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Red de Salud de las Mujeres Latinoamericanas y del Caribe - RSMLAC 25 de Noviembre Día Internacional de la No Violencia Contra las Mujeres 25 de Noviembre, Día Internacional de la No Violencia contra las Mujeres 2011. HOJAS PARA LA ACCION 2 Violencia contra las mujeres y construcción social del género La violencia no es un fenómeno exclusivo de esta época. Por el contrario, los fenómenos de violencia -ya sean guerras de conquista, tortura, crímenes, persecución ideológica o religiosa, castigos en el ámbito doméstico o disciplina represiva en escuelas y familias- han existido en toda la historia de la humanidad. Desde esa óptica puede asegurarse que, en tanto miembros/as de la sociedad, hombres y mujeres han sido objeto de violencias en algún momento de sus vidas. En la actualidad pareciera haber una legitimación cada vez mayor del uso de la fuerza y el poder para resolver conflictos, desde los más domésticos hasta los más complejos. Esto es perceptible fácilmente, ya sea tras una lectura rápida de los titulares de los periódicos que dan cuenta del panorama confrontacional en que se vive o al hacer una revisión de nuestras propias experiencias cotidianas o de las personas que nos rodean. Asimismo, los mensajes comunicacionales y publicitarios refuerzan esta tendencia, al vendernos imágenes que muestran que el éxito es de los avasalladores, sin importar cuan dañina puede ser una conducta. La violencia, que desde el derecho se define como el constreñimiento o coacción física ejercida sobre una persona para modificar su voluntad impeliéndola a la ejecución de un acto determinado, es decir, sin dar lugar al consentimiento, implica ciertos elementos constitutivos. Estos son el poder, la dominación y el uso de la fuerza. Al mismo tiempo, cuando se habla de violencia esta se puede dividir, en forma general, en dos tipos: se habla de violencia estructural cuando surge de la esencia misma de los sistemas políticos, económicos y sociales dominantes, que niegan beneficios y acceso a una vida digna a un gran número de personas. Ejemplos

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La violencia no es un fenómeno exclusivo de esta época. Por el contrario, los fenómenos de violencia -ya sean guerras de conquista, tortura, crímenes, persecución ideológica o religiosa, castigos en el ámbito doméstico o disciplina represiva en escuelas y familias- han existido en toda la historia de la humanidad. Desde esa óptica puede asegurarse que, en tanto miembros/as de la sociedad, hombres y mujeres han sido objeto de violencias en algún momento de sus vidas.

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HOJAS PARA LA ACCION 2

Violencia contra las mujeres y construcción social del género

La violencia no es un fenómeno exclusivo de esta época. Por el contrario, los fenómenos de violencia -ya sean guerras de conquista, tortura, crímenes, persecución ideológica o religiosa, castigos en el ámbito doméstico o disciplina represiva en escuelas y familias- han existido en toda la historia de la humanidad. Desde esa óptica puede asegurarse que, en tanto miembros/as de la sociedad, hombres y mujeres han sido objeto de violencias en algún momento de sus vidas. En la actualidad pareciera haber una legitimación cada vez mayor del uso de la fuerza y el poder para resolver conflictos, desde los más domésticos hasta los más complejos. Esto es perceptible fácilmente, ya sea tras una lectura rápida de los titulares de los periódicos que dan cuenta del panorama confrontacional en que se vive o al hacer una revisión de nuestras propias experiencias cotidianas o de las personas que nos rodean. Asimismo, los mensajes comunicacionales y publicitarios refuerzan esta tendencia, al vendernos imágenes que muestran que el éxito es de los avasalladores, sin importar cuan dañina puede ser una conducta. La violencia, que desde el derecho se define como el constreñimiento o coacción física ejercida sobre una persona para modificar su voluntad impeliéndola a la ejecución de un acto determinado, es decir, sin dar lugar al consentimiento, implica ciertos elementos constitutivos. Estos son el poder, la dominación y el uso de la fuerza. Al mismo tiempo, cuando se habla de violencia esta se puede dividir, en forma general, en dos tipos: se habla de violencia estructural cuando surge de la esencia misma de los sistemas políticos, económicos y sociales dominantes, que niegan beneficios y acceso a una vida digna a un gran número de personas. Ejemplos

