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138 PATRICK GOUJON BUENA(S) NOTICIA(S) PARA LAS FAMILIAS Las proposiciones del cardenal Kasper Las cuestiones suscitadas por la evolución de la familia han incitado al Papa a convocar un sínodo extraordinario sobre este tema. Para ello pidió al cardenal Kasper que interviniese en el consistorio de fe- brero de 2014. Su declaración fue muy señalada. Nos proponemos comentar este texto que subraya la necesidad de proponer “nuevos caminos” para que la buena noticia del Evangelio llegue a todas las familias. Bone(s) nouvelle(s) pour les familles, Études 158 (2014) 61-72 La idea de la familia está en crisis. Eso lo sabemos todos. Y el discurso que mantiene la Iglesia sobre el tema no lo está menos. Ha- ce ya algunos años, el 84% de los católicos franceses declaraba no comprender la posición de la Igle- sia sobre el acceso a los sacramen- tos para los divorciados vueltos a casar. Sin embargo, lo peor para los católicos sería creer y hacer creer que la posición de la Iglesia se resume en algunos eslóganes. El foso que existe entre la vida de los católicos y la expresión ofi- cial de la Iglesia -sin decir nada del abismo (el término no es demasia- do fuerte), entre esta última y la mayoría de nuestros contemporá- neos- afecta a la fe de todos. ¿Qué se puede hacer para que el Evan- gelio de Dios pueda tener alguna posibilidad de éxito y sea transmi- tido como buena noticia? La cues- tión se ha tomado en serio, como lo indica el título de la próxima asamblea romana: “Desafíos pas- torales de la familia en el contexto de la evangelización”. La situación de las familias lanza un desafío a la Iglesia sobre su misión princi- pal, el anuncio del Evangelio. La evangelización no se puede con- tentar con ser un conjunto de nor- mas disciplinarias sino que quiere llegar a las raíces de la fe en el co- razón de las realidades de la vida familiar, lo que está lejos de suce- der. ¿De qué manera puede llenar de alegría a las familias aquello que nosotros creemos y anuncia- mos? ¿Es posible abrir un camino para las nuevas situaciones? Res- pondiendo positivamente diremos que la vía tradicional de la Iglesia es la reflexión razonable y ordina- ria, lo que propiamente hablando es un sínodo, camino común de ar- gumentación. Que el papa haya confiado al cardenal Kasper, cono- cido por su esperanza en conside-

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    PATRICK GOUJON

    BUENA(S) NOTICIA(S) PARA LAS FAMILIASLas proposiciones del cardenal Kasper

    Las cuestiones suscitadas por la evolucin de la familia han incitado al Papa a convocar un snodo extraordinario sobre este tema. Para ello pidi al cardenal Kasper que interviniese en el consistorio de fe-brero de 2014. Su declaracin fue muy sealada. Nos proponemos comentar este texto que subraya la necesidad de proponer nuevos caminos para que la buena noticia del Evangelio llegue a todas las familias.

    Bone(s) nouvelle(s) pour les familles, tudes 158 (2014) 61-72

    La idea de la familia est en crisis. Eso lo sabemos todos. Y el discurso que mantiene la Iglesia sobre el tema no lo est menos. Ha-ce ya algunos aos, el 84% de los catlicos franceses declaraba no comprender la posicin de la Igle-sia sobre el acceso a los sacramen-tos para los divorciados vueltos a casar. Sin embargo, lo peor para los catlicos sera creer y hacer creer que la posicin de la Iglesia se resume en algunos eslganes.

    El foso que existe entre la vida de los catlicos y la expresin ofi-cial de la Iglesia -sin decir nada del abismo (el trmino no es demasia-do fuerte), entre esta ltima y la mayora de nuestros contempor-neos- afecta a la fe de todos. Qu se puede hacer para que el Evan-gelio de Dios pueda tener alguna posibilidad de xito y sea transmi-tido como buena noticia? La cues-tin se ha tomado en serio, como lo indica el ttulo de la prxima

    asamblea romana: Desafos pas-torales de la familia en el contexto de la evangelizacin. La situacin de las familias lanza un desafo a la Iglesia sobre su misin princi-pal, el anuncio del Evangelio. La evangelizacin no se puede con-tentar con ser un conjunto de nor-mas disciplinarias sino que quiere llegar a las races de la fe en el co-razn de las realidades de la vida familiar, lo que est lejos de suce-der.

