nos enseña a amar como Él lo ha hecho, hasta dar la vida.

”Este es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo. Dichosos los llamados a esta mesa”.

Oración de los fieles En la alegría de esta novena de María Auxiliadora, invoquemos a Dios Padre, que nos ha regalado a la Madre de Jesús como Madre y Auxiliadora de su Iglesia: – Por todos los cristianos, para que sepamos agradecer a Jesús sus tres grandes regalos: la Eucaristía, el Espíritu Santo y la Virgen Madre. Roguemos al Señor: – Por todos los ciudadanos, para que nos sintamos corresponsables del bien común. Roguemos al Señor: – Por los que viven sin esperanza, para que la Resurrección de Jesús dé un nuevo sentido a su vida. Roguemos al Señor: – Por todos nosotros, para que la devoción a María Auxiliadora nos ayude a caminar siempre con esperanza hacia la Casa del Padre. Roguemos al Señor: Padre celestial, que has hecho a María Puerta del Cielo para nosotros, ayúdanos a experimentar el poder de su intercesión. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.