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claros de la violencia estructural son los modelos económicos imperantes basados en la sobreexplotación de millares para beneficio de unos pocos, la pobreza extrema en oposición a la riqueza ostentosa, la represión y discriminación respecto de quienes se apartan de la "norma", el constreñimiento que surge de ciertos sistemas políticos sobre los derechos individuales, etc. La violencia estructural, a su vez, "sirve de base a la violencia directa, porque influye en las pautas de socialización que llevan a los individuos a aceptar o a infligir sufrimientos, según la función social que desempeñen. La violencia abierta o directa se ejerce... mediante la agresión, las armas y la fuerza física" (Larraín y Rodríguez, 1993). Sin embargo, la violencia contra las mujeres debe enfocarse a través de un prisma distinto. En los últimos años, se plantea cada vez más la existencia de un fenómeno de violencia ligada a la construcción social del género, siendo aquella que está "vinculada a la desigual distribución del poder y a las relaciones asimétricas que se establecen entre varones y mujeres en nuestra sociedad, que perpetúan la desvalorización de lo femenino y su subordinación a lo masculino. Lo que diferencia a este tipo de violencia de otras formas de agresión y coerción, es que el factor de riesgo o de vulnerabilidad es el solo hecho de ser mujer" (Rico, 1996). También se ha sostenido que "la agresión hacia la mujer adopta diversas formas que incluyen lo físico, mental y sexual, y origina para ella consecuencias cualitativas y cuantitativas diferentes que para la población masculina" (Bolis, 1993). La violencia contra la mujer es, entonces, una clara forma de discriminación y como tal ha sido definida en múltiples documentos de organismos internacionales. La primera declaración de Naciones Unidas que reconoce la existencia de violencia de género, fue aprobada por su Asamblea General en 1993. Define la violencia contra la mujer como "todo acto de violencia de género que resulte en, o pueda resultar en daño o sufrimiento físico, sexual o psicológico de la mujer, incluyendo la amenaza de dichos actos, la coerción o la privación arbitraria de la libertad, tanto en la vida pública como en la privada". El reconocimiento de que esta violencia atenta contra los derechos de las mujeres llegó a plasmarse finalmente en la Conferencia Mundial de Derechos Humanos de Viena, en 1993. A través de los siglos "La violencia contra la mujer surge, en parte, de un sistema de relaciones de género que postula que los hombres son superiores a las mujeres. La idea de la dominación masculina -incluso de las mujeres como propiedad del hombre- está presente en la mayoría de las sociedades y se refleja en sus costumbres" (Heise, Pitanguy y Germain, 1994). Considerando entonces que durante siglos las mujeres han sido ubicadas en un papel de subordinación respecto de los hombres, las expresiones de violencia que las afectan en todo su ciclo vital -ya sean "leves" o intensas- han sido consideradas