    De qu manera puede llenar de alegra a las familias aquello que nosotros creemos y anuncia-mos? Es posible abrir un camino para las nuevas situaciones? Res-pondiendo positivamente diremos que la va tradicional de la Iglesia es la reflexin razonable y ordina-ria, lo que propiamente hablando es un snodo, camino comn de ar-gumentacin. Que el papa haya confiado al cardenal Kasper, cono-cido por su esperanza en conside-

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    rar que no todas las puertas de la Iglesia estn cerradas, la tarea de iluminar a sus hermanos cardena-les en febrero ltimo, y que l mis-mo haya decidido hacer pblica su reflexin, permite asociar un ma-yor nmero de personas a la bs-queda y el debate. Aqu presenta-mos lo que la reflexin del telogo y obispo emrito de Stuttgart pue-de aportar al discernimiento de la Iglesia, tanto desde la ptica del magisterio como desde la ptica de los fieles. La formulacin no es la de una posicin final ni la de un consenso, sino la tentativa de res-ponder a un desafo que no puede ser ignorado.

    La insatisfactoria zanja entre la doctrina de la iglesia y los creyentes llama a una conversin

    Apoyndose en la exhortacin apostlica Evangelii Gaudium, Walter Kasper utiliza el diagns-tico que presentaba el papa Fran-cisco. Sin ninguna incriminacin ni complacencia, la mirada que di-rige a la situacin actual est llena de benevolencia, la nica capaz, segn el Evangelio, de poner re-medio al mal. La familia atravie-sa una crisis cultural profunda, co-mo todas las comunidades y lazos sociales. En el caso de la familia la fragilidad de los lazos es parti-cularmente grave, porque se trata de la clula fundamental de la so-ciedad (Evangelii Gaudium 66).

    La benevolencia no atena la

    gravedad. El cardenal Kasper enu-mera algunas caractersticas de las circunstancias actuales que hoy perjudican a la familia. Las condi-ciones sociopolticas por las que muchas familias estn en el exilio, o huidas, o bajo peligro de expul-sin; econmicas cuando la mise-ria o las condiciones y los ritmos de trabajo vuelven precaria la vida de familia; y las mutaciones antro-polgicas marcadas por un indivi-dualismo y un consumismo que se alejan de la preocupacin por el bien comn. Pero, en lugar de se-alar culpables, la situacin se en-tiende como peso y fragilidad ha-cia las cuales la Iglesia est llena de compasin. Segundo elemento de diagnstico, y en tono ms cr-tico, la comprobacin de una sepa-racin demasiado grande entre la doctrina de la Iglesia y los cristia-nos.

    Esta doble constatacin, la oprimente precariedad de las si-tuaciones familiares y el corte en-tre la expresin magisterial de la Iglesia y la vida de los cristianos, lleva a la bsqueda de mtodos pa-ra hacerse comprender mejor. El discurso de Walter Kasper se or-ganiza alrededor de seis captulos de los que el segundo, tercero y cuarto constituyen una especie de exposicin de doctrina de la Igle-sia sobre la familia (La familia en el orden de la creacin, Las es-tructuras de pecado en la vida de familia, La familia en el orden cristiano de la redencin). Sin em-bargo, lo esencial tiene un cierto giro que anuncia el primer captu-

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    lo (Descubrir de una forma nueva el Evangelio de la familia) y que lleva a los dos ltimos captulos en forma de proposicin: La familia como Iglesia domstica y A pro-psito de los divorciados vueltos a casar. Para comprender bien el conjunto, conviene precisar este cambio de talante. El posiciona-miento teolgico del cardenal Kas-per se expresa de entrada como una insatisfaccin.

    Nuestra posicin no puede ser la de una simple adaptacin al sta-tu quo, sino que quiere ser una po-sicin ms radical que vuelva a las races, dicho de otra manera, al Evangelio y que, a partir de ah, contemple el futuro. Esta invita-cin pone discretamente en guar-dia contra dos tentaciones. La pri-mera es la de la acomodacin a la opinin de la sociedad. Sin embar-go, el documento quisiera eliminar la fijacin en un compromiso en el interior mismo de la Iglesia, que llenara de acritud y resentimiento tanto a los que llaman a una dulci-ficacin de la doctrina como a los que recuerdan su enseanza, inclu-so hasta la intransigencia. Recha-zando claramente el statu quo, el cardenal pretende demostrar que la fe catlica abre un futuro que permite sobrepasar una alternativa cerrada en la que nadie encuentre su lugar.

    Es realista una familia santa?

    Tres captulos exponen la vi-sin orgnica de la fe que renueva

    la comprensin de la familia en el seno de la humanidad, lo que la lleva a su realizacin, pero tambin lo que la relativiza radicalmente por el celibato de Jess. Retoman-do los tres tiempos de la historia de la salvacin -creacin, pecado, redencin- el cardenal Kasper no pierde de vista lo que orienta al conjunto de esta historia, su fin, la boda de la humanidad con Dios, ni el mal que la compromete. No utiliza este mal para amenazar a los creyentes con una sancin que la Iglesia debera ejecutar, sino pa-ra resaltar que es en este mismo lugar donde sobreviene la salva-cin. No se olvida de recordar la larga genealoga de Jess que no ha evitado la mala reputacin.

    El Salvador no viene sin en-frentarse al mal. Cmo puede ofrecer la fe cristiana una visin que haga de la familia una reali-dad que salve a la humanidad de aquello que amenaza su realiza-cin? La fuerza de la posicin del cardenal Kasper reside en la capa-cidad de argumentar desde el seno de la tradicin catlica, sin perder nunca de vista el objetivo univer-sal de la salvacin en Cristo Jess. Es ah donde se encuentran las principales acechanzas de los ra-zonamientos teolgicos cuyas no-ciones ms clsicas son a menudo o mal comprendidas o difciles de manejar. Para Walter Kasper, el matrimonio es una realidad cultu-ral universal y una ayuda de Dios para la humanidad: El Evangelio de la familia se remonta a los or-genes de la humanidad. Es un vi-

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    tico dado a la humanidad por el Creador. As, se encuentra en to-das las culturas de la humanidad una alta estima del matrimonio y la familia.

    Esta doble afirmacin busca hacer creble la fe respecto a la fa-milia: la visin cristiana de la fa-milia puede interesar a toda per-sona. Es un camino de salvacin, lo que permite a cada uno no creer-se solo ni perdido. Lo desarrollar en el captulo quinto. De momen-to, el cardenal prosigue: Se la en-tiende como la comunidad de vida del hombre y la mujer con sus hi-jos. Esta tradicin de la humani-dad se encuentra en diferentes cul-turas y bajo expresiones diferentes. Al principio, el lazo familiar esta-ba inserto en la familia ampliada o en el clan. A pesar de todas las diferencias, que no son ms que de detalle, la institucin de la familia es el mandamiento original de to-da la humanidad.

    Notemos la definicin de la fa-milia. Entendida como comuni-dad de vida del hombre y de la mujer con sus hijos, segn los trminos tradicionales, la concep-cin cristiana del matrimonio se comprende como una apropiacin de las costumbres de la humanidad entera. Por eso puede declarar que la institucin de la familia es el mandamiento original de la cultu-ra de toda la humanidad. As, pues, a la familia se la considera de gran valor, porque es a travs de ella que se ordena la cultura, es decir, se orienta hacia su realiza-cin. Por eso, la realizacin de la

    cultura se expresa universalmente, prosigue Kasper, en la regla de oro que manda amar al otro como a s mismo. Vlida en toda cultu-ra, esta exigencia de respeto al otro, retomada por Jess en el Ser-mn de la montaa, proporciona un criterio seguro para emitir un juicio sobre la poligamia, el matri-monio forzado, la violencia en el matrimonio y en la familia, el ma-chismo, la discriminacin de las mujeres, la prostitucin, as como sobre las condiciones econmicas modernas, y las condiciones de tra-bajo y de salario que se oponen a la familia.

    En esta exigencia comn a to-das las culturas, el telogo expone lo que clsicamente se conoce co-mo ley natural y que sirve como regla directriz, es decir como aquello que permite orientarse. Haciendo de la familia la institu-cin que es el mandamiento ori-ginal de la cultura, introduce en la argumentacin la posibilidad de tomar distancia de cara a los mal-entendidos que rodean la nocin de ley natural. Aun cuando a ve-ces se la presenta como algo que se impondra a todos exteriormen-te, se trata de un criterio universal-mente dado a la conciencia huma-na para orientarse. La tradicin cristiana lo identifica con el man-damiento del amor al prjimo que no se impone ms que en la medi-da de la conversin del corazn, es decir, en un acto libre e interior de la voluntad. La familia, que insti-tuye culturalmente a la sociedad, toma por gua esta regla de oro co-

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    mo criterio de discernimiento que permite en cada momento saber lo que, en relacin entre el hombre, la mujer y los hijos, corresponde a la dignidad de la otra persona hu-mana.