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como algo normal y, por ende, validadas por las costumbres. Más aun, dichas expresiones han surgido no tan sólo en los espacios privados -vale decir, las familias- sino que también desde el mismo aparato del Estado y de otras instituciones, espacios cuyo poder de decisión y acción es preferentemente masculino. Las leyes y reglamentos establecidos para ordenar la vida en comunidad tampoco las han protegido, de tal forma que los comportamientos agresivos hacia mujeres y niñas no son reconocidos como tales y quedan, usualmente, ocultos, ignorados, impunes. O cuando implican algún tipo de sanción, esta no se compadece con la gravedad del delito ni con sus consecuencias. El impacto de la violencia en la salud de mujeres y niñas es profundo y no se puede desconocer sus efectos inmediatos y posteriores en el estado mental y físico de quienes se ven perjudicadas por una situación de violencia extremadamente intensa o prolongada en el tiempo. Pero "a pesar de que la violencia de género es una causa significativa de morbimortalidad femenina, casi nunca es visualizada como un tema de salud pública. Sin embargo, recientes estimaciones del Banco Mundial sobre la carga global de enfermedad, indican que, en las economías de mercado establecidas, la victimización de género es responsable por uno de cada cinco días de vida saludable perdidos por las mujeres en edad reproductiva" (Heise, Pitanguy y Germain, 1994). Tan sólo en los años más recientes ha comenzado a plantearse la necesidad de considerar este problema como un tema de salud pública de primera prioridad subrayándose, al mismo tiempo, la urgencia de dimensionarlo en toda su magnitud y desde la perspectiva de género. Pero para ello se requiere de investigaciones y estudios que logren superar, por ejemplo, el problema del notable subregistro que prevalece en los casos de violencia, fundamentalmente porque las víctimas no se atreven a denunciarlos o los mecanismos para hacerlo no son confiables. Se ha lanzado, asimismo, el desafío de sensibilizar y capacitar adecuadamente a profesionales de la salud, del Poder Judicial y de los servicios policiales para que, coordinadamente, den acogida a las mujeres agredidas e interpreten sus demandas, en lugar de que persista la tendencia de juzgarlas a ellas. Y de los medios de comunicación para que no fomenten una mirada estereotipada de la mujer ni caractericen los delitos de violencia de género como una noticia de crónica roja, sino que profundicen en las causas que favorecen dicho fenómeno. Por otra parte, en términos de la mirada con que mujeres y hombres perciben este fenómeno, difícilmente alguien se atrevería a reconocer, públicamente, que es correcto pegarle a una mujer o castigar físicamente a los menores. Pero, al mismo tiempo, existen grandes dificultades para reconocer en la propia conducta rasgos de violencia cotidiana. Los malos tratos de palabra o de hecho con que "se disciplina" a las hijas e hijos, el autoritarismo ejercido para que éstos aprendan a "andar rectamente" por la vida, la falta de tolerancia para aceptar conductas diferentes, las agresiones y descalificaciones habituales hacia la pareja, todo esto no se identifica usualmente como un fenómeno de violencia.

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Cuando las imágenes extremas de una mujer severamente maltratada o de una niña asesinada tras haber sido abusada sexualmente, estremecen las pantallas de la televisión o las páginas de los periódicos, la ciudadanía, como un todo, se horroriza y demanda castigo severo para los culpables. Sin embargo, tales imágenes tienden a ser olvidadas prontamente, en una actitud acomodaticia que termina siendo la mejor cómplice de estos delitos que aumentan día a día. Si, por otro lado, conocemos cercanamente casos de violencia en una familia, el temor de irrumpir en la sacralidad de un espacio privado para intervenir en "peleas de casados", nos impide prestar la ayuda que a veces se requiere con urgencia. Y aunque en las últimas décadas han surgido instrumentos legales, y recomendaciones oficiales condenatorias respecto de la violencia hacia mujeres y niñas, y muchos gobiernos han manifestado su voluntad de erradicar este fenómeno, lo cierto es que todos estos avances en el discurso no se han visto reflejados en una mejoría auténtica de las condiciones reales en que vive y trabaja la población femenina. Es decir, la cotidianeidad de mujeres y niñas no da cuenta aún de una justicia real y efectiva, justicia que debe otorgarla la sociedad en su conjunto, tanto con la dictación y puesta en vigencia de leyes específicas contra la violencia hacia la mujer para el enfrentamiento del problema, y de intervenciones eficaces y continuadas en el tiempo para prevenir este fenómeno en sus distintas manifestaciones, como también ejerciendo la sanción debida hacia los agresores. Pero por sobre todo se necesita garantizar el compromiso de todos los actores sociales para avanzar a transformaciones culturales que desafíen la histórica desvalorización y subordinación de las mujeres que subyace al fenómeno de la violencia con sesgos de género. Referencias consultadas: * Bolis, Norma. "Tipificación de la violencia contra la mujer en la legislación de América Latina. En: Gómez, Elsa, ed. Género, Mujer y Salud en las Américas. Washington, D.C., OPS, 1993. Publicación Científica Nº 541. * Heise, Lori; Pitanguy, Jacqueline; Germain, Adrienne. Violencia contra la mujer: La carga oculta de salud. Washington, D.C., OPS, 1994. * Larraín, Soledad; Rodríguez, Teresa. "Los orígenes y el control de la violencia doméstica en contra de la mujer". En: Gómez, Elsa, ed. Género, Mujer y Salud en las Américas. Washington, D.C., OPS, 1993. Publicación Científica Nº 541. * Rico, Nieves. Violencia de Género: Un problema de Derechos Humanos. Santiago, CEPAL, 1996. Serie Mujer y Desarrollo, 16.