    La fuerza de la tradicin cris-tiana es la de enfrentarse con rea-lismo a todo aquello que intenta deshumanizar a la persona. Walter Kasper retoma la enseanza tradi-cional de la Iglesia sobre el peca-do mostrndonos el peso existen-cial. Desde ah se pasa revista sin disimulo a las realidades que ame-nazan alienar al hombre: las rela-ciones hombre/mujer, las relacio-nes de maternidad, de fraternidad y, ltimamente en aquello que nos afecta a todos, la muerte. La alie-nacin fundamental es la muerte (Gn 3,19; Rm 5,12) y todos los po-deres de la muerte que hacen es-tragos en el mundo y que llevan la muerte y la ruina. Ellas tambin causan dolor en la familia. Se vuelve a ver aqu el talante evan-glico de la reflexin del telogo que encuentra eco en el comienzo de la Constitucin pastoral sobre la Iglesia en el mundo de este tiem-po, Gaudium et spes: Las alegras y esperanzas, las tristezas y las an-gustias de los hombres de este tiempo, de los pobres sobre todo y de todos los que sufren, son tam-bin las alegras y esperanzas, las tristezas y las angustias de los dis-cpulos de Cristo, y no hay nada verdaderamente humano que no encuentre eco en su corazn.

    Lo que el Concilio expresaba en trminos de solidaridad con el

    gnero humano, en razn de una comn humanidad, se transforma aqu en exigencia de un servicio de consolacin, actitud fundamental en el cristianismo (pensemos en la parbola del buen samaritano). Del reconocimiento de las amenazas que pesan sobre la humanidad y que se abaten sobre ella, el carde-nal Kasper extrae, en nombre de la esperanza cristiana, un deber de consolacin. Es el sentido de todo el captulo siguiente, La familia en el orden cristiano de la reden-cin. El camino de la consolacin es un camino que no se recorre ms que en la conversin del cora-zn hasta lo ms hondo. Kasper la ilustra a partir de la actitud de Je-ss en la controversia con los es-cribas sobre el divorcio (Mt 19, 3-9). Actuando as, se adelanta al rechazo que su exposicin ha pro-vocado hasta ese momento. Jess rechaza firmemente entrar en la ca-sustica de los doctores y afirma que el repudio no fue concedido ms que en razn de la dureza de corazn de los hombres. Al prin-cipio de la creacin no era as. Los discpulos se asustan por la res-puesta, pero Kasper subraya su co-herencia. En efecto, la curacin del corazn solo puede ser dada: no es posible ms que por la conver-sin y por el don de un corazn nuevo. Por eso, prosigue, este co-razn es dado por la venida del Reino de Dios, por la conversin y por el don de un corazn nuevo. As se comprende que la indisolu-bilidad sea una caracterstica esen-cial del matrimonio en el sentido de que expresa y simboliza la fide-

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    lidad indefectible de Dios a la hu-manidad que promete dar un cora-zn de carne a los que libremente escojan la conversin y manifies-ten su solidaridad con los otros, particularmente con los ms vul-nerables. La buena noticia reside en esta fidelidad que comparten Dios y el hombre: Pertenece a la dignidad del hombre tomar deci-siones definitivas. Forman parte inherente de la historia de una per-sona; la marcan para siempre. [] La ruptura de estas promesas arrastra heridas profundas. Cierto, las heridas se pueden curar, pero la cicatriz permanece y no cesa de hacer sufrir: se contina viviendo -y se debe hacer-, pero con dolor.

    Esta buena noticia de la fideli-dad posible a un compromiso de-finitivo -buena noticia porque ma-nifiesta la fecundidad de la libertad humana- no es pensable ms que en estrecho lazo con el perdn que Dios concede a los que sufren la prueba de la dureza de su corazn. Aquellos que vuelven al Seor, gracias a la misericordia y al per-dn, tienen la posibilidad de la cu-racin y de un nuevo comienzo.

    Este camino de conversin y de renovacin del corazn no es posible sin la formacin del co-razn que se resume en tres pa-labras-clave: peticin, agradeci-miento, perdn. Esta formacin del corazn encuentra su lugar en el Evangelio para la familia, en lo que el cardenal Kasper llama la Iglesia domstica, y a la que con-sagra un nuevo captulo. Manifies-ta a cada uno, sea cual sea su esta-

    do, casado, clibe, abandonado(a) por su pareja, o que est sin con-tacto con su familia, que no est nunca solo ni perdido. Inspiradas en las comunidades de base de frica, Asia o Amrica latina, las iglesias domsticas son espacios de acogida de la Iglesia y constitu-yen el tejido en el cual las familias nucleares, cuyo modelo est hoy en crisis, puedan inserirse. Son re-fugio para los nios cuyos padres estn ausentes o separados, para las personas mayores, las personas divorciadas, los familiares solte-ros Comunidades espirituales y misioneras, estas iglesias doms-ticas ofrecen vivir una prctica del Evangelio, en comunin con la Iglesia.

    La solidaridad con las alegras y angustias de los hombres de nues-tro tiempo destaca sobre lo que se pudiera llamar una Iglesia de la consolacin que sostiene y que per-mite crecer en fe, esperanza y ca-ridad. Puesta en prctica por estas iglesias domsticas, reunin de proximidad y de comunin ecle-sial, la Iglesia ofrece as a cada uno lo que le permite profundizar el sentido de su relacin con Cristo, abierta en primer lugar a aquellos que sufren de tantas formas, a los pequeos y sencillos a los que per-tenece el Reino de Dios. Es este te-jido eclesial renovado, en el deseo de una conversin del conjunto de la Iglesia fiel a la misericordia de Dios que la funda, lo que permite al cardenal Kasper, en un ltimo captulo, atender al problema de los divorciados vueltos a casar.

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    La misericordia de Dios es la fidelidad a su propio amor

    La familia es sujeto de la evan-gelizacin al mismo tiempo que objeto de la solicitud benevolente de sus pastores. Muchas situacio-nes no son solo dolorosas, sino que afectan a las clulas de la primera evangelizacin que son las fami-lias. Cmo los nios educados en la fe cristiana que no vern nunca a sus padres aproximarse a los sa-cramentos podrn crecer en un acercamiento vivo y verdadero a la Iglesia? Para poder avanzar, Kasper se apoya en la dinmica de conversin de toda la Iglesia, que ha situado como condicin de la evangelizacin. Recuerda el prin-cipio de indisolubilidad que une en Dios fidelidad y misericordia, pues distingue dos situaciones de divor-cios civiles y de sus consecuencias por actitudes eclesiales diferencia-das. Sin embargo, antes debe res-ponder a una objecin frecuente-mente promovida en la Iglesia, a saber, que no es posible ninguna novedad.

    La resistencia de ciertos cat-licos a la historia es tal que acaban por confundir la verdad de Dios con la inmutabilidad de las prcti-cas y expresiones de fe. Kasper to-ma buena cuenta de no fundar su argumentacin nicamente a par-tir de ejemplos histricos de la evo-lucin de la doctrina del matrimo-nio, sino que, manteniendo el principio de indisolubilidad, mues-tra que la atencin mostrada por la Iglesia ha evolucionado profunda-

    mente, mucho ms de lo que la opi-nin pblica, catlicos incluidos, pueda pensar.

    Por ejemplo, desde el punto de vista jurdico, el Cdigo de dere-cho cannico de 1983 (canon 1093) ya no lanza excomuniones, como suceda en el Cdigo prece-dente de 1917. Desde el punto de vista pastoral, subrayando lo que ve como insuficiencias, Kasper re-cuerda las aperturas que han sido posibles, invitando a estar particu-larmente atentos a las personas a las que no habra que someter de entrada al mazazo de una ley ge-neral. Evoca, en fin, la historia doc-trinal y pastoral de la Iglesia, apo-yndose en particular en un estudio llevado a cabo en 1972 por el pro-fesor Joseph Ratzinger: Desde muy pronto ya, la Iglesia ha tenido la experiencia de que la apostasa entre los cristianos existe. Duran-te las persecuciones hubo cristia-nos que, por debilidad, renegaron de su bautismo. Para estos lapsi, la Iglesia desarroll la prctica can-nica de la penitencia vivida como un segundo bautismo, no por el agua sino por las lgrimas. Des-pus del naufragio del pecado, aquel que se ahogaba poda dispo-ner, no de un segundo barco, pero s de una tabla de salvacin (cita-do por Jean Gaudemet).

    El autor desarrolla entonces una analoga con la situacin de los divorciados vueltos a casar: no es que sea posible un segundo ma-trimonio (no un segundo barco) sino una tabla de salvacin: la participacin de la comunin.

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    El cardenal Kasper va explci-tamente ms lejos que las reco-mendaciones del Papa Benedicto XVI sobre este tema en 2012, que retomaba las indicaciones que ha-ba dado cuando era responsable de la Congregacin para la doctri-na de la fe en 1994: que los divor-ciados vueltos a casar podan par-ticipar de la comunin espiritual, pero no de la comunin sacra-mental. Kasper, para no quedarse solo con una argumentacin lgi-ca, aunque atenta al bien de los di-vorciados, evoca las posiciones que los Padres de la Iglesia hubiesen podido tomar en este sentido. Re-cordar que no hay uniformidad doctrinal y pastoral en la Iglesia ofrece sin duda una ocasin de avanzar. El cardenal Kasper se adelanta a las querellas que los es-pecialistas podran presentar y ex-hibe como ltimo argumento un artculo del Credo: Creo en el per-dn de los pecados. La miseri-cordia de Dios no es una gracia ba-rata que dispense de la conversin.

    As es posible preservar a la vez tanto la indisolubilidad del matri-monio -que Kasper nunca pone en cuestin- y la misericordia, a con-dicin de que se viva la conversin, que slo puede esperarse de los di-vorciados en el caso de que el con-junto de la Iglesia manifieste una actitud radical de conversin.

    El cardenal Kasper, de alguna manera, ha preparado doblemente el terreno. Por una parte, el docu-mento est construido de tal ma-nera que se comprende que la in-vitacin a la evangelizacin de la

    familia solo se puede hacer en la Iglesia al precio de un camino de conversin, de vuelta a las races evanglicas de la doctrina. Descu-bre como su centro que la regla de oro (amar al otro como a s mismo) se funda en la revelacin del amor de Dios por la humanidad y que, en fidelidad indefectible a este amor, Dios es misericordioso. La llamada escuchada en el corazn de todas las culturas respecto de la dignidad es recibida, en la fe, co-mo viniendo del amor de Dios por la humanidad. Si el respeto a la dignidad pasa por la fidelidad, la fidelidad conduce al perdn all mismo donde ha sido herida, en ra-zn misma del perdn que Dios concede por su indefectible amor. La invitacin a la conversin ofre-cida por la Iglesia a los divorciados vueltos a casar, no puede venir ms que de una Iglesia dispensadora del perdn de Dios.

    Por esto la Iglesia est llamada a ser signo: Cmo puede la Igle-sia ser el signo del lazo indisoluble entre la fidelidad y la misericordia en su accin pastoral con los divor-ciados vueltos a casar por lo ci-vil?. Si hay que distinguir entre las situaciones en que se puede de-clarar nulidad, sin que este proce-dimiento se pueda extender bajo pena de sospecha de un juridicis-mo hipcrita por parte de la Igle-sia, la prctica de la tabla de sal-vacin -segn un trmino del que no convendra abusar- abre la va sacramental, no de un segundo ma-trimonio, sino de la reconciliacin y de la comunin, que no sern ver-

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    daderamente fecundas ms que en la verdad de un corazn penitente y deseoso de convertirse.

    El cardenal Kasper no prejuz-ga para nada los trabajos y las fu-turas decisiones. Su reflexin teo-lgica y pastoral recuerda a la

    Iglesia entera que su doctrina ha encontrado su fundamento en un hombre, Cristo Jess, testigo de la salvacin ofrecida por un Dios cu-ya misericordia ser siempre aco-gedora para todo el que se vuelva hacia l.

    Tradujo y condens: FRANCESC PERIS, S.J.

    La mentalidad patriarcal ve la realidad de forma dicotmica: varn y mu-jer, blanco y negro, cuerpo y espritu, hombre y naturaleza. Estas polaridades son definidas por oposicin y establecen una jerarqua entre ellas en trmi-nos de superior/inferior. Esta jerarquizacin, construida culturalmente, se legitima definindola como el orden natural del mundo. Por eso en muchas culturas las mujeres asumen como natural el ser consideradas como inferio-res a los varones. Es una obscenidad que en la actualidad uno de los negocios ms lucrativos a nivel global, codendose en el ranking con el comercio de armas o el trfico de drogas, sea la trata y la explotacin sexual de mujeres (p. 18)

    Hablar hoy de justicia y predicar el amor al prjimo sin hacerse cargo de la feminizacin de la pobreza y la violencia contra las mujeres en todo el mundo y el dficit de estima y amor, el odio y la desvalorizacin que arras-tran como colectivo desde hace siglos, muchas veces legitimado por las tra-diciones y la religin, es una ceguera intolerable (p. 21)

    luca raMon, Mujeres de cuidado. Justicia, cuidado y transformacin (Cristianisme i Justcia, n. 